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SABER CUIDAR

ÉTICA DE LO HUMANO – COMPASIÓN POR LA TIERRA

De: Leonardo Boff

1999

APERTURA

EL TAMAGOCHI Y EL CUIDADO

La sociedad contemporánea, llamada sociedad del conocimiento y de la comunicación está


creando, contradictoriamente, cada vez más incomunicación y soledad entre las personas. La Internet
puede conectarnos con millones de personas sin que necesitemos encontrar a alguien. Se puede
comprar, pagar las cuentas, trabajar, pedir comida, asistir a una película sin hablar con nadie. Para
viajar, conocer países, visitar pinacotecas no necesitamos salir de casa. Todo viene a nuestra casa “vía
on line”.

La relación con la realidad concreta, con sus olores, colores, fríos, calores, pesos, resistencias y
contradicciones es medida por la imagen virtual que es solamente imagen. El pie ya no siente lo suave
de la grama verde. La mano ya no coge un puñado de tierra oscura. El mundo virtual creó un nuevo
hábitat para el ser humano, caracterizado por el encapsulamiento sobre sí mismo y por la falta del
toque, del tacto y del contacto humano.

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Esa anti-realidad afecta a la vida humana en aquello que ella posee de más fundamental: el
cuidado y la compasión. Mitos antiguos y pensadores contemporáneos de los más profundos nos
enseñan que la esencia humana no se encuentra tanto en la inteligencia, en la libertad o en la
creatividad, sino básicamente en el cuidado. El cuidado es en verdad el soporte real de la creatividad, de
la libertad y de la inteligencia. En el cuidado se encuentra el ethos fundamental del ser humano. Quiere
decir que en el cuidado identificamos los principios, los valores y las actitudes que hacen de la vida un
bien – vivir y de las acciones un reto para actuar.

El tipo de sociedad del conocimiento y la comunicación que hemos desarrollado en las últimas
décadas amenaza la esencia humana. ¿Por ventura, no descartó a las personas concretas con las formas
de sus rostros, con el diseño de sus manos, con la irradiación de su presencia, con sus biografías
marcadas por búsquedas, luchas perplejidades, fracasos y conquistas? ¿No colocó bajo sospecha y hasta
confirmó como obstáculo al conocimiento objetivo, el cuidado, la sensibilidad y el enternecimiento,
realidades tan necesarias sin las cuales nadie vive y sobrevive con sentido? En la medida que avanza
tecnológicamente en la producción y servicio de bienes materiales, ¿será que no produce más
empobrecidos y excluidos, casi dos tercios de la humanidad, condenados a morir antes de tiempo?.

Nuestra meditación procura denunciar semejante desvío. Osamos presentar caminos de cura y
de rescate de la esencia humana que pasan todos por el cuidado.
Alimentamos la profunda convicción de que el cuidado, por el hecho de ser esencial, no puede
ser suprimido ni descartado. Él se venga e irrumpe siempre en algunas brechas de la vida. Si no fuese así
repetimos, no será esencial. ¿Dónde aparece el cuidado en nuestra sociedad? En algo muy común, casi
ridículo pero extremadamente indicativo: en el tamagochi.

¿Qué es el tamagochi? Es una invención japonesa de los inicios de 1997. Un llaverito


electrónico con tres botones debajo de la pantallita de cristal que alberga dentro de sí un animal de
estimación virtual. El animalito tiene hambre, come, duerme, crece, juega, llora se enferma y puede
morir. Todo depende del cuidado que recibe o no de su dueño o dueña.

El tamagochi da mucho trabajo. Como una criatura debe ser cuidado en todo momento, en
caso contrario reclama con su “bip”; si no es atendido, corre riesgo. Y ¿quién es tan sin corazón a punto
de dejar morir un animalito de estimación?

El juguete se trasformó en una manía y ha cambiado la rutina de muchas niñas, jóvenes y


adultos que se empeñan en cuidar del tamagochi, darle de comer, dejarlo descansar, hacerlo dormir. El
cuidado hace hasta el milagro de resucitarlo, en caso que haya muerto por falta de atención y de
cuidado.

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Bien dice un perspicaz cronista carioco: “soledad, su seudónimo es tamagochi”. El cuidado por
el animal de estimación virtual denuncia la soledad en que vive el hombre / la mujer de la sociedad de la
comunicación naciente. Pero indica también que, a pesar de la deshumanización de gran parte de
nuestra cultura, la esencia humana no se perdió. Ella está ahí en forma de cuidado, transferido para un
aparatito electrónico, al contrario de ser aplicado en las personas concretas de nuestro alrededor: en la
abuela enferma, en un colega de escuela deficiente físico, en un niño o niña de la calle, en el viejecito
que vende pan matinal, en los pobres y marginados de nuestras ciudades aún hasta en un animalito vivo
de estimación, ya sea un hámster, un papagayo, un gato o un perro.

El cuidado sirve de crítica a nuestra civilización agonizante; y también de principio inspirador de


un nuevo paradigma de convivencialidad. Es lo que vamos a proponer en el presente libro.

Soñamos con un mundo aún por venir, donde ya no vamos a necesitar de aparatos electrónicos
con seres virtuales para superar nuestra soledad y realizar nuestra esencia humana de cuidado y de
gentileza. Soñamos con una sociedad globalizada, en la casa grande común, la tierra, donde los valores
estructurantes se construirán alrededor del cuidado con las personas, sobre todo con las diferentes en
cuanto a cultura, con los afligidos por la naturaleza o por la historia, cuidado con los despojados y
excluidos, los niños, los viejos, los moribundos, cuidado con las plantas, los animales, los paisajes
queridos y especialmente cuidado con nuestra grande y generosa madre, la tierra. Soñamos con el
cuidado asumido como el ethos fundamental del humano y como compasión imprescindible para con
todos los seres de la creación.

CAPÍTULO I

LA FALTA DE CUIDADO: ESTIGMA DE NUESTRO TIEMPO

Este libro se ha escrito a partir de una perspectiva de urgencia. Por todas partes se indican
síntomas que señalizan grandes devastaciones en el planeta tierra y en la humanidad. El proyecto de
crecimiento material ilimitado, mundialmente integrado, sacrifica 2/3 de la humanidad, extenúa
recursos de la tierra y compromete el futuro de generaciones venideras. Nos encontramos en el umbral
de bifurcaciones fenomenales. ¿Cuál es el límite de soportabilidad del súper organismo Tierra?
¿Estamos enrumbando en dirección a una civilización del caos?

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La Tierra en su biografía conoció cataclismos inimaginables pero siempre sobrevivió. Siempre
salvaguardando el principio de la vida y de su diversidad.

Estimamos que ahora no será diferente. Hay chance de salvación. Pero para eso debemos
recorrer un largo camino de conversión de nuestros hábitos cotidianos y políticos, privados y públicos,
culturales y espirituales. La degradación creciente de nuestra casa común, la Tierra, denuncia nuestra
crisis de adolescencia. Importa que entremos en la edad madura y mostremos señales de sabiduría. Sin
eso, no garantizaremos un futuro provisor.

Formalizando el asunto, podemos decir: más que el fin del mundo estamos asistiendo al fin de
un tipo de mundo. Enfrentamos una crisis civilizacional generalizada. Necesitamos un nuevo paradigma
de convivencia que establezca una relación más caritativa con la tierra y que inaugure un nuevo pacto
social entre los pueblos en el sentido de respeto y de preservación de todo lo que existe y vive. Solo a
partir de esta mutación tiene sentido pensar en alternativas que representen una nueva esperanza.

1.- SÍNTOMAS DE LA CRISIS CIVILIZACIONAL

El síntoma más doloroso, ya constatado hace décadas por serios analistas y pensadores
contemporáneos es un difuso malestar de la civilización. Aparece bajo el fenómeno del descuido, de
la desatención y del abandono, en una palabra, de la falta de cuidado.

Hay un descuido y una desatención por la vida inocente de niños usados como combustible
en la producción para el mercado mundial. Los datos de la Organización Mundial de la Infancia de
1998, son aterradores: 250 millones de niños trabajan. En América Latina 3 de cada 5 niños
trabajan. En África, una de cada tres. En Asia, una de cada dos. Son pequeños esclavos a quienes se
les niega la infancia, la inocencia y el sueño. No causa admiración si son asesinados por escuadrones
de exterminio en las grandes metrópolis de América Latina y Asia.

Hay un descuido y una desatención manifiesto por el destino de los pobres y marginados de
la humanidad, flagelados por el hambre crónico, mal sobreviviendo de la tribulación de mil
enfermedades, otrora erradicadas y actualmente retornando con redoblada virulencia.

Hay un descuido y una desatención inmensa por la suerte de los desempleados y jubilados,
sobre todo de los millones de excluidos del proceso de producción, tenidos como descartables y
cero económicos. Esos ni siquiera ingresan en el ejército de reserva del capital. Perdieron el
privilegio de ser explotados a precio de un salario mínimo y de una seguridad social.

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Hay un descuido y un abandono de los sueños de generosidad, agravados por la hegemonía
del neoliberalismo con el individualismo y la exaltación que conlleva la propiedad privada. Se
menosprecia la tradición de solidaridad. Se hace poco de los ideales de libertad y de dignidad para
todos los seres humanos. Esta situación se profundizó con la caída del socialismo real y la implosión
del bloque soviético. No obstante sus contradicciones esas realidades mantenían siempre activa la
retórica de lo social, accesa la consciencia de la cooperación y del internacionalismo.

Hay un descuido y un abandono creciente de la sociabilidad en las ciudades. La mayoría de


los habitantes se sienten desenraizados culturalmente y alienados socialmente. Predomina la
sociedad del espectáculo, del simulacro y del entretenimiento.

Hay descuido y desatención por la dimensión espiritual del ser humano, por el “esprit de
finesse” (espíritu de gentileza) que cultiva la lógica del corazón y del enternecimiento por todo lo
que existe y vive. No hay cuidado por la inteligencia emocional, por lo imaginario y por los ángeles y
demonios que lo habitan. Todo tipo de violencia y de exceso es mostrado por los medios de
comunicación con ausencia de cualquier pudor o escrúpulo.

Hay un descuido y una desatención por la cosa pública. Organizan políticas pobres para los
pobres; las inversiones sociales en seguridad alimentaria, en salud, en educación y en vivienda son,
en general, insuficientes. Hay un descuido vergonzoso por el nivel moral de la vida pública marcada
por la corrupción y por el juego explícito de poder de grupos, enrolados en el pantanal de intereses
corporativos.

Hay un abandono de la reverencia, indispensable para cuidar de la vida y su fragilidad. Si


continúa este proceso, hasta mediados del siglo XXI habrán desaparecido definitivamente, más de
la mitad de las especies animales y vegetales actualmente existentes. Es lo que más informa el
conceptuado y reciente informe sobre el estado de la tierra (The state of Environmental Atlas) de
los Estados Unidos. Con ellos desaparece una biblioteca de conocimientos acumulados por el
universo en el curso de 15 billones de años de penoso trabajo evolutivo.

Hay un descuido y una desatención en la salvaguarda de nuestra casa común, el planeta


tierra. Los suelos son envenenados, los aires son contaminados, las aguas están poluídas, las
florestas están diezmadas, especies de seres vivos son exterminadas; un manto de injusticia y de
violencia pesa sobre dos tercios de la humanidad. Un principio de autodestrucción está en acción,
capaz de liquidar el sutil equilibrio físico – químico y ecológico del planeta y devastar la biosfera
poniendo así en riesgo la continuidad del experimento de la especie “homo sapiens y demens”.

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Hay un descuido y desatención generalizado en la forma de organizar la habitación, pensada
para familias minúsculas, obligadas a vivir en cuartos insalubres. Millones y millones son
condenados a vivir en favelas sin cualquier calidad de vida, bajo la permanente amenaza de
deslizamientos, haciendo cada año millares de víctimas. Las formas de vestir de estratos
importantes de la juventud revelan decadencia de los gustos y de las costumbres. Se recurre
frecuentemente a la violencia para resolver conflictos interpersonales e institucionales,
normalmente superables mediante el diálogo y la mutua comprensión.

Atiborrados de aparatos tecnológicos vivimos tiempos de impiedad y de insensatez. Bajo


ciertos aspectos regredimos a la falta de civilización más atroz.

2.- REMEDIOS INSUFICIENTES

Frente a esta situación de falta de cuidado, muchos se revelan. Hacen de su práctica y de su


habla una permanente argumentación. Pero solitos se sienten impotentes para presentar una salida
libertadora. Perdieron la esperanza.

Otros perdieron la propia fe en la capacidad de regeneración del ser humano y de la


proyección de un futuro mejor más ven en el ser humano más la dimensión de demencia que de
sapiencia. Se resignaron en la amargura. ¿Después de la vida hay cosa peor que perder el brillo de la
vida?
Otros tienen fe y esperanza. Pero proponen remedios inadecuados a los síntomas de una
enfermedad colectiva. No van a la causa real de las heridas. Tratan sólo de las señales.

Así por ejemplo, muchos estiman que el malestar generalizado resulta del abandono de la
“religión”. Olvidándose de Dios, afirman, todo es posible. En efecto el ser humano de la modernidad
entró en un acelerado proceso de secularización. No necesita de Dios para legitimar y justificar los
pactos sociales. La religión persiste pero no consigue ser fuente de sentido trascendente para el
conjunto de la sociedad.

El ser humano moderno creó un “complejo de Dios”. Se comportó como si fuera Dios. A
través del proyecto de la tecnociencia pensó que todo podía, que no habría límites a su pretensión
de conocer todo, de dominar y de proyectar todo. Esa pretensión puso exigencias exorbitantes a sí
mismo. El no soporta más tanto desarrollo que ya muestra su componente destructivo al amenazar
el destino común de la tierra y de sus habitantes. Irrumpió en él “complejo de Dios” que lo abruma.

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Mientras tanto, cabe preguntar: ¿la religión por si sola consigue corregir ese desvío? ¿Basta
volver las personas más piadosas? Ella puede seguramente revitalizar una dimensión de la
existencia, el espacio institucional de lo sagrado y reforzar su poder histórico – social. Pero no
necesariamente desarrolla un modo de ser más solidario y compasivo. Ni ipso facto origina una
espiritualidad capaz de reunir todo y de fundar todo en la fuente original.

Lo decisivo no son las religiones sino la espiritualidad subyacente a ellas. Es la espiritualidad


la que une, enlaza y re-enlaza e integra. Ella y no la religión es la que ayuda a componer las
alternativas de un nuevo paradigma civiliza torio.
Al “complejo de Dios” debemos proponer “el nacimiento de Dios” dentro de cada persona y
de la historia de la humanidad y su epifanía en el universo.
Otros grupos opinan: para resolver la crisis actual, se debe reforzar la “moral” y la
moderación de los hábitos.

En nombre de esa propuesta se movilizan millones de personas en defensa de la vida


inocente, contra el aborto, por la paz contra la guerra, por una nueva tecnología más benevolente
para con el medio ambiente. La moral es importante. Pero sino nace de una nueva redefinición del
ser humano y de su misión en el universo, en el contexto de una nueva alianza de paz y de sinergia
para con la tierra y con los pueblos que habitan en ella, puede decaer en un moralismo fastidioso y
farisaico y transformarse en una pesadilla de las conciencias. Una nueva ética presupone una nueva
óptica. Cumple invertir en la nueva óptica, como intentaremos a lo largo y ancho de nuestras
reflexiones.

Otros piensan: Necesitamos de más “educación”, de más formación y de más información.


Obviamente es importante, socializar los conocimientos, aumentar la masa crítica de la humanidad
y democratizar los procesos de empoderamiento de los ciudadanos. Ciertamente, el saber es
imprescindible. Sin él no dominamos a las enemigas profundas de la humanidad como el hambre, la
enfermedad y la incomunicación. El saber nos confiere poder. El saber y el poder nos llevaron a la
luna y ya afuera del sistema solar. ¿Pero a servicio de qué proyecto de ser humano, de sociedad y
de mundo utilizamos el poder de la ciencia y la tecnología? La respuesta a esa pregunta pide más
que ciencia y técnica. Exige una filosofía del ser y una reflexión espiritual que nos habla del sentido
de todos los sentidos y que sepa organizar la convivencia humana bajo la inspiración de la ley más
fundamental del universo: la sinergia, la cooperación de todos con todos y la solidaridad cósmica.
Más importante que saber es nunca perder la capacidad de siempre aprender más, más que poder
necesitamos de sabiduría pues solo ésta mantendrá el poder en su carácter instrumental,
haciéndolo medio de potenciación de la vida y de salvaguarda del planeta.

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Todas estas propuestas, por sugestivas que sean, no van a la raíz de la cuestión esencial. Si
notamos, por ejemplo, una rajadura en la pared, sería engañoso e irresponsable tomar cemento y
cal y simplemente taparla. ¿No sería imperativo analizar los fundamentos que sustentan todo,
generalmente invisibles y detectar allí la causa de la rajadura y sanarla por la raíz? ¿No sería esa una
actitud más racional y más sabia? Si un hijo comienza a mostrar problemas en los estudios, a
entregarse a la droga, a volver de madrugada, de poco vale culparlo y mantenerlo controlado. Tal
vez el problema no está en él y sí en la incapacidad de trabajar creativamente las relaciones
familiares destruidas, la continua tensión entre padre y madre y la crisis financiera del padre que
frustra los sueños del hijo y compromete el futuro de toda la familia.

3.- INSUFICIENCIA DEL REALISMO MATERIALISTA

Analizando con más profundidad, descubrimos por detrás del edificio de la modernidad científico
técnica el funcionamiento de una determinada filosofía: el realismo materialista.

Se llama realismo a esta filosofía porque imagina que las realidades existen como objetos
independientes del sujeto que las observa. Estas, en verdad, no son independientes. No hay objeto
sin sujeto y sujeto sin objeto. Está la unidad sagrada de la realidad que, como en un juego, siempre
incluye a todos como participantes y jamás como meros espectadores.

Este realismo es poco realista porque reduce el ámbito de la realidad, al no incluir en ella el
fenómeno de la subjetividad, de la conciencia, de la vida y la espiritualidad.

Desde tiempos inmemorables, todos los pueblos y culturas se llenaban de veneración ante la
realidad de lo divino que impregna todo el universo; vivían el significado sagrado de todas las cosas
y cultivaban la espiritualidad como aquella visión interior que unía todo a su fuente divina.
Solamente en los últimos cuatro siglos surgió un tipo de humanidad ciega a estas dimensiones y por
eso, profundamente empobrecida en su relación en el mundo. Ella acortó la realidad al tamaño de
los cinco sentidos, organizados por la razón analítica.

Esta filosofía se entiende “materialista” en el sentido antiguo, porque presupone que la


materia (átomos, partículas elementales, vacío cuántico) constituye la única realidad consistente;
los demás fenómenos son derivaciones secundarias de ella. No asimiló aun el hecho de que la
materia no es simplemente “material” sino que es energía estabilizada, llena de interacciones
complejas. La materia, como la filosofía de la palabra, sugiere, es la madre de todas las cosas, hasta

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de la vida que es la auto-organización de la materia. Aun no se creó conciencia de que lo visible es
parte de lo invisible.

Hoy las campanas doblan sobre el realismo materialista. La física cuántica demostró la
profunda interconexión de todo con todo y de la ligazón indestructible entre realidad y observador;
no hay realidad en sí desconectada de la mente que la piensa: ambas son dimensiones de una
misma realidad compleja. El universo es conciente. La moderna cosmología demostró que este
universo es matemáticamente inconsistente sin la existencia de un espíritu sagrado y una mente
infinitamente ordenadora.

La nueva filosofía se presenta holística, ecológica y espiritual. Ella funda una nueva
alternativa al realismo materialista, con capacidad de devolver al ser humano el sentimiento de
pertenencia a la familia humana, a la tierra, al universo y al propósito divino.

Así se supera del dato más grave que se esconde por detrás de la falta de cuidado: la pérdida
de la conexión con el todo, el vacío de la conciencia que no más se percibe parte y parcela del
universo; la disolución del sentimiento de lo sagrado frente al cosmos y a cada uno de los seres y la
ausencia de la percepción de la unidad de todas las cosas, ancladas en el misterio del supremo
creador y proveedor de todo.

Sobre el conjunto de estas cuestiones debemos reflexionar con atención hasta construir un
nuevo estado de conciencia. Es la pre-condición para desarrollar una actitud de madurez y sabiduría
que nos ayudará a buscar otros caminos, diferentes de los ya triados hasta ahora. Después de siglos
de cultura material, buscamos hoy ansiosamente una espiritualidad simple y sólida, basada en la
percepción del misterio del universo y del ser humano, en la ética de la responsabilidad, de la
solidaridad y de la compasión, fundada en el cuidado, en el valor intrínseco de cada cosa, en el
trabajo bien hecho, en la competencia, en la honestidad y en la transparencia de las intenciones.

4.- INDICACIONES PARA EL CAMINO CORRECTO


Importa buscar respuestas inspiradas en otras fuentes y en otras visiones de futuro para el
planeta y la humanidad.

Estas respuestas no se encuentran listas en algún rincón privilegiado de la tierra, ni en algún


libre ancestral, ni en maestros y gurús con nuevas o antiguas técnicas de espiritualización, ni en
alguna profecía escondida. Ni en iniciaciones rituales y mágicas, ni simplemente en caminos
terapéuticos en base a productos naturales. Debemos aprender de todas estas propuestas pero

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cavar más a fondo, ir más lejos y evitar soluciones calcadas sobre una única razón. Lo que importa
es insertar otras dimensiones para enriquecer nuestra visión.

En este sentido las respuestas vienen siendo formuladas correctamente por el conjunto de
personas que ensayan prácticas significativas en todos los lugares y en todas las situaciones del
mundo actual. Por lo tanto, no hay un sujeto histórico único. Muchos son los sujetos de estos
cambios. Estas se orientan para un nuevo sentido de vivir y de actuar. Por una nueva percepción de
la realidad y por una nueva experiencia del ser. Estas emergen de un camino colectivo que se hace
caminando.

En efecto, crece seminalmente un nuevo paradigma de re-ligazón, de re-encantamiento por


la naturaleza y de compasión por los que sufren; se inaugura una nueva ternura para con la vida y
un sentimiento auténtico de pertenencia amorosa a la Madre Tierra. Este viraje se muestra por el
crecimiento de los grupos que cultivan la ecología, la meditación y la espiritualidad; crece el número
de los que acompañan con atención el impacto ambiental de los proyectos realizados por las
empresas privadas o por el estado; muchos son los que en todas las cuestiones abordadas
incorporan la perspectiva de la tierra, como un todo vivo y orgánico. Más y más personas procuran
alimentarse con productos naturales y mantiene bajo severo control el nivel de contaminación y
quimicalización de los productos. Aumenta la conciencia de la corresponsabilidad por el único
planeta que tenemos, por su inmensa biodiversidad y por cada ser amenazado de extinción.
Aumenta el sentido de solidaridad para con las poblaciones diezmadas por el hambre o por alguna
catástrofe natural. Se movilizan grupos y la opinión pública en defensa de los derechos de los
animales y de los derechos humanos sociales y culturales; hay un notable esfuerzo de superación
del patriarcalismo y por el fortalecimiento de la dimensión del ánima en el hombre y la mujer, por el
apoyo de las mujeres, a las minorías socialmente discriminadas que pueden representar millones y
millones de personas como los negros, los pueblos originales, los portadores de alguna deficiencia,
o enfermedad, etc. La espiritualidad cósmica vuelve a animar espíritus sensibles, al mensaje que
emana del universo y de la naturaleza. Tradiciones religiosas y espirituales se revitalizan en contacto
con los desafíos de nuestro tiempo.

Se siente la urgencia de un nuevo ethos civilizacional que nos permitirá dar un salto de
calidad en la dirección de formas más cooperativas de convivencia, de una renovada veneración por
el misterio que sobrepasa y que sustenta el proceso evolutivo.

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Por todas partes se formulan ansias por una nueva alianza de paz perenne con las demás
especies y con la tierra. Este nuevo contrato social se asienta en la participación respetuosa del
mayor número posible, en la valorización de las diferencias, en la acogida de las
complementariedades y en la convergencia construida a partir de la diversidad de las culturas, de
modas de producción, de tradiciones y sentidos de vida.

5.- UNA NUEVA ÉTICA A PARTIR DE UNA NUEVA ÓPTICA


En momentos críticos como los que vivimos, re-visitamos la sabiduría ancestral de los
pueblos y nos colocamos en la escuela de unos y otros. Todos nos hacemos aprendices y
aprehendientes. Importa construir un nuevo ethos que permita una nueva convivencia entre los
humanos con los demás seres de la comunidad biótica, planetaria y cósmica; que propicie un nuevo
encantamiento frente a la majestad del universo y a la complejidad de las relaciones que sustentan
todos y cada uno de los seres.

Ethos en su sentido originario griego significa el refugio del animal o casa humana, vale decir,
aquella porción del mundo que reservamos para organizar, cuidar y hacer nuestro habitat. Tenemos
que reconstruir la casa humana común – la tierra – para que puedan caber todos en ella. Urge
modelarla de tal forma que tenga sustentabilidad para alimentar un nuevo sueño civilizacional. La
casa humana hoy no es más el Estado – Nación, sino la tierra como patria / matria común de la
humanidad. Esta se encontraba en el exilio, dividida en Estados – Naciones, aislada en culturas
regionales, limitada por las infinitas lenguas y lenguajes. Ahora, lentamente está regresando de su
largo exilio. Se está reencontrando en un mismo lugar: en el planeta Tierra unificado. En él hará una
única historia, la historia de la especie “homo” en una única y colorida sociedad mundial, en la
conciencia de un mismo destino y de un origen igual.
Este ethos (modelación de la casa humana) ganará cuerpo en morales concretas (valores,
actitudes y comportamientos prácticos) de acuerdo a las varias tradiciones culturales y espirituales.
Aunque diversas todas las propuestas morales alimentarán el mismo propósito: salvaguardar el
planeta y asegurar las condiciones de desarrollo y de co-evolución del ser humano rumbo a formas
cada vez más colectivas, más interiorizadas y espiritualizadas de realización de la esencia humana.

¿De donde vamos a derivar este nuevo ethos civilizacional? Este debe emerger de la naturaleza
más profunda del humano. De dimensiones que sean por un lado fundamentales y por otro lado
comprensibles para todos. Si no nace del núcleo esencial del ser humano, no tendría savia suficiente
para dar sustentabilidad a una nueva floración humana con frutas saludables para la posteridad.

Debemos todos beber de la propia fuente. Auscultar nuestra naturaleza esencial. Consultar
nuestro corazón verdadero. Esta dimensión frontal deberá suplantar a la desesperanza inmobilizadora y
la resignación amarga. Deberá otro sí, complementar los caminos insuficientes referidos arriba. Es decir,

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esta dimensión frontal será la base para un nuevo sentimiento religioso. Creará un nuevo sentido ético y
moral. Propiciará una nueva razón, instrumental, emocional y espiritual que transformará a ciencia, la
tecnología y la crítica en medicinas para la tierra y para la humanidad. Una nueva ética nacerá de una
nueva óptica.

¿Cuál será esa óptica? ¿Cuál será esa dimensión seminal del humano, capaz de sustentar una
nueva aventura histórica? ¿De que ethos necesitamos? ¿De aquel que se opone a la falta de cuidado, al
descuido, a la desatención y al abandono?

CAPITULO II

CUIDADO: EL ETHOS DEL HUMANO

Lo que se opone al descuido y a la desconsideración es el cuidado. Cuidar es más que un acto;


es una actitud. Por lo tanto, abarca más que un momento de atención, de celo y de desvelo. Representa
una actitud de ocupación, preocupación, de responsabilidad e involucramiento afectivo con el otro.
La actitud es una fuente, genera muchos actos que expresan la actitud de fondo. Cuando
decimos, por ejemplo, “nosotros cuidamos de nuestra casa” sub-entendemos múltiples actos como: nos
preocupamos por las personas que habilitan en ella, dándoles atención, garantizándoles las provisiones
e interesándonos por su bienestar. Cuidamos del aura bueno que debe inundar cada habitación, el
cuarto, la sala y la cocina. Nos interesamos por las relaciones de amistad con los vecinos y de calidez con
los huéspedes. Nos desvelamos para que la casa sea un lugar de amor, dejando añoranzas cuando
partimos y despertando alegría cuando regresamos. Alimentamos una actitud general de diligencia por
el estado físico de la casa, por el terreno, y por el jardín. Nos ocupamos del gato y el perro, de los peces
y de los pájaros que pueblan nuestros árboles. Todo esto pertenece a la actitud del cuidado material,
personal, social, ecológico y espiritual de la casa.

1. EL CUIDADO COMO MODO DE SER ESENCIAL


Sin embargo, el cuidado es aún algo más que un acto y una actitud entre otras. Dijo el
filósofo que mejor vio la importancia esencial del cuidado, Martin Heidegger en su famoso “ser y
tiempo”: “Desde el punto de vista existencial, el cuidado se halla a priori, antes que toda actitud y
situación del ser humano, lo que significa decir siempre que éste se halla en toda actitud y situación
de hecho”. Es decir, el cuidado se encuentra en la raíz primera del ser humano, antes que él haga
cualquier cosa. Y de hacerlo ésta siempre viene acompañada de cuidado e imbuida de cuidado.

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Significa reconocer el cuidado como un modo de ser esencial, siempre presente e irreducible a la
otra realidad anterior. Es una dimensión generadora originaria, ontología, imposible de ser
totalmente desvirtuada.

Un modo de ser, no es un nuevo ser. Es una manera del propio ser de estructurarse y darse a
conocer. El cuidado entra en la naturaleza y en la constitución del ser humano. El modo de ser
cuidado revela de manera concreta cómo es el ser humano.

