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Al exponer la problemática de vanguardia, develamos su vocación transgresora
contra los marcos propiamente artísticos, su disputa radical con el pasado y la
tradición, comprendiendo que “las vanguardias no niegan la tradición,
simplemente la transforman de sujeto en objeto, de diacronía reverenciada en
sincronía estratégica, de historia necesaria en invención artificial”,
La relación entre romanticismo y vanguardia encuentra sustento en La
tesis central de Lacoue-Labarthe en su texto “El absoluto literario”, quien define
al romanticismo como un intento productivo de restituir los fundamentos
virtuosos de la vida griega, como modelo de existencia post clasicista. De esta
manera el leitmotiv del romanticismo “trata de construir, producir, efectuar
aquello mismo que, en los orígenes de la historia, ya se pensaba como una ‘edad
de oro’ perdida y por siempre inaccesible” (Lacoue-Labarthe, 2012, p. 33),
El afán de reconstrucción romántico se funda entonces en un soporte
mitológico extensivo a cada comunidad en la cual se proyecta, y desde el autor
de la obra romántico-vanguardista que va al encuentro musicalmente, de ese
tiempo inaccesible de una “edad de oro”.
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interrogó y se interroga la función del arte en términos históricos y políticos.
Abro comillas “Hace ya quinientos años, feroces carniceros, según el adecuado
término de Neruda, hombres de espada y sed de oro, llevaron a cabo el mayor
genocidio que conoce la historia” (Marchant, 2000, p. 309), de esta manera “si
parte importante de los habitantes indígenas mantiene su lengua, nosotros los
mestizos -en el origen padres españoles, madres indias violadas- hablamos
español” (Marchant, 2000, p. 310). Si bien Marchant lee a Neruda en el intento
poético de un “antes”, invocando un vínculo originario entre hombre, naturaleza
y lengua, previo a la matanza, es posible pensar que el vehículo musical para
ese encuentro sea un modo de lo folclórico como reminiscencia estética de
proximidad a esa lengua perdida. Neruda (1950) en Canto general (versos
iniciales) nos dice “Antes de la peluca y la casaca/fueron los ríos, ríos
arteriales”.
¿Será éste el uso del folclore de vanguardia en su problemática filosófica
y política? Tal vez folclore, desde la mirada vanguardista, refiera a la
posibilidad estética de resarcir ese “antes” en el cual teníamos la potestad de
nombrarnos. Folclore, de esta manera es una interrogante que nos lleva al
encuentro de la lengua por medio del arte y específicamente de la música, en la
cual recordamos, como ejercicio de memoria, poéticamente, el origen
extraviado.
(7) Propuesta metodológica de vanguardia (NO DECIR)
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El montaje (NO DECIR)
En términos teóricos la conceptualización y operatividad del concepto de
montaje encuentra su origen en el ensayo “Cuando las imágenes toman
posición” de George Didi –Huberman, sobre el trabajo de Bertold Brecht. “El
montaje, señala Didi-huberman, sería un método de conocimiento y un
procedimiento formal nacido de la guerra que toma acta del desorden del
mundo. Firmaría nuestra percepción del tiempo desde los primeros conflictos
del siglo XX: Se habría convertido en el método moderno por excelencia”
(Didi-Huberman, 2008, p. 98).
El montaje es, por lo tanto, un recurso extraído de un momento
tecnológico particular, que finalmente habilita a la propia cinematografía y a la
radiofonía como expresión artística del recurso. Lo que busca el “montaje” es
el distanciamiento, que no es otra cosa que evidenciar la crisis de la
representación. En ese sentido y desde esta parcela política, distanciar es
mostrar. “Demostrar mostrando las relaciones de cosas mostradas juntas y
añadidas según sus diferencias”.
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política de las vanguardias. Al cuestionar la tradición como soporte identitario,
la referencia histórica se posiciona hacia el futuro, como por construir, por lo
tanto, la historia misma se vuelve objeto al servicio del montaje vanguardista.
De esta manera, la tradición cobra vigencia cuando pierde su potencia
conservadora y se activa como engranaje de una actualización permanente.
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(12) La intertextualidad operaría como una referencialidad infinita donde
la creación misma es puesta en juicio subsumida en un universo posmoderno
que no estaría en condiciones de “producir”, al menos en términos poiéticos. La
creación toma entonces su imposibilidad citando y referenciando infinitamente.
