Sei sulla pagina 1di 6

Relación entre la Ficción y la Historia 1

Nilda María Flawia de Fernández

La relación entre ficción e historia es más compleja de lo


que jamás pueda decirse.

Paul Ricoeur

Es innegable la estrecha relación que podemos observar entre la Ficción y la Historia,


si consideramos sobre todo el problema de su organización discursiva. Sin intentar hacer
aquí una historia de estas relaciones o de sus estrategias quiero traer a la memoria sólo
algunos aspectos, que considero significativos para el tratamiento y mejor comprensión
de la narrativa de Daniel Moyano.
Historia y Ficción comparten la circunstancia de ser relato, de tener su esencia en el
discurso. Al organizar la «realidad», «los acontecimientos» pre-textuales sin duda alguna,
se lo hace extrayéndoles un primer sentido, que los relacione y permita encontrarles la
coherencia ya sea en el nivel superficial o en el profundo. Elimina de esa forma la mera
enumeración. Esa «puesta en intriga»2 hace posible la marcha del relato, su desarrollo
desde un acontecimiento o situación inicial a una final. Es decir, entre los acontecimientos
o lo que llamo «realidad» y el relato está el discurso, la escritura que mediatiza, otorga
sentido e implica la tarea previa de selección, organización y modificación, por un lado
y por otro, un pacto de lectura entre el autor y el receptor que elimina el problema de la
verdad o verosimilitud. Lo primero no es pertinente en el discurso ficticio que se mueve
en el mundo de lo posible, mientras que la Historia, en el de lo acaecido.
Al poner en relación la Historia y la Ficción, el discurso se complejiza, se advierte
la ambigüedad que la Ficción expande, por un lado, hacia los sentidos posibles del
mensaje por sus múltiples focalizaciones y por otro hacia la relación Destinador-
Destinatario por la no correferencialidad entre el discurso del autor y del narrador. Es
decir, el relato ficcional permite observar siempre el desdoblamiento del narrador y a su
vez, el surgimiento del texto como un espacio de confrontación de voces, de discursos y
de ideologías. La diferencia se advierte en que un autor intenta un texto verídico como
puede ser el caso del ensayo mientras el narrador, por su parte, construye un espacio
ficcional que mediatiza su mensaje sin necesidad de que esta mediatización tenga como
garantía la verdad del autor. De esa forma, el relato ficcional maneja multitud de
estrategias que no siempre puede hacer el historiador como por ejemplo la superposición
de planos, voces, tiempos, etc.
En el caso de la Historia, Destinador y Destinatario tienden a desaparecer en bien de
una mayor objetividad. En el relato ficcional el Tú-Destinatario, en general no es explícito
pero siempre está implicado en el contrato de lectura, desde la organización misma del
mensaje como proceso dinámico que alcanza su sentido final en la confrontación del
discurso enunciador con el del receptor3.
Es en esta relación donde se puede observar, quizá más claramente, una de las
múltiples diferencias entre Historia y Ficción. En primer lugar, por lo dicho sobre la
importancia de la relación Destinador-Destinatario, y en segundo lugar, por el
permanente desdoblamiento del «Yo» narrador, que de autor real, protagonista o testigo
de acontecimientos se convierte en el enunciador narrador que mediatiza su experiencia
en el discurso y lo expone a permanentes confrontaciones con otros discursos textuales.
El texto ficcional, entonces, pierde su unicidad superficial al troquelarse tiempos y
voz narradora pero gana en densidad y plurivocidad en el mensaje. El objeto textual, al
ser enfocado desde una multiplicidad de aristas permite una mejor comprensión de sí y
de la realidad que lo origina.
A partir de lo ficcional se accede de diferente forma al conocimiento de la realidad
ya que no interesa el documento frío o meramente enunciativo para poner la atención
desde la interioridad misma del objeto, en la visión que de él tienen multitud de anónimos
personajes, en el rescate de su «tempo», en la relación de hechos no significativos desde
la óptica del poder pero relevantes para el individuo y que devienen en simbólicos. Es
una forma de complementar el discurso histórico al ofrecer muchas veces, el reverso de
la historia oficial.
Es decir, la Ficción toma como pre-texto el acontecimiento puntual, un determinado
período pero lo mediatiza en el relato y le otorga múltiples sentidos que contribuyen a su
configuración, a la comprensión e interpretación de una época. Es lo que ocurre en la