Sin el cuidado, él deja de ser humano. Si no recibe cuidado desde el nacimiento hasta la
muerte, el ser humano se desestructura, se debilita y muere. Si, a lo largo de la vida no se hace con
cuidado lo que se emprende, acabará por perjudicarse a sí mismo, y por destruir lo que estuviera a
su alrededor. Por eso, el cuidado debe ser entendido en la línea de la esencia humana (que
responde a la pregunta: ¿qué es el ser humano?). El cuidado ha de estar presente en todo. En
palabra de Martin Heidegger: “cuidado significa un fenómeno ontológico existencial básico”.
Traduciendo: un fenómeno que es la base posibilitadora de la existencia humana como humana.
Podemos responder de muchas y diferentes maneras a la pregunta: ¿qué es el ser humano?
La pregunta y su correspondiente respuesta se encuentran subyacentes en las formaciones sociales,
en las diferentes visiones del mundo, en las diversas filosofías, ciencias y proyectos elaborados por
el ingenio humano.

La repuesta latente y inconsciente, sin embargo, se vuelve patente y consciente cuando


formulamos la siguiente pregunta: ¿qué imagen de ser humano está sepultada en una cultura como
la nuestra que privilegia por encima de todo la racionalidad científico - técnica? La respuesta
natural: el ser humano racional. ¿Qué imagen se oculta en el modo de producción capitalista y en la
economía exclusivamente de mercado? La respuesta obvia será: el ser humano es esencialmente un
ser de necesidades (un animal hambriento) que deben satisfacerse y por eso, un ser de consumo.
¿Qué imagen de ser humano subyace al ideal democrático? La respuesta consecuente será: el ser
humano es un ser de participación, un actor social, un sujeto histórico personal y colectivo de
construcción de relaciones sociales lo más igualitarias, juntas, libres y fraternas posible dentro de
determinadas condiciones histórico - sociales. ¿Qué idea de ser humano se presupone en la lucha
por los derechos humanos? La respuesta clara será: el ser humano viene dotado de sagralidad
porque es sujeto de derechos y deberes inalienables y se muestra como un proyecto infinito. ¿Qué
compresión de ser humano está sub-entendida en el proyecto científico - técnico de dominación de
la naturaleza? La respuesta más probable será: el ser humano se entiende (ilusoriamente) como el
ápice del proceso de evolución, el centro de todos los seres (antropocentrismo) y considera que las
demás cosas, especialmente la naturaleza, solo tiene sentido cuando están ordenadas para el ser
humano; él puede disponer de éstas a su placer. Cuando el místico San Juan de la Cruz dice que el
ser humano es llamado a ser Dios por participación, ¿Qué imagen presupone del ser humano? La

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respuesta osada será: el ser humano tiene la capacidad de dialogar con el misterio del mundo,
preguntar por un último sentido y entrar en comunión con El y ser uno en El. Finalmente, ¿Qué
imagen de ser humano proyectamos cuando lo descubrimos como un ser en el mundo
relacionándose siempre con otros, construyendo su habitat, ocupándose de las cosas,
preocupándose por las personas, dedicándose a aquello que le representa valor y disponiéndose a
sufrir y alegrarse con quien se siente unido y ama? La respuesta más adecuada será: el ser humano
es un ser de cuidado, pero aún su esencia se encuentra en el cuidado. Poner cuidado en todo lo que
se proyecta y hace, es la característica singular del ser humano.
Conviene siempre hacer explicita la imagen de ser humano subyacente en muestras visiones
del mundo, en nuestros proyectos y en nuestras prácticas, pues así concientizamos lo que
queremos ser y podemos continuamente someter esta imagen a la crítica y a un posible
perfeccionamiento.

La humanidad abrió muchos caminos en el descifrado de la esencia del ser humano. Se sirvió
de los artes, de la pintura en las cavernas rupestres, de los diseños en las vasijas de barro. Se
expresó en los grandes monumentos, en miniaturas de marfil y en una gama inmensa de músicas
folclóricas. Utilizó la palabra a través de mitos, fábulas, poemas y narraciones. Usó del pensamiento
a través de la filosofía y de las cosmovisiones. Las religiones a través de los mitos de la creación, del
fin del mundo y de la plasmación del ser humano, ofrecieran desciframientos de lo más osados de la
naturaleza humana.

Hoy en día se prefiere el cinema, el universo virtual de la comunicación y principalmente las


ciencias empíricas, hermenéuticas y holísticas. Todas ellas encierran implícitamente una
antropología, es decir, una determinada comprensión del ser humano, hombre y mujer.

2. LOS MITOS: UN CONOCIMIENTO ANCESTRAL DE LA ESENCIA HUMANA


Todas estas ayudas son de inmenso valor. En la medida e lo posible iremos incorporando las
varias contribuciones en nuestro trabajo. Con todo, por nuestra parte vamos a favorecer otro
camino, aquel de los mitos. Estimamos que las mitologías más que las ciencias y las filosofías,
encierran junto con las religiones, las grandes explicaciones de la esencia humana. Allí, las culturas
proyectaron, generación tras generación, grandes visiones, acumularon reflexiones, hicieron
investigaciones y se lo pasaron a sus futuros. Supieron usar de un lenguaje plástico, con imágenes
sacadas de las profundidades del inconsciente colectivo, accesible a todas las edades y a todos los
tiempos. Además de las visiones y de los símbolos, suscitaron y continúan suscitando grandes
emociones. Y son estas las que quedan y movilizan a las personas y a los pueblos en la historia.

No es seguro que nosotros los modernos, con nuestra inteligencia instrumental, con toda
nuestra tradición de pesquisa empírica, de crítica, y de acumulación de saberes sobre

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prácticamente todo, conozcamos más al ser humano que los antiguos formuladores de mitos. Estos
se revelaron como observadores meticulosos y sabios eximios de cada situación y de cada pliegue
de la existencia. Conviene revisarlos, valorizar sus contribuciones y escuchar sus lecciones, siempre
actuales.
Vamos pues a seguir de cerca el camino de los mitos. Mientras tanto se deben entender
correctamente los mitos. Estos no son cosas del pasado arcaico, productos aleatorios del
pensamiento primitivo o de la fantasía incontrolada. Son actuales por cuanto nosotros, modernos,
también creamos mitos.

Los mitos son lenguajes para traducir fenómenos profundos indescriptibles por la razón
analítica. ¿Cómo hablar del enamoramiento, del amor, del cuidado esencial, de la traición de la
persona amada, de las crisis de la vida, de las dolencias incurables, del nacimiento y de la muerte
sino con emoción contando historias ejemplares? Los conceptos abstractos y fríos no consiguen
traducir los colores de la realidad. No genera figuraciones en la imaginación. Por eso, es cierta
forma, falsean nuestra experiencia de los fenómenos vividos.

Como bien se dijo, el lenguaje consagrado a la psicología científica vigente representa en


buena parte un insulto al alma, porque en la elaboración de sus instrumentos de análisis, deja a
fuera las energías poderosas, verdaderos dioses y diosas que habitan la profundidad humana, las
imágenes y los símbolos. Prefieren los conceptos abstractos, extraídos de un paradigma que
privilegiaba la física y la mecánica. Debemos pues saber combinar inteligencia instrumental -
analítica donde nos ven el rigor científico, con inteligencia emocional - cordial de donde derivan las
imágenes y los mitos.

Las diosas y los dioses mitológicas no deben ser considerados como existentes en si mismos,
seres substanciales e independientes de nuestra existencia. Configuran arquetipos del inconsciente
colectivo, vale decir, centros de gran energía y significación que solamente a través del lenguaje de
los héroes y las heroínas, pueden ser expresados adecuadamente. Son figuras cargadas de emoción,
hechas referencias paradigmáticas e inspiraciones movilizadoras para los comportamientos
humanos.

El politeísmo no representa una etapa inferior de la evolución religiosa rumbo al


monoteísmo, bien comprendido, no quiere tanto afirmar la multiplicidad de divinidades sino las mil
caras de la misma y única Divinidad, del único misterio de comunión, vinculado a la dinámica
abierta del mundo y del espíritu. El monoteísmo, a su vez, camina “pari passu” con el surgimiento
de visiones imperiales unitaristas que empobrecen la polivalencia de lo sagrado.

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Entendidas como fuerzas espirituales poderosas, las múltiples divinidades representan los
muchos centros energéticos y las diferentes fuentes de sentido que estructuran la interioridad
humana. Esta interioridad es la habitada por la Divinidad. Por eso somos seres espirituales además
de corporales y síquicos. Espirituales y síquicamente no somos monoteístas, sino plurales. Tenemos
muchos centros vitales y no sólo uno. Ni somos dominados por uno de ellos, sea la razón, sea el
poder, sea el deseo, sea el corazón sino la razón, sea el poder, sea el deseo, sea el corazón, sino que
somos atravesados y rodeados por muchos, ellos hacen la vida humana dinámica y también
dramática. Todos pues se encuentran conectados en la existencia singular de cada persona. A través
de cada una de esas energías tenemos acceso a la energía suprema que habita en el universo y en el
corazón humano.

Vamos a analizar una fábula mito que nos habla de la esencia humana de una forma que
atiende a los reclamos más urgentes de nuestros tiempos. Es la fábula -mito del cuidado. Es en el
cuidado que vamos el ethos necesario para la sociabilidad humana y principalmente pasa identificar
la esencia base del ser humano, hombre y mujer. Cuando hablamos de ethos queremos expresar el
conjunto de valores, principios e inspiraciones que dan origen a actos y actitudes (las varias
morales) que conformarán el hábitat común y la nueva sociedad naciente. Es urgente un nuevo
ethos de cuidado, de sinergia de re - ligación, de benevolencia de paz perenne para con la tierra,
para con la vida, para con la sociedad y para con el destino de las personas, especialmente de las
grandes mayorías empobrecidas y condenadas de la tierra.
CAPITULO III

LA FÁBULA – MITO DEL CUIDADO


La fábula - mito sobre el cuidado esencial es de origen latino con base griega. Ganó su
expresión literaria definitiva poco antes de Cristo en Roma. Vamos a dar la versión original latina. A
continuación su traducción brasilera.
“Cura com fluvium transiret, videt cretosum lutun sustulitque cogitabunda atque coepit
fingere. .......”

“Cierto día, al atravesar un río, Cuidado vio un pedazo de barro. Luego tuvo una idea inspirada.
Tomó un poco de barro y comenzó a darle forma. Mientras contemplaba lo que había hecho, apareció
Júpiter. Cuidado le pidió que soplase espíritu en el, lo que Júpiter hizo de buen agrado. Cuando, sin
embargo, Cuidado le quiso dar un nombre a la criatura que había moldeado, Júpiter lo prohibió. Exigió
que le fuese impuesto su nombre.
Mientras Júpiter y Cuidado discutían, surgió de repente la tierra. Quiso también que se le
confiriera su nombre a la criatura pues fue hecha de barro, material del cuerpo de la tierra. Se originó
entonces una discusión generalizada.

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De común acuerdo pidieron a Saturno que actuara como arbitro. Este tomó la siguiente
decisión que parece justa:
“Tu, Júpiter, le diste el espíritu; recibirás pues de nuevo este espíritu con ocasión de la muerte
de esa criatura. Tu, tierra, le diste el cuerpo; recibirás por lo tanto también de vuelta su cuerpo cuando
muera esa criatura. Pero como tu, Cuidado fuiste quien primero moldeó la criatura, quedará bajo tus
cuidados mientras ella viva.
Y ya que entre ustedes hay una acalorada discusión acerca del nombre, decido yo: esta criatura
será llamada Hombre, es decir hecha de “humus”, que significa tierra fértil”.
Es partiendo del texto de esta fábula - mito que vamos a construir reflexiones sobre cuidado.
Será visto como la verdadera esencia del ser humano. Antes, sin embargo, vamos a conocer al autor de
esta inspirada creación literaria.
CAPITULO IV

UN ESCLAVO GENIAL: GAIUS JULIUS HYGINUS

Los mitos no tienen autor. Pertenecen a la sabiduría común de la humanidad, conservada por el
inconsciente colectivo bajo la forma de grandes símbolos, de arquetipos y de figuras ejemplares. En
cada generación emerge en la consciencia bajo mil rostros. A través de ellos se transmite siempre el
mismo mensaje esencial. Ilumina caminos e inspira prácticas. Entre tanto, hay momentos en que el mito
gana una formulación clásica. Hesiodo en Grecia (mediados del siglo VIII ac), Ovidio en Roma (43 ac – 14
dc), los hermanos Grimm en Alemania (1785 - 1863) y Luiz da Câmara Cascudo en Brasil (1898 - 1986)
fueron algunos de esos escribas inspirados.

Así ocurrió con la fábula - mito del cuidado esencial también conocida como “la fábula de
Higino”. Como aseveramos, lo importante no es el autor de la narrativa del mito sino significación. A
pesar de eso, no deja de ser interesante conocer quién fue Higino y por qué el mismo se transformó en
una figura - mito.

1. LA SAGA DE HIGINIO

Su nombre completo es: Gaius Julius Hyginus. Prestamos atención sobre el contexto de su
aparición.

Corría el año 44 antes de Cristo. Caio Julio Cesar (100 – 44 ac) famoso general, cónsul y
fundador de la dinastía de los Cesares romanos fue asesinado en pleno senado por su hijo adoptivo
Brutus. Para sucederlo se creó un triunvirato, constituido por tres cónsules: su nieto adoptivo Caio

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Julio Cesar Octavio (63 ac – 14 dc), Marco Antonio (83 – 30 ac) y Marcos Emilio Lépido (fallecido en
el año 12 ac).

Los tres luego se desentendieron. Cada uno disputaba el poder absoluto. Octavio más hábil y
astuto, venció a sus dos concurrentes. En el año 27 antes de Cristo se hace proclamar emperador,
apropiándose del Título Augustus, hasta entonces reservado solamente a los dioses. A partir de
entonces se llamó Cesar Augusto. Fue bajo su imperio que nació Jesús cristo, hecho que para
nosotros los cristianos no deja de tener importancia.

En el año 47 antes de nuestra era, aún en plena disputa por el poder, Octavio entrará victorioso
en Alejandría, gran ciudad en el norte de Egipto, famosa por su cultura, por sus escuelas filosóficas y
por sus bibliotecas. Fue en esa ocasión que encontró a Higinio, joven brillante por su inteligencia y
por su vasta cultura, no obstante sus 22 años. Fascinado decidió llevarlo consigo para Roma.

Como solía acontecer en aquel tiempo, todo general vencedor podía tomar como esclavos a
personas que despertasen su interés. Sus esclavos eran muchas veces preceptores de los hijos, en
lengua y cultura griegas. Como señal pública de posesión, imponíales su propio nombre. Fue así con
Higinio. Pasó a ser llamado Caio Julio Higino, aunque históricamente sea conocido simplemente
como Higinio.

En Roma, pasado algún tiempo, Augusto lo liberó. Lo mantuvo, sin embargo, a su servicio. Lo
encaminó a la mejor escuela de la época, dirigida por Alexandre Polihistor, antiguo esclavo de
Alejandría, también liberto. Este era director de la famosa Biblioteca Palatina fundada por Augusto
en el año 28 ac.

Las bibliotecas en la antigüedad eran más que nuestras bibliotecas actuales. Equivalían a las
fundaciones culturales o a las academias de los días de hoy. En ellas no había solo libros, si no
también cursos de todo tipo, desde teología, historia, botánica, hasta astrología. Allí se daban
frecuentes disputas filosóficas y se realizan encuentros de intelectuales, de poetas y de
historiadores.

En ese ambiente de efervescencia cultural, Higino hizo una brillante carrera. Entusiasmado con
su antiguo esclavo, Cesar Augusto que todo favorecía, le confió la Biblioteca Apollinis. Eso
significaba que Higino podía abrir sus propios cursos y organizar la actividad intelectual en contacto
directo con los mejores espíritus de la época y con los muchos libros de la Biblioteca. Tenía
entonces apenas 30 años.

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Con la muerte de Alexandre Polihistor, Cesar Augusto lo nombró director de la Biblioteca
central, es decir, de la Biblioteca Palatina. A partir de ahí, por más de 40 años animó toda la vida
cultural de Roma. Se cuenta que con edad de 70 años todavía trabajaba.

El gran poeta Ovidio (43 ac – 17 dc) era su amigo íntimo. El propio Virgilio (70 ac – 19 dc),
considerado el mayor poeta latino, fue su alumno.
Según los historiadores, Higino murió pobre en el año 17 de nuestra era pues no sabía
administrar bien sus negocios. Ovidio, en solidaridad a su desdicha, le dedicó una oda con el titulo
“Tristia Hygin” que significa “Las desventuras de Higino”.

2. LA OBRA DE HIGINIO

Higino aprovechó los contactos y las fuentes de la Biblioteca para escribir una obra numerosa.
Produjo textos teológicos sobre las características de los dioses (De propietatibus deodorum),
especialmente sobre los dioses familiares (De dis penatibus). Se especializó en biografías. Publicó
seis tomas sobre la vida y obra de personas ilustres del mundo y de Roma (De vita rebusque
illustrium virorum y De viribus illustribus urbis Romae). Se dedicó también a la ecología e hizo
minuciosas descripciones geográficas sobre las ciudades itálicas (De situ urbium Italicorum) y sobre
la agricultura. Escribió la primera monografía conocida sobre las abejas (De apibus). Discurrió sobre
astronomía y astrología (De mundi et sphaerae; De signorum coelestium historiis; De astrología).
Como se deduce, un hombre inquieto y de múltiples intereses intelectuales.
Su obra principal que nos interesa directamente se llama: Fábulas ou Genealogiae. Se trata de
la recopilación de 300 leyendas, historias y mitos de la tradición griega y latina. Obra inmensa,
aunque desigual. Contiene materiales de las más diversas procedencias, con estilos diferentes;
encierre hasta contradicciones. Eso hizo pensar que el libro de las fábulas no fuese exclusivamente
de Higino. Culto y refinado como era, se pensaba que no habría incurrido en errores y en
contradicciones manifiestas. Estas corrían por cuenta de otras manos que habrían interferido en el
texto.

Otros, sin embargo, tuvieron interpretaciones diferentes: Higino habría respetado los
materiales tal como los encontrara. Apenas ordenó algunos. Otros si fueron re-trabajados por él con
esmero y estética, pues en eso era maestro refinado.

Es lo que parece haber ocurrido con la fábula - mito de número 220 que acabamos de
transcribir. Su origen sería griego, re-elaborada sin embargo por Higino en los términos de la cultura
romana. Se volvió concisa y de gran belleza literaria.

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A continuación procuraremos analizar aspectos antropológicos, filosóficos y éticos del relato.

CAPITULO V

LA EXPLICACIÓN DE LA FÁBULA - MITO DEL CUIDADO

Expliquemos ahora los actores de esta fábula - mito tal diligencia nos proveerá de elementos
básicos para iluminar la esencia humana y fundamentar el ethos para un nuevo tiempo.

1. ¿QUÉ ES UNA FÁBULA? ¿QUÉ ES UN MITO?


Antes que nada dejemos claro lo que entendemos por fábula y por mito.
Fábula es una narrativa imaginaria cuyos personajes son, por regla, animales, plantas o la
personificación de cualidades, virtudes y vicios, con objeto de transmitir lecciones morales o hacer
concreta una verdad abstracta. Conocidas son las fábulas de La Fontoine (1621 - 1695) como, por
ejemplo, la de la zorra y las uvas.

En nuestro caso, Higino personifica la dimensión “cuidado”. “Cuidado” pasea por la playa
observa un pedazo de barro, se pone a imaginar y acaba moldeando un muñeco de arcilla. Discute
con Júpiter y con la tierra. Acata la sentencia de saturno. Esta fábula es urdida con figuras
mitológicas grecolatinas de gran significación simbólica como Júpiter, Tierra y Saturno. En razón de
eso llamamos esa fábula de fábula - mito. ¿Qué es entonces un mito?

Mito es algo muy complejo por las ambigüedades que encierra. En el lenguaje común de la
comunicación de masa, mito puede conllevar una visión reduccionista, ocultadora e interesada de la
realidad. Equivale entonces a la ideología. Mito designa, por lo tanto, clichés o creencias colectivas

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acerca de temas relevantes (personas, situaciones, acontecimientos) que circulan en la cultura. Así
se habla del “mito del buen salvaje”, del “mito del sexo débil” o del “mito del negro perezoso”.
Con esas expresiones se quiere transmitir la creencia de que el indígena es una salvaje siempre
bueno como un ser natural y no contaminado por la cultura; esa compresión representa un cliché
reduccionista, porque el indígena tiene cultura, interviene a su modo en la naturaleza y con otros
seres sociales tiene su dimensión simbólica y diabólica.

La cultura patriarcal calificó de débil a la mujer y forjó el mito del sexo débil, lo que no es
verdad. La mujer tiene su forma de ser fuerte. En este caso lo que cuenta no es tanto la fuerza
muscular. En el trato con los hijos, desde su gestación, en las crisis de paso y en su acompañamiento
a lo ancho de la vida, especialmente en la conducción de la complejidad de una casa y en la
capacidad de soportar sufrimientos y vencer obstáculos, ella muestra una fuerza y tenacidad que
deja al hombre lejos atrás. En muchos aspectos la mujer es el sexo fuerte y el hombre el sexo débil.

La acusación de que el negro es perezoso, además de no ser cierto, es calumnia. Casi todo lo
que se construyó en los países esclavistas como Brasil, Colombia, el Caribe y el sur de los Estados
Unidos vinieron de la mano de obra negra esclava. Los negros mostraron gran diligencia, a pesar de
ser tratados como “piezas”, carbón para ser consumido en la máquina de la producción. Además
fue el grupo que posiblemente impregnó más de valores a la cultura brasilera y norteamericana con
elementos que van de la culinaria, la música, el lenguaje, hasta la dulzura en las relaciones y al
misticismo, Ellos, aunque esclavos, fueron agentes civilizados.
Mito, para otros, equivale a la mesa fantasía o una interpretación distorsionada de la realidad.
Mito se opondría, entonces, a la realidad. Así por ejemplo, los propalados efectos positivos de los
edulcorantes artificiales sobre el organismo son, para los nutricionistas serios, un mito y no una
realidad. Si por un lado no poseen calorías, por otro aceleran el proceso de desgaste de las
neuronas, abriendo camino a la aceleración de la esclerosis. Así se dice también que alguien es
atacado de mitomanía. Es decir tiene la manía de inventar “mitos”, acontecimientos ficticios,
factoides o manía de proyectar interpretaciones extravagantes de la realidad.
No asumimos esas acepciones, pues no nos ayudan a entender el fenómeno que queremos
analizar. Por eso, las ciencias modernas critican tales acepciones; confieren al mito un significado
altamente positivo, especialmente en la filosofía, antropología, psicología de lo profundo y en la
teología contemporánea.

La escuela psicoanalítica jungiana afirma, por ejemplo que cierta persona se convirtió en mito
cuando vivió una biografía (un relato existencial o saga) con tal intensidad que muchos se
reencuentran a sí mismos en ella, o por ella ven realizados ideales y sueños ancestrales.

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Igualmente se habla del mito futbolístico de Pelé, del mito cinematográfico de Charles Chaplin,
del mito medio lógico de la princesa Diana, del mito ético - político de Mahatma Gandhi y del mito
profético - religioso de Don Hélder Câmara o de Luther King Jr. Dichas personas se transforman en
símbolos poderosos, es decir, mitos, capaces de cristalizar energías colectivas, hablar a lo profundo
de las personas y movilizar multitudes.

Más aún. La antropología y la filosofía de las formas simbólicas nos convencieron de que el
mito constituye una forma autónoma de pensamiento, diferente de la razón. Es tan legítima como
cualquier otra. Constituye una expresión de la inteligencia emocional, distinta de la inteligencia
funcional. Esta informa sobre objetos; es utilitaria, calculadora e instrumental, es el arma de la
ciencia y de la técnica, imprescindible del funcionamiento de la vida en su día a día. Aquella, la
inteligencia emocional, utiliza imágenes, símbolos, parábolas, cuentos y mitos para evocar
sentimientos profundos, expresar lo que da sentido y valor al ser humano. Ella toca el corazón y
provoca emociones. Los poetas, los maestros religiosos y espirituales como Jesús, Isaías, Mahoma,
Buda, el místico Sufi Rumi, el Papa Juan XXIII, el Dalai Lama y otros utilizan la inteligencia emocional.
Así hacen también los medios de comunicación modernos, especialmente las estrategias de
marketing y propaganda.
Normalmente el mito se comunica mediante narrativas que utilizan símbolos y
representaciones poderosas como dioses y diosas, confrontaciones entre el cielo y la tierra para
expresar situaciones o historias verdaderas cargadas de dramaticidad y significación, vividas desde
siempre por la humanidad o procuran explicar el surgimiento de realidades que, para ciertas
comunidades, tiene especial significación y valor, como el nombre de un lugar, la importancia de un
cierto animal, de una montaña o de cierto comportamiento ejemplar, para el bien o para el mal. El
mito configura siempre representaciones de la consciencia colectiva, dichas y redichas en cada
generación.

Bien decía Joseph Campbell, maestro contemporáneo de la compresión de los mitos: “Los
sueños son mitos privados; los mitos son sueños compartidos”. No sin razón, el fundador de la
psicología de las profundidades Carl Gustev Jung (1875 - 1961) entendía los mitos como
concientización de arquetipos del inconsciente colectivo. Explicando: los mitos representan la
emergencia de imágenes de las grandes experiencias, de sueños y temores (arquetipos) que la
humanidad elaboró históricamente en su largo proceso de individualización. Ellas surgen en la
conciencia de las personas y las colectividades. Conocen metamorfosis que desdoblan virtualidades
escondidas, garantizándoles actualidad histórica. Ellos ayudan a entender la universalidad de ciertas
experiencias y señalan hacia las variadas travesías que caracterizan la aventura humana.

2. EJEMPLOS DE MITOS Y FÁBULAS EJEMPLARES.

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Para ilustrar esas reflexiones teóricas nada mejor que dar dos ejemplos concretos de mito en el
sentido que explicamos arriba, uno de los griegos y otro de los pueblos de la selva brasilera.
Conocido es el mito griego de Eros, dios del amor. Notoriamente el amor es la fuerza más
originaria del universo. Según el mito, el amor es anterior al cielo y la tierra. En su versión más
antigua Eros nació del Caos y de la Noche. Por lo tanto, de una realidad anterior y más originaria. La
noche puso un huevo fecundado. De el nació Eros, el amor. De las dos mitades de la cáscara
nacieron el Cielo (Urano) y la Tierra (Seia).
Por la fuerza de Eros, el Cielo y la Tierra se apasionaron, se unieron y generaron las diversas
cosas existentes en el mundo. Esas cosas, a su vez, también de atraen y se aman. Buscan unirse por
el amor. Eros pues es responsable por la diversidad (cielo y tierra y todos las cosas) y al mismo
tiempo, por la unidad de todas las cosas (atracción que todo, personas y cosas sienten unas por las
otras).

Bellísimo es también el mito Tupi de la Yuca, alimento básico de varias culturas indígenas. Se
cuenta que un día cierto cacique tuvo una linda nietita. Su piel era blanca como la nube más blanca.
Mandi era su nombre. Todos quedaron intrigados y amedrentados cuando vieron el color de la piel
de Mandi. En la tribu las miradas se cruzaban comparando el castaño dorado de sus pieles con la
blancura de la linda niña y creyeron que el hecho significaba un triste presagio. Pidieron entonces al
cacique, sin medias palabras, que hiciese desaparecen a su nietita. El, entre tanto, lleno de amor y
compasión fue postergando tal crueldad día tras día. Hasta que en el silencio de una cierta noche,
aún de madrugada, fue al río llevando a la nietita. La lavó cuidadosamente. Al día siguiente reunió a
la tribu y dijo con voz fuerte para no tolerar objeciones: los espíritus recomendaron que Mandi se
quede entre nosotros y que sea bien tratada por todos los de la tribu. Los indios, aún dudando
obedecieron y acabaron resignándose. Con el pasar del tiempo. Mandi fue creciendo con tanta
gracia que todos olvidaron el mal presagio y acabaron por ser cautivos por ella. El cacique estaba
orgulloso y feliz. Pero un día, inesperadamente, Mandi murió. Los padres sabiendo cuanto la amaba
el abuelo – cacique, la enterraron en su aldea Pero él inconsolable, se cerró en su dolor y nada
hacia, sino llorar. Lloraba día y noche sobre la tumba de su querida Mandi. Tantas y tantas fueron
las lágrimas que del suelo brotó una plantita. Los pájaros venían a picarla y quedaban embriagados.
Cuenta el mito que un día la tierra se abrió para dejar mostrar las bellas raíces de la planta nacidas
del llanto del abuelo. Los indios respetuosos las cogieron y vieron luego que eran blanquísimas
como la piel de Mandi y, al comerlas percibieron que eran deliciosas. Y así fue que aquellas raíces se
hicieron el principal alimento de los indios tupi. Llamaron entonces a las raíces “Mandioca” que
significa “el cuerpo de Mandi”.

Como se desprende de estos dos ejemplos, el mito quiere expresar valores de gran irradiación
que no pueden ser adecuadamente expresados por conceptos. Se crean entonces, historias. Las
historias son narrativas cargadas de emoción, de símbolos y representaciones para dar razones al

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misterio del amor y a la importancia de la yuca en la dieta de los pueblos de la selva. Esa es la
riqueza del mito. Cada uno se encuentra a sí mismo en los grandes mitos o encuentra razones para
realidades tan fundamentales como el amor y la comida.

Algo parecido ocurre con el cuidado. El cuidado es tan importante para la vida humana y para la
preservación de todo tipo de vida, que dio origen a una fábula - mito. Fue personalizado, se hizo un
ser concreto. Como tal, el cuidado moldea la arcilla. Conversa con el cielo (Júpiter) y la tierra
(Tellus). Convoca a la autoridad del dios del cielo y de la tierra que fundó la edad de oro y la utopía
absoluta del ser humano (Saturno). La fábula - mito del cuidado elaborada por Higino quiere
explicar el sentido del cuidado para la vida humana. En su surgimiento actuarán las fuerzas
universales más importantes: el cielo (Júpiter), la tierra (Tellus) y la historia y la utopía (Saturno).

