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ARTIGO
Abstract: This article is consided the subjective constitution not only derived
from instinctual, but also the cultural and socio-historical context in which the
subject is enrolled, it is inevitable to think that politics, the economy, the social-
historical facts and their vicissitudes strongly impact even with violence to people.
So the human suffering is inextricably linked to its surroundings. Psychoanalysis
is clearly linked with present sufferings and these are interwoven with the social
context.
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Médico Psiquiatra y
Psicoanalista.
Vicepresidente de la
"Hasta ahora, nuestra indagación de la felicidad no nos ha enseñado mucho
Fundación para el Estudio que no sea consabido. La perspectiva de averiguar algo nuevo no parece
de la Depresión (FUNDEP). muy grande ni aún si la continuáramos preguntando por qué es tan difícil
Miembro titular y analista
didacta de la Asociación para los seres humanos conseguir la dicha. Ya dimos la respuesta cuando
Psicoanalítica de Buenos señalamos las tres fuentes de que proviene nuestro pesar: la hiperpotencia
Aires (APDEBA). Autor y de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia de las
Compilador del libro:
"Psicoanálisis: cambios y normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en la familia,
permanencias" (2003). el estado y la sociedad. [...] Es cierto que no podemos suprimir todo
Coautor de:
padecimiento, pero si mucho de él, y mitigar otra parte; una experiencia
"Adolescencias:
Trayectorias Turbulentas" milenaria nos convence de esto. Diversa es nuestra conducta frente a la
(2006). Autor y compila- tercera fuente de sufrimiento, la social. [...]
dor de "Organizaciones
Fronterizas - Fronteras del
Psicoanálisis" (2007). Autor
y compilador de "Los "Se descubrió que el ser humano se vuelve neurótico porque no puede
Sufrimientos" (En prensa). soportar la medida de frustración que la sociedad le impone en aras de sus
lernerhugo@gmail.com
ideales culturales, y de ahí se concluyó que suprimir esas exigencias o
disminuirlas en mucho significaría un regreso a posibilidades de dicha".
(FREUD, 1930/1988, p.85-86)
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Este modo de iniciar una travesía siempre me resulta útil para situarme en
un territorio, un punto de partida, y a partir de allí circular por caminos diferen-
tes de los que Freud ha transitado, varios de ellos con más detenimiento; a otros
apenas los ha esbozado o no ha tenido tiempo para recorrerlos.
Veamos: Freud (1895/1988) nos alertó de que el objetivo del análisis tendría
que ser transformar la miseria histérica en un infortunio corriente, o si se prefiere,
en la infelicidad común.
También nos señaló tres causas principales del sufrimiento del ser humano:
1) problemas o limitaciones físicas; 2) catástrofes naturales; y 3) nuestras relaci-
ones con otros seres humanos.
En parte la respuesta puede ser afirmativa, sin que ello implique dejar de
lado, al ocuparnos de su génesis, las fuerzas pulsionales, la conflictiva edípica,
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Pero si retornamos a Freud para apoyarnos en esta línea que quiero desplegar,
volveremos a interrogarnos acerca del lugar que ocupan los otros, la cultura en
general, en facilitar o no la posibilidad de arribar a los "mares tranquilos y man-
sos de la felicidad" o a los "océanos tormentosos del sufrimiento".
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Hoy el sujeto está frágil, débil. Con todo esto nos toca lidiar en la actualidad.
Esta demanda, proveniente de situaciones clínicas que antes no eran abordables
-por las limitaciones teóricas de entonces- o no existían, operó para que las
teorías se expandieran, y la aplicación de esas teorías siguió sus pasos. Nuestra
práctica y nuestra técnica fueron variando, no se mantuvieron iguales a través
del tiempo. Las fronteras y los dispositivos del psicoanálisis se ampliaron Por
ejemplo, muchos colegas están dedicados desde hace años a extender y aplicar
los conceptos psicoanalíticos a todos los campos en que se desarrolla nuestro
trabajo, como el del psicoanálisis de parejas y familias, donde se constata clara-
mente que a menudo el sufrimiento tiene su origen en la relación del sujeto con
los otros.
Hoy las personas que solicitan tratamiento psicoanalítico están más cerca
que en el pasado de la desesperación, el vacío, la angustia, la depresión. Hoy,
notoriamente, la demanda pasa casi exclusivamente por la necesidad de ayuda.
