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La palabra de Dios dice, al principio de Stg 4:11:“Hermanos, no murmuréis los unos de los otros.

Porque la ley, en Lv. 19:16 ordena: “No andarás chismeando entre tu pueblo…” por lo tanto, el no murmurar
es un mandamiento de Dios. Todos los que consideran en su propia opinión que son justos, y juzgan,
condenando los pecados de sus hermanos, se condenan y juzgan a sí mismos, porque ¿quién puede ser justo
ante la santidad infinita de Dios? ¿Quién puede negar sus pecados ante el juez divino? Dios juzga según la
ley fundamental del amor y la misericordia. ¿Y quién puede afirmar, con la conciencia tranquila, que es al
100% cumplidor de la ley»? Al examinar la vida del hermano que se encuentra tal vez en pecado y alejado
temporalmente de Dios no lo debemos ver negativamente con los ojos del que condena, sino con los ojos de
Dios que es misericordioso, el cual no quiere que nadie se pierda, sino que todos lleguen al arrepentimiento.
Examine su actitud y conducta hacia los demás. ¿Edifica y alienta usted a la gente con sus palabras, o las
enoja y las destruye? Cuando esté a punto de criticar a alguien, recuerde la ley del amor de Dios y diga algo
bueno en cambio.

Santiago continúa diciendo: El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley
y juzga a la ley; La persona que juzga, es decir, que condena a su próximo, se pone por encima de la ley y
por encima de Dios, quien ha dado la ley, porque él da el siguiente mandamiento: “amarás a tu prójimo como
a ti mismo.” Tal hombre actúa como si la ley no pudiera realizar su función de juzgar, y pretende tomarla él
mismo. ¡Qué arrogancia tan imprudente, la de juzgar a tus hermanos, arrancándole a Dios el oficio que sólo
le pertenece a él, pues Dios es el único que puede Salvar o condenar. Es un privilegio único de él, que se
encuentra en toda la Biblia. «Yo hago morir, y Yo hago vivir Yo hiero, y yo sano; Y no hay quien pueda
librar de mi mano. Dt_32:39 ). « 1Sa 2:6-7 dice: Jehová mata, y él da vida; El hace descender al Seol, y
hace subir. Jehová empobrece, y él enriquece; Abate, y enaltece. Dios es el único “que puede hacer arder el
alma y el cuerpo en la gehenna, así como también librar e1 alma del hombre de ella.

Finalmente Santiago dice: pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. La critica y la
condena hacia nuestros hermanos es un juicio contra la ley. ¿Cómo puede ser esto? Al criticar a otro, la
persona se pone a sí misma como juez. Sin embargo, El juez, que en este caso es Dios, está por encima de la
ley y no por debajo de ella. De modo que la persona que critica a su hermano, de hecho, está haciendo a Dios
a un lado y tomando el papel de juez que Dios puede ejercer. Hablar mal o juzgar desfavorablemente a un
hermano equivale a menospreciar la ley cristiana, y principalmente la ley del amor. El que juzga a su prójimo
rebasa el terreno que le pertenece a Dios, único juez supremo y legislador universal. ¿Cómo puede pensar el
hombre que no recibirá, en justo pago por esta mala acción contra Dios, la condenación eterna?

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