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PROBLEMAS DE DESLINDES EN LA IZQUIERDA Y CON EL

SENDERISMO

Luis F. Vilcatoma Salas

La reciente disposición de prisión domiciliaria de los senderistas Osmán Morote y Margot


Liendo ha removido nuevamente el cotarro político, especialmente de la derecha política
y mediática en el Perú a tal punto que no saben qué decir y qué hacer con su
Constitución y sus leyes. Se supone que legalmente quien cumple con el tiempo de
carcelería dispuesto por los jueces en atención a las leyes vigentes deja la prisión, se
reincorpora a la sociedad y permanece allí en tanto no vuelva al camino que lo llevó a
prisión, en este caso el camino de la violencia armada y el terrorismo genocida que fue
parte de ella.

Las leyes y el derecho en cualquier sistema y régimen político (capitalista, socialista o


lo que se llame) por su naturaleza formal y universalista sólo responden a su propia
racionalidad y logicidad, muy lejos de la subjetividad emotiva y de la propia moral de
quienes administran justicia y de la población que, dependiendo de su composición
categorial, manifieste una u otra opinión. De modo tal que si esta racionalidad se quiebra
por presión de la opinión pública alimentada irresponsablemente por opinólogos y
periodistas del escándalo, se pone en riesgo la propia naturaleza del derecho liberal que
ha servido de base para la construcción de la modernidad capitalista y que servirá de
base para la edificación de un postulado social y legal superador del sistema
mesocrático. Llama la atención, por ello, que personas supuestamente ilustradas del
cogollo oficialista como el Ministro de Justicia y hasta el propio Presidente de la
República, atendiendo la presión mediática superficial y primitiva del medio social,
intenten cambiar el sentido de una resolución legal para que no se cumpla lo que
dispone la misma ley. En otros términos que los jueces incumplan la ley. Terrible
contradicción en la imentalidad burguesa ¿no?

La confusión se agrava cuando la opinión pública plebeya, siempre alimentada por una
corriente de opinólogos pedestres, inquieren sobre la conciencia moral de los
senderistas en tela de juicio. Si se han retractado en sus ideas de violencia y terrorismo
fanático para “tomar el poder”. Y es más, cuando, como alguna desafortunada
periodista, pregunta a uno de sus interlocutores, si los jueces han constatado o
garantizan que los sujetos senderistas han cambiado su manera de pensar. Se confunde

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moral con derecho. La moral se gesta y actúa en el fuero interno de los sujetos
individuales, por ello no se mira y es invisible a la observación externa positivista. Ello,
por tal razón, no compete al derecho sino a la misma moral y a la ética que la estudia.
Está lejos del derecho, quien se ocupa, por el contrario, del aspecto externo del ser
humano; de lo visible y reprimible objetiva y físicamente (cárcel, detención provisional,
sanciones pecuniarias, confiscación, retención de bienes, etc.). Al derecho le preocupa,
en lo concreto y fáctico, no la trama moral de la persona o su dimensión interna subjetiva.
Si fuera así, el asunto no sería del abogado y el juez sino del moralista, el religioso o
posiblemente del psícólogo pero no del especialista en leyes. Al derecho sólo le interesa
que la persona cumpla materialmente con una sanción y una condena del tipo que sea,
y si en ese proceso sancionador la persona se reforma moralmente lo es por
procedimientos complementarios al derecho pero no del derecho mismo, es decir a la
naturaleza misma del derecho. En consecuencia pedirle a un juez explicaciones sobre
la conciencia moral de un inculpado o sentenciado es una babosada de la peor especie.

Ahora entonces, se presenta nuevamente el tema de combatir al senderismo. Algunos


“especialistas” en el senderismo como Carlos Tapia, con buena intención
indudablemente, no cesan de llamar al combate contra el senderismo desde todos los
partidos políticos de derecha y de izquierda. La primera impresión de su llamado es que
Carlos Tapia estaría pensando en un combate retórico con el senderismo, más o menos
parecido a la lucha ideológica entre las izquierdas de los años 60 y 70 del siglo anterior.
Una disputa en la tribuna de exaltados polemistas en la universidad o en la Plaza San
Martín de Lima. con libros en la mano y verbo inflamado que a veces advenía en
confrontación física. ¿Es eso posible hoy en día? Indudablemente que no, salvo en
algunos pequeños espacios donde las condiciones lo permitan y que serían
especialmente los de algunas universidades o gremios. Además porque el senderismo,
luego de su derrota militar y las leyes draconianas establecidas en el sistema legal
peruano, ha adoptado la orientación camaleónica del camuflaje y el entrismo en las
organizaciones de la sociedad civil y, cuando puede, del Estado.

