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Gerchunoff “Desorden y progreso.

Las crisis económicas argentinas 1870-1905”


El libro analiza la política econ arg del último tercio del siglo XIX. Su propósito es explicar cómo y por qué la anarquía
monetaria y la competencia financiera entre el Estado Nacional y la Provincia de Buenos Aires, que caracterizó las primeras décadas
de la nación unificada, se transformó, a finales del siglo XIX, en un nuevo orden económico signado por el dominio indiscutido del
Estado Nacional. La tesis de Gerchunoff, Rocchi y Rossi es que el triunfo de las tropas nacionales sobre las milicias porteñas en la
revolución de 1880 afianzó la supremacía de la autoridad presidencial en términos políticos, pero no resolvió el enfrentamiento
económico entre Buenos Aires y el Estado Nacional. Sólo la crisis de 1890, al provocar la quiebra del poder económico bonaerense
y de las otras provincias, creó las condiciones para el fortalecimiento de la autoridad monetaria y financiera del Estado Nacional
En la parte primera, se relata la lenta construcción de las bases económicas del Estado Federal. Gerchunoff, Rocchi y Rossi
enfatizan la “competencia anárquica” entablada entre la Provincia de Buenos Aires, el interior y el Estado Nacional en torno de la
cuestión monetaria y el acceso al mercado europeo de capitales. El poderío económico de Buenos Aires permitió a esta provincia
contar con una moneda que era aceptada en todo el país y con el banco público de mayor solidez. Si bien los gobiernos nacionales
intentaron acrecentar su autonomía financiera mediante la creación del Banco Nacional, este proyecto fracasó. La debilidad
financiera del Estado Federal se reveló dramáticamente con la crisis de 1873, cuando el presidente Avellaneda debió recurrir al
auxilio económico del Banco de la Provincia de Buenos Aires para sortear con éxito el peligro de la cesación de pagos. Con la
derrota militar de Buenos Aires en 1880, el presidente Roca intentó imponer un proyecto monetario centralizador. Sancionó una ley
de unificación monetaria, implantó el patrón oro y trató de reforzar la independencia del Banco Nacional. Sin embargo, el incremento
de los gastos públicos (originado en la creciente demanda de obras públicas de las provincias), el déficit de la balanza comercial y
el desordenado endeudamiento externo debilitaron este proyecto hasta hacerlo inviable. En 1885, Roca debió abandonar su programa
centralizador y la moneda nacional volvió a ser inconvertible. Su sucesor, Juárez Celman, intentó un esquema diferente. Bajo el
impulso de un extraordinario progreso económico, alentó un programa descentralizador a través de la sanción de una ley de Bancos
Garantidos, que posibilitó el surgimiento de bancos provinciales. Un contexto internacional favorable para la colocación de
empréstitos en Europa y una apreciación optimista de las posibilidades de la riqueza argentina alentarían un fuerte endeudamiento
de la nación y las provincias. El deterioro de los términos de intercambio y la inconsistencia de las políticas monetarias y crediticias
conducirían al estallido de la crisis en 1890.
La crisis arrastró tras de sí a los bancos públicos y privados y congeló “el conflicto distributivo” entre el Estado Federal y
la Provincia. Según los autores, el nuevo orden que surgió de la crisis de 1890, no fue el resultado de un programa de gobierno, sino
el producto de la negociación entre los actores, entre los cuales los acreedores externos tuvieron un peso predominante. En diciembre
de 1890 se firmó un Empréstito de Moratoria que imponía un costoso canje de los títulos de la deuda externa, pero evitaba la cesación
de pagos. Poco después, Pellegrini impuso una serie de reformas destinadas a equilibrar la balanza comercial, contener los gastos
públicos y moderar la depreciación monetaria. La crisis arrastró también la solidez financiera de Buenos Aires. En 1891, la Provincia
se declaró en cesación de pagos y, poco después, su banco se hundió. La oportunidad fue aprovechada por Pellegrini para
implementar aquellas reformas que, soñadas por Roca una década antes, buscaban imponer la autoridad del Estado Federal. Sin
embargo, la potestad presidencial estaba sometida a fuertes constricciones. La volatilidad del escenario político inaugurado con la
revolución de 1890 y la delicada situación financiera afectaron el perfil de las políticas oficiales. La imagen de la administración de
Pellegrini que surge de este estudio cuestiona aquella predominante en la historiografía. Se trató de un gobierno débil que lejos de
imponer sus políticas, corrió por detrás de las urgencias de la coyuntura económica y la inestabilidad política.
Finalmente, la parte tercera aborda el surgimiento del nuevo orden centralizador monetario y financiero. Entre 1892 y 1905,
los gobiernos nacionales resolvieron las cuestiones pendientes del endeudamiento externo, nacionalizaron las deudas provinciales
y consiguieron domar el emisionismo inflacionario. Estos esfuerzos se vieron coronados con éxito gracias al incremento de la
producción agrícola y la mejora de los precios mundiales, que al aliviar el peso de las deudas, permitieron al país regularizar su
situación externa y retornar al mercado mundial de capitales. Con todo, los autores destacan que la recuperación económica fue
lenta: recién en 1904 el ingreso per cápita superó por primera vez el nivel máximo registrado en 1889. Desorden y Progreso
demuestra que si las oportunidades abiertas a finales del siglo XIX posibilitaron la expansión de la economía agroexportadora, no
resolvieron algunos dilemas que recorrieron la Argentina del siglo XIX, como la gran dificultad para conciliar intereses entre Buenos
Aires y las provincias del interior, y la debilidad económica y financiera del Estado Federal. Al mismo tiempo, este libro presenta
una imagen menos optimista de “la era del progreso” que matiza una interpretación hoy dominante en la historiografía económica.
En resumen, estamos ante un estudio agudo que, basado en una rigurosa investigación cuantitativa y una amplia exploración de
fuentes cualitativas, permite reflexionar sobre el papel de los actores y las constricciones impuestas por las crisis en la trabajosa
construcción del Estado Nacional.
Cap. 1: Roca: créditos blandos, ferrocarriles baratos y proteccionismo
De Caseros al poder
La vida adulta de Roca lo encontró como protagonista de una época: la del nacimiento de la republica unificada, la de sus
conflictos recurrentes, la de la sangrienta federalización, la de las euforias y las depresiones económicas, la del boom productivo
posterior a 1902, la del difícil tránsito hacia el sufragio libre. ¿Cuáles son los rasgos de la evolución económica y política argentina
entre la caída de Rosas y el ascenso de Roca?
En cuanto a las vicisitudes de la economía, la Guerra de la Independencia le había quitado al Rio de la Plata su
principal fuente de ingresos: las minas de plata del Potosí. Sólo una prov pudo construir un esquema fiscal exitoso: Bs As, con los
impuestos a la importación de productos que entraban por su puerto, cuando Roca nacía en el país ya se daba el denominado
federalismo desigual argentino. El resto de las prov usó estrategias alternativas y de pobres resultados, gravando el comercio interior
y apelando a impuestos que databan de la época colonial. Una Argentina unificada en la que todas las prov aceptaran la autoridad
común implicaba, tarde o temprano, la nacionalización de las Aduanas para financiar un gasto publico con un componente
redistributivo. La nacionalización de las Aduanas ocurrió durante los 60, después de la Convención en la que Bs As acató la
Constitución de 1853 con algunas modificaciones. El componente redistributivo del gasto se fue imponiendo gradualmente desde
la presidencia de Mitre hasta alcanzar su punto más alto durante la gestión de Juárez.
Desde los años 20 hasta el arribo de Roca al poder, el país sólo tuvo una institución financiera nacional de envergadura: el
Banco de la Provincia de Bs As. Tamb en este caso hubo un mandato constitucional para que esta situación se modificara. Si las
aduanas se nacionalizaban y el gasto publico adoptaba un sesgo regionalmente más igualitario, lo mismo debía ocurrir con la moneda
y el cred. Un banco nacional que estuviera por encima de todas las prov debía ser el agente de esta transformación. Pero Roca fue
testigo de los diversos intentos por crearlo y de los sucesivos fracasos.
