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ASIGNATURA: GÉNEROS LITERARIOS (HISTORIA Y CIENCIAS DE LA

MÚSICA) (LITERATURAS COMPARADAS)


PRÁCTICA 2: EVOLUCIÓN DE LA IDEA DE GÉNERO

TEXTO TOMADO COMO BASE DE REFLEXIÓN: “La evolución de la idea de


género”, traducción de Francisco Linares de una parte de Marielle Macé (ed. e
intr.), “Introduction”, Le genre litteraire, Paris, Flammarion, 2004, págs. 36-41.

OBJETIVOS: Reflexionar sobre las más importantes transformaciones que ha sufrido la


idea de género a lo largo de la historia de nuestra cultura.
Reforzar algunas cuestiones teóricas e históricas que se han venido
presentando en el tema 2, “Panorama histórico de las ideas sobre los géneros”.

DESARROLLO:

1. Lectura detenida del texto.


2. Elabora tus reflexiones a partir de las siguientes preguntas sobre el texto (en
ocasiones las notas de las clases teóricas ayudan a dar con la respuesta):
2.1. El texto comienza aludiendo a tres lógicas en el tratamiento de los géneros
las cuales, según Schaeffer, aparecen en Aristóteles y tendrán peso en el
pensamiento posterior sobre los géneros ¿Cuáles son? ¿Se reconocen en
estas algunos planteamientos contrapuestos que hemos visto se dan en el
tratamiento de los géneros?.
2.2. La lógica normativa es en el párrafo siguiente mencionada como una de las
actitudes teóricas que se han venido dando a lo largo de la historia de la idea
de género ¿Cuáles son las otras? ¿Podrías decir en qué consiste la actitud
pragmática?
2.3. Los géneros fundamentales son un número reducido de géneros ¿Cuáles han
sido estos a lo largo de la historia? ¿Podrías hacer algún comentario
adicional sobre la incorporación de los géneros ensayísticos, por ejemplo
qué bases históricas hay para ello?
2.4. ¿Cuáles son las disciplinas históricamente implicadas en la delimitación de
los géneros? ¿Qué efecto ha producido sobre la delimitación esta
confluencia de disciplinas?
2.5. ¿Qué cambio se produce con el Romanticismo en la valoración de la
pertenencia de una obra a un género? ¿Con qué otras circunstancias se
puede relacionar este hecho?
2.6. Las distintas formas de transgresión genérica hay que considerarlas, según
se dice en el texto, como “prácticas de género”. ¿Qué quiere decir esto?
¿Cuáles son las prácticas más relevantes en los últimos siglos?
2.7. ¿Qué “útiles teóricos se ha superpuesto o sustituido a los de género, sin
considerar al mismo tiempo que estos hayan perdido su pertinencia”?
2.8. ¿Cómo afecta la “intertextualidad” a la cuestión del género?

TEXTO:

