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ENSAYO SOBRE LA REGULACIÓN JURÍDICA DE LOS FRUTOS Y PRODUCTOS

Las diferentes legislaciones en todo el mundo, tienen una distinta ideología o doctrina en la cual
plasmas sus normas y leyes, ya sea por su condición cultural o por su condición política. Debido
a esto muchas veces, algunas legislaciones tienen en común y con mucho parecido, sus normas
y leyes, que permiten diferenciar y evitar lagunas o vacíos jurídicos. Sin embargo, así también
muchas veces, si bien las normas regulan una determinada actividad jurídica, no logran regularla
en su totalidad, por lo que existen muchas cosas que faltan por regular.

A partir de esto, en lo derechos reales y en el Código Civil Peruano de 1984, existen algunos
vacíos jurídicos que no permiten diferenciar claramente algunos aspectos regulados en la
misma, por lo que se recurre a la doctrina de diversos juristas. En este ensayo, se tratará de
explicar la regulación jurídica de frutos y productos en el Código Civil, así como la aclaración de
algunos aspectos importante. Para ello se comenzará a hablar la definición de cada uno, para
posteriormente hablar sobre las similitudes y diferencias.

a) Definición de frutos

De acuerdo a lo señalado por Arias-Schreiber, un fruto viene a ser aquello que produce un bien
sin que haya alteración ni disminución alguna de su sustancia (Arias-Schreiber Pezet, 1991). Esta
definición englobaría aquellos rendimientos o percepciones que un bien permite obtener.

Según Luis Diez-Picazo (Diez-Picazo, 1995) existen diversos tipos de teoría respecto de los frutos,
la primera es la Teoría orgánica, la cual señala que, es fruto todo aquello que la cosa produce y
reproduce, y todo lo que es el resultado en una actividad biológica. La crítica que se hace a esta
teoría es que, estaría excluyendo al resto de los denominados frutos naturales, como los
minerales, así como a los denominados frutos industriales y civiles.

La segunda teoría es la Teoría de la separación. Según esta teoría, son frutos las partes de la cosa
que se separan de ella conforme a su destino económico o a su uso social. La observación más
importante que se hace a la teoría de la separación consiste en que solo es aplicable a los frutos
naturales e industriales, pero definitivamente excluye a los frutos civiles que no podrían
considerarse partes que se separan de un bien principal.

Por otra parte, la Teoría económico-jurídica señala a diferencia de las teorías anteriores, que
hablaremos de frutos cuando constituyan la renta que una determinada cosa produce, la que es
percibida sin disminución de la referida fuente de producción y destinada al consumo del titular.
Se objeta a esta teoría la inseguridad de que no es cierto que todos los frutos tengan como
finalidad el consumo o la consumición, ya que los frutos podrían tener una finalidad diferente
como la reinversión u otra.

Una cuarta teoría, la teoría ecléctica, señala que es necesario elaborar un concepto de frutos
sobre la base de tres elementos: la periodicidad, la conservación de la sustancia y la observancia
del destino de la cosa productora. En este entendido, el bien principal tendría una naturaleza
inconsumible, pero con posibilidad de dar utilidades periódicas que se materializarían en bienes
autónomos asignados a su correspondiente destino económico. Respecto de estas teorías cabría
observar que no necesariamente se da el carácter de periodicidad en la percepción de utilidades,
por lo que la construcción teórica de carácter general no podría basarse en dicho elemento.

A la luz de los aportes de las teorías anteriores, Diez-Picazo señala que resulta necesario acudir
al concepto económico de renta a fin de elaborar adecuadamente un concepto de frutos. En
virtud de esto, los frutos vienen a ser un excedente económico. Por supuesto, no son frutos los
incrementos patrimoniales generados a partir de la enajenación de activos o incrementos
excepcionales. Los frutos se insertan como factores de producción, pudiendo ser percibidos
monetariamente o mediante especie, no siendo necesario que se destinen al consumo de
manera directa o indirecta (Diez-Picazo, 1995).

A partir de esto existe tres tipos de frutos: los frutos naturales, industriales y civiles; los frutos
naturales son los que nacen o se producen de modo espontáneo, esto es, sin la intervención del
hombre. En paralelo a este concepto surge el de frutos industriales que, a diferencia del anterior,
hace referencia a aquellos rendimientos que se obtienen por el concurso de la industria o trabajo
del hombre aplicado a la producción en general (Arias-Schreiber Pezet, 1991).

Al respecto, Diez-Picazo y Cuadros Villena, señalan que debemos considerar que en el contexto
económico actual no existe ningún fruto que, de una u otra manera, no lleve consigo la
intervención humana. La concepción de un bien inútil, desconocido, o que se desarrolla al
margen del hombre es contradictoria en sí misma. Las producciones espontáneas de la
naturaleza carecen de trascendencia económica y, por ende, de trascendencia jurídica.

Cuadros Villena sostiene que se debe tomar en cuenta el nivel de intervención del trabajo
humano en la generación del excedente económico. En este entendido, si la intervención
humana fuese mínima hablaríamos de frutos naturales. Por el contrario, si lo predominante es
el trabajo del hombre, los frutos serán industriales. Así, por ejemplo, las crías animales deberán
ser consideradas frutos naturales, mientras que todo rendimiento de la manufactura deberá
considerarse industrial (Cuadros Villena, 1995).

Por otra parte Fernando López señala que los frutos civiles son aquellos que provienen de una
relación jurídica. Por supuesto, a pesar de lo aparente, no de todo vínculo intersubjetivo se
generan frutos. Se les considera frutos porque al igual que en los casos anteriores nos
encontramos ante un medio a través del cual se extrae provecho de un bien, entendido como
capital, sin afectar su carácter de tal (López de Zavalía, 1989).

