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Vaello (2003) identifica diversos tipos de pautas de actuación en el aula que promueven
el aprendizaje y el buen comportamiento tales como: estrategias de motivación,
estrategias de control, estrategias para mejorar la autoestima, estrategias para captar y
mantener la atención finalizando con estrategias punitivas. En todas ellas se hace gran
hincapié en la necesidad por parte del profesor de conocer y ser capaz de poner en
prácticas una serie de procedimientos en el aula concretos y concisos que asociados a
las formas particulares de hacer de cada profesor son útiles al abordar la conflictividad y
la desmotivación en el aula. .
Los protocolos de actuación, cuyo fin es dar coherencia a la forma de actuar del
profesorado en el aula, es decir equilibrar esas grandes diferencias de actuación que los
estudios anteriores dicen que existen entre profesores son una gran oportunidad de
aclarar lo que es importante y que debe ser abordado en toda ocasión de forma
contundente, lo que exige un tratamiento graduado con ciertas pautas para el conjunto
de profesores y lo que cada uno solventa con su estilo personal es decir con su “estilo
docente” (Fernández 2007).
1.1 ¿A qué le dan mucha importancia y consideran muy grave los profesores y cómo
dicen que deben actuar?
En este tipo de situación los profesores distinguen claramente entre agresión a un profesor
a diferencia de un compañero de la clase. Consideran que la agresión a un profesor tiene
un nivel superior de gravedad y exigen un tratamiento mucho más contundente. Sin
embargo, hay variaciones en la forma de intervenir en los diferentes grupos de discusión
que está claramente influido con la idea de educación que sostienen o que impera en ese
grupo de profesores y con la población que de forma regular atienden. Veamos tres
ejemplos de protocolos.
En los tres ejemplos de I.E.S. vemos propuestas más o menos severas y en todos ellos, menos en
uno, surge la necesidad de arbitrar la expulsión con supervisión del alumno, algo que preocupa en
gran medida al profesorado aunque en su práctica diaria a veces descuide.
Este tipo de situación causa polémica puesto que unos consideran que la simple colleja es
tema relevante de intervención e incluso de medida drástica y otros consideran que la
forma de interaccionar entre los alumnos está tan plagada de insultos, agresiones físicas en
forma de juego y falta de respeto que es imposible tratar todos los incidentes de la misma
forma. En definitiva, los profesores identifican la necesidad de intervenir cuando existe
riesgo físico, agresión fuerte, insultos que dañan la imagen del alumno, amenazas graves,
etc.
Contención (separarles) Delegado busca alguien que los atienda. Parte de expulsión.
El matiz de este apartado gira alrededor de qué es retar, dónde está la fina línea de expresar
desagrado con una orden a diferencia de retar. Mostrar intencionalidad de no hacer para
retar al profesor podría ser la definición más ajustada a lo que expresan los profesores. Si
bien en este apartado hay unanimidad ante la necesidad de reforzar dicha autoridad. Surge
el tema de la autoridad y las diferentes versiones, pero impera el corporativismo en el
resultado final en todas las ocasiones. El sentir más patente es que si el profesor pierde la
autoridad se encuentra profundamente desprotegido y le será muy difícil recuperar de
nuevo la relación docente-discente.
Dentro de otro marco de unanimidad surgen otros conflictos que no todos identifican
como muy graves pero que producen honda preocupación y desajuste tales como:
Absentismo crónico
Falta de asistencia
Acumulación de partes.
Esta serie te faltas no deberían causar duda al profesor en su proceder, ni debería existir
diferentes interpretaciones dentro de un mismo claustro, como se expone en Torrego
(2000) se enmarcan dentro de las normas de funcionamiento de un centro escolar, es decir
no están sujetas al arbitrio del profesor de aula y por lo tanto una vez establecidos los
cauces el conjunto de los profesores lo deben realizar con total unanimidad. Es misión de
la Jefatura de Estudios, teniendo en cuenta los Decretos que regulan los Deberes y
Derechos de cada Comunidad Autónoma, regular cómo se va a proceder en ese centro en
particular para llevar a efecto el control, la notificación a padres, las consecuencias y el
traslado en su caso a la Asistencia social o Educadores sociales de la zona.
Los destrozos y robos significan no sólo la inseguridad que denotan sino y muy
especialmente la falta de confianza en un grupo clase. El tratamiento de estos
comportamientos está muy asociado al trabajo grupal de cooperación y responsabilidad
entre los compañeros. Supone en muchos casos un grave deterioro del ambiente de clase si
la situación se da con frecuencia y un claro indicador de desajuste escolar.
