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Viracocha 1
1.- Introducción.
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Texto parcialmente presentado en el X simposio de estudiantes de filosofía, organizado por la PUCP, en
octubre del 2014.
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Respecto a tan importante tema detallemos nuestro propósito. Nos basamos aquí en el parágrafo 3 de Ser y
tiempo titulado La primacía ontológica de la pregunta por el ser, de donde recogemos las siguientes ideas:
“Ser es siempre el ser de un ente. El todo del ente, según sus diferentes sectores, puede convertirse en el
ámbito del descubrimiento y la delimitación de determinadas regiones esenciales. Estas, por su parte, p. ej. La
historia, la naturaleza, el espacio, la vida, el Dasein, el lenguaje, etc., pueden ser tematizados como objetos de
las correspondientes investigaciones científicas. La investigación científica realiza ingenuamente y a grandes
rasgos la demarcación y primera fijación de las regiones esenciales” (Heidegger, 1997, p. 4/32). Esto es lo que
está de fondo cuando decimos que las ciencias, estudian aspectos del mundo, lo esencial esta en captar que el
ser subyace a esto y que las ciencias no se percatan del ser, y por ello la fundamentación de su región óntica
precisa de una aclaración fundamental. Sobre esto Heidegger dice: “Conceptos fundamentales son aquellas
determinaciones en que la región esencial a la que pertenecen todos los objetos temática de una ciencia logra
su comprensión preliminar, que servirá de guía a toda investigación positiva. Estos conceptos reciben, pues su
genuina justificación y “fundamentación” únicamente a través de la previa investigación de la región esencial
misma. Ahora bien, puesto que cada una de estas regiones se obtiene a partir de un determinado sector del
ente mismo, esa investigación preliminar que elabora los conceptos fundamentales no significa otra cosa que
la interpretación de este ente en función de la constitución fundamental de su ser” (Heidegger, 1997, p.
10/33). Las ciencias seguirán a la deriva hasta que no se aclare lo relativo al ser, la fundamentación del saber
científico requiere una ontología fundamental, una aclaración de lo que se entiende por el ser. Por ello es que
se habla de una primacía de la pregunta por el ser: “La pregunta por el ser apunta, por consiguiente, a
determinar las condiciones a priori de la posibilidad no sólo de las ciencias que investigan el ente en cuanto
tal o cual, y que por ende se mueven ya siempre en una comprensión del ser, sino que ella apunta también a
determinar la condición de posibilidad de las ontologías mismas que anteceden a las ciencias ónticas y las
fundan” (Heidegger, 1997, p. 11/34). Asumimos la propuesta heideggeriana, aplicándola a las ciencias
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repare en sus presupuestos no significa que estos sean inamovibles, por el
contrario, mientras más autocrítica es la ciencia más comprensiva se hace.
sociales que han estudiado el mundo andino, y en relación a este lo que buscamos es una suerte de ontología
fundamental del mundo andino, como una exploración del sentido del ser que se da para la cultura andina.
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ser. Si lo ente difiere radicalmente del ser, entonces el modo de abordar el
ser difiere también de los procedimientos habituales para acercarse a la
entidad, se ensaya por ello el método hermenéutico-ontológico, donde la
interpretación no es un estado subjetivo sino un modo originario de estar en
el mundo. Asumimos con ello los muchos sentidos en los que se da el ser,
las múltiples interpretaciones sobre lo que es, y la carga ontológica que
conlleva. Por ello mismo un modo privilegiado de darse el ser reside en la
interpretación que se hace sobre lo divino y que se consolida en las
divinidades; lo que ha significado un dios para una comunidad no se puede
reducir a una cuestión ideológica o de poder, sino que en lo esencial
transmite un modo de ser y estar en el mundo, un sentido del ser.
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tradicionales de la filosofía, en ese momento bajo las etiquetas del
marxismo y el positivismo, y los aplica sin mayor reparo ni mediación a la
facticidad del pasado andino, sin percatarse que tal facticidad reclama un
modo de apropiación más originario, más flexible, más comprensivo. Otro
intento de acercarse al pensamiento prehispánico tomando a Viracocha
como referente es el trabajo de la doctora María Luisa Rivara
(Pensamiento prehispánico y filosofía colonial en el Perú, Rivara, 2000),
donde el saldo filosófico es positivo y alentador; el comentario a tan
relevante aporte se hará posteriormente.
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realizado por María Rostoworowski en su libro Estructuras andinas de
poder (Rostoworowski, 1983), que en términos generales sustenta que las
divinidades andinas se constituyen y estructuran en base a los esquemas
políticos de gobierno de los indígenas, es decir que los dioses serian parte,
y se configuran desde, un sistema de relaciones, de jerarquías de poder, en
este caso duales. Como puede apreciarse aquí también se deja de lado la
explicación del mundo como un todo ordenado. Antoinette Molinié
Fioravanti escribe un artículo muy notable, El regreso de Viracocha
(Molinié, 1987), comparte el método estructuralista con la autora antes
citada, pero su trabajo se resuelve de modo independiente, ello tal vez
porque al estructuralismo le suma cierta conceptualización dialéctica. Lo
más destacado de esta investigación está en brindar una interpretación que
reconcilia el Viracocha de los mitos cosmológicos con los viracochas como
héroes civilizatorios, ello en función a un esbozo muy sugerente de la
concepción andina cíclica del tiempo y la historia.
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construcción legitimadora del orden. Por eso acompaña la presentación de
Viracocha y Tunupa un ejemplo concreto de la utilización de estos relatos.
Se menciona el caso de las minas de Cerro Rico en Potosí, pues se creía
que cuando los indios, antes de la conquista, querían extraer minerales de
ese lugar, una voz se los impedía, diciendo que era para otros, en este caso
dada la acomodación a la situación, para los españoles.
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En nuestro caso, por más que las investigaciones hablen de Viracocha,
ninguno de los investigadores tiene un trato diferente del teórico con esta
entidad. Viracocha, tanto como mito o iconografía, comparece como un
objeto de estudio para una cosmovisión que excluye lo divino del mundo, y
de todo lugar, pues pretende explicar racionalmente el mundo. Este ha sido
el caso de las investigaciones mencionadas, casi todas dirigidas por el
estructuralismo, tendencia que exacerba el formalismo y como
representante de la filosofía francesa se alinea con las reinterpretaciones
del positivismo. A este respecto el profesor Zenón Depaz señala las
limitaciones de estas lecturas:
Los relatos míticos tienen una base conversacional, ritual, que remite a
la experiencia de lo sagrado. Esta es, precisamente, la dimensión que
una lectura estructuralista o de cualquier otro tipo analítico deja al
margen, peor que resulta esencial atender si se trata de reconstruir la
lógica –u horizonte de sentido- de un relato mítico (Depaz, 2005, p.
