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FACULTAD DE DERECHO
CURSO: DELITOS
PROFESOR: ANTONIO BASCUÑÁN RODRÍGUEZ
Material docente para uso exclusivo de los estudiantes de la Universidad Adolfo Ibáñez
2ª versión, revisada
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Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
Sumario
Abreviaturas
§ 1. La protección penal de la intimidad
1. Evolución histórica
2. La intimidad como bien jurídico protegido
2.1. Presupuestos constitucionales
2.2. La intimidad como legítima expectativa de exclusión
2.3. La intimidad como legítima expectativa de control
2.4. Intimidad y propiedad
2.5. Intimidad y libertad de expresión
3. El sistema de los delitos contra la intimidad
§ 2. Los delitos de intromisión
1. Allanamiento de morada o violación de domicilio
1.2 El delito de entrada en morada ajena
1.3 Las causas especiales de justificación
1.4 El delito de allanamiento de templo o casa por
funcionario público
2. La intromisión en espacios privados
3. La intromisión en las comunicaciones
3.1 El delito de apertura o registro de correspondencia
3.2 El delito de apertura de correspondencia postal o
telegráfica
3.3 El delito de intromisión en comunicaciones privadas
4. La intromisión en documentos privados
§ 3. El delito de difusión de la información obtenida mediante
intromisión
§ 4. Los delitos de indiscreción
1. La violación del secreto de particular por funcionario
público
2. La violación de secreto profesional
3. La violación del secreto profesional del abogado o procurador
§ 5. La transmisión y grabación subrepticias
§ 6. Los delitos contra la intimidad en la legislación especial
1. Los delitos contra la intimidad de las telecomunicaciones
1.1 La intromisión en las señales de telecomunicaciones
1.2 La difusión de la telecomunicación obtenida mediante
intromisión
2. Los delitos contra la intimidad de los sistemas informáticos
2.1 La intromisión en sistemas de tratamiento de información
2.2 La revelación o difusión de datos contenidos en un sistema de
tratamiento de la información
§ 7. El chantaje
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Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
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Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
Abreviaturas
Actas-CP Actas de las Sesiones de la Comisión Redactora del Código Penal Chileno, Santiago:
Imprenta de la República de Jacinto Núñez, 1873.
APCP Anteproyecto de Código Penal, Santiago de Chile, diciembre de 2013.
APF Anteproyecto de Código Penal Chileno (“Anteproyecto de la Comisión Foro Penal”),
2005.
CADH Convención Americana de Derechos Humanos, de 1969.
CC Código Civil, sin otra indicación, el chileno vigente.
CEP Código de Ética Profesional, sin otra indicación, chileno y relativo al abogado.
COT Código Orgánico de Tribunales, sin otra indicación, el chileno vigente.
CP Código Penal, sin otra indicación, el chileno vigente.
CPP Código Procesal Penal, sin otra indicación, el chileno vigente.
CPR Constitución Política, sin otra indicación, la chilena vigente.
CR Comisión Redactora del Código Penal Chileno
Del Río Raimundo Del Río C., Derecho Penal, Tomo III, Santiago: Editorial Nascimento,
1935.
Etcheberry Alfredo Etcheberry Orthustegui, Derecho Penal–Parte Especial, Santiago: Editorial
Jurídica de Chile, 1998 (3ª ed.) [se indica tomo y número de página].
Fuensalida Alejandro Fuensalida, Concordancias y Comentarios del Código Penal Chileno, Lima: Imp.
Comercial, 1883 [se indica tomo y número de página].
Groizard Alejandro Groizard y Gómez de la Serna, El Código Penal de 1870, Concordado y
Comentado, Tomo V, 2ª ed., Madrid: Establecimiento tipográfico de los sucesores de
J. A. García, 1913.
Labatut Gustavo Labatut Glena, Derecho Penal, Tomo II, Parte Especial, Santiago: Editorial
Jurídica de Chile, 2012 (7ª ed., actualizada por Julio Zenteno Vargas).
Lazo Santiago Lazo, Los Códigos Chilenos Anotados – Código Penal, Santiago: Poblete y Cruzat
Hnos., Editores, 1917.
nm Número al margen, referido a la numeración de los párrafos consignada en el margen
izquierdo del texto.
Pacheco Joaquín Francisco Pacheco, El Código Penal Concordado y Comentado, Madrid:
Imprenta de Manuel Tello 1867 (3ª ed.) [se indica tomo y número de página].
PCP Proyecto de Código Penal, presentado a la Cámara de Diputados del Congreso de la
República de Chile el 10 de marzo de 2014 (Boletín N° ).
PIDCP Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de 1966.
PLICP Propuesta de Ley de Introducción del Código Penal (anexa a APCP), Santiago de
Chile, 30 de diciembre de 2013.
Politoff Sergio Politoff L., Jean Pierre Matus A., María Cecilia Ramírez G., Lecciones de
Derecho Penal Chileno – Parte Especial, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 2ª ed.
actualizada, 2004.
Quintano Antonio Quintano Ripollés, Tratado de la Parte Especial del Derecho Penal, Tomo I-II,
Infracciones contra la personalidad, 2ª ed., puesta al día por Enrique Gimbernat Ordeig,
Madrid: Editorial Revista de Derecho Privado, 1972.
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Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
1. Evolución histórica
1 La regulación de los delitos contra la intimidad tiene una historia similar en los distintos
sistemas jurídicos que experimentaron la codificación penal europea. La codificación del siglo
xix previó algunas reglas que sancionaban conductas constitutivas de atentados contra la
intimidad, como el allanamiento de morada, la apertura de cartas o papeles y la divulgación de
su contenido y la violación del secreto profesional. No obstante, la codificación penal del siglo
xix desconoció a los delitos contra la intimidad como una categoría sistemática autónoma. Los
atentados contra la intimidad fueron sistematizados como delitos contra la libertad 1 o contra un
interés individual indeterminado2, como delitos contra el orden público3 o como delitos
cometidos por funcionarios públicos4. El Código Penal chileno de 1874 comparte estos rasgos:
el allanamiento de morada y la apertura de cartas o papeles y la divulgación de su contenido son
tipificados y sancionados, pero como delitos contra la libertad y seguridad (Arts. 144, 145, 146)
o agravios inferidos a los derechos garantizados por la Constitución (Arts. 155, 156), y la
violación de secretos es considerada como un delito contra la función pública (Arts. 231, 247).
2 Ese estado permaneció en lo esencial inalterado en la codificación europea hasta después
de la segunda guerra mundial. El desarrollo de las tecnologías de la comunicación condujo a la
obsolescencia de la regulación del siglo xix –que sólo conocía la comunicación presencial, escrita
y telegráfica- y puso al mismo tiempo de manifiesto la falta de consideración de la intimidad
como un bien jurídico específicamente merecedor de protección penal. Como respuesta a esta
constatación, los legisladores europeos procedieron a reformar los códigos penales heredados del
siglo xix introduciendo un nuevo apartado sistemático dedicado a los delitos contra la intimidad
y ubicando en él las antiguas normas sobre atentados contra la intimidad más las nuevas normas
necesarias para dispensar adecuada protección a las nuevas formas de comunicación y frente a
los nuevos atentado a la intimidad hechos posibles por el desarrollo tecnológico. Así, la Ley N°
70-643, de 17 de julio de 1970, dio a la subsección 2 de la sección vii del capítulo i del título ii
del libro tercero del antiguo Código Penal francés, dedicada a los “atentados a la vida privada,
denunciación calumniosa y violación de secretos” (Arts. 368-378), la forma que mantuvo hasta
la dictación del nuevo Código Penal de 1995, que les dedicó el capítulo vi de su libro segundo,
titulado “de los atentados a la personalidad” (Arts. 226-1 a 226-25); la Ley de Introducción al
Código Penal, de 22 de marzo de 1974, introdujo en el libro segundo del Código Penal alemán
un nuevo título xv dedicado a la “lesión de la esfera de la vida personal y el ámbito del secreto”
1
Así, el CP español 1850 (Arts. 414-416, 422, 423), el CP belga 1867 (Arts. 439-442) y el CP italiano 1889 (Arts.
157-164).
2
Así, el CP francés 1810 (Art. 378), el CP belga 1867 (Art. 460) y el CP alemán 1871 (§§ 299, 300).
3
Así el CP alemán 1871 (§§ 123 y 124).
4
Así el CP francés 1810 (Arts. 184 y 187) y el CP español 1850 (Arts. 283, 284).
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(§§ 203-211)5, y La Ley N° 98, de 9 de abril de 1974, actualizó la regulación de los delitos contra
la intimidad del Código Penal italiano de 1930 (Arts. 614 a 623 bis). Finalmente, en España,
tanto la Propuesta de Anteproyecto de Nuevo Código Penal de 1983, como el Proyecto de
Código Penal de 1992, consagraron un apartado sistemático específico para los delitos contra la
intimidad que contenía normas actualizadas frente los avances tecnológicos (PANCP-1983, libro
segundo, título vii, Arts. 187-190; PCP-1992, libro segundo, título ix, Arts. 198-203), idea que
fue recogida por el nuevo Código Penal de 1995, que contempla en su libro segundo el título x,
dedicado a los “delitos contra la intimidad, el derecho a la propia imagen y la inviolabilidad del
domicilio” (Arts. 197-204).
3 En Chile, la preocupación legislativa ante la recepción de las nuevas tecnologías de la
comunicación sólo se manifestó fragmentariamente y el nivel de la legislación especial. Así, la
Ley 15.476 (D.O. 23.01.1964), dictada bajo el gobierno de Jorge Alessandri, mediante su
Artículo primero introdujo como incisos tercero y cuarto del Art. 21 del DL 425 (D.O.
26.03.1925) las siguientes disposiciones:
Esta norma, que en parte vinculaba la protección de la intimidad a la protección del honor, fue
derogada por la Ley 16.643 (D.O. 04.09.1967), dictada bajo el gobierno de Eduardo Frei
Montalva, y parcialmente restablecida en 1991, bajo el gobierno de Patricio Aylwin. La Ley
19.048 (D.O. 13.02.1991), una de las “Leyes Cumplido” -leyes políticas de la transición a la
democracia impulsadas por el gobierno Aylwin a través de su Ministro de Justicia, Francisco
Cumplido- reintrodujo en el inciso segundo del Art. 22 de la Ley 16.643 la siguiente
disposición:
5
La regulación procede de los proyectos alemanes de reforma del Código Penal, gubernativo (1962) y alternativo
(1970).
6
Esto es, presidio menor en su grado mínimo y multa de uno a cuatro sueldos vitales.
7
Esto es, “sean lesivas para la dignidad, honra, honor o crédito de una persona”.
8
El Art. 12 del DL 425, también introducido por el Artículo primero de la Ley 15.476, disponía lo siguiente: “Para
los efectos de la presente ley se considerarán medios de difusión los diarios, revistas o escritos periódicos; los
impresos, carteles, afiches, avisos, inscripciones murales, volantes o emblemas que se vendan, distribuyan o
expongan en lugares o reuniones públicas; y la radio, la televisión, la cinematografía, los altoparlantes, la fonografía
y en general cualquier artificio apto para fijar, grabar, reproducir o transmitir la palabra, cualquiera que sea la forma
de expresión que se utilice, sonidos o imágenes.”
9
Esto es, multa de diez a cincuenta ingresos mínimos, y en caso de reiteración o de reincidencia, además,
reclusión menor en su grado mínimo a medio.
7
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El precepto fue modificado por la Ley 19.091(D.O. 07.11.1991), que estableció como Art. 36-b)
de la Ley 18.168 la siguiente disposición:
5 No obstante lo anterior, el hecho es que a fines del siglo xx el Código Penal chileno no
había experimentado una reforma similar al de los códigos penales europeos, orientada a regular
de modo comprehensivo y sistemático los delitos contra la intimidad. Este déficit quedó de
manifiesto el año 1992 con un escándalo político. El hecho consistió en la grabación de una
conversación telefónica inalámbrica mantenida el 16 de agosto de 1992 por el entonces senador
Sebastián Piñera, en la cual convenía con un amigo una estrategia de desacreditación de la
entonces diputada Evelyn Matthei por un tercero, a ese entonces panelista de un programa
televisivo en la estación Megavisión. La conversación fue escuchada mediante intromisión
telecomunicacional y grabada por un militar, y posteriormente, por intermediación de Evelyn
Matthei, otras dos personas y el empresario Ricardo Claro, en ese entonces propietario de
Megavisión, fue difundida en vivo en el programa donde intervenía el panelista, momentos
antes de una entrevista, también en vivo, a Piñera. El hecho generó una investigación conforme
al antiguo procedimiento penal bajo un Ministro en Visita, quien calificó la acción de escucha
del militar como “interceptación” en el sentido de la Ley General de Telecomunicaciones (Art.
36-b), conforme a la Ley 19.091)12 y solicitó a la Corte de Apelaciones de Santiago el desafuero
de Evelyn Matthei para procesarla por encubrimiento junto con Ricardo Claro y las otras dos
personas. El proceso fue reclamado por la Segunda Fiscalía Militar de Santiago, atendida la
calidad personal del autor de la escucha y grabación, la cual lo elevó a la Corte de Apelaciones
para que se pronunciara sobre el desafuero. La Corte denegó el desafuero en voto dividido,
basándose para ello en que no existían fundadas sospechas de que la diputada tuviera
conocimiento de la acción delictiva al momento de recibir la grabación y que en todo caso su
10
El Art. 16 de la Ley 16.643 era de idéntico tenor al Art. 12 del DL 425, introducido por la Ley 15.476 (supra,
nota 8).
11
Esto es, “daño o algunas formas de descrédito, tales como la hostilidad, el menosprecio o el ridículo”.
12
Resolución de 15.12.1992, en: XL Revista de Ciencias Penales (1993), p. 91-92.
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Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
13
Resolución de 19.01.1993, en: XL RCP (1993), p. 93-96.
14
XL RCP (1993), p. 96-104. Conforme al diccionario citado, la palabra “interceptar” tiene las siguientes
acepciones: “1. apoderarse de algo antes de que llegue a su destino; 2. detener algo en su camino; interrumpir,
obstruir una vía de comunicación”. Según este voto de prevención, la norma punitiva aplicable a los hechos habría
sido el Art. 22 inciso segundo de la Ley 16.643 (según la Ley 19.048), que tipificaba un delito perseguible sólo por
acción privada, no ejercida por el ofendido y prescrita al momento de la sentencia. Pero la calificación de los
hechos bajo el Art. 22 inciso segundo de la Ley 16.643 era más bien improcedente, ya que no había coincidencia
entre el autor de la grabación y el autor o inductor de la difusión.
15
Resolución de 19.01.1993, en: XL RCP (1992), p. 105-110, con voto disidente del Ministro Milton Juica
Arancibia.
16
Infra, nota 17. Este sentido del término es constatable en el Código Penal (Arts. 156 y 341), y también en las
discusiones de la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución, en la misma sesión en que se aprobó la idea que
dio origen el nuevo uso del Art. 19 N° 5 CPR (Actas-CPR Sesión 129, 12.06.1975, p. 23). Incluso Alejandro Silva
Bascuñán, que fue quien propuso introducir el nuevo uso del término en esa comisión, lo define en el sentido
tradicional de impedimento (Tratado de Derecho Constitucional, Tomo XI, Santiago: Editorial Jurídica de Chile,
2006, p. 207).
9
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
mantenido por el Decreto con Fuerza de Ley N° 4 (D.O. 31.08.1959), hasta su derogación por la
Ley 18.168.
7 La constatación de que las comunicaciones telefónicas, constitucionalmente protegidas en
igualdad de condiciones a las comunicaciones epistolares, no gozaban sin embargo de
protección penal eficaz generó una sobrerreacción legislativa. Entre 1993 y 1996 fueron dictadas
tres leyes que sancionan penalmente atentados contra las telecomunicaciones:
(i) la Ley 19.223 (D.O. 07.06.1993), que tipifica figuras penales relativas a la informática,
originada por una moción del entonces diputado José Antonio Viera Gallo, ingresada a
tramitación antes del caso de espionaje telefónico;
(ii) la Ley 19.277 (D.O. 20.01.1994), que en virtud de una indicación del entonces Presidente
Patricio Aylwin, formulada con posterioridad al caso del espionaje telefónico, introdujo
modificaciones en el Art. 36-b) de la Ley 18.168;
(iii) la Ley 19.423 (D.O. 20.11.1996), denominada “Ley Otero”, en alusión al entonces
senador Miguel Otero, el autor de la moción que dio origen a la tramitación de proyecto de ley
respectivo, ingresada a tramitación después del caso de espionaje telefónico, que introdujo los
Arts. 161-A y 161-B en el Código Penal.
8 Como resultado de esta sobrerreacción, el derecho penal chileno pasó a tener cuatro
regímenes regulativos para la intromisión en las telecomunicaciones: el Art. 21 inciso segundo
de la Ley 16.643 (§ 1 nm. 3), los Arts. 2° y 4° de la Ley 19.223, el Art. 36-B)-c) y -d) de la Ley
18.138 y el Art. 161-A del Código Penal. Todos con penas distintas, con distintos tratamientos
para el aprovechamiento o divulgación de la información obtenida mediante intromisión, con
distintos regímenes de acción penal y ninguno con criterios que definan sus relaciones
concursales con los demás. La hipertrofia regulativa disminuyó en algo con la Ley 19.733 (D.O.
04.06.2001), que derogó la norma punitiva del Art. 21 de la Ley 16.643, pero en lo demás se
mantiene intacta hasta el día de hoy.
9 De todo lo expuesto se puede concluir que el derecho penal chileno desconoce, en el nivel
de la regulación legal, un auténtico sistema de protección penal de la intimidad. Elaborarlo a
partir del material fragmentario y parcialmente contradictorio que ofrece la legislación es tarea
de la dogmática.
10 Observación de lege ferenda. Los anteproyectos de código penal de 2005 y 2013 reconocen la categoría de los
delitos contra la intimidad dentro de sus respectivas partes especiales y le destinan un apartado específico. El APF
los regula como en el título vii de su libro segundo, distinguiendo entre la violación de morada, de
correspondencia, y otras formas de intromisión en la esfera de la intimidad (§ 1: Arts. 133-139) y la violación de
secretos de particulares (§ 2: Arts. 140-141). Bajo la misma denominación, el APCP les destina una regulación
mucho más extensa y detallada en el título iv de su libro segundo; esta regulación distingue entre los delitos de
allanamiento de morada, intromisión, difusión indebida y acoso (§ 1: Arts. 277-280) y la violación de la
confidencialidad (§ 2: Arts. 281-283), establece una calificación para divulgación por medios de comunicación
social (Art. 284), una regla de punibilidad para ciertos casos de comisión imprudente (Art. 285) y reglas especiales
sobre agravación por fines de lucro, abuso del cargo, inhabilitación a funcionarios y profesionales, tentativa,
conspiración y proposición (Arts. 286-288). El PCP reproduce la regulación del APCP (Arts. 274-277, 278-280, 281,
282 y 283-285).
10
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CPR 1828: “Art. 16. Ninguna casa podrá ser allanada, sino en caso de resistencia a la autoridad legítima, y en
virtud de mandato escrito de ella. / Art. 19. La ley declara inviolable toda correspondencia epistolar; nadie podrá
interceptarla ni abrirla, sin hacerse reo de ataque a la seguridad personal”. CPR 1833: “Art. 146. La casa de toda
persona que habite el territorio chileno es un asilo inviolable, i sólo puede ser allanada por un motivo especial
determinado por la lei i en virtud de orden de autoridad competente. / Art. 147. La correspondencia epistolar es
inviolable. No podrán abrirse, ni interceptarse, ni rejistrarse los papeles o efectos, sino en los casos espresamente
señalados por la lei”. CPR 1925: “Art. 10. La Constitucion asegura a todos los habitantes de la República: 12° La
inviolabilidad del hogar. / La casa de toda persona que habite el territorio chileno solo puede ser allanada por un
motivo especial determinado por la lei, y en virtud de órden de autoridad competente;/ 13° La inviolabilidad de la
correspondencia epistolar y telegráfica. No podrán abrirse, ni interceptarse, ni rejistrarse los papeles o efectos
públicos, sino en los casos espresamente señalados por la lei;”.
18
PIDCP: “Artículo 17. / 1. Nadie será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y reputación. / 2. Toda persona tiene derecho a la
protección de la ley contra esas injerencias o esos ataques”. CADH: “Artículo 11. Protección de la honra y de la
dignidad / 1. Toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad. / 2. Nadie
puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su
correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación. / 3. Toda persona tiene derecho a la protección de
la ley contra esas injerencias o esos ataques”. La redacción de las convenciones internacionales tiene su fuente en el
Art. 12 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Nadie será objeto de ingerencias arbitrarias en su vida
privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona
tiene derecho a la protección de la ley contra tales ingerencias o ataques.”
11
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El delito de difamación fue establecido por el DL 425 (D.O. 26.03.1925) en su Art. 21: “Los que por medio de la
imprenta, litografía u otro medio de publicación divulgaren maliciosamente hechos relativos a la vida privada que,
sin ser injuriosos o calumniosos puedan producir perjuicios o graves disgustos en la familia a que la noticia se
refiera, serán penados con multa de ciento a mil pesos”. El gobierno de Jorge Alessandri reformó su regulación
mediante la Ley 15.476, cuyo Artículo primero estableció los siguientes nuevos incisos primero y segundo del Art.
21: “La difamación será castigada con presidio menor en su grado mínimo y multa de uno a cuatro sueldos vitales.
Comete difamación el que difunda, por cualquiera de los medios señalados en el artículo 12.o, informaciones o
comentarios que, sin ser constitutivos de injuria o calumnia, sean lesivas para la dignidad, honra, honor o crédito
de una persona. / En las mismas penas incurrirán los que exigieren una prestación cualquiera bajo la amenaza de
efectuar actuaciones difamatorias.”. El gobierno de Eduardo Frei Montalva derogó la norma sobre el delito de
difamación. La Ley 16.643 sólo conservó la punibilidad de la coacción bajo amenaza de difamación, como nuevo
inciso segundo del Art. 21, en los siguientes términos: “Los que solicitaren una prestación cualquiera bajo la
amenaza de dar a la publicidad documentos o actuaciones que puedan afectar el nombre, posición, honor o fama
de una persona serán sancionados con multa de diez a treinta sueldos vitales. Si se consumare la amenaza la multa
podrá alcanzar al doble de lo señalado precedentemente, sin perjuicio de las penas corporales que correspondieren,
conforme al inciso anterior. El Tribunal podrá aplicar, además, la pena de reclusión menor en sus grados mínimo a
medio, si lo estimare procedente en atención a la gravedad de la presión ejercida, o al daño moral causado a la
víctima y a sus familiares.”
20
“Artículo 21 A. El que difunda a través de cualquiera de los medios señalados en el artículo 16, hechos de la vida
privada de una persona, que causaren o pudieren causar daño material o moral a ella, su cónyuge, ascendientes,
descendientes o hermanos, será sancionado con la pena de reclusión menor en cualquiera de sus grados y multa de
diez a ciento cincuenta ingresos mínimos mensuales. / Artículo 21 B.- El que sin ánimo de injuriar, impute
maliciosamente a una persona, a través de los medios indicados en el artículo 16, un hecho falso relativo a su vida
pública, que le causare o pudiere causar daño material o moral, será sancionado con la pena de reclusión menor en
cualquiera de sus grados y una multa de cien a quinientos ingresos mínimos mensuales. / El inculpado podrá
excepcionarse probando, ante el Tribunal, la verdad de las afirmaciones.”
12
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
(D.O. 13.02.1991), aunque sin derogar del todo el delito de difamación 21. Finalmente, la Ley
19.733 (D.O. 04.06.2001), sobre libertades de opinión e información y ejercicio del periodismo,
derogó por completo las normas punitivas del delito de difamación. Haciéndose cargo de esta
situación, la Ley 20.050 (D.O. 26.08.2005), de Reforma Constitucional, derogó los incisos
segundo y tercero del Art. 19 N° 4, dándole la redacción actualmente vigente:
21
La Ley 19.048 derogó los Arts. 21-A y 21-B de la Ley 16.643, que habían sido introducidos por la Ley 18.313, e
introdujo el siguiente nuevo Art. 22: "La imputación de hechos determinados, relativos a la vida privada o familiar
de una persona, difundida a través de alguno de los medios señalados en el artículo 16, efectuada sin autorización
de ésta, y que provocare a su respecto daño o algunas formas de descrédito, tales como la hostilidad, el
menosprecio o el ridículo, será sancionada con la pena de multa de diez a cincuenta ingresos mínimos. En caso de
reiteración o de reincidencia en relación con una misma persona, se impondrá, además, la pena de reclusión
menor en su grado mínimo a medio.” En el inciso segundo del Art. 22, la Ley 19.048 estableció el delito de
grabación y difusión arriba mencionado (§ 1 nm. 3); en el inciso tercero, estableció reglas para la calificación de los
hechos como pertenecientes a la vida privada o familiar.
22
La versión clásica de esta idea se encuentra en la metáfora de las esferas de John Mill (Sobre la libertad, capítulo 1,
Madrid: Alianza Editorial, 1979, p. 63-64 ).
