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LEON BATTISTA ALBERTI

MOMO ,,
O DEL PRINCIPE

Edición e introducción

FRAl'\/CISCO JARAUTA

Versión al castellano

PEDRO MEDINA REINÓN

Medallón con autorretrato de Leon Battista Alberti,


alrededor de 1435. VVashington, Nacional Gallery
ÍNDICE
Coediran

Conseio General de
la Arquirecrura T écnjca Pág.
ele España

INTRODUCCIÓN de Francisco Jara uta


Reglón de Murcia
Presidencia
Dirección de Proyectos e
El Momo de Leon Battista Alberti XI
Iniciativas Culturales
Murcia Cultural, S. A. Bibliografía ················-························································ XXIX

ea¡., o~ Ahono•

~ CAITI
d..!Mecf.tem.,_,

MOMO O DEL PRÍNCIPE

Proemio ..................................................................................... 3

La presente versión ha sido realizada a parcir de la edición crítica, latina_-ítaliana, de Rino Libro primero ........................................................................... . 11
Consola, Leon Bacrista Alberri: Mermo o del principe, Génova, Costa & Nolan, 1986.
Libro segundo .......................................................................... . 57
© de esta edición: Libro tercero 113
Consejo General de la
Arquitecrura Técnica de Espafü1
Libro cuarto .............................................................................. . 155
© de la versión en castellano:
Pedro Medina Reinón

IMPRESO EN ESPA."l\JA
PRINTED IN SPAIN

LS.B.N. 84-89882-16-9
DEPÓSITO LEGAL: V. 4.825 - 2002
ARTES GR.ÁFICAS SOLER, s.
L. - LA ÜLJVERE.TA, 28 - 46018 \lALENOA - 2002

VII
INTRODUCCIÓN

EL MOMO DE LEON BATTISTA ALBERTI

Francisco Jarauta
I

EN 15 5 3, en prensas de Alcalá de Henares, con traducción de Agus-


tín Almazán, aparecía la primera versión castellana de la edición la-
tina del li1onzus de L. B. Alberti bajo el título: La moral y muy gracio-
sa historia del Momo. Había sido escrito en Roma entre 1440 y 1450
durante el pontificado de Nicolás \~ que había iniciado un amplio
programa de reformas cara al Jubileo de 1450.
Tras una aparente historia mitológica, próxima a diálogos y far-
sas antiguos, se escondía la verdadera intención del autor: "He deci-
dido escribir esta historia para que pueda servir a una vida guiada
por la razón". En una situación políticamente compleja y en el con-
texto cultural del primer Renacimiento, Alberti inicia la escritura
del Moinus buscando una renovatio profunda a favor de un "nuevo
mundo". La fascinación por el Moinus recorrerá todo el siglo )c'VJ y
la reedición española a finales del siglo lo prueba.
La actual investigación alberriana, junto a la excelente documen-
tación recogida con motivo de la exposición Leon Battista Albeni 1,
ha aportado nuevas luces sobre la importancia de la obra de Alberti
en general y del Moinus en particular. Se trata de un texto que, junto

1
Leon Battistu Alberti, catálogo de la exposición (i\'1anrua, 1O septiembre - 11
diciembre de 1994), ed. de]. Rykwerty A. Engel, Milano, Electa, 1994.

Xl
?domo o del Príncipe

a los de Erasmo, Thomas Nlore y otros, se proyectará a lo largo de


la época dando lugar a un pensamiento utópico, aun cuando en cada
caso se haga desde presupuestos varios y distintos. Todas estas razo-
nes avalan la idea de una nueva edición de un libro que bien pudo
llegar a la biblioteca de Cervantes e influir en la orientación de su
Ingenioso Hidalgo. Sea cual sea esta relación, lo que aquí nos interesa
es acercamos a la obra de quien fue considerado "el hombre más
universal del Renacimiento".
Como es sabido, Anthony Blunt abre su Artistic Tbeory in Ita/y,
1450-1600 de 1940 con ru1 retrato de Alberti, en el que el artista
viene representado no sólo bajo una forma extremadamente armó-
nica, sino también como la expresión más articulada de una concep-
ción del mundo y de la sociedad capaz de relacionar sin dificultades
tratados teóricos y técnicos, realizaciones arquitectónicas, reflexio-
nes morales y políticas. "Tanto por su cultura universal como por su
método racional y científico podemos afirmar que Alberti era el tí-
pico hombre del humanismo temprano. Cultivó con igual amplitud
la filosofía, la ciencia, el saber clásico y las artes. Escribió opúsculos
y tratados referentes a ética, amor, religión, política. Asimismo,
compuso versos y su conocimiento de los clásicos era tan profundo
que dos de sus obras, una comedia y un diálogo al modo de Lucia-
no, podrían considerarse como escritos antiguos recién descubier-
tos. En lo que se refiere a las Bellas Artes, simultaneó su práctica
con los escritos sobre pintura, escultura y arquitectura. Su dominio
de todas las formas del saber terúa un carácter tan eminentemente ~ ~On Preuilegio Impaiat ·.~~
enciclopédico que justamente le hace merecedor del elogio que le ~. Ella talfado en marauedis. ~;.c-J;
otorgó un copista contemporáneo en un manuscrito del Trivi: <<Die
quid tandem nescirevit hic vir?>>" 2 •
La aparente unidad del pensamiento y obra de Alberti, genero-
samente defendida en el retrato de Blunt, se ha visto fuertemente
interrogada por la historiografía más reciente, dando lugar a una

" A. Blunc: Artistic Theory in ltaly, 1450-1600, Oxford, Oxford University Portada de la primera edición en castellano del Zvlomo
Ooan de Mey, Alcalá de Henares, 1553)
Press, 194D.

XII
Introducción

perspectiva más compleja de su personalidad en el panorama de


ideas de la mitad del Quattrocento. Y es compleja especialmente
por razones derivadas del eXtraordinario mapa de interrogantes que
recorren su siglo, modificando la herencia de la Edad Media tardía
para desplazarse hacia el mundo abierto del primer Renacimiento.
Los trabajos de Eugenio Garin, Alberto Tenenti o Giovanni Ponte 3 ,
por citar tan sólo nombres directamente relacionados con el esmdio
y reconstrucción del universo culmral de Alberti, prueban la dificul-
tad a la hora de establecer una secuencia unificada de los saberes de
una época y su expresión en la obra albertiana. Súmese a ello el de-
bate paralelo más cercano a interpretaciones de historia y teoría de
la culmra atento en este caso a identificar en la obra de Alberti todo
aquello que pudiera considerarse como supen~vencia medieval y
todo aquello que pudiera considerarse como definitivamente "mo-
derno". Este intento se ve igualmente remitido ho11 a nuevas claves
de lectura, más allá de los esquematismos propios de quienes prefie-
ren una cierta economía de la verdad histórica frente a la compleji-
dad específica de ideas y tradiciones que recorren el Quattrocento.
Estas dificultades se suman a otras derivadas del papel político y
artístico de Alberti en el cuadro de la importante "reconstrucción"
de Roma proyectada por Nicolás \~ el Papa humanista que marcó
un cambio significativo en la historia del papado. En una absoluta
penuria de material documentario se ha creado un mito historiográ-
fico según el cual Alberú habría sido el inspirador de la política de
los proyectos del pontífice: esta visión ha sido problematizada por la
revisión historiográfica de Manfredo Tafuri 4 . Lo que no relativiza la
necesidad de recorrer detenidamente todas aquellas etapas de una
vida en las que se cruzan y encuentran entremezclados los datos de

3 E. Garin: "Fonti albertiane", en Rivista critica di stoi-ia della filosofia, XXA1X

(1974), pp. 90ss.; A. Tenent:i: "Il Momus nell'opera di Leon Battista Alberci", en
Credenze, ideologie, libertinistni tra Medioevo ed eUt modr:rna, Bologna, Il A1ulino,
I 978; G. Ponte: Leon Battista Alberti umanista e scrittore, Genova, Tilgher, 1981.
4 M. Tafuri: "Cives esse non licere. NicolO \!e Leon Ban:ista Alberti", en Ri-

cerca del Rinascimento, Torino, Einaudi, 1992.

XJ'
lvfomo o del Príncipe Introducción

una vida, el mundo de ideas que Alberti hace suyas y desarrolla con nas s~ darán encuen~o.~ioses y filósofos antiguos, saberes varios y
talante personalísimo y el incomparable mundo de sus proyectos autoridades de la trad1c1on, unos y otros citados ahora en una extra-
como artista y arquitecto, como moralista y político. Un ideal que ña combinación de ideas y cuestiones, abiertas a la construcción de
halla en su vita et opus uno de los lugares más preclaros del Quattro- un mundo nuevo, que pennanentemente se anuncia en el horizonte
cento. de su época.
Ha sido Eugenio Garin quien de forma más explícita ha insisti- , De acuerdo a esta perspectiva, toda la obra albertiana podría ser
do en la necesidad de recuperar esta complejidad como punto de leida como una gran meditación moral. En ella se dan cita ideas so-
partida de los estudios albertianos. No es fácil, quizás imposible, bre la fatiga del vivir ("ni una cosa si truova pin faticosa che'l vive-
definir hoy un perfil orgánico del pensamiento de Alberti, que re"), el absurdo del hombre (" ... quasi umbra d'un sogno"). Se trata
Blunt interpretaba como dominado por una racionalidad científica. de una reflexión que se desarrolla sobre planos diversos, como en un
Las cosas son bien diferentes. Quien pretende afrontar la lectura Juego de apro~aciones sucesiV-as, para regresar siempre al centro
sistemática de sus obras, latinas e italianas, no puede dejar de sentir de sus preocupac10nes morales. En él se encuentran las reflexiones
cierta turbación. En ellas se encuentran, como señala Grayson, fer- sobre la familia. y la ciudad, la historia y el ejercicio del poder, la
mentos, solicitaciones, una extraña fuerza y rebelión, pero también muerte y la glona. Sin olvidar su meditación sobre la virrud y la for-
la herencia clásica, la tradición, los recuerdos 5 . Algunos de los te- tuna, los acontecimientos y la "ascritta vicissimdine ... alla rutta
mas centrales del Cinquecento, de Maquiavelo a Erasmo, de Arios- universa na tura".
to a Bruno, ya están presentes en sus páginas vivaces y de escritura Reflexiones morales, bien es cierto, pero siempre cercanas a una
cargada de extrañas reflexiones, atentas a intenciones morales, pro- clara obsesión científica por las cosas, su formarse v funcionar, en
pias de otros humanistas anteriores, más próximos a la reflexión una es~ecie de viaje atento por igual a los saberes p~imeros y a sus
sobre los problemas políticos y culturales de su época. El artista usos tecmcos. Una competencia que se hallará en la base de los
cuya imagen podía considerarse casi como símbolo de la armonía grandes proyectos arquitectónicos, marcados por la clasicidad de sus
y la medida, con referencia obligada a su De famiglia o De re órdenes,. el equilibrio formal, la armonía insuperable que todavía
aedificatoria, en realidad, anota Garin, es un escritor inquietante, hoy adnuramos en su San Sebastiano y Sant'Andrea de Mantua 0 en
imprevisible y bizarro, todo él juegos de fantasía desenfrenada y el Malates_tian~ de Rimini. Protegido por saberes antiguos, de Vi-
preciosos juegos estilísticos, capaz de inscribir en sus páginas latinas trub10 a C1ceron, Alberti decidirá el orden de sus ideas y formas con
repertorios de rareza extrema, propia de un refinado gusto de anti- la fortuna de uno de los grandes momentos de la arquitectura del
cuario. A veces, los términos que usa apenas se encuentran en una Renac1nuento. Es lo que le diferenciará de sus coetáneos, todavía
sola ocasión en la tradición clásica. Sin que esto quiera decir que la cercanos a la fascinación tardía del mundo gótico. Anthonv Blunt lo
finalidad de su obra sea un puro virtuosismo formal; todo lo contra- recordará a este respecto: "Era clásico de una forma m~cho más
rio. Toda su obra literaria se halla dominada por la pregunta acerca consciente que Brunelleschi y sus contemporáneos; su conocimiento
del sentido de la vida, por la angustia frente a las fuerzas oscuras de la Antigüedad ~r~ mucho más profundo que el de éstos y aplicó
que sacuden desordenadamente el devenir de las cosas. En sus pági- su cultura ~rqueologi.'.'a _de un mo_do mucho más cienúfico. En arqui-
tectura, elimina los ultimas vestigios del Gótico, todavia muy evi-
1 C. Grayson: "L. B. Alberci", en Dizionan·a cn·tico della letteratura italiana, To- dentes en Brunelleschi, especialmente en la cúpula de la catedral ...
rino, Unione tipografico - Editrice torinese, 1994. Su proyecto para San Sebastiano de iVlantua es quizás, para la época,
XVI
1 XVII

I+
Momo o del P1~íncipe Introducción

el plan más logrado de iglesia de plan(a central, y su SaneAndrea obra debe ser ex-presión de una idea que halla en la experiencia civil
fue la última palabra sobre lo que debe ser una lúcida disposición la expresión de su dimensión moral. Para Alberti, el interés público
espacial de una iglesia en forma de cruz latina. Esta última domina- es la forma suprema del Bien. Esa tensión que la Carra VII de Pla-
6
ría el diseño de las iglesias durante varios siglos" . tón había instituido corno tensión particular de todo pensamiento o
Pero una lectura más detenida del De re aedificato1-ia nos llevará filosofia.
desde su inicio no tanto a los pormenores técnicos del proyecto y su "Frente al orden de las ideas -el sol que domina la fachada de
realización, sino a la idea de arquitectura, a su porqué e intención. Santa Maria Novella puede entenderse como el símbolo de toda su
Joseph Ryl'Wert7 ha insistido en esta particularidad de la reflexión obra, atenta sobre todo a construir un orden de correspondencias
albertiana. Ahí podemos leer: "Antes de ir más lejos, creo que será ideales que su arquirecrura haría propias-, otro mundo, marcado
conveniente decir a quién se puede llamar arquitecto con justicias; por los azares y avatares de las cosas y su sucederse, se imponía a
no os propondré, desde luego, a un oficial de carpintería pidiéndoos Alberti con su furor desordenado" 9 • Ante él un cjerto pesimismo,
1

que lo consideréis igual al hombre profundamente instruido en alimentado por tradiciones estoicas siempre activas en su pensa-
arras ciencias. Llamaré arquitecto a aquel que, con una razón y una miento. O la respuesra terciada de escepticismo y mofa que reco-
pauta maravillosa y precisa, sabe primero dividir las cosas con su es- rrerá los atrevimientos de sus denuncias y sarcasmos. Una lectura
píritu e inteligencia, y segundo cómo reunir con justeza, a lo largo de las lntei-coenales nos abre a un inquietante relato marcado por la
del trabajo de construcción, todos aquellos materiales que, por los ironía de quien se siente y sitúa frente a un mundo que se resiste a
movimientos de los pesos, la reunión y amontonamiento de los aceptar el primado del Bien, una historia humana más próxin1a a las
cuerpos, pueden servir con eficacia y dignidad a las necesidades del sombras y dolor que al esplendor glorioso del sol de Santa Maria
hombre. El cumplimiento de esta tarea necesitará del saber más se- Novella. Él, que ha sido identificado como "l'uomo universale del
lectivo y refinado". Para Albeni el deseo de construir es entendido primo Rinascimento", es capaz de reunir en su obra todos aquellos
como una necesidad primaría; es un impulso que responde por igual aspectos de una época que dejando atrás los conflicros de una Edad
a la necesidad como a la utilidad. Pero la arquitecrura ante todo tie- Media tardía, se abría a un mundo nuevo al que Alberti reconoce
ne para Alberti un valor cívico, más todavía, como el único ejercicio ya pertenecer. Una seguridad serena que encontramos en la meda-
posible de la virtud humana, la única expresión del libre arbitrio con lla documentada por Luke Syson y que aparece en el frontispicio
la que el hombre puede oponerse a los golpes de la suerte. La arqm- de esta edición. Dejando de lado la controversia todavía abierta
tectura es un signo tangible, visible de la diferencia; una nueva cons- acerca de si se trata o no de un autorretrato, AJberti se presenta en
trucción, una calle, una ciudad, modifica el espacio público, testi- una edad que oscila entre los treinta y los cuarenta años, es decir,
moniando el poder de la razón, de la experiencia, saber y juicio que podría haber sido realizada entre 1432 y 1442, con las letras de su
Alberti exige como condiciones nec~sarias para el arquitecto . Su
8 nombre L.BAP y el emblema albertiano del ojo volante que destalla
rayos, emblema repetido y ampliado en la medalla que Matteo de'
Pasti fundiera en su honor una década después. Allí encontramos
6 A. Blunt: op. cit.
' Cfr. el debate iniciado por ] . von Schlosser: Ein Künstlerproblem der Renais-
sance: L. B. Alberti, Wten, Wlener Akademie, 1929, p. 210; R. Cardini'. Mosaici. 11
9
C. Ossola: "Métaphore et invenraire de la folie dans la littérarore italienne
"nemicon de!l'Alberti, Roma, Bulzoni, 1990.
du A'VI sieclen, en Folíe et déraison a/.a Renaíssance, Bruxelles, 19i 6, pp. 171-196.
a De re aedificatoria, IX, 10.
XIX
XVIII
Momo o del Príncipe Introducción

un Alberti dominado por la idea que ya le protege y que hará de su Inédito hasta 1520, circuló de forma manuscrita hasta que en
obra el lugar por excelencia de una época que busca ansiosamente aquel mismo año alcanza dos ediciones, convirtiéndose en uno de
sus formas. los escritos de mayor fortuna en la primera parte del Cinquecento,
fortuna que le acompañará a lo largo del siglo XVI y XVII. Dominado
por un claro espírim iconoclasta, recorrido por una desenfrenada
"locura" de gusto erasmiano, pero al mismo tiempo lleno de la idea
II d e1 " mun d o nuevo " a construir
. y d e una explícita tensión utópica,
~asa a ser un~ .de los topoi albertianos de mayor significado para su
epoca. Es d1fíc1! no pensar en las coincidencias que se suman a su
En la obra de Leon Battista Alberti el Nlomus ocupa un lugar edición, si se tiene en cuenta que Erasmo había acabado su Enco-
privilegiado. Escrito a lo largo de la década de 1440 fue terminado mium en 1509 y Thomas J\'Iore había publicado su Utopía en 1516.
antes de 1450. En 1452 Alberti presenta a Nicolás V su De re aedifi- !
. , En 15 3 aparece la primera traducción castellana, con reimpre-
catoria que, como sabemos, pasa a ser el texto fundador de la arqui- s10n en b98, circunstancia que abrirá tanto desde el punto de vista
tectura de la época. Garin habla de una "correspondencia paradóji- historiográfico como de la recepción española de las ideas de Alberti
ca" al hablar de la coincidencia de tiempos a la hora de escribir dos un capítulo apasionado y que sigue abierto frente a posibles deriva-
textos tan marcadamente distintos. Si De re aedificatoria se presenta ciones literarias. Si Marce! Bataillon siguió las huellas de Erasmo en
como la reflexión teórica que decide sobre los presupuestos de la ar- España y pudo probar la influencia erasmiana en amplios sectores
quitecrura y su realización, el lv1omus podría entenderse como "la culmrales de la España del XVI, queda todavía por esmdiar la pre-
parodia celeste y terrestre de la Arquitectura". Y si el primero dialo- sencia del Momo en. la formación de un pensamiento que llega a
gaba con el mundo nuevo que el proyecto de la Roma de Nicolás V Cervantes y pudo onentar alguna de sus obras principales.
ya anunciaba, el segundo nos introduce en el mundo de sombras que Otro filón de influencias y recepciones hay que simarlo dentro
el poder político y la vida de los hombres imponen al reino de las de la literatura italiana"- La edición de Cosimo Bartoli de 15 68 en
ideas. Sobre esta paradoja será oportuno seguir una línea de análisis Venecia sirvió para vulgarizar la obra de Alberti, que llega pronto a
propuesta por Alberto Tenenti que interpreta el Momus y De re aedi.fi- las manos de Giordano Bruno, siempre curioso por este tipo de lite-
catoria como momentos de un mismo desarrollo de las ideas de Al- ratura. Demasiadas, quizás, y puntuales las aproximaciones con su
berti 10 • Igualmente habría que subrayar a este respecto la observación Spaccio della bestia trionfante de 1584, para que sean interpretadas
de G. C. Argan a propósito de la "políticidad" del De re aedificatoria, -dice Gann- como resonancias genéricas de motivos afines, lucia-
a veces olvidada en la maraña de los problemas historiográficos 11. nescos o erasmianos. Y lo mismo podría decirse respecto al más
extraordinario "sogno" de Ariosto, el viaje de Astolfo a la Luna,
10 A. Tenenri: "Leon Battista Alberti urnanista", en Leon Battista Alberti, catá-
que imita con singular fidelidad una ignorada Intercoenale albertiana,
logo de la exposíción, op. cit., pp. 38-45.
G. C. 1\rgan: "Il rrattato De re aedificatoria", Convegno internazionale indetto
11
geometrici, verrano dopo, con Francesco di Giorgio e col Filarete: l'Alberti non si
nei V centenario di Lean Battista Alberti, Roma, Accademia Nazionale dei Lincei, preoccupa tanto della forma final e o perfetta quanto della genesi della cittil".
19í4, p. 53: "Il trattato De re aedificatoria e in ultima analisi nn trattato di politica, 12
E. Garin: "Il pensiero di L. B. Alberti nella cultura del Rinascimento" Con-
null'altro essendo la policica che la costruzione delia polis, della citta ideale (...) Le vegno internazionale indetto ne/ V centenanO di Leon Batiista Alberti Roma A~cade-
utopiche citt3- ideali del Rinascimento, disegnate secando schemi rigorosamente mia Naz:íonale dei Lincei, 1974, pp. 21-4L ' '

XX
XXI
Momo o del Príncipe

Somniunz, centrada en la locura humana 13 • En uno y otro caso, lo


más importante resulta la identificación del ámbito de ideas en el
que Alberti, Erasmo y Moro coinciden a la hora de presentar tanto
el proyecto de un "mUndo nuevo" -tal y corno aparecerá formulado
en el Libro III del Momus-, como el elogio de la locura como lugar
y voz que anuncia dicho mundo al tiempo que ironiza sobre la vida
de Jos hombres, exrraviados en sus menesreres y ocupaciones varias,
dominadas dirá Alberti "por la costumbre que ciega".
Seria de gran interés recorrer de forma comparada la fortuna del
Momus y las polémicas que en tomo a él se producen a lo largo del
siglo XVI. Tanto Eugenio Garin como Rinaldo Rinaldi 14 han estu-
diado la relación con la polémica luterana. Como también podría
ser de gran utilidad reconstruir la influencia de Luciano de Samosa-
ta en la literatura del Humanismo, tanto por lo que a las ideas se re-
fiere como al género literario que sus Diálogos inspiran 15 , pero en
nuestro caso debemos limitarnos a aspectos más directamente rela-
cionados con esta presentación.
Sin duda el destinatario del Momus no es otro que Nicolás \~
que fue definido como "il primo Papa del Rinascimento" 16 , y su
proyecto de renovación no sólo de Roma sino de la sociedad del
Quattrocento. Frente a este proyecto de renovación, Alberti erige
su Momus como crítico del proyecto papal. La trama de la obra re-
corre una compleja estructura que Alberto Tenenti ha estudiado de-
talladamente17. El punto de partida es el mundo injusto creado por
Júpiter, frente al que los dioses, ociosos, nada hacen. Mo1no se ve

13
C. Segre: Esperienze ariostesche, Pisa, Nistri-Lischi, 1966, pp. 85-95; Id.: Fuo-
ri del mondo. I modelli nella fallia e nelle immagini dell'aldita, Torino, Einaudi, 1990,
pp. 103-115.
14
R. Rinaldi: "Melancholia cbristiana". Studi su.lle fonti di Lean Battista Alberti,
Firenze, Leo S. Olschki, 2002, pp. 111-141.
15
E. Mattioli: Lucia.no e l'Umanesimo, Napoli, Istituto Italiano per gli Studi
Storici, 1980; y D. J. Dale Casr: Lucianic and pseudo-Lucianic themes in the Renais-
sance: a study in Renaissance Humanism, Columbia University Press, Ph. D., 1970.
16
P. Prodi: Ji sovrano ponteJUe, Bologna, Il Mulino, 1982, p. 92.
17
Autorretrato atribuido a Alberti. Biblioteca l\.Tazionale Centrale
A. Tenenti: "Il Momus nell'opera di Lean Battista Alberri'', op. cit. "Vittorio Emanuele", \~E. 738
XXII
Introducción

obligado a exiliarse en la tierra a causa de su rebelión y comienza a


predicar y difundir un escepticismo y un racionalismo ateo orienta-
do igualmente a la crítica de las costumbres. Los dioses se alarman
ante el temor de perder su propia autoridad sobre los humanos y lo
reclaman. De regreso al cielo, lvlomo mediante el arte de la simula-
1

ción aprendido de los hombres, finge ser virtuoso y obediente para


agenciar un plan catastrófico, de subversión definitiva. Llega incluso
a convencer a Júpiter para que inicie una refonr1a del universo: con
este fin mantiene una requisitoria contra los humanos acusándoles de
maldad e ingratitud. Júpiter está decidido a destruir el mundo para
crear uno nuevo, quiere a todo coste la renovatio. Se da cuenta enton-
ces de no disponer de un modelo para el nuevo mundo a construir y
ni siquiera puede acudir a los otros dioses, todos ellos completamen-
te obtusos y ciegos, por lo que decide descender a la tierra y consul-
tar a los filósofos que considera sabios. Júpiter elegirá a Demócrito
y Sócrates, pero los dos no creen que el mundo pueda ser destruido
y creado de nuevo. Júpiter entonces renuncia a su proyecto y decide
expulsar de nuevo a la tierra a Momo, pero esta vez encadenado a
una roca en medio del océano para que no procure otros males.
Pero las plagas de la última hora habían comenzado a diezmar la
humanidad que, para conjurar la ruina definitiva, se había dedicado
a celebrar fiestas solemrúsimas, ricas de espléndidos espectáculos y
ceremonias que aplacasen la ira divina, demostrando la devoción de
los hombres. La obra no termina aquí. Hay todavía un último libro,
animado por una serie de peripecias que, más cerca de la forma tra-
dicional de la novela antigua, están llenas de una crítica abierta a
dioses y humanos, dejando abierta la puerta para volver a pensar el
proyecto de un mundo nuevo al que Momo definitivamente invoca.
El tema central del LV!omus no es otro que la necesidad de novum
aedificare mundum, tema que recorre la obra de un punto a orro, ci-
tándose más de treinta veces. Sin embargo, la ambigua naturaleza de
las res novae suspende la viabilidad del proyecto que el lviomo esceni-
fica sólo en términos de proyecto. Dioses y humanos no aciertan a
realizar la deseada renavatio y consecuentemen.te las cosas siguen
igual, sólo que ahora interpeladas por la irania sarcástica del dios