Ella recoge también una experiencia testificada en muchas culturas de occidente y de oriente:
la creación del ser humano a partir del barro de tierra, plasmado partiendo del humus que significa
tierra fértil. De humus deriva su nombre: hombre, hijo e hija de la tierra fecunda (humus), como
bien lo dice el relato. Algo semejante indican los dos primeros capítulos del Génesis: Adan es hecho
del barro de la tierra. La palabra hebraica para tierra es Adamah. De “Adamah” viene “Adan” que
significa el hijo y la hija de la tierra.

La fábula - mito testifica también que el ser humano no puede se interpretado solo a partir de
la tierra (tellus). El posee algo del cielo, de lo divino (Júpiter). Por eso el relato cuenta que ese barro
no permaneció inerte. Recibió de la divinidad el principio de la vida, el espíritu. Sólo entonces es
realmente un ser humano completo. Es Júpiter, la divinidad suprema, quien le infunde
espiritualidad. Cabe preguntar para comprender mejor: ¿quién es Júpiter? ¿Quién es Tellus?

3. LA DIMENSIÓN CIELO: JÚPITER


Júpiter es la divinidad central de la religión romana. Es el Dios creador del cielo y de la tierra, de
los dioses y de los seres humanos. Tal vez la filosofía de la palabra Júpiter nos revele la experiencia
que oculta su nombre. Por detrás de la palabra Júpiter se esconde la partícula Jou proveniente del
sánscrito “dew” que significa luz, brillo y claridad. “Piter”, presente en Júpiter, es la fórmula antigua
de “pater”, padre. Júpiter significa entonces el padre y el señor de la luz. De la raíz sánscrita dyew
subyacente a la lengua griega, latina, germánica, céltica y lituana, provino Dios y día. Dios en este
contexto se remite a una experiencia de luz. La luz con su brillo y calor constituye una de las
experiencias generadora de la psiquis. Ella corporifica el sentido y la alegría de vivir, de distinguir en
la multitud el rostro de la persona amada, de ver el esplendor de la naturaleza y de las estrellas, de
identificar un canino y de librarse de la angustia de la oscuridad y de la incertidumbre. Desear un

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“buen día” a alguien significa, originariamente, desearle un buen Dios y mucha luz en su camino.
¿Quién conserva hoy en día todavía esa memoria sagrada, presente en una expresión tan corriente
como “buen día”?

Júpiter se manifestaba en la vivencia religiosa de los romanos por el resplandor del día y
también por los rayos, relámpagos y truenos en las tempestades (Júpiter Tronante). Fue en este
contexto que Júpiter se sincretizó con Zeus, el Dios mayor del panteón griego, pues poseía la misma
significación. El nombre de Zeus se deriva también del sáncrito “dyew pitar” o también “dyaus
pitar” significando el padre del cielo luminoso y del día lleno de sol.
La agricultura depende en mucho de la luz y de los fenómenos atmosféricos como del frío y del
calor, de la lluvia y del viento. Por eso Júpiter era venerado como el protector y promotor de la
agricultura. De la agricultura, ayer como hoy, proviene la alimentación para la vida. Júpiter tiene
que ver con la producción y reproducción del misterio de la vida. Y era así venerado como la
divinidad central.

Como representante el Dios supremo, los emperadores romanos se ponían bajo su protección o
hasta pretendían representar su poder, su justicia, su derecho. Algunos se sentían como Augusto
(63 ac – 14 dc) e irónicamente Neron (37 – 68 dc), la encarnación del Dios Júpiter.

Cuando Júpiter aparece en la fábula - mito, viene presentado como el creador y donador de
vida y de espíritu. El configura la plenitud de la divinidad, es decir de la dimensión trascendente de
la realidad.

4. LA DIMENSIÓN TIERRA: TELLUS/TIERRA


En la fábula - mito de Higino tiene especial importancia la diosa Tellus/tierra. En todas culturas,
también en la tradición greco - romana, la tierra constituye uno de los mitos centrales. Ella recibe
muchos nombres: Gaia/Tellus, Demeter/Ceres, Histia/Vesta, como luego explicaremos a
continuación.

Importa antes que nada, constatar que en los más antiguos testimonios del período paleolítico,
cuando estaba en vigor el matriarcado, por lo tanto hace más de 40 siglos, se representaba el
universo como una gran madre, “Mater Mundi”. Ella por si misma y sin concurso de nadie,
generaba todo: los cielos, los dioses, los seres humanos y todos los demás entes de la naturaleza. La
cabeza de este organismo vivo esa figurado por el cielo estrellado; el busto, por la tierra donde se
encuentra la vida humana, y debajo, por el “anus mundi” (el ano del mundo), o lugar del infierno.
En una etapa posterior, bajo la égide del patriarcado, a partir del neolítico, por lo tanto 10 mil
años atrás, se elabora una representación más reducida. La tierra ya no es considerada como la

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realidad total. Ella es una parte de la realidad junto con la otra, el cielo. Representa la Gran Madre
(Magna Mater - Bona Mater) aquí abajo, esposa del Gran Padre allá encima en el cielo. Como toda
madre humana, ella genera, nutre, defiende y continuamente da vida. Siempre se compone y
contrapone a la otra parte del todo, al Padre del Cielo (Pater Coelorum). Pero del casamiento entre
el cielo y la tierra se originan todas las cosas. El cielo representa el principio masculino, el semen, la
simiente y el elemento organizador. La tierra, el principio femenino, el útero que recibe el semen, el
elemento acogedor. Ambos, a su manera, son principios activos.

Tres figuras mitológicas representaban, en la imaginación greco - romana que subyace a


nuestra cultura occidental, el misterio de la tierra: en la versión griega Gaia, Demeter y Hestia y sus
correspondientes romanos, Tellus, Ceres y Vesta. Ellas tienen que ver con experiencias que nosotros
también hacemos hoy. Gaia/Tellus (o también Geia, combinación de ge = tierra y aia = grande. De
donde resultó la alteración Gaia o Geia), la Gran Madre representaba el planeta tierra como un todo
vivo y productor de vida.

Demeter/Ceres representaba la parte cultivada de la tierra. Aquí entra la colaboración humana


con el trabajo y el arte del cultivo. Era la diosa de las siembras. De Ceres nos viene la palabrea
cereales.

Finalmente Hestia/Vesta simbolizaba aquella parte de la tierra que reservamos y delimitamos


para construir el hogar humano. En toda casa romana había en el centro el fuego que ardía día y
noche. Era la señal de hestia, de que en la casa había vida, comodidad y acogida.

Gain/Tellus, Demeter/Ceres y Hestia/Vesta eran las referencias afectivas por las cuales los
griegos y los romanos elaboraban su ecología, vale decir, su relación reverente con el medio
ambiente. Todo estaba cargado de respeto y veneración pues veían las cosas no como simples cosas
inertes, sino llenas de irradiación y de significado. La tierra en las varias expresiones de Grande
Madre, de Tierra cultivada y de hogar, era sentida como un organismo vivo. Este no puede ser
violado y depredado. Caso contrario, se venga a través de tempestades, rayos, sequías, incendios,
terremotos y volcanes.

El ser humano mantenía una relación de veneración y de temor frente a la Madre Tierra. Este
sentimiento nunca se perdió totalmente en la humanidad. Siempre hubo espíritus sensibles a la
magia y al encantamiento de la naturaleza aún en la época de la ciencia moderna que quitó lo
sagrado al mundo y lo redujo a un baúl de recursos para ser explotados por la tecnología. En los días
actuales ese sentimiento resurge a partir de las así llamadas ciencias de la tierra. Ellas tienden
también a ver más y más la tierra como Gaia, un superorganismo vivo altamente organizado y con
un equilibrio sutil, siempre frágil y siempre por rehacer. Tal es la teoría de Gaia, propuesta por el

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científico de la NASA, James Lovelock, como una nueva (en verdad, antigua) forma de vez la tierra,
como organismo vivo. A partir de datos científicos y empíricos él y otros quieren expresar lo mismo
que los mitos originarios expresaban por vía de la intuición y de la comunión: la tierra está viva y
produce todas las formas de vida.

En la fábula - mito de Higino, la tierra surge reivindicando su más alta ancestralidad. Ella
proveyó a Cuidado el material donde moldeó al ser humano, la arcilla. La diosa Terra – Tellus
representa la dimensión tierra la perspectiva imanente de la realidad.

5. LA DIMENSIÓN HISTÓRICA Y UTOPÍA: SATURNO


Al final, para poner término al conflicto entre el cielo (Júpiter) y la Tierra (Tellus). Saturno es
convocado. ¿Quién es él? ¿Por qué precisamente Saturno y no otro Dios? ¿No es Júpiter, el dios
supremo? Se supone que Saturno está encima del propio Júpiter, pues debe mediar en la disputa en
que está involucrado Júpiter. Efectivamente así es, como luego veremos.
El mito de Saturno es uno de los más complejos de la mitología antigua. En el se sincretizan y se
sobreponen muchas vertientes mitológicas, itálicas, etruscos, griegas, órfico-pitagóricas y romanas.
Esta complejidad revela, su profunda significación para entendimiento de la vida humana. Aquí
resaltamos apenas aquellos aspectos que interesan a la fábula - mito de Higino.

Una primera indicación de su significado original se deriva del propio nombre Saturno. Viene de
“Satus” que significa sembrado, del verbo “Sercre”, sembrar y plantar. Saturno es el Dios de las
sementeras y de la agricultura, Dios típicamente itálico y mediterráneo. Su importancia se traduce
por la mayor de todas las fiestas romanas, las “Saturnales”. Eran un verdadero carnaval. Todo
paraba: los trabajos, las escuelas, los tribunales, la aplicación de las penas. Lo que normalmente en
los otros días era prohibido, en la semana de las Saturnales, era permitido. En las fiestas saturnales
se invertían los papeles: los esclavos se vestían de señores y éstos los servían. Comiendo, bebiendo,
danzando y cantando se organizaban desfiles carnavalescos bajo la batuta del “Rey Saturnalicio”
(princeps saturnalicius), verdadero Rey Momo, escogido anualmente.

Se anticipaba la gran utopía política de la humanidad: el encuentro por el camino de la fiesta y


del inconsciente colectivo, con el mito de la edad de oro y del paraíso perdido. Según este mito,
originalmente no había clases, ni leyes, ni crímenes, ni prisiones; todas vivían en plena libertad, en
justicia, paz, superabundancia y alegría, como hermanos y hermanas en casa. Esa memoria
bienaventurada nunca se perdió en la consciencia de la humanidad, hasta los días de hoy sea
proyectada en el pasado, a ser rescatada, ya sea en el futuro, a ser construida. Esa utopía moviliza
movimientos, crea ideologías y alimenta lo imaginario de los seres humanos que no se cansan de
soñar con un futuro reconciliado e integrado de la sociedad humana. Una sociedad y los ciudadanos

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no pueden vivir sin una utopía. Caso contrario, se hacen víctimas de portadores mezquinos de
poder, que hacen uso de él en beneficio propio, sin perspectivas de bienestar para todos. El dios
Saturno incorporaba todos esos valores. Y eran celebrados en una fiesta que rememoraba la edad
de oro. Los carnavales modernos, especialmente en el Brasil, guardan todavía esa memoria antigua.

A causa de estas fiestas, el Dios Saturno de los romanos fue sincretizado con el Dios Cronos de
los griegos. Cronos era el Dios antiguo de la utopía originaria de la sociedad feliz. Para Cronos se
celebraban también fiestas con el mismo sentido de rescate de la edad de oro, de libertad, de
igualdad fraterna y de inversión de papeles. Eran las “Cronia”, equivalentes a las “Saturnalia”.
Cronos/Saturno era el Dios antiguo anterior a Júpiter, fue el primer rey de los dioses, señor del cielo
y de la tierra. Reinaba en las islas Fortunas. Allí vivían los bienaventurados en un reino de paz, de
justicia, de jovialidad y de abundancia: la edad de oro en la cual los ríos eran de leche y de néctar y
donde la tierra producía todo sin trabajo y sudor de los campesinos. Esa edad de oro es cantada por
el poeta romano Ovidio (43 ac – 17 dc) como “la primavera eterna donde los cientos con su hálito
suave acariciaban las flores nacidas sin necesitar de semilla”.

El mito de la edad de oro, presidida por Cronos/Saturno, representa la utopía mayor, el ideal de
la humanidad socialmente integrada. Como tal fue asumida por el filósofo Platón en su compresión
de la política y las leyes. Solamente seres superiores y divinos como Cronos/Saturno, pensaba
Platón, evitan el despotismo inherente a los portadores humanos de poder y garantizan la felicidad
de la especie humana. Cronos/Saturno es el arquetipo del gobernante sabio, del legislador justo y
del rey magnánimo.

Después de Cronos/Saturno vino la separación entre los dioses y diosas en el cielo y los seres
humanos en la tierra, el orden social jerarquizado, surgieron las clases, la lucha por el poder y la
historia perturbada de los tiempos de paz y de guerra: la edad de fiero y bronce.

La ancestralidad de Saturno/Cronas lo colocaba fuera de la concurrencia con Júpiter/Zeus. Es


por ese título de Dios antiguo, sabio y justo, el Dios del tiempo y la utopía, reinando más allá de
cualquier conflicto, en la edad de oro, él que fue convocado para dirimir la cuestión entre la tierra
(Tellus) y el cielo (Júpiter) a propósito del nombre a ser dado al ser humano.

Hay otro elemento que posiblemente resuena en la fábula - mito del cuidado esencial: la
identificación de Saturno - Cronos con el tiempo. De hecho Chrono con “h” significa en griego,
tiempo. Esa semejanza de las palabras Cronos y Chronos, hizo que el Dios Cronos personalizase el
tiempo. Saturno, identificado con Cronos, pasó también a simbolizar el tiempo. El Dios
Cronos/Saturno asume, entonces, el papel que el tiempo posee: todo crea, todo siega, todo devora;

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todo está sometido a él; es soberano sobre el destino de las personas. Esto significa que el ser
humano se encuentra enredado en el tiempo; está lanzado en la duración temporal; es un ser
histórico que tiene pasado, presente y futuro y que construye su identidad en el transcurso del
tiempo, animado por una utopía de integración, la edad de oro.

El ser humano es, simultáneamente, utópico e histórico - temporal. El carga en sí la dimensión


Saturno junto con el impulso para el cielo, para la trascendencia, para el vuelo del águila (Júpiter).
En él se revela.

También el peso de la tierra, de la inmanencia, el escarbar de la gallina (tellus). Es por el


cuidado que él mantiene esas polaridades unidas y hace de ellas material de construcción de su
existencia en el mundo y en la historia. Por eso el cuidado es cuidado esencial.

CAPÍTULO VI
DIMENSIONES DEL CUIDADO

Después de conseguir los datos más seguros acerca de los actores de la fábula – mito del cuidado y
descifrar lo que se oculta detrás de ellos, lo importante es profundizarlos existencialmente. ¿Qué se
esconde, en términos de experiencia de vida y de sentido, por detrás de las figuras Júpiter, Tierra y
Saturno?

Ya lo mencionamos antes; pero ahora intentaremos identificar sus contenidos con más detalle:
no se trata de seres autónomos como si fuesen subsistentes e independientes de nosotros. Ellos existen
apenas como metáforas para expresar dimensiones profundas del humano, difíciles de ser traducidas en
el simple lenguaje conceptual. Son también denominados centros energético – espirituales o arquetipos
seminales que estructuran la vida en su realización histórico– social. Otros dicen que son
concentraciones privilegiadas del espíritu universal. Este llena el universo de razón y de propósito y hace
de nosotros órganos de su aparición y comunicación en el tiempo.

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Sea como fuese, digamos luego en el inicio: esas energías espirituales, esas condensaciones de
la profundidad humana, esos arquetipos ancestrales por más metafóricos que sean, nunca pierden su
conexión con cierto contenido histórico – social. No son solo proyecciones de nuestra imaginación sin
raíces en la realidad, ni son simples matrices mentales, como tienden a interpretarlos algunos
representantes de la tradición sicoanalítica. En verdad, son las dos cosas. Tales realidades lanzan sus
raíces en las experiencias ancestrales, comunitarias y socio – políticas de la humanidad. Allí se formaron
y se estructuraron. Y fueron depositadas en el inconciente colectivo donde viven. Por otro lado, ellas se
actualizan continuamente a medida que se confrontan con realidades históricas nuevas. Forman síntesis
entre la arqueología exterior (objetividad relacionada) y la arqueología interior (subjetividad religada).
De allí se deriva su alta significación interpretativa y crítica para los días actuales.
En términos concretos y no figurativos: ¿qué queremos decir cuando hablamos de Júpiter,
Tierra y Saturno?

1. TIERRA: LA DIMENSIÓN MATERIAL Y TERRENAL DE LA EXISTENCIA


Vamos a enfocar en primer lugar a la tierra. El ser humano, en las varias culturas y fases
históricas, reveló esa intuición segura: pertenecemos a la tierra; somos hijos e hijas de la tierra;
somos Tierra. De allí que hombre viene de humus. Venimos de la tierra y a ella volveremos. La tierra
no está frente a nosotros como algo distinto de nosotros mismos. Tenemos la tierra dentro de
nosotros. Somos la propia tierra que en su evolución llegó a la etapa de sentimiento, de
comprensión, de voluntad, de responsabilidad y de veneración. En una palabra: somos la Tierra en
su momento de auto - realización y autoconciencia.

Inicialmente no hay, pues, distancia entre nosotros y la tierra. Formamos una misma realidad
compleja, diversa y única. Fue lo que testificaron varios astronautas, los primeros en contemplar la
tierra desde fuera de la tierra. Nos dijeron enfáticamente: desde aquí en la Luna o a bordo de
nuestras naves espaciales no notamos diferencia entre la Tierra y la humanidad, entre negros y
blancos, demócratas o socialistas, ricos y pobres. Humanidad y Tierra formamos una única realidad
espléndida, reluciente y al mismo tiempo frágil y llena de vigor. Esta percepción no es ilusoria. Es
radicalmente verdadera.

Dicho en términos de la moderna cosmología: estamos formados con las mismas energías, con
los mismos elementos físico – químicos, dentro de la misma red de relaciones de todo con todo que
actúan hace 15 billones de años, desde que el universo, dentro de una inconmensurable
inestabilidad (big – bang = inflación y explosión) emergió en la forma que hoy conocemos.
Conociendo muy poco esta historia del universo y de la tierra, estamos conociéndonos a nosotros
mismos y a nuestra ancestralidad.

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A) El Teatro Cósmico
Cinco grandes actos estructuran el teatro universal en el cual somos co – actores.

El primero es el “cósmico”: irrumpió el universo aún en proceso de expansión; en la


medida que se expande se auto – crea y se diversifica. Nosotros estábamos allá en las
probabilidades contenidas en ese proceso.

El segundo es el “químico”: en el seno de las grandes estrellas rojas, los primeros cuerpos a
densificarse, se formaron hace por lo menos 10 billones de años todos los elementos pesados
que hoy constituyen cada uno de los seres, como el oxígeno, el carbono, el silicio, el nitrógeno,
entre otros. Con su explosión, tales elementos se dispersaron por todo el espacio y
constituyeron las galaxias, las estrellas, la tierra, los planetas y los satélites de la actual fase del
universo. Y estos elementos químicos circulan por todo nuestro cuerpo, sangre y cerebro.

El tercer acto es el “biológico”: de la materia que se constituye y se enrolla sobre sí misma


en un proceso llamado “autopoiese” (auto – creación y auto - organización) irrumpió hace 3,8
billones de años, la vida en todas sus formas; atravesó profundas diezmaciones pero siempre
subsistió y vino hasta nosotros en su inconmensurable diversidad.

El cuarto es el “humano”, subcapítulo de la historia de la vida. El principio de complejidad y


de auto – creación encuentra en los seres humanos inmensas posibilidades de expansión. La
vida humana floreció cerca de 10 millones de años atrás en África. A partir de ahí, se difundió
por todos los continentes hasta conquistar los confines más remotos de la tierra. Mostró gran
flexibilidad, se adoptó a todos los ecosistemas, de los más gélidos en los polos a los más
tórridos en los trópicos, en el suelo, en el subsuelo, en el aire y fuera de nuestro planeta, en las
naves espaciales y en la Luna.

Sometió a las demás especies, menos a la mayoría de los virus y las bacterias. Fue el triunfo
peligroso de la especie “homo sapiens y demens”.

Al final, el quinto acto es el “planetario”: la humanidad que estaba dispersa, está volviendo
a la casa común, al planeta Tierra. Se descubre como humanidad, con el mismo origen y el
mismo destino de todos los demás seres y de la Tierra. Se siente como la mente consciente de
la Tierra, un sujeto colectivo, para más allá de las culturas singulares y de los Estados –
Naciones. A través de los medios de comunicación globales, de la interdependencia de todos
con todos, está inaugurando la fase planetaria, una nueva etapa de su evolución. A partir de

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ahora, la historia será la historia de la especie homo, de la humanidad unificada e
interconectada con todo y con todos.

Sólo podemos entender al ser humano si lo conectamos con todo ese proceso universal; en
él los elementos materiales y las energías sutiles conspiraron para que él lentamente fuese
siendo gestado y finalmente; pudiese nacer.

Ciertamente no somos el único planeta vivo en nuestra galaxia. Se presume que en el


universo existan algunos millones de planetas en condiciones de tener vida y de seres vivos.
Más aun, probablemente somos solo un universo al lado y junto con otros innumerables
universos. Estaríamos ante un pluriuniverso en lugar de un universo. No estaríamos solos.

Entretanto, el hecho de que somos inteligentes implica la convergencia de ciertas


condiciones particulares sin las cuales no estaríamos aquí hablando de todo eso. Igual el
surgimiento de la vida exige la colaboración de ciertos elementos relativamente pesadas como
el carbono, el oxígeno, el nitrógeno y el silicio. Ahora, estos elementos como tales no existían
en el caldo primordial, estaban allá apenas potencialmente. Solo los materiales leves como el
hidrógeno y el helio fueron sintetizados en el universo originario. Los demás tuvieron que
esperar billones de años, hasta el surgimiento de las grandes estrellas rojas, en cuyo seno se
formaron. Pero no todos los planetas conservaron los elementos pesados necesarios para el
surgimiento de la vida. Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, por ejemplo, están constituidas
fundamentalmente de hidrógeno y helio y así impropios para el tipo de vida que conocemos.

La tierra en ese contexto, presenta singularidades sorprendentes. Ella tiene una


iluminación solar ni demasiado débil como Marte, ni demasiado fuerte como Venus y Mercurio.
Es el único planeta que posee gran cantidad de agua líquida. Demuestra regularidad de
temperatura, ritmos de evolución y suficiente estabilidad para conservar el agua en estado
líquido, propiciando condiciones excelentes para el surgimiento de seres complejos y vivos. Si la
tierra tuviese una órbita demasiado elíptica que nos alejase y periódicamente nos aproximase
al sol, o si perteneciese a una estrella doble, dificultaría, quien sabe hasta imposibilitaría la
existencia de la vida en la tierra.

La existencia de Gaia y nuestra propia vida están ligadas innegablemente al hecho de que
pertenecemos a un sol de luminosidad media, a 150 millones de kilómetros de distancia de la
tierra, situado en la periferia de una galaxia espiral media. El tipo de biosfera existente así
como la estructuración biológica observada en los ecosistemas sólo pueden desarrollarse bajo
determinadas exigencias. Concretamente esto significa que nosotros, sea como Tierra, sea
como personas humanas, aunque situados en un canto irrisorio de nuestro sistema galáctico y

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universal tenemos que ver con el todo. El todo conspiró para que nosotros existiésemos y
hubiésemos llegado hasta aquí.

B) ¿Qué significa ser tierra?


¿Qué significa concretamente, además de nuestra ancestralidad, nuestra dimensión Tellus
– Tierra?

En primer lugar significa que tenemos elementos Tierra en el cuerpo, en la sangre, en el


corazón y en el espíritu. De esa constatación resulta la consciencia de profunda unidad.

En un segundo momento, podemos pensar la Tierra, entonces, si nos distanciamos de ella


para poder verla mejor, ese distanciamiento no rompe nuestro cordón umbilical con ella. Haber
olvidado nuestra unión con la tierra dio origen al antropocentrismo, en la ilusión de que por el
hecho de pensar la Tierra, podemos con justa razón colocarnos sobre ella para dominarla y
para disponer de ella a nuestro placer.

Por sentirnos hijos de la Tierra, la vivenciamos como Madre generosa. Ella es un principio
generativo. Representa lo femenino que concibe, gesta y da a luz. Emerge así el arquetipo de la
Tierra como Gran Madre, Pacha Mama y Mama. De la misma forma que todo genera y entrega
a la vida, ella también acoge todo y recoge todo en su seno. Al morir volvemos a la Madre
Tierra Regresamos al útero generoso y fecundo. El Feng – shui, la filosofía ecológica china que
analizaremos más adelante, presenta un grandioso sentido de la muerte como unión al Tao que
se manifiesta en las energías de la naturaleza. Durante la vida podemos sintonizarnos de tal
forma con el Tao y con los ritmos de la naturaleza que, en verdad, escapamos de la muerte
definitiva; por la muerte cambiamos de estado para volver a vivir en el misterio profundo de la
naturaleza, donde todos los seres regresan y de donde todos los seres vienen.

Sentir que somos Tierra nos hace tener los pies en el suelo. Nos hace desarrollar nueva
sensibilidad para con la Tierra, su frío y calor, su fuerza a veces amenazadora a veces
encantadora. Sentir la Tierra es sentir la lluvia en la piel, la brisa refrescante en el rostro, el
tifón avasallador en todo el cuerpo. Sentir la Tierra es sentir la respiración hasta las entrañas,
los olores que nos embriagan o nos fastidian. Sentir la Tierra es sentir sus nichos ecológicos,
captar el espíritu de cada lugar, insertarse en un determinado lugar, donde se habita.
Habitando, nos hacemos, en cierta forma, prisioneros de un lugar, de una geografía, de un tipo
de clima, de régimen de lluvias y vientos, de una manera de morar y de trabajar y de hacer

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historia. Ser Tierra es ser concreto, concretismo. Configura nuestro límite. Pero también
significa nuestra base firme, nuestro punto de contemplación de todo, nuestra plataforma para
poder alzar vuelo más allá de este paisaje y de este pedazo de tierra.

Finalmente, sentirse Tierra es percibirse dentro de una compleja comunidad con sus otros
hijos e hijas. La Tierra no solo nos genera a nosotros los seres humanos. Produce gran cantidad
de microorganismos que componen el 90% de toda la red de la vida, produce los insectos que
constituyen la biomasa más importante de la biodiversidad. Produce las aguas, la capa verde
con la infinita diversidad de plantas, flores y frutos. Produce la diversidad incontable de
animales, nuestros compañeros dentro de la unidad sagrada de la vida, porque en todos están
presentes los 20 aminoácidos que entran en la composición de la vida. Para todos produce las
condiciones de subsistencia, de evolución y de alimentación, en el suelo, en el subsuelo, en las
aguas y en el aire. Sentirse Tierra es sumergirse en la comunidad terrenal, en el mundo de los
hermanos y hermanas, todos hijos e hijas de la grande y generosa Madre, la Tierra.

En el paleolítico esta percepción de que somos Tierra constituyó la experiencia – matriz de


la humanidad. Esta produjo una espiritualidad y una política.

Primero una espiritualidad: comenzando por África hace algunos millones de años,
especialmente partiendo del Sahara, cuando era todavía una tierra verde, rica y fértil, pasando
por toda la cuenca del Mediterráneo, por la India y por la China, predominaban las divinidades
femeninas, la Gran Madre Negra y la Madre Reina. La espiritualidad era de una profunda unión
cósmica y de una conexión orgánica con todos los elementos como expresiones del todo.

Al lado de esta espiritualidad surgió, en segundo lugar, una política: las instituciones
matriarcales. Las mujeres formaban los ejes organizadores de la sociedad y la cultura. Surgieron
sociedades sagradas, atravesadas de reverencia, de enternecimiento y de protección a la vida.
Hasta hoy cargamos la memoria de esta experiencia de la Tierra – Madre, en la forma de
arquetipos de una insaciable nostalgia por integración, inscrita en nuestros propios genes. Los
arquetipos en nosotros rememoran un pasado histórico real que forcejea por ser rescatado y
por ganar todavía vigencia en la vida actual.

El ser humano necesita rehacer esa experiencia espiritual de fusión orgánica con la tierra a
fin de recuperar sus raíces y experimentar su propia identidad radical. El necesita también
resucitar la memoria política de lo femenino para que la dimensión del “ánima” entre en la
elaboración de políticas con más equidad entre los sexos y con la mayor capacidad de
integración.

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2. CIELO: LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL Y CELESTIAL DE LA EXISTENCIA

El cielo está constituido por todo aquello que está encima de nuestras cabezas; la vía láctea, las
miríadas de estrellas, las galaxias, en una palabra el espacio profundo e infinito. Hasta
recientemente se imaginaba el cielo inmutable y eterno. Hoy, con el acumulo de observaciones
astronómicas y con la utilización de tecnologías e instrumentos cada vez más sofisticados, sabemos
que el cielo tuvo un origen y está en permanente expansión. Veamos rápidamente la historia del
cielo, pues es también nuestra historia. Nuestra dimensión espiritual y trascendente se encuentra
anclada en la experiencia de cielo.
Tiene vigor el consenso en la comunidad científica según lo cual todo, también el cielo, se
originó de una inmensa explosión (big bang) 15 billones de años atrás. Inicialmente no había ni
moléculas, ni átomos, ni patrones, ni las cuatro interacciones fundamentales. Había un caldo
informe y concentradísimo con cerca de 10 billones de grados de calor. Sin algún porqué, ese punto
densísimo de energía y de materia originaria se infló y explosionó. Produjo luz y calor de intensidad
inimaginable. Elementos primordiales fueron lanzados en todas direcciones. No había ningún
espacio dentro del cual se diese la expansión. El espacio y el tiempo surgieron con la gran explosión,
pues fue la expansión la que los creó.

Junto con el proceso de expansión se dio también el creciente enfriamiento. En la medida que
se expandía creaba órdenes de seres y relaciones entre ellos cada vez más complejas e
interiorizadas.