23
Así, el derecho de privacy desarrollado por la jurisprudencia de la Corte Suprema federal de los Estados Unidos
de Norteamérica y una línea jurisprudencial del Tribunal Europeo de Derechos Humanos relativa al derecho a la
vida privada consagrado por el Art. 8° del Convenio Europeo de Derechos Humanos (1950/53). Esta línea
jurisprudencial no ha sido recogida por el Tribunal Constitucional chileno y es resistida por la doctrina
conservadora del derecho privado, Hernán Corral Talciani, Configuración jurídica del derecho a la privacidad, 27
Revista Chilena de Derecho (2000), p. 331-355, 332-333; Enrique Barros Bourie, Tratado de Responsabilidad
Extracontractual, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 2006, p. 541. Para una visión general de los distintos aspectos
del derecho de privacy, Richard B. Bruyer, “Privacy: A Review and Critique of the Literature” 43 Alberta Law Review
(2006), p. 553-588.
13
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
y difusión (habeas data)24. La tensión existente entre el derecho a la vida privada y el derecho a la
libertad de expresión no se deja resolver fácilmente, porque ninguno de ellos es prima facie
preponderante respecto del otro. En eso, el derecho a la vida privada se encuentra en una
situación más semejante a la situación del derecho al honor que a la del derecho a la
inviolabilidad del hogar y las comunicaciones. No es casual que las convenciones internacionales
sobre derechos humanos, y, siguiéndolas, el Art. 19 N° 4 CPR los tematicen conjuntamente.
24
En el caso de Chile, la Ley 19.628 (D.O. 28.08.1998) que otorga derechos de información, modificación,
cancelación o bloqueo de los datos personales, y derecho a la indemnización de daño patrimonial y moral por el
manejo indebido de los datos. Para un vistazo general, Francisco González Hoch, “Modelos comparados de
protección de la información digital y la ley chilena de datos de carácter personal”, en: Jorge Wahl Silva (ed.),
“Tratamiento de datos personales y protección de la vida privada”, 5 Cuadernos de Extensión Jurídica (Universidad de
los Andes) (2001), p. 153-178.
25
Samuel D. Warren, Louis D. Brandeis, “The Right to Privacy”, 4 Harvard Law Review (1890), p. 193-220, 195,
citando el tratado de Cooley sobre daños; también, Louis Brandeis, en su famoso voto disidente en Olmstead v.
United States, 277 U.S. 438 (1928), 478.
14
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
17 El “derecho a ser dejado solo” afirmado por Warren y Brandeis no se restringe a una
expectativa de exclusión de otros respecto de ciertos ámbitos propios, sino que se extiende
también al control sobre acciones de otros que impliquen alguna forma de uso no consentido
de información relativa a la vida personal, particularmente el uso por medios de comunicación
de alcance masivo. La publicación en los periódicos, no consentida por el afectado, de imágenes
de su rostro o de rumores relativos a su vida sexual, eran casos particularmente graves de
15
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
afectación del derecho a la privacidad para esos autores26. Como se ha dicho (§ 1 nm. 15)
cuando la información ha sido obtenida mediante actos de intromisión esta expectativa de
intimidad es una proyección de la expectativa de exclusión. Cuando no ha sido obtenida de ese
modo, sin embargo, se trata de una expectativa independiente de control: el poseedor, aun
legítimo, de información sobre otro no puede usarla libremente; en particular, no puede
revelarla a otro o difundirla, sino que está sometido a ese respecto a la voluntad de aquél a
quien esa información se refiere. La idea de “ser dejado solo” se expresa aquí como “no estar en
boca de los demás”. En adelante, a esta idea de la intimidad expresada en una legítima
expectativa de control de la comunicación ajena se la denominará “intimidad de control”, y a los
actos de afectación de ese derecho, “atentados de indiscreción”. Esta expectativa de intimidad
está relacionada con la protección constitucional de la vida privada.
18 La protección de la intimidad de control se encuentra en un conflicto necesario con la
libertad de expresión y en el contexto de esa colisión no es evidente que sea un interés por regla
general preponderante. De aquí que su protección constitucional no pueda expresarse en
términos igualmente categóricos que la protección de la intimidad de exclusión como límite
normativo a las libertades ambulatoria, de reunión, asociación e información (§ 1 nm. 13, 16 y
26).
19 La codificación penal del siglo xix tematizó ese conflicto en su tratamiento de los delitos
contra el honor. Pero en lo que respecta a la intimidad el conflicto quedó resuelto a favor de la
libertad de expresión: la codificación del siglo xix no conoce una punibilidad genérica del
atentado de indiscreción equivalente a la punibilidad genérica de los atentados de intromisión a
la morada y la correspondencia. Para la codificación penal del siglo xix, fuera de los casos de
información obtenida mediante intromisión, la intimidad de control sólo es jurídico-
penalmente relevante cuando el poseedor de la información tiene un deber especial de
confidencialidad27. Esta punibilidad tan restringida del atentado de indiscreción abre la
pregunta por el peso específico del derecho a la intimidad como su fundamento. En su lugar,
podría sostenerse que si el adecuado desempeño de la función pública, profesión u oficio exige
conocer información respecto de la cual existe un interés en mantener reservada, entonces el
deber de confidencialidad es una compensación normativa de ese interés, establecida para hacer
posible un flujo de información que de otro modo no se daría, con el fin de asegurar el
adecuado desempeño de la función, profesión u oficio. En otras palabras, que el fundamento de
más peso de la punibilidad de estos casos de indiscreción no sería un interés individual sino un
26
En su análisis de la doctrina de Warrren y Brandeis, William L. Prosser distingue cuatro delitos civiles (torts)
contra la intimidad: (i) intrusión en el aislamiento del demandante, (ii) divulgación pública de hechos privados que
afectan la consideración social del demandante, (iii) publicidad que pone al demandante en una falsa imagen ante
la opinión pública, (iv) apropiación del nombre del demandante en provecho del demandado (“Privacy”, 49
California Law Review (1960), p. 383-423). La influencia de este esquema de análisis en la doctrina chilena es
notoria: Corral, op. cit. supra, nota 23, loc. cit.; Barros, op. cit. supra, nota 23, loc. cit.
27
El ámbito de los deberes de confidencialidad cuya infracción resulta punible varía en las distintas codificaciones
penales (§ 4 nm. 2). En el CP chileno ese ámbito es restringido: abarca a los deberes de confidencialidad de la
función pública y de las profesiones que requieren título. La Ley 19.223 en su Art. 4° aparentemente establece un
deber general de confidencialidad respecto de “datos contenidos en un sistema de información”. La amplitud de la
norma es tan absurda que obliga a una interpretación restringida con apoyo en la exigencia de comisión maliciosa
del delito ( § 6 nm. 31, 33-36).
16
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
28
El argumento se extiende al orden constitucional, donde no existe un derecho constitucional nominativo al
secreto profesional, en el sentido de un derecho de intimidad del cliente que tenga como deber correlativo la
confidencialidad del profesional. Ciertamente, la intimidad de las comunicaciones entre el cliente y su abogado
defensor es un derecho de intimidad reforzado por el derecho a la defensa y el derecho a la no-autoinculpación,
pero lo es en tanto intimidad de exclusión: representa un ámbito de comunicaciones intensificadamente protegido
respecto de actos de intromisión. La protección del cliente frente a la indiscreción del abogado es de carácter legal,
especialmente jurídico-penal y ético-profesional, pero no constitucional.
29
Esta es la diferencia entre el delito de violación de secretos del particular por el funcionario público (Art. 247
inciso primero CP) y el delito de violación de secreto de la función pública (Art. 246): este último es un auténtico
delito contra un interés colectivo.
17
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
hecho de que la reproducción virtual del sonido o la imagen genera un poder de exposición de
la intimidad del afectado que es incomparablemente más intenso que la simple indiscreción: las
imágenes o sonidos grabados siguen siendo, virtualmente, esas acciones o palabras realizadas o
proferidas dentro de un ámbito de intimidad. Es claro que el caso (ii) no se encuentra
comprendido por el Art. 161-A, que exige que la grabación sea efectuada sin el consentimiento
del afectado; la cuestión de si el caso (i) se encuentra o no sancionado por el Art.161-A CP es
controvertida (§ 1 nm. 39 y § 5 nm.1).
22 Existe una relación estrecha entre la intimidad y la propiedad, pues ambos derechos
comparten una misma estructura. La propiedad, y en general la titularidad patrimonial, confiere
derechos de exclusión y de control sobre cosas materiales o inmateriales. De ahí que pueda
confundirse con la intimidad. En el derecho comparado, por ejemplo, existe el delito de trespass,
que cumple la doble función de proteger la intimidad y la propiedad respecto de inmuebles30.
De ahí también que la intimidad de control pueda definirse bajo una estructura propietaria o
patrimonial, como es el caso de la propiedad intelectual o industrial, cuya protección penal
específica se encuentra fragmentariamente en los Arts. 158 N° 5 y 284 CP. De ahí, finalmente,
que la intimidad, incluso entendida como un derecho personalísimo, también pueda dispensar
protección a un interés instrumental -por oposición al interés expresivo (afectivo)- en la posesión
exclusiva de información. Esto es visible en el Código Penal, en los casos en que el
aprovechamiento de la información obtenida mediante un acto de intromisión es considerado
como un supuesto calificado de algunos de los respectivos delitos de intromisión.
23 En la medida en que el ámbito de la propia comunicación se despliega en un determinado
espacio o soporte y que la intimidad se expresa como expectativa de exclusión del acceso a ese
espacio o soporte, lo usual es que ejercicio legítimo del derecho a la intimidad de exclusión se
asocie a un título legítimo de detentación de la cosa inmueble o mueble donde se despliega la
propia comunicación, como la habitación, la casa o apartamento, el documento u otro soporte
material de la información. Ese título puede ser la propiedad, u otro derecho real o personal
oponible al propietario. La misma razón explica que la intimidad pueda entrar en conflicto con
la propiedad, cuando el que tiene una expectativa de exclusión la ejerce en relación con una
cosa ajena como espacio o soporte de su ámbito de comunicación.
24 La solución de ese conflicto depende de muchas variables, que deben ser consideradas a la
luz de la regulación legal aplicable según el contexto (laboral, comercial, civil, administrativa,
ético-profesional), pero hay al menos tres principios orientadores:
(i) El derecho de propiedad no obsta al reconocimiento de una legítima expectativa de
intimidad de exclusión sobre cosa ajena, incluso en ausencia de un derecho de detentación
oponible al propietario. Quien usa por mera tolerancia de su dueño un ordenador conectado a
la red puede tener una legítima expectativa de intimidad de sus comunicaciones vía correo
electrónico durante el tiempo en que lo use, aunque no tenga derecho alguno a retener el
30
Model Penal Code, § 221.1; Wayne R. LaFave, Criminal Law, West Publishing Co: St. Paul, MN, 2003 (5a ed.),
p. 1081-1089.
18
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
indiscreción relativos a información que no ha sido obtenida mediante intromisión son por
regla general impunes;
28 (iii) el derecho constitucional, el derecho internacional y el derecho de daños someten el
conflicto entre libertad de expresión e intimidad de control a los mismos criterios de solución
(ponderación) que el conflicto entre libertad de expresión y honor.
29 El nexo entre el derecho al honor y el derecho a la intimidad de control, literalmente
visible en las convenciones internacionales de derechos humanos y el Art. 19 N° 4 CPR (§ 1
nm. 11 y 12), se encuentra en que, por regla general, si se difunde la información sobre cuya
comunicación se pretende una legítima expectativa de control se causa un daño a la
consideración social del titular de la expectativa de intimidad de control. La protección del
derecho a la intimidad cumple en este contexto la función de anticipar o flanquear la protección
del derecho al honor. Que el goce de ambos derechos se encuentra en conflicto con el ejercicio
del derecho a la libertad de expresión es un lugar común del derecho constitucional, el derecho
internacional de los derechos humanos y el derecho de daños. La solución a esta colisión oscila
entre el uso de un criterio propio de la protección del honor, consistente en la exoneración de
responsabilidad si se prueba la verdad de las afirmaciones difundidas 31, y el uso de un criterio
propio de la protección de la libertad de expresión, consistente en la identificación de
estándares de riesgo permitido para el legítimo flujo de la información, incluso de la que se
demuestra falsa con posterioridad a su difusión32.
30 Los actos de intromisión no se dejan justificar por los estándares generales de riesgo
permitido que pueden justificar actos de indiscreción. Esto vale para el derecho constitucional,
el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho penal. En tanto expectativa de
31
La exoneración se denomina exceptio veritatis y es característica de la regulación del delito de calumnia (Art. 415
CP). Como es obvio, la relevancia de la exceptio veritatis implica la irrelevancia de la intimidad como interés
específicamente protegido: el derecho de control sobre el flujo de la información falsa aquí no es más que modo
preventivo de protección del honor. Ello es así, porque la intensidad de la expectativa de intimidad de control no
decrece (incluso es más intensa) cuando la información expuesta a riesgo de difusión es verdadera.
32
Así, el § 193 CP alemán, que establece una causa de justificación para las afirmaciones que atentan contra el
honor cuando bajo los requisitos del principio de proporcionalidad son realizadas como medio para la salvaguarda
de intereses legítimos. Pretendiendo satisfacer este juicio de ponderación, el APF consagró una regla vacía de
contenido, declarando exento de responsabilidad penal por el delito de injuria al “ejercicio legítimo de las
libertades de emitir opinión e informar” (Art. 128 inciso primero). Con mayor precisión, el APCP consagra la
institución de la “crítica legítima” (Art. 291), declarando que no constituye injuria “la apreciación crítica del
desempeño científico, artístico, profesional, deportivo o comercial de otro que es formulada en la medida
razonablemente requerida por el ejercicio de un derecho o el interés público en el juicio de ese desempeño”, ni
tampoco “la apreciación crítica del desempeño de un cargo o función públicos, o de relevancia pública, o que es
relevante para un número considerable de personas, el mérito de un programa o propuesta para desempeñar uno o
más de esos cargos, o la aptitud de un candidato a uno de esos cargos para su desempeño, en la medida
razonablemente requerida para la formación del juicio en la opinión pública o en el círculo de interesados”; en caso
de duda acerca de la razonabilidad de la medida de la apreciación crítica, la norma dispone que el tribunal
considerará la crítica legítima. Por su parte, la Ley 19.733 combina en su Art. 30 la exceptio veritatis con criterios de
preponderancia para eximir de pena por la comisión del delito de injurias a través de un medio de comunicación.
Esto es un error: los criterios de preponderancia deben cumplir la función de un estándar de riesgo permitido para
las imputaciones que afectan el honor. Esto último ha sido reconocido rudimentariamente por el APF (Art. 128
inciso primero) y con todo detalle y diferenciación por el APCP (Arts. 294 y 298, como también el Art. 15 PLICP,
que modifica la Ley 19.733). El PCP solo sigue al APCP en el articulado del Código Penal (Arts. 291 y 294). Para
una visión general del problema, Eric Barendt, Freedom of Speech, Oxford: Oxford University Press, 2005, p. 198 s.
20
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
227-230), y, en rigor, el tratamiento del Art. 161-A bajo una sección específica se explica más bien por su novedad
histórica.
34
Esta clasificación corresponde en términos generales a la sistematización del siglo xix (morada y correspondencia)
y de la Ley 19.423 (Art. 161-A CP: comunicaciones, documentos, espacios). Ella deja sin tematizar, sin embargo, la
intimidad de exclusión respecto de acciones o situaciones que acaecen en espacios sobre los que no se puede
pretender una legítima expectativa de exclusión, como por ejemplo, las acciones sexuales que una pareja realiza
entre los arbustos de un parque nacional o el baño desnudo que realiza quien equivocadamente se cree solo en una
playa desierta. Estos casos no son típicamente relevantes como delitos contra la intimidad conforme al derecho
chileno vigente, ni conforme al APF. En cambio, el APCP extiende la punibilidad de los delitos de intromisión a la
la captación mediante dispositivos técnicos de “la imagen de una acción o situación respecto de la cual el afectado
tiene una expectativa legítima de intimidad, manifestada en las circunstancias en que ocurre dicha acción o
situación” (Art. 278 inciso primero N° 3); lo mismo hace el PCP (Art. 275 N° 3); conforme a esta regulación
debería agregarse una cuarta subcategoría (i.e., un cuarto objeto de ataque) en la clasificación de los delitos de
intromisión.
35
Esta clasificación también corresponde a la sistematización del siglo xix; el APF (Art. 140 inciso segundo), el
APCP (Art. 283 inciso primero N° 2 -en parte- e inciso segundo) y el PCP (Art. 280 inciso primero N° 2 -en parte- e
inciso segundo) extienden la punibilidad a la infracción de otros deberes de confidencialidad (§ 4 nm. 63).
36
Los anteproyectos de 2005 y 2013 y el proyecto de 2014 han generalizado el alcance de esta innovación de la Ley
19.423, extendiendo la regla a todo caso de información obtenida mediante intromisión (Art. 137 APF, Art. 279
APCP, Art. 276 PCP: § 3 nm. 9).
22
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
Delitos
de difusión de información obtenida Art. 161-A inciso segundo
mediante actos de intromisión
37
Por ejemplo, el Estado de California aprobó una modificación a su Código Penal para incluir el siguiente delito
de “revenge porn” o “hate porn”: § 647-(4) (A) “Any person who photographs or records by any means the image of
the intimate body part or parts of another identifiable person, under circumstances where the parties agree or
understand that the image shall remain private, and the person subsequently distributes the image taken, with the
intent to cause serious emotional distress, and the depicted person suffers serious emotional distress.” (Acuerdo del
Senado N° 255, de 01.10.2013).
23
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
38
El APF tampoco sanciona este comportamiento, pues exige que la grabación sea subrepticia (§ 5 nm 19). En
cambio, el APCP sanciona en su Art. 284 N° 2 con pena de prisión de 1 a 3 años al que “sin el consentimiento del
afectado difundiere: (…) la imagen de una acción o situación lícita e íntima cuya grabación fue consentida por el
afectado en consideración a su relación confidencial con el autor de la grabación”. La disposición es recogida por el
PCP en su Art. 279 N° 2.
39
El APF tampoco contempla un delito de hostigamiento o acoso. El APCP sí lo hace, en los siguientes términos:
“Art. 280. Acoso. Será sancionado con multa o reclusión el que, contra la voluntad expresa de otro, afectando con
ello gravemente las condiciones de su vida privada, insistentemente: /1° lo sigue; /2° intenta establecer contacto
con él;/3° llama a su teléfono;/ 4° le envía comunicaciones”. Conforme a la PLICP, este es un delito de acción
pública previa denuncia por la víctima. La fuente material del Art. 280 APCP se encuentra en el § 238 CP alemán
(Nachstellung). El PCP mantiene la disposición relativa al delito de acoso (Art. 277).
40
Conforme, Del Río, refiriéndose al Art. 146: “el hechor (…) da a conocer a un número apreciable de personas, o
publica los secretos de la correspondencia o papeles” (p. 97); implícitamente, también Labatut (p. 88); asimismo,
Groizard entiende que la divulgación del Art. 512 CP español 1870, relativo al descubrimiento de secretos de los
papeles y la correspondencia, consiste en “toda comunicación de los secretos descubiertos que dé lugar a que para
un número considerable de personas deje de ser desconocido lo que en los papeles ó en las cartas constaba” (p. 838-
839). De otra opinión, Quintano (p. 1014-1015), Etcheberry (III p. 269), Politoff (p. 231, 237), sin razones que
justifiquen su posición. El APF usa los términos “divulgar” y “revelar” diferenciadamente (Arts. 137, 140, 141),
pero no explicita un alcance distinto; el APCP, en cambio, además de usar diferenciadamente los términos
“difundir” (Arts. 279, 282, 284) y “revelar” (Art. 283), define expresamente a la difusión como “la comunicación de
una información, imagen o sonido a un número considerable o indeterminado de personas” (Art. 42 N° 6).
24
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
de dos órdenes. Conforme a un criterio lingüístico, esas dos expresiones describen un acto de
propagación de la información en el sentido de publicarla o hacerla accesible al público.
Conforme a un criterio sistemático, es obvio que la punibilidad del acto de intromisión tiene
también por fundamento el hecho de que el acceso no consentido a la información genera un
riesgo no consentido de revelación. Toda revelación de esa información es ilícita, por su origen,
pero no cualquier revelación importa una afectación de la intimidad que exceda el margen ya
presupuesto por la punibilidad del acto de intromisión. Sólo la revelación masiva o
indiscriminada lo rebasa y justifica la calificación de la pena. Esta es una importante
consecuencia sistemática de la diferencia entre los delitos de intromisión y los delitos de
indiscreción, que presuponen una posesión legítima de la información que se revela
ilegítimamente.
43 Los Arts. 53 inciso final y 54-b) CPP otorgan al delito de “violación de domicilio” el
estatus de delito de acción penal pública previa instancia particular. La expresión es como
mínimo comprensiva del delito de entrada en morada ajena (Art. 144 CP) y puede ser
razonablemente entendida también como una referencia al delito de allanamiento de templo o
casa por funcionario público (Art. 155 CP). Su extensión al delito de intromisión en espacios
privados (Art. 161-A CP) es sumamente dudosa. Fuera de duda se encuentra el hecho de que no
abarca los demás delitos de intromisión. En cuanto a los delitos de indiscreción, el Art. 54-c)
CPP otorga el mismo estatus a la violación de secretos cometida por el abogado (Art. 231) y la
cometida por el profesional (Art. 247 inciso segundo), excluyendo de ese estatus a la violación
de secretos de particular cometida por funcionario público (Art. 247 inciso primero CP). La
cobertura fragmentada de los delitos contra la intimidad por esta institución del CPP es un
error de política-criminal: todos los delitos contra la intimidad deberían tener la calidad procesal
de delitos de acción pública previa denuncia de la víctima. En todos ellos el ejercicio de la
acción penal pública es una amenaza más de lesión de la intimidad de la víctima. Ella debe tener
el control de ese peligro y sólo su consentimiento puede legitimar la afectación adicional de su
intimidad por el Estado41.
41
Así lo hace el APCP, en el Art. 3° N° 2 PLICP.
25
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
1 Como arriba se dijo (§ 1 nm. 34), los delitos de intromisión admiten ser clasificados en
consideración al ámbito sobre el que recae el atentado: el espacio, las comunicaciones y los
documentos. Respecto de cada uno de esos ámbitos el Código Penal de 1874 contempló normas
que prohíben los ataques en su contra, las cuales continúan vigentes; respecto de todos ellos, la
Ley 19.423 tipificó nuevos ataques en el Art. 161-A CP.
Art. 155. El hecho de que el epígrafe del párrafo 3 del Título III del Libro Segundo CP
denomine a los delitos en él comprendidos -dentro de ellos el allanamiento de morada- como
“delitos contra la libertad y la seguridad cometidos por particulares” no implica la exclusión de
su ámbito típico del funcionario público42. El concepto de particular no designa una calidad
especial de autor vinculada a algún deber especial, por lo que no puede constituir un delito
especial. Cuando el CP emplea la distinción entre particular y funcionario público no genera
dos categorías recíprocamente excluyentes (i.e., supuestos de hecho en relación de
alternatividad), sino una categoría general -la de comisión por particular- y una categoría especial
-la de comisión por funcionario público-. Por eso, el funcionario público es autor idóneo de
ambos delitos y el concurso aparente se resuelve por aplicación del criterio que asigna
preferencia a la lex specialis. Luego, en todos los casos en que el allanamiento de morada
cometido por el funcionario público satisfaga los elementos del delito genérico pero no satisfaga
los elementos del delito especial, es aplicable la norma del Art. 14443.
5 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación exige (i) entrar (ii) en
morada (iii) ajena (iv) contra la voluntad de su morador”.
6 La entrada o ingreso es la traslación del cuerpo de una persona desde un punto exterior a
un espacio delimitado a un punto en el interior de ese espacio. El delito se consuma con la
realización del comportamiento típico, sin que sea necesario el acaecimiento de un resultado
adicional. Se trata, por lo tanto, de un delito de (mera) actividad, que no admite la tentativa
acabada (delito frustrado stricto sensu) sino sólo la tentativa inacabada (tentativa simple).
7 A diferencia del derecho comparado, el Art. 144 no tipifica como allanamiento de morada
la acción de “permanecer” en la morada ajena (= omitir salir de la morada) contra la voluntad de
su morador44. Esto hace que el delito de entrada en morada ajena no pueda ser concebido como
42
En contra, Groizard, p. 756, comentando el Art. 504 CP español de 1870, que incorporaba la mención al
particular en la disposición legal que sancionaba el delito de allanamiento de morada. Conforme, Quintano, 953-
954).
