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SEGUNDA PARTE:

PROCESO

9. Personalización y conversión
10. La relación con Dios
11. Integración humana y espiritual
12. La experiencia fundante
13. Existencia paradójica
14. Discernimiento espiritual
15. El cristiano medio
16. La segunda conversión
17. Primado del amor
18. Purificación y transformación
19. Etapas del proceso
9
Personalización y conversión

Con este capítulo comenzamos a describir los momentos más signifi-


cativos del proceso de personalización. La Primera Parte ha explicado
cómo lo concebimos a la luz de la antropología cristiana (síntesis pecu-
liar entre lo que se desarrolla «desde abajo» y lo que viene «desde arri-
ba», entre madurez humana y acción de la Gracia), cuáles son las coor-
denadas con las que abordar este proceso de transformación, que tiene
por horizonte nada menos que la vida teologal escatológica, y con qué
instrumentos hemos de contar para el discernimiento de este proceso.
También hemos explicado por qué situamos el primer momento signi-
ficativo de la personalización en la postadolescencia, a partir de los die-
ciocho/veinte años, después del «equipamiento».
¿Es que en la infancia y la adolescencia no hay verdadero proceso
de personalización? Por supuesto que lo hay, pero a modo de lo que
hemos llamado «equipamiento», como presupuesto para el primer
momento de transformación, el que atañe a la identidad personal, dis-
tinta de la social. Si se aducen testimonios, como el de Teresa de
Lisieux, que a primera vista contradicen mi tesis, espero que este capí-
tulo, precisamente, aclare los posibles equívocos.
Intencionadamente, comenzamos la Segunda Parte del libro, la des-
cripción del proceso, con el binomio personalización y conversión.
Queremos hacer ver, por una parte, la vigencia de la tradición (densi-
dad antropológica y religiosa de la palabra «conversión») y la necesi-
dad de releerla desde nuevas perspectivas (problemática antropocéntri-
ca de la identidad).
La palabra «conversión», por su fuerza expresiva, da a entender el
cambio global de la persona: lo moral (conducta) y lo religioso (orien-
tación existencial de sentido). Podríamos quizá utilizar otras palabras,
por ejemplo «nueva identidad» o «ruptura de conciencia»; pero prefe-
rimos las palabras-símbolo, por las resonancias que enciernin y para
mostrar más convincentemente la necesidad de una relecluia de las
mismas. Mantenemos la palabra, pero la resituamos en un nuevo mano
de referencia, el de la personalización. En otras épocas, la conversión
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era leída desde unas coordenadas, las morales y religiosas. Bastaría con • Un cambio de conducta moral, en contraposición a una conducta
leer las reglas de la primera semana de los Ejercicios ignacianos para inmoral o amoral.
constatarlo. Es verdad que, indirectamente, el discernimiento tocaba • Una opción fundamental (no es una decisión ocasional), que impli-
las motivaciones psicológicas subyacentes sugeridas en las reglas pri- ca a la persona en su «centro».
mera y segunda de los mismos. Sin embargo, en nuestro modelo de Conviene insistir en esta expresión, característica del pensamiento
espiritualidad, el tema psicológico no es indirecto, sino central, espe- existencial y personalista: la opción fundamental. «Consiste —dice
cialmente en esta primera conversión. La razón es cultural, desde F. Herranz— en la asunción primordial y global del propio ser y
luego: nuestra preocupación por la densidad antropológica de lo espi- existir humanos, en un dinamismo paulatino de concreción, la auto-
ritual trascendente. Pero también teológica: las ciencias humanas nos determinación radical, por la que la persona se hace cargo, concre-
ayudan a ver que la conversión se da en relación con los procesos de ta, libre y progresivamente, de sí misma a partir de todos los facto-
personalización, es decir, con la problemática de la identidad personal. res que originariamente la constituyen y según una orientación y
Sin embargo, conviene desde el principio establecer con claridad estos trayectoria precisas de vida».
dos criterios fundamentales: • Un horizonte de sentido: Dios y su Reino, nueva jerarquía de valo-
res y participación en la vida de la Gracia.
a) En este capítulo hablamos de la «primera conversión» por
referencia a una segunda (cfr. cap. 16). La terminología es deficiente, Desde un punto de vista formal, podríamos seguir profundizando y
pero la mantengo, porque muestra el viraje que el proceso de transfor- añadiendo aspectos, especialmente de la teología bíblica, que enrique-
mación experimenta, antropológicamente hablando, cuando las virtu- cen el contenido de la conversión, por ejemplo:
des teologales adquieren predominio. En esta primera conversión, la
correlación entre lo humano y lo espiritual es determinante. Como • La conversión como volverse hacia Dios, que se ha vuelto miseri-
explicaremos enseguida, «correlación» no significa «indiferenciación». cordiosamente hacia nosotros (cfr. Jeremías).
En.la segunda conversión, la personalización, en cuanto atención al • Como obediencia de fe a la Buena Noticia (el núcleo de la predi-
proceso humano en su propia dinámica inmanente, deja de ser centro cación de Jesús; Me 1,15 y paralelos).
de interés. • Sabiduría propia del Reino, que pertenece a los «niños» y «peque-
ños» (cfr. múltiples textos de Jesús).
b) El lector tendrá que ver qué contenido da a la palabra «persona- • Participación en el acontecimiento escatológico de la muerte y
lización» y si coincide con el que adquiere en este libro. La personali- resurrección de Jesús (cfr. Pablo, passim).
zación hace referencia directa a la realización de la persona. Si ésta se • Llamada a ser la comunidad de Jesús por la fe, el bautismo y la pra-
atiene a los procesos inmanentes, habría que hablar de autorrealización xis cristiana del amor (cfr. Hechos).
(cfr. supra, cap. 5). Pero si los procesos inmanentes son ya Gracia
«desde dentro y desde abajo» y presupuesto para la realización escato- Pero nuestra reflexión no quiere detenerse en estos aspectos formales.
lógica, es decir, para la cristificación, entonces la personalización abar- Nos interesa, más bien, profundizar en los aspectos dinámicos de la
ca todo el proceso de transformación. experiencia de la conversión. ¿Qué sucede en tal persona concreta
cuando decide cambiar de vida y entregarse a Dios? ¿Qué procesos de
transformación se dan en su interioridad? ¿Cómo se interrelacionan las
dimensiones psicológicas, existenciales y espirituales? Concretamente,
1. Qué es conversión hay tres cuestiones que me parecen especialmente significativas para el
Recogemos la definición de un manual de espiritualidad: «En sentido modelo de espiritualidad en clave de personalización.
general, indica cambio de vida: dejar el comportamiento habitual de
antes para emprender otro nuevo; prescindir de la búsqueda egoísta de a) ¿Qué tiene que ver el cambio moral y religioso con la búsqueda
uno mismo para ponerse al servicio de Dios. Conversión es toda deci- de identidad de la persona?
sión o innovación que de alguna manera nos acerca o nos conforma b) Supuesto que están en correlación, ¿qué importancia adquiere el
más con la vida divina» (T. Goffi). En síntesis, contiene: inconsciente psicológico?
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c) ¿Es suficiente hablar de «opción fundamental» para designar la determina la conducta, la ley ha sustituido a la fe. De ahí la difi-
conversión o hay que hablar de experiencia fundante, es decir, de cultad de conversión de los «buenos», que no se convierten de la
opción fundamentada? inmoralidad a la vida objetivamente cristiana, porque están dentro
del sistema, sino de la ley a la fe, o de la autosuficiencia a la expe-
Antes de ir respondiendo a estas cuestiones, conviene hacer una riencia del pecado oculto, o del montaje espiritual a la humildad, o
reflexión de principio sobre la correlación entre conversión y persona- de la sublimación al reconocimiento de sus necesidades pulsiona-
lización. les, etc.
• El punto crucial de toda conversión es el reconocimiento simultá-
neo de la Gracia y del propio pecado. Lo cual no es posible sin la
ruptura de la autoimagen inconsciente. Este paso era denominado
2. Conversión y personalización por los clásicos «humildad» o «conocimiento de sí», criterio bási-
co de toda conversión. Nosotros disponemos de la psicología diná-
Formularé mi opinión a partir de tres tesis que hay que entender como mica para poder percibir la densidad antropológica de dicha expe-
complementarias. riencia. Cuando la experiencia del amor de Dios (la Gracia) y la
experiencia de la propia condición humana se encuentran, entonces
Primera tesis: La conversión presupone la personalización. Señalaré se da el milagro de la conversión. Pero eso se realiza a partir de un
algunas razones que lo corroboran. material humano previo, en la psicodinámica de la liberación del
narcisismo de la autoimagen.
• Sin un equipamiento básicamente sano de la persona, la conversión El psicologismo está en reducir la conversión a cuestión psicológi-
o es imposible o no es verdadera; por ejemplo, cuando alguien, por ca. Evidentemente, la conversión es liberación de la autoimagen
la necesidad de sentirse aceptado en un grupo ideológicamente narcisista; pero es, sobre todo, experiencia de ser trascendido por la
cristiano, cambia de conducta y, llevado por su narcisismo, hace presencia salvadora del amor de Dios. El esplritualismo está en no
opciones radicales. querer reconocer el soporte psicodinámico de la conversión.
• La conversión presupone normalmente la experiencia existencial • La conversión real desencadena, simultáneamente, la personaliza-
de incondicionalidad y un fondo psicoafectivo religioso de absolu- ción. Cuando Dios deja de ser objeto imaginario de las fantasías
to (cfr. cap. 6). La praxis pastoral nos lo muestra a diario. Cuando infantiles o sistema de seguridad, introduce «el principio de reali-
se da una conversión en la que no parece darse dicho presupuesto, dad», principio de todo crecimiento psicológico (frente al «princi-
al cabo de un cierto tiempo se comprueba que, de hecho, sí se daba, pio de placer», en términos freudianos). E introduce, sobre todo, el
aunque desde unos condicionamientos socioculturales distintos de principio de transformación: que Dios está en la historia guiándola
los que nos son familiares. A veces nos encontramos con conversos hacia un futuro; que la persona humana no puede ser objetivada;
que vienen de contextos radicalmente agnósticos, pero en quienes que Dios siempre es más... La conversión al Dios vivo permite tras-
la misma ausencia de trascendencia ha creado una vacío existencial cender la necesidad inmediata, abriéndola a valores incondiciona-
cuando, por lo que sea (capacidad de reflexión, alguna lectura o la les (estructura el deseo), unifica a la persona en su centro vilal, el
experiencia del sufrimiento ajeno), emerge el cuestionamiento corazón (unifica el deseo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu
sobre el sentido último. corazón...»), y lo fundamenta más allá, en la Gracia (deseo funda-
• También es habitual que la conversión comience por el proceso de mentado: amor de fe). Insistiremos sobre ello en un apartado de
personalización. Esto significa que la conversión conlleva un talan- este mismo capítulo.
te existencial dinámico en el que el orden objetivo de la conducta
ha sido desplazado por la subjetividad y su proceso de transforma- Segunda tesis: La conversión trasciende la personalización; mejor
CÍÓJI. Un creyente no está convertido a Dios porque vaya a misa dicho, introduce el proceso de personalización en la trascendencia, es
todos los días, sea intachable en su conducta y, además, haya pro- decir, en la transformación no controlable desde la inmanenciii,
fesado un voto de castidad. Allí donde el sistema de seguridad Algunas razones que lo corroboran:
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de espíritu, los que siguen a Jesús negándose a sí mismos, los que
El centro dinámico de la personalización, a partir de la conversión, pierden la vida para ganarla, los que prefieren morir a realizarse...;
es trascendente —Dios— y, por lo tanto, desborda la autorrealiza- en suma, los que, como Jesús, aman hasta el extremo. Este nivel
ción. Hablando formalmente, no hay ruptura, ya que la autorreali- pertenece a la segunda conversión, a la experiencia del
zación sólo es posible en apertura a la trascendencia. Pero en la Seguimiento.
