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IMMANUEL WALLERSTEIN ‘TL. WALLERSTEIN GEOPOLITICA Ul GEOCULTURA Ensayos sobre el moderuo sistema mundial k ie GEOPOLITICA < fs 5 y ~ Qo ° g 0 > El presente libro ofrece la perspectiva de uno de los pensadores mis originales y controvertidos de los tiltimos tiempos (padre de la nocién de “sistema mundial”) sobre los eventos que Ilevaron a la cai da del Muro de Berlin y a la posterior configuracién del mundo. Wallerstein argumenta que el colapso del Telén de Acero desvel6, por un lado, el declive de la hegemonfa de Estados Unidos en el sis- tema mundial; y, por el otro, que la caida del imperio comunista y el poyecto de construccién europea no pueden entenderse sin referirse al declive estadounidense en los ritmos ciclicos de la economia mun- dial capitalista El autor arguye que desde 1968 ha habido un rechazo a las ideas universalistas del liberalismo mediante un hincapié intelectual en la “cultura” (en lugar de en la economia y la politica); una preocupa- cién por la existencia del racismo y del sexismo en el sistema; y una nueva relacién entre las ciencias y las humanidades, Geopolitica y geocultura es un libro imprescindible tanto para socidlogos como para el piblico general sobre una apasionante variedad de temas de candente actualidad: las identidades naciona- les, la tensi6n entre lo local y lo universal, el sentido de “civiliza- cidn”, el capitalismo y el moderno sistema mundial, la formacién europea o el papel de las ideologias. Immanuel Wallerstein ha sido profesor visitante en diferentes universidades del mundo y premiado con multiples titulos honorifi- cos. Ha sido presidente de la Asociacién Sociolégica Internacional y director de estudios asociados en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de Paris. En la actualidad es presidente de la Comisién Gulbenkian para la restauracién de las ciencias sociales, encargada de una reflexidn sobre el presente y el posible futuro de las ciencias sociales. Es auter de numerosos libros y articulos. I50N:479.94-72056972 Ensayo oM | ce Immanuel Wallerstein GEOPOLITICA Y GEOCULTURA Ensayos sobre el moderno sistema mundial Traduccién de Eugenia Vazquez Nacarino ua <—s editorial airos Numanca, 1721-8 00156 08029 Barcelona wwweditorialkairoscom Tul original: GEOPOLITICS AND GEOCULTURE © Cambridge University Press, 1991 © de la edicion on castellano: 2007 by Editorial Kai, S.A, Primera edicién: Febrero 2007 LS.BN. 978-84-7245-637-2 a Depssto legs: 85340172006 Fotocomposicn: Beluga & Mlcka, Cércega, 267, 4° 1*,08008, Barcelona. Impresign y encuademacién: Romanya-Valls. Verdaguer, 108786 Capellades Todos los derechos reservados. No esti permitida la reproluccin total ni parcial de «ste liro, ni fa recopilacién en un sistema informético, nila transmision por medios electrénicos, mecnicos, por fotocopias, por registro © por otros métods, salvo de ‘reves extractos a efectos de resefa, sin la autorizacin previa y por escrito del editor ‘ol propietario del copyright SUMARIO Agradecimientos 7 Introduccion: las lecciones de los ochenta .. a) Parte I. GEOPOLITICA: POST-NORTEAMERICA 1. El atlantismo en declive 31 2. Lano revolucién Reagan, 0 las opciones limitadas de Estados Unidos .-40 3. Japén y la trayectoria futura del sistema mundial: ilecciones de la historia? ; 54 4. La unidad europea y sus repercusiones en el sistema interestatal 2 5. 1968, revolucién del sistema mundial .............94 6. Marx, marxismo-feninismo y experiencias socialistas en el sistema mundial moderno -120 7. El Informe Brandt 139 8. Tipologia de crisis del sistema mundial “146 9. La economfa mundial capitalist perspectivas a medio plazo TL Parte II. GEOCULTURA: LA OTRA CARA DE LA GEOPOLITICA 10. Identidades nacionales y mundiales, y el sistema interestatal 22.193 11, La cultura como el terreno de batall2 ieotoica del sistema mundill moderno 6 --218 Sumario 12. Lo nacional y lo universal: {puede existir algo semejante auna cultura mundial? ....0..0.......0220000..258 13. ,A qué se alude cuando se habla de “cultura del Sur”? .....seese 14, El sistema mundial moderno -.276 como civilizaciOn ... 22-666 cece eee ee eee ee 297 15. {Un interés renovado por 2319 +6329 AGRADECIMIENTOS Deseo expresar mi gratitud a los editores originales por su amable colaboracién al conceder el permiso para la presente publicacién. SAIS Review, nim. 4, verano 1992. Millenium: Journal of International Studies, vol. XVI, nim. 3, invierno 1987. 3. W.E.Hanreider (ed.), Global Peace and Security (Boul- der, Colorado: Westview Press, 1987). 4. Bjom Hettne (ed.}, Europe: Dimensions of Peace (Lon- dres: Zed Books, 1988). 5. Theory and Society, vol. XVII, nim. 2, primavera 1989, 6. Thesis Eleven, nim. 27, 1990. 7. Towards One World? International Responses to the Brandt Report (Londres: Temple Smith, 1981). 8. _ Review, vol. ,nim.4,otofio 1988 (Femand Braudel Center). Alternatives, vol. XIV, niim. 3, julio 1989. 10. Millenium: Journal of International Studies, vol. XIV, nim, 2, verano 1985. UL. Hitotsubashi Journal of Social Studies, vol. XX1, num. 1, agosto 1989. 12. A.D. King (ed.), Culture, Globalization and the World- System (Londres: Macmillan, 1991). 13, Numan V, Bartley (ed.) The Evolution of Southern Cultu- re (Athens, Georgia: University of Georgia Press, 1988). 14, Development: Seeds of Change, mim. 1 y 2, 1986. 15. Thesis XI, nim. 25, 1990. pe INTRODUCCION: LAS LECCIONES DE LOS OCHENTA No puede negarse que los afios ochenta acabaron con un estalli- do de enormes proporciones. En 1989 10 al espectacular desmoronamiento del marxismo-leninismo, como estrategia de gobierno tanto como sistema ideolégico y polo de atraccién po- litica. A la gran mayoria de la gente la brusquedad del desmoro- namiento (0 incluso el mismo hecho de que se produjera) la tomé por sorpresa. Para muchos fue una grata sorpresa que ates- tiguaba el triunfo de la libertad sobre el despotismo. Para otros supuso una gran constemnacin, pues indicaba el fin de las ilu- siones y el apaciguamiento (si no la total desaparicién) del opti- mismo revolucionario. Los andlisis que han aparecido inmediatamente después para explicar estos acontecimientos han adolecido de ser demasiado epis6dicos o estar excesivamente orientados a los hechos (évene- mentiel, por emplear la distincién de Braudel entre tres tipos de tiempo hist6rico),e insuficientemente estructurales 0 felicos (co- Jjoncturel). Ni siquiera puede medirse con propiedad el alcance de Jos grandes acontecimientos -y no hay duda de que 1989 lo fue-, si uno los analiza en su contexto inmediato. Si tratamos de hacer- lo, tendemos