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La primera actividad que debe desarrollar el horticultor es la preparación del suelo.

Pero antes de hablar ya directamente sobre la


forma de preparar el suelo, veamos antes las herramientas que vamos a necesitar. No es necesaria una gran cantidad de
herramientas, ni tampoco herramientas costosas. Lo fundamental es tener una pala de puntear una pala ancha para movimientos,
una horquilla para el suelo, de dientes anchos, duros, resistentes, no la horquilla que se utiliza para manejar pasto; un rastrillo, una
azada, un escardillo para las labores más delicadas, una cuchara para trasplantar, un trasplantador y para la parte de riego, una
regadera para los primeros riegos de todo trasplante o para regar algún almácigo y también manguera, marcadores, hilos, etc.

Para comenzar los trabajos debemos utilizar, principalmente la pala. Empezando a trabajar con la pala de punta. La pala de puntear
(marcar) es una herramienta imprescindible, que suponemos todos o la mayoría, han de conocer, nos ayuda, nos auxilia para
efectuar el trabajo de puntear. En qué consiste el trabajo de puntear? Puntear consiste en dar vuelta la tierra.

Lo primero, después de haber elegido el lugar, es limpiar bien ese terrenito, eliminar todos los obstáculos para después, recién
comenzar a hacer el trabajo de puntear. Dar vuelta la tierra o puntear, tiene mucha importancia, porque el terreno hay que darlo
vuelta completamente, es decir, el pan de tierra que queda en la pala hay que invertirlo, la parte superior del suelo, donde hay
ciertos vegetales, muchas raíces de algunas que habían crecido en el lugar, deben ser enterrados completamente en el suelo, y
quedan entonces la parte limpia sobre la superficie, por supuesto bastante aterronada, pero no importa porque si ese trabajo lo
hacemos en otoño, contribuirá muy bien al mejoramiento del suelo, a la preparación del suelo; es lo que técnicamente se llama
“meteorización” del suelo; es decir, la función que cumple la naturaleza aireando, oxigenando. Las heladas cortan el ciclo biológico de
algunas plagas, que después pueden aparecer. Entonces, al romper el suelo, facilitamos la aireación del suelo y hay más penetración
de oxigeno para ser utilizado por las raíces. Por consiguiente, el agua de lluvia penetra con más facilidad y prácticamente, mucha de
ella se va a poder mantener en depósito debajo de la punteada.

Necesitamos preparar una buena cama de siembra, donde vamos a colocar las semillas o las futuras plantitas. Por eso debemos lograr
una tierra floja, suelta, dócil, para permitir un mayor desarrollo de las raíces y, por lo tanto, un mejor crecimiento vegetativo. Pero en
el suelo no solamente tenemos una parte física de trabajo, de roturación, etc.; sino que también en el suelo hay vida, mucha vida, de
microorganismos (bacterias, hongos) y de macro organismos (insectos, gusanos, nemaltemitos, nematodos, lombrices de tierra), en
fin toda clase de vida. Ella contribuye a la transformación de distintas sustancias para que puedan ser asimiladas por las plantas.

Dentro de la flora microbiana del suelo, constituida por millones de microorganismos que actúan y que le dan vida, modificando las
distintas sustancias imprescindibles para que las plantas se puedan nutrir, ciertas bacterias conviven en las raíces de leguminosas
(poroto, arveja, haba) y fijan el nitrógeno que toman del aire. Este fenómeno es lo que se conoce como “simbiosis”, o sea que la plata
y el microorganismo se asocian para beneficiarse mutuamente. Esto también ocurre en el cultivo de la alfalfa, que en el futuro
podemos tener en cuenta para utilizarlo como abono verde para mejorar el suelo.

Resumiendo podemos decir, que el suelo existen organismos y microorganismos beneficiosos y dañinos; es decir, elementos positivos
y negativos para las plantas, insectos, hongos y bacterias que atacan a las plantas llegando en algunos casos, hasta destruirlas. En el
caso concreto de los almácigos, el principal enemigo que tienen son, justamente, unos honguitos que están en la superficie del suelo y
que atacan el cuello de esas pequeñas plantitas haciendo que por manchones se saquen los almácigos

Siembra es la acción y efecto de sembrar (arrojar y esparcir semillas en la tierra que está preparada para tal fin, o hacer algo que dará
fruto).

En el ámbito de las tareas agrícolas, puede definirse a la siembra como el proceso que consiste en plantar semillas para que éstas
germinen y desarrollen plantas. La siembra será efectiva si se cumplen con ciertas condiciones: las semillas deben ser sanas, el clima
debe ser apto para el cultivo, etc.

¿Qué, cuándo y cuánto sembrar? Para saberlo, debemos buscar en el calendario de siembras qué plantas pueden crecer en la
temporada. Nuestro calendario está dividido en: siembras de primavera-verano y siembras de otoño-invierno. Debemos aprovechar el
momento adecuado para las siembras, ya que sembrar a destiempo dificulta el buen desarrollo de las plantas.

Debemos calcular cuánto vamos a sembrar de cada especie. Esto depende del lugar que tengamos, del número de miembros de la
familia, de la cantidad de agua disponible, etc. De esta manera, evitamos producir más de lo necesario y además, logramos tener una
huerta con una amplia variedad de cultivos.

La propia experiencia nos irá indicando la cantidad más conveniente para sembrar (a modo de guía, el calendario nos dice la cantidad
aconsejable para una familia de 4 ó 5 personas).

¿Cómo sembrar? Una vez seleccionadas las posibles siembras, separaremos las que deben sembrarse en almácigo de las que pueden
ir directamente en el tablón. En el momento del transplante, podemos aprovechar para hacer líneas de siembra directa entre las
cuales intercalaremos los plantines.
La Siembra Directa Se hace directamente sobre el terreno definitivo . Así se siembran: acelga, rabanito, poroto, maíz, zapallo, perejil,
arvejas, habas, remolachas, zanahorias. Al momento de la siembra se corre el mantillo, se marca el surco y se riega. Se agrega abono
compuesto y se siembra (la profundidad depende del tamaño de la semilla 1/3). Tapamos la semilla con abono y apisonamos
suavemente. Cubrimos con mantillo y regamos con lluvia fina.

En su mayor parte las hortalizas se logran mediante la siembra de sus semillas, como en el caso del tomate, maíz, zapallo, etc. Pero
hay un número de hortalizas que se obtienen por vía vegetativa como el alcaucil, espárrago, papa, etc.

La semilla para el huerto familiar debe ser comprada a semilleros de confianza. Par ello pueden pedir consejo a vecinos que cultivan
hortalizas o a la agencia de extensión rural del INTA más cercana a su domicilio. En el caso de semilleristas minoristas que no
dispongan de semillas de ciertas variedades de hortalizas, recurrir a las casas centrales. Lo esencial es asegurarse que la semilla sea
fresca, limpia, pura y de buen poder germinativo.

Algunas semillas de hortalizas, como el maíz dulce, las de cebolla, etc., pierden su capacidad de germinar al año de cosechadas. Otras,
como las de acelga, arveja, porotos, lechuga, etc., tienen un poder germinativo que les dura dos y tres años. Por ese motivo no
conviene utilizar las semillas por más de dos o tres años. Es aconsejable adquirir la cantidad de semilla necesita, en lugar de acumular
una mayor cantidad que pueden perder el vigor y poder germinativo. Una vez adquirida la semilla, debe conservarse en un lugar
fresco y bien seco. La siembra directa, es la que se hace como lo expresa la palabra; directamente en el lugar definitivo o sea, en el
lecho o cama de siembra que hemos preparado previamente.

Almácigos: También puede realizarse en almácigos, es decir, la siembra en un lugar de tamaño reducido, con lo que se consiguió un
mejor cuidado de los plantines. Es más fácil preparar un buen suelo y lograr una adecuada protección de dichos plantines, porque
podemos condicionar el ambiente a una temperatura y humedad apropiadas para un buen desarrollo. Tal por ejemplo, una cajonera
pequeña con una cubierta de vidrio o de polietileno transparente condicionamos un ambiente de temperatura suficiente como para
que se produzca la geminación y desarrollo de esas plantitas que queremos obtener y luego cuando desaparece el problemas de las
heladas tardías, podemos llevar al lugar definitivo a esas plantitas producidas en el almácigo.

Entonces, aquí se reúnen las ventajas de comodidad de preparación del suelo, de riego, de cuidados culturales, de condicionamiento
del medio ambiente, para que ese plantín llegue en óptimas condiciones al trasplante. La finalidad del almácigo, es poder anticipar el
desarrollo de determinadas hortalizas, caso típico del tomate, pimiento, berenjena, etc., y de este modo, tener la planta en
condiciones de ser llevada al lugar definitivo cuando la temperatura sea suficiente para permitir el desarrollo de tales hortalizas.

La protección que necesitamos debemos realzarla de manera que las plantitas producidas no sufran por la disminución de la
temperatura.Tenemos que acumular, en ese lugar, el calor producido durante el día para que se conserve durante la noche y así las
heladas no dañen a las plantitas que están desarrollándose.La tierra que se va a usar en el almácigo, más que tierra es un preparado
que se hace con el “compost” o “mantillo” del que nos ocupamos en una clase anterior.Este “compost” si es posible, debe ser
zarandeado, es decir pasarlo por una zaranda no muy pequeña pero sí que los cuadraditos sean de medio centímetro y luego de
zarandearlo mezclarlo con el suelo que disponemos en la proporción que nos resulte más conveniente.Para dar una estructura bien
suelta a ese suelo de almácigo se le puede agregar cualquier otro elemento, como arena incluso, es decir, cualquier elemento que
favorezca una aireación perfecta. Ya hemos visto que el “compost” podemos prepararlo nosotros mismos o sino adquirirlo en el
comercio, donde se vende con distintas marcas, producto de la fermentación de salicáceas (álamos, sauces), que pueden ser de
origen nacional o europeo.El “compost” debe aplicarse en la cantidad necesaria para conseguir un suelo bien suelto. El estiércol es
necesario en el almácigo y proporciona una estructura suelta; suministra elementos menores de los que puede carecer el suelo. El
estiércol de vaca o caballo se aplica a razón de 3 kg por cada m²; si es de ave u oveja, de 1 a 1.5 por cada m².

El almácigo debe ser provisto normalmente de agua; es decir, debe estar bien regado y aconsejamos que ese riego se efectúe en los
días lindos, a la mañana temprano y debe ser bien hecho, no una pequeña rociada superficial, sino que este bien regado, que la
humedad haya penetrado; luego se ventila para que a nivel del suelo, es decir a uno o dos milímetros de suelo, donde están
desarrollándose las plantitas del almácigo se sequen rápidamente, porque siempre tenemos el peligro del “dumping off”, enfermedad
producida por hongos y que atacan el cuello de cada una de las plantitas, por manchones y las destruye.

El desmalezado es también importante en el almácigo, porque como ustedes van a observar, las malezas se desarrollan rápidamente.
Nosotros aconsejamos que los almácigos se hagan en líneas separadas, en el caso del tomate, por ejemplo, 12 cm; en la cebolla 8 cm.
En esos lugares vamos a poder eliminar las malezas rápidamente, si nos fabricamos un pequeño “cortador de malezas” afilando bien
un alambre que lo doblamos, lo atamos bien a un cabito y con esto lo pasamos como una navajita sobre las malezas del almácigo y
rápidamente las eliminamos.

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