XXV
Mama a del Príncipe Int1·aducción
Momo. Habría que seguir el efecto que sobre el pensamiento de En esta misma dirección se debe insistir en el carácter de pen-
Alberti ejerce el estoicismo antiguo a través de las interpretaciones sador moral que antes atribuíamos a la obra de Alberci. Ha sido
coetáneas, y que en última instancia tendrá igualmente que ver con 21
Grayson quien ha hablado de un "humanismo moral" cada vez
las modificaciones que Alberti expresa acerca del concepto de natu- más definido por medio del largo camino de una "evoluti~n of man
raleza18. of letters inta architect". A este respecta, las páginas del Mamus no
La fortuna del Mamus se debe no solamente al argumento que han sido superadas nunca, constituyen el telón de fondo del De re
Alberti desarrolla al exponer su idea de renovación religiosa, cultu- aedificataria, en el que igualmente hallamos todos aquellos elemen-
ral y política, sino por poner en acción un registro nuevo al que más tas con los que Alberti constrnye su refleJción utópica. Esa relación
tarde Erasmo y Tbomas More se sumarán. La ironía frente a su mterna entre las dos obras debería ser el luo-ar de un análisis más
época hace posible una crítica que bajo forma de farsa deja en evi- detern.·d o, 1o que nos perrrunrra
· · · reconstruir
· y" eA"J)lJcitar nUlllerosos
dencia los límites de su tiempo. Más allá, el anuncio de un "mundo paralelismos entre uno y otro texto. En ambos, la idea de un mundo
nuevo", que el pensamiento utópico hará suyo. La citta idea/e del nuevo que construir permanece central ("alius ... no bis coedifican-
Museo de Urbino, falsamente atribuida a Alberti, representaría la dus mundus; novum quarebamus exedificare mundum"). Una ciudad
expresión máxima de este proyecto. nu~va, un mundo nuevo, como aspiración moral de Mo1nus y del Ar-
Sin embargo, Alberti prefiere no tanto la representación ideal qrutecto. Una idea que en el tratamiento de Alberti aparec~rá como
del mismo, sino la simulación teatral. Así puede entenderse el cres- leJ~na Y qu1zas· · 1mpos1
· "bl e, una vez que los hechos se impongan y el
cenda de teatralidad que acompaña las sinuosas transformaciones de pnmado de la. ?mis abrace toda experiencia que A.lberti interpreta
i\1omo, siempre dispuesta a asumir un nuevo papel. A este efecto, el como la V1olac1on de la medida. Frente a ella, el consuelo del pensa-
último líbro ofrece un espectáculo exrraordinario. Los dioses regre- miento, según la mejor tradición de la filosofía estoica. Un lue-ar
san a la tierra para ver mejor la situación de los hombres, como es- que recorrerá y un papel que representará con la QTacia natural "de
tarnas, ocupando el proscenio. Carla Ossola en un reciente esmdio" su i~teli~encia. Será su amigo Landino, citado po/Grayson, el que
ha sugerido como central en la estrncmra del Mamus este juego de hara de el un retrato generoso que ayudará a constrnir su levenda:
máscaras. Como también podría establecerse otros paralelismos con "lw _geometra, lui aritm.etico, lui astrologo, lui musico, e nell; pros-
las Elegantiae de Valla, en las que la vida desfila como máscaras en el pemva meraviglioso". El, que se había constimido en juez amargo
teatro, tal y como señala Rino Consolo 20 . En uno y otro caso, el ar- de un mundo en crisis, pasará a ser el testigo de una época compli-
tificio de la simulación le permitirá a Alberti, muy de acuerdo con el cada que no acertaba a recorrer el difícil camino hacia las ideas. Más
gusto de la época, hacer más comprensible su intención última a la allá de Platón, Jenofonte, Luciano o Vitrnbio, Alberti había cons-
hora de escribir el Mamus. trmdo una refleJción propia, atenta a liberar aquellos ideales huma-
ru_stas que para él coincidían con su concepto de naturaleza y de ra-
zon. Una extraña simetría sobre la que se constrnyeron los ideales
" R. Rinaldi: op. cit., pp. 141-179. de la época. ·
J.:1~1~us1
19
C. Ossola, "Un nome per l'etemitB.", en RiviSUJ di St01·ia e Letteratura Reli- . El como ya hemos anotado, no es un episodio aislado
giosa, XXXVIII, 2002, nº 2, pp. 271-302. smo el 1mc10 que llevará al Encamium erasmiano. Bajo ciertos aspee-
20
R. Consola: nota a la edición de L. B. Alberti: lVlomo o del principe, ed. de R.
Consola, introducción de A. Di Grado, presentación de N. Balestrini, Genova,
Costa & Nolan, 1986. 21
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XXXJV
iviomo o del Príncipe

tos la alegoría mitológica puede servir a Alberti como zona libre de


maniobra para organizar sus ataques a las formas de poder. Ahí está
el sorprendente comienzo en el que ninguna crítica se ahorra a los
dioses más altos. Junto a Intercoenales, el 1Vlomus muestra cómo el pa-
trimonio clásico no servía a t\lberti sólo como terreno para procla-
mar valores antiguos o para celebrar la divinidad de la Naturaleza,
sino que le sirve también como humus para alimentar la libertad y la
emergencia de una subjetividad que hasta la fecha -desde las Confe-
siones de Agustín de Hipona- había tenido mínimas expresiones a
excepción del Secretum de Petrarca. Una libertad que se presenta BIBLIOGRAFÍA
bajo la máscara del hombre de teatro, él mismo experto en simula-
ciones. Contra la medalla que abre esta edición, ahí está el dibujo de
la Biblioteca Nazionale de Roma que lo presenta más allá de todo
ÜBRAS DE L. B. ALBERT!
ideal, identificado con el talante del vagabundo, privado de toda
dignidad emblemática a excepción de su condición humana como
Alberti, L. B.: Apologhi, ed. de NL Ciccuto, .i\tlilano, Rizzoli, 1989.
peregrino de una época que busca su camino. Ahí está, tras la re- - - - : Apolog_hi ed el?gi, ed. de R. Contarino, Genova, Costa & Nolan, 1984.
nuncia a la ciudad ideal y a cualquier otra referencia arquitectónica, - - : Autobiograpbte et autres textes ludiques, Paris, Les Belles Lettres, 1995.
el paisaje casi franciscano sobre el que se retrata. Cercana está -tal De commodis h"tterarum atque incommodis, ed. de L. GogITT Firenze L S
Olschk:i, 197 6. 0
' ' • ·
fue la elección del 1V1omus- la frontera por la que discurren todas
- - : Della pittura, edición crítica de L. Malle, Firenze, Sansoni, 1950.
aquellas figuras próximas a lo que el Renacimiento llamó "locura", - - : De ~o~cari_a coniuratione, en Opera inedita et pauca separatim impressa, ed. de
un lugar extraño que la época moderna intentará pronto definir. De G. Manclill, F1renze, Sansoni, 1890, pp. 25 7-266.
- - : De re aedificatoria, ed. de G. Orlandi y P. Portouhesi 2 vols Mil IJ
Erasmo a Shakespeare, todo el Renacimiento ha representado estas Polifilo, 1966. · 0
' ., " ano,
figuras, que van del "a walking shadow" al "a poor player" o a la Nar-
- - .: Dinner Pieces. A Translation of the "lntercoenates", ed. de David Nlarsh,
renschiff alemana. Todas ellas son figuras de un mismo viaje y su B1nghamton-New York, 1987.
aparente "locura" o extrañamiento es parte de un saber que el iVIo- - - : l libri della famiglia, ed. de R. Romano y A. Tenenti. Nueva edición de F
Furlan, Torino, Einaudi, 1994. ·
mus representa de forma excelsa. A él toca el privilegio de anunciar,
- - : lntercenali inedite, ed. de E. Garin, Firenze, Sansoni, 1965.
más allá de lo que los otros abandonaron, un tiempo nuevo. Qué - - : Intercenali inedite, en Rinascimento, IV (1964), pp. 125-258.
otra razón puede entonces ayudarnos a responder al Q1JID TUM - - : L'arcbitettura, ed. de G. Orlandi y P. Portoghesi .L'vlilano 11 Polifilo San-
que !\fatteo de' Pasti grabara en su medalla. Ahí está, marcando su soni, 1989. ' ' '

reverso ese ojo sin párpados, protegido sólo por las alas que lo lle- - - - : l11omo o del principe, ed. de R. ·Consola, introducción de¡\. Di Grado pre-
sentación de N. Balestrini, Genova, Costa & Nolan, 1986. '
van, tan abierto que ha llegado a ver el futuro y ante cuya visión ha - - : 1Vlomus_ o d~l principe, ed. de G. Martini, Bologna, Zanichelli, 1942.
quedado paralizado sin poder volverse a cerrar. QUID TUM, ¿y en- - - : Opera 1nedita et pauca separatim impressa, ed. de G. 1\tlancini Firenze San-
soni, 1890. ' '
tonces qué? Un desafio que el Niomus nos deja y que toca a nosotros
- - : Opere voigan·, ed. de C. Grayson, Bari, Laterza, 1982.
responder.
- - - : Opuscoii inediti di Lean Battista Alberti, ed. de C. Grayson Firenze L S
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:ca
:VIatteo de' Pasti, medalla de Leon Batt:ista Alberri,
anverso y reverso. Mantova, colección privada
Proemio
príncipe y hacedor de todas las cosas, Dios omnipotente y

E
L
máximo, al distribuir todos los dones más admirables a sus
criaturas, dio a cada una de ellas al menos un signo de las
más altas alabanzas divinas, pero manifiestamente se reservó el pri-
vilegio de ser el único plena e íntegramente provisto de los atributos
de una divinidad absoluta. En efecto, confirió fuerza a los astros, es-
plendor al cielo, belleza a la tierra y razón e inmortalidad a las al-
mas, distribuyendo todas las maravillas a las cosas casi una por una,
y en cuanto a sí mismo, quiso ser el único dotado en todos los as-
pectos de esa perfección que no tiene igual. Y precisamente esta
cualidad, si no nos equivocamos, se considera la primera en un ente
divino: ser único.
Éste es el origen de todas las cosas raras, es decir, las que no tie-
nen la más rrúnima semejanza con las demás y que, según la antigua
opinión de los hombres, son juzgadas casi divinas. Y de esta fonna,
los acontecimientos monstruosos, los prodigios, las extrañas apari-
ciones y los fenómenos de este tipo, al acaecer extraordinariamente,
fueron considerados por los antiguos entre las senales de la sagrada

l'l
Momo o del Príncipe Proenzio

presencia de los dioses. Asimismo, la naturaleza, _como _se ha p.odido ciones expresivas, la dignidad, la variedad y la elegancia de los argu-
observar desde que el mundo es mundo, ha reumdo la 1mnens1dad y mentos y que, al mismo tiempo, lograra su diversión v entreteni-
la excepcionalidad con la rareza, de forma que parece incapaz de miento con invenciones brillantes y placenteras, no habiendo toda-
concebir nada bello y grandioso que no sea también raro. Quizás Vla muchos entre los latinos que lo hayan conseguido, creo que
por esto, si vemos personas que proceden del vulgo sobresalir por oertamente no deberían contar entre los escritores vulo-ares.
ingenio con obras fuera de lo común y, por tanto, rarasi las llama-
1 Quisiera tener tanto ingenio como trabajo y estudio dilirrentes
mos divinas y las hacemos objeto de admiración y honores como a he dedicado con este úruco objetivo, sin duda difícil. Probable~ente
los dioses, llevados por la enseñanza de la naturaleza. Por este cami- entonces lograría comprender mejor que lo que estaba tratando es
no, sin duda, nos damos cuenta de que todas las rarezas tienen algo también éste, a su modo, un género filosófico que en ningún caso es
de divino en cuanto que tienden a ser consideradas únicas y fuera de de segundo orden; porque esto mismo me ha enseñado todo el es-
lo ordinario, bien apartadas de la compañía y cuantía de todas las fuerzo que hace falta emplear si se quiere ser a cualquier precio ori-
otras cosas. ginal, y aun así, mantener el decoro y la seriedad; pues el escritor
Podría indicar un gran número de cosas apreciadas por el simple que asume la tarea de tratar argumentos muy serios sin abandonar
motivo de ser únicasi pero dejando correr todo lo de1nás, ¿cuántas ja,más una forma divertida y amena, digna y elevada a la par que in-
arº1.lmentaciones de los antiguos escritores serían apreciadas si die- sohta, encontrará más trahajo y dificultades de lo que piensa quien
se~ la impresión de banalidad, de lugares comunes' ¿Cuál no será no lo ha probado. También están los que, tendientes como son a la
leída con enorme placer y admiración si es reconocida no digo yo búsqueda de esa originalidad de la que hablamos, sólo expresan con-
como una obra menospreciada por los otros escritores, pero sí al ceptos comunes y trillados, pero logran presentarlos con tal máscara
menos poco leída y poco entendida) hasta el punto que con:ideraría de seriedad que llegan a ser considerados dignos de los juicios más
deber del escritor no ponerse a escribir nada que no resulte ignoto e favorables.
imprevisto a sus futuros lectores? .. P~ro yo, al contrario, me he encargado de que mis lectores se
A la luz de estas consideraciones, soy consciente de cuán difícil dlVlrt.Ieran )', además, se percataran de estar guiados al estudio de
es, casi imposible, sacar algo que no ha}Tª sido tratado )Ta e inventa- conc~ptos ~riles y en ningún caso despreciables. Los que me leyeran
do por muchos entre una infinidad de escritores. Antiguo es el pro- habran de ¡uzgar hasta qué punto se ha logrado este fin, y si tuvieran
verbio "No hay nada que no se haya dicho antes" 1. Por eso creo que la impresión de que mi cómico donaire loa-ra volver más licrero 1;
cualquiera debería ser valorado de muy raro y admirable ingenio si agradable un argumento de la máxima gra~edad, leerán, si ~o m~
es capaz de proponer nuevas cosas, nunca oídas y fuera de las comu- eqmvoco, con mayor deleite 2•
nes expectativas y opiniones. Y luego, se hallará a continuación de De cualquier modo, no estará fuera de lugar que aclare el plan-
éste quien sepa afrontar contenidos notorios, incluso si están muy teamiento de mi trabajo, tanto para que resulte más fácil su com-
difundidos, con un estilo en cierto modo nuevo e imprevisible. Por
ende, si se encontrara un escritor que predispusiera y orientara a 1

quien le leyera al gusto por una vida mejor con el rigor de las elec- .Alberti ya se había referido a la función terapéutica de lo cóinico en la dedi-
~atona de las lnte1-cenali a Toscanelh (L.B. Alberti: Opera inedita et pttuca separotin1
nnpressa., ed. de G. Manzini, Florencia, 1890, pp. 122-123); volviéndose más an1 ar-
go el discurso en la "intercenaJ" Co1·olle (L.B. AJberti: Intn·cenali inedite ed de
1 Cfr. Terencio: Eunuchus 41. E. Garin, Florencia, 1965, p. 150). ' .

6
7
Proemio
i'domo o del Principe
mentas, si me llegara el rnomento de escribir sobre lo sagrado y las
rensión como para justificar la razón por la que he introducido
p ,, li divinidades.
personajes divinos, tomándome en una narrac1on en pros~ esa ce~-
Pues yo, a imitación de los poetas 1 poniéndome a escribir acerca
cia que se concede a los poetas. En efecto, sé que los escritores ant1-
Q1JOS acostumbraban a filosofar de modo que dejan entender bajo
del príncipe, quien como el alma racional gobierna todo el cuerpo
o del Estado, me he servido de los dioses para indicar por medio de
los nombres de los dioses aquellas inclinaciones del alma que nos
incitan a este o a ese otro comportamiento. Es por este motivo que ellos, con una forma particular de ironía, a los hombres pasionales,
han introducido a Plutón, Venus, Marte y al ciego Cupido y, por iracundos, viciosos, ignorantes, superficiales y henchidos de sospe-
otra parte, a Palas, Júpiter, Hércules y divinidades de la misma esto- chas, y por el contrario, también a las personas serias, maduras, co-
fa: los primeros simbolizan los ruinosos atracnvos de la codicia y del herentes, activas, solícitas y de bien, enseñando de esta manera
placer, la furia de las pasiones enardecidas; los otros la fuerza dd en- cómo se comportan frente a las vueltas de los acontecimientos, si-
tendimiento y el valor del consejo junto a la firmeza en las dec1s10- guiendo unas veces un modelo de vida y otras otro; qué valores de
loor o vituperio, de honra o denuesto en el Estado, v cuánta estabi-
nes. po r efecto de estas inclinaciones, las aln1as se impregnan de vi_r-
tud y se dejan guiar por la razón, o bien hacen mal uso . de sí lidad o ruina política, excelencia y dignidad se derivan según se go-
mismos, realizando y meditando acciones malvadas y desconsidera- bierne. De manera que en estos cuatro libros, si el amor por mi tra-
das'- Siendo en el ánimo de los hombres perpetua y dificil la con- bajo no me engaña, encontraréis no pocas ideas concernientes a la
tienda entre las virtudes y los vicios, no es extraño que los dioses formación del mejor príncipe y, además, se presentará una discreta
sean precisamente como los que Homero, Píndaro, Sófocles y los serie de observaciones reveladoras acerca del carácter de aquellos
más aventajados poetas introdujeron en sus tragedias y representa- que al príncipe acompañan; aunque he omitido deliberadamente a
ron en los teatros'. Pero será otro el lugar para tratar estos argu- los lisonjeros, de los que las cortes principescas están atestadas, sien-
do un argumento que han tratado exhaustivamente hasta los poetas
> La mitologia de índole moral, tan presente en la Edad Nledia, se sitúa lejos
antiguos, particularmente los cómicos. Estoy tan lejos de las carac-
de los intereses~ del .VIomus, aunque aparentemente aparece invocada durante la terísticas del adulador que a veces me expongo a las críticas porque
justificación teórica, diferenciándose también de la sucesiva teología poética de los omito las alabanzas de quien verdaderamente las merece, hasta en
neoplatónicos. No obstante, el uso que hace A.lberti de las "fábulas -ª~tiguas" se las circunstancias debidas, con tal de no darme la impresión a mí
coloca en este laico hiato, caracterizándose en sentido mundano Y lud1co, en ar-
mismo de haber querido imitar de algún modo a esa clase de perso-
monía con el serio ludere de la u-adición que deriva de Luciano. De hecho, cuando
AITTlsÚn de A.lmazán publicó en 15 5 3 una traducción castellana del i'vlomus, bajo el nas que detesto profundamente; falta que también podría eviden-
tí~lo de La moral)' ntuy graciosa historia del PVIorno, ya insistió en su prólogo en las ciarse para con el lector. ¿Quién es, en efecto, quien no adula cuan-
deudas que había contraído Alberti con Luciano. Sobre la tradu~ción de A.gu~~n do escribe un proemio, haciendo ostensible muestra de aplauso
de ¡\lmazán, cfr. .0-L Damonte: "Testimonianze della fortuna di L.B. Albero in hacia el destinatario, para adornar y embellecer con elogios, quizás
Spagna: una traduzíone cinquecentesca del i\l[omus in ambiente erasmista", e.~ .4tti
dell'Accademia Lirrure dí Scíenze e Lettere, 31 (1974), pp. 257-283; cfr. tamb1en A.
ficticios, el argumento, según una norma dictada por la tradición?
Coroleu: "El 1VI;rno de Leon Bartista Alberti: una contribución al estudio de la He presentado aquí una introducción sin oropeles, no he pasado re-
fortuna de Luciano en España", en Cuadernos de Fi!olog{a Clásica (Estudios latinos), vista a ninguna de vuestras cualidades tan numerosas como grandísi-
nº 7 (1994), esp. 181, n. 16, pp. 177-83. mas1 y he hecho una cosa que quien os y me conozca seguro que no
4 Destaca que sólo sea dramaturgo el citado en último lugar, ya que el t1'1mnus
despreciará. Actuáis, pues, por cuenta v11estra, de tal forma que
pretende ser preclara muesrra de esa "teatralidad" de la literatura.
9
8
Momo o del Pi-íncipe

vuestra virtud se difundirá con indiscutible fama por doquier, consi-


guiendo ampliamente el premio de la gloria para la posteridad; no
necesitáis el apoyo de nadie más en esta empresa. Yo, por lo que me
corresponde, observándo y atesorando vuestras palabras y acciones,
prefiero abrazaros con todo mi libro y encomendaros a los apasio-
nados de buenas lecturas, para que tengan un inmejorable ejemplo
que imitar, más que halagaros, por así decirlo, con superficiales pa-
labras de alabanza.
Por lo demás, cuando me leáis en los momentos libres y vuestra
lectura proceda según mi deseo y ,vuestras expectativas, me alegraré
a vuestro lado todas las veces que os divirtáis con ella. Precisamente
querría que también sintieseis admiración por mis argucias e inven-
ciones todas las veces, no_ pocas, que comencéis a reír gracias a las
situaciones cómicas de las que esta historia está llena. Leed pues, so-
Libro primero
bre todo para vuestro entretenimiento, pero también para mostrar
benévola atención a mis esfuerzos y a mis desvelos con tanto placer.
Que seáis felices.

JO
M
E maravillaba cada vez que advertía el gran desacuerdo e
inconstancia que hay entre nosotros, núseros mortales en 1

lo que respecta a opiniones y pareceres, pero desde que he


comenzado a observar con más cuidado a los mismos dioses celestes,
a los que se les atribuye el loor de la sabiduría, he dejado de sorpren-
derme por las nimiedades humanas. En efecto, he descubierto entre
ellos una diversidad de tendencias y caracteres que es casi increíble:
algunos son graves y severos, mientras que otros están siempre dis-
puestos para la sonrisa; algunos, a su vez, son incluso tan diferentes
de todos los demás que a duras penas podría creérselos del número
de los celestes. Sin ernbargo, como quiera que así son 1 con caracteres
tan discordantes, ni entre los hombres ni entre los dioses se puede
encontrar ninguno de tan singular y extravagante naturaleza que no
se pueda hallar otro que se le asemeje en muchos aspectos, a excep-
ción de uno de los dioses llamado Momot. Se habla de éste como de

1
Momo aparece esporádicamente en la tradición clásica como la deidad que
personifica el Sarcasmo, dando buena prueba de ello en ciertos relatos fi.:scivos
para criticar !as acciones de los dioses. Según Hesíodo (Teogon1á 213-214), había

13
Momo o del Príncipe Libro pri1nero
un dios dotado con un fuerte espíritu de contradicción, exrraordina- Cuando el gran Júpiter creó esta obra maravillosa que es el
riamente terco, un gran criticón, inoportuno y molesto como nunca mundo, deseando que fuese adornado de la manera más bella posi-
se ha visto; aprendió a desesperar a todos sus familiares con palabras ble, ~rdenó a los dioses que cada uno según sus fuerzas y poderes
y hechos, y tenía por costumbre procurar, con toda su indulgencia y contribuyese a esa creación con algo elegante y digno. Los celestes
estudio, que cualquiera que lo tratase terminara con el rostro ceñudo secundaron alegremente el mandato de Júpiter )', de esta forma,
y el ánimo colmo de indignación. En defin.itiva, Momo es el único de cada cual aportó lo que mejor pudo -uno el hombre otro el buev
Íos dioses al que le gusta no sólo enfrentarse con los otros uno por otro la casa-; en fin, todos menos Momo le llevaron ~lgún presen;~
uno, sino también ser detestado por todos increíblemente. Se cuenta bueno y agradable a Júpiter'. Sólo Momo, testarudo y arrogante por
que por culpa de la desenfrenada insolencia de su lengua, fue de co- naturaleza, presumía de haber sido el único que no había hecho
mún parecer y conjura de todos los antiguos dioses expulsarlo y pn- nada, Y en medio del común frenesí de los demás para inventar alao
varlo de su compañía; pero tenía tanto poder, con la inaudita maldad b
perseveraba con extremo placer en su obstinación. Finalmente, des-
'

de su carácter y sus siniestros artificios, que logró poner en un brete a pués de que muchos le insistieran para que tuviera más respeto y
todos los dioses, a todo el cielo y hasta toda la máquina del universo. consideración por el favor )' la autoridad de Júpiter, en absolut;
He decidido poner por escrito esta historia para que pueda servir de conmovido por sus repetidos consejos, sino movido por la náusea
enseñanza y aviso a una vida guiada por la cordura y la razón, pero qu~ le provoca~an todas esas invitaciones, exhortaciones y súplicas,
para que esto se consiga con más facilidad, deberían examinarse antes cenudo como siempre exclamó: "¡Habéis vencido, pelmazos! ¡Os sa-
las causas y la manera de la eA'Pulsión de l\1omo; más tarde continua- tisfaré plenamente'"· Ideó entonces algo digno de éL llenó el mun-
remos con una muy variada historia, llena de imprevistos y riquísima do de chinches, tíneas, avispones, abejorros, cucarachas y otras sa-
tanto por la seriedad de los argumentos importantes como por la co- bandijas semejantes. En un primer momento, esto fue tomado por
micidad de las situaciones divertidas. los dioses con humor, aceptándolo como una ocurrencia bromista:
pero él tomó con gran enojo que no lo hubieran recibido como un~
nacido de Nicte (la Noche), teniendo por hermana a Éride (la Discordia) .•A,,_ veces
afrenta, y entonces comenzó a jactarse de su bella empresa y a criti-
aparece como una mujer y orras como hombre, y es compañero inseparable de car con minuciosidad los presentes de los demás mientras denigraba
Como, el espíritu del banquete, así como de un conejo de bebedores que suelen a sus autores, consiguiendo concitar así el creciente odio de todos
seguirles. No obstante, Alberci prefiere ignorar este elemento de la tradici~n ~ri­ con sus insolencias. Entre los más célebres arófices celestes aozaban
ca en pos de un Momo de procedencia desconocida. El Momo de Albero denva
de particular admiración Palas por haber inventado el buey,\1iner-
directamente de Luciano y, sobre todo, del Deorum. conciliunt y del luppite1· tragoe-
dus, donde este dios insolente participaba corno protagonista en los debates de los va3 por la casa y Prometeo por el hombre; inmediatamente tras ellos
dioses; asimismo, en el Hermotimus cuestionaba la ilógica confección del cuerpo
humano obrada por Vulcano. Más cuestionable, pero también sugestiva, es la deri- 1
Cfr. Luciano: Vera historia II 3; )' Nigrinus 32. La impronta de Lnciano re-
vación del fragmento hermético XXIII de Estobeo, en el que, siempre en relación
presenta ahora el filrro írónico por el que pasa la referencia a la tradición hern1éri-
con el tema de la condición humana v de los proyectos de refundación del mundo,
ca, destacando la presencia del fragmento XXIII 50 de Esrobeo.
aparece un Momo demasiado sádico. y reducido ya a mera epifanía diabólica (cfr.
~ Palas es un epíteto ritual de la diosa Atenea, es decir, la Jvlinerva romana, co-
fra!!mento XXIII (Kore Komzou), pp. 1-22 del tomo fV de la edición del C01pus
n.oc1da como Palas Atenea. El desdoblamiento Palas-.Minerva, común en el alber-
He~-11ieticinn, ed. de A.J. FestugiCre, París, 1954); sobre el personaje de Momo y sus na~o De 1·e aedifi-cato1·ia y confom1e a la rradición erudita (cfr. Boccaccio: De gaieo-
fuentes, cfr. las pp. 536-537 del vol. III de la edición de \;\,Z Scott, Oxford, 1926, en logr~ deoruni, II IIT 23 d, I\7 LA1TI~LXTV) podría aludir irónicamente a dos
donde aparecen nuevas connotaciones diabólicas de Momo. veroentes ~griega y latina~ de la formación clásica de los intelectuales inferiores al

14
15
iV!orno o del Príncipe Libro primero

estaba la diosa Fraude', que parecía haber tenido una bellísima idea cha tierna y delicada como la diosa Fraude, ante lo que la esposa in-
situando en las mujeres el deleite de los hombres y dando a éstas las dignada por la afrenta despreció el lecho conyugal; mientras tanto,
artes del fingir y disimular, la risa y las lágrimas. ?vlientras éstos reci- la diosa que había cautivado las gracias de ese príncipe siempre de-
bían los elogios de todos los otros dioses, sólo Momo los criticaba trás de faldas ocupó su plaza. Si Juno se hubiera dado cuenta de ello
violentamente: reconocía que el buey fuera un animal útil, idóneo si hubiese querido salvar para la eternidad su relación de amor ha~
para los trabajos pesados, aunque le achacaba que no hubiera sabido bría procurado desterrar de la compañía de los dioses a la traidora
ponerle los ojos en su sitio, justo sobre la frente; siendo así, cuando diosa.
arremetía con los cuernos, teniendo los ojos fijos en tierra, no era .LVlomo repetía continuamente estas maldades sobre Fraude, por
capaz de golpear al enemigo allí donde quería; su creadora había más que estuviese locamente enamorado de ella, pero va siendo
sido una inútil al no ponerle también un ojo en alto. Igualmente, con anterioridad presa de los celos, la atacaba hablando n"ial de ella
afirmaba que la casa no merecía en absoluto la aprobación de aque- n1ás de lo necesario; entonces la diosa, provocada por semejantes
llos ignorantes, ya que debajo de ella debería haber tenido un carro injurias, decidió hacer todo lo posible para vengarse. Así, para pa-
con el que poder transportarla a un barrio mejor en caso de tener gar con la misma moneda a su ingrato amante, confiando en sus ar-
un mal vecino. En cuanto al hombre, afirmaba que sí era algo casi tes simuló querer hacer las paces con Niomo. Siempre a su lado,
divino, pero la hermosura que se podía admirar en él verdadera- mantuvieron conversaciones interminables, dándole enseguida la
mente no era una invención de su creador1 sino que había sido he- razón y haciendo todo lo que quería él. Luego le reveló al crédulo
cha a imagen y semejanza de los dioses; aunque al hacerlo, le pare- amante algunas patrañas absurdas como si se tratara de crrandes se-
b
cía que se había procedido sin reflexionar al haberle escondido el cretos, pidiéndole hipócritamente consejo para sus asuntos v mez-
pensamiento dentro del pecho, en medio de las entrañas, mientras clando verdades e invenciones, murmuraba infinitas v re;~rcidas
que habría sido oportuno que estuviera en lo alto de la frente, en el habladurías sobre este o aquel dios con el objetivo d~ provocar a
punto más descubierto del rostro 5• Además, nada encontraba más ese petulante y hacerle hablar de más; en definitiva, no dejaba pasar
inuenioso
b v, diuno
b de encomio que la diosa Fraude hubiera descu- nada que pudiera ocasionarle un gran perjuicio en el momento
bierto el modo de convertirse en la amante del rey de los dioses en oportuno. Con estas artimañas logró arrancarle a ese imprudente
perjuicio de la diosa Juno, su hermana y mujer. Júpiter, conquista- muchos relatos comprometedores, que más tarde contaba a todo
dor como era, sin duda había deseado ardientemente una mucha- aquel que podría tomárselo a mal; afianzaba así -su esperanza de
lanzar el ataque final con mayor seguridad en el momento decisivo,
una vez provocado el rencor y el odio de tantos como fuera posible
principado, aún más cuando el compon:amiento de las dos diosas en el relato está
caracterizado por la tendencia al rechazo de cualquier responsabilidad decisoria y
contra iVlomo. ~'\demás, la diosa Fraude se había encargado de que
por su pseudoasrucia malévola. _ . todos los días le fueran presentadas a Júpiter continuas quejas con-
-t La diosa Frazts es hija de Erebo y Noche, tal y como aparece en Bc,>ccaccio: tra Momo por boca de distintos dioses y, para alejar de sí cualquier
De geneaiogia deorum I, XIV y X,'Q. Correspondería a la deidad griega Apate (el sospecha, si se hacían en su presencia comentarios sobre el pésimo
Engaño), hija de Nicte, igu~ que .i\ilo~o (el Sarcasmo), engendrando también la
Noche iunto a su hermano Erebo al Erer y al Día, 3.demás de ser madre de toda
carácter de Momo, fingía defenderlo, casi por obligación de aman-
una serie de abstracciones. te, y con muchas palabras livianas y frías justificaciones protegía a
' Para las críticas de i\tlomo, cfr. Luciano: Hermotimus 20; en el 1Ylomus i\tliner- Ivlomo de las acusaciones y de la condena ge.neral, diciendo que en
va y Prometeo están en lugar de Neptuno y Vulcano. el fondo no era malo, sino que tenía un espíritu demasiado rebelde

