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Cosa (res) es todo objeto del mundo exterior sobre el cual pueden recaer derechos (apropiación y
disfrute.) El campo de las cosas se limita a los objetos materiales o corpóreos y no a todos, sino a
aquellos que son jurídicamente comerciables.
Res se entiende aquí como elemento patrimonial. El patrimonio de la persona está constituido por
cosas (se identifican las cosas con el derecho de propiedad) y por derechos: derechos sobre cosa
ajena, créditos, herencia, etc... El derecho de propiedad se confunde con la cosa sobre que recae, no
se reclama la propiedad sobre la cosa, sino la cosa misma.
Son corporales las cosas tangibles, como una pala, una finca o un esclavo.
Son incorporales las cosas intangibles, como las que constituyen un derecho: una herencia, un
usufructo, una obligación, las servidumbres. No se considera como derecho la propiedad por
considerar materializado el derecho en su objeto.
Son divisibles las que una vez divididas cumplen la misma función que tenía la cosa entera, como una
torta o un rollo de tela.
Son indivisibles las que dejan de cumplir su función una vez divididas o no pueden dividirse sin sufrir
daño como un animal.
El concepto jurídico de división no siempre coincide con el material de hacer partes ya que el
patrimonio puede dividirse en partes iguales aunque la cosa sea indivisible.
Son cosas simples las constituidas por una unidad singular, como un esclavo o una barra de metal.
Son compuestas las que constan de varias cosas unidas coherentemente entre sí, como un carro o un
edificio; y también las constituidas por cosas sueltas no independientes entre sí, como un rebaño o un
pueblo.
Un conjunto de cosas pueden ser homogéneas (rebaño, biblioteca) o heterogéneas (herencia, ajuar)
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d– Cosas genéricas o específicas
Son cosas genéricas las que se determinan por categorías, como el dinero o el agua.
Son específicas las cosas determinadas individualmente, como una moneda o una botella de agua.
Son cosas fungibles las que se determinan por su peso, número o medida y pueden ser sustituidas por
otras de la misma categoría, como un vestido comprado en el mercado.
Son no fungibles las cosas específicas o que no pueden ser sustituidas, como un vestido hecho a
medida.
Se clasifican de este modo según desaparezcan o no con su primer uso. La consumición puede ser
física o jurídica.
Para ser objeto de propiedad, las cosas deben tener alguna de las siguientes características:
Las cosas que no pueden ser objeto de apropiación son denominadas res extra commercium.
Así, desde el punto de vista de su apropiación, pueden clasificarse como:
Cosas comunes – pertenecientes a todos los ciudadanos, pudiendo ser usadas por éstos,
como el mar y el litoral hasta donde alcanzan las mareas.
Cosas públicas – pertenecen al pueblo, coincidiendo en parte con las cosas comunes.
Cosas de las ciudades – Se distinguen las destinadas al uso público, como las plazas o las
calles, de las que están en el patrimonio del pueblo y que los magistrados representan o
negocian igual que un particular. Res universitatis son las cosas pertenecientes a la ciudad o al
municipio, como los mercados y el foro.
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Por razones de derecho divino (divini iuris)
Cosas consagradas a los dioses superiores, como los templos. Se hacen sagradas por la
ceremonia de la consagratio.
Cosas dedicadas a los dioses manes, cosas religiosas, consagradas al culto de los difuntos.
Los sepulcros están fuera del comercio, ius sepulchri que se considera un derecho patrimonial.
Res nec mancipi – cosas destinadas al cambio, se transmiten mediante traditio. (entrega de la
cosa sin formalidades, la traditio se ve más adelante.)
4 – Familia y pecunia
En relación con la clasificación de res mancipi y nec mancipi está la distinción entre familia y pecunia.
La ley de las XII Tablas se refiere a estas expresiones que aparecen unidas para designar el
patrimonio.
Familia significaría el patrimonio familiar (formado por las cosas mancipables), mientras que pecunia
serían los bienes de cambio y especialmente el dinero. El valor de cambio fue originariamente la
cabeza de ganado, después se uso una barra de cobre con un peso de 1 libra. En el siglo III a.C. se
procede a la acuñación de la primera moneda en bronce y se crean los triumviri monetales encargados
de la emisión de la moneda. La unidad monetaria es el sestercio.
La distinción se refiere a las cosas, según se puedan desplazar o no, y procede de la época
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postclásica. En las cosas muebles se distinguen los seres vivos que pueden desplazarse por sí
mismos. La clasificación se basa en las distinciones clásicas; en relación con el mayor tiempo
requerido para la usucapión, las XII Tablas, distinguía entre fundi y las demás cosas.
Los fundos son itálicos o provinciales (urbanos o rústicos). En derecho postclásico la distinción
adquiere mayor importancia y sustituye a la de res mancipi y nec mancipi al admitirse un sistema de
publicidad para la enajenación de los bienes inmuebles.
Las cosas muebles pueden ser partes accesorias de otras, a las que están destinadas
permanentemente (llave a una cerradura) o los adornos, aunque tengan más valor que la cosa a la que
se pone. (Piedra preciosa incrustada en una copa)
Son pertenencias el conjunto de cosas muebles que se destinan permanentemente a servir a una cosa
inmueble. Por ejemplo, los bienes incorporados a un fundo, se consideran instrumentos del fundo,
aunque sean separables, en la interpretación de los contratos se les da un tratamiento unitario. (Casa
con su mobiliario o un negocio con los accesorios y esclavos que lo atienden.)
7 - Frutos
Son frutos los productos naturales o rendimientos a cuya producción periódica está destinada la cosa
que los produce. Los frutos se consumen, sin que por ello se altere la cosa misma que los produce –
salva rerum subtantia –
Se distingue entre frutos naturales, como las crías de los animales, las cosechas, etc, o frutos
civiles, que son las rentas que produce un arrendamiento o cesión temporal de las cosas.
separati : Los que están separados de la cosa fructífera por alguna causa
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TEMA 2 – PROPIEDAD Y POSESIÓN
Para estudiar el régimen jurídico romano de la propiedad, se hace necesario examinarlo desde
la perspectiva de situaciones concretas de hecho que se van dando a lo largo de su historia.
En sus orígenes, todo lo que está en el ámbito de la antigua familia, tanto las cosas como las
personas, se someten al poder soberano del paterfamilias, es el mancipium. La propiedad sirve a los
intereses del grupo y el paterfamilias debe mantenerlas en la familia de acuerdo con el fin unitario y
objetivo del grupo que gobierna.
Solo se reconoce un poder efectivo sobre las cosas y no se distinguen estas de los derechos sobre
ellas mismas. Los actos de apoderamiento de las cosas (vindicationes) debian seguir las formas
rituales establecidos por el antiguo derecho.
A fines de la república aparecen los términos dominium y propietas. Dominium no designa solamente la
propiedad, sino que se utiliza también para hacer referencia a otros derechos subjetivos: obligaciones,
usufructos, etc... El dominium está sujeto a la potestad del paterfamilias y se refiere a la facultad del
propietario como señor de las cosas.
El término propietas surgió para distinguir el derecho del propietario, del derecho del usufructuario.
Nuda propietas es propiedad sin usufructo. El término propietas acabaría generalizándose, por obra de
los juristas posclásicos.
Posesión (possessio) es la señoría o dominación de hecho sobre una cosa. Entre posesión y
propiedad media la diferencia que corre entre el hecho y el derecho. Por eso los juristas advierten que
no debe confundirse posesión y propiedad y distinguen tres casos:
El antiguo ius civile no conoce la possessio, ésta viene de la práctica social, pero la toma en cuenta,
especialmente a efectos de posición más favorable del poseedor en el proceso de propiedad e incluso
llega a convertir el poseedor en propietario después del transcurso de un cierto tiempo (usucapión)
En la última fase de la evolución histórica, el derecho del Bajo Imperio, por influencia de prácticas
vulgares, se confunde la propiedad con la posesión.
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2 – Clases de propiedad
Derecho antiguo o quiritario: el paterfamilias ejerce una señoría real y efectiva sobre las cosas que
integran el patrimonio agrícola, que parece tener cierto carácter familiar. Aunque el padre tiene un
poder absoluto, debe destinar los bienes al uso de la familia.
El paso de una economía agraria a otra de cambios y el desarrollo de la riqueza mobiliaria ocasionan
la decadencia de la propiedad familiar.
Derecho clásico: Existen junto al dominio civil, otras situaciones protegidas por el derecho,
distinguiéndose las siguientes clases de propiedad:
La propiedad quiritaria, durante mucho tiempo fue la única forma de propiedad reconocida por el
derecho civil, cuyas características formales son las siguientes:
La cosa objeto de propiedad debía ser una cosa romana res mancipi.
El modo en que se adquiría la propiedad de la cosa debía ser uno de los modos solemnes
de la mancipatio para las res mancipi, traditio, para las res nec mancipi e in iure cessio para
ambas categorías.
La propiedad romana sin embargo tuvo importantes limitaciones a lo largo de las distintas épocas: las
derivadas de la estructura familiar originaria, las procedentes de relaciones de vecindad y del interés
público o el dirigismo económico que se impone en el Dominado.
Cuando el ius gentium empieza a influir en la esfera del ius civile, aparece un nuevo tipo de dominio: la
propiedad pretoria o bonitaria, que es aquella en cuya adquisición o transmisión no se habían
respetado algunas de las formalidades exigidas para la propiedad quiritaria o civil.
La rigidez del derecho quiritario, contraria a las nuevas exigencias del tráfico comercial, es salvada por
el derecho honorario. El pretor protege por medios procesales a quienes, por no haber observado las
formalidades civiles de la mancipatio o de la in iure cessio, son meros poseedores de la cosa.
El pretor protege esta propiedad concediendo una actio publiciana, que es análoga a la reivindicatio.
(Nota: se ve más adelante.)
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Con esta protección, paralela a la del propietario civil, se llega a considerar una segunda propiedad,
pretoria o bonitaria.
La propiedad peregrina era la propiedad de los extranjeros en Roma y se regulaba por el derecho de
gentes.
Los peregrinos no pueden ser titulares de dominium, pero el pretor peregrino y los gobernadores de las
provincias, les protegen con acciones ficticias, análogas a las que tutelan el derecho quiritario, cuando
reclaman cosas en Roma que les pertenecen, incluso cuando se trata de fundos itálicos.
4. Propiedad provincial
El ager publicus era el territorio conquistado que pertenecía al populus romanus. Las tierras
provinciales son dejadas a los particulares en simple goce (usus-possessio) pagando un stipendium o
tributum al Estado.
Posteriormente la propiedad territorial se expande, al asignar Roma y dividir el ager publicus existente
en la península itálica, entre muchas familias romanas, concediéndoles señoría jurídica, al tiempo que
se extiende la ciudadanía a romana a las comunidades itálicas.
Fuera de Italia seguirá aplicándose el viejo sistema de possesiones, quedando la propiedad de hecho
de los particulares protegida por los gobernadores.
Al ser sometidas todas las provincias del Imperio a tributo, no tiene sentido la distinción entre
propiedad civil y provincial.
La concesión de la ciudadanía por Caracalla (212 dc) a todos los ciudadanos, elimina las
diferencias entre propiedad civil y propiedad peregrina.
Por efecto del vulgarismo se llega a la confusión entre propiedad y posesión. Posesión pasa a
ser todo señorío sobre los bienes.
Justiniano aunque conserva la distinción entre propiedad y posesión al mantener la actio publiciana
junto a la reivindicatio, sigue la tendencia postclásica de concebir la posesión como apariencia de
titularidad de cualquier derecho (possesio iuris) y no solo de la propiedad.
Siguiendo las tendencias del pretor, en el derecho justinianeo sólo se concede protección al poseedor
de buena fe.
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Además desaparecen las clasificaciones de propiedad, pasando todas a ser de un solo tipo, se habla
indistintamente de dominium (dominio) o propietas (propiedad sin usufructo) y la acción que protege la
propiedad es la reivindicatio.
3 – Contenido de la propiedad
La fórmula legal que refleja el contenido de la propiedad es “uti, frui, habere, possidere”: uso, disfrute y
disposición. Representan el dominio: la posibilidad más amplia de aprovechamiento de las cosas.
El usus (uti) es el aprovechamiento natural de una cosa sin alterarla ni consumirla, (solo
posible sobre bienes no consumibles.)
Frui: aprovechamiento de los frutos, consiste en consumir los frutos periódicos producidos por
la cosa sin alterar su sustancia. (Naturales o civiles)
Possidere poder tener la cosa como suya, derecho a la tenencia material del bien y que goza
de la protección por el pretor mediante interdictos.
4 – Posesión civil
El término possessio, implica siempre señoría de hecho sobre una cosa, independientemente de ser o
no propietario, adquiere varios significados:
La possessio civilis venía a ser un complemento del dominio quiritario que produce efectos en el
derecho civil, en la medida en que el poseedor civil que no era dueño, pero que poseía como dueño,
podía adquirir el dominio de la cosa poseída mediante la usucapio (adquisición del dominio por la
posesión continuada durante un año para las cosas muebles y dos para las inmuebles)
La posesión civil se diferencia de la posesión pretoria o posesión interdictal que era la que se
encontraba amparada por interdictos del Pretor.
La posesión civil y pretoria se contraponen a la possessio naturalis que supone la simple tenencia de
hecho que no se obtiene por usucapión ni está protegida por los interdictos. (Casi sin efectos jurídicos)
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En relación con el corpus:
El corpus primero se solo se concibe como efectiva tenencia, pero después se espiritualiza, así
se entiende que se adquiere la posesión sobre un animal salvaje capturado en la trampa.
El cuerpo o elemento material puede realizarse por medio de personas sometidas (hijos o
esclavos) o por medio de un procurator.
En algunos casos la pérdida del corpus no impide que se continúe la posesión sólo por el
ánimo (animal salvaje herido o esclavo fugitivo en tanto no lo posea otra persona)
En relación con el animus del poseedor se distingue entre posesión de buena fe y de mala fe.
El poseedor de mala fe sabe que la cosa pertenece a otro pero puede invocar en su defensa
un modo lícito que justifique su posesión.
Además para que una persona tenga animus debe ser capaz de una voluntad seria, pero no se
requiere capacidad negocial, por ello, el pupilo puede adquirir la posesión sin mediación de su tutor.
En interés de la religión y la salud pública, la ley de las XII Tablas prohíbe sepultar o incinerar
cadáveres dentro de la ciudad y fuera de ella hasta una distancia de 60 pies de los edificios. También
prohíbe la exhumación de cadáveres sin el consentimiento de los pontífices. Al titular del ius sepulchri
se le concede el derecho de paso hasta éste en el fundo ajeno.
En el derecho clásico se establecen normas relacionadas con la altura, distancia y estética de los
edificios.
Ejemplos: Prohibición de demoler un edificio para especular con los materiales o la prohibición al
testador que disponga por legado de los materiales incorporados a un edificio.
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c– Paso público
La ley de las XII Tablas establece que el propietario de un fundo lindante con la vía pública está
obligado a mantenerla en buen estado. Cuando la vía se hace intransitable por falta de mantenimiento,
el propietario queda obligado permitir el paso de caballerías por su fundo. En caso de ruina o
inundación, el propietario del fundo más cercano debe permitir el paso.
El propietario de un fundo ribereño está obligado a permitir que los navegantes y pescadores utilicen
las orillas para sus actividades.
De forma general, no existe un principio general en derecho clásico que permita privar a un ciudadano
de sus bienes, no obstante, los magistrados basándose en su imperium, y el consentimiento del
Senado, podía disponer de los bienes privados en ciertas ocasiones: por necesidad de demolición de
un edificio, como pena de confiscación o en represión de delitos cometidos por esclavos.
6 – El condominio (Copropiedad)
Cuando varias personas son propietarias de una misma cosa se da entre ellas una situación de
copropiedad o condominio. Esta situación (communio) puede ser voluntaria o incidental.
La figura más antigua de condominio es la comunión universal de bienes que se daba entre los
herederos o hijos al morir el paterfamilias.
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condueño tiene un pleno poder de disposición sobre la totalidad de la cosa. Esta facultad de
disposición sólo está limitada por el derecho de veto de los demás condueños (ius prohibendi.)
Otro derecho derivado de esta comunidad primitiva y solidaria es el derecho a acrecer ( ius
adscrescendi) cuando uno de los titulares del condominio falta, el derecho de los otros se extiende
inmediatamente sobre su cuota vacante.
En derecho clásico predomina el sistema de la propiedad indivisa (pro indiviso), en el que cada
condueño dispone libremente de su propia cuota, participando en proporción a la cuota de las cargas y
beneficios de la cosa común.
Cuando la disposición tiene por objeto un derecho indivisible o que no puede dividirse (como la
manumisión de un esclavo común o la constitución de una servidumbre), se exige la decisión conjunta
de todos sus propietarios. Cada uno de los propietarios puede realizar actos de uso o administración
de la cosa siempre que otro condueño no lo impida con su veto o prohibición.
En el derecho justinianeo solo se admite el veto (ius prohibendi) cuando redunda en beneficio de la
comunidad o condominio, y se exige la intervención del juez para actos de disposición.
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TEMA 3 – INTERDICTOS Y ACCIONES
Nota: No entiendo muy bien porqué se explican antes las formas de proteger la posesión y la
propiedad que las formas de adquirirla. Creo que es más adecuado estudiar primero el tema 4
(Formas de adquirir la propiedad) y después las formas de protegerla (tema 3) En cualquier caso son
temas relacionados que se entienden mejor conjuntamente.
PROTECCIÓN DE LA POSESIÓN.
1 – Los interdictos
El derecho romano protegía la posesión de cualquier clase, ya para hacerla conservar por quien la
tenía, ya para que fuera recuperada por quien injustamente y de manera arbitraria había sido
despojado de ella.
Mediante los interdictos el pretor protege determinadas situaciones de hecho (posessio ad interdicta =
situación de hecho protegida por los interdictos) y pueden ser clasificados, según su finalidad, del
siguiente modo (Gayo):
De retener la posesión (retinendae possessionis), para impedir los actos de quien lesiona o
perturba el ejercicio de la posesión.
De adquirir la posesión (adipiscendae possessionis), entre los que se incluyen los interdictos
especiales, como los hereditarios quorum bonorum y quos legatorum, y el interdicto Salviano,
en materia de garantías reales.
En principio aplicado a fundos y casas, a petición del poseedor, el pretor ordena a quien perturba el
ejercicio de la posesión que deje de realizar esos actos, excepto que la posesión del primero sea
viciosa. Más tarde, el interdicto se extendió a situaciones semejantes incluyéndose también los bienes
muebles, mediante el interdicto utrubi.
Propietarios, tanto civiles como bonitarios, aún cuando después se pruebe que no lo son.
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Acreedores pignoraticios, para retener la prenda
En el interdicto uti possidetis prevalece quien tiene actualmente el inmueble. El interdicto utrubi, no
protege al poseedor actual sino al que haya poseído más tiempo durante el año anterior al interdicto.
El poseedor puede sumar a su posesión, el tiempo de posesión de aquél de quien se adquirió.
En ambos interdictos se excluyen las posesiones adquiridas por un acto de violencia, apropiación
clandestina o en precario. Estos actos se consideran vicios, calificándose la posesión afectada por
ellos de viciosa.
La posesión viciosa solo afecta al poseedor en relación con la persona que puede invocar a su favor el
origen vicioso de la posesión. Así el precarista es protegido por los interdictos contra terceras personas
pero no contra el dueño que le concedió la cosa en precario. (El precarista solía ser un cliente a quien
el patrono ha concedido un terreno para que lo disfrute gratuitamente.)
En el derecho justinianeo se conservan ambos nombres (uti possidetis y utrubi) pero ambos interdictos
se funden en uno solo, El régimen del primero se aplica al segundo, de modo que ya sean bienes
muebles o inmuebles prevalece al que posee en el momento de la denuncia. Se conserva la cláusula
de viciosa posesión.
De carácter recuperatorio, son aquellos utilizados para reintegrar en la posesión a quien ha sido
despojado o expulsado.
Cabe utilizarlo dentro de un año a partir de la fecha que ocurre la expulsión. Admite la excepción de
posesión violenta, de forma que el autor del despojo conserva la posesión cuando el expoliado poseía
antes posesión viciosa con relación a él.
b) El interdicto unde vi armata: Se da una forma agravada del interdicto en el caso de que se haya
realizado la expulsión por una banda de hombres armados. Su fórmula no incluye la clausula
de posesión viciosa, ni tiene el límite de un año para su ejercicio.
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fundo en su ausencia y sin su conocimiento.
d) Interdicto quod precario: para recuperar lo cedido al precarista (lo que por precario).
En el derecho justinianeo, los dos interdictos de violencia se funden en uno solo, se suprime la
cláusula de la viciosa posesión y se mantiene el plazo de un año.
PROTECCIÓN DE LA PROPIEDAD.
2 – La acción reivindicatoria
La reivindicatio es la acción que tutela al propietario civil (dominus ex iure quiritium) contra el tercero
que posee ilícitamente. El propietario acude a esta acción cuando ha perdido la posesión de una cosa
y debe demandar al poseedor protegido por interdictos.
- En la época clásica, las cuestiones de propiedad se ventilan por por el procedimiento de las
sponsiones o por fórmula petitoria. La fórmula más utilizada es la reivindicación por fórmula petitoria,
en la que los actores ocupan posiciones distintas: el actor como propietario y el demandado como
poseedor. Tiene por fin dilucidar el derecho de propiedad, pero también la restitución de la cosa.
A cargo del actor corre la carga de la prueba en el juicio reivindicatorio. El demandante debe probar su
condición de propietario, lo que no siempre era posible ni fácil, particularmente cuando la propiedad ha
sido adquirida de modo derivativo, por lo que el demandado tiene una posición mejor.
La acción reivindicatoria se ejercita contra el que posee la cosa en el momento de la litis contestatio,
no obstante, si el demandado pierde la cosa antes de la sentencia, puede ser absuelto siempre que
pruebe que la cosa no se ha perdido por su actuación.
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Frutos y accesorios: La cosa debía restituirse al propietario con todos sus frutos y accesorios.
En el derecho clásico, el poseedor de buena fe conservaba los frutos conseguidos antes de la litis
contestatio, debiendo devolver los conseguidos después. El poseedor de mala fe no conserva ningún
fruto.
Gastos. Los gastos (impensae) que el poseedor ha hecho pueden ser de tres clases:
En derecho clásico, el poseedor de buena fe tiene derecho a que el propietario le reembolse los gastos
necesarios y útiles antes de la litis contestatio. Para ello se valía de una exceptio doli, que le permitía
retener la posesión hasta que el propietario le abonase los gastos.
Los gastos posteriores a la litis contestatio y los voluptuarios no se recuperaban pero los accesorios
podían separarse si no causaba daño a la cosa (ius tollendi).
El poseedor de mala fe no tiene derecho a reclamar por los gastos realizados. Todos los poseedores
tienen derecho a conservar los accesorios siempre que ello no dañe la cosa y represente una utilidad
para quien los separa.
Daños. El poseedor de buena fe sólo responde por los daños causados por su culpa antes de
la litis contestatio. El poseedor de mala fe responde de los anteriores, si son producidos por su
culpa, y de los posteriores aún cuando hayan sido accidentales.
En derecho justinianeo, si se demuestra que el daño se hubiera producido aunque la cosa hubiera
estado en poder del propietario, el poseedor se libera de esta responsabilidad.
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3 – El interdicto quem fundum y la acción exhibitoria
a) El interdicto quem fundum, siempre que se trate de inmuebles, para que se posesione del
mismo.
b) La acción exhibitoria (actio ad exhibendum), para solicitar la presentación de una cosa mueble,
ya sea para su identificación, ya para separla de la cosa a la que fue unida.
Mediante estas soluciones, el propietario demandante podía obtener una condena que no podía
exceder el de la declaración jurada que hacía el demandante sobre el valor que para él tenía la cosa
(ius iurandum in litem) , y el embargo de los bienes del demandado (missio in bona) en caso de que el
demandado no quisiera defenderse.
4 – La acción publiciana
El Pretor otorga protección a quienes por no haber obsrevado las formalidades civiles de la mancipatio
o in iure cessio, son meros poseedores de la cosa.
La propiedad pretoria, constituía un espacio transitorio que terminaba al año o dos años por
adquisición del derecho quiritario mediante usucapión. Esta acción protege a quien ha recibido una
cosa por traditio y pierde su posesión antes de completarse el plazo para la usucapión. Si durante el
tiempo de usucapión, la posesión retorna al dueño, se concede la posibilidad de accionar contra éste
recurriendo a una ficción: considerar que ya había pasado el tiempo necesario para usucapir. En la
fórmula se ordena al juez que finja que ha transcurrido este plazo, de modo que el demandante
reclama como si fuera propietario civil. El efecto de la ficción pretoria es equiparar el propietario
bonitario al civil o quiritario.
En sus orígenes, se aplica al comprador de buena fe de una res mancipi adquirida por traditio, más
tarde se aplicó a cualquier caso de entrega y usucapión incompleta.
Si el demandado es el propietario civil, éste puede rechazar la acción mediante una excepción
de propiedad (exceptio iusti dominii). Pero si la cosa mancipable ha sido recibida sin las
formalidades requeridas (mancipatio o in iure cessio), la excepción no tiene lugar. Si el
demandante, por ejemplo, ha comprado la cosa, puede replicar con la replicatio rei venditae et
traditae, si recibió la cosa de otro modo, con la replicatio doli.
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El adquiriente a non domino no puede ejercer con éxito la A. Publiciana frente al verdadero
dueño, en este caso la exceptio iusti dominii no tiene replica posible.
Si se trata de compradores que han comprado la cosa a vendedores distintos, prevalece el que
tiene la posesión de la cosa.
Cuando el que posee es propietario doloso (pretende retener a pesar de haberla vendido o
entregado.)
También puede ser ejercida por el propio propietario civil en lugar de la reivindicatio para
liberarse de la carga de la prueba de propiedad. (Prospera la exceptio iusti dominii)
Cuando el adquiriente se haya asistido por la exceptio rei venditae traditae y la A. Publiciana, goza de
la facultad de disposición perpetua y exclusiva, tiene la cosa in bonis habere y está protegido como
verdadero propietario.
6 – La acción negatoria
Se concede al propietario civil para oponerse a quien se arroga un derecho de servidumbre o usufructo
sobre su cosa y lograr la declaración de inexistencia de dichos gravámenes.
El demandado vencido puede ser obligado a prestar promesa de que no causará nuevas molestias o
perturbaciones.
Estas acciones se concedían a los propietarios de los fundos rústicos para solucionar los conflictos que
se suscitaban por relaciones de vecindad.
En sus orígenes, se ejercía sobre los agri limitati (límites de tierras cultivadas), en relación al lindero de
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cinco pies que debía dejarse entre fundos pertenecientes a distintos propietarios. Una vez
desaparecido este lindero, se utilizó para concretar la extensión y los límites de los fundos.
Esta acción se incluye entre los juicios divisorios al contener en su fórmula una adiudicatio
(adjudicación) que autoriza al árbitro a determinar una línea divisoria entre los fundos y atribuir las
partes a uno u otro propietario. La acción es imprescriptible.
Este interdicto obliga a un vecino a permitir que el demandante pudiera pasar al fundo del primero en
días alternos a recoger y llevar la fruta que caía de su campo al del vecino.
Uno, para poder cortar las ramas que sobresalen en el fundo vecino por debajo de los 15 pies; otro,
cuando las plantas de un edificio superior, plantados en jardines o terrazas, invaden el edificio inferior.
Este interdicto obliga al restablecimiento del curso normal de las aguas, si hubiera sido modificado por
las obras de un vecino. La acción se ejerce contra el propietario del fundo y no contra el que hizo la
obra. En derecho clásico se prohíbe modificar el curso de las aguas, en derecho justinianeo se
extiende la acción a cualquier conflicto vecinal sobre aguas.
El propietario de un inmueble que temía un daño causado por una obra o un derrumbamiento en la
finca vecina, solicitaba del pretor que el vecino prestase una garantía en la que se obligaba a
responder del daño. Si no se prestaba, el pretor acordaba una entrega de la posesión (mi ssio in
possesionem) que servía como causa de la usucapión.
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8 – Acción de división de cosa común (actio comun dividundo)
Por medio de esta acción el socio o condueño puede solicitar la división de la cosa común y el cese del
estado de comunidad de bienes.
Si se trata de una situación de condominio originada por una herencia, se ejercita la acción de división
de la familia (actio familiae erciscundae).
Si la cosa es divisible, el árbitro entrega a cada condueño una porción equitativa al valor de su
participación, si la cosa no se puede dividir, el juez la adjudica a uno o varios condueños que quedan
obligados a indemnizar a los otros o a realizar una subasta o venta pública para repartir el precio entre
todos. La propiedad de una cosa adjudicada se considera adquirida en virtud de la división.
Esta acción también se ejercita para regular y liquidar los créditos y deudas entre condueños durante
la situación de copropiedad. En relación sobre el reparto de frutos, beneficios, cargas y daños, es el
juez quien decide.
La acción de división de cosa común puede ejercerse también cuando se ha producido una situación
de comunidad por la mezcla de bienes sólidos (commixtio) o líquidos (confusio) pertenecientes a varios
propietarios. Si la confusión ha sido creada con dolo, puede ejercitarse la actio furti contra quien la
produjo y, en todo caso, la acción exhibitoria. (actio ad exhibendum)
El propietario puede ejercitar las acciones penales que persiguen los delitos privados cometidos en las
cosas de su pertenencia, como son las acciones de hurto (actio furti) y de daños.
El pretor concede también otras acciones que defienden la propiedad como: la tala ilícita,
enterramiento indebido, corrupción de esclavo, etc... Estas acciones se tratan en la parte sobre los
delitos privados.
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TEMA 4 – ADQUISICIÓN DE LA PROPIEDAD
Gayo los clasifica como modos de derecho natural o de gentes y de derecho civil.
Los modos de derecho natural son observados por todos los hombres desde el principio de la
humanidad: ocupación, accesión y especificación.
Los de derecho civil son propios y exclusivos de los ciudadanos romanos, como la mancipatio,
la in iure cessio y la usucapio aunque Ulpiano incluye la traditio, la adiudicatio y la lege. Gayo:
“Empezaron a existir cuando comenzaron a fundarse ciudades, a crearse las magistraturas y a
escribirse las leyes.”
La clasificación más utilizada por la doctrina romanista es la que distingue entre modos originarios y
derivativos.
Originarios: el derecho de propiedad surge sin vinculación con un posible titular anterior.
Derivativos: Existe una relación jurídica entre el que adquiere el derecho y el titular anterior. Se
atiende a la relación con otro que pierde su derecho de propiedad al mismo tiempo que lo
adquiere el nuevo dueño, por ello se dice que hay una transferencia del derecho de propiedad
de un sujeto a otro (transferre dominium).
En derecho romano no existe sin embargo la idea de transmisión del derecho de propiedad, sino de la
cosa y no del derecho que recae sobre la misma, por lo que los modos derivativos son supuestos en
los que la propiedad del adquiriente depende de la que pierde el enajenante.
Algunos modos pueden considerarse tanto originarios como derivativos y son de difícil clasificación.
Esta materia es muy casuística, las decisiones jurisprudenciales se relacionan directamente con el
caso que motiva la respuesta. Las Instituciones de Gayo y Justiniano exponen como ejemplos los
casos más generales y a partir de ellos, los intérpretes medievales y modernos extrajeron una serie de
principios y reglas que llegaron hasta los códigos civiles.
2 – Ocupación
Es éste el modo más antiguo, considerado por los juristas como de derecho natural o de gentes. Se
trata de actos de apropiación de las cosas que no tienen dueño (res nullius):
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(piscatio).
1. Animales salvajes (ferae bestiae) que gozan de natural libertad y pueden ser
apropiados por cualquiera.
3. Animales domésticos (quorum non est fera natura): que están continuamente bajo la
potestad del hombre.
El derecho de caza, por ser un derecho natural y originario del hombre, que antes de ser agricultor fue
cazador, prevalece sobre el derecho de propiedad. Por ello pueden cazarse animales en el fundo
ajeno, salvo la facultad del propietario de prohibir personalmente la entrada al cazador, pero no porque
se le reconozca la existencia de un derecho exclusivo de caza. Los cotos o reservas de caza son de
origen medieval, aunque existen precedentes en las fuentes justineanas.
3. La isla que nace en el mar y las cosas que el mar arroja al litoral.
4. Las cosas abandonadas por su propietario (res derelictae) y no las perdidas o extraviadas.
3 – Incrementos fluviales
Entre los crecimientos de los fundos situados en las riberas de los ríos, se distinguen los siguientes
supuestos:
1. Aluvión (alluvio): El propietario del fundo adquiere lo que el agua del río va depositando en su
terreno poco a poco
2. Avulsión (avulsio): El terreno separado de un fundo por el río y añadido a otro, se hace
propiedad del propietario del segundo. Se consideran de su propiedad cuando las partes se
unen y las plantas del terreno segregado echan raíces.
3. La isla nacida en el río (insula in flumine nata): Cuando por fenómenos naturales se forma una
isla en medio del río, ésta pasa a ser propiedad de los dueños del fundo ribereño. La división
se hace considerando como línea medianera el eje del río.
4. El lecho abandonado por el río (alveus derelictus): Si el río deja su antiguo lecho, éste se
distribuye entre los dueños de los fundos ribereños. La división se hace como en el caso
anterior.
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Nota: algunos textos consideran los incrementos fluviales como formas de accesión (4.7) de inmueble
a inmueble.
4 – Tesoro
En un principio, el tesoro se consideraba como un añadido del fundo en que se encontraba y se hacía
de su propietario.
Más tarde, en un rescripto de Adriano, recogido por Justiniano se concede la mitad al propietario del
fundo y la mitad a su descubridor.
Paulo distingue entre un tesoro como “cantidad depositada de la que ya no se recuerda quién pudo ser
su propietario,” de lo escondido por “codicia, temor o precaución” que puede ser objeto de hurto.
El fruto no tiene existencia propia, se considera parte del fundo mientras no se desprenda de la cosa
matriz. Al desprenderse, es considerado jurídicamente, como objeto independiente y su propiedad
puede corresponder al dueño de la cosa fructífera o bien al titular de un derecho real o de un derecho
personal. Por separación adquieren los frutos:
El principio general romano es que los frutos se adquieren no por derecho de siembra sino de
propiedad. La percepción de los frutos por quien no tiene derecho puede considerarse como un delito
de hurto.
6 – Especificación
Con este nombre se designa la transformación de una materia prima en una cosa nueva. Como
cuando se obtiene vino de la uva, el que hace un vaso fundiendo oro, con las tablas ajenas una silla, o
con la lana de otro confecciona un vestido…
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Elaborado el producto con materia ajena, ha de decidirse acerca de su propiedad:
a) Los sabinianos opinaban que la nueva especie era del propietario de la materia.
b) Los proculeyanos la atribuían a quien la hizo y daban al propietario acción de hurto si la cosa
había sido sustraída.
c) Una opinión intermedia sostenía que era del propietario si la cosa podía volver a su materia
originaria (ejemplo, el vaso), y al artífice, si esto no era factible (ejemplo, el vino o aceite con
uva o aceitunas ajenas) Gayo.
d) Justiniano acoge esta opinión intermedia, atribuyendo la nueva cosa al que la hizo si ha puesto
una parte de la materia.
La especificación conlleva un enriquecimiento, ya a favor del dueño de la materia, ya a favor del
artífice, lo que justifica que el que pierde la materia o el trabajo realizado deba ser indemnizado.
7 – Accesión
Hay accesión cuando una cosa se adhiere a otra, por causa natural o por obra del hombre, para
integrarse ambas en un solo cuerpo.
El dueño de la cosa principal (la que define la esencia y función del todo) se hace dueño de la cosa
accesoria, es decir de la que cede o accede.
La unión sólida, orgánica y duradera, lleva aparejada una adquisición irrevocable. Esto no significa
que el perjudicado no deba ser indemnizado.
Si el que siembra o construye es poseedor de buena fe, puede oponerse a la reivindicatio del dueño
del suelo con una exceptio doli, si éste no le ha pagado los gastos realizados.
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2. Los hilos que se incorporan a una tela ajena por obra de bordados o tejidos (textura)
5. En lo pintado en tabla ajena (pinctura), según Paulo la pintura cede a la tabla, según Gayo la
tabla cede a la pintura y finalmente Justiniano acepta que lo accesorio es la tabla.
En los casos de pérdida de la propiedad por accesión así como especificación, los juristas plantean el
problema de la indemnización del propietario perjudicado, se distinguen varios supuestos:
a) Si posee la cosa principal, opone una exceptio doli a la reivindicatoria del propietario de
ésta para que le indemnice por el aumento de valor producido por su trabajo.
2. Si el que realiza la unión es el dueño de la cosa principal o un tercero con malicia o dolo,
pueden realizarse contra ellos las siguientes acciones:
Nota: Para los romanos, el pacto como simple consentimiento, no es suficiente para transmitir la
propiedad. El contrato solo es fuente de obligación. Para que haya adquisición de propiedad es
necesario llevar a cabo alguno de los actos a los que la ley atribuye eficacia transmisora. En la época
clásica las formas de transmitir la propiedad son la traditio, mancipatio e in iure cessio.
8 – Entrega (traditio)
Es el modo más común para transferir la propiedad, considerado como de derecho natural o de gentes.
En la posesión civil, la traditio es suficiente para adquirir la propiedad de la res nec mancipi, en la
propiedad pretoria o bonitaria se admite incluso para la res mancipi, cuando el que la entrega es el
propietario de la cosa.
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La entrega misma.
Un fin práctico que motiva la entrega, fundamento de la adquisición. (Iusta causa traditionis)
La entrega tiene por objeto que la cosa pase a la posesión del adquiriente y se lleva a cabo por
diversos medios:
1. En el derecho antiguo tiene una pura expresión material, era necesaria la entrega material: si
era una cosa mueble, debía pasar de un sujeto a otro, si era un fundo, el adquiriente debía
entrar en el y dar un paseo alrededor.
a) Traditio symbolica:
1. La entrega de las llaves de un almacén, granero o bodega, donde las mercancías están
depositadas, sirve como entrega de las mismas.
b) Traditio longa manu: el señalar la cosa desde una torre o un fundo vecino, identificándola
con certeza.
c) Traditio brevi manu: el que ya tiene la cosa como detentador, como el caso del arrendatario
o el depositario, se convierte, con el acuerdo de la otra parte, en poseedor jurídico.
Para la adquisición de la propiedad por traditio es necesario expresar la voluntad del enajenante de
transmitirla y la del adquiriente de recibirla.
Este acuerdo de voluntades se concreta en el convenio que ha motivado la entrega, siendo calificado
este acto como iusta causa traditionis. Se refiere al resultado de la entrega o datio. Si falta la justa
causa no se adquiere la propiedad.
2. De dar un pago de una obligación que tiene por objeto un dare (solvere)
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4. De donar (donare)
9 – Mancipatio
La mancipatio es un negocio muy antiguo utilizado para transmitir la propiedad de la res mancipi
pudiendo intervenir en este acto los ciudadanos romanos, los latinos, los peregrinos con ius comercii y
los hijos y esclavos en representación del paterfamilias como adquirientes, pero no como enajenantes.
En la antigüedad se usaba también para adquirir la potestad de las personas que formaban la familia y
para otorgar testamento.
XXII Tablas: “lo que la lengua de alguno haciendo un nexum o un mancipium haya declarado sea
derecho.” El mancipante puede hacer una declaración solemne que tenía los efectos de una lex
privata. Con ello podía reservarse un derecho sobre la cosa (ejem: usufructo – deuctio ususfructus) o
también recuperarla en determinadas condiciones.
En la época clásica se mantiene como un acto general y abstracto con distintas finalidades,
considerándose como un acto legítimo que no admite condición ni término. Gayo lo describe como un
acto en presencia de 5 o más testigos ciudadanos romanos, más otro que sostiene una balanza de
cobre. El adquiriente, sujetando en la mano un trozo de cobre, hace la ritual y categórica afirmación de
que la cosa le pertenece de conformidad con el derecho de los quírites y que la compra mediante el
cobre y la balanza de bronce; después golpea la balanza con el trozo de cobre y da éste como precio.
Con esta declaración unilateral del adquiriente, termina el acto.
En sus orígenes el pago se hace con el cobre durante el acto, pero después pasa a ser un símbolo: el
pago del precio queda fuera del acto mancipatorio.
Si entre tanto, el verdadero propietario ejercite una reivindicatio contra el adquiriente, el vendedor está
obligado a prestarle su ayuda en el proceso (auctoritatem praestare). Si el comprador es vencido
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(evictus) puede ejercitar contra el vendedor una acción de origen penal, la actio auctoritatis, para que
le pague el doble del precio. Esta acción puede ejercitarse también cuando el adquiriente es vencido
por el titular de una servidumbre cuya existencia negó u ocultó el vendedor.
La mancipatio, aunque perdura en la época clásica, entra en desuso debido a las prácticas provinciales
que dan prevalencia al documento escrito ya que éste puede ser utilizado como medio de prueba, por
lo que acaba sustituyendo al rito mancipatorio. Es abolida definitivamente por Justiniano que la
sustituye por traditio.
Es la adquisición de la propiedad de una cosa ante el tribunal. Aparece como demandante el que
quería adquirir la cosa, reivindicando la cosa de que se trate y como demandando el propietario, quien
no contesta ante la pretensión del demandante (no asumiendo la defensa de la propiedad de la cosa),
en vista de ello el pretor otorgaba la propiedad al que la reclama como propia. Por eso se puede
calificar como un proceso fingido.
En este acto podían cederse tanto las cosas mancipables como no mancipables y puesto que se
trataba de un proceso de legis actio, solo podían intervenir ciudadanos romanos sui iuris. Pero también
se aplica a todos los negocios que versan sobre derechos reales o personales sancionados por la
vindicatio: constitución de usufructo, constitución de servidumbres, emancipación, adopción,
transmisión de derechos de herencia, manumisiones...
Fue un modo de adquirir menos utilizado que la mancipatio por la dificultad que suponía recurrir al
pretor. Desaparece en la época postclásica y Justiniano elimina sistemáticamente en los textos las
palabras in iure y deja cessio, en sentido general de ceder o transmitir la propiedad.
