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Vivimos en un país en donde la mayoría de sus habitantes piensan que cada día
que pasa, las calles por donde caminan, las esquinas de su infancia y sus parajes
del recuerdo se convierten en tierra de nadie y a decir verdad, tienen razón. Perú,
país pluricultural que ha demostrado un avance positivo en negociaciones con
países vecinos y potencias mundiales, se ha quedado en medio de la nada en
cuanto a temas de importancia socioculturales. Llegando a la era de la
globalización, nuestra posición en el mundo viene a ser vista como la calma en
la tormenta pues, cada país es analizado a fondo para ver sus fortalezas y
debilidades como potenciales aliados o indiscutibles enemigos.
Nos encontramos en una lucha frontal contra la corrupción. Esto nos lleva a una
conclusión apresurada. En la actualidad nuestro país viene siendo testigo de
innumerables críticas por parte del extranjero a raíz del grado de corrupción que
está presente en nuestro país. En primer lugar, el asunto es que la corrupción no
es un problema de otros. Es un problema de todos. Desde el más alto cargo
político previsible hasta el más insignificante partidario político, la mayoría de
hombres y mujeres en nuestra mal llamada sociedad no se salva de la paja del
ojo ajeno. Casos como el de Odebrecht, llegando el más escandaloso por
comprometer a 4 presidentes y a una alcaldesa, nos sigue dando razones para
creer que el puesto que ocupamos dentro del ranking de los países de la ONG
Transparencia Internacional, no va a mejorar.
Marcados por el ítem anterior, en el Perú la libertad de prensa se ha visto
marcada por las notables limitaciones y agresiones por parte de los innumerables
regímenes autoritarios que han gobernado el país. Poniendo en una balanza la
cantidad de atentados en contra la democracia de la libertad de expresión, las
malas prácticas del periodismo escrito y televisivo, el cobro o pago indebido de
activos a favor o en contra de personajes, organizaciones y entidades
gubernamentales viene ganando terreno en contra de la ética y necesidad innata
del ser humano de poder informarse y saber la verdad. Los perjudicados no solo
vienen a ser los profesionales que guardan silencio indebidamente, sino también
el público adormecido de la realidad gracias a los hechos mencionados
anteriormente.