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El 21 de mayo Chile está de fiesta. Ese día conmemoramos el Combate Naval de Iquique,
desarrollado en uno de los principales escenarios de la Guerra del Pacífico: el mar. Fue el día
en que los hombres de la frágil Esmeralda, comandados por Arturo Prat, dieron su vida por
una causa que les parecía justa y necesaria.
Todo lo que necesitas saber del mar chileno lo encontrarás en nuestro especial.
El 21 de mayo es una fiesta para el pueblo de Chile. Ese día conmemoramos el Combate
Naval de Iquique, desarrollado en uno de los principales escenarios de la Guerra del Pacífico
(1879-1883): el mar.
Esta era la vía fundamental para el traslado de víveres y tropas, y para la continuación del
comercio regular entre Chile, Perú y Bolivia, los países en conflicto.
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Fue el día en que los hombres de la frágil Esmeralda, comandados por Arturo Prat, dieron su
vida por una causa que les parecía justa y necesaria, en un combate muy desigual contra la
tripulación del poderoso Huáscar. A su heroísmo, se unió el triunfo de la astucia y habilidad de
los marinos de la Covadonga -acertadamente comandada por Carlos Condell-, que permitió
inutilizar uno de los dos acorazados peruanos, la Independencia.
El bloqueo de Iquique
Oleo del pintor Alvaro Casanova que representa el Combate Naval de Iquique.
La guerra iniciada en 1879 movilizó a la escuadra chilena ante la necesidad de ganar el
predominio en el mar. Prat zarpó con destino a Antofagasta en el vapor Bolivia en marzo de
ese año. Dejaba atrás a su esposa y a los dos niños enfermos.
Acompañaba en este viaje al ministro Rafael Sotomayor, el 2 de abril se embarcaron en
Antofagasta con rumbo a Iquique, entonces peruana, a bordo del Blanco para notificar a esa
ciudad del conflicto bélico y del bloqueo. Así, el día 5 de abril, Santiago era testigo de la
declaración por bando de la guerra contra Perú y Bolivia, al tiempo que el Blanco llegaba a
Iquique.
El encargado de la notificación fue Prat. Iquique tenía 24 horas para poner en seguridad a las
personas indefensas, lo que hizo temer el bombardeo. Muchos civiles iquiqueños de
nacionalidad peruana y chilena abandonaron rápidamente la ciudad.
El bloqueo de Iquique tenía por intención evitar que esta ciudad se fortificara y asfixiar a Perú.
Ello, porque Iquique era el puerto de salida para el guano y el salitre, los principales recursos
económicos de ese país. Por lo mismo, la Armada peruana tendría que salir de El Callao y
pelear en descubierto.
Ese mismo día, el grueso de la escuadra peruana zarpaba de El Callao al sur con intención de
atacar. Se cruzaron en un neblinoso 19 de mayo, a la altura de Pisco, a 31 millas de distancia,
mar adentro. La escuadra chilena, se encontraba pegada a la costa peruana y no se vieron.
En Arica, el presidente del Perú, Mariano Ignacio Prado, se enteró de que en Iquique sólo
estaban la Covadonga y la Esmeralda. Dispuso así que el Huáscar y la Independencia
llegaran a Iquique el 21 de mayo, alzaran el bloqueo y que después interceptaran el transporte
de 1.500 soldados chilenos que venían de Valparaíso a Antofagasta. Posteriormente deberían
inutilizar la máquina resacadora de agua de Antofagasta y avanzar hacia el sur,
bombardeando los puertos chilenos.
Ataque peruano
El Lamar, un transporte que estaba en la rada, emprendió la fuga al sur. La Esmeralda optó
por acercarse a la playa para obligar al Huáscar a disparar por elevación para no dañar al
pueblo de Iquique. En esta maniobra, al levantar la presión del vapor del viejo buque,
reventaron sus calderas dejándolo prácticamente inmóvil. Mientras tanto la Covadonga salió
del puerto pegada a la playa y una bala del Huáscar le atravesó el casco, matando al cirujano
Videla, a un contramaestre y a un marinero.
Grau ordenó a la Independencia que la persiguiera, mientras él batía a la Esmeralda. El
Huáscar se detuvo a 500 o 600 metros del buque chileno por temor a los torpedos que, según
una información errada, tenía la corbeta. Desde esa distancia comenzó a disparar sus grandes
cañones de 300, pero sus tiros pasaban por alto. La Esmeralda contestaba con sus cañones
lisos de 40, cuyos proyectiles rebotaban en el blindaje del monitor peruano “como pedradas en
un muro de granitos”, y con fuego de fusilería.
