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EJE TEMÁTICO: ARGUMENTACIÓN

La dimensión argumentativa del derecho: un estudio de caso

RAÚL ALAMILLO GUTIÉRREZ


Programa Académico de Filosofía
Universidad Autónoma de Nayarit
raul.alamo@uan.edu.mx

Resumen: El presente trabajo tiene como objetivo analizar la teoría de la argumentación


jurídica desde la perspectiva de Manuel Atienza, a partir de la tesis que concibe el derecho
como un dispositivo argumentativo para resolver problemas. En el desarrollo de este
trabajo se parte de la caracterización tradicional del derecho, llamado “enfoque
tridimensional”, en el que el derecho es definido como un conjunto normativo, como un
hecho social, y como un conjunto de valores ordenados a la realización del valor de la
justicia. Posteriormente, tal enfoque se contrasta con la propuesta del iusfilósofo de la
Universidad de Alicante Manuel Atienza, quien plantea la tesis de que al derecho le es
inherente de forma constitutiva un enfoque argumentativo, conformado a su vez por tres
enfoques o concepciones: uno formal, uno material y otra de carácter pragmático,
enfoques que siempre están presentes de una u otra manera, en la justificación de las
resoluciones de carácter judicial. Concluye este trabajo con la aplicación del esquema
argumentativo de S. Toulmin para efectos de reconstruir la estructura argumental de una
sentencia del Tribunal Constitucional peruano, en la que se resolvió detener la distribución
estatal de la “píldora del día siguiente” por considerar dicho tribunal que atentaba contra el
derecho a la vida del concebido no nacido.

Palabras clave: Derecho, argumentación, razonabilidad.

No hay más que abrir cualquier texto de filosofía jurídica, para constatar que el Derecho
había venido siendo definido a partir de la llamada teoría tridimensional, en donde el
Derecho suponía tres dimensiones a partir de las cuales se podía deconstruir su naturaleza y
función: como norma, como hecho y como valor.

La dimensión normativa o formal del Derecho define a éste como un sistema normativo que
regula u orienta las acciones o conductas externas, y por tanto observables, del ser humano
en su contexto social. Es este modelo iusteórico que genéricamente identificamos como
“positivismo jurídico”, que identifica la existencia de una norma jurídica con su validez
formal, es decir, basta con que una norma haya sido expedida por la autoridad facultada
para crearla conforme al procedimiento establecido, para que ésta goce plenamente de
validez o legitimidad. De lo anterior se desprende la conocida tesis iuspositivista que afirma

1
la separación ontoepistémica entre los órdenes jurídico y moral, y que podríamos resumir
con la máxima hobbesiana “auctoritas, non veritas facit legem”1

Por su parte, la dimensión del Derecho como hecho social, refiere a que las normas
jurídicas son abordadas desde su función reguladora de conflictos sociales, es decir, desde
su cumplimiento o vigencia efectiva en el ámbito social, lo que le da a la norma jurídica en
esta dimensión su criterio fundamental de validez2. Es en este enfoque también donde se
inscribe el llamado “realismo jurídico”, una corriente socio-legal que socava la idea de que
el derecho es un sistema formal deductivo que se opera exclusivamente desde la lógica y la
argumentación, afirmando que el derecho es un sistema indeterminado, incompleto, en el
que los jueces primero sentencian y después articulan una serie de razonamientos para
justificar una decisión que ya han tomado previamente en su fuero interno, trastocando así
el esquema formalista y comúnmente admitido en donde el juez, es como un ser inanimado
que funge como una máquina de hacer silogismos jurídicos, primero conociendo los
hechos, posteriormente subsumiéndolos en una premisa normativa general y deduciendo
mecánica y necesariamente la sanción o consecuencia jurídica del caso. El realismo jurídico
destaca la dimensión psicológica y subjetiva del juez, destacando el hecho de que éste es un
sujeto social y en cuanto tal, no está libre de prejuicios, creencias, valores e intereses, lo
que torna muy difícil admitir la “neutralidad valorativa” judicial tan cara al formalismo
jurídico.

En lo que toca a la dimensión del Derecho como valor, éste es abordado a partir de la
premisa de que el Derecho es fundamentalmente un portador de valores morales, entre los
cuales destaca la justicia como su buque insignia, junto con el bien común y la seguridad
jurídica, entre otros.

