Sei sulla pagina 1di 362

See

discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/285817152

El fenómeno sojero en perspectiva:


Dimensiones productivas, sociales y simbólicas
de la globalización agrorrural ....

Article · January 2009

CITATIONS READS

14 985

All content following this page was uploaded by Valeria Hernandez on 18 May 2016.

The user has requested enhancement of the downloaded file.


CARLA GRAS • VALERIA HERNÁNDEZ
coordinadoras

EL AGRO COMO NEGOCIO


PRODUCCIÓN, SOCIEDAD Y TERRITORIOS
EN LA GLOBALIZACIÓN

Editorial Biblos
Gras, Carla
El agro como negocio: producción, sociedad y territorios
en la globalización / Carla Gras y Valera Hernández. -
1a. ed. - Buenos Aires: Biblos, 2013.
365 pp.; 23 x 16 cm. (Sociedad)

ISBN 978-987-691-143-6

1. Agronomía. I. Hernández, Valeria. II. Título


CDD 338.1

Diseño de tapa: Luciano Tirabassi U.


Armado: Hernán Díaz

© Los autores, 2013


© Editorial Biblos, 2013
Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires
info@editorialbiblos.com / www.editorialbiblos.com
Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723
Impreso en la Argentina

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión


o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico
o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y
escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

Esta edición se terminó de


imprimir en Elías Porter Talleres Gráficos,
Plaza 1202, Buenos Aires,
República Argentina,
en septiembre de 2013.
Índice

Presentación
Carla Gras y Valeria Hernández .......................................................................13

Los pilares del modelo agribusiness y sus estilos empresariales


Carla Gras y Valeria Hernández .......................................................................17

PRIMERA PARTE
Territorios

El modelo agribusiness y sus traducciones territoriales


Carla Gras y Valeria Hernández .......................................................................49

Dinámica de la inserción territorial de la agricultura pampeana


y emergencia del agribusiness
Christophe Albaladejo .......................................................................................67

Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola:


la soja en la Argentina (1987-1988 / 2009-2010)
Germán Rosati ...................................................................................................97

Agrociudades pampeanas: usos del territorio


Valeria Hernández, María Florencia Fossa Riglos
y María Eugenia Muzi .....................................................................................123

Figuras socioproductivas de la ruralidad globalizada


Valeria Hernández, María Eugenia Muzi y
María Florencia Fossa Riglos . ........................................................................151
La acción del Estado en una economía regional desplazada
Acerca de procesos y conflictos en el complejo de la yerba mate
Delia Ramírez . .................................................................................................171

SEGUNDA PARTE
Pilares y actores del agribusiness

Crisis del algodón, cambio tecnológico y expansión sojera


en el Chaco (1988-2009)
Impactos sobre la demanda de fuerza de trabajo en la cosecha algodonera
Germán Rosati .................................................................................................195

El modelo de negocios de las principales megaempresas agropecuarias


Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti .............................................................215

La organización de la burguesía y su relación con el Estado:


el caso de la burguesía vitivinícola a partir de la década de los 90
Adriana Silvina Chazarreta . ..........................................................................237

La ruralidad hiperconectada: dinámicas de la construcción


de redes en el sector del agro argentino
María Soledad Córdoba . .................................................................................263

Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico agrario:


un enfoque sobre la Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria
Carla Poth ........................................................................................................289

La representación de los sectores dominantes del agro en debate


La Sociedad Rural Argentina
Marcelo Panero ................................................................................................323

Bibliografía . .....................................................................................................347
Siglas y acrónimos

AACREA Consorcios Regionales de Experimentación Agropecuaria


AAPRESID Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa
ACA Asociación de Cooperativas Argentinas
Acovi Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas
Acsoja Asociación de la Cadena de la Soja de Argentina
ACTA Asociación de Cámaras de Tecnología Agropecuaria
ALL América Latina Logística
APAM Asociación de Productores Agropecuarios de Misiones
APNEA Asociación de Plantadores del Nordeste Argentino
ARYA Asociación Rural Yerbatera Argentina
ASA Asociación de Semilleros Argentinos
ASAGIR Asociación Argentina de Girasol
Asae Asociación Argentina de Ecología
BID Banco Interamericano de Desarrollo
Cabbio Centro Argentino-Brasileño de Biotecnología
CAI complejos agroindustriales
Caprove Cámara Argentina de la Industria de Productos Veterinarios
Carbap Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires
y La Pampa
CASAFE Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes
CBOT Chicago Board of Trade
CEE Comunidad Económica Europea
CEPAL Comisión Económica para América Latina y el Caribe
Cepanzo Centro Panamericano de Zoonosis de Argentina
CEPT centros para la producción total
CIAFA Cámara de la Industria Argentina de Fertilizantes y
Agroquímicos
CIARA Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina
CMYMZP Cámara de Molineros de Yerba Mate de la Zona Productora
CNA Censo Nacional Agropecuario
CNAPBA Comisión Nacional Asesora de Políticas en
Biotecnología Agropecuaria
CNPYV Censo Nacional de Población y Vivienda
Conicet Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Coninagro Confederación Intercooperativa Agropecuaria
Cooperativa Limitada
COPAL Coordinadora de Productos Alimenticios
COVIAR Corporación Vitivinícola Argentina
CRA Confederaciones Rurales Argentinas
CREA Consorcio Regional de Experimentación Agrícola
CRYM Comisión Reguladora de la Yerba Mate
CTYM Centro de Transacción de la Yerba Mate
DEIE Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas
EAP Explotación agropecuaria
ETICAGRO Instituto de Ética y Calidad del Agro
FAA Federación Agraria Argentina
FAA Federación Agraria Argentina
FAACREA Federación Argentina de Consorcios Regionales
de Experimentación Agrícola
FAB Foro Argentino de Biotecnología
FACA Federación de Asociaciones Cooperativas Argentinas
FAO Food and Agriculture Organization
Fecovita Federación de Cooperativas Vitivinícolas de Argentina
FONAF Foro de Organizaciones de la Agricultura Familiar
FUEFA Fundación para la Erradicación de la Fiebre Aftosa
GPS Global Positioning System (sistema de posicionamiento global)
ICCP Comité Intergubernamental del Protocolo de Cartagena
IDITS Instituto de Desarrollo Industrial, Tecnológico y de Servicios
IDR Instituto de Desarrollo Rural
Ifona Instituto Nacional Forestal
Inase Instituto Nacional de Semillas
Ingebi Instituto de Investigaciones en Ingeniería
Genética y Biología Molecular
INTA Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
INV Instituto Nacional de Vitivinicultura
INYM Instituto Nacional de la Yerba Mate
IPCVA Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina
Iscamen Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria
ISI industrialización por sustitución de importaciones
MA modelo de agronegocios
Maizar Asociación Maíz y Sorgo Argentino
MAT mercado a término
Minagri Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación
MML Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha
MOBE Movimiento Barrial de Emprendedores
NEA noreste argentino
NOA noroeste argentino
NTIC nuevas tecnologías de la información y la comunicación
OEDC Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
OGM Organismo genéticamente modificado
OMC Organización Mundial de Comercio
OMS Organización Mundial de la Salud
OPS Oficina Panamericana de la Salud
OVGM Organismo vegetal genéticamente modificado
PCB Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad
PERYG Programa de Estudios Rurales y Globalización
PEVI Plan Estratégico Vitivinícola
Prasy Programa de Asistencia al Sector Yerbatero
Proinder Programa de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios
PSA Programa Social Agropecuario
RAS Red Agro Solidaria
ROE registros de operaciones de exportación
Senasa Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria
SGR sociedades de garantía recíproca
SIIA Sistema Integrado de Información Agropecuaria
SRA Sociedad Rural Argentina
UATRE Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores
UIA Unión Industrial Argentina
UNCTAD United Nations Conference on Trade and Development
Unep Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
UVA Unión Vitivinícola Argentina
Presentación

Carla Gras y Valeria Hernández

Según las propias instituciones agropecuarias, hacia mediados de


los 90 comienza un cambio tan profundo y radical en el universo rural
que terminó reconfigurando la propia visión de mundo, instalando un
“nuevo paradigma agrícola” (aapresid, 1998). La así llamada “segun-
da revolución de las pampas”, en términos de Héctor Huergo,1 tuvo
efectos determinantes sobre la estructura social y las representaciones
simbólicas que organizaban el imaginario rural y urbano sobre lo que
es “el campo”. Hace tiempo que aquel proceso cristalizó en una nueva
configuración productiva conocida como modelo agribusiness. En un
libro anterior2 abordamos algunas de las dimensiones que caracteriza-
ron dicho proceso de cambio y señalamos espacios rurales en los cuales
tuvo repercusiones importantes: el Noroeste (noa), la zona núcleo de la
región pampeana y el Alto Valle del río Negro. Asimismo, analizamos las
transformaciones de la estructura social agraria, la matriz económica,
el rol de los tradicionales factores de producción (tierra, capital y tra-
bajo) y la organización social del trabajo, entre otros. En este sentido,
no volveremos aquí sobre la descripción pormenorizada del pasaje de

1. “Hasta hace poco, hablar de «modelo agroexportador» nos remitía al pasado. Desde esta
semana, significa un salto al futuro. Así se desprende de lo ocurrido en el precoloquio de
idea, que se realizó el martes pasado en la Bolsa de Comercio de Rosario. Allí, bajo el título
de «El nuevo modelo agroexportador», varios de los principales exponentes de los cambios
operados en el sistema agroalimentario argentino les contaron a los cuatrocientos asistentes
(empresarios, profesionales, funcionarios) lo que está pasando con esta segunda revolución
de las pampas, en la que se duplicó la producción de granos y leche en una década” (Héctor
A. Huergo, “El modelo agroexportador”, Clarín, 17 de mayo de 2003).
2. La Argentina rural: de la agricultura familiar a los agronegocios, Buenos Aires, Biblos,
2009.
[ 13 ]
14 Carla Gras y Valeria Hernández

un escenario agrorrural a otro. En cambio, proponemos en este libro


adoptar una mirada a la vez global –que permita situar los procesos
vividos por el sector agropecuario argentino en un movimiento más
general ligado a dinámicas capitalistas recientes (financiarización de la
economía, desarrollos tecnológicos y científicos, transnacionalización del
sector agroalimentario, acaparamiento de tierras, etc.)– y local, que nos
habilite a un análisis de los modos de apropiación de aquellas dinámicas
globales por parte de actores que tienen sus propios proyectos, historias
y visiones de mundo.
Esta nueva edición colectiva, producto de cuatro años de investigación
(2008-2012) en el marco del Programa de Estudios Rurales y Globaliza-
ción (http://peryg.com.ar), presenta los resultados de un cuestionamiento
bien preciso respecto del modelo que hoy domina la producción agrícola
argentina, esto es, el modelo agribusinesss o de “agronegocios”: nos
propusimos describir con fineza los pilares sobre los que se asienta su
fortaleza y observar los modos en que se expresan en los territorios. Para
la exposición de los trabajos realizados, hemos organizado el volumen en
dos partes. La primera propone los capítulos que aportan una reflexión
teórica sobre el proceso histórico de transformación que conocieron los
territorios rurales desde la colonización hasta nuestros días, y también
capítulos que describen el estado actual del uso y la tenencia de la tierra
en la Argentina. En este caso, se hace foco en algunas cuestiones contro-
versiales, como el corrimiento de la frontera agrícola y/o la sustitución
de actividades por el desarrollo de la soja; asimismo, se analizan los
diferentes agenciamientos socioproductivos logrados por los actores de
dos zonas contrastantes desde los puntos de vista agroecológico y socio-
histórico, San Justo en la provincia de Santa Fe y Junín en la provincia
de Buenos Aires. Esta parte se completa con los trabajos que presentan
dinámicas territoriales específicas, relevadas entre 2008 y 2012 en el
sector yerbatero de Misiones y en el algodón chaqueño.
En la segunda parte, los capítulos presentan los avances logrados
sobre cada pilar del agronegocio. Por un lado, se profundiza en el análi-
sis de los rasgos que caracterizan a los protagonistas del agribusiness,
mostrando combinaciones originales entres los pilares que evocaremos
en detalle en la introducción. Por el otro, se aborda el entramado insti-
tucional que sostuvo y propulsó el desarrollo del agronegocio tanto desde
el Estado (el análisis de la Conabia) como desde la institucionalidad
construida por los propios actores del agribusiness a partir del análisis
de las redes con acción territorial. Por último, en esta parte también se
analiza el proceso de cambio transitado por una histórica institución del
sector, la Sociedad Rural Argentina.
En lo que sigue, introduciremos el marco general que guía los trabajos
Presentación 15

del Programa de Estudios Rurales y Globalización (peryg) reunidos en


esta compilación: en el primer capítulo, proponemos un esquema analítico
del modelo agribusiness y en el segundo, avanzamos una grilla de lectura
de las traducciones que ese modelo generó a nivel de los territorios y que
fuimos encontrando en trabajos de campo puntuales.
Queremos agradecer a los organismos nacionales e internacionales
que financiaron las actividades de investigación y formación aquí presen-
tadas: nos referimos al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas (Conicet), la Agencia Nacional de Promoción Científica y
Técnica, a la Agence Nationale de la Recherche de Francia3 y a la Unión
Europea. También agradecemos las becas que recibieron Adriana Cha-
zarreta, Germán Rosati, Carla Poth y Soledad Córdoba del programa
Desigualdades.net (Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre
de Berlín), así como la estadía que como investigadora asociada a la men-
cionada red realizó Carla Gras en 2012. Del mismo modo agradecemos
las becas que recibieron María Florencia Fossa Riglos, María Eugenia
Muzi y María Soledad Córdoba por parte de la Agencia de Investigacio-
nes de Francia y de la Unión Europea. Asimismo, este trabajo recibió el
apoyo de la Universidad Nacional de General Sarmiento, del laboratorio
franco-argentino-brasileño Agriterris, del idaes-Universidad Nacional
de San Martín y de la umr 201, ird/iedes (Francia).
Agradecemos a Andrea Sosa por su meticulosa tarea en la organización
de la bibliografía y del manuscrito final y a todos aquellos colegas, beca-
rios y alumnos que nos aportaron sus críticas, comentarios y sugerencias
para mejorar el contenido de este libro o de algunos de sus capítulos; en
particular nos referimos a los miembros del Grupo de Estudios Críticos
sobre el Desarrollo, coordinado por Maristella Svampa, y a los colegas
Martine Guibert, Pascale Phelinas y Christophe Albaladejo.

3. En particular, los proyectos Picrevat anr-08-vuln-008 e Interra anr-09-stra-04.


Los pilares del modelo agribusiness
y sus estilos empresariales

Carla Gras y Valeria Hernández

Hasta hace poco, hablar de “modelo agro-


exportador” nos remitía al pasado. Desde esta
semana, significa un salto al futuro.
Héctor A. Huergo

Con las palabras del epígrafe abría su columna semanal en el su-


plemento rural del diario Clarín uno de los principales operadores
mediáticos del agronegocio argentino, el periodista Héctor Huergo. En
su artículo describía lo que calificó como la “segunda revolución de las
pampas”, gracias a la cual se pasó, en menos de una década, de una
agricultura “tradicional” a una “agricultura innovadora” cuyo principal
motor fue el “impacto tecnológico de los distintos cambios operados en la
producción”.1 Existen entre los analistas diferencias visibles al momento
de cualificar o ponderar los efectos de esa revolución. Para algunos, se
trató de la oportunidad que bien aprovechó la Argentina para instalarse
definitivamente en una economía dinámica y moderna, basada en el
conocimiento y el empoderamiento de los actores más ligados a la nueva
economía del capitalismo cognitivo.2 Para otros, el modelo agroproductivo
que hoy domina el 80% de la producción agrícola argentina es de tipo
extractivista y concentrador, dos rasgos que lo hacen inviable tanto social
como medioambientalmente en el mediano y el largo plazos. Variopintos
debates ponen en juego argumentos que muestran al modelo agribusiness

1. Héctor A. Huergo, “El modelo agroexportador”, Clarín, 17 de mayo de 2003.


2. Para una discusión sobre la nueva economía o economía basada en el conocimiento véase
Dosi (1996), Hernández (2005), Vercellone (2011), Rullani (2000).
[ 17 ]
18 Carla Gras y Valeria Hernández

(ma) sea como el mayor creador de empleos de la economía argentina de


los últimos quince años, responsable de una benéfica profesionalización
del sector, generador de una nueva era modernizadora y fuente de desa-
rrollo del interior, ya sea como el causante del empobrecimiento de las
capas medias rurales y del campesinado, del despoblamiento de los cam-
pos y la migración hacia las ciudades, del deterioro de la salud pública
en las zonas rurales, de la pérdida de la soberanía alimentaria del país,
y de crecientes e inusitados niveles de violencia sobre las poblaciones
campesinas e indígenas que se enfrentan al despojo de las tierras que
ocupan. He aquí algunos de los ejes en torno de los cuales gira un debate
aún no (y quizá nunca) clausurado. Es fundamental situar el análisis que
sigue sobre la cuestión agraria contemporánea en este contexto de visio-
nes en disputa, donde la trama de relaciones sociales está marcada por
solidaridades, conflictos y convergencias entre las diferentes categorías
de actores y modos de hacer/estar/pensar los territorios rurales.
Los estudios que aluden al proceso de “revolución paradigmática”
cristalizado en la segunda mitad de los 90 muestran la multiplicidad
de dimensiones involucradas por el modelo agribusiness: cambios
tecnológicos, productivos, sociales e identitarios se articularon en una
dinámica particular de modo que terminaron reconfigurando de raíz el
mundo rural argentino. En efecto, a nivel productivo, de ser reconocido
internacionalmente como el “granero del mundo” (fundamentalmente por
la producción de trigo y maíz) se pasó, en menos de cinco años, a ser el
segundo exportador mundial de soja transgénica (hasta 2010, cuando ese
puesto fue ocupado por Brasil).3 Con el popularmente llamado “modelo
sojero” se expandieron nuevas formas de organización del trabajo y de
apropiación de los recursos naturales.
Esto constituyó una inflexión a nivel de los procesos productivos (in-
troducción de la siembra directa, tecnologías de precisión, uso de semillas
transgénicas, etc.) y también se innovaron radicalmente los procesos de
gestión (nuevas tecnologías de la comunicación e información, profe-
sionalización de la administración, organización de la empresa en red,
integración con la industria, modos de almacenamiento de los granos,
lógicas de comercialización de los insumos, etc.). En el plano sociológico,
se movilizaron nuevas identidades profesionales y se fundaron formas
institucionales acordes (Gras y Hernández, 2009). Se consolidaba de
este modo un sistema altamente dependiente de los mercados externos
(centralmente compradores de commodities), sostenido por una matriz
transnacionalizada de insumos (Basualdo y Arceo, 2009) y apalancado
por el capital financiero (nacional e internacional).

3. Informe isaaa 2007 (www.argenbio.ar).


Los pilares del modelo agribusiness 19

El nuevo modo de “hacer negocios” en el sector primario conquistó


rápidamente la región pampeana y se expandió sin grandes costos para
los empresarios hacia zonas extrapampeanas; cruzó incluso fronteras
nacionales, para integrar a esta dinámica, tierras de los países limítrofes
(fundamentalmente Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay). Se conforma
entonces lo que la transnacional Syngenta llamó en una publicidad “la
República de la Soja”. Los distintos protagonistas de este proceso –tanto
los desplazados y debilitados como los que se han apropiado con éxito
del modelo de explotación hegemónico– destacan con acierto la radica-
lidad del cambio. Algunas organizaciones políticas representativas de
las categorías más amenazadas (productores familiares, campesinado,
población rural) alertan sobre el avance de “una agricultura sin agri-
cultores” (faa, 2004). Señalan el arrinconamiento de los productores
menos capitalizados, la concentración de la riqueza, las dificultades
en el acceso a la tierra, la mayor precarización que adquiere el empleo
(cada vez más trabajadores temporarios) y la regresión (o degradación)
en las condiciones de vida de la población rural (por el uso intensivo del
glifosato,4 las canalizaciones no autorizadas, el abandono de las escuelas
rurales y los dispensarios, entre otros).
En lo que sigue presentamos, en primer lugar, una puesta en pers-
pectiva histórica del ma, ubicando sus continuidades y rupturas con
respecto al régimen agroindustrial que lo antecedió. Precisaremos con-
ceptualmente la noción de agronegocio y la pondremos en relación con
la cuestión agraria contemporánea. En segundo lugar, describiremos
los pilares principales sobre los que se sostiene el ma. Intentaremos
una caracterización rigurosa de aquellos componentes imprescindibles
para que “el negocio” tenga lugar, indicando sus especificidades respecto
de los procesos de expansión agroindustrial que conocieron los países
latinoamericanos en la segunda mitad del siglo xx. Convocaremos para
ello tanto aspectos macro como micro, buscando poner en diálogo sus
dinámicas para el caso que nos ocupa, la Argentina. Finalizaremos
problematizando las modalidades de apropiación de tales pilares obser-
vadas en los diversos contextos de investigación, esto es, en territorios
específicos. Nos interesaremos en cómo se traduce concretamente el ma
en el espacio rural. Para ello es necesario analizar la compleja relación
entre el “empresariado globalizado”, los productores “tradicionales”, los
nuevos perfiles no alineados con el agribusiness (como la agroecología),
los campesinos y los habitantes rurales: ¿cómo se complementan/tensio-

4. En los últimos cincuenta años, la superficie total sembrada pasó de 18 millones a más de
30 millones de hectáreas; el consumo de fertilizantes aumentó de 50.000 toneladas a casi
tres millones y sólo se repone la tercera parte de los nutrientes extraídos (y exportados,
en su gran mayoría) por los cultivos.
20 Carla Gras y Valeria Hernández

nan/disputan estos actores en relación al uso de los recursos naturales,


políticos, culturales? ¿Qué criterios organizan la convivencia en la (agro)
polis? ¿Qué valores y visiones de mundo ponen detrás de la idea de desa-
rrollo? De este modo esperamos poder mostrar los claroscuros del ma y
los lugares de tensión que va generando en el proceso de su consolidación
sistémica y territorial.

De la expansión agroindustrial al agribusiness

Breve contextualización de las revoluciones


agrícolas en la Argentina del siglo xx

Comencemos pues por inscribir la emergencia y el desarrollo del ma


en el proceso histórico más amplio de penetración del capital en el agro y
de subordinación de la producción agraria a la industria. Observaremos
en este recorrido los elementos que lo singularizan, empujando trans-
formaciones en los patrones de producción y en las relaciones sociales,
cuyas dinámicas no se ajustan completa o necesariamente a las formas
“clásicas”.
Como señalan Heredia, Palmeira y Pereira Leite (2010) para el caso
de Brasil, en la Argentina la asociación entre “modernización” y “agri-
cultura” tiene una larga historia. Basta remontarse a las diferentes
innovaciones productivas y tecnológicas que desde mediados del siglo xix
conoció la producción ganadera, orientadas por la demanda de los países
industrializados y la inserción del país en el comercio mundial como
proveedor de materias primas. Sin embargo, fue a mediados del siglo
xx cuando esa asociación tomó un nuevo vuelo, proceso que se conoció
como la etapa de modernización del agro argentino, durante la cual se
extendieron el uso de insumos de origen industrial y la mecanización de
labores. A partir de finales de la década de 1980, cobraron centralidad
capitales diferentes de los agrarios, y se expandieron los vínculos de la
producción agraria con la oferta de insumos industriales y con los re-
querimientos de las industrias de alimentos; proceso que los analistas
abordaron a partir de la noción de complejos agroindustriales (cai). El
patrón agroindustrial ofrecía el horizonte de una integración balanceada
de las economías agropecuarias del país con el sector industrial. A tra-
vés de distintas políticas públicas (créditos, precios, subsidios), el Estado
promovió la organización de sectores productivos orientados a sostener
la oferta a las agroindustrias, lo cual era particularmente importante
en momentos en que se generaban sobreproducciones. El desarrollo,
entendido como progreso industrial, motorizó estas políticas que, en
Los pilares del modelo agribusiness 21

líneas generales, viabilizaron un grado no menor de incorporación de la


pequeña producción a la agricultura industrial.
En aquellas décadas, retomando la influencia de las tradiciones de
izquierda tanto en el campo académico como en el político, la cuestión
agraria se planteaba como un problema estructural, que remitía a las
formas históricas de distribución de la tierra y el capital. En efecto, se
analizaban las formas en que el capital agroindustrial subordinaba la
producción agraria y le extraía su producto a través de mecanismos co-
merciales y financieros, reproduciendo y agudizando las desigualdades
en el acceso a la tierra. Más precisamente, los análisis –en diálogo con
los debates en América Latina– abordaban las prácticas de integración
subordinada que el capital agroindustrial desarrollaba para garantizar
el control de la producción de campesinos y pequeños productores, por
ejemplo, en el caso del algodón, la yerba mate, el tabaco, la caña de
azúcar, entre otros cultivos regionales. Lo que estaba en juego en esos
vínculos de integración era la adaptación de los sistemas productivos
de la pequeña producción a las necesidades del capital agroindustrial,
con la incorporación y modificación de determinadas prácticas produc-
tivas, el uso de insumos industriales, etc. En resumen, junto con la
mirada sobre cómo la expansión agroindustrial expulsaba productores,
el acento estaba puesto principalmente en cómo la pequeña producción
era “refuncionalizada” para permitir la acumulación de las empresas
agroindustriales.
Este modelo encontró sus límites hacia mediados de la década de
1980, entre otros factores, con la crisis de la deuda externa. En esos
años se observaría en la Argentina una creciente intensificación de las
exportaciones agrícolas –básicamente trigo, maíz, sorgo y girasol–, junto
con la reorientación de cultivos industriales a la exportación (como arroz,
tabaco, cítricos, peras y manzanas, legumbres) y el desplazamiento de
cultivos regionales orientados al consumo de sectores populares. Cabe
mencionar, asimismo, las transformaciones en el nivel internacional,
con el impulso dado por diferentes instancias multilaterales –como la
Organización Mundial de Comercio (omc)– a la liberalización de las
agriculturas y a una mayor regulación privada del sector agroalimentario
(Busch y Bain, 2004). Estos cambios fueron configurando un nuevo régi-
men agroalimentario de carácter global cuyas características centrales
radican en una profunda transformación de los intercambios y la inten-
sificación de la división global del trabajo agrícola. Como ha señalado
Philip McMichael (1997, 2000), el nuevo régimen desarma los antiguos
anclajes nacionales en los que el capital agroindustrial transnacional se
posicionaba (a partir del control de mercados internos y producciones de
alto valor y de la organización de los flujos comerciales para consolidar
22 Carla Gras y Valeria Hernández

la producción agrícola en los países centrales), para sustituirlos por la


constitución de “plataformas productivas” en los países del sur, que se
orientan a satisfacer las estrategias globales de abastecimiento de las
grandes corporaciones. En ese pasaje radica la emergencia de los llama-
dos “nuevos países agrícolas”, entre los que se destacan la Argentina y
Brasil. En términos de Achkar, Domínguez y Pesce (2008), estos países
constituyen “territorios eficientes” para las corporaciones transnacio-
nales, debido a condiciones ecológicas, económicas, de infraestructura,
políticas y culturales que les aseguran la reproducción eficaz de sus
inversiones.
En la organización de la producción y el consumo mundial, el nuevo
régimen se apoya en dos pilares fundamentales: por un lado, la biotec-
nología y las tecnologías de información, y por el otro, la limitación o el
debilitamiento de las funciones reguladoras de los Estados nacionales.
Estos últimos, que antes promovieron la expansión y la estabilización de
la agricultura comercial, son vistos como obstáculos para las estrategias
globales de las corporaciones. Otro elemento novedoso, vinculado a la
biotecnología, es el creciente dominio de la industria química, en parti-
cular de las grandes corporaciones que desarrollan ingeniería genética
aplicada a la producción de alimentos (McMichael, 2000). La producción
de biotecnología está fuertemente concentrada y articulada al resto de
los eslabones de la cadena agroalimentaria. Como se abordará más
adelante, la biotecnología reorganiza la producción, creando mercados
“intermedios” desarrollados y controlados por las propias empresas que
demandan las nuevas commodities.
En definitiva, desregulación política a nivel local, liberalización e
innovación tecnológica junto con la emergencia de nuevas formas de
regulación a nivel global, constituyen elementos centrales que posibilita-
ron la emergencia del actual modelo de producción en el agro, el cual no
puede pensarse aisladamente de los procesos de globalización económica.
Pero esos elementos centrales fueron conjugados y puestos en juego en
cada país de maneras específicas –y la Argentina constituye un ejemplo
paradigmático–, pero en todos los casos se articularon en una nueva
lógica de acumulación a la que definimos aquí con la noción de modelo
agribusiness o agronegocio.

La cuestión agraria interrogada por el ma

Los padres del concepto agribusiness, los economistas John Davis


y Ray Goldberg (1957), postularon un desafío para las perspectivas vi-
gentes en la época: el productor debía superar la dicotomía agricultura/
Los pilares del modelo agribusiness 23

industria, buscando su integración vertical y horizontal como “cadena


de valor”, dando prioridad a la tarea de coordinación de los diferentes
eslabones de la misma y tomando como punto de partida al consumidor.
Con la globalización, aquella idea encuentra un contexto macroeconómico
estimulante, al tiempo que el desarrollo y la maduración de las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación ofrecieron los instru-
mentos necesarios para alcanzar la máxima eficiencia para una escala
de negocio transnacional.
Estos cambios alumbran una dinámica productiva cualitativamen-
te diferente respecto de la agroindustrial de la etapa anterior. Ambos
períodos se caracterizan por los modos de penetración que el capital
logró en la agricultura, esto es, una mayor articulación a las industrias
procesadoras, de insumos y comercializadoras. Sin embargo, en el ma se
actualizan y complejizan cuestiones seculares: el proceso de expansión
capitalista no sólo no se produjo expulsando únicamente a la pequeña
unidad familiar de tipo campesino. Por el contrario, el escenario actual
muestra mayor complejidad en la composición de la estructura agraria,
tanto en su cúpula como en la base. Asimismo, luego de que los gran-
des gurúes locales del ma sostuvieron que la propiedad de la tierra ya
no era determinante para participar del negocio agrario, aquel factor
clásico vuelve a ponerse en el tapete y revelar su importancia política,
económica y teórica, con el proceso de acaparamiento verificado a partir
de los años 2000.
En términos productivos, si bien en el ma también se constata la
dinámica del encadenamiento del sector hacia atrás y hacia delante
–característico de la expansión agroindustrial–, ésta juega sobre pi-
lares bien distintos, como veremos en detalle en el próximo apartado,
generando otra lógica de concentración empresarial. La vinculación
entre sectores se observa en las etapas de procesamiento, provisión de
insumos y comercialización, en el marco de una transnacionalización
de los procesos económicos y de las formaciones institucionales puestas
en juego por los actores empresariales. En efecto, estos últimos orga-
nizan núcleos o clusters con una especial capacidad para determinar
los procesos agrarios. Pero no sólo eso: tal capacidad de orientación va
más allá de la economía primaria, adaptando las unidades productivas
a geometrías transectoriales, de acuerdo con las necesidades de valori-
zación de sus capitales. En rigor, el agronegocio involucra más que la
expansión de vínculos intersectoriales, característico de los complejos
agroindustriales: aguas arriba, supone nuevas formas de gestión de esos
vínculos y de los recursos y activos involucrados, que no son equivalen-
tes a los mecanismos de integración o articulación preexistentes. En el
sustantivo común compuesto agronegocio el acento está puesto en el
24 Carla Gras y Valeria Hernández

último componente, lo cual abre de manera casi ilimitada el horizonte


de la acción económica.
El ma supone una lógica aun más potente en términos de la subordi-
nación de la agricultura al capital agroindustrial. En efecto, aguas abajo,
en lo referido a los sistemas de innovación por ejemplo, se conforman pai-
sajes institucionales crecientemente controlados por los actores privados,
que desplazan a los organismos públicos de investigación y desarrollo de
tecnologías agropecuarias. Esta incidencia se da en el contexto de una
profundización en la dinámica de concentración del campo comercial de
agroinsumos, generándose alianzas “por arriba” entre estas empresas
concentradas de insumos y los megajugadores del agribusiness.
Otro rasgo divergente del agronegocio respecto del modelo agroindus-
trial radica en el mayor grado de diversificación productiva de este último,
en tanto los mercados internos jugaban un papel en la acumulación de
capital. Por el contrario, el ma desarrolló un patrón especializado de
producción (o tendencia al monocultivo), concentrándose en unas pocas
actividades agropecuarias en los territorios en los que se inserta, y des-
plazando otros usos del suelo. Se impulsa de este modo la conformación
de plataformas productivas con escasas articulaciones a las dinámicas
territoriales locales.
Este modo de hacer “negocios” erige nuevas formas de concentración
de la tierra y de la producción agraria que se superponen a las formas
tradicionales de concentración existentes en los distintos países. Un
rasgo específico en tal sentido es su vinculación con grandes escalas
productivas, capitalizadas, que pueden mantener un alto ritmo de in-
corporación tecnológica, a diferencia de la etapa anterior de expansión
agroindustrial que desplegaba distintos mecanismos de refuncionaliza-
ción de una diversidad de tipos de unidades productivas. Como se señaló
anteriormente, las empresas agroindustriales articulaban unidades
campesinas o pequeñas empresas de tipo familiar como abastecedores
de la materia prima, moldeando sus formas de producción para adap-
tarlas a sus necesidades de valorización. De allí que pueda sostenerse,
no sólo en el caso argentino sino también en el resto de los países del
Cono Sur latinoamericano, que son otras las posiciones (y oposiciones)
sociales que permiten la existencia del agronegocio (Heredia, Palmeira
y Pereira Leite, 2010).
En ese contexto, la clásica cuestión agraria se ve replanteada: el
problema de la integración de la pequeña producción deviene en el inte-
rrogante por sus formas de exclusión. Ya no se trata de cómo el capital
agroindustrial busca reconvertir a este sector “atrasado” y “tradicional”
a la producción modernizada, o en cómo hacer a sus franjas más débiles
funcionales al capital. En consonancia con esta evolución, desde los
Los pilares del modelo agribusiness 25

organismos internacionales el campesinado pasa a conceptualizarse en


términos de “pobres rurales”, y las propuestas se orientan a promover
la mejora de la producción de subsistencia.
Cabe destacar que, en el actual escenario, la cuestión del desplaza-
miento de unidades productivas se extiende incluso a empresas capita-
lizadas. El agronegocio impulsa nuevas relaciones de poder, reestructu-
rando a los sectores dominantes al confrontar a las antiguas “oligarquías
terratenientes” y obligando a las grandes propiedades agropecuarias
a reconvertirse a la nueva lógica o bien aceptar su desplazamiento de
aquella posición de liderazgo. Uno de sus principales rasgos de esta
evolución en la dinámica de construcción de los sectores dominantes es
el hecho de que el nuevo campo social trasciende las fronteras agrícolas
y se articula ahora en torno a “negocios” transectoriales. Como conse-
cuencia, el colectivo de referencia resultante es heterogéneo desde todo
punto de vista (trayectorias, profesiones, saberes, alianzas, prácticas de
pertenencia, etc.), con un vértice convergente: la idea de que la innovación
es el motor del negocio.
Un último aspecto a destacar es la activa participación de los actores
del ma al ensayar formas específicas de articulación de los componen-
tes del modelo. En un trabajo reciente, Clara Craviotti (2012) analiza lo
que plantea como ambigüedades de la noción de agronegocios, avanzando
la hipótesis de que éstas podrían “estar reflejando no sólo su apropiación
por parte de diferentes grupos, sino también la falta de cristalización del
objeto de estudio. Más precisamente, el hecho de que éste se materializa,
en algunas de sus expresiones actuales, en una trama de actores de di-
ferente condición y posición social (más que en un actor específico)” (3).
En realidad, es justamente la diversidad de modos de apropiación de los
componentes del ma lo que constituye su característica distintiva; más
que un “problema”, ella constituye un punto de partida para el análisis
ya que estos modos de apropiación permiten explorar las dinámicas
socioeconómicas y de poder que se generaron en torno de esta nueva
lógica.
En suma, al hablar de agronegocio estamos recortando un modelo
agrario que no refiere a un tipo de actor ni a un cultivo específico, como la
soja. Entendemos aquí agronegocio como un modelo o lógica de producción
que, con variantes nacionales y locales (por la conjugación que los actores
hacen de las lógicas macro con las historias y tradiciones propias), puede
ser analizado en función de los siguientes elementos centrales:

• La transectorialidad: mayor integración y extensión de la cadena de


valor, dinámica guiada no sólo por la integración técnica de los proce-
sos productivos (vertical) sino también por la articulación horizontal
26 Carla Gras y Valeria Hernández

de otras actividades que se valorizan como oportunidades para el


capital.
• La priorización de las necesidades del consumidor global respecto del
local.
• La generalización, ampliación e intensificación del papel del capital
en los procesos productivos agrarios.
• La estandarización de las tecnologías utilizadas, con una intensi-
ficación en el uso de insumos de origen industrial, y la generación
de tecnologías basadas en la transgénesis (semillas) que apuntan
a reducir las especificidades biológicas y climáticas del agro, cuya
optimización requiere de escalas cada vez mayores.
• El acaparamiento de tierras para la producción en gran escala, pro-
ceso en el que tienen participación central grandes corporaciones
financieras y que imprime a las disputas por la tierra el carácter de
un fenómeno global.

Como vimos hasta aquí, las nociones de agroindustria y de agrone-


gocio ilustran la tendencia globalizadora del capitalismo moderno. Sin
embargo, cada una encarna una concepción del orden mundial distinta:
mientras la primera estuvo inserta en la competencia de los Estados-
nación, la segunda se desenvuelve en un escenario caracterizado por la
institucionalización de formas de gobernanza globales y por un nuevo
balance entre mercados nacionales e internacionales, elementos que
consolidan el poder de las corporaciones globales). Es necesario, enton-
ces, considerar las especificidades que la expansión del ma tiene en los
distintos países, aspectos que la mirada global tiende a oscurecer. En
ese sentido, sus expresiones nacionales no constituyen traducciones in-
diferenciadas sino que adquieren declinaciones y anclajes particulares
que complejizan y tensionan las tendencias globales. Centrándonos en
la configuración que el ma adquirió en su desarrollo en la Argentina,
buscamos identificar los nudos centrales que, en tanto lógica global,
imprimen semejanzas y sincronías con los de otros países de la región, e
incluso con las agriculturas de otras latitudes (por ejemplo, el caso fran-
cés, analizado por Bertrand Hervieu y François Purseigle, 2010, 2011)
así como retener sus formas locales de apropiación y anclaje. Con este
objetivo, a continuación detallamos los pilares del ma tal como fueron
construidos en el escenario argentino desde mediados de los 90 hasta su
consolidación, a mediados de 2000.
Los pilares del modelo agribusiness 27

Organización de los factores productivos


en la lógica agribusiness

Pilar tecnológico: biotecnologías y sistemas de innovación

Las nuevas tecnologías (bio e info) –que se consolidan en el marco


de nuevas condiciones políticas y económicas globales– configuraron un
vector de transformación de los sistemas de producción agropecuarios, al
punto que algunos autores hablan de la existencia de un nuevo paradigma
tecnológico mientras que otros afirman que se trata de la tercera revolu-
ción agrícola (Regnault, Arnauld de Sartre y Regnault-Roger, 2012). La
primera inserción en los mercados agrícolas (1996) se dio simultáneamen-
te en la Argentina y Estados Unidos, con la variedad de soja resistente
al glifosato (la soja rr de Monsanto). Entre los países productores de
cultivos transgénicos autorizados, doce son del sur. En América Latina
se destacan Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, México y Honduras.
La región es actualmente la de mayor extensión con cultivos transgénicos
en el mundo. El Cono Sur ha devenido la principal plataforma mundial
de producción de soja: la producción agregada de los cuatro países del
Mercosur supera los 116 millones de toneladas y la superficie con soja
transgénica en la región alcanzó en 2007 más de 42 millones de hectá-
reas.5 En la Argentina, durante la última campaña agrícola se plantaron
casi 20 millones de hectáreas con cultivos transgénicos, acompañados por
los respectivos agroquímicos. Semejante concentración de transgénicos
y agroquímicos convierten al país en una suerte de primer laboratorio
a cielo abierto; los resultados de este experimento serán, en unos años,
sumamente ejemplificadores para la ciencia agronómica mundial, aun-
que quizás tengan como contrapartida una de las mayores catástrofes
medioambientales registradas en los anales agrarios del país.
Las semillas transgénicas más utilizadas en la región (y en el país)
son las de la soja resistente al glifosato, implementa por medio de la
siembra directa. Se suman otros productos de la industria agroquímica
que mejoran su rendimiento (inoculantes, fertilizantes, etc.). Este manejo
agronómico tuvo efectos en la estructura técnico-productiva de las explo-

5. Algunos datos permiten observar la velocidad de este proceso: apenas unos años des-
pués de la introducción comercial de este cultivo, a partir de 2002-2003 las exportaciones
de los países del Cono Sur superan a las de Estados Unidos. Según datos de la fao, en
2008 Brasil ocupó el segundo lugar como exportador mundial de soja, seguido de la Ar-
gentina. Brasil dedica más de 22 millones de hectáreas al cultivo de soja transgénica, y
la Argentina alrededor de 17 millones, mientras que Uruguay es el país que evidencia
el crecimiento más veloz de esta producción, que aumentó un 2.636% entre 2000 y 2007
(Gudynas, 2008).
28 Carla Gras y Valeria Hernández

taciones agropecuarias y también en la gestión de opciones científicas y


tecnológicas de los sistemas de innovación nacionales.
En relación con el manejo de las explotaciones, la articulación siembra
directa-soja rr-glifosato señalada al comienzo fue un punto de partida
al cual se fueron agregando otras innovaciones en las maquinarias y los
equipos, en los pesticidas y fertilizantes, en la gestión empresarial, en una
suerte de proceso acumulativo que se traduce, en palabras de Graciela
Gutman y Pablo Lavarello (2007), en “irreversibilidades técnicas y econó-
micas” (19). Este entrelazamiento de los factores muestra las asimétricas
relaciones entre actores globales y locales en el plano tecnológico, las
cuales tienen consecuencias en otro plano vinculado: las instituciones
técnico-productivas que acompañan a estos empresarios tienden a po-
sicionarse como agentes de desarrollo y de difusión de las innovaciones
tecnológicas. Este liderazgo se vio facilitado por las condiciones impe-
rantes en los 90. En efecto, a diferencia de décadas anteriores,6 el recorte
del presupuesto dedicado al desarrollo del sistema nacional de ciencia y
tecnología debilitó la capacidad de los organismos públicos que, como el
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (inta), eran articuladores
de la trama institucional de investigación y desarrollo tecnológico para
actividades prioritarias. Junto con la reducción del financiamiento, el
inta comenzó un proceso de cambio del modelo de investigación y ex-
tensión –hasta entonces basado en la planificación, la estabilidad de los
investigadores y extensionistas y el financiamiento público– que lo había
caracterizado desde su creación (Tort, 2008). De este modo, en sintonía
con el modelo norteamericano, donde las investigaciones se definen a
partir de la obtención de fondos y subsidios privados, tuvieron que “salir
a prestar servicios”. Aquellos cuyas competencias podían valorizarse en
el mercado lograron subsistir, y los otros quedaron en una posición de
latencia hasta que cambiase la política científica nacional. También se
incentivaron los planes asistencialistas (como el Prohuerta en los años
90) para los “pobres rurales” antes mencionados. En ese contexto, per-
dieron terreno las iniciativas de modernización tecnológica, y ganaron
importancia los desarrollos tecnológicos del sector privado, quedando
la participación de los organismos públicos restringida a la asociación
con el sector privado en aquellos aspectos en que hubiese “demanda”.

6. Centralizada y desarrollada por instituciones públicas desde mediados del siglo xx, la
trayectoria en la investigación y la transferencia tecnológica dio características específicas
a la trama de agentes, instituciones y formas de organización que adoptó la difusión de
tecnologías en el sector agropecuario. La Argentina había logrado desarrollos significativos
en la investigación y la transferencia agronómica, incluso en lo que refiere a la investi-
gación en transgénesis, contando con políticas públicas de ciencia y técnica y un cierto
grado de articulación entre las diferentes instituciones del sistema, del cual el inta era
un eslabón central.
Los pilares del modelo agribusiness 29

Un caso claro fue la adaptación de las semillas transgénicas (cuya pro-


piedad intelectual estaba en manos de las firmas transnacionales) a las
condiciones agroclimáticas locales. No pocos desarrollos promovidos por
las transnacionales involucran, por otra parte, la provisión de fondos a
organismos nacionales de investigación, para llevar a cabo proyectos en
“alianza” pero reservándose en los acuerdos establecidos los derechos
de propiedad sobre los resultados.
El escenario local que acabamos de describir no hacía más que some-
terse a la política dominante neoliberal, cuyo resultado fue la concen-
tración del comercio de agroinsumos en manos de unas pocas empresas
transnacionales para las que las nuevas tecnologías de la comunicación
y la información constituyen un insumo vital. Desde fines de los 90, pri-
mero Monsanto y luego las otras compañías transnacionales presentes
en el país, desarrollaron estrategias de comercialización, inauguraron
centros de servicios y llevaron su canal de distribución hasta las di-
ferentes zonas de producción sojera (ayudando además a expandirla
sobre zonas marginales). Estos centros de servicios integran la venta
de semillas e insumos, asesoramiento a los productores, a la vez que
permiten a la empresa tener un monitoreo de las zonas productivas. Así,
las firmas logran desarrollar verdaderas estrategias de intervención en
el territorio, absorbiendo muchas de las antiguas “agronomías” locales
que vendían productos de distintas marcas. A partir de estos centros de
servicios, algunas de las empresas desarrollan vínculos de integración
contractual con productores, a los que clasifican según su potencial de
venta, privilegiando a los que más facturan. Esta estrategia constituyó
un cambio fundamental en la organización de los factores productivos,
dando a las grandes empresas transnacionales una presencia nodal en el
control de los mecanismos de difusión del paquete tecnológico que ellas
desarrollan (Hernández, 2012).
Vale aquí destacar dos implicancias centrales de estos fenómenos, las
cuales exceden la naturaleza exógena del impulso a la innovación tecno-
lógica, comúnmente señalada en los estudios de economía y sociología de
la innovación. La primera se refiere a la capacidad que estos paquetes
tienen de intervenir en las funciones productivas de las explotaciones,
induciendo o dirigiendo el sendero tecnológico de todo el proceso de pro-
ducción (Bisang y Gutman, 2001). De ahí que la extendida denominación
del conjunto de innovaciones tecnológicas como “paquete” define de ma-
nera precisa el modo en que ellas están concatenadas e implicadas unas
con otras: la semilla transgénica con el glifosato, un tipo de tecnología
de siembra (la siembra directa), de organización laboral, de gestión, etc.
El segundo factor es la capacidad que ganaron las empresas transnacio-
nales de orientar el consumo mediante la implementación de lo que en
30 Carla Gras y Valeria Hernández

otra parte hemos denominado “tecnologías del consumo” (Hernández,


2012): ellas reúnen un conjunto de elementos implementados por estas
empresas (facturación directa, puesta en red de los comercios locales,
sistema de gestión informática de los clientes, etc.) de modo de organizar
el consumo de los agroinsumos siguiendo los objetivos y las modalidades
por ellas fijados. Se trata de una de las innovaciones más radicales que
se observan en el sector agropecuario, ya que supone una capacidad de
disciplinamiento y control del campo comercial y productivo nunca antes
logrado por este actor en la producción pampeana. Ello le confiere una
supremacía fundamental por sobre el resto de los agentes comerciales
(las agronomías, las empresas locales, etc.), generando un nuevo polo de
concentración en el sector.
Tanto la capacidad que logran las firmas (vía el paquete tecnológico)
de intervenir en las funciones productivas de las explotaciones, como el
poder de orientar el consumo de tecnologías agropecuarias se apoyan en
un mismo elemento el conocimiento: en el primer caso, el biotecnológico;
en el segundo, las nuevas tecnologías de la información y de la comu-
nicación. En tal sentido, el conocimiento deviene un factor productivo
central, cuya posesión diferencia las posibilidades de incorporación de las
nuevas tecnologías, desigualdades que se superponen a las resultantes
de los niveles de capital detentados en cada caso. Se trata de un tipo de
conocimiento experto que no se adquiere por las vías tradicionales
de aprendizaje en el “hacer” sino a través de la participación en espa-
cios de formación hiperespecializados, además de estar protegido, en el
caso de las tecnologías de punta, por patentes de propiedad intelectual
(Hernández, 2009b).
En función de ambos rasgos, dos cuestiones quedan planteadas: por
un lado, las capacidades regulatorias del Estado para definir la orien-
tación innovadora frente al poder alcanzado por las grandes empresas
transnacionales. En efecto, el patrón tecnológico en el que se asienta el
nuevo modelo agrario refuerza perfiles de especialización previos que,
con distinto grado y alcance, los gobiernos nacionales habían tratado de
diversificar a partir de los años 1930-1940 gracias a así llamados procesos
de industrialización sustitutiva. Para ello, generaron políticas e institu-
ciones públicas orientadas a salvar la brecha tecnológica con los países
centrales. Estas instituciones fueron promotoras de las innovaciones de
la llamada “revolución verde”, dentro de un concepto del conocimiento
como bien público y de libre apropiación. Ahora bien, en esta “segunda
(o tercera) revolución” tecnológica la especialización se profundiza, y en
ese proceso el paquete tecnológico cumple un papel fundamental y
en consecuencia las empresas transnacionales adquieren una capacidad
hegemónica que antes detentaban las empresas nacionales y/o el siste-
Los pilares del modelo agribusiness 31

ma nacional de innovación. Por otro, con relación a la sustentabilidad


económica del ma, la dinámica tecnológica que acabamos de describir
lleva a interrogarse sobre el impacto en las condiciones de apropiabilidad
de la renta por parte de las empresas que controlan esas innovaciones.
El aumento en las rentas tecnológicas, si bien internalizadas en gran
parte por los productores, son básicamente apropiadas por las empresas
transnacionales de semillas y agroquímicos a partir de su control sobre
el paquete “cerrado” (Gutman y Lavarello, 2007: 18), lo cual refuerza la
posición hegemónica de este actor.
Por todo lo dicho, hay que destacar el carácter estructural de este pilar
del ma, el cual involucra la desarticulación de capacidades tecnológicas
locales, previamente acumuladas, a la vez que genera funciones de pro-
ducción que no son fácilmente alterables (ni reversibles). Este carácter
estructural es reforzado por la mayor especialización de la matriz produc-
tiva del agro argentino a partir del avance de la soja transgénica sobre
tierras anteriormente dedicadas a otros usos productivos. Se ha señalado
acertadamente la destrucción de bosques y montes nativos resultante
de la expansión de la frontera agropecuaria, proceso que se intensificó
a partir de la década de 1990. Sin embargo, se han analizado menos las
implicancias del avance sojero y de un reducido grupo de cultivos de
exportación sobre áreas ganaderas y cultivos regionales (ver el capítulo
de Rosatti, “Un ejercicio empírico acerca de los patrones espaciales de
expansión de la frontera agrícola”, en este libro). En tal sentido, estos ele-
mentos no son suficientemente discutidos en los debates sobre la llamada
“reprimarización” de la economía argentina: estas posiciones se apoyan en
miradas globales sobre la evolución del patrón productivo argentino ba-
sada en el peso relativo de la producción y las exportaciones industriales
y primarias (agro, minería, hidrocarburos). De hecho, según datos de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal), el peso de
las exportaciones primarias (tomando el valor total de las exportaciones
fob de bienes) sobre el total de ventas externas del país a lo largo de las
últimas dos décadas se ha mantenido con pocos cambios significativos:
en 1990 representaban el 70,9%, en 2003 el 72,2% y en 2010, el 67,8%.7
Estas cifras no parecen reflejar tan claramente un proceso de “reprima-
rización”, pero esconden un fenómeno que queremos destacar: la mayor
especialización productiva, anclada en un número reducido de cultivos
(centralmente, soja seguida de maíz y girasol). En 2010, según la misma
fuente, los diez principales productos de exportación se concentran en
la soja y sus derivados, maíz, petróleo (crudo y derivados) y minerales
(oro), y desaparecen de ese listado otros bienes primarios como la carne

7. Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe, 2011.


32 Carla Gras y Valeria Hernández

bovina y ovina, el trigo, las leguminosas, las manzanas frescas, el azúcar


o los productos de la industria del acero.
Es interesante recuperar un argumento extendido entre los sectores
involucrados con la expansión de estos cultivos cuando refieren a las
posibilidades que los países del Cono Sur pueden aprovechar expor-
tando productos agroindustriales, es decir, materias primas con algún
grado de elaboración industrial. Estos argumentos no dicen nada sobre
las condiciones en que se negocian los acuerdos de comercialización en
el nuevo régimen internacional bajo la égida de la omc: como destaca
Roberto Guimarães (2012), una mirada a las tasas aduaneras permite
observar las desigualdades que reproducen los patrones de especiali-
zación productiva. En efecto, las materias primas que exporta América
Latina pagan menores aranceles que sus exportaciones de productos
agroindustriales. De tal forma, más allá del tipo de valor que se agrega
en cada país a las commodities, estas desiguales relaciones comerciales
impulsan la especialización en la producción agrícola.

Pilar financiero: la valorización de las commodities agrícolas

El capital financiero constituye otro pilar que hace al desarrollo del


ma en general, con una modalidad específica adquirida en el marco de
los cambios del mercado financiero internacional durante las últimas
dos décadas. Como es sabido, la participación del capital financiero en la
actividad agropecuaria no es algo novedoso. En la Argentina, créditos e
instrumentos de financiamiento ofrecidos por bancos y otras instituciones
financieras han sido utilizados a lo largo del siglo xx (y aun antes) por
diferentes tipos de productores agropecuarios. Asimismo, la existencia
de instrumentos de cobertura de riesgos climáticos o de variaciones de
precios, es decir, de los llamados “mercados agropecuarios de futuros”,
también tiene larga data. Estos mercados permiten a quienes quieren
reducir riesgos transferirlos a otros que están dispuestos a asumirlos.
Así, se “transan” contratos entre partes que se comprometen a vender
o comprar en el futuro un determinado bien a un precio acordado.8 A
estos mercados concurrían tradicionalmente productores, acopiadores
e industrias alimentarias para cubrirse de los mencionados riesgos.
Como vemos en el gráfico que sigue, la actividad de estos actores en las
transacciones financieras tuvo un fuerte crecimiento a partir de la libe-
ralización del marco regulatorio (1991), registrándose un aumento en el

8. La diferencia entre el precio contratado y el precio en que se realizó la operación inversa


representa la utilidad o pérdida de los participantes en el mercado de futuros.
Los pilares del modelo agribusiness 33

volumen operado de futuros y opciones en los mercados a término a partir


de 1996-1997 (adopción de los ovgm en la práctica agrícola local):

Gráfico 1
Mercados a futuro: producción de cereales y oleaginosos,
y volumen operado de futuros y opciones en los mercados a término
(en mil de toneladas, 1909 a 2007)

90
80
70
millones de toneladas

60
50
40
30
20
10
0
1909

1914

1919

1924

1929

1934

1939

1944

1949

1954

1959

1964

1969

1974

1979

1984

1989

1994

1999

2004
Producción total MATba Rofex

Fuente: aacrea, sobre la base de Bolsa de Cereales, sagpya, matba y rofex.


Nota: la caída en el volumen operado en 2002 y 2003 se relaciona con el default de la economía argentina
en 2001.

A nivel internacional, el más importante es el mercado de Chicago,9


donde la incursión de los actores argentinos del ma comenzó hacia fines
de los 90. Como explica un empresario emblemático del agribusiness
local, Gustavo Grobocopatel, el manejo del riesgo ligado a la volatilidad
del precio mediante los instrumentos financieros fue una razón del éxito
de su negocio:

Con los precios hemos adquirido una gran habilidad en el ma-


nejo de las coberturas de la volatilidad. En tiempos del mercado
a término (mat) activo, las operaciones eran locales, actualmente
estamos utilizando el Chicago Board of Trade (cbot). No estamos
tranquilos hasta tener cubierta nuestra producción. Nuestros obje-

9. El mercado de futuros de Chicago se creó en 1936. En 1972, la Bolsa de Chicago abrió


el primer mercado de futuros en divisas en las que los compradores de productos básicos
podían negociar un contrato para cubrirse de movimientos perjudiciales (Sevares, 2008:
23).
34 Carla Gras y Valeria Hernández

tivos son: captar rentabilidad con flexibilidad y seguridad. Durante


los últimos cinco años hemos mejorado mucho porque conocimos
mejores herramientas. Al principio la cobertura se realizaba sólo
con ventas forward, luego incorporamos las opciones con las estra-
tegias sintéticas, más adelante los spread de opciones y los dife-
renciales con Chicago o Kansas. A partir de nuestra visita a Iowa
State University en 1999 entendimos el concepto de Portafolio de
Riesgo e integramos más las coberturas sistémicamente. Por otra
parte, la política agrícola de Estados Unidos genera distorsiones
en los mercados que solíamos aprovechar vendiendo volatilidad en
Chicago y comprando en Buenos Aires, donde era más barata.10

Otro fenómeno viene a acoplarse al movimiento observado en la Bolsa:


el aumento de los precios de las commodities agrícolas en las últimas
décadas, en especial a partir de mediados de 2000:

Gráfico 2
Precio internacional y volatilidad por grupo de producto (1990-2010)
40%
30%
20%
10%
0%
1990 1995 2000 2005 2010

Azúcar Aceite
Lácteos Cereales

Carne
Fuente: Bolsa de Comercio de Rosario.

Cuando la economía financiera norteamericana comenzó a crujir, esta


evolución fue leída con alarma por la dirigencia política de ese país. En
2008, el Comité de Seguridad Interna y Asuntos Gubernamentales del
Congreso de Estados Unidos encargó a Michel Masters (un experto bur-
sátil, él mismo administrador de fondos de cobertura y gran conocedor de
Wall Street) la realización de un informe para responder a la pregunta
“¿Están los inversores institucionales contribuyendo a la inflación de
precios de los alimentos y la energía?”. El informe, presentado en mayo
de ese año, respondió con un inequívoco “sí”. Allí se explica cómo esta
posibilidad fue favorecida por la desregulación del mercado de futuros de
Chicago: varias medidas llevaron a la eliminación de los topes para las

10. Entrevista a Grobocopatel en Ordóñez y Nichols (2003: 24).


Los pilares del modelo agribusiness 35

posiciones de cada inversor, permitieron la especulación sobre productos


como las commodities agrícolas y la energía, antes protegidos por ser
considerados de primera necesidad (como los medicamentos). Distintos
inversores comenzaron a intervenir en los mercados de futuros en esos
productos, buscando realizar allí ganancias que otras opciones no ofre-
cían. Según explica Julio Sevares (2008) siguiendo el informe Masters, “el
banco puede compatibilizar la compra como una operación comercial, por
lo cual no se computa como inversión especulativa” (24), lo que dio lugar a
un fuerte incremento de los montos invertidos en futuros. Junto con estas
medidas, también se crearon nuevos instrumentos financieros, como los
derivados, para cubrir riesgos financieros futuros. En este caso, el “valor”
del contrato se “deriva” del valor de otro instrumento, por ejemplo, el
llamado Index, un índice de precios de las principales commodities que
canaliza el grueso de las inversiones en futuros. Un rasgo fundamental
de estos instrumentos es que las transacciones pueden tener lugar sin
que los contratantes tengan el activo involucrado: al término del contrato
no se exige la entrega de ese activo (por ejemplo, toneladas de soja) sino
el pago de las diferencias entre los precios fijados en el contrato y los
vigentes en el mercado al momento de su finalización.
Asimismo, durante la década de 1990 se crearon varios mercados de
materias primas en los cuales los fondos de cobertura de riesgos y ban-
cos de inversión pudieron contratar futuros sin limitación alguna y sin
ningún control sobre su operatoria (Masters, 2008; Sevares, 2008). En
este tipo de mercados, los grandes fondos e inversionistas apuestan al
aumento de precios en el largo plazo: la operatoria consiste en vender
los contratos derivados antes de su vencimiento para reinvertir en nue-
vos contratos. Estos actores adquieren así una fuerte incidencia en los
mercados por el volumen de sus carteras, que superan a las de quienes
operan solamente en el mercado de materias primas. Según se indica en el
informe Masters, las inversiones del Index pasaron de 13.000 millones de
dólares en 2003 a 260.000 millones en 2008, al tiempo que los precios
de las veinticinco commodities que forman ese índice aumentaron 183%.
Así, el acaparamiento de las posiciones adquiridas por estos nuevos
actores cambió la geometría tradicional del mercado de commodities, ge-
nerando un alza desacoplada de la actividad productiva agrícola real.
Como explica Julio Sevares (2008), el mercado de futuros ha sido un
vector fundamental de la volatilidad de los precios como resultado de la
especulación, por arriba incluso del aumento de la demanda mundial de
commodities agrícolas. Observamos entonces cómo, a través de estas he-
rramientas, el capital financiero influye “por arriba” (al alterar los precios
y las rentabilidades relativas) sobre las especializaciones productivas
de cada país, anteriormente vinculadas a las ventajas agroecológicas y
36 Carla Gras y Valeria Hernández

climáticas locales y a la historia social (oleadas migratorias, procesos


de colonización de las tierras, reforma agraria o latifundio, etc.) de cada
región.
Notemos ahora otra modalidad que adoptó el capital financiero para
intervenir en la producción: el desarrollo de fondos de inversión. A tra-
vés de ellos, se habilitó un fuerte ingreso de capitales a la producción
agropecuaria, y los bancos así como las instituciones financieras fueron
importantes movilizadores para la captación de inversores. Asimismo, se
registra la presencia de grandes empresas industriales y de servicios que
invierten parte de sus utilidades en los fondos más grandes, buscando
ganancias rápidas. Estos mecanismos tienen incidencia en las condicio-
nes de financiamiento a la producción agraria, llevando al productor a
privilegiar el logro de resultados financieros por sobre los productivos.
De ahí que diferentes autores planteen que la expansión del ma suponga
la “financiarización” de la agricultura, al convertirse en un espacio de
valorización de distintos tipos de capitales y de disputa de rentas.
En síntesis, el factor financiero actúa tanto de “arriba hacia abajo”,
imponiendo lógicas especulativas desde los agentes de la Bolsa hacia
los de la producción, como desde “abajo hacia arriba”, cuando los ac-
tores de la producción se “cubren” con instrumentos financieros para
asegurar un precio mínimo a su producción, o cuando recurren a los
socios financieros para constituir los fideicomisos agrícolas en vistas de
adquirir escala. Con el activo rol que logró asumir este componente del
modelo, la estabilidad del sistema se vuelve fuertemente dependiente
de lógicas extraagrarias, fenómeno al que hemos caracterizado como un
desacople del sistema productivo por acción de la economía financiera.
Sobre esta dinámica poco o nada pueden impactar las políticas públicas
locales (sean nacionales, provinciales o municipales). Incluso, si algún
gobierno deseara adoptar una postura defensiva, intentando, por ejem-
plo, sancionar leyes nacionales para impedir la especulación financiera
sobre productos de primera necesidad para la población, como los ali-
mentos o los recursos energéticos, la gobernanza global no permitiría la
orquestación efectiva de este tipo de estrategias “proteccionistas” y los
Estados que así obrasen se verían, por ejemplo, sancionados mediante
enjuiciamientos ante la omc.
Como analizaremos más adelante al abordar el pilar organizacional
del ma, este fenómeno de desacople no opera sólo por la incidencia del
elemento financiero: también es visible en la manera en que se articulan
los factores productivos, con la separación entre la propiedad de la tierra
y su gestión productiva. La inserción territorial de la producción se ve
afectada por el carácter global que asume la organización de la producción
en cuanto a su horizonte, y dentro de ello, por la lógica de fragmentación
Los pilares del modelo agribusiness 37

del proceso de productivo, de un lado, y el acaparamiento de tierras


por parte de actores globales, del otro, el cual en el caso argentino no
sólo está impulsado por la adquisición de tierras sino también por el
arrendamiento (véase el apartado que sigue). Como plantearemos más
adelante, la puesta en juego de los diferentes pilares del ma determina
una suerte de imbricaciones de diferentes modos de desacople de la pro-
ducción agropecuaria de los territorios (locales, provinciales, nacional),
construyendo un tipo de relación particular y radicalmente novedosa con
lo local, donde ese nivel de la vida material y simbólica de los pueblos va
mutando de manera creciente, y donde el espacio de “negocios” está cada
vez más conectado y casi sin mediaciones con lo global. Ese proceso que,
como veremos, es discutido mediante nociones como la de “aterritoriali-
dad” y “desterritorizalización”, las cuales, más allá de su pertinencia y
alcance comprensivo, comparten la voluntad de desentrañar los modos
en que las nuevas lógicas y prácticas en la agricultura han ido minando
esas mediaciones a partir de las cuales lo local, con sus características
productivas, económicas, sociales, culturales, fue imprimiendo rasgos
específicos a la inserción de la actividad agropecuaria. Esta deriva hacia
lógicas globales conecta los intereses del ma con los de esferas igualmente
orientadas por fuerzas globales, generando un divorcio respecto de cier-
tos referentes territoriales: la salud pública, la sustentabilidad social y
medioambiental del sistema, el desarrollo de capacidades locales, son
todos aspectos o temáticas que el ma, dada su lógica interna, no puede
registrar o integrar.
En otras palabras, el desarrollo del ma como modelo hegemónico ha
supuesto una reconstrucción de los territorios que requiere prescindir
de su historicidad; no necesita de esa dimensión sociohistórica que nos
permite conceptualizar un recorte geográfico cualquiera como un terri-
torio. De tal modo, lo “global” adquiere inflexiones más profundas que
la mera hiperconectividad de mercados y consumos, lo que interpela el
tipo de desarrollo que el ma puede efectivamente generar a nivel de los
territorios rurales, en los cuales, sin embargo, enraíza algunos de sus
pilares, no menores, lo que le genera tensiones internas, que señalaremos
oportunamente.

Pilar productivo: tierra y trabajo

Estos dos factores clásicos de la actividad agropecuaria también se


vieron fuertemente interpelados por el ma, que los pone a jugar en otra
lógica, transformando su rol dentro del sistema. Comencemos por el
primero, la tierra.
38 Carla Gras y Valeria Hernández

El acaparamiento de la tierra:
pensar globalmente, comprar localmente

Como vienen analizando diferentes trabajos (fao, 2012; Sotoma-


yor, 2008, faa, 2004; Slutzky, 2008; Bruzzone, 2011), a lo largo de las
últimas décadas la concentración de la tierra se ha profundizado. Una
característica a destacar es que, dada la importancia que adquiere la
contratación de tierras en el caso argentino, la concentración de la pro-
ducción no avanzó al mismo ritmo que la de la propiedad de la tierra.
En rigor, la concentración es un rasgo característico de la estructura
agraria argentina, si bien su evolución en el tiempo, y particularmente
la medida en que la gran propiedad mantuvo su importancia histórica,
han dado lugar a intensas polémicas. No entraremos aquí en estos de-
bates sino que importa señalar el nuevo impulso insuflado al proceso
de concentración productiva en los últimos diez años, impulso que no
sólo proviene de la participación de actores tradicionales o locales, sino
también de la creciente presencia de capitales extranjeros, asociados a
los big players del ma.
La mayor eficiencia que el sistema productivo alcanza a partir de las
grandes escalas, el hecho de que la tierra sea un recurso finito y la parti-
cipación del capital financiero en la valorización de este activo, son tres
razones que vuelven a poner sobre el tapete el problema de la concentra-
ción de la propiedad de la tierra. Esta cuestión históricamente sensible
del capitalismo agrario toma nuevas aristas en la actualidad: en el último
quinquenio, además de productores, procesadores o comercializadores
de productos agropecuarios, se registra un crecimiento exponencial de
la demanda de tierras por parte de grupos inversores privados, fondos
de inversión y pensión. Entre 2000 y 2010 alrededor de 1,5 millones de
hectáreas fueron adquiridas en la Argentina por extranjeros, negocia-
das en sólo veintidós transacciones, lo que refleja que las mismas están
signadas por la adquisición de grandes escalas (Anseeuw et al., 2012).
Según Eugenio Cap y Valeria Malach (2011), el momento de explosión de
la compra de tierras por parte de actores no nacionales es 1996 y estiman
que alrededor de 17 millones de hectáreas se encuentran en manos de
extranjeros. Existen pocos datos, pero muy dispares, sobre la compra y
venta de tierras en el país; esta información no está aún digitalizada y se
registra en formatos diversos, lo que dificulta la sistematización de las
transacciones y, más aún, la identificación del estatus de los inversores
(si se trata de individuos o compañías, nacionales o extranjeras). A pesar
de ello, es claro que la Argentina se ha constituido en uno de los países
“objetivo” del denominado proceso global de “acaparamiento” de tierras
o land-grabbing, términos empleados en la literatura reciente para
describir y analizar la actual explosión de transacciones comerciales de
Los pilares del modelo agribusiness 39

tierras a gran escala que, en nuestro país, no se asocia únicamente a la


compra de tierras sino también el arrendamiento de campos.
Cap y Malach (2011) plantean que el mayor interés de estas inver-
siones se concentra en tierras cultivables (principalmente en la región
pampeana), de pastoreo (en Chaco, Formosa, Corrientes, San Luis, La
Pampa y Córdoba), áreas forestales (Salta, Jujuy, Misiones, norpata-
gonia) y tierras para dedicar al turismo (Chubut, Santa Cruz y esteros
correntinos). Es decir, en aquellas regiones con alto potencial productivo,
sea por sus condiciones agroecológicas o por los umbrales tecnológicos
alcanzados localmente. También influyen, ciertamente, la existencia de
situaciones donde los derechos a la tierra de los pobladores rurales no
están reconocidos o regularizados, las “inconsistencias” de los marcos
legales en relación con la tenencia de la tierra, y las débiles capacida-
des de los gobiernos locales para regular y controlar el modo en que se
efectúan las adquisiciones de tierras.
El rol del capital financiero en el fenómeno de acaparamiento refleja
un cambio significativo respecto del comportamiento históricamente
renuente que estos actores mostraron en invertir en mercados que, como
el de tierras, tienen una relativa iliquidez (Sauer y Pereira Leite, 2012).
Ello complejiza los escenarios agrícolas que se ya no sólo reestructuran
como “nichos” de cadenas de producción globales sino también como
espacios de realización de ganancias financieras. Los principales tipos
de inversores son firmas privadas que, en general, agrupan a más de un
grupo inversor, de diferentes países y que, en algunos casos, integran una
firma de producción agropecuaria o grandes traders de commodities.11
Es interesante notar que la Argentina, además de ser atractiva para
estos inversores, tiene grupos empresarios que participan del proceso
de acaparamiento de tierras dentro y fuera de las fronteras nacionales.
En efecto, aliados con grandes inversores financieros, compañías como
Cresud, El Tejar, Adecoagro, tres de las más grandes empresas de commo-
dities argentinas cuyas lógicas organizativas responden al paradigma
del ma, han adquirido tierras tanto en el país como en Brasil, Uruguay,
Paraguay, Bolivia y el este europeo.
Como dan cuenta diferentes documentos de organizaciones no gu-
bernamentales, el interés de estos actores en las tierras de países como
la Argentina, Brasil o el África Subsahariana ha llevado a un aumento
inusitado en los valores de la tierra: para el caso argentino, datos de
la publicación mensual Márgenes Agropecuarios muestran que entre
2002 y 2007 el precio de la hectárea en la zona agrícola núcleo de la
región pampeana pasó de cerca de 2.100 dólares a 12.000, llegando en

11. La organización Grain identificó quince grupos inversores que han adquirido tierras
en Argentina: Grain, octubre de 2009, http://www.grain.org/m/?id=266.
40 Carla Gras y Valeria Hernández

la actualidad a valores que rondan los 18.000 dólares por hectárea. Al


mismo tiempo, el valor de la hectárea arrendada aumentó entre tres y
cuatro veces su valor, además de cambiar la modalidad de la transacción,
ya que de calcular el precio del contrato de alquiler sobre la base de un
porcentaje de la cosecha, comenzó a ser pactado por un monto fijo y a
cobrarse al inicio de la campaña agrícola.
Es importante comprender que si bien la “fiebre” por tierras y recursos
naturales tiene una persistencia histórica en América Latina, y que se
superpone e intensifica la secular concentración de la tierra, en el caso
argentino este apetito se conecta con el interés de lograr posiciones do-
minantes en los principales cultivos exportables (soja, maíz y girasol),
sea en las áreas donde la agricultura moderna y comercial tiene largo
asiento, sea en áreas de frontera agrícola. Son básicamente éstos los cul-
tivos que se vinculan con el acaparamiento de tierras, lo que explica que,
dados los rasgos actuales de sus sistemas productivos, dicho fenómeno
se caracterice por las grandes extensiones transferidas.
Pero también el acaparamiento está asociado a estrategias especu-
lativas, que se desarrollan en conjunto con la puesta en producción de
tierras en áreas de frontera agrícola con la lógica del ma. De tal forma,
las inversiones especulativas y productivas son parte indisoluble de la
apreciación financiera de la propiedad rural que registran los países
del sur y del intenso proceso de apreciación de la tierra en el período
reciente (Sauer y Pereira Leite, 2012: 878). Como señalan Miguel
Murmis y María Rosa Murmis (2010), “la valorización de la tierra es
un componente importante de las estrategias empresariales en el sec-
tor, si bien distingue entre la actividad productiva cuya rentabilidad
es mucho mayor a través del arrendamiento, que de la estrategia de
compra, donde la rentabilidad está dada por el aumento en el valor
de la tierra” (18). De ahí que la expresión “los sin tierra” (Hernández,
2007a) adquiera un sentido identitario para los empresarios del ma,
que, como vimos, no se contrapone con formas de capitalización vía el
acaparamiento de tierras.

El trabajo: fragmentación “por abajo”


y concentración “por arriba”

El aumento de escala (por arrendamiento o por compra) no significó


un retorno al sistema terrateniente del modelo agroexportador de fines
del siglo xix y principios del xx. Muy por el contrario, en la actualidad la
gran escala, puesta a jugar en la lógica del ma, supuso una reconfigura-
ción de todos los factores que intervienen en la actividad agropecuaria,
metamorfosis que también afectó el trabajo. Veremos aquí dos de las
transformaciones principales: la tercerización y la especialización tec-
Los pilares del modelo agribusiness 41

nológica (y no por actividad, como sucedía en el modelo agroexportador,


donde la agricultura y la ganadería estaban a cargo de actores sociales,
económicos y culturales diferentes).
Con el ma, la tercerización, fenómeno propio del desarrollo capita-
lista, se generalizó en la producción agrícola, abarcando el conjunto
de las labores culturales. Esto fue acompañado por la expansión del
contratismo, que pasó a constituirse como una oportunidad de negocios
para cualquier actor económico, con o sin experiencia en la prestación
de servicios o el sector agropecuario, ampliando la oferta de servicios.
El portfolio de servicios para el agro incorporó competencias como la in-
formática, el consulting financiero, las empresas de servicios climáticos,
consultores en cuestiones legales (fundamentalmente en dos rubros, la
propiedad intelectual y el armado de asociaciones fiduciarias), entre las
más novedosas.
El crecimiento de la demanda de servicios (por las grandes escalas),
los altos estándares tecnológicos (maquinarias permanentemente aggior-
nadas, actualización en la formación de los empleados, desarrollo de la
agricultura de “precisión”) y requerimientos legales (empleados en regla,
equipos certificados, etc.) exigidos por las grandes empresas del agribusi-
ness, además de empujar, como mencionamos, el perfil de las empresas de
servicio hacia rubros hasta hace unos años impensados, consolidaron la
lógica fragmentaria del proceso productivo: cada etapa fue asumida por
un actor económico diferente, estableciendo una geometría de tipo red
en el “negocio” agrícola. En el vértice de la red, para tomar las decisiones
y construir la estrategia de negocio, se encuentra el ceo de la empresa
agribusiness, el directorio y, si los hubiese, los accionistas. Para estos
actores, la noción de trabajo se basa en prácticas cognitivo-intelectuales,
que requieren altos grados de formación adquirida a través del sistema
formal de educación (maestrías y especializaciones).
En síntesis, en una punta, el trabajo (físico) del empleado de las
prestadoras de servicios agrícolas, generalmente temporario y califica-
do (el tractorista de la sembradora, el maquinista de la cosechadora o
de la fumigadora, el piloto de la fumigadora aérea). En el otro polo, el
trabajo (intelectual) del gerenciador de la red, cuya experticia reside en
integrar diferentes especialidades, sin ser él mismo realmente experto
en ninguna de ellas. En el medio, los eslabones del ma (los responsables
de las empresas prestadoras de servicio, los propietarios-rentistas,
los financistas, etc.) que asumen plenamente el momento del proceso
productivo para el cual fueron convocados. Este pilar nos llevó a tratar
temas que profundizaremos en el próximo apartado.
42 Carla Gras y Valeria Hernández

Pilar organizacional: las estrategias empresariales


y las nuevas identidades profesionales

El análisis del ma requiere considerar también los modos en que


los actores locales se apropiaron de los pilares que hemos venido ana-
lizando. Estos modos conjugan la lógica del negocio globalizado, coyun-
turas territoriales y trayectorias empresarias; de resultas, es posible
identificar estilos (locales) del agribusiness. En efecto, la incorporación
de las biotecnologías y el desarrollo de una agricultura intensiva en
tecnología, la “commoditización” y la especialización productiva, la
financiarización de la agricultura y los procesos de acaparamiento de
tierra son todas tendencias sistémicas que los actores agrarios fueron
integrando en estilos de negocio, modelados por coyunturas históricas
precisas y tradiciones locales. En la Argentina, con su particular historia
agraria, el ma adquirió rasgos comunes: la gran escala, la puesta en red
de la producción primaria, la “managerialización” de la empresa y las
dinámicas transectoriales; rasgos que a su vez se encarnan en empresas
con identidades singulares. Con el objetivo de sintetizar los rasgos del
agribusinessman y los tipos de empresa que éste logró consolidar es po-
sible indicar cuatro desplazamientos centrales respecto de los modelos
empresariales precedentes:

1) De la propiedad familiar al territorio global: la propiedad de la tierra,


en tanto soporte material de la actividad económica, se desdibuja,
pasando a ser el factor determinante el acceso a la misma, ya sea
mediante el arriendo o la compra. Esta situación debilita la dimensión
familiar ya que la herencia no será la única (ni la principal) forma de
acceder a la tierra. Si la performance económica no se resuelve en la
aritmética de hectáreas en propiedad, ni siquiera logrando acaparar
lo suficiente para adquirir la escala mínima competitiva, ¿cuál es la
medida de la competitividad? Desde el punto de vista del negocio,
el valor final se calcula sobre la base de la suma de transacciones
realizadas en cada una de las unidades del sistema, el cual, a su
vez, ya no coincide con el perímetro del “campo” sino que responde
a la proyección empresaria que se le haya dado desde la dirección
estratégica (Ordóñez, 2000). De este modo, la competitividad de
cada empresa resulta de la sumatoria de transacciones a nivel del
sistema y de la sinergia que se establezca entre las unidades que lo
componen.
En otras palabras, la medida final del éxito está en la gestión inte-
gral del sistema como un negocio, logrando el mejor precio y la mejor
tecnología en la contratación de los servicios, pactando al menor precio
Los pilares del modelo agribusiness 43

los insumos con las transnacionales, “saltando” la mayor cantidad de


intermediarios locales que pueblan el camino que separa el grano del
puerto, negociando (gracias al volumen) los mejores precios con los
exportadores, expandiendo el negocio hacia países limítrofes, hacia el
primer eslabón industrial (aceite y harina para la soja, o últimamente
también el biocombustible), asociándose con capitales financieros,
locales e internacionales. El negocio así construido ya no remite a la
lógica familiar, en la cual muchas empresas se originaron; ni la escala
ni la experticia pueden supeditarse a esas raíces. El territorio del ma
es definitivamente la economía global.
2) De la gestión familiar al management moderno: correlativo al punto
anterior, así como la propiedad de la tierra ya no es un rasgo central
del negocio tampoco es un elemento en el que se anuda la construc-
ción identitaria del agribusinessman. El nuevo estatus del negocio
agrícola conlleva una identidad social totalmente renovada respecto
del empresario tradicional, quien reunía todas las funciones produc-
tivas y gerenciales en su persona. En el ma, el empresario se mueve
en un espacio construido mediante contratos ad hoc, en función de
las necesidades del sistema, ellas mismas cambiantes y flexibles por
ser reflejo de los deseos de unos consumidores permanentemente
estimulados por el marketing. En este sentido, su horizonte no pue-
de estar determinado por la estrecha ventana de “lo agropecuario”.
Al contrario, el espacio económico del agronegocio es función de la
extensión de la “red de producción”.
El armado reticular y flexible de la empresa innovadora, facilitado
por las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (te-
léfono celular, netbook, gps, tablets, etc.), permite una recomposición
permanente de su organización en virtud de los contextos y “oportu-
nidades de negocio”. Se puede sumar la experticia de cada miembro
de familia pero, como dijimos, ello nunca debe ser una limitación para
el crecimiento de la red.
3) El poder del conocimiento o empowerment: Las competencias nece-
sarias para conducir exitosamente este tipo de estructura holding no
se reducen a la experticia agronómica, y ni siquiera a la comprensión
del mundo rural sino que se trata de orbitar en un universo mucho
más ambicioso: el de la economía global, las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación (ntic), la biotecnología, etc. Con ello
la capacidad que tenga la red de convertirse en una “red de redes”
es fundamental, y para eso se precisa una dirigencia con una amplia
gama de competencias. Ellas derivan del capital social (pertenencia
a una elite ilustrada que tiene una agenda de contactos, etc.) y del
capital cognitivo que se adquiere en el marco académico. En efecto,
44 Carla Gras y Valeria Hernández

lograr una buena inserción en el universo global depende de la ca-


pacidad para interpretar la demanda, desarrollar los productos e
implementar tecnologías para orientar el consumo hacia ellos. Todo
lo cual requiere herramientas enseñadas en ámbitos académicos: la
ciencia del mercado, la informática, la economía.
4) De lo agropecuario a lo transectorial: las nuevas inflexiones dadas a lo
rural recomponen ese espacio de modo de abarcar todas las esferas de
actividad económica: desde la producción primaria hasta las finanzas,
pasando por la industria, los servicios, el comercio, las biotecnologías,
etc. Como resultado, prima la relación entre sectores económicos. Ello
se traduce en una nueva institucionalidad: la estructura reticular
expresa nuevas solidaridades y alianzas de interés. Las asociaciones
por producto (la cadena de la soja –Acsoja–, la del maíz –Maizar–, la
del girasol –Asagir–), las representaciones pluricategoriales (la Mesa
de Enlace, conformada al calor del conflicto por las retenciones a las
exprotaciones agropecuarias en 2008, es un claro ejemplo de estas
nuevas solidaridades), las empresas y sociedades híbridas, público/
privadas y transectoriales (biointa, Bioceres, Instituto de Agrobiotec-
nología de Rosario –indear–, los pooles de siembra, los fideicomisos,
etc.), son algunas de las formas organizacionales que estos actores,
originarios de campos sociales y económicos distintos, encontraron
para encauzar ese encuentro en “la forma de hacer negocios”.

En suma, tal como lo señalamos con detalle en otros trabajos (Gras


y Hernández, 2009; Hernández, 2007a, 2007b; Gras, 2012a, 2012b), la
emergencia de una nueva lógica productiva implicó modificaciones en los
actores involucrados en la producción y en los procesos de organización
de la misma. Si la primera modernización había impulsado la adopción
de manejos empresariales entre los grandes y medianos propietarios
tradicionales, esta última etapa demandó transformaciones ideológicas
y simbólicas más profundas al proponer una visión de la actividad como
negocio. Esta perspectiva requirió que el productor dejase de ver la tierra
como un capital y un patrimonio para poder constituirla plenamente en
tanto factor productivo y espacio de realización financiera. Del mismo
modo, al organizar el sistema de producción en función de lograr la mayor
velocidad de rotación del capital, el ma puso la condición de eficiencia
no ya en la experticia agronómica sino en la managerial. Ello implicó
reorganizar los sistemas, transformando el capital fijo en variable, e
incorpora la informática y las tecnologías de comunicación como base de
la gestión. De resultas, la tercerización de labores devino un requisito
de eficiencia del sistema, igual que el acaparamiento de la tierra, privi-
legiando el arrendamiento antes que el acceso a la propiedad (salvo los
Los pilares del modelo agribusiness 45

grandes grupos que, como vimos, abrieron su negocio a la valorización


del capital a través de la compra de tierras).
La capacidad de apropiación de los distintos pilares del ma no fue la
misma para todas las categorías de productores, y un número no menor
resultó excluido. Esa apropiación diferencial no sólo profundizó las bre-
chas entre la agricultura empresarial y la familiar, sino que al interior
de la primera produjo una mayor heterogeneidad. Esa diferenciación
interna, que suele ser soslayada en muchas de las referencias a los “so-
jeros” o al “campo”, alude no sólo a la magnitud del capital controlado,
al nivel tecnológico o a las formas de organización de la producción, sino
que fundamentalmente responde a la existencia (o no) de conexiones con
el capital financiero, lo cual es función de variables muy diversas como el
carácter local o global de su presencia, la dinámica de acumulación, entre
otros. También refiere a la trayectoria de las empresas, reflejando una
intensa recomposición del sector empresarial que alcanzó asimismo a
su cúpula.
El capítulo de Gras y Sosa que se incluye en este libro se centra preci-
samente en las llamadas “megaempresas”, es decir, aquellas cuya escala
supera las 100.000 hectáreas. Estas empresas son las que dinamizan
la producción agropecuaria y concentran volúmenes de tierra en una
magnitud desconocida en el país desde la crisis del modelo agroexpor-
tador en las primeras décadas del xx. Las megaempresas constituyen
ejemplos paradigmáticos de los nuevos perfiles empresarios que en-
carnan el agronegocio. Esta suerte de nueva cúpula del sector guarda
pocas semejanzas con las grandes estancias de fines del siglo xix. Como
plantean las autoras, su emergencia habla de la reconfiguración de la
cúpula agropecuaria no sólo en términos de quiénes ocupan esa posición,
sino también por las novedosas estrategias de acumulación que desa-
rrollan, las cuales no se agotan en la derivada de la renta de la tierra;
por el contrario, están sustentadas en una compleja trama de relacio-
nes productivas, comerciales, financieras y jurídicas. En este sentido,
cabe resaltar la proliferación de conexiones horizontales y verticales
con otras grandes empresas, su posicionamiento como “núcleos” de las
redes mediante las cuales organizan la producción (particularmente,
“aguas abajo”), la multiplicación de nuevos espacios de transacción, y
las capitalizaciones derivadas de su asociación con capitales financieros
extrarregionales. Como se analiza en ese capítulo, este último factor no
sólo constituye un rasgo fundamental que diferencia estas megaempresas
del resto (además de su escala, ciertamente) sino que también se asocia
a la expansión transfronteriza que ellas emprendieron y a su creciente
organización global.
Pero estas megaempresas no constituyen las únicas formas del agro-
46 Carla Gras y Valeria Hernández

negocio. Encontramos también otras muy grandes empresas que manejan


volúmenes menores de actividad (aunque siempre concentran más de
50.000 hectáreas), pero cuya diversificación territorial se establece al
interior de las fronteras nacionales. Aunque en algunos casos desarrollan
conexiones con capitales financieros (acuerdos informales, organización
de fideicomisos y fondos de inversión, etc.), éstos son exclusivamente de
origen nacional, obteniendo fondos de inversores ocasionales (profesio-
nales, comerciantes, rentistas), que entran y salen del circuito financiero
según la disponibilidad del excedente para invertir, o del circuito bancario
y financiero local. Ello hace que en estas grandes empresas, más “situa-
das” nacionalmente, su acumulación y sus posibilidades de expansión se
encuentren tensionadas por la lógica financiera que las organiza, y por
la capacidad de negociación de los precios de contratación de la tierra,
dada su incidencia en los márgenes que se obtienen.
En definitiva, el ma logró una posición dominante a nivel nacional,
subordinando las otras formas productivas presentes en el entramado
territorial. Sus efectos en la agricultura familiar han sido mucho más
atendidos por los investigadores que las implicancias y tensiones que ha
generado entre grandes y medianas empresas capitalistas que no han
incorporado el modelo hegemónico en grados e intensidades semejantes,
o haciendo jugar sus pilares fundamentales del mismo modo, en parti-
cular en lo que refiere a las formas de control de la tierra. Estas franjas
–que algunos autores denominan “tradicionales”– tienen todavía una
importante presencia tanto a nivel de la producción como en los terri-
torios. Por ello, en virtud de precisar los matices que hemos encontrado
durante los estudios de caso retomaremos en el siguiente apartado los
diferentes modos de inserción territorial del ma.
PRIMERA PARTE

Territorios
El modelo agribusiness
y sus traducciones territoriales

Carla Gras y Valeria Hernández

El análisis que presentamos a continuación tiene la ambición de


vincular las recomposiciones en la estructura agraria con la (re)creación
de los territorios y las ruralidades como ellas se dieron en la dinámica
del ma. Ello nos permitirá ensayar algunas hipótesis y plantear ciertos
interrogantes en torno a las formas de inserción territorial de la acti-
vidad agropecuaria en el contexto de la expansión del ma, los tipos de
sociedades que existen o se están produciendo en torno del mismo y
los lugares de tensión y/o conflicto que se fueron cristalizando frente a
esta expansión. En ese contexto, la noción de desacople enunciada en
el capítulo anterior y la idea de desarrollo diferencial de los territorios
que abordaremos en este capítulo nos ayudarán a reflexionar sobre los
complejos vínculos que se establecen entre la organización de la activi-
dad agropecuaria, las dinámicas sociales y las formas de construcción
de hegemonía, al tiempo que problematizaremos las mediaciones entre
lo local, lo nacional y lo global.

El agribusiness en los territorios

En este apartado nos interesamos, en primer lugar, en los modos en


que la lógica del ma y las diversas formas de apropiación de sus pilares
se traducen y recrean los territorios. Para ello, retomamos el esquema
conceptual de “pacto territorial” elaborado por el geógrafo Christophe
Albaladejo (ver su capítulo en este libro) con el fin de destacar, en un
primer momento, los rasgos y las relaciones que construye la inserción
local de la producción agropecuaria. En segundo lugar, para abordar
la interacción medio rural/sociedades locales convocaremos la noción
[ 49 ]
50 Carla Gras y Valeria Hernández

de desarrollo diferencial. En este caso, observaremos en qué medida la


expansión de la frontera agrícola vía el ma expresó rasgos singulares
en los territorios involucrados y también si es posible hablar de formas
específicas de expansión según el medio agroecológico en juego (por
ejemplo, una forma propia de la zona pampeana, otra propia del nea,
del noa, etcétera).

Los rasgos del pacto territorial del agribusiness

El esquema conceptual de “pacto territorial” desarrollado por Christo-


phe Albaladejo propone analizar las transformaciones en la organización
de los territorios rurales a través del análisis de las formas en que la
actividad agropecuaria se inserta localmente. El “pacto” considera
la relación entre los espacios rurales, las actividades productivas, sus
actores principales y los modos de sociabilidad y de sociedad que la acom-
pañan. Esta noción implica así un conjunto de dinámicas y relaciones
que cristalizan en una determinada forma de organización del espacio
agrorrural, forma conectada a la inserción de la actividad agrícola y a
las interrelaciones entre el Estado nacional, los protagonistas del mundo
rural y el orden mundial. El autor presenta la trayectoria de distintos
“pactos territoriales” según cada configuración transitada por el sector
a lo largo de su historia.
La idea de “pacto” nos parece sumamente heurística en la medida en
que nos orienta hacia una serie de interrogantes sobre las dimensiones
económicas, políticas, sociales, jurídicas e ideológicas que sustentan en
cada momento histórico la organización de las sociedades agrarias. Al
mismo tiempo al adjuntar el calificativo “territorial” el autor nos alerta
sobre la escala en la que hay que focalizar el análisis de esas dimensiones
y sus interrelaciones. Finalmente, al establecer una periodización de la
historia agrorrural argentina introduce la dimensión de la temporalidad,
necesaria para comprender la dimensión procesual de los fenómenos bajo
análisis y dota al abordaje de una capacidad crítica que permite generar
una genealogía de las formas territoriales.
Dado nuestro objeto de reflexión en este capítulo, no nos detendremos
aquí en los tres primeros “pactos” analizados por Albadalejo en su con-
tribución en este libro (pacto colonial, agrario y agropecuario) sino que,
directamente, nos centraremos en el actualmente vigente. Curiosamente,
el autor no ha atribuido ninguna denominación particular a tal pacto
sino que lo llama “espacio productivo del nuevo productor”. Esta incerti-
dumbre respecto del nombre puede deberse, ciertamente, a la dificultad
que siempre genera la falta de distancia histórica. En este sentido, la
El modelo agribusiness y sus traducciones territoriales 51

sistematización de los pilares del ma realizada precedentemente pone a


disposición nuevos elementos y dimensiones que, puestos a jugar en su
relación con los territorios, nos permiten distinguir los rasgos específicos
del actual pacto territorial.
En concordancia con lo señalado por Albaladejo, los estudios de campo
que realizamos (ver capítulos de la primera parte de este libro) nos llevan
a destacar el primer elemento que caracteriza al actual pacto territorial:
la disociación entre la red urbana y la red productiva. En efecto, tanto la
dinámica de fragmentación por abajo y concentración por arriba como la
del desacople entre la actividad productiva y las lógicas intrínsecas de
varios pilares del ma (pilar financiero, tecnológico, fiduciario) promue-
ven y perpetúan la disociación señalada. La principal consecuencia es
el divorcio entre la inserción productiva de los actores en el entramado
agropecuario y el modo de sociabilidad construido en los pueblos rurales.
De tal forma, Albaladejo destaca que en las últimas décadas, lo agrícola
se distancia de lo rural, que tiende a convertirse en un espacio productivo
cuyos protagonistas residen en las grandes ciudades o son trabajadores
especializados, sin otro centro que el de los servicios técnicos.
Otra consecuencia del desacople entre red urbana y red productiva
es la “superposición de lógicas territoriales distintas”, que generan una
diversidad de modos de relacionamiento entre los actores y entre ellos
y el territorio.
El segundo elemento que requiere un análisis para poder caracterizar
el actual pacto territorial se refiere a los actores agroproductivos y los
modos en que éstos reorganizan los criterios de pertenencia e identidad
territorial. Como observamos entre 2008 y 20111 en diferentes agrociu-
dades y pueblos con características agroecológicas, sociales y económicas
contrastantes (ver las contribuciones de Hernandez, Muzi y Fossa Riglos
en este libro), podemos identificar cuatro grandes grupos de actores que
intervienen en el ma cuya presencia y relación con el territorio varían
entre sí: los empresarios globalizados, los productores territorializados,
los contratistas y los rentistas.
Comencemos por los primeros: son quienes adoptaron el ma, tanto en
sus dimensiones materiales como simbólicas, con mayor o menor éxito en
la práctica. Hemos bautizado a estos actores empresarios globalizados
pues su dinámica económica y el imaginario que movilizan para dar
sentido a sus prácticas anclan en aquel horizonte global. Es decir, son
empresarios que organizan el negocio de manera tal que su reproducción
no depende de relaciones sociales y económicas localizadas territorial-
mente. Ejemplos de este tipo de empresario globalizado son sin dudas las

1. Esos estudios se realizaron en el marco de diversas actividades (docencia, investigación,


evaluación) y fuentes de financiación (nacionales e internacionales).
52 Carla Gras y Valeria Hernández

megaempresas que analizan Gras y Sosa en este libro. Pero también lo


son otras muy grandes empresas (localmente conocidas como “pooles de
siembra”) que, como señalamos, se distinguen de aquellas por su menor
(en términos relativos) volumen de actividad, así como por el hecho que
su diversificación territorial se establece al interior de las fronteras na-
cionales. Estas grandes empresas desarrollan un tipo de producción en
red, cuyo eje rector es el financiero: el capital al que acceden proviene
de terceros –quienes la mayor parte de las veces ni siquiera conocen la
ubicación en el mapa de las tierras donde están invirtiendo para produ-
cir– y privilegian los retornos rápidos (para mantener la estructura de
gestión o para retribuir a los inversores), lo que dificulta la realización
de grandes inversiones y más aún la posibilidad de presencias estables
en el territorio. En otras palabras para estos empresarios globalizados
–o con un horizonte global– el territorio es sólo un recurso funcional a
su acumulación. Su presencia y sus vínculos con el territorio tienen una
cualidad efímera: se mantendrán en tanto las relaciones territorializadas
aporten a la reproducción de su negocio. Cuando esto ya no es posible
–los dueños de la tierra, por ejemplo, demandan precios más altos por
sus tierras o las grandes empresas de agroinsumos les ofrecen mayores
beneficios por compras centralizadas y les garantizan una mejor dis-
tribución de los mismos– los vínculos con el territorio cambian rápida-
mente. Así observamos el ingreso de este tipo de actores en el Uruguay
donde, según ellos mismos explican, la tierra es de calidad similar a la
pampeana, pero más barata.
Es necesario destacar, sin embargo, que estos empresarios globali-
zados apuntan a lograr un “portfolio” de tierras permanentes ya que no
es bueno para su negocio no tener garantizado un cierto porcentaje de
ese recurso. Sin embargo, ello no se traduce en presencias cotidianas
ni tampoco en su constitución como una “base social” territorial. Este
vacío generado por los nuevos empresarios es un elemento de distinción
fundamental respecto de los pactos anteriores ya que, como advierte Al-
badalejo en su capítulo, en las dinámicas territoriales precedentes, por
sus actividades sociales, prácticas económicas e iniciativas asociativas, el
rol de este grupo de “notables” marcó el tipo de inserción local de la acti-
vidad agrícola y sus conexiones con el espacio nacional y mundial. En tal
sentido, al prescindir en gran medida del territorio para su reproducción,
los empresarios globalizados producen huellas locales por su ausencia,
movilizando en las poblaciones rurales imaginarios que expresan esta
disociación mediante la queja, los miedos y los sentimientos de amenaza
frente a la eventualidad de la llegada de “los pooles”.
Es interesante notar que en particular las megaempresas han hecho
del asiento de sus oficinas principales (sus headquarters) en agrociudades
El modelo agribusiness y sus traducciones territoriales 53

como Carlos Casares (Los Grobo), Cañada de Gómez (msu) o Saladillo


(El Tejar), una apuesta simbólica: ser reconocidos como “del interior”,
en clara contraposición con las antiguas oligarquías patricias que, como
nos recuerda Albadalejo, habían construido el territorio agrario sobre la
base de la “estancia” y la ciudad capital del país. Sin embargo, un breve
recorrido por el interior de los grandes edificios que estas empresas han
construido en estas agrociudades permite observar que, por su moder-
nidad estilística, escasamente remiten al paisaje que los circunda. Su
materialidad los construye simbólicamente como poderes económicos
que tienen una representación en el territorio, pero los individuos que
los encarnan no son, para los habitantes locales, los “notables” de la
agrociudad; al contrario, todo los construye (arquitectura, tecnología,
los cuadros técnicos que emplean, llegados de otros lugares, etc.) como
“ciudadanos del mundo”. Por ello, la apuesta simbólica en tanto enrai-
zados en “el interior” debe ser reactualizada de manera permanente de
diferentes modos: acciones comunitarias (como el apoyo a escuelas locales,
pasantías ofrecidas a alumnos de escuelas técnicas, etc.); iniciativas de
transferencia tecnológica a los actores locales (como los llamados “días
de campo”, donde las megaempresas “abren” sus puertas a la comunidad
local en una suerte de combinación de exposición técnica y feria popular)
o la organización y financiación de eventos locales.
El segundo perfil que aparece en contrapunto con el primero es el de
los productores territorializados. Se trata de un tipo de actor fuertemente
tensionado por la posición bisagra en la cual se encuentra: por un lado,
participa de las lógicas de desarraigo territorial inducidas por el ma, por
el otro, su situación residencial lo implica en relaciones cara a cara, las
cuales suponen dinámicas locales de reciprocidad que muchas veces ex-
cluyen la maximización económica (por ejemplo, comprar al comerciante
local los agroinsumos o almacenar la producción en acopios del pueblo
puede ser más oneroso que comprar esos productos directamente a la
multinacional o vender la cosecha en puerto).
En el conjunto de este universo social es posible distinguir dos si-
tuaciones diferentes. Por un lado, los herederos de la llamada tradición
chacarera que, si bien aggiornaron sus prácticas conjugándolas con las
nuevas coordenadas de la realidad rural contemporánea, siguen privi-
legiando en sus prácticas la dinámica social por sobre la económica. Por
el otro, quienes poco a poco van cambiando los pesos de los factores de la
ecuación, y se acercan a los actores globalizados tanto en las formas de
reproducción material de sus empresas como en los registros simbólicos
en los que se referencian.
Con relación al primer grupo de productores territorializados, hay
que destacar la actualidad de los vínculos cara a cara a nivel de los
54 Carla Gras y Valeria Hernández

territorios (en el escenario de las agrociudades), establecidos con un


horizonte temporal amplio, con una proyección que abarca más de una
generación. Como pudimos observar en los diferentes estudios empíricos,
mantienen un lazo más o menos fuerte con las cooperativas, actor central
de los pactos territoriales agrario y agropecuario. Éstas comercializan
una parte de su producción y recurren a ellas para obtener parte de los
insumos necesarios para la producción.
En buena medida, estos actores territorializados hacen pasar por las
relaciones locales las transacciones involucradas en el proceso productivo.
Así, se abastecen de los comercios locales: estaciones de servicio para
el gasoil, talleres para la reparación de sus maquinarias, contratan los
servicios de contratistas residentes en su agrociudad, pueblo o en los
centros más cercanos. Para estos productores, en los cuales la lógica
de reproducción familiar sigue estando ligada a la reproducción de la
explotación o empresa (si bien no siempre con la fuerza de antaño), los
vínculos interpersonales son parte esencial de un capital social que
preservan de las generaciones anteriores y heredarán las futuras. Se
trata de un capital que es funcional a la reproducción material de la
empresa: en efecto, estas sociabilidades les permiten algunas ventajas
para sostenerse en la producción y, si bien son económicamente bene-
ficiosas para las partes, cabe destacar también que están fundadas en
la confianza. Así, estos productores pueden negociar con los comercios
locales las condiciones de devolución del financiamiento, “estirar” plazos
de pago, ofrecer al comerciante local participar de la producción como
forma de pago, etcétera.
En términos de reproducción material de la empresa, la funcionalidad
de los vínculos construidos por la copresencia prolongada en un territorio
se encuentra tensionada por la adopción de elementos de la lógica del
ma ya que, al devenir la actividad agrícola un “negocio”, éste requiere
trascender los límites de lo local. En efecto, en el esquema del ma, la
reproducción material de la empresa implica recursos y relaciones que
están “fuera” del territorio, como se observa en la dinámica de diversifi-
cación regional en el arriendo de tierras, el abastecimiento de servicios
e insumos fuera del territorio de origen, o los arreglos financieros con los
agentes transnacionales. Así, podemos plantear el problema de la medida
en que estos productores “territorializados” se encuentran doblemente
interpelados: por la exigencia de responder a las condiciones del negocio
agrícola en términos del ma y por la necesidad de reproducir su condición
de integrantes de la base social de la trama local.
Esta doble tensión es quizá más compleja en el segundo grupo de ac-
tores a los que queremos referirnos aquí, aún no totalmente globalizados
(como el primer caso abordado) pero tampoco con prácticas cuyo anclaje
El modelo agribusiness y sus traducciones territoriales 55

territorial responda a los criterios observados para la categoría que lla-


mamos productores territorializados. Se trata de empresas de mediana
y gran escala, con cierto grado de diversificación territorial mayor, pero
que, sin embargo, no han desdoblado completamente las funciones de
producción y de gestión, al tiempo que la familia sigue siendo un espacio
de autorreferencia identitaria de la empresa. Este conjunto de actores
incluye diferentes capas empresariales, tanto aquellas que conservan
formas más “clásicas” de organización –con una mayor centralización
de recursos– como otras que han mostrado mayor capacidad de agencia
respecto de algunos pilares del ma. Así, son grandes y medianos empre-
sarios que observan un mayor “desanclaje” del territorio que el practi-
cado por los productores recién evocados: sus empresas están divididas
territorialmente en distintas “unidades de negocios”, por lo que muchos
de los recursos necesarios para la producción provienen de diversos te-
rritorios, centralizan la compra de insumos en un solo lugar para luego
distribuirlos entre las diferentes zonas en las que operan, contratan los
servicios de empresas contratistas que, con frecuencia, no son locales y
distribuyen sus máquinas y empleados a lo largo de las diferentes zonas
productivas; lo mismo ocurre con otros servicios como los informáticos,
los contables, los comerciales o los jurídicos. La gestión en estos casos
está centralizada, pero la producción y la organización productiva están
fragmentadas en diferentes regiones. Al mismo tiempo, para estos empre-
sarios la dimensión local de su sociabilidad adquiere otras aristas: aun
cuando residen en agrociudades y pueblos, pasan parte de su tiempo en
la ciudad de Buenos Aires o en las capitales provinciales, donde nutren
su agenda de contactos, obtienen y actualizan sus experticias profesio-
nales y satisfacen sus consumos. No se relacionan con un territorio sino
con diferentes territorios, pero ninguno de éstos está comprometido con
el conjunto de la reproducción material de la empresa. Están “territo-
rializados”, en tanto dependen de las dinámicas locales, pero no de una
única dinámica local: más aun, su diversificación territorial constituye
una estrategia valorada por ellos mismos en tanto comportamiento que
permite un mejor manejo de los distintos riesgos. Sus consumos y valores
estéticos y culturales están globalizados, y se intersectan parcialmente
con las dinámicas de los territorios.
En suma, aun cuando residen en las agrociudades, en lo productivo,
su reproducción material depende cada vez menos de esos territorios y
sus consumos, valores estéticos y culturales son globales. Ejemplo de
ello son las casas en las que residen, más cercanas en su estética a los
barrios cerrados y countries, que a la de los antiguos notables o ricos
locales; los consumos y las tiendas elegidas para abastecerse (en las
grandes ciudades, shoppings). Su residencia en agrociudades y pueblos
56 Carla Gras y Valeria Hernández

parece estar reflejando otro tipo de vínculo con el territorio, en el cual


el espacio rural aparece conectado a la reproducción de un nuevo estilo
de vida (la neorruralidad) para sectores medios y medios altos que ven
en estas ciudades más pequeñas la posibilidad de una mejor calidad de
vida, en particular cuando se trata de empresarios con hijos pequeños.
En estos empresarios las tensiones con el territorio no parecen rela-
cionarse tanto con la esfera de la reproducción material de sus empresas
sino más bien con el hecho de que su vida social y política local se ha
visto reducida. Ello no se debe exclusivamente a la expansión del nue-
vo paradigma productivo sino que también intervienen otros factores,
no siempre relacionados con el mundo agropecuario. Por ejemplo, las
expectativas de las nuevas generaciones (patrones de consumo, trans-
formaciones de la intimidad, nuevas subjetividades, etc.) llevan a un
escaso recambio generacional al frente de la empresa familiar ya que
estos jóvenes prefieren profesiones y residencias más urbanas. Si bien
en este universo de productores la dimensión de la reproducción social se
ha “desacoplado” del territorio, ello no ha ocurrido aún de manera total
(como sí es el caso entre los empresarios globalizados); los lazos con el
territorio no se han roto completamente: muchos de ellos integran las
principales organizaciones sociales y políticas locales, como se vio durante
el conflicto agrario en 2008, del que los empresarios territorializados
fueron sus principales fogoneros y líderes, y del cual emergieron repre-
sentantes para integrar las legislaturas provinciales y nacional. En tal
sentido, son parte de la base social del nuevo pacto territorial, pero esa
condición de protagonistas encierra tensiones en tanto no siempre son
reconocidos como tales por el conjunto de sus sociedades locales. Como
expresan testimonios recogidos durante los meses del conflicto en 2008,
no pocos habitantes distaban de sentirse representados por quienes
hablaban en nombre del “interior”.
El tercer grupo de actores que aún establecen vínculos materiales y
simbólicos significativos con el territorio son los contratistas o prestadores
de servicios agrícolas. En la actualidad, constituyen un importante sector
tomador de mano de obra y también conforman uno de los espacios de
actividad en el cual se logra reconstruir la dimensión familiar como eje
de integración de las nuevas generaciones al mundo del trabajo. En efecto,
muchas de las empresas prestadoras de servicio que estudiamos en los
trabajos de campo fueron fundadas por ex es que, al no tener la escala
suficiente, dejaron sus explotaciones (por venta, remate o arriendo de
sus tierras) y conservaron la maquinaria. En los casos relevados en las
provincias de Buenos Aires y Santa Fe, cuando estos contratistas tienen
hijos en edad de incorporarse al mercado laboral, se suman a la empresa
de servicios, comúnmente como tractoristas, con el mismo salario que
El modelo agribusiness y sus traducciones territoriales 57

un empleado no familiar, aunque, a diferencia de éste, siempre con una


modalidad de empleado permanente y en blanco.
De un modo general, el contratista tiene una relación particular con el
territorio: por un lado, en tanto ex productor y residente en la agrociudad,
conserva un lazo de pertenencia fuerte en relación con un determinado
territorio (actividad política, relaciones interpersonales, consumos, etc.).
Sin embargo, el tipo de trabajo que realiza lo puede llevar a recorrer miles
de hectáreas con sus equipos (hacia los cuatro puntos cardinales) sin que
se altere de manera esencial su identidad profesional en función de los
paisajes que va recorriendo. Como analizan Valeria Hernández, María
Florencia Fossa Riglos y María Eugenia Mussi en este libro, se trata
de un actor cuya actividad económica tiende a desterritorializarlo, es
decir que la reproducción material de su empresa requiere de relaciones
distantes de su lugar de residencia y vida social.
El último actor del territorio que participa en el actual modo de or-
ganizar la producción agrícola es el rentista. Propietario de las tierras,
no las trabaja directamente (ya sea por edad, por falta de escala, por
oportunismo) pero, en buena parte de los casos recibe ingresos lo sufi-
cientemente importantes (dada la valorización de la tierra, en especial
en la región pampeana) para generar algún tipo de dinámica propia en el
tejido local, sea en el ámbito comercial, inmobiliario o de la construcción
(los ejemplos más recurrentes que encontramos en nuestros estudios
de campo) o como inversionista en los fideicomisos agrícolas, lo cual lo
convierte en un agente activo nada desdeñable para la reproducción del
ma. Este actor es uno de los que menos se ha analizado en la literatura
sobre el ma, plantea numerosos interrogantes en torno a las formas con-
temporáneas de su existencia y reproducción, los sentidos que los actores
dan a su práctica rentística, las diversas modalidades que ella adopta
según los rasgos agroecológicos zonales, las características socioproduc-
tivas de los arrendadores y las trayectorias familiares e individuales de
los rentistas, entre otras cuestiones.
Una vez revisados los rasgos centrales de las cuatro categorías de
actores implicadas en la inserción territorial del ma, es preciso destacar
que en el ejercicio clasificatorio propuesto los tipos indicados son figuras
ideales (i.e., construcción weberiana), cuyas expresiones empíricas no se
muestran en formas “puras”. Así, la inscripción de cada actor en una u
otra categoría dependerá del balance entre los puntos indicados para la
definición de los perfiles propuestos. Por ejemplo, el del actor globaliza-
do identifica a todo productor, individual o societario, que 1) desarrolle
el proceso de producción agrícola recurriendo al capital financiero;
2) opere mediante una organización social del trabajo “fragmentada”
(distribución de tareas entre distintos agentes, con autonomía relativa
58 Carla Gras y Valeria Hernández

entre sí); 3) coordine y concentre la gestión de la producción; 4) privile-


gie la demanda del mercado internacional, y 5) que tenga una relación
con el territorio de tipo coyuntural.2 Este actor puede utilizar (o no) la
organización productiva de tipo pool, fideicomiso, fondo de inversión o
una combinación de arrendamiento con propiedad de la tierra. Si nos
referimos, en cambio, al productor territorializado, este perfil identifica
a todo productor, individual o societario que 1) desarrolle el proceso de
producción agrícola recurriendo al capital producido por su propia ex-
plotación; 2) mediante una organización social del trabajo familiar y/o
asalariado (distribución de tareas en personas –y no en eslabones de
una cadena–, con poca o nula autonomía entre sí); 3) que no sólo concen-
tre la gestión sino que evidencie una mayor centralización del capital;
4) privilegie la demanda del mercado local tanto como el internacional;
5) se diferencie del empresario globalizado en que tiene una relación
con el territorio en tanto habitante, es decir, una relación que implica
una profundidad temporal; 6) tenga relaciones cara a cara con el resto
de los actores del territorio, y 7) posea un horizonte de expectativas que
sobrepasa la estricta dimensión productiva. Este actor puede recurrir
(o no) a la modalidad “pool”, fideicomiso, etc., pero en caso de hacerlo
no abandona la escala local. En otras palabras, a nivel del sistema
organizativo, el productor territorializado puede desarrollar estrate-
gias y prácticas similares o incluso, a primera vista, idénticas a las del
empresario globalizado pero que, miradas como parte de un sistema
integrado, adquieren rasgos/matices o tienen efectos diferentes sobre
el territorio en el cual ese actor se desarrolla: por ejemplo, recurre a los
otros actores locales (acopio, contratistas, empleados, agronomías, etc.)
para satisfacer sus requerimientos productivos. Como hemos señalado,
al interior de este perfil “territorializado” existen fuertes tensiones: los
vínculos locales –que todavía tienen un valor funcional para la reproduc-

2. En este sentido, es importante señalar que los grados de territorialización-desterrito-


rialización varían en función del emprendimiento y de la articulación de los eslabones de
la cadena. Tomemos como ejemplo la organización de la producción de granos que pone
en práctica El Tejar: esta empresa recurre a la coordinación de tareas distribuidas entre
distintos componentes, de acuerdo con la eficacia demostrada por cada uno en su rubro y
en vistas a maximizar la rentabilidad final del sistema total. Dado el esquema de gestión
de la empresa, su relación con el territorio depende de la etapa del proceso productivo
considerado: si es de extracción primaria o transporte por ejemplo, entonces la dinámica
de territorialización se vuelve relevante (la empresa utiliza actores locales para estas
actividades); si, en cambio, observamos la etapa comercial o financiera, y analizamos
el tipo de gerenciamiento, entonces la lógica de la desterritorialización prevalecerá por
sobre la primera. Esta doble lógica de territorialización/desterritorialización es evocada
conceptualmente por la empresa en términos de “multilocalía” (esto es, en el eslogan de
la empresa, “ser local en cada una de las comunidades donde se trabaja, sin dejar de lado
su identidad y cultura”).
El modelo agribusiness y sus traducciones territoriales 59

ción material de la empresa– se ven “asediados” por la lógica del sistema


y con el tiempo pueden dejar de tener el valor de un factor significativo
para dicha reproducción. Estas tensiones se expresan diferentemente
según se trate de grandes o medianos empresarios, comprometiendo de
manera diversa los modos en que vida social y actividad productiva se
articulan y dan forma a los territorios. En este sistema de clasificación
de actores, el contratista, según organice su empresa de servicios, puede
ser tanto un actor globalizado (pudiendo, incluso, prestar servicios en
países extranjeros) o uno territorializado. Finalmente, el rentista, actor
territorial por defecto, dadas sus prácticas de consumo y las formas de su
presencia/ausencia en el pueblo, puede ser un actor global o territorial,
lo cual debe analizarse caso por caso.
Sobre la base de todo lo expresado, planteamos una continuidad con
lo observado por Christophe Albaladejo cuando destaca que estamos en
presencia de una etapa de “territorialización incompleta”, donde los dife-
rentes perfiles continúan coexistiendo. Los empresarios territorializados
persisten y mantienen su importancia como actores locales, en muchos
casos, con una proyección más amplia, como la nacional. Mientras ellos
luchan por su persistencia, por otro lado, se profundiza la concentración
del uso de la tierra en pocas megaempresas globalizadas. Los productores
territorializados cada vez se ven más arrinconados en sus propias parce-
las y, según expresan en las entrevistas, no se sienten con capacidad para
“salir a competir contra los pooles” (esto es, los empresarios globalizados).
Han logrado campear los embates gracias a distintas estrategias, entre
las que se cuentan la pluriactividad, la sobreexplotación de sus recursos
naturales y humanos, y, es preciso consignar, no sin la presencia de pro-
cesos de descapitalización de la unidad productiva, de pérdida de patri-
monio familiar y de degradación de los recursos no renovables. En este
sentido, el mundo de la agricultura familiar se pauperizó. El escenario
se complejiza aun más si se incluye el surgimiento de los contratistas
como categoría cada vez más importante en el entramado socioproductivo
actual: constituyen uno de los eslabones más frágiles de la cadena de
producción. Por momentos “socios” incondicionales de los pooles o grupos
concentrados, en otras coyunturas, son los primeros en quedar “fuera de
la cancha” cuando las condiciones no son tan favorables.
En síntesis, junto con los criterios usuales en los análisis de la reali-
dad agraria –la escala, el nivel de concentración y capitalización, etc.– es
preciso considerar la densidad y la cualidad de relaciones establecidas
con el territorio, de modo de alcanzar interpretaciones más complejas
de los mundos rurales. El caleidoscopio socio productivo que hemos
recorrido muestra solidaridades y contradicciones entre los actores
contemporáneos del espacio agrorrural que, analizadas en el doble re-
60 Carla Gras y Valeria Hernández

gistro sistémico-territorial (esto es, observando cómo los pilares del ma


trabajan en los territorios), permiten dar cuenta de los lazos entre las
dinámicas productivas y las relaciones sociales y de poder propias del
pacto territorial contemporáneo, al que, por todo lo dicho, proponemos
llamar pacto extractivista.