Como militar itinerante, Roca conoció bien la caótica geografía monetaria argentina y la fragmentación nacional que ella
implicaba. Conoció los beneficios y los costos de la inserción argentina en los mercados mundiales. Se necesitaban brazos para
trabajar una tierra potencialmente fértil en el litoral y para extraer las supuestas riquezas minerales del norte, se necesitaba
inmigración, porque los arg eran pocos. Tamb ferrocarriles, puertos y telégrafos para facilitar el comercio y movilizar las
mercaderías, se necesitaba capital externo que financiara la inversión. Se necesitaban nuevas actividades para que progresaran prov
en las que no había ni tierras fértiles ni minerales y proteccionismo para alentarlas. Estas eran ecuaciones sencillas que comprendían
todos. La sorpresa fue que con un desenvolvimiento económico más conectado a la escena internacional sobrevendrían dificultades.
La crisis de 1857, producto del retorno de Rusia al mercado de cueros, tras la finalización de la Guerra de Crimea, había afectado a
la prov de Bs As; la crisis de 1866 fue más seria. Con la Guerra de Secesión en los EE.UU. escaseó el algodón y la industria textil
inglesa se convirtió a la lana, aumentando su precio. Pero con la paz de 1865 las cotizaciones cayeron provocando el malestar de
los productores. Fue entonces que se formó la Sociedad Rural Argentina (SRA), reclamándole a Mitre una depreciación monetaria
y un reg de convertibilidad con el oro que mantuviera la moneda devaluada.
En cuanto a las vicisitudes de la política hay un punto de partida en 1852, cuando Urquiza venció al ejército de Bs As en
Caseros; un segundo hito en 1859 en Cepeda, cuando la historia se repitió y determinó la firma del indulgente e ilusorio pacto de
San José de Flores. En ese pacto Bs As se incorporaría a la nación como una prov más y juraría la Constitución de 1853, pero con
la posibilidad de modificarla en una Convención Constituyente. La convención se reunió en 1860 y en ella Bs As canjeó la entrega
de su Aduana por la postergación sine die (sin plazo) del debate sobre la ubicación de la capital y por una prolongación de facto de
su predominio monetario. En 1861 en la batalla de Pavón las tropas hasta entonces invictas de Urquiza se retiraron, con la
consecuente derrota de Derqui y la victoria militar y política de Mitre, que así se encontró el camino libre a la presidencia. Mitre se
convirtió con el tiempo en un presidente despojado de su base territorial. Ello fue visible en 1862 cuando Mitre envió al congreso
el proyecto sobre la federalización de Bs As, que ponía bajo el dominio del gob nacional a la totalidad de la prov. Este proyecto
dividió al Partido Liberal. Lo que liquido el intento de Mitre fue una cláusula constitucional: debía ser aprobado en la Legislatura
de la prov de Bs As. El proyecto cayó vencido en el senado prov y en la cámara de diputados. Había nacido el Partido Autonomista,
con Adolfo Alsina a la cabeza, que le arrebataría la gobernación de la prov al mitrismo en las elecciones de 1866.
La política nacional quedó condicionada por la Guerra del Paraguay. Mitre la declaró asegurando que sería rápida y exitosa,
pero fracasó en su predicción. Pronto, el oeste y el noroeste del país se convirtieron en un caos que reclamó la intervención militar.
Varela encarnaba el rechazo popular a un conflicto bélico que en la región solo se consideraba porteño. Las autoridades nacionales
y el ejército nacional no podían tolerar la desobediencia, pero con un Estado Nacional todavía tan frágil, los oficiales de ese ejercito
consideraron natural que si los convocaban a la Guerra del Paraguay y a reprimir a quienes se oponían a la misma tenían sobrados
derechos para participar en la política doméstica.
En ese particular contexto en que hay que entender la llegada de Sarmiento a la presidencia (1868-74). El sanjuanino tenía
prestigio pero no tenía partido. Los apoyos vinieron de Adolfo Alsina y el autonomismo, por puro reflejo antimitrista; de muchos
gobernadores del interior, por temor al continuismo porteño; de la mayoría de los jefes militares esparcidos por el territorio de la
Republica. Sarmiento era un hombre del oeste, gobernador con mandato inconcluso de su prov que había combatido contra el
Chacho Peñaloza así como ahora combatía y derrotaba a Varela.
Sarmiento llegó al gobierno y se entregó a sus políticas expansionistas y reformistas. En un esfuerzo por profesionalizar a
los hombres de armas fundó el Colegio Militar y el Liceo Naval. Sin embargo, el rigor presidencial no bastaría. Política y ejército
seguirían mezclándose, más todavía cuando el Partido Constitucional, heredero del Partido Federal y principal fuerza política en la
mayoría de las prov arg se había quedado sin una cabeza visible desde el asesinato de Urquiza en 1870. Llenar el vacío dejado por
el entrerriano implicaba comandar el grupo con mayor potencial electoral del país.
Avellaneda, ministro de Instrucción y Justicia de Sarmiento, carecía de dotes para ejercer el liderazgo pero se postuló para
la presidencia, tenía otras virtudes, podía entenderse con los federales del interior, con los urquicistas y hasta con los porteños. En
un principio pareció que las aspiraciones de Avellaneda no llegarían a buen puerto. Crecía el apoyo a Adolfo Alsina en el interior
del país. A la vez, el mitrismo mantenía sus bastiones en Sgo del Estero y en Corrientes, a los que se agregaba la recién ganada
gobernación de San Juan. El repunte de Avellaneda se dio porque se dedicó a recorrer las prov para recoger apoyos y a jugar con
que la rivalidad entre Alsina y Mitre (ambos porteños) no permitiría una confrontación pacífica entre ambos. En las elecciones
legislativas de 1874, el Partido Nacional, un sello renovado para el Partido Constitucional, triunfo en 9 prov, el alsinismo en 2 y el
mitrismo en 3 incluida Bs As. Alsina decidió apoyar a Avellaneda temeroso de que Mitre retornara al poder. Así se formó una
poderosa coalición que se llamó Partido Autonomista Nacional, aunque poco tenía que ver todavía con esa fuerza política
hegemónica que terminaría fundando Roca años más tarde. Avellaneda se alzó con el triunfo en las elecciones presidenciales, pero
luego estalló la rebelión de Mitre acusando de fraudulentas las elecciones en Bs As. No fue considerada como una revuelta menor
por Avellaneda el cual se puso militarmente en manos del coronel Julio A. Roca. La amenaza mitrista fue menor de lo que
presagiaban los temores de Avellaneda y el ex presidente fue derrotado. En la batalla se enfrentó Roca con Arredondo (su antiguo
jefe) y terminó con un triunfo del 1ero.
El triunfo alcanzado por el ejército nacional a fines de 1874 fue un hito importante en la consolidación del Estado y del
gobierno. Sin embargo fue una victoria a medias. A medida que transcurría el gobierno de Avellaneda y se superaban las dificultades
económicas resultaba más claro que Alsina, su ministro de Guerra, lo sucedería. Probablemente Avellaneda propició la Conciliación
de 1877 para contrapesar con la presencia de Mitre el peso del líder autonomista. Para Félix Luna, el arreglo impulsado por
Avellaneda fue un reparto en el que Mitre se quedaría con la prov de Bs As y Alsina con la candidatura presidencial. Sea como
fuere, la Conciliación significaba que el gobierno recibía garantías electorales, incorporaba a dos de sus miembros al gabinete
nacional y acordaba con el alsinismo la candidatura de Carlos Tejedor (un liberal que no era ni autonomista ni nacionalista) para la
gobernación de Bs As. Pero la muerte de Alsina apuró imprevistamente la marcha de Roca hacia el poder. Por un lado, ocupó el
Ministerio de Guerra; por otro dejó que sus amigos lanzaran su candidatura presidencial. Para 1878, Juárez se había convertido en
el arquitecto de la Liga de Gobernadores que le serviría a Roca de estructura política. El año 1879 lo dedicó Roca a la Campaña de
Desierto, que era a la vez su propia campaña electoral.