Liliana Herrero tensionando el argumento, no es compositora sino intérprete,
problematizando el valor de la creación desde el folclore y por lo tanto
proponiendo, tangencialmente, la posibilidad de algo así como un folclore
posmoderno, en el cual la tradición musical y poética es considerada como un
material textual que puede ser utilizado en una recreación sin límites formales
o estéticos. Piglia vincula las narrativas de Borges y de Arlt en cuanto ambos
narran “realidades ausentes, trabajando la contrarealidad”
Liliana Herrero por otra parte define el concepto de contrafusión como:
“una política cultural del diálogo que el artista se propone con el pasado, a
manera de un cortejo. No hay fórmulas o recetario de ingredientes. La
contrafusión consiste en desarmar el legado para recomponerlo de otro modo.
Todo puede ser desarmado y vuelto a armar. Hay que intentar leer lo que no ha
sido escrito, eso provoca tensión y esa tensión es filosófica, política, cultural es
música. La decimos y escuchamos decir” (Kees, 2006: 32). (13+1)
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Unidad-Fragmento: En términos armónicos, Ariel Naón abandona la
verticalidad de la armonía tradicional y opta por la autonomía de las voces,
exponiendo de alguna manera el preámbulo arquitectónico que la armonía
tradicional funda. En términos rítmicos el tradicional 3:2 del folclore da paso a
un 3:4, que, si bien mantiene la superposición de métricas antagónicas, propone
una inestabilidad que no cede al ritmo tradicional. El tratamiento melódico
disuelve la lógica del acorde para exponer la potencia de las voces en su
autonomía de sentido, llegando a consumar una unidad que no es sino la
sumatoria de materiales autónomos expuestos en la obra musical como el sumun
estético, armónico y rítmico en igualada intensidad y potencia.
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(17) Analisis desde los ejes propuestos.
Teoría- praxis: La intencionalidad inicial de “Nueva constitución” es
incorporar la clase de Chikung a la obra musical. Esto, sin duda, devela el
preámbulo eidético de “Nueva constitución”. La partitura a su vez funciona
como soporte manifiesto del desencuentro entre los elementos extra musicales
y los propiamente musicales. De esta manera la partitura que contiene la
transcripción del texto, se incorpora a una escritura docta contemporánea,
estableciendo la voz del maestro Juanito, como elemento medular. Las
partituras hacen eco de la problemática sonora de la propuesta, confirmando la
idea de mundos fragmentarios que se unifican en la música folclórica. El
resultado sonoro si bien es condición de posibilidad para inscribir la obra en lo
musical, la música es el resto sonoro de la idea que se antepone a
consideraciones estilísticas de cualquier naturaleza. La idea entonces da cuenta
de la necesidad del compositor de incorporar música a una clase de Chikung,
estableciendo desde la voz del maestro Juanito, el corazón desde donde
musicalizar y proponer la obra musical.
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dialéctica y la política de las vanguardias hace obra de la desorganización y la
obra de vanguardia en su expresión folclórica dialoga con aquello.
(18) CONCLUSIONES
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La disputa política de las vanguardias se expresa desde diversas matrices.
Los referentes del pasado son dispuestos en un contexto contemporáneo, es
decir se objetualizan sacándolos de su hábitat temporal de origen, y se reinstalan
como material composicional reactualizando su potencia, exponiendo así sus
fragmentos al choque temporal. Musicalmente, es permeada por su tiempo,
ingresan sonoridades multiculturales y adquiere autonomía expresiva, no actúa
como soporte en función de una escritura, sino que se propone en igualdad de
valor frente al texto. Conviven instrumentos de diversas tradiciones como la
docta, la folclórica y la popular, y no pueden ser pensadas como género musical,
puesto que cada expresión de vanguardia dialoga con su propia estética.
La obra vanguardista encuentra en un “Antes” su fundamento. Si bien
todo intento de reconstrucción del pasado contiene un rasgo mitológico
decisivo, no es por medio de la representación que la vanguardia expone su
estética. La re-significación conceptual que gatilla el folclore de vanguardia
entonces deviene en una propuesta ética, desde lo musical hacia lo folclórico,
contraviniendo la normalización del uso del término. De esta manera no es el
concepto “folclore” quien delimita las posibilidades de inscripción de un estilo
en particular, sino que es la propia música la que redefine la posibilidad de
nombrar el concepto bajo un rótulo a su medida.
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