Es en este enfoque en el que el iusnaturalismo ha encontrado su vía de expresión


ontoepistémica fuerte, ya que concibe que el Derecho, para ser tal, supone necesaria e
intrínsecamente un orden normativo superior, preexistente, inmutable, universal e
inherente a la naturaleza humana, y que tiene su fuente en las exigencias de la recta razón,

1
“Es la autoridad, y no la verdad quien hace las leyes”
2
Se supera la visión kelseniana del Estado como “un orden jurídico relativamente centralizado" (Kelsen,
1982:291)

2
si es que referimos al iusnaturalismo racionalista, o en Dios como Ser necesario, Causa
sui y Creador exnihilo, si nos referimos al iusnaturalismo de factura teológica. Aunque
para los fines de este trabajo, vale decir que con independencia de la versión de
iusnaturalismo a que hagamos referencia, el derecho positivo no sería aquí más que la
formalización y puesta por escrito de los principios y valores emanados de la ley natural, de
lo que se colige que el iusnaturalismo supone una relación necesaria entre moral y el
derecho, relación en la que el orden moral es la fuente, o debe ser, la fuente de las normas
jurídicas, para que se pueda predicar de éstas que son justas.

No está por demás insistir que desde la concepción del derecho natural, no basta que una
norma jurídica haya sido creada y expedida por la autoridad competente para que
automáticamente sea considerada una norma justa, ya que en ese supuesto, sólo podríamos
predicar de dicha norma que es válida, pero no necesariamente que es justa o legítima.3
Ejemplo de ello es el quebradero de cabeza que provocó en 1945 el llamado “proceso de
Nüremberg”.

Ahora bien, a juicio de Manuel Atienza, estos tres enfoques señalados, si bien hasta ahora
han cumplido con una función descriptiva, funcional y teleológica de la ciencia jurídica, no
advierten una dimensión del derecho, fundamental a tal grado, que sin ella es difícil
admitir una concepción omnicomprensiva de la realidad del discurso jurídico. Este enfoque
propuesto por Atienza es el “derecho como argumentación”, el cual parte de la tesis de que
el derecho es también una actividad argumentativa (por lo que no invalida o anula el
enfoque tradicional antes señalado) y que se opera para efectos de resolver determinado
tipo de problemas. Uno de los argumentos que sustentan tal afirmación es que “el ideal
regulativo del Estado de derecho es el sometimiento del poder a la razón, no de la razón al
poder; ello supone que las decisiones de los órganos públicos deben estar racionalmente
fundamentadas” (Atienza 1999: 38).

3
Santo Tomás encuentra en la ley positiva una dimensión deontológica que debe ser actualizada en cuanto
emanada de la ley natural: “Ahora bien, las leyes deben ser justas por razón del fin, es decir, porque se
ordenan al bien común; por razón del autor, esto es, porque no exceden los poderes de quien las instituye, y
por razón de la forma, o sea, porque distribuyen las cargas entre los súbditos con igualdad proporcional y en
función del bien común.” (ST I-IIae q. 96 a. 4)

3
Se trata –siguiendo el pensamiento de nuestro autor- de considerar al Derecho como una
herramienta de la razón práctica que interviene en la resolución de problemas que emanan
de la necesidad de justificación de las decisiones y pretensiones de los operadores del
sistema jurídico, particularmente de los jueces, y ello es así porque los jueces no son
elegidos democráticamente, como sí lo son los legisladores y el ejecutivo, de tal manera
que “la legitimidad de su poder no depende de su origen, sino exclusivamente de su
ejercicio, de las razones que puedan aducir para justificar sus decisiones” (Atienza 2004:
265). Cabe anotar que este elemento antidemocrático, denominado “el problema
contramayoritario”, adquiere toda su dimensión cuando se habla del poder de control de
leyes de los tribunales constitucionales.