43
Esta consideración es extensible también al tratamiento de la privación de libertad (Arts. 141, 143 y 148 CP),
donde el problema es más importante, atendido el carácter privilegiado del tipo especial de comisión por
funcionario público (Art. 148) respecto del tipo genérico (Art. 141). Para una defensa de la tesis en este contexto:
Antonio Bascuñán Rodríguez, “Observaciones sobre la detención ilegal cometida por funcionario público” 2
Derecho y Sociedad, p. 76 s.; el mismo: Agravios inferidos por funcionarios públicos a los derechos garantizados por la
Constitución, Santiago: Facultad de Derecho-Universidad de Chile, 1998, 2ª versión, p. 14 s.; Gonzalo Medina
Shulz, La desaparición forzada de personas como forma calificada de detención ilegal cometida por funcionario público,
Santiago, Facultad de Derecho-Universidad de Chile, 2001; Juan Pablo Mañalich Raffo, “El secuestro como delito
permanente frente al DL de amnistía”, 5 Revista de la Justicia (2005), p. 11 s.. La tesis ha sido avalada por la Corte
Suprema, al condenar a Manuel Contreras Sepúlveda y otros por delito de desaparición forzada de Miguel Ángel
Sandoval en su sentencia de 17.11.2004, Rol N° 517-2004; para un comentario a esa sentencia, Antonio Bascuñán
Rodríguez, “Delitos contra intereses personalísimos”, 2 Revista de Derecho UAI (2004), p. 531-556, especialmente
p. 540-548.
44 Conforme, Etcheberry observando que la atipicidad de la permanencia no excluye la legítima defensa del
morador y que el tránsito de una habitación a otra de una casa constituye “entrada” en morada ajena cada vez (III
p. 253, 255-256). Lo primero es obvio; lo segundo es incorrecto: la entrada a un lugar como atentado de
intromisión se define en función del rebasamiento del umbral que distingue el espacio privado respecto del espacio
no privado. Precisamente eso caracteriza uno de los casos que Etcheberry menciona para apoyar su error: la
habitación de un hotel o el dormitorio de un empleado doméstico no son simplemente “un recinto dentro de un
27
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
conjunto de recintos” (p. 255), sino un recinto respecto del cual existe una voluntad de exclusión que no se
extiende legítimamente al resto del conjunto (al respecto, Quintano, 959-960).
45
Dado que el constreñir a tolerar sólo puede entenderse como un caso especial de constreñir a omitir (= impedir
hacer), y dado que permanecer en la morada no consiste en realizar una acción sino en omitirla (= omitir
abandonar el lugar), la capacidad de rendimiento de las hipótesis de coacción para sancionar la coacción mediante
violencia o amenaza a tolerar la permanencia requiere que el afectado intente constreñir al intruso a abandonar la
morada o que éste crea que lo intentará, de modo que sea constreñido a omitir esa reacción. El caso más frecuente
será el uso de vis compulsiva no abiertamente conminatoria -por ejemplo, una exhibición inequívoca de la
superioridad de fuerzas del intruso-, cuya tipicidad dependerá por lo general de la posibilidad de constatar una
amenaza implícita.
46
Así, Politoff: “el lugar donde se tienen cama, vestidos, hogar, muebles, domicilio y habitual residencia” (p. 227).
47
Así, Etcheberry: “recinto en que una persona o grupo de personas viven o desarrollan habitualmente
determinadas actividades, con exclusión de la presencia de otros” (III p. 255).
48
Así, Del Río: “el recinto de las habitaciones y sus dependencias, en que una persona vive o ejerce actividades o
trabajos; y también los recintos cerrados que tenga bajo control a cualquier título, aunque no concurran las
circunstancias de vida o actividades dentro de ellos” (p. 94); siguiéndolo, Labatut (p. 34).
28
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
penal extienda el alcance del concepto de morada se explica, más que nada, por la ausencia en el
sistema de la protección penal de la propiedad de un delito equivalente al trespass
norteamericano (§ 1 nm. 22). La interpretación extensiva del concepto de morada provee, a
título de protección de la intimidad, una protección anticipada del contenido de poder fáctico
correlativo a la propiedad inmueble, que como tal sólo se encuentra penalmente protegido
frente a ataques que exhiban un considerable grado de permanencia, al menos potencialmente
(Art. 457 CP). Por cierto que no restringe esa protección al interés del propietario o legítimo
tenedor (§ 1 nm. 23-24), pero por regla general ése será el caso de la expectativa de exclusión
protegida.
9 Fuera de la explicación anterior, el mejor apoyo de una interpretación amplia del
concepto de morada se encuentra en dos argumentos sistemáticos: (i) el Art. 145 inciso segundo
(§ 2 nm. 21) deja entender a contrario sensu que una “casa pública” cerrada puede constituir
morada para efectos del Art. 146, y (ii) el Código Penal afirma una estrecha conexión entre la
sanción penal de la entrada a la morada y la violación del derecho constitucional a la
inviolabilidad del hogar, expresada en la decisión de tratar a los delitos de intromisión como
atentados a un derecho garantizado por la Constitución. En todo caso, dado que el criterio
lingüístico de interpretación exige que se trate de un espacio destinado actualmente servir de
habitación, un mínimo respeto por el sentido literal posible del término exige que el espacio
cerrado sea objeto de uso presencial habitual por una o más personas. Por esta razón, los
espacios cerrados destinados exclusivamente a la custodia de cosas como bodegas o bóvedas de
seguridad no constituyen morada. En otras palabras, el sentido literal posible del término
“morada” sólo admite la interpretación extensiva (ii). Por la misma razón, las dependencias de
una morada deben quedar sujetas al criterio restrictivo referido al tipo de actividades que
usualmente tienen lugar en ella49
10 La morada debe ser ajena. Conforme a lo expuesto acerca de las relaciones entre intimidad
y propiedad (§ 1 nm. 22-24) la “ajenidad” de la morada es un atributo que no debe constatarse
según las reglas relativas al derecho de dominio de otro sobre la cosa mueble o inmueble que
corresponde al espacio calificado como morada, sino según las reglas que determinan la
titularidad de la legítima expectativa de exclusión en que consiste la intimidad. Así, un
inmueble arrendado o entregado en comodato constituye morada “ajena” incluso para su
propietario, en relación con la titularidad de la expectativa de intimidad que tiene su morador,
ya sea el arrendatario o el comodatario. Sólo para quien cohabita en un espacio con otro(s) ese
espacio no es “ajeno” como morada50.
11 Finalmente, la acción debe realizarse contra la voluntad del morador. Esto no implica que la
entrada deba cometerse constriñendo al morador a tolerarla para que sea típica conforme al
inciso primero; desde luego que el ingreso coercitivo es típico conforme al inciso primero del
Art. 144, pero además realiza la hipótesis calificada del inciso segundo como lex specialis (§ 2 nm.
13); esto demuestra que el ámbito del inciso primero, en tanto lex generalis, debe ser más amplio.
En el contexto del Art. 144, la expresión “contra la voluntad” debe entenderse por lo tanto
como una entrada contra la voluntad expresa (tipo calificado, si se comete mediante violencia o
intimidación) o tácita (tipo básico) del morador. La voluntad tácita del morador contraria al
49
Conforme, Quintano, 955-956.
50
Conformes Etcheberry (III p. 256-257), Groizard, 761.
29
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
13 c. Tipo calificado. El inciso segundo del Art. 144 dispone la agravación de la pena para el caso
en que la entrada en la morada ajena se “ejecutare con violencia o intimidación”. La expresión
debe entenderse como una referencia abreviada a la coacción a facilitar (= hacer) o a tolerar (=
omitir resistir) la entrada en la morada53. El sentido del término “violencia” es el mismo que en
51
Conformes, Labatut (p. 35), Etcheberry (III p. 257); Politoff (p. 227-228); en contra, Del Río, considerando que
“no existe el delito” si se entra sin el consentimiento del morador y que la calificación por el empleo de violencia o
intimidación implica “una ponderación” del acometimiento contra la voluntad manifestada (p. 94). Groizard, que
acepta la tipicidad del ingreso contrario a la voluntad tácita del morador, exige sin embargo que se trate de una
auténtica prohibición de ingreso (“interdicción”) y no de una mera falta de permiso (p. 762-763). No es claro, sin
embargo, como pueda inferirse una prohibición si no es como ausencia de autorización. La distinción de Groizard
expresa más bien la flexibilidad de las reglas sociales que sirven de apoyo a la presunción de una voluntad contraria
al ingreso en una morada ajena; en sus palabras: “[n]o es preciso en la vida ordinaria de las gentes, para llamar á la
puerta de una casa ajena ni para entrar en ella, obtener previamente autorización del dueño que en ella mora”
(p.763). De ahí deduce Groizard que los casos típicos de ingreso contrario a una voluntad tácita “son pocos y
sumamente delicados de apreciar”, refiriéndolos al uso de fuerza en las cosas. Como es obvio, la existencia de
mecanismos de resguardo consistentes en dispositivos que impiden el ingreso pone de manifiesto la voluntad
contraria al ingreso: su vencimiento implica una acción prima facie contraria a la voluntad del morador.
52
Renunciando a un principio abstracto y categórico que resuelva el problema, Groizard prefiere más bien
identificar jerarquías domésticas para atribuir preponderancia a las voluntades en conflicto; así, la voluntad del
“cabeza de familia” o del “amo” tiene preponderancia sobre la voluntad de cualquier otro miembro de la familia o
del “criado” (p. 767). Reconociendo una distinción entre un ius prohibendi, que corresponde sólo al cabeza de
familia, y un ius permitendi, que corresponde a todo morador, Quintano no asigna sin embargo preponderancia al
primero: de la premisa consistente en que el concepto de morador es fáctico, deduce como conclusión que el
consentimiento de cualquier morador excluye la ilicitud del ingreso (p. 977-978). El razonamiento es una falacia de
non sequitur: partiendo de esa premisa se puede concluir igualmente que la oposición de cualquier morador
constituye la ilicitud el ingreso.
53
Labatut (p. 34), Etcheberry (III p. 260-261) y Politoff (p. 220) sostienen que por violencia también debe
entenderse el uso de fuerza en las cosas. Eso es un error que proviene de no advertir que entre la violencia en las
personas y la fuerza en las cosas no existe una mera diferencia relativa al objeto sobre el cual recae una y otra acción,
30
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
la coacción violenta (Art. 494 N° 16: vis absoluta ejercida directamente sobre el cuerpo del
coaccionado y vis compulsiva cuasi-absoluta). El sentido del término “intimidación” en principio
se restringe a las amenazas más graves (amenaza de irrogación inminente de un mal constitutivo
de delito grave contra la persona del coaccionado o de una persona a él cercana). Ese sentido tan
restrictivo es propio de los contextos en que la coacción constituye un crimen (violación con
intimidación, robo con intimidación); en el contexto del inciso segundo del Art. 144 debe
entenderse en un sentido más amplio, más bien como amenaza coercitiva (inclusiva de la vis
compulsiva conminatoria y cuasi-conminatoria); o, si se quiere, amenaza de irrogación inminente
de un mal considerable. Pero no es necesario que la irrogación del mal con que se amenaza
revista una gravedad mayor que la requerida para que excluya la eficacia del consentimiento del
morador. La pena establecida en el inciso segundo del Art. 144 es superior a la establecida para
la coacción violenta (Art. 494 N° 16), equivalente a la establecida para la amenaza condicional
de mal no constitutivo de delito (Art. 297), pero inferior a la establecida para la amenaza
condicional de mal constitutivo de delito y condición cumplida (Art. 296 N° 1). En este último
caso debe estimarse al Art. 296 N° 1 como lex specialis (o como lex generalis con función de
clausura) y aplicar la pena en él establecida bajo la regla de determinación del concurso ideal
(Art. 75), en virtud de la realización simultánea del inciso primero del Art. 144.
14 Observación de lege ferenda. Los anteproyectos de 2005 y 2013 consideran al allanamiento de morada como
el primero de los delitos contra la intimidad. El APF lo hace en su Art. 133: “El que, sin la voluntad del morador,
entre o permanezca en morada ajena, será castigado con reclusión menor en su grado mínimo o multa de una a
diez unidades tributarias mensuales. / Si el hecho se ejecuta con violencia o intimidación, no se podrá aplicar la
pena de multa, sin perjuicio de las penas que correspondan por las violencias o la intimidación ejercidas.” El
APCP, en su Art. 277: “Allanamiento de morada. Será sancionado con la pena de multa54, reclusión55 o prisión de 1 a
3 años, el que entrare o permaneciere en la morada de otro sin su consentimiento.” Como salta a la vista, ambos
textos consagran la hipótesis de permanecer en la morada como alternativa a la hipótesis de entrar a la morada y
ambos se refieren a la ausencia de consentimiento del afectado sin implicar su conocimiento y oposición al hecho.
En cuanto a la calificación por la concurrencia de coacción, con mejor técnica, el APCP deja su sanción entregada
sino una radical diferencia de la clase de acción involucrada: la violencia en las personas es vis absoluta ejercida con
una finalidad coercitiva, y la fuerza en las cosas es vencimiento de mecanismos de resguardo. Ni la una ni la otra
requieren el despliegue de energía sobre un cuerpo. Cuando el Código usa las fórmulas “violencia o amenazas”,
“violencia o intimidación” o “fuerza o intimidación” se refiere a la coacción. Ciertamente, la destrucción de una
cosa puede asociarse al ejercicio de coacción, por ejemplo, para reforzar el efecto intimidatorio de una amenaza;
pero eso no quita que sea coacción y no fuerza en las cosas. Conforme con la concepción de la violencia como
coacción violenta -“violencias personales”-, Quintano, 988-989.
54
Conforme al Art. 55 APCP esta pena de multa se extiende entre 25 y 100.000 unidades de fomento. La
determinación puntual de su monto se efectúa combinando una determinación del número de días-multa (entre 50
y 200) conforme a los criterios generales de determinación de la pena y una determinación del valor de cada día
multa (entre 0,5 y 500 unidades de fomento) atendiendo a criterios patrimoniales relativos al condenado (Art. 75
APCP).
55
Conforme al Art. 54 APCP la pena de reclusión priva al condenado de su libertad, encerrándolo durante un
período diario y continuo de 8 horas (reclusión diurna), o bien entre las 22 horas de cada día y las 6 horas del día
siguiente (reclusión nocturna), o bien entre las 22 horas de cada día viernes y las 6 horas del día lunes siguiente
(con reclusión de fin de semana). La reclusión del Art. 277 debe ejecutarse en un establecimiento público.
31
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
la aplicación de las reglas generales sobre concurso de delitos56. Asimismo, el APCP consagra una hipótesis de
comisión imprudente, sancionada con multa57, para casos de error acerca del consentimiento del morador o de la
concurrencia de una situación justificante. En cuanto al alcance del concepto de morada, el APF previó en su Art.
139 una definición que consagra su sentido amplio (§ 2 nm. 8-9): “Para los efectos de este párrafo, se entiende por
morada el lugar cerrado y de acceso restringido en el cual una o más personas mantienen su hogar doméstico,
ejercen habitualmente su profesión, oficio u otras actividades cotidianas o permanecen con una razonable
expectativa de intimidad”. El APCP prescinde de una definición, pero contextualmente hace impertinente su
sentido amplísimo, al distinguir entre la “morada” y el espacio cerrado como esfera de custodia de las cosas (Arts.
309 N° 3 y 4, 310) y al tipificar el delito de traspaso (Art. 319: § 1 nm. 22).
15 Antecedentes históricos. La disposición corresponde al texto originario del CP. Su redacción inicialmente como
Art. 131 fue acordada por la CR en la sesión 32 de 24.04.1871 (Actas-CP p. 64). La fuente histórica del los incisos
primero y segundo se encuentra, respectivamente, en los Arts. 415 y 416 CP español de 1850.
16 El Art. 145 establece en sus dos incisos supuestos excluyentes de la punibilidad del
allanamiento de morada. En ambos incisos se declara la inaplicabilidad del Art. 144 a esos
supuestos. No se trata, sin embargo de la misma clase de inaplicabilidad: el inciso primero
consagra causas de justificación y el inciso segundo consagra una regla restrictiva del alcance del
del término “morada”, es decir, limita el ámbito del tipo del delito. La primera regla no tiene
efectos sistemáticos negativos a contrario sensu, es decir, no limita la aplicación al allanamiento de
morada de otras causas de justificación, como la legítima defensa o el ejercicio legítimo de
facultades legales de intrusión.
17 El inciso primero del Art. 145 excluye la ilicitud del allanamiento de morada aplicando
tres principios diversos: (i) el consentimiento presunto, para el caso en que se entra a la morada
ajena para evitar un mal grave al morador; (ii) el estado de necesidad agresivo, para los casos en
que se evita un mal en interés propio o de tercero, o para la realización de un interés colectivo, y
(iii) la actuación pro magistratu, en el caso en que presta auxilio a la justicia.
18 (i) En tanto justificación por consentimiento presunto la regla no presenta problemas y es, en
principio, superflua: siendo la intimidad un bien jurídico disponible, y no pudiendo obtenerse
oportunamente el consentimiento expreso del morador, la consideración de su consentimiento
56
El APCP regula el delito de coacción conforme al modelo alemán, en sus Arts. 239 (tipo básico) y 240 (tipo
calificado). El APF mantuvo en esta materia el modelo español, propio del Código Penal chileno vigente,
combinando la coacción violenta (Art. 125) con las amenazas condicionales (Arts. 123 y 124).
57
Conforme al Art. 55 esta pena de multa se extiende entre 0,5 y 50.000 unidades de fomento. Su determinación
puntual se hace conforme a las reglas generales del APCP (supra, nota 54).
32
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
presunto bajo un principio de saldo positivo es una obviedad. Esto implica que la expresión
“mal grave” debe entenderse en el sentido de un mal cuya gravedad es mayor que la afectación
de la intimidad58.
19 (ii) En tanto justificación por estado de necesidad agresivo, la regla cumple la función de
extender la respectiva institución más allá de sus límites legales (Art. 10 N° 7), reducidos a la
justificación de la afectación de la propiedad ajena. Siendo la intimidad un bien jurídico
personalísimo, distinguible de la propiedad, la justificación del allanamiento de morada por
estado de necesidad agresivo requería una regla especial. La consideración de este supuesto
como estado de necesidad agresivo implica la aplicación por analogía de las exigencias de esa
causa de justificación. Esto implica que la expresión “mal grave” debe entenderse en el sentido
de un mal cuya gravedad es sustancialmente mayor que la afectación de la intimidad, y que el
auxilio a la humanidad debe consistir asimismo en la evitación de un mal sustancialmente
mayor59. En ambos casos, la afectación de la intimidad debe ser además necesaria como acción
defensiva o auxiliar es decir, sólo se justifica si no se dispone de otro medio menos gravoso para
el logro de ese fin (subsidiariedad estricta). El hecho de que la regla del Art. 145 sea más parca
que las reglas del Art. 10 N° 7 no puede entenderse como una decisión del Código Penal en
orden a dispensar menos protección a la intimidad que a la propiedad.
20 (iii) En tanto justificación como actuación pro-magistratu, la disposición sólo puede operar
como una metarregla, es decir, como remisión a las reglas legales relativas a los procedimientos
previstos para la práctica del allanamiento de morada como medida intrusiva necesaria para la
realización de las finalidades de investigación o cumplimiento de resoluciones judiciales o
administrativas que la ley califica como preponderantes. Ello es así, porque la regla del Art. 145
por sí sola no satisface la exigencia constitucional de precisar los casos y forma en que se justifica
el allanamiento de morada, como sí lo hacen las otras reglas (Art. 19 N° 5 CPR). Conforme al
Código Procesal Penal, sólo la policía puede allanar lugares o edificios sin el consentimiento del
que tiene una legítima expectativa de exclusión sobre ese espacio, incluso cuando se lo hace para
practicar una detención justificada (Arts. 129 inciso final, 206). Tratándose de la intrusión para
la detención o la investigación de delitos, por lo tanto, la metarregla del Art. 145 no tiene
aplicación60.
21 El inciso segundo del Art. 145 no establece una causa de justificación, sino una regla
interpretativa del concepto de morada (§ 2 nm. 8): respecto de los establecimientos abiertos al
público (“casas públicas”), mientras dure el horario de atención, no se presume una voluntad de
exclusión por parte de su propietario o administrador. La excepción establecida por la regla para
el caso de usarse “violencia inmotivada” expresa con notoria ineptitud la idea de que la ley y los
reglamentos pueden establecer normas de comportamiento para el acceso y la permanencia en
58
De otra opinión, Etcheberry (III p. 262), resaltando la diferencia gramatical entre el Art. 145 y el Art. 10 N° 7. La
diferencia es irrelevante, a menos que se quiera sostener que la regla del Art. 145 es tan absurda que justifica un
saldo negativo para el interés del morador en interés del morador.
59
Etcheberry también niega para este caso el requisito de preponderancia (loc. cit. nota precedente), lo que lleva al
absurdo de que la intimidad sea un bien más fácilmente sacrificable al interés de otros que la propiedad.
60
Etcheberry advierte que la regla debe entenderse con prudencia, para no dar excesivas atribuciones intrusivas a
los particulares, y señala como casos de aplicación la persecución de un delito flagrante y el impedimento de
comisión de un delito (III p. 262). El segundo caso está cubierto por el consentimiento presunto y el primero se
encuentra prohibido por el juego recíproco de la Constitución y el CPP.
33
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
22 Antecedentes históricos. La disposición corresponde al texto originario del CP. Su redacción inicialmente como
Art. 141, sin la mención del “templo”, fue acordada por la CR en la sesión 34 de 01.05.1871 (Actas-CP p. 68). Su
fuente histórica se encuentra en el Art. 299 CP español de 1850. El añadido del templo no tiene constancia en las
Actas-CP; Lazo (p. 149), Fuensalida (II p. 92-93), Del Río (p. 111) y Etcheberry (III p. 264) tampoco dan razón de su
origen.
24 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación requiere (i) allanar (ii) un
templo o (iii) la casa de cualquiera persona (iv) abusando del oficio.
25 El uso de la expresión allanar para describir la acción típica proviene de la codificación
penal española (Art. 243 N° 4 CP español de 1822, Art. 290 CP español de 1848) y coincide
con la terminología de las Constituciones de 1828 y 1833, en cuyo contexto “allanar” significaba
tanto entrar al espacio como registrarlo62. En la medida que el funcionario entra al lugar contra
la voluntad del morador, el ingreso consuma el delito y por lo tanto no hay diferencia con el
61
La doctrina dominante trata al extraneus que interviene en un delito especial impropio –una variante calificada de
un tipo básico- como interviniente en el respectivo delito génerico. Eso es consecuencia del error de generalizar para
el tratamiento de casos de variantes típicas la regla del Art. 64 CP, que rige la aplicabilidad de circunstancias que
operan como agravantes en la determinación judicial de la pena. Que esa generalización es un error, lo demuestra el
hecho de que si el delito es especial propio –no una variante, sino un tipo sui generis, único- la doctrina lo entiende
aplicable al extraneus. Lo razonable es atribuir al respectivo tipo básico, a lo más, una función de clausura (concurso
aparente): la medida mínima de su pena recorta el mínimo aplicable al extraneus como partícipe del delito especial.
62
Supra, nota 17. La CPR 1823 disponía en su Art. 120 “La casa del ciudadano es inviolable, y sólo puede
examinarse en virtud de un decreto especial de autoridad competente, y manifestado previamente al dueño.” Los
textos constitucionales anteriores no describían la acción de intromisión que atenta contra esta manifestación del
derecho a la intimidad (“seguridad de las casas” en el Reglamento Constitucional de 1812). El CPP, siguiendo la
terminología del antiguo Código de Procedimiento Penal utiliza precisamente las expresiones “entrada y registro”
para referirse al allanamiento.
34
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
delito de entrada en morada ajena (Art. 144). Sin embargo, el funcionario público que ingresa
autorizado por el morador, pero que luego registra sin o contra su voluntad, realiza también el
tipo, porque su registro no consentido cuenta como allanamiento: este es un caso típico de
permanencia no consentida. En ambos casos se trata de un delito de (mera) actividad, que se
consuma con la realización del comportamiento típico, sin que sea necesario el acaecimiento de
un resultado adicional, por lo que no admite la tentativa acabada (delito frustrado stricto sensu)
sino sólo la tentativa inacabada (tentativa simple).
26 Por casa cabe entender lo mismo que “morada” (§ 2 nm. 8). El añadido del templo como
objeto de ataque genera una disparidad con el tratamiento de la entrada al mismo por los
particulares durante todo el período en que el templo se encuentra abierto al público (Art. 145).
La razón de esa disparidad, de la que la doctrina no da información histórica, se encuentra
presumiblemente en la finalidad de proteger a la Iglesia Católica -la única autorizada
constitucionalmente para el culto público (Art. 5° CPR 1833)- frente a un acto de intromisión
del poder estatal.
27 La realización del tipo requiere que el funcionario actúe abusando del oficio. En su sentido
mínimo, el abuso del oficio es una referencia negativa a la concurrencia de las causas de
justificación que corresponden a las reglas legales relativas a los procedimientos que disponen el
allanamiento como medida intrusiva, o sea, a la concurrencia de “los casos y forma” prescritos
por la ley. El cuerpo de reglas más importante sobre la materia se encuentra en los Arts. 129
inciso final y 204 a 214 CPP. La práctica del allanamiento conforme a esas reglas obviamente no
constituye abuso. Además de esta obviedad, el hecho de que el Art. 155 establezca una pena que
abarca el marco penal del tipo básico y el tipo calificado del delito común permite sostener que
el delito especial del Art. 155 es también un tipo calificado de allanamiento de morada que
presupone una ilicitud intensificada, expresada en el abuso como requisito, de modo que:
(i) no cabe estimar la concurrencia adicional de la agravante de prevalimiento del cargo (Art.