Después de una fugaz reaparición de Sarmiento en el centro de la escena política como ministro del Interior y como eventual
candidato, y de una crisis de gabinete que derivó en la renuncia de Roca y su reemplazo por Carlos Pellegrini en la cartera de Guerra,
quedó claro que sólo Tejedor competiría con Roca, y que el resultado de esa competencia definiría cuestiones pendientes, como la
de la federalización de Bs As. En febrero de 1880, el Partido Nacional ganó las elecciones de diputados nacionales en todas las prov,
con excepción de Corrientes y Bs As, donde triunfó el mitrismo con la abstención de Tejedor. La situación política se volvió
explosiva. El ejército nacional acantonado en Bs As se enfrentaba casi a diario con la policía y con el comité electoral tejedorista.
Un elemento que irritaba mucho a los porteños era la presencia de soldados indígenas en los regimientos nacionales, sobre todo
pampas y ranqueles que habían formado parte de las fuerzas auxiliares durante la campaña del desierto o que se habían entregado o
caído prisioneros.
En abril se realizaron las elecciones presidenciales. Roca triunfó en todas las prov salvo Corrientes y Bs As que junto con
el aislado elector jujeño votaron por Tejedor. Un auténtico provinciano del interior estaba llegando al poder. El clima se enturbió
más todavía. ¿Podía el jefe de facto del ejército nacional, ahora presidente electo, tolerar la existencia de una fuerza armada paralela?
¿Podía aceptar el ejercicio del gob desde una ciudad que apenas lo recibía como huésped y con una actitud de abierta hostilidad?
El inventario de Roca
Roca no representó el sueño de las postergadas oligarquías provincianas ni el mov popular, justiciero e igualador, que nos
transmitió una parte de la historiografía. El cuadro de situación fue más matizado, la federalización de la ciudad no significó el
desguace de los recursos económicos con que todavía contaba la prov de Bs As y que, para desvelo de Roca, puso en juego durante
los años 80 al servicio de una vocación expansiva que todas las prov compartían y de la que cada una quería sacar su parte. A su
vez, el interior no era uno solo. El término “Liga de Gobernadores”, eficaz para describir una innovación política orientada a
arrancarle concesiones econ a la adm nacional, conlleva el riesgo de esconder la heterogeneidad.
La consolidación del Estado Nacional sobre el poder fragmentado de las prov no sólo implicaba imponerles el monopolio
del uso de la violencia, sino también el monopolio de la emisión de dinero (la cuestión monetaria) y el control del presupuesto y de
la emisión de deuda (la cuestión fiscal).
La batalla monetaria tenía sus antecedentes. El primer intento por establecer una autoridad nacional sobre el Banco de la
Provincia de Bs As y quitarle a ese distrito el predominio monetario fue del porteño Bartolomé Mitre, e iba a terminar en la nada.
Una derrota política le restó a Mitre fuerzas para lograr concretar su emprendimiento. Encontró que su fracción política, los
nacionalistas de Bs As, perdía el control de la misma a manos de los autonomistas liderados por Alsina. Esa frustración fue el origen
de otras en el terreno de las instituciones financieras. Mitre envió 2 proyectos al congreso para quebrarle el espinazo al banco prov:
- su nacionalización y consecuentemente la apropiación del señoreaje y el dominio de la política monetaria – la creación de un sist
de bancos libres que implicaba la redistribución del señoreaje, copiado del modelo norteamericano de pluralidad de emisión. El
alsinismo y sus aliados ocasionales bloquearon los proyectos mitristas. Tras las derrotas de Mitre en el Congreso hubo un armisticio
y el gobierno nacional y el de la prov de Bs As, habiendo abandonado el presidente sus ambiciones de reforma institucional, se
pusieron de acuerdo sobre la política monetaria a seguir; por primera vez el país entraba al patrón oro, pero administrado no por la
nación sino por la Oficina de cambios del Banco de la Prov de Bs As.
En 1872, durante la presidencia de Sarmiento, el gobierno nacional volvió a la carga contra el Banco Provincia, pero esta
vez los aires que predominaban eran los de la competencia con Bs. As. En esa línea se fundó el Banco Nacional, cuyo solo nombre
revelaba la intención oficial de incorporarse con una institución propia a actividades en las que la prov más rica del país tenía casi
el monopolio. La aspiración de Sarmiento era que el nuevo banco se hiciera cargo de la emisión en todo el territorio nacional, salvo
en la prov de Bs As.
Pero hacia fines de 1873 la Oficina de Cambios del Banco de la Provincia estaba perdiendo reservas y las seguiría perdiendo
hasta que en 1876 Avellaneda se pusiera de acuerdo con las autoridades de la prov en decretar la inconvertibilidad. La depreciación
de la moneda puso al Estado Nacional al borde de la cesación de pagos, y si Avellaneda pudo neutralizar ese riesgo fue menos por
su enorme y autoproclamada austeridad que por la ayuda financiera prestada por el Banco de la Provincia después de negociaciones
casi dramáticas. La ayuda no fue gratuita, su contrapartida fue que el peso papel del Banco de la Prov se convirtiera en moneda de
curso legal y que el joven Banco Nacional no pudiera emitir hasta devolver todo el préstamo. Entonces, en cuanto a cuestiones
monetarias, la republica unificada volvía al punto de partida.
Roca sabía que una de las más importantes iniciativas que tenía que impulsar en el tramo inicial de su presidencia era la
de liberar al Banco Nacional del convenio del 76 para usarlo como herramienta de su expansionismo económico y político,
avanzando sobre el Banco de la Provincia de Bs As.
La competencia por imponer una moneda
En mayo de 1881 Pellegrini había lanzado desde el Senado un globo de ensayo con el apoyo del presidente y con el seguro
escepticismo de ambos. Pellegrini proponía la creación de un Banco del Estado surgido de la fusión “voluntaria” entre el Banco de
la Provincia y el impotente Banco Nacional, la victima del convenio de sept del 76. Surgieron también otros proyectos similares al
de Pellegrini, pero los proyectos no podían ser impuestos por el número, necesitaban leyes-convenio (una ley que, teniendo como
origen la cámara de senadores de la nación, deberá ser sancionada con mayoría absoluta de los miembros de ambas cámaras y
posteriormente aprobada por las legislaturas provinciales)
Si el monopolio de la emisión en manos nacionales era en 1881 una utopía, y si la cooperación entre la nación y la prov de
Bs As no era una opción políticamente disponible, entonces el único camino que le quedaba a Roca era liberar al Banco Nacional
del “convenio humillante” que lo había convertido en una flaca alcancía y lanzarlo luego a la competencia. Así, en la larga puja que
se sucedería por la hegemonía monetaria, Roca se alzó con la primera de varias victorias durante el debate parlamentario transcurrido
entre julio y septiembre de 1881. Su bancada logró canjear la promesa de pago en bonos de la deuda interna al Banco provincia por
la automática derogación del convenio. Con la derogación del convenio, la moneda de la prov de Bs As perdía el privilegio de ser
recibida por su valor escrito en todas las oficinas y dependencias nacionales y de servir de pago del 50 % de los derechos de Aduana.
Aun así, no todos los que apoyaban a Roca quedaron conformes.
