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Todo lo que debes saber para envolver a tu bebé

Publicado el sábado, 19 de noviembre de 2011. Autor:


Rosa Sorribas

La práctica de envolver al bebé es una tradición ancestral,


muy poco conocida en las sociedades occidentales, pero
que últimamente se está volviendo a utilizar. ¿Cuándo,
cómo y por qué se hace? ¿Tiene alguna contraindicación?
Y, sobre todo, ¿por qué parece que le gusta tanto al
bebé? En este artículo, te lo explicamos todo.

Al nacer, el bebé no tiene todavía sus capacidades


cerebrales desarrolladas por completo. Según los
antropólogos, debido a la limitación de espacio del canal
pélvico que nos otorga la evolución, el desarrollo de un
recién nacido debe proseguir en el exterior. Así, los
canguros, que nacen muy diminutos, continúan su
crecimiento fuera de su madre en la bolsa marsupial.
Muchos científicos consideran que los humanos tenemos
un comportamiento similar y, por este motivo, como dice
el famoso obstreta Michel Odent, el embarazo dura en
realidad 18 meses: 9 meses dentro y 9 meses fuera. De
ahí que lo más natural sea que la madre continúe
llevando a su bebé lo más cerca del corazón siempre que
pueda, o que lo envuelva a ratos en una manta, como se
viene haciendo desde tiempos inmemoriales en muchas
culturas, desde el rebozo en México, hasta el amauti
utilizado por la tribu Inuit en Alaska, pasando por el
papoose de los indios americanos y los armenios. Y, ¿a
quién no le viene a la mente la imagen de Moisés en su
diminuto capazo?

Durante el primer trimestre después del nacimiento, los


bebés añoran las sensaciones de las que disfrutaban en el
seno materno. La gran cantidad de estímulos externos
que reciben en su nuevo entorno sobrecargan su delicado
sistema nervioso y hace que respondan de la única
manera que saben: con un llanto desconsolado. Sin
embargo, en el mundo industrializado se suele decir que,
por lo general, esto es solo un cólico y que se debe
aguantar el incesante llanto del bebé hasta que se le
pase, durante unas semanas ¡o incluso meses!

El Dr. Harvey Karp, pediatra especialista en desarrollo


infantil con más de 25 años de experiencia y autor del
libro The Happiest Baby on the Block (El niño más feliz del
barrio, RBA Integral), advirtió este fenómeno y se
propuso entender por qué en algunas otras culturas el
llanto del bebé recién nacido es algo prácticamente
desconocido. Comprobó que en todo el mundo la
mayoría de los padres, por intuición, tratan de imitar el
vaivén, los arrullos y los ruidos del útero materno; sin
embargo, en nuestra cultura se nos enseña
equivocadamente a susurrar y a caminar de puntillas en
presencia de los bebés porque creemos que necesitan un
entorno silencioso… y ¡eso está muy lejos de ser cierto! Si
durante nueve largos meses el bebé ha sido balanceado
dentro de su mamá, ¿por qué pensamos que es mejor
para él la soledad y quietud de una habitación silenciosa y
oscura? Además, los bebés adoran ser movidos y
mecidos. De hecho, muchos no se duermen si no es entre
la calidez y el movimiento rítmico de unos brazos de papá
o mamá paseándose pasillo arriba y abajo.

¿Por qué los bebés adoran el movimiento?


El sistema vestibular, el que nos permite mantener el
equilibrio y no marearnos cuando corremos, es uno de los
órganos que primero se desarrolla en un bebé
intrauterino. Además, según la neuróloga Dra. Lise Eliot,
continuará perfeccionándose hasta la pubertad. Es el
órgano que el bebé utiliza para saber dónde está el arriba
o abajo dentro de la barriga de su mamá, y le indica
donde está la salida.