Desarrollos y territorios: los espejos de la soja

En este segundo apartado queremos poner en juego la idea de desa-


rrollo diferencial de los territorios. Como se destacó anteriormente, la
expansión de la soja en la Argentina involucró cambios significativos en
el uso del suelo, y la ampliación de la frontera agrícola. Ello no implicó el
simple desplazamiento del núcleo sojero de una región a otra sino la
conformación de, al menos y por el momento, dos dinámicas distintas.
En efecto, la expansión sojera en la región pampeana tiene bases bien
diferentes de las que soportaron el desarrollo de ese cultivo en las nuevas
áreas de frontera en el norte del país. En el caso de la región núcleo,
el límite territorial de la agricultura de secano había sido alcanzado
tempranamente, hacia los primeros años del siglo xx, de modo que la
expansión de la soja tuvo lugar allí a partir del reemplazo de otros usos o
de su superposición espacial, como en el caso del doble cultivo trigo-soja
(Reboratti, 2010). Por un lado, el avance de la soja comportó la reducción
o el estancamiento del área dedicada al trigo y al maíz, y por el otro, el
reemplazo del área ganadera, que fue desplazada a zonas marginales, o
bien concentrada en feedlots. Cabe señalar, sin embargo, que en el caso
del trigo y el maíz, el estancamiento de la superficie fue compensando
con incrementos de la productividad. Por el contrario, la superficie con
girasol, sorgo o cebada disminuyó y no fue compensada en el nivel de la
productividad.
Pero si la conjunción de estos elementos con otros –como la activación
de empresas de maquinaria y de servicios, o del sector de la construcción
en las localidades del interior del país (producto de las mayores ganancias
de una franja de productores residentes)– otorga complejos matices a la
expansión sojera en la región pampeana, en el resto del país la situación
resultante ha cristalizado en contrastes mayores, con la formación de
algunos polos productivos dinámicos y la persistencia de zonas con altas
tasas de pobreza e indigencia (Reboratti, 2010).
Hacia mediados de la década de 1990, el proceso de avance de la soja,
que reemplazó y desplazó actividades en las zonas núcleo, llega a su fin
debido al aumento del precio de la tierra, cuya incidencia en los costos
empresariales llevó a la búsqueda de tierra en direcciones varias. Así, los
El modelo agribusiness y sus traducciones territoriales 61

productores pampeanos comienzan a explorar potencialidades en otros


países y también a buscar campos en lo que se conoce como regiones “extra
pampeanas”. En ese marco, se inicia una segunda etapa, caracterizada
por una expansión de la frontera agraria, hacia el norte del país. La soja
avanzó sobre áreas dedicadas a cultivos como el algodón en el Chaco o
el poroto en el norte de Salta y en Santiago del Estero, pero de manera
más significativa, su expansión involucró la deforestación de bosques
y montes hasta entonces empleados para la ganadería extensiva y de
subsistencia. Según datos aportados por Reboratti (2010), “en el norte
del país la expansión de la soja ocupó en pocos años más de 1,6 millones
de hectáreas (a lo que suma una mayor producción de trigo y girasol que
cubrieron otras 577.000), superficie que fue en parte sustraída de las
producciones tradicionales (casi 500.000 hectáreas), por una reducción
en el número de vacunos (cerca de un millón) y de la deforestación, que
llegó entre 1995 y 2005 a no menos de un millón de hectáreas” (67).
Según el informe elaborado por la Unidad de Manejo del Sistema de
Evaluación Forestal (umsef), de la Dirección de Bosques, las estimacio-
nes de deforestación para el período 1998-2002 arrojan valores de entre
175.000 y 200.000 ha/año:3

Superficie de bosque nativo en la Argentina


38.000.000
1937 (a)
1947
37.000.000 1957
1967
Superficie de bosque nativo (ha)

36.000.000 1977
1987 (b)
35.000.000

34.000.000 1998 (c)

33.000.000

32.000.000

31.000.000
2008 (d)
30.000.000

29.000.000

28.000.000
1937 1947 1957 1967 1977 1987 1998 2008

Fuente: informe “Avance de la frontera agropecuaria y sus consecuencias”.

La llegada de los nuevos actores empresarios transformó radicalmente


el paisaje rural. A partir de la compra de tierras o su obtención a través
de concesiones no siempre claras por parte de los gobiernos provinciales,

3. Informe 2008, “Avance de la frontera agropecuaria y sus consecuencias”.


62 Carla Gras y Valeria Hernández

estos empresarios consolidaron su inserción en estas regiones: Oscar


Delgado (2007) plantea en este sentido que “el promedio de poco más de
100 hectáreas de las explotaciones agrícolas tradicionales cambia a más
de 1.000 hectáreas, con los primeros grandes desmontes de los nuevos
propietarios” (140). El proceso de deforestación se intensifica al mismo
tiempo que los desalojos crecientemente violentos de los pobladores
criollos e indígenas que habitaban los bosques y tierras fiscales, ahora
disputadas por los empresarios sojeros. Norma Giarracca (2007) destaca
que estos desalojos constituyen una de las consecuencias sociales más
trágicas de la expansión agrícola en estos territorios, con la aparición de
una violencia desconocida en el campo argentino, salvo en los períodos
dictatoriales. Cabe señalar que esta violencia directa ligada al control
de la tierra y su uso se expande por provincias como Formosa, Chaco,
Salta, Tucumán y Santiago del Estero.
En las zonas extrapampeanas, en particular en aquellas que anterior-
mente no tenían una explotación comercial o ésta era limitada a algunos
momentos del año, la expansión de la soja ha funcionado con una lógica
cercana a la economía de enclave, destruyendo las bases sobre las cuales
las poblaciones locales organizaban su existencia material y simbólica.
Así, con el corrimiento de la frontera agrícola, se las expulsó de la tierra
sin que se generasen puestos de trabajo alternativos ni espacios residen-
ciales propicios para el anclaje de unidades domésticas que integran la
producción de su sustento material con el desarrollo de su vida social.
Las diferencias señaladas en relación al avance sojero en la región
pampeana y en el norte del país no constituyen dos lógicas independientes
sino que forman parte de un mismo proceso marcado por las necesida-
des de acumulación de una economía de concentración que requiere de
la búsqueda permanente de reducción de costos, manejo eficiente de
riesgos y la obtención de rentas de posición, resultantes de la particular
localización de los activos (sea por la posibilidad de obtener ganancias
de productividad derivadas de la cercanía a puertos, autopistas, aglo-
merados de servicios, como sucede en la región pampeana, o gracias a la
expansión sobre tierras con bajas barreras económicas de acceso, como
consecuencia de su situación fiscal, de la debilidad de los marcos regu-
latorios respecto de la tala de bosques, y de profundas desigualdades y
exclusiones en el reconocimiento y efectivización del derecho veinteñal
sobre la tierra en beneficio de las poblaciones allí presentes por varias
generaciones u originarias de esas regiones).
Con la expansión sojera, las características de los territorios pam-
peanos se transformaron no sólo en lo que hace a su área rural sino que
también hay impactos en los centros urbanos. Como analizan Cloquell,
Propersi y Albanesi (2010) para el sur santafesino, “la organización de una
El modelo agribusiness y sus traducciones territoriales 63

agricultura industrial y la aparición de actores extraagrarios definen la


necesidad de conectar la gestión de la agricultura a la gestión urbana de
los recursos necesarios para el proceso productivo” (6). Las autoras mues-
tran en su trabajo cómo se configuran dos tipos de localidades diferentes
en la región pampeana, uno de producción y otro de comercialización-
industrialización. Focalizando su estudio en el área del Gran Rosario
–donde se concentran tres grandes complejos portuarios situados sobre
el río Paraná, en una extensión de 80 kilómetros–4 analizan el intenso
movimiento económico allí generado y señalan su poca conexión con las
poblaciones locales, mientras que la administración política local carece
de mecanismos y/o capacidad para controlar el asentamiento de ese
capital y los flujos que genera. Algunos de los ejemplos que las autoras
mencionan tienen que ver con: a) los gastos que para el erario público
implica el mantenimiento de la infraestructura y los servicios públicos
que intervienen en el movimiento de los granos hacia y en el puerto, que
no son compensados por el pago de impuestos municipales por parte de
las empresas, teniendo los gobiernos locales dificultades para efectivizar
su cobro; b) las condiciones de precariedad laboral en que se incorpora
a trabajadores locales: un caso paradigmático son los trabajadores del
transporte que pasan días enteros dentro de los camiones en las playas
de estacionamiento esperando un turno para la descarga de granos, sin
contar con mínimas instalaciones para sus necesidades; c) la práctica
ilegal de fumigación del cereal dentro de los camiones, utilizados como
silos móviles, para reducir el tiempo de embarque, lo que genera situa-
ciones de intoxicación de los trabajadores que los conducen; d) el colapso
vehicular que provoca en épocas de cosecha la enorme circulación de
camiones en los pueblos, paralizando la vida cotidiana de sus habitantes
y provocando roturas de calles y contaminación ambiental, y e) la genera-
ción de empleo por parte de este emplazamiento territorial del complejo
sojero es reducida y de carácter precario e inestable, al tiempo que el
trabajo en otras actividades tradicionales de la zona, como la producción
de hortalizas, se ve afectada por la ocupación de estas tierras para las
instalaciones de las exportadoras. En suma, la nueva dinámica econó-
mica implicó una recomposición entre los centros urbanos rurales y sus
zonas de influencia que responde al esquema propuesto por Albaladejo
en su capítulo al graficar los lazos del último pacto territorial; tanto este

4. Se trata de una de las principales salidas de la producción argentina: a través de estos


puertos se exporta el 74% de las exportaciones de granos, harinas y aceites. La producción
desde lo que las autoras llaman las “localidades de gestión de la producción” se traslada
a los puertos a través de un corredor vial que conecta rutas provinciales –muchas en mal
estado– con autopistas, redes ferroviarias (cabe señalar que las grandes empresas han
adquirido líneas de transporte de carga ferroviaria) y fluviales.
64 Carla Gras y Valeria Hernández

autor como Cloquell, Propersi y Albanesi (2010) y nuestro propio análisis


muestran una convergencia respecto del divorcio/desacople entre las
lógicas sociales y las económicas a nivel de los territorios.
El último eje de reflexión con relación a los territorios se relaciona
con el modo en que se construyen los valores que hacen lazo en el uni-
verso agribusiness. Sin pretender hacer un análisis exhaustivo de una
problemática tan vasta y compleja, simplemente señalaremos que, como
todo grupo de poder que logra construir una posición hegemónica, las
acciones destinadas a la dimensión ideológica adquieren un lugar pri-
vilegiado dentro del conjunto de intereses que mueve al ma. De esto da
cuenta la importante dedicación en tiempo, energía y creatividad que
los miembros e instituciones del agribusiness acuerdan a las iniciativas
que permiten encarnar su visón del negocio agrícola, del mundo rural y
de sistema global en general. Como ejemplo sumamente instructivo nos
detendremos brevemente en las acciones desarrolladas por diferentes
organizaciones vinculadas al agronegocio con el fin de construir legiti-
midad a nivel de los territorios. En su capítulo, María Soledad Cordoba
analiza experiencias de interacción con los territorios cuya iniciativa
responde a una red ong creada por empresas del agribusiness, red que
lidera acciones de responsabilidad social empresaria, de construcción
de espacios de capacitación no formal y de seguimiento sanitario sobre
poblaciones carenciadas, entre otros, Son, además, todas acciones con
alcance local (unidades sanitarias vecinales, clubes sociales, grupos de
microemprendimientos, escuelas públicas, etc.). Ello muestra una moda-
lidad específica de intervenir en los territorios, a través de vectores que
no necesariamente anclan en el ámbito del “negocio” sino que amplían
su horizonte hacia iniciativas de tipo “solidarias”, de “desarrollo local” o
de “apoyo a la comunidad”. En otros trabajos desarrollados en el marco
del Programa de Estudios Rurales y Globalización (peryg), se busca
desentrañar qué tipos de territorios se construyen desde las iniciativas
del agribusiness, en qué medida las redes que estos actores motorizan
logran encastrar “el negocio” al interior de las diferentes dimensiones no
económicas en las que se implican, y también cómo a través de aquellas
acciones logran insertar en los colectivos sociales locales sus propios
puntos de vista sobre el proceso de globalización de la ruralidad. Así,
volviendo al capítulo de Córdoba, se observa que, gracias a las iniciati-
vas “solidarias”, estas redes imprimen valores, modos de hacer y de ver
la realidad local, orientando el rumbo que toman los mundos rurales.
Colaborando en la construcción de un salón de usos múltiples en un
barrio marginal de Charata, otorgando microcréditos para que mujeres
sin empleo y con escasa formación puedan desarrollar sus emprendi-
mientos comerciales o de servicios en una localidad del sur santafesino,
El modelo agribusiness y sus traducciones territoriales 65

o financiando la biblioteca de una escuela primaria ubicada en el mismo


partido donde alquilan miles de hectáreas para sus empresas, estos
actores económicos logran constituir su presencia en los territorios, con
una importante capacidad de interlocución con las autoridades políticas
y sociales locales y acrecentando su rol de liderazgo in situ, todo lo cual
da consistencia a su negocio.

Algunas reflexiones finales

A partir de estos señalamientos se puede volver sobre ciertas contro-


versias con nuevos argumentos. En primer lugar, en relación e desarrollo
del interior gracias al ma es incontestable que la importante demanda de
servicios y actividades industriales generó en los territorios pampeanos,
sobre todo a partir de 2002, un repunte de la actividad económica. Esta
situación, que algunos analistas señalaron como un círculo virtuoso
asociado a la producción sojera, no parece ajustarse a la dinámica del
“goteo” sostenida por la teoría económica ortodoxa: por un lado, la idea
de círculo virtuoso no considera las desigualdades en la apropiación de
los beneficios derivados de esa reactivación. Por otro, el trabajo de Clo-
quell, Propersi y Albanesi (2010) mostró de manera contundente la débil
territorialización de la riqueza económica generada por la producción
sojera para el caso santafesino, una de las provincias más comprometidas
en la expansión del ma.
En segundo lugar, parece evidente la reconceptualización de las fron-
teras del “negocio” más allá del perímetro de la explotación. La empresa
ya no responde a la lógica de un territorio (la explotación) sino a la de
la red-empresa. Asimismo, los modos de organizar los pilares del ma
suponen una gran flexibilidad y capacidad de gerenciamiento. Incluso
considerando la diversidad de posiciones adoptadas por los observadores
de los territorios rurales respecto de las transformaciones evocadas en
este trabajo y de los efectos específicos sobre cada grupo socioproductivo,
sobre los modos de construir territorialidad y de anclarse/desanclarse
para inscribirse en espacios reticulares, virtuales y globales, lo cierto
es que las fronteras que delimitaban la identidad/pertenencia a una
u otra categoría de actor en los pactos anteriores se fueron haciendo
menos nítidas en la configuración actual: entre el megaempresario o
empresario globalizado (que organiza la producción sobre la base de miles
de hectáreas alquiladas en diferentes zonas geográficas, nacionales y/o
extranjeras, contrata los distintos servicios productivos, recibe capital
de diversos inversionistas, construye terminales portuarias, etc.), el
chacarero (que produce en tierras propias, con trabajo familiar y quizá
66 Carla Gras y Valeria Hernández

preste algún servicio a terceros) y el pool de siembra organizado por un


productor local (que alquila las parcelas de vecinos y parientes, contrata/
presta servicios agrícolas y tiene algún empleado permanente), existe hoy
una mayor continuidad que hace veinte años, en cuanto a las prácticas
productivas (salvo sutiles adaptaciones, todos aplican el mismo paquete
tecnológico) y también respecto de los imaginarios movilizados por estos
actores (expectativas de consumo, de acceso a servicios, de educación
para sus hijos, etcétera).
El tercer aspecto que queremos señalar refiere a la necesidad de
distinguir las dinámicas coyunturales respecto de las estructurales en
cuanto a las inflexiones producidas sobre el ma. Dado el desarrollo del
modelo “fragmentado” de producción agrícola globalizado, determinados
actores del proceso de producción, cuyos intereses son estructuralmente
antagónicos entre sí, se encuentran coyunturalmente “asociados” en el
marco de las tareas de la campaña agrícola (por ejemplo, el “contratista”
que vive de los servicios prestados a la megaempresa o al gran “pool de
siembra”; el rentista ex chacarero, cuya economía familiar se sustenta
en el ingreso que le deja el campo arrendado al pool local o al megaem-
presario organizado en red). Se crean así solidaridades de facto, cuyas
consecuencias pueden ser muy contundentes en determinadas situaciones
(como el frente corporativo agropecuario que se consolidó en 2008 para
enfrentar una política del gobierno nacional). Sin embargo, para un aná-
lisis de la cuestión agraria contemporánea, es necesario tener presente
que son las relaciones estructurales las que organizan duraderamente
el territorio, y también que el estatus (estructural o coyuntural) de esas
relaciones es función de la lógica que organiza el sistema.
Sobre la base de todo lo dicho, resulta importante abandonar definiti-
vamente algunos conceptos y definiciones que caracterizaban adecuada-
mente el universo rural y que quedaron obsoletos tanto en el plano de las
prácticas productivas como en relación al horizonte de sentido explicitado
por los actores. Un estudio riguroso de la realidad rural contemporánea
debe partir de constatar la complejidad de dicho universo, tanto desde
el punto de vista material como simbólico; sin la consideración de esta
complejidad parece incierto que las políticas públicas destinadas a estos
territorios den efectiva respuesta a sus necesidades y expectativas, por
un lado, y por el otro, logren orientar el sector hacia algún tipo de modelo
de desarrollo sustentable social, económica y ecológicamente.
Dinámica de la inserción territorial de la
agricultura pampeana y emergencia del
agribusiness*

Christophe Albaladejo

En los espacios rurales pampeanos, la agricultura familiar y la orga-


nización social y económica centradas en el pueblo estarían amenazadas,
desde hace una quincena de años, de ser sustituidas por un modelo mun-
dializado y aterritorial de agricultura financiera vinculada al cultivo de la
soja. Sin embargo, no es éste el primer período de inserción brutal de un
modelo económico mundializado en la historia de los espacios rurales
pampeanos. Más allá del fenómeno llamado de “sojización”, este trabajo
propone un modelo geográfico de transformación de la organización de
estos espacios, con el fin de entender mejor los procesos sociogeográficos
que se están produciendo.
El concepto de “pacto territorial” y el análisis de las distintas dimen-
siones de la actividad humana aplicada a la agricultura se despliegan a
lo largo de cuatro apartados que describen las grandes etapas de cons-
trucción, deconstrucción y reconstrucción del territorio. La conclusión
propone una representación que permite pensar las transformaciones y
definir lo que está en juego, a nivel del desarrollo rural, en estos espacios
extremadamente dinámicos.

Introducción: un espacio “globalizado” desde sus orígenes

A menudo se hace referencia de manera implícita a la “globalización”


o “mundialización” como un fenómeno reciente y un proceso procedente
exclusivamente del exterior de los espacios locales, espacios que es-
tarían supuestamente organizados a través de un orden endógeno de

* Este trabajo contó con el apoyo de la Agence Nationale de la Recherche de Francia y de


la aird en el marco del programa systerra (anr-09-stra-04).
[ 67 ]
68 Christophe Albaladejo

los objetos y de la gente, producido en el curso de una larga historia


de proximidades e interacciones. En este sentido, la región pampeana
obliga inmediatamente al analista a superar estos preconceptos, ya que
el asentamiento humano, los cultivos, el ganado y la organización del
espacio son el producto, en gran parte, de la mundialización que se ejer-
ció sobre los espacios periféricos durante el siglo xix y la primera mitad
del xx. Así, para estos espacios rurales pampeanos la “mundialización”
no es un fenómeno nuevo, y tampoco es un proceso del todo exógeno. Se
podría esperar lógicamente en estos espacios que la mundialización de
estos veinte últimos años intensifique tendencias anteriores, sin llegar
a producir cambios cualitativos.
Ahora bien, la literatura vincula los efectos de la mundialización de
estos veinte últimos años en la pampa con un fenómeno que no sólo pro-
duce cambios de gran amplitud y de dinámicas inéditas sino que también
comporta importantes cambios cualitativos: se trata de la extensión de
los cultivos extensivos y, en particular, de la soja. Estos cambios ten-
drían, en efecto, consecuencias brutales que conducen a desestructurar
la organización local del territorio e incluso hacer desaparecer el nivel
local de organización de los territorios (Benítez, 1998). La prensa a veces
se hace eco de esta preocupación, evidenciando estos efectos desestruc-
turantes e incluso destructivos, a través del relato de acontecimientos
muy llamativos y hasta alarmantes, como el remate de un pueblo ente-
ro. El mundo político lo manifiesta también bajo la forma de la pérdida
de control nacional sobre los recursos (fenómeno estigmatizado bajo el
vocablo “extranjerización”), en particular tratándose de la tierra y del
agua. Los espacios rurales pampeanos, famosos por haber sido desde su
colonización fuertemente insertados en un orden mundial, no solamente
no habrían sido indemnes ante la nueva ola de mundialización, sino que
estarían incluso entre los más sensibles o frágiles, y en consecuencia los
más perturbados. Como si a ellos, campeones desde su emergencia de la
inserción en el mundo, les faltase mundializarse aun más…
Estos gritos de alerta no nos cuentan nada sobre los procesos socia-
les subyacentes que hacen posible esta extensión de los cultivos bajo el
empuje de una agricultura llamada a veces “financiera” y otras veces
hasta calificada de “aterritorial” (Guibert et al., 2011) o incluso desterri-
torializante. ¿Estas transformaciones se deben sólo a dinámicas externas
“impuestas” desde el exterior? ¿Cómo llegan, entonces, a imponerse como
un nuevo orden? En efecto, para que estas dinámicas puedan imponerse
a tales escalas y con tal rapidez es necesario que las sociedades y los
territorios rurales pampeanos sean permeables, o por lo menos que las
dinámicas de los territorios y de las sociedades rurales sean parcialmente
permeables a estos fenómenos y a esos protagonistas exteriores.
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 69

En este artículo me propongo modelizar las transformaciones de la


organización de los territorios rurales pampeanos a través del análi-
sis de la inserción territorial de la actividad agrícola a nivel local. La
actividad agrícola no es sólo la principal actividad económica de estos
espacios y la que cubre las mayores superficies sino que es también la
actividad que conecta con más fuerza estos espacios y, ya desde hace
tiempo, los conecta incluso con dinámicas mundializadas. El concepto
de “pacto territorial”, que desarrollé a partir de una idea inicial de
Milton Santos (2000) (Albaladejo, 2009), me permite distinguir cuatro
períodos históricos para los espacios rurales pampeanos. Cada uno de
estos pactos no sólo es una disposición estable a nivel nacional entre el
Estado, los grandes protagonistas de los mundos rurales y el territorio
sino también, y en coherencia con estos pactos nacionales y un orden
económico mundializado, se corresponden con modalidades particulares
de inserción territorial de la actividad agrícola a nivel local. La teoría de
la regulación en economía, con sus conceptos de “modos de regulación” y
“regímenes de acumulación”, propone también una visión de las etapas
en la historia de los acuerdos entre el Estado, los protagonistas econó-
micos y la sociedad; pero esa teoría se centra en lo económico, y más
particularmente en la historia del capitalismo. El enfoque en términos
de pactos territoriales que desarrollé otorga una importancia central
al territorio en sus dimensiones económica, social y política; así como a
las modalidades locales y cotidianas de concreción de estos pactos. Por
otra parte, es sobre estas modalidades que centraré mi trabajo, limitado
aquí al caso de los espacios rurales de la provincia de Buenos Aires, para
evitar abordar la cuestión de la diversidad regional pampeana, que sería
el objeto de otro artículo.
Por ello, esta investigación reposa sobre un trabajo de campo profundo
realizado en distintas localidades de la provincia de Buenos Aires (figura
1). Se trata de pueblos de menos de dos mil habitantes, un objeto geográ-
fico particularmente sensible a las transformaciones de la sociabilidad
en el medio rural y a las consecuencias en el espacio rural de los cambios
que afectan la actividad agrícola y sus relaciones con el territorio. En
cada una de estas localidades de estudio, analicé las territorialidades de
los habitantes y los protagonistas económicos de estos espacios, a través
de la inserción territorial de la actividad agrícola descripta apoyándo-
me en la teoría de la actividad humana de Hannah Arendt. Esta teoría
distingue tres dimensiones de la actividad: la dimensión del “trabajo”,
y en particular de la vida económica; la dimensión “de la obra”, es decir,
de la creación personal y la vida privada de los habitantes; la dimensión
“de la acción”, es decir, de la vida política y asociativa. Un centenar de
entrevistas semidirectivas a los distintos protagonistas de cada uno
70 Christophe Albaladejo

de estos pueblos, sobre sus actividades y territorialidades, permitió lograr


un mejor conocimiento de las transformaciones en la organización de los
espacios rurales pampeanos.

Figura 1
Principales localidades de estudio en la provincia de Buenos Aires

od
el
aP
lat
a URUGUAY
Junín

BUENOS AIRES MONTEVIDEO


LA PLATA
Magdalena

Bavio

Espartillar
Rauch
Pigüé
Napaleoufú
Goyena
MAR DEL PLATA
Saavedra
BAHÍA Balcarce
BLANCA San Manuel
Río Colorado González Chaves

Río Negro
0 150 300 km

Cartografía: Monique Morales, umr set (Universidad de Pau/cnrs Francia).

El mundo pampeano tradicional enraizado


en la campaña y la gran ciudad “agraria”

La dimensión histórica es aquí esencial para mostrar cómo el territorio


actual está constituido de solapamientos, y no de simples sucesiones que
dejarían el período anterior en un pasado “estanco”. Cada pacto territorial
produce un gran número de “rugosidades” (o sea, de remanencias del
pasado según el concepto de Santos, 1997) y de arreglos que sobreviven
y se insertan en los períodos posteriores, o incluso de hibridaciones entre
épocas distintas.
Es así que propongo, en esta parte, revisitar las interpretaciones de
la historia agraria pampeana con el único fin de entender el sentido
de las transformaciones actuales de los territorios rurales. A mi modo de
ver, la mundialización del final del siglo xix y al principio del xx no creó
un espacio mundializado, como se suele presentar en la literatura; al
contrario, ha creado un inmenso espacio “privado” centrado en lo local
y no en lo externo. La mundialización era la de la producción, eso sí, y
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 71

de una clase social numéricamente reducida que la controlaba y que


consiguió incorporar inmensos territorios en sus espacios privados (las
estancias coloniales). Estos espacios privados no se centraban en aquella
época en los pueblos o las pequeñas ciudades agrícolas, como ocurrió pos-
teriormente, sino en el espacio de viviendas dispersas1 y en las grandes
ciudades. Así, distinguimos dos pactos territoriales, y en particular un
“pacto agrario” que emerge junto con la aparición de los primeros rasgos
del Estado moderno2 y sobre todo con la sistematización de su relación
con el territorio.

El pacto territorial colonial

Uno los grandes personajes de la historia oficial argentina, Domingo


Faustino Sarmiento, suministró en Facundo su visión de los espacios
pampeanos en el tiempo del presidente Juan Manuel de Rosas, un poco
antes de mediados del siglo xix. La historia argentina reutilizó amplia-
mente su famosa oposición, aunque muy esquemática y polémica, entre
lo “civilizado” (la ciudad, de cultura europea) y lo “bárbaro” (la campa-
ña, de cultura criolla). Pero ha sido menos recordado por los autores
posteriores el hecho de que Sarmiento planteó también una cuestión
importante para el geógrafo: la de la baja densidad de poblamiento y de
las dificultades de la organización humana y política y, en consecuen-
cia, de la difícil aparición de un espacio y de una vida “públicos”. A su
modo de ver, el vínculo social se deshace en esta campaña llana, inmensa
y abierta a los desplazamientos. En efecto, la ausencia de un verdadero
nomadismo, capaz de mantener una cohesión social y una densidad de
los vínculos sociales en la época del desplazamiento de los hombres,
condujo a “derramar las familias sobre una inmensa superficie”. Así,
“la sociedad desapareció completamente, queda sólo la familia feudal,
aislada, reconcentrada; y, no habiendo sociedad reunida, toda clase de
gobierno se hace imposible”.3 Si Sarmiento concluye que los únicos cen-
tros de los espacios rurales son las grandes ciudades es porque buscaba
centros de la vida pública, centros de gobierno, y no de manera gene-
ral centros de la vida social. Se puede, por el contrario, interpretar que

1. Que aún no podemos llamar “espacio rural” ni tampoco “campo” como lo veremos, pero
que por ahora llamaremos “campaña”, como parte de viviendas dispersas de un espacio
agrario que también comporta grandes ciudades.
2. En este sentido podremos ver que, lejos de corresponderse con un Estado arcaico o
tradicional, el pacto agrario nace con los primeros rasgos del Estado moderno, sin tener
todas sus características.
3. Domingo F. Sarmiento, Facundo (1845), Buenos Aires, Colihue, 2000, p. 40.
72 Christophe Albaladejo

esta ausencia de concentración de la vivienda, o sea de pueblos que sean


verdaderos centros de la vida social, condujo a transformar el conjunto
del espacio pampeano en un espacio “privado” en el sentido de Hannah
Arendt (1983) y de la Antigüedad: es decir, privado de vida pública. El
espacio disperso era el espacio privado de los estancieros, controlado a
partir de los centros desde donde estos pudientes ejercían su estatuto
de ciudadanos: las grandes ciudades. Es allí, de hecho, donde se instaló
el Cabildo, la autoridad política local.
Por ello surgió lo que proponemos llamar un “pacto territorial co-
lonial”, sobre la base del cual la Revolución de Mayo de 1810 intentó
construir su legitimidad. El esquema de la figura 2 da una idea de los
procesos de apropiación del espacio pampeano. Lo que estructura este
espacio son las “grandes ciudades coloniales”, cuyo poder político está
concentrado por la oligarquía estanciera y cuyo poder económico se
basa en el acceso a mercados alejados y el control de un espacio que
la abastece: la campaña de estancias conectadas con la ciudad colonial
por los caminos de tierra y los carros de bueyes. Pero lo que produce el
territorio colonial disperso son las “estancias” coloniales. Se trata de una
organización reticular que no cubre completamente el espacio físico, ya
que deja espacios vacíos, abandonados a otras poblaciones (los indios que
efectúan un comercio de bovinos con Chile). Estos espacios libres son
episódicamente explotados mediante autorizaciones entregadas por el
Cabildo para cazar los bovinos cimarrones que han vuelto al estado na-
tural: son las acciones a vaquear. Este territorio contiguo a las estancias
está, pues, bajo la autoridad de la ciudad y produce los cueros y la carne
seca salada (el charqui), exportada a Europa o Brasil. Es el territorio
de los míticos gauchos, por lo menos en la época en que no dependían
exclusivamente de un patrón y de su territorio. En cambio, la estancia
es el territorio privado de un notable, territorio delimitado no por una
frontera fija, sino por los desplazamientos diarios del ganado y de los
caballos y mulas a partir de los puntos de agua (es decir, el regreso dia-
rio a un lugar de reunión de los animales: la querencia). Se trata de un
territorio de superficie variable en expansión, según la evolución de las
manadas y los mercados de mulas de las minas de Potosí. Y es también el
territorio de los empleados, el de los esclavos y el del personal de mando;
dicho de otro modo, el de los habitantes asentados.4

4. Los gauchos del territorio de las acciones a vaquear no tenían lugar fijo de vida, hasta
que Rosas los obligó a llevar un documento firmado por un patrón de estancia en el que
se definía una residencia permanente.
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 73

Figura 2
Esquematización de la organización del espacio del pacto colonial

Cabildo
Terrateniente


Otorga de ESTANCIA COLONIAL
manera Sin alambre y entonces
periódica el➮ basada sobre el
permiso a aquerenciamiento y el rodeo
vaquear sobre
las tierras
Mayordomo y esclavos ➮
contiguas a la Mulas y caballos
estancia domesticados para las minas
de Potosí


ACCIÓN A VAQUEAR INDÍGENAS
Gauchos
Aguada para
Caballos cimarrones
el ganado Vacunos cimarrones para el para la alimentación y los
cuero hacia Europa desplazamientos
Pista
Ciudad colonial Esquematización de la
Chacra
Paraje y su pulpería Estancia
estancia colonial

En la esquematización lo primero que sobresale es el proceso conti-


nuo de “apropiación del espacio”. En la figura 2 se puede distinguir el
cuadrado mayor (en línea discontinua) que engloba al de la estancia;
se trata del espacio en vías de apropiación, con métodos de explotación
y estatutos particulares como la vaquería. Giberti (1981) describe el
progresivo refuerzo de la reglamentación sobre los desplazamientos
en estos espacios rurales garantizada por el Cabildo, seguido de la
marcación progresiva del ganado y de la demarcación del territorio,
todo lo cual acompañó la construcción de un Estado y de un territorio
agrarios (un tipo de Estado que encontró su apogeo bajo el gobierno de
Rosas). Son asalariados ocasionales (los gauchos) quienes practican la
caza de los vacunos cimarrones; una tarea juzgada demasiado peligrosa
para los esclavos (un esclavo representaba un capital que no era sensato
arriesgar en tales operaciones y por lo tanto permanecían confinados
al espacio privado de la estancia). Cuando el ganado salvaje comenzó
a escasear y resultó muy distante de los cascos de las estancias (des-
pués de 1740), las vaquerías fueron operaciones cada vez más alejadas,
que causaron numerosos conflictos con los indios. Se admitió a partir
74 Christophe Albaladejo

de entonces a los vacunos en el cuadrado de la estancia (figura 2), y


progresivamente fueron reemplazando progresivamente a los equinos.
Con estos vacunos, los mismos gauchos comenzaron también a entrar
y quedar circunscriptos en el territorio privado de la estancia, ya que
eran ellos quienes sabían acercarse a estos animales (sobre todo para
matarlos); era un territorio no cercado, ni siquiera claramente delimi-
tado ni subdividido. Había que arrear (casi a diario) las manadas que
habían sido reunidas por hombres a caballo (rodeos) y aquerenciadas
(acostumbradas a lugares fijos del territorio: el punto de agua, de sal,
etc.). Es así como también los hombres se asientan en ese momento (o
bien fueron asentados de modo autoritario), y entonces la estancia pasa
a ser un lugar de socialización básico en los espacios dispersos de la
pampa. En este sentido, cuando el territorio de la estancia se constituyó
de hecho o se consideró en competencia con el territorio de los indios, el
Estado del pacto colonial declaraba la guerra de manera más o menos
periódica, pero nunca definitiva (como ocurría con las guerras de Rosas,
por ejemplo).
Pero la estancia no ha sido el único lugar de agrupación de las po-
blaciones. Existían pueblos o aldeas (parajes) agrupados en particular
en torno a la pulpería (comercio local y bar, lugar de encuentro de los
pequeños agricultores y gauchos). Los historiadores argentinos efectúan
desde algunos años una reconsideración importante e interesante de la
historia rural de su país (Bjerg y Reguera, 1995; Mandrini y Reguera,
1993; Garavaglia, 1999; Barsky y Djenderedjian, 2003) con controver-
sias aún no resueltas. El resultado da más protagonismo a los pequeños
y medianos productores, agricultores en particular, y a los criollos,
quienes ciertamente, puestos en valor por las artes “nacionales” bajo
la forma del gaucho, habían sido infravalorados como agricultores en
la simbólica nacional y en los enfoques científicos. Para Juan Carlos
Garavaglia (1995) es poco probable que las campañas pampeanas ha-
yan sido caracterizadas por el binomio estancieros-gauchos al salir del
período de Rosas. Así, es muy probable que el importante crecimiento
demográfico de las campañas pampeanas entre 1820 y 1854 haya acon-
tecido a partir de las familias de pequeños agricultores o ganaderos.
Este desmedro, en todos los escritos, del campesino criollo puede even-
tualmente explicarse por su escasa participación en las exportaciones
y en la explotación capitalista del suelo.
Émile Daireaux (1888) distingue a los personajes y las institucio-
nes de estos espacios rurales. En primer lugar viene la pulpería: esta
“miserable choza de paja con paredes de barro donde se vende de todo
–pero muy poco de todo–, y sobre todo ginebra y aguardiente de caña,
tiene la ventaja de representar el último refugio y el primer jalón de la
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 75

civilización”.5 Se dispone hoy de excelentes estudios del papel de este


tipo de comercio en los espacios rurales pampeanos (Mayo, 2000). Es
también el papel de los grandes almacenes en los pueblos (negocios de
ramos generales), donde se compra y se vende de todo, a crédito; por
supuesto, los campesinos pagan con la cosecha. Los otros personajes de
los pueblos presentados por Daireaux son las mujeres, pero confinadas
al espacio privado de la casa. Describe también, algún gran patrón vi-
sitando, de vez en cuando, sus propiedades; y en los pequeños pueblos
el cura, el médico de campaña, un abogado, a veces algunos militares.
Silencia curiosamente a una población importante: la de los asalariados
de estancias, puesteros, peones a caballo, etc., y también a aquellos que
Roman Gaignard (1979: 783) llama “la aristocracia salarial”, que son los
jefes, secretario-contables y administradores.
Estos pueblos se parecerían todos: grandes movimientos de carros y
sulkis, hombres a caballo apresurados, “parece que aquí todo el mundo
sea de paso y que bien poco allí residen”.6 En realidad en esta época
la campaña es el lugar del arraigo y el centro de la vida social, y no el
pueblo.
A partir del siglo xvii las actividades agrarias adquieren cada vez más
importancia en relación con el comercio con la España colonial, organi-
zando el territorio y la vida social y política. Después de la independencia
y de la ruptura del comercio con el Alto Perú, emerge un pacto territorial
“agrario” hegemónico que rápidamente reemplazó al pacto colonial.

El pacto territorial agrario

La aparición del Estado moderno7 se produjo al mismo tiempo que la


llegada masiva de colonos europeos. Un gran número de ellos se insta-
laron como agricultores. Esto requirió patrimonializar el pacto anterior
para ponerlo a distancia, inventando la “ruralidad”, y haciendo un trabajo
importante sobre las representaciones colectivas, trabajo que Sébastien
Velut (2004: 498) llama una “reconfiguración de identidad” a nivel na-
cional. Esta ruralidad y en particular los mitos populares y literarios
del gaucho son, en efecto, la base de la “argentinidad” moderna. Esta

5. Émile Daireaux, Vida y costumbres en el Plata, t. ii: Industrias y productos, Buenos


Aires-París, Félix Lajouane Editor-Librairie Ch. Bouret, 1888.
6. Ídem, p. 157.
7. Estrechamente vinculado a la construcción de un territorio y de un mercado nacional,
este Estado que deberíamos llamar de “premoderno”, está estrictamente controlado por
una oligarquía representada, al fin y al cabo, por un pequeño número de personas de esta
clase; entrados en la política y unidos por relaciones interpersonales, hasta familiares.
76 Christophe Albaladejo

patrimonialización del mundo rural permitió también al mundo de las


ciudades vivir su propia cultura urbana, o sea, existir como tal de manera
diferente al resto del territorio. Es así como surgió un pacto agrario, para
intentar contener progresivamente a este mundo rural en un espacio
propio. Ese espacio rural no se limita sólo a la campaña, incluye también
las “ciudades agrarias” (es decir, ciudades cuyas instituciones están con-
troladas mayoritariamente por notables agrarios, y cuya cultura sigue
vinculada a la campaña) y la parte agraria de las antiguas ciudades
coloniales (o sea, un conjunto de lugares como el remate-feria, los clubes
de notables agrarios, la sede de la cooperativa, etc.). Estas ciudades co-
loniales se convirtieron ellas mismas en los primeros territorios de una
Argentina moderna, volcadas hacia el mundo externo más que hacia su
mundo agrario “interior”.
Una de las características distintivas del pacto agrario con relación al
pacto colonial es esta invención de la ruralidad, es decir, esta ideología
que segrega un espacio rural (incluyendo en él tanto algunas ciudades
como las campañas), refugio de la “tradición”, por lo menos en las repre-
sentaciones de un mundo urbano moderno (encarnado esencialmente por
las grandes ciudades). La agrarización del territorio consiste, pues, en
la invención de una cultura rural y la representación política de lo que
sólo pasó a ser una porción del territorio y la sociedad nacional y que,
sin embargo, no llega a ser aún un “sector”. Por esa razón, durante el
período 1880-1916 aparecerán instituciones con identidades vinculadas a
la vida y el trabajo en el medio rural, como la Sociedad Rural Argentina
(sra) en 1866, la Federación Agraria Argentina (faa) en 1912, y nume-
rosas cooperativas agrícolas (se debería decir “agrarias”) que nacieron
a principios del siglo xx. A su vez, en 1870 el Congreso decide crear el
Departamento de Agricultura en el seno del Ministerio del Interior (Sco-
bie, 1968) y el presidente Julio A. Roca transformó este departamento al
principio de su mandato, en 1898, en Ministerio de Agricultura, desde
donde se implementaron las cinco primeras estaciones experimentales
del país.
Pero fueron las compañías de ferrocarril las que crearon las primeras
estaciones experimentales agronómicas. El objetivo de estas compa-
ñías era favorecer el desarrollo de los cultivos extensivos con el fin de
transportar la producción. De hecho, la producción de cereales aumentó
considerablemente y se designa este fenómeno con el término “primera
revolución agrícola”. La figura 3 pone de manifiesto al ferrocarril como
la columna vertebral de una nueva organización del territorio: conecta
las campañas con los mercados mundiales. Él mismo ha sido construido
y ha pertenecido a compañías extranjeras (inglesas, francesas).
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 77

Figura 3
Esquematización de la organización del espacio del pacto agrario

Puerto de
exportación
de cereales

Barrios pobres
“tras las vías”

Depósitos Estación de tren


del almacén
Asentamiento
principal de la
a
az población
Pl tral más acomodada
Puerto de exportación n
ce

Av
nie
Estancia

da
pr
in
Ferrocarril Chacra

cip
al
Pueblo Esquematización del pueblo agrario
Paraje

El segundo elemento de base era el pueblo, dotado de su estación de


ferrocarril, de su comerciante local que compra las cosechas a cambio de
los productos que provienen de la ciudad y del resto del mundo, y de su
población de obreros que cargan los bolsos de cereales sobre los vagones
(los estibadores, quienes podían representar una población numérica-
mente importante). El pueblo formaba parte de un plan de cuadricu-
lado del territorio,8 o sea de su sistematización, y esta organización se
destinaba a conectar el espacio pampeano a los mercados mundiales. El
comerciante local (almacén de ramos generales) era un intermediario
entre un medio rural empapado con formas “tradicionales” de relación
social (paternalismo en particular) y los operadores de los mercados
mundiales. Este comerciante mantenía una relación personal con cada

8. Esto se inscribe en una etapa de brusca voluntad de constitución de un territorio mo-


derno por parte del Estado: el territorio argentino debía ser delimitado y enteramente
controlado y ocupado. Es el sentido de la campaña militar del general Julio A. Roca contra
los indígenas.
78 Christophe Albaladejo

uno de los habitantes, como se puede percibir sobre todo en la concesión


discreta y discrecional de un crédito en su almacén (cuya contabilidad
se llevaba en un simple cuaderno o libreta).
El almacenero ofrecía también un número no desdeñable de empleos
asalariados en el pueblo (para mover la mercadería y venderla), y no
nos olvidemos de que era un acopiador de las cosechas. Con la ola de
creación de cooperativas durante el gobierno de Perón, este comerciante
a menudo se transformó en director de la cooperativa9 y, según nuestras
investigaciones, en diversas localidades pampeanas se constituyó en un
personaje incluso más importante y más influyente que el propio presi-
dente de la cooperativa. En Napaleofú, por ejemplo, la Casa García (el
gran almacén-acopiador del pueblo) siguió siendo profundamente influ-
yente hasta la muerte de su patriarca en 2000. Tanto es así que hasta
esa fecha el negocio seguía pagando a los productores con “órdenes”,
documentos de pagaré que eran recibidos en muchos comercios de la
gran ciudad vecina de Tandil.
El peronismo no cambió fundamentalmente de pacto con el mundo
rural (en cambio, para el mundo urbano es otro asunto). Por el contrario,
profundizó medidas agrarias definidas durante los años 30, en particular
por un gobierno conservador como el de Agustín P. Justo, que consistían
en el aumento del peso de un Estado paternalista y de una tentativa de
sectorización del mundo rural después de los años de crisis. En efecto,
con el objetivo de alentar una producción de exportación a gran escala, el
gobierno agrarista conservador de Justo delineó el mundo rural con una
base social técnicamente modernizadora pero socialmente conservadora,
base social que se buscó hacer emerger dentro de los notables agrarios
tradicionales. Sin embargo, la primera revolución agrícola se produjo
más bien a partir de otros dos tipos de actores: por un lado, los colonos
y los arrendatarios y, por otro, los actores de la industria exportadora.
Asimismo, pese al desarrollo de las exportaciones de carnes (Giberti,
1981), fue más bien una revolución agrícola, y en especial de los culti-
vos extensivos (Scobie, 1968). Esos dos rasgos también aparecen en la
llamada “tercera revolución agrícola” de los años 90.
Así, el pueblo ocupó dentro de este sistema espacial un lugar impor-
tante en la vida social y económica. El paraje, con su pulpería y/o su
escuela primaria, era, en efecto, un centro de vida social para las peque-
ñas explotaciones. Todas las familias vivían en la explotación y tenían
la práctica de encontrarse para ayudarse mutuamente o para reuniones

9. Es un claro ejemplo de las hibridaciones socioculturales que el medio pampeano es


capaz de hacer para disfrazarse de “moderno” pero manteniendo en realidad figuras
del pasado, una aptitud que también debemos tener en mente en nuestra lectura de los
cambios actuales.
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 79

sociales. La estancia, sobre todo, seguía siendo un lugar importante de


concentración periódica de trabajadores en distintos momentos del año
(entre ellos, las cosechas). El trabajo era también una oportunidad de
encuentro, o incluso de fiestas, entre distintos estratos sociales rurales,
desde los notables hasta los empleados agrícolas más modestos.
Contrariamente a lo que ocurría en el tiempo colonial, el espacio físico
está enteramente ocupado, delimitado y subdividido. En este sentido se
trata de un territorio moderno, aunque en este “encierre” yace un mundo
muy tradicional. Toda la superficie es jurídicamente apropiada y, con la
introducción del alambre de púas y el molino (que fue clave para traer
agua de bebida a los animales en cada parcela cerrada y terminar con
el aquerenciamiento), el “deambular” de los animales ya no es posible ni
deseable. El ganado que había vuelto a ser salvaje desaparece y el gaucho
se transforma en simple “peón a caballo”; precisamente en el momento
en que ha sido magnificado en la literatura nacional, bajo la forma de un
individuo vagabundo y libre (véase por ejemplo el Martín Fierro de José
Hernández).

El espacio moderno del productor


centrado en las “agrociudades”

A pesar del retraso considerable de la agricultura pampeana (si se la


compara en los mismos años con Estados Unidos o Francia), después de
1960 ésta vuelve a entrar en un período de modernización que implica
profundas transformaciones de la sociedad pampeana y de sus relacio-
nes con el espacio. Se produce, de hecho, la aparición de un nuevo pacto
territorial para los espacios rurales que se puede llamar “pacto agrope-
cuario”. En este pacto, la actividad agropecuaria (en sentido amplio, o sea
gran parte de los cultivos y de la ganadería) como actividad económica
estructura las relaciones entre los hombres, por una parte, y entre los
hombres y el espacio, por otra. Se produce una segunda revolución de
la producción y del mundo rural pero esta vez es una revolución agro-
pecuaria y no sólo agrícola.
En 1956 se crea el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
(inta) y en 1960 la Federación Argentina de Consorcios Regionales
de Experimentación Agrícola (faacrea), que en 1966 cambió su deno-
minación por la actual de Consorcios Regionales de Experimentación
Agropecuaria (aacrea). El crédito bancario, que se reservaba antes para
las transacciones comerciales y se concedía esencialmente a ferieros y
comerciantes, se destina, al final de los años 50, a los agricultores
y ganaderos. Pero es la introducción del motor la que causa profundos
80 Christophe Albaladejo

cambios. En primer lugar el tractor, cuyos modelos fabricados en la


Argentina aparecen en 1957. En cuatro años desaparecieron más de
un millón de caballos. Hay que destacar que antes de 1960 ya habían
acontecido grandes transformaciones, debidas a una mecanización sin
motor,10 y prepararon lo que siguió (Gaignard, 1979): 630.000 empleos se
perdieron en la agricultura pampeana entre 1937 y 1960, principalmente
puestos permanentes (los trabajadores rurales permanentes pasaron
de 870.000 a 475.000) y también temporarios. El número de jefes de
explotaciones se estabiliza durante este período, luego aumenta un 40%
entre los censos de 1960 y 1969: “Señal indudable de esta renovación de
interés para la agricultura modernizada, [se trata de una] desaparición
de la delegación de responsabilidad que era demasiado divulgada”, dice
Gaignard (970). Son, pues, ochenta mil productores pampeanos que
en el curso de este corto período han dejado de ser rentistas y se han
puesto directamente al mando de sus campos. Ésa es una palabra que
de repente cobra un sentido fuerte y simbólico del período: el “campo”
pasa a designar esta explotación productiva y por extensión las áreas
rurales de viviendas dispersas.
En el curso del período que va de 1937 a 1960, se desarrolla la red
de carreteras y después de 1960 es el auge de las camionetas… Según
una expresión eficaz de Gaignard, el hombre del campo pampeano pasó
a ser el “hombre motorizado, por lo tanto autónomo y veloz” (Gaignard,
1979, iv: 1001). Los cambios son, entonces, fenomenales. La producción
aumenta y se habla de una segunda revolución agrícola, pero no se
trata sólo de eso. El desarrollo de la escuela secundaria se realiza al
mismo tiempo que la motorización. “Según nuestras observaciones se
pasó de la vivienda dispersa, que era la norma hasta los años 50, a la
residencia «urbana», y se efectuó este cambio siguiendo las necesidades
de escolarización de los niños” (1007). Los vehículos a motor y las rutas
asfaltadas permiten desplazamientos diarios al pueblo (hasta tres mil
habitantes), luego a la “pequeña ciudad activa” (veinte mil a treinta
mil habitantes), según una expresión de Gaignard, para designar lo que
propuse denominar “agrociudades” pampeanas (Albaladejo, 2009). Se
trata de agrociudades que viven de la explotación familiar pampeana y
que van a conocer un desarrollo importante con la modernización de la
agricultura. Generalmente cabeceras de distritos, son en consecuencia
ciudades que albergan las sedes de las administraciones municipales
y también los centros de servicios que la modernización hizo impres-
cindible, como los talleres para reparar las máquinas, los comercios
para comprar las vacunas y los insumos agrícolas, instituciones donde

10. Por lo menos sin motor a combustión interna pues se trata de la época de la difusión del
motor a vapor para las trilladoras y para los trabajos en la parcela (después de 1914).
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 81

encontrar los consejos técnicos y servicios bancarios, etc. Son también


centros de consumo y de invención de un nuevo modo de vida “moderno”
que se difunde en las campañas pampeanas. Estas campañas, a partir
del momento en que pasan a definirse esencialmente por la actividad
agropecuaria, y aun más por la dimensión “productiva” de esta actividad,
van a designarse más comúnmente con la figura de “el campo”. Esto es,
con el mismo vocablo con el cual se empezó a designar a las explotaciones
agropecuarias; muchas de las que eran llamadas “chacras” o “estancias”
en el pacto anterior y que se lanzaron en la aventura de la “moderniza-
ción” pasaron a denominarse “campos”. O sea que se empieza a designar
específicamente a estos espacios rurales, que no son ciudades agrarias
ni pueblos, identificándolos no sólo con una figura de organización del
trabajo agropecuario (la explotación modernizada) sino también muy
sencillamente con la producción… De haber sido el centro de la vida
social en las etapas anteriores comienza a ser identificado con una
“simple” función productiva, aunque en este pacto no se desvincula de
la actividad residencial. ¡Ya no hay más campaña; no hay más espacios
rurales; ahora hay un campo, pueblos y ciudades!
Estas transformaciones no son sólo de la actividad agropecuaria,
sino también de los modos de vida, por lo menos de la base social de esta
modernización: el chacarero medio. Por ello, las agrociudades acogieron
muy rápidamente a las madres que se mudaron para escolarizar a sus
niños, y también para desarrollar un nuevo modo de vida para ellas y
para sus familias. Pronto el propio productor las seguirá y el campo sólo
pasará a ser un lugar de trabajo para el hombre de la familia y el lugar
de vida de algunos núcleos familiares de empleados agrícolas (peones
de campo). Las agrociudades se convierten en el lugar de sociabilidad
principal de las familias de los “productores”, con la sede de la coopera-
tiva agrícola (y de sus servicios como el supermercado), de la agencia de
extensión del inta, la oficina local del banco, la sociedad deportiva local,
la sociedad rural local (en manos de los notables agrarios) y los colegios
profesionales locales.
De manera general, las agrociudades son también los centros de una
nueva burguesía agropecuaria y rural que tiene la capacidad de organizar
la vida pública y entonces constituir pequeños centros del espacio político.
La escala del municipio le permite la elección de Concejo Deliberante y
de intendente, pero la dimensión política que esta pequeña burguesía
rural le da al partido y a las instituciones locales va más allá de la mu-
nicipalidad como institución. Éste es un dato a tomar en cuenta en el
momento de pensar en términos de desarrollo local o territorial: éste no
puede reducirse sencillamente a las políticas municipales locales sino
que, dada la complejidad de la vida institucional y política a nivel local
82 Christophe Albaladejo

de estos pequeños centros, el desarrollo local es más que el desarrollo


desde el municipio.
La sociabilidad rural de productores se ha basado en el desarrollo
de estas agrociudades desde los tiempos de la modernización, que se
distinguen así de los pueblos no sólo por su tamaño, sino también por
su función en el nuevo pacto territorial agropecuario. En la Argentina
hay, sin embargo, una indefinición conceptual sobre lo que se llama
ciudad y pueblo. Si estadísticamente la ciudad comienza a partir de
dos mil habitantes aglomerados, sólo toma un sentido administrativo
cuando supera los quince mil. Se puede solucionar esta indefinición con
una distinción funcional: el pueblo es una unidad de residencia en los
espacios rurales, pero no una unidad económica y política en el nuevo
pacto territorial agropecuario; mientras que la agrociudad es el centro
de un funcionamiento a la vez residencial, económico y político de los
espacios rurales del pacto agropecuario. Más allá de la agrociudad, todas
las ciudades no tienen la misma función en el territorio de este pacto.
Romain Gaignard elaboró en 1970 una representación de la estructu-
ración del espacio pampeano que se basaba en los siguientes niveles de
organización urbana:

• Buenos Aires y su conurbano que incluye La Plata;


• la gran ciudad al borde de la región pampeana (Córdoba, Bahía Blan-
ca, Santa Fe, Rosario; excluye las ciudades sin influencia agropecuaria
como Mar del Plata);
• una veintena de ciudades medias pampeanas en las cuales se encuen-
tran los fabricantes de maquinaria agrícola (en el sudoeste de la pro-
vincia de Buenos Aires, sólo entra Tres Arroyos en esta categoría);
• la cincuentena de “pequeñas ciudades activas”, que reconceptualiza-
mos aquí con la noción de “agrociudades”, enfatizando su rol en un
pacto territorial agropecuario; son las ciudades típicas de las zonas de
productores y viven a su ritmo; una gran parte de ellas son cabeceras
de distrito (o sea de partidos), y
• en la parte inferior están los “pueblos”, organizados en torno a un
almacén (gran bazar general), de un acopiador (intermediario para la
compra de la producción) y de un boliche (bar-almacén donde los pro-
ductores se encuentran). A veces se designa también en la literatura
argentina con la palabra “poblado” (Benítez, 1998; Ratero, 2004).

La figura 4 pone en relación funcional estas distintas entidades


espaciales. La agrociudad desempeña en el pacto agropecuario el papel
de centro en un cuadriculado sistemático del espacio rural de la misma
manera que tenía el pueblo en el pacto anterior, pero esta vez sobre
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 83

entidades espaciales más extendidas (aproximadamente de 3.000 a


4.000 kilómetros cuadrados, es decir el tamaño de un distrito), debido
a la explosión de las movilidades diarias. Inmediatamente, en el nivel
superior de organización a la agrociudad, el puerto de exportación apa-
rece particularmente estructurante (Buenos Aires, Necochea, Rosario,
Bahía Blanca…), pero también la ciudad media pampeana (Olavarría,
Mar del Plata, Tandil, Junín…) que contribuye a tejer un medio urbano
complementario a la agrociudad. Estas ciudades permiten a las familias
de productores completar los servicios necesarios para su vida urbanizada
(estudios superiores para sus hijos, comercios especializados, actividades
culturales, etc.). Las ciudades medias, cuya actividad ya no es esencial-
mente agropecuaria, pueden jugar, sin embargo, el rol de una agrociudad
en lo que se refiere a los servicios, pero no tienen ya su típica forma de
sociabilidad (fuerte interconocimiento entre los habitantes, peso sociopo-
lítico fuerte de los notables agropecuarios, importancia de la institución
familiar en la cohesión y la integración social, etcétera).

Figura 4
Esquematización de la organización del espacio del pacto agropecuario

ad
iud
roc Puerto de
ag exportación
e la
i ad
nc
ue
infl
de o Ciudad media
ea ar
tid pampeana
Ár p
de
ite
Lím

Agrociudad

l
na
cio Estación de servicio
na
Ruta
Pueblo agropecuario

Sociedad rural
local
Agencia local del banco

Agencia del INTA


Pueblo periurbano
Escuela
Agrociudad Pueblo agrario en regresión Sede de la cooperativa secundaria
agropecuaria
“Acopio” o escuela rural primaria
Pueblo
agropecuario Ruta nacional
84 Christophe Albaladejo

Mientras las agrociudades juegan un papel sistemático en el territorio,


los pueblos en cambio no tienen ya una función común. De hecho, éstos
se pueden diferenciar en tres grandes categorías:

• los que se insertan en la dinámica agropecuaria y consiguen con-


centrar una serie de servicios. Estos “pueblos agropecuarios” son el
teatro de una sociabilidad próxima a la de las agrociudades y deben
su vitalidad a la presencia de una cooperativa y/o a su posición con
relación a la ruta asfaltada;
• los que no llegan a superar su antiguo rol en el pacto anterior, sabien-
do que esta decadencia puede afectar también a pequeñas ciudades
como Saavedra (“pueblos agrarios”), y
• los que se incluyen en dinámicas urbanas que los superan (pueblos
“periurbanos”).

Por ende, los parajes que subsisten deben su presencia a una escue-
la primaria, o a un lugar de entrega y almacenamiento de los granos
(acopio).
Las transformaciones del territorio que acompañaron el proceso
de “modernización” de la actividad agropecuaria consisten, pues, en
una urbanización de la vida pampeana y un refuerzo del papel social y
económico de las “pequeñas ciudades activas” y su transformación en
agrociudades. Nuevas formas de sociabilidad aparecen, en particular,
y una forma de “profesionalización” de la actividad que se compone de,
por una parte, sus propias instituciones (o sea que son esencialmente
agropecuarias y ya no primero rurales) y, por otra, una disociación más
o menos nítida entre la residencia y la explotación, el trabajo y la fami-
lia. La dimensión doméstica de la explotación se reduce, el trabajo del
agricultor que pasa a ser un “productor” se vuelve menos físico y más
vuelto hacia la gestión.
Esta modernización corresponde a un proceso de deconstrucción terri-
torial en el cual el paraje tiene tendencia a desaparecer y el pueblo pierde
importancia. Pero corresponde también a un proceso de reconstrucción
territorial en el distrito, que tiene por centro esta “pequeña ciudad ac-
tiva” de la que nos hablaba Gaignard, y que llamé “agrociudades” para
destacar su papel en un nuevo pacto territorial basado en la actividad
agropecuaria. Allí se encuentran los notables de esta nueva burguesía
rural, las sedes de las principales instituciones locales (Sociedad Rural
local, cooperativa agropecuaria, agencia de extensión del inta, escuela
secundaria, la agencia del banco, el comerciante acopiador, el remate
feria, etc. Curiosamente, el municipio no es siempre la institución más
importante, sino que muchas veces se destaca la cooperativa de servicios
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 85

o la cooperativa agropecuaria, que lo sobrepasa ampliamente en impor-


tancia en la organización de los servicios fuera del casco urbano.

El estallido de los mundos rurales


y la nueva mundialización

A partir de 1990 la Argentina aplicó severas políticas de ajuste estruc-


tural y una brutal apertura al mercado internacional. La “mundializa-
ción” se hizo mucho más presente y más influyente en todo el país y, en
particular, en la región pampeana. Nuevos operadores emergieron tanto
en la producción como en la comercialización, el consumo de insumos
agropecuarios aumentó mucho y, bajo el efecto de precios internaciona-
les favorables para las materias primas, la producción se incrementó
considerablemente. Pero no se trata de una simple profundización de
la modernización y, en consecuencia, del pacto territorial anterior; esta
tercera revolución (que es agrícola esta vez, y no agropecuaria) es, por
el contrario, muy distinta de las dos anteriores, y en particular de la
revolución moderna, o sea la segunda revolución.

Las territorialidades de una agricultura hipermoderna:


un indefinible pacto territorial

La expansión de los cultivos extensivos, y en particular de la soja,


fue muy importante en Argentina desde los años 90, precisamente desde
1996, año de la introducción de la soja transgénica. Este proceso se desa-
rrolló en paralelo con un aumento considerable de los precios mundiales,
sobre todo de la soja. Si se toma como referencia 2007 y 2008, antes de la
sequía de 2009, la Argentina produjo más de 90 millones de toneladas de
granos (cereales y oleoproteoginosos), o sea el doble de lo que se obtenía
en 1995. La soja, hoy transgénica al 99%, representaba 47 millones de
toneladas, es decir, cerca del 50% de la producción de granos del país.
Se destinaron treinta millones de hectáreas a los cultivos extensivos en
2007 y 2008, cerca de un tercio más que en 1995.
Hoy este sector tan potente reposa sobre doscientos mil productores,
pero la participación de éstos en la producción es muy desigual. Para
entenderlo es necesario actualizar por completo nuestro anterior con-
cepto de “productor”… Ya en los años 90 habíamos llamado la atención
sobre un nuevo protagonista de los espacios rurales y de la producción
agrícola: el pool de siembra (Albaladejo, Bustos Cara y Tulet, 2001). Esta
figura de administración de la actividad agrícola suele cubrir realidades
86 Christophe Albaladejo

muy disímiles, pero se trata en general de un grupo de inversores que


disponen de una oficina en Buenos Aires, un fax, un teléfono y una buena
agenda de contactos. Así, un ingeniero agrónomo puede desde esta ofi-
cina alquilar tierras, subcontratar los trabajos agrícolas de preparación
de la tierra, de siembra y cosecha y vender la producción. En 1995, los
avisos en los diarios garantizaban un rendimiento neto mínimo del 35%
al año en dólares al inversor. Es más que suficiente para hacer soñar a
aquellos que tienen dinero para invertir. Pero esa euforia por la ganancia
también genera perplejidad ante las dificultades y en los años 90llevó a
la quiebra a los pequeños productores familiares, que no disponían de
las inversiones de campaña y se veían en la obligación de pedir prestado
el dinero de los insumos a los bancos con intereses entre 16 al 22% (¡en
un país que en aquella época tenía cero inflación!). En 2008 la faa, a
través de su responsable, Eduardo Buzzi,11 consideraba que los pooles
acaparaban más de un 60% del negocio de la soja.
Pero seguramente el cambio más significativo es la aparición de
los que llamé “nuevos productores”, algunos de los cuales se conside-
ran “empresarios innovadores”. Valeria Hernández (2007a) hizo una
descripción muy detallada de esta nueva burguesía rural. Son los más
grandes productores de soja, pues ponen en explotación superficies que
a menudo superan las 100.000 hectáreas sobre tierras que alquilan al
año, y subcontratan una gran parte de las tareas agrícolas, incluso la
simple supervisión del desarrollo de los cultivos.
Estos nuevos operadores de la producción fueron los principales
vectores del proceso de innovación que está en el centro de la expansión
de la soja, y en particular de la siembra directa que se introdujo en la
Argentina en 1976. En 1986 se creó una asociación de productores para
la difusión de la siembra directa, aapresid, con el apoyo de la empresa
Monsanto. Los veinte productores fundadores de aapresid están muy
vinculados a aacrea, pero el impulso de esta innovación y su desarrollo
no se hicieron desde esta última institución, representativa de la moder-
nización de 1960-1970, sino desde la más joven aapresid. La siembra
directa presentaba una dificultad: dado que no se realizó el control de
las malezas mecánicamente por la labranza, era necesario aplicar un
cóctel complejo y costoso, compuesto por cinco a seis herbicidas. En 1996
se introducen en la Argentina las variedades de soja transgénica, y en
particular una variedad rr resistente al glifosato12 (nombre comercial
de este herbicida total: el round up). Con este paquete técnico siembra
directa-soja rr-glifosato la cultura de la soja se simplifica y los costos

11. Buenos Aires Económico, 31 de enero de 2008.


12. N-fosfonometilglicina, C3H8NO5P, cuya patente cayó en lo público en 2000.
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 87

de campaña se reducen. Sólo faltaba un cuarto elemento para la expan-


sión del cultivo: la disponibilidad de tierras para alquilar. La crisis de
la pequeña agricultura familiar de los años 90, que condujo a 150.000
productores a retirarse de la actividad, ha sido la suerte de una nueva
categoría: de “empresarios agrícolas”, que llamé “nuevos productores”. Al
designarlos “empresarios innovadores” se significa que, aunque siguen
reconociéndose bajo la palabra “productores”, ya no son ellos los que
garantizan directamente la producción. Ciertamente, la mayoría son
hijos de productores. Pero su oficio actual, su relación con el territorio
y con la actividad agropecuaria ya no son idénticos a lo que han sido
para sus padres.
Hernández (2007a) logra identificar en los discursos de los que se
llaman “empresarios innovadores” (más relacionados con aapresid),
cinco ejes de construcción de sus identidades:

1) se ven como los “pioneros” de un oficio reinventado; son empresarios


que sobre todo organizan redes de contratos;
2) tienen una relación distante con la tierra, pero muy fuerte con el co-
nocimiento tecnocientífico; se ven como los “pastores” locales de una
sociedad del conocimiento globalizada;
3) se arraigan muy débilmente en la sociabilidad rural;
4) toman distancia frente a quienes llaman “chacareros tradicionales” y
a sus representantes (faa), pero también y sobre todo frente a los que
ven como la oligarquía rural, de los “estancieros” (sra). Para ellos el
estanciero posee la tierra, en cambio ellos tienen el conocimiento para
cultivarla, pero no la tierra (de ahí su autodenominación provocativa
y mediática de “sin tierra”), y
5) se colocan más allá de la clásica dicotomía agricultura-industria.

Por ello señalan de hecho una distancia frente a los crea y a su


ideología; sin embargo, realizan numerosas actividades de formación
con ellos, etc. Si bien proclaman y hasta reivindican su diferencia con
los chacareros y los agricultores familiares, al igual que –y diría más
aún– con los estancieros y la oligarquía rural, la distinción de ellos con
los “productores” (crea en particular) es mucho más compleja. Por una
parte, más de la mitad de los dos mil socios socios de aapresid son tam-
bién socios de crea.
El esfuerzo desarrollado por aapresid por elaborar y hacer conocer
sus ideas en la sociedad argentina es llamativo. Dispone de un programa
de radio de difusión nacional con un título significativo: Darse cuenta. Su
lema es “el reto es innovar”. Su presencia en la prensa es muy activa con
dos grandes caballos de batalla: por una parte, el del desarrollo sostenible,
88 Christophe Albaladejo

o incluso la protección del medio ambiente, y por otra, la defensa de los


intereses nacionales y el reto de alimentar al planeta.
Ante estos discursos que surgen del nuevo productor, pero también
del agricultor familiar y del campesino, el productor “clásico” de los años
de modernización 1960-1980, que sin embargo era la “voz cantante” de
la modernización de la segunda revolución, se tornó repentinamente, si
no callado (ya que se expresa en voz alta como lo demostró el conflicto
del campo de 2008) por lo menos silencioso13 (lo llamé así porque no
produce un discurso propiamente de él). En el otro extremo, una parte
de los que hasta hace poco aún se definían “productores” se aliaron
con los minifundistas para intentar constituir un sector llamado de
“agricultura familiar”, reivindicando como en Brasil políticas públicas
diferenciales.
En cuanto al funcionamiento espacial de este modelo, la actividad del
“nuevo productor” sólo despliega a nivel local una dimensión estricta-
mente productiva, dado que se desarrollaron las dimensiones privadas
(residencial, en particular) y públicas (política en particular) en espacios
sin relación con este nivel local. No era el caso del productor del pacto
agropecuario moderno de la segunda revolución (este productor hoy si-
lencioso) ya que, si bien no vivía más en su campo, residía no muy lejos
de éste en la agrociudad. El campo influenciaba mucho en sus modos
de vida (los asados de los fines de semana con la familia, las relaciones
personales con los peones, y también sus desplazamientos diarios sobre
la explotación) y de participación (a causa de la inclusión de los espacios
rurales en el espacio público del distrito y también de su participación
en las asociaciones de vecinos de mantenimiento de los caminos rurales,
en las cooperativas agrícolas y de servicio, etc.). Esto permitía aún una
superposición de las tres dimensiones de la actividad humana distinguida
por Arendt y, en consecuencia, una cierta capacidad de autonomización de
lo “local”. De hecho, muchos de estos productores eran notables rurales.
En cambio, en una versión ideal-típica del territorio de la agricultura
hipermoderna del “nuevo productor” (o sea, en una versión teórica que
no se puede observar en la realidad ya que las diversas formas de agri-
cultura comparten los mismos ámbitos), los espacios rurales tendrían
tendencia a convertirse ya no en los espacios privados de grandes es-
tancieros, como en el pacto colonial, sino los espacios productivos de un

13. Si no está callado, tampoco está “silenciado”, ya que nadie ni nada le impide expresarse;
simplemente se expresa parcialmente mediante el discurso ajeno de la “nueva” agricultura
familiar, también de los “nuevos” productores, pero no a través de un discurso más anclado
en una modernidad clásica, que le correspondería más. Constituye, en consecuencia, en
muchas localidades de la zona pampeana una especie de mayoría silenciosa que no tiene
más libreto…
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 89

conjunto de operadores en red que no se pueden definir más como una


“base social ”, y que no tienen necesidad de una verdadera vida social ni
centro propio. Este tipo de agricultura sólo requiere centros de servicios
agrícolas (acopio, comercios de ventas de insumos, estaciones de servicio,
etc.) difundidos más o menos cada 100 kilómetros a lo largo de las rutas
nacionales; no hace mucha diferencia que estos centros sean antiguos
pueblos, parajes o agrociudades (figura 5).

Figura 5
Esquematización de la organización
del espacio productivo del nuevo productor

Estación de servicio

“Agronomía” =
venta de insumos

Acopio

Puerto

Centro de servicios agrícolas


Ruta

Los nuevos significados de los territorios rurales

Esta transformación de la organización del espacio se traduce en la


desaparición de un nivel local autónomo de relación con el territorio,
diferenciándose de las lógicas precedentes: el pueblo y su espacio rural
(pacto agrario) y el distrito y su agrociudad (pacto agropecuario). ¿Cómo
estas unidades territoriales se transforman actualmente en el nuevo
contexto de globalización que es el del nuevo productor?
90 Christophe Albaladejo

Los pueblos y el “desarrollo local”. En todos los pueblos que estudié pude
observar una nítida separación entre el pueblo propiamente dicho (o sea,
el casco urbano) y su espacio rural. Se acabó el tiempo de una articula-
ción funcional entre los dos. El espacio rural vive su dinámica propia, en
particular económica, y el pueblo pierde su dinamismo o adquiere uno
propio. En efecto, los operadores del espacio rural que trabajan en las
inmediaciones del pueblo pueden provenir de lugares remotos: contratis-
tas agrícolas que vienen con sus máquinas y sus empleados, propietarios
rentistas que se desinteresan por las modalidades técnicas de ejecución
de los trabajos sobre sus tierras, e inversionistas que alquilan tierras que
ellos mismos no trabajan. Por su parte, el pueblo adquiere una dinámica
económica que ya no depende de su espacio circundante inmediato. Estas
dinámicas pueden ser variadas, cuando las hay. Los antiguos “produc-
tores” pueden transformarse en contratistas agrícolas: se desplazan
entonces con sus máquinas pero no trabajan necesariamente cerca del
pueblo. Pueden también haber comprado un camión y transportar al
puerto de exportación la producción de parcelas muy distantes de su
pueblo. Las calles de los pueblos de Espartillar y Napaleofú están colma-
das de camiones y el pueblo se convirtió en un dormitorio de familias de
camioneros. Un empresario de Espartillar, más acomodado que los otros,
compró quince camiones y emplea a muchos de sus vecinos. Napaleofú,
bien ubicado sobre la ruta nacional, está demasiado cerca de una gran
ciudad turística como Tandil (25 km); terminó transformándose en un
barrio de esa ciudad. En cambio, Espartillar intenta atraer pequeñas
empresas, deslocalizadas para crear empleos que ya no tienen nada que
ver con su espacio rural inmediato, como es el caso de una empresa de
producción de pastas que se provee de materias primas directamente
en Buenos Aires. En este marco, la única institución que mantiene aún
un vínculo entre el pueblo y su ámbito rural inmediato es la cooperativa
agrícola, cuando permanece, ya que muchas de ellas desaparecieron o
se fusionaron durante los años 90.
Otra dinámica observable, en particular en un pueblo como Bavio, está
vinculada con los programas de desarrollo local o social que promueven
los gobiernos provinciales o nacional. Los notables agrarios tradicionales
ya no están en condiciones de proporcionar empleos agrícolas o domés-
ticos suficientes para desempeñar su papel tradicional de contención de
las poblaciones modestas. Apenas la actividad pecuaria, o lo que queda
de ella, consigue mantener una pequeña parte del mundo tradicional de
peones en algunas localidades, como es el caso de Barra cerca de De la
Garma (partido de González Chaves). Surge, en cambio, una nueva elite
“burocrática” o personas que actúan como “enlaces políticos”, pero que no
necesariamente son punteros políticos, pues se caracterizan primero por
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 91

estar al tanto de las ayudas posibles a través de programas de desarrollo


local, o más simplemente de los planes sociales. De hecho, o por voluntad
propia, se plantean como intermediarios entre la población local y el
Estado. Lo mejor del desarrollo endógeno, o lo peor del asistencialismo
y del clientelismo, puede salir de esta dinámica; comúnmente termina
prevaleciendo una combinación de ellos. En todos los casos se contribuye,
sin querer, a desconectar el casco urbano de su espacio rural circundante
y de la actividad agropecuaria.

El pueblo: una conquista “discreta” de la “peonada”. En algunos casos,


el pueblo puede ser el centro de una vida social cuya base está consti-
tuida por las familias de los trabajadores rurales. Abandonado por los
trabajadores de los ferrocarriles en primer lugar, luego por el productor
medio, el pueblo se convierte en un espacio de sociabilidad y de proyecto
de vida para una franja de los trabajadores rurales (peones).
Se trata esencialmente de aquellos que desarrollan una estrategia
de anclaje de un proyecto familiar en lo local. Esta construcción de un
territorio y de un centro de sociabilidad propios va junto con un proceso de
emancipación laboral y social de los peones frente al patrón y de debilita-
miento de los vínculos paternalistas. A menudo estos peones desarrollan
una pequeña producción familiar (de granja, huerta, o incluso algunas
vacas para la leche) al lado de su actividad asalariada. Se trata de “in-
novaciones discretas” (Albaladejo, 2009) y no resistencias o resiliencias,
ya que, por un lado, son parte de un proyecto personal y no una reacción
colectiva ante una perturbación, y por otro, estas iniciativas no emergen
de un aislamiento institucional. En particular, la escuela secundaria es
un protagonista clave en el acompañamiento de estos proyectos de vida
basados en el pueblo. Es el caso de la escuela del pueblo de Udaquiola14
y también de manera general de las escuelas secundarias en alternancia
del movimiento cept (centros para la producción total), vinculado a un
sector de faa, que defiende el “arraigo” de la agricultura familiar y que
consiguió crear varias decenas de estas escuelas en la provincia.
Por fin, es necesario mencionar un movimiento social basado en el
reclamo por el derecho a vivir en los pueblos bajo el liderazgo de notables
rurales que profesan una ideología posmoderna de vida en la campaña
y adoptan una estrategia de acción cultural (teatro comunitario, semi-
narios de jóvenes rurales, etc.). Este movimiento está sostenido por ong
con nombres evocadores (Pueblos que Laten, Por Nosotros, etc.). Pero,
curiosamente, las pretensiones se refieren en lo esencial a los servicios
y no en primer lugar a la actividad económica, e incluso pueden pre-

14. Trabajo de campo realizado por Juan Guiseppucci en 2011.


92 Christophe Albaladejo

sentar reclamos por la vuelta del tren, por ejemplo, pero en el marco de
proyecciones posmodernas, poniendo en primer plano nuevos modelos
de vida en el medio rural.

El “productor silencioso” y su territorio. Con la aparición de este nuevo


productor surge también un nuevo discurso que se reconoce a menudo
en la palabra “agronegocios” y que hace eco fuertemente en los ámbitos
universitarios, profesionales y también en los medios de comunicación
(prensa nacional, radio, etc.). En forma simultánea, pero desde algo más
que una simple “reacción”, aparecen “discursos diferentes” sostenidos por
quienes hace apenas una década se reconocían en la categoría “produc-
tor”. Es el caso del discurso de la agricultura familiar que surgió después
de 2006 bajo la influencia del vecino Brasil, y ha sido difundido por dis-
tintas ong y asociaciones o sindicatos, como es el caso de faa. Existen
también distintos actores que reivindican una agricultura “campesina”
que parece algo diferente de la agricultura familiar.
En cualquier caso, en el medio de este concierto de nuevos discursos
que dependen de agriculturas diferentes, una voz –curiosamente– no se
hace oír más: la del “productor convencional”. En efecto, existe aún un
gran número de agricultores mixtos (agricultura y ganadería) capitaliza-
dos que viven en las agrociudades y que efectúan ellos mismos una parte
de las actividades físicas sobre su campo en las proximidades… No todos
se transformaron en empresarios innovadores, en contratistas agrícolas,
en camioneros, o en rentistas. Tampoco están muy bien representados
por el movimiento de la agricultura familiar, que se define en primer
lugar por la residencia en el medio rural mientras que el productor lo
hace básicamente por su actividad.
Pero en general es el destino de su centro geográfico, la agrociudad, lo
que nos interroga. ¿En qué objeto geográfico se transforma? ¿Cuál es su
nueva función? Se puede observar una aparente diferenciación: algunas
agrociudades pasan a ser verdaderos centros regionales (como Junín o
Pergamino), otras se cierran alrededor de un medio de notables agrarios
y completan la actividad económica con la instalación de una fábrica o
de una administración (como la cárcel en Madgalena o en Saavedra…).
Otras, como es el caso de Pigüé, parecen seguir firmemente centradas
en la figura del productor moderno clásico de los años 80, pero con una
diversificación de las actividades (con la figura de los trabajos agrícolas
con terceros por ejemplo) y como protagonistas de la agricultura (grupos
de siembra, etcétera).
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 93

Conclusión

Cada uno de los períodos y cada uno de los pactos territoriales que
acabamos de mencionar han ido junto con un fenómeno de mundialización
que influyó mucho sobre los modos de organización del espacio. Todas
estas mundializaciones han sido reproducidas por diferentes tipos de
protagonistas y correspondieron a un “local” particular.
En el pacto colonial, la mundialización estaba representada por una
clase extremadamente limitada de grandes notables (estancieros) que
reducía lo local a su mundo privado, a su servicio exclusivo. Quedaba un
mundo sin mundializar de extensión territorial variable, libre y salvaje,
que periódicamente se explotaba brutalmente.
En el pacto agrario, la mundialización produjo un sistema de objetos
(como el ferrocarril) y protagonistas especialmente sofisticados que cu-
bren y ajustan de modo sistemático todo el espacio disponible al servicio
de exportaciones masivas de commodities. Existe una clase especula-
dora mundializada que tiene enlaces, como el comerciante local. Los
estancieros intentan transformarse de propietarios, en productores, y
una capa importante de la inmensa población de inmigrantes se afirma
como agricultores. La ciudad mundializada y moderna hace su aparición
y requiere la invención de lo rural. El pueblo es el nudo, a la vez básico,
del cuadriculado necesario para la mundialización del territorio rural,
y es la interfaz con un mundo privado que tiene su verdadero centro en
la campaña circundante.
El pacto agropecuario hace surgir una clase hegemónica de prota-
gonistas, la del “productor”. Este héroe de la “modernización” y de la
segunda revolución agrícola es resultado de la progresiva urbanización
del agricultor de la fase anterior. La agrociudad es ahora el epicentro del
cuadriculado del territorio. Así, los pueblos, que eran los lugares esen-
ciales de la articulación entre lo rural y lo urbano, y jugaban un papel
único en el funcionamiento territorial del pacto agrario, se diferencian
ahora, según su lugar, en una red urbana y en una red productiva.
Desde los años 90, lo agrícola tiene tendencia a despegarse de lo
rural y a convertirse en un espacio directamente productivo bajo la de-
pendencia de protagonistas de las grandes ciudades y de trabajadores
especializados, dispersos en un espacio agrícola sin otro centro que el
de los servicios técnicos. Pero lo más significativo es la cada vez más
aparente superposición de lógicas territoriales distintas que resultan
no sólo de las remanencias del pasado sino también de reinvenciones
de modos de vida y de producción en el medio rural. El pueblo es un
indicador especialmente sensible de la diversidad de estos métodos de
articulación, superposición o incluso confrontación entre distintas agri-
94 Christophe Albaladejo

culturas y modos de relación en el territorio. En particular su estudio


nos puede informar sobre las modalidades de asentamiento humano
de los territorios rurales y sobre las posibilidades de articulación entre
modelos de producción agrícolas.

Anexo
Gráfico 1
Evolución del precio* de la soja
(Promedios trienales 1960-2003)
800

700

600

500
$/tn

400

300
y = -9,7432 + 757,09

200 R2 = 0,6118

100

0
65-67

67-69

69-71

71-73

73-75

75-77

77-79

79-81

81-83

83-85

85-87

87-89

89-91

91-93

93-95

95-97

97-99

99-01

* Ajustados por el índice mayorista (ipim) del indec a pesos de febrero de 2004.
Fuente: indec y sagpya.
Dinámica de la inserción territorial de la agricultura 95

Gráfico 2
Superficie promedio de las explotaciones agropecuarias y cantidad de
explotaciones agropecuarias
ha cant. de eap
600 600.000

550 550.000

500 500.000

450 450.000

400 400.000

350 350.000

300 300.000

250 250.000
1914
1918
1922
1926
1930
1934
1938
1942
1946
1950
1954
1958
1962
1966
1970
1974
1978
1982
1986
1990
1994
1998
2002
Sup. prom. eap

Fuente: indec y sagpya.


Patrones espaciales de expansión de la frontera
agrícola: la soja en la Argentina
(1987-1988 / 2009-2010)

Germán Rosati

Uno de los cambios más importantes en el campo argentino es la


significativa expansión que ha sufrido la producción agropecuaria desde
los años 60 hasta la actualidad. En su origen, este proceso comienza con
el incipiente reemplazo de la forma de organización de la producción de
tipo agropecuaria en la que la práctica predominante era la rotación y
alternancia entre actividades agrícolas y ganaderas por otro modelo de
organización, en el que la agricultura comienza a desplazar a la gana-
dería (Barsky y Dávila, 2008). De esta forma, la introducción del doble
cultivo trigo-soja produce una incipiente “agriculturización” del agro que
comienza a desarrollarse hasta que, en la década de los 90, se rompen
los techos históricos de la producción agropecuaria argentina (Azcuy
Ameghino y Ortega, 2010).
La expresión “expansión de la frontera agrícola” suele tener significa-
dos contrapuestos o bien superpuestos entre sí. Puede hacer referencia a
los procesos de incorporación de nuevas áreas a la producción agrícola y
también puede aludir a áreas que, si bien se encuentran en producción,
no responden a formas de producción capitalistas. En el primer caso,
las áreas pueden estar formadas por bosques o zonas no explotadas en
términos absolutos; en el segundo, se trataría, por ejemplo, de la expan-
sión de relaciones salariales/capitalistas a territorios donde predomina
la organización productiva campesina. Otro sentido dado habitualmen-
te a la expresión es el que implica un avance sobre otras actividades
agropecuarias: una determinada actividad comienza a desplazar a
otras en territorios ya incorporados previamente a la producción. Así,
la llamada “agriculturización” que transita el campo argentino desde
la década del 70 y la más reciente “sojización” parecieran incorporar
ambos movimientos: por un lado, la agricultura tiende a desplazar a las
actividades ganaderas o agrícolas (ya sean de subsistencia u orientadas
al mercado), y al mismo tiempo se incorporan nuevas áreas (antes no
[ 97 ]
98 Germán Rosati

productivas) a la actividad agropecuaria. Estos procesos se acentuarían


con la expansión sojera.
Este capítulo intenta aportar elementos empíricos (sobre la base de la
información existente)1 que ayuden a plantear hipótesis más específicas
relativas a las formas de expansión de la frontera agropecuaria, parti-
cularmente respecto de la existencia o no de un proceso de sustitución
de otros cultivos2 (proceso que ciertas miradas sobre la expansión sojera
tienden a soslayar). En esta exploración de las formas de expansión de
la frontera agropecuaria vamos a restringirnos al análisis del movi-
miento de la superficie sembrada con soja. Esta decisión no se debe a
que atribuyamos a este cultivo (exclusivamente) efectos y característi-
cas que están más bien relacionados con determinadas modalidades de
profundización del desarrollo capitalista en el campo. De hecho, buena
parte de los efectos que tienden a atribuírsele a la soja (despoblamiento
rural, diferenciación de productores, desaparición de explotaciones, con-
centración de la producción agropecuaria, etc.) se estaban desarrollando
desde mucho antes de la gran expansión sojera. La selección del cultivo
de soja se basa en el peso que tiene sobre la expansión de la superficie
implantada entre 1970-1971 y 2009-2010.
Queda planteado, entonces, el interrogante acerca de las modalidades
predominantes de la expansión de la superficie con soja en el campo ar-
gentino. ¿Cuál es la relación entre este proceso de expansión sojera y el
resto de las actividades agropecuarias? ¿Se produce un desplazamiento de
otras producciones y actividades? ¿O se trata más bien de una expansión
cuyo único efecto será “adicionarse” al resto de las producciones?3
Estas preguntas han sido abordadas de dos maneras: a) a partir de
la consideración de estadísticas agregadas a nivel nacional o regional

1. Se detallan las limitaciones de las fuentes de datos (y, por ende, los del ejercicio propues-
to) en el apartado “Consideraciones metodológicas”. Adelantemos, sin embargo, que las
principales limitaciones se refieren a la imposibilidad de incorporar al ejercicio propuesto
algunos procesos que se desarrollan en las diferentes estructuras agrarias: los fenómenos
de deforestación y los de sustitución de actividades ganaderas.
2. “Este hecho [la expansión sojera] obliga necesariamente a la revisión de una hipótesis
respecto de qué tipo de áreas ocupó, si se trató del avance sobre tierras antes improductivas
(o sobre monte natural) o si existió un desplazamiento de otros cultivos o producciones
(por ejemplo, ganaderas), es decir, si se verifica una competencia por el uso del suelo en
términos de actividades económicas” (Ortega, 2011: 87-88).
3. Existe una serie de debates acerca de los efectos de esta expansión de la frontera agrí-
cola. Éstos se refieren a los impactos medioambientales que tal expansión produce, como
la deforestación y el desmonte en determinadas zonas (por ejemplo, el norte argentino),
la pérdida de nutrientes del suelo, etc. Dichos procesos no serán objeto de debate en
este trabajo (ver, por ejemplo, Viglizzo y Jobbágy, 2010). Como veremos más adelante, la
causa de esta decisión es la relativa escasez de información con niveles de desagregación
adecuados a nuestros objetivos.
Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola 99

(Azcuy Ameghino y León, 2005), y b) a partir de estudios de caso, es decir,


del estudio de estos procesos en determinados departamentos y provin-
cias (Tort, 2004; Ortega, 2011; Rodríguez, 2008). La primera estrategia
tiene la ventaja de brindar un panorama general del fenómeno; tiene, a
su vez, la desventaja de perder en tal agregación la especificidad de la
información analizada. La segunda estrategia intenta aportar mediante
un análisis más focalizado, y por ello aporta una descripción detallada del
fenómeno. La desventaja es que puede llevar a perder de vista procesos
estructurales de mayor alcance y escala.
En este trabajo elegimos una estrategia diferente. En la primera
sección analizaremos una serie de datos a nivel agregado del total del
país que nos permitirá una aproximación a la dinámica general del pro-
ceso de “sojización” y su impacto sobre algunas actividades y cultivos
tradicionales de la agricultura argentina. En las siguientes secciones
trabajaremos con datos cuyo nivel de desagregación es departamental.
Esta mayor desagregación posibilitará reducir la escala de la información
(rescatando, de esta forma, toda su variabilidad) y, al mismo tiempo, no
se perderá la mirada general del proceso. Además, podremos georreferen-
ciar la información y, de esta forma, indicar algunos de sus patrones de
distribución espacial. Finalmente, intentaremos relacionar los patrones
con algunos rasgos de las estructuras agrarias en las que se producen.
Las fuentes de datos utilizadas serán dos: a) las series de superficie
implantada y producción ganadera producidas por el Ministerio de
Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación (las primeras, desagre-
gadas a nivel departamental; las segundas, a nivel provincial), y b) los
reprocesamientos especiales de los censos nacionales agropecuarios 1988
y 2002 realizados por el estudio “Los pequeños productores en la Argen-
tina” de Obshatko, Foti y Román (2007), cuyo nivel de desagregación es
departamental.

El proceso de expansión sojera a nivel agregado

Un primer argumento que podría esgrimirse al verificar el incremento


de la participación porcentual de la superficie sembrada con soja en la
Argentina podría ser el siguiente: “Esa mayor participación porcentual
no prueba por sí misma que se estén desplazando cultivos: podría estar
sucediendo que la superficie del resto de los cultivos se está incremen-
tando, pero a un ritmo menor que el de la soja”. Es decir, todos los cul-
tivos se expanden, sólo que la soja lo hace más rápido. Otra forma más
precisa de formular el argumento anterior es la que postula la adición
de producciones. En efecto, el planteo es que la expansión sojera se pro-
100 Germán Rosati

duce principalmente sobre lo que se llama “soja de segunda”, es decir,


en una segunda siembra anual que se complementa con la primera, la
cual puede consistir en otros cultivos.
Del anterior argumento podemos formular dos hipótesis y dos pre-
dicciones empíricas acerca de la modalidad de expansión de la frontera
sojera en la Argentina:

a) se produce una expansión en todas las actividades, sólo que la soja


presenta una expansión más rápida (hipótesis de complementa-
ción), y
b) la expansión sojera se da principalmente en forma de “soja de se-
gunda”, con lo cual se articula a otras producciones como cultivo de
verano (hipótesis de adición).

Para abordar la primera hipótesis (complementación) analizaremos


la evolución de la superficie sembrada de soja y la pondremos en relación
con la evolución de algunos cultivos tradicionales pampeanos (girasol,
trigo, maíz, sorgo) y algunos cultivos denominados “regionales” (algodón,
maní, arroz, caña de azúcar y yerba mate).4 Para controlar los efectos
de variaciones coyunturales en las superficies sembradas de los cultivos
hemos calculado promedios quinquenales de esas superficies.
De esta forma, quedan definidos cuatro subperíodos de análisis. In-
tentaremos también calcular un indicador que nos permita resumir las
variaciones de soja y su relación con otros cultivos. La vamos a llamar
“elasticidad soja-cultivo”:

Se calcula simplemente como la tasa de variación (correspondiente


a cada período de análisis) de la superficie sembrada de soja dividida
por la tasa de variación de la superficie implantada con cada uno de los
cultivos analizados. De esta manera, provee un indicador de cuánto se
incrementa (o disminuye) la superficie sembrada del cultivo en cuestión
en relación con la expansión (o contracción) en el movimiento de la soja.
Es decir, indica cuánto se incrementa la superficie de un cultivo deter-
minado cuando se incrementa la soja (y viceversa, cuánto retrocede).
Tasas positivas implican crecimientos positivos, sea porque se incre-

4. Como veremos más adelante, estos cultivos (más la avena) representan aproximadamente
el 91,3% de la superficie cultivada total en el país en la campaña 1987-1988.
Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola 101

mentan la soja y el cultivo determinado, sea porque ambos retroceden.


De cualquier modo, aclaramos que en nuestro caso la soja no presenta
una tasa de variación negativa, razón por la cual una tasa negativa en
las elasticidades calculadas corresponderá siempre a un retroceso de los
cultivos diferentes de la soja.

Cuadro 1
Elasticidades soja-cultivo de superficies sembradas de los cultivos.
Total del país, 1986-1987 / 2010-2011 (promedios quinquenales)

Período
Elasticidad
soja-cultivo 1991-1992 / 1996-1997 / 2001-2002 / 2006-2007 /
1995-1996 / 2000-2001 / 2005-2006 / 2010-2011 /
1986-1987 / 1991-1992 / 1996-1997 / 2001-2002 /
1990-1991 1995-1996 2000-2001 2005-2006

Soja - trigo -364,4 170,8 -3.365,6 -136,0


Soja - girasol 130,4 224,6 -177,6 -1.392,8
Soja - maíz 220,1 202,4 -455,1 116,9
Soja - sorgo -107,7 329,3 -221,8 55,0
Soja - algodón 76,0 477,9 -101,5 42,5
Soja - arroz 42,1 138,9 -206,6 82,6
Soja - caña -228,3 646,7 s/d s/d
Soja - yerba 81,8 -2.085,1 s/d s/d
Total producción 281,3 159,5 600,1 207,0

Fuente: elaboración propia basada en series estadísticas del siia.