El combate desde la derecha, que reclama Carlos Tapia, contra el senderismo, ya se


está realizando. Es el combate alrededor de la armadura violentista del senderismo: su
terrorismo, su negación absolutista de la democracia, aunque formal pero democracia
al fin, su apelación a la emocionalidad de la gente y otras cuestiones más que no van a
la esencia del fenómeno senderista. Ir a la esencia significaría combatir con una
concepción del mundo y con una teoría. Contraponer por lo menos la teoría liberal
burguesa contra la teoría “marxista” (así entre comillas) del senderismo. Pero la derecha
política difícilmente que pueda ingresar a este nivel de lucha teórica e ideológica contra
el senderismo porque el capitalismo neoliberal y sus tesis teórica de hoy no son

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exactamente las del capitalismo original. Si así lo hiciera, la derecha política tendría que
reconocer su alta traición a sus tesis liberales originarias y a la ideología republicana en
la que fue fuerte anteriormente. En consecuencia, la derecha política no tiene
argumentos sólidos esenciales en materia de teoría política para enfrentarse al
dogmatismo catastrofista del senderismo militarmente derrotado. Pasemos a la
izquierda.

En la izquierda hay una izquierda no marxista y una izquierda autodenominada marxista.

La izquierda no marxista es la izquierda que en su interpretación teórica,


semejantemente a la derecha teórica, se ha quedado en la teoría distribucionista de la
circulación del capital abandonando la teoría de la producción, es decir la teoría sobre
la explotación y el nacimiento de la riqueza capitalista. En razón a lo cual, se queda en
el cuestionamiento del capitalismo por sus efectos y defectos pero no por sus causas.
Cuestiona, por ejemplo, la pobreza pero no sus causas raigales, lo mismo sucede con
la explotación, la destrucción del medio ambiente y la violencia de género. Lo que
plantea esta izquierda no está mal, por cierto, pero es algo incompleto, y si es incompleto
es insuficiente para negar al capitalismo como un sistema integral de explotación y
marginación social y de atraso de los pueblos. Esta izquierda ¿podría combatir al
senderismo? Indudablemente que sí pero limitadamente porque contrapondría los
efectos del capitalismo contra la supuestas verdades ocultas que defiende el
senderismo, en una lucha teórica inconmensurable entre el cuestionamientos de los
efectos del sistema (izquierda no marxista) y la esencia del sistema (senderismo).

En cuanto a la izquierda marxista. Aquí la situación no es homogénea. Hay todavía en


la izquierda una tendencia persistente de estructuralismo cientificista que reduce el
marxismo a la ciencia y su derivación en un milenarismo utopistas (socialismo que
advendrá como consecuencia de leyes económicas del sistema capitalista); y una
izquierda voluntarista catastrofista sobre la que se levantó el senderismo subordinando
el estructuralismo conceptual a un voluntarismo subjetivista, dogmatizado, sectario e
impositivo.

Con las crisis sucesivas del paradigma científico (fines del siglo XIX y fines del siglo XX)
en el que se apoyó lo que se ha venido a conocer como “marxismo científico” (kaustky,
Bujarin, Plejanov, Althusser, Marta Harnecker, la II Internacional, etc.), este paradigma
marxista entró en profunda crisis. Si las ciencia duras (física, biología) le facilitaron
sustento e impulso en un momento determinado, las mismas ciencias se lo quitaron en
otro momento, convirtiéndolo en un cliché de mentes críticas conservadoras.

Con la crisis de este paradigma marxista que no pudo resolver el tema de las grandes
depresiones del capitalismo de inicios del siglo XX, se fortaleció, especialmente a partir