Hasta hoy se puede captar el eco de la explosión primordial. Ondas de radio milimétricas (3
grados Kelvin, cerca de 270 grados Celsius negativos) nos llegan uniformemente de todas partes del
universo. Es un fósil de una luminosidad pálida que nos recuerda el inicio de nuestro universo hace
15 billones de años. El enfriamiento del universo puede ser científicamente medido y actualmente
es de 3 grados absolutos, es decir 270 grados Celsius.

Misteriosamente, sólo las cuatro energías primordiales – la gravitacional, la electromagnética,


la nuclear débil y la nuclear fuerte – permanecen inalterables. Actúan siempre sinérgicamente y
articuladas entre sí. Si hubiese pequeñísimas alteraciones, la material inicial se habría dispersado y
ya jamás habría galaxias y estrellas, o entonces continuaría el caos inicial y nunca habrían surgido
órdenes complejas como las conocidas, ni nosotros existiríamos.

Todo indica que el universo es consciente y posee un propósito. Si el quisiera engendrar


armonía, vida en su diversidad y seres capaces de sensibilidad, inteligencia y capaces de sentir,

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amar como nosotros los humanos, entonces debería haber seguido exactamente el curso que
siguió.
¿Qué son estas cuatro interacciones inmutables, ordenadores de todo el movimiento universal,
del proceso de evolución y de nuestro propio equilibrio vital?

No lo sabemos. La ciencia se calla reverente, pero la razón simbólica sospecha y cree que se
encuentra ahí la presencia del Gran Espíritu, de Dios Creador en permanente actividad. El expresa
su grandeza, revela su sabiduría y demuestra su Amor en todo y en cada una de las partes a través
de la interacción conjunta de estas cuatro energías fundamentales, verdaderas leyes de la
naturaleza. Si conocemos las leyes ¿porqué no reconocer un supremo legislador?

Cuando nos referimos al cielo, representamos toda esa inconmensurable y misteriosa realidad.
Ella excede nuestras capacidades. Trasciende nuestras posibilidades de alcanzarla. Y, sin embargo,
siempre queremos llegar allá. Nuestro deseo quiere atravesar los espacios infinitos y alcanzar los
confines del cielo. Seguramente es así porque guardamos la memoria ancestral de nuestros
orígenes celestes. Aunque enraizados en el planeta Tierra, tenemos la mente anclada en el cielo.

Tenemos el cielo dentro de nosotros. El representa la dimensión celestial de trascendencia del


ser humano. Su capacidad de ir más allá de los límites de la Tierra, su esfuerzo incansable de
siempre ascender y subir más y más alto, puede ser interpretado también como la emergencia del
principio masculino, ordenador, descubridor de nuevos horizontes, errante e insaciable frente a
todo lo que está al alcance de su mano.

Esta experiencia uránica (cielo) gestó también, a semejanza de la experiencia telúrica (tierra),
una espiritualidad y una política. Una espiritualidad de ruptura con las raíces, de apertura infinita,
de búsqueda de siempre nuevas visiones. Esa espiritualidad, en su forma extrema, se estructura en
el dualismo: cielo – tierra, encima – abajo, este mundo – otro mundo, deseo – realización. Es propio
de lo masculino hacer esta separación y vivir este dualismo. La dualidad existe y revela la
complejidad de lo real. El dualismo es diferente de la dualidad. El dualismo considera las cosas
separadas, mientras que la dualidad las ve juntas como dimensiones de la misma y única realidad.
La razón instrumental – analítica supone esta separación dualista. Inaugura una división, en su
término falsa, entre el sujeto y el objeto, el yo y el mundo, lo femenino y lo masculino. Intenta
hacer todo objeto de deseo, conquista, posesión y apropiación. Se pone en conflicto con la
experiencia telúrica de conexión vital de todo con todo, dentro del gran todo.

A partir del neolítico comenzaron a predominar los valores de lo masculino, fundando una
nueva política. Los hombres asumieron la hegemonía de la sociedad. Instauraron el patriarcado con
el sometimiento de la mujer y la dominación sobre la naturaleza. La pérdida de la re – ligazón de

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todo con todo es fruto de la cultura patriarcal que no integró las contribuciones anteriores del
matriarcado. Ella subyace en nuestras principales instituciones políticas y religiosas actuales, y
muestra sus límites peligrosos en el descuido con el planeta Tierra, en la falta de cuidado con la vida
en todas sus formas y en el incremento de los conflictos en las relaciones sociales.

¿Cómo buscar una síntesis entre la dimensión cielo (Júpiter) y la dimensión tierra (Tellus)?
¿Cómo articular el enraizamiento en nuestra casa común, la Tierra, con nuestro deseo insaciable
por el infinito, el cielo? Esta es la tensión axial del ser humano, desafío antropológico radical. La
evocación de Saturno nos indicará un camino.

3. HISTORIA Y UTOPÍA: LA CONDICIÓN HUMANA FUNDAMENTAL


La figura mitológica de Saturno representa el arquetipo de la síntesis, la realización de la utopía
de los redimidos y libertos en el hogar y en la patria de la plena identidad. En el reino de Saturno, dioses
y hombres/mujeres convivían en suprema integración, en la justicia, en la benevolencia y en la paz
inalterable. Es una utopía ¿pero sólo utopía?

Lo que constatamos es que el ser humano y la sociedad no pueden vivir sin una utopía. Es decir,
no pueden dejar de proyectar sus mejores sueños ni desistir de buscarla día tras día. Sino hubiese
utopías, imperarían los intereses menores. Todos se enlodazarían en el pantano de una historia sin
esperanza porque siempre está dominada por los más fuertes. La dimensión Saturno, la utopía, al
contrario, destila siempre nuevas perspectivas y establece continuamente mil razones para luchar y
para buscar formas mejores de convivencia. La utopía es la presencia de la dimensión – cielo dentro
de la dimensión – tierra, en los límites estrechos de la existencia personal y colectiva.

Entretanto, la utopía no puede ser utopista. Si así fuese, se transformaría en pura fantasía y
fuga irresponsable de la realidad. Ella debe realizarse en un proceso histórico que intente dar
cuerpo al sueño y construir paso a paso los mil pasos que el camino exige. La historia exige tiempo,
paciencia, espera, superación de obstáculos y trabajos de construcción. Es la dimensión – tierra
haciendo sus exigencias a la existencia humana.

El ser humano vive distendido entre la utopía y la historia. El está en el tiempo donde las dos se
encuentran. No sin razón, Saturno expresaba también la vigencia del tiempo con su soberanía. El
ser humano construye su existencia en el tiempo. Necesita del tiempo para crecer, aprender,
madurar, ganar sabiduría y hasta para morir. En el tiempo vive la tensión entre la utopía que lo
anima a siempre mirar hacia arriba y hacia el frente y la historia real que lo obliga a buscar
mediaciones, dar pasos concretos y mirar con atención hacia el camino y su dirección, sus
bifurcaciones y obstáculos, sus emboscadas y oportunidades.

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Es en la historia, construida en la fuerza de la utopía, que se elabora la síntesis entre las
exigencias de la tierra y los imperativos del cielo. Es en la historia que se crea la oportunidad de una
experiencia total de conexión con el todo (principio femenino) y al mismo tiempo de continua
apertura rumbo al infinito (principio masculino). En última instancia somos un proyecto infinito. Y lo
infinito desequilibra cualquier síntesis. El nos obliga a comprender nuestra condición de sistema
abierto, apto a nuevas incorporaciones y capaz siempre de nuevas sintetizaciones.

¿Cómo hacer posible esa síntesis entre cielo – tierra / utopía - historia? ¿Cómo mantenerla viva,
fecunda y siempre atrayente? Es aquí que invocamos el cuidado. La fábula - mito de Higino nos
enseña por boca del Dios Saturno que el cuidado acompaña al ser humano mientras peregrina por
el tiempo. El cuidado es el camino histórico – utópico de la síntesis posible a nuestra finitud. Por
eso, el ethos es fundamental, la clave descifradora de lo humano y de sus virtualidades.

CAPÍTULO VII
NATURALEZA DEL CUIDADO

Acabamos de poner vigas a las experiencias humanas más axiales escondidas por debajo de la
fábula – mito de Higino, con sus respectivos conceptos básicos. Dejamos atrás la figura del cuidado.
Ahora es tiempo de profundizar en su naturaleza. En Higino, no es visto como una divinidad, sino como

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la personificación de un modo de ser fundamental. Personificación equivale a una divinización en el
sentido que hemos dado a las divinidades mitológicas, pues expresan dimensiones radicales de lo
humano.

Lo que importa es hacer la fenomenología del cuidado. Por fenomenología entendemos la


manera por la cual cualquier realidad, en este caso el cuidado, se vuelve un fenómeno para nuestra
conciencia, se muestra en nuestra experiencia y moldea nuestra práctica. En ese sentido no se trata de
pensar y hablar “sobre” el cuidado como objeto independiente de nosotros, sino de pensar y hablar
“partiendo” del cuidado como es vivido y se estructura en nosotros mismos. No “tenemos” cuidado;
“somos” cuidado. Esto significa que el cuidado posee una dimensión ontológica que entra en la
constitución del ser humano. Es un modo de ser singular del hombre y la mujer. Sin cuidado dejamos de
ser humanos.

En “ser y tiempo” Martin Heidegger (1889 – 1976), por excelencia el filósofo del cuidado
mostró que realidades tan fundamentales como el querer y el desear se encuentran enraizados en el
cuidado esencial. Solamente partiendo de la dimensión del cuidado ellas emergen como realizaciones
de lo humano. El cuidado es “una constitución ontológica siempre subyacente a todo lo que el ser
humano emprende, proyecta y hace; el cuidado suministra preliminarmente el suelo en que se mueve
toda interpretación del ser humano”. Por “constitución ontológica” Heidegger entiende aquello que
entra en la definición esencial del ser humano y estructura su práctica. Cuando habla del cuidado como
“el suelo en que se mueve toda la interpretación del ser humano” señala que el cuidado es el
fundamento para cualquier interpretación del ser humano. Sino nos basamos en el cuidado, no
lograremos comprender al ser humano. Es lo que venimos afirmando a lo ancho y a lo largo de toda
nuestra reflexión y que ahora cabe desdoblar.

1. FILOLOGÍA DE LA PALABRA CUIDADO

Tal vez un primer abordaje del sentido central de cuidado se encuentre en su filosofía. Como
los filósofos nos advierten, las palabras están llenas de significados existenciales. En ellas los seres
humanos acumularon infinitas experiencias positivas y negativas, experiencias de búsqueda, de
encuentro, de certeza, de perplejidad y de penetración en el ser. Necesitamos desentrañar de las
palabras su riqueza escondida. Normalmente las palabras nacen dentro de un nicho de sentido
originario y a partir de ahí se desdoblan otros significados afines. Así parece ser con el origen de la
palabra cuidado.

Según diccionarios clásicos de filología, algunos estudiosos derivan cuidado del latín “cure”.
Esta palabra es un sinónimo erudito de cuidado, usado en la traducción de “ser y tiempo” de Martin

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Heidegger. Con su forma más antigua “cura” en latín se escribía “coera” y era usada en un contexto
de amor y amistad. Expresaba la actitud de cuidado, desvelo, preocupación y de inquietud por la
persona amada o por el objeto de estimación.

Otros derivan cuidado de cogitari – cogitatus y de su alteración “coyedar, coidar, cuidar”. El


sentido de cogitare – cogitatus es lo mismo que cura: cogitar, pensar, poner atención, mostrar
interés, revelar una actitud de desvelo y de preocupación. El cuidado solamente surge cuando la
existencia de alguien tiene importancia para mí. Paso entonces a dedicarme a él, me dispongo a
participar de su destino, de sus búsquedas, de sus sufrimientos y de sus éxitos, en fin de su vida.

Cuidado significa entonces desvelo, solicitud, diligencia, celo, atención, buen trato. Como
decíamos estamos ante una actitud fundamental, de un modo de ser mediante el cual la persona
sale de sí y se centra en el otro con desvelo y solicitud. Conocemos en las lenguas latinas la
expresión “cura d’ almas” para designar al sacerdote o al pastor cuya misión reside en cuidar del
bien espiritual de las personas y acompañarlas en su trayectoria religiosa. Tal diligencia se hace con
cuidado y “esprit de finesse” como conviene a las cosas espirituales.

La actitud de cuidado puede provocar preocupación, inquietud y sentido de responsabilidad.


Así, por ejemplo, decimos: “esa criatura es todo mi cuidado (preocupación)”. El padre Antonio
Vieira, clásico de nuestra lengua escribe: “estos son, amigo, todos mis cuidados (mis inquietudes)”.
Un antiguo adagio rezaba: “quien tiene cuidados no duerme”. Los latinos conocían la expresión
“dolor amoris” (dolor de amor) para expresar la cura, la inquietud y el cuidado para con la persona
amada. O aún: “entregué mi hijo a los cuidados del director de la escuela (lo puse bajo su
responsabilidad).

Por su propia naturaleza, el cuidado incluye dos significados básicos, íntimamente ligados entre
sí. El primero, la actitud de desvelo, de solicitud y de atención para con el otro. El segundo, de
preocupación y de inquietud, porque la persona que tiene cuidado se siente involucrada y
afectivamente ligada al otro.

Con razón, el gran poeta latino Horacio (65 – 8 ac) podía finalmente observar: “el cuidado es el
compañero permanente del ser humano”. Quiere decir: el cuidado siempre acompaña al ser
humano porque éste nunca dejará de amar y desvelarse por alguien (primer sentido) ni dejará de
preocuparse y de inquietarse por la persona amada (segundo sentido). Sino fuera así, no se sentiría
involucrado con ella y mostraría negligencia, apatía por su vida y destino. En el límite, revelaría
indiferencia que es la muerte del amor y del cuidado.

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2. DOS MODOS DE SER EN EL MUNDO: EL TRABAJO Y EL CUIDADO

Los dos significados básicos cogidos de la filología nos confirman la idea de que el cuidado es más
que un acto singular o una virtud al lado de otras. Es un modo de ser, es decir, la forma como la
persona humana se estructura y se realiza en el mundo con otros. Mejor aún: es un modo de ser en
el mundo que funda las relaciones que se establecen con todas las cosas.

Cuando decimos ser en el mundo, no expresamos una determinación geográfica, sino estar en
la naturaleza, junto con plantas, animales y otros seres humanos. Eso puede estar incluido pero la
comprensión de ser en el mundo es algo más amplio. Significa una forma de existir y de co – existir,
de estar presente, de navegar por la realidad y de relacionarse con todas las cosas del mundo. En
esa co – existencia y convivencia, en esa navegación y en ese juego de relaciones, el ser humano va
construyendo su propio ser, su auto – conciencia y su propia identidad.

Fundamentalmente, hay dos modos básicos de ser en el mundo: el trabajo y el cuidado. Ahí
emerge el proceso de construcción de la realidad humana.

A) El modo de ser trabajo


El modo de ser en el mundo por el trabajo, se da en la forma de interacción y de
intervención. El ser humano no vive en una siesta biológica con la naturaleza. Por el contrario,
interactúa con ella, procura conocer sus leyes y ritmos e intervienen en ella para hacer su vida
más cómoda. Es por el trabajo que se hace todo eso. Por el trabajo construye su “habitat”;
adapta el medio a su deseo y conforma su deseo al medio. Por el trabajo prolonga la evolución
e introduce realidades que, posiblemente, la evolución jamás iría a producir, una red de
comunicación por radio y televisión. Por el trabajo, co-pilota el proceso evolutivo, haciendo que
la naturaleza y la sociedad con sus organizaciones, sistemas y aparatos tecnológicos, entren en
simbiosis y co-evolucionan juntas.
En cierta forma el trabajo está presente en el dinamismo de la propia naturaleza. Una
planta o un animal también trabajan en la medida que interactúan con el medio, intercambian
informaciones, se muestran con el medio, intercambian informaciones, se muestran flexibles y
se adaptan en vista de la supervivencia. En el ser humano, sin embargo, el trabajo se
transforma en modo de ser consciente y asume el carácter de un proyecto y de una estrategia
con sus tácticas de plasmación de sí mismo y de la naturaleza.

Primitivamente el trabajo era mas interacción que intervención pues el ser humano tenía
veneración ante la naturaleza solamente utilizaba aquello que precisaba para sobrevivir y hacer
la existencia más segura y placentera.

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El proceso de intervención en la naturaleza comenzó a partir del “homo habilis” entre 2 a
1,6 millones de años cuando entonces se inventó el instrumento. Se volvió una constante a
partir del “homo sapiens” del cual nosotros descendemos directamente, hace cerca de 150 mil
años. Se instituyó como un proceso orgánico a partir del neolítico hace una de 10 mil años, y a
domesticar plantas y animales, proceso que terminó con la tecnociencia de nuestros días.

Fue por el trabajo que los seres humanos formaron las culturas como modelación de sí
mismo y de la naturaleza. Se abrió así el camino para la voluntad de poder y dominación sobre
la naturaleza. Esta se reforzó cuando el ser humano se sintió desafiado por los obstáculos que
encontraba. Aumentó su agresividad y exasperó su industria e ingenio. Comenzó a utilizar la
razón instrumental – analítica que es más eficaz para intervenir con profundidad en la
naturaleza. Este tipo de razón exige “objetividad”, impone un cierto distanciamiento de la
realidad a fin de estudiarla como un objeto para acumular experiencias y enseñorearse de ella.

Cumple enfatizar que los “objetos” no son objetos en si. Son hechos objetos por la razón.
Pues ésta los aísla del medio, los separa de otros compañeros de existencia y los usa para sus
intereses. La “objetividad” es una proyección de la razón. Dichos “objetos”, en verdad son
sujetos que tienen historia, acumulan y cambian información y pertenecen a la comunidad
cósmica y terrenal.

En la medida que fue avanzando en este afán objetivista y hacedor de cosas, el ser humano
creó los aparatos que le dispensaron el desgaste de las energías y aumentaron las
potencialidades de sus sentidos. Hoy más y más el trabajo es hecho por máquinas,
computadores, autómatas y robots que substituyen, en gran parte, la fuerza de trabajo
humano. Surge lo que se acordó llamar “cibionte” el superorganismo híbrido, hecho de seres
humanos, máquinas y redes de información. De este modo se forma la articulación de lo
biológico, de lo mecánico y de la electrónica que constituyen la base de nuestras sociedades
actuales.

La lógica de ser en el mundo en el modo de trabajo configura el situarse “sobre” las cosas
para dominarlas y colocarlas a servicio de los intereses personales y colectivos. En el centro de
todo se coloca el ser humano, dando origen al antropocentrismo. El antropocentrismo instaura
una actitud centrada en el ser humano y las cosas tienen sentido solamente en la medida que
se ordenan a él y satisfacen sus deseos. Niega la relativa autonomía que ellas poseen. Mas aún,
olvida la conexión que el propio ser humano guarda, quiera o no quiera, con la naturaleza y con
todas las realidades por ser parte del todo. Finalmente, ignora que el sujeto último de la vida,
de la sensibilidad, de la inteligibilidad y de la amortización no somos, en primer lugar nosotros,

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sino el propio universo, la tierra. Ella manifiesta su capacidad de sentir, de pensar, de amar y
venerar por nosotros y en nosotros. El antropocentrismo desconoce todas estas imbricaciones.

Esa actitud de trabajo - poder es sobre el mundo, corporifica la dimensión de lo masculino


en el hombre y la mujer. Es la dimensión que compartimenta la realidad para conocerla mejor y
subyugarla; usa de poder y hasta de agresión para alcanzar sus objetivos utilitaristas; se lanza
fuera de sí en la aventura del conociendo y de la conquista de todos los espacios de la tierra y,
en los días de hoy, del espacio exterior y celeste. El comenzó a predominar a partir del neolítico
y actualmente llegó a su punto culminante en la ocupación y hominización de todo el planeta.

B) El modo de ser cuidado


El otro modo de ser en el mundo se realiza por el cuidado. El cuidado no se opone al
trabajo sino que le confiere una tonalidad diferente. Por el cuidado no vemos la naturaleza y
todo lo que existe en ella como objetivos. La relación no es sujeto-objeto, sino sujeto-sujeto.
Experimentamos los seres como sujetos, como valores, como símbolos que se remiten a una
realidad originaria. La naturaleza no es muda, habla y evoca. Emite mensajes de grandeza,
belleza, perplejidad y fuerza. El ser humano puede escuchar e interpretar estas señales. Se
pone al pie de las cosas “junto” a ellos y se siente unido a ellas. No existe, co-existe con todos
los otros. La relación no es de dominio “sobre”, sino de convivencia. No es pura intervención,
sino interacción y comunión. Cuidar de las cosas implica tener intimidad sentirlas dentro,
acogerlas, respetarlas, darlas sosiego y reposo. Cuidar es entrar en sintonía con, auscultarles el
ritmo y afinarse con el. La razón analítico-instrumental abre camino para la razón cordial o
“esprit de finesse”, o espíritu de delicadeza, el sentimiento profundo. La centralidad ya no es
más ocupada por “logos” razón, sino por “pathos” sentimiento.

Este modo de ser en el mundo, en la forma de cuidado, permite al ser humano vivir la
experiencia fundamental del valor, de aquello que tiene importancia y definitivamente cuenta.
No del valor utilitarista, solo para su uso, sino del valor intrínseco de las cosas. A partir de ese
valor substantivo, surge la dimensión de alteridad, de respeto, de sacralidad, de reciprocidad y
de complementariedad.

Todos nos sentimos ligados y re-ligados unos con otros, formando un todo orgánico único,
diverso y siempre incluyente. Ese todo se remite a un eslabón último que todo religa, sustenta
y dinamiza. Irrumpe como valor supremo que se vela en todo, y se revela. Este valor supremo
tiene el carácter de misterio, en el sentido de anunciarse siempre y al mismo tiempo retirarse.
Este misterio no da miedo, fascina y atrae como un sol. Se deja experimentar como un gran
útero acogedor que nos realiza supremamente. Es llamado también Dios.

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En el modo de ser-cuidado revela la dimensión de lo femenino en el hombre y la mujer. Lo
femenino estuvo siempre presente en la historia, pero en el paleolítico ganó visibilidad
histórica cuando las culturas eran matrifocales y se vivía una fusión con la naturaleza. Las
personas se sentían incorporadas en el todo. Eran sociedades marcadas por el profundo
sentido de lo sagrado del universo y por la reverencia frente a lo misterioso de la vida y de la
tierra. Las mujeres retenían la hegemonía histórico social y daban a lo femenino una expresión
tan profunda que quedó en la memoria permanente de la humanidad a través de grandes
símbolos, sueños y arquetipos presente en la cultura y en el inconsciente colectivo.

3. LA DICTADURA DEL MODO-DE-SER-TRABAJO.

El gran desafío para el humano es combinar trabajo con cuidado. Estos no se oponen sino que
se componen. Se limitan mutuamente y al mismo tiempo se complementan. Juntos constituyen la
integralidad de la experiencia humana, por un lado, ligada a la maternidad y por otro, a la espiritualidad.
El equívoco consiste en oponer una dimensión a la otra y no verlas como modos-de-ser del único y
mismo ser humano.

Desde la más remota antigüedad, asistimos a un drama de perversas consecuencias: la ruptura


entre trabajo y cuidado. Por lo menos desde el neolítico, hace diez mil años, lentamente comenzó a
predominar el trabajo como producción y ansia incontenida de subyugación de la tierra. Los últimos
siglos, entretanto, especialmente a partir del proceso industrialista del siglo XVIII, se caracterizan por la
dictadura del modo-de-ser-trabajo con intervención, producción y dominación. El trabajo ya no está
relacionado con la naturaleza (modelación), sino con el capital (confrontación capital-trabajo, analizado
por Marx y Engels). El trabajo ahora es trabajo asalariado y no actividad de plasmación de la naturaleza.
Las personas viven esclavizadas por las estructuras del trabajo productivo, racionalizado, objetivado y
despersonalizado, sometidas a la lógica de la máquina.

Un fino analista colombiano. Luis Carlos Restrepo, dice con razón que todos nos hacemos
herederos de Alejandro, el Grande (336-323 a C), el arquetipo del guerrero y del conquistador. Pero, la
ideología latente en el modo-de-ser-trabajo-dominación es la conquista del otro, del mundo, de la
naturaleza, en la forma de sometimiento puro y simple. Este modo de ser mata la ternura, liquida el
cuidado y hiere la esencia humana.

Por eso, la dictadura del modo-de-ser-trabajo masculinizó las relaciones, abrió espacio para el
antropocentrismo, el androcentrismo, el patriarcalismo y el machismo. Estamos ante expresiones
patológicas de lo masculino desconectado de lo femenino, el “animus” sobrepuesto al “anima”.

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El cuidado fue difamado como feminización de las prácticas humanas, como impedimento a la
objetividad en la comprensión y como obstáculo a la eficacia.

La dictadura del modo-de-ser-trabajo-dominación está actualmente conduciendo a la


humanidad a un impase crucial: o ponemos límites a la voracidad productivista asociando trabajo y
cuidado, o vamos al encuentro de lo peor. Por la exasperación del trabajo productivo se agotaron
recursos no renovables de la naturaleza y se quebraron los equilibrios físico-químicos de la tierra. La
sociabilidad entre los humanos se rompió por la dominación de pueblos sobre otros y por la lucha
reñida de las clases. No se ve otra cosa en el ser humano sino su fuerza de trabajo de ser vendida y
explotada o su capacidad de reproducción y de consumo. Más y más personas, en verdad 2/3 de la
humanidad, están condenadas a una vida sin alguna sustentabilidad. Se perdió la visión del ser humano
como ser de relaciones ilimitadas, ser de creatividad, de ternura, de cuidado, de espiritualidad, portadas
de un proyecto sagrado e infinito.

El modo de ser en el mundo exclusivamente como trabajo puede destruir el planeta. De ahí la
urgencia actual de rescatar el modo de ser cuidado, como su correctivo indispensable. Entonces puede
surgir el cibionte, aquel ser que entra en simbiosis con la máquina, no para someterse a ella sino para
mejorar su vida y su ambiente.

CAPITULO VIII
RESONANCIAS DEL CUIDADO

El cuidado como modo de ser sobrepasa toda existencia humana y posee resonancias en
diversas actitudes importantes. A través de él las dimensiones de cielo (trascendencia) y las dimensiones
de tierra (inmanencia= calidad que está en si mismo, es permanente) buscan su equilibrio y su co-
existencia. Se realiza también en el reino de los seres vivos pues toda vida necesita de cuidado, caso
contrario enferma y muere. Basta citar el ejemplo del tucumaré uno de nuestros peces más apreciados.
Padre y madre tienen inmenso cuidado con sus hijos (alevinos). Hacen un nido excavando un hueco en
el fondo del rió y circulan siempre alrededor para protegerlos. Cuando salen del nido, los acompañan
con cuidado y los alertan contra la dispersión. Al mínimo riesgo los hijos vuelven todos juntos al nido
guiados por los padres. Los que se retardan son recogidos cuidadosamente dentro de la boca de los
padres y devueltos al grupo.

Vamos a inventariar algunas de las muchas resonancias del cuidado. Se trata de conceptos
afines que se desentrañan del cuidado y lo traducen en distintas concreciones. Privilegiamos estas siete:

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el amor como fenómeno biológico, la justa medida, la ternura, la caricia, la cordialidad, la convivencia
y la compasión. Se podría agregar aún la sinergia, la hospitalidad, la cortesía y la gentileza. Pero estas
estarán implícitas en las que abordaremos.

1. EL AMOR COMO FENÓMENO BIOLÓGICO.


Amor es una de las palabras más desgastadas de nuestro lenguaje. Y como fenómeno
interpersonal, uno de los más desmoralizados. Abordaremos el tema del amor desde la óptica fecunda
de uno de los mayores biólogos contemporáneos, el chileno Humberto Maturana. En sus reflexiones el
amor es contemplado como un fenómeno biológico. Este se da dentro del dinamismo de la vida, desde
sus realizaciones más primarias de billones y billones de años atrás, hasta las más complejas en el nivel
humano. Veamos como se introduce el amor en el universo.

En la naturaleza se verifican dos tipos de acoplamientos de los seres con su medio, uno
necesario y otro espontáneo. El primero, el necesario, hace que todos los seres estén interconectados
unos a los otros y acoplados a los respectivos ecosistemas como garantía para la supervivencia. Pero hay
otro acoplamiento que se realiza espontáneamente. Los seres interactúan sin razones de supervivencia,
por puro placer, en el fluir de su vivir. Se trata de encajes dinámicos y recíprocos entre los seres vivos y
los sistemas orgánicos. No hay justificativas para ellos. Suceden porque suceden. Es un evento original
de la vida en su pura gratitud.

Cuando uno acoge a otro y así se realiza la co-existencia, surge el amor como fenómeno
biológico. Este tiende a expandirse y a ganar formas más complejas. Una de estas formas es la humana.
Ello es más que simplemente espontánea como en los demás seres vivos: se hace proyecto de la libertad
que acoge conscientemente al otro y crea condiciones para que el amor se instaure como el más alto
valor de la vida.

En esa dirección surge el amor ampliado que es la socialización. El amor es el fundamento del
fenómeno social y no una consecuencia de éste. En otras palabras, el amor es lo que da origen a la
sociedad; la sociedad existe porque existe el amor y no al contrario como convencionalmente se cree. Si
falta el amor (el fundamento) se destruye lo social. Si no obstante, lo social persiste, obtiene una forma
de agregación forzada de dominación y de violencia de unos contra otros, obligados a encajar. Por eso,
siempre que se destruye el encaje y la congruencia entre los seres, se destruye el amor y con eso, la
sociabilidad. El amor es siempre una apertura al otro y una convivencia y comunión con el otro.

No fue la lucha por la supervivencia del más fuerte lo que garantizó la persistencia de la vida y
de los individuos hasta los días de hoy, sino la cooperación y la coexistencia entre ellos. Los homicidios
de millones de años pasaron a ser humanos en la medida que más y más participaban entre sí los

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resultados de la recolección y de la caza, y compartían sus afectos. El propio lenguaje que caracteriza al
ser humano, surgió en el interior de este dinamismo de amor y partición.