16 17

'l5
]\!lomo o del Príncipe Libro prinzero

que le hacía mosrrar una lengua viperina más desenfrenada de lo que era el dios más diligente y responsable en el trabajo, nunca ocioso,
en realidad era. sin nn minuto libre y gue jamás descuida detalle alguno por pereza,
Llegó el día en el que se le presentó una ocasión magnífica a la alguien que ni recomendaciones ni sobornos lograrían que desiscie-
diosa, gue tenía los ojos bien abienos para asestar el golpe definiti- ra del riguroso acatamiento de las normas tan enraizadas en su áni-
vo. Los dioses no estaban muy contentos con la creación de una se- mo. Todo esto lo declaró públicamente afirmando repetidas veces
gunda especie de divinidad, los hombres, y tampoco les satisfacía que necesitaba descansar y tiempo para sí, por lo que quería que de
que éstos fueran mucho más dichosos que los mismos dioses, ya que las prerrogativas del poder le quedase tan sólo la de gozar a su vo-
tenían el aire, el agua, la casa, las flores, el vino, el buey y todas las l~tad, ¡_unto con los otros dioses, de nna completa alegría. Le pare-
arras fuentes de placer. Entonces el gran Júpiter, para reforzar su c1a una Justa recompensa, teniendo en cuenta las mercedes ororaa-
poder con la confonnidad de los habitantes del cielo, les prometió das a los otros dioses, pasar una vida libre de cualquier tipo de
que tornaría medidas y declaró que actuaría de forma tal que en el preocupaciones.
futuro ninguno de los celestes prefiriera ser hombre antes que dios. Ya que he dicho que la potestad de los fuegos había sido dada a
Infundió a la sazón temores y ansias en las almas humanas, y mandó Had_o, s_erá conveniente que expliqne qué es lo que son y qué impor-
dolores, enfermedades y muerte 6 . A causa de estas desgracias los tancia nene poseer su control. Existe entre los dioses un fue~o sa-
hombres quedaron reducidos a una condición mucho peor que la de grado que, entre sus extraordinarias propiedades, tiene la de ~arder
las bestias, por lo gue no sólo hizo desaparecer la envidia de los dio- perperua1nente sin echarle leña, aceite o alguna otra materia; las
ses, sino que ésta se transformó en compasión. Además, Júpiter, mismas fábulas cuentan que incluso es de tal condición y calidad
para ganar adeptos, empezó a embellecer toda la esfera celeste: dis- que cualquier cosa que tocase la convertía en inmoral e incorrupti-
1

puso la colocación de las moradas celestes y las adornó con numero- ble. Aunque si se aplican llamas tornadas de este fuego a elementos
sas y muy diversas estatuas, oro, diamantes y todo tipo de delicias en terrestres) tanto sólidos como líquidos, éstos se disgregan espontá-
abundancia v variedad. Al final se las regaló a los dioses Febo', Mar- neamente para regresar rápidamente a su sede originaria a menos
te, Saturno ~u padre, Mercurio, Venus y Diana, y para ejercer desde
1

que sean sustentadas por continuos y diligentes soplos. Asimisn10,


entonces un poder absoluto, cómodo y bien aceptado por los mora- hay que añadir que el fuego sagrado se mantiene vivo sólo entre los
dores del cielo, distribuyó a quien le parecía todos los cargos y pues- hilos de las telas tejidas por la diosa Virtud. Una llama extraída de
tos de mando. Princípalmente dejó al dios Hado al cuidado de la ro- este fuego sagrado brilla sobre la frente de todos los dioses v tiene el
tación de los cuerpos celestes y de los fuegos sagrados) siendo como poder de permitirles transformarse a su antojo en rodas l~s formas
que quieranª, Jo que ya hicieron muchas veces la mayor parte de los
6
Respecto a la u-adición mitológlca, resulta signJficativo gue el hecho de en-
8
viar los males sobre la humanidad esté desvinculado del robo del fuego llevado a Junto a las exrraordinar:ias posibilidades de metamorfosis que consentiría el
cabo por Prometeo, al gue se aludirá poco después. Por otra parte, son n1uchos los fuego sagrado, poniendo de manifiesto las distintas caras y el enrnascaranüenro
elementos que a lo largo del relato relacionarán la figura de lvíomo con la de Pro- ~ue enrr~a la política e incluso la sagaz. y oblicua 1netis necesaria en lo político, se
meteo. 1iga manifiestamente un carisma deseado por los dioses; y Jv1omo, como si de un
~rometeo invol_untar:io se rratara, contribuirá a su perdición y a abrir un fatal pasa-
7
Febo, el Brillante, es el epíteto y, a menudo, el nombre de .A.polo, represen-
tando al Sol. Como ocurriera con Palas-Minerva, también en la distinción entre Je a las cooptaciones y a la ampliación, así como a la desmitificación, de los circui-
Febo y _-\polo se relaciona Alberri con la u-adición erudita; cfr. Boccaccio: De ge- to~ de _d:cisión. Sobre la llama con10 signo divino de la invescidura polícica, cfr.
nealogia deorum III XIX, I\T XX, \T III. Tito Ln'lo:Aburhecondito I 39 y41.

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19
¡vfomo o del Príncipe Libro primero

máxünos dioses, como alguno que se ha tras1nutado en lluvia de oro, silencio todo lo que se dijese en ese lugar, tomando nota de todo lo
en cisne 9 o en otros muchos animales, siguiendo los impulsos de la que allí se hablase. Puesta a punto la trampa, la diosa se acercó al
pasión amorosa. Cuando Prorneteo sustrajo una centella de este fue- amante sonriendo, se saludaron y luego Fraude, después de callar
go, fue condenado por haber cometido sacrilegio a estar encadenado durante un rato, enarcando la ceja exclamó: "¿Cómo estás, Mon10
al monte Cáucaso. Entonces, ya que el fuego era capaz de llevar a mío? Creo que también tú tienes una opinión distinta de la de este
cabo acciones tan importantes, los celestes procuraron con la asigna- conjunto de ingenuos respecto a las mercedes que Júpiter ha otor-
ción de un mandato especial sobre los fuegos que de ahí en adelante gado a los celestes. ¿No estás de acuerdo conmigo? Yo no tendría el
nadie, por osado que fuera, pudiera cometer un robo como éste. coraje de confesar mis impresiones a otro que no fueras tú, porque
Pero olvidemos los fuegos sagrados y prosigamos el relato. te arr10 más que a la luz de mis ojos. ¿Por qué debería esconderte
Cuando Júpiter ofreció esos espléndidos dones, los celestes acudie- nada, sí tengo entendido que me arnas por mi sinceridad v fidelidad?
ron multitudinariamente frente a tanta generosidad. Toda la masa ¡.A.h, pobres de nosotros que a éste ... no, no, otra vez! N~ niego que
de los inmortales, dando prueba de increíble rapidez, se reunieron sean bellas y buenas las obras de Júpiter, incluso si es obvio que todo
en el palacio real para agradecérselos a Júpiter, y allí se encontraban lo que hace el príncipe de los dioses jamás puede ser superado ni
compitiendo unos con otros por las más altas expresiones de alaban- igualado. Tú, con tu sabiduría, entiendes lo que quiero decir mejor
za con las que corresponderle, estando todos de acuerdo al afirmar de lo que pueda explicarlo"_ Así habló la diosa, y entonces dijo
que el excelso príncipe Júpiter, con su sabiduría, había actuado se- 1\!lomo: "Estás intuyendo justo la verdad, aunque no tengo todavía
gún sacros principios de justicia en favor de la comunidad de los ce- claro si estas cosas son la obra de un príncipe loco o de un ambicio-
lestes. Sólo lviomoi con triste semblante y rostriruerto, actitud hura- so". Ante lo que la diosa preguntó sonriendo: "¿Y entonces qué?ll
ña v una ceja fruncida, miraba con malos ojos a todos los que ¿Puede acaso ser una de las dos, ya que en él no hay defectos sino
lleg~ban a la carrera para tomar parte en la fiesta de agradecimiento. sentido común?". Entonces señaló i\!lomo: "¿Llamas sentido común
En ese momento, la diosa traidora, que continuamente estudiaba al a algo que parece ser pura locura? ¡Qué mar1era tan equilibrada de
enemigo, advirtió que i\llomo estaba airado con Júpiter. Entonces, proceder' 'le digo yo cómo deberían hacerse las cosas. ¡Oh, qué
valiéndose de sus artimañas, preparó todo lo necesario para conse- bien podría gobernarse la comunidad de los dioses, si las decisiones
guir su objetivo: colocó detrás del ara del banquete cercano, en el fueran meditadas con más seriedad 1 No basta que el príncipe tome
que por casualidad estaba apoyado Momo, a la hija del dios Tiempo,
Verina, y a Prot1ua 10 ) una amante de Júpiter que dicen que había
sido nodriza de las ninfas, mandándoles que se sentaran en el suelo 11
Quid tum? son las palabras del emblema de Alberti, colocadas bajo un ojo
y se escondiesen, fingiendo estar ocupadas en otros asuntos; les con- t1ameante y alado, aparecido en la "intercenal" Anuli. Cfr. E. \iVind: Las rnistmós
tó que esto lo hacían en interés de Júpiter y que debían escuchar en paganas del Renacimiento, Barcelona, 1972, pp. 231-235; R. VVatkins: ';L.B. A.lberri's
ernblem, the winged eye, and his name, Leo", en i'v1itteilungen des Kiinsthistorischen
Institutes in Florenz, III-N (1960), pp. 256-258; y A. Chastel: "Le arri nel Rinasci-
9 Aquí alude a las míticas metamorfosis de Júpiter cuando se enamoró de Dá-
~~nto", en AA.VV: 11 Rinascimento. lnterpretazione e problemi, Bari, 1979, pp. 286-·
nae v de Leda. -8:. En cuanto a la forma en la que aparece en el texto, resulta muy Uamativo que
i'o Verina y Proflua no comparecen en los clásicos; aunque con Vérina, 'I"empon·s qu:en lo p.ro~uncie, s~a la.diosa ~raude. Una fortuita coincidencia como ésta po-
filia se puede pensar en una referencia (autoirónica) a A.liclúa, hija del Crono de la dna contnbu1r en última 1nstanc1a a una lectura más laica v retórica de este lema
comedia Pbilodaxeos fabula. casi unánimemente cargado, por los exegetas, con valencias .religiosas.

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1

1 2:l-
Momo o del Príncipe Libro prinzero

medidas seº1Ín lo que en cada momento se le antoje, sin evaluar dejan de desear siempre novedades como es su costumbre ;cómo
también lo; pros y los contras de lo que vendrá después,. de modo quieres que nadie se dé cuenta de ~ue antes o después dar~~ a los
que no renga que mantenerse a e:x-pensas de los demás, sm,o,. como dioses orro rey?". "¡Eh! -intervino Fraude-, ¿orro rey?". "¿Por. qué
se dice, de su bolsillo. ¿Qué locura se ha apoderado de Jup1ter, el no' -dijo Momo-. ¿Quizás piensas que Júpiter es más que un dios,
rev de los dioses' Es cierto que hace tiempo estaba realmente con- por ser el rey de los dioses?". Fraude replicó: "Aun si lo que dices
te~to con la creación de los hombres, porque) derechos o torc1dos me parece muy verosímil, ¿quién podrá considerarse digno de un
que fueran sus arranques de ira, tenía competidores .que se CA'P_usie- poder tan grande, incluso si e] destino lo decide así?',_ "¡Qué ridícu-
ran a nuestra envidia; pero luego, desde que ha cons1der~do mas s~ - la eres! -exclamó Momo-. ¿Crees que todos los dioses son modestos
bio que estuviesen abiertas las estancias celestes a sus annguos _hab1- Y poco ambiciosos, hasta el punto de suponer que no se enconrraría
tantes antes que a los nuevos hombres, dioses por un determinado ninguno que no rechazase la ocasjón de alzarse con el poder?".
tiempo, ha querido tenerlos allí abajo para descargar sobre ellos su "Cierto es -dijo Fraude-, por cuanto te considero merecedor de los
rabia tempestuosa, y para tratarlos con terrible crueldad y extraordi- máximos honores, que un asunto tan grande podría tentarte tam-
naria ferocidad12 mandó rayos trUenosi epidemias y lo más duro e
1
bién a ti. ¿Pero luego qué papel me darías, sí llegases a tomar el po-
insoportable para las pobres almas humanas: las preocupaciones, los der?". "Serás para rrú -respondió Momo- una segunda Juno". En-
miedos v todos los males posibles e imaginables. Por otra parte, s1 tonces Fraude comenzó a llorar y dijo: "Pero alguien que puede
sienten que ya no pueden luchar contra los males, les ha. dejado a hacer todo lo que le plazca no es ciertamente constante en lo que
esos desventurados una fortaleza inexpugnable en la que librarse de concierne a los sentimientos. Te buscarás otra amante l\1omo y
la crueldad del enemigo: la muerte; si en cambio tienen g~nas .de lu- Fraude, que te amará sin esperanza, te aburrirá,,_ Todaví~ siguier~~
char, oh Júpiter mal aconsejado, no les has quitado ~a pac1enc1a con intercambiándose durante un poco más otras frases como éstas, has-
la que pueden vencerte, príncipe de los diose~, airado Y. armado ta que Fraude obligó a su amante a jurar sobre el altar mismo que,
cuanto te parezca. ¿Qué podría decir a propósito del gobierno de en el caso de que se convirtiera en rev de los dioses la colocaría a
los cuerpos celestes y de los fuegos sagrados, sin compas1~n por los ella en el puesto de Juno. Luego, mien~as volvía rri~fante en com-
males que ahora se ciernen sobre nosotros? ¿Quién es tan insensato, pañía de los máxírnos dioses, insrruyó astuta y cuidadosamente a las
tan obtuso, como para no ver que es inevitable que tengas. un r:1ª1 fi- testigos Verina y Proflua sobre la manera y palabras convenientes
nal, Júpiter, únicamente por culpa tuya, traidor.de ti mismoc ¿~~ para hacer saber a Júpiter todo lo que habían escuchado a escondi-
has sido tú el que le ha concedido a Hado plemtud de poderesc Y das cerca del altar.
además, si aquellos que mueven y rigen las estrellas y los planetas no Todo se desarrolló según lo planeado. Júpiter, turbado por la te-
rrible sospecha de perder el poder, se volvió en secreto aún n1ás
hostil con Momo de lo que ya era a causa de sus continuas querellas
i2 Se reaviva la antigua aversión de Giannozzo A.lberci por los "señores'', ra~i­

caliz.ada en el pesimismo antropológico y en el pathos 'Visionario de las lnt~rce1:olr Y con los demás. Ahora, dándose cuenta de la clase de adversario que
del Theouenius, v que regresa sucesivamente con nuevas formas de asces1s laica o se atrevía a plantear esa insinuación, demostró su capacidad para
en Ja ide..,,ologí:a "'neutra" del técnico. Reminiscencias d:ésta se. encu:ntran en ~1 vengarse violentamente por las ofensas recibidas. Júpiter se n1osrró
\'a<Jigiun
1 1 y, sobre todo, en el Deorum conciliurn de Luc1ano,. ~sng'.1;anz.ando el '-'l- tan airado y con tanto enojo y furor que no hubo nada que no en1-
gilante recelo de las oligarquías a las posibilidades de part1c1pac1on de las clases
pezara a temblar, quedando atónitos todos los celestes. Se convocó
inferiores.

22
lvlorno o del Príncipe Libro primero

la asamblea de los dioses en la que la diosa Proflua, nodriza de las los grandes males que hasta entonces habían cometido los dioses
ninfas, y Verina, hija del dios Tiempo, recibieron la orden de testi- q.ue escapase a la memoria de 1\'lomo, quien, como verdadero inqui-
ficar todo lo que habían oído confesar a Momo junto al altar. El sidor, los anotaba todos con la máxima precisión. Había tomado por
padre de los dioses y rey de los hombres, Júpiter, pretendía seña!ar ello el aspecto de poeta y le iba contando al pueblo, entre burlas v
con la má.-xíma solemnidad un día para el proceso y nornbrar un JU- hechos auténticos·, todas las pequeñas historias obscenas que tenía~
rado que instruyese el debate según los procedimientos legales. que ver con los dioses. En la escuela, en el teatro y por la calle se
Pero en ese inornento se elevó inesperadarr1ente una sola aclama- oían contar los adulterios, robos y enredos amorosos de Júpiter, así
ción desde todas las cátedras que declaraba a Momo culpable de como abominables maldades de Febo, i\llarte v demás dioses. Mez-
lesa majestad a un solo grito:"¡"'\ prisión! ¡Encadenadlo en lugar de clando verdades y mentiras, cada día crecía ~anto el número y la
Prorneteo~". fama de las indecencias que ya no había ningún dios, del género .que
Nlomo, temeroso y postrado por semejante conspiración de ad- fuera, que no fuese considerado adúltero o depravado. 1\_ continua-
versarios v tanta arúmosidad que se abatía tempestuosamente sobre ción, tomando el aspecto de un filósofo, con su barba desaliñada, el
él, decidiÓ darse a la fuga. Escapó con pasos veloces intentando ga- gesto amenazador, las cejas muy tupidas, una actitud arrogante y
nar el río celeste el Erídano 13 , y allí procurarse una embarcación
1
presuntuosa, tuvo grandes coros de gente a los que les predicaba
para alcanzar nuestras regiones con el favor de las cor:ientes. Per~ que el poder de los dioses no es otra cosa que una invención sin sen-
rrúentras corría para librarse del tropel de sus perseguidores, acabo tido, el parto estúpido de cerebros dominados por las supersticio-
cayendo antes de que se pudiera dar cuenta en un abismo que es lla- nes; defendía que era ridículo pensar en la existencia de los dioses
m;do el pozo del cielo; habiendo perdido la llama de la sagrada ín- particularmente de aquellos que supuestamente se preocupan po;
fula, el distintivo divíno, terminó desembocando en territorio etrus- los problemas de los hombres; y concluía diciendo que todos los se-
co, como si fuera un segundo Tages 14 . Encontró allí una población r:s animados tien~n una única divínidad común: la Naturaleza, que
profundamente impregnada de sentimientos religiosos, y para ve~­ tlene la tarea precisa de gobernar no sólo a los hombres, sino tam-
garse resolvió que su único interés sería que esa gente de Etrnr1a bién a las bestias de carga, pájaros, peces y todos los otros animales,
se apartara de la adoración y el culto a los dioses, incitándola a ob- que tienen todos por común instinto una manera semejante de mo-
servar e imitar lo que hacía él t 5. Con este fin, no había uno solo de verse, sentir y defenderse, estando bien que estén dirigidos y gober-
nados todos con criterios análogos. No se encuentra una obra en la
11 Erídano indica tanto una constelación como el actual Po.
!4 Ovidio cuenta cómo un labrador errusco vio surgir un terruño que se con- do seria NiccolO Niccoli, cfr. G. Ponte: L.B.•4.lberti: Umanista e scritore Génova
virtió en un niño y que abrió su boca para revelar el futuro, se trataba de Tages. 1981. Sin embargo, el tono y el sentido de la predicación de lvlomo en :Erruria (l~
Fue él quien les enseñó a los etruscos el ane de la adivinación. Cicerón confirma Toscana actual) podría hacer pensar en la presencia en Florencia de Gionrio Ge-
la existencia de esta tradición entre los habitantes de Tarquinia, quienes habrían n_Ust~ Pletone,_ e~ s~ aversión por la reunificación de las Iglesias y en sus ;ronun-
recogido sus enseñanzas en los llamados Tagetici Libri y Preacepta .Tagetia. Tages se Clarruentos anocnsttanos a favor de la restauración de los cultos paganos. También
presentó a sí mismo como hijo del genius Iovaiis, aunque Boccacao lo hace apare- G. Manzini sostellia que estas páginas aludían a las controversias concíliares va las
cer sin padre, igual que el Momo de Alberti. c~nringencias de la curia, pero en Nlomo y en sus andanzas confluyen nume;osas y
15 Esta incitación podría aludir a la propaganda de Francesco Filelfo en contra diversas solicitaciones y, por tanto, hace falta cuidarse tanto de las idenrificacione~
de los i\1édicis, hecho que se confirmará en el episodio de la barba arrancada, tal y ullivocas (del cardenal Vitelleschi a Lorenzo Valla) como de la renuncia a la inter-
como le ocurrió al mísmo Filelfo en 1433; y el cínico al que se debe el malentendí- pretación. -

24 25
Momo o del Príncipe
Libro prinzero
Naruraleza tan mal hecha que no tenga, entre tanta abundancia de
esa fuerza infusa en todas las criamras que las hace moverse v de la
cosas creadas, un aspecto que la haga útil a las otras; por consiguien- q~,e las almas humanas son un tipo de emanación11; y la con,tradic-
te, todas las cosas creadas por la Naturaleza tienen una función bien c1on de las tesis creaba enrre los mismos filósofos un -desacuerdo
precisa, sean buenas· o malas desde el punto de vista humano, desde 110
men~s vehemente 9ue la unidad de intentos con Jos que todos se
el momento en el que por sí mismas no tienen poder alguno si la
oporuan a Mo.mo. Este, obstinado como era, cada vez que entablaba
Naturaleza se opone y no las favorece. Muchas cosas roma el prejui-
u~ enfr~ntanuento, defendía con más tesón su opinión negaba la
cio común por defectos, mientras que en realidad no lo son; una 1
existencia de los dioses y decía que los ho1nbres vivían eng-añados si
bro1na de la Naturaleza es la vida hmnana. Con estos razonamientos
pensaban que otras divinidades, y no la Naruraleza, son la; que dirj-
Momo conquistó muchos seguidores, tantos que ya empezaban a
?en to~o ese circunvolar de órbitas que se ve en el cielo y que los
descuidar los sacrificios y las fiestas solemnes, siendo cada vez me-
unpres1o_na tanto. La Naturaleza, además, cumple mecánicamente
nos generalizado entre los hombres el respeto por los dioses"- En
~u tarea innata respecto al género humano y nunca necesita nuestra
cuanto lleo-ó la noticia a los celestes, acudieron todos al palacio de
" lamentarse de su situación, se pidieron ayuda unos a mte~ención ni puede ser influida por nuestras oraciones· en con-
c.lus1ón, es inútil temer a dioses que no existen o que, inclu~o si exis-
Júpiter para
otros, como suele ocurrir cuando todo está a punto de perderse, tieran, seguro que serían buenos por su propia naruraleza.
creyendo que ya no había ningún motivo para considerarse dioses
Los celestes, rurbados por el estrépito de ese debate acudieron a
una vez desaparecidos entre los hombres la fe y el temor que antes
observar la situación a un lugar del cielo desde el que' se pudieran
les profesaban. 01r con clar1dad los d1scursos, y allí perrnanecían con el ánimo en
Mientras tanto, A1omo acrecentaba la obra de su venganza y po- ascuas esperando el final de la polémica, tan preocupados por las ré-
lemizaba duramente con todas las corrientes de pensamiento. Du- pücas_ de Momo como aliviados por las intervenciones de los filóso-
rante un tiempo los filósofos acudieron en masa a los debates teni- fos. Estos, a1nbiciosos como eran por naruraleza, presuntuosos y
dos por el dios, un poco por envidia un poco por ganas de hablar, y
1 acostumbrados a apoltronarse en las discusiones, estaban indignados
se ponían en torno a él, en las primeras y en las últimas filas, para con Momo Y cada vez más encima de él, ator1nentándolo sin vacilar
interrumpir sus discursos y rebatirlos. Pero Momo, decidido, se valía Y ~legando a tenninar con malas palabras. Al final, al encenderse la
él solo para defenderse del ataque de todos, más con la prontitud con 1
r na, pasaron a la acción) agrediendo con puños, dientes v uñas la
la que replicaba que con la fuerza de sus argumentos. Algunos pre- con~maz boca de Momo, que todavía no quería callar po; más que
tendían probar que existe un jefe que gobierna el universo; otros se ve1a maltratar. La Intervención de algunas autoridades consiguió
adelantaban la tesis de la correspondencia de las cantidades, para la c~lmar el mrnulto, entonces A1omo empezó a implorar que le pr~te­
que al número de los mortales debía corresponder un número igual giesen Y ayudasen, mostrando el rostro maltrecho, con media barba
de inmorralesi otros demostraban la existencia de una inteligencia arrancada, debido a que, mientras intentaba escapar de las ubicuas
pura, incontaminada por la materialidad corruptible de las criaturas manos de sus enemigos, un pequeño filósofo cínico se le había ceñi-
terrenas y mortales, por la que las cosas divinas y humanas aportan do al cuello y le había arrancado la barba de un mordisco. Las auto-
alimento y guía; otros aseveraban que debe ser considerada divina
17
Contra el racionalismo ateo de Momo se alzan los danlores de las distintas
escuelas rodas ellas ' · · d L · ¡ · ·
16
Cfr. Apuleyo: Meta1n01pbosis I\7 XXIX 3; n1ás conocida corno E! 11_1110 de oro. ' te1sncas, miran o a uc1ano y a s1ncrensn10 a veces veleidoso
de la cultura florentina de aquellos afias.