Atribución: El acto formal de atribución de la propiedad por parte del magistrado, además de la in iure
cessio, que se daba en las subastas públicas cuando el pretor atribuía la propiedad al mejor postor.
También existía esta atribución en los repartos o asignaciones de tierras públicas a propietarios
privados.
Adjudicación: En los juicios divisorios (acciones de división de cosa común, de partición de herencia y
deslinde de fincas) el juez adjudica la propiedad de las cosas asignadas a cada copropietario o vecino.
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La sentencia judicial, autorizada por el magistrado, crea o constituye un nuevo derecho por lo que tiene
valor o efecto constitutivo.
Usucapio es la adquisición de dominio por la posesión (usus) continuada de una cosa durante un cierto
tiempo.
En las épocas antigua y clásica, esta institución responde a la necesidad de convertir en propietario al
adquiriente de una cosas que no accede a la propiedad de la misma, bien por que el enajenante
carece de tal derecho, bien porque no se ha observado el alguno de las formas requeridas para la
transmisión.
Según un precepto de las XII tablas, la garantía debida por el enajenante al adquiriente era:
Una vez transcurrido este plazo y en virtud del “usus,” se atribuía la propiedad al adquiriente, cesando
por ello la garantía (auctoritas) del enajenante. Usus y auctoritas duran el mismo tiempo, o sea el
necesario para adquirir la propiedad. Afirmada la propiedad por usucapio, usus y auctoritas
desaparecen y el adquirente tiene a su favor un título jurídico autónomo e inatacable. Por este motivo
la usucapión comenzó siendo un complemento de la mancipación.
Gayo le atribuye la finalidad de adquirir la propiedad de una res mancipi que no se ha transmitido por
mancipación, ni por cesión ante el pretor, sino por simple entrega.
La ley de las XII tablas, establecía que para las cosas excluidas de la usucapión, la garantía ( aeterna
auctoritas) era ilimitada. Así la ley excluía de la usucapión las siguientes cosas:
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2 – Reformas de la jurisprudencia clásica
Así mismo se completa la concepción de la posesión civil continuada con la noción de la interrupción
de la usucapión:
Se establece que la posesión efectiva de la cosa por un tercero o por el propietario interrumpe
y hace perder el plazo ya transcurrido al poseedor civil.
Si el poseedor muere, su heredero puede completar el tiempo de la usucapión iniciado por él.
Al poseedor civil se le concede la acción publiciana que le protege como si hubiese completado
el tiempo de la usucapión.
Por otra parte, la usucapión se extiende a las cosas recibidas de quien no era su dueño, fueran
o no mancipables, siempre que se hubieran recibido de buena fe, creyendo que quien la
entregaba era el dueño.
Con ello, la usucapión, que originariamente era complemento de la mancipatio, extiende su ámbito a
las adquisiciones de quién no es dueño (a non domino.)
a) La buena fe: o recta conciencia del usucapiente de que posee legítimamente y no lesiona
derechos ajenos.
Además: nadie puede cambiar por si mismo la causa de su posesión, de detentador no puede, por
propia voluntad, hacerse poseedor civil.
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Cuando se ha dado en pago, una cosa que no pertenece al comprador.
Por la herencia
◦ “Como propio”, incluyen aquí los juristas otras posesiones de buena fe, como los casos de
posesión basados erróneamente en un título inexistente
La usucapión de derecho civil solo podían llevarla a cabo los ciudadanos romanos y los latinos y recaía
sobre las cosas susceptibles de propiedad civil. Por tanto, la usucapio no se aplica, a los fundos de las
provincias.
En el principado, para proteger la larga posesión de los fundos provinciales se admitió que quien había
poseído durante diez o veinte años (dependiendo de si el propietario vivía en la misma ciudad o no) sin
perturbación, estaba protegido frente a la reivindicatio del dueño.
El recurso para oponerse a la reclamación era una especie de excepción procesal conocida como
“prescripción de largo tiempo.” En un principio, se limita a los inmuebles, siendo beneficiarios tanto
ciudadanos romanos como peregrinos. Más tarde se extiende a cosas muebles, pero como derecho
que solo alcanza a los peregrinos.
Desde la época de los Severos, esta prescripción se convierte en modo de adquirir la propiedad, como
lo era la usucapión aplicándose los mismos requisitos de la buena fe y la justa causa.
El plazo se suspende o no corre en los casos en que los titulares son incapaces o están
ausentes por servicios públicos.
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4 – Régimen de derecho postclásico y justinianeo
Teodosio II establece una prescripción extintiva de todas las acciones por el transcurso de 30 años.
Constantino introduce la prescripción de larguísimo tiempo que puede oponerse como excepción a
cualquier acción reivindicatoria después de 40 años, aunque se haya iniciado sin buena fe y justo
título.
Justiniano, en materia de usucapión, por un lado reúne las normas clásicas y las simplifica y por otro,
unifica los dos sistemas de usucapio y praescriptio. Así:
En bienes del fisco o de la Iglesia y de venerables lugares aplica la prescripción de los 40 años.
En esta prescripción extraordinaria exige la buena fe, pero no la justa causa.
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TEMA 5 – SERVIDUMBRES Y USUFRUCTO
1 – Servidumbres prediales
Los juristas clásicos llaman servidumbres a los servicios permanentes que se constituyen entre dos
fundos vecinos por la voluntad de los propietarios, denominándolos derechos de los predios (iura
praediorum) si bien tenían presente que los titulares de los derechos son las personas, en este caso
los propietarios de los fundos.
La servidumbre se establece para gravar un predio “sirviente” con un uso limitado en favor de otro
predio “dominante.”
En el antiguo derecho, las tres antiguas servidumbres de paso (senda, paso de ganado y camino) y la
de conducir el agua servían a las necesidades de una economía rústica y primitiva, de pastores y
ganaderos. Estas antiguas servidumbres rústicas se confundían con el terreno mismo sobre las que se
ejercían. Por ello, las servidumbres de paso no se distinguen del camino o sendero que sirve para
pasar.
Estas servidumbres, sobre las que se ejercía el usus y podían ser objeto de usucapión, se incluían
entre la res mancipi y se sometían al dominio quiritario.
Las nuevas que se van reconociendo se incluyen entre las res nec mancipi y se crean o constituyen,
no por mancipación sino por in iure cessio. Así, la clasificación originaria es la de servidumbres mancipi
y nec mancipi. Consecuencia de este primitivo carácter es que se transmiten necesariamente con el
fundo y no pueden enajenarse con independencia de él.
Es importante la distinción entre servidumbre prediales rústicas y urbanas, según se destine a una
finalidad agraria o de edificación.
En derecho postclásico no se distingue entre uso y posesión, y esto lleva a considerar a la servidumbre
como objeto de posesión. Al admitirse la posesión de cosas incorporales o derechos (quasi possesio,)
se reconoce la posibilidad de constituir servidumbre por el transcurso de los plazos de la prescripción,
pese a que no existía una posesión verdadera propia.
Quasi possesio: En la época postclásica se empezó a conceder protección interdictal a las personas
que fueran titulares de un derecho real sobre cosa ajena, contra perturbaciones que pudieran ser
llevadas a cabo por terceros no titulares. Así, se concedía un interdicto para proteger al usufructuario,
al superficiario, etc...
También se admite que aunque no puede haber entrega material se la cosa, puede constituirse una
servidumbre por traditio, entendiendo por ésta la tolerancia del propietario ante el uso de la
servidumbre.
Justiniano intenta una nueva sistemática al clasificar las servidumbres en prediales y personales. En
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esta última categoría incluye el usufructo, el uso y la habitación. La nueva clasificación es errónea.
Los glosadores medievales crean la categoría de los derechos sobre cosa ajena (iura un re aliena) que
ha sido aceptada en la dogmática moderna.
Los juristas romanos, aplicaron principios comunes a las servidumbres prediales y posteriormente,
sobre ellos se construyen una serie de reglas, como son:
1. La servidumbre no puede consistir en un hacer. “no es propio de las servidumbres que alguien
haga alguna cosa... sino que alguno tolere o no haga algo.” El dueño del fundo sirviente debe
tolerar o no hacer. El propietario del fundo dominante puede realizar una actividad o intromisión
sobre el fundo sirviente (servidumbre positiva) o tiene facultad para prohibir algo en él
(servidumbre negativa).
Las intromisiones se consideran justas porque derivan de las normales relaciones de vecindad o
porque se aceptan voluntariamente, mediante la construcción de servidumbres. (En el derecho
postclásico se imponen limitaciones urbanísticas legales y se admiten como servidumbres las
modificaciones que mediante convenio hacían los particulares.)
3. Nadie puede constituir una servidumbre sobre una cosa propia Es esencial a la servidumbre
que el fundo dominante y sirviente pertenezcan a distintos propietarios. Si se hacen propiedad
del mismo dueño, la servidumbre se extingue por confusión.
4. La servidumbre y su uso son indivisibles Aunque se dividan los fundos sirviente o dominante, la
servidumbre permanece intacta, no se adquieren ni se extinguen parcialmente
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3 – Servidumbres prediales rústicas
Se distinguen:
1 – De paso
Senda: de paso a pie, en caballo o litera. El que tiene esta servidumbre carece de derecho de
conducir ganando.
Paso de ganado: de paso con animales o carros. Puede también circular sin llevar animales.
2 – De aguas
4– De extraer arena o cocer cal para atender las necesidades del fundo dominante.
1 – Vertientes de aguas
Recibir el agua de lluvia del fundo ajeno en el propio fundo, mediante conductos o canalones
Eleve el edificio
Abra ventanas
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5 – Acciones en defensa de las servidumbres
El dueño del fundo dominante posee la vindicatio servitutis (llamada actio confessoria en el D.
postclásico) contra el propietario del fundo sirviente o contra quien impide o altera el ejercicio de la
servidumbre.
Esta acción es análoga a la reivindicatio y permite al juez absolver al demandado si garantiza el cese
de su conducta. Con el ejercicio de esta acción se restablece el uso de la servidumbre y se obtiene
una indemnización por los daños.
El titular de la servidumbre está protegido también con interdictos especiales, pero no puede ejercitar
el interdicto “uti possidetis” (como poseeis) por consistir la servidumbre en usus y no en possessio.
El propietario del fundo dominante dispone de un interdicto restitutorio (“demolitorium”) para demoler
las obras iniciadas en el fundo sirviente en caso de que dificultaran la servidumbre. Es previo al
ejercicio del interdicto la denuncia la pretor de la obra nueva y se da contra las obras que se van a
hacer o se están haciendo, pero no por las ya terminadas.
El magistrado una vez examinada la causa, puede rechazar la denuncia o imponer al demandado que
preste caución de indemnizar si es vencido en la vindicatio seritutis. Si no presta la caución, decreta
interdicto que ordena destruir lo construido.
A) Derecho clásico
Según el ius civile, las servidumbres de los fundos itálicos se constituyen de los siguientes modos:
1. Por mancipatio o in iure cessio, según se trate de las cuatro antiguas servidumbres (paso y
de aguas,) que son res mancipi, o de las otras servidumbres
Ejemplo, tengo dos fundos, vendo uno, que se grava como fundo sirviente, y me quedo el otro que es
el fundo dominante.
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el heredero acepta la herencia, el legado damnatorio impone al heredero la obligación de
constituir la servidumbre.
La ley Scribonia excluyó esta posibilidad, con la finalidad de evitar que se consolidaran las
servidumbres por negligencia o ausencia de los propietarios.
En los fundos provinciales, que eran objeto de propiedad pretoria, las servidumbres se constituían por
convenios escritos (pactionibus et stipulationibus.)
En derecho postclásico desaparece la distinción entre res mancipi y res nec mancipi, y entre los fundos
itálicos y los provinciales, y las servidumbres se constituyen mediante acuerdos escritos que recogen
los pactos y estipulaciones.
Al admitirse la posesión de las servidumbres se hace posible adquirirlas mediante prescripción y por
una especie de traditio, consistente en tolerar el ejercicio de la servidumbre.
1. Confusión: cuando dos fundos terminan siendo del mismo propietario, como consecuencia del
Principio “nadie se sirve a sí mismo”.
2. Por renuncia del titular (remissio servitutis,) mediante la cesión ante el pretor (in iure cessio) en
un proceso iniciado por la acción negatoria del propietario del fundo sirviente.
3. Por no usarse: en derecho clásico, la servidumbre del fundo rústico se extingue por la falta de
uso durante dos años. Si se trata de una servidumbre predial urbana se requiere además del
no uso, la usucapión de la libertad, es decir, el comportamiento contrario a la servidumbre del
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dueño del fundo sirviente. Justiniano amplía el plazo a 10 años para los presentes y 20 para los
ausentes.
8 – Usufructo
El derecho de usufructo consiste en el uso o tenencia de una cosa ajena y en la facultad de percibir
sus frutos, sin poder consumir o disponer de la cosa misma.
El usufructo nace con la finalidad de atender a la viuda par que siga disfrutando de los mismos bienes
que tenía ya en vida del paterfamilias sin perjudicar el derecho a la herencia de los hijos.
El usufructuario posee los frutos naturales de la cosa por percepción y los civiles día a día, sin poder
cambiar el estado de la cosa fructífera ni su destino.
Los jurisconsultos deciden en variada casuística, las facultades del usufructuario en relación con las
cosas que disfruta:
Como principio general: “debe usar las cosas según arbitrio de hombre recto” y no puede
cambiar el estado o situación de la cosa que recibió, aunque el cambio suponga mejorarla.
En caso de un esclavo, son del usufructuario las adquisiciones hechas por éste con medios
propios del titular del usufructo, así como su propio trabajo.
Otras adquisiciones, como legados o herencias a favor del esclavo, pertenecen a su dueño, así como
los hijos de las esclavas, que también pertenecen al dueño.
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9 – Constitución, defensa y extinción del usufructo
El modo más corriente de constituir el usufructo es el legado vindicatorio. También puede llevarse a
cabo mediante in iure cessio, adjudicación y reserva en la mancipatio.
Al constituirse el usufructo, el usufructuario debe prestar una promesa de garantía o caución con
fiadores (cautio ususfructuaria) de usar y disfrutar la cosa “con arbitrio de hombre recto” y de restituirla
al finalizar el usufructo.
Si el usufructuario no hace esta promesa, el pretor puede denegarle la acción o conceder una réplica al
propietario contra la excepción de usufructo.
Como era frecuente el usufructo vitalicio, como el que se legaba a la viuda, se planteaba el problema y
devolución del uso de los bienes consumibles. En este caso, se dispone que éstos deben entregarse al
usufructuario que debe prometer devolverlos en igual cantidad o en su precio en dinero al terminar el
usufructo. En virtud de la promesa, la restitución se reclamaba por la actio ex stipulatu. Se denominaba
cuasi-usufructo a este derecho sobre cosas destinadas a consumo.
Aunque el usufructuario no es considerado poseedor, el pretor le concede los interdictos posesorios uit
possidetis y unde vi y por medio de ficciones, algunas acciones penales del propietario.
1. Muerte o capitis deminutio del usufructuario. Cuando se trata del usufructo de una persona
jurídica, se fijó el límite en cien años.
4. Desaparición o destrucción del objeto del usufructo, o transformación que impida el ejercicio
del derecho o exclusión del comercio.
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10 – Uso, habitación y servicios de los esclavos
Uso es el derecho de usar una cosa ajena para atender las necesidades propias o de la familia, sin
percibir los frutos que pertenecen al propietario. La jurisprudencia consideró que el usuario tiene la
facultad de servirse de los frutos de una finca para su consumo en el propio lugar.
En relación a los servicios de los esclavos, los juristas discutían si debía aplicarseles el régimen del
uso o del usufructo. Justineano lo considera un derecho independiente del uso.
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TEMA 6 – ENFITEUSIS Y SUPERFICIES
1 – Enfiteusis
La enfiteusis es una institución de derecho griego que significa “hacer plantaciones” que solo fue
reconocida como derecho real en la legislación postclásica y justineanea.
Justiniano lo considera como un derecho semejante a la propiedad que se constituye sobre una cosa
ajena, teniendo su titular la obligación de pagar un canon anual.
El precedente clásico es el ager vectigalis: el pueblo romano o los entes públicos solían conceder a los
particulares el cultivo de tierras por largos períodos de tiempo, con la obligación de pagar un canon
vectigial.
Por esta obligación algunos juristas opinaban que la enfiteusis se trataba de un arrendamiento, otros,
debido a la larga duración del contrato, sostenían que era una venta, según Gayo prevaleció la primera
opinión.
La relación que deriva de esta concesión, se convierte en real cuando el pretor concede al enfiteuta
una actio in rem semejante a la reivindicatio. Según Gayo, ni el arrendatario ni su heredero pueden ser
despojados del fundo mientras paguen la renta.
Las facultades atribuidas al enfiteuta son el derecho de cultivo, de poseer y adquirir los frutos y de
transmitirlo a los herederos.
El enfiteuta tiene un derecho de dominio sobre el fundo que puede enajenar o transmitir a sus
herederos, siempre que pague la renta. En caso de enajenación, el enfiteuta tiene la obligación de
notificarlo al propietario para que éste pueda adquirirlo por el mismo precio ofrecido por un tercero. Si
el propietario consiente la venta, tiene derecho a percibir un 2% del precio o lo que valga el derecho
que se transmite a título gratuito.
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2 – Superficies
Es el derecho real que otorga al superficiario el goce a perpetuidad o por largo tiempo del edificio
construido en suelo ajeno. El superficiario asume la obligación de pagar una renta anual (solarium,
pensio.)
Según el principio de derecho civil de que la superficie accede al suelo, se hacía imposible constituir un
derecho de superficie independiente del suelo. La protección de este derecho es consecuencia de la
cesión de suelo público a los particulares para construir.
Los conflictos surgidos entre quienes pretendían tener derechos de superficies se solucionaban por un
interdictum de superficiebus. La concesión del derecho de superficies tenía carácter público. El
superficiario estaba protegido con acciones útiles concedidas por el pretor, sobre todo con una
vindicatio utilis.
En derecho postclásico se admite una propiedad plena sobre el edificio, si el superficiario construye
con permiso del propietario. En derecho justinianeo, la superficie es considerada como un derecho
real,equiparándolo a las servidumbres y la enfiteusis, pudiendo ejercitar el superficiario la actio in rem y
todas las acciones concedidas al propietario.
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TEMA 7 – OBLIGACIÓN Y ACCIÓN
Obligación es un vínculo jurídico en virtud del cual una persona, el deudor, es constreñida frente a otra,
acreedor, a realizar una determinada prestación.
La obligatio en el derecho arcaico, es una atadura de la propia persona que se vincula o se somete a
otra por el acto del nexum, del que no se tienen datos, pero que se sabe que estaba relacionado con la
mancipatio que hace el deudor de su propia persona en garantía del crédito. La sujeción de la persona
deriva del deber de observar una determinada conducta respecto de otro individuo.
Al nexum recurren quienes tienen una posición social y económica débil. Con el tiempo llegó a afectar
a numerosos individuos lo que llevó a un estado de agitación social hasta que una ley abolió el nexum
y sustituyó el sometimiento personal del deudor por el de sus propios bienes, transformando así la
vinculación personal en patrimonial.
Mientras que el nexum crea un estado de sujeción personal, la sponsio – contrato verbal solemne – da
vida a una responsabilidad, que solo se hará efectiva en el caso de incumplir la prestación. La sponsio
es una institución muy antigua que convive con el nexum, en un principio es una promesa solemne que
hace el fiador al acreedor, y no el deudor a éste. Con la sucesiva evolución de la sponsio, la promesa
se cambia entre acreedor y deudor y las partes o los que se ofrecen como garantes, se vinculan por
promesas recíprocas, al cumplimiento de la prestación. Se funde así debitum y obligatio como
elementos de una misma cosa.
La sponsio, propia de los ciudadanos romanos y su variante stipulatio, nacida al calor del ius gentium,
son el paradigma del contrato en el derecho romano. Para los romanos existe obligación, en tanto una
persona puede ejercitar una acción para reclamar algo que se le debe. La obligación se entiende más
como facultad del acreedor que como deber del deudor. Adquirir la obligación (adquirere obligationem)
quiere decir hacerse acreedor y no deudor.
En un principio solo existen las obligaciones protegidas por acciones reconocidas en las leyes del ius
civile, más tarde se extendería el concepto de obligación a las relaciones personales defendidas por
acciones pretorias, establecidas por el pretor en el ejercicio de su jurisdicción.
Desde el S.I. a.c, el Pretor concede una serie de acciones in factum para reprimir conductas dolosas.
Se tratan de acciones de derecho estricto: como penales y de crédito pero también hay de buena fe:
contratos bilaterales como la gestión de negocios o de depósito.
En el derecho justineaneo, con finalidad docente las obligaciones se clasifican en civiles y pretorias u
honorarias.
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2 – Contenido de la obligación
Se llama prestación al objeto o contenido d ella obligación, que puede ser de varias clases:
Dar (dare): constituir en dueño de una cosa a otra persona o constituir en titular de un derecho
real a otra persona.
Prestar (praestare): correspondía a las que envuelven una garantía como responder de
deudas ajenas como garante, o responder por la integridad de una cosa, prestar custodia.
Carácter patrimonial: se puede valorar en dinero, si ello no repugna a la conciencia del pueblo.
Son divisibles las obligaciones que pueden cumplirse por partes o fraccionadamente, sin alterar su
esencia o su valor. Al ser divisible, puede repartirse entre varios acreedores y deudores.
En general son divisibles las obligaciones consistentes en un dar (dare) pues la propiedad y la mayoría
de los derechos reales pueden constituirse por partes.
Son indivisibles las obligaciones que no tienen posibilidad de repartirse entre varias personas. Las
obligaciones consistentes en un hacer (facere) suelen ser indivisibles.
Las obligaciones indivisibles tienen carácter solidario (in solidum), es decir, en caso de pluralidad de
sujetos, todos los acreedores tienen el derecho de exigir el cumplimiento de la obligación y cada
deudor tiene el deber de cumplirla.
4 – Obligaciones naturales
La obligación natural es la contraída por los esclavos y las personas sometidas a la potestad del
paterfamilias. Estas obligaciones no crean un derecho procesalmente eficaz, carecen de acción para
exigir su cumplimiento.
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Los efectos de estas obligaciones son:
1. Una vez pagada la deuda contraída por el sometido, dan derecho a retener lo que se ha dado o
pagado en virtud de ellas.
Ej: Primus debe a Secundus 1.000 ases por una obligación civil, y Secundus le debe a primus 500
ases por una obligación natural. La obligación de Primus queda reducida a 500 ases, porque la
compensación es un modo de extinguir las obligaciones hasta concurrencia de la menor (la
compensación opera cuando dos personas son recíprocamente acreedoras y deudoras y siempre que
se trata de obligaciones liquidas o fácilmente liquidables y exigibles).
3. Pueden ser objeto de novación y convertirse en obligación civil. Esto es, se puede cambiar el
sujeto, el objeto o el vínculo de la obligación.
7. La compra realizada por el sometido se considera como justa causa para usucapión.
En el derecho justinianeo, junto a las obligaciones naturales, existen otras fundadas en vínculos de
parentesco, moralidad, piedad o buenas costumbres, se conocen bajo la denominación de
obligaciones naturales impropias. Tenían también el efecto de que lo pagado no podía repetirse.
Las obligaciones son temporales y nacen para ser cumplidas. Se extinguen cuando se realiza la
prestación.
En las obligaciones consistentes en un dar, el objeto puede ser determinado (certum) o indeterminado
(incertum) y su cumplimiento se denomina pago (solutio)
Con el ejercicio de la acción personal se persigue, previa estimación judicial, una condena pecuniaria
al demandado. Aunque el pago (solutio) es el modo más importante de extinción de las obligaciones, el
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Ius civile reconoce además:
La litis contestatio: es una novación necesaria o procesal que se produce por ley.
La compensación: Cuando dos sujetos son al mismo tiempo acreedores y deudores entre sí en
obligaciones cuyos objetos son homogéneos (dinero-dinero; esclavo-esclavo…).
La confusión: Es una forma de extinción por reunirse en la misma persona las cualidades de
acreedor y deudor respecto a la misma obligación. Como por ejemplo el caso de la sucesión
mortis causa (herencia).
La muerte y capitis deminutio: como regla general la muerte no extingue las obligaciones, éstas
se heredan. Sin embargo existen excepciones que extinguen las obligaciones tanto del lado
pasivo como del activo como son los delitos y fianzas o sólo del lado pasivo (capitis diminutio)
como por ejemplo las prestaciones personales.
Además se agregan los modos de extinción de obligaciones reconocidos por el pretor. Éste, que no
puede modificar el ius civile, concede al deudor una exceptio contra la acción del acreedor, cuando
existe un hecho que extingue la obligación. Algunos ejemplos son la que deriva del pacto ( exceptio
pacti) o del transcurso del tiempo (praescriptio temporis)
Ipso Iure: reconocidos por el ius civile, se pueden invocar en cualquier momento del proceso.
Ope exceptionis: del derecho pretorio, solo se pueden invocar antes de la litis contestatio y
mediante la inclusión de la fórmula de la exceptio.
Una vez desaparecido el procedimiento formulario, se equiparan estos dos modos de extinción en el
derecho justinianeo.
Acciones penales:
1) de hurto
2) de daño causado
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3) de daño causado por cuadrúpedo
4) de viga empotrada
6) de pasto de ganado
2) de deuda incierta
1) acción ejecutiva
1) acción de fiducia
3) acción de tutela
Las acciones personales, completadas con las pretorias y las del procedimiento extraordinario, pueden
clasificarse como:
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acciones de buena fe procedentes de contratos consensuales.
Se habla de fuentes para designar las relaciones de donde nacen o surgen las obligaciones. La
distinción entre préstamos y contratos aparece ya en los juristas clásicos que en sus elaboraciones
casuísticas siguen el orden del edicto.
Las clasificaciones escolásticas de los libros de Instituciones de Gayo y de Justiniano han tenido gran
influencia histórica, llegando a influir en la sistemática de las obligaciones de la doctrina y códigos
civiles modernos.
Clasificación de Gayo
El contrato presupone un acuerdo de voluntades, pero su fuerza obligatoria, se hace depender de:
La clasificación de los contratos de Gayo es defectuosa porque sitúa la estipulación que constituye una
fórmula general que sirvió a los juristas para elaborar la doctrina general del contrato, al mismo nivel
que el contrato literal, de aplicación limitada y breve duración.
En el tratado postclásico de la jurisprudencia de las cosas cotidianas o reglas de oro, atribuida también
a Gayo, se da una nueva clasificación de las causas de obligaciones, en la que se añade al contrato y
el delito (o maleficio) una tercera denominación genérica de “cierto derecho por distintos tipos de
causas.”
Ulpiano clasifica la procedencia de las obligaciones entre las nacidas de un contrato, las nacidas de un
hecho y otras que lo son por el hecho (actiones in factum.)
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Modestino establece la siguiente clasificación:
3. Por recibir una cosa y cambiar unas palabras al tiempo: préstamo y estipulación.
6. Por derecho honorario: algo que el magistrado o el edicto perpetuo ordena o prohíbe hacer.
7. Por necesidad: los que no pueden hacer algo distinto de lo que está ordenado, como sucede
con el heredero necesario.
Justiniano, de acuerdo con su concepción de que no hay contrato sin consentimiento, divide las
obligaciones contractuales en dos categorías:
Obligaciones de contrato.
Obligaciones de delitos.
Obligaciones como de delitos (cuasidelitos) incluyendo aquí determinados casos protegidos por
acciones in factum.
Al no tener una concepción del delito como la tenía del contrato, su distinción es arbitraria.
Por ley, conditio ex lege, que incluye obligaciones impuestas por la ley.
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TEMA 8 – DELITOS
1 – Delitos privados
Se llaman delitos a los actos ilícitos de los que derivan obligaciones que se sancionan con una pena.
Se diferencian:
Delitos privados (delicta): son objeto de acciones penales tramitadas en los juicios ordinarios y
su finalidad es conseguir una condena pecuniaria.
En la época primitiva, los delitos se sometían a la venganza privada, realizadas por los miembros de la
gens que pertenecía la víctima (ley del Talión.) A la venganza privada le sucede el un sistema de
composición voluntaria, en la que el ofendido renuncia a la venganza, mediante el pago de una
cantidad convenida, a la que le sigue una composición impuesta por la ley.
Los juristas consideran que de estos delitos nace una obligación, que tiene por objeto una pena o pago
de una cantidad de dinero. La pena (poena) tiene un carácter punitivo que no se limita a la reparación
del daño causado y consiste en un múltiplo del valor del daño causado (doble, triple, cuádruplo.)
Además de la acción penal, pueden darse otras que se acumulan a aquellas para reclamar la cosa
perdida por causa de delito (acciones reipersecutorias.)
La entrega del esclavo supone que el ofendido adquiere su propiedad, la del hijo hace que éste caiga
en situación similar a la esclavitud. La entrega del hijo tiene atenuaciones en la época clásica al
reconocerse su capacidad negocial y es definitivamente abolida por Justiniano.
3. Cumulatividad: si se trata de un delito cometido por varias personas, cada una de ellas debe
pagar la pena íntegra.
Las acciones penales algunas veces con acumulables con las reipersecutorias. Cuando se trata de
acciones que persiguen la indemnización, el ofendido puede optar por ejercitar éstas o las
reipersecutorias. En el derecho justinianeo, la acción penal se transforma en mixta: penal y
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reipersecutoria a la vez.
4. Perpetuidad o anualidad: las acciones civiles y las reipersecutorias son perpetuas, no tienen
plazo para su ejercicio. Las pretorias suelen tener plazo de un año para ser interpuestas, pero
una vez realizada la litis contestatio desaparece esta limitación del año. Transcurrido éste, la
acción se concede sólo por el enriquecimiento obtenido.
En el derecho clásico no existe una noción o categoría general del delito, como la del contrato. El
conjunto de antiguos delitos civiles (hurto, daño e injuria,) se amplía por el pretor que tipifica las nuevas
figuras delictivas. En algunos delitos como el del lesiones, la acción pretoria sustituye a la acción civil.
Por lo general, se considera hurto a la sustracción clandestina de una cosa ajena contra la voluntad de
su dueño.
Junto a la vieja y estrecha concepción materialista del furtum, caracterizada por sacar o remover la
cosa del lugar que se encuentra, aparece después una más amplia que abarca todos aquellos casos
en que hay un uso o una intromisión no consentida por el propietario. Se distingue así la sustracción de
la cosa (furtum rei), el uso ilícito (furtum usus) y la apropiación indebida (furtum possesionis.)
En el derecho antiguo, el hurto se considera un hecho material; sacar o trasladar la cosa (amotio rei),
cuyo castigo es la venganza privada del perjudicado.
En las XII Tablas, las penas son distintas, según que el ladrón fuera sorprendido in fraganti (furtum
manifiestum) o no (furtum nec manifiestum). En el primer caso se le condenaba a azotes y se lo
asignaba al ofendido como addictus o esclavo si era un hombre libre, y si a era esclavo, se lo
condenaba a muerte.
También en las XII Tablas, concurrían circunstancias agravantes como: la nocturnidad o el ser
realizado a mano armada, en estos casos la víctima podía matar al ladrón en el acto mismo del robo.
El hurto no flagrante se castigaba con una pena equivalente al doble del valor de la cosa. Entre la
víctima y el ladrón podía pactarse una composición para evitar la pena por el delito.
Para la búsqueda del objeto robado en la casa del ladrón, se exigía un registro con ciertas
formalidades. En relación con este procedimiento se distinguió el hurto en:
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endosó con la intención de que fuese descubierto en tu poder y no en su poder”. Contra él se
da la acción de hurto trasladado (actio furti oblati).
Una vez que desaparece la pena de entregar al ladrón (addictio), se mantienen las antiguas acciones
civiles en el procedimiento formulario con las siguientes penas:
Acción de hurto no flagrante: (actio furti nec manifesti), pena del doble.
2. Acción de robo o hurto con violencia (actio vi bonurum raptorum) contra el que robó
valiendose de violencia, al cuádruplo.
3. Acción de hurto prohibido (actio furti prohibiti): se ofrece para sancionar el hurto “ocultado”
es decir contra el que oculta el objeto hurtado oponiéndose a que se le haga un registro
domiciliario. Con pena al cuádruplo.
4. Acción contra el ladrón que no presenta el objeto robado (actio furti non exhibiti): a pesar
de que se puede probar que se halla en su poder. No se conoce la pena aplicada.
5. Acción contra el que cometió hurto con ocasión de un incendio naufragio, abordaje, u otra
catástrofe similar.
Las acciones de hurto (actio furti) que tienen carácter infamante, son transmisibles a los herederos de
la víctima, pero no a los del ladrón, porque el delito y la pena que se imponen tienen carácter
personal. La acción puede ejercitarla no solo el propietario, sino en general, todo aquel que deba
responder ante él por custodia o por pérdida, incluso fortuita, de la cosa; como por ejemplo el
comodatario, el tintorero o el sastre.
Cuando el que sufre el hurto es el dueño de la cosa, puede ejercitar las acciones reipersecutorias, así
como la acción reivindicatoria, cuando se puede identificar la cosa robada, o la acción exhibitoria, si el
ladrón la oculta o pierde dolosamente la posesión.
Cuando se trata de hurto de dinero o de cosas fungibles, el dueño dispone también de la condictio
furtiva. El ladrón o poseedor de mala fe, salvo excepciones, no puede ejercitar las acciones de hurto.
Sobre este amplio cuadro de acciones y de los casos que las motivan, la jurisprudencia clásica elabora
principios y reglas sobre el hurto, para cuya existencia se requiere:
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También lo llaman intención de hurtar (animus furandi) o conciencia de actuar contra la voluntad del
propietario. El dolo se considera existente en el delito y no es necesario probarlo. Obra con dolo: el
autor material del delito, el instigador y el cómplice (ope consiliove).
A lo largo de la historia romana, el hurto fue un delito privado. Sin embargo progresivamente surgen y
se afianzan penas públicas para los casos más graves. Avanzado el imperio, la víctima podía recurrir
en la mayoría de los casos a la justicia penal extra ordinem antes que al proceso privado.
3 – Delitos de daño
El delito de “daño injustamente causado” procede de la ley Aquilia de damno (286 aC) y es el daño
causado culposamente en una cosa ajena. Este delito es importante por las numerosas decisiones
jurisprudenciales que elaboran la noción de culpa o negligencia en relación con él y la gran influencia
que ha tenido en la doctrina de la responsabilidad extracontractual.
La ley Aquilia derogó algunas leyes antiguas, pero dejó en vigor algunas acciones privadas para
reclamación o indemnización del daño causado, procedentes de las XII tablas. Estas son:
1. La actio de pauperie, que se concede por daños causados por animales cuadrúpedos; el
propietario puede elegir entre pagar la indemnización o la entrega noxal del animal.
2. La actio de pastu pecoris, contra el dueño del animal que pasta en fundo ajeno, y por el que
debe indemnizar o entregarlo.
3. La actio de arboribus succisis, (acción de tala ilícita) contra el que abusivamente corta
árboles ajenos el autor debe pagar 25 ases por árbol cortado.
2. Al daño, que causa al acreedor, el acreedor adjunto (adstipulator) que se queda con el crédito
cobrado.
Con la actio legis Aquiliae, en el antiguo procedimiento de legis actiones se consigue una manus
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iniectio, para obligar al demandado al pago de la pena. En la acción formularia que la sustituye, se
concede el valor máximo de la cosa dañada contra el que confiesa el hecho, y contra el que lo niega,
por efecto de la litiscrescencia, el doble. Si se discutía la cuantía de éste, un árbiro fijaba la estimación.
Se incluía en ésta no sólo el valor objetivo de la cosa dañada, sino el llamado “lucro cesante” o
ganancia que se ha perdido. (Ejem: cuando se mata una mula que forma parte de una yunta o un
esclavo que a su vez había sido instituido heredero por alguien; en este caso se estima el valor de la
herencia perdida.)
El pretor extendiendo a nuevos supuestos, concede acciones in factum (acciones creadas para
supuestos nuevos no reconocidos en el derecho civil) para completar la ley Aquilia. Aunque la acción
civil compete solo al propietario (erus), el pretor mediante la concesión de acciones útiles (acciones
que el pretor extiende a supuestos semejantes no reconocidos en el derecho civil) o con formula
ficticia, la extiende al poseedor de buena fe, al usufructuario y a otros titulares de derechos reales;
también a los peregrinos.
Cuando se trataba del daño causado no a un esclavo, sino a una persona libre, se puede ejercitar
también como acción útil. Si se pervertía a un esclavo ajeno, procede la actio servi corrupti por el doble
de su valor.
1. Acción al cuádruplo del daño causado por una cuadrilla de hombres armados.
2. Acción al cuádruplo por los daños o robos realizados con ocasión de una calamidad pública.
3. Acción al doble por los daños cometidos por un tumulto o revuelta (turba) o los que cometen
los publicanos o sus dependientes.
Configuración del daño: de la numerosa y variada casuística examinada por los jurisconsultos,
pueden deducirse los tres elementos que configuran el delito de daño son: la injusticia (iniuria), la culpa
y el daño (damnum).
Iniuria: el daño debe ser injusto, es decir, contrario a derecho (antijurídico.) Por ello, no comete
este delito el que causa daño, ejerciendo un derecho propio en legítima defensa o en estado de
necesidad.
Culpa: es la conducta o actuación negligente del que causa un daño. En principio se requiere
un comportamiento positivo y no se respondía por la simple omisión. Sin embargo, se
respondía también por culpa levissima, entendiéndose como la omisión de las precauciones
debidas (“el que pudo prohibir quede obligado si no lo hizo”). La culpa se aplica también en los
contratos y por ello se distingue entre culpa contractual y extracontractual o “aquiliana”. A la
culpa se contrapone el dolo o intención maliciosa de hacer daño.
Damnum: es la pérdida o disminución patrimonial que se sufre por culpa de otro. Debe existir
53
una relación de causalidad entre el daño causado y la acción. (El que quemando rastrojo,
extiende el fuego al campo vecino.)
Además, el daño debe causarse directamente con alguna parte del cuerpo. Los romanistas hablan de
daño causado en el cuerpo y por el cuerpo. En derecho justinianeo, se puede ejercitar la acción in
factum general por cualquier daño, con el que se pretenda obtener una indemnización no contractual.
En sentido amplio, se habla de injuria para referirse a todo comportamiento contrario al derecho. En
sentido restringido, es una ofensa contra la integridad corporal o moral de una persona, asumiendo
entonces la figura de delito.
El pretor crea una acción de contenido general, para reprimir las lesiones o las ofensas a la dignidad,
concede la acción de injurias para reprimir las lesiones o las ofensas a la dignidad, llamada acción de
injurias. Era una acción penal in factum, infamante y anual intransmisible a los herederos del ofensor
ni del ofendido.
El pretor permite hacer al ofendido una valoración de la injuria recibida y el juez concedía esa cantidad
que podía reducir si estimaba conveniente. En caso de injurias graves, es el pretor quien suele hacer la
estimación y el juez por respeto a éste, no se atreve, de ordinario, a rebajar la condena.
Cuando se injuria a un hijo de familia, la acción corresponde al padre, aunque puede ser ejercitada por
el hijo en su ausencia.
Existe un edicto general con fórmulas referidas a distintos supuestos de ofensas personales, tales
como el escándalo público, ofensas al pudor de una mujer o un menor y agravios a los dueños
mediante ofensas a sus esclavos.
La Ley Cornelia de injurias concede una acción criminal al que ha sido golpeado o azotado y al que ha
sufrido allanamiento de morada.
El edicto contiene un extenso repertorio de acciones in factum, para sancionar delitos no castigados en
el derecho civil:
1. Acción contra el habitador de un edificio desde el cual se arroja algo a un lugar de tránsito,
ocasionando daño.
2. Acción contra el que coloca o suspende algún objeto de manera que con su caída, puede
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causar daño sobre un lugar de paso.
Se considera miedo a la amenaza con un mal grave y actual que una persona no puede rechazar.
Esta acción in factum es de carácter penal y puede darse como noxal. Persigue una condena del
cuádruplo si se ejercita dentro del año o por el lucro obtenido si se entabla después del año. Con ella
puede demandarse a quienes se hayan lucrado con la conducta objeto del miedo aunque no hubieran
intervenido directamente en ella.
El demandado por una acción, derivada del acto viciado por el miedo, puede oponer una excepción del
miedo, que no tiene la limitación del año.
El edicto concede también la anulación del acto en que hubiera existido intimidación.
Acción de dolo
El dolo es tenido en cuenta únicamente en los juicios de buena fe y cuando haya ocasionado un error
grave, que conlleva la anulación del contrato.
El edicto tipifica como delito el “dolo malo” y se concede una acción de dolo para obtener una
indemnización por el daño sufrido.
Esta acción es infamante y de carácter subsidiario, es decir, se ejercita en caso de no existir otra
acción. Se ejecuta contra el autor del dolo, dentro del año por el perjuicio sufrido. Puede darse como
noxal y es intransmisible a los herederos.
El Pretor concede también una exceptio doli contra las acciones derivadas del acto viciado por dolo o
por aquellas cuyo ejercicio supone conducta dolosa.
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TEMA 9: PRÉSTAMOS
El préstamo o crédito (creditum) es la obligación nacida de la entrega de una cantidad de dinero (dare
certum), que obliga a restituir. Esta obligación, que genera una condictio o acción de repetición, nace
de la conducta del que retiene sin causa una cosa propiedad de otra persona.
La entrega que obliga a restituir, puede derivar de un convenio entre acreedor y deudor o de otras
causas. La condictio tiene por objeto recuperar del demandado el enriquecimiento injusto que procede
de una entrega o datio del demandante.
La condictio o actio certae creditae pecuniae es la acción formularia que la ley Ebucia introduce en
sustitución de la legis actio per conditionem. Esta acción puede ejercitarse para distintas causas del
crédito. En derecho postclásico se introducen calificativos de la acción por las causas de que procede
(mutui, ex lege, furtiva, indebiti) lo que permitirá distinguir la condición contractual (mutuo) de las extra-
contractuales que se refieren a supuestos de enriquecimiento injusto.