Puede observarse en la tabla anterior que el proceso de sustitución


de cultivos no es uniforme en el tiempo. Entre finales de la década del
80 y mediados de la del 90 se observa que la soja se expande y se con-
traen solamente algunos cultivos: el trigo, el maní, la caña de azúcar y
el sorgo. En cambio, el resto de los cultivos pampeanos se expande junto
con la soja, así como algunos de los cultivos regionales (algodón, arroz
y yerba).
En el siguiente período puede verse que casi todos los cultivos se
expanden junto con la soja. La única excepción es la yerba mate, que
presenta una retracción notable en relación con el cultivo de soja.
Además, el proceso de sustitución de cultivos parece producirse de
manera más acentuada entre 1996-1997 / 2000-2001 y 2001-2002 / 2005-
2006. En este período se verifican los mayores valores de las elasticidades
“soja-cultivo”: el trigo presenta la mayor elasticidad en relación con la
expansión de la soja.
Finalmente, en el período más reciente puede notarse que la mayoría
de los cultivos se expanden de modo concomitante a la expansión sojera.
102 Germán Rosati

La excepción, en este caso, parece darse con dos cultivos pampeanos: el


trigo y el girasol. Es decir que, en relación con la agricultura, el período
de mayor ritmo en el proceso de sustitución parece ser entre mediados de
la década del 90 y mediados de la de 2000.
En relación con la proposición b), según Javier Rodríguez (2008), la
expansión de la soja en la región pampeana se da de manera predomi-
nante sobre la llamada “soja de primera”. A su vez, la soja de segunda
ocupa un lugar marginal en la evolución de la superficie total sembrada
con soja.5 Lamentablemente no fue posible obtener estas distribuciones
de la superficie sembrada con soja de primera y de segunda para períodos
posteriores a 2005 ni para otras regiones diferentes de la pampeana. En
todo caso, queda planteado el problema.
Sin embargo, un razonamiento que intentara refutar esta distribu-
ción podría expresarse de la siguiente manera: “Sigue sin probarse el
desplazamiento, porque lo que sucede es que la soja se expande en zonas
donde los cultivos tradicionales no tienen peso”. Para intentar poner a
prueba esta afirmación sería necesario responder la siguiente pregunta:
¿en qué tipo de zonas se produce el proceso de sustitución de cultivos?
¿En aquellas en las que los cultivos tradicionales no tienen peso, en zonas
en las que no existía previamente o en las antiguamente ocupadas por
soja? Volveremos sobre este problema en la siguiente sección.
Consideremos ahora (brevemente) la evolución de la ganadería. En
este trabajo nos referiremos a la ganadería bovina, en tanto constituye
la principal producción a nivel nacional. Existen dos hipótesis fuertes
(no mutuamente excluyentes) en relación con la influencia que la lla-
mada “agriculturización”, primero, y la expansión sojera, luego, tienen
sobre el movimiento de la ganadería. La primera postula que existe una
reducción del stock ganadero total en la Argentina. La segunda plantea
la existencia de una redistribución geográfica del stock ganadero.
En relación con la primera, si bien existen una serie de debates acerca
del verdadero significado de esa reducción, parece altamente factible
que el valor absoluto del stock ganadero haya descendido entre 2002 y
2010, como puede verse en el cuadro siguiente. A su vez, éste parece ser
el período de inflexión en el movimiento del indicador, dado que entre
1988 y 2002 la cantidad total de cabezas bovinas se había incrementa-
do constantemente: en 1988 había alrededor de 47.100.000 de cabezas,

5. “Si bien es correcto señalar que la superficie dedicada a soja de segunda se incrementa,
el aumento es insignificante frente al incremento que se produce en el área destinada a
soja de primera. Para el período 1995-1996 a 2004-2005, el 84,5% del incremento de las
superficies destinadas a soja se debe a su ampliación como cultivo de primera” (Rodríguez,
2008: 87).
Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola 103

en 1995 se habían incrementado a casi 54.000.000 y en 2002 (con una


reducción del ritmo de crecimiento) a 54.400.000.6

Cuadro 2
Participación porcentual en el stock ganadero del país
según provincia, 1988-2010

Año (%)
Provincia
1988 1995 2002 2010

Buenos Aires 35,8 37,6 41,3 34,3


Catamarca 0,5 0,4 0,4 0,5
Chaco 3,2 4,9 3,6 4,7
Chubut 0,3 0,2 0,2 0,5
Córdoba 15,1 13,4 11,2 9,5
Corrientes 7,6 6,9 6,6 9,7
Entre Ríos 8,1 7,8 7,0 7,9
Formosa 2,5 2,3 2,5 3,6
Jujuy 0,2 0,2 0,2 0,2
La Pampa 6,5 6,2 6,8 5,1
La Rioja 0,4 0,4 0,5 0,3
Mendoza 0,6 0,6 0,7 1,1
Misiones 0,5 0,5 0,6 0,8
Neuquén 0,4 0,3 0,3 0,4
Río Negro 0,9 1,0 1,0 0,9
Salta 0,9 0,9 0,9 2,0
San Juan 0,1 0,1 0,1 0,1
San Luis 2,3 2,2 2,5 3,2
Santa Cruz 0,1 0,1 0,1 0,2
Santa Fe 12,1 12,5 11,3 12,0
Santiago del
Estero 1,6 1,5 1,9 2,6
Tierra del
Fuego 0,0 0,1 0,1 0,1
Tucumán 0,3 0,3 0,2 0,3
Total general 100,0 100,0 100,0 100,0
(47.075.156) (53.929.040) (54.369.931) (50.172.170)

Fuente: elaboración propia basada en series estadísticas del siia.

6. De hecho, esta evolución forma parte de un ciclo ganadero más amplio. Según Eduardo
Basualdo y Nicolás Arceo (2006), entre 1960 y 1977 se desarrolla una fase expansiva del
stock ganadero; posteriormente, entre 1978 y 1988, una fase contractiva (con la consecuente
disminución del stock ganadero) y, finalmente, la etapa que comprende el período 1988-
2006 correspondería a una etapa de “estabilización” del ciclo. Es posible preguntarse si
dada la consecuente reducción del stock ganadero entre 1995 y 2010 no se estaría abriendo
un nuevo ciclo contractivo.
104 Germán Rosati

Dado que esta contracción no está distribuida de forma geográfica-


mente homogénea, en relación con la segunda hipótesis puede verse
que las provincias históricamente ganaderas (Buenos Aires, Córdoba y
La Pampa) ven reducida, a partir de 2002, su participación en el total
del stock ganadero nacional. En efecto, Buenos Aires representaba en
2002 el 41% del total ganadero bovino. En 2010, en cambio, su parti-
cipación desciende casi siete puntos: 34,3%. Algo similar ocurre en las
dos provincias restantes (aunque con caídas menos pronunciadas). En
cambio, las provincias del Noreste y Noroeste ven incrementadas sus
participaciones respectivas sobre el total del stock bovino nacional:
Chaco, Corrientes, Formosa, Salta y Santiago del Estero son algunas
de las provincias que experimentan incrementos más importantes en la
participación nacional.
De esta forma, parece plausible plantear como hipótesis que la
expansión de la soja adquiere formas y efectos diferentes en los casos
de la ganadería y la agricultura. Mientras que en la primera parece
predominar un movimiento de redistribución de las cabezas de ganado
en el territorio, en la segunda parece ir acompañada de un proceso de
sustitución de producciones previas.
Hasta aquí nos hemos aproximado al problema en forma agregada,
es decir, hemos utilizado cifras referidas al total del país y al total de
grupos de cultivos, pero no hemos analizado los patrones espaciales de la
expansión de la soja (y del proceso de agriculturización) en la formación
social argentina.

Un acercamiento a los patrones espaciales


de la expansión de la soja en la Argentina

¿En qué zonas y hacia qué direcciones se expande la superficie


sembrada con soja? Encontramos una aproximación al problema en las
figuras 1a y 1b.
En las figuras pueden verse algunos de los patrones de expansión que
presenta la superficie sembrada con soja. Los departamentos pintados
en blanco corresponden a aquellos en los que no se registró superficie
con soja en ninguno de los momentos considerados. En primer lugar, la
cantidad de departamentos en los que la superficie sembrada con soja
aumenta pasan de 206 a 241 en los dos períodos analizados. En ese sen-
tido, puede verse que la provincia de San Luis no presentaba superficie
sojera entre 1987-1988 / 1998-1999; comienza a ser ocupada en casi todos
sus departamentos. Algo similar ocurre, aunque en menor medida, en
La Pampa. En el noa puede verse que avanza la superficie sojera sobre
Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola 105

Figura 1a
Expansión absoluta de la superficie sembrada con soja según
departamento (provincias seleccionadas, 1987-1988 / 1998-1999)

Variación absoluta de la superficie implantada con soja


(has - 1987-1988 - 1998-1999)

5.000 a 237.000 (113)


0 a 5.000 (93)
-29.000 a 0 (44)
106 Germán Rosati

Figura 1b
Expansión absoluta de la superficie sembrada con soja según
departamento (provincias seleccionadas, 1998-1999 / 2009-2010)

Variación absoluta de la superficie implantada con soja


(has - 1998-1999 - 2009-2010)

20.000 a 480.000 (125)


0 a 20.000 (116)
-68.000 a 0 (35)

Fuente: elaboración propia basada en series estadísticas del siia.


Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola 107

algunos departamentos de Jujuy y Salta, aunque ya se encontraba pre-


sente en esos departamentos.
Queda pendiente, sin embargo, el problema planteado algunos párra-
fos más atrás sobre el tipo de zonas en las que se produce la expansión
sojera. El objetivo, entonces, es tratar de aislar y cuantificar la influencia
que tienen las diversas modalidades de la expansión de la superficie
sembrada con soja en la Argentina. Es posible construir, en esta primera
aproximación, cuatro tipos posibles de movimientos de tal superficie:

a) la superficie sojera se expande hacia zonas “nuevas” (desde el punto


de vista de la explotación sojera), es decir, se expande hacia áreas en
las que la soja no representaba un cultivo significativo, las llamaremos
“nuevas áreas sojeras”;
b) la superficie sojera se expande hacia zonas en las que se sustituyen
otros cultivos (regionales o no), es decir, la expansión sojera supone, en
este caso, la contracción (absoluta o relativa) de otras producciones;
c) la superficie sojera se expande a zonas nuevas (en el sentido del punto
a) en las que, al mismo tiempo, se sustituyen producciones locales (en
el sentido de b), y
d) la superficie sojera se expande hacia zonas que no cumplen ninguna
de las condiciones anteriores

Para abordar este problema hemos utilizado los datos de superficie


implantada de los cultivos de la Argentina desagregados a nivel depar-
tamental provistos por el Ministerio de Agricultura correspondientes
a quince provincias7 y a tres momentos en el tiempo: las campañas
1987-1988, 1998-1997 y 2009-2010. Construimos una base de datos
con la superficie implantada de una serie de cultivos (regionales y
pampeanos) en cada una de las campañas para cada uno de los de-
partamentos de las provincias seleccionadas: avena, arroz, algodón,
caña de azúcar, girasol, maíz, soja, sorgo, trigo y yerba mate. Consi-
derados en conjunto, estos cultivos representaban alrededor del 91%
de la superficie implantada en el país y entre 59,9% y 98,4% de la
superficie implantada total en la campaña 1986-1987 de cada una de
las provincias seleccionadas.8
El objetivo fue clasificar los diferentes departamentos de acuerdo con
la forma en que se expande la superficie implantada con soja. La opera-
cionalización de la serie de movimientos especificada fue realizada de la

7. Buenos Aires, Catamarca, Corrientes, Córdoba, Chaco, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, La
Pampa, Misiones, Salta, San Luis, Santa Fe Santiago del Estero y Tucumán.
8. En el anexo detallamos el peso sobre la superficie cultivada total de los cultivos selec-
cionados en cada una de las provincias seleccionadas.
108 Germán Rosati

siguiente manera. En primer lugar, se consideró como departamentos


de “nuevas áreas sojeras” a aquellos en los que en el momento t-1 no
presentaban ninguna hectárea de soja sembrada y en el momento t+1
presentaban al menos una hectárea de soja sembrada.9 Esta decisión de
tomar la ausencia absoluta de superficie con soja probablemente ten-
ga como consecuencia una subestimación de los departamentos en los
que se produce la expansión de “nuevas áreas sojeras”. En el siguiente
apartado explicamos el sentido y algunas de las posibles causas de esta
subestimación.
En segundo lugar, para detectar aquellos departamentos en los que
se sustituye alguna producción se intentó relacionar el movimiento de
la superficie sembrada de soja con el movimiento de la superficie del
resto de los cultivos seleccionados. Se calculó para cada departamento la
variación absoluta de la superficie con soja y la variación de la superficie
sembrada con el resto de los cultivos.
Si consideramos la variación anual absoluta de la superficie de soja
(SupSojat-SupSojat-1), a la que llamaremos VSojat, y la ponemos en
relación con la variación anual absoluta del resto de los cultivos (Restot-
Restot-1), a la que llamaremos VRestot podemos identificar las siguientes
situaciones:

a) VSojat es positivo y VRestot es positivo: en este caso, ambos indicado-


res muestran que tanto la soja como el resto de los cultivos aumentan
su superficie. El criterio que hemos utilizado para determinar la
existencia de sustitución es que la soja se expanda en mayor medi-
da que el resto de los cultivos. Es decir, habrá sustitución en este
caso si VSojat, > VRestot. Este mayor incremento de la superficie
con soja repercutiría en un incremento del peso de la oleaginosa
en la superficie cultivada total. Caso contrario, no se clasificará al
departamento como presentando una situación de sustitución.
b) VSojat es positivo y VRestot es negativo: aquí, es claro que la soja se
expande y el resto de los cultivos se contraen. Por ello, se considera
como una situación de sustitución.
c) VSojat es negativo y VRestot es positivo: dado que esta situación mues-
tra una contracción de la soja y una expansión del resto de cultivos,
no se trataría de una situación de sustitución.
d) VSojat es negativo y VRestot es negativo: aquí ambos indicadores
muestran una contracción (tanto la soja como el resto de los cultivos).
El criterio que hemos utilizado para determinar la existencia de sus-

9. Los valores mínimos (excluidos aquellos casos en que no se registraba ninguna hectárea
con soja) de hectáreas sembradas con soja son: 10 hectáreas para la campaña 1987-1988,
70 hectáreas para la campaña 1998-1999 y 70 hectáreas para 2009-2010.
Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola 109

titución es que la soja se contraiga en menor medida que el resto de


los cultivos, es decir que VSojat, > VRestot.10 Esta menor reducción
de la superficie con soja repercutiría en un incremento del peso de la
oleaginosa en la superficie cultivada total. En caso contrario, no se
tratará de una situación de sustitución.

Se calcularon para cada departamento de las quince provincias se-


leccionadas ambos indicadores y fueron clasificados como “situación de
sustitución” o “situación de no sustitución” en función de los criterios
ya especificados.
De esta forma, en términos conceptuales, puede decirse que se con-
sidera que existe sustitución cuando: a) la superficie sembrada con soja
se expande más que la del resto; b) la superficie sembrada con soja se
expande y la del resto se contrae, y c) la superficie sembrada con soja
se contrae menos que la sembrada con el resto de los cultivos. En tercer
lugar, en aquellos departamentos en los que se producían ambos tipos
de movimiento (sustitución y expansión hacia zonas nuevas) fueron
considerados de tal forma. Finalmente, a aquellos departamentos en
los que no se producía ninguna de las anteriores formas de expansión
se los consideró de tal manera.

Consideraciones metodológicas:
alcances y limitaciones del ejercicio propuesto

La aproximación utilizada en este ejercicio adolece de algunas limi-


taciones que resulta necesario aclarar con el fin de establecer con preci-
sión sus alcances. Una primera limitación tiene que ver con el nivel de
desagregación de la información empleada. Como ya hemos explicado,
trabajamos con datos sobre superficie sembrada producidos por el Mi-
nisterio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación desagregados
por departamento.
Si bien el departamental es el mayor nivel de desagregación permitido
por esta fuente de datos (el cual, cabe mencionar, no es utilizado a menudo
en la literatura sobre la problemática) presenta algunos problemas que
requiere precisión. El objetivo propuesto es lograr una aproximación a
las diversas modalidades que asume la expansión de la frontera agrícola

10. Debe tenerse en cuenta que un número negativo es mayor que otro cuanto más cerca
del cero se encuentra, es decir, cuando su valor absoluto es mayor.
110 Germán Rosati

sojera.11 Para ello se construye una tipología de departamentos según


los criterios que detallamos antes.12
Teniendo en cuenta tales criterios y, especialmente, el utilizado para
clasificar a un departamento como “nueva área sojera”, es altamente
probable que el fenómeno de la expansión hacia nuevas áreas sojeras
se encuentre subestimado. Esta subestimación puede provenir de dos
fuentes. La primera consiste en la imposibilidad de identificar y ponderar
diferentes procesos que se producen en el interior de un mismo departa-
mento. La agregación podría subestimar el movimiento de expansión a
zonas nuevas sojeras en tanto podrían considerarse como zonas “nuevas”
aquellos departamentos en los que la soja es poco relevante (por ejemplo,
en relación con el total de superficie implantada del departamento). Sin
embargo, en este caso se presentaban dos dificultades: a) la de procesar
la masa de información referida a cada departamento para el total de
cultivos, y b) la de establecer el límite entre una proporción significati-
va y no significativa de la soja en el total de superficie implantada del
departamento.
Una segunda fuente de subestimación es la imposibilidad de incor-
porar los fenómenos de deforestación, los cuales adquieren considerable
importancia en ciertas zonas. Esta limitación se encuentra asociada
también al nivel de agregación departamental. Es posible que en de-
terminadas zonas existan procesos de deforestación que podrían estar
suponiendo la incorporación de nuevas áreas a la explotación sojera: los
desmontes en provincias como Córdoba, Chaco o Santiago del Estero
serían algunos de los ejemplos más relevantes.13 El primer problema en
este caso es, nuevamente, la relativa escasez de datos de deforestación
a nivel departamental: no son demasiadas las fuentes de datos que

11. Queda como tarea pendiente incorporar al análisis la expansión de otros cultivos (como
el maíz, sorgo, girasol, etc.) que habrían contribuido a este proceso de “agriculturización”
de la actividad agropecuaria.
12. La fuente de datos óptima para este tipo de aproximación sería, lógicamente, un análisis
del uso del suelo sobre la base de imágenes satelitales. Esto permitiría obtener un mayor
nivel de desagregación de la información, superando incluso el nivel departamental. Sin
embargo, los procesamientos de tal información son sumamente complejos y costosos y no
existen demasiados estudios que aborden este problema y superen el análisis de regiones
acotadas. Un buen modelo de este tipo de trabajo es lart-fauba de 2004.
13. Así, por ejemplo, entre 1988 y 2002 se deforestaron en la Argentina 938.669 hectáreas,
cifra que aumentó entre 2002 y 2006 a 1.356.868 hectáreas. Es decir que en todo el período
(1998-2002) se deforestaron 2.295.567 hectáreas. A su vez, las provincias que concentran el
proceso de deforestación en todo el período 1998-2002 son: Santiago del Estero (35,8% del
total de hectáreas deforestadas), Salta (26,5% del total de hectáreas deforestadas), Chaco
(10,7% del total de has deforestadas) y Córdoba (9,4% del total de hectáreas deforestadas)
(datos de elaboración propia basada en Dirección Nacional de Ordenamiento Ambiental y
Conservación de la Biodiversidad, 2008).
Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola 111

permiten estimar los procesos de deforestación de las quince provincias


seleccionadas a nivel departamental. Un segundo problema deriva de
la dificultad de establecer el tiempo en que una hectárea deforestada se
incorpora de manera efectiva a la producción. Finalmente, tampoco es
sencillo estimar cuál es la relación entre los procesos de deforestación y
la expansión sojera, es decir, es sumamente dificultoso establecer cuál
es la proporción de superficie deforestada que se incorpora como super-
ficie productiva dedicada a la soja.
En ese sentido, creemos que los departamentos clasificados como “ex-
pansión hacia nuevas áreas sojeras” deberían ser interpretados como un
valor mínimo. Es decir, las aproximadamente 22.400 hectáreas de soja
que se expanden entre 1987-1988 y 2009-2010 bajo la forma de “nuevas
zonas sojeras” constituirían en este ejercicio un límite inferior en la
estimación de la frontera sojera. Al considerar la ausencia de soja  en
términos absolutos como la condición para clasificar esas zonas como de
“nueva expansión sojera” estamos planteando una hipótesis de mínima,
intentando establecer así un límite inferior para la cuantificación del fenó-
meno. Al mismo tiempo, cabe destacar que parte de este proceso también
es captado por la categoría de departamentos que son clasificados como
presentando ambos procesos (expansión hacia nuevas áreas sojeras y
sustitución de cultivos): entre 1987-1988 y 2009-2010 aproximadamente
1.500.000 hectáreas de soja se expandieron bajo esta modalidad.
En relación con la estimación del proceso de sustitución, otra limi-
tación consiste en la no inclusión de datos relativos a la ganadería.
Esto se debe a la relativa escasez de datos con nivel de desagregación
departamental. En efecto, no son accesibles series largas de existencias
de cabezas de ganado por departamento (como sí existen para el caso
de los cultivos). Sí existen series de faena de ganado; sin embargo, este
indicador no parece ser el más apropiado en tanto se refiere a un segundo
eslabón de la cadena ganadera (el de procesado industrial): es posible que
el procesado de las cabezas no se lleve a cabo en las mismas zonas en las
que se crían y engordan esas cabezas.14 La no inclusión de la ganadería

14. Sin embargo, algunos estudios parecen validar mediante datos desagregados por de-
partamento la hipótesis de una redistribución geográfica del stock ganadero: “En términos
relativos a los valores de fines de la década del 80 […] los cambios fueron del 1,55 y del 2,65%
para Argentina y Uruguay respectivamente. Estos cambios tuvieron diferente magnitud
y signo según la región considerada. En la mayor parte de la zona cerealera pampeana la
carga disminuyó. En las zonas que más recientemente se transformaron en agrícolas o que
rodean al núcleo agrícola pampeano se observaron, por el contrario, aumentos superiores
al 75% […] Sólo en cuatro provincias la carga animal disminuyó: Buenos Aires, Córdoba,
Entre Ríos y Corrientes […] Este análisis sugiere que a nivel nacional en ambos países
la expansión agrícola y forestal causó un desplazamiento local de la ganadería que fue
sobrecompensado por la intensificación ganadera del resto del territorio” (Paruelo et al.,
112 Germán Rosati

no permite, entonces, observar y analizar los patrones espaciales de la


posible sustitución producida en esta actividad.
Teniendo en cuenta estas limitaciones es probable, entonces, que una
proporción desconocida de los departamentos clasificados como “áreas de
sustitución de otros cultivos” puedan estar atravesando, además, procesos
de expansión de nuevas áreas sojeras. De esta forma es posible suponer
que, en todo caso, se encontrarían subestimadas las áreas clasificadas
como de “sustitución” exclusivamente y/o las áreas en aquellas coexisten
ambos procesos. ¿Cuál es, entonces, la distribución geográfica de las
diversas modalidades de la expansión sojera?

***
Lo que se observa en la figura 2a es la tipología de departamentos
en los dos puntos extremos del período (1987-1988 y 2009-2010). En la
mayoría de los departamentos de las provincias seleccionadas la soja se
expande en forma de sustitución de otros cultivos. Hasta ahora hemos
centrado la observación en los patrones espaciales de las diferentes
formas de expansión sojera. La modalidad de expansión hacia nuevas
zonas, en cambio, aparece como minoritaria.
Podemos ver que la modalidad sustitutiva se desarrolla sobre todo
en el norte y centro de Buenos Aires, en casi todas las provincias de
Santa Fe, Entre Ríos, Chaco, en el centro-sur de Formosa y en el oeste
de Salta y Jujuy. A su vez, la modalidad que combina los dos procesos
(sustitución y expansión) se distribuye en zonas bien específicas: sur y
centro de Buenos Aires, centro de San Luis, centro de La Pampa, norte
y centro-este de Santiago del Estero, oeste de Tucumán y Salta.
Al observar los dos subperíodos puede notarse cómo a partir del perío-
do 1998-1999 / 2009-2010 la modalidad de expansión sojera que combina
sustitución y expansión cobra cierto impulso. De igual manera, adquiere
mayor relevancia aún (en términos de cantidad de departamentos) la
modalidad de sustitución. En las figuras 2b y 2c se evidencia el cambio
en la cantidad de departamentos que concentra esta modalidad: pasa
de 98 en el primer subperíodo a 186 en el segundo. A su vez, en la figura
2b puede verse que en el primer subperíodo (1987-1988 / 1998-1999)
la modalidad de sustitución se concentraba principalmente en la zona
pampeana (Santa Fe, Córdoba y norte de Buenos Aires) y, seguramen-
te, se trataba de un proceso de sustitución de actividades ganaderas y
de cultivos típicamente pampeanos (girasol, trigo, etc.); en el segundo

2006: 54). Otro estudio arroja un resultado similar: “Entre 1994 y 1997, se ha registrado
una reducción de aproximadamente un 10% en el stock de ganado bovino debido a un
desplazamiento […] hacia el nea y el noa y hacia áreas marginales para la agricultura
como Cuyo y Patagonia” (Viglizzo et al., 2010: 15).
Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola 113

Figura 2a
Modalidad de expansión de la superficie sembrada con soja según
departamento (provincias seleccionadas, 1987-1988 / 2009-2010)

Modalidad de expansión sojera (departamentos, 1987-1988 - 2009-2010)


Áreas sojeras antiguas y no de sustitución (20)
Áreas de sustitución (168)
Nuevas áreas sojeras (16)
Nuevas áreas sojeras y de sustitución (67)
Áreas en las que desaparece la superficie con soja (15)
No corresponde (95)

Fuente: elaboración propia basada en series estadísticas del siia.


114 Germán Rosati

Figura 2b
Modalidad de expansión de la superficie sembrada con soja según
departamento (provincias seleccionadas, 1987-1988 / 1998-1999)

Modalidad de expansión sojera (departamentos, 1987-1988 - 1998-1999)

Áreas sojeras antiguas y no de sustitución (78)


Áreas de sustitución (98)
Nuevas áreas sojeras (29)
Nuevas áreas sojeras y de sustitución (17)
Áreas en las que desaparece la superficie con soja (25)
No corresponde (134)

Fuente: elaboración propia basada en series estadísticas del siia.


Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola 115

Figura 2c
Modalidad de expansión de la superficie sembrada con soja según
departamento (provincias seleccionadas, 1998-1999 / 2009-2010)

Modalidad de expansión sojera (departamentos, 1998-1999 - 2009-2010)

Áreas sojeras antiguas y no de sustitución (34)


Áreas de sustitución (186)
Nuevas áreas sojeras (4)
Nuevas áreas sojeras y de sustitución (47)
Áreas en las que desaparece la superficie con soja (3)
No corresponde (107)

Fuente: elaboración propia basada en series estadísticas del siia.


116 Germán Rosati

subperíodo (figura 2c), la modalidad se extiende a buena parte del campo


argentino, avanzando, probablemente sobre otros cultivos y actividades
“no pampeanas”.
Hasta aquí hemos analizado la distribución departamental de las
diversas modalidades de la expansión sojera. Queda pendiente el intento
de evaluar el peso de éstas en la expansión total del cultivo. Para ello
intentaremos analizar el peso que en términos de superficie tienen las
diversas modalidades de expansión de la soja en los diversos tipos de
departamento. Esto nos permitirá, entonces, en una primera aproxima-
ción para ponderar (con las limitaciones mencionadas previamente) la
importancia que cada uno de estos movimientos tiene en el movimiento
total de la expansión sojera.

Cuadro 3
Proporción de la variación absoluta de la superficie
sembrada con soja según tipo de departamento
(provincias seleccionadas, 1987-1988 / 2009-2010)

Proporción de la variación absoluta de la


Tipo de área superficie sembrada con soja (%)

1998-1999 / 2009-2010 / 1987-1988 /


1987-1988 1998-1999 2009-2010

Áreas sojeras antiguas y no


de sustitución 16,9 -0,7 1,3
Áreas de sustitución 79,2 96,9 89,0
Nuevas áreas sojeras 1,6 0,1 0,7
Nuevas áreas sojeras y
de sustitución 2,3 3,7 8,9
Total general 100 100 100

Fuente: elaboración propia basada en series estadísticas del siia.

En el cuadro 3 puede verse que del total de la variación en la superfi-


cie sembrada con soja la mayor parte se produce en departamentos que
hemos conceptualizado como de “sustitución”, es decir, en los que la soja
se expande a costas de otros cultivos.
Si observamos los puntos extremos del período (1987-1988 y 2009-
2010) es posible percibir que el 89% de la variación de la superficie con
soja se produce en este tipo de departamentos. A su vez, las zonas de
expansión exclusivamente (es decir, aquellas zonas en las que la soja no
se sembraba previamente) constituyen menos del 1% de la variación total
de la soja. Finalmente, casi un 9% de la expansión total de la superficie
con soja en el período ocurre en aquellos departamentos en los que se
produce simultáneamente una expansión y una sustitución.
Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola 117

A su vez, resulta interesante desagregar el período analizado. Entre


1987-1988 y 1998-1999 los departamentos clasificados como “de susti-
tución” concentraban el 79,2% de la variación (positiva) de la superficie
con soja. Esta proporción aumenta considerablemente entre 1998-1999
y 2009-2010: pasa a concentrar el 96,9% de la expansión sojera. Este
incremento se produce a expensas principalmente de las zonas en las
que no hay ni expansión ni sustitución, es decir, aquellas en las que
la soja no es un cultivo nuevo sino que existía previamente y, además,
donde no se expande a costa de otros cultivos. En efecto, estas zonas
concentraban el 16,9% de la variación total de la superficie con soja
entre 1987-1988 y 1998-1999 y pasan a concentrar menos del 1% de la
variación entre 1998/99 y 2009. De hecho, cabe destacar que la variación
de estas zonas pasa a ser negativa en el segundo período, es decir que
la superficie sembrada con soja se contrae entre 1998-1999 y 2009-2010
en estas zonas.
Intentaremos ahora vincular estas distribuciones a algunas caracte-
rísticas de las estructuras agrarias en las que tienen lugar. ¿Qué tipo de
estructuras sociales agrarias presentan los diferentes departamentos en
los que se producen estos tipos de expansión de la superficie con soja?
¿Existe alguna asociación entre el tipo de estructura agraria y la forma
de expansión sojera?

Cuadro 4
Tipo de explotación agropecuaria (eap) por tipo de departamento,
(provincias seleccionadas, 1987-1988 / 2009-2010)

Tipo de eap Tipo de departamento Total (%)

Áreas sojeras Áreas de Nuevas Nuevas áreas


antiguas y no sustitución áreas sojeras y de
de sustitución sojeras sustitución
(%) (%) (%) (%)

eap peq. prod.


tipo 1 6,9 17,7 10,5 15,9 15,7
eap peq. prod.
tipo 2 17,8 20,5 19,5 18,3 19,7
eap peq. prod.
tipo 3 57,7 25,1 38,9 33,4 31,2
eap no peq.
prod. 17,6 36,7 31,1 32,4 33,3

Total eap 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0


(26.487) (140.671) (8.963) (36.875) (212.996)

Fuente: elaboración propia basada en series estadísticas del siia y de Obschatko et al. (2007).
118 Germán Rosati

Al observar el predominio de los diferentes tipos de productores15


puede notarse que en aquellos departamentos en que la soja es un cultivo
antiguo predominan los pequeños productores no capitalizados. A su vez,
en los departamentos “nuevos” en los que se da la expansión de la soja
son los productores pequeños no capitalizados los que predominan en la
estructura agraria. Algo similar parece suceder en aquellos departamen-
tos en los que se produce el desplazamiento de otros cultivos por parte de
la soja; en ellos predominan los pequeños productores no capitalizados
(tipo 3) y los “no pequeños”. Finalmente, en los departamentos en los que
la soja se expande (en zonas nuevas) y en los que, además, sustituye a
otros cultivos predominan las explotaciones de pequeños productores no
capitalizados y de no pequeños productores. Podemos ver que, en térmi-
nos generales, la expansión sojera se da en zonas en las que predominan
los pequeños productores no capitalizados (tipo 3) o bien los productores
no pequeños. Es decir, en zonas donde prevalecen los grupos más polares
de la estructura social agraria.
Si observamos ahora el ritmo de la desaparición de las explotaciones
agropecuarias en cada uno de los tipos de departamentos podemos ver
algunas diferencias notables. En primer lugar, en aquellos donde la soja
era un cultivo previo y donde no produce la sustitución de otros cultivos,
la cantidad total de explotaciones desciende a un rimo mucho menor que
en el resto de las zonas (-8,4%).
En el resto de los departamentos, en los que la soja se expande me-
diante la incorporación de nuevas áreas y/o la sustitución de cultivos, se
observa una contracción mucho mayor en el número de las explotaciones.
A su vez, en aquellos departamentos en los que se produce sustitución

15. La definición operacional por el estudio de Obschatko, Foti y Román (2007) considera
pequeño productor a quien dirige una eap en la que el productor o socio trabaja directamente
en la explotación y no posee trabajadores no familiares remunerados permanentes. Al mismo
tiempo, identifica tres estratos o tipos dentro de estos productores pequeños: T1) un estrato
superior de pequeños productores familiares capitalizados que puede evolucionar (realizar
una reproducción ampliada de su sistema de producción); T2) un estrato intermedio de
pequeños productores familiares (los llamados campesinos o pequeños productores “tran-
sicionales” por la teoría sociológica) que posee tal escasez de recursos (tierra, capital, etc.)
que no le permite la reproducción ampliada o la evolución de su explotación, sino solamente
la reproducción simple (es decir, mantenerse en la actividad) y, finalmente, T3) un estrato
inferior de pequeños productores familiares cuya dotación de recursos no le permite vivir
exclusivamente de su explotación y mantenerse en la actividad, por lo que debe recurrir
al trabajo fuera de la explotación, generalmente como asalariado transitorio en changas y
de baja calificación. Utilizamos los datos de pequeños productores discriminados por tipo a
nivel departamental. A su vez, hemos excluido del análisis los departamentos clasificados
como “No corresponde” (es decir, aquellos en los que la superficie de soja era inexistente
en ambos momentos) y las zonas en las que la soja desaparece por completo entre ambos
momentos. Agradecemos a Edith S. de Obschako por la cesión de estos datos.
Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola 119

Cuadro 5
Variación absoluta y tasa de variación en la cantidad de explotaciones
agropecuarias (eap) según tipo de departamento
(provincias seleccionadas, 1987-1988 / 2009-2010)

Tipo de departamento Total eap Tasa de


variación (%)
1988 2002

Áreas sojeras antiguas y no


de sustitución 28.914 26.487 -8,4
Áreas de sustitución 193.215 140.671 -27,2
Nuevas áreas sojeras 11.909 8.963 -24,7
Nuevas áreas sojeras y de sustitución 47.945 36.875 -23,1
Total general 281.983 212.996 -24,5

Fuente: elaboración propia basada en series estadísticas del siia y de Obschatko (2007).

de cultivos, la tasa de variación es ligeramente superior al resto de los


departamentos (-27,2%).

Comentarios finales

Hemos intentado en este trabajo realizar una primera aproximación


a la problemática de las diversas modalidades de la expansión de la
frontera agrícola, particularmente a partir de la consideración de
la evolución de la superficie sembrada con soja. Para ello realizamos un
ejercicio que consistió en el análisis departamental de la variación de
la superficie sembrada con soja y la relacionamos con la variación de la
superficie ocupada por el resto de los cultivos seleccionados. A partir de
éstas construimos una tipología de departamentos según se presentaran
en cada uno los movimientos de expansión hacia nuevas zonas sojeras,
la sustitución de cultivos previos, ambos procesos, o ninguno de ellos.
En ese sentido puede plantearse que en la dinámica de expansión
sojera parecen tener importancia considerable los procesos vinculados
a la sustitución de cultivos, tanto en extensión geográfica como en re-
lación con el peso que tiene en la expansión total de la oleaginosa. Sin
embargo, deben recordarse las limitaciones planteadas en el ejercicio
realizado (particularmente relacionadas con la no inclusión de la activi-
dad ganadera y la no consideración del fenómeno de deforestación), las
cuales apuntaban a una posible subestimación del proceso de expansión
hacia nuevas áreas sojeras (es decir, áreas en las que la soja no existía
previamente como cultivo). De cualquier manera, como mencionamos
120 Germán Rosati

previamente, es plausible plantear que esa subestimación afecte de


manera principal a aquellos departamentos que han sido clasificados
como zonas de sustitución de cultivos.
Por último, el ejercicio permite dejar planteados algunos problemas
susceptibles de ser abordados en posteriores investigaciones: a) el aná-
lisis de los patrones espaciales del resto de los cultivos que se incluyen
en la expansión de la frontera agrícola y que inciden en el fenómeno de
la llamada “pampeanización” de las estructuras agrarias nacionales;
b) la ponderación de la influencia de los procesos de deforestación sobre
la expansión sojera a nuevas zonas; c) un análisis detallado de los impac-
tos que produce y las relaciones que existen entre esta expansión de la
frontera y las actividades ganaderas; d) un estudio y una cuantificación
de los impactos sobre las estructuras agrarias de esta expansión, y e) una
especificación de los impactos ambientales de la expansión sojera.

Anexo

Cuadro A.1
Proporción de los diez cultivos seleccionados sobre el total de la superficie
implantada en cada provincia en la campaña 1986-1987

Provincia % (sobre superficie total)

Buenos Aires 93,9


Catamarca 73,1
Chaco 98,4
Córdoba 89,9
Corrientes 87,7
Entre Ríos 82,1
Formosa 95,9
Jujuy 63,4
La Pampa 88,8
Misiones 72,3
Salta 59,9
San Luis 82,9
Santa Fe 96,5
Santiago del Estero 89,2
Tucumán 89,9
Total 91,3
Cuadro A.2
Criterios de corrección de datos faltantes en la base de datos

Cultivo Campaña Provincia Problema

Caña de azúcar 1998-1999 Total Había dato de totales provinciales, pero no departamentales
2009-2010 Tucumán No había datos en siia
2009-2010 Jujuy No había datos en siia

Arroz 1987-1988 Total Había dato de totales provinciales, pero no departamentales

Soja 2009-2010 Formosa No había datos por departamento para esa campaña
1998-1999 Jujuy No había datos por departamento para esa campaña

Girasol 1987-1988 Corrientes No había datos por departamento para esa campaña
1998-1999 Corrientes No había datos por departamento para esa campaña
2009-2010 Formosa No había datos por departamento para esa campaña

Trigo 2009-2010 Formosa No había datos por departamento para esa campaña

Avena 1998-1999 Jujuy No había datos por departamento para esa campaña
Patrones espaciales de expansión de la frontera agrícola
121
122

Cuadro A.2 (cont.)

Cultivo Campaña Provincia Solución

Caña de azúcar 1998-1999 Total Se utilizaron los datos de la campaña inmediatamente anterior y se proyectaron las
participaciones relativas de cada departamento para el total provincial
2009-2010 Tucumán Se utilizaron para Tucumán los datos de www.eeaoc.org.ar
2009-2010 Jujuy No se pudo resolver

Arroz 1987-1988 Total Se utilizaron los datos de la campaña inmediatamente anterior y se proyectaron las
participaciones relativas de cada departamento para el total provincial

Soja 2009-2010 Formosa Se utilizaron los datos de la campaña inmediatamente anterior y se proyectaron las
participaciones relativas de cada departamento para el total provincial
1998-1999 Jujuy Se utilizaron los datos de la campaña inmediatamente anterior y se proyectaron las
participaciones relativas de cada departamento para el total provincial
Germán Rosati

Girasol 1987-1988 Corrientes No se pudo resolver


1998-1999 Corrientes No se pudo resolver
2009-2010 Formosa Se utilizaron los datos de la campaña inmediatamente anterior (2004-2005) y se
proyectaron las participaciones relativas de cada departamento para el total provincial

Trigo 2009-2010 Formosa Se utilizaron los datos de la campaña inmediatamente anterior (2004-2005) y se
proyectaron las participaciones relativas de cada departamento para el total provincial

Avena 1998-1999 Jujuy Se excluyó el departamento Capital


Agrociudades pampeanas: usos del territorio*

Valeria Hernández, María Florencia Fossa Riglos


y María Eugenia Muzi

Arañando los cien millones de toneladas de producción agrícola anual,


la competitividad del campo argentino contemporáneo parece fuera de
discusión.1 Sin embargo, esta competitividad ha despertado severas
críticas desde el campo académico y también desde las organizaciones
sociales, políticas y ambientalistas por los efectos destructores sobre el
equilibrio medioambiental y la sustentabilidad social.2 Pero también
porque económicamente la lógica gracias a la cual se logra esta alta com-
petitividad no genera equidad sino concentración de la renta y una muy
modesta redistribución de las ganancias en los pueblos. Las controversias
en torno de los efectos del ma son y serán cada vez más vigorosas, y con
tendencia a una polarización hacia el futuro, en la medida en que sus
efectos se vayan acrecentando. En este escenario es seguro que, a la luz
del día o por canales soterrados, las disputas en torno del tipo de desa-

* La investigación que condujo a estos resultados recibió fondos del 7º Programa Marco de
la Comunidad Europea (fp7/2007-2013) bajo el Acuerdo de Fondos N° 212.492 (claris lpb.
A Europe-South America Network for Climate Change Assessment and Impact Studies
in La Plata Basin) y de la Agence Nationale de la Recherche en el marco del programa
interra con la referencia anr-09-stra-04 y del programa picrevat, anr-08-vuln-008.
Colaboraron en los primeros meses de esta investigación la ingeniera agrónoma Susana
Grosso (en San Justo) y el estudiante Diego Taraborrelli (en Junín).
1. Centralmente, se trata de economistas, agrónomos, politólogos que convergen a la hora
de evaluar positivamente el modelo de desarrollo basado en la producción por contrato
(básicamente de soja). Véanse Regúnaga et al. (2003), Trigo y Cap (2006), Bisang et al.
(2008), Vilella et al. (2009).
2. Ver para un análisis de los efectos medioambientales: Pengue (2008), Souza Casadinho
(2011); desde diferentes perspectivas de los efectos sociales y políticos véanse Cittadini
(2011), Giarracca (2001), Gras y Hernández (2009), Teubal (2003).
[ 123 ]
124 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

rrollo (en términos amplios) deseable para la Argentina irán puntuando


la vida de la polis durante los próximos veinte años.
En la presentación de este libro se analizaron los pilares del “modelo
agrícola de fin de siglo”, por lo que no volveremos sobre ello en este ca-
pítulo. Simplemente señalamos que, en el contexto de transformaciones
radicales, adoptar la perspectiva de análisis desde los territorios supo-
ne privilegiar un abordaje integrador de las diversas dimensiones en
juego (económicas, productivas, sociales, simbólicas, etc.) pero también
poder inscribirlas en una lectura que dé cuenta de la temporalidad. Por
ejemplo, nos interesa comprender quién hace qué y cómo con la tierra
en tal o cual agrociudad,3 pero también entender cómo significan los
actores los cambios en el uso del suelo, los sentidos que les dan a las
decisiones sobre su patrimonio, los modos de presentar sus identidades
individuales y colectivas, en fin, las formas de construir su anclaje en
(o su distancia respecto de) el territorio. Son, precisamente, las formas
de territorialización-desterritorialización de los actores y los modos de
significar los eventos de sus vidas el objeto final de la indagación antro-
pológica que presentamos a continuación. Nos basamos en el material
etnográfico generado en el marco de dos trabajos de campo realizados
entre 2009 y 2011, en agrociudades cuyas características agronómicas
y sociohistóricas son bien contrastantes: San Justo,4 en el centro-norte
de la provincia de Santa Fe; y Junín,5 al noroeste de la provincia de
Buenos Aires. Durante este período se trabajó con todas las categorías
de actores (autoridades políticas, instituciones y referentes sociales lo-
cales, productores agropecuarios, etc.). La presencia prolongada in situ
permitió la implicación de las antropólogas en eventos locales, la reali-
zación de entrevistas con diferentes interlocutores de la vida del pueblo

3. Consideramos la agrociudad (Albaladejo, 2009) como la unidad compuesta por la ciudad


de referencia y por el espacio rural que la rodea y sobre el cual ella gravita organizativa-
mente. Estas ciudades, de 5.000 a 35.000 habitantes aproximadamente, son los centros
a los cuales se articula la actividad agropecuaria tanto como el resto de los sectores pro-
ductivos y de servicios (industriales, administrativos, judiciales, etc.) que organizan la
dinámica del territorio.
4. El departamento de San Justo tiene un total de 557.500 hectáreas, y una población de
40.379 habitantes (cnpyv 2001). El trabajo de campo se efectuó en tres distritos político-
administrativos que constituyen el núcleo agrícola del departamento San Justo, a saber:
San Justo, San Bernardo y Angeloni, los cuales abarcan una superficie total de 116. 800
hectáreas.
5. El partido de Junín abarca 226337 hectáreas con una población de 88.664 habitantes,
y corresponden a la zona rural 2.798 (cnpyv 2001). Si bien el trabajo de campo se realizó
en todo el partido, para el relevamiento cuantitativo se designó la mitad norte y noreste
del partido, que abarcan unas 110.000 hectáreas aproximadamente, donde los suelos son
más aptos para la explotación agrícola.
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 125

y la participación en la cotidianidad de los habitantes. Al compartir el


marco teórico-metodológico desde un comienzo se aseguró la puesta en
diálogo de las investigaciones específicas de cada sitio. Si bien el foco
estuvo puesto en los actores del sector agroproductivo, la mirada flotante
que adoptamos gracias a la presencia prolongada en los pueblos permitió
abarcar el conjunto de la sociedad local. Nos interesamos también en
las prácticas productivas ligadas a las nuevas tecnologías (biotecnología,
tecnologías de la información y de la comunicación, management, gps,
agricultura de precisión), a la interrelación con otros sectores de actividad
económica y la disposición a interesarse por nuevas áreas de inserción
(ciencia, política, etc.). Todos estos aspectos nos permitieron profundizar
en las formas de construir las identidades individuales y colectivas en el
marco de estos campos sociales. Para abordar los objetivos del presente
capítulo sólo presentaremos los resultados relativos al uso y la tenencia
de la tierra, así como la caracterización de las tres categorías de actores
que aparecen con mayor fuerza en la nueva configuración agrorrural, a
saber, las cooperativas, los neoproductores y los rentistas.6

Caracterización de las agrociudades:


rasgos del paisaje y usos del territorio

El partido de Junín se encuentra ubicado a 260 kilómetros hacia el


noroeste de la capital del país. Al ser la ciudad cabecera del partido, se
constituyó como un núcleo regional con dinámica propia y una gran oferta
de servicios públicos y privados. Además, la instalación de Universidad
Nacional del Noroeste de Buenos Aires, la capacidad de nuclear la ad-
ministración de organismos de gobierno y judiciales, y de generar una
dinámica comercial y de servicios consolidó su rol en tanto agrociudad
(Albaladejo, 2009). Asimismo, la excelente y estratégica accesibilidad
y conectividad del partido (a través de la ruta nacional 7 que conecta
con el corredor vial hacia el oeste del país, la ruta nacional 188, hacia
el norte con la autopista Buenos Aires-Rosario y la ruta provincial 65,
hacia el norte con Córdoba y hacia el sur con Bahía Blanca), sumada a
la extraordinaria aptitud agronómica de la mayor parte de sus suelos
(aproximadamente el 80% de la tierra permite un uso agrícola, el 9%
ganadería extensiva, el 6% está integrado por las lagunas y el 5% es
solamente apto para uso ganadero) y a las beneficiosas condiciones cli-
máticas colocan a Junín en un lugar de privilegio para el desarrollo de
sus potencialidades tanto en materia agroproductiva como de servicios

6. El análisis integral de estas investigaciones será recopilado en un libro colectivo cuya


publicación se prevé para el segundo semestre de 2013.
126 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

y comercial: según los datos del censo económico nacional de 1996, el pbi
se origina en un 34,5% en el sector primario (el 80% está representado
por la actividad agrícola), 21,8% en el secundario y 43,7% en el terciario
(Tauber, 1996).
Por su parte, el departamento de San Justo se ubica a 100 kilómetros
de la capital provincial (Santa Fe) y a 557 kilómetros de la capital del
país. Forma parte de la región centro-norte de la provincia y, a diferencia
de Junín, es considerado por los agrónomos “marginal” para la actividad
agrícola ya que no posee suficientes suelos de alta productividad y los
rindes de los cultivos están limitados (tanto por la capacidad de los suelos
como por problemas de salinidad, anegabilidad y la variabilidad de las
precipitaciones). Aproximadamente el 32% de las tierras en el área de
estudio poseen una capacidad productiva alta y media-alta (suelos clase
i, ii y iii) para uso agrícola y pasturas ganaderas. El 16% de la tierra es
de capacidad media-baja (suelos tipo iv a v). Finalmente, el 52% restante
está integrado por tierras de capacidad productiva baja –12%– a muy
baja a nula –40%– (suelos clase vi a vii); en el último caso se trata de
zonas inundables, lagunas, islas, cañadas, zonas urbanas, etc. (Giorgi
et al., 2005; Guinta, 2002). Sin embargo, la construcción de canales de
drenaje y la nueva tecnología asociada a la siembra directa (adoptada
tempranamente en la región) permitieron que suelos considerados no
aptos para uso agrícola comenzaran a serlo.
La ciudad cabecera del departamento de San Justo lleva el mismo
nombre y se sitúa sobre la ruta nacional 11, que conecta las principales
ciudades del país (Buenos Aires, Rosario, Santa Fe y Córdoba al sur; al
norte, Reconquista, Resistencia y la capital de la República del Para-
guay, Asunción); asimismo, la atraviesan las rutas provinciales 61 y 2,
que la conecta con las poblaciones vecinas. Esta ubicación estratégica le
ha permitido concentrar la oferta de servicios e infraestructura a nivel
departamental (servicios de electricidad, cloacas, gas licuado y agua
potable, de transporte, centros de educación primaria, secundaria y ter-
ciaria, servicios financieros formales e informales, servicios inmobiliarios,
centros de salud públicos y privados, comercios, esparcimiento, etc.) y
constituirse como un polo de crecimiento regional atractor de población
en detrimento de los distritos aledaños que se fueron despoblando paula-
tinamente. Según el cnpyv, en 2001 la ciudad de San Justo concentraba
el 52% de la población de todo el departamento (Brillada, 2007).
En ambos sitios de estudio, en épocas anteriores a la era de las
privatizaciones, el tren era un conector importante, tanto de pasajeros
como de carga. Hoy el servicio está activo, en manos de concesionarios
privados que operan las vías con transporte de carga exclusivamente.
En San Justo funcionaban dos líneas férreas, la denominada Ferroca-
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 127

rril Santa Fe (inaugurada en 1889) al este de la ciudad y al norte, el


Ferrocarril Central Norte (desde 1907). Ambas estaciones poseían gal-
pones para acopio de granos, corrales para el ganado y viviendas para
el personal. Después de la nacionalización ocurrida entre 1947 y 1948,
esta red pasó a formar parte del Ferrocarril General Manuel Belgrano,
conformando, por un lado, el ramal F, que une las ciudades de Santa Fe
y Resistencia; y por otro, el ramal C que cubre el trayecto Santa Fe-La
Quiaca. Las estaciones que se crearon a lo largo del recorrido del tren
dieron lugar al crecimiento de las colonias y a la fundación de pueblos
que adoptaron los nombres de esas estaciones. En el caso de la línea F
(recorría, desde Buenos Aires hasta Resistencia, las estaciones de Nelson,
Videla, Llambi Campbell, San Justo, Marcelino Escalada, Gobernador
Crespo y Guaraníes, en el distrito de Fives Lilles hoy denominado Vera y
Pintado), brindaba un servicio de pasajeros y cargas con una frecuencia
semanal. La línea C (comunica los pueblos de Laguna Paiva, Aromos,
Cayastacito, Miguel Escalada, Naré y San Justo con el departamento
vecino de San Cristóbal y el distrito de Villa Saralegui) es la única que
funciona en la actualidad a cargo de la empresa Belgrano Cargas sa.
La ventaja del ramal C sobre el F era que éste prestaba servicios tanto
de transporte de pasajeros como de cargas, en ambos sentidos, con una
frecuencia de tres veces por semana, llegando tanto a Buenos Aires como
a Chaco (Resistencia, Tostado y Roque Sáenz Peña).7 El levantamiento
del ferrocarril fue un factor muy importante en el despoblamiento rural,
de hecho los distritos que más han sufrido este proceso son aquellos que
están alejados de la ruta 11 y su única vía de comunicación era el tren.
Recientemente recobró impulso la iniciativa de reactivar el servicio de
transporte de pasajeros restaurando la línea C, por medio de la crea-
ción de la Empresa Pública Mixta Ferrocarriles de Santa Fe sa (Efesa),
para explotar el servicio de acuerdo a lo establecido en la ley 13.242. No
obstante, uno de los principales inconvenientes en el trazado ferrovia-
rio de San Justo es que durante sus años de abandono los ciudadanos
fueron desarmando paulatinamente las vías y sustrayendo numerosos
durmientes para usarlos en decoraciones o en la fabricación de muebles,
así como rieles para la fundición de hierro.
En Junín, la llegada del ferrocarril en la década de 1880, marca un
antes y un después en la dinámica de la vida local. El crecimiento de las
exportaciones durante este período estuvo relacionado con ciertos cam-
bios a nivel nacional: crecimiento poblacional, crecimiento en número y

7. Desde San Justo se transportaba en los cargueros principalmente encomiendas, cereales


con destino a los puertos de Santa Fe y Rosario, y vagones cisterna de agua potable con
destino a Tostado y San Cristóbal (tres vagones de 30.000 litros cada uno, día por medio)
y ocasionalmente a otras localidades (estudio de situación área inta San Justo, 1986).
128 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

kilometraje del ferrocarril, la inversión extranjera y el crecimiento del


pbi, entre otros. Hacia 1895 se dinamizaron tres puertos en la Argen-
tina: Buenos Aires, Rosario y Bahía Blanca, en función de los cuales se
estructuró la red ferroviaria, especialmente la de la región pampeana.
En la ciudad de Junín se instala el Ferrocarril Central Argentino con
un ramal que transitaba desde Luján hasta Pergamino, organizado y
administrado por habitantes ingleses. Años más tarde (1884) llega el
ramal del Ferrocarril Oeste de Buenos Aires, que comunicaba Mendoza y
San Juan con Buenos Aires, pasando por la ciudad de Junín, que de este
modo comunicaba con los puertos de embarque, lo que permitía una salida
fácil de la producción agrícola ganadera y de productos manufacturados.
Al año siguiente se inauguran los talleres ferroviarios. Tanto las vías
como los talleres se localizaron en el límite norte de la ciudad, mientras
que del lado sur comenzó a conformarse el centro comercial y urbano
por lo que se consideraba, de este modo, que a partir de la instalación
del ferrocarril comienza a configurarse la cartografía territorial física y
social juninense. Hacia 1906 el ferrocarril y sus talleres se trasformaron
en el motor de la ciudad de Junín; tenían 1.607 empleados de los que
dependían aproximadamente ocho mil personas (Bianco; 1996). Es así
como, frente al primer desborde de la ciudad, empiezan a construirse los
barrios obreros al norte de las vías, y comienza a formarse el imaginario
“del otro lado de la vía”, llamado en ese momento Pueblo Nuevo. Hacia
1937, debido a la crisis del 30 y el cese en la demanda de productos de
exportación, ambas redes ferroviarias se fusionan.
En la década del 90, como consecuencia de las políticas menemistas,
se disuelve el Ferrocarril General San Martín; una parte se privatiza
(grupo Pescarmona y otros) y pasa a llamarse Buenos Aires al Pacífico
(bap) y a prestar servicios de transporte de carga Retiro-San Juan/región
cuyana. Actualmente, por la ciudad de Junín llegan trenes de carga de
América Latina Logística (all) y un servicio de pasajeros desde y hacia
Buenos Aires concesionado a Ferrobaires. all es una empresa brasileña
y abarca los corredores hacia el oeste del país, es decir, hacia Mendoza y
San Juan, al límite cordillerano. Las vías sobre las que circulan los trenes
de la compañía son las ya existentes, pero se cambiaron los rieles puesto
que eran muy pequeños para un servicio de doble de carga en relación
con la que se transportaba originalmente en esas vías.8

8. En Junín el principal cliente de all es Nidera; le cargan aproximadamente cuatro


operativos semanales de sesenta vagones. La carga ronda los 48-49 mil kilos por vagón.
Llevan la carga al antepuerto de Rosario, donde comienza la concesión de nca. También
trabajan transportando granos con Cargill y Grobocopatel Hermanos, compañía que ha
colaborado para restablecer el ramal, razón por la cual paga una tarifa de compensación
a favor por el transporte del cereal. Carga sesenta vagones cada dos días.
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 129

En términos de desarrollo edilicio, ninguna de las dos agrociudades


posee rascacielos (como es el caso de la actual Rosario, por ejemplo),
aunque han conocido un impulso inmobiliario en los últimos diez o
quince años por la construcción de barrios nuevos, de edificios altos
(máximo seis pisos) en el casco urbano y por una actividad ligada al
aggiornamiento de las casas existentes (mantenimiento y reciclado). Es
particularmente llamativo el desarrollo de los barrios nuevos (cerrados
y/o abiertos), cuya estética está más ligada a lo que puede verse en las
revistas de arquitectura y decoración de moda, o en las series televisivas
de la industria norteamericana, que a las tradicionales líneas sobrias y
rectangulares típicas de las casas construidas siguiendo el estilo italiano
traído en el siglo xx por los ingegneri a ciudades y pueblos pampeanos.
Los desarrollos inmobiliarios recientes, si bien expresan una raciona-
lidad cuya lógica debe buscarse en la esfera simbólica, desde el punto
de vista formal parecen contradecir el sentido común de quien los ob-
serva desprevenidamente. Por ejemplo, en estos barrios abundan casas
con grandes ventanales espejados con vista a los jardines delanteros,
y piscinas en la parte posterior, como se ve en los countries y barrios
residenciales de cualquier ciudad moderna, salvo que en estos terrenos
prácticamente no hay árboles, los jardines dan a la ruta y los muros de
vidrio resultan problemáticos en un contexto geográfico donde, durante
una mitad del año (primavera-verano), una de las mayores inclemencias
es el calor (que eleva, en San Justo, la temperatura hasta los 40°C) y,
en la otra mitad del año, por la falta de infraestructura en los servicios
básicos (red de distribución de gas, red cloacal, etc.), la calefacción se
realiza mediante gas licuado (fraccionado en cilindros, garrafas o en
tanques de gas), lo cual resulta un verdadero presupuesto. De hecho, si
se compara el balance energético de estructuras ampliamente vidriadas
y el que lograban las tradicionales viviendas, con sus gruesas paredes
y ventanas discretas, es evidente que estas últimas brindan una mejor
ecuación que las primeras. En este sentido, la adopción de esta aparen-
temente irracional arquitectura (ambientes vidriados, casas en medio de
terrenos sin árboles, etc.) exige, por lo mismo, un cuidadoso examen por
parte del observador, quien deberá buscar esa lógica en una dimensión
más bien ideológico-cultural.
Más allá de la dimensión estética, existe una necesidad logística de
los nuevos agroempresarios que los lleva a instalarse en zonas cercanas
a las rutas, lo que facilita la comunicación y el transporte de la materia
prima hacia el puerto. Ello dio lugar a otra transformación en el mercado
inmobiliario local y en el paisaje regional: tanto en el territorio sanjus-
tino como en el juninense puede observarse, a ambos lados de las rutas
nacionales, una larga hilera de oficinas comerciales y/o administrativas,
130 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

galpones de silo y exposición de maquinaria agrícola, silos de agroin-


sumos y acopio de granos, etc. Es interesante destacar que la mayoría
de las agroempresas ya no acostumbran, como las viejas agronomías, a
tener todos los servicios en un solo lugar, sino que la mayoría instala en
diferentes kilómetros de la ruta, por un lado, sus oficinas o sucursales
administrativas y, por otro, los galpones de maquinaria, transporte y
silos de acopio. La ornamentación externa e interna de las oficinas co-
merciales también reproduce la arquitectura moderna norteamericana,
pero con un estilo urbano-industrial. Se trata mayormente de estructu-
ras cuadrangulares de dos plantas, con puertas y/o halls vidriados, aire
acondicionado, divididas internamente en áreas (recepción, servicios, ad-
ministración y presidencia-gerencia) por medio de paneles o boxes. Cada
box está equipado con su respectivo set de tic, teléfono de escritorio, fax
y móvil (muchas empresas proveen a sus empleados de teléfono celular
comercial), pc moderna con conexión a internet, impresora y marketing
corporativo (almanaques, señaladores, posters) y, en algunos casos, los
empleados usan remeras o chombas con el logo de la empresa, todo lo
cual forma parte de una puesta en escena que consolida el imaginario
de la ruralidad moderna y globalizada.
En el orden de los bienes de consumo suntuarios, estas dos agrociu-
dades muestran un evidente despliegue tanto en relación a los pequeños
negocios (ropa, calzado, decoración) como en lo que atañe a un rubro
importante y de tradicional destino del consumo en el ámbito de los
productores agropecuarios: el automotor. Por el lado de los comercios
pudimos observar la misma renovación estilística que describimos para
la vivienda: de los antiguos negocios de pueblo, en los que se vendía
“un poco de todo”, se pasó en la actualidad a locales especializados por
rubros, cuya presentación denota una búsqueda activa en torno de la
“imagen”. Las vidrieras y los salones interiores de una casa de decoración
o de ropa femenina de Junín o San Justo nada tienen que envidiarles a
los de un negocio de la capital del país o de los shoppings de las grandes
ciudades como Córdoba, Rosario o el Gran Buenos Aires. Este intenso
trabajo sobre la imagen, típico de la sociedad del espectáculo (Debord,
1967), muestra la plena participación de estos espacios “del interior” en
los procesos generales de la globalización.
En cuanto a la evolución del comercio automotor, queremos destacar
la acentuación del doble registro, simbólico y material, que ese objeto de
consumo adquiere en los pueblos. En efecto, a su faz material, ligada al
rol que siempre tuvieron “los fierros” en el masculino ámbito de la pro-
ducción agropecuaria, se le suma, con creciente importancia, una faceta
plenamente simbólica, por la cual esta herramienta de trabajo colabora
de manera central tanto en la construcción del estatus individual de
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 131

quien posee este bien de lujo (modelos cada vez más caros y con sofisti-
cados suplementos, gps, televisor, etc.) como en la consistencia social del
pueblo. Esta última función simbólica se expresa de diversas maneras,
una de las cuales es muy interesante pues retoma una tradicional acti-
vidad pueblerina, como es la concentración de todos en torno de la plaza
o de las calles principales, encuentro mediatizado en la actualidad por
el automóvil. En efecto, el paseo alrededor de las cuadras principales
(también llamado “vuelta del perro”), donde están ubicados los bares y
restaurantes que sirven como punto de socialización a la hora del aperi-
tivo (momento que se inicia luego del día de trabajo y antes del momento
familiar por excelencia, la cena) y/o del digestivo (después de la cena), se
realiza montado en autos de lujo, 4 x 4 y camionetas, que hacen circular a
paso de hombre, generando una interminable procesión a cuatro ruedas,
cuya principal actividad social es la de mirar y ser mirados.
Este desarrollo de la modernidad en las ciudades y los pueblos de
provincia ha sido identificado por algunos interlocutores como un corre-
lato del proceso de “sojización” de la actividad productiva: utilizando el
cultivo como epíteto, hablaban de “barrio-soja” o “casa-soja”. Por otro lado,
también ligado a la dinámica de la gran escala y de los largos implemen-
tos de siembra directa utilizados para la soja rr, se dio un vaciamiento
del campo como espacio de habitación permanente. El despoblamiento del
área rural se tradujo en una migración hacia las agrociudades cabecera
de los partidos-distritos. Como parte de este proceso, también observamos
en el trabajo de campo el deterioro de la infraestructura vinculada a la
vida en el área rural; molinos, aguadas, alambrados, taperas se han ido
degradando o simplemente desaparecieron del paisaje.
Un tercer rubro que se desarrolló de manera destacada con relación a
los hábitos clásicos de la familia agropecuaria es el del turismo. Durante
el trabajo de campo realizado en 2004-2005 entre productores entrerria-
nos y santafesinos casi nadie tomaba más de dos semanas de vacaciones
y, salvo Uruguay, ninguno refería geografías extranjeras como destino.
Esta práctica había cambiado en 2009-2010: vacacionar era una práctica
más extendida entre las familias entrevistadas, que podían durar hasta
las tres semanas, y no estaban ausentes los paquetes turísticos al exterior
(mayormente Europa, Brasil y Estados Unidos). Esta novedad reviste
una importancia central ya que la división entre trabajo y ocio, una
pauta típica del capitalismo en zona industrial, debe su contenido a los
sentidos socialmente construidos; un cambio en este contenido expresa
movimientos simbólicos del colectivo social que genera esos cambios. En
nuestro caso, el ocio asociado con las vacaciones organizadas mediante
una agencia turística (situación referida por los interlocutores en 2009-
2010) y el ocio como espacio-tiempo dedicado a la familia (construcción
132 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

referida en 2004-2005) pueden estar indicando una evolución en las


dinámicas y tradiciones sociales de estos espacios rurales. Este y otros
hábitos de consumo constituyen una dimensión importante a explorar
para profundizar en el análisis de las transformaciones ligadas al proceso
de globalización en territorios rurales.

El barrido territorial: ¿quién hace qué con la tierra?

Como dijimos, en ambas agrociudades relevamos una cantidad simi-


lar de hectáreas (110.000) y consignamos no sólo el tipo de tenencia y el
destino productivo de ellas sino que además preguntamos por la infraes-
tructura que poseía el campo y la residencia del propietario y/o arrenda-
tario. Así pudimos establecer que, en el caso de San Justo, el 77% de los
propietarios y el 83% de los arrendatarios residía en la ciudad cabecera,
lo cual indica que el despoblamiento del área rural es un proceso actual,
activo e importante. En el caso de Junín, considerando la totalidad de
los casos en los que conocemos la residencia de los individuos,9 podemos
afirmar que el 53% de los propietarios y el 41% de los arrendatarios viven
en la ciudad de Junín, mientras que en los pueblos del partido vive el 27%
de los propietarios y el 40% de los arrendatarios. Es importante destacar
las diferencias demográficas que existen entre ambas agrociudades. El
departamento de San Justo abarca el doble de hectáreas que el partido
de Junín, mientras que tiene la mitad de habitantes. De modo que los
nueve pueblos que se encuentran dentro del partido bonaerense tienen
la particularidad de estar a muy cortas distancias de la ciudad cabecera,
razón que sin duda explica que muchos productores continúen viviendo
en esos conglomerados.
En relación con las variables de uso y tenencia de la tierra, en el mo-
mento de comenzar esta investigación los datos disponibles remontaban
a 2002, relevados en el marco del Censo Nacional Agropecuario (cna).
Asimismo, los mapas rurales estaban desactualizados: para San Justo,
el último había sido confeccionado en 1987 y, para Junín, en 2004. Esto
representaba un problema pues lo esencial de las transformaciones que
buscábamos estudiar había cristalizado con mayor fuerza a partir de
2001. La hipótesis que manejábamos sostenía que estas nuevas condi-
ciones habían impactado de manera central en la tendencia concentra-
cionista que ya venía constatando el sector desde mediados de los 70
(cuadro 1), acelerando de manera importante esta tendencia a partir del

9. El barrido arrojó resultados en este ítem sobre el lugar de residencia del 79% de los
arrendatarios y el 63% de los propietarios. Por lo tanto, el cálculo porcentual se realizará
sobre este universo.
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 133

nuevo siglo. Así, una de las primeras tareas que realizamos tuvo como
objetivo actualizar aquellos datos del cna 2002 para las variables de uso
y tenencia de la tierra del área que nos interesaba relevar.
Dado que habíamos privilegiado el enfoque territorial utilizamos una
metodología que permitiría saber qué hacía quién con cada parcela de
tierra. Mediante un “barrido territorial” (Grosso, 2008), cuya unidad
de análisis es la parcela (y no la explotación agropecuaria),10 podríamos
escanear cada parcela del mapa catastral, indicando las referencias del
propietario, el productor (que puede o no coincidir con el propietario),
la actividad productiva que se desarrolla sobre esa parcela, el tipo de
construcción que posee, lugar de residencia del productor y del propie-
tario. Esta metodología tuvo un doble interés: además de permitirnos
actualizar la “foto” del lugar (datos “duros”), nos posibilitó entrar en
contacto con los habitantes a partir de una serie de preguntas bastantes
banales, por decirlo de algún modo. Ello fue instalándonos en el terre-
no, explicitando nuestros intereses de conocimiento, construyendo los
primeros lazos locales. Desde el punto de vista etnográfico, esta trama
de relaciones iniciales fue la puerta de entrada al campo que todo an-
tropólogo necesita para poder establecerse y permanecer por un tiempo
prolongado en un lugar.
Por medio del “barrido” fuimos contactando a las personas referidas
como las que “conocían a todo el mundo” (una suerte de “chusmas” lo-
cales), con quienes pasamos muchas horas, a veces durante varios días,
desmenuzando los mapas catastrales para identificar a cada vecino,
pariente y/o conocido del pueblo. En ese recorrer meticulosamente las
parcelas con nuestro interlocutor local iban surgiendo anécdotas, co-
mentarios, visiones de los vecinos y parientes sobre el modo en que las
tierras pasaban por unos y otros, de una actividad a otra. Todo ese ma-
terial fue registrado en una grabadora y constituyó una preciosa fuente
de comprensión del mundo al cual nos estábamos incorporando. Fue el
primer retrato hablado de cada uno de los territorios que luego iríamos
conociendo con mayor profundidad.
En términos generales, el relevamiento mostró que casi el 40% de la

10. En adelante, presentaremos los datos de nuestro relevamiento y los del cna 2002 con
el fin de poner en perspectiva la evolución de la tenencia y del uso de la tierra, lo cual
requiere algunas aclaraciones metodológicas. En primer lugar, dado que la unidad que
nos interesa en el barrido territorial es el lote/parcela catastral, se tomaron los datos que
el cna arrojó sobre superficie (y no las eap), considerando los radios censales del cna que
correspondían a nuestra área de barrido. Por último, cabe destacar que para la variable
“tenencia” nuestras categorías son menos exhaustivas que las del cna (por ejemplo, para
la categoría de superficie arrendada no distinguimos si se trata de contratos accidentales
o no), así los datos de ambos relevamientos son tomados bajo la categoría de “superficie
trabajada por arrendatarios”.
134 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

superficie del área en estudio en San Justo era cedida en alquiler por
sus propietarios y más del 13% era cedida de forma parcial (llamaremos
a este tipo de tenencia “mixta”),11 mientras que en Junín tales porcen-
tajes eran del 32% y 17% respectivamente (Hernández et al., 2013). Por
otro lado, observamos una disminución diferencial para cada sitio en el
porcentaje de hectáreas explotadas por sus propietarios: mientras que
en el caso de Junín la disminución fue mínima (de 51,87% en 2002 a
51,06% en 2009), en San Justo, en cambio, la situación fue mucho más
pronunciada ya que se pasó del 67,86% de propietarios que trabajaban
su tierra en 2002 al 46,41% que lo seguían haciendo en 2009. Por últi-
mo, notamos una tendencia opuesta para cada sitio respecto de la forma
de tenencia mixta: en Junín, entre 2002 y 2009, la misma disminuye
fuertemente (de 42,80% a 16,75%) y en San Justo aumenta levemente
(de 11,06% a 13,56%).
De un modo general, el relevamiento realizado en 2009 nos informa
sobre la presencia de una importante presión sobre el mercado de tierra.
Este fenómeno tuvo consecuencias sobre la modalidad de las transac-
ciones inmobiliarias, las cuales cambiaron en su forma y contenido: de
alquileres que se pagaban con parte del producto (grano, ganado, etc.),
en función de un porcentaje establecido de antemano (por ejemplo, un
20% de la cosecha de soja o trigo) y en el momento de finalizar la cose-
cha, se pasó a una modalidad en la que el precio es fijado de manera
independiente de la producción (por ejemplo, 15 quintales de soja por
hectárea), es establecido de antemano y se paga generalmente al inicio
de la campaña o en varios pagos durante la campaña agrícola. Esta
evolución tuvo como principal efecto desacoplar la lógica productiva y la
rentística: el resultado final del ciclo productivo –que es función de las
condiciones climáticas, políticas, económicas, etc.– no repercute sobre la
renta obtenida por el propietario que alquiló su tierra, ya que el precio es
pactado de manera independiente y pagado antes de comenzar la campa-
ña. Consecuentemente, quien arrienda debe establecer, con anterioridad
al desarrollo de la campaña, un cuidadoso análisis económico-financiero,
para lo cual la información y el análisis a cargo de especialistas sobre
un conjunto de variables complejas resultan cruciales para una exitosa
gestión de la campaña. En este sentido, la suba del precio de las hec-
táreas, la formalización del pago del arriendo, la autonomización de
la lógica rentística con respecto a la productiva y la complejización de la
gestión económica del negocio agrícola terminaron por expulsar a una
parte de pequeños y medianos productores. Quienes quedaron activos se
volcaron masivamente al cultivo de soja como un modo de mantener la

11. Denominamos “tenencia mixta” a la situación en la cual una parte de la parcela es


trabajada por el propietario y otra parte es cedida en arrendamiento.
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 135

competitividad económica de sus empresas. Sin embargo, la diversidad


de arreglos productivos es grande e indica una de las estrategias que
ayudó a muchos a permanecer en el sector como productores directos.
En relación con el uso de la tierra, como mostramos en detalle (Her-
nandez et al., 2013), al comparar los resultados del barrido territorial
de 2009 con los datos del cna 2002 observamos que tanto en Junín como
en San Justo aumentó la actividad agrícola, confirmando la tendencia
hacia la agriculturización verificada en términos generales para el país.
Si nos detenemos en las especificidades adoptadas en cada agrociudad
notamos que la tendencia hacia la agriculturización fue más radical en
San Justo que en Junín (cuadro 1).

Cuadro 1
Comparación uso de la tierra en Junín y San Justo (2002-2009)

Superficie destinada a
Agrociudad
agricultura ganadería agricultura ganadería
en 2002 (%) en 2002 (%) en 2009 (%) en 2009 (%)

Junín 50,93 6,61 62,19 1,72

San Justo 1,26 77,11 38,2 19,59

Al articular estos datos con lo surgido de las entrevistas realizadas


durante el trabajo de campo podemos profundizar en algunas cuestiones
interesantes en cuanto a las modalidades específicas que la tendencia a la
agriculturización asume en cada agrociudad en particular. Por ejemplo,
el incremento de la superficie agrícola-ganadera en San Justo se debe
a una estrategia de los productores que, tradicionalmente ganaderos,
decidieron convertir parte de su superficie a la producción agrícola,
transformando la explotación ganadera en explotación mixta. En cambio,
el incremento en el caso de Junín se debe a la estrategia implementada
por productores que ya venían haciendo agricultura en forma mixta
con ganadería, quienes decidieron deshacerse del ganado o trasladarlo
a zonas “marginales” o “no aptas para la agricultura” con el objetivo de
disponer de esa superficie para el cultivo de cereales y oleaginosas. La
evolución es aquí de mixta a puramente agrícola.
Haciendo un zoom sobre el tipo de cultivos que se realiza en cada
sitio vemos que la soja es la que verdaderamente tracciona la actividad
agrícola de ambas zonas:
136 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

Figura 1 Figura 2
Superficie sembrada por cultivo Superficie sembrada por cultivo
2009-2010 (Junín) 2009-2010 (San Justo)
Girasol Otros Trigo
1% 3% Maíz 4%
Trigo 6%
15% Soja 1º Girasol
54% 9%

Maíz Sorgo
10% 9%

Soja 2º Soja
17% 72%

Fuente: elaboración basada en datos de siiap (Minagri)

Poniendo en perspectiva histórica estos comportamientos, vemos


que tanto en el caso de San Justo como en el de Junín la introducción
del cultivo de soja comienza de manera muy incipiente a fines de 1970.
Su adopción fue lenta hasta que, a partir de la comercialización de la
soja transgénica asociada al glifosato (paquete tecnológico), la curva de
producción del cultivo se acelera (más rápidamente en San Justo que
en Junín), para terminar emparejada para ambos sitios en la última
campaña:

Figura 3
Junín - Evolución del área sembrada por cultivo 1976-2010
160.000
140.000
120.000 Soja
100.000
Maíz
80.000
Trigo
60.000
40.000 Girasol
20.000
0
1975/76

1980/81

1985/86

1990/91

2000/01

2004/05

2009/10

Fuente: elaboración propia basada en datos de siiap (Minagri).


Agrociudades pampeanas: usos del territorio 137

Figura 4
San Justo - Evolución del área sembrada por cultivo 1975-2010
160.000
140.000 Soja
120.000 Trigo
100.000
Maíz
80.000
60.000 Girasol
40.000
Sorgo
20.000
0 Lino
1975/76

1980/81

1985/86

1990/91

2000/01

2004/05

2009/10
Fuente: elaboración propia basada en datos de siiap (Minagri).

Ahora bien, mirando de manera global cómo se comporta cada sitio


respecto de la ganadería, si bien tradicionalmente San Justo ha sido un
departamento más ganadero que Junín, ambas regiones se caracterizaron
hasta principios de los 90 por el perfil mixto de la actividad productiva
agropecuaria, que combina ganadería y agricultura.12 Un gran cambio
sobreviene al comienzo del nuevo milenio, cuando desciende fuertemente
el número de cabezas en ambos sitios, situación que se recupera de modo
parcial en Junín, mientras que en San Justo se estabiliza en la menor
cantidad de ganado:

Figura 5
Junín - Evolución de cabezas de ganado
140.000

120.000

100.000

80.000

60.000
1994 1996 1998 2001 2003 2005 2007 2009

Fuente: elaboración propia basada en registros de vacunación de Senasa y magyc.

12. Según el ipec 1983, en San Justo se destinaba dentro de nuestra área de estudio un
85% de la superficie productiva a la actividad ganadera y un 15% a la agricultura, mientras
que en Junín los porcentajes que indica Fernando Tauber (1996) para tales actividades
eran de 36,2% y 51,5% respectivamente.
138 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

Figura 6
San Justo - Evolución de cabezas de ganado
600.000

500.000

400.000

300.000

200.000

100.000

0
1989 1996 2002 2003 2007 2008 2009 2010

Fuente: elaboración propia basada en registros de vacunación de Senasa y magyc.

Si miramos ahora a nivel de la superficie dedicada a esta actividad,


según los datos del barrido, el área ganadera en San Justo (entre cría e
invernada de vacunos y porcinos) se redujo entre 2002 y 2009 a un 21%
del territorio (a lo que, para ser estrictos, habría que sumarle una parte
menor del 40% de la superficie dedicada a una actividad mixta). En el
caso de Junín, los datos arrojan una notable reducción de la superficie
dedicada a la ganadería, la cual ocupa sólo un 1,72% de la total (a la
que se le debe sumar una porción del 33,22% de la superficie dedicada
a la actividad mixta).
Estos números muestran que el proceso conocido como “sojización” se
dio en ambos sitios, aunque en el caso de San Justo fue un proceso más
radical, que lo posicionó como el segundo núcleo sojero de la provincia
de Santa Fe.13 Por otro lado, dado este contexto, la actividad ganadera
cambió la modalidad de su práctica. Nuevas estrategias fueron ideadas

13. En el departamento de San Justo la soja reemplazó al tradicional lino como cultivo
principal: pasó de 7.500 hectáreas de cultivo en la campaña 1980-1981 a 108.000 hectáreas
en 2008-2009 (recordemos que fue el año de la gravísima sequía) y 150.000 hectáreas en
2009-2010 (Dirección de Estimaciones Agropecuarias, siiap-miniagri). Según los informes
del inta aesj la actividad lechera en la zona comienza a decaer a principios de los 80 con
una disminución del 27% de los tambos desde 1983 a 1985 (Cuello Anton, 1986). En la
actualidad, la actividad tambera se concentró en el área sur y norte del departamento,
en manos de pequeños propietarios cuyos suelos no tienen la aptitud agrícola suficiente
para competir en el mercado de alquileres de tierra agrícola. A 50 kilómetros al norte de la
ciudad de San Justo, en el distrito de Crespo, se encuentra la industria láctea Tregar a la
que estos productores proveen de materia prima. En el sur, cooperativas como la del distrito
de Emilia o Videla han acompañado a los pequeños productores para que éstos pudiesen
mantener la actividad tambera vendiendo su producción a la fábrica Sancor Sunchales.
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 139

por los actores sanjustinos, cuyo interés para nuestro análisis radica en
que se trata de formas específicas de afrontar la lógica del agribusiness;
ellas hablan del trabajo de apropiación que los actores realizan sobre las
lógicas macro o globales que se imponen desde los sistemas autorregu-
lados, logrando, bajo determinadas condiciones, armar una modalidad
productiva propia. Para comprender este trabajo de apropiación recu-
rrimos a las entrevistas realizadas durante el trabajo de campo, ocasión
en que los distintos actores cuentan los arreglos que consiguieron po-
ner en práctica en cada caso.
En efecto, a pesar del vuelco agrícola que acabamos de señalar para
San Justo, los productores siguen sosteniendo la visión según la cual
“perder las vacas es descapitalizarse”.14 Desde este sentido buscaron
distintas formas de conservar su capital de cuatro patas y buscaron
arreglos que combinaran eficientemente las variables uso y tenencia. En
el caso de los propietarios que siguieron trabajando exclusivamente tierra
en propiedad se observaron diversas estrategias. Entre los productores
de 70 a 200 hectáreas, una iniciativa fue incrementar la cantidad de
hectáreas destinadas a la agricultura, reduciendo el espacio dedicado a
la ganadería; de este modo, de ser explotaciones mixtas con predominan-
cia ganadera se convirtieron en explotaciones mixtas con predominancia
agrícola. Otra estrategia consistió en arrendar las parcelas con aptitud
agrícola y destinar el dinero obtenido a la actividad ganadera que siguen
desarrollando en las parcelas no arrendadas. Si miramos ahora el caso
de los productores que combinaron el tipo de tenencia de tierra sobre la
cual trabajan (tierra en propiedad + arriendo), vemos nuevas posibili-
dades de combinar las variables. Algunos decidieron salir al mercado de
tierras para tomar parcelas en alquiler con destino agrícola mientras que

14.Visión que pudieron reconfirmar durante la sequía de la campaña 2008-2009, cuando


aquellos que poseían vacas pudieron venderlas para paliar las pérdidas ocasionadas,
mientras que los que sólo hacían agricultura tuvieron pérdidas colosales sin poder compen-
sarlas. Además, los subsidios otorgados por el Estado mediante el decreto de emergencia
agropecuaria fueron destinados a los productores ganaderos, no a la actividad agrícola.
La resolución 17 del 6 de febrero de 2009 dictada por la Secretaría de Comercio Interior
de la Nación establecía la entrega de subsidios en forma de granos y fardos a aquellos
productores ganaderos que contaran con un mínimo de 300 animales y un máximo de 500.
Particularmente, a través el decreto provincial 41/09 fueron subsidiados productores de
trigo de hasta 150 hectáreas (quienes recibieron hasta 130 pesos por hectárea perdida)
y productores de ganado de cría bovina, propietarios de hasta 250 vientres. Por su parte
la Fundación para la Erradicación de la Fiebre Aftosa (fuefa) envió partidas de vacunas
antiaftosa gratis para productores con menos de 300 cabezas. Ante estas condiciones, los
productores tamberos y de invernada, los que desarrollan actividades mixtas y la mayoría
de los agricultores de la zona debieron buscar financiamiento a través de créditos bancarios;
debido a que la mayor parte de las explotaciones medianas operan a través de mutuales
locales –que no pertenecen al sistema financiero formal– no pudieron acceder a ellos.
140 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

conservaron el ganado en tierras propias. Aquellos que poseían parcelas


agrícolas desplazaron el ganado hacia departamentos vecinos ubicados
al norte de San Justo (San Javier, San Cristóbal15 o Garay), donde los
precios de la hectárea no se cotizaban tan altos, y dedicaron las tierras
de su propiedad al cultivo de soja; incluso, los más interiorizados con
el modelo ma se extendieron mediante el arrendamiento sobre otras
regiones, ya no para ganadería sino para hacer más soja.
Sobre la base del registro realizado durante el barrido, los documentos
de las instituciones rurales locales, los datos que poseía la Secretaría de
Producción de la Municipalidad y las entrevistas realizadas con los
productores de San Justo, pudimos reconstruir una lista exhaustiva de
los actores de la producción. La fotografía que finalmente obtuvimos
de esta agrociudad es la siguiente: considerando el total de actores físicos
relevados en el barrido, el 50% de los propietarios en San Justo ceden
toda su tierra en alquiler y suelen ser las unidades más pequeñas con un
tamaño promedio de 159 hectáreas en propiedad, una mediana16 de 75
hectáreas (que representa el 50% de los casos), con un tamaño mínimo
de 10 hectáreas (2%) y un máximo de 3.742 hectáreas (0,39%). Además,
sólo el 25% de los casos corresponde a propietarios que trabajan exclusi-
vamente la totalidad de sus tierras en propiedad, con una media de 160
hectáreas propias, una mediana de 84 hectáreas (50,4% de los casos),
un mínimo de 10 hectáreas (0,73%) y un máximo de 2.268 hectáreas
propias (0,73%); mientras que el 4% abarca a propietarios con tenencia
de tipo mixto, esto es, que trabajan una parte de sus tierras y ceden la
otra en arrendamiento, presentando una media de 421 hectáreas, una
mediana de 195 hectáreas (52% de los casos), un tamaño mínimo de 62
hectáreas (4%) y un máximo de 4.034 hectáreas (4%).
El porcentaje restante está conformado por aquellos actores que en
mayor o menor medida incorporan el arrendamiento de tierras como
estrategia productiva. El 10% de esta categoría está compuesto por
propietarios que además de explotar su propia tierra arriendan parcelas
a terceros, llegando a una media de 607 hectáreas en explotación, una
mediana de 338 hectáreas por explotación (51% de los casos), un míni-
mo de 60 hectáreas (1,89%) y un máximo de 7.296 hectáreas (1.89%).
El 3% de los casos incluye a los propietarios que trabajan una parte de
sus tierras, dan otra parte en arrendamiento y con ese ingreso arriendan

15. Actualmente San Cristóbal es el departamento con mayor número de cabezas en la


provincia de Santa Fe, con un total de 1.162.021 cabezas (Senasa, 2009). Cabe señalar que
el ganado desplazado hacia otros departamentos del norte santafesino es mayormente el
de cría e invernada.
16. Hacemos referencia a la mediana y no a la media aritmética pues dada la variabilidad
de extensiones por explotación la misma se encuentra sesgada hacia la derecha.
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 141

parcelas de mejor calidad, aumentando el rinde productivo, con una


media de 560 hectáreas en explotación, una mediana de 467 hectáreas
(54% de los casos), un mínimo de 160 hectáreas (8%) y un máximo de
1.393 hectáreas (8%). Finalmente, el 8% de los actores accede a la tie-
rra exclusivamente a través arrendamiento y sus explotaciones tienen
un tamaño promedio de 609 hectáreas, una mediana de 174 hectáreas
(51,06% de los casos), un tamaño mínimo de 16 hectáreas (2,13%) y un
máximo de 4.417 hectáreas (2,13%).
Al analizar el origen de los actores de la producción, vemos que el
94% de los arrendatarios son vecinos de la ciudad de San Justo, el 4%
corresponde a pooles de siembra locales y sólo un 2% a pooles de siembra
regionales y/o internacionales de mayor envergadura. Por su parte, el 83%
de los propietarios y rentistas proviene y reside en la ciudad de San Justo
(77% en la ciudad y 7% en el campo), el 7% vive en pueblos cercanos, 4%
en otras ciudades próximas a San Justo (< 50 kilómetros de distancia) y
el 5% en ciudades alejadas (> 50 kilómetros de distancia).
Focalizando ahora en Junín, debemos notar dos aspectos que la di-
ferencian de San Justo: por un lado, como dijimos, es un territorio de la
zona núcleo por lo que las condiciones para la explotación cerealera y
oleaginosa son privilegiadas;17 por otro, la modalidad que adoptó en esta
zona el proceso de colonización de las tierras en el siglo xix y principios
del xx, sumado a los efectos del proceso de subdivisión por herencia,
terminó organizando un territorio con parcelas más bien pequeñas, con
un promedio de 55 hectáreas.18 De este modo, terminó conformándose un
partido con una mayoría de productores medianos que combinan parcelas
en propiedad y otras en arrendamiento, tomadas a los pequeños produc-
tores, aumentando de esta manera su escala de producción. Focalizando
en las estrategias frente al proceso de agriculturización, observamos
continuidades con las evocadas para San Justo y algunas especificidades
ligadas a la configuración sociohistórica y agroecológica recién evocada.
En el caso de los productores propietarios de su tierra con disponibilidad
de entre 70 y 200 hectáreas la estrategia coincide con la elaborada por
sus pares sanjustinos: en un primer momento cedieron en arrendamiento
la parte agrícola, quedándose con las parcelas aptas para ganadería. Sin
embargo, a diferencia de San Justo, con el tiempo y la profundización del
proceso de “commoditización” (que llevó al recalentamiento del mercado
de tierras), terminaron por dar la totalidad de la superficie en arrenda-
miento y vender sus animales, convirtiéndose en lo que la Federación

17. En el partido de Junín el cultivo de soja pasó de ocupar 17.000 hectáreas en la campa-
ña 1980-1981 a 141.000 hectáreas en 2009-2010 (Tauber, 1996; Municipalidad de Junín,
Asuntos Agropecuarios, Informe Agropecuario, 2010).
18. Según datos de nuestro barrido territorial 2009.
142 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

Agraria bautizó como “minirrentistas”.19 Esta estrategia debe analizarse,


por un lado, en función del precio de la hectárea en una y otra zona: la
excelente calidad de los suelos juninenses coloca el precio de la hectárea
en un nivel que se vuelve sumamente interesante para el promedio de los
pequeños propietarios (75 hectáreas es la mediana de la superficie dada
en alquiler por los rentistas), quienes no logran sumar la escala necesaria
para ser competitivos, pero sin embargo al darlas en arriendo obtienen
una renta de unos 18/20 quintales de soja por hectárea (para tierras cuyo
rendimiento es de unos 35/40 qq de soja/ha).20 Por otro lado, nos invita
a interrogar las identidades profesionales y sociales que se construyen
en los territorios rurales: con 33% y 50% de propietarios (Junín y San
Justo, respectivamente) que optan por dejar la producción directa, lo
que implican el 30% y 50% de la superficie relevada aproximadamente
para cada sitio, el grupo de rentistas va constituyendo un universo cuya
diversidad interna es necesario comenzar a problematizar. Por último,
en el caso de los productores con mayor extensión de tierras en propie-
dad y con actividad mixta, la estrategia fue, generalmente, convertirse
totalmente a la agricultura, aprovechando los altos rindes de la zona, y
trasladar la actividad ganadera a zonas marginales o consideradas no
aptas para la agricultura.
Un retrato actualizado de Junín muestra que, si tomamos el total de
los actores físicos relevados en el barrido territorial dentro de la zona
mencionada del partido, el 33% de los propietarios cede toda su tierra en
alquiler y, al igual que en San Justo, suelen ser las parcelas más peque-
ñas, con un tamaño promedio de 143 hectáreas, una mediana de 75 hec-
táreas (que representan el 50,98% de los casos), con un tamaño mínimo
de 10 hectáreas (1,96%) y un máximo de 1.376 hectáreas (0,65%). El 26%
de los propietarios trabajan exclusivamente la totalidad de sus tierras
en propiedad con una media de 206 hectáreas propias, una mediana de
111 hectáreas (50,41% de los casos), una mínima de 10 hectáreas (0,81%)
y una máxima de 2.566 (0,81%). Finalmente, el 15% restante abarca a
propietarios con tenencia de tipo mixto, es decir, que trabajan una parte
de sus tierras y otra parte la ceden en arrendamiento, presentando un
tamaño promedio de 162 hectáreas, una mediana de 117 hectáreas (50%

19. Recordemos, sin embargo, que el rentismo en San Justo es más importante que en
Junín, tanto en términos de superficie como de número de propietarios que tomaron esa
opción. Focalizar la mirada en la decisión que toman los propietarios en relación con su
patrimonio inmobiliario resulta una puerta de entrada para indagar cuestiones ligadas
a la identidad social y modos de verse a sí mismos que se está construyendo en estos
espacios rurales.
20. En el caso de San Justo la renta por hectárea fluctúa entre 3 y 8 quintales (según el tipo
de suelo) en función de un rinde promedio para la zona de 23/25 quintales por hectárea.
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 143

de los casos). Estas explotaciones tienen una mínima de 10 hectáreas


(2,86%) y una máxima de 1.166 hectáreas (1,43%).
El 26% restante está conformado por aquellos actores que, con dis-
tintas estrategias productivas, incorporan tierras arrendadas. El 9% de
ellos está compuesto por propietarios que además de explotar su propia
tierra arriendan tierras de terceros, que alcanzan un tamaño medio de
214 hectáreas, con una mediana de 123,5 hectáreas (51,25%), una mínima
de 5 hectáreas (2,5%) y una máxima de 1.328 hectáreas (2,5%). El 5%
de los casos incluye a propietarios que trabajan una parte de sus tierras,
dan otra parte en arrendamiento y con ese ingreso arriendan tierras; en
esta dinámica pudimos identificar dos combinaciones principales: en
algunos casos, se trata de arrendar tierras con mayor índice productivo
para desarrollar la actividad agrícola y obtener así mayores ganancias y,
en otros, son tierras con menor aptitud donde trasladaron los animales,
liberando sus tierras en propiedad, de mejor calidad que las arrendadas,
para la actividad agrícola. Esta modalidad representa superficies de un
tamaño promedio de 246 hectáreas y una mediana de 161 hectáreas
(52,17%). Estas estrategias conciernen campos de un tamaño mínimo de
50 hectáreas (4,35%) y un máximo de 1.168 hectáreas (4,35%). Finalmen-
te, el 12% de los actores accede a la tierra exclusivamente a través del
arrendamiento con explotaciones de tamaño promedio de 231 hectáreas,
con una mediana de 121,5 hectáreas (50,86% de los casos), una mínima
de 10 hectáreas (1,72%) y una máxima de 1.299 hectáreas (1,72%).
Si tenemos en cuenta el anclaje territorial de los actores, vemos que
el 98% de los arrendatarios son de la zona de Junín, mientras que sólo el
2% restante representan a actores de fuera del partido.21 Respecto de
los propietarios y rentistas, el 53% reside en la ciudad de Junín, el 27%
en los pueblos del partido, el 13% en el campo, el 2% en ciudades cer-
canas (< 50 kilómetros de distancia) y el 5% en ciudades alejadas (> 50
kilómetros de distancia).
Ahora bien, nos preguntamos si existe alguna relación entre el tama-
ño de las tierras en propiedad y la estrategia de dar/tomar en arriendo
parcelas. Para acercarnos a esta cuestión, analizamos los datos del re-

21. Si bien en el partido de Junín ha sembrado algún emprendimiento reconocido como


pool de siembra, su accionar ha sido sumamente reducido en comparación con otros parti-
dos de la provincia donde los campos suelen ser más grandes. En general les resulta difícil
conseguir campos cuyo tamaño justifique la realización de contratos para el desarrollo
de megaemprendimientos de siembra. Sin embargo, las competencias más amenazantes
para los productores locales provienen de emprendimientos o pooles del mismo partido o
partidos vecinos, organizaciones productivas que prefieren campos no demasiado grandes
y cercanos para sembrar, buscando un crecimiento horizontal, en términos de ampliación
de superficie.
144 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

levamiento utilizando un modelo de regresiones múltiples (“R”)22 el cual


permite procesar datos relacionando distintas variables. Como resulta-
do aparece que la decisión de ceder todas las tierras en alquiler es una
estrategia utilizada tanto por grandes propietarios como por pequeños
(figuras 2 y 3). La tendencia general que se verifica en la figura 2 es que
los propietarios más pequeños de San Justo (parcelas con una mediana
de 70 hectáreas) son los que tienden a dar toda su tierra en propiedad
(2), los que tienen un tamaño intermedio de 144 hectáreas tienden a
arrendar su tierra parcialmente (3) y aquellos que no arriendan su tierra
(3) tienen una mediana de 94 hectáreas. Sin embargo, hemos registrado
casos de propietarios desde 10 hectáreas hasta 3.742 hectáreas que ceden
toda su tierra en alquiler (estos extremos están representados por medio
de puntos circulares que se encuentran más aislados).

Figura 7
Tierras dadas en alquiler por propietario en San Justo

1.000

800
Superficie (has)

600

400

200

1 2 3

Porción de las parcelas que ceden los propietarios (1: todo; 2: parte; 3: nada).
1.000 para > 1.000 hectáreas.
Fuente: elaboración propia basada en análisis con modelo R (Proyecto anr Interra).

En el caso de Junín, al igual que en San Justo, los propietarios más


pequeños (con una mediana de 75 hectáreas) son los que tienden a dar
toda su tierra en propiedad. Aquellos que tienden a no dar nada en

22. Este trabajo se realizó en el marco del proyecto anr Interra (anr-09-stra- 04), en
colaboración con X. Arnaud de Sartre, A. Albaladejo, J. Elverdin y H. Urcola. Un artículo
comparativo entre tres agrociudades está en vías de redacción y se espera su publicación
en el curso de 2013.
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 145

arrendamiento son los propietarios con mayor superficie (representan


una mediana de 131 hectáreas), mientras que aquellos que ceden una
parte de sus tierras en arrendamiento cuentan una mediana intermedia,
115 hectáreas.

Figura 8
Tierras dadas en alquiler por propietario en Junín

1.000 –

800 –
Superficie (has)

600 –

400 –

200 –

0–
mayor parte nada parte
Porción de tierra arrendada

Fuente: elaboración propia basada en análisis con modelo R (proyecto anr Interra).

Una variable que nos interesa ponderar a partir de este tipo de


análisis multivariado es la orientación productiva del suelo que cada
tipo de actor desarrolla. En el cuadro 2 se observa esta orientación para
cada uno de los ocho tipos de actores identificados para San justo y en
el cuadro 3 observamos esta misma variable para cada uno de los cinco
tipos identificados en Junín.
Para San Justo, los tipos 6 y 5 muestran una predominancia de la
actividad productiva agrícola; esto puede deberse a que gran parte de
los casos cede toda su tierra en alquiler mayormente para la producción
de soja. El tipo 4 es el único con orientación productiva ganadera, lo que
podría deberse a la ubicación de las parcelas y el tipo de suelo (esta última
variable está en vías de procesamiento). Los tipos restantes tienen una
orientación productiva de tipo mixto, pero se puede distinguir a los tipos
1 y 2 del resto por tener más casos de orientación productiva netamente
ganadera (aunque en mucho menor medida si los comparamos con la
orientación agrícola y mixta al interior de cada uno). Por último, los
tipos 3, 7 y 8 no presentan casos de uso ganadero, y más bien tienden a
la producción agrícola y agrícola-ganadera.
146 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

Cuadro 2
Orientación productiva por tipo de propietarios en San Justo

Agrícola Mixto Ganadero Otros


Tipo
Nº casos % Nº casos % Nº casos % Nº casos %

1 21 39,62 33 62,26 1 1,89 0 0,00


2 16 51,61 8 25,81 1 3,23 8 25,81
3 38 60,32 27 42,86 0 0,00 0 0,00
4 0 0,00 0 0,00 55 100,00 0 0,00
5 62 76,54 21 25,93 0 0,00 0 0,00
6 71 81,61 18 20,69 0 0,00 0 0,00
7 25 48,08 29 55,77 0 0,00 0 0,00
8 49 67,12 26 35,62 0 0,00 0 0,00

Fuente: elaboración propia basada en bt 2009.

Cuadro 3
Orientación productiva por tipo de propietarios en Junín

Agrícola Mixto Ganadero


Tipo
Nº casos % Nº casos % Nº casos %

1 22 61 14 39 0 0
2 73 78 19 20 1 1
3 27 79 7 21 0 0
4 57 69 23 28 3 4
5 107 66 56 34 0 0

Fuente: ídem.

Si consideramos ahora esta variable para el caso de Junín, observamos


que en todos los tipos predominan los actores que se dedican exclusiva-
mente a la actividad agrícola. El tipo 1 es el que menor diferencia tiene
entre la proporción de actores dedicados a la agricultura únicamente
(61%) y actores dedicados a la actividad mixta (agrícola-ganadera) (39%).
Este tipo representa a los actores más pequeños y a los que tienden a
ceder sin tomar parcelas en alquiler. Las tendencias más marcadas se
dan en los tipos 2 y 3 representados por un 78% y 79% de casos que
se dedican exclusivamente a la agricultura en relación con la actividad
mixta y la ganadera. Tanto el tipo 4 como el 5 muestran una tendencia
intermedia en la proporción dedicada a ambas orientaciones productivas
(69% y 66%, respectivamente). Sólo se reflejan los actores que se dedican
de manera exclusiva a la actividad ganadera dentro de los tipos 2 (un
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 147

caso) y 4 (tres casos), y justamente son aquellos tipos los que tienden a
no ceder nada en arrendamiento y a la vez toman tierras en alquiler.
En síntesis, podemos decir que la escala de la superficie en propiedad
es un factor condicionante pero no determinante en las estrategias de
tenencia de la tierra por parte de los propietarios rurales. Ello nos obliga
a hilar más fino y mirar las trayectorias familiares e individuales y a
poner en relación la decisión “individual” con el contexto en el cual el
productor toma esa decisión, etcétera.

A modo de conclusión

El primer aspecto que el análisis realizado permite discutir refiere


al proceso de concentración de la producción al que una gran parte de
la literatura cita regularmente. De acuerdo con lo expuesto, si bien en
términos generales confirmamos esta tendencia, nos parece importante
rescatar la luz arrojada sobre la persistencia de propietarios que, en
ambos sitios, deciden trabajar su tierra. Del mismo modo, incluso si los
datos confirman la tendencia hacia la agriculturización, no por ello la
actividad ganadera deja de tener un rol en los territorios materiales y
simbólicos transmitidos por los protagonistas de estos pueblos (en Junín
se dan casos que, aun en suelos con aptitud agrícola, sus propietarios
siguen haciendo ganadería). Significada como “tradición familiar” o ex-
plicada como modo de “preservar el patrimonio” (conservar la calidad de
los suelos del campo heredado), o incluso para utilizarla como “seguro
contra todo riesgo” (climático y las oscilaciones en los precios interna-
cionales), la ganadería sigue siendo una apuesta practicada, con mayor
o menor resultado, por los actores de estas agrociudades. Teniendo en
cuenta ambos aspectos, la caracterización de estos territorios nos incita
a pensar en procesos combinados de redimensionamiento de las activi-
dades y de reterritorialización de éstas.
En relación con la caracterización de las explotaciones es posible
afinar el análisis respecto de las consecuencias de la agriculturización.
En efecto, esta tendencia global del agro argentino produjo dos des-
plazamientos de distinta naturaleza: en el caso de San Justo, se trata
de un pasaje de las explotaciones ganaderas a mixtas y, en Junín, de
mixtas a agrícolas. Esta diferencia se explica, por un lado, por la his-
toria productiva de cada agrociudad, ya que San Justo ha desarrollado
históricamente una actividad ganadera, mientras que Junín siempre
ha sido una zona de producción mixta, con una excelente producción y
potencialidad cerealera y oleaginosa. Por otro lado, rasgos como la calidad
del suelo y el dinamismo del mercado de tierra influyeron para generar
148 Valeria Hernández, M. Florencia Fossa Riglos y M. Eugenia Muzi

las dos alternativas observadas: con buenos suelos agrícolas, un produc-


tor propietario puede “arriesgarse” a producir pues los altos rindes le
garantizan un retorno de inversión, incluso ante condiciones climáticas
no del todo favorables. Éste es el caso de Junín, donde, como vimos, se
trata solamente del 33% de los propietarios quienes deciden ceder toda
su tierra en alquiler y desvincularse de la producción, mientras que un
55% sigue trabajando la tierra combinando diferentes modalidades de
acceso a ella.23 En cambio, en suelo con bajo potencial agrícola, los riesgos
de no retorno de la inversión aumentan (los rindes mediocres), sumado a
un mercado de alquiler en alza, cuya relación con los rindes esperables
es muy superior, y el propietario termina cediendo su tierra (sobre todo
la agrícola) y deviene rentista. Es el caso de San Justo, donde el 50%
de los propietarios ceden su tierra y donde quienes las toman organi-
zan explotaciones cuyo tamaño promedio es muy superior al de Junín
puesto que sólo creciendo en escala se compensa la inversión: entre los
actores netamente arrendatarios (quienes no poseen tierra en propie-
dad) el tamaño medio de las explotaciones es de 421 hectáreas en San
Justo (231 hectáreas en Junín) y entre los arrendatarios-propietarios,
el tamaño medio es de 560 hectáreas (contra 214 hectáreas para Junín)
(figuras 1 y 2).
Notamos, además, que las estrategias para organizar la unidad pro-
ductiva agropecuaria consisten en formas complejas de articulación de
diversas parcelas, ubicadas de modo diferencial en el territorio, y que no
necesariamente reflejan una dicotomía entre propietarios y arrendata-
rios. Es más: es tal la diversidad de transacciones, formales e informales,
y las múltiples combinaciones entre ellas ensayadas por los actores, que
resulta sumamente necesario analizar los matices y las figuras sociales
singulares que de ellas se derivan. Es el caso de los propietarios que
deciden trabajar una parte de sus tierras, ceder otra porción y tomar en
alquiler parcelas que suman a las que tienen en propiedad: en Junín se
trata del 5% de los actores, mientras que en San Justo del 3%, y nueva-
mente se verifica el mayor tamaño medio de las explotaciones en San
Justo que en Junín (560 hectáreas promedio en San Justo contra 161
hectáreas en Junín) correspondiendo respectivamente a un 6% y un 7%
del total del territorio considerado (figuras 1 y 2). También se da el caso
de que, sumado a estas combinaciones, algunas parcelas las trabajan en
asociación con su propietario, al tiempo que con algunas maquinarias de
su propiedad prestan servicio de cosecha o siembra a terceros.
En definitiva, y como síntesis de este primer boceto de las realida-
des locales respecto del uso yla tenencia de la tierra, se abre una serie

23. El 12% restante son los arrendatarios puros en esta porción de territorio.
Agrociudades pampeanas: usos del territorio 149

de preguntas que interesan a nuestro enfoque antropológico, a saber:


¿qué nuevos vínculos y dinámicas sociales, productivas e identitarias,
se pusieron en marcha entre las áreas (re)conectadas por la actividad
ganadera? ¿Cómo esta rearticulación geográfica de actividades (re)
organiza relaciones sociales entre los pueblos, municipios, institucio-
nes, etc.? ¿Cuáles son las configuraciones locales relativas a las formas
de sociabilidad, modos de vida rural, puestos de trabajo, etc., que las
múltiples combinaciones productivas activan? Finalmente, a partir del
análisis de la información relevada en el barrido territorial y del material
etnográfico obtenido podemos identificar la presencia de tres conjuntos
de actores construidos localmente como referentes significativos de la
dinámica productiva y social: las cooperativas, los productores (en sus
diversas manifestaciones, como veremos en breve) y los rentistas. En
el próximo capítulo abordaremos las principales hipótesis que guiaron
nuestra investigación en relación con cada una de estas categorías y sus
modos de anclaje territorial.
Figuras socioproductivas de la ruralidad
globalizada*

Valeria Hernández, María Eugenia Muzi


y María Florencia Fossa Riglos

En el capítulo anterior hemos actualizado la foto de las dos agrociu-


dades, San Justo y Junín, consideradas en detalle en relación con el uso
y la tenencia de la tierra. Nos proponemos ahora abordar las dinámi-
cas puestas en práctica por los tres principales actores de la actividad
agropecuaria identificados durante nuestra estadía. Observaremos los
modos específicos en que ellos se apropian de los pilares del modelo
agribusiness (ma; ver introducción de este libro) para poner en juego
sistemas acordes con los contextos locales, las trayectorias familiares, las
biografías individuales. El objetivo del ejercicio que nos proponemos en
estas páginas es dar cuenta, entonces, de las formas de territorialización/
desterritorialización de sus actividades, de los modos de significar los
eventos de sus vidas y de los imaginarios que movilizan para explicar(se)
los cambios del mundo en el que viven.

