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Europa desde el siglo X al XIII: El Santo Imperio Romano-

Germánico
Generalidades: La Europa cristiana medieval estuvo unida por poderosos
vínculos de cultura, creencias y costumbres. Tuvo absoluta unidad religiosa y hasta
lingüística, pues el latín fue durante muchos siglos el idioma hablado por la gente
culta de todos los países y el único usado para la expresión literaria

Después de Carlomagno, el feudalismo fue la expresión más acabada de


ese particularismo. Pero la dispersión feudal tuvo su limitación en la subsistencia de
núcleos políticos mayores que los feudos, los reinos. Estos reinos cristianos de la
Europa feudal fueron el molde donde se gestaron diferencias profundas,
especialmente en idiomas que contribuyeron a dividir cada vez más las poblaciones
de Europa en distintos sectores.

De los estados surgidos del desmembramiento del imperio carolingio, el


reino Germano fue el que tuvo en un comienzo más brillante destino, en el siglo
(962) el rey Otón I el Grande.

Los ducados de Otón I El Grande: Durante la época de anarquía e


invasiones que siguió el tratado de Verdún (843), se desarrolló vigorosamente en
Germania el feudalismo y se organizaron poderosos señoríos. Así se perfilaron
cinco grandes ducados: Suabia y Baviera, al sur: Lorena, al oeste: Franconia, al
centro: y Sajonia, al norte.

A principios del siglo X (911) se extinguió la dinastía carolingia, los duques


eligieron sucesor entre ellos. Otón I el Grande, que gobernó durante un largo
periodo (936-973), el segundo de los reyes sajones. Su constante preocupación
consistió en consolidar su autoridad debilitando el poderío de los fuertes señores
del reino.

En la batalla de Lech (955), cerca de Ausburgo, Otón les infligió tan terrible
derrota que nunca más repitieron sus correrías y se estabilizaron definitivamente en
las llanuras de Hungría.

Penetró en Roma, donde el papa Juan XII lo coronó emperador (962).

El Santo Imperio romano-germánico. La coronación de Otón I resucitó


por segunda vez el imperio romano de occidente.

El Imperio romano-germánico, o Santo Imperio, como se llamó más tarde,


subsistió durante más de ochocientos años y sólo sucumbió en el siglo XIX (1806)
como consecuencia de las guerras napoleónicas.
El Imperio era el estado territorial más grande de Europa, comprendía
Germania, el norte de Italia, ribera izquierda del Rin, el reino de Lotario y Bohemia.

Causas de la debilidad del Imperio: El imperio estaba dividido en grandes


dominios feudales, cuyos dueños defendían energéticamente su libertad de acción
y no estaban dispuestos a convertirse en súbitos sumisos del emperador,

La fuerza de las tendencias feudales obstaculizó, pues, el desarrollo de la


autoridad imperial.

Otro factor de debilidad imperial fue la reunión, bajo un mismo cetro, de


territorios heterogéneos, reacios a la unidad. El caso de Italia difería mucho por raza,
tradición y costumbres de los germanos, y la que los Alpes separaban naturalmente
de Alemania.

Además del particularismo feudal, los emperadores encontraron otra valla a


su poder en el pontificado. A raíz de la restauración del imperio, Otón I afirmó el
derecho de los emperadores a intervenir en la elección de los pontífices, pero tal
faculta desapareció desde que el papa Nicolás II (1056) estableció la elección
pontificia sería privativa del conclave o colegio de cardenales.

Las relaciones entre los emperadores y los pontífices, jefes absolutos de la


Iglesia de occidente, abundaron en conflictos que contribuyeron de modo decisivo
al debilitamiento imperial.

Problemas políticos y territoriales

La debilidad del imperio

La dinastía de Franconia. Enrique IV: Desde su fundación hasta el siglo


VIII, reinaron en el Imperio tres dinastías: la iniciada por Otón el Grande, llamada
Sajonia (902-1024), después la dinastía de Franconia (1024-1125) y finalmente la
de los Hohenstaufen (1137-1250)

La dinastía de Sajona sólo duró dos generaciones después de Otón I. A


principios del siglo XI (1024), alcanzó el trono de la familia ducal de Franconia
durante un siglo la elección imperial recayó en esta familia, a la que pertenecieron
Enrique IV.

Los Hohenstaufen (1137-1250). Pocos años después de la mierte de


Enrique V de Franconia, los príncipes y altos prelados alemanes eligieron
emperador al duque de Suabia, Conrado de Hohenstaufen. Se inició la dinastía de
los Hohenstaufen o Staufen, como también se les llamó, que gobernó el imperio por
más de un siglo (1137-1250).
Los dos emperadores de Federico I, apodado el Barbarroja y su nieto
Federico II.

Federico Barbarroja (1152-1190). Fue una de las figuras más brillantes del
medioevo alemán.

Era un hombre de espíritu cultivado, guerrero valeroso y gobernante sagaz.

La fuerza del feudalismo alemán, que había logrado mantener en jaque


hasta entonces la autoridad imperial, por otro, la oposición de las ciudades
enriquecidas de Italia, que aceptaban sin esfuerzo de dependencia nominal del
Imperio.

Federico I comenzó a imponer la paz y la seguridad en Alemania,


reprimiendo severamente el bandolerismo que asolaba el país y sometiendo a los
díscolos señores feudales del Imperio.

El emperador quedó, pues, con las manos libres para reivindicar la plenidad
de los derechos imperiales sobre el norte de Italia. Esta región disfrutaba de una
real independencia. Allí se habían desarrollado ricas ciudades como Génova,
Florencia, Pisa y en Lombardía, Milán, Cremona, Plasencia, Pavía, Verona,
acostumbradas todas ellas a gobernarse por sí mismas.