actual narrativa argentina que deja de lado la novela histórica tradicional para adentrarse
por nuevos caminos en la desmitificación y desenmascaramiento de la sociedad y es
asimismo el caso de Daniel Moyano quien no necesita apelar al documento oficial de
datos y fechas concretas para otorgar a sus relatos el estatuto interpretativo de veinte años
de gobiernos autoritarios, de exilios culturales que culminan en el exilio político, físico,
en la pérdida de la identidad, de la tierra, del lenguaje.
Ficción e Historia se funden en su discurso de forma tal que la Historia es la materia,
el conocimiento objeto de interpretación de la Ficción. No se traduce esto en la
reconstrucción arqueológica de una época, sino en un consciente alejamiento de los
modelos de la novela realista. Hay un afán por «poner en intriga» aspectos de la realidad
socio-político-culturales considerados claves para el conocimiento e interpretación de las
últimas décadas del país. Estos hechos, puntuales e individuales trascienden lo anecdótico
para devenir en simbólicos y golpear al receptor con mayor efecto, justamente porque
golpea su condición esencial: la de la libertad.
El discurso de Daniel Moyano se constituye como espacio de búsqueda de la palabra,
de su sentido y de la memoria. Es el espacio en el que se confronta a partir de un presente
el pasado y el futuro, la necesidad de la memoria y de la esperanza. El texto es así el
punto de convergencia de diferentes espacios y tiempos, es el discurso en el cual el «Yo»
enunciativo se toma a sí mismo como sujeto y objeto, puede desdoblar la mirada para
poner en acto la escritura, receptáculo de la memoria y ser al mismo tiempo sujeto, testigo
y contemplador reflexivo de una época.
El texto convoca pues las estrategias literarias que funcionan como marcas
defensivas que permiten una escritura que es una forma de exorcizar el pasado ya
que «evitando hablar de ellos no vamos a suprimir su realidad. Existe, y ocultarlos es la
peor manera de perdernos, seríamos cómplices de ellos en nuestra propia destrucción»4.
El pasado queda fijado casi de manera ideal frente al caos de la realidad presente, a
los profundos cambios que implican también para el sujeto el exilio pero a la vez es la
fuerza que da sentido al sacrificio que supone lograr su libertad física y sobre todo, de
pensamiento.
El espacio discursivo a medida que es construido va perfilando la voz y la mirada de
quien lo escribe a la vez que enlaza el acontecimiento histórico a lo subjetivo. De esa
manera, el discurso histórico fundamenta y explica lo textual y se une a él mediante la
versión del hombre protagonista, de su propia historia anónima, individual y de su
interpretación de los sucesos. La Historia es así un eje isotópico del relato que accede a
la superficie textual en una sucesión no organizada de fragmentos engarzados a lo
personal.
La enunciación mediante la simulación y el ocultamiento5 desenmascara una
sociedad sometida a la arbitrariedad e injusticias del desmedido autoritarismo. Son
formas que permiten que el sentido profundo del mensaje quede con mayor fuerza en el
receptor. Valga el siguiente ejemplo. «No es la primera vez que vienen... Llegan de noche
mezclando su percusión, sus ruidos, a los ruidos de la vida... Hay ruidos detrás, dicen;
como respiraciones a destiempo, como percusiones... En las calles y en las fábricas cada
habitante tapa su sonido... En el silencio colectivo salen claros los ruidos. Lo que parecía
una respiración muy fuerte es una percusión arrítmica... Entonces llegan unas patrullas
parlantes que recorren la ciudad dando gritos, día y noche sincrónicas las patrullas según
las necesidades aparecen ululando, doblando en las esquinas como si se las llevara el
viento, corriendo a disimular los ruidos en los barrios, corriendo y ladrando como grandes
perros negros para que no se escuche la radio...»6.
Simulación porque no utiliza formas léxicas propias del ámbito del poder. Transmite
el mensaje mediante «percusiones», «ritmos», «ruidos», vocablos propios de la música
pero que unidos a otros como «patrullas», «ululando», evidencian muy fuertemente el
clima de terror, miedo, tortura. Por su parte la oposición entre los «ruidos de la vida» y
los «ruidos de las patrullas» no hacen sino acentuar una oposición mayor: vida-muerte;
sonidos armónicos, risas-sufrimiento, dolor. En el comienzo, a su vez, el narrador se
oculta tras una forma impersonal «dicen» o «los hualacateños» pero su sentimiento hacia
este tipo de situaciones lo traiciona y se incluye de pronto en esa enunciación «De noche