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maravilla y asombra qué las cosas sean. El ser, lo que es, es sagrado, esto
significa que la religiosidad se da en un plano ontológico, de nuestro
comprender lo que hay; por ello considerando la presencia del ser, antes de
su cosificación, tenemos que lo sagrado es inmanente al mundo, es decir lo
divino se encuentra en la experiencia cotidiana del individuo, pues
recordemos que ser es siempre ser del ente, que no es universal abstracto,
sino algo concretísimo que precede a nuestra comprensión, que nos
configura ya. La apertura hacia el ser pasa por reconocer la insuficiencia de
la voluntad humana para explicarlo todo, ciertamente algo otro del hombre
tiene que ser, algo que nos traspasa y que a pesar de todo no está desligado
de nuestra condición.
Los dioses nos dicen mucho sobre el sentido del ser que se despliega en
una cultura, nos refieren sobre el modo y manera como se interpreta el
mundo. Si ponemos el acento en el darse del ser al hombre, entonces hay
que pensar que el modo eminente como el ser se da se vale de las
divinidades, de sus imágenes y formas, y que por tanto no es un dios
producto arbitrario, no es sólo una figura creada por la mente humana,
tampoco la religiosidad es determinada por un sistema, sea económico o
político; el fenómeno en cuestión hunde sus raíces en el hombre, en el
misterio de que hay algo que rebasa la ciega arrogancia humana, el ser. De
este modo, atendiendo al ser, queremos evitar las trabas de las lecturas
tradicionales, el olvido del ser y la desacralización. Viracocha se ha de
considerar como la divinidad eminente en la que el ser se da en la apertura
que constituye el mundo prehispánico, viene desde el ser y se instala en la
claridad que la apertura funda; dicho en términos hermenéuticos, esta
divinidad nos muestra cómo el hombre prehispánico comprendía su mundo
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y ello porque esta divinidad ya se halla en un contexto de significados, que
se encarga de asumir, de simbolizar, reasumir y concretizar, por tanto
dentro del contexto del mundo prehispánico Viracocha está lleno de
sentido, es sagrado.
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La parte cosmológica de la historia referente a Viracocha se divide en dos
creaciones sucesivas, una en la oscuridad y otra en la luz. Sobre la creación
en la oscuridad la doctora Rivara sintetiza:
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marco occidental. Maria Rostworowski señala lo mismo, agregando algo
importante:
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La historia de Viracocha continua y el narrador indígena dice que la
humanidad del mundo oscuro fue convertida en piedra; el cronista escucha
desde lo que ya conoce, y piensa que este volverse piedra es un castigo, tal
como le paso a la esposa de Lot al ver la destrucción de las ciudades
pecadoras. La narración del hombre indígena tiene un sentido propio, una
significatividad autónoma, pero al ser trasmitida para la posteridad en la
escritura del cronista se la interpreta desde el paradigma de la cosmología
cristiana, sólo se muestra lo que forzosamente coincide con el paradigma. El
mito ha sido oído desde prejuicios, por ello el posible modo para tratar de
vislumbrar algo de la historia contada por el indígena, pasa por atender a los
prejuicios y examinarlos de modo positivo, a modo de medios por los que el
cronista podría conocer, dándole relevancia a su interpretación,
reconociéndola, y a sí mismo, por contraste con ésta, avizorar los elementos
diferentes que comprende el mito original. Esta atención a los prejuicios, antes
que su exclusión o aceptación, ambas acríticas, se compromete con una actitud
y un modo de proceder hermenéutico.
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Para retratar esto vamos a evocar un pasaje de Los ríos profundos: “Eran más grandes y extrañas de cuando
había imaginado las piedras del muro incaico; bullían bajo el segundo piso encalado que por el lado de la calle
angosta, era ciego. Me acordé, entonces de las canciones quechuas que repiten una frase patética constante:
“yawar mayu”, rio de sangre; “yawar unu”, agua sangrienta; “punk-tik, yawar k’ocha”, lago de sangre que
hierve; “yawar wek’e”, lágrimas de sangre. ¿Acaso no podría decirse “yawar rumi”, piedra de sangre o
“puk’tik, yawar rumi”, piedra de sangre hirviente? Era estático el muro pero hervía por todas sus líneas y la
superficie en cambiante, como la de los ríos en el verano, que tienen en una cima así, hacía el centro del
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transformación en piedra no era un castigo sino un premio; los extirpadores de
idolatrías encontraron que en la religiosidad familiar de los indígenas se tenía
por sagrada la piedra, y se decía que un antepasado valeroso o un héroe
fundador se había convertido en piedra para proteger al ayllu. El
transformarse en piedra era una deificación, un modo de perdurar y cuidar a
los suyos.
caudal, que es la zona temible, la más poderosa” (Arguedas, 1976, p. 11). El muro de piedra, la piedra misma,
están vivos para el niño Arguedas, quietas se mueven como las aguas de los ríos, y no solo eso, también
sienten y se comunican con el niño, trasmitiéndole su fuerza y energía, hasta acongojarlo. En todo el pasaje
que sigue se concibe a la piedra como un ser vivo por excelencia, en la cual hay maga, hay un encanto,
mostrando así el simbolismo inherente a la piedra en la cosmovisión andina.
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da también de modo inverso. Podría decirse que la interpretación andina sigue
un esquema en base a distinciones, opuestos, complementos, etc., pero
justamente creemos que esto va más allá de ser una lógica del pensamiento, un
modo de conceptualizar.
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En la narración mítica de Viracocha se da la contraposición de lo oscuro y lo
luminoso en relación a la “creación del mundo”, en el poema algo semejante
se plasma, pues se distingue un modo de entender a la divinidad que reconoce
y afirma su presencia en la constatación de lo que hay, pero conjuntamente
Viracocha también se comprende como un dios ausente, no se niega su
existencia o se dude de ella, sino que no se muestra, permanece oculto.
Planteado en términos de la doctora Rivara tenemos que si se pregunta qué ha
hecho Viracocha se puede señalar “la creación”, el mundo como orden de
elementos; en cambio si se pregunta en quién recae esta creación y dónde
está, no se acierta a una respuesta, pues para el mortal solamente hay
desconcierto, únicamente el propio dios ha de contestar. La doctora Rivara
señala cierta ambigüedad en el núcleo mismo de esta concepción, pues por un
lado se lo reconoce a través de su poder, pero por otro lado no es posible
definirlo de una forma precisa. Esta manera de entender a la divinidad seria el
origen de las distintas divergencias en los relatos de los cronistas, pues éstos
estarían queriendo aprender a Viracocha en un concepto definitorio, de forma
precisa, al modo como la escolástica procede con el dios cristiano.
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Según lo anterior los sabios del Tahuantinsuyo daban cuenta del mundo
remitiéndose a una entidad suprema, Viracocha. Lo relevante de la explicación
en este horizonte religioso es que tal divinidad se comprendía en forma
bipolar, es decir no se la agotaba en una definición. La doctora Rivara nos
explica que esta concepción bipolar de Viracocha comprendía un aspecto
cerrado y definido cuando se tenía a este dios por el creador, y a su vez se
destacaba un aspecto abierto e indefinido en cuanto el mismo Viracocha era
desconocido, no se mostraba. La explicación de esta entidad suprema
conjugaba lo conocido y lo desconocido en lo que respecta al origen de todo y
al mismo todo.
