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En este libro el autor plasma varias teorías con el fin de explicar porque la República

Argentina va en vías de subdesarrollo, exponiendo la visibilidad de la tendencia de la


sociedad argentina hacia la ilegalidad y la vinculación entre anómia, inobservancia e
ineficiencia de las normas como causales de este subdesarrollo. En su guía cronológica
explica como desde el principio y a lo largo de toda la historia argentina siempre se tendió al
desconocimiento y no acatamiento de la ley tanto por parte de las autoridades y los miembros
de la sociedad fundándose en la desconfianza y casi inexistente fe hacia el sistema
democrático.

Comienza exponiendo que la capacidad de satisfacer las expectativas de los miembros de la


sociedad no depende siempre de las condiciones físicas y la riqueza natural del país, sino de
factores internos de la misma.

Por lo cual da distintas teorías para justificar el decrecimiento económico-social del país. Una
de ellas esta basada en la posición periférica del Estado Argentino en la economía mundial,
sosteniendo que tiene un papel fijo como proveedor de materias primas con una falta de
capitales para competir en la índole industrial en los mercados internaciones, posibilitando el
ingreso al país de capitales extranjeros.

Sobre esto el autor Carlos Waisman expone que esta dinámica económica y social no puede
explicar el subdesarrollo argentino, ya que sociedades similarmente situadas al comienzo del
siglo, como Canadá o Australia, tuvieron una muy diferente evolución económica y política.

Otra teoría de justificación es la de las causas políticas relacionadas con la inestabilidad de la


democracia y la sobrecarga del sistema de justicia provocado por la excesiva cantidad de
demandas. El autor Waisman sobre esto expone que dicha sobrecarga se produjo después del
comienzo de la reversión del país, tampoco supone que se deba a la falta de partidos de masas
de derecha que articularan los intereses de las elites económicas. La inexistencia de estos
partidos se debe a la conformación de la Unión Cívica Radical la cual no presentaba ningún
desafío a los intereses agrarios de las elites, las cuales manipulaban al sistema político
fácilmente.

La teoría cultural es bien expuesta por el autor Tocqueville quien dice que los pueblos
sudamericanos cuentan con abundantes y extensas tierras, pero sin embargo no pueden
establecer democracias ni generar recursos para llegar al bienestar de sus habitantes debido a
sus costumbres y a su estado moral e intelectual. Por otro lado Lipset expone que en
Latinoamérica las personas son tratadas teniendo más en cuenta sus círculos personales y
familiares que sus verdaderas cualidades, realizando una discriminación por razones de
ascendencia social, raza, religión, fortuna y género.

Estas características expuestas no son propicias para promover la productividad ya que no se


estimula el éxito a través del esfuerzo individual, dando una valoración mayor a lo que uno es
en contraste con lo que uno hace.

La explicación de Carlos Waisman sobre las causas de la reversión del desarrollo económico y
político toma en cuenta la combinación de dos grandes factores. En primer lugar la
inexistencia de una gran reserva de mano de obra y en segundo la considerable concentración
de la propiedad agraria.

Si la reserva de mano de obra hubiera sido como la de los demás países latinos el movimiento
obrero nacional no habría constituido una fuerza política independiente y se habría generado
una alianza entre sectores agrarios e industriales.

Si la estructura de tenencia de la propiedad agraria hubiera sido como los países nuevos, estos
intereses hubieran sido más débiles y no se habrían dado situaciones políticas asociadas a la
inestabilidad, dando la necesidad de exportar para capitalizar la industria.

Las políticas de autonomía adoptadas por el peronismo luego de la depresión, hicieron que
impulsaran la política proteccionista y corporativista sobre la base del miedo a una inminente
revolución social, con temor a una apertura económica, donde la clase obrera se impusiera
con una guerra civil y que el comunismo brote en el país.

La forma “Hiperpresidencialista” del gobierno Argentino dio un impacto a la inestabilidad


política asociada con la reversión del desarrollo. Es decir, que la autonomía del Estado, que
implicaba la prevalencia del presidente y del grupo que lo redeaba en el diseño de las políticas
estatales, se hacia posible gracias a las facultades que en nuestro sistema acumula el
presidente de la Nación. Waisman expone que un sistema parlamentario hubiera garantizado
una estabilidad del sistema democrático al permitir una mayor fluidez, en la formación de los
gobiernos y mayores acuerdos interpartidarios para poder representar los intereses afectados.

El fenómeno de la reversión del desarrollo argentino reconoce una pluralidad de factores


causales que están relaciones y por tanto se refuerzan unos a otros.
La tendencia general a la ilegalidad y a la anómia es bastante difícil de percibir, se deben tener
presente la forma en que se violaron masivamente los derechos humanos en la década de los
70 a través de un terrorismo de estado.

