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— Hay partes de tu mente que dejé imperturbables, cosas que te pertenecen Mañana por la noche —dije—.

ije—. Hay que ver las rotaciones de los guardias esta


solamente a ti, y siempre lo harán. Y por el resto… —Su mandíbula se noche en marea baja, y hay que ver en dónde están los vigilantes. A quienes
apretó—. Me asustaste como la mierda durante mucho tiempo, Feyre. tendremos que quitar antes de hacer nuestra intervención.
comprobar de ese modo… no podía simplemente irrumpir en la Corte de
—Piensas como un Iliriano —murmuró Rhys.
Primavera y preguntarte como estabas, ¿verdad? —Pasos ligeros se
escucharon en el pasillo: Amren. Aunque Rhys igual sostuvo mi mirada —Creo que eso se supone que es un cumplido —confió Amren.
mientras decía—: Te explicaré el resto en algún otro momento.
Rhys resopló, y sombras se juntaron alrededor de él mientras perdía el agarre
La puerta se abrió. de su poder.
—Parece un lugar estúpido para esconder un libro —dijo Amren como saludo —Nuala y Cerridwen ya se están moviendo dentro del castillo. Yo tomaré el
mientras entraba, dejándose caer en la cama. cielo. Vosotras dos deberíais ir a dar un paseo nocturno, considerando lo
caluroso que está el ambiente. —Luego se había ido con un susurro de alas
—Y el último lugar en el que mirarías —dijo Rhys, alejándose de mí para
invisibles y una calurosa y oscura brisa.
tomar asiento en el tocador de metal al lado de la ventana—. Pueden
encantarlo fácilmente contra la humedad y la decadencia. ¿Un lugar Los labios de Amren estaban rojo sangre a la luz de la luna. Sabía quién
solamente visible por pequeños momentos durante el día, cuando la tierra tendría la tarea de tomar cualquier ojo espía, y acabar con un aperitivo. Mi
alrededor de él es expuesta para que todos la vean? No puedes pedir un lugar boca se secó un poco.
mejor. Tenemos los ojos de cientos mirándonos.
—¿Quieres dar una vuelta?
—¿Entonces cómo entramos? —dije.

—Seguramente esté protegido contra la tamización —dijo Rhys, apoyando


los brazos en sus muslos—. No me arriesgaré a encender las alarmas
intentándolo. Así que entraremos por la noche, a la vieja usanza. Puedo
llevarlas a ambas, y después quedarme vigilando —añadió cuando elevé mis
cejas.

—Qué galante —dijo Amren—, hacer la parte sencilla, y después dejar que
las mujeres indefensas hagan el trabajo entre barro y algas.

—Alguien tiene que quedarse volando en círculos lo suficientemente alto


para ver a alguien aproximándose, o para dar la voz de alarma. Y enmascarar
vuestra vista.

Fruncí el ceño.

—Las cerraduras responden a su toque; esperemos que respondan al mío.

—¿Cuándo intervenimos? —dijo Amren.


