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Histori del lefiador que habia perdido su hacha Un lefiador buscaba su hacha. Al darse cuenta de que la habla perdido, se puso a buscarla en los lugares donde la habfa usado recientemente, pero sin éxito. Poco a poco, una idea se impuso en su mente: alguien le habia robado el hacha. Su sospecha recayé entonces sobre el hijo de su vecino. Se puso a vigilar el comportamiento del joven. A fuer- 2a de observarlo, su sospecha se trocé bien pronto en certe- za: aquel muchacho era un ladrén. Su mirada no era fran- a; su aspecto era turbio; su aspecto temeroso desvelaba un lado engafioso. En resumen, tenia la mirada de un ladrén, el andar de un ladrdn, el aspecto de un ladrén. Nuestro lefiador sélo aguardaba la ocasién propicia para desenmascararlo. Pero un dia, mientras atravesaba un terreno en el que habia cortado madera, tropezé con un objeto: era su hacha. Este suceso le dejé perplejo. Aunque renuncié a ver a un ladrén en el muchacho, continué, sin embargo, mirandolo de forma malévola, Introduccién Tomar conciencia de nuestras proyecciones sobre el préji- mo es el verdadero camino para acceder a la realidad hui. diza de la sombra. Desdefiar el reconocimiento de las pro- yeeciones bloquea el crecimiento interior y la expansion social. En efecto, uno se despoja de los elementos de su sombra que se proyectan sobre el préjimo y, en consecuen- cia, se priva de conocer sus recursos. Quien no ha domina. do el arte de recuperar sus proyecciones se encierra sobre sf mismo. Los aspectos de la sombra atribuidos a los demas se wuelven contra é1, suscitando estados de angustia y depre~ siGn y convirtiéndose en fuente de numerosas molestias y Conflictos en sus relaciones humanas. En pocas palabras, cada proyeccién no recuperada se convierte en una especie de automutilaci6n, de agresién dirigida contra uno mismo con su propia energia psfquica. ‘Sin embargo, se puede aprender a reconocer y neutrali- zar la influencia nefasta de las proyecciones de ia sombra, Si se aprende a reintegrarlas en la zona consciente del ser, rocurarén un conocimiento inestimable del lado oscuro y, al mismo tiempo, favorecer‘in una nueva armonfa entre ta sombra y el lado consciente. Por lo que yo sé, no existe ningtin test psicolégico més preciso y eficaz. que el examen de nuestras proyecciones ara conocer las cualidades y los rasgos de cardcter de que adolece nuestro crecimiento. En efecto, si tendemos a des. reciar y detestar en otra persona algunas cualidades o ras. 0s de carécter, es que tenemos una necesidad urgente de desarrollarlos en nosotros mismos, Si, por ejemplo, detesto a una persona dulce, tranquila y de poco relieve, es sin duda porque me faltan esas cualida. des para equilibrar mi personalidad demasiado agresiva, mi vida agitada y mi deseo de destacar. Necesitaré, ante todo, vencer mi repugnancia a ser dulce, tranquilo y modesto, es decir, a parecerme a una persona que me resulta antipatica, Pero, una vez dominado el primer arrebato de repulsién, —91— todo lo que pueda aprender de esa persona me ayudaré a adquirir una mayor madurez. Este proceso de reintegracién de la sombra evoca un principio de la homeopatta, segiin el cual uno se cura con una pequefia dosis del veneno que originé el mal. Dos grandes temas se reparten el presente capitulo. En primer lugar, analizaré el fendmeno de la proyecciGn de la sombra; después, en segundo lugar, describiré las etapas por las que debemos pasar para recuperar los elementos de nuestra sombra que hemos proyectado. A. Qué es exactamente proyectar fonts sobre el préjino? Una historia de proyeccién He aguf una historia real que permitiré comprender mejor el fenémeno de la proyecciOn de la sombra sobre el proi- mo. Por razones de discreci6n, los nombres de las personas de esta historia han sido modificados. ‘Adrién, profesor de universidad, no deja escapar oca- sién de denunciar 1a incompetencia de su colega Jorge, tanto en materia de ensefianza como de investigacién. Esta al acecho de todos los cotilleos sobre este tema. Se com- place en contar las relaciones penosas de Jorge con sus estudiantes. Escruta con lupa sus escritos para encontrar errores, aunque no sean més que simples faltas de ortogra- fia. De hecho, el propio Adrién se sorprende del ardor con que denigra a su colega A veces, Adridn es consciente de que sus comentarios descorteses crean un malestar