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El Hijo del Viñador

Ed. Ramírez Suaza, P.Th

Damas y caballeros, nos encontramos en vísperas de una de las celebraciones más


importantes de nuestra historia cristiana: la Pascua. Con Pascua nos estamos
refiriendo a los acontecimientos históricos que protagonizó el Hijo de Dios en la cruz
del calvario para salvación de los hombres y redención de la creación.
Con su capacidad de imaginar le invito a escuchar la narración de algunos aconteceres
de la última semana mesiánica de Jesús por Palestina. Insisto, trata de imaginar los
relatos que escucha.

Empecemos por un día de verano con brisa suave y fresca. Los caminos sin
pavimentación, las gaviotas en reposo y pequeñas caravanas de peregrinos se dirigen
hacia la santa ciudad: Jerusalén. Inesperadamente aparece en el escenario un joven
cabalgando un burro mientras niños, campesinos y gente humilde comienzan a
celebrar su llegada gritando: “Hosanna al hijo de David. ¡Bendito el que viene en el
nombre del Señor!” No fue una entrada triunfal, pero sí fue una entrada particular a la
ciudad de Dios. Al día siguiente Jesús se dirige al templo, al parecer, el día anterior vio
en él alguna profanidad. Preciso: hicieron de la casa de oración una guarida de
ladrones. Su corazón comenzó a palpitar aceleradamente. El celo por la casa de Dios le
consumía, entonces volcó las mesas, espantó las palomas, desató el ganado y expulsó a
los ladrones. Ese día fue fantástico. ¡Esta sí que es una entrada triunfal! Yo he llamado
ese acontecimiento como “la intolerancia de Jesús”. Grábense esto: hay intolerancias
que son perfectas.

Al día siguiente de esta manifestación intolerante de Jesús, los líderes de Israel se le


acercaron para preguntarle con qué autoridad hizo lo que hizo.
Esta es una pregunta chocante para el Galileo, no quiere responderles. Así que para
incomodar a los líderes de Israel les hace otra pregunta, que si ellos la responden
tendrán a cambio la respuesta del Nazareno. Esta es la pregunta que les hace Jesús: -
El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?- Si ellos responden que era del
cielo, quedan mal porque no le creyeron. Si responden que de los hombres, pues se
verían implicados en un problema muy serio con la opinión y reacción pública. Así que
sabiendo responder dicen a Jesús: -no sabemos-. Jesús entonces les dice, -yo tampoco
les respondo su pregunta.-
Inmediatamente después Jesús comienza a hablarles por parábolas, y creo que en
ellas, por lo menos en la primera de ellas, está la respuesta a la pregunta que le
hicieron: -¿con qué autoridad vuelcas las mesas, expulsas los cambistas y desatas el
ganado del templo?

Veamos a ver qué pasa.


Para esto abramos las Escrituras en S. Marcos 12. Leamos inicialmente el vv. 1: Jesús
comenzó a hablarles por medio de parábolas…
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El Hijo del Viñador
Ed. Ramírez Suaza, P.Th

En la narrativa de Marcos, este cap. 12 abre las puertas a la introducción de nuevos