Es en este punto donde Atienza recurre a los conceptos epistemológicos de contexto de


descubrimiento y contexto de justificación para sustentar otra de sus afirmaciones en las
que plantea que el razonamiento jurídico es de naturaleza eminentemente justificativa, toda
vez que el contexto de descubrimiento, aplicado a contextos jurídicos supondría la
necesidad de conocer el proceso interno que ha llevado a un juez a decidir un caso en
determinado sentido. Dicho de otra manera y ejemplificando, sería tanto como decir que
dado que el juez del caso profesa algún credo religioso, o es progresista, se explica que
haya resuelto un caso en sentido favorable o no a determinada pretensión. Sin embargo, y
siguiendo a nuestro autor en comento, el contexto de justificación se interesa
principalmente por conocer cómo es que un operador judicial ha justificado en términos
argumentales su decisión, con independencia de sus creencias, intereses y valores. Es
decir, necesitamos saber si tales razonamientos, que técnicamente aparecen en los
considerandos de las sentencias, autorizan el paso a una determinada resolución, por seguir
a Toulmin.

Así, el contexto de descubrimiento está ligado a la explicación psicológica de las


decisiones judiciales, y el contexto de justificación se refiere a que en un Estado
Constitucional y Democrático de Derecho, la aceptabilidad de las decisiones,
fundamentada solamente en la autoridad de quien las toma y en el procedimiento de donde
surgen, supone para Atienza niveles de justificabilidad insuficientes y débiles, ya que es
hasta que apelamos al contenido y a la razonabilidad de la decisión el momento en el cual

4
podemos analizar y evaluar los argumentos, así como los alcances y el referente
democrático de tal decisión, lo que implicaría, sólo hasta entonces, un nivel de
justificabilidad aceptable.

Ahora bien, por argumentar entiende el iusfilósofo español lo que ordinariamente se


entiende en el ámbito de lo que llamaré la teoría general de la argumentación, para efectos
de distinguirla de la argumentación aplicada a distintos contextos como el político, el
parlamentario o el jurídico que hoy nos ocupa. Sin embargo, nuestro autor se detiene un
poco para ofrecer cuatro características –que él considera subyacentes a toda
argumentación- mismas que a continuación enumero:

1. Argumentar es en principio una actividad, un uso específico del lenguaje no


necesariamente escrito, consistente en dar razones en apoyo o en contra de
determinada afirmación o tesis. Inclusive Atienza afirmará que en el contexto del
derecho, la presentación física de una prueba constituye ya un argumento4 (Atienza
2006: 73).
2. La argumentación supone necesariamente la existencia de un problema a resolver,
en el sentido de justificar o dotar de aceptabilidad racional la solución a tal
problema (Ibidem)
3. Es procedente distinguir entre la argumentación como proceso o actividad y como
producto o resultado de tal proceso (Ibid: 75)
4. La argumentación tiene una dimensión teleológica, en el sentido de que se
presupone la existencia de criterios para evaluar un argumento, y saber si éste es
suficiente, fuerte, relevante, insuficiente, débil o irrelevante. (Ibid: 76).

Una vez planteado estos presupuestos, Atienza nos plantea que argumentar – en sentido
general- se dice de varias formas; habla concretamente de tres concepciones de la
argumentación de las que participa la argumentación jurídica, siendo estas las concepciones
formal, material y pragmática.

4
Atienza ofrece el siguiente ejemplo: “el arma con la que se cometió el homicidio debería tener las
características A,B,C;
este arma (como puede verse) tiene esas características;
por lo tanto (probablemente) ésta es el arma con la que se cometió el homicidio” (p. 74)

5
La concepción formal se refiere a la dimensión lógica de la argumentación, en la que la
pregunta fundamental es si la conclusión se deriva de las premisas. Dicho de otra manera y
siguiendo a Toulmin, se trata de saber si los datos o afirmaciones autorizan el paso a tal o
cual conclusión. De lo anterior se colige que la concepción formal o lógica sólo nos ofrece
garantías de validez formal, puesto que la lógica no se ocupa de si las proposiciones o
premisas y la conclusión son verdaderas o falsas, o si tal argumento es correcto o no en
cuanto a la materia o contenidos.5

En lo que respecta a la concepción material de la argumentación, “lo que se persigue no es


mostrar si una inferencia es o no válida, sino si existen o no razones para creer en algo o
para realizar una determinada acción” (Atienza 2004: 259). Dicho de otra manera, ahora lo
que importa es la materia, el fondo y no la forma o esquema de la argumentación, donde “la
clave de la argumentación consistirá, pues, en las razones –los argumentos-que puedan
darse a favor de una u otra interpretación.” (Ibidem: 260).

