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Estudios HegelianosDirector: José Rafael Herrera

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"Heráclito es el primer pensador en quien nos encontramos con la idea filosófica en su forma
especulativa..; por eso Heráclito es considerado en todas partes, e incluso denostado, como un
filósofo de pensamiento muy profundo. Divisamos, por fin, tierra; no hay, en Heráclito, una sola
proposición que nosotros no hayamos procurado recoger en nuestra Lógica."

G.W.F. Hegel

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Heráclito de Éfeso

Heráclito de Éfeso

Éfeso, 535 a.C. - Éfeso, 484 a.C.

Lógica, Naturaleza y Espíritu

Según Diógenes Laercio, importante recopilador historiográfico de la Filosofía, Heráclito fue hijo
de Blisón o, según algunos, de Heración y floreció hacia la Olimpíada LXIX (IX, 1). Fue oriundo de
Éfeso, una de las doce ciudades jónicas en el mar Egeo, que abarca parte de las costas de Turquía y
Grecia. También dice Diógenes que Heráclito decía que Homero "era digno de ser echado de los
certámenes y de ser abofeteado". En su Vida, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres,
Laercio señala que "el libro que de él nos queda, por su contenido, se intitula De la naturaleza,
bien que está dividido en tres discursos, a saber: Del Universo, De política y De Teología. Lo
depositó en el templo de Diana; y, según algunos, lo escribió de industria oscuro para que sólo lo
entendiesen los eruditos, y por vulgar que no fuese desestimado"; de ahí su más común epíteto: El
Oscuro de Éfeso. Pero, concretamente, pocas son las cosas que sabemos con certeza de la vida de
Heráclito.

En sus Lecciones de historia de la filosofía, Hegel dice de Heráclito que, con él, "nos encontramos
con el ser puro de los eléatas y con la dialéctica, que destruye y supera todas las relaciones finitas:
para los eléatas el pensamiento es el proceso de tales fenómenos". Para Hegel, en efecto,
Heráclito "concibe lo absoluto mismo como este proceso de la dialéctica", pues el filósofo de Éfeso
"es el primer pensador en quien nos encontramos con la idea filosófica en su forma especulativa".

En la época de Heráclito, la mayor parte del espíritu griego se ocupaba de la llamada Res publica
(la 'cosa pública') y de los intereses de la Ciudad, que constantemente se veía amenazada por,
entre otros, los persas. Los hombres, a su vez, seguían a Homero, el gran poeta místico de esos
versos que constituyeron lo que se conoce como la religión pública de los griegos; quizá de allí su
animadversión hacia el gran poeta, pero también seguían las enseñanzas de Pitágoras, exponente
de la 'religión de los misterios'. Heráclito se desocupó de la physis (naturaleza) en su sentido
material, como –por lo general, se dice- la había tratado Tales, y consumió su vida especulando
acerca del Ser como Devenir. Zeus, para Heráclito, no se identificaba con physis, sino con el logos.
Heráclito, como Sócrates, siguió el precepto délfico cuando dijo que "a todos los hombres les es
dado conocerse a sí mismos y ser sensatos" (frg. 116).

1. La Lógica

En la Ciencia de la Lógica de Hegel se encuentra, primeramente, la Doctrina del Ser. Aquí el Ser en
su noción pura en sí se presenta sin sus determinaciones. Es decir, no son. Ser es ser y únicamente
ser, es decir, es nada. En palabras de Aristóteles (Metaf. IV. 3 y 7), Heráclito fue el primer filósofo
que hizo esta deducción: "El ser y el no ser es uno y lo mismo, todo es y no es"; a esto, Hegel
añade: "La verdad no es sino la unidad de lo contrapuesto y, concretamente, de la pura
contraposición del ser y del no ser". Hegel le ve el sentido a la proposición heracliteana de "el ser
es y no es" y la desarrolla en su Lógica. Y para darle todo sentido, dice Hegel que: "ha llegado a
nosotros" otra expresión de Heráclito: "Todo fluye, nada permanece ni persiste nunca lo mismo",
o sea, el ser es devenir.

El devenir es la determinación más precisa de este principio, es decir, "la verdad del ser", referido
a que todo es y no es a su vez, ya que "Heráclito ha expresado, al mismo tiempo, que el todo es el
devenir". Hegel reconoce y admira a Heráclito, pues explica que el filósofo de Éfeso era dueño de
una gran consciencia al admitir que el ser y el no ser son abstracciones "carentes de verdad", pues
lo realmente verdadero es el devenir, la dialéctica. Por ejemplo, en el entendimiento explicado por
Kant, se aisla tanto al ser como al no ser con carácter de verdad. No es más que la razón, por el
contrario, la que reconoce en el uno su contrario y es por esto que en Heráclito "el momento de la
negatividad es inmanente". Heráclito reconoce que en la negación está su opuesto, pues "lo
contrapuesto reside en lo mismo, y así, por ejemplo, la miel es dulce y amarga". Quizás por esto,
se le conoce a Heráclito como el oscuro (Skoteinos), pero Hegel afirma que es una confusión, pues
en verdad su "oscuridad" consiste en el hecho de ser especulativo, pues sus intereses se vinculan
hacia el campo del pensamiento, del puro ser que es puro pensar, a diferencia de otros
pensadores presocráticos, como Anaxímenes o los atomistas.