en los otros profesores. Se asombra de su ceguera. No logra comprender que no vean las debilidades profesionales de Jorge, que para él son una evidencia. A veces llega a sospechar que hay una cierta complicidad entre ellos y Jorge. =n ‘Adridn no es consciente de su propio miedo a ser tacha- do de incompetente. El mero pensamiento de ser incapaz de alcanzar los niveles de la profesi6n aumenta su angustia. Le incita a hacer de Jorge un chivo expiatorio, Por eso, al diri- gir la mirada a los fallos de Jorge, tiene la impresiGn de que se libera de su propia ansiedad y de que hace olvidar los suyos. EI deseo de Adrién de asegurarse una reputacin de excelente profesor le impide ver sus propias debilidades de orden profesional. En lo mds profundo de su incons- ciente, ha rechazado incluso el pensamiento de que su tra- bajo podria presentar lagunas. Siente la urgente necesidad de denunciar en su colega lo que tiene escondido en su sombra. Jorge, por su parte, no puede evitar sentir hacia Adrian un profundo desprecio por su rigidez en el trabajo y su falta ‘de humanidad. En efecto, es raro que una proyeccién sea en sentido tnico. Adrién y Jorge se ven arrastrados por un movimiento de denigracién mutua. Se parecen a dos can- grejos en un cesto que ya no pueden evitar agarrarse en un abrazo hostil. ‘Teoria de la proyeccién La proyeccién es un fenémeno a la vez psicolégico y espi- ritual. Consciente del espacio que podrfa exigir un estudio profundo de esta cuestién, me limitaré aqui a exponer la ‘concepcién jungiana. Marie-Louise von Franz, una eélebre discipula de Carl Jung, la define, siguiendo a su maestro, como «una transferencia inconsciente, es decir, no percibi- da e involuntaria, de elementos psiquicos subjetivos recha- zados sobre un objeto exterior», Dicho de otra manera, la proyecci6n consiste en ver, oft y sentir, por reverberaciGn -L. von Franz, Reflets de ame, Editions Entrelacs, Orsay 1992, pil. 93. » ! | sobre el exterior, las emociones, las cualidades y los rasgos que han sido rechazados en uno mismo. Se produce enton- ces un desplazamiento del material psiquico «de dentro» de sf chacia fuera» de uno mismo. El psicoanilisis ve en la proyecci6n una defensa prima- ria del yo consciente contra los desbordamientos posibles del inconsciente. Sostiene que todo lo que es inaceptable para el yo consciente seré reencontrado tarde o temprano fuera de uno mismo, desplegado sobre los objetos, los ani- males o las personas. ‘Von Franz precisa que el «proyecto» -el autor de la proyeccién—es casi siempre inconsciente de su acto de pro- yectar sobre el préjimo y de sus proyecciones. De lo tinico Que es consciente es de que esté bajo la influencia de un sentimiento intrigante, cuyo objeto puede ser fascinante 0 repulsivo. Experimenta atraccin si las cualidades o los ras- ‘g0s de cardcter proyectados son considerados como desea- bles para él; experimenta repulsiGn si estas cualidades 0 rasgos proyectados son turbadores o amenazantes para él. Por consiguiente, tenderé, 0 bien a idealizar a la persona en el primer caso, o bien a despreciarla en el segundo. En los dos casos, la apreciacién del «proyector» seré falsa, porque ser desproporcionada con respecto a lo real. En una pala- bra, creerd estar en relacién con una realidad exterior a sf mismo cuando la vive en su propio inconsciente. Proyecciones de la sombra en el amor pasional El amor pasional ofrece un terreno fértil en proyecciones. La persona amada que sirve de «soporte simbélico» de Ia proyeccién se encuentra investida de un aspecto fascinante. ‘Si el amor es reciproco, hay proyecci6n mutua. En efecto, el amor pasional se nutre de la proyeccién mutua de la som- bra blanca de los cényuges. En Ia fase de atraccién, el enamorado ve en su amada la encamacin de cualidades que él desearia poseer, pero cuya adquisici6n ha sido arrojada a la sombra. Por eso, uniéndo- 94 se a ella, siente que recupera por su propia cuenta las cua- lidades deseadas que é1 mismo ha ocultado. Alguien escri- bi6 con humor que es més fécil casarse con una persona rovista de las cualidades que se desea poseer que afanarse Por adquirirlas. El amante tranquilo, afectuoso, ahorrador y bohemio tenderd, por lo tanto, a enamorarse de una mujer dindmica, distante, generosa y perseverante. En el amor pasional, los contrarios se atraen, Pero, una vez que se enfrfa la pasién, sobreviene un cambio brusco de la