En 1883 los bonos de la deuda interna que tenían por objetivo cancelar las obligaciones del Banco de la Provincia se
convirtieron en deuda externa. Una complicada Ley de Unificación Monetaria aprobada después de la derogación del convenio le
había dado al país una moneda de oro y otra de plata con un tipo de cambio entre ellas que favorecía la monetización de la plata y
que por lo tanto satisfacía las aspiraciones de las prov interiores que usaban ese metal como medio de pago. 5 bancos ubicados en
las regiones más ricas del país (el nacional, el de la prov de bs as, el de cba, el de Sta fe y una institución financiera tucumana)
estaban autorizados a emitir pesos papel con respaldo en oro y plata.
El cuadro de situación revelaba que el presidente no había alcanzado su objetivo: el monopolio de la emisión en manos de
un Banco del Estado. Pero lo que nadie podía negar era que entre la asunción de Roca y Sept de 1883 las relaciones de fuerza en el
ámbito monetario se habían modificado. La primera victoria había sido la derogación del convenio del 76, con la liberación del
Banco Nacional y la consecuente desaparición del peso papel de la prov de Bs As como única moneda de curso legal. Lo que siguió
fue una nueva y vasta ofensiva a favor de la creación de un Banco del Estado como emisor monopolista, que Roca inició con una
propuesta concreta: la nacionalización del Banco Provincia. El gob estaba en el mismo problema que un año antes. El Banco
Nacional no podía constituirse en el monopolista al que aspiraba Roca porque el Poder Ejecutivo no tenía ni fuerza política ni
instrumentos legales para eliminar a ese otro poderoso Banco del Estado que era el Banco Provincia, al gobierno no le quedaba otro
camino que intentar un arreglo cooperativo con la prov de Bs As. Los otros 3 bancos autorizados a emitir no tenían importancia,
siempre se podía llegar a un arreglo con los débiles si se llegaba a un arreglo con el fuerte, la oposición de los diarios porteños a la
creación de un banco de estado, al que presentían como el banco de Roca desaparecería si se consumaba un pacto con bs as, los
partidarios de un sist de bancos libres aun eran minoría.
Probablemente Roca tenía claro en Mayo del 82 que su banco monopolista estaba en un callejón sin salida y que toda su
ofensiva solo fuera una preparación para seguir consolidando al banco nacional en un contexto de competencia más que de
colaboración. Luego el gob envió al congreso su proyecto para multiplicar por 2 veces y media el capital del banco nacional, aunque
era claro que los especialistas que eso solo significaba devolverle a la institución las dimensiones que tenía antes de 1876. En el
debate hubo legisladores (algunos de bs as porque le temían al nuevo “elefante blanco” que desafiaría al banco prov, otros del
interior prospero porque preferían tener sus propios bancos, todos ellos porque rechazaban la amenaza de un banco ajustado a las
necesidades políticas de Roca) que reprobaron el proyecto. El arco heterogéneo de la oposición se puso en marcha, aunque de una
manera tan caótica y con argumentos tan contradictorios que se podía augurar su derrota. Es que el proyecto no se trataba sólo de
sacar al Banco Nacional de la debilidad multiplicando su capital sino también de modificar la composición del directorio para que
el Poder Ejecutivo se garantizara la mayoría absoluta allí.
La segunda victoria de Roca fue liberar al Banco Nacional y quitar al papel de la prov de Bs As su curso legal. Ahora se
robustecía al Banco Nacional, se lo subordinaba al gobierno y se lo preparaba para el rush emisionista de los siguientes tres años.
En octubre de 1883 se produjo la tercera victoria de Roca. Otra ley autorizó un incremento del 30% en la emisión de papel
del Banco Nacional para reforzar el circulante de denominación menor, que hasta ese momento se hacía en monedas metálicas de
plata. El gobierno mataba dos pájaros de un tiro: por un lado mejoraba la posición del Banco Nacional frente al banco de la prov de
bs as; por otro la sustitución del metálico por papel permitía el avance del Banco Nacional sobre aquellas instituciones financieras
de prov donde las monedas menores de plata servían a las transacciones comerciales y circulaban predominantemente entre los
pobres. La sustitución se produciría espontáneamente, pero con el banco nacional afianzado y expandiéndose en el territorio, otro
proyecto resultó el lógico complemento: los bancos autorizados solo podrían emitir billetes pagaderos en pesos nacionales a oro, lo
que implicaba la desmonetización formal de la plata, el abandono del reg bimetálico y un duro golpe para muchos bancos del interior.
Las siguientes ofensivas de Roca por instalar un orden monetario con centro en el Banco Nacional ocurrieron en el contexto
de la crisis de 1885, con la estabilidad de la moneda ya perdida y con escasas probabilidades de obtener nuevas victorias. La 1era
ofensiva desembocó en un freno a las aspiraciones del presidente. Victorino de la Plaza se vio obligado a racionar la entrega de oro
en los últimos días del 84 y a decretar el curso forzoso en enero del 85. Para capitalizar el descalabro, el gobierno tanteó la posibilidad
de otorgarle el curso forzoso a la institución financiera de Roca pero no al Banco Provincia, lo que equivalía la quiebra del último,
que no iba a estar en condiciones de cumplir con sus depositantes con el billete a la paridad.
La segunda ofensiva ocurrió en octubre de 1885. W. Pacheco, ministro de Roca, intentó tomar nuevamente ventajas para
el Banco Nacional. La resistencia a la operación de Roca y Pacheco tuvo dos vertientes: por un lado se argumentó que en medio de
la crisis y con sobrados indicios de desconfianza de los ahorristas lo peor que se podía hacer era emitir; la segunda vertiente fue más
pragmática y tuvo que ver con el privilegio excluyente del Banco Nacional.
El estado nacional (el gob de Roca) estaría incompleto mientras no se apoderara del monopolio de la emisión.
Finalmente en el Parlamento se votaron los decretos para habilitar la emisión del Banco Nacional. El último año de Roca
fue, en términos monetarios, definidamente provinciano, y fue así con la tranquilidad que otorgaba saber que el competidor, con la
emisión congelada, no podía profundizar su penetración en el núcleo duro de la riqueza nacional. Con la victoria parlamentaria de
octubre el gobierno no podría compensar el golpe recibido con la inconversión de enero. Al implantarse el curso forzoso hubo que
dar poder cancelatorio a todas las emisiones, y como emanaban de establecimientos diferentes se circunscribió el curso legal al radio
de acción de cada banco, son sólo el billete del banco nacional extendiéndose por toda la geografía. En esa fuerza residió su
debilidad. Ese billetes e convirtió en letra pagadera al portador y a la vista para todo aquel que necesitaba transportar valor entre
provincias, de modo que fue desapareciendo de las regiones medianamente prosperas que tenían bancos locales de emisión y cuyas
monedas comenzaron a sufrir un descuento e incrementos clandestinos de circulante. Una nueva fragmentación monetaria estaba a
la vista, y en ella se incubaba el clima político y económico para la resurrección de la Ley de Bancos Libres. La época de las victorias
monetarias de Roca había terminado.
El fisco y los mercados de capitales: otra dimensión de la competencia
El concepto de competencia anárquica echa luz sobre el emisionismo roquista. En la puja por mantener la propia moneda,
aparecieron en escena los actores en conflicto, aquellos que surgieron de las victorias políticas y militares y que habían hecho
posibles esas victorias. Por un lado la nación, fortalecida en 1880 y a la que Roca procuraba encarnar; por otro lado la prov de Bs
As del gesto “conciliador y patriótico”, liderada inicialmente por Dardo Rocha como un aliado efímero de Roca, pero cuyo activismo
agresivo posterior se prolongaría en el tiempo, más allá de las peleas entre ambos y sin distinción de alineamientos políticos.