Las cooperativas, entre admiración e inquietud: cuando el


cooperativismo se vuelve competitivo

La cooperativa es un actor central en la dinámica territorial de ambos


sitios. Como han mostrado diversos estudios sobre el cooperativismo,
éste ha sufrido transformaciones tanto simbólicas como materiales en el

* La investigación que condujo a estos resultados ha recibido fondos del 7 Programa Marco
de la Comunidad Europea (fp7/2007-2013) bajo el Acuerdo de Fondos N° 212492 (claris
lpb. A Europe-South America Network for Climate Change Assessment and Impact Studies
in La Plata Basin) y de la Agence Nationale de la Recherche en el marco del programa
interra con la referencia anr-09-stra- 04 y del programa picrevat, con la referencia
anr-08-vuln-008.
[ 151 ]
152 Valeria Hernández, M. Eugenia Muzi y M. Florencia Fossa Riglos

marco del nuevo modelo agroproductivo (Lattuada, 2003, 2006), aunque


conserva algunas de sus antiguas cualidades. Comencemos por subra-
yar que, tanto en Junín como en San Justo, el espacio cooperativo sigue
siendo un lugar de socialización por excelencia, donde el productor, en
actividad o retirado, pasa varias horas durante la semana, se informa,
hace circular sus productos e ideas, participa de las cuestiones locales
“que importan”. En las entrevistas surge claramente el carácter socia-
lizador que posee la cooperativa.
Sin embargo, este espacio no es vivido sin contradicciones. Por un
lado, el sentimiento de pertenencia aparece intercalado con una mirada
crítica sobre la nueva dinámica “comercial” que hoy habita la cooperati-
va. Por otro, si bien se le reconoce el carácter exitoso que logró para su
organización (gracias a la profesionalización de la gestión), ello suscita
cierta inquietud. Veremos algunos de estos rasgos compartidos por las
cooperativas referentes en cada uno de los sitios: la Cooperativa Agrícola-
ganadera de San Justo, nacida en 1947 y asociada a faca, y, en Junín,
la Liga Agrícola-Ganadera Cooperativa Limitada, fundada en 1904 e
integrada a aca.
En ambas agrociudades, las consecuencias del cambio de orientación
productiva y el avance de la agricultura de commodities transformaron
tanto el perfil productivo de las cooperativas como la lógica institucional
que las organizaba. Un productor sanjustino se refería al primer punto:
“En su origen, vos vas a ver que nuestro nombre es Cooperativa Federal
Agrícola-Ganadera… [pero] de ganadera, hoy, la actividad… nula” (José,
50 años, asesor de la cooperativa, enero de 2009). El mismo fenómeno se
verificó en la Liga de Junín, donde las actividades ligadas a la produc-
ción agrícola son, de lejos, las más importantes en volumen y retorno
económico. A este primer cambio sobre el tipo de actividad productiva
privilegiada por la acción cooperativa se le suma otro relativo a la lógica
que organiza esta institución: todos los interlocutores coinciden en seña-
lar que, en la actualidad, la dinámica preponderante es la del mercado,
relegando el registro mutualista al rincón de los recuerdos:

Hoy [la cooperativa] es una empresa privada. Aunque tenga su


comisión y asociados, tiene una filosofía aggiornada a las reglas
del mercado, más que a lo mutual y a lo asociativo, que son los fines
de una cooperativa. [Hoy] es un negocio. (Carlos, veterinario, 50
años, ex cooperativista sanjustino, junio de 2009)

Este doble cambio en el perfil de las cooperativas fue central en el


proceso de rearticulación del mapa socioproductivo local. En primer lugar,
en los dos casos se habla de la profesionalización de la gestión median-
te la incorporación de personal diplomado (centralmente contadores e
Figuras socioproductivas de la ruralidad globalizada 153

ingenieros agrónomos), quienes asumieron puestos con responsabilidad


de decisión. En segundo lugar, y como consecuencia de la visión que
traían los nuevos perfiles dirigenciales, se inauguraron una serie de ac-
tividades como la venta de servicios (fumigación, fertilización, cosecha,
acopio, transporte) y de agroinsumos, la comercialización de granos, etc.1
Además, se diluyó la frontera del espacio cooperativo, ofreciendo indis-
tintamente los servicios tanto a socios como a no socios, y englobando a
ambos en la categoría unificadora de clientes. En tercer lugar, por una
cuestión de “coyuntura”, comenzó ella misma a arrendar campos para
ponerlos en producción bajo su gerenciamiento. En el caso de San Justo,
en un inicio, se trató centralmente de los campos de aquellos socios chi-
cos y medianos (de 100-500 hectáreas) quienes, para pagar sus deudas,
entregaron sus tierras en una suerte de comodato. Luego, esta actividad
de la cooperativa se independizó de la dinámica inicial, expandiendo la
producción a partir de campos arrendados en función de las oportuni-
dades de negocio que ofrecía el mercado de tierras local y regional. De
esta forma, la relación con los cooperativistas cambió radicalmente:
de ser “la mano” mutualista que necesitaba el socio en dificultad para
“aguantar” hasta que lograse saldar su deuda, pasó a ser “el socio” de
los que devinieron “contratistas” en su propio campo.2 En la actualidad,
la cooperativa es socia de varios de los clientes de mayor tamaño, con
quienes organiza la producción bajo la forma pool de siembra. En Junín,
si bien la cooperativa también recurre a ese mecanismo para saldar
las deudas de los adherentes morosos, no llega a ser tan importante su
actividad como productora directa (en total tendría en 2010 unas 700
hectáreas3 bajo su gestión). En cuarto lugar, las cooperativas expandie-

1. En esta lógica de diversificación de los ingresos, las cooperativas desarrollaron “unidades


de negocios”, cubriendo una amplia gama de nichos de actividad (por ejemplo, la producción
y venta de alimentos balanceados).
2. Un ejemplo de esto son las 8.000 hectáreas que la cooperativa explota a modo de pago
de deuda: “…fue una historia larga esa… el campo nosotros lo tenemos por él [el propie-
tario, ex productor], porque él lo había comprado y no lo pudo pagar... y entonces recurrió
a la cooperativa. Nosotros hicimos ese pacto: lo ayudamos a él... y si después podía volver
a comprárselo, se lo vendíamos... […] Él hace como un préstamo a la cooperativa, como
pago a la cooperativa […] y las trabaja solo él” (Roberto, 52 años, productor y dirigente
de la cooperativa, febrero de 2009). Por su parte, los 250 socios activos de la cooperativa
producen en un total de 110.000 hectáreas.
3. En muchos casos, la asociación con un productor para gerenciar la producción está ligada
a una deuda que el primero tiene hacia la entidad. Se trata de una suerte de concesión de
la empresa que el productor realiza a la cooperativa. Otras veces, es el propio productor
quien viene a solicitarla como una excelente socia local con capacidad de financiación,
para crecer en escala: “Nos ofrecen o a través de algún contratista o socio que dice: «Bueno,
me ofrecieron 200 hectáreas, yo no puedo hacerlas con recursos propios», nos asociamos,
cada uno pone su parte y luego se dividen la cosecha” (productor, ex representante de la
154 Valeria Hernández, M. Eugenia Muzi y M. Florencia Fossa Riglos

ron de manera vertiginosa el servicio de acopio, el cual ofrecen de forma


gratuita. En efecto, el proceso de agriculturalización que conoció el país
con el avance del paquete soja-glifosato-siembra directa, y las buenas
condiciones climáticas que imperaron en los últimos veinte años, hicieron
que las cooperativas multiplicaran varias veces su capacidad de acopio,
fundamentalmente de soja. En San Justo, actualmente, la cooperativa
local es la más grande acopiadora en volumen de la zona, con una ca-
pacidad de 220.000 toneladas de acopio de granos.4 En Junín, las cinco
plantas de acopio que posee la Liga en los diferentes pueblos rurales le
da una capacidad de almacenaje de 80.000 toneladas,5 lo cual le permite
“vivir”, como nos explica un productor y representante de la Liga: “El
productor entrega el cereal, la Liga acondiciona, se lo comercializa y le
cobra comisión, pero no es dueña, no compra; vende por cuenta y orden del
productor. Le vende el cereal y por eso cobra comisión (2%) y de eso vive
la cooperativa” (Luis, ingeniero agrónomo, ex jefe de cereales y asesor
técnico de la Liga, octubre de 2009). Todo es un sistema bien ajustado:
la gratuidad de una actividad (el acopio) se compensa con la expansión
de la otra (consignataria de granos): “Hoy principalmente funcionamos
como consignatarios en el mercado de explotación de granos para la ex-
portación” (José, asesor de la cooperativa fagsj, junio de 2009).
La importancia que adquirió la actividad de consignataria es quizá
uno de los rasgos que, en la actual configuración del sector, tenga ma-
yor peso a la hora de redefinir el valor del espacio cooperativo, según la
perspectiva de sus adherentes: “Eso obliga a las empresas privadas que,
al estar la Liga, no puedan irse mucho más del 2 o 3%, si no estuviese la
cooperativa a lo mejor cobrarían un 10% de comisión” (Hugo, ingeniero
agrónomo, neoproductor y socio de la Liga, noviembre de 2009). Entonces,
aunque en muchos aspectos mimetizada con el mundo empresario, la
presencia de la cooperativa sigue siendo, sin embargo, reivindicada como
una forma de poner un freno a la voracidad propia del sector privado.
De un modo general, el giro hacia el ma generó el espacio para que las
cooperativas asumieran actividades que no eran parte de su repertorio

cooperativa). Así, con cada nuevo contrato de alquiler, concesión o asociación hecha por
un productor-deudor-socio, la cooperativa incrementa la venta de insumos, las toneladas
de acopio y, por tanto, las toneladas comercializadas para exportación, de donde saca su
mayor ingreso gracias a los grandes volúmenes que negocia aca.
4. Esto incluye: trigo, maíz, girasol y soja. Para abastecer esta demanda, las cooperativas
fueron acrecentando sus instalaciones, llegando incluso a ocupar lugares con un alto
contenido histórico local, como es el predio de la vieja feria de remates ganaderos en San
Justo (“Hoy, donde estaba la feria de remate están los silos de la cooperativa”, Roberto, 52
años, productor y dirigente de la cooperativa, julio de 2010).
5. Del total de acopio por campaña, un 80% corresponde a soja.
Figuras socioproductivas de la ruralidad globalizada 155

tradicional. Con las nuevas actividades, estas organizaciones termina-


ron adjudicándosele diversos roles, haciendo evolucionar sus posicio-
nes respectivas en el entramado de interrelaciones locales de manera
significativa: en tanto consignataria de granos, tendrá como clientes
tanto a arrendadores como arrendatarios; en su función de acopiadora,
almacenará tanto los granos de los productores medianos como los de
aquellos rentistas que cobraban sus alquileres en forma de granos; como
vendedora de insumos y servicios, tendrá como interlocutores tanto a
socios como a no socios, diluyendo, como dijimos, la frontera simbólica
entre el afuera y el adentro, pasando todos a ser “clientes”.
La percepción de los productores en relación con los cambios que
transitó este actor no está exenta de tensiones y ambigüedades. Por un
lado, hemos visto que, en este camino de transformaciones internas y
externas, ambas cooperativas son vistas como exitosas en función del
altísimo nivel de competitividad alcanzado. Sin embargo, esta misma
eficiencia amenaza la continuidad de quienes admiran esos logros:

Mi papá fue socio durante muchísimos años […] Yo soy del mis-
mo ramo [de la cooperativa]; seríamos competidores […] Ellos tienen
agroquímicos, acopio y esto es lo mismo [que tengo yo] en cosas y
servicios […] La cooperativa de acá no sirve en esas cosas. Creció
y creció en acopio, pero no les sirvió a los más chicos […] Entonces,
cuando hablan, yo les digo: “Ustedes se tienen que quedar con pro-
ductores chicos y me tienen que dejar los grandes a mí”. (Pedro, 55
años, productor-empresario, San Justo, febrero de 2009)

Por otro lado, el avance de la lógica concentracionista, que se expresa


tanto a nivel de la producción, de las firmas de agroinsumos como de los
grupos exportadores, lleva a reconocer ciertos rasgos propios de la coope-
rativa que permiten (por el momento) hacer frente a aquella lógica:

Y acá, por ejemplo, hoy está esta empresa... Adecoagro. Com-


pró un campo de cuatro mil y pico de hectáreas en la zona... y...
era una estancia que tenía quince empleados, quince familias que
vivían de eso, y se tuvieron que ir de ahí. Hoy no tienen más esos
empleados... Hoy, acá [se refiere a la cooperativa], la gente viene a
comprar servicios pero, si vienen éstos [se refiere a megaempresas
como Adecoagro], te traen gente de otros lugares; si no les gusta
acá, se van a otro lugar; no pierden empleados... ése es el problema.
(Roberto, productor y dirigente de la cooperativa de San Justo,
febrero de 2009)

En cuanto al rol de productora-empresaria tomando tierras en alquiler


para hacer agricultura, las cooperativas son señaladas por los entrevis-
156 Valeria Hernández, M. Eugenia Muzi y M. Florencia Fossa Riglos

tados como “los pooles” de la zona,6 condensando el imaginario sobre los


“otros amenazantes” (que también comprende a “los extranjeros” que
compran tierras). Incluso dentro de la misma cooperativa se incorpora
el discurso de la lógica concentracionista. Así, desde una visión global,
nos comenta un representante de la Liga Agrícola juninense:

Nosotros con la cooperativa tenemos el pool de siembra más


grande del país […] porque la cooperativa es un grupo de produc-
tores que, si todos trabajamos con la cooperativa, son muchas miles
de hectáreas que se trabajan y que esa producción entonces va a
la cooperativa […] Entonces todas estas cooperativas del país van
en un cuello de botella hasta aca que es mucho más grande que
cualquier pool o cualquier empresa. (Alfredo, productor y dirigente
de la Liga de Junín, octubre de 2010)

Desde este punto de vista y pivoteando dentro de esta analogía, nada


tendría para envidiarle a los pooles de siembra. Es evidente que, al inau-
gurar este nuevo perfil, las cooperativas se convirtieron en competidoras
de sus clientes, cosa que los productores señalan como una contradicción
básica con los principios del mutualismo.
Al mismo tiempo, la diversificación de rubros (ganadería, agricultura,
acopiadora, etc.) y de actividades (servicios, comercio, producción) llevó
a las cooperativas a establecer relaciones con actores del entramado
agroproductivo que poco frecuentaban en el pasado, o con quienes se
relacionaban desde un posicionamiento muy distinto al que asumen
en la actualidad. El peso relativo de cada actor en la economía de las
cooperativas varió de tal modo que llevó a reorganizar la geometría del
entramado cooperativo. Veamos, como caso emblemático, la interacción
con las firmas multinacionales. En esta trama de relaciones globalizadas,
las cooperativas interactúan a través de las comisiones de la venta de
granos: “Y hacemos negocios, directo, con las multinacionales. Nosotros
le vendemos directamente a Cargill, a Bunge, a Dreyfuss […] hay una
comisión, nada más...” (Roberto, productor y dirigente cooperativista
sanjustino, enero de 2009).
Además, operan a través de las remesas generadas a partir de la
venta de insumos:

Y, cuando los fertilizantes todavía no habían aumentado, se


vendieron eh... 14.000... no, 16.000 toneladas de fertilizante... te
diría que, más o menos, vale 1.000 dólares la tonelada, promedio
son 16 millones de dólares en fertilizante... (Ídem)

6. Esta referencia puede ser de la cooperativa local (como en San Justo) o de una cooperativa
del partido vecino que toma tierras en el partido de Junín.
Figuras socioproductivas de la ruralidad globalizada 157

Asimismo, el vínculo con estas empresas facilita el acceso y la compra


de licencias, las cuales les permiten reproducir y acopiar semillas de soja
para comercializarlas como insumo:

Vos comprás las semillas, pagás las regalías y […] [podes ven-
der]. Los semilleros de trigo y de soja traen... acá, hacemos pruebas
[…] se lo damos a productores para que hagan la semilla […]: en
semillas son 130.000 (toneladas acopiadas) de soja y 70.000 (tone-
ladas) de trigo (en acopio actual). (Ídem)

Por su parte, aquellos actores más críticos respecto del nuevo para-
digma productivo señalan que, para que se afianzara la relación entre
cooperativas y multinacionales, y por ende su expansión productiva y
financiera, fue central el marketing corporativo de las empresas:

Las empresas la hicieron muy bien, ¡muy bien! Metieron y


metieron técnica y charla y producto; y [te decían]: “Tomá y probá;
tomá y probá; y trae y vení”; lote demostrativo y charla. Y venía
acompañando el tiempo… ¡Y la gente, le tomó la mano! (Carlos,
veterinario, ex cooperativista sanjustino, junio de 2009)

Como estrategias de marketing, las charlas informativas y recorridas


a campo jugaron un rol central a la hora de la difusión y adopción de
las nuevas prácticas agrícolas, que fueron impartidas mayormente por
profesionales de la cooperativa (ingenieros, contadores, etcétera):

Los obligó la situación, y después, como las empresas te llena-


ban de información, porque abrieron el paquete de información los
tipos, ¿para qué?, para engancharte. La hicieron muy bien […] acá
el desarrollo de la zona no lo hizo el inta, lo hizo toda la actividad
privada: crea, la cooperativa, los negocios con charlas permanentes,
todos esos. (Ídem)

Con el aumento de la participación relativa de las comisiones por


venta de los productos, la economía de las cooperativas se hizo cada
vez más dependiente de las empresas de agroinsumos, y la relación con
ellas devino estratégica. Esto reubicó al resto de los interlocutores de
las cooperativas (el socio, los organismos técnicos públicos, etc.), asig-
nando jerarquías y prioridades en consecuencia. Veamos a continuación
los rasgos centrales de los otros actores que participan del mundo de la
producción directa en estas agrociudades.
158 Valeria Hernández, M. Eugenia Muzi y M. Florencia Fossa Riglos

Explosión de las figuras de la producción: productor… ¿estás?

Como mostramos en otra parte (Hernández, 2009b), la fragmentación


“por abajo” (esto es, a nivel de la distribución de las diferentes tareas
de producción en diferentes actores del sistema) y la articulación “por
arriba” (esto es, concentración de la gestión, con las figuras emblemáticas
del pool y el fideicomiso) permitieron, por un lado, que un mismo actor
pudiese participar del proceso productivo en momentos puntuales, sin
necesariamente tener que hacerse cargo de su totalidad. La figura del
productor “sin tierra” en la pampa se asocia con este tipo de actor eco-
nómico que ya no necesita ser propietario del campo para proyectarse
dentro de esta actividad sino que logra insertarse desde su capacidad de
articular los diferentes elementos/fragmentos: arrendamiento de tierras,
contratación de servicios y disposición de capital financiero son organi-
zados de modo que posibilitan el negocio agrícola. A su vez, esa misma
flexibilidad le permitió distribuir su participación en diversas empresas,
dentro del sector primario (por ejemplo, interviniendo en la gestión de
varias empresas; o prestando servicios en una y gerenciando en otra, etc.),
fuera de él (invirtiendo el capital en otros negocios como el inmobiliario,
etc.) o articuladamente con él (integración vertical, agroindustria).
Esta suerte de “volatilidad” económica tuvo sus consecuencias a nivel
de las construcciones identitarias que los propios actores fueron poniendo
en juego a partir de las diversas combinaciones posibles de los elementos
y modos de inserción antes mencionados. Quienes observábamos desde
las ciencias sociales estos movimientos, comenzamos a experimentar
cada vez mayor dificultad en identificar la figura de “productor” con
las definiciones clásicas. Corolariamente, iniciamos una reflexión so-
bre las fronteras conceptuales de nociones como “empresario”, “explota-
ción agropecuaria”, “trabajo”, “empresa familiar”, etc. (Bendini, Murmis
y Tsakoumagkos, 2009; López Castro y Prividera, 2011). En este contexto
(de recaracterización de los actores que motorizan el proceso productivo
primario en los pueblos pampeanos), Junín y San Justo se constituyen
en observatorios privilegiados para analizar algunas de estas cuestio-
nes. Por ejemplo, ¿quiénes son los que producen?, ¿cuál es su principal
producción? y ¿qué formas organizativas utilizan para producir?
En primer lugar, es importante tener en cuenta el modo en que se
desarrolló el proceso de colonización inicial y la posterior subdivisión por
herencia y sucesiones. Tanto en Junín como en San Justo este proceso
fue conformando un parcelamiento de las propiedades originalmente de
mayor escala, configurando en la actualidad territorios con explotaciones
de dimensiones medianas y/o pequeñas que no resultaron tentadoras de
arrendar para las megaempresas del agribusiness. De este modo, en am-
Figuras socioproductivas de la ruralidad globalizada 159

bos casos de estudio la presencia de los big players como actor material de
la producción es, por el momento, casi inexistente o marginal, aunque sí
esté en el imaginario colectivo local como actor simbólico que condiciona
muchas de las decisiones de los actuales productores locales.7
Si bien el escenario que finalmente se configuró en ambos sitios,
expresa la tendencia global a la concentración de la producción, ésta
fue liderada por actores locales. Muchas de las explotaciones familiares
recompusieron sus fronteras con el fin de unificar la gestión y mejorar
así la capacidad de negociación de los costos (insumos, alquileres, etc.) y
rentabilizar los equipos y el personal. Se conformaron entonces nuevas
unidades económicas, cuya base social fueron los pequeños propietarios
antiguamente identificados con la agricultura familiar. Ciertas figuras
jurídicas –como el fondo común de inversión (fci), el fideicomiso o la
sociedad anónima– fueron instrumentos apropiados para que una franja
de productores medianos pudiese permanecer en el sistema sin perder
rentabilidad ni competitividad:

El tipo que hacía 200 hectáreas de soja pasó a hacer 2.000. ¿Qué
hizo? Se compró fumigadora para las dos mil hectáreas: hacía su
techo y, después, hacía servicio. Luego, se compró una cosecha-
dora… y todo eso, más o menos, mientras iba desapareciendo el
productor [pequeño]. Este tipo de productores iban tomando tierras
y se armaron, ¿viste? y hoy, de ser productores que tenían 100 o
300 hectáreas, hoy hacen 3.000 o 4.000. Se juntan las familias, se
van asociando. (Pedro, 55 años, productor-empresario, San Justo,
febrero de 2009)

En este nuevo esquema fue central el rol del contratista8 pues este
actor se articuló con las necesidades de la producción a gran escala.
Asimismo, fue una estrategia exitosa de reconversión para los ex pro-
ductores que lograron montar esas empresas proveedoras de servicios:
contaron con el impulso endógeno del nuevo paradigma agrícola, cuya
tendencia concentracionista generó la clientela suficiente para rentabi-
lizar la inversión inicial, y con el incentivo dado por el sistema crediticio
público que puso a su disposición fondos para innovaciones tecnológicas
(maquinaria, infraestructura, etcétera).
El tercer tipo de actor que encontramos en estas agrociudades son

7. La presencia del pool en el imaginario rural y su rol como actor ideológico es un aspecto
sumamente interesante pero se aparta del objeto de análisis que nos propusimos para este
capítulo. Ver para un acercamiento a esta cuestión Hernández e Intaschi (2011).
8. Tanto en San Justo como en Junín los contratistas han sido actores relevantes en la
estructura agropecuaria regional desde principios del siglo xx (Barsky y Gelman, 2001)
pero con la adopción del nuevo modelo su perfil cambió y su rol se potenció.
160 Valeria Hernández, M. Eugenia Muzi y M. Florencia Fossa Riglos

perfiles sumamente abiertos, que acumulan en su cartera de activi-


dades todas las que puedan ir gerenciando con éxito. Son productores
directos, contratistas, vendedores de agroinsumos, administradores,
etc. Generalmente se dedican a prestar un servicio relativamente espe-
cializado (fumigación terrestre, aerofumigación, transporte, etc.) cuya
demanda se renovó y amplificó con cada innovación tecnológica puesta
en el mercado por las multinacionales. Asimismo, como mostramos en
el capítulo anterior, estos agentes suelen trabajar sus propias parcelas
aptas para la agricultura, en algunos casos dan en alquiler las que son
para ganadería y toman en arriendo parcelas para extenderse en la
actividad agrícola.
Las combinaciones que estos actores organizan no están determinadas
por las prácticas productivas de la familia de origen ni por ningún factor
definido a priori sino que dependen de las “oportunidades” que cada uno
sea capaz de articular, dada la coyuntura, su trayectoria, los espacios
por los que circula, la formación que haya recibido, sus contactos, etc.
Esto se ve claramente en la multiplicidad de combinaciones encarnadas
en los casos que mostramos a continuación, elegidos entre los cientos de
actores con los que interactuamos en los territorios.
El primer caso emblemático es el de uno de los contratistas más
grandes de San Justo, propietario de tan sólo 60 hectáreas, quien es, al
mismo tiempo, arrendador, arrendatario, productor, prestador de servi-
cios y vendedor de insumos:

Y, hoy por hoy, estoy sembrando más o menos unas 12.000 hec-
táreas mías, para mí [nótese la dificultad para decidir-definir cómo
cualificar esas hectáreas: ¿son de él o son para él?]. Y prestamos
servicio particular, para afuera, entre 5.000 y 6.000 hectáreas.
Todo lo que sea siembra, recolección de granos y fumigación. Y
este último año incorporamos la administración de una empresa
de Santa Fe, una sociedad de Santa Fe. (Manuel, contratista,
productor-empresario, febrero de 2009)

Manuel establece un “para mí” y un “para afuera” cuyas fronteras se


determinan en función de parámetros que incluyen no sólo la producción
directa (las hectáreas trabajadas para agricultura) sino también los ser-
vicios prestados en tanto empresa contratista de labores y, además, la
administración de otras empresas o sociedades de producción. El espacio
económico “propio” que este actor conforma articula actividades incluidas
en distintas ramas (como la de servicios y la producción primaria), de
modo que excede el continente tradicionalmente atribuido al productor,
pero no por ello deja de reivindicar tal identidad. A falta de un apelativo
más feliz, hemos llamado este tipo de perfil multiforme “neoproductor”
Figuras socioproductivas de la ruralidad globalizada 161

con el fin de alertar sobre lo novedoso de esta construcción identitaria


cuyo rasgo más destacado consiste en su flexibilidad cognitiva y su po-
livalencia social (Hernández, 2007b, 2007c).
La segunda configuración que queremos traer aquí es la de un inter-
locutor juninense, Franco, conocido por trabajar una gran cantidad de
superficie que organiza de muy variada forma. Por un lado, es propieta-
rio de 1.400 hectáreas que explota de forma autónoma. Además, formó
una sociedad anónima con otro productor capitalizado local, con quien
trabaja 7.000 hectáreas fuera de Junín: “[Es una] sociedad de servicios:
alquilamos a propietarios y les hacemos todos los servicios…” (Franco,
junio de 2010). A su vez, como sociedad anónima, se asociaron con una
cooperativa de un partido limítrofe, aportando a esta segunda sociedad un
capital que representa el 30% del total. Así, con la cooperativa trabajan
aproximadamente 12.000 hectáreas arrendadas, en su mayoría fuera del
partido de Junín. Ahora bien, es indudable que Franco es un empresario
agrícola, pero ¿cuál es su empresa? Para describirla es necesario apelar
a una gramática totalmente distinta de la que describió la empresa de
su padre, la cual se extendía sobre tierras propias, ubicadas en Junín y
trabajadas centralmente por la familia.
Otro caso juninense nos ilustra sobre la flexibilidad que existe para
construir la posición de productor: Juan comenzó su actividad en el
sector al recibir una cosechadora en herencia. Inicialmente prestador
de servicios, fue cubriendo cada vez más hectáreas, tanto en la zona
como en partidos vecinos, hasta que, en unos años, pudo comprarse
sus primeras 37 hectáreas de campo. Desde ese pequeño escalón formó
distintos tipos de sociedades con sus vecinos: por un lado, una sociedad
prestadora de servicios (siembra y cosecha); por el otro, una planta de
acopio en silos; a su vez, con tres conocidos distintos formó tres socie-
dades en las que él aportó los equipos y los socios el campo. De esta
manera, en la actualidad trabaja 2.000 hectáreas, de las cuales sólo 150
son de su propiedad, tiene varias empresas prestadoras de servicios y
participa como socio en minipooles locales, aportando el equipo. Esta
pluriactividad está directamente relacionada con la tendencia a arrendar
la tierra que se trabaja: “Acá los productores agropecuarios no compran
campos, directamente los alquilan” (Rodrigo, 32 años, empleado de una
empresa de agroinsumos, febrero de 2009).
Estas combinaciones habilitan una serie de preguntas para quien
se interesa por las formas de habitar los territorios y las identidades,
individuales y colectivas, que así se inauguran. Por ejemplo, nos inte-
rrogamos acerca del efecto que tiene el cambio señalado respecto de la
tierra, sobre lo cual nos dice un productor “sin tierra”: “Realmente hoy,
con una situación de relación precio-campo, inversión-ingreso, no es fácil.
162 Valeria Hernández, M. Eugenia Muzi y M. Florencia Fossa Riglos

Yo alquilo” (Nahuel, 41 años, ingeniero agrónomo, arrendatario y asesor,


Junín, noviembre de 2009).
Este interlocutor no considera oportuna la compra de tierras y pre-
fiere destinar su inversión a expandirse en arrendamientos, teniendo
en cuenta que esa transacción le dará mayor liquidez económica. Podría
leerse aquí cierto “desapego” por la propiedad de la tierra, lo cual estaría
indicando un cambio simbólico fuerte con respecto a la larga tradición
del colono, para quien tener “su” campo era subjetivamente constitutivo.
En términos analíticos así es evidente que la flexibilidad empresaria que
exhiben estos neoproductores dificulta su encasillamiento en una u otra
categoría clásica de actor. Van creando combinaciones con una fluidez
tan grande como efímera y, en este sentido, no sólo se disuelve la figura
lineal del productor (un productor, asociado a una unidad productiva, a
su vez asociada a una familia, etc.), sino que también se desdibujan los
límites de la explotación, al estar “el negocio” distribuido en diversos nu-
dos transaccionales y ramas de actividad. En esta línea de complejidad,
veamos una última configuración del “negocio” a través de una empresa
sanjustina cuya novedad respecto de los anteriores es que se iniciaron
como especialistas en servicios informáticos y sistemas georreferenciados
para controlar la producción agropecuaria. Los socios que integran esta
empresa decidieron invertir en la producción a partir de la posición de
gerenciadores. Así, comenzaron por arrendar 900 hectáreas en San Justo.
Al necesitar más capital para poder crecer en escala formaron un fidei-
comiso con un 80% de capital proveniente de inversionistas de Buenos
Aires. Actualmente arriendan 3.000 hectáreas en San Justo, más otro
tanto distribuidas en distritos vecinos (Crespo, Cabal, Emilia y Yambi
Campbell) y en la provincia de Entre Ríos (San Salvador, Concordia
y Villa Urquiza). A su vez, la empresa ha incorporado como partner a
representantes de las firmas Don Mario y Monsanto que, a cambio de
proveer insumos, participan de la rentabilidad de la empresa. La lógica
es resumida por uno de los jóvenes socios:

El modelo de negocio es: una persona aporta insumos, otra


persona aporta administración, otra alquileres y labor y así... El
fideicomiso nos sirve para tener el capital disponible. (Simón, 32
años, empresario, febrero de 2009)

Estos pocos casos bastan para constatar que seguir teniendo como
referencia principal la categoría clásica de productor como un actor
ligado a la producción primaria directa, determinar su perfil en función
del tamaño de la explotación, tomada esta última como unidad dirigida
por el mismo agente económico, se torna no sólo muy complejo sino que,
dadas las características del mapa rural presentado brevemente en los
Figuras socioproductivas de la ruralidad globalizada 163

párrafos anteriores, hasta parece carecer de interés cognoscitivo: ¿a


qué realidad estaría haciendo referencia un estudio de ese tipo cuando
vemos que se expande la modalidad de los interlocutores agrorrurales
que desarrollan más de una actividad, pertenecen a más de una sociedad
anónima y participan en varios momentos de la cadena productiva, po-
tenciando el nivel de ingresos y la superficie en explotación? Por ello, en
tanto analistas de estas nuevas prácticas materiales y simbólicas, debe-
mos integrar el estudio de estas articulaciones territoriales y sectoriales
a través de las cuales se sostiene concretamente la lógica agribusiness.
Advertir las profundas consecuencias de estas nuevas realidades se torna
fundamental en temas de tanta actualidad como la discusión sobre la
ley de tierras, la necesidad de un marco regulatorio de las transacciones
inmobiliarias rurales (arrendamientos, etc.) o la modificación de la ley
de semillas, por poner sólo dos ejemplos.

El rentista, personaje del pueblo

Como vimos con el barrido territorial en el capítulo anterior, una


parte importante del territorio (casi el 50% en cada sitio) está trabajada
por arrendatarios, lo cual nos podría llevar a pensar que el número de
personas que viven de rentas no es menor. Sin embargo, como también
vimos en el capítulo anterior, no todos los que arriendan son rentistas
“puros” en el sentido de que sólo viven de rentas. En efecto, en muchos
casos se trata de dar un parte de las tierras en propiedad en arriendo
y, con ese alquiler, salir a tomar tierras de otro que se ajustan mejor al
proyecto empresario que se intenta desarrollar. Con lo cual, es necesario
complejizar nuestra mirada sobre el rentismo para poder dar cuenta de
la diversidad de formas que el fenómeno contiene, al tiempo de señalar
los rasgos centrales de las principales figuras del rentismo. A partir de
las entrevistas etnográficas pudimos acceder a las historias de vida
de  quienes cedieron sus tierras y observar ahí los distintos sentidos
construidos.
El primer elemento que surge de los relatos de vida de los que aban-
donaron la actividad de productor para devenir rentista es una suerte de
periodización en el proceso de alejamiento de la actividad directa prima-
ria. Un momento inicial de distanciamiento se introduce con la modalidad
de aparcería: en esta configuración, la retribución por la cesión de la
tierra es pactada en función de un porcentaje de la producción. Luego,
con el ma, la lógica rentística se autonomiza respecto de la dinámica de
la producción: la modalidad de fijar un precio fijo por hectárea y de pagar
los alquileres al inicio de la campaña agrícola opera una ruptura con la
164 Valeria Hernández, M. Eugenia Muzi y M. Florencia Fossa Riglos

realidad y los tiempos concretos de la actividad productiva puesto que


la suerte del productor no es compartida por el propietario de la tierra.
Además, el rentista ejerce una presión financiera importante pues quien
alquila debe disponer de un considerable circulante antes de iniciar la
campaña. Ello supone la presencia de socios capitalistas solventes (éste
es el caso de fideicomisos) o bien una capacidad de ahorro y de gestión
por parte del arrendatario. No todos poseen esta capacidad, la cual está
vinculada no sólo a un gran rigor administrativo, sustentado en cono-
cimientos y herramientas de gestión, sino que también requiere de una
determinada disposición subjetiva.
Un segundo elemento que surge al analizar las entrevistas es la refe-
rencia al contexto macro como factor explicativo de la decisión individual.
Los entrevistados evocan el recalentamiento del mercado de tierras que
llevó, en muy poco tiempo, a un aumento considerable del precio de la
hectárea de tierra agrícola: en San Justo aumentó de 3/5 quintales en
2002 a 7/8 en 2006, y en algunos casos llegó en 2008 a 11 quintales por
hectárea; mientras que en Junín los arrendamientos han llegado a pa-
garse entre 15 y 17 quintales por hectárea en 2009. Tratando de explicar
cómo funciona el modelo, más allá de las voluntades individuales, un
ingeniero agrónomo, a su vez arrendatario, nos decía:

El sector está muy concientizado de que hay muchas culpas.


Nadie involucró a nadie en esto de los 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12
quintales; eso fue una cuestión de que no se puede culpar a nadie,
fue un negocio. (José, ingeniero agrónomo y productor, San Justo,
enero de 2009)

Negocio para unos (los que concentraron la producción) y para otros


(los rentistas). Sin embargo, si consideramos que la hectárea, por ejemplo
en San Justo, tiene un promedio de rendimiento de unos 2.300-2.500
kilos de soja, entonces se advierte claramente el delicado equilibrio que
es necesario garantizar entre costos y ganancias si se quiere permanecer
en el “negocio”. Evidentemente, este equilibrio es más difícil de lograr
para quien, siendo propietario de una pequeña porción de tierra, no tiene
la suficiente escala como para reducir los gastos generados por los otros
rubros (insumos, servicios agrícolas, flete, etc.) o para poner en práctica
estrategias típicas de los grandes jugadores del sector (diversificar la
producción arrendando en regiones menos caras, exportar directamente,
negociar precio de los insumos con las firmas, etc.). Entonces, por una
situación o por la otra, la tentación generada por estos altísimos precios de
arrendamiento llevaron a numerosos productores, de pequeña y mediana
extensión (< 70 hectáreas y entre 70-400 hectáreas) a optar por la cesión
Figuras socioproductivas de la ruralidad globalizada 165

de las tierras, alejándose de la actividad directa primaria, mudándose al


pueblo o ciudad más cercana y comenzando a vivir de estas rentas.
En ambas agrociudades, esta categoría de rentistas está integrada por
personas con perfiles que se pueden distinguir básicamente en tres: por
un lado, el perfil mayoritario corresponde a personas jubiladas (rondan
los setenta años) que comenzaron por alquilar la parte agrícola y man-
tuvieron para explotación propia las parcelas aptas para ganadería; con
la edad y la ausencia de hijos que retomaran la explotación decidieron
dar en arrendamiento la totalidad de las parcelas y devinieron rentistas
puros.
Otro perfil totalmente diferente es el caso de quienes se dedican a
otra actividad, heredan un campo y, en vez de subdividirlo (como quizá
se hubiese hecho en otro contexto), dada la performance del mercado
inmobiliario, deciden alquilarlo en su totalidad para negociar un mejor
precio y dividirse la renta. Un rentista juninense que encarna este perfil
(67 años, abogado, propietario de 465 hectáreas, cuyos familiares ejercen
diversas profesiones en la ciudad) nos explica su visión:

Tiene que ser madre de negocios porque al que usa el campo


para sacar la renta y gastarla en vivir, el campo mucho no le sirve.
Más que para eso, lo mejor es que trabaje y que de ahí obtenga
financiamiento para crear pequeños emprendimientos, pequeñas
empresas… (Mauricio, 67 años, abogado, septiembre de 2010)

El tercer tipo de rentista es el que “podría estar trabajando pero se


fue en la época que te convenía alquilar y vivir bien, igual” (Manuel,
contratista y productor agropecuario, febrero de 2009). Un rasgo que se
reitera en este perfil es que la mayoría de ellos no ha invertido parte de
su renta en otras actividades económicas, por lo que la familia depende
exclusivamente de sus bienes inmuebles y campos. A su vez, en la mayoría
de los casos los hijos o los nietos no disponen de condiciones materiales
para reinsertarse en el mercado agrícola, con lo cual una retirada de los
gerenciadores o tomadores de tierra (como sucedió en 2008-2009 con la
sequía) pondría en jaque no sólo la economía familiar sino que junto con
ella se verían seriamente afectadas las economías locales.
Ahora bien, ¿cómo son percibidos estos actores pasivos pero centrales
del actual modelo por sus partenaires locales? En ambas zonas de estudio,
una primera caracterización los ubica en el polo negativo, centralmente
por ser “especulativos” y “cómodos”:

Les convenía alquilar, no trabajar, o… no esforzarse, y tenían


un dinero muy bueno, mensual, con un contrato, ¡y sin hacer nada!
166 Valeria Hernández, M. Eugenia Muzi y M. Florencia Fossa Riglos

(Juan, ingeniero agrónomo y productor de San Justo, febrero de


2009)

Otra manera de percibir la dupla arrendatario-rentista hace énfasis en


la lógica que se generó entre ellos: “Y nosotros [los arrendatarios] fuimos
más los culpables [por pagar los altos precios pedidos por los propietarios
de la tierra]… y los otros [los rentistas] fueron aprovechando” (Luis,
contratista y productor agropecuario sanjustino, febrero de 2009).
En este sentido, se enfatiza el carácter relacional de esta categoría
de actores, que hace indispensable pensarla en su articulación con los
neoproductores dentro de la dinámica del ma y en función de las coyuntu-
ras específicas que interactúan con la lógica marco. Éste es el escenario
que se originó a fines de 2008, cuando el sector conoció la sequía más
importante del país en los últimos setenta años. Esta coyuntura provocó
fuertes tensiones en la dinámica propia del modelo, y se volvió síntoma
en torno al pago de los alquileres. Como consecuencia, se abrió un espa-
cio de reflexión colectiva que involucró a arrendadores y arrendatarios,
quienes se interrogaron sobre la “burbuja sojera” y el mercado de tierras.
Dados los bajos rindes obtenidos, muchos productores no podían cubrir
el pago de los alquileres sin poner en riesgo su propia permanencia en el
sistema. Por su parte, los arrendadores exigían el derecho de cobrar el
alquiler pactado (antes de conocerse las condiciones adversas climáticas
de la campaña). La disputa en torno al pago o no de los alquileres, en
ese momento calificados como irracionales y producto de la “burbuja
sojera”, puso en evidencia las fragilidades de un sistema de producción
tan concentrado, con grandes desigualdades en el acceso al mercado de
alquiler de tierras y con una ecuación costos/ganancias supeditada a la
dinámica de los grandes jugadores del agribusiness.

Dinámicas territoriales en tiempos de globalización:


¿homogeneización o recomposición identitaria?

Los diferentes actores que fuimos evocando en estas páginas y las


diversas formas de asociación para la producción que ellos establecen de
manera estratégica y adaptada a las nuevas condiciones productivas nos
fuerzan a replantearnos los marcos teórico-metodológicos que empleamos
para abordar los mundos rurales contemporáneos. En este sentido, nota-
mos que las categorías para definir al productor, sea a través del tamaño
de su explotación (pequeño-mediano-grande), del modo de organización
jurídica (asociaciones formales o informales, etc.), del tipo de anclaje te-
rritorial, etc., deben ser sometidas al examen de los casos concretos que
actualmente se encuentran en el mapa agrorrural argentino. Es preciso
Figuras socioproductivas de la ruralidad globalizada 167

poner en relación estas nuevas formas de producir, guiadas por lógicas


macroeconómicas ligadas al proceso de globalización del capitalismo, con
modos de apropiación ideados por los actores, en coyunturas particulares
y en función de historias y tradiciones socioterritoriales específicas.
El reposicionamiento de los diferentes actores del espacio rural en,
y a través de, las relaciones de producción propias del nuevo modelo de
negocio agrícola (el ma) debe ser considerado desde una lógica plurite-
rritorial y transectorial en dos sentidos: por un lado, en relación con los
diferentes posicionamientos y flexibilidades asociativas que se verifican
en las relaciones de producción dentro de la cadena productiva ampliada.
En este contexto de reflexión resulta central el análisis del rol del conoci-
miento como factor de producción directo y como matriz de legitimación
dentro del modelo de ruralidad globalizada (Hernández, 2007c, 2009a).
Por otro lado, es fundamental estudiar la lógica que ponen en juego los
actores para legitimar sus posicionamientos en los diferentes espacios
de participación (sean instituciones sectoriales, espacios políticos, orga-
nizaciones de la sociedad civil, etc.) pues surge de los estudios etnográfi-
cos que esa múltiple inserción y participación inter e intrasectorial fue
clave para acceder a contratos de arrendamiento, créditos no formales,
financiamiento en insumos, mercados de exportación, formación técnica.
También lo fue para generar aliados estratégicos que se integraran en
las sociedades anónimas y fideicomisos, aportando el capital financiero
que se necesitaba para realizar con éxito el nuevo negocio agrícola. Asi-
mismo, esto fue permitiendo a las instituciones agropecuarias asumir
un rol político a nivel regional sin precedentes, lo cual quedó evidenciado
con la movilización de 2008-2009.9
Hemos intentado una primera aproximación a los resultados de nues-
tra investigación con el fin de analizar el modo en que las tendencias
generales del modelo de ruralidad globalizada son apropiadas por actores,
instituciones y territorios, dándoles contenidos particulares en cada caso.

9. Esto se evidenció tanto en los cortes de ruta para hacer frente a las retenciones (Gras,
2010) como en las asambleas ciudadanas ruralistas y asociaciones que se constituyeron
en ese período. En el caso de Junín, por ejemplo, a partir de 2008 se consolida la Asocia-
ción de Ingenieros Agrónomos de Junín, cuyo objetivo es fortalecer el rol del ingeniero
agrónomo como productor y poseedor de conocimiento, factor de producción esencial para
el desarrollo agropecuario, aportando a la “profesionalización del campo” (Muzi, 2011).
En general todos se desempeñan en empresas agropecuarias de insumos, trabajan cam-
pos propios o arrendados, prestan servicio de asesoramiento de manera independiente,
participan de los grupos crea o aapresid, a la vez que participan de espacios políticos y
sociedades rurales. En el caso de San Justo se puede ver en la continuidad que tuvo la
movilización en la ruta cuando se formó una Mesa Regional de productores a raíz de la
sequía 2008-2009 (Fossa Riglos, 2013). En ella se puso en evidencia el peso político de las
instituciones agropecuarias y su capacidad de influencia frente a las autoridades munici-
pales y provinciales de la región.
168 Valeria Hernández, M. Eugenia Muzi y M. Florencia Fossa Riglos

A partir de este acercamiento se abren pistas de interpretación sobre estos


procesos que nos advierten, en primer lugar, sobre las heterogeneidades
al interior de categorías que, a priori, podrían aparecer como con poco
relieve sociológico (como el caso de los rentistas y los neoproductores).
Sin embargo, hemos mostrado un gradiente de situaciones en las que
los actores que permanecen activos en el nuevo escenario ponen en
pie una infinidad de variantes organizativas, cuyo principal punto en
común es estar dispuestos a cambiarla si así lo requiere el contexto. La
contracara de esta disposición a la mayor flexibilidad es la solidez del
anclaje subjetivo en “el negocio”. Con la idea de que para hacer “un buen
negocio” bien vale desprenderse de la propiedad de la tierra familiar,
de las vacas, de las maquinarias, de sus parientes como socios de una
empresa familiar o de su pueblo, provincia y/o país como lugar/espacio
de producción, estos nuevos empresarios afincan su identidad en otros
registros de la vida social: sus casas, sus autos, sus vacaciones, la edu-
cación de los hijos, la tecnología que consumen; en suma, registros que
hablan de la integración a circuitos (económicos, culturales, educativos,
sociales, etc.) globales. Para nuestra mirada antropológica, estos regis-
tros y sus modos de articulación con las actividades productivas son
los aspectos más interesantes que queda por profundizar en próximos
análisis del material relevado.
Por último, los fenómenos de cambio evocados en este trabajo nos
indican que las redes de producción, cuya dinámica lleva a la desterri-
torialización de ciertas figuras productivas (como los pooles y los fidei-
comisos) ponen en práctica, por otro lado, diferentes modos de anclaje
en función de los actores que movilizan tales asociaciones. Vimos en el
capítulo precedente que, si bien una porción importante de territorio
está trabajada por no propietarios, esto no implica la desaparición de
un actor otrora central en la dinámica local, a saber, los productores con
lazos fuertes con el territorio. Éstos siguen en actividad y son (re)cono-
cidos por los otros actores en sus relatos y prácticas. Su permanencia y
actualidad, tanto productiva como simbólica, hacen de él un personaje
con peso propio en el escenario en el que nos implicamos durante nuestro
trabajo de campo. Allí vimos cómo los diferentes estilos de construir la
relación con el territorio van aportando a diario a la dinámica social del
pueblo. Lejos de la imagen de islas sociales y productivas, desconecta-
das entre sí (por un lado, los actores del agronegocio y, por el otro, los
productores territorializados), nuestra presencia prolongada nos abrió
a una dinámica social donde aquellos estilos se reconocen mutuamente,
interactúan en un campo de comunicación común y generan sentidos
unos sobre otros, mostrando la pertenencia a un colectivo cuya fecha de
vencimiento no forma parte de las preocupaciones de sus miembros. En
Figuras socioproductivas de la ruralidad globalizada 169

este sentido, si bien es posible, con fines analíticos, hablar de actores


territorializados y de otros globalizados, esta categorización no debe
sobrevaluarse en términos teóricos. Se trata de una lectura del mapa
identitario actual que realizamos con el objetivo de señalar tendencias
en los colectivos sociales encontrados en los territorios. Ello nos lleva a
enfatizar la premisa según la cual es preciso estudiar las subjetivida-
des emergentes de manera cualitativa y contextualizada. Los modos de
construir pertenencias se expresan tanto en términos materiales (tipo de
tecnología, procesos de producción, tipo de saberes, etc.) como simbólicos
(cómo se piensan estos actores, qué tipo de institucionalidad construyen,
qué relación con el territorio establecen, etc.) de manera que su abordaje
debe desarrollarse de modo reflexivo a la vez en ambos planos.
La acción del Estado
en una economía regional desplazada
Acerca de procesos y conflictos
en el complejo de la yerba mate

Delia Ramírez

En la provincia de Misiones, en las últimas tres décadas se introduce


con fuerza la expansión del monocultivo forestal al calor de las leyes
nacionales de promoción, y ello desplaza a la yerba mate de su lugar de
actividad, sobre el cual se configuraba el desarrollo rural y productivo
de la provincia. Al mismo tiempo, la desregulación de la economía yer-
batera favoreció la concentración de la agroindustria, que implicó una
profunda subordinación de actores como el colono y el obrero rural. En
este capítulo intentamos dar cuenta de este proceso con el objetivo de
reflexionar sobre la relación del Estado con un cultivo tradicional des-
plazado de la economía regional, la yerba mate, y los actores sociales
relacionados con la actividad yerbatera.
El primer apartado del texto desarrolla el cambio de matriz produc-
tiva que hubo en Misiones durante los últimos treinta años y muestra
el desplazamiento de la actividad yerbatera como economía central de
la provincia. En relación con el papel que cumplen en la provincia las
políticas públicas nacionales y provinciales, se incorpora la perspectiva
de funcionarios y referentes de organizaciones agrarias que fueron en-
trevistados con la intención de reconstruir la experiencia y las diferentes
representaciones de la acción del Estado.1 Asimismo, se abordan las or-
ganizaciones yerbateras, que por momentos también intervienen en la
ejecución de las políticas: en algunos casos se inscriben únicamente como
destinatarios y en otros se consideran totalmente fuera de ellas al no

1. Entre 2009 y 2011 se realizaron unas veinte entrevistas a diferentes personas invo-
lucradas con la problemática yerbatera en el marco del trabajo de campo de la tesis de
maestría: “«Van a enterrar hasta el último colonito». Resistencias políticas, económicas y
culturales de los colonos misioneros frente a la expansión y concentración agroindustrial”
(Ramírez, 2011). En este texto se presentan diez de esas entrevistas.
[ 171 ]
172 Delia Ramírez

sentirse interpeladas por el Estado. Es el caso de un sector de los produc-


tores yerbateros de Misiones, al que presentaremos especial atención: los
productores familiares capitalizados, también denominados “colonos”.2
En el segundo apartado, se observará esta institución nacional, Insti-
tuto Nacional de la Yerba Mate (inym), como espacio en el que se dirimen
las disputas en el interior del complejo yerbatero, entre actores públicos
y privados. Específicamente, mostraremos cómo el poder político de los
representantes de los productores familiares va perdiendo fuerza en
un contexto marcado por el deterioro económico. Para desarrollar este
análisis, cruzamos diferentes entrevistas (semiestructuradas y abiertas)
en las que identificaremos aquellos actores que componen el inym. Tam-
bién se presenta el material surgido de la observación de sus prácticas
en diferentes estadios de trabajo de campo y el análisis de un centenar
de textos periodísticos. Las observaciones, los textos periodísticos y las
diferentes entrevistas permitieron recomponer una red de relaciones
que tienen influencia en los procesos de toma de decisiones políticas y
económicas.
Por último se observan en un breve apartado cuestiones vinculadas
a la constitución de las redes políticas que se tejen y operan alrededor
de los actores gubernamentales. Tanto los industriales como los produc-
tores primarios intentan hacer jugar a su favor esas redes en términos
capitales, en cada momento coyuntural. Estas redes políticas resultan
recursos estratégicos para los actores que se disputan, dentro de la órbita
del inym, decisiones que afectan las reglas económicas que se discuten
cada seis meses en el Instituto; es decir, cada vez que se debate sobre la
definición del precio de la materia prima de la yerba mate. Asimismo, se
dedica un apartado a desarrollar las cuestiones implícitas en la discusión
del precio de la materia prima y la forma en que se dirime esa decisión
que afecta principalmente la distribución de la renta yerbatera.
En definitiva, el caso del complejo yerbatero de Misiones permite

2. La conceptualización de la categoría “colono” ha sido fundamental en el desarrollo de


los estudios agrarios en Misiones. En este texto se utiliza el concepto “colono” para dar
cuenta, específicamente, de un tipo social de agricultor familiar capitalizado que acumu-
ló capital a través de la producción de yerba mate en las décadas de 1970 y 1980, y que
comienza un proceso de deterioro de sus condiciones materiales de existencia a partir de
la década de 1990, interrumpiendo así el proceso de acumulación que históricamente lo
había caracterizado. Esta categoría implica un ejercicio de unificación de las heterogéneas
condiciones sociales y culturales del sector al que se describe, tanto si se consideran sus
rasgos actuales como las trayectorias seguidas. Al mismo tiempo, implica un esfuerzo de
abstracción sobre la misma categoría “colono” en sus usos empíricos, ya que en Misiones
se utiliza cotidiana y corrientemente esa palabra para nombrar a las personas del campo
(Ramírez, 2011). En Misiones esta cuestión se encuentra desarrolla en profundidad en los
trabajos de Bartolomé (1975, 1982, 2007), Schiavoni (1995), Baranger (2008).
La acción del Estado en una economía regional 173

reflexionar acerca de las acciones del Estado en las relaciones entre los
actores que se ubican en el contexto de expansión del agronegocio (que
en esa provincia se instala con la expansión del monocultivo forestal) y
el debilitamiento de la agricultura familiar.3

Un cambio en la matriz productiva de Misiones

En Misiones, el Estado se sirvió de la yerba mate para impulsar la


colonización y para desarrollar la agricultura capitalista en la región.
En 1926, por la Ley de Colonización 4.167,4 se implementó una política
de fomento del cultivo de la yerba mate a través de la imposición de su
siembra para la adjudicación de las tierras a los colonos (Schiavoni,
1995). La yerba mate se convirtió rápidamente en la principal actividad
económica de la provincia por aquellos años y fue considerada un “cultivo
poblador” del territorio sobre la base de la explotación agrícola familiar
(Bartolomé, 2007). En 1935, por medio de la ley nacional 12.236 se crea
la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (crym), con la finalidad de
reglamentar el cultivo y la cosecha mediante la aplicación de cupos. La
política de este organismo tendía a reproducir ampliamente la estruc-
tura de la producción primaria yerbatera, que había sido fundada en
los tiempos del proceso colonizador, es decir, se fomentaba la plantación
de yerba mate en las explotaciones. La crisis de la yerba mate, que se
profundizó hacia finales de la década de 1930, contribuyó a la integra-
ción de los colonos en establecimientos cooperativos (ídem). En los años
siguientes, la regulación en el sector yerbatero fue bastante estricta,
aunque no siempre se cumplieron los objetivos establecidos por las
reglamentaciones. Hacia la década de 1970, la estructura de Misiones
se caracterizaba por el dominio de las cosechas de cultivos industriales
y por la presencia de la explotación familiar como unidad productiva
predominante (ídem).
Durante la década de 1980, con la reactivación de la democracia,
comienza una etapa de consolidación y prosperidad del sector yerbatero.

3. En el presente texto no se ahondará sobre el perfil de los productores de yerba mate;


esto se encuentra desarrollado en el capítulo ii de la tesis “«Van a enterrar hasta el último
colonito». Resistencias políticas, económicas y culturales de los colonos misioneros frente
a la expansión y concentración agroindustrial” (Ramírez, 2011).
4. El proceso de colonización privado y estatal tuvo lugar hasta la década de 1940. “Como
saldo, el 36% del territorio quedó ocupado por explotaciones agrícolas familiares, instau-
rando como modelo de tenencia preponderante la pequeña explotación” (Kostlin, 2010: 53).
La colonización privada adquirió relevancia entre 1920 y 1930, y se desarrolló en la zona
norte y del Alto Paraná a través de empresas (Castiglioni, 2005; Bartolomé, 1975).
174 Delia Ramírez

Este período de bonanza se sostendrá durante unos años y atravesará la


llegada de Carlos Menem al gobierno nacional en 1989. La desaparición
de entidades reguladoras, mediante el decreto de desregulación económica
2.284, dejó a expensas del mercado la mayoría de las tareas que ante-
riormente desempeñaba el Estado nacional. En el caso de la producción
de yerba mate, con la disolución de la crym y el Mercado Consignatario
Nacional de Yerba Mate Canchada en 1991 creció el número de planta-
ciones al tiempo que la demanda se mantenía estable y el precio de la
materia prima comenzaba una abrupta carrera descendente. Se produjo,
entonces, una concentración de las ganancias yerbateras en los sectores
mecanizados, industriales y supermercadistas, como también una acelera-
da descapitalización de los productores pequeños y medianos, de muchas
cooperativas, de la mayoría de los secaderos, un deterioro en las condi-
ciones de trabajo de los obreros rurales (“tareferos”) y una consolidación
de sistemas de intermediación por medio de contratistas (“cuadrilleros”)
(Gortari, 2007; Ronsenfeld y Martínez, 2007; Rau, 2001, 2004).
Al tiempo que se producía una concentración agroindustrial en la
actividad yerbatera, la misma perdía relevancia en la economía provin-
cial. Así, la explotación forestal pasaba a posicionarse como la actividad
primaria principal de la provincia fomentada por las leyes vigentes
(principalmente la ley 25.080 de inversiones para bosques cultivados).5
El desplazamiento del modelo asociado al cultivo de la yerba mate ha-
cia el forestal se hace más evidente en la zona del Alto Paraná.6 Allí las
grandes empresas capitalistas han aumentado su control sobre la pro-
ducción forestal, mediante la concentración de los medios de producción
y la tierra (Chifarelli, 2010).
En este contexto de desplazamiento de la actividad yerbatera y con-
centración agroindustrial, la agricultura familiar atraviesa un proceso
dinámico que compromete sus posibilidades de reproducción. En la dé-
cada de 2000 la preeminencia del monocultivo forestal persiste, pero se
ensambla con modelos mixtos y de subsistencia, promovidos por el Estado,
dirigidos fundamentalmente a los desplazados por la expansión forestal.
Así se promueve, por ejemplo, la ganadería en el marco de un modelo
silvopastoril, que implica la combinación de la plantación de coníferas
con la cría de ganado. Sobre esto volveremos en el próximo apartado.

5. El 36% de los recursos forestales implantados del país se encuentran en Misiones.


La producción industrial abastece de recursos a los aserraderos, tableros y plantas de
celulosa y papel.
6. Noroeste de la provincia. Comprende los departamentos de Eldorado, Montecarlo,
Iguazú.
La acción del Estado en una economía regional 175

El papel de las políticas públicas

Si bien la forestación en escala en Misiones comenzó a desarrollarse


en la década de 1970, con la creación del Instituto Nacional Forestal
(ifona) y las de leyes de promoción forestal, la expansión se vio funda-
mentalmente favorecida por la ley nacional 25.080 de inversiones para
bosques cultivados. Esta ley, promulgada en 1999, contempla beneficios
como exención patrimonial, estabilidad fiscal para quienes participan en
la actividad, régimen de capitalización por el crecimiento de las plantacio-
nes, devolución anticipada del impuesto al valor agregado (iva) y régimen
especial de amortización para el impuesto a las ganancias. En 2008 se
consiguió una prórroga de esta ley por el término de diez años más.
Eldorado e Iguazú, situados en el Alto Paraná, son los departamentos
con mayor superficie implantada. Allí se observan procesos de concentra-
ción de la tierra con avances del monocultivo forestal y la desaparición
o el desplazamiento de explotaciones agrícolas de menor tamaño. Si se
toman los datos del Censo Nacional Agropecuario (cna) de 1988 y de 2002
de Iguazú y Eldorado se observa una disminución aproximada del 30%
de las explotaciones. Se estima que esta disminución se explica tanto por
las sucesivas crisis de los cultivos agroindustriales, principalmente la
yerba mate y el tung, que afectaron a los colonos “tradicionales” de la zona
como por la concentración de la tierra que se disparó con el desarrollo de
la forestación a gran escala en el Alto Paraná7 (Chifarelli, 2010: 80).
En este contexto, los dirigentes de las organizaciones agrarias y de las
cámaras empresariales de la yerba mate ajustaron sus prácticas y accio-
nes. En el siguiente fragmento, el dirigente cooperativista M.S. explica
cómo fue la adaptación de la cooperativa de Montecarlo a este escenario
productivo de pérdida de valor de la materia prima de la yerba mate.

La gran mayoría de los productores dependían económicamente


de la yerba mate. Hoy ya dudo de que exista algún productor que
dependa exclusivamente de la yerba mate, porque hoy la actividad
forestal ya pasó a ser la actividad principal en nuestra región, y esto
es un poco el producto de una crisis tan prolongada que el produc-
tor fue buscando otras alternativas y entre esas alternativas desde
la cooperativa nosotros nos estamos fortaleciendo en la actividad
forestal, con algunas acciones, algunas estrategias ya empezamos

7. “Lo más destacado en esta etapa es la concentración que se ha producido en la forestación


en donde las explotaciones de más de más 2.500 ha controlan el 93,9% de la superficie
forestada que a su vez corresponde, como hemos señalado al 96% de la superficie total
implantada en el departamento [Iguazú] y al 40,7% de la superficie total ocupada” (Chi-
farelli, 2010: 116).
176 Delia Ramírez

en 1995, 1996, con el tema los planes forestales, la gestión para los
productores con la ley 25.080 y después la comercialización de la
madera de los productores, especialmente con las pastas celulósicas,
todo lo que es el raleo, y hace cinco años hicimos una inversión de
una planta elaboradora de mandioca. (Gerente de producción de
la Cooperativa Agrícola de Montecarlo, técnico en el área forestal
y de mandioca, arya, y referente de la Fundación Aglomerado
Productivo Forestal, Montecarlo, 20 de enero de 2010)

El cambio de prácticas y la adaptación a este nuevo contexto resulta


de un descreimiento sobre la posibilidad de que la yerba mate vuelva a
valer lo que otrora permitió la capitalización de sectores de la agricul-
tura familiar.

Entonces si vos empezás a analizar todas estas variables decís


que esto no tiene solución. Yo, como técnico, a ningún productor le
recomiendo, porque no puedo ser tan hipócrita de decirle: “Hacé una
plantación nueva que vas a ganar plata”, porque es mentira, y el
problema es que tenemos… según los datos que tiene inym hay cerca
de 200.000 hectáreas de yerba mate. Y hoy con 100.000 hectáreas
vos podés abastecer el mercado, con una producción mediana, no
pensando en una producción como potencialmente podría dar la
yerba mate. (Ídem)

En paralelo a este proceso de expansión forestal y desplazamiento


del tradicional cultivo de la yerba mate, se consolida en la provincia una
política pública8 fomentada desde el Estado nacional que presenta una
batería de programas sociales de desarrollo productivo que surge en la
década del 90 con la intención de asistir focalizadamente a poblaciones
“vulnerables”.
El Programa Social Agropecuario (psa) tiene una fuerte intervención a
través del Ministerio del Agro y la Producción, la Subsecretaría de Agri-
cultura Familiar y el Programa de Desarrollo de Pequeños Productores
Agropecuarios (proinder), del Ministerio de Agricultura de la Nación,
los municipios locales y las organizaciones de base.
Una de las características principales de la acción de esta política
pública es que se destina a la franja de productores de menor capitali-

8. Convenimos con Cris Shore en que básicamente las políticas son un conjunto de relaciones
que proveen un “plan de acción”; textualmente señala: “Las políticas reflejan maneras de
pensar sobre el mundo y cómo actuar en él. Contienen modelos implícitos –y algunas veces
explícitos– de una sociedad y de visiones sobre cómo los individuos deben relacionarse con
la sociedad y los unos con los otros” (31). También afirma: “Las políticas públicas ofrecen
narrativas teóricas que sirven para justificar –o condenar– el presente y, algo más usual,
para legitimar a quienes están en posiciones de autoridad establecidas” (32).
La acción del Estado en una economía regional 177

zación, bajo la denominación “agricultores familiares”;9 se recurre a esta


categoría para hacer mención a los productores de pequeña escala que
utilizan mano de obra familiar dentro de la explotación. Se promueve la
asociación para una reconversión. Es decir, se estimula el emprendimiento
de nuevas alternativas productivas, porque estos actores ya no pueden
ser absorbidos por la actividad de los cultivos agroindustriales. En esta
dirección, el principal programa con el que cuenta la provincia se llama
Proalimento,10 dentro del cual se destaca el Programa Provincial de De-
sarrollo Ganadero, más conocido como “plan ganadero”, que aumentó el
volumen de ganado de la provincia de Misiones en forma importante en
pocos años. Pero también está el Plan Piscícola que focaliza en la zona
de Campo Viera, ya que aparentemente sus suelos no son aptos para el
ganado; también se desarrollaron emprendimientos tamberos y porcinos
en otras colonias.
Como se observa, la mayoría de estos proyectos y programas están
destinados a la producción de alimentos, en manos de pequeños produc-
tores minifundistas, con el objetivo de que creen alternativas para la
subsistencia y el autoabastecimiento.11 En esta dirección, se promueve
el desarrollo de las Ferias Francas y su producción agroecológica.
En consecuencia, el Estado nacional a partir de la ley 25.08012 fomen-

9. Según el Foro de Organizaciones de la Agricultura Familiar (fonaf), “la agricultura


familiar es un tipo de producción donde la unidad doméstica y la unidad productiva están
físicamente integradas, la agricultura es la principal ocupación y fuente de ingreso del
núcleo familiar, la familia aporta la fracción predominante de la fuerza de trabajo utilizada
en la explotación, y la producción se dirige al autoconsumo y al mercado conjuntamente”
(fonaf, 2008: 10).
10. “Este programa, dependiente del Ministerio del Agro y la Producción, tiene por objeto
la reactivación productiva del sector agropecuario, por el cual se brindan créditos para
financiar las diferentes actividades del sector” (Proalimento, 2011).
11. Además de los proyectos mencionados, dentro de Proalimento están el Plan Porcino,
Plan Cunícola, Plan Bovino Leche y Derivados, Plan Avícola, Plan Bovino Carnes, Plan
Apícola, Plan Caprino y Ovino Cría, Plan Estímulo a la Eficiencia, Plan Hortícola, Plan
Frutícola (Cítricos), Plan Frutícola (Frutas tropicales), Plan Frutícola (Carozos, pepitas
y vid), Plan Cultivos Anuales.
12. La ley nacional 25.080 de inversiones para bosques cultivados instituye un régimen de
promoción de las inversiones que se efectúen en nuevos emprendimientos forestales y en las
ampliaciones de los bosques existentes. Asimismo, en esta ley el Poder Ejecutivo se encuen-
tra habilitado para beneficiar la instalación de nuevos proyectos forestal-industriales y las
ampliaciones de los existentes, siempre y cuando se aumente la oferta maderera a través
de la implantación de nuevos bosques. Estos beneficios tributarios, como devolución del
iva, reducción de impuestos, estabilidad fiscal por un término de entre treinta a cincuenta
años, recepción de apoyos económicos no reintegrables, etc., deben guardar relación con
las inversiones efectivamente realizadas en la implantación. La ley deja en manos de las
provincias la aplicación de leyes complementarias que apunten al fomento forestal.
178 Delia Ramírez

ta la expansión del monocultivo forestal cuyos actores principales son


empresarios, y asiste para la subsistencia, junto con el estado provincial,
a los productores de base familiar. De esta combinación resultan los
sistemas silvopastoriles. A continuación se presentan dos fragmentos
de entrevistas a representantes del gobierno de Misiones que ilustran
este proceso.

Tenés que trabajar en forma integral y eso también lo tenés


que trabajar en la provincia, defendiendo la pequeña parcelita,
trabajando el té, garantizar el autoconsumo. Tenés la tierra, que es
poca. Tenés el plan forestal de promoción de forestación, ley 25.080;
mientras que espera que se haga producción y genere madera, abajo
poner animales. Lo otro es a largo plazo porque habrá madera en
veinte o treinta años, pero mientras tanto se puede hacer ganade-
ría. Buscar alternativas que se complementen; todo eso se logra
una vez que tenés productores que estén dispuestos a hacer eso.
(Ricardo Maciel, director del inym representante de la provincia
de Misiones y diputado provincial, fue técnico del psa, Posadas,
21 de septiembre de 2010)

Ahora las nuevas cosas, los sistemas combinados, agroforesta-


les silvopastoriles, estamos tratando de volcar a que la actividad
forestal pueda convivir mejor con los sistemas forestales. (Alex
Ziegler, diputado nacional y ex ministro del Agro y la Producción
de Misiones de 2003 a 2009, Buenos Aires, 30 de junio de 2010)

Existe una clase media rural ubicada en la zona centro de la provin-


cia, en Oberá y alrededores; productores capitalizados en la década de
1970 y 1980 a través del cultivo de la yerba mate, que no es alcanzada
por estos programas de desarrollo rural del Estado. Se trata de agricul-
tores de cultivos tradicionales (té y yerba) que no resultan beneficiarios
directos de las líneas de financiamiento, o bien, por diferentes motivos,
se resisten a tomar las alternativas productivas brindadas por las po-
líticas públicas.
El modelo forestal alrededor del cual actualmente se organiza el
desarrollo económico de Misiones requiere de grandes extensiones de
tierra, explotaciones de gran escala e incluso se dispone de inversiones
de capital de origen extranjero. Los actores sociales empresarios del
complejo forestal no son los mismos que los de aquella clase media rural
capitalizada.
Piñeiro y Carambula (2012), a partir de estimaciones de la fao, seña-
lan que en la última década el consumo de papel se ha incrementado en
un 80%, y ese incremento mundial de productos derivados de la madera
ha tenido un correlato en la expansión en el territorio de la industria
La acción del Estado en una economía regional 179

de la forestación y la celulosa. Los autores señalan que el proceso tuvo


un desarrollo heterogéneo de acuerdo con las regiones, pero en líneas
generales el “agronegocio forestal” ha diferenciado centros de producción
y centros de consumo.
En Misiones, la mayoría de los colonos yerbateros desplazados de su
rol de actores económicos sobre los cuales se configura el desarrollo pro-
vincial no cree que la yerba mate vuelva a tener los precios alcanzados
en sus mejores épocas, y actualmente estos productores atraviesan una
situación económica difícil. Aquellos de mayor edad, y quienes poseen
pocas hectáreas de yerba, son los que tienen más dificultades para avizo-
rar un nuevo horizonte de trabajo.13 La persistente descapitalización del
sector colono compromete su reproducción, tanto en un nivel biográfico
como intergeneracional. Los colonos yerbateros de la zona centro resis-
ten a un proceso de campesinización a través de diferentes estrategias
económicas, políticas y culturales (Ramírez, 2011).

El inym: escenario de tensión


entre el Estado y los actores privados

Todavía hoy la actividad yerbatera tiene relevancia económica, social,


cultural y política que afecta alrededor de unas quince mil familias de
productores en la provincia de Misiones. La clase media rural que se
ubica en la zona centro, y se dedica a la producción de yerba mate, se en-
cuentra más afectada a las decisiones que se toman en el directorio del
inym que a los programas de desarrollo rural encarados por el gobierno
nacional y provincial.
El inym es un ente de derecho público no estatal14 con jurisdicción en
todo el territorio nacional. Esta entidad surge luego de una década de
intervención estatal para la desregulación del mercado, en particular
con la disolución de la crym y del Mercado Consignatario Nacional de
Yerba Mate Canchada a partir del decreto de desregulación económica
2.284 de 1991.

13. “Yo planté y no planto más, ni ninguna porquería que me viene ofertando el gobierno.
No voy a plantar una porquería que no me dio ningún resultado. […] En la radio, todo el
día se escucha: “Señor colono, plante esto, plante aquello”. ¿Por qué no vienen a plantar
ellos, a ver…?” (C.L., colono socio de la apam, Los Helechos, 29 de enero de 2011).
14. Se trata de entes que no se enmarcan dentro del Estado, por lo que se admite que no
integran la administración pública, pero que están sujetos en mayor o menor medida a un
régimen de derecho público en razón de las funciones que desempeñan, pues el legislador
les ha confiado una serie de competencias en forma expresa. En ese sentido, son titulares
de una serie de potestades administrativas, pero se considera que sus fines son de un
interés general menos intenso que el que satisface el Estado.
180 Delia Ramírez

La década de 1990 fue para el sector de la producción yerbatera (tare-


feros y colonos) una etapa de deterioro de sus condiciones de existencia y
de profundización de la concentración de la renta a favor de los sectores
agroindustriales más poderosos. Para finales de 1990 y principios de
2000 productores y tareferos participaban de protestas y movilizaciones
en diferentes puntos de la provincia (Rau, 2001; Ramírez, 2005).
En este escenario comienza a repensarse la restitución de los me-
canismos de regulación dentro del complejo yerbatero. Todo ello deriva
en la sanción de la ley 25.564, el 21 de febrero de 2002. Cinco meses
después, luego de un importante tractorazo que duró más de cincuenta
días, se reglamenta la ley, a través del decreto 1.240, y el 19 de julio
de 2002 se realiza la primera reunión formal del directorio del inym
(Ramírez, 2005).
El objetivo del Instituto se encuentra definido en el artículo 3 de la
mencionada ley: “Promover, fomentar y fortalecer el desarrollo de la
producción, elaboración, industrialización, comercialización y consumo
de la yerba mate y derivados en sus diferentes modalidades de consu-
mo y usos, procurando la sustentabilidad de los distintos sectores invo-
lucrados en la actividad”.
El inym realiza tres acciones principales: a) la fijación anual del precio,
que debe decidirse en la mesa de directorio, por unanimidad entre todos
los representantes de los actores de la cadena productiva; b) la difusión
del producto para incentivar su consumo, para lo cual los directores
realizan viajes y participan en ferias y congresos, entre otras actividades
de divulgación, y c) el desarrollo del Programa Regional de Asistencia
al sector yerbatero, que apunta a capacitar y asistir a todos los sectores
involucrados en la actividad, para “proveerlos de nuevos conocimientos
y desarrollos de base científica y tecnológica que hagan más eficiente su
tarea”, además de “incrementar la eficiencia de los procesos y calidad
del producto” (inym, 2011).
En total los miembros del directorio son veintidós (doce titulares y
diez suplentes, estos últimos tienen voz pero no voto), que representan
a toda la cadena yerbatera15 y son designados por las entidades de cada
sector con el objetivo de defender sus intereses en el seno del inym. El
mandato y los discursos de los directores del inym guardan relación con
la organización gremial a la que pertenecen. En reuniones periódicas se
tratan los principales temas que afectan a la actividad y las decisiones

15. Se compone por representantes de los sectores de la producción, de la tarefa (cosecha),


de las cooperativas, de la industria primaria (secaderos) y de la molinera, y también por
representantes de los estados provinciales de Corrientes y de Misiones. Con excepción de
quien representa a los de la provincia de Misiones, de Corrientes y el presidente del inym,
todos los directores representan a sectores privados del complejo yerbatero.
La acción del Estado en una economía regional 181

se toman por mayoría, salvo la determinación del precio de la materia


prima, que debe ser aprobada por unanimidad.
Precisamente, al representar intereses contrapuestos, desde su crea-
ción la mayoría de las veces no se ha llegado a un acuerdo en los valores
del kilo de hoja verde y canchada, por lo cual ha tenido que laudar la
Secretaría de Agricultura de la Nación.
Si bien desde la fundación del inym se ha logrado un incremento en
los precios correspondientes a la producción primaria, la institución está
lejos de contar con un desarrollo armónico y recibe fuertes críticas, sobre
todo de los productores nucleados en torno a la Asociación de Productores
Agropecuarios de Misiones (apam), quienes sostienen que los valores
que se establecen para la materia prima no llegan a cubrir los costos
de producción. apam representa los intereses de esta clase media rural
que consiguió ascenso social en las décadas de 1970 y 1980 a través del
cultivo y la producción de la materia prima de la yerba mate y que en la
actualidad ve comprometidas sus condiciones de reproducción (Ramírez,
2011). Esta organización surge en pleno ciclo de protestas yerbateras y
asume la reivindicación de los colonos tradicionales de la zona centro,
principalmente del departamento de Oberá (Fabio, 2008; Ramírez, 2005).
Se diferencia de otras organizaciones que asumen las reivindicaciones y
demandas de los agricultores familiares porque consideran que la yerba
mate podría continuar siendo una actividad económica viable para los
colonos de la provincia y se resisten a ser considerados “pobres rurales”,
sujetos de políticas públicas.
Durante los primeros años de funcionamiento del inym el represen-
tante de apam ocupó una banca como titular en el directorio, pero luego la
organización fue relegada a la banca de suplente, cargo que no tiene voto
en las decisiones que se toman.16 En cambio, los gremios representantes
de la industria molinera, por ejemplo la Cámara de Molineros de Yerba
Mate de la Zona Productora (cmymzp) y la Asociación de Plantadores del
Nordeste Argentino (apnea), aunque en un principio se opusieron a la
creación del inym,17 se acomodaron rápidamente al nuevo escenario.

16. Al respecto, el representante del gobierno de Misiones, Ricardo Maciel, planteó lo


siguiente: “Ellos tienen un director suplente. Forman parte de todo esto. Ellos fueron uno
de los mayores impulsores de la mesa ocuparon la titularidad, que surge la representación
entre todas las organizaciones. Por supuesto como en toda instancia de negociación hay
acuerdos sobre cómo se elige, y en la última fueron desplazados. Y nada es casualidad; apam
fue siempre el brazo más duro de todo esto. Legalmente, entre comillas, fueron desplazados
a partir de las elecciones” (Posadas, 21 de octubre de 2010).
17. El sector de la industria molinera se ha favorecido notablemente de la desaparición de
la crym. Aunque este sector también es muy heterogéneo, disponen de gremios de gran
incidencia en las decisiones políticas. En su momento se opusieron a la creación del inym,
aunque reconocieron la crisis para el sector de colonos y tareferos, por lo que ofrecieron
182 Delia Ramírez

Los industriales reclaman una reducción de las cargas tributarias


para apuntalar esta economía regional y la habilitación de la suba del
precio en góndola, sometida a los controles de la Secretaría de Comercio
Interior. En general, este reclamo ha sido acompañado por la presidencia
y el directorio del inym, que en más de una oportunidad gestionaron en
Buenos Aires el tratamiento de esta cuestión frente a autoridades del
Poder Ejecutivo Nacional. Estas negociaciones por lo general resultaron
tensas, y la elevación de los precios en góndola nunca garantizó una
distribución de las ganancias entre los actores que componen la cadena
yerbatera.18 Rastreando diferentes noticias periodísticas de los últimos
años, se observa que tanto en la mesa de directorio del inym como fuera
de ella (Secretaría de Comercio Exterior y otras dependencias del Esta-
do), a diferencia del sector de la producción primaria, los industriales
yerbateros con frecuencia han conseguido respuestas a sus solicitudes.

El inym y las redes políticas

La designación de los presidentes del inym se realiza desde la Secre-


taría de Agricultura de la Nación, por recomendación del gobierno de
Misiones. Pero la relación entre el inym y el gobierno provincial no es
lineal ni transparente. Durante el gobierno de Carlos Rovira (1999-2007)
se consiguió la creación del inym luego de episodios de fuerte presión
social de las organizaciones gremiales yerbateras, principalmente apam.
Por lo tanto, la relación entre el gobierno provincial y estos gremios
durante el mandato de Rovira fue siempre tirante. En ese tiempo, hubo
desentendimientos entre el ministro del Agro y la Producción de Misiones
y el presidente del inym. Dos puestos que resultan clave en la gestión de
la política agraria de la provincia.
Es más, en coyunturas particularmente conflictivas en relación con
la definición del precio o las protestas del sector colono, el Ejecutivo
provincial de la gestión Rovira optó por tomar distancia, dejando en

propiciar mecanismos paliativos, que finalmente nunca se cumplieron en los términos


esperados. En la puja por las ganancias económicas, a principios de la década de 2000 se
quejaron de las empresas multinacionales e hipermercados por su creciente incidencia en
la determinación del precio final del producto (Magán, 2008). En esta época, la cmymzp se
inclinaba por el establecimiento de medidas correctivas vinculadas con un ordenamiento
de todos los eslabones que integran la cadena yerbatera (productores, secaderos y moli-
nos), con una fuerte tarea de control sobre la evasión y con la fiscalización del producto
elaborado, antes que por la creación del Instituto (Magán, 2003).
18. Véase Primera Edición, 16 de septiembre de 2008; La Política On Line, 25 de marzo
de 2012.
La acción del Estado en una economía regional 183

evidencia la debilidad del inym para la resolución de conflictos puntuales


y problemas relevantes para el sector.
El actual gobernador, Maurice Closs (gobernador desde 2007, hoy
en su segundo mandato), ha tomado otra actitud frente a los problemas
que conciernen a los yerbateros. Por un lado, asume en declaraciones
públicas una reivindicación de las demandas del sector de la producción
primaria19 y, por otro, se ha puesto al frente de negociaciones que bene-
ficiarían al sector industrial, como la exención de las retenciones a las
exportaciones de yerba mate.20
El representante del gobierno de la provincia de Misiones en el direc-
torio del inym, Ricardo Maciel, es también diputado provincial y es un
cuadro político y técnico de confianza para el gobierno del Frente Reno-
vador (fr), partido político al que pertenece tanto el actual gobernador
Closs como el ex gobernador Rovira, ahora presidente de la Cámara de
Representantes de Misiones (ideólogo y fundador del mencionado partido
provincial). En tanto, el actual presidente del inym, Luis Prietto, ocupó
también el cargo de subsecretario de Desarrollo Rural y Agricultura
Familiar en el Ejecutivo provincial, y desde el inym trabaja de manera
coordinada con el ministro del Agro y la Producción de la provincia.
Esta recomposición de cargos y funciones nos muestra una configu-
ración compuesta por redes políticas que ligan de manera estrecha a
un instituto nacional, que tiene incidencia sobre sectores privados de la
economía, con una gestión particular del gobierno provincial.
Los directores designados por los gobiernos provinciales de Misiones
y de Corrientes, zona productora, no tienen poder de voto en la mesa del
directorio del inym, pero el poder simbólico de ser representantes de un
gobierno provincial atribuye un respaldo importante en sus declaraciones
públicas y sus pronunciamientos políticos.21

19. “Veo con preocupación que luego de haber acordado un precio, que lejos está de ser
una fortuna para nuestros agricultores, hoy se levantan voces y aparecen actores que
manifiestan la imposibilidad de cumplimiento”, señaló el gobernador Maurice Closs (“De-
nunciaremos a los incumplidores ante el inym”, Primera Edición, 2 de mayo de 2008).
20. Véase “Misiones: ahora piden bajar las retenciones a la yerba”, en http://www.perfil.
com/contenidos/2009/02/27/noticia_0011.html.
21. Ejemplo: “El director del inym en representación de la provincia, Ricardo Maciel, dijo
ayer que lo que falta para que se cumplan los precios que se pactan en el Instituto es
«voluntad política». Explicó que al discutirse la cuestión en el directorio del organismo,
mayoritariamente se impone la postura de que la cuestión de los precios es un problema
de mercado, y por lo tanto no debe ser materia de activismo de este organismo. En este
marco, ayer el director por el estado provincial y diputado oficialista Ricardo Maciel advirtió
que el inym niega asistencia financiera a los productores pero subsidia los créditos que
toman los molineros” (Primera Edición, 21 de junio de 2008). “Hoy nosotros no tenemos,
en absoluto, poder dentro del inym. Somos una voz dentro de doce directores” (Ricardo
184 Delia Ramírez

Además, existe una disputa, un enfrentamiento entre correntinos y


misioneros que está desde el inicio del inym. Aunque la contienda con
frecuencia se presenta en términos “provincialistas”, los antagonismos
se anclan en los perfiles productivos económicos. Mientras la mayoría de
los productores yerbateros de Corrientes son empresarios molineros que
pertenecen al sector industrial, los de Misiones son mayormente colonos
y plantadores de pequeña escala. Tanto en Corrientes como en Misiones
existen empresarios yerbateros que tienen o tuvieron influencia en la
política provincial y nacional. Es decir que existe una convivencia, y a
veces una coincidencia, entre un poder político y un poder económico que
afecta el funcionamiento y las lógicas del Estado.22
En 2010 el gobierno de Misiones conformó una mesa yerbatera en la
que participan funcionarios de la provincia y la dirigencia de apam. Esa
mesa funciona en paralelo con el directorio del inym. El diputado Ricardo
Maciel sostuvo que la mesa provincial le brinda herramientas para su
participación en el inym y que allí se contemplan las problemáticas que
conciernen sobre todo al sector de la producción.

Hubo reparos y planteos desde el inym de por qué le dimos esta


participación de armar una mesa provincial, entendiendo que
hay una cuestión paralela […] pero hay cuestiones que después
tienen que terminar planteándose en el plano provincial. Si esto
lo tiene que tratar el inym, esa misma mesa me serviría como una
comisión asesora en la cual yo después transmito como represen-
tante de la provincia algunos planteos de esa mesa y los llevo como
aporte al inym. (Posadas, 21 de octubre de 2010)

En esa mesa de negociación que conforma apam y el gobierno pro-


vincial se estrechan redes políticas que los diferentes actores intentan
hacer jugar en su favor:

Una persona que tiene la posibilidad de estar con su minis-


tro veinte veces en el año, hablando sobre políticas de Estado, o
compartiendo un asado o en un cumpleaños, es una persona que
el ciudadano valora. Entonces eso tiene un montón de facetas que
no son las que uno busca; uno busca un trabajo para resolver

Maciel, representante del gobierno de Misiones ante el inym, Primera Edición, 6 de junio
de 2009).
22. En 2008 la Cámara de Diputados de Misiones sancionó, para lo cual recibió el apoyo
del Poder Ejecutivo provincial, la Ley de Envasado en Origen con el objetivo de propiciar
condiciones de industrialización en la provincia, pero las presiones del empresariado de
Corrientes fueron determinantes al impedir –recurriendo a la Justicia y a todos los medios
posibles– su puesta en funcionamiento.
La acción del Estado en una economía regional 185

problemas, pero poniéndole valores humanos a eso uno también


consolida vínculos adicionales. (Alex Ziegler, diputado nacional,
ex ministro del Agro y la Producción de Misiones de 2003 a 2009,
Buenos Aires, 30 de junio de 2010)

En esta mesa de negociación, los productores del gremio de apam


insisten principalmente en la discusión sobre el precio de la hoja verde
que ellos consideran justo.
Este tema es también competencia del inym, y la existencia de esta
mesa paralela genera fricciones entre los integrantes de estos diferen-
tes espacios. La conformación de esta mesa entre el gobierno y la apam
muestra que se realizan acciones por fuera del Instituto que forman
parte de las disputas políticas del sector yerbatero en el que la franja
de productores familiares capitalizados se encuentra especialmente
comprometida.

El inym y el problema de los precios

Desde el año de su creación, el inym ha realizado una fuerte tarea de


promoción del producto a través del área de marketing, con la intención
de aumentar y diversificar las ventas;23 se concretaron proyectos de ase-
soramiento técnico con la finalidad de mejorar la calidad del producto
a través del Programa de Asistencia al Sector Yerbatero (prasy) y se
establecieron mecanismos de relevamiento de información que podrían
ser de gran utilidad para las diferentes dependencias del Estado en el
diseño de políticas públicas. Pero las dos actividades que más importan
para los productores primarios –la fijación de los valores para la materia
prima de la yerba mate y la fiscalización del cumplimiento de los precios
oficiales– son muy polémicas.
En efecto, en el precio de la materia prima lo que está en juego es
la distribución de la renta de la actividad yerbatera. La decisión de los
valores de la materia prima es una disputa que se da en la mesa del
directorio del inym, pero que la excede, ya que la polémica afecta la
agenda mediática y también la gubernamental. Si bien el precio se fija
sobre la base de una grilla de costos que cada director representante de
una organización presenta, el resultado se asemeja más a una paritaria
en la que los sectores más débiles de la producción no logran imponer
su voluntad (Ramírez, 2010). Esto se refleja en la entrevista a un colo-

23. Para la promoción del producto y rentabilidad a la región se creó la Ruta de la Yerba Mate
sobre las bases de una construcción identitaria. Se trata de un itinerario para fomentar
una actividad turística relacionando el producto con la historia, el paisaje y la cultura.
186 Delia Ramírez

no dirigente de apam quien se muestra totalmente disconforme con el


funcionamiento del inym:

No se respeta el costo de producción. No es sustentable. La ley


ordena que la actividad tiene que ser sustentable. Luego no se hacen
respetar los precios, el colono entrega la materia prima, los secaderos
no te pagan, evaden, yo tengo la documentación de la empresa M.,
hace descuentos usurarios, hablé con el síndico del inym, con el
presidente, con todos ellos, entregué la documentación, qué hicieron,
se la dieron a la empresa como consecuencia yo no puedo entregar
mi yerba en Andresito. Ni a la empresa ni a ningún otro secadero,
eso es ser delincuente. (H.S., dirigente de apam, ex director titular
de apam, Oberá, 22 de febrero de 2010)

Como se ha mencionado anteriormente, otro grave problema es el


incumplimiento de los precios oficiales. El siguiente fragmento extraído
de una nota periodística es ilustrativo de lo que ocurre en la provincia
con los precios establecidos por el inym:

Ahora bien, por más que se fijó un precio oficial, es un secreto


a voces que no se cumple, ni históricamente se cumplió, sin que
ni el gobierno provincial ni el inym cumplan a fondo con su tarea
de aportar a las herramientas de fiscalización necesarias. Los pe-
queños productores son los que más padecen el incumplimiento de
precio pero no tienen cómo defenderse. En muchos casos o firman
por un valor superior al que cobran o quedan con la cosecha sin
vender.24

La fiscalización para el cumplimiento de los precios oficiales despierta


críticas desde diferentes sectores relacionados con la producción hacia el
inym. Los productores, fundamentalmente aquellos sobre los que apam
asume representación, sostienen que no se activan mecanismos rigurosos
ni las inspecciones necesarias que propendan al cumplimiento de los
precios. En cambio, los representantes de los sectores cooperativistas e
industriales, por su parte, aseguran, desde una visión empresarial, que
el precio sólo se cumplirá cuando se logren las condiciones propicias de
mercado. El siguiente testimonio es ilustrativo de la postura del coope-
rativismo del sector yerbatero en Misiones:

Hay productores que dicen que hay que controlar más, que dicen:
“El inym debe salir a castigar a los industriales que no pagan”. Si
algo de control se nos escapa, es por el camuflaje que se hace con

24. Primera Edición, 15 de agosto de 2009.


La acción del Estado en una economía regional 187

papeles. En mi caso particular creo que no sirve el control. Hay que


salir a financiar las etapas iniciales. (S.P., director por el sector de
secaderos en la mesa del inym, síndico de la cooperativa agrícola
de Eldorado, director de arya, ex presidente de arya, síndico su-
plente de Fedecoop, vicepresidente de la asociación de secaderos
del Alto Paraná, Eldorado, 21 de febrero de 2010)

Una diferencia entre la visión de mercado del sector de secaderos, los


cooperativistas y los industriales molineroses que los dos primeros sos-
tienen que un mercado consignatario destinado a concentrar la materia
prima, como sucedía en tiempos de la crym, podría favorecer al sector
de la producción primaria, en cambio la molinería no está interesada en
la constitución de ese mercado.
Con el propósito de lograr el cumplimiento de los precios oficiales,
hace algunos años se puso en marcha el Centro de Transacción de la
Yerba Mate (ctym) que apunta a monitorear todas las operaciones con el
objetivo de conseguir la trazabilidad del producto. Pero no se han regis-
trado cambios sustanciales desde la implementación de este organismo.
También existen dos puestos en Cuay Grande (ruta nacional 14, Santo
Tomé, Corrientes) y en Filadelfia (ruta nacional 12, Ituzaingó, Corrien-
tes), pero éstos controlan más que nada que no circule yerba ilegal, es
decir, aquella que no cuenta con la estampilla del inym.25
El presidente del inym, Luis Prietto, sostiene que las quejas sobre
el incumplimiento de los precios no guardan relación con las denuncias
formales que existen al respecto:

Se toma la denuncia, son muy pocas las que llegan; el año más
difícil que tuvo el inym fue 2009 y parte de 2008 por un tema de
incumplimiento de precios que no se respetaba en la operación
cotidiana, no se respetaban los valores fijados por el inym o lau-
dados por la Nación […] En esos dos años no alcanzaron a diez
las denuncias de los diecisiete mil productores. Todo el mundo se
quejaba anónimamente y el inym no puede actuar sin denuncia
formal; las denuncias que llegaron forman parte de expedientes y
de un trabajo muy fuerte que hizo el área de fiscalización. (Posadas,
6 de enero de 2011)

No obstante, varios colonos entrevistados afirmaron que no es posible

25. Existe en la cadena yerbatera la modalidad de contrato maquila. Esto implica una espe-
cie de tercerización sobre la producción de materia prima que exime de responsabilidades
al industrial, al tiempo que estas responsabilidades recaen sobre el productor yerbatero
(Primera Edición, 15 de agosto de 2009). Esta modalidad complica el cumplimiento de
una efectiva fiscalización.
188 Delia Ramírez

realizar denuncias formales porque las empresas ejercen reprimendas


sobre los denunciantes que no están en condiciones económicas de so-
portarlas.
Las cuestiones anteriormente descriptas hacen que, en comparación
con la crym, el inym sea una institución mucho más débil. Esta situación
es reconocida por todos, desde productores hasta el mismo presidente
del inym.26
Otra discusión que se presenta a menudo radica en la posibilidad de
un procedimiento de “cupificación” que intervendría sobre la producción
estableciendo límites para la cosecha.27 Pero, a diferencia de la institu-
ción antecesora (la crym), el inym encuentra serias limitaciones para
establecer ese mecanismo de cupos, y las cantidades que se obtienen a
través de la cosecha quedan sujetas a las disponibilidades dispuestas
por las condiciones climáticas que afecten la producción.

Porque al asignar cupos de plantación de 5 hectáreas por


productor para Misiones hasta alcanzar 10 mil hectáreas, […] se
generaba un mecanismo de distribución de la riqueza; ahora cuando

26. “La crym funcionaba y tenía poder de policía y un control máximo, tenía poder de
prohibir o limitar plantaciones. En este nuevo escenario político, económico, democrático
y jurídico no podemos, es imposible. Si el inym hoy saca una resolución prohibiendo las
plantaciones de yerba cualquier ciudadano que se vea perjudicado por esa ley puede ir a
un juez y ser amparado por ese juez, puede poner en marcha una medida de amparo, una
medida de no innovar. La crym tenía un poder total sobre ese tema, podía limitar, podía
prohibir, podía trabajar de otra manera porque el contexto del nacimiento de la crym era
otro. La crym nace en 1936 y se extiende hasta el 91. Tuvo una brecha de vida muy larga y
en una etapa de la historia yerbatera en la que se estaban conformando las plantaciones.
Se estaba armando el esquema productivo. Por un lado había que incentivar plantaciones,
por otro había que decir «Hasta aquí llegamos». El inym tiene la facultad de trabajar con
otros organismos del Estado nacional y provincial para hacer cumplir las normativas pero
no tiene todo el poder para poder llevar adelante esa tarea” (Luis Prietto, presidente del
inym y subsecretario de Agricultura Familiar, Posadas, 6 de enero de 2011). “La crym tenía
más autarquía, más autonomía; las facultades de asignar y distribuir cupos. Claramente
si uno mira la historia de la yerba hasta la década del 90 veníamos más o menos bien […]
la crym tenía unas capacidades operativas, de autarquía, en la economía muy importante
para poder intervenir en el mercado […] la yerba iba al mercado consignatario y todos los
operadores tenían que ir a comprar la yerba al mercado consignatario. Quien regía el precio,
la oferta, la demanda, y autorizaba las plantaciones era la Comisión Reguladora de la Yerba
Mate. Era muy importante en su condición de distribuidora de la riqueza” (Alex Ziegler,
diputado nacional, ex ministro del Agro y la Producción de Misiones de 2003 a 2009).
27. Como ejemplo de esta discusión se pueden observar las siguientes apreciaciones
periodísticas: “Piden al inym que establezca cupos a la producción yerbatera” (Primera
Edición, 5 de noviembre de 2008); “El jefe comunal de Virasoro aseguró que el gobernador
dijo que Corrientes no va a aceptar la cupificación ni limitación de plantaciones del inym
«mientras Misiones desconozca la constitución y las leyes nacionales»” (Primera Edición,
6 de diciembre de 2008).
La acción del Estado en una economía regional 189

se liberó quien plantó [fue] la empresa grande, cientos de hectárea.


En consecuencia uno hoy mira que el 2% de las empresas aportan el
casi 40% del volumen producido y el 70% de los productores el 30%,
entonces hay una distorsión entre lo social y lo económico muy fuerte
a partir de la desregulación. (Alex Ziegler, diputado nacional, ex
ministro del Agro y la Producción de Misiones de 2003 a 2009)

Como se observa, las facultades del instituto para regular la produc-


ción vienen resultando limitadas. Todas las decisiones de intervención
que el inym propuso (por ejemplo, suba de la estampilla o sello fiscal,
limitaciones de las cosechas, investigaciones a empresas) han encontrado
serios impedimentos y la mayoría de esas acciones no hallaron curso. Por
todo esto, el inym es en la actualidad una institución que recibe fuertes
críticas por parte de las organizaciones que asumen la representación
de los colonos y tareferos y también de algunos actores públicos.
En el sector colono es recurrente la crítica al funcionamiento del inym
y la expresión de decepción que les produce la institución:

¿Quién fundió la crym? El mismo gobierno […] El inym fue


creado por los colonos y se metieron los delincuentes. Hay días
en los que uno se deprime, que no sabe qué hacer, a la ruina nos
vamos. Colonos, medianos, chicos, no existen más, a la ruina nos va-
mos. (C.L., colono de las bases de apam, Los Helechos, 29 de enero
de 2011)

Las manifiestas debilidades del inym para ejercer una efectiva regu-
lación y los conflictos y tensiones que tienen lugar en su interior generan
un escenario oportuno para que determinadas voces se sientan libres
de manifestar su deseo de disolución del organismo, como lo muestra el
siguiente fragmento periodístico:

Corrientes pide disolver el inym […] El senador por Corrientes


Fabián Ríos afirmó que la disolución del inym “dejará en libertad
al mercado y cada provincia se encontrará con autonomía para
crear la estrategia que responda a sus intereses”.28

El representante por los obreros rurales, pertenecientes a la Unión


Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (uatre), no se destaca
por realizar importantes intervenciones públicas. Más bien es un refe-
rente que suele pasar desapercibido, al contrario de lo que sucede con
algunos representantes del sector productivo. Los incipientes gremios de

28. Primera Edición, 1 de noviembre de 2008.


190 Delia Ramírez

obreros rurales, tareferos, que se están conformando en la actualidad en


Misiones, no están interesados en participar del directorio del inym:

Mirá, no sé si el inym sirve, esto hay que preguntarse también,


no hay que legitimar espacios que no sirven. ¿De qué le sirve hoy
el inym al tarefero? Tal como está no le sirve de nada. Ahora si se
modifica eso… otra cosa es pensar otra vez en el mercado consig-
natario. Lo que se puede hacer son las políticas del sector. Nosotros
acompañamos la pelea por los mejores precios porque eso es lo
central; si hay buenos precios, va a haber posibilidades de discutir.
(R., maestro rural, dirigente de tareferos de Montecarlo, integrante
de ate y cta, Buenos Aires, 20 de julio de 2010)

Como se observa, el inym es una institución con muchas dificultades


para ejercer una efectiva regulación de los precios y garantizar una justa
distribución de la renta de la actividad yerbatera. Las decisiones que
se toman en su seno suelen conformar más a los actores poderosos de la
cadena yerbatera (molinos y grandes productores) que a los agricultores
familiares y cosecheros, que sin precios acordes a sus costos de produc-
ción ven comprometida su posibilidad de supervivencia y reproducción.
En consecuencia, la mayoría de las veces esta institución termina por
legitimar las profundas desigualdades estructurales que forman parte
del complejo yerbatero.

Consideraciones finales

Tras buscar comprender el tipo de relación que establece el Estado en


el modelo de desarrollo agroproductivo, observamos que en Misiones éste
es ejecutor del avance y desarrollo del capital que realiza serias afectacio-
nes sobre el territorio, pues el Estado fomenta mediante una actualización
de la legislación nacional el avance del monocultivo forestal. Al mismo
tiempo, debe responder por las poblaciones desplazadas y empobrecidas;
para ello promueve una batería de programas sociales focalizados que
apuntan a la asistencia de los productores minifundistas.
En este contexto, actores que fueron en otro tiempo protagonistas
del desarrollo productivo a través de la yerba mate hoy se encuentran
marginados y pujan dentro de la órbita del inym para defender sus in-
tereses económicos. Pero, claramente, si se reconstruyen la acción y las
decisiones tomadas por el inym desde su surgimiento, se observa que
allí prevalece el poder de los sectores industriales. Por lo tanto, más allá
de un efectivo y comprobable incremento en los valores de la materia
prima, la concentración agroindustrial profundizada en los 90 no se ha
La acción del Estado en una economía regional 191

revertido y amenaza con hacer desaparecer a una clase media rural de


la provincia, configurada históricamente por una agricultura familiar
capitalizada dedicada al cultivo de la yerba mate.
En buena parte del texto se ha mostrado la debilidad del inym para el
ejercicio de una efectiva regulación que permita resguardar los derechos
sociales y económicos de los sectores subordinados a la agroindustria.
Pero realmente permanece la duda de si se trata de una “entidad débil”
o un espacio para la legitimación de las desigualdades sociales dentro
del complejo yerbatero, ya que quienes no consiguen participar de las
decisiones políticas que se toman en la mesa del directorio son también
quienes están siendo excluidos por el paradigma de desarrollo que se
presenta como hegemónico en la provincia.
SEGUNDA PARTE

PILARES Y ACTORES DEL AGRIBUSINESS


Crisis del algodón, cambio tecnológico
y expansión sojera en el Chaco (1988-2009)
Impactos sobre la demanda de fuerza de trabajo
en la cosecha algodonera

Germán Rosati

Introducción

Suele atribuirse a la expansión tecnológica (la incorporación de


maquinarias o de innovaciones diversas al proceso productivo) ser el
principal (o, incluso el único) factor de expulsión de la fuerza de traba-
jo en el campo. El problema con esta asunción es que, por un lado, la
expansión tecnológica por sí misma puede no tener necesariamente un
efecto reductor de la demanda de fuerza de trabajo.
Las diversas tecnologías incorporadas en la actividad agropecuaria
tienen efectos contradictorios en la demanda de fuerza de trabajo: algu-
nas (principalmente las mecánicas) tienen un claro efecto reductor de
tal demanda, sobre todo a partir de la aceleración del ritmo de determi-
nadas tareas (cosechas o labores previas); otras (por ejemplo, algunas
innovaciones químicas) tienen un efecto positivo sobre la demanda de
fuerza de trabajo debido a que aumentan los rendimientos por hectárea,
lo que hace que se necesite una mayor cantidad de unidades de tiempo
para trabajar una superficie determinada.1

1. Juan Carlos Martínez (1972) utiliza una clasificación de estos cambios tecnológicos
dividiéndolos en cuatro grandes grupos: biológicos, químicos, mecánicos y agronómicos.
También Piñeyro (2008) realiza una clasificación similar. Existe una serie de trabajos
que analizan diversos aspectos relacionados con el cambio de la estructura ocupacional
y los mercados de fuerza de trabajo agropecuarios y su vinculación al cambio tecnológico
(como uno de los condicionantes fundamentales de la demanda de fuerza de trabajo) y a
los niveles productivos (Gallo, Mendoza, y Tadeo 1964; Forni y Tort, 1980; Tort y Aparicio,
1980; Bisio y Forni, 1977; Tort, 1980). Particularmente, Forni y Tort analizan los impac-
tos de las diversas innovaciones tecnológicas sobre el empleo, la demanda de fuerza de
trabajo y los mercados laborales. Tort y Aparicio (1980) intentan identificar desajustes o
[ 195 ]
196 Germán Rosati

Lógicamente, dado que en muchos casos se producen combinaciones


de diversas tecnologías, las cuales pueden superponerse en el tiempo
o bien adoptarse secuencialmente,2 el efecto neto sobre las diversas
variables productivas y, especialmente, sobre la demanda de fuerza de
trabajo, será una resultante de la interacción entre la totalidad de las
tecnologías empleadas.
Sin embargo, existen otros factores que pueden afectar la evolución
de la demanda de fuerza laboral en un cultivo determinado. En primer
lugar, la demanda de fuerza de trabajo en un cultivo dado se encuentra
determinada de manera directa por la superficie sembrada. A su vez, la
sumatoria de la demanda total de fuerza de trabajo en el sector estará
afectada por la superficie total ocupada para actividades agropecuarias.
Cualquier incremento en la superficie dedicada a un cultivo repercutirá
en un aumento de la demanda de fuerza de trabajo (Rendon, 1976). La
magnitud de este aumento, por su parte, dependerá de la intensidad de
la utilización de fuerza de trabajo con relación a dos dimensiones: por
una parte, la intensidad de fuerza de trabajo al interior de las diferentes
unidades que realizan un mismo cultivo y, por otra, las diferencias en
la intensidad de utilización entre cultivos diversos. En ambas dimen-
siones, el nivel tecnológico de las unidades económicas es la variable
que influye de manera predominante sobre la intensidad en el uso de
fuerza de trabajo.
Un segundo factor que afecta la demanda de fuerza de trabajo son
los rendimientos de los diferentes cultivos. Las variaciones en estos ren-
dimientos por hectárea tienen efectos del mismo signo en la demanda
de fuerza de trabajo, particularmente en las etapas de cosecha y reco-
lección. Esta influencia se nota de manera más directa en las cosechas
manuales, aunque es posible suponer que en las mecanizadas también
está presente (por ejemplo, en un aumento del número de horas de uti-
lización de maquinaria).
Por último, la composición de cultivos en las unidades económicas y

desequilibrios entre la oferta de fuerza trabajo y su demanda en Tucumán y Río Negro. Un


objetivo similar persigue Ekboir et al. (1991). Ambos trabajos realizan una aproximación
a tales desequilibrios entre oferta y demanda laboral mediante la contrastación entre
datos censales (como aproximación a la oferta) y la utilización de coeficientes técnicos de
requerimientos laborales (como aproximación a la demanda de trabajo). Volveremos sobre
esta última cuestión más adelante.
2. Éste es el caso de la actividad algodonera, en la cual entre las décadas del 50 y del 60 se
produce un proceso de mecanización de las tareas previas a la cosecha (mediante la intro-
ducción del tractor), y posteriormente se mecanizan las tareas de cosecha, hacia finales de
la década del 80. Entre ambos procesos, se introducen los raleos químicos y nuevas formas
de control de plagas. Para un desarrollo más profundo del proceso de mecanización de la
agricultura algodonera chaqueña, véase Rosati (2012b).
Crisis del algodón, cambio tecnológico y expansión sojera 197

en los territorios también afecta la intensidad de la demanda de fuerza


de trabajo. Esto se debe a que los diferentes cultivos o actividades supo-
nen diferentes requerimientos de fuerza de trabajo. De esta forma, cada
combinación específica de cultivos, tendrá una demanda determinada.
En este capítulo intentaremos abordar el problema de los diversos
factores que influyen sobre la demanda de fuerza de trabajo en una tarea
específica de un cultivo determinado. Trataremos de realizar una aproxi-
mación al peso que los diversos procesos estructurales que atraviesan
la estructura agraria chaqueña3 tienen sobre la demanda de fuerza de
trabajo en la cosecha de algodón. Este cultivo ha transitado por diversas
transformaciones productivas en las últimas décadas. En primer lugar,
se introdujo la cosechadora mecánica de algodón de manera masiva en la
década del 90. Esto lo convierte en un caso de mecanización relativamente
reciente, en especial si lo comparamos con los cultivos pampeanos (como
el trigo o el maíz) y no pampeanos (como la caña de azúcar), cuyas tareas
de cosecha se mecanizan entre mediados de las décadas del 60 y 70.
En segundo lugar, la producción de algodón en la provincia ha sufrido
una retracción considerable, pues en las últimas campañas apenas ha
superado los niveles de la década del 70 (Rosati, 2012a). Si bien la evolu-
ción de la superficie algodonera ha presentado un comportamiento cíclico
recurrente a lo largo de toda su historia (probablemente vinculado, entre
otros factores, a las diferentes orientaciones de mercado de la actividad
en cada período histórico), entre de fines de la década del 90 y principios
de la de 2000 se produce un fenómeno novedoso. Concomitantemente
a la crisis del algodón se introduce en la estructura agraria chaqueña
un nuevo cultivo que actúa acentuando ese proceso de reducción de la
superficie algodonera: la soja.
¿Cuál es la vinculación entre los cambios de la estructura agraria
provincial y las transformaciones en la demanda de fuerza de trabajo
en la cosecha algodonera? ¿Cuál ha sido el impacto de la mecanización
de la cosecha algodonera sobre la demanda de fuerza de trabajo? ¿Cuál
es el impacto que ha tenido la fuerte expansión de la superficie sembrada
con soja y las formas de organización de la producción asociadas a este
cultivo sobre la demanda de fuerza de trabajo? Finalmente, ¿cuál es el
peso relativo de cada uno de estos procesos en los cambios en la demanda
de fuerza de trabajo cosechera?
Intentaremos, entonces, estimar un modelo de regresión que nos
permita tratar de resolver algunos de estos problemas El objetivo es
tratar de ponderar la influencia que los tres procesos desarrollados en la

3. Para un análisis de los cambios en la estructura agraria chaqueña con una mirada de
largo plazo (entre la década del 20 y la del 90) puede consultarse Nicolás Iñigo Carrera
(2011).
198 Germán Rosati

estructura agraria chaqueña tienen en los movimientos de la demanda


de fuerza de trabajo cosechera.
Las fuentes de datos utilizadas son las series de superficie sembrada,
cosechada, producción y rindes elaboradas por el Sistema de Información
Agropecuaria del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la
Nación, los coeficientes técnicos para la cosecha del algodón estimados
por Elena (2009). Los procedimientos de estimación (resumidos) se en-
cuentran en la primera parte del anexo.