situacién, Porque en el amor pasional la fascinaci6n es versitil. Con el desgaste cotidiano, la atracci6n Mega incluso a transformarse insensiblemente en repulsi6n. No es la personalidad del amante lo que ha cam. biado, sino la fascinaci6n primera, que se transformé en espanto. En efecto, con la disminucién de la atraccién sexual, los viejos miedos, alimentados por la sombra, vuel- ven a la superficie. Se vuelve al punto de partida, es decir, al momento en que se arrojé a la sombra todo cuanto habria odido ser causa de rechazo social En la pareja, lo que fascinaba al comienzo de la relacién se convierte en una birria. El esposo tiene entonces la impresi6n de que la esposa ideal del tiempo del enamora- miento ha cambiado completamente: de «dindmican, se ha metamorfoseado en «histérica»; de «teservada», en «una nevera»; de «generosa», en «calculadora»; de «perseveran. fe», en una «testaruda». Y Ia esposa vive el mismo drama; ve que su cOnyuge se ha transformado: de «tranquilo», en « del que habla Von Franz significa que, en toda proyeccin, el portador de ésta posee uno o das rasgos que permiten a la proyeccién «engancharse». Por ejemplo, Si uno proyecta sobre alguien su agresividad, es que la per. Sona manifiesta ya algunos rasgos de agresividad. Se reconoce cada vez més la existencia de tales efectos Petjudiciales en las relaciones padres-hijos o terapeute- cliente. Aunque seria interesante tratar aqui la influencia de Ja sombra parental sobre el inconsciente del hijo, asf como también abordar la transferencia y la contra-transferencia, que son moneda corriente en terapia, me abstendré de hacerlo, porque ese estudio rebasaria el objetivo que pre~ tende la presente obra. 2. MeL. von Franz, op. cit, p.39 97 La proyeecién y Ia creacién de enemigos Las palabras de Jess relativas al amor a los enemigos So algunas de las més asombrosas de los evangclios: «Habéis ae que se dijo: Ama a tu préjimo y odia a iu enemige, Pero jo 08 digo: Amad a yuestros enemigos y orad Por los que os persiguen>’. De entrada, semejante prescripeién Epele y parece poco razonable. {Nos pedir Jess qe NO Terecionemos a nosotros mismos, incluso que nos compor~ temos como masoquistas? Pero, si reflexionamos, el amor a los enemigos parece ra mis razonable a quien tenga en cuenta el hecho de ave Thuy a menudo nos fabricamos nuestros propios enestig0e Tacendo que leven el peso de nuestra sombra. El dia ¢” ue los individuos y las colectividades tomen conciencia de iKto y aprendan a reapropiarse de sus proyecciones, eAsontrardn enriquecidos y descubriran en los otros no & coe aenemigos», sino més bien a unos «vecinos>.~ ¥ ten Yerdn menos a declararles 1a guerra. Pero mientras no se Spliquen a trabajar en ello, podrdn contar con set vvictimas See propias proyecciones, como muestra este proverio ie diy eElige bien a tus enemigos, porque en poco tiempo serds como ellos». B. La «reapropiaciém» de las proyecciones de la sombra {Es posible «curarse» de las proyeeciones que se mantienen ce Peel préjimo? La sombra, por definicion, es una rea SR evanescente; por naturaleza, escapa a las tomas de con cae ja directas més sensibles. En cambio, la fascinacion 0 fy repulsign que la acompafian son constantes y permanes: (arehutravés de ellas, se tienen buenas oportunidades, de vFcnbrir los movimientos de la sombra y sus significados Prtfo un rodeo en torno a ellas, es posible «curarse» de Jas 3. Mateo 543-4. —98 — proyecciones reconociendo su presencia en uno mismo y recuperandolas. "A través de cuatro tipos de proyecci6n, describiré las cinco etapas habituales de reapropiacién de la sombra. Primera etapa: hacer Ia proyeccién de una forma inconsciente He aqu{ cuatro personajes en plena situacién de proyecciGn sobre el préjimo. 1. Christian fue criado en un hogar en el que debfan reinar a cualquier precio la paz y la tranquilidad. Su madre y su padre nunca le dejaron expresar ni el més pequefio arrebato de c6lera. Habia adquirido la reputacién de ser tun «muchacho dulce y bueno». Como cabia esperar, escogié como esposa a una mujer més bien combativa y dominadora. Actualmente, su. matrimonio no marcha bien, Acusa a su mujer de ser una «bruja furiosa». Por su parte, su mujer le reprocha que es un «blando> € incluso un «cobarde». 