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2017/

Londres iniciará el proceso de Brexit antes de abril de 2017

octubre 2 2016

LONDRES (AP) — Gran Bretaña iniciará el proceso formal para


abandonar la Unión Europea antes de que termine marzo de 2017, afirmó
el domingo la primera ministra británica, Theresa May, poniendo fin a
semanas de conjeturas sobre la fecha del trámite.

Aunque la primera ministra lleva tiempo insinuando que querría


comenzar los trámites a principios del año que viene, muchos analistas
habían especulado con que pudiera esperar hasta después de las
elecciones francesas a la presidencia, que se espera concluyan en mayo.

Gran Bretaña votó en junio en referéndum a favor de abandonar la UE,


pero aún no ha activado el artículo del tratado del bloque para iniciar las
negociaciones. Hacerlo a principios del año que viene encaminaría al país
hacia una salida del bloque comercial de 28 países para 2019.

May confirmó sus planes el domingo a la BBC, antes de un discurso sobre


el Brexit en la conferencia del Partido Conservador en Birmingham.
“Hoy diré en mi discurso que activaremos (el Artículo 50) antes del final
de marzo del año que viene”, informó

La primera ministra añadió que pedirá al Parlamento que revoque la Ley


de Comunidades Europeas, la medida que hace de la legislación europea
ley en Gran Bretaña. May afirmó que su gobierno incorporará todas las
leyes europeas y después las revocará conforme sea necesario tras
analizar caso a caso.

“Eso significa que Gran Bretaña será una nación soberana e


independiente”, dijo. “Hará sus propias leyes”, dijo sobre recovar la ley.

Una vez se haya invocado el artículo necesario del Tratado de Lisboa, hay
un plazo de dos años para completar las conversaciones, según las
normas de la UE. Sin embargo, el proceso puede extenderse más allá de
dos años si Gran Bretaña y todos los otros países de la UE están de
acuerdo.
http://www.abc.es/economia/abci-brexit-golpea-bolsillo-consumidores-britanicos-
201610300155_noticia.html

El Brexit ya golpea el bolsillo de los consumidores británicos

30/10/2016

El Convent Garden, diseñado en el siglo XVI a imitación de las piazzetas


italianas, es la plaza más animada de Londres, con legiones de turistas
disfrutando de las actuaciones callejeras y revolviendo en su mercadillo.
En una de sus esquinas ha situado Apple una de sus tiendas de bandera de
la capital. El pasado viernes, los seguidores de los elegantes productos de
la marca de la manzana se llevaron un susto. De un día a otro, algunos
artículos habían subido hasta un 22%. E iPhone 7 era un 12% más caro
que la jornada anterior. El Mac Book costaba un 17% más y el Mac Pro, un
22%. Algunos ordenadores portátiles de gama alta valían 500 libras más
(554 euros).

A comienzos de la semana, Microsoft ya había anunciado que su software


sería hasta un 22% más caro para los británicos. Electrolux, el fabricante
sueco de electrodomésticos de hogar, se sumó con un aumento del 10%.

Las multinacionales tecnológicas estadounidenses estaban trasladando a


sus precios la devaluación de la libra, que se ha depreciado un 17% desde
que el Leave ganó el pasado 23 de junio. De un día a otro, la resaca del
Brexit se ha hecho real en los bolsillos de los consumidores. La inflación
subió un 1% en septiembre, su mayor cifra en dos años. El Gobierno
brexiter de May ya no oculta lo que viene: «Los consumidores empezarán
a ver una subida de precios y no hay nada que podamos hacer al respecto.
Se preveía que el Brexit podría afectar a la cotización de la libra», ha dicho
Mark Garnier, secretario de Estado de Comercio, a las órdenes del
ministro eurófobo Liam Fox.