no s6lo a hacer una lectura errénea de los aconteci- mientos, sino, lo que es mas importante, a extraer lecciones falsas de los mismos. Temo que esté sucediendo eso ahora: atravesamos un perfodo (ojalé que breve) en el que se extraen implicaciones precipitadas y bastante distorsionadas de los sucesos de 1989. Geopolitica y geocultura 5 Se extraen falsas conclusiones en e1 undo (ex) comunista, donde la magia del mercado est4 suplantando la magia de !a pla- nificacién, por cuanto que el mercado en Iineas generales no re- sultaré un instrumento de bienestar econémico més eficaz. para estos estados de lo que ha sido la planificacién, puesto que las principales dificultades econdmicas de estos estados provenian (y atin provienen) no de sus mecanismos econdmicos intemos, sino de su posicién estructural en Ja economia capitalista mundial. También se extraen falsas conclusiones en el mundo occi- dental, donde el colapso del leninismo se interpreta como el triunfo del liberalismo wilsoniano, en tanto que en realidad 1989 representa la desaparicién no s6lo del leninismo, sino de ambos extremos de Ia gran antinomia ideal6gica del siglo xx, la extincién wilsoniana frente a la leninista, En Europa orien- tal no hemos asistido tanto al descubrimiento del espiritu de 1776 0 de 1789, como a la réplica de 1968. ‘Se extraen falsas conclusiones en el Tercer Mundo, donde mu- cchos interpretan el colapso del leninismo como un debilitamiento decisivo de estos paises en su lucha contra el dominio econémico del norte, cuando en realidad la ret6rica soviética de los pasados cuarenta y cinco afios s6lo habia contribuido de manera menor en Ja lucha de los paises del Tercer Mundo. La debilidad de su posi- cidn actual se debe principalmente al funcionamiento continua- do de la economia capitalista mundial, de manera secundaria a la ineficacia de sus estrategias de “desarrollo nacional” y, slo de manera terciaria, a la presente incapacidad (y a la mala disposi- cién) de la URSS para apoyarlos. Acusar a Gorbachov de “revi- sionismo” es una postura tan orientada a los acontecimientos y tan irrelevante como creer que Lech Walessa es Tom Paine. Este libro es un compendio de ensayos de It década de los 1980s. El més reciente (capitulo 6) data de septiembre de 1989. Por tanto, todos ellos se escribieron antes de que se produjera en Europa oriental el acontecimiento de mayot magnitud en to- dos estos afios, el desmoronamiento de los regimenes de la Re- 10 Introduccién piiblica Democratica Alemana, Bulgaria, Checoslovaquia y Rumania. Dado que los artfculos de la primera parte atafen ala geopolitica, su reedicién puede parecer una propuesta arriesga- da 0 dudosa. Sin embargo, es precisamente a rafz. del “final de Jos comunismos” que he elaborado este volumen: para exponer que éste no es un gran acontecimiento repentino e inesperado, sino parte de un proceso més amplio, cuyo elemento principal deviene en efecto, y en absoluto paradgjicamente, el fin de la era de la hegemonfa estadounidense en el sistema mundial. ‘Aunque muchos comentaristas han aclamado 1989 como el co- mienzo de la pax americana, la tesis del presente libro sostiene que, al contrario, marca el fin de la pax americana. jLa guerra fria era la pax americana! La guerra fria ha terminado; por con- siguiente, la pax americana ha tocado ya a su fin. eben analizarse tres vectores bdsicos a fin de que los aconte- cimientos de 1989 cobren sentido. El primero es el patrén ciclico de las hegemonfas en el sistema mundial modemo. El segundo es el florecimiento entre 1789 y 1968 de los barnices ideolégicos de a economia capitalista mundial. ¥ el tercero es la profunda in- certidumbre de la evolucién, 0 cémo se producen realmente las transiciones de un sistema hist6rico a otro. La descripcién de cada vector plantea asuntos demasiado vastos, y lo més que pue- do hacer en esta introduccin es trazar un panorama amplisimo y ‘general, con la esperanza de que permitiré que el lector recabe Jos detalles desperdigados a lo largo de los articulos que siguen en el presente Volumen (asf como en el resto de mi obra). Una de las estructuras basi mundial consiste en el ascenso y la decadencia ciclicos de las “hegemonias” del sistema mundial. He analizado con anteriori- dad cémo creo que funciona esta estructura." La historia de la 1. Véase mi Un anilisis de la evolucién de las tres expresiones ideol6gi cas pone de manifiesto que, tras 1848 y hasta 1968, el liberalis- ‘mo se revela claramente como la ideologia dominante. Domi- nante en un sentido muy simple: tanto el conservadurismo como el socialismo se definieron cada vez mas en funcién de catego- rias liberales, de manera que parecfa no haber espacio para el li- beralismo puro en el momento mismo en que el liberalismo no podia soslayarse en modo alguno. Podrfa argumentarse que, después de 1848, en la prictica s6lo hubo dos ideologias: el li- eralismo conservador frente al liberalismo socialista, teniendo en cuenta que el marxismo se asimilaba més al atractor liberal, primero en su versiGn bernsteiniana, luego en su versiGn kauts- kiana y, finalmente, en su versin leninista. El liberalismo contaba con dos puntos fuertes. Por una par- te, reflejaba la tendencia fundamental del sistema: expansion ilimitada, adaptacién continua de la forma aunque reproduc- cién constante de la esencia, junto a la perspectiva de partici- pacién universal en la buena sociedad, por muy desigual que atin fuera. Esta virtud es bien conocida, pero un segundo pun- to fuerte se advierte con menor frecuencia; en realidad, a me- nudo suele negarse. El liberalismo es la Gnica ideologia que permite la consolidacién a largo plazo de las estructuras del estado, el apuntalamiento estratégico de una economia capita- lista mundial en funcionamiento. El conservadurismo y el so- cialismo apelan, més alld del Estado, a una “sociedad” que ha- a su expresi6n en otras instituciones, El liberalismo, en cambio, precisamente por su carcter individualista y contrac- tual, encuentra en Ultima instancia la resoluci6n de los conflic- ‘5. Para una explicacion més profusa de este argumento, véase mi aticulo «Trois idgologies ou une seule? La problématique de la modemnité», en E. Balibar eT. Wallerstein (ed), Les ois idéologles (en preparacén). 