Se puede afirmar que los frutos, como excedentes económicos, pertenecerán a quien sea titular
de un derecho subjetivo que otorgue tales facultades, ya sea la propiedad, ya sea otro derecho.
Por supuesto, no necesariamente el titular del derecho en cuestión tiene que ser alguno de los
mencionados. Puede que, por acuerdo o mandato legal, se haya otorgado la referida titularidad
a un tercero no propietario o no productor, o al interior de la relación jurídica en la que es parte
el titular de los factores de producción puede haberse reservado para este último o para un
tercero la titularidad específica sobre los frutos, aun cuando el bien generador de los mismos
pase a la otra parte (Cuadros Villena, 1995).

De acuerdo a lo señalado por Alberto Trabucchi, lo característico de los frutos naturales es que
forman parte del bien generado hasta que se haya realizado la separación de este. En tal sentido,
son partes accesorias y como tales siguen la suerte de lo principal. Es la separación del bien
principal lo que determinaría la titularidad sobre los rendimientos (Trabucchi, 1967).

Algo similar a lo anterior ocurre con los frutos industriales que serán percibidos al término del
proceso correspondiente. En esta medida, dependerá de cada caso la determinación de dicho
momento. Al igual que en el caso de los frutos naturales (y como una muestra de su similitud),
se obtienen también de acuerdo con el destino económico de cada uno y conforme a los usos
sociales (Gaceta Jurídica, 2003).
En lo que respecta a los frutos civiles podemos afirmar que estos serán percibidos de acuerdo a
como haya sido establecido en la ley o en el pacto correspondiente. Así, por ejemplo, en el caso
del arrendamiento se puede pactar que la renta sea entregada mes a mes. No podemos dejar
de mencionar, sin perjuicio de todo lo anterior, un criterio económico interesante: considerar
que los frutos se perciben cuando hay una verdadera ganancia (Diez-Picazo, 1995).

b) Definición de productos

Según Castañeda, los productos son los accesorios que se separan, sacan o extraen del bien y
que alteran o disminuyen la substancia del bien. El producto, al ser obtenido, agota o destruye
el bien del cual se extrae, lo que no ocurre con los frutos (Castañeda, 1973).

Según una teoría: fruto es aquello que la cosa madre da por su aptitud creadora, y que, por
tanto, deja íntegra la materia de aquélla; los frutos se reproducen (regularmente, por lo general:
así, la uva que da la vid, de la que todos los años hay cosecha). Mientras que producto es todo
lo demás que de una cosa se obtiene, reprodúzcase o no (así, el mineral de la mina) (Albaladejo,
1996).

De acuerdo a la Enciclopedia Jurídica Omeba, se llaman frutos a lo que la cosa produce sin
alteración de su sustancia; los que están destinados a producir por su naturaleza misma, o por
voluntad del propietario. Los productos son al contrario lo que la cosa no está destinada a
producir, y cuya producción no es periódica ni tiene regularidad alguna. Los productos no son
sino una porción desprendida de la sustancia misma de la cosa, tales como las piedras extraídas
de canteras que no se explotan.

Max Arias-Schreiber Pezet afirma que puede suceder que lo que en su origen era un producto
se convierta en fruto, merced a los avances de la ciencia y la tecnología. Ello sucede, para poner
un ejemplo, con la tala científica de los árboles, pues en virtud de ella, el bien principal, matriz
o sustancial solo sufre una muy lenta disminución, dadas las providencias adoptadas, como son
la realización de las labores de tala en forma periódica, por zonas o con replantes (Arias-
Schreiber Pezet, 1991).

De acuerdo a Javier Pazos Hayashida en Gaceta Jurídica (Gaceta Jurídica, 2003), tanto los frutos
como los productos son provechos. Se distinguen en que unos y otros antes de la separación
son partes del bien principal, distinguiéndose en que la separación de los frutos no altera ni
disminuye al bien principal, en tanto que la separación de los productos genera dicha
disminución o alteración.

Por lo tanto, los frutos y los productos tienen en común el ser provechos, esto es, rendimientos
generados a partir de un bien principal. Se diferencian en el fin económico-social que cada uno
de ellos tiene o, más tradicionalmente, en que los frutos son provechos renovables y los
productos no. Se entiende, entonces, que el régimen de regulación de los productos es similar
al de los frutos y, salvo que haya una prohibición expresa, este último se aplica al primero.

Los regímenes de los frutos y los productos la encontramos en la normativa correspondiente al


régimen de sociedad de gananciales. Al efecto, se entiende que tanto los frutos como los
productos, sean de los bienes propios o sociales, se constituyen en bienes sociales (Gaceta
Jurídica, 2003).
Referencias
Albaladejo, M. (1996). Derecho Civil 1, Introducción y parte general, volumen segundo, la
relación, las cosas y los hechos jurídicos. Barcelona: José María Bosc Editor S.A.

Arias-Schreiber Pezet, M. (1991). Exégesis del Código Civil Peruano de 1984. Tomo IV, Primera
edición. Lima: Librería Studium S.A.

Castañeda, J. E. (1973). Instituciones de Derecho Civil. Los derechos reales, tomo 1, cuarta
edición. Lima.

Cuadros Villena, C. F. (1995). Derechos Reales. Tomo Primero. Tercera Edición. Lima: Editorial
Rodhas.

Diez-Picazo, L. (1995). Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Volumen 11. Madrid :
Civitas.

Gaceta Jurídica. (2003). Código Civil Comentado, Tomo V. Derechos Reales. Lima: Gaceta.

López de Zavalía, F. (1989). Derechos Reales. Tomo I. Buenos Aires : Zavalía.

Trabucchi, A. (1967). Instituciones de Derecho civil. Tomo 1. Madrid: Editorial Revista de


Derecho Privado.

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