Rhys nos llevó volando cerca de la marea baja, dejándonos antes de subir a Me agaché, estremeciéndome ante el fango helado, ante los fragmentos de
los cielos, donde se quedaría dando círculos, supervisando los guardias en la caparazones y los residuos que raspaban mis manos desnudas mientras
isla y la península mientras nosotras cazábamos. empezaba a echarlos a un lado.
El lodo apestaba, salpicándonos y apretándonos con cada paso en el camino —Rápido. Amren siseó, pero se inclinó para aferrarse al denso lodo.
estrecho al pequeño templo en ruinas. Los percebes, algas marinas y lapas se Cangrejos y cosas resbaladizas hacían cosquillas en mis dedos. Me negaba a
aferraban a las piedras de color gris oscuro, y cada paso al interior de la pensar en ellos.
solitaria cámara hacía que esa cosa en mi pecho dijera ¿dónde estás?, ¿dónde Así que cavamos, y cavamos, hasta que estuvimos cubiertas de lodo salado
estás?, ¿dónde estás? que quemaba nuestros innumerables cortes pequeños mientras jadeamos
ante un suelo de piedra. Y ante una puerta delantera.
Rhys y Amren habían registrado los escudos alrededor del sitio, pero no Amren maldijo.
encontraron nada. Extraño, pero afortunado. Gracias a la puerta abierta, no —Hecha para contener su fuerza, para preservarla. Ellos solían alinear los
nos atrevimos a arriesgarnos con luz, pero por las grietas del techo de piedra, sarcófagos de los grandes gobernantes con ello, porque pensaban que un día
la luz de la luna proporcionaba suficiente iluminación. se despertarían.
Con barro hasta las rodillas y el agua de las mareas deslizándose a lo largo de —Si el Rey de Hiberno se desenfrena con ese Caldero, muy bien podrían
las piedras, Amren y yo inspeccionamos la cámara, poco más de cuarenta pies hacerlo. Amren se estremeció, y señaló.
de ancho. —La puerta está sellada.
—Puedo sentirlo —exhalé—. Como una mano con garras corriendo por mi Me limpié la mano en la única parte limpia de mí –mi cuello– y utilicé la otra
espina dorsal. —De hecho, mi piel se estremeció, tenía los pelos de punta por para raspar el último trozo de barro en la puerta redonda. Cada roce contra
debajo de mi cálida ropa de cuero—. Está… dormido. el plomo envió punzadas de frío a través de mí. Pero ahí estaba, en el centro
—No es de extrañar que lo escondieran debajo de la piedra, el barro y el mar de la puerta, una espiral tallada.
—murmuró Amren, el lodo la salpicaba mientras se giraba en el sitio en el que —Esto ha estado aquí por un largo tiempo —murmuré.
estaba de pie. Amren asintió.
Me estremecí, los cuchillos Ilirianos sobre mí ahora se sentían tan útiles como —No me sorprendería que, a pesar de la huella del poder del Gran Señor,
mondadientes, y volví de nuevo en mi lugar. Tarquin y sus predecesores nunca hayan puesto un pie en este lugar, si el
—No siento nada en las paredes. Pero es aquí. hechizo de sangre para proteger este lugar es transferido inmediatamente a
De hecho, ambas miramos hacia abajo en el mismo momento y nos ellos una vez que asumen el poder.
agachamos. —¿Por qué codiciar el Libro entonces?
—Deberíamos haber traído una pala —dijo. —¿No encerrarías un objeto de tan terrible poder para que nadie pueda
—No hay tiempo para conseguir una. —La marea estaba totalmente fuera utilizarlo en su propio beneficio o para el mal? O tal vez lo cerraron con llave