Finalmente las prov de la Liga de Gobernadores, la cual estaba fragmentada. No se trató sólo de la arena monetaria, sino también
de las del fisco nacional y los mercados de capitales, y en esa doble dimensión Bs As le llevaba una ventaja al resto de las prov y
dispondría de un arma con la que hostigaría al gobierno nacional. El distrito más rico tenía juego propio: deudas por cobrarle al
Poder Ejecutivo y acceso preferencial a los mercados financieros (con bonos casi tan valorados como los de la propia nación) para
colocar sus empréstitos y más tarde sus cedulas hipotecarias. Eso explica que la Liga, cuyos integrantes, por el momento, solo
podían acceder a los beneficios de los préstamos internacionales intermediados por el estado nacional, reconstruyera de vez en
cuando una fugaz y esforzada unidad para limitar la tajada de bs as en el presupuesto público nacional y moderar la asimetría. Pero
esa operación era difícil debido a su heterogeneidad.
En cuanto a las deudas, las relaciones del gobierno nacional con la prov de Bs As fueron sorprendentes. No fue en este el
caso el vencido el que tuvo que pagar las reparaciones de guerra sino el vencedor. Quienes inclinaron la balanza política en junio y
Nov de 1880 salieron de las entrañas del vencido, tomaron a través de las urnas el gob de la prov, exigieron el pago de las deudas
nacionales con el banco de la prov de bs as y acordaron compensaciones por la federalización de la ciudad. Roca nacionalizó la
deuda externa de la prov (lo que la dejo solvente para colocar nuevos empréstitos), expropió las obras inconclusas del Riachuelo
haciéndose cargo de completarlas y canceló con bonos de la deuda interna las obligaciones con las institución financiera más
poderosa de la republica a cambio de la libertad incondicional para el banco nacional.
La distribución de las obras publicas en el territorio, financiadas por el fisco nacional, acarreó nuevas tensiones a
la estrategia roquista. ¿Cuáles eran las prioridades del gob? ¿La infraestructura requerida para la expansión de nuevas exportaciones
que favorecía a las tierras fértiles del Litoral y a las que se habían sumado a la producción a pasos del océano? ¿La modernización
de la ciudad capital, que venía de la mano de aquella infraestructura? ¿O en cambio los ferrocarriles caros y de dudosa rentabilidad
que se extendían hacia el norte y el oeste para jubilo de las prov más pobres, que los reclamaban con el mismo ímpetu con que
reclamaban el proteccionismo? Lo 1ero era condición necesaria para que el progreso material emergiera y se sostuviera, lo 2do era
condición necesaria para reservar la unidad política bajo el predominio del autonomismo nacional. Ya desde fines de 1883 se
alzaban voces pidiendo prudencia al Poder Ejecutivo y al Congreso en materia de gasto público y de contratación de empréstitos,
pero estos pedidos ignoraban que Roca debía satisfacer la doble demanda y que incluso había coherencia en hacerlo de ese modo.
Si florecían las regiones ricas habría financiamiento para atender a las pobres y el rompecabezas fiscal se armaría con éxito al mismo
tiempo que el rompecabezas político.
Para Roca el desorden no era inherente al progreso, había un camino para impulsar el desarrollo interno sin generar
desequilibrios como los que en ese momento se estaban viviendo.
Para Pellegrini, Roca y Pacheco había una disección cualitativa del programa del gob en materia econ. Por un lado su
componente productivista, con el gasto y las inversiones en las zonas más ricas, por otro lado su componente distribucionista para
mitigar las desigualdades del federalismo argentino. El componente productivista era el cimiento del repago de la deuda, el
componente distribucionista, el cimiento de la gobernabilidad. Sin embargo, las casas de inversión podrían pedir otra cosa: un
análisis cuantitativo de la dinámica del gasto y de la deuda y un examen de su descomposición entre la dimensión productiva y la
distributiva.
La historia del conflicto distributivo en su aspecto fiscal, sin embargo, no terminaba con el presupuesto y la deuda nacional.
Como estaba ocurriendo en el aspecto monetario, la prov de bs as jugaba su propio juego, rivalizando con el de la nación. Tenía
motivos para marchar en paralelo y desafiante hacia la nación misma: seguía siendo la prov más poblada del país con casi un millón
de hab y con contaba con tierra fértil. Hubiera sido difícil establecer un equilibrio econ y político si bs as no cedía la ciudad.
Durante la gestión de Roca, la Bs As residual fue la prov que más expandió su gasto público, colocó empréstitos en los
mercados de capitales a mayor ritmo que la propia nación gracias a que por decisión de Roca partía de deuda cero, se benefició con
las compensaciones que recibió por la federalización y usó su propio sist financiero para distribuir cred en el territorio más
productivo de la república, respaldándose a través del Banco Hipotecario de la prov de Bs As, en la promesa de su tierra feraz. Si
su política de progreso febril y de derroche ponía en peligro la estabilidad de la moneda o el cumplimiento de sus obligaciones
financieras las propia prov sufría, pero era Roca el que pagaba los costos políticos porque un colapso de la prov de bs as significaba
un colapso nacional.
Con lazos aun sin cortar, la prov de bs as hacia su contribución a la crisis. La herramienta más poderosa de la política
expansiva bonaerense fue, en tiempos de Roca, el gasto publico financiado con empréstitos. Pero ya asomaban las cédulas
hipotecarias emitidas por el Banco Hipotecario de la prov de Bs As que llegarían a su cenit durante la gestión de Juárez. Las cedulas
eran la titularización de los flujos de fondos de la tierra y se constituyeron, para la prov de bs as, en la contrapartida financiera de la
campaña del desierto (los límites de los territorios nacionales pusieron un freno a la expansión de las prov que tenían fronteras,
especialmente la de bs as). Las cedulas eran deuda privada con garantía pública. Los productores hipotecaban sus tierras para
introducir mejoras a las explotaciones o para comprar nuevas tierras. Con el respaldo de esas hipotecas el banco emitía cédulas
nominadas en pesos papel, que a principios de los 80 se colocaban en el mercado interno pero que superada la crisis del 85 (y con
la convicción de que tarde o temprano el peso volvería a la par) tentarían a los ahorristas europeos. Al menos el 90 % de las emisiones
de cedulas quedaron en manos extranjeras y la contrapartida en ingresos de capitales impulsó al alza el gasto privado y el nivel de
act.
Durante la adm de Roca, sin embargo, ese proceso fue más atemperado y local. Los compradores de las cédulas eran,
todavía, ahorristas argentinos, muchos de ellos de la ciudad capital, que de ese modo “exportaban” capitales a la prov de bs as y
financiaban su desarrollo. Para disgusto del gob nacional y del resto de las prov (que en este caso si fueron un bloque homogéneo)
la apertura de ese nuevo canal de competencia entre la nación y la prov más rica tuvo un ganador claro. Mientras Roca había
avanzado con su banco nacional hasta empantanarse en la crisis, la prov de bs as contraatacaba no solo con empréstitos colocados
fuera del país, sino con cedulas hipotecarias colocadas fronteras adentro, en el país todo.
La crisis del 85
El conflicto distributivo que durante el gob de Roca tuvo como actores principales al Estado Nacional y a la prov de Bs As
desembocó en la crisis de Dic del 84 debido a que Roca no pudo ni contener ni coordinar las demandas desbordadas. Él mismo
debió librar una riesgosa batalla monetaria y fiscal para consolidar su presidencia. El optimismo econ en que se había desenvuelto
su gestión hasta ese nefasto verano chocó con la caída de precios de los frutos del país y la desaceleración en el ingreso de capitales,
es decir con factores externos que se tornaban negativos.
El cred externo, ausente durante casi toda la presidencia de Avellaneda, había reaparecido al comenzar la adm de Roca,
impulsando la valorización de la moneda hasta llevarla a la par, facilitando la fijación del tipo de cambio que, como en épocas de
Mitre, reclamaban los exportadores, financiando los emprendimientos públicos y los desequilibrios comerciales. Pero para el
momento en que el Banco de Ing tomó la decisión de endurecer su política monetaria ya era visible que los fundamentos econ del
proyecto político roquista se agrietaban: el crecimiento de las importaciones triplicaba al de las exp, las expectativas optimistas
iniciales sobre las ventas al exterior no se realizaban. La tierra fértil no estaba brindando los volúmenes de producción que se
necesitaban y tampoco al precio que se necesitaba.