condición real del hombre histórico, pecador, éste no acepta a Dios
como centro dinámico de la personalización. Ha alcanzado su auto- Tercera tesis: Lo esencial, tanto de la personalización como de la con-
nomía y se vive a sí mismo desde la apropiación del deseo, cerrán- versión, es inobjetivable. Lo cual significa que la clave para entender la
dose sobre sí mismo. Y si lo acepta, se lo apropia igualmente como una y la otra es la experiencia de lo inobjetivable como dinámica pro-
«objeto ideal». La aceptación de Dios como Dios, centro dinámico pia del «espíritu», ya sea percibido desde su inmanencia o desde su
de la personalización, es la síntesis inobjetivable de la soberanía trascendencia. Algunas razones lo corroboran:
de Dios, de la autonomía de la persona y del pecado real. Lo cual
es, sin duda, obra exclusiva del Espíritu Santo. La personalización • Disponemos de instrumentos psicológicos, existenciales, morales y
sin apropiación es gracia. Por eso hablamos, justamente, de con- religiosos (por ejemplo, para el análisis del inconsciente, para que
versión. la persona afronte responsablemente la realidad, la pedagogía de la
La conversión, en sentido cristiano, sólo se da propiamente con la oración y de la Palabra, la práctica de los sacramentos, etc.); pero
experiencia fundante. Lo cual significa que la personalización es no disponemos de la actitud ni de la libertad del otro ni, por supues-
realización de la persona mediante la vida que recibe. También aquí to, de la acción de Dios.
puede decirse que, hablando formalmente, no hay ruptura, pues • El momento decisivo del cambio de conciencia, del «darse cuenta»
todo amor interpersonal es encuentro de dos que se hacen uno, es (aplicable tanto al proceso de autoconocimiento como al cambio de
decir, autonomía trascendida en el tú. Pero, en la experiencia real conducta moral o a la relación con Dios), no lo puedo controlar en
de nuestra condición pecadora, todo amor lo es desde la necesidad mi propio proceso ni en el del otro. Al final, nunca sé por qué he
(con lo cual no llega a ser interpersonal e impide la autonomía); o, crecido como persona o me he convertido a la fe. Puedo objetivar
si lo es desde la autonomía, implica ruptura (salir de sí, vértigo de situaciones e influencias; pero la razón determinante no me perte-
la libertad, no apropiación del tú, etc.). Ahora bien, tratándose de nece. Por eso el no-creyente o lo atribuye al azar, o lo explica por
Dios, realizarse desde su amor implica la paradoja de un amor una causa controlable. El creyente lo atribuye a la Gracia, pero no
interpersonal, pero absolutamente único. Dios es el totalmente porque haya comprobado la explicación causal, sino porque perci-
Otro, que se ha hecho máximamente tú por pura autodonación de be toda la realidad —y especialmente lo que atañe al nombre como
Gracia. El ser amado por un semejante pertenece al orden ontoló- historia del amor de Dios (la Gracia)— bajo la soberanía de Dios
gico de la finitud, cosa que no ocurre con el hecho de ser amado (la Providencia).
personalmente por Dios.
• Cuando tanto la personalización como la conversión tienen una
La personalización, en sentido cristiano, es actuada por la larga historia de transformaciones continuadas en las que se man-
Gracia; lo determinante es la iniciativa de Dios y su amor absolu- tiene la unidad de la persona y su proceso, a la vez que aparecen
to. A este nivel, la palabra «personalización» comienza a resultar saltos cualitativos en la experiencia, en la conducta y en el sentido
inexpresiva. Sin embargo, la mantenemos, porque la tesis central de de la existencia, resulta claro que la vida entera de la persona es un
este libro es la correlación entre antropocentrismo y teocentrismo. milagro no programable, por muy bueno que sea el equipamiento
En rigor, no disponemos de la fuente de la personalización, la cual, de que se disponga.
sin embargo, se nos da interiormente, como lo más nuestro, como
fuente. La paradoja es extrema, como se ve. Volveremos sobre ello
en el cap. 13. A la luz de esta tesis y sus razones, se reafirma de nuevo lo que veni-
mos diciendo de la Gracia: que actúa desde arriba y desde abajo, y que
La paradoja de la personalización alcanza extremos infinitos si la es necesario, en consecuencia, superar todo dualismo entre lo natural y
referencia de la conversión es el Dios oculto en la carne humillada lo sobrenatural (con tal de no caer en la indiferenciación).
del Hijo muerto por nuestros pecados. Aquí sólo llegan los pobres
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3. Crisis de identidad y conversión ye que «los tiros del futuro» van por la entrega a los demás. Cuando
menos lo espera, ella misma se sorprende hablando con Dios. Desde
En mi opinión, una visión integral de la conversión exige comprender- hace unos meses, nota que está cambiando su relación con El. Sin darse
la en relación a los problemas de identidad. Hay una búsqueda de iden- cuenta, se pone a preguntarle: «Señor, ¿qué quieres que haga?» Le he
tidad social en la adolescencia que se presta a la conversión religiosa, preguntado si alguna vez se le ha ocurrido hacerse monja (he utilizado
pero que, a mi juicio, es una conversión que no atañe al centro perso- expresamente esa palabra), e inmediatamente ella ha hecho un gesto de
nal y que, por ello, no tiene consistencia. Cuando el adolescente vive rechazo y ha contestado: «Ésa es la pregunta que temo desde hace
su proceso en plena confusión (por una parte, abandona la identidad años». Quiere ser de Dios o, mejor dicho, la pertenencia a Dios es
asimilada pasivamente en la familia y ha de hacerse la suya a partir de como una certeza nunca expresada. Pero, según va madurando, esa cer-
los modelos sociales; por otra, su mundo pulsional está en plena ebu- teza se concreta. Y siente el riesgo de una libertad que comienza a sol-
llición interior), puede aferrarse a lo religioso para evitar sus propias tar las riendas.
angustias (conductas de alejamiento de lo social, por conflictivo; inhi- En este caso, la búsqueda de identidad está ligada a una especie de
bición de pulsiones), o bien, después de un cierto tiempo, al lograr nue- fidelidad a lo profundo de sí mismo. Lo humano y lo divino se recono-
vas síntesis personales (control de pulsiones, nuevos horizontes de cen mutuamente, sin conflicto.
valores, reflexión sobre la elección del estado de vida, etc.), puede
identificarse con un proyecto de vida centrado en Dios o en valores Por el contrario, Y.Y. viene de un ambiente superficial. Familia
asociados a Dios. pudiente; madre volcada en sus «trapos» y en sus amigas; padre dedi-
Esta conversión, en mi opinión, responde a la necesidad de identi- cado a sus negocios;.. Tiene una hermana mayor que se lleva a todos
dad social (en el sentido que da Erikson a la palabra «identidad») y a los chicos de calle. Él ha hecho desde pequeño, literalmente, lo que le
la psicodinámica del deseo que encuentra en un ideal de vida su centro ha dado la gana, pues nunca le ha faltado dinero ni amigos... Ha expe-
unificador. Esta conversión, si no arrastra problemas pendientes de rimentado de todo. Sólo se ha detenido ante la «droga dura». El único
equipamiento, tiene consistencia psico-social, pero no personal ni teo- problema que ha tenido —lo dice él— ha consistido en que, desde los
logal. Por eso permite integrarse bien en una institución (es el caso de doce años, ha admirado profundamente a un amigo de su cuadrilla al
las vocaciones idealistas de los diecisiete/dieciocho años), pero corre el que nunca ha podido dominar. Lo ha ridiculizado, lo ha ignorado...,
peligro de prolongar la adolescencia. La conversión ha de pasar por la pero siempre ha sido su sombra. Y es que, en efecto, Y.Y. siempre ha
crisis de postadolescencia, en la que el ideal ha de confrontarse con la tenido una sombra dentro de sí. A veces, algunos amigos lo han encon-
realidad. Esta ruptura, que propicia la identidad que trasciende lo trado paseando tranquilamente, a las cinco de la mañana, por los jardi-
psico-social, atañe a la libertad real, a la libertad autónoma y concreta nes de la ciudad. «¿Qué te pasa?», le han preguntado...
de la persona. Pero todavía necesita la experiencia fundante teologal; el La búsqueda de identidad que caracteriza al adulto joven, entre los
deseo y la libertad, el ideal y la realidad, han de fundamentarse en la dieciocho y los veinticinco años, abarca dimensiones psicosociales,
Gracia, al menos inicialmente. existenciales y espirituales.
Detengámonos a reflexionar sobre esta primera conversión, cuyo La dimensión psicosocial gira en torno a la pregunta: ¿quién soy
ciclo vital propio tiene lugar (o debería tenerlo, si se está «a la altura yo? Lo cual implica la crisis de autoimagen, es decir, que el ideal del
del tiempo») entre los dieciocho/veinte y los veinticinco/veintiocho yo, que hasta entonces ocupaba la autoconciencia, comienza a resque-
años, más o menos. Comenzaremos por los aspectos descriptivos, para brajarse. A veces se produce por simple proceso de reflexión interior;
pasar luego a describir la relación entre conversión y crisis de identi- pero lo normal es que venga dada por la confrontación con la realidad:
dad. cuando tienes que salir a la calle y dialogar con otros modelos ideoló-
La búsqueda de identidad en X.X. es sorprendentemente lineal. A gicos; cuando la relación de pareja te obliga a desenmascarar zonas
sus diecinueve años, parece una mujer «hecha y derecha». Muy autó- subconscientes de la personalidad hasta entonces bien resguardadas;
noma en sus criterios y en su capacidad para seleccionar relaciones y cuando algún acontecimiento rompe la seguridad del joven, frágil casi
tareas, dice que siempre sabe lo que no quiere, pero que todavía no siempre; o, simplemente, cuando llega la edad de tomar decisiones y di-
sabe qué hacer con su vida. Estudia para asistente social, porque intu- asumir un rol activo y estable en la sociedad.
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La dimensión existencial es más compleja: ¿qué quiero ser?; ¿tomo Respetar el ritmo de estas dos fases es esencial desde un punto de vista
la vida en mis manos o me refugio en falsos sistemas de seguridad?; pedagógico. Cuando se desencadena la crisis de autoimagen y saltan en
¿qué realidades de mi persona son mías y cuáles he ignorado o nega- pedazos los proyectos del pasado adolescente, la sensación de ansiedad
do?; ¿por qué me cuesta ser fiel a mí mismo?; ¿obro desde mí o en fun- hace que el joven quiera tener una respuesta inmediata a su futuro.
ción de expectativas externas?; ¿qué actitud adopto ante lo negativo o Aquí es decisivo el principio de discernimiento: que la vocación (y no
lo frustrante?; ¿para qué quiero mi futuro?... hablo de vocación específica de consagración al Reino) no se aclarará
Se supone que un joven creyente tiene un ideal; pero con frecuen- si previamente no se aclara el proceso de personalización. El proyecto
cia enmascara la falta de identidad personal, ya que, en lugar de fun- sólo será auténticamente libre si la búsqueda de identidad personal es
damentar su vida en la verdad de ser él mismo, se aferra al ideal como real. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de encontrar el propio pro-
justificación o proyección ilusoria de deseos infantiles. Es como si, yecto de vida en la historia; en términos creyentes, de discernir cuál es
subconscientemente, hubiera tomado la decisión de no llegar a adulto, el plan que Dios tiene para mí en concreto.
es decir, de no aceptar su propia libertad en confrontación con la reali- Como ocurre con todas las crisis existenciales, las bipolaridades se
dad. extreman. El joven tiene que preguntarse radicalmente por su «yo
La dimensión espiritual se refiere a las cuestiones últimas de sen- real», desmontando imágenes falsas de sí, por lo que da la impresión
tido y a la relación con Dios. Pero no será real si el joven no experi- de volver a narcisismos preadolescentes; pero, en realidad, el dinamis-
menta su fe como identidad fundante. En última instancia, la búsqueda mo profundo de esta búsqueda de sí es autotrascendencia: la libertad
de identidad personal tiene que asumir el principio antropológico de ser está aprendiendo a apoyarse en la realidad para dar el salto a la histo-
en sí más allá de sí, en Dios. Lo cual hace que la experiencia religiosa ria. Habrá que procurar, por tanto, que el autoanálisis no consolide
del joven entre los dieciocho y los veinticinco años deba ser capaz de posibles tendencias narcisistas. El necesario equilibrio vendrá dado por