La evolución de la idea de género


La historia de la idea de género, en el modo que la ha mostrado Jean Maria
Schaeffer, es la de las modulaciones de algunas lógicas de partida, presentes ya en la
Poética de Aristóteles y que ponen de manifiesto sobre todo la diversidad de las
categorías genéricas. Si Platón ha definido esencialmente modos discursivos,
situaciones enunciativas según las cuales las obras se pueden distribuir, “Aristóteles, en
cambio [...] se refiere a especies definidas según sus finalidades propias ( Quést-ce
qu’un genre litteraire?, op. cit. p. 12. )”. Tres lógicas genéricas aparecen en la Poética
(ver texto II), que tendrán peso sobre cualquier pensamiento posterior sobre los géneros:
una actitud esencialista, que define los géneros como seres naturales; una función de
conminación, con la que el tratadista de poética prescribe al escritor las reglas para una
composición lograda; una lógica de descripción, que considera la diversidad de las
obras y analiza los principios de su distribución. La tripartición propuesta por Jauss
entre un acercamiento ante rem (normativo), un acercamiento post rem (taxonómico), y
un acercamiento in re (histórico) a las cuestiones genéricas, desplaza estas lógicas
primeras para insistir sobre la historicidad de los géneros y enriquecer la topografía
aristotélica.
La historia de la idea de género plantea la cuestión de los cambios de actitud
teórica adoptados (véase nuestra II parte: “El género, una noción en la historia”). Si nos
atenemos a la literatura moderna, se puede, a muy grandes rasgos, hablar de una
evolución que ha ido de la actitud normativa –presente en el ideal clásico de
conveniencia genérica, insdisociable de la noción de imitación y de las formas
constituidas de la retórica- al esencialismo – contenido en el pensamiento histórico
promovido por el romanticismo, la lógica hegeliana de los géneros de la poesía, y el
evolucionismo de Brunetère-, después a un tratamiento estructural –que ha triunfado en
la narratología-, y por último a una actitud pragmática, promovida entre otros por
Alastair Fowler, Marie Laure Ryan y Jean Marie Schaeffer, que insiste sobre la
observación de las prácticas de género y de sus transformaciones dentro de contextos
históricos dados.
Esta historia plantea también la cuestión de la amplitud del espacio considerado.
Se han necesitado casi veinte siglos, desde Quintiliano al abate Batteux, para pasar
definitivamente de dos a tres géneros, es decir, para incluir en las taxonomías el género
lírico al lado de los géneros narrativo y dramático a los que se atenían Platón y
Aristóteles. La lírica había quedado fuera durante mucho tiempo porque no respondía al
criterio de la mímesis, que para Aristóteles era definitorio de la poesía. Es este un
movimiento que ha sido estudiado por Gerard Genette (ver el texto XI), quien insiste
sobre la constitución tardía de la “triada romántica” y la ilusión retrospectiva que nos
hace atribuir a Aristóteles, es decir, proyectar sobre este texto fundador, la articulación
fundamental de nuestra literatura. El siglo XX ha estado quizás marcado por la tentativa
de pasar de tres a cuatro géneros –la autobiografía o el ensayo ocupan unas veces uno,
otras veces otro, el estatuto de cuarto género-. Es que las enumeraciones simples nos
dejan insatisfechos, y la tentación de intentar constituir una sistemática de los géneros es
grande.
Esta extensión del dominio de la genericidad es inseparable de una pregunta
sobre las relaciones entre poética, retórica y lingüística, es decir, sobre las relaciones
entre los géneros literarios, los géneros del discurso, los niveles del estilo y los modos
de enunciación, dicho de otro modo, las diversas maneras de delimitar el espacio
literario. Estas categorías participan de niveles de generalidad diferentes: los géneros
son objetos históricos, los modos (es decir, las situaciones de enunciación) son
universales del discurso. La dificultad estriba en que han sido a menudo articulados en
las prácticas. La Edad Media ha fundado sus clasificaciones genéricas a la vez sobre una
combinatoria y sobre un enfrentamiento de estos diversos sistemas: la triada retórica
(deliberativo, judicial, epidíctico), la triada estilística (bajo, medio, alto), que mezclan
poco a poco criterios de contenido con las cuestiones de la elocución, la triada modal
(narrativo, mimético, mixto), las distribuciones temáticas. Esta superposición de
criterios culmina en la célebre “rueda de Virgilio” establecida por Aelius Donato (véase
“Conveniencia” en el Vade-mecum) que habla de toda la ambigüedad histórica de las
relaciones entre literatura y retórica.
Considerando esta difícil historia en la temporalidad larga, es obligado constatar
que una ruptura se ha producido en la época romántica, que atañe a la inversión de las
relaciones entre genericidad y literariedad. La conveniencia genérica ha decidido
durante un largo tiempo sobre el valor de la obra y ha constituido en buena medida el
objeto de la crítica. Durante el periodo clásico la literatura era coextensiva a los
géneros; en adelante, la pertenencia genérica marca la diferencia entre la literatura “que