La concepción pragmática, que en términos generales hace referencia a la argumentación


en cuanto que actividad intersubjetiva o con dimensión social, puede a su vez clasificarse
en dos enfoques: El primero, al que Atienza llama enfoque retórico, asume que la
argumentación es una actividad cuyo propósito es persuadir a un auditorio. El segundo es el
enfoque dialéctico, donde la actividad argumentativa se desarrolla en un marco de debate,
donde existe una parte proponente y otra oponente.

Atienza se detiene también a recordar que la actividad argumentativa no está libre de la


presencia de falacias, por lo que una “buena” teoría de la argumentación, sea en el contexto
que sea, deberá darnos los elementos para detectarlas y en su caso atacarlas en la práctica
argumentativa. Aquí es importante recordar que en el contexto jurídico no todas las falacias
tienen una connotación negativa, es decir, no necesariamente constituyen “malos

5
Ni que decir que tradicionalmente se ha hecho del silogismo judicial el modelo por antonomasia de la
argumentación judicial, que en lógica aristotélica correspondería no al modo BARBARA, como generalmente
se ha entendido, sino que más bien se correspondería al modo DARII, y que esquematizado se puede
plantear de esta manera:
- Comete el delito A quien realiza la conducta B, donde B tiene una sanción C
- A cometió la conducta B
- Por tanto, A debe ser sancionado con la sanción C

6
argumentos”; baste el ejemplo de la falacia ad hominem, que en la teoría general de la
argumentación siempre supone un mal argumento en cuanto que falacia; sin embargo, en el
contexto jurídico, ésta adquiere una connotación “neutral” que permite utilizar la condición
de la persona para alcanzar determinados fines. Un ejemplo es el hecho de que el juez –en
materia penal- está obligado a considerar la situación personal y contextual del imputado,
en el sentido de su nivel educativo, económico, pertenencia a un grupo étnico, el hecho de
que antes haya cometido o no un delito calificado como grave, o la naturaleza o
circunstancias del delito por el que está siendo procesado, para efectos de decretar la
libertad provisional o negarla, o para efectos de la pena en la sentencia. 6 Además, esta
situación podrá ser utilizada en el contexto de la argumentación en los juicios orales para
minar o reforzar la credibilidad de un testigo de la contraparte.

No está de más recordar que, para Atienza la argumentación es una dimensión constitutiva
del derecho que la teoría tridimensional antes comentada no considera, o no considera
suficientemente. Es esta afirmación lo que justifica la necesidad de plantear la dimensión
argumentativa del derecho, y es por tanto, lo que le da pertinencia a las diversas teorías de
la argumentación jurídica que, a partir de la mitad del siglo pasado se han desarrollado a
partir de las construcciones teóricas en la materia por parte de pensadores como
Perelmann, Toulmin, Alexy, MacCormick, por mencionar algunos.

6
Un ejemplo de ello es el artículo 186 del Código de Procedimientos Penales del Estado de Nayarit, que
establece la obligación del juez o tribunal de tomar en cuenta las “circunstancias peculiares del inculpado”,
mismas que, en mi opinión, constituyen un recurso argumentativo ad hominem para efectos del proceso. El
mencionado artículo dice: “Durante la instrucción, el Tribunal que conozca del proceso, deberá observar las
circunstancias peculiares del inculpado, allegándose datos para conocer su edad, educación e ilustración;
sus costumbres y conductas anteriores; los motivos que lo impulsaron a delinquir; sus condiciones
económicas y las especiales en que se encontraba en el momento de la comisión del delito; la pertenencia
del inculpado, en su caso, a un grupo étnico indígena y las prácticas y características que como miembro
de dicho grupo pueda tener; los demás antecedentes personales que puedan comprobarse, así como sus
vínculos de parentesco, amistad o nacidos de otras relaciones sociales, la calidad de las personas ofendidas y
las circunstancias de tiempo, lugar, modo y ocasión que demuestren su mayor o menor temibilidad”.