2, Isabelle, una joven soltera de treinta afios, ha encontra- do finalmente un grupo religioso acogedor, donde ve colmadas sus aspiraciones espirituales. Ha puesto toda su confianza en el gurd, que demuestra evidentes talen- tos carismaticos para predicar y propone a sus adeptos ejereicios espirituales que les permiten desarrollarse plenamente. 3, Gérard se ha construido una reputacién de trabajador encamizado. Se ha asociado con un viejo conocido para fundar una nueva compaiifa. Ahora bien, cuanto mas duramente «se mata» para hacer progresar Ja empresa, més tiene la impresi6n de que su socio no hace nada. Este dltimo se toma numerosos dias libres para satisf cer su pasiGn por el golf. Cuando aparece por la oficina, suele ser para charlar con los empleados y hacerles per- —99 — der el tiempo. Gérard est harto. Ya no puede soportar a su «holgazan» socio. . Gertrude, una hermosisima mujer de apariencia frégil, se cas6 con el hombre que podia asegurarle una cémo- da situacién econémica y prodigarle consejos paterna- les. Después de algunos afios de matrimonio, ha dejado de ver en su cényuge al padre protector del principio. ‘Ahora, no ve en él mas que a un ser pesadisimo que le recuerda la dominacién de su propio padre. Estos cuatro casos presentan a personas que se convir- tieron en victimas de la proyeccién de su sombra. El pri- mero entreg6 a su mujer todo lo que podfa quedarle de combatividad; en el segundo caso, Isabelle vio en su guré Ja plena realizacién espiritual de sf misma; el tercero, Gérard, dej6 a su socio el cuidado de satisfacer su necesi- dad de descansar; y, finalmente, Gertrude renuncié a su autonomia econémica y psicolégica para proyectarla sobre su marido. Estas personas viven una situacién dificil y agotadora. Se sienten a merced de otra persona que, al. parecer, les impide vivir. ¢Cémo podrén recuperar las riquezas que guarda su sombra? ;Estd la soluci6n en la separaci6n y la huida? La experiencia ha probado que, si estas personas se divorciaran o se separaran, encontrarian en su camino otros ‘cOnyuges parecidos al primero. unda etapa: realasar Ja mascara fabricada por la proyec Proyectar Ia sombra sobre alguien equivale a ponerle una méscara sobre el rostro y a actuar: después en consecuencia. El personaje creado de esta manera fascina o repele, segin el caso, La méscara que se crefa perfectamente ajustada a la personalidad del otro no lo esté siempre y amenaza con caerse. El prejuicio favorable o desfavorable con que se habfa vestido al otro al comienzo po se corresponde siem- —100— » lta pre con los comportamientos reales de la persona portado- ra de la proyeccién. Asf, Christian constata en su mujer la presencia de im- pulsos ocasionales de ternura y amabilidad, lo que viene a alterar la imagen que se habia hecho de ella. Parece que no siempre es la «bruja furiosa» que crefa percibir en ella. Isabelle, a pesar de su total devocisn por su guri, se asombra al descubrir que se «acuesta» regularmente con sus més bellas discfpulas. Adem‘s, no entiende que un hombre que goza de una reputacién de santidad tan grande acepte como regalos coches caros que ni siquiera utiliza Gérard est también muy sorprendido de ver a veces a su perezoso socio interesarse en los asuntos de la compafifa y llevar a cabo, si se tercia, una buena cantidad de trabajo. Gertrude se asombra de que su marido no sea siempre el tirano que crefa haber encontrado en él, pues algunas veces se muestra més bien dulce y conciliador. El «proyector» comienza entonces a preguntarse si sus prejuicios estarén bien fundados. Estos momentos de duda podrfan ser para él la ocasién de reconocer su proyeccién y corregir su falsa percepcién del otro, Por desgracia, estos fenémenos se resisten, en general, a desaparecer. Tercera etapa: justificar el juicio excesivo sobre el otro, a fin de mantener la proyeccién No es facil deshacerse de las proyecciones. Incluso en los momentos de duda, uno intenta convencerse, contra toda evidencia, de que el otro es como se le habfa «juzgado» la primera vez. Christian, el marido «buen muchacho», verifica la tole- rancia de su mujer multiplicando, sin advert, sus retra- sos después del trabajo. Otras veces, olvida (zvoluntaria- mente?) algtin aniversario importante. Entonces su mujer se encoleriza por sus negligencias 0 sus olvidos. Estas crisis —101— de agresividad vienen a confirmar la idea que Christian se hacia de ella como una «bruja» siempre enfurecida. Deseando saber la verdad en tomo sobre las «originali- dades» del gurd, Isabelle compara sus predicaciones con sus