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Por lo cual da distintas teorías para justificar el decrecimiento económico-social del país. Una
de ellas esta basada en la posición periférica del Estado Argentino en la economía mundial,
sosteniendo que tiene un papel fijo como proveedor de materias primas con una falta de
capitales para competir en la índole industrial en los mercados internaciones, posibilitando el
ingreso al país de capitales extranjeros.
Sobre esto el autor Carlos Waisman expone que esta dinámica económica y social no puede
explicar el subdesarrollo argentino, ya que sociedades similarmente situadas al comienzo del
siglo, como Canadá o Australia, tuvieron una muy diferente evolución económica y política.
La teoría cultural es bien expuesta por el autor Tocqueville quien dice que los pueblos
sudamericanos cuentan con abundantes y extensas tierras, pero sin embargo no pueden
establecer democracias ni generar recursos para llegar al bienestar de sus habitantes debido a
sus costumbres y a su estado moral e intelectual. Por otro lado Lipset expone que en
Latinoamérica las personas son tratadas teniendo más en cuenta sus círculos personales y
familiares que sus verdaderas cualidades, realizando una discriminación por razones de
ascendencia social, raza, religión, fortuna y género.
La explicación de Carlos Waisman sobre las causas de la reversión del desarrollo económico y
político toma en cuenta la combinación de dos grandes factores. En primer lugar la
inexistencia de una gran reserva de mano de obra y en segundo la considerable concentración
de la propiedad agraria.
Si la reserva de mano de obra hubiera sido como la de los demás países latinos el movimiento
obrero nacional no habría constituido una fuerza política independiente y se habría generado
una alianza entre sectores agrarios e industriales.
Si la estructura de tenencia de la propiedad agraria hubiera sido como los países nuevos, estos
intereses hubieran sido más débiles y no se habrían dado situaciones políticas asociadas a la
inestabilidad, dando la necesidad de exportar para capitalizar la industria.
Las políticas de autonomía adoptadas por el peronismo luego de la depresión, hicieron que
impulsaran la política proteccionista y corporativista sobre la base del miedo a una inminente
revolución social, con temor a una apertura económica, donde la clase obrera se impusiera
con una guerra civil y que el comunismo brote en el país.
La evasión tributaria en la Argentina está entre las más elevadas del mundo, la conocida
corrupción de los funcionarios públicos ya es una costumbre en las distintas actividades que
son cosas de todos los días.
Las comunes situaciones de ilegalidad no las solemos asociar con la reversión de nuestro
desarrollo económico y político, sin embargo muchos de los factores de la involución del
desarrollo argentino están íntimamente asociados a situaciones de ilegalidad. El
corporativismo ha implicado una manipulación de normas jurídicas para dar una
representación privilegiada a ciertos agentes sindicales, estas implican presiones y beneficios
para controlar las demandas de la clase obrera fundadas en la legalidad vigente.
No parece claro que la anomia sea solamente la inobservancia de normas morales, jurídicas,
religiosas y sociales. Una sociedad no es más anómica que otra por el hecho de que se
observen menos normas, ya que hay muchas satisfactoriamente ordenadas en las que están
regulados menos comportamientos sin que pasen a ser más anómicas.
La respuesta a esto es el hecho que existen varios tipos de ilegalidad, uno es la mera
desviación individual que ocurre cuando los individuos encuentran conveniente para sus
beneficios e intereses la inobservancia de la ley. Otro tipo se desarrolla cuando un conflicto
social lleva a un sector determinado de la sociedad a desconocer la legitimidad de la autoridad
que dicta las leyes en cuestión.
El creador del término Anomia fue Emile Durkheim, el cual sostenía que la división del
trabajo funcionaria solamente si fuera sometida a ciertas reglas de carácter obligatorio. En el
caso de incumplimiento se generaría un estado de anomia morboso fuente de conflictos y
desordenes.
La anomia boba y su relación con la ineficiencia se ejemplifica con fenómeno del tránsito en
las calles argentinas, el cual tiene las características de ser anómico y caótico debido a que no
cumplimos con las normas mínimas necesarias para manejarnos de una forma segura y rápida.
Sin embargo no en toda situación que alguien requiera que se cumpla con una norma para
satisfacer su interés particular estamos frente a un caso de anomia. Un ejemplo de esto es el
satisfacer el interés de “pedro” de viajar por África, en el cual todos los miembros de la
sociedad deben adoptar la norma de contribuir con el precio del pasaje para su cumpleaños, la
inobservancia de una norma de este tipo no crea un medio anómico.