no podemos dormir».
Los diferentes sujetos de estos espacios, ya sean Ismael, Víctor, Rolando, Nabu, etc.
no pueden pues dar cuenta de los sucesos cronológicos completos, totales; por el
contrario, sólo advierten aspectos de los acontecimientos que se presentan de manera
troquelada. El sentido debe ser reconstruido a partir de sus versiones o vivencias
individuales. No pueden asumir la totalidad, sin embargo la reflejan en su caoticidad.
El momento histórico es recuperado entonces por los fragmentos que el desarrollo
discursivo propone y sobre todo confronta una versión que impone un orden desde arriba,
autoritariamente y que es la causa del exilio con una versión individual que al mismo
tiempo involucra a la sociedad toda. Por ello el texto es el límite entre el vacío que implica
el viaje obligado y el vacío que como ser social deja. Hay así una doble ruptura: la
individual y la histórico-social.
La conservación de la memoria que los personajes en mayor o menor medida
afrontan con ahínco es entonces un acto de resistencia y el discurso biográfico es la
memoria de la historia, una de sus estrategias, de lo que no debe ser olvidado para que no
se repita. Es decir, la biografía propone de manera metonímica la representación de la
Historia y la relación del presente con el pasado inmediato y cuya función referencial
para nada es mimética o testimonial sino que cada uno de los discursos que la atraviesan
proponen diferentes lecturas de la realidad en un afán de profundización interpretativa.
Más que reconstrucción de episodios, importa el conocimiento quizá como por primera
vez lo hace Sarmiento, de las causas morales que llevaron a la sociedad a ese estadio de
barbarie.
El texto enlaza la Ficción y la Historia al poner en relación una vida anónima con
ciertos sucesos (censura, cárcel, exilio, etc.) vistos desde la versión individual. La función
referencial no es por lo tanto mimética, sino que el texto se forma mediante el
entrecruzamiento de multitud de discursos que al perder su ambigüedad se cargan de
nuevos significados.
Se oponen versiones, miradas, lecturas de la realidad que de pronto ha devenido
extraña, incomprensible, falta de sentido.
En ese caos que genera sentimientos de incomunicación, soledad, el discurso de
Moyano «pone en intriga» la búsqueda de sí mismo, del otro, del cosmos espiritual y
social. De esa forma, el mundo se le manifiesta como un orbe cerrado en el que imperan
la violencia y el poder ejercido compulsivamente. A partir de allí, el conocimiento que
constituye la esencia de su mensaje se estructurará mediante estrategias como la
superposición temporal, la ruptura de la cronología en bien del tiempo personal y del
mítico, la permanente vuelta a la infancia y a la adolescencia, imágenes del paraíso
perdido que se constituyen en constantes de sus relatos.
Reconstruir el lenguaje de la historia anónima, contestataria será el objeto de su
discurso, reconstrucción que entraña no la duplicación sino el trasladarla al lenguaje, re-
crearla, es decir, ponerla en escritura.
El hombre, para Moyano, permanente exiliado de su realidad, busca en la palabra la
forma de explicarse, de asumirse, de presevar sus raíces y es por lo tanto el eje de
desarrollo textual. Al tematizar el problema de la identidad hay en el texto un proceso de
desdoblamiento por parte del narrador que deviene en la mirada del «otro». Por lo tanto
las estrategias que el narrador convoca: cartas, diarios de otros, recuerdos del pasado,
guiones de títeres, la mirada en el espejo, que a sus personajes tanto les cuesta enfrentar
-pensemos en Víctor, protagonista de El oscuro o Rolando en Libro... por ejemplo- son
todas formas de la mirada necesaria del «otro» que los completa. Son las formas de
constituir la identidad.
El viaje sentido como una necesidad por sus personajes, ya sea dentro de la misma
ciudad -Víctor- hacia ciudades diferentes pero aledañas -Ismael- a ciudades mucho más
grandes -Triclinio- o hacia extranjeras -Rolando- adquiere así una doble carga semántica
porque significa un verdadero traslado físico, como interior, psicológico. Refieren
simbólicamente problemas de orden individual y social. En ambos la marginación y la
incomunicación, el caos serán los estadios iniciales del conocimiento, la adquisición de
sí, la aceptación y el recuerdo. En los textos de Moyano el viaje es una estrategia
recurrente que lleva al receptor a la comprensión del papel del intelectual en una sociedad
caótica.
Una vez más es evidente para el lector, la oposición entre el poder y el arte. Uno es