20 Introduccién tos en decisiones estatales, pues se supone que tan s6lo el Es- lado carece de “intereses” propios aparte de convertirse en el vector del compromiso y el consenso de la mayorfa, EI Estado como drbitro constituye el papel més s6lido que pueda desempefiar el Estado. Por ello el liberalismo es refor- mista, y de ahf también que el reformismo suponga una mejo- ra del Estado. El liberalismo legitima el Estado, en tanto que el conservadurismo y el socialismo lo debilitan flos6ficamente. Sin embargo, puesto que el sistema estatal es esencial para el funcionamiento de la economia capitalista mundial, ni el con- servadurismo ni el socialismo podfan prevalecer en la econo- mfa capitalista mundial en estado puro. Tuvieron que adoptar Ja forma de una combinaci6n: liberalismo conservador o libe- ralismo socialista. EI gran cambio que supone 1917 no estriba en esta antinomia ideolégica, sino en el hecho de que por vez primera lo que ahora denominamos “cuestién norte-sur” ocupara el centro del escena- rio. ¥ esta cuestién explica la transposicién que se Ilevé a cabo enel siglo xx de la antinomia de finales del xxx en forma de opo- icién entre americanismo y leninismo. Fueron las zonas perifé- ricas de la economfa mundial las que se convirtieron en objetos de “autodeterminacién” wilsoniana y los paises que debjan ha- se “seguros para la democracia”. La Revolucién Rusa, por st. parte, tuvo lugar en el Estado més “atrasado” de la Europa in- dustrial, pero que al mismo tiempo era el més “avanzado” de los Estados no centrales. Si en 1917 Lenin todavia empleaba un dis- curso obrerista, para cuando se celebr6 el Congreso de los Pue-~ blos del Este en Baki, en 1920, ya estaba claro que el leninismo se habja convertido en la expresién del liberalismo socialista para el sur (que en 1920 todavia se conocia como el este).* 6. La apreciacin teérica mas clara de este fendmeno se halla en los textos de M. Sultan-Galiev. Véase «The Social Revolution and the Eats, Review, VI, 1, vera no 1982, pigs. 3-11 21 J Geepotitica y geocultura Es la intima connivencia de las versiones wilsoniana y le- inista del liberalismo universalizador la que explicaba la fa cilidad con que pudo establecerse la connivencia Estados Uni dos-URSS (tras la fachada de la animadversin). Explicaba también la facilidad (y Ia correcciGn) con que los rebeldes de 1968 pudieron colocar ambas ideologfas en el mismo cesto. Ese afio, 1968, reabri6 el consenso ideolégico que siguid a 18487 (La Revolucién de 1968 cuestioné las verdades liberales, en todas sus manifestaciones. Cuestion6, por encima de todo, la creencia de que el Estado era un drbitro racional de la volumtad colectiva deliberada. Los revolucionarios de 1968 no sélo de- safiaron a quienes ostentaban el poder en los “aparatos ideol6- gicos” del Estado, sino también a todos los movimientos anti- sistémicos clésicos, precisamente porque (habria un sinfin de~/ ejemplos) ya habian alcanzado el poder, y estaban tilizando Para sus propios fines el mito del Estado como drbitro racional (© encamacién) de la voluntad colectiva deliberada{ Reducir el Estado a un papel de mero “actor” politico entre otfos muchos se convirtié en el objetivo implicito de los “nuevos” movi mientos antisistémicos. Se deducia de ello que la estrategia histérica de la “vieja izquierda” -Ia obtencién de poder del Es- tado— ya no se consideraba la estrategia crucial para la trans. formacién de la sociedad; de hecho, para muchos, estaba to. talmente contraindicado. / Elrechazo del liberalismo como ideologfa (tanto en su vac riante wilsoniana como leninista) no fue un episodio menor. Representaba una ruptura fundamental con las premisas inte- lectuales de lo que yo denomino la “geocultura” de la econo- mia capitalsta mundial /Algunos desriben la geocultura como 7. Vease G. Arighi, ZK. Hopkins eI, Wallerstein, «1968; The Great Rehearsal»,en Antisystemic Movements. Londres: Verso, 1989, pigs, 97-115. [Movimientos an- Usistémicos, Madrid: Akel, 1999) 22 Introduccién la superestructura de dicha economia mundial /Personalmente, prefiero pensar en ello como en su trastienda, la parte més ocul- taalla vista y, por tanto, la més dificil de valorar, pero sin Ia cual no subsistiria. La denomino “geocultura” por analogi2 con la ( geopolitica, no porque se trate de un aspecto supralocal o su- | pranacional, sino porque representa el marco cultural dentro del que opera el sisterna mundial. El desafio a la geocultura ha adoptado desde 1968 (y en es-} pecial en la década de 1980) tres vertientes fundamentales, la cuales de hecho son variaciones del mismo tema: el rechazo las pretensiones universalistas del liberalismo. La primera ver-\, tiente se caracteriza por el nuevo énfasis intelectual en la cul- tura, por oposicién al énfasis en la economia o la politica. Es elemental advertir que esto nace de la desilusién por la poca | eficacia para transformar el mundo a través de la reforma eco- némica o politica. Esta desilusién ~el quid de 1968~ ha llevado a que muchos consideren la “cultura” como un terreno de batalla alternativo en el que al fin la accié jén humana podia resultar eficaz. En la bibliografia reciente en torno a la “cultura”, el concepto de ca- pacidad de accién [agency] aparece como un tema recurrente. En contra de las denominadas presiones objetivas que se con- sideran provenientes del mbito politico-econémico, los acéli- tos de la cultura reafirman la intrusién de la agencia humana, como posibilidad intrinseca, como fuente de esperanza colec- tiva. El pueblo est oprimido (por los Estados, claro es), pero el pueblo (y/o la intelectualidad) tiene la capacidad de forjarse su propio destino (y la ejerce). Si utilizamos este andlisis, constituye casi un misterio que todavia vivamos sometidos al sistema opresivo que parece persistir. Sin embargo, no hace falta caer en el cinismo. El interés por la “cultura” representa la bisqueda de escapatorias al sistema existente, de salidas distintas a las panaceas “clésicas” que parecen haber fracasa- do. Asf es como sostiene la actividad politica. 