ahora. Cada minuto contaba. No sólo por el regreso del agua, sino también en un lugar lejano como su propia moneda de cambio si alguna vez se vuelve
por la salida del sol que no estaba demasiado lejos. necesario. No tengo idea de por qué, de todas las cortes, se le concedió la
Cada paso a través del firme agarre del barro tomaba esfuerzo, me enfoqué mitad del Libro en primer lugar.
en ese sentimiento, esa llamada. Me detuve en el centro del cuarto, un punto
muerto. Aquí, aquí, aquí, susurró.
No cambié al cuerpo de Tarquin en ese momento, no lo necesité. Un clic y un
gruñido, y la puerta principal rodó dentro de la pared, el agua entró y nos Y ahora escuchaba, tan claro como si Amren lo susurrara:
llevó a rastras mientras tropezaba al interior de los brazos de Amren.
¿Quién eres? ¿qué eres? Acércate, déjame olerte, déjame verte...
—Asquerosa, asquerosa cerradura —dijo entre dientes, estremeciéndose no
solamente por el agua. Hicimos una pausa en lados opuestos del pedestal, el fuego fae se estaba
cerniendo sobre la tapa.
La cabeza me daba vueltas. Otra cerradura más y podría desmayarme.
—No hay escudos —dijo Amren, su voz escuchándose apenas más que el roce
Pero el fuego fae se balaceó en la cámara de más allá de nosotras y ambas de sus botas sobre la piedra—. No hay hechizos. Tienes que cogerlo, llevarlo
nos detuvimos. afuera. —La idea de tocar esa caja, acercarme a la cosa ahí dentro…—. La
marea está subiendo de nuevo —añadió Amren, observando el techo.
El agua no se mezcló con otra fuente, sino más bien se detuvo frente a un
umbral invisible. Más allá de la cámara seca, había un vacío salvo por una —¿Tan pronto?
tarima redonda y un pedestal.
—Tal vez el mar lo sabe. Tal vez el mar está al servicio del Gran Señor. Y si nos
Y una pequeña caja de plomo encima de ella. sorprendía ahí abajo cuando el agua entrara…
No creía que mis pequeños animales acuáticos fueran de ayuda. El pánico se
Amren agitó una mano vacilante sobre el aire, donde el agua simplemente se retorció en mi estómago, pero lo aparté y me armé de valor, levantando la
había…. detenido. Entonces, satisfecha de que no hubiera escudos o trampas, barbilla. La caja sería pesada…y estaría fría.
dio un paso adelante, pisando sobre las piedras grises entrando en la cámara
con un pequeño respingo. Después me hizo señas. ¿Quién eres? ¿Quién eres? ¿Quién eres?... Flexioné mis dedos e hice crujir mi
cuello. Soy el verano, soy mar, el sol, y las cosas verdes. —Vamos, vamos —
Caminé por el agua tan rápido como pude, siguiéndola, medio cayendo al murmuró Amren. Por encima, el agua corría sobre las piedras. ¿Quién eres?
suelo en lo que mi cuerpo se ajustaba al aire repentino. Di una vuelta, y por ¿Quién eres? ¿Quién eres?... Soy Tarquin; soy el Gran Señor; soy tu maestro.
supuesto, el agua era un muro negro, como si hubiera un panel de vidrio La caja se calmó. Como si eso fuera respuesta suficiente. Cogí la caja del
manteniéndola en su lugar. pedestal, el metal mordiendo el interior de mis manos y el poder un rumor
aceitoso a través de mi sangre.
—Vamos a darnos prisa con esto —dijo, y no discrepé. Una antigua y cruel voz siseó: Mentirosa. Y la puerta se cerró de golpe.