2. La Naturaleza

Heráclito concebía el logos con el fuego (pyr). Le dio límites corpóreos. Es, según él, “la misma
transformación vibrante, el asomarse y el desaparecer del devenir, del traspasar”. Aristóteles
(Metaf. I, 3, 8) dice que Heráclito consideraba como la esencia existente el fuego. Ahora bien, dice
Hegel en su texto juvenil Vida de Jesús, que "la razón pura, incapaz de cualquier limitación, es la
divinidad misma", es la libertad, la suprema autonomía. Para Hegel, esos son los límites corpóreos
del pyr. Ello significa, en Heráclito, "lo sensible abstracto: el tiempo, como la primera esencia
sensible, es la intuición abstracta del proceso", que para Kant, en su Exposición metafísica del
concepto del tiempo de la Estética Trascendental de la Crítica de la Razón Pura, no es un concepto
empírico extraído de alguna experiencia. El tiempo "es una representación necesaria que sirve de
base a todas las intuiciones", según Kant, y viene dado a priori. Pues bien, para Hegel "el tiempo es
el devenir puro como intuido, el concepto puro, lo simple, la armonía basada en lo absolutamente
contrapuesto; su esencia consiste en ser y no ser en una unidad, y no encierra más determinación
que ésta. No como si el tiempo fuese y no fuese, sino en el sentido de que el tiempo es el no ser
inmediatamente en el ser y el ser inmediatamente en el no ser", como en la analogía del sentido
de la permanencia de Kant en su primera Crítica. Agrega Hegel: "En el tiempo no es lo pasado ni lo
futuro, sino solamente el ahora: y esto es precisamente para no ser como algo pasado: y este no
ser se trueca también en ser, en cuanto futuro". Los momentos constitutivos del tiempo, el ser y el
no ser, sólo se presentan como momentos llamados a desaparecer de un modo negativo o
inmediato en su devenir, pues este movimiento progresivo comporta una relación de oposiciones,
un desenvolvimiento de la noción en sí: la forma de la dialéctica. Esto es el devenir del concepto,
su automovimiento, impulsado por la negatividad. La contradicción inmanente al concepto y la
necesidad que vincula a lo puesto con su opuesto sustantiva al devenir.

La verdad, para Heráclito, consiste en "haber comprendido la esencia de la naturaleza, es decir,


como un proceso en sí misma, expuesto como algo infinito en sí". De este modo -explica Hegel- se
comprende que Heráclito no podía afirmar que la esencia fuese el aire, el agua o cualquier otro
elemento. Pues tales elementos no pueden ser el proceso, como sí puede serlo el fuego. "El
filósofo de Éfeso ve en el fuego la esencia primera, y ésta es la forma real del principio
heracliteano, el alma y la sustancia del proceso de la naturaleza. El fuego es el tiempo físico, la
movibilidad absoluta, la disolución absoluta de lo existente: la destrucción de lo otro; pero
también de sí mismo. Y, así, podemos comprender por qué Heráclito, partiendo de su
determinación fundamental, afirma con toda consecuencia el fuego como el concepto del
proceso". Y es que, para Hegel, el fuego heracliteo es donde se transforma y evapora lo
determinado. Aristóteles, en este sentido (De anima, I, 2), sostiene que "el principio es el alma, por
ser ésta la evaporación, la emanación de todo, lo más incorpóreo y lo que siempre fluye". El fuego
es, en consecuencia, el alma, como este proceso del mundo que se mueve inmanentemente.

También es cierto que para Heráclito todo fluye, que nada persiste, que sólo la unidad persiste.
Esta es la proposición de Heráclito más famosa, la de que nadie puede bañarse en el mismo río dos
veces. Inclusive, Quevedo la tomó para escribir su célebre Heráclito cristiano, baluarte de la poesía
barroca en España.

3. Espíritu

Hegel comienza la tercera parte de sus Lecciones sobre Heráclito de la siguiente manera: ¿qué
relación guarda, según Heráclito, esta esencia con la consciencia?: "La filosofía heracliteana -dice
Hegel- presenta, en su conjunto, la modalidad de una filosofía natural, en cuanto que el principio,
aunque lógico, es concebido como el proceso general de la naturaleza". Es en el espíritu donde se
presenta la verdad en términos verdaderos. La unidad de la esencia de la consciencia y del objeto,
y la necesidad de la objetividad. Muy seguramente, por razones históricas, Heráclito no se dio
cuenta de ello. Dicho hegelianamente, sólo podía comprender que "la certeza sensible no encierra
ninguna verdad". Por eso, para Hegel, en Heráclito se presenta el idealismo en toda su ingenuidad
y su entendimiento no es otra cosa que una interpretación, quizá, la primera y más firme
determinación verosímil hacia la 'experiencia de la consciencia'.

De hecho, Heráclito afirma que en el conocimiento sensible no se encierra verdad alguna, pues
todo lo que es fluye y el ser de la certeza sensible no es, en cuanto que es. Con la misma fuerza,
establece como necesario, en el saber, el modo objetivo, pues este saber no tiene otra certeza de
sí mismo que la que le viene de la verdad del objeto en sí, aun autónomo e independiente de la
experiencia.

En última instancia, Heráclito es uno de los pocos presocráticos que no buscó el principio y las
causas de las cosas, que se manifiestan faltas de ese último escalafón de la razón, en la physis sino
en el propio pensamiento.

J. Leonardo Mendoza

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