la carencia y el vacío de libertad, de armonía y del sentido de la vida; el otro es la vida.
La literatura, la pintura, la música son las formas del cosmos en el caos y al mismo
tiempo traslucen una sociedad dentro de otra. La una ruidosa, violenta, falta de vida a
pesar de las risas estridentes, el movimiento y las luces; la otra, aparentemente marginada,
creadora, buscadora incansable de la verdad. En este sentido el mensaje de Moyano se
inscribe en la órbita del de Mallea al mostrar un país escindido; uno aparencial; otro,
esencial; uno pleno de ruidos; el otro, silencioso pero no dominado.
El arte crea y a la vez purifica, como en el caso de El trino del diablo. Triclinio como
Hamelín, el flautista, puede con la música acabar con la tortura y su cacofonía. Rolando,
por su parte, en Libro... con la escritura, puede dar vida tanto a su pasado como a su futuro
mientras el pintor pone en su cuadro detrás de una sombrilla, hasta hacerlos desaparecer
a los horrores del exceso de poder. La selección textual de determinadas figuras también
se explican en este contexto como por ejemplo la de San Francisco Solano, no sólo por
el papel religioso sino por el de artista para calmar con su violín los bajos instintos o la
de Hamelín y su flauta mágica.
El arte crea, exorciza, sublima; es decir, otorga sentido a la vida, saca al hombre del
laberinto de la incomunicación.
El discurso de Moyano evidencia de esta forma un verdadero entrecruzamiento
intertextual en su dinámica producción. Mediante el proceso textual elabora respuestas
que se constituyen en explicaciones ideológicas del referente histórico. Por lo tanto, su
enunciación se nutre tanto de los tiempos de su ficción como del diacronismo del
transcurrir histórico. Es, a la manera del ensayo, una profunda meditación sobre la
conformación social y política del país y sobre los valores de la sociedad argentina,
situación a la que contribuyó una lectura única de la Historia y a una manera de
transmitirla sin saludables cuestionamientos.
En el colegio nos enseñaban que la teoría era cierta, así
que además de ser el país más rico y más valiente éramos de
paso el origen del hombre. Con razón éramos buenos en todo,
desde la guerra hasta el fútbol. Con lo de Ameghino y los dos
goles... yo andaba por la calle sacando pecho... Florentino
Ameghino. Quién diría no... Su teoría, un golazo... Con la
única diferencia de que Ameghino estaba offside... Y vos qué
querés; que con ese nombre de plaza de pueblo que tenía sus
teorías fueran ciertas7.
Entonces, de forma natural, la Historia, la Filosofía, la Psicología, la Política son
algunos de los campos que se unen a lo estético en la conformación de su discurso.
Importa el proceso mediante el cual este entrecruzamiento se transforma en discurso, la
forma en que lo contextual deviene objeto del análisis a la vez que lo configura.
El presente enunciativo que abre sus textos revela una crisis a partir de la cual todo
el enunciado adquiere el valor de cuestionamientos que propician una nueva lectura del
pasado y de sus consecuencias. De esa forma, enunciación y enunciado en permanentes
toques y confrontaciones, develan al mismo tiempo lo personal-subjetivo y lo histórico-
social con un tono en el que fácilmente se advierte el afán de pluralidad discursiva. Es
decir, la decodificación es al mismo tiempo estética e ideológica.
Los procesos de selección y organización son para el receptor hitos para la
interpretación del mensaje: el arrancar las máscaras del autoritarismo, el encuentro
consigo mismo.
El lenguaje de Moyano, fuertemente afincado en la oralidad, en lo coloquial, va
tornándose en este proceso ya metafórico, ya analógico a medida que el texto cobra
características metonímicas al englobar el todo en las partes y permitir que el significado
se expanda, adquiera densidad y que sea una lectura interpretativa del pasado, a partir de
lo cual los acontecimientos particulares, «reales» pretextuales entran en el plano
lingüístico, pertenecen ya al modelo textual.
El discurso de Moyano es la posibilidad de recuperar tras un extenso ejercicio
narrativo la palabra plena de sentido. Es la adquisición de un tiempo y de un espacio
propios que es el de la identidad. Significa romper para siempre el vacío del exilio y de
la historia mediante una escritura que exorciza los miedos y recupera el valor de la
memoria. Es en definitiva una lectura del valor de la creación en la propuesta de una
nueva escala de valores sociales.

Potrebbero piacerti anche