integrar los niveles psicosociales y existenciales en un centro unifica- otras instancias: la relación grupal, la afectividad de pareja, la respon-
dor y, además, ser ella misma el centro vivificador y determinante de la sabilidad, el compromiso social, la oración... Y téngase en cuenta que
persona y de su proyecto de futuro. Dicho de otra manera, que la iden- cada persona es un sujeto único.
tidad personal sea experimentada como vocación, como fuente íntima A esta búsqueda de identidad se oponen múltiples realidades. No
de libertad y de verdad: «lo más mío es lo que Tú, Señor, quieres para es el momento de enumerar todas ellas, pero sí será bueno mencionar
mí». Por eso la dimensión espiritual está en el principio de la crisis de algunas:
autoimagen y en el final de la misma. Lo normal es que el joven adul-
to adquiera distanciamiento y hasta agresividad respecto de su pasado • Un sistema educativo marcado por los roles y el aprendizaje pasi-
religioso, poco real y propicio a reforzar dependencias. Pero es ésta vo de normas y actitudes, con miedo al conflicto, a la libertad indi-
también la época privilegiada en que el deseo religioso puede dar paso vidual y a la complejidad del mundo actual.
a la fe fundante. • Los mecanismos de autodefensa del ideal del yo: proyección infan-
La búsqueda de identidad exige un proceso en el que podemos dis- til del deseo religioso, racionalización, dependencia de la aproba-
tinguir dos fases: ción externa, etc.
• Experiencias vividas de dualismo, en las que lo religioso ha sido
• La primera está determinada por la búsqueda de sí mismo. Se tra- separado de lo humano o, viceversa, reducido a ideología. Por
duce en autoconocimiento, descubrimiento de lo interpersonal, ejemplo: una adolescencia configurada exclusivamente por la afec-
replanteamiento de los ideales del pasado, reestructuración de las tividad familiar y la relación con Dios o, por el contrario, volcada
actitudes ante la vida, etc., etc. Como es obvio, el proceso tiene de en actividades sociales, en que lo determinante ha sido la ideología
todo: luces y sombras, momentos de confusión y experiencias de del grupo o del líder.
liberación... • Actitudes enquistadas en el pasado. Puede haber problemas psico-
• Llega un momento (teóricamente, tendría que ser en torno a los lógicos pendientes, no resueltos, que bloqueen la posibilidad
veintitrés años) en que la pregunta importante no es «¿quién soy misma de búsqueda de identidad. O puede que el ambiente en que
yo?», sino «¿qué quiero hacer con mi vida?» se ha vivido haya estado tan deteriorado que no existan experien-
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cias de incondicionalidad. ¿Qué puede hacer un joven de veinte para desde Él (vocación y misión) asumir libremente una identidad
años que siempre ha visto inmediatamente satisfechos sus capri- social.
chos, o cuyas relaciones no han implicado ningún contenido afec- Con otras palabras: el yo personal ha alcanzado el sí mismo, al
tivo, o para el que Dios ha estado asociado a prácticas meramente encontrarse con Dios, fuente de su libertad. Se trata de la primera con-
rituales? versión, la cual, aun cuando pueda crear la ilusión de haberse liberado
Entre los dieciocho y los veinticinco años, la búsqueda de identidad y definitivamente, no es más que el comienzo. Un comienzo que, cuan-
su necesaria fundamentación son algo normal. Pero la crisis de identi- do toca el centro personal —la identidad del yo como espíritu, es decir,
dad también existe a los treinta y cinco y a los cuarenta y ocho años. como sujeto de iniciativa y proceso de transformación—, adquiere un
carácter determinante. Esto diferencia radicalmente la conversión
El problema que tiene X.X. es que no se siente «realizada». Tiene
fundamentada teologalmente de la conversión de conducta, la cual no
un marido que la adora y unos hijos preciosos, buenos estudiantes y
desencadena un proceso de transformación y unificación de la persona,
cariñosos (sólo el mayor, de doce años, comienza a dar las primeras
sino que se limita a internalizar ideas y valores en la conciencia («asi-
señales de rebeldía... que no pasan de lo normal). No le falta dinero,
milación» hemos llamado a este proceso) y a crear unos hábitos corres-
sale con sus amigas por las tardes... Hace unos meses que asiste a unas
pondientes. Tal dinámica es necesaria y esencial para un buen equipa-
conferencias de promoción de la mujer, y por primera vez tiene la sen-
miento, pero previa al proceso de personalización y a la verdadera con-
sación de no haber acertado en la vida. Ya no es la misma en casa. Se
versión.
queja constantemente de su condición femenina. Para un moralista la
solución es clara: dejarse de ideologías que sólo sirven para minar las El carácter determinante se percibe de muchos modos:
bases de la sociedad, la familia y la religión, y volver a asumir sus res-
ponsabilidades de ama de casa, buena madre y esposa enamorada. Esta • El sujeto se siente transformado por dentro.
crisis será positiva si sirve para que X.X. tome conciencia de haber • Cambia el talante existencial (la autenticidad).
caído en unas prácticas religiosas rutinarias. Es el momento en que se • Integra zonas que hasta entonces habían estado en la sombra, a
aconseja volver a ejercicios de piedad no rutinarios. Pero para alguien nivel de represión o de amenaza.
acostumbrado a leer el trasfondo de las situaciones críticas de las per- • Se le ha dado un nuevo horizonte de existencia.
sonas, a X.X. le ocurre lo que a tantas chicas/os que no tuvieron pro- • Nunca se ha sentido más él mismo, pero liberado de la autoafirma-
blemas mayores en su adolescencia y juventud, y cuya vida consistió ción.
en satisfacer las expectativas ajenas. El caso de X.X. es típico: familia • La fe ha dejado de ser ideología para ser vida plantada en el centro
conservadora, buena estudiante, comienza a salir con un chico de su mismo de la existencia personal.
misma clase cuando tiene dieciocho años; termina la carrera de farma-
cia, se casa y... ¿Cómo es posible que a los treinta y cinco años no se Cuando la conversión tiene un carácter irruptivo, sobre todo si uno es
haya enterado de lo que es la vida? ¿Qué han sido para ella, entonces, adulto, se divide en dos la propia historia: la vida anterior y la vida pos-
el amor y los hijos? Evidentemente, su rebeldía actual de mujer cons- terior a dicha conversión. Y aunque ésta haya llegado de un modo gra-
ciente de serlo se parece a la de su hijo de doce años cuando se queja dual y casi imperceptible, el efecto es el mismo: se está fundamentado
de que sus amigos vuelven a casa a las doce de la noche, mientras que para siempre, porque la identidad ha logrado su síntesis paradójica, la
él tiene que volver a las diez. propia del ser humano: autonomía agradecida, subjetividad transcendi-
da. De ahora en adelante, se sabe por una luz interior, no por esquemas
mentales, que el verdadero conocimiento de la persona implica perma-
nentemente esa síntesis de contrarios, dada y nunca conclusa.
4. La experiencia de identidad Fundamentado para siempre, pero no como algo que se posee en pro-
piedad, sino como don del Dios fiel.
La búsqueda de identidad concluye con la conversión, y ésta, a su vez, Hay un relato en el evangelio, el de la conversión de Nalanael (.ln
consiste en la identidad realizada. El yo social ha sido trascendido por 1,45-51), que expone admirablemente este proceso de identidad que
el yo personal, el cual ha encontrado la fuente de su ser, el Dios vivo, culmina en el encuentro con Jesús. Dejo al lector que lo lea, y le su^ic
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ro esta clave antropológica: Natanael, en busca de identidad, se encuen- A la luz de la experiencia, la vida anterior parece pecado, y la historia
tra a sí mismo en la mirada de Jesús, convertido en discípulo de Jesús. entera es vivida como historia de la Salvación («el Señor me dio..»,
En el relato evangélico todo parece sencillo, directo, sin sombras, pero «me condujo...»). La transformación fundamenta la existencia en la
la verdad es que la conversión de los discípulos a la fe en Jesús fue un Gracia y el señorío de Dios y en una nueva actitud ante el hombre que
proceso largo y que pasó por distintas crisis. Los relatos vocacionales se traduce en misericordia, en praxis evangélica dirigida a los más des-
tienen un carácter paradigmático, y por ello son resúmenes de lo esen- favorecidos.
cial. Se entienden cuando uno ha pasado por la misma experiencia, y El texto resulta tanto más luminoso por cuanto que revela la corre-
entonces iluminan el núcleo de la experiencia. De hecho, en la inmen- lación entre la acción de Dios y la densidad antropológica de la expe-
sa mayoría de los casos el proceso es sinuoso y complejo y suele reque- riencia humana. Sin embargo, parece contradecir nuestro pensamiento
rir años. sobre la conversión y su correlación con los procesos de identidad.
Veamos. En primer lugar, cualquier mirada atenta percibe que
Francisco está hablándonos de su verdadera identidad. Hasta su con-
versión, él era el hijo de Pedro Bernardone; desde su conversión es el
5. La experiencia configuradora hijo del Padre de los cielos (escena de la renuncia de la herencia ante
el Obispo de Asís: 1 Celano, 15). Hasta su conversión, está dividido
En todo camino de personalización y conversión hay varias experien- entre el deseo de amar cristianamente a los leprosos y la imposibilidad
cias significativas que marcan el ritmo del cambio, pero casi siempre se de hacerlo, señal del pecado; desde su conversión, está unificado. Hasta
da alguna de fuerza configuradora. Llamo «experiencia configuradora» la conversión, Dios es una idea o, en todo caso, objeto de sus necesi-
a aquella mediación-situación histórica en torno a la cual «cuaja» la dades infantiles; desde su conversión, Dios es el Viviente que salva,
conversión, se alcanza la identidad, por decirlo así. A través de ella, la conduce y lleva a una nueva existencia en el amor.
interioridad se transforma. No es la experiencia fundante en sí, sino la En segundo lugar, es necesario situar el texto del Testamento en el
que posibilita dicha experiencia fundante, la cual es atemática y perte- conjunto del proceso de conversión de Francisco. Por las biografías,
nece a la inmediatez de Dios y del corazón humano. tenemos datos suficientes como para saber que lo que cuenta en el
Cuando un convertido, al final de su vida, vuelve su mirada atrás, Testamento es la conclusión de una larga y tortuosa búsqueda, que dura
suele recordarla como momento privilegiado de Gracia. En su desde que cae prisionero (1202) hasta el encuentro con los leprosos
Testamento, por ejemplo, Francisco de Asís la refiere así: ( (1205) y la renuncia a todos sus bienes (1206). Los biógrafos, natural-
mente, vertebran el proceso con las claves de su época, las religioso-
«El Señor me dio de esta manera, a mí, el hermano Francisco, el morales (teología agustiniana de la Gracia, sueños misteriosos que le
comenzar a hacer penitencia; en efecto, como estaba en pecados, hacen reflexionar, experiencias progresivas de cambio moral, remordi-
me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me con- mientos de conciencia, luchas interiores, oración prolongada...).
dujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, Actualmente, nos vamos acostumbrando a releer los datos biográficos
al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo se y a percibir la trama psicodinámica subyacente. Por ejemplo:
me tornó en dulzura de alma y cuerpo, y después de esto perma-
necí un poco de tiempo y salí del siglo». • Francisco pertenece al «status social» de los burgueses, que inten-
La experiencia configuradora fue el encuentro con los leprosos. La tan cambiar el sistema feudal. De hecho, a los dieciocho/diecinue-
conversión («hacer penitencia», en el lenguaje de la época) consistió en ve años lucha contra la nobleza en el asalto al castillo de Asís.
practicar la misericordia (cambio de conducta y de corazón) y en la • Su historia afectiva está marcada por la dificultad de identificación
transformación de lo amargo en dulce. La experiencia revela su carác- con su madre y con su padre. Francisco se debate entre su «anima»
ter fundante en que: (la madre) y su «animus» (el padre), en términos jungianos.
• Socialmente, es el «rey de la juventud», pero su verdadero yo cslá
• da un nuevo giro a la existencia; más allá. Su reflexión existencial desborda las expectativas
• totaliza todo su ser, cuerpo y alma. ambientales.
222 PROCESO HUMANO Y GRACIA DE DIOS - II: PROCESO PERSONALIZACIÓN Y CONVERSIÓN 223

