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de la j, no ofrece dificultad cuando precede a las vocales a, o y u. Las dudas surgen cuando el
sonido g/j precede a e o a i.
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PERSONAL.- En la oración personal se habla con Dios como en la conversación que se tiene con un
amigo, sabiéndolo presente, siempre atento a lo que decimos, oyéndonos y contestando. Es en esta
conversación íntima, como la que ahora intentamos mantener con Dios, donde abrimos nuestra alma al
Señor, para adorar, dar gracias, pedirle ayuda, para profundizar –como los apóstoles– en las enseñanzas
divinas. “Me has escrito: ‘orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?’ -¿De qué? De él, de ti: alegrías,
tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de
gracias y peticiones: y Amor y desagravio”. “En dos palabras: conocerle y conocerte: ‘¡tratarse’”
COMUNITARIA.- La oración comunitaria es una parte importante de la vida de la iglesia, junto con la
adoración, la sana doctrina, la comunión y el compañerismo. La iglesia primitiva se reunía regularmente
para aprender la doctrina de los apóstoles, partir el pan y orar juntos (Hechos 2:42), comenzando
inmediatamente después de la resurrección de Jesucristo (Hechos 1:14) y continuando hasta este día.
Cuando oramos junto con otros creyentes, los efectos pueden ser muy positivos. La oración comunitaria
nos edifica y unifica mientras compartimos nuestra fe común. El mismo Espíritu Santo que habita dentro
de cada creyente provoca que nuestros corazones se regocijen mientras oímos las alabanzas a nuestro
Señor y Salvador, entrelazándolos juntos en un lazo único de compañerismo que no encontramos en
ningún otro lugar en la vida.
INTERCESORA.- Muy sencillo, la oración intercesora es el acto de orar en favor de otros. El papel del
mediador en la oración era común en el Antiguo Testamento (como con Abraham, Moisés, David, Samuel,
Ezequías, Elías, Jeremías, Ezequiel y Daniel). Pero Cristo es señalado en el Nuevo Testamento como el
intercesor fundamental: y es por ello que toda la oración cristiana se convierte en intercesora, puesto que
es ofrecida a Dios por y a través de Cristo. Jesús cerró la brecha entre Dios y nosotros cuando Él murió
en la cruz. Él fue el más grande mediador (intercesor) que haya existido. Por esta causa, ahora podemos
interceder en oración a favor de otros cristianos, o por los perdidos, pidiendo a Dios que les conceda
arrepentirse de acuerdo a Su voluntad. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre.” (1 Timoteo 2:5). “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más
aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros.” (Romanos 8:34).
Un maravilloso modelo de oración intercesora se encuentra en Daniel 9, mientras oraba por su pueblo
quien se había alejado de Dios. Tiene todos los elementos de una verdadera oración intercesora. Es en
respuesta a la Palabra (v.2); caracterizada por el fervor (v.3) y la auto-negación (v.4); identificándose sin
egoísmo con el pueblo de Dios (v.5); e intensificada por la confesión (v.5-15); dependiente del carácter de
Dios (vv. 4,7,9,15); y teniendo como meta la gloria de Dios (vv.16-19). Como Daniel, los cristianos
debemos venir ante Dios intercediendo por otros con un corazón contrito y una actitud de arrepentimiento,
reconociendo nuestra propia insignificancia y con el sentido de auto-negación. Daniel no fue y dijo, “Tengo
el derecho de demandar esto de Ti, Dios, porque yo soy uno de tus especialmente elegidos intercesores.”
El fue y dijo, “Soy un pecador,” y en efecto, él dice, “No tengo el derecho de demandar nada.” La
verdadera oración intercesora, busca no sólo conocer la voluntad de Dios y ver que se cumpla, sino verla
cumplida, sin importar si nos beneficia y sin importar lo que nos cueste. Se busca la gloria de Dios, no la
nuestra.
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así
en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como
nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal
(Mateo 6:9-13)
Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos
nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en
tentación. (Lucas 11:2-4)
DEFINICION
El título de Padre Nuestro o Padrenuestro proviene del latín Pater Noster y es el nombre de una oración
cristiana dada a conocer por Jesús de Nazaret, según relatan los evangelios de Mateo y de Lucas. Entre
ambos autores existen diferencias entre la descripción de las circunstancias y también en el estilo
del texto de la oración, de lo cual derivan las diferentes versiones existentes en distintas confesiones
cristianas.
El Padrenuestro está considerado como la oración cristiana común por excelencia por las confesiones
mayoritarias: para los católicos es el resumen de la doctrina cristiana, para los protestantes es
el modelo de oración cristiana y, según los ortodoxos, es la oración perfecta.
Existe un paralelismo que relaciona el Padrenuestro cristiano con alguna oración judía e incluso en alguna
islámica, lo cual comprobaremos más adelante en este mismo estudio. No debemos olvidar que Jesús de
Nazaret estuvo inmerso en las tradiciones litúrgicas de la religión judía, en las cuales se desarrolló
inicialmente el cristianismo.
LA ORACIÓN del padrenuestro, que pronunció Jesucristo en el Sermón del Monte, se
halla en la Biblia en el capítulo 6 de Mateo, versículos 9 a 13. A modo de preámbulo,
Jesús dijo: “Al orar, no digas las mismas cosas repetidas veces, así como la gente de
las naciones, porque ellos se imaginan que por su uso de muchas palabras se harán
oír” (Mateo 6:7).
Está claro, pues, que Jesús no pretendía que el padrenuestro se recitara palabra por
palabra. Es cierto que más tarde volvió a pronunciar esta oración para el beneficio de
otras personas (Lucas 11:2-4). Sin embargo, las expresiones que empleó en ambas
oraciones no son exactamente iguales en los relatos evangélicos de Mateo y Lucas.
Además, ni Jesús ni sus discípulos se ciñeron rígidamente a las palabras del
padrenuestro en sus oraciones posteriores.