23 Geopolitica y geocultura ~2 La segunda estrategia para cuestionar la geocultura consiste_/ en lacreaci6n de los conceptos de racismo y sexismo| Estos tér- minos no se limitan a ser nuevas etiquetas para viejos proble- mas. Son un reconocimiento tardjo de un rasgo fundamental de la geocultura de la economfa capitalista mundial: la existencia inherente y necesaria de sexismo y racismo en el seno mismo de sus estructuras, a pesar de (0 incluso por causa de) sus pre- tensiones universalizadoras. Este cuestionamiento ha adoptado forma intelectual as{ como organizativa: la creacion de nuevas reas de estudio, la creacién de nuevos tipos de movimientos sociales. Esta segunda forma de desafio, que en cierta medida se solapa con el interés genérico por la “cultura”, es mas espe- cifica (y centrada) que éste. Por consiguiente, ha tenido conse- cuencias politicas més claras. A pesar de ello, las consecuencias politicas distan mucho de estar claras del todo, puesto que el debate en tomo a las mismas todavia constituye la Iinea fundamental de divisién in- terna en el seno de los movimientos antisexistas y antirracis- tas. La biisqueda (y la validacién) de la “identidad” les sirve a algunos para crear un marco de alianza de las luchas antiuni- versalistas y aun asf mundiales, que atesora la promesa final de crear una geocultura completamente nueva. Esta misma biisqueda, no obstante, les sirve a otros como forma renovada de populismo separatista —ciertos acontecimientos recientes en el mundo ex comunista demuestran que estas zonas no son distintas en este sentido-, que puede restablecerse perfecta- mente dentro del marco de! liberalismo universalizador de la economia capitalista mundial. Y, por tiltimo, cabe hallar el desafio a la geocultura en la “nueva ciencia”, que en si misma constituye un ataque directo a los pilares intelectuales més antiguos del sistema mundial modemo: Ia ciencia baconiana-newtoniana. La relacién de la “crisis en el ambito de las ciencias” con fa crisis del sistema mundial y a crisis de los movimientos se trata en varios de los 24 Introduccion ensayos que componen el presente volumen, Permftanme so- lamente subrayar ahora fa relacién que guarda este fenémeno con la “cultura” y el “racismo-sexismo”. Los cientificos fisi- cos y Jos matemiticos tienden a vivir en un mundo remota- mente alejado de las “humanidades”, y todavia més remoto de Jos movimientos antirracistas y antisexistas. Estos grupos, por Jo general, no intercambian pareceres. No se leen entre si. Por consiguiente, cuando la “nueva ciencia” se “descubre” fuera de las paredes cerradas del academicismo cientifico, hay una tendencia a interpretarla con un sesgo muy roméntico, con lo que pierde su fuerza intrinseca en tanto que herramienta analf- tica. La gran fuerza de esta rebelién en contra de la centralidad de los procesos lineales y el equilibrio en el andlisis cientifico, asf como en contra de la posibilidad teérica de la precisiGn to- tal, no reside en ningtin rechazo de la iniciativa cientffica fun- damental -1a comprensién dptima de 1a realidad material sino en el acercamiento del método cientifico (reinterpretado como el intento de interpretar la complejidad, y no tanto como el intento de reducir 1a complejidad al minimalismo) al traba- jo intelectual que desempefian las ciencias sociales y las hu- manidades. Precisamente la negacién de la idea de las “dos culturas” la ciencia y/en oposicién a lax humanidades— se convierte en el eje esencial. La idea de Jas dos culturas servia al mismo propésito (en realidad, en esencia se trataba de la ‘misma cosa) que la distincién entre la epistemiologfa nomoté- tica y la ideogréfica en las ciencias sociales: como pilar del sistem geocultural de la economfa capitalista mundial. La “nueva ciencia” ha minado fatalmente las premisas de la cien- cia baconiana-newtoniana y, por consiguiente, ha devenido un elemento fundamental del desafio a la geocultura posterior a 1968, a pesar de que algunos de los “nuevos cientificos” no sean muy conscientes de ello. Y asf llegamos al tiltimo elemento necesario para el andl sis de 1989: la crisis del sistema, 0 las incertidumbres en rela- 4 25 Geopolitica y geocultura cién con su evolucién. Uno de los malentendidos més flagran- tes de 1989 es concebitlo, por alguna raz6n, como una conso- lidaci6n del sistema. Como ya hemos apuntado, los cambios de régimen de 1989 resultaron de la revuelta latente, ininte- rrumpida, de 1968. El hecho de que su expresién local se diri- giera, como es natural, contra el discurso (y la praxis) del leni- nismo, previamente dominante, no le resta peso como rebelién contra el liberstismo. El hecho de que por el momento, fruto de la desesperacién, los nuevos gobiernos busquen la salva- cién en el “mercado” y demds férmulas del Fondo Monetario Internacional FMI carece de mayor relevancia -y probable- mente reporte mayor beneficio~ de la que ha tenido para Tan- zania, Brasil o la Reptiblica Dominicana. Muy pronto esto ser del todo evidente para la poblacién de estos paises. EI modelo de evolucién del sistema mundial que emplea- mos aqui se deriva de los métodos de andlisis de la “nueva ciencia”, como se sugiere en muchos de estos ensayos. En po- cas palabras puede sintetizarse en que la economia capitalista mundial constituye un sistema histérico, que por ende esté do- tado de una vida histérica: tuvo una génesis; pasa por una se- rie de ritmos ciclicos y tendencias seculares que Jo caracteri- zan; encierra contradicciones internas que conducirén a su desaparicién final.* El argumento subyacente consiste en que las contradicciones a corto plazo conducirdn a soluciones a medio plazo, que su vez se traducen en curvas lineales a lar- 20 plazo que se aproximan las asintotas.* A medida que se aproximen a estas asintotas, las presiones para tecuperar el se expuso originalmente en 1974,en «The Rise and Demise ofthe World Ca- pitalist System: Concepts for Comparative Andlisisy, reeditado como capitulo 1 & The Capitalist World-Economy, Cambridge: Cambridge University Press, 1979, pgs. 1-36. 9. Elcaso se trata en mayor grado de detalle en mi anticulo «Crisis as Transition», en S. Amin et al, Dynamics of Global Criss. Nueva York: Monthly Review Press, 1982, pigs. 11-54 26 Introduccién equilibrio disminuyen, Jo cual lleva a oscilaciones alin mayo- res y a.una bifurcacién. En vez de que amplias fluctuaciones, aleatorias se reflejen en pequefios cambios en la curva, fluc- tuaciones pequeiias ocasionarén enormes cambios. La inminencia de la bifurcaci6n, provocada por el hecho de que ya no se pueda disponer tan facilmente de las soluciones a ‘medio plazo para resolver contradicciones a corto plazo, resul- ta desastrosa para el sistema/EI colapso del leninismo supone una verdadera mala noticia para las fuerzas dominantes de | economia capitalista mundial, puesto que ha eliminado la iit ma fuerza politicamente estabilizadora de cierta importancia que quedaba en el sistema mundial. No resultaré fécil volver a armar a Humpty-Dumpty./ ‘Este hecho no se recibir necesariamente como una buena noticia entre los detractores del sistema. Las bifurcaciones dan lugar a consecuencias impredecibles. Lo que reemplace la eco- noma capitalista mundial podria ser mejor, pero también podria ser peor. Por tanto, no hay raz6n alguna ni para la desesperacion ni para la celebracién. A pesar de todo, existe un elemento esen- cialmente esperanzador. El resultado final de todo el proceso serd fruto de nuestro