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occidental se da el problema de si el marco teórico-conceptual es apropiado
para conocer una cultura que no tiene que ver con tal marco conceptual.
Solamente se podría creer conocer algo de tal cultura si hubiera una naturaleza
humana, una constante entre todos los hombres, de modo que los conceptos y
categorías reflejan y parten de esa constante. Pero tal suposición sería una
prueba de dogmatismo y actitud acrítica de la ciencia frente a sus regiones
ónticas, así mismo una afrenta a la dignidad de lo que somos, una cosificación
del nosotros y los otros.
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con las expresiones del pensamiento universal” (Rivara, 2000, p. 99). No se
niega lo genuino u original de lo que hubo entre los indígenas, pero que se lo
denomine “estructura de pensamiento” nos compromete ya con la razón y un
modelo tradicional de concebir al hombre. La alusión al “pensamiento” puede
entenderse como lo que es producto de la actividad de la razón, es decir
cuando razonamos, pensamos, tenemos pensamientos, nuestros pensamientos
salen a la luz mediante esta actividad y se enlazan unos con otros formando
una estructura que corre a la par con la estructura de la realidad.
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El valor tangencial y derivado (por la asunción previa del pensamiento
universal, filosofía) de la investigación del pensamiento prehispánico se
expresa en estas líneas de la doctora Rivara:
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Viracocha no rebasa los límites de la filosofía, mostrándose como metafísica.
Como puede apreciarse este intento filosófico de examinar el pensamiento
prehispánico centrándose en Viracocha reproduce los esquemas de la filosofía,
desde los cuales nos vemos reducidos y determinados, interpretados desde un
horizonte cultural ajeno y externo, que deforma lo que somos para que encaje
en la visión euro-céntrica de lo humano. Cabe mencionar que no se tacha a la
doctora Rivara de ser euro-céntrica o reductiva, pero lo que se señala es que su
proyecto se ve contrariado por basarse aún en conceptos que son deudores de
la actitud señalada, lo criticable no es su trabajo sino el modo y los conceptos
desde donde se efectúa la investigación.
El horizonte teórico del que parte la doctora Rivara se muestra como una
ontología que tiene por objetos principales a Dios, el mundo y el hombre,
estas tres entidades vendrían a ser todo cuanto hay, a englobar la totalidad. Se
supone que el dar cuenta de todo cuanto hay consiste en explicarlas, eso sería
lo que pensaron los indígenas. Pero cabe mencionar que la tríada Dios-mundo-
hombre es deudora de una versión escolástica de filosofar, la cual fue
sometida a un duro cuestionamiento en la Crítica de la Razón pura de Kant,
mostrando que estos tópicos pertenecen a la metafísica, es decir a la
problematización infructífera más allá de nuestra experiencia.
Sin compartir del todo le juicio de Kant si podemos reconocer que la tríada en
mención se inserta en una tradición que puede llamarse metafísica. El
problema radica en saber si el pensar originario de los indígenas se instala en
estos esquemas. Como estrategia de tradición cultural-filosófica la doctora
Rivara equipara la triada metafísica a su correspondiente traducción quechua,
y así tenemos: Wiracocha-Pacha-Runa. ¿Pero es suficiente cambiar los
términos a otro idioma cuando estos significan lo mismo, cuando están dados
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en el contexto de una supuesta universalidad enraizada en la tradición de la
metafísica occidental? 4
4
Lo mismo sucede en la obra de Josef Esterman cuando acuña términos como Pachasofía, runasofía,
runawasofía y apusofía, que se corresponden con la cosmología, antropología, ética y teología
respectivamente (véase Filosofía andina (Esterman, 1998, p. 139 – 281), capítulos 6, 7, 8 y 9). Nuestra crítica
quiere poner en evidencia que se sigue en un contexto filosófico occidental, pues sólo se han puesto etiquetas
quechuas para disciplinas de la filosofía euro-céntrica.
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se puede relegar a las ciencias, sino por una complicación de fondo, quiere
explicar las cosas del mundo, las entidades, los objetos que se constatan. Este
intento desemboca en una figura muy peculiar, pues se subordina las diversas
entidades a una principal y suprema, la cual es el fundamento y genera todo,
Dios en el caso de los antiguos y el sujeto en el caso de los modernos. Esta
entidad privilegiada es de un carácter peculiar, es puramente inteligible y real
en grado sumo, es de naturaleza metafísica; de este modo vemos como la
tradición metafísica se configura como onto-teología.
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paso del pasado-presente al futuro se hace desde una rectificación y
perfeccionamiento del hacer creador del dios andino; esta actividad puede
entenderse como una actualización de su creación, que su rectificar y
perfeccionar se determinan desde el momento en que hace presente sus
posibilidades futuras. La actualización de la realidad futura muestra como
persiste el privilegio de la presencia, pues ésta determina la actualización, y
este hacer es el que le confiere la capacidad creadora de Viracocha, el que
posea el poder y mando.
Para aclarar este espinoso asunto sería preciso un análisis del modo de
comprender el tiempo en el mundo prehispánico, pero un análisis que
considere el mismo tiempo como problemático, no partiendo de un esquema.
La relación del tiempo futuro y la comprensión abierta de Viracocha es
interpretada por la doctora Rivara de un modo que no va acorde con lo que se
sabe sobre la concepción andina del tiempo. Pues el privilegio del futuro,
entendido como perfeccionamiento, no está presente en la cosmovisión
andina. La línea del tiempo es un círculo, en el cual todo regresa, se suceden
procesos en los que las épocas vuelven y se repiten. Por ello hablar de un
futuro que confiere sentido parece ser una trasposición del pensamiento
occidental al mundo andino prehispánico; pues en tal privilegio se parecía la
creencia en “la segunda venida” de Cristo, un momento en el futuro que
decide la suerte cósmica de la creación; tal evento será en un quién sabe
cuándo que mantiene en suspenso la existencia presente. La misma estrategia
y actitud se hereda a la modernidad pero clave secularizada, creando el mito
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del progreso, poniendo en un futuro indeterminado el bienestar y la felicidad
del género humano. La valorización del futuro no está en el radio de la
concepción prehispánica, no precisa de esta experiencia en su desarrollo
cultural; sin embargo cabe resaltar que mientras no se realice una analítica de
la temporalidad de la existencia en el mundo prehispánico, lo resultados
señalados quedaran en entredicho.