Algunos antecedentes en la estimación de la demanda de


fuerza de trabajo en la cosecha algodonera chaqueña

Existen estimaciones de la demanda de fuerza de trabajo en la co-


secha algodonera y de sus variaciones a lo largo del tiempo, pero han
estado influidas por deficiencias en las fuentes sobre las que se basan
y por la carencia de información alternativa. Trabajos como los de Díaz
Rönner (2001), Ekboir, Fiorentino y Lunardelli (1990), Forclaz, Mazza
y Giménez (2002), Juan Iñigo Carrera (2000), Valeria Iñigo Carrera
(2008), el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca (1971) y Nadal
(1987) tienen en común el hecho de constituir intentos de cuantificación
del total de trabajadores en la cosecha algodonera a partir de diversos
procedimientos de cálculo. Más allá de las diferencias existentes (tanto
en los períodos que cubren como en los métodos concretos de estimación)
puede verse cómo todos parten de alguna forma de estimación de los re-
querimientos de fuerza de trabajo por hectárea cosechada o por tonelada
de fibra. Esta estimación puede hacerse mediante coeficientes técnicos
medios o de diversos supuestos acerca de los mismos (cantidad de kilos
que un cosechero puede recolectar y duración de la cosecha).
Un coeficiente técnico de requerimiento constituye una relación cuan-
titativa entre un determinado insumo productivo (input) y un producto
(output). Suelen estar expresados en unidades del insumo por unidades
del producto (litros/kilogramos o horas/tonelada). En el caso de la produc-
ción agropecuaria es habitual expresar los coeficientes como una relación
entre el insumo en cuestión (en este caso, horas de trabajo asalariado
para la cosecha) y la cantidad de hectáreas del cultivo determinado (en
este caso, algodón).
Ahora bien, ¿cuál es el problema de utilizar coeficientes técnicos
promedio? Que se asume (de manera implícita) la existencia de homo-
geneidad en las explotaciones demandantes de fuerza de trabajo. Los
coeficientes medios no logran rescatar la variabilidad de las diferentes
demandas de fuerza de trabajo. Para poner dos ejemplos extremos: di-
Crisis del algodón, cambio tecnológico y expansión sojera 199

fícilmente pueda asimilarse la demanda laboral que puede representar


una unidad pequeña (digamos, una chacra de carácter familiar) a la de-
manda que puede presentar una empresa agropecuaria de gran tamaño.
No estamos sugiriendo una asociación lineal entre tamaño y demanda:
probablemente las empresas grandes con mayores niveles de mecaniza-
ción demanden mayor fuerza laboral en términos absolutos, pero menores
niveles de demanda por unidad de producto. Tampoco intentamos sugerir
que se trata de una diferencia meramente cuantitativa. Es altamente
probable que los tipos de trabajo demandados sean diferentes: mientras
que las primeras presentarán una mayor incidencia del empleo familiar,
las segundas, una mayor prevalencia del empleo asalariado. Es decir,
el supuesto que se encuentra por detrás de la utilización de coeficientes
promedio de demanda de fuerza laboral es el de homogeneidad en las
condiciones productivas y, por ende, el de la existencia de una demanda
homogénea de fuerza de trabajo. En esencia, la metodología de estima-
ción comparte el supuesto (explícito o no) acerca de la homogeneidad
tecnológica en las condiciones de producción.
Un segundo aspecto importante a tener en cuenta es que los estudios
mencionados (implícitamente) identifican como único factor determinante
del movimiento de la demanda de fuerza de trabajo al proceso de meca-
nización de la cosecha. En términos generales, la metodología utilizada
puede resumirse de la siguiente forma:

1) Se calcula una demanda teórica de fuerza de trabajo (bajo el supuesto


de que la totalidad de la cosecha se realiza manualmente).
2) Se estima una demanda real de fuerza de trabajo mediante diferentes
metodologías y coeficientes.
3) Se calcula cuál es la productividad de la máquina cosechadora.
4) Se estima (de diversas maneras) qué proporción de la superficie es
cosechada de forma mecánica.
5) Se calcula la diferencia entre ambas estimaciones.

Esto no sería un problema en sí mismo; de hecho, como veremos, la


variable que intenta aproximarse al proceso de mecanización en nuestro
modelo de regresión se encuentra construida de forma bastante similar.
El problema es el carácter, por así llamarlo, univariado de la aproxi-
mación seleccionada. En efecto, el problema que aparece es que no se
considera la posibilidad de que existan otros factores que incidan sobre
la demanda agregada de fuerza de trabajo.
A diferencia de estos enfoques, el nuestro tratará de solucionar dos
problemas presentes en los anteriores. En primer lugar, intentaremos
incorporar al análisis la influencia de los otros dos grandes procesos
200 Germán Rosati

presentes en la estructura agraria (crisis del algodón y avance de la soja


sobre la superficie dedicada al algodón). De esta manera, procuramos
darle al modelo un enfoque multivariado.
Al mismo tiempo, no pretendemos modelar conductas ni expectativas
de sujetos individuales.4 No es el objetivo planteado tratar de construir
una función que explique las decisiones de contratación de cosecheros
por parte de los productores algodoneros. Lo que intentaremos construir
es un modelo que logre captar el efecto de los procesos que se encuentran
a un mismo nivel de agregación: procesos macroestructurales que se
desarrollan en la estructura agraria chaqueña. El objetivo será lograr
una aproximación a la influencia que estos procesos tienen en los movi-
mientos que se observan en la demanda de fuerza de trabajo en la cosecha
algodonera. Esto tendrá su correlato en la no utilización de variables
rezagadas ni de precios por unidad producida o unidad sembrada.

Ponderación de los efectos de los procesos macroestructurales


que afectan la demanda de fuerza de trabajo en la cosecha
algodonera chaqueña (1988-2009)

Habíamos identificado en otro lugar5 (Rosati, 2012a; 2012b) una serie


de procesos generales en la estructura agraria de la provincia de Chaco

4. Es necesario tener en cuenta que existe una corriente de análisis sobre los mercados de
fuerza de trabajo agropecuarios que podríamos llamar, siguiendo a Rau (2005), “neoclásica”.
Si bien no es el objetivo hacer una reseña sobre este enfoque, diremos que una de sus metas
principales es lograr una modelización de los mercados laborales (en términos de oferta
y demanda). De esta forma intentan modelizar las conductas y expectativas individuales
de los sujetos intervinientes en estos mercados (decisión de contratar personal asalariado
en el caso de los productores; decisión de trabajar en el sector rural o de migrar al ámbito
urbano, en el caso de los asalariados). En términos metodológicos, tienden a utilizar modelos
rezagados y variables unitarias (precio por kilo, costo por hectárea, salario por pieza, etc.)
como variables independientes. Para una crítica más detallada de estos enfoques puede
consultarse (Rosati, 2012b).
5. Si bien no profundizaremos en el análisis de estos procesos en este artículo, podemos
decir que la expansión sojera en la provincia de Chaco presentó una velocidad superior a
la del total del país: si en el total del país la tasa promedio de crecimiento de la superficie
sembrada con soja entre 1996-1997 y 2009-2010 era de 8,5% anual, en el Chaco esta tasa
llegaba al 20,7% (y es interesante ver como la expansión adquiere patrones mucho más
cíclicos que en el total del país). A su vez, el algodón (cultivo representativo durante décadas
de la provincia), pasó de representar alrededor del 40% del total de superficie implantada
total en 1969-1970 (e incluso más del 60% en los momentos de mayor expansión), pesaba
en la última campaña (2009-2010) un 25,8%. La soja pasó de no constituir un cultivo
relevante en términos cuantitativos en 1969-1970 a constituir el 51,2% del total de la
superficie implantada en 2009-2010. Todas las cifras provienen de cálculos propios sobre
las estimaciones agropecuarias del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.
Crisis del algodón, cambio tecnológico y expansión sojera 201

que la afectaban desde principios de los años 80. Estos procesos (que se
superponen temporal y geográficamente) pueden resumirse en tres:6

1) Reducción de superficie: es el que se desprende de la reducción del


total de la superficie algodonera, es decir, es el efecto que ejerce
la crisis del algodón sobre la demanda de fuerza de trabajo en la
cosecha.
2) Mecanización de la cosecha: éste es el efecto que tiene el proceso de
expansión de la cosecha mecánica sobre la demanda de fuerza de
trabajo en la tarea de cosecha.
3) Sustitución de algodón: es el impacto que ejerce la expansión de la
soja, con la consecuente sustitución del algodón por tales cultivos.

Así, planteando el problema en términos más formales, cabe decir


que

(1)

Utilizaremos para aproximarnos a esta relación un modelo de regre-


sión lineal para series de tiempo con estimación de parámetros mediante
el método de mínimos cuadrados ordinarios (mco). De manera que la
especificación que utilizaremos será:

(2)

donde
Dcost = demanda de fuerza de trabajo en cosecha de algodón
Crisist = crisis del proceso algodonero
Mect = proceso de mecanización de la cosecha
Sustt = proceso de sustitución de soja por algodón

Un primer problema a resolver lo constituye la operacionalización


de tales determinantes, es decir, ¿de qué manera construir indicadores
que permitan una aproximación a tales procesos? A los efectos de no
sobrecargar la lectura hemos presentado en el anexo metodológico una
breve explicación de la forma en que se operacionalizan los conceptos
utilizados y la forma de construcción de las variables dependiente e

6.Cabe destacar que existe un proceso de diferenciación social de los productores agrope-
cuarios. El mismo aparecería de manera indirecta o implícita en nuestra aproximación,
a partir de los diferentes niveles tecnológicos que se utilizaron para la estimación de la
demanda de fuerza de trabajo en la cosecha algodonera. Para más detalles al respecto
puede consultarse Rosati (2012b).
202 Germán Rosati

independientes utilizadas. El modelo, entonces, asumirá la siguiente


forma funcional para el período t = 1988-2009:

(3)

donde
Yt = demanda de fuerza de trabajo en cosecha de algodón en el año t
t1 = número de campaña (estimación de tendencia lineal en la variable
dependiente)
Mec1t = diferencia entre la demanda de fuerza de trabajo “efectiva” y
“potencial”
Log (Sust1t) = logaritmo de la superficie sembrada con soja en los depar-
tamentos en que se produce la sustitución de soja por algodón.

Los resultados de la estimación pueden verse en el cuadro 1.

Cuadro 1
Modelo de regresión estimado
Coeficientes y medidas de evaluación de la regresión

Variable Coef. Error estándar Estadístico-t Prob.

C 15406056 3292768. 4.678755 0.0002


t1 -43934.72 21771.68 -2.017976 0.0588
mec1 -121087.6 40998.94 -2.953432 0.0085
log(sust1) -321429.7 89296.08 -3.599595 0.0020

R-cuadrado 0.679623 Durbin-Watson stat 1.151598
R-cuadrado ajustado 0.626227 F-statistic 12.72796
Error estándar de la regresión 581978.3 Prob (F-statistic) 0.000106

Suma de los residuos


cuadrados 6.10E + 12

Variable dependiente: dwcos
Método: Mínimos cuadrados (ordinarios)
Muestra: 1988-2009
Observaciones incluidas: 22
Fuente: elaboración basada en estimaciones propias.

Así, la ecuación resultante es:

(4)

Se observa que los coeficientes tienen los signos esperados: en todos


los casos, un incremento de cada una de las variables independientes
tiene como resultado un decrecimiento de la variable dependiente. Al
Crisis del algodón, cambio tecnológico y expansión sojera 203

mismo tiempo, puede notarse que las variables referidas a los procesos
de mecanización y de sustitución son altamente significativas (es decir,
significativamente diferentes a cero). La variable relativa al proceso
de crisis del algodón no resulta significativa al nivel convencional (p <
= 0,05), por escaso margen. Este margen escaso parece sugerir que no
sería del todo acertado excluir la variable del modelo. De hecho, esta
variable resulta importante en términos teóricos en el modelo, dado que
constituye un factor central en el movimiento de la demanda de fuerza
de trabajo cosechera. En términos teóricos, y como hemos marcado al
principio, la demanda de fuerza laboral en una tarea determinada (en
este caso, la cosecha) es función de la superficie total cosechada del cultivo
en cuestión (aunque mediada por los distintos niveles tecnológicos y su
participación en la superficie total). Desde el punto de vista estadístico,
el test de raíz unitaria de la variable dependiente (demanda de fuerza
de trabajo en la cosecha) no permite rechazar la hipótesis nula de pre-
sencia de raíz unitaria en la serie. Es decir que puede aceptarse con un
nivel de significación de 95% que la serie no es estacionaria y, por ende,
tiene tendencia.

Serie original (demanda de fuerza de trabajo en cosecha de algodón), serie


estimada según modelo de regresión y residuos de la regresión

5.000.000

4.000.000

3.000.000
Jornadas de 8 horas

2.000.000

1.000.000

-1.000.000

-2.000.000
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2088
2009

Demanda estimada en regresión


Demanda observada
Residuo

Fuente: elaboración en basada en estimaciones propias.


204 Germán Rosati

El modelo tiene un ajuste aceptable, y explica el 62,6% de la variancia


total de la variable dependiente.7 Una primera lectura de los coeficientes
muestra que en cada campaña la demanda de fuerza de trabajo en la cose-
cha algodonera se contrae en aproximadamente 43.935 jornadas de ocho
horas. Esto constituye, en nuestra aproximación, el efecto atribuible al
proceso crisis y retracción de la superficie algodonera en la provincia.
Luego, vemos que el efecto del proceso de mecanización se expresa en
que, por cada punto porcentual que se incrementa la diferencia entre la
demanda teórica y estimada, la demanda de fuerza de trabajo para
la cosecha se contrae en 121.088 jornadas.
Finalmente, si observamos el proceso de sustitución soja-algodón,
vemos que al incrementarse un 1% las hectáreas de soja en las zonas
con sustitución de cultivos, la demanda de trabajadores en la cosecha
del algodón se contrae en 3.214,3 jornadas laborales.
Sin embargo, esta interpretación adolece de dos defectos. Por un lado,
no resulta sencilla de comprender debido a la forma funcional del modelo:
al encontrarse la variable dependiente en niveles y la variable referida al
proceso de sustitución en forma logarítmica, no es clara la interpretación
del coeficiente de regresión. Por otro, no parece decir demasiado acerca
de la importancia que las diversas variables explicativas tienen sobre
la variable dependiente. Ambos problemas se deben a que las variables
están medidas en diferentes unidades: la variable dependiente en jornales
de 8 horas/año; la variable t1 (tendencia) en la misma unidad; la variable
mec1 (mecanización) en puntos porcentuales (del desvío que la demanda
efectiva tiene con relación a una demanda potencial). Finalmente, la
variable sust1 se encuentra expresada en hectáreas, las cuales a su vez
ingresan en el modelo bajo la forma de logaritmo natural.
Es por ello que la interpretación del modelo utilizando las unidades
de medida originales no resulta de gran utilidad para nuestro objetivo
principal: estimar el peso que cada uno de los procesos producidos en la
estructura agraria chaqueña tiene en la demanda de fuerza de trabajo.
Para lograr una aproximación a esta cuestión es preciso expresar las
variables en variables con unidades comparables: en este caso, desvíos
estándar.8

7. Hemos realizado tests de especificación del modelo, de multicolinealidad (correlación


entre los regresores), de heterocedasticidad (homogeneidad de variancia) y de autocorre-
lación serial de los errores. Las pruebas permiten concluir que el modelo se encuentra
bien especificado y que no se violan los supuestos del método de estimación por mínimos
cuadrados ordinarios. Por razones de espacio hemos excluido las pruebas. Pueden consul-
tarse en Rosati (2012b).
8. Como precisa Jeffrey Wooldrige (2011: 187), en muchos casos resulta “más sutil preguntar
qué pasa cuando la puntuación […] es un desvío estándar superior”.
Crisis del algodón, cambio tecnológico y expansión sojera 205

Una manera posible de hacerlo es mediante la utilización de los


coeficientes beta estandarizados en la regresión. Estos coeficientes
constituyen una tipificación de los coeficientes de regresión obtenidos
por el método de mínimos cuadrados. Para ello debe estandarizarse
cada una de las variables utilizadas en la regresión restando su media
y dividiendo por su desviación estándar, luego se corre la regresión y se
obtienen los coeficientes estandarizados. Otra opción es el cálculo directo
de los coeficientes estandarizados a partir de correr una regresión con
las variables en sus unidades originales. Se calcula multiplicando los
coeficientes de regresión por la división del desvío estándar de la variable
independiente correspondiente, sobre el desvío estándar de la varia-
ble dependiente.
Lo que puede verse en la tabla siguiente es una aproximación a la
ponderación de los efectos de los diferentes procesos de la estructura
agraria chaqueña sobre la demanda de fuerza de trabajo, ahora sí, to-
dos expresados en las mismas unidades (desvíos estándar) y, por ende,
comparables de forma directa.

Cuadro 2
Modelo de regresión estimado
Coeficientes estandarizados y no estandarizados de la regresión

Variable Coeficiente Coeficiente estandarizado

C  15406056  na
t1 -43934.72 -0.299702
mec1 -121087.6 -0.397013
log(sust1) -321429.7 -0.532160

Fuente: elaboración basada en estimaciones propias.


Variable dependiente: dwcos
Coeficientes estandarizados
Muestra: 1988 2009
Observaciones incluidas: 22

Se observa que la variable que más influencia tiene en la demanda


de fuerza de trabajo cosechera es el logaritmo de la superficie sembrada
con soja en los departamentos seleccionados,9 es decir, nuestra variable
aproximativa al proceso de sustitución. Puede verse que cuando esta
variable se incrementa en un desvío estándar, la demanda de fuerza de
trabajo en la cosecha se contrae 0,53 desvíos estándar.

9. Se trata de la superficie sembrada con soja en aquellos departamentos en los que se


detecta la posible existencia de un proceso de sustitución de soja por algodón. En el anexo
metodológico explicitamos el proceso de construcción de la variable en cuestión.
206 Germán Rosati

A su vez, la variable que menos influencia tiene sobre la variable


dependiente es la tendencia lineal ajustada, es decir, la variable proxy
del proceso de crisis del algodón. Puede verse, entonces, que en cada
campaña la demanda de fuerza de trabajo cosechera se contrae en 0,30
desvíos estándar.
Por último, resulta interesante notar que la variable que podría supo-
nerse más fundamental en la demanda de fuerza de trabajo (la diferencia
entre la demanda estimada y la demanda teórica de jornales, es decir, la
que intenta constituir una aproximación al proceso de mecanización de
la cosecha) no resulta ser la que mayor influencia ejerce en la demanda
de fuerza de trabajo algodonera. Es más, podríamos concluir que el
efecto conjunto de los procesos asociados al cultivo del algodón (crisis y
mecanización) ejerce un efecto que es apenas ligeramente superior al
del proceso de expansión sojera y de sustitución del algodón. De esta
forma, la demanda de fuerza de trabajo en la cosecha algodonera parece
encontrarse determinada de manera significativa menos por los procesos
de crisis y mecanización del algodón (considerados de forma aislada) que
por el proceso de sustitución de soja por algodón.

Resultados y nuevos problemas

Sobre la base de los tres procesos principales que afectan la estruc-


tura agraria de la provincia (la reducción de la superficie algodonera, el
aumento de la superficie con soja en los departamentos algodoneros y la
mecanización de la cosecha algodonera) nos preguntamos por la forma en
que afectaban la demanda de fuerza de trabajo en la cosecha algodonera.
Asimismo, trataremos de evaluar la medida de esa influencia sobre la
demanda laboral. Intentamos, así, cuantificar el peso que cada uno de
esos procesos tiene en la demanda laboral en la cosecha algodonera.
El objetivo fue, entonces, aportar elementos empíricos que ayuden
a incorporar otros factores en la explicación de la disminución de la
demanda de fuerza laboral en la cosecha algodonera. Buena parte de
los trabajos que abordan este proceso de descenso tienden a centrar la
observación en la actividad algodonera (el proceso de adopción de cosecha
mecánica), así quedan fuera del análisis otras variables estructurales
relacionadas con los cambios en la estructura productiva provincial
que también afectan esa demanda de fuerza laboral (y, de hecho, como
parecen mostrar los resultados de este trabajo, en mayor medida que la
mecanización). El proceso de cambio en la estructura productiva agrícola
provincial, principalmente observable en el proceso de sustitución del
algodón por la expansión sojera, aparece oscurecido al no ser contem-
Crisis del algodón, cambio tecnológico y expansión sojera 207

plado en el análisis. De hecho, cabe destacar que el modelo estimado


permite inferir que el efecto del proceso de sustitución es mayor que el
efecto atribuible al proceso de mecanización de la actividad. A partir de
los coeficientes beta estandarizados fue posible observar que la variable
correspondiente a la sustitución soja-algodón presentaba un valor supe-
rior al resto de las variables del modelo. Esto supone que la variabilidad
de la demanda de fuerza laboral en la cosecha era explicada en mayor
medida por el proceso de expansión/sustitución sojera.
Finalmente, estos resultados, lejos de constituir una meta, se pre-
sentan como puntos de partida para plantear una serie de interrogantes
pasibles de ser abordados en futuras investigaciones.
En primer lugar, es posible interrogarse acerca de la relación entre el
proceso de descenso de la demanda de fuerza de trabajo en la actividad
algodonera (y en las tareas de cosecha, principalmente) y los procesos
migratorios más recientes en la estructura social de la provincia. Al ana-
lizar el proceso de urbanización en Chaco puede notarse que el peso de la
población asentada en zonas urbanas experimenta un ascenso constante
desde finales del siglo xix: en efecto, pasa de constituir, según los censos
de población, el 12% del total de población en 1895, al 23% (1914), al
30% (1947), al 38% (1960), al 47% (1970), al 61% (1980), al 70% (1991),
hasta llegar al 83% en 2001. A su vez, este proceso de urbanización va
acompañado de cambios en los patrones migratorios en la provincia.
Si consideramos la evolución reciente de los saldos migratorios corres-
pondientes al total de la provincia puede verse que Chaco parece haber
dejado de ser receptora de migración para ser una provincia cuyo saldo
migratorio es negativo.10 Según Lattes (1980: 21-23), Chaco presentaba
en el período 1930-1934 un saldo migratorio positivo de 16.000 personas.
Este guarismo cambia de signo en el período 1960-1969 y pasa a cons-
tituir un saldo negativo de 167.000 personas. A su vez, una estimación
del saldo migratorio en el período 1991-2001 arroja un saldo migratorio
negativo de 29.610 personas, lo cual equivale a una tasa de -3,3 perso-
nas por cada mil habitantes (Foschiatti, 2005: 33). Esto permite inferir
que este proceso aún se mantiene vigente. ¿Cuál es la contribución del
descenso de la demanda de fuerza de trabajo en el algodón (teniendo en
cuenta que se trataba de uno de los cultivos con mayores requerimientos
laborales en la provincia) a estos procesos migratorios y de urbanización
de la población?
En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, surge la pregunta
acerca de la posibilidad de reabsorción de esta fuerza de trabajo despla-

10. Cabe destacar, sin embargo, que la provincia aún no se ha convertido en expulsora
neta de población. El crecimiento vegetativo compensa los saldos migratorios negativos y,
por ello, la población de la provincia continúa creciendo.
208 Germán Rosati

zada de la cosecha de algodón. ¿Cuál es su nueva inserción laboral y sus


nuevas condiciones de vida? ¿En qué actividades y sectores se ha inser-
tado? ¿Bajo qué formas (desocupados, changarines, asalariados, cuenta
propias, etc.) y condiciones (niveles salariales, calificación, etc.)? ¿Cuáles
son los niveles de estabilidad laboral? ¿Cuáles son las transformaciones
producidas en los ciclos ocupacionales de los ex cosecheros? ¿Cuáles son
sus trayectorias migratorias? ¿En qué medida suponen la existencia de
procesos de migración rural-urbana y cuáles serían las consecuencias
en su inserción ocupacional?
En tercer lugar, hemos marcado como uno de los procesos más im-
portantes la introducción y la generalización de la mecanización de las
tareas de cosecha algodonera. Esto hace posible preguntarse acerca de
los cambios en el mercado de trabajo de la cosecha de algodón. ¿Pueden
verificarse situaciones de segmentación en relación con este mercado
laboral y con otros mercados, como parece observarse en otros procesos
de mecanización de tareas agrícolas (por ejemplo, en Korinfeld, 1981)?
¿Cuáles serían las manifestaciones empíricas de esta segmentación
(diferenciales de calificación, salariales, capacitación, orígenes sociales,
etc.), entre los cosecheros manuales y operarios de cosechadoras? ¿Cuá-
les son las relaciones que los cosecheros mantienen con los mercados de
trabajo agrarios y no agrarios? ¿Qué cambios se han producido en los
ciclos ocupacionales? ¿Cuáles son las vinculaciones entre los mercados
laborales del algodón y la soja? ¿En qué medida aparecen procesos de
urbanización/migración y cómo inciden en su inserción ocupacional?
En este punto resulta importante destacar la virtual ausencia de
estudios sobre los asalariados algodoneros en los últimos veinticinco
años: el último estudio sistemático del tema (Nadal, 1987) data de un
momento de desarrollo diferente en la estructura agraria en el cual no
se habían generalizado aún ni la cosecha mecánica ni los procesos de
diferenciación en la estructura agraria, ni tampoco la expansión sojera.
Así, resulta imposible evaluar los efectos de estos procesos sobre los
trabajadores cosecheros y sobre el mercado laboral. Solamente existen
ciertas impresiones: altos niveles de desempleo, precariedad e informa-
lidad y pobreza; elevadas proporciones de trabajo en negro, jornadas
extensas y gran incidencia de trabajo infantil (García, 2008). Tampoco
hay un análisis sistemático del impacto de la mecanización sobre los ex
cosecheros.
En este capítulo incorporamos algunas dimensiones que se relacio-
nan con los impactos del proceso de sojización en la provincia. Aunque
no era el objetivo principal del trabajo, nos parecía necesario analizar no
solamente lo que la expansión del cultivo de soja (junto con todo su
paquete tecnológico) produce en términos de ingresos, sino también de
Crisis del algodón, cambio tecnológico y expansión sojera 209

aquellas relaciones que descompone y destruye. Es por ello que a partir


de la constatación del peso que el proceso sustitutivo soja-algodón tiene
en la estructura productiva de la provincia se abren una serie de inte-
rrogantes acerca del mismo. ¿Qué influencia tiene sobre los mercados de
trabajo agropecuarios provinciales (no sólo sobre el del algodón)? ¿En qué
medida la expulsión de trabajadores producida, tanto por los procesos
vinculados al algodón (crisis y mecanización) como a la expansión sojera,
es compensada por la expansión de la superficie de esta oleaginosa? ¿Es
reabsorbida la población expulsada? ¿En qué proporciones? ¿Cuáles son
los efectos que la expansión sojera tiene en la estructura social agraria
de la provincia? ¿En qué medida se han producido transformaciones en
los sujetos económicos similares a las generadas en la región pampeana
(aparición de mercado de servicios agropecuarios, difusión del pequeño
rentismo, etcétera)?

Anexo metodológico
Bases para la estimación de la demanda de fuerza
de trabajo en la cosecha de algodón

El cálculo de la demanda de fuerza laboral en la actividad algodonera


puede ser definido (para un año dado t) de la siguiente manera:11

(A.1)

donde
Dalgot = Demanda total de fuerza laboral en algodón en el año t
Salgobajo = Superficie sembrada (o cosechada) de algodón que concentra el
nivel tecnológico bajo.
Salgomedio1 = Superficie sembrada (o cosechada) de algodón que concentra
el nivel tecnológico medio 1 (con cosecha manual).
Salgomedio2 = Superficie sembrada (o cosechada) de algodón que concentra
el nivel tecnológico medio 2 (con cosecha mecánica).
Salgoalto = Superficie sembrada (o cosechada) de algodón que concentra el
nivel tecnológico alto.
aij = coeficiente de requerimiento de fuerza laboral de tipo j en la tarea
i del nivel bajo.

11. Esta presentación constituye una síntesis de la metodología de estimación utilizada.


En Rosati (2012b) se desarrollan en profundidad sus fundamentos conceptuales y meto-
dológicos y se explicitan algunas pruebas de validación de la misma.
210 Germán Rosati

bij = coeficiente de requerimiento de fuerza laboral de tipo j en la tarea


i del nivel medio 1
gij = coeficiente de requerimiento de fuerza laboral de tipo j en la tarea
i del nivel medio 2
dij = coeficiente de requerimiento de fuerza laboral de tipo j en la tarea
i del nivel alto

De esta forma, puede verse que la demanda total en la actividad


algodonera (Dalgot) depende de los requerimientos de fuerza laboral en
cada nivel tecnológico y en cada tarea, multiplicados por la superficie
del cultivo que ocupa cada nivel tecnológico. A su vez, dichas superficies
se calculan como la superficie total de algodón sembrada en la provin-
cia en una campaña t, multiplicada por la participación de cada nivel
tecnológico en la superficie total.

(A.2)

Hemos tomado los coeficientes de requerimientos laborales de Elena


(2009). Por su parte, utilizamos las series de estadísticas agropecuarias
elaborada por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca para es-
timar las superficies totales cosechadas (SupAlgotot) con algodón. Hemos
realizado una serie de transformaciones en los coeficientes estimados por
la autora para facilitar su exposición. Por un lado, llevamos la unidad a
lo que hemos llamado “jornada/hectárea/año” a la cual definimos como
una jornada laboral de ocho horas, que constituye la duración de una
jornada laboral típica según el Sistema Estadístico Nacional.12 Al mismo
tiempo, dividimos el nivel tecnológico medio en dos componentes: uno
que utiliza cosecha manual (nivel medio 1) y otro que utiliza cosecha
mecánica (nivel medio 2). Se supuso (como aclara la autora) que el 50%
de los productores de nivel medio emplea cosecha manual y el otro 50%,
la cosecha mecánica.
Por último, estimamos las proporciones (Pk) sobre la base de tres tipos
de fuentes: a) la estimación de tales proporciones que Elena (2009) hace;
b) datos de los censos nacionales agropecuarios de 1960, 1988 y 2002 y
c) datos de censos provinciales de productores algodoneros chaqueños
en 1991 y 1998.

12. La Encuesta Permanente de Hogares considera como ocupado pleno a quien trabaja
entre 35 y 45 horas semanales (es decir, alrededor de 8 horas de trabajo por día).
Crisis del algodón, cambio tecnológico y expansión sojera 211

Construcción de variables para el modelo de regresión

Efecto mecanización

Para captar el efecto del proceso de mecanización de la cosecha algo-


donera se calculó para cada año la variación porcentual entre la demanda
de fuerza de trabajo si la cosecha hubiera sido hecha de forma manual
(dteort) y la demanda de fuerza de trabajo cosechera efectivamente
estimada (destt):

(A.3)

Así, el coeficiente asociado a esta variable representará la cantidad


de jornales que se adicionan (o sustraen) a la demanda total de fuerza de
trabajo cosechera cuando se incrementa en un punto porcentual el nivel
de mecanización.

Efecto sustitución soja-algodón

Con respecto al proceso de sustitución de algodón por soja es necesario


hacer algunas consideraciones. Una opción para acercarse empírica-
mente a este proceso podría incluir en una regresión la cantidad de soja
sembrada en el total provincial de manera directa. El problema en este
caso es que supone implícitamente que el total de soja sembrada en la
provincia está reemplazando la superficie sembrada con algodón. Es
decir, se asume que por cada hectárea de soja que se siembra se contrae
una de algodón. Esto no es necesariamente así por dos razones que,
obviamente, pueden superponerse en el tiempo:

1) porque el algodón puede estar expandiéndose también (no sabríamos


a qué ritmo), y
2) porque la soja se expande en zonas donde el algodón no es impor-
tante.

Para tratar de evitar estos supuestos hemos intentado construir una


medida que incorpore el movimiento temporal y espacial del cultivo del
algodón. En primer lugar, se elaboraron series de tiempo entre 1988 y
2009 desagregadas a nivel departamental de superficies sembradas de
algodón y de soja. En segundo lugar, se calculó un indicador que intenta
proveer una medida del proceso de sustitución soja-algodón: se trata de
212 Germán Rosati

un índice simple que calcula, para cada departamento j de la provincia,


la variación absoluta entre cada período de la superficie sembrada con
soja en el denominador y la variación absoluta entre cada período de la
superficie sembrada con algodón:

(A.4)

donde
isustjt = índice de sustitución en el departamento j en el momento t
ssojajt = superficie sembrada con soja en el departamento j en el mo-
mento t
ssalgojt = superficie sembrada con algodón en el departamento j en el
momento t
ssojajt-1 = superficie sembrada con soja en el departamento j en el mo-
mento t-1
ssalgojt-1 = superficie sembrada con algodón en el departamento j en el
momento t-1

De esta forma, queda construido un índice que varía entre 0 y ∞+


y donde el numerador constituye la variación absoluta de la superficie
sembrada con soja entre dos años y el denominador, la variación absoluta
de la superficie sembrada con algodón en el mismo período. Pueden darse
cuatro situaciones lógicas en el índice:

1) sssojat / sssojat-1> 1 y ssalgot/ssalgot-1 > 1: en este caso, la soja se in-


crementa y el algodón también. Sin embargo, caben dos posibilidades,
a su vez,
a. sssojat / sssojat-1> ssalgot/ssalgot-1 => isust > 1: en este caso, la
soja se expande más rápido que el algodón y el índice asume un
valor mayor que 1.
b. sssojat / sssojat-1< ssalgot/ssalgot-1 => isust < 1: en este caso, el
algodón se expande más rápido que la soja y el índice asume un
valor menor que 1.
2) sssojat / sssojat-1< 1 y ssalgot/ssalgot-1 < 1: en este caso, tanto la soja
como el algodón se contraen. Una vez más, caben dos posibilidades:
a. sssojat / sssojat-1> ssalgot / ssalgot-1 => isust >1: en este caso, el
algodón se contrae de manera más rápida que la soja; el índice,
entonces, asume un valor mayor a 1.
b. sssojat / sssojat-1< ssalgot / ssalgot-1 => isust <1: en este caso, la
Crisis del algodón, cambio tecnológico y expansión sojera 213

soja se contrae de manera más rápida que el algodón; el índice,


entonces, asume un valor menor a 1.
3) sssojat / sssojat-1< 1 y ssalgot / ssalgot-1 > 1 => isust < 1: en esta si-
tuación, la soja se contrae y el algodón se expande. El índice asume
un valor menor a 1.
4) sssojat / sssojat-1> 1 y ssalgot / ssalgot-1 < 1 => isust > 1: en esta si-
tuación, la soja se expande mientras que el algodón se contrae. Así,
el índice asume un valor que es mayor a 1.

Puede verse que el isust asume valores mayores a 1 en aquellos casos


en que: a) la soja se expande más rápido que el algodón; b) la soja decrece
de manera más lenta que el algodón, o c) la soja se expande y el algodón
se contrae. A su vez, asume valores menores a 1 en aquellos casos en
que: a) la soja se expande más lento que el algodón; b) la soja decrece de
manera más rápida que el algodón, o c) la soja se contrae y el algodón se
expande. Se considera, entonces, que el índice asume valores mayores a
1 en caso de desplazamiento del algodón por la soja y valores menores
a 1 en casos en que este desplazamiento no se produce.
Una vez calculado este indicador para cada campaña (desde 1987-
1988) y para cada departamento de la provincia de Chaco, se selecciona-
ron en cada campaña los departamentos en que el indicador de sustitu-
ción asumiera valores mayores a 1, es decir, aquellos que presenten un
proceso de sustitución de soja por algodón (como se definió en el párrafo
anterior). El logaritmo de la suma de las hectáreas sembradas con soja
en estos departamentos para cada campaña constituye la operacionali-
zación de la variable “Sust”. Se trata de un modelo “nivel-log” o, como
también se lo llama, “semilogarítmico”, por ello, el coeficiente asociado
a esta variable dividido por 100 constituirá la cantidad de jornales que
se adicionan (o sustraen) en cada campaña cuando aumenta en un 1%
el nivel de sustitución soja-algodón.13

13. En efecto, la interpretación de un coeficiente de regresión de un modelo nivel-log (es


decir, un modelo en el cual la variable dependiente es una variable en nivel y la indepen-
diente es tomada en logaritmos) puede ser esquematizada de la siguiente manera: Dy =
(b /100)% Dx. Es decir que el coeficiente representa la variación absoluta de la variable
dependiente ante una variación porcentual en la variable independiente: cuando la variable
independiente varía en 1%, la variable dependiente lo hace (aproximadamente) en b/100
unidades (Wooldrige, 2011: 46).
214 Germán Rosati

Efecto de la crisis algodonera


(reducción de superficie sembrada con algodón)

La variable que intenta captar el efecto de la crisis algodonera en el


modelo fue operacionalizada ajustando una variable de tendencia lineal
en la variable dependiente (demanda de fuerza de trabajo en la cosecha
algodonera). El supuesto detrás de esta decisión es que, dado que la varia-
ble dependiente es una transformación lineal de la superficie con algodón
(mediante los coeficientes técnicos), incluir una variable de tendencia
en el modelo lograría captar el efecto que los cambios en la superficie de
algodón ejercerían sobre la demanda de fuerza de trabajo en caso de que
ninguno de los otros factores incidiera en ella. Al mismo tiempo, mediante
la inclusión de una variable de tendencia lineal en el modelo logramos
evitar la existencia de una regresión espuria.14 El coeficiente asociado
a esta variable indicará, así, la cantidad de jornales que se adicionan (o
sustraen) en cada campaña a la demanda total agregada.

14. “El fenómeno de encontrar una relación falsa entre dos o más variables con tendencia,
sencillamente porque cada una está creciendo con el tiempo, es un problema de regresión
espuria. Por fortuna, la adición de una tendencia en el tiempo elimina este problema”
(Wooldrige 2011: 363). La cuestión de la regresión espuria ha sido tratada por Granger y
Newbold (1974). Se han desarrollado otros métodos para controlar este problema, como la
diferenciación de la series de tiempo, lo cual las transforma en estacionarias (sin tenden-
cia). Pero la dificultad con estas transformaciones es que muchas veces no resulta sencillo
interpretar los resultados y, al mismo tiempo, la diferenciación y la estacionarización de
las series hace desaparecer la información de largo plazo contenida en las series. Para
un repaso de estos métodos y otros aspectos del análisis de series de tiempo puede verse
Urbisaia y Brufman (2001).
El modelo de negocios de las principales
megaempresas agropecuarias

Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

Como hemos analizado en el capítulo inicial de este libro, el modelo


de agribusiness (ma) comporta una lógica globalizadora cuyos impactos
devienen elementos estructurales en el desempeño de las agriculturas
del Sur. Comprender el carácter de estos procesos requiere, sin embargo,
prestar atención a los modos en que los actores locales se apropiaron
de la lógica productiva sintetizada en la noción de agribusiness. Así, en
nuestras investigaciones hemos avanzado en el análisis de las prácticas
de los actores agrarios que, en interacción con las dinámicas globales,
fueron generando un modelo de producción marcado por la ampliación
de escala y la “managerialización” de la producción agropecuaria y diná-
micas socioeconómicas y de poder específicas (Hernández, 2009a; Gras
y Hernández, 2008 y 2009; Gras, 2012a, 2012b).
En el caso argentino, esa apropiación dio lugar a un tipo de organi-
zación de la producción con rasgos particulares y formas empresariales
distintivas que llevaron incluso a hablar de un “modelo de la pampa”,
y que se extendería luego a Uruguay, de la mano de empresas argen-
tinas: la producción en red. Esa modalidad no explica, sin dudas, la
totalidad de formas que asume la agricultura empresarial en el actual
contexto nacional, pero configura en el caso argentino una modalidad
paradigmática: por un lado, por su importancia en la financiarización
de la actividad agropecuaria, y por otro, por plantear diferencias sig-
nificativas con las formas clásicas de la concentración empresarial,
caracterizadas históricamente por crecientes niveles de centralización
del capital. En ese sentido, cabe destacar que en el caso de Brasil, el otro
gran productor de commodities de la región, el proceso de expansión de
la lógica del agribusiness atestigua la vigencia y centralidad de formas
empresariales más “clásicas”, asentadas sobre la propiedad de activos
[ 215 ]
216 Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

(tierra y capital fijo) y donde el perfil empresarial más extendido entre


los grandes jugadores del agribusiness son las empresas integradas
(Gras, 2012c).
En este capítulo nos proponemos desarrollar los rasgos principales
que adopta el agribusiness en las mayores empresas en la Argentina,
sin que ello implique desconocer que la trama sobre la que se asienta
el actual modelo productivo es compleja e incluye a una heterogénea
agricultura empresarial. Al focalizar nuestra atención en las megaem-
presas no sólo tenemos el propósito de ofrecer información sobre ellas,
aspecto que por cierto aparece como necesario dado los relativamente
pocos estudios existentes sobre estas grandes empresas. También nos
proponemos identificar las diferencias existentes al interior –usualmente
soslayadas– que traducen distintas dinámicas de acumulación y que
permiten comprender sus diferentes respuestas frente a las dinámicas
de los mercados.
Asimismo, el foco propuesto ofrece la posibilidad de retomar algunos
problemas centrales en el actual contexto, vinculados con la reconfigu-
ración de la antigua cúpula del sector agropecuario y en relación con
ello reflexionar sobre la dimensión transnacional que ellas logran en las
últimas décadas, en términos de la dinámica de estructuración de
las clases sociales agrarias. Como planteamos en la presentación de este
libro, esta cuestión no ha sido abordada de manera sistemática en las
investigaciones conocidas en la Argentina en las últimas décadas para el
caso del sector agropecuario. Cabe señalar que no ofrecemos un abordaje
sistemático sino que intentamos recuperar esta dimensión en nuestro
análisis como un ejercicio que nos permite formular interrogantes para
futuras investigaciones. En efecto, aquí aludiremos a la conformación
transnacional que adquiere la estructura y la operatoria de estas em-
presas –en buena medida, de carácter transfronterizo pero con avances
también sobre países del este europeo–, entendiendo que constituye una
“puerta de entrada” a la observación de tensiones y posibles conflictos
y disputas al interior de las clases empresariales agrarias, donde la di-
mensión nacional/transnacional de las empresas involucra capacidades
diferenciales de expansión y de control de recursos –no sólo productivos
y económicos sino también financieros, políticos y simbólicos–, y posicio-
namientos frente a las políticas públicas (sectoriales o no), los marcos
jurídicos y regulatorios existentes, etcétera.
En definitiva, nos interesamos en comprender las relaciones y los
rasgos principales presentes en las mayores empresas de commodities
en la Argentina, destacando especialmente las diferencias existentes al
interior de este pequeño grupo en torno a dimensiones como las formas
de organización productiva y de propiedad-control-gestión de activos
El modelo de negocios de las principales megaempresas 217

(particularmente la medida en que ella adopta modalidades en red o


formas más clásicas de centralización), las formas de expansión y diver-
sificación territorial, las estrategias de manejo del riesgo, los vínculos
con capitales financieros, las articulaciones e integraciones horizontales
y verticales con otros agentes de las cadenas de valor.

Globalización, expansión agrícola


y nuevos perfiles empresariales

Como se dijo, la globalización ha transformado sustantivamente los


mundos rurales; la noción de “ruralidad globalizada” acuñada por Her-
nández (2009a) presta atención a los componentes que la caracterizan:
una nueva división social del trabajo agrícola entre las naciones del Sur
y del Norte, que ha llevado a algunos autores a hablar de procesos de
“reprimarización” de las economías de las primeras; la orientación de la
producción hacia las necesidades del consumidor global respecto del
local; las profundas transformaciones en las condiciones tecnológicas de
producción a partir de la introducción de las biotecnologías y su relación
con la constitución de grandes escalas productivas; las nuevas formas
de organización de la producción, hacia adentro de las explotaciones
agropecuarias y hacia afuera del sector, modificando la relación entre
los componentes de la cadena de valor de cada producto (soja, maíz, caña
de azúcar, etc.) en vistas de su integración en una trama agroindustrial
más extendida y globalizada.
En el caso argentino, la cristalización de estos procesos tuvo anclaje
en una nueva visión de la agricultura como negocio, la del agribusiness,
desarrollada por John Davis y Ray Goldberg (1957), cuya innovación
principal respecto de las perspectivas de los complejos agroindustriales
o agroalimentarios (que abordaban la integración de la agricultura a los
procesos de producción industrial de alimentos) radica en la atención
que prestan a la coordinación de los diferentes eslabones de la cadena y
a la creación de valor en cada etapa. Como analiza Hernández (2009a),
en el plano nacional esta perspectiva fue retomada y adaptada bajo la
noción de agribusiness. A través de la actuación de distintas instituciones
profesionales y técnicas, ella fue configurando un marco de referencia
para los cambios que la nueva lógica requería tanto en términos de los
actores involucrados en la producción agrícola como de las formas de
organización de la misma.
Ello no sólo implicó el desplazamiento de la agricultura familiar,
sino también cambios significativos al interior de la propia agricultura
empresarial. En efecto, la adopción de la lógica del agribusiness reconfi-
218 Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

guraría antiguos valores asociados al trabajo y a la tierra. Se trataba en


esta visión de lograr que la agricultura deviniera una actividad plena-
mente empresarial: aquella transformación iniciada en los años 60 por
los grandes propietarios hacia un manejo empresarial de la producción1
todavía consideraba la tierra como un patrimonio, y no como un factor
productivo, es decir, como un componente del capital. Asimismo, para
esta perspectiva, la mayor eficiencia ya no derivaba sólo de las prácticas
agronómicas sino de las manageriales, pues se trataba de organizar el
sistema de producción de modo de obtener la mayor velocidad de rotación
del capital (Gras, 2012a: 62). Como veremos, esto implicó la reorganiza-
ción de los sistemas productivos, transformando el capital fijo en variable
e intensificándose la tercerización de labores y la contratación de la
tierra; en ese marco, el conocimiento devino un factor productivo central
en tanto constituye un “capital” que permite optimizar la coordinación
de tareas (Hernández, 2007b).
A partir de la década de 1990 se observa así un proceso de intensi-
ficación de la producción agrícola, que consolidó la centralidad de los
actores empresariales. La expansión de estos actores comportó estra-
tegias y lógicas productivas distintas, que en algunos casos se basaron
sobre capital propio mientras que en otros lo hicieron sobre capital de
terceros (a partir de la utilización de nuevas herramientas financieras,
como los fondos de inversión y los fideicomisos). La diferenciación al
interior de la agricultura empresarial fue rápida, y acompañó el proceso
de concentración de la tierra. Implicó la emergencia de nuevos actores
así como también la reconfiguración de los preexistentes. Entre estos
últimos cabe mencionar, en primer lugar, a los grandes propietarios
de tierras, herederos de las grandes familias terratenientes de fines
del siglo xix. Sobre esta categoría hay actualmente pocos estudios que
permitan saldar un debate persistente en relación con su reproducción
y centralidad en el agro contemporáneo.2 Sin embargo, a partir de
nuestra propia investigación se puede plantear que los descendientes
de aquellas tradicionales familias que continúan en la actividad manejan
establecimientos significativamente más pequeños que sus anteceso-
res. Con retraso, incorporaron la agricultura, lo que implicó que aun
cuando en términos cuantitativos su participación en la producción sea

1. Como hemos abordado en nuestras propias investigaciones, la transformación de los


“estancieros” en “empresarios agropecuarios” había comenzado con la primera moderniza-
ción. En ese proceso se incorporaron nuevas prácticas, como cálculos de márgenes brutos,
acercando al viejo gran propietario a un manejo más empresarial de su campo.
2. Un elemento fundamental en relación con esto es el proceso de subdivisión de estas gran-
des propiedades por los mecanismos de herencia, y/o su venta; entre quienes adquirieron las
unidades de mayor tamaño cabe destacar la presencia de industriales y comerciantes.
El modelo de negocios de las principales megaempresas 219

hoy significativa no conformen los sectores más dinámicos, perdiendo


en tal sentido el liderazgo productivo que detentaron en otras épocas
históricas (Gras, 2012a). Por otra parte, entre los mayores propietarios
de tierras en la actualidad no se encuentran aquellos apellidos tradicio-
nales. En términos de sus sistemas productivos, pueden reconocerse dos
comportamientos entre estos propietarios: una estrategia que Susana
Grosso (2010) llama “ganadero-rentista”, es decir, la combinación entre
ganadería extensiva y agricultura a cargo de terceros, y una estrate-
gia de intensificación de la agricultura (con abandono o reducción de
la ganadería), que ahora realizan ellos mismos, logrando en algunos
casos escalas significativas, por encima de las 10.000 hectáreas. Entre
estos últimos se observa la adopción de un rol empresarial activo que
acompaña la creciente separación empresa/familia, que da lugar a una
racionalidad empresarial del proceso de acumulación, antes que patri-
monial (Gras, 2012a).
Un segundo grupo, con trayectoria de varias generaciones en la acti-
vidad agropecuaria, se integra con medianas y pequeñas empresas, con
tamaños y grados de incorporación tecnológica diversos. Estos empre-
sarios desarrollan casi exclusivamente agricultura.
En estas dos últimas décadas aparecen nuevos sectores vinculados
a la producción sojera: se trata de los “gestores” (Grosso, 2010; Guibert,
2012) o empresas de siembra. No tienen origen rural aunque sí trayec-
toria en el sector; el caso más común es el de los gabinetes de ingenieros
agrónomos. Usualmente conocidos como “pooles de siembra”, gestionan
activos de terceros: tierra, maquinaria, capital de trabajo y de inversión.
Es necesario destacar, sin embargo, que tras la denominación de “pooles
de siembra” está presente una diversidad de tipos de empresarios, con
diferentes escalas y niveles de combinación de capital propio y de ter-
ceros (Grosso, 2010).
Si bien los “gestores” constituyen el ejemplo más acabado de actores
que se movilizan por la noción de “negocio agrícola” (Grosso, 2010: 117),
esta noción permea en distinto grado al conjunto de la agricultura em-
presarial, dando lugar a crecientes vínculos horizontales y verticales
entre empresas. El desarrollo de este tipo de lógica empresarial fue
configurando lo que se conoce como “modelo pampeano” o “modelo so-
jero” de producción en redes. Como destacamos, la producción en redes
se vincula con la constitución de grandes escalas; al mismo tiempo, esta
forma organizativa, que reconfiguró intensamente los modos de llevar
adelante la producción, tiene importancia en la financiarización de la
actividad agropecuaria.
220 Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

Las megaempresas

Dentro de la agricultura empresarial, en las últimas décadas cobra


relevancia un conjunto reducido de empresas que en la actualidad con-
trolan superficies por encima de las 200.000 hectáreas. La inexistencia
de fuentes estadísticas que capten la concentración3 no permite más que
aproximaciones a la cantidad de empresas que se ubican en esas escalas.
Sin embargo, a partir de información recabada en entrevistas, releva-
mientos periodísticos y en diversos documentos, se puede estimar que
las mismas no superan las diez-doce empresas. Este recorte considera
específicamente las empresas productoras de commodities agrícolas para
el mercado internacional, excluyendo casos como las pertenecientes al
grupo Benetton en la Patagonia, básicamente orientadas a la producción
de lana o al grupo Blaquier en el noroeste argentino, cuya producción
principal es la caña articulada a sus ingenios azucareros. Esta estimación
es semejante a la realizada por Miguel Murmis y María Rosa Murmis
(2010) quienes sobre la base de información periodística construyeron
una muestra de 48 grandes empresas con 50.000 o más hectáreas, entre
las cuales las de más de 200.000 representan el 30%, esto es, alrededor
de 14 empresas.
Se trata de lo que los propios actores denominan los “grandes juga-
dores” del negocio agrícola (Beltrán, s/f) o de las llamadas “megaem-
presas”, denominadas así por Miguel Murmis (1998: 212) porque sus
volúmenes de actividad las diferencian del conjunto de las unidades
de tipo empresarial y porque su objetivo productivo va más allá de la
valorización de la tierra. Son las principales productoras de soja, maíz y
trigo, que además ocupan posiciones destacadas en otros cultivos como
el algodón, o en la producción ganadera. Asimismo, estas empresas se
distinguen por gestionar vía tercerización el trabajo de siembra, man-
tenimiento, recolección y a veces almacenamiento de los cultivos, y por
poseer sólo una porción de las tierras que controlan (o arrendarlas en su
totalidad) y una parte de los equipos que utilizan. Por último, disponen
de conocimientos tecnológicos considerados un factor de producción más
(Hernández, 2007b; Bisang, Anlló y Campi, 2008).
El nuevo modelo empresarial del agribusiness se basa en la confor-
mación de grandes escalas productivas a partir de diversas formas de
control de la tierra y de múltiples estrategias de financiamiento (especial-
mente en relación con el capital financiero nacional e internacional) y de

3. Recordemos que los censos agropecuarios tienen como unidad de análisis la explota-
ción agropecuaria y no a sus titulares, sean éstos personas físicas o sociedades; es decir,
no permiten asociar el conjunto de explotaciones en manos de un mismo titular, dado el
secreto estadístico que protege la información.
El modelo de negocios de las principales megaempresas 221

manejo del riesgo, así como en la innovación tecnológica permanente, la


profesionalización del management y la conformación de una estructura
organizativa de tipo corporativo –con departamentos especializados,
auditorías de organizaciones multinacionales y control financiero y de
gestión–. En la mayoría de los casos, también signa este cambio de mo-
delo la presencia de una organización de la producción en redes, que se
ve acompañada por la tercerización de actividades, la subordinación de
otros agentes a las necesidades de acumulación y diferentes niveles
de centralización de los recursos.
Partiendo de esta caracterización general haremos hincapié en algu-
nos de los aspectos que consideramos fundamentales para entender lo que
en boca de los actores es el “modelo de negocio” actual, y que se relaciona
principalmente con las diferentes estrategias empresariales que llevan
adelante en sus procesos de acumulación. Presentamos aquí los primeros
materiales obtenidos en nuestra investigación, los que deberemos ampliar
y profundizar en su análisis en términos de las diferentes racionalidades
en las dinámicas de acumulación. Para ello nos proponemos describir los
rasgos principales de algunas de las megaempresas más importantes del
sector agropecuario argentino: Los Grobo Agropecuaria, Cresud, El Tejar,
msu y Adecoagro.4 En conjunto, estas cinco megaempresas controlan
alrededor de un millón y medio de hectáreas en la Argentina, además
de las 250.000 hectáreas que operan en países limítrofes. La elección de
estas cinco megaempresas permitirá explorar diferencias en cuanto a
las formas de organización productiva.
Si bien las megaempresas encarnan los nuevos perfiles productivos,
en rigor no son actores de reciente ingreso al sector. En efecto, en su
mayoría, ellas registran largas trayectorias en la actividad, sea en la
producción o en áreas conexas. En el caso de msu, El Tejar y Los Grobo,
además se trata de empresas de origen familiar, si bien los primeros
Grobocopatel se dedicaban a la venta de servicios de maquinaria. El
Tejar, por su parte, nació en 1987 como una asociación de productores,
y luego se convirtió en una agrupación de colaboración empresaria, y
hoy en día ha sido constituida en sociedad anónima. En ese proceso
fueron ingresando al negocio diversas familias y capitales inversores.
Por el contrario, Cresud encuentra su origen en la empresa belga Credit

4. Aquí podríamos añadir Calyx Agro, Arcor (empresa alimentaria que integra la producción
de maíz y sorgo para sus procesos industriales), agd (que es también una de las mayores
aceiteras del país), Unitec Agro (vinculada a la corporación América, con inversiones en
comunicaciones) y Olmedo Agropecuaria. Nos referimos en este artículo a las nombradas
en el cuerpo del texto debido a que son aquellas sobre las que hemos reunido mayor infor-
mación, a la vez que presentan rasgos singulares (al igual que Calyx Agro, creada en 2007)
en cuanto a su concentración en la producción de commodities y a su transnacionalización
con la expansión a Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia.
222 Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

Foncier, que ofrecía préstamos rurales y urbanos, mientras que Cresud


era la subsidiaria que administraba los bienes inmuebles ejecutados. De
las megaempresas analizadas, Adecoagro es la de más creciente crea-
ción (2002), tuvo como iniciadores a un grupo de ingenieros agrónomos
y profesionales vinculados al mundo financiero que adquirieron una de
las empresas agropecuarias del grupo Pérez Companc.
Por último, cabe destacar que los ceo, al dirigir estas empresas, ocu-
pan la cúpula de una estructura de tipo corporativo, tienen una larga
trayectoria en el sector y/o pertenecen a la burguesía agraria tradicional.
Estos puestos son ocupados entonces por algún miembro de la familia
que se hizo cargo de la empresa familiar (Gustavo Grobocopatel en Los
Grobo; Manuel Santos de Uribelarrea hijo en msu; Oscar Alvarado en El
Tejar), o por profesionales con trayectoria previa en el ámbito corporativo
(Cresud, Adecoagro).

Actividades económicas

En este apartado nos ocuparemos de un primer acercamiento a las


megaempresas estudiadas a partir de las actividades económicas que
desarrollan. Esto cobra importancia en la medida en que la idea de
“modelos de negocios” se relaciona con el “foco” de negocios de la com-
pañía. Si bien muchas veces comparten el mismo tipo de actividad, en
cada una de estas empresas aparece articulada de diversas maneras.
La centralidad de cada actividad indica estrategias diferentes en cuanto
a la forma de control de recursos, participación en la cadena de valor y
generación de rentas y ganancias:

1) Producción y venta de commodities: ésta es la actividad principal de


msu y El Tejar, si bien todas las empresas analizadas la realizan.
2) Oferta de servicios (siembra, acopio, comercialización, provisión de
insumos): Los Grobo.
3) Gerenciamiento de cultivos en tierras de terceros o de planteles ga-
naderos de terceros: El Tejar y Los Grobo.
4) Procesamiento industrial de las materias primas: Los Grobo y Ade-
coagro.
5) Servicios de consultoría técnica y financieros (créditos y coberturas
para productores): Los Grobo, Adecoagro, msu.
6) Adquisición, valorización y venta de inmuebles rurales: si bien El Tejar
desarrolla esta actividad, se trata de la base del negocio de Cresud.

Aquí vemos cómo la actividad que encarna mayor importancia para El


El modelo de negocios de las principales megaempresas 223

Tejar es la producción de granos (1), que combina con el gerenciamiento de


cultivos y de ganado de terceros (3) y la valorización de tierras agrícolas
(6), a lo que se suma la producción ganadera propia y la comercialización
de carnes y alimentos.
Los Grobo, por su parte, concentran sus esfuerzos en el acopio y
almacenamiento de granos de terceros y en la venta de insumos (2), así
como en la oferta de asesoramiento y servicios financieros a pequeños
productores (5). Además, la empresa El Molino, que forma parte del grupo
Los Grobo, se encarga del procesamiento de materias primas (4).
Este tipo de desarrollo agroindustrial también está presente en Ade-
coagro, donde la producción de commodities (1) se ve acompañada del
procesamiento de leche propia y de terceros, así como de caña de azúcar
propia para etanol. Para ello cuenta con usinas propias así como también
molinos arroceros (4). De este modo, Adecoagro constituye el más claro
ejemplo de integración vertical.
Por último, mientras empresas como msu o El Tejar se concentran en
la producción de commodities, en empresas como Cresud, que también
desarrolla producción agrícola, ganadera y lácteo, la compraventa de
campos es el núcleo de la actividad. Cresud lleva adelante este negocio
inmobiliario a través de la subsidiaria irsa, una empresa que se dedica
al desarrollo de inmuebles residenciales, edificios de oficinas, centros
comerciales y hoteles de lujo dentro y fuera del país. Cresud vende
inmuebles rurales, luego de un proceso de valorización (esto es, la rea-
lización de mejoras y el desarrollo de la producción agrícola durante
varias campañas, lo que le permite transformar campos de baja aptitud
en campos agrícolas), para luego reinvertir en nuevos campos con mayor
potencial de apreciación.

Tenencia de la tierra

Uno de los aspectos a los que debemos prestar especial atención es la


relación entre control y propiedad del principal medio de producción en
este sector: la tierra. Como mencionamos al comienzo, el nuevo modelo
empresarial maneja esta relación de una manera particular e innovadora.
Si bien el arrendamiento de tierras es una vieja práctica en el campo
argentino, en el caso de las megaempresas este tipo de acceso a la tierra
(sea puro o se combine con otras formas de tenencia) asume particular
importancia, ya que en general se prefiere el control del sistema de pro-
ducción en detrimento de la propiedad de la tierra.
Los ejemplos más claros de la preeminencia del arriendo sobre la
propiedad la dan Los Grobo y msu. Esto no significa que la propiedad de
224 Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

la tierra no esté presente –más aún, se trata de propietarios importantes


(en ambos casos tienen campos propios en la Argentina de alrededor de
15.000 hectáreas)– sino que ésta adquiere un peso variable y en general
menor en el total de la superficie que operan. Estas dos empresas comen-
zaron trabajando en tierras propias y luego se expandieron en campos
de terceros, que contratan bajo diferentes modalidades.
La actividad agrícola de Los Grobo se desarrolla de acuerdo con lo
que la propia empresa denomina un modelo asset smart, en el que los
cultivos son realizados en campos arrendados a corto plazo o en sociedad
con productores-propietarios de distintos tamaños. Según la empresa,
esto permitió aumentar la escala de la producción y el área sembrada a
partir de una gestión agrícola más flexible. msu, por su parte, inició sus
actividades con la producción de una parte de las 15.000 hectáreas de
la empresa familiar (alrededor de 7.000), y a partir de 1997 comenzó a
arrendar campos de terceros, lo que impulsó un proceso de diversificación
y expansión de la empresa, alcanzando en 2007 a sembrar alrededor de
114.000 hectáreas. El Tejar presenta el caso emblemático de una empresa
basada, hasta 2006, en la producción de tierras de terceros.
A partir de la década de 2000, las tres empresas inician su expan-
sión hacia Brasil y Uruguay primero, y luego Paraguay, utilizando la
misma estrategia de avance sobre tierras contratadas. Sin embargo, en
los últimos años se registra en las tres empresas la compra de campos,
situaciones relacionadas con acuerdos de capitalización e ingreso de
inversores extranjeros en la estructura societaria.
Actualmente, Los Grobo controla más de 250.000 hectáreas en la
Argentina, Paraguay, Brasil y Uruguay, países en los que además de
la producción se desarrollan servicios de acopio y procesamiento. msu
cuenta con 210.000 hectáreas en la Pampa Húmeda, el Litoral, el nea y
el noa, y en tres regiones de Brasil (Mato Grosso, Mato Grosso do Sul y
Bahía), además de tres regiones de Uruguay y cuatro regiones más en
Paraguay. En el caso de El Tejar, las tierras que controla actualmente se
ubican en la Pampa Húmeda y en el noa, en las regiones costeras Norte
y Sur y en el Noreste y centro de Uruguay; en Santa Cruz de la Sierra,
Bolivia, y en el Mato Grosso, Brasil.
Nuestra hipótesis es que este cambio de estrategia se encuentra estre-
chamente vinculado con el interés de los grandes inversores financieros
en el mercado de tierras, debido a la valorización de las commodities, que
desembarcan en la producción a través del financiamiento a los grandes
jugadores; estos capitales buscan en años recientes posicionarse en el
mercado de commodities ya no sólo a través de instrumentos como la
compra de contratos de futuros, sino también de un control directo sobre
esas producciones ante la creciente competencia a nivel global.
El modelo de negocios de las principales megaempresas 225

Según surge de las entrevistas mantenidas y la información recogida


en diarios, la vinculación con capitales financieros extrarregionales –so-
bre la que volveremos más adelante– está asociada a la fuerte expansión
que a partir de 2002-2003 han experimentado las megaempresas (tanto a
través de la contratación de tierras como de la compra), en la Argentina
y en otros países.
Una combinación diferente entre propiedad y contratación de tierras
se da en Adecoagro y Cresud, las que poseen prácticamente toda la tierra
que operan. En rigor, en Cresud el arrendamiento de tierras ha sido una
herramienta para complementar la expansión, en especial en la región
pampeana, ya que una de sus actividades más importantes es incremen-
tar su portafolio de campos mediante la compra y venta de tierras.
Cresud controla alrededor de 950.000 hectáreas en la Argentina,
Brasil, Bolivia y Paraguay, de las que 400.000 están en producción, y el
resto conforma “reservas de tierras”, localizadas en su mayoría en áreas
marginales, que la empresa desarrolla con el objetivo de incrementar su
valor en el largo plazo. Esta empresa también alquila campos en la zona
agrícola núcleo de la región pampeana argentina, por plazos que van de
uno a seis años. Cresud ha iniciado un proceso de expansión hacia otros
países del Cono Sur con el objetivo de adquirir y desarrollar inmuebles
rurales bajo el mismo modelo de valorización que lleva adelante en
nuestro país. La empresa más importante de la que forman parte en el
exterior es BrasilAgro, fundada en 2005 y que para 2009 contaba con
ocho propiedades de 165.373 hectáreas en total, a las que se le sumaban
12.166 en Bolivia y el 50% indiviso de 41.931 en Paraguay.
Adecoagro, en cambio, ha privilegiado la adquisición de tierras para
la producción agrícola; inició su actividad en 2002 con la compra de
74.000 hectáreas, y actualmente es propietaria de más de 270.000 en la
Argentina, Brasil y Uruguay. Si bien arrienda campos, éstos representan
un porcentaje mínimo de la superficie total que operan, que dedican a la
producción ganadera. En tal sentido, Adecoagro constituye una forma
empresarial más clásica, donde la expansión ha implicado niveles cre-
cientes de centralización del capital, tanto en la producción agropecuaria
como en la integración vertical hacia adelante, a partir de la compra o
instalación de plantas procesadoras. Si bien Cresud también controla
sus activos en tierras a través de la propiedad, su centro en la actividad
inmobiliaria y en el mercado de tierras lo hace un ejemplo diferente.
La compra de tierras en los últimos años forma parte de un fenóme-
no global de explosión de transacciones comerciales a gran escala, fenó-
meno que la literatura reciente denomina land-grabbing o proceso de
“acaparamiento” de tierras y en el que los estudios coinciden en señalar la
importancia central de su vínculo con el capital financiero internacional.
226 Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

La mayor parte de los trabajos publicados sobre esta cuestión indican


la convergencia de diferentes factores globales que han impulsado la
revalorización de la propiedad de la tierra (Borras Jr. et al., 2011): las
crisis alimentaria, energética y financiera. El año 2008 aparece como un
punto de inflexión en la aceleración de la demanda de tierras, debido a
la fuerte alza de los precios de las commodities en 2007-2008 y a la crisis
financiera mundial que redujo el valor de otros activos. En ese contexto,
diferentes y poderosos actores se lanzaron a la búsqueda de tierras “va-
cías”, para la producción de materias primas y agrocombustibles frente
a la posibilidad de fuertes aumentos en los precios de estos bienes, con
la consecuente apreciación financiera de la propiedad rural. Como se-
ñalan Murmis y Murmis (2010) estas inversiones constituyen en el caso
argentino un factor explicativo de la financiarización de la producción
agrícola. En ese sentido, las megaempresas analizadas participan del
mencionado fenómeno de acaparamiento de tierras tanto a partir de la
compra de campos en la Argentina como en el resto de los países del Cono
Sur, y en algunos casos en el este europeo. En Brasil, específicamente,
empresas como Los Grobo y El Tejar han sido importantes actores de la
expansión sojera en las áreas de frontera (en los Cerrados). Finalmente,
debe señalarse su rol protagónico en el avance de la soja en Uruguay,
país que se integra a esta producción en la última década a partir de la
presencia de empresas argentinas.

Formas de organización de la producción: las redes agrícolas

La importancia del control y la gestión de la tierra por sobre su pro-


piedad tiene correlato en la constitución de modalidades particulares
de organizar los distintos factores de producción: la producción en red
(Hernández, 2007b; 2009; Guibert, 2012; Bisang, Anlló y Campi, 2008;
Piñeiro y Villarreal, 2005). Es decir, un sistema productivo donde las
megaempresas articulan contratos con proveedores de bienes y servicios
muy diversos pertenecientes al mismo eslabón productivo o a distintas
etapas de la cadena de valor: dueños de la tierra, contratistas de ma-
quinaria, empresas proveedoras de insumos, transportistas, agentes
financieros, empresas agroalimentarias.
Así, además de la separación entre quienes detentan la propiedad
de la tierra y el capital, de quienes los controlan y ponen en producción,
la producción en red se asienta, por un lado, sobre la multiplicación de
conexiones con otros eslabones de la cadena productiva, que no sólo
implican transacciones (compraventa de insumos, de servicios, etc.)
sino flujos de recursos, información y conocimientos, que viabilizan los
El modelo de negocios de las principales megaempresas 227

procesos de acumulación. Y por otro, sobre la capacidad organizativa


y financiera de las empresas para gerenciar los distintos recursos que
cada agente participante provee a la red. La red consiste entonces en un
espacio económico donde se intercambian bienes, servicios, información y
conocimientos, del que participan estos múltiples agentes, que establecen
contratos formales e informales entre sí (Milesi, Novick y Yoguel, 2003).
Se organizan bajo diferentes formatos jurídicos y arreglos contractuales
(no siempre formales), que tienen distinta duración en el tiempo, si bien
generalmente se trata de asociaciones de corto y mediano plazo.
Los vínculos que se establecen en el marco de las redes exceden el
alquiler de tierras, la contratación de servicios o el financiamiento a
cosecha. Tampoco son las formas clásicas de producción bajo contrato
para la industria procesadora o las comercializadoras. Es decir, la lógica
de la producción en red supone arreglos y comportamientos productivos
y financieros complejos, caracterizados por aportes de capital, tierra,
conocimiento, etc., de las partes, la participación en las ganancias o en
la toma de decisiones, y orientados a la obtención de una rentabilidad
importante. Estas modalidades son novedosas en tanto, como plantea
Guibert (2012: 2), vinculan “a quienes son gestores de activos y quienes
buscan cambiar gastos fijos por gastos variables”.
Cabe señalar que la importancia que adquiere la producción en red
en Argentina encuentra raíces, entre otros factores, en la extensión y la
creciente especialización del fenómeno de la tercerización, que reconoce
una larga historia en el campo argentino. Ello permite al “empresario-
gestor” contar con un mercado diversificado donde participan agentes de
distinta magnitud económica y nivel tecnológico, en los que delega las
tareas netamente productivas, ocupándose de lograr el uso más eficiente
y rentable posible de los activos involucrados.
Pese a la pretendida homogeneidad que suele atribuirse a estas re-
des, especialmente desde la visión que difunden las megaempresas en
las que la interrelación y el entramado que forma el trabajo en redes
lograría para los diferentes participantes “un crecimiento permanente
de mutuos beneficios” (página oficial de El Tejar) y un modelo de “ganar-
ganar”, las redes tienen en efecto un núcleo, ocupado en cada caso por
al menos una megaempresa. Esto se debe no sólo a su mayor capacidad
de organización, coordinación, planificación, gestión y negociación, sino
también a su mayor escala y capacidad financiera, a los menores costos
de transacción que logran y al nivel de transferencia de riesgos que pue-
den imponer en la negociación de los contratos (Grosso, 2010; Guibert,
2010). La gestión de la red conlleva una alta flexibilidad en términos
de la permanente revisión, ajuste y cambio de las formas que adoptan
los vínculos entre los agentes integrados. Tal flexibilidad constituye un
228 Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

factor valorado por los capitales que invierten en la red. Más aún, deriva
crecientemente del papel preeminente de los capitales financieros en la
lógica de la red.
El caso paradigmático del funcionamiento en red es Los Grobo: la em-
presa utiliza maquinaria y mano de obra tercerizada para los procesos de
siembra, aplicación de agroquímicos y cosecha. Al mismo tiempo, median-
te el establecimiento de asociaciones con distintos agentes ha llegado a
convertirse en una red de redes tejidas en Brasil, la Argentina y Uruguay;
cada una de ellas está compuesta de otras redes tejidas para alcanzar
metas diferentes, al tiempo que el grupo en su conjunto forma parte de
redes de organizaciones. La estrategia es, por lo tanto, integrarse con
socios y formar redes de redes en pos de la integración para la provisión
de insumos, el procesamiento de alimentos y una comercialización más
sofisticada. En su presentación institucional, la propia empresa destaca:
“El trabajo en red es nuestro principal enfoque empresario […] el tejido
de redes tanto al interior de la compañía como hacia el exterior ha sido
crucial para nuestro éxito” (página oficial de Los Grobo sa). Al interior
de la red, Los Grobo integran a empresas de contratistas y productores-
propietarios que el mismo grupo ha contribuido a conformar –en las
cuales tiene participación accionaria a la vez que las financia a través
de su propia división de servicios financieros–, empresas de servicios de
transporte, almacenaje, comercialización agrícola y venta de insumos
(que brindan a los productores-propietarios y a otros productores), em-
presas de molienda y empresas de asesoramiento técnico. De este modo,
el grupo logra la integración corporativa de todos los eslabones de las
cadenas de soja, trigo y maíz, a través de esquemas asociativos y de
todo tipo de relaciones en las regiones en las que opera. Según plantea
la propia empresa, este modelo organizativo permite capacidad finan-
ciera permanente, desarrollar economías de escala como proveedores de
insumos y productos, y “una dilución de los costos operativos desde el
momento en que parte de esos costos son transferidos, y por lo tanto una
ventaja financiera y operativa” (página oficial de Los Grobo sa).
El Tejar es otro ejemplo de producción en red, si bien en este caso
focalizado en la producción de commodities exclusivamente, lo que
implica también la provisión de servicios financieros y de gestión a los
integrantes de la red. En esta megaempresa más de seiscientas personas
trabajan en relación de dependencia, mientras que las que lo hacen en
forma indirecta a través de las diversas empresas articuladas son 1.500,
es decir, más del doble. Esta forma de relacionarse con los prestadores de
servicios es considerada por la propia empresa como una de las fortalezas
del negocio que desarrollan. Es así como prefieren contratar todas las
labores, y por lo tanto no poseen equipos agrícolas propios. Algo similar
El modelo de negocios de las principales megaempresas 229

se observa en msu, empresa que emplea a alrededor de 270 profesionales


y técnicos en forma directa, que se suman a más de 1.500 trabajadores
en forma indirecta.
El modelo en red constituye para las megaempresas no sólo un enfoque
sino en rigor una estructura empresarial en sí misma (Gras, 2012a). Dada
su escala, el trabajo en sus campos constituye casi un “mercado único”
para los contratistas, a los cuales, además, les demandan la realización de
inversiones para incorporar las innovaciones tecnológicas en sus propios
procesos productivos. Al mismo tiempo, son los principales clientes de
los proveedores de insumos, por lo cual obtienen precios diferenciales;
tienen mayor capacidad de imponer condiciones a los dueños de la tierra,
lo que les permite influir en los valores del mercado de tierras en una
determinada zona. En suma, la lógica de los contratos da lugar a negocios
específicos, que en el decir de una integrante de estas sociedades supone
una “multiplicación de espacios de transacción”.
Por otro lado, la posición central en la red no sólo depende de la capa-
cidad financiera de la empresa, sino que, al mismo tiempo, esta organi-
zación permite distintas formas de apalancamiento financiero a través
de mecanismos no tradicionales, generando por lo tanto una especie de
“círculo virtuoso” de acumulación a partir de dos estrategias conexas.
Cabe aquí hacer mención de la estrategia desplegada por El Tejar, que
ofrecía alternativas de inversión en el negocio agrícola a los integrantes
de la red, como los dueños de las tierras que alquilaban, que invertían
así parte de su renta en el financiamiento de la producción desarrollada
por la propia empresa.
Vemos así que la producción en red, sustentada en el control y la
valorización de los recursos, se distancia de las formas más clásicas o
“tradicionales”, como las llaman los propios “gestores empresariales”,
en las que el empresario es dueño de una parte importante de los re-
cursos, está a cargo de la gestión de la producción o tiene profesionales
asalariados para ello, y donde la lógica que lo orienta es la preservación
y ampliación del capital detentado.

Conexiones entre empresas

En los últimos años, el funcionamiento en red –es decir, integrando


oferentes de activos y servicios– ha sido acompañado por un aumento de
relaciones entre empresas agropecuarias, con empresas agroindustriales
y, como ya señalamos, con diversos tipos de capitales internacionales,
incluyendo fondos de pensión y soberanos, que han permitido capitali-
zaciones en tierras. Murmis y Murmis (2010) plantean en ese sentido
230 Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

que “en la expansión de las empresas puede verse cómo los arreglos
originalmente basados en el funcionamiento de redes de productores
van siendo sustituidos por integraciones financieras y comerciales
nacionales e internacionales, unidas a la compra de tierra en países
limítrofes” (17).
Un ejemplo de estas conexiones crecientes es Cresud, cuyo centro
–como ya mencionamos– es la operación inmobiliaria, que desarrolla aso-
ciaciones estables con otras megaempresas como El Tejar u otras grandes
empresas (como La Redención-sofro) para la producción agrícola –con el
objetivo de valorizar tierras– o con Tysson Foods, con la cual conforman
Cactus Argentina, que opera feedlots y establecimientos frigoríficos.
Otro ejemplo es la compra en 2007 de la empresa Agro-Invest por
parte de Adecoagro y El Tejar, a partir de la cual ambas empresas hacen
producir en forma conjunta unas 26.000 hectáreas en el noa y poco más
de 5.000 en la zona núcleo de la región pampeana. Asimismo, Adecoagro se
asoció con una empresa extranjera para la industrialización de lácteos.
En el caso de Los Grobo su asociación con otras empresas agrope-
cuarias en 2001 dio origen a Bioceres, que gestiona inversiones en bio-
tecnología agrícola, y que actualmente integra en su estructura a otros
accionistas locales y extranjeros. El grupo Los Grobo también se convirtió,
en 2007, en accionista de upj, una compañía que provee almacenaje de
granos en la zona de Tandil, y en 2008 adquirió, junto al Vinci Group y la
semillera Selecta (ahora Los Grobo Brasil), una empresa ubicada en las
regiones de Goiás y Minas Gerais. En 2004, Los Grobo se había asociado
con la empresa Arcor para construir conjuntamente (y con el apoyo de la
Secretaría de Transporte) un puerto en San Pedro.5 El contrato firmado
con Ferrovia Norte Sul sa, una compañía del grupo brasileño Vale, es
similar a esta asociación, y les da acceso a la autopista Norte-Sur de
Brasil, vital para el transporte de granos.
Tanto el funcionamiento en red como las integraciones con otras em-
presas son factores clave del crecimiento de éstas, no sólo porque cons-
tituyen estrategias que permiten el aumento de escalas y en ocasiones
la capitalización, sino porque acompañan el desarrollo de estrategias de
manejo de riesgos.

Diversificación territorial y manejo de riesgos

Como dijimos al principio de este capítulo, uno de los rasgos com-


partidos por todas estas empresas es que controlan tierras no sólo en

5. Interactive Business Network Resource Library, “Sweet deal: Argentine candy maker
sees new business in its own port”, junio de 2004
El modelo de negocios de las principales megaempresas 231

la Argentina, donde realizan la mayor parte de sus actividades, sino


también en otros países del Cono Sur, especialmente Uruguay, Brasil y
Paraguay, y en menor medida Bolivia. Este reciente proceso de expan-
sión transfronteras es expresión de otro mayor: la globalización de la
economía agraria en general, donde los mencionados países han sido
identificados como los principales productores de commodities, metales
y recursos energéticos.
Esta dinámica regional de acumulación (Guibert, 2007) no sólo per-
mite aumentar la cantidad de tierras operadas, sino también –lo que
no es menor en este modelo empresarial– la diversificación territorial
y de cultivos en función de las ventajas comparativas de cada lugar. La
diversificación territorial involucra dos niveles espaciales: por un lado,
el local en torno de una o más unidades productivas, según la ubicación
de las tierras contratadas o propias, que conforman lo que los propios
actores denominan “unidades de gerenciamiento”. Esta localización no
implica necesariamente que la empresa desarrolladora genere interac-
ciones más o menos densas con el territorio, en tanto los servicios pueden
no ser contratados entre empresas locales. El otro nivel es el regional,
es decir, la organización y control de diferentes unidades productivas y
“unidades de gerenciamiento” ubicadas en distintas regiones, o incluso,
como sucede en estas megaempresas, en varios países. La importancia
de este segundo nivel radica en que permite un manejo más consistente de
los riesgos específicos de la actividad, como los climáticos. También inclu-
ye el manejo de riesgos “políticos” asociados a cambios en los contextos
institucionales, entre provincias, departamentos o países.
La doble diversificación, territorial y de cultivos, posibilita la elec-
ción de los cultivos más adecuados de acuerdo con los costos más bajos
por unidad de producción en cada región, la combinación de cultivos de
acuerdo con las oportunidades de cada momento, y está estrechamente
vinculada con otra estrategia característica de todas estas empresas: la
del control de los riesgos políticos, productivos y financieros que podrían
generar las inversiones concentradas en un solo país. El manejo del riesgo
constituye así un aspecto esencial del management de las megaempresas,
es decir que desarrollan prácticas específicas de administración en lo
que refiere a riesgos aceptables en términos del retorno sobre el capital
invertido y la maximización de resultados. De este modo, estos actores
consideran que estas estrategias de manejo del riesgo constituyen uno
de sus “activos” fundamentales, que se valorizan en los mercados finan-
cieros a la hora de conseguir financiamiento o establecer acuerdos con
grandes inversores. Más específicamente, las estrategias de manejo del
riesgo buscan minimizar la influencia de condiciones climáticas, políticas
y jurídicas, así como los riesgos relacionados con las fluctuaciones en los
232 Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

precios de las commodities, el tipo de cambio y el crédito, y adaptar en con-


secuencia la producción de cultivos y la administración de agroindustrias
a los contextos más favorables. Para ello, las megaempresas detectan
oportunidades a nivel local, regional e internacional, adelantándose así
a las tendencias del mercado, y para reducir riegos climáticos contratan
seguros agrícolas que protejan su producción.
Por último, otra estrategia para manejar el riesgo es la utilización
de herramientas comerciales de cobertura en los mercados, como los
mercados de futuros, que veremos en el siguiente apartado.

La relación con el capital financiero

De un modo general podemos decir que el capital financiero, tanto si


proviene del mercado de capitales local o del extrarregional, adquiere
en estos modelos de negocios una importancia crucial en sus lógicas de
acumulación (ver capítulo 1). Así, a partir de diversas herramientas
tradicionales y no tradicionales de financiamiento, los capitales finan-
cieros han logrado una fuerte incidencia en el ritmo de expansión de las
megaempresas y en las características que éste adopta en cada caso. Esta
incidencia está en la base de la financiarización del modelo empresarial
de las megaempresas, que se convierten en espacio de valorización de dis-
tintos tipos de capitales (Gras, 2012a). Unas de las formas emblemáticas
que asumió el ingreso de capitales no agrarios (financieros o ahorros de
actores sin vínculo con la producción agropecuaria) han sido los llamados
“pooles de siembra”. Organizados y gerenciados inicialmente por estudios
de ingenieros agrónomos y luego también por bancos locales que ofrecían
estas alternativas a sus clientes, los pooles hicieron su aparición en la
década de 1990. Estas modalidades sumaban capitales interesados (de
todo tipo y magnitud) en invertir en la producción agropecuaria por las
altas tasas de retorno, trabajando a partir de un plan de cultivos y ase-
gurando a los inversores una cierta tasa de ganancia por su inversión.
En esos primeros años se observaba la existencia de diversos tipos de
pooles, estrategia de financiamiento a la que recurrían incluso los propios
productores como modalidad de obtención de financiamiento: poolcitos o
friends & family se podían encontrar en buena parte de las localidades
del interior del país, los cuales canalizaban ahorros de distintos actores
locales (contadores, abogados, comerciantes). Hacia fines de la década de
1990, estos esquemas parecieron perder su vitalidad, entre otros factores,
por la baja de los precios internacionales.
Posteriormente, a partir de 2003-2004, el alza de precios de las commo-
dities renovó el interés de los inversores extraagrarios en la producción
El modelo de negocios de las principales megaempresas 233

de granos. Las tasas de retorno esperadas por los inversores de mayor


tamaño –inversores institucionales, empresas petroleras, grandes indus-
trias, bancos– los orientaron hacia las empresas más grandes, y en parti-
cular hacia los “grandes jugadores”. En estos casos, el financiamiento se
canalizó a través de herramientas jurídicas como los fideicomisos, además
de los ya existentes fondos de inversión. Esta estrategia es importante
para entender la rápida expansión que registran las megaempresas en
la última década.
Como destacan, entre otros autores, Murmis y Murmis (2010: 8), los
fideicomisos fueron una de las formas más importantes de financiamiento
y organización de los nuevos actores agropecuarios. El Tejar, para empe-
zar, creó en 2005 un fideicomiso con garantía del banco hsbc y financiado
en un 30% por inversores urbanos.6 Los Grobo Agropecuaria creó también
varios fideicomisos: el primero, Los Grobo i, fue constituido en 2004 para
una superficie de 11.000 hectáreas en el sudeste bonaerense y recaudó
más de 2,5 millones de dólares a partir de montos de inversión de entre
1.000 y 200.000 dólares. Los Grobo ii, establecido en 2006 como un pro-
yecto bianual para 45.000 hectáreas por dos campañas agrícolas, contó
con una inversión de más de 10 millones de dólares y se llevó adelante
junto al Banco Galicia, Deloitte Corporate Finance y Equito Trust. En
esta segunda oportunidad el resultado fue de inversiones desde 2.000
hasta 200.000 dólares de profesionales urbanos y productores que bus-
caron diversificar.7
Esta incidencia de lo financiero en la toma de decisiones empresariales
permite comprender el modelo organizativo que encarnan las megaem-
presas en la Argentina, que no se encuentra –al menos con la misma
centralidad– en el caso de Brasil, el otro gran productor mundial de soja
(Gras, 2012a). Ello no implica que los objetivos productivos sean dejados
de lado: la decisión de sembrar en campos propios y/o alquilados tiene
como fin la optimización del uso del capital y el aumento del rendimiento,
y lo mismo ocurre con la selección de tierras. A tal punto esto es impor-
tante que todas las megaempresas tienen áreas específicas dedicadas
a la evaluación de la calidad y productividad de cada una de las tierras
antes de comprarlas o arrendarlas a través de la utilización de imágenes
satelitales y datos climáticos históricos, entre otras técnicas. Junto con
esta evaluación se consideran las distintas velocidades de rotación del
capital para responder a las exigencias de los capitales financieros que
invierten en las megaempresas.

6. “La tentación agrícola”, La Nación, 20 de agosto de 2005.


7. “Los Grobo busca inversores fuera del agro para producir”, La Nación, 4 de febrero de
2006.
234 Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

Transnacionalización y capitales financieros extrarregionales

Como señalamos, la conexión con capitales financieros es una carac-


terística compartida con otras empresas que no clasifican como “grandes
jugadores”. Consideramos, por lo tanto, que lo que distingue a las me-
gaempresas es un fenómeno que acompaña a los procesos de regionali-
zación antes referidos y al consecuente crecimiento de las inversiones
en los países del Cono Sur. Nos referimos a su articulación con capitales
extrarregionales y la transnacionalización de su capital a partir de la
integración de inversores extranjeros en la estructura societaria. Estos
inversores suelen ser fondos de pensiones corporativos y de gobiernos
de otros países, y fondos soberanos (en general, de países emergentes)
o grandes inversores.
El Tejar, por ejemplo, recibió aportes de inversores ingleses y norte-
americanos por una parte de su paquete accionario; Adecoagro recibió en
2011 inversiones del grupo vinculado a Soros (que solía financiar a Cre-
sud) y de otros dos fondos; msu también integró un inversor institucional
europeo, que adquirió un porcentaje minoritario de sus acciones.
De acuerdo con la información recogida en nuestra investigación, este
proceso de transnacionalización de su capital parece guardar estrecha
conexión con la compra de tierras por parte de estas empresas, tanto en
el país como transfronteras. Sin embargo, la capitalización con fondos
internacionales no se ha orientado exclusivamente a la compra de tie-
rras; también se ubican en el desarrollo de integraciones horizontales o
verticales. Ello se relaciona con las posiciones de las megaempresas en
los distintos mercados, o lo que los propios actores denominan los dife-
rentes “modelos de negocios” que desarrollan. Este fenómeno ha llevado
a una fuerte valorización de la tierra, acompañada por una tendencia al
aumento de la especulación inmobiliaria.
En el caso de Cresud esto se hace particularmente evidente. Esta
empresa busca comprar, a través de su afiliada irsa, grandes superficies
de tierras cuando y donde aparecen oportunidades interesantes, es decir,
con alto potencial de apreciación (en general propiedades subutilizadas
a precios atractivos), mejorar su rendimiento transformándolas, a partir
de la aplicación de tecnología, de improductivas a ganaderas, y luego de
ganaderas a agrícolas, para llegar a la etapa final del ciclo de desarrollo
inmobiliario convirtiendo propiedades rurales en urbanas, y luego pro-
ceder a la venta selectiva de aquellas tierras cuya valorización se ha ma-
terializado. Es así como las ganancias inmobiliarias orientan en última
instancia la selección de actividades y de tierras: “Realizamos nuestras
actividades agropecuarias con el foco en maximizar el valor de nuestros
activos inmobiliarios” (página oficial de Cresud). Por último, la posesión
El modelo de negocios de las principales megaempresas 235

de tierras con capacidad de apreciación también parece desempeñar un


papel importante en el posicionamiento de la empresa en la Bolsa de
Comercio de Buenos Aires y el Nasdaq, donde cotizan sus acciones.
De tal forma, y como plantean Sergio Sauer y Sergio Pereira Leite
(2012), “las inversiones especulativas y productivas deberían verse por
lo tanto como parte indisoluble de la apreciación financiera de la pro-
piedad rural” (878).

Reflexiones finales

La presencia de las llamadas “megaempresas” refleja las transfor-


maciones implicadas en la expansión del nuevo modelo agropecuario
en la Argentina. Son estas empresas las que dinamizan la producción
agropecuaria y concentran volúmenes de tierra en una magnitud des-
conocida en el país desde la crisis del llamado modelo agroexportador
que tuvo vigencia entre mediados del siglo xix y las primeras décadas
del xx. Las megaempresas constituyen ejemplos paradigmáticos de los
nuevos perfiles empresarios que encarnan el ma.
Su emergencia y consolidación ha dado lugar a innumerables debates,
entre ellos el referido a la medida en que estas megaempresas implican
la persistencia de la tradicional cúpula del sector agropecuario. Esta
última hipótesis es la que sostienen autores como Eduardo Basualdo
(2010), que enfatizan la importancia que conserva como rasgo central de
esa cúpula la gran propiedad. Para este autor, “todas las trasformaciones
que influyen en el quehacer agropecuario (innovaciones tecnológicas,
formas de trabajos y modificaciones estructurales en el nivel nacional)
tienen un impacto similar porque sin excepción […] generan economías de
escala [cuyas consecuencias] involucran la conformación y las relaciones
entre las diferentes fracciones del capital agrario. En este sentido, su
exacerbación durante el paradigma actual potencia la importancia de
la gran propiedad en la producción pampeana” (30).
Como se analizó en este capítulo, este tipo de aproximación es insufi-
ciente para comprender la configuración del nuevo modelo agropecuario
y la constitución de sus actores fundamentales, la megaempresas, en
tanto organiza las transformaciones en torno de la persistencia de la
gran propiedad y de sus titulares históricos. Por el contrario, nosotros
encontramos que entre estas megaempresas la gran propiedad constituye
un rasgo no siempre presente, a la vez que cuando son propietarias es la
contratación de tierras la que explica básicamente los grandes volúmenes
de superficie controlados. Asimismo, este tipo de aproximación subordina
la importancia de sus nuevas formas de organización de la producción y
236 Carla Gras y Andrea P. Sosa Varrotti

lógicas de acumulación, y su relación con las conexiones horizontales y


verticales que generan con otras grandes empresas, incluyendo las
capitalizaciones derivadas de su asociación con capitales financieros
extrarregionales. En tal sentido, entendemos que la emergencia de estas
megaempresas habla de la reconfiguración de la cúpula agropecuaria no
sólo por la recomposición en términos de quiénes ocupan esa posición,
sino también por las diferentes relaciones que sustentan su acumulación,
que no se agota en la resultante de la propiedad de la tierra.
Otro elemento que explica la reconfiguración de la cúpula es la
creciente transnacionalización de sus estructuras, con la adquisición
de tierras en otros países del Cono Sur. La expansión fuera de las fron-
teras nacionales habla de la estructuración global que ha alcanzado la
organización productiva de las megaempresas en los últimos años. Son
actores que corren las fronteras agropecuarias, pasan de una región a
otra en un país o en varios países. Sus dinámicas de acumulación tienen,
así, una lectura regional (Guibert, 2007). De acuerdo con la información
relevada, esta conformación de su “portfolio” no sólo ha resultado en una
fenomenal expansión de su tamaño, sino en una mayor diversificación
productiva (por ejemplo, con la producción de biocombustibles). Asimis-
mo, la ampliación al Cono Sur como escenario de sus actividades les
permite manejar otras dimensiones del riesgo –además de las climáticas
y las agroecológicas– asociadas a las condiciones políticas y jurídicas
existentes en cada país.
Las transformaciones aludidas en la cúpula del sector requieren un
mayor seguimiento, en tanto se conectan con la actual dinámica de la
globalización, que implica, entre otros aspectos, la emergencia de clases
transnacionales (Robinson, 2012), temática que comenzó a abordarse
recientemente. Esas transformaciones parecen conectarse con una eta-
pa diferente en términos de las modalidades que adopta el proceso de
concentración empresarial en el agro argentino.
La organización de la burguesía y su relación
con el Estado: el caso de la burguesía
vitivinícola a partir de la década de los 90

Adriana Silvina Chazarreta

En este capítulo nos proponemos analizar las formas de vinculación


de la burguesía de una actividad económica determinada y el Estado.
El caso específico que trataremos es el de la burguesía vitivinícola a
partir del proceso de reconversión de esta actividad agroindustrial
que comienza alrededor de 1990. Nos interesa conocer: a) cómo se ha
organizado y posicionado el empresariado del sector vitivinícola –espe-
cíficamente aquellos que se dedican a la elaboración, el fraccionamiento
y la comercialización de vinos y mosto1 en la provincia de Mendoza–2 y
sus formas de demandar al Estado, y b) cómo el Estado ha acompañado
la dinámica de cambios producidos y concretado su accionar en medi-
das políticas que han afectado de una u otra manera a esta actividad
agroindustrial.
Nos proponemos desarrollar dos hipótesis. La primera es que la re-
estructuración de la actividad implicó también cambios en la forma de
vincularse de la burguesía vitivinícola con el Estado, cambios cristaliza-
dos en la conformación de la Corporación Vitivinícola Argentina (coviar)
en 2004. La segunda hipótesis es que se construye una nueva forma de
organización entre los sectores internos de la burguesía.
Antes de abordar estas problemáticas, hay que aclarar que analizamos
el accionar del Estado limitándolo específicamente a los mecanismos
de intervención en la actividad vitivinícola, los cuales se alimentan de

1. Sólo incorporaremos a los productores de la materia prima (uva) en cuanto tengan re-
lación con nuestro objeto de estudio, es decir, la burguesía dedicada a la etapa industrial
y comercial de la actividad.
2. Se limita a la provincia de Mendoza porque ésta representa aproximadamente el 70%
del total de la producción de uva y elaboración de vinos de la Argentina.
[ 237 ]
238 Adriana Silvina Chazarreta

las acciones o presiones de los empresarios de la actividad. Así, en esta


intervención incluimos dos tipos de mecanismos. Primero, los marcos nor-
mativos que regulan los mercados y la actividad vitivinícola (Castellani,
2007). Segundo, la orientación general del modelo de acumulación, por
el cual aplica políticas económicas generales que promueven determina-
dos intereses sectoriales por sobre otros, sea a través de transferencias
directas hacia determinado sector empresarial y otras veces, a través de
la generación de condiciones propicias para la acumulación de alguna
fracción de la burguesía (ídem). En este caso nos interesa analizar cómo
benefician o perjudican estas políticas, según los distintos objetivos, a
los diferentes sectores empresariales de la vitivinicultura.3
En este trabajo utilizamos entrevistas a propietarios o gerentes de
bodegas y a informantes calificados,4 así como también analizamos
documentación interna y pública de las organizaciones de la actividad
vitivinícola, material periodístico y leyes y decretos.

Breve recorrido por el proceso de reconversión


vitivinícola: los cambios a nivel productivo
y la desregulación del Estado nacional

El desarrollo moderno de la vitivinicultura en Mendoza tiene su origen


hacia fines del siglo xix, cuando grandes extensiones de tierras fueron
convertidas en viñedos y se construyó una gran cantidad de bodegas, lo
que implicó que se relegara la actividad agroganadera. En este cambio
de la estructura productiva incidió la llegada del ferrocarril y el arribo de
inmigrantes.
Desde sus inicios la vitivinicultura mostró cíclicas crisis de sobrepro-
ducción, las cuales se mantuvieron hasta fines de los 80. Según Beatriz
Bragoni et al. (2011) los empresarios tuvieron escasa participación en
la toma de decisiones de los entes creados por el Estado para enfrentar
los desequilibrios de la industria entre fines del siglo xix y las primeras
cuatro décadas del xx. Estos entes tuvieron un carácter público estatal,
y en ellos participaban bodegueros y viñateros generalmente en forma

3. Hay un tercer tipo que señala Ana Castellani (2007) que tiene que ver con las trans-
ferencias originadas en las propias actividades económicas que realiza el Estado, ya que
en algunos casos operan con precios y tarifas diferenciales. Pero en este trabajo no nos
ocuparemos de este tipo.
4. Realizamos un trabajo de campo en la provincia de Mendoza, durante algunos meses
de 2010 y 2011, en el cual entrevistamos a treinta y ocho personas que participan de la
actividad vitivinícola, como propietarios o gerentes de bodegas, presidentes o gerentes de
las entidades gremiales-empresariales o funcionarios públicos.
La organización de la burguesía y su relación con el Estado 239

individual (no cámaras empresariales) y estaban bajo el control del


Estado: Comisión para la Defensa de la Industria Vitivinícola (1897),
Comisión de Defensa y Fomento Industrial y Comercial (1914), Comisión
Autónoma de Defensa Vitivinícola (1933), la Junta Reguladora de Vinos
(1934) y la Comisión Nacional de la Industria Vitivinícola (1938). Así,
para Bragoni et al. estos organismos sirvieron de antecedentes para la
creación del Fondo Vitivinícola de Mendoza y la coviar.
En 1959 se sancionó la Ley de Vinos 14.878, que aún está en vigencia,
por la cual se creó el Instituto Nacional de Vitivinicultura (inv). Además,
en 1954 el estado provincial adquirió el 51% del paquete accionario de
Bodegas y Viñedos Giol, para en 1964 comprar el 49% restante de las
acciones. De esta forma, Giol se transformó en empresa del Estado, con
la función de regular la vitivinicultura de Mendoza (Fabre, 2005).
De todas formas, entre principios de siglo y 1980 la vitivinicultura se
destacó como una de las principales actividades de la economía provin-
cial. Se basó en la producción de vino común y en la venta al mercado
interno, articulada mayoritariamente por capitales locales, algunos de
ellos provenientes de inmigrantes radicados en la provincia. Este modelo
vitivinícola es denominado “centenario” (Mateu, 2007), “tradicional” o
“productivista” (Bocco, Alturria et al., 2007; Bocco y Dubbini, 2007).
Rodolfo Richard-Jorba (2008b) analiza estos años como un período
de fuerte interacción del empresariado vitivinícola con el Estado (ya sea
un Estado interventor, promotor, regulador y/o hasta empresario). Para
el autor, el empresario regional debió operar atendiendo (y adaptándo-
se) a las reglas de juego cambiantes e incoherentes impuestas por los
organismos estatales. A veces esas iniciativas surgieron desde el campo
del poder político, pero también –y frecuentemente– como respuesta a
presiones sectoriales parciales, o fragmentadas según qué subsector fuera
el reclamante. Entre las medidas se encuentran la fijación de cupos de
producción y comercialización, el bloqueo de los excedentes, la fijación
de precios mínimos, las desgravaciones impositivas a las inversiones en
tierras de baja productividad, etcétera.
Hacia fines de los 80 se produce una crisis importante en la actividad
a causa de la sobreproducción y de la disminución de la demanda de vino
para el mercado interno. Esta crisis constituyó un hito en la actividad
y en esa época comienza a plantearse la reorientación de la actividad al
mercado externo y a la producción de vinos finos (Bocco, Alturria et al.,
2007). En ese contexto se produce la privatización, por parte del gobierno
provincial, de Bodegas y Viñedos Giol Sociedad del Estado, en manos de
la Federación de Cooperativas Vitivinícolas de Argentina (Fecovita).
240 Adriana Silvina Chazarreta

Principales cambios a partir del


proceso de reestructuración de la vitivinicultura

Entre las principales transformaciones que registró la actividad a


partir de la década de 1990 se destacan la inserción en los mercados
mundiales, el aumento de las exportaciones y las inversiones extranje-
ras, la modernización tecnológica, los cambios varietales y de manejo
de los cultivos, la retracción del consumo interno de vinos comunes y la
expansión del consumo de vinos finos, la profundización de la integra-
ción horizontal y vertical entre las etapas primaria y secundaria, y el
surgimiento de actividades asociadas, como el turismo o la gastronomía
(Bocco, 2007; Azpiazu y Basualdo, 2001; Richard-Jorba, 2008a). Esto se
suma a una diferenciación de productos y de gamas a partir de nuevos
criterios de calidad, con lo cual se establecen tres grandes tipos de produc-
tos: los vinos de mesa, los vinos de calidad o finos (selección, varietales,
y premium y superpremium)5 y los mostos (Bocco, Alturria et al., 2007:
48). Pese a la importancia de estas transformaciones, ellas no han sido
generalizadas (Azpiazu y Basualdo, 2001; Richard-Jorba, 2008b; Bocco,
Dubbini et al., 2007), es decir, no han alcanzado a la totalidad de los
agentes de la trama.
En el contexto de las políticas desreguladoras de los 90 –dentro de la
orientación general del modelo de acumulación– y específicamente con
el decreto 2.284/91 de desregulación de las actividades económicas, en
la vitivinicultura se liberalizaron la implantación y/o modificación de
viñedos y la producción y comercialización de vinos. Se limitaron las
facultades del inv a la fiscalización de la genuinidad de los productos
vitivinícolas y se dejó sin efecto la desgravación impositiva de tierras
de baja productividad.
Así, este instituto se encontró en la década de los 90 con gran riesgo
de desaparición, ya que a través del decreto 660/96 se había dispuesto
su disolución, se transferían todas sus misiones y funciones al Servicio
Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa). Pocos meses
después, durante el mismo año, se dispuso la derogación de esa disposi-
ción por la necesidad de mantener vigentes las funciones y la operatividad
del inv, lo cual se había resuelto a partir de las reuniones realizadas entre
los gobernadores de las provincias vitivinícolas y funcionarios del Poder
Ejecutivo Nacional, así como por las opiniones de representantes de los
sectores y cámaras empresariales vinculados a la actividad vitivinícola
(Azpiazu y Basualdo, 2001).