La hipótesis de este texto es que el optimismo derrotado por la deflación y el deterioro de los términos de intercambio, la
demanda anárquica de fondos en una nación que se había dado un orden político, pero no un orden econ y que reproducía en la econ
los conflictos que por largo tiempo habían obstaculizado la construcción del orden político.
¿Y el debilitamiento de Roca?
Roca terminaba su gob explicando y justificando tanto su política expansionista como el tropiezo final con la retórica
política a la defensiva: el progreso material era tangible y sus beneficios no se esfumarían, la crisis, en todo caso, era una “crisis de
progreso”. Roca ya no tendría ni tiempo ni recursos (sobre todo fiscales) para recomponerse después de los acontecimientos del 85.
La clase política ya dirigía su atención a los próximos comicios. El proyecto centralista de Roca estaba maltrecho y él mismo
políticamente herido. No tanto como para carecer de influencia en los años duros que vendrían, pero lo suficiente como para poner
en duda que en esos meses haya sido el gran elector que hubiera querido ser. Las elecciones presidenciales del 86 se acercaban, en
el ruedo quedaban Juárez y Bernardo Yrigoyen. El 1ero contaba con el apoyo de la mayoría de las prov, mientras el 2do limitaba su
influencia a Bs As y Tucumán.

Cap.2: Juárez: el fracaso de un desarrollismo provinciano


En este capitulo se presentan los acontecimientos producidos durante la presidencia de Miguel Juárez Celman (1886-1890)
la cual se inició en un contexto optimista y con ambiciones desarrollistas. Su idea de descentralización financiera y la sanción de la
Ley de Bancos Garantidos se opusieron al monopolio monetario sostenido por Roca. Las cédulas emitidas por el recientemente
creado Banco Hipotecario Nacional, así como las emitidas por el Banco Hipotecario de la Provincia de Buenos Aires se convirtieron
en los medios para financiar el expansionismo juarista. Pero, hacia el segundo semestre de 1888, esta política se revirtió en la medida
en que la inflación, el desequilibrio en el comercio exterior y el aumento de la tasa de interés en el mercado londinense generaron
sospechas sobre la capacidad de pago nacional dado su nivel de endeudamiento. Los autores describen el cambio de la política
económica producida en los últimos meses de 1889 ante las dificultades existentes, la cual contempló un menor nivel de gasto y la
restricción monetaria. Pero a pesar de la implementación de una política de ajuste, cuando la desconfianza de los ahorristas afectó
el funcionamiento del sistema financiero hacia marzo de 1890, la crisis económica se hizo presente, la que unos meses después se
convirtió en una crisis política y derivó en la renuncia del presidente Juárez Celman a su cargo
El espíritu panglossiano
En Oct de 1866 Juárez tenía un par de rasgos distintivos. Era un hombre de Cba, la prov que parecía convertirse en el centro
geográfico y econ desde el cual se irradiaría un progreso más parejamente distribuido. Y era el 1er presidente que sucedía a su
antecesor en un clima de paz interna y externa. El vicepresidente Pellegrini, le aportaba equilibrio a la formula. El optimismo local
fue casi unánime una vez superada la corta crisis del 85. El rendimiento de los bonos argentinos cayó aun desde antes de la asunción
de Juárez a pesar de la impresionante demanda de cred originada en la arg, lo que significa que la oferta de cred se expandía más
que la demanda y que ahorristas cada vez más prudentes estaban dispuestos a arriesgar algún capital en la arg. Arg ofrecía tierra
virgen, sobre todo de la prov de Bs As. No hay que buscar explicaciones en la teoría de las finanzas para dar cuenta del flujo de
inversiones y de la caída del riesgo país, simplemente ocurría que la arg se estaba convirtiendo en un destino más confiable para las
inversiones porque se la percibía más rica.
Entonces, Juárez era la encarnación del “optimismo” al oeste del “atlántico” (esto es, “del lado de la demanda”). Juárez no
fue un liberal-privatista como muchos lo calificaron. Sino que fue un desarrollista que trabajó sobre las ruinas del centralismo
roquista, cuyos pilares habían sido el gran banco del estado, el proteccionismo y los ferrocarriles financiados por el fisco nacional,
y que había quedado rengo por el desafío de la prov de bs as y las demandas de las prov del norte. Fue comprensible el viraje
descentralizador de Juárez: el gran banco parecía haber sido uno de los factores principales que condujeron a arg al curso forzoso y
no estaba claro que hubiera favorecido a las prov interiores. En cuanto a los ferrocarriles fiscales (cuyo trazado si benefició a las
prov) eran demandantes de fondos de los que el tesoro ya no disponía desde la crisis del 85, de manera que buscar capitales para
invertir en vías férreas con una garantía mínima de rentabilidad se convirtió en política oficial. El canje de la descentralización
juarista por los favores políticos provinciales parecía en 1886 una formula imbatible y con la recuperación del financiamiento
externo, en verdad lo era.
El ocaso del monopolio monetario roquista: los bancos garantidos
Uno de los favoritos de la historiografía sobre los años 80 para explicar el colapso de los 90 fue la descentralización del
cred nacional a través de la Ley de Bancos Garantidos (1887) ¿Qué fue la ley de bancos garantidos, votada en esas circunstancias
por una extraña unanimidad? La ley implicaba el surgimiento de múltiples bancos de emisión en las prov, con el respaldo pleno a
las nuevas emisiones y la emisión de pagarés por el stock monetario previo en los casos en que (como el del banco de la prov de bs
as y el banco nacional).
Después de la crisis del banco nacional y de la frustración de Roca en su intento por convertirlo en el banco monopolista
del estado, el lema de Juárez que sirvió de apoyo al nuevo proyecto fue pluralidad de bancos unidad de moneda fiduciaria, situado
en las antípodas de Roca. La colocación de empréstitos provinciales a oro en el mercado financiero de Londres, empréstitos con los
que se adquirían los fondos públicos que garantizaban las nuevas emisiones, fue llamativa durante el año siguiente a la aprobación
de la ley.
La teoría de bancos libres le vino bien a Juárez para exhibir su vocación de cambio y diferenciarse, pero esta teoría no
hubiera prendido sin la crisis del 85. La percepción casi unánime de los legisladores era que las recién superadas dificultades
financieras habían sido en gran medida la consecuencia del emisionismo roquista. Esto generó coincidencias: los representantes de
la prov de bs as (cuyos electores no habían votado a la candidatura de Juárez) estuvieron a favor de la ley de bancos garantidos
porque de esa manera se debilitaba el concubinato entre el gob nacional y el banco nacional, permitiendo que el banco de la prov
de bs as recuperara posiciones. Era mejor para la 1era institución financiera oficial arg competir con varios bancos débiles que con
el gran aspirante a monopolio nacional. Por su lado, las prov pobres vivirían bajo el protectorado del banco nacional y los distritos
intermedios realizarían su sueño de autonomía monetaria ¿Qué ocurrió en la práctica con la ley de bancos garantidos? -Hubo desvíos
y emisiones no autorizadas como los había habido durante Sarmiento y Avellaneda y después de declarado el curso forzoso del 85,
pero ello fue más el intento de proveerse liquidez en momentos de tirantez monetaria que el resultado de la voracidad emisionista,
es decir, más la consecuencia de la crisis que su causa – otra cuestión imp tiene que ver con el ritmo de creación de dinero en tiempos
de Juárez y su distribución en el espacio geográfico nacional. El circulante se había más que triplicado durante el gob de Roca bajo
el liderazgo del banco nacional, a expensas del banco de la prov de bs as, reflejando las victorias de Roca. Desde la asunción de
Juárez hasta mediados del 89 el circulante menos que se duplicó, con la novedad de que la participación de todos los bancos del
interior sumados fue, por única vez en la historia, mayor que el de cualquiera de los dos grandes. Después se ingresaría en una
dinámica caótica y en la emisión endógena, pero hay que subrayar un dato: la contrapartida en empréstitos de florecimiento
monetario provinciano, concentrado sobre todo en cba, santa fe y entre ríos, explica poco menos del 20% del endeudamiento externo
generado durante el mandato juarista. Habrá que buscar otros factores y actores para comprender que detono la crisis de 1890.