12 N° 8 CP), por tratarse de una circunstancia que la ley ha expresado al describir y penal el
delito (Art. 63 inciso primero CP); y.
(ii) no cabe calificar como realización del delito especial la comisión del allanamiento con un
grado menos intenso de ilicitud -por ejemplo, si el funcionario practica el allanamiento en un
caso legal pero con infracción a alguna formalidad legal-; en tal caso, corresponde estimar
realizado el tipo básico (Art. 144), y eventualmente, la concurrencia de la atenuante de la
eximente incompleta (Art. 11 N° 1 CP por referencia al Art. 10 N° 10 CP en concordancia con
la autorización legal pertinente).
28 Observación de lega ferenda. La técnica legal de tipificar un delito especial de allanamiento de morada
cometido por funcionario público, tal como un delito especial de privación de libertad, característica de la
codificación francesa, se afirmó por consideraciones constitucionales liberales en el Código Penal belga de 1867 y el
Código Penal español de 1870 y fue mantenida por el Código Penal español de 1995 (Art. 584 N° 1). Los
anteproyectos de 2005 y 2013 prescinden de ella. En su lugar consagran una calificación del delito común cuando
es cometido por funcionario público (Art. 138 APF) o por funcionario público con grave abuso del cargo (Art. 286
N° 2 APCP, con efectos especialmente relevantes para la determinación de la inhabilitación procedente: Art. 287
N° 1). La decisión de los anteproyectos es correcta: no hay razón que justifique un tratamiento sistemático distinto
para el atentado a la intimidad cometido por funcionario público. La precisión del ACPC, en el sentido de que no
toda comisión por funcionario público califica el delito, sino sólo la que corresponde a un abuso grave del cargo, es
también correcta: la posibilidad de que el allanamiento sea cometido por el funcionario en circunstancias de
justificación parcial o incompleta no puede descartarse y sería inconsistente calificar la pena en esos casos.
35
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
29 Antecedentes históricos. La disposición fue introducida en el Código Penal por el Artículo único de la Ley
19.423 (D.O. 20.11.1995). La moción que dio origen a la tramitación del respectivo proyecto de ley (Boletín N°
818-07) tipificaba el delito del siguiente modo: “Art. 161-A. Se castigará con la pena de reclusión menor en
cualquiera de sus grados y multa de 50 a 500 UTM: (…) 1° Al que, indebidamente y por cualquier medio, capte,
intercepte, grabe, fotografía o reproduzca (…) cualquier hecho de carácter personal que se produzca, exista, ocurra o
se realice en casas, oficinas, recintos y vehículos particulares o en ligares que no sean de libre acceso al público. / 2°
Al que, sin autorización del afectado y a través de teleobjetivos o por cualquier medio, fotografíe o capte imágenes
de personas dentro de sus hogares, oficinas o recintos particulares o que no sean de libre acceso al público. / Se
presume que existe autorización, desde el momento mismo en que al hechor se le permite acceso al recinto con el
fin de realizar los actos indicados en el inciso precedente.” El inciso final del Art. 161-A propuesto por la moción
disponía el castigo de la tentativa como delito consumado. El Art. 161-C propuesto establecía una regla para la
autorización judicial en caso de investigación de crímenes o simples delitos con pena aflictiva y su Art. 161-D
establecía una exención de pena para el autor de la intromisión que comunicaba al juez información relativa a la
“conspiración o ejecución” de un delito de acción pública que hubiere obtenido durante la comisión del delito de
intromisión. La moción no indicó fuentes para su propuesta y, si bien explícitamente caracterizó las conductas que
proponía sancionar como actos de intromisión en espacios privados consideró que el derecho constitucional
correlativo al bien jurídico que ella proponía proteger penalmente era el Art. 19 N° 4 y no el Art. 19 N° 5 CPR.
31 b. Acción típica. La disposición legal es un ejemplo de mala técnica legal: reitera el criterio
espacial de demarcación del ámbito íntimo, usa términos redundantes para describir la acción
típica y no alcanza a expresar el especial merecimiento de pena de la intromisión.
63
Se refiere a las conversaciones, comunicaciones, documentos, instrumentos, imágenes y hechos tematizados por
el inciso primero del Art. 161-A.
36
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
32 Las alternativas relevantes de la acción típica son captar y grabar (“fotografiar” y “filmar”
son modalidades especiales de grabar, referidas a la imagen). Por “captar” debe entenderse la
percepción técnicamente mediada del sonido o la imagen, ya sea del autor de la intromisión
(teleintromisión) o de un tercero (transmisión del sonido o la imagen por el autor de la
intromisión). Por “grabar” debe entenderse la fijación del sonido o la imagen en un soporte, en
términos tales que hagan posible su posterior reproducción virtual, esto es, como sonido o
imagen.
33 La ley señala que una y otra acción pueden realizarse por cualquier medio. Esa fórmula debe
entenderse en el sentido de cualquier medio técnico que posibilita una acción de intromisión
distinta de la visión o la audición naturales64. La finalidad de la norma no consiste en prohibir
bajo amenaza de pena el simple fisgoneo, en los mismos términos con que se ha podido
practicar desde el siglo xix, sino en prohibir aquellos modos de intromisión posibilitados por el
desarrollo de la tecnología, que generan una vulnerabilidad intensificada en el afectado y que
por ello requiere especial protección normativa. Quien encaramado en un árbol y disimulado
entre su follaje mira lo que sucede en el patio o las habitaciones del vecino no “capta” en el
sentido del Art. 161-A, ni aun si usa anteojos para compensar su miopía. En su hipótesis de
captación, se trata de un delito de (mera) actividad, que se consuma con la realización del
comportamiento típico, sin que sea necesario el acaecimiento de un resultado adicional, por lo
que no admite la tentativa acabada (delito frustrado stricto sensu) sino sólo la tentativa inacabada
(tentativa simple). En su hipótesis de grabación, en cambio, se trata de un delito de resultado,
cuya consumación requiere el acaecimiento de un estado de cosas adicional a la acción,
consistente en la generación de un nuevo soporte de sonidos, imágenes o información.
34 El objeto de la acción típica es cualquier estado de cosas (“imágenes” o “hechos”). En tanto
suceso, el objeto de la acción no tiene restricciones: la imagen lo es de un hecho, y el hecho
puede ser cualquier clase de acontecimiento; incluso la existencia de una cosa en un punto del
espacio constituye un objeto de idóneo de la acción de intromisión.
35 El estado de cosas debe acaecer en un espacio privado (“se produzcan, realicen, ocurran o
existan en recintos particulares o lugares que no sean de libre acceso al público”). Este requisito
corresponde al principal criterio utilizado por la ley para delimitar el ámbito de intimidad sobre
el que recae la expectativa de exclusión que ella protege. El criterio es excesivamente restrictivo,
porque la expectativa de exclusión no se vuelve necesariamente irrelevante por el hecho de
encontrarse su titular en un espacio público. Esto es particularmente evidente respecto de las
conversaciones: su carácter discreto no depende de su realización en espacios inaccesibles a
otros. Pero la crítica también es aplicable a las acciones u otra clase de hechos personalmente
relevantes. Con todo, es un criterio indesmentible para el intérprete: conforme al Art. 161-A no
hay protección penal de la intimidad respecto de estados de cosas que acaezcan fuera de espacios
privados. Los términos empleados por la ley para referirse al espacio privado son distintos de los
términos tradicionales del Código Penal (§ 2 nm. 8, 26), pero su sentido es el mismo que el de la
interpretación más extensiva del término “morada”: son espacios delimitados respecto de los
64
Conforme con que ese es su sentido primario, pero sin exigirlo interpretativamente, Etcheberry (III p. 277);
Politoff entiende -respecto de la intromisión en las comunicaciones- que la amplitud tiene por finalidad cubrir
medios de intromisión que desarrolle la tecnología en el futuro (p. 237), pero no deduce de ello una interpretación
restrictiva.
37
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
65
El Art. 30 inciso segundo de la Ley 19.733 dispone que para efectos de la procedencia de le exceptio veritatis en las
imputaciones efectuadas a través de un medio de comunicación social “se considerarán como hechos de interés
público de una persona los siguientes: / a) Los referentes al desempeño de funciones públicas; / b) Los realizados
en el ejercicio de una profesión u oficio y cuyo conocimiento tenga interés público real; / c) Los que consistieren en
actividades a las cuales haya tenido libre acceso el público, a título gratuito u oneroso; / d) Las actuaciones que, con
el consentimiento del interesado, hubieren sido captadas o difundidas por algún medio de comunicación social; /
e) Los acontecimientos o manifestaciones de que el interesado haya dejado testimonio en registros o archivos
públicos, y / f) Los consistentes en la comisión de delitos o participación culpable en los mismos.” Su inciso tercero
dispone que “Se considerarán como pertinentes a la esfera privada de las personas los hechos relativos a su vida
sexual, conyugal, familiar o doméstica, salvo que ellos fueren constitutivos de delito.”
38
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
relativa a esa acción o conversación respecto del tercero. Por tal razón, su tratamiento bajo el
Art. 161-A se subordina a la respuesta que se dé al estatus jurídico-penal de la transmisión o
grabación subrepticia (§ 5 nm. 1 s).
38 La ley exige finalmente que la acción de captar o grabar se realice en recintos particulares o
lugares que no sean de libre acceso al público. Tomada en su sentido literal sería una exigencia
absurda. Una de las principales finalidades de la norma es proteger frente a atentados a la
intimidad que no son presenciales, es decir, actos de intromisión visual o auditiva realizados a
distancia, gracias a las posibilidades tecnológicas. En esos casos, carece simplemente de sentido
exigir que el autor se encuentre en un espacio privado cuando realiza la acción típica. La
exigencia debe entenderse, por lo tanto, siempre referida a la posición espacial del objeto de la
acción. Es decir, su predicación respecto de la acción debe entenderse como referida no al lugar
de donde ella procede sino al lugar donde ella incide, que siempre es el mismo lugar donde se
encuentra el objeto sobre el que ella recae. Así debe entendérsela respecto de la intromisión en
las comunicaciones (§ 2 nm. 64) y la intromisión en los documentos (§ 2 nm. 76), donde la ley
no explicita además el lugar del objeto. Tratándose de la intromisión en los espacios privados, la
exigencia es simplemente redundante66.
39 c. Calificación por divulgación. El Art. 161-A inciso tercero prevé como calificación del delito
de intromisión en espacios privados la divulgación de la información obtenida mediante
intrusión, imponiendo una pena aflictiva. Acerca del alcance de este supuesto, § 1 nm. 41.
40 d. Causas de justificación. El inciso final del Art. 161-A dispone que la norma punitiva del tipo
básico y el tipo calificado no son aplicables a aquellas personas que, en virtud de ley o de
autorización judicial, estén o sean autorizadas para ejecutar las acciones descritas. Se trata de
una metarregla, en todo equivalente al Art. 10 N° 10 CP: ella se remite a las reglas legales que
autorizan la intromisión directa o indirectamente, es decir, sin o con necesidad de autorización
judicial. La regla carece de efecto sustantivo y sólo cumple una “función de llamada”: advierte al
intérprete acerca de la existencia de autorizaciones legales de la intromisión que excluyen su
ilicitud y por ello su punibilidad. La regla tiene sentido tratándose del tipo básico, pero es más
bien improcedente tratándose del tipo calificado. Las reglas que autorizan la intromisión por lo
general restringen el destino lícito de la información obtenida prohibiendo la revelación que no
se orienta a ese fin. Por regla general, la divulgación sólo procede cuando se adopta una decisión
basada en esa información que debe hacerse pública.
41 Observación de lege ferenda. La previsión de una hipótesis típica para la intromisión en espacios privados,
distinta del allanamiento de morada, es compartida por los anteproyectos de 2005 y 2013. El APF lo hace en su
Art. 135: “La misma pena señalada en el artículo anterior [i.e., reclusión menor en su grado mínimo] se aplicará al
66
Lo dicho queda confirmado por la historia fidedigna del precepto. La moción originaria reproducía en los dos
números del Art. 161-A que proponía introducir en el Código Penal (§ 2 nm. 28, 60, 69) una mención al lugar
donde se encontraban los objetos de ataque de la intromisión. El proyecto aprobado por el Senado fusionó los dos
números en un solo inciso primero, manteniendo la referencia al lugar del objeto de ataque sólo a propósito de la
intromisión en espacios privados. La Cámara de Diputados introdujo la referencia que actualmente aparece al
inicio del inciso primero, persiguiendo con ello cumplir la misma función que la referencia mantenida por el
Senado, pero respecto de la intromisión en las comunicaciones y en los documentos.
39
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
que: (…) 2º. Capte o grabe subrepticiamente imágenes de otro que se encuentre en su morada, mediante cualquier
tipo de instrumentos sin los cuales no se pudiera realizar dicha captación o grabación;”; el APCP, en su Art. 278:
“Intromisión. Será sancionado67 con la pena de multa, reclusión o prisión de 1 a 3 años, el que sin el consentimiento
del afectado y usando dispositivos técnicos captare: / 1° la imagen o el sonido que tiene lugar dentro de la morada
de otro; (…)”. Como salta a la vista, ambos anteproyectos restringen el espacio privado relevante a la morada, ambos
exigen el uso de medios tecnológicos y ninguno utiliza otros criterios de concreción de la legítima expectativa de
privacidad que la ubicación espacial del objeto de ataque. Con mejor técnica, el APCP prescinde de mencionar la
acción de grabar, en atención a que toda grabación presupone una captación tecnológicamente mediada. Cabe
tener presente, además, que el APCP no restringe a la morada la protección de la intimidad frente a intromisiones
de captación de imágenes.
67
La extensión de las penas de multa y reclusión es la misma señalada a propósito del delito de allanamiento de
morada previsto en el APCP.
40
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
42 Antecedentes históricos. La disposición corresponde al texto originario del CP salvo por el inciso segundo. Su
redacción inicialmente como Art. 132, incluyendo el supuesto de “interceptar” como primera hipótesis y sin el
inciso tercero, fue acordada por la CR en la sesión 32 de 24.04.1871 (Actas-CP p. 65). La hipótesis de “interceptar”
fue eliminada y el inciso tercero agregado por la CR en la sesión 146 de 02.06.1873 (Actas-CR, p. 263). Las fuentes
históricas del inciso primero se encuentran, parcialmente en los incisos primero y segundo del Art. 422 CP español
de 1850, y parcialmente en el Art. 147 CPR 1833. El CP español tipificaba el delito como la acción de apoderarse
de los papeles o cartas de otro para descubrir sus secretos, distinguiendo entre el caso de la divulgación de los
secretos (más grave) y el caso de ausencia de divulgación (menos grave). El uso del término “apoderarse” generó en
la doctrina española una interpretación del delito como atentado contra la propiedad o la tenencia de los
documentos (Quintano, 1011-1012). Con buen criterio, la CR siguió en este punto a la CPR de 1833, que prohibía
abrir, interceptar y registrar los papeles o efectos. La fuente histórica del inciso segundo, mencionando al marido
pero no a la mujer, tal como lo hizo el texto originario, se encuentra en el inciso tercero del Art. 422 CP español de
1850. La Ley 11.183 (D.O. 29.12.1948) equiparó la posición de la mujer a la del marido en el inciso segundo.
44 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación supone que se (i) abra o (ii)
registre (iii) la correspondencia de otro (iv) sin su voluntad68.
45 Por abrir debe entenderse la acción de vencer el impedimento de acceso a la lectura de la
correspondencia. Lo usual es que ese impedimento se concrete en el uso de un sobre, es decir,
de una cubierta usualmente de papel que sirve de envoltorio y resguardo al soporte usualmente
también de papel en que se fija la comunicación, o en el uso de un pliegue de la superficie sobre
la que se ha inscrito la información. Lo importante es que ese impedimento manifieste la
voluntad de exclusión de un modo pragmáticamente consistente.
68
Etcheberry asocia el par de acciones con el par de objetos: en su interpretación, sólo la correspondencia es objeto
de apertura y sólo los papeles son objeto de registro (III p. 265-266). En la medida en que la correspondencia
abierta consiste en papeles la tesis es irrelevante.
41
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
49 c. Calificación por el aprovechamiento del secreto. La ley agrava la pena -la eleva en un grado-
cuando el autor del delito se aprovecha del secreto contenido en la correspondencia. Por
aprovecharse debe entenderse el uso de la información en beneficio propio. La imputación
subjetiva requerida por la ley es igualmente dolosa (§ 1 nm. 41). El objeto sobre el cual recae el
dolo es tanto la acción de aprovecharse como el hecho de haberse obtenido la información
aprovechada mediante un acto de intromisión no autorizado por el afectado. La exigencia de
doble autoría (comisión del tipo básico y del tipo calificado) hace que la satisfacción del
requisito sea obvia.
50 d. Calificación por la divulgación del secreto. La ley agrava del mismo modo la pena cuando el
autor del delito divulga el secreto contenido en la correspondencia. Por divulgar debe entenderse
una revelación masiva o indiscriminada, o una reiteración de actos de revelación individual (§ 1
nm. 42). Acerca del objeto sobre el cual recae el dolo, § 2 nm. 49.
51 e. Excusa legal absolutoria. El inciso segundo del Art. 146 exime de pena al cónyuge por la
realización de los actos descritos en el inciso primero respecto de su cónyuge, y a los padres,
guardadores o quienes hagan sus veces, por las acciones realizadas respecto de sus hijos o de los
menores que se hallen bajo su dependencia. En relación con la intromisión, la regla declara que
69
Etcheberry (III p. 266); siguiéndolo, Politoff (p. 230).
42
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
52 f. Causas de justificación. El inciso final del Art. 146 dispone que la norma punitiva del tipo
básico y de los tipos calificados no son aplicables a aquellas personas que, en virtud de ley o de
autorización judicial, estén o sean autorizadas para ejecutar las acciones descritas. Se trata de
una metarregla, en todo equivalente al inciso final del Art. 161-A, por lo que lo dicho a su
respecto (§ 2 nm. 40) es aplicable a esta regla: es una regla que carece de efecto sustantivo y sólo
cumple una función de llamada, pertinente para el tipo básico pero impertinente para los tipos
calificados.
53 Antecedentes históricos. La disposición corresponde al texto originario del CP. Su redacción inicialmente como
Art. 142, tipificando el retardo del inciso segundo como “culpable”, fue acordada por la CR en la sesión 34 de
01.05.1871 (Actas-CP p. 68). La calificación del retardo como “doloso” se acordó en la sesión 147 de 02.06.1873
(Actas-CP, p. 264). La fuente histórica del inciso primero se encuentra en el Art. 283 CP español de 1850. El inciso
segundo fue ocurrencia de José Clemente Fabres.
43
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
55 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación exige (i) abrir o (ii)
suprimir, o (iii) facilitar la apertura o supresión de (iv) la correspondencia. El sentido de los
términos “abrir” y “correspondencia” es el mismo que en el Art. 146 (§ 2 nm. 45 y 47).
56 Por interceptar debe entenderse, conforme al sentido lingüístico y al uso establecido de los
textos constitucionales chilenos del siglo xix (§ 1 nm. 6), el apoderamiento de la
correspondencia impidiendo la recepción por su destinatario. Esta interpretación se ve
contextualmente ratificada por el hecho de que la hipótesis de facilitación correlativa se refiere
al hecho de la interceptación como “supresión”. No se trata, en consecuencia de una hipótesis
típica que describa un atentado a la intimidad del usuario del servicio postal o telegráfico, sino a
su efectivo funcionamiento. La hipótesis del inciso segundo, retardar dolosamente el envío o
entrega, describe un grado menos grave del mismo atentado71.
57 Por facilitar la apertura o supresión debe entenderse un supuesto de comisión por omisión
consistente en omitir impedir la apertura o interceptación por terceros ajenos al servicio de
correos o telégrafo. El empleado tiene un deber de garante de la intimidad del usuario del
servicio.
58 Por prevalerse de la autoridad debe entenderse hacer uso de la condición que se ostenta para
la comisión del delito.
70
La interpretación de la expresión “u otros” en el sentido de “u otros empleados públicos” es afirmada por
Fuensalida (II p. 93), Labatut (p. 43) y Etcheberry (III p. 272). El sentido viene dado por el contexto: el párrafo 4
del Título III del Libro Segundo contempla “agravios inferidos por funcionarios públicos a los derechos garantidos
por la Constitución”.
71
Fuensalida objeta el tratamiento sistemático de esta hipótesis como agravio a los derechos constitucionales (II p.
95-96). La objeción es más razonable bajo la actual Constitución, que entiende la interceptación de las
comunicaciones como intromisión, que bajo la Constitución de 1833, que entendía a la interceptación como
interrupción del servicio (§ 1 nm. 6).
44
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
(…)
En caso de ser una misma la persona que los72 haya obtenido y
divulgado, se aplicarán a ésta las penas de reclusión menor en su grado
máximo y multa de 100 a 500 Unidades Tributarias Mensuales.
Esta disposición no es aplicable a aquellas personas que, en virtud de
ley o de autorización judicial, estén o sean autorizadas para ejecutar las
acciones descritas.
60 Antecedentes históricos. La disposición fue introducida en el Código Penal por el Artículo único de la Ley
19.423 (D.O. 20.11.1995). La moción que dio origen a la tramitación del respectivo proyecto de ley (Boletín N°
818-07) tipificaba el delito del siguiente modo: “Art. 161-A. Se castigará con la pena de reclusión menor en
cualquiera de sus grados y multa de 50 a 500 UTM: (…) 1° Al que, indebidamente y por cualquier medio, capte,
intercepte, grabe, fotografía o reproduzca conversaciones (o) comunicaciones (…) de carácter personal que se
produzca, exista, ocurra o se realice en casas, oficinas, recintos y vehículos particulares o en ligares que no sean de
libre acceso al público.” En lo demás, véase § 2 nm. 29.
62 b. Acción típica. La disposición legal es otro ejemplo de mala técnica legal: equivoca el criterio
espacial de demarcación del ámbito íntimo, usa términos redundantes para describir la acción
típica y no alcanza a expresar el especial merecimiento de pena de la intromisión.
63 Las alternativas relevantes de la acción típica son captar y grabar (“interceptar” es en este
contexto un caso especial de captar, y “reproducir” es sinónimo de grabar). Por “grabar” debe
entenderse la fijación del sonido en un soporte, en términos tales que hagan posible su posterior
reproducción virtual, esto es, como sonido o como imagen, tratándose de comunicaciones
escritas. Por “captar” debe entenderse la percepción técnicamente mediada del sonido o la
imagen, tratándose de comunicaciones escritas. La ley señala que una y otra acción pueden
realizarse por cualquier medio. Por las razones dichas arriba (§ 2 nm. 33), la fórmula debe
entenderse en el sentido de cualquier medio técnico que posibilita una acción de intromisión
distinta de la audición natural, o la visión, tratándose de comunicaciones escritas. En relación
con la estructura típica de una y otra hipótesis, como delito de mera actividad y delito de
resultado, es aplicable lo dicho arriba a propósito de la intromisión en espacios privados (§ 2
nm. 33).
64 La ley exige que la acción de captar o grabar se realice en recintos particulares o lugares que no
sean de libre acceso al público. Por las razones arriba expuestas (§ 2 nm. 38) la exigencia debe
entenderse referida al lugar de donde incide la acción, que corresponde a la posición espacial
del objeto de la acción. El criterio es excesivamente restrictivo, porque deja fuera del ámbito
típico las conversaciones que tienen lugar en espacios públicos, por más precauciones que hayan
adoptado los interlocutores para mantenerla discretas. Además, tratándose de las
telecomunicaciones la exigencia sencillamente carece de sentido, porque la discreción de la
telecomunicación obviamente no depende del lugar donde se encuentren los interlocutores sino
72
Se refiere a las conversaciones, comunicaciones, documentos, instrumentos, imágenes y hechos tematizados por
el inciso primero del Art. 161-A.
45
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
La premisa de la Corte es correcta: no basta con la mera expectativa de una persona. Pero su
conclusión es falaz. Lo que legitima la expectativa de intimidad, en tanto expectativa de
exclusión, no es la ausencia de un interés colectivo preponderante, sino su concreción en
términos pragmáticamente congruentes (§ 1 nm. 17). Por eso, justamente lo que no puede
afirmarse es que desaparezca el carácter privado de una conversación porque haya interés
público en conocer su contenido: si así fuera, ninguna conversación acerca de un hecho
constitutivo de delito estaría protegida frente a las intromisiones de la policía75. La exigencia
73
Conforme a la moción que dio origen al proyecto de ley respectivo la sanción penal de la intromisión en las
telecomunicaciones no constituiría una finalidad relevante para el Art. 161-A CP: su tratamiento punitivo debería
quedar entregado a la Ley General de Telecomunicaciones.
74
Sentencia de 21.08.2013, Rol N° 8393-2012, cons. 5° de la sentencia de casación en el fondo (acerca del caso
sobre el que recae la sentencia, § 5 nm. 10 s.). El interés público es definido por la Corte (cons. 6°) aplicando el
criterio del Art. 30 de la Ley 19.733 (§ 2 nm. 36).