La evasión tributaria en la Argentina está entre las más elevadas del mundo, la conocida
corrupción de los funcionarios públicos ya es una costumbre en las distintas actividades que
son cosas de todos los días.

Las comunes situaciones de ilegalidad no las solemos asociar con la reversión de nuestro
desarrollo económico y político, sin embargo muchos de los factores de la involución del
desarrollo argentino están íntimamente asociados a situaciones de ilegalidad. El
corporativismo ha implicado una manipulación de normas jurídicas para dar una
representación privilegiada a ciertos agentes sindicales, estas implican presiones y beneficios
para controlar las demandas de la clase obrera fundadas en la legalidad vigente.

El factor anómico opera por sí mismo en la generación de niveles bajos de productividad o


eficiencia en la sociedad argentina, lo que puede combinarse con otros factores que pueden o
no haberse potenciado para determinar la involución del desarrollo.

No parece claro que la anomia sea solamente la inobservancia de normas morales, jurídicas,
religiosas y sociales. Una sociedad no es más anómica que otra por el hecho de que se
observen menos normas, ya que hay muchas satisfactoriamente ordenadas en las que están
regulados menos comportamientos sin que pasen a ser más anómicas.

La respuesta a esto es el hecho que existen varios tipos de ilegalidad, uno es la mera
desviación individual que ocurre cuando los individuos encuentran conveniente para sus
beneficios e intereses la inobservancia de la ley. Otro tipo se desarrolla cuando un conflicto
social lleva a un sector determinado de la sociedad a desconocer la legitimidad de la autoridad
que dicta las leyes en cuestión.

El creador del término Anomia fue Emile Durkheim, el cual sostenía que la división del
trabajo funcionaria solamente si fuera sometida a ciertas reglas de carácter obligatorio. En el
caso de incumplimiento se generaría un estado de anomia morboso fuente de conflictos y
desordenes.
La anomia boba y su relación con la ineficiencia se ejemplifica con fenómeno del tránsito en
las calles argentinas, el cual tiene las características de ser anómico y caótico debido a que no
cumplimos con las normas mínimas necesarias para manejarnos de una forma segura y rápida.

Sin embargo no en toda situación que alguien requiera que se cumpla con una norma para
satisfacer su interés particular estamos frente a un caso de anomia. Un ejemplo de esto es el
satisfacer el interés de “pedro” de viajar por África, en el cual todos los miembros de la
sociedad deben adoptar la norma de contribuir con el precio del pasaje para su cumpleaños, la
inobservancia de una norma de este tipo no crea un medio anómico.

En el caso de las acciones colectivas, estas pasan a ser anómicas en el sentido de ilegalidad
“boba” si son menos eficientes que cualquier otra que se podría dar en la misma situación
colectiva.

Las normas jurídicas que forman el sustento legal deben ser de índole general dirigido a todo
los sujetos que integran la sociedad, debiendose poder aplicar a todos sin hacer diferencias
que no estén justificadas.

Deben tener la características de ser irretroactivas, estables, publicas, evitándose la vaguedad


y las lagunas de derecho.

Los comportamientos contrarios a las normas pueden ser de distintas clases. La conformidad
que consiste en aceptar unos y otros; la innovación que consiste en aceptar los fines pero no
las normas; el ritualismo que consiste en aceptar las normas pero no las metas culturales; el
retraimiento que consiste en no aceptar ni las metas ni las normas y por último la rebelión que
consiste en repudiar metas, normas y proponer su reemplazo con otras.

De esto surgen 4 situaciones:

El primero es el comportamiento que se define “normativamente leal” que consiste en


observar las normas en persecución de los fines normados en la interpretación y aplicación de
estas. En toda persona razonable hay un cierto balance que debe hacerse entre los fines
normados y los fines normativos, justificándose en ciertas situaciones en el que el sentido que
alude la norma es contrario al apuntado a resolverse por esta.

El segundo surge en casos de deslealtad con una norma en el momento que el agente adhiere a
los fines normativos, pero pretende satisfacerlos a través de otra conducta diferente a la
prescripta por la norma, es generalmente utilizado en las actitudes finalistas.
El tercero se da cuando se realiza la conducta prescripta por la norma, pero se desconocen los
fines normativos, estos son los casos más comunes en la anomia “boba”. Uno de estos es el
comportamiento ritualista en el que se observa la norma ignorando los objetivos para los que
fue creada.

El cuarto es el comportamiento chicanero el que se aprovecha de los intersticios de las normas


para satisfacer otros fines normados.

La ilegalidad masiva no consiste solo en un comportamiento externo hacia las normas sino en
una actividad hacia ellas, es la fusión de acciones externas de inobservancia normativa
generalizada o recurrente con ignorancia de los fines que las normas persiguen. Por lo cual la
falta de realización de la conducta prescripta con adhesión a los fines normativos es lo que
genera la ineficiencia que constituye la situación de anomia “boba”.