26
-r '
iVIomo o del Príncipe Libro pri111.ero

ridades no podían tolerar que, en su presencia, se causara una ofensa poder y facultad, con el encargo de evitar que la comunidad de los
tan o-rave a un horn bre con tanta barba, y se pusieron a buscar al dioses sufriese ulteriores daños.
culp~ble. Era imposible escuchar el relato del episodio con suficien- A la partida de la diosa se agolparon todos los órdenes divinos
te claridad en medio del inmenso nüdo ocasionado por las voces de para despedirla, y uno a uno los miembros del consejo celeste, en
los filósofos que gritaban acusaciones contra Niomo, aun así, final- función de la amistad o parentesco que tenían con la enviada, le da-
mente consiguieron entender lo que había pasado, llevando a su ban solícitos consejos y le rogaban que salvase de cualquier manera
presencia al culpable, ese cínico pequeñajo tan hábil dando mordis- la cornún honra y dignidad de todos ellos, sugiriéndole que actuase
cos; aunque viendo a .LVIon10 1 maltrecho y con las mejillas magulla- de forma que fuese precisamente ella, que hacía posible la existencia
das, esforzándose para hablar, pero logrando sólo escupir grandes de los sacerdotes de los dioses, la que protegiera con su escrupulosa
esputos sanguinolentos con los pelos de la barba que se había corrii- intervención la sacrosanta majestad de los inmortales. Y ella, dándo-
do, se pusieron a reír y se fueron sin ocuparse del asunto. les rnuy buenas esperanzas y prometiéndoles atajar ese gran peligro
Los celestes pensaron que en absoluto beneficiaría a la dignidad que se cernía sobre ellos, tomó oportunamente todas las iniciarivas
divina que los hombres aprendieran a alzar las manos contra un que aquella dramática ocasión podía consentir. La diosa Virtud tenía
dios, incluso si se trataba de un canalla y no era reconocido su linaje. cuatro hijos adolescentes, la flor de la juventud celeste por belleza,
Por otra parte, preveían que si Momo hubiese llevado adelante la gracia, desenvoltura y bondad de ánimo; la diosa los llevó consigo,
venganza que había empezado, habiéndole seguido el ignorante y elegantísimos, pensando que si no había otro medio para ganars; la
crédulo vulgo) seguramente las tradiciones religiosas y los honores voluntad de los que antes solían hospedar a los dioses, es decir, los
sagrados a los dioses habrían caído rnuy pronto en el olvido. Se con- mortales más notables y los héroes, sabía lo mucho que les arraÍa la
vo~có una reunión del consejo de los dioses para discutir el problema belleza. ¡A qué precio se querían anular las tramas de 1Y1omo! En-
y en ella se plantearon dos propuestas. Una, que encontraba la apro- tonces, la diosa comenzó a avanzar en formación cuadrada 18 : delante
bación general, era la de restaurar la dignidad y la autoridad de los iban sus dos hijos varones, Triunfo y lfofeo, en med.io la madre
celestes por medio de algunos dioses que disfrutasen de buena po- Virtud, y seguían sus pasos sus dos bijas, Alabanza y Posteridad. Los
pularidad entre los hombres, para que procurasen restituir el lustre dioses en gran número, formando un largo cortejo, acompañaron a
y el vigor a los antiguos ritos y al culto divino. Con la segunda pro- la diosa hasta la séptima milla, donde los embajadores divinos subie-
puesta había división, pero tenia a favor partidarios de renombre: ron sobre la nube más inmaculada, en la que descendieron por el
consistía en volver a llamar a Nlomo, cuyo carácter era bien conoci- éter hasta posarse en tierra. En todo el cielo los dioses confesaron
do por todos ellos, visto que después de su exilio la comunidad divi- sentirse muy aliviados por el viaje de Virtud, y afirmaban que indu-
na había padecido muchos más problemas que teniendo en casa a dablemente la diosa, con el apoyo de semejantes colaboradores, lo-
ese mentiroso murrnurador a quien de ahí en adelante no debían dar graría reparar los daños que los ataques de ese criminal maniaco de
crédito alguno; si además querían darse el gusto de castigar a Momo habían provocado a la majestad de los celestes. Fue admira-
lviomo, la peor clase de exilio era precisamente estar entre los suyos, ble el momento en el que la diosa tocó suelo. ¡Qué manifestaciones
marginado y aborrecido por todos. Al final, por decreto de Júpiter y de júbilo la recibieron' No os digo cómo se alegraron los vientos,
del consejo divino, la diosa Virtud, por la majestad de su aspecto y
por el enorme prestigio del que gozaba entre los mortales, fue en- '"L' .. recuerda a la del obispo
a iormac1on · y sus acompañantes durante !as pro-
viada como embajadora junto a los terrestres, con todo el máxirr10 cesiones solemnes. .

28 29
Momo o del Príncipe Libro primero

las fuentes, los ríos, las colinas con la llegada de la diosa. ¡Tendríais estuviera ansioso. Repasaba los motivos por los que tenía en contra
que haber visto a las flores brotar hasta de la viva roca, sonreír e in- a los dioses, al tiempo que su experiencia con los hombres, de los
clinarse en señal de Veneración al paso de la diosa, emanando sus que había probado en sus propias carnes la violencia de la que eran
efluvios más delicados para volver muy perfumado su camino' ¡Ten- capaces, mucho mayor de lo que los dioses pudieran pensar; )' por
dríais que haber visto a los pájaros canoros revolotear en derre~o~, otra pane, también recordaba que los dioses normalmente se dejan
celebrando con su canro la presencia de aquellos huéspedes d1V1- doblegar por las oraciones. Momo meditaba que no sería bueno,
nos~19 En fin, todos los mortales tenían los ojos puestos en la her-
para un exiliado corno él) intentar un acercamiento a la delegación
mosura y !ITacia de los rostros divinos, tanto que muchos dejaban su
divina sin acompañarlo con grandes manifestaciones de sumisión y
trabajo y ;e ponían a caminar detrás de aquella aparic.ión ex:rraordi- ·
humildad; aunque pensaba que mostrarse en actitud de súplica era
naria para poderla admirar por más tiempo; otros mientras los se-
algo completamente ajeno a su carácter, no encontró otro modo de
guían se quedaban atónitos de tanta admiración, hasta quedar prác-
acercarse que dejando de lado ese papel de gruñón pendenciero qne
ticamente clavados en tierra'°. Acudían de todas partes madres de
había elegido para sí mucho tiempo atrás y que había mantenido
familia, muchachas núbiles, personas ancianas y gente de todas las
con una testarudez sin fin. Aunque ternia que su obstinación exaspe-
edades2 1; ninguno sabía nada, no obstante se preguntaban continua-
rase a la diosa, normalmente tan dulce y disponible, entendía que le
inente enrre sí quiénes eran los recién llegados y qué habían venido
era propicio no ponerse en contra de alguien que habría podido
a hacer. La compostura de la diosa, que procedía con majestuosa
darle apoyo y consejos para su causa; añadiéndose ahora a todo esto
lentitud haciendo leves ademanes de saludo con el rostro sereno,
el nuevo amor que sentía por Alabanza. Al final se decidió a visitar a
inspiraba confianza y respeto; pasó delante de los militares, de las
escuelas y del teatro, y al final se detuvo dentro del templo del De- la diosa y, con la sincera esperanza de contener sus impulsos, se de-
recho Público Humano 22 • cía a sí mismo: "Es ahora el momento de que un desgraciado como
l\1omo había sentido la venida de la diosa, no obstante, si por un tú, Momo, aparte su soberbia; reservemos la coherencia para mejor
lado prefería eludirla por su odio a los dioses y por su fastidios.a si- ocasión; para salvar la cara, será suficiente recuperar a cualguier
tuación, por otro, se veía atraído a segnirla al divisar desde leios a precio la antigna dignidad, saliendo de esta mísera situación. No tie-
Alabanza, la preciosa hija de Virtud; dándose cuenta de que las d10- nes que pensar que puedes quedar mal si te comportas como se
sas habían sido mandadas precisamente por su culpa, se colmaba su debe, ya que de sabios es mudar consejo, atender a razones y saber
interior de diversos cuidados y pensamientos que provocaron que adaptarse a las circunstancias; y muy bien te está que suplicando y
lisonjeando busques puerta para medrar. Di incluso: no puedo se-
gnir siendo Momo, no puedo segnir siendo el que he sido siempre,
19 Este pasaje puede estar inspirado en diversos textos, siendo el más evidente

el de Apuleyo: Metaniorphasis \TI \TI 2-4.


anárquico y terco. Esto que quieres mantenlo en lo n1ás profundo
2o Cfr. Virgilio: Eneidti V 529. . .. . de tu corazón para que seas capaz de adaptar el rostro y la lengua a
21 Cfr. Cicerón: !11 Catilinarn IV \TII 14; también conocidas como Caulinarins. la necesidad) simulando y disimulando. Tienes ganas de reír a causa
12 La escena de la llegada a Ja cierra de \lirrud recuerda a l~ conocida en.~ada
de las situaciones absurdas que se crearán, espléndidamente para ci
del emperador de Oriente y su séqni[o en Florenc1~ con n~o~vo del Concibo .º
mientras los de1nás te crean.
también a similares recepciones en la corte del Ponafice. As1ITllsn_io, po!1e en eVI-
dencía su namraleza acotnodacicia y conformista, de la que todavrn dara inuesrras Rumiando todas estas ideas, llegó Momo cerca del templo,
más graves. donde observaba con ad111Íración a una 1nuchedumbre que se había

30 31
iv!omo o del Príncipe Libro primero

reunido en n1uy poco tiempo y que estaba montando algún tipo de le dio las respuestas que consideraba más idóneas para tal caso. Le
espectáculo. El hecho es que a Alabanza le gustaban las frivolida- recor~ó, entre otra~ cosas, q~e cuando se tiene que ver con uno que
des y lanzar ciertas miradas provocadoras, y ya llevaba detrás a mu- ha ca1do en desgracia, es me1or que de una vez deje éste de buscar el
chos locos por ella, formando una multitud que casi había rodeado odio y la antipatía de todos, ya que una lengua demasiado veloz está
a las diosas. Todos intentaban lucirse para agradar a la muchacha, s~empre dispuesta a criticar cualquier vía de salida. Le pidió que ol-
había quien tocaba un instrumento de música, cantaba o bailaba, Vldase ese furor y coraje y que pusiese freno a su soberbia, pues era
quien se exhibía haciendo ejercicios gimnásticos, quien hacía os- completamente absurdo obstinarse en el recuerdo de las ofensas re-
tentación de sus riquezas; en definitiva, todos pretendían ofrecer lo cibidas. Debía darse cuenta de que, más que herir a los dioses todas
mejor de sí mismos. Alabanza, llena de lascivia y sin que su 1nadre las iniciativas en las que participaba en contra de ellos se volverían
le regañase, utilizaba todas las artes de las que era capaz para lla- sobre su cabeza. Si consideraba qué había obtenido con sus artes v
mar la atención de todos, especialmente de aquellos que destaca- s~ viejo mod~ de actuar, no podía sino arrepentirse, porque sus a¿_
ban por su elegancia. c10nes lo hab1an llevado a una situación en la que ni siquiera quien
Momo se aburría entre todos esos rivales. A pesar de ello, ansio- hubiera quendo ayudarle podía hacerlo. Aun así, ella, en nombre de
so por el motivo que le había incitado a venir, mandó a uno de la ta- su antigua amistad, no había cesado de mirar con desvelo por él tan-
berna más cercana para hacerle saber a la diosa Virtud que se en- to en publico como en privado para que los celestes no dejasen de
contraba allí uno de su misma estirpe, Nlomo, que albergaba un pensar en su salvación, y se había entregado a ello para que lo re-
gran deseo de hacerles una \risita, si es que era bien recibido; en compensasen durante mucho tiempo en caso de haber demostrado
efecto, temía quedar mal delante de la muchedumbre en caso de que merecerlo. Ahora Momo tenía que entender que le tocaba a él res-
lo pusieran de patitas en la calle mientras intentaba ver a la diosa, no t~~lecer en las almas humanas la fe en los dioses y el sentimiento re-
sabiendo antes si era buena la disposición hacia él. Entonces excla- hg10so que sus discursos habían puesto en peligro y hecho casi ohi-
mó la diosa Vírrud: "¡Ojalá se hubiera acordado más de que perte- dar. l\!Iomo, corunovido por un repentino gozo, prornerió llevar a
nece a nuestra familia! Seguro que no habría organizado tantos líos. cabo todo tal y como ella le aconsejaba y ofreció o-arantías de todo
Pero que venga, si quiere". tipo, jurando que todo se lo debía a los dioses, qu~ lo trataban con
_AJ transmitirle estas palabras, Nlomo no sabía bien en qué senti- tantas y tan señaladas mercedes.
do tomarlas, giraba los ojos, el rostro y la misma mente en todas las Entretanto, los más destacados varones y las más honradas
direcciones. Al final, llegó completamente angustiado a la puerta del principales señoras, entre los cuales dicen algunos que estaban Hé:
templo, donde pudo proferir a duras penas un par de palabras para cules, el padre Líber hijo de Sémele, Medio Fidio, los hermanos
dar a entender que era consciente de la situación, pero visto que la Tmdáridas, Matuta hija de Cadmo, Carrnenta, Ceres y otras perso-
diosa lo acogía con mucha benevolencia, volvió en sí y pudo decir nalidades de esta suerte 13 , hicieron entrada en el templo para home-
algo más. Empezó así a evocar su antigua amistad, los favores que
habían intercambiado, sus sentimientos tan afecmosos hacia la dio- :!J. El elenco de .ilustres mortales captados en una fase anterior a su ascensión
sa, lamentándose después de sus altercados, por los que pidió ayuda al O.hmpo es una sm~ar mezcla de divinidades griegas e itálicas que ponen de
y suplicó de todas las rnaneras posibles. La diosa supo aprovechar manifiesto el caractensn.co gusto de Alberti por la mistificación; junto a Hércules
enconrram~~ al pa~re L1ber o Libre (Liber pater) identificado, según la tradición,
perfectamente la oportunidad y, para levantar el ánimo del exiliado, con Baca hiio de Semele; el papel de hija del rrútíco fundador de lebas no es, en

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33
Momo o del Príncipe Libro primero

najear a la diosa, apartando a la gente que se había congregado allí, ¿Es posible que alguna vez un valiente, porgue haya quedado en la
incluido Momo. A medida que pasaban, iban pidiendo cortésmente pobreza, logre encontrarse con dioses que aderr1ás tienen con noso-
que les confirmaran que eran de estirpe divina, como la costumbre tros parentesco, si éstos no se lo permiten? ¡Qué indescriptible_ de-
y el parre mostraban, invitándola con insistencia a aceptar la hospi- sastre para nuestra libertad colectiva' ¡Qué ruina' Nos dispersan,
talidad de sus casas. Entonces Momo, henchido de esperanzas y en- nos desalojan como quieren con su prepotencia; y nosorrosi frente a
valentonado por la presencia de las diosas, empezó a excitarse de- una provocación tan violenta, ¿no defenderemos valerosamente
masiado, no cesando de mandar, proveer) reñir y gruñir coü10 nuestra dig¡úJaJ? 1'-Jo::;otros que sornes tart numerosos, ¿no nos jun-
alguien que pudiera gobernar el universo, hasta que todos, hartos taremos nunca para rechazar el exrraordinario descaro de pocos?
de la necia arrogancia de ese grandísimo presuntuoso, lo echaron ¡Qué vergüenza os tendría que dar vuestra deleznable sumisión!
del templo. jDemostrad ahora que también nosotros somos ciudadanos libres!
Enfurecido por esta falta de respeto inesperada, l\.1omo se enco- ¡Adelante valientes, demostrad que no soportáis más a los opresores!
lerizó, e introduciéndose en medio del populacho, comenzó a gritar ¡Haced ver de una vez por todas que sois capaces de tutelar vuestros
de la siguiente forma: 11 ¿Debemos soportar eternamente 1 oh ciuda- derechos, de defender la libertad también a costa de preferir la
danos, la insensatez de estos señorones, sufriendo semejantes afren- muerte a la sumisión' ¡Adelante ciudadanos, la arrogancia descarada
tas?24 Bastará con despojarnos de lo nuestro para aumentar las ri- se somete con la fuerza! jQuien se considere un verdadero ciudadano
quezas de los dioses) bastará con servirles, hasta que también nos digno de la libertad que siga al liberador' ¡A las armas, hombres, a las
quieran avasallar porque no consintamos sus malas obras y porque armas!".
desaprobemos sus indecencias. Anden ellos cuanto quieran resplan- Mientras tanto, los ciudadanos que allí estaban) con10 es defecto
decientes y cargados de oro y perlas, anden cuanto quieran oliendo congénito del pueblo estar siempre dispuesto a correr detrás de
todos a ahn.izcle y ámbar) lleven cuanto quieran alegre y placentera cualquier alborotador y meterse de ca be za en manifestaciones sedi-
vida, que a nosotros desventurados nos dejen vivir con nuestras po- ciosas, habían empezado a arder de indignación y se reunían por to-
bres posesiones ganadas trabajosamente con nuestro afán y sudor. das partes, bramando contra la acción provocadora de los señores 25 .
Hon1bres de bien, ¿soportaremos siempre su intolerable insolencia? Cuando la diosa se percató de ello, se dirigió a la puerta del templo

cambio, asignado a esta última, sino a la itálíca Maruta, diosa de la inañana que la
tradición había confundido con otra hija de Cadmo, lno-Leucótea; a continuación 25
AJben:i sosciene que "la plebe, aparte de ser nada, es inconstante, enferma,
están tarnbién Cástor y Pólux, Ceres y Carmenta, divínidad latina ligada a los vaci- inestable, voluble, fácil, fútil, bescial, pusilánime, que sólo se rufa con error ene-
cinios procedente de Arcadia. No obstante, la figura central parece ser Afeditnn Fi- miga siempre a la razón y llena de corrompidos juicios" (L.B.'Alberti: Theo;enius,
diunz, que en los clásicos es, en realídad, una exclan1ación con la que se invoca en Opere volgari, ed. de C. Grayson, Bari, 1973, vol. II, p. 7 8), y su actirud respecro
como garanóa de las propias afirmaciones a Dio Fidío (de fides: confianza), anti- a ésta oscila, consiguientemente, enrre el enfado por la "censura del vulgo"
quísima divinidad romana que era considerada el padre del héroe Sabo, epónimo (ibidem, p. 90) y la necesaria consideración política de Ja "reputación de la plebe"
del pueblo sabino, y que se ha llegado también a reconocer como el Zeus Pistios de (L.B. Alberri: De lciarchia, en Opere volgari, vol. II, p. 188); por tanto, la muche-
los griegos. Según la tradición, su non1bre completo sería Semo Sanco Dio Fidio, dumbre será de vez en cuando mero estrépito del que huir en l-a ascética soledad
no distinguiéndose con seguridad si se rrata de dos dioses independientes en su del sabi_o o bien dócil masa de 1naniobra para la esu·ategia "fa1niliar" del consenso
origen e identificados más tarde o bien de uno solo con distintos epítetos. Y la amistad. No obstante, cfr. también las "intercenales" Buba, Nebule, Tenzplun1 y
24 El alegato subversivo de Momo contiene motivos de parodia del inicio de la Lacus del libro X, que estigmatizan la lucha de las clases y de las facciones, aunque
Catilinaria I (I 2-3). también certifican su histórica inevüabilidad.

34 35
Nlomo o del Principe Libro prim.ero

y, haciendo llamar aparte a i\r101no, logTÓ apaciguar ese principio de siervo con la orden de n1atarte lo antes posible, porque sois un peli-
revuelta del alborotado pueblo tan sólo con la expresión de su rostro gro para el orden público". La diosa, temiendo que fuese cometido
y un.os gestos en actitud de regia majestad; luego, dirigiéndose a delante de ella un acto de violencia tan infame, cubrió con su velo la
i\iiomo, le dijo: "¿Es así, i\ilomo, como quieres hacer lo que rr1e aca- cabeza de 1\'lomo, en lugar de la sagrada insigriia que había perdido
babas de prometer' ¿Estabas alentando a esa muchedumbre soli- al caer en el pozo mientras escapaba del cielo, confesándole: "r\.hora
yiantada a una err1presa monstruosa para ponerme a rní y a estas podrás transformarte en todas las figuras que quieras y escapar de
muchachas en medio del peligro de los grilletes, entre lanzas y espa- todos los ataques. Si más tarde, corr10 es tu deber, sabes obrar en in-
das, y que regresáramos al cielo salpicadas y teñidas con la sangre de terés de los dioses, te garantizo que tus buenas acciones te procura-
los muertos y heridos que nos habrían caído encima? Querríamos rán grandes motivos de alegría". Entonces, la diosa se dirigió a los
que de ahora en adelante razonases con más juicio". "Señora ~res­ señores y les dijo que había decidido pasar la noche en el templo,
pondió i\Iomo-, desolado como estoy por mis circunstancias y por aunque si volvían mañana por la mañana, tendría a bien discutir con
tantas contrariedades, agraviado tantas veces por estos mortales, no ellos asuntos de la máxima importancia. Por último, despedidos los
puedo evitar que me lleve la desesperación, por poco que haga caso v1s1tantes, hizo poner enseguida pesadas puertas dobles de bronce
a mis desgracias. \Tos señora sois la que debéis determinar una cosa: en el templo y atrancar todas las entradas para estar a salvo de cual-
¿tendré que devolver eternarnente ofensas o buenas acciones?". quier agresor.
"Ven aquí -dijo amigablemente la diosa-. Quiero que sepas que no Niorno, visto que sus funestas empresas daban buenos resultados
dejaré nunca de preocuparme por tu bien. Y para que lleves a cabo más allá de cualquier expectativa, recuperó el espíritu de antes y se
tu cornetido con esperanzas más sólidas, darne la mano, mira qué te entregó en cuerpo y alma a meditar alguna otra fechoría. Fu; así
prometo: si con tu comportamiento entre los hombres eres capaz, y como inventó un modo de hacer daño verdaderamente orüinal e
bíen creo que lo eres, de conseguir el reconocimiento de los dioses, impredecible, gracias al que podía dar la impresión de habe/actua-
te aseguro que no tendrás ningún motivo para arrepentirte de tu d_o de forma recta y pía, cuando en realidad ponía patas arriba todo
compromiso. Tengo buenas razones para garantizártelo, conozco tu sin runguna consideración, pensando que a cambio de su mala ocu-
carácter, i\fomo, y sé bien que, si te has decidido de verdad a hacer rrencia le llegarían agradecimientos precisamente de quienes ha-
algo que te procure la salvación y que sea grato a los dioses, sin brían pagado las consecuencias. Había una doncella, hermana de
16
duda, lo harás de acuerdo a tus intenciones. AJ1ora date que hacer y Tersites , famosa en roda la ciudad por su fealdad fuera de lo co-
muéstrate digno del antiguo favor de los dioses, la recompensa será :Uún, que se fue al campo para curarse la ictericia que padecía.
muy superior a mis promesas 11 • fransformado en ella, l\!Iomo se mezcló entre las otras muchachas
Ante estas palabras, Momo no sabía qué hacer o responder a que se habían juntado en la plaza y mostró su rostro que ya no era
quien tan am.igablemente le aconsejaba, y no tenía más que lágrimas feo y anémico, sino que se había vuelto como por milagro esplendo-
que dar a cambio. Pero otro hecho conmovió a la diosa: se acercó rosamente rubicundo y atractivo, acariciando su blanca rnano sus do-
ten1blando toda y si.n respiración una viejecilla entumecida por la rados cabellos que no solían serlo. A todas las doncellas les asaltó la
edad, medio muerta por el miedo a lo que estaba sucediendo, y que envidia y le preguntaban qué había hecho ella, la más fea y abomi-
dijo en voz baja: "jEh, hombre, eh! ¿No ves qué riesgo estás co-
rriendo' Escapa de aquí, desgraciado, huye del ataque preparado
Tersites es el cél~bre personaje homérico (IHada TI 2-12ss.), famoso por ser el
26
,
contra ti. He visto a uno de los serlores entregarle un puñal a su mas feo de todos los gnegos gue participaron en la Guerra de Troya.

36 37

35
Momo o del Príncipe
Libro primero
nable del mundo, para convertirse de repente en una mujer tan lo-
zana. Momo, fingiendo un gesto extraordinariamente delicado, res- con su relato haciendo las eA'Presiones más sünpáticas que se pueda
pondió: "Venid aquí, .mis amores, mis niñas, y prestad atención) si pe~sar: "Esto es lo que contó mi nodriza en cuanto me desperté,
1

rece alzando las manos juntas al cielo, con toda la fe que me había
podéis, a lo que estoy por contaros, que puede. :er muy provech~s.o
concedido el sueño. ¿Os podéis creer que al momento senó un gran
y agradable. Os enseñaré de qué forma tamb1en vosotras podna1s
ser tan bellas, es más, podríais llegar a ser incluso más hermosas que
c~nsuelo y tal esperanza que estaba convencida del cumplimiento de
yo, ya que antes me superabais en belleza. Si los dioses que me han rrus ~eseos? Para no alargarme demasiado, os cuento que volví a
concedido un don tan magnifico no me hubiesen mandado que me donn1ri:ne, y en sueños la diosa Aurora me enseñó a maqui11arrne
con resina y albayalde, a darme con piedra pómez y a teñirme con
comportase así, si os confieso mi pecado, quizás habría podido guar-
azafrán Y con nitro el cabello. Por eso creo que nosotras somos dos
darme roda esta alerna en lo más profundo del corazón e ir orgullo-
veces afortunadas, porque con estas artes podemos imitar como nos
sa de mi rriunfo en°u-e vosotras, pero obedezco gustosa a los dioses
plazca el rostro divino de Aurora, y también porque ante los proble-
del cielo. T ú Venus, tú, Baca y tú, dorada Aurora 27 , asistidme con
1
mas que nos angustien tenemos abiena de par en par una puerta
vuestra protección para que yo, según vuestro santo y piadoso man-
dato, haga participes de una gracia tan extraordinaria a estas queri- para pedir auxilio a los dioses de allí arriba. Por esta vía podremos
pedir la gracia y el favor de los dioses, y por medio de nuestros ex-
das doncellas mías". Tras estas palabras de Momo, imaginad lo de-
seosas de escuchar y aprender que estaban las muchachas. Entonces,
v~tos podremos mantener con los celestes un tipo de comunicación
directa muy fácil de utilizar. Andad, pues, mis señoras, y no tengáis
Momo empezó a urdir y componer con grandes palabras una histo-
miedo de pedirles a los dioses todo lo que queráis con vuestras ora-
?lJ8 u
ria íntegramente inventada, más o menos como sigue. Se encontra- .
c1ones - . na vez contado este cuento, Momo adornó con mucha
ba en el campo, cansada después de una noche casi toda en vela por
gracia a unas y a otras, y les enseñó prácticamente a todas el arte del
culpa de sus problemas, y en la que había soñado que hablaba de
maquillaje, aunque les pidió que adoptaran la costumbre de hacerlo
ellos con su nodriza muerta. Estaba desairadamente enfadada con el
a escondidas, para evfrar que también los hombres lo aprendiesen y
destino al ver cómo una muchacha como ella, desde luego no des-
usasen, o que lo vinieran a saber las molestas madrastras, que sie n--
preciable por su carácter, era rechazada, evitada y dejada de lado por pre estaban protestando. 1
todos a causa de un único motivo: la fealdad de su rostro. Pero la
Después de haber dicho esto Momo, se fue, y pensando en lo
vieja nodriza le decía en el sueño: "No malgastes tu vida llorando,
al~a mía, que yo te diré la manera de volverte preciosa. Reza a los q~e había organizado, casi enloquecía de alegría. "Es justo como
dicen -afirmaba-, todo está sujeto a los caprichos del destino.
dioses, a Venus, a Baco y a Aurora, y ve a poner a sus esta mas sobre
el altar coronas de flores recién recogidas con las que tú misma en- ¿Quién habría podido imaginar alguna vez que mi situación iba a
trelazarás guirnaldas; los dioses, agradecidos por el homenaje, te da- cambiar tanto de esta forma? Hasta hace poco era un exiliado su-
rán lo que les pidas". Recitando el consejo de la nodriza, Momo ya mido en mis desgracias, odiado y objeto de mofa por parte de
había logrado colmar de esperanzas y deseos el corazón de las .do~~ hombres y dioses; ahora, de repente, n1e veo pasando de una con-
cellas, y viéndolas tan excitadas, las miró a la cara una a una y s1gu10 dición desesperada a la mayor satisfacción del mundo. ¿No tengo

28

n La tríada Venus-Baco-Aurora, que será sustituida por Stultitia (Locura) en Por enciina de otros considerandos, se va manifestando la miso!linia de AJ-
el libro III, tiene una evidente connotación goliarda y carnavalesca. berti omnipresente en toda su obra; cfr. C. Grayson: "L.B. AJberti ;aduttore di
\i\Talter Map'', en Lettere italiane, nº 1 (1955), pp. 3-13.