empefio colectivo, de lo que da fe en bue- na medida el trabajo de los nuevos movimientos antisistémi- cos. Mientras que anteriormente las grandes fluctuaciones provocaron cambios nimios (de ahf el “determinismo”, de ahi Ia desilusion con los resultados del reformismo, aun cuando se Jo llamara “revoluci6n”), ahora pequefias fluctuaciones provo- caran enormes cambios (de ahf la oportunidad para la verda- dera capacidad de accién, de ahi la responsabilidad de cada uno de nosotros). EI sistema mundial sufre hoy en dfa una transformacién. Ya ha pasado el momento de la acumulacién constante, menor, de ciclos y tendencias. El afio 1989 probablemente sea una puerta cerrada al pasado. Quiz4s hayamos legado al verdadero reino de la incertidumbre. El sistema mundial continuaré funcionando, a Geopoltiica y geocutaura por supuesto, incluso funcionando “bien”. Precisamente porque continuaré funcionando como lo ha hecho a lo largo de quinien- tos aifos, en bisqueda de la incesante acumulacion de capital, pronto no seré capaz de sostener su propio funcionamiento. El apitalismo hist6rico, como todos los sistemas histéricos, pere- cerd victima de sus propios éxitos, no de sus fracasos. Mutis de Lenin. Mutis de Wilson. J PARTE I: GEOPOLITICA: POST-NORTEAMERICA 1. ELATLANTISMO EN DECLIVE EI fin de la OTAN esta proximo. Eso no significa que se ave. el fin del mundo. Mas bien se tratard de un nuevo paso en una gigantesca reestructuracién de las alianzas mundiales que bien puede tardar treinta aos en cristalizar por completo y cu- yas repercusiones de cara al siglo x1 son, desde luego, diffe. ies de discernir con cierto grado de detalle. Las rafces econémicas de la reestructuracién son muy sen- cillas. Dado que he analizado este asunto en otros ensayos,’ ime limitaré a resumir aqui mis puntos de vista, La hegemonja global estadounidense -un fenémeno breve, como lo han sido hegemonias previas de ese tipo- se mantuvo temporalmente gracias a los rendimientos de las empresas productivas, co. merciales y financieras estadounidenses. Sin embargo, este periodo ya ha concluido. Las empresas de Japén, por una par- te, y de Europa occidental (con Francia y Alemania en el cen. tro), por otra, han pasado a plantear una seria competencia a las empresas radicadas en Estados Unidos, y parece que esta tendencia ird més a su favor que no en su contra. El declive te. lativo y continuo de las empresas econdmicas estadouniden. ses, asi como del poder politico-militar de su Estado (aunque uno deberfa recordar que el declive es lento y que se trata, por 1 «Friends as Foes», Foreign Policy, nim. 40. too 1980, pp. 119-1315 y «Cisis ‘as Transition», en S, Amin et al, Dinamics of Global Crisis. Nueva Yer: Monthly Review Press, 1982, pags. 11-54. 31 Geopolttica: post-Norteamérica el momento, de una decadencia relativa), no puede por menos que agudizar la atmésfera competitiva. En la década de los 1980s, cuando la economia mundial se halle todavia en plena fase de estancamiento, esta competencia se centrard en tomo a las erisis fiscales de los pafses y los esfuerzos de las principa- les potencias industriales para exportar el desempleo a las de- més. En la década de los 1990s, cuando probablemente la eco- nomfa mundial repunte, la competencia se centrard en torno al grado de expansién de Jas nuevas industrias en crecimiento (microprocesadores, biotecnologfa, etc.) Japén parece estar desempefiando el mismo rol respecto a Es- tadas Unidos que los propios Estados Unidos desempefiaron en relaci6n con Gran Bretafia a finales del siglo xix. Sin el lastre a corto plazo del nivel de gastos politico-militares que entrafiaba ser la antigua potencia puntera, aliviado también por los elevados beneficios que los cuadros econémicos de la antigua potencia puntera extrajeron al proceso de acumulacién, aliviado otro tan- to por la maquinaria anticuada existente (en el més amplio senti- do del término), Japén presenta un indice de crecimiento econd- mico austero, agresivo, certero. No cabe duda de que este pafs carece de la inmensa base de recursos intemnos con la que cont6 Estados Unidos en el siglo x1x; sin embargo, una simbiosis eco- némica sino-japonesa podria poner remedio a eso. Lejos de buscarle las cosquillas a Estados Unidos, Japén estd tratando de emular la politica que los estadounidenses em- plearon con Gran Bretaiia a finales del siglo xix: convertir al viejo Ifder en el joven compafiero de manera discreta y gra- dual. No cabe duda de que un proyecto de tales caracteristicas entraiia serias dificultades, entre ellas la distancia cultural no es la menor, pero no se trata de un objetivo inalcanzable. Tam- poco cabe duda de que Japén tenga que asumir finalmente una postura militar en consonancia con ese papel, aunque no se trata de algo urgente. Recuerden la lenta transformacién que sufrié el ejército estadounidense de 1873 hasta 1945. 32 El atlantismo en declive En contra de esta alianza geopolitica de los paises de la cuenca del Pacifico, cuyo pionero no fue otro que Richard Milhous Nixon (como él mismo se encarga més 0 menos de re- cordamnos sin cesar, recientemente en un articulo de opinién de The New York Times, 28 febrero de 1982), Europa occidental carecfa de ningéin otro recurso para sobrevivir econémicamen- te que apuntar en la direccién de una alianza geopolitica simi- lar con la URS. Nada ilustra con mayor claridad este hecho que la firma de los franceses en los acuerdos del gasoducto con la URSS, precisamente cuando la opinién publica de Fran- cia se mostraba més encarnizadamente antisoviética que en cualquier otro momento de la historia reciente a raiz de los su- cesos acontecidos en Polonia. La raison d’état de Charles de Gaulle es la raison d’ état de Francois Mitterrand, como de he- cho habia sido la de Valéry Giscard D’Estaing. Por si se me acusara de ser el vtimo profeta cinico de la real- ppolitik, permitanme indicar enseguida dénde interviene la ideo- logia en todo esto. En este contexto podriamos hablar de Polonia, pero repasemos antes la politica y la ideologia del perfodo poste- rior a 1945. La primera gran falla ideolégica fue este-oeste: la guerra frfa. Los dos protagonistas plantearon las cuestiones en distintos términos, pero cada una de las partes en esencia crefa, en palabras de John Foster Dulles, que «Ja neutralidad es inmo- ral». Esta fue la base ideolégica de la hegemonfa estadounidense y de la existencia paralela de una chasse gardée denominada blo- {que soviético. Esta divisi6n basica del mundo es lo que subyace ala construccién de la OTAN. Esta fisura ideol6gica del sistema ‘mundial pervive éodavia. Ronald Reagan puede gritar més alto, pero serfa un grave error de juicio creer que Brezhnev, Miterrand © Schmidt estén menos comprometidos con los planteamientos que tanto ellos como sus partidos han expresado hist6ricamente acerca de estas cuestiones ideolégicas. La cooperacién Bonn-Pa- ris-Moseti no se construira venciendo diferencias ideolégicas, sino ignoréndolas. 