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—— NICHOLAS CARR SUPERFICIALES 2Qué esta haciendo Internet con nuestras mentes? Traduccién de Pedro Cifuentes TAURUS — PENSAMIENTO owt origin: he Shaina. Wha the tert i Ding ta Our Brain, Dubliesde por W. W, Norton, @Nicholas Cary, 2010 ©De la traducci6n: Pedro Cifuentes © De esta edicion 2011, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Calle 80 No. 9-69 Teléfono: (571) 699 60 00 Bogoti, Colombia ‘* Aguilar, Akea, Taurus, Alfaguara, 8. A, Ax, Leandro N. Alem 720 (1001), Buenos Aires © Santillana Ediciones Generales, 8. A. de G. ¥. Avenida Universidad 787, Colonia del Valle, ‘09100 México, DF. ‘+ Santillana Ediciones Generales, §.L.. ‘Torrelaguna, 60, 28943, Madrid Diseiio de cubierta: Ben Wiseman ISBN orSontrstor Impreso en Colombia Printed in Cilombia Primeraedicién en Colombia, febrero de 2011 Todos os derechos reservados. yea publicacn no puede ser reproducida en toda ei en part, niregitradi ea, otransmitide por on sistema de reeuperacien Aeiformaclén, en ninguna forme ti por singin medio, sea mecinieo, fotoquimic, electronica, magne, lectrosptic, por lowxopia, {9 eualqnierotz sin el permisn previa oreseritode la editor, 1. HAL y yo Detente, Dave. Detente, por favor... Dave, detente. Puedes parar?». Asi suplica la supercomputadora HAL al implacable astronauta Dave Bowman en una secuencia célebre y conmo- yedora hacia el final de la pelicula 2001: una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick. Bowman, a quicn la maquina averiada casi ha enviado a una muerte interestelar, esta desconectando cal- mada y friamente los circuitos de memoria que controlan su cerebro artificial. «Dave, mi mente se esta yendo —dice HAL con tristeza—. Puedo sentirlo, Puedo sentirlo». Yo también puedo sentirlo. Durante los tiltimos arios he te- nido la sensacidn incémoda de que alguien, o algo, ha estado trasteando en mi cerebro, redisefando el circuito neuronal, reprogramando la memoria. Mi mente no se esté yendo —al menos, que yo sepa—, pero esta cambiando. No pienso de la forma que solfa pensar. Lo siento con mayor fuerza cuando leo. Solia ser muy facil que me sumergiera en un libro o un articulo largo. Mi mente quedaba atrapada en los recursos de la narrativa o los giros del argumento, y pasaba horas surcan- lo vasias extensiones de prosa. Eso ocurre pocas veces hoy. Ahora mi concentracién empieza a disiparse después de una pagina o dos. Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer. Me siento como si estuviese siempre arrastran- «lo mi cerebro descentrado de vuelta al texto. La lectura pro- fiunda que solfa venir naturalmente se ha convertido en un es- fuerzo, Sioneretanen Creo que sé lo que pasa. Durante mas de una década ya, he pasado mucho tiempo online, buscando y navegando y a veces afiadiendo contenido a las grandes bases de datos de Internet, La Web ha sido un regalo del cielo para mi como escritor, In- yestigaciones que anteriormente requerian dias por las estan- terias de hemerotecas o bibliotecas pueden hacerse ahora en cuesti6n de minutos. Unas pocas biisquedas en Google, algu- nos clics rapidos en hipervinculos, y ya tengo el dato definitive © la cita provechosa que estaba buscando. No podria ni empe- zar a contabilizar las horas 0 los litros de gasolina que me ha ahorrado la Red. Resuelvo la mayoria de mis trémites banca- tios y mis compras en la Web. Utilizo mi explorador para pagar facturas, organizar mis reuniones, reservar billetes de avién y habitaciones de hotel, renovar mi camé de conducir, enviar invitaciones y tarjetas de felicitacién. Incluso cuando no estoy trabajando, es bastante posible que me encuentre escarbando en la espesura informativa de la Web: leyendo y escribiendo emails, analizando titulares y posts, siguiendo actualizaciones de Facebook, viendo videos en streaming, descargando musica © sencillamente navegando sin prisa de enlace a enlace. La ‘Web se ha convertilo en mi medio universal, el conducto para Ja mayoria de la informacién que fluye por mis ojos y oidos ha- cia mi mente. Las ventajas de tener acceso inmediato a una fuente de informacién tan increfblemente rica y facilmente es- crutable