acontecimientos, los más esperados en su evangelio: la pasión, muerte y resurrección
de Jesucristo. Y estas puertas literarias fueron elaboradas con la pasión y excelencia de
la parábola.
En términos básicos, un número significativo de las parábolas de Jesús clasifican como
cortas historias imaginarias que se confeccionaron con insumos básicos de la realidad
palestinense del siglo I; el campo, el quehacer campesino, la familia, el trabajo, la
política, las tragedias socioculturales; en fin. Algunas son irónicas y con buen sentido
del humor, como por ejemplo cuando dijo: -más fácil pasa un camello por el ojo de una
aguja que un rico al reino de los cielos…- Pues, exagerado. ¡Eso es! Algunas parábolas
sorprenden por su elemento exagerado. Por ejemplo, en la parábola del sembrador la
semilla tiene 3 fracasos consecutivos: la semilla del camino se la comen los pajarracos.
La semilla entre pedregales por ser superficial muere antes de tiempo y la semilla entre
los espinos es ahogada. ¡Qué suerte tan desgraciada la de ese sembrador! Este
elemento exagerado es cautivante en las narrativas imaginarias de Jesús. El elemento
sorpresa es de los mejores ingredientes que tienen las parábolas de nuestro Señor.
Nadie se esperaba que al hijo pródigo su padre lo perdonara e hiciera una fiesta por su
regreso. ¡Oh sorpresa! Nadie se esperaba que había un cuarto terreno en la parábola
del sembrador que daría por una semilla de trigo cien granos, otra 60 granos y otra 30
granos. ¡Oh sorpresa! Nadie se esperaba que al hombre asaltado, ultrajado, violentado
junto al camino que conecta a Jerusalén con Jericó un samaritano -de esos odiados por
los judíos- fuera el compasivo para con el agonizante tendido en el suelo. Es más, lo
llevó a una clínica y pagó los gastos. ¡Oh sorpresa!
Todas las parábolas de Jesús esconden un misterio. Jesús explica algunas parábolas, y
ese sí que ha sido un gran favor que nos hizo. Pero otras las dejó sin explicar… -ese es
un reclamo pendiente que la Iglesia le tiene al Señor- no las entendemos. Nos
atrevemos a despellejarlas tratando de descubrir cuál es el misterio de Dios en cada
una. Eso sí que ha sido un “rompecabezas”. Otra perlita para tener en cuenta de toda
parábola de Jesús: sin excepción alguna, las parábolas están basadas en las Escrituras
del AT. Y ya para finalizar: todas las parábolas de Jesús hacen referencia al reino de
Dios, a él mismo y a nuestras realidades en la experiencia de Dios que podemos
disfrutar.
Jesús comenzó a hablarles por medio de parábolas…

Estamos en Mr. 12. Ahora leamos la parábola que va desde el vv. 1-8
«Un hombre plantó una viña; le puso una cerca, le cavó un lagar, levantó una
torre, y la arrendó a unos labradores. Luego se fue lejos. 2 A su debido tiempo,
envió un siervo a los labradores para que le entregaran la parte de lo que la viña
había producido. 3 Pero los labradores lo agarraron y lo golpearon, y lo
mandaron con las manos vacías. 4 Volvió a enviarles otro siervo, pero a éste lo

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descalabraron y lo insultaron. 5 Volvió a enviar otro más, y a éste lo mataron.


Después mandó a muchos otros pero a unos los golpearon y a otros los mataron.
6 Todavía le quedaba uno a quien enviar, que era su hijo amado, y finalmente lo
envió a ellos, pues pensó: “A mi hijo lo respetarán.” 7 Pero aquellos labradores
se dijeron unos a otros: “Éste es el heredero. Vamos a matarlo, y la herencia será
nuestra.” 8 Y lo agarraron y lo mataron, y luego arrojaron su cuerpo fuera de la
viña.

Esta parábola la han titulado de dos maneras “amarillistas”, por decirlo de alguna
manera: 1. los labradores malvados, 2. los viñadores homicidas. Yo estoy en total
desacuerdo con estos títulos a las parábolas. Tengo que advertir que Jesús nunca le dio
un título a sus parábolas. Han sido los traductores quienes elaboraron esa tradición de
titular las parábolas del Señor. Pa´no desatinar con la tradición de titular de alguna
manera las parábolas, pues explicaré y diré el título que debe tener esta parábola. Me
parece que el personaje central de esta narración es el dueño de la viña y su hijo. Con
esto en mente, la parábola ha de llamarse: “El Hijo del Viñador”. Esta no es idea mía,
la leí en un artículo que no recuerdo cuál es ni quien es su autor. Pero siento que le
hace más justicia al evangelio, al significado de la parábola y a la parábola misma. ¡El
Hijo del Viñador!