La campaña del referéndum fue dialécticamente muy sencilla. Los


partidarios de la permanencia lo basaron todo en advertir al público de
los riesgos económicos del Brexit, avisos que sus rivales despreciaron
bautizándolos despectivamente como el «Proyecto Miedo». Por su parte
los defensores del «Leave» apelaron a la necesidad de liberarse de la UE
para recuperar la soberanía nacional y, sobre todo, se centraron en el
rechazo a los inmigrantes (en el último año llegaron 300.000, el triple del
tope prometido por Cameron). Al final el público dio la razón a los
brexiters, que ganaron la consulta por 51,9% frente a 48,1%. Inglaterra, a
la que Napoleón llamaba «un país de tenderos», parecía ignorar por una
vez la lógica del bolsillo.

¿Quién tenía razón? ¿Las advertencias agoreras de Cameron y Osborne, o


Boris Johnson y Michael Gove, los líderes del Leave, que sostenían que al
final la sangre no llegaría al río? Lo cierto es que el FMI –como tantas
veces- y los servicios de estudio de grandes bancos multinacionales
marraron en sus vaticinios por todo lo alto. Anunciaron un inmediato
desplome de la bolsa. Pero hoy el FTSE 100, el índice londinense con las
mayores compañías, está por encima de su valor del día de la votación.
Tampoco se ha producido el anunciado desplome del PIB. En los tres
meses posteriores al referéndum ha crecido un 0,5%. Es cierto que son
dos décimas menos que en el trimestre anterior, pero la cifra ha sido
saludada por alivio por el ministro de Economía, el moderado Philip
Hammond: «Se prueba que las bases de la economía británica son
fuertes». Por último, el paro es meramente friccional, está en el 4,9% y
hay récord de ocupados.

Contemplando esos datos macro, se diría que el Reino Unido está saliendo
indemne del Brexit. Sin embargo dista mucho de ser así. Todo cambió el
pasado día 2, cuando Theresa May anunció en el congreso del Partido
Conservador que iniciaría la desconexión con la UE antes de finales de
marzo y dio a entender que se inclinaba por el llamado «Brexit duro», la
salida del mercado único europeo para poder controlar la inmigración
limitando la llegada de comunitarios.

Los mercados internacionales fabulaban con un Brexit benigno. Algunas


empresas y analistas incluso pensaban que a la hora de la verdad se
buscaría alguna alambicado fórmula para seguir vinculados a la UE. Por
eso las palabras de May cayeron como una bomba, que estalló sobre la
divisa. La libra inició de inmediato un rally descendente y ha caído a su
valor de hace 31 años frente al dólar. Un dato muy sencillo da cuenta de la
magnitud del desplome: en agosto de 2015, la esterlina estaba a 1,44
frente al euro, hoy solo vale 1,10. La libra es la gran moneda mundial que
peor se ha comportado este año y se ha depreciado un 17% desde el día
de la consulta. Se acabaron, por ejemplo, las vacaciones de bicoca a
España e Italia, donde el cambio resultaba enormemente favorable para
los británicos. Según una encuesta hecha por Populus con 19.600
británicos en agosto, cuando todavía no se había producido la gran
devaluación, un 7,5% había renunciado a sus vacaciones de verano en
España y un 9% había cancelado sus planes en Estados Unidos.

De un día a otro, los viajeros británicos se encontraron en un nuevo


mundo, nada agradable. Al llegar a las oficinas de cambio de aeropuertos,
puertos de ferry o estaciones ferroviarias internacionales les daban un
euro por libra. La paridad era un hecho. Los aeropuertos españoles ya
están acusando un serio descenso en la llegada de turistas del Reino
Unido, grupo líder para nuestra industria turística.

John Allan, el primer ejecutivo de Tesco, la mayor cadena de


supermercados del país, ha advertido que la cesta de la compra podría
subir un 3%. Es la misma cifra de inflación que pronostican muchos
economistas para el año que viene, con el consiguiente castigo al poder
adquisitivo de las familias, especialmente las más pobres. Allan achaca la
subida de precios a la caída de la libra, pero también a los planes de May
de restringir la llegada de trabajadores de la UE poco cualificados: «Sin
ellos todo será más caro. No solo necesitamos cirujanos y arquitectos».
El Brexit provocó a comienzos de este mes lo que se llamó «la guerra del
Marmite», una crema parduzca que encanta a los ingleses para las
tostadas del desayuno. Es un producto de Unilever, multinacional anglo-
holandesa de productos de hogar y alimentación, que también fabrica
otras marcas favoritas de los británicos, como los helados Ben & Jerry y el
suavizante Comfort.