Inspeccionamos cuidadosamente la cámara: suelos, paredes, techos. No


había señales de mecanismos o detonantes ocultos.

Aunque no más grande que un libro común, la caja de plomo parecía tragarse
el fuego fae…y en su interior, susurraba... El poder del sello de Tarquin, y el
Libro.
Pero llegué a las escaleras, casi tropezándome en el escalón resbaladizo, pero de las pestañas. Y luego hubo aire caliente; aire, aire, aire, pero tenía los
el jadeo de Amren me detuvo de golpe. No era un jadeo de asombro, sino pulmones llenos de agua y…
uno para tomar aire al tiempo que una pared de agua bajaba por las escaleras. Un puño se estampó contra mi estómago y vomité agua a través de las olas.
Como si una enorme ola hubiese arrasado con todo el lugar. Aun con mi Tomé bocanadas de aire, y parpadeé ante el cielo rosa y morado del
control del elemento, me fue imposible hacer algo al respecto. amanecer.
Tuve el tiempo suficiente para tomar aire, sujetar las piernas de Amren y Oí un balbuceo y jadeo a mi lado, toqué el agua al girarme en la bahía para
prepararme… Y vi que la puerta de arriba se cerraba, dejándonos dentro de ver a Amren vomitando también, pero al menos estaba viva. Y en las olas
una tumba de agua. entre nosotras, con el cabello de color ónix cubriendo sus extrañas cabezas
Estaba muerta. Sabía que lo estaba y no había manera de escapar. como si fueran cascos, los espectros acuáticos flotaban, mirándonos
Había gastado mi último aliento, y estaría consciente de cada segundo hasta fijamente con esos ojos grandes y oscuros. El sol se estaba alzando sobre
que mis pulmones se rindieran, mi cuerpo me traicionara y tragara esa ellas, la ciudad nos encerraba. La que se situaba al centro dijo:
bocanada fatal de agua. —La deuda de nuestra hermana está pagada.
Amren me golpeó las manos hasta que la solté, hasta que nadé tras ella, Y luego desaparecieron. Amren ya estaba nadando hacia la orilla a lo lejos.
intentando tranquilizar al pánico en mi corazón, mis pulmones, intentando Rogando que no regresaran y nos comieran, la seguí apresurada, intentando
convencerlos de aprovechar cada segundo en lo que Amren alcanzaba la mantener mis brazadas lo más pequeñas posible para que no me detectaran.
puerta y presionaba su palma en ésta. Los símbolos destellaron una y otra Llegamos a una caleta tranquila y colapsamos.
vez. Pero la puerta no cedió.
Fui hacia ella, estampado mi cuerpo contra la puerta una y otra vez, y el Una sombra bloqueaba el sol y la punta de una bota me tocó la pantorrilla.
plomo se abolló bajo mis hombros. Entonces me salieron garras, no pezuñas —¿Qué —dijo Rhysand, aún en su traje de batalla negro—, estáis haciendo?
y empecé a cortar y golpear el metal… Abrí los ojos y vi a Amren elevándose sobre sus codos.
Me ardían los pulmones. Estaban cediendo… —¿Dónde demonios estabas? —exigió saber ella
Amren golpeó la puerta, ese poco de luz empezaba a disminuir, como si
estuviera contando los últimos latidos de su corazón.
Tenía que tomar una respiración, tenía que abrir mi boca y tomar aire, tenía
que calmar el ardor…
Luego, la puerta fue arrancada. Y la luz aún era lo suficientemente brillante
para que pudiera ver tres rostros hermosos y etéreos siseando con sus
dientes de pez al tiempo que sus dedos delgados y palmeados nos alejaban
de las escaleras y nos envolvían entre sus brazos con piel de rana. Espectros
acuáticos. Pero yo ya no aguantaba. Y mientras esas manos escamosas me
tomaron del brazo, abrí mi boca, dejando entrar agua y bloqueando cualquier
pensamiento, sonido o aliento. Mi cuerpo se rindió, las garras
desaparecieron…
Desechos, algas marinas y agua pasaron a mi lado, y tuve la vaga sensación
de ser arrastrada por el agua tan rápido que ésta me quemó hasta por debajo
Mis compañeros tenían los rostros serios cuando me acerqué y metí la mano uno hecho meticulosamente, en un alfabeto que no reconocí. Sí, al final