33 Geopolttica: post-Norteamérica Seria erréneo, no obstante, considerar que el terreno ideo- légico del periodo posterior a 1945 se ha ocupado tan sélo con las divisiones Este-Oeste. Ha habido otros tres debates ideol6- sgicos que han desempeftado un papel relevante. Uno es la rup- tura Norte-Sur, igual de convencionalizada en la actualidad. Nuevamente se definié de forma distinta en ambas partes. El sur afirmaba con insistencia que los paises industrializados avanzados del Norte debfan conceder prioridad a asuntos Nor- te-Sur antes que a los derivados de la ruptura Este-Oeste. Este punto de vista nunca se ha aceptado en el Norte. Sin embargo, estd claro que el fin de la hegemonia estadounidense ha debi- litado 1a base material para la prioridad asignada al conflicto Este-Oeste. Un tercer conflicto ideol6gico viene representado por la confrontacién entre reforma y revolucién en el seno de los mo- vimientos antisistémicos. Fundamental para la politica mun- dial durante la etapa 1917-1939, esta divisién en los movi- mientos obreros y nacionalistas del mundo parecia armonizar plenamente con la fisura Este-Oeste del periodo posterior a 1945, en la que los reformistas, por un lado, se identificaban con el Oeste y los revolucionarios con el Este. Sin embargo, se produjo un curioso desliz. Un monstruo multicéfalo conocido como “revisionismo” empez6 a tomarles la delantera a los par- tidos comunistas en el poder. Basta con que uno lea a Stalin hablando sobre Tito, a Mao Zedong refiriéndose a Kruschov, 0 a Enver Hoxha hablando sobre Mao Zedong, para darse cuen- ta de que la pureza del intento parece derretirse como la nieve precisamente cuando la primavera trae consigo el cambio. Un régimen posrevolucionario tras otro ha topado con los vientos de represi6n externa impuestos por el sistema interestatal y la ley de valor de la economia mundial, y uno tras otro ha cedido prudentemente ase viento. (Sino lo hacia, acababa destruido, como en el caso de Kampuchea). Nuevamente, el fin de la he- ‘gemon‘a estadounidense parece haber acelerado este proceso. 34 Elatlantismo en declive Por iltimo, se ha producido otra ruptura ideol6gica, aunque menos evidente. Se ha librado una lucha “contra el sistema” que cada vez opta més por vias que no se amoldan a ninguna de Jas casillas ideol6gicas tipicas, a pesar de que sus protagonistas se identificaron en varios puntos con un bando u otro de los de- bates citados anteriormente. Quince afios atras los portavoces de esta nueva fisura ideol6gica fueron bautizados como la Nue- va Izquierda o la contracultura. Mas tarde, se establecieron en el movimiento verde, en el movimiento de las mujeres, 0 en el movimiento partidario de la descentralizacién. Reaparecieron como manifestantes en contra de las nucleares en Europa occi- dental en 1981. El hecho de que esta ofensiva no se haya ca- racterizado por su coherencia ni por una organizacién s6lida no Ja hace menos poderosa. Este grupo siempre se oponfa a todos los dems, que eran percibidos indiscriminadamente como el establishment. El rasgo particular mas destacable de esta ofen- siva ideol6gica ha sido su rechazo implicito (y amenudo explf- cito) de 1a primacia (a veces incluso la relevancia) de todas las demis divisiones ideolégicas. Polonia ilustra la interaccién de estos cuatro debates ideol6- gicos y la confusion ideolégica resultante. También ilustra con exactitud hasta qué punto estos factores ideol6gicos desempe- fian o no un papel relevante en la coyuntura actual. Esté claro que para muchos sectores de dentro y de fuera de Polonia, de ambos bandos, el desafio que Solidarity supuso para el régimen era una expresién clasica de las divisiones Este-Oeste. Sin em- bargo, para otros era la dimensién Norte-Sur la que importaba. Los problemas econémicos de Polonia reflejaban los problemas clésicos de “deuda-trampa” que padece una potencia semiperi- férica, y los bancos occidentales reaccionaron ante la crisis con ‘mecanismos dificiles de distinguir de sus reacciones a demoras potenciales que se produjeran, por ejemplo, en Zaire. El hecho de que Polonia cayese en una trampa de deudas y no haya sido el tinico régimen comunista en exponerse a tales 35 Geopolttica: post-Norteamérica riesgos (véanse Corea del Norte, Rumania y Hungria, por citar algunos casos) en si mismo ofrece el ejemplo més sorprenden- te de cémo los mecanismos de represién del sistema mundial conducen a un desdibujamiento dramatico de la fisura refor- mismo-revolucién. ;Qué papel representa una postura de “iz quierdas” dentro de un pafs comunista?, se han preguntado muchos con frecuencia en los tltimos tiempos (y no pocos dentro de la propia Polonia). Finalmente, el constante empefio por parte de Solidarity para alcanzar sus objetivos sin buscar responsabilidad en el aparato de Estado era en parte una técti- ca, si tomamos en cuenta los puntos de vista soviéticos acerca de los “limites”, pero también fue una manera de expresar el profundo temor a la “neutralizacién por asimilacién” en el seno del movimiento, que representaba una variante, un pro- ducto, del Nuevo Izquierdismo de la década de los 1960s. La inmediata batalla politica polaca sigue vigente. No se ha resuelto. En este momento (marzo de 1982) somos testigos de un equilibrio provisional y precario con el que ninguna de | partes, ni fuera ni dentro de Polonia, se contenta lo més mfni- mo. Y esto ocutre precisamente porque el equilibrio actual no satisface ninguna de las exigencias ideol6gicas de ninguna de las partes en ninguna de las cuatro Iineas de falla. Asimismo, estd claro que pricticamente nadie, ni dentro ni fuera de Polo- nia, tiene claro su proximo movimiento. Parece probable que en los afios venideros presenciemos cada vez con mayor frecuencia situaciones similares a la polf- tica polaca, sumida en la confusién ideolégica y donde las grandes pasiones se templan a través de la incertidumbre técti- ca, aun en aquellos lugares donde las circunstancias hist6ricas particulares muestran un cariz muy distinto de las de Polonia, En tales circunstancias, la ideologia tiende a perder buena parte de su potencia de frenado sobre el empuje de las fuerzas econémicas. Esta es la razén fundamental por la que creo que Ja fase virulenta