Unilever exigió a Tesco que le pagase un 10% por sus artículos, para
compensar la caída de la divisa. El supermercado se negó y durante unos
días hubo desabastecimiento en sus estantes del adorado Marmite, para
gran disgusto del pueblo inglés. Al final ambos gigantes llegaron a un
acuerdo, cuyos términos no han trascendido. Pero nadie duda que la cesta
de la compra será más cara, incluida la comida (y el vino). Todo en un
cambio de ciclo en que el petróleo vuelve al alza y en un país que no deja
de ser una isla y tiene una fuerte dependencia de las importaciones.

Inglaterra –en Irlanda del Norte y Escocia ganó el Remain- empieza a


despertar a la realidad del Brexit. Los bancos Goldman Sachs, City y JP
Morgan han anunciado que sus cúpulas de ejecutivos dejarán la City y se
irán a la Europa continental si la milla financiera londinense pierde su
pasaporte europeo. La mayoría de las empresas reconocen que han
paralizado sus previsiones de inversión. La confianza de los
consumidores ha caído. Todo a pesar de que en agosto el Banco de
Inglaterra adoptó medidas de estímulo de emergencia, con una histórica
bajada de tipos del 0,5% al 0,25% y un audaz programa de expansión
cuantitativa.

Súbitamente, el Brexit comienza a instalarse en la conciencia del público.


Tony Blair, viejo y sagaz zorro de la política inglesa, avisó el viernes de
que cuando se perciba el precio real de la aventura nacionalista se
planteará un segundo referéndum sobre Europa.

http://horizontal.mx/el-brexit-como-sintoma-sobre-el-populismo-de-derecha-radical/

El Brexit como síntoma: sobre el populismo de derecha radical

julio 04, 2016

La cerrazón democrática de la Unión Europea y la desigualdad económica


están potenciando un fenómeno al menos discursivamente peligroso: el
populismo de derecha.
Ante el triunfo del Brexit, periódicos, usuarios de las redes sociales e,
incluso, algunos políticos mexicanos –como Ricardo Anaya y Margarita
Zavala– mencionaron que este se debía a la “enfermedad” del populismo y
a la intolerancia que surge de él. Otros analistas, menos oportunistas,
señalaron como responsable a un tipo específico de populismo que se ha
extendido por Europa, Oceanía y Estados Unidos y que se caracteriza por
su xenofobia y/o nacionalismo exacerbado, al que Cas Mudde y George
Betz[1] llaman “populismo de derecha radical”. ¿A qué se refieren con
esto?

El populismo de derecha radical tiene las características mínimas de


cualquier otro populismo: hace un reclamo a la democracia existente
mediante un discurso moral sostenido por un líder carismático –como
Nigel Farage o Marine Le Pen– que construye una identidad-otredad
basada en “el pueblo” y “los otros”, con la que se busca desplazar a las
élites existentes, y que entiende que las políticas deben ser el resultado de
la voluntad general del pueblo y no del interés particular de una minoría
privilegiada. Sin embargo, como ya se ha constatado en otros espacios, no
todos los populismos son iguales y la característica principal de este tipo
de populismo es el “nativismo”, según el cual “el Estado debe ser habitado
y dirigido en favor de los nativos originarios y que los no-nativos atentan
en contra de sus costumbres, identidad y vida cotidiana”.[2] Este
populismo construye simbólicamente al “pueblo” como un conjunto
compacto, histórico y homogéneo –unificado por la lengua, la raza o la
religión–, que actualmente está siendo afectado por el neoliberalismo y la
globalización y, sobre todo, por las élites que han permitido que minorías
ajenas a los nativos tengan privilegios en detrimento de los suyos.