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39
Momo o del Príncipe
Libro primei-o
me puede atribuir la culpa de las consecuencias impredecibles, ya
transformado en hiedra, reptó hasta la ventana". Desde allí podía
que más bien, dentro de mis limitaciones, había hecho todo con ver a Alabanza, qwen sola y aún despierta, a diferencia de su madre
buena intención. '.{ lueg9 en el fondo ... Júpiter solía amar a unas
1
Y hermanos que ya dornúan, estaba peinando y componiendo sus
rudas campesinas, ahora que gracias a mí son más bellas, ¿no le ar- cabellos delante de la piedra bruñida del templo, como si fuera un
derá la sangre? ¡Pásalo bien Júpiter'"· espe¡o. Incapaz de controlarse por la pasión amorosa, completamen-
lvlientras dejaba tras de sí semejante escenario, se le ocurrió a t~ ~etemunado a realizar cualquier audacia, no sabía qué hacer, de-
Momo poner en marcha otra empresa espantosa, odiosa, ruinosa y c1d1endo esperar escondido en silencio la ocasión de dar rienda suel-
abominable para los dioses celestes e infernales y para todo el géne- ta a su pasión. Tendiéndose, pues, poco a poco por el muro colo-aba
ro humano. Vale la pena contar cómo de un fútil motivo, si se lo co~ los brazos alargados, tremendamente ansioso; es difÍciJ decir
puede definir así, pudo surgir un mal tan desastroso y digno de cuan poca paciencia tenía para esperar y refrenarse, y cuanto rnás
execración. Y además, la misma fechoría, por la novedad de su in- cerca de ella estaba, más se encendía y abrasaba en el amoroso fue-
vención, contiene elementos que suscitarán el placer del lector. Se go; ~unq_ue por otra parre, temblaba por culpa del gran miedo que
ha dicho ya que Momo estaba prendado de Alabanza, una de las hi- senna. Unas veces estaba preparado para el asalto, otras se acobar-
jas de Virtud. Estaba decidido, pues, a hacer todo lo posible para d_a_ba a la mínima señal sospechosa, una vez más se atrevía a la ac-
conquistarla. A tal fin, vagaba en torno al templo cerrado, escru- c10~ temera~a) y una vez más vacilaba en el momento crucial, no
tando atentamente todas las posibles entradas, que intentó forzar pudiendo evitar temblar con todas sus hojas a cada sobresalto del
repetidas veces; pero cuando hubo comprendido que todos sus corazón. La hermosa diosa, en cuanto llamó su atención el leve ru-
intentos contra esas puertas atrancadas fallarían, dirigió en otra mor del follaje agitado, le puso los ojos encima. Luego, viendo las
dirección sus pasos y sus pensamientos, levantando el asedio apenas ramas de la hi.edra que pendían y las hojas que se agitaban como
iniciado. Pero, mientras se alejaba, se paró a mirar una vez más el para de¡arlas libres, dejó por un momento de rizarse el cabello v
templo, y alzando la mirada de nuevo con un suspiro a uno y otro con su acostumbrada frivolidad, quiso hacerse una corona con u~~
lado, descubrió una pequeña ventana en la parte de atrás, que ca- de e:as ramas lozanas. ¿Cómo decir cuán grande y atrevida fue la
sualmente habían olvidado cerrar, y de la que decidió servirse para osad1a d'.' Momo' Mientras la doncella intentaba tocarlo, la aferró y
tomar el fruto de su pasión, a escondidas y por la fuerza. Transpor- la, apreto con. toda la fuerza de sus brazos, y teniendo los ojos v los
tar una escalera en aquel lugar público atestado, más que difícil y ar- 01dos bien abiertos ante el temor de que se despertaran su madre y
duo, era cualquier cosa menos seguro. Por ello, pendientes los ojos herma~,os, Y le costase caro su atrevimiento, logró gozar de ella. Re-
y el alma de la ventana, se debaóa en mil pensamientos, tomaba mil troced10 entonces hasta el borde de la ventana, deteniéndose allí por
resoluciones, preparaba todo, pero luego se echaba atrás, ya que un momento para contemplar, \~ctorloso y relajado, su amor.
movido por el furor de su apetito, vacilaba entre la esperanza y el
temor. Volviendo luego en sí, se acordó de los poderes que tenía
La metaino~osis de l\1omo recuerda a las "inrercenales" Hedera, en la que
gracias al velo que le había dado la diosa Virtud, entonces se enva- 31

lentonó e intentó agarrarse con toda la fuerza de sus brazos y sus esa planta p~tulca e tnsolens, que adorna inmerecidamente los templos, representa la
piernas al muro del templo, que se había vuelto abrupto con los maldad neciamente venerada por los mortales (LB AJb .¡ t ¡· · d.
. . ern. n ercena 1 rne ite
años, extendiendo en alto los brazos todo lo que podía y asiéndose P· 13 7), Y Suspitio, en la gue la Sospecha, en forma de planta monstruosa, penerr~
con las uñas y la barba en las junturas entre las piedras, hasta que,
e~ .el templo amenazando el fuego sagrado e intentando ahogar a Ja vircren Razón
(<bzdem, pp. 138-139). 0

42
43
iHomo o del Príncipe Libro primero

razón para bailar de alegría? No sé aún bien si debo alegrarme que no considere que le sea debida. ¿Sobre qué no se lanzará con
n1ás porque estoy cerca de recuperar la antigua dignidad o porque sus oraciones? Habrá deseos sin sentido, ambiciones presuntuosas,
se me ha ocurrido un sistema inmejorable para tomarme la revan- peticiones carentes de moderación, se convencerán de que no se
cha de la forma más delicada. Y en verdad hace falta relacionarse les puede decir que no, que todo se les debe ofrecer sin ni siquiera
con los seres hurnanos si quiere acostumbrarse uno a todas las as- pedJrlo. Al final, cualquier hombrecillo logrará que se cansen to-
tucias ' los enaaños
b
v los fraudes. ¡Qué clase de animales de dos
• dos los dioses por la impertinencia de sus peticiones. Esos aleo-res
piernas los hombres! Sin embargo, de este duro exilio hay una juerguistas que han decidido pasar la eternidad sumidos en el ~cio
cosa que me ha venido bien: haber aprendido maravillosamente a y en el sosiego de sus espléndidas estancias celestes, si quieren
ser saaaz v astuto a saber disimular y fingir cualquier cosa y a po- entender las plegarias, será menester que se pongan a trabajar en
º ' '
ner en mi rostro cuantas caras quiera, pudiendo urdir cualquier cuerpo y alma, y dejen de divertirse estúpidamente con sus Ganí-
embuste y maldad". Nunca habría adquirido estas técnicas venta- medes, sus Venus y sus Cupidos. Además, si quisieran complacer a
josas y utilísimas quedándome allí con los dioses, entre los place- los mortales, el trabajo aumentaría cada día más para esos gandu-
res de la lujuria y el dulce no hacer nada. Ahora que he tenido que les buenos para nada. En cambio, si no se ocupan de ello por pere-
pasar mis penalidades, ¿qué puedo temer de ti, Fraude' Si hubie- za o indiferencia, se acabó, ya no contarían nada; sin alguien que
ras imaginado, en mi antiguo bienestar, qué efecto produce tener obedezca, ¿quién tiene ganas de mandar? Si los dioses no tuvieran
que encontrarse todos los días con problemas, Fraude traidora, no quien somete su corazón a la veneración de su divina majestad,
habrías provocado mi exilio con tus artes desleales. Pero si vuelvo ¿qué valor tendría estar allí arriba? Por lo demás, los dioses son
entre los dioses ... Será 1nejor dejarlo, ya que una cosa es cierta: más ambiciosos de lo debido, e increíblemente ávidos de deferen-
ninguno
b
logrará enaañar
o
a Momo ahora que ha entendido bien. cia y adulación de las masas, pero al misrno tiempo aman tomarse
que todos pueden comportarse como bellacos. Pero volvamos a rru las cosas como vienen, como verdaderos holgazanes 3º; para ellos,
situación: aquí, entre los hombres, teniendo que soportar trabajos que están hundidos hasta el cuello en néctar y ambrosía, un asunto
y adversidades, se aprende la manera y arte para conducir a buen extraño e imprevisto como éste será como un despertar inespera-
puerto empresas grandiosas e ilustres; por ejemplo, ¿quién podrá do, Y así ninguno sabrá qué decisiones tomar, ni ideará soluciones
alguna vez acabar de loar esta sutil invención mía para vengarme? útiles al problema común y serán más los altercados que las discu-
;No he demostrado ser un gentil arquitecto para componer mal- siones sensatas. Se verá entonces qué valor tiene mi obra. De he-
dades? Con toda seguridad son consecuencias de mi acción que el cho, por lo que conozco de su acostumbrado modo de acruar, pue-
hombre aprendiera a molestar a los dioses con sus oraciones; co- do prever que en el ardor de la discusión nacerán entre sí odios v
nozco su petulancia y sé bien que la desfachatez se halla, cuanto rencores. Sin duda, la furia de esas tempestades se volverá sobr~
más se es arrogante Y. temerario, no habiendo cosa mortal o divina mí, pero yo, para justificarme y salir libre de sus frenéticos ata-
ques, siempre podré decir que he actuado de buena fe, buscando el
beneficio de su sagrada autoridad, por lo que ciertamente no se
29 Los frecuentes temas de la simulación y de la venganza están ligados, tanto

aquí como en otros pasajes, a las dificultades autobiográficas del exilio. En reali-
0
dad. todo el i\1omus vive de la continua caída de estarus y valores, ante la cual se ' Se pueden hallar referencias a la pereza divina en Euripides: Orestes 420, y
hace cada vez mis patente la necesidad de simular para poder sobrevivir. Plutarco: De sera numinis vindicta II. ·

40 í 41
;¡'
Momo o del Príncipe Libro primero

por todas partes deambulaba. El monstruo, incluso atrapado y con océano glaciaP 6 • Todos estos lugares y muchos otros todavía los re-
dificultades para respirar, seguía profiriendo palabras con increíble corrió Fama realmente en un solo instante. Además, con esa ardien-
desfachatez, relarando todo lo que había visto y oído mientras mez- te pasión suya por ver) escuchar y relatar, no había lugar, por escon-
dido y cubierto de niebla que estuviera, que la diosa Fama no
claba lo verdadero); lo falso. Juraba que Triunfo y Trofeo no eran
observase y espiase sin cesar para pregonarlo posteriormente a todo
hijos de Virrud, sino de Caso y Fortuna, y que uno de los dos era es-
el vulgo con incansable precisión; sólo ella podía realizar desgaste
túpido y el otro retrasado mental. Y gritaba burlándose de ellos:
seme¡ante.
"¡Viva Trofeo' ¡Viva Triunfo' Eh tú Trofeo, ¿por qué no vas a plan-
Momo, observando el abominable mal que había engendrado, ya
tarte en los cruces) plazas y lugares públicos) mostrándote como
había empezado a sospechar desde el principio que tendría proble-
sueles hacer a los niños y a los transeúntes cansados, que gimes mas con los dioses. Recordaba qué clase de deliro había cometido en
como los mudos"'. Defendía luego que Alabanza tenía un ojo lega- el templo, violando toda sagrada norma di'~ª y humana. También
ñoso y que Posteridad caminaba con las puntas de los pies hacia le mrbaba haber ofendido con el descaro de su desenfrenado y te-
atrás. Y más rarde, dirigiéndose a la diosa Virtud, le dijo: "Cuando merario apetito precisamente a la diosa que debía defender su causa
Alabanza se peina frente a ti, el pecho y el regazo se te llenan deba- ante los máximos dioses, y temía que por culpa del público pregón y
sura". voz de su hija Fama, la autoridad y la majestad de los grandes dioses
Sobrecogida la diosa Virtud por la petulancia de semejante habría adquirido popularidad en medio de los hombres y, por tanto,
monstruo, consideraba que casi todos los grandes charlaranes tienen las masas crédulas habrían vuelto a honrar y venerar a los dioses.
por condición y maña inveterada abandonar enseguida las historias Aunque había también motivos para estar contento al ver que Fama
'~ejas si tienen nuevas que contar, y recordaba que éstos son felices se divertia no sólo dando cuenta de las acciones meritorias de los
con los rumores de última hora, de cualquier procedencia) y enca- demás, sino también, y sobre todo, explayándose en las deshonestas,
rrilar las historias ya conocidas para hacerse con materia más fresca observando cómo los hombres tendían a escandalizarse por las ac-
de chismes. Entonces) la sabia diosa exclamó: "jVete en malhora, ciones que no poseen toda la apariencia de la corrección más de lo
Fama, visto que nunca quieres callar y que buscas cosas nuevas que que les conmovían las justas y piadosas; además, recordaba otra ca-
contar~". Diciendo esto, tiró al monstruo por la misma ventana por racterística de los hombres: sospechan siempre de quien expresa ob-
donde había pasado Momo. En cuanto se lo permitieron sus miem- servaciones auténticas, incluso si es una persona seria, mientras que
bros liberados, Fama estiró los brazos y empezó a tentar sus fuerzas dan el máximo crédito a los difamadores más superficiales; sienten
v a mantenerse en el aire revoloteando, aprendiendo rápidamente a menos placer escuchando el relato de acciones encomiables de lo
~alar con mayor ligereza y presteza de la que nunca tuvo rayo ni vis- que les procuran las calumnias de los desventurados; hacen pasar
ra de ojo. Se cuenta que Fama sobrevoló tan sólo en un instante las por buena y dan crédito a cualquier calumnia, mientras que siempre
llanuras de Maratón y de Leutra, Salamina y las Termópilas, Cannas
y el Trasímeno, Fúrculas, los peñascos de Escila y las rocas escama-
36 Enumera lugares de famosas batallas de la historia griega y romana junto a
das del Cíclope, el bosque de Idalio, Cádiz consagrada a Hércules,
orros relacionados con Jos mitos de Ulises, Venus, Hércules, y con las conquistas
Birsa y Tala, allí donde Atlas sustentaba el cielo con los hombros Y romanas en África (Birsa era el nombre de la ciudadela canaglnesa, Tala el de una
también donde Aurora frena los blancos caballos de Febo, atrave- ciudad numídica), para terminar en clave fantástica con una singular indicación de
sando de uno a otro polo y viendo donde el sol bulle inmerso en el los puntos cardinales de la geografía épica.

46 47
1Vlomo o del Príncipe Libro priniero

Pero mirad hasta dónde llega la maldad de los hombres. Algu- estupefacta y profundamente afligida 34 • Entre otros detalles espeluz-
nos viles chocarreros de ruin casta, que no temen ni a los dioses ni nantes, el monstruo tenía increíblemente tantos ojos, tantas orejas y
al mundo, que así pensaban vivir mejor y más cómodamente, se en- tantas lenguas como hojas de hiedra habían crecido en el cuerpo de
caramaron en grupo por esa rnisn1a hiedra con la intención de violar su padre 35 • Además, mostraba el mismo frenesí que poseía su padre
y profanar el templo, y aferrados aquí y allí se apoyaron en las rami- durante la seducción, y con una gran curiosidad que le hacía mirar a
tas con fuerza, intentando entrar por la ventana. El resultado fue todas partes y captar el más mínimo movimiento en derredor; y lo
que Momo, como si le hubiesen tirado de los cabellos, fue arrastra- que aún desconcertaba más, estaba dotado nada más nacer de una
do hacia abajo precipitadamente junto a un trozo de muro derruido locuacidad tan despierta como precoz.
por el paso del tiempo. No soportando Momo aquella afrenta, se Alabanza no podía ev-itar detestar a ese engendro que había naci-
transformó en torrente y arrastró a esos desvergonzados truhanes a do de su vientre. Intentó eliminarlo, pues, por todos los medios po-
una cloaca hedionda y los sumergió en ella 32 • sibles, pero sin éxito, ya que ese ser fruto de un dios y de una diosa
La diosa Virtud, despertada por el primer grito de su hija, gra- no estaba sujeto a la muerte. No paraba de brincar de un lado para
cias a su inteligencia y a su presencia de ánimo tomó la mejor de las otro, huyendo de las manos de su madre, arrastrándose por el seno y
decisiones posibles en tal circunstancia, encontrando hasta hoy la el regazo, metiéndose bajo sus vestidos, y cuantos más golpes reci-
aprobación de todas las personas cultas y expertas en la vida. Ya que bía, más le crecían la voz, el cuerpo y las fuerzas. Se encontraba cer-
no había modo de evitar lo sucedido, determinó no hacerlo de do- ca de allí una sagrada almohada de plumas de garza real y la madre,
minio público para su vergüenza y la de su familia, evitando que al desolada, intentó inmovilizar a ese monstruo que no se estaba ni un
ultraje recibido por una hija suya, le pudieran seguir ulteriores actos instante quieto para ahogarlo. Pero éste, dotado de una resistencia
hostiles sobre sus seres queridos. Así, frente a la iniquidad del tran- extraordinaria, destrozó con uñas y dientes la almohada, escapando
ce, creyó preferible estar a la escucha y fingir que dormía, hasta que entre las plumas. La doncella se esforzó por hacerlo volver a su inte-
otra ocasión permitiera reparar las malas acciones. Observando rior, de esta forma, si no lograba matar al monsrruo, al menos podía
disgustada, permaneció quieta y en silencio a ver cómo acababa esconderlo, apartándolo de los ojos de los demás, pero a fuerza de
todo. La muchacha, aterrorizada por la inesperada fechoría de probar, llegó el momento en que se desmayó.
i\ilomo, a duras penas había vuelto en sí, tan sólo para recoger sus La diosa madre, después de haber observado po_r un instante a
cabellos; cuando en ese preciso instante síntió que se había quedado su hija afectada por tanta desgracia, emitió un gemido. Luego, para
encinta 33, y al acercarse los dolores del parto, vio en ese mismo mo- socorrerla en semejante trance, simulando que se acababa de des-
mento cómo el feto salía por sí solo; después, cuando lo recogió y pertar, se levantó y le dijo: "¡Déjalo! ¡Me ocupo yo!", y acercándose
vio que había dado a luz un monstrUo horrible y espantoso, quedó con rapidez, aplastó con el pie derecho el cuello del monstrUo que

14
n Un destino similar está reservado, en las "intercenales" Somnium y Fama, a El fragmento presenta cierra afinidad con la ironía de Poggio Bracciolini:
Libripeta, quien huyendo de un sinfín de piojos que venían volando por el prado, De prodigo, XXXI, que narra el nacimiento de un dragón parido por una vaca.
tenninó en una alcantarilla. Esta Libripeta sería la grotesca contrafigura de Ni- H Transformación de la representación clásica de la Fama, como aparece, por

collü Nicolini. ejemplo, en Virgilio: Eneida, IV 174-188. Fama, hija de la.. Tierra, tradicionalmente
B Cfr. Terencio: Adeiphoe 475. se presenta huérfana de padre; cfr. Boccaccio: De geneaiogia deontm IX.

44 45
Monto o del Príncipe Libro primero

más fuerza a tus músculos y entereza al corazón, aunque debes estar lla 39 . Y yo necio de mí, ¡qué locura fue la rrúa! ¿Qué se me ha ocu-
muy atento a no perder de vista la corteza, si no quieres quedar mal, rrido? ¿Por qué he atraído sobre mí ataques destinados a otros?
en el caso de que la diosa logre robártela y salír volando". ¿Por qué arriesgando la cabeza, sin medios de defensa, exiliado,
Hércules ejecutó~ perfectamente el plan. No se puede decir odiado, antipático como soy, he ido a buscarme otros adversarios?
cuánto pesar y turbación recibió en aquella hora Momo al ver a ¿Qué me importaba' ¿No podía estar callado mirando la lucha en-
Hércules asido al cuello de Fama. Al principio, pensando que un tre Hércules mortal y mi hija inmortal? ¡Tú, Momo, precisamente
hombre no fuera capaz de gobernar el gran peso de la clava y el de tú has abierto de par en par a los mortales el camino al cielo con tu
su propio cuerpo, empezó a incitar a su hija para que se llevase a ese incapacidad para controlar tu rabia, has elevado al cielo a un enemi-
enemigo temerario lo más ::i-lto que pudiera para que fuera más gra- go' En la vida jamás debería angustiarse un sabio, debería tragarse
ve la caída y más pequeños sus pedazos. Como luego lo vio cada vez las ofensas de los hombres, pero por nuestra impaciencia, al final,
más arriba, le gritaba continuamente que lo liberara para hacerlo las nimiedades se hinchan hasta convertirse en un gran tormento,
caer. Al final, cuando advirtió que Hércules casi había llegado al cie- precisamente porque no las sabemos soportar. Ahora razonas,
lo, cerca del palacio de Marte, y que se había parado en el patio, por Momo, ahora haces filosofía barata, y lo que ocurre es que los mor-
el cansancio o porque había soltado la presa a propósito, empezó a tales llegan al cielo y tú sigues exiliado, Mon10, te han echado y ex-
arrancarse Jos cabellos del dolor, a arañarse el rostro, a golpearse el cluido. ¿Qué me importa no ser mortal si me toca llorar cada día
1

pecho y a llamarse desgraciado con los chillidos más agudos: "¡Es el nuevas desgracias? ¡Oh muerte dulce sosiego para los sufrimientos,
1

final para Úi Momo, es el final! Por si no tuvieras bastantes enemi- donada a los mortales por los dioses' ... ¿Pero qué estoy diciendo'
gos entre los celestes, éste que fue uno de los que le dieron el puñal ¿Desvarío hasta el punto de no comprender qué feliz desenlace ten-
al esclavo para matarte, es acogido ahora en el cielo por tu culpa 38 . drá mi situación gracias a lo que creía un problema' Es realmente
Ya me parece verlo, con las mañas y artes que son habituales en los cierto lo que dicen, cuando se tiene miedo, la alegría se esconde.
hombres, halagando por una parte y presumiendo de sus valentías y ¿Momo, no recuerdas ya el carácter de los hombres, cuán ambicio-
bazañas por otra, obteniendo en breve de un príncipe sin malicia al- sos, descarados y temerarios son? ¿Cuántos habrá de todos estos hé-
guna como Júpiter un puesto de poder entre los jefes de los dioses, roes que no se sientan también ellos dignos del cielo? 4 º De aquí
precisamente él que aquí abajo ha estado al servicio de una mujerci- vendrá que de tantos como son, no pocos de ellos querrán imitar a
Hércules, ideando siempre nuevas insidias, con cualquier engaño,
38Hércules, siendo sólo semidiós, representa con su ascensión al cielo la eleva- por cualquier vía, pensando que todo les está permitido. Admitamos
ción del mortal, el hombre común privado por nacimiento de derechos políticos que incluso éstos, quizás solan1ente dos, sean acogidos en las regio-
que, ayudado por la Formna y sus artimañas, puede alcanzar los altos escalafones
nes de los celestes: ¡oh, qué vendavales de discordias y revueltas
del poder. Los desastrosos efectos de tal ampliación de las esferas de decisión son
abiertamente denunciados por Momo, que encuentra bien temprano en el rudo y provocarán 14l Me parece ver ya las filas celestes presas de la desola-
astuto héroe un irreducible antagonista. Y casí superfluo es añadir lo desacraliza-
dor que resulta una representación semejante de ese Hércules que en la mltologfa
39
humanista encamaba la virtud heroica (cfr. el De laboribus Herculis de Salutati) y Alusión al mito de Hércules v Ónfale.
que fue símbolo y protector de Florencia. Aun así, cfr. también las "intercenales" "º Probable evocación del Kore -Kosnwu (Corpus Hernieticun1 XXIII 46).
1
Pluto (Ope1·a inedita, PP- 174-17 5), donde Hércules, una vez en el cielo, se enfrenta " Ya en el lca1·ornenippus de Luciano los dioses, recibiendo a J\1enipo en el cur-
a Plutón, y e1 proemio del libro X (lntercenali inedite, PP· 207-208), en el que asiste so de su fantástico vuelo, tenían el temor de que toda la humanidad, siguiendo su
al humilde lvUcrólogo. ejemplo, alcanzase sus estancias, igual que ocurre en el Deorun1 conciliunz.

50 51
i'vfomo o del Príncipe Libro primero

le quitan valor a los juicios positivos 37 • Asimismo, ante el más pe- topó con Hércules, el intrépido desafiador de toda clase de mons-
queño lunar, a la mínima sospecha de culpa, no tienen la más míni- truos, que con la clava en la mano iba en busca de Fama sin preocu-
ma consideración por la maravillosa y divina belleza del ánimo, de la parse por el cansancio. Entonces se detuvo a reflexionar sobre lo
inteligencia, del carácter humano y de su honorabilidad. A la luz de que hacer, Mientras tanto, Fama alborotaba por todo el cielo, ha-
estas consideraciones, Momo estaba seguro de que los rumores de ciendo públicas las acciones y decisiones de los dioses. Una de esas
Fama habrían dañado seriamente la reputación de los dioses entre historias contaba que había llegado la diosa Fortuna a obstaculizar
los mortales, dado que no hay casi ningún dios que no encuentre en los planes de Virtud, y que Virtud había ordenado entre los hom-
casa algún buen motivo de vergüenza. Por lo demás, su situación bres que encendiesen fuegos en los altares para sacrificio de los dio-
tras violar a la doncella en el templo, no pensaba que corriera mu- ses, que por allí podrían hacer camino para el cielo, Aun cuando le
cho riesgo delante de alguien como Júpiter, que admitía haber ac- inquietaban estas murmuraciones, a la diosa Fortuna le alegraba que
tuado presa de la pasión de amor en otras muchas ocasiones; por lo el eco solemne de su nombre resonase por todos los montes y los
que había imitado, como era evidente, al padre de los hombres y rey valles de la tierra, y acrecentaba su placer el aspecto deforme del en-
de los dioses. gendro, con su increíble ostentación de extrañezas por todo el cuer-
Mientras estaba ocupado con todas estas elucubraciones, la diosa po; por ello, aun detestando todo aquel chismorrear en balde, de-
Fortuna se mostraba muy enojada con Virtud por parecerle que se seaba que el monsrruo permaneciese sano y salvo. Luego, cuando
había enrrornetido en su antigua aspiración de gobernar y regir los hubo concluido que en el fondo también Hércules era en ciertos as-
asuntos humanos, y no soportando que le aventajase en este cargo, pectos bastante similar a un monstruo, fue rápidamente a su en-
la consideraba enemiga capital y buscaba el momento de poder des- c-uentro para abrazarlo y decirle: "¿Qué es esta historia Hércules,
baratarla. Con este propósito observaba todo lo que sucedía entre que confiado en este macizo y pelado tronco de roble afrontas tanto
los mortales, sabiendo así qué clase de espantoso monstruo había esfuerzo intentando una acción dura y difícil contra la prole de un
aparecido sobre la tierra; y dado que se entretenía mucho contem- dios? ¿Eres tan poco observador como para no advertir que es de
plando cosas terribles, estaba resuelta a echar a perder por todos los estirpe divina alguien que está suspendida en el aire, mostrando se-
medios las iniciativas de la diosa Virtud, descendiendo llena de gozo mejantes capacidades oratorias y tales poderes? Te recuerdo que es
a la tierra con el deseo de encontrar a Fama y buscar la ocasión de más probable que un mortal adquiera la inmortalidad que un in-
lanzar sus ataques. He ahí que pronto la tuvo a su alcance cuando se mortal sucumba a un mortal cualquiera. Ahora escucha, te digo yo
en interés de ambos cómo deberías actuar. Te enseñaré una forma
fácil para subir entre los dioses sin necesidad del fuego que Virtud
17 De nuevo se dejan sentir ecos autobiográficos al juzgar central el tema de la
ha mandado encender sobre los altares, Obra de la siguiente forma:
calumnia, también clave de lectura de eventos públicos y temas político-culturales, empuña únicamente la corteza de esta clava, para disminuir su peso
que las obras de A.lbert:i contribuyeron a difundir en la iconografía del siglo XV.
Aquí aparece ya connotado con toda su ambigüedad: ignominioso instrumento de
y ser más veloz, y escóndete en las sombras de estas híerbas frescas,
persecución de los honestos, pero también despiadada técnica de desmitificación haz ver desde allí cómo agitas la corteza y ponte a rugir, a gritar y a
de las maculae tt.irpitudinís de los poderosos. Asimismo, hay que recordar que la Ca- hacer todo tipo de ruidos. La diosa, curiosa como es de conocer co-
lumnia de Luciano fue traducida tanto por Guarino, que le había enviado la tra- sas nuevas, llegará a la cartera; entonces, la coges de un salto y te la
ducción de !a jV[usca a Alberci, como por Lapo da Castiglionchio, que le dedicará llevas. Yo, para evitar que, una vez prisionera, forcejee y se fugue, te
la traducción del De sacrificiis; cfr. E. Mattioli: Luciano e i'Umanesimo, Nápoles,
1980, pp, 44-53, 6l-63 y 74ss,
pongo esta crin dorada entre tus cabellos, que, tiene la virtud de dar