75
Es tan obvia la improcedencia del argumento de la Corte omo razón para negar un atentado a la intimidad, que
se hace necesaria una explicación. En parte, esa explicación radica en el hecho de que el argumento de fondo de la
Corte para negar la tipicidad de los hechos del caso bajo el Art. 161-A CP se encuentra en su tesis de que la
grabación efectuada por un interlocutor no constituye un atentado de intromisión (§ 5 nm. 11). Podría pensarse
que la Corte intentó establecer con este argumento una diferencia entre el caso que resolvió con esta sentencia (caso
Chilevisión II) y un caso anterior (caso Chilevisión I) (§ 5 nm. 6 s). Pero esa explicación no justifica la tesis de la
Corte: si la acción no es típica porque la grabación del interlocutor no constituye intromisión, y en esto ambos
casos son idénticos, entonces la difusión de esa grabación tampoco puede ser típica bajo el Art. 161-A. La razón de
este dictum erróneo de la Corte Suprema se encuentra su carácter de refutación del dictum, también erróneo, de la
Corte de Apelaciones de Santiago, en el mismo caso Chilevisión II. Además de hacer suyos los considerandos del
tribunal de primera instancia, la Corte de Santiago sostuvo que aunque el contenido de la conversación grabada
podía generar una noticia de “notorio interés público”, su difusión está prohibida por el derecho a la vida privada
asegurado por el Art. 19 N° 4 de la Constitución Política de la República -en adelante CPR-, cuyo respaldo se
46
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
legal tiene, como se ha dicho, una función como cláusula de exclusión de la bagatela (§2 nm.
36). Además de ello, en el contexto de este delito la exigencia tiene sentido como intensificación
de la manifestación de una expectativa de exclusión, específicamente aplicable a las
conversaciones: tienen carácter privado las comunicaciones que son llevadas de un modo que
expresa una voluntad de exclusión de la condición de interlocutor. Por eso, respecto de quienes
han sido admitidos en un espacio privado no basta con que una comunicación presencial tenga
lugar en ese espacio para que respecto de ellos tenga carácter privado; es necesario, además, que
los interlocutores manifiesten su expectativa de exclusión adoptando precauciones de
discreción, ya sea espaciales o circunstanciales.
67 La ley exige que la acción sea realizada sin autorización del afectado. Tratándose de las
conversaciones presenciales y las telecomunicaciones que son virtualmente presenciales, lo dicho
arriba (§ 2 nm. 37) no es enteramente aplicable, dado que carece de sentido práctico atender al
lapso que media entre la emisión y la recepción de la comunicación: el objeto de ataque es aquí
una secuencia de actos de habla. En esto, las comunicaciones privadas son más parecidas a un
espacio privado compartido que a la correspondencia: hay dos titulares simultáneos de la
expectativa de privacidad jurídico-penalmente protegida (§ 2 nm. 12). Contextualmente, sin
embargo, por regla general es improcedente la inferencia del consentimiento presunto de uno
de los interlocutores a partir del consentimiento expreso del otro a la escucha por un tercero
ajeno a la conversación. La improcedencia se deduce de su inconsistencia pragmática con el
carácter discreto de la conversación. Por tal razón, el consentimiento de uno de los
interlocutores para que el tercero ajeno a la conversación la escuche no excluye su carácter de
atentado típico a la intimidad del otro interlocutor.
68 c. Calificación por divulgación. El Art. 161-A inciso tercero prevé como calificación del delito
de intromisión en comunicaciones privadas la divulgación de la información obtenida mediante
intrusión, imponiendo una pena aflictiva. Acerca del alcance de este supuesto, § 1 nm. 42, § 2
nm. 39 .
69 d. Causas de justificación. Lo dicho arriba (§ 2 nm. 40) es enteramente aplicable a este delito.
Art. 146. El que abriere o registrare (…) los papeles de otro sin su
voluntad, sufrirá la pena de reclusión menor en su grado medio si
encontraría en el Art. 161-A CP, constituyendo ambos un límite a la libertad de expresión (sentencia de
01.08.2012, Rol N°1.781-2011, considerando 3°). El argumento es doblemente incorrecto: (i) el derecho a la vida
privada no tiene preponderancia abstracta sobre el derecho a la libertad de expresión (§ 1 nm. 25 s.) y (ii) el
fundamento normativo de la prohibición de la difusión no se encuentra en el Art. 19 N° 4 CPR, sino en la
obtención de la grabación mediante un acto punible conforme al inciso primero del Art. 161-A CP. La genuina
discrepancia entre los tribunales de instancia y la Corte Suprema en el caso Chilevisión II, por lo tanto, se refiere a la
calificación típica de la grabación subrepticia (§ 5 nm. 12). Sus dicta relativos a la (ir)relevancia del interés público
están totalmente fuera de lugar.
47
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
70 Antecedentes históricos. Respecto del Art. 146, § 2 nm. 42. Respecto del Art. 156, § 2 nm. 53. Respecto del
Art. 161-A: La disposición fue introducida en el Código Penal por el Artículo único de la Ley 19.423 (D.O.
20.11.1995). La moción que dio origen a la tramitación del respectivo proyecto de ley (Boletín N° 818-07) tipificaba
el delito del siguiente modo: “Art. 161-A. Se castigará con la pena de reclusión menor en cualquiera de sus grados y
multa de 50 a 500 UTM: (…) 1° Al que, indebidamente y por cualquier medio, capte, intercepte, grabe, fotografíe o
reproduzca (…) documentos (o) instrumentos (…) de carácter personal que se produzca, exista, ocurra o se realice en
casas, oficinas, recintos y vehículos particulares o en lugares que no sean de libre acceso al público.” En lo demás,
§2 nm. 29.
76
Se refiere a las conversaciones, comunicaciones, documentos, instrumentos, imágenes y hechos tematizados por
el inciso primero del Art. 161-A.
77
De otra opinión, Etcheberry (III, p. 268), quien considera que los términos “papeles” y “documentos” son
sinónimos y abarcan toda clase de soporte material de información; siguiéndolo, Politoff (p. 230). Esta
48
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
72 b. El registro de papeles por funcionario público. La realización del tipo en grado de consumación
exige hacer registro en los papeles de cualquier persona. El sentido del término “papeles” es
idéntico al que tiene el mismo término singular en el Art. 145 CP (§ 2 nm. 70).
73 En cuanto a los demás elementos del delito es aplicable aquí lo dicho arriba a propósito
del delito de allanamiento de templo o casa por funcionario público (§ 2 nm. 23 y 27) y del
delito de apertura y registro de correspondencia (§ 2 nm. 45 y 46).
interpretación amplia es plausible respecto del término “documentos”, pero el término “papel” está sujeto a límites
semánticos más estrictos.
49
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
80 d. Relaciones concursales entre los Arts. 146, 155 y 161-A. Tal como se ha dicho, la mera
apertura o registro de documentos o instrumentos no realiza el tipo de intromisión del Art. 161-
A. Bajo el Art. 161-A sólo es punible la apertura o registro de documentos o instrumentos que
contengan comunicaciones y siempre que sea calificable de captación mediante medios
tecnológicos (§ 2 nm. 40). Por otra parte, como también resulta obvio, la correspondencia y los
papeles son documentos o instrumentos, por lo que su sustracción o reproducción virtual realiza
a su vez el tipo del Art. 161-A. En caso de pluralidad de calificaciones debe estimarse un
concurso aparente que cabe resolver a favor de la aplicación exclusiva y preferente del Art. 161-A
por su consideración como lex specialis o lex consumens, o una antinomia que también cabe
resolver del mismo modo por el carácter de lex posterior de esta disposición.
81 Observación de lege ferenda. La superación de los vacíos y la inconsistencia de la regulación del Código Penal
relativa la intromisión en la intimidad de las comunicaciones y los documentos es un propósito compartido por los
anteproyectos de 2005 y 2013. El APF destina a esta materia sus Arts. 13478 y 135 N° 1, 3 y 479; el APCP, su Art.
278 N° 2 e inciso segundo80. La regulación del APCP es incomparablemente más simple y se encuentra mejor
sistematizada: distingue entre la intromisión (“captar”) en las comunicaciones -de cualquier clase- y la intromisión,
(“acceder”) en soportes de información -de cualquier clase- y basa el criterio de reconocimiento de la legítima
expectativa de privacidad en las condiciones pragmáticas en que son mantenidos la conversación y el soporte. Por
78
“Art. 134. Se impondrá la pena de reclusión menor en su grado mínimo al que oculte, inutilice, abra o registre la
correspondencia o los papeles privados de otro sin su voluntad.”
79
“Art. 135. La misma pena señalada en el artículo anterior se aplicará al que: / 1º. Capte o grabe de manera
subrepticia palabras de otro no emitidas públicamente, mediante cualquier tipo de instrumentos sin los cuales no
se pudiera realizar dicha captación o grabación ; / (…) 3º. Capte o grabe las comunicaciones telemáticas
(telecomunicaciones) de otro sin su voluntad; o (…) 4º. Acceda a la información contenida en soportes informáticos
de otro, sin su voluntad”.
80
“Art. 278. Intromisión. Será sancionado con la pena de multa, reclusión o prisión de 1 a 3 años, el que sin el
consentimiento del afectado y usando dispositivos técnicos captare: (…) 2° la comunicación que dos o más personas
mantienen privadamente; (…) / Con la misma pena será sancionado el que sin el consentimiento del afectado
accediere a la información que otro tuviere en cualquier soporte o medio que cuente con mecanismos de resguardo
que impidan el libre acceso a ella, vulnerándolos.
50
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
contraste, el APF distinguió entre la correspondencia y papeles, la palabra, las telecomunicaciones y los soportes
informáticos, como posibles objetos de ataque, sancionó distintos modos de ataque, confundiendo la protección de
la intimidad con la protección de la propiedad en los que respecta a la correspondencia y los papeles, y no utilizó
un criterio homogéneo para reconocer la legítima expectativa de privacidad. En otras palabras, la regulación del
APF se encuentra a medio camino entre la fragmentariedad e inconsistencia del Código Penal y la racionalidad
sistemática del APCP. Finalmente, demostrando su apego al siglo xix en esta materia, el APF mantuvo la exención
de responsabilidad penal para los atentados a la intimidad cometidos entre cónyuges, convivientes y parientes81.
81
“Art. 136. Los dos artículos precedentes no son aplicables entre cónyuges que hagan vida en común o
convivientes ni a los padres, guardadores o quienes hagan sus veces, en cuanto a las palabras, imágenes, papeles,
correspondencia, (comunicaciones telemáticas) telecomunicaciones o informaciones contenidas en soportes
informáticos del otro cónyuge con quien haga vida en común o de su conviviente, hijos o de los menores que se
hallen bajo su dependencia”.
51
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
1 El Código Penal chileno de 1875 no contempló una regla que sancionara al tercero ajeno
al atentado de intromisión que hiciera uso de la información obtenida mediante ese atentado,
dejando la cuestión entregada a las reglas generales sobre encubrimiento de aprovechamiento
(Art. 17 N° 1 CP)82. Este régimen es razonable tratándose de los modos de uso de esa
información que no implican una intensificación del atentado a la intimidad del afectado. En
cambio, cuando el uso produce como resultado la ampliación del círculo de personas que
presencian las imágenes, escuchan los sonidos o poseen la información sobre la que recae la
expectativa de intimidad, lo razonable es tipificar la acción como un atentado a la intimidad.
Esto fue realizado por la Ley 19.423, en el Art. 161-A inciso segundo.
2 Antecedentes históricos. La disposición fue introducida en el Código Penal por el Artículo único de la Ley
19.423 (D.O. 20.11.1995). La moción que dio origen a la tramitación del respectivo proyecto de ley (Boletín N°
818-07) tipificaba el delito del siguiente modo: “Art. 161-A. Se castigará con la pena de reclusión menor en
cualquiera de sus grados y multa de 50 a 500 UTM: (…) 3° Al que, sin autorización del afectado, haga uso, difunda
o publique cualquier conversación, hecho, antecedente, fotografía, imagen instrumento o documento obtenido en
contravención a los artículos anteriores.” En lo demás, § 2 nm. 29.
4 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación requiere (i) difundir (ii) las
conversaciones, comunicaciones, documentos, instrumentos, imágenes y hechos a que se refiere
el inciso primero del Art. 161-A.
5 La ley hace equivalente la expresión difundir a la expresión “divulgar”, por lo que lo dicho
a ese respecto (supra, §1 nm. 42) es también aplicable aquí: debe tratarse de una revelación
masiva o indiscriminada, o una reiteración de actos de revelación individual. El objeto de la
difusión no es exclusivamente el sonido o la imagen que se grabó o reprodujo, sino también la
82
Las disposiciones del Código Penal de 1874 relativas a los delitos de intromisión en las comunicaciones y
documentos restringen la punibilidad de la divulgación de información obtenida mediante intromisión a su
comisión por el autor o interviniente en el delito de intromisión, como una calificación (§ 2 nm 49, 59).
83
Esto es, reclusión menor en cualquiera de sus grados y multa de 50 a 500 unidades tributarias mensuales.
52
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
información relativa al estado de cosas que se conoció mediante un acto de intrusión. Exhibir
una reproducción virtual es el modo más grave de difusión, pero no la única acción típica.
Aunque la norma no lo menciona expresamente, es obvio que la autorización del afectado
excluye la ilicitud de la conducta.
7 d. Causas de justificación. Aunque el tenor literal del inciso final del Art. 161-A también hace
aplicable la metarregla sobre causas de justificación al delito de difusión, se trata de una
extensión más bien improcedente. Las reglas que autorizan la intromisión por lo general
restringen el destino lícito de la información obtenida prohibiendo la revelación que no se
orienta a ese fin. Por regla general, la difusión sólo procede cuando se adopta una decisión
basada en esa información que debe hacerse pública.
8 Debe tenerse siempre presente que aunque desde un punto de vista naturalístico el delito
de difusión de información obtenida mediante intromisión sea un acto de indiscreción, es decir,
consista en un acto de comunicación de la información que se posee, desde un punto de vista
normativo es un atentado a la intimidad perteneciente a la clase sistemática de los delitos de
intromisión (supra, § 1 nm. 34). En este caso, la prohibición de divulgación es una consecuencia
derivada de la prohibición de intromisión, esto es, constituye una proyección de la expectativa
de exclusión. Por esta razón, la prohibición de divulgación de información obtenida mediante
intromisión no requiere fundamentos adicionales para ser prima facie preponderante frente al
derecho a la libertad de expresión (§ 1 nm. 16 y 18).
84
“Art. 137. La divulgación de las palabras, imágenes, conversaciones, telecomunicaciones, informaciones o
grabaciones que no sean de conocimiento público, obtenidas mediante cualquiera de las conductas descritas en los
artículos anteriores, será castigada con la pena de reclusión menor en su grado mínimo o multa de hasta un mil
unidades tributarias mensuales. / Si el responsable de la divulgación fuera el mismo de las conductas señaladas en
los artículos anteriores, la pena por ambos hechos será de reclusión menor en su grado medio. / No será
sancionada la divulgación cuando exista un interés público prevalente en el conocimiento de los hechos o
circunstancias divulgados.”
85
“Art. 279. Difusión indebida. Será sancionado con la pena de prisión de 1 a 3 años el que sin el consentimiento
del afectado difundiere una información, imagen o sonido, sabiendo que fue obtenido mediante la comisión de
alguno de los delitos señalados en los dos artículos precedentes. / En los casos en que el autor de la exhibición o
53
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
medio de comunicación social86. Tratándose del interviniente en el acto de intromisión, el APF hace de la difusión
adicional una hipótesis calificada (Art. 137 inciso segundo); con más sentido de la proporcionalidad -pues la
punición de la intromisión, cuando ella tiene por objeto el acceso a información, ya implica la consideración del
riesgo de uso posterior de esa información como fundamento político-criminal-, el APCP ordena tomar en
consideración el hecho de la divulgación en la determinación judicial de la pena del respectivo delito de
intromisión. Vale la pena observar el grave error en que incurre el APF al disponer que la divulgación no es punible
en caso de existir un interés público prevalente en el conocimiento de la información. Esta regla implica someter la
consecuencia práctica más importante de la intimidad de exclusión al régimen de la intimidad de control,
desconociendo con ello la importancia de la distinción entre una y otra expectativa de privacidad. La regla pone al
APF en el dilema de ser inconsistente -¿por qué no eximir también de pena al que comete el acto de intromisión
mediante el cual se obtuvo la información de interés público?- o relativizar por completo la protección de la
intimidad de exclusión -generalizar la exención desde el acto-fin (divulgación) al acto-medio (intromisión)-.
difusión hubiere intervenido también en la comisión de alguno de los delitos a que se refiere el inciso anterior, se
aplicará la pena en él establecida, estimando el tribunal la circunstancia en su determinación.”
86
“Art. 284. Difusión, transmisión y revelación indebida por un medio de comunicación social. Será sancionado con la pena
de prisión de 1 a 5 años: / 1° el que difundiere por un medio de comunicación social imágenes o sonidos captados
cometiendo cualquiera de los delitos señalados en los artículos 277, 278 o 281; (…)”.
54
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
Art. 247. El empleado público que, sabiendo por razón de su cargo los
secretos de un particular, los descubriere con perjuicio de éste, incurrirá
en las penas de reclusión menor en sus grados mínimo a medio y multa
de seis a diez unidades tributarias mensuales.
(…)
3 Antecedentes históricos. La disposición corresponde al texto originario del CP. Su redacción inicialmente como
Art. 235 fue acordada por la CR en la sesión 52 de 04.08.1871 (Actas-CR, p. 103).
87
Esta amplitud, particularmente respecto de los subordinados, no es novedosa en la codificación española, y
expresa una cierta confusión con la protección del patrimonio. El Art. 423 CP español 1850 sancionaba la
divulgación de los secretos del principal por su administrador, dependiente o criado. Pacheco (III p. 277) menciona
como fuente histórica de esta disposición los Arts. 778 y 779 CP español de 1822, que son dos reglas sobre
administración desleal del patrimonio ajeno, la primera referida al descubrimiento de “los secretos del patrimonio,
administración o cargo que tuviere confiado” en perjuicio de su principal.
55
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
9 Antecedentes históricos. La disposición corresponde al texto originario del CP. Su redacción inicialmente como
Art. 235 fue acordada por la CR en la sesión 52 de 04.08.1871 (Actas-CR, p. 103).
10 La regulación del Código Penal debe ser complementada con la regulación legal y deontológica de cada
profesión, tanto para determinar la procedencia del deber de confidencialidad del profesional como para reconocer
eventuales causas de justificación conforme a la lex artis, por remisión del Art. 10 N° 10 CP. Desde la dictación del
88
Así, lo entiende Fuensalida, quien sostiene que la ley exige para la punibilidad “que de la revelación resulte un
perjuicio verdadero en su fama, honor o bienes” (II p. 240); en sentido parecido, Del Río (p. 201), Labatut (p. 86) y
Politoff (p. 499).
89
Etcheberry llega a una conclusión parcialmente similar en sus consecuencias, sosteniendo que el concepto de
perjuicio es amplio, comprensivo no sólo del sentido patrimonial sino también moral o jurídico (IV p. 221, 228).
Su interpretación mantiene sin embargo la distinción entre la acción de revelación y el resultado de perjuicio.
90
Esto es, reclusión menor en sus grados mínimo a medio y multa de seis a diez unidades tributarias mensuales.
56
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
D.L. 3.621 (D.O. 07.02.1981) la identificación de las normas de la ética profesional aplicables no es una cuestión
sencilla en Chile. Asociando nuevas consecuencias jurídicas al derecho a la libre afiliación establecido por la
Constitución de 1980, ese Decreto Ley prohibió a los colegios profesionales ejercer la jurisdicción disciplinaria que
sus respectivas leyes orgánicas les conferían y transfirió esa jurisdicción a los tribunales de justicia. Los códigos de
ética profesional vigentes al 7 de febrero de 1981 esa fecha son un complemento normativo del art. 4° DL 3.621 y
en tal calidad permanecen vigentes hasta el día de hoy. Los colegios profesionales, que tuvieron que transformarse
en asociaciones gremiales (D.L. 2757, D.O. 04.07.1979), ejercieron no obstante jurisdicción disciplinaria sobre sus
afiliados dentro del margen de la potestad normativa y de policía correccional que los arts. 553 y 554 del Código
Civil otorgan a las corporaciones de derecho privado. Inicialmente, aplicaron en ejercicio de esa jurisdicción el
respectivo código de ética profesional vigente a 1981; desde entonces, sin embargo, varios colegios profesionales
han aprobado nuevos códigos de ética profesional. La Ley de Reforma Constitucional 20.050 (D.O. de 26 de agosto
de 2005) reconoció la validez de la jurisdicción disciplinaria ejercida por los colegios profesionales exclusivamente
sobre sus afiliados, pero hasta el momento la siguen ejerciendo en su calidad legal de asociación gremial. La validez
jurídica de las normas de los nuevos códigos de ética profesional que establecen deberes más extensos o más
rigurosos que las normas del respectivo código que estaba vigente en 1981 no es problemática; la validez de las
normas que establecen deberes menos extensos o menos rigurosos no puede descansar en su consideración como
autoexoneración corporativa, sino que exige entenderlas como reformulación de las exigencias deontológicas a la
luz de la evolución del derecho constitucional y legal chileno. En tal calidad, todas las normas de los nuevos códigos
de ética profesional constituyen una base de prueba de la lex artis de la respectiva profesión y en esa medida un
elemento relevante para la interpretación de los códigos que estaban vigentes en 1981, aunque no sean
directamente vinculantes para los profesionales que no se encuentran afiliados al respectivo colegio.
11 Para la profesión médica son especialmente relevantes las disposiciones de los Arts. 12 y 13 de la Ley 20.584
(D.O. 24.04.2012), los Arts. 7, 8 y 9 del DS 38, de Salud, de 2012 (D.O. 26.12.2012) y el DS 41, de Salud, de
15.12.2012, todas ellas referidas a la información confidencial del paciente y su soporte, la ficha de salud. Para la
profesión de abogado, § 4 nm. 23 s.
12 a. Autoría. El delito de violación del secreto profesional presupone que el autor cometa el
delito ejerciendo alguna de las profesiones que requieren título. Dos cuestiones plantea este requisito:
(i) la identificación de esas profesiones y (ii) la precisión del sentido del requisito, es decir, si se
refiere a la posesión de una calidad especial o si se refiere al desempeño ante el titular del bien
jurídico de un rol especial
13 Para determinar cuáles son las profesiones requieren título es indispensable efectuar la
distinción hacen los Arts. 35 y 63 de la Ley 18.962, Orgánica Constitucional de Educación
(DFL N° 1/2005, de Educación, D.O. 21.02.2006). Conforme al Art. 35 el título profesional
sólo puede ser entregado por una universidad o un instituto profesional, y sólo una universidad
puede otorgar aquel título profesional que supone la obtención de un grado de licenciado. Estos
últimos se encuentran indicados en un catálogo establecido en el inciso segundo del Art. 6391.
91
“Los títulos profesionales que requieren haber obtenido el grado de licenciado a que se refiere el inciso primero
son los siguientes: / a) Título de Abogado: Licenciado en Ciencias Jurídicas; / b) Título de
Arquitecto: Licenciado en Arquitectura; / c) Título de Bioquímico: Licenciado en Bioquímica; / d) Título de
Cirujano Dentista: Licenciado en Odontología; / e) Título de Ingeniero Agrónomo: Licenciado en Agronomía; /
f) Título de Ingeniero Civil: Licenciado en Ciencias de la Ingeniería; / g) Título de Ingeniero Comercial:
Licenciado en Ciencias Económicas o Licenciado en Ciencias en la Administración de Empresas; h) Título de
Ingeniero Forestal: Licenciado en Ingeniería Forestal; / i) Título de Médico Cirujano: Licenciado en Medicina;
j) Título de Médico Veterinario: Licenciado en Medicina Veterinaria; / k) Título de Psicólogo: Licenciado en
Psicología; / l) Título de Químico Farmacéutico: Licenciado en Farmacia; / m) Título de Profesor de Educación
Básica: Licenciado en Educación; / n) Título de Profesor de Educación Media en las asignaturas científico-
humanísticas: Licenciado en Educación; / ñ) Título de Profesor de Educación Diferencial: Licenciado en
Educación; / o) Título de Educador de Párvulos: Licenciado en Educación; / p) Título de Periodista: Licenciado
57
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
15 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación supone (i) revelar (ii) los
secretos (iii) que se hubieren confiado (iv) por razón del ejercicio de una profesión que requiere
título.
16 Por revelar debe entenderse la acción de comunicar información a otro; la comisión por
omisión del delito de revelación consiste en consentir el acceso de otro a la información que se
ha confiado. La infracción al deber de confidencialidad del profesional debe ser significativa
como afectación de la expectativa de intimidad de control del interesado en su confidencialidad
(§ 4 nm. 8).
17 Por secretos debe entenderse toda información respecto de la cual quien la ha confiado
tiene una expectativa de intimidad de control. Los secretos deben haber sido confiados. La
expresión alcanza, sin duda, la información que ha sido comunicada al profesional; dudoso es si
alcanza también a la información que ha sido descubierta o producida por el profesional 93.
Cuando el titular de la expectativa de intimidad de control conoce esa información, puede
entenderse que la confía al profesional para su uso conforme a la lex artis y custodia frente a
en Comunicación Social, y / q) Título de Trabajador Social o Asistente Social: Licenciado en Trabajo Social o en
Servicio Social, respectivamente.”