• Busca dar un sentido a la existencia con causas heroicas (guerras concretamente la irruptiva (estilo Pablo). En ésta se evidencia más cla-
idealistas); pero termina frustrado (derrota ante los nobles de ramente la tensión, y aunque parezca que la Gracia ha actuado «desde
Perugia, deserción en la marcha a la Puglia). Su verdadero proyec- arriba», con soberana libertad y sin presupuestos de ningún tipo, de
to está más allá. Se le irá revelando mediante la oración y la mise- hecho su carácter irruptivo tiene mucho que ver con los presupuestos
ricordia con los leprosos. psicodinámicos y existenciales de la persona. La persona parece ser
totalmente ajena a la nueva identidad acontecida. Si se profundiza en
La impresión general que se obtiene al leer las biografías es que el sus trasfondos, podemos advertir que lleva años gestándose, de modo
camino de conversión de Francisco es tan largo y difícil porque su ado- consciente y latente, el proceso que ahora irrumpe de manera totaliza-
lescencia se retrasa. Le cuesta más que a la mayoría descubrir su iden- dora. El momento de la conversión se asemeja a la «abreacción» que se
tidad. ¿Por qué? En mi opinión, porque vive un disloque entre la iden- da en psicoterapia. De hecho, las conversiones irruptivas suelen nece-
tidad social (dada por el contexto) y la identidad personal (dada por su sitar unos años para que el proceso de personalización afronte los pro-
reflexión existencial); disloque reforzado por la dificultad psicodiná- blemas latentes y las tendencias inmaduras o desequilibradas. Todo el
mica de identificación afectiva (figuras del padre y de la madre, poli- mundo sabe que los conversos, al principio, muestran muchos síntomas
valencia e indefinición de sus relaciones...). de inmadurez humana y espiritual. La conversión ha realizado el cam-
bio del centro personal como horizonte de sentido; pero necesita mejo-
rar la estructura de la personalidad, el equipamiento.
Los convertidos en un proceso gradual no sienten tanto la exacer-
6. Tiempo de conversión bación de la crisis de identidad; pero han de pasar por las mismas expe-
riencias significativas:
Con frecuencia se ha olvidado que la conversión está ligada a la histo-
ria personal, y que no todos los tiempos tienen la misma densidad • Confusión.
antropológica. La acción salvadora de Dios, ciertamente, es libre; pero • «Darse cuenta» de la problemática de la identidad.
normalmente actúa sobre ciertos presupuestos, uno de los cuales es la • Intuir un nuevo horizonte.
crisis de identidad. Entre los diversos tiempos propicios para la con- • Autoconocimiento e integración de la personalidad.
versión, destacaría el que hemos insinuado al hablar de la conversión • Experiencia configuradora.
de Francisco, cuando la crisis de identidad nace del ritmo simultáneo y • Proceso de transformación interior.
diferenciado del proceso psicodinámico, el proceso existencial y el • Experiencia de la Gracia.
proceso espiritual, con sus múltiples variantes. En las vidas de los san- • , Cambio de existencia.
tos es frecuente encontrar el fenómeno de la adolescencia que se retra-
sa o se adelanta, según los casos, a partir del contraste entre el nivel Lo antropológico y lo espiritual se dan en correlación. Y la paradoja de
psicodinámico y el nivel existencial o espiritual. Es como si la interio- la historia humana se reafirma: la Gracia cuenta con el tiempo; pero la
ridad de la persona sufriera una tensión de extremos entre bipolarida- densidad del tiempo escapa a toda cronología. Lo esencial no tiene
des, creando la plataforma adecuada para una síntesis nueva, en que se edad; el tiempo está habitado por la eternidad. Uno puede convertirse
integran las bipolaridades y se fundamenta la identidad en la experien- (Teresa de Lisieux) a los catorce años, haciendo la síntesis de identidad
cia de lo dado gratuitamente. entre la angustia enfermiza de separación y la confianza fundante en
A esto se debe también, a mi juicio, el que la fenomenología de la Dios; y otra (Teresa de Jesús) a los treinta y nueve, unificando su afec-
conversión tenga frecuentemente tantas semejanzas con las fases regre- tividad y desplegando la vida teologal latente.
sivas de la identidad: confusión, ansiedad... Pero lo mismo suele suce-
der en cualquier proceso terapéutico que suponga un cambio real del yo
y no se limite a la resolución superficial de síntomas.
Dar prioridad a los momentos críticos de la personalización no sig-
nifica identificar la conversión con un tipo determinado de conversión,
224 PROCESO HUMANO Y GRACIA DE DIOS - II: PROCESO PERSONALIZACIÓN Y CONVERSIÓN 225