Obligación de acatar la autoridad de funcionarios nombrados por el


emperador llamados podestás.

En vano Federico I reiteró los ataques sobre Italia y venció varias veces los
rebeldes. Estos continuaron su resistencia hasta que en el año 1176 el Emperador
fue completamente derrotado en la batalla de Legnario por aquellas milicias
burguesas despreciadas.

De regreso a Germania, tomó cumplida venganza sobre Enrique el León


duque de Baviera y Sajonia, quien había apoyado la causa italiana y contribuido así
la a la derrota de Federico.

Güelfos y gibelinos: La rivalidad de Federico Barbarroja con el duque de


Baviera creó dos partidos: uno favorable a las pretensiones imperiales de Federico
otro enemigo de una fuerte monarquía imperial.

Federico Barbarroja murió en Asia Menor en 1190, cuando se dirigía a


Jerusalén como cruzado para combatir contra los turcos. Pronto su figura renació
en pintorescas leyendas que magnificaron sus hazañas y acentuaron el sentido
heroico de su vida.
Federico II y la caída de Hohenstaufen (1212-1250): Federico II era nieto de
Barbarroja e hijo de la princesa heredera del reino de las Dos Silicias.

Fue un personaje extraño para su época. Era sumamente culto, gustaba de


la literatura y escribió diversos libros, uno de ellos sobre cetrería.

En el año 1212, Federico fue elegido emperador, y en consecuencia sumó


el Imperio a sus territorios del sur de Italia. En sus manos estuvo, pues, como en las
de ningunos de sus antecesores, la posibilidad de unir Italia con Germania.

El gran interregno alemán (1250-1273). La caída de los Staufen señaló el


fracaso de la idea imperial que alcanzara su apogeo con Federico Barbarroja.

La separación de Italia y Alemania quedó entonces consumada y no solo


los emperadores tuvieron que renunciar a su sueño de dominación más allá de los
Alpes, sino que su propia autoridad en Alemania quedó singularmente debilitada.
En efecto, bajo su autoridad puramente nominal, Germania se convirtió en una
abigarrada amalgama de más de trescientos núcleos políticos autónomos, ducados,
marquesados, ciudades libres e incluso reinos, como el de Bohemia.

Con la muerte de Federico II se inició un periodo de veintitrés años de


anarquía (1250-1273) llamado gran interregno, porque durante él no hubo en
realidad emperadores.

Organización política y social del imperio

El emperador. La pretensión de los emperadores alemanes fue implantar


su autoridad en toda la extensión del Imperio, pero lejos de lograrlo quedaron
totalmente debilitados. Los emperadores ni siquiera lograron la transmisión del título
imperial por herencia. Como los príncipes los debían elegir, se hacían pagar los
votos con nuevos privilegios, o en cuantiosas sumas de dinero.

En teoría, los emperadores disfrutaban de la suprema autoridad, pero


realmente solo mandaban en los territorios que les pertenecía en su calidad de
príncipes. Por esto, procuraban, como lo hiciera con éxito Rodolfo de Habsburgo,
acrecentar en lo posible estos territorios.

Los príncipes. El feudalismo alemán. El imperio estaba constituido, como


se dijo, por una gran cantidad de pequeños estados.

Estos estados imperiales diferían, por supuesto, en importancia, extensión


territorial y régimen de gobierno. Algunos tenían a su frente príncipes, duques,
condes o margrave; otros eran verdaderos reinos como Bohemia (único estado no
germánico que integraba el Imperio); algunas verdaderas repúblicas como las
ciudades de la Hansa teutónica, cuya importancia mercantil ya se ha señalado, y
que alcanzaron estupendo florecimiento económico.

Los señoríos de mayor jerarquía eran cuyos gobernantes dependían directa


e indirectamente del emperador y que por esto eran considerados los príncipes, es
decir, los primeros o principales el Imperio.

Los señores feudales alemanes, seguros de su fuerza, no aceptaban más


ley que su capricho y vivían entregados a la guerra o a la rapiña, manteniendo al
país en una situación de violencia o anarquía.

La expansión feudal hacia el este. La historia de la frustrada política imperial


de dominación italiana y de creación de un fuerte estado disimula, a veces, la
importancia de un movimiento de expansión que los señores feudales germanos
realizaron con éxito en los siglos XII y XIII.

Los caballeros teutónicos combatieron a los eslavos, bárbaros y paganos,


cristianizándolos y germanizándolos. Hicieron de Prusia el bastión más avanzado
de Germania en el este, y desde allí extendieron su dominio sobre los territorios que
hoy corresponde a Estonia y Letonia.

Las clases sociales. El clero. La cultura. Las clases sociales en Alemania


feudal eran como en los otros países del occidente europeo la nobleza, el clero, la
burguesía y los campesinos.

La nobleza germánica, como ya se ha dicho, adquirió gran poder debido al


debilitamiento imperial, y así el feudalismo adquirió en Alemania un extraordinario
vigor en el siglo XIII, mientras en otros países los retes comenzaban a debilitarlo
afianzando su autoridad a expensas de la de los señores.

Tan poderoso como el feudalismo, perturbaron la tranquilidad del país y


perjudicaron a las clases campesinas, agobiadas por las cargas señoriales y
amenazadas constantemente por la codicia rapaz de los señores.

La clase burguesa, en cambio, tuvo en Alemania una situación próspera y


brillante, favorecida por el enriquecimiento y las libertades de las ciudades
imperiales, algunas de las cuales, como las que formaron la Hansa teutónica
adquirieron un poder extraordinario.

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