48 49
iviomo o del Príncipe Libro primero

c10n por las malas artes de estos calumniadores y maldicientes. ¡Y asustados por su aspecto espantoso y amenazador, salieron alboro-
también aquí entre los mortales, cuántos estragos me imagino, tando por todo el cielo, y los que poco antes fruncían el ceño por la
cuántas ciudades devastadas, cuántas futuras masacres! Y todo por ascensión de Hércules, ahora pensaban no sólo que estaba muy
querer algunos actuar como Hércules, hasta que éstos, enardecidos bien, sino que habrían tenido que llamarlo si no hubiera estado va
por la conquista de Fama, y otros, envidiosos de su puesto, combati- allí arriba, defendiendo que era su principal interés combatir pre~i­
rán a muerte, a sangre y fuego. Ahora sí que me siento bien por ser samente con él a la cabeza contra ciertos monstruos extraordinarios
inmortal, y no hay por qué tener pesar por mi exilio, dado que estoy y tan grotescos. A tal fin se le entregó a Hércules la maza de hierro
a punto de ver el mar lleno de cadáveres, las naciones ensangrenta- de Júpíter obra de Vulcano, para que aplastase a Fama, que estaba
1

das, las estrellas teñidas por el humo de las ciudades en llamas, y husmeando por lo más recóndito de las estancias divinas. Así arma-
todo por una única razón-i-2 _ ¡Disfruta, i\rlomo!". do Hércules fue a su encuentro y Fama decidió no quedarse allí a
Esto pensó Momo y, para comenzar a echar la simiente de estos esperar la llegada de un adversario tan bien armado y valiente, lan-
males entre los hombres, tomó el aspecto de Hércules y se fue a zándose precipitadamente de lo más alto del cielo mientras gritaba
1
contarles con todo lujo de detalles a los ciudadanos más notables, ensordecedoramente: (Los que son como yo, de linaje y sangre divi-
que se habían reunido a discutir problemas de gran importancia, nos, rechazados del cielo aun antes de ser vistos, somos expulsados
cómo se había hecho un dios, dando también muchos consejos prác- sin culpa alguna a la tierra de los mortales, y a los peores criminales
ticos para que hicieran lo mismo que él. Luego, en cuanto los vio humanos se les honra adornándolos con armas divinas y recompen-
armados y preparados para pasar a la acción, se transformó en vien- sándolos por sus maldades, siendo admitido entre los dioses precisa-
to y desapareció, aunque le pidió a su hija que se mezclara entre mente quien nos ha golpeado".
ellos, favoreciendo unas veces a unos señores y luego a otros. i\tlien- Hablando de esta forma mientras volaba, descubrió Fama los
tras tanto, la diosa Fortuna, creyendo útil impedir que algún otro se nuevos perversos preparativos de los hombres. Entonces, dejó todo
le adelantase ocupando los oídos aún libres de Júpiter para hablar lo demás, embriagada como estaba por la turbación, para volar con
mal de su papel en la historia de Hércules, y sabiendo bien cuán im- gran batir de alas junto a su madre y contarle así a voz en grito lo
portante era dar forma a las primeras impresiones en el ánimo de que había visto: "¡Huid de aquí diosas 1 ¡Huid, que muchos hombres
cualquiera, se presentó apresuradamente ante Júpiter, aconsejándole exaltados se abalanzan armados contra el templo para apoderarse
que tomase bien esa llegada imprevista de Hércules, porque no ha- por la fuerza de las propiedades celestes'"· Las diosas, turbadas por
bía argumento más brillante para mostrar a los mortales la majestad estas nuevas, y oído el estruendo de la gente que se acercaba, como
divina, y ser así venerados y temidos, que enseñarles que un día no estaban acostumbradas a un trasiego semejante, se quedaron allí
también ellos podrían convertirse en dioses. dentro temblando de puro miedo, mientras que afuera, rodeadas las
Mientras tanto, la diosa Fama, dejando a Hércules, se había diri- puertas del templo, explotó un alboroto tan grande que incluso la
gido a los aposentos de Júpiter con tal de curiosear. Los dioses, diosa Fama quedó aturdida por la algazara. Los hombres destroza-
ron las cerraduras e irrumpieron en el templo, mientras que los
12 Cfr. en el Kore Kosnwu el !amento de los elementos contaminantes de las
mancebos hijos de Virtud lloraban presa del terror en el regazo de
masacres cometidas por !os hombres (Corpus Hermeticum XXIll 53 y 57-60). No su madre. Ella gritaba que no le tirasen de las faldas, aconsejándoles
obstante, abre el pasaje, igual que otras muchas veces en el lvfomus, haciendo ret"'e- que se transformasen lo antes posible en cualquier cosa para escapar
rencia a Cicerón: In Catilinam fV VI 11, en un contexto igualmente apocalíptico. con ella. Pero éstos, torpes y lentos por naturaleza, y aterrorizados

52 53

43
Monzo o del Príncipe Libro primero
ante la visión de hombres armados, se quedaron parados. Entonces, una gran corpulencia, transformándose en una roca enorme, aplastó
la diosa \lirrud, indignada por la osadía de los mortales y la incapa- a algunos de los que le habían puesto las manos encima. La joven
cidad de sus hijos, malQijo con la más solemne de las oraciones divi- diosa Posteridad tomó una decisión más conforme con su dimidad
nas a aquellos buenos para nada para que no encontrasen nunca
abierta ninguna entrada al cielo y qne no se les concediera conver-
y con la necesidad del momento: se convirtió en esa diosa luego
ha sido llamada Eco 44 • Los hombres, sintiéndose humillados y desi-
qu:
tirse nada más que en una forma. Lanzadas estas maldiciones) se lusionados, a fuerza de tirar del manto de Alabanza, lo descr~zaron
transformó en rayo y resplandeciememente escapó volando lejos 43 . en mil pedazos, que se disputaron encarnizadamente.
Justo después Alabanza hizo caer el manto y se transformó en humo
muy ligero, dejando ciegos a los que intentaban aferrarla.
Momo, a la vista de ese tremendo delito de los hombres, no
pudo más que sufrir por la suene de aquellos tres dioses abandona-
dos en el templo. Conmovido por la semejanza de sus propias des-
gracias, entró todavía bajo la forma de viento, rogándole a los tres
dioses que se transformasen en cualquier cosa para librarse del in-
minente peligro. Éstos le preguntaron si era el momento de rrans-
formarse en hombres para quitarles las armas a los asaltadores y
producir estragos en el enemigo; M.omo respondió: "Así lo quisiera
para que perecieran a manos de las mismas armas con las que me
querían matar, pero preferiría que os convirtierais en cualquier cosa
que no fueran hombres, porque sobre la tierra nada tiene una vida
más dura que ellos. De igual suerte, no os aconsejo que asumáis el
aspecto de ningún ser allimado, porque quien ha entrado en un
cuerpo mortal, además de todos los otros daños, deberá sufrir el
peor: tendrá que llevar consigo su propia prisión''.
A pesar de lo que les dijo Momo, Triunfo contestó que no que-
ría vivir sin tener relación alguna con un cuerpo, gracias al que po-
der gozar los placeres. Se transformó, pues, en mariposa, y voló le-
jos escabulléndose con sus veloces alas de las manos de los hombres
que intentaban atraparlo sorprendidos. Trofeo, en cambio, que tenía

43 44
Una vez más se pone de manifiesto el inexistente cuidado de Virtud por sus Se trata de otro caso más de manipulación de la tradición mitológica. Eco
hijos. Asimismo, un ataque parecido ya se obsen'aba en las "inrercenales" Virtus era una ninfa, gue también protagonizó un conocido caso de meramorf~sis, aun-
(Opn·a inedita, pp. 132-135), donde la Virrud se lamenta con 1Vlcrcuri._, d;: los crue- que éste se dio tras rechazar a Fauno, que enloqueció a un grupo de pastores para
les ataques de los zafios militares reclutados por Forruna, y De pictura (Opere <.1úlg" que destrozaran a Eco, quedando de ella tan sólo el lamento de su voz resonando
ri, vol. I), donde las Virtudes están, al igual que en este episodio, en un templo. en las montañas.

54 55
Libro segundo
L
os trastornos provocados entre los hombres desde el exilio
de Momo han sido hasta aquí el argumento de nuestra his-
toria. Ahora ha llegado el momento de contar de qué forma
desde su condición de exiliado recobró la gracia de Júpiter, y qué
clase de ideas originales llegó a inventar para crear alboroto, empu-
jando casi a la última esperanza a hombres, dioses y a todo el uni-
verso. Sin duda, valdrá la pena leer las diversas situaciones ambi-
guas, la originalidad de los imprevistos y la frecuente sucesión de los
acontecimientos notables; tanto que yo misn10 no sé si es más fuerte
la inquietud por el reto de proseguir el relato, debido a la descon-
fianza en mi propio ingenio frente a ranta elevación y abundancia de
argumentos, o las ganas de escribir arraído por la diversión que la
1

narración procura.
Se podrá decir que todo lo que se ha leído hasta aquí acerca de
l\1orno no es ni siquiera comparable a lo que vendrá después, por-
que las doncellas, incitadas por .i\1omo, comenzaron a hacer peticio-
nes baladíes y míseras a los dioses, y éstos se divertían con esos ri-
dículos deseos, comportándose como padres amorosos que, cuando
los niños les piden balbuciendo algo, los complacen con una gran

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j\;fo1no o del Príncipe Libro segundo

sonrisa. En su beata ingenuidad una doncella oraba porque estaba


1 inmortalidad. Palas era reacia a ir entte los hombres, porque había
entrada en carnes, otra por estar demasiado delgada, otra hacía una oído decir que estaban armados y eran valientes, pero al final, con-
petición distinta para su belleza, y los dioses concedían benévola- vencida por la orden expresa de Júpiter y el consejo de los an1igos,
rr1ente cosas tan fáciles de obtener, quitándole a una muchacha lo tomó la coraza y las arn1as y se decidió a obedecer. Después de ser
que le daban a la otra. La costumbre se fue extendiendo con facili- aprobada la ley en el cielo, acudió Fama con gran estruendo de alas
dad, tanto que, hallando siempre la misma disponibilidad divina, los junto a .í.\1Iomo, y mezclando mentiras y verdades mientras agiganta-
padres de familia y las personas de una cierta edad también empeza- ba con palabras grandes y horrorosas cualquier cosa por pequeña
ron a pedir gracias, siendo en un primer momento peticiones razo- que fuera, como tenía por costumbre, hizo saber a su padre que en-
nables, de las que se pueden hacer en público, delante de todo el tre los dioses se había organizado un gran alboroto, preparándose
pueblo, y que los dioses satisfacían gustosamente. 1\l final, también grandes novedades, pues algunos dioses armados ya empezaban a
los reyes y los Estados rlcos tomaron la costumbre de pedir merce- bajar del cielo. Nlomo se desplomó al oír esta noticia, terriblemente
des a los dioses'. intranquilo por la conciencia de sus crímenes. Lo atormentaba el
Al principio, toda esta devoción de los hombres para con los recuerdo de haber usado la violencia contra los embajadores del
dioses les complació tanto que aprobaron sin reservas el nuevo des- principal y más poderoso rey de los dioses inmortales, y pensaba en
cubrirniento, no encontrando ocupación más placentera que la de todo lo que el cielo lo odiaba a muerte por aquel delito execrable,
acoger benévolamente las oraciones de los mortales. Se realizaron, no sintiéndose capaz de sostener el ímpetu de tan tenaz resenti-
pues, ciertas pesquisas y, cuando se supo quién había tenido una idea miento', rogándole a su hija que estorbase a los dioses que estaban
tan maravillosa, todos convirtieron en misericordia y benevolencia llegando y que los entremviera todo lo que pudiera, dándole así el
la animadversión que tenían hacia .l\!Iomo. Entonces, fue aprobada tiempo de decidir algo y esconderse. Y Fama voló a obedecer al pa-
por aclamación unánime una ley llena de palabras altisonantes que dre. Es difícil decir qué pensamientos y perturbaciones asaltaron
revocaba el exilio de Momo, y dos diosas, Palas y Minerva, fueron entonces a Momo. Se sentía dispuesto a muchas soluciones, pero
elegidas para ir en busca de Momo con el fin de restituirle con el ninguna le convencía; las buscaba todas, sin excluir ninguna, pero
rná.ximo de los honores su puesto entre los dioses, en reconocimien- no se sentía seguro de nada y en ningún sitio, decidía algo y ense-
to de sus altísimos méritos hacia la estirpe divina. Se les confió, ce- guida se arrepentía de ello, incluida la forma en la que quisiera
rrado en una copa preciosa, el fuego sagrado de los dioses, para que transformarse.
le restimyesen su dignidad poniéndole en la frente la insignia de la El regreso de Fama tranquilizó la angustia de Momo, diciéndole:
"¡Te anuncio que tendrás el pleno favor de los dioses, Momo' Y algo
1
más que no esperas, te ofrecen paz e indulgencia y vienen a traerte
Recorre frecuentemente la obra albertiana la actirud de los dioses en contra
de los e:..-votos y de las exorbitantes peticiones de los mortales, episodio que ya está como presente la sagrada llama divina". Oída la noticia, y volviendo
presente en el ícaromenippus de Lucíano y en el De samficiis. Cfr. L.B. Alberti: Pro- a pensar en su vieja hostilidad con la diosa Fraude, temía que se le
fugiorum ab aentmna libri, l III, en Opere volgan·, p. 173, y las 1'intercenales" Som- esruviera tendiendo una trampa para quitarlo de en medio, aunque
nium (Intercenaii inedite, pp. 141-145), donde figuran voluminosas pilas de ofrendas
de todas formas, ya no había lugar donde esconderse ni manera de
y peticiones, Oraculum, Váticiniu1n y, sobre todo, Religio (Opera inedita, pp. 129-
131), la más abiertamente critica a pesar del recurso a W1 escamotage que consiste hacerlo, dado que los dioses del cielo lo ven todo y también porque
en delegar a un personaje "negativo" -en este caso Libripeta- la cruda exposición
2
de las criticas más audaces y radicales. Variación de una secuencia virgiliana (Eneida I 11).

60 61
Monzo o del Príncipe Libi-o segundo

ya cansado no quería sufrir más la pesadumbre de sus infortunios. searía que se le ofreciera la ocasión para su revancha? ¿Y quién ha-
Decidió, pues, tomar la iniciativa y esconder completamente con há- brá que, deseoso de venganza, no echará mano de cualquier cosa
bil disimulo el abatimiento de su ánimo y sus verdaderos sentimien- cuando lo hayan puesto frente a la esperanza y la posibilidad?'). Mo-
tos, avanzando con la cabeza alta y con aire sereno. Fue al encuentro vida por estas reflexiones) Palas) para definir más fácilmente la cues-
de las embajadoras y, después de un intercambio de cortesías, sus pa- tión junto a su compañera, le dijo a Momo que fuera a prepararse a
labras Y su expresión le hicieron convencerse completamente de la la fuente de Helicón para quirnrse de encima toda aquella suciedad y
llamada, más allá de sus esperanzas, para que mudase su difícil sima- regresar con un aspecto más digno para rendir homenaje al rey de
ción por el gozo celeste, restiruyéndosele su antigua dignidad des- los dioses. Una vez fuera Momo, las diosas discutieron un tiempo
pués de las largas tinieblas de la desgracia. Fuera de sí por la alegría entre ellas y concluyeron que era competencia de Júpiter establecer
inesperada no encontraba palabras idóneas para eA-presar su gozo, en qué medida le convenía a la comunidad divina que Momo m,rjese
por lo que, casi delirando por la satisfacción, profería mil desvaríos un puesto de prestigio entre los celestes) dotado con la insignia de
Y desatinos sin pararse a reflexionar, escapándosele algo digno de él: aquel sagrado fuego, sin haber indagado antes a fondo las intencio-
"Momo, ¿es así que, como se dice aquí en la tierra, todos desde el nes de su perverso y rebelde ánimo.
exilío llegan al poder?"_ l\1.ientras estaba solo lavándose, pensaba l\1omo para sí mismo:
Ai1te estas palabras, Palas -las mujeres, ya se sabe, están siempre "En verdad que cuando me acuerdo de ir incordiando a todos si-
dispuestas a pensar mal y a entender todo de la peor forma, siempre guiendo las direcaices de ese personaje firme y perverso en el que
prestas co1no están a hacer daño- realizó consideraciones mucho me había convertido, vestido como un salvaje, con la barba y los ca-
más hondas de lo que revelaba ninguno de sus gestos aparentes. Re- bellos hirsutos y descuidados; 3 con ese aire de fanático con demasia-
flexionando en silencio en lo más profundo de su corazón sobre la da tristeza en el rosrro, cerrado en un silencio obstinado o siempre
índole infame de Momo, pensaba que, en efecto no era conveniente
1
presto para reñir, daba miedo a todos. Pero ahora que son orros
para los intereses de Júpiter y de los celestes dar amplia facultad tiempos creo haber alcanzado el momento de acmar de otro modo,
para gestionar asuntos de la máxima importancia a un desgraciado más apropiado a mi nueva condición. ¿Qué personaje Momo' Sin
como él, que sin duda alguna conservaba en su n1e1noria la antigua duda, uno que se inuestre simpático, apacible y cordial. Estará bien
ofensa Y por su natural predisposición a usar maldades y traicio- que aprendas a estar dispuesto para todo lo que los otros quieran, a
nes estab~1 dispuesto a cualquier clase de fechoría. Los razonamien- recibir con buen humor a las personas enrretenerlas amablemente y-
1

;,os que hacía la incitaron finalmente a plantearse este problema: procurar que se vayan contentas. ¿Y tú Momo, podrás domeñar tu
Nosotros, que hemos resistido a duras penas a este progenitor de naturaleza a estas cosas ran contrarias a ella? Claro que podré) si
Inonstruos hasta que ha estado debilitado por el exilio y abatido por quiero. ¿Y cómo es posible que lo quiera? ¿Por qué no? i\.rraído por
las desgracias, ¿podremos resistir ahora sin correr un enorme riesgo la esperanza, movido por la fuerza de las cosas y por el premio que
después de haberle restituido sus poderes, después de haberlo refor- se anuncia, bien podré modelarme a rní 1nis1no y adaptarn1e a lo que
zado con el favor y merced de los dioses? Hay una gran diferencia será útil. Anda Momo, obtendrás por ti mismo todo lo que quieras y
entre tener refrenada la furia de Momo, haciéndole albergar espe-
ranzas de premio divino, y provocar la ocasión que estimule todavía 3 En el fragmento XXIII (Kore KoS1nou) del Corpus He17netic1nn, Alomo aparece
n1ás a alguien como él siempre preparado para el deliro. ¿Después como un pneunia colmado de fuerza y de gran envergadura física, pero de aspecto
de haber sufrido injusticias, el exilio por si fuera poco, quién no de- salvaje y aterrador.

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11Iomo o del Príncipe Libro segundo

serás capaz de realizar de la forma más brillante todo lo que tú mis- nera, si se descuida y deja hacer a los petulantes, si soporta a los des-
mo no te cierres. ¿Y luego? ¿Perderemos por esto el hábito innato e vergonzados, tendrá como final que se aprovechen de él y que se
inveterado de murmurar y escarnecer? Ni en sueños, aunque lo ten- vuelvan cada día más descarados gracias a su paciencia, y que quizás
dren1os solapado con un comportamiento discreto, y conservaremos ciertos arrogantes se sientan de algún modo autorizados a atorn1en-
la antigua animosidad contra los adversarios con una nueva manera tarlo. ¿Pero para qué gasto tantas palabras? En definitiva, sólo hav
y arte para golpear por sorpresa. Pienso, en definitiva, que los hom- que recordar una cosa siempre y en cualquier caso: disimular bien Y
bres de negocios y quienes tienen una intensa vida de relaciones de- hábilmente todo con las tintas ficticias de la rectitud y de la incapa-
ben comportarse de este modo: no olvidar jamás en lo más profun- cidad para obrar mal; conseguiremos brillantemente el objetivo si
do de su corazón las ofensas recibidas, sin revelar el rencor en nos acosturnbramos a modelar perfectamente las palabras, el rostro
ningún caso, y adaptarse escrupulosamente a las circunstancias, si- y todo el aspecto exterior de forma que nos parezcamos a aquellos
mulando y disünulando; y al hacer todo esto, no distraerse ni un que son considerados buenos e inofensivos, aunque searnos profun-
instante, estar siempre con los ojos bien abiertos como si fuera un damente distintos de ellos. ¡Qué excelente cosa es saber ocultar y
centinela, prestando atención para ver y entender lo que cada uno envolver en la niebla los propios sentimientos con la experiencia
siente, a qué se inclina, qué piensa, qué negocia, qué emprende y discreta y engañosa en el arte de la simulación!"4 .
por qué vías lo trata, qué es lo que a cada uno de ellos le conviene, Mientras Momo estaba pensando para sus adentros, Palas y Mi-
qllé le hace falta, quiénes son sus amigos y sus enemigos, cuáles son nerva habían resuelto dejar a la libre elección de Júpiter la decisión
sus opiniones, sus preferencias, las probabilidades de éxito en los de si debía conceder o no la llama sagrada a alguien tan rebelde
negocios y la conducta que adopta. Por otra parte, deben saber es- como i\!Iomo, aunque por el momento lo recibieron con la máxima
conder las propias ambiciones y los deseos con el hábil arte de fin- amabilidad, consolidando sus esperanzas y aconsejándole que acepta-
gir; siempre vigilantes, siempre alerta, deben estar continuamente ra la insignia divina de las manos del sumo rey de los dioses, mejor
· preparados para hacerse valer cuando se les ofrece la ocasión; deben que de las de sus delegadas. Ninguna condición rehusaba Momo con
tener en todo morr1ento el pleno control de sí misrnos y jamás tener tal de huir de los terrestres, entrando al instante en el papel que se
piedad de los adversarios, si no fuera para golpear con más fuerza, había irnpuesto recitando brillantemente y con diligencia su parte
que, al igual que con un ariete, toman el impulso desde lejos para
cargar con más violencia; ensañarse con el enemigo más con hierro f El elogio del enmascaramiento ya se encuentra no sólo en estas páginas, sino

que con palabras, con los hechos más que con manifestaciones de también en L.B. Alberti: l librí della famiglia, en Opere volgari; libro IV (pp. 267-
abierta hostilidad; tener bien cubierta la animosidad interior bajo 282, 292ss., 32 7-329 y 33 5-3 3 6); Profugiontm, pp. 131, 147-152 y 163; De Iciarchia,
p. 254; sin olvidar las "intercenales" Paupertas, iWaritus, Lacus, además de la signifi-
una apariencia a1nígable y meliflua; pensar que los discursos de to- cativa iconografía de Anuli y Pícture. Esta y otras imágenes nos llevan a la multi-
dos pueden estar indistintamente llenos de insidias; no creer a nin- forme fenomenología de !a metis griega: un saber "otro'', capaz de adaptar a la rea-
guno, pero fingir que crees a todos; y no tener consideración por lidad fugaces y ambiguas tácticas igualmente mudables, recorridos transversales v
ninguno, pero acostumbrarse a aprobar y adular a cualquiera en pú- rápidas metamorfosis. Quien está dotado de nietis es Momo, hábil para manejars~
en este espacio de la argumentación de unos discursos que siempre pueden con-
blico. Quien de esta manera se supiera gobernar, tendrá fama entre
vertirse en su contrario, como ocurre en los TnVia de Alberti; postura que llega a
el vulgo de honrado y bueno, será respetado por los doctos y temido identificarse con una gaya ciencia que prefiere averiguar con laico relativismo los
y obedecido por todos, sobre todo cuando adviertan que conoce a la mecanismos de la crisis y del cambio, aunque rechazando también cualquier pro-
perfección todas sus intenciones como si las leyese, que de otra ma- yecdón utópica o hipótesis totalizadora, eligiendo la fro~tera del parere tempori.

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Momo o del P1~íncipe Libro segundo

con las embajadoras; empezó a llorar con fingida pureza de ánlino y no sabía qué hacer y creía haber sido arrastrado como un imputado
declaró con-la cabeza gacha que sabía bien qué valor tiene ser resti- ante el tribunal el día del proceso, por lo que empezaba a preparar
tuido en su antigua dignidad y estado por mano del alto y excelso rey su defensa para salvar la piel, buscando el tipo de discurso con el
de los dioses, admitiendo que se sentía indigno de un premio tan que quitarse de encima la culpa por sus crímenes y aquellos argu-
grande, aunque habría hecho todo lo posible para demostrarle a Jú- mentos piadosos y sentimentales con los que apaciguar a Júpiter.
piter y a los otros dioses que, en efecto, no caía en saco roto aquella Mientras tanto llegó Mercurio, que había sido enviado por Júpiter a
tan señalada merced, a la que sabría corresponder; precisamente es- indagar, y contó que Febo estaría allí dentro de poco, como era su
taba determinado a ella desde el momento en el que firmemente de- costumbre y no como querían insinuar las calumnias de sus enemi-
cidió superar con creces las expectativas de las personas buenas con gos1 que ni se había entretenido por las gracias de Aurora, ni había
su comportamiento recto, esperando desbaratar todos los intentos de incumplido su deber por soberbia, sino que le había caído encima
ataque de los envidiosos y de sus enemigos con paciencia y con to- una cantidad enorme de plegarias, y esto Je había impedido subir se-
das aquellas buenas cualidades que inducen a sentimientos amiga- gún la tradición al castillo real de Júpiter para ofrecer los debidos
bles y benevolentes; manso tras la larga desgracia vivida) mortifica- homenajes al rey, como hacen los dioses todos los días. Entonces Jú-
do por sus desventuras, había aprendido a soportar las adversidades piter se serenó y di.jo, dirigiéndose a Momo: "¡Estas ofrendas tuyas
y a permanecer calmado y resignado si alguna contrariedad obstacu- van a acabar con nosotros, si no se pone remedio~)); y dicho esto ca-
lizaba sus proyectos y deseos; he aquí el porqué de ser ahora capaz, lló. Esta frase de Júpiter rápidan1ente hizo surgir en la mente de
sin tener 1.ra que imponérselo, de no responder a las provocaciones y Momo la hipótesis de haber provocado cierto desconcierto, y le
olvidar completamente las ofensas recibidas; en fin, su máxima aspi- proporcionó tanto placer a alguien tan ansioso de novedades que ol-
ración era que le fuese concedida la opornmidad de obedecer res- \~dó su tristeza, no pudiendo ocultar parte del gozo que nacía den-
petuosamente Jos buenos consejos de personas mejores que él. tro de él. Mucho le deleitó el espléndido resultado tan deseado de
Después de esta copiosa y elegante disertación, Momo, viejo zo- sus tramas y decía para sí: "¡Ahora pueden hacer de mí lo que quie-
rro, añadió suspirando con el rostro compungido: "¿Pero qué esta- ran, pues ya he conseguido algo que les perjudique!".
mos haciendo' Marchad, diosas, dignas del cielo, volved a vuestra Mientras tanto Júpiter se dirigió a Minerva y a Palas: "¿Por qué
1

beatitud y dejad a este desventurado en su bajeza, miseria y pobreza; no habéis traído con vosotras también a Vmud' ¿Qué es de ella'
dejadme vivir en dolor y soledad, soportando la desdicha que me ¿Dónde está?". Las diosas respondieron que, según la antigua cos-
oprime y destruye, porque es tan grande que no puede crecer más mi tumbre y orden de las delegaciones, en el curso de su nlisión se ha-
infelicidad". Las diosas, conmovidas, lo consolaron atentamente y bían preocupado sólo y exclusivamente de su encargo específico, y
luego se lo llevaron al cielo cogiéndolo cada una de un brazo. que también habían tenido n1ucho que hacer ya buscando a 1\1orno,
Cuando Momo esmvo en presencia de Júpiter, determinado a porque éste estaba escondido en lugares solitarios y desolados 1
ser lisonjero, se echó a sus pies y le pidió perdón y cle1nencia con como suelen hacer los miserables caídos en desgracia. Entonces Jú-
palabras muy medidas, pero no fue acogido con la benevolencia que piter pasó a preguntarle a Momo si había visto a Virtud en la tierra.
habría deseado. Júpiter, tremendamente airado por culpa de Febo, Enmudeció l\1omo y palideció, sospechando que esa pregunta alu-
estaba más ocupado pensando cómo reprender a éste que atendien- diese a cuando forzó a Alabanza en el templo, pero se recuperó en-
do a .l\1omo. Pero el pobre lvíon10, no sabiendo nada, se desanimó seguida y, con el aire distendido de alguien seguro de sí, dijo son-
.completamente, conjeturando que todo iba mal desde el principio; riendo: "¿Y có1no no sabe vllestra majestad, excelentísimo príncipe