Si se plantea la anomia en la historia de la vida institucional de la Argentina se pueden


destacar varios rasgos, uno de ellos de gran importancia fue la influencia del contrabando en
el crecimiento de Buenos Aires con el cual se quebró el monopolio de comercio con España.

Por el contrabando, desde el alto empleado hasta el esclavo vivían en una atmosfera de
mentiras, fraudes y cohechos, los habitantes comenzaron a educarse con un sentimiento de
desprecio hacia la ley y la justicia.

Otro rasgo en la vida colonial de la América Española consistía en la franqueza con que la ley
impuesta por las autoridades de la metrópolis era violada por los funcionarios locales.

Si comparamos esta situación con los Estados Unidos, su independencia fue 11 años después
de la sanción de su Constitución, que solo fue quebrada cuando estalló la guerra civil
provocada por la esclavitud. Mientras que en la Argentina la guerra civil irrumpió casi
inmediatamente después de la declaración de la independencia, y la Constitución se dictó
medio siglo después de nuestra independencia.

Se perdió medio siglo para institucionalizar, integrar y desarrollar el país, medio siglo en el
cual se produjeron desmembraciones para todos con una anarquía violenta y una dictadura
retrógrada y sanguinaria.

Se puede ver que la importancia de las normas jurídicas y su observancia o inobservancia es


un factor contribuyente a la evolución económica y social del país.
Una vez que se estableció un marco jurídico estable se desencadeno un proceso que llevó a un
enorme crecimiento social y económico del país. Mientras crecía ese progreso se desenvolvía
un conflicto entre la elite política gobernante y los nuevos grupos sociales, primero
provenientes fundamentalmente de la inmigración externa y más tarde de la interna.

Los poderosos intereses que empezaban a esconderse detrás del gobierno presionaban por
oponerse a una mayor expansión del sufragio, el régimen fue acrecentando tanto su déficit
social como el democrático implicando fraudes electorales que ponían de manifiesto la falta
de respeto por la ley en nuestras prácticas políticas.

Los intereses dominantes eran mucho más fuertes que el espíritu de legalidad, frente a la
imposibilidad de que ciertos representantes accedieran al poder por vías constitucionales se
fueron rompiendo cauces para obtener ese acceso.

El hecho más desgraciado de nuestra evolución Constitucional es la acordada de la Corte


Suprema de Justicia de la Nación en la que reconoció a las autoridades surgidas en el golpe de
Estado del año 1930, justificando que el gobierno se encuentra en posesión de la fuerza
necesaria para asegurar la paz y el orden del país y por consiguiente la libertad, la vida y la
propiedad de las personas.

La llamada década infame debilito críticamente el estado de derecho tomando medidas


represivas sobre todo contra grupos de izquierda. Se vivió en un clima ideológico fundado en
presiones resistidas por los gobiernos fraudulentos para aliarse con el eje nazifascista llevo
finalmente a la revolución de 1943 encabezada por Juan Perón.

La experiencia justicialista hace pensar que la justicia social es incompatible con valores
relacionados respecto a la legalidad y al estado de derecho como la libertad de expresión, el
respeto de la división de poderes y los eficaces procedimientos electorales.

Con el proceso de reorganización nacional la ajuricidad llego a su apogeo con un genocidio


sin precedentes en el continente y con pocos en el mundo, el poder Judicial fue impotente y la
Corte Suprema convalido el esquema de sometimiento de civiles a tribunales militares y se
rechazaron todos los habeas corpus presentados por las familias de las víctimas.

Luego en el gobierno del presidente Carlos Menem se perdonaron los responsables del
terrorismo de estado y subversión de la década del 70, se produce un aumento de las
denuncias sobre hechos de corrupción en que estarían involucrados funcionarios públicos.
Los poderes del Estado no gozan de una legitimidad subjetiva apreciable, el congreso de la
Nación es visto actualmente como un órgano moroso e ineficiente, que se reúne cada tanto y
se mantiene ocupado la mayoría del tiempo pensando en el aumento del salario de sus
miembros.

Desde el año 1983 se puede diferenciar un avance en la consolidación de la legalidad y del


estado de derecho, el progreso no ha seguido el mismo ritmo, tampoco ha sido lineal. Después
del resumen histórico dado podemos darnos cuenta que no hay garantías absolutas de que los
habitantes de este país nos hayamos librado de la tendencia autodestructiva de la ajuricidad
que nos tiene atrapados desde el comienzo de nuestra vida como nación y estado
independiente.

A partir del proceso de democratización del año 1983 se advierte un crecimiento del Poder
Ejecutivo en desmedro de los demás poderes del Estado y de las provincias que fue
debilitando el conjunto de las instituciones democráticas y creando enormes espacios que
fueron llenados por poderes corporativos. Esta corporativización del Estado está acompañado
por un sistema de inmunidades que protegían su actuación creándoles un status especial de
privilegios. La misma Iglesia Católica goza de un status especial, concedido por la misma
Constitución al establecer la obligación de sostener el culto católico.