En el caso de las acciones colectivas, estas pasan a ser anómicas en el sentido de ilegalidad
“boba” si son menos eficientes que cualquier otra que se podría dar en la misma situación
colectiva.
Las normas jurídicas que forman el sustento legal deben ser de índole general dirigido a todo
los sujetos que integran la sociedad, debiendose poder aplicar a todos sin hacer diferencias
que no estén justificadas.
Los comportamientos contrarios a las normas pueden ser de distintas clases. La conformidad
que consiste en aceptar unos y otros; la innovación que consiste en aceptar los fines pero no
las normas; el ritualismo que consiste en aceptar las normas pero no las metas culturales; el
retraimiento que consiste en no aceptar ni las metas ni las normas y por último la rebelión que
consiste en repudiar metas, normas y proponer su reemplazo con otras.
El segundo surge en casos de deslealtad con una norma en el momento que el agente adhiere a
los fines normativos, pero pretende satisfacerlos a través de otra conducta diferente a la
prescripta por la norma, es generalmente utilizado en las actitudes finalistas.
El tercero se da cuando se realiza la conducta prescripta por la norma, pero se desconocen los
fines normativos, estos son los casos más comunes en la anomia “boba”. Uno de estos es el
comportamiento ritualista en el que se observa la norma ignorando los objetivos para los que
fue creada.
La ilegalidad masiva no consiste solo en un comportamiento externo hacia las normas sino en
una actividad hacia ellas, es la fusión de acciones externas de inobservancia normativa
generalizada o recurrente con ignorancia de los fines que las normas persiguen. Por lo cual la
falta de realización de la conducta prescripta con adhesión a los fines normativos es lo que
genera la ineficiencia que constituye la situación de anomia “boba”.
Por el contrabando, desde el alto empleado hasta el esclavo vivían en una atmosfera de
mentiras, fraudes y cohechos, los habitantes comenzaron a educarse con un sentimiento de
desprecio hacia la ley y la justicia.
Otro rasgo en la vida colonial de la América Española consistía en la franqueza con que la ley
impuesta por las autoridades de la metrópolis era violada por los funcionarios locales.
Si comparamos esta situación con los Estados Unidos, su independencia fue 11 años después
de la sanción de su Constitución, que solo fue quebrada cuando estalló la guerra civil
provocada por la esclavitud. Mientras que en la Argentina la guerra civil irrumpió casi
inmediatamente después de la declaración de la independencia, y la Constitución se dictó
medio siglo después de nuestra independencia.
Se perdió medio siglo para institucionalizar, integrar y desarrollar el país, medio siglo en el
cual se produjeron desmembraciones para todos con una anarquía violenta y una dictadura
retrógrada y sanguinaria.
Los poderosos intereses que empezaban a esconderse detrás del gobierno presionaban por
oponerse a una mayor expansión del sufragio, el régimen fue acrecentando tanto su déficit
social como el democrático implicando fraudes electorales que ponían de manifiesto la falta
de respeto por la ley en nuestras prácticas políticas.
Los intereses dominantes eran mucho más fuertes que el espíritu de legalidad, frente a la
imposibilidad de que ciertos representantes accedieran al poder por vías constitucionales se
fueron rompiendo cauces para obtener ese acceso.
La experiencia justicialista hace pensar que la justicia social es incompatible con valores
relacionados respecto a la legalidad y al estado de derecho como la libertad de expresión, el
respeto de la división de poderes y los eficaces procedimientos electorales.
Luego en el gobierno del presidente Carlos Menem se perdonaron los responsables del
terrorismo de estado y subversión de la década del 70, se produce un aumento de las
denuncias sobre hechos de corrupción en que estarían involucrados funcionarios públicos.
Los poderes del Estado no gozan de una legitimidad subjetiva apreciable, el congreso de la
Nación es visto actualmente como un órgano moroso e ineficiente, que se reúne cada tanto y
se mantiene ocupado la mayoría del tiempo pensando en el aumento del salario de sus
miembros.
A partir del proceso de democratización del año 1983 se advierte un crecimiento del Poder
Ejecutivo en desmedro de los demás poderes del Estado y de las provincias que fue
debilitando el conjunto de las instituciones democráticas y creando enormes espacios que
fueron llenados por poderes corporativos. Esta corporativización del Estado está acompañado
por un sistema de inmunidades que protegían su actuación creándoles un status especial de
privilegios. La misma Iglesia Católica goza de un status especial, concedido por la misma
Constitución al establecer la obligación de sostener el culto católico.