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i'vionio o del Príncipe Libro segundo

de los dioses, todo lo que sucede en la tierra?". Y Júpiter señaló: perdido Inedia barba. De esta forma, siguiendo con esta manera de
"¡Ohtida lo que sé yo, responde a la pregunta~". Entonces Ivlomo relatar, no pasó por alto ningún detalle que pudiera servir para sus-
volvió a vacilar y a sobresaltarse, no sabiendo concretan1ente a qué citar odio contra los hornbres, y empleó toda su fuerza de persua-
apuntaban esas palabras, pero requerido una vez más por Júpiter, re- sión oratoria para que los dioses se convencieran de que ésa había
cuperó la dignidad y regresó al arte de la disimulación que había sido una auténtica infamia. Al oír el relato de Momo, Júpiter y los
empezado tan brillantemente a ejercer, y afirmó: "IVlercurio, que es otros dioses naturalmente se conmovieron, sobre todo por la indig-
el más diligente de cuantos conozco) seguramente sabe dónde se en- na desgracia caída sobre la diosa Virtud; por otra parte, no podían
cuentra, porque, si no rne engaño, está profundamente enamorado contener las carcajadas al enterarse de las ridículas desventuras de
de Virtud, la más bella de las diosasi 5 y tú, Nlercurio, ¿cuánto tiem- ¡\forno. Cuando los vio más exaltados, Momo aseveró: "Os corres-
po dejarás que tu dulce amor te falte?". Entonces Mercurio comen· ponderá a vosotros juzgar cuán grande es rrll sentido común a pro-
zó a reír y aseguró que él, Júpiter y todos los otros dioses estaban pósito de lo que estoy a punto de decir, por mi parte, puedo garanti-
tan ocupados con el único problema de las plegarias que no les ha· zar que es la escrupulosidad de mi conciencia la que 1ne lleva a hacer
bía sido posible preocuparse de nada más; pensaba que había hecho este discurso. Veo bien, oh Júpiter fundador del mundo, que habéis
muy bien la diosa manteniéndose lejos del fastidio de tantas peticio- dispuesto exactamente en el lugar justo, de la forma más brillante
nes que atender. Ese discurso serenó una vez más a i'vlomo, que re- posible, todo lo que puede servir a la belleza y al ornamento de tu
cobró una increíble alegría. Luego, viendo que la diosa Virtud no reino, pero quizás, por lo que me es lícito observar, os falta una
estaba allí junto a Júpiter y los dioses, como el embaucador en el cosa: no tenéis a nadie que os informe de las cosas que suceden en-
que se había convertido, comenzó con muy elegante artificio y clara tre los mortales, y esa gente, creedme, no debería ser en absoluto
voz, así como muy compuesto rostro y buen porte, a contar las peri- infravalorada". Cuando hubo dicho estas palabras, Júpiter, algo en-
pecias que había vivido, pero de forma tal que, mientras revelaba las simismado, hizo un ademán de asentimiento y afirmó que habría
indecencias de los horr1bres, se habría dicho que quisiera sobre todo querido tomar n1edidas respecto a esta única carencia, pero por des-
defender la causa de éstos y arrancar el perdón por sus errores. Y gracia entre las numerosas filas de los suyos no había .ninguno, a su
de un cuento a otro con artificio tan disimulado que parecía que no parecer, suficientemente bien dispuesto y capaz al que confiar la mi-
lo hubiese hecho a propósito, pero empujado desde el hilo mismo sión. ¡'Pero sí que hay alguien -intervino lvlomo- al que confiar con
de la narración, relató el modo en el que algunos señores habían todas las garantías de seguridad este encargo, y no encontraréis por
irrumpido en el templo, forzando a Vrrtud a desamparar a sus hijos mucho que busquéis a nadie más hábil e idóneo que mi hija Fama, la
aterrorizados por la barahúnda y salvándose de la temeraria inso- más despierta de todos y, a propósito, muy ligera de pies y presta en
lencia de esa mesnada de criminales mutándose en varias formas. las alas como ningún otro; además, está tan apegada a rrú, me respe-
Precisamente en este momento añadió que también él había sufri- ta tanto, que os puedo garantizar una cosa a cambio del beneficio
do pesadísimos ultrajes y que había logrado huir después de haber que me habéis hecho: ella llevará a término rápidamente y con la
máxima fidelidad y precisión todo lo que le ordenéis, sobre todo si
es algo que me concierne". Júpiter le agradeció a 1\1omo la sugeren-
5Cfr. la "intercenal" Vlrtus, en Opera inedita, pp. 132-135. En lo que se refiere
cia y el co1npromiso asumido, a lo que éste respondió: "Pues señor,
a iYiercurio, éste representaría al mismo Alberti, y su descenso a Toscana aludiría
al regreso a la parria del escritor; cfr. G. Gorni: "Storía del Certarne coronario'', por esta buena obra, si tal se ha de juzgar, o más .bien obligación de
en Rinasámento, s. Il, XII (1972), pp. 146-147. este miserable y humilde Momo, os suplico que si alguna culpa ten-

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/11omo o del Pdncipe Libro segundo

go al haberla engendrado, siendo vencido de puro amor, pon en el esa casa donde vivo rechazada, embel1ecida solamente por su inma-
otro plato de la balanza los dolores que he pasado cuando me arran- culada pureza, vos, queridísimo marido, la habéis llenado con esa
caron la barba". Prorrumpieron en carcajadas e, informados de toda porquería de ofrendas disgustosas. ¡Soy ciertamente digna de m.i pe-
la historia, se mostraron indulgentes. renne fidelidad y constancia hacia vos, si me descargáis encima esta
Las risas de los dioses se vieron interrumpidas por la llegada de basura' Pero permítase al rey de los dioses adornar; quien le parez-
Juno, que venia ostensiblemente furiosa; porque mientras se hacían ca e incluso acoger junto a si a este nefasto y depravado Momo, y
esos discursos en presencia de Júpiter, Palas y Minerva se habían hacerlo compañero de su poder, olvidando a sí mismo y a sus más
alejado y se habían ido a obseq!Úar a Juno y ganarse su voluntad, allegados; pennitase incluso que las habitaciones de su mujer sean
pues sabían que aún estaba mal con Momo y no había olvidado las ensuciadas por un sumidero de eA-votos, hasta el punto de que los
injurias que le había lanzado en el pasado. Le explicaron a la d10sa caballos de Febo se niegan a enrrar en ellas, repugnados por el asco.
por qué razón no le habían resrimido todavía a Momo el fuego sa- Pero no puedo seguir lamentándome en vano por las pesadas ofen-
grado que tenían en la copa preciosa. Juno alabó su labor, luego se sas recibidas delante de alguien que se obstina en no otorgarles la
dirigió con la cabeza bien alta adonde estaba Júpiter, y sin poder re- más mínima importancia; ya os he molestado bastante y tengo de-
primir su rabia, con los ojos torvos, dijo que le quería hablar ense- masiadas frustraciones, Júpiter. ¿Para qué sirve pedir eternamente lo
guida de algo muy importante; por ello hizo alejarse a los presentes, que siempre es negado, a menos que alguien quiera añadir conci-
rras lo que le preguntó: "¿Por qué razón, marido mío, os veo ser nuamente alguna otra angustia al antiguo dolor? No os rogaré inás,
cada día más superficial incluso en los asuntos más serios? ¿Os ha- por no recibir yo pena mientras vos me convertís en objeto de di-
béis cansado de ser Júpiter, os avergonzáis de ser considerado rey y versión, pues no tenéis en consideración mis circunstancias imposi-
poder hacer todo lo que os parece, visto que habéis vuelto a meter bles y me negáis siempre cuanto os pido. Seguid diciendo que no e
en vuestra casa y reino al que sabéis que os quiere disputar el poder? ignorando lo que sería vuestro deber conceder espontáneamente.
¿Cuál es la causa que os ha llevado a apreciar a ese canalla intrigan- Pero ánimo, responded si os atrevéis, visto que habéis hecho tanto
te, que ha provocado algo que os repugna? ¿Honráis a los enemigos, por las comodidades de los demás, incluso por los de ínfimo rango,
hasta a los más abyectos, y permitiríais que vuestros seres más que- ¿no habría sido oportuno tomar medidas viendo que vuestra mujer
ridos sean los peor tratados? Mandáis que traigan al cielo, incluso tenia la casa más indecente de todos los dioses? ;Cuánto le costaba
sin que lo queramos, a los que justamente por sus traiciones y mal- al excelso Júpiter concederle a su mujer que le r~gaba con lágrin1as
dades estaban exiliados, gente que ha procurado y hecho todo el lo que ha concedido por su propia iniciativa hasta a los rnás misera-
perjuicio posible a los dioses, y me rechazáis a mí, vuestra Juno, y a bles? ¿Y si hubiese tenido pretensiones más altas' De hecho, no os
mis ruegos. Habéis regalado a quien os ha parecido palacios de oro, pido nada más que me permitáis valerme tan sólo de las ofrendas de
puertas, techos, escalinatas de oro, columnas de oro, arquitrabes de oro de los mona1es para acicalar mi palacio; ¿no lograré nunca ob-
oro, paredes llenas de frescos y adornos de oro y diamantes, dejando tener algo como esto, yo que soy vuestra mujer, por mucho que os
completamente fuera de todo ello a vuestra mujer. Ellos viven en los ruego y suplico desde hace tanto tiempo? Marido mío, ¿desprecia-
más espléndidos palacios y ¿quiénes son? Mercurio, el bufón de los réis siempre a Juno? Y si en mi provecho no logro inclinar vuestro
dioses, ese borracho de Marte y esa gran ramera de \Tenus. ¡Ah Juno favor, al menos, marido mio, permitidme daros un consejo para el
infeliz, Juno que tú ni siquiera ves' ¡Oh desvenmrada, soy excluida vuesrro: mirad atentamente a quién acogéis, a quién dais crédito, a
de las mercedes que a otros da mi marido! Y n1i casa por añadidura, quién encomendáis vuestra persona, el destino y la Jutor.idad de

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·. _,,,
J"\t[omo o del Príncipe Libro segundo
v-uestro poder; por poco que hayáis conocido a este lvlomo volved a 1 Nlientras tanto, Juno, mujer mía, obtened lo que deseáis, Júpiter lo
pensar lo que os he dicho". quiere, Júpiter os lo da".
Habiendo dicho esto Juno, se secó con un velo delicado un par Así habló Júpiter, y quiso parecer más entusiasmado en la cues-
de lágrimas le confesó a Júpíter sus temores sobre las intenciones
1 tión de lo que estaba en realidad, tanto para rechazar la vehemencia
de .Nlomo y empleó toda su oratoria para sen1brar en él los punzan- de su mujer como para expresar mejor su ira contra Palas por no ha-
tes aguijonazos de la sospecha. Inmediatamente después volvió a ber acatado su orden durante la misión; es más, alzó mucho la voz
rogarle por los exvotos, y Júpiter le respondió: "¡Debería decir para que le pudiesen oír bien todos los dioses que se encontraban
también yo por qué razón, mujer, no hay vez que no os vea enfada- algo apartados. Una vez fuera Juno, estaba en silencio rumiando
da~ Lo siento por vos y por vuestras preocupaciones, que, incluso para sí lo que decía su mujer; mientras tanto, todos los otros dioses
siendo muy leves, veo que son más que suficientes para desasosega- habían enmudecido, sobrecogidos por el mal humor del rey. Pero
ras. ¿Pero qué queréis, Juno? ¿Iréis siempre en busca de nuevos Júpiter y con él todos los dioses se pusieron a reír por algo que ines-
pretextos para atormentarme? ¿De qué debería justificarme? fia- peradamente dijo Momo. Mientras Juno tenía con Júpiter la discu-
béis dicho que queréis tener las ofrendas de oro para edificar6 • ¿No sión anterior, Momo le había preguntado a Mercurio cómo era po-
os basta con nuestro palacio donde vivís con el máximo esplendor, sible que los exvotos hubiesen impedido venir a Febo, respondiendo
que queréis construir otros nuevos? Pero daos por vencida mujer 1 1
Mercurio: "Había muchos motivos para no tomar en consideración
coged los exvotos de oro y tornad de este obstinado arrogante lo las ofrendas de los hombres, en particular el hecho de estar llenos
que mandáis. Pero no sigáis imponiéndome esta regla vuestra de de necedades y, en efecto, no se los tomaba en consideración. Preci-
echar a perder lo que yo querría que fuese hecho. Dejad ya estas samente por esto Júpiter y todos los otros dioses habían decidido
suspicacias, que así las quiero llamar antes que celos, y de ahora en barrer con todo, sacándolos de las estancias celestes. Por no decir
adelante esperad algo más de Júpiter. No me he olvidado de ser Jú- más, entre los exvotos se encontraban también los de gente que
piter hasta el punto· de no reflexionar antes de hacer algo, y más quería en su sitio la nariz torcida, los ojos bizcos o un absceso, y se
bien estoy considerando qué me conviene para que no tenga que había llegado a una situación verdaderamente insoportable al ver
arrepentirme nunca de una decisión mía. Son los superficiales y cómo tenían el coraje de acudir a los dioses porque habían extravia-
los irreflexivos los que se dejan apartar de sus propósitos con cada do una aguja o un huso. Pero esto no era nada, lo peor es que ha-
ligera sospecha, y de sospechas está lleno el mundo. Esto no quie- bían llenado todas las cortes del cielo de esas porquerías fétidas y
re decir, sin embargo, que no esté dispuesto a aceptar tus consejos, nauseabundas que contenían gran parte de los exvotos: odio, miedo,
sino que no soporto más estar acosado por ambiguas denuncias. Y rabia, dolor y toda la podredumbre y la corrupción que se asentaban
vos, Juno, no rriiréis de través a Júpiter cuando os da buenos conse- profundamente en el corazón humano. Los celestes estaban disQUs-
tados y horrorizados) sobre todo porque aparecían exvotos entrega- º
jos, pues una cosa querría obtener de vos, y os lo pido sin esperar
nada a cambio: aprended antes a obedecer, Juno, y luego, si queréis, dos para obtener la muerte violenta de los padres, hermanos, hijos y,
examinad y criticad las decisiones y los actos de quien os manda. especialmente, de los maridos. Y lo más odioso es que también te-
nían el coraje de hacer exvotos para pedir la destrucción y el extermi-
nio de ciudades y naciones enteras. Se debatió larrrarnente
. b ,
divididos
6
Juno había pedido las ofrendas de oro para adornar su palacio, no para utili- en dos facciones, si todas las ofertas votivas debían ser rechazadas y
zarlas como material de construcción tal y como Júpiter da a entender. expulsadas del cielo; al final prevaleció el parecer de quien sugería

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lviomo o del Príncipe Libro segundo

conservar las ofrendas de oro. El problema es que después de recha- rirse en un experto) uniendo a una escrupulosa preparación la e.xpe-
zarlas, los mortales, acostumbrados ya a hacer muchas peticiones, rienci.a y la pr~crica, pero no había aprendido ninguna tan bien que
no terminaban de amontonar exvoto sobre exvoto, aun sin ser aten- pareciese suficientemente versado a sus propios ojos, más bien había
didos, ahogando la aunósfera, obstruyendo el paso a Febo y abarro- descubierto que es típico de cada disciplina que cuantas más cosas
tando completamente el patio de Juno, de tal forma que los mismos útiles se aprenden en la teoría y en la práctica, se es más consciente
dioses están dispuestos a descender para luchar a causa de los exvo- de que le faltan más por aprender'. Había llegado a la conclusión de
tos. Por ende, tú, Momo, con esta invención tuya has llenado todo que todas esas maneras de vivir que gozan de alúsima reputación
el cielo con esta basura". entre los hombres son mucho menos útiles y menos idóneas para un
Al sentir esto de boca de Mercurio, Momo, con el regocijo que buen y feliz •~vir 9 de lo que pretenden los razonamjentos habituales
recibía, no pudo contener una sonora carcajada, que provocó que de los sabios. Para comenzar por las más importantes y aclamadas,
todos se giraran hacia él. Cuando le preguntaron qué encontraba le había parecido muy conveniente en un primer momento la carre-
tan gracioso, recuperó enseguida la compostura, como si fuera un ra militar, sobre todo porque es por medio de ésta como se forman
las clas~s dirigentes, conquistan posiciones de poder y consiguen
1
verdadero camaleón, y dijo: 'Río de corazón, Mercurio, porque los
mortales os pedían con sus exvotos que les volvieseis a la normali- el preffilo de la fama entre sus descendientes. Por encima de todo, el
dad esas caras feas y mal hechas. Haría falta entonces que todos vo- pensamiento de ser inm11ne a los peligros gracias a su inmortaljdad
sotros fueseis maestros artesanos para estas doncellas, si para ajustar lo ll1citaba a ver en la vida nlllitar el camino más idóneo, consi-
una sola como querría ella no hay habilidad artística que baste. guientemente fue soldado. Habiendo dado prueba de su valor, llegó
¡Mira qué emperifolladas van cuando salen de casa 1". Entonces Jú- finalmente a mandar un ejército, formar tropas, dirigir maniobras
piter comenzó a reír, divertido más que por las bromas de Momo navales y ver sus numerosas victorias recibir con frecuencia el aplau-
por su modo de moverse como un bufón, y es que ciertamente había so y los festejos de los ciudadanos. Sin embargo, bien pronto detestó
hecho todo lo posible para parecer ridículo; luego invitó a cenar a la vida del campo, los estandartes, las armas, las trompetas y todo el
los dioses allí presentes, a Momo en particular, teniendo todavía ga- estrépito fragoroso de los guerreros, y no por saciedad, por una for-
nas de divertirse. ma de náusea de los repetidos sucesos, sino por un motivo justo y
Te reirás con Júpiter y Momo, lector, y quedarás maravillado 1 recto, de verdadera persona sensata, ya que en todo lo que estaba re-
porque no es fácil decir todo lo animoso que estuvo Momo en aque- lacionado con la vida militar no lograba encontrar nada que parecie-
lla cena haciendo el bufón entre un plato y otro para sorpresa de los se equilibrado, que no fuese exactamente lo conrrario de la juscicia;
comensales, contando gran cantidad de contrariedades divertidas e en toda aquella multitud de hombres armados no veía el mínimo
instructivas que le habían sucedido durante su exilio. Relató tam- sentido de humanidad )' piedad, todo era arrastrado a la convenien-
bién que había querido probar todas las formas de vida de los hom- cia personal, a la consideración ambiciosa del propio beneficio mo-
bres y sus profesiones, para entregarse tranquilo a la que fuera más mentáneo, pasando por todo tipo de violencia e impiedad; los pre-
cón1oda; 7 se había aplicado en cada una de éstas para lograr conver-
8
Cfr. L.B. Alberti: De connnodis litteraruni atque inconnnodis, ed. de L. Goggi,
7
Inicia una eficaz parodia del topos de la "elección de la vida", rratado sobre Florencia, 1976, III 14. ~
9
todo por la lírica coral gríega y por la literatura filosófica (en particular la diarriba Del De camnzodis al De 1·e aedificatoria el concepto ciceroniano del bene et heare
estoico-cínica), con la importante mediación de Horacio. vivere recorre toda la obra de Alberti.

74 75
¡'\1onio o del Príncipe Libro segundo

mios no eran siernpre para los valerosos, sino que dependían todos devoción, la única a la que dirigirse en los momentos difíciles y a
de las opiniones de una masa incomPetente; las acciones y los planes cuyas decisiones y parecer todos se habitúan a dar la máxima rele-
eran juzgados en función del éxito, y las recompensas no eran atri- vancia. De hecho, sobre la tierra no hay anímal más esquivo a la su-
buidas al valor, sino a la audacia temeraria. Por no hablar de los pe- misión que el hombre, aunque tampoco se puede imaginar uno más
ligros y los padecimientos que había que afrontar, al sol en medio propenso que el mismo hombre a la mansedumbre y la docilidad.
del polvo, de noche bajo la lluvia a cielo descubierto; y luego había Y por otra parte, Momo sabía que ejercer el poder no es posible
que saber defenderse entre gente dispuesta a salir perdiendo la san- para todos; sí los animales privados de juicio y las fieras salvajes es-
gre y la vida, ávida de la sangre de los demás, corrupta sin religión y
1
tán regidos por un instinto natural que tira de sus riendas bajo una
de una crueldad espantosa, estando en el fondo de la chusma de los precisa forma de disciplina, ¿por qué no deberíamos lograr gober-
desgraciados, de los criminales desterrados por los delitos cometi- nar con métodos racionales al hombre, propenso por naturaleza a la
dos, y en medio de la ruina, del fragor, del humo y de las cenizas de solidaridad y al control impuestos por una vida de relación, desde el
los templos que se derrumban. En resumen, lvlomo aseguraba que momento que obedece espontáneamente, corno se puede ver, sin
en toda la vida militar no había encontrado nada que le gustase ni necesidad de coerción a quien sabe dar órdenes justas y rectas? No
siquiera un poco, aparte de ver alguna vez cómo manípulos y bata- obstante, afirmaba que el poder, una vez obtenido o conquistado, es
llones se lanzaban a la carga movidos por un exaltado furor; verda- algo que, sin duda, deteriora a quien lo posee. ¿Qué hay en la vida,
deramente era un espectáculo conternplar esa monstruosa y pesti- en efecto, más duro y agotador que una posición en la que, cuando
lente concentración de seres humanos a la carrera hacia la muerte , se alcanza, hay que olvidar los propios intereses en favor de los de-
para azote de sí y de sus semejantes, haciéndose pedazos con las más y reservar la propia actividad y las propias energías para dedi-
propias manos. Momo también contó que había querido convertirse carse a asegurar la paz y la tranquilidad de muchos? A estas observa-
en rey, ya que juzgaba el poder regio el más cercano a la majestad di- ciones Momo añadía también que las cargas públicas salían todas en
vina, y una vez le dio gran valor al hecho de ser temido y respetado ayuda del gravísimo inconveniente que, si se ejercen en solitario, no
por una muchedumbre continuamente a su disposición, pronta a ob- se está jamás a la altura, en cambio, si se sirve de colaboradores, se
sequiarlo y a estar pendiente de sus labios, y vivir así en espléndidos presenta como algo extremadamente arriesgado; de todas formas,
palacios, caminando con distinción entre honores, fiestas y banque- ser superficiales en el ejercicio del propio oficio, además de ver-
tes suntuosos. Al principio temía que le habría sido muy difícil alcan- güenza y deshonor, acarrea también desastrosas consecuencias. En
zar esa meta, ya que veía que muchos se habían batido en vano para definitiva, si se considera con cierta atención lo que incluye el nom-
conquistarla, a costa de enormes esfuerzos v. a rieso-o
o de la vida·, aun- bre del poder, nos damos cuenta de que se trata de una clase de pú-
que más tarde observó que estaban abiertos dos caminos al principa- blica esclavitud a asuntos que es mejor evitar por ser decididamente
do, breves y en absoluto difíciles: uno, basado en luchas de facciones intolerablern Por lo demás, Momo había decidido de partida dejar
y conspiraciones, ascendiendo por medio de saqueos, vejaciones, todas las actividades económicas y financieras, porque la abundancia
destrucciones y abatiendo cualquier obstáculo que se interponga en y la práctica de la acumulación generan saciedad y aburrimiento, y
el camino; el otro camino al poder, en cambio, consistía en ser adoc-
trinado en todas las artes, en el acatamiento de las buenas costum- 10
Alberti escribió con anterioridad: "Vida muy molesta, llena de sospechas, de
bres y en el ornamento de las virtudes, lo que requiere convertirse, fatigas, plena de servidumbre. ¿Qué diferencia ves tú entre los que trabajan para el
y mostrarse a todos, en una persona considerada digna de respeto y Estado y los públicos siervos?" (1 libri della famiglia, p. 179).

76 77
Momo o del Príncipe LibTo segundo

luego, si ~rnbién se siente empujado por la avidez a desear más de tad y placerj y sostenía entre otras cosas: "Dicen los geómetras que
lo necesario, pueden también llevar a una forma de ansia 1nezquina todo lo que hay que saber en su profesión lo conoce igualmente
y sórdida 11 • Para aca~ar, decía que no había encontrado ningún tipo bien un principiante que un Ch'Perto una vez que lo ha aprendido.
de vida que valiese la pena elegir y desear en todos sus aspectos, sino Sucede poco más o menos lo mismo en el arre del ·vagabundeo en el
1

sólo el de aquellos que andan pidiendo limosna, los llamados vaga- mismo breve espacio de tiempo en el que se aprende, ya se conoce y
bundos12. Se puso entonces a demomar con mucho espíritu y rique- asimila bien. Hay una sola diferencia: quien quiere ser geómetra ne-
za de argumentos que éste es verdaderamente el único sistema de cesita de otro geómetra que le enseñe el oficio, en cambio a ser va-
1

vida cómodo, claramente ventajoso, falto de molestias, rico en liber- gabundo se aprende sin necesidad de maestro alguno. Cualquier
orra profesión requiere períodos de instrucción, esforzado aprendi-
zaje, ejercicio continuo, una rigurosa programación Yi además, son
11
"Pero yo pudiendo, no querria tener que vender y comprar ahora esto y necesarios apoyos didácticos y otros instrumentos de trabajo de los
luego aquello, que son quehaceres de mercenarios y viles ocupaciones" (ibidem,
p. 194).
que este arre no tiene en absoluto necesidad. Éste por sí soló se sos-
12 El elogio que hace Alberti de los vagabundos se inscribe en un género ya tiene con suficientes garanrías sobre la completa indiferencia por
practicado en la antigüedad (cfr. el testimonio de Isócrates: fleienes encho1nio12 8) y todas aquellas cosas que se consideran indispensables en las otras
predilecto para los cínicos, que en el mendicante identificaban al campeón del en- artes, precisamente a causa de su carencia. No hay necesidad de
cono por el orden consrimido y de la relatividad de los valores. Pero otras posibles
medios de transporte, de una nave o de un taller, y no se debe tener
fuentes de estas páginas se pueden enconrrar en Teofrasto: Ca1-acteres XXIX que
desaprueba la filopone1'ia, es decir, la "simpaúa por los truhanes" y la costumbre de miedo de los aprovechados, de los atracos y de las coyunturas desfa-
elogiarlos como hombres libres; y en Luciano: De parasito, aunque el parasitus sea vorables. Al pedir, no hay que invertir ningún capital salvo la pobre·
una figura muy diferente de la más siniesrra y subversiva del errante o vagabundo. za )' la desfachatez, y todo el trabajo que hace para perder los pro-
La ambigüedad del mendicante medieval, ·emisario de Dios o de Satanás, deshere-
pios bienes y pedir los de los demás consiste sólo en quererlo.
dado o impostor, peregrino, bandido o histrión, alimentando con posterioridad esa
corriente de instancias trasgresoras y carnavalescas, motiva su influencia y los su-
Asimismo 1 el vagabundo, como si actuara a espaldas de los demás,
cesivos desarrollos de Alberti a Erasmo, de Margutte al "pícaro". ocupa su tiempo como le parece y gusta, pide libremente, no tiene
Reimpresa en 1598, la versión de Almazán había de acercar así la novela de Al- problemas para decir que no y toma de todos, porque también los
berti al ~énero del relato picaresco. Poco después, Mareo Alemán y Francisco Ló- pobrecillos gustosamente son generosos con ellos y las personas
pez de Ubeda publicaron respectivamente el Guzmán de Aifarache (1599) y el Libro
acomodadas no se echan atrás. ¿Qué decir luego de su libertad, de
de la pícara Justina (1605), obras en las que, velada o explícitamente, se reconoce la
influencia del Momus. De tal forrna que el protagonista de Alemán coincide con el su anárquica manera de vivir? Ríen, lanzan acusaciones, hacen críti-
Momo alberciano al considerar la picaresca como el mejor modo de \r:ida posible, cas, charlan cuanto quieren sin tener nunca que pagar las conse-
así como en otros muchos casos; mientras que en La picara Justina se ad1nite como cuencias. El fundamento esencial de su poder reside precisamente
una de sus fuentes al Momus. Aden1ás, el influjo del Momus sobre el género pica- en que los demás creen un deshonor ponerse a discutir con un vaga-
resco viene de lejos, ya que el anónimo autor del Lazarillo de Tormes (1553 aprox.)
ta1nbién tuvo en cuenta, además de a Apuleyo y a Luciano, a Alberti en la descrip-
bundo y consideran una culpa alzar las manos contra uno que no
ción de algunos personajes o en la elección de estructuras y motivos para su nove- tiene medios para defenderse. Poder hacer lo que se quiere sin nin-
la. Cfr. E. Cros: Protée et le Gueux: recherches sur les origínes et la nature du récit pica- guno que censure tus palabras y tus acciones, jhe aquí un sostén y
resque dizns "Guzmán de Alfarache", París, 1967, pp. 238-39; y A. Coroleu: "El un válido medio para conservar el poder! No concederé ni siquiera a
Momo de Lean Battista A.lberti: una conrribución al estudio de la fortuna de Lu-
los reyes la ventaja de poderse servir de las riquezas mejor que los
ciano en España", en Cuadernos de Filología Clásica (Ertudios latinos), nº 7 (1994),
esp.181, n. 16, pp. 177-83. vagabundos: ¡de los vagabundos son los teatros, los pórticos o cual-