La competición, enfatiza Maturana, es antisocial, hoy y otrora porque implica la negación del
otro, el rechazo de la partición y del amor. La sociedad moderna neoliberal, especialmente el mercado,
se asienta en la competición. Por eso es excluyente, inhumana y hace tantas víctimas. Esta lógica impide
que sea portadora de felicidad y de futuro para la humanidad y para la tierra.

¿Cómo se caracteriza el amor humano? Responde Maturana: “Lo que es especialmente


humano en el amor no es el amor, sino lo que hacemos en el amor como humanos…; es nuestra manera
particular de vivir juntos como seres sociales en el lenguaje…; sin amar nosotros no somos seres
sociales”.

El amor es un fenómeno cósmico y biológico. Al llegar al nivel humano, éste se revela como una
gran fuerza de agregación, de simpatía, de solidaridad. Las personas se unen y recrean por el lenguaje
amoroso, el sentimiento de benevolencia y de pertenencia a un mismo destino y a una misma
trayectoria histórica. Sin el cuidado esencial, el encaje del amor no ocurre, no se conserva, no se
expande ni permite el consorcio los seres. Sin el cuidado no hay atmósfera que propicie el florecimiento
de aquello que verdaderamente humaniza: el sentimiento profundo, la voluntad de partición y la
búsqueda del amor.

2. LA REGLA DE ORO: LA JUSTA MEDIDA.


En el capítulo anterior nos enfrentamos con la cuestión de la justa medida entre el modo de ser
trabajo y el modo de ser cuidado. Habíamos constatado el profundo desequilibrio de la cultura
mundializada bajo la dictadura del modo de ser trabajo. La pregunta es: ¿cuánto de cuidado debemos
incorporar para rescatar el equilibrio perdido? Es una cuestión fundamental para la teoría y la práctica.
Hagamos una primera constatación: el sentido de la medida se encuentra en muchos campos
que van de la geometría a la religión, pero es especialmente en el campo de la ética que la justa medida
asume una importancia axial. Se trata de encontrar el óptimo relativo; el equilibrio entre el más y el
menos.

Por un lado, la medida se siente negativamente como límite para nuestras pretensiones. De ahí
nace la voluntad y hasta el placer de sobrepasar el límite y violar lo prohibido. Por otro lado, se siente
positivamente como la capacidad de usar, en forma moderada, potencialidades naturales, sociales y
personales para que puedan durar más y reproducirse. Eso sólo es posible cuando se establece un cierto
equilibrio y una justa medida. La justa medida se alcanza por el reconocimiento realista, por la

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aceptación humilde y por la óptima utilización de los límites, concediendo sustentabilidad a todos los
fenómenos y procesos, a la tierra, a las sociedades y a las personas.

Especialmente fuerte es esta búsqueda en las culturas de la cuenca mediterránea,


particularmente entre los egipcios, griegos latinos y hebreos. Se dice que es hasta el espacio de la
cultura de la medida y también de la desmedida porque allá fueron elaboradas las ideologías más
excesivas y las guerras sin cualquier contención. Esa búsqueda es preocupación central en el budismo y
en la filosofía ecológica del feng-shui chino. Para todas, el símbolo era la balanza y las respectivas
divinidades femeninas, tutoras del equilibrio.

La búsqueda de la medida está rodeada de preguntas espinosas que no deben ser


escamoteadas como: - ¿Cuál es la medida justa? – ¿quién establece la medida justa? ¿A partir de qué
fuentes de conocimiento se establece la medida justa? - ¿no depende siempre la medida de las culturas,
de las situaciones históricas diferentes, de la subjetividad humana personal y colectiva? - ¿quién es
responsable por la observancia de la medida justa establecida?

No pretendemos responder a cada una de esas preguntas. Eso nos tomaría mucho. Pero
intentaremos una reflexión que mínimamente las englobe.
Muchos fueron los caminos seguidos para fundar una justa media. Generalmente se apoyaban
en una única columna: o se deriva solamente de la naturaleza; o solamente de la razón universal; o
únicamente de las ciencias empíricas, o solamente de la sabiduría de los pueblos; o únicamente de las
religiones; o solamente de la revelación divina contenida en los textos sagrados de la tradición judaico-
cristiana, de los upanishad del taoísmo.

Hoy más y más estamos convencidas de que nada puede ser reducido a una única causa
(monocausalidad) o a un único factor, pues nada es lineal y simple. Todo es complejo y viene urdido de
inter-retro-relaciones y de redes de inclusiones. Por eso necesitamos articular aquellas variadas
columnas. Estas sustentan un puente que podrá llevarnos a soluciones más integradoras, pues todas
ellas traen alguna luz y comunican alguna verdad. Sabiduría es ver cada parte dentro de un todo
articulado cual bella figura de mosaico compuesta de millares de ladrillos y deslumbrante bordado
hecho de mil hilos coloridos.

a). Medida justa y naturaleza


Por naturaleza entendemos el conjunto de los seres orgánicos e inorgánicos, las energías y los
campos energéticos y morfogenéticos que existen o no afectados en sistemas de otros sistemas
mayores, estén o no afectados por la intervención humana, constituyendo un todo orgánico, dinámico y
en búsqueda de un equilibrio. El ser humano es parte y parcela de la naturaleza y tiene con ella una

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sofisticada red de relaciones, haciendo que él co-pilotee el proceso de evolución junto con las fuerzas
directivas de la tierra.

La naturaleza es una realidad tan compleja y vasta que no puede ser recogida por ninguna
definición. Lo que es la naturaleza en sí, permanece un misterio, es el ser y la nada. La que poseemos
son discursos culturales sobre la naturaleza: de los antiguos, del hinduismo en la India, del Taoísmo en la
China, del zen-budismo en el Japón, de la moderna ciencia copernicana, de la mecánica cuántica, de la
teórica de los sistemas abiertos, de la biología genética y molecular, de la nueva cosmología basada en
las ciencias de la tierra. Nuestra comprensión debe mucho a estas tradiciones, especialmente a la última
vertiente. En función de cada compresión se decide qué tipo de naturaleza debe ser preservada.

Cuando contemplamos la naturaleza, a despecho de las expresiones caóticas y de la


intrincadísima complejidad. Salta luego a los ojos una medida inherente que resulta no de las partes
tomadas aisladamente, sino del todo orgánico y vivo. Hay armonía y equilibrio. Ella no es biocentrada
sólo en la vida, sino en el equilibrio dinámico entre vida y muerte.
Para los contemporáneos, la naturaleza resulta de un inmenso proceso de evolución que va
más allá del modelo de Charles Darwin (1809-1882) que fundamentalmente la restringía a la biosfera. La
compresión actual – llamada teoría de la evolución sintética – entiende la evolución como una teoría
universal: a partir del “bigbang” todo en el universo está en evolución. Este proceso no es lineal sino que
da saltos, conoce fluctuaciones y bifurcaciones. No sólo se expande sino que crea posibilidades nuevas.
Significa que las leyes naturales no poseen carácter determinístico sino probabilístico.

Los conocimientos de la termodinámica nos indican que la vida y cualquier novedad en el


universo, surge a partir de cierta distancia y de cierta ruptura del equilibro. Esa ausencia de medida,
aunque momentánea, provoca la auto-organización (autopoiese) que crea una nueva estabilidad y un
nuevo equilibrio dinámico. Es dinámico porque continuamente se rehace, no por la reproducción del
equilibrio anterior, sino por la creación de uno nuevo, mediante el diálogo con el medio y una nueva
adaptación. La lógica de la naturaleza en proceso evolutivo es esta: organización-quiebre del equilibrio-
desorganización-nueva relación-nuevo equilibrio-nueva organización. Y así permanentemente.

No significa que la naturaleza no posea una medida (leyes de la naturaleza); ella posee una
medida no estática y mecánica, sino dinámica y fluctuante, caracterizada por constancia y variaciones.
Hay fases de ruptura para luego enseguida gestar nueva regularidad. El clima de la tierra, por ejemplo,
que ya tiene 3,8 billones de años pasó por turbulencias y terribles devastaciones. La tierra ya fue casi
dos veces más caliente que hoy, pero a pesar de eso, mostró a lo largo del tiempo millonario un
increíble equilibrio dinámico que ha favorecido benévolamente todas las formas de vida.
La naturaleza vista como un todo, no impone prescripciones. Apunta hacia tendencias que
pueden ir en varias direcciones. Cabe el ser humano desarrollar una sensibilidad tal que le permita

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captar esas tendencias y tomar sus decisiones. La naturaleza no lo dispensa de decidir y de ejercer su
libertad. Solo entonces se muestra un ser ético.

Ese espacio de intervención y creación del ser humano consciente y responsable es un dato de
la naturaleza. Así como ella continuamente busca, hace y rehace dinámicamente una medida, de la
misma forma debe el ser humano buscar la justa medida. No de una vez por todas, sino siempre en
atención a lo que está ocurriendo en la naturaleza, en la historia y en él mismo. La medida justa cambia,
lo que no cambia es la permanente búsqueda de la medida justa.

Se ha de considerar aún el proceso global que muestra una sacta (flecha) del tiempo apuntando
siempre para adelante y para arriba, proceso que cuando más avanza, menos se auto-copia, menos
clonajes hace y más diversidad presenta. Las medidas varían, pero cada medida encontrada sirve a un
propósito superior de llevar más adelante la sacta de la evolución.

b) Medida justa y Pathos (sentimientos)


¿Cómo capta el ser humano esa medida multidimensional de la naturaleza? No basta el saber
racional, ni la voluntad obediente de identificar regularidades, eximiendo la creatividad humana y el
ejercicio de la libertad propias del ser humano. Lo que importa es desarrollar una actividad atenta de
escucha, un sentimiento profundo de identificación con la naturaleza, con sus cambios y estabilidades.
El ser humano necesita sentirse naturaleza. Cuanto más se sumerge en ella, más siente cuándo debe
cambiar y cuándo debe conservar, en su vida y en sus relaciones.

Los pueblos indígenas nos dan el mejor ejemplo de cómo escuchar la naturaleza, por una
afinidad profunda con ella con los suelos, las lluvias, los vientos, las aguas, las plantas y los animales
saben de golpe, lo que va a suceder y qué actitud tomar. Están tan unidos a la tierra como sus hijos e
hijas, como la propia tierra hablante y pensante que captan inmediatamente lo que va a ocurrir en la
naturaza hablan con ellos y por ellos.

Investigaciones hechas en grandes centros metropolitanos europeos y norteamericanos


constataron que un aumento de conocimiento acerca de la crisis ecológica y de las heridas de la tierra
no lleva necesariamente a una transformación en las actitudes de más respeto y de más veneración con
ella. Lo que es imprescindible no es el saber, afirmar, sino el sentir. Cuanto más sufre una persona con la
degradación del medio ambiente, se indigna con el sufrimiento de los animales y se subleva contra la
destrucción de la mancha verde de la tierra, más desarrolla nuevas actitudes de compasión de la
naturaleza y una espiritualidad cósmica.

Nuevamente encontramos aquí el “pathos”, sentimiento profundo, en la raíz del nuevo


paradigma de convivencia con la tierra. De esa auscultación de la tierra y de la pasión por ella, nace el

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cuidado esencial. Sin esa escucha cuidadosa, no oiremos la gran voz de la tierra combinándonos a la
sinergia, la compasión, la co-existencia pacífica con todos los seres.

Esa actitud es exigida, por ejemplo, en el ámbito de la biotecnología, uno de los campos más
avanzados de la ciencia. ¿Cuál es la justa medida en la intervención en el código genético humano? Esta
no se encuentra escrita en ningún lugar. El ser humano necesita establecerla a partir de una profunda
sensibilidad y comunión con la propia vida. Si él entra en su laboratorio de experimentación genética
como quien entra en un templo y opera los procesos como quien hace una liturgia – pues la vida es
misteriosa – sentirá, más que simplemente sabrá, lo que puede o no hacer. Es el sentir cargado de
cuidado, de responsabilidad y de compasión. A partir de ese “pathos” se vuelve absurdo querer
subordinar el nuevo conocimiento genético a la obtención de lucros, como si la vida fuese una simple
mercadería puesta en el mostrador de compras y ventas.

La actitud de sentir con cuidado debe transformarse en cultura y demanda un proceso


pedagógico más allá de la escuela formal que atraviesa las instituciones, y hace surgir un nuevo estado
de conciencia y de conexión con la tierra y con todo lo que existe y vive en ella.

Como también reza el salmo (119.19) nos sentimos “huéspedes en esta tierra” huéspedes
respetuosos del hospedador tierra. Y dejamos la casa común siempre en orden para otros huéspedes
que vinieran después de nosotros.

3. LA TERNURA VITAL.
La ternura vital es sinónimo de cuidado esencial. La ternura es el afecto que dedicamos a las
personas y el cuidado que aplicamos a las situaciones existenciales. Es un conocimiento que va más de la
razón, pues se muestra como inteligencia que intuye, ve fondo y establece comunión. La ternura es el
cuidado sin obsesión: incluye también el trabajo, no como mera producción utilitaria, sino como obra
que expresa la creatividad y la auto-realización de la persona. Esta no es afeminación y renuncia de rigor
en el conocimiento. Es un afecto que, a su manera, también conoce. En verdad sólo conocemos bien
cuando nos nutrimos afecto y nos sentimos involucrados con aquello que queremos conocer. La ternura
puede y debe convivir con el empeño extremo por una causa, como ejemplarmente fue demostrado por
el revolucionario absoluto Che Guevara (1928-1968). De él conservamos la sentencia inspiradora: “Hay
que endurecerse pero sin perder la ternura jamás”.

La ternura emerge del propio acto de existir en el mundo con los otros. No existimos, co-
existimos, convivimos y comulgamos con las realidades más inmediatas. Sentimos nuestra ligación
fundamental con la totalidad del mundo. Ese sentimiento es más que una propuesta psicológica, es un
modo de ser existencial que sobrepasa todo el ser. La concentración en el sentimiento genera el

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sentimentalismo. El sentimentalismo es un producto de la subjetividad mal integrada. Es el sujeto que se
dobla sobre si mismo y celebra sus sensaciones. Al contrario, la ternura irrumpe cuando el sujeto se
descentra de sí mismo, sale en la dirección del otro, siente al otro como otro, participa de su existencia,
se deja tocar por su historia de vida. El otro marca al sujeto. Este se detiene en el otro no por las
sensaciones que le produce, sino por amor, por el aprecio de su diferencia y por la valorización de su
vida y lucha.

La relación de ternura no involucra angustia por que es libre de búsqueda de ventajas y de


denominación. El enternecimiento es la fuerza propia del corazón, es el deseo profundo de compartir
caminos. La angustia del otro es mi angustia, su éxito es mi éxito y su salvación o perdición es mía, no
sólo mía sino de todos los seres humanos.

Blaise Pascal (1623 - 1662) filósofo y matemático francés del siglo XVII, introdujo una distinción
importante para ayudarnos a entender el cuidado y la ternura: el “esprit de finesse” y el “esprit de
géometrie”.

El “esprit de finesse” es el espíritu de finura, de sensibilidad, de cuidado y de ternura. El espíritu


no sólo piensa y raciocina. Va más allá y agrega sensibilidad, intuición y capacidad de unión al raciocinio
y al pensamiento. Del espíritu de finura nace el mundo de las excelencias, de los grandes significados, de
los valores y de los compromisos para los cuales vale otorgar energías y tiempo.

El “esprit de géometrie” es el espíritu calculador y obrerista, interesado en la eficacia y en el


poder. Es el modo de ser que imperó en la modernidad. Este paso en una orilla, bajo muchas sospechas,
todo lo que tiene que ver con el afecto, el enternecimiento y el cuidado esencial. De ahí deriva también
el vació aterrador de nuestra cultura “geométrica” con su plétora de sensaciones pero sin experiencias
profundas con un acúmulo fantástico de saber pero con parca sabiduría, con demasiado vigor de la
musculación, del sensualismo, de los artefactos de destrucción mostrados en los “serial Killer” pero sin
ternura y cuidado con la tierra, con sus hijos e hijas, con el futuro común de todos.

4. LA CARICIA ESENCIAL
La caricia constituye una de las expresiones máximas del cuidado. ¿Por qué decimos caricia
esencial? Porque queremos distinguirla de la caricia como pura excitación psicológica, en función de una
benevolencia fugaz y sin historia. La caricia-excitación no involucra el todo de la persona. La caricia es
esencial cuando se transforma en una actitud, en un modo de ser que califica a la persona en su

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totalidad en la psiquis, en el pensamiento, en la voluntad, en la interioridad, en las relaciones que
establece.

El órgano de la caricia es, fundamentalmente, la mano: las manos que toca, la mano que
acaricia, la mano que establece relación, la mano que arrulla, la mano que trae quietud. Pero la mano no
es simplemente mano, es la persona humana que a través de la mano revela un modo de ser cariñoso.
La caricia toca lo profundo del ser humano, allá donde se sitúa su centro personal. Para que la caricia
sea verdaderamente esencial necesitamos acariciar el yo profundo y no sólo el ego superficial de la
consciencia.

La caricia que nace del centro confiere reposo, integración y confianza. Da un sentido de
halago, caricia. Al acariciar a una criatura la madre le comunica la experiencia más orientadora que
existe: la confianza fundamental en la bondad de la realidad y del universo; la confianza de que, en el
fondo, todo tiene sentido; la confianza de que la paz y no el conflicto es la última palabra; la confianza
en la acogida y no en la exclusión del gran útero.

Como la ternura, la caricia exige total altruismo respeto por el otro y renuncia a cualquier otra
intención que no sea de la experiencia de querer bien y de amar. No es un rozar de pieles, sino una
inversión de cariño y de amor a través de la mano y de la piel.

El afecto no existe sin la caricia, la ternura y el cuidado. Así como la estrella necesita de aura
para brillar, así el afecto necesita de la caricia parar sobrevivir. Es la caricia de la piel, del cabello, de las
manos, del rostro, de los hombres, de la intimidad sexual que confiere concretitud al afecto y al amor.
Es la calidad de la caricia la que impide que el afecto sea mentiroso, falso o dudoso. La caricia esencial es
leve como un entreabrir suave de la puerta. Jamás hay caricia en la violencia de romper puertas y
ventanas, es decir, en la invasión de la intimidad de la persona.

Dijo con precisión el siquiatra colombiano Luis Carlos Restrepo: “La mano, órgano humano por
excelencia, sirve tanto para acariciar como para sujetar. Mano que sujeta y mano que acaricia son dos
facetas extremas de las posibilidades de encuentro inter-humano”. En el contexto de nuestra reflexión,
la mano que sujeta corporifica el modo de ser trabajo. Sujetar es expresión del poder sobre de la
manipulación, del encasillamiento del otro o de las cosas, a mi modo de ser. La mano que acaricia
representa el modo de ser cuidado, pues “la caricia es una mano revestida de paciencia que toca sin
herir y suelta para permitir la movilidad del ser con quien entramos en contacto”.

5. LA CORDIALIDAD FUNDAMENTAL.

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La justa medida, la ternura vital, la caricia esencial y la cordialidad fundamental son cualidades
existenciales, es decir, formas de estructuración del ser humano en aquello que lo hace humano. El
cuidado, con la corte de sus resonancias, es el artesano de nuestra humanidad. Eso vale también para la
cordialidad, tan mal interpretada en la cultura brasilera desde que fue introducida como categoría de
análisis sociológico a final de los años 30.

Normalmente ella es tomada como expresión de la emotividad en el sentido psicológico, en


contraposición a la racionalidad. Se dice que el brasilero es cordial, y lo es de hecho. Pone en las cosas
más corazón que lógica. Pero cuidado! El corazón-emotividad puede producir tanto el fino trato, el
sentido de la hospitalidad, la exuberancia contenida del placer, como las reacciones de violencia y los
odios profundos característicos de ciertas familias del noreste, de producción de caña de azúcar. Estas
contradicciones se muestran más en las elites nacionales que en las capas populares, pues ellas
históricamente “destruyeron y re-destruyeron, sangraron y re-sangraron al pueblo brasilero”
(Capistramo de Abreu).

Cuando hablamos de cordialidad como resonancia del cuidado pensamos en otra dirección.
Vemos el corazón una dimensión del espíritu de finura, como capacidad de captar la dimensión de valor
presente en las personas y en las cosas. Lo decisivo no son los hechos sino lo que los hechos producen
significado en nosotros, enriqueciéndonos y transformándonos. Aquí surge la dimensión de valor de
aquello que cuenta, pesa y definitivamente nos interesa. El valor transforma los hechos en símbolos y en
sacramentos. Dejan de ser hechos simplemente ocurridos y pasado, pero se vuelven portadores de
evocación. De significación y de memoria.

Ahora, es propio del corazón captar la dimensión axiológica, valorativa del ser en su totalidad y
en sus manifestaciones en los entes concretos. Cordialidad significa entonces aquel modo de ser que
descubre un corazón palpitando en cada cosa, en cada piedra, en cada estrella y en cada persona. Es
aquella actitud tan bien retratada por el Pequeño Príncipe: “sólo se ve bien con el corazón” El corazón
consigue ver más allá de los hechos: ve su encadenamiento con la totalidad, discierne significados y
descubre valores. La cordialidad supone la capacidad de sentir el corazón secreto de todas las cosas. La
persona cordial ausculta, pega el oído a la realidad, presta atención y pone cuidado en todas las cosas.

En la América Latina, fue la cultura Nahuatl de los aztecas de México que le confirió un
significado especial al corazón. La definición de ser humano no es como entre nosotros, la de un animal
racional si no la de “dueño de un rostro y de un corazón: El rostro identifica y distingue al ser humano de
otros seres humanos. Por el rostro, el ser humano se relaciona éticamente con el otro. En el rostro
queda estampado si lo acogemos, si desconfiamos de él, si lo excluimos. El corazón, a su vez, define el
modo de ser y el carácter de la persona, el principio vital de donde provienen todas sus acciones.

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La educación refinada de los aztecas, conservada en bellísimos textos. Tenía como objetivo
formar en los jóvenes un rostro claro, bondadoso y sin sombras, aliado a un corazón firme y caluroso,
determinado y hospitalario, solidario y respetuoso de las cosas sagradas. Según ellos, era del corazón
que nacía la religión que utilizaba la flor y el canto para venerar a sus divinidades. Colocaban el corazón
en todas las cosas que hacían. Esa cordialidad pasada a las obras de arte que creaban. El gran pintor
renacentista alemán, Alberto Durero, al contemplar, en 1520 objetos de arte aztecas donados al
emperador Carlos V por Hernán Cortes, dejó consignado en su diario este testimonio: “En toda mi vida
no vi. nada que haya alegrado tanto mi corazón como estas cosas y me admiré de la genialidad sutil de
los hombres de estas tierras extrañas”. Era la resonancia del cuidado y de la compasión expresándose en
los objetos de arte aztecas.

6. LA CONVIVENCIALIDAD NECESARIA.
Siguiendo a la cordialidad, viene la convivencialidad. La convivencialidad, como concepto, fue
puesta en circulación por Yvan Yllich uno de los grandes profetas latino americanos. Nacido en Viena en
1926, trabajó en América Latina o con los latinos en los Estados Unidos. A Través de la convivencialidad,
intentó responder a dos crisis de la actualidad, íntimamente interligadas: la crisis del progreso
industrialista y la crisis ecológica.

Veamos en primer lugar la crisis del proceso industrialista. La relación del ser humano sobre el
instrumento se volvió una relación del instrumento sobre el ser humano. Creado para subsistir al
esclavo, el instrumento tecnológico acabó por esclavizar al ser humano al tener como fin la producción
en masa. Hizo surgir una sociedad de aparatos pero sin alma. La producción industrial vigente no
combina con la fantasía y la creatividad de los trabajadores. De ellos solo quieren utilizar la fuerza de
trabajo, muscular e intelectual. Cuando incentiva la creatividad, es en vista de la calidad total del
producto que beneficia más a la empresa que al trabajador.

Entretanto, constituye una señal de los tiempos el hecho de que muchos empresarios tomaran
consciencia de esta distorsión y se enfrentaron directamente con la deshumanización de la sociedad
industrial. Muchos empiezan a poner en la agenda de la empresa la discusión sobre el nuevo
Paradigma de la re-conexión, la subjetividad, la espiritualidad y las relaciones de cooperación y de
sinergia entre todos, empresarios y trabajadores.

¿Qué se entiende por convivencialidad? Se entiende la capacidad de hacer convivir las


dimensiones de producción y de cuidado, de efectividad y de compasión, el modelaje cuidadoso de todo
lo que producimos, usando la creatividad, la libertad y la fantasía; la aptitud para mantener el equilibrio
multidimensional entre la sociedad y la naturaleza, reforzando el sentido de mutua pertenencia.

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La convivencialidad busca combinar el valor técnico de la producción material con el valor ético
de la producción social y espiritual. Después de haber elaborado la economía de los bienes materiales,
lo que importa es desarrollar urgentemente, la economía de las cualidades humanas. ¿El gran capital,
infinito e inagotable, no es por ventura el ser humano?

Los valores humanos de la sensibilidad, del cuidado de la convivencia y de la veneración pueden


imponer límites a la voracidad del poder-dominación y a la producción-explotación.

En segundo lugar, convivencialidad se entiende como una respuesta extrema a la crisis


ecológica, producida por el proceso industrialista de los últimos cuatro siglos. El proceso irresponsable
de depredación del ambiente puede provocar una dramática devastación del sistema – tierra y de todas
las organizaciones que lo gerencian.

Ese escenario no es de forma alguna improbable ya ocurrió antes, con la caída de la bolsa de
Wall Street en 1929. En aquella ocasión era sólo una crisis parcial del sistema capitalista. Ahora se trata
de una crisis del sistema global. En un contexto de ruptura generalizada, la primera reacción del sistema
imperante será ciertamente aumentar el control planetario y usar violencia masiva para garantizar el
mantenimiento del proceso productivo y del sistema financiero. Tal diligencia, en vez de aliviar la crisis,
la radicalizará por causa del incremento del desempleo tecnológico y de la ineficacia de las políticas de
integración de las víctimas de la única sociedad mundial.

Según Yllich, la crisis puede transformarse en catástrofe de dimensiones apocalípticas. Pero


también puede ser una oportunidad única para definir un uso convivencial de los instrumentos
tecnológicos al servicio de la preservación del planeta, del bienestar de la humanidad y de la
cooperación entre los pueblos.

Para llegar a esta nueva meseta probablemente la humanidad deberá pasar por un viernes
santo siniestro, que precipitará en el abismo la dictadura del modo-de-ser-trabajo-producción-material.
Solo entonces podrá haber un domingo de resurrección, la reconstrucción de la sociedad mundial sobre
la base del cuidado.

El primer párrafo del nuevo pacto social entre los pueblos sobrevivientes definirá el
establecimiento sagrado de la auto-limitación y la obligación de vivir bajo la justa medida, en el cuidado
con la herencia que recibimos del universo, en la ternura esencial con los humanos y en el respecto por
los otros seres de la creación. La producción será convivencial, pues garantizará lo suficiente para
atender las necesidades humanas y lo adecuando para realizar proyectos solidarios. El ser humano
habrá aprendido a usar los instrumentos tecnológicos como medios y no como fines; habrá aprendido a

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convivir con todas las cosas como sus hermanos y hermanas, sabiendo tratarlas con reverencia y
respecto.
Cuando ese evento bienaventurado ocurra, se habrá inaugurado un nuevo milenio como la
vigencia de un nuevo paradigma de civilización, más propicio a la vida, en la justicia y en la fraternidad
entre todos.

7. LA COMPASIÓN RADICAL.
Esta última irradiación del cuidado – la compasión radical – representa la contribución mayor
que el budismo ofreció a la humanidad. Es considerada la virtud personal de Buda, cuyo nombre real era
Siddharta Grutaza, que vivió entre el siglo VI-V antes de nuestra era. La compasión se inserta dentro de
la experiencia básica del budismo, articulando dos movimientos diferentes pero complementarios: el
desapego total del mundo mediante la compasión. Por el desapego, el ser humano se libera de la
esclavitud del deseo de posesión y de acumulación. Por el cuidado, se reconecta al mundo
afectivamente, responsabilizándose por el.

La compasión no es un sentimiento menor de “piedad” con quien sufre. No es pasiva sino


altamente activa. Compasión como la filología latina de la palabra lo sugiere, es la capacidad de
compartir la pasión del otro y con el. Se trata de salir de su propio círculo y entrar en la galaxia del otro
como otro para sufrir con el, alegrarse con él, caminar junto con él y construir la vida en sinergia con él.

En primer lugar esa actitud lleva a la renuncia de dominar y, en el límite, de matar cualquier ser
vivo, rechazando toda violencia contra la naturaleza. En segundo lugar procura construir la comunión a
partir de los que más sufren y son más castigados. Solamente comenzando por los últimos es que se
abre la puerta para una sociedad realmente integradora e incluyente. La filosofía china del Feng-Shui,
como veremos, propone una forma cuidadosa de tratar la naturaleza y de organizar ecológicamente los
jardines y la casa humana.

En el hinduismo tenemos la “ahimsa” que corresponde a la com-pasión budista. Es la actitud de


no violencia por la cual se procura evitar cualquier sufrimiento o apremio a otros seres. Muchos textos
sagrados hindis enseñan a tratar todos los seres con el mismo cuidado y la misma reverencia con que
tratamos nuestros hijos. Gandhi fue el genio moderno de la “ahimsa”.

La tradición de Tao conoce un concepto semejante, el “wu wei”. Se trata de una virtud activa:
armonizar con la medida de cada cosa, dejar ser y no interferir. Al renunciar a las cosas, luchando contra
nuestra voluntad de poseer, ejercemos el “wu wei”, es decir, entramos en comunión con las cosas,
captamos su danza y danzamos juntos.