El enfrentamiento
Al amanecer del 21 de mayo, desde la Covadonga se avistaron los humos de las naves
peruanas. Prat se preocupó de que sus hombres se alimentaran, y cerca de las 8 de la
mañana comenzaron los ritos del combate. Gaspar Cabrales, el tambor y corneta de diez o
doce años, tocó la orden de atención y Prat se dirigió a su gente:
“¡Muchachos: la contienda es desigual! Nunca nuestra bandera se ha arriado ante el enemigo,
espero pues que no sea ésta la ocasión de hacerlo. Mientras yo esté vivo, esa bandera
flameará en su lugar, y os aseguro que si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber.
¡Viva Chile!”
Cuatro horas después, a las 12.10 se hundía la Esmeralda. El combate había terminado.
La Covadonga
El Huáscar repitió el ataque, dando un segundo espolonazo, que abrió una vía de agua,
inundando la Santa Bárbara y las máquinas, lo que dejó a la corbeta chilena sin gobierno y sin
más municiones que las que había en cubierta. En este segundo espolonazo, saltó el teniente
Ignacio Serrano con 10 o 12 marineros que comenzaron a batirse en la cubierta del monitor
peruano. Todo el destacamento chileno cayó, recibiendo Serrano una bala de ametralladora
en el bajo vientre. La Esmeralda, cubierta de banderas, continuaba a flote y el corneta seguía
tocando. Veinte minutos después, el Huáscar embistió por tercera vez y ahora la Esmeralda
se inclinó de proa y, a las 12.10, se hundió en el mar con su bandera al tope.
Al hundirse sonó un último disparo, que parece haber sido hecho por el guardiamarina
Riquelme. Los botes del Huáscar salvaron a ocho oficiales y a 49 marineros, o sea, a la cuarta
parte de los que entraron en combate. Los cadáveres de Prat y de los demás chilenos fueron
ubicados en la vereda de la calle que hay entre el muelle y el edificio de la Aduana. Un
ciudadano español, Eduardo Llanos, ayudado por otro compatriota, Benigno Posadas,
tomaron la iniciativa de enterrarlos.
Las consecuencias: un ejemplo fundamental
Como la Guerra del Pacífico se inició en territorio equidistante de Santiago y Lima, desde el
comienzo se supo que el dominio del mar sería fundamental para asegurar el transporte de las
tropas que darían las batallas finales.
El entonces Presidente de Chile, Aníbal Pinto, lo había dicho claramente: “Venceremos
nosotros en el mar y el campo de batalla será Perú”.
De esta manera, al comenzar el conflicto, las dos armadas que habrían de enfrentarse
contaban con fuerzas disímiles.
Perú tenía los acorazados, el Huáscar y la Independencia; el Manco Capac, y el Atahualpa y
la Unión; la corbeta Pilcomayo y tres transportes. Su marina no tenía mucha preparación.
Chile tenía los acorazados Almirante Cochrane y Blanco Encalada; las corbetas O´Higgins y la
Chacabuco -más nuevas- y la Abtao y la Esmeralda, -más pequeñas y más antiguas-; la
Magallanes, la cañonera Covadonga, además de vapores y transportes de mineral. La marina
chilena estaba bien preparada y era disciplinada.
En este contexto, se podría suponer que el enfrentamiento de dos embarcaciones de madera,
viejas y en mal estado con los dos acorazados peruanos, hecho ocurrido el 21 de mayo de
1879, sería un desastre para Chile. Sin embargo, la disposición de los jóvenes tripulantes y
oficiales a dar su vida en una batalla imposible de ganar -en el caso de la Esmeralda-, junto a
la astucia, habilidad y decisión para usar al máximo los elementos anticuados de la
Covadonga y acabar con la Independencia, dejando solitario al Huáscar, escribieron otra
historia.
De esta manera, el triunfo de Iquique es tal porque Chile perdió sólo una de sus dos corbetas
e inutilizó el acorazado peruano Independencia. El Huáscar y la Independencia no pudieron
seguir hacia el sur y detener las tropas ni tampoco pudieron bombardear los puertos chilenos.
Las noticias de Iquique, del heroísmo y la gloria de sus compatriotas, elevaron la moral
chilena.
Como dice Villalobos: “El ejemplo de Prat y sus hombres sacudió al país y electrizó a los que
marchaban al frente de lucha. Hasta entonces había habido una gran incertidumbre y
ansiedad; pero, los hechos de Iquique, a poco más de un mes de iniciada la guerra, trajeron la
seguridad e hicieron vislumbrar el desenlace del conflicto”.