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Pena de muerte, ¿cuándo el remedio es peor que la enfermedad?

Presentación

La pena de muerte o capital, es cuando el estado de un país le provoca la muerte


a un condenado como castigo por un delito capital, dependiendo del país, esta
clase de delitos puede variar, en Arabia Saudita son los actos homosexuales, robo
de bancos, violaciones, blasfemia y brujería, mientras en Estados Unidos es el
espionaje, el genocidio, asesinato durante un secuestro, terrorismo y 35 más. Los
métodos varían desde inyección letal en el occidente y lapidación, fusilamiento,
decapitación en el oriente. Este medida sólo está considerada en Estados Unidos,
países del Caribe, Bielorrusia, China, India, Irán, Indonesia, Japón, Egipto, Corea
del Norte, Etiopía y Sudán. Esta medida es una herramienta completamente
arcaica, la cual debe ser dejada en el pasado y abolida en los países ya
mencionados, ya que no es la forma adecuada para castigar a criminales. El
mundo evolucionó y junto con esto la penalización de crímenes también debería.

Argumentos
Mucha controversia existe en torno a este castigo, ya que se dice que viola la
Declaración Universal de Derechos Humanos, la cual estipula la ilegalidad de
matar a alguien como castigo. Con toda esta información recopilada, no me queda
otra cosa que pensar, ¿a quién se le ocurrió tal contradictoria forma de hacer
pagar a alguien?. La ejecución es un premio, una liberación, para alguien
malicioso y sin una pizca de humanidad en su cuerpo. Entiendo que la víctima o
sus familiares quieran hacer pagar a quien arruinó sus vidas, con la muerte, pero
esta no es la manera, partiendo por el hecho de que en ese caso se quiere
venganza, no justicia. El ojo por ojo pertenece a la naturaleza humana y el instinto,
si el crimen pertenece a la naturaleza humana, la ley no pretende imitarla, sino
corregirla. Cierto es que se debe exigir menos posibilidad de que el delincuente
salga de la cárcel y más estrictez en las condenas.

Las personas que están a favor de esta medida exclaman que con esto se logra
reducir los delitos, lo cual no tiene pruebas fehacientes de que eso realmente
funcione. Veamos como ejemplo de esto a Europa, la mayoría de sus países
excepto Bielorrusia no permiten la legalidad de la pena capital, y contrario a lo que
se podría pensar, las tasas de criminalidad han disminuido desde la abolición de
esta medida. Otro caso es Costa Rica, donde la ejecución si es legal, y los delitos
han ido en aumento con el paso del tiempo, lo que nos demuestra el nulo efecto
que tiene la pena de muerte sobre los criminales.

La discriminación racial también entra en juego aquí: la mayoría de los asesinatos


cometidos en Estados Unidos tiene como protagonistas a asesinos y víctimas de
la misma raza. Sin embargo, casi 200 negros han sido ejecutados por asesinar a
víctimas blancas: una cifra 15 veces superior a la del número de blancos
ajusticiados por matar a negros, y al menos 2 veces más alta que la de negros
condenados por matar a otros negros. Los negros suman un 12 por ciento de la
población, y sin embargo constituyen más del 40 por ciento de los condenados a
muerte, y uno de cada tres ejecutados es negro. Estados Unidos pronto ejecutará
al que se convertirá en el negro número 300 muerto a manos del Estado desde
1977. Al menos uno de cada cinco negros ejecutados desde 1977, y uno de cada
cuatro negros ejecutados por matar a blancos, fueron juzgados por jurados
compuestos exclusivamente por blancos. ¿Qué probabilidades hay de que esto
suceda sin que intervengan motivos discriminatorios?".

La pena de muerte también puede ser utilizada para controlar masas, en países
con regímenes autoritarios, como en el caso de Corea del Norte, donde cualquier
persona que llame internacionalmente a alguien, no demuestre suficiente pena
con la muerte de alguna figura política importante o incluso utilice internet es
merecedora de la ejecución instantánea. La gente de ese país vive adoctrinada
para pensar y ser iguales, por miedo a perder la vida.

En algunos países la ejecución también se utiliza para castigar “delitos terribles”,


la apostasía (renuncia que hace una persona de sus creencias religiosas o
políticas y abandono de su religión o del partido político al que pertenecía), o la ya
mencionada homosexualidad, la cual no merece ser razón para dar muerte a
alguien, sino que debería considerarse algo totalmente normal, lastimosamente los
líderes de Arabia Saudita, Irán e India no consideran lo mismo. Todos estos
“crímenes” no merecen ser razones para quitarle la vida a alguien, ya que vivimos
en un mundo libre, en el que todos tienen derecho a tener preferencias políticas,
sexuales o religiosas sin tener que ser castigados por aquello.

A esto cabe agregar la evidente posibilidad de condenar a un inocente (4,1% de


las ejecuciones desde 1971 en Estados Unidos han sido realizadas a inocentes)
como fue el caso de Troy Davis, un afroamericano el cual fue acusado de matar a
Mark MacPhil, un policía blanco, en una fiesta en el barrio de Cloverdale,
Savannah. Luego de su muerte el 21 de septiembre de 2011, 7 de los 9 supuestos
testigos claves denunciaron haber sido presionados por la policía para acusar a
Davis, además de que nunca se encontró el arma homicida y la investigación
careció de pruebas sólidas. Lo cual demuestra la facilidad con que alguien puede
ser acusado falsamente y pagar con su vida aquello.

Conclusión

Con todo esto dicho, no creo que nos quepa duda de que es lo correcto: hacer
mucho más estrictas las condenas, investigar el crimen a fondo para no castigar a
un inocente y luchar por abolir la pena de muerte en los países en los que aún
sigue vigente.
Cierto es que un criminal debe pagar por cualquiera sea el delito cometido, pero la
pena de muerte liberaría al perverso de el crimen, violaría los derechos humanos y
no cumpliría ningún efecto preventorio en la sociedad. Pero siempre que se
establezca un juicio justo, sin discriminación y con las pruebas necesarias para
demostrar la culpabilidad de alguien

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