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El Judea-cristianismo conoce la “rahamim”, la misericordia. En hebraico “rahamim” significa
tener entrañas y sentir con ellas la realidad del otro, especialmente de quien sufre. Significa, por el
tanto, consentir más que entender y mostrar capacidad de identificación y compasión con el otro. La
misericordia es considerada la característica base de la experiencia espiritual de Jesús de Nazaret. El
experimentó y anunció un Dios Padre cuya misericordia no tiene límites: “da el sol y la lluvia a justos e
injustos” y no deja de “amar a los ingratos y malos”. El es el Dios misericordioso con el hijo pródigo, con
la oveja descarriada, con la pecadora pública. Es un Padre con características de Madre. El mismo
muestra misericordia con aquellos que lo llevaron a la cruz.

El salmo 103 expresa muy bien la centralidad divina de la misericordia: “El Señor es rico en
misericordia, no está siempre acusando ni guarda rencor para siempre; como un padre siente
compasión por los hijos e hijas porque él conoce nuestra naturaleza y recuerda que somos polvo; la
misericordia del señor es desde siempre para siempre” (versículos 8-17).

En el momento supremo cuando todo se decida, seremos juzgados por lo mínimo de


compasión y de misericordia que hayamos tenido con los hambrientos, los sedientos, los desnudos y los
encarcelados (Mateo 25, 36-41). Ese criterio de la compasión es idéntico entre cristianos, egipcios y
tibetanos, ampliamente retratado en sus respectivos libros sagrados.

Concluyendo: esas resonancias entre otras, son eco del cuidado esencial. Se trata de voces
diferentes contando la misma cantinela. Es el amor, la justa medida, la ternura la caricia, la cordialidad,
la convivencialidad y la compasión lo que garantiza la humanidad de los seres humanos. A través de esos
modos de ser, los humanos continuamente realizan su autopoiese, es decir, su autoconstrucción
histórica. Simultáneamente construyen tierra y preservan las tribus de la tierra, con sus culturas, sus
valores, sus sueños y sus tradiciones espirituales.

CAPITULO IX
CONCRETIZACIONES DEL CUIDADO

Después de haber delineado el perfil del modo-de-ser-cuidado, importa mostrar como se


concretiza en diferentes instancias. Comenzaremos por las más generales para llegar a las más
singulares.

1. CUIDADO CON NUESTRO ÚNICO PLANETA


Un cuidado todo especial merece nuestro planeta tierra. Únicamente lo tenemos a este para
vivir y morar. Es un sistema de sistemas y superorganismo de complejo equilibrio, urdido a lo largo de
millones y millones de años. A causa del asalto predador del proceso industrialista de los últimos siglos,

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este equilibrio esta listo a romperse en cadena. Desde el comienzo de la industrialización, en el siglo
XVIII, la población mundial creció 8 veces, consumiendo más y más recursos naturales; solamente la
producción, basada en la explotación de la naturaleza, creció más de 100 veces. El agravamiento de este
cuadro con la mundialización del acelerado proceso productivo hace aumentar la amenaza y,
consecuentemente, la necesidad de un cuidado especial con el futuro de la tierra.

Parca es la consciencia colectiva que pesa sobre nuestro bello planeta. Los que podrían
concienciar a la humanidad disfrutan alegremente el viaje en su titanic de ilusiones. Mal saben que
podemos ir al encuentro de un iceberg ecológico que nos hará hundir rápidamente.

Trágico es el hecho de que faltan instancias de gerenciamiento global de los problemas de la


tierra. La ONU posee cerca de 40 proyectos que tratan de problemas globales, como los climas, el
deforestamiento, la contaminación del aire, del sol, de las aguas, el hambre, las epidemias, los
problemas de los jóvenes, de los ancianos, las migraciones entre otros. Ella es regido por un viejo
paradigma de las naciones imperialistas que ven los estados –naciones y los grupos de poder, pero no
han descubierto aún a la tierra como objeto de cuidado, de una política colectiva de salvación terrenal.
Para cuidar del planeta necesitamos pasar todos por una alfabetización ecológica y revisar
nuestros hábitos de consumo. Es importante desarrollar una ética del cuidado.

El programa de las Naciones Unidas para el medio Ambiente (PNUMA), el Fondo Mundial para
la naturaleza (WWF) y la Unión Internacional para la conservación de la naturaleza (UICN) elaboran una
estrategia minuciosa para el futuro de la vida sobre el título:´´Cuidado del Planeta tierra´´ ( caring for
the Hearth 1991). Ahí establecen nueve principios de sustentabilidad de la tierra.
Proyectan una estrategia global fundada en el cuidado:
1. Construir una sociedad sustentable
2. Respetar y cuidar de la comunidad de los seres vivos.
3. Mejorar la calidad de la vida humana.
4. Conservar la vitalidad y la diversidad del planeta tierra
5. Permanecer en los límites de la capacidad de soporte del planeta tierra.
6. Modificar actitudes y prácticas personales.
7. Permitir que las comunidades cuiden de su propio medio ambiente.
8. Generar una estructura nacional para integrar desarrollo y conservación.
9. Construir una alianza global.

Estos principios dan cuerpo al cuidado esencial con la tierra. El cuidado esencial es la ética de un planeta
sustentable. Bien enfatizaba el citado documento ´´Cuidando del planeta tierra: la ética del cuidado se
aplica tanto a nivel internacional como a nivel nacional e individual; ninguna nación es autosuficiente,

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todos lucraran con la sustentabilidad mundial y todos estarán amenazados si no conseguimos
alcanzarla´´.
Sólo esa ética del cuidado esencial podrá salvarnos de lo peor. Sólo ella nos trazará un horizonte de
futuro y de esperanza.

2. CUIDADO CON EL PROPIO NICHO ECOLÓGICO

El cuidado con la tierra representa el global. El cuidado con el propio nicho ecológico representa el
local. El ser humano tiene los pies en el piso (local) y la cabeza abierta para el infinito (global). El
corazón une tierra e infinito, abismo y estrellas, local y global. La lógica del corazón es la capacidad
de encontrar la justa medida y construir el equilibrio dinámico.

Para eso cada persona necesita descubrirse como parte del eco-sistema local y de la comunidad
biótica, sea en su aspecto de naturaleza, o en su dimensión de cultura. Necesita conocer los
hermanos y hermanas que comparten la misma atmósfera, del mismo paisaje, del mismo suelo, de
los mismos manantiales, de las mismas fuentes de nutrientes; necesita conocer el tipo de plantas,
animales y microorganismos que conviven en aquel nicho ecológico común, necesita conocer la
historia de aquellos paisajes, visitar ríos y montañas, frecuentar aquellas cataratas y cavernas;
necesita conocer la historia de las poblaciones que ahí vivieron y construyeron su habitat, como
trabajaron la naturaleza, como lo conservaron o depredaron. Quienes son sus poetas y sabios,
héroes y heroínas, santos y santas, los padres/madres fundadores de civilización local.

Todo esto significa cuidar del propio nicho ecológico, vivenciarlo con el corazón, como su propio
cuerpo extendido y prolongado, descubrir las razones para conservarlos y hacerles desarrollar,
obedeciendo a la dinámica del ecosistema nativo.

Lo que vale para el individuo vale también para la comunidad local. Ella debe hacer el mismo
recorrido de inserción en el ecosistema local y cuidar del medio ambiente, utilizar sus recursos de
forma parca, disminuir desgastes, reciclar material, conservar la biodiversidad. Debe conocer su
historia, sus personajes principales, su folklore. Debe cuidar de su ciudad, de sus plazas y lugares
públicos, de las casas y de las escuelas, de los hospitales y las iglesias, de los teatros, cines y estadios
de deportes, de sus monumentos y la memoria colectiva del pueblo. Así como por ejemplo, escoger
las especies vegetales del ecosistema local para plantar en los parques y vías públicas y en los
restaurantes valorizar la comida local y regional.

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Este cuidado con el nicho ecológico solo será efectivo si hay un proceso colectivo de educación, en
que la mayoría participe, tenga acceso a informaciones y haga ´´cambio de saberes´´. El saber
popular conocido en las tradiciones de los viejos, en las leyendas y en las historias de los indios,
cablocos negros, mestizos, emigrantes de los primeros que ahí vivían confrontando y
complementando con el saber crítico y científico, esos saberes revelan dimensiones de la realidad
local y son portadores de verdad y de sentido profundo a ser descubierto y a ser incorporado por
todos. Lo que de ahí resulta es una profunda armonía del ecosistema donde los seres vivos e
inertes, las instituciones culturales y sociales, en fin todos encuentren su lugar, se activan, se
acogen, se complementan y se sientan en casa.

3. CUIDADO CON LA SOCIEDAD SUSTENTABLE


Actualmente casi todas las sociedades están enfermas. Producen mala calidad de vida para todos
los seres humanos y demás seres de la naturaleza. No podría ser diferente porque están asentando
sobre el modo de ser del trabajo entendido como dominación y explotación de la naturaleza y de la
fuerza del trabajador. A excepción de sociedades originarias como de los indígenas y de otras
minorías en el Sur-este de Asia, de la Oceanía y del Artico, todas son referentes de un tipo de
desarrollo que apenas atiende necesidades de una parte de la humanidad (los países
industrializados) dejando a los demás en la pobreza, no directamente en el hambre y en la miseria.
Somos una especie que se mostró capaz de oprimir y masacrar a sus propios hermanos y hermanas
de la forma más cruel y sin piedad. Solo en este siglo murieron en guerras, en masacres y en campo
de concentración cerca de 200 millones de personas. Todavía degenera y destruye su base de
recursos naturales no renovables.

No se trata solamente de imponer ´´Límites al crecimiento´´ (título de la primera solución


presentado en 1972 por el club de Roma) pero si de cambiar el tipo de desarrollo. Se dice que el
nuevo desarrollo debe ser sustentable. Ahora no existe desarrollo en si, pero si una sociedad que
opta por el desarrollo que quiere y necesita. Se debe hablar de sociedad sustentable o de un
planeta sustentable como pre-condición indispensables para un desarrollo verdaderamente
integral.

Sustentable es la sociedad o el planeta que produce lo suficiente para si y para los seres del
ecosistema donde ella se sitúa, que toma de la naturaleza solamente lo que ella puede reponer,
que muestra un sentido de solidaridad generacional, o preserva para las sociedades futuras los
recursos naturales de que ellas necesitaran. En la práctica la sociedad debe mostrarse capaz de
asumir nuevos hábitos y de proteger un tipo de desarrollo que cultive el cuidado con los equilibrios
ecológicos y funcione dentro de los límites impuestos por la naturaleza. No significa volver al
pasado, pero ofrece un nuevo enfoque para el futuro común. No se trata simplemente de no
consumir, pero si de consumir responsablemente.

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Este tipo de desarrollo no está en la mercadería, ni en el mercado, ni en el estado, ni en el sector
privado, ni en la producción de riqueza. Pero si en la persona humana, en la comunidad y en los
demás seres vivos que comparten con ella la aventura terrenal.

El desarrollo aquí viene concebido dentro de otro paradigma, ya asimilado por ciertos sectores de la
ONU. En una conocida declaración sobre el derecho de los pueblos al desarrollo, del 18 de octubre
de 1993, declaró la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU: ´´El desarrollo es un proceso
económico, social, cultural y político que mira el constante mejoramiento del bienestar de toda la
población y de cada persona en la base de su participación activa, libre y significativa y en la justa
distribución de los beneficios resultantes de el´´. Nosotros acrecentaríamos en el sentido de la
integralidad, la dimensión psicológica y espiritual del ser humano.
Dicho en términos simples, el desarrollo social mira mejorar la calidad de la vida humana en cuanto
humana. Eso implica en valores universales como vida saludable y larga, educación, participación,
política, democracia social y participativa y no apenas representativa, garantía de respeto a los
derechos humanos y de protección contra la violencia, condiciones para una adecuada expresión
simbólica y espiritual. Tales valores sólo se alcanzan si hay un cuidado en la construcción colectiva
social, si hay convivencia entre las diferencias, cordialidad en las relaciones sociales, compasión con
todos aquellos que sufren o se sienten al margen, creando estrategias de compasión y de
integración. Cuidado especial merecen los enfermos, los ancianos, los portadores de algún estigma
social, los marginados y excluidos. Por ellos se mide cuanto de sustentabilidad y de cuidado
esencial realizó y realiza una sociedad. Es importante cultivar compresión, paciencia histórica,
capacidad de diálogo y sentido de integración creativa con referencia al lado diabólico y demente
de la historia humana. Tales valores se incluyen en el cuidado esencial.

4. CUIDADO CON EL OTRO, ANIMUS Y ANIMA

No hay solo red de relaciones sociales. Existen las personas concretas, hombres y mujeres. Como
humanos, las personas son seres hablantes, por el habla construyen el mundo con sus relaciones
por eso el ser humano es, la esencia, alguien de relaciones ilimitadas. El yo solamente se construye
mediante el diálogo con el tú, como estudiaron los psicólogos modernos, y anteriormente filósofos
personalistas. El tú posee una anterioridad sobre el yo. El tú es el partero del yo.

Pero el tú no es cualquier cosa indefinida. Es concretamente un rostro con mirada y fisonomía. El


rostro del otro torna imposible la indiferencia. El rostro del otro obliga a tomar posición porque
habla, pro-voca, e-voca y con-voca: Especialmente el rostro del empobrecido, marginado y
excluido.

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El rostro tiene una mirada y una irradiación de la cual nadie puede sustraerse. El rostro y la mirada
lanzan siempre una propuesta en busca de una respuesta. Nace así la responsabilidad de dar
respuestas. Aquí encontramos el lugar del nacimiento de la ética, que reside en esta relación de
responsabilidad delante del rostro del otro, particularmente del más otro que es el oprimido. Es en
la acogida o en el rechazo, en la alianza o en la hostilidad para con el rostro del otro que se
establecen las relaciones primarias del ser humano y se deciden las tendencias de dominación o de
cooperación.

Cuidar del otro es velar para que este diálogo, esta acción de diálogo yo-tu, sea liberadora, sinérgica
y constructora de alianza perenne de paz y de armonía.

El otro se da siempre sobre la forma de hombre y de mujer. Son diferentes, pero se encuentran en
la misma tierra común de la humanidad. Ambos realizan en su modo singular, la esencia humana y
misteriosa. La diferencia entre ellos no es algo cerrado y definido, pero si algo abierto y plasmable,
pues se encuentran en permanente interacción y reciprocidad.

En el lenguaje acuñada por G.G. Jung cada uno posee dentro de si o animus (la dimensión
masculina) y la anima (la dimensión femenina). El hombre despierta en la mujer su dimensión
masculina que expresa culturalmente por el modo-de-ser trabajo, la mujer evoca en el hombre su
dimensión femenina caracterizada históricamente por el modo-de-ser cuidado.

Cuidar del otro animus-anima implica un esfuerzo de superar la dominación de los sexos, demostrar
el patriarcalismo y el machismo por un lado, el matrialcalismo y feminismo excluyente por otro.
Exige inventar relaciones que propicien la manifestación de las diferencias no más entendidas
como desigualdades, pero si como riqueza de la única y compleja sustancia humana. Esa
convergencia en la diversidad crea espacio para una experiencia más global e integrada de nuestra
propia humanidad, una manera más cuidada de ser.

5. CUIDADO CON LOS POBRES, OPRIMIDOS Y EXCLUIDOS


Uno de los mayores desafíos lanzados a la política orientada por la ética y al modo-de-ser-cuidado
es indudablemente los millones y millones de pobres, oprimidos y excluidos de nuestras
sociedades. Este antifenómeno resulta de formas altamente injustas en la organización social hoy
mundialmente integrada. Con efecto, gracias a los avances tecnológicos, en las últimas décadas se
vio un crecimiento fantástico en la producción de servicios y bienes materiales, pero
deshumanamente distribuidos, haciendo que los 2/3 de la humanidad viva en gran pobreza. Nada
agrede más el modo-de-ser-cuidado que la crueldad para con los propios semejantes.

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Como tratar a esos condenados y ofendidos de la tierra? la respuesta a esta pregunta divide, de
arriba hacia abajo, las políticas públicas, las tradiciones humanísticas, las religiones y las iglesias
cristianas. Crece más y más la convicción de que las estrategias meramente asistencialistas y
paternalistas no resuelven como nunca resolvieron los problemas de los pobres y excluidos. Antes
perpetuados, pues los mantienen en la condición de dependientes y de limosnero, humillándolos
por el no reconocimiento de su fuerza de transformación de la sociedad.

La liberación de los oprimidos deberá salir de ellos mismos, en la medida en que se concientizan de
la injusticia de su situación, se organizan entre si y comiencen como práctica que visan transformar
estructuralmente las relaciones sociales inicuas. La opción de los pobres contra la pobreza y a
favor de su vida y libertad constituyen y aún constituyen la marca registrada de los grupos sociales y
de las iglesias que se pusieron a la escucha del grito de los empobrecidos que pueden ser tanto
trabajadores explotados, los indígenas, los negros discriminados, tanto las mujeres oprimidas y las
minorías marginadas como los potadores del virus del SIDA o de cualquier otra deficiencia. No son
pocos aquellos que no siendo oprimidos se hicieron aliados de los oprimidos, para junto con ellos
en la perspectiva de ellos empeñarse por transformaciones sociales profundas.

El compromiso de los oprimidos y de sus aliados por un nuevo tipo de sociedad, en la cual se supera
la explotación del ser humano y la explotación de la tierra, revela la fuerza política de la dimensión
cuidado.

¿Cuál es el móvil último subyacente a los movimientos de los sin tierra, de los sin techo, de los
privados de derecho sociales, de los niños y niñas de la calle, de los ancianos, de los pueblos de la
selva entre otros sin el cuidado con la vida humana. Es el cuidado y el enternecimiento por la
inalienable dignidad de la vida que mueve las personas y los movimientos a protestar, a resistir y a
movilizarse para cambiar la historia. Los profetas antiguos y modernos nos muestran la
coexistencia de estas actitudes presentes en el cuidado político: la dureza en la denuncia de los
opresores y la compasión en el consuelo de las víctimas.

No hay cuidado con los empobrecidos y excluidos quien no los ama concretamente y no arriesga
por su causa. La consolidación de una sociedad mundial globalizada y el surgimiento de un nuevo
paradigma civilizacional pasan por el cuidado con los pobres, marginados y excluidos. Si sus
problemas no fuesen un enigma permaneceríamos en la pre-historia. Podemos inaugurar el nuevo
milenio, pero no la nueva civilización y la era de paz eterna con todos los humanos, los seres de la
creación y el nuestro esplendido planeta.

6. CUIDADO CON NUESTRO CUERPO EN LA SALUD Y EN LA ENFERMEDAD

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Cuando hablamos del cuerpo no debemos pensar en el sentido usual de la palabra, que
contrapone cuerpo a alma, materia a espíritu. Cuerpo sería una parte del ser humano y no en su
totalidad. En las ciencias contemporáneas se prefiere hablar de corporeidad para expresar el ser
humano como todo vivo y orgánico. Se habla del hombre-cuerpo, hombre -alma para designar
dimensiones totales de lo humano.

Esta comprensión deja para atrás el dualismo cuerpo-alma e inaugura una visión más globalizante.
Entre materia y espíritu está la vida que es la interacción de la materia que se complejifica, se
interioriza y se auto-organiza. Cuerpo es siempre animado ´´Cuidar del cuerpo de alguien
decía un maestro del espíritu ´´es prestar atención al soplo que lo anima´´

Resumiendo podemos decir que el cuerpo es aquella porción del universo que nos animamos,
informamos, concientizamos y personalizamos. Es formado por el cosmo, circulando en el espacio
interestelar hace billones de años, antes de la formación de las galaxias, de las estrellas y de los
planetas, por eso probablemente es más viejo que el sistema solar y la propia tierra. El fiero que
corre por la venas del cuerpo, el fósforo y el calcio que fortalecen los huesos y los nervios, el 18% de
carbono y el 65% de oxígeno muestran que somos verdaderamente cósmicos.

El cuerpo es un ecosistema, vivo que se articula con otros sistemas más abarcativos. Pertenecemos
a la especie ´´homo´´ que pertenece al sistema tierra, que pertenece al sistema galáctico y al
sistema cósmico. En el funciona un sistema interno de regulación de frío y de calor, de sueño y de
vigilia, de los fenómenos de la digestión, de la respiración, de los latidos cardiacos entre otros.

Todavía más. El cuerpo es subjetividad. Ya se dice que ´´el cuerpo es nuestra memoria más
arcaica´´, pues en su todo y en cada uno de sus partes guarda informaciones de largo proceso
evolutivo. Junto con la vida del cuerpo se realizan varios niveles de la consciencia (la originaria, la
oral, la anal, social, autónoma y la trascendencia), donde estas memorias se expresas y se
enriquecen interaccionando con el medio.

A través del cuerpo se nuestra la fragilidad humana. La vida corporal es mortal. Ella va pediendo su
capital energético, sus equilibrios, enferman y finalmente muere. La muerte no viene en el fin de la
vida. Ella comienza ya en su primer momento. Vamos muriendo lentamente hasta acabar de morir.
La aceptación de la mortalidad de la vida hace entender de forma diferente la salud y la
enfermedad.

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Quienes pueden enfermarse. La enfermedad significa un daño a la totalidad de la existencia. No es
la rodilla que duele, soy yo, en mi totalidad existencial, que sufro. Por lo tanto no es una parte que
está enfermo, es la vida que enferma en sus varias dimensiones: en relación a si mismo
( experimenta los límites de la vida mortal) en relación con la sociedad ( se aísla, deja de trabajar y
tiene que tratarse en un centro de salud ), en relación con el sentido global de la vida (crisis en la
confianza fundamental de la vida que se pregunta porque exactamente yo me quedé enferma?).

La enfermedad remete a la salud. Toda cura debe reintegrar las dimensiones de la vida sana, en el
nivel personal, social y en lo fundamental que dice respeto al sentido supremo de la existencia y del
universo. Por eso el primer paso consiste en reforzar la dimensión salud para que ella cure la
dimensión enfermedad.

Para reforzar la dimensión salud debemos enriquecer nuestra comprensión de salud. No


podemos entenderla como ideología dominante con sus técnicas sofisticadas y sus innumerables
cócteles de vitaminas. La salud es concebida como ´´salud total´´ como si fuese un fin en sí misma,
sin responder a la pregunta básica qué hago en la vida con mi salud? Nos distanciamos de la
conocida definición de salud de la Organización Mundial de la salud de la ONU que reza: ´´salud es
un estado de bienestar total, corporal, espiritual y social y no solo la ausencia de enfermedad y
flaquezas.

Esta comprensión no es realista, parte de una suposición falsa, de que es posible una existencia sin
dolor y sin muerte. Es también inhumana porque no recoge la concretitud de la vida que es mortal.
No descubre dentro de si la muerte y sus acompañantes, las imperfecciones, las flaquezas, las
enfermedades, la agonía y la despedida final. Acrescenta que la salud no es un estado, pero si un
proceso permanente de busca de equilibrio dinámico de todos los factores que componen la vida
humana. Todos los factores están al servicio de la persona para que tenga fuerza de ser persona,
autónoma, libre, abierta y creativa de cara a los varios problemas que tiene que enfrentar.

La fuerza de ser persona significa la capacidad de acoger la vida a sí como ella es, en sus ritualidades
y en su entusiasmo intrínseco, pero también en su finitud y en su mortalidad. La fuerza de su
persona traduce la capacidad de convivir, de crecer y de humanizarse con estas dimensiones de la
vida, de enfermedad y de muerte.

Salud y cura designan el proceso de adaptación y de integración de diversas situaciones, en las


cuales se da la salud, la enfermedad, el sufrimiento, la recuperación, el envejecimiento y el caminar
tranquilo para el gran pasaje de la muerte. Salud no es un estado ni un acto existencial, pero si es
una actitud que hace varias situaciones que pueden ser enfermas o sanas. Ser persona no es
simplemente tener salud, pero si es saber enfrentar saludablemente la enfermedad y la salud. Ser

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saludable significa realizar un sentido de vida que engloba la salud, la enfermedad y la muerte.
Alguien puede estar mortalmente enfermo y ser saludable porque con esta situación de muerte
crece, se humaniza y sabe dar sentido aquello que padece.

Qué significa cuidar de nuestro cuerpo así entendido? Inmensa tarea. Implica cuidar de la vida que
lo anima, cuidar del conjunto de relaciones con la realidad circundante, relaciones que pasan por la
higiene, por la alimentación, por el aire que respiramos, por la forma como nos vestimos, por la
manera como organizamos nuestra casa y nos situamos dentro de un determinado espacio
ecológico. Este cuidado refuerza nuestra identidad como seres de relaciones para todos los lados.
Cuidar del cuerpo significa la busca de asimilación creativa de todo lo que nos puede ocurrir en la
vida, compromisos y trabajos, encuentros significativos y crisis existenciales, sucesos y fracaso,
salud y sufrimiento. Solamente así nos transformamos más y más en personas maduras,
autónomas, sabias y plenamente libres.

7. CUIDADO CON LA CURA INTEGRAL DEL SER HUMANO


La cura integral del ser humano es tan importante que demanda un prolongamiento de nuestra
reflexión anterior. En las grandes tradiciones terapéutica de la humanidad siempre hubo la
percepción de que la cura es un proceso global, envolviendo la totalidad del ser humano y no
apenas a la figura de Asclepio (de los griegos) o de los Esculapio (de los latinos). De esta tradición
nace el padre de la medicina clásica y moderna, Hipócrates (460 -277 aC).

Asclepio era históricamente, un héroe curador que tenía su centro en Epidauro, en el corazón
de Grecia. Por más de mil años acudían a su templo los enfermos de todas partes del mundo
antiguo. La eficacia de sus métodos era de tal orden que después de su muerte Asclepio acaba
siendo divinizado. Simultáneamente como hombre y Dios señalaba que la cura sería completa si
resultase de la intervención humana y divina, si fuese corporal y espiritual.

En el portal de su templo los enfermos podían leer el lema básico de su medicina: ´´puro debe
ser aquel que entra en el templo perfumado: Pureza es tener pensamientos sanos´´.

Lo llamaba a eso nooterapia, terapia de la mente (noos en griego significa mente) que
implicaba un proceso de redefinición de actitudes y valores. Los cristianos hasta hoy llaman a eso de
conversión (metanoia). Los pecados (harmatian) esto es las actitudes disarmonías consigo mismo,
con los otros, con el cosmo y con la fuente originaria de todo, dan partida a procesos que afectan
el equilibrio físico-psíquico-espiritual del ser humano. En otras palabras producen enfermedades.

La cura acontece cuando se crea un nuevo equilibrio humano, entonces el pecado-enfermedad


da lugar a la gracia-cura. El Epidauro, las curas eran procesadas de forma holística a través del

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método diferenciado: por la danza, música, gimnasia, poesía, ritos y sueño sagrado. Había el
Abaton, santuario donde los enfermos dormían para tener sueños de comunión, con la divinidad
que los tocaba y curaba. Había el Odeon local donde se podía oír música tranquilizadora y eran
leídos poemas de encantamiento. Había el gimnasio donde se hacían ejercicios físicos integradores
mente/cuerpo. Había el estadio de deportes de competición controlada para mejorar el tono
corporal. Había el teatro para dramatización de situaciones complejas de la vida para
desdramatizarla y facilitar la cura. Había biblioteca donde se podía consultar libros, admirar obras
de arte y participar de discusiones sobre los más diversos asuntos. Todo esto ya en aquellos
tiempos era visto como forma de terapia holística. La moderna medicina alternativa no hace otra
cosa si no rescatar esta memoria terapéutica de nuestra propia tradición, sofocado por el
paradigma cientifista dominante que tenta la cura enfatizando el tratamiento de las partes
enfermas por la química de los remedios sin la consideración de todo humano.

Fue en este contexto integrador del cuidado total con el ser humano que el poeta Décio Júnio
Juvenal (60-130aC) escribió el famosos verso criticando los excesos en la culinaria de los romano
´´se debe buscar una mente sana en un cuerpo sano´´ ´´Orandum est ut sit nens sana in corpore
sano´´ (Satiras X, 356).

Muchas academias de gimnasio actuales incorporan este lema mens sana in corpore sano, casi
siempre olvidando la dimensión espiritual de la mente (mens sana) y enfatizando apenas la
exuberancia muscular del cuerpo (corpore sano). El arte terapéutico es más que medicina, es
integral, por tanto profundamente espiritual.

Concluyendo, cuidar de nuestra salud significa mantener nuestra visión integral, buscando un
equilibrio siempre por construir entre el cuerpo, la mente y el espíritu y convocar al médico
(cuerpo), al terapeuta (mente) y el sacerdote (espíritu) para trabajar juntos mirando la totalidad
del ser humano.

8. CUIDADO CON NUESTRA ALMA, LOS ANGELES Y LOS DEMONIOS INTERIORES


El alma a semejanza del cuerpo representa la totalidad del ser humano en la medida en que él
es un ser vivo con interioridad y subjetividad (anima en latín significa ser vivo, de donde deriva
animal). Desde el primer momento después del big-bang, cuando se formaron los primeros
campos energéticos y se forjaron las primeras unidades relacionadas, el alma comenzó a surgir y a
complejificarse hasta que en el nivel humano, después del surgimiento del cerebro y de la base
neurónica, se tornó reflejo y auto-consciente. Posiblemente tal emergencia ocurre a partir del
homo Ardipitecus Ramidos, hace 4,5 millones de años pasando por el homo habilis, hace cerca
de 2 millones de años, por el homo erectus hace 1,6 millones de años, por el homo sapiens

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arcaicus hace 250 mil años hasta culminar en el homo sapiens hace 150 mil años. De este último
con conciencia plenamente refleja somos descendientes directos.