en mi bolsillo. Sentí un pedazo de metal entre los dedos, tan frío que me resultó que mis clases de lectura fueron innecesarias.
quemó. Lo dejé caer sobre la mesa. Dio un golpe sordo y todos retrocedieron, Rhys lo dejó dentro de la caja mientras lo observamos, entonces nos
maldiciendo. Rhys dobló un dedo hacia mí. retiramos. Solo Amren permaneció en su lugar. La sangre había abandonado
—Una última tarea, Feyre. Ábrela, por favor. su rostro por completo.
Las piernas me temblaban, la cabeza me daba vueltas y sentía la boca seca, —¿Qué idioma es ese? —preguntó Mor.
llena de sal y arena, pero… quería acabar con esto. Así que me senté en una Me pareció ver que a Amren le temblaban las manos pero las metió dentro
silla, jalando esa odiosa caja hacia mí, y coloqué una mano sobre ésta. Hola, de sus bolsillos.
mentirosa, ronroneó. —No es un idioma de este mundo.
—Hola —dije con voz queda. Solo Rhys no mostró reacción alguna ante la conmoción en el rostro de
¿Me vas a leer? Amren. Como si ya supiera de qué idioma se trataba. La razón por la que la
—No. había elegido para esta misión.
Los demás no dijeron nada; sin embargo su confusión era palpable. Solo Rhys —¿Y cuál es? —preguntó Azriel.
y Amren me miraban con atención. Amren miró fijamente el Libro por un largo tiempo –como si fuera un
Ábrete, pedí en silencio. fantasma, o un milagro– y dijo: —Es Leshon Hakodesh. La Lengua Sagrada.
Di por favor. Esos ojos de color mercurio miraron a Rhysand, y me di cuenta de que ella
—Por favor —dije. también había comprendido por qué había ido.
La caja —el Libro— se quedó en silencio. Y entonces dijo: Como polos que se —Oí una leyenda que decía que estaba escrito en una lengua de seres
atraen. poderosos que le temían al poder del Caldero y crearon el Libro para
—Ábrete —dije, apretando los dientes. combatirlo. Seres poderosos que vivieron aquí… y luego desaparecieron. Eres
Deshecho y Hecho; Hecho y Deshecho, ese es el ciclo. Como polos que se la única que puede descifrarlo —dijo Rhysand.
atraen. Mor fue la que lo advirtió.
Presioné con más fuerza, estaba tan cansada que no me importaban los —No te atrevas a jugar con esto, Rhysand. Pero él negó con la cabeza.
pensamientos que se me escapaban, las partes y pedazos que eran parte de
mí y los que no: calor y agua y hielo y luz y sombra.
Rompemaldiciones, me dijo y la caja se abrió.
Me recosté en la silla, agradecida por el cálido fuego en la chimenea cercana.
Los ojos color avellana de Cassian estaban oscuros.
—No quiero volver a escuchar esa voz en mi vida.
—Bueno, lo harás —dijo Rhysand con voz baja, levantando la tapa—. Pues
vendrás con nosotros a ver a las reinas mortales tan pronto se dignen a
visitarnos.
Estaba demasiado cansada como para pensar en eso, en lo que aún nos
quedaba por hacer. Le eché un vistazo al interior de la caja.
No era un libro, no de papel y cuero. Estaba hecho de placas oscuras de metal,
sujetos con tres aros: uno de oro, otro de plata y el último de bronce; cada
Un latido después, una caricia sensual viajó por mis escudos mentales, como
una amable petición. Los dejé caer, lo dejé entrar, y su voz me llenó la cabeza. CAPITULO 38
Por las cazadoras que recuerdan a los menos afortunados, y por los espectros
acuáticos que nadan muy, muy rápido. Amren se llevó el Libro a donde fuera que vivía en Velaris, dejándonos a los
cinco para comer. Mientras Rhys les contaba sobre nuestra visita a la Corte
de Verano, logré zamparme el desayuno antes del agotamiento por pasar
despierta toda la noche, desbloqueando esas puertas, y muy a punto de que
haber muerto. Cuando desperté, la casa se hallaba vacía, la cálida luz del sol
de la tarde brillaba dorada y el día estaba tan inusualmente caluroso y
encantador que me llevé un libro hasta el pequeño jardín en la parte trasera.
El sol finalmente se movió, dejando el jardín en sombras hasta el punto de
que volvía a hacer frío. No estaba del todo dispuesta a renunciar todavía al
sol así que anduve los tres niveles hasta el jardín de la azotea para ver cómo