Estos rasgos del sistema institucional argentino están vinculados a la persistente y constante
anomia de nuestra vida pública. Muchos de los poderes que adquirió el presidente en
beneficio de grupos corporativos, resultan violaciones de prescripciones constitucionales
como los indultos y decretos de necesidad y urgencia.

Hoy en día se siguen persistiendo en sectores de gran importancia de la sociedad actitudes


finalistas, que llevan a justificar la violación de normas y a interpretarlas con absoluta
prescindencia de los fines que ellas procuran satisfacer.

La anomia en la vida económica argentina se puede representar a través de una formula en el


que el costo de no cumplir con la ley es inferior a los beneficios esperados a partir de ese
incumplimiento. El costo de cumplir con la ley es extremadamente alto debido a los trámites
engorrosos y las trabas burocráticas, al contrario, el costo de no cumplirla es bajo debido a la
ineficacia por corrupción del sistema de sanciones previstas.

Es una visión muy errada el ver a la ilegalidad como un fenómeno positivo y la desregulación
como un bien en si mismo, es cierto que hay muchas regulaciones que son injustas e
ineficientes, que imponen cargas y restricciones sobre personas que no tienen ninguna
obligación de sufrirlas. Y la constante presión de contentar a los funcionarios mediante
favores económicos para aceitar estos mecanismos engorrosos.

Esta desregulación indiscriminada es un componente más del cuadro de anomia que sufren
gran parte de las sociedades latinoamericanas, la solución no consiste en tener menos
regulaciones sino en tener regulaciones apropiadas para cumplirlas y hacerlas cumplir.

El problema de evasión fiscal de nuestro país tiene distintos tipos de causas, entre las
económicas pueden recatarse la actual inflación, la acumulación de impuestos, la falta de
claridad de las leyes impositivas, el incumplimiento de las obligaciones fiscales.

Una mirada política del problema pueden relacionarla con la falta de adhesión de la población
al destino que se le va a dar a la recaudación, siempre apuntando que se utilizaran para fines
beneficios solo para las autoridades y funcionarios de turno. Desde la perspectiva cultural
siempre se dijo la falta de reproche moral a los evasores, queda todo dicho con el clásicos
dichos “si ellos no pagan, para que tengo que pagar yo”, “que hacen con mi dinero”, “todos
evaden los impuestos, que les reclamen a los demás antes que a mi”

Gran parte de la doctrina opina que la alta evasión impositiva se debe a la falta de controles
punitivos por las autoridades recaudadoras, por la misma justicia y la falta de adhesión moral
a las obligaciones de los fiscales.

La corporativización en la economía crea grupos de interés que llegan a constituir verdaderos


puntos de poder y privilegio dentro del aparato estatal argentino el cual es prácticamente
desplazado por las acciones y decisiones de estas corporaciones. El hecho de que nuestro
estado sea dueño de una gran cantidad de empresas no le concede poder, al contrario, el
control del estado frente a estas áreas por medio de subsidios reduce su propia capacidad de
maniobra.

Un estado de derecho penetrado por este corporativismo genera situaciones de ilegalidad


producidas por el incumplimiento de las prescripciones jurídicas, y se alimenta del ejercicio
de permanentes presiones sobre el poder público, provocando excepciones y se impongan
limitaciones explicitas a su cumplimiento.

Otro fenómeno que afecta en nivel masivo a nuestra sociedad es el de la corrupción, el


doctrinario Carl Friedrich sostiene, que aquel que tiene una posición de poder está encargado
de hacer determinadas cosas, o sea un funcionario responsable, es inducido por incentivos
monetarios o de otro carácter, a beneficiar quien ofrece los incentivos y causa, por lo tanto
daño al público y sus intereses.

Bayley menciona efectos positivos de la corrupción como la posibilidad de neutralizar


decisiones políticas que pueden ser incorrectas, la superación de las trabas burocráticas los
bajos costos cuando el cumplimiento de las normas implica una mayor pérdida de beneficios.
Sin embargo también percibe las naturales desventajas de esta, como la fuga de capitales, el
descontento social, la reducción de la capacidad administrativa y la perdida de legitimidad.
Según este autor, las desventajas superan a las ventajas cuando la corrupción pasa de cierto
grado de controlabilidad, sobre todo cuando abarca principalmente a los niveles superiores de
gobierno.

La realidad es que la actitud de interpelar al corrupto y reprocharle moralmente su


comportamiento suele ser considerada una conducta más bien bochornosa de mal compañero.
También está reprimida por el miedo a las represalias que puede provocar una simple
denuncia. La arbitrariedad de los que ejercen el poder crea un sentimiento de temor en el que
nadie puede sentirse seguro de hacer lo correcto.