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de Lenin, un nuevo paradigma marxista que es el del marxismo crítico también llamado
“heterodoxo” cuya traducción en materia de actividad humana es el de un
“catastrofismo” voluntarista que condujo al convencimiento, en la experiencia de la
Revolución Bolchevique, de que la revolución sólo podría transitar por la estrategia de
la insurrección popular o por lo que Gramsci conoce como “guerra de movimientos”. En
esta forma del marxismo, a diferencia del marxismo estructuralista milenarista, no hay
que esperar el desenlace de las leyes del capitalismo para que el capitalismo caiga
(“marxismo científico”) sino hacerlo caer organizando y fomentando la voluntad de los
seres humanos. Este voluntarismo es el que posibilitó a lo largo del siglo XX las
diferentes revoluciones armadas triunfantes en los países del Tercer Mundo, incluso
manejando formalmente los clichés de un marxismo cientista manualizado. El
senderismo como buena parte de la izquierda en el siglo XX en el Perú y América Latina,
como se dijo anteriormente, caminó en dos aguas ideológicas que no pudo resolver: el
estructuralismo dogmatizado y milenarista de la teoría, en ciertos momentos, y el
voluntarismo catastrofista de la práctica en otros momentos. ¿Cómo es posible que se
pudo hacer convivir dos paradigmas diferentes en la interpretación del marxismo y su
praxis? El evolucionismo lineal, legalista (la sociedad funciona en razón a leyes
objetivas) y mistificado (falseado, deformado), por un lado, es forzado por el
voluntarismo que acomoda ideológicamente las cosas para adaptarlas a las ideas, por
el otro. Posiblemente (esto es materia de investigación) entonces la respuesta esté por
el lado del forzamiento ideológico que es una forma de alienación y fetichización
idealista de la teoría política. Fue y es un voluntarismo que trata de forzar
voluntaristamente (valga la redundancia) la realidad a su esquema estructural; en
consecuencia fue un voluntarismo postizo, impositivo, forzado y coaccionador para,
utilizando un conjunto de “técnicas de sujeción y de subjetividad” (Michel Foucault)
encerrar la subjetividad popular en la rigidez estructuralista de su supuesto cientismo
“marxista, leninista, maoísta y mariateguista” de lo cual Abimael fue un simple y
esquemático copista desinformado.

El combate contra el senderismo, en consecuencia, desde lineamientos marxistas


críticos, enriquecidos y realmente emancipadores no puede ni debe quedarse en la
forma sino avanzar al contenido o esencia. No en el fenómeno (lo que aparece y se
puede observar) sino llegar hasta la esencia del mismo. Quedarse en la forma o el
fenómeno es permitir que la hidra de muchas cabezas vuelva a vivir tarde o temprano.
¿Cuál es la forma de combate en este deslinde que se queda en el fenómerno? La
violencia en sí, la arbitrariedad y prepotencia senderista, las exageraciones de la praxis
política, el sectarismo, la iconografía ideológica, lo lícito o ilícito en la acción política, los
derechos humanos, etc. y ¿cuál es la esencia en esta confrontación de pensamientos?:

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la teoría marxista, sus contradicciones y desarrollos; su relación con la ciencia y su
expresión en la política y la teoría del Estado, la comprensión de la formación social
peruana con la teoría marxista, las bases económicas del imperialismo en su forma
actual y sus implicancias en la política (globalización, sistema mundo, “capitalismo
tardío”), que tiene múltiples facetas así como continuidades y discontinuidades a partir
del propio Carlos Marx.

En la esencia de este debate ya no está, en consecuencia, como problema de fondo el


estructuralismo cientista del marxismo de la II Internacional y parte de la III Internacional,
en el cual persiste el senderismo, sino el papel de la voluntad como la cuota decisiva
para transformar las condiciones de vida en el capitalismo. ¿El voluntarismo senderista
catastrofista e idealista u otro voluntarismo marxista?. Esla confrontación entre el
voluntarismo senderista y un nuevo voluntarismo, un voluntarismo integral. Un
voluntarismo violentista y fetichista o un voluntarismo pro hegemonía con una actitud
crítica de desujección para una nueva subjetivación, empezando por la desobediencia
racional a las “técnicas y dispositivos” de los que se vale la hegemonía de la clase
dominante; aunque esto significa poner en tela de juicio muchos de los conceptos con
los que la izquierda marxista se desenvolvió durante el siglo XX.

Esta diferente perspectiva del debate contra el senderismo implica trascender una
suerte de normalización ideológica impuesta y autoimpuesta por la izquierda tradicional
en la interpretación del marxismo, reducido a conceptos esquemáticos,
descontextualizados y lineales: modo de producción, lucha de clases, Estado, violencia
revolucionaria, partido político, etc. como si en ello radicara lo esencial del marxismo y
no en su criticidad orientada a facilitar una inteligibilidad reflexiva para la transformación
social que tiene bases en una filosofía de la praxis densa, una interpretación genética
del capitalismo y un postulado ideal de logro social (socialismo) cuya configuración
definitiva sólo se obtendrá en el proceso de su realización. Debatir en la normalización
ideológica arcaica del senderismo es obviar los cambios experimentados por el
capitalismo en la época actual, en el Estado burgués y en el sujeto de la política entre
otras cuestiones. Es caer en la trampa de seguir rumiando aunque con otros
condimentos conceptos abstractos y dando respuestas abstractas. Es sostener,
verbigracia, que la diferencia entre la “guerra popular” del senderismo con la de otra
izquierda está en que ellos hicieron una “mala” “guerra popular” mientras que esta otra
izquierda está por una “buena” guerra popular; en que fueron sectarios mientras que en
esta orilla no son sectarios; en que aplicaron terrorismo y en esta no se aplicaría
terrorismo. ¿Es esta la diferencia cardinal? Evidentemente que no.

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