Conocemos hoy los niveles de ese tipo de conciencia y su capacidad de guardar informaciones
del proceso evolutivo. Eso significa que la conciencia humana guardas marcas de la gran explosión
primordial, y de ruido de las explosiones de las grandes estrellas rojas que botaron sus materiales
pesados por todo el universo, conserva la memoria de las circunvoluciones de nuestro sistema
galáctico, solar y planetario, de los dolores del parto en la formación de nuestra casa común,
conserva el estremecer de las primeras células de la vida hace 3,8 millones de años, guarda en sí las
señales de violencia devastadoras de los dinosaurios, de la capacidad unificadora del primer
cerebro en los reptiles, de la ternura de los primeros mamíferos, de la alegría de la sociabilidad de
nuestros ancestrales antropoides, el recuerdo de la luz del primer acto de intelección de la
creatividad del habla ordenadora del mundo, en fin de los grandes sueños videntes de simpatía y
convivialidad, bien como de los miedos de cara a las amenazas y cara a la lucha por la
sobrevivencia. Las experiencias buenas y traumatizantes en la relación con los padres, con el
hombre y la mujer, con el nacimiento, el dolor y la muerte, con el sol, la luna y las estrellas, con la
grandeza del cielo estrellado dejando matices en el alma humana cuya fuerza de actuación se hace
presente hasta los días de hoy. Es nuestra memoria ancestral y actual.

De cierto modo, todo está guardado dentro de la consciencia humana sobre la forma de la
memoria (subatómica, atómica, mineral, vegetal, animal, humana) en los modelos, sueños,
visiones, símbolos, pasiones y naciones que habitan nuestra interioridad. Somos portadores de
ángeles y de demonios, de fuerza simbólica que nos anima para la unidad y para la cooperación y de
fuerza diabólica que desagregan y destruyen nuestra centralidad.

Pero el ser humano es portador de libertad y de responsabilidad. La libertad es dada como la


capacidad de modelar esa materia ancestral y el mundo a su alrededor. La libertad es dada como
posibilidad para decidir si cultiva los ángeles buenos o los demonios interiores. A él le cabe criar
una medida justa de equilibrio tirando partida de la energía de los ángeles y de los demonios y
colocando a servicio de un proyecto que se afina con la sinergia y la cooperación del universo. Es su
chance de felicidad o de tragedia.

Es un desafío inmenso: el cuidar de nuestra alma entera. Cuidar de los sentimientos, de los
sueños, deseos, pasiones contradictorias, del imaginario, de las visiones y utopías que guardamos
escondidas dentro del corazón. ¿Cómo domesticar tales fuerzas para que sean constructivas y no
destructivas? En qué sentido de vida ordenamos todas estas dimensiones?
El cuidado es el camino y ofrece una dirección cierta.

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9 CUIDADO CON NUESTRO ESPÍRITU, LOS GRANDES SUEÑOS Y DIOS

El ser humano cuerpo-alma tiene una singularidad: puede sentirse parte del universo y con el
conectado, puede entenderse como hijo e hija de la tierra, un ser de interrogaciones finales, de
responsabilidad por sus actos y por su futuro común con la tierra. El no puede futurarse a
preguntas que le surgen inevitablemente; Quién soy yo? Cuál es mi lugar dentro de estos millares
de seres? Qué significa ser botado en este minúsculo planeta tierra? De dónde proviene el
universo entero? Quién se esconde detrás de las estrellas? Qué podemos esperar después de la
vida y de la muerte?
Porqué lloramos la muerte de nuestros parientes y amigos y sentimos como drama sin retorno?

Ahora, levantar semejantes interrogantes es propio de un ser portador de espíritu. Espíritu es


aquel momento del ser humano cuerpo-alma en el que escucha estas interrogaciones y busca
darles una respuesta. No importa cual sea: si a través de historias mitológicas, de diseños en las
paredes de cavernas como en Cromagnon en Francia y el las grutas de San Raimundo Nonato en
Piauí, Brasil o sólo a través de sofisticadas filosofías, ritos religioso y conocimientos de las ciencias
empíricas. El ser humano como ser hablante e interrogante es un ser espiritual.

Otro dato que ocasiona la dimensión espiritual: es la capacidad del ser humano de
continuamente crear sentidos e inventar símbolos. No se contenta con hechos. En ellos distingue
valores y significaciones. Escuchan las cosas que son siempre más que cosas porque se transforman
en indicaciones de mensajes a ser decodificado. Daremos algunos ejemplos.

Delante del río amazonas estamos totalmente fascinados, hacemos la experiencia de la


majestad. Al penetrar en la floresta contemplamos inigualable biodiversidad y quedamos admirados
delante de la inmensidad de árboles, aguas, animales y de voces de todos los timbres, hacemos la
experiencia de la grandeza. Delante de esa grandeza nos sentimos un animal frágil e insignificante
irrumpiendo en nosotros el terror y el respeto silencioso, hacemos la experiencia de la limitación y
de la amenaza.
Cuando vivenciamos la fascinación del amor, hacemos la experiencia de un absoluto valor, capaz de
transformar todo, hacemos de la persona amada una divinidad, transformamos el brillo del sol en
oro y transformamos la dureza del trabajo en una placentera ocupación.

Al ver la mano suplicante del niño hambriento somos tomados de compasión y mostramos
generosidad. Todas estas experiencias son expresiones del espíritu que nosotros somos.

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Pero hay una experiencia testimoniada desde los primordiales de la homonización, la del
numinoso y del divino en el universo, en la vida y en la interioridad humana. . ¿Cómo no reconocer
por detrás de las leyes de la naturaleza un supremo legislador? ¿Cómo no admitir en la armonía de
los cielos la acción inteligente de una infinita sabiduría, y en la existencia del universo la exigencia
de un creador?

El ser humano llama a esta suprema realidad con mil nombres o simplemente le da el nombre
de Dios. Siente que él arde en su interior en la forma de una presencia que lo acompaña y lo ayuda
a decidir el bien y el mal. El eje vital lo lleva a crecer, a trabajar, a enfrentar obstáculos, a alcanzar
sus propósitos y a vivir con esperanza. Este eje está en el ser humano, pero es mayor que él. No
está en su poder manipularlo, criarlo o destruirlo. Se encuentra a la merced de él. ¿No es eso un
indicio de la presencia de Dios en su interior?

El ser humano puede cultivar el espacio divino, abrirse al diálogo con Dios, confiar a él el
destino de su vida y encontrar en él, el sentido de la muerte. Surge entones la espiritualidad que da
origen a las religiones: ellas expresan el encuentro con Dios en los códigos de las diferentes
culturas.

Los sabios de todo los tiempos siempre preguntaron: sin el cultivo de ese espacio espiritual, el
ser humano se sentirá infeliz y enfermo y se descubrirá un errante sediento en busca de una fuente
que no encuentra en ningún lugar, pero si se acoge al espíritu y aquello que lo habita, se llenará de
luz, de serenidad y de una inmensa felicidad.

Cuidar el espíritu implica colocar los compromisos éticos encima de los intereses personales o
colectivos. Cuidar del espíritu demandad alimentar la braza interior de la contemplación y de la
oración para que nunca se apague. Significa especialmente cuidar de la espiritualidad
experimentando a Dios en todo y permitiendo su permanente nacer y renacer en el corazón.
Entonces podemos prepararnos con serenidad y jovialidad para la verdadera travesía y para el gran
encuentro.

9. CUIDADO CON LA GRAN TRAVESÍA, LA MUERTE


La entropía se manifiesta en todas partes y también en el tejido de nuestra vida hasta consumir
todo muestro capital energético. Entonces morimos. Es el final del hombre-cuerpo. ¿Qué pasa con el
hombre-alma-espíritu? ¿Cuál es su destino? El tiene otro trayecto. Al emerger en este mundo comienza
a nacer, va naciendo cada día hasta acabar de nacer.

Una analítica existencial revela la presencia de dos curvas en la existencia humana: la curva del
hombre-cuerpo y la curva del hombre-alma-espíritu.

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La curva hombre-cuerpo obedece a este trayecto: nace, crece, madura, envejece y muere. La
muerte no viene de fuera, pero se procesa dentro de la vida como pérdida progresiva de la fuerza vital.
La otra curva del hombre-alma-espíritu sigue el trayecto inverso. Nace comienza como una pequeña
señal y brota, realiza virtudes como hablar, relacionarse, amar…va naciendo más y más hasta acabar de
nacer.
Pero cuando acaba de nacer? Cuando las dos curvas existenciales se cruzan. En este cruzamiento
ocurre la muerte real.

Qué significa la muerte? Para el hombre cuerpo representa el término de una caminata por este
mundo espacio-temporal. Para el hombre-alma –espíritu, la posibilidad de una plena realización de sus
dinamismos latentes que no consigue brotar debido a los condicionamientos del tiempo y del espacio.
La muerte del hombre-alma-espíritu delibera de todos los amarres y su impulso interior puede
realizarse según a la lógica infinita. La inteligencia que veía en el claro-oscuro, ahora ve en plena luz, la
voluntad que sentía condicionada, ahora nace para la comunión inmediata con el objetivo del deseo,
el cuidado esencial que ejercía en ambigüedad, ahora encuentra su plena autenticidad, el cuerpo que
nos permitía comunión y separación de los otros, es sentido ahora como expresión plena de nuestra
unión con la totalidad del cosmo.

En la muerte se da el verdadero nacimiento del ser humano. El implode y explosiona para dentro de
su plena identidad. El cristianismo llama a ese momento de absoluta realización de resurrección:
Resurrección es mucho más que reanimar un cadáver y volver a la vida anterior. Resurrección es la
plena concretización de las virtudes presentes en el ser humano. Los apóstoles testificaron que tal
evento buenaventura se realizó en Jesús de Nazaret en el momento de su muerte en la cruz. Por eso es
presentado como el ´´Nuevo Adán´´ (1cor15, 45), la nueva criatura que tocó el final de los tiempos. Él es
el símbolo real de que el ser humano puede nacer definitivamente.

En esta perspectiva no vivimos para morir. Morimos para resucitar, nuevo modo de ser en plenitud.
Al morir el ser humano deja para tras de si un cadáver. Es como un capullo que contenía crisálida. Cae el
capullo y nace una radiante mariposa, la vida en su entera identidad. Es la resurrección ya en la muerte.

El sentido que damos a la vida depende del sentido que damos a la muerte. Si la muerte es fin
último, entonces de poco valen tantas luchas, empeño y sacrificio. Pero si la muerte es fin-meta-
alcanzada entonces significa un peregrinar para la fuente. Ella pertenece a la vida y representa el
modo sabio que la propia vida encontró para llegar a una plenitud negada en este universo
demasiadamente pequeño para su impulso y demasiadamente estrecho para su ansia de infinito.
Solamente el infinito puede saciar una sed infinita.

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Cuidar de nuestra gran travesía es internalizar una comprensión esperanzadora de la muerte. Es
cultivar nuestro deseo de infinito, impidiendo que él se identifique con objetos finitos. Es meditar,
contemplar y amar lo infinito como nuestro verdadero objetivo de deseo: es creer que al morir
caeremos en sus brazos para el abrazo sin fin y para la comunión infinita y eterna. En fin es realizar la
experiencia de los místicos: la vida amada en el amado transformado.

CAPÍTULO X
PATOLOGÍAS DEL CUIDADO

Todo que es recto se puede doblar. Por el hecho de ser simultáneamente sapiens (inteligente)
y demens (demente) el ser humano vive una ambigüedad estructural: Su bien nunca es enteramente
bueno. Su mal jamás totalmente malo. Se mezclan el bien y el mal, diabólico y simbólico, insensatez y
sabiduría, cuidado esencial y cuidado fatal. Esta situación es en su totalidad insuperable: debemos
cargarla con realismo. No llorar sobre ella ni reír de ella. Apenas aprender las lecciones que revela.

Ciertamente la primera lección es esta: debemos ejercer la compasión para con nosotros. Por
más que nos corrijamos, habría siempre remanencias torcidas que importa aceptarlos con cierto humor
y jovialidad.

Hay los que son obsesivos por la virtud perfecta. Torturándose, aterrorizando a los demás y
malograr continuamente su humor porque se confrontan a cada momento, con sus propios límites y
fracasos.

Sabio fue el filósofo Immanuel Kant que en 1784, en su libro Idea de una Historia Universal de
punto de vista Cosmopolítico, nos dejó la siguiente sentencia: ´´El ser humano es una madera tan
nudosa que de ella no se puede tallar vigas rectas´´. Esta es la condición humana! Alcanza por tanto
acoger los propios límites con humildad, sin lamentación. En su todo, son intransponibles. Somos seres
de la incompletud. No somos Dios.

Partiendo de esta contestación hay también otros que se resignas y dejan de buscar una
mejoría de la situación humana. Se entregan a la gravedad que puja para abajo y a la comodidad de
quien baja a una ladera. Estos son generalmente sombríos, pues perderán el entusiasmo y la ligereza de
la vida. De la resignación al cinismo existe un paso.

De ahí podemos sacar una segunda lección: El hecho de cargarnos siempre una sombra de
descuido, no invalida la permanente búsqueda de cuidado esencial. El descuido, inherente a nuestra
condición humana más que un obstáculo es un desafío para la vivencia del cuidado, no es una meta a
alcanzar solamente es el final de la caminada. Es un principio que acompaña al ser humano en cada

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paso, en cada momento a lo largo de la vida terrenal, como sentencia Saturno en la fábula del mito de
Higinio. Por tanto siempre es posible creer en la práctica del cuidado en cada circunstancia, en el tiempo
y en el contratiempo. Tal actitud genera discreta alegría y verifica la ligereza en la gravedad de la vida.

1. LA NEGACIÓN DEL CUIDADO ESENCIAL


A sí como la peor enfermedad es negar su existencia, de forma semejante la peor aberración del
cuidado es su negación. Como consecuencia el ser humano se entrega totalmente a la lógica del modo-
de-ser del trabajo depredador a la exclusión de los otros y al maltrato de las personas de la casa, de la
cosa pública y de si mismo. El resultado es un proceso de deshumanización y de embrutecimiento de las
relaciones. Equivale a la categoría teológica del infierno, donde se recusa a la relación y se ahoga la
capacidad de enternecimiento y de amor, lo que bíblicamente, se llama también de tribulación de la
desolación. A partir de ahí todo efectivamente, es posible, hasta lo imposible.

2. EL CUIDADO EN SU EXCESO: LA OBSECIÓN


Hay los que tienen cuidado en demasiado. Es su exacerbación. La persona se torna
obsesiva por preocuparse demasiado en cuidar de todo y de todos. ´´ El exceso de verdad ´´ ya decía
Pascal ´´es pero que el error´´. Así también no se puede ser apenas cuidado. El es la esencia del
humano, pero el humano no es solo esencia: existe su historia zigue-zagueante, las resonancias del
cuidado, las limitaciones que cabe acoger y revelar.

Es el lenguaje que el obsesivo continuamente se muestra. A todo momento dice:


´´cuidado...Cuidado… Cuidado…! Tanto cuidado acaba por tirar la espontaneidad de las personas que se
siente continuamente confuso y robadas en su energía de hacer su experiencia del cuidado esencial,
entre aciertos y errores.

El exceso del cuidado para consigo mismo origina el narcisismo, la vanidad y la afectación. Hay
personas que pasan horas delante del espejo: cuidan de su acné con tanto empeño como estuvieran
cuidando el curso de las estrellas. Otras son cuidadosas en todo lo que hacen que siempre están
retrazadas, pierden los horarios e irritan a los demás que se sienten defraudados en su tiempo.

El exceso del cuidado causa el perfeccionismo inmobilizador. Hay los que colocan en todo tanto
cuidado que nunca llegan a concluir lo que iniciaron. Pierden oportunidades únicas, negocios ventajosos
y oportunidades de crecimiento: sin razones se siente siempre insatisfechos, acrecentando cosas sobre
cosas y agregando detalles sobre detalles. En el límite quedan inmovilizados.

3. EL CUIDADO EN SU CARENCIA: EL DESCUIDO


Hay los que tienen cuidado de menos. Son los descuidos y displicentes. Normalmente no consigue
ser enteros en lo que hacen. Sea por que no colocaron todo el empeño en lo que hacen. Las cosas

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aparecen mal hechas, abandonadas, desordenadas, confusas, caóticas, en una palabra descuidadas. La
persona queda impaciente, pierde la calma y la serenidad.

Reflexionamos que el cuidado surge cuando se encuentra la justa medida. Este es el camino del
medio entre el modo-de-ser del trabajo como exploración y el modo- de- ser cuidado como plasmación.
Por eso el cuidado no conviene ni con el exceso, ni con la carencia. El es el punto ideal de equilibrio
entre uno y otro.
La tarea humana es construir ese equilibrio con autocontrol y moderación, pero con ayuda del espíritu
de vida que nunca falta porque él es, según un himno medieval cantado hasta hoy en la liturgia de
Pentecostés, ´´la quietud en el trabajo, la frescura en el calor y el consuelo en las lágrimas´´: el equilibrio
dinámico.

Cap. XI Figuras ejemplares del cuidado

El modo de ser cuidado, solo convence verdaderamente cuando se transforma en saga en la


bibliografía de la persona y modela situaciones existenciales.
1) El cuidado de nuestras mamás y abuelas
Figuras que existen, concentran e irradian cuidado de manera privilegiada; nuestras mamás y
las mamás de nuestras mamás, nuestras abuelas. No necesitamos detallar esta experiencia. Ella es
fuente (manantial) en cada persona, pues el primer continente que el niño conoce es a su propia
madre. Ser madre es más que una función, es un modo de ser que engloba todas las dimensiones
de la mujer-madre, su cuerpo, su psique y su espíritu.

Con su cuidado y cariño la madre continua a generar los hijos e hijas durante toda la vida
misma; que hallan muerto, siempre permanecerán en su corazón materno. Siempre permanecerán
en su corazón materno. En los momentos de peligro, son invocados como referencia de confianza y
de salvación. Es a través de las madres que cada uno aprende a ser madre de sí mismo, en la

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medida en que aprende, aceptarse, a perdonar las propias flaquezas y alimentar el sueño de un
gran útero acogedor de todos.

Representa también el modo de ser madre las educadoras y los educadores que se devotan al
crecimiento humano, mental y espiritual de los educandos, las enfermeras que cuidan de sus
enfermos y tantas otras personas que anónimamente se desvelan en el cuidado de alguien.

2) Jesús, un ser de cuidado: Jesús de Nazareth, al lado de buda, es, una de las figuras religiosas que
más encarna el modo de ser cuidado. Reveló a la humanidad el Dios – cuidado experimentando
Dios como Padre y Madre divinos que cuida de cada cabello de nuestra cabeza, de la comida, de los
pájaros, del sol y de la lluvia para todos ( ef Mt 5,4s; Lc 21,18). Jesús mostró cuidado especial, con
los pobres, los hambrientos, los discriminados y los enfermos. Se llenaba de compasión y curaba a
muchos. Hecho inusitado para la época, asoció a varias mujeres como discípulas (Lc 8, 2-3), cultivó
un amor tierno para con sus amigas Marta y María (Jo11, 20-28; lc10, 38-42). No faltó a las señales
de amor erótico, manifestadas por una pecadora pública que le besaba y ungía los pies con perfume
(Lc 7, 37-39). Hizo de la misericordia la llave de su ética. Es por la misericordia que los seres
humanos llegan al Reino de la vida; sin la misericordia no hay salvación para nadie (Mt 25, 36-41).
Las parábolas del buen samaritano, que muestra la compasión por la caída en el camino (Lc 10, 30-
37) y la del hijo pródigo acogido y perdonado por el padre (Lc15, 11-32) son expresiones ejemplares
de cuidado y de plena humanidad.

Muriendo en la cruz, cuida dos ladrones, crucificado a su lado y cuida de su madre, entregándola a
los cuidados del discípulo predilecto Juan (Jn, 19 26-27). Jesús fue un ser cuidado. El evangelista
Marcos dice con extrema finura”él hizo bien todas las cosas, hizo oír a los sordos y los mudos
hablar” (Mc 7,37) tuvo cuidado con la vida integral.
3) Francisco de Asís: La Fraternura del hermano Universal:
En la tradición occidental Francisco de Asís (1,182 – 1,226) es visto como una gran figura
ejemplar de grande irradiación.
Todo en su vida viene unido de extremo cuidado con la naturaleza, los animales, las aves y plantas,
a los pobres y especialmente con su amiga y cómplice, Clara de Asís.

Con fina percepción sentía el lazo de fraternidad y solidaridad que nos une a todos los seres.
Tiernamente llama a todos de hermanos y de hermanas: el sol, la luna, las hormiguitas y el lobo de
Gubbio. Las cosas tienen corazón. Él sentía su pulsar y se nutria con veneración y respeto por cada
ser, por menor que sea. En la huerta también las hierbas dañinas también tenían su lugar, pues a su
manera ellas alababan al creador.

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Los biógrafos de aquel tiempo, como los co-hermanos, Tomás de Celano y San Buenaventura,
testimoniaron el impacto de tanta suavidad. Afirman que Francisco “rescató la inocencia original”
que es “el hombre nuevo, dado al mundo por el cielo”, y que finalmente representa” el evangelista
de los nuevos tiempos”.
Efectivamente pese a las demandas de nuestra cultura ecológica mundial, reconocemos su grande
actualidad. Somos viejos, todavía agarrados al modo de ser del trabajo dominación- agresión de la
naturaleza. San Francisco no en tanto es verdaderamente alternativo por su radical modo de ser-
cuidado con respeto, veneración y fraternura para con todas las cosas.
En un pergamino del convento del Monte Alverne, ahí donde recibió su cuerpo, los sagrados
estigmas. Se conservó su último adios a las criaturas.

Estaba extremadamente enfermo y presto a morir. Se despide de Frei Masea, del hermano
Rochedo y del hermano Falcón. Por fin dice: “Io mi partu da voi con la persona, ma vi lascio il mio
Cuore” que quiere decir: “Yo me a parto de ustedes como persona, pero les dejo mi corazón”. Con
efecto, el corazón de Francisco significa un estilo de vida, la expresión genial del cuidado, una
practica de confraternización y un renovado encantamiento por el mundo. Recrear ese s corazón en
las personas y rescatar la cordialidad en las relaciones podrá suscitar en el mundo actual el mismo
facinio del universo y el mismo cuidado con la hermana y madre tierra como fue
paradigmáticamente vivido por san Francisco.
4) Madre Teresa de Calcuta: El Principio misericordia.
Con su seguridad uno de los arquetipos vivos del cuidado esencial, es la religiosa católica Madre
Teresa de Calcuta (1,910 – 1,997) Nacida en Albania, trabajó a partir de 1928 en la India como
misionera y profesora en un seminternado. Todo corría en ritmo normal de una escuela cuando en
1946, viajando de tren, dice haber escuchado una voz clara que le ordenaba dejar el convento. Para
ayudar a los pobres, viviendo en medio de ello. Los entendía como un llamado divino.
Efectivamente a los 38 años de edad, salió del monasterio, cambio su pesado hábito negro por un
practico y barato sari de algodón. Fue a vivir en la periferia miserable de Calcuta, en una casebre,
viviendo, viviendo a base de arroz y sal como los pobres, sirviendo a los pobres. En la medida que
fueron llegando seguidores fundó la orden de las misioneras de la caridad. Después de los 3 votos:
de pobreza, obediencia y castidad, ella puso un cuarto “dedicarse de todo corazón y libremente al
servicio de los más pobres de los pobres”.
En Calcuta hay millones y millones de miserables que nacen, viven y mueren en la calle. Madre
Teresa cuidó, después de fundar la casa de los moribundos. Los recogía de la calle y los llevaba para
que pudiesen morir con dignidad. Comenzaba así una obra de compasión y misericordia que s
extendió por muchas ciudades de la india, de Paquistan y de otros países; siempre con el objetivo
de conferir dignidad y humanidad a los que iban muriendo.

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La orden de los Misioneros de la Caridad cultivan un carisma ligado directamente a la ternura
vital, el carisma de tocar a las personas en su piel, en sus cuerpos y en sus llagas. “Los toca, los lava,
los alimenta, insistís Madre Teresa a sus hermanas y a los voluntarios que de todo el mundo
llegaban par ayudar en sus obras. Otras veces decía: Da a cristo al mundo, no lo mantengas para ti
mismo y, al hacerlo usa tus manos”. Su biógrafa Anne Sebba comenta:”La capacidad de tocar con
sus implicaciones mas amplias es especialmente importante en la India, donde el concepto de
“Intocabilidad” es tan real; este es el verdadero espíritu misionero en acción; es más importante
que tocar , que curar. La mano que toca, cura por que lleva caricia, devuelve confianza, ofrece
acogida y manifiesta cuidado. La mano hace nacer la esencia humana en aquellos que son tocados.

En 1,979 ganó el premio Nóbel de la Paz. Le dio el verdadero sentido:” acepto el premio en
nombre de los pobres… El premio es un reconocimiento del mundo de los pobres”.
Muchos han colocado en cuestión, la eficacia de la obra de Madre Teresa. En vez de combatir las
causas que llevan ha alguien a morir en la calle. Dicen ella: apenas se ocupa de las víctimas,
perpetuando su situación miserable. Preguntan: ¿Se debe cuidar o librar? Respondemos: Debemos
hacer una cosa y otra por que ambos tienen sentido. Madre Teresa descubrió su camino para el
cuidado esencial y respondió con una sonrisa a la cuestión suscitada: “Encuanto ha ustedes
discuten las causas y las explicaciones, yo me arrodillo al lado de los más pobres de los pobres y
cuido de sus necesidades”.
Una estrategia no valida a otra. Hay una humanidad mínima a se r siempre salvaguardada:
salvar vida hace a la inminencia de la muerte. Esto es asistencialismo, es humanismo básico sin el
cual nos tornamos cínicos y sin piedad, por eso vale siempre dar pan, a quien tiene hambre, pues el
hambre no puede esperar. Bien decía MadreTeresa: “Las personas que llegan hasta mí, son
enfermos y moribundos; son tan flacos que no pueden ni asegurar un anzuelo, se debe primero
darles el pescado y tal vez el anzuelo venga después mismo”. Así vale siempre atacar las causas
estructurales, ayudar a transformar la sociedad para que nadie necesite morir abandonado en la
calle. Ambas estrategias nacen de la compasión y del cuidado esencial: una con la mano, alcanzando
a las personas, la otra con el brazo estirado, alcanzando las estructuras.

Otros criticaban su ingenuidad en aceptar ayuda de personas manifestantes opresoras como


Duvalier del Haití, o el multimillonario norteamericano Charles keating, fundador en millones de
dólares de ahorro y emprestimo. Cuando eso podemos ponderar: El Mundo de Madre Teresa era el
de la voluntad sin manchas, lejos de cualquier malicia u oportunismo. Lo que ella veía, no era la
mano de quien clava, pero sus enfermos y moribundos que necesitaban de ayuda. Todo lo que
auxilia y rescata su dignidad de persona, hacia sentido para ella y ganaba su justificación, sin querer,
legítimas ambigüedades de sus donadores.
Muchas veces fue usada por el lado eclesiástico para propagar en los forums mundiales las tesis
oficialistas acerca de la limitación de la naturalidad, de la condenación, del aborto o de la negación

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del sacerdocio a las mujeres. Tales ortodoxias estaban lejos de su práctica cotidiana, pero en ella
obedientemente, se prestaba a hacer a su defensa.
No obstante todas las limitaciones, Madre Teresa linadió compasión ejemplar y cuidado caluroso
para con los más miserables de los pobres. Su figura es una convocación de actitud del buen
samaritano que se vara sobre los cuidados del camino. Has que los remedios, es esa actitud esencial
que cura y rescata la humanidad herida.
5) Hermano Antonio: Cazador de sonrisas en rostros tristes.
Tan importante como dignificar la muerte de la populación de la calle, es dignificar la vida de
aquellos que viven en la calle. Borrachos, enfermos y abandonados Es lo que intenta hacer el
Hermano Antonio Méndez Ferreira en la ciudad de Petrópolis, en las cercanías de Río Janeiro, la
semejanza de tantos otros que trabajan con niños y niñas de la calle, viejos solos y enfermos
terminales.
La figura del hermano Antonio, a respeto de iluminaciones personales irradia una impresionante
bondad y reverencia. Nacido en Portugal, fue durante muchos años marinero. Los caminos de los
océanos y el silencio del mar, dice él, Irrítale a la búsqueda insaciable de felicidad.

No encontrará en ningún puerto en que su navío atracase. Después de reflexionar mucho y pedir
luces a Dios entendió: la felicidad es fruto de mi donación a otro; mi donación solo es verdadera si
consigue hacer un rostro triste sonreír”
En un puerto cualquier encontró alguien tan miserable que le causaba repugnancia. Así mismo se
entretenió con él. Profundizaron su conversación. Es que de repente, el mendigo, por causa de la
conversación con el hermano Antonio, dio una sonrisa luminosa. Fue lo suficiente. Buscó en
Antonio un a felicidad inexplicable. Descubrió la llave para una vida feliz: Cuidar de los condenados
y ofendidos de las calles y en sus propias palabras” se tornó un cazador de sonrisas en los rostros
tristes”.
Para realizar mejor esa opción se hizo religioso de la orden de San Juan de Dios, un santo
portugués en el final del siglo XV, que en Granada- España, servía a los más pobres de las calles,
especialmente musulmanes discriminados por los cristianos.

Tiempos después, Hermano Antonio vino para el Brasil para servir a los pobres de aquí. Se asoció a
la recién creada pastoral del hombre de calle, en Petropolis. Recogió miserables de la calle, les
buscaba una sopa caliente y un lugar para dormir. No demoró mucho y ya entró en conflicto con las
instituciones religiosas. Cierto hecho, uno de los borrachos ambulantes le pidió para tomar un
baño. Fue con él a su comunidad pero el superior lo prohibió. Fue a otro convento, y a otro más,
otro. Todos lo negaron. Como continuaba insistiendo para que los pobres pudieran tomar baño, por
lo menos de vez en cuando un baño, como insistía tan pequeña las instituciones religiosas
comprometidas con el voto de pobreza y nunca fue atendido, aconsejó abandonar la Orden de los
Hermanos de San Juan de Dios.

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Cambió la tomehera pero no abandonó la lucha, solo trabajaba todo el día, en las calles, acogiendo
mendigos, reuniendo embriagados y llevándolos al galpón de la calle 24 de Mayo, donde ellos
podían tomar baño, barbearse, cambiarse de ropa, tomar una sopa caliente y pasar la noche. Su
objetivo era y es: “buscar la dignidad de quien esta caído en la calle”.