son muchas, y han sido ampliamente descritas y justa- mente aplaudidas. «Google —dice Heather Pringle, redactora de la revista Archaeology— es un don asombroso para la huma- nidad, que retine y concentra informacién e ideas que antes estaban tan ampliamente diseminadas por el mundo que prac ticamente nadie podia beneficiarse de ellas»!, Seguin Clive Thompson, de Wired, «la memoria perfecta del silicio puede ser un don enorme para el pensamicnto»’. Los beneficios son reales, Pero tienen un precio. Como su- geria McLuhan, los medios no son s6lo canales de informa- cin. Proporcionan la materia del pensamiento, pero también modelan el proceso de pensamiento, Ylo que parece estar ha- MALY Yo ciendo la Web es debilitar mi capacidad de concentracién y contemplacién. Esté online o no, mi mente espera ahora ab- sorber informacion de la manera en la que la distribuye la Web: en un flujo veloz de particulas. En el pasado fui un buzo en un mar de palabras. Ahora me deslizo por la superficie como un tipo sobre una moto acuitica. Quiza soy una aberracién, un caso extraordinario. Pero no parece que sea el caso, Cuando menciono mis problemas con la lectura a algtin amigo, muchos dicen que sufren de afliccio- nes similares. Cuanto més usan Internet, més tienen que es- forzarse para permanecer concentrados en textos largos. Al- xunos estén preocupados por conyertirse en despistados cr6nicos. Bastantes de los blogueros que conozco han men- cionado el fenémeno. Scott Karp, que solfa trabajar en una revista y ahora escribe un blog sobre medios online, confiesa «que ha dejado de leer libros completamente. «Estudié Litera- (ura en la universidad, y era un lector voraz de libros —escri- he—. 2Qué ha pasado?». Especula con la respuesta: «2Y si toda mi lectura es ondineno tanto porque ha cambiado el modo en cl que leo, es decir, por pura conveniencia, sino porque el imodo en el que PIENSO ha cambiado?»". Bruce Friedman, que bloguea sobre el uso de ordenado- res en la medicina, también ha descrito como Internet esta alterando sus habitos mentales. «He perdido casi completa- mente la capacidad de leer y absorber un articulo largo en pantalla 0 en papel», reconoce*. Patdlogo de la facultad de Medicina de la Universidad de Michigan, Friedman desarro- Id este comentario en una conversacién telefénica conmigo. Su pensamiento, dijo, ha adquirido una cualidad stacatto, que {Ieja el modo en el que capta répidamente fragmentos cor tos de texto desde numerosas fuentes online. Ya no puedo leer Guerra y paz —admite—. He perdido la capacidad de ha- cerlo, Incluso un post de mas de tres o cuatro parrafos es de- ado para absorber. Lo troceo». Philip Davis, un doctorando en Comunicacién por la Uni- versidad de Cornell que colabora en el blog de la Sociedad de Publicaciones Académicas, recuerda un tiempo, alld por los afios noventa, en el que ensefié a una amiga a usar un ex- plorador de Internet. Dice que se quedaba «alucinado» y «hasta irritado» cuando la mujer se detenia para leer el tex- to en las paginas que se encontraban. «jNo se supone que debes leer las paginas web, sino simplemente hacer clic en las palabras con hipervinculo!», la regaaba. Ahora, escribe Davis, «leo mucho, o al menos deberia estar leyendo mu- cho, pero no lo hago. Acorto. Hago scrolling. Tengo muy poca paciencia para los argumentos largos, trabajados, ma- tizados, a pesar de que acuse a otros de dibujar un mundo demasiado sencillo»®. Karp, Friedman y Davis todos hombres educados con vo- cacién de escribir— se muestran relativamente animados so- bre el declive de su capacidad para leer y concentrarse. Des- pués de todo, dicen, los beneficios que obtienen de usar la Web —acceso rapido a montones de informacién, herramien- las potentes de biisqueda y filtrado, una forma facil de com- partir sus opiniones con un piiblico pequeito pero interesa- do— compensan Ia pérdida de su capacidad para sentarse twanquilamente y pasar las paginas de un libro o una revista. Friedman me dijo, en un email, que «nunca ha sido tan creati- vor como en los tiltimos tiempos, y que lo atribuye a «su blog y Ja posibilidad de revisar/escanear “toneladas” de informacién en la