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La iglesia siente como un deber ineludible unir espiritualmente aún más a todos
los pueblos que forman este gran Continente y, a la vez impulsar un espíritu
solidario entre todos ellos. A cuarenta años del Concilio Vaticano segundo, la
iglesia siente más que nunca la urgencia de la unidad y de la solidaridad.
Jesucristo por la palabra, las obras y de manera plena y definitiva, por su muerte
y su resurrección revela a la humanidad que Dios es Padre y que nosotros
estamos llamados por la gracia a convertirnos en sus hijos en el Espíritu. Esta
es la razón por la cual la iglesia cree firmemente que el centro y el fin de toda
historia humana se encuentra en su señor y maestro.
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La palabra clave para describir la misión de la iglesia en américa es aquella que
la nueva evangelización como lo ha repetido con frecuencia el papa Juan Pablo
II. Nuestras iglesias locales de las cuales tiene mas de 400 años de existencia,
poseen una rica tradición de fe y de obras de educación, salud y de asistencia
social.
Comentario:
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empobrecidas, con los que no cuentan, los "descartados de la sociedad",
desempleados, emigrantes. Mediante opciones concretas de solidaridad, a partir
de una valoración negativa del enriquecimiento a costa de los pobres,
renunciando explícitamente al camino del confort y del consumismo en favor de
decisiones que provoquen la fraternidad.
El cristiano encuentra en la Doctrina social de la Iglesia principios de reflexión,
criterios de juicio y directrices de acción que son la base para un humanismo
integral y solidario. El Compendio de Doctrina social de la Iglesia cita tres niveles
y aportaciones de las Doctrina social de la Iglesia. El Papa actual plantea
abiertamente el papel de la religión cristiana como propuesta pública en esta
sociedad en la que vivimos. Su "estatuto de ciudadanía" es un tema
insuficientemente tratado y evitado por las instancias sociales y políticas sobre
todo de nuestro país. En este sentido es un itinerario erróneo la fuga hacia la
privacidad y la separación entre lo social la moral y la fe. Hay que evitar cualquier
disociación entre la vida religiosa y los deberes terrenos. "La ruptura entre la fe
que profesan y la vida ordinaria de muchos debe ser contada como uno de los
más graves errores de nuestro tiempo " La fuga hacia la privacidad genera un
modo de espiritualidad evasiva. El proyecto formativo supera "el problema de
cada uno "fiel reflejo de la sociedad fragmentada y de la falta de motivación para
la vida colectiva”.