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01.Plaza de Cort
El mar ha sido para Mallorca, desde tiempo inmemorial, la única vía de comunicación
con el exterior. Para los mallorquines ha significado una fuente tanto de ilusiones y
esperanzas como de desdichas y amenazas. Lo bueno y lo malo ha llegado siempre a
Mallorca por vía marítima: desde sus primeros habitantes en época prehistórica, hasta los
paulatinos avances técnicos y civilizatorios de los sucesivos contactos con griegos,
fenicios, púnicos, romanos y bizantinos. Ya durante el medioevo, llegó por mar la
importante colonización islámica, y en el siglo XIII la catalano-aragonesa.
Mallorca vivió un gran auge mercantil y naviero durante la edad moderna. Se mantenían
intercambios con puertos italianos, franceses y del Norte de África. Y también se abrirán
importantes rutas comerciales con América. Todos los pueblos del Mediterráneo han
avistado y recalado en las costas mallorquinas y dejado su legado cultural.
Pero también el mar ha sido fuente de desgracias: de él llegaban las invasiones y las
dominaciones, las grandes plagas y enfermedades... y los temidos ataques por sorpresa de
los piratas berberiscos. En él perdían la vida pescadores, marinos y viajeros, hechos que
han marcado la memoria y el sentir colectivo de los mallorquines.
La existencia de este torrente, que partía en dos la ciudad, acuñó la distinción, de algún
modo aún presente hoy día, entre ciudad "alta" y ciudad "baja": en la ciudad alta se asentó
la nueva aristocracia tras la conquista catalana, y en la ciudad baja la vida siguió ligada a
la vida portuaria. Aquí se instalaron preferentemente comerciantes y también algunos de
los judíos que participaron en la empresa de la conquista del lado del obispo de Barcelona.
La fachada principal está formada por tres parámetros verticales separados por dos
pilastras y dos líneas de impostas que dividen la fachada en tres pisos. El portal dintelado
está enmarcado por un arco de triunfo que acoge una imagen de Sant Joan Baptista.
04.La Llotja
Plaza de la Llotja. La Lonja fue la sede del Colegio de Mercaderes, institución encargada
de velar por el comercio y el mantenimiento del puerto de la ciudad (fundada en 1403 por
privilegio del rey Martí) hasta su desaparición en el primer tercio del siglo XIX. Se
utilizaba también como casa de contratación y lugar de transacciones comerciales. La
construcción de este magnífico edificio supone, arquitectónicamente, la culminación del
gótico civil mallorquín y, económicamente, el esplendor del comercio mallorquín del
siglo XV.
Es la principal obra que el maestro de obras oriundo de Felanitx, Guillem Sagrera, realizó
en Mallorca, y muestra una sensibilidad estilística ya próxima al Renacimiento, aunque
hay que inscribirlo en un gótico tardío o flamígero. La obra fue contratada de forma
definitiva por Guillem Sagrera con el Col·legi de la Mercaderia en 1426. Se acabó quince
años más tarde.
Paseo de Sagrera. Se trata de los restos de la antigua puerta de las murallas (el llamado
quinto recinto) que daba al mar y que fueron desplazados hasta aquí tras la demolición de
esta parte de la estructura defensiva de la ciudad. Es una puerta de estilo manierista
(1620), siendo el arquitecto Antonio Saura y el escultor Jaume Blanquer. Aparece
concebida como un bello arco triunfal con la imagen de la Inmaculada Concepción en el
centro del arco, ostentando a cada lado un relieve con la imagen de un ángel; en el friso
situado bajo la cornisa que remata el arco aparecen unas inscripciones, muy deterioradas,
que recuerdan a las autoridades bajo cuyo mandato se erigió la puerta.
El Consolat fue una institución muy importante y activa durante la época de esplendor
del comercio mallorquín. Dictaba sentencias sobre litigios que afectaban a varias
ciudadanías y diferentes legislaciones, situaciones muy habituales en los barcos, en los
que, según demuestran los documentos, llegaban a mezclarse gentes de todas las riberas
del Mediterráneo: valencianos, malteses, genoveses, griegos, pisanos, croatas,
venecianos, catalanes, marselleses, liorneses, napolitanos, alicantinos, roselloneses etc.
06.Antigua atarazana
La plaza de la Drassana fue planificada en el año 1844 sobre el solar de la antigua drassana
que, desde el siglo XIII se encontraba ubicado en este lugar formando un recinto
amurallado. La Drassana (atarazana) era el lugar en el que durante la Edad Media y
principios de la Moderna, se construían y reparaban los barcos. Esta actividad
determinaba completamente la vida del barrio, encontrándose en las calles que llevan a
ella numerosos topónimos (del Vi, de Boters, Apuntadors, etc) que recuerdan los oficios
relacionados con la Drassana: carpinteros de ribera (mestres d'aixa), serradores, calafates,
fabricantes de remos (remolers), veleros, hostaleros (encontramos mujeres dedicadas a
este oficio), boteros que fabricaban las botas para transportar el aceite y el vino.