La acción sirve originariamente para reclamar las deudas de dinero y se extendió posteriormente a
toda clase de cosas, incluso específicas.
Junto al mutuo o préstamo de consumo del derecho civil, el edicto pretorio reúne las acciones del
derecho pretorio que se refieren al préstamo de plazo (constitutum), al préstamo de uso
(commodatum- comodato) y al préstamo de garantía (pignus). El prototipo de negocio crediticio es el
mutuo. De la entrega en mutuo hay que distinguir otros tres tipos de dationes: para conseguir algo del
que lo recibe (ob rem), por una causa determinada (ob causam), o por eventuales circunstancias (ex
eventu), y el receptum argentarii.
Justiniano incluye entre los contratos reales el mutuo, el comodato y la prenda, junto con el depósito;
considera la datio ob rem como contrato real innominado y las otras dos clases de dationes como
cuasicontratos.
Mutui datio
Commodatum
Contratos reales
Depositum
Pignus
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Dationes ob rem Contratos reales innominados
Dationes ob causam
Cuasi-contratos
Dationes ex eventu
“La dación en mutuo consiste en las cosas que se identifican por el peso, número o medida: como el
vino, el aceite, el trigo, el dinero; cosas éstas que damos para hacerlas del accipiente y recibir luego
otras del mismo género y calidad”. Gayo.
Mutuo es un contrato en virtud del cual una persona (el mutuante) entrega a otra (accipiens, mutuario)
una determinada cantidad de cosas fungibles, con la obligación por parte de ésta de restitutir otro tanto
del mismo género y calidad dentro de cierto plazo.
Requisitos. Son necesarios la datio y el acuerdo. Datio significa transmisión de la propiedad, aunque
se llegó a admitir que pudiese constituirse mutuo por personas distintas del del acreedor y del deudor,
es decir, mediante terceros que obran por delegación. También se considera necesario el convenio o
acuerdo entre las partes de realizar el préstamo: "no basta para que nazca la obligación que las
monedas sean del que las da y se hagan de quien las recibe, sino que se den y se reciban con la
intención de que se constituya la obligación". Si se da o se recibe con otra intención, por ejemplo para
donar, no existe mutuo.
El mutuo tiene por objeto dinero o cosas fungibles y el mutuario debe devolver la misma cantidad. Si la
intención de las partes fue la devolución de la misma cosa que se entregó, no habrá mutuo, sino
préstamo de uso (comodato) o depósito. Si se trata de restituir una cosa distinta, es una permuta.
El mutuo es un contrato gratuito por naturaleza. El mutuario sólo está obligado a devolver la cantidad
prestada. La gratuidad deriva de la dación, que solo obliga a restituir, no las mismas cosas, sino otras
de la misma especie, cantidad y calidad, cualquiera que fuera el valor que tuvieran al momento de
restituirlas.
No obstante la gratuidad natural del contrato, las parte spueden acordar intereses mediante una
estipulación especial. El mutuo con interés (foenus) solía pactarse en una estipulación única, que
comprendía el capital a devolver (sors) y los intereses (usurae).
El mutante se halla asistido por las mismas acciones que nacen de la stipulatio certi: la acción de
préstamo de cantidad cierta (actio certae creditae pecuniae) si se trata de una cantidad de dinero y la
condición de cosa cierta (condictio certae rei) para las cosas de género ,que Justinianeo denomina un
condictio triticaria.
El abuso en el cobro de intereses da lugar a leyes que lo limitan (leges fenebres). En derecho clásico,
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la tasa legal era del 12% anual.
Los intereses acordados por simple pacto no pueden ser reclamados. Aunque rige la regla clásica
según la cual del nudo pacto no nace acción, la eficacia del simple pacto de intereses llega a admitirse
en ciertos casos:
3. El préstamo marítimo
Consiste en el préstamo de una suma de dinero hecha al armador de un barco, para que la trasnporte
por mar, sean en su propia especie, sea convertida en mercancías y que se llama cantidad trayecticia
(pecunia traiecticia) o préstamo naval (foenus nauticum). El riesgo de la pérdida del dinero prestado o
de las mercancías compradas es del acreedor o prestamista que puede estipular por ello unos
intereses elevados, a cargo del transportista.
Paulo, parece considerar este negocio como mutuo, en realidad el préstamo marítimo se diferencia del
mutuo en que la restitución está subordinada a la llegada de la nave. Lo más probable es que el
negocio se realice mediante una estipulación que incluía los intereses. La acción era la condictio,
aunque los intereses se hubiesen estipulado a modo de pena subordinada al arribo de la mercancía.
El negocio más utilizado en el ámbito comercial y financiero es el préstamo con intereses (foenus), que
solía pactarse en una estipulación única, que comprendía el capital a devolver (sors) y los intereses
(usurae). Estos préstamos se concertaban tanto por prestamistas privados (feneratores) como por
profesionales de banca (argentarii). Los intereses abusivos estaban prohibidos por leges fenebres que
limitaban las tasas. En derecho clásico, la tasa legal era del 12% anual. Sin embargo, eran frecuentes
los préstamos con intereses de hasta el 48%.
Cicerón expone que existían tres formas de realizar un préstamo: Entrega de dinero (pecunia
numerata), compromiso de entrega mediante una estipulación (pecunia stipulata) y asiento de una
cantidad en los libros de contabilidad (pecunia expensa lata).
Ulpiano, a propósito de la quiebra del banquero, distingue tres clases de préstamos con intereses:
entrega del dinero en la mesa del banquero, juntamente con el banquero o por intermedio de
banqueros.
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4. El pago («solutio»), la compensación y la mora
El acto de pagar (solvere) extingue la obligación del préstamo (credere). El pago consiste en la entrega
del dinero (numeratio) por el mutuario. Así como el préstamo puede delegarse en otra persona, el pago
también puede hacerse por sujeto distinto del deudor obligado e incluso contra la voluntad de éste.
Si el deudor ofrece pagar su deuda sólo en una parte, el acreedor puede rechazar el pago parcial; pero
si se trata de varias deudas, debe admitir el pago de alguna o varias de ellas. Se plantea la cuestión de
la imputación del pago cuando el deudor no indica la deuda que quiere extinguir. Entonces se atribuye
la imputación al acreedor. Si falta también esta se tiene en cuenta una relación de las deudas,
partiendo del criterio de la presunta voluntad del deudor que extinguiría las más gravosas. El pago se
imputa: a los intereses, a la deuda vencida, al crédito más gravado por estar garantizado con prendas
o al más antiguo. Si faltan estos tres elementos, la imputación se hace en proporción a todas las
deudas.
El pago debe realizarse en el lugar y tiempo establecido. Cuando no exista un plazo explícito o
implícito, la deuda se debe desde el primer momento. El deudor puede oponer al acreedor que reclama
antes del término convenido una exceptio pacti y si la reclamación resulta extemporánea, una exceptio
doli.
Cuando el deudor no realiza el pago en el tiempo debido, incurre en mora (mora debitoris). Este
retraso no aumenta la cantidad de la deuda, ya que sólo se deben intereses si se han pactado. Para
que exista mora es necesario que sea ejercitable una acción a la que no se pueda oponer una
excepción.
Existen obligaciones que son exigibles sin que medie interpelación, como las nacidas del delito o las
obligaciones a término. La mora del deudor agrava su responsabilidad y debe responder por pérdida
de la cosa específica. En estos casos se dice que la obligación se perpetúa (perpetuatio obligationis) al
no liberarse el deudor. La mora cesa cuando el deudor ofrece pagar al acreedor y éste no tiene causa
para rechazarlo.
Existe la mora del acreedor (mora creditoris) cuando éste, sin causa que lo justifique, rechaza el pago
que le ofrece el deudor. Si se trata de cosa específica, después de la mora del acreedor el deudor sólo
responde de pérdida en caso de dolo. Contra la reclamación del acreedor que solicita una cantidad de
dinero o cosa genérica, después de haber rechazado el pago, el deudor puede oponer una exceptio
doli El deudor puede efectuar el pago de la cantidad debida depositándola a disposición del acreedor, o
pago por consignación.
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5. Otras daciones crediticias
Es la entrega de una cosa con la finalidad de conseguir algo lícito del accipiente.
Como se trata de una dación y no de un contrato, en realidad el accipiens no tiene obligación de hacer
nada y, consiguientemente, no existe ninguna acción que pueda reclamar la falta de actividad del que
recibe.
Para pagar a un procurador sin mandato cuando no sigue la ratificación del acreedor.
Además de la condictio para recuperar lo entregado, existían en el derecho clásico unas actiones in
factum , en virtud de las cuales el que había dado y no había obtenido lo esperado podía exigir el valor
de lo esperado. Estas acciones por el hecho se daban en la permuta y el contrato estimatorio, y
también en supuestos de contratos dudosos.
Sobre la base de este precedente clásico, los posclásicos vieron una relación contractual en todos
estos casos, a la que se aplicó posteriormente la llamada actio praescriptis verbis, que queda luego
incluida entre las acciones de buena fe. De este modo se construyó una nueva categoría general, la de
los llamados contratos innominados, es decir, aquellos convenios que contenían obligaciones
recíprocas, pero que no coincidían con los negocios contractuales que el Derecho clásico había
tipificado como contratos de buena fe.
Se entendían que estos contratos obligaban desde el momento en que una de las partes cumplía lo
prometido con la entrega de la cosa. Se incluyen en esta categoría de contratos innominados, además
de la permuta y el contrato estimatorio, el precario, la transacción, el convenio de división, la donación
modal y la constitución de dote recepticia.
Con base en Paulo, los interpretes clasifican los contratos innominados en cuatro categorías: Dación
para dación. (Do ut des) Dación para hacer (do tu facias) Hacer para dación (facio ut des) Hacer para
hacer (facio ut facias)
Se da esta dación en aquellos casos en que falta la causa para obtener la cosa entregada. Cuando se
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realiza dación existe una causa concreta pero ésta, o resulta errónea, como en el pago de lo no
debido, o está en relación con otro motivo o causa remota que no existe o falta, por ejemplo: entrega
de dote cuando no se celebra el matrimonio.
El caso más conocido es el del pago de lo que no se debe (solutio indebiti). La solutio, al ser de algo
que no se debe, ya sea por faltar la deuda civil o la pretoria, conduce a una dación sin causa y por ello
se ejercita la condictio para recuperar el pago.
Otro caso en que procede la condictio es cuando la entrega se produce en virtud de un convenio
ilícito o inmoral. Si es sólo ilícito para el que recibe procede la repetición, pero si lo es también para el
que da, es mejor la condición del accipiente porque la condictio queda impedida por una exceptio doli.
Existe una numerosa casuística sobre la dación por causas determinadas. En ella se incluyen:
Así se consideran una serie de casos en los que se adquiere porque el que entrega carece de
propiedad o no realiza el acto en la forma requerida y como consecuencia no puede ejercitar la
reivindicatio.
Cuando ésta resulta imposible o difícil porque el objeto se consume o se confunde, se ejercita la
condictio.
El caso mas citado es el de la condictio furtiva, que ejercita el propietario contra el ladrón cuando
este no restituye la cosa hurtada y, por haberla consumido o perdido, no es posible reivindicarla. En
este caso no existe dación, ni puede decirse que el ladrón se convirtiera en propietario de la cosa
robada; pero al retener una cosa que no puede reivindicarse y al incurrir en mora, procede la condictio
para reclamar el valor.
6- PRESTAMOS PRETORIOS.
Corresponden a otros tantos acuerdos de préstamo no sancionados por el ius civile. Se trata siempre
de convenios que llevan consigo una retención temporal de una cosa ajena y que dan lugar a la acción
de repetición (pedir que se restituya lo que se dió o pagó indebidamente,) cuando dicha retención se
prolonga excesivamente y, consiguientemente, pierde su causa.
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6.1. - Constitución de plazo («constitutum»)
Es la promesa de pagar dentro de un plazo, o en un nuevo plazo, una deuda preexistente de una
cantidad de dinero. La promesa de fijar un plazo queda subordinada a la existencia de una obligación
precedente, que puede ser propia o ajena (En este último caso, la determinación de un plazo para
pagar una deuda ajena supone una especie de garantía personal).
En caso de incumplimiento, el pretor concede una acción de cantidad constituida a plazos (actio de
pecunia constituta). Esta acción se acumula a la que tutelaba la precedente obligación. En un principio,
ésta debió ser reclamable por la actio certi (acción crediticia), pero después se extendió la promesa a
toda clase de deudas de dinero.
En la época justinianea la acción se transformó y perdió todas sus ventajas; se convirtió en un simple
pacto «vestido» de concesión de plazo para cualquier tipo de deuda.
Mientras que el constitutum supone una obligación precedente que se aplaza o se garantiza, el
receptum argentarii, que el edicto trata junto a los otros casos de recepta, es abstracto o independiente
de toda relación anterior.
Esta figura crediticia surgió en la práctica bancaria del mundo antiguo y consiste en la asunción de la
deuda de un cliente por parte del banquero. El acreedor puede ejercitar contra el banquero la actio
recepticia y sólo tiene que probar el hecho de la asunción de la deuda.
Según las decisiones jurisprudenciales si el banquero ha aceptado asumir la deuda debe pagar al
acreedor, aunque el cliente le ordene que no lo haga. No se exige que el compromiso se haga por
contrato verbal y no se produce una novación de la anterior obligación.
En cuanto a su naturaleza jurídica, no se trata de un mandato, ya que este contrato no tendría que
entrar en los actos que deben anotarse en las cuentas de la banca y que deben mencionar el pago
hecho al tercero que debe entregar el recibo del pago realizado. El receptum servía para realizar varias
operaciones de la banca, como eran las operaciones de caja y la garantía para nuevos créditos y en
transferencias y operaciones de cambio de moneda.
8 Comodato
Es un préstamo de uso en el que el comodante entrega una cosa inconsumible por tiempo
determinado al comodatario, para que use de ella gratuitamente (commodum) y después la devuelva.
Requisitos: El comodatario no recibe del comodante la posesión de la cosa sino solo la detentación.
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Para reclamar del comodatario la devolución de la cosa prestada, el pretor concede al comodante una
acción in factum: la actio commodati.
La cosa dada en comodato debe ser susceptible de uso y por ello sólo pueden serlo las cosas no
consumibles. Pero aún se admite respecto de la consumible cuando es entregada para un uso distinto
del normal, por ejemplo, para hacer ostentación de la misma.
Obligaciones: El comodatario debe usar la cosa de confromidad con su propia naturaleza y destino o
bien a lo especialmente convenido y el comodatario que abusa comete un hurto de uso.
El comodatario responde de la pérdida de las cosas prestadas por custodia. Por ello, responde por el
hurto que otro cometa y puede ejercitar las acciones penales contra el ladrón; debe observar una
exactissima diligentia, es decir, aquella que pone la persona diligente en sus propias cosas; pero se
excluye la responsabilidad por fuerza mayor, como es un incendio, un derrumbamiento o un naufragio.
Si la cosa ha sido dada en interés exclusivo del comodante, la responsabilidad se limita al dolo y si es
en interés común, a la culpa in concreto.
Si el comodatario hace un uso diverso de lo establecido o no se atiene al fin a que la cosa se destina,
responde hasta de la pérdida fortuita.
Se concede al comodante la acción de la Ley Aquilia para reclamar por los daños causados a la cosa.
El comodatario debe restituir la cosa con todos sus accesorios y los frutos que entren en el uso
concedido. Si no se ha establecido el plazo de duración del préstamo de uso, el comodante puede
reclamar la cosa en cualquier momento, salvo que se trate de una actitud dolosa para perjudicar el
comodatario, en cuyo caso éste puede defenderse con una exceptio doli.
El comodatario debe pagar de su propio bolsillo los gastos de mantenimiento de la cosa entregada en
comodato, pero si se ve obligado a realizar gastos extraordinarios, dispone de la actio negotiorum
gestorum contra el comodante para obtener el resarcimiento. También le corresponde la actio de dolo
cuando el comodante le ha ocasionado intencionadamente algún perjuicio en la cosa.
La acción de la prenda (actio pigneraticia) es una acción personal por el hecho (in factum), que se
concede contra aquel a quien se da una cosa en prenda (datio pignoris) para garantizar el
cumplimiento de una obligación.
En la prenda hay que considerar una obligación precedente que obliga al deudor en beneficio del
acreedor y una dación en garantía del deudor pignorante al acreedor que la recibe y que está
obligado a devolverla una vez extinguida la obligación precedente.
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Prenda es por tanto, la entrega de una cosa del deudor pignorante al acreedor pignoraticio, para que la
retenga hasta que se cumpla la obligación. Puede considerarse por ello un préstamo de garantía.
Mientras ésta no se extingue, a la acción pignorante puede oponerse una exceptio; tan pronto deja de
existir la obligación porque se cumple o se extingue, el acreedor pignoraticio deja de tener una causa
para retener la prenda y se da contra él la acción de repetición. (Pedir que se restituya lo que se dió.)
Ya en el antiguo derecho romano se acostumbraba a entregar una cosa mueble con el fin de asegurar
el cumplimiento de una obligación. Se trataba de una relación de hecho y consiguientemente no
aparada por una acción judicial. La relación de hecho se convierte en relación jurídica al final de la
República, cuando el pretor concede protección jurídica al acreedor pignoraticio mediante los
interdictos posesorios.
Como poseedor interdictal, el acreedor puede defender su posesión sobre la cosa dada en prenda, y
comete hurto el propietario que la sustrae (furtum possessionis). El pignorante sigue teniendo la
posesión civil de la cosa dada en prenda que puede usucapir mientras permanezca en poder del
acreedor, pero la usucapión se interrumpe si el acreedor entrega la posesión a otra persona. Pueden
ser objeto de prenda las cosas específicas que pueden ser restituidas, pero si se pignora un patrimonio
entero, la prenda comprende también las cosas genéricas comprendidas en él. Se pignoran los bienes
muebles y los inmuebles. En relación con los muebles, el acreedor pignoraticio responde por custodia.
Por los perjuicios causados dolosamente por el deudor pignorante, se concede la actio de dolo, y por
los gastos ocasionados al acreedor pignoraticio, éste dispone de una actio negotiorum contraria.
El derecho de vender la prenda y cobrar su deuda vencida con el precio obtenido. Si éste es
superior al importe de la deuda debe restituirse la cantidad sobrante (superfluum). Este
derecho sólo podía ejercitarse si mediaba un pacto de venta, sí el acreedor pignoraticio vende
la prenda comete hurto. Si el acreedor no encuentra comprador, puede pedir al emperador la
adquisición de la cosa según su valor; sólo después de 2 años adquiere definitivamente, ya
que en este plazo el pignorante puede rescatarla.
El derecho a percibir los frutos en lugar de los intereses (anticresis). Si no existe el pacto, el
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valor de los frutos se aplica al pago de los intereses y si excede de su cuantía, de la deuda
principal, y si todavía sobra se convierte en excedente.
También podía pactarse que el pignorante no entregase la cosa, sino que la retuviera como precarista
o como arrendatario.
11- Hipoteca
Junto a la entrega de la cosa en prenda, existe en el Derecho romano otra forma de garantía que
puede constituirse por el simple acuerdo entre acreedor y deudor, es decir, sin traslado o
desplazamiento posesorio. La cosa pignorada queda en poder del deudor, pero se considera vinculada
al cumplimiento de la obligación.
El término griego hypoteca se utiliza con preferencia a pignus conventum a partir de la época de los
Severos, por influencia del derecho de las provincias orientales. Justiniano generaliza la expresión
pignus hipotecave que aparece en los textos clásicos interpolados.
Todas las cosas que pueden comprarse o venderse pueden ser objeto de hipoteca. Al no darse el
desplazamiento de la posesión, pueden ser objeto de hipoteca no solo las cosas corporales que
pueden poseerse, sino también los derechos, los patrimonios en su totalidad y los bienes futuros.
Objeto de prenda puede ser también un crédito (pignus nominis) y el mismo derecho de prenda
(subpignus). El derecho de enfiteusis (hacer plantaciones) puede ser hipotecado y también la cosecha
del usufructuario.
Para constituir la hipoteca es suficiente el simple acuerdo o convenio. También puede constituirse por
disposición testamentaria.
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El magistrado decreta la constitución de prenda o hipoteca para la ejecución de sentencia en el
procedimiento cognitorio (pignus ex causa iudicati captum) o una entrega de la posesión (missio in
possessionem) con finalidades de garantía.
Las hipotecas legales, o constituidas por disposición de la ley, pueden ser especiales o generales. En
el D. clásico se admiten algunos casos de hipotecas especiales, como la hipoteca a favor del pupilo
sobre las cosas compradas por el tutor con dinero de aquél. La hipoteca general, se admitió en la
época de los Severos a favor del fisco.
Sobre el patrimonio del tutor o curador en garantía de las obligacione asumidas en nombre del
incapacitado.
Sobre el patrimonio de la mujer que contrae segundas nupcias, para garantizar los bienes de la
herencia del primer marido a favor de los hijos nacidos en el matrimonio con éste.
A diferencia de la prenda, que al requerir la posesión solo puede constituirse a favor de una persona, la
hipoteca puede constituirse sucesivamente a favor de varios acreedores.
Esta concurrencia de varias hipotecas se rige por el principio de la prioridad temporal. Las hipotecas
se ordenan según la fecha de su constitución y, una vez realizada la venta de la cosa hipotecada,
cobra el primer acreedor; con lo que queda, el segundo, y así sucesivamente hasta agotar el precio
obtenido. Si el primer acreedor agota la hipoteca, los posteriores quedan sin garantía. Como no existía
un registro público y el sistema tenía muchas dificultades, se prefería el régimen de la garantía
personal.
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de privilegio se da a favor de los créditos del Fisco, de la mujer por la restitución dela dote, del que ha
dado dinero para conservación o mejora de la cosa. Prioridad documental es la establecidad por el
emperador León: laa hipoteca constituida en documento público o en documento privado suscrito por
tres testigos idóneos se antepone a cualquier otra.
Por prescripción completada por un tercero que posee la cosa durante diez o veinte años,
según se trate de presentes o ausentes.
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TEMA 10: ESTIPULACIONES
1. «Sponsio» y «Stipulatio»
Existen muchas dudas y controversias doctrinales sobre el origen de la sponsio y su relación con la
stipulatio. En derecho privado romano, la stipulatio es el paradigma de la doctrina general del contrato
y la obligación, reflejando una evolución jurídica desde las XXII tablas hasta Justiniano.
Los juristas atestiguan la aplicación de la primitiva sponsio a los votos o promesas a la divinidad, a los
esponsales o promesa de futuro matrimonio y a los tratados internacionales (utilizado por los generales
en campaña.)
Según la tesis más aceptada, la sponsio había sido originariamente un procedimiento de caución.
Sponsor no era el deudor, sino el garante, o sea el que asumía sobre su propia persona los efectos
del incumplimiento por parte del deudor.
Gayo trata indistintamente la sponsio y la stipulatio en su concepción general de los contratos verbales
(verbis) que requerían para su formación de la pronunciación de palabras solemnes y que hacían más
formal y cierto el consentimiento de las partes. Pero se discute si existió una derivación histórica entre
estas dos figuras, o si, por el contrario, tienen origen y formación independientes.
La sponsio adquiere relevancia jurídica cuando el acreedor, al que el deudor había hecho una
promesa, tuvo a su disposición una acción en caso de que éste no cumpliese.
A) La sponsio es una actio iuris civilis (accesible solo a los ciudadanos), la stipulatio es una
institución iuris gentium (pueden utilizar romanos y peregrinos).
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En la época de las legis actiones, la stipulatio certi estaba sancionada por la legis actio per
condictionem, mientras que la stipulatio incerti, estaba protegida por la legis actio per iudicis
postulationem.
Para la reclamación de un incertum, sobre todo cuando se trataba de un facere, existía una formula en
el edicto pretorio, que se denomina actio ex stipulatu.
La stipulatio, se encuadra dentro de los contratos verbales y es una promesa estipulada, esto es,
instada por medio de una pregunta interrogatio y de la responsio: “¿prometes darme ciento? Prometo”.
En derecho clásico se afirma este principio del valor vinculatorio de las palabras (verba). Ponponio
defina la stipulatio como “la concepción de palabras por la que uno, al que se dirige la pregunta,
responde que dará o hará lo que se le pide”.
Los requisitos de la obligación verbal debían observarse rigurosamente para que tuvieran validez:
A) La oralidad constituía la esencia del acto. Ambas partes debían hablar y ser capaces de
entenderse recíprocamente. Las señas y los escritos no fueron admitidos como sustitutivos de
las declaraciones orales, y los mudos y los sordos no podían servirse de las estipulaciones. Sin
embargo había cierta libertad encuanto al lenguaje utilizado, los verba podían ser pronunciados
en latín y en griego, se admitía incluso la posibilidad de que interviniese un intérprete siempre y
cuando la partes fueren consciente de las declaraciones recíprocas.
B) La presencia simultanea de las partes el contrato verbal no puede ser entre ausentes.
C) La unitas actus o actus continuus, es decir, interrogatio y responsio deben seguir una a otra.
Puede justificarse un breve intervalo de tiempo, pero la estipulación es inválida cuando el
promitente, antes de responder, da inicio a un nuevo negocio.
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exactamente a lo que se pregunta (ej. supuesto de que se prometan 5 sestercios
cuando se interroga por 10).
Stipulatio es un sustantivo de stipulari; verbo deponente que significa «hacerse acreedor por la
promesa de otro».
La estipulación es un acto de acreedor en el sentido de que es el estipulante quien fija el objeto y las
modalidades de la obligación, a lo que el promitente se limita simplemente a asentir. Por lo demás, la
estipulación en la medida en que es la forma más corriente de obligación, otorga fuerza obligacional a
toda suerte de convenios y admite modificaciones en el contenido de la obligación, tanto mediante
condiciones, como mediante plazos o fijación del lugar donde debe cumplirse la obligación.
Termino: El termino, consiste en una fecha o en un acontecimiento futuro y cierto; es decir, que debe
llegar ciertamente y en día fijo. Puede ser expresado en una estipulación de dos maneras diferentes: o
bien se estipula ex die, de manera que el objeto de la obligación no puede ser exigido sino en la época
fijada – este es el termino suspensivo -, o bien se estipula ad diem, de modo que, según la intención de
las partes, el deudor debe cesar de estar obligado a la llegada del termino; es el termino extintivo.
La condición: La condición consiste en un acontecimiento incierto, a cuya realización han querido las
partes subordinar la existencia o la extinción de la obligación.
Los efectos de la condición varían según el resultado que las partes han subordinado a su
cumplimiento. La condición puede, en efecto, suspender, sea la existencia misma de la obligación, sea
su extinción. En el primer caso, la obligación solo existe si la condición se realiza, en el segundo caso
la obligación existe inmediatamente y es pura y simple; pero las partes quieren que se extinga si la
condición se cumple.
Una vez ha nacido la obligación, su terminación o resolución sólo puede actuarse mediante una
exceptio, que surge del pacto de limitar temporalmente la obligación o someter su resolución a una
condición.
La alternativa: Es esta una modalidad que pesa sobre el objeto de la obligación. Hay obligación
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alternativa cuando se ha estipulado una cosa u otra. La prestación de una sola basta para liberar al
deudor.
El lugar: La estipulación puede contener la designación de un lugar en que debe hacerse el pago. Las
consecuencias de esta modalidad son: a) El deudor esta obligado a ejecutar su obligación en el lugar
fijado; b) el acreedor debe perseguir al deudor ante el magistrado del lugar fijado para el pago.
La accessio: Es una modalidad consiste en la designación de una persona para que reciba el pago en
lugar del acreedor.
En su función originaria, era el recibo o reconocimiento de un pago efectivo. Más tarde, se convirtió en
una forma general de cancelación de deudas, con independencia de que estas se cumplan o no. Gayo
lo considera un pago ficticio. Como acto formal y legítimo la acceptilatio no admite términos ni
condiciones. En ocasiones, el objeto de la aceptilación es una deuda sometida a condición.
La aceptilación sólo extingue las obligaciones nacidas de la stipulatio, pero no las demás. Las diversas
deudas que una persona tiene frente a otra y que pueden ser de causas distintas de la promesa verbal,
pueden ser refundidas en una única estipulación novatoria, de la que nace una obligación que se
extingue por aceptilación. Esta es la llamada stipulatio aquiliana. En derecho postclásico y justinianeo,
por influencias vulgares que la confunden con la lay Aquilia de daño, se extiende a las penas para
casos de incumplimiento y a la transacción.
5. Decadencia de la estipulación
La estipulación clásica era un acto esencialmente oral y abstracto (no se investiga la finalidad que se
ha tenido al obligarse, sino sólo si se ha cumplido con la formalidad) y su decadencia se produce en
una evolución paralela sobre la forma y sobre la causa. Por influencia de concepciones jurídicas
extranjeras, pierde su estructura originaria y asume gradualmente la forma de contrato literal.
La stipulatio solía documentarse en una testatio probatoria, pero la evolución del derecho postclásico
fue dando al documento estipulatorio carácter constitutivo, de conformidad con el derecho de las
provincias orientales. Por influencia del derecho romano con los derechos provinciales después de la
constitución antoniniana, la estipulación se transforma en una cláusula general de los contratos. La
forma verbal de ésta se redujo a una pura cláusula de estilo, y así vino a quedar suplantada la antigua
forma estipulatoria por la nueva forma documental.
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En cuanto a la causa, en derecho clásico la estipulación era un pacto de carácter abstracto y producía
todos sus efectos independientemente de la causa, que podía ser variadísima (dotis causa, donationis
causa, solutionis causa...) El ius civile no consideraba relevante la causa y así, tanto la stipulatio sine
causa como la estipulatio con causa ilícita, eran perfectamente válidas. El ius honorarium consideraba
indirectamente la causa, mediante los remedios pretorios de la exceptio doli o de la denegatio actionis.
En el derecho postclásico la cláusula estipulatoria se generaliza y una simple declaración de deuda era
considerada como stipulatio. Esta se funde con el instrumentum que la acompaña, en el sentido de que
es estipulación cualquier promesa redactada por escrito, y esto independientemente de la presencia de
la cláusula estipulatoria.
En su compilación, Justiniano sigue las dos tendencias: respetar el derecho tradicional y de seguir el
derecho vivo. De una parte, reproduce los textos clásicos y sigue en sus Instituciones la estructura
originaria de la estipulación como obligación verbis.
De otra parte, siguiendo el derecho de su época, reduce a dos años el pazo para ejercitar la exceptio o
la querella non numeratae pecuniae; transcurrido este plazo, atribuye valor constitutivo al documento
escrito. El carácter abstracto de la estipulación pasa al documento que no ha sido impugnado dentro
del plazo. La obligación y la conditio, como acción que la protege, no se considera que derivan de los
verba, sino de la escritura. Por tanto, puede afirmarse, que el acto abstracto de la stipulatio muere
dando vida al documento abstracto que pervive.
Nota: en otros textos, la transcripción de créditos y los documentos crediticios (10.7) aparecen como
contratos literales y los diferencian de la estipulación como contrato verbal.
Se trataba de un negocio escrito (contrato litteris) que se funda en las anotaciones que hace el
paterfamilias en su libro de cuentas.
Todo paterfamilias llevaba un libro de contabilidad de entradas y salidas (codex acepti et expendi)
donde se anotaban en el acceptum: las cantidades recibidas (el debe) y en el expensum: las
cantidades salidas (el haber,) derivados de negocios contraídos con otras personas.
Estas partidas contables hacían nacer obligaciones, mediante la sustitución de una obligación anterior
(ej. precio de una casa comprada) por la nueva obligación que derivaba de la anotación contable. Con
ello, se produce una novación, es decir la extinción de una obligación anterior y su sustitución por otra
nueva. La transcripción podía ser de dos clases:
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De persona a persona: se verifica para sustituir un deudor por otro nuevo: el acreedor anota
como crédito contra Ticio lo que le debe Cayo.
Como la estipulación, la transcriptio es también un acto abstracto (no se investiga la finalidad que se
ha tenido al obligarse, solo si se ha cumplido con la formalidad) y de derecho civil (solo podían
realizarlo ciudadanos romanos;) a diferencia de ella, no podía tener por objeto una cantidad
indeterminada y no admitía la adición de termino o condición.
Los libros en que se anotaban las partidas contables tenían eficacia constitutiva o creadora de
obligaciones y por ello eran controlados por los censores. El contrato literal tiene la gran ventaja sobre
la estipulación de que no requiere la presencia simultánea de las partes y ello facilitaba el tráfico
comercial. La acción que derivaba del contrato literal era la actio certi.
Estos negocios se practican entre el S.Iac y el S.I dc, en tiempos de Gayo estaban ya en desuso y
Justiniano los considera un recuerdo histórico.
Un tipo distinto de asientos contables eran los considerados créditos del libro de caja. En el libro de
caja figuraban las entradas y salidas de fondos, con la expresión del nombre de las personas que
intervenían y del importe de la operación. Gayo, destaca que tienen una función meramente probatoria
de las operaciones realizadas, y no constitutiva como la transcripción. “La simple constancia en las
cuentas no hace deudor a nadie.”
Gayo los describe como formas de obligarse de los peregrinos, en virtud de la cual el deudor
entregaba al acreedor un recibo.
Singraphum: es un documento consistente en dos copias que firman los interesados, conservando
cada uno un ejemplar y redactado en términos objetivos. Se utilizaban en Roma como documentos de
préstamo que hacían los capitalistas romanos a ciudadanos y personas de las provincias orientales, se
consideraban con eficacia probatoria por influencia de prácticas jurídicas en las provincias orientales.
8. Estipulaciones inválidas
Nota: haciendo gala de falta de sistemática, el libro aquí retoma el tema de las estipulaciones.
Para que una estipulación se considere válida por derecho civil, debe reunir determinados requisitos de
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capacidad, contenido y forma. Las estipulaciones invalidas se distinguen en dos clases:
a) Las inexistentes (nullius momenti est) porque faltan algunos de los requisitos requeridos
b) Las ineficaces (inutilis), que nacen como válidas pero que no generan una obligación, por
adolecer de algún vicio.
Los juristas deciden sobre una casuística muy variada de casos de inexistencia e ineficacia:
El esclavo puede estipular y cuando promete sólo puede contraer una obligación natural. Respecto de
los hijos se reconoce la capacidad para obligarse.
3. La realizada a favor de un tercero: Gayo “Es inútil la estipulación cuando estipulamos que
se dé a una persona bajo cuya potestad no estamos”.
c) Ineficacia de la estipulación: la estipulación puede ser formalmente válida pero ineficaz por
adolecer de algún defecto que le impida producir todos o algunos de sus efectos, como la
promesa para después de la muerte, o para la víspera de la muerte.
1. Cuando es inmoral o ilícito, o está sometido a una condición del mismo carácter.
3. Cuando hay un error y no se puede determinar el objeto a que se refiere la estipulación por
haber ambigüedad en los términos. Ejem: cuando se lega un fundo sin designarlo, es nulo
el legado o la estipulación o cuando se estipula sobre el esclavo Estico y hay varios
Esticos.)
4. Cuando se presta la auctoritas tutoris en una promesa realizada por el infante mayor o por
una mujer.
Son las que consisten en un objeto que puede determinarse por un acto posterior a la estipulación, son
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validas y eficaces. Las promesas, con objeto que de ninguna manera pueden determinarse, se
consideran inútiles.
a) En las estipulaciones de objeto genérico: las que recaen sobre objetos no determinados
individualmente, sino tan solo por sus rasgos generales. Ejem: un esclavo, un saco de trigo.
b) En las estipulaciones alternativas: el deudor ha de cumplir una sola prestación entre dos o mas
indicadas; por ejemplo un esclavo o 10.000 sestercios. El acreedor estipulante puede convenir
que elegirá el objeto y en caso de incumplimiento ejercitará la actio certi, en lugar de la actio
incerti de objeto indeterminado. La estipulación alternativa se utilizaba para asegurar al
acreedor contra las eventualidades de pérdida de la cosa que liberaban al deudor.
A una estipulación se puede añadir o superponer otra, siempre que no tenga el mismo objeto, porque
entonces la segunda estipulación sería inútil. Es el caso de la estipulación penal, se trata de añadir
una nueva promesa estipulatoria, que tendrá por objeto el pago de una cierta cantidad de dinero, que
se condiciona al cumplimiento de la obligación anterior.
Si el deudor cumple, no produce efectos la segunda obligación; si no cumple, debe pagar la pena y
debe defenderse por una exceptio doli, si el estipulante ejercita la acción que deriva de la obligación
principal.
11. Novación
Novación es la sustitución de una obligación por otra. Implica la extinción de una obligación precedente
por la transposición de su contenido a una estipulación posterior.
La estipulación que crea una nueva obligación, extinguiendo otra anterior, debe contener algo nuevo,
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que puede referirse al objeto o al sujeto:
a) A los sujetos: cuando se sustituye la persona del acreedor o del deudor. Se habla entonces de
delegación (delegatio) activa o pasiva.
b) Al objeto: cuando la estipulación se realiza entre las mismas personas, aun versando sobre el
mismo objeto, debe contener algo nuevo respecto de la precedente que puede ser un cambio
de lugar o del tiempo para el pago, la adición o la eliminación de una condición, etc...
La novación que se efectúa formalmente mediante estipulación, puede realizarse también por
transcripción de créditos (transcriptio nominum). En este caso, el carácter abstracto del negocio literal
hace que la nueva obligación no dependa de la validez de la anterior.
En el derecho romano clásico la novación dependía de la forma estipulatoria que novaba la obligación
anterior. En la época postclásica, una vez decaída la fórmula estipulatoria, y cuando se sustituye por el
documento escrito, sin palabras solemnes, el efecto novatorio deja de depender de la forma, si no de la
voluntad de novar (animus novandi.)
Justiniano exige que la voluntad de novar se declare expresamente y admite que cualquier negocio
obligatorio pueda producir la novación. Se sigue considerando la novación es extintiva de la obligación
anterior. Entre los efectos novatorios, se acepta la modificación del objeto de la nueva obligación.
Esto sucede en el caso de la herencia de estipulante y promitente, cuando éstos son sustituidos en la
obligación ya nacida por sus herederos.
La promesa con pluralidad de sujetos está en relación con el carácter divisible o indivisible de la
obligación:
La obligación se extingue cuando un acreedor ejercita la acción y celebra la litis contestatio con el
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deudor. También cada deudor debe pagar la deuda entera, pero una sola vez, es decir, que cuando un
deudor paga, se extingue la deuda de los demás.
La solidaridad también se daba en una estipulación que es formalmente única, aunque la obligación en
que consista sea divisible y en la que intervenían varios estipulantes o varios promitentes.
Nace una obligación solidaria activa cuando después de hacer todos los estipulantes la
pregunta estipulatoria, el promitente respondía prometo.
En la obligación solidaria pasiva, el estipulante se dirige a cada uno de los promitentes, que
responden separadamente (prometo) o a la vez (prometemos).
La obligación queda extinguida si uno de los coestipulantes cobra o uno de los copromitentes paga, o
uno de ellos ejercita la acción derivada de la estipulación y se celebra entre ellos la litis contestatio.
Justiniano dispone que la litis contestatio no extingue las obligaciones solidarias y se hace depender la
extinción de la voluntad de las partes o de la ley.
Nota: El cumplimiento de la obligación puede asegurarse sujetando una cosa, propiedad del deudor, a
la acción directa del acreedor. En este caso hablamos de garantías reales como el, pignus e hipoteca,
que ya se han visto en el tema 9 sobre préstamos.
Ahora el libro, pasa a tratar los casos en que el cumplimiento de la obligación se asegura haciendo
que otra persona responda de la deuda. Son las garantías personales.
Entre las varias formas de garantía personal, ocupa un lugar prevalente la fianza. Por la fianza una
persona se obliga a responder de una deuda ajena con el propio crédito. Esta obligación es accesoria
de la obligación contraida anteriormente por el deudor principal. Se recurría a garantes, fiadores y
afianzadores cuando se buscaba la garantía que supone la promesa (adpromisio) de un nuevo deudor
o copromitente.
Sin embargo, la responsabilidad del fiador varía a lo largo de la historia del Derecho romano: al
principio el fiador es el único responsable y aque se coloca en el puesto del deudor; más tarde,
77
responde solidariamente como un codeudor y por último, se afirma el carácter accesorio de la
obligación del fiador.
Las dos formas de garantía personal mediante estipulación son la sponsio y la fideipromisio. Distinta
estructura y carácter tiene la fideiussio, que aparece con posterioridad a éstas y también durante la
época clásica. En derecho justinianeo solo pervive la fideiussio, en la que se fusionan las otras dos.
Las formas clásicas de garantía personal, solo pueden garantizar obligaciones de carácter
estipulatorio y por tanto contraídas verbalmente, son:
a) Sponsio: es la forma general de obligarse del antiguo derecho civil, que se aplicaba con
finalidad de garantía exclusivamente en las estipulaciones de los ciudadanos romanos.
b) Fideipromissio: es la promesa que, basada en la fides, puede ser utilizada también por los
extranjeros y peregrinos.
Intervención legislativa: en la época republicana, se dictan varias leyes para regular las relaciones
entre cofiadores y entre el fiador y el deudor principal:
Lex Apuleia: si uno de los varios fiadores paga más de lo que le corresponde, puede exigir a
los demás el reembolso del excedente.
Les Furia: solo aplicable en suelo itálico, establece que la obligación de garantía se extingue
por el transcurso de dos años. Si existen varios fiadores, la deuda se ha de dividir entre ellos
por partes iguales, la insolvencia de cualquiera perjudica al acreedor en caso de que alguno
sea insolvente.
Lex Cicereia: el que toma fiadores debe declarar públicamente y de antemano el objeto de la
obligación garantizada y el número de fiadores.
14. La «fideiussio»
La fideiussio es la forma más general y completa de garantía personal, sirve para garantizar toda clase
de obligaciones derivadas de contrato, y tanto si se trata de afianzar obligaciones civiles como
naturales.
Consiste en un acto oral, semejante a la estipulación, basado en la fides o lealtad personal, en la que
el fideussor promete el mismo objeto que debe el deudor principal: “Empeñas fielmente tu palabra para
lo mismo que debe Ticio? Empeño mi palabra.”.