¿Por qué la prov de bs as ingresó callada y modestamente a la ley de bancos garantidos? Se debió al debilitamiento del
adversario más temible. Pero hubo otros ingredientes, el más imp de naturaleza política. En Dic del 86 el gobernador Carlos D
Amico hizo un gesto que lo reconciliaba con Roca y Juárez. Aprovechando el receso legislativo cambió por decreto el directorio
del banco de la prov entronizando a un grupo de amigos de Roca. Mirado desde el gob nacional, si la ofensiva frontal y abierta de
enero del 85 para negarle el curso forzoso al banco prov había fracasado, bien valía un caballo de Troya, y eso parecía convenir a
Juárez.
Cedulas hipotecarias: la carta fuerte de Bs As
Después de los acuerdos Juárez-D Amico, las relaciones entre el banco de la prov y el gob nacional se desenvolvían en
armonía. Sin embargo, la prov guardaba motivos para el agravio que eran previos a esos acuerdos y cuyas secuelas se prolongarían
por largo tiempo. Roca le había regalado a Juárez la ley de creación del Banco Hipotecario Nacional (1886) lo que más allá de la
novedad institucional implico una “puñalada trapera” a Bs As al expulsar (a través de un artículo incorporado a último momento) a
su propio banco hipotecario del ámbito capitalino. Se incluyó una clausula estableciendo que en el futuro solo el Banco Hipotecario
Nacional podría hacer emisiones de cedulas sobre propiedades situadas en la capital de la república o en los territorios nacionales.
¿Fue ese golpe la expresión de un creciente poder de las prov del interior sobre la prov de bs as? Esta interpretación ha sido
cuestionada. El Banco Hipotecario Nacional no se comportó como pudieron haberlo soñado los legisladores provincianos que
votaron la cláusula imaginando un torrente de crédito a las regiones más postergadas. En cuanto a la política de la institución, el
criterio adoptado inicialmente para la distribución de los prestamos fue el de asignarlos proporcionalmente al pago del impuesto
territorial, con lo cual no había en el reglamento un sesgo preferencial a favor del interior, y si no lo había en la letra menos lo habría
en la práctica.
¿Fueron los escasos créditos hipotecarios asignados a la prov de bs as un castigo disciplinario porque sus electores no
habían acompañado a Juárez? Quizás hubo una intención inicial en ese sentido, pero eso no pudo haber durado mucho ni provocado
ni un rasguño a la econ provincial. Sucede que las relaciones entre Juárez y los gobernadores de Bs As fueron distintas de las de
Roca. Máximo Paz, gobernador de bs as, decidió actuar callada y amistosamente para recuperar posiciones y aspirar a la
vicepresidencia en 1892. Dio por olvidados los agravios y el Banco Hipotecario de la prov de Bs As se embarcó en una febril política
de emisión de cedulas para satisfacer la demanda de cred de su población rural y urbana. Con el tiempo Juárez comprobaría que no
haber contado en su momento con los votos de la prov de bs as no había sido la peor noticia. Mas grave será la mimetización de Paz
con su propia política y la sordera que simularía luego cuando Juárez le rogase contener esos afanes expansionistas que con él
compartía. El periodo entre principios del 86 y mediados del 89 luego de que los ahorristas ingleses descubrieron las cedulas y se
convencieron de que la nominación en pesos papel era una ventaja adicional porque la arg marcharía a la apreciación del peso hasta
volver a la paridad, fue el de la competencia entre los dos bancos hipotecarios por colocar cédulas en Londres y en otras ciudades
europeas. Al principio Europa lo absorbería todo. La garantía de la propiedad inmobiliaria era el respaldo argentino para la
colocación de la deuda. Si además se proyectaba el arribo del ferrocarril a nuevas regiones, la oferta era muy tentadora. La tesis era:
tierra abundante y fértil significaba disponibilidad de cred.
Uno de los malestares políticos que debió soportar Juárez fue que muchos dirigentes provinciales se quejaron de que el tiro
del Banco Hipotecario Nacional hubiera salido por la culata y que fuera el Banco Hipotecario de la prov de Bs As el que liderara la
emisión externa de cedulas. Sin embargo, para ese Juárez expansionista las cedulas eran una herramienta poderosa que no debía
ponerse en cuestión y no solo las de la nación sino tamb las de la prov de bs as. Unas y otras se habían transformado en el principal
canal de ingreso de los capitales que financiaban el impulso econ gubernamental. Esa actitud del presi se modificaría al hacerse
visibles las grietas financieras de su gestión, pero mientras ellas no aparecieron Juárez quiso exprimir hasta el final ese fruto. Para
ello tuvo que hacer un gesto reparador hacia sus amigos en el Parlamento, que eran los que autorizaban las nuevas ofertas de cédulas
del Banco Hipotecario Nacional.
La duda
Los primeros meses de 1888 transcurrieron bien, favorecidos porque el banco de Inglaterra mantenía la tasa de descuento
baja. Fue el momento de las prov interiores, que con la Ley de Bancos Garantidos en la mano fueron a los mercados de capitales a
buscar el oro que les permitiera comprar los títulos públicos nacionales contra los cuales emitir moneda. Las dudas sobre arg
surgieron a partir de agosto. La inflación de bienes y de activos financieros y reales y el desequilibrio de cuenta corriente cobraron
un nuevo sentido con el incremento de la tasa de interés: las perspectivas arg comenzaron a evaluarse de otro modo y aparecieron
cuestionamientos sobre la dinámica de la econ sudamericana. El papel moneda no se apreciaba y aparecían signos de presiones
devaluatorias, de modo que las cedulas hipotecarias nominadas en pesos se convirtieron en obj de controversia entre los asesores
financieros. Por otra parte, ahora se consideraba probable que las cedulas hubieran contribuido (junto con los proyectos
ferrocarrileros) a aumentar en exceso el precio de la tierra, y si ello era así el negocio agro-ganadero, la palanca productiva para el
repago de la deuda, estaba en dificultades: el precio de la tierra se había ido muy arriba mientras que el precio de sus productos se
estaba yendo muy abajo. Quizá no se trataba solo de que las prov pobres del norte estuvieron recibiendo fondos en exceso, quizás
una sobreestimación de riqueza estaba afectando al gran arco de tierra fértil que abarcaba a Sta Fe, Entre Ríos, Cba, y a la prov de
bs as y la ciudad capital.
Juárez comprendió a esta altura de los acontecimientos (principios de 1889) que enfrentaba un delicado problema. Con la
política expansionista el desequilibrio comercial se espiralizaba y el ingreso de capitales ya no era suficiente para financiarlo. Pero
la primera reacción del presi fue el rechazo a las formulas ortodoxas, que de aplicarse, generarían fisuras en su relación con las prov
y erosionarían su base política.
A fines de invierno del 89, estaba claro que el deterioro del contexto internacional y las inquietudes internas imponían un
viraje de política econ doloroso para Juárez. Ya no se podía financiar el desequilibrio de cuenta corriente ni había empréstitos fáciles.
O bien se convertían las tarifas de avalúos a oro para desalentar la demanda de importaciones, moderar consecuentemente el déficit
comercial y equilibrar las cuentas fiscales, o bien se contenía la expansión monetaria, o ambas cosas. Cualquier combinación era
contractiva y antipopular y significaba dificultades en las relaciones con las prov. Solo podía hacerse cargo de esta tarea sin licuar
el poder de Juárez alguien en quien las prov confiaran. Con este cometido, retornó Pacheco al ministerio, sin embargo fracasó en
los dos 1eros proyectos que propuso.