Las calles adyacentes estaban llenas de pequeñas botigues donde se almacenaban los
diferentes productos destinados a la exportación y donde trabajaban los artesanos
(menestrals). También frecuentaban el barrio portuario los cartógrafos, con la finalidad
de recabar información de los marineros que llegaban al puerto de Palma, para mejorar y
ampliar las cartas náuticas. En este punto cabe recordar la importancia de los famosos
cartógrafos mallorquines Vallseca, Piris, Moner y los prestigiosos Cresques Abraham y
Jafuda Cresques, a los que se atribuye la obra del famoso Atles Català, realizado en 1375.
La estatua del centro de la plaza está dedicada al célebre navegante mallorquín Jaume
Ferrer. Durante el siglo XIX, cuando la actividad naviera de la zona se había reducido
casi por completo en beneficio de otros enclaves extramuros, la plaza se usó como
mercado de alimentos, por lo que se porticó. Esta galería porticada fue demolida el 1891.
La calle de Sant Pere debe su nombre al oratorio del siglo XVI dedicado a este santo,
patrón de los pescadores, que eran mayoritarios en este barrio. Por este motivo, el barrio
era conocido como Puig de Sant Pere. En la época medieval esta calle se conoció como
calle de la Porta de Porto Pi o de la Puerta de Santa Catalina, porque conducía hacia la
puerta de la muralla que recibía este nombre, ubicada al final de esta vía.
Estas calles han mantenido un entrañable sabor marinero y popular a los largo de los
siglos: pequeñas casitas de estrechas fachadas, muchas de ellas de origen medieval, que
han conocido sucesivas e innumerables divisiones y reagrupaciones, producto de ventas,
adquisiciones, herencias etc. Vemos muchos ejemplos de botigues y algorfes propias de
los siglos XVI, XVII y XVIII, lugares tanto de habitación como de manufactura familiar
y almacenaje.
En estos modestos habitáculos encontramos que vivían gentes que desempeñaban los
oficios propios del barrio: pescadores, marineros, carpinteros de ribera, tejedores de lino,
sastres, etc. Entre los vecinos más favorecidos económicamente hallamos patrones de
barca, capitanes de galera, algún doctor en medicina, notarios y clérigos. En uno y otro
segmento social aparecen indistintamente gran número de viudas, pues la mayor parte de
los hombres vivían en continuo riesgo de perder la vida en el mar.
El arco de Can Xambó era una de las puertas de acceso a la casa de unos mercaderes de
origen corsario, los Xambó. Es un buen ejemplo de cómo una casa del tipo "menor" o
pequeño-burguesa va aumentando su tamaño mediante la paulatina compra de las
edificaciones colindantes en consonancia al ascenso social que, a lo largo de varias
generaciones, logra la familia que la habita. Esta saga de mercaderes ha sido bien
estudiada: se trata de una familia de orígenes humildes que, gracias a las habilidades
náuticas y mercantiles de sus miembros y aprovechando el gran auge del corsarismo,
logra asimilarse a la clase acomodada de los mercaderes. Resulta curioso y reseñable
observar que este grupo de "nuevos ricos" del barrio, frecuentemente de origen extranjero
(Xambó es una catalanización del francés Chambeau) mantiene entre sus miembros una
estricta endogamia, a semejanza de otros dos importantes grupos sociales y económicos
de la época: los judíos conversos y la nobleza.
C. Sant Llorenç. Sobre una colina que domina el muelle viejo de Palma se encuentra la
iglesia parroquial de Santa Creu fundada por Berenguer de Palou, obispo de Barcelona,
poco después de la conquista de 1229. El templo actual es de estilo gótico con planta de
una sola nave construida entre 1445 y 1779 que se adaptó a una estructura anterior de los
siglos XIII y XIV.
Fue una de las cuatro primeras parroquias de la ciudad. El obispo la puso bajo la misma
advocación que la de su sede de Barcelona, la Santa Creu. Delante de la propia iglesia
estuvo el palacio del obispo del que no han quedado restos. Nos consta documentalmente
que en al año 1343 se extraía piedra para su construcción de la cantera real de Bellver.
La capilla de San Llorenç. Este oratorio es una construcción de planta absidal con cinco
capillas que se abren a un deambulatorio que, de forma atípica, se sitúa ante el altar. El
espacio cubierto con once bóvedas de crucería, muy macizas, es un auténtico dosel de
piedra que contrasta con las cuatro columnas centrales exentas. Las formas simples y
geométricas de las molduras, impostas y capiteles son una pura expresión del primer
gótico, llamado del Cister. Según el historiador francés Marcel Durliat la capilla de Sant
Llorenç data del comienzo del siglo XIV, pero ciertos detalles permiten aventurar que su
construcción sea de finales del siglo XIII.
