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Indice:
I. El dolor de la Virgen en la infancia y en la pasión de su Hijo
II. Situación actual en la doctrina y en la liturgia:
1. La doctrina
2. La liturgia: a) 15 de septiembre: Virgen de los Dolores, memoria
b) Triduo pascual, c) Ejercicios piadosos, d) Religiosidad popular.
III. Nota histórica.
IV. Conclusión.
Ver también:
Los Siete Dolores de María Santísima
Lecturas de la Misa de este día
Del Oficio: La Madre estaba junto a la cruz
Vía Crucis de la Virgen Dolorosa
http://www.corazones.org/maria/dolorosa_virgen.htm 2/8
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2. La liturgia:
a) 15 de septiembre: Virgen de los Dolores, memoria.
En la exhortación apostólica Marianis cultus, Pablo VI, después de
destacar la presencia de la madre en el ciclo anual de los misterios del
Hijo y las grandes fiestas marianas, presenta de este modo la memoria
del 15 de septiembre: “Después de estas solemnidades se han de
considerar, sobre todo, las celebraciones que conmemoran
acontecimientos salvíficos, en los que la Virgen estuvo estrechamente
vinculada al Hijo, como... la memoria de la Virgen Dolorosa (15 de
septiembre), ocasión propicia para revivir un momento decisivo de la
historia de la salvación y para venerar junto con el Hijo exaltado en la
cruz a la madre que comparte su dolor”.
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b) Triduo pascual.
Una serena meditación y lectura de la presencia de la Virgen a lo largo
del año litúrgico ha llevado a la constatación de que en el triduo
pascual de la liturgia romana la participación de la madre en la pasión
del Hijo, a pesar de ser un elemento intrínseco del misterio que se
celebra, no ha sido explicitada de ninguna forma. Sin embargo, la
tradición litúrgica de rito bizantino y de otros ritos orientales se muestra
sensible a esta dimensión celebrativa. En la liturgia propia de la Orden
de los Siervos de María, oficialmente aprobada, se ha encontrado una
formo específica que se sitúa ritualmente después de la adoración de
la Cruz el viernes santo. La sobria secuencia ritual que señala cómo la
virgen María está indisolublemente unida a la obra de salvación
realizado por su Hijo, fiel y fuerte hasta la cruz, madre de todos los
hombres, modelo de la iglesia, está compuesta de una admonición a la
que siguen unos momentos de oración en silencio y el canto de
algunas estrofas del Stábat Mater u otro canto debidamente escogido.
En el corazón de la celebración del misterio pascual se pone de relieve
discretamente la primera participación de la humanidad en la pasión
redentora: como para la encarnación, también para la redención, en el
sentido de Col 11,24.
c) Ejercicios piadosos.
1) Inspirándose probablemente en el uso de rezar el rosario, se
difundió en el s. XVII la Corona de la Dolorosa, mejor llamada
inicialmente de los Siete Dolores. En una de las primeras ediciones
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d) Religiosidad popular.
La imagen de la madre vestida de negro manto es una presencia casi
constante en las tradiciones populares que veneran a la Dolora, desde
el comienzo de la devoción hasta nuestros días. Sin embargo, no es
fácil encontrar una documentación exhaustiva que permita recoger las
diversas formas con que la religiosidad popular, entendida en el
sentido más amplio del término, ha expresado y sigue expresando su
devoción a la mater dolorosa. No cabe duda de que en occidente la
devoción a la Dolorosa, antes de encontrar su codificación litúrgica o
en los oficios “de compassione” (desde el s. XV) o en las misas (desde
comienzos del s. XV), encuentra un favor especial en las expresiones
populares. La figura de madre enlutada sigue estando esencialmente
ligada a otra imagen pedagógicamente hegemónica, a su stare
recogido, inmóvil y mudo del evangelio de Juan o al contemplar velado
en lágrimas de Stábat. Lo mismo podemos decir de las formas
religiosas que se desarrollaron después del concilio de Trento,
especialmente de las procesiones dramáticas y escenificaciones
presentes sobre todo, aunque no sólo, en el sur de la península
italiana y en España. Probablemente hoy estas formas, no siempre
administradas directamente por la comunidad cristiana, son las únicas
expresiones periódicas que nos quedan de la religiosidad popular en
que directa o indirectamente se expresa la devoción a la Dolorosa.
IV. Conclusión.
La historia de esta devoción, como ya se ha observado y como se
deduce igualmente de estas notas, parece trazar una línea curva que
alcanza su apogeo en los períodos de codificación litúrgica. La
ósmosis entre lo popular y lo oficial, aun en medio de los reflujos
pietistas que es posible constatar, conduce a una intensidad difusa del
sentimiento de devoción hacia la mater dolorosa. Precisamente
cuando la ósmosis es mayor es cuando la intensidad aparece más
profunda. Pero es preciso subrayar que el progresivo replanteamiento
litúrgico a lo largo del s. XX, ayudado en este punto por la reflexión
bíblico-patrística, coincide con la “cualidad” de la meditación sobre el
misterio del dolor de santa María, insertándolo en un contexto más
amplio de historia de la salvación; no se contempla ni se venera a la
mater dolorosa solamente para participar conscientemente, en cuanto
personas particulares, en la pasión de Cristo a fin de vivir su
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resurrección, sino que además se hace esto para que María, como
imagen de la iglesia, inspire a los creyentes el deseo de estar al lado
de las infinitas cruces de los hombres para poner allí aliento, presencia
liberadora y cooperación redentora. Además, la Dolorosa puede
recordad a los hombres de nuestro tiempo, inquietos y preocupados
por la esencialidad de las cosas, que la confrontación con la palabra
de la verdad y su manifestación pasa ciertamente por la experiencia de
la espada (Lc 2,35; 14, 17; 33,36; Sab 18,15; Ef 6,17; Heb 4,12; Ap
1,16), que traspasa el alma, pero que abre también a una nueva
conciencia y a una misión renovada (Jn 19, 25-27), que va más allá de
la carne y de la sangre y de la voluntad del hombre, puesto que brota
de Dios (Jn 1, 13).
Esta página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María
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