La organización de la administración pública parece favorecer a la corrupción, ya que está


conformada por una burocracia funcional a las prácticas de corrupción de los mismos
funcionarios que inciden en aquella conformación.

Los argentinos no solo somos agentes de la anomia, sino también sus víctimas. La falta de
confianza general sobre la lealtad de los demás, la imposibilidad de encarar empresas
colectivas por falta de garantía de cooperación, todo ello provoca perturbaciones mentales que
dan como resultado la faz anomica de la sociedad argentina.

De lo expuesto podría surgir la siguiente pregunta: ¿Hay funcionarios que no estarían


dispuestos a corromperse?

El autor responde que la corrupción de un funcionario, cualquiera sea la función de este crea
un efecto domino que induce a los demás a corromperse, pero sin embargo podría darse el
caso de que funcionarios no lleguen a corromperse, por un casi inexistente espíritu altruista o
por una razón mucho más casual, el miedo a recibir sanciones.
La relación entre contribuyentes y las autoridades produce una dinámica en la cual el
incumplimiento de pagar los impuestos por parte de los primeros dan como consecuencia el
aumento de los estos por parte de los segundos, que produce una nueva evasión de los
impuestos que se responde con otro aumentos, creando asi un circulo interminable en que no
hay beneficiarios sino perjudicados.

En el plano individual se crea un desconcierto al notar, que las personas actúan


conscientemente en contra a los intereses que dicen tener. Mientras que en el plano colectivo,
un grupo social que adopta formas de interacción que conducen a la frustración de los
intereses de todos o casi todos constituyen la situación de la anomia boba y algunos de esos
interés resultan frustrados, porque fines que defienden los opuestos son más fuertes o que una
sociedad no cuenta con recursos materiales suficientes para satisfacer todas las preferencias.

Las normas pueden superar estos problemas de cooperación debido a que ellas pueden
modificar las preferencias de estos individuos o grupos y asegurarles legitimas expectativas
frente a los problemas generales de coordinación, estas normas para un mejor funcionamiento
deberán estar respaldadas por un sistema de sanciones y apremios corroborando que los
individuos no obtendrán un mayor beneficio realizando conductas alternativas inobservando
la norma creada al caso.

El autor Jon Elster denomina pensamiento mágico al razonamiento el cual si nosotros


hacemos lo que sería correcto, si todos hicieran lo propio, los demás harán efectivamente lo
mismo y provocaría un comportamiento generalizado, llegando a la conclusión de que
nosotros mismos tenemos la llave para provocar acciones o reacciones que generan prácticas
sociales valiosas, aun cuando no se satisfaga plenamente el fin ideal.

La posible solución para neutralizar la anomia institucional impregnada en la vida social


argentina es dar una absoluta prioridad al funcionamiento del poder judicial. Los magistrados
deberían ser los árbitros que custodien el cumplimiento de las reglas por parte de los actores
sociales, desde las normas constitucionales hasta las normas de aseo urbano. Estos solo
podrán cumplir este rol si no están ellos mismos afectados por grados considerables de
anomia y deberán evitar las actitudes finalistas como las formalistas ante las normas. Estas
suelen subyacer a buena parte de la anomia “boba” para adoptar en cambio actitudes de
lealtad normativa para interpretar las obligaciones que resultan de las normas a la luz de los
fines que determinaron su sanción.

Debe haber una garantía de independencia de los jueces respecto de los poderes políticos y los
grupos de presión. Debería modificarse el régimen de designación actual por uno con origen
parlamentario, exigiendo una mayoría calificada para proceder a su designación. El
procedimiento de remoción también debería ser modificado ya que el instituto del juicio
político resulta de muy difícil empleo y se presta a diferentes manejos políticos sucios.

Una condición importante para la superación de la anomia es la previsibilidad de las


decisiones judiciales, requiriendo la unificación de la jurisprudencia. El ministerio público es
un órgano esencial para la preservación de la legalidad en la vida social, gran parte del
proceder anómico procede de las mismas autoridades administrativas.

La designación del Procurador General de la Nación debería ser por mayorías calificadas en
las cámaras del congreso y no por nombramiento del Poder Ejecutivo.

La participación popular en el sistema judicial seria un aporte valioso que podría aminorar el
sentimiento de alineación respecto del poder, el cual es una de las causas de anomia.

La anomia institucional no debería justificarse solamente por intereses descomedidos de los


sectores de poder, sino también a la falta de cultura política democrática, a las actitudes
autoritarias de los gobernantes y a los actores políticos que se encuentran encerrados, por
estructuras de interacción que generan dinámicas de comportamiento, que conducen a la
frustración de sus propios intereses.

La rigidez del sistema hace que las inmensas facultades de gobierno no cuenten con el
necesario consenso para ejercerse con efectividad.