Al no tratarse de una promesa estipulatoria, no produce los efectos novatorios de ésta y la obligación
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parcial garantizada continúa existiendo.
La littis contestatio celebrada con el fiador o deudor principal extinguía la obligación. Para evitar este
inconveniente, se limita la garantía a lo que el acreedor no llegue a obtener del deudor principal
(fideiussio indemnitatis).
El fiador no disponía de la acción de regreso para demandar al deudor por el que paga. La
jurisprudencia admitió que pudiese valerse de la actio mandati, si recibió del deudor el encargo de
pagar, o de la actio negotiorum gestorum, si su intervención fue por propia iniciativa.
La garantía personal podía realizarse también como mandato de prestar. Consiste en el encargo que el
mandante hace al mandatario, para que preste al otro una determinada cantidad. El mandante
respondía por la actio mandati contraria, si después no paga la cantidad al mandatario.
En general, se entiende por intercesión (intercessio) la prestación de una garantía personal. Esta
noción fue elaborada por la jurisprudencia en torno al SC Veleyano. Éste prohibía a las mujeres prestar
dinero o interceder prestando garantías personales o reales.
La prohibición de interceder tiende a proteger a la mujer contra una falta de experiencia que la lleve a
obligarse por otro creyendo que no derivarán perjuicios para ella. La intercesión era una actividad
propia de hombres, como los banqueros que lo hacen por oficio.
En relación con la prohibición senatorial (SC Veleyano), los juristas consideran como acto de garantía
personal o intercesión:
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Obligarse directamente para evitar que otro se obligue (intercesión tácita).
La prohibición no anula el negocio, pero faculta a la mujer para oponerse a la demanda del acreedor
con la exceptio senatus consulti Velleiani.
Beneficio de división: el acreedor debe dividir la deuda entre todos los cofiadores que sean
solventes en el momento de la sentencia.
Beneficio de cesión de acciones: el fiador que ha pagado la deuda dispone en todo caso de
la acción que tenia el acreedor, a quien pagó contra el deudor, como “acción de regreso”.
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TEMA 11. CONTRATOS DE BUENA FE.
En las acciones o juicios de buena fe (iudiciabonaefidei) se concede al juez un amplio margen para
valorar la pretensión del demandante conforme a la buena fe (oportere ex fide bona). Con excepción
de las acciones de buena fe de la tutela y de la dote, las acciones que tienen una fórmula ex fide bona
son acciones derivadas de los contratos. Estas acciones nacen en el comercio internacional para
proteger los contratos del derecho de gentes que son tutelados por el pretor peregrino.
La mayor flexibilidad de la fórmula, que concede al juez más amplias facultades para decir «todo
aquello que conviene dar, hacer o prestar conforme a la buena fe», supone las siguientes
consecuencias:
Se tienen en cuenta las obligaciones recíprocas de las partes y el juez determina la cantidad de
la condena, previa compensación de lo que el demandante debe al demandado en virtud del
único contrato. Justiniano extiende la compensación a todas las deudas del mismo género,
aunque procedan de un contrato distinto.
El demandante puede pretender que el juez tenga en cuenta no sólo la efectiva pérdida sufrida
por el incumplimiento del demandado (daño emergente), sino también los incrementos o
ganancias que hubiese obtenido si éste hubiese cumplido su obligación (lucro cesante). El juez
puede condenar al demandado a restituir los frutos perdidos o a pagar intereses por la mora.
Las acciones derivadas de los contratos se transmiten a los herederos de los contratantes.
El Título XIX del edicto perpetuo que trata de los juicios de buena fe, contiene los siguientes contratos:
fiducia,
depósito,
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mandato,
sociedad,
compraventa,
arrendamiento.
En este mismo edicto de los contratos se encuentran las acciones derivadas del contrato estimatoria y
de la permuta.
2 Culpa contractual
Nota: La culpa contractual, no es aplicable en exlusiva a los contratos de buena fé, es más bien un
apartado sobre el incumplimiento de las obligaciones y sus presupuestos. Los han metido aquí “a
capón” siguiendo la falta de sistemática del texto.
En el cumplimiento de los contratos basados en la buena fe se exige una especial diligencia de los
contratantes. La jurisprudencia clásica denominaba culpa a la falta de diligencia debida.
En derecho clásico no existen unas reglas o principios generales sobre la culpa, por lo que es dificil
reducir a esquemas las numerosas decisiones sobre los casos. Posteriormente los compiladores
hicieron alteraciones e interpolaciones que hacen todavía más difícil establecer conclusiones precisas
en esta materia.
En general, se considera dolo la intención o propósito deliberado de observar una conducta que
acarrea la imposibilidad de cumplir la prestación. Implica una infracción intencionada de la obligación
contractual.
82
inundación, terremoto, muerte, como los jurídicos: ejemplo, la cosa que se convierte en santa y se
sustrae al comercio. Puede tratarse también de actos de un extraño, como la entrada de ladrones o la
fuga del esclavo debido. También se habla de fuerza mayor (vis maior) o de caso mayor, al que no
puede resistir la debilidad humana.
Los juristas tratan también del periculum o riesgo de la pérdida de la cosa, cuando no se debe a
culpa. Debe soportar el riesgo de la pérdida el propietario de la cosa, pero en determinados casos
recae sobre el que debía devolverla o deriva de actos de un tercero.
Los compiladores justinianeos generalizan las decisiones clásicas y de los numerosos casos extraen
principios generales e intentan clasificar los distintos grados de culpa. Según la mayor o menor
gravedad de la culpa se distingue:
La culpa lata, que es «la negligencia excesiva es decir, no ver lo que todos pueden ver». Esta
culpa se equipara al dolo.
◦ sea el cuidado o diligencia que tiene en sus propias cosas (in concreto);
La aplicación de las diferentes clases de acciones, que generan los varios grados de culpa, una vez
desaparecidas aquéllas, se sustituye por el criterio general de la utilidad de los contratantes (utilitas
contrahentium). Si la relación se establece en el interés exclusivo del deudor o de las dos partes, la
responsabilidad comprende la culpa levis, si se hace en interés exclusivo del acreedor, se limita a la
culpa lata.
Cuando el deudor debe valerse de la cooperación de otras personas, responde por los actos de éstos,
siempre que incurra en culpa por no haberlos elegido bien (culpa in eligendo) o no los haya vigilado
con el cuidado debido (culpa in vigilando).
3 - Fiducia
Nota: en otros textos, fiducia y depósito (11.4), se consideran contratos reales y se estudian junto con
el mutuo, comodato y prenda.
Es un contrato formal por el que una persona (fiduciante) transmite a otra, (fiduciario), la propiedad de
una cosa mancipable mediante mancipatio o in iure cessio y éste se obliga a restituir la cosa en un
determinado plazo o circunstancia.
Para determinar la obligación de restituir, solía convenirse un pacto especial, que se añadía a la
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mancipatio, en el que se concretaba el contenido del contrato, y el momento y circunstancia de la
obligación del fiduciario. Según la distinta finalidad que cumple, se distingue la fiducia en:
Fiducia con el acreedor (cum creditore): con el objeto de garantizar un crédito. Cancelada la
deuda garantizada, el acreedor fiduciario debe restituir la cosa. Esta obligación limitaba su
facultad de disponer de la cosa como verdadero propietario, pero si el fiduciante no pagaba en
el día señalado, autorizaba al fiduciario para vender la cosa y sólo podía reclamar el excedente
del precio obtenido por su venta.
Fiducia con un amigo (cum amico): la cosa se confía a persona leal, que adquiere la
propiedad en la medida del fin que se persigue:
a) Constitución de una cosa en depósito o comodato, antes de que estos contratos fueran
reconocidos por el ius cívile.
d) Preservar los bienes de confiscaciones o embargos, solían confiarse al amigo que por su
función social o política diese mayores garantías de inmunidad.
De la enajenación de la cosa transmitida en fiducia nace una actio fiduciae que es el prototipo de las
acciones de buena fe. Es una acción de carácter infamante, en cuya fórmula se ordena al juez que
compruebe si el demandado ha observado en la conservación y restitución de la cosa una conducta
conforme a lo que «entre personas honestas conviene justamente observar y sin defraudación».
Probablemente el fiduciario podía servirse también de la actio fiduciae contraria para el reembolso de
los gastos o impensas realizadas en la cosa.
4 - Depósito
Es un contrato real, gratuito y protegido por una acción de buena fe, por el que una persona, el
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depositante, entrega a otra, el depositario, una cosa mueble, para que la custodie y se la devuelva
cuando se la pida. Para que exista el contrato de depósito es necesario:
Objeto: En principio, sólo puede depositarse una cosa no fungible, pero se admite el depósito
de las fungibles que puedan distinguirse o identificarse. Por ejemplo, las cosas contenidas en
un saco o en un arca.
Originariamente, la finalidad del depósito podía conseguirse por la fiducia con un amigo. En el sistema
de las acciones de la ley, las XII Tablas castigaban al depositario infiel con una condena al doble, como
en el caso del hurto no flagrante.
El pretor concedió a fines de la República una actio in factum contra el depositario que se negaba a
restituir la cosa. Esta acción conserva los caracteres originarios de la acción penal y por ello era
infamante, noxal y no se daba contra los herederos del depositario; conserva la condena al doble
cuando se hace con ocasión de una catástrofe.
El depósito se reconoce como un contrato y se le protege con una actio depositi de buena fe en la
última época clásica. La actio depositi puede utilizarse también por el depositario como acción
contraria para reclamar del depositante los gastos y perjuicios ocasionados por el depósito.
Custodiar la cosa depositada y tomar todas las precauciones para su conservación. Le está
prohibido el uso de la misma, so pena de cometer furtum usus.
Dado el carácter gratuito del contrato, la responsabilidad del depositario por la pérdida o deterioro de la
cosas se limita en principio al dolo. En el Derecho Justinianeo la responsabilidad alcanza a la culpa
lata. Puede agravarse la responsabilidad del depositario, si se ha ofrecido espontáneamente a la
custodia de la cosa.
Restituir la cosa depositada a petición del depositante. Aunque se haya establecido un término
o plazo, la restitución procede siempre que lo pida el depositante, que puede cambiar de
opinión. Debe restituir la cosa depositada con todos sus accesorios y todo lo que haya
producido durante el depósito.
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a) Depósito necesario o miserable: En caso de catástrofe o calamidad pública (tumulto,
incendio, ruina o naufragio), en que no era posible elegir libremente a quién confiar las cosas
en peligro. El pretor concedía al depositante una acción in factum con condena al doble (in
duplum) contra el depositario que se niega a restituir.
Éste era un contrato utilizado frecuentemente en los negocios de los banqueros. Se trataba en realidad
de un mutuo o préstamo de dinero. Sin embargo, los últimos juristas clásicos lo consideraban diferente
al mutuo y más favorable que éste, en cuanto el carácter de buena fe de la acción permitía reclamar
los intereses, aunque no se hubiesen pactado.
A pesar de ello, los juristas tienden a utilizar la condictio propia del mutuo en lugar de la acción del
depósito. Justiniano lo considera como un caso de depósito del que deriva en todo caso la actio
depositi.
c) Secuestro: Hay secuestro, cuando dos o más personas confían a otra (secuestrario) la
custodia de una cosa, con obligación de devolverla a un individuo previamente señalado o bien
a quien llegue a encontrarse en cierta situación. Por ejemplo al que resulte vencedor en el
litigio, o en atención a otras circunstancias, como el que gane una apuesta. El secuestro se
diferencia del depósito:
Contra el secuestratario el pretor concede una actio in factum especial, la llamada actio sequestrataría.
5 - Contratos consensuales
Son aquellos para cuya validez no se requiere ni la observancia de una forma, ni la entrega de una
cosa, si no únicamente el consentimiento de las partes, tanto presentes, como ausentes y ya lo
expresen de manera expresa o tácita, de palabra, mediante carta o a través de un nuncio.
La noción del contrato que nace del simple consentimiento de las partes sin sujeción formal alguna, es
una de las más notables creaciones de la jurisprudencia clásica. La liberación de las formas y su
86
fundamento en la fides crea un modelo universal de contrato que ha servido para todas las épocas
históricas.
Los juristas atribuyen el origen de los contratos consensuales al derecho de gentes, que se aplicaba a
las relaciones entre romanos y extranjeros tuteladas por el praetor peregrinus. Posteriormente se
encuadran en el derecho civil y pueden ser utilizados para las relaciones entre ciudadanos romanos.
El consentimiento que da la vida al contrato podía también extinguirlo cuando se dirigía a su resolución
(contrariu sconsensus). La terminación o resolución del contrato podía supeditarse a que se cumpliese
una condíción o término, incluso por iniciativa de una de las partes o resolución unilateral (dissensus).
Aunque la ordenación de los contratos en el edicto del pretor era distinta, ha prevalecido la ordenación
escolástica de Gayo, seguida también por Justiniano que da más importancia a los contratos onerosos,
que suponen un cierto equilibrio del interés económico o reciprocidad de los contratantes, y por ello ha
prevalecido la ordenación escolástica de Gayo, seguida por Justiniano:
Compraventa.
Arrendamiento.
Sociedad.
Mandato.
6 - Mandato
Es un contrato consensual y gratuito por el que una persona (mandatario o procurador) se obliga a
efectuar gratuitamente el encargo o gestión encomendados por otra (mandante) y que atañe al interés
de ésta o de un tercero.
A) Caracteres
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ofrezca duda.
Es necesario que el contrato se haga en interés del mandante o de un tercero, nada impide
que con el interés de uno o de otro concurra también el interés del mandatario. Sin embargo, si
el mandato mira exclusivamente al interés del mandatario, no pasa de ser un consejo y por
tanto carece de efectos jurídicos.
Objeto: El mandato puede tener como objeto una actividad o negocio de carácter jurídico
(representación procesal) o cualquier otro tipo de actividad, siempre que se realice
gratuitamente, ya que de mediar compensación sería arrendamiento. El objeto debe ser lícito, y
conforme a las buenas costumbres. Puede incluso recaer sobre una cosa en parte propiedad
del mandatario.
B)Acciones
Del mandato nace la actio mandati de buena fe y de carácter infamante. Esta acción se ejercita por el
mandante para que el mandatario le rinda cuentas de las gestiones realizadas por su encargo y le
entregue lo que ha conseguido por ellas. Como acción contraria puede ejercitarla también el
mandatario para reclamar los gastos y perjuicios ocasionados por el mandato.
El mandato tiene su origen, como afirma Paulo, en el oficio o deber moral de ayuda y asistencia,
derivado de la amistad. Cuando aparece como categoría contractual se regula a través de las reglas y
costumbres sociales que tienen en cuenta los juristas. La amistad se consideraba como una carga y al
amigo podía exigírsele hospitalidad, patrocinio, gestión de negocios e incluso préstamos.
La organización familiar permitía al paterfamilias confiar la gestión de sus negocios a sus sometidos,
hijos o esclavos, o a sus libertos. Por medio de los hijos o esclavos el padre realizaba negocios, y
adquiría bienes y derechos, y respondía de las obligaciones contraídas por ellos mediante las acciones
adyecticias, que eran concedidas por el pretor para demandar al padre de familia por las deudas y
negocios contraidos por sus sometidos. (Nota: estas acciones se ven en la parte de familia.)
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se debe a Papiniano y que en derecho post clásico se denomina actioquasi institoria.
D) El procurador
En relación con el mandato, aunque muy anterior en el tiempo, está la representación general
(procura) que se confería a un procurator. Procurador es el que administra asuntos ajenos por la
exclusiva voluntad de su patrono. Puede ser nombrado para todos los asuntos – administrador de un
patrimonio - (procurator omnium bonorum),o para uno solo (procurator unius rei).
Con posterioridad, el pretor reconocerá la figura específica del representante procesal (procurator ad
litem) que se considera como un mandatario. Siempre que existía un encargo de administrar un
patrimonio, los juristas clásicos admitían la concurrencia de las dos acciones derivadas del mandato y
de la gestión de negocios.
Realizar el encargo recibido conforme a las instrucciones del mandante y a la naturaleza del
negocio confiado.
Dar cuenta de la gestión al mandante y transferirle todas las adquisiciones hechas como
consecuencia de la ejecución del mandato. Si el mandatario presta dinero del mandante con
interés viene obligado a entregarlo; también debe pagar intereses cuando invierte el dinero en
sus propios negocios.
Responder por el dolo ya que es un contrato en interés del mandante y de buena fe. Es dudosa
la responsabilidad por culpa del mandatario en el derecho clásico, reconocida plenamente en el
derecho justinianeo.
Por su parte, el mandante tiene la obligación de responder de los gastos efectuados por el mandatario
en el ejercicio del encargo o de los daños o perjuicios sufridos por él.
F) El mandato se extingue
◦ por la revocación del mandante, que sólo produce efectos cuando el mandatario la conoce.
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◦ por la renuncia del mandatario.
Cuando la gestión se ha iniciado, el mandante debe respetar las consecuencias del encargo y
el mandatario debe continuarla hasta su cumplimiento.
Por muerte de cualquiera de las partes, ya que el mandato se constituye sobre la base de una
relación de confianza. No obstante, el mandatario puede ir contra los herederos del mandante,
si ha continuado la gestión ignorando la muerte de éste.
Consiste en el encargo que el mandante da al mandatario de prestar dinero o abrir un crédito en favor
de un tercero.
Existe un mutuo entre el mandatario y el tercero al que se presta contra el que ejercita la condictio si
no paga. Pero, además, por el mandato existente, el mandatario dispone de una actio mandati
contraria, para accionar contra el mandante cuando el deudor no paga o es insolvente.
Este contrato tenía la gran ventaja sobre la fideipromissio de que no generaba la solidaridad que nacía
de ésta, y el mandatario podía dirigirse primero contra el deudor y, si éste no le pagaba, contra el
mandante.
Esta ventaja desaparece cuando se concede alfideiussor el beneficium excusslonis y Justiniano funde
la fideiussio con el mandatum pecuniae credendae.
Nota: una vez más se rompe la sistemática e incluyen aquí un epígrafe dedicado a la transmisión de
créditos y deudas, que no tiene nada que ver con los contratos consensuales iniciados en el epígrafe
11.5. Parece ser que el autor del libro ha preferido el orden que seguía el edicto del pretor, a una
ordenación de instituciones que atendiera a una lógica desde el punto de vista didáctico.
En la primera época si uno tenía un derecho de crédito (valor pecuniario que cuenta en el
activo del patrimonio), siendo un derecho personal, no puede cederlo o transferirlo a otro para pagar
una deuda propia. Se opone a ello el propio carácter personal de la obligación romana o sea, la
atadura de la propia persona que se implica. El traspaso de derechos personales, solo se admitía
mortis causa mediante la sucesión, pero no tenía lugar por acto intervivos.
Sin embargo, las exigencias del tráfico civil y comercial hicieron evolucionar la obligación haciéndola
comerciable. Para transferir los créditos, se utilizaron medios específicos distintos de los modos de
90
adquirir el dominio y los demás derechos reales, consistentes en cambiar el acreedor antiguo por uno
nuevo (novación) en virtud de un acto jurídico formal (estipulación.) Se trata de una forma indirecta en
la que no hay una verdadera cesión del crédito del antiguo acreedor al nuevo, si no una sustitución de
la antigua obligatio por una nueva que extingue la anterior. Es necesario el consentimiento del deudor,
que ha de prometer al nuevo acreedor el débito.
Una vez introducido el procedimiento formulario, la falta de cesión se salva mediante un mandato
judicial. Así si un acreedor quiere ceder a otro su crédito, le confiere mandato para que obre
judicialmente contra el deudor y cobre judicialmente la deuda. Se da aquí la particularidad de que el
mandatario obra en nombre del mandante, pero en beneficio propio (procurator in rem suam.)
Por medio de la representación procesal, el acreedor que quiere ceder su crédito a otro, le encarga a
éste que ejercite las acciones contra el deudor. En la fórmula de la acción, la intentio se refiere al
mandante, pero en la condemnatio figura el procurador o representante.
Como dice Gayo, “las obligaciones, cualquiera que sea su clase, no son susceptibles de ninguna de
estas transmisiones” (mancipatio, in iure cessio o traditio) por tratarse de relaciones de carácter
estrictamente personal. “..pues si yo quiero hacerte acreedor de lo que otro me debe, no puedo
conseguirlo por ninguno de los modos por los que se transmiten las cosas corporales, sino que es
necesario que con mi autorización tú lo estipules así de mi deudor con lo cual se consigue que éste se
libre respecto de mi y se obligue para contigo. Esto se llama novación de la obligación, sin esta
novación no habrías podido actuar contra el deudor en nombre propio y deberías proceder en el de mi
persona como si fueras un agente (cognitor) o un procurador (procurator) mío.”
Pero estos principios empiezan a superarse al final de la época clásica en el sentido que empiezan a
aceptarse medios directos de transferencia del crédito entre cedente y cesionario. Así ciertas
constituciones otorgan al comprador de un crédito acciones útiles para dirigirse contra el deudor.
Gradualmente se acepta que la cesión pueda fundarse en varias causas de compraventa, donación y
permuta.
Pero tales avances postclásicos, mantenían el inconveniente de que no desligaban al deudor del
primer acreedor, a pesar de la validez de la transferencia del crédito entre el antiguo (cedente) y el
nuevo acreedor (cesionario.) Es decir, la acción del cesionario se sumaba o acumulaba a la del
cedente.
Esta situación se soluciona mediante una constitución que establece la institución de la denuntiatio o
notificación de la transferencia, disponiéndose que realizada por el cesionario al deudor, este ya no
podrá pagar con efecto liberatorio al primer acreedor.
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8 - Gestión de negocios («negotiorum gestio»)
Nota: la gestión de negocios, tampoco tiene nada que ver con los contratos consensuales. Otros textos
los clasifican como obligaciones derivadas de actos lícitos no contractuales.
Es la gestión de negocios ajenos por propia iniciativa. Consiste en la actividad de una persona
(negotiorum gestor) que, sin haber recibido mandato alguno ni estar obligado, gestiona negocios de
otra (dominus negotii).
Origen pretorio: Fue introducida por el pretor para tutelar la representación procesal de un
ausente mediante la concesión de una acción de gestión de negocios in factum. Con esta
acción se exigía del que gestiona negocios de otro espontáneamente que transfiera al dueño
todo lo que haya conseguido y comprendía también la indemnización por los perjuicios
causados.
Podía ejercitarse también como contraria por el gestor, para reclamar del dueño del negocio los gastos
y perjuicios sufridos cuando fue debidamente realizada, e incluso en el caso de que el resultado no
hubiese sido favorable (basta que la gestión fuese útil) “..si reparó una casa o cuidó a un esclavo
enfermo, aunque se haya quemado la casa o el esclavo se haya muerto, podrá ejercitar la acción de
gestión de negocios” (Ulpiano.) Por esta acción se exigía la responsabilidad por dolo del gestor. “el que
acomete una empresa innecesaria o que ha de ser gravosa para el propietario.”
Origen Civil: La jurisprudencia republicana, creó una acción de origen civil in ius y de buena fe
para amparar las pretensiones que pudieran surgir entre el procurator y el dueño.
Posteriormente, proveyó al Pretor, mediante la concesión de una actio in factum a tutelar el
caso de la representación procesal espontánea, que se extendería después a toda clase de
asuntos ajenos y no solo a los procesos.
La gestión de negocios, en cierto sentido, era considerada por los juristas como un contrato. Gayo,dice
que en este caso nace para una y otra parte la acción de gestión de negocios, con lo que reconoce la
reciprocidad propia de los contratos.
Justiniano la incluye en la categoría de los cuasi contratos. Aunque es cuestión discutida, la opinión
dominante sostiene que los clásicos consideran necesario el elemento objetivo, es decir, el haber
intervenido en negocios que eran ajenos, pero no el subjetivo o intención del gestor de actuar en estos
negocios (animus aliena negotia gerendi).
92
Un especial negocio de gestión se da en el supuesto del que, sin haber recibido mandato ni tener
obligación alguna, hace gastos en un entierro. El pretor le concede contra los herederos del difunto o
personas obligadas una actio funeraria para reclamar los gastos realizados conforme a la posición
social del difunto.
En el derecho justinianeo, desaparece la distinción entre las distintas acciones y se elabora una
doctrina general de la gestión de negocios, en la que se incluyen algunos casos de administración
legal de patrimonios.
9 - Sociedad
Nota: aquí se retoman los contratos consensuales, que son mandato (11.6) sociedad (11.9),
compraventa (11.10) y arrendamiento (11.12)
Es un contrato consensual por el que dos o más socios se obligan recíprocamente a poner en común
bienes o trabajos, para alcanzar un bien lícito de utilidad común.
A) Requisitos
Como contrato consensual, lo esencial es que exista consentimiento, importando poco la forma
en que éste se exprese. Al establecer una relación estable, el consentimiento debe ser
permanente y continuado. Los textos mencionan la affectio o animus societatis.
La aportación de bienes o trabajos de cada socio puede ser distinta, no solo en cantidad,
también en calidad. Cabe que un socio contribuya con dinero mientras que otro presta sus
propios servicios. Existen diversas opiniones entre los juristas respecto de este asunto.
La gestión de cada socio tiene efectos en su propio nombre y las adquisiciones y ganancias
deben comunicarse a los otros socios. Se trata de una relación contractual entre los socios
“relación interna” que no trasciende al exterior, a diferencia de la corporación y asociación que
tienen personalidad jurídica independiente.
B)Acción
Mediante la actio pro socio, de buena fe, se hacen valer las obligaciones recíprocas de los miembros
de la sociedad. La condena basada sobre la conducta dolosa, conlleva la declaración de infamia.
Se concede contra el socio demandado oponer el beneficio de competencia, de forma que solo sea
condenado en los límites de sus posibilidades económicas.
La actio pro socio no da lugar a adjudicaciones. Para la división del patrimonio social se utilizaba la
acción de división de cosa común. (pag 13)
93
C) El consorcio entre hermanos
La sociedad más antigua era el antiguo consorcio familiar entre hermanos que se formaba a la muerte
del paterfamilias. Esta sociedad antigua se regía por las reglas de la solidaridad, y cualquiera de los
socios podía manumitir al esclavo común o vender las cosas de la comunidad. Este tipo de sociedad
familiar desaparece en la época antigua, pero influye en la sociedad universal del derecho clásico.
D) Clases
Sociedad universal o de todos los bienes (societas omnium bonorum). Se caracteriza por la
aportación común de todo el patrimonio de los socios, afectando a todos los bienes, presentes
y futuros. Tiene su origen en el antiguo consorcio familiar o comunidad doméstica y a imagen
suya puede constituirse también entre extraños. Como influencias del consorcio, pueden
considerarse también la inclusión de derechos no patrimoniales como el patronato, el carácter
infamante de la condena y el beneficio de competencia.
Sociedad para un negocio determinado (societas unius rei o alicuius negotiationis): surge
con el desarrollo del comercio y puede tener como objeto una sola operación o una serie
concreta de actividades, con tal de que tengan un fin lícito. En este tipo de sociedad no se
consideraba necesario que existiese una propiedad común de los bienes sociales. Podía
tratarse de una sociedad para el cultivo de una finca, que parece ser el tipo más antiguo, pero
los casos más frecuentes eran los de sociedades para el comercio de esclavos y las de
banqueros.
El socio debe aportar a la sociedad lo que prometió en los términos convenidos, en el momento
de manifestar su consentimiento inicial y comportarse de acuerdo con la buena fe.
Aportar al fondo común todo lo adquirido y tiene derecho a ser indemnizado por los daños y
perjuicios sufridos en interés del negocio común.
Responde por dolo y es posible que en derecho clásico responda también por culpa. En
derecho justinianeo se extiende a la culpa in concreto, es decir, al cuidado que pone en sus
propias cosas.
F) Extinción de la sociedad.
“La sociedad se extingue en razón de las personas, de las cosas, de la voluntad y de la acción.”
(Ulpiano)
Por las personas; Por la muerte o la capitis diminutio de cualquiera de los socios. También es
causa de extinción la quiebra o confiscación de los bienes de un socio.
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Por las cosas: cuando se cumple el fin de la sociedad o pérdida del patrimonio social o su
sustracción al comercio. “Nadie puede ser socio de una cosa que no existe o que ha sido
declarada sagrada o pública.” (Ulpiano)
Por la voluntad: La sociedad se constituye sobre una relación del confianza entre personas,
así se extingue por consentimiento unánime de los socios o por renuncia o rescisión por parte
de un socio. También cuando llega el término o plazo establecido.
Por la acción: el ejercicio de la actio pro socio, presentada la acción para disolver la sociedad,
se entiende renunciada la sociedad.
Es un contrato consensual por el que una de las partes, el vendedor, se obliga a transmitir posesión de
una cosa y asegurar su pacífico goce a otra, el comprador, en tanto que éste se obliga a entregarle en
propiedad una suma de dinero. En sus orígenes, la forma más antigua de compraventa consistía en el
trueque o permuta de unas cosas por otras. La evolución histórica, que lleva del peso del metal a la
entrega de monedas como precio, se da en el acto ritual de la mancipatio para la transmisión de la
propiedad de las cosas mancipables. Para la compra de las res nec mancipi se utilizaría el intercambio
manual de cosa por precio.
Sin embargo, la compraventa clásica, como negocio consensual de derecho de gentes, tiene
caracteres propios que lo distinguen de los actos de transmisión de la propiedad:
a) Consentimiento
“La compra es de derecho de gentes y por ello se realiza mediante el consentimiento y puede
contratarse entre ausentes, por mensajero o por carta.” (Paulo.)
Puede utilizarse cualquier forma de manifestación del consentimiento y cuando se emplea la escritura
tiene función meramente probatoria.
Los juristas atienden especialmente a la prevalencia de la intención o voluntad de las partes y tratan
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del error en el examen de numerosos casos.
En los supuestos de error en el objeto (error in corpore), cuando el vendedor tiene intención de
vender una cosa y el comprador de comprar, otra distinta, o de pagar un precio diferente, no
existe consentimiento y no podía haber contrato.
Cuando se trata de error en la cualidad de las cosas (error in substantia), éste no impide el
consentimiento y el contrato se considera válido, aunque el vendedor debía indemnizar al
comprador por los vicios y defectos que éste ignorase. Sin embargo, Juliano considera que el
contrato era nulo si ambas partes incurrían en error sobre una cualidad esencial de la cosa.
Esta decisión de Juliano se generaliza por los juristas postclásicos que negaban la existencia
del contrato, cuando una de las partes incurría en error sobre la sustancia.
b) La cosa
El objeto propio del contrato mercantil es la mercancía (merx) que consiste en cosas fungibles, que
deben delimitarse por su propia individualidad o bien por su pertenencia a un género.
La compra de cosa futura (emptio reis peratae): cuando las partes subordinan el contrato a la
existencia de las cosas, si éstas no llegan a existir no se debe al precio. Por ejemplo: la
cosecha no producida o el ánfora que hará el alfarero;
La compra de esperanza (emptio spei): la misma esperanza de que la cosa exista es objeto del
contrato y el riesgo de que se produzca o no es a cargo del comprador y éste se obliga en
cualquier caso a pagar el precio aunque no sobrevenga la existencia de la cosa, por ejemplo,
cuando versa sobre la pesca que se recogerá echando la red.
c) Precio
A comienzos del Principado surgió, una controversia doctrinal entre sabinianos y proculeyanos;
mientras que los primeros sostenían que cualquier cosa servía de precio, los segundos afirmaban que
no existía venta sin dinero. Prevaleció la doctrina proculeyana que fue luego acogida por Justiniano.
En derecho clásico, el precio debe ser cierto y su determinación no puede dejarse al arbitrio de un
tercero. Justiniano admite la validez de la venta como condicional cuando se encarga un tercero que
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fije el precio. Este debe existir realmente y no hay venta, sino donación cuando el vendedor acuerda
con el comprador que no va a exigirle el precio.
Los juristas clásicos no exigen que el precio sea justo, o que esté en relación con el valor de la cosa.
La justicia o adecuación del precio se exige en el derecho justinianeo. Se trata de las nuevas reglas
sobre la lesión desproporcionada (laesio enormis), según las cuales, si alguien vende un inmueble por
una cantidad inferior a la mitad de su justo valor, puede pedir la rescisión de la venta al juez. En todo
caso se reconoce al comprador la facultad de elegir entre la restitución de la cosa y el pago de lo que
falta.
10.1 Acciones
La compraventa está tutelada con dos acciones de buena fe: la de compra (actio empti) a favor del
comprador y la de venta (actio venditi) a favor del vendedor.
El comprador reclama con la acción de compra la cosa vendida y con ella puede exigir también del
vendedor que le mantenga en el disfrute pacifico de la cosa (habere licere) y le defienda contra las
acciones del propietario si el vendedor no lo es. Cuando después del contrato la cosa produce frutos o
se dan acrecimientos, el vendedor está obligado a entregarlos al comprador.
Con esta acción se exige, por tanto, el pago del precio de la cosa y de los intereses si proceden.
Las obligaciones que nacen de la compraventa derivan de la buena fe contractual. Aunque estas
obligaciones son independientes, se consideran relacionadas por el carácter bilateral de la relación.
Los juristas, en el examen de la variada casuística, afirman el principio de que ambas partes deben
actuar de acuerdo con la bonafides y con las aequitas. El juez tiene amplias facultades para decidir
sobre el comportamiento de las partes.
El comprador está obligado a pagar el precio, es decir, a transferir al vendedor la propiedad de las
monedas.
Procede del derecho justinianeo la regla de que no se transfiere la propiedad de la cosa vendida, si el
comprador no pagaba antes el precio, daba suficientes garantías o el vendedor confiase en él.
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respondía por custodia. La responsabilidad por custodia cesa cuando el comprador no se hace
cargo de la cosa que le ofrece el vendedor.
Responder por evicción en caso de que el comprador resulte vencido en juicio por el verdadero
propietario.
Cuando la cosa vendida, pero antes de que se verifique la entrega, se pierde por casos de fuerza
mayor (un incendio, inundación, etc...) o bien sufre menoscabo por su propia naturaleza (el vino que
se deteriora,) los efectos de la pérdida debe soportarlos el comprador (periculum est emptoris). Es
decir, éste pierde la cosa comprada y continúa obligado a pagar el precio.
El vendedor tendrá la obligación de custodia excepto en los casos de pérdida o deterioro accidental.
Las partes podían acordar una distinta regulación del riesgo en el contrato y a regla no se aplica
cuando la autoridad pública expropia o declara fuera del comercio la cosa.
El riesgo no lo asume el comprador hasta que la venta no es perfecta, en caso de venta sometida a
condición, se considera perfecta cuando se cumple ésta.
Si se trata de cosas fungibles, será perfecta la venta cuando se cuentan, pesan o miden; si son cosas
que forman parte de una masa, se considera perfeccionada la venta cuando se separan de ella.
10.4- Evicción
Entregada la cosa, el vendedor responde de la privación de la posesión y el disfrute que pueda sufrir el
comprador como consecuencia de una sentencia condenatoria.
La responsabilidad surge, cuando un tercero que es dominus, ejerce la rei vindicatio, vence en juicio al
comprador o bien cuando, sin discutir sobre la propiedad, tiene sobre ella un derecho de servidumbre,
usufructo o de prenda y le es conferida judicialmente la posesión de la cosa.
Cuando la mancipación se convierte en un acto abstracto (nummo uno), se recurre a las estipulaciones
de garantía, por lo que puede ejercitarse contra el vendedor la actio ex stipulatu. Estas estipulaciones
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eran de dos clases:
Estipulación del doble del precio (stipulatio duplae): era la utilizada con más frecuencia
en la compraventa de inmuebles o de cosas de elevado valor.
Pronto llegó a admitirse la posibilidad de que el comprador exigiese al comprador mediante actio empti
para conseguir la stipulatio habere licere y más tarde para conseguir también la stipulatio duplae para
cosas de valor.
La última jurisprudencia clásica admitió, por el uso generalizado de la cláusula estipulatoria, que la
garantía por evicción era elemento natural del contrato y que podía exigirlo el comprador por la acción
de compra, aunque no hubiese estipulación.
La responsabilidad por evicción puede excluirse por un pacto determinado (pactum de non praestanda
evictione) o por la especial naturaleza del contrato.
Para que proceda la responsabilidad del vendedor por evicción, se requiere que el comprador
denuncie a éste la reclamación o el litigio (litem denuntiare), a fin de que lo asista y defienda en el
proceso.
El vendedor responde por los vicios ocultos o defectos de la cosa vendida. En principio esta
responsabilidad iba ligada a la mancipatio, la declaración del mancipante sobre la cualidad de las
cosas, extensión del fundo o ausencia de defectos, puede dar lugar, cuando defraudaba al adquirente,
a las dos acciones auctoritatis y de modo agri. No procede cuando, cuando nada se declara al
respecto.
Desde la época de Cicerón, la jurisprudencia admitió que era consecuencia de la buena fe que el
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vendedor respondiese de los vicios que había ocultado al comprador, sabiendo que existían. El
vendedor respondía por ellos, hubiese o no realizado la estipulación.
La responsabilidad por vicios ocultos es regulada en el edicto de los ediles curules que tenían
jurisdicción para dirimir las controversias del comercio en los mercados públicos.
Para que proceda exigir la responsabilidad por vicios ocultos era necesario:
Que se trate de un defecto grave que disminuya el valor o la utilidad del esclavo o
animal vendido;
Cuando el vendedor no hubiese declarado expresamente los defectos o la cosa presentase vicios
ocultos con posterioridad a la venta, el edicto concedía contra él dos acciones que podía elegir el
comprador:
La jurisprudencia del siglo I d. C. admitió que estas reclamaciones sobre vicios ocultos podrían hacerse
mediante la acción de la compra (actio empti) que tenía la ventaja de no tener unos plazos limitados
para su ejecución. Se distinguían dos casos:
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comprador disponía también de la acción derivada de la estipulación por la que se
podía exigir el resarcimiento del daño sufrido.
En el derecho justinianeo, las acciones edilicias se extendieron a toda clase de cosas, incluidas los
inmuebles
Al contrato de compraventa pueden agregarse algunos pactos o cláusulas especiales que determinan
o modifican sus efectos.
Adjudicación a término (in diem addictio). Se utiliza especialmente en las subastas donde el
precio se fijaba por la puja entre los postores (licitatio) concede al vendedor la facultad de
rescindir la venta, si en un determinado plazo recibía una oferta más ventajosa. La adjudicación
al mejor postor era provisional, en tanto no se llegaba al final de la subasta que podía durar
varios días.
Si falta la mención del plazo, el edicto de los ediles curiales concede al vendedor una actio in factum,
para realizar la venta antes de los sesenta días, o plazos mayores en casos especiales. La acción de
compra (actio empti) se utiliza para exigir la devolución del precio, a cambio de la cosa que no se ha
aceptado. El riesgo de la pérdida de la cosa corre a cargo del comprador.
10.7 Arras
Es una institución propia de la compraventa griega (arrhabon) que fue acogida en la práctica de los
contratos romanos, especialmente en la compraventa y en el arrendamiento.
Las arras consisten en una suma de dinero u otra cosa que el deudor entrega al acreedor para
atestiguar o probar la existencia de un contrato consensual, normalmente una compraventa. En
derecho clásico se utiliza para confirmar la perfección del contrato (arras confirmatorias): Gayo: «lo
que se da a títulos de arras es señal de que se ha efectuado una compraventa».
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Es discutido el sentido de la obligación sobre las arras en derecho justinianeo. De una parte parecen
tener sentido meramente probatorio. De otra las arras griegas cumplen una función penal: mediando
arras, recae una sanción sobre la parte que incumple el contrato. Esta función penal de las arras
(arrha poenitentialis) es acogida en una constitución por Justiniano. Comprador y vendedor pueden
apartarse unilateralmente del contrato y si quien lo hace es el comprador pierde las arras que dió y si
es el vendedor, está obligado a restituir in duplum las recibidas.
Permuta. El pretor concedía acciones in factum para proteger contratos semejantes a la compraventa.
La jurisprudencia, que influía en la labor del pretor, concibe estos contratos como figuras especiales.
Ya examinamos las disputas doctrinales de sabinianos y proculeyanos en relación con las díferencias
entre la compraventa y la permuta. Los últimos consideraban a la permuta (permutatio) como un
contrato especial, consistente en el cambio de dos cosas, que se perfeccionaba por la dación o
entrega de una de ellas, utilizándose la acción in factum para reclamar la cosa convenida como
contraprestación.
En el contrato estimatorio (datio in aestimatum), una persona entrega a otra una cosa, previa fijación
de su precio, obligándose la última a pagar éste, si acierta a venderla, o a devolver aquélla, cuando tal
no ocurra. El riesgo de la pérdida de la cosa era a cargo del que recibía las mercancías.
También protege el pretor con una actio infactum el precontrato para examinar determinadas cosas
antes de comprarlas (datio ad inspiciendum).
Justiniano considera estas convenciones como contratos reales innominados, en contraposición a los
que tienen nombre propio y los protege con la acción general de palabras prescritas (actio praescriptis
verbis).
Es un contrato consensual, por el que, a cambio de una merced o remuneración, un sujeto (conductor)
se obliga a procurar a otro (locator) el uso o el uso y disfrute de una cosa, o a prestarle determinados
servicios o a realizarle una obra.
Para los romanos se trata de un contrato con dos obligaciones recíprocas: locación, conducción;
tuteladas por dos acciones y por ello semejante a la compraventa y regido por reglas jurídicas
parecidas.
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Es un contrato consensual: «la locación y conducción por ser natural y de todas las gentes no
se contrae con palabras, sino por el consentimiento como la compraventa» (Paulo)
Consiste en colocar temporalmente una cosa o trabajo y recibir, en cambio, por ello una renta o
merced: “así como la compraventa se contrae si hay acuerdo sobre el precio, también la
locación y conducción se considera contraída si se conviene la merced” (Gayo)
La finalidad del contrato suele ser muy variada y por eso surgen varios tipos de arrendamiento.
El pago de la cantidad (merces) puede ser a cargo de uno o de otro contratante y depende de
quien obtenga la ventaja de la concesión de la cosa, del trabajo o de la obra encargada.