92
Por lo tanto, la única manera de fundar la punibilidad del que engaña a otro acerca de su condición de
profesional habilitado sería vinculando el engaño a la ausencia de consentimiento y subsumir la acción por la cual
se obtiene el conocimiento de la información bajo algún tipo de intromisión y la revelación bajo alguna hipótesis
de divulgación.
93
Por la negativa, Del Río, remarcando la diferencia entre el funcionario público, que debe confidencialidad
aunque los secretos no el hubieren sido confiado, y el profesional, que sólo debería confidencialidad respecto de los
secretos confiados (p. 201-202); de la misma opinión, Labatut (p. 88). Por su parte, Etcheberry atribuye el carácter
de confiado a los secretos de los que el profesional se entera por sí mismo “merced a la confianza depositada en él
por el cliente” (IV p. 229); siguiéndolo, Politoff (p. 500).
58
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
intrusiones de terceros. Por regla general, el profesional debe comunicar a su cliente de toda
información que sea de su interés. Dado que la infracción de su deber de información no puede
exonerarlo de su deber de confidencialidad, se tiene que debe entenderse como información
confiada al profesional toda información que esté posee, respecto de la cual el afectado tiene
una legítima expectativa de intimidad de control. No es por lo tanto la peculiaridad fáctica del
acceso del profesional a la información, sino su estatuto normativo lo que determina el carácter
de “secreto confiado”.
18 Los secretos deben haber sido confiados por razón del ejercicio de una profesión que
requiere título. Respecto de cuáles sean esas profesiones, § 4 nm. 13. La información es confiada
con razón del ejercicio de la profesión cuando ha sido comunicada, producida o descubierta como
medio para realizar adecuadamente la función profesional o con ocasión de su realización94.
94
Fuensalida opone el conocimiento por razón de la profesión al conocimiento “por confidencias íntimas de la
amistad” y “por meras consideraciones a la profesión” (II p. 240). La primera contraposición es clara y obvia; la
segunda resulta incomprensible.
59
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
realizada por el ejercicio de la profesión sobre la obtención de información por parte del
Estado95.
22 Finalmente, es usual que los códigos deontológicos obliguen o autoricen a los
profesionales a revelar información para evitar la comisión de delitos o la irrogación de un mal
grave a otros. En esos casos, la solución de la colisión de deberes por las normas de la ética
profesional son recibidas por el Código Penal mediante la metarregla del Art. 10 N° 10 CP.
23 Antecedentes históricos. La disposición corresponde al texto originario del CP. Su redacción inicialmente como
Art. 220 fue acordada por la CR en la sesión 48 15.07.1871 (Actas, p. 96). Su fuente histórica se encuentra en el
Art. 273 CP español de 1850. En la sesión 49 de 21.07.1871 se dejó constancia de la falta de necesidad de una
mención expresa de la revelación hecha por un abogado en materia no contenciosa “teniendo en cuenta que bajo la
palabra cliente se entiende no solo al que solicita los servicios de un abogado para la prosecución de un juicio, sino
también al que le busca para otro cualquier asunto relativo a la profesión” (Actas-CR, p. 97).
24 Lo dicho arriba sobre la regulación ético-profesional (§ 4 nm. 10) es enteramente aplicable a la profesión de
abogado. El CEP aprobado el 28 de octubre de 1948, con vigencia a partir del 1º de enero de 1949, y que sigue
siendo el complemento del Art. 4° DL 3.621, regula el secreto profesional en sus Arts. 10, 11 y 12, incluyendo la
prohibición de aprovechamiento del secreto y el deber de secreto para con otros abogados. El Colegio de Abogados
de Chile A.G. aplicó esas normas en el ejercicio de jurisdicción disciplinaria sobre sus afiliados a partir de 1984. El
4 de abril de 2011 el Colegio de Abogados aprobó un nuevo CEP, cuya vigencia comenzó el 1° de agosto de 2011.
El nuevo CEP regula el deber de confidencialidad del abogado para con su cliente, y el secreto profesional que de él
se deriva, en sus Arts. 7° y 46 a 64. La prohibición de aprovechamiento de la información confidencial se encuentra
en su Art. 42 y el deber de confidencialidad para con el abogado de la contraparte, en sus Arts. 110 y 111. En la
determinación de los deberes del abogado para con su cliente, especialmente del abogado que representa sus
derechos en juicio, también son relevantes las reglas sobre el contrato de mandato (Arts. 2116-2173 CC, Art. 528
COT). Acerca de la regulación del CEP-2011, Antonio Bascuñán Rodríguez, “Deber de confidencialidad y secreto
profesional del abogado”, 15 Revista de Estudios de la Justicia (2011), p. 221-263.
95
Conforme, Etcheberry (IV p. 229-230); en contra, Politoff (p. 500), quien considera que el deber de denunciar
justifica sin más la revelación del secreto. Labatut mantiene una posición incierta: admite que el deber de
denunciar es preponderante, pero al mismo tiempo sostiene que su cumplimiento no constituye una excepción al
deber de confidencialidad (p. 88-89).
60
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
expresión comprende a los procuradores del número, esto es, los oficiales de la administración de
justicia encargados de representar en juicio a las partes (Art. 394 COT). Quienes no poseen la
calidad personal especial requerida por la ley sólo pueden intervenir en la comisión del delito en
calidad de partícipe.
26 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación supone (i) descubrir (ii) los
secretos (iii) del cliente (iv) con abuso del oficio.
27 Por descubrir debe entenderse la acción de revelar la información (§ 4 nm 6, 16), esto es,
poner a otro en conocimiento de ella; la comisión por omisión del delito de descubrimiento
consiste en consentir el acceso de otro a la información que se posee bajo confidencialidad.
28 Por cliente debe entenderse tanto el cliente actual, como el cliente potencial y el cliente
pasado. Conforme al CEP-2011 es cliente “la persona natural o jurídica que ha establecido una
relación profesional con un abogado para la prestación de servicios profesionales”, y son
servicios profesionales del abogado “el consejo y la asesoría jurídica, así como la representación y
patrocinio, y en general, el resguardo de los intereses del cliente” (Art. 15). La relación
profesional se inicia por la aceptación expresa o tácita del abogado (Art. 17) y termina por
voluntad de cualquiera de las partes, prestación del servicio o imposibilidad de prestarlo (Art.
18). Por cliente potencial se entiende “la persona natural o jurídica que consulta al abogado
acerca de cierto asunto”, y por consulta “la solicitud del cliente potencial expresando seriamente
al abogado su interés por obtener sus servicios profesionales” (Art. 20). Todas las reglas éticas
sobre deber de confidencialidad y secreto profesional (Título IV) más la prohibición de uso de la
información del cliente en provecho propio o ajeno (Art. 42) son aplicables al abogado respecto
del cliente potencial (Art. 20). El deber de confidencialidad es perpetuo: no se extingue por el
término de la relación profesional, la muerte del cliente ni el transcurso del tiempo (Art. 47).
Por eso el abogado debe confidencialidad también a sus clientes pasados.
29 Por secretos del cliente debe entenderse toda la información respecto de la cual el abogado
o procurador le debe confidencialidad. Conforme al Art. 7° CEP-2011, “la confidencialidad
debida se extiende a toda la información relativa a los asuntos del cliente que el abogado ha
conocido en el ejercicio de su profesión”. Esta es una definición amplísima del ámbito protegido
por el deber de confidencialidad. Bajo el Art. 10 CEP-1948 el secreto profesional cubría tres
ámbitos de información: “las confidencias hechas por terceros al abogado, en razón de su
ministerio”, “las [confidencias] que sean consecuencia de pláticas para realizar una transacción
que fracasó” y “las confidencias de los colegas”. En los tres casos se trataba de confidencias
hechas al abogado por terceras personas. El término empleado por el CEP-1948 corresponde al
uso más restringido de los textos legales que reconocen el secreto profesional como exención al
deber de declarar como testigo, el artículo 360 N° 1 CPC, que exime a los abogados de declarar
“sobre hechos que se les hayan comunicado confidencialmente con ocasión de su (…)
profesión”. En su sentido natural y obvio, la expresión excluye del secreto profesional la
información producida por el abogado para el cliente, así como la información recibida de
terceros sin carácter de comunicación confidencial. Si bien es cierto que el Colegio de Abogados
sostuvo en sus pronunciamientos a lo largo del siglo xx una concepción amplia del ámbito
61
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
cubierto por el secreto96, y que esta concepción fue reconocida por la Corte Suprema97, no es
menos cierto que en su jurisprudencia disciplinaria declaró que el secreto profesional impedía
revelar “hechos confidenciales” en los juicios de honorarios contra el cliente98. Como es obvio,
si por “hechos confidenciales” hubiera que entender toda información relativa al cliente, como
lo obliga ahora el art. 7° CEP-2011, bajo el CEP-1948 habría sido imposible un cobro judicial de
honorarios conforme a la ética profesional.
30 La amplitud de la nueva definición ética del deber de confidencialidad del abogado
aumenta el riesgo de incurrir en el delito de violación del secreto profesional. Ese riesgo se
encuentra compensado por la introducción del consentimiento presunto del cliente por el Art. 52
CEP-2011. En estricto rigor, no se trata de una institución análoga a la que conoce el derecho
penal y la ética clínica, la cual opera en términos estrictamente subsidiarios. Conforme al CEP-
2011 no es necesario que el cliente se encuentre en una situación tal que no sea posible al
abogado obtener su consentimiento expreso para que la regla opere y justifique la revelación de
información por parte del abogado. Ciertamente, en esos casos puede operar la institución,
restringida por el Art. 2150 CC; pero no opera sólo en ellos. La finalidad del art. 52 es
desinhibir la correcta y eficaz prestación de los servicios profesionales del abogado. Por esa
misma razón, en principio el criterio sobre el que se basa la presunción es objetivo: la
conveniencia de la revelación para la prestación exitosa de los servicios profesionales consiste en
su carácter de medio idóneo y razonablemente (no estrictamente) necesario para el logro del fin.
Por cierto, el criterio objetivo se enmarca en un contexto de fines y medios legítimos que es
definido autónomamente por el cliente (arts. 3°, 28 y 29 CEP-2011). Por tal razón, el
consentimiento presunto no opera contra la voluntad expresa del cliente. En todos los casos de
revelación de información presuntivamente consentida está excluido el abuso del oficio. La
oración final del art. 52 establece que en caso de duda se debe confidencialidad (in dubio, pro
fidem). La duda debe entenderse en el doble sentido contextual expuesto: en su sentido objetivo
enmarcado por una definición autónoma del cliente. O sea, la duda se refiere tanto a la
idoneidad y necesidad de la revelación como medio, como también a su correspondencia más
96
El documento principal que afirma esta tesis es el acuerdo de 27.05.1952, en: 53 Revista de Derecho y Jurisprudencia
(1954), Primera Parte, p. 38-44.
97
Sentencia de la Corte Suprema de 13 de mayo de 1954, recaída sobre recurso de queja interpuesto en contra de
la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago de 18.09.1953, que revocó la resolución del tribunal de
primera instancia que había acogido la oposición del abogado citado a declarar en juicio de alimentos seguido por
la hija de su cliente en contra su cliente (Guttmann conta Guttmann, en: 53 Revista de Derecho y Jurisprudencia, 1954,
2ª Parte, Sección 1ª, p. 128-132). La demandante, que había recibido el pago de alimentos por intermedio del
abogado de su padre, Arturo Alessandri, a ese entonces presidente del Colegio de Abogados, lo citó a declarar
acerca de esos pagos. La Corte de Apelaciones sostuvo que los hechos personales de un abogado no pueden
considerarse comunicaciones confidenciales en el sentido del art. 360 N° 1 CPC y por lo tanto no están cubiertos
por el secreto profesional. La Corte Suprema, en cambio, sostuvo que “un acto confidencial” realizado por el
abogado por instrucciones de su cliente constituye uno de esos “hechos que se le [ha] comunicado
confidencialmente” en el sentido del art. 360 N° 1 CPC. No puede excluirse que una consideración atenta del caso
llegue por otras razones a un resultado similar al de la Corte Suprema. Pero en sus propios términos la decisión de
la Corte Suprema carece por completo de fundamento: la descripción de un hecho propio no puede entenderse
racionalmente comprendida por la descripción de un acto de habla ajeno.
98
Acuerdo de 06.10.1950, en sesión N° 9/1950, p. 7, según Fanny Pardo Valencia, Ética y Derecho de la Abogacía en
Chile, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1969 (reproducción fotostática para integrantes del Consejo del Colegio
de Abogados, Santiago, 2007), p. 78.
62
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
verosímil a la voluntad del cliente. Que el abogado deba confidencialidad implica que en caso
de duda sólo puede revelar la información contando con el consentimiento expreso del cliente.
31 El Art. 231 no exige que el descubrimiento irrogue un perjuicio al cliente distinto de la
propia lesión de la intimidad, concretada en la revelación con infracción al deber de
confidencialidad99. La hipótesis típica de perjudicar al cliente con abuso malicioso del oficio
abarca todas las demás infracciones graves a los deberes fiduciarios del abogado, sometiéndolas a
ese requisito. La infracción al deber de confidencialidad es punible con independencia de su
concurrencia: respecto de la hipótesis de violación de secreto la regla de determinación de la
pena del Art. 231 debe entenderse en función de la magnitud del mal causado en tanto lesión
de la intimidad.
32 El descubrimiento debe ser hecho con abuso malicioso del oficio. Acerca del carácter
malicioso del abuso, § 4 nm. 33. El requisito cumple una función práctica más importante
respecto de la hipótesis típica de perjudicar al cliente que de la hipótesis de descubrir sus
secretos. Tratándose del descubrimiento, constituye una referencia negativa a la existencia de
causas ético-profesionales de justificación de la violación de la confidencialidad: el abogado que
revela información confidencial amparado por esas causas de justificación no incurre en abuso
de su oficio.
33 c. Imputación subjetiva y elementos subjetivos del tipo. La violación del secreto profesional por el
abogado o procurador es un delito doloso, conforme a las reglas generales del Código Penal (§1
nm. 41). Además, el Art. 231 exige abuso malicioso del oficio. A los términos “maliciosamente” y
“a sabiendas” se asigna por regla general la función de restringir la punibilidad a formas más
intensas de imputación subjetiva que la que admitan las reglas generales: si se trata de delitos
que admiten la punibilidad de la imprudencia, la restringe a la comisión dolosa, y si se trata de
delitos que no admiten la punibilidad de la imprudencia, la restringe el dolo directo. En el
contexto de este delito, el efecto más importante que cabe asignar a la expresión es la exclusión
de la punibilidad del abogado que yerra en su deliberación a la luz de las reglas sobre su deber o
facultad éticos para revelar la información confidencial del cliente sin su consentimiento. Un
abogado que yerra en su deliberación puede incurrir en responsabilidad ética, pero no abusa
maliciosamente de su oficio.
99
A pesar de reconocer la estructura típica alternativa, probablemente en atención a la regla de determinación de la
pena, Fuensalida afirma que el Art. 231 tiene por consecuencia “que no se incurre en pena si no se causa perjuicio
con las revelaciones de secretos del cliente” (II p. 215). Labatut entiende que el prejuicio abarca también el daño al
cliente en sus intereses morales (p. 77).
63
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
37 El Art. 54 establece las situaciones en las cuales se faculta al abogado para revelar la
información confidencial, sin obligarlo a ello:
38 a) La evitación de un serio peligro de muerte o de grave daño corporal para una o más personas. Esta
regla convierte en revelación facultativa el imperativo del CEP-1948 de hacer las revelaciones
necesarias para “proteger a personas en peligro”. Obsérvese que no se requiere que el peligro
provenga de una acción u omisión punible o sancionable, ni siquiera ilícita. Es concebible una
situación de riesgo en abstracto permitido que sin embargo genere en concreto un peligro cuya
evitación justifique éticamente la revelación de la información confidencial. El peligro de
suicidio del cliente deber ser analizado por el abogado bajo el principio de respeto a la
autonomía del cliente (art. 3°).
39 b) La evitación de la comisión o consumación de un simple delito que merezca pena aflictiva. Esta
regla convierte en revelación facultativa el imperativo del CEP-1948 de prevenir un acto
delictuoso, restringiendo además la autorización a la evitación de la comisión o consumación de
simples delitos sancionados por la ley con pena aflictiva. Conforme al Art. 37 CP, las penas de
simples delitos que se reputan aflictivas son las de presidio, reclusión, confinamiento,
extrañamiento y relegación menores en sus grados máximos. La evitación de la comisión o
consumación de faltas o de simples delitos sancionados por la ley con penas no aflictivas no
justifica la revelación de información privilegiada, a menos que sea aplicable al caso el art. 54-a).
40 c) La obtención de consejo ético profesional, siempre que la revelación se haga a otro abogado
bajo confidencialidad. La consejería ética es una especialidad profesional en los sistemas
jurídicos más desarrollados. Entendido el consejo ético profesional como asesoría jurídica en el
sentido del Art. 15, la segunda parte de la regla es superflua: el abogado que solicita consejo es
cliente y el abogado que aconseja le debe confidencialidad. Además, la consejería ética es
objetivamente conveniente para la exitosa prestación del servicio profesional, por lo que en
principio se encuentra cubierta por el consentimiento presunto del cliente (§ 4 nm. 30). Eso
hace también redundante la primera parte de la regla. Con todo, la regla tiene un campo propio
de operatividad allí donde el cliente ha prohibido la revelación de información confidencial y
no obstante ésta se hace necesaria para la obtención de consejo ético. Esa es la función de su
previsión expresa en el CEP-2011: clarificar la legitimidad de la revelación de información
confidencial que es necesaria para la obtención del consejo ético, aun contra la voluntad del
cliente.
41 d) La defensa de una imputación grave formulada en contra suya o de sus colaboradores, ya sea en
relación con el servicio profesional prestado al cliente o o en relación con hechos en los cuales
tuvo parte el cliente. La primera hipótesis de la regla permite al abogado la revelación necesaria
para defenderse frente a imputaciones graves de infracción de deberes legales o ético-
profesionales con ocasión de su servicio profesional. Este es el campo indiscutido de aplicación
de la regla del Art. 12 CEP-1948. La segunda hipótesis de la regla, junto con la regla del Art. 63-
a) (§ 4 nm. 61), permite al abogado deslindar el servicio profesional lícitamente prestado al
cliente, principalmente de asesoría jurídica, de los hechos ilícitos imputados a su cliente. Para
efectos de la aplicación del Art. 56 a esta situación, debe tenerse presente que la eventual
responsabilidad del cliente por los hechos ilícitos que le son imputados no implica
atribuibilidad de la imputación de responsabilidad por esos hechos al abogado. Para que la
imputación a éste sea atribuible al cliente, es indispensable que él haya contribuido a su
formulación. Esto implica que si el cliente no ha contribuido a la formulación de la imputación
65
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
contra el abogado éste debe confidencialidad en todo el margen en que el perjuicio que ello le
acarree o pueda acarrearle no sea “sustancialmente mayor” que el perjuicio que la revelación
acarree al cliente (§ 4 nm 45).
42 e) El cobro de honorarios debidos. La fundamentación de una demanda de cobro de honorarios
exige revelar información relativa al cliente, o sea, información confidencial conforme al art. 7°.
Por cierto, dentro de esa información puede haber contenidos equivalentes a las “confidencias”
del Art. 12 CEP-1948, o sea, los “hechos confidenciales” que conforme a la jurisprudencia del
Consejo no pueden ser revelados en caso alguno con ocasión del cobro de honorarios 100. La
manera que tiene el CEP-2011 de mantener ese punto de vista es intensificando expresamente la
exigencia de necesidad racional de la revelación para el logro del cobro de honorarios y
aplicando al caso la exigencia de preponderancia del mal que se pretende evitar (§ 4 nm. 45)
que en este caso es la omisión de pago, aunque dicho mal sea atribuible al cliente. De este
modo, el abogado no puede efectuar revelaciones que no sean absolutamente imprescindibles o
que irroguen al cliente un perjuicio mayor o igual que el que irrogaría al abogado la falta de
pago de los honorarios.
43 f) El cumplimiento de un deber legal de informar o declarar. Esta regla admite que un abogado
puede verse judicial o administrativamente compelido a informar o a declarar y que esa
revelación jurídicamente compelida puede justificarse éticamente como revelación facultativa,
con tal que el abogado cumpla los requisitos especialmente establecidos en el § 4 del título iv (§
4 nm. 50-59). La ética profesional no asume irreflexivamente la legitimidad de los imperativos
legales de revelar información del cliente que es confidencial conforme al art. 7° CEP-2011.
44 g) Otro caso expresamente autorizado por las reglas de la ética profesional. Como todas las reglas
supletorias de remisión a otras disposiciones legales sobre la materia, el Art. 54-g) resulta a
primera vista superfluo. No obstante, esta regla cumple la importante función de prevenir al
intérprete contra la justificación de la revelación por colisión de deberes o bajo alguna otra
estructura de ponderación. Tal como ella lo exige, la justificación de la infracción al deber de
confidencialidad requiere autorización expresa por las reglas de la ética profesional. Los dos
casos de autorización expresa a revelar información aun contra la voluntad del cliente
consagrados por el CEP-2011 fuera del catálogo del Art. 54 se encuentran en el Art. 63 (§ 4 nm.
60, 62).
45 El CEP-2011 establece dos requisitos de racionalidad prospectiva que sujetan el
cumplimiento del imperativo de revelación del Art. 53 y el ejercicio de las autorizaciones de
revelación del Art. 54 al principio de proporcionalidad. Ambas reglas proceden de las causas de
justificación del Código Penal (art. 10 N° 4 circunstancia segunda y N°7). El Art. 55 establece el
requisito necesidad racional del medio empleado, que naturalmente supone un juicio razonable
de idoneidad de la revelación como medio para obtener el fin que la justifica. La regla no se
limita a la necesidad de la información revelada, sino que incluye además la necesidad de la
acción de revelación, es decir, una exigencia de subsidiariedad. La medida de la intensidad de
esta exigencia debe subordinarse a la medida en que el caso corresponda o no a una situación de
legítima defensa: mientras menos corresponda, mayor es su intensidad. Por su parte, el Art. 56
establece el requisito de proporcionalidad en sentido estricto (ponderación), para el caso en que
el estado de cosas que se intenta evitar mediante la revelación no sea atribuible al cliente. En tal
100
Supra, nota 98.
66
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
caso, se está sacrificando su interés en una situación de estado de necesidad agresivo, como la
que contempla el art. 10 N° 7 del Código Penal para el sacrificio de intereses patrimoniales. De
ahí la exigencia de preponderancia del interés que se pretende proteger (mal que se intenta
evitar con la revelación) frente al interés del cliente que se sacrifica para su protección (mal que
se causa con la revelación).
46 El Art. 57 CEP-2011 se pone en el caso de que la revelación imperativa o facultativamente
justificada como medio para evitar la comisión o consumación de crímenes o simples delitos
legalmente sancionados con pena aflictiva (§ 4 nm. 36, 39) pueda perjudicar la defensa penal del
cliente. El caso más obvio es el de la defensa por la comisión del delito cuya consumación se
intenta evitar con la revelación de la información. Por ejemplo, si la indicación del lugar donde
se encuentra instalada el artefacto incendiario da a la policía la oportunidad de hallar prueba
incriminatoria de la intervención del cliente en su colocación. Pero más importantes para la
práctica son los casos en que la evitación de la comisión o consumación de un delito permite
producir prueba acerca de motivos recurrentes o patrones de comportamiento, que
corresponden a las circunstancias de los crímenes o delitos cometidos por el cliente en el
pasado. En todos estos casos, la revelación de la información privilegiada implica en sus
resultados una violación del derecho del imputado o acusado a no autoinculparse. Esta es una
razón por la cual se objeta en la regulación ética comparada la existencia de un imperativo ético
de revelación para evitar crímenes o delitos. El Art. 57 ofrece tres soluciones:
47 (i) Declara que antes de revelar la información a que el abogado está obligado o autorizado,
“debe adoptar previamente medidas razonables encaminadas a evitar ese perjuicio”. El CEP-
2011 hace aquí una analogía con las medidas de mitigación de daños que es improcedente,
porque aquí no se trata de medidas fácticamente disponibles por el abogado. La disponibilidad
de estas medidas depende de la regulación penal y procesal penal: si la ley permite al imputado
obtener beneficios como contrapartida de la entrega de información y si esos beneficios tienen
tanto peso que pueden contrarrestar las consecuencias desfavorables para el cliente de la prueba
incriminatoria que produce la revelación de información, entonces el abogado debe adoptarlas
antes de hacer la revelación. Esto implica que no se trata de una obligación de medios, como
inconsistentemente deja entender la expresión “encaminadas a…”, sino de resultados; dado que
son medidas que excluyen convencionalmente el perjuicio para la defensa su efecto es binario: si
se las adopta válidamente, excluyen el perjuicio; si no, no. Por eso, la consideración de la norma
como obligación de medios demuestra un error en la comprensión de la naturaleza de estas
medidas.