El hiperpresidencialismo como ya se dijo implica que el poder político se concentre en un


cargo unipersonal, involucra una estructura de interacción constante en el que uno de los
partidos opositores podría adoptar cursos de acción que permitan superar una grave crisis para
las instituciones democráticas, obteniendo así la renuncia y el juicio político del presidente,
pero prefiere que los costos de superar la crisis los cargue totalmente el partido oficialista. Si
esta misma actitud es tomada por los demás partido es posible que la crisis termine arrasando
con las instituciones democráticas en perjuicio de todos los partidos.
La falta de coincidencia entre la formación del gobierno y el consenso popular afecta la
legitimidad subjetiva de las medidas que se adoptan y de las normas que se dictan, en forma
directa o a través de la pérdida de eficacia que conduce a deteriorar las actitudes de lealtad
normativa. La solución sería despersonalizar el poder, atenuar la confrontación de actores
políticos y permitir la formación de un gobierno mucho más sensible a las variaciones del
consenso social.

Una mayor parlamentarizacion del sistema político implicaría mayores incentivos para la
cooperación entre los poderes del estado y los partidos políticos, lo que produce la remoción
de algunas de las causales de anomia institucional. Debería establecerse un procedimiento
expeditivo para la sanción de leyes de necesidad y urgencia, de modo que el Poder Ejecutivo
no tenga pretexto para hacerlo por su cuenta.

Las actitudes de deslealtad están vinculadas a la apropiación del cargo para provecho propio,
este no siempre está vinculado a un fin económico, sino que en ciertas ocasiones consiste
simplemente, en la sensación de poder que da el sujetar a sus decisiones arbitrarias, la suerte
de los pobres administrados. Ciertamente la anomia burocrática alimenta también a la anomia
social, al hacer perder al estado eficacia en su tarea de hacer cumplir las normas que él mismo
genera.

El problema de la tendencia a la ilegalidad por parte de la sociedad argentina parece llegar a


la conclusión de que la única solución sería un masivo aumento de las penas, pero esto estaría
injustificado ya que el índice de sentencias condenatorias es tan bajo que aunque fomentaran
las elevaciones de las penas no afectarían el índice de riesgo por la poca probabilidad de que
la pena se aplique. Es muy conocido hoy en día la frase “el delincuente entra por una puerta y
sale por la otra” debido a la poca fe en el sistema de política criminal que tiene el país.
Muchas veces los jueces no tienen más remedio que excarcelar a un imputado joven de bajos
recursos, por un tipo de delito como hurto, debido a que encarcelarlo varios años esperando a
ser juzgado traería aparejado muchos más problemas en la posible reinserción de este joven
en la comunidad.

Quizás una solución sea decidir la concentración de los recursos, que ya de por si son escasos
en la persecución de aquellos delitos cuya necesidad de prevención sea más urgente,
renunciando al ejercicio de la acción en otros casos en que se considere que las necesidades
preventivas están suficientemente cubiertas.
Se podría realizar un control de la anomia a través de la indemnización de los daños y
perjuicios, esta no tendría un motivo de prevención sino que tendría la función de poner a la
víctima en la misma situación, que en la que se encontraba anteriormente a sufrir el gravamen.

El mecanismo de responsabilidad civil cuenta con la gran desventaja de su demora, de su


carácter netamente burocrático en sus trámites, la falta de transparencia, su ausencia de
oralidad y publicidad, las incertidumbres de resultados y sobre todo las sospechas de
corrupción.

Un medio fundamental de promover la observancia no solo de las normas jurídicas sino de


convenciones, normas sociales y morales, es la creación de un proceso educativo que impulse
la autonomía personal de los individuos, expandiendo al máximo posible su capacidad para
elegir libremente y materializar sus planes de vida e ideales del bien personal.

Una sociedad bien ordenada según Adam Smith es la que logra que los intereses egoístas y las
pasiones de la gente se equilibren de tal modo de que las acciones sobre la base de ellos
produzcan resultados socialmente beneficios

Es inevitable recurrir al proceso educativo para promover virtudes no por el valor intrínseco
que pueden dar a la vida y carácter de los individuos, sino por su valor instrumental para
lograr la observancia de normas públicas, que permiten a los individuos elegir su propio ideal
de virtud personal.

No puede lograrse una democracia funcional, si no se observan las normas que surgen del
-proceso de deliberación y decisiones colectivas. La anomia es profundamente
antidemocrática, esto implica imponer a los demás los efectos de acciones avaladas por
normas que surgen de la reflexión individual y no de la deliberación colectiva.

La sociedad argentina llega a unos niveles de anomia tan profundos que ponen en riesgo toda
la perspectiva de desarrollo sostenido y de consolidación democrática.