7. Resistencias y nostalgias Por otra parte, un lenguaje polivalente y que no se ciña al método
psicoanalítico permite una visión más integral y abierta de los procesos
En este proceso de personalización-conversión, las resistencias y nos- de personalización-conversión. No es fácil, por ejemplo, establecer la
talgias vienen a ser el punto neurálgico, a nivel de conciencia, donde se frontera entre los mecanismos psicológicos de sumisión y la negativa a
juega el cambio. El lenguaje religioso-moral habla, con razón, de tomar la vida en las propias manos. Éste es un campo en el que la espi-
«penitencia», de lucha contra el pecado y sus tendencias, de liberación ritualidad necesita renovarse a fondo. Por su parte, el presente libro se
y virtud. Nosotros creemos que el pecado, especialmente en la prime- mantiene en una visión de conjunto y deja a los especialistas la tarea de
ra conversión, está ligado a las resistencias latentes, a lo que la psico- concretar las aportaciones de la psicología actual y de la sabiduría tra-
logía dinámica llama los «mecanismos de defensa». dicional del discernimiento. No puedo, sin embargo, dejar de mencio-
Con esta afirmación, de ninguna manera identifico pecado y meca- nar el esquema de los mecanismos de defensa de Wolberg, ya que com-
nismos de defensa. El pecado atañe al nivel existencial y espiritual, es pleta y sistematiza mejor, a mi juicio, el clásico de A. Freud.
decir, a las actitudes y al sentido de la vida, y, sobre todo, a la expe- Wolberg distingue niveles en el aparato defensivo. Este plantea-
riencia de Dios. Pero no son separables, especialmente —lo repito— en miento concuerda con el mío de los niveles de la interioridad.
esta primera conversión, dada la correlación entre conversión e identi-
dad personal. El pecado no es el acto humano racional y voluntario El primer nivel es el de los controles conscientes:
constituido en un orden transpsicológico aparte, el religioso-moral. En • Refugio en las satisfacciones corporales
el pecado está la persona entera, con su historia, sus tendencias, sus • Pseudoextroversión
motivaciones latentes, su inconsciente..., y es con todo ello y desde ello • Fantasías realizadoras de deseos
como toma decisiones y actúa. En efecto, en la praxis terapéutica no • Racionalización
cabe distinguir entre el funcionamiento psicodinámico y las actitudes • Creencias
existenciales. Se puede prescindir del pecado como experiencia espe- • Autocontrol
cíficamente religiosa, pero no de la responsabilidad con que el pacien-
te aborda sus problemas ni de la capacidad de dar sentido a lo que vive. El segundo nivel es el de las defensas caracteriales:
Igualmente, en la pedagogía de conversión puedo apelar a la entrega
generosa al ideal cristiano de amor al prójimo, pero no puedo dejar de • Excesiva dependencia (inmadurez)
discernir si la motivación de ese ideal es la necesidad narcisista de • Mecanismos de sumisión (pasividad)
autoimagen o la libertad interior de quien está centrando su vida en el • Mecanismos expiatorios (masoquismo)
amor. La confianza en Dios construye a la persona por dentro cuando • Mecanismos agresivos (sadismo)
su afectividad es capaz de aplazar la necesidad de gratificación inme- • Tendencias narcisistas (perfeccionismo)
diata. Podríamos multiplicar los ejemplos. Si malo es el psicologismo • Tendencias de poder (obsesiones de ambición)
de reducir el pecado a mecanismo inconsciente, también lo es el espl-
ritualismo, que reduce la libertad a acto explícito de voluntad racional. El tercer nivel es el de las defensas de represión:
De hecho, lo mejor de la tradición del discernimiento, aunque su • Formaciones reactivas
horizonte cultural haya sido prevalentemente religioso-moral, ha habla- • Compensaciones y sublimaciones
do de «resistencias». Resistencia a la Gracia en todas sus formas: dure- • Inhibición de funciones
za de corazón, heridas consecuentes del pecado original, egoísmo, • Desplazamientos
vicios capitales, etc. Mantengo la palabra en toda su densidad antropo- • Aislamientos
lógica, porque designa adecuadamente tanto la dimensión de actitud de
la persona como las condiciones objetivas que impiden la libertad. El segundo y tercer niveles atañen a la estructura de la personalidad y
Resistencia, por ejemplo, es la ceguera interesada y el mecanismo se expresan en tendencias de carácter permanente. Por eso son espc
inconsciente de racionalización; resistencia es la dificultad para amar y cialmente importantes como condicionamiento objetivo del proceso de
la represión inconsciente de las necesidades afectivo-sexuales... personalización-conversión. El listado incluye dimensiones cercanas a
226 PROCESO HUMANO Y GRACIA DE DIOS - II: PROCESO PERSONALIZACIÓN Y CONVERSIÓN 227