extravios sexuales y su lujo extravagante. El, mante- niendo Ia calma, explica a Isabelle que, una vez alcanzado un cierto grado de renuncia, uno disfruta de toda la libertad para «amar» a todo el mundo y aprovechar las riquezas de la creaci6n. Isabelle, algo satisfecha con la explicacién, se afana en continuar creyendo en la santidad de su gurd. Para comprobar si su socio es verdaderamente perezo- so, Gérard redobla los esfuerzos por vigilarlo, con el secre- to deseo de sorprenderlo perdiendo el tiempo. Y, de hecho, consigue a veces pillarlo en falta. No necesita més para convencerse de que su socio es un perezoso empedernido. Gertrude, turbada por las actitudes bondadosas de su marido, acude a escuchar un discurso feminista que de- muestra que, desde la noche de los tiempos, todos los varo- nes son perfectos patriarcas dominadores y falécratas. Vuelve de la conferencia convencida de que incluso las amabilidades de los hombres no son en verdad més que maniobras disimuladas para establecer mejor su domina- cién sobre las mujeres, Para no ceder en su proyeccién y para evitar tener que medirse de pronto con Ia realidad de su sombra, el «pro- yector» esté dispuesto a recurrir a argumentos falsos para Justificar sus juicios condenatorios. Cuarta etapa: sentirse despojado y disminuido por la situacién creada por la proyeccién Si el «proyector» se empefia en mantener a toda costa las proyecciones de su sombra sobre el otro, no tardard, des- pués de un cierto tiempo, en sentirse de repente despojado, disminuido y menoscabado en su ser. Es fécil imaginar la enorme suma de energia psiquica que ha debido de conlle- ite var el hecho de dejarse tambalear por un objeto que se hace alternativamente atractivo y repelente. El «proyector» se sentiré menguado por dos razones. , tendrd la impresién de estar privado de las cuali dades que ha proyectado sobre el préjimo, lo que no oct. rmird sin causarle un estrés crdnico. Después se sentir ator. mentado por sus proyecciones, como si su propia energia Psiquica se volviese contra él. En otras palabras, terminard Por darse miedo a si mismo. Volvamos a ver los cuatro casos de proyeccién descritos anteriormente. Examinemos los efectos desastrosos que tendrén sobre cada uno sus propias proyecciones, Christian, el buen muchacho que ha dejado en manos de Su esposa toda su combatividad, se defiende mal de ella o de cualquier otra persona con la que entra en conflicto, Siente que es «un perro apaleado». Gérard, que proyecta sobre su socio su capacidad de descansar y tomarse ratos libres, roza a menudo el agota. miento profesional. A pesar de las explicaciones de su guri, Isabelle conti- nia sintiéndose angustiada ante los comportamientos de éste. Se siente cada vez mas confusa y cae en la sequedad spiritual, Gertrude continia creyéndose victima de su marido, Pierde més confianza en ‘sf misma Y se siente atin més ependiente de su marido en el momento en que Io odia Quien intente mantener Ia proyeccién de su sombra Sobre el projimo se deslizaré, poco a poco, hacia el agota- miento psiquico y la depresiGu psicoldgica. Se sentiré des- Pojado, disminuido y empobrecido en todos los planos, Por consiguiente, vivird a la defensiva, tendré miedo a correr riesgos, tenderé a compararse con los dems y se conside- rard inferior. Finalmente, tenderé a culparse de no hacer nada y, sobre todo, de no servir para nada, — 103 — y Quinta etapa: asumir la responsabilidad de la sombra La depresién conduce con frecuencia al «proyector & tomar conciencia de la situacién patoldgica en que se tncuentra y a pedir ayuda, con el fin de salir de ella. En este Sentido, ofece la ocasién de reapropiarse de sus proyeccio- nes y de construir de este modo una autoestima reall que permite al fin a la persona afirmarse sanamente. {,Cuil seria el final feliz de la historia de los cuatro per- sonajes cuya evolucién hemos seguido hasta aqui? Primeramente, haria falta que Christian dejase de temer su combatividad y tomase conciencia de su poder de afir- macién, Aprenderia a conciliar dulzura y agresividad. Asi Abandonarfa su pesada reputacidn de ’. La denuncia de las proyecciones malévolas sobre los demas no carece de peligros, pues puede atraer sobre el que denuncia la célera de las personas acusadas. La suerte que Jestis debfa sufrir lo ilustra bien. 4. Lucas 641-43, S. Juan 8,7. —105—

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