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A cualquier padre o madre se le cae la baba cuando su hijo comienza a emitir sus
primeras sílabas, aunque carezcan de significado. Y es lógico: son la prueba
evidente de que algún día hablará.
Todos los recién nacidos saben llorar. Y es muy bueno que lo hagan, porque
así ensayan sus primeras vocalizaciones. Pocas semanas después de nacer
aprenden a hacer pompas y pedorretas con los labios y hacia los 2 o los 3
meses empiezan a producir sonidos como respuesta a las palabras de sus
padres.
VOCALES Y CONSONANTES
Estos sonidos no indican el inicio del pequeño en la creación de palabras: el
bebé simplemente está experimentando con su voz, descubriendo sus tonos y
modulaciones y comprobando todo lo que es capaz de hacer con ella.
DIÁLOGOS Y MONÓLOGOS
A esta edad el balbuceo carece de significado (las primeras palabras con
sentido aparecen cuando el niño tiene alrededor de 12 meses), pero es básico
que respondas a las emisiones de tu hijo, para animarle a seguir hablando.
Dale tiempo para expresarse, para escucharte y para responderte de nuevo. Y
no te preocupes si grita. Las subidas y bajadas de tono forman parte de la
adquisición del lenguaje.
También es fundamental que evites interrumpirle cuando le sorprendas
“hablando solo”. Estos monólogos favorecen su evolución intelectual y el
desarrollo de su aparato fónico.
Como en otros aspectos madurativos, unos niños tardan más que otros en
balbucear y en pronunciar sus primeras palabras. Si el tuyo es tardón, no te
agobies. Lo determinante, para descartar problemas, es que haya intención
comunicativa en sus gestos, miradas y balbuceos.