En Europa hay muchos ejemplos de populistas nativistas, como pueden


ser Jean Marie Le Pen y su hija Marine Le Pen (del Frente Nacional
francés), Jan Slota (del Partido Nacional Eslovaco), Oleh Thyahnybok (de
la Unión Pan-ucraniana “Svoboda”), Nigel Farage (del UKIP inglés), Víctor
Orbán (del Fidesz-Unión Cívica Húngara), entre otros. Estos partidos y
líderes han propuesto los límites simbólicos entre el verdadero “pueblo”
(los nativos) y los otros mediante una polarización nacionalista –y, en
algunos casos, altamente xenófoba–, en la que sus principales enemigos,
antes que cualquier estructura, son los musulmanes, los judíos, los
gitanos y todo migrante que amenace contra la supuesta estabilidad de
sus países. Dicha construcción se ha elaborado a partir de cuatro niveles.

a) Con el Estado y con la nación.

En este nivel los populismos caracterizan a la élite que dirige al Estado


como corrupta y “traidora” de los valores tradicionales. Por ejemplo, la
Unión Nacional Ataque (Bulgarian Partija Ataka) acusa a la élite de estar
compuesta por “traidores nacionales” que atentan contra “los honorables
patriotas búlgaros”. De igual forma el Partido de la Gran Rumania (PRM)
usa el eslogan “¡Con la patria, muerte a la Mafia!” (Sus Patria, Moarte la
Mafia!) caracterizando a la élite como deshonesta y “antinacional”. Por
otra parte, la élite, según estos partidos, también es la causante de los
problemas de la inmigración –a la que no le han puesto un alto–, que ha
afectado a los “habitantes patriotas, comunes y corrientes” y privilegiado
a los migrantes “invasores”.[3]

b) Fuera del Estado y con la nación.

Este nivel se centra en los referentes contrarios a los nativos (como los
intelectuales, los deportistas, los artistas, los políticos e incluso los
ciudadanos cualquiera) que viven fuera del Estado y son parte de la
nación. Estos son caracterizados como “traidores corruptos” que
confabulan en contra de los “nativos honorables” para favorecer a las
minorías externas. Un ejemplo de ello es como el Vlaams Belang, de
Bélgica, apela a que hay un “ahistórico progreso de ciudadanos
holandeses que han frenado la reunificación de los Países Bajos”.[4]

c) Fuera del Estado y fuera de la nación.

Aquí se hace referencia a los políticos, organizaciones internacionales y


distintas fuerzas políticas que no viven en el Estado ni son parte de la
nación, pero atentan contra los intereses de los nativos. Los principales
enemigos, para esta narrativa, son la Unión Europea (UE), los Estados
Unidos y los países de Medio Oriente. Al respecto hay muchos ejemplos,
entre los que destacan el UKIP inglés y el Frente Nacional francés, con su
crítica hacia la Unión Europea, por la que son considerados como
euroescépticos.[5]

d) En el Estado y fuera de la nación.

Este último nivel se refiere al típico enemigo de los populistas de derecha


radical: los refugiados, los migrantes, los islamistas, los afro-
descendientes, etcétera, que viven en el Estado pero que no forman parte
de la nación. Por ejemplo, Jan Slota y Miroslav Sládek se refieren a los
gitanos como mafiosos, criminales y ladrones que solo traen catástrofe,
violencia y crimen para “su gente”, a pesar de vivir por años en el mismo
territorio.[6]

Ahora bien, en el contexto de la Unión Europea, estos populismos surgen


en la brecha que se ha abierto entre las élites y la ciudadanía porque la
democracia se ha mostrado ausente. La desconfianza en la UE,[7] los
recortes económicos, los refugiados y los altos niveles de inmigración son
el caldo de cultivo perfecto para su surgimiento. Para estos movimientos,
la UE ha traicionado sus principios básicos: en un comienzo la alianza
política se basaba en la relación de civilizaciones vecinas con niveles de
desarrollo económico similar y se regía bajo el principio de preferencia
comunitaria, pero hoy en día, según su tesis, estos ideales están
totalmente “pervertidos” y la UE se ha convertido en una élite
antidemocrática que le ha dado la espalda a los pueblos nativos.