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6.- La interpretación de Viracocha de Antoinette Molinie
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La autora sostiene que Tunupa, también llamado Taguapaca, se puede
interpretar como el aspecto negativo en el proceso civilizatorio de los
viracochas, pero por eso mismo sería fundamental, pues sería el motor de toda
dinámica, del cambio que en las categorías del pensamiento andino se expresa
como pachacuti. De acuerdo a esto se confirmaría que existe en el modo de
pensar andino un pensamiento dialéctico, pues aparece la negación y el
cambio de los contrarios como sus rasgos esenciales.
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una suerte de anti-Viracocha, el aspecto negativo en el proceso civilizador, la
autora propone:
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simbolismo de los tres soles y se los relaciona como los tres viracochas
buenos. Queda en suspenso la representación simbólica de Taguapaca, la cual
es encontrada recurriendo al sistema de estructuras. Taguapaca corresponde al
sol nocturno, Viracocha, el cual se representa como latente, oculto (según las
referencias se lo representaba con unas mantas, dando a entender lo oculto,
también está representado con niño, mostrando su aspecto latente). Dada ya
esta relación entre estructuras, los viracochas - posiciones del sol -
representaciones de la divinidad solar, es que se hace común y se traspasa una
propiedad que se destacaba en la relación de las estructuras de los hermanos
Ayar con los cuatro viracochas, el valor fundante y dinámico del aspecto
negativo, del elemento que se opone a los demás. En base a ese traspaso de
propiedades es que aparece en relación de los cuatro viracochas y las
representaciones simbólicas de la divinidad solar, Viracocha como aspecto
negativo fundante, que posibilita la dinámica de la estructura, con lo cual
rebasa su función de héroe mítico y se constituye como lo divino mismo.
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Remontándonos a las fuentes se había mencionado la existencia de cuatro
eras, seguidas de tres pachacuti; a esto se agrega la vinculación del dios
Viracocha con el Inca Viracocha. Esta relación identificaría el reinado del Inca
Viracocha con una era del sol nocturno, correspondiente a lo que significa el
dios Viracocha. Pero esta era es transformada, es invertida, por la acción de
Inca Yupanqui, quien asumió luego el nombre de Pachacutec, instaurando en
contraposición a su padre una era donde se privilegia el sol diurno, los
auspicios del imperio Incaico. La lógica que se sigue se basa en la primacía o
del sol nocturno o del diurno; así por ejemplo la segundo creación se dio con
un mundo que replegó el sol nocturno, en la figura de Taguapaca, y dio paso
al orden humano y natural basado en los viracochas de filiación más bien
solar. Pero en ese orden se conserva y se mantiene lo negativo, el sol
nocturno, que al privilegiarse da lugar a la trasformación del mundo,
pachacuti. Esta interpretación cíclica-dialéctica de la visión andina de la
historia permite a la autora explicar algunos acontecimientos históricos
relevantes:
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detiene allí, la aparición del movimiento del Taki Oncoy buscaría re-invertir el
pachacuti provocado por los españoles, reinstaurando el sol diurno, y el orden
y la autonomía del mundo prehispánico. Antoinette Molinié da un salto
temerario en sus conclusiones, pasa del Taky Oncoy a Sendero Luminoso
como movimiento que desde la lógica andina quiere invertir el orden
establecido; cabe mencionar que esta afirmación es muy gruesa, y más bien
había que reparar en la validez y legitimidad de ese salto, es decir en lo
“lógico” de llegar a esa conclusión. Esta revelación final no creo que condene
el texto, no lo sataniza, sino que es un desafío, un reto a desvincular el legado
andino del terror y fanatismos de los grupos subversivos, que tiene más de
occidental. A la par la autora nos muestra la ambigua posición de los
intelectuales frente al papel que jugó Sendero Luminoso. Acallar y negar esto
no ha de permitir que tengamos en claro la evaluación global de ese momento.
Pero esta equiparación del pensamiento andino a una lógica dialéctica tiene
sus dificultades:
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andino, pues de suponer una dialéctica en su forma de pensar esta carecería de
progreso, no se da un avance en el pachacuti, sino que es la vuelta; el progreso
teórico, no tiene lugar en esta forma de pensar el mundo, ello tal vez porque
aún no ha entrado al juego intelectivo en base a la contemplación del ser como
idea.
En tercer lugar hay que destacar que la dialéctica, en los términos como los
asume Antoinette Molinié, es un pensar de tipo metafísico, en el sentido que
da cuenta de la “estructura verdadera de la realidad”, de la esencia de la forma
de pensar. La dialéctica tiene la pretensión de ser una lógica y ontología que
configura el saber absoluto, que consuma la metafísica, sus pretensiones, está
fuera de las intenciones del pensamiento del hombre andino, pues al no tener
filosofía, no realiza la desproporcionada tarea de dar cuenta de todo en
términos rigurosos y racionales. Su dar cuenta del mundo se realiza de modo
diferente, sin erigir sistemas ni teorías que creen ser la esencia del mundo.
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hermenéutico puede tener cierta plausibilidad el acercamiento de Antoinette
Molinié al mundo andino. Pero entonces la dialéctica, en el seno de la vida
pre-reflexiva, la existencia del Dasein ya no sería un tema de la lógica o
estructuras, sino que entra en el marco de una ontología, que da cuenta de la
verdad del ser en el juego de su manifestarse y ocultarse.
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metafísica, de la comprensión del hombre como pura cosa, presto a ser
sometido a la voluntad de poder del otro. Se olvida que la base material
necesita previamente de la existencia humana, de la apertura del ser que funda
la existencia, que abre el mundo humano. Se cae en el error de anteponer una
economía pura, cuando más bien se necesita una aclaración conceptual de sus
categorías fundamentales. El modo como el ser se da puede explicarse
considerando desde un nuevo punto de vista lo que significa Viracocha, y por
tanto su explicación ya no estaría en la super-estructura, al final de un proceso,
sino que sería lo primigenio y originario en la constitución del sentido del ser
en la facticidad de la existencia del hombre andino prehispánico.
Por último, hay que tener cuidado en la comprensión de eso que se ha llamado
“pensamiento dialéctico andino”, poniendo el énfasis ahora en “pensamiento”,
pues tal como aparece, nos dice que es algo así como la acción teórica y
simbólica, de un sujeto, de un hombre que piensa. Hay que tener reparos, pues
todo esto se configura desde el horizonte occidental y se impone al fenómeno
andino. Eso no quiere decir que nosotros no seamos hombres, no pensemos,
representemos o simbolicemos, sino que nuestros antepasados prehispánicos
merecen ser estudiados en base a conceptos y nociones más adecuadas y
acordes a lo que ellos fueron, a la peculiaridad de su desarrollo histórico,
necesitamos un modo de expresar y evocar el mundo andino más crítico con la
tradición filosófica y científica occidental, que los tuvo marginados,
catalogando su forma de ser y pensar como atrasado, superchería, magia o
mito. Lo propio y originario que hubo entre ellos solo puede salir a la luz con
una radical puesta en guardia contra la metafísica, una lucha que se da en los
conceptos, en el lenguaje, en la existencia de quien quiere ser fiel a la verdad,
no verdad universal abstracta, sino a la verdad con color, cultura y rostro.