Web». Karp esta convencido de que leer muchos frag- mentos pequeiios e interconectados de informacién en Inter- net es una forma més eficiente de expandir su mente que leer «libros de 250 paginas», aunque sefiala que «no podemos reconocer todavia la superioridad de este proceso interco- nectado de pensamiento porque estamos midiéndolo a par tir de nuestro antiguo proceso lineal de pensamiento»’. Davis reflexiona: «Internet puede haber hecho de mi un lector me- nos paciente, pero creo que en muchos aspectos me ha hecho més inteligente. Mas conexiones a documentos, artefactos y personas implican mas influencias externas en mi pensamien- to y, por tanto, en mi escritura»’, Los tres saben que han sacri- HALY vo ficado algo importante, pero no regresarian al estado anterior «le las cosas. Para algunas personas, la mera idea de leer un libro se ha vuelto anticuada, incluso algo tonta—como coser tus propias camisas 0 descuartizar una vaca—. «No leo libros», dice Joe O'Shea, ex presidente del cucrpo de estudiantes en la Univer- xidad de Florida State y beneficiario de la beca Rhodes en. 2008. «Acudo a Google, donde puedo absorber informacion relevante rapidamente>. O'Shea, diplomado en Filosofia, no ve razon alguna para atravesar capitulos de texto cuando lleva im minuto o dos escoger los pasajes pertinentes a través de Google Book Search. «Sentarse y leer un libro de cabo a rabo no tiene sentido —afirma—. No es un buen uso de mi tiempo, ya que puedo tener toda la informacién que quiera con mayor rapidez a través de la Web», Cuando aprendes a ser «un caza- dor experimentado» en Internet, explica, los libros son super- Alias*. O'Shea parece ser més Ia regla que la excepcién. En 2008, una firma de investigaci6n y consultoria Hamada nGenera pu- hlicd un estudio sobre los efectos de Internet en la poblacion Joven, La compaiiia entrevist6 a unos seis mil miembros de lo que llama «generacién Web» (niiios que han crecido usando Internet), *. En una charla de una reciente reunion Phi Beta Kappa, la profesora de la Uni- versidad de Duke Katherine Hayles confes6: -Ya no puedo conseguir que mis alumnos lean libros enteros»"®. Hayles en- neiia inglés; los estudiantes de los que habla son estudiantes de Literatura. La gente usa Internet de muchas maneras diferentes. Algu- nus personas han adoptado ansiosa, incluso compulsivamente, lua tiltimas tecnologias. Mantiencn cuentas con una docena, 0 mix, de servicios onlins, y estén suscritas a multitud de feeds de informacién. Bloguean y ctiquetan, mandan mensajes y tweets. A otras no les importa mucho estar a la tltima, pero de todas formas estan onlinela mayor parte del tiempo, tecleando en su ordenador de sobremesa, su portitil, su teléfono mévil. La Web se ha convertido en una parte esencial de su trabajo, sus estudios o su vida social, y muchas veces de los tres. Todavia hay gente que se conecia sélo algunas veces al dia —para compro- bar su correo, seguir alguna noticia, investigar sobre algdin tema de interés o hacer alguna compra—. Y hay, por supuesto, muchas personas que no utilizan Internet para nada, ya sea porque no pueden permitirselo o porque no quieren, Lo que esta claro, sin embargo, es que para la sociedad en su conjunto la Web se ha convertido, en tan s6lo los veinte aftos transcurri- dos desde que el programador de sofivare Tim Berners-Lee es- cribiera el cédigo para la World Wide Web, en el medio de co- municaci6n e informacién preferido. La magnitud de su uso no tiene precedentes, ni siquiera segtin los estandares de los medios de comunicacién de masas del siglo xx. El ambito de su influencia es igualmente amplio. Por eleccin o necesidad, hemos abrazado su modo caracteristicamente instantaneo de recopilar y dispensar informacién, Pareciera que hemos llegado, como anticipé McLuhan, aun momento crucial.en nuestra historia intelectual y cultural, una fase de transicién entre dos formas muy diferentes de pensamiento. Lo que estamos entregando a cambio de las r+ quezas de Internet —y s6lo un bruto se negaria a ver esa rique- za— es lo que Karp Hama «nuestro viejo proceso lineal de pensamicnto». Calmada, concentrada, sin distracciones, la mente lineal esta