Otro ejemplo lo constituye el artículo 338 Bis. del citado ordenamiento, en donde se establece que “En caso
de delitos no graves, el juez podrá negar a solicitud del Ministerio Público, la libertad provisional del
inculpado cuando éste haya sido detenido con anterioridad por algún delito calificado como grave por la
ley, o cuando el Ministerio Público aporte elementos al juez para establecer que la libertad del inculpado
representa por su conducta precedente o por las circunstancias y características del delito cometido, un
riesgo para el ofendido o para la sociedad”. A mi juicio, en este artículo, basta una conducta delictiva grave
anterior o las “circunstancias” del delito que ha cometido para negarle la libertad provisional, lo cual
permite pensar que en este caso opera un argumento ad hominem en perjuicio del procesado (las negritas
son nuestras).

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Concluyo estas ideas uniéndome también a quienes reconocen que hasta ahora las teorías
de la argumentación jurídica están todavía en proceso de “consolidación” epistemológica.
En efecto, el propio Atienza refiere que una teoría de la argumentación debe cuando menos,
darnos las herramientas para analizar, evaluar argumentos y enseñarnos cómo argumentar;
(Atienza 2011:114). Lo anterior, aunado a la pretensión de cualquier teoría de la
argumentación jurídica de ofrecernos criterios para justificar racionalmente una decisión
judicial, o para “escanear” tales decisiones y medir su nivel de justificabilidad en términos
de racionalidad bajo un principio de razón práctica y universal, es algo que está todavía por
llegar.

La segunda y última parte de esta ponencia consiste en una reconstrucción


argumental de una sentencia del Tribunal Constitucional peruano pronunciada en 2009, en
la que resuelve a favor de la parte demandante, la cual solicitaba que el Ministerio de Salud
de ese país se abstuviera a) de iniciar el programa de distribución de la denominada
“Píldora del Día siguiente” en todas las entidades públicas, asistenciales, policlínicos y
demás centros hospitalarios en los cuales se pretenda su entrega gratuita, b) de distribuir
bajo etiquetas promocionales proyectos que el Poder Ejecutivo pretenda aprobar y ejecutar
respecto del Método de Anticoncepción Oral de Emergencia, sin previa consulta del
Congreso de la República. A juicio de la demandante, se trata de evitar que se vulnere en
forma flagrante el derecho a la vida del concebido no nacido. Para dicho ejercicio de mapeo
argumental, he utilizado el esquema argumentativo propuesto por Toulmin (2007):

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Esquema argumentativo de Toulmin aplicado a la sentencia

DATOS:
AMICUS CURIAE:

-MINISTERIO DE SALUD DE PERÚ: La PDS “afecta levemente el endometrio, sin que se haya acreditado
que tal efecto sobre el endometrio sea suficiente para impedir la implantación, lo que supone que no afecta el
embarazo ya iniciado y por tanto no es abortivo.”
-La OPS (2006) “puntualiza que la comunidad científica internacional coincide en que el anticonceptivo oral de
emergencia no es abortivo y no impide la implantación de un óvulo fecundado ya que no tiene efectos sobre el
endometrio, (…) y (…) permite a las mujeres y sobre todo a las más pobres contar con un método anticonceptivo
científicamente reconocido que contribuye a evitar los embarazos no deseados.”
-COLEGIO MÉDICO DE PERÚ (2006)…”quienes se oponen a su acceso se debe a la falta de información o
de actualización en la información sobre el mecanismo de acción de las hormonas del citado anticonceptivo, sólo
así se explica que el supuesto teórico de acción antiimplantatoria del óvulo fecundado en el endometrio continúe
siendo un tema de controversia.”
- El POPULATION RESEARCH INSTITUTE :“quien mediante escrito del 11 de septiembre del 2008
sostiene que no se puede comercializar una droga cuando existe la posibilidad de que uno de sus mecanismos de
acción pueda atentar contra el derecho a la vida. La duda en todo caso favorece la vida, y en el caso concreto al
embrión.”

INFORMACIÓN DE LABORATORIOS:

- GLANIQUE (Levonorgestrel) 0.75 ó 1.5 mg, elaborado en Argentina por Laboratorios Blipack, S. A. En
el inserto del producto se señala: “Farmacodinamia: El mecanismo de acción de levonor-gestrel no se conoce
completamente (..). Podría impedir igualmente la implantación de un óvulo, pero es ineficaz si el proceso de
implantación ha comenzado”.
- TIBEX (Levonorgestrel) 0,75 mg.; Farmindustria S.A Interfiere con la fertilización y la implantación en el
ciclo luteal por espesamiento del moco cervical y cambios en el endometrio.
- PLAN B (Levonorgestrel-EUA): Si ocurriese la fertilización, Plan B puede impedir que el óvulo
fertilizado se adhiera en el útero (implantación)

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GARANTÍAS:
- La concepción de un nuevo ser humano se produce con la fecundación (penetración del
espermatozoide en el óvulo que concluye con la interacción bioquímica que forma el cigoto).