Notificar al tutor.
Esta es una consideración que sólo afecta de forma muy grave a las clases de formación
profesional y/o tecnología o en su caso laboratorios de ciencias. Para el profesorado
supone un alto riesgo el juego peligroso en dichas clases y requiere de una serie de rutinas
y normas muy claras desde el primer día de clase que se deben recordar de forma insistente
durante las primeras semanas y no llegar a olvidar en ningún momento del curso escolar.
Sólo sale a la luz en los centros con talleres profesionales con posible peligrosidad en la
utilización de los materiales.
Expulsión de clase, con llamada al profesor de guardia para que acompañe al alumno.
Retirar de la zona de riesgo y hablar con el alumno después.
Grabaciones de vídeo a través del móvil que se utilizan para ridiculizar a otro
alumno o al profesor.
Cada vez se están dando más casos al respecto. De ahí que dentro de los Decretos de
Deberes y Derechos de los alumnos de las Comunidades Autónomas se haga hincapié
especial en este fenómeno. El caso de situaciones que se cuelgan en internet, tras ser
grabadas de forma escondida y fraudulenta, se está incrementando de forma preocupante.
Los profesores manifiestan hondo malestar por las consecuencias que pueden conllevar
hasta el punto de prohibirse totalmente los móviles en los centros escolares. Si bien, en la
mayoría se expone la prohibición de su uso, y no tanto de que lo lleven consigo dado que
los padres reclaman que sus hijos lo tengan para poder comunicarse con los mismos a la
salida del centro escolar, en una emergencia, etc.
Muchos de estos últimos hechos serían considerados graves y no muy grave por un gran
número de centros escolares, y en realidad el tratamiento posterior en el día a día no es tan
contundente como los tres primeros de la lista.
Por último sólo mencionar dos aspectos que surgen como preocupación muy grave, si bien
son considerados situaciones que exigen un amplio replanteamiento tanto de medidas
preventivas, educativas como de intervención social. La frecuencia de estos incidentes son
ocasionales pero en su caso producen un profundo malestar y consternación en el conjunto
de la comunidad en caso de hacerse público. Exigen un tratamiento sistémico desde
muchos agentes de la comunidad y externos y aunque sigan los cauces legales normativos
de los incidentes muy graves, todos los centros son conscientes que exigen intervención
social y contacto cercano con la familia.
A partir de cierta edad (13-14 años) las clases suelen constatar la actitud de dejadez y
pasotismo de un pequeño grupo de alumnos, pero significativos que desmotivados, en
situación de abandono escolar dejan de portar el material escolar y su actitud es pasota y
ajena al proceso de enseñanza-aprendizaje. El profesorado es consciente que esto es
sólo un síntoma de un mal de fondo, en realidad un desfondo con respecto a la imagen
de alumno de dicho joven. Posteriormente a la edad de 15 años la situación empeora y
ciertos alumnos pueden mostrarse agresivos y profundamente dañados por el sistema
escolar. Las soluciones son complejas y la estructura escolar a veces no propicia un
apoyo real a este alumnado desfavorecido y desajustado con el sistema.
A pesar de ello, muchos de estos alumnos pueden ser recuperados al sistema, a la clase,
dependiendo de la propuesta curricular que se les ofrezca, la relación que establezcan
con el profesor en cada área y con el sentimiento de ayuda y preocupación hacia ellos
que se brinda. Conscientes de esto, los profesores suelen establecer unas pautas
graduadas en las que se intenta proporcionar vías de solución. Es cierto que algunos
profesores son drásticos y rápidamente elevan el conflicto con posiciones polarizadas
basadas en el buen hacer, es decir con la obligatoriedad que todo alumno lleve el
material necesario al aula que permita el trabajo continuado por el conjunto del
alumnado. Muestro dos propuestas de dos centros diferentes, en uno se gradúa la
intervención, en el otro se gradúa y se proponen rutinas de aula que favorezcan la
prevención e indiquen claramente la forma de proceder.
a. Se le da material o se comparte
b. Se indica en la agenda
c. Hablar y convencerle sobre la necesidad del material.
d. Investigar el porqué de esta conducta, a través del tutor
e. Tener otro material o que hagan otra tarea alternativa que no sea atractiva
f. Privarle de situaciones motivadoras para que quiera participar con el resto
g. Amonestación
h. Plan de seguimiento con los padres
i. Hacer un plan personalizado de seguimiento.