Estos rasgos del sistema institucional argentino están vinculados a la persistente y constante
anomia de nuestra vida pública. Muchos de los poderes que adquirió el presidente en
beneficio de grupos corporativos, resultan violaciones de prescripciones constitucionales
como los indultos y decretos de necesidad y urgencia.
Es una visión muy errada el ver a la ilegalidad como un fenómeno positivo y la desregulación
como un bien en si mismo, es cierto que hay muchas regulaciones que son injustas e
ineficientes, que imponen cargas y restricciones sobre personas que no tienen ninguna
obligación de sufrirlas. Y la constante presión de contentar a los funcionarios mediante
favores económicos para aceitar estos mecanismos engorrosos.
Esta desregulación indiscriminada es un componente más del cuadro de anomia que sufren
gran parte de las sociedades latinoamericanas, la solución no consiste en tener menos
regulaciones sino en tener regulaciones apropiadas para cumplirlas y hacerlas cumplir.
El problema de evasión fiscal de nuestro país tiene distintos tipos de causas, entre las
económicas pueden recatarse la actual inflación, la acumulación de impuestos, la falta de
claridad de las leyes impositivas, el incumplimiento de las obligaciones fiscales.
Una mirada política del problema pueden relacionarla con la falta de adhesión de la población
al destino que se le va a dar a la recaudación, siempre apuntando que se utilizaran para fines
beneficios solo para las autoridades y funcionarios de turno. Desde la perspectiva cultural
siempre se dijo la falta de reproche moral a los evasores, queda todo dicho con el clásicos
dichos “si ellos no pagan, para que tengo que pagar yo”, “que hacen con mi dinero”, “todos
evaden los impuestos, que les reclamen a los demás antes que a mi”
Gran parte de la doctrina opina que la alta evasión impositiva se debe a la falta de controles
punitivos por las autoridades recaudadoras, por la misma justicia y la falta de adhesión moral
a las obligaciones de los fiscales.
Los argentinos no solo somos agentes de la anomia, sino también sus víctimas. La falta de
confianza general sobre la lealtad de los demás, la imposibilidad de encarar empresas
colectivas por falta de garantía de cooperación, todo ello provoca perturbaciones mentales que
dan como resultado la faz anomica de la sociedad argentina.
El autor responde que la corrupción de un funcionario, cualquiera sea la función de este crea
un efecto domino que induce a los demás a corromperse, pero sin embargo podría darse el
caso de que funcionarios no lleguen a corromperse, por un casi inexistente espíritu altruista o
por una razón mucho más casual, el miedo a recibir sanciones.
La relación entre contribuyentes y las autoridades produce una dinámica en la cual el
incumplimiento de pagar los impuestos por parte de los primeros dan como consecuencia el
aumento de los estos por parte de los segundos, que produce una nueva evasión de los
impuestos que se responde con otro aumentos, creando asi un circulo interminable en que no
hay beneficiarios sino perjudicados.
Las normas pueden superar estos problemas de cooperación debido a que ellas pueden
modificar las preferencias de estos individuos o grupos y asegurarles legitimas expectativas
frente a los problemas generales de coordinación, estas normas para un mejor funcionamiento
deberán estar respaldadas por un sistema de sanciones y apremios corroborando que los
individuos no obtendrán un mayor beneficio realizando conductas alternativas inobservando
la norma creada al caso.
Debe haber una garantía de independencia de los jueces respecto de los poderes políticos y los
grupos de presión. Debería modificarse el régimen de designación actual por uno con origen
parlamentario, exigiendo una mayoría calificada para proceder a su designación. El
procedimiento de remoción también debería ser modificado ya que el instituto del juicio
político resulta de muy difícil empleo y se presta a diferentes manejos políticos sucios.
La designación del Procurador General de la Nación debería ser por mayorías calificadas en
las cámaras del congreso y no por nombramiento del Poder Ejecutivo.
La participación popular en el sistema judicial seria un aporte valioso que podría aminorar el
sentimiento de alineación respecto del poder, el cual es una de las causas de anomia.
La rigidez del sistema hace que las inmensas facultades de gobierno no cuenten con el
necesario consenso para ejercerse con efectividad.
Una mayor parlamentarizacion del sistema político implicaría mayores incentivos para la
cooperación entre los poderes del estado y los partidos políticos, lo que produce la remoción
de algunas de las causales de anomia institucional. Debería establecerse un procedimiento
expeditivo para la sanción de leyes de necesidad y urgencia, de modo que el Poder Ejecutivo
no tenga pretexto para hacerlo por su cuenta.
