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BIO MAX
NÚMERO 12
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Biomax_12_esp_ar_02.qxd:Nachdruck 09.02.2010 12:03 Uhr Seite 2
k diferencias anatómicas ni siquiera justifican vivo en la Tierra capaz de evolucionar o de de- eran relativamente pequeñas. Al lego, esta
que se los clasifique por diferentes géneros. sarrollarse culturalmente. Así, Christophe Bo- afirmación le parecerá una contradicción:
esche, uno de los científicos del Instituto ¿acaso tantas diferencias de forma y de fun-
De hecho sólo son diferentes las tasas de cre- Max-Planck, estudió a los chimpancés del Par- ciones no deberían reflejarse en el plano de
cimiento y las proporciones físicas relativas. que Nacional Taï en la selva tropical del país los genes? La respuesta a la pregunta así plan-
Las diferencias entre el cráneo de un hombre de África occidental Costa de Marfil y encon- teada podría ser que determinados tipos de
y el de un chimpancé sólo son cuantitativas. tró que por ejemplo los jóvenes chimpancés genes tienen un efecto trascendental, ya que
Por eso, unos pocos investigadores siguieron recién adquieren la habilidad de cascar nue- las mutaciones en los genes llamados regula-
impulsando el argumento de las coincidencias ces después de varios años de práctica; du- dores tienen por efecto una evolución morfoló-
anatómicas. Los defensores del carácter úni- rante la fase de aprendizaje, las madres com- gica más rotunda que las mutaciones en los
co del hombre prefirieron apostar a las dife- parten sus nueces con los juveniles genes estructurales. Porque los primeros con-
rencias de las capacidades intelectuales en- (Fig. B). Esta técnica de cascar nueces pare- trolan la conjunción de un sinnúmero de genes
tre el hombre y el chimpancé. Desde siempre, ciera estar difundida únicamente entre los estructurales y, por eso, a este nivel, las muta-
los arqueólogos buscan rastros de la fabrica- chimpancés del oeste de Costa de Marfil, ciones simples pueden disparar cambios com-
ción y del uso de herramientas como eviden- de Liberia y al sur de Guinea-Conakry. Se trata plejos en la evolución de los organismos.
cia de la modernización del comportamiento de un tipo de comportamiento cultural que
del hombre primitivo, causada por el incre- permite diferenciar una población de monos CUARENTA MILLONES
mento biológicamente condicionado de sus de la otra, del mismo modo que la población DE DIFERENCIAS
capacidades cognitivas. Pero también los occidental se diferencia de la asiática, porque En septiembre de 2005, un grupo de científi-
chimpancés disponen de un enorme reperto- come con cuchillo y tenedor, mientras que la cos internacionales publicó la secuenciación y
rio sobre el uso de herramientas. En virtud de asiática prefiere utilizar palillos. el análisis preliminar del genoma del chim-
los datos más recientes, los etólogos ahora pancé y confirmó con ello las suposiciones an-
incluso hablan de una cultura de los chim- Los resultados de investigación ponen de ma- teriores. En realidad, el parecido molecular
pancés. nifiesto lo mucho que hasta ahora hemos me- entre el hombre y el chimpancé es sorpren-
nospreciado a nuestros parientes biológicos dente: sólo el 1,23 por ciento de la secuencia
SIMIOS, PERO NO DETRACTORES más cercanos. Debemos admitir que no hay ni de nucleótidos del genoma del chimpancé es
DE LA CULTURA una sola característica, ni capacidad que dife- diferente a la del hombre. En más de tres mil
Con el concepto de “cultura”, los científicos rencie por completo al hombre del chimpancé millones de bases por genoma, esto sigue
definen la tradición de hábitos no heredada. y plantearnos si al menos las diferencias ge- representando más de 35 millones de altera-
Es decir que no se trata de algo instintivo, néticas generales entre ambos son lo sufi- ciones en la secuencia de bases. En promedio,
controlado por genes, sino de un comporta- cientemente amplias. Porque, en definitiva, las proteínas del hombre y del chimpancé
miento aprendido. Forman la base de este ha- las dos especies tienen un aspecto bastante varían en dos aminoácidos, en tanto que el
llazgo científico las siete observaciones a lar- diferente y en condiciones naturales se com- 29% de todas las proteínas es idéntico. Pero
go plazo más significativas realizadas en portan de manera bastante distinta. En 1975, de este modo, las llamadas inserciones (inclu-
chimpancés, que en 1999 -en un trabajo de los dos científicos estadounidenses Mary- sión de fragmentos genéticos en otro punto) y
equipo- se publicaron en la revista NATURE. Claire King y Allan Wilson publicaron un artí- las deleciones (pérdida de tramos genéticos
Representan un periodo total de observación culo en la renombrada revista Science, del enteros) alteraron más radicalmente que lo
de 151 años y llegan a la conclusión de que es que se desprendía que las diferencias genéti- esperado el “paisaje genómico” desde la
muy evidente que el hombre no es el único ser cas generales entre el chimpancé y el hombre separación de ambas líneas del hombre y del
chimpancé hace seis millones de años: en to-
tal, los investigadores contaron cinco millo-
nes de inserciones y deleciones como las
mencionadas. En algún lugar de este catálogo
de 40 millones de eventos evolutivos yacen
los cambios que nos hacen “humanos”. La
pregunta es, simplemente: ¿dónde están? Del
conjunto de proteínas humanas que han evo-
lucionado muy velozmente en el curso de la
evolución forman parte toda una serie de fac-
tores de transcripción, es decir aquellas pro-
teínas que regulan la expresión genética. King
y Wilson, ¿habrán estado en lo correcto con
su publicación hace 30 años?
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