Los deberes suelen ser tema de polémica dado que se entiende que a menudo sólo un
pequeño grupo de alumnos lo realiza. Se ve claramente la diferencia entre centros con alto
nivel de fracaso escolar, es decir con alumnado con desfase curricular generalizado o en
zonas desfavorecidas de aquellas de clase media donde impera una vinculación cercana
entre la escuela y la familia. A pesar de esto hay factores metodológicos importantes. Los
deberes son las actividades escolares con menos equidad del sistema. Esto es debido a la
diferencia existente entre alumnos y alumnos de apoyos y refuerzos familiares conducentes
al estudio además de las diferentes capacidades del alumnado al enfrentarse a la tarea. Las
condiciones de vida no son iguales en casa para todos los alumnos y el esfuerzo personal
exclusivamente no siempre equilibra la desigualdad social.
A menudo los alumnos no realizan la tarea escolar por vagancia, falta de interés,
desmotivación, dificultad e incomprensión con la tarea, falta de consistencia en el profesor
al demandar su realización o simplemente porque son aburridos y se aprende poco. El
profesorado sólo argumenta que a menudo no los hacen y que esto trae consecuencias
malas para el propio alumno.
De ahí la necesidad de formular unos procesos didácticos creativos y cuidadosos sobre los
procedimientos más idóneos al presentar los deberes a los alumnos, a menudo las prisas y
el toque del timbre precipitan los deberes para casa.
Los profesores consideran como GRAVE los temas de este apartado y especialmente
aquellos relacionados directamente con la disrupción, con no dejar dar clase, interrumpir
constantemente, no atender y hablar insistente, etc. Para ello se elabora el protocolo que
intenta aclarar los niveles de intervención. Veamos los pasos que dos grupos han diseñado
para sus centros dentro del PLAN DE CONVIVENCIA y que se incluyeron parcialmente
posteriormente dentro del parte de amonestaciones como aclaración sobre el tratamiento
que se ha realizado antes de la expulsión para el conjunto del profesorado.
Es evidente que esta serie de pasos no los realizará ningún profesor en su totalidad, y que
muchos manifiestan que la expulsión o amonestación de un alumno del aula es
consecuencia de un conjunto de conductas inadecuadas, con intervención directa del
profesor a lo que el alumno no ha respondido de forma adecuada tras lo cual recibe la
amonestación o la expulsión del aula.
A pesar de ello, la reiterada llamada de atención por parte de un alumno es reconocido por
todos los profesores como tema de intervención, si bien cada uno muestras tendencias
personales, estilos de afrontarlo diverso que unos pueden aprender de los otros o por lo
menos reflexionar sobre ello. La utilización de lenguaje no verbal, (silencios, miradas,
gestos, invasión de territorio, movimiento dentro del aula, etc.) es compartido como buena
práctica de forma general. Todos los profesores indican que lo llevan a cabo y que les
resulta útil.
Dos cautelas se mencionan en este nivel de intervención, “no entrar al trapo”, es decir no
comenzar con un gran sermón o largo monólogo por parte del profesor sobre lo que hace
incorrectamente el alumno, y “llamar la atención de forma breve y contundente” sin
dejar espacio de réplica a modo de aviso claro y conciso. Facilitar que el alumno justifique
la conducta indebida con una serie de argumentos que claramente ponen en tela de juicio
los modos de actuar en el aula es considerado una gran pérdida de tiempo y sobretodo de
poder. El alumno utiliza estos momentos de petición incongruente con el proceso de
instrucción, con la marcha de la clase. para ganar tiempo, romper el ritmo de la clase y
crear confusión en el conjunto del grupo.
Muchos profesores en esta fase de intervención consiguen disuadir y convencer al alumno
para que se contenga, se incorpore a la marcha de la clase o por lo menos no siga
molestando de forma llamativa el proceso de grupo. Otros manifiestan la importancia de
una buena vinculación personal con el alumno, conocerle bien y saber ofrecerle aquello
que se sabe que le es favorable y responderá positivamente a ello.
Pasada la llamada de atención en los protocolos antes de comenzar con medidas de tipo
punitivo siempre surgen medidas para darle oportunidades al alumno de incorporarse
en el trabajo del grupo (incluir al alumno en el proceso, mandar una tarea diferente, dar
varias opciones, asignar nuevas tareas para retirarle del contexto que le distrae o fomenta
la conducta indebida, etc.).
A partir de este momento surgen unas primeras medidas de tipo sancionador de orden
menor a los ojos del profesor (cambiar de sitio, tiempo fuera, poner positivos y negativos).