Cuando Jesús empieza a narrar la parábola, pronunció estas palabras: Un hombre


plantó una viña; le puso una cerca, le cavó un lagar, levantó una torre… Recordemos
que Jesús contó esta parábola a los líderes de Israel que están cuestionando su
autoridad. Ellos, los líderes de Israel, conocen las Escrituras y saben muy bien que
igualito comienza un canto profético en el libro de Isaías. Sí señores, Is. 5.1-2: Mi
amado tenía una viña en una ladera fértil. 2 La cercó y la despejó de piedras, y luego
plantó en ella vides escogidas; en medio del campo levantó una torre, y además
construyó un lagar. Los líderes de Israel no titubean para caer en la cuenta
inmediatamente que este es el canto de Isaías. Saben que el dueño de la viña es Dios.
Que la viña es la casa de Israel. Que Dios ha cuidado de ella al cercarla, plantarla, cavar
el lagar, levantar la torre… Todas estas son expresiones del cuidado de Dios por su
pueblo. Hasta aquí la cosa va bien y hasta muy bíblico nos resultó Jesús.
El dueño de la viña la rentó a unos labradores. Llegado el tiempo de cosechas y
comercialización del vino, mandó un mensajero para recoger el dinero de la renta;
pero los labradores lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías. Imagino que en
ese instante el semblante de los líderes de Israel cambió. Para todos ellos el lenguaje
fue claro: ellos martirizaron a los profetas, mensajeros de Dios. Siguió narrando Jesús:
El dueño de la viña envió a otro mensajero para reclamar el arriendo, pero los
labradores lo descalabraron y lo insultaron. El dueño de la viña envió más mensajeros
que los labradores mataron. Los líderes de Israel se identificaron en la parábola de
Jesús. Cayeron en la cuenta que ellos son los labradores en el cuento de Jesús. Que
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Jesús se las echó prendidas… ellos lo saben. Ellos acaban de matar a Juan bautista,
mensajero de Dios. Ellos apedrearon los profetas. Ellos echaron a la cárcel los
mensajeros de Dios. Ellos se quieren adueñar de Israel y dejar a Dios sin pueblo.

Uno pensaría que Jesús está exagerando con la parábola al dibujar con las palabras
unos campesinos tan malvados, hasta homicidas fueron. Y sí, es exageración, también
ha sido realidad en la historia de Israel.
Aquí viene lo inaudito: “todavía quedaba uno a quien enviar”. ¡Qué exageración!
Acabaron con el staff del viñador. Mataron a todos los empleados del viñador. ¡Qué
masacre de por dios! Y dice el dueño de la viña: -les enviaré a mi hijo.- Cuando leí eso
pensé, -¿cómo se le ocurre? ¿A caso no tiene sentido común? ¡le van a matar el hijo
también!- Dicho y hecho, envió a su Hijo unigénito para recuperar su viña y los
labradores lo mataron y sin cristiana sepultura arrojaron el cadáver fuera de la viña.

Ahí termina la narración. Y uno se queda estupefacto. Caramba, mataron al Hijo del
Viñador.

Esta parábola tiene tanta vigencia, que inclusive me asombra. Los líderes de hoy
también se quieren adueñar de los pueblos de Dios. Los gobernantes se quieren
apoderar de las naciones para exprimirles los bolsillos. Líderes religiosos se adueñan
de las iglesias y las manipulan como si ellos fueran sus mesías, sus salvadores. Algunos
mandan hacer afiches grandes con su fotografía que todo feligrés debe portar. Algunas
comunidades en nombre de Dios obligan a sus asistentes a votar irracionalmente por
quienes ellos digan. No contentos con el dinero que exprimen a sus ovejas, ahora
quieren curules en el senado, en la representación de cámara para seguir alimentando
sus avaricias. Son labradores homicidas, malvados.
Sin compasión por el humilde, sin justicia frente a quienes son atropellados por el
violento y el malo, sin oportunidades justas de trabajo. Me hierve la sangre cuando
juegan con la esperanza del campesino regalando panela y arroz por un voto. Otros
regalan licuadoras, batidoras y baratijas como esas para que el humilde les de una
curul lucrativa. Yo me pregunto, ¿por qué no regalan ollas arroceras en el Poblado?
¿Por qué no regalan juegos de sartén en Laureles? Descarados que se adueñan de la
tierra del campesino, se burlan de las ilusiones del trabajador raso, ladrones que se
quedan con las pensiones del anciano y sustentan con impuestos como el IVA los más
grandes delincuentes del continente suramericano.
Matan nuestros líderes sociales. Asesinan a quienes reclaman el derecho de los pobres.
Desaparecen a quienes exigen justicia y reparación a las víctimas. Matan a los testigos
que pueden denunciar sus atrocidades.
Esta parábola la necesitan escuchar el senado de la república, la cámara de
representantes, el presidente de la nación, el alcalde de este pueblo, el gobernador de
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Antioquia, el alcalde de Medellín. Colombia es de Dios, no de ellos. Colombia es de