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y como definición abierta (considerándolo como insondable, profundo y
oculto).
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ontológico, aunque como espero se muestre, alejado y fuera del círculo de la
metafísica y la escolástica.
I el otro, el de los Incas, hijos estos del sol i ministros del dios supremo,
que ostentaban el complicado nombre de Illatici Phirua Yachachic
Huira Cocha. Pero, refiere Montesinos, el Inca Sinchi Apusqui mandó
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que se invocase al gran dios Phirua con ese nombre reducido: Illatici
Huira Cocha, i consigna acto seguido, la siguiente novedosa
explicación: “i porque ya por este tiempo estaba corrupto el nombre de
Pirua i decían Huira Cocha, que quiere decir el resplandor i abismo i
fundamento en quien están todas las cosas, porque illa significa el
resplandor, i tici fundamento; huira, antiguamente, antes de corromperse
se llamaba pirua, que es depósito de todas las cosas, i cocha, abismo i
profundidad. (Peralta, 1964, p. 45-46)
Sin embargo cabe suponer que Viracocha no sólo sea Pirua, es decir el
almacén de lo que da vida, en el sentido señalado. Volvamos por ello a
considerar el nombre “Viracocha”, esta vez en la interpretación de Antoinette
Molinié. Para esta autora la traducción correcta de Viracocha sería “mar de
grasa”, “charco de grasa”, pues en la gramática quechua está invertido el
nombre y el adjetivo. Esto le lleva a considerar lo relativo a la grasa, “Vira” en
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la cosmovisión andina. La grasa tiene una función ritual, pues siempre está
presente en los pagos o despachos, y ello más bien por una cuestión simbólica.
También es importante la grasa en la brujería andina; se cuenta que para
hacerle daño a un indígena se prepara un muñeco de grasa de llama y de
harina de maíz; si la víctima es un blanco se hace el muñeco de grasa de
chancho y de harina de trigo, porque eso era lo que comía. De este modo hay
una relación entre la grasa, el alma de la víctima (que es lo que el muñeco
daña) y lo que se come.
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Asumiendo lo anterior tenemos entonces que Viracocha significa algo así
como mar de grasa en el que se guarda, en el que está el principio de vitalidad.
Habría que precisar que la grasa tiene una relación directa con los alimentos,
es decir estos se vuelven grasa. Poniendo en relación lo que se ha dicho sobre
Pirua y lo que se dice aquí con Vira, vimos que hay una vinculación estrecha,
pues Viracocha en tanto destacamos el componente olvidado de Pirua, es el
almacén donde se guarda lo que hace vivir, lo que alimenta la vida, y
Viracocha en tanto mar de grasa nos indica que tal almacén de lo que hace
subsistir es precisamente esa suerte de grasa cósmica y simbólica, esa mar
mágico, blanco y denso, que retiene en sí mismo la vitalidad, el camaquen, del
mundo mismo, de todos y cada uno de los seres.
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griego de la cosmogonía de Hesíodo, al apeirón de Anaxímandro, las
homomeorías de Anaxágoras. La relación con la filosofía griega nos permite
echar luz sobre las intuiciones andinas, no para conceptualizarlas sino para
que sean más comprensibles para nosotros, más familiares a nuestro lenguaje,
y desde allí reformular tal comprensión en base a lo andino.
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ausencia de la luz sino oscuridad en sí. Relacionando las polaridades con el
significado del nombre de nuestra divinidad tenemos que el principio del mito
alude a las aguas primordiales, a las aguas que originan todo, y en el mundo
andino esto se muestra con la imagen del lago (aguas) de grasa, Viracocha,
donde podemos suponer que se encontraban las realidades indiferenciadas, es
decir que los polos se hallaban fusionados entre sí. Así pues el simbolismo de
las aguas y la noche está presente en la estructura mítica que explica a
Viracocha, emparentándose con otros mitos.
El mito prosigue y nos dice que Viracocha engendra una primera humanidad
en plena oscuridad. Los reparos y cuestionamientos a este relato fueron hechos
anteriormente, aquí precisamente algunos. En modo alguno se trata de una
creación, pues en la mentalidad andina no hay sitio para un dios absoluto, ni
tampoco un tiempo lineal que supone la creación, sino es un tiempo circular,
cíclico. La otra humanidad, de gigantes, viviendo en plena oscuridad no debe
verse como demonios o monstros, visión propia de la mentalidad occidental,
sino como anteriores; de ningún modo es plausible el supuesto castigo, sino
que como todo está regido por los ciclos esta otra humanidad también cumplió
su tiempo, dio paso al cambio, Pachacuti que hizo posible el mundo tal como
lo conocemos. Por ello el mito que nos presenta la doctora Rivara hay que
leerlo atendiendo a los prejuicios de los cronistas españoles y en base a
tenerlos en cuenta considerar lo que es diferente, lo nuevo que no entra en el
esquema.
Sobre esta primera saga podemos decir que se constituye un mundo que en
cierta forma desconocemos pero siguiendo la “lógica andina” tiene que ser el
reverso del nuestro. Cabe mencionar que a pesar de no darse las polaridades
sexuales típicas del mundo andino, hay una diferenciación entre arriba y
abajo. Para poder explicar mejor este primer ciclo habría que dar con el
elemento negativo que permanece en suspenso y que al cobrar importancia da
paso al otro ciclo, esto siguiendo a Molinié. Por último, creo que Viracocha,
es lo divino en sí mismo, como una suerte de divinidad impersonal y que a la
vez tiene la capacidad de personalizarse, en un héroe mítico por ejemplo. Pero
así mismo, Viracocha concebido como impersonal sería suficiente para dar
cuenta de todo, pues al menos tiene que subsistir la tierra, es decir la
Pachamama, como potencia pareja y similar a Viracocha, tal vez más ligada al
qawsayquna, a los alimentos, a la vida. Habría que pensar pues a Viracocha y
su relación con otras divinidades para dar cuenta del mundo, pues en modo
alguno es posible atribuirle todo a él, ello sería propio de una visión
occidental-cristiana.
40
Siguiendo la saga mítica de Viracocha, pasamos a un ciclo en que el que
prima la luz, la claridad, el elemento del fuego, representado por el sol.
Podemos interpretar esto como que el lago de grasa comienza a diferenciarse
más, comienza a polarizarse entre sí, es decir, dentro del lago van adquiriendo
vida, vitalidad, ser, más elementos opuestos-complementarios. Y todo esto en
un proceso donde este ciclo da paso a otro donde se muestran y aparecen
nuevos elementos, adquieren vitalidad y más elementos. El caso del sol es
peculiar pues siguiendo a Molinié podemos decir que es lo otro de Viracocha,
pero ligado y vinculado a él. El sol, el fuego es predominante en este ciclo, por
ello los cambios y alternancias que sufren están ligadas a la suerte del sol.