Es significativa la dificultad que muchos profesores manifiestan al intentar cambiar al
chico de sitio. De hecho muchos profesores no lo practican aunque otros lo hacen
habitualmente. Es significativo que aquellos profesores que manifiestan que lo utilizan de
forma normalizada a su vez indican que no suelen tener muchos problemas con el
alumnado, o que los cambian habitualmente de sitio por necesidades metodológicas,
(trabajo en parejas, trabajos en grupo, apoyo y ayuda entre compañeros, alumnos tutores,
etc.) es decir que incorporan una serie de propuestas metodológicas activas y atrevidas a
los ojos de los otros profesores.
A la vez “tiempo fuera” que también es utilizado por un grupo pequeño de profesores se
considera un estadio intermedio previo a la expulsión de clase. El tiempo fuera tiene un
claro componente de reflexión, de tiempo para que los ánimos se apacigüen, es decir
permitir un breve periodo de tiempo para que el alumno se retire del lugar en el que se
encuentra y desde donde mantiene la conducta indebida y piense en la necesidad de
relajarse e incorporarse al trabajo del aula con normalidad transcurrido ese tiempo. Los
profesores expresan las siguientes dificultades:
a) Cuando se les retira a un rincón los demás están pendientes de lo que están
haciendo y se les da la atención prioritaria que es exactamente lo que se quería
evitar.
b) Si se les saca del aula al pasillo pueden simplemente deambular libremente por
todo el centro y causar mucho alboroto a los otros. Las jefaturas de estudio
claramente se oponen a esta opción.
c) Los alumnos al poco empiezan a solicitar su reincorporación al grupo y supone un
esfuerzo grande de contención para el profesor.
Aquellos profesores que tienen incorporado con normalidad dicha modalidad de disuasión
lo utilizan de varias formas:
a) Indicándole al alumno que cuando se sienta preparado solicite con un simple gesto
al profesor su requerimiento.
b) El profesor es quien indica cuándo debe reincorporarse y mientras tanto debe
permanecer en silencio de pie al final del aula y atento a lo que está sucediendo en
la clase.
c) Se le solicita que de pie al fondo del aula siga la clase con el libro o con el
cuaderno y por lo tanto debido a la molestia que le supone pronto quiera
incorporarse de forma normalizada a la clase.
Lo que se evidencia es que hay un grupo de profesores que entienden que es muy
aconsejable y otro que incluso ni conoce el término anglosajón y no lo practica. Los
profesores (maestros) en centros de secundaria lo suelen utilizar con normalidad, los
profesores de secundaria tienen más reticencias a su uso si bien se va incorporando a su
repertorio personal poco a poco. En todo caso, todos los centros y grupos han manifestado
que esta técnica no debe ser con expulsión del aula, sino dentro del aula y con una
cuidadosa supervisión por parte del profesor.
Hasta este nivel los profesores no suelen manifestar la necesidad de “hablar con el
alumno a parte”, lo cual se realiza dependiendo del profesor con un matiz u otro. Hay tres
formas estándar de hablar con el chico a parte.
a) Los profesores que son capaces de salir con el alumno del aula al pasillo cerca de la
puerta y hablar unos breves momentos con el chico en el que le solicitan su
complicidad para mitigar la situación para establecer un marco de acuerdo. En
estos casos los profesores suelen sermonear en privado y conseguir que el alumno
acceda a sus peticiones. Los profesores que realizan esta versión suelen confiar y
consiguen que el resto de la clase espere o trabaje autónomamente sin gran
alboroto a pesar de su ausencia. En definitiva suelen tener buen control y manejo
de aula y son respetados por el alumnado, suelen tener buen nivel de autoridad.
b) Hablar con el alumno en el último segmento de la secuencia formativa “despedida
y cierre” de la clase, en el que junto a la mesa del profesor, o en el camino a la
puerta antes de salir del aula el profesor solicita unas palabras con el alumno para
anunciarle el siguiente paso si siguen las cosas de esa forma, se enuncian posibles
cambios que se van a realizar en la siguiente clase, explicarle sus sentimientos y
necesidades sobre lo que ha sucedido en la clase, promover un acuerdo breve con
el alumno, etc. Son los momentos finales de la clase cuando el resto está
cambiando los libros, sale al pasillo se levanta a coger o hacer diferentes cosas y
entre el movimiento se cita al alumno para un breve encuentro.
c) Entrevista posterior en cualquier momento cuando el profesor tenga tiempo para
atenderle para fijar un acuerdo serio que puede ser oral o por escrito a través de
contratos o compromisos con la rúbrica de ambas partes. En este momento es
cuando el alumno suele descubrir que realmente le importa y es una verdadera
oportunidad de humanizar la relación deteriorada.