El arrendamiento más antiguo es el de cosas, tanto de muebles o animales como de inmuebles. De los
arrendamientos públicos de fundos o de solares, realizados por los censores para el plazo de cinco
años, derivan algunas reglas que perduran en el contrato consensual. Con posterioridad se configuran
los arrendamientos de servicios y de obra.
El régimen clásico del arrendamiento respondía a las condiciones económicas y sociales de la época.
El arrendamiento de fundos rústicos y de casas presentaba especiales características, por la
dependencia económica de los colonos e inquilinos. El trabajo de los esclavos era el más utilizado, por
lo que no eran tan necesarios los trabajadores independientes. Las difíciles circunstancias económicas
del Dominado, no eran propicias para un cambio del régimen del trabajo. Sería antihistórico examinar
el contrato romano partiendo de las concepciones actuales de los derechos de arrendamiento o del
trabajo.
La acción de locación (actio locati) a favor del arrendador (lacator) para exigir la restitución de
la cosa y otras obligaciones del arrendatario (conductor);
La acción de conducción (actio conducti) a favor del arrendatario para exigir las obligaciones
del arrendador.
La locación conducción puede dividirse en dos clases, arrendamiento de cosas que comprende
también el de servicios y el arrendamiento de obra.
Arrendamiento de cosa: En este contrato se cede el uso y disfrute de una cosa inmueble, o de
mueble no consumible. El arrendatario de tierras se denomina colono, el de casas inquilino. El
arrendamiento rústico, como las concesiones censorias, solía hacerse por un lustro o cinco años.
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1. Colocar la cosa a disposición del arrendatario y permitirle el uso y disfrute de ella. El
arrendatario es un simple detentador o poseedor natural, que tiene la cosa en nombre del
arrendador contra el que sólo hacía valer la obligación derivada del contrato.
Si la cosa colocada se vende, el comprador puede reclamarla antes de finalizar el contrato conforme a
la regla «venta quita renta» (emptio tollit locatum). En este caso debe responder el arrendador de los
daños o perjuicios causados. Para eludir esta responsabilidad se solía pactar en el acto de la venta
que el comprador respetase el arrendamiento.
2. Usar la cosa de acuerdo con su naturaleza y destino. Responde por culpa si usa mal de la
cosa arrendada o le da un destino distinto. También responde por la custodia, en el caso de
hurto de la cosa arrendada.
C) El arrendamiento se extingue:
por renuncia del arrendatario si la cosa no consiente el uso para la que fue arrendada;
no se extingue por la muerte de una de las partes, ya que el contrato se transmite a los
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herederos.
En derecho postclásico, según una constitución de Zenón, los contratantes tienen la facultad de
rescindir el contrato en el primer año sin incurrir en el pago de la cláusula penal convenida.
El arrendamiento de servicios (locatio operarum) deriva de la locación de esclavos y tiene por objeto
los trabajos manuales que se realizan a cambio de una merced (mercennarius).
Régimen especial tenían las profesiones liberales. Cicerón distinguía entre artes u operae liberales e
iliberales. Los textos jurídicos mencionan las studia et artes liberalia. Las remuneraciones consistían en
regalos y donativos, considerados como honorarios (de honor).
En una segunda etapa, las profesiones, por la influencia de los principios griegos de la
comercialización y especialización, reciben compensaciones económicas que podían reclamarse en la
extraordinaria cognitio.
El arrendador debía realizar personalmente las obras convenidas, el arrendatario debe pagar la
merced pactada. Cesa por muerte del arrendador. La muerte del arrendatario, no extingue el contrato,
que se transmite a sus herederos.
Se trata del encargo de una obra por el arrendador (locator) que con este fin entrega una cosa al
arrendatario (conductor) y le paga una cantidad para que éste entregue la obra terminada. La
obligación del arrendatario, que no tiene por qué realizar personalmente la obra y puede valerse de
otras personas, es de hacer y no es divisible. El arrendador debe proporcionar toda o parte de la
materia, pues si el arrendatario pone toda la materia el contrato se considera como compraventa.
La obra debe realizarse conforme al contrato y siguiendo las reglas técnicas para que esté libre de
defectos y en el tiempo establecido. En los casos del tintorero y del sastre, éstos responden por la
custodia.
El arrendador soporta el riesgo o periculum de pérdida de la cosa por fuerza mayor y también los
daños y perjuicios que por su culpa cause el arrendatario.
El objeto del arrendamiento de obra puede ser muy variado: transportar, construir, fabricar, reparar,
curar, etc., y sobre él los juristas examinan una numerosa casuística
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12.2 Transporte marítimo de mercancías: ley Rhodia de la echazón
Reglas especiales regían el contrato de transporte de mercancías por mar, como tipo particular de
arrendamiento de obra. Desde la época republicana, los juristas acudían, en caso de averías y daños
en el transporte marítimo, a una ordenación helenística del comercio mediterráneo que se conoce con
el nombre de lex Rhodia de iactu.
La responsabilidad del transportista y de los propietarios de las mercancías se exigía con las acciones
del arrendamiento.
Los propietarios de las mercancías que el capitán hace arrojar al mar, para salvar la nave en momento
de peligro, deben ser indemnizados por el armador de la misma y los dueños de las mercancías
salvadas. Los propietarios de las mercancías echadas al mar tiene a su favor la actio locatis contra el
armador y éste dispone, a su vez, de la actio conducti frente a los dueños de las mercancías salvadas.
El reparto de pérdidas se hace en proporción al valor del buque y del cargamento salvado. También
entran en la cuenta de las pérdidas los mástiles u otros instrumentos de la nave que se dañaron o
arrojaron al mar. De la vida de los pasajeros no podía hacerse estimación.
En el caso de pérdida por el abordaje de los piratas no se daba el reparto proporcional y el propietario
pierde las mercancías hurtadas, excepto si se pagó un rescate por la nave. Si alguien se apoderaba de
las mercancías arrojadas al mar no se consideraba que cometía hurto. En el caso de que se
recuperasen, éstas volvían a sus propietarios, pero se rectificaba la cuenta de las indemnizaciones
pagadas. Un caso particular en el transporte marítimo se da cuando se produce una mezcla o
confusión (aversio) de géneros iguales transportados en una nave. No se considera este caso como un
supuesto de mezcla de sólidos que dan lugar al condominio, ni al transportista se le considera
mutuario. El pretor concede a los propietarios de los géneros mezclados para recuperarlos una acción
de la carga mezclada (actio oneri saversi).
Existía también una especial asunción de responsabilidad por custodia (receptum res salvas fore), o
declaración expresa de seguro por parte de los navieros (nautae), hospederos (caupones) o dueños de
establos (stabularii). Por esta declaración se asumía la responsabilidad por pérdida de las mercancías
antes de estar embarcadas o se extendía a otras cosas o efectos accesorios no incluidos propiamente
en el contrato y que se custodiaban en la nave o en las fondas o establos.
Contra los que asumían el riesgo, procedía una actio in factum, distinta de la acción penal por el doble.
La jurisprudencia interpretó que esta responsabilidad estaba comprendida en el mismo contrato
aunque no existiese la especial asunción de la custodia.
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TEMA 12 – LA FAMILIA
1 – La familia romana
La característica que define la familia romana es el sometimiento de todos los miembros a la misma
autoridad – manus, potestas – de un jefe – paterfamilias – señor o soberano de la familia y no un
“padre de familia” en el sentido moderno.
La familia es definida por Ulpiano en sentido estricto (propio iure dicta) cómo “el conjunto de
personas que, por naturaleza o por derecho, están bajo una misma potestad.”
Pertenecen a la familia todos los sometidos a la potestad del paterfamilias por haber nacido dentro del
grupo y los que se han incorporado a él por actos jurídicos o religiosos.
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La familia primitiva – precívica – es un organismo político que se fundamenta en el mantenimiento del
orden interior y la capacidad de defensa exterior. Es el grupo aganticio que coincide probablemente
con la gens. Abrigando en su seno a todos los aganados, la familia communi iure como luego se
llamaría, mantenía su unidad política a la muerte del jefe, bajo la potestad de otro jefe designado por el
predecesor.
Cuando surge el Estado, éste se arroga las funciones de acción política y las comunidades familiares o
gentilicas pierden su razón de ser. La muerte del jefe da lugar entonces a la escisión de la familia en
tantos grupos menores como filiifamilias hay sujetos a su potestad, así se produce la gradual
disgregación de la familia communi iure dicta en favor de la propio iure dicta.
Adgnatio: Están unidos como parientes agnados todos aquellos que estaban sometidos a la patria
potestas del pater o que se encontrarían en aquella si este no hubiera fallecido (familia communi iure
dicta).
Cognatio: Junto a esta concepción aganticia de la familia, los juristas consideran otra nueva ( propio
iure dicta) que tiene como base vínculos de sangre que une las personas descendientes de un tronco
común. La familia natural y cognaticia prevalecerá sobre la familia aganticia, durante la evolución
histórica que va de la primitiva economía agraria y familiar a la economía economía de la expansión
imperial y del comercio.
La liberalización progresiva de los vínculos de potestad se produce, sobre todo, por causa de las
nuevas necesidades del comercio, que impone una mayor participación de los sometidos en los
negocios paternos y por un movimiento de emancipación de la mujer, de los hijos y de los esclavos.
Esta lenta transformación de la familia, se inicia en la época imperial y no culminaría hasta las
reformas de Justiniano.
La unidad familiar se refleja sobre todo en la comunidad de cultos religiosos y el culto a los
antepasados difuntos. En las invocaciones religiosas aparecen unidas domus y familia.
En lo económico, la familia se presenta como una entidad independiente, formada por el huerto o
fundo familiar, los esclavos, los animales de tiro y carga, los aperos de labranza. Todo ello integra el
patrimonio agrario (mancipium ) más antiguo. La ley de las XII Tablas distingue la familia como entidad
formada por personas y cosas bajo la autoridad del paterfamilias, y la pecunia como bienes de cambio.
En época clásica, pecunia (bienes de cambio) adquieren mayor importancia porque en la nueva
economía monetaria, basada en el comercio e industria artesanal, los bienes de cambio sustituyen a la
res mancipi de la antigua economía agraria.
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2 – Parentesco. Líneas y grados
Los primeros forman la línea recta, es decir la de personas que descienden unas de otras de forma
directa: padres, hijos, nietos, etc...
En ambas líneas el grado de parentesco se determina haciendo el cómputo de las generaciones que
existen entre dos personas de la misma familia.
El paterfamilias tiene un poder pleno e ilimitado sobre todos los miembros de la familia que se
manifiesta en formas diversas. El símbolo de este poder (potestas) , originariamente manus, es la
mano humana protectora y dominante. Este poder se manifiesta en las formas siguientes:
Están sometidos a la potestad del padre: los hijos y las esposas de éstos in manu, las hijas, la mujer in
manu y los esclavos. A estas personas en potestad, habría que agregar las personas in mancipio, que
se incorporaban al grupo en virtud del acto de mancipatio y por causas diversas. No sometidos a
potestad son los que no se encuentran sometidos al poder de otro; con independencia de que sean o
no padres con hijos.
Gayo dice que la patria potestad es particular de los ciudadanos romanos. El poder absoluto y pleno
del padre comprende los siguientes derechos:
Ius vitae et necis: derecho de vida y muerte. Este derecho tan inhumano, que solo se concibe
en una sociedad primitiva, tiene importantes restricciones desde sus orígenes. Se consideraba
obligatoria la consulta con los parientes. Estos formaban un tribunal (iudicium domesticum), y
además el censor tenía la facultad de vetar mediante nota censoria las posibles arbitrariedades
del padre. Progresivamente se transforma en un derecho a la corrección paterna, hasta llegar a
109
Justiniano que declara que este derecho de vida y muerte ya no existe.
Ius vendendi: derecho de vender como esclavo al hijo. El hijo no podía venderse como
esclavo en territorio romano, pero sí podía ser entregado in causa mancipii. La ley de las XII
tablas establecía que si un padre de familia vendía tres veces a su hijo perdía la potestad sobre
él. Constantino prohíbe la venta de hijos. Justiniano estable el derecho de venta podría
aplicarse sólo a los recién nacidos, en caso de extrema necesidad del padre, y siempre con la
facultad de poder recuperar la libertad del vendido mediante el pago de un rescate.
Ius noxae dandi: derecho del padre de entregar al hijo de familia al perjudicado por un acto
ilícito cometido por éste, con la finalidad de librarse de la responsabilidad contraída. Justiniano,
declara abolido este derecho.
Ius exponendi: derecho a abandonar al hijo recién nacido. Esta práctica es combatida por los
autores cristianos y condenada por los emperadores.
Los hijos nacidos en justas nupcias, con una ciudadana libre, se encuentran bajo la potestad del padre
de familia. Éste aceptaba al hijo como suyo en una ceremonia de carácter religioso que suponía la
entrada del hijo en el culto gentilicio
El hijo legítimo (de iustrum matrimonium) adquiere la condición del padre, mientras que el hijo ilegítimo
adquiere la condición de la madre bajo el criterio de que la madre siempre es cierta mientras que el
padre lo es por el matrimonio.
Se presupone que el hijo es del padre (presunción de paternidad) si el parto se ha producido después
de los 182 días de celebrado el matrimonio y antes de los 300 dias de su disolución. En ningún caso se
considera al nacido después de los 10 meses que siguen a la disolución del matrimonio (por muerte
del padre o por divorcio.)
La arrogación (adrogatio)
Implica la absorción de una familia por otra. Ocurría cuando un pater adopta a una persona sui iuris, es
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decir, otro pater, de tal modo que si éste último tiene descendientes, no sólo él sino también sus hijos y
nietos ingresan en la familia del adrogante.
Según el antiguo ritual, el acto en el que el arrogado padre de familia se somete a la potestad de otro
padre y se hace hijo de familia de éste, se realiza delante de los comicios curiados, presididos por el
pontífice máximo. Después de interrogar al arrogante y arrogado, el pontífice propone al pueblo, que el
arrogado sea declarado hijo legítimo del arrogante y que pase bajo la patria potestad de él. En el
derecho postclásico, la arrogación se realizaba por declaración delante del pretor en Roma o del
gobernador en las provincias.
El patrimonio del arrogado pasa en bloque al arrogante (sucesión universal entre vivos.) Como
consecuencia de este traspaso patrimonial al arrogante, se extinguen las deudas del arrogado; pero el
pretor para evitar que los acreedores se vieran defraudados, les concedió distintas acciones:
Contra el arrogado, una actio utilis con la ficción de que no hubo pérdida de estado (capitis
deminutio).
La arrogación tiene una nueva regulación en el derecho postclásico, para facultar al que no tiene
familia y que pueda hacerse con ella. Por ello, la arrogación se extiende a personas que no tenían
acceso a los comicios, como son las mujeres y los impúberes. En beneficio de los arrogados, y para
evitar posibles fraudes, se requieren determinadas condiciones:
Se exige que el que adopta (arrogante) tenga más de 60 años y no tenga hijos naturales o
adoptivos;
Una promesa del arrogante de restituir los bienes del arrogado (adoptado) a éste o a su familia,
en los casos de muerte de uno de ellos o de emancipación del arrogado.
La adopción
Es el acto de adquirir la patria potestad sobre un hijo de familia sometido a la potestad paterna.
Conforme a la concepción romana de la patria potestas, ésta era irrenunciable y sólo terminaba con la
muerte o incapacidad civil del padre. Tampoco se admitía la transferencia de un derecho personal.
Por ello, los juristas de la república acudieron a un ingenioso expediente, mediante la interpretación de
un precepto de la ley decenviral (XII Tablas); así, si un padre quiere librar al filius de su potestad, lo
emancipa por tres veces a persona de su confianza. En virtud de las tres mancipaciones sucesivas, el
hijo quedaba liberado de la potestad del padre y el adoptante adquiría la patria potestad del adoptado
mediante un acto ante el magistrado.
El adoptado sale de su familia originaria y rompe todos los vínculos que le unieron con ella. En cambio,
adquiere la condición de hijo en la familia del adoptante y tiene el derecho al nombre familiar y
gentilicio y a la herencia de éste. La adopción fue utilizada sobre todo con fines hereditarios. Esta
111
forma de adopción fue utilizada con finalidades políticas para preparar la sucesión de los emperadores.
En derecho postclásico se introducen importantes reformas con la idea de que la adopción debe suplir
o imitar a la filiación natural. Se introducen formas más simples y directas: acuerdos entre el padre
natural y el adoptivo. Se autorizan a las mujeres para que puedan adoptar y se exige que el adoptante
tenga al menos dieciocho años más que el adoptado.
Justiniano pretende sustituir la antigua adopción por una nueva, para ello, distingue dos formas de
adopción: plena y menos plena.
Adopción plena: es la realizada por un ascendiente del adoptado. Supone todos los efectos
de la adopción romana con el cambio de familia y la ruptura de los vínculos con la familia
natural.
La patria potestad se extingue por la muerte del paterfamilias (Ulpiano). A la muerte del padre, los hijos
de familias pasan a ser padres y a tener sus propias familias.
Cuando el padre de familia pierde la ciudadanía romana, por caer en esclavitud o por adquirir otra
ciudadanía, también se extingue este derecho y los hijos se hacen sui iuris.
En el caso de que el paterfamilias sea hecho prisionero durante la guerra, la patria potestad como los
otros derechos personales, quedan en suspenso. Si retorna y cesa el cautiverio, la readquire en virtud
del derecho de postliminio.
También se extingue cuando el padre es arrogado o da el hijo en adopción, o cuando entrega a la hija
in manu o al hijo in mancipatio.
En cuanto a los efectos, el emancipado conserva sus derechos sucesorios y hace suyos el peculio y
los bienes adventicios. Esta nueva consideración de la emancipación como acto que favorece al
emancipado hace que se pueda revocar por ingratitud. Se establecen determinadas excepciones a
favor de los hijos que alcanzan altos cargos públicos o religiosos (cónsul, patricio o prefecto del
pretorio, obispo...), a los que se libera de la potestad paterna.
6. Defensa procesal
El padre de familia puede accionar contra un tercero que retiene al hijo mediante una vindicatio. Esta
112
acción tiene un carácter especial y se consideraba en derecho clásico como un expediente para la in
iure cessio simbólica con la que se realizaba la adopción. Esta vindicatio fue sustituida por una
praeiudicium.
La acción por el secuestro de los hijos tenía un carácter público (plagium). También tenían carácter
público los interdictos de liberis exhibendis para solicitar del pretor la presentación del hijo perdido o de
liberis ducendis para solicitar la entrega del hijo. Antonino Pio concedió una exceptio a favor de la
madre, que ante la reivindicación del padre, retiene al hijo con causa justa.
7. La «manus»
El paterfamilias tenía sobre la mujer una potestad marital denominada manus. La institución de la
conventio in manun, acto por el que la mujer entraba en la familia del marido, se remonta a una
época primitiva; entonces, toda mujer casada entraba bajo el poder del marido o del padre de familia
de éste.
La entrada en la nueva familia puede situarla en el lugar de hija, si el nuevo paterfamilias es su marido,
o de nieta si el propio marido se encuentra bajo la potestad de su padre.
La consecuencia patrimonial era que los bienes de la mujer pasaban en bloque al marido titular de la
manus.
En derecho clásico, la manus como poder marital sobre la mujer, se consideraba una institución de
estructura y efectos diferentes del matrimonio.
Según Gayo, la conventio in manum (acto por el que la mujer entraba bajo la manus del marido) se
realizaba en tres formas:
I. Confarreatio: es una ceremonia religiosa necesaria para que los hijos pudieran acceder a
determinadas dignidades sacerdotales.
II. Coemptio: consistía en una compra fingida de la mujer en la forma de mancipatio, que
requería la presencia de los cinco ciudadanos y del libripens. La mujer entraba bajo la manus
del marido, que adquiría también su patrimonio, pero continuaba siendo libre y ciudadana
romana.
III. Usus: El marido adquiere la manus sobre la mujer cuando ejerce de hecho esta potestad a lo
largo de un año. La mujer podía impedirlo, permaneciendo alejada de la casa del marido
durante tres noches consecutivas (trinocti usupatio) con ánimo de interrumpir el usus. En
derecho clásico, esta forma deja pronto de utilizarse y Gayo la considera como un recuerdo
histórico.
113
referencias a la manus.
Gayo: “la primera división del derecho de personas es: todos los hombres o son libres o son esclavos”.
Florentino: “La esclavitud es una institución del derecho de gente por la que, contra lo natural, un
hombre queda sujeto al dominio de otro”. “Los esclavos nacen o se hacen. Nacen esclavos los hijos de
las esclavas. Se hacen, o por derecho de gente (por cautividad bélica), o por derecho civil lo que
sucede cuando un hombre libre, mayor de 20 años, se deja vender para participar del precio de la
venta”.
Desde el punto de vista del derecho civil y del derecho de familias, la esclavitud tiene interés en
atención a las siguientes consideraciones:
b) El esclavo, que no puede ser titular de derechos, interviene en el ámbito negocial y realiza
actos que revierten en el patrimonio de su dueño.
La institución de la esclavitud obedece a los principios de la guerra, en la que los vencedores tenían
libre disposición sobre los sometidos, y a la generalizada creencia de la desigualdad entre los
hombres.
Originariamente, los esclavos que se encontraban en la Roma primitiva procedían de las capturas de
prisioneros en las guerras con las poblaciones itálicas vecinas. En número reducido, los esclavos se
dedicaban a los servicios domésticos en la domus, al cultivo de las tierras y al cuidado de los animales
que formaban el patrimonio agrícola.
Eran objeto de especiales cuidados, ya que su alto precio inducía a los dueños a darle un trato
considerado, castigándose al dueño con pena al que lesionaba con una fractura con 150 ases (300
ases si era un hombre libre).
Derecho clásico:
El régimen de la esclavitud sufre importantes cambios como consecuencia de las guerras de conquista
114
a finales de la República y comienzos del Imperio. El número de esclavos aumenta a medida que las
legiones romanas someten nuevos territorios. Las características de estos esclavos, procedentes de
las regiones más salvajes y apartadas (África, Asia...), hacen que su condición empeore y reciban un
trato más riguroso. La facilidad con que las familias nobles y ricas realizaban las liberaciones de
esclavos (manumiciones), hace que Octavio Augusto dicte toda una serie de leyes para poner límite a
estas libertades.
De otra parte, la influencia de las doctrinas filosóficas de los estoicos, sobre la igualdad y la libertad
natural de todos los hombres, hace que se repriman los abusos de los dueños y se favorezca a los
esclavos (favor libertatis). Así, un edicto del emperador Claudio priva del derecho de propiedad al
dueño que abandonase a su esclavo viejo y enfermo.
El esclavo tiene sus propios cultos y venera a sus dioses, su sepultura tiene la consideración de locus
religiosus.
El esclavo puede realizar determinados actos jurídicos que redundan en beneficio del dueño, y las
costumbres sociales hicieron que se difundiese la práctica de dejar en administración al esclavo un
peculium, con el que podía llegar a comprar su libertad. Las relaciones que establezca con terceros
respecto a los bienes comprendidos en el peculio, que no pueden admitirse como obligaciones civile,
se considera que generan obligaciones naturales.
El dueño responde de los delitos privados y daños de los esclavos mediante una actio noxalis, ante la
que puede optar: por el pago de la pena; la entrega del esclavo a la víctima (noxae deditio); o, dejar
que sufra con penas (el sufrimiento es mayor que las personas libres).
a) La prisión de guerra (captivitas). Los enemigos (hostes), vencidos por la fuerza de las armas,
se convertían en esclavos del vencedor y en parte del botín de guerra. Los vendían en subasta
pública y eran asignados a los compradores. También los ciudadanos que caían en poder del
enemigo se consideraban captivi y esclavos.
La ley Cornelia (año 81 a.C.) disponía que si el captivus moría prisionero, su sucesión testamentaria se
regulaba como si hubiera muerto en el momento de caer en manos de los enemigos. Si el cautivo
conseguía liberarse y volvía al territorio romano, recuperaba su estado de libre y ciudadano romano,
siendo titular de todos sus derechos. Pero no recuperaba la titularidad en las situaciones de hecho,
como la posesión y el matrimonio. Este derecho se llama postliminium.
b) El nacimiento de madre esclava. En aplicación del favor libertatis, los juristas consideraban
que nacía libre el hijo de la esclava que hubiese sido libre en un tiempo intermedio entre la
concepción y el parto.
c) La condena a pena de esclavitud. Los desertores, prófugos o los que no se presentaban para
ser censados, podían ser vendidos como esclavos. Se consideraba servi poenae o esclavos
115
sin dueño los condenados a trabajar en las minas o a luchar en el circo.
Los juicios sobre libertad se tramitaban como vindicationes: in libertatem, cuando se defendía la
libertad en el acto de la manumisión; in servitutem, cuando el dueño reclamaba su propiedad contra un
esclavo que se hacia pasar por libre.
La legislación del Bajo Imperio, aunque mantiene en vigor los principios de la incapacidad de los
esclavos y su sumisión a la potestad dominical, continúan las tendencias en favor de la libertad,
inspiradas ahora en las ideas cristianas. Por ello se castiga incluso con la pena de homicidio al dueño
que con malos tratos causa la muerte de su esclavo y se combate la prostitución de las esclavas.
Las uniones matrimoniales de los esclavos adquieren una mayor importancia y se prohíbe separar a
las familias de esclavos.
Justiniano completa la evolución con normas que favorecen las manumisiones y declara que el esclavo
que es abandonado por su dueño, se convierte en libre, por ese mismo hecho.
La manumisión es la concesión de la libertad al esclavo por su dueño. El antiguo derecho conocía tres
formas de manumisión:
Manumissio censu: Se efectuaba por la inscripción del esclavo en el censo como ciudadano.
Junto a estas formas solemnes, el pretor admitió otras formas en las que constaba expresamente la
libre voluntad de manumitir. Así la manumissio inter amicos, entre amigos: o en una comida; o por
carta. En estos casos, el pretor protegía la libertad de los manumitidos mediante el expediente de
negar a los dueños la acción para reivindicarlos como esclavos. Estas manumisiones no atribuían el
estado de ciudadanía. La lex Junia Norbana (19 dC) considera a los manumitidos como latinos que
116
tienen el ius comercii inter vivos, pero no podían disponer de su patrimonio, a su muerte pasaba al
dueño que los libertó.
La lex Aelia Sentia: exigía que el manumisor tuviese por lo menos 20 años y el manumitido 30.
También privaba de la ciudadanía a los manumitidos que hubieran sido castigados a penas infamantes.
La ley consideró inválidas las manumisiones en fraude de acreedores.
En el Bajo Imperio la legislación imperial introduce nuevas reformas inspiradas en el favor libertatis.
Se reconoce como nueva forma la manumissio in sacrosanctis eclessis, como declaración solemne de
liberación ante el obispo o autoridades eclesiásticas. Se admite una especie de adquisición de la
libertad por prescripción, ya que se consideraban libres los esclavos que entran en las órdenes
religiosas y que después de un cierto tiempo no han sido reclamados por su dueños.
Justiniano abolió la legislación restrictiva de Augusto y consideró como manumisión válida toda
declaración de voluntad por parte del dueño de libertar al esclavo, hecha en presencia de testigos.
El esclavo, una vez que ha sido manumitido, continúa vinculado a su dueño en virtud del derecho de
patronato. Consiste en un deber de reverencia y asistencia al patrono que impone determinadas
obligaciones al liberto:
Asistencia al patrono en caso de enfermedad y cuidado del sepulcro familiar, en el que los
libertos podían ser enterrados.
El patrono tiene un derecho de sucesión de los bienes del liberto muerto sin hijos o herederos
testamentarios.
El patronato se transmite a los hijos herederos del patrono, pero no obliga a los descendientes del
liberto; quien solía prestar juramento antes de la manumisión que renovaba después.
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Los libertos forman la clase social de los libertini, que se distinguen de los nacidos libres o ingenuii.
Tienen determinadas limitaciones para el ejercicio de los derechos: no pueden ser elegidos
magistrados, y su voto tenía poco valor al ser asignado a las tribus más numerosas. El matrimonio con
ingenuo es combatido a veces con prohibiciones. Sin embargo, la gran influencia social y los altos
cargos públicos que ocupan los libertos de los príncipes hacen que estas limitaciones desaparezcan en
concesiones de privilegios y derechos que los equiparan a los ingenuos.
El patrono también tiene determinadas obligaciones hacia el liberto, al que debía prestar su fides,
considerada como un deber sagrado. Por ello, pierde sus derechos si niega asistencia al liberto en la
indigencia o si le acusa de un delito grave o si arrienda los servicios que aquel le presta.
El liberto, que no cumple sus obligaciones con el patrono, puede ser obligado con distintas medidas,
incluso puede ser revocada su manumisión por ingratitud.
En derecho antiguo, las sanciones podían ser impuestas por el patrono en virtud de su jurisdicción
doméstica. En derecho clásico, el incumplimiento del juramento del liberto daba lugar a una actio
incerti. La revocación de la manumisión, por ingratitud del liberto, es admitida por causas graves en las
constituciones imperiales.
Según el principio que se mantiene en el derecho clásico, los sometidos a la potestad del padre (hijos,
mujer in manu, esclavos) no pueden tener bienes propios y todas sus adquisiciones revierten al padre.
La regla general es que los sometidos pueden mejorar, pero no empeorar con sus actos la situación
del patrimonio paterno.
La antigua concepción, de que los hijos y sometidos no podían ser titulares de derechos y
obligaciones, suponía una grave dificultad, pues la necesidad que tenían los padres de servirse de
ellos era cada vez mayor y el tráfico comercial cada día más complejo.
En la República, el pretor tutelaba una práctica social consistente en que los alieni iuris (sometidos a
potestad) podían disponer de determinados bienes dejados a su cuidado, que se llamaba peculium.
Este término se refiere a un pequeño patrimonio admitido y gozado por su sujeto con independencia.
En las concepciones jurisprudenciales, el peculio se consideraba como un patrimonio autónomo y
separado de los restantes bienes del paterfamilias, gozado o administrado por el esclavo o por el hijo
de familia.
De esta manera puede considerarse el peculio como una entidad económica de bienes, a efectos de
goce y administración, y supone una separación del patrimonio que se entrega a un sometido para su
cuidado e incremento. Además, el peculio es siempre propiedad del paterfamilias y constituye un ente
económico perteneciente al patrimonio familiar, porque el sujeto del peculio, que es un alieni iuris, no
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puede ser propietario de los bienes que lo integran y todas sus adquisiciones, aun aumentando el
peculio, enriquecen al padre en definitiva.
El paterfamilias podía recuperar el peculio en cualquier momento. Se considera del hijo o del esclavo
que lo conservaba, una vez que salía de la potestad paterna. El padre sólo respondía de la deudas
asumidas por los sometidos hasta la cantidad en que consistía el peculio. El pretor protege al padre y a
los acreedores del hijo o esclavo con acciones de peculio o de in rem verso. Si el peculio consistía en
mercancías y no era suficiente para pagar a todos los acreedores, el padre estaba obligado a pagar a
todos los acreedores, debiendo repartir entre ellos el activo del mismo en proporción a los créditos, se
incluyen los propios créditos del padre contra el sometido. Los acreedores que se consideraban
perjudicados por una distribución injusta podían accionar contra el padre por la actio tributoria.
En el Principado, los usos sociales imponen otras formas. Los bienes que el hijo adquiere durante el
servicio militar, formaban el llamado peculio castrense. Un rescripto de Adriano autoriza al hijo a
disponer libremente de su peculio castrense. Sin embargo, si el hijo no disponía del peculio, el padre al
morir el hijo lo recuperaba, no por derecho sucesorio, sino iure peculii. La jurisprudencia interpretó que
el hijo podía accionar con independencia de su padre en relación con el peculio castrense, y en
general se obligaba civilmente, respondiendo de sus deudas con el mismo.
La concepción clásica del peculio y la adquisición por el padre, en todo caso es calificada como
inhumana por Justiniano, triunfa la idea de que la propiedad corresponde al filius, teniéndose el pater
como simple administrador y usufructuario. En su nueva ordenación, distingue tres masas de bienes
del hijo:
El peculio formado por los bienes que provienen del padre y que se denominan peculium
paganum. Siguen el régimen antiguo, pertenecen en propiedad al pater.
Los dos peculios especiales: castrense y cuasi castrense y todos los restantes bienes que el
hijo recibe no procedentes del padre (procedentes de terceros)
Estos últimos quedan en dominio del filius, corresponde al pater del derecho de administración y
usufructo.
El principio del ius civile en virtud del cual el paterfamilias se aprovechaba de las utilidades de un
negocio celebrado por el hijo, haciéndose dueño de los bienes por éste adquirido, pero no respondía
por las deudas o perdidas del hijo en los mismos negocios, quienes no lo pueden obligar, conducía a
119
situaciones de injusticia, especialmente para aquellos casos en que el hijo de familia o el esclavo
actuaban con expresa o tácita autorización del pater o amo, o cuando éste sacaba provecho del
negocio.
Esta situación determinó la actuación del pretor que concedía en su edicto varias acciones, con las que
se podía demandar también al paterfamilias por las deudas y negocios contraídos por los sometidos.
De esta manera, el paterfamilias no respondía en lugar del hijo o esclavo, sino sino conjuntamente con
éstos.
Para evitar que las acciones contra el sometido no fueran eficaces por carecer de patrimonio propio, la
técnica usada por el Pretor consistía en demandar al padre con una fórmula de transposición de
personas, en cuyo intentio aparecía el nombre del sometido y en la condemnatio el del padre que
debía pagar.
El paterfamilias se obliga solidariamente con los sometidos y podía ser demandado a causa de los
negocios realizados por los sometidos con las siguientes acciones;
Si no había concedido un peculio al sometido pero lo había autorizado para realizar un negocio
o había obtenido un beneficio.
◦ actio quod iussu: cuando el padre notificó al que contrató con el hijo o esclavo que este
estaba autorizado para celebrar negocios con él. Responde por la totalidad de las deudas
contraidas por el sometido.
◦ actio de in rem verso: el padre responde por aquello que hubiese revertido en el
patrimonio del pater; es decir, de lo que se ha enriquecido (ganancias obtenidas) como
consecuencia del negocio realizado por el sometido.
Las acciones de peculio y de ganancia obtenida se dan sólo en el plazo de 1 año desde que el
sometido sale de la patria potestad.
Aunque no se considera una acción adyecticia y se califica como acción in factum, su relación con la
responsabilidad del padre por los negocios de los sometidos nos lleva a mencionar en este lugar a la
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actio tributaria. Cuando el filius familias había destinado el peculio al comercio con el conocimiento
del pater familias y después resultaba insolvente, se formaba un concurso de acreedores en donde se
encontraba el pater familias y realizaban un reparto del peculio entre todos. Si el pater familias actuaba
dolosamente para impedir ese concurso, el acreedor o los acreedores perjudicados podían entablar
contra él al actio tributoria para reclamar al parte que le correspondiera.
121
TEMA 13 – EL MATRIMONIO ROMANO
La jurisprudencia no elaboró una doctrina sobre éste, ni estudió sus elementos y formas. Los jurista se
ocupan de los problemas que suscita la existencia de matrimonio al tratar de las relaciones
patrimoniales entre los cónyuges y de la filiación. El matrimonio se considera por los prudentes como
un hecho social, que para tener relevancia jurídica debe ser conforme al derecho o a la ley.
En la antigua familia patriarcal, aunque la mujer estaba sometida a la manus del marido, gozaba de la
más alta consideración social como la digna compañera de su esposo. Desde los tiempos primitivos, la
mujer formaba con el marido una comunidad de bienes y de cultos, en una plena unión de voluntades.
Sin embargo, los juristas se refieren a hechos o circunstancias que prueban claramente la existencia
de una relación matrimonial. Así, para la iniciación del matrimonio, se fijan especialmente en el
acompañamiento de la mujer a la casa del marido. El matrimonio puede celebrarse en ausencia del
marido, pero nunca en ausencia de la mujer. El matrimonio se disuelve por la cautividad de guerra y no
se reintegra por la vuelta del cautivo iure postliminio, sino que es necesario el inicio de una nueva
convivencia matrimonial.
La finalidad del matrimonio de procerar hijos resulta clara en numerosos textos. La convivencia
matrimonial se basa en la concepción del domicilium matrimonii como hogar y casa, donde se realiza
la comunidad de vida exteriormente apreciable. El jurista romano no quiere penetrar en las
interioridades de la domus y de la familia. Se conforma con signos externos y de ahí su concepción de
la convivencia profundamente humana y social.
En el derecho posclásico y justinianeo. Aparece una nueva concepción basada en las ideas cristianas
de la indisolubilidad del vinculo matrimonial que atribuye valor definitivo al consentimiento que se
realiza al celebrar el matrimonio.
122
2. Los esponsales
Se definen como la promesa recíproca de futuro matrimonio. “Los esponsales son petición y promesa
de futuras nupcias” (Florentino.)
La sanción contra el que incumplía el compromiso era más moral y social que jurídica. El que faltaba al
compromiso se exponía a una posible condena por los perjuicios sufridos, que se solicitaba mediante
una actio ex sponsu. Sin embargo estas estipulaciones no vinculaban jurídicamente a la mujer para
obligarla a contraer matrimonio con el desposado. Juliano (jurista) requería el consentimiento de los
prometidos y presumía que había consentido la hija de familia, siempre que no mostrase claramente su
disconformidad.
En derecho postclásico, los esponsales asumen un nuevo régimen jurídico, basado en la concepción
de que entre los desposados existe un vínculo que se asemeja al matrimonio. Se requieren
determinadas formalidades para celebrar los esponsales, que hacen nacer efectos personales como el
deber de fidelidad y el no poder contraer otra promesa de matrimonio antes de disolver el vínculo
precedente y patrimoniales: sí en caso de incumplimiento de promesa, la mujer debe restituir lo
recibido en donación y si incumple el desposado, ella conserva lo recibido y tiene derecho a lo que se
le prometió.
Por influencia de los esponsales de las iglesias orientales, los emperadores acogen la práctica de las
arras esponsalicias. Rige la norma de que la parte que incumple la promesa, sin que haya mediado
justa causa, pierde las propias y viene obligada a devolver las que recibió a razón del cuádruplo de su
valor y en caso de muerte de uno de los desposados deben restituirse en su valor.
Se extienden también los impedimentos establecidos para el matrimonio y se equiparan sus efectos
para determinados fines penales y patrimoniales.
Para que el matrimonio pueda considerarse conforme a derecho (iustae nuptiae), tienen que darse
determinados requisitos:
1. Capacidad natural. Los cónyuges tienen que haber llegado a la pubertad, es decir, a la
capacidad natural para las relaciones sexuales. Los juristas exigían la edad de 14 años para el
varón y 12 para la mujer.
2. Capacidad jurídica. El matrimonio debe celebrarse entre personas que tengan, uno en
123
relación con el otro, el derecho de conubium. Este derecho que sólo tienen los ciudadanos
romanos y algunos extranjeros. La consecuencia más importante del conubium es atribuir la
condición jurídica del padre a los hijos que nacen de esa unión.
Estaba prohibido el matrimonio entre parientes en línea recta y hasta el sexto grado en línea colateral.
La antigua prohibición de contraer matrimonio entre patricios y plebeyos fue abolida por la ley Canuleia
(445 aC). Augusto, prohíbe el matrimonio entre personas desiguales y preservar el rango senatorial. En
la época Imperial, los emperadores concedían el conubium a las mujeres de los veteranos que
adquirían la ciudadanía romana cuando se licenciaban.
Durante el matrimonio se crea entre los casados y los ascendientes y descendientes de cada uno de
ellos el llamado parentesco por afinidad (adfinitas) que les prohíbe contraer matrimonio.
En Derecho clásico el matrimonio estaba rigurosamente prohibido entre los afines en línea directa
(entre suegros, yernos y nueras); entre los colaterales estaba prohibido hasta el séptimo grado y
posteriormente hasta el tercero. Gayo, Paulo y Papiano.
El hijo nacido de un matrimonio de cautivos, si entraba en Roma gozaba de los efectos favorables del
postliminio y se convertía en libre y ciudadano romano.
La condena a una pena que tiene como consecuencia la reducción a esclavitud (servitus poenae) y
pérdida de ciudadanía, también disolvía el matrimonio, así como si uno de los cónyuges pasaba a ser
esclavo de otra persona.
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3. El divorcio: En el antiguo derecho quiritario, como consecuencia del régimen de la manus y
las concepciones religiosas, el matrimonio se consideraba como un vínculo estable y
permanente. Para librar a la mujer, se requerían actos solemnes de forma y contenido contrario
a los de sus constitución:
En la unión solemne con los ritos de la confarreatio, la cesación de la manus tenía lugar
por otro acto de ritual solemne, la diffarreatio, en el que la mujer renunciaba al culto y a
los dioses de la familia del esposo.
Las primitivas causas del divorcio tienen un carácter mágico-religioso: el adulterio, el ingerir un
abortivo, el beber vino o el sustraer las llaves para beber vino, son actos deshonrosos. En los primeros
tiempos de Roma, los casos de divorcio eran muy raros.
Al final de la república, las nuevas formas sociales y la corrupción de las antiguas costumbres, hac
euqe los divorcios sean muy frecuentes. En la concepción clásica del matrimonio, que depende
exclusivamente de la voluntad continuada de los cónyuges, la cesación de esa voluntad era suficiente
para la ruptura del vínculo matrimonial. Los juristas hablan en este caso de divortium o repudium
(divortium = divorcio bilateral; repudium = divorcio unilateral).
No se considera necesario ningún acto formal, sólo un comportamiento del que se desprende que ya
no existe la voluntad de permanecer unidos en matrimonio. Se consideraba suficiente la comunicación
del repudio.
Augusto, con la ley Iulia de adulteriis, trata de combatir las causas de divorcio sancionando al cónyuge
que ha dado lugar al repudio con una retención sobre la dote y establece que el repudio debía
comunicarse por medio de un libelo y ante siete testigos ciudadanos romanos púberos y prohíbe a las
libertas divorciarse del patrono, castigándolas con la pérdida del conubio.