Cristo, no de un partido político. Antioquia pertenece a Jesús, no a un grupo terrorista.
Medellín es de Cristo, no de unos cuantos malhechores. Caldas es de Jesús, no unos
cuantos manipuladores.

Ellos creen que esto se va a quedar así, y no. ¿Qué hará entonces el dueño de la viña?
Les invito a pensar en esto: ¿qué hará el dueño de la viña?
La última palabra no la tienen los labradores; la tiene el dueño de la viña.
El destino de mi amada Colombia no está en manos de los políticos, qué tal, está en
manos del dueño de la viña. Colombia es de Dios; de nadie más.
¡El dueño de la viña los matará!
Algunos malpensados dirán: -Dios tan violento.- No, si entienden bien el evangelio
podrán decir: ¡Dios tan justo!

Así responde Jesús a la pregunta: ¿con qué autoridad vuelcas las mesas del templo,
expulsas los cambistas, libera las palomas y desata el ganado?
La respuesta es extraordinaria: soy el Hijo del dueño del templo.

Estos líderes de Israel harán con Jesús tal cual escucharon de la parábola: mataron al
hijo. Y sí, lo hicieron.
No sin antes Jesús citarles otro pasaje de la Escritura, el Salmo 118.22-23: La piedra
que desecharon los constructores ha venido a ser la piedra angular. 11 ¡Esto lo ha
hecho el Señor, y a nuestros ojos es una maravilla!
Estas palabras, La piedra que desecharon los constructores ha venido a ser la piedra
angular, es un proverbio propio de la cultura hebrea. Surge del campo de la
construcción de muros o casas lujosas con piedras. A veces el constructor desechaba
una piedra por no servir en el muro ya sea por su tamaño, ángulo o cualquier otra
razón. Pero al terminar la obra esa piedra desechada servía para colocarla en el lugar
más visible y hermoso del edificio. Era una piedra cuya función consistía en brindar
belleza y contundencia a la construcción. Como si fuera “la cereza del pastel”.
En otras palabras, Jesús al citar el proverbio que aparece en el Salmo 118.22, acusó a
los líderes de Israel de menospreciar lo más valioso que ha acontecido en Israel: la
visita de Dios para salvación y redención. Pero Dios le ha dado a Jesús, el desechado de
los hombres, el lugar de más alto honor.

Dios ha experimentado una de las cosas que jamás podremos comprender ni


experimentar: que su propia creación lo deseche. Dios vino hasta nosotros para
abrazarnos con perdón, salvación, redención… pero fue desechado por nosotros.
Esta mañana es una oportunidad maravillosa para volver el rostro a Dios y dejarnos
abrazar por el Hijo del Viñador.
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Lo que él ha hecho maravilla nuestros ojos: su muerte en la cruz. Su triunfo sobre el


pecado y la muerte. Su victoria sobre las tinieblas. Su amor para con todos nosotros. El
haber abierto la puerta a la vida eterna y nos ha invitado a entrar por ella.

Abrazando la cruz de Cristo somos administradores, no dueños. Somos mensajeros del


dueño de la viña, no asesinos. Somos piedras vivas con las cuales el Señor va
edificando la Iglesia, no personas que menosprecian a los demás como si fueran
inferiores en especie. Qué sabe uno, a lo mejor, Dios le dé un lugar de honor a quienes
yo menosprecie.
Nunca menospreciemos a Jesús ni a quienes son imagen y semejanza de Jesús.

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