se ponía el sol.
Por supuesto, por supuesto, Rhysand ya estaba descansando en una de las
sillas de hierro pintadas de blanco, con uno de sus brazos por encima del
espaldar mientras su otra mano agarraba perezosamente un vaso de algún
tipo de licor, y con una licorera de cristal llena ese licor puesta sobre la mesa
delante de él.
Sus alas se cubrían el suelo de baldosas detrás de él, y me pregunté si también
estaba aprovechando del día inusualmente apacible para asolear sus alas,
cuando carraspeé.
—Sé que estás ahí —dijo sin volver su vista del Sidra y el mar rojo dorado de
más allá.
Fruncí el ceño.
—Si quieres estar solo, me puedo ir.
Hizo un gesto con la barbilla hacia el asiento vacío en la mesa de hierro. No
era una invitación brillante, pero... me senté
—Reserva tus cheques de pago. Tu nombre ya ha sido añadido a la lista de los
- Las disputas como la que acabamos de comenzar pueden durar siglos, que tienen permitido usar mi línea de crédito. Cómprate lo que quieras.
milenios. Si ese es el costo de detener esta guerra, de ayudar a Amren… lo Cómprate una maldita casa entera si es lo que quieres.
pagaré. Apreté los dientes, y tal vez fuese por pánico o desesperación, pero dije con
Me di cuenta que pagaría con todo lo que tuviera. Cualquier esperanza para dulzura:
él, su propia felicidad. —Vi una tienda muy bonita al otro lado Sidra el otro día. Vendían lo que
—¿Saben los demás…sobre los rubíes de sangre? parecía ser un montón de cosas pequeñas de encaje. ¿Puedo comprarlas con
—Azriel fue quien me los trajo. Estoy pensando cómo voy a decírselo a tu crédito también o eso sale de mis fondos personales?
Amren. Aquellos ojos violetas nuevamente se desviaron hacia mí.
—¿Por qué? —No estoy de humor.
La oscuridad llenó notablemente sus ojos. No había humor, no había malicia. Podría quemarme por un fuego interior,
—Porque su respuesta será ir a Adriata y borrar la ciudad del mapa. pero…
Me estremecí. Él se había quedado. Y luchado por mí.
—Exactamente —dijo. Semana tras semana, había luchado por mí, incluso cuando yo no
Me quedé mirando Velaris con él, escuchando los sonidos del día reaccionaba, incluso cuando apenas había sido capaz de hablar o de
envolviéndonos, y la noche que se abría paso. Adriata se sentía rudimentaria importarme si vivía, moría, comía o me moría de hambre. No podía dejarle
en comparación. con sus propios pensamientos oscuros ni con su propia culpa. Ya los había
—Entiendo —dije, frotando mis manos para conseguir un poco de calor en soportado el solo el tiempo suficiente.
mis manos ahora heladas—, porque hiciste lo que tuviste que hacer con el fin Por lo que sostuve su mirada.
de proteger a esta ciudad. —Imaginar la destrucción que se había infligido a —No sabía que los Ilirianos fueran unos borrachos malhumorados.
Adriata aquí en Velaris hizo que mi sangre se helara. Sus ojos se deslizaron —No estoy borracho, estoy bebiendo —dijo, con sus dientes destellando un
hacia mí, con cautela y sin brillo. Tragué saliva—. Y entiendo por qué harás poco.
cualquier cosa por mantener su seguridad durante los tiempos venideros. —Una vez más, semántica.
—¿Y tú punto es? —Me recosté en mi asiento, deseando haber traído mi abrigo—. Tal vez
Un mal día, este era un mal día, me di cuenta, para él. No fruncí el ceño ante deberías haberte acostado con Cresseida después de todo, para que los dos
el ataque de sus palabras. pudierais lamentaros juntos.
—Sobrevive a esta guerra, Rhysand, y preocúpate luego por Tarquin y los —¿Así que tú tienes derecho de tener tantos días malos como quieras, pero
rubíes de sangre. Anula el Caldero, evita que el rey destroce el muro y yo no puedo tener unas cuantas horas?
esclavice el reino humano otra vez, y solucionaremos el resto después. —Oh, tómate todo el tiempo que quieras estando deprimido. Te iba a
—Suenas como si fueras a quedarte aquí por un tiempo. invitarte a venir conmigo a comprar esas pequeñas cosas innombrables de