Viraje ortodoxo de Juárez: menos moneda, menos cédulas, menos ferrocarriles.
Pacheco rearmó una política de ajuste sobre el flanco más vulnerable: el de los ferrocarriles privados con garantía mínima
de rentabilidad (los ferrocarriles garantidos) que con su capital hundido en tierra arg y operando bajo las leyes arg no tenían mucha
capacidad de rta. Para el autor el Juárez de los ferrocarriles a la luna fue un fenómeno de gran intensidad pero que duró poco más
de un año. Pronto comenzaron a acumularse indicios de que el presi estaba insatisfecho con su apuesta inicial a favor de los
ferrocarriles garantidos, que como carta de negociación con las prov pobres del norte eran votados casi sin límites por el parlamento.
Y si las correcciones fueron al principio graduales y cautelosas, ello ocurrió así por el lugar político que esos ferrocarriles ocupaban.
En Feb del 88, el gob dictó un decreto, luego convertido en ley que establecía el pago automático y anticipado de las
garantías, pero al mismo tiempo fijaba un % de los ingresos totales de las compañías como gasto “reconocido” de explotación. Por
lo 1ero, varios interpretaron el decreto como un beneficio excepcional a las empresas, en lo 2do sin embargo, se percibe el malestar
de Juárez por la inflación de costos en que incurrían los directorios para disimular ganancias y el intento presidencial de ponerle un
límite. Juárez creo, con el consentimiento de las prov insatisfechas por la baja calidad de los servicios, la Dirección Gral de
Ferrocarriles. La repartición tuvo a su cargo inspeccionar las obras, el tren rodante, y la poco confiable contabilidad de los
ferrocarriles. La Dirección debía proponerle al poder ejecutivo las tarifas a regir y podía aplicar multas sin más requisitos que sus
propios informes. La relación de Juárez con los ferrocarriles empeoró en la medida en que se profundizó la crisis.
Un clima de “sálvese quien pueda” había reemplazado al optimismo. El congreso repartía garantías en un escenario cada
vez más incierto y cuanto más incierto era el futuro más se acumulaban los proyectos de concesiones en el Parlamento, porque para
los legisladores y las prov que representaban, tanto como para los intermediarios de dudosa solvencia que impulsaban las iniciativas,
parecía claro que no habría un día después. Juárez dejó hacer a los legisladores hasta fines de Oct, no paró la estampida. Ya no
habría nuevos ferrocarriles garantidos. Al final, no hubo pasividad presidencial. Ninguno de los ferrocarriles garantidos votados
durante el 89 fue construido, ninguno se transformó en un contrato firme con el estado y ninguno incrementó las erogaciones
corrientes del estado y la deuda nacional.
El pan-autonomismo de Juárez
Para el mismo momento en que Juárez y Pacheco daban a conocer los decretos sobre ferrocarriles, la puja distributiva en
el espacio geográfico nacional era ya un juego de suma cero en que ninguna de las partes podía apropiarse del progreso material
porque éste ya no existía. De un lado, las presiones del norte sobre el fisco nacional, del otro la jactancia de una bs as que no
necesitaba de presiones. Ya no se trataba solo de las consecuencias recesivas del desequilibrio de cuenta corriente cuando no hay
ingreso de capitales, la desconfianza de los ahorristas estaba generando ahora un drenaje significativo de los depósitos en los bancos
públicos y nuevas presiones en el mercado cambiario. El Banco Nacional, y el Banco de la prov de Bs As, aliados por 1era vez
desde que el 1ero se fundara, reclamaron un auxilio al gob de Juárez que se enfrentó a un dilema clásico de la política monetaria en
tiempos de crisis: o emitía sin respaldo, para salvar a las dos grandes instituciones financieras oficiales (empujando al alza la prima
del oro y aumentando el riesgo de cesación de pagos) o bien las dejaba caer (con la seguridad de provocar un colapso crediticio
generalizado). Juárez eligió lo 1ero. Buena parte de los bancos provinciales hicieron lo mismo, poniendo en circulación billetes que
ya habían sido retirados del mercado. Así, se proveyeron su propio salvataje sin pedir permiso a nadie y violando las normas de la
Ley de Bancos Garantidos. Las crisis econ se convirtió en una crisis política. En abril renunciaron todos los ministros de Juárez y
se formó un nuevo gabinete. En las semanas que siguieron se tenía cierta esperanza de que la crisis podía solucionarse.
Los aspirantes a suceder a Juárez en el 92 (Roca-Cárcano-Pellegrini) se reunieron con el presi ofreciéndole su apoyo y la
renuncia de sus candidaturas, al tiempo que el último le pedía lo que Juárez ya estaba haciendo: la unificación del autonomismo. La
arquitectura política que se puso en escena funcionó. Los gestos mutuos de buena voluntad y el nombre del flamante encargado de
la econ, con su discurso frugal y moralizante, alentaron a algunos periódicos y a los mercados financieros: la deuda arg (en oro y
pesos) aumentó su cotización y el peso papel se apreció un 20%. Pero el arreglo no marcharía sin tropiezos.
En ese breve interludio trabajó Uriburu. El ministro intento conseguir un nuevo empréstito externo para garantizar el pago
de los compromisos urgentes, también tomo el toro fiscal por las astas y envió al congreso un proyecto que provocaba rechazo pero
que las arcas del gob necesitaban: los aforos de los productos importados pasarían a valuarse un 50% en oro. A su vez iniciaba una
investigación sobre supuestos actos de corrupción en la aduana, aunque no todavía en el banco nacional. La combinación de nueva
política, nueva econ y nueva moral dio efecto para satisfacción de Juárez. Se produjo un enorme influjo de oro al país. El proyecto
de los aforos de aduana fue aprobado en mayo. Luego de un acuerdo de ministros en junio se resolvió que la oficina inspectora de
bancos garantidos intimara a todos los bancos provinciales a presentar sus balances y realizara las inspecciones necesarias, no
importaba cual fuera el banco. Si el presidente Juárez había virado en su política ferroviaria hasta borrar cualquier promesa futura
de ferrocarril garantido, si se había sometido al mal trago de una coalición pan-autonomista para fortalecer su gob ¿Por qué no se
iba a poner estricto con la política monetaria y bancaria?
Luego Uriburu le propuso al presi y al resto de los ministros el plan integral que pensaba instrumentar, donde planteaba,
entre otras cosas, la remoción completa del directorio del banco nacional (quería tomar el poder del mismo). Pero el presidente no
lo apoyo y Uriburu terminó renunciando. La situación econ empeoró.
Regreso a las fuentes
Cerrado el ciclo de Uriburu, el maltrecho presidente estaba frente a un dilema, quería salvar a su gob pero no a costa de
licuar su poder, y ese poder descansaba sobre un sustento político alejado de quienes habían acunado esperanzas con la gestión
estabilizadora de Uriburu, resolvió el problema apoyándose en los amigos incondicionales. Juan Agustín García asumió la cartera
de hacienda. Desmintió a quienes daban por caído el empréstito externo, de modo de atemperar el pesimismo de los financistas y
contener el precio del oro. Pero eso terminó siendo la faceta publicitaria de su gestión, porque el empréstito nunca llegaría. Mientras
las negociaciones por el empréstito se dilataban y cada vez más gente descreía de su carácter salvador, el clima econ desmejoraba.
El 26 de julio estalló la revolución del parque, pero fue vencida con la intervención directa y personal de Pellegrini en el frente de
batalla. El 6 de agosto, la resistencia de Juárez ante lo que veía como una rebelión porteña cedió y presentó la renuncia. Tras su
renuncia nunca más retornó a la vida pública. Carlos Pellegrini llegaría a la presidencia ¿podría domar el “desorden” heredado?

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