Una constitución de Alejandro Severo (CI. 8.38.2) declara la nulidad de la cláusula que penalizase al
autor del repudio, y el divorcio sigue considerándose un acto libre y se declaran nulos los pactos de no
divorciarse.
4. Las segundas nupcias: Una nueva unión matrimonial con una mujer con la que se tiene el
derecho de conubium tiene por efecto la disolución del matrimonio anterior, cuando el repudio
ha sido notificado.
Con el fin de acrecentar la población y poner fin a la corrupción de costumbres que se adueña de la
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sociedad romana en los comienzo dela época imperial, Augusto dicta la lex Papia Poppaea que
establece la obligación de contraer matrimonio para los hombres entre los 25 y los 60 años, y las
mujeres entre los 20 y los 50 años. Los que incumplen son sancionados con la incapacidad sucesoria.
Viudas y divorciados son castigados con la misma sanción si no contraen nuevo matrimonio: las viudas
a los 2 años de la muerte del marido, los divorciados a los 18 meses.
5. El concubinato
La unión estable del hombre y la mujer sin la recíproca intención de estar unidos en matrimonio (sin
affectio maritalis), se considera por los juristas como concubinato.
El matrimonio entre esclavos o con uno que sea esclavo, se considera contubernium y solo se le
reconocen determinados efectos morales.
En la práctica, el concubinato se da también con mujeres ingenuas. Los usos sociales y la intención
con que unían era lo que lo distinguía del matrimonio.
Las nuevas concepciones sociales sobre la familia fundada en el parentesco natural (cognatio), hacen
que la institución matrimonial, pase por profundas reformas. Se atribuye al consentimiento (consensus
affectio) un nuevo sentido: la reciproca voluntad de los cónyuges que da vida al matrimonio, se
considera ahora una voluntad inicial.
El principio consensus facit nuptias viene a significar que la manifestación de voluntad de los
contrayentes de unirse en matrimonio da existencia al vínculo conyugal, con independencia de que esa
voluntad persista o cambie.
126
A partir del siglo IV aparece el nuevo crimen de bigamia, en el que incurren aquellas personas que sin
haberse divorciado previamente se unen en un nuevo vínculo conyugal. La legislación de los
emperadores, asume una posición hostil frente a las concepciones clásicas, y se muestra contraria al
divorcio y a las segundas nupcias. El matrimonio que existe por el consentimiento inicial, perdura
aunque alguno de los cónyuges pierda su capacidad jurídica. Por ello la cautividad, la esclavitud y la
deportación no disuelven el matrimonio como en derecho clásico.
Constantino en el año 331 d.C, intenta dar una nueva reglamentación del divorcio, especialmente del
repudio o divorcio unilateral, limitándolo a tres motivos o causas por parte del marido o de la mujer.
Castiga al que se divorcia sin estas causas con penas pecuniarias respecto a la dote y a sus propios
bienes, e incluso con el exilio de la mujer que abandonase al marido. Legislación posterior admitiría el
divorcio provocado por la otra parte ampliando las causas justas de éste.
Justiniano dicta nuevas disposiciones contra el divorcio y distingue las siguientes formas y causas:
1. Divorcio con justas causas. El adulterio, o las malas costumbres de la mujer, el abandono de la
casa del marido, la falsa acusación de adulterio por parte del marido, el lenocinio y la relación
sexual del marido con otra mujer dentro o fuera del domicilio conyugal.
2. Divorcio sin causa. Cuando se produce como acto unilateral no justificado por ley.
4. Divorcio bona gratia. Fundado en una causa independiente de la voluntad de alguno de los
contrayentes: incapacidad para engendrar, cautividad, esclavitud, locura, elección de vida
claustral o voto de castidad.
El que se divorcia sin causa o el culpable en el divorcio con causa justa, viene castigado con la pérdida
de la dote y de la donación nupcial, si no existen estos bienes, con la cuarta parte de sus bienes
propios. Además se le conmina con penas personales, como el retiro a un convento. En las
disposiciones de las Novelas, agrava las sanciones que se extienden también al divorcio de mutuo
consentimiento.
En cuanto a las segundas nupcias, el derecho del Bajo Imperio impone también prohibiciones y limites
en consideración a los hijos nacidos del primer matrimonio. El plazo para que la mujer viuda o
divorciada pueda volver a casarse es ampliado de diez a doce meses.
Justiniano dispone que todo lo adquirido del cónyuge premuerto, tanto inter vivos como mortis causa,
pasase en propiedad a los hijos del primer matrimonio, reservándose al viudo que contrae nuevas
nupcias solo el usufructo.
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Justiniano considera al concubinato como una unión inferior al matrimonio. La esclava concubina del
dueño y sus hijos se hacen libres si el dueño no ha dispuesto lo contrario. Se permiten determinadas
liberalidades mortis causa en favor de la concubina y los hijos naturales, en mayor o menor cuantía,
según concurran o no con los hijos legítimos.
En el deseo de favorecer a los hijos nacidos de concubinato, la legislación del Bajo Imperio admite tres
formas de legitimación de los hijos naturales:
2. Por ofrecimiento de los hijos a la curia: se pretende así facilitar la aceptación de los gravosos
deberes que se imponían a los decuriones.
128
TEMA 14 – LAS RELACIONES PATRIMONIALES ENTRE CÓNYUGES
En el antiguo derecho romano, las relaciones entre cónyuges están inspiradas por el principio de la
unidad del patrimonio familiar, regido por la suprema autoridad del paterfamilias.
A la mujer se le aplicaban las reglas generales de los sometidos a potestad; sin embargo, la función de
la mujer en el matrimonio y en la domus como materfamilias determinó desde edad muy temprana
algunas normas especiales.
Cuando la mujer entra en el domicilio del marido aporta un patrimonio más o menos cuantioso,
integrado por la dote, que el paterfamilias de la mujer entregaba al nuevo cabeza de familia de ella
como aportación definitiva (o formado por todos los bienes de la mujer en el caso de que fuese sui
iuris).
Estos bienes se hacen propiedad del titular de la manus, integrando el patrimonio familiar. De éste
dispone libremente el paterfamilias, que suele atribuir a la mujer determinados bienes para su uso. En
las costumbres romanas se solía dejar el uso y cuidado de su ajuar, que llevaba al matrimonio a titulo
de peculio, y que era incrementado durante el matrimonio por los regalos que el marido le hacía o por
los esclavos o útiles que ponía a su servicio. La actuación de la mujer recaía en el cuidado de los
enseres y bienes de la casa y de las labores domésticas.
Una antigua costumbre hacía que el marido atendiese en su testamento a su mujer, legándole la dote y
el peculio.
Cuando las nuevas circunstancias sociales de disolución de las antiguas costumbres, con su frecuente
secuela de divorcios, exigen medidas para proteger la situación de la mujer y se imponen normas
especiales de separación de bienes.
La dote surgió en el ámbito del matrimonio acompañado por la manus, al objeto de compensar en
alguna medida, la pérdida de derechos hereditarios que sufría la mujer como consecuencia de la
ruptura de todo vínculo con su familia paterna. Posteriormente, la nueva configuración del matrimonio
“libre,” con el divorcio a la orden del día, se cambia el carácter de la dote, constituyendo una aportación
destinada a sufragar los gastos del hogar doméstico.
Así, la dote se sigue considerando como una definitiva aportación al marido, de la que él dispone como
propietario. Sigue siendo el marido el que atiende en su testamento a la subsistencia de la viuda. Por
ello le lega la dote, dispone a su favor de todos los bienes que le destinó en vida y asegura la
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continuación de la viuda en la familia y en la dirección del hogar por el legado de usufructo o el
fideicomiso de herencia.
Todas estas normas especiales a favor de la mujer integran un tradicional ius uxorium, como el
estatuto propio de la uxor. Los juristas niegan que se pueda aplicar a la concubina.
La coexistencia del régimen tradicional y de las nuevas normas de protección del patrimonio de la
mujer imponen normas de transición como el edictum de alterutro, por el que se obliga a la mujer a
elegir entre las liberalidades del testamento del marido o el ejercicio de la actio rei uxoriae, por la que
la mujer podía exigir judicialmente la restitución de la dote. El edicto de altertro se refiere a todos los
legados a favor de la mujer, ya que por el hecho de ejercitar la actio rei uxoriae renunciaba a los
legados de cualquier clase contenidos en el testamento del marido.
Distinguiremos las distintas clases de bienes que los juristas consideran en el ámbito de las relaciones
patrimoniales entre los cónyuges (la dotes, bienes extradotale y donaciones nupciales).
A) LA DOTE
La dote constituye el centro de toda la compleja regulación romana de los bienes matrimoniales y el
ente patrimonial de mayor relevancia en las relaciones entre cónyuges.
La dote tiene una configuración propia, es el conjunto de bienes o cosas singulares que la mujer u otra
persona por ella, entrega al marido, con finalidad de atender al sostenimiento de las cargas
matrimoniales. Los bienes que la integran forman una unidad de administración.
Tanto el marido como la mujer ejercen derechos y están sujetos a obligaciones por la dote, pero así
como el marido asume una función clara como titular y administrador de los bienes, la mujer mantiene
una posición secundaria sobre los mismos.
La mujer nace y vive para el matrimonio y a él destina la parte más importante de sus bienes, que es la
dote; por ello, le pertenece en cuanto favorece al matrimonio y se destina a sus necesidades. Cuando
las circunstancias sociales hacen que este destino de la dote pueda ser cambiado, se tiende a
asegurarla, limitando las facultades de disposición del marido.
Constitución de la dote:
Dotis datio: entrega efectiva e inmediata de los bienes que la integran al marido. Se cumple a
través de los modos de transmisión.
Por la obligación contraída mediante acto jurídico, de entregar los bienes dotales:
◦ Dictio dotis: declaración solemne del que constituye la dote, que puede ser la mujer si es
sui iuris o el padre o el abuelo paterno o un deudor de la mujer que intervenga por mandato
de ésta.
130
◦ Promisio dotis: es la promesa de dote que puede hacer cualquier persona en forma de
estipulación. El acto de constitución de la dote se entiende sometido a la condición de que
se celebre el matrimonio.
Dos profecticia: que procede del padre o del ascendiente que ejerce la patria potestad sobre la
mujer.
Dos adventicia: cuando procede de una persona distinta o de la misma mujer. Se llamará
además recepticia cuando el que la constituye hace expresa reserva de su restitución a la
disolución del matrimonio.
Venditiones causa: cuando el fin que se persigue es que el marido responda con el equivalente
en dinero y no con los mismos objetos. En este caso los juristas reconocen una verdadera
venta de la dote, considerándose el marido deudor del precio.
Aunque la dote se encuentre a disposición del marido, que es el titular de ella, como gestor de los
bienes matrimoniales, existen en la regulación clásica algunos principios que permiten deducir ciertas
facultades de la mujer sobre la dote.
De las decisiones de los juristas, se desprende que se la destine a la mujer durante el matrimonio. Así,
Escevola hace referencia a frecuentes convenciones privadas, en virtud de las cuales el marido no
reclamaba la dote prometida y, en cambio, el padre o la mujer misma proveía a sus propias
necesidades y a las de los esclavos a su servicio. De otra parte, es deber del marido proporcionar a su
mujer todo lo que necesite.
En cuanto a la administración compete al marido, quien esta obligado a responder por culpa, pero la
mujer debe prestar su consentimiento para la enajenación de los fundos dotales itálicos y de los
esclavos dotales, así como para la realización de gastos e impensas útiles; el marido no puede
cambiar el cultivo del fundo a no ser a petición de su mujer.
Todos estos principios que se consideran el derecho de expectativa de la mujer sobre la dote y están
dirigidos a asegurarle a ella la restitución, más que a limitar la gestión del marido.
131
consentimiento impugna la enajenación de sus bienes con la actio rei uxoriae.
Restitución de la dote
Disuelto el matrimonio, es obligada la restitución de la dote. A tal fin, existen dos acciones: la actio ex
stipulatu, si media promesa restitutoria del marido, o con la actio rei uxoriae en cualquier caso.
Existe una obligación por parte del marido de restituir; a ello la mujer no puede renunciar, salvo que la
dote se destine a los hijos. Además, ésta goza de un crédito privilegiado, en virtud del cual tiene
preferencia en la venta del patrimonio del marido, para la restitución de su dote, a los acreedores e
incluso al fisco (crédito de éste no fuese anterior).
Si el matrimonio se disuelve por muerte de la mujer, el marido conserva la dote adventicia, salvo que
se haya pactado su restitución al constituyente, en el caso de dote recepticia.
Si se disuelve por divorcio o por muerte del marido, la dote debe ser restituida sin distinción alguna. La
mujer puede solicitar la devolución de su dote si es sui iuris o el padre por ella. Si ésta muere después
del divorcio, la acción de restitución puede ser ejecutada por sus herederos o los del padre, si el
marido ha incurrido en retraso culpable o mora.
El marido que goza del beneficium competentiae, en virtud del cual sólo puede ser obligado a la
restitución en los límites de su activo patrimonial. Tiene también la facultad de deducir de la restitución
de la dote ciertas retenciones, basadas en el número de hijos habidos, de gastos de conservación
necesarios, donaciones, etc.
Son los bienes no entregados en dote, (res extra dotem), comprenden varias situaciones en que
pueden encontrarse estos bienes:
a) Bienes de uso o ajuar que la mujer lleva al domicilio conyugal (illatio.) Estos bienes no pasan a
ser propiedad del marido, por esta razón, para evitar dudas en caso de disolución del
matrimonio, era costumbre redactar un inventario.
En el caso de que éstos se hubieran confundido en el patrimonio del marido, y éste se negara a
devolverlos, la acción procedente en derecho clásico sería la actio ad exhibendum previo al ejercicio
de la reivindicatio.
b) Bienes propios (predios créditos, etc.) que la mujer entrega al marido (traditio) o que
administraba ella misma o confía a él su administración. No son a título de dote, sino de
parafernales o extradotales. Estos bienes constituían una aportación paralela a la dote que
también se hacían propiedad del marido durante el matrimonio, y debían ser restituidos a su
disolución (podían ser reclamados mediante una condictio).
En la fase final de la evolución, Justiniano distingue entre bienes extradotales, como bienes de la mujer
132
que ella continúa administrando durante el matrimonio, y bienes parafernales, que ella entrega en
administración al marido, para que atienda con sus rentas a las cargas del matrimonio. Sobre éstos
implanta un nuevo régimen que se basa en la responsabilidad del marido por custodia o por gestión de
los mismos.
También existen referencias de mujeres que están al frente de fábricas de tejas, materiales de
construcción y que se sirve de numerosos esclavos gestores y de vicarios de estos así como de
libertos.
C) DONACIONES NUPCIALES
La prohibición de las donaciones entre cónyuges es la consecuencia práctica y lógica de las reglas y
principios vigentes en la ordenación de los bienes del matrimonio.
Todos los entes patrimoniales estudiados (extradotales, puculio o dote) presuponen en su origen y
efectos una precisa separación del patrimonio del marido, que sólo podía ser actuada si quedaba
excluida la posibilidad de recíprocas liberalidades entre los cónyuges, que conducirían a una fusión de
patrimonios. Ni el peculio de la hija casada debía disminuir por las donaciones de ésta al marido, ni
mucho menos la mujer podía desprenderse de sus bienes dotales o extradotales en beneficio exclusivo
del mismo.
Existen dudas sobre el origen de la prohibición de las donaciones entre cónyuges; las opiniones se
dividen entre el origen consuetudinario y el origen legislativo de la famosa prohibición. La lex Cincia de
donis et muneribus (año 204 a.C.) admitía las donaciones entre cónyuges y las exceptuaba
expresamente del límite impuesto a las donaciones en general. La fecha de esta ley se suele
establecer como tope a partir del cual surgió la prohibición. La lex Cincia declara que las donaciones
entre cónyuges son nulas.
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confusión patrimonial de desastrosas consecuencias para el menos precavido de ellos, en una época
de frecuentes divorcios.
Un famoso senadoconsulto del año 206 d.c., que permite la convalidación de las donaciones, si no
habían sido revocadas antes de la muerte del donante, y viene a dar generalidad a la práctica anterior
de confirmación mediante legados.
Justiniano considera válida la donación que sea una contraprestación a la dote y proporcional a ella, ya
que el exigirse su restitución al final del matrimonio, igual que la dote, no se reputaba una verdadera
donación. La considera destinada a la familia y la justifica en interés de ésta y como contraprestación a
la dote. Con ello refuerza las reglas para una eventual restitución, considera los bienes de los
cónyuges como un patrimonio común destinado a la familia, bajo la dirección del marido, estableciendo
con ello las bases de una comunidad de bienes entre cónyuges.
1. La tutela originaria
La tutela es definida por Servio como “la fuerza y potestad sobre persona libre, otorgadas por el
derecho civil, en razon de su edad no puede defenderse por si mismo.”
En el derecho antiguo, se considera que existen personas que aunque sean libres y sui iuris, necesitan
estar protegidas en cuanto son titulares de un patrimonio que no pueden gestionar por sí mismos.
Se consideran incapaces: los impúberes por razón de su edad, las mujeres en razón de su sexo
(quedan sometidos a tutela al morir el paterfamilias) y los locos y los pródigos (se someten a curatela
desde que se consideran incapaces).
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La tutela originaria era consecuencia de la unidad del patrimonio familiar bajo la suprema autoridad del
paterfamilias, la tutela era un atributo de la manus o potestas. La familia agnaticia no se disgregaba por
la muerte del jefe, sino que se mantenía unida bajo la potestad del sucesor por él designado.
Cuando falta el paterfamilias es necesario que nombre otra persona para proteger y defender a los
sometidos que carecen de capacidad para administrar el patrimonio familiar. Por ello, el tutor es el
heredero designado en el testamento, o el adgnatus proximus que será beneficiario de la herencia.
Desde la XII Tablas se prohíbe esta absorción del patrimonio del pupilo y se concede una acción contra
el tutor que se lucra de sus bienes.
Cuando una persona se hace sui iuris, sin haber llegado a la pubertad o capacidad natural de
engendrar, es necesario suplir la potesdad del padre por otra persona, un tutor, que le asista en sus
actos de disposición para los que no tiene capacidad de obrar.
a) Los infantia, que son lo que no pueden hablar razonadamente (menos de 5 ó 7 años), por lo
que no pueden obligarse civilmente ni tienen responsabilidad por los delitos que cometen;
respecto a ellos el tutor tenía una verdadera potestas para asistirles en una gestión total y
completa.
b) Los infantia maiores (edad próxima a la pubertad), que son responsables de los delitos y
pueden intervenir en actos jurídicos en los que el tutor les asiste mediante la auctoritas.
Dado que las XII tablas nombran sucesores ab intestato del liberto al patrono y a sus hijos, se admite
por los juristas que el patrono y sus hijos vengan llamados a la tutela de aquél.
El tutor legítimo no podía renunciar ni ser removido de la tutela, aunque si puede transferirla mediante
una in iure cessio, aunque si moría el tutor cessicus, volvía al cedente. Si moría el tutor legítimo, la
135
tutela pasaba al que le sucedía en la herencia y el tutor cesionario la perdía.
Al finalizar su gestión, puede darse contra él una acción por el doble del daño que haya ocasionado a
los bienes del pupilo (actio rationibus distrahendis.)
La doble exigencia de que la tutela sea deferida por el pater y en testamento, viene atenuada
sucesivamente:
Por otro lado, se llega a admitir la validez del nombramiento hecho fuera de testamento
o sin observancia de la forma legal.
El tutor testamentario podía renunciar a la tutela y si comete fraude en la gestión de los bienes del
pupilo puede ser separado de la tutela mediante el ejercicio de una acción pública.
c) Tutela dativa: fue introducida por la lex Atilia, anterior a 186 a.c. Para atender a los casos en
que el impuber careciese de tutor testamentario y legítimo. El nombramiento del tutor (tutor
atilianus) se hace por el pretor urbano, con la asistencia de la mayoría de los tribunos de la
plebe o por el gobernador provincial. Una disposición de Claudio encomendó la designación a
los cónsules y otra de Marco Aurelio y Lucio Vero creó al efecto el pretor especial (praetor
tutelaris.) En el derecho justinianeo, se atribuye el nombramiento al pretor de la ciudad y en las
provincias a los presidentes, magistrados locales u obispos.
La tutela ahora se considera una función pública que no se podía rehusar sin causa justificada
(enfermedad, ancianidad, residencia alejada, ocupación absorbente...) Se establecen importantes
limitaciones a la facultad de disposición del tutor (el tutor debe solicitar permiso del magistrado para
vender o pignorar bienes muebles o inmuebles de gran valor) y se garantizan los derechos del pupilo
mediante caución que presta el tutor de indeminzar los perjuicios que ocasione en el patrimonio del
pupilo.
Las funciones del tutor en la tutela de los pupilos impúberes se concretan en las dos más importantes:
la gestión de los negocios del tutelado (negotiorum gestio) y la asistencia a los actos del pupilo
mediante la interposición de su autoridad (auctoritatis interpositio).
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Negotiorum gestio: Consiste en la gestión de los negocios del pupilo que realiza el tutor en
nombre propio y también en la administración de sus bienes. Presupone la administración de
los negocios del impuber como si fuesen propios, recayendo los efectos de los mismos en la
cabeza del tutor. Se da especialmente en el caso de los pupilos menores de siete años que
carecen de capacidad para negociar.
En el caso de que existiesen varios tutores para un mismo pupilo, éstos responden solidariamente de
la administración de los bienes del pupilo.
Interpositio auctoritatis: Era el acto complementario realizado por el tutor para dar eficacia o
validez al negocio realizado por el pupilo mayor de siete años, el tutor presente en el acto o
negocio de que se trate, le presta su asentimiento.
La jurisprudencia admitió que el pupilo pudiese negociar su patrimonio sin la intervención del tutor,
pero no disminuirlo o asumir deudas. Determinados actos, como la aceptación de herencia, o la
petición de herencia pretoria o fideicomisaria, necesitaban necesariamente de la asistencia del tutor.
Acciones: la responsabilidad del tutor se exige por el ejercicio de las siguientes actios:
Actio rationibus distrahendis: en los supuestos de tutela legítima tenía carácter penal y con
ella se conseguía el doble de lo defraudado por el tutor.
Accusatio suspecti tutoris: en los casos de tutela testamentaria. Consiste en una acción
pública en la que cualquiera podía actuar como acusador contra el tutor.
Actio tutelae: acción de buena fe e infamante con la que se perseguía la conducta dolosa del
tutor contraria a la fides. El tutor respondía originariamente por dolo, pero en la época clásica
también por culpa o negligencia y se concede una actio utilis tutelae contra el tutor que se
muestra negligente o inoperante.
El tutor podía reclamar del pupilo los gastos o desembolsos hechos en la gestión de la tutela mediante
una actio tutelae contraria. En contra y a favor de la persona que creyéndose tutor ejercía la tutela, se
concede la acción pro tutela directa y contraria en derecho justinianeo.
Originariamente, la tutela mulieris respondía al carácter del primitivo ordenamiento familiar, centrado
sobre la autoridad del paterfamilias y configurado en torno a la potestas, que éste ejercía sobre los
miembros del grupo. La mujer estuvo siempre sometida a la potestas, a la manus o a la tutela;
facultades que traían consigo la gestión y disposición definitiva de los bienes de la mujer. La tutela
venía a ser un medio de suplir la potestas del paterfamilias o la manus del marido sobre la mujer.
137
A medida que la antigua comunidad familiar se disgrega el régimen de la tutela mulieris pierde su razón
de ser. Así se admitió en la práctica de la época republicana que el marido, mediante la optio tutoris,
diese en su testamento la facultad a la mujer de elegir el tutor y la jurisprudencia ideó el recurso de la
coemptio tutelae evitandae causa, para llegar al mismo resultado. Superados los límites formales y
sustituida la finalidad protectora de la mujer por otras disposiciones a favor de ella, llega a desaparecer
por completo.
De otra parte, Augusto liberó de la tutela a las mujeres con ius liberorum y Claudio da el golpe de
gracia a la institución mediante la abolición de la tutelae legítima. Esta perdura con el fin de proteger a
la mujer, a la que se atiende en el testamento del padre. Ella misa puede solicitar del magistrado la
denominada tutela dativa, pero de hecho con la progresiva independencia y liberación de la mujer, es
sólo un límite formal que puede perfectamente superar. Por ello, superados los límites formales y
sustituida la finalidad protectora de la mujer por otras disposiciones en favor de ella, llega a
desaparecer por completo la tutela.
Existió la posibilidad de que el tutor de la mujer fuera el propio marido o que fuere nombrado por el
magistrado tutor dativo de la mujer. En derecho justinianeo convergen, pues, las dos tendencias que se
muestran a lo largo de toda la evolución histórica:
5. La curatela
Cura furiosi: La ley decenviral encomienda la curatela del patrimonio del loco, cuando carece
de paterfamilias y de tutor, al agnado próximo o a los gentiles.
Cura prodigi: Recae sobre aquellas personas que por dilapidar sus bienes (despilfarrar o mal
gastar) han sido declarados incapacitados para administrar su propio patrimonio (interdictio
bonis).
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El curador interviene sólo en los negocios que suponen una obligación o una disposición, no en los
negocios que suponen un incremento patrimonial, como es el caso de la adición de la herencia. En los
supuestos de que el curator incurra en responsabilidades de fraude o daño patrimonial, se da contra él
la actio negotiorum gestorum; de la que puede servirse el curator como acción contraria para el
reembolso de los gastos causados por su gestión.
No se sabe si fue la propia ley la que instauró el curator o bien la creación de este se debió al pretor
para venir en ejecución de ella, pero lo cierto es que se acostumbró a requerir la asistencia de un
tercero, que garantizase moralmente a la otra parte contra el riesgo de una eventual impugnación del
negocio.
El pretor concedión una exceptio legis Plaetoriae contra la acción que se ejercitase contra el menor por
un negocio en que éste hubiese resultado engañado.
En el derecho post-clásico, el curador se equipara al tutor y se extienden las reglas sobre la tutela a la
curatela, considerándose un administrador estable y el menor ha de contar con el en todo caso.
Por la equiparación de las dos instituciones, se instaura el principio de que la plena capacidad de otrar
sólo se alcanza a los 25 años aunque se puede solicitar del emperador la venia aetatis para que se
reconozca a los 20. (Se exceptúa la enajenación de bienes inmuebles.)
TEMA 16 – LA HERENCIA
Gayo “la herencia no es más que la sucesión en todo el derecho que tenía el
difunto”.
En la terminología de los textos romanos encontramos las siguientes expresiones en relación con la
sucesión o herencia de una persona:
La sucesión universal de una persona a otra o traspaso de todo el patrimonio en bloque comprende
139
además de los créditos y las deudas, todos los bienes y derechos que lo componen. Se produce dos
formas:
a) Sucesión inter vivos: cuando una persona ocupa el lugar y la titularidad de los derechos de
otra; se produce cuando el paterfamilias adquiere la potestad sobre una persona sui iuris y
como consecuencia se transmiten en bloque sus bienes al padre: esto sucede en los casos de
la arrogación (adrogatio), por la que un cabeza de familia se somete en adopción a la potestad
de otro parterfamilia, y en los de la conventio in manum, de una mujer sui iuris titular de un
patrimonio.
En un principio, las deudas de los que pasan a la potestad del padre no se transmitían en virtud de la
sucesión, sin embargo el pretor acabó dando acciones contra la persona sometida a potestad y contra
el paterfamilias.
b) Sucesión mortis causa: a la muerte de una persona el heredero entra en la misma posición
que aquélla tenía y se sitúa en su lugar, considerándose que lo hace sin interrupción alguna. La
consecuencia más importante es que la sucesión se producen tanto sobre los créditos como
sobre las deudas, es decir, en el activo y en el pasivo patrimonial (commodum et
incommodum).
Si el pasivo es superior al activo se considera la herencia dañosa (hereditas damnosa). Los bienes
hereditarios y las relaciones jurídicas se transmiten al heredero como estaban cuando era su titular el
difunto. El heredero responde de las deudas hereditarias, aunque no sea suficiente el activo de la
herencia. Entonces utiliza su propio patrimonio, produciéndose la llamada confusión hereditaria, en
virtud de la cual el patrimonio del difunto se confunde con el del heredero.
Aunque se discute, en la primitiva herencia, sobre la conexión entre las relaciones de potestad
personal y de propiedad, lo cierto es que en la ley de las XII tablas la herencia tiene ya carácter
patrimonial.
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Quizás desde el final de la época clásica la herencia se considera como una universitas iuris, entidad
propia independiente de las cosas que la componen: universitas facti (complejo de cosas: un rebaño o
una nave), y de la universitas personarum (una corporación o un municipio).
Como consecuencia de esta idea de la herencia como un ente jurídico unitario, el testador dispone de
ella con un acto único: el testamento; también el heredero la adquiere mediante un acto único que es la
adición. La acción de petición de herencia (hereditatis petitio) es de carácter universal. La herencia en
su conjunto puede formar parte de una in iure cessio.
Por último, la usucapio pro herede tiene efectos sobre la totalidad de la herencia y no sobre los bienes
particulares que se poseen a efectos de la usucapio.
En derecho postclásico y justinianeo se generalizan las expresiones de omne ius, universum ius
defuncti, universitas, y se llega a la conclusión de que el heredero continúa la personalidad del difunto,
de tal forma que llegan a formar una sola persona.
3. El objeto de la herencia
La herencia comprendía todas las relaciones jurídicas de que era titular el "de cuius" (difunto o
causante), salvo las de carácter personal o las que se extinguen con la muerte del titular y no pueden
transmitirse.
No eran transferibles las facultades de la patria potestad, la manus y la tutela. Los derechos reales en
general eran transmisibles, con excepción de aquellos de carácter personal, como son el usufructo y el
uso y la habitación.
En general son transmisibles los derechos y las obligaciones derivados de los contratos, excepto los
que se realizan en consideración a una persona determinada como la sociedad, el mandato y el
arrendamiento (en determinados aspectos).
En primer lugar, los sacra o cultos familiares se consideraban vinculados a los miembros de la
familia, impidiéndose a los extraños, que reciban algo del causante, la obligación de contribuir
a su sostenimiento.
Por último, el derecho de patronato pasa a los hijos, pero no a los herederos extraños.
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El patrimonio del causante, que en su totalidad se denominaba "as", se dividía en cuotas ideales de
doceavas partes llamadas unciae para facilitar la división en caso de pluralidad de herederos. Si no
bastaban las uncias se recurría a subdividir éstas en múltiplos de 12, 24, 36, etc.
Hereditas: El régimen hereditario del antiguo derecho civil estaba fundado sobre la familia agnaticia y
los vínculos de potestad. No se concibe una transmisión de poderes a personas extrañas al grupo.
Suponía un sistema cerrado de normas y formalismos que pronto debieron considerarse insuficientes o
injustos.
En la Ley de las XII tablas, la sucesión regular y prevalente es la testamentaria; sólo en su defecto
hace los llamamientos legítimos. En el caso de que el causante muriera intestado heredaban los hijos
en potestad (sui) y en defecto de éstos, el agnado próximo y los gentiles. En éstos se considera el
parentesco agnaticio y no el cognaticio o natural, excluyendo al hijo emancipado que no se encuentra
en potestad a la muerte del padre o al que hubiera sufrido cualquier suerte de capitis diminutio minima.
Tampoco la madre podía suceder al hijo ni éste a la madre, al no existir entre ellos ningún vínculo
directo de potestad.
De otra parte, el padre tenía la facultad de desheredar a los hijos, con tal que usara determinadas
formalidades. Para los sui, o hijos en potestad (heredes sui et necesarii), era obligatoria la adquisición
de la herencia, que no podían repudiar. En los casos de herencia dañosa, ello podía suponer
consecuencias perjudiciales para su propio patrimonio.
Para remediar estas iniquidades del primitivo ius civile, el pretor crea un nuevo régimen hereditario: la
bonorum possessio , fundado en principios de equidad y más acorde con las ideas del parentesco
cognaticio y un concepto más moderno de sucesión en el patrimonio, en contraposición a la idea de
sucesión personal de la potestas.
La bonorum possessio no surge como sistema contrapuesto al civil. Su fin primero es ampliar la base
de los llamamientos hereditarios, de acuerdo con las cada vez más imperiosas ideas del parentesco
cognaticio. Tendría la función originaria de regular y atribuir la posesión de los bienes, en el caso de un
litigio sobre la herencia (Gayo “el pretor asignaba la posesión incluso a uno de los litigantes en tanto
durase el juicio”).
A la obra pretoria, favorecedora de los principios de la familia natural, siguió la legislación imperial,
encaminada a desterrar los vínculos agnaticios y asegurar para ciertos herederos una portio legítima,
que en definitva limitan la facultad de legar.
A diferencia del heredero, sucesor del difunto a título universal, la bonorum possessio no es sino la
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adjudicación provisional de las cosas hereditarias a fina de facilitar la instauración del proceso, cuando
es dudosa la situación de hecho sobre la que éste mismo ha de centrarse. El pretor designa al que ha
de poseer la herencia y ha de ocupar, por tanto, la posición más favorable de demandado.
Por ello, no adquiere el dominio, sino la simple posesión tutelada por la acción publiciana y los
interdictos. Sin embargo, para pedir la restitución de los bienes de quien los retiene, basado en su
calidad de heredero o poseedor, dispone del interdictum quorum bonorum que tiene por objeto la
herencia en su totalidad.
Contra el legatario dispone del interdictum quod legatorum y contra los deudores hereditarios, el pretor
concede fórmulas ficticias en las que se finge la cualidad de heredero. Por ello, aunque los juristas
aclaren que el poseedor de los bienes dispone de este derecho como un beneficio pretorio, terminan
equiparándolo al heredero.
En derecho postclásico, una vez desaparecido el dualismo entre derecho civil y el derecho pretorio, y
abolido del procedimiento formulario, ya no tiene sentido la distinción entre herencia y bonorum
possessio. Justiniano equipara totalmente los poseedores de los bienes a los herederos, llamándoles
honorarii sucesores, y borra las diferencias entre acciones civiles y pretorias.
Como la herencia, también la bonorum possessio se clasifica atendiendo a sus causas de atribución:
Bonorum possessio sine re: sin efecto o atacable, no es definitiva la adjudicación del
patrimonio hereditario, que puede recuperarlo el heredero civil.
Bonorum possessio cum re: cuando el poseedor de los bienes prevalece frente al heredero
143
civil y puede retener los bienes hereditarios. El medio judicial para oponerse válidamente al
heredero era la introducción en la fórmula de una exceptio o replicatio doli. Esta posibilidad de
oponerse sólo se admitió por obra de los pretores y de los príncipes al final de la época clásica.
- Muerte de una persona que puede dejar herederos. No puede existir herencia de una persona
viva. El considerado beneficiario debe probar ese hecho.
En caso de deportación, especie de muerte civil, no existe herencia, ya que los deportados no podían
tener herederos al confiscarse todos sus bienes después de la condena. Tampoco tenía herencia el
servus poena o esclavo en virtud de condena penal.
Existían casos en que era necesario determinar la premoriencia, en el supuesto de que varias
personas hubiesen perecido en el mismo infortunio o hubiesen muerto con escasa diferencia de
tiempo. Los jurístas contemplan varios casos en los que la prueba de la muerte contemporánea o
sucesiva podía suscitar dudas:
Se considera que mueren a la vez el pupilo y su hermano agnado o sustituto; o dos hermanos
agnados que son sustitutos recíprocamente el uno del otro. Si ninguna de las partes consigue
probar la premoriencia de uno respecto a otro se considera que ambos han muerto
contemporáneamente.
Cuando el testador nombra a otro sustituto del último hijo impúber que muera (ejemplo, en un
viaje por mar mueren los dos hijos impúberes), se considera a éste sustituto de los dos hijos.
En el caso de que el padre hubiese muerto en la guerra junto al hijo, al reclamar la madre los
bienes de su hijo, como si hubiese muerto después de su padre, y por lado los agnados los
bienes del padre, como si el hijo hubiese muerto antes, Adriano decidió que el padre había
muerto primero. El emperador introduce, por tanto, una presunción de premoriencia para
favorecer a la madre, por su parentesco de cognación, en lugar de los agnados.
En el caso de muerte de un padre y un hijo, al mismo tiempo, se distingue según que el hijo sea
impúber o púber. Si es impúber se considera muerto antes que el padre, si es púber después.
6. La delación de la herencia
Delación es el llamamiento hecho a una o varias personas para adquirir una determinada herencia. La
llamada actúa en los supuestos de herederos voluntarios o extraños, ya que si eran sui et necesarii, es
decir los hijos del causante, continuaban en la titularidad de los bienes desde el momento de la muerte
144
del padre y no se efectuaba la llamada o delación.
Por el testamento: por voluntad del causante que designa al futuro titular de su patrimonio para
después de su muerte.
Por la ley o falta del testamento (ab intestato): por disposición del derecho, a falta de testamento o
testamento inválido. Según las XII tablas, si el causante moría intestado se llamaba a los hijos, al
agnado y a los gentiles.
La delación ab intestato suele denominarse también legítima, por estar atribuida por la ley, pero la
distinción no es clara porque para los romanos ambas tienen su reconocimiento en el ius civile.
La sucesión testamentaria y la sucesión intestada son absolutamente incompatibles. Esta regla supone
importantes efectos:
Si el testador dispone sólo de una parte de su herencia, no se abre para la restante la sucesión
intestada, sino que el heredero la adquiere también.
Sin embargo, la regla sobre la incompatibilidad entre la sucesión testada e intestada admitió la
excepción del testamento militar. La regla va perdiendo valor práctico. En derecho postclásico, el
testamento se anula en parte y se da paso a la sucesión intestada. En derecho justinianeo, aunque se
mantiene la regla de la incompatibilidad, se llega a la solución de que el testador no puede disponer en
parte, pero si algún heredero renuncia o es incapaz se abre para su parte la sucesión intestada.
En una primera etapa, el padre debía instituir herederos a los hijos o desheredarlos
expresamente, ya que si no los contemplaba en el testamento, éste no producía sus efectos y
se abría la sucesión intestada.
En una segunda etapa se da paso a la idea de que el padre que olvida o deshereda a su hijo
actúa en forma contraria a su officium, por lo que se concede al hijo preterido o desheredado la
querella inofficiosi testamenti con la que puede anular el testamento.
La delación de la herencia, que normalmente se produce al tiempo de la muerte del causante, puede
también realizarse en un momento posterior. Ello ocurre cuando la institución de heredero se somete a
condición, es decir, si depende de la realización de un hecho futuro e incierto, o a término de un hecho
futuro y cierto.
145
En el caso de que el cumplimiento de la condición dependa de que una persona no realice un
determinado acto o comportamiento (por ejemplo, que no contraiga un segundo matrimonio), se aceptó
que el heredero instituido bajo esta condición adquiriese la herencia y esto con tal de que prestase una
caución de restituir la herencia si realizase el acto prohíbido.
La sucesión intestada se considera "deferida" -es decir, que se llama a los herederos legítimos- en el
momento en que puede declararse que el causante ha muerto sin testamento o que éste no producirá
sus efectos jurídicos.
7. Transmisión de la herencia
Teodosio II concedió las transmisión a los herederos del llamado, cuando el instituido ha fallecido antes
de la apertura del testamento sin que pueda reprochársele negligencia; o en el caso de que el instituido
sea un mayor de 7 años que ha omitido la aceptación.
8. Adquisición de la herencia
1. Herederos necesarios. Adquieren la herencia ipso iure, sin su voluntad y aun contra ella. Los
herederos necesarios, adquiriendo la herencia aun contra su voluntad, o sea sin posibilidad de
repudiarla, han de afrontar las reclamaciones de los acreedores hereditarios. Si la herencia
está cargada de deudas, la responsabilidad les alcanza en la propia persona y en los propios
bienes.
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1. Heredero necesario (heres necessarius): es el esclavo instituido y libertado en el
testamento al mismo tiempo; se llama así porque en el mismo momento de morir el
testador le hace libre y heredero.
El que da libertad e instituye heredero a un esclavo, lo hace con el fin de que, si los acreedores no
pueden cobrar, sea vendido el patrimonio en nombre de este heredero y no en el suyo. Así la infamia
resultante no afecta al testador, sino al instituido, pero a cambio de tal perjuicio concede el Pretor al
último un beneficium separationis, en virtud del cual, puede reservarse para sí todo lo adquirido tras la
muerte del patrono, importando poco que la adquisición sea anterior o posterior a la venta de bienes.
2. Herederos suyos y necesarios (heredes sui et neccesarii): son los hijos o hijas o los
descendientes que se encontraban bajo la potestad del causante en el momento de su
muerte.
Se llamaban herederos suyos, o de derecho propio, porque son "herederos domésticos", es decir, de
su propia casa, y “ya en vida del padre son en cierto modo dueños”.
Al considerarse herederos por su propia situación familiar los hijos o descendientes no pueden
renunciar a la herencia, ni tienen que aceptarla. Sin embargo, para evitar los daños que podían
derivarse como consecuencia de la transmisión hereditaria en su propio patrimonio, el pretor les
concedió el beneficio de abstenerse (beneficium abstinendi). Así en el caso de herencia dañosa, el
patrimonio se vendía en nombre del padre.
2. Herederos extraños (heredes extranei o voluntarii): son los herederos que no estaban
sometidos a la potestad del testador. Ellos adquieren la herencia, no ya de modo inmediato
sino por un acto de aceptación y tienen la libre facultad de adquirir la herencia o renunciar a
ella.
Según Gayo, el heredero extraño o voluntario podía aceptar la herencia mediante tres formas:
a) Declaración formal y solemne (cretio.) Es la toma de posesión ante testigos de los bienes
hereditarios, acompañada de una declaración solemne. Podía ser impuesta por el testador, el
heredero voluntario es libre de aceptar o repudiar la herencia, pero si decide lo primero, ha de
hacerlo con observancia de esta solemnidad y dentro de un plazo fijado, 100 días por lo
regular.
147
b) Gestión de los bienes como heredero (pro herede gestio.) Supone la toma de posesión de
los bienes hereditarios, es decir, “usar de las cosas hereditarias como si fuese heredero”.