Si la mayoría de los sujetos que tienen el poder directo de decisión adoptaran cursos de acción
habría una mínima probabilidad de atenuar la anomia existente en la actualidad.

No hay un sujeto colectivo con una mente colectiva, hay millones de individuos que solo
pueden actuar en cierta dirección socialmente beneficiosa si cooperan entre ellos, por lo cual
es necesario la observancia de las normas.
El fenómeno de la anomia en una sociedad como la argentina tiende a ser agudamente
deprimente. Una dinámica de interacción autofrustrante se podría superar alcanzándose
formas de cooperación, y estableciendo normas jurídicas que modificaran las preferencias y
expectativas de los participantes.

Un claro proceso social puede ponerse en movimiento con la fluida cooperación de los
individuos, con una considerable economía en actitudes preexistentes que están dirigidas a
lograr un consenso sobre la aceptación de normas morales y a tener cierta confiabilidad de
que esas normas adoptadas son correctas

La anomia que marca nuestra vida social, da una explicación de nuestro subdesarrollo,
mostrando una constante deficiencia en la materialización de la democracia. En la actualidad
las cuestiones que afectan los intereses de un conjunto de individuos son resueltas por
decisiones aisladas de algunos de los individuos de ese conjunto, sin que se dé el debido peso
a la opinión de los restantes individuos afectados.

La única esperanza es superar esta tendencia de la ajuricidad mediante el proceso de


deliberación pública en conjunto con la consolidación de la democracia. De impulsar una
cooperación socialmente beneficiosa y de lograr una adopción de normas que permitan esa
cooperación. Se deberá ampliar el debate público, hacerse más racional el proceso de
justificación y dar más oportunidades de participación en las decisiones a los miembros de la
comunidad.

Se deberá volver a tener fe y a creer en nuestro sistema judicial, a la transparencia de la


división de poderes, a lograr una descentralización de la figura hiperpresidencialista, a la sana
competencia sin distinción de raza, color, sexo y círculo personal que nos rodea. Todo esto
complementado contantemente con un sistema efectivo de educación y prevención, que
brinde el apoyo necesario a todos los sectores que forman la sociedad actual argentina, para
hacerle frente a nuestro constante subdesarrollo.

Cincuenta cosas que hay que saber sobre ética:

Capítulo 14: Deberes prima facie

Nuestras vidas están llenas de compromiso moral y dilemas, vivimos frente a afirmaciones
que compiten y entran en conflicto, arrastrándonos en direcciones diferentes.
El concepto de Ross sobre el deber ajustar cómodamente al sentido común, lo que refleja la
perenne lucha humana por determinar lo que es correcto en una situación concreta y la
posibilidad de hacerlo.

Reconoce que tenemos muchas obligaciones morales y que a menudo unas entran en conflicto
con otras. Al considerar como deberíamos actuar, nuestra tarea como agentes morales consiste
en sopesar las diversas afirmaciones en conflicto y llegar a una decisión que sea correcta
dadas las circunstancias. Denomina a este tipo de obligaciones prima facie, que significa “a
primera vista”, no por que no sean obligaciones genuinas, sino porque pueden pasarse por alto
y tal vez tengan que ceder ante otras obligaciones que prevalezcan en una situación particular.

Ross enumera siete tipos de obligaciones, en una lista de carácter enunciativo, dejando la
posibilidad de agregar nuevos tipos.

a) Fidelidad: la obligación de ser honesto.

b) Reparación: la obligación de compensar por un acto erróneo previo.

c) Gratitud: la obligación de reconocer los servicios prestados por otros.

d) Justicia: la obligación de ser justos.

e) Beneficencia: la obligación de ayudar a otros menos afortunados

f) Autosuperación: la obligación de mejorar la propia virtud, inteligencia

g) La no maleficencia: la obligación de no dañar a otros.

Las convicciones de las personas consideradas y bien educadas proporcionan los datos para la
ética, las obligaciones prima facie son evidentes por sí mismas, al menos para las personas
que reflexionan con claridad y calma, con mentes no deformadas por el propio interés o por
una mala educación moral. Las verdades obligaciones morales no requieren ni admiten
pruebas más allá de sí mismas.

El problema de no admitir prueba es que no se puede demostrar si son correctas o erróneas. El


relato que plantea Ross de deliberación moral no tiene una fundamentación con la suficiente
confianza para dejar asentado que se encuentra en bases fijas y seguras. Visto desde la
sociedad argentina no todas las obligaciones morales son iguales para todos, ya que se tiene
una visión subjetiva en el cual cada uno hace una valoración de lo que le parece justo y lo que
merece ser respetado, siempre pensando en sus prioridades particulares.

Capítulo 16. Acciones y Omisiones.

Hay una diferencia moral importante entre dejar hacer algo y permitir que algo ocurra para un
propósito similar.