Se dice que Viracocha “crea” los astros y a los hombres. La manera como
Viracocha engendra al hombre es peculiar, pues aquí la narración mítica
andina se aleja sustancialmente del paradigma de los cronistas. El dios esculpe
a los hombres en piedra, les da la forma y probablemente les hace también
participar de la grasa cósmica que les comunica la vitalidad. La piedra aquí es
importante, pues como se mencionó, está no es un ser inerte, como para
occidente, sino que está implicada en la dinámica de todos los seres, tiene vida
también, es una materia especial. El mito dice que estos modelos humanos de
piedra son enterrados en la tierra y de allí han de surgir, aparecer, saliendo de
sus distintas pacarinas, según se los indique el dios. Cabe resaltar que es el
mismo Viracocha el que imprime las costumbres y usanzas de cada grupo, es
decir que les da sus rasgos culturales típicos, para un examen posterior habría
que detenerse en lo que significa este salir los hombres de la tierra, el conjunto
de la comunidad aparecida de las entrañas de la Pachamama, que al parecer no
es obra de Viracocha. En relación a esto Viracocha aparece más bien como un
artesano que moldea y construye al hombre, tanto físicamente como
culturalmente.
41
propositiva, donde se esfuerza para dar una interpretación adecuada al mito de
Viracocha, a las sagas míticas sobre el cosmos.
42
el sentido del ser que se da en el mito, en la verdad del ser que se manifiesta
en la saga mítica de Viracocha.
43
Asumiendo la obra de Heidegger, pero imprimiéndole un giro que se podría
calificar de intercultural, vamos a atender a sus palabras. A modo de respuesta
frente a la apresurada afirmación de Sartre sobre el ateísmo de Heidegger
(Cartas sobre el Humanismo), responde que el camino que ha abierto en modo
alguno cierra el acceso a lo divino sino que inaugura una posibilidad originaria
de acceso. En torno a esta polémica escribe.
Volviendo a nuestro mito, tenemos que es una historia sagrada que trata sobre
la divinidad para el hombre andino, el dios Viracocha aparece en la relación
44
del hombre y el ser. Vamos a considerar que el mito es una forma de
explicarse y plantear la verdad del ser, y si tal es el caso lo sagrado y la
divinidad se dan y se comprenden por si mismos en el mito. Si el mito revela
la verdad del ser entonces el dios en cuestión, Viracocha. Es un modo, un
sentido, en que el ser se da para la comprensión de los hombres andinos. Es
decir “dios” es para este pueblo un aspecto que el ser muestra de sí. Los dioses
en general son representaciones y símbolos ontológicos, pues no solo son
instaurados por el quehacer humano sino que ellos surgen en el juego del
hombre y el ser, en su mutua dinámica, allí el ser se da, se da de modo
autoconsciente. Por ello hay que considerar la religión, y el mito que sustenta
toda religión, como una forma de conocer y ser originarios fundamentales en
el hombre; toda su estructura y su dinámica es completa en sí, no es fase
previa de nada, sino que es un modo logrado de armonizar y vincular a los
hombres entre sí, a los hombres y la naturaleza, al hombre y al ser, al ser
consigo mismo.
45
El ser no crea el mundo, porque él no es una entidad, sino más bien podemos
decir que las cosas, los entes, aparecen en virtud de que el ser se muestra, se
abre. El ser no es un ente, pero es la causa de ser del ente; es lo que trasciende
a toda entidad, lo no ente radicalmente, pero que sin embargo posibilita todo.
Así pues lo que tratamos de comprender por el ser está más cercano a la
intuición de la “madre naturaleza”, madre tierra, Pachamama, que engendra y
sustenta todo lo que hay sin separarse ni reducirse a ello. El ser es lo que está
de fondo en las explicaciones míticas, que aluden a las aguas primordiales, a
la madre tierra, al caos originario. Sólo la metafísica Occidental plantea una
explicación del mundo desde un Dios, una abstracción separada de la
naturaleza, y distanciada de ella, creando un mundo de cosas porque el mismo
es una cosa. En base a esto veamos lo que escribe Heidegger en Ser y Tiempo:
Ser –no el ente- sólo “hay” en tanto que la verdad es. Y la verdad es tan
sólo mientras el Dasein es y en la medida en que es. Ser y verdad “son”
cooriginarios. (Heidegger, 1997 p. 230/249)
El ser es la verdad del ser, y sólo “hay” ser en tanto el Dasein es apertura, es lo
abierto al ser. El ser se despliega en la medida en que hay Dasein que sirva
como lugar del Ahí, donde se da la apertura. Puede darse el ser sin el Dasein,
pero entonces sería un ser mudo, estaría en sí. Desde nuestra humana
46
condición son indesligables el ser y la verdad, el Dasein y el mundo, lo que
quiere decir que no hay mundo en sí independiente de la verdad del ser que se
despliega en el Dasein, es decir no hay una realidad fuera del Dasein, Dasein y
mundo son co-originarios 7.
7
En mi tesis de licenciatura investigue estos temas, a modo de resultad de la lectura de Heidegger sobre este
respecto se puede resumir: “Desde aquí se ve que el mecanismo del ocultamiento se da sobre la base de la
aperturidad, es decir supone ya un mundo abierto por el ser del Dasein. Tanto ocultamiento como
desocultamiento óntico suponen la aperturidad ontológica. Las cosas, lo intramundano y el mundo mismo, se
pueden ocultar sólo porque ya el mundo se ha dado previamente, porque ya se ha abierto, porque ya el mundo
se ha dado previamente, porque ya se ha abierto, porque ya hay ser. Pero, ¿qué es lo que se oculta?, sin más se
puede decir que el ser, ello manifestado en el ocultamiento del mundo en tanto mundaneidad, es decir en tanto
un horizonte de significados con los cuales el Dasein se liga indisolublemente. El mundo como esta trama de
sentido, de acción, se pierde en el ocultamiento, pues tal mecanismo va a la par con la cosificación; se oculta
el ser, la mundaniedad, la verdad, el Dasein, porque se va concibiendo todo como una serie de cosas la una al
lado de otra, donde una de estas cosas crea, funda, sostiene a las demás (onto-teología)” (Hernández 2011, p.
185).
47
también el hecho de que el sol sea privilegiado en este segundo ciclo, nos dice
que Viracocha mismo, en tanto ser, se encarna en el sol. De este modo
emparejamos la ontología fundamental de Heidegger con la saga mítica de la
cosmología de Viracocha, relacionándose el ser, la verdad del ser y la apertura
que funda el mundo con Viracocha, que en tanto grasa es el fundamento de
todos los seres y les permite salir de esas aguas a la existencia, a ese segundo
ciclo, mundo ordenado de acuerdo a la reciprocidad y complementariedad que
lo rige todo.