la expresión religiosa; por ejemplo, los mecanismos expiatorios, las apartado: resistencias y nostalgias. Los psicólogos científicos no las
tendencias narcisistas, las compensaciones y sublimaciones. Las han sistematizado, pero las conocen:
defensas del tercer nivel, por su carácter subconsciente, oponen encar-
nizada resistencia al cambio y tienden a estructurarse como sistemas • El resto de autodignidad que subyace a todo masoquismo.
neuróticos. • La lucha por la supervivencia del que se siente esclavo de sus obse-
Hablar de «aparato defensivo» suena a mecanismo, pero quiere siones.
subrayar el carácter objetivo y estable de las defensas. Podríamos tam- • Cómo el perfeccionista narcisista mantiene el ideal de vida supe-
bién hablar de tendencias; pero la palabra no designa su carácter de rior cuando está cerrado en sí mismo.
resistencia al cambio. • ¿No hay en la función reaccional el instinto superior por salva-
Con todo, quizá el problema más delicado no es el de objetivar las guardar el yo de la aniquilación o absorción en el tú?
resistencias o defensas, sino el de interpretarlas. ¿Qué es un mecanis- • ¿Y qué es una sublimación, en definitiva, aunque sea ilusoria, sino
mo de defensa, por ejemplo del tercer nivel (el propio de las neurosis): la conciencia atemática del destino trascendente del hombre?
un sistema de enfermedad psicológica, un recurso para la superviven-
cia o un estancamiento en el crecimiento? La pregunta no es teórica y La ambivalencia que caracteriza nuclearmente al mecanismo de defen-
tiene múltiples consecuencias para la pedagogía del proceso. Mi opi- sa es la señal, a mi juicio, de que a toda resistencia subyace una nos-
nión comienza por distinguir: talgia, soterrada por el sistema defensivo, que sólo espera el momento
de manifestarse. La sabiduría del discernimiento estriba en detectarla
a) Hay resistencias-defensas que tienen un carácter estructural, por debajo y por encima de las defensas. Siempre se ha sabido, tanto
pues atañen a los niveles primarios del equipamiento. Cambiarlas en el mundo de la terapia como en el de la educación o el de la peda-
exige, normalmente, una terapia con medios ordinarios o con medios gogía espiritual, que corresponde al amor conectar atemáticamente con
extraordinarios. Considerar al hombre como sujeto dinámico, sin pre- la nostalgia soterrada, desencadenando el cambio imprevisto.
supuestos estructurales, me parece ignorar de dónde venimos: de un
equipamiento largo y difícil que tiene fases ligadas a los presupuestos
básicos de la vida (biológica y afectiva).
8. Transformación interior
b) Hay resistencias-defensas que, apoyándose en necesidades pri-
marias, se han constituido desde actitudes existenciales más o menos Al núcleo del proceso de personalización-conversión se le llama
conscientes. En este sentido, efectivamente, implican la negativa a cre- «interioridad transformada». Recuérdese la cuña crítica del esquema
cer, a ser libres. ¡Cuántos sistemas de seguridad se apoyan en la nece- gráfico de los niveles concéntricos (pag. 139): mediante la crisis de
sidad de gratificación inmediata (afectiva casi siempre) y se niegan identidad, la interioridad pasa del nivel de conducta a la autenticidad
sutilmente a renunciar a dicha «ventaja»...! existencial, del ideal del yo al yo real, del rol social al talante de pro-
ceso, de las necesidades inconscientes al discernimiento.
c) Hay resistencias-defensas que nacen de una historia de inauten-
ticidad que, con el tiempo, se ha consolidado y ha producido síntomas
psicológicamente regresivos, aunque su origen no esté en la infancia ni A la luz de las reglas ignacianas
en la adolescencia. ¿No es una forma de neurosis la represión de las
realidades que cuestionan el sentido de la existencia, como la enferme- Pocos han descrito como Ignacio de Loyola la transformación de la
dad, la muerte, la realidad de Dios como el Absoluto...? interioridad propia de esta primera conversión. Las Reglas de discerni-
miento de la primera semana de sus Ejercicios nos ayudarán a descri-
No obstante, a pesar de todos los intentos de objetivación, la per- bir los signos y a establecer los criterios. Y una vez más comprobare-
sona humana, el neurótico mejor tipificado en los esquemas psiquiátri- mos la sabiduría de la tradición y la necesidad actual de integrar In.s
cos, guarda su secreto de unicidad inobjetivable. De ahí el título de este ciencias humanas en dicha tradición. Mi comentario va a ser escudo.
PERSONALIZACIÓN Y CONVERSIÓN 229
228 PROCESO HUMANO Y GRACIA DE Dios - TI: PROCESO