siendo desplazada por una nueva clase demen- te que quiere y necesita recibir y diseminar informacién en es tallidos cortos, descoordinados, frecuentemente solapados —cuanto més rapido, mejor—. John Battelle, ex editor de una revista y profesor de Periodismo que dirige ahora una agencia de publicidad online, ha descrito la fascinacién intelectual que experimenta cuando navega por paginas web: «Cuando hago bricolaje en tiempo real durante varias horas, “siento” como MALY vo ne enciende mi cerebro, “siento” que se vuelve mas inteligen- te»'!, La mayorfa de nosotros ha experimentado sensaciones similares cuando esta online, Los sentimientos son intoxicado- rex, tanto que pueden distraernos de las consecuencias cogni- tivas mas profundas que tiene la Web. Durante los tiltimos cinco siglos, desde que la imprenta de Gutenberg hiciese de la lectura un afin popular, la mente li- neal y literaria ha estado en el centro del arte, Ja ciencia y Ia nvciedad. Tan diictil como sutil, ha sido la mente imaginativa del Renacimiento, la mente racional de la Iustraci6n, la men- te inventora de la Revolucién Industrial, incluso la mente sub- versiva de la modernidad. Puede que pronto sea la mente de ayer. La computadora HAL 9000 fue alumbrada, 0 , el comando «deshacer». Tenia que edi- tar todo en pantalla, Al usar el procesador de textos, yo mismo me habja convertido en una especie de procesador de textos. Cambios mayores vinieron después de que me comprase un médem, alla por 1990, Hasta entonces, el Plus habia sido una maquina contenida, sus funciones limitadas al software que instalaras en su disco duro. Guando se conectaba a otros ordenadores a través del modem, adquiria una nueva identi- dad y un nuevo rol. Ya no era slo una navaja suiiza de alta tec- nologia. Era un medio de comunicacién, un dispositivo para buscar, organizar y compartir informacion. Probé todos los servicios online —CompuServe, Prodigy, incluso el efimero eWorld de Apple—, pero me quedé con America Online. Mi MALY yo suscripeién original a AOL me limitaba a cinco horas online por semana, y repartirfa a duras penas esos minutos precio- sos para intercambiar correos electrénicos con un pequefio grupo de amigos que también tenjan cuentas, para seguir las conversaciones en algunos foros y para leer articulos impresos dle periddicos y revistas. Lleg6 a gustarme el sonido de mi mé- dem conectindose con los servidores AOL a través de las li- neas telefénicas. Escuchar los bleeps y clangs era como seguir ima discusion amistosa entre dos robots. A mediados de los hoventa estaba atrapado, sin quejarme, en el «ciclo de actuali- zaciones». Jubilé el viejo Plus en 1994, reemplazdndolo con un Macintosh Performa 550 con pantalla a color, unidad CD- ROM, un disco duro de 500 megabytes y lo que parecia en aquel tiempo un procesador milagrosamente veloz de 33 me- whercios. El ordenador nuevo requeria versiones actualiza- das de la mayoria de los programas que usaba, y me dejaba ulilizar toda clase de aplicaciones nuevas con las prestaciones multimedia mas recientes. Cuando hube instalado todo el soft- ware nuevo, mi disco duro ya estaba repleto. Tuve que salir y comprar un disco externo suplementario. Afiadi también un disco Zip, y después una grabadora de CD. En un par de aiios ya habia comprado un nuevo ordenador de mesa, con un mo- hitor mucho mayor y un chip mucho més rapido, asi como un modelo portatil que podia usar cuando viajaba, Mi emplea- dor, mientras tanto, habia prohibido los Mac en favor de los PG, asf que estaba usando dos sistemas diferentes, uno en la oficina y otro en casa. Fue alrededor de esa época cuando empecé a ofr hablar de algo llamado Internet, una misteriosa «red de redes» que pro- metia, segtin personas al tanto, «cambiarlo todo». Un articulo publicado en Wired en 1994 declaraba a mi amada AOL «stibi tamente obsoleta», Un invento nuevo, el «explorador gr: co», prometia una experiencia digital mucho més excitante: «Al seguir los vinculos —haga clic, y el documento vinculado Aparece— puede viajar a través del mundo onlinepor los cami- nos del capricho y la intuicién»", Primero estaba intrigado; Sunerictaton después me atrapé. Para