y bastante andrquica de la lucha competitiva 36 Elatlantismo en declive intracapitalista de alcance mundial a la que asistimos en la ac- tualidad (y a la que asistiremos durante un buen tiempo) ejer- cera una presién “objetiva” hacia los realineamientos geopoli- ticos, a pesar que dichos realineamientos puedan contradecir en cierta medida los compromisos ideolégicos. Permftanme ser claro. No se trata de que la ideologia no vaya a desempefiar ningtin papel; sin embargo, se trataré de un papel secundario. Cualquier acuerdo alcanzado entre Europa occi- dental y la Unién Soviética se asemejara al acuerdo actual en- tre los partidos socialistas y los comunistas franceses; un ma- riage de convenance, fundamentado en la sospecha y el interés ‘mutuos, aunque mariage a fin de cuentas. Este es, después de todo, el tipo de acuerdo que se ha forjado entre Estados Unidos y China. Tales acuerdos quizés atraviesen varios perfodos tu- ‘multuosos y en ocasiones estén a punto de ver su nombre gra- bado en una losa, pero si cuentan con una base material sdlida, al fin persistiran. Reagan, Schmidt y Mitterrand han pronunciado tltima- mente discursos rituales acerca de cémo desean preservar, in- cluso fortalecer, la alianza occidental. Esto en realidad signifi- ca que nadie desea provocar una ruptura precipitada. Sin embargo, tampoco se trata de que deseen renunciar a proteger sus flancos econémicos de los demas oponentes. Una reciente tira cOmica de Wasserman lo expresaba con gran acierto. Mos- traba a Schmidt explicando el plan de accién conjunto que él y Reagan han disefiado respecto a Polonia: «Estados Unidos no importard gas natural de los soviéticos, y nosotros no les ven- detemos cereales». Por supuesto, si la situacién en Polonia lle- vase a un grado de violencia interna considerablemente ma- yor, este proceso de realineamiento politico se retrasaria; pero s6lo una guerra nuclear podria desbaratarlo por completo. Un cambio fundamental de este calado en el sistema inte- restatal, y la confusién ideol6gica que conlleva, no supone a 7 Geopolttica: post-Norteamérica largo plazo un acontecimiento adverso desde la perspectiva de quienes abanderan una transformaci6n social radical del mun- do. Por el contrario, reportarfa varias consecuencias positivas para el sistema en su conjunto. A corto plazo, probablemente tienda a reducir la posibilidad de una guerra mundial, aunque por otra parte acreciente la perspectiva de miiltiples guertas lo- cales y civiles. La guerra nuclear sigue siendo una posibilidad, pero las incertidumbres de planificacién y de alianzas deberfan traer consigo un grado de prudencia adicional hasta que la situa- ign se torne més clara, en especial porque ante estas circunstan- cias los lideres militares se sienten en la obligacién de ocuparse de los puntos débiles politicos que existen en su propio pats. Re- cuerden las advertencias del secretario de Defensa Weinberger a ropésito de la intervencién centroamericana. En segundo lugar, la desintegracién de las costras ideol6gi- cas posibilita la existencia de una evolucién continuada, activa, de la lucha de clases en el seno mismo de los estados posrevo- lucionarios. Esta es, en mi opinién, la leccién mds importante de Solidarity, que no ha fracasado en la medida que lo han he- cho movimientos previos de este tipo. Creo que podemos tener una, dos, o muchas Solidaritys, y dentro mismo de ta propia Unidn Soviética, Por tiltimo, creo que en el Ambito de los movimientos anti- sistémicos transnacionales avanzaremos hacia nuevas estruc- turas que unirén, por primera vez, movimientos de liberacién del Tercer Mundo, movimientos radicalizados de los trab: dores en Occidente, y una nueva clase de movimientos revolu- cionarios en todos los paises socialistas. Esto representard una sana remodelacién de los movimientos y quizés consiga aca- bar con el fastre de la Segunda Internacional, la Tercera Inter- nacional y los movimientos de descolonizacién, cuyos errores colectivos han asediado la misién de las fuerzas antisistémicas mundiales. Aliviados de dicha carga, quedaré el camino des- pejado para formulaciones ideolégicas més claras del “partido 38 Elatlantismo en declive del movimiento” mundial en su lucha contra el “partido del or- den” mundial. A la luz de estas perspectivas, cuesta creer que el debilita- miento de la relacién de cliente particular que Europa occi- dental mantenfa con Estados Unidos durante la hegemonfa es- tadounidense resulte especialmente desfavorable para nadie. ‘Tampoco parece probable que haya fuerzas, sean radicales 0 conservadoras, dispuestas a realizar muchos esfuerzos por re- sucitar el atlantismo en las dos préximas décadas, EL fin de la OTAN est proximo. También se aproxima una profunda crisis. 29 2. LA NO REVOLUCION REAGAN, OLAS OPCIONES LIMITADAS DE ESTADOS UNIDOS Al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos era el centro econmico més fuerte del mundo. Sin ayuda de nadie, habia emergido de la guerra con una red industrial muy avan- zada y eficaz que habia salido indemne de la destrucci6n béli- ca. La productividad de su agricultura era muy elevada. Con- taba ademas con el mejor -en ciertos sentidos, el tinico relevante~ conjunto de instituciones dedicadas a la investiga cién y el desarrollo. Alemania, su mayor rival durante treinta afios -si no ochenta- se hallaba en ruinas. Sus aliados politicos (aunque ri- vales econémicos) de Europa occidental se encontraban en un. estado casi igual de deplorable. Japén parecfa haber sufrido un grave retraso en su empuje industrial. En cuanto a la URSS, parecfa literalmente exhausta econémicamente por los estra- {208 y los sacrificios de la guerra. El momento de la hegemonfa estadounidense en el sistema mundial sin duda habia llegado. Sin embargo, la hegemonia re- quiere algo més que meros sostenes econdmicos; exige la capaci- dad de dejar atrés en produccién y ventas a los principales rivales en su propio territorio. Requiere también un conjunto de estructu- ras fundamentalmente politicas para afianzar la ventaja econémi- ca y hacerla marchar sobre ruedas. Estados Unidos necesitaba 40 La no revolucién Reagan stablecer dichas instituciones para manejar las cuatro zonas ge- ograficas més importantes del mundo, tal como se entendia des- de la perspectiva de Washington después de 1945: el resto de los principales paises industrializados, la URSS y su area de in- fluencia, lo que acabarfa por denominarse “Tercer Mundo”, y, no ‘menos importante, los propios Estados Unidos. En retrospectiva, resulta facil apreciar cudles son los pro- blemas de cada una de las zonas y cémo