Supone, pues, la realización de cualquier acto o comportamiento en relación con la herencia de la que
pueda derivarse la voluntad de aceptar.
Para evitar injustificados retrasos en la aceptación, el pretor introduce el espacio para deliberar. A
petición de los acreedores del difunto, se establece un plazo no menor de 100 días para que el
heredero acepte o renuncie a la herencia. Si dejaba transcurrir el plazo sin aceptar ni renunciar se
consideraba que renunciaba. Justiniano, introduce el beneficio de inventario, por el que limita la
aceptación a lo que resulte beneficioso de la herencia, y dispone que no podía acumularse el tiempo
para deliberar, por lo que el heredero debe elegir entre uno u otro.
Se llama herencia yacente al patrimonio de un difunto aún no aceptado por la persona llamada a entrar
en él como heredero.
Cuando los llamados a la herencia son herederos extraños o voluntarios puede darse un espacio de
tiempo entre la delación o llamada y la aceptación. En este espacio de tiempo, los juristas dicen que la
herencia estaba yacente.
En la concepción que los juristas tienen de la herencia yacente, encontramos la tendencia a considerar
el patrimonio hereditario como una entidad económica e independiente. Se trata de una construcción
doctrinal mediante el recurso a la analogía. El esclavo, comprendido en la herencia yacente, actúa en
lugar del difunto y puede ser instituido heredero por otra persona y estipular y recibir bienes. A falta de
esclavo, se considera que se negocia con la misma herencia yacente, considerada como entidad
patrimonial que, aunque no tenga sujeto, puede ser objeto de aumentos o disminuciones.
En interés de los acreedores se puede nombrar un curator. En otros casos se recurre a la persona del
futuro heredero, aunque sea incierto, porque para él se adquieren los derechos y se ejercitan las
148
acciones.
Mientras la herencia está yacente, las cosas hereditarias se consideran sin dueño o res nullius, y
pueden ser apropiadas por cualquiera sin cometer hurto, aunque este principio tuvo importantes
limitaciones.
Se comete hurto antes de la aceptación de la herencia, cuando el heredero posee la cosa. De otra
parte, esta situación de los bienes está en relación con la usucapio pro herede, por la que se podría
adquirir la herencia por la posesión de los bienes hereditarios durante 1 año.
Justiniano lleva a sus últimas consecuencias la tendencia a considerar la herencia yacente como
persona o sujeto de derecho, al considerarse como dueña, domina; sin ser un principio general.
En las XII tablas las cosas hereditarias, eran consideradas “las demás cosas” y aunque se tratase de
inmuebles, la posesión (usus) durarante un año, por parte de cualquier persona, aun careciendo de
todo derecho sobre la herencia, atribuye al poseedor la condición de heredero por usucapion.
La desaparición de este régimen primitivo en la época clásica se debe a las nuevas concepciones
sobre la herencia y sobre la usucapio. La herencia adquiere un sentido patrimonial, como entidad
unitaria de bienes (universalidad), considerada como cosa incorporal que no es susceptible de
usucapio. En el derecho clásico, la usucapio requiere requisitos positivos como iusta causa y bona
fides, que no se daban en la usucapión de bienes hereditarios.
Se toman medidas para limitar los efectos del antiguo derecho. Adriano, concede al heredero acción
para reclamar la herencia al que ha usucapido un objeto de ella de mala fe.
Sin embargo, en derecho clásico, como residuo histórico del antiguo régimen, pervive una usucapio
pro herede limitada a la posesión de cosas singulares de la herencia en la que no concurren los
requisitos de la usucapio general (buena fe y justo título). El poseedor puede usucapir en 1 año frente
al heredero extraño que no haya aceptado, pero no frente al heredero de derecho propio. El poseedor,
a título de heredero, debe tener la capacidad para recibir por testamento.
La adquisición de la herencia tiene como efecto la transmisión en bloque al heredero de todas las
149
relaciones activas y pasivas que formaban el patrimonio del difunto. Al hacerse el heredero titular y
responsable del nuevo patrimonio, se produce la llamada confusión hereditaria, porque a partir de la
adquisición se confunden los dos patrimonios: el propio del heredero y el del causante.
Consecuencia importante de esta confusión es la extinción de las relaciones jurídicas que existían
entre el heredero y el difunto. Por ello, se extingue la obligación cuando uno u otro eran
recíprocamente acreedores o deudores. Se extingue por confusión la servidumbre que existe entre un
fundo del heredero y otro del causante; también el usufructo si el heredero sucede al nudo propietario.
La confusión se produce por la adquisición y, por tanto, cuando el heredero no llega a adquirir la
herencia no se confunden los patrimonios.
En los supuestos de herencias sucesivas (Ticio es heredero de Cayo y éste a su vez de Seyo), los
patrimonios se confunden en el último heredero de toda la serie de predecesores.
Otra consecuencia era que los acreedores del difunto concurrían con los acreedores del heredero para
cobrar sus deudas de un único patrimonio. Podía suceder que mientras los acreedores del difunto
confiaban en cobrar sus créditos en vida de éste, al pasar el patrimonio al heredero, éste estuviese
cargado de deudas y tuviese a sus espaldas una legión de acreedores, con los que ahora tenían que
disputarse los bienes de la herencia. Para evitar estos inconvenientes y salvaguardar los intereses de
los acreedores del causante, el pretor concedió en el edictum de suspecto herede dos remedios o
recursos:
Como consecuencia de la separación, los acreedores actúan con dos procedimientos ejecutivos
distintos:
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Respecto de si los acreedores del difunto que no han conseguido cobrar sus deudas sobre el
patrimonio hereditario, podrán después de pedir la separación, ejecutar el patrimonio del heredero,
existe controversia, unos juristas lo negaban considerando que la separación solicitada los separaba
del patrimonio del heredero; otros la admiten cuando ya han cobrado los acreedores del heredero.
En el caso de que fueran varios los acreedores del difunto y unos pidieran la separación y otros no, los
efectos de la separación se producen sólo en relación con los que la han solicitado, es decir, los que
no la pidieron concurrirán con los acreedores del heredero.
Entre los efectos de la adquisición de la herencia está la responsabilidad ilimitada del heredero por las
deudas del difunto y por los legados y cargas impuestas por el testador. “El heredero sucede en las
deudas al difunto.” (Ulpiano)
Para evitar estos inconvenientes, Justiniano, concede el llamado beneficio de inventario; por éste, el
heredero sólo responde en los límites del patrimonio hereditario.
El heredero debe realizar un inventario a partir de los 30 días siguientes a que tenga conocimiento de
la llamada o delación y redactarlo en el plazo de 60 días, o dentro de 1 año desde la muerte del
causante cuando la herencia se encuentra en lugar lejano a su residencia. El inventario se realiza en
presencia de notario (tabulario) y de testigos.
Como efectos de este beneficio no tiene lugar la confusión hereditaria y el heredero puede hacer valer
contra la herencia los derechos que tenía contra el difunto e incluso cargarles los gastos del funeral.
Una vez hecho el inventario, puede comenzar a vender los bienes hereditarios para pagar a los
acreedores y legatarios por el orden en que se vayan presentando, dejando a salvo los derechos de
preferencia. Los acreedores tienen la acción de regreso contra los legatarios a quienes se había
entregado el objeto o dinero legado.
La sucesión intestada se regula por preceptos del ius civile, del Edicto del Pretorio y por leyes
imperiales. A lo largo de la evolución del derecho que acaba con la compilación Justinianea, sufrirá
profundas transformaciones, en las que acaba prevaleciendo la concepción de la familia basada en
vínculos de sangre frente a la familia basada en relaciones de potestad de la época clásica.
Si el testamento carecía de los requisitos exigidos, o si se había hecho nulo con posterioridad,
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o era revocado.
De lo dicho resulta que la sucesión intestada no se abre siempre a la muerte del causante, sino
también en momento posterior, cuando se produce la ineficacia del testamento.
Ley XII Tablas: “Si alguno muere sin testamento y no hay ningún heredero de derecho propio, tenga la
herencia el más próximo agnado, si no hay ningún agnado tengan la herencia los gentiles.”
a) Herederos de derecho propio (sui): son los hijos que estaban en potestad del difunto o todos
aquellos que estaban en lugar de hijos. Se tienen en cuenta a los hijos o descendientes en
potestad del causante al momento de su muerte, como son los hijos e hijas y la mujer in manu.
No se consideran herederos "suyos" los hijos que no están ya bajo la potestad del padre, como son los
hijos emancipados o adoptados por otro y las hijas casadas cum manu.
Todos los sui, cualquiera que sea su grado y siempre que estén bajo la postestas del difunto, son
llamados a heredar. La herencia se divide in capita, esto es iguales porciones. Pero premuerto uno de
los hijos, dejando descendientes bajo la potestad del abuelo, la división se hace por estirpes: los nietos
reciben la cuota que hubiera correspondido, de no haber muerto, su padre.
Los herederos de derecho propio suceden inmediatamente sin necesidad de aceptar y no pueden
repudiar porque ellos eran ya en vida del padre "en cierto modo dueños"; sin embargo, pueden
beneficiarse del beneficium abstinendi que le concede el pretor.
b) Agnados (adgnati): son agnados los que están unidos por parentesco legítimo por línea del
varón, es decir, los que estarían sometidos a una misma potestad si el común paterfamilias no
hubiese muerto.
La ley llama al agnado más próximo que excluye al más remoto; en caso de que existan varios
agnados del mismo grado, la herencia se divide por cabezas. Ejemplo; si existen varios hermanos del
difunto le suceden todos, pero si concurren un hermano y un sobrino (hijo de otro hermano que murió
antes) sucede sólo el hermano. Entre hermanos no se hacía distinción de sexos, pero la jurisprudencia
republicana limitó la sucesión de las mujeres a las hermanas del causante (excluye tias, sobrinas,
etc...)
Al agnado se le considera un derecho a entrar en los bienes del causante (familiam habeto) en el
sentido de que sería un sucesor en los bienes y no un heredero en sentido propio. El llamamiento al
agnado es único, y si éste no llega a adquirir la herencia, ésta sigue en situación de yacente.
c) Gentiles: los pertenecientes a la misma gens, constituidas por las familias procedentes de un
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antecesor común con el mismo apellido o nombre gentilicio. Es un recuerdo histórico que
desaparece cuando se extigue la organización gentilica en la primera época clásica.
Para corregir “las estrictas normas de las XII Tablas” (Gayo,) el pretor establece un nuevo orden de
llamadas a la herencia, basado en el parentesco de sangre o cognación, para concederles la posesión
de los bienes.
El objeto de la bonorum possessio, que originariamente sólo podía ser de bienes corporales, fue
extendiéndose hasta comprender también los créditos y las deudas. En el sistema del edicto perpetuo,
las categorías de personas llamadas son las siguientes: unde liberi - unde legitimi - unde cognati -
unde vi et uxor..
1. Hijos y descendientes (liberi): el pretor llama a todos los hijos con independencia de que
estén o no sometidos a potestad; por tanto suceden:
Los que han salido ya de la patria potestad, entre los que se relacionan los siguientes:
Quedan fuera de llamamiento los hijos dados en adopción que no hayan sido emancipados por el
padre que los adoptó y los hijos adoptivos emancipados.
A la posesión de los bienes son llamados todos los hijos y los descendientes de los premuertos, es
decir, suceden por estirpes y no por cabezas. Si el paterfamilias emancipó a un hijo, pero dejando bajo
su potestad a los nietos, corresponde a éstos y a su padre, llamados conjutamente, una sola cuota,
que se divide por mitad entre uno y otros.
2. Legítimos (legitimi): son los herederos llamados a suceder por las XII Tablas. Al ser llamados
los sui en la primera categoría de liberi, y al desaparecer la llamada a los gentiles, en ésta se
comprenden prácticamente los agnados.
Lo mismo que en la sucesión legítima, no hay llamamientos sucesivos y el bonorum possessor debe
ceder ante el heredero civil (sine re).
Son llamados también los descendientes de las mujeres, que estaban excluidos de la sucesión
agnaticia. Los cognados o parientes más próximos excluyen a los más remotos, pero se da lugar a
153
llamamientos sucesivos en caso de renuncia o incapacidad. Los parientes del mismo grado heredan
por cabezas.
El cognado cede ante el heredero civil preferente (sine re). Los póstumos ya concebidos (nascituri) se
comprenden también en esta llamada.
4. El marido y la mujer (vir et uxor). El Pretor establece un derecho recíproco de sucesión entre
marido y mujer, siempre que se trate de un matrimonio válido, disuelto por la muerte.
Si no aparece ningún heredero de los llamados, el pretor decreta la venta de los bienes para pagar a
los acreedores. Conforme a las leyes Caducarias de Augusto la herencia vacante se atribuye al erario
público.
La reforma de la sucesión legítima iniciada en el edicto del pretor, es continuada por la legislación del
senado y de los emperadores para imponer la prevalencia del parentesco natural sobre el agnaticio.
El S.C. Tertuliano, de la época de Adriano, otorga a la madre el derecho a suceder a sus propios hijos.
La madre, debía tener el ius liberorum y es llamada con preferencia a los agnados, pero solo a la
sucesión del hijo que muere sin dejar hijos, ni tampoco hermanos consanguíneos.
Nota: se conoce como ius liberorum al régimen excepcional, establecido por Augusto en sus leges
caducariae, que favorece a quienes han tenido un cierto número de hijos. Las leges caducariae,
establecían una serie de restricciones testamentarias a quienes no tenían hijos o los tenían en número
insuficiente.
El S.C. Orficiano, de Marco Aurelio, dispone que la herencia de la madre no sometida al poder del
marido, pertenece a los hijos quienes excluyen a los consanguíneos y los demás agandos de aquella.
Justiniano declara que la sucesión de la madre es independiente del ius liberorum, de forma que se
anteponga a todos los agnados y cognados más lejanos del hijo.
El derecho de la última época da lugar a un sistema sucesorio complejo y oscuro, con normas de
distinto origen y en parte contradictorias, que aparecen juntas en la compilación justinianea.
Justiniano, acabada la labor compiladora, acomete la empresa de dar al traste con todas las
154
contradictorias normas anteriores para instaurar, en la Novela 118 del año 543 y completada con la 127
del año 548, todo un nuevo régimen sucesorio.
Los descendientes del difunto sin consideración a la ptaria potestad, sexo y al grado de
parentesco. El descendiente de grado ulterior solo es llamado en el caso de que no viva el
descendiente que le precede.
Si los descendientes son de igual grado, la herencia se divide por cabezas, si son de grado distinto,
por estirpes.
◦ Si sólo acuden ascendientes, los más próximos excluyen a los más remotos y sí sólo
existen éstos, la herencia se reparte en las dos líneas y dentro de cada grado por cabezas.
◦ Si concurren hermanos, heredan por cabezas, pero con derecho de representación de los
descendientes de hermanos premuertos.
A falta de herederos de segunda clase, suceden los “medio hermanos,” los hermanos y
hermanas de un solo vínculo: del mismo padre (consanguinei) o de la misma madre (uterini;)
heredan por cabezas, con derecho de representación de sus descendientes.
En último término, son llamados, los otros colaterales, hasta el 6º y 7º grado como en el edicto
pretorio, los más próximos excluyen a los más remotos.
Si faltan estos herederos, es llamado el cónyuge viudo. En caso de viuda pobre y falta de recursos, las
Novelas le atribuyen el derecho a una parte de la sucesión (de ordinario, la cuarta parte), variable
según los parientes con quienes concurra.
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TEMA 18: LA SUCESIÓN TESTAMENTARIA
1. Concepto y características
“El testamento es la declaración de nuestra intención hecha ante testigos, conforme a derecho y de
forma solemne, para que valga después de nuestra muerte”(Ulpiano).
Es un acto conforme al derecho civil y con las solemnidades en él establecidas. Ello supone
que sólo los ciudadanos romanos pueden otorgar testamento.
Es un acto mortis causa, que sólo produce sus efectos después de la muerte del causante, en
que tiene lugar la llamada a la herencia.
Las formas más antiguas son dos: el testamento ante los comicios curiados y ante el ejército:
Testamento ante los comicios curiados (Testamentum calatiis comitiis): se realizaba en tiempos
de paz en las reuniones que los comicios dedicaban dos veces al año a la confección de testamentos.
El acto se realizaba por una declaración oral del disponente y quizá en una aceptación por parte de la
asamblea. Por las dificultades que suponía, entra en desuso y las antiguas curias se sustituyen por 30
lictores que las representan simbólicamente.
Testamento en procinto, o en pie de guerra (in procintu): es decir, cuando se tomaban las armas
para ir a la guerra (procinto se llama al ejército cuando está dispuesto y armado). La declaración que
se hacía ante el ejército perdía su validez, una vez que el testador volvía de la campaña.
Testamento por el bronce y la balanza. Consiste en el acto solemne de la mancipatio, por la que el
disponente transmitía sus bienes a una persona de confianza, en presencia del portador de la balanza
y de cinco testigos. La persona que recibe los bienes en custodia se compromete a entregarlos a quien
había designado el disponente.
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Se fundaba en la desconfianza del testador de que se respetase su voluntad después de su muerte,
por lo que hacía intervenir a un amigo de su confianza. En este acto mancipatorio solo podían
transmitirse cosas corporales, pero no derechos ni obligaciones.
La mancipatio familiae no es un testamento, sino un acto por el que se logran las finalidades prácticas
del testamento. Su transformación en testamento se debe a la interpretación de los juristas, apoyada
en un precepto de las XII tablas que otorga plena eficacia a toda declaración formulada en el mismo
acto de mancipatio.
En época clásica sólo perdura el testamento por el bronce y la balanza. Las declaraciones del testador
serían orales (nuncupatio), en una primera etapa, después se escriben en tablillas enceradas, que se
presentan a los testigos para que las autentifiquen con sus sellos. La adquisición se realiza ahora no a
favor del adquirente, sino de las personas indicadas en la nuncupatio, y no inmediatemente, sino en el
momento de la muerte del testador. La mujer realiza actos testamentarios con intervención del tutor.
A pesar de la mayor difusión del testamento escrito, que tiene la ventaja de mantener secretas las
disposiciones y no depende de la memoria o buena fe de los testigos, se sigue admitiendo el
testamento oral o nuncupativo, hasta el punto de que coexiste con el escrito.
Durante la época clásica coexiste el testamento civil y el testamento pretorio. Si existe un litigio entre el
heredero civil y el heredero pretorio, prevalece el primero hasta el rescripto de Antonio Pío. Si existen
después dos testamentos, uno civil y otro pretorio, se consideran con igual valor, ya que con respecto a
la revocación se decide que el testamento posterior revoca al precedente.
3. El testamento militar
Se establece un régimen especial para el testamento de los militares. La especialidad consistía en que
se admite que los soldados: "hagan sus testamentos como quieran y como puedan y basta la simple
voluntad del testador para la distribución de sus bienes".
La formación de un régimen testamentario particular (ius singulare) a favor de los militares representa
no sólo la derogación de las formas requeridas por el derecho civil, sino también innovaciones
fundamentales que motivan la prevalencia de la voluntad del testador sobre las palabras o verba.
Aunque no se somete a las reglas del derecho civil, ello no quiere decir que puedan valer los
157
testamentos sin los requisitos legales.
Las principales especialidades y derogaciones del régimen común testamentario son las siguientes:
El militar puede disponer sólo en parte de su herencia, dejando que para el resto se abra la
sucesión intestada
Tampoco se le aplica el principio "una vez heredero, siempre heredero" y puede instituir
herederos bajo condición o término, o realizar instituciones sucesivas.
Puede asignar la herencia a dos personas como si se tratase de dos herencias, con la
consecuencia de que el heredero a quien se le asigna una de ellas ni responde de las deudas y
ni tiene derecho a los créditos que se refieren a la otra.
Puede instituir heredero en una cosa determinada y para el resto se abre la sucesión intestada,
no dándose el derecho de acrecer si él no lo ha querido.
Otras especialidades se refieren a la capacidad: el hijo de familia militar puede testar respecto
a su peculio castrense y aunque sea incierto si es siu iuris.
En la época clásica este régimen especial testamentario se aplica a todos los militares, ya estén en
tierra o en mar, desde que entran en filas hasta un año después de la fecha de la licencia. Justiniano lo
limita al tiempo que estuviesen en campaña y no a aquel que se hace vida de guarnición. Con ello, el
régimen especial se transforma en una forma extraordinaria de testamento.
4. El codicilo
El testador podía completar su testamento con un documento separado, o pequeño código, que se
presentaba como un apéndice al testamento o se redactaba posteriormente. Tiene su origen en la
época de Augusto y se difunde en la práctica al ser una forma más breve y más libre de testar. Los
codicilos testamentarios se consideran como parte del testamento igual que si sus disposiciones se
hubieran incluido en él, y si la herencia no se acepta los codicilos no tienen efecto.
La confirmación del codicilo en el testamento debía hacerse en forma imperativa. Si las expresiones
usadas tienen un sentido de simple ruego, se consideran como un fideicomiso. Los codicilos no
confirmados en el testamento podían contener este tipo de disposiciones fideicomisarias, o
concesiones de libertad encomendadas a la fides del heredero.
158
En la práctica al considerarse el codicilo como un testamento más sencillo, surge la costumbre de que
el testador incluya en el testamento la llamada cláusula codicilar, por la que declara que, aunque el
testamento fuese ineficaz, valiese como codicilo.
En la época clásica no se requería ninguna forma especial. Las formas legales surgen en época
postclásica cuando la confusión entre testamento y codicilo hace que se apliquen los mismos
requisitos que tenía el testamento exigiéndose el mismo número de testigos. De otra parte, el régimen
más libre y sencillo de codicilo hace que se extienda al testamento.
En la época postclásica se confunden las distintas formas testamentarias y resulta un sistema poco
preciso, sobre todo por las prácticas provinciales. La distinción entre testamento civil y testamento
pretorio ahora se mantiene referida a dos clases de testamento: abierto, que se hace ante cinco
testigos; y cerrado, que se presenta con la firma de siete.
Del testamento cerrado o escrito deriva el que Justiniano llama "tripartito", porque tiene un triple origen:
del derecho civil, la presencia simultánea de los testigos; del derecho pretorio, la exigencia de los siete
sellos de los testigos; y del derecho imperial, el requisito de la firma de estos testigos.
En occidente se admiten nuevas formas como el testamento "recíproco", y "escrito" de la propia mano
del testador (testamento hológrafo) que no necesitaba testigos.
Junto a estas formas, se introducen otras en las que participan jueces o funcionarios públicos. Honorio
y Teodosio regulan el testamento apud acta, ante el juez o autoridad municipal y el testamento
depositado en el archivo imperial. Se admiten para casos especiales otras formas que se consideran
extraordinarias:
Testamento que se hace en el campo. Según la Constitución de Justiniano del año 534, podía
hacerse ante cinco testigos si no se encontraban los siete requeridos. Si el testamento es
escrito, los testigos que sepan escribir firman por los que no saben, pero es necesario que
todos conozcan el contenido del testamento que deben confirmar después de la muerte del
testador.
Testamento del ciego: en derecho postclásico el ciego debía dictar el testamento a un notario o
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tabulario ante siete testigos o hacer que lo escribiera un octavo testigo en presencia de los
demás.
Testamento del analfabeto: es necesario un octavo testigo que firme por el testador.
Justiniano, además de estas innovaciones, volvió al régimen clásico al exigir la forma de testamentos
con siete testigos para poder instituir heredero.
Gayo dice que para saber si un testamento es válido debemos ver primero si el testador tenía facultad
de testar (testamentifactio activa). Esta facultad o capacidad para hacer testamento no se refiere sólo
al testador, sino también a su relación con las otras personas mencionadas en el testamento. A
diferencia de la testamentifactio activa, las fuentes postclásicas se refieren a la testamentifactio para
recibir, que denominan pasiva. Se requiere también capacidad para participar en el acto testamentario
como testigo o libripens.
Se exige que el testador sea libre, ciudadano romano y siu iuris. Los sometidos a potestad pueden
disponer mortis causa sólo del peculio castrense o cuasi castrense. Con excepción de estos casos, el
testamento del hijo no es válido. Al consistir éste en una declaración consciente de voluntad, no tienen
capacidad para testar aquellas personas que no son idóneas para manifestar su voluntad. Así, los
impúberes se consideran que no tienen plenum iudicium y el loco o furioso no puede testar porque no
tiene inteligencia. Los sordos y los mudos no podían intervenir en el acto oral y cuando se introduce el
testamento escrito, los emperadores concedían caso por caso la capacidad.
La mujer podía testar con la intervención del tutor. Al suprimirse la tutela agnaticia por la ley Claudia no
fue necesario ya acudir a este medio. El esclavo no puede hacer testamento, excepto si se trata de un
servus publicus, que puede disponer de la mitad de su peculio.
160
La idoneidad para ser instituido heredero, llamada por los intérpretes testamentifactio pasiva, requería
la condición de ser ciudadano y libre; es menos rigurosa que la exigida para testar. Se refiere a la
aceptación y no a la llamada o delación. Para ser heredero ab intestato era necesario la condición de
libre y ciudadano. Los esclavos y los extranjeros no podían ser llamados a la sucesión intestada.
Los esclavos del testador pueden ser instituidos heredero, siempr que se les confiera al propio
tiempo la libertad. Con Justiniano, no será necesario ya que la sola institución les hace libres.
Los esclavos ajenos, siempre que su dominus tenga la testamento factio pasiva. Habrán de
aceptar la herencia por mandato de su dueño y a éste van a parar los bienes o cargas
hereditarios.
Los sometidos a potestad o alieni iuris, también adquieren por el mandato del paterfamilias y
para él.
Los latinos podían aceptar la herencia de un ciudadano romano, pero no los latíni iuniani. Los
peregrinos en cambio, no podían heredar.
Las mujeres podían heredar, pero la ley Voconia las excluyó de las herencias de los
ciudadanos que estuviesen en la primera lista del censo, es decir, que tuvieran un patrimonio
de más de 100.000 sestercios. Esta limitación cayó en desuso con la desaparición del censo
en la época imperial.
La institución de heredero de una persona incerta es nula. Se entiende por persona incierta aquélla
de la que el testador no podía dar referencias concretas y precisas. (Por ejemplo, no vale: “sea
heredero aquel que llegue primero a mi funeral”) También las que designan al destinatario dentro de
una comunidad, o dejar la designación al arbitrio de alguien (los pobres, las corporaciones, etc.).
Se consideraban incapaces, como personas inciertas, los hijos póstumos, es decir, los que nacían
después de la muerte del padre. Se admitió gradualmente la posibilidad de instituir y desheredar a los
hijos póstumos del testador, con tal de que hubiesen entrado bajo su potestad de haber nacido en vida
de éste. Cuando el póstumo es ajeno, y ya está concebido, el pretor concede la posesión de los bienes
conforme al testamento. Justiniano generaliza los principios clásicos y declara que el póstumo, sea
propio o ajeno, puede ser contemplado en el testamento.
Existen dudas y controversias entre los romanistas con respecto a la capacidad de los entes públicos
y colectivos (personas incertas). Con anterioridad al Principado, se consideraron como personas
inciertas, y por tanto incapaces para heredar; los municipios, civitates y coloniae. Durante el Principado
se reconoció la posibilidad de que pudieran recibir legados y fideicomisos. Los municipios podían ser
llamados a la sucesión intestada de los libertos (tenían derecho de patronato sobre éstos). También la
posibilidad de adquirir por herencia el populus romanus, y por analogía con el pueblo, las
corporaciones públicas y los colegios privados.
161
Una capacidad especial (ius capiendi) fue introducida por la legislación matrimonial de Augusto.
Con la finalidad de favorecer el matrimonio y la procreación, la lex Iulia de maritandis ordinibus, y la lex
Papia Poppaea, establecieron incapacidades sucesorias de:
Los orbi: varones casados sin hijos y las mujeres casadas y con un número inferior a tres hijos
(ingenuas) o 4 (libertas), que sólo podían adquirir la mitad de la herencia.
Los cónyuges: si éstos no tenían hijos comunes, no podían adquirir entre si más de una décima
parte de la herencia y el usufructo de la tercera. Pero si tienen hijos sobrevivientes de otro
matrimonio, tal porción se acrece con tantas décimas cuantos sean los hijos.
Las partes de herencia que no han podido adquirirse se ofrecen por derecho de acrecer a las otras
personas contempladas en el testamento que tienen la capacidad exigida. Para poder exigir estos
requisitos de capacidad y aplicar el impuestos del 5% sobre la herencia, se determinó el momento de
la apertura del testamento. Justiniano en el 534 deroga esta legislación caducaria de Augusto,
considerándola consecuencia de una antigua “calamidad de la guerra.”
En derecho posclásico se introducen nuevos cambios para reconocer, de una parte, la capacidad para
heredar de la iglesia católica respecto a los bienes de clérigos y monjes. Se admiten los legados y
mandas a favor de instituciones de caridad o beneficencia, e incluso, el dejar una parte de los bienes a
la iglesia para la salvación del alma. Por otra parte, se establecen nuevas incapacidades: así, no
pueden suceder los hijos de los condenados por delitos de alta traición, ni los herejes y apóstatas.
También se declaran incapaces las mujeres que no respetan prohibiciones y plazos para contraer un
nuevo matrimonio.
La capacidad para heredar se exige en tres momentos: al tiempo de la redacción o confección del
testamento, al tiempo de la muerte del testador, en que el testamento produce sus efectos, y al
momento de la aceptación para los herederos voluntarios.
Distinta a la falta de capacidad para heredar o para adquirir la herencia es la dignidad para suceder
(indignitas). Se trata de numerosos casos en que el beneficiado por una herencia ha cometido algún
acto contra la persona del disponente o lo ha ofendido gravemente. En la mayoría de los casos se
despoja al indigno de lo adquirido para entregarlo al fisco.
162
TEMA 19: CONTENIDO DEL TESTAMENTO: I. INSTITUCIÓN DE HEREDERO
La evolución histórica del acto testamentario se considera finalizada en los comienzos del Principado,
cuando el testamento contiene las siguientes disposiciones: Institución de heredero, Desheredación de
heredes sui, Legados, Manumisiones de esclavos, Nombramiento de tutores, Asignación de libertos, y
Fideicomisos.
Aunque esta pluralidad de disposiciones se configuran en torno al núcleo central y más importante: la
institución de heredero, el testamento se considera como un acto unitario en el que prevalece la
voluntad del difunto. La aceptación de la cualidad de heredero supone el situarse en la misma posición
del difunto. En cambio, en el legado se trata de sucesión en una relación concreta o sobre un bien
determinado.
La institución de heredero debe ser hecha en modo solemne y formal (solemni iure), que consiste en la
atribución de la cualidad de heredero hecha en forma imperativa “Ticio sea heredero” “Ordeno que
Ticio sea heredero”. El fideicomiso se hacía en forma de ruego.
Constantino, abolió las palabras solemnes al disponer que la voluntad puede manifestarse "con
cualquier palabra" con tal de que conste de forma clara y resulte evidente la voluntad del testador.
El testador puede instituir uno o varios herederos. Instituyendo a varios, no puede repartir el patrimonio
entre ellos por objetos específicos o determinados, sino por cuotas o fracciones que se fijan según el
sistema duodecimal: la totalidad del patrimonio hereditario (as) se divide en doce partes u onzas
(unciae). A efectos de la distribución del "as" se siguen las siguientes reglas:
Si el testador instituye un heredero sólo en toda la herencia, o sólo en una parte de ella,
adquiere todo el patrimonio hereditario (heres ex asse).
Si el testador instituye una pluralidad de herederos pueden darse los siguientes casos:
◦ Si el testador no hace asignación de cuotas, los herederos suceden por partes iguales.
Si no agotan el as, cada uno acrece con lo que quede en proporción a su cuota.
163
Si no se completa todo el as: los herederos sin parte concurren al resto no
asignado. Si uno de ellos no adquiere la herencia, su parte aumenta
proporcionalmente a todos los herederos.
Si los herederos cum parte agotan el as y hay otros herederos sine parte, se
presupone que el testador ha querido dividir la herencia en dos ases, de suerte que
uno va a parar a los instituidos que tienen señalada porción y otro – por cuotas
iguales- a los herederos sine parte.
Justiniano modifica estas reglas, al disponer que si el testador supera al as en la atribución de partes,
no se disminuyen proporcionalmente las cuotas, sino que se presume que el disponente ha querido
disminuir las precedentes con la sucesiva disposición.
Si se instituía heredero en cosa concreta y determinada y dado que el heredero debía suceder en todo
el complejo o unidad patrimonial, la consecuencia sería la nulidad de la disposición. Sin embargo, los
juristas clásicos, inspirados en el favor testamenti, deciden que la institución valga y la referencia a
cosa determinada se tenga por no puesta.
Un paso adelante, para aceptar la voluntad del testador y al mismo tiempo respetar el principio de la
universalidad de la sucesión, se da en el juicio de división de herencia (iudicium familiae ercinscundae)
con la actio familiae ercinscundae o acción de división de la herencia. El juez, al proceder a la división
de los bienes, detraería primero aquellas cosas directamente atribuidas a los instituidos ex certa re y
se las adjudicaría a éstos. Esto no afectaba a la responsabilidad por las deudas, de las que respondían
todos los herederos en proporción a sus cuotas.
Esta separación previa de los bienes directamente atribuidos por el testador, hace que Papiniano lo
equipare al legado per praeceptionem. Por ello, se aplicaba a estos casos la reducción que la ley
Falcidia realizaba sobre los legados. El juez asigna a cada heredero los patrimonios a que ha sido
llamado.
Cada uno de los coherederos se obliga, con estipulaciones de garantía, a responder de las deudas y a
exigir los créditos comprendidos en su parte de bienes.
Una Constitución de Gordiano dispone que el heredero en cosa cierta se considera formalmente como
tal a todos los efectos, pero en la división que realiza el juez se le adjudica sólo la cosa determinada.
Justiniano decide que los instituidos en cosa cierta sean considerados como si fuesen legatarios. Sin
embargo, adquieren con base en la propia aceptación y tienen como los otros herederos el derecho de
acrecer; en cambio, las acciones hereditarias no pueden ejercitarse por ellos ni contra ellos. Se trata
de un régimen ambiguo que tiene en cuenta la equiparación de heredero y legatario, pero que no
prescinde del todo de los principios clásicos.
164
2. La institución bajo condición o término
La institución de heredero podía someterse a una condición suspensiva, pero no a una condición o
plazo para que el heredero empiece a serlo o deje de serlo, ya que esto se oponía a la regla "una vez
heredero siempre heredero."
Estas condiciones o plazos se consideran no escritas, igual que las condiciones imposibles, ilícitas o
inmorales. El término no se aplica a la institución del heredero, pero si a otras disposiciones del
testamento.
Condición: En la doctrina científica se llama condición (condicio) al hecho futuro e incierto del que se
hace depender el que una declaración o relación jurídica produzca sus efectos.
El término (dies) es un hecho futuro y cierto de cuya realización dependen los efectos del acto o
relación jurídica. El hecho es cierto en cuanto a su cumplimiento, pero incierto en el tiempo en que se
realizará.
El derecho clásico sólo conoció las condiciones suspensivas, que suspenden hasta su realización los
efectos del acto o relación, pero no las condiciones resolutorias que, si se producen, impiden que el
acto siga teniendo sus efectos.
Las condiciones se clasifican en positivas, cuando se trata de que ocurra un hecho o comportamiento,
o negativas cuando se considera la falta de un hecho o una abstención.
Puede existir una condición contraria, es decir, que sea positiva para una persona y negativa para otra,
por ejemplo, sea heredero de mi nave Cayo si viene de Asia, sea heredero Ticio de todos mis bienes si
la nave no llega.
Otra clasificación de las condiciones es la de potestativas, casuales o mixtas; según que el hecho
futuro dependa de la voluntad de una persona, sea extraña a esa voluntad y dependa del azar, o
dependa por igual de la voluntad propia y del azar.
El heredero instituido bajo condición suspensiva, que no dependiese de su voluntad (condición casual),
podía solicitar del pretor la posesión de los bienes conforme al testamento. Debía prestar una caución
(garantía) por si la condición no se cumpliese o no pudiese ser heredero por un impedimento posterior.
Los presuntos herederos, si el instituido bajo condición no llegara a serlo, debían solicitar del pretor la
cautio.
165
pertenece al heredero; según los proculeyanos no pertenece a nadie.
En muchos supuestos, la condición a que se somete la libertad dependía del mismo esclavo (condición
potestativa), por ejemplo, el esclavo que promete una cantidad de dinero a cambio de su libertad.
Cuando se trata de una condición mixta, es decir, que en parte dependía del esclavo y en parte al azar,
y el esclavo habían hecho todo lo necesario para que se cumpliese, los juristas la dan por cumplida y
el esclavo obtiene la libertad.
Juliano, decidió que la condición se da por cumplida cuando el que tiene interés en que no se realice lo
impide. “si mi hijo adoptase a Ticio, sea mi heredero, si no lo adoptase, quede desheredado” y estando
dispuesto el hijo a adoptarlo no quisiera Ticio darse en arrogación, será herdero el hijo como si se
hubiera cumplido condición.
Si se trata de una condición mixta, ésta se da por cumplida cuando la persona obligada está dispuesta
hacerlo, pero la persona que debe cooperar no se presta a ello.
3. Las sustituciones
El testador puede nombrar un sustituto para el caso de que el primer instituido no llegase a ser
heredero.
Sustitución vulgar, significa la entrada de un heredero en el lugar que no llegó a ocupar el instituido,
ya fuera por imposibilidad ya por su propia decisión de voluntad. Se usaba la fórmula “sea heredero
Cayo y si éste no lo fuese, que lo sea Ticio”. Cayo sería el heredero en primer grado y Ticio el heredero
en segundo grado o sustituto.
El testador puede nombrar un solo sustituto para aun solo instituido o varios sustitutos para un solo
instituido o un solo sustituto para varios instituidos o recíprocamente entre si, a los varios que han sido
instituidos herederos.
La llamada al sustituto era independiente de la llamada al heredero. Por lo tanto, el testador podía
cambiar el objeto de la sustitución, por ejemplo, instituía al heredero en toda la herencia y al sustituto
sólo en la mitad. La condición a que se sometía la institución no se consideraba impuesta al sustituto.
Cuando el sustituto acepta la herencia se convierte en un heredero más y se beneficia del derecho de
acrecer.
Sustitución pupilar. Consiste en el nombramiento de un heredero al propio hijo impúber, para el caso
de que éste muera antes de alcanzar la pubertad y consiguientemente, en un momento en que todavía
no puede testar por carecer de la testamenti factio activa. Se evita así la apertura de de la sucesión
intestada.
Par evitar que el sustituto atentase contra la vida del impúber, al tener conocimiento del testamento, se
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solía, se solía instituir al sustituto en tabillas separadas. Estas formaban con las primeras un único
testamento.
1. Concepto de legado
El legado es una disposición mortis causa, contenida en el testamento, sobre bienes concretos y con
cargo al heredero. Se destacan los siguientes aspectos:
En virtud del precepto de las XII Tablas “tenga valor de derecho todo legado del propio patrimonio”. Las
declaraciones en la mancipatio familiae, que originariamente servían para atribuir legados, tenían el
carácter de leges privatae (legare = legem dare). Partiendo de esta facultad de legare, se admiten
determinados tipos y se llega a la concepción del legado como atribución de bienes o derechos
singulares, en contraposición a la institución de heredero. El ámbito de aplicación se amplía hasta
comprender cosas que no son propiedad del testador y se opera un proceso de acercamiento a los
fideicomisos y a las donaciones mortis causa.
2. Clases de legados
167
Por prescripción o de preferencia.
De las cuatro clases, las más importantes son el legado vindicatorio y el damnatorio.
Legado vindicatorio. La forma del legado era "doy y lego", "toma, quédate con o coge". La cosa se
hace del legatario sin intervención del heredero.
Además de cosas, pueden legarse derechos reales reconocidos en el ius civile como un usufructo o
una servidumbre.
El testador sólo puede legar por vindicación lo que es de su propiedad civil en el momento de hacer
testamento y en el de su muerte. Se exceptúan las cosas fungibles, es decir, aquellas que se pesan,
cuentan o miden, para las cuales es suficiente que sean de su propiedad en el momento de su muerte.
El legatario pude hacer efectivo su derecho, como titular del mismo, mediante una vindicatio.
Legado damnatorio; la forma del legado era: "que mi heredero esté obligado a transmitir" “o que se
haga” “mando que mi heredero transmita”. El heredero quedaba obligado a entregar la cosa legada.
Mediante esta clase de legado se puede legar incluso una cosa ajena de modo que el heredero tenga
que comprarla y también algo que no existe todavía con tal de que se espere que exista, como por
ejemplo los frutos que ha de producir un bien. Se consideró comprendido en este legado todo lo que
podía ser objeto de obligación. El objeto del legado puede ser una cosa cierta y determinada (certum)
o una cosa incierta (incertum).
Al ser propiedad del heredero, el legatario debe demandarlo con la actio ex testamento, para que el
heredero le transmita la cosa.
Legados de tolerancia o permisión. La forma es "que mi heredero quede obligado a permitir”. Ejem:
“Que mi heredero quede obligado a permitir que Lucio Ticio tome el esclavo Estico y se quede con él” .
El heredero no viene obligado a transmitir la propiedad de la cosa, sino a permitir que el propietario
legatario realice su derecho, apropiándose de la misma.
El legatario podía accionar contra el heredero con la actio ex testamento. Objeto del legado eran sólo
las cosas del testador o del heredero.
Originariamente consistía en una disposición del testador, que se hacía valer en el juicio divisorio, por
la que se autorizaba al heredero a separar un bien de la herencia. Mientras que el legado vindicatorio
solo puede versar sobre cosas identificables que se puedan reivindicar, el preceptorio podía tener por
objeto cosas fungibles.
168
El legado de permisión y el preceptorio responden a supuestos muy concretos y especiales. Hay otros
dos importantes y antiguos tipos de legados que no aparecen en la clasificación de Gayo:
El legado de opción. La forma era optato, ejemplo, "que Ticio opte por mi esclavo" y tenía por objeto
un esclavo de la herencia. El acto solemne de la opción genera la adquisición de la propiedad sobre el
esclavo elegido. Si el legatario muere sin hacer esta elección, no adquiere nada ni transmite el legado
a sus herederos.