78 79
i1vfamo o del Príncipe Libro segundo

quier otro lugar público~ Los demás no tendrían el coraje de sentar- lo descubierto, acostados sobre la dura tierra, y los desprecias, los
se en la plaza o de hablar con la voz un poco alterada y, temiendo las miras asqueado igual que la mayoría. Pero pon atención que no sean
miradas torvas de los biempensantes, se comportan en público siem- los vagabundos los que te desprecien a ti y a todos los demás. Te
pre según las buenas maneras, sin seguir jamás las inclinaciones de ocupas mucho de los demás, el vagabundo no mueve un dedo por ti
sus instintos. Y tú, en cambio, vagabundo, te echas en rnedio de la ni por nadie, lo que hace lo hace para sí. ¿Hace falta decir cuán dig-
plaza, alzas la voz libremente y haces todo lo que te apetece compla- nas son de un hombre estúpido e insensato ciertas cosas que la ma-
ciendo tus deseos. En tiempos duros Jos demás se consumen melan- yoría admira, como la toga, el oro, la mitra y otras cosas parecidas?
cólicamente en silencio, tú cantas y bai1as 13 . Si ostenta el poder un ¿Quíén no se pondría a reír al verte caminar tan torpe por culpa de
príncipe malvado, cualquier otro huye para peregrinar en el exilio, la maraña de vestidos que tanto te pesan tan sólo por gustar a los
tú asistes a las fiestas de la corte. El enemigo vencedor se ensaña, ojos ajenos? Esto el vagabundo no lo hace, por eso ríe. Y tú, si eres
siendo sólo tú el único de tu gente que no tiene miedo a enfrentarse una persona con sentido común, ¿no intentarás que no te moleste el
a él. Y lo que cada uno ahorra después de grandes esfuerzos, arries- peso de los vestidos, no te negarás a tener los miembros oprimidos y
gando incluso la piel, tú se lo pides como si fueran prirrúcias a ti de- sofocados con tal de seguir la tendencia general, por parecer más
bidas. Otra particularidad muy conveniente es que ninguno tiene rico y elegante? ¡Usemos los vestidos para cubrirnos, no para exhi-
envidia de quien vive de este modo, y tampoco tú envidias a nadie, birnos' Quien tiene vestidos para protegerse de la lluvia y el frío
ya que no ves en los demás nada que no puedas obtener fácihnente está suficientemente ataviado para cubrir sus necesidades y cumplir
si quieres. Aderr1ás, la condición del vagabundo se adapta con tanta con el natural decoro. El vagabundo se acuesta por tierra:" ¿y en-
facilidad a cualquier otra profesión que dondequiera que actúe, sale tonces qué? Cuando tiene sueño, ¿acaso duerme con los ojos menos
bien parado; lo que por supuesto no ocurre para otras cate1<orías de cerrados sobre el desnudo suelo que entre mantas? La naturaleza ha
hombres, pues se acusa de superficialidad a quien cambia siempre V dado plumas a los cis.nes para que se cubrieran, no para hacer camas
de profesión, y cada vez que lo hace conlleva un gran derroche de refinadas; si se tuviese un sueño profundo en función del colchón
energías. Creo que no se debería prestar atención a quien va dicien- sobre el que se acuesta, indudablemente se dormiría rr1uchísirno y
do que la manera de vivir de Jos vagabundos presenta un cúmulo de bien. Con la costumbre, el puesto para descansar que la naturaleza
inconvenientes. Puedo a:fim1ar, por lo que me ha enseñado mi expe- nos concede se vuelve cada día más blando y saludable, y si faltan
riencia, que en todas las otras profesiones me he tropezado con un comodidades, el sueño hará de almohada a los hombres cansados.
gran número de dificultades y molestias de las que habría prescindi- Si un vagabundo comienza un discurso, incluso si dice las mis-
do con placer. En efecto, cualquier actividad comporta muchos as- mas cosas que el primer orador engualdrapado que se presente,
pectos pesados y molestos que todavía hay que soportar si se quiere ¿quién tendrá a.lguna vez tanto público? ¿Quién será escuchado con
ejercer; en cambio, sólo en el arte y en la disciplina, llamémosla así,
del vagabundeo no he encontrado jamás algo que no me gustase en 1
+ La gaya ciencia del mendigo se funda polérnicamente en la falta de posesión
todo y por todo. Ves a los vagabundos vestidos de forma ligera a cie- y en la armonía con la naturaleza, y aquí está también físicamente reconducida al
solum, es decir, a los oscuros vínculos que el mendicante mantiene con las fuerzas
internas de la cierra. iYiomo, apologeta interesado y encarnación extrema de esa si-
13
El ejemplo de paradoja oratoria del vagabundo que canta y danza en el tem- niestra ralea de vagabundos y charlatanes, endosa en la tradición iconográfica las
plo se encuentra ya en la Retórica de Aristóteles, II 24 \.'1 (1401b); y también en el míseras vestiduras y el bastón del vagabundo sobre aqueJla tierra en la que al final
saltare et cantare de Cicerón: In Catilinarn II X 23. será definitivamente asimilado.

80 81
Momo o del P1~íncipe Libro segundo

más atención? ¿Qué peroratas despertarán una conmoción más ques, otros habían excavado las montañas y habían guiado sus carros
grande? ¿Qúién suscitará aprobaciones más calurosas durante todo entre las rocas hasta el fondo de las vísceras de la tierra, otros ha-
el discurso? Grande es la autoridad de esta categoría de hombres en bían escalado al cielo sobre una inmensa pila, juntando montes so-
los trances más graves, ninguna otra es mayor. ¿No se ve a menudo bre montes 17 , y orros incluso le habían arrancado al mar ríos y lagos,
que las cosas que dice un vagabundo borracho presa del delirio son desecándolos mientras encerraban extensiones de agua dentro de la
acogidas como vaticinios, aplicándose también a cuestiones muy se- árida tierra. Todos se sorprendían y se quedaban llenos de estupor
rias1 como si fueran dictámenes de un oráculo? De cualquier modo, frente a estos fenómenos, mientras que Momo decía siempre: 'Tam-
sobre esto regresaremos quizás en otra ocasión; vuelvo a hablar de poco en este caso, Momo, existe algo que te concierna'. Se decía
nú. ¿Sabéis qué valor tenía el hecho de que mantuviese siempre el que los más ricos y poderosos reyes de la tierra se atacaban entre sí
mismo equilibrio en las situaciones difíciles, sin alterarme en un con vastos ejércitos, el cielo estaba cubierto de flechas, los cursos de
sentido o en otro? Es una cualidad que desearéis, oh Júpiter, prínci- agua eran obstruidos por los cadáveres y el mar crecía por la sangre
pe de los dioses, si tenéis sentido común. ¿Qué hay que sirva más de los caídos. Al oír estas noticias todos los demás se debatían entre
para disfrutar la tranquilidad, para dar prueba de grandeza y para varios sentimientos, según sus intereses y pasiones; sólo Momo se-
hacer honor a la propia autoridad que tener un equilibrio que per- guía diciendo: 'Tampoco te concierne esto, Momo'. Se veían terre-
mita no cambiar jamás la línea de conducta, ocurra lo que ocurra? nos en llamas, devastaciones y saqueos 1 se oía el lamento de los caí-
Llegaban graves noticias, que eran acogidas con horror por todos dos, el fragor de los techos que se derrumbaban y los gritos de
los demás: líquidos nunca vistos brotaban de la dura roca, se habían quien había sido golpeado por la desgracia; todos vacilaban, recela-
encendido llamas en medio de las fuentes y las montañas habían em- ban y corrían en todas direcciones enrre omnipresentes alaridos,
pezado a chocarse entre sí 15 . El pueblo estaba atónito, las clases di- llantos y confusión; pero M.omo bostezaba, acostado mientras soña-
rigentes recelosas, y todo se sumía en el pánico por culpa de lo que ba con mujeres desnudas, y no preguntaba ni siquiera qué significa-
había sucedido". Unos temían por la común salud y conservación ba todo ese vocerío, si acaso alguna vez, con indiferencia e incluso
de su Estado, otros estaban obsesionados con la manía de conser- con un poco de fastidio. Si alguno se ponía a lamentarse delante de
var sus privilegios, agitados por la esperanza y por el miedo. rrú por trastornos tan grandes y tempestuosos, me decía frotándon1e
Momo, en cambio, sin angustia alguna, dormía tranquilo donde- una pierna: 'Ni siquiera ahora hay algo que te pueda preocupar,
quiera que se volviese, no teniendo nada que esperar o temer; y en- Momo. Duerme'. ¿Qué más? Para burlarme de toda esta gente do-
tre una cabezada y otra solía decir: '¿A ti qué te importan estas co- minada por tanta agitación, cuando los veía reunidos en círculo con
sas, Momo, si no tienes nada que perder?'. Se hablaba de hechos las cabezas una junto a otra tramando algo con gran seriedad, corría
prodigiosos: algunos habían cabalgado sobre un camino trazado- so- enseguida allí, me colocaba cerca y me dirigía a ellos pidiendo a
bre el mar, otros habían hecho pasar una flota por montes y bes- continuación una limosna para un pobre necesitado. Ellos se enfa-

15
La serie de monstra retoma un topas de la literarura clásíca, patente en Cice- n Cfr. Horacio: Canninurn I III 38. Esta segunda serie de monstra, provocados
rón: In Catilínam ID VIII 18-19, y en \7irgilio: Eneida Il 172-175. Al relato de pro- por la audacia hu1nana, evoca con casi toda seguridad el discurso de .i\1on10 a Her-
digios están vinculados numerosos pensamientos de Poggio Braccíolini (XXXI- mes en el Kore Kosmou (Corpus Hermeticum XXIII 44-46), como ha propuesto
xxxrv, XCVIII, CLXVII-CLXVIII, CLXXI, CCXXIX, CCXLIX). E. Garin también a propósito-del Tbeogenius (Studi su L.B. Alberri, en Rinascite e
16
Cfr. Salusrio: Bellunz Catilinae XXXI 1-3. rivoluzioni. Movitnentí culturali da/ XIV al AV11 secolo, Bari, 197 5, p. 150).

82 83
1-Yionzo o del Príncipe Líbro segundo

daban v yo era enormemente feliz importunando, ellos se sulfura- mándole una pesada joroba; a pesar de andar muy lentamente con
ban recriminando mi antipática bufonería fuera de lugar y Lvlomo pasos largos y espaciosos, se tan1baleaba a cada paso por culpa de sus
, "
re1a . débiles piernas, como si una larga enfermedad le hubiese debilitado
Estas cosas contaba 1Ylomo entre las risas de todo el cielo, pero las articulaciones. Por otra parte, qué decir del vestido y de lo que
Júpiter, cuando hubo reído bastante, interrumpió el relato de esas cargaba, unas alforjas completamente zurcidas, el tabardo antepasa-
ocurrencias: :'¡Dime lvion10! ¿También los vagabundos tienen envi- do de todos los tabardos, donde habían hecho el nido miles de rato-
dia uno de otro, como dicen que sucede con los alfareros y los he- nes con los dolores del parto; además, llevaba colgados de un hom-
rreros?". Y Nlomo respondió: "¿Pero quién iba a envidiar a alguien bro un saquillo, una cesta y un bacín tan sucio y hediondo que nadie
que hace ostentación de su miseria?". Júpiter entonces repuso: 'Si 1
podía soportarlo. Debo admitir que quizás he envidiado alguna vez
no me equivoco, cualquiera podría envidiar a alguien que es tan mi- a este hombre, no por su estado físico, sino porque veía cómo a mu-
serable, y querrá parecer digno de compasión también éL Si no es cha gente le parecía digno de piedad, mientras que realmente mere-
así, debo admitir que este vagabundeo tuyo no carece sólo de incon- cía su odio. Otra cosa que me molestaba era ver demasiados vaga-
venientes, como decías, sino que es extraordinariamente indicado bundos de paseo por la plaza'°, pero lo único del vagabundeo que
para lograr la tranquilidad y la máxima felicidad, hasta el punto de no lograba soportar era cuando algunas veces los niños soltaban
que lo preferiría a la placidez que tene1nos aquí los dioses. ¡Qué contra mí algunos perrillos ladrando que se lanzaban con los dientes
grandísima desgracia la envidia! ¡Oh la envidia, qué grandísima des- hacia fuera sobre mis calcáneos descubiertos. Sé que no es fácil ha-
gracia!"18. '{ 1\1omo respondió: "¡Nle incitáis a acusarme a rrú mis- ceros entender lo molestos que son esos golfillos, pero si fastidios
mo, mi señor Júpiter! Oiréis al respecto un muy gracioso cuento. como éstos les sucediesen a los dioses má.Umos, no encontrarían
Había entre los filósofos un raro ejemplar de holgazán, alguien que, nada más desagradable en todo el universo. De todas formas, deje-
si lo hubieseis visto, os habríais creído que era el más desgraciado de mos esto y volvamos al tema que nos ocupa. Entre los mortales,
este mundo, pues llamaba la atención particularmente entre los va- pues, no se puede encontrar una manera de vivir más cómoda que la
gabundos por lo poco agraciado que era. Ahora os lo describo bien: de los vagabundos, si es cierto, como es, que es fácil y está provista
tenía la cara aplastada, el mentón arrugado, la piel agrietada, con de todo, y que ninguna desgracia les puede afectar, ninguna maldad
pústulas, con las mejillas de un buey, el rostro negro como el car- puede arrebatarles nada, no encontrando ningún motivo para la-
bón, los ojos hinchados y salientes hacia fuera, uno magullado y el mentarse". "¡Mira que has sido estúpido -interrumpió Júpiter- de-
otro medio legañoso, ambos torcidos y estrábicos, y todo ello junto jando tan bellas cosas para subir entre los celestes' Ñlira bien lo que
a una nariz tan grande que bien podría servirle a un elefante 19 . Ca- dices, iVlomo, que no han tenido poder sobre ti esas cosas allí entre
minaba con la cabeza inclinada sobre el hombro izquierdo, el cuello los hombres que aquí entre los dioses pueden tanto. ¿Qué hay que
largo y doblado, de forma que habríais dicho que no miraba al suelo la maldad no pueda?". Entonces se puso a jurar que jamás había es-
con los ojos, sino con una oreja; un omóplato se le hinchaba for- tado más libre de preocupaciones que cuando era vagabundo, y que
mientras llevó esa vida, tuvo dolores tan sólo una vez, por una histo-
18
ria fútil en sí misma, pero que merecía igualmente ser contada. Se
La envidia es un tema constante en la obra de A..lberci, apareciendo aquí
como conrrapunto a la ausencia de este sentimiento en la privilegiada figura del
vagabnndo.
19
Podria hacer referencia a Catulo: Carnúna XIlI 1-+. 1
º Cfr. Cicerón: In Catilinarn II III 5.

84 85
Momo o del Príncipe Libro segundo

había encontrado una vez con un mozuelo trabajador2 1 recién salido la de más orgullo y fantasía, y Minerva, honor y luz de todas las ar-
del calaboz0 22 ,
que golpeaba con un bastón a un asno que coceaba y tes. Valdrá la pena seguir el comportamiento de estas diosas para re-
no quería seguir adelante. "Al principio, empecé a reír ante el en- conocer también enrre los dioses la naturaleza de las mujeres.
cendido enojo del joven, pero luego me paré a pensar la deuda que Palas y Minerva habían empezado a reflexionar de veras sobre su
teníamos los pobres con los animales de carga, que si por ventura posición pública y privada tras ver cómo el dichosísimo Júpiter, que
faltasen, habían de venir a querer los ricos andar a lomos de los po- no tenía otro deseo que disfrutar una alegría eterna, se diveróa con
bres. Entonces, indignado, había empezado a reprenderlo con estas las bufonerías de Momo. Y como sabían muy bien que en el ánimo
palabras: 'Salvaje con dos patas, ¿quieres parar de hacer el loco' de cualquiera pueden mucho algunas palabras infamantes lanzadas
¿No te das cuenta de lo mucho que les debemos a esta raza de ani- en el momento oportuno, sobre todo por parte de quien goza de li-
males, que si no existieran, tú y rus semejantes llevaríais sacos y bre acceso a sus oídos, estaban vivamente preocupadas y, recordan-
equipaje en lugar de las bestias de carga?'. Como le dije esto, enfa- do que Momo había sufrido una ofensa reciente de ellas a propósito
dado como estaba, dejó al asno y se dirigió hacia quien le regañaba, del fuego, tenían válidos motivos para temer que ese activo frecuen-
diciendo: '¿Y entonces por qué no te pones tú en lugar del asno?', y tador de la corte esmviese preparando algo con su tan asidua como
con el mismo bastón con el que había azotado al asno me apaleó a divertida presencia. Pero, dado que eran féminas, razonaron corno ta-
mí. Había allí por suerte algunas buenas personas que lograron con- les, sin el mínimo sentido de la oportunidad. Ivlinerva, en efecto, se
tener al mozuelo con sus reproches y que me eA'Presaron su pesar puso a hablar con Momo, valiéndose de su experiencia en el arte
por lo ocurrido, pero les respondí que se largaran, porque, después oratoria, para hacerle conocer todo el asunto del fuego sagrado, que
de haber mostrado indiferencia por las más grandes tribulaciones de él desconocía, mientras intentaba disculparse y persuadido de no
los hombres, me había dejado conmover por los males de un asno". haber tenido culpa alguna, pues a ella jamás se le había pasado por
Júpiter, conquistado por la brillante labia de Momo, le dijo que la cabeza impedirle de ningún modo su merecida vuelta al cielo) tor-
podía sentirse como en casa en su palacio, hecho que aceptó inme- nando con el máximo honor enrre los dioses, según la expresa vo-
diatamente. Se pudo ver entonces qué poder tiene el favor y la gra- luntad de Júpiter; pero admióa su error, porque no había tenido el
cia de un príncipe hacia alguien: en cuanto los dioses vieron a coraje de contradecir las peticiones en tal sentido de una diosa ar-
Momo, que había sido público odio en el cielo, marginado y mirado mada y prepotente como Palas; por otra parte, no había que sor-
de soslayo, ahora convertido en alguien querido por el príncipe e prenderse de que Palas hubiese emprendido aquello, visto que esta-
íntimo suyo, comenzaron enseguida a pensar bien de él y a conside- ba en deuda con la diosa Fraude, más bien había que mirar con
rarlo digno de recibir las proposiciones de amistad y obsequio de los cierta indulgencia el hecho de que dos diosas, unidas por la misma
dioses. Y de esta forma, los dioses uno por uno competían por vi- pasión, se hubieran ayudado entre sí intentando evitar la gloria de
sitar a Momo, para honrarlo e intentar complacerlo de todos los un adversario. Le rogó, por último, que no se enfadara con ella, ins-
modos posibles con palabras y hechos. En todo este movimiento tándolo a que pusiera a prueba en un futuro sus buenas intenciones
también tomaban parte, junto a casi todos los demás, Palas, que era hacia él, más que tenerle antipatía sin motivo.
1'-1omo sintió cómo se apoderaba de él una rabia feroz, pero, re-
suelto a simular y disimular en cada ocasión que se le presentaba, se
21
Ascriptícii eran en la edad clásica los ciudadanos de nueva inscripción en las
listas electorales; más tarde, los siervos de la gleba.
libró de J\1inerva con pocas palabras suaves y moderadas, asegurán-
n El ergastulum era el lugar en el que se encerraba a los esclavos para trabajar. dole, entre otras cosas, que no quería tener en cuenta la ofensa 1 so-

86 87
Momo o del Príncipe Libro segundo
bre todo para no tener que ir en busca de esa molestia que normal- un par de veces queriéndola oír de nuevo en u11 banquete en el que
1 1

mente acompaña al deseo ansioso de totnarse la revancha; deseaba participaba la flor y nata de las autoridades divinas, para divertirse
que desde ese rnismo momento sus enemigos y desacreditadores n1- con IVI01no como si también él fuera rn1 manjar, el plato fuerte de la
viesen sentimientos mejores, y aunque no cesaran de atacarlo, ha- noche. En tal caso, él que hasta entonces se había prestado con gus-
bría considerado su preciso deber mostrarse tolerante con sus ad- to a ser el pasatiempo de todos los dioses, consideraba ahora una
versarios, haciendo ver con paciencia su ánimo más manso y sincero grave falta de respeto el hecho de que lo invitasen no para rendirle
fruto de tanta desgracia. Recibida esta respuesta, i\!Iinerva se fue 1 honor, sino para reírse a carcajadas. Sin embargo, hacía poco que
pero nada más salir de palacio, Palas, movida por los mismos pre- había amoldado su ánimo a una personalidad nueva, anulando la an-
sentimientos, se presentó ante i\!lomo e intentó convencerlo de que terior, v, en cuanto se dio cuenta de la estima de todos los dioses
habían sido las astucias de Nlinerva las que la habían arrastrado a no gracias al favor y gracia del príncipe, engreído por el éxito, como
comportarse bien con él, estando, pues, enormemente arrepentida suele ocurrir, había comenzado a alimentar arr1biciones más altas y,
de esta falta por la que pedía perdón. Disimulando todavía, Momo además de ese modo suyo de caer sirnpático, se había situado poco a
se cornportó con Palas del mismo modo que con .i\!Ii.nervai almque poco en el camino de la máxima austeridad para parecer digno de
se sentía arder talmente de dolor y de rabia que contenía a duras pe- crédito a los ojos de Júpiter y de prestigio a los de los otros celestes.
nas las lágrimas. El dolor de Momo fue aliviado por la llegada de Por esta razón, ofendido por la desfachatez de los comensales, sobre
Temisn, mensajero de los dioses, que había venido por orden de Jú- todo de Hércules, dio una magnífica lección a aquellos insolentes
piter a invitar a Momo al banquete de la fiesta de Hércules. Júpiter por medio de una idea verdaderamente ingeniosa24 .
deseaba hacer lo más agradable posible esta cena con las gracias y Declaró haber hecho siempre con gusto todo lo que consideraba
donaires que solía aportar Momo, pero terminó de forma muy dife- grato a los dioses, y que tampoco en aquella ocasión le parecía una
rente a lo que había pensado. Durante la cena los comensales inter- molestia satisfacer, incluso a costa de cierto dolor, a personas que lo
cambiaban numerosas bromas, y Hércules en particular contó algu- trataban tan bien, si bien debía reconocer que habría preferido su-
nos chistes, hasta que en cierto momento se le pidió a Nlomo que primir enteramente de su ánimo el recuerdo triste de su período ne-
contase esa vieja historia que narraba cómo había escapado de los fi- gro más que reabrir tantas veces la herida. El relato de sus desventu-
lósofos con la barba arrancada. Momo, viéndolos listos para reír a ras estaba, pues, estrechamente relacionado con _un motivo de
sus espaldas, perdió la paciencia, pues no podía soportar que no les gratitud por la gracia recibida del rey de los dioses, recuerdo que no
hubiese bastado a Júpiter y a los otros dioses escuchar esa historia
1 1 sólo le procuraba alegria, sino que también permanecería eterna-
mente clavado en su corazón, por lo que sin duda nunca dejaría de
CJ Cambio de sexo y reducción de rango de Temis, hija del Cielo y de la rfie-
hacer todo lo posible para corresponder a tal deferencia. La pena
rra, y la Unica de su generación que apoya a Júpiter en su lucha conrra los Titanes. del exilio nunca llegó a ser tan dura y pesada como para perder la
Con el engendró a las Horas, las tres Parcas, las ninfas del Erídano y la virgen As- convicción de mantener una buena conducta hacia la estirpe de los
trea. imagen de la justicia y de la virtud; de hecho, los griegos encarnaban la Justi-
cia en Temis, siendo Júpíter desde los tiempos de Hesíodo el dios que velaba por
el cumplimiento de las leyes sagradas personificadas por Ternis. Por otra parre, pa- 14 En el más comprometido y serio de sus discursos, Momo reelabora a su
rece pertinente recordar, en función de lo que pronto sucederá, que también se la modo el relato de una parte del libro I, atribuyendo a los filósofos y retóricos los
relaciona con el inicio de la Guerra de Troya ante el exceso de población que so- argumentos contra los dioses que habían estado en su boCa, tal y como Hércules le
portaba la Tierra. echará en cara más tarde.

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Momo o del Príncipe Libro segundo

dioses del cielo, y el remordimiento por la culpa cometida había pa- claro cuál merecía el más alto desprecio. Algunos negaban comple-
liado el dolor del castigo. Había podido soportar así con modera- tamente la existencia de los dioses sosteniendo que el universo era
ción, constancia y fortaleza todas las penurias que cada día le tocaba producto de la casualidad, después de la unión fortuita de minúscu-
sufrir, pero no era· fácil decir en cuántos cúmulos de adversidades las paróculas que impregnan de sí todas las cosas; orros no creían en
había estado inmerso, siendo su mayor aflicción no disponer de nin- la existencia de los dioses, si hubiesen creído habrían vivido de otro
guna ocasión para demostrar, a través de alguna buena acción, cómo modo, pero qnerían interesadamente que la mayoría creyese en ellos
había cambiado el carácter Momo, desterrando la imagen que se te- para reforzar con el miedo a los dioses, sus posiciones de poder y
1

nía de él. Cada vez que pensaba dar lo mejor de sí, chocaba con la garantizar así su estabilidad, completando su razonamiento co11 una
hostilidad de un número desproporcionado de rivales, infinitamente serie de vacías invenciones que hicieran creer que eran ellos mismos
fieros y obstinados. Precisamente por las características y el estilo los intermediarios de los dioses y que mantenían frecuentes relacio-
de vida de éstos quería empezar su discurso, después de hablar un nes con las ninfas, las divinidades locales y los dioses mayores. Con
poco de sus enormes maldades, eligiendo sólo las más significativas todos ellos Momo había entablado una batalla extenuante en distin-
de los innumerables delitos que habían cometido. Hay entre los tos frentes, unas veces para demosrrar la existencia de los dioses, y
hombres unas personas a las que, al verlas caminar con los ojos fi- otras para aclarar que cienamente no era una característica de los
jos en la tierra, con el rostro y los gestos puestos al servicio de la dioses hacerse cómplices y responsables de los delitos de los hom-
moral tradicional con una diligencia de profesionales de la escena, bres malvados. Por su manera de intervenir en esta cruzada, la fuer-
se les tendría sin duda veneración a no ser que se observasen más
1
za misma de su causa lo volvia elocuente y la misma verdad racional
cercanamente esas habituales inclinaciones suyas que descubren lo fácilmente le prestaba asistencia y defensa al hablar; aunque, si sus
preparados que están para sumergirse en cualquier acción inmoral, discursos contra los filósofos habían sido bastante hábiles e idóneos
ofreciéndonos buenos motivos para detestarlos15 • Éstos pretenden para defender la posición de los dioses, en lo que se refería a su sal-
que se les llame los observadores del universo y, en relación con tal vación perso11al, sobre todo de los graves riesgos a los que salía al
calificación, muestran ingenios en absoluto rudos y obtusos, pero el encuentro, no había sabido ser un abogado defensor igualmente ca-
cúmulo de sus vergonwsas groserías ofusca completamente la luz de paz. La pasión con la que se había puesto al servicio de la causa divi-
esas excelentes cualidades, si es que efectivamente las poseen; ade- na y el compromiso con el que se sentía obligado le habían jugado
más, han hecho de su título y de la simplicidad de su modo de vida una mala pasada: había sido objeto de molestas envidias y había mo-
no una elección existencial, sino un medio para ganarse una superfi- vido en su contra la animadversión de las personas más Presuntuosas
cial aureola de gloria y una fama inmerecida entre todos aquellos y desenfrenadas que haya habido, gente dispuesta a soportar cual-
que no los conocen a fondo; su presunción es tan absurda y desen- quier cosa con tal de no hacer ver que estaban rendidos a la sabidu-
frenada que aseguran conocer a la perfección la esencia de todas las ría y al sentido común de cualquiera. Y tras éstos, hay otra clase de
cosas. Al principio corrían entre ellos dos tesis a propósito de los hombres, de refinada formación cultural, pero excesivamente ávidos
dioses, pero enseguida mostraron una multitud de ideas, rechazables de elogios y gloria, que no ambicionaba merecerse el renombre pós-
en bloque, no tanto por el número como por el carácter delirante de tumo entregándose a empresas valientes o valiéndose de la rectitud