Por tanto, envolver al bebé, llevarlo en brazos, arrullarlo,


acunarlo o amamantarlo son métodos antiguos que,
seguidos siempre de acuerdo con las demandas del bebé,
ayudan a que este se tranquilice, se sienta más seguro,
cese el llanto (e incluso los cólicos) y a dormirse. Y esto es
así porque se trata de experiencias similares a las que
vivió en el vientre materno.

Las ventajas de envolver al bebé


Al nacer, los bebés se sienten desorientados porque tras
pasar nueve meses en el útero todo cambia para ellos. De
sentirse seguros y abrigados, pasan a un medio
totalmente nuevo y abierto. De ahí que envolver al bebé
recién nacido apretada pero delicadamente con una
manta suave hace que este se sienta caliente y seguro, al
recordarle la agradable sensación que tenía dentro del
viente materno. Así, envolver al bebé tiene como
objetivo:

Facilitar la transición del útero al exterior, al brindarle una


presión y abrigo que se asemejan al vientre materno.
Evitar que los reflejos del bebé perturben su sueño.
Durante los primeros días, el bebé aún no puede regular
bien su temperatura corporal; la manta cálida y suave le
garantiza mantener una temperatura adecuada.
El estar calentitos y apretaditos les aliviará los cólicos.
El método de envolver al bebé sirve de protección al
recién nacido, lo calma cuando está demasiado excitado,
previene que se asuste con sus propios movimientos
reflejos (evita los bruscos aspavientos de brazos y piernas
que, involuntariamente, realizan los bebés al poco de
nacer debidos al reflejo de Moro), y lo mantiene calentito
hasta que su termostato interno se regula.

Algunos hospitales y clínicas ya utilizan el sistema de


envolver a los recién nacidos. Durante los 3 a 5 días que
generalmente pasa el bebé ingresado, se le mantiene
envuelto, bien tranquilito y a gusto. Por eso, si una vez en
casa el bebé se muestra inquieto y agita brazos y piernas,
¿por qué no intentarlo? ¡Hay bebés que solo se duermen
mediante esta técnica!

Síndrome de la muerte súbita del lactante


Sin embargo, un nuevo estudio a pequeña escala ha
descubierto que envolver a los bebés para dormir puede
favorecer el Síndrome de la Muerte Súbita del Lactante
(SMSL). Esto ocurriría principalmente en aquellos bebés
que no estaban acostumbrados a esta técnica y con los
que se inició la práctica sobre los tres meses.
El bebé enrolladito tendría un sueño más profundo al
sentirse más calmado, y es precisamente esa profundidad
la que le impediría despertar en una situación de riesgo.
Un equipo australiano estudió mediante polisomnografía
a 27 bebés envueltos mientras dormían. Esta técnica
analiza la frecuencia cardíaca, la actividad eléctrica
cerebral y otras funciones durante el sueño. El estudio se
realizó en dos momentos: primero cuando los bebés
tenían entre tres y cuatro semanas y, más tarde, cuando
cumplieron tres meses. De los 27, quince dormían desde
el nacimiento envueltos y doce no. Los pequeños a los
que normalmente no se les envolvía, tuvieron un sueño
más profundo a los tres meses y menor estabilidad
cardíaca. Esto hace sospechar que la dificultad para
despertar depende de la costumbre. Los tres meses es el
momento de mayor incidencia del SMSL. El riesgo es alto
cuando el niño pasa a ser atendido en una guardería o
por alguien distinto a sus padres que no conoce los
hábitos de sueño del pequeño. Por tanto, consideran que
lo más importante es no envolver a los bebés que no han
dormido envueltos desde el nacimiento.

Envolver al bebé y libertad de movimientos


No existe una norma fija que determine cuándo usar (y
dejar de usar) esta técnica, pero no resulta aconsejable
envolver al bebé durante demasiado rato, ni cuando esté
despierto, porque podría interferir en su movilidad y
desarrollo. Todo bebé necesita oportunidades para
explorar el medio y mover su cuerpo. Ocurre lo mismo
con el porteo, aunque evidentemente no es lo mismo
llevar al niño en brazos o fular en posición de ranita o
canguro que dejarlo envuelto como un "paquetito" en
una cuna. No obstante, a efectos de presión sobre la
musculatura y los huesos la práctica de envolver y el
porteo son similares; en ambos casos los músculos
pueden quedar tensos o en malas posiciones y estamos
"obligando" al niño a estar inmóvil.