Un ejemplo de ello[8] es que, para poder garantizar la integración de


todos los países y, al mismo tiempo, evitar que el pueblo lograse imponer
su voluntad en detrimento de la élite, se estableció que la Comisión
Europea, que es un “órgano no electo”, tuviese el monopolio legislativo de
la UE. “¿Cómo es posible que el 80 % de las leyes y reglamentos
nacionales se deriven de este órgano anquilosado y poco democrático?”,
se preguntan los líderes de estos populismos. Además, la élite se rodea de
lobbys tecnocráticos que representan a sus propios intereses,
convirtiendo “a nuestra Europa en su Europa”, la de unos cuantos. Al
respecto, basta con ver cómo el Parlamento Europeo no tiene capacidades
legislativas y solo es colegislador junto al Consejo Europeo o la llamada
Iniciativa Ciudadana Europea (ICE), que permite hacer una petición de ley
bajo la condición de recoger un millón de firmas, pero de la cual la
Comisión se reserva la facultad de tomarla en cuenta o no.

Otro ejemplo de esto es el argumento en contra de la integración


económica. Para estos movimientos, la UE se ha encargado de atar de
manos a los países en detrimento de su gente, esclavizándolos con la
deuda y usando el euro como un instrumento ideológico ultra-liberal que
favorece a los intereses del sector financiero (UKIP, por ejemplo, surgió
como oposición al Tratado de Maastricht y a la adopción del euro como
moneda). De igual forma, la apertura de las fronteras ha derivado en una
competencia desleal que ha destruido millones de puestos industriales,
pues el Banco Central Europeo (BCE) lucha contra la inflación a costa del
pleno empleo. Así pues, los gobiernos, obligados o cómplices de la Unión,
han tenido que mantenerse estables mediante la deuda masiva, la cual,
por supuesto, recae en los mismos individuos marginados por el mercado
global.

Según estos partidos, la inmigración ha sido utilizada por la élite y las


grandes empresas para poner presión a la baja de salarios y disminuir los
derechos de los trabajadores nacionales; además, al no ponerle límites a
la inmigración, han generado tensiones en los países, haciendo que
pierdan la “identidad” de los nativos. Al respecto, el Frente Nacional
francés señala que “los conflictos entre los grupos étnicos y las
provocaciones político-religiosas son las consecuencias directas de la
inmigración masiva que está socavando nuestra identidad nacional y que,
además, trae consigo una islamización cada vez más visible: el
comunitarismo es un veneno contra la cohesión nacional.” [9]

Para solucionar esto, proponen que, en virtud del artículo 50 del Tratado
de Lisboa, se retiren de la UE, con “el fin de romper con la construcción
europea dogmática que ha sido un fracaso total”. Con esto, los Estados
recuperarían “el control sobre sus fronteras, se terminará el espacio
Schengen y los inmigrantes ilegales serán expulsados de sus países, así
como los legales que ya no puedan justificar su estancia en ellos.”
Como se puede ver, estos populismos hacen un reclamo a la democracia
existente y elaboran un diagnóstico puntual de la coyuntura actual. Sin
embargo, el problema es que para resolver los problemas identificados
proponen caminos deleznables, sobre todo para aquellos que creemos
que el camino a seguir es el del igualitarismo (que no uniformidad), en el
entendido de que, aunque somos diferentes, todos podemos ser iguales y
vivir en un campo de no-dominación. No obstante, los principales
responsables del crecimiento y el fortalecimiento de estos grupos son las
élites mundiales, quienes con su ineptitud y cerrazón (su mano dura,
corrupción, la imposición de métodos de participación y la forma en la
que abrazan al capitalismo más voraz) han acrecentado la crisis de la
democracia liberal. Algunos ante esto proponen salidas más democráticas
y justas, mientras que otros, en nombre de la democracia, pretenden
detener sus avances, tal y como sucedió con el Brexit. Ambas posturas son
caras de la misma moneda, pero abordan la realidad de distinta forma. Al
final, lo que está en disputa hoy en día es el contenido de la democracia:
¿qué es y con qué se come? Porque, como dirían los indignados: “A esto le
llaman democracia ¡y no lo es!”

