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La vida enseña que un problema resuelto hoy, crea dos en el futuro (sabiduría popular).
Reflexiones, Los problemas
Por Aarón Morales F.
“El Perú es una sociedad con muchos problemas por resolver, esa debería ser la principal
preocupación de los políticos” (Discurso de campaña presidencial).
“El Perú es más fuerte que sus problemas” (Jorge Basadre Grohmann).

Referirse a problemas es –por decir lo menos– un hábito, una rutina muy socorrida en medios
políticos, empresariales y académicos. Lucubrar sobre problemas y soluciones se ha convertido
en casi un distintivo de status. Para sentirse “alguien” es obligatorio tener en manos algún
problema por resolver.
Pero, si a ese “alguien” se le ocurriera pensar profundamente sobre el asunto no tendría
sino que concluir en que tal actitud es sólo el intento de encontrar la salida de un túnel
que sólo existió en su imaginación.
La situación se pone realmente grave cuando ese acontecimiento imaginario, inexistente, virtual,
se convierte en el compromiso clave, de personas e instituciones, que utilizan los recursos que
no tienen en enfrentar esos modernos molinos de viento.
Aquellos que se consideran más “importantes” mientras más problemas detecten y
“resuelvan” son solo una especie de títeres que bailan al compás de una partitura que
ejecutan las circunstancias y que finalmente ni entienden.
La orientación al problema evidencia una costumbre dañina, es confluir hacia la nada. Lo
responsable, lo útil, lo trascendente, lo inteligente no implica solucionar problemas, ni siquiera
el trabajar sobre ellos; exige el coraje de obviarlos porque son sólo sombras que oscurecen la visión.
Concentrarse en los problemas es sólo una manía que conlleva a abdicar en ellos el
liderazgo de las verdaderas decisiones.
Aquel que se focalice en la resolución de problemas, fracasará siempre, actuará como el perro
que pretende morderse la cola sin saber que podrá pasarse toda la vida intentándolo, sin
conseguirlo. Sólo es un improvisado que no ha logrado desarrollar las intuiciones indispensables
en un dirigente. Es un individuo peligroso.
Un político responsable, un gerente diferente, un líder que aprendió a usar su cerebro, sabe que
por cada problema que resuelva hoy, se estarán creando dos en el futuro y que el resultado de tal
progresión será un árbol de ramificaciones infinitas cada vez más intrincado. Sabe que la
orientación al problema, es, por decir lo menos, un irresponsable despilfarro de recursos.
Cada vez que nos abandona un cliente nos concentramos en reemplazarlo por otro y a
cualquier costo. El esfuerzo por sustituir a cada cliente perdido crecía en proporción
geométrica y los márgenes por cada nuevo cliente se achicaban. Ese esfuerzo nos había
distraído de enfocar el verdadero asunto: por qué se iban los clientes (Peter F. Drucker).
El líder entiende que los sucesos visibles –los problemas– son sólo expresiones externas de
sistemas complejos y, que, atacar sólo lo evidente es caer en la trampa en que muchos
tropezamos, casi siempre con clamoroso éxito inicial que configura la trampa perfecta.
Muchos solucionadores de problemas -que algunas veces ellos mismos creaban-
murieron en olor de eficacia, pletóricos de fama y admiración
Un directivo responsable debe contar con la vocación, la intuición y la capacidad suficientes
para entender en profundidad sistemas complejos como son los organismos sociales. Ese
directivo está entrenado en ver más allá de lo visible y cuenta con la visión suficiente para
alejarse automáticamente de lo obvio, que entiende, es una trampa.
El actuar sobre problemas es la pretensión imprudente de lavarse las manos para librarse de la
verdadera responsabilidad.
Es agravar las cosas.
Es incapacidad.
Es miopía.
La cultura del problema es una gran irresponsabilidad con el futuro.
Un problema es un espejismo, no existe.
No confíe en los que le prometen resolver sus problemas.

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REFLEXIONES

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