Mas tarde el local se transformó en hospedaje, San Juan se Dios, muy precario, pero abierto para
todos. Nadie necesitaba inscribirse o presentar alguna ficha. Basta llegar, tomar su baño y dormir.
Es la casa de los condenados de la calle.
Con la articulación de los propios pobres de la calle que lentamente fueron dejando el alcohol,
organizó todo un movimiento para que mendigos pudieran encontrar el camino del trabajo normal.
Para aquellos que lo consiguen, creó la hospedería Bento Men. Ahí pueden vivir y tener una
infraestructura mínima. Para aquellos que quieren reestructurarse y trabajar en la tierra. Consiguió
una hacienda en Breval, en la periferia del municipio de Petrópolis. Ahí viven niños, adultos y
ancianos plantando hortalizas y cuidando de animales.

Su trabajo es apoyado estrictamente por la buena voluntad de la populación y nadie más. Con esos
apoyos construyó un respetable galpón en la periferia de Petrópolis, donde organizó el grupo de
reciclage Emaus. Todo lo que es triciclo, papel, plástico, botellas, sobras de cáscaras es aprovechado
y reciclado para su reutilización por las industrias locales.
Ahí trabajan yendo y viniendo, muchos mendigos, hombres y mujeres de la calle. Ganando lo
suficiente para su sustento. El sueño es realizar la Aldea Hospitalera, una pequeña villa de 50
casitas para congregar a los que quieren comenzar una nueva vida. La familia imperial de Petrópolis.
Donó un bello terreno y ya se construyeron 3 casas.
La dignidad, dice hermano Antonio, solo se alcanza si damos valor a la populación de la calle. Dar
valor es acogerlas con bondad, escuchar sus lamentaciones, tocarlas y abrazarlas para que
recuperen la autoestima. La piel, tocando otra piel hace renacer la humanidad perdida. Cuando los
reúne deja claro:”estamos aquí no tanto para producir, pero para estar juntos, para rehacer los
lazos perdidos de nuestra humanidad, para colocar en común nuestra cosas, ideas y sueños”. Al
escuchar estos humillados y ofendidos nos llenamos de conmoción, pues rezan sus deseos y
celebran sus sueños y al mismo lamentan sus fracasos y lloran las exclusiones que padecen por una
sociedad sin misericordia.

El trabajo no visa apenas la producción de la subsistencia pero de toda la creación de la disciplina y


el rescate del valor de la autonomía personal. Siempre busca unir a los ancianos, con los niños
abandonados. Parte de esta constatación: los niños necesitan de amor y el anciano tiene mucho
amor que dar y ha recibir cariño. Esta complementariedad produce un efecto humanizador
incalculable para los niños que se sienten amparados y para los ancianos que se sienten útiles y
amados.

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El cuidado que devota a los pobres y a su dignificación es alimentada por una mística de solidaridad.
Su lema fue sacado de San Pablo: “Me hice uno como todos, para ganar algunos”, pero no
religiosifica el espacio de los pobres; pretende humanizarlos, el vagaje religioso traído por cada uno,
es siempre un capital humanizador e integrador eficaz; que él sabe articular con respeto y habilidad
en la forma de oración, de acción de gracias y de animadas celebraciones. Nuevamente es el
cuidado esencial que anima una obra libertadora con los más pobres de los pobres, no apenas para
que puedan morir humanamente, pero para que puedan vivir con un mínimo de dignidad.

6) Mahatma Gandhi: La política como cuidado con el pueblo:


Una figura que impresionó a todo el siglo XX, es seguramente Gandhi (1,869 – 1,948). Nació en la
India, se formó en derecho en Londres y trabajó por más de 20 años en África del sur (1893 – 1915),
defendiendo los emigrantes indianos, víctimas de separación racial. En África, entró en contacto con
las ideas anunciadas por el grande escritor ruso, León Tolstoi (1883 – 1945), autor de los famosos
romances Guerra y Paz y Anna Karenina. Veía la esencia del mensaje de Cristo en el sermón de la
montaña, en el amor, en la recusa, a toda violencia, en la veneración a los pobres y en el
compromiso con una vida simple. Tales ideas impresionaron profundamente a Gandhi y lo ayudaron
a formular su propia visión de la no violencia y de la actuación política como cuidado con el pueblo.
Llegó a fundar una comunidad rural “Tolstoi”, donde intento vivir esos ideales con otros amigos.
De vuelta a India se entregó a Ia tarea de organizar al pueblo contra la dominación Inglesa.
Comenzó predicando el boicoteo a los productos ingleses especialmente a la textura. Incentivó el
rescate de la tradición familiar de tejer las ropas en casa. Convocó para la desobediencia civil. Fue
preso innumerables veces. Famosa quedó la marcha para el mar en 1930. Por un decreto de los
colonizadores, los indios no podrían comprar sal, a no ser monopolizado por los ingleses. Gandhi
movilizó millares y millares de personas que caminaron en dirección al mar para extraer sal que lo
necesitaban. Fue preso pero consiguió la liberación completa de la sal.

Gandhi definía la política como “un gesto amoroso para con el pueblo”. En otras palabras política
como cuidado con el bienestar de todos y ternura esencial para con los pobres. Él mismo confiesa
“Entré en la política por amor a la vida de los flacos; viví con lo pobres, recibí los parias como
huésped, luché para que tuvieran derechos políticos iguales a los nuestros, desafié a los reyes, me
olvidé de las veces que fui preso”.

Dos principios básicos norteaban a su práctica: La fuerza de la verdad (satiagra) y la no violencia


(ahimsa), creía, profundamente que la verdad posee en si, una fuerza invencible contra la cual son

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inocuos, a las manipulaciones, las violencias, las armas y las prisiones. Tenía profunda convicción de
que por de tras de los conflictos, rige la verdad latente a ser identificada.
La función del político es creer en esta verdad, traerla a la tona para todos y agir con coherencia con
ella, mostrándose dispuesto a soportar los sacrificios que tal postura comporta. Creía firmemente
que la verdad tardía siempre vencerá.
Creer en la fuerza de verdad lo lleva a la no violencia activa (ahimsa) que no significa cruzar los
brazos, pero usar todos los medios pacíficos para alcanzar los objetivos anhelados. Importa que los
medios y los fines tengan la misma naturaleza. Fines buenos demandan buenos medios. Se practica
la no violencia activa. Por ejemplo: ocupando las calles, organizando manifestaciones multicliarias,
haciendo ayunas y pedidos, ofreciendo el propio cuerpo para detener la violencia. Gandhi criticó la
actitud de Dinamarca que delante de la invasión Nazista simplemente capituló. El deber de los
soldados, según él era ofrecer resistencia con sus cuerpos desarmados. El sentido de la no violencia
activa; no es garantizar la victoria de uno de los lados, pero hacer valer la verdad, que ayuda a
constituir un poder social basado en la participación equitativa en la colaboración y en la solidaridad
entre todos.

Gandhi elaboró un pequeño credo en forma de oración recitado todos los días “No tendré miedo de
nadie sobre la tierra. Temeré apenas a Dios. No tendré mala voluntad para con nadie. No aceptaré
injusticias de nadie. Venceré la mentira por la verdad., aceptaré cualquier tipo de sufrimiento.
Gandhi era profundamente religioso. Conocía el cristianismo a fondo y tenía grande veneración por
Jesús. Pero continuó en su religión Indiana, acreditaba que todas las religiones en su corazón captan
y expresan la misma verdad divina. Tenía profunda convicción de que las súplicas y ayunos podían
modificar situaciones políticas. Por eso siempre que había algún impase político mayor, se ponía en
súplica y ayuno por semanas. Convoca va a los multidones a practicar lo mismo. Hacía temblar el
imperio Británico y removía las fuerzas contrarias.
Poseía un profundo cuidado para con todos los seres. Como un mandamiento predicaba:
“Amarás a más insignificantes de las criaturas como a ti mismo. Quien no hace esto jamás verá a
Dios face a face”. Buscaba vivir en armonía con todos los seres vivos, por eso renunciaba a las
carnes, a la leche de vaca, extraído con violencia. Tomaba solo leche de cabra que el mismo
ordeñaba por su fragilidad y ayuno; quería dar reverencia a la vida, como si quisiera decir a todas
las cosas: “Pueden quedar tranquilas; no los haré sufrir innecesariamente, solo tomaré para mi el
mínimo necesario para que mi cuerpo viva bien”.

Gracias al esfuerzo de la India, conquistó la independencia de la dominación Inglesa el 15 de agosto


de 1947. Por causa de los conflictos religiosos entre hindús y musulmanes el país fue dividido en 2,
la india (religión hindú) y Paquistan (religión musulmana) . La división persiste hasta los días de hoy.
Gandhi, el Mesías de la no violencia, fue víctima de la no violencia. El 30 de Enero de 1948, un

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bramanés fanático lo asesinó. Recibió del pueblo el título de Mahatma Gandhi que significa alma
grande.

Efectivamente Mahatma Gandhi, dejó la humanidad; este legado perenne: es posible unir
santidad personal a un empeño político libertador. Esa santidad personal, fundada en la pasión por
la verdad y en la opción de los medios pacíficos, hace que la política sea más que un simple
ejercicio de poder público: ella se transforma en un cuidado amoroso para con la vida y en un
compromiso ético con el destino de todo el pueblo.

7) EL CUIDADO DE OLENKA Y TANIA: La hospitalidad que salva La hospitalidad es por excelencia la


virtud de los nómades migrantes y peregrinos. De cierta forma somos peregrinos, pues somos
viandantes por los caminos de la vida y frecuentemente estamos a la vuelas como extranjeros,
merecedores de hospitalidad. Sin hospitalidad las personas, las comunidades y los pueblos no
alimentan la reciprocidad entre sí, ni refuerzan el lazo de paz y de amistad entre ellos.

La hospitalidad puede ser entendida como una de las expresiones del cuidado. Hay momentos en
que ese cuidado, transformado en hospitalidad, salva personas amenazadas. Fue lo que ocurrió con
el Judío romano naturalizado brasileño, de nombre Michael Stivelman, viviendo desde 1948 en Río
de Janeiro como empresario.
En su libro “La Marcha”, narra la forma perversa con el cual los narcistas en Rumania eliminaban
judíos. Nos hacían andar sin destino, de día y de noche, despreciados y apedreados, hasta caer
muertos de cansancio y hambre.
Stivelman, con la edad de 13 años, fue Forzado a incorporarse a la marcha siniestra. Narra hechos
de grande barbaridad y traición y al mismo tiempo de conmoviente hospitalidad. Después de andar
3 meses sin parar, ya semimuerto, consiguió evadir con su madre casi moribunda. Fueron acogidos
por una aldea de nombre Olenka y por su hija Tania. Ellas arriesgaron su propia vida para salvar la
vida amenazada de desconocidos. Dieron a Stivelman y a su madre el primer baño, después de
meses, pensaron, sus heridas, repartieron sus alimentos y cedieron sus propias camas.

Olenka y Tania revelan la esencia humana hecha de cuidado y de compasión. Por causa de su
profunda humanidad, serán eternamente recordadas. Más que la vida física devolvieron a
Stivelman y a su madre la confianza fundamental en la bondad de la vida. No obstante las
aberraciones posibles, la vida posee una orientación sagrada, vale la pena ser vivida como cuidado y
enternecimiento.

8) El profeta del principio de gentileza:


Cada persona tiene sus profetas que denuncian, anuncias, consuelan y mantienen viva la llama de
esperanza. En el primer capitulo nos caracteriza nuestra época por el estigma de la falta de cuidado

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y por la perdida de gentileza en las relaciones interpersonales y sociales. Este estigma afecta
principalmente los grandes conglomerados-urbanos, como la ciudad de Río de Janeiro. Es una
ciudad donde la gentileza del paisaje se muestra con generosidad. La composición ecológica del
mar, montaña y bosques y una populación llena de humor y levedad. Pero lentamente vio
brutalizados a las relaciones sociales por la violencia contra niños y niñas de la calle, por los asaltos
frecuentes y por nerviosismo del trafeque o Norte contexto surgió un hombre, José de Trino (1917-
1997) que comenzó a predicar la gentileza como alternativa para la ciudad, para la humanidad. Su
impacto en las camadas populares fue grande, a punto de ser llamada “profeta gentileza”. Como
todo profeta verdadero, también él sintió, un llamado divino dentro de un determinado contexto
histórico. Tenía una pequeña empresa de transporte de carga en la zona norte del Río, en
Guadalupe. Vivía normalmente como cualquier trabajador de las clases populares. Hasta que en el
día 17 de diciembre de 1961 ocurrió un grande incendio en el circo norte- americano, en el otro
lado de la bahía de guanabara, en Niteni. Fueron calcinadas cerca de 400 personas. Tal tragedia
alabo José de trino. Sus días después irrumpió la vocación profética, entre medio-día y una hora de
la tarde, cuando entregaba mercadería con su camión.

El mismo testifico que recibió un llamado divino, confirmado 3 veces, de que debería dejar todo y
entregarse al consuelo de las víctimas del circo en Niteroi. Las vísperas de Navidad, tomó su
camión, compró dos barriles de 100 litros, fue a Niteroi y allá junto a los barcos, comenzó a
distribuir en vasos de papel, vino para todos, anunciando quien quiere tomar vino , no necesita
pagar nada, es solo pedir por gentileza….. es solo decir agradecido.

Después se instaló por cuatro años en el local del incendio, lo cercó y lo transformó en un jardín
lleno de flores. Colocó dos portones: uno de entrada y uno de salida, con las inscripciones”
Bienvenidos al Paraíso de Gentileza. Entre, no fume, no diga palabras obscenas por que ahora se
torna un campo santo”.
Consolaba a todos que llegaban desesperados diciendo “su padre, su madre, si hija, su hijo no
murieron, murió el cuerpo, el espíritu no. Dios llamó. Hasta el peor pecador se salvó por que Dios
no es vengativo…Yo fui enviado por Dios y vine a consolar a ustedes” efectivamente los que venían
y escuchaban su mensaje, salían consolados.

Curiosamente, curiosamente como los profetas bíblicos, el profeta Gentileza veía en los
acontecimientos la manifestación de un sentido profundo. El circo le sugiere el mundo como un
circo, como teatro y representación. Su distribución es una metáfora de la distribución de un tipo
de mundo construido por la falta de gentileza y gratitud. Claramente dice: “La derrota de un circo
quemado en Niteroi es un mundo representado. Es eso que acontece, y el mundo es redondo y el
circo arredondeado; por ese motivo, entonces él mundo fue acabado. “La alternativa a ese mundo
acabado reside en la vivencia de la gentileza y de la actitud de agradecimiento.

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Toma en serio su vocación: confeccionó una bata blanca, tomó un estribo y llevó un estandarte,
lleno de apliques como mensajes ligados a la gentileza. Peregrinó por Brasil, especialmente por el
norte y por el noreste, hasta instalarse definitivamente en Río de Janeiro. Circulaba por la ciudad,
predicaba en las plazas, se colocaba en las barcas entre el río y Niteroi; vivía continuamente en el
medio del pueblo.
A partir del 1980 inauguró una nueva fase de su actividad profética. Inscribió sus
enseñamientos. En 55 pilastra del viaducto del Caju, a la entrada de la ciudad de Río. Denunciaba las
amenazas que pesan sobre la naturaleza, producidas, decía por el capital”.
Pero la fuerza de su mensaje se centraba en la gentileza. Para expresarla
Para expresarla usaba el código que conocía, la simbología Trinitaria católica. Toda era pensado y
anunciado en nombre del Padre, del hijo y del espíritu santo. Curiosamente no solo utilizaba la
terminología trinitaria, la más común, pero también la cuaternaria, la más rara. El psicoanalista C.G.
Jung (1875 – 1961), que estudió a fondo los símbolos d la totalidad, mostró que la trinidad cristiana
no significa apenas una doctrina. Es un código para significar una totalidad integrada. Para eso usa
el símbolo tres- Padre, hijo y naturaleza o María. El cuarto elemento segundo Jung, es siempre
femenino.
Los números tres o cuatro deben ser entendidos como números matemáticos, pero como
arquetipos o símbolos numéricos para expresar una experiencia de totalidad: el tres, la totalidad
volteada para dentro, y el cuatro volteada para fuera; al la suma de cuatro mas tres es número
siete, arquetipo de una globalización que incluye todo- Dios, el universo. El hombre y la mujer.
Esa simbología arquetípica parece claramente en los mensajes del profeta Gentileza. El universo por
ejemplo, viene escrito así “universo” para significar la actuación de las tres divinas personas (VVV)
en particular el hijo (VV) y el espíritu santo (SS). El amor es siempre pensado trinitariamente, por
eso el escribe así: Amor y lo explica “Amor maternal, se escribe con mr, amor universal se escribe
con tres r: una r del padre, una r del hijo, una r del espíritu santo- Amor” Otras veces coloca junto al
padre, al hijo y al espíritu santo la naturaleza o nuestra señora (P/F/E/N).

Pero el principio norteador, de toda la gentileza, como modo de ser. A tiempo y contratiempo
anuncia sin cansar: “Gentileza genera gentileza”. “Dios Padre es gentileza que genera el hijo por
gentileza”. Se rehúsa a decir “muchas gracias” por que argumentaba, nadie es obligado a nada,
todos debemos ser gentiles unos para con otros y relacionarnos con amor. En el lugar de “muchas
gracias” debemos decir “agradecido” en vez de “por favor” debemos usar” por gentileza” pues así
decía, en los religamos a la gentileza o a la gracia que es Dios por tanto, él creó todo con gentileza y
en la plena gratitud.

Si pascal, como hemos hablado del espíritu de fineza, José del Trino inventó el espíritu de gentileza
con el mismo sentido básico de Pascal. Las resonancias de este espíritu se dan en los siguientes

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valores inscritos: en su bata y en las pilastras de los productos:”gentileza amor, belleza, perfección,
bondad, riqueza en la naturaleza. Esta gentileza frontal él lo vivió personalmente, no apenas lo
predicó. Trataba a todos con extrema finura. Cuando lo llamaban de maluco, respondía: “maluco
para amarte, loco para salvarte”. “O sea, maluco como yo, pero sea maluco belleza, de la
naturaleza de las cosas divinas”.
Se daba cuenta d la importancia mundial del principio Gentileza durante la GGO 92, en Río de
Janeiro, clamaba a los representantes de los pueblos y los jefes de estado, vivieron la Gentileza y se
aplicaron al uso de la Gentileza.
Alquebrado, quiso regresar a la ciudad donde nació, Cafelandia S.P, pero murió en Mirandopolis -
SD, en el día 28 de mayo de 1996 a los 79 años de edad.
Leonardo Guelman, joven filosofo brasileño, le dedicó un minucioso trabajo de reconstrucción y de
análisis filosófico – cultural sólo el título Universo Gentileza, agenese de un mito contemporáneo.
Junto con el trabajo producido un bellísimo CD – ROM. Concluye con esta reflexión pertinente.
“Gentileza se vuelve para un sentido de humanización de la vida en la ciudad contemporánea. Las
ciudades marcadas por la violencia y por el desempleo e sus habitantes, se colocan para el profeta
como un mundo a resistir. Asa se dio con el local del circo en Niteroi y con los viaductos de Caja, en
Río de Janeiro. Sobre las cenizas y el humo de los viaductos de la megalopode en sus lugares más
inhóspitos y aislados el hombre venido de Cafelandia – SP, viene exaltan su “anuncio” transpuesto
en letras azules y en faja verde- amarillo. Es la perspectiva de un hombre simple, en la vivencia de la
realidad y de la cultura brasilera, que se establece como un contrapunto fundamental en relación a
la forma de vida que implica a todos. “Gentileza general Gentileza” proclama el profeta es mas de la
mitad de sus escritos en Río Janeiro.

En plena selva de piedra, en que se transformaban las ciudades modernas, el profeta anunció un
Ethos capaz de inspirar un nuevo paradigma civilizatorio: la gentileza como irradiación del cuidado y
de la ternura esencial. Ese paradigma tiene más oportunidades de integración y de humanización
que aquel que fundo junto con el circo de Niteroi, el viejo paradigma de modo de ser trabajo-
dominación

9) FENG – SHUI: La filosofía china del cuidado


Como resumen de todo lo que reflexionamos hasta ahora, queremos presentar un tópico
importante de la visión china del mundo, que ven, son el nombre de Feng – Shui. En sus últimos
tiempos, FENG – Shui representa una síntesis acabada del cuidado, concretizando en la forma
como se organiza el jardín y la casa humana y postulando un nivel de justa medida y de integración
d las elementos presentes como raramente se conoce en las culturas históricas,. Podemos hasta
decir que los chinos, son para el oriente aquellos que los griegos fueron para el occidente: los
incansables buscadores del equilibrio dinámico en todas las cosas. De allí se deriva la creciente
relevancia que Feng - Shui está conquistando en el mundo entero.

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El supremo ideal de la tradición china que encontró en el taoísmo, su mejor expresión representada
por Lao- Tse ( VI –V siglo a. C) y por Cheng – Tsu (V – VI a. C), consiste en buscar la unidad mediante
un proceso de integración de las diferencias especialmente de las conocidas polaridades de
Yin/Yang, masculino/femenino, espacio/ tiempo/ celestial/ terrenal, entre otros. Él también
representa esa integración, realidad amable con la cual la persona busca unirse.

Tanto representa camino y método, pero también la energía misteriosa y secreta que produce todo
los caminos y proteja todo los métodos. El irreprimible en las palabras delante de él vale el noble
silencio. Hace presente en todas las cosas como principio inmanente de sentido. Subjaz en el Yin y
en el Yang y a través de ellos se manifiesta. El ideal humano es llegar a una unión tan profunda con
tan que se producía o satori, la iluminación.
Esa unión nos confiera la inmortalidad y la eternidad. Para los taoistas el bien supremo no se da en
el más allá – muerte como para los cristianos, pero todavía en el tiempo y en la historia, mediante
una experiencia de no- dualidad y de integración en el Tan. Al morir la persona se unifica con taxi:
Para alcanzar esta unión, se hace imprescindible la sintonía con la energía vital que sobrepasa el
cielo y la tierra, el Chi – Chi es intraducible, pero equivale el ruah de los judíos, al pneuma de los
griegos, al espíritu de los latinos y al axe de las Yoruba/nagó expresiones que designan el soplo
universal, la energía suprema y cósmica.
Es por fuerza del Chi que todas las cosas se transforman (vea el libro I ching, el libro de las
mutaciones) y se mantienen permanente vigente en proceso de la acupuntura. Circula en las tierras
por las venas telúricas subterráneas, compuestas por el campo electro magnético distribuido a lo
largo, mediano de la ecopuntura que entrecruzan la superficie terrestre.
Cuando el Chi se expande significa vida, cuando se extrae significa muerte. Cuando gana peso se
presenta como materia y cuando sutil, como……..La naturaleza es la combinación sabia de varios
estados del Chi, desde los más pesados hasta los más suaves.
El Chi asume la forma de los dos animales arquetípicos de la cultura China, el tigre y el dragón. Ellos
significan la nacionalidad y el masculino (tigre), la emoción y el femenino (dragón). Cuando se
encuentran se encuentran en un determinado lugar surge un apra… con brisas suaves y aguas
cristalinas, montañas sinuosas y valles verdeantes. Es una invitación para el ser humano instalar allí
su morada.
La visión China del mundo privilegia el espacio, a la diferencia del occidente que privilegian el
tiempo. El espacio para el taoismo es el lugar del encuentro, de las convivencias, de las
interacciones de todos, con todos, pues todos son portadores del a energía Chi que impregna el
espacio. La suprema expresión del espacio se realiza en la casa y en el jardín mismo, en la forma de
miniatura, ellos constituyen un resumen del universo, la armonización de los elementos, el
elemento sin / ónico de las polaridades.
Si el ser humano quiere ser feliz, debe resolver la topo filia, el amor al lugar donde vive y donde
construye su jardín. El Feng – Shui, es el arte y técnica de construir bien a la casa y el jardín.

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Beatriz Bartola, una de las mejores conocedoras de esta filosofía en el Brasil, Escribe que: El FENA -
Shui nos remite para una forma de celo cariñoso. Nosotros diríamos cuidadoso y tierno, con el
banal de nuestra existencia, que en occidental, por buen tiempo ha sido desprestigiado y
menospreciado.
Cuidar de las plantas, de los animales, arreglar la casa, cuidar de la limpieza del mantenimiento de
los jubilados, preparar los alimentos, adornar, cotidiano con la prosaica y al mismo tiempo
majestuosa belleza de la naturaleza. Pero más de las constituciones y obras humanas es su
conducta y su acción que es algo mayor de esta filosofía de vida, pues más de los resultados, FENG –
Shui visa el proceso. Es el ejercicio embellecimiento que importa, más que el bello escenario se
alcanza a través de él. El valor está en la acción y no en la construcción, en la conducta y no en la
obra.
Como se deduce, la filosofía FENG – Shui visa antes el sujeto que el objeto, más la persona que el
ambiente y la casa en sí. La persona necesita envolverse en el proceso, desenvolver la percepción
del ambiente captar los flujos energéticos y los ritmos de la naturaleza. Debe asumir una conducta
en armonía con los otros, con el cosmos y con los procesos rítmicos de la naturaleza. Cuando este
criado es ecología interior, está capacitado para organizar, con suceso, su ecología exterior.

Más que una ciencia y arte, Feng – Shui es fundamentalmente una ética ecológica cósmica de
cómo. Cuidar de la correcta distribución del chi en nuestro ambiente interno.
Hace el desmantelamiento del cuidado y a la grave crisis ecológica actual, la milenaria sabiduría de
Feng – Shui nos ayuda a rehacer la alianza de simpatía y de amor con la naturaleza. Esta conducta
reconstituye la morada humana centrada sobre el cuidado y sus múltiples resonancias.

CONCLUSIONES:
El cuidado y el futuro de los despojados de la tierra
La categoría cuidado se mostró llave descifrada de la esencia humana. El ser humano posee
trascendencia y por eso viola todos los tabas, ultrapasa todas las barreras y se contenta apenas con
el infinito. Él posee algo de Júpiter dentro de sí, sin razón no recibió de él, el espíritu santo.
El ser humano posee inmencia y por esto se encuentra situado en un planeta, enraizado en un local
y plasmado dentro de las posibilidades del espacio – tiempo. Él tiene algo de Tellos/tierra dentro de
sí; es hecho de humo, de donde se deriva la palabra hombre.
El ser humano se encuentra la regencia del tiempo. Esto no significa un puro correr, vacío de
contenidos. El tiempo es histórico, hecho por la saga del universo, por la práctica humana,
especialmente por la lucha de los oprimidos; buscando su vida y liberación. Él se constituye paso a
paso, pero siempre concreto, concretísimo, pero simultáneamente el tiempo implica un horizonte
utópico, promesa de una plenitud futura para el ser humano, para los excluidos y para el cosmos.
Solamente buscando lo imposible se consigue realizar lo posible. En razón de esta dinámica, el ser
humano, posee algo de saturno, señor del tiempo y de la utopía.

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Pero no basta decir tales determinaciones. Ellas en la verdad dilatan al ser humano. Lo colocan
distendido y crucificado entre cielo y la tierra, entre presente y el futuro, entre la injusticia y la lucha
por la libertad.
¿Qué alquimia forjará el eje entre Júpiter, Tellus/tierra y saturno? ¿Qué energía articulará la
trascendencia y la y la imanencia, la historia, y la utopía, la lucha por la justicia y la paz para que
constituyan el humano plenamente?
La fábula mito de Higinio nos trasmite la sabiduría ancestral: es el cuidado que enlaza las cosas; es
el cuidado que trae el cielo para dentro de la tierra y coloca la tierra para dentro del cielo; es el
cuidado que abastece el eje del pasaje de la trascendencia para la imanencia de la imanencia para la
trascendencia y de la historia para la utopía. Es el cuidado que confiere fuerza para buscar la paz en
el medio del os conflictos de toda la orden. Sin el cuidado que rescata la dignidad de la humanidad,
condenada a la exclusión, no se inaugurará un nuevo paradigma de convivencia.
El cuidado es anterior al espíritu (Júpiter) y al cuerpo (tellus). El espíritu se humaniza y el cuerpo se
vivifica cuando son moldeados por el cuidado. Caso contrario, el espíritu se pierde en las
obstraciones y el cuerpo se confunde con la materia uniforme. El cuidado hace que el espíritu dé
forma a un cuerpo concreto, dentro del tiempo, abierto a la historia y dimensionado a la utopía
(saturno). Es el cuidado que permite la revolución de la ternura al priorizar lo social sobre el
individuo y al orientar el desarrollo para mejorar la calidad de vida de los humanos y de otros
organismos vivos. El cuidado hace surgir al ser humano complejo, sensible, solidario, cordial y
conectado con todo y con todos en el universo.
El cuidado imprimió su marca registrada en cada puñado, en cada dimensión y en cada dobladura
escondida del ser humano, sin el cuidado humano se haría inhumano.
Todo lo que vive necesita ser alimentado. Así el humano, la esencia d la vida humana, necesita se r
continuamente alimentado. Las resonancias del cuidado son su manifestación concreta en las varias
vertebraciones de la existencia y al mismo tiempo, su alimento indispensable. El cuidado vive del
amor primal, de la ternura, de la caricia, compasión, convivialidad, de la medida justa en todas las
cosas. Sin cuidado, el ser humano sería como un tamagochi. Enriquece y muere.
Hoy en las crisis del proyecto humano, sentimos la falta clamorosa del cuidado en todas partes. Sus
resonancias negativas se muestran por la mala calidad de vida, por la penalización de la mayoría
empobrecida de la humanidad, por la degradación ecológica y por la exaltación exagerada de la
violencia.
No busquemos el camino de la cura fuera del ser humano. El ethos está en el propio ser humano.,
entendiendo su plenitud que incluye el infinito. Él necesita volverse sobre sí mismo y redescubrir su
esencia, que se encuentra en el cuidado.
Que el cuidado surja en todo los ámbitos, que penetra en la atmósfera humana y que prevalezca en
todas las relaciones.
El cuidado salvará la vida, hará justicia al pobre y rescatará la tierra como patria y nos protegerá de
todo.

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