El legado de partición. La forma es "divida mi heredero con Ticio mi herencia". Originariamente fue
un recurso al que acudió la jurisprudencia pontifical para evitar las cargas que suponía la condición de
heredero, entre ellas, los sacra familiares. En lo referente a los créditos y deudas hipotecarias, el
legatario y el heredero celebraban recíprocas estipulaciones, por las que se comprometían a atender a
las deudas y a transferir los créditos en proporción a las cuotas.
Los diversos tipos de legados tienden a unificarse en las dos formas más importantes: con efectos
reales o legado vindicatorio, y con efectos obligatorios o damnatorio.
En el legado intervienen tres sujetos: el testador o que lega; el heredero o grabado; y el legatario o
beneficiado con el legado. En el derecho clásico, el que lega es el que hace el testamento; en derecho
justinianeo, el legado puede hacerse también en un codicilo.
El legatario es el que resulta beneficiado con el legado. En el caso de legado indirecto, el legatario
puede ser una persona distinta del mencionado por el disponente. Por ejemplo si se encarga al
heredero que pague la contribución por Ticio, el legado se hace a favor de Ticio y no del recaudador de
contribuciones, aunque éste se mencione formalmente.
Grabado con el legado es el que adquiere una herencia que resulta disminuida por esta carga. Puede
ser gravado cualquier persona que adquiere mortis causa. Se considera el legado como una carga
objetiva de la herencia más que como un gravamen sobre personas determinadas.
Objeto del legado puede ser cualquier cosa, tanto corporales como incorporales o derechos. El legado
puede consistir en creación de derechos a favor del legatario o en modificación o extinción de
relaciones ya existentes. El objeto consiste en una atribución patrimonial lucrativa, en la que se puede
imponer al legatario una carga modal.
Los legados pueden cumplir finalidades especiales para atender las necesidades de la casa y de la
familia. Se trataba, sobre todo, de disposiciones a favor de la mujer y de las hijas, que seguían
vinculadas a la familia a la muerte del testador.
Era práctica usual instituir herederos a los hijos varones y beneficiar a la mujer, a las hijas y otros
parientes con los siguientes legados:
169
De usufructo, incluso de usufructo universal, sobre todo los bienes de la herencia.
De peculio o de bienes que se legan a los hijos o a los esclavos, se trata de bienes que el
legatario venía ya usando y que se legaban en la forma del legado precpetorio.
De servicios de un esclavo.
De los objetos que formaban parte del ajuar de la mujer, o las cosas que el marido le había
destinado durante el matrimonio: legado de objetos y bienes de despensa; de adornos y útiles
de tocador, de ornamentos, joyas y vestidos.
El objeto del legado podía consistir también en obligaciones y se utilizaban los siguientes tipos:
Legado de un crédito del testador que el heredero debía ceder al legatario, valiéndose de los
modos de transmisión de las obligaciones.
Legado de objeto genérico. El heredero debe entregar una cantidad de cosas fungibles o de
una cosa a elegir dentro de las pertenecientes a un género. La elección corresponderá al
heredero o al legatario según la clase de legado utilizada, como en el caso de legado de objeto
alternativo.
El legatario no puede hacer suyo el legado hasta que el heredero no adquiera la herencia.
170
ésta no se verifica el legatario tiene una simple expectativa. Para evitar el riesgo de que por retraso
intencionado, el legatario muriese antes de la aceptación del heredero voluntario o extraño, los juristas
entendieron que, desde el momento de la muerte del testador o de la apertura del testamento, el
legatario adquiere una expectativa transmisible a los herederos.
A estos efectos los juristas distinguen el tiempo en que "cede el día" (dies cedens), es decir, entre la
delación del legado en que se inicia la expectativa del legatario transmisible a sus herederos y el día
que hay que esperar para que "venga" (dies veniens), que es cuando el heredero adquiere
definitivamente la herencia y el legatario puede exigir el legado.
Por regla general, el dies cedens coincide con la muerte del testador, pero existen excepciones:
a) En los legados sometidos a condición “el día que cede”es el del cumplimiento de la condición.
b) En los legados de opción y de usufructo, la cesión del día coincide con la aceptación o
adquisición de la herencia.
c) En los legados dispuestos a favor del esclavo manumitido en el mismo testamento a favor de
un esclavo, era a su vez legado per vindicationem a otra persona, nada podía adquirir el
esclavo hasta que alcanzase la libertad que es precisamente cuando se adquiere la herencia.
El heredero gravado con un legado responde por el dolo (Ulpiano), pero también responde por culpa o
negligencia. Parece ser que el criterio que determinaba esta responsabilidad era que el obligado
recibiera o no un beneficio del testamento; en el primer caso respondería por culpa y dolo; en el
segundo, sólo por este último.
Antiguamente era lícito agotar todo el patrimonio con los legados y las manumisiones y dejar al
heredero ta sólo el vacío nombre de tal ya que la ley de las XII tablas establecía que tenía valor toda
disposición sobre el propio patrimonio hecha en testamento.
No interesando a un heredero aceptar una herencia cargada de legados, podía optar por repudiarla,
con la consecuencia de abrirse la vía intestada, donde los legatarios no cuentan para nada.
Después de diversas leyes que intentan poner remedio a esta situación sin éxito, Ley Falcidia (40 ac)
reglamenta definitivamente la materia, disponiendo que el testador no puede legar más de ¾ partes de
la herencia y reservaba al heredero la 1/4 parte, calculada sobre el valor que tenía en el momento de la
muerte del testador y una vez deducidas las deudas hereditarias.
Si los legados eran divisibles, quedaban reducidos en la proporción necesaria para dejar la cuarta
parte al heredero; si eran indivisibles, el heredero no cumplía el legado y se oponía a la acción del
legatario mediante la exceptio doli, hasta que éste abonase el valor de lo que debía reducirse. Si el
heredero hubiera pagado más del límite de ¾ partes, podía ejercitar la condictio indebiti cuando
171
hubiese incurrido en error de hecho.
La reducción de la Falcidia se extiende a los fideicomisos y a las donaciones mortis causa. Justiniano
abolió prácticamente la ley Falcidia al permitir que el testador excluya este límite, e impone al
heredero, que lo hace valer, la obligación de hacer inventario.
Augusto limita la libertad de manumitir por testamento mediante la ley Fufia Caninia (año 2 a. C.), en
número proporcional al de esclavos del testador y nunca más de 100, y la ley Aelia Sentia (4 a. C.),
que prohíbe la manumisión a los testadores insolventes salvo para instituir un heres necessarius.
Son disposiciones de última voluntad confiadas a la buena fe de una persona (fiduciario), por las que
se hacía una petición o encargo a favor de otra persona (fideicomisario) para que las cumpla.
Fideicommitere o confiar en la fe; se trataba de encargos de confianza para disponer de todo o parte
de la herencia. Por ello, se hacía en términos de petición o ruego: “pido, ruego, quiero, encomiendo a
la fe”, pero no se requerían palabras ni formas especiales. Se podía hacer el encargo en el testamento
o en cualquier codicilo y el grabado debía recibir algo del testador o fideicomitente.
El origen de los fideicomisos está en los recursos para hacer eficaces disposiciones mortis causa a
favor de los extranjeros (peregrini) o de otras personas que carecían de testamentifactio pasiva.
Después, se utilizaba para burlar las leyes caducarias de Augusto y disponer a favor de los solteros o
los casados sin hijos. También para evitar los límites impuestos por las leyes Furia y Voconia, así como
para hacer liberalidades a las ciudades y otras personas inciertas.
En principio estas liberalidades se basaban sólo en la fides y carecían de tutela jurídica. Augusto confió
a los cónsules, en la cognitio extra ordinem, que cuidaran del cumplimiento de los fideicomisos.
Después la función pasaría a pretores fideicomisarios especializados en estas causas. En provincias
se confiaba esta función a los gobernadores.
Los fideicomisos, ya tutelados jurídicamente, se convierten en una forma más libre de legados, que
deben hacerse en formas determinadas y directas.
Aunque al final de la evolución histórica, Justiniano equiparó legados y fideicomisos al disponer que lo
que vale para uno valiese también para los otros, en la época clásica, según Gayo, existen entre ellos
las siguientes diferencias:
172
En cuanto a la persona del beneficiado, podían ser fideicomisarios quienes no tenían
capacidad para recibir por legado y fuera de las limitaciones previstas para éstos.
Justiniano sancionó la total equiparación de legados y fideicomisos al disponer que lo que vale para
uno valiese también para los otros.
7. Fideicomiso de herencia
A partir del Principado el fideicommissum hereditatis (o universitatis) sirve para transmitir la herencia en
su totalidad o una parte de ella. El heredero fiduciario recibía el encargo del testador de que
transmitiese la herencia al fideicomisario.
El heredero podía transmitir las cosas hereditarias, pero no ceder su cualidad de heredero, en virtud de
la regla: "una vez heredero siempre heredero". Para ello cuando se quería dar actuación a un
fideicomiso universal, era preciso recurrir a una venta fingida del patrimonio hereditario. Sin embargo,
la mancipatio, mera causa de la transmisión, no otorgaba fuerza a una restitución de la herencia en
bloque y el fideicomisario debía realizar una particular transmisión de cada objeto singular. Por medio
de estipulaciones añadidas a la venta, se regulaban las relaciones entre comprador y vendedor.
El heredero fiduciario, ante la obligación de restituir toda la herencia y de responder en definitiva de las
deudas hereditarias, en muchos casos renunciaría con lo que quedaba sin cumplirse el encargo del
testador.
Para evitar estos inconvenientes, se dicta el SC Trebeliano a tenor del cual el fideicomiso universal se
configura como sucesión universal por lo que se admite el traspaso en bloque del patrimonio al
fideicomisario en un acto único de transmisión. De un lado, el heredero fiduciario transmite el activo; de
otro, se libera de las deudas y por último el fideicomisario, tras la restitución de la herencia, ocupa el
lugar del heredero.
Esta forma fue completada por el SC Pegasiano, que dispuso que el fiduciario tenía derecho a una
173
cuarta parte de la herencia frente al fideicomisario y que debía tenerse siempre por aceptada la
herencia.
Justiniano intenta una refundición de ambos senadoconsultos para restablecer un régimen unitario. De
una parte, considera al fideicomisario como un sucesor universal; de otra, dispone que el heredero
fiduciario retendrá la cuarta parte y se le obligará a aceptar la herencia y a entregarla al fideicomisario.
8. Sustitución fideicomisaria
La sustitución directa u ordinaria tiene lugar cuando es nombrado un legatario o fideicomisario para el
caso de que el primer legatario o fideicomisario no llegue a adquirir el legado o el fideicomiso.
El fideicomisario sucede, no en lugar del heredero, sino después del heredero, ocupando su misma
posición jurídica respecto de toda la herencia.
El testador pedía a su heredero que conservase el patrimonio hereditario y que a su muerte fuese
tranferido a personas pertenecientes a su familia o que tuviesen determinado grado de parentela,
como el hijo del primogénito.
Justiniano lo limita a la cuarta generación. Esta institución tiene una gran aplicación en el derecho
medieval y feudal y en la edad moderna en que se vincula un patrimonio a la misma familia y del que
derivan instituciones como el mayorazgo.
174
El fideicomiso llamado de residuo tiene como objeto "lo que queda de la herencia". En estos
supuestos el heredero fiduciario puede disponer de la herencia y disminuirla según las exigencias de la
buena fe, e incluso sustituir los bienes hereditarios por otros. Justiniano fija el límite de disposición del
fiduciario en las tres cuartas partes y reserva al fideicomisario la cuarta.
El esclavo no podía exigir su propia libertad por causas de capacidad, pero se admitió que actuase en
el procedimiento extraordinario, solicitando el cumplimiento del fideicomiso.
Los juristas tratan también de los supuestos de los fideicomiso de libertad de una esclava, en lo que se
refiere a la condición de los hijos de ésta.
Justiniano equipara esta manumisión a la testamentaria o directa, pero el manumitido se hacía liberto
no del testador, sino del heredero fiduciario.
La eficacia del testamento tiene su fundamento en la voluntad del disponente. Los juristas elaboran
una serie de reglas sobre la interpretación de las cláusulas testamentarias en las que debe prevalecer
siempre la voluntad del testador. Se entiende que la forma es un instrumento de la voluntad.
175
En relación con las condiciones que se ponen en los testamentos, Ulpiano afirma que "tiene
preferencia la voluntad del difunto que es la que impera en las condiciones". La llamada "cuestión de
voluntad" (quaestio voluntatis) fue tratada por los juristas en la interpretación del testamento para
salvar una voluntad que no podía manifestarse de nuevo. El pretor concede la exceptio doli cuando el
legatario solicita la ejecución de una disposición testamentaria que va contra la voluntad del difunto.
La voluntad debe manifestarse claramente, de forma que pueda ser entendida por los testigos.
También debe ser seria, efectiva y completa.
En principio el error del testador causa la ineficacia de la disposición, conforme al principio "es nula la
voluntad del que yerra". Para el derecho civil la declaración del testador es eficaz, es decir, que
produce los efectos jurídicos pretendidos, o es nula e ineficaz, es decir, no produce ningún efecto.
Cuando el pretor concede la exceptio doli, para dejar sin efecto una disposición que es válida, según el
derecho civil, nos encontramos ante un acto que puede ser anulado. Es la llamada nulidad pretoria Los
juristas tratan de salvar siempre que sea posible la voluntad del testador que ha sufrido error,
procurando que se cumpla lo que realmente quiso.
Si el error se refiere a la capacidad para testar del disponente que juzga que es incapaz,
aunque no lo sea realmente, el testamento es nulo, porque falta la firme y seria voluntad del
disponente.
Si el error afecta a la declaración de voluntad, la disposición es nula. Así ocurre "siempre que
queriendo un testador nombrar heredero a alguien, hubiesen nombrado a otro, por error en la
designación de personas".
Si el error no cambia la decisión sobre lo querido por el testador, no influye en la validez. Ejem:
“doy a Ticio el fundo que le compré” ocurriendo que que el fundo no fue comprado a Ticio.
Estando el fundo identificado, el legado tiene plena validez.
Todo lo que se añade para individualizar una cosas suficientemente determinada, es inútil.
176
Si el error se refiere a la condición que el testador quería poner, pero no lo hizo, la institución
de heredero es nula, pero si la puso sin querer, la institución es válida como si fuese pura e
incondicional.
La invalidez inicial: el testamento que es nulo desde el momento de su confección, por carecer de
alguno de los requisitos exigidos.
Testamento nulo o inútil (nullius momenti o inutile), cuando los heredes sui han sido preteridos.
La invalidez sobrevenida: testamento que siendo inicialmente válido, venga anulado después:
Testamento írrito (fit irritum o infirmatur) cuando el testador después de la confección del
testamento sufre una capitis deminutio o cuando el heredero pierde la capacidad para recibir.
Si el testador ha muerto en cautividad, (capitis diminutio maxima) la ley Cornelia dispone la validez del
testamento mediante la ficción de que ha muerto en el momento de caer prisionero.
Testamento desierto (T. desertum) cuando la herencia no es aceptada, sea por la muerte del
llamado a heredar, sea por que éste renuncia a la misma.
En el régimen del derecho civil, la nulidad de la institución de heredero supone la ineficacia de todo el
testamento; en cambio, si otra disposición del testamento fuese nula no influye sobre las restantes
decisiones del testador.
Por las medidas a favor del testamento del pretor y de la legislación imperial, se consideran las
disposiciones con cierta independencia de la institución de heredero. Justiniano decide que la
ineficacia de la institución de heredero no afecta a la validez de las otras disposiciones.
El testamento es un acto esencialmente revocable, lo que equivale a decir que el testador, mientras
viva, puede hacer un nuevo testamento, que revoca al anterior o los anteriores. Los intérpretes
177
destacan la regla “la voluntad del disponente puede mudarse hasta el fin de la vida”. El testamento
adquiere la consistencia de acto jurídico, sólo con la muerte del disponente.
La disposición testamentaria se revoca por otra posterior válida: “los testamentos válidos pueden
perder valor mediante una voluntad contraria". Es necesario que el testamento posterior sea válido, y
no sirve para la revocación un testamento nulo, excepto en el caso del testamento militar.
A diferencia de los legados, existe una regla por la que “no puede quitarse al heredero la herencia que
se le da”, por lo que es necesario un nuevo testamento que deje sin valor ni efecto el anterior. No cae
el testamento por el hecho de que el testador roma los sellos o lo destruya materialmente, si todavía
resulta posible la prueba de su otorgamiento.
El derecho pretorio presta atención al cambio de voluntad y no exige como ocurre en el civil, la
confección de un nuevo testamento. Se admite una revocación que resulte de hechos tales como la
destrucción por el testador de las tablillas del testamento o su apretura o la ruptura de los sellos. El
pretor, por esa revocación, concede la bonorum possessio sine tabulis a los herederos intestados,
defendiendolos de los herederos instituidos en las tablas alteradas o destruidas.
Justiniano admite que si el testador borra el nombre del heredero, la institución de éste no existe. Si
rompe las tablas o documentos, o los sellos o hilos, se considera el testamento revocado. Además
modifica un precepto anterior, que establecía que los testamentos pierden su eficacia pasados diez
años desde su otorgamiento y dispone la validez de la declaración del testador, aún pasados los diez
años, cuando la realizase ante una oficina pública o en presencia de los testigos.
La disposición sobre los bienes u objetos particulares de la herencia sigue la suerte del testamento
donde se contiene, de forma que cuando el testamento es ineficaz, el legado tampoco produce sus
efectos.
En una primera etapa, el legado es nulo si no tiene lugar el nombramiento y la aceptación del
heredero.
En una segunda fase, el legado se independiza de la institución de heredero de forma que puede ser
válido aunque este sea nulo. Se distingue la ineficacia o nulidad inicial de la sobrevenida.
178
Por no adaptarse a las formas imperativas del legado.
El legado puede ser objeto de revocación como toda disposición testamentaria, es decir, que en
cualquier momento el testador puede disponer que quede sin efecto un legado que ha dejado en su
testamento.
La revocación del legado (ademptio legati) se puede efectuar en el mismo testamento mediante
declaración contraria o por medio de un nuevo testamento o en una disposición particular y autónoma
referida al legado dispuesto.
La revocación tenía lugar por una declaración expresa, en la que se utiliza una fórmula contraria a la
establecida para atribuir el legado: “no doy” y “no lego”, para el legado vindicatorio, y “no dé”, para el
legado damnatorio. Posteriormente se admitió que la intención de revocar se manifestase con
cualquier palabra.
Mientras que la revocación produce el efecto de extinguirlo, la traslación tiene los efectos de atribuir o
dejar uno nuevo en lugar del anterior.
“La transferencia de un legado se puede hacer de cuatro maneras: de una persona a otra, de un
heredero gravado con el legado a otro, de una cosa a otra, por ejemplo, diez aureos en lugar de un
fundo, o de hacerlo pura y simplemente a imponer una condición”(Paulo).
A semejanza del fideicomiso, llegó a admitirse una revocación tácita del legado, es decir, un
comportamiento o acto del disponente del que se presumía la intención de dejar sin efecto el legado.
Para tutelar esta intención, el pretor concede una exceptio doli cuando el legatario pide el cumplimiento
del legado contra la voluntad del disponente.
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TEMA 22: PLURALIDAD DE HEREDEROS Y LEGATARIOS
1. Derecho de acrecer
El acrecimiento es una institución de carácter general que tiene lugar en caso de comunidad jurídica,
cuando el mismo derecho pertenece solidariamente a una pluralidad de personas. Aparece en la
herencia, el legado y el condominio.
Cuando varias personas son llamadas a la misma herencia o al mismo legado, en el caso de que
alguna de ellas no llegue a adquirir, su parte pasa a los coherederos o colegatarios por derecho de
acrecer (ius adcrescendi).
El derecho de acrecer tiene lugar tanto en la sucesión intestada como en la testamentaria, y en ésta se
aplica a la institución de heredero y a los legados.
En la sucesión intestada o legítima el acrecimiento tiene lugar en todo momento o sea siempre
que varias personas son llamadas a la misma herencia. Cuando uno de ellos no adquiere, su
cuota acrece a los restantes coherederos.
Excepción a este principio general era el testamento militar; en caso de no adquirir alguno de los
herederos se llamaba para su parte a los herederos legítimos, a no ser que se probase que la intención
del testador era atribuir esta cuota vacante a otro.
180
Si el legado es damnatorio, la obligación a cargo del heredero se fracciona en tantas partes
cuantas sean los legatarios. Por ello, si uno de ellos no adquiere, no tiene lugar el acrecimiento
de los otros legatarios, sino que su parte se queda en la herencia, es decir, el heredero no tiene
que pagarle.
Si el legado es de tolerancia, existió una controversia doctrinal, “unos creen que el heredero
debe a cada uno el todo; otros que tiene preferencia el ocupante...”Gayo.
2. Las colaciones
Son aportaciones de bienes que debían realizar determinadas personas a la masa hereditaria, como
presupuesto necesario para poder participar en la división de la herencia y con la finalidad de asegurar
un reparto equitativo. Surge por la necesidad de equiparar a los distintos descendientes del causante
cuando alguno de ellos habían recibido del causante, con anterioridad a su fallecimiento, ciertas
aportaciones.
Colación de los bienes (collatio bonorum): El pretor al llamar a la posesión hereditaria a los
hijos emancipados, junto con los que permanecieron en potestad, creaba una situación de
desigualdad económica para éstos, ya que los emancipados habían gestionado sus
patrimonios y adquirirido para ellos mientras estuvieron emancipados, mientras que los
sometidos a potestad estuvieron adquiríendo para el padre.
Por ello, el pretor obliga a los descendientes emancipados llamados a una sucesión contra testamento,
a aportar a la masa hereditaria y a favor de los descendientes no emancipados, todo lo que hubiesen
adquirido desde que se produjo la emancipación hasta la muerte del causante.
El emancipado debía prestar una caución o garantía. La colación sólo se produce a favor de los sui o
herederos de propio derecho y a cargo de los emancipados, pero nunca entre emancipados. Se
excluían los bienes que el padre no habría adquirido como eran el peculio castrense y la dote de la
mujer.
Colación de la dote (collatio dotis): el pretor obliga a la hija que hubiera recibido una dote a
aportarla a la masa hereditaria, con la misma finalidad de evitar desigualdades entre los
181
distintos descendientes.
León, estableció con carácter general que los descendientes, que sucedían ab intestato o contra el
testamento, debían colacionar a favor de los coherederos descendientes, la dote y la donatio ante
nuptias que habían recibido de su padre o ascendiente.
Bajo la expresión de sucesión o herencia contra el testamento, se encuadran aquellos casos en que el
182
derecho civil reconoce preferencia a determinados descendientes, contra la voluntad testamentaria.
Los intérpretes lo llaman también sucesión legítima, porque se establece por la ley, y necesaria
porque se da necesariamente por el hecho de existir los descendientes.
Desde el antiguo derecho se estableció la plena libertad de disposición, pero se consideró contrario al
deber paterno el no mencionar en el testamento a los hijos varones. Al tener los hijos la condición de
herederos de derecho propio (sui heredes), ellos deben en principio "ser instituidos herederos o
desheredados". Para desheredar a un hijo suus había que hacerlo nominalmente, pero la
desheredación de los demás sui heredes podía hacerse con una disposición conjunta.
En la república se sigue el principio de la prevalencia de la voluntad presunta del testador, que debía
incluir necesariamente los hijos en el testamento.
La preterición de los otros herederos de derecho propio, hijos o nietos, no lo anulaba, pero los
preteridos concurrían a la herencia con los instituidos. Si eran sui, en una parte igual; si eran
extraños, en la mitad del as hereditario. Según la lex Iunia Velleia admite la posibilidad de
instituir o desheredar a los póstumos.
2. Reformas pretorias
Cuando el pretor llama a los emancipados a la posesión de los bienes, se extiende a ellos el principio
de derecho civil, de que debían instituirse o desheredarse igual que los sui heredes. Para los varones
la desheredación debía hacerse nominalmente; para las mujeres bastaba una declaración colectiva.
A los preteridos en el testamento, una vez incluidos los emancipados en los hijos o liberi, concede la
bonorum possessio contra tabulas o contra el testamento, que era cum re, es decir, con prevalencia
frente al heredero civil.
La mujer o las hijas preteridas conseguían más con la posesión hereditaria del pretor que con la
herencia civil; con la segunda conseguían la mitad del patrimonio, mientras que en la primera adquirían
todo.
Se puede pedir la posesión hereditaria antes que los herederos civiles acepten la herencia,
considerando entonces que se acciona contra el mismo testamento. Lo pueden solicitar los hijos
preteridos y también los instituidos que tengan algún interés en impugnar el testamento.
La preterición en la herencia pretoria no anula el testamento, por ello, son válidas las disposiciones
contenidas en el testamento, como las manumisiones, sustituciones y nombramientos de tutores. Los
legados, debía cumplirse lo dispuesto a favor de los ascendientes y descendientes o el legado de dote
a favor de la mujer o de la nuera del testador.
183
3. El testamento inoficioso y la legítima
Las limitaciones impuestas a la libre disposición de la herencia eran puramente formales, pues bastaba
una expresa desheredación para que el testador excluyese a los hijos y descendientes de la sucesión.
Sin embargo, un testamento que excluyese a los hijos del patrimonio hereditario era considerado
contrario al officium pietatis, es decir, al deber que el padre tenía hacia sus hijos conforme a las
concepciones sociales romanas. El testamento en que no se cumplía este deber era considerado
contrario al officium (inofficiosum).
Hacia el final de la época republicana, se admitió que los hijos desheredados sin justo motivo pudiesen
recurrir ante el tribunal de los centunviros. El recurso que siguió el tribunal fue el de declarar nulo el
testamento y consecuentemente abrir la sucesión intestada, basándose en la supuesta locura o
trastorno mental del testador, al no haber contemplado a sus hijos o parientes más próximos. Al no
tener el disponente la capacidad o testamentifactio el testamento sería nulo.
Sólo los descendientes y ascendientes que eran herederos civiles o pretorios del testador podían
impugnar el testamento. Constantino lo admitió también a favor de hermanos y hermanas
consanguíneos a los que hubiese sido preferida una persona indigna. Los descendientes excluyen a
los ascendientes, y éstos a los colaterales.
El perjudicado accionaría con la hereditatis petitio, como heredero legítimo o impugnaría el testamento
con la querella inofficiosi testamenti. Los litigios se ejercitaban en la cognitio extraordinem que
coexistió algún tiempo con el tribunal de los centuviros, para acabar siendo el único procedimiento
seguido. A partir de Augusto, los emperadores juzgaron y decidieron en muchos casos.
La querella se rechazaba en los casos en que el reclamante había obtenido del testador una cantidad,
que viene fijada en la cuarta parte de lo que hubiese obtenido en la sucesión intestada si no existiese
testamento. Para calcular la cuota era preciso calcular el activo de la herencia en el momento de la
muerte del testador, con deducción de las deudas y los gastos del funeral. El que impugna con éxito el
testamento obtiene, no la cuarta parte de la legítima, sino lo que le corresponde en la sucesión
intestada, ya que el testamento se anula.
En cambio, si era rechazada, el querellante perdía todas las liberalidades del testamento, que iban al
fisco.
Tal vez con el precedente de las decisiones de Papiano sobre la rescisión parcial del testamento,
Costanzo para evitar que todo el testamento sea nulo, introduce la acción para suplir la legítima (actio
ad suplendam legitimam), con la que se pedía la integración de la cuota de legítima cuando el testador
hubiese declarado explícitamente que quería asignarla por el arbitrio de un hombre justo (boni viri
arbitratu).
184
Como para el cálculo de la legítima se tenía en cuenta el patrimonio del testador al tiempo de su
muerte, para evitar las disminuciones en fraude de los herederos legitimarios, la legislación imperial, a
partir de Alejandro Severo, concede a los perjudicados la querella inofficiosae donationis o dotis con la
que podía solicitarse la anulación de la donación o dote que resultasen lesivas para la cuota de
legítima.
4. Reformas de Justiniano
El emperador bizantino realiza importantes reformas tanto en el sistema de desheredación de los hijos
y parientes, cercanos como en la nueva institución de la legítima.
Justiniano requiere en todos los casos la desheredación nominalmente. En un paso más adelante, y ya
en relación con el testamento inoficioso, dispone que la preterición o desheredación de los
descendientes sólo era lícita en los casos determinados por la ley.
Justiniano determina las causas por las que es posible desheredar, que son 14 para la legítima de los
descendientes (entre ellas: la ofensa grave, el atentado y la injuria contra el testador) y 8 para los
ascendientes.
Para favorecer a los herederos legitimarios, eleva la cuota a un tercio o la mitad del patrimonio
hereditario, según el disponente deje menos o más de cuatro de estos sucesores. Los que hubiesen
conseguido una parte menor podían ejercitar la acción para suplir la legítima, con independencia de
que el testador hubiese dispuesto la integración o no.
El nuevo efecto del ejercicio de la querella es la invalidez de la institución de heredero, pero no de las
otras disposiciones testamentarias como legados, fideicomisos y manumisiones. De otra parte, la
declaración de nulidad del testamento ineficaz beneficia a todos los perjudicados por el testamento,
aunque no hubiesen ejercitado la acción.
Además de las acciones que derivaban de las particulares relaciones de la herencia, como la
reivindicatoria o las procedentes de contratos o créditos, el heredero disponía de una acción de
aplicación general para reclamar la herencia en su conjunto o universitas, que es la petición de
herencia (hereditatis petitio).
El heredero ejercerá las acciones reales o personales que hubieran competido al difunto, cuando
alguien le niegue el derecho de éste en alguna relación concreta. Pero cabe que el oponente, no
impugne la existencia del derecho del causante, sino la cualidad de heredero. En este caso la acción
185
general, fundada en la cualidad de heredero es la hereditatis petitio.
Esta acción se ha ido tramitando de diversas formas en los distintos periodos históricos; (como una
vindicatio, reivindicatio, legis actio sacramento in rem. La petición se entablaría ante el tribunal de los
centunviros y, en la evolución al proceso cognitorio, suscita dudas su posterior inclusión en el
procedimiento formulario).
Al carácter real de la acción se opone el hecho de que con ella se demandaría también al deudor
hereditario, pero éste lo sería sólo en cuanto se proclamase heredero y promoviese controversia sobre
la herencia.
Sobre los demandados o pasivamente legitimados, existió una compleja evolución histórica que
presenta muchas dudas en su reconstrucción. La petición de herencia se ejercita, primero, contra el
que posee la herencia pretendiendo ser heredero; éste sería el caso del instituido en un testamento
que después se revoca. Posteriormente, puede ser demandado el simple poseedor.
El senadoconsulto Iuventianum (129 d. C.) introduce un nuevo criterio al distinguir entre el poseedor de
buena fe (se estima así mismo heredero) y el de mala fe (se entromete en los bienes a sabiendas de
que no le pertenece la herencia):
El segundo debía restituir las cosas hereditarias y todas las accesiones y frutos, incluso de
aquéllos que se hubieran producido de no mediar negligencia por su parte.
En caso de pérdida de bienes hereditarios se distingue si ocurre antes o después de la litis contestatio:
Si es después, ambos poseedores son responsables, aunque el de buena fe responda sólo por
la culpa.
Pueden ser demandados los llamados poseedores fingidos; el que deja dolosamente de poseer antes
de la litis contestatio y el que se ofreció para litigar maliciosamente.
Justiniano incluye la petición de herencia entre las acciones de buena fe, considerándola como una
186
acción mixta que extiende al poseedor hereditario (hereditatis petitio possessoria).
El heredero pretorio o bonorum possessor, para reclamar los bienes de la herencia contra el que los
poseía como heredero (possessor pro herede) o como poseedor sin causa (possessor pro
possessore), disponía del interdictum quorum bonorum.
Además de este interdicto de carácter general, el pretor concedía al poseedor hereditario las acciones
especiales que defendían los derechos concretos de la herencia con el carácter de acciones útiles.
Para ello utilizaba una fórmula ficticia en la que el heredero pretorio se consideraba como si fuera
heredero civil. Contra la pretensión del heredero civil, el poseedor hereditario cum re estaba protegido
mediante una exceptio doli o una denegación de la acción por el pretor.
Justiniano, al confundirse la herencia civil con la pretoria, funde este interdicto con la petición de
herencia, de forma que el interdicto pueda ser utilizado por el heredero civil y la petición de herencia
por el heredero pretorio con el carácter de posesoria.
“Este interdicto es de adquirir la posesión y consiste en que lo que se ocupa a causa de legado sin el
consentimiento del heredero debe restituirse al mismo. En efecto ha parecido muy justo al pretor que
no se adjudique uno por sí y ante sí, los legados por ocupación de los mismos, sino que los pida al
heredero: el pretor devuelve a los herederos por medio de este interdicto, lo que alguien posee en
concepto de legado, para que luego puedan demandarle los legatarios.” (Ulpiano)
Este texto recuerda la regla de que “nadie puede tomarse la justicia por su mano” y que el legatario no
puede ocupar por sí mismo los bienes legados, sino que debe pedir su entrega al poseedor hereditario
o al heredero. El interdicto tendría como especial finalidad el impedir que el que poseía como legatario
se convirtiese por usucapión en el propietario.
En la época clásica avanzada, en la que se han fundido ya los distintos tipos de legado "lo que por
legado", era un remedio general semejante a la acción civil, del que puede servirse el poseedor
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hereditario, protegido ya por el pretor, incluso contra tabulas. La posibilidad de ejercitar el interdicto se
extiende también al heredero, con tal de que no hubiese consentido a la toma de posesión de los
bienes por el legatario.
Justiniano, al borrar las diferencias entre acciones civiles y pretorias, extiende definitivamente al
heredero el ejercicio del interdicto. Está legitimado pasivamente o puede ser demandado no sólo el
poseedor como legatario, sino todo el que tiene la facultad de restituir. Conforme a esta extensión, el
interdicto puede entablarse también contra el poseedor de un derecho como en los supuestos de
legado de usufructo o de servidumbre.
Cuando varios herederos son llamados a la herencia, mientras ésta no se divide, existe entre ellos una
comunidad de bienes, donde cada uno tiene un derecho proporcional a su cuota, como en el
condominio.
La comunidad no se aplica a los créditos ni a las deudas que, según un precepto de las XII Tablas, se
dividen entre los herederos ipso iure.
Esta comunidad podía cesar en cualquier momento por pacto entre los coherederos o por el ejercicio
de la acción de división de herencia (actio familiae erscincundae) que procede de la época de las XII
tablas.
Pueden demandar con esta acción los herederos que han aceptado la herencia y que se reconozcan
mutuamente como herederos: la acción de división es doble en el sentido de que cada uno de los
herederos es al mismo tiempo demandante y demandado.
El objeto del juicio divisorio es toda la herencia o patrimonio hereditario con todos sus aumentos o
disminuciones.
El caudal hereditario se incrementa con los bienes que los herederos deben aportar en la colación.
El juez en la asignación de las respectivas cuotas debe tener en cuenta la partición hecha por el
testador. Si se trata de la división de cosas concretas, se demanda con la acción de división de cosa
común (actio communi dividundo).
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TEMA 25: DONACIONES
1. La donación
Se concibe la donación como acto de liberalidad que supone un empobrecimiento del donante y un
enriquecimiento del donatario.
Para que exista donación es necesario el elemento objetivo de la gratuidad, que para los juristas
romanos supone la ausencia de contraprestación, entendida como correlación jurídica: no obedece a
ningún deber y es independiente de cualquier compensación.
Junto a este elemento objetivo, existe el elemento subjetivo o voluntad dirigida a la gratuidad. Para los
clásicos el ánimo de donar (animus donandi) es suficiente cuando se une a los medios ofrecidos por el
ordenamiento jurídico.
En un principio, la donación no constituye un negocio jurídico especial, sino que se considera una
causa general de adquisición de derechos. No diferencian que una mancipatio se verifique donationis
causa o venditionis causa ya que no se alteran los requisitos y efectos del acto.
La jurisprudencia clásica elabora los principios sobre la donación, como institución autónoma, en torno
a los comentarios de la ley Cincia y a la prohibición de donaciones entre cónyuges.
La lex Cincia (204 a. C.) prohibió las donaciones que superasen un cierto límite (que se desconoce)
salvo que se trate de determinadas personas: los parientes cognados hasta el 7 grado, los afines
(suegros, nueros, padrinos, hijastros,) el pupilo favorecido por el tutor, y el patrono cuando se donan
esclavos y libertos.
La medida se originó para evitar los daños por regalos abusivos, y la superioridad económica y social
de la nobleza gobernante, sobre los ciudadanos gobernados. Se pretendió proteger la libre voluntad
del donante en los casos en que, dada la personalidad del donatario, se podía presumir una posible
coacción.
Junto a las donaciones traslativas de propiedad, tendrían importancia las donaciones con efectos
meramente posesorios, como las que se darían entre el padre y los sometidos a potesdad.
La ley Cincia es imperfecta, ya que prohibía las donaciones, pero no declara su nulidad, ni imponía una
sanción al transgresor.
Sin embargo, la jurisprudencia y el pretor establecen las medidas para que esta prohibición surta sus
efectos. Si la donación ha sido obligada, el pretor concede al donante una exceptio legis Cincia para
189
oponer a la reclamación del donatario que pide su cumplimiento, o si la donación es real y a la
mancipatio o in iure cessio no ha seguido la entrega de la cosa.
Cuando la donación se ve paralizada por la exceptio, se dice que es imperfecta y se denomina perfecta
a la que resulta inatacable, por haberse realizado el pago o la entrega.
La donación mortis causa es perfecta con la muerte del donante. La donación se considera revocable
por decisión del donante mientras que no sea perfecta, es decir mientras que éste pueda ejercitar los
medios previstos para negarse a cumplirla.
En el derecho postclásico, la ley Cincia cae en desuso. Constantino sujeta las donaciones a una nueva
disciplina, que consiste en su documentación ante funcionarios competentes y exige tres requisitos de
forma: acto escrito, entrega en público y registro en los archivos públicos. Esta exigencia imprime a la
donación carácter de instituto autónomo.
Justiniano distingue entre las donaciones superiores e inferiores a 500 sueldos. Sólo para las primeras
se exige la escritura y el registro en los archivos públicos. No se exige la traditio o entrega que se
considera como el acto de ejecución de la donación, en el sentido clásico. La donación se basa ahora
exclusivamente sobre la voluntas o animus donandi.
Desde el siglo IV se admite la revocación de la donación por ingratitud del donatario cuando éste era
un descendiente. Justiniano la extiende a toda clase de donaciones y distingue cuatro tipos de
ingratitud: injurias graves, atentado a la vida, incumplimiento del modo y daño culpable en los bienes.
En el derecho justinianeo, donación perfecta es la que cumple las formalidades establecidas por la ley;
mientras que estas solemnidades no se cumplan, la donación se considera revocable.
4. La donación modal
Es aquella donación en que el donante impone al donatario el gravamen de una prestación (modus)
bien a favor del donante, bien a favor de un tercero.
El modus no es una contraprestación. Nada impide que el donante imponga imponga al donatario un
comportamiento patrimonial determinado que será de un valor inferior al lucro patrimonial que implica
190
la donación para el donatario. Esta carga o modo no da lugar a ninguna acción o medio procesal.
Puede concederse al donante una condictio para la repetición de lo donado, en caso de que el
donatario no cumpla el modo, considerando que en este caso existe una dación por causa (datio ob
causam.)
En el derecho justinianeo la donación modal se configura como un contrato innominado, tutelado por la
general acción de palabras prescritas (actio praescriptis vervis) o con una acción condicticia para
conseguir la revocación.
"Hay donación a causa de muerte cuando el donante prefiere tener él a que tenga el donatario, y que
tenga su donatario a que tenga su heredero" (Marciano) .
Es la que se hace con vistas a una muerte próxima o futura. Esta donación, conocida desde época
antigua, sustituía prácticamente al testamento y servía para evitar algunos de sus inconvenientes.
Cuando un donante sano y con buena salud piensa en la muerte como necesaria a la
naturaleza humana. Sus efectos definitivos dependen de que el donatario sobreviva al donante.
Cuando hay un temor de muerte por un riesgo inminente o futuro. (enfermedad, viaje) La
donación pierde su eficacia si el donante sobrevive al peligro.
En uno u otro caso puede donarse, o bien condicionalmente a que ocurra la muerte del donante, o bien
inmediatamente con la facultad de hacerse restituir lo donado si el donante sobrevive al riesgo o
peligro.
Se distingue, por ello, la donación “mortis causa” de la "verdadera y definitiva donación que se confiere
de modo que no se puede revocar en ningún caso" (Paulo).
Si la donación se realizase mediante traditio, se podía añadir una condición suspensiva de que suceda
a la muerte del donante o la supervivencia del donatario.
Cuando se trata de actos como la mancipatio era necesario realizar una estipulatio para que el donante
recupere lo que había donado.
En el primer caso, la revocación tiene lugar mediante la actio fiduciae. También mediante una condictio
ob causam se podía recuperar lo donado en consideración a la muerte, si ésta no ocurría. La donación
condicionada permitía poder hacer donaciones de un cónyuge a otro, ya que por estar prohibidas no
podían tener efectos en vida de éstos.
La donación mortis causa pierde importancia cuando se reconoce el fideicomiso, pero sigue
191
permitiendo la atribución con efectos reales, mientras que el fideicomiso sólo tiene efectos de
obligación.
En derecho clásico se produce un proceso de acercamiento entre la donación mortis causa y el legado,
que culmina en el derecho justinianeo. A las donaciones se aplican las reducciones de las leyes Furia y
Voconia, y de la ley Falcidia y los preceptos sobre incapacidades de las leyes caducarias de Augusto.
La donación se considera perfecta sólo en el momento de la muerte del donante y es revocable
mientras esté vivo.
Justiniano equipara a las donaciones a los legados, declarando que tienen los mismos efectos que las
últimas liberalidades y disponiendo que sean agregadas a los legados. La donación se somete a las
formas testamentarias pero subsiste la que tiene efectos inmediatos con posibilidad de revocación.
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