http://www.animalpolitico.com/el-pulso/el-ultimo-pub-del-barrio-simbolo-del-voto-brexit/

El último pub del barrio, símbolo del voto Brexit

julio 8 2016
PETERBOROUGH, Inglaterra (AP) — La bandera de St. George, un tablero
de dardos y una placa de homenaje a los soldados británicos muertos en
la Segunda Guerra Mundial adornan Hand and Heart, el único pub que
queda en uno de los barrios más multiculturales de Peterborough.

Bram Brammer, el dueño del bar, dice que uno a uno todos los pubs de la
zona han ido cerrando.

The Triangle dio paso a un supermercado, The Windmill es hoy una


tienda que venda productos alimenticios asiáticos, The Eight Bells es una
guardería infantil. Una agencia inmobiliaria ocupa el local donde
funcionaba The Norfolk Armas y en lo que supo ser The Greyhound hay
hoy dos negocios polacos. The Royal Oak, cuenta, fue demolido para
construir edificios de departamentos.

“Los ingleses se están yendo y están surgiendo guetos”, dijo Brammer,


quien tiene 58 años, aludiendo al barrio Millfield en el sector oriental de
la ciudad. “La infraestructura de la sociedad ha sido destruida”.

Para mucha gente que votó a favor de que Gran Bretaña se saliese de la
Unión Europea, la descripción que hace Brammer de Peterborough es una
historia de horror que temen se repita en ciudades y pueblos de toda la
nación: calles donde se hablan otros idiomas y se practican otras
costumbres y religiones, una pérdida de identidad con cada pub que da
paso a un negocio de kebab o a una tienda de alimentos étnicos.

No saben si la salida del bloque de 28 países cambiará algo, pero al menos


le dejaron saber a los políticos que sienten que están ignorando su
preocupación en torno a la inmigración.

“Quiero que me devuelvan mi país. Quiero ser inglés, británico, que todo
vuelva a la normalidad”, expresó Bruce Johnson, de 67 años, quien vende
papel para paredes y tarjetas para regalos en el mercado de
Peterborough.

Localizada a una hora de tren de Londres, Peterborough ha


experimentado rápidos cambios demográficos, recibiendo más de 30.000
inmigrantes desde comienzos del siglo. En ese lapso la población aumentó
de 156.000 en el 2001 a 194.000 en el 2014. El censo indica que el
porcentaje de blancos bajó del 86% en el 2001 al 71% en el 2011.

Si bien en la ciudad hay paquistaníes, caribeños e italianos desde hace


tiempo, lo que impulsó a mucha gente a votar a favor de la salida de la UE
fue la llegada reciente de polacos, lituanos, eslovacos, rumanos y búlgaros.
El 61% de los residentes de Peterborough votó a favor de la salida,
comparado con el 52% en toda Gran Bretaña.

Algunos residentes ingleses acusan a los recién llegados de dejarlos sin


trabajo o de vivir de los beneficios sociales. Los tabloides británicos
publicaron en años recientes alarmantes despachos según los cuales
multitudes de inmigrantes hacían cola en las oficinas de los servicios
sociales.

Sin embargo, el propio abanderado de la campaña a favor de la salida de


le UE en esta ciudad admite que esas versiones fueron exageradas y que
muchos británicos también abusan de los beneficio sociales.