El sufrimiento es algo más que una amenaza: es frecuentemente una presencia.
Nadie (excepto tal vez en algunos sectores sociales o en algunos casos de nuestros
colegas) visita a un psicoanalista para ver "cómo anda su vida".
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ARTIGO pensamiento operatorio y sus defectos alexitímicos [...] parecen muy diferentes
de los 'clásicos neuróticos' de la belle époque" (McDOUGALL, 1987, p.116). El
psicoanálisis, como cualquier otra práctica social, varía de acuerdo con los dis-
tintos contextos sociales en los que se desenvuelve.
No nos queda más que aceptar ese destino entre la confusión y el mutismo
de muchos, que quieren que veamos una realidad aterciopelada, sin tropiezos
ni dificultades, una realidad irreal.
A veces se siente que los plazos para arribar a la "felicidad" están por ven-
cer y hay que "pasarla bien" a cualquier costo. ¿Cómo se introdujo este ideal en
el imaginario social?
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¿Tendrá que ver con la ilusión de que para tal o cual cuadro existe el elixir
que todo lo calma? ¿Con la opinión de que al sufrimiento hay que desterrarlo,
anestesiarlo, negarlo?
Sostengo que tal vez tenga que ver con que en los tiempos actuales un
sinnúmero de causas contextuales hacen que el sufrimiento esté
irremediablemente presente y se trate de eludir esa presencia y renegar de ella.
Seguramente cada época tuvo lo suyo. Pensemos en la época actual.
En los sujetos que sufren, en los que están alcanzados por la tristeza o la
desesperanza, lo que está convulsionado es, qué duda cabe, el narcisismo; ¿en
qué devenir subjetivo que jaquea los ideales no lo está? Sabemos que en las
convulsiones afectivas está comprometido el yo (o sea, el narcisismo) y, por lo
tanto, el ideal del yo y la autoestima, sin olvidar el lugar que ocupa el superyó;
pero también en la subjetividad convulsionada por situaciones socio-históricas
se ven sacudidos los ideales, la autoestima y el narcisismo.
Muchas son las ocasiones en que las personas que sufren sienten que han
perdido objetos especulares (KOHUT, 1974) que narcisicen su yo; su superyó
ya no quiere un yo devaluado y tan alejado del ideal del yo. Estoy pensando
también, por ejemplo, en los diferentes tipos de duelo por pérdida del trabajo,
de las relaciones afectivas, de los bienes o de los ideales, en las mudanzas, etc.
A partir de este interjuego, se desprende que la autoestima está en baja. Esto es
lo que sucede cuando estamos tristes, apáticos, desesperanzados. En determina-
das trayectorias y momentos del devenir subjetivo pueden estar presentes las
mismas manifestaciones que en los cuadros clínicos graves y no por eso debemos
pensar inexorablemente en un cuadro psicopatológico. Comencemos por pen-
sar que el individuo está sufriendo. Esperemos para etiquetar.
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ARTIGO Pero es así. Hoy muchos profesionales, como los médicos generalistas (y
no sólo los que se dedican a la salud mental) se ven atrapados en esta modalidad
de hacer que el paciente no sufra y de hacerlo "ya". Reactualizan lo que sucedía
hasta no hace tanto, cuando se prescribía al Prozac como la droga de la felicidad.
¿Quién no quiere transitar por el "mundo feliz" que describió Aldous Huxley?
Para reflexionar acerca del sujeto actual debemos integrar otras miradas
mas macro que contemplen la indudable complejidad de la construcción subje-
tiva, atravesada por contextos socio-histórico que hacen tambalear fácilmente
el narcisismo y la autoestima, al poner tantas vallas y tantos obstáculos para
concretar proyectos y consecuentemente para consolidar una identidad con cierto
grado de equilibrio. Con el consiguiente sufrimiento que conllevan todas estas
agitaciones sobre el yo.
Podemos pensar sin demasiado temor a equivocarnos que una de las labores
psíquicas medulares del sujeto humano es mantener en equilibrio su identidad, o si se
quiere, el delineamiento de su "proyecto identificatorio" (AULAGNIER, 1977/1988).
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REFERÊNCIAS BIBLIOGRÁFICAS
AULAGNIER, P. La violencia de la interpretación
interpretación. Buenos Aires: Amorrortu, 1988.
(Obra originalmente escrita em 1977).
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