5. Los vinos finos se pueden dividir en el primer tramo, llamados vinos de selección o
“finitos”, y en el segundo tramo, vinos varietales (premium y superpremium).
La organización de la burguesía y su relación con el Estado 241

Dentro de la orientación del modelo de acumulación, y específicamente


en el marco de la política cambiaria de los 90 (convertibilidad peso-dólar),
se generaron las condiciones propicias para la acumulación de un deter-
minado sector dentro de la industria vitivinícola. Así, la sobrevaluación
del peso argentino estimuló a los empresarios vitivinícolas locales a
desprenderse de sus activos súbitamente valorizados, y se produjeron
importantes ventas de empresas, lo que permitió el ingreso de capitales
extranjeros. En este ingreso también fue fundamental el rol que cumplió
el Estado nacional, ya que permitió la total liberalización de capitales
y promovió el ingreso líquido de recursos externos. Además, con una
normativa (de 1993) se permitió a las empresas extranjeras invertir en
el país sin necesidad de autorización previa y en igualdad de condiciones
con las empresas nacionales.
La devaluación de la moneda en 2002 dio paso al crecimiento del sector
exportador, si bien el aumento de las exportaciones ya había comenzado
en la década de los 90, asociado al fuerte impulso del capital extranjero
así como a la disminución del consumo del mercado interno. Entre 2002 y
2010, los valores ingresados por exportaciones de vino y mosto crecieron
un 353,66%; en cambio, los volúmenes un 150,61% (datos inv). De esta
forma, después de la devaluación de 2002, la vitivinicultura fue uno de
los sectores económicos que se encontró bien posicionado, y se acentuó
la importancia que tenía el mercado externo. Por aplicación del Código
Aduanero y la resolución ministerial 11/02, desde 2002 las exportacio-
nes de vino y mosto están gravadas con derechos de exportación del 5%,
a diferencia de otros productos agroindustriales. Este derecho del 5%
neutraliza parcialmente el reintegro del 12% a estos productos desde
2000, el que a partir de 2002 descendió al 6% (Azpiazu y Basualdo, 2003).
Además, desde 2009, a partir de un convenio, la Nación le devuelve al
sector vitivinícola, a través de los gobiernos provinciales, el 50% de lo
que tributan como derechos de exportación (de vino y jugo concentrado
de uva) que deben estar destinado principalmente a la contención de
pequeños elaboradores de vino.

Conformación de los principales sectores de la burguesía


vitivinícola y representación gremial-empresarial

En este apartado mencionaremos, sintéticamente, cómo quedaron


estructurados los diferentes sectores de la burguesía vitivinícola luego
de los cambios en la actividad.
La cantidad de establecimientos vitivinícolas inscriptos disminuyó en
la década de los 80 y los 90, y comenzó a aumentar a partir de 2001, aun-
242 Adriana Silvina Chazarreta

que en 2010 no alcanzaron los valores de las décadas anteriores.6 Según


datos del inv, del total de vinos comercializados en el país en 2010, las
exportaciones fueron 2.744.311 hectolitros (22%) y los despachos al con-
sumo interno 9.753.081 hectolitros (78%). Se puede registrar el evidente
incremento de las exportaciones si se las compara con 1991, cuando no
llegaban a representar el 2% del total despachado. Si bien en la Argentina
son cuatrocientas empresas las que exportan productos vitivinícolas, en
2010 quince bodegas representaron, en conjunto, el 70% y el 62% del
volumen y valor exportado, respectivamente (Caucasia Wine Thinking,
2011). Entre las principales empresas exportadoras encontramos algunas
con presencia de capitales extranjeros, especialmente aquellas que tienen
una estrategia global como Chandon o Pernod Ricard. También se en-
cuentran algunas bodegas de capitales nacionales, dedicadas a los vinos
finos de alta gama o a los segmentos más bajos de vinos finos y/o vinos a
granel, las cuales también se encuentran bien posicionadas en el mercado
interno. En el resto de las empresas exportadoras están las llamadas
“bodegas boutique”: en general, pequeñas bodegas que se dedican a la
producción de vinos finos, premium y superpremium. El origen de su
capital es bastante heterogéneo (local, nacional o extranjero).
Del total de vinos comercializados en 2010, el 64,8% es vino sin
mención de varietal. Debe destacarse, sin embargo, que en el caso de
los vinos exportados, los varietales representaron el 72,2%. En ese año,
las exportaciones (de vino y mosto) constituyeron el 67% de los ingresos
de las ventas totales (deie, 2010), de los cuales a mosto le corresponde
el 22% del total de los productos vitivinícolas exportados (inv). El mosto
producido en la Argentina se exporta en su mayoría (alrededor del 95%)
y el país llegó a ser el principal exportador a nivel mundial en 2007.
En la etapa de fabricación y exportación, esta actividad está altamente
concentrada; de hecho, trece empresas de origen nacional representan
el 90% del jugo de uva concentrado que se elabora y exporta en el país
(según los datos brindados por la Cámara de Fabricantes y Exportado-
res de Mosto). Las dos principales empresas exportadoras son Cepas
Argentinas (del grupo Gancia) y Viñas Argentinas (de Cartellone). Los
dos son grandes grupos económicos nacionales: el primero se dedica a
las bebidas y el segundo, a la construcción.
El mercado interno se encuentra fuertemente concentrado, pues alre-
dedor del 70% de las ventas se encuentra en cuatro empresas: Peñaflor,
Fecovita, Baggio y Garbin, de capitales nacionales. Lo que predomina
en el mercado interno es la venta de vinos comunes y se presenta un

6. Según datos del inv, en 1979 las bodegas inscriptas en Mendoza fueron 1.298; en 1990,
1.248, en 2001, fueron 824, y el último año disponible es 2010, cuando se registraron
927.
La organización de la burguesía y su relación con el Estado 243

alto grado de concentración empresaria debido a que la estrategia se


basa en la economía de escala. Otro sector importante en este mercado
son las llamadas bodegas trasladistas, que son aquellas que elaboran
especialmente vino común y lo venden a granel, sobre todo, a las cuatro
empresas fraccionadoras nombradas anteriormente. También se pueden
encontrar bodegas trasladistas que elaboran vinos finos y que satisfacen
la demanda de las bodegas dedicadas a productos de alta calidad. El
nivel de tecnificación es variado, aunque en general son las que menos
tecnología han podido incorporar.
A continuación caracterizaremos a las cámaras empresariales y los
sectores que representan. Vale destacar que desde el desarrollo vitivi-
nícola en Mendoza se han creado numerosas entidades empresariales
con el fin de representar diversos intereses específicos (de viñateros, de
bodegueros, de fraccionadores, de comercializadores de vino, etc.), muchas
de las cuales han desaparecido (Bragoni et al., 2011). En este artículo,
para no extendernos, sólo haremos referencia a aquellas entidades his-
tóricas que han permanecido hasta la actualidad, tanto si han persistido
con el mismo nombre como si lo han cambiado o si se han reagrupado a
su vez con otras cámaras.
En primer lugar, encontramos aquellas que tienen su historia en la
actividad y que han permanecido, con algunos cambios menores, hasta
la actualidad: el Centro de Viñateros y Bodegueros del Este y la Asocia-
ción de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas (acovi). El primero es una
entidad gremial empresaria que nació en 1942 con la denominación de
“Filial del Este” del Centro de Bodegueros de Mendoza. En 1956 reformó
su estatuto y adoptó la denominación actual. Esta entidad representa,
a diferencia de las otras cámaras, tanto a viñateros como a bodegueros.
Su cobertura sólo comprende a quienes se localizan en la zona este de
la provincia de Mendoza, por tanto, tiene un alcance subprovincial. Los
productores primarios y bodegueros (en su mayoría trasladistas) de esta
zona aportan aproximadamente el 50% de la producción de uva y de
elaboración de vino del total; se orientan principalmente a la producción
de vinos comunes y a uvas para estos vinos.
acovi se conformó en 1961 y actualmente representa a treinta y cua-
tro cooperativas de Mendoza, las cuales mayormente integran Fecovita.
Está asociada nacionalmente a la Confederación Intercooperativa Agro-
pecuaria Cooperativa Limitada (Coninagro). Este sector cooperativista
ocupa posiciones muy ventajosas e influyentes al momento de disputar
recursos y posibilidades que los favorezca, en buena medida por el peso
que tiene Fecovita (la segunda empresa vitivinícola del mercado interno)
y porque agrupa a 32 cooperativas y a unos cinco mil productores de uva
pequeños y medianos.
244 Adriana Silvina Chazarreta

En segundo lugar, encontramos a Bodegas de Argentina. Si bien su


constitución es reciente (2001), resulta de la fusión de dos entidades tra-
dicionales de la burguesía vitivinícola: el Centro de Bodegueros de Men-
doza (fundado en 1935) y la Asociación Vitivinícola Argentina (fundada
en 1904) localizada en Buenos Aires y que representaba principalmente
a los fraccionadores y comercializadores. Esta cámara actualmente po-
see alrededor de 220 socios/bodegas de todo el país, entre las cuales se
encuentran las principales de origen extranjero, grandes bodegas, pero
alrededor del 70% son pequeñas bodegas (las llamadas bodegas bouti-
que). Forma parte del Comité Ejecutivo de la Coordinadora de Productos
Alimenticios (copal), la cual integra a cámaras de alimentos y bebidas
del país y que, a su vez, está asociada a la Unión Industrial Argentina
(uia). Esta cámara es la que tiene un discurso de corte más “liberal”, en
contra de la intervención del Estado.
Por último, encontramos aquellas que se han constituido en las últi-
mas décadas: la Unión Vitivinícola Argentina (uva), la Cámara Argentina
de Fabricantes y Exportadores de Mosto de Uva y Wines of Argenti-
na que es una entidad básicamente de promoción. uva fue creada en
19847 y en la actualidad se encuentran asociadas principalmente las bo-
degas de capitales nacionales y trasladistas, y la participación se realiza
mayoritariamente a través de los propios propietarios de las bodegas.
Aunque tiene un alcance nacional, sus empresas asociadas son, mayo-
ritariamente, de Mendoza. Es defensora de la intervención y regulación
estatal, participa de todas las instancias y espacios de reunión con el
Estado y está fuertemente involucrada en organismos como el Fondo
Vitivinícola de Mendoza.
La Cámara Argentina de Fabricantes y Exportadores de Mosto de Uva,
aunque fue creada en 1991, tomó impulso a partir de 2000, con nuevas
empresas que ingresaron al sector. Tiene como objetivo la representación
gremial-empresarial de los establecimientos dedicados a concentrar y
exportar mosto de uva. Actualmente participan de esta cámara las trece
empresas que mencionamos antes.
Por último, Wines of Argentina ac (o Vinos de Argentina) es una
entidad integrada por más de 190 bodegas ubicadas en todo el país, que
representan aproximadamente el 95% del total de las exportaciones de
vinos argentinos. Surgió en 1993 como parte de la Asociación Vitivi-
nícola Argentina, para terminar de conformarse en forma independiente
en 1995 y tiene por objetivo principal promover los vinos argentinos en
el mundo.

7. Para fomentar la sanción de la ley nacional 23.149 que estableció el fraccionamiento y


envasado de vinos en los lugares de origen del producto, la cual luego quedó sin efecto con
el decreto 2.284/91 (artículo 46) de desregulación económica.
La organización de la burguesía y su relación con el Estado 245

Articulación público-privada a partir de los 90:


una nueva forma de regulación del Estado provincial

Richard-Jorba (2008a) sostiene que los cambios del Estado nacional


en los 90 actuaron como impulsor de reacciones regionales. Esta apre-
ciación se debe a que desde la década de los 90 se crearon instituciones
provinciales8 mayormente de carácter mixto pero con la preponderancia
de recursos estatales. Si bien se conformaron con diferentes objetivos de
apoyo a actividades económicas provinciales, sirvieron también para
propiciar ámbitos de reunión entre el Estado y los sectores empresariales
de la vitivinicultura.
Entre los entes que se crearon se encuentran el Instituto de Desarrollo
Rural (idr) formado en 1994; el Instituto de Sanidad y Calidad Agrope-
cuaria Mendoza (iscamen) en 1995; Pro Mendoza en 1996 y el Instituto
de Desarrollo Industrial, Tecnológico y de Servicios (idits) en 2002. A
éstos se suman los dos más importantes para la actividad vitivinícola: el
Fondo Provincial para la Transformación y el Crecimiento de Mendoza,
creado en 1993, y el Fondo Vitivinícola de Mendoza, en 1994.
El Fondo Provincial para la Transformación y el Crecimiento de
Mendoza es una entidad pública estatal que tiene por objetivo fortalecer
el sistema de financiamiento para la producción agroindustrial y que
actúa como un instrumento complementario de los bancos. Es un ente
autárquico, con personería jurídica y capacidad para actuar de manera
pública y privada, que depende de directamente del gobernador de la
provincia. Además, este organismo, a partir de mediados de la década
de 2000, comenzó a trabajar por medio de dos empresas creadas para el
apoyo financiero de actividades económicas de la provincia de Mendoza:
Mendoza Fiduciaria sa y Cuyo Aval Sociedades de Garantía Recíprocas
(sgr).
El Fondo Vitivinícola surgió como producto del Acuerdo Mendoza-San
Juan9 (ley provincial 6216) sobre el destino de la producción. El objetivo
principal del acuerdo ha sido regular la cantidad de vino elaborado por
año y evitar, por tanto, las crisis de sobreproducción de vino. Aquellos
establecimientos vitivinícolas que no elaboran mosto en un porcentaje
mínimo del total de uva ingresada a los mismos –que debe fijarse para
cada año por los gobiernos de Mendoza y San Juan, en el entorno del
20%– tienen que pagar una contribución obligatoria, de la cual quedan
eximidos los que sí cumplen con la cuota de mosto establecida. En un

8. Para mayor información sobre organizaciones público-privadas creadas en la década de


los 90 en Mendoza, véase Bertranou (2009).
9. Aunque sólo fue creado en la provincia de Mendoza.
246 Adriana Silvina Chazarreta

principio no importaba el precio al que se vendiera el mosto sino que


aumentara el precio del vino, aunque en los hechos “el precio del mosto
fue no tan bajo como se pensaba, la Argentina empezó a sumar volumen
y en la práctica se convirtió una alternativa que empezó a funcionar”
(entrevista a dirigente del Fondo Vitivinícola, 2010).
Así, el Fondo Vitivinícola se financia con los aportes de esta contri-
bución obligatoria y de un aporte estatal de la provincia en concepto de
reintegro global por cargas y contribuciones que gravan a la industria.
Con este financiamiento esta institución se encarga de promover el
consumo del vino en la Argentina, a través de distintas estrategias y
acciones de comunicación.
Según dirigentes de la actividad vitivinícola, la idea de este acuerdo
provino del sector privado y el contexto en que se propuso era de un des-
equilibrio muy grande entre lo que se vendía y lo que se producía: había
caído el consumo de vino y la industria seguía produciendo lo mismo,
lo cual implicaba la inminencia de otra crisis de sobreproducción. Así,
para uno de nuestros entrevistados, el acuerdo surge ante la necesidad
de buscar una regulación nueva.

Entonces dijimos: “Bueno, realmente, ¿cuántos vinos hacen


falta para abastecer el mercado?, sumando el mercado interno y
exportaciones: tanto”. “Bueno, vamos a llegar a un acuerdo donde
nosotros no vamos a destinar más uva a vino que la necesaria, el
resto va a ir a mosto, y esto va a ser un acuerdo privado que lo vamos
a tratar de armar institucionalmente, entonces, o sea se acabó el
subsidio, o sea un sistema de autorregulación”, ¿por qué? Porque la
otra era dejar que esto muriera y, bueno, ahí van a quedar 200.000
hectáreas menos y se van a morir un montón, ¿viste?... (Entrevista
a gerente de cámara empresarial, 2010)

Reglamentaciones posteriores –y ante la presión de los sectores expor-


tadores– consideraron el caso de los establecimientos vitivinícolas que
exportaran, en el marco de incentivar las exportaciones de vino a granel y
fraccionado, con el argumento de que exportando vino también se estaba
sacando volumen del mercado. Así se constituyó un crédito compensatorio
para aquellos establecimientos elaboradores que exportaran y que no
hubieran cumplimentado total o parcialmente la pauta diversificadora.10
Precisamente esta reglamentación se estableció en 2002, cuando comen-
zaron a crecer fuertemente las exportaciones de vino.
Del organismo participan varias entidades, como uva, acovi, la Cáma-

10. Cada año el Consejo de Administración del Fondo Vitivinícola establece cuánto se
considerará como litro diversificado (es decir, destinado a mosto) por determinada canti-
dad exportada.
La organización de la burguesía y su relación con el Estado 247

ra de Fabricantes y Exportadores de Mosto, la Asociación de Viñateros de


Mendoza, las Cámaras de Agricultura, Industria, Comercio y Ganadería
de Tupungato, de San Rafael, de General Alvear y de Tunuyán; la Cámara
Empresaria de Rivadavia y el gobierno de Mendoza. No forman parte
de este organismo ni Bodegas de Argentina ni el Centro de Viñateros y
Bodegueros del Este. Esta última entidad se fue del Fondo Vitivinícola,
en 2009, por no coincidir con las formas de hacer publicidad genérica del
vino, al sostener que ellos necesitaban publicidades que enfatizaran la
región (del este mendocino). En cambio, Bodegas de Argentina desde un
principio no participó de este fondo por disentir con el acuerdo y con el
establecimiento de una cuota de elaboración de mosto. Este desacuerdo
se debe a que las empresas que representa esta cámara en gran parte se
dedican al vino fino y a las exportaciones y consideran que no les era
rentable elaborar mosto con uvas de alta calidad. Aunque de todas for-
mas la reforma posterior del Acuerdo ya no perjudica de forma directa
a los sectores que representan, se siguen posicionando en contra de esta
regulación.
Algunos de los entrevistados, entonces, destacan que este Acuerdo
logra por un lado limitar la oferta con autorregulación, donde lo prin-
cipal no es el financiamiento del Estado, y por el otro, es una manera
incipiente de comenzar a ocuparse, por primera vez, del consumo y la
demanda a través de la promoción del vino. Sumado a estos dos alcances
del Acuerdo, se debe destacar el crecimiento que tuvo la producción de
mosto, lo que significó encontrar un destino diferente a la producción
de uva, que beneficia específicamente al sector de la burguesía dedicado
a la concentración y exportación de mosto. Para visualizar el crecimiento
del mosto, ver el gráfico de la página 248.
En síntesis, estas instituciones, con fuerte presencia estatal provin-
cial, cubren una amplia variedad de objetivos y, por tanto, de intereses
sectoriales. Con la excepción del Fondo Vitivinícola, los empresarios
vitivinícolas no participan de ellas a través de las organizaciones gre-
mial-empresariales sino lo hacen como socios directos con sus empresas
o como cámaras departamentales que abarcan a varias actividades
económicas.11 En todo caso, lo que hacen las organizaciones gremiales
vitivinícolas es difundir, colaborar, facilitar el acceso a las convocatorias
que realizan desde las organizaciones estatales o mixtas. En cambio,
en el Fondo Vitivinícola se institucionaliza concretamente una forma
de accionar del sector privado con el sector público, donde las cámaras
que participan poseen un poder de decisión importante en la regulación
de la actividad.

11. Para mayor información sobre el rol que han cumplido estas organizaciones mixtas en
la reestructuración de la actividad vitivinícola, véase McDermott (2007).
248 Adriana Silvina Chazarreta

Elaboración de vino y producción de mosto en la Argentina


(en millones de hectolitros) según año (1989-2011)
25

20
Millones de hectolitros

15

10

0
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
Elaboración de vinos Producción de mosto

Fuente: elaboración propia basada en datos del inv.

Institucionalización de un ámbito específico de articulación


de los sectores privados de la actividad vitivinícola con el
Estado: el caso de la coviar

Con el Acuerdo Mendoza-San Juan se consiguió establecer una


regulación regional y coyuntural, pero en la medida en que se lograra
la diversificación de la actividad (por la elaboración de mosto o por las
exportaciones), menos empresas pagarían la contribución obligatoria,
lo que implicaba una menor recaudación del Fondo y, por tanto, menos
financiamiento para la promoción del consumo interno, el cual siguió
cayendo a lo largo de la década de los 90.
En ese contexto, sumado a que ya otros países como Australia, Chile,
Sudáfrica y casi todos los países llamados del “nuevo mundo vitivinícola”12
habían realizado o comenzado a pensar su plan estratégico vitivinícola,
empezó a surgir la necesidad de diseñar un plan estratégico de la actividad
pensando en el largo plazo, con un alcance nacional que incluyera a todas
las provincias vitivinícolas, sus gobiernos y al gobierno nacional.

12. Que incluye a Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Chile y Argen-
tina.
La organización de la burguesía y su relación con el Estado 249

Esta idea surge a fines de 2000, principalmente por un grupo de


organizaciones empresariales que tenían representación en el Consejo
Local Asesor13 de la Estación Experimental Agropecuaria de Mendoza
del inta. En ese marco se suman instituciones estatales, algunas de las
organizaciones mixtas creadas en los 90 y las organizaciones académicas
de ciencia y técnica (como la Facultad de Ciencias Agrarias y Ciencias
Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo). Desde allí comenzaron
a diseñar un plan estratégico que sirviera de guía para el desarrollo de
la vitivinicultura argentina, teniendo como objetivo el año 2020. El or-
ganismo financiador inicial de este proceso de planificación fue el Fondo
Vitivinícola de Mendoza y el inta se responsabilizó de formar un equipo
de trabajo interinstitucional, el cual se encargó del proceso técnico de
formulación del plan (Ruiz y Vitale, 2011).14
Una vez que se diseñó el Plan Estratégico Vitivinícola 2020, luego
de haber pasado por varias instancias de reunión, el sector que parti-
cipó de éste (principalmente las cámaras empresariales) lo difundió y
comunicó entre los legisladores de las provincias vitivinícolas para su
presentación en el Congreso de la Nación. De esta forma, se aprueba en
el Congreso la ley nacional 25.849 (promulgada en 2004), por medio de
cual se creó la coviar como persona jurídica de derecho público no estatal
que prioriza, planifica y evalúa los proyectos y administra los recursos
recaudados para financiar acciones alineadas con los siguientes objetivos
estratégicos: 1) posicionar los vinos varietales argentinos en los merca-
dos del norte; 2) desarrollar el mercado latinoamericano y reimpulsar

13. Los consejos son ámbitos de participación de algunas organizaciones de la sociedad sobre
las actividades de la institución y están integrados por representantes de los diferentes
sectores involucrados en la actividad agropecuaria de la región.
14. Brevemente, podemos caracterizar la actividad vitivinícola en el momento en que se
está comenzando a pensar el Plan Estratégico Vitivinícola (pevi) de la siguiente forma. La
elaboración de vino (con algunos vaivenes) durante la década de los 80 se había contraído
un 45%; en la década siguiente siguió disminuyendo pero en mucha menor medida: 9%.
Las bodegas inscriptas en Mendoza pasaron de ser 1.248 en 1990 a 813 en 2000. De igual
forma, la superficie implantada con vid en Mendoza disminuyó un 37% entre 1980 y 1990,
tendencia a la baja que continuó en la década siguiente pero mucho más atenuada, ya que
la disminución que se registró entre 1990 y 2000 fue de 4% (datos inv). Si bien en 2000,
en despachos de vinos autorizados para el consumo, los vinos de mesa representaban el
68% y el 53% de los ingresos, los vinos finos había aumentado notablemente el peso en la
industria tanto en cantidades como en ingresos: pasaron de representar el 17% en 1991
del total de vinos autorizados para consumo a constituir el 30% y en ingresos sufrieron
una evolución similar, pasando del 5,4% en 1991al 32,5% en 2000. En cuanto a los mostos,
el porcentaje sobre la producción total de productos vitivinícolas (vinos y mostos) había
aumentado desde el Acuerdo Mendoza-San Juan, alcanzando en 2000 casi el 26% (datos
inv). Por último, en cuanto a la orientación del mercado, las exportaciones (entre vinos y
mostos) representaban el 42% del total de ingresos del sector vitivinícola (deie, 2010).
250 Adriana Silvina Chazarreta

el mercado argentino de vinos, y 3) apoyar el desarrollo de pequeños


productores de uva para integrarlos en el negocio. Así se registra la
fuerte preocupación por ocuparse del crecimiento de la demanda en los
dos primeros objetivos y por la contención de los productores, sobre todo
de aquellos que no están vinculados o integrados con la etapa industrial
y comercial en el tercer objetivo.
Según el decreto 1.191/04 de reglamentación de la ley por la cual se
creó la coviar, este organismo se debe regir por normas del derecho
público respecto de la determinación y recaudación de las contribucio-
nes que conforman sus recursos. En cuanto a las restantes funciones y
facultades, se aplicarán las disposiciones del derecho privado. Su órgano
de gobierno es el Directorio de Representantes, en el cual el sector pri-
vado tiene mayor peso que el estatal: de las diecisiete instituciones que
conforman su directorio, doce pertenecen a entidades empresarias15 y
cinco al sector público.16
Esta organización inició sus actividades en 2005 imponiendo una con-
tribución obligatoria a los establecimientos vitivinícolas, excluyendo a los
que se dedican sólo a la producción primaria. Debido a que se estableció
esta alícuota, los sectores que participan de la coviar consideran que
el plan es autofinanciado por el propio sector privado. Sin embargo, la
ley 25.849 se refiere a los aportes que pudieran realizar (“que al efecto
asignen”) las provincias productoras. La Corporación también puede
recibir otros recursos provenientes de los Estados nacional o provinciales,
u organismos o agencias de asistencia financiera, estatales o privadas.
De hecho, como se registra en el cuadro 1, el total aportado por el sector
público es poco menos que lo recaudado por el sector privado.
A través de la coviar, los empresarios bodegueros han logrado, en-
tre otras demandas, respuestas favorables del Estado para el reintegro
de retenciones a los gobiernos provinciales (fondos que estos mismos
asignan con participación de la coviar) o establecer el vino como bebida
nacional.
Todos los actores involucrados destacan que las decisiones al interior
de la coviar se toman a través del consenso (y no de votaciones), es decir,
todos tienen que estar de acuerdo en la decisión que se tome. Esto nos
lleva a preguntarnos qué habilita que se pueda dar esta toma de deci-
siones a través del consenso. De hecho, la coviar ha sido considerada

15. Bodegas de Argentina, uva, Centro de Viñateros y Bodegueros del Este, Cámara Argenti-
na de Fabricantes y Exportadores de Mosto, Cámara de Productores Vitícolas de San Juan,
acovi, Cámara Riojana de Productores Agropecuarios, Asociación de Viñateros de Mendoza,
Cámara de Bodegueros de San Juan, Cámara Vitivinícola de San Juan, Productores de
Uvas de Mesas y Pasas, y un representante de las demás provincias vitivinícolas.
16. inv, inta, gobierno de Mendoza, gobierno de San Juan y gobierno de La Rioja.
La organización de la burguesía y su relación con el Estado 251

Cuadro 1
Financiamiento del Plan Estratégico Argentina Vitivinícola 2020 (en dólares)

Año Sector privado Sector público

2005 6.269.186 1.054.724


2006 6.156.208 1.659.194
2007 7.292.663 904.179
2008 8.256.993 2.127.927
2009 8.409.350 1.799.562
2010 10.708.657 17.336.734
2011 y enero 2012 *13.033.637 *28.124.316

Total *60.126.694 *53.006.636

* Estimado.
Fuente: elaboración propia basada en datos publicados en Documento Institucional 2012 de la coviar
(http://vitivinicultura2020.com.ar).

un modelo para otras industrias, de trabajo consensuado y conjunto


para planificar el desarrollo a largo plazo17 (Bocco, Alturria et al., 2007).
¿Hasta qué punto es una estrategia de presentación de unidad hacia los
interlocutores externos?
Existen algunos elementos que parecen matizar y poner relativamente
en cuestión esta idea de consenso y unidad. En primer lugar, al inicio
del proceso de constitución de la Corporación determinados sectores de
la burguesía vitivinícola no habrían estado del todo de acuerdo. Según
algunos de nuestros entrevistados, en el momento de discusión de la ley
que estableció su conformación hubo intentos de veto por parte de las
“grandes empresas” que estaban acostumbradas a “moverse por otros
lados”.

Entonces sacar esa ley, bueno… obviamente hubo intereses


que antes se sentaban directamente con los poderes de turno de la
propia industria vitivinícola y ahora se rompía ese eje y aparecían
viñateros, riojanos, salteños, mosteros, todos sentados en una mesa,
acordando políticas, y se logró la ley en tres meses, y ahí se formó
la Corporación Vitivinícola Argentina, o sea un hecho inédito, muy
complejo porque no es un mar de rosas, porque hay intereses econó-
micos, políticos, también para la propia política entre comillas es
un hecho nuevo, porque el poder pasa a… no a “te doy me das”, no
es la Mesa de Enlace contra el gobierno, el gobierno contra la Mesa

17. Uno de los casos donde se señaló a la coviar y al pevi como “un modelo de integración
y consenso del sector, con su mirada estructural a largo plazo” fue en el Coloquio de idea
de 2010.
252 Adriana Silvina Chazarreta

de Enlace, esto no, estamos todos en la misma mesa, es una visión


de largo plazo… (Entrevista a dirigente de la coviar, 2010)

Mirá, la Corporación Vitivinícola Argentina ha sido un gran


avance desde el punto de vista organizativo e institucional, porque
a la mesa, antes de la Corporación, venía uno de estos gerentes
multinacionales, se iba y hablaba con el ministro de Economía,
porque ¿viste? quién lo va a dejar de recibir ¿viste? y asumían la
representatividad de la industria. Decían: “Bueno, mirá, que hay
que hacer esto…”. Hoy, habiendo esta mesa institucional, nadie en el
gobierno nacional ni el provincial ni en la relación con Cancillería
toma decisiones que van a ser consultadas en el sector privado sin
pasar por la mesa de la Corporación... (Entrevista a dirigente de
la coviar, 2010)

En segundo lugar, si bien son pocos los conflictos que se han hecho
públicos desde su formación, es posible visualizar la existencia de algu-
nos: en 2009 el Centro de Viñateros y Bodegueros del Este de Mendoza
se opuso al aumento de la alícuota de la coviar, a la que consideraban
un costo sin retorno, y en 2010 la Asociación de Viñateros Independien-
tes (de San Juan) acusó a la coviar de extorsionar a los productores
mediante un convenio por la venta de la uva por diez años.18 Otro eje
de controversias en el marco de la Corporación fue la discusión por un
proyecto que había presentado en el Congreso Nacional un legislador de
San Juan que establecía la prohibición de implantación de viñedos:

Bueno, era muy crítico, porque algunos estaban con la libertad


de mercado total, y los otros estaban con el cierre de mercado total.
Y llegamos a una cosa lógica, creo, después de varias discusiones;
decir, bueno, miren, no prohibimos la implantación de viñedos, pero
sí que el Estado no promocione la implantación de nuevos viñedos.
(Entrevista a dirigente de la coviar, 2010)

En tercer lugar, si analizamos lo que representa la coviar para


aquellos que no son sus participantes directos (los gerentes y presiden-
tes de las entidades vitivinícolas) podemos registrar visiones alejadas
de la uniformidad. Así, hay actores de la actividad vitivinícola que no se
encuentran asociados a ninguna de las entidades que forman parte de
la coviar –aunque sí están obligados a hacer el aporte– y por tanto, no
se sienten partícipes de sus decisiones y proyectos. Entre las entrevis-
tas que realizamos hallamos algunos bodegueros que relacionaban a la
coviar con un impuesto más que debían pagar, incluso en algunos casos

18. Véase Diario de Cuyo, 28 de junio de 2010.


La organización de la burguesía y su relación con el Estado 253

no lo distinguían de los impuestos generales estatales. Además, también


pudimos registrar diferentes visiones, e incluso algunas contradictorias
entre sí, de lo que representaría o estaría llevando a cabo la Corporación
Vitivinícola. Así, es posible observar en distintos entrevistados diferentes
visiones: a) acuerdo con la promoción de las exportaciones que está lle-
vando a cabo la coviar; b) acuerdo con el importante apoyo que se da al
sector cooperativo desde esta Corporación; c) cierta disconformidad con
las propagandas que realiza la Corporación para fomentar el consumo del
vino de mesa, o d) disconformidad porque desde la coviar se promueven
las exportaciones de vino embotellado y no a granel.
En cuarto y último lugar registramos que en temas coyunturales
siguen existiendo diferencias entre las diferentes organizaciones y los
sectores que representan, por ejemplo, el porcentaje de elaboración de
mosto, el pronóstico de cosecha que hace todos los años el inv19 o las in-
tervenciones de los gobiernos de las provincias productoras año a año.

Entonces lo que la coviar aporta es la institucionalidad y el for-


talecimiento de ese diálogo, es lo que se ha aportado en el pevi estos
años, porque nos sentamos acá y cuando debatimos sobre temas de
mediano y largo plazo, en general, hay acuerdos […] muchas veces
se sientan a debatir hoy los mismos actores institucionales, pero no
en el marco del pevi, porque como aquí hay muchos más intereses
encontrados, en el corto plazo muchas veces no se ponen de acuerdo,
para no poner en riesgo el plan estratégico y la coviar, esas cosas
se debaten afuera… (Entrevista a directivo de la coviar, 2010)

En cuanto a la participación, pareciera que también existen dispares


formas de involucramiento en la coviar por parte de los diferentes sec-
tores. Aparentemente aquellos vinculados a empresas transnacionales o
grandes empresas extranjeras no estarían interesados en la participación
en estos espacios comunes ni en las problemáticas que abordan. Esta
falta de participación en las instancias corporativas comunes al resto de
los sectores de la burguesía sería coherente con su posicionamiento y su
lógica de acumulación, las cuales les permitiría movilizar los capitales
entre países ante situaciones políticas o económicas potencialmente
adversas. Así lo planteaban sectores cercanos, obviamente, a empresas
o bodegas de origen nacional.

Y una vitivinicultura donde a los grandes inversionistas ex-


tranjeros les da lo mismo que esté o no el pevi, que esté o no la

19. Se pone en cuestionamiento la forma de calcular el pronóstico de la cosecha, y la sub-


estimación de los efectos de las tormentas y la piedra, con el objetivo de bajar el precio de
la uva, lo cual favorecería a los grandes bodegueros y tenedores de vino.
254 Adriana Silvina Chazarreta

coviar, porque…no sé, digo: pensar en Chandon. Chandon va a


seguir siendo lo que es, con pevi o sin pevi, porque es una bodega
muy grande pero que está aliada a una multinacional de bebidas y
alimentos, entonces, bueno, su independencia es muy grande. Pero
otros sectores… como puede ser el sector cooperativo, como puede,
digo… Fecovita y todas sus cooperativas…, estos pequeños y media-
nos productores, pequeñas y medianas bodegas… obviamente no
serían lo mismo si no estuviera la coviar… o el pevi. (Entrevista
a dirigente de la coviar, 2011)

Los proyectos que formula la coviar son llevados a cabo por unida-
des ejecutoras, las cuales son entidades públicas o privadas. Como se
puede observar en el cuadro 2, la unidad que está ejecutando el mayor
financiamiento es la Asociación Ad Hoc de Pequeños Productores (en
la cual participan la mayoría de las organizaciones pero está liderada
por el sector cooperativo, a través de acovi). En segundo lugar encon-
tramos a Vinos de Argentina A.C., asociación formada por las bodegas
exportadoras, y en tercer lugar, el Fondo Vitivinícola Mendoza, al cual
ya tratamos, enfocado principalmente al mercado interno y, por ende,
a la promoción del vino común o de menor diferenciación de calidad y
características.
Esta distribución de financiamiento según las unidades ejecutoras
es consistente con la asignación del presupuesto entre los tres objetivos
estratégicos, como hemos registrado en el cuadro 3.
Así como se puede evidenciar en el cuadro 3, el proyecto más importan-
te que se viene desarrollando en el marco de la coviar es el Proyecto de
Integración de Pequeños Productores a la Cadena Vitivinícola, el cual está
destinado a los pequeños productores vitícolas con una superficie menor o
igual a 20 hectáreas, los cuales deben integrarse a grupos asociativos con
establecimientos vitivinícolas que lideren planes integrados de negocios
(pin) con un plazo de diez años. Uno de los objetivos principales de este
proyecto es integrar al productor al mercado, modernizar las producciones
y, en los casos que sea necesario, reconvertir las variedades de uva.
Los fondos provienen de la asistencia financiera del Banco Interame-
ricano de Desarrollo (bid). A través de este financiamiento este proyecto
cuenta con 50 millones de dólares, los cuales deben ser devueltos al bid
por el Estado nacional y llegan a los productores en forma de subsidios
(como aportes no reembolsables). Además, recibe parte de los fondos
de la devolución de las retenciones que realiza el Estado nacional; esta
devolución en 2009 y 2010 fue de 54 millones de pesos en cada año.
Según nuestros entrevistados, el sector que impulsó en gran parte este
proyecto fue el cooperativista, vinculado a la Asociación de Cooperativas
Vitivinícolas y a Fecovita. Esto lo podemos corroborar con los datos de lo
La organización de la burguesía y su relación con el Estado 255

Cuadro 2
Unidades ejecutoras del pevi 2020 por presupuesto total,
solicitado a la coviar; aporte de la contraparte (recursos propios de la
unidad ejecutora) y aportes de otras instituciones

Unidades Presupuesto Solicitado a la Aporte de la Aportes de otras


ejecutoras total en pesos coviar contraparte instituciones
Asociación Ad Hoc
de Pequeños
Productores
Vitivinícolas 333.766.204,9 0 0 333.766.204,9
Vinos de
Argentina ac 115.256.734 51.872.993 62.152.141 1.231.600
Fondo Vitivinícola
Mendoza 60.690.514 58.803.490 1.887.024 0
Asociación Ad
Hoc (lidera inta) 18.503.480 450.000 4.853.480 13.200.000
iditsy Mendoza
Fiduciaria 11.208.200 0 11.208.200 0
inta 10.811.779 4.635.179 6.176.600 0
Bodegas de
Argentina 9.485.820 180.500 9.305.320 0
coviar,
entidades
vitivinícolas,
empresas del
sector 8.508.725 0 2.637.549 5.871.176
Fundación Pro
Mendoza 5.491.800 0 5.491.800 0
iscamen 3.100.000 0 3.100.000 0
Mendoza
Fiduciaria 2.000.000 0 2.000.000 0
aacrea 1.242.320 600.000 642.320 0
Resto* 2.769.337 1.094.538 1.674.799 0
Total general 582.834.913,9 117.636.700 111.129.233 354.068.980,9

* En “resto” algunas de las unidades ejecutoras que se encuentran son Cámara Argentina de Fabricantes
y Exportadores de Mosto de Uva, acovi, Cámara de Comercio Exterior de San Juan, Bolsa de Comercio
de Mendoza y Unión Industrial Argentina.
Nota 1. De los 53 proyectos que se han realizado o están en ejecución actualmente en el marco de la
coviar en este cuadro no se ha incluido la información de siete proyectos por no contar con los datos sobre
los montos de su financiamiento.
Nota 2. Hay cinco proyectos (cuyas unidades ejecutoras son acovi, gobiernos de San Juan y de La Rioja
y Bolsa de Comercio de Mendoza) cuyos montos no están especificados, pero cuyo financiamiento está
incluido en el proyecto Programa de Integración del Aglomerado Vitivinícola en la Región Andina (pi-tec),
en el cual las unidades ejecutoras son coviar, entidades vitivinícolas, empresas del sector.
Fuente: elaboración propia basado en datos publicados por la coviar en el documento “Plan Estratégico
Argentina Vitivinícola 2020, proyectos ejecutados, en ejecución y en elaboración”.
256 Adriana Silvina Chazarreta

Cuadro 3
Objetivos (estratégicos y transversales) por presupuesto total,
solicitado a la coviar; aporte de la contraparte (recursos propios de la
unidad ejecutora) y aportes de otras instituciones

Objetivos Presupuesto Solicitado Aporte de la Aportes


total a la contraparte de otras
(en pesos) coviar instituciones
Estratégicos
Desarrollo de los pequeños
productores de uva para
integrarlos al negocio
vitivinícola y del jugo
concentrado de uva 347.744.194 4.629.847 9.348.142 333.766.205
Posicionamiento de grandes
vinos varietales argentinos
en los mercados del norte 117.273.995 52.478.493 63.563.902 1.231.600
Desarrollo del mercado
latinoamericano y reimpulso
del mercado argentino de
vinos 77.390.514 58.803.490 18.587.024 0
Transversales
Investigación y Desarrollo 28.413.105 1.138.580 8.203.349 19.071.176
Turismo del vino 8.960.820 - 8.960.820 0
Jugo concentrado de uva 2.555.560 330.514 2.225.046 0
Programas estratégicos
sectoriales 297.950 157.000 140.950 0
Monitoreo y evaluación del
plan estratégico argentina
vitivinícola 2020 198.776 98.776 100.000 0
Total general 582.834.914 117.636.700 111.129.233 333.766.205

Nota: de los 53 proyectos que se han realizado o están en ejecución actualmente en el marco de la coviar
y de los Objetivos Estratégicos o Transversales, en este cuadro no se ha incluido la información de siete
proyectos por no contar con los datos sobre los montos de su financiamiento.
Fuente: elaboración propia en base a datos publicados por la coviar en el documento “Plan Estratégico
Argentina Vitivinícola 2020, proyectos ejecutados, en ejecución y en elaboración”.

efectivamente ejecutado hasta mediados de 2011 (cuadro 4), donde los


grupos asociativos y pequeños productores admitidos del sector coope-
rativo de Mendoza representan el 40% y el 52%, respectivamente, del
total de grupos y productores participantes en este proyecto. Así, lo que
nos parece interesante resaltar es el lugar que tiene un sector como el
cooperativo, que se destaca por vincularse a capitales locales y posee un
posicionamiento muy importante en el mercado interno. Además, este
sector, al integrar a cooperativas –que a su vez agrupan a productores
primarios– a través de Fecovita, se encuentra en un lugar intermedio en
cuanto a los intereses tanto de los productores como de los bodegueros.
La organización de la burguesía y su relación con el Estado 257

Cuadro 4
Grupos asociativos participantes del Proyecto de Integración de Pequeños
Productores a la Cadena Vitivinícola por cantidad de grupos, productores
admitidos, aportes no reembolsables (anr) aprobados, contraparte
(aporte del grupo asociativo) e inversión total según región y/o sector
(al 31 de agosto de 2011)

Región y/o Cantidad Pequeños anr Contraparte Inversión


sector de grupos productores aprobados total
admitidos (en dólares) (en dólares) (en dólares)
Totales Mendoza
no cooperativas 21 378 5.684.568 9.286.771 14.971.339
Totales Mendoza
cooperativas 26 768 11.170.227 18.462.499 29.632.726
Totales San Juan 10 200 3.027.112 5.629.236 8.656.348
Totales La Rioja y
Noroeste 8 119 1.425.983 4.580.473 6.006.457
Totales 65 1.465 21.307.890 37.958.980 59.266.870

Fuente: elaboración propia basada en datos publicados por la coviar en el documento “Vinculación con
los sectores productivos. Cadenas de valor” (http://vitivinicultura2020.com.ar).

La importancia de este proyecto se destaca aun más si se tiene en


cuenta que en la actividad vitivinícola no son usuales los contratos
formales entre productores y bodegueros: en efecto, a partir de estos
créditos y subsidios se fomenta la reconversión de viñedos, acorde a las
necesidades de los empresarios que actúan en la etapa de la elaboración
de vinos y mosto. De tal forma, a partir de un proyecto capaz de concitar
diversos apoyos y construir legitimidad en torno al accionar de la coviar,
el sector empresarial se beneficiaría también de no cargar con los costos
de financiar el mejoramiento o cambio de variedades, como sucede en
los esquemas típicos de agricultura de contrato, donde las empresas,
además de pactar la entrega de una determinada cantidad de producto,
promueven mediante diferentes mecanismos financieros y de asesora-
miento técnico la adecuación de calidades a sus necesidades.

El proyecto tiende a producir un cambio de mentalidad en


el productor, por un lado en la integración, que como te digo en
una cooperativa es fácil, pero también tenemos que integrarlo a
las bodegas familiares o de sociedades anónimas, entonces ahí
lo que determinamos era que una forma de integración para que
ese productor se acercara al mercado era que hiciera contratos a
largo plazo. (Entrevista a participante de la Asociación Ad Hoc de
Pequeños Productores, 2010)
258 Adriana Silvina Chazarreta

Para terminar, en cierta forma la creación de esta Corporación ex-


plicita una nueva relación entre las cámaras empresariales y el Estado,
signada por la búsqueda de consensos en el sector privado, que tiene
representación mayoritaria en este tipo de regulación público-privado.
En palabras de los empresarios entrevistados, esta suerte de armónica
convivencia se fundamentaría en la necesidad de lograr medidas en las
cuales primen las consideraciones de quienes conocen de primera mano
el funcionamiento del mercado por sobre las diferencias internas que
pudieran tener: “A la larga, si nosotros no trabajamos en conjunto no
vemos a la industria como un conjunto, se meten los de afuera, digamos,
la política” (entrevista a dirigente de la coviar, 2010). Así, las políticas
y medidas con efectos en la actividad vitivinícola deben adaptarse a lo
decidido en el Plan Estratégico. Por ello, los representantes del sector
privado señalan que el mayor logro que alcanzaron con el pevi ha sido
establecer una “política de Estado” para la actividad, que supera a los
cambios de gobiernos nacionales y provinciales.

De repente nos pasó, un diputado de San Juan mandó una ley al


Congreso sobre prohibición de implantación de viñedos, al gobierno
de San Juan: “Che…”, para colmo era el hermano del gobernador,
“che, ¿éste no se enteró de que existe un Plan Estratégico?”, “¿Por
qué?”, “Porque ustedes como provincia están sentados a la mesa, si
tienen alguna inquietud que la pongan en la mesa, pero vos como
provincia estás de acuerdo con esto, vos como señor no, porque
sos nuevo, pero vos ocupás el lugar de la Gobernación”, ¿verdad?
(Entrevista a dirigente de la coviar, 2010)

De esta forma, uno de los indicadores que podemos introducir como


explicitación del beneficio que les aporta funcionar de esta forma es que
todas las organizaciones y, por tanto, los sectores que representan, de
alguna forma son destinatarios de recursos que benefician sus estrate-
gias productivas o promocionan sus productos. Esto podemos apreciarlo
en el cuadro 2.
Así esta idea de presentación externa de unidad y consenso también
nos plantea cómo es posible articular la heterogeneidad en cuanto a los
diferentes sectores productivos que se presentan en la actividad vitivi-
nícola luego de su reestructuración. Algunas de las justificaciones de
parte de los propios actores que forman parte de este espacio tienen que
ver, justamente, con la participación de todos los intereses, ya que están
representados todos los sectores que integran la actividad vitivinícola.
En este sentido, la hipótesis que nos planteamos es que la conformación
de la coviar ha implicado un funcionamiento institucional donde los
principios en los que se asienta (en especial, lo referido a la integración
La organización de la burguesía y su relación con el Estado 259

de su presupuesto) no es lo que está en disputa sino su distribución. Es


decir, los actores en su mayoría comparten la necesidad de alguna forma
de regulación de la actividad, que a tono con las nuevas formas institu-
cionales que promueve el agronegocio se construye como “coordinación”
de la cadena agroindustrial. La coviar se constituye así como un ámbito
diferente a los históricos espacios de negociación entre el sector agrario
y el industrial o entre productores y comercializadores, que traduce la
visión de la actividad como una agroindustria integrada verticalmente
donde ya no se piensen como sectores separados e independientes (pro-
ductores, trasladistas, fraccionadores, comercializadores, etc.). De esta
forma, se refleja en el plano institucional la profundización del proceso
de integración industrial y del mayor control que sobre ella ejercen sec-
tores como el bodeguero.
Proyectos como el aquí analizado permiten observar que por el momen-
to esas disputas no parecen establecerse en términos absolutos –control
del financiamiento por un tipo de proyecto y actor– sino relativos: todos
los sectores obtienen algún beneficio, aun cuando su impacto relativo,
en función de las estrategias y posiciones empresariales en el mercado,
no sea el mismo.

Comentarios finales

En el desarrollo de este capítulo se ha intentado mostrar que el proceso


de cambios en la burguesía vitivinícola a partir de la reconversión de la
actividad fue acompañado por transformaciones en su organización gre-
mial-empresarial así como en las formas de accionar ante el Estado.
Respecto de la primera hipótesis que planteamos, el cambio en la
vinculación de la burguesía vitivinícola y el Estado tiene que ver, prin-
cipalmente, con que en lugar de ser un empresariado que reaccione ante
las medidas políticas o presione al Estado de forma individual (cada em-
presa o grupo empresarial por su lado) o sectorialmente, se organizó en
un espacio como la coviar de vinculación sector público-sector privado.
Espacio donde la iniciativa parece estar en manos del sector privado, el
cual tiene una posición dominante para decidir hacia dónde quiere que
vaya la industria vitivinícola argentina, de qué es prioritario ocuparse y
cuánto financiamiento se necesita, donde prima el carácter propositivo.
De este modo, se puede pensar a la Corporación Vitivinícola Argentina
como un organismo que con su formación cristaliza todos esos procesos
y cambios que habían comenzado a surgir en la década de los 90, princi-
palmente con la creación de los entes mixtos en la provincia de Mendoza.
De esta forma, la coviar funciona como un “canal institucionalizado”
260 Adriana Silvina Chazarreta

(Acuña, 1995) con el que cuentan los empresarios y sus entidades repre-
sentativas para influenciar y negociar las políticas públicas y las reglas
que definen el funcionamiento de la actividad.
Así, los 90 parecen haber sido una década de transición en la nueva
relación de este empresariado con el Estado, particularmente a nivel
del estado provincial de Mendoza: podría considerarse que el estableci-
miento del Acuerdo y la creación del Fondo Vitivinícola sirvieron como
experiencia para la propuesta y el diseño del pevi y la coviar.
De esta forma, la creación de las organizaciones mixtas –especialmen-
te el Fondo Vitivinícola de Mendoza y el Fondo para la Transformación y
el Crecimiento– se produciría por una “necesidad histórica” ante la falta
de regulación e intervención por parte del Estado nacional. Así, estas
organizaciones, además de regular, apoyaron financieramente al sector
vitivinícola ante los problemas que se habían producido a fines de la dé-
cada de los 80 con la crisis de sobreproducción y el descenso del consumo
de vino en el mercado interno. Pero a partir de 2000 se priorizaron la
iniciativa y el lugar de los representantes de la actividad vitivinícola,
aunque siempre con la ayuda y el financiamiento estatal.
Asimismo, parece relevante el papel que ha cumplido el Estado en
estos cambios. Su intervención (tanto del Estado nacional como del pro-
vincial) se ha hecho visible sea a través de las organizaciones provinciales
señaladas o a través de leyes (nacionales o provinciales). Nos referimos,
entonces, a marcos normativos que han regulado tanto el mercado y la
actividad de esta agroindustria como los que han tenido un mayor alcance
al fijar la orientación general del modelo de acumulación (por ejemplo,
las referidas a la desregulación de las actividades económicas).
En relación con la segunda hipótesis que planteamos al inicio res-
pecto de la nueva forma de organización de los sectores internos de la
burguesía, se intentó mostrar a lo largo del artículo el proceso por el cual
el sector privado organizado logra generar instituciones en las cuales
diseña y planifica las políticas relacionadas con la actividad vitivinícola.
Incluso desde el mismo sector analizan este proceso como pasar de “un
gremialismo empresarial sectorial a uno más transversal”, de participa-
ción y consenso entre los sectores. Así, esta proyección de “unidad del
sector” es lo que los fortalece para demandar al Estado.
Vale destacar que esta forma de relacionarse entre las entidades de la
actividad prima sobre todo cuando tienen una perspectiva de largo plazo,
lo cual no implica que no subsistan temas conflictivos e intereses diferen-
tes, en particular cuando se tratan temas coyunturales; además de que
no todas las organizaciones ni los sujetos individualmente participan o se
involucran de la misma forma, ni se sienten representados. Asimismo, es
interesante tener en cuenta que todas las organizaciones representativas
La organización de la burguesía y su relación con el Estado 261

del empresariado están incluidas en proyectos (con financiamiento en el


marco de la coviar), aunque como hemos podido visualizar no todas las
entidades manejan los mismos recursos como unidades ejecutoras. En
ese sentido hemos destacado, por ejemplo, el importante financiamiento
destinado al sector cooperativo (de capitales mayormente locales) que le
permite incorporarse e integrarse a la reconversión vitivinícola.
La ruralidad hiperconectada:
dinámicas de la construcción de redes
en el sector del agro argentino

María Soledad Córdoba

El modelo de producción agraria basado en el agronegocio y las


agrobiotecnologías, implantado en la Argentina a partir de los años 90,
desplazó el eje de la actividad agrícola de la propiedad de la tierra a su
gerenciamiento. Esta lógica productiva –donde el conocimiento devie-
ne el nuevo recurso a gerenciar, después de la tierra y el capital, y el
principal valor agregado de la cadena productiva– se ensambla sobre
una estructura relacional de tipo reticular que la potencia y optimiza.
Distintos trabajos, aun desde perspectivas divergentes, han puesto en
evidencia que la lógica del trabajo en red es crucial para el sector (Her-
nández, 2007a, 2009a; Bisang et al., 2008; Anlló et al., 2010; Bisang
y Kosacoff, 2006). Por un lado, desde el punto de vista de los actores,
encontramos que el productor que adhiere al nuevo modelo, o empre-
sario innovador (Hernández, 2007a), se mueve en el espacio virtual de
una red de producción cada vez más compleja que constituye la forma
de organización del modelo de innovación. Por otro, desde el punto de
vista del sector, el ideal de esta forma organizacional de la producción
es complejizar y densificar la trama de la red, multiplicar sus nodos en
función de la reproducción del capital, de manera que el sector pueda
considerarse una “red de redes”. Este modelo de organización reticular,
ya consolidado en los sectores industriales más dinámicos a nivel global
(cadenas globales de valor o global value chain), se caracteriza por la
segmentación y delocalización de las actividades, la diversificación de
los actores económicos (nodos) que intervienen en el proceso productivo
y la articulación de los mismos a través de contratos.
Si durante el primer decenio de esta transformación la red se consolida
como espacio de intercambio entre actores económicos (terciarizadores
de servicios, proveedores de insumos, financiadores, clientes, etc.) del
[ 263 ]
264 María Soledad Córdoba

sector, en un segundo momento, que abarca la última década, la red se


extiende más allá de las fronteras del sector, tejiendo alianzas con dis-
tintos actores sociales y conformando flujos de conocimiento y prácticas
hacia las comunidades en las que éstos se insertan. Así, el modelo de
ruralidad globalizada, entendido como un nuevo sistema de prácticas
materiales y simbólicas que tienen como horizonte lo global (Hernández,
2009a: 57), comprendería una estructura relacional hiperconectada hacia
dentro y hacia fuera del sector, de manera que mientras hacia adentro se
densifica y complejiza, hacia afuera se extiende y se amplifica, ganando
posiciones en el caleidoscopio ideológico de esta no tan fluida moderni-
dad. En este sentido nos preguntamos si esta conectividad amplificada
conlleva la optimización de sus capacidades y un retorno en términos de
legitimación social que excede la rentabilidad económica, pero al mismo
tiempo la garantiza.
En los párrafos que siguen presentaremos en primer lugar una
clasificación de las asociaciones del sector, con el objetivo de ofrecer un
panorama sintético de las numerosas alianzas y conexiones. En segundo
lugar, a partir de los datos recogidos y las entrevistas realizadas durante
un trabajo etnográfico llevado a cabo entre 2010 y 2011, ilustraremos la
dinámica de construcción de un tipo particular de red a través de un caso
de alianza entre una ong surgida y patrocinada por el sector del agro y
una ong local ubicada en un territorio clave para los actores sectoriales.
En tercer lugar, a partir de la disputa por el sentido de una noción clave
para el sector (la noción de “trabajo en red”), reflexionaremos sobre la
traducción e incorporación de las lógicas globales por parte de los acto-
res locales, presentando algunas conclusiones en torno a las dinámicas
generales de la construcción de redes.

Panorámica de la red de redes:


tipologías de alianzas y potencialidades

Existen múltiples tipologías de alianzas entre los actores del sector


agrobiotecnológico argentino. En un primer nivel de clasificación pode-
mos identificar dos grandes grupos de alianzas: aquellas establecidas
por una modalidad de asociación de tipo within y aquellas conformadas
a partir de una modalidad de asociación de tipo between. En un segundo
nivel de clasificación estos dos grandes grupos comprenden diferentes
tipologías asociativas en virtud de los actores que reúnen y de los obje-
tivos que persiguen con el establecimiento de la alianza, como veremos
a continuación (ver cuadro).
Las asociaciones de tipo within son conexiones dentro del sector: los
La ruralidad hiperconectada 265

asociados son actores (tanto individuales como colectivos) que pertenecen


al sector agrobiotecnológico. Dentro de este grupo identificamos, por un
lado, colectivos asociativos cuyos principales interlocutores son actores
del sector (nacionales o internacionales) o pertenecientes al ámbito
público y que pueden ser agrupados en cuatro categorías: asociaciones
gremiales, cadenas de producto, técnicas o de expertos e hiperalianzas.
Por otro, distinguimos aquellos colectivos donde el interlocutor princi-
pal se encuentra fuera del sector (ciudadanos en general, profesionales,
docentes, alumnos de escuelas, etc.), de modo que la conexión con el
afuera se realiza desde un punto de vista comunicacional, aunque no
estructural. Estos colectivos quedan agrupados dentro de la categoría
asociaciones de divulgación y promoción. Globalmente, esta tipología
de asociación ha posibilitado la circulación de flujos de conocimientos,
implementaciones tecnológicas y estrategias de desarrollo entre los
distintos actores sectoriales, contribuyendo a la consolidación del nuevo
modelo socioproductivo. Un caso interesante de las asociaciones within
lo constituye el tipo de asociación que hemos denominado hiperalianza.
Las hiperalianzas son representaciones pluricategoriales del sector que
atraviesan los distintos grupos de colectivos antes mencionados y son
funcionales a la construcción de un posicionamiento estratégico en el
diálogo con otros actores, en particular el Estado. En efecto, este tipo
de red contribuye a generar un efecto de cohesión y unidad en el sector,
otorgándole una imagen de coherencia y consenso en la dirección y de-
terminación de los objetivos que persiguen, en particular a la hora de
articular demandas específicas que hacen a la producción y a la lógica
de producción con las políticas públicas.
Las asociaciones con modalidad between son conexiones estructurales
entre actores del sector y actores que pertenecen a otros sectores; por
ejemplo, instituciones públicas, entidades bancarias, organizaciones del
sector social, religiosas, políticas, etc. En otras palabras, en la confor-
mación de los colectivos asociativos que integran este grupo intervienen
tanto actores sectoriales como extrasectoriales. Sus interlocutores son
extremamente diversificados y se corresponden con la multiplicidad de
actores que pueda comprender la sociedad civil y el Estado. Los colectivos
que corresponden a esta tipología de asociación pueden ser agrupados
en tres categorías: orientadas al trabajo social o “solidarias”, educativas
e hiperredes. Estas últimas son representaciones pluricategoriales y
plurisectoriales que se caracterizan por la fuerte convergencia en torno
a objetivos genéricos ligados a problemáticas que exceden el sector, la
proyección transnacional y el interés en el diseño y la puesta en marcha
de acciones basadas en la articulación público-privada. La búsqueda de
injerencia en políticas públicas, aunque éstas no conciernan directamente
266
Clasificación de las tipologías de asociaciones del sector del agro argentino

Tipo de Clasificación Entidades Fundación Principales


asociación representativas interlocutores

SRA 1866
Gremiales FAA 1912
CRA 1943
Coninagro 1956
Caprove 1946
ASA 1949
CASAFE 1949
Pro producto CIARA 1980
ASAGIR 1982
CIAFA 1990 Actores del sector nacional y
Maizar 2004 transnacionales, actores del ámbito
Within ACSOJA 2004 público
AACREA 1957
Técnicas AAPRESID 1989
Fundación Producir Conservando 1991
RedBIO Argentina 1991
María Soledad Córdoba

ACTA 1998
Hiperalianzas Asociación CropLife Latinoamérica 2001
Foro de la Cadena Agroindustrial Argentina 2002
Foro País Productores Agroindustriales de Soja 2011
Argenbio. Consejo Argentino para la Información y el 2004 Ámbito de la educación formal y en
Desarrollo de la Biotecnología menor medida periodistas
De divulgación EticAgro Instituto de Ética y Calidad en el Agro 2007 Profesionales del sector y ciudadanos
y promoción en general
Fundación Darse Cuenta 2007 Ciudadanos en general
Clasificación de las tipologías de asociaciones del sector del agro argentino (cont.)

Solidagro 2002 Ciudadanos en general, ámbito


empresarial dentro y fuera del sector,
Orientadas al ámbitos institucionales públicos o civiles
trabajo social o Red Argentina de Bancos de Alimentos 2003 Ciudadanos en general, ámbito
“solidarias” empresarial e institucional
Red de Comunidades Rurales 2003 Ciudadanos en general
Between Sembrar Valores Asociación Civil 2003 Ciudadanos en general, con énfasis en el
ámbito familiar
Educativas Fundación Valores para Crecer 2005 Ámbito empresarial y de la educación
formal
Fundación Proyecto Padres 2002 Ciudadanos en general, con énfasis en el
La ruralidad hiperconectada

ámbito familiar
Hiper-redes Nutrición 10 Hambre Cero 2011 Ciudadanos en general, ámbito público
y político

Fuente: elaboración propia (la muestra de las entidades por cada subclase es ilustrativa y no exhaustiva).
267
268 María Soledad Córdoba

a demandas específicas ligadas al sector y a su lógica productiva, queda


evidenciada por el posicionamiento que actores clave del agro logran
conseguir a partir de estas redes, en el marco de un diálogo con el Estado
que es presentado como un proyecto conjunto en pos del bien común.
Como puede observarse en el cuadro de las páginas 266-267, las co-
nexiones dentro del sector poseen una larga trayectoria, la mayoría de
las cuales se establecen dentro de la primera mitad del siglo xx, aunque
corresponde señalar el caso de la sra como el primer agrupamiento dentro
del sector, paralelamente a los albores de la organización nacional. Las
asociaciones por producto se van conformando a lo largo del siglo xx, en
particular a partir de la segunda mitad de los años cuarenta en adelante;
las más recientes (Acsoja y Maizar) resultan del boom de los cultivos
de soja y maíz a partir de fines de los 90, lo cual conllevó las agrupa-
ciones correspondientes en 2004 para ambos casos. Con el pasaje a las
nuevas tecnologías de cultivo ocurrido a partir de los 80 y 90 (siembra
directa mecanizada y semillas transgénicas, respectivamente) se puede
observar el surgimiento de la mayoría de las asociaciones técnicas, salvo
para el caso de aacrea, cuya trayectoria se inicia mucho antes de estas
mutaciones. Por su parte, las conexiones del sector con el afuera, sean
de tipo estructural o comunicacional, se inician a partir de 2002-2003,
marcando una nueva y diferente estrategia de posicionamiento del sector
en el tejido social.
Esta esquematización que proponemos con fines analíticos en la reali-
dad se presenta sumamente imbricada y complejizada por los continuos
reagrupamientos de sus elementos y las permanentes interconexiones
entre ellos. A modo de ilustración, proponemos una cita del sitio institucio-
nal de casafe donde quedan evidenciadas las distintas alianzas que esta
entidad ha establecido, desde gremios internacionales, organizaciones
transnacionales, asociaciones de expertos nacionales, asociaciones del
sector social y de divulgación, entre otras:

casafe forma parte de la asociación mundial denominada


CropLife International […] compartiendo la visión general de la
Industria de la ciencia de los cultivos […] A través de su pertenencia
a esta asociación, casafe se encuentra relacionada con importan-
tes organizaciones internacionales, como la Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (fao), la
Organización Mundial de la Salud (oms), el Programa de las Na-
ciones Unidas para el Medio Ambiente (unep), el Banco Mundial,
y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(oedc), entre otras […] En conjunto con otros grupos empresariales
orientados a la provisión de soluciones tecnológicas al productor
rural, casafe se ha integrado en una federación nacional, funda-
La ruralidad hiperconectada 269

da a fines de 1998, denominada acta (Asociación de Cámaras de


Tecnología Agropecuaria) […] acta se ha sumado a entidades tec-
nológicas del agro, aapresid y aacrea, en iniciativas como Darse
Cuenta, orientada a generar un paradigma de desarrollo del país
basado en el potencial de su agroindustria y en la visualización de
la educación, la ciencia y la tecnología como pilares del crecimiento
en la era del conocimiento […] En el año 2008, casafe ha dado un
paso institucional muy importante al impulsar la conformación de
EticAgro, una ong de la que forman parte entidades gremiales,
académicas y sociales. El objetivo de EticAgro es impulsar la ética
y la responsabilidad social empresarial en los negocios agropecua-
rios. […] casafe ha desempeñado también un rol muy activo en
Solidagro, importante ong nacida durante la crisis de 2001-2002
y orientada a la asistencia alimentaria y a la promoción social y
humana del ámbito rural y de la sociedad toda. (www.casafe.org/
politica.php. Consulta: 10 de noviembre de 2012)

Las asociaciones de tipo within muestran la densidad de las co-


nexiones que el sector ha generado, a lo largo del proceso de adopción
de nuevas tecnologías productivas, lo cual implicó, entre otras cosas, la
segmentación del proceso de producción con la consecuente tercerización
de un gran número de servicios y la gestión de los mismos a través de
contratos, así como también la extensión extrasectorial de la actividad
hacia la industria (primera transformación industrial), el comercio, las
finanzas, etc. La variedad de tipologías asociativas que hemos identifica-
do da cuenta de la constante “agitación” de los elementos que conllevan
nuevas y permanentes reacomodaciones entre ellos.
Las asociaciones de tipo between demuestran el interés y la ambición
por incorporar a la “red de redes” tanto la sociedad civil como el poder
político, de manera que el sector pueda alcanzar la mayor cantidad de
espacios (escuelas, barrios, asociaciones, templos, etc.) y referentes
sociales posibles (intendentes, maestros y alumnos, punteros políticos,
manzaneras, voluntarios, religiosos, legisladores, periodistas, etc.) que
garanticen los canales adecuados para hacer circular la información,
las nociones clave y las metodologías de trabajo tributarias de su lógica
productiva.
En síntesis, las asociaciones within de divulgación y promoción y las
asociaciones between ilustran el movimiento más allá de la frontera del
sector, evidenciando una importante red de conexiones con la sociedad
civil establecidas, en particular, en el curso de los últimos diez años (2002-
2012). Estas conexiones muestran, en primer término, la tendencia del
sector a forjar alianzas estratégicas con los diferentes actores sociales,
a fin de extender su visibilidad y su presencia en distintos escenarios;
un ejemplo de ello es la red Solidagro, que agrupa más de doscientas
270 María Soledad Córdoba

entidades (entre empresas, bancos, cámaras industriales y otras ins-


tituciones sectoriales y no sectoriales) y está presente en diez de las
veinticuatro provincias argentinas, coordinando proyectos en las áreas
nutricional, educativa y laboral liderados por actores locales relacionados
con el sector del agro (productores, ingenieros agrónomos, miembros de
cámaras representativas del sector, etc.). En segundo término, la ca-
pacidad de amplificar las redes evidencia la especificidad del sector de
proponerse como eficientes interlocutores del Estado en lo que respecta
a la implementación de políticas de interés público, como lo demuestra
la presentación en el Congreso de la Nación el 22 de noviembre de 2011
del programa Nutrición 10 Hambre Cero (N10 H0), apoyado por 1.500
asociaciones civiles y surgido de la iniciativa de no más de veinte actores
clave del sector agrobiotecnológico, tan sólo seis meses antes, en ocasión
del Congreso de la Fundación Producir-Conservando 2011. Las alianzas
establecidas con el Ministerio de Salud Nacional, legisladores nacionales
y con jugadores transnacionales como la fao (Argentina y Roma) y el
Banco Mundial dan cuenta de la potencialidad de la extensión de la red
y de la búsqueda de actores clave que contribuyan a posicionarlo frente
al Estado como interlocutor privilegiado. En tercer término, la actividad
de algunas de estas redes da cuenta de la búsqueda de un liderazgo en
lo que respecta al saber experto sobre agrobiotecnología: la Fundación
Darse Cuenta, por ejemplo, entre cuyos principales portavoces encon-
tramos investigadores de renombre internacional –como Otto Solbrig,
profesor de la Universidad de Harvard, y Francesco di Castri, miembro
de la Academia Nacional de Ciencias italiana y del Centro Nacional
de Investigación Científica francés (cnrs), entre otros–, promueve el
paradigma de los agronegocios bajo la forma asimétrica del “tenemos
que darnos cuenta”, apelando a la necesidad de adherir al paradigma
propuesto, como el reflejo de una voluntad y una capacidad de progresar
que interpela a la sociedad en su conjunto y que reinstala el destino de
Argentina como país-potencia de matriz agroexportadora (Hernández,
2013). Por último, estas redes logran una importantísima articulación
entre el saber experto y lo éticamente correcto; así, una ong como EticA-
gro (Instituto de Ética y Calidad en el Agro), se encarga de implementar
momentos de capacitación por fuera de las instituciones de educación
formal que afianzan las bases ideológicas de las “buenas prácticas” pro-
movidas por el modelo del agronegocio (véanse los capítulos de Carla
Gras y Valeria Herández en este libro). De este modo, el sector propone
no sólo una fórmula del éxito (encarnada en los empresarios innovado-
res) sino también la fórmula del deber ser como garantía de un proceder
correcto que tiende al bien común, dado que promueve la visión de un
país desarrollado sin pobreza sobre la base de la riqueza generada por
La ruralidad hiperconectada 271

empresas responsables con el medio ambiente y la comunidad en la que


se hayan insertas.
En lo que sigue, el análisis de un caso de alianza entre dos ong (una
sectorial y otra extrasectorial) nos permitirá poner en evidencia las
dinámicas de construcción de las redes que atraviesan la frontera del
sector, conectándolo con el afuera. Los nombres de las organizaciones,
de las ciudades santafesinas y de los actores son ficticios a los fines de
respetar su anonimato.

Febo asoma: el desembarco de la ras en San Estanislao

Conocida por ser uno de los escenarios históricos más renombrados


de las guerras de independencia en la Argentina, San Estanislao alberga
tres museos históricos y una notable producción local de estudios sobre
la historia del territorio (aunque algunos de escasa rigurosidad acadé-
mica). La urbanización se fue desarrollando progresivamente desde un
edificio religioso, ubicado a unos cientos de metros del río Paraná, hacia
el oeste, el sur y el norte. A pocos kilómetros hacia el sur comienza una
de las urbanizaciones más importantes del país, la del Gran Rosario.
Según el Censo Nacional 2001, San Estanislao cuenta con alrededor de
43.500 habitantes.
Por ser uno de los tres puertos más importantes del país, con salida
directa al Atlántico, el territorio se volvió interesante para la implanta-
ción de industrias exportadoras; actualmente, el complejo portuario en
su conjunto es responsable de alrededor del 40% del total de las exporta-
ciones del país. Ya desde 1932, con la instalación de la destilería de ypf,
y en las décadas siguientes, con la llegada de grandes industrias (como
Duperial y Molinos Río de la Plata, entre otras), se posicionó como una
ciudad industrial cuya población estaba constituida en su gran mayoría
por trabajadores.
Las reformas estructurales de corte neoliberal llevadas a cabo en la
Argentina durante la década del 90 produjeron, entre otras importantes
consecuencias, un aumento contundente de la tasa de desocupación, la
cual pasó de 7,1% en octubre de 1989 a 18,4% en mayo de 1995 a nivel
país. Para el Gran Rosario, la desocupación en ese mismo período rozaba
el 21% y fue disminuyendo hasta 2000 cuando comienza nuevamente
a incrementarse, para tocar el máximo del 24,3% en mayo de 2002. En
San Estanislao, sólo el caso de la venta de la destilería de ypf en 1993
produjo alrededor de novecientos despidos que casi en su totalidad im-
plicaron trabajadores varones.
A la falta de fuentes de trabajo y consecuentemente de ingresos en los
272 María Soledad Córdoba

hogares, el Estado respondió con la implementación de planes sociales y


comedores en los barrios para sostener una nutrición básica de la pobla-
ción desocupada. En este contexto, en el transcurso de 1996, en el barrio
Las Chacras (el único de San Estanislao que rechazó el comedor público)
cinco mujeres sin instrucción profesional, cuyos maridos habían quedado
desempleados, comenzaron a juntar dinero con la venta de empanadas a
la salida de la misa del domingo. El objetivo era comprar máquinas para
montar un taller de costura. La iniciativa contó con un capital inicial
de 50 pesos, donados por el cura párroco, que sirvieron para costear los
ingredientes de las primeras docenas de empanadas.
Dieciséis años después, obe-Confecciones emplea siete personas,
entre las cuales se encuentran dos de las cinco socias fundadoras. La
producción está dividida en dos áreas: fabricación de productos textiles
para agencias fúnebres (mortajas, cubrecajones, ceniciarios, etc.) como
principal área productiva, y arreglos de ropa como área secundaria
destinada al mercado local. Sus ventas alcanzan toda la provincia de
Santa Fe, Chaco, Buenos Aires y hasta Uruguay. Durante este tiempo,
el taller de costura pasó a constituir el emprendimiento fundacional
del Movimiento Barrial de Emprendedores (mobe), una ong que nace
en 2001, a las puertas de una de las crisis más duras que conoció el
país, cuando las mujeres decidieron poner su experiencia a disposición
de otros microemprendimientos que surgieran en el barrio. En 2011,
el mobe administra alrededor de 600.000 pesos por año para financiar
proyectos de microemprendimientos, posee alcance interdepartamental
y ha establecido alianzas a nivel nacional e internacional. Por otra parte,
aquel primer taller de costura, en el devenir de las diversas demandas y
como miembro fundador del mobe, fue operando importantes cambios:
la sustitución de las máquinas a pedal por otras industriales, el manejo
de tecnologías comunicacionales informáticas por parte de las mujeres
y la adopción en su lenguaje de las nociones clave del management
moderno. Para llevar a cabo esta transformación, además del sostén
moral del sacerdote presente en el barrio, el grupo de mujeres contó con
el asesoramiento de María Gracia, una psicóloga social con una larga
trayectoria de trabajo social y pastoral, y de Rufina, una empresaria del
sector fúnebre. De forma voluntaria, ambas se comprometieron con el
proyecto y pusieron a su disposición una red de profesionales (contadores,
abogados, especialistas en ventas, etc.) que contribuyó a la adquisición
de competencias técnicas en lo que concierne a la puesta en marcha y la
gestión del emprendimiento productivo.
Este aprendizaje implicó además un disciplinamiento del cuerpo y
del lenguaje que, no sin esfuerzo, debieron realizar aquellas costureras.
La ropa de trabajo fue reemplazada por “el traje” de corte ejecutivo y las
La ruralidad hiperconectada 273

bolsas de mano por “maletines”. El cuerpo, tal como debía presentarse en


el ámbito de los negocios, aprendió otra postura –más erguida y rígida– y
otros movimientos –por ejemplo corrigieron el movimiento de las manos
de manera que los gestos resultaran más firmes y contenidos–. Nuevos
términos, hasta ese momento desconocidos –de los cuales “marketing”,
“packaging”, “amortización”, “personería jurídica”, “competitividad”,
son sólo algunos ejemplos– se incorporaron a su lenguaje y comenzaron
a asociarse a las nuevas prácticas cotidianas ligadas a la gestión del
“emprendimiento”.
El mobe comenzó a administrar fondos provenientes del Estado a
partir de 2002, cuando recibió un centenar de planes Jefas y Jefes de
Hogar Desocupados, destinados a la capacitación en oficios ligados a los
emprendimientos productivos existentes. En 2005 aceptó la propuesta
de administrar fondos provenientes de la Red de Bancos Populares de la
Buena Fe, una iniciativa del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación
a través de su Secretaría de Políticas Sociales y Desarrollo Humano. Un
año más tarde se agregaron los fondos del Banco Solidario, dependiente
del Ministerio de Producción Provincial. Cabe aclarar que ambas entida-
des tienen por objetivo “estimular el autoempleo” financiando proyectos
de microemprendimiento a través de la herramienta del microcrédito.
En 2006, en la sede del Municipio de San Estanislao, el mobe se
vincula a la Red Agro Solidaria (ras), una ong patrocinada por actores
del sector del agro con sede nacional en la ciudad de Buenos Aires. La
ras posee un vasto alcance a comunidades rurales y urbano-rurales de
gran parte del territorio nacional y su trabajo se focaliza en poblaciones
calificadas como “de menores recursos”, “en situación de pobreza”, “vul-
nerables”, “necesitadas” o “excluidas”, en cuyos territorios implementa
acciones denominadas “solidarias” que comprenden la asistencia nutri-
cional, el ámbito educativo (talleres de arte, de computación, de oficios,
etc.), el laboral (proyectos de autogestión) y el de la comunidad (aporte
de soluciones a necesidades estructurales o gestión de las mismas ante
las autoridades locales, construcción de inmuebles de uso comunitario,
etcétera).
Para 2006, la ras ya contaba con cinco años de antigüedad y una
estructura institucional bastante burocratizada, organizada en torno a
sedes regionales diseminadas en seis provincias del territorio nacional,
las cuales eran coordinadas, sostenidas financieramente (parcial o to-
talmente) y direccionadas desde las comisiones directiva y ejecutiva de
la sede nacional de la ciudad de Buenos Aires. Esta ong había nacido
en 2002 con donaciones de cereal y alimentos de parte de agroempre-
sarios, quienes en calidad de representantes de organizaciones civiles
se encontraban reunidos en el Foro del Sector Social con el objetivo de
274 María Soledad Córdoba

paliar necesidades básicas de poblaciones rurales y urbano-rurales que


se encontraban entre los más desprotegidos ante los efectos de la crisis
que había estallado pocos meses antes.
Las sedes regionales, conformadas a partir de la reunión de asocia-
ciones e instituciones (no exclusivamente del sector del agro) presentes
en el territorio local debían tramitar la personería jurídica y formar una
comisión directiva. Debido a ello, con el tiempo fueron perdiendo interés
para la institución respecto de las “acciones en red” –sobre todo a partir
de 2010 con el cambio de presidencia de la ras–, las cuales, por tratarse
generalmente de alianzas bilaterales con asociaciones ya presentes en
un territorio y con un proyecto en marcha, representaban una manera
mucho más ágil de insertarse eficazmente en una comunidad determi-
nada en tiempos mucho más breves y con costos de inversión mucho
menores respecto de las sedes regionales.
Sin embargo, para 2006 todavía se mantenía el interés por crear sedes
regionales; así, desde su sede nacional en el microcentro porteño, la ras
impulsó una convocatoria de instituciones para conformar una regional
para la provincia de Santa Fe, a los fines de encauzar fondos por 90.000
pesos anuales provenientes de un único donante: una cámara industrial
del sector. El patrocinante había puesto como condición de su colaboración
que los fondos fuesen destinados a la ciudad de San Estanislao y zonas
aledañas, donde se encuentran localizadas las plantas industriales de su
ramo. Una vez conformada, la regional santafesina de la ras comenzó por
presentarse en la sede de la municipalidad de San Estanislao ante sus
autoridades políticas y algunos referentes de ong del sector social que
habían sido convocados por las autoridades. Aunque la respuesta de la
institución pública, en los términos de “los de Buenos Aires no nos van
a venir a decir lo que tenemos que hacer”, no fue claramente la espera-
da, el encuentro sirvió para conectarlos con María Gracia, la psicóloga
social que mencionamos anteriormente, por medio de la cual realizaron
una primera donación de alimentos para niños (vitina y leche vital) a la
Asociación de Ayuda a la Niñez Desprotegida.
Dos años más tarde, en 2008 –cuando la comisión directiva del centro
regional santafesino logró consolidarse con las únicas tres instituciones
que quedaron comprometidas: una entidad bancaria, una fundación
rosarina del sector social y una asociación de productores del sector pe-
cuario– nuevamente por intermedio de María Gracia, la ras se conecta
con el mobe y le propone el otorgamiento de fondos para una nueva línea
de micropréstamos. A partir de la conformación de esta alianza, el mobe
dispuso de fondos por un monto considerable para inyectar en su circuito
institucional. Por su parte, la ras accedía a la metodología, estructura
institucional, trayectoria y reconocimiento de la asociación local, al mis-
La ruralidad hiperconectada 275

mo tiempo que lograba cooptar para la selección y el acompañamiento


de “sus” emprendedores –con dos “becas” de 750 pesos mensuales cada
una– a las figuras del mobe: Elba, una de las “costureras” fundadoras y
actual presidenta de la ong, y María Gracia, la psicóloga social, inicia-
dora y sostenedora del proyecto del taller.
Por otra parte, con este programa la ras daba un salto cualitativo
respecto de proyectos sociales básicos como los de suplemento nutricional.
En efecto, se trataba de sostener el “desarrollo comunitario” a través de
la generación de “autoempleo”; en otras palabras, a través de proyectos
en los que los individuos destinatarios en situación de desempleo y sin
acceso a recursos materiales y financieros tendrían “un rol activo en la
transformación de su propia realidad” (ras, documentos de trabajo),
adoptando como modelo cercano, visible, palpable, el de la tenacidad, el
esfuerzo y el éxito de obe-Confecciones, en contraste con las prácticas
asistencialistas estatales. Este aspecto era fundamental para la ras:
sacar de la “pasividad del asistencialismo” a una población desempleada
a partir de un proyecto propio de crecimiento y desarrollo significaba dar
una respuesta concreta a uno de los mayores interrogantes de la comi-
sión directiva nacional: “Cómo hacer para que las poblaciones rurales
y urbano-rurales permanecieran en sus territorios y no contribuyeran
a engrosar las villas en los grandes cordones urbanos, reservorios del
delito y la decadencia”.
De esta manera, el testimonio de estas emprendedoras exitosas y su
compromiso con el desarrollo comunitario a lo largo de una trayectoria
decenal constituyeron una oportunidad única para la ras de insertarse
en el territorio de influencia de su donante, de la mano de una asociación
con un manejo fluido del sistema de microcréditos en “sectores populares
o empobrecidos”, según los términos del mobe. Estas poblaciones sin
recursos materiales ni acceso a los circuitos financieros como bancos o
agencias financieras y con un nivel de instrucción mínimo (primario), en
la mayoría de los casos, constituyen para la ras el terreno fértil donde
se instalan el “clientelismo” y el “asistencialismo” estatal.
Sobre la base de las líneas de microcréditos ya implementadas por
el mobe, la ras definió su propio programa de “préstamos solidarios”, a
cero interés y por montos muy superiores respecto de los fijados por las
herramientas de microcréditos dependientes de los ministerios públicos.
El monto del primer préstamo para alguien que se iniciara en el sistema
hasta 2011, fluctuaba entre 1.000 y 1.500 pesos, mientras que el mismo
caso para el Banco Popular de la Buena Fe no superaba nunca los 750
pesos. En cuanto a los recréditos, una instancia sucesiva para quienes
cumplieran con la devolución de la suma otorgada en los tiempos previstos
y con las condiciones de presencia y participación activa en las reuniones
276 María Soledad Córdoba

de la asociación, las sumas estipuladas por la ras alcanzaban los 3.000


pesos para el primer recrédito y los 10.000 pesos para el segundo, aunque
este último estaba restringido a muy pocos emprendedores; para los sis-
temas públicos las cifras se limitaban a un máximo de 1.000 pesos para
el primero y hasta 4.000 pesos para el segundo recrédito. Si los montos
son notablemente disímiles, las condiciones de la ras respecto de los
organismos públicos no diferían en lo sustancial: había que completar
planillas para la presentación del proyecto y su respectiva aprobación
y, sucesivamente, otras planillas para el seguimiento del emprendi-
miento: nada que el mobe no hiciera ya, o desconociera. En apariencia,
habría créditos a disposición de los emprendedores por montos mayores,
sin ninguna exigencia suplementaria respecto a lo que ya se hacía en
la asociación. El préstamo era tomado por un grupo de cuatro o cinco
personas contemporáneamente (garantía solidaria grupal), de manera
que el grupo se constituía como garante ante la falta de pago de alguno
de sus miembros. Esto tampoco representó nada nuevo, puesto que el
mobe ya lo había implementado para el programa del Banco Popular
de la Buena Fe.
Con estos nuevos fondos a disposición, el mobe operó un giro en su
estrategia de otorgamientos a la población interesada: los créditos de
montos superiores serían aplicados a proyectos de emprendimientos con
una mayor “sustentabilidad” y a personas “recomendadas”. En general,
se trataba de emprendimientos que ya estaban en marcha o de personas
con un oficio consolidado, que necesitaban realizar una inversión para
mejorar o potenciar su emprendimiento. Observamos que no se trataba
sólo de una medida restrictiva sino de un cambio en la relación entre la
ong local y sus interlocutores de base: los aspirantes a emprendedores
barriales. Así, mientras el mobe seguía apuntando a una población bas-
tante indiscriminada con convocatorias abiertas y masivas en los barrios
para el otorgamiento de microcréditos provenientes de las herramientas
públicas, los candidatos a ingresar en el circuito de microcréditos finan-
ciados por la ras debían ser “presentados por otros que ya se encuentran
en alguna operatoria dentro de la institución y tienen el perfil para in-
corporarse en la modalidad de préstamos de la ras” (mobe, documentos
de trabajo). Este cambio estratégico implicó una jerarquización de los
emprendedores, puesto que ya no se trataba solamente de contar con
un proyecto productivo con un mínimo de sustentabilidad, ni tampoco
de cumplir debidamente con las devoluciones pactadas y demostrar el
crecimiento del proyecto, sino que además se exigía al interesado con-
tar con el aval de algún miembro del mobe o de algún emprendedor ya
conocido en la asociación que pudiera apoyar su candidatura ante los
“evaluadores” y ante el grupo de garantía solidaria. En definitiva, debían
La ruralidad hiperconectada 277

ser conocidos fiables que aseguraran la devolución de las cifras otorgadas


a los fines de alimentar el circuito de pasajes de créditos a recréditos (con
sumas cada vez más interesantes) de la totalidad de los integrantes del
grupo de garantía solidaria.1
Paulatinamente, los fondos provenientes de la ras se fueron des-
plazando hacia el otorgamiento de recréditos, concentrados en un
grupo restringido de emprendedores “top” con microemprendimientos
consolidados y un cierto grado de capitalización (algunos con personal
empleado y/o maquinarias propias), que se aseguraban la permanencia
en un circuito de créditos sin interés y sin penalidades en caso de mora.
Según los datos brindados por el mobe, en el bienio 2008-2010 fueron
otorgados con fondos de la ras 45 créditos por un monto de 42.600 pesos
y 23 recréditos por un total de 82.500 pesos. De estos últimos, sólo tres
emprendedores concentraban el 36,3% (30.000 pesos) de la cifra total,
todos ellos miembros de la comisión directiva del mobe.
Esta situación de concentración de los fondos en un grupo selecto
de emprendedores comenzó a ser cuestionada por la comisión directiva
regional de la ras en función del contraste que representaba para con
los objetivos iniciales del programa de préstamos. En efecto, la comisión
regional advirtió con el pasar del tiempo “que la población que recibía
créditos era siempre la misma” y decidió entonces abrir el juego a otras
instituciones en tres localidades aledañas, tratando de ganar autonomía
respecto de la institución del mobe y de sus referentes. Así, mientras
que para dos de las localidades la ras presentó ante las autoridades
políticas locales “su” programa de préstamos, para la localidad restante
se estableció que la inserción en el territorio se haría a través de una
emprendedora “modelo”2 oriunda del lugar, con el apoyo de un sacerdote
–quien en el espacio de reunión de la misa divulgaría la propuesta– y
de Cáritas.
Los resultados fueron contrastantes. En los dos primeros casos se

1. Cada ciclo posee una duración aproximada de seis a doce meses en total, desde la forma-
ción del grupo hasta la devolución completa del préstamo, la cual la mayoría de las veces
no supera los seis meses (doce cuotas quincenales), aunque en los casos de los préstamos
más elevados puede alcanzar el año de duración.
2. Esta emprendedora, con actividad en el sector de los servicios estéticos, había sido
beneficiada con los préstamos de la línea de la ras durante 2009 y 2010, participó, impul-
sada desde la dirección nacional de la ras, en el concurso de Citi-Andares a los “mejores
microemprendedores del país”, y resultó ganadora del tercer premio, constituido por 5.000
pesos para la emprendedora y una computadora notebook para la tutora. La financiación
y la premiación, sumadas a la experiencia en animación de grupos que ya poseía esta
emprendedora, constituían para la ras excelentes presupuestos para encauzar su coopta-
ción hacia una nueva línea de préstamos independiente de la estructura y las referentes
del mobe.
278 María Soledad Córdoba

estableció una alianza con los municipios que designaron un empleado


público para encargarse de la gestión de los préstamos y del seguimien-
to de los emprendimientos. Esta alianza tuvo resultados negativos en
uno de los casos, dado que las devoluciones estuvieron muy por debajo
(poco más de un 10%) de las cifras a las que el mobe los había habituado
con su sistema “selectivo”. La responsabilidad terminó recayendo sobre
la persona encargada, quien habría realizado un acompañamiento
insuficiente de los emprendedores y una “instrumentación política del
programa”, asimilando los préstamos a subvenciones públicas. Por el
contrario, para el programa implementado a través del otro municipio se
logró completar un ciclo completo de dos grupos de emprendedoras con
un porcentaje de devolución superior al 80%. La ras adjudicó este éxito
al fuerte compromiso del intendente con la creación de “autoempleos”
para “gente de las provincias” que se estaba instalando en esa comuna
y que, por no poseer ocupación, “podían derivar en malvivientes”, según
les manifestó el funcionario público.
Para el caso de la sustitución de referentes, sin embargo, seguía ope-
rando la alianza ras-mobe, dado que la responsable de la gestión sería la
mencionada “emprendedora modelo”, quien ya era animadora de grupos
para otras líneas de crédito de la ong santafesina. En este último caso,
el proyecto abortó antes de su inicio con tres grupos de cinco interesados
cada uno, ya conformados. El motivo fue una doble negativa: el mobe se
negó a trabajar con una sola animadora; por su parte, la ras no aceptó
“rentar” a una segunda animadora en un territorio nuevo donde aún
no se podían realizar estimaciones de resultados. En última instancia,
la estrategia de la ras de empoderar a la “emprendedora modelo” para
sustituir el liderazgo de las referentes del mobe y ganar así una referente
local que pudiera representar exclusivamente a la ras no logró quebrar
los lazos de pertenencia de esa emprendedora con el mobe, que terminó
ganando la pulseada por el territorio que estaba en juego.
Hacia fines de 2010, la tensión entre la comisión regional santafesina
y el mobe comenzaba a profundizarse. La nueva directora ejecutiva de
la ras nacional, quien había asumido en el cargo en mayo de ese mismo
año, comenzó a cuestionar la escasa visibilidad de su institución en San
Estanislao, a demandar una rendición de cuentas más exhaustiva a la
sede regional y relanzó el pedido de elaboración de un “manual de proce-
dimientos” del programa de préstamos cuya realización había conocido ya
dos intentos fallidos desde 20083 y que el mobe continuaba rechazando

3. En 2008, la ras contrató a un profesional acreditado que realizó trabajo de campo en


San Estanislao y elaboró un ensayo sobre la experiencia del mobe, lo cual claramente no
cumplía con las expectativas de la ras de “estandarizar procedimientos”. En 2010, mi
pedido de realización del trabajo de campo en la ras conllevó la demanda de distintas
La ruralidad hiperconectada 279

por ser “imposible de realizar” e “inútil en la práctica”;4 pero sobre todo


solicitó una mayor identificación del mobe con el nombre y la institución
de la ras. En torno a esta pulseada por la estandarización de los procesos
locales y la identificación –la cual tomaba la forma del “ser o no ser la ras”
tanto para las animadoras como para los emprendedores financiados–,
por un lado, y la reivindicación de una identidad y una “metodología”
construida a lo largo de toda una trayectoria personal y comunitaria de
parte de los referentes del mobe, por otro, se desatará un conflicto entre
las dos asociaciones, como a continuación revelaremos.

El clarín estridente sonó: despliegue


del conflicto entre la ras y el mobe

Para el mobe, lo más interesante de la alianza con la ras era la liber-


tad de acción que tenía para disponer de los fondos según sus propias
estrategias institucionales. Mientras las herramientas públicas poseen
restricciones en cuanto al tipo de garantía requerida (individual, grupal,
etc.), a los montos máximos de los créditos y al número de recréditos a los
que se podía acceder, el programa de la ras se presentaba como un ins-
trumento sumamente flexible, donde el mobe operaba aquellos cambios
que consideraba oportunos sin transgredir ninguna regla y, aun mejor,
estipulaba sus propias reglas, como detallamos anteriormente. Este
“trabajar libremente” queda suficientemente justificado por el hecho de
que los términos de la alianza son aquellos del consenso en torno a un
objetivo o marco general de trabajo y por el manejo autónomo y eficiente
de la herramienta del microcrédito que posee el mobe. En efecto, el punto
conectivo entre las dos ong está en la preocupación y la búsqueda de
soluciones en pos de la “recuperación de la cultura del trabajo” (optar
por el autoempleo antes que por el asistencialismo) de los “sectores
empobrecidos”; así se presenta el mobe desde su surgimiento y a esa
misma población con igual respuesta apunta la ras desde sus acciones
financiadas con los aportes del sector agrobiotecnológico. Estos puntos
de contacto “marco”, por llamarlos de algún modo, son los buscados pro-

restituciones intelectuales, entre las cuales, y en primer lugar, estaba la elaboración del
cuestionado manual de procedimientos para el Programa de Préstamos Solidarios.
4. El mobe sostenía que el abordaje de cada caso era particular o como máximo grupal (por
el grupo de garantía solidaria), por ello un “manual” establecería pasos fijos que se contra-
decían con la flexibilidad de la metodología aplicada exitosamente hasta aquel momento.
Además, las referentes del mobe insistían en lo que denominan la “mística” del proceso de
empoderamiento de una persona, esto es, ciertos imponderables de la experiencia de los
grupos de emprendedores, en los que radicaría la verdadera clave del éxito del programa.
Para ellas, esto hacía el manual claramente irrealizable y, a la vez, inaplicable.
280 María Soledad Córdoba

activamente por la ras para anudar una alianza con una organización
local determinada. De este modo, no se trata de apoyar o sostener solida-
riamente cualquier proyecto sino sólo aquellos que puedan ensamblarse
simbólicamente con los preceptos ideológicos de la ras.
En diciembre de 2010, cuando la nueva directora ejecutiva de la ras
se presentó por primera vez ante el mobe, Elba y María Gracia creyeron
oportuno explicitar la necesidad de un aumento de la “beca” que perci-
bían por el seguimiento de los cuarenta emprendedores del programa de
préstamos de la ras: el monto asignado de 750 pesos5 era insuficiente en
relación con los gastos de teléfono, de combustible o con el tiempo que
requería el acompañamiento de un número semejante de personas, los
resultados del cual podían observarse a partir del altísimo porcentaje de
devolución de los préstamos tomados. La directora ejecutiva respondió
al “reclamo salarial” del mobe poniendo sobre la mesa un conflicto que
venía desplegándose desde hacía meses: dejando a un lado los resultados,
destacó su gran descontento por la escasa o mínima visibilidad de la ras
en San Estanislao y adjudicó el problema a la falta de identificación de
los referentes y emprendedores con la ong financiada por el agro: “¿Cómo
es esto posible si la organización está presente en San Estanislao en las
personas de Elba y María Gracia? Si ellas son la ras en San Estanislao,
su responsabilidad es generar una mayor visibilidad de la institución a
la cual pertenecen”.
A lo largo de su trayectoria, el mobe había realizado un aprendizaje
fundamental que se expresaba en los términos de “solo no podés, solo no
te salvás” (Elba, socia fundadora de obe-Confecciones y presidente del
mobe, entrevista 16 de diciembre de 2010) y se cristalizaba en la partici-
pación en grupos de trabajo, por ejemplo, vecinales, cooperativas, centros
sociales, otras ong, etc., al mismo tiempo que en la búsqueda de contacto
con las instituciones públicas locales (principalmente municipalidades
del departamento) a los fines de drenar fondos, financiar la participa-
ción de los emprendedores en ferias y eventos, obtener reconocimiento
público o llegar a instancias de mayor complejidad burocrática como los
ministerios provinciales o nacionales, por su intermedio.
Desde que comenzaron a gestionar los fondos de la ras, las referentes
del mobe habían sido invitadas a diferentes eventos, momentos de for-
mación y de encuentro, tanto en Buenos Aires, en la regional santafesina
con sede en Rosario, como en San Estanislao. En el bienio 2009-2010, los
talleres de formación organizados por la ras se orientaban fundamental-
mente a un tema: trabajar en red. Esta formación iba acompañando el
“cambio de paradigma” que transitaba la institución, según los términos

5. En ese momento, la cifra prevista para los “animadores” o “promotores” de las herra-
mientas de los ministerios públicos era de 500 pesos.
La ruralidad hiperconectada 281

de su presidente, hacia el potenciamiento de “acciones en red” en detri-


mento de la creación (más engorrosa) de sedes regionales.6 Las instancias
formativas centrales, como el encuentro anual de la ras, contaron con
la presencia de la profesional que pocos años antes había ideado y lan-
zado el pensamiento en red como modelo explicativo totalizante de las
formas de relacionamiento humano, de la mano de un exitoso y mediático
agribusinessman del país. Así, pensar en red, trabajar en red, ampliar
la red, ser un nodo en la red, constituyen declinaciones de este modelo
que se encuentran abundantemente en los discursos e intervenciones
públicos, pero también en las conversaciones y argumentaciones coti-
dianas de cualquiera de los actores de la ras, desde su presidente hasta
los voluntarios, pasando por los miembros de las comisiones directivas
nacionales o regionales.
En realidad, las declinaciones del pensamiento en red impregnan
todo el sector del agro; para citar un ejemplo, Alfredo Kasdorf (El Tejar,
N10 H0, Red Argentina de Bancos de Alimentos) afirma que el objetivo
principal no es tener programas propios sino “identificar en las comu-
nidades en que operamos qué iniciativas podemos acompañar y de esta
forma contribuir a su desarrollo […] Esta decisión de no propio conlleva
no solos, y en este sentido el trabajo en red ha sido un desafío y, a su
vez, una herramienta de crecimiento y aprendizaje” (Kasdorf, 2011: 20;
mi subrayado).
El mobe encontró en esa etiqueta conceptual el modo de expresar
aquella trama relacional que venía construyendo a lo largo de años. El
giro discursivo de los actores resulta evidente: mientras que para las
costureras de los 90 crecer significaba “esfuerzo, constancia, sacrificio y
capacidad de soñar con ese crecimiento”, para las emprendedoras textiles
en 2010 crecer implicaba “ampliar la red” (Sonia, socia fundadora de
Obe-confecciones, entrevista 23 de mayo de 2011). En este sentido, “la
ras es una entidad más, entre muchas otras, con la que el mobe trabaja
en red” (Elba, entrevista 16 de diciembre de 2010). En sus términos, la
ong del agro es una “unidad administradora” de fondos, mientras que
el mobe es una “unidad ejecutora” con respecto a la primera, dado que
aplica esos fondos en proyectos de microemprendimiento. Ciertamente
se trata de una entidad importante, a la que se debe responder como tal,
pero una entidad más al fin:

6. Para mediados de 2010, este cambio de estrategia les había permitido tomar visibilidad
en diez provincias del país en lugar de seis, y en treinta localidades de interior en lugar de
siete, con respecto a la estructura institucional inicial asentada en las sedes regionales.
De manera muy ilustrativa, este viraje estratégico se coronó en 2012 con la modificación
de una parte sustancial del nombre de la ong: de Plan Solidario del Agro pasó a llamarse
Red Agro Solidaria.
282 María Soledad Córdoba

Alianzas del mobe en función de la direccionalidad de los fondos


Ministerio de Desarrollo Social de la Fondos internacionales
Provincia de Santa Fe

Red Nacional de
Subsecretaría de Producción Economía Social ONG española
Municipalidad San Lorenzo (ENES)

Banco Popular de la Buena Fe


(Mininsterio Desarrollo Social Municipalidad de Rosario
de la Nación)
RAS Municipalidad Puerto San Martín

Red 2 Orillas (Entre Ríos y Santa Fe)


Banco Solidario
(Ministerio de Producción de
Asociación Poriajú de la Provincia de Santa Fe)
Capitán Bermúdez

MOBE Emprendedores locales (San Estanislao)


Emprendedores locales fundadores
Trabajadores pescadores de Gaboto
Centro del día Lagarto Juancho de Oliveros Complejo Esperanza de Rosario

Centro Mangrullo de Rosario


Vecinales de San Estanislao
José Hernández Municipalidad de Venado Tuerto
Las Chacras
Bouchard Emprendedores locales

Municipalidad de Chabás

Emprendedores locales

Fuente: elaboración propia (2010-2011).

Ser o no ser de la ras, no es ésta la cuestión. El mobe sostuvo con


firmeza que “la ras pone los fondos pero el mobe está poniendo la experien-
cia de años, la confianza de los prestatarios y la estructura institucional:
lo que estamos haciendo es un trabajo en red” (María Gracia, reunión
de mobe y ras, San Estanislao, 24 de noviembre de 2010). La alianza
no implica un cambio de identidad y ni siquiera una identificación con
la ras. A Elba en el barrio pueden apodarla “San Cayetano” porque es
ella la que “consigue trabajo a todo el mundo”, a María Gracia pueden
dedicarle todas las representaciones teatrales en la fiesta de fin de año
de los emprendedores porque es ella la que escucha sus frustraciones y
se enfrenta a los maridos golpeadores. ¿Qué tiene que ver la ras en todo
esto? Las ras, en cuanto “unidad administradora”, aporta los fondos para
que el trabajo de Elba y María Gracia sea posible, “de otra manera no se
puede” (María Gracia, ídem).
La ruralidad hiperconectada 283

El concepto de trabajo en red, como expresión nominal de un mundo


hiperconectado, es incorporado como el modo en que los actores “deben
entender” las relaciones sociales (y más globalmente, las relaciones hu-
manas) y, en este caso particular, como los términos de la disputa. En este
sentido, si una relación hegemónica puede efectivamente comprobarse
no donde haya ausencia de conflicto ni de reclamos sino donde éstos se
realicen según los términos establecidos por la hegemonía (Grimson,
2011: 46), podemos sostener que el mecanismo de sustitución de los
términos (ya no será un reclamo “salarial” sino una disputa por el sig-
nificado de “trabajo en red”) no ha disuelto el conflicto, pero sí el efecto
de la subordinación en la conciencia de los subalternos.
Hasta aquí hemos presentado un proceso concreto de alianza para
una red del sector agrobiotecnológico argentino. Teniendo en cuenta que
hemos comparado estos procesos con datos recogidos en otros escenarios
etnográficos (tanto en la sede nacional de la ong en Buenos Aires como en
la sede regional del sudoeste chaqueño),7 estamos ahora en condiciones
de realizar algunas observaciones generales sobre las dinámicas de la
construcción de redes en ese sector a modo de conclusión.