48 (ii) Para el caso en que el abogado no disponga de las medidas anteriores, se convierte el
imperativo de revelar del Art. 53 (§ 4 nm. 36) en una autorización facultativa para el abogado;
49 (iii) Autoriza al abogado que no está a cargo de la defensa penal a hacer la revelación a su
abogado defensor, liberándolo con ello del deber de revelar o de la responsabilidad de ejercer la
facultad de revelar. El hecho que esa regla sea meramente facultativa para el abogado que no
tiene a su cargo la defensa penal implica una falta de consideración del CEP con la defensa
penal, o sea, una contradicción con sus fundamentos. La solución correcta a la luz del
fundamento consiste radicar el problema exclusivamente en el abogado defensor.
50 f. Colisión con deberes de declarar o informar. El CEP-2011 establece una regulación detallada
del comportamiento debido por el abogado en caso de ser requerido a declarar o informar
67
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
101
Supra, nota 96, p. 38-44. El párrafo preciso de este acuerdo sobre el punto merece ser reproducido: “Puesto que
los textos de los Códigos de Procedimiento Penal y Civil amparan el deber moral y jurídico en que los abogados se
encuentran de guardar el sigilo de las confidencias recibidas en razón de su oficio, permitiéndoles negarse a declarar
en juicio, civil o penal, sobre las materias que las comprendan o comprometan, obvio es que está entregado a la
probidad y conciencia de esos profesionales el correcto ejercicio de ese derecho, porque no sería posible, sin violar
el secreto mismo, que el juez estuviera facultado para conseguir la declaración del depositario del secreto, y
discriminar en seguida qué partes de esa declaración se llevarán al proceso, dejándose en los autos constancia de
ellas, y cuáles continuarán confidenciales, porque desde el momento mismo en que el abogado hiciera al juez
partícipe de su confidencia ya el secreto estaría violado y desconocida la norma ética que impone el deber de
guardar en reserva cuanto se le confié en el ejercicio de su profesión”.
68
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69
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59 (iii) El resguardo de los intereses del cliente al margen de los servicios de defensa o consejo,
esto es, el desempeño del abogado como simple mandatario civil del cliente, no puede justificar
el secreto profesional respecto de la información del cliente poseída por el abogado. Desde luego
que el abogado debe confidencialidad al cliente y que es responsable por infracción a ese deber,
en los mismos términos con que la debería y respondería si lo defendiera o asesorara; ese es un
valor distintivo del servicio profesional del abogado como mandatario. Pero del hecho de que
deba confidencialidad no se deduce que ese deber haya de ser reconocido como preponderante
frente a deberes legales de informar o declarar; no hay razones de peso vinculadas a un interés
colectivo que justifiquen esa preponderancia y ninguna profesión u oficio puede autoeximirse
de cumplir deberes legales de informar o declarar por la simple vía de ofrecer confidencialidad a
sus clientes102.
60 Existen dos situaciones en que el CEP-2011 libera al abogado de su deber de exonerarse
de declarar como testigo y lo autoriza para declarar. Ambas se encuentran reguladas en su Art.
63:
61 a) Cuando el abogado tiene razones fundadas para considerar el cliente dio un uso ilícito a la
asesoría que le prestó, consistente en cometer un crimen, simple delito o infracción cuya
gravedad queda demostrada por la existencia de procedimientos investigativos a cargo de
funcionarios públicos. La regla incorpora en la ética profesional chilena parte de la institución
del “fraude del cliente”, propia del derecho procesal anglonorteamericano.
62 b) Cuando la información corresponde a un cliente fallecido, y su revelación puede evitar la
condena de un inocente. La regla incorpora en la ética profesional un punto de vista defendido
por un sector de la doctrina y jurisprudencia norteamericanas, representado por la opinión
disidente de la Jueza Asociada Sandra Day O’Connor en Swidler & Berlin v. United States 524
U.S. 399, 411-416 (1998).
63 Observación de lege ferenda. Los anteproyectos de 2005 y 2013 coinciden en tratar sistemáticamente a la
revelación de secretos como delito contra la intimidad, en un párrafo distinto del dedicado a los delitos de
intromisión. El APF lo hace en sus Arts. 140103 y 141104; el APCP, en su Art. 283105, además de la calificación por
102
El caso Guttmann contra Guttmann, en la descripción de la propia Corte Suprema (supra, nota 97), es un ejemplo
de mandato civil ejecutado por un abogado, cuya confidencialidad no merece ser considerada preponderante: el
hecho de ser abogado el mandatario garantiza al cliente confidencialidad pero no hace de esa confidencialidad un
interés colectivo de mayor peso que la obtención de prueba verosímil en juicio. Por cierto, nada quita que la
ejecución de ese mandato se vincule a servicios de defensa y/o asesoría y que por esa razón la confidencialidad
debida por el abogado pueda justificadamente quedar amparada por el secreto profesional.
103
“Art. 140. El profesional titular que revele los secretos que por razón de su profesión se le han confiado, será
castigado con las penas de reclusión menor en su grado mínimo, multa de una a diez unidades tributarias
mensuales e inhabilitación absoluta para el ejercicio de su profesión en su grado medio. / En las mismas penas del
inciso anterior incurrirá el que revele los secretos que ha conocido por razón de su posición o actividad y que por
ley esté obligado a guardar.”
104
“Art. 141. El funcionario público que, sabiendo por razón de su cargo los secretos de un particular, los revele,
incurrirá en las penas de reclusión menor en su grado mínimo, multa de una a diez unidades tributarias mensuales
e inhabilitación absoluta para algún cargo u oficio público en su grado medio a máximo.”
105
“Art. 283. Revelación de información confidencial. Será sancionado con la pena de prisión de 1 a 3 años el que, sin
el consentimiento del afectado, revelare o consintiere que otro acceda a la información que posee bajo un deber de
confidencialidad para con otro y que ha conocido con ocasión del ejercicio de: / 1° un cargo o función públicos; /
2° un estado o una profesión cuyo título se encuentra legalmente reconocido, sujeto a un deber de confidencialidad
70
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
cometer la revelación a través de un medio de comunicación social prevista en el Art. 284 N° 2 106. En ambas
propuestas se afirma, por lo tanto, la comprensión de este delito como un atentado contra un bien jurídico
personalísimo y no colectivo107. El ámbito de punibilidad para el funcionario público y el profesional es más amplio
en el APCP, en la medida en que se extiende expresamente la punibilidad a la tolerancia del acceso a la
información por parte de un tercero y se describe ampliamente al objeto de ataque como aquella información
conocida con ocasión del ejercicio del cargo, función o profesión -esto es, no requiere ser un secreto confiado-.
Coincidente con ello es también el hecho de incluir expresamente al sacerdote que conoce información bajo deber
de confidencialidad -la mención al “estado” junto a la “profesión”- dentro del círculo de destinatarios de la
prohibición de indiscreción. En cambio, en lo que respecta a la determinación de la calidad profesional, el APCP es
más estricto que el APF, ya que exige reconocimiento legal de la profesión y constitución fiduciaria de su ejercicio
por norma jurídica formal o de la lex artis. También es más restringido en el APCP que en el APF el ámbito de
punibilidad de los autores que no poseen la calidad personal especial de funcionario, detentador de un estado o
título profesional. Mientras que el APF refuerza penalmente todo deber de confidencialidad impuesto por ley (Art.
140 inciso segundo), el APCP sólo lo hace cuando se trata de un deber legal de confidencialidad relativo a
información sensible contenida en una base de datos (Art. 283 inciso segundo). Finalmente, demostrando una
mayor consistencia con el tratamiento sistemático de estos delitos como atentados contra un bien jurídico
personalísimo, el APCP expresamente considera al consentimiento del ofendido como una condición que excluye
la punibilidad de la revelación de la información.
por disposición de ley o reglamento, o por las reglas que definen su correcto ejercicio. / Con la misma pena será
sancionado el que, teniendo o habiendo tenido acceso a una base de datos bajo confidencialidad impuesta por ley,
sin el consentimiento del afectado revelare información de esa base de datos calificada por la ley como sensible.”
106
“Art. 284. Difusión, transmisión y revelación indebida por un medio de comunicación social. Será sancionado con la
pena de prisión de 1 a 5 años: / (…) 2° el que cometiere los delitos señalados en los artículos 279, 282 o 283
difundiendo, transmitiendo o revelando la información, el sonido o la imagen por un medio de comunicación
social.”
107
Este tratamiento sistemático se ve remarcado por el hecho de que ambos anteproyectos regulan la violación del
secreto institucional por un funcionario público como un delito contra un bien jurídico colectivo: la
administración pública (Art. 262 APF) o el orden (la probidad) de la administración del Estado (Art. 426 APCP).
71
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108
Al respecto, Antonio Bascuñán, “Delitos contra intereses personalísimos”, 2 Revista de Derecho UAI (2005), p.
548-553; el mismo, “Grabaciones subrepticias en el derecho penal chileno. Comentario a la sentencia de la Corte
Suprema en el caso Chilevisión II”, en: XLI-3 Revista de Ciencias Penales (2014), p. 43-74.
109
Como arriba se señaló, al tendencia incipiente en el derecho comparado a establecer un deber de
confidencialidad en estos casos y sancionar penalmente su infracción (§ 1 nm 21 y 39) ha sido recogida por APCP
en su Art. 282 (§ 1 nota 38).
110
La Enmienda IV de la Constitución de los Estados Unidos dispone: “El derecho de los habitantes de que sus
personas, domicilios, papeles y efectos se hallen a salvo de pesquisas y aprehensiones arbitrarias, será inviolable, y
no se expedirán al efecto mandamientos que no se apoyen en un motivo verosímil, estén corroborados mediante
juramento o protesta y describan con particularidad el lugar que deba ser registrado y las personas o cosas que han
de ser detenidas o embargadas.” La importancia de admitir una expectativa de intimidad bajo la cuarta enmienda
radica en el estatus de prueba ilícita que tiene la información obtenida mediante un acto intrusivo ilícito, lo que
implica, conforme a la jurisprudencia de la Corte Suprema federal norteamericana su exclusión del proceso; al
respecto, Wayne R. LaFave, Jerold H. Israel, Criminal Procedure, St. Paul, MN: West Publishing Co., 2000 (4ª ed.), p.
261 s.
72
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
3 El voto de disidencia del juez Brennan en United States v. López 373 U.S. 427 (1963), bien puede
contar como la contrapartida de la tesis anterior:
116
Resolución de 11.12.2003, Rol Nº 209.909-2003, del Tercer Juzgado del Crimen de Santiago.
117
Resolución de 06.01.2004, Rol N° 33.865-03.
74
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7 El razonamiento de la Corte incurre en una falacia de petitio principii. Cuando ella señala
que no es relevante la calidad de tercero o interlocutor, sino el hecho de haberse cometido un
acto de intromisión que lesiona la intimidad, invoca como premisa de su razonamiento lo que
tiene que demostrar como conclusión, esto es, que la intromisión en el sentido del Art. 161-A es
compatible con la calidad de interlocutor. Conociendo del recurso de apelación en contra de la
resolución de la Corte de Apelaciones de Santiago, la Corte Suprema lo rechazó y confirmó la
resolución apelada, pero sin comprometerse con su tesis interpretativa del Art. 161-A.
8 La Ministra en Visita condenó a cinco de los procesados por el Art. 161-A inciso primero
118
CP y a Sebastián Rodríguez por el Art. 161-B, absolviendo a de Jaime de Aguirre, por falta de
participación en los hechos y desestimando cargos por el inciso segundo del Art. 161-A. En
cuanto a la calificación del hecho como constitutivo de delito, la sentencia condenatoria
sostiene lo siguiente:
118
Sentencia de 15.07.2005.
75
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
9 El razonamiento del tribunal incurre en una falacia de non sequitur. Que el contenido o
tema de la conversación fuera la vida sexual del afectado y que su interlocutor le hubiera
prometido reserva son hechos que bajo el derecho penal vigente en Chile en ningún caso
pueden convertir un acto de indiscreción impune en un acto de intromisión punible. La Corte
de Apelaciones confirmó la sentencia condenatoria119. La Corte Suprema, conociendo recursos
de casación en el fondo, absolvió a Alejandro Guillier por falta de participación en los hechos,
absolvió a Sebastián Rodríguez por el cargo bajo el Art. 161-B y confirmó las demás condenas120.
El 27° Juzgado Civil de Santiago condenó a Chilevisión al pago de $ 320.000.000 por daños y
perjuicios derivados del delito cometido contra Daniel Calvo121, basándose entre otras
consideraciones en la sentencia condenatoria antedicha.
10 En el asimismo conocido caso Chilevisón II (llamado también “caso doctora Cordero”), los
tribunales de instancia condenaron nuevamente a periodistas de Chilevisión bajo el Art. 161-A.
En este caso, los autores de la grabación fingieron solicitar una consulta y una licencia médica
infundada a la doctora María Luisa Cordero. En su sentencia condenatoria 122, el tribunal de
instancia, también bajo las reglas del antiguo procedimiento penal, justificó la calificación del
hecho como delito bajo el Art. 161-A por las siguientes razones:
119
Sentencia de 09.05.2006.
120
Sentencia de 09.08.2007, Rol Nº 3005-06.
121
Sentencia de 20.04.2012, Rol N° C-22.596-2007.
122
Sentencia de 20.04.2011, Rol N° 3.913- 2003, ex 22º Juzgado del Crimen.
76
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
Como salta a la vista, la Corte adhiere ahora a una línea argumental como la defendida por el
juez White en su opinión concurrente a Katz v. U.S. 389 U.S. 347, 363 (1967) (supra, nm 189).
De hecho, la Corte cita jurisprudencia del Tribunal Constitucional español que coincide con
esa línea jurisprudencial (nota 113).
123
Sentencia de 01.08.2012, Rol N°1781-2011.
124
Sentencia de 21.08.2013, Rol N° 8393-2012, cons. 7° y 8°. La descripción de la ausencia de autor de una
intromisión típica como inexistencia de “un tercero ajeno capaz de actuar como titular de la acción intrusiva” es
una demostración del paroxismo que puede alcanzar el error dogmático de considerar al autor del delito como
“sujeto activo”: ¡la acción delictiva no es un derecho procesal del que alguien pueda ser “titular”!
77
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
125
El hecho de que la deslealtad con la confidencia deba sujetarse a las condiciones de punibilidad establecidas por
el Art. 161-A CP implica que las grabaciones, aun subrepticias, de imágenes o sonidos que tienen lugar fuera de
recintos particulares o lugares que no sean de libre acceso al público (§ 2 nm 35, 38, 64) son impunes.
126
Politoff (p. 239), a quien la Corte Suprema sigue en su sentencia. La posición de este autor se basa a su vez en las
consideraciones de María Cecilia Ramírez, “El delito de escuchas telefónicas ilegales en el ordenamiento chileno”,
en: Sergio Politoff Lifschitz, Jean Pierre Matus Acuña, Gran Criminalidad Organizada y Tráfico Ilícito de
Estupefacientes, Santiago: Editorial Jurídica Conosur Ltda., 2000, p. 267 s.
78
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79
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justificación, ya sea una medida de intromisión autorizada por la ley, la legítima defensa o el
estado de necesidad por generalización analógica del Art. 145 CP127.
19 Observación de lege ferenda. El APF mantiene la ambigüedad del Art. 161-A en esta materia, en la medida
que la transmisión o grabación subrepticia debe ser subsumida interpretativamente en las hipótesis típicas
paradigmáticamente comprensivas de actos de intromisión (Art. 135). De hecho, la explicación más probable de la
previsión por el APF de las “palabras de otro no emitidas públicamente” como objeto específico de ataque
mediante actos de captación o grabación (Art. 135 N° 1) se encuentra en la finalidad de abarcar este
comportamiento. Pero el hecho de que el APF describa la acción típica como “capte o grabe subrepticiamente” no
resuelve inequívocamente el problema interpretativo, pues ese adverbio puede entenderse referido a la condición de
interlocutor no consentido; así interpretado, la captación o grabación sólo resulta típica cuando es realizada por un
tercero que no es destinatario de la emisión de las palabras. En cambio, el APCP no sólo tipifica el delito de
transmisión o grabación subrepticia de modo independiente de los delitos de intromisión, sino que lo trata
sistemáticamente como una violación de confidencialidad. El Art. 281 APCP establece el tipo en los siguientes
términos: “Art. 281. Transmisión o grabación subrepticia del sonido o la imagen. El que sin el consentimiento del
afectado, usando dispositivos técnicos transmitiere o grabare la imagen o el sonido de lo que se consiente que él vea
o escuche confidencialmente será sancionado con la pena de multa, reclusión o prisión de 1 a 3 años”. Por su parte,
el Art. 282 N° 1 APCP establece un delito de difusión de la grabación subrepticia, sistemáticamente equivalente al
delito de difusión de la información obtenida mediante intromisión: “Art. 282. Difusión de imágenes o sonidos
confidenciales. Será sancionado con la pena de prisión de 1 a 3 años el que sin el consentimiento del afectado
difundiere: / 1° una imagen o un sonido sabiendo que su grabación fue obtenida mediante la comisión del delito
señalado en el artículo precedente; (…)”. Finalmente, el inciso segundo del Art. 282 se hace cargo del caso en que el
autor de la grabación sea también autor de su difusión, disponiendo la consideración del hecho en la
determinación judicial de la pena del Art. 281128, conforme al mismo principio seguido tratándose de la difusión de
información obtenida mediante intromisión.
127
La sentencia del ex 22º Juzgado del Crimen de 20.04.2011, Rol N° 3.913- 2003, contiene en el cuarto párrafo de
su considerando 13° una interesante referencia a este punto: “Que respecto del argumento de la defensa en cuanto
a que los hechos sobre los cuales versó la conversación captada y luego difundida, eran de inequívoco interés
público, ese interés público, constituye un concepto jurídico difuso que debe ponderarse caso a caso, que no se
advierte en el caso sub judice, y atendida su relevancia, es la propia ley la que establece resguardos, otorgando al
eventual afectado, a la ley o la autoridad competente, la prerrogativa exclusiva de determinar qué bien jurídico es
preponderante, en pos de ese interés común o colectivo, facultad que no es entregada en términos genéricos a
particulares, no importando la profesión que tengan, sino de modo expreso, lo que en la especie no concurre,
según se dijo, por lo que se rechazará dicha alegación.” En sus propios términos, el razonamiento del tribunal no es
menos confuso de lo que él reprocha al argumento de la defensa. No obstante, puede interpretárselo como una
declaración –enteramente correcta- de que tratándose de un delito de intromisión su justificación requiere, o bien
la satisfacción de condiciones procedimentales fijadas por la ley, o bien la satisfacción de condiciones materiales
más estrictas y diferenciadas que la ponderación de intereses que justifica la afectación del honor. Esto es lo que la
Corte Suprema fue incapaz de entender, con su improcedente calificación de la conversación como no privada en
virtud de tratar acercas de un tema de interés público (§ 2 nm. 66).
128
“En los casos en que el autor de la difusión señalada en el número 1 del inciso anterior hubiere intervenido
también en la comisión del delito a que él se refiere, se aplicará la pena en él establecida, estimando el tribunal la
circunstancia en su determinación.”
80
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
3 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación supone (i) interceptar, o
bien (ii) captar, o bien (iii) grabar, (iv) sin la debida autorización, (v) cualquier tipo de señal que
se emita a través de un servicio público de telecomunicaciones.
4 Los atentados contra la intimidad del usuario del servicio de telecomunicaciones son
descritos como las acciones de captar y grabar. El sentido de estas expresiones es el mismo que
tienen esos términos en el contexto del Art. 161-A CP (§ 2 nm. 32). Por tal razón, la grabación
no consentida efectuada por el interlocutor debe entenderse también comprendida por la
prohibición (§ 5 nm. 12-17).
5 Por interceptar debe entenderse la interrupción o perturbación de la señal, en un sentido
análogo al que tiene la expresión en la letra b) del Art. 36-B, referida a los atentados contra el
servicio íntegramente. No es un atentado contra la intimidad del usuario, sino contra la
prestación efectiva del servicio.
6 El objeto captado o grabado es una señal de un servicio público de telecomunicaciones. Por
“servicio público de telecomunicaciones” se entiende, según la definición legal, el destinado a
satisfacer las necesidades de telecomunicaciones de la comunidad en general (Art. 3°-b Ley
18.168), por oposición a los servicios de libre recepción o de radiodifusión y servicios de
aficionados a las radiocomunicaciones, cuyo uso es pragmáticamente incongruente con una
expectativa de intimidad, por oposición también a los servicios intermedios de
telecomunicaciones, que satisfacen necesidades relacionadas con las señales de los servicios
81
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
públicos, y por oposición finalmente a los servicios los servicios limitados de telecomunicaciones
cuya señal queda penalmente desprotegida por la ley.
7 La exigencia legal de la ausencia de autorización debida no es más que una referencia
negativa al consentimiento del afectado o a las causas de justificación de la intromisión no
consentida.
8 c. Imputación subjetiva. Por aplicación bajo generalización de las reglas del Código Penal (§ 1
nm. 41), el delito de intromisión en telecomunicaciones exige imputación a dolo, incluso
eventual. En su sentido más genérico, la exigencia de malicia respecto de un delito en principio
doloso implica restricción de la punibilidad am la imputación a dolo directo, ya sea de primer o
segundo grado; esto es, a la exclusión de la punibilidad de la imputación a dolo eventual. El
tratamiento diferenciado de la acción de grabar (dolo, incluido el eventual) respecto de las
acciones de interceptar o captar (dolo directo) carece de justificación: todos los atentados deben
entenderse sujetos a un mismo criterio restringido de imputación subjetiva.
10 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación supone (i) una difusión
pública o privada, de (ii) una comunicación obtenida con infracción a lo establecido en la letra
c) del Art. 36-B.
11 Por difusión pública debe entenderse la divulgación en el sentido de todos los tipos
calificados de los delitos de intromisión (§ 1 nm. 42) que es realizada masiva o
indiscriminadamente, en especial, a través de un medio de comunicación social. Por difusión
privada debe entenderse, en ese mismo sentido, la reiteración de actos de revelación individual.
12 Por comunicación debe entenderse no sólo la reproducción virtual de la telecomunicación
grabada, sino también la información de la telecomunicación captada. Debe tratarse, en todo
caso, de una grabación o información obtenida mediante un acto típico de intromisión.
13 c. Imputación subjetiva. Por aplicación bajo generalización de las reglas del Código Penal (§ 1
nm. 41), el delito de difusión de la telecomunicación obtenida mediante intrusión exige
imputación a dolo, incluso eventual. El objeto sobre el cual recae el dolo en este delito es tanto
82
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
1.3 Concursos
14 a. Entre la letra c) y la letra d) del Art. 36-B Ley 18.168. Si una misma persona interviene en la
comisión del delito de intromisión en la señal de telecomunicación y posteriormente interviene
en la misma calidad en la comisión del delito de difusión de la información respectiva, debe
apreciarse un concurso aparente resuelto en favor de la letra d): en su carácter de infracción más
grave debe considerarse con lex consumens de un hecho anterior copenado.
15 b. Entre el Art. 36-B-c) o –d) y la respectiva hipótesis del Art. 161-A CP. Si un mismo hecho es a la
vez constitutivo de intromisión en las comunicaciones privadas o divulgación de su contenido
conforme al Art. 161-A CP y constitutivo de intromisión en o difusión de telecomunicación
conforme a la Ley 18.168, debe apreciarse un concurso aparente resuelto en favor de la Ley
18.168 en su carácter de lex specialis.
129
Al respecto: Claudio Magliona Markovitch, Macarena López Medel, Delincuencia y fraude informático, Santiago:
Editorial Jurídica de Chile, 1999, p. 199 s.; Marcelo Huerta Miranda, Clauido Libano Manzur, Delitos informáticos,
Santiago: Editorial Jurídica Conosur Ltda., 1996; Renato Javier Jijena Leiva, Chile, la protección penal de la intimidad y
el delito informático, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1992.
83
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
datos y el Art. 3° un delito de daño de los datos del sistema. El Art. 2° sanciona un delito de
intromisión en la información del sistema y el Art. 4° un delito de revelación o difusión de la
información contenida en el sistema. Sólo estos últimos constituyen delitos contra la intimidad.
18 Antecedentes históricos. La moción que dio origen a la tramitación del respectivo proyecto de ley (Boletín 412-
07) proponía como artículo 2° el siguiente: “El que sin derecho intercepte, interfiera, o acceda a un sistema
automatizado de tratamiento de la información será castigado con presidio menor en su grado medio”. La Cámara
de Diputados aprobó el siguiente precepto: “El que sin derecho y con el ánimo de apoderarse indebidamente de la
información contenida en un sistema automatizado de tratamiento de la misma, lo intercepte, interfiera o acceda a
él, será castigado con presidio menor en su grado mínimo a medio.” El Senado le dio la redacción definitiva.
20 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación requiere (i) interceptar, (ii)
interferir, o (iii) acceder a (iv) un sistema de tratamiento de la información.
21 La hipótesis relevante es acceder (“interceptar” es una forma de acceder o bien de
interferir, e “interferir” es la descripción de un atentado contra la integridad o funcionamiento
del sistema de tratamiento de la información). La acción de acceder consiste rebasar un umbral
definido por el mecanismo de resguardo de la información contenida en un sistema de
tratamiento, en el cual se expresa la expectativa de exclusión. En los casos de sistemas
personales, el umbral está ya definido por la custodia del soporte material de la información.