Jay Beecher, número dos de la rama local del UK Independence Party, que
promovió la salida de la UE, dice que la mayoría de los europeos del este
son buenos trabajadores, que aceptan a menudo los trabajos que pagan
menos en granjas y fábricas, que los ingleses no desean desempeñar.

“No es que no los queramos aquí, es que no podemos acomodarlos”,


sostuvo. “No hay suficientes recursos y vemos que no se integran”.
El censo del 2011 contó 6.666 polacos y 3.712 lituanos en Peterborough,
pero se cree que hay muchos más.

Las escuelas no dan abasto y se hablan decenas de idiomas en las aulas. El


concejo municipal dice que en las escuelas primarias hay 1.075 alumnos
para los que el polaco es la lengua madre, 721 que hablan lituano, 533 que
manejan mejor el portugués y 286 eslovacos.

La influencia de Europa del este es más notable en Millfield, donde varios


supermercados ofrecen salchichas, cerveza, vodka y hasta agua mineral y
papel higiénico polacos. Basura en la calle, jardines llenos de malezas y la
presencia de algunos borrachos le dan mala imagen al barrio, aunque
también hay cafés con mesas en la calle y pintorescas tiendas de frutas.

Afuera de un restaurante árabe, Mahmoud El-Dogdog, un egipcio que


vende autos, dice que Gran Bretaña hizo bien en votar a favor de la salida
de la UE para evitar la llegada de más europeos del este. Afirmó que el
racismo que enfrentó en Gran Bretaña provino de los europeos del este,
no de los ingleses. Otros egipcios que estaban con él dijeron que no se
puede generalizar y se burlaron afirmando que El-Dogdog había sido muy
afectado por su divorcio de una eslovaca.
Algunos inmigrantes temen que aumente el racismo y la xenofobia. Lina
Vorobjova, una lituana que trabaja en una cafetería en el mercado de
Peterborough, asegura que los ingleses “cambiaron”.

“Un anciano me preguntó los otros días que cuando me iría de vuelta a mi
país”.

El 6 de julio, unos 100 lituanos, algunos luciendo trajes tradicionales,


festejaron un feriado nacional de su país en el centro de la ciudad,
cantando incluso el himno nacional frente a la majestuosa catedral gótica,
sin que hubiese incidentes.

Viktor Savicius, un lituano de 44 años, que vive en Peterborough desde


hace diez años, dice que los británicos han sido muy tolerantes con los
inmigrantes, “mucho más de lo que se tolera a los extranjeros en mi país”.

Savicius trabaja diez horas diarias, cuatro o cinco días a la semana,


pintando camiones. En estos momentos también trabaja los sábados
pintando un puente en Colchester para ganar algún dinero adicional para
su familia de seis miembros.
Cuenta que cuando llegó a Peterborough, “pedían agritos” que viniesen
inmigrantes a trabajar. Pero la gente ha cambiado, y lo comprende.

“Somos demasiados, demasiados”, expresó.

En el pub Hand and Heart, Brammer dice que sabe que muchos
inmigrantes son buena gente, trabajadora. Pero se queja de que no se
integran. Ninguno va al pub. Los europeos orientales beben en su casa y
los musulmanes no beben.

“No soy racista. Es solo cuestión de sentido común”, afirmó, para


enumerar a continuación una serie de flagelos, incluidos la delincuencia y
el alcoholismo, que han empeorado desde la llegada de los inmigrantes.

Un muchacho que escuchaba finalmente intervino y preguntó “¿por qué


no podemos convivir?”.

“Este país ha colonizado a otros por cientos de años. ¿Qué tiene de malo
que vengan de esos países aquí?”, agregó.
Cuando el muchacho se había ido, Brammer admitió con tristeza que no
está ganando mucho dinero y que el dueño del edificio lo quiere vender.

“Me gustaría seguir con el pub”, señaló Brammer, quien vive arriba del
bar con su tercera esposa. “Esto no es solamente un pub para mí, es mi
casa”.

Afuera, una familia polaca recién llegada bajaba muebles de un camión y


los llevaba al edificio de al lado, su nueva residencia.

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