Aliados de la gloria: reflexiones sobre el movimiento


de la globalización y la dinámica de construcción
de redes en el sector del agro

Algunos autores (Guérin y Servet, 2005; Servet, 2010; Baumann y


Servet, 2010) han señalado cómo los dispositivos de las microfinanzas
dan cuenta de un proceso de monetarización global que alcanzaría has-
ta los “excluidos del sistema” como expresión de la normalización de
todas las actividades productivas bajo la economía capitalista. El caso
que analizamos puede ser inscripto en esta dinámica: valores como la
solidaridad (grupo de garantía solidaria), la confianza (ser fiable) o la
responsabilidad (cumplir con los compromisos asumidos) fueron resignifi-
cados en función de la capacidad de reembolso de los préstamos de parte
de los actores. En la puesta en juego de estos valores –cuya construcción
remite a lo local– en el proceso generalizado de financiarización de las
relaciones sociales, lo global informa lo local y queda ensamblado a una
trama social reconfigurada y reconfigurante. Por otra parte, si los fondos
donados resultan de beneficios fiscales sobre las ganancias, el nuevo

7. En otro lugar (tesis doctoral en Antropología Social “Redes y asociaciones del sector
agrobiotecnológico argentino: dispositivos y prácticas de legitimación de un modelo socio
productivo y de conocimiento”) abordaremos el análisis comparativo de estos escenarios
de manera detallada.
284 María Soledad Córdoba

“endeudamiento” de los pobres (que antes no podían endeudarse puesto


que no accedían al circuito financiero) se corresponde con el “empobreci-
miento” del Estado y con la pseudoprivatización de la acción pública (la
preocupación por los pobres), delegada en asociaciones y organizaciones
no-gubernamentales, bajo “la creencia de que el interés privado está
habilitado para responder a las necesidades colectivas de la sociedadˮ
(Guérin y Servet, 2005).
En lo que concierne a los actores que hemos observado en este trabajo,
las prácticas solidarias que llevan adelante tanto la ong del sector del
agro como la ong local administradora de microcréditos resultan orga-
nizadas reticularmente, demostrando que han aprehendido e incorpo-
rado las categorías denominativas y la lógica organizacional del sector
productivo que las financia (total o parcialmente). Pero no sólo se trata
de reproducir la lógica mercantil, sino también de inscribir la propia
organización y las propias prácticas según los términos y las lógicas del
capitalismo contemporáneo: en Las Chacras, ese barrio periférico de San
Estanislao, un grupo de costureras devino en “emprendedoras textiles”,
cuya producción se encuentra ensamblada con la actividad y organización
reticular de la ong que ellas mismas crearon (el mobe), a los fines de
drenar financiamiento (fondos “solidarios”), expandirse regionalmente
y construir alianzas con el poder político (local, provincial y nacional)
que brinden una mayor protección al marco institucional creado y, en
definitiva, a la actividad productiva. La jerarquización de emprendedo-
res operada por el mobe para canalizar los microcréditos ofrecidos por
la ras ha ilustrado asimismo que la solidaridad “en la base” (grupos de
garantía solidaria) termina operando como un mecanismo de protección
financiera que redefine las relaciones sociales entre los “aspirantes a
emprendedores” y la ong local.
En este sentido, para los actores del sector del agro, las nociones
como las de “trabajo en red” constituyen tanto los nuevos términos de
percepción de la realidad como del modo en que se estructuran las re-
laciones sociales, por tanto, acceder a esta comprensión es aprehender
el “modo exitoso” en que deben relacionarse. La resignificación de una
noción en el contexto local que analizamos evidencia la traducción al
sentido común de los aparatos conceptuales tributarios al nuevo espí-
ritu del capitalismo (Bolstanki y Chiapello, 2002). Como afirman los
sostenedores del pensamiento en red, el pensar la realidad como red
(pensar un mundo hiperconectado) supone “eliminar las fronteras entre
yo y el otro, entre mi asociación o empresa y otra, entre mi actividad y
el contexto global” (entrevista a experta en pensamiento en red, 19 de
abril de 2012). No sólo esta frontera es ficticia, sino que “no hay manera
de delimitarla” (ídem).
La ruralidad hiperconectada 285

Esta “supresión” de la frontera en el mecanismo de construcción de


redes tiene una consecuencia mayor: la disolución del efecto de subor-
dinación. Los actores conectados son actores no antagónicos, porque
colaboran entre sí en virtud de la lógica win-win; pero además, porque
existe otra dinámica que está interviniendo en el mecanismo de consti-
tución de la alianza: la de la reducción simbólica de uno de los aliados.
Para que esta reducción sea posible, el aliado reducido debe ser a priori
un subordinado –en virtud de su posición en la estructura de clases, de
su accesibilidad a recursos o capital social, o de su manifestada nece-
sidad de “ser capacitado”, etc.–. En otras palabras, el win-win sólo se
verifica entre aliados con igual capacidad de acción, gestión y acceso
a los recursos. Si la operación de reducción “es, precisamente, la ope-
ración por la cual se crean y se estabilizan las conexiones dentro de la
red” (Boltanski y Chiapello, 2002: 218), en este sentido la ras puede
pretender “legítimamente” la identificación de los actores locales con su
institución. La reductibilidad del aliado subordinado es así directamente
proporcional a la estabilidad de la conexión entre aliados: cuanto ma-
yor sea la resistencia a la reducción simbólica del aliado subordinado,
menor la estabilidad de la alianza y mayores serán las probabilidades
de ruptura. En efecto, las acciones de la ras como las de objetivar la
metodología del mobe en un manual de procedimientos, buscar otras
entidades para llevar a cabo el programa y encauzar los fondos, inten-
tar cooptar una “emprendedora modelo” para desplazar a las referentes
locales, etc, constituyen ejemplos de la fragilidad de la conexión entre
las dos asociaciones, así como también de los distintos mecanismos de
reducción simbólica practicados. Por ello, si bien el mobe logra mantener
su posicionamiento en términos de liderazgos y metodologías de trabajo
durante la implementación del Programa de Préstamos Solidarios de la
ras, esto ha significado una disputa continua entre los actores. El caso
analizado demuestra que el modelo de organización y de trabajo en red
–una de cuyas principales premisas es la horizontalidad y la igualdad
de oportunidades a partir de las conexiones que habilita el “estar en
red”– comprende relaciones jerarquizadas donde las asimetrías de poder
quedan evidenciadas por el diferencial de capacidades y potencialidades
para los aliados “conectados”. De esta manera, entendemos que para el
caso estudiado, la solidaridad como práctica deviene en un dispositivo
de ejercicio de poder.
En la dinámica de construcción de redes between y el tejido de las
alianzas que las caracteriza registramos dos momentos, el primero sucede
dentro del sector: se identifica una problemática que se traduce en un
objetivo común (o misión). El segundo momento remite al movimiento
hacia fuera del sector y comprende diferentes pasos:
286 María Soledad Córdoba

1) Presentarse ante un interlocutor clave en el ámbito donde se pretende


instaurar la alianza –en los casos que vimos se trataba de las autori-
dades públicas (poder político local)–, el cual convoca a la sociedad civil
a través de sus colectivos asociativos e institucionales locales (ong,
fundaciones, etc.). En efecto, el Estado es considerado el interlocutor
privilegiado para articular propuestas en un territorio dado.
2) Identificar aquella institución local con la cual se comparte la pro-
blemática y la definición de acciones en pos de un mismo objetivo u
objetivos (definidos en el primer momento).
3) Establecer una modalidad de trabajo en conjunto que suponga una
división (social) de tareas, donde el “trabajo en el campo” queda para
la institución local.
4) Establecer pautas de estandarización de la actividad de la institución
local, de manera que se fijan modalidades de “hacer” organizadas
según los modelos estandarizados (ordenamiento según procedimien-
tos, búsqueda de mayor competitividad y eficiencia en las tareas,
entrenamiento del trabajo y del pensamiento en red, rendiciones de
cuenta, etcétera).
5) Sustituir los liderazgos en el espacio social de intervención, de manera
que el diálogo con los interlocutores locales pueda ser mediado con
mayor agilidad.

En los casos de incorporación de una organización local en la red


de una organización con mayor alcance, disponibilidad y gestión de
recursos, esta última resulta fortalecida, porque asimila a un Otro que
le aporta estabilidad y conocimiento de su territorio, nuevas compe-
tencias y conectividades. Por su parte, la organización local sólo queda
“conectada” y podrá drenar recursos si y sólo si será capaz de asimilar
aquellas normas y estándares que reestructuran sus prácticas, unifor-
mando procesos de trabajo y creando consensos en torno a los métodos.
No obstante, como también se desprende del caso analizado, la conexión
conserva un resto a partir del cual los actores pueden reelaborar, y
eventualmente renegociar, sus propias expectativas sobre la alianza.
En efecto, este trabajo pone en evidencia que el pasaje de las lógicas
globales a los territorios locales implica que las normas y estándares
globalizados deben imprimirse allí donde otras normas y valores han
forjado una determinada trayectoria local y se han sedimentado según
otras lógicas respecto a las globales. En este sentido, para los actores
que se mueven en escenarios globalizados y cuyas prácticas remiten a
lógicas globales, el mayor desafío está representado por la territoriali-
zación local de tales lógicas. Como señalamos anteriormente, la larga
controversia por la realización de un manual de procedimientos que se
La ruralidad hiperconectada 287

extiende entre las dos organizaciones estudiadas durante toda la tra-


yectoria de su alianza –y hasta su disolución en 2012–, es un ejemplo
paradigmático de la dificultad mayor que implica el pasaje de lo global a
local, y en particular la dificultad de construir y mantener la estabilidad
de las redes, no obstante las asimetrías de poder, de conocimiento y de
recursos materiales que existen entre los actores.
Actualmente, las intervenciones de las empresas del sector agrobio-
tecnológico en las comunidades han superado una primera etapa “be-
nevolente”, más ligada a una visión filantrópica, dado que han asumido
la complejidad de los problemas a los que se enfrentan. En este sentido,
se han puesto en diálogo con los actores del sector público (intendentes,
legisladores, ministros, secretarios de comisiones, etc. según los casos)
en vistas de articular su “capacidad productiva” con la escala de recursos
o el alcance de la institución pública. En la Jornada de Responsabilidad
Social Empresaria 2011 organizada por la revista Genoma y la ong So-
lidagro, Daniel Arroyo (Poder Ciudadano), en su ponencia, afirmaba que
la articulación público-privada es necesaria dado que las problemáticas
como la “pobreza estructural”, la “informalidad laboral y la dificultad que
conlleva para acceder al circuito de crédito”, y la “desigualdad de ingresos”
constituirían “una brecha que es necesario disminuir porque representa
una fuente de conflicto”. El caso que presentamos de la alianza exitosa
entre la ras y un Municipio aledaño a San Estanislao que se encuentra
con nuevos pobladores desocupados y excluidos del tejido social local
demuestra cómo la herramienta del microcrédito ha funcionado a partir
de esa articulación, aportando “soluciones” más elaboradas que un simple
comedor o asistencia nutricional o de salud básica a poblaciones “empo-
brecidas”. Así, a través de acciones que generan “desarrollo comunitario”
el sector puede posicionarse frente al Estado como un eficiente “colabo-
rador” para la resolución de problemas que conciernen directamente a
la esfera pública y tener un mayor respaldo a la hora de negociar sus
demandas a los fines de potenciar el crecimiento del sector. La relevan-
cia del Estado para el sector agrobiotecnológico argentino es destacada
también por Víctor Trucco (aapresid, Bioceres, Fundación Darsecuenta)
en un número especial sobre redes de la revista Darsecuenta:

Incorporar el concepto de “redes” implica comprender lo que


está ocurriendo en el campo argentino […] La sd [siembra directa]
constituye una “innovación tecnológica”; las redes una “innovación
organizacional”. La tercera pata de la innovación la constituye la
“innovación institucional” que tiene que ver con los cambios que
tiene que producir el Estado en el marco regulatorio e institucio-
nal, para que los avances tecnológicos y organizacionales logren
sus resultados; aspecto que está relacionado con la propiedad
288 María Soledad Córdoba

intelectual y, además, con la seguridad biológica y nutricional.


(Trucco, 2009: 14)

La construcción de alianzas desde las propuestas y necesidades que


surgen de los territorios locales (barrios, pequeñas localidades rurales,
etc.) no sólo significa un menor esfuerzo en términos de recursos, ideas y
personas necesarias para pensar, implementar y darle continuidad a un
proyecto de impacto social, sino que además funciona como un “depósito
de confianza” que les aporta legitimidad. En otras palabras, a través de
las alianzas establecidas con instituciones locales en un territorio dado,
una empresa no será ya “un cuerpo extraño enclavado en la sociedad,
sino un reflejo creíble y sustentable, a la vez que un agente de cambio
y transformación. Hacia afuera y hacia adentro, se genera una ecología
de recursos humanos con un desarrollo sostenido e inagotable” (Abadi,
2009: 16). Los notables esfuerzos del sector por extender y multiplicar
las conexiones con actores locales, cuando logran efectivamente conso-
lidarse, conllevan un retorno de legitimidad social y de nuevas alianzas
(captación de nuevos clientes, mercados, proveedores, sostenedores, entre
ellos representantes políticos, científicos, etc.) que supera ampliamente
la inversión financiera en proyectos sociales solidarios.
En otras palabras, las dinámicas de construcción de redes between
que hemos analizado en este trabajo evidencian que el proceso de incor-
poración de nociones clave del modelo del agronegocio en las comuni-
dades locales no siempre procede de modo lineal, automático, sino que
se encuentra continuamente desafiado por los significados, los valores
y las prácticas correspondientes a las trayectorias de las comunidades
locales. El proyecto de poder, si bien es permanente, nunca es definitivo,
y la agitación de estas redes puede explicarse por la necesidad de una
permanente reconstrucción de la hegemonía, donde el mercado es aquel
espacio de circulación de los recursos y los bienes, pero no la condición
suficiente del funcionamiento de la economía: para que el mercado funcio-
ne se necesita cohesión social, gestión de conflictos, una “ecología” social
pacificada y uniformada según un determinado modelo de pensamiento.
Finalmente, aquí hallamos la nueva misión de la red de redes extendida,
donde las resistencias locales y la legibilidad de los territorios definen
su mayor desafío “civilizatorio”.
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo
biotecnológico agrario: un enfoque sobre la
Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria

Carla Poth

Durante los últimos treinta años, se llevaron adelante una serie de


transformaciones que significaron la reconfiguración de las relaciones
sociales, económicas y políticas en el globo. La reconfiguración del sistema
mundial de acumulación (basado eminentemente en la financiarización
del capital, la implementación de nuevas estructuras productivas y los
cambios en el consumo) (Bonnet, 2003; Holloway, 2003), las transfor-
maciones en la estructura y funciones del Estado (a partir de la terceri-
zación, privatización y descentralización de servicios públicos, así como
la creación de instituciones internacionales de regulación del comercio
–omc y tratados bilaterales–) (O’Donnell, 1993; Burnham, 1996) y la
preeminencia de una nueva forma de acumulación del capital, basada
en la producción del conocimiento y las nuevas tecnologías (la forma
denominada “capitalismo cognitivo”) (Vercellone, 2005), se dispusieron
como los mecanismos tendientes a desarticular la relación antagónica
entre capital y trabajo, recomponiendo las posibilidades de acumulación,
que habían entrado en crisis a fines de la década del 60.
Como se analizó en el capítulo inicial de este libro, la biotecnología
se constituye en un pilar fundamental de esta lógica, ya que significó la
posibilidad de controlar los organismos vivos desde su génesis, impri-
miéndoles una lógica mercantil. Con la decodificación del genoma de seres
vivos, la biotecnología permitió la manipulación y obtención de semillas y
variedades mejoradas (organismos vegetales genéticamente modificados,
ovgm), y posibilitó la fabricación de especies cultivables resistentes a
insectos, inmunes a virus y tolerantes a herbicidas o plaguicidas (Ber-
covich y Katz, 1990). A través de este mecanismo se complejizaron las
dinámicas intrusivas de seguimiento, manipulación y apropiación puesto
que la biotecnología ha permitido interpretar y rearticular las relaciones
humanas con el ambiente a partir de las necesidades del mercado capi-
[ 289 ]
290 Carla Poth

talista. La naturaleza se ve permanentemente amalgamada a los ritmos


productivos del capital aun en el momento de la génesis de la vida.
En las regiones agrarias, los ovgm fueron parte de un paquete biotec-
nológico que contó con múltiples insumos. En la Argentina, la inserción
de este paquete implicó una serie de transformaciones en las dinámicas de
producción y distribución agrícola global que ampliaron y complejizaron
la cadena agroalimentaria, al tiempo que produjo una serie de rearticu-
laciones y desplazamientos que reconfiguraron la estructura productiva
(para mayor detalle véanse los capítulos de Gras y Hernández; Rosati,
Gras y Sosa, y Córdoba; también Bisang, 2004; Hernández, 2009a).
Hasta la actualidad, encontramos investigaciones que se han centrado
en el proceso de reconfiguración de la cadena agroalimentaria, poniendo
énfasis en la constitución de los agronegocios (Giarracca y Teubal, 2006)
o en la configuración de redes productivas. Y otro grupo de análisis se
centra en el surgimiento de nuevos sujetos sociales. Mientras por un
lado se visualizan los sujetos que permanecieron en el proceso como
productores reconvertidos, nuevos empresarios, o asociados al proceso
(nuevos productores agrarios, gerenciadores, rentistas) (Gras y Bidaseca,
2009; Gras, 2009, Hernández, 2009), por el otro aparecen intentos de
problematizar sobre los sujetos que, excluidos de la actividad, se han
organizado de manera colectiva reclamando diversas reivindicaciones
en el agro (Isla, 2003; Giarracca, 2003; Manildo, 2009; Barbetta, 2009).
Finalmente, una serie de trabajos se centran en las consecuencias de
la implementación de este modelo en la Argentina, tanto en términos
económicos y sociales como ecológicos (Pengue, 2005; Lattuada, 1996;
Giberti, 2003; Gras y Hernández, 2009).
En el marco de este trabajo, entendemos que es fundamental indagar
en las formas que fue adoptando el entramado institucional que originó
y a la vez sustentó este proceso. Mientras que las diversas regulaciones
adoptaron especificidades propias del modelo, al mismo tiempo le im-
primieron un camino específico que lo consolidó de la forma en que es
visto en la actualidad. La mirada sobre este entramado nos permitirá
comprender el rol que las instituciones gubernamentales (y la regula-
ción elaborada) han jugado en la instalación del modelo biotecnológico
agrario en la Argentina.

Las diversas aristas del modelo biotecnológico


agrario: los antecedentes

La biotecnología se inserta en la Argentina desde el camino de la


industria farmacéutica. Si bien en el marco global ya se habían reali-
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 291

zado los primeros experimentos en plantas genéticamente modificadas


(en 1983 se obtiene la primera de estas plantas en Washington), en la
Argentina la investigación farmacéutica se constituye como vanguardia,
consolidando su trabajo desde fines de los 70. Una serie de instancias
internacionales –como las reuniones de Naciones Unidas, realizadas en
1981, el Tratado de Integración y Cooperación y Desarrollo establecido
en el Mercosur en 1986, la conformación de la ops y el Instituto Intera-
mericano de Cooperación para la Agricultura– sirvieron de discusión en
el contexto regional para la inserción de estas problemáticas en nuestro
país. Luego de constituida la primera “área de biotecnología”, la empresa
Sidus, se suscitaron una serie de acuerdos y programas de investigación
con incentivos por parte del Estado.
En 1982 se llevó adelante el Programa Nacional de Biotecnología,
que buscaba desarrollar un centro internacional de ingeniería gené-
tica y biotecnología a los fines de promover el intercambio científico y
transformarse en usina receptora de los descubrimientos biotecnológicos
globales. Si bien este programa no tuvo impacto directo en la expansión
de la investigación biotecnológica aplicada, fue importante para dar los
primeros pasos en proyectos de investigación básica de estas tecnologías
y en la formación de los primeros investigadores en este marco (Aguiar,
2011; Pellegrini, 2011). Cuatro años después, la conformación del Foro
Argentino de Biotecnología ayudó al fortalecimiento de estas redes
científicas a partir de la articulación de empresas, entidades nacionales
e internacionales, facultades y departamentos de universidades nacio-
nales, el inta, la secyt y las comisiones de Ciencia y Tecnología de las
cámaras de Diputados y Senadores del Congreso Nacional. En 1987 se
constituyó el Centro Argentino Brasileño de Biotecnología (cabbio), que
si bien tampoco logró sistematizar el trabajo aplicado en investigación
biotecnológica brindó la posibilidad de capacitar conjuntamente y confi-
gurar redes de socialización científica. En este contexto, comenzaron a
aparecer tibias manifestaciones de que la biotecnología se abría camino.
Laboratorios de diversas universidades y centros de investigación del
país, como el Instituto de Tecnología Biológica del Litoral (1987), el
Instituto de Biología Molecular, posterior Instituto de Biotecnología, en
el marco del inta (1988), y el Instituto de Investigaciones en Ingeniería
Genética y Biología Molecular (ingebi) en 1983, fueron los primeros
pasos en el desarrollo de espacios públicos de investigación y producción
biotecnológica. La formación de recursos humanos especializados en
química, biología, biología molecular, medicina, en las universidades y
centros de investigación públicos reconocidos del país y el uso de infor-
mación acumulada en el marco del sistema científico público (Conicet,
universidades nacionales, hospitales estatales, centros públicos de in-
292 Carla Poth

vestigación) fueron los insumos fundamentales que sentaron los pilares


para el desarrollo de estos espacios de investigación.
Más allá de estas múltiples instancias de investigación, son los
laboratorios del inta y el ingebi los que se abocaron al desarrollo de
la biotecnología vegetal. Los grupos de trabajo precedidos por Esteban
Hopp (inta) y Alejandro Mentaberry (ingebi) se iniciaron en las biotec-
nologías a través del desarrollo de papas. Hacia 1990, sus experimentos
obtenían resultados exitosos cuando, por primera vez, creaban papas
genéticamente modificadas resistentes a enfermedades. Si bien autores
como Pellegrini (2011) argumentan que esta primera etapa pareciera
haberse desarrollado con relativa autonomía del espacio científico, la
conformación de múltiples centros que permitieron la articulación y
constitución de instancias de intercambio entre organismos del Estado,
empresas privadas y laboratorios universitarios (así como las diversas
experiencias de cooperación entre investigación pública y privada)
muestran que el sistema científico, lejos de permanecer aislado, trabajó
en permanente consonancia con los espacios políticos y económicos re-
lacionados con la temática. Aun mas, podríamos pensar que ha sido la
construcción de estos espacios comunes la que fue cimentando las bases
para la conformación de un andamiaje regulatorio donde las instancias
científicas (Pellegrini, 2011) (asociadas exitosamente al proceso de mer-
cantilización del espacio científico nacional argentino iniciado en los 80)1
fueron grandes dinamizadoras.
En 1991 se crea en el ámbito del Estado un grupo denominado “exper-
to” que constituirá la Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria
(Conabia), organismo encargado de la conformación del marco regulatorio
de los organismos genéticamente modificados.

Los comienzos de la Conabia

Esta institución se constituyó en 1991 como organismo de consulta


para la definición y el control de liberación de los ogm. La Comisión
debía generar los pareceres técnicos, a partir de las evaluaciones de
riesgo correspondientes, y sugerir procesos regulatorios pertinentes
para el proceso de liberación de los ovgm para comercialización. Las
definiciones políticas en estas instancias pertenecían al secretario de
Agricultura, que emitía las resoluciones. Su objetivo fundamental fue,
desde sus comienzos, llevar adelante “una adecuada integración entre
el conocimiento científico, el aparato productivo y el marco normativo

1. Para más detalles sobre este proceso, véase Calandra (2009).


Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 293

vigente”, considerando a los materiales genéticos novedosos como “ele-


mentos que mejoran la calidad de vida y de los alimentos” (resolución
124/91). En lo que sigue, reconstruiremos la historia y el funcionamiento
de la Conabia. Para ello nos apoyaremos en el trabajo de campo reali-
zado entre 2009 y 2011, basado en la recopilación y el análisis de las
visiones de sus integrantes y fundadores sobre la tarea de construcción
del marco institucional que llevaron a cabo. Nuestra indagación retoma
asimismo el análisis de un extenso corpus de resoluciones, legislación y
debates legislativos.

Una historia de vacas y semillas:


sobre la necesidad de regular los ovgm

Durante la década de los 90 se multiplicaban en el mundo los espacios


que definían la necesidad de generar marcos legales para la instalación
de la producción con biotecnologías. Estos espacios, como aclaramos con
antelación, estaban compuestos por redes institucionales que vinculaban
las prácticas científicas, económicas y estatales. Esta heterogeneidad
les fijó una impronta específica a los primeros elementos regulatorios,
permitiendo la creación de instancias de certidumbre para la inversión
en investigación y producción de estas nuevas tecnologías.
Los siguientes relatos nos remiten a los momentos fundantes de la
Conabia que nos permiten reconstruir una historia común:

Relato 1:
Pero, bueno, ahí salió, a nivel de la comunidad científica, que
nada de todo lo que se había hecho en Azul era ilegal. No había
ninguna regulación, ninguna ley, nada que prohibiera hacer una
cosa así […] Se contactaron a través de la Secretaría de Agricultura
y dijeron: “Bueno, ¿cómo podemos hacer para que esto sea legal?”.
Legal era que no nos pase como le pasó a la vacuna recombinante de
rabia, en el sentido de que toda la comunidad científica se levantó
en contra de una cosa así. Nosotros no queremos generar este tipo
de reacciones. (Entrevista a H.E.)

Relato 2:
En 1991, una empresa presenta una solicitud para realizar una
siembra de transgénicos acá en la Argentina, que era un transgé-
nico donde la modificación genética había sido hecha en Estados
Unidos. Empiezo a analizar la temática, y ahí hago el comentario
a quien era la presidenta del instituto en ese momento de que era
un tema que le escapaba a lo que era el expertise del inase de aquel
294 Carla Poth

momento y que, a criterio mío, había que conformar una comisión


de expertos para el análisis de eso. (Entrevista a A.P.M.)

H.E. era, a principios de los 90, uno de los pioneros en la investi-


gación en biotecnologías. A fines de los 80, en su laboratorio del inta
su equipo desarrolló la primera semilla transgénica de la Argentina,
correspondiente a una papa resistente a virus. Con fuertes relaciones en
el marco de la academia internacional (por su formación en el exterior
en la temática de las biotecnologías, a principios de la década), y am-
plios vínculos con otros laboratorios nacionales (como el ingebi, donde
Alejandro Mentaberry desarrollaba otro tipo de papa), H.E. fue uno de
los primeros en ser llamados para formar parte de esta comisión. En el
tramo de entrevista que reproducimos, parte de recordar lo sucedido
con un experimento realizado en 1986 en la localidad de Azul, provincia
de Buenos Aires. El Centro Panamericano de Zoonosis de Argentina
(Cepanzo) y el Instituto Wistar de Filadelfia iniciaron un estudio de
campo para probar la efectividad contra la rabia de una vacuna gene-
rada con un virus genéticamente modificado, llamado vaccinia-rabia.
Aun reconociendo la posible toxicidad de este experimento, el mismo se
llevó adelante sin ningún pedido de permisos a autoridades nacionales
o locales. Luego de la denuncia de un investigador argentino del propio
Instituto, una comisión integrada por científicos y técnicos del  coni-
cet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y por
la Secretaría de Salud Pública definió las potenciales amenazas del
experimento, por lo que la Secretaría de Agricultura y Ganadería y el
Ministerio de Salud y Acción Social lo suspendieron de inmediato y re-
solvieron brindar protección sanitaria a las personas involucradas. Este
problema tuvo repercusiones internacionales. Bernard Dixon2 señaló que
durante la First International Conference on the Release of Genetically
Engineered Microorganisms  realizada en Cardiff en 1988, se insistió
en la urgente necesidad de que existiera una regulación internacional
eficiente ya que el “polémico episodio argentino” de Azul era un claro
ejemplo de las “extrañas consecuencias” de la falta de regulaciones o de
la asimetría de la legislación entre diferentes estados (Martínez, 2003).
Según H.E., este hecho que conmocionó a la comunidad científica sentó
las bases para que unos años después las empresas que intentaban usar
semillas genéticamente modificadas requirieran algún tipo de legalidad,
exigieran la creación de un marco regulatorio.
Mientras, si bien el relato de A.P.M no da cuenta del proceso de debate

2. Científico y médico del Reino Unido, editor de New Scientist Magazine y de Medical
Science Research, especialista en alimentos transgénicos e integrante del grupo de tareas
sobre la percepción pública de la biotecnología de la Unión Europea.
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 295

previo a la regulación, se pliega al relato de H.E. al momento de establecer


que la constitución de una comisión de expertos y la necesidad de regular
las semillas transgénicas surge a partir de un pedido de las empresas
productoras de esas semillas. A.P.M., responsable de un cargo de gestión
en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Católica, docente
y actual integrante del inase, era parte del organismo que se encargaba
en ese momento de la evaluación y el registro de semillas. Cuando tuvo
que requerir la liberación de la soja rr (tolerante al herbicida glifosato),
Monsanto acude a este organismo estatal, que se declaró incompetente,
y así empezó el proceso de elaboración de los nuevos marcos institucio-
nales que estas empresas y sus productos requerían para la legalización
de este mercado.
En ambos casos, la constitución del andamiaje institucional apa-
rece como una respuesta a la necesidad de las empresas de legitimar
la experimentación y comercialización de transgénicos. La empresa
Monsanto evitando la posibilidad de generar algún tipo de debate en la
sociedad, o en la comunidad científica, se acerca al Estado para brindar
a su semilla un marco de legalidad que, al mismo tiempo, legitimaría la
construcción de este nuevo mercado. De esta manera, “a las empresas
que propugnan los transgénicos les parecía que había que hacer las cosas
en forma regulada” (H.E.).
El mercado, en estos relatos, aparece como fuerza motora de las in-
novaciones tecnológicas, alimentando la idea de que el Estado sería un
factor complementario al proceso de producción de conocimiento, quien
se encargaría de delimitar los marcos de acción del mercado. A simple
vista la noción de un Estado subsidiario pareciera ser el sustento de la
acción gubernamental.
No es menor remitirse a la situación histórica en que estos relatos
anclan el surgimiento de la comisión. Hablamos de un momento donde
las funciones clásicas de intervención de los Estados nacionales impli-
caron medidas tendientes a modificar el rol que se le asignaba hasta
entonces. La reducción drástica del aparato estatal y la reformulación
de sus tareas en la sociedad, la liberación de las reglas del mercado
y una fuerte impronta administrativa y tecnocrática (que absorbería
las lógicas empresariales de eficiencia y competencia y garantizaría la
seguridad jurídica del capital privado internacional al que se buscaba
captar; Oszlak, 1980) desarticularon los últimos vestigios de las formas
welfare en materia de investigación científico-tecnológica y fortalecieron
la privatización de la producción de conocimiento (consolidando la articu-
lación entre las instancias estatales y privadas y fomentando la concen-
tración de esta producción en grandes empresas) (Lander, 2005; López
Monja, Poth y Perelmuter, 2010; Ho, 2007), al tiempo que instauraba un
296 Carla Poth

sistema productivo focalizado en la agroexportación (que implicaba la


apertura a la importación de insumos y la reconversión de los mecanis-
mos productivos). La reducción del empleo público, la descentralización
de ciertas funciones financieras a las provincias, las privatizaciones, el
decrecimiento del gasto público y los cambios específicos en las unidades
organizativas del Estado sentaron los lineamientos para la constitución
de una nueva forma de relación entre el Estado y el mercado. En líneas
generales, y como lo plantea Mabel Thwaites Rey (1998):

Mirando el proceso de definición e implementación de la po-


lítica pública de ajuste estructural como un todo, se advierte el
grado de entrelazamiento entre la reestructuración estatal y la
dinámica del mercado mundial globalizado. Puede concluirse que
la reforma estatal de los 90 tuvo el sentido de tornar funcionales
las estructuras estatales para las nuevas formas de acumulación
exigidas por la reformulación del capital global.

Sin embargo, y aunque la reconfiguración de las formas estatales fue


efectiva, una serie de relatos presentes en algunos de los integrantes
históricos de la comisión nos exponen ante una mirada donde el Estado,
lejos de perder sus capacidades frente a un mercado dinámico, dispone
de capacidades efectivas para el desarrollo de políticas concretas.

El Estado, motor biotecnológico

Relato 1:
Nosotros a principios de los 90 tratamos de definir una estrate-
gia de crecimiento de la agricultura argentina y eso implicaba una
estrategia de mejora de productividad y de la competitividad […]
Tratamos de hacer todas las cosas necesarias para que la Argentina
fuera un país biotecnológico. Entonces, eso implicó en primer lugar
definir una política de bioseguridad. Y para eso creamos la Conabia
y vimos cuál era el estado del arte en el mundo, qué había que hacer
en materia de regulaciones y más o menos tratamos de hacer un
organismo que tuviera prestigio internacional para asegurarnos de
que lo que se hiciera en la Argentina fuera confiable no sólo para
los argentinos sino para el mundo […] El segundo componente
importante de esa política era el tema de la política de semillas […]
Yo creo que en términos de propiedad intelectual nosotros en el año
90 dimos un marco para que las empresas vinieran a invertir y se
diera todo lo que se dio en la década del 90. El tercer componente
fue la política […] la Argentina en ese momento tenía relativamente
débil todo lo que era la estructura de recursos humanos. Entonces
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 297

nosotros gestionamos un préstamo internacional del bid y del Banco


Mundial para fortalecer el Instituto de Biotecnología del inta […]
Para tratar de disponer de una estructura de recursos humanos que
pudiera administrar bioseguridad. (Entrevista a R.M.)

Relato 2:
La comisión se creó, en realidad, por interés de […] hubo un
grupo de gente, entre ellos gente del inta, como Eduardo Palma, y
gente de otras instituciones que veían la necesidad […] Ya se venía
hablando mucho a fines de los 80 y a comienzos de los 90 del tema
de la regulación de los ogm. Había bastante trabajo del Instituto
Interamericano de Cooperación para la Agricultura en todo lo
que se refiere al desarrollo de normas para los países de América
Latina. (Entrevista a V.C.)

Los relatos de estos otros históricos integrantes parecieran poner


en duda la noción de un Estado que sólo acompaña las iniciativas del
mercado, como mostraban nuestros entrevistados anteriores
R.M. era, en el momento de elaborar las resoluciones de institucio-
nalización de la comisión y aprobación de las primeras regulaciones, el
secretario de Agricultura (cargo que ocupó hasta 1996 y luego volvió a
ocupar durante unos meses en 2001). En ese entonces estaba a cargo
del Ministerio de Economía de la Nación. Ingeniero agrónomo de for-
mación, con maestría en Economía Agraria, y ex director del inta, sus
relaciones con organizaciones del ámbito de la producción agrícola (que
se fortalecieron durante su pasado de técnico consultor en administración
rural y comercio) le permitieron acercarse a esos espacios para confor-
mar un equipo de trabajo que lo asesorara en el armado de este marco
regulatorio. En sus palabras, “el entorno más pequeño con el que tomé
la mayor parte de las decisiones era un grupo técnico, que a su vez, tenía
buenas relaciones con el sistema científico” (R.M.).
Por su parte, V.C. se constituyó en la mano derecha de R.M., partici-
pando como coordinadora de la comisión hasta 2000. También ingeniera
agrónoma, V.C. fue parte de la conexión de R.M. con el ámbito científico,
dada su participación en la Facultad de Agronomía de la Universidad
de Buenos Aires como docente de carrera y su lugar de gestión en la
maestría de Economía Agraria de la misma facultad.
En los relatos de estos activos fundadores, el Estado pareciera adoptar
un rol protagónico en la promoción del modelo biotecnológico. Aquí, las
reconfiguraciones de la estructura de producción agraria aparecen como
parte de un proyecto estatal que utiliza algunos de sus instrumentos,
las políticas públicas, para llevar adelante sus objetivos. El desarrollo
de este andamiaje es lo que impulsa a las empresas del sector a invertir
298 Carla Poth

en la investigación y la elaboración de semillas transgénicas para el


mercado. Con miras a una “estrategia de mejora de la productividad
y de la competitividad” el Estado argentino no tenía dudas de que “la
biotecnología es posiblemente la revolución del siglo xxi para alimentar
al mundo” (R.M.).
Estos múltiples relatos nos abren la perspectiva a diversas preguntas.
¿Cuál fue el lugar que el Estado ocupó, efectivamente, en la configuración
del modelo biotecnológico agrario? ¿Cómo ocupó ese lugar? ¿Qué significó
que las empresas requirieran la “legitimidad” estatal para la instalación
de este modelo? ¿Cómo se constituyó esta legitimidad? ¿Cómo definió el
Estado sus objetivos?
Nos interesa, a partir de estos interrogantes, comenzar a problema-
tizar las formas en que se articulan la ciencia, la política y el mercado,
y cristalizan las complejidades y lógicas en disputa de diversos sujetos
que nos permiten visualizar cómo las nuevas dinámicas de expansión y
dominación del capital global se tradujeron localmente, entendiendo que
el andamiaje estatal y regulatorio creado para la institucionalización de
la producción con semillas genéticamente modificadas (la creación de la
Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria y las regulaciones que
la acompañaron) resulta central en este aspecto.

Larga vida de la Conabia:


las idas y vueltas en la historia del organismo

Para restituir los escenarios que están en el origen de la regulación


es importante visualizar las transformaciones que se fueron dando no
sólo en los marcos institucionales sino en el entramado político social del
modelo biotecnológico agrario. Podemos observar, en este sentido, tres
etapas que van desde la conformación de la Conabia hasta 2010. A con-
tinuación revisaremos las características de estos momentos históricos,
tratando de evaluar las diversas especificidades que los definen.

La primera etapa de la regulación (1991-1997)

Hacia 1991, la Conabia se constituye en el marco de las reformas


enumeradas anteriormente. Para todos los que participaron en esta etapa
iniciática fue necesario empezar a invitar “a todos aquellos que pensá-
ramos que podrían llegar a tener algo que decir sobre el tema” (A.P.M.).
Así, se llamó a miembros del sector público (fundamentalmente,
especialistas en regulación de la Secretaría de Agricultura), científicos
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 299

o gente que trabajaba en empresas y que tenía idea de lo que era el


mejoramiento genético. La propuesta implicaba la posibilidad de no
innovar, lo que significaba mirar aquello que estaban realizando otros
países en materia de regulación en biotecnologías, y tomar y combinar
las diferentes propuestas. De este modo, la regulación argentina surge
como el imbricado producto de conglomerar las legislaciones de Estados
Unidos, Canadá, Europa y México.3
Cuando se conformó la primera comisión, participaban el inta, la
Universidad de Buenos Aires, el Foro Argentino de Biotecnología, la
Asociación de Semilleros Argentinos (asa), dos representantes del sector
pecuario privado, el Conicet, la Dirección Nacional de Producción y Co-
mercialización Agrícola, el Senase, el Senasa y, finalmente, la Dirección
Nacional de Producción Agropecuaria (resolución 124/91).
La articulación entre el sector privado, el sector estatal y el ámbito
científico (composición extraída de la legislación mexicana) permitiría,
según sus propios fundadores, evitar la corrupción y brindar prestigio
internacional a la regulación generada en la Argentina. Esta articu-
lación conformaría un comité de expertos, “lo más científico posible”
(H.E.), encargado de definir los análisis de riesgo requeridos (generar el
andamiaje regulatorio) para la liberación de organismos genéticamente
modificados.
En palabras de quien fuera secretario de Agricultura en 1991 y crea-
dor de la Conabia, la comisión se inició, fundamentalmente, con el apoyo
del sector científico y el sector técnico. No hubo apoyo de las entidades
agropecuarias, que tenían miedo de innovar en términos productivos, ni
de los consumidores. Tampoco las grandes empresas de insumos partici-
paron en el proceso4 y el sector eminentemente científico se abocaba a la
investigación básica. Fueron los técnicos, aquellos especialistas capaces
de articular la investigación con la producción, es decir, personas con
experiencia en la transferencia tecnológica, quienes resultaron centrales
para la toma de decisiones. Nombres como Perla Godoy, Carmen Vicien o
Moisés Buratchik, e incluso organizaciones como aacrea, dieron el gran
envión al proceso. Mientras tanto, “lo que eran las entidades tradicionales
con las que se relaciona el sector, como puede ser la Federación Agraria, o
la Sociedad Rural o Coninagro o cra, no le asignaban mucha importancia

3. A modo de ejemplo, todo lo relativo a la información que se le exige al solicitante respecto


de la semilla fue tomado de la legislación en Canadá.
4. El entrevistado hace referencia a que, incluso, la empresa Monsanto “no influyó nada” en
el proceso de conformación. Dado que efectivamente Monsanto se encontraba requiriendo
la liberación de su semilla de soja rr, podríamos pensar que el entrevistado no lo reconoce
en el proceso dado que su postura es la de acentuar el rol central y autónomo que el Estado
adquiere en la implementación de estas tecnologías como proyecto político.
300 Carla Poth

a la política tecnológica […] no era un tema que les preocupara mucho y


más bien estaban con dudas” (R.M.). Por eso, la mejor medida era evitar
darle a la comisión un carácter “político” que pudiera ser permeable a
lobbies corporativos poco afines al proyecto tecnológico de la Secretaría:
“Estos organismos tienen que ser lo más científicos, entendiendo eso como
lo menos politizado barato” (R.M.).
Para 1992, esta comisión había resuelto las normas básicas de libe-
ración para experimentación (resolución 656). Los principales criterios
del análisis de riesgo para evaluar la liberación al medio, desde ese mo-
mento, fueron las características del organismo y sus modificaciones, las
posibilidades de transferencia a otros organismos, el comportamiento del
ovgm en el ambiente, la herencia, la estabilidad fenotípica y genética, las
posibles alteraciones en el equilibrio de los agroecosistemas, la capacidad
de supervivencia, establecimiento y diseminación, su posible patoge-
nicidad en otros organismos, las características del sitio y el ambiente
donde son liberados, el empleo de condiciones experimentales adecuadas,
el manejo del ogm en su liberación y el potencial para producir efectos
negativos sobre los seres humanos.5
Las evaluaciones de impacto ambiental comenzaron a aplicarse al
producto y no al proceso a través del cual ese producto era obtenido y,
además, su presentación se encontraba a cargo de los entes privados
que buscan la liberación del producto. Los criterios de evaluación de
los ovgm estaban basados en el principio de equivalencia sustancial y
de familiaridad, que suponen una igualdad básica entre los organismos
modificados genéticamente y sus homólogos convencionales.6 Finalmen-
te, uno de los elementos que caracterizan a estos informes es el criterio
de confidencialidad, que permite resguardar la información sin hacer
públicos incluso los debates de la comisión. Las razones que se expo-
nen para esta dinámica de funcionamiento es que en estos formularios
existe información sensible a nivel comercial, por lo que las actas de las
reuniones son de tipo reservado, no públicas. De hecho, “no vemos para
qué hacerlas públicas. Sí se hace público cuando se llega a una resolu-
ción final. Cuando se está en plena discusión, no. Porque fijate que las
discusiones se hacen a nivel de expertos” (A.P.M.).
En 1992 se crean el Programa Nacional Prioritario de Biotecnologías

5. Estos formularios se encuentran en http://64.76.123.202/site/agregado_de_valor/


biotechnology/60-applications/index.php.
6. El principio de “equivalencia sustancial” plantea que “si un alimento procedente de la
nueva biotecnología se puede caracterizar como equivalente a su predecesor convencional,
se puede suponer que no plantea nuevos riesgos y, por lo tanto, es aceptable para consumo”.
Por su parte, el principio de “familiaridad” implica la comparación con cosas parecidas o
que se comportan de modo similar (Minagri, 2012).
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 301

(1992-1996) y el Programa de Biotecnología del Plan Nacional Plurina-


cional de Ciencia y Tecnología que, con financiamiento de la Secretaría
de Ciencia y Tecnología, promovieron proyectos de investigación en el
sector privado. En 1993 se vuelve a discutir sobre la composición de la
comisión. Allí se planteó la participación de organizaciones ecologistas
que representaran a la sociedad civil. Greenpeace fue, según quienes
estuvieron en las discusiones, uno de los considerados para intervenir
en la partida. Pero, “la persona tenía que ser un experto en el tema, en
el sentido de que tenía que tener por lo menos un título universitario y
ser especialista en alguna de las disciplinas que eran importantes en la
Conabia. Y Greenpeace no tenía gente capacitada científicamente como
para poder pasar los estándares que se requerían […] En un principio,
se dijo que podía ser una organización ecologista siempre y cuando
fuera un nivel científico, no político […] Entonces se toma a gente de la
Sociedad de Ecología, pues ellos sí podían proveer gente que tuviera esos
criterios” (H.E.).
La Asociación Argentina de Ecología (asae) agrupa a más de qui-
nientos investigadores, profesores, becarios, profesionales y estudian-
tes de las ciencias ambientales, y reúne la experticia con una marcada
impronta científica. Junto con esta incorporación, ese mismo año se
incluye a la Secretaría de Medio Ambiente en la nómina de espacios
en el debate. Sin embargo, la participación de representantes de este
organismo no se realizará hasta finalizada la gestión de María Julia
Alsogaray (titular por entonces de esa cartera). Esto se debió no sólo
a un enfrentamiento político entre las autoridades de esos organismos
(Felipe Solá se encontraba en la Secretaría de Agricultura) sino también
a que había “un enfrentamiento de los cuerpos técnicos, porque no sólo
había un desplazamiento de competencias de agricultura a ambiente sino
que había una visión totalmente diferente. Una visión productivista de
Agricultura y una visión conservacionista y ambientalista en nuestra
secretaría, en momentos en que el discurso ambiental no estaba ni míni-
mamente instalado” (entrevista a M.C.).7 La incorporación de asae a la
Conabia fue considerada necesaria para los integrantes de la comisión
dado que era fundamental tener a alguien que conociera de malezas y
de relaciones entre especies en el marco de los cultivos. Esta medida,
junto con la introducción de la Secretaría de Medio Ambiente, permitía
dar cuenta de los posibles impactos ambientales de los transgénicos. Sin
embargo, y más allá de los fundamentos esgrimidos, estas disposiciones
presentaron ciertas especificidades. En primer lugar, según uno de los

7. M.C. fue representante de la Secretaría de Medio Ambiente en la Conabia entre 1993


y 1997. Actualmente figura en la nómina de integrantes de la comisión, aunque ya no
participa.
302 Carla Poth

representantes de asae en la Conabia, esta convocatoria a participar


fue sorpresiva puesto que la asociación no tenía los recursos ni los sabe-
res en biotecnologías para formar parte del espacio. Además, la propia
dinámica de la ong, definida por uno de sus representantes como “aso-
ciación virtual”,8 ha llevado a la escasa participación en las reuniones
de la comisión. Otra especificidad radica en que, como plantea G.C.,9 el
carácter ecológico al que se vuelca la Conabia no contempla el ambiente
porque no visualiza afectaciones a cultivos naturales, sino que se centra
en elementos eminentemente agronómicos, asociados a las alteraciones
que los ovgm pudieran generar en otros cultivos comercializables. Un
ejemplo de este criterio de evaluación fue implementado en la resolución
que negó la liberación de la colza resistente al glifosato. Por tolerar el
herbicida y por su capacidad de reproducirse de manera cruzada con
algunas malezas de la soja, la colza podía generar trastornos en el cul-
tivo de la soja resistente al mismo herbicida y dificultar su producción.10
Dada la importancia de este segundo cultivo para el ingreso de divisas,
y la escasa relevancia de la colza, primó la necesidad de resguardar el
cultivo de la soja. Finalmente, un tercer elemento a considerar en esta
incorporación remite a que la participación del organismo ambiental del
Estado resultó efectivamente formal. Sea por su minoridad numérica o
porque la comisión rechazaba las posiciones precautorias en este contexto,
la Secretaría de Medio Ambiente tuvo una participación poco efectiva
en la comisión: “Uno sorprendentemente se encontraba en donde los semi-
lleros eran los que tenían las voz cantante y eran mayoría ahí adentro. Yo,
como representante de la posición ambiental, estaba solo” (M.C.). Todos
estos factores denotan que el trabajo de la comisión fue realizado con
escasa o nula participación de posturas desde la ecología.
En 1994 la Argentina entra al acuerdo de upov 78. Esto, junto a la
modificación de la ley de semillas en 1991, que permite el uso propio
sin comercialización de las semillas, y la modificación de los marcos de

8. La noción de “asociación virtual” es adoptada por el entrevistado que representa a este


espacio en la comisión. Se refiere a la presencia esporádica de asae en la comisión, casi en
un carácter de consultor, supeditado a los escasos recursos y a la debilidad institucional
de la asociación. Al mismo tiempo, refiere a que la asociación sólo cobra existencia en la
edición de una revista (Ecología Austral, de publicación semestral) y en la conformación
de la Reunión Argentina de Ecología, realizada cada dos o cuatro años.
9. G.C. es un ingeniero agrónomo, profesor de la cátedra de Ecología en la Facultad de
Agronomía. Participó en la Conabia como consultor y fue encargado de elaborar el Plan
Estratégico 2005-2015 y el informe publicado por Conicet “Evaluación de la información
científica vinculada al glifosato en su incidencia sobre la salud humana y el ambiente”
en 2009.
10. A este factor se suma la prohibición taxativa que la Unión Europea hizo de cualquier
tipo de colza transgénica.
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 303

propiedad intelectual (como la modificación de las ley de patentes en


1996) construyeron un marco regulatorio de semillas que promovió la
inversión necesaria para la expansión del modelo agrario en la década
del 90. La aprobación de la comercialización y producción de la soja rr
fue el corolario de estas modificaciones dado que sentó precedente en el
uso de la regulación elaborada para realizar los análisis de riesgo sobre
los organismos genéticamente modificados.11
Una constante durante este período para los integrantes de la Conabia
fue la ausencia de debates al interior de la comisión: “En ese momento
nadie pensaba que era una cosa complicada. Podía haber diferencias entre
la concepción del sector privado y el público, pero eran enfoques sobre
el mejoramiento genético En este momento era un tema científico, por lo
que no había grandes debates. Se creía que iba a ser un tema tranquilo”
(V.C.). Esto, se aduce, fue producto de que la comisión tenía un carácter
eminentemente científico, que no resultaba poroso a los intereses de otros
campos de acción ni a los dogmatismos políticos. Ahora bien, ¿por qué
la mirada eminentemente científica de la problemática permitía evitar
debates relativos al tema? ¿De qué manera era esto posible? ¿A qué se
refieren cuando hablan de una mirada “científica” del problema?
Dirá otro de los entrevistados:

Todo depende del circo que querés armar […] Todos los miembros
tienen que hablar el mismo idioma, porque si no no hay sentido.
Una jirafa y un hurón, es complicado. Por ahí un tigre y un león,
no tanto. (Entrevista a F.D.)

La ciencia se muestra como el canal que permite la construcción de un


consenso, la posibilidad de que los debates “no sean tan fuertes” (H.E.).
Algo que no sería plausible si existieran posturas políticas que dogmati-
cen la discusión y polaricen la problemática. Así, la ciencia aparece como
lo común que aglutina las opiniones, y la política como el elemento que
dicotomiza. Pero, ¿de qué hablan cuando hablan de “ciencia”? ¿De qué
cuando lo hacen de “política”?
La ciencia con la que definen el análisis de riesgo no es cualquier
ciencia.  Es aquella cuyo fin práctico aparece fuertemente ligado a la
producción de bienes de valor para el mercado. Es una ciencia cercana
a lo que Funtowicz y Strand (2007) denominan “modelo moderno de le-
gitimación” donde, en apariencia, sólo informa a la política produciendo
conocimiento considerado como objetivo, válido, fiable y completo. Con

11. Recordemos que la falta de patentamiento de la semilla en la Argentina por parte de


la empresa Monsanto y los bajos precios del herbicida RounUp Ready que la acompañaba
ayudaron a la rápida expansión de la producción de soja rr.
304 Carla Poth

estos conocimientos, el político no hace más que ordenar según valores


y aplicar. Así es como impera la noción moderna de racionalidad y la
división del trabajo que permite la separación de la esfera política,
la científica y el mercado. Bajo el “modelo moderno de legitimación”, la
incertidumbre puede ser eliminada, al suponer que la ciencia puede pre-
ver una descripción acabada de los hechos y visualizar previamente los
costos y las soluciones. Es un modelo de ciencia que supone un “experto”,
que no sólo tiene un conocimiento y una experiencia sobre la cuestión,
sino que además cumple con un recorrido histórico que lo hace confluir
en una forma específica de construir conocimiento. “Tiene que tener un
anclaje institucional, saber de análisis de riesgo, y alguna expertise en
algún área. Tienen un conocimiento desde adentro” (V.C.). Tener un cono-
cimiento “desde adentro” implica, en el caso de quienes han compuesto
o componen el organismo, una similar perspectiva epistemológica, un
lugar que los acerca a la gestión pública, y cierta capacidad de moverse
en el ámbito privado. Finalmente, es una ciencia de carácter “aplicado”,
que se encuentra asociada al cambio social y a la necesidad de generar
nuevas tecnologías, relegando la “ciencia básica”, la cual es considerada
atemporalizada.12 Es una ciencia que produce conocimiento de manera
acumulativa, con reglas universales basadas en un método específico
(el análisis empírico-deductivo propio de las ciencias biológicas), que se
sostiene sobre la neutralidad valorativa y la objetividad de sus premi-
sas. Una ciencia en la que se abre un abismo entre quienes se vuelven
“expertos” y quienes no hacen ciencia y desconocen cómo producir ese
conocimiento específico, o quienes, aun haciendo ciencia, no comparten
los principios epistemológicos de la neutralidad y la objetividad (en los
términos planteados), y hacen “ideología”.13
Así, en el marco de esta comisión se constituye un ámbito de defi-
nición política que deja afuera a todo aquel que no comparta el mismo
“lenguaje científico”, entendiendo este lenguaje como una forma común
de definir lo que implica un modelo de desarrollo agrario, con trayecto-
rias profesionales e institucionales compartidas. Esto significa no sólo
generar acuerdos explícitos sobre el funcionamiento y los lineamientos

12. En líneas generales, el planteo de que la ciencia básica coloca a quienes la realizan en
una torre de marfil intenta anteponer una lejanía con la realidad social. La ciencia apli-
cada saltaría esa lejanía y rompería con la separación entre esos espacios para volverse
útil para la sociedad.
13. Éste es el planteo realizado por una representante del inta en la comisión, que grafica
un argumento vislumbrado en muchas de las entrevistas: “Todos tienen derecho a opinar
sobre todo. Pero yo no sé si todos podemos opinar sobre todo […] Si hay tanta gente eva-
luando a nivel científico, si es seguro o no es seguro para el ambiente, para la alimentación,
para la salud, entonces cómo, con qué criterio podría uno opinar si se debe o no sacar al
mercado” (L.D.).
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 305

básicos de trabajo. También implica que la llegada de los integrantes


a este espacio se construye con la creación de capacidades específicas,
referidas a su formación en espacios de investigación donde la necesidad
de buscar financiamiento para su trabajo siempre fue una constante.
Así, se cristalizaba la confluencia con las redes científicas globales,
espacios gubernamentales interesados en la producción biotecnológica,
o con instancias empresariales dispuestas a promover la innovación
biotecnológica. En otros casos, el hecho de haber sido pioneros en estas
tecnologías ayudó a estos especialistas a acceder a puestos de gestión
en espacios públicos donde su confluencia con el sector privado es per-
manente. Además, muchos participan en organismos internacionales y
foros globales, tanto del ámbito público como del privado. De este modo,
el acuerdo político para la liberación de transgénicos se sostiene sobre
la base de un método que, de manera aséptica y mecánica (suscripta
a la lectura de “datos científicamente elaborados”), brinda un principio
de verdad. Los espacios “politizados” como las ong ambientalistas (por
ejemplo, Greenpeace) no tuvieron cabida en esta institución dado el aleja-
miento de estos espacios de aquel lenguaje común sostenido por quienes
la integran. Asimismo, la imposibilidad de “hablar el mismo idioma”
(en palabras de F.D.) generó que aquellos organismos gubernamentales
que tenían una mirada asociada al “desarrollo sostenible” (Secretaría
de Medio Ambiente) o aquellos científicos que planteaban una visión
ampliada del análisis de riesgo (asae) no tuvieran incentivos para la
participación en la comisión.
De esta manera, la comisión pareció configurar (y en este sentido
la regulación fue definida) un ámbito de carácter cerrado que excluyó,
fundamentalmente, a aquellos sectores que no podían encarar esta pro-
blemática desde esa perspectiva científica construida.

El fin de las aguas calmas (1997-2003)

El debate, yo te diría que, en buena medida, se dio en el mundo,


con un eje muy fuerte de debate Europa-Estados Unidos. A partir de
ahí se fue exportando al mundo. Por los motivos que fuera. (V.C.)

Pero el momento pacífico de los transgénicos no duró muchos años.


Los días sin debate habían quedado atrás. En 1996 comienzan las ne-
gociaciones que darían pie a la formación del Protocolo de Cartagena
sobre Bioseguridad (pcb), un acuerdo suplementario de la Convención
de Diversidad Biológica (cdb). Las reuniones que le dieron forma se
extendieron hasta principios de 1999. El 29 de enero de 2000 la Confe-
rencia de las Partes del cdb adoptó el documento definitivo y estableció
306 Carla Poth

el Comité Intergubernamental del Protocolo de Cartagena (iccp, por su


sigla en inglés) encargado de realizar los preparativos básicos para la
primera reunión de las partes del Protocolo, que entró en vigencia en
2003, luego de haber sido ratificado por cincuenta países.
El pcb es el primer tratado que, a nivel global, presenta los elemen-
tos fundamentales que componen el concepto de bioseguridad. A través
de la construcción de este concepto se introdujo, de manera directa, la
presencia del principio científico de precaución, que presupone que ante
la existencia de riesgos potenciales de contaminación que pudieran ge-
nerar los ovgm, aun en el caso de que estos riesgos sean considerados de
escasa envergadura o no puedan ser comprobados, hay que detener su
producción hasta comprobar que no contaminan. El marco de bioseguri-
dad planteado por el pcb se desarrolló considerando los “riesgos físicos
y medioambientales” (uicn, 2004), analizando los posibles impactos en
la producción y la oferta agrícola-alimentaria, el derecho al acceso a los
alimentos, la calidad sanitaria y nutricional, la conservación y el control
de la base genética del sistema agroalimentario.
Argentina fue uno de los países firmantes. Sin embargo, el congreso
nunca ratificó el documento por lo que, si bien la Argentina participa acti-
vamente en sus reuniones, no lo hace a través del voto, sino como país no
parte. En el contexto de estas negociaciones, aunque sólo puede intervenir
con el apoyo de delegaciones “amigas” que presenten las posiciones como
propias, el Estado argentino ha sostenido las posiciones adoptadas por
el Grupo Miami, al que pertenece (junto con Estados Unidos, Canadá,
Australia y Chile), que intenta hacer prevalecer consideraciones comer-
ciales frente a las ambientales y sociales, promoviendo la exclusión de las
normativas del protocolo sobre las commodities y los productos derivados
de ogm, fomentando el no etiquetado, la restricción de la implementa-
ción del documento con estados no partes y la prevalencia de acuerdos
internacionales previos (especialmente tratados comerciales).
Las negociaciones en el pcb y la realización final del documento
cristalizaron una serie de debates que venían cobrando envergadura
respecto del tema. Comenzaba a acentuarse una diferencia concreta y
notoria respecto de lo que se conoció como la “visión norteamericana”
y la “visión europea”. La primera visión plasmaba la posición de países
introducidos a nivel global como exportadores de commodities, basados
en una estructura productiva con un uso intensivo de tecnologías. Las
biotecnologías fueron la estrategia (y así lo plantean sus principales
promotores) para la reducción de costos y el aumento de rindes en la
producción agraria. La visión de la Unión Europea (ue) la de aquel
mercado importador de productos agrícolas, que privilegia el mercado
interno y la diversificación. El lugar ocupado en términos comerciales
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 307

definió concretamente los posicionamientos de ambos bloques en el marco


del Protocolo. Sumado a esto, la problematización del tema por parte de
organismos de consumidores en la ue profundizó las diferencias entre
estas posturas (Campos Motta, 2008), dado que la ue estableció leyes de
etiquetado y fortaleció las regulaciones y los controles para la liberación
de transgénicos.
El punto más álgido de este debate se consolidó cuando en 1998 (y
durante cuatro años) la ue estableció una moratoria de hecho que frenó la
liberación de los ovgm. Con esto se prohibió la comercialización a Europa
de aquellas semillas genéticamente modificadas que no hubieran sido
aprobadas, lo que tuvo una fuerte repercusión en la Argentina. Si bien
el Congreso Nacional se negó a ratificar el Protocolo dado que entendía
que el principio de precaución no era más que un intento por establecer
barreras paraarancelarias a los productos agrícolas transgénicos, los
frenos impuestos por la legislación europea se vieron plasmados en la
consolidación de un tercer momento de evaluación en la liberación de
transgénicos. Hasta entonces las evaluaciones constaban de dos etapas:
una primera instancia de evaluación del ogm y de las condiciones de su
liberación al ambiente, realizada por la Conabia y una segunda evalua-
ción de inocuidad alimentaria, realizada por el Senasa y el Comité Técnico
Asesor en el Uso de ogm, resolución 511. A partir de allí, se incluiría
una tercera evaluación sobre los mercados de exportación, a cargo de
la Dirección de Mercados Agrícolas (dnma) (resolución 328). Con esta
medida se consolidó lo que hasta la actualidad se conoce como “política
espejo”, medida con la que sólo las semillas genéticamente modificadas
aprobadas por los mercados europeos serían liberadas para la comercia-
lización y la producción en el país. Así, esta política puso en la letra lo
que había sido una constante en el proceso de liberación, la permanente
mirada que los organismos públicos ponían en los mercados globales, y la
política agresiva de inserción de la economía argentina como productora
de commodities a nivel internacional.
Ahora bien, éstos no fueron los únicos elementos que empezaron
a colarse en la legislación. El nivel de conflictividad institucional fue
creciendo, en el marco de una coyuntura político-económica nacional
que denotaba una gran inestabilidad y del surgimiento de los primeros
tibios reclamos en el país relativos a la temática de los transgénicos.
Hacia 2001 la crisis económica y política vivida en la Argentina puso
en jaque la totalidad de las instituciones estatales. La relación con el
sector agropecuario era muy compleja, dada la baja en los precios de los
productos agrícolas para la exportación y la inestabilidad de las políticas
internas. “El gobierno de De la Rúa era un gobierno muy difícil […] Mi
idea era cambiar toda la estructura de la secretaría… estaba plantean-
308 Carla Poth

do una estructura muy distinta a la anterior, con un enfoque funcional


distinto, donde íbamos a manejar las políticas por cadenas […] una serie
de oficinas horizontales… una de ellas era la de biotecnología” (R.M.).
En 2001, entonces, se crea la Comisión Nacional Asesora de Políticas en
Biotecnología Agropecuaria (cnapba) (resolución 219), constituida por
representantes de la Conabia, inase, Senasa, inta, dnma, y otros asesores
externos con la función de definir las líneas de política biotecnológica
más amplias. Según M.C., “cuando detectan que la Conabia ya no era
una garantía de libres manos, para hacer lo que realmente se quería,
crean una comisión de política […] a la que le trasladan prácticamente
las decisiones de fondo […] y allí no invitan a la Secretaría de Ambiente
[…] no estaba Medio Ambiente en esas decisiones”.
Esta nueva comisión, antecedente de la Oficina de Biotecnología
creada en 2004, tenía en sus manos, al decir de los participantes de la
Conabia, las decisiones políticas que esta otra comisión nunca había
tomado, por su función eminentemente científica. Ahora bien, M.C. da
cuenta de un movimiento más complejo, que se sitúa en la línea que
venimos trabajando. Lejos de brindar el carácter político que la Cona-
bia no tenía, esta nueva comisión trasladaba definiciones políticas de
un espacio a otro. Y dado que los debates respecto de los transgénicos
se fortalecían y comenzaban a tomar diversas aristas, tanto a nivel
internacional como local, esta nueva comisión adoptaba una mirada
más amplia de la problemática que, a su vez, permitía a la Conabia
continuar implementando el modelo vigente desde la perspectiva
“científica”. Con este movimiento, se intentaba dar nuevas respuestas
a la complejidad de este nuevo período, manteniendo incólumes los
principios científicos que sostenían el funcionamiento de la Conabia.
Esta nueva comisión estará compuesta por los mismos “técnicos” del
Estado que sostuvieron el trabajo de la Conabia (no se incluye a la
Secretaría de Medio Ambiente), quedarían fuera los espacios eminen-
temente científicos (Conicet, universidades, etc.) y representantes del
sector privado. Estos “técnicos” con sus trayectorias especializadas en
la temática14 constituyeron una mirada específica de esta comisión,
que brindó no sólo continuidad al trabajo que históricamente venía
realizando la Conabia, sino también cierta contención para que esta
segunda comisión continuara desarrollándose bajo sus principios de
funcionamiento sin modificaciones.
A los debates que comenzaban a darse en Europa y que se cristalizaban
en las múltiples organizaciones que buscaban presionar en el marco del
pcb se suma una creciente conflictividad en Brasil, donde se intentaba

14. Sobre esta cuestión ya hemos reflexionado antes.


Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 309

liberar la producción de soja transgénica (inserta ilegalmente desde la


Argentina), desde el año 1998. Mientras, varias organizaciones sociales
y ong en la Argentina empiezan a activar debates relativos a las conse-
cuencias que acompañaba la instalación del modelo biotecnológico agra-
rio. A fines de 1999, ya con siete eventos liberados en campo, y con cinco
eventos habilitados para su comercialización, se presentó un proyecto
de ley que intentaba regular los procesos de manipulación genética y, al
mismo tiempo, establecer medidas de etiquetado de productos derivados
de ovgm. La participación de Greenpeace, a través de campañas de de-
nuncia a empresas como Knorr, Pringles, Granja del Sol y Norte o de la
campaña “Transgénicos: exigí saber”, implicó la organización de cursos
de formación y publicidad con información sobre el tema. Un año después
se presentó otro proyecto que establecía la necesidad de una etiqueta
visible y preveía sanciones a las empresas que no cumplieran con este
requisito. Ninguno de los dos proyectos prosperó, dado que primó la pos-
tura gubernamental (luego plasmada en el Plan Estratégico 2005-2015,
en 2004) que planteaba que el etiquetado ponía frenos al libre comercio
de alimentos transgénicos que no presentaban diferencias comprobables
con respecto a los alimentos convencionales.
Durante este período se llevaron adelante una serie de denuncias
contra la sagpya por la presencia de varios escapes de transgénicos, entre
ellos un maíz ilegal (el nk603) repartido por Monsanto. Si bien la sagpya
reconoció la veracidad del dato y se comprometió a identificar y eliminar
esas producciones, nunca brindó datos concretos sobre el destino de ese
evento y un año después se encontró un cargamento argentino en Suiza
con maíz de esta composición, prohibida en Europa. También en 2001 el
municipio de San Carlos de Bariloche emitió una ordenanza municipal
que obligaba a la identificación de alimentos transgénicos a través de
un listado a disposición del consumidor. En paralelo, una serie de mu-
nicipios, como Marcos Sierra, Villa de Merlo y El Bolsón, se declararon
“zonas libres de transgénicos” (Pellegrini, 2011).
Al calor de estos debates surge el Grupo Biotecnología, compuesto por
la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (copal), las
bolsas de cereales de Buenos Aires y Rosario, la Asociación de Cámaras
de Tecnología Agropecuaria (acta), el Foro Argentino de Biotecnología
(fab) y otras trece entidades del ámbito de la biotecnología para el sector
agropecuario. Este espacio no sólo reclama el desarrollo de una política
sistemática para la promoción de las biotecnologías sino que sienta
posicionamientos sobre la cuestión del etiquetado. Al mismo tiempo, se
lanza el programa Por qué Biotecnología, precedido por la Asociación de
Semilleros Argentina (asa), uno de los integrantes de la Conabia, que
intentaba divulgar y promover la formación en la temática a través de
310 Carla Poth

una página de internet, la promoción de seminarios en diversos niveles


educativos y la creación de manuales temáticos (Carullo, 2002).
En el marco de esta creciente conflictividad social surgen dos pro-
puestas legislativas para la regulación de las biotecnologías. La primera,
propuesta por Pedro Salvatori,15 basada en el principio de precaución,
buscaba modificar el órgano de aplicación brindándole mayor injerencia
a la participación de la Secretaría de Medio Ambiente. La segunda, pre-
sentada por el legislador Alberto Briozzo16 en conjunto con la Secretaría
de Agricultura, proponía transformar en ley el proceso regulatorio y la
estructura organizativa vigentes. La primera propuesta fue rápidamen-
te desestimada porque “esto le correspondía a Agricultura, porque los
eventos eran eventos agrícolas” (B.A.). La segunda fue sistemáticamente
frenada por el activismo de Greenpeace con otras organizaciones como
el Grupo de Reflexión Rural y otros intelectuales. Ambos proyectos
mostraban dos lógicas diferenciadas, que ya aparecían en instancias
anteriores17 en ambos organismos estatales: una mirada “productivista”,
asociada al carácter agronómico de la Secretaría de Agricultura, y una
“conservacionista” del ambiente, asociada al principio de precaución,
propia de la Secretaría de Medio Ambiente.
Ahora bien, ¿cómo visualizan los integrantes de esta comisión este
creciente movimiento en la sociedad? En términos de la conflictividad
local, la postura de los entrevistados tiene más o menos los mismos
lineamientos:

En la Argentina nunca hubo un movimiento demasiado fuerte


de las organizaciones de la sociedad civil tratando de ir contra los
transgénicos porque hay una opinión masiva de que la Argentina ha
ganado hasta hoy y ha tenido muchos beneficios con eso. (R.M.)

Esta invisibilización de opiniones diferentes en el marco local con-


trasta con la visualización de un conflicto a nivel global en el que lo que
se ve atacado es el proyecto productivo del país. Por esto, las posturas
plantean que “lo que hay que ver en los países es en qué medida les interesa
el ambiente, pero en qué medida tienen otras cuestiones que tienen que ver

15. Pedro Salvatori fue senador nacional por el Movimiento Popular Neuquino durante
2001, año en que realizó la presentación del proyecto de ley marco regulatorio de la Bio-
tecnología Moderna (2.024).
16. Fue diputado del Partido Justicialista, y presentó un segundo proyecto de ley que de-
nominó “Régimen de Biotecnología y Bioseguridad Agropecuaria” el mismo año que Pedro
Salvatori.
17. Ya en el momento de las negociaciones a nivel internacional, mientras la Secretaría de
Medio Ambiente adscribía a las negociaciones en el Protocolo de Cartagena sobre Biosegu-
ridad, la Secretaría de Agricultura priorizaba la Organización Mundial de Comercio.
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 311

con la producción” (V.C.), ya que “muchos países utilizan el principio de


precaución como una forma de prohibición o de barrera para comerciar”
(H.E.). Esta caracterización por parte de los integrantes de la Conabia
se plasmó en políticas concretas que definieron el comportamiento de la
comisión durante esta etapa. Por un lado, creó el tercer momento de la
evaluación de ovgm relativo al análisis comercial de los mercados inter-
nacionales. De esta manera, plasmó en la regulación un proyecto agrario
orientado hacia la exportación y sujeto a los vaivenes de este mercado.
La política espejo significó, en este período en que el principal comprador
de commodities frenaba la aprobación de ovgm, que durante seis años
la Argentina sólo aprobara dos eventos de los cientos que habían sido
presentados para evaluación. En esta operación, la comisión cristalizó
en su regulación un tipo de “principio precautorio” que se sustentaba
en la necesidad de avanzar en la política comercial. Con estos cambios
regulatorios se hace evidente que el principal freno para la liberación de
los ovgm era el mercado internacional (la posibilidad de ser exportados)
por sobre sus especificidades o consecuencias a nivel local o nacional.
Mientras, la comisión parece, en una primera instancia, abroquelarse
ante los conflictos y debates locales emergentes. Como primeras medidas,
a nivel local, “cada vez que había una objeción ideológica tratamos de
operar inmediatamente en lo que uno puede llamar visibilidad, o una
estrategia de llegar a los medios para evitar que ocurriera lo que pasó en
Europa y lo que pasó en alguna medida en Brasil” (R.M.). Operar sobre
las objeciones ideológicas significó, en este caso, operar sobre cualquier
objeción al tema a través del acallamiento (como sucedió con la ordenanza
para el etiquetado en Bariloche que fue rápidamente frenada a través de
una medida judicial). Esto era necesario porque, según los integrantes
de esta comisión, sólo por desconocimiento o por ideología se podía estar
en contra de las biotecnologías. En este sentido, “tenés los que hacen
contra a todo esto que son grupos radicalizados ambientalistas que, por
cuestiones ideológicas, a veces ponen un freno a un determinado producto
que puede llegar a ser bueno” (entrevista a H.P.).18
En este marco, además, algunos integrantes de la comisión y quienes
asesoraron en el proceso legislativo plantean que muchos políticos pre-
ferían no tratar los proyectos de ley de bioseguridad:19 “Muchos políticos

18. Se trata de un investigador de la Universidad de Rosario, ingeniero agrónomo, que


representa el área de investigación de la comisión.
19. Si bien los integrantes de esta comisión fueron cambiando a lo largo del tiempo,
queremos resaltar dos tendencias muy marcadas. La primera refiere a que muchos de
los históricos integrantes de la comisión continuaron participando en instancias de la
misma (sean la Oficina de Biotecnología, como asesores, en el proceso de discusión de los
proyectos de ley o en la reestructuración de la regulación en el tema). La segunda es que
312 Carla Poth

prefieren que no se trate, a que haya un debate en el cual pueda ser peor
la consecuencia que el beneficio que pueda conllevar tener una ley […]
de repente puede salir una ley que diga: «Prohibimos los transgénicos»,
porque vos viste lo que pasó con el glifosato” (H.E.). Someter el tema a
una discusión política en el Congreso podía implicar abrir el juego a una
serie de sujetos sociales que hasta el momento no habían tenido injerencia
en la configuración del marco regulatorio, corriendo el riesgo de dificultar
el camino ya adoptado y “consensuado” respecto del tema. Sin embargo,
este abroquelamiento mostraba en sí mismo la injerencia creciente de
un debate que comenzaba a hacerse presente en la sociedad argentina.
Con el tratamiento de varios proyectos de ley sobre bioseguridad o sobre
etiquetado, se hacía evidente el carácter contradictorio que presentaba
la legislación. Porque mientras, por un lado, las leyes buscaban dar
forma específica al proceso productivo, brindando seguridad a la po-
lítica agraria, por el otro implicaba dar cabida a la problematización
social del tema, generando incertidumbre sobre los resultados finales.
Al mismo tiempo, la constitución de foros de formación-información en
biotecnología (cuyos integrantes estaban íntimamente imbricados a los
integrantes de la Conabia) mostraba la necesidad de crear consenso y
confrontar (en simultáneo) las posibles voces divergentes al modelo. Por
último, la creación de una instancia política por fuera de la comisión
(la cnapba) significaba los primeros pasos hacia lo que luego sería una
mirada política, ya no como una confrontación entre opciones que se di-
rimen bajo una lógica diferente de la del campo científico sino más bien
como una perspectiva ampliada que implicaba observar la regulación
de las semillas transgénicas desde una mirada integral del modelo que
incorpore cuestiones hasta el momento no visibilizadas (agroquímicos,
tierras, etcétera).
A pesar de estos esbozos iniciales, durante este período la “política”,
para la comisión, continúa apareciendo como un juego de suma cero, en
el que se crean dos polos que se repelen, uno a favor y otro en contra de
las semillas transgénicas. La permanencia del discurso experto, en los
términos previamente analizados, continuó evitando las miradas “poli-
tizadas” de aquellos que podían tener alguna opinión asociada al orde-
namiento territorial, al cuidado del medio ambiente o a la información
al consumidor. Así, el proyecto económico agrario vigente continuaba su
curso. Al mismo tiempo, acallar esas miradas requería también quitarles
legitimidad. De este modo, si bien se reconoce el derecho de todos a opinar,
no todos pueden hablar de todos los temas. “Yo no voy a ser ingeniero
aeronáutico antes de subirme a un avión. Lo que me importa es que el

los cambios en sus integrantes no significaron modificaciones considerables en su línea


de trabajo de la misma.
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 313

experto me diga si esto es seguro o no es seguro” (L.D.). En este contexto,


el discurso científico aparece nuevamente en escena dado que continúa
operando como un filtro para la delimitación de los debates sobre la
problemática de las biotecnologías, aun cuando la perspectiva de otros
sujetos empezaba a hacerse presente como elemento importante en la
cuestión.20 En el próximo apartado observaremos las formas en que el
marco institucional da cuenta de este proceso de mayor conflictividad,
y cómo se cristalizan estos elementos históricos concretos durante la
siguiente etapa.

La tercera etapa de la Conabia (2003-2010):


“Aprender de la experiencia”

Esta tercera etapa de la Conabia se encuentra fuertemente mar-


cada por los procesos definidos en apartados anteriores. Aprender de
la experiencia implicó, para quienes componen este espacio, leer ese
momento de conflictividad y establecer nuevas estrategias de trabajo
que vehiculizarán la continuidad del proyecto político agrario instituido.
Estas estrategias no sólo tendieron a la reconfiguración en el andamiaje
específico de los ovgm, sino la generación de un “proceso de apertura”
de la institución y sus políticas. Ahora bien, es necesario definir las
especificidades de este “proceso de apertura” para comprender qué sig-
nificó llevar adelante una renovación y un aprendizaje de los marcos de
institucionalidad en lo que a transgénicos respecta.

La creación de un proyecto integral

A partir de 2003 se inicia un proceso de reconstitución de las institu-


ciones estatales. La normalización del proceso eleccionario y una serie de
reconfiguraciones políticas llevadas adelante por el presidente entrante,
Néstor Kirchner, brindaron los primeros atisbos de recomposición ins-
titucional. Con una impronta discursiva de carácter nacional y popular,
y con una retórica inclusiva de los sectores populares en el entramado
político, el nuevo gobierno parecía hacerse eco de los reclamos y las
movilizaciones que habían puesto en jaque la dominación económica

20. El lugar que ocupan la política y la ciencia se hace muy presente también en el conflicto
de la moratoria de facto de la ue, en el cual mientras los integrantes de la comisión acusan
a la ue de usar el “principio precautorio” como barrera paraarancelaria, el Estado argen-
tino presentó una denuncia a la ue frente a la omc, esgrimiendo la falta de argumentos
científicos para parar la entrada de estas semillas (Campos Motta, 2008).
314 Carla Poth

y política del capital, durante 2001 y 2002, y que habían tenido como
resultado decenas de muertos y secuelas institucionales.
Éste es el clima de época que comenzaba a permear a la Conabia.
De la misma manera que el nuevo gobierno no desconocía las revueltas
populares recientes, la comisión no podía desconocer las necesidades de
recomponer las instituciones de un modelo productivo agrario que no es-
taba ajeno a críticas, desde finales de la década del 90.21 Al mismo tiempo,
los propios integrantes de la comisión marcan que para ese momento, el
proyecto biotecnológico tenía que trascender las instancias regulatorias
vigentes. Para instalar una estrategia de desarrollo no alcanzaba con
liberar semillas genéticamente modificadas. Era necesario configurar
una política de investigación, de divulgación y de inversión concreta en
el campo. Así es como en 2003 “Campos [ex secretario de Agricultura]
le hizo dos o tres cambios cosméticos y les puso su nombre” (R.M.) a las
normas de liberación de ovgm, se redefinió la estructura del inase y,
fundamentalmente, se instauró el proyecto de indear, primer propuesta
coparticipada entre empresas privadas (Bioceres sa y Biocidus ag)22 y
el estado (Conicet) para la instalación de un laboratorio de investiga-
ción biotecnológica. El indear, finalmente abierto en 2010, implicó una
experiencia de cooperación en la que los recursos humanos formados en
los espacios públicos comenzaron a trabajar con la inversión en capital
físico de la empresa Biosidus.23 Los proyectos de indear se orientan en
forma prioritaria a dar respuesta a necesidades concretas de la cadena
de valor agroindustrial organizada, por lo que este laboratorio, situado
en la ciudad de Rosario, resultó un precedente en esta nueva etapa de
articulación entre el Estado y las empresas en este tipo de investigaciones
y una política más agresiva de participación estatal en la producción de
valor en el agro.
Para 2004, lo que aparecía como tibios avances en el temase siste-
matizó en lo que fue denominado Plan Estratégico 2005-2015 para el
Desarrollo de la Biotecnología Agropecuaria. Elaborado por la recien-
temente creada Oficina de Biotecnología, en este programa, además
de dar cuenta de la importancia que estas tecnologías tuvieron en los
cambios de la producción agropecuaria en Argentina durante los años 90,

21. Recordemos el surgimiento del mml, movimientos campesinos, tractorazo de colonos


misioneros, etcétera.
22. Posteriormente, Biosidus vende su paquete accionario y Bioceres queda como el prin-
cipal promotor del proyecto.
23. Es interesante observar que esta experiencia no tuvo ningún tipo de oposición en tér-
minos científicos. Como nombramos en los primeros apartados, la relación entre el Estado,
las empresas y los científicos, en lo que respecta a esta temática, ya había configurado un
terreno fértil para estas dinámicas de trabajo desde mediados de los 80.
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 315

se establecieron puntos estratégicos fundamentales para el desarrollo


de políticas:

• A partir de los principios de que la principal preocupación de la po-


blación argentina es la alimentación sana y suficiente, de que hay
una amplia aceptación de la producción de transgénicos,24 de que
las campañas por el etiquetado podrían “confundir al consumidor” y
que de prosperar el etiquetado disminuiría la competitividad de las
pymes, el programa establecía la necesidad de crear una campaña
de información “adecuada”.
• Procuraba establecer mecanismos de regulación de la biodiversi-
dad.
• Planteaba que “una de las principales amenazas que soporta la in-
dustria de alimentos, por causa de la utilización de la biotecnologías,
es el etiquetado de los productos”, mientras la bolsa blanca25 es otro
de los problemas a resolver al respecto.
• Establecía la necesidad de generar políticas que trascendieran la mera
recepción de permisos o licencias para la transferencia de tecnología
de corporaciones transnacionales.
• Sentaba las bases para profundizar los marcos de patentamiento y
propiedad intelectual.

Si bien el programa no cumplimentó las fechas establecidas ni avanzó


sistemáticamente en muchos de los tópicos, cristalizó la necesidad de
abordar la problemática de los transgénicos desde el momento mismo
de su elaboración y estableció los lineamientos comunes de una política
gubernamental de desarrollo biotecnológico. Junto con esto, la creación de
la Oficina de Biotecnología significó “la explicitación desde la perspectiva
del Estado y de las políticas públicas de que el tema de la biotecnología es
más abarcativo que el análisis de riesgo y las regulaciones de bioseguri-
dad, especialmente en un país agroexportador como la Argentina” (Trigo,
2011). En el contexto de esta estrategia se lleva adelante la aprobación
de la Ley del Desarrollo y Producción de la Biotecnología Moderna, en
2007, con el fin de establecer toda una serie de mecanismos de exención
de impuestos a aquellas empresas que decidieran llevar adelante in-
versiones en investigación biotecnológica, creando al mismo tiempo un

24. Información atendida en base a la realización de la Encuesta Nacional sobre Percepción


Pública de la Ciencia en 2004.
25. Si bien la ley de semillas vigente prohibía la comercialización de éstas, no impedía
la reproducción para el uso propio. Por esta razón, muchos productores reproducían las
semillas y las vendían más baratas en una especie de mercado negro, denominado “bolsa
blanca”.
316 Carla Poth

fondo de estímulos al sector. De la misma manera, se elevó a Ministerio


la Secretaría de Agricultura, se colocó a su cargo a Julián Domínguez y
se estableció la biotecnología como una de las líneas básicas de investi-
gación del nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología, en manos de Lino
Barañao. El carácter central que adquirió la creación de ambas carteras
mostró la perspectiva adoptada por el gobierno de la entonces flamante
presidenta Cristina Fernández, que buscaba plantear una política más
directa en lo que respecta a la temática. En este sentido, lo que se percibe
en esta etapa no es sólo la apuesta a un modelo de producción agraria
que, para esa instancia, significaba la entrada de un número espectacular
de divisas a las arcas del Estado, sino también la permanente creación de
un discurso que establecía la defensa de éste, embanderándose tras los
principios de la creación de empleo, la integración de la cadena produc-
tiva (en el marco de un agro ahora industrializado), la incorporación de
valor agregado a través de la producción de conocimiento en el sector26
y el ingreso de recursos para el desarrollo de políticas sociales.
En esta tercera etapa la propuesta es, abiertamente, formar e incorpo-
rar capacidad científica al desarrollo de biotecnologías. Si hasta entonces
eran las empresas las únicas que conocían la totalidad del proceso de
evaluación de ovgm, la necesidad de aprovechar las capacidades técnicas
se hacía acuciante:

Tenemos tantas capacidades en la Argentina en materia biotec-


nológica, y hay todo un desarrollo, hay que darle un empujoncito
para que eso llegue a destino. Porque si no es una frustración para
el investigador. Y, finalmente, es un mal uso de fondos para la
institución estar investigando en algo que jamás se va a plasmar
en un producto. (L.D.)

Esto implicó asignar mayor financiamiento, jerarquizar y expandir


los programas de investigación respectivos, teniendo “un reconocimiento
al sector” (P.H.). Con esto, desde la política gubernamental se intentó
responder concretamente a los reclamos del sector científico que pedía
que se fomentara la investigación nacional, generando un corrimiento
hacia políticas activas de desarrollo de estas investigaciones e invitando,
más explícitamente, a que la ciencia produzca conocimiento aplicado
para la industria nacional.

26. Estos dos elementos parecieran romper con la división que se establecía entre la his-
tórica defensa del sector agroexportador y el desarrollo industrial, dado que ahora el agro
integra una cadena de producción industrial de mayor complejidad, donde la producción
de conocimiento (como eslabón fundamental) incorporaría valor a las mercancías.
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 317

Los límites del proyecto

Sin embargo, este período no presenta imágenes de una panacea bio-


tecnológica. Lejos de resolverse, los conflictos que se perciben ya desde
fines de la década del 90 parecieron profundizarse desde diversas aristas.
En términos regionales, la aprobación en Brasil de la Ley de Bioseguridad
en 2005 implicó un fuerte batacazo para la regulación argentina. En la
mitad de tiempo, ese país había autorizado, para producción y comercia-
lización, más semillas transgénicas que la Argentina, desplazándola en
superficie cultivada con transgénicos a un tercer lugar. Esta competencia
feroz fue permanentemente percibida como un problema que sólo podría
resolverse con la flexibilización de los tiempos y marcos regulatorios, con
la profundización de las relaciones entre el sector privado y el público27
y con la generación de leyes de semillas más estrictas en términos de
patentamiento.
La respuesta fue, entonces, la presión para agilizar la regulación. Y
la posibilidad de haber acumulado conocimientos simplificaba la tarea:
“Hasta este momento cuáles de los riesgos que pensábamos que eran
riesgos hace veinte años ahora no lo son”; además, “tenemos que pedir
cosas razonables, digamos que no sean imposibles desde el punto de vis-
ta económico” (H.E.). El resultado fue que a partir de 2010 se inició un
proceso de negociaciones para la reformulación de las regulaciones que
culminó en 2012, con la aprobación de nuevos formularios e instancias
de medición del riesgo.
Mientras, la conflictividad local fue en ascenso. La permanente presión
de los movimientos sociales por el crecimiento de casos de enfermedades
en regiones rururbanas, generadas por el uso del herbicida glifosato
asociado a la soja transgénica, comenzó teniendo tibias respuestas ins-
titucionales a partir de 2008. Ese año, Andrés Carrasco, investigador
del Conicet, hizo públicos los resultados de su investigación en la que
asociaba directamente malformaciones y problemas de reproducción al
contacto directo con este herbicida. Mientras la investigación fue de gran
utilidad para quienes venían luchando en este marco, ya que despertó
importantes debates en la comunidad académica, los integrantes de la
Conabia –e incluso el ministro de Ciencia y Tecnología– salieron a des-
mentir y poner en duda el carácter científico de estas investigaciones. En
2009 se creó una comisión nacional de investigación sobre agroquímicos
en el ámbito del Conicet, el que emitió un documento denominado “Eva-
luación de la información científica vinculada al glifosato en su incidencia
sobre la salud humana y el ambiente”, que transformaba en discurso

27. Los entrevistados toman el caso de Embrapa como modelo de esta relación.
318 Carla Poth

oficial los argumentos de la comisión.28 A partir de estos hechos, el tema


cobró nivel público y muchas autoridades locales, en varias provincias,
respondieron frenando el empleo de glifosato, estableciendo distancias
de aislamiento de las fumigaciones y revisando las leyes provinciales de
agroquímicos.29 Sin embargo, la respuesta por parte de quienes integra-
ban el proyecto gubernamental (y de los defensores del modelo) tendió a
“separar el paquete biotecnológico”, desconociendo la alianza intrínseca
entre las semillas transgénicas y los herbicidas o plaguicidas, y definiendo
la necesidad de generar “buenas prácticas agrícolas”, lo cual asignaba
las responsabilidades a los productores.
Frente a estas cuestiones, el tema que continuaba pendiente para
quienes integran la Conabia era la “responsabilidad institucional de
llevar tranquilidad” (H.P.) al público. Finalmente, el enfrentamiento por
el aumento de retenciones a las exportaciones de la soja en 2008 mostró
otras aristas del conflictivo campo (Astarita, 2011; Giarracca y Teubal,
2006). Por un lado, se percibió la complejidad de sujetos con los que el
gobierno debía sentarse a negociar. Así, si hasta entonces las negocia-
ciones en torno al modelo biotecnológico se venían llevando adelante
en el marco de lo “científico”, ya no se podían desconocer los intereses
corporativos que, aunque se mostraran unificados en la Mesa de Enlace,
tenían sus especificidades. Por el otro, el conflicto agrario mostró nue-
vamente la multiplicidad de respuestas que requería la problemática.
Ya no alcanzaba con la regulación de las semillas transgénicas o con el
desarrollo de la investigación biotecnológica, también era necesario dar
respuestas a la cuestión del ordenamiento territorial, el trabajo rural, la
problemática del arrendamiento o la cuestión de la propiedad intelectual
en semillas.
Estos tres hitos, a los que podría sumarse el conflicto en la omc con
Monsanto por las regalías de la soja, ponen en evidencia el carácter
dinámico de la construcción de institucionalidad del modelo en esta úl-
tima etapa. En este contexto, la Conabia pareciera perder centralidad,
dado que se configura toda una red de leyes y autoridades de aplicación
que descentralizan las decisiones sobre el modelo biotecnológico de pro-
ducción. Desde el Conicet y el Ministerio de Ciencia y Tecnología hasta
el Ministerio de Salud y otras secretarías del flamante Ministerio de
Agricultura empiezan a trabajar de manera descentralizada (y no ne-

28. En esta instancia, los argumentos para negar la legitimidad de las investigaciones
de Carrasco referían a su carácter politizado, poco científico y a que los resultados fueron
buscados.
29. El Poder Judicial fue fundamental en las respuestas institucionales, al punto de que
durante 2012 se llevó adelante el primer juicio por el tema en Córdoba y se declaró culpables
a los responsables de fumigar los campos de soja del barrio Ituzaingó Anexo.
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 319

cesariamente en un sentido armónico) intentando brindar respuestas a


las múltiples aristas del modelo que los espacios sociales comenzaron a
criticar. Mientras, la imposibilidad de problematizar la cuestión de los
transgénicos de manera directa dio vía libre a la comisión para continuar
funcionando sin grandes conflictos. Incluso la creación de la Oficina de
Biotecnología pareció fortalecer la idea de que la Conabia se centra en
la producción de “material científico”, delegando la decisión política en
otros espacios.
A diferencia de etapas anteriores, el desarrollo de un “proceso de
apertura” se presenta como una singularidad. Sin embargo, se pueden
vislumbrar algunas cuestiones comunes que son centrales en la constitu-
ción de la regulación y el funcionamiento de la Conabia. A continuación
elaboraremos algunas ideas generales sobre estos elementos comunes
que, lejos de cerrarse en conclusiones, disparan ciertos interrogantes
sobre la actualidad y el futuro de la institucionalidad de este modelo.

Reflexiones finales

Aunque a simple vista los propios entrevistados plantean la conti-


nuidad de las políticas respecto de la temática, a lo largo de este trabajo
hemos podido dar cuenta de diversas etapas en las que el dinámico pro-
ceso socioeconómico tuvo correlatos y movimientos en la construcción
del andamiaje institucional.
En la primera etapa de nuestro análisis aunque la participación del
Estado no fue sistemática, resultó fundamental en el armado de las redes
de articulación entre los espacios científicos, las dinámicas de gestión y
las corporaciones. Si bien en estas instancias las reglas del juego y las
prioridades políticas no estaban determinadas, el Estado fue un impor-
tante factor de recursos (primordialmente de investigadores) y estuvo
abierto a los espacios de la ciencia internacional para la absorción de las
nuevas invenciones biotecnológicas. Éste es, quizá, uno de los elementos
que explica la rápida inserción del modelo en nuestro país. Si no percibié-
ramos la apertura política a estas innovaciones en el ámbito científico y
la predisposición a la reconfiguración del mercado, la explicación de por
qué se creó tan tempranamente un andamiaje institucional con estas
características nos quedaría trunca. Y también nos resultaría extraña la
constitución de un organismo tan importante para este modelo como
la Conabia. Porque, en este sentido, no parecería fortuito que el espa-
cio se haya compuesto de “expertos” que exigieron fundamentaciones
científicas y basaron la construcción de las regulaciones estatales en un
discurso que terminaba excluyendo otros elementos políticos. Las redes
320 Carla Poth

constituidas en períodos anteriores con el ámbito científico y el mercado


fueron el insumo fundamental para darle organicidad a este espacio.30
Ahora bien, una vez armado el tablero de juego comenzaron los juga-
dores. Establecidos los parámetros y con el modelo en pleno funciona-
miento, las diversas dinámicas pusieron en escena a nuevos sujetos y sus
intereses. Tanto a nivel global como en el ámbito nacional se sucedieron
cimbronazos sociales que empezaron a poner en duda la sustentabilidad
del modelo biotecnológico agrario. Movimientos ambientales, movimien-
tos campesinos, movimientos de consumidores, entidades agrarias,
científicos. Aunque la envergadura de estos debates fue variada, en todos
los casos implicaron una reconfiguración de las formas institucionales,
lo que en el lenguaje de nuestros entrevistados significó “aprender de la
experiencia”. Lo cierto es que en esta instancia las reglas de juego debían
responder a la multiplicación de nuevas voces que tenían algo que decir
sobre el modelo y sus implicancias sociales, económicas y políticas.
Los primeros intentos de cambio, finalmente frustrados (como el caso
de los proyectos de ley de bioseguridad o de etiquetado), mostraron que
la respuesta a estos debates (que presentaban la problemática desde
múltiples aristas) debía ser integral. Así, en la tercera etapa, el Estado
se dispone a “hacer más política” (P.H.). Desde 2003, el nuevo gobierno
avanza en un proyecto de profundización del modelo biotecnológico
agrario, definiendo una política científica, fomentando el desarrollo de
espacios de investigación biotecnológicos para el mercado (en coopera-
ción con el sector privado), buscando nuevos mercados que permitieran
abandonar la política espejo y formulando políticas que significaran un
“proceso de apertura”. Este “proceso de apertura” puede pensarse como
la incorporación de la cuestión biotecnológica a un proyecto integral que
incluye a otros sujetos sociales y nuevas problemáticas que requieren de
un proceso de intervención estatal. Sin embargo, los nuevos sujetos que
se incorporan y las formas en que se interviene tienen ciertas especifi-
cidades, es decir, no todos los jugadores ocupan el mismo lugar en este
nuevo tablero. Porque la avanzada de la política estatal en el intento por
plantear una política integral para el modelo significó el fortalecimiento
de un mercado concentrado que continúa apuntando a la inserción global
para la exportación de commodities y sigue alimentando una cadena
que tiene como mayores beneficiados a las grandes corporaciones (na-
cionales y transnacionales). En este corrimiento, el Estado fortalece su
relación con el mercado en tanto profundiza la apuesta a producir para

30. Ya planteamos con anterioridad que, además, en esta etapa de valorización del capital
la producción del conocimiento se volvió central en la generación de ganancia. En este sen-
tido, en otros artículos procuraremos desarrollar las formas en que la ciencia y el mercado
reconstituyeron su articulación a partir de la constitución del capitalismo cognitivo.
Reconstruyendo la institucionalidad del modelo biotecnológico 321

el mercado vigente generando avance biotecnológico nacional. Así, el


desarrollo de biotecnología nacional responde a requerimientos de un
“nuevo proyecto político” donde la articulación entre Estado, ciencia y
mercado se muestra con mayor nitidez.
Ahora bien, resulta peculiar que a pesar de estas idas y venidas, la
percepción de quienes han integrado o participan de este organismo sea
la de que “en los últimos veinte años ha seguido prácticamente sin ningún
cambio” (R.M.). ¿Qué es lo que alimenta esta sensación? Retomando los
elementos del proceso analizado, denotamos que entonces el Estado fue
uno de los factores fundantes en la constitución del modelo biotecnológico
agrario. Desde el primer momento articuló redes, cristalizó las reglas de
juego requeridas para el funcionamiento del mercado y buscó espacios
de construcción de legitimidad, generando un discurso que apelaba al rico
pasado agroexportador, a la presente posibilidad del derrame económico
y a la noción de un futuro de abundancia gracias a la “revolución de
las biotecnologías”. La ciencia se incorpora en la Conabia configurando
estas reglas de juego, legitimando el modelo, produciendo consensos. Y
esto se genera dado que no es cualquier forma de hacer ciencia la que se
inserta en este espacio. Como planteamos en instancias anteriores, los
científicos que producen política poseen trayectorias y sentidos comu-
nes de cuál es el proyecto político biotecnológico a implementar y cómo
activarlo. Los principios fundantes de la ciencia positivista (neutralidad
científica y objetividad) se constituyen en los baluartes fundamentales
para la exclusión de todo aquel que no comparte ese proyecto político,
o esas trayectorias. Y esto fue y es una constante en el armado de esta
institucionalidad.
La configuración de un proyecto político donde la ciencia produce
para el mercado y se generan de mecanismos regulatorios que protegen
la información pública a los fines de promover el patentamiento y la
consecuente apropiación del conocimiento son algunos de los elementos
que nos llevan a poner en cuestión la perspectiva de la existencia de un
campo científico, uno político y uno económico como relativamente au-
tónomos. La propia figura del “técnico” (que mira la producción agraria,
que es regulador y tiene una pata en el ámbito científico) nos permite
empezar a poner en jaque esa idea de autonomía.
La intención de este artículo fue empezar a problematizar, planteando
con más preguntas que respuestas, las especificidades con las que los
campos de la política, la ciencia y el mercado se cristalizan en la etapa
actual de dominación del capital en el agro. La lupa sobre la Conabia
y el modelo biotecnológico agrario nos ha ayudado a mirar desde una
perspectiva crítica aquellas ideas que presentan al Estado y al mercado
como dos lógicas externalizadas (con el consecuente planteo de que una
322 Carla Poth

avanzada del mercado en los 90 implicó el retraimiento del Estado, al


mismo tiempo que el mercado sólo puede ser controlado a partir de una
avanzada en las funciones estatales). En este sentido, el Estado siempre
se ha hecho presente en la instalación del modelo de producción agra-
rio, aunque de diferentes maneras, resignificando y reconfigurando los
conflictos. Al mismo tiempo, la mirada sobre este objeto nos permite
ver la forma en que la ciencia hace política. Porque lejos de creer en los
planteos del “modelo moderno de legitimación” de la ciencia (Funtowicz
y Strand, 2007), la Conabia muestra a los científicos haciendo política y
pensando en el mercado.
La representación de los sectores
dominantes del agro en debate*
La Sociedad Rural Argentina

Marcelo Panero**

Introducción

Este artículo tiene como objetivo hacer un aporte al conocimiento


sobre los cambios ocurridos en el ámbito de representación de intereses
de las fracciones dominantes del agro argentino en el último cuarto de
siglo. Con mayor detalle, se atenderá a lo acontecido en ese período con
la entidad gremial que, históricamente, ha estado identificada con los
intereses de esta fracción sectorial, la Sociedad Rural Argentina (en
adelante sra).
En el transcurso de los últimos treinta años en la Argentina se pro-
dujeron transformaciones económicas y políticas de relevancia. Hacia la
década del 90 se emprendió una reforma de la estructura estatal, con
la implementación de políticas de apertura comercial y financiera, des-
regulación de las actividades económicas, descentralización de funciones
y privatizaciones de empresas públicas. Como ya fue analizado en capí-
tulos anteriores, estos cambios impactaron en los modos de organización
y gestión de la producción, trastocando el escenario del agro argentino
y la composición y las características de los diferentes sectores que lo
conforman. Sus fracciones dominantes no fueron ajenas a lo ocurrido.

* Este artículo es parte de una investigación más amplia, que tiene por objetivo ser la tesis
del autor en el doctorado en Ciencia Política de la unsam. Ésta posee un alcance más vasto,
pues procura responder al interrogante acerca de quién/es representa/n actualmente los
intereses de la fracción predominante del agro argentino.
** Se agradece a Carla Gras, Valeria Serafinoff y Carlos Acuña por las lecturas y comen-
tarios a este texto. Igualmente, se los exime de responsabilidad por lo aquí escrito.
[ 323 ]
324 Marcelo Panero

Con anterioridad a estos cambios, en 1983 se había restablecido el


régimen político democrático, lo que modificó los canales de mediación
entre intereses económicos y sociales, y el ámbito de toma de decisio-
nes, el Estado. A partir de entonces vuelven a coexistir dos lógicas de
representación política: la electoral-partidaria1 y la funcional-sectorial o
corporativa.2 El conjunto de transformaciones mencionadas modificaron
los tres ámbitos que conforman el esquema de representación de intereses
sectoriales del agro: 1) la base socioproductiva; 2) el Estado, en tanto
destinatario de las demandas y/o propuestas de los actores sociales, y 3)
el universo de las instituciones representativas. En este punto es donde
se inscribe el objetivo de este trabajo: indagar acerca del modo como se
conforma el ámbito representativo de los intereses de las fracciones do-
minantes del sector agropecuario argentino en la actualidad, prestando
especial atención a lo ocurrido con la sra.
En tal sentido, se hipotetiza, en primer lugar, que se ha producido
una pérdida de centralidad de sra en tanto entidad que poseía la pre-
eminencia representativa de tal fracción. Ello puede observarse, por un
lado, en el desacople que se verifica entre las acciones y los discursos de
la sra y los intereses de la fracción dominante del agro que se erige a
partir de la aparición de la soja transgénica. Por otro, en la pervivencia
en tales acciones y discursos de una lógica de representación de perfil
gremial, que ve disminuida su eficacia en momentos en que se verifica
una disminución de la capacidad estatal en el establecimiento de políti-
cas macroeconómicas, ámbito privilegiado del accionar gremial. Ambos
procesos abrieron la puerta a una pluralización del número de entidades
que intentan ejercer esa representación y de las lógicas representativas3
puestas en juego. Así, coexisten actualmente entidades gremiales de
carácter “técnico”, de nueva y vieja filiación, con instancias representa-
tivas por cadena de producto, cada una de ellas poseedora de recursos,
trayectorias, y lógicas representativas diferentes.

1. En este caso, los actores sociales centrales son los votantes, los intereses a representar
son los de ciudadanos individuales y los de regiones (estados o provincias) y la expresión
política se canaliza por medio de partidos políticos.
2. Aquí, los actores relevantes son grupos sociales, dotados de algún tipo de recurso di-
ferencial respecto del resto de la sociedad (capital económico, capacidad de movilización,
armas, etc.), cuyo objetivo es conservar o incrementar el poderío y la posición social que
les otorga la posesión de tales recursos.
3. Por lógica representativa se hace referencia a los modos de accionar que implementan, al
tipo de vinculación que entablan con el Estado, con otros actores y con sus representados,
al ámbito de política pública sobre el cual intentan incidir, a las estrategias de legitimación
a las que apelan, etcétera.
La representación de los sectores dominantes del agro en debate 325

El objetivo se abordará a partir del análisis del accionar político4 de


la sra durante el período 1996-2008.5 El mismo ha sido relevado del
material institucional,6 de periódicos7 y de entrevistas a dirigentes de
la entidad y a informantes clave. Para su tratamiento, tales acciones
han sido agrupadas sobre la base de ciertos “núcleos problemáticos”.8 El
abordaje se completará con una revisión de la información institucional
y de algunos trabajos académicos sobre las nuevas entidades que buscan
hacerse un lugar en el universo representativo agropecuario. Puesto que
en este trabajo la atención principal está centrada en la sra, no se hará
un examen minucioso de ellas, y sólo se intentará mostrar su emergen-
cia, conformación y la diferente lógica representativa que esgrimen, a
los fines de contraponerla a la de sra.
El capítulo comienza por una mirada retrospectiva, historizando
la conformación de las fracciones dominantes del agro y el modo como
representaron sus intereses. Luego, se hará un recorrido por distintas
interpretaciones que han intentado dar cuenta de lo que estaría suce-
diendo actualmente con esta representación. Finalmente, el análisis del
accionar político de la sra, sus interacciones con otros actores y con el
Estado, puesto en perspectiva en relación con las otras entidades, dará
elementos para cotejar las hipótesis esgrimidas aquí, y extraer algunas
reflexiones acerca de las implicancias sobre la representación de intereses
de la elite agropecuaria en la actualidad.