Las actitudes de deslealtad están vinculadas a la apropiación del cargo para provecho propio,
este no siempre está vinculado a un fin económico, sino que en ciertas ocasiones consiste
simplemente, en la sensación de poder que da el sujetar a sus decisiones arbitrarias, la suerte
de los pobres administrados. Ciertamente la anomia burocrática alimenta también a la anomia
social, al hacer perder al estado eficacia en su tarea de hacer cumplir las normas que él mismo
genera.
Quizás una solución sea decidir la concentración de los recursos, que ya de por si son escasos
en la persecución de aquellos delitos cuya necesidad de prevención sea más urgente,
renunciando al ejercicio de la acción en otros casos en que se considere que las necesidades
preventivas están suficientemente cubiertas.
Se podría realizar un control de la anomia a través de la indemnización de los daños y
perjuicios, esta no tendría un motivo de prevención sino que tendría la función de poner a la
víctima en la misma situación, que en la que se encontraba anteriormente a sufrir el gravamen.
Una sociedad bien ordenada según Adam Smith es la que logra que los intereses egoístas y las
pasiones de la gente se equilibren de tal modo de que las acciones sobre la base de ellos
produzcan resultados socialmente beneficios
Es inevitable recurrir al proceso educativo para promover virtudes no por el valor intrínseco
que pueden dar a la vida y carácter de los individuos, sino por su valor instrumental para
lograr la observancia de normas públicas, que permiten a los individuos elegir su propio ideal
de virtud personal.
No puede lograrse una democracia funcional, si no se observan las normas que surgen del
-proceso de deliberación y decisiones colectivas. La anomia es profundamente
antidemocrática, esto implica imponer a los demás los efectos de acciones avaladas por
normas que surgen de la reflexión individual y no de la deliberación colectiva.
La sociedad argentina llega a unos niveles de anomia tan profundos que ponen en riesgo toda
la perspectiva de desarrollo sostenido y de consolidación democrática.
Si la mayoría de los sujetos que tienen el poder directo de decisión adoptaran cursos de acción
habría una mínima probabilidad de atenuar la anomia existente en la actualidad.
No hay un sujeto colectivo con una mente colectiva, hay millones de individuos que solo
pueden actuar en cierta dirección socialmente beneficiosa si cooperan entre ellos, por lo cual
es necesario la observancia de las normas.
El fenómeno de la anomia en una sociedad como la argentina tiende a ser agudamente
deprimente. Una dinámica de interacción autofrustrante se podría superar alcanzándose
formas de cooperación, y estableciendo normas jurídicas que modificaran las preferencias y
expectativas de los participantes.
Un claro proceso social puede ponerse en movimiento con la fluida cooperación de los
individuos, con una considerable economía en actitudes preexistentes que están dirigidas a
lograr un consenso sobre la aceptación de normas morales y a tener cierta confiabilidad de
que esas normas adoptadas son correctas
La anomia que marca nuestra vida social, da una explicación de nuestro subdesarrollo,
mostrando una constante deficiencia en la materialización de la democracia. En la actualidad
las cuestiones que afectan los intereses de un conjunto de individuos son resueltas por
decisiones aisladas de algunos de los individuos de ese conjunto, sin que se dé el debido peso
a la opinión de los restantes individuos afectados.
Nuestras vidas están llenas de compromiso moral y dilemas, vivimos frente a afirmaciones
que compiten y entran en conflicto, arrastrándonos en direcciones diferentes.
El concepto de Ross sobre el deber ajustar cómodamente al sentido común, lo que refleja la
perenne lucha humana por determinar lo que es correcto en una situación concreta y la
posibilidad de hacerlo.
Reconoce que tenemos muchas obligaciones morales y que a menudo unas entran en conflicto
con otras. Al considerar como deberíamos actuar, nuestra tarea como agentes morales consiste
en sopesar las diversas afirmaciones en conflicto y llegar a una decisión que sea correcta
dadas las circunstancias. Denomina a este tipo de obligaciones prima facie, que significa “a
primera vista”, no por que no sean obligaciones genuinas, sino porque pueden pasarse por alto
y tal vez tengan que ceder ante otras obligaciones que prevalezcan en una situación particular.
Ross enumera siete tipos de obligaciones, en una lista de carácter enunciativo, dejando la
posibilidad de agregar nuevos tipos.
Las convicciones de las personas consideradas y bien educadas proporcionan los datos para la
ética, las obligaciones prima facie son evidentes por sí mismas, al menos para las personas
que reflexionan con claridad y calma, con mentes no deformadas por el propio interés o por
una mala educación moral. Las verdades obligaciones morales no requieren ni admiten
pruebas más allá de sí mismas.