ya que sólo quiero indicar los puntos centrales y sugerir claves psico- toma de conciencia de la mentira existencial, las fantasías del deseo
lógicas que enriquezcan la lectura religioso-moral del texto. («haciendo imaginar»). Lo cual apunta al nivel del inconsciente, tal
El punto de partida del discernimiento ignaciano son las «mocio- como hoy lo conocemos: la influencia de los fantasmas mentales inves-
nes», es decir, la dinámica consciente de la interioridad. Consciencia tidos emocionalmente, soporte de las ansiedades, miedos, compulsio-
relativa, pues uno de los objetivos esenciales de los Ejercicios es dicha nes, etc.
toma de conciencia. Ignacio coincide con las múltiples sabidurías reli- Sin embargo, Ignacio parece confiar excesivamente en la fuerza de
giosas, humanistas y psicológicas, que centran el cambio en la «toma la razón consciente (y, consecuentemente, en la pedagogía que asimila
de conciencia», la cual es esencialmente implicativa («sentir y conocer valores). Suponer que una persona cambia cuando conoce sus propias
para rescibir y lanzar»). No se trata de un conocimiento de experiencia, mentiras no deja de ser problemático. Dependerá de los presupuestos
sino de cambio, de proceso de personalización. psicológicos y existenciales previos. Dicho con un ejemplo: ¿cómo
El punto de partida del cambio es la lucha interior, el conflicto del librarse de la necesidad de acumular dinero?; ¿sólo mediante unos
cambio. Ignacio emplea el esquema clásico de inclinación al vicio-vir- Ejercicios Espirituales que le hagan a uno tomar conciencia de la no
tud. Nosotros podemos apelar al lenguaje psicodinámico de las resis- importancia del dinero, o habrá que vivir un proceso en el que la acti-
tencias del inconsciente, a los mecanismos de defensa, a la ansiedad, a tud moral del cambio suponga resituar el deseo infantil de seguridad (la
la dialéctica «principio de placer / principio de realidad», etc. libido anal, diría Freud) y, a la vez, suscitar una nueva sensibilidad para
con el prójimo?
REGLA PRIMERA Finalmente, es interesante advertir el lenguaje teológico implícito:
la Gracia («el buen espíritu») se percibe, antropológicamente, en los
«La primera regla. En las personas que van de pecado mortal en signos de transformación, en la historia de la interioridad, en la
pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponer Salvación.
los placeres aparentes, haciendo imaginar delectaciones y place-
res sensuales, por más los convencer y aumentar en sus vicios y REGLA SEGUNDA
pecados; en las cuales personas el buen espíritu usa contrario
modo, punzándoles y remordiéndoles las conciencias por el sin- «La segunda. En las personas que van intensamente purgando
dérese de la razón» (EE, 314). sus pecados, y en el servicio de Dios nuestro Señor de bien en
El pecado mortal no es visto primordialmente por referencia a un orden mejor subiendo, es el contrario modo que en la primera regla;
objetivo, sino como mentira existencial, como ilusión del deseo, como porque entonces propio es del mal espíritu morder, tristar y
absolutización del principio de placer. poner impedimentos, inquietando con falsas razones, para que
La contraposición entre la sensualidad primaria y la reflexión no se pase adelante; y propio del bueno dar ánimo y fuerzas, con-
racional viene del pensamiento clásico, que contraponía las pasiones solaciones, lágrimas, inspiraciones y quietud, facilitando y qui-
sensitivas a la racionalidad, de orden superior. Actualmente, sustitui- tando todos impedimentos, para que en el bien obrar proceda
mos el esquema «placer sensible / principios racionales morales» por adelante» (EE, 315).
el esquema «gratificación primaria / principio de realidad, narcisismo
y valores». El fondo de la cuestión es el mismo: pasar de lo inmediato Nuevo paso de transformación. Desde una perspectiva religioso-moral,
a un proceso de libertad interior, en el que prevalecen valores de carác- se ha dejado el pecado mortal y se está consolidando la vida de virtud
ter incondicional y absoluto. En este nivel del proceso de transforma- y de servicio al Señor. Desde nuestra perspectiva de personalización,
ción, la subjetividad es iluminada y configurada por lo objetivo univer- tendríamos que hablar de unificación del deseo de integración humana
sal. y espiritual, propiciada por la libertad interior y la emergencia de la
La sabiduría pedagógica del proceso no se centra en los contenidos vida teologal.
abstractos, sino en suscitar el conflicto existencial entre el deseo pri- El discernimiento capta el cambio en el «viraje» existencial y de
mario y el deseo superior (la experiencia de culpa es la mediación nor- experiencia, simultáneamente. Ignacio insiste en los signos percibidos
mal del cambio). Obsérvese que la experiencia de culpa se centra en la a nivel de conciencia, pero teniendo como horizonte «el bien obrar»».
230 PROCESO HUMANO Y GRACIA DE DIOS - II: PROCESO
PERSONALIZACIÓN Y CONVERSIÓN 231
Visión antropológica, en que se establece la correlación entre la interio- En mi opinión, los Ejercicios ignacianos son aptos para la conver-
ridad y la praxis. De lo contrario, el cambio no sería real. Cuando cam- sión en cuanto opción fundamental y experiencia fundante; pero no
bia el deseo, no cambia necesariamente la conducta (el deseo motiva- tanto para las fases previas, para lo que en este libro llamamos ini-
do por el narcisismo del yo). O a la inversa: cuando cambia la conduc- ciación. De hecho, las primeras anotaciones señalan expresamente las
ta, no cambia necesariamente la persona (la conducta como sistema condiciones en que han de ser vividos.
adaptativo, como internalización psico-social).
Observación aguda la de Ignacio: en este nivel ocurre exactamente REGLAS TERCERA Y CUARTA
lo contrario que en el nivel precedente (Regla primera). En éste, «el
mal espíritu» se opone a la virtud; ahora, el «buen espíritu» la favore- «La tercera, de consolación espiritual. Llamo consolación cuan-
ce. La genialidad ignaciana está en percibir la dinámica de las resis- do en el ánimo se causa alguna moción interior, con la cual viene
tencias al cambio: «morder, tristar, inquietar, poner falsas razones». la ánima a inflamarse en amor de su Criador y Señor; y conse-
Las dimensiones psicológicas, morales y espirituales se entremezclan. quenter, cuando ninguna cosa criada sobre la haz de la tierra
Se trata del hombre concreto, en su dinámica integral. Cada uno de puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas. Asimismo,
estos términos adquiere múltiples resonancias, que pueden resumirse cuando lanza lágrimas motivas a amor de su Señor, agora sea por
en lo que más arriba llamábamos «resistencias». el dolor de sus pecados, o de la pasión de Cristo nuestro Señor,
Éstas se dan a niveles psicoafectivos («morder, tristar») y a niveles o de otras cosas derechamente ordenadas en su servicio y ala-
mentales («falsas razones»). En el lenguaje de la psicología profunda: banza. Finalmente, llamo consolación todo aumento de esperan-
za, fe y caridad, y toda leticia interna que llama y atrae a las
la ansiedad, signo de las resistencias. Releído el texto en clave psicoa- cosas celestiales y a la propia salud de su ánima, quietándola y
nalítica, ¿cómo no percibir la lucidez del análisis que alcanza, por pacificándola en su Criador y Señor» (EE, 316).
ejemplo, el mecanismo inconsciente de racionalización (la razón,
movida por intereses ocultos: «falsas razones»)? La afectividad latente «La cuarta, de desolación espiritual. Llamo desolación todo el
se revela en toda su fuerza defensiva. contrario de la tercera regla, así como oscuridad del ánima, tur-
En contraposición, el buen espíritu fortalece el yo como centro de bación en ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de
iniciativa (da ánimo y fuerzas), gratifica el deseo a niveles superiores varias agitaciones y tentaciones, moviendo a indiferencia, sin
(consolaciones), libera la afectividad reprimida (lágrimas), crea un esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y
nuevo horizonte de sentido (inspiraciones), unifica decisión y corazón como separada de su Criador y Señor» (EE, 317).
(quietud)...; es decir, introduce la interioridad en una dinámica nueva
de trascendencia, pero no a nivel abstracto (de ideales) ni de conducta El contenido de interioridad de estas Reglas es propiamente teologal y
objetivable, sino «desde dentro», totalizando a la persona en todas sus puede ser percibido como emergente (cfr. cap. 12) o como dinámica
dimensiones, psicoafectivas, existenciales y espirituales. totalizadora (cfr. cap. 16). Leídas en clave de personalización, las
El conflicto entre ambos espíritus es la plataforma antropológica Reglas tercera y cuarta presuponen el deseo fundamentado, trascendi-
donde se encuentra la Gracia con el sujeto real. Nosotros sólo percibi- do y transformado teologalmente. Su intencionalidad central es Dios
mos la fenomenología del conflicto y sus signos. mismo y su Reino. Existencia escatológica del discípulo.
También con respecto a esta segunda Regla hacemos la advertencia Por lo mismo, los signos contrarios pertenecen al nivel inobjetiva-
que hacíamos en relación a la primera: Ignacio analiza admirablemen- ble del inconsciente espiritual. El deseo, configurado por la trascen-
te lo que ocurre en un retiro, cuando la experiencia del desierto provo- dencia, ha de ser liberado no sólo del principio de placer y de sus meca-
ca los conflictos interiores. Su análisis es un instrumento preciso de nismos de necesidades psicoafectivas, sino purificado de sus resisten-
pedagogía espiritual. Pero, desde un punto de vista más general, nos cias transpsicológicas: desapropiación de la experiencia religiosa, per-
sonalización más allá de la autorrealización, libertad liberada del yo...
resulta insuficiente. En efecto, nos dice qué ocurre cuando uno quiere Es verdad que este conflicto conlleva aspectos regresivos (moción a las
convertirse en serio; pero no nos dice por qué, qué presupuestos «cosas bajas y terrenas»), con una carga notable de ansiedad («ini|iiie-
inconscientes, qué infancia, qué contexto socio-cultural, qué experien- tud de varias agitaciones y tentaciones»); pero la lucha se desarrolla n
cias pasadas están configurando el conflicto.
232 PROCESO HUMANO Y GRACIA DE DIOS - II: PROCESO PERSONALIZACIÓN Y CONVERSIÓN 233