cuenta” y la literatura de masas, y el valor atribuido a las obras es “inversamente
proporcional” (Dominique Combe) a la representación que uno se hace de su obediencia
a los géneros. Genericidad y literariedad así se han desacoplado progresivamente, y la
fragilización de los géneros es desde entonces indiscutible.
Esta antipatía es no obstante recurrente y en su odio al género la historia
literaria podría parecer tartamudear: el rechazo de los géneros o las situaciones de
transgresión se han repetido en efecto, y se puede decidir hacer de estas otros tantos
signos de transformación genérica, de aparcición de nuevas prácticas de los géneros. No
estamos sin embargo ante la misma “transgresión” si se trata de la mezcla barroca, de la
invención tipológica de la época clásica, de la apelación moderna a la indiferencia frente
a los géneros –pulverizados por Breton y por el tratadista de estética Benedetto Croce a
comienzos de siglo-, y del régimen postmoderno de manipulación, hibridación, ironía.
En la edad clásica, la derogación de una regla era rápidamente reabsorbida por el
sistema de los géneros, y la mezcla no tenía lugar nada más que a la escala de la
globalidad de la obra, combinando por ejemplo un modo discursivo y un contenido: “El
poema burlesco hibrida un modo narrativo y un contenido cómico” (Gerard Genette,
Figures V, op. cit., p. 62), constituyendo pues in fine un nuevo tipo (ver texto XLII). El
romanticismo prescribe una mezcla a una más pequeña escala, que no se reestablece en
tipo genérico estable (ver texto XLIII). Si la mezcla clásica refuerza la idea de género,
aumentando simplemente los tipos, la hibridación romántica le quita su condición, y
pliega la problemática de la definición al plano de la obra, de su pluralidad interna, de la
diversidad esencial de lo real. Importa hacer de cada una de estas operaciones otras
tantas “prácticas de género”, distinguiendo las situaciones de hostilidad al género de las
innovaciones que comportan un germen de genericidad. El modernismo ha sustituido
también la cuestión genérica por una problemática del “texto”, del fragmento, en
verdad, del libro. Cuestión de escala de las formas de reconocimiento que la poesía de
Rimbaud ejemplificaría bien: entre la de la rima o del verso, y la del libro proyectado,
destrozado o rechazado (“el libro o la vida?” preguntaba Breton), la medida
intermediaria del género pierde su pertinencia. El debilitamiento de las diferenciaciones
genéricas concierne sin embargo sobre todo a la literatura culta, (“último refugio de la
autonomía del arte” (Michel Murat, “Comment les genres font de la resistance” –“Cómo
se resisten los géneros”-, L’éclatement des genres au XX siècle, op. cit., p. 21) donde la
idea misma de escribir encierra a menudo la de la invención de un lugar inédito. El
“texto” a este respecto es quizás también un género.
Lo importante es también comprender qué útiles teóricos se han superpuesto o
han sustituido a los de género, sin considerar al mismo tiempo que éstos hayan perdido
su pertinencia. La noción de intertextualidad, por ejemplo, hace posible el paso de un
régimen genérico a un régimen paragenérico: esta noción designa también un modo de
aproximación horizontal o vertical entre los textos, afiliaciones, parecidos y
modulaciones; desde Bajtin esto es incluso una caracterización del género novelesco en
cuanto tal, espacio de citación generalizada, de imitación y de apartamiento, todos los
procedimientos que pueden tomar como lugar de enganche un texto, pero también un
género.
La noción de hibridación, que da cuenta de la manera en que se escriben y sobre
todo se evalúan muchos libros contemporáneos, al menos en su franja hiperliteraria, no
anula necesariamente la pertienencia de los géneros, pues desplaza la escala de la
invención y pone el acento sobre ciertas prácticas más que sobre otras. Sigamos a
Michel Murat (ibid.) en la enumeración que hace de estas prácticas de género propias de
la modernidad: la indiferenciación, que no deja subsistir nada más que dos escalas, la
del texto y la del libro; el uso lúdico de los nombres de géneros (Essai sur les essais, de
Butor); las traslaciones genéricas (India Song del texto a la pantalla); la diversificación
(los géneros de la autobiografía); la saturación de una forma (como la de la novela en
La Recherche); el cambio de género en el curso de la génesis de un libro (el Contre
Saint-Beuve), el negarse a resolver... Describir la originalidad de Nadja siguiendo los
procedimientos de transformación genérica ( redistribución de los tópicos novelescos,
reasignación de funciones –la fotografía que viene a llenar el papel de la descripción
expulsada del relato), no es pues traicionar las declaraciones de hostilidad de Breton
respecto a los géneros, es dar cuenta de la legibilidad del libro y de su capacidad de
desviar el curso de la historia literaria. Si la intensidad de la conciencia genérica ha
evolucionado considerablemente, la permanencia de los géneros reside en el
mantenimiento de sus funciones fuertes, ya sea la de la llamada a la desobediencia.

Marielle Macé (ed. e intr.), “Introduction”, Le genre litteraire, Paris, Flammarion, 2004, págs. 36-41.

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