El absolutista abraza la idea del doble efecto, propone que asumir muertes inocentes como un
efecto colateral involuntario no está prohibido del mismo modo que un asesinato intencional.

La autora Philippa Foot cree que los deberes entran en conflicto, cuando chocan unos contra
otros para alcanzar juicios morales. Todo el mundo tiene un derecho positivo (débil) a
beneficiarse de un derecho negativo (fuerte) a no sufrir daño. Hacer daño consiste en violar el
derecho negativo a no ser dañado, mientras que permitir el daño consiste en violar el derecho
positivo de alguien a beneficiarse.

Esta autora plantea dos situaciones médicas en las que los deberes negativos y positivos
entran en conflicto.

Que pasaría si hubiera una dosis escasa de un medicamento, que necesita un médico para
salvar la vida de un hombre que requiere una gran dosis o de cinco hombres que requieren
dosis más pequeñas. Se trata de sobrepasar la obligación positiva de ayudar a uno frente a la
obligación similar de ayudar a cinco y lo correcto sería hacer tanto bien como sea posible
salvando tantas vidas como pueda.

Sin embargo, estaría mal si el único medio de conseguir el mismo resultado fuera asesinar a
un hombre y recoger sus órganos para trasplantarlos a cinco pacientes. En este caso, la
obligación positiva de ayudar a cinco personas se ve sobrepasada por el deber negativo de no
dañar a una.

Por lo cual si un principio permite excepciones, implica que en cada caso en el que se aplique
el principio debe examinarse para comprobar si puede ser una de las excepciones, tal principio
no es uno absoluto, y en cualquier caso, ciertamente no es de mucha ayuda para ofrecer una
guía moral.
Capítulo 48: La metáfora del bote salvavidas.

El ecologista norteamericano Garrett Hardin sostiene que los habitantes del mundo occidental
hacen demasiado por los países pobres del mundo, y presenta la famosa metáfora del bote
salvavidas.

Si 50 personas están sentadas en un bote salvavidas y supongamos que todavía hay un espacio
para 10 personas más. Alrededor de este bote hay 100 personas nadando rogando por un
puesto en el mismo, para salvarse de la misma manera de los que ya están arriba del bote.
Frente a esto plantea varias opciones: se puede intentar vivir con el ideal cristiano de ayudar
al prójimo, o con el ideal marxista de “cada cual según su necesidad”. Sin embargo las
necesidades de todos los que están en el agua son las mismas, si todos se subieran al bote, este
se inundaría y todos se ahogarían, sería una justicia total o una catástrofe total.

Hardin cree que las intervenciones del mundo occidental son perjudiciales para ambas partes.
Los países que reciben ayuda extranjera conforman una cultura de la dependencia no
pudiendo crecer y desarrollarse por si mismos, no logran aprender por las malas, los peligros
de una mala planificación.

En contraposición a la propuesta de Hardin, los pensadores liberales se fundan en la metáfora


de la nave espacial, esta da la preciada imagen de una enorme y feliz tripulación que trabaja
unida, fomentando la idea de que los recursos del planeta deben compartirse y que todos
deberían tener una parte justa e igualitaria de ellos.

Hardin responde a los liberales aconsejándoles que ellos mismos se bajen y les dejen su sitio
en el bote a otros, así eliminarían cualquier sentimiento de culpa que amenace la estabilidad
del bote.

Uno de los requisitos fundamentales de la justicia social, es que las personas deben ser
tratadas de forma imparcial, no guiándonos por el género o el color de piel para determinar la
forma por el cual son tratadas.

Ningún país desarrollado hace ni una pizca de lo que se necesitaría para erradicar las
flagrantes desigualdades que existen en el mundo hoy en día. Los liberales están obligados a
demostrar por qué las exigencias de imparcialidad pueden suspenderse o diluirse cuando se
toman en cuenta otras partes del mundo. Deberían aceptar de una vez, que las practicas y
políticas actuales son deficientes y comprenden un liberalismo verdaderamente cosmopolita
en el que los principios de la justicia social se extienden por todo el mundo.

La sociedad argentina actual estaría mucho más relacionada con la metáfora del bote
salvavidas de Hardin, debido a que todas las personas se encuentran en una situación de
constante lucha para no ser bajados del mismo, tratando de mantenerse en él todo el tiempo
posible. Estamos acostumbrados a limitarnos solo a los que nos puede o podría beneficiar, la
realidad es que el sentimiento de solidaridad y ayuda hacia el otro con el paso del tiempo se
va diluyendo, hasta terminar pasando a ser un recuerdo altruista de una ideología pasada.
Bibliografía:

 UN PAIS AL MARGEN DE LA LEY (AUTOR CARLOS NINO)

 Cincuenta cosas que hay que saber sobre ética:

Capítulo 14: Deberes prima facie

Capítulo 16. Acciones y Omisiones.

Capítulo 48: La metáfora del bote salvavidas.

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