48
Heidegger afirma que el ser se muestra ocultándose, ello siguiendo un
aforismo de Heráclito que dice que la naturaleza ama ocultarse. Si la verdad
del ser se muestra ocultándose ello es porque el propio ser no es solamente
luz, no es pura presencia eterna y estable, sino que en la esencia del ser mismo
está en el no-ser, en la nada. El sentido del ser en tanto ser que busca
Heidegger debe asumir a la nada en la esencia misma del ser, comprenderla
positivamente en el núcleo mismo de lo que queremos expresar con el ser.
Esta importancia del ocultamiento en la verdad del ser en tanto
desocultamiento y la positividad de la nada en la esencia misma del ser, son
puntos importantes que se conservan en el trayecto del pensar heideggeriano,
al punto que en un texto tardío se precisa:
49
en estos ciclos, está Viracocha, como divinidad impersonal, en tanto mar de
grasa, lago cósmico que protege la vitalidad. Y Viracocha en este estado, que
se mantiene a pesar de haber emergido los mundos, porque él es quien los
mantiene, privilegia la oscuridad, las aguas primordiales, como lo ha señalado
la doctora Rivara. Esto último puede interpretarse que Viracocha atendiendo a
su nombre, está oculto, guarda y retiene la vitalidad en la grasa de sus aguas.
Al igual que el ser antes o al margen de la luz, él es en este ocultamiento, en
este replegarse sobre sí mismo. La oscuridad y el elemento acuático son
símbolos de la prioridad ontológica del ocultamiento en la esencia misma del
des-ocultamiento, del darse, manifestarse del ser. Lo que está oculto está en la
oscuridad, es la oscuridad, pero no una negativa porque carece de luz, sino que
es oscuridad clarificante, tinieblas luminosas; el ser en tanto oculto es el mar
sagrado que no permite distinguir las aguas de tal o cual río, todas son la
misma mar primordial. Viracocha al engendrar el mundo se está ocultando, y
es por ello todo esto; al emerger de Viracocha, del mar de grasa cósmico,
fuente de vitalidad, el mundo, los seres, el mismo Viracocha no se agota sino
que así se muestra, así aparece, engendrando, y en este mismo aparecer, él se
está ocultando, está salvaguardando y reteniendo la esencia de la vitalidad, lo
que permite que todo se anime y bulla en la bulliciosa vida, él oculta la grasa
cósmica, como Pirua, como lago de grasa.
No es el caso que Viracocha sea el ser sin más, sino que en tanto deidad, como
un mito y concretizándose en una imagen, expresa un aspecto de la apertura
del ser en el mundo andino. Lo relativo a Viracocha nos expresa cómo se da
el ser para el hombre andino pre-hispánico, por ello mismo la naturaleza de
este dios retiene y expresa el juego de mostrar-ocultar que le pertenece al
propio ser. El ocultamiento esencial al ser también le es esencial a Viracocha,
pues con el nombre, la narración y la imagen de este dios, es cómo el hombre
andino pre-hispánico piensa el ser, y al pensarlo así retiene el ser en tanto ser,
lo realiza en el mito, en sus fiestas, en todas sus expresiones culturales.
50
hombre andino puede expresar en el mencionado poema esa doble faz de darse
la divinidad, el ser mismo. En ese sentido cuando la doctora Rivara nos habla
de la concepción bipolar de Viracocha, en tanto definición cerrada y abierta,
habría más bien que interpretar esa bipolaridad como perteneciente al ser, es
decir es el ser el que se comprende como cerrado, en tanto los entes, pero en lo
fundamental siempre su aprehensión está abierta, es inasible; y ello porque el
ser es un mostrarse-ocultarse que pasa de los entes al ser mismo. La
concepción bipolar de Viracocha le pertenece en primer lugar al ser y desde
allí es que se da a la comprensión del hombre andino pre-hispánico,
realizándose en el poema, destacándose el ocultamiento.
51
divinidad. Viracocha mismo está interpretado como la esencia de las
divinidades principales, pero no como definición o ser necesario, sino que es
esencia en tanto es el aspecto oculto de estas divinidades, que les permite a su
vez manifestarse. La autora pone de relieve la relación de Viracocha con el
sol, mostrándose que en relación a los tres soles del día Viracocha es el sol
nocturno, el sol de noche que recorre el mundo por debajo. Y por ello los
soles, es en tanto aspecto negativo el motor de la dinámica.
Esto que Antoinette Molinié interpreta como dialéctica puede tomarse desde la
verdad del ser, pues este aspecto oscuro necesario para que prosiga el ciclo es
justamente el ocultarse del propio ser, el replegarse de la verdad del ser que
mantiene la apertura. Esto que se oculta, como puede apreciarse, no es algo
defectuoso ni negativo sino lo que hace posible el orden, que se mantiene
abierto el mundo. Justamente lo que más se oculta es el ser, pues una vez
manifestado lo ente, al mostrarse el ser de los entes, el ser tiene que ocultarse,
que replegarse originariamente, pues como se mencionó, el ocultamiento del
des-ocultamiento del ser, la verdad del ser, es esencial a su modo de darse. Y
precisamente en el mito de Viracocha vemos que este juego de aparecer,
ordenar y ocultarse se da, se manifiesta esta dialéctica entre el ocultar y el des-
ocultar en la apertura del ser que funda el mundo. Viracocha en tanto el modo
como el hombre andino pre-hispánico asume el ser siempre se está ocultando,
replegándose a sí mismo, de allí que se muestre como factor negativo.
52
ontológica del hombre andino, ellos consideran que lo más propio de lo
absoluto, de lo divino en grado sumo, no se agota en el despliegue majestuoso
de las cosas, sino propiamente este ocultarse originario le pertenece. Por ello
mismo la noche, la oscuridad que expresa a Viracocha, deben comprenderse
con preeminencia ontológica respecto a la luz y todo su vocabulario; la noche
que es gobernada por Viracocha, es el modo propio en el que el ser está en sí
mismo, y se puede equiparar al mar primordial de las cosmologías
tradicionales, al caos griego, al Aperión. Esta noche, este encubrimiento, son
modos como el ser retiene y guarda su verdad, su apertura, y es lo que el
pensamiento andino expresa por la imagen de Viracocha como lago de grasa,
oscuridad primordial. La interpretación estructuralista dialéctica de Molenié
ha puesto de relieve todos estos aspectos aunque sin sospechar que se trata de
las cosas misma, del ser, y no es tan solo una manera de pensar.
Como Richard Rorty señala, la filosofía ha sido seducida por este conjunto de
imágenes, que de ese modo están en la base de la concepción del hombre, del
mundo, del conocimiento, etc. 8 ¿Pero qué sucede con las tradiciones que no
8
Rorty considera que la filosofía tradicional se basa en la metáfora del ojo del alma (y el consiguiente
privilegio de la teoría, del puro ver) y a pesar de las diferencias que entre Platón y Aristóteles se ha querido
establecer resalta más bien la unidad de sus doctrinas respecto a la mente: “En formas diversas, que cubren la
gama que va desde las nociones neoplatónicas del conocimiento en cuanto conexión directa con (emanación,
reflejo de) la divinidad, por una parte, hasta las versiones de la abstracciones inspiradas en el hilemórfismo
más prosaico del neo-aristotelismo, por la otra, la respuesta de los filósofos occidentales a la pregunta “¿Por
qué es singular el hombre?”, ha sido durante unos dos mil años: el alma en cuanto inmaterial-por-ser-capaz-
de-contemplar-los-universales”(Rorty, 2001, p.47).