- Aplicación de los principios de interpretación constitucional respecto a la concepción:


a) La Constitución reconoce y garantiza los derechos fundamentales (sociedad democrática)
b) Se debe considerar a la persona humana como el prius ético y lógico del Estado social y democrático de Derecho.
c) La Norma Fundamental encierra todo un complejo cultural, en el que es posible identificar un “mínimo común
axiológico”, esto es, el punto de encuentro entre los valores básicos de la comunidad.
d) Un derecho fundamental desprovisto de la raigambre ética que debe transitar nuestro sistema cultural, poco tendrá
siquiera de “derecho”, pues estará condenado al repudio social.
e)Existe un conjunto de principios o directrices de aplicación e interpretación propios de los derechos fundamentales:
principio pro homine y principio pro debilis:

PRO HOMINE: optar por la norma que garantice de forma más efectiva y amplia los derechos humanos
reconocidos.
PRO DEBILIS: ante situaciones de derechos fundamentales en conflicto, debe tenerse especial consideración con
aquella parte más débil, en una situación de inferioridad y no de igualdad con la otra.
PRINCIPIO PRECAUTORIO: La PDS puede afectar el endometrio, por tanto genera duda razonable sobre los
efectos de tal afectación, misma que pudiera impedir que el óvulo fecundado se implante.

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RESPALDO (de garantías):

ART. 1º CPP La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la
sociedad y del Estado.
ART. 2º CPP.-Toda persona tiene derecho:
1. A la vida, a su identidad, a su integridad moral, psíquica y física y a su libre desarrollo y
bienestar. El concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece.
Tratados Internacionales:
- Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
- Declaración Universal de Derechos Humanos
- Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
- Convención Americana sobre Derechos Humanos
- Declaración de los Derechos del Niño
Documento “La Salud Integral; Compromiso de Todos – Modelo de Atención Integral de Salud” (2003)
en cual en el punto denominado “Atenciones Individuales Específicas del Niño. Estimulación Prenatal
y Temprana” prevé lo siguiente: “Atención periódica durante la gestación, a fin de estimular el
desarrollo psicoafectivo del niño. Conjunto de procesos y acciones que potencian y promueven el
desarrollo físico, mental, sensorial y social del ser humano desde la fecundación hasta el
nacimiento…”

EXCEPCIONES:

- Si en el futuro hay consenso científico respecto de la inocuidad del LEVONORGESTREL para el


concebido, se cambiará la decisión.

CONCLUSIÓN:

Por tanto, “existen dudas razonables respecto a la forma y entidad en que la denominada “Píldora del Día Siguiente”
afecta al endometrio y por ende el proceso de implantación; se debe (MODALIZADOR) declarar que el
derecho a la vida del concebido se ve afectado por acción del citado producto. En consecuencia, el
extremo de la demanda relativo a que se ordene el cese de la distribución de la denominada “Píldora del
11
Día Siguiente”, debe ser declarado fundado.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Atienza, Manuel (1999) “El derecho como argumentación”, en Isegoría no. 21, pp. 37-
47.
---- (2006) El derecho como argumentación. Concepciones de la argumentación.
Barcelona: Ariel.
---- (2004) El sentido del derecho. Barcelona. Ariel
---- (2011) “Cómo evaluar las argumentaciones judiciales”, en Diánoia, vol. LVI, no. 67,
pp. 113-134.
De Aquino, Tomás (2001) “Suma de teología” (Edición dirigida por los Regentes de
Estudios de las Provincias Dominicanas en España) (4ª ed.).Madrid: BAC.

Kelsen, Hans (1982) “Teoría pura del derecho” (2ª reimp.) (Trad. Roberto Vernengo).
México: IIJ-UNAM

Toulmin, Stephen E. (2007) “Los usos de la argumentación”. Barcelona: Península.

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