Sala de arte sacro. La sala contiene una muestra del ajuar litúrgico de la parroquia con
piezas de orfebrería, de joyería antigua e indumentaria religiosa. Entre ellas hay dos obras
singulares: la cruz procesional de plata que era de la Cartuja de Valldemossa (siglos XVI-
XIX) que porta en el reverso la iconografía del blasón de aquel monasterio y la gran
custodia con detalles de estilo rocalla donada a Santa Creu por el general Antoni Barceló
(1716-1797).
C. del Vi. En esta casa nació, en 1716, el Capità Antoni Barceló, personaje mítico en la
memoria popular: uno de los últimos capitanes corsarios de Mallorca. Su vida ejemplifica
la típica biografía de éxitos y ascenso social que de alguna manera conformaba el ideal o
la más profunda aspiración de las gentes sencillas de este barrio. Es Capità Toni, como
familiarmente se le llama en Santa Creu, venía de familia de marinos, y a los 18 ya fue
capitán de un jabeque correo. Intrépido y valiente según todas las crónicas, muy a menudo
entró en combate contra los piratas berberiscos que surcaban el mar. Para ello había
obtenido la obligatoria "Patente de corso" (autorización real para dedicarse a esta
actividad militar-comercial). Su carrera militar fue muy rápida, ascendiendo velozmente
en la escala de los grados militares y del mando de embarcaciones de guerra. En 1770
protagonizó una de sus más celebradas capturas al derrotar al sanguinario pirata Selim.
Además hizo cautivos a 1.600 moros y liberó a numerosos esclavos cristianos.
En 1779 dirigió las fuerzas navales destinadas a bloquear Gibraltar. En 1783 ascendió a
teniente general y comandó la expedición contra Argel. En 1784 fue nombrado
comandante general de las fuerzas navales dedicadas al corso y obtuvo la gracia real de
franquicia de derecho para todas sus naves. Murió en Palma en 1797 y fue enterrado en
una cripta en la Capilla de San Antonio (hoy del Sagrat Cor) que él había patrocinado en
la iglesia de Santa Creu: en dicha capilla existe otra lápida conmemorativa y en la parte
superior del retablo aparecen las armas del capitán (una nave velera inscrita sobre una
cruz carolina).
11.Can Bauló, Cal Capità Fletxes
Cal Capità Flexes. El Capità Flexes, patrón corsario de origen tarraconense, compró esta
casa en 1638, que en el siglo XVI había pertenecido a los mercaderes Llull. Fue un
personaje muy conocido en su época que gracias al lucrativo negocio del corso fue
escalando puestos en la sociedad hasta llegar a gobernador de la escuadra de Mallorca. A
su muerte su viuda vendió la casa a otro capitán corsario, Jaume Sard, por lo que la casa
también ha sido conocida como Can Sard.
12.Can Montenegro
C. Montenegro. Can Montenegro era la casa de los condes de Montenegro, del linaje de
Despuig, uno de los principales apellidos de la nobleza isleña. Habitaron esta casa desde
el siglo XVII. Algunos de sus más destacados miembros fueron Ramon Despuig i
Martínez de Marcilla, que llegó a Gran Maestre de la Orden de Malta en 1736 (tal como
explica la lápida de la fachada) y, sobre todo, el cardenal Antoni Despuig i Dameto (1745
- 1813), polifacético personaje, culto y refinado que reunió una notable colección
pictórica y arqueológica en su finca de Raixa.
13.Can Marcel
Bifurcación calle Apuntadores y calle Sant Joan. Can Marcel es ya conocida desde el
siglo XVI. Perteneció a varias familias, entre otras probablemente a los Ballester,
conocida familia de patrones corsarios y mercaderes. En el s. XVIII perteneció a los
Marcel, una familia de mercaderes de origen marsellés que se enriqueció rápidamente
con el comercio y el corso. La adquisición de una mansión de estas características era la
manera de confirmar su ascenso económico. En el s. XIX, uno de sus descendientes
obtuvo certificado de hidalguía, perfilándose así, a lo largo de los siglos, el logro de las
ambiciones de estatus de una familia de mercaderes: desde sus orígenes modestos
(durante un siglo vivió en la calle de Sant Pere, entre pescadores y marineros) a la compra
de una gran casa señorial, símbolo externo de su éxito y riqueza para, por fin, llegar a
asimilarse a la nobleza. La casa sufrió importantes reformas durante el siglo XVIII,
aunque la fachada que da a Apuntadors conserva restos de elementos más antiguos.