En última instancia, no se usa con la frecuencia que era de esperar por diferentes
motivos: los profesores se sienten ofendidos por el alumno disruptivo y no consideran
que una charla en privado pueda realmente ser eficaz. A la vez piensan que su
autoridad quedará mermada si ceden o conceden ciertas prerrogativas al alumno
disruptivo. Por otro lado, la falta y la rapidez de los tiempos escolares no favorece la
posibilidad de encuentros para aclarar la situación, y aveces la inseguridad de ciertos
profesores sobre su propio proceder en el aula al gestionar el conflicto con el alumno
les inhibe enfrentarse cara a cara por miedo a perder, etc. Sin embargo, es
posiblemente una de las estrategias más potentes y necesarias en los protocolos de
actuación si realmente se quieren tratar los problemas de disrupción desde la raíz del
problema. La vinculación emocional y personal que puede conllevar es clave para una
mejora de la relación y con ello con un respeto hacia el hacer del profesor en el aula.
En los últimos escaños se sitúan cuatro medidas importantes previas a la amonestación
y expulsión del aula. “Castigos de recreos”, “nota en la agenda”, “hablar con el
tutor” y “hablar con los padres”.
El uso de castigos de recreo acarrea una doble lectura de los mismos: para unos
representa algo indeseable para los alumnos, algo que por lo tanto les inhibirá de
volver a realizar la conducta indebida y para otros un despropósito dado que los
alumnos que suelen acabar castigados son aquellos que más necesidad tienen de
expansionarse, correr, saltar y todo lo demás que conlleva el recreo. Por lo que hay
profesores que lo utilizan y otros que no. En general en casi todos los centros
manifiestan que quién castiga debe supervisar al castigado, es decir, no se crea una
organización interna que lo ampare aunque tampoco se inhibe que un profesor
determinado lo pueda llevar a cabo bajo su supervisión. Por lo tanto él que castiga es
castigado a su vez a permanecer con el alumno o alumnos en ese periodo de tiempo.
Lo suelen utilizar profesores muy entregados a la docencia y con sincero interés por
una mejora de la relación con el alumnado curiosamente.
Por último, los profesores hablan con un adulto que conoce mejor al alumno, el
tutor y los padres. Algunos profesores manifiestan que cuando tienen un problema de
índole grave en el aula inmediatamente se ponen personalmente en contacto con las
familias y buscan su apoyo, creen fielmente que esta comunicación es necesaria y que
les facilita una mejoría en la adaptación del alumno al aula. Otros sin embargo,
expresan que el tutor ha de ser consultado previamente puesto que el profesor puede no
conocer ciertos temas importantes o casuísticas personales del alumno lo cual puede
redundar en agravar el problema en vez de mejorarlo. No parece tan claro que estas
estrategias las utilicen los profesores antes de amonestar, ni de expulsar sino
simultáneamente como elemento consultivo y de apoyo para llegar a una visión más
precisa de la situación personal del alumno.
Existen un sinfín de conductas y actitudes que pueden molestar en clase, en este caso
depende mucho de las rutinas del profesor como hemos visto a través de todo este escrito.
Citaré exclusivamente los más recurrentes para los que se suele proponer el arte personal
de cada profesor, el sentido común y las estrategias de persuasión y saber disuasorio.
Algunos de ellos están regulados por las normas de funcionamiento (comer y beber en
clase, traer el uniforme, retrasos injustificados, etc.) y otros como las pintadas, limpieza
en el aula, suele ser tema de coherencia de actuación del equipo docente que debería
mantener el buen orden en la clase de forma consistente y por lo menos al salir del aula
velar porque quede en situación razonable para la siguiente clase.
Una de las grandes quejas que mantiene el profesorado al respecto es la falta de unificación
de actuación en pequeños detalles de la ecología del aula que podrían servir de ayuda al
buen clima de aula. Como temas recurrentes en los grupos de discusión citaremos:
4. Conclusiones
Se puede mantener desde la investigación pedagógica que existen una serie de pautas de
actuación en el aula conducentes a promover buenos climas de aula. Los profesores
mantienen estilos personales de actuar en el aula que podemos considerar su “estilos
docente”. Si bien los profesores son conscientes que hay ciertas estrategias que
favorecen mayor bienestar en el aula dado que los alumnos se muestran más motivados,
considerados e identificados con los procesos de enseñanza-aprendizaje. Dentro de estas
estrategias destacan, para unificar la coherencia y actuación del profesorado, las
relacionadas con el control y manejo de los conflictos en el aula.
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