53
piensan en base al privilegio de estas metáforas, qué no tienen la teoría como
modo principal de conocer? Justamente el poner al descubierto el trasfondo
ontológico de la historia mítica de Viracocha nos permite acércanos a la
tradición andina, con propiedad.
54
Este párrafo es el final de un pasaje en el que Arguedas pone de relieve lo que
el término yllu e illa significan (en relación al zumbayllu). Más allá de las
interpretaciones lingüísticas y antropológicas queremos ver las implicancias
ontológicas de lo que Arguedas señala. El ver y el oír son co-originarios, por
ello les corresponde respectivamente el illa y el illy, como modos en que se
propagan la luz y el sonido vibratorio. En el caso del illa se nos señala que no
es el tipo de luz solar, la claridad que ha privilegiado la metafísica Occidental,
sino más bien una suerte de luz menor, que aparece antes de la luz del sol.
Arguedas relaciona etimológicamente el illa con el rayo, la luna y el
amanecer, y el llamado a su luz, luz menor. Recordemos que Viracocha se
emparentaba con otras divinidades siendo su aspecto oscuro y latente, su
relación con el sol era la más antagónica, pero por ello mismo podemos
suponer una cercanía con el rayo y la luna, una familiaridad más estrecha entre
ellos, al punto que la luz menor de estas divinidades le pertenezca
esencialmente a Viracocha. La luz menor que Arguedas pone de relieve, y que
se esfuerza por distinguir de la luz solar. La luz menor que le pertenece a
Viracocha, y pues en tanto oculto y latente, la apertura de la verdad del ser, el
claror que dice Arguedas, se da por medio de esta luz menor, del illa, que a la
par expresa también lo sagrado, numinoso y monstruosos. Esta relevancia de
illa, la luz menor en la esencia misma de Viracocha, no es gratuita, pues
justamente uno de los atributos que se le adjudicaba al dios es justamente illa,
Illa tecse Viracocha.
Pero lo que de algún modo nos da una pista sobre la plausibilidad de esta
interpretación se halla en las palabras finales del párrafo. Arguedas dice que
estas luces, la de la luna, el rayo, el amanecer, pero sobretodo del sol oscuro,
del sol de noche, Viracocha, todos ellos tienen relaciones profundas con el
hombre peruano antiguo, justamente del hombre pre-hispánico, del que hemos
tratado de decir algo. El illa, la luz menor que le pertenece al ser, a Viracocha
como expresión del ser, se vincula profundamente con el hombre peruano
antiguo, y esto es así porque es el ser el que se abre en el hombre (Da-sein),
arranca su apertura, abre su luz desde él, como si éste fuera un pórtico. Las
relaciones entre las luces (illa) y el hombre antiguo peruano pueden
entenderse desde el ser, como éste se da, y abre desde el hombre, mundo.
Arguedas concretiza con las imágenes de la “sangre” y “la materia
fulgurante”, las relaciones que señalamos. El hombre andino se vincula con su
sangre con la materia fulgurante; para Arguedas es por medio de la sangre que
se logra el vínculo con lo divino, pero como vimos más bien podría ser por
medio de la grasa. Sea sangre o grasa, aquello con lo que se vincula es
55
especial, Arguedas lo llama “materia fulgurante”, es decir materia que brilla,
resplandece, porque es mágica y sagrada, porque es el despliegue de la luz
vibrante, de la luz menor del sol nocturno. La materia fulgurante, a la que le
pertenece la luz menor, es el nombre que Arguedas usa para nombrar lo que
aquí se ha reconocido como Viracocha, y éste a su vez como la expresión del
ser para el hombre peruano antiguo. La materia fulgurante es el modo como
Arguedas ha reconocido el ser, es la expresión poética del ser en una imagen
mítica, pues aquí materia no es ninguna categoría filosófica o realidad exterior
al sujeto, sino el modo mágico-religioso de comprender el ser del ente, la
totalidad, el mundo, el ser en sí mismo. Y es que el ser no necesariamente se
muestra con propiedad en el discurso filosófico sino que igual legitimidad y
verdad se muestra en la narración mítica, en la narración poética.
11.- Conclusiones.
56
los mitos se entrega el ser con más propiedad, pues en la escucha del mito el
hombre está más presto a escuchar, a recibir el mensaje en su corazón.
9
La redacción y finalización de este escrito fue en el año 2011, después de haber concluido la tesis de
licenciatura. El año 2012 aparece un breve libro, pero de gran importancia y mucha trascendencia para nuestra
tema, Viracocha o el Océano (Itier, 2012), de César Itier, donde pone el análisis del dios sobre bases seguras,
explorando el significado del nombre de este dios en el quechua, remontándose a sus fuentes más antiguas. La
concepción del proyecto del análisis ontológico de Viracocha tiene que ser modificada en su punto de partida
material, es decir no puede ya manejarse con los datos que los investigadores anteriores a Itier no han podido
articular de forma coherente. Todos hemos estado equivocados, pues Viracocha deriva su nombre de Huari
(Vira=Huari), con lo cual se tiene otra entrada para el análisis. Ciertamente el aporte de Itier nos llevaría a
reescribir buena parte de lo aquí presentado, pero consideramos que la intención, el objetivo y el marco desde
donde planteamos nuestra investigación pueden mantenerse. Más bien podemos decir que la conclusión de
Itier puede tener algunos puntos de contactos con lo que nosotros avizoramos; a modo de conclusión de su
paciente y detallada investigación César Itier escribe: “Viracocha nos aparece ahora como el océano –o el
“espíritu” del mismo- que sostiene y circunda la tierra y cuyas aguas afloran hasta la superficie de ella por las
lagunas y los manantiales para alimentar los canales de riego, a la vez que, tras evaporarse del océano, recaen
en lluvia sobre la tierra. Viracocha no fue un creador universal sino quien “animó” o proyectó su ser en los
ancestros fundadores de los ayllus de agricultores de riego para que salieran de las entrañas de la tierra y
realizara el recorrido y las conquistas que les permitieran apropiarse de los territorios actualmente poseídos
por sus descendientes. Al mismo tiempo “animó” los astros sol y luna para que estos salieran del océano
subterráneo e iniciaran su recorrido celestial” (Itier, 2012, p. 83). Algo de eso, aunque lo enfocamos muy
limitadamente, apuntábamos cuando reparábamos en el símbolo de las aguas primordiales, destacando más
bien el intento de darle una interpretación ontológica a estos símbolos y significados.
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