los manejaron los su- cesivos gobiernos estadounidenses. El problema inmediato con el resto de pafses industrializados més importantes radic6 en que habjan quedado en un estado de completa destruccién durante la guerra, y contaban con una produccién demasiado escasa para ejercer como mercados significativos de las ex- portaciones estadounidenses en tiempos de paz. Estados Uni- dos podia producir lo que necesitaban a precio suficientemen- te bajo, y los necesitaba como clientes si no queria caer de nuevo en el patrén de bajo consumo de la Gran Depresién. Eu- ropa y Jap6n estaban ansiosos por comprar, pero no tenfan d6- lares. De ahf la aplicacién del Plan Marshall y programas de “reconstruccion” afines. Por otra parte, Estados Unidos hacfa frente en solitario a un \inico oponente significativo en el orden mundial, y no en el terreno econémico. La URSS, aunque débil econémicamente, era fuerte militar, politica e ideolégicamente. Estados Unidos necesitaba “reforzar” Europa occidental, en especial desde que Francia e Italia, como minimo, contaran con partidos co- munistas poderosos; de ahi la OTAN y programas anélogos de construccién de alianzas. Tanto los programas econémicos como los politicos tuvieron efectos muy positivos, puesto que para comienzos de la década de los 1950s Estados Unidos se habia convertido en el lider indiscutible de un bloque politico militar formado por las grandes naciones industrializadas que Tecuperaban poco a poco su vitalidad econémica. El problema en la segunda zona era c6mo tratar con la 4 Geopolitica: post-Norteamérica URSS. Habja tres alternativas posibles: permitir que la influen- cia soviética y/o el comunismo se expandieran, ir ala guerra para destruir Ia URSS, un término medio entre ambas. Hoy en dia resulta bastante evidente que Estados Unidos no opté por Jas dos primeras opciones. Pero ,en qué consistia ese “término medio"? Las dos palabras clave a menudo empleadas para de- finirlo, y no con desacierto, son “Yalta” y “contencién” Por una parte, Yalta representaba simbolicamente lo que sus detractores han aducido, es decir, una divisién del mundo. Cuando en 1946 Winston Churchill declaré en Fulton (Mis- souri) la existencia de una “cortina de acero” que iba desde Stettin hasta Trieste, en realidad estaba otorgando la legitima- cin definitiva a una clara linea demareatoria en Europa que separaba el mundo comunista del mundo libre (0, si emplea- mos otro registro, que separaba el bando socialista del bando capitalista). Desde entonces, en Europa, la relacién entre ambos bandos ha caracterizado por la tensi6n, la separacién y la absten- cin mutua de cualquier interferencia militar enla zona del otro. Occidente acabé denominando este fendmeno “conten- cién”, y en efecto lo era, Sin embargo, es importante apuntar que la contencién no suponia —nunca lo fue— una retirada. Di- cho de otro modo, se ha alcanzado un acuerdo técito,el cual no se ha violado, para mantener el status quo politico en Europa a pesar de los muchos momentos de turbulencia que podrian ha- ber reabierto la cuestién (desde el puente aéreo de Berlin y la ruptura Tito-Stalin hasta la supresién de Solidarity). El tercer escenario era el Tercer Mundo. Todavia no se lo denominaba as{ en 1945 por la sencilla raz6n de que todavia 1no se lo tomaba en serio politicamente. Lo que Estados Unidos vefa eran vastisimas dreas geogrificas con sectores de una im- portancia estratégica notable, ademas de considerabies rique- zas minerales; pero zonas, al fin y al cabo, en su mayor parte demasiado pobres para convertirse en un mercado inmediato 42 La no revolucién Reagan para las exportaciones. A Estados Unidos le preocupaba, sin embargo, el hecho de que se tratara de zonas politicamente vo- litiles y por tanto sujetas a la expansién del comunismo. De hecho, después de la denominada “caida” de China en 1949 con la proclamacién de la Reptblica Popular, Estados Unidos comenz6 a temer una difusin ripida de lo que a todas luces consideraba una especie de contagio, Asi nacié el famoso efecto domin6. Estados Unidos desarroll6 una formula tripartita para lidiar con este escenario. Se componfa de una dosis de concesiones a los nativos (que favorecieran la descolonizacién o los regi- menes populares, siempre y cuando fueran moderados), una dosis de pufio de hierro (operaciones militares intermitentes, 0 encubiertas cuando fuera necesario, por ejemplo las que se lle- varon a cabo en Guatemala en 1948, Irn en 1952, 0 el Libano en 1956) y una dosis de retérica benigna (el programa Point Four de Truman, la Alianza por el Progreso de Kennedy) con Ja que encubrir el abandono (econémico).. ‘Sin embargo, nada de esto hubiera funcionado si el gobier- no estadounidense no hubiese sido capaz de mantener a raya el conflicto social interno. Debe recordarse que la década de 1930 fue un periodo de profundo conflicto doméstico en Esta- dos Unidos, que se puso de relieve en dos frentes fundamenta- les. Primeramente, la lucha de clases entre la mano de obra y el capital, que se centraba en ia iniciativa de crear estructuras sindicales en los principales sectores industriales. El Congreso de Organizaciones Industriales (COD organizaba a los trabaja- dores del sector automovilistico, metalirgico, eléctrico y qui- mico, ademas de las industrias extractivas mas importantes. En 1936 Walter Reuther todavia pagaba las consecuencias de una famosa sentada. El segundo escenario de conflicto interno en Estados Unidos era basicamente el que se producfa entre las clases medias (en realidad, sugeririan algunos, entre segmentos distintos del gran 43 Geopolitica: post-Norteamérica capital). El desacuerdo se centraba en la cuestién de si Estados Unidos debfa continuar mirando hacia adentro econémicamen- te (y por tanto también en lo politico y lo militar) 0 debfa orien- tar su economfa hacia el comercio mundial. Este fue el famoso debate de aislacionistas contra intervencionistas que levanté pa- siones y amarguras, y se prolongé mucho tiempo. Por afiadidu- ra, fue la raz6n de que Estados Unidos fuera la tltima gran po- tencia en intervenir en la Segunda Guerra Mundial. En 1945, muchos observadores esperaban que ambos con- flictos (pospuestos largo tiempo para dar prioridad a la unidad en tiempo de guerra) se reanudaran, y ademés con toda su fuerza. Y, de hecho, se advirtieron signos de que asf ocurrirfa. Uno de los lideres politicos del bando aislacionista, el senador Arthur Vandenberg, “capitul6”. Su llamamiento a una «politi- ca exterior bipartidista», la cual debfa fundamentarse en la «

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