nivel propiamente teologal, entre el amor de sí, a través de lo espiritual, misma razón: personalidades desestructuradas que encuentran en
y el amor de Dios a la medida de Dios (fe, esperanza, caridad). lo religioso un escape a sus problemas latentes.
Coincide con la noche pasiva del sentido de Juan de la Cruz.
Una vez más, junto a la lucidez de lo esencial, echamos en falta una Los psicólogos se dedican principalmente a estructurar el deseo; los
fenomenología de la transformación que precise con más rigor los moralistas y espiritualistas, a unificarlo. Con frecuencia, el diálogo
niveles conscientes e inconscientes, los de necesidades psicoafectivas y entre ambos es un diálogo de sordos, porque estos últimos creen que la
los transpsicológicos, los inobjetivables en cuanto estrictamente teolo- persona es voluntad y generosidad y necesita un ideal de vid, mientras
gales y sus repercusiones psicodinámicas, etc. Esta investigación está que aquéllos no se fían de los ideales y fácilmente terminan haciendo
por hacerse. de la vida humana cuestión de equilibrio psicológico y felicidad con-
trolable. Hace falta estructurar y unificar el deseo. La unificación del
deseo significa:

9. Estructurar, unificar, fundamentar • un interés vital que oriente y unifique las energías afectivas en una
dirección;
La dinámica de personalización y conversión no responde a un esque- • experiencias de incondicionalidad que den contenido real al deseo;
ma mecánico; es tan compleja como la persona humana. Pero tampoco • evolución, proceso unitario, que mantiene la identidad de la propia
es algo arbitrario e indiferenciado. Al tratar del equipamiento, las raí- historia;
ces y la dramática existencial, pudimos dar referencias que nos ayudan • que el deseo se haga proyecto, es decir, comprometa la libertad en.
a objetivar el discernimiento, aunque lo esencial escape al conocimien- una decisión práctica.
to científico causal. La dinámica es siempre bipolar:
Aplicado a Dios, unificar el deseo significa:
• Por una parte, es necesidad y deseo. La necesidad significa que la
persona viene de una naturaleza en cierta medida determinada bio- • Dios se hace ideal de vida, capaz de centrar el deseo, suscitando
lógicamente. Por eso tiene ciertas necesidades que han de ser satis- interés vital continuado;
fechas. Unas son biológicas (comer, dormir...); otras son psíquicas • experiencia de Dios como un Tú;
(placer, seguridad;..). El deseo es característica esencial del psi- • percepción afectiva de Dios con carácter absoluto.
quismo humano. Éste, en cuanto emerge de su primariedad bioló-
gica, deja atrás el esquema estímulo-respuesta y se abre, más allá Como se ve, unificar el deseo presupone estructurarlo adecuadamente
de lo inmediato, a la polivalencia de las gratificaciones, al mundo y, sobre todo, vivir un proceso de unificación.
simbólico y de los valores, al amor interpersonal. El deseo es el Por desgracia, casi todos los modelos educativos se quedan en esos
soporte afectivo de la experiencia de Dios. dos momentos: estructurar (equilibrio psicológico, salud psicosomáti-
• Por otra parte, el deseo tiene una estructura, aunque sólo se desa- ca) y unificar el deseo (ideal, valores, experiencia religiosa). Nuestro
rrolla cuando se unifica. modelo de personalización-conversión piensa que es del todo necesa-
El deseo ha de ser estructurado adecuadamente en la infancia y la rio introducir y añadir otro momento: fundamentar el deseo.
adolescencia. A esto nos referíamos cuando hablábamos de un a) Porque el deseo, en la condición real del hombre, es ambivalen-
«buen equipamiento». No es el momento de repetir lo dicho en el te y pecador. No podemos desear nada, ni siquiera lo espiritual, sin
cap. 6. Pero si, por lo que sea, el deseo no está bien estructurado, apropiación. Por eso la purificación del deseo no atañe sólo a lo sensi-
puede impedir el proceso de personalización-conversión o, lo que ble y material, sino también a lo religioso trascendente.
es peor, falsearlo. Muchos problemas de conversión no son de
inmadurez espiritual, sino de mal equipamiento: un inconsciente b) Porque el deseo, cuando se unifica en el Absoluto y está mal
mal integrado pone en peligro la solidez de dicha conversión. En estructurado, se expone a las falsificaciones más burdas. Si el narcisis-
otros casos no hay tal conversión, aunque lo parezca, y por la mo se proyecta en la mística, dará cabida a las mayores aberraciones,
234 PROCESO HUMANO Y GRACIA DÉ DIOS - II: PROCESO

como lo demuestra la historia de la espiritualidad. La atención a la


dinámica del inconsciente es de máxima importancia cuando el deseo 10
se centra en lo trascendente. Por eso se presta a las fantasías megalo- La relación con Dios
maníacas, con sus múltiples y sutiles ramificaciones. El principio de
realidad (del autoconocimiento y del amor al prójimo) es el correctivo
necesario, como lo ha visto toda la tradición.

c) Porque el deseo unificado en Dios puede identificarse con el


ideal del yo y prolongar la adolescencia. Sin crisis de autoimagen, es
decir, sin humildad, no hay conversión adulta.

d) Porque el deseo, a la luz de la Revelación, ha sido llamado a En este capítulo abordamos el núcleo superesencial de la personaliza-
vivir en el Dios más grande que nuestros deseos: la realización del ción-conversión: la relación con Dios. Dado que no podemos tocar
deseo en el Reino, en la Vida Trinitaria. todos los aspectos del proceso de transformación, este tema monográ-
fico nos servirá de paradigma. Daremos primado a la dinámica afecti-
e) Porque el deseo no sabe lo pecador que es hasta que se encuen- va, uno de los principios inspiradores de nuestro modelo antropológi-
tra con el amor crucificado, en que el Hijo ha sido separado del Padre co; presentaremos una visión integral en la que se interrelacionen los
por amor y purificado en la noche de la muerte y del infierno, llevando aspectos psicológicos, socio-culturales, existenciales y religiosos;
sobre sí el pecado del mundo. entremezclaremos la perspectiva diacrónica (pasado y futuro) y la pers-
pectiva sincrónica (diversidad simultánea de niveles de experiencia
dentro de una misma realidad); y daremos por supuestos múltiples
f) Porque Dios no es objeto de deseo, sino don de sí, y por eso es
conocimientos de psicología, antropología y espiritualidad.
deseado con todo el corazón, pero recibido más allá del deseo, en el
acto de fe, esperanza y amor. Sólo el Espíritu Santo en nosotros desea El capítulo pretende tener un cierto aire pastoral, como si fuese un
a Dios como Dios debe ser deseado. ejercicio práctico de acompañamiento espiritual. Enlazando con el
capítulo anterior, piénsese en un chico/a de veinte años al que se le
El deseo, pues, ha de ser fundamentado teologalmente. El deseo plantea su relación con Dios en clave de personalización. En conse-
todavía es carne, en sentido bíblico. Ha de ser transformado espiritual- cuencia, algunos conceptos y términos van a repetirse. De ahí el estilo
mente. Recordemos las reflexiones que en el capítulo 1 hacíamos sobre esquemático y sugerente.
la problemática actual de la espiritualidad cristiana, que viene de la tra-
dición del deseo y que ha de ser replanteada, por una parte, a la luz de
las ciencias del inconsciente y, por otra, a la luz de la espiritualidad
bíblica. Ésta, ciertamente, integra el deseo; pero no fundamenta la espi- 1. Presupuestos
ritualidad en el deseo, sino en la Palabra y en la obediencia de fe. El
movimiento espiritual surge de abajo, del deseo que busca a Dios. Pero La relación con Dios es gracia: «Nadie puede decir 'Jesús es Señor' si
cuando se encuentra con el Dios que desciende de arriba y se oculta en no es en virtud del Espíritu Santo» (1 Cor 12). Pero en la relación con
la humillación, el deseo es puesto en crisis radical y ha de aprender a Dios está la persona entera, con su historia, su contexto socio-cultural,
recibir el don a la medida de Dios. su estructura psicoafectiva, sus experiencias vividas, etc.

Contexto socio-cultural
El modelo clásico de formación da por supuesto, y como pertene-
ciente a su cosmovisión, que Dios es evidente. Pero en nuestra socie-
dad Dios resulta problemático. Hoy, cualquier adolescente de niieslmx

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