4. Se entiende por accionar político a las actividades llevadas a cabo por la entidad ten-
dientes a incidir sobre las decisiones del poder político (sea ante funcionarios de gobierno,
legisladores, miembros de partidos políticos, etc.) o sobre otros actores sociales.
5. La elección de tales fechas obedece a que, por un lado, en 1996 se liberó comercialmente
la venta de las primeras semillas transgénicas, hecho que tuvo un impacto significativo en
el esquema productivo del sector agropecuario. La fecha de finalización tiene que ver con
la concreción de un conflicto entre las entidades representativas del sector agropecuario
(encabezadas por sra, cra, faa y Coninagro, que articularon su accionar en la denominada
Mesa de Enlace) con el gobierno nacional, una vez que este último intentó imponer un ré-
gimen de derechos de exportación móviles a cuatro cultivos (soja, maíz, girasol y trigo).
6. Los documentos institucionales relevados son los suplementos de la revista Anales. En
ellos se consignan todas las actividades llevadas a cabo por los miembros de la entidad
(comisión directiva, diferentes comisiones especializadas, socios, etc.), como reuniones,
viajes, eventos, celebraciones, publicaciones, etc. Asimismo, se toman en consideración
los discursos inaugurales de la Exposición Rural de Palermo y el discurso de balance de
fin de año.
7. Relevamiento del diario La Nación entre 1997 y 2008. Fue realizado por un equipo de
investigación de la Universidad Nacional de Villa María del que he sido parte. Agradezco
aquí a Paula de Büren, Matilde Ambort, Noelia García, Gisela Arce y Andrés Cerón.
8. Un núcleo problemático sería aquella temática que merece consideración por parte
de la entidad y moviliza un accionar (cualquiera sea su naturaleza: apoyo, colaboración,
rechazo, protesta, etcétera).
326 Marcelo Panero

Una mirada retrospectiva

Hacia mediados del siglo xix la Argentina se incorpora a la división


internacional del trabajo y se especializa en la producción y exporta-
ción de bienes primarios, en paralelo a la aceleración del proceso de
industrialización en los países centrales. Esto convirtió la producción
agropecuaria en la actividad más significativa de la economía local, la
región pampeana en el territorio de mayor relevancia, al tiempo que
permitió la emergencia de una rica y poderosa clase terrateniente,9 que
se constituyó en la fracción predominante de la burguesía local. Además,
este sector gozó de gran prestigio social y de una influencia política casi
indisputada hasta las primeras décadas del siglo xx. Su expresión la
encarnó Sociedad Rural Argentina,10 “centro de confluencia de la elite
económica, política y social del país” (Heredia, 2003: 81).
Hacia 1912 se producen dos hechos de relevancia. Por un lado, se san-
ciona la ley Sáenz Peña, que consagró el voto secreto a toda la población
masculina. Si bien los gobiernos electos bajo la nueva ley no apuntaron
a la modificación de la estructura socioeconómica, la ampliación de la
participación política que trajo aparejada generó que la elite rural pam-
peana se viera ante “un régimen político menos permeable a la presión
de las grandes fortunas y más propenso a escuchar y fallar a favor de los
sectores subalternos” (Hora, 2005: 72). Por el otro, se produjo un conflicto
entre los terratenientes pampeanos y pequeños chacareros arrendata-
rios del cual surgió la Federación Agraria Argentina (faa) como entidad
representativa de los últimos.
En sintonía con la profunda crisis ocurrida en los países capita-
listas centrales desde fines de la década del 20, localmente el modelo
agroexportador comenzó a exhibir signos de agotamiento, y se abrió
un proceso de industrialización local de la producción que dio inicio al
modelo de desarrollo conocido como “industrialización por sustitución
de importaciones” (isi). Hasta 1945, se caracterizó por la utilización de
la base industrial preexistente,11 lo que permitió mantener casi inalte-

9. En la principal región productiva del país, la provincia de Buenos Aires, reunía a no


más de trescientas familias propietarias de extensiones superiores a las 100.000 hectá-
reas, con un ingreso neto anual que oscilaba entre 10 y 30 millones de pesos papel de
aquella época. “Para tener una idea del valor de esta cifra, basta aclarar que era similar
al presupuesto anual de cinco ministerios nacionales juntos en el año 1915” (Pucciarelli
y Castellani, 1998).
10. Entidad fundada el 10 de julio de 1866. Para un análisis exhaustivo de la entidad,
véase Mirta Palomino (1988).
11. Lo que fue definido como un “crecimiento industrial sin revolución industrial” (Murmis
y Portantiero, 2004), que llevó a que se desarrollara, principalmente, la industria liviana,
productora de bienes de consumo.
La representación de los sectores dominantes del agro en debate 327

rada la estructura productiva y agraria tradicional. Este nuevo modelo


estuvo sustentado en una alianza política que agrupaba a buena parte
de los grandes ganaderos,12 los “invernadores”13 que habían conquista-
do la conducción de la sra en 1927, y ciertos sectores industriales, los
frigoríficos entre los más importantes, que se vieron beneficiados de las
políticas regulatorias y proteccionistas del Estado. Otra fracción de los
ganaderos, los “criadores”,14 al verse perjudicados por estas políticas se
opusieron tenazmente, y de ese enfrentamiento,15 a principios de los 30,
surgió carbap.16 La aparición de esta entidad, sumada a la existente
faa, indicaba que el otrora monopolio representativo del sector rural
ostentado por sra se iba reduciendo al de los más grandes propietarios
pampeanos.
La relación entre la sra y el Estado hasta la llegada del peronismo
al poder fue muy estrecha pues gozaba de una amplia participación en
él. Entre 1910 y 1943 cinco de los nueve presidentes fueron hombres
pertenecientes a sra, al igual que cerca del 40% (39 de 93) de las desig-
naciones ministeriales, con mayor incidencia en el área de ganadería y
agricultura, donde logró colocar a doce de sus catorce titulares. Asimismo,
durante este período, aproximadamente el 15% de todas las bancas del
Congreso fueron ocupadas por miembros de la sra.17
Finalizada la Segunda Guerra Mundial se planteó abiertamente la
disyuntiva entre retornar al viejo sistema agroexportador o fortalecer
la isi. La opción fue por esta última, que en la Argentina encontró su
expresión en el peronismo. En la etapa de profundización de este modelo
que, con matices, transcurrió entre 1945 y 1976, “el vector de dinamismo
y cambio técnico radicó en la industria (y unos pocos servicios), mientras
que la producción agropecuaria redujo su rol al de proveedor de alimentos
baratos y generador de saldos comerciales positivos” (Bisang, Anlló y

12. La producción y comercialización de carne eran las principales actividades productivas.


“La historia de la industria de la carne… es la historia de la Argentina” (Smith, 1986).
13. Productores que adquieren el animal con un peso aproximado de 150-200 kilos y lo
engordan hasta que alcanza el peso suficiente para ser faenado (puede oscilar entre 350-450
kilos). Para lograr este cometido se requieren pasturas de calidad, por lo cual generalmente
ocupan tierras de buena aptitud productiva.
14. Son aquellos que se encargan del cuidado y la alimentación del animal hasta que alcance
los 150-200 kilos. Luego es vendido a los invernadores. Suelen desarrollar su actividad en
tierras de menor calidad que éstos.
15. Para más detalles del mismo, véase Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero (2004),
Jorge Sábato (1991).
16. Hoy parte de Confederaciones Rurales Argentinas (cra).
17. Señala Smith (1986) que otro 15% de los legisladores tenían apellidos que aparecían
en las listas de la sra y que con toda probabilidad estaban relacionados familiarmente
con miembros de la institución.
328 Marcelo Panero

Campi, 2008: 165). Esto configuró una matriz económica cuya dinámica
adquirió un carácter cíclico,18 detrás del cual emergían dos proyectos en
disputa. El agroexportador, defendido por la burguesía pampeana, que
procuraba la especialización productiva en función de las ventajas compa-
rativas del país, un tipo de cambio elevado que favoreciera las exportacio-
nes y disminuyera los costos internos, y el incremento del saldo exportable
(que debido a que los principales productos de exportación argentinos
eran bienes-salario se traducía en la reducción de la demanda interna).
El deterioro en las condiciones de vida de buena parte de la población que
estas medidas implicaban generaba una fuerte oposición en los sectores
obreros y en las “fracciones débiles de la burguesía urbana” (O’Donnell,
1977), que procuraban un modelo centrado en el mercado interno. Para
su concreción, se requerían salarios elevados que incrementaran el con-
sumo local (lo que conllevaba la disminución de los saldos exportables y
el aumento de las importaciones), aranceles externos que protegieran la
producción nacional y distintos mecanismos de promoción estatal que la
incentivaran. Su límite lo encontraba al tornarse deficitaria la balanza
de pagos. El equilibrio de poder de ambos sectores conllevó la dificultad
de no poder avanzar más allá de vetarse mutuamente,19 situación a la
que contribuyó también la estrategia seguida por la gran burguesía ur-
bana, que oscilaba circunstancialmente a favor de uno u otro, siempre
“jugando a ganador” (ídem). Esta fidelidad ocasional cerró la posibili-
dad de un maridaje permanente entre las fracciones más importantes
de la burguesía, y, con ello, la concreción de un proyecto de desarrollo
económico y un modo de dominación política sustentable y estable en el
tiempo. De este modo, a partir de la profundización de la isi, la fracción
dominante del agro perdió su condición de sector dirigente del conjunto
de la sociedad, ante la imposibilidad de realizar sus intereses postulan-
do un proyecto político que lograra la adhesión subordinada del resto
de la sociedad (Sidicaro, 1982). No obstante, conservaba un importante
grado de poder, que le permitió concentrarse en acciones orientadas a
mantener ciertos beneficios sectoriales, invalidando el accionar de grupos
rivales y del Estado que se propusieran atacarlos, y montándose en las
sucesivas crisis de balanza de pagos para lograr mejorar su posición y
participación en el ingreso.
Internamente, los intereses de los grandes terratenientes pampeanos
continuaron siendo expresados por la sra, aunque la hegemonía sobre la
totalidad del sector rural, que habían ejercido durante la etapa agroex-
portadora, había quedado en el pasado. A la faa, representante de los

18. Mayores detalles en Acuña (1995b) y O’Donnell (1977).


19. Lo que Portantiero (1973) definió como un “empate hegemónico”.
La representación de los sectores dominantes del agro en debate 329

pequeños productores, y carbap, como expresión de un sector ganadero,


se sumó en 1956 Coninagro, en representación del movimiento coope-
rativo. En ocasiones, la defensa de tales intereses implicó la unidad del
sector rural, identificado en el colectivo común de “el campo”, pero en
otras llevó a los grandes terratenientes a constituir alianzas con otras
las organizaciones vinculadas al capital local y/o multinacional, sin
consideración de sus pares sectoriales.20
Finalmente, la aparición del peronismo en la vida política modificó
la otrora estrecha relación entre la sra y el Estado nacional. Entre 1946
y 1955, cuando este partido ocupó el gobierno, la sra no fue excluida
totalmente del acceso a cargos gubernamentales,21 pero su relación con
el gobierno fue de mayor distancia, pues se replegó a ejercer ciertas
“demandas puntuales y reclamos que no pusieran explícitamente en
cuestión al régimen político” o “hacia medidas conspirativas de carácter
no público” (Acuña, 1995b: 235). Luego de 1955, su presencia en el estado
volvió a ser más asidua.22
Con el golpe militar de 1976 se inició un nuevo período en la vida
económica y política en la Argentina que pretendió dejar atrás la etapa
signada por el modelo isi. En sintonía con un proceso mundial de rees-
tructuración capitalista, donde comenzó un creciente predominio de es-
trategias de valorización de colocaciones financieras en detrimento de las
inversiones productivas, internamente el gobierno militar la emprendió
con una serie de transformaciones que modificaron la intervención del Es-
tado en la economía: reforma del sistema financiero, apertura comercial
y financiera, modificación en las pautas del régimen cambiario, acompa-
ñado de una elevación de la tasa de interés interna destinada a promover
el ingreso de capitales internacionales (Basualdo, 2011; Canitrot, 1983;
Abramovich y Vázquez, 2012; Forcinito y Tolón Estarelles, 2009, entre
otros). A diferencia del capital productivo, que posee un arraigo territorial,
el capital financiero se caracteriza por su falta de corporeidad y extrema
volatilidad, lo que sumado a las políticas desregulatorias y aperturistas
promovidas internamente desembocó en una disminución considerable
de la capacidad estatal de controlar las variables centrales de la econo-

20. En 1958 sra integró la Acción Coordinadora de las Instituciones Empresarias Libres
(aciel), junto a la uia, la Cámara Argentina de Comercio y otras. En 1975, se conformó la
Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (apege) entre las mismas
entidades (Acuña, 1995b).
21. Dos de los tres Ministros de Agricultura del peronismo pertenecieron a sra y el tercero
se asoció a la entidad luego de jurar su cargo (Palomino, 1988: 72)
22. Entre 1955 y 1976, 81 miembros de sra fueron parte de alguno de los gobiernos de turno,
en calidad de ministros, secretarios, subsecretarios, responsables de empresas nacionales,
cargos en provincia de Buenos Aires y en bancos oficiales (Palomino, 1988: 75).
330 Marcelo Panero

mía. Además, el creciente ingreso de capitales elevó significativamente


el monto de la deuda externa argentina,23 lo que permitió la aparición
de un actor clave para el futuro: los acreedores internacionales. Desde
ese momento, el sector financiero se erigió en el termómetro que guió
la rentabilidad de la economía argentina24 y, consiguientemente, las
decisiones de inversión, en paralelo a una disminución del peso de la
actividad industrial y un mantenimiento del correspondiente al sector
primario. La representación sectorial del agro en general y de su fracción
dominante no sufrió modificaciones significativas, al tiempo que sra
continuó teniendo un acceso fluido al Estado.25
El 30 de octubre de 1983 se realizaron elecciones generales que pusie-
ron fin a más de cincuenta años de interrupciones al orden constitucional
en la Argentina.26 Si bien en lo económico el gobierno alfonsinista, 1983-
1989,27 no logró resolver las principales problemáticas heredadas de la
dictadura,28 en el aspecto político el triunfo de la Unión Cívica Radical en
las presidenciales implicó un “cambio en el significado de la democracia
para los grupos y organizaciones empresarias” (Acuña, 1995b: 245). En
el ámbito agropecuario, las cuatro entidades tradicionales (sra, cra,
faa y Coninagro) continuaron siendo las interlocutoras ante el Estado,
manteniendo la sra su rol de expresión de las fracciones dominantes
del sector. Sin embargo, la modificación del régimen político promovió
cierta recomposición de las dirigencias. En el caso de sra, se eligió como

23. Que pasa de aproximadamente 8.000 millones de dólares en 1976 a 45.000 en 1983.
24. Eduardo Basualdo y Enrique Arceo (2009) señalan que, a partir de la reforma financiera
de 1977, las decisiones de inversión de la producción pampeana comenzaron a regirse por
los cálculos de tres rentabilidades: la agrícola, la ganadera y la financiera.
25. Entre 1976 y 1983, trece funcionarios fueron socios de sra. Esto sin considerar que
José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía durante buena parte de la dictadura,
era nieto de uno de los fundadores de la entidad.
26. Desde la sanción de la Constitución en 1853 en la Argentina nunca hubo un período
continuado de casi treinta años de vigencia de un régimen político democrático con plena
participación, como el que se inició en 1983. Hasta 1916 existió una democracia acotada
a los sectores acomodados, que se amplió significativamente desde 1912, pero donde aún
estaba excluida de la vida política la totalidad de las mujeres. Finalmente, entre 1930 y
1983 hubo una sucesión de alteraciones del orden constitucional y de alternancias entre
“gobiernos civiles de participación restringida” (Acuña, 1995b: 231), debido a la proscrip-
ción del peronismo, y gobiernos dictatoriales. Por ende, la etapa que se inicia en 1983 es
inédita en la vida política argentina y constituye una variable de suma relevancia a la
hora de analizar el comportamiento político de los actores económicos.
27. Antes de la reforma constitucional de 1994, la duración del período presidencial era
de seis años y sin reelección inmediata.
28. Una elevada deuda externa, déficit fiscal, inflación y estancamiento económico.
La representación de los sectores dominantes del agro en debate 331

presidente a Guillermo Alchouron, un productor lechero29 de vínculos


con el radicalismo que solía presentarse como “el primer presidente
pobre de la Rural” (Heredia, 2003). Un final convulsionado y la entrega
anticipada del poder al triunfante candidato justicialista, Carlos Menem,
constituyeron la antesala de las profundas transformaciones económicas
y estatales encaradas hacia los 90.

Cuando el neoliberalismo abrió la tranquera

En consonancia con los cambios verificados en la economía argentina,


la actividad agropecuaria sufrió importantes transformaciones a partir
de la década de los 90. Sin detenerse en los rasgos ya abordados en otros
capítulos de este libro, sólo se destacarán algunos elementos importantes
para nuestro análisis: la emergencia de nuevas formas de organización
y gestión de la producción agrícola. Como analiza el capítulo de Gras
y Sosa, éstas dieron lugar a dinámicas de acumulación de capital bien
diferentes a las predominantes durante buena parte del siglo xx. Como
las autoras sugieren, el cambio en las lógicas de acumulación impactó
en la composición de los distintos sectores del agro: el análisis de las
principales empresas agropecuarias no sólo da cuenta de nuevas formas
de control y organización de los factores productivos sino también de una
recomposición de la llamada cúpula agropecuaria”.
Paulatinamente se fueron erigiendo como los actores dominantes30
del sector aquellos ligados a la producción y/o el procesamiento de la soja
genéticamente modificada, el paquete tecnológico asociado y el nuevo
modo de gestionar la producción, cuyo origen social no remite al de las
antiguas clases propietarias de grandes extensiones:

Se armó una nueva elite agropecuaria, la de los tipos que ma-


nejaban el paquete tecnológico, y que manejaban la capacidad de
gerenciamiento de ese paquete […] Estas empresas agropecuarias
son muy dinámicas. Si vos hoy comparás un productor dinámico
de la región pampeana argentina, no digo Grobocopatel, sino del
vecino mío (nombra un apellido, de una localidad de la provincia
de Córdoba), con un productor europeo, norteamericano, éstos son
unos aviones en térmicos comerciales, tecnológicos […] Hoy están

29. Lo que era un contraste con la procedencia tradicionalmente ganadera de los presi-
dentes de sra.
30. Se hace referencia a aquellos que han liderado el proceso de innovación tecnológica,
han podido expandirse productivamente y quienes, como rubro de actividad, contribuyen
más a la economía nacional en términos de volúmenes y monto de producción y aportes
monetarios al fisco.
332 Marcelo Panero

en la punta del viento. (Entrevista a especialista económico agro-


pecuario vinculado a una entidad gremial de medianos y pequeños
productores, 2010)

Este conjunto de transformaciones, como ya se señaló, modificó los


tres campos que configuran el esquema de representación de intereses
sectoriales del agro: su base socioproductiva, sus vínculos con el Estado y
el universo, las prácticas y los discursos de las entidades representativas.
Esta situación abre el interrogante acerca del modo en que se represen-
tan los intereses de las fracciones dominantes del sector agropecuario
argentino en la actualidad. Diferentes aproximaciones han intentado
dar cuenta del mismo, de las que haremos una breve exposición en el
próximo apartado.

Diferentes lecturas

Lo que ocurre con la representación de los sectores más gravitantes


del agro es motivo de debate y controversia. Las distintas miradas, que
en algunos casos difieren sustantivamente, permiten inferir no solamente
que la pregunta continúa abierta, sino que los cambios han trastocado
de tal modo el escenario que no resulta sencilla su elucidación.31 Para
Basualdo y Khavisse (1994), Basualdo (1996) y Basualdo y Arceo (2009),
las transformaciones económicas y políticas ocurridas durante los 90
tuvieron como consecuencia la potenciación de las economías de escala,
favoreciendo a los grandes terratenientes pampeanos. Para estos autores,
aquel grupo estaría conformado por dos fracciones, una “eminentemente
agropecuaria, que fue hegemónica durante el modelo agroexportador de
principios de siglo”, y otra que, “además de ser terrateniente, está inserta
en otras actividades económicas y fue la conductora de la clase a partir
de la consolidación de la industrialización en el país”; es minoritaria y
declinante la presencia de nuevas formas de producción de naturaleza
financiera (pooles de siembra y fondos de inversión agrícola). De este
modo, según los investigadores, los grandes terratenientes actuales son
“la continuidad de la oligarquía agropecuaria pampeana que conformó
el Estado moderno en el país” (Basualdo y Arceo, 2009: 70, 78). Si bien
estos trabajos no lo manifiestan explícitamente, el hecho de que mu-
chos de los apellidos que señalan como integrantes de esa oligarquía,
constituidos ahora como grupos de sociedades o grupos agropecuarios,
coincidan con los de socios o directivos de sra32 sería un indicio para

31. A lo que podría agregarse la escasa cantidad de investigaciones recientes al respecto.


32. Los apellidos que figuran en los textos nombrados, fueron cotejados con un listado de
La representación de los sectores dominantes del agro en debate 333

pensar que, para esta perspectiva, la sra seguiría conservando un gran


poderío dentro de un mapa representativo sectorial que no se habría
modificado sustancialmente.
A diferencia de lo antedicho, para Heredia (2003) las transformaciones
ocurridas en la década del 90 alteraron la significación, la composición y
el accionar de las elites económicas. Al interior del sector agropecuario,
“la gravitación económica y simbólica de la sra fue afectada” (Heredia,
2003: 95), pues sufrió el debilitamiento de sus pilares identitarios (el
antiperonismo, el tradicionalismo y el liberalismo económico), dejó de
ser el lugar de sociabilidad de la clase alta, y vio desintegrarse la red
tradicional de poder que conformaba junto a las fuerzas armadas, los
diarios tradicionales y los viejos ideólogos liberales. Así, sra “no ha lo-
grado imponerse a la competencia de otros actores corporativos del agro
y sus dirigentes presentan los rasgos de una elite que supo ocupar un
lugar hegemónico pero que ha entrado en decadencia” (Heredia, 2003:
79). Un paso más en esta dirección lo da Mercedes Muro de Nadal (2009),
quien señala que la sra no acompañó ni los cambios tecnológicos ni en
la gestión y administración de la empresa agropecuaria, lo cual derivó
en que “la sra todavía parece representar al sector agrario argentino,
pero ya no lo hace” (219).
Por su parte, Lattuada (2006) afirma que los cambios ocurridos du-
rante los 90 abrieron un proceso de transición en la representación de
intereses de los distintos sectores de la economía argentina. En el ámbito
agropecuario confluyen dos tendencias opuestas, una hacia la dispersión
y el pluralismo, fruto de la creciente diversidad y heterogeneidad que
adquirió la estructura agropecuaria en la década de los 90. Aquí, las
viejas asociaciones gremiales continúan teniendo un papel relevante,
aunque redefiniendo sus funciones y ampliando sus campos de acción,
compartiendo cartel con nuevas formas de asociación con objetivos más
específicos y de menor carga ideológica. En contraposición, se verifica una
tendencia hacia la concentración y la unidad, que conduce a la cohesión
del sector rural en su conjunto y a realzar el papel de las organizaciones
gremiales como interlocutoras del Estado.
Finalmente, para Hernández (2005, 2007b), Gras (2007) y Gras y
Hernández (2009), junto a las transformaciones tecnológico-productivas
y organizacionales ocurridas en el agro se renovó el elenco representati-
vo y cobraron fuerza entidades (como aacrea o aapresid), que irrumpen o

socios de sra construido para esta investigación. En ellos hay varias coincidencias, a saber,
grupos económicos: Werthein, Blaquier; grupos agropecuarios: Gómez Álzaga, Balcarce,
Duhau, Pereyra Iraola, Anchorena, Rossi, Lafuente-Mendiondo, Lalor, Paz Anchorena,
Ochoa, Guerrero, Harriet, De Apellaniz, Zuberbüler, Sansot, Arrechea-Harriet, Ayerza, y
otras formas de propiedad: Ortiz Basualdo, Bullrich, Pereda, Ocampo, Herrera Vegas.
334 Marcelo Panero

se consolidan en el escenario intentando ganarse un lugar en el universo


de las entidades representativas a partir de nuevas lógicas de acción.

La sra y el nuevo escenario productivo

El interrogante acerca de lo ocurrido con la representación de la


fracción dominante del agro argentino condujo a dar cuenta de las mo-
dificaciones en el esquema productivo hacia fines de siglo. Un recorrido
por el mismo evidenció la emergencia de nuevas formas de organización
de la producción agropecuaria, e importantes cambios en la composición
y el volumen de los bienes producidos. En este último aspecto, se observó
un leve incremento de la ganadería y la lechería, junto al de algunos
cultivos tradicionales (maíz, sorgo), a la par que el descenso de otros. Por
el contrario, se verificó un vertiginoso crecimiento de la producción de
soja transgénica y del paquete tecnológico asociado a ella, que se impuso
mayoritariamente en un breve lapso temporal. De este modo, emergieron
como sectores predominantes aquellos ligados a su cultivo y a la adopción
de una modalidad de gestión de perfil empresarial.
Respecto del impacto de estos cambios en el universo representativo
de los intereses del sector, en este trabajo se hipotetiza que ocurrió, en
primer lugar, una pérdida de centralidad de sra como la entidad que
poseía la primacía de la expresión de la fracción dominante. Ello se
debe, por un lado, a un desacople entre las acciones y los discursos de
sra, y los intereses de la nueva fracción dominante del agro y, por otro,
a que la lógica de representación de perfil gremial característica de sra
ve disminuida su eficacia a partir de la convertibilidad al restringir el
Estado su potestad sobre la aplicación de políticas macroeconómicas,
ámbito privilegiado del accionar gremial. En segundo término, tal es-
cenario dio lugar a la emergencia de un conjunto de nuevas entidades
y a la revalorización de algunas de antigua data, que implicaron una
pluralización del universo representativo y de las lógicas representativas
que ponen en juego. A los fines de dar cuenta de la primera hipótesis, a
partir de análisis de material institucional, periodístico, de entrevistas
a dirigentes de la entidad y a informantes clave, se hará una aproxima-
ción a la postura que adoptó la sra frente al nuevo escenario productivo,
principalmente en lo relacionado con el cultivo de soja transgénica, y a
su perfil representativo.
Ante la aprobación y la rápida expansión de la soja, sra primeramente
omitió la consideración del tema, más adelante tomó una posición de
cautela intentando desligarse de responsabilidades sobre la adopción
del nuevo producto, hasta, finalmente, aggiornarse frente a una situa-
La representación de los sectores dominantes del agro en debate 335

ción de consolidación. La comercialización y el cultivo de la soja rr se


aprobó en marzo de 1996. Durante todo ese año y hasta abril de 1997
no apareció ninguna manifestación ni acción de sra que hiciera alusión
a este producto. Directamente, su consideración estuvo ausente. Un
segundo momento puede verificarse a partir de abril de 1997, fecha de
la primera expresión de la entidad respecto de la soja transgénica. sra
mostró una adhesión en términos genéricos frente a las innovaciones
biotecnológicas en curso:

El avance de la biotecnología es una de las armas actuales más


poderosas para aumentar la producción de alimentos del mundo en
general y de la Argentina en particular, y no es la intención de la
sra ni ir en contra de los progresos biogenéticos […] ni inmiscuirse
en las decisiones de siembra de los productores.33

No obstante, adoptó una postura de suma cautela frente a la expansión


de tal variedad de cultivo, destacando los problemas que podría traer su
siembra y promoviendo el etiquetamiento de los productos transgénicos,
a fines de que puedan distinguirse de la soja tradicional:

sra expresa su preocupación ante las señales vertidas por


algunos compradores de la Comunidad Económica Europea (cee)
de no adquirir soja transgénica, circunstancia que se suma a la
decisión de una empresa suiza de chocolates de retirar toneladas
de producto donde se detectara lecitina proveniente de material
transgénico […] Paralelamente, es cada vez más fuerte la presión
de organizaciones no gubernamentales de la cee en contra de
estos productos.34

En paralelo, y acorde con la tradición ganadera de la entidad, los


temas que aparecieron como nudos problemáticos dentro de su agenda
entre 1996 y 1999 estuvieron vinculados al ganado bovino (preocupación
por el desplazamiento de la producción ganadera hacia regiones o potreros
marginales fruto del crecimiento de la agricultura;35 solicitud para que
la Argentina fuera declarada “país libre de aftosa”; modificación en la
cuota Hilton; apoyo a la iniciativa de crear el Instituto de Promoción de
la Carne Vacuna Argentina –ipcva–, etc.), y, en mucho menor medida,
al ganado ovino y al sector lácteo. Las acciones relativas a los granos
fueron escasas y se vincularon a las mencionadas prevenciones frente a

33. Comunicado de sra, 15 de abril de 1997.


34. Ídem.
35. Ver suplemento Anales, 1996, pp. 175; 1997, pp. 135.
336 Marcelo Panero

la aparición de las transgénicas y a los mecanismos de fijación de precios


en el mercado interno en 1997.
Durante 2000 y 2001, la crisis de la economía argentina y la falta
de rentabilidad sectorial fueron los temas predominantes en el accio-
nar ruralista, sin mayor especificidad por producto. Con relación a los
organismos genéticamente modificados, la soja entre ellos, la posición
de sra fue variando y se los fue aceptando como un hecho consumado,
pero deslindando responsabilidades sobre la decisión de su siembra y
reiterando las prevenciones respecto del impacto que pudieran tener
en la comercialización del conjunto de los productos agropecuarios: “La
sra no discute los avances de la biotecnología […] pero se ve en la obli-
gación de recordar a los productores que toda decisión al respecto, de
carácter estrictamente individual, deberá tener en cuenta, a partir de la
firma de ese protocolo,36 los nuevos condicionamientos económicos y de
comercialización de nuestros productos”.37 Atenta a estas precauciones y
a la preservación de mercados comerciales sensibles a la introducción de
productos transgénicos, sra mantiene su recomendación de etiquetarlos
y diferenciarlos de los tradicionales.
La salida de la convertibilidad, a inicios de 2002, dio lugar a un nuevo
tipo de intervención estatal en la economía, con una mayor presencia del
Estado en instancias de regulación y en el incremento de filtros sobre
el comercio internacional. El abandono del régimen monetario vigente
durante los 90 abrió paso a otro de “flotación sucia”.38 A partir de ese año
también se reintrodujeron los derechos de exportación a los productos
agropecuarios y se fueron estableciendo paulatinamente, de manera
temporal o permanente, algunas regulaciones en el plano comercial
(elevación del peso mínimo de faena para la hacienda bovina, limitación
a las exportaciones de carne vacuna, precios de referencia o precios
máximos para algunos productos, regímenes de compensación de precios,
entre otras). Esta modificación de las variables macroeconómicas puso
en escena otros temas de preocupación para sra. La situación general
de la actividad económica, las deudas contraídas en moneda extranjera
frente a la variación del tipo de cambio, la reimplantación de derechos
de exportación, la redistribución de la renta sectorial y el modo en que

36. Se refiere al Protocolo de Bioseguridad, relativo al comercio mundial de productos


genéticamente modificados. Fue celebrado en 2000 en Montreal, pero entró en vigencia en
2003. La Argentina fue uno de los países firmantes, sin embargo el Congreso no ratificó el
documento por lo que si bien participa activamente en sus reuniones, no lo hace a través
del voto sino como país no parte (Poth, 2009).
37. Suplemento Anales, 2000, pp. 188-189.
38. El valor puede fluctuar, pero entre ciertos márgenes establecidos por el gobierno, que
interviene en caso de que éstos se sobrepasen.
La representación de los sectores dominantes del agro en debate 337

las nuevas variables macroeconómicas impactaban en los distintos tipos


de producciones (carne, leche, granos) constituyeron los ejes del accionar
de sra durante los años posteriores a la salida de la convertibilidad.
La variación del tipo de cambio implicó una modificación de los pre-
cios relativos a favor de los bienes transables internacionalmente, los
agropecuarios entre ellos. No obstante, el impacto positivo fue diferente
en distintos sectores del agro: era más favorable cuanto mayor fuera
el porcentaje de la producción destinado a exportación. Por ello, la sra
manifestó su beneplácito por la nueva situación, pero con ciertos reparos
que evidenciaron que no era la entidad que representaba a los sectores
ligados a la soja, que se exporta en su enorme mayoría:

Si bien la devaluación beneficia a los sectores exportadores por


una mejora en el precio de las commodities, no es ésta la situa-
ción de todos los productos del campo, como ser carnes, lácteos y
otras producciones regionales, ya que sus precios se forman en el
mercado interno […] dicha devaluación repercute negativamente,
encareciendo los insumos importados del agro, incrementando los
costos de producción.39

En la campaña 2003-2004, el cultivo de soja explicaba, en volumen,


el 45% de la producción total de cereales y oleaginosas y el 50% de la su-
perficie cultivada. Su predominio era indiscutible. En este marco, mezcla
de inevitabilidad y supervivencia, la sra se tuvo que aggiornar:

El avance en lo que es genética, semillas y en lo que es el sistema


de explotación de labores del campo, la innovación de la labranza
cero [se refiere a la siembra directa] y con todo el paquete tecnológico
de herbicidas e insecticidas, obviamente nos ha hecho cambiar a
todos en el ámbito granario […] Nuestros socios, en sra, han tenido
que evolucionar […] muchos se pasaron de ganadería a agricultura,
con lo cual han tenido que modernizar un poco sus esquemas de
agricultura […] así es que se ha tenido que aggiornar. (Entrevista
a miembro de la comisión directiva de sra, 2010)

De este modo, aunque tardíamente, lo concerniente al cultivo de soja


comenzó a inmiscuirse como un núcleo problemático dentro de las pre-
ocupaciones de sra. Por su parte, sus acciones se vincularon al intento
de mantener estables los precios de los insumos requeridos para su
producción (la sra mostró beneplácito por la no imposición de aranceles
adicionales a la importación del herbicida glifosato desde China y se
opuso tenazmente a los intentos de la empresa Monsanto por cobrar

39. Suplemento Anales, 2002, p. 51.


338 Marcelo Panero

regalías por la soja rr). Por otra, reiteradamente expresó su oposición


al aumento de los derechos de exportación de este cultivo, que se incre-
mentaron progresivamente.
Sin embargo, los intereses de la producción que más se dinamizó en
la década de los 90 ingresaron como núcleo problemático de las acciones
de sra, pero sólo como uno más dentro del variopinto universo de pro-
ducciones que la sra representa. En este sentido, resulta ilustrativo el
modo diferente en que sra se manifestaba frente a los aumentos en los
derechos de exportación. En enero de 2007 se incrementó la alícuota a
la exportación de soja en cuatro puntos con el fin de crear un fondo com-
pensatorio para los productores de trigo, maíz y girasol. En esa ocasión,
si bien sra no aceptó con agrado el aumento, puesto que “el mismo no
debe salir del incremento de un impuesto”, afirmó que “se dio un paso
en el sentido correcto”, ya que el dinero no iría a las arcas fiscales, sino
a “abaratar el precio de los bienes que nosotros producimos, los bienes
que consume nuestra población”.40 Muy distinta fue la postura cuando el
incremento de los derechos de exportación no volvía en alguna compen-
sación sectorial, en cuyo caso se percibía como “innecesario, inoportuno
y contraproducente, porque en lugar de aumentar la oferta desincentiva
la producción”.41 En el mismo sentido, es expresiva de los variados inte-
reses que representa la sra y de las tensiones que generaba entre sus
asociados el crecimiento del cultivo de soja la declaración que emite en
mayo de 2007 con respecto a la producción de miel:

La apicultura argentina compite en condiciones desleales con


productores de la ue y Estados Unidos que son fuertemente subsi-
diados […] A pesar de ello y de la pérdida de pasturas aptas para
la producción de miel, ocasionadas por la increíble expansión del
cultivo de la soja…42

En suma, del análisis del material institucional y periodístico durante


el lapso 1996-2008, y de las entrevistas a miembros de sra e informantes
claves, puede observarse un desacople entre las acciones de sra y los
intereses de los sectores dominantes en el nuevo escenario productivo
que se genera a partir de la aparición de la soja transgénica y el paquete
tecnológico asociado a ella. La sra asume una defensa tardía de los ex-
ponentes máximos del nuevo modelo productivo, lo que da indicios para
pensar que ha perdido la preeminencia en la defensa de los intereses

40. Suplemento Anales, 2007.


41. Suplemento Anales, 2008, p. 55.
42. Suplemento Anales, 2007, p. 62; nuestro subrayado.
La representación de los sectores dominantes del agro en debate 339

de los sectores más dinámicos del agro, de la nueva elite rural que se
conforma en la década de los 90.
El otro aspecto que contribuyó a la pérdida de centralidad de la sra se
refiere al perfil representativo. Por una parte, como se señaló, esta entidad
sufrió ciertos cambios en su organización, sus prácticas y sus discursos con
el objetivo de aggiornarse al nuevo escenario productivo y político. Así, la
apertura democrática implicó la necesidad de una cierta recomposición en
su dirigencia, que dio lugar a socios no necesariamente provenientes de
las familias tradicionales porteñas, de más fluida vinculación con algunos
elencos partidarios y no tan identificados con los gobiernos militares. Por
otro lado, las transformaciones emprendidas en los 90 fueron llevadas a
cabo de manera un tanto sorpresiva por un gobierno justicialista. Histó-
ricamente, este movimiento político estuvo asociado a los intereses del
sector obrero y de la pequeña burguesía nacional, aliado de los sindicatos,
afín a un modelo de desarrollo mercadointernista, y socialmente identi-
ficado con las clases populares. A partir de su asunción como presidente
de la Nación en 1989, Carlos Menem dejó de lado aquellos postulados y
abrazó con fervor los principios del neoliberalismo:

Cuando ganó Menem sostengo lo que decía mi suegro que hoy


tendría ciento diez años más o menos: “M’ijo, si gana Menem nos
vamos a vivir a Suiza”... y después se la pasó diciendo: “¡M’ijo, esto
es un milagro!”. (Entrevista a miembro de la comisión directiva
de sra, 2010)

La sra vio con muy buenos ojos la dirección económica emprendida


y, en consonancia, entabló una relación de cercanía y mutuo apoyo con
el partido gobernante. Como prueba de esto, su presidente de entonces,
Enrique Crotto, fue un asiduo integrante de la comitiva presidencial en
viajes oficiales y partícipe de los actos de gobierno, al tiempo que la en-
tidad tuvo acceso directo y frecuente a distintos miembros del gabinete
gubernamental. Asimismo, fruto de esa estrecha vinculación, en 1991
pudo adquirir al gobierno nacional el predio donde habitualmente se
realizan sus exposiciones anuales, en el barrio porteño de Palermo; su
valuación se hizo en una cifra considerablemente inferior a los precios de
mercado (Muro de Nadal, 2009). Esta postura, congruente con la filosofía
ruralista afín al libre mercado y a una intervención estatal restringida,
marcó un apartamiento del históricamente cerrado antiperonismo pro-
fesado por la institución.
No obstante estos cambios, la entidad mantuvo un claro perfil gremial,
caracterizado por procurar la defensa integral de todos los intereses de
un determinado colectivo, ser universalistas en cuanto a los posibles
beneficios que se obtengan, sin excluir a nadie del goce de los mismos,
340 Marcelo Panero

haya o no contribuido a su logro, tener un discurso con un componente


ideológico y enfocar sus acciones hacia el poder político (Lattuada, 2006).
En consecuencia, el destinatario principal de sus acciones siguió sien-
do el Estado y, en particular, la esfera donde intentó incidir fueron las
políticas macroeconómicas. Esto puede observarse en las temáticas que
conforman los núcleos problemáticos del accionar de sra, que pueden
identificarse dos etapas, según el tipo de intervención que el Estado
tuvo en la economía: una durante la convertibilidad y otra luego de
2002. Durante el lapso 1996-2001, para sra “se implementaron políti-
cas económicas acertadas […] La apertura económica, la desregulación,
la estabilidad monetaria, las privatizaciones, la eliminación de buena
parte de los impuestos distorsivos, el libre movimiento de los capitales
y el cumplimiento de los compromisos financieros externos, entre otros,
son los pilares sobre los cuales se lleva a cabo una nueva inserción de la
Argentina en el mapa político y económico mundial”.43
La autolimitación del Estado en fijar política monetaria (resultado de
la Ley de Convertibilidad) y comercial (vía eliminación de retenciones a
las exportaciones por ejemplo) implicó sujetar las principales variables
económicas a los vaivenes de la economía internacional, en particular los
precios, sobre los cuales “no tenemos nada que decir. Son los avatares del
mercado”.44 Esta situación limitó el accionar de sra a solicitar medidas
que permitieran mejorar la competitividad de la producción agrope-
cuaria ajustando o disminuyendo los costos internos de producción. En
este sentido, los principales núcleos problemáticos en los que enfocó su
actuar fueron los relacionados con aspectos impositivos45 y sanitarios.46
El otro ámbito de actuación fue el comercio internacional, donde sra
realizó una encendida defensa por alcanzar una mayor liberalización
del comercio exterior, procurando la eliminación de trabas arancelarias
y paraarancelarias, así como el rechazo a la aplicación de subsidios a la
producción primaria por parte de algunos países, y procuró el apoyo a
iniciativas de promoción de venta de productos en mercados del exterior
(carne vacuna).
Abandonada la convertibilidad y recuperado un mayor protagonis-

43. Suplemento Anales, 1999, p. 153.


44. “La acentuada caída de los precios internacionales […] sobre esto no tenemos nada
que decir. Son los avatares del mercado” (Crotto, conferencia de prensa de fin de año,
suplemento Anales, 1997, p. 154).
45. sra se opuso a todo incremento de cargas impositivas que pudieran impactar de manera
directa (elevando algún gravamen que se cobre a los productores) o indirecta (impuesto que
eleve el precio de algún insumo, por ejemplo, gasoil) en los costos de producción.
46. Problemáticas o medidas referidas a asuntos de calidad y sanidad de los productos
agropecuarios.
La representación de los sectores dominantes del agro en debate 341

mo del Estado en la determinación de las variables económicas, sra


recobró una mayor capacidad de incidencia sobre éstas. Así, al igual
que en el período anterior, se demandó el involucramiento del Estado a
los fines de lograr una mayor liberalización del comercio internacional
y la profundización de la relación entre bloques comerciales. También,
aunque en menor medida, hubo planteos acerca de no aumentar las
cargas impositivas, pues ello derivaría en un incremento de los costos
de la producción agropecuaria. Se repitieron, asimismo, solicitudes de
apoyo en cuestiones técnico-productivas, institucionales, financieras y
sanitarias para un mejor desarrollo de la actividad agropecuaria y ante
adversidades climáticas. No obstante, a diferencia de la etapa 1996-2001,
en la posconvertibilidad se pueden apreciar dos cambios importantes
por parte de la sra con respecto a los lineamientos macroeconómicos.
En primer lugar, se opuso militantemente a la intervención estatal en
todo aquello que tuviera que ver con la regulación del mercado interno
(establecimiento de peso mínimo de faena para el ganado vacuno, fijación
de precios de referencia para la hacienda en el Mercado de Liniers, regu-
lación en el mercado del trigo, entre las más importantes). En segundo
lugar, combatió a las sucesivas intervenciones del gobierno nacional en
lo que afectaba al comercio internacional (derechos de exportación de los
productos agropecuarios, eliminación de reintegros a las exportaciones,
implementación de los registros de operaciones de exportación –roe–,
prohibición de exportaciones de ganado vacuno, etcétera).
El tipo de accionar desarrollado por sra en el período analizado, que
respondió a su histórico perfil gremial, encierra una cierta paradoja y
contribuyó, desde esta mirada, a su pérdida de centralidad representa-
tiva. Durante la etapa de la convertibilidad, cuando el Estado restringió
su intervención, fue cuando más aprobación obtuvo de parte de sra, y
también cuando mayor influencia sobre el Estado tuvo la entidad, debi-
do a su fluido acceso al elenco gubernamental. No obstante, el hecho de
que el blanco de sus reclamos, el Estado, se encontraba más restringido
en sus capacidades para pautar los lineamientos económicos le quitó
efectividad a esa posibilidad de incidencia. En el marco de un Estado
incapaz de aplicar política cambiaria y comercial, la rentabilidad sectorial
quedó sujeta al nivel de precios internos. Esto generó un escenario pro-
picio para el surgimiento y una mayor preponderancia de las entidades
que promovían respuestas de tipo microeconómico a las problemáticas
de los productores, especialmente frente a la caída de rentabilidad que
comenzó a manifestarse con fuerza hacia la segunda mitad de la década
del 90, como consecuencia de la caída de los precios internacionales de los
productos. Estas entidades “técnicas” y por cadena de productos que más
adelante describiremos se erigen en competidoras de sra. Finalmente,
342 Marcelo Panero

cuando el Estado, a la salida de la convertibilidad, retoma un mayor


protagonismo en la definición de los lineamientos macroeconómicos, sra
adquiere nuevamente más visibilidad y su accionar de perfil gremial tiene
más eficacia. Pero el panorama ya no era el mismo que antes de los 90,
el universo representativo se había poblado de otras entidades y lógicas
representativas que coexistían con sra y el gobierno ya no resultó ser
tan receptivo a sus pedidos.

Pluralización representativa

El señalamiento de la pérdida de preeminencia de sra en la represen-


tación de las fracciones dominantes del agro no implica hacerse eco de
aquellas voces que indican que esta entidad constituye hoy una especie
de “cascarón vacío” que no representa a nadie. La segunda hipótesis
aquí sostenida afirma que se observa una pluralización del universo
representativo rural. Por un lado, a partir del surgimiento de nuevas
entidades y/o de la adquisición de mayor importancia por parte de otras
con larga trayectoria. Por el otro, al diversificarse el arsenal de lógicas
representativas que cada una de ellas pone en juego a la hora de inten-
tar representar intereses sectoriales. Así, en el universo representativo
actual de las fracciones dominantes coexisten entidades gremiales, en-
tidades de carácter “técnico”, de nueva y vieja data, junto a instancias
representativas por cadena de producto.
Junto a los cambios verificados en las prácticas y los discursos de la
entidad gremial tradicional de la fracción dominante del agro, hacia los
90 adquirieron mayor importancia y visibilidad entidades con una lógica
de representación diferente a la gremial, que pluralizaron el escenario
representativo. Aquellas a las que se agrupa bajo la denominación de
“técnicas” se caracterizan por promover los intereses de los producto-
res sobre la base de la difusión de procedimientos que incrementen la
eficiencia productiva a nivel microeconómico, sea a través del uso más
racional de los recursos y/o incentivando el empleo de innovaciones
tecnológicas de proceso o de producto. Su accionar se dirige principal-
mente a los mismos productores y, en menor medida, al Estado, con el
cual se intenta articular acciones tendientes a volver más eficiente la
producción e incrementar la rentabilidad, y no a “presionar política-
mente para obtener beneficios a expensas de otros sectores económicos
y sociales” (Gras, 2009: 218). Las dos entidades más destacadas de esta
categoría son aacrea y aapresid. El origen de la primera se remonta
a 1957, cuando nace el primer Consorcio Regional de Experimentación
Agrícola (crea), y adquiere su denominación actual en 1967. Agrupa
La representación de los sectores dominantes del agro en debate 343

a productores que se vinculan en función de compartir experiencias


productivas con el objetivo de incrementar su producción y mejorar su
rentabilidad mediante un uso más eficiente de sus recursos y/o técnicas
(Gras, 2007, 2009). aapresid, por su parte, nace en 1989, conformada
por una red de productores agropecuarios, cuyo objetivo es promover la
utilización de la siembra directa (sd) como medio de cuidado del suelo y
de incremento de la productividad (Hernández, 2005, 2007b). Ambas, en
su afán de conquistar un lugar en el universo de los actores sectoriales,
confrontan tanto con los “terratenientes” identificados con prácticas ren-
tistas, como con los “chacareros” que producen con técnicas atrasadas y
a quienes es necesario “modernizar” (Gras, 2009). En esa disputa, estos
actores destacan la relevancia de los saberes expertos como clave del
progreso tecnológico, que permitiría superar no sólo los tradicionales
problemas de desarrollo en la Argentina sino los conflictos sectoriales
agroindustria-consumidores.47 Asimismo, promueven la activación de las
instancias locales como ámbitos más propicios para superar la distancia
entre representantes y representados, una relación público-privado que
enfatice el “hacer” sobre toda disputa “política” o “ideológica” y un modo
de influencia ligado a la inserción en las instituciones públicas como
asesores técnicos. Intentan legitimar estos procederes en una dimensión
moral que anteponga “obligaciones a derechos”, al tiempo que pretenden
derivar su autoridad “del prestigio que otorga esa exigencia y la sumisión
a «nobles ideales»” (Gras, 2009).
Finalmente, un tercer grupo de entidades lo constituyen aquellas
organizadas en torno a la defensa/promoción de los intereses de cadenas
productivas de diferentes productos. Surgieron, así, la Asociación de la
Cadena de la Soja Argentina (Acsoja; www.acsoja.org.ar), constituida
en agosto de 2004; la Asociación Argentina de Trigo (Argentrigo; www.
argentrigo.org.ar), nacida en 2007; la Asociación Maíz Argentino (Maizar,
www.maizar.org.ar), cuyo origen data de 2004, y la Asociación Argentina
de Girasol (Asagir; www.asagir.org.ar), creada en 1980, pero que recién
en noviembre de 2000 permitió la participación de todos los sectores de la
cadena de valor. En todos los casos están compuestas por representantes
del conjunto de los eslabones productivos de cada bien: entidades de la
producción, representantes de los proveedores de insumos, instituciones

47. Esta pretensión se contrapone a la postura de sra, que observa una oposición de
intereses entre el sector primario y el ámbito manufacturero. Valga como ilustración la
siguiente expresión de sra frente a una acción de intervención del Estado: “La manipu-
lación permanente de los mercados de trigo, maíz, carne, leche, frutas y hortalizas, entre
otros, que provoca la transferencia de recursos desde el sector primario a otros eslabones
de la cadena de valor, sin beneficiar en nada al consumidor”. Comunicado emitido por sra.
Suplemento Anales, 2007, p. 63.
344 Marcelo Panero

públicas de ciencia y técnica, agentes de comercialización y servicios,


entidades ligadas a la industrialización, etc. La gravitación de estas
entidades creció junto con la difusión del “paquete cerrado” asociado a los
transgénicos, ya que la masiva y rápida adopción de esta tecnología fue,
en gran medida, promovida por los proveedores del paquete tecnológico,
miembros con mucha influencia en el seno de éstas. Los proveedores de
insumos son inductores de tecnología y de producto.

La mayor parte de los productores cree que toma sus decisiones


personalmente, que decide qué tecnología usa y qué insumos emplea,
pero en la práctica es un sujeto que está totalmente influenciado por
toda la estructura oligopólica que lo está condicionando, Monsan-
to, Syngenta. (Entrevista a especialista económico agropecuario,
vinculado a una entidad gremial de medianos y pequeños produc-
tores, 2010)

Como puede observarse, en la representación de los intereses de los


sectores dominantes del agro coexisten tres tipos de entidades, cada
una con una lógica representativa preeminente, una de perfil gremial,
otra de carácter más técnico y otra comercial-global que impera entre
las entidades por cadenas productivas.48 Esta situación ha abierto el
interrogante acerca de su interacción y de la manera que se ejerce esa
representación. La incógnita está en saber si este proceso supone: 1)
una situación de competencia representativa entre entidades gremiales,
técnicas y por cadena de producto, donde cada una intenta ampliar su
esfera de acción desplazando a las otras; 2) una complementación repre-
sentativa o “división de tareas” entre ellas, que reparten su esfera de
acción según la temática y el destinatario, o 3) una mixtura entre ambas
situaciones, que conjugue a la vez competencia y complementación, de
acuerdo con las problemáticas y el destinatario.

Conclusiones

Las transformaciones operadas desde hace aproximadamente dos


décadas en los aspectos económico-productivos y en el ámbito estatal
tuvieron impacto en la matriz productiva del agro, en los productores
agropecuarios, en sus modos de producción y en su organización. Estas
modificaciones crearon las condiciones para que se constituyera una

48. Se denomina “comercial-global” puesto que la instancia predominante de estas en-


tidades son los proveedores de insumos, mayormente empresas comerciales de carácter
transnacional.
La representación de los sectores dominantes del agro en debate 345

nueva elite agropecuaria, aquellos productores ligados al cultivo de soja


y del paquete tecnológico asociado a ella, que viraron hacia modos de
organización de naturaleza empresarial. A esto se sumó la modificación
del régimen político operado con el retorno de la democracia, hacia 1983.
En este escenario, la conformación de la instancia representativa de
la fracción dominante del agro comienza a ser motivo de análisis. A lo
largo de este trabajo se intentó hacer un aporte al conocimiento de tal
problemática.
Tomando como unidad de análisis el accionar de sra durante el período
1996-2008 pudo observarse que esta entidad sólo muy tardíamente alzó
su voz en defensa de la producción sojera, pues inicialmente se mostró
esquiva. Se suma a ello la pervivencia de un perfil gremial que perdió
eficacia frente a un Estado que resignó potestad en la fijación de los li-
neamientos de política macroeconómica. Esto llevó a plantear que se ha
producido una pérdida de centralidad de la entidad que tradicionalmente
representó a dicha fracción, que vio diluir su primacía representativa.
Paralelamente, se afirma que ha ocurrido una pluralización de en-
tidades que buscan representar a los sectores dominantes. Coexisten,
de este modo, entidades gremiales de perfil técnico y por cadena de
producto, cada una de ellas con una lógica representativa particular,
lo que ha abierto la incógnita sobre si se avanza hacia un escenario
de competencia representativa entre las entidades de distinto tipo, si
predomina una “división del trabajo” entre las mismas o si se produce
una dialéctica de competencia, según la temática y el destinatario de
la misma. La respuesta a estos interrogantes requiere una indagación
más profunda, la ampliación de las fuentes de información y la toma en
consideración de otras unidades de análisis, lo cual excede los objetivos
de este trabajo. No obstante, se considera pertinente dejar planteada la
pregunta a los fines de enriquecer y profundizar un debate cuyo interés
no se circunscribe a los ámbitos especializados sino que reviste suma
importancia para la vida política nacional, como se ha demostrado en los
recientes acontecimientos emanados del intento de elevar las alícuotas
de los derechos de exportación en 2008.
Bibliografía

Abadi, S. (2009), “Para crear redes y trabajar en red hay que pensar en red”,
Darsecuenta, año 2, Nº 4, febrero, pp. 16-17.
Abramovich, A. y G. Vázquez (2012), “Modelos de desarrollo en la Argen-
tina: introducción desde una mirada económica”, en M. Luzzi (coord.),
Problemas socioeconómicos de la Argentina contemporánea, 1976-2010,
Buenos Aires, ungs, pp. 33-64.
Achkar, M., A. Domínguez y F. Pesce (2008), Agronegocios ltd. Nuevas
modalidades de colonialismo en el Cono Sur de América Latina, Monte-
video, Food & Water Watch.
Acuña, C. (1995a), “The Industrial Bourgeoisie as a Political Actor: An
Overall Introduction”, tesis de doctorado, Department of Political Science
University of Chicago.
– (1995b), “Política y economía en la Argentina de los 90 (o por qué el futuro
ya no es lo que solía ser)”, en C. Acuña (comp.), La nueva matriz política
argentina, Buenos Aires, Nueva Visión, pp. 331-383.
– (1995c), “Intereses empresarios, dictadura y democracia en la Argentina
actual. (O sobre por qué la burguesía abandona estrategias autoritarias
y opta por la estabilidad democrática)”, en C. Acuña (comp.), La nueva
matriz política argentina, Buenos Aires, Nueva Visión, pp. 231-282.
Aguiar, D. (2011), “Análisis de proceso sociotécnicos de construcción de tec-
nologías intensivas en conocimiento en Argentina. Un abordaje desde la
sociología de la tecnología sobre una empresa de biotecnología en la salud.
El caso Biosidus sa (1975-2005)”, tesis doctoral, Buenos Aires, flacso.
Aguiar, D. y H. Thomas (2008), “Biólogos moleculares versus biólogos
celulares. Marcos tecnológicos en tensión en una firma biotecnológica
argentina”, xxi Jornadas de Historia Económica, 23-26 de abril, Buenos
Aires, Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Albaladejo, C. (2009), “Médiations territoriales locales et développement
[ 347 ]
348 El agro como negocio

rural”, Université de Toulouse ii Le Mirail, hdr Habilitation à Diriger


des Recherches, Géographie et Aménagement.
Albaladejo, C., R. Bustos Cara y J.C. Tulet (eds.) (2001), Une Pampa
en mosaïque. Des communautés locales à l’épreuve de l’ajustement en
Argentine, París, L’Harmattan.
Anlló G., R. Bisang y G. Salvatierra (eds.) (2010), Cambios estructurales
en las actividades agropecuarias. De lo primario a las cadenas globales
de valor, Santiago de Chile, cepal.
Anlló, G., B. Kosacoff y A. Ramos (2007), “Crisis, recuperación y nuevos
dilemas. La economía argentina, 2002-2007”, en cepal, Crisis, recupera-
ción y nuevos dilemas. La economía argentina 2002-2007, Buenos Aires,
pp. 7-25.
Anseeuw, W., W. Alden, L. Cotula y M. Taylor (2012), Land rights and
the rush for land: Findings of the Global Commercial Pressures on Land
Research Project, Roma, ilc.
Arceo, N. y E. Basualdo (2006), “Evolución y situación actual del ciclo
ganadero en la Argentina”, Realidad Económica, N° 221, julio-agosto,
pp. 7-30.
Arendt, H. (1983), Condition de l’homme moderne, París, Calmann-Lévy.
Astarita, R. (2011), “Desarrollo capitalista, renta y conflicto en el agro argen-
tino”, en A. Bonnet y A. Piva (comps.), El país invisible. Debates sobre la
Argentina reciente, Buenos Aires, Continente-Peña Lillo, pp. 131-153.
Azcuy Ameghino, E. (2004), Trincheras en la historia. Historiografía, mar-
xismo y debates, Buenos Aires, Imago Mundi.
Azcuy Ameghino, E. y C. León (2005), “La sojización: contradicciones,
intereses y debates”, Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios,
N°23, segundo semestre, pp. 133-157.
Azcuy Ameghino, E. y L. Ortega (2010), “Sojización y expansión de la
frontera agropecuaria en el nea y noa: transformaciones, problemas y
debates”, en Documentos del piea, Nº 5, pp. 141-159.
Azpiazu, D. y E. Basualdo (2001), “El complejo vitivinícola argentino en
los noventa: potencialidades y restricciones”, Buenos Aires, flacso,
disponible en http://www.flacso.org.ar.
– (2003), Industria vitivinícola, estudio 1, Buenos Aires, cepal-mecon,
disponible en http://www.eclac.org.
Balsa, J., G. Mateo y M.S. Ospital (2008), Pasado y presente en el agro
argentino, Buenos Aires, Lumiere.
Baranger, D. (2008), “La construcción del campesinado en Misiones: de las
ligas agracias a los «sin tierra»”, en G. Schiavoni (comp.), Campesinos y
agricultores familiares. La cuestión agraria en Misiones a fines del siglo
xx, Buenos Ciares, Ciccus, pp. 33-69.
Barbetta, P. (2009), “El derecho distorsionado: una interpretación de los
desalojos campesinos desde un análisis del campo jurídico”, en C. Gras
Bibliografía 349

y V. Hernández (coords.), La Argentina rural. De la agricultura familiar


a los agronegocios, Buenos Aires, Biblos, pp. 237-254.
Barsky, O. y J. Djenderedjian (2003), Historia del capitalismo agrario
pampeano, t. 1: La expansión ganadera hasta 1895, Buenos Aires, Siglo
Veintiuno-Universidad de Belgrano.
Barsky, O. y Gelman, J. (2001), Historia del agro argentino. Desde la con-
quista hasta fines del siglo xx, Buenos Aires, Grijalbo-Mondadori.
Barsky, O. y M. Dávila (2008), La rebelión del campo, Buenos Aires, Sud-
americana.
Bartolomé, L. (1975), “Colonos plantadores y agroindustrias. La explotación
agrícola familiar en el sudeste de Misiones”, Desarrollo Económico, vol.
15, Nº 58, Buenos Aires.
– (1982), “Base social e ideología en las movilizaciones agraristas en Mi-
siones entre 1971-1975. Emergencia del populismo agrario”, Desarrollo
Económico, vol. 22, Nº 85, Buenos Aires.
– (2007), Los colonos de Apóstoles. Estrategias adaptativas y etnicidad en
una colonia eslava en Misiones, Posadas, Editorial Universitaria de
Misiones.
Basualdo, E. (1996), “Los grupos de sociedades en el agro pampeano”, De-
sarrollo Económico, vol. 36, N° 143, octubre-diciembre, pp. 807-828.
– (2010), “Los propietarios de la tierra y las economías de escala, sustentos
del paradigma soja en la Argentina”, Desarrollo Económico, Nº 197, vol.
50, pp. 3-32.
– (2011), Sistema político y modelo de acumulación, Buenos Aires, Cara o
Ceca.
Basualdo, E. y N. Arceo (2009), “Características estructurales y alianzas
sociales en el conflicto por las retenciones móviles”, en E. Arceo, E. Ba-
sualdo y N. Arceo, La crisis mundial y el conflicto del agro, Buenos Aires,
La Página, pp. 51-83.
Basualdo, E. y M. Khavisse (1993), El nuevo poder terrateniente, Buenos
Aires, Planeta.
– (1994), “La gran propiedad rural en la provincia de Buenos Aires”, Desa-
rrollo Económico, vol. 34, N° 134, julio-septiembre, pp. 197-216.
Baumann, E. y J.M. Servet (2010), “La microfinanza, una extensión de
los mercados financieros. Reflexiones a partir de experiencias en tres
continentes”, en V. Hernández (comp.), Trabajo, conflictos y dinero en un
mundo globalizado, Buenos Aires, Biblos, pp. 59-90.
Beltrán, C. (s/f), “Difusión de contratos y aparición de big players en el sector
agropecuario argentino. Algunos casos”, Buenos Aires, mimeo.
Bendini, M., M. Murmis y P. Tsakoumagkos (2009), “Pluriactividad:
funciones y contextos. Preguntas teóricas y análisis en dos zonas frutí-
colas del Alto Valle rionegrino”, en C. Gras y V. Hernández (coords.), La
Argentina rural. De la agricultura familiar a los agronegocios, Buenos
Aires, Biblos, pp. 171-191.
350 El agro como negocio

Benítez, M. (1998), “La Argentina que desaparece. Desintegración de comu-


nidades rurales y poblados en vías de desaparición”, tesis de doctorado
en Sociología, Buenos Aires, Universidad de Belgrano.
Bercovich, N. y J. Katz (1990), Biotecnología y economía política: estudios
de caso argentino, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina.
Bertranou, J. (2009), “Gestión público-privada en la reforma del Estado
en el nivel provincial. Creación de agencias descentralizadas en los años
noventa en la provincia de Mendoza”, tesis de doctorado, Buenos Aires,
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
Bisang, R. (2003), “Apertura económica, producción y estructura productiva:
la producción de biotecnología en la producción agrícola pampeana argen-
tina”, Desarrollo Económico, Nº 171, octubre-diciembre, Buenos Aires.
– (2004), “Innovación y estructura productiva: aplicación de biotecnología
en la producción agrícola pampeana”, en A. Bárcena, J. Katz, C. Morales
y M. Schaper (eds.), Los transgénicos en América Latina y el Caribe: un
debate abierto, Santiago de Chile, cepal.
– (2007a), “Apertura económica, innovación y estructura productiva: la apli-
cación de biotecnología en la producción agrícola pampeana argentina”,
documento inédito.
– (2007b); “El desarrollo agropecuario en las últimas décadas: ¿volver a
creer?”, en cepal, Crisis, recuperación y nuevos dilemas. La economía
argentina 2002-2007, Buenos Aires, pp. 187-260.
Bisang, R., G. Anlló y M. Campi (2008), “Una revolución (no tan) silenciosa.
Claves para repensar el agro en Argentina”, Desarrollo Económico, vol.
48, Nº 190-191, Buenos Aires, julio-diciembre.
– (2010), “Organización del agro. La transición de un modelo de integración
vertical a las redes de producción agrícolas”, en L. Reca, D. Lema y C.
Flood (comps.), El crecimiento de la agricultura argentina. Medio siglo
de logros y desafíos, Universidad de Buenos Aires.
Bisang, R. y G. Gutman (2001), “Agrofood networks and regional accumu-
lation. Which is the institutional framework needed?”, iii International
Conference on Agro-food Chain Economics and Management, São Paulo,
pensa.
Bisang, R. y B. Kosacoff (2006), “Las redes de producción en el agro ar-
gentino”, xiv Congreso Anual de aapresid.
Bjerg M. y A. Reguera (eds.) (1995), Problemas de la historia agraria.
Nuevos debates y perspectivas de investigación, Tandil, iehs.
Bocco, A. (2007), “Transformaciones sociales y espaciales en la vitivini-
cultura mendocina”, en M. Radonich y N. Steimbreger (comps.), Rees-
tructuraciones sociales en cadenas agroalimentarias, Buenos Aires, La
Colmena, pp. 111-143.
Bocco, A., L. Alturria, J. Gudiño, J. Oliva, A.M. Ruiz, G. Salvarredi y H.
Vila (2007), “La trama vitivinícola en la provincia de Mendoza”, en M.
Bibliografía 351

Delfini, D. Dubini, M. Lugones e I. Rivero (comps.), Innovación y empleo en


tramas productivas de Argentina, Buenos Aires, Prometeo, pp. 43-91.
Bocco, A. y D. Dubbini (2007), “Regulaciones laborales y calidad de empleo
en la trama vitivinícola de Mendoza”, v Congreso Latinoamericano de
Sociología del Trabajo, Uruguay, Asociación Latinoamericana de Socio-
logía del Trabajo.
–, S. Rotondo y G. Yoguel (2007), “Reconversión y empleo en la industria
del vino. Estructura productiva y dinámica del empleo en el complejo
vitivinícola: un análisis del sector bodeguero nacional”, Serie Investiga-
ciones, Buenos Aires, Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social,
disponible en <http://www.trabajo.gov.ar>.
Boltanski, L. y E. Chiapello (2002), El nuevo espíritu del capitalismo,
Madrid, Akal.
Bonnet, A. (2003), “El comando del capital-dinero y las crisis latinoamerica-
nas”, en W. Bonefeld y S. Tischler (comps.), A cien años del ¿Qué hacer?
Leninismo, crítica marxista y la cuestión de la revolución hoy, Buenos
Aires, Herramienta-icsyh-buap.
Borras, S.M., R. Hall, I. Scoones, B. White y W. Wolford (2011), “Towards
a better understanding of global land grabbing: An editorial introduction”,
Journal of Peasant Studies, vol. 38, Nº 2, marzo, pp. 209-216.
Bragoni, B., A. Mateu, P. Olguin y V. Mellado (2011), “Asociacionismo
empresario en el siglo xx: origen y formación de las entidades vitivinícolas
argentinas”, en A.M. Mateu (comp.), Vinos y competitividad agroindus-
trial: un largo camino, Mendoza, incihusa-conicet, pp. 255-277.
Brillada, M. (2007), “La ciudad como espacio y en el espacio”, mimeo.
Bruzzone, E. (2011), “La problemática de la tierra”, http://www.cemida.
com.ar/conversiondocumentos/laproblematicadelatierraenargen-
tina.pdf.
Burnham, P. (1996), “El Estado y el mercado en la economía política inter-
nacional: una crítica marxiana”, Doxa, Nº 16.
Bush, L. y C. Bain (2004), “New! Improved? The transformation of the global
Agrifood System”, Rural Sociology, 69 (3), pp. 321-346.
Calandra, M. (2009), “El inta y sus órdenes simbólicos en pugna”, en C. Gras
y V. Hernández (coords.), La Argentina rural. De la agricultura familiar
a los agronegocios, Buenos Aires, Biblos, Buenos Aires, pp. 192-214.
Campos Motta, R. (2008), “O  risco nas fronteiras  entre  política,  econo-
mia e ciência: a controvérsia acerca da política sanitária para alimentos ge-
neticamente modificados”, tesis de maestría, Universidad de Brasilia.
Canitrot, A. (1983), Orden social y monetarismo, Buenos Aires, cedes.
Cap, E. y V. Malach (2011), “Land Grabbing in Argnetina”, Foro sobre In-
versión Externa Directa en la Agricultura Mundial, Berlín, Universidad
Humboldt.
Carullo, J.C. (2002), La percepción pública de la ciencia: el caso de la bio-
352 El agro como negocio

tecnología, United Nations University-Programa biolac-Universidad


Nacional de Quilmes.
Castellani, A. (2007), “La relación entre intervención estatal y comporta-
miento empresario. Herramientas conceptuales para pensar las restric-
ciones al desarrollo en el caso argentino”, Papeles de Trabajo, año 1, N°1,
disponible en http://www.idaes.edu.ar.
Castiglioni, G. (2005), Nosotros le pedimos pan y él nos dio balas. Análisis
de un acontecimiento en el marco del proceso de colonización de la región
dorsal central, Territorio Nacional de Misiones (1936)”, tesis de maestría
en Antropología Social, Universidad Nacional de Misiones.
Caucasia Wine Thinking (2011), Exportaciones de la industria vitivinícola
argentina, enero-abril de 2011.
Chesnais, F. (2003), “Rapports de propriété et formes de captation du
«cognitif» au bénéfice du capitalisme financier”, en C. Vercellone (ed.),
Sommes-nous sortis du capitalisme industriel?, París, La Dispute.
Chifarelli, D. (2010), Acumulación, éxodo y expansión. Un análisis sobre
la agricultura familiar en el norte de Misiones, Buenos aires, inta.
Cittadini, R. (2011), “La agroecología, limitaciones y potencialidades de un
paradigma subordinado. El rol del Pro-Huerta en argentina”, i Seminario
Internacional “Actividad agropecuaria y desarrollo sustentable: nuevos
paradigmas para una agricultura «agroecológica»”, Buenos Aires.
Clive, J. (201), “Resumen ejecutivo: brief 43. Situación global de los cultivos
transgénicos/gm comercializados: 2011”, isaaa, Nº 43.
Cloquell, S., P. Propersi y R. Albanesi (2010), “La ruralidad y sus desafíos.
La integración urbano-rural en el marco de la agricultura globalizada”,
viii Congreso Latinoamericano de Sociología Rural, Porto de Galinhas.
Corporación Vitivinícola Argentina (coviar) (2011), “Plan Estratégico
Argentina Vitivinícola 2020, proyectos ejecutados, en ejecución y en
elaboración”, documento inédito.
Craviotti, C. (2012), “Agronegocio-agricultura familiar en la pampa argenti-
na: competencias e interrelaciones”, San Francisco, xx lasa International
Congress.
Cuello Antón, J. (1986), Estudio de situación área inta San Justo, Santa
Fe, inta-aer San Justo.
Davis, J.H. y R.A. Goldberg (1957), A Concept of Agribusiness, Boston,
Harvard University.
De Imaz, J. L. (1962), Los que mandan, Buenos Aires, Eudeba.
Díaz Hermelo, F. y A. Reca (2010), “Asociaciones productivas (ap) en la
agricultura: una respuesta dinámica a las fallas del mercado y al cambio
tecnológico”, en L. Reca, D. Lema y C. Flood (eds.), El crecimiento de la
agricultura argentina. Medio siglo de logros y desafíos, Buenos Aires,
fauba.
Díaz Rönner, L. (2001), “Desregulación y transformación productiva en
el agro argentino. Un análisis sobre cinco productos agroindustriales”,
Bibliografía 353

v Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, Facultad de Ciencias


Económicas, Universidad de Buenos Aires, disponible en <http://www.
aset.org.ar>.
Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (deie) (2010),
Informe económico 2010, Mendoza, Ministerio de Producción, Tecnología
e Innovación, disponible en <http://www.deie.mendoza.gov.ar>.
Dirección Nacional de Ordenamiento Ambiental y Conservación de la
Biodiversidad (2008), El avance de la frontera agropecuaria y sus con-
secuencias, Buenos Aires, Jefatura de Gabinete de Ministros-Secretaría
de Ambiente y Desarrollo Sustentable.
Di Sabatto, A., B. Reydon y J. Wilkinson (2010), “El caso de Brasil”, Di-
námicas en el mercado de la tierra en América Latina, fao, pp. 83-115.
Dosi, G. (1996), “The contribution of economic theory to the understanding
of a knowledge-based economy”, en ocde, Employment and Growth in
the Knowledge-based Economy, París, pp. 81-92.
Elena, G. (2009), “La demanda de mano de obra en algodón, provincia de
Chaco”, en G. Neiman (dir.), Estudio sobre la demanda de trabajo en el
agro argentino, Buenos Aires, Ciccus, pp. 149-156.
Ekboir, J., R. Fiorentino y L. Lunardelli (1990), “La ocupación de la
mano de obra rural en la Argentina”, Desarrollo Económico, vol. 30, Nº
119, octubre-diciembre, pp. 367-393.
Fabio, F. (2008), “Representación de intereses de agricultores familiares.
El caso de la Asociación de Productores Agrícolas de Misiones (apam)”,
en L. Bartolomé y G. Schiavoni (comps.), Desarrollo y estudios rurales
en Misiones, Buenos Aires, Ciccus, pp. 125-146.
Fabre, P. (2005), La privatización de Bodegas y Viñedos Giol. Una experiencia
exitosa, Buenos Aires, cepal, disponible en http://www.eclac.org.
Federación Agraria Argentina (faa) (2004), “La tierra: para qué, para
quiénes, para cuántos”, Congreso Nacional y Latinoamericano sobre Uso
y Tenencia de la Tierra, junio de 2004, Buenos Aires.
Food and Agriculture Organization (fao) (2008), “Gobernanza y tenen-
cia de tierras y recursos naturales en América Latina”, documento de
trabajo Nº 5, disponible en http://www.fao.org/docrep/016/i2801f/
i2801f.pdf.
– (2012), “Directives volontaires pour une Gouvernance responsable des
régimes fonciers applicables aux terres, aux pêches et aux forêts Dans le
contexte De la sécurité alimentaire nationale”, en K. Forcinito y G. Tolón
Estarelles (2008), Restructuración neoliberal y después... 1983-2008: 25
años de economía argentina, Los Polvorines, Universidad Nacional de
General Sarmiento-Biblioteca Nacional.
Forcinito, K. y G. Tolón Estarelles (2009), “El gobierno de Alfonsín:
la economía del ajuste en democracia”, en Reestructuración neoliberal
y después 1983-2008: veinticinco años de economía argentina, Buenos
Aires, ungs-Biblioteca Nacional.
354 El agro como negocio

Forclaz, M., S. Mazza y L. Giménez (2002), “La mecanización de la cosecha y


su impacto sobre el empleo de mano de obra en el cultivo del algodonero en
la provincia del Chaco”, en Comunicaciones científicas de la Universidad
Nacional del Nordeste, disponible en <http://www.unne.edu.ar>.
Foschiatti, A. (2005), “La vulnerabilidad en las estructuras y procesos
demográficos del Chaco”, Revista Geográfica Digital, Nº 3, enero-junio,
pp. 1-34, disponible en <http://hum.unne.edu.ar>.
Funtowicz, S. y R. Strand (2007), “De la demostración experta al diálogo
participativo”, cts, vol. 3, Nº 8, abril, pp. 97-113.
Gaignard, R. (1979), “La Pampa argentine, l’occupation et la mise en valeur”,
tesis de doctorado, Université de Bordeaux iii.
– (1989), La pampa argentina. Ocupación-poblamiento-explotación, de la
conquista a la crisis mundial (1550-1930), Buenos Aires, Solar.
Garavaglia, J.C. (1995), “Notas para una historia agraria un poco menos
mítica”, en M. Bjerg y A. Reguera (eds.), Problemas de la historia agraria,
Tandil, iehs, pp. 11-32.
– (1999), Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la
campaña bonaerense 1700-1830, Buenos Aires, De la Flor.
García, L. (2008), “Los cambios en el proceso de producción de algodón en el
Chaco en las últimas décadas y sus consecuencias en las condiciones de
vida de minifundistas y trabajadores vinculados”, Revista Estudios Re-
gionales, Nº 3, pp. 111-133, disponible en <http://www.simel.edu.ar>.
Gerchunoff, P. y J. Torre (1996), “La política de liberalización económica
en la administración de Menem”, Desarrollo Económico, vol. 36, N° 143,
octubre-diciembre, pp. 733-768.
Giarraca, N. (2003), “De las fincas y las casas a las rutas y las plazas: las
protestas y las organizaciones sociales en la Argentina de los mundos
«rururbanos». Una mirada desde América Latina”, Sociología, Nº 10,
Universidade Federal do Rio Grande do Sul.
– (comp.) (2001), ¿Una nueva ruralidad en América Latina?, Buenos Aires,
clacso.
– y M. Teubal (2006), “Del desarrollo agroindustrial a la expansión del
«agronegocio»: el caso argentino”, en B. Mançano Fernández (coord.),
Campesinado y agronegocios en América Latina, Buenos Aires, clacso-
asdi.
Giberti, H.C.E. (1981), Historia económica de la ganadería argentina,
Buenos Aires, Solar.
– (2003), “Modernizado e insatisfactorio sector agropecuario”, Realidad
Económica, Nº 100, Buenos Aires, pp. 123-128.
Giorgi, R., R. Tosolini, V. Sapino, J. Villar, C. León y A. Chiavassa (2005),
“Zonificación agroeconómica de la provincia de Santa Fe. Delimitación
y descripción de las zonas y subzonas agroeconómicas”, Santa Fe, eea
inta Rafaela, publicación miscelánea Nº 110.
Gortari, J. (2007), “La lección de economía: economía política del tractorazo”,
Bibliografía 355

en J. Gortari (comp.), De la tierra sin mal al tractorazo. Una economía


política de la yerba mate, Posadas, Editorial Universitaria de Misiones,
pp. 247-249.
Granger, C. y Newbold, P. (1974), “Spurious regression in econometrics”,
Journal of Econometrics, vol. 2, Nº 2, julio, pp. 111-120.
Gras, C. (2007), “Apuntes sobre la construcción identitaria de un nuevo
empresariado en el agro argentino”, v Jornadas Interdisciplinarias de
Estudios Agrarios y Agroindustriales, Buenos Aires.
– (2009), “El nuevo empresariado agrario: sobre la construcción y los di-
lemas de sus organizaciones”, en C. Gras y V. Hernández (coords.), La
Argentina rural. De la agricultura familiar a los agronegocios, Buenos
Aires, Biblos, pp. 215-236.
– (2012a), “Los empresarios de la soja: cambios y continuidades en la fiso-
nomía y composición interna de las empresas agropecuarias”, Mundo
Agrario, Nº 24, Centro de Estudios Históricos Rurales, fahce, Universi-
dad Nacional de La Plata.
– (2012b), “La consolidación del agronegocio en la agricultura argentina y la
diferenciación de los estratos empresarios”, California, Congress of the
Latin American Association, San Francisco.
Gras, C. y K. Bidaseca (2009), “Los gringos y el resto. Un estudio en los
pueblos sojeros del sur de Santa Fe antes y después del conflicto”, vi Jor-
nadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales, 11-13
de noviembre, Buenos Aires, Facultad de ciencias Económicas.
Gras, C. y V. Hernández (2007), “L’agriculture argentine dans la globalisa-
tion: connaissances et subjectivités”, Dérégulation, travail et solidarités,
Nº 43, pp. 147-163.
– (2008), “Modelo productivo y actores sociales en el agro argentino”, Revista
Mexicana de Sociología, Nº 2. 
– (coords.) (2009), La Argentina rural. De la agricultura familiar a los agro-
negocios, Buenos Aires, Biblos.
– (2010), “Renta, conocimiento e identidad. El estatus de la tierra en el nuevo
modelo y las disputas por sus funciones”, en V. Hernández (comp.), Tra-
bajo, conflictos y dinero en un mundo globalizado, Buenos Aires, Biblos,
pp. 227-258.
Grimson, A. (2011), Los límites de la cultura, Buenos Aires, Siglo Veintiuno.
Grosso, S. (2008), “Método de barrido territorial”, seminario de trabajo
proyecto claris lpb, Universidad de La Plata.
– (2010), “Les pools de culture: diversité des combinaisons financières et
productives”, Cahier Déméter, Dossier “Argentine”, pp. 223-250.
– y C. Albaladejo (2009), “Los ingenieros agrónomos y la «nueva agricultu-
ra»: des/reterritorialización de la profesión”, en C. Gras y V. Hernández
(coords.), La Argentina rural. De la agricultura familiar a los agronego-
cios, Buenos Aires, Biblos, pp. 117-134.
Grosso, S. M.E. Bellin, L. Questa, M. Guibert, S. Lauxmann y F. Rotondi
356 El agro como negocio

(2010), “Impactos de los polos de siembra en la estructura social agraria.


Una aproximación a las transformaciones en los espacios centrales de
la provincia de Santa Fe (Argentina)”, Estudios Regionales, Nº 6, pp.
115-138.
Guérin, I. y J.M. Servet (2005), “L’économie solidaire entre le local et le
global: l’exemple de la microfinance”, Revue Internationale de l’Économie
Sociale, Nº 301, pp. 52-64.
Guibert, M. (2007), “Reterritorialización del sector agropecuario de la cuenca
del Plata: apuntes de base sobre las reconfiguraciones productivas actua-
les”, Agricultura, Desenvolvimento e transformações sócio-espaciais. Actas
del iii Encontro Dos Grupos de Pesquisa, Porto Alegre, ufrgs.
– (2010), “La nouvelle agriculture argentine: entre innovations et incertitu-
des”, Cahier Déméter, Dossier “Argentine”, pp. 143-175.
– (2012), “Les ressorts de la puissance alimentaire de l’Amérique latine”,
Cahier Déméter, Nº 13, pp. 127-133
–, M. Sili, P. Arbeletche y D. Piñeiro (2011), “Les nouvelles formes
d’agriculture entrepreneuriales en Argentine et en Uruguay”, Economie
et Société. Série Systèmes Agroalimentaires, Nº 33, pp. 1-20.
Guimarães, R. (2012), “Environment and Socioeconomic Inequalities in Latin
America. Notes for a Research Agenda”, Working Paper Nº 20.
Guinta, R. (2002), Aptitud potencial y uso de los suelos santafesinos 2002,
Santa Fe, Gobierno de la Provincia de Santa Fe, Ministerio de la Pro-
ducción, Secretaría de Agricultura, Ganadería y Recursos Naturales, Di-
rección General de Programación y Coordinación Económica Financiera,
Ministerio de la Producción.
Gutman, G. y P. Lavarello (2007), “Biotecnología y desarrollo. Avances de
la agrobiotecnología en Argentina yBrasil”, Economía. Teoría y práctica,
nueva época, Nº 27.
Harvey D. (2004), “El «nuevo» imperialismo: acumulación por desposesión”,
Socialist Register, disponible en http://es.scribd.com/doc/16303286/
Harvey-David-El-nuevo-imperialismo-Acumulacion-por-desposesion-
2004.
Heredia, M. (2003), “Reformas estructurales y renovación de las elites eco-
nómicas en Argentina: estudio de los portavoces de la tierra y del capital”,
Revista Mexicana de Sociología, año 65, Nº 1, enero-marzo, pp. 77-115.
–, M. Palmeira y S. Pereira Leite (2010), “Sociedade e economía do «agrone-
gócio» no Brasil”, Revista Brasileira de Ciências Sociais, vol. 25, Nº 74.
Hernández, V. (2005), “Nuevos actores en el paisaje rural argentino: mer-
cado, conocimientos e institucionalidad”, coloquio internacional “Trabajo,
conflictos sociales e integración monetaria: América Latina en una pers-
pectiva comparada”, Los Polvorines, Universidad Nacional de General
Sarmiento.
– (2007a), “El fenómeno económico y cultural del boom de la soja y el em-
Bibliografía 357

presariado innovador”, Desarrollo Económico, vol. 47, Nº 187, octubre-


diciembre.
– (2007b), “Entrepreneurs «sans terre» et «pasteurs de la connaissance»: Une
nouvelle bourgeoisie rurale?”, en V. Hernández, P. Ould-Ahmed, J. Papail
y P. Phelinas (eds.), Turbulences monétaires et sociales. L’Amérique latine
dans une perspective comparée, París, L’Harmattan, pp. 209-258. 
– (2007c), “El fenómeno económico y cultural del boom de la soja y el empre-
sariado innovador”, Desarrollo Económico, vol. 47, Nº 187, pp. 331-365.
– (2009a), “La ruralidad globalizada y el paradigma de los agronegocios en
las pampas gringas”, en C. Gras y V. Hernández (coords.), La Argentina
rural. De la agricultura familiar a los agronegocios, Buenos Aires, Biblos,
pp. 39-64.
– (2009b), “¿Capitalismo cognitivo en las pampas argentinas? Pluriactividad
por arriba, flexibilidad por abajo”, Congreso alas, Buenos Aires.
– (2010), “Agribusiness, système financier et action politique en Argen-
tine”, en P. Phélinas y M. Selim (dirs.), La crise vue d’ailleurs, París,
L’Harmattan, pp. 105-139.
– (2012), “Techniques de consommation: Consommation des techniques.
L’objet biotechnologique dans la filière agricole”, en M. Selim e I. Gué-
rin (eds.), A quoi et comment dépenser son argent? Les mutations de la
consommation, París, L’Harmattan, pp. 105-138.
– (2013), “Genealogía de una elite rural: elucidación antropológica de una
práctica de poder”, Mundo Agrario, en prensa.
Hernández, V. y D. Intaschi (2011), “Caleidoscopio socioproductivo en la
pampa contemporánea: agricultura familiar y nuevas formas de organiza-
ción productiva”, en N. López Castro y G. Prividera (comps.), Repensar la
agricultura familiar. Elementos para desentrañar la complejidad agraria
pampeana, Buenos Aires, Ciccus, pp. 223-247.
Hernández, V. y F. Goulet (2011), “Vers un modèle de développement
et d’identités professionnelles agricoles globalisés ? Dynamiques
d’innovation autour du semis direct en Argentine et en France”, Tiers
Monde, Nº 207, pp. 115-132.
Ho, Mae-Wan (2007), Genetic engineering: Dream or nightmare? The brave
new world of bad science and big business, Malaysia, Third World Net-
work.
Holloway, J. (2005), “Surgimiento y caída del keynesianismo: se abre el
abismo”, en Keynesianismo, una peligrosa ilusión, Buenos Aires, Herra-
mienta.
Hora, R. (2005), La burguesía terrateniente. Argentina. 1810-1945, Buenos
Aires, Capital Intelectual.
– (2009), Los estancieros contra el Estado. La Liga agraria y la formación del
ruralismo político en la Argentina, Buenos Aires, Siglo Veintiuno.
Hourcade, E. (1999), “La pampa gringa, invención de una sociabilidad eu-
ropea en el desierto”, en F. Devoto y M. Madero (eds.), Historia de la vida
358 El agro como negocio

privada en la Argentina, t. ii: La Argentina plural: 1870-1930, Buenos


Aires, Taurus, pp. 163-187.
International Union for Conservation of Nature (2004), “ogm y bio-
seguridad: un documento de antecedentes a responsables de la toma de
decisiones y otros interesados para ayudarles en la consideración de los
asuntos relativos a ovgm”. Disponible en http:/www.eclac.cl/publica-
ciones/xml/4
Iñigo Carrera, J. (2000), La producción algodonera del nordeste argentino
y sus perspectivas en el mercado internacional, Buenos Aires, Consejo
Federal de Inversiones.
Iñigo Carrera, N. (2011), Génesis, formación y crisis del capitalismo en el
Chaco, 1870-1970, Editorial de la Universidad Nacional de Salta.
Iñigo Carrera, V. (2008), Sujetos productivos, sujetos políticos, sujetos in-
dígenas: las formas de su objetivación mercantil entre los tobas del este
de Formosa, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad
de Buenos Aires, tesis doctoral inédita.
Isla, C. (2003), “El Movimiento de Mujeres en Lucha y el plan de converti-
bilidad”, iii Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroin-
dustriales, Buenos aires, Facultad de Ciencias Económicas.
Jappe, A. (2003), Les aventures de la marchandise. Pour une nouvelle critique
de la valeur, París, Denoël.
Kasdorf, A. (2011), “Casos de rse”, Genoma, edición especial Responsabi-
lidad Social Empresaria, diciembre, Buenos Aires, p. 20.
Korinfeld, S. (1981), La mano de obra transitoria en el cultivo de cereales,
Serie Informes de Investigación Nº 3, Buenos Aires, ceil-piette.
Kostlin, L. (2010), “Experiencias y estudios de casos en la provincia de
Misiones”, en M. Manzanal y F. Villarreal (comps.), El desarrollo y sus
lógicas en disputa en territorios del norte argentino, Buenos Aires, Ciccus,
pp. 47-68.
Laboratorio De Análisis Regional y Teledetección/Facultad de
Agronomía de la Universidad De Buenos Aires (lart/fauba) (2004),
Patrones espaciales y temporales de la expansión de soja en Argentina.
Relación con factores socio-económicos y ambientales, Buenos Aires.
Lander, E. (2005), “La ciencia neoliberal”, en A.E. Ceceña (coord.), Los de-
safíos de las emancipaciones en un contexto militarizado, Buenos Aires,
clacso.
Lattes, A. (1980), Aspectos demográficos del proceso de redistribución es-
pacial de la población en Argentina, Buenos Aires, Centro de Estudios
de Población.
Lattuada, M. (1996), “Un nuevo escenario de acumulación: subordinación,
concentración y heterogeneidad”, Realidad Económica, Nº 139, Buenos
Aires.
– (2003), “Transformaciones institucionales en las corporaciones empresarias
agrarias de fines de siglo xx. El caso de Federación Agraria Argentina”, en
Bibliografía 359

M. Bendini, J.S.B. Cavalcanti, M. Murmis y P. Tsakoumagkos (comps.), El


campo en la sociología actual: una perspectiva latinoamericana. Actores,
lazos sociales y reestructuraciones, Buenos Aires, gesa-La Colmena, pp.
177-212.
– (2006), Acción colectiva y corporaciones agrarias en la Argentina. Transfor-
maciones institucionales a fines del siglo xx, Buenos Aires, Universidad
Nacional de Quilmes.
Lema, D. (2010), “Factores de crecimiento y productividad agrícola. El rol
del cambio tecnológico”, en R. Reca, D. Lema y C. Flood (comps.), El
crecimiento de la agricultura argentina. Medio siglo de logros y desafíos,
Universidad de Buenos Aires.
Lodola, A. (2008), Contratistas, cambios tecnológicos y organizacionales en
el agro argentino, Santiago de Chile, cepal.
López Castro N. y G. Prividera (2011) (comps.), Repensar la agricultura
familiar. Elementos para desentrañar la complejidad agraria pampeana,
Buenos Aires, Ciccus.
López Monja, C., C. Poth y T. Perelmuter (2010), El avance de la soja
transgénica: ¿progreso científico o mercantilización de la vida? Un análisis
crítico de la biotecnología en Argentina, Buenos Aires, Centro Cultural
de la Cooperación.
Magán, V. (2003), “El amanecer de la esperanza. Un análisis del primer año
del Instituto Nacional de la Yerba Mate”, iii Jornadas Interdisciplinarias
de Estudios Agrarios y Agroindustriales, Buenos Aires, 5-7 de noviembre,
Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires.
– (2008), “Once años sin regulación. la evolución del sector yerbatero argen-
tino desde 1991 a 2002”, en Documentos del ciea, Políticas, tendencias y
problemas en el agro argentino, Buenos Aires, Centro Interdisciplinario
de Estudios Agrarios, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de
Buenos Aires.
Mandrini R. y A. Reguera (eds.) (1993), Huellas en la tierra. Indios, agri-
cultores y hacendados en la pampa bonaerense, Tandil, iehs.
Manildo, L. (2009), “El movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha: la
consolodación del espacio público y las pequeñas revoluciones domésticas”,
en C. Gras y V. Hernández (coords.), La Argentina rural. De la agricultura
familiar a los agronegocios, Buenos Aires, Biblos.
Mayo, C.A. (ed.) (2000), Pulperos y pulperías de Buenos Aires (1780-1830),
Buenos Aires, Biblos.
Martínez, J.C. (1972), “Un marco conceptual para el análisis económico del
cambio tecnológico en la agricultura pampeana”, Serie Investigación Nº
20, Castelar, Departamento de Economía-inta.
Martínez, S.M. (2003), “Aprendiendo de un incidente olvidado: el episodio de
Azul”, Revista Médica de Rosario, vol. 69, Nº 3, septiembre-diciembre.
Masters, M.W. (2008), “Testimony before the chsga”, us Senate. Disponible
en http://hasgac.senate.bov/public/_files/052008Masters.pdf
360 El agro como negocio

Mateu, A. (2007), “El modelo centenario de la vitivinicultura mendocina:


génesis, desarrollo y crisis (1870-1980)”, en M. Delfini, D. Dubini, M.
Lugones e I. Rivero (comps.), Innovación y empleo en tramas productivas
de Argentina, Buenos Aires, Prometeo, pp. 19-42.
McDermott, G. (2007), “The politics of institutional renovation and econo-
mic upgrading: Recombining the vines that bind in Argentina”, Politics
& Society, vol. 35, N° 1, marzo, pp. 103-143.
McMichael, P. (1997), “Rethinking Globalization: The agrarian question
revisited”, Review of International Political Economy, vol. 4, Nº 4.
– (2000), “The power of food”, en Agriculture and Human Values, La Haya,
Kluwer.
Milesi, D., M. Novick y G. Yoguel (2003), “Entorno productivo y ventajas
competitivas: el caso de una trama siderúrgica”, Serie Informes de In-
vestigación Nº 15, ungs.
Ministerio De Agricultura Y Ganadería (1971), Chaco: la mano de obra
transitoria en la producción de algodón, Buenos Aires, Dirección de
Economía y Sociología Rural.
Murmis, M. (1998), “Agro argentino: algunos problemas para su análisis”,
en N. Giarracca y S. Cloquell (comps.), Las agriculturas del Mercosur. El
papel de los actores sociales, Buenos Aires, La Colmena.
– y M.R. Murmis (2010), “El caso de Argentina”, en Dinámicas en el mercado
de la tierra en América Latina, fao, pp. 1-42.
Murmis, M. y J.C. Portantiero (2004), Estudios sobre los orígenes del
peronismo, Buenos Aires, Siglo Veintiuno.
Muro de Nadal, M. (2009), “El discurso y la práctica. Las complejas rela-
ciones entre la Sociedad Rural Argentina y el gobierno del Dr. Menem”,
Documentos del ciea Nº 4, Buenos Aires.
Nadal, S.M. (1987), Las condiciones de trabajo en zonas rurales. El tra-
bajador de temporada en el Chaco. La cosecha de algodón, Resistencia,
Gobierno de la Provincia del Chaco.
Obschatko, E., M. Foti y M. Roman (2007), Los pequeños productores en
la República Argentina. Importancia en la producción agropecuaria y en
el empleo en base al Censo Nacional Agropecuario 2002, Buenos Aires,
proinder-iica.
O’Donnell, G. (1972), Modernización y autoritarismo, Buenos Aires, Pai-
dós.
– (1977), “Estado y Alianzas en la Argentina. 1956-1976”, Desarrollo Econó-
mico, vol. 16, N° 64, enero-marzo.
– (1978), Notas para el estudio de la burguesía local, con especial referencia
a sus vinculaciones con el capital transnacional y el aparato estatal,
Buenos Aires, cedes.
– (1993), “El mito del Estado mínimo. Una década de reforma estatal en la
Argentina”, Desarrollo Económico, Nº 168, Buenos Aires, enero-marzo,
pp. 518-543.
Bibliografía 361

– (2008), “Algunas reflexiones acerca de la democracia, el Estado y sus


múltiples caras”, Documento de Trabajo Nº 36, Buenos Aires, Escuela
de Política y Gobierno, unsam.
Ordoñez, H. (2000), “Nena. Nueva economía y negocios agroalimentarios”,
tesis de maestría, Buenos Aires, Programa de Agronegocios y Alimentos,
Facultad de Agronomía.
– y J. Nichols (2003), Caso Los Grobo, Buenos Aires, Universidad de Buenos
Aires-Universidad de Texas.
Ortega, L. (2011), “¿Qué es la expansión de la frontera agropecuaria?
Aproximación al caso de Chaco”, Documentos del piea Nº 6.
Oszlak, O. (1980), Políticas públicas y regímenes políticos: Reflexiones a
partir de algunas experiencias latinoamericanas, Buenos Aires, cedes.
Palomino, M. (1988), Tradición y poder: la sociedad rural argentina (1955-
1983), Buenos Aires, cisea-gel.
– (1989), “carbap 1955-1983”, Buenos Aires, mimeo.
Paruelo, J., J. Guerschman, G. Piñeiro, E. Jobbágy, S. Verón, G. Baldi
y S. Baeza (2006), “Cambios en el uso de la tierra en Argentina y Uru-
guay: marcos conceptuales para su análisis”, Agrociencia, vol. x, N° 2,
pp. 47-61.
Peláez, E. y J. Holloway (1994), “Aprendiendo a hacer reverencias. Pos-
fordismo y determinismo tecnológico”, en W. Bonefeld y J. Holloway,
¿Un nuevo Estado? Debate sobre la reestructura del Estado y el capital,
México, Cambio xxi.
Pellegrini, P. (2011), “Agricultura transgénica: modos de producción y uso
del conocimiento científico. Ciencia, Estado e industria en los cultivos
transgénicos en la Argentina”, tesis de doctorado, flacso-Université
Sorbonne-París iv.
Pengue, W. (2005), Agricultura industrial y transnacionalización en América
Latina. ¿La transgénesis de un continente?, México, pnuma.
– (comp.) (2008), La apropiación y el saqueo de la naturaleza, Buenos Aires,
Lugar.
Piñeiro, D. (2008), El trabajo precario en el campo uruguayo, Montevideo,
csic-Universidad de la República.
Piñeiro, D. y M. Carambula (2012), “Local impacts of a global indsutry: The
case of industrial forestry in Uruguay”, en M.S. Beaulieu y R. Harpelle
(eds.), Pulp Friction: Communities and the forest industry in a global
perspective, Lakeheard University Press.
Piñeiro, D. y F. Villarreal (2005), “Modernización de la agricultura y
nuevos actores sociales”, Ciencia Hoy, vol. 15, Nº 87, junio-julio, pp. 32-
36, disponible en <http://www.filo.uba.ar/contenidos/investigacion/
institutos/geo/pert/PineiroVillarreal.pdf>.
Portantiero, J.C. (1973), “Clases dominantes y crisis política en la Argen-
tina actual”, en O. Braun (comp.), El capitalismo argentino en crisis,
Buenos Aires, Siglo Veintiuno, pp. 73-118.
362 El agro como negocio

Poth, C. (2009), “Políticas de bioseguridad en Argentina: una mirada sobre la


legislación y las instituciones que regulan la liberación de los organismos
vegetales genéticamente modificados (ovgm)”, ponencia, Latin American
Studies Association, Río de Janeiro.
Pucciarelli, A. y A. Castellani (1998), “Notas sobre la evolución de la
noción de latifundio e hipótesis sobre la transformación de las grandes
estancias en la época actual”, Revista de Ciencias Sociales, Nº 9, Univer-
sidad Nacional de Quilmes.
Ramírez, D. (2005), “De las chacras a la plaza: el tractorazo de 2002 en
Misiones”, tesis de licenciatura en Comunicación Social, Universidad
Nacional de Misiones.
– (2010), “Hacia la construcción de un mapa de actores sociales del complejo
yerbatero en Misiones”, iv Reunión del Grupo de Estudios Rurales y
Desarrollo (gerd) “Campesinado y agroindustria: análisis sobre las trans-
formaciones sociopolíticas en Misiones, agentes y dinámicas”, Posadas.
– (2011), “«Van a enterrar hasta el último colonito.» Resistencias políticas,
económicas y culturales de los colonos misioneros frente a la expansión
y concentración agroindustria”, tesis de maestría en Ciencias Sociales,
ungs-ides.
Ratier, H. (2004), Poblados bonaerenses. Vida y milagros, Buenos Aires,
La Colmena.
Rau, V. (2001), “Yerba mate: el «paro verde» (Misiones, 4 de abril-8 de mayo
de 2000)”, Realidad Económica, Nº 185, Buenos Aires, enero-febrero,
pp. 122-144.
– (2004), “Mercado de trabajo agrario y protesta social: los tereferos en el
noreste argentino”, Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, Nº
20, Buenos Aires, pp. 41-57.
– (2005), “Los cosecheros de yerba mate. Mercado de trabajo y lucha social
en Misiones”, tesis doctoral, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad
de Buenos Aires.
Regnault, H., X. Arnauld de Sartre y C. Regnault-Roger (2012), Les
révolutions agricoles en perspective, París, France Agricole.
Regúnaga, M., S. Fernández y G. Opacak (2003), “El impacto de los cultivos
genéticamente modificados en la agricultura argentina” (informe), Pro-
grama de Agronegocios y Alimentos, Facultad de Agronomía, Universidad
de Buenos Aires, Buenos Aires.
Rendon, T. (1976), “Utilización de mano de obra en la agricultura mexicana,
1940-1973”, Demografía y Economía, vol. x, Nº 3, pp. 352-385.
Richard-Jorba, R. (2008a), “Crisis y transformaciones recientes en la re-
gión vitivinícola argentina. Mendoza y San Juan, 1970-2005”, Estudios
Sociales, vol. xvi, N°31, enero-junio, pp. 82-123, disponible en <http://
redalyc.uaemex.mx>.
– (2008b), “Los empresarios y la construcción de la vitivinicultura capitalista
en la provincia de Mendoza 1850-2006”, Scripta Nova. Revista electróni-
Bibliografía 363

ca de geografía y ciencias sociales, vol. xii, N°271, agosto, disponible en


<http://www.ub.es>.
Robinson, W.I. (2012), “Global Capitalism Theory and the Emergence of
Transnational Elites”, Critical Sociology, vol 38 (3), pp. 349-363.
Rodríguez, J. (2008), Consecuencias económicas de la soja transgénica.
Argentina 1996-2006, Buenos Aires, clacso-Ediciones Cooperativas.
Rosati, G. (2012a), “Un acercamiento a la dinámica de los procesos de apro-
piación/expropiación Diferenciación social y territorial en una estructura
agraria periférica, Chaco (Argentina) 1988-2002”, Working Paper Series
Nº 12, Berlín.
– (2012b), “Estimación de la demanda de fuerza de trabajo en la cosecha
algodonera y sus determinaciones. Chaco, 1960-2009”, tesis de maestría,
Buenos Aires, Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Rosenfeld, V. y E. Martínez (2007), “El conflicto yerbatero, un triunfo
contra la desregulación en el agro. La situación del sector yerbatero en
Misiones y las nuevas formas de regulación”, en J. Gortari (comp.), De
la tierra sin mal al tractorazo. Una economía política de la yerba mate,
Posadas, Editorial Universitaria de Misiones, pp. 351-399.
Ruiz, A.M. y J. Vitale (2011), “Perspectiva y estrategia: el caso del Plan Es-
tratégico Vitivinícola 2020 (pevi)”, Serie Estudios Socioeconómicos de los
Sistemas Agroalimentarios y Agroindustriales N° 7, Mendoza, Ediciones
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
Rullani, E. (2000), “Du dèjá-vu?”, Multitudes, Nº 2, mayo, pp. 97-110.
Sábato, J. (1991), La clase dominante en la argentina moderna. Formación
y características, Buenos Aires, cisea-Imago Mundi.
Santos, M. (1997), La nature de l’espace, París, L’Harmattan.
– (2000), O espaço do cidadão, São Paulo, Nobel.
Sauer, S. y S. Pereira Leite (2012), “Agrarian Structure, Foreign Inves-
tment in Land, and Land Prices in Brazil”, Journal of Peasant Studies,
vol. 39, Nº 3-4, pp. 873-898.
Scobie J.R. (1968), Revolución en las pampas. Historia social del trigo ar-
gentino, 1860-1910, Buenos Aires, Solar.
Schiavoni, G. (1995), Colonos y ocupantes. Parentesco, reciprocidad y dife-
renciación social en la frontera agraria de Misiones, Posadas, Editorial
Universitaria.
Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable (2008), “El avance
de la frontera agropecuaria y sus consecuencias” (informe), Buenos Aires,
Subsecretaría de Planificación y Política Ambiental, Dirección Nacional de
Ordenamiento Ambiental y Conservación de La Biodiversidad, Jefatura
de Gabinete de Ministros.
Servet, J.M. (2012), “Las microfinanzas en el sur bajo el gran vuelco”, en
V. Hernández, P. Phélinas y M. Selim (coords.), Crisis global, crónicas
locales, Buenos Aires, Biblos, pp. 243-269.
Sevares, J. (2008), “Nueva vulnerabilidad financiero-comercial. La espe-
364 El agro como negocio

culación en el mercado de commodities”, Realidad Económica, Nº 240,


pp. 17-28.
Sidicaro, R. (1982), “Poder y crisis de la gran burguesía agraria”, en A.
Rouquié, Argentina hoy, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, pp. 51-104.
Slutzky, D. (2008), “Situaciones problemáticas de tenencia de la tierra en
Argentina”, Serie Estudios e Investigaciones, Nº 14, Proinder.
Smith, P. (1986), Carne y política en Argentina, Buenos Aires, Hyspamé-
rica.
Sotomayor, O. (2008), “Gobernanza y tenencia de tierras y recursos natu-
rales en América Latina”, Documento de Trabajo de la Tenencia de la
Tierra Nº 5, fao.
Souza Casadinho, R.J. (2011), “La agroecología bases científicas, historia
local y estrategias productivas en la construcción de un espacio de de-
sarrollo integral, ético y humano”, i Seminario Internacional “Actividad
agropecuaria y desarrollo sustentable: que nuevos paradigmas para una
agricultura «agroecológica»”, Buenos Aires.
Svampa, M. (2005), La sociedad excluyente, Buenos Aires, Taurus.
Tauber, F. (1996), Reflexiones y datos para una estrategia de desarrollo,
Municipalidad Buenos Aires.
Teubal, M. (2003), “Soja transgénica y crisis del modelo agroalimentario
argentino”, Realidad Económica, Nº 196, pp. 52-74.
Thwaites Rey, M. (1999); “Ajuste estructural y reforma del Estado en la
Argentina de los 90”, Realidad Económica, N°160-161, pp. 79-109.
Tort, M.I. (2004), “La expansión de la soja. Un estudio de caso”, Documentos
del piea Nº 2.
– (2008), “Enfoques de la extensión rural en nuestro agro: ¿evolución,
complementación u oposición?”, en J. Balsa, G. Mateo y M.S. Ospital
(comps.), Pasado y presente en el agro argentino, Buenos Aires, Lumiere,
pp. 429-450.
Trigo, E. (2011), “La innovación biotecnológica en el sector agrícola”, en
L. Recca, D. Lema y C. Slowd (comps.), El crecimiento de la agricultura
argentina. Medio siglo de logros y desafíos, Buenos aires, Facultad de
Agronomía, uba.
– y E. Cap (2006), “Diez años de cultivos genéticamente modificados en la
agricultura argentina”, presentación en Consejo Argentino para la Infor-
mación y el Desarrollo de la Biotecnología (Argenbio), Buenos Aires.
Trucco, V. (2009), “El campo y las redes”, Darsecuenta, año 2, Nº 4, febrero,
p. 15.
Unesco (2005), Vers les sociétés du savoir, París.
Urbisaia, H. y J. Brufman (2001), Análisis de series de tiempo. Univariadas
y multivariadas, Buenos Aires, Ediciones Cooperativas.
Velut, S. (2004), “L’Argentine: identité nationale et mondialisation”, Annales
de Géographie, t. 113, Nº 638-639, pp. 489-510.
Vercellone, C. (2005), “The hypothesis of cognitive capitalism”, Annual
Bibliografía 365

Conferene Towards a Cosmopolitan Marxism, Historical Materialism,


Londres.
– (2011), Capitalismo cognitivo. Renta, saber y valor en la época posfordista,
Buenos Aires, Prometeo.
Viglizzo, E. y E. Jobbágy (eds.) (2010), Expansión de la frontera agropecua-
ria en Argentina y su impacto ecológico-ambiental, Buenos Aires, inta.
Viglizzo E., L. Carreño, H. Pereyra, R. Ricard, J. Clatt y D. Pincén
(2010), “Dinámica de la frontera agropecuaria y cambio tecnológico”, en
E. Viglizzo y E. Jobbágy (eds.), Expansión de la frontera agropecuaria
en Argentina y su impacto ecológico-ambiental, Buenos Aires, inta, pp.
9-16.
Villela, F., S. Senesi, E. Dulce, R. Pérez San Martín y M. Daziano
(2009), “El sistema de agronegocios de la soja en la Argentina, su cadena
y prospectiva al 2020”, Facultad de Agronomía, Universidad de Buenos
Aires.
Williamson, J. (1997), “Revisión del Consenso de Washington”, en L. Em-
merij (ed.), El desarrollo económico y social en los umbrales del siglo xxi,
Washington, BID.
Wooldrige, J. (2011), Introducción a la econometría. Un enfoque moderno,
México, Cengage Learning.

View publication stats

Potrebbero piacerti anche