Tratándose de cosas al parecer perdidas, el umbral está definido por las condiciones de
operación del sistema: la simple percepción de información exhibida por el objeto sin necesidad
de efectuar operaciones en el sistema no constituye acceso. Tratándose de sistemas de
tratamiento de información abiertos a una pluralidad de usuarios, el acceso requiere la
realización de las operaciones no autorizadas por las condiciones de uso ofrecidas al usuario en
cuestión. En todos los casos es indispensable atender al modo en que se encuentra manifestada
la voluntad de exclusión del sistema. Por esa razón, el consentimiento válido en el acceso
excluye la ilicitud del comportamiento.
22 La ley describe al objeto del acceso como un sistema de tratamiento de la información.
Tomada en su sentido literal, la descripción es amplísima, pues cubre cualquier modo de
ordenar cualquier tipo de información. La colección de revistas de una persona, si está dispuesta
bajo un criterio de organización, constituye un sistema de tratamiento de la información. Es
evidente que carece de sentido político-criminal otorgar protección penal especial a la
información protegida por la sanción del delito de registro de papeles conforme al Código Penal
84
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
de 1874. La Ley 19.223 sólo tiene sentido político-criminal como protección de soportes y
modos de tratamiento de la información desconocidos para la codificación penal del siglo xix.
Pero el sentido literal del precepto, con toda su amplitud, corresponde a la representación
deliberada del legislador: el Senado eliminó la expresión “automatizados” en todas las
disposiciones del proyecto de ley respectivo precisamente para ampliar indiscriminadamente su
ámbito de aplicación130.
23 c. Imputación subjetiva. Aplicando por generalización las reglas del Código Penal (Arts. 2° y
10 N° 12) debe concluirse que la punibilidad del comportamiento descrito en el Art. 2° de la
Ley 19.223 requiere imputación a dolo.
24 El precepto legal exige además la concurrencia de una tendencia interna trascendente, el
propósito de apoderarse, usar o conocer indebidamente la información contenida en el sistema al que
se accede. El propósito de usar la información a la que se accede constituye un elemento
subjetivo del tipo claramente distinto del dolo y por lo tanto adicional a él; hace referencia a un
comportamiento ulterior del autor, distinto del acceso a la información, transformando el delito
en uno mutilado de dos actos. Si por “apoderarse” se entiende la acción de obtener la posesión
exclusiva de la información, sustrayéndola del sistema en que se encuentra, entonces se trata
también de un elemento subjetivo del tipo que convierte al delito en uno mutilado de dos actos.
El propósito de conocer la información a la que se accede, sin embargo, no parece constituir un
elemento fácil de distinguir del dolo de acceder a un sistema de tratamiento de información. Su
precisión como elemento subjetivo del tipo no es sin embargo trivial, ya que cumple la función
de precisar que la consumación del delito no requiere que el autor tome efectivamente
conocimiento de la información que busca en el sistema, sino que basta para ello con el
rebasamiento del umbral que corresponde a su mecanismo de resguardo.
25 La ley exige que el autor tenga el propósito de realizar indebidamente el apoderamiento, uso
o conocimiento de la información. La fórmula legal transfiere el juicio de antijuridicidad:
conforme a la lógica de la protección de la intimidad, es la ilicitud de la intromisión lo que hace
ilícitos el apoderamiento, uso o posesión de la información y no a la inversa. Así lo demuestra la
evolución de la disposición durante la tramitación del proyecto de ley respectivo (§ 6 nm. 18).
Así debe también entendérsela: es conocimiento indebido el que se logra de información
contenida en un sistema de tratamiento al que se accede quebrantando una legítima expectativa
de exclusión.
130
Respecto del Art. 1° del proyecto aprobado por la Cámara de Diputados, la respectiva Comisión del Senado dejó
la siguiente constancia: “La Comisión aprobó este artículo con la sola enmienda de suprimir la palabra
"automatizado", que está referida al sistema de tratamiento de la información. Tuvo en vista que en la protección
de los sistemas de información no tiene sentido discriminar según cual sea el soporte físico en que ellos residen. De
este modo quedan también protegidos los que posean un carácter manual y estén contenidos en papel, lo mismo
que otros que el desarrollo de la tecnología permitan en el futuro.” (Informe de la Comisión de Constitución,
Legislación, Justicia y Reglamento, recaído en el proyecto de ley, en segundo trámite constitucional, sobre delito
informático, p. 4).
85
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
26 Antecedentes históricos. La moción que dio origen a la tramitación del respectivo proyecto de ley (Boletín 412-
07) no contemplaba una norma semejante. El proyecto aprobado por la Cámara de Diputados tampoco. El
precepto fue introducido por el Senado con el siguiente fundamento: “Acogiendo una idea sugerida por la
Asociación Chilena de Empresas de Informática A.G., se incorporó un artículo nuevo que castiga una conducta
que no estaba definida en el proyecto original, pero que guarda estrecha relación con la idea matriz del mismo. / Se
trata de la revelación o transmisión maliciosa de los datos contenidos en un sistema de información, que se castiga
con presidio menor en su grado medio. Si el autor del delito es el responsable del sistema, la pena se aumenta en
un grado: presidio menor en su grado máximo. / Al igual que en los demás casos, en este delito también se exige
dolo específico. En este ilícito pueden incurrir principalmente quienes trabajan en el sistema, ya que los terceros
ajenos a él necesariamente deberán cometer el de apropiación indebida de los datos, antes de revelarlos o
transmitirlos.”131
28 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación requiere (i) revelar o (ii)
difundir (iii) datos contenidos en un sistema de información.
29 Las acciones de revelar y difundir deben entenderse en el sentido arriba expuesto a
propósito, respectivamente, de los delitos de indiscreción (§ 4 nm. 16) y de los tipos calificados
de los delitos de intromisión (§ 1 nm. 42).
30 Por sistema de información debe entenderse cualquier sistema de tratamiento de datos, en
el sentido arriba expuesto (§ 6 nm. 22).
31 La tipicidad objetiva basada en la concurrencia de los elementos antedichos no es
suficientemente indiciaria de la infracción de una prohibición jurídica. El ejercicio del derecho
constitucional a la libertad de expresión comprende sin lugar a dudas el intercambio de
información, y como es obvio, el hecho de que la información se encuentre contenida en un
sistema de tratamiento no implica por sí solo una razón para justificar una restricción del
ejercicio de la libertad de expresión. A la luz del derecho constitucional, la acción de revelar o
difundir información contenida en un sistema de tratamiento de datos es un caso de ejercicio
legítimo de un derecho fundamental. Para que la acción revista el carácter de afectación de la
intimidad prima facie no legitimada por el ejercicio de la libertad de expresión es indispensable
asociarla a los dos fundamentos jurídicos de la protección de la intimidad: la prohibición
131
Informe…cit. nota 130, p. 5.
86
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
32 c. Imputación subjetiva. Aplicando por generalización las reglas del Código Penal (Arts. 2° y
10 N° 12) debe concluirse que la punibilidad del comportamiento descrito en el Art. 2° de la
Ley 19.223 requiere imputación a dolo.
33 El precepto legal exige además que la acción se realice maliciosamente. Por la razón
antedicha (§ 6 nm. 31), en el contexto de esta disposición el término debe entenderse referido al
conocimiento de la concurrencia de los hechos que corresponden a los dos fundamentos
jurídicos de la preponderancia de la protección de la intimidad frente a la protección de la
libertad de expresión:
34 (i) es maliciosa, en primer lugar, la difusión de información obtenida mediante un acto de
intromisión punible (§ 6 nm. 21 s.); la Ley 19.223 trata en consecuencia, conjuntamente, el caso
del autor del delito de intromisión y del tercero ajeno a ese delito que hace uso de la
información obtenida de ese modo difundiéndola;
35 (ii) es maliciosa, en segundo lugar, la difusión de información obtenida bajo un deber especial
de confidencialidad; la Ley 19.223 va más lejos que el Código Penal en la sanción de la
indiscreción, admitiendo cualquier modo de generación de un deber de confidencialidad
cuando se es responsable del sistema de tratamiento de la información; pero no incurre en el
absurdo de ir tan lejos de hacer del mero acceso a la información una fuente de ese deber de
confidencialidad.
36 d. Tipo calificado. La ley dispone una agravación de la pena para el caso de que el autor de la
revelación o difusión sea el responsable del sistema de información. Esa condición debe
entenderse como referencia a un caso especial de deber de confidencialidad (§ 6 , nm. 35).
37 Observación de lege ferenda. La decisión de la Ley 19.423 en orden a dejar a cargo de la legislación especial el
tratamiento jurídico-penal de los atentados contra la intimidad de las telecomunicaciones es inconsistente. Una
adecuada protección de la intimidad en el Código Penal hace necesariamente superflua la legislación especial, salvo
en lo que respecta a la protección de la integridad de los sistemas de telecomunicación. La superación de la
fragmentariedad de la regulación del Código Penal vigente debe conducir a la derogación de las normas punitivas
de atentados a la intimidad de las Leyes 18.168 y 19.223.
87
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
§ 7. El delito de chantaje
132
Al respecto, Antonio Bascuñán Rodríguez, “La regulación española de la coerción en el marco de la codificación
penal europea”, 47 Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales (1994), p. 191-306.
133
El CP español 1995 introdujo como hipótesis especial de amenaza condicional de mal no constitutivo de delito
el supuesto de exigir de otro una cantidad o recompensa bajo la amenaza de revelar o difundir hechos referidos a su
vida privada o relaciones familiares que no sean públicamente conocidos y que puedan afectar a su fama crédito o
interés, distinguiendo para la penalidad según si se obtiene o no lo exigido (Art. 171-2).
134
La Ley 19.659, que establece sanciones a procedimientos de cobranzas ilegales, se originó en un proyecto de ley
iniciado a tramitación por moción presentada en la Cámara de Diputados que proponía sancionar con pena de
multa al que “emplee presiones, amenazas o arbitrios ilegítimos” en la cobranza extrajudicial de una deuda (Boletín
N° 1990-03). La Cámara así lo aprobó; el Senado advirtiendo que los casos merecedores de pena de una coacción
bajo amenaza debían ser subsumidos bajo los supuestos de hecho de las amenazas condicionales sustituyó la
exigencia originaria del CP de que la condición debía ser “ilícita” por la exigencia de que su imposición debía ser
hecha “ilegítimamente” y adecuó el tipo y la pena del Art. 297 para abarcar proporcionadamente tanto al caso de
condición cumplida como al caso de condición no cumplida.
88
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
comportamiento es punible bajo los números 1° o 2° del Art. 296, pues se trata de una
condición impuesta bajo amenaza de mal constitutivo de delito. Si se amenaza con una
revelación que no alcanza a revestir el carácter de divulgación o difusión (§ 1 nm. 42), el
comportamiento es subsumible bajo el Art. 297.
4 A pesar de lo anterior, la Ley 19.423 introdujo en el Art. 161-B una disposición cuya
finalidad consistió en sancionar el chantaje135. Su redacción es tan deficiente que según como se
la interprete la regla puede traducirse en una anticipación de la punición a un estadio
objetivamente indistinguible de los delitos del Art. 161-A o incluso resultar completamente
inoperativa. La disposición es del siguiente tenor:
5 Antecedentes históricos. La disposición fue introducida en el Código Penal por el Artículo único de la Ley
19.423 (D.O. 20.11.1995). La moción que dio origen a la tramitación del respectivo proyecto de ley (Boletín N°
818-07) tipificaba el delito del siguiente modo: “Art. 161-B. Se aumentará en un grado la pena que corresponda al
que, mediante la comisión de cualquiera de los delitos tipificados en el artículo precedente, pretenda obtener la
entrega de dinero o bienes o la realización de cualquier conducta que no sea jurídicamente obligatoria.”
7 b. Acción típica. La realización del tipo en grado de consumación supone que (i) se pretenda
obtener (ii) la entrega de dinero o bienes o (iii) la realización de cualquier conducta que no sea
jurídicamente obligatoria, (iv) mediante cualquiera de los actos señalados en el artículo
precedente.
8 La ley no señala de qué modo se pretende que la comisión de un acto señalado en el Art.
161-A obtenga de otro la realización de una conducta. Cuando el resultado típico es un
comportamiento ajeno, se trata de un delito de interacción: el autor hace u omite algo que
constriñe o induce a la víctima a hacer, omitir o tolerar algo. Los ejemplos paradigmáticos son
los delitos de coacción (robo, violación, extorsión) y los delitos de engaño (estafa). Pero, como es
obvio, ni los actos de intromisión ni tampoco la divulgación o difusión de la información
135
La fundamentación de la moción no contiene consideraciones relativas a la disposición respectiva, pero su autor
se expresó del siguiente modo: “Esta norma sanciona la extorsión, que consiste en obligar a una persona a hacer
algo que no haría normalmente, si no existiera la presión. Y se distingue entre la extorsión tendiente a obtener la
comisión de un acto lícito, pero que no se ejecutaría de mediar una decisión libre, y aquella que se lleva a cabo para
forzar a un acto ilícito. Doy un ejemplo: entregar una suma de dinero no es ilícito, pero, si se obliga a alguien a
realizar un acto jurídico de esa índole en su calidad de funcionario público, es obvio que se lo ha forzado a cometer
un delito.” (Intervención del senador Miguel Otero en la sesión 7 de la 326ª legislatura del Senado, en 30.06.1993).
89
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
obtenida mediante intrusión son atentados de interacción. Luego, entre la comisión de los actos
señalados en el Art. 161-A y la obtención del comportamiento ajeno que se pretende es
necesario que exista una conexión, ya sea instrumental o estratégica. El sentido literal posible de
la disposición se satisface con una conexión puramente instrumental, que abarca la pretensión
de hacer cualquier forma de uso lucrativo de la información obtenida mediante intromisión o
de causar de cualquier modo el comportamiento de otro mediante la divulgación de la
información así obtenida. Pero tanto la representación del legislador histórico como la segunda
oración del Art. 161-A, que describe la acción como “exigir” un comportamiento ajeno, justifica
su consideración como chantaje, lo que exige postular una conexión estratégica. Esto ha sido
también reconocido por la Corte Suprema en el caso Chilevisión I (§ 5 nm. 6), al absolver a
Sebastián Rodríguez por el cargo bajo el Art. 161-B (§ 5 nm. 9)136. Desde un punto de vista
estratégico, el medio por el cual se causa el vucomportamiento ajeno no es la comisión de
cualquiera de los actos intromisión, sino la amenaza de dilgar o difundir información obtenida
mediante intromisión. La amenaza de cometer alguno de los actos de intromisión del inciso
primero del Art. 161-A es más bien defectiva, porque alerta al destinatario; y la divulgación o
difusión de la información es completamente defectiva, porque la irrogación del mal priva al
coaccionador de su poder de motivación del coaccionado137. La objeción de que la ley exige que
el resultado sea obtenido “mediante cualquiera de los actos señalados en el artículo precedente”,
y no mediante su mera amenaza, queda suficientemente salvada por el hecho de que el mal con
que se amenaza, conforme a esta interpretación, consiste en divulgar o difundir información
obtenida mediante alguno de los actos del inciso primero del Art. 161-A. El respeto al principio
de legalidad exige en todo caso entender que la coacción mediante amenaza con revelar la
información de un modo que no sea constitutivo de divulgación o difusión no realiza el delito
del Art. 161-B, aunque la información haya sido obtenida mediante un acto de intromisión
136
Sentencia de 09.08.2007, Rol Nº 3005-06: “13°.- Que, en efecto, por la referida disposición legal se sanciona “al
que pretenda obtener la entrega de dinero o bienes o la realización de cualquier conducta que no sea jurídicamente
obligatoria, mediante cualquiera de los actos señalados en el artículo precedente”, lo cual requiere, como elemento
insustituible del tipo, el que su autor utilice, como medios de extorsión y para lograr alguno de los beneficios antes
referidos, los medios logrados a través de los delitos contemplados en los incisos primero y segundo del artículo 161
A y que en este caso, habría de ser la grabación ilegítimamente obtenida por el acusado. / (…) 15°.- Que la
descripción contenida en el citado fundamento 21° del fallo de primer grado, y que se complementa con los
antecedentes que se señalan en el motivo 23° del mismo, son insuficientes para concluir que la conducta del
acusado se ajuste a la figura típica de que se trata, pues para ello no basta, como se pretende en el fallo en revisión,
que el agente activo del delito haya realizado todas las maniobras tendientes a denunciar, entregar y comprobar,
ante el canal televisivo u otro medio, e antecedente noticioso de que conocía, teniendo como objeto o aspiración el
lograr alguna dádiva o simplemente connotación pública -para aspirar a introducirse después en el campo o medio
de la farándula- obteniendo de ese modo beneficios de carácter material. Menos aún representa un elemento del
tipo la sola circunstancia que éste haya intentado cobrar por la entrevista en un canal de televisión o que sea
notorio su afán de sobre exponerse ante los medios de comunicación, pues de parte alguna se desprende que tanto
del conocimiento que tenía de la noticia tantas veces repetida y de las grabaciones ilícitas realizadas, hayan servido
como un instrumento de extorsión a la víctima o los canales televisivos para lograr la entrega de dinero o bienes o
bien una conducta que no sea jurídicamente obligatoria.”
137
Naturalmente, la divulgación de parte de la información que se posee puede ser funcional a un chantaje. Pero en
ese caso lo es porque refuerza la amenaza de divulgar el resto de la información que se posee: la conexión estratégica
siempre se encuentra en la perspectiva de un mal futuro y evitable.
90
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
punible bajo el Art. 161-A. La punibilidad de este caso de coacción queda sujeta a las reglas de
las amenazas condicionales.
9 La consumación del delito con el mero hecho de pretender implica una considerable
anticipación de la consumación a un momento previo a la lesión del bien jurídico que importa
el cumplimiento de la exigencia coactiva. Si se interpreta la expresión legal como una referencia
a un elemento subjetivo del tipo de cualquiera de las hipótesis típicas del Art. 161-A, bastaría
con la constatación de una tendencia interna trascendente orientada a la producción, mediante
coacción, de un resultado ulterior que consiste en la realización de un acto por otra persona. Si
se interpreta la expresión legal como una referencia a un elemento objetivo del tipo, adicional a
los elementos de las hipótesis del Art. 161-A, se requiere la realización de alguna acción u
omisión que exprese inequívocamente esa pretensión. La imposición de condiciones –“exigir”
en la segunda oración del Art. 161-B- es el modo paradigmático de expresar esa pretensión.
Aunque la primera interpretación es compatible con el sentido literal posible de la primera
oración del Art. 161-B, la segunda es la correcta. Sólo con la segunda interpretación se satisface
una exigencia elemental de coherencia sistemática: no hay razón para adelantar la protección
penal de la libertad del coaccionado a un estadio previo al umbral de punición establecido por
las reglas sobre amenazas condicionales (Art. 296 N° 2), que exige la formulación de la amenaza
y la imposición de la condición138.
10 El comportamiento ajeno coaccionado puede consistir en entregar dinero o bienes, o
cualquier conducta que no sea jurídicamente obligatoria. En el primer caso, el delito constituye un
atentado contra el patrimonio; en el segundo, contra la libertad. Esta doble función de la norma
no es inusual en el Código Penal chileno: las reglas sobre las amenazas condicionales cumplen
las mismas dos funciones. En la segunda hipótesis, el Art. 161-A introduce la consideración de
la licitud del resultado (constreñir a hacer algo mandado por la ley o a omitir algo prohibido por
la ley) como elemento restrictivo de la tipicidad. Esa es una consideración consistente con la
regulación de la coacción tratándose del constreñimiento a omitir, pero inconsistente tratándose
del constreñimiento a hacer (Art. 494 N° 16, transferible a ilegitimidad de la imposición de la
condición en los Arts. 296 y 297).
11 c. Tipo calificado. El Art. 161-B dispone el aumento en un grado de la pena de reclusión para
el caso en que se exija la ejecución de un acto o hecho que sea constitutivo de delito. Dependiendo de la
intensidad de la coacción ejercida para “exigir” la comisión del delito, se trata de una regla
especial de punición de la tentativa de comisión de un delito en autoría mediata (si la coacción
implica miedo insuperable para el coaccionado) o de la tentativa de inducción (si no lo implica).
La regla produce, por lo tanto, un efecto doblemente anómalo: en el primer caso debería
apreciarse consunción de la coacción por la atribución de responsabilidad como autor mediato,
y el segundo debería considerarse impune.
138
La alteración del criterio con que se determina la penalidad de este comportamiento durante la tramitación del
respectivo proyecto de ley (§ 7 nm. 5) confirma la corrección de la segunda interpretación: lo consistente con la
idea de que se trata de un tipo calificado por la concurrencia de un elemento subjetivo del tipo sería una pena
agravada. La pena establecida por el Art. 161-B indica más bien que la ley concibe a este supuesto como un delito
distinto, que concurre ya sea materialmente (Art. 74 CP) o de modo impropiamente ideal (Art. 75 inciso segundo)
con el delito del Art. 161-A.
91
Antonio Bascuñán Delitos contra la intimidad UAI/2015-ii
12 Observación de lege ferenda. Ninguno de los anteproyectos de 2005 o 2013 contempla un delito de chantaje
entre los delitos contra la intimidad. En ambos anteproyectos el tratamiento de la coacción mediante amenaza de
revelar, divulgar o difundir información, imágenes o sonidos conocidos u obtenidos mediante la comisión de algún
delito contra la intimidad queda entregado a las reglas generales de protección penal de la libertad y el patrimonio.
En el caso del APF la racionalidad sistemática de ese tratamiento es tan deficitaria como la del Código Penal
chileno vigente: la calificación del hecho depende de la distinción entre amenazar (amenazas condicionales: Arts.
123 y 124)139 y usar intimidación (extorsión: Arts. 154)140, y, en el primer caso, del carácter constitutivo o no de
delito del mal con que se amenaza. La superior racionalidad sistemática del APCP se encuentra dada por una
estricta correlación entre la coacción y la extorsión simples (Arts. 239 y 330)141, por una parte, y la coacción y
extorsión graves (Arts. 240 y 331)142, por otra parte, en lo que respecta a la amenaza como medio comisivo. De este
modo, en el APCP la única cuestión de la que depende la sanción del chantaje es el carácter patrimonial o extra-
patrimonial de la condición impuesta bajo amenaza: extorsión simple en el primer caso y coacción simple en el
segundo.
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“Art. 123. El que amenace seriamente a otro con causar a él mismo, a su familia o a otras personas con las que
esté íntimamente vinculado, un mal que constituya delito, siempre que por los antecedentes aparezca verosímil la
consumación del hecho, será castigado: / 1°. Con reclusión menor en sus grados medio a máximo si la amenaza se
ha hecho bajo condición. / 2°. Con reclusión menor en sus grados mínimo a medio si la amenaza no ha sido
condicional. / Se impondrá el grado máximo de las penas señaladas en este artículo, si el mal con que se amenaza
pudiera constituir un delito de homicidio, lesiones del artículo 86 Número 1, violación, secuestro o sustracción de
menores. / Art. 124. Las amenazas de un mal que no constituya delito, hechas bajo una condición ilegítima, serán
castigadas con la pena de reclusión menor en su grado mínimo y multa de una a diez unidades tributarias
mensuales.”
140
“Art. 154. Con iguales penas se castigará al que con ánimo de lucro y mediante violencia o intimidación obtenga
que la víctima realice una disposición patrimonial en perjuicio propio o ajeno.”
141
“Art. 239. Coacción. Será sancionado con multa, reclusión o prisión de 1 a 3 años el que constriñere
ilegítimamente a otro a hacer, omitir o tolerar algo mediante violencia o amenaza de irrogar al coaccionado o a una
persona cercana a él un mal considerable. / No es ilegítima la coacción cuando se amenaza con: / 1º hacer uso de
un derecho cuyo ejercicio regular sirve a la consecución del propósito perseguido con la coacción; / 2º divulgar
lícitamente un hecho, cuando el propósito perseguido con la coacción consista en prevenir o reparar el daño
producido por ese mismo hecho; / 3º infligirse un mal a sí mismo.” “Art. 330. Extorsión. El que para obtener un
provecho para sí o para un tercero, mediante una amenaza punible conforme al artículo 239 constriñere a otro a
hacer, omitir o tolerar algo que importe una disposición patrimonial con perjuicio propio o de tercero será
sancionado con prisión de 1 a 3 años. / Si la extorsión irrogare un perjuicio grave el tribunal estimará el hecho
como una agravante muy calificada.”
142
“Art. 240. Coacción grave. La pena será de prisión de 1 a 3 años en los casos siguientes: / 1º si la coacción se
cometiere mediante amenaza grave; (…)”. “Art 331. Extorsión grave. El que extorsionare a otro mediante violencia o
amenaza grave será sancionado con prisión de 3 a 9 años. / Lo dispuesto en los artículos 313 y 314 y en las demás
reglas aplicables a los delitos de robo y hurto violento será aplicable al delito de extorsión grave.” El término
“amenaza grave” es definido por el Art. 43 N° 3 APCP como “la amenaza de atentar inminentemente contra la vida
o de modo grave contra la integridad corporal o la salud, la libertad sexual o la libertad del coaccionado o de una
persona cercana a él; no obsta a la calificación de una acción como uso de amenaza grave el que se la emplee
conjuntamente con la violencia”.
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