finales de 1995 habia instalado el nuevo explorador Netscape en mi ordenador de trabajo y lo estaba usando para visitar las paginas aparentemente infinitas de la World Wide Web. Pronto tendrfa una cuenta ISP en casa también, y un médem mucho més veloz para acompajiarla. Cancelé mi servicio AOL. Ya saben el resto de la historia porque probablemente tam- bién es su historia. Chips cada vez mas yeloces. Médems cada vex mas rapidos. DVD y grabadoras de DVD. Discos duros con capacidades de gigabytes. Yahoo, Amazon, eBay. MP3. Videos en streaming. Banda ancha. Napster y Google. BlackBerrys ¢ iPods. Redes wifi. YouTube y Wikipedia. Blogging y microblog- ging, Smartphones, pen drives, netbooks, eQuién podia resistirse? Ciertamente, yo no. Cuando la Web se hizo 2.0, alld por 2005, yo también me volvi 2.0. Me volvi un activo participante de las redes sociales y un generador de contenido. Registré un dominio, «roughtype. com», y abri un blog. Fue muy estimulante, al menos durante el primer par de afios, Habfa estado trabajando como periodis- ta freelance desde el inicio de la década, escribiendo principal- mente sobre tecnologia, y sabfa que publicar un articulo o un libro cra un asunto lento, comprometido y con frecuencia frus- trante. Te esclavizabas con un manuscrito, se lo mandabas a una editorial y, asumiendo que no fuera rechazado y enviado de vuelta, atravesaba rondas de edicién, comprobacién de da- tosy revisiones varias. El producto acabado no apareceria hasta semanas 0 meses después. Si era un libro, podrias tener que esperar mas de un aiio hasta verlo impreso. Los blogs acaba- ban con el tradicional aparato editorial, Tecleabas algo, codifi- cabas algunos vinculos, dabas al botén «publicar» y tu obra ya estaba ahi fuera, inmediatamente, para todo el mundo. Tam- bién obtenias algo raro en la escritura mas formal: respuestas directas de lectores, en forma de comentarios o, si los lectores tenfan sus propios blogs, vinculos. Era nuevo y liberador. Lalectura online también era nueva y liberadora. Los hiper- vinculos y los motores de busqueda proporcionaban una ofer- HAL Yo twinterminable de palabras, imagenes, sonidos y videos en mi pantalla. Cuando las empresas editoras retiraban sus modelos de pago, el flujo de contenido gratuito se convirtié en un ci- clon. Los titulares se agolpaban a todas horas en mi pagina de inicio Yahoo y mi lector de flujos RSS. Un clic en un vinculo Ilevaba a una docena o un centenar de clics mas. Nuevos co- rreos aparecian en mi bandeja de entrada cada minuto. Regis- tré cuentas en MySpace, Facebook, Digg y Twitter, Comencé a ncelar mis suscripciones a periddicos y revistas. Quién las necesitaba? Cuando llegaban las ediciones impresas, htime- das 0 no, sentia que ya habia visto todas las historias En algtin momento de 2007, un mar de dudas se desliz6 por mi infoparaiso. Empecé a ver que la Red estaba ejercien- do una influencia mucho mayor sobre mi que la que habia te- nido mi viejo ordenador de mesa. No era sdlo que estuviera cmpleando tantisimo tiempo en mirar una pantalla de orde- iiclor, No era slo que muchos de mis habitos y rutinas esta- ban transformandose mientras me acomodaba cada vez mas .y hacia dependiente de, las paginas y servicios de la Red. KJ modo mismo en que mi cerebro funcionaba parecia estar cambiando. Fue entonces cuando empecé a preocuparme so- he mi incapacidad para prestar atenci6n a una sola cosa du- te mas de dos minutos. Al principio pensé que el problema era un sintoma de degradacién mental propia de la madurez. Pero mi cerebro, comprendi, no estaba slo disperso, Estaba hambriento. Exiga ser alimentado de la manera en que lo ali: mentaba la Red, y cuanto mds comia, mas hambre tenfa. In- cluso cuando estaba alejado de mi ordenador, sentia ansias de mirar mi correo, hacer clic en vinculos, googlear. Queria estar conectado. Al igual que Microsoft Word me habia convertido en un procesador de textos de carne y hueso, Intemet, me dlaba cuenta, estaba convirtiéndome en algo parecido a una nriquina de procesamiento de datos de alta velocidad, un HAL humano. Echaba de menos mi viejo cerebro.

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