—Una pregunta aburrida, pero afilada. encaje, pero... quédate aquí sentado para siempre, si tienes que hacerlo.
—Puedo encontrar donde quedarme, si a eso es a lo que te refieres. Tal vez No respondió
use ese generoso cheque para conseguirme algo lujoso.
Vamos. Guíñame un ojo. Juega conmigo. Solo…dejar de lucir así.
Solo dijo:
Y él me miraría todo el tiempo –a mis pechos, visibles a través del encaje; a Me senté de golpe y me giré hacia la ventana que estaba abierta. El cielo
mi estómago plano, ahora por fin luciendo menos hambriento y tenso. A la estaba despejado… no había nada…
extensión de mis caderas y muslos… y entre ellos. Entonces se contraría de Nada además de la oscuridad deslizándose en el interior de mi habitación
nuevo con mi mirada, y torcería un dedo con un solo murmullo: procedente del pasillo detrás de mi puerta.
—Ven aquí. Conocía esa oscuridad. Un núcleo de ella vivía en mí. Se filtraba por las
Y yo caminaría hacia él, consciente de cada paso, hasta detenerme finalmente rendijas de la puerta como en una inundación. La casa se volvió a estremecer.
justo delante del lugar en el que se hallaba sentado. Entre sus piernas. Salí de la cama de un salto, abrí la puerta de golpe, y la oscuridad me azotó
Sus manos se deslizarían por mi cintura, sus callos rasparían mi piel. Entonces como un viento fantasmal, llena de estrellas, de alas agitadas y de… dolor.
me acercaría un poco más antes de inclinarse para dejar un beso en mi De mucho dolor y desesperación, de culpa y de miedo.
ombligo, su lengua… Salí corriendo de la habitación completamente ciega dentro de la
Maldije cuando me estrellé contra el poste de la escalera. impenetrable oscuridad. Pero había un hilo entre nosotros, y lo seguí hacia
Y parpadeé, parpadeé cuando el mundo regresó y me di cuenta... donde sabía que se hallaba su habitación. Busqué la perilla y entonces….
Miré el ojo tatuado en mi mano y sentí esa voz silenciosa dentro del vínculo Más noche, más estrellas y viento se escaparon, mi cabello se azotó a mí
y les siseé a ambos con mi lengua. —Imbécil. alrededor y tuve que levantar un brazo para protegerme la cara mientras me
En el fondo de mi mente, una sensual voz masculina se carcajeó con una risa entraba en la habitación.
de medianoche. —Rhysand.
Mi cara ardió, maldiciéndolo por la visión que había deslizado más allá de mis No hubo ninguna respuesta. Pero podía sentirle ahí, sentir esa línea viva entre
escudos mentales; los reforcé mientras entraba a mi habitación. Y me di un nosotros.
baño muy, muy frío. La seguí hasta que mis espinillas golpearon lo que tenía que ser su cama.
—Rhysand —dije por encima del viento y la oscuridad.
La casa se sacudió, las tablas del suelo sonaron ruidosamente bajo mis pies.
Comí con Mor esa noche junto al fuego en el comedor de la casa, Rhys y los Palmeé la cama, sintiendo las sábanas y las mantas debajo, y entonces… un
demás estaban en algún lugar, y cuando por fin me preguntó por qué seguía cuerpo masculino tenso y duro. Pero la cama era enorme, y no podía
frunciendo el ceño cada vez que el nombre de Rhysand se mencionaba, le agarrarlo.
conté sobre la visión que me había enviado a mi mente. Ella se había reído
hasta que el vino le salió por la nariz, y cuando le fruncí el ceño a ella, me dijo
que debería estar orgullosa: cuando Rhys se ponía en modo gruñón, se
necesitaría nada menos que un milagro para conseguir sacarlo de él.
Traté de ignorar la leve sensación de triunfo, incluso mientras subía a la cama.
Estaba empezando a ir a la deriva bien pasadas las dos de la mañana gracias
a la charla con Mor sentadas en el sofá de la sala durante horas y horas acerca
de todos los grandes y terribles lugares que ella había visto, cuando la casa
dejó escapar un gemido.
Como si la propia madera estuviera siendo deformada, la casa empezó a
gemir y a estremecerse, las luces de cristal de colores tintinaron en mi
habitación.

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