Nosotros estamos hechos para la verdad, entendiendo por verdad la
correspondencia entre conciencia y la realidad que es, la naturaleza del dinamismo racional. A esta verdad última se la reconoce, si se está atento. El problema, por tanto, es de atención y no de inteligencia. Si la experiencia religiosa es realmente una experiencia, no podemos hacer otra cosa que partir de nosotros mismos a fin de considerarla y captar los aspectos que la constituyen. Pero partir de nosotros mismos es una proposición que puede prestarse a equívocos. Este yo mismo puede correr el riesgo de verse definido por una imagen que tengo de mi, por un prejuicio. Partir de uno mismo es algo real cuando se mira a la propia persona en acción, es decir, cuando se la observa en la experiencia cotidiana. En efecto, no existe una persona que se pueda abstraer de la acción que lleva a cabo. Hay que partir de uno mismo porque el sentido religioso me pasa a mi. Los factores que nos constituyen emergen, por tanto, al observarnos en acción uno entiende que existe, que vive, por el hecho que piensa, siente y lleva a cabo otras actividades semejantes. Solo la acción descubre el talento, el factor humano y la acción es provocada por la realidad. En la sociedad, el desocupado es un hombre que sufre un atentado grave a la conciencia de si mismo: está en una condición en la que la percepción de sus valores personales le resulta cada vez más oscura. Cuando un hombre adulto asume frente al hecho religioso una postura que le lleve a decir: no siento a Dios, no tengo urgencia de afrontar este problema, se esta poniendo en esa actitud empujado por una serie de condicionamientos destructivos y no es llevado por la razón, que no podría eludir este problema. De tales condicionamientos se sacan conclusiones que nada tiene que ver con un juicio razonable que nazca del compromiso real con el hecho vital. Los factores constitutivos del hombre se perciben cuando están comprometidos con la acción. Por eso una persona que jamás ha querido comprometerse con el hecho religioso en su vida, es como si este no existiera para ella. Jonathan Israel Jiménez Juárez Persona y trascendencia 27-febrero-2018
La vida es una trama de problemas, un tejido de reacciones debidas a encuentros
provocadores de la conciencia. El significado de la vida es una meta sólo posible para quien se la toma en serio y esta comprometido. El compromiso nunca es parcial porque sino se vive como algo que deriva del compromiso global con la vida misma, corre el riesgo de convertirse en una fijación o una histeria. El hombre descubre en su presente dos tipos de realidades: a) Un tipo es la mensurable, o sea comparar el todo con una parte suya que se erige en unidad de medida, afirmando esto, lo mensurable es divisible, que se puede fraccionar. El tipo de esta realidad se lo puede definir como realidad material. b) Otro tipo es lo inmutable; por ejemplo, la idea de bondad no puede medirse, ni dividirse, ni cambia con el tiempo; lo mismo ocurre con el juicio, la decisión; éstos son fenómenos cuyo contenido no es mensurable, divisible. Estas dos realidades se las ha llamado: materia y espíritu, cuerpo y alma. Y lo que es importante es tener bien en claro la imposibilidad de reducir la una de la otra.