Hay una diferencia moral importante entre dejar hacer algo y permitir que algo ocurra para un
propósito similar.
El absolutista abraza la idea del doble efecto, propone que asumir muertes inocentes como un
efecto colateral involuntario no está prohibido del mismo modo que un asesinato intencional.
La autora Philippa Foot cree que los deberes entran en conflicto, cuando chocan unos contra
otros para alcanzar juicios morales. Todo el mundo tiene un derecho positivo (débil) a
beneficiarse de un derecho negativo (fuerte) a no sufrir daño. Hacer daño consiste en violar el
derecho negativo a no ser dañado, mientras que permitir el daño consiste en violar el derecho
positivo de alguien a beneficiarse.
Esta autora plantea dos situaciones médicas en las que los deberes negativos y positivos
entran en conflicto.
Que pasaría si hubiera una dosis escasa de un medicamento, que necesita un médico para
salvar la vida de un hombre que requiere una gran dosis o de cinco hombres que requieren
dosis más pequeñas. Se trata de sobrepasar la obligación positiva de ayudar a uno frente a la
obligación similar de ayudar a cinco y lo correcto sería hacer tanto bien como sea posible
salvando tantas vidas como pueda.
Sin embargo, estaría mal si el único medio de conseguir el mismo resultado fuera asesinar a
un hombre y recoger sus órganos para trasplantarlos a cinco pacientes. En este caso, la
obligación positiva de ayudar a cinco personas se ve sobrepasada por el deber negativo de no
dañar a una.
Por lo cual si un principio permite excepciones, implica que en cada caso en el que se aplique
el principio debe examinarse para comprobar si puede ser una de las excepciones, tal principio
no es uno absoluto, y en cualquier caso, ciertamente no es de mucha ayuda para ofrecer una
guía moral.
Capítulo 48: La metáfora del bote salvavidas.
El ecologista norteamericano Garrett Hardin sostiene que los habitantes del mundo occidental
hacen demasiado por los países pobres del mundo, y presenta la famosa metáfora del bote
salvavidas.
Si 50 personas están sentadas en un bote salvavidas y supongamos que todavía hay un espacio
para 10 personas más. Alrededor de este bote hay 100 personas nadando rogando por un
puesto en el mismo, para salvarse de la misma manera de los que ya están arriba del bote.
Frente a esto plantea varias opciones: se puede intentar vivir con el ideal cristiano de ayudar
al prójimo, o con el ideal marxista de “cada cual según su necesidad”. Sin embargo las
necesidades de todos los que están en el agua son las mismas, si todos se subieran al bote, este
se inundaría y todos se ahogarían, sería una justicia total o una catástrofe total.
Hardin cree que las intervenciones del mundo occidental son perjudiciales para ambas partes.
Los países que reciben ayuda extranjera conforman una cultura de la dependencia no
pudiendo crecer y desarrollarse por si mismos, no logran aprender por las malas, los peligros
de una mala planificación.
Hardin responde a los liberales aconsejándoles que ellos mismos se bajen y les dejen su sitio
en el bote a otros, así eliminarían cualquier sentimiento de culpa que amenace la estabilidad
del bote.
Uno de los requisitos fundamentales de la justicia social, es que las personas deben ser
tratadas de forma imparcial, no guiándonos por el género o el color de piel para determinar la
forma por el cual son tratadas.
Ningún país desarrollado hace ni una pizca de lo que se necesitaría para erradicar las
flagrantes desigualdades que existen en el mundo hoy en día. Los liberales están obligados a
demostrar por qué las exigencias de imparcialidad pueden suspenderse o diluirse cuando se
toman en cuenta otras partes del mundo. Deberían aceptar de una vez, que las practicas y
políticas actuales son deficientes y comprenden un liberalismo verdaderamente cosmopolita
en el que los principios de la justicia social se extienden por todo el mundo.
La sociedad argentina actual estaría mucho más relacionada con la metáfora del bote
salvavidas de Hardin, debido a que todas las personas se encuentran en una situación de
constante lucha para no ser bajados del mismo, tratando de mantenerse en él todo el tiempo
posible. Estamos acostumbrados a limitarnos solo a los que nos puede o podría beneficiar, la
realidad es que el sentimiento de solidaridad y ayuda hacia el otro con el paso del tiempo se
va diluyendo, hasta terminar pasando a ser un recuerdo altruista de una ideología pasada.
Bibliografía: