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Empecemos por un día de verano con brisa suave y fresca. Los caminos sin
pavimentación, las gaviotas en reposo y pequeñas caravanas de peregrinos se dirigen
hacia la santa ciudad: Jerusalén. Inesperadamente aparece en el escenario un joven
cabalgando un burro mientras niños, campesinos y gente humilde comienzan a
celebrar su llegada gritando: “Hosanna al hijo de David. ¡Bendito el que viene en el
nombre del Señor!” No fue una entrada triunfal, pero sí fue una entrada particular a la
ciudad de Dios. Al día siguiente Jesús se dirige al templo, al parecer, el día anterior vio
en él alguna profanidad. Preciso: hicieron de la casa de oración una guarida de
ladrones. Su corazón comenzó a palpitar aceleradamente. El celo por la casa de Dios le
consumía, entonces volcó las mesas, espantó las palomas, desató el ganado y expulsó a
los ladrones. Ese día fue fantástico. ¡Esta sí que es una entrada triunfal! Yo he llamado
ese acontecimiento como “la intolerancia de Jesús”. Grábense esto: hay intolerancias
que son perfectas.
Estamos en Mr. 12. Ahora leamos la parábola que va desde el vv. 1-8
«Un hombre plantó una viña; le puso una cerca, le cavó un lagar, levantó una
torre, y la arrendó a unos labradores. Luego se fue lejos. 2 A su debido tiempo,
envió un siervo a los labradores para que le entregaran la parte de lo que la viña
había producido. 3 Pero los labradores lo agarraron y lo golpearon, y lo
mandaron con las manos vacías. 4 Volvió a enviarles otro siervo, pero a éste lo
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El Hijo del Viñador
Ed. Ramírez Suaza, P.Th
Esta parábola la han titulado de dos maneras “amarillistas”, por decirlo de alguna
manera: 1. los labradores malvados, 2. los viñadores homicidas. Yo estoy en total
desacuerdo con estos títulos a las parábolas. Tengo que advertir que Jesús nunca le dio
un título a sus parábolas. Han sido los traductores quienes elaboraron esa tradición de
titular las parábolas del Señor. Pa´no desatinar con la tradición de titular de alguna
manera las parábolas, pues explicaré y diré el título que debe tener esta parábola. Me
parece que el personaje central de esta narración es el dueño de la viña y su hijo. Con
esto en mente, la parábola ha de llamarse: “El Hijo del Viñador”. Esta no es idea mía,
la leí en un artículo que no recuerdo cuál es ni quien es su autor. Pero siento que le
hace más justicia al evangelio, al significado de la parábola y a la parábola misma. ¡El
Hijo del Viñador!
Jesús se las echó prendidas… ellos lo saben. Ellos acaban de matar a Juan bautista,
mensajero de Dios. Ellos apedrearon los profetas. Ellos echaron a la cárcel los
mensajeros de Dios. Ellos se quieren adueñar de Israel y dejar a Dios sin pueblo.
Uno pensaría que Jesús está exagerando con la parábola al dibujar con las palabras
unos campesinos tan malvados, hasta homicidas fueron. Y sí, es exageración, también
ha sido realidad en la historia de Israel.
Aquí viene lo inaudito: “todavía quedaba uno a quien enviar”. ¡Qué exageración!
Acabaron con el staff del viñador. Mataron a todos los empleados del viñador. ¡Qué
masacre de por dios! Y dice el dueño de la viña: -les enviaré a mi hijo.- Cuando leí eso
pensé, -¿cómo se le ocurre? ¿A caso no tiene sentido común? ¡le van a matar el hijo
también!- Dicho y hecho, envió a su Hijo unigénito para recuperar su viña y los
labradores lo mataron y sin cristiana sepultura arrojaron el cadáver fuera de la viña.
Ahí termina la narración. Y uno se queda estupefacto. Caramba, mataron al Hijo del
Viñador.
Esta parábola tiene tanta vigencia, que inclusive me asombra. Los líderes de hoy
también se quieren adueñar de los pueblos de Dios. Los gobernantes se quieren
apoderar de las naciones para exprimirles los bolsillos. Líderes religiosos se adueñan
de las iglesias y las manipulan como si ellos fueran sus mesías, sus salvadores. Algunos
mandan hacer afiches grandes con su fotografía que todo feligrés debe portar. Algunas
comunidades en nombre de Dios obligan a sus asistentes a votar irracionalmente por
quienes ellos digan. No contentos con el dinero que exprimen a sus ovejas, ahora
quieren curules en el senado, en la representación de cámara para seguir alimentando
sus avaricias. Son labradores homicidas, malvados.
Sin compasión por el humilde, sin justicia frente a quienes son atropellados por el
violento y el malo, sin oportunidades justas de trabajo. Me hierve la sangre cuando
juegan con la esperanza del campesino regalando panela y arroz por un voto. Otros
regalan licuadoras, batidoras y baratijas como esas para que el humilde les de una
curul lucrativa. Yo me pregunto, ¿por qué no regalan ollas arroceras en el Poblado?
¿Por qué no regalan juegos de sartén en Laureles? Descarados que se adueñan de la
tierra del campesino, se burlan de las ilusiones del trabajador raso, ladrones que se
quedan con las pensiones del anciano y sustentan con impuestos como el IVA los más
grandes delincuentes del continente suramericano.
Matan nuestros líderes sociales. Asesinan a quienes reclaman el derecho de los pobres.
Desaparecen a quienes exigen justicia y reparación a las víctimas. Matan a los testigos
que pueden denunciar sus atrocidades.
Esta parábola la necesitan escuchar el senado de la república, la cámara de
representantes, el presidente de la nación, el alcalde de este pueblo, el gobernador de
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El Hijo del Viñador
Ed. Ramírez Suaza, P.Th
Ellos creen que esto se va a quedar así, y no. ¿Qué hará entonces el dueño de la viña?
Les invito a pensar en esto: ¿qué hará el dueño de la viña?
La última palabra no la tienen los labradores; la tiene el dueño de la viña.
El destino de mi amada Colombia no está en manos de los políticos, qué tal, está en
manos del dueño de la viña. Colombia es de Dios; de nadie más.
¡El dueño de la viña los matará!
Algunos malpensados dirán: -Dios tan violento.- No, si entienden bien el evangelio
podrán decir: ¡Dios tan justo!
Así responde Jesús a la pregunta: ¿con qué autoridad vuelcas las mesas del templo,
expulsas los cambistas, libera las palomas y desata el ganado?
La respuesta es extraordinaria: soy el Hijo del dueño del templo.
Estos líderes de Israel harán con Jesús tal cual escucharon de la parábola: mataron al
hijo. Y sí, lo hicieron.
No sin antes Jesús citarles otro pasaje de la Escritura, el Salmo 118.22-23: La piedra
que desecharon los constructores ha venido a ser la piedra angular. 11 ¡Esto lo ha
hecho el Señor, y a nuestros ojos es una maravilla!
Estas palabras, La piedra que desecharon los constructores ha venido a ser la piedra
angular, es un proverbio propio de la cultura hebrea. Surge del campo de la
construcción de muros o casas lujosas con piedras. A veces el constructor desechaba
una piedra por no servir en el muro ya sea por su tamaño, ángulo o cualquier otra
razón. Pero al terminar la obra esa piedra desechada servía para colocarla en el lugar
más visible y hermoso del edificio. Era una piedra cuya función consistía en brindar
belleza y contundencia a la construcción. Como si fuera “la cereza del pastel”.
En otras palabras, Jesús al citar el proverbio que aparece en el Salmo 118.22, acusó a
los líderes de Israel de menospreciar lo más valioso que ha acontecido en Israel: la
visita de Dios para salvación y redención. Pero Dios le ha dado a Jesús, el desechado de
los hombres, el lugar de más alto honor.