De hecho, un estudio reciente en Bolivia, donde es


tradición envolver y llevar a los bebés a la espalda, refleja
que nueve de cada mil recién nacidos sufren displasia de
cadera. Y uno de los factores desencadenantes podría ser
la costumbre de envolver a los bebés recién nacidos con
mantas y una faja o chumpi apretando sus piernas hasta
inmovilizarlos para después cargarlos a la espalda con un
aguayo. Al ser envueltos de esta forma, las caderas de los
bebés que estaban en posición de flexión en el útero
materno terminan en una posición de extensión. En
cualquier caso, si bien es cierto que los bebés de las áreas
más rurales tienen tendencia a sufrirla, muchos expertos
coinciden en que la causa de la displasia es desconocida,
pues hay muchos más niños que son envueltos y cargados
a la espalda pero que no necesariamente tienen displasia.
Aún son necesarias más investigaciones al respecto antes
de hacer recomendaciones, pero en lo que todos estamos
de acuerdo es en que es muy importante respetar el
desarrollo motor de los bebés desde que nacen. Según
Emmi Pickler (1902-1984), una importante pediatra
húngara que dirigió el Instituto Lóczy, hoy llamado
Instituto Pikler, no se debe impedir al niño la realización
de ningún movimiento, sino ofrecerle total libertad. Los
niños se mueven y se desarrollan regidos por su propia
iniciativa. Por ello, hay que utilizar la técnica
correctamente y nunca demasiado rato.

Conforme vayan pasando los días, se le puede envolver


solo por las noches para dormir (ya hemos comentado
que para algunos bebés ésta es la única manera). En este
caso, durante el primer mes hay que procurar apretarlo
bien, para que no se despierte en mitad de la noche con
sus propios movimientos. Más adelante se le deja más
suelto para que tenga mayor libertad de movimientos.

El bebé puede sentirse a gusto envuelto en la manta


durante semanas, incluso meses. Pero llegará un
momento en el que el bebé se volverá más activo y la
envoltura de la manta le incomodará y querrá dejarla. Es
lo natural.
Sin embargo, hay bebés que desde que nacen detestan
estar "aprisionados", y ni tan siquiera soportan estar
tapados con una mantita; patalean y se destapan una y
otra vez. Son niños inquietos que por su propia naturaleza
necesitan libertad de movimientos (también los hay que
no pueden ser porteados por las mismas razones). Así
pues, como siempre, lo mejor es que sea él quien decida.

Cómo envolver a tu bebé


Debes envolver a tu hijo con cuidado y siguiendo unos
sencillos pasos para que así se mantenga relajado durante
todo el proceso.

Necesitas una manta de unos 85 x 85 cm. Debe ser suave,


blanda, transpirable y preferentemente elaborada con
materiales naturales. Si es verano, puedes utilizar una
sábana de algodón, una mantita de verano o de invierno
diseñada a tal efecto.

Dobla la esquina superior de la tela hacia dentro. Coloca


al bebé encima de la manta con la cabeza sobre la
esquina doblada. También puedes colocar en la cabecita
del bebé un cojín fino.
Toma la esquina izquierda y pásala sobre su cuerpo,
metiendo el extremo que sobresale por debajo de su
brazo izquierdo, por detrás del hombro y bajo la espalda.
Coge el extremo inferior de la manta y súbela hasta que
quede debajo de la barbilla del bebé.
Toma la esquina de la derecha y envuelve el cuerpo con
esa parte, metiendo el borde por debajo de su brazo
derecho y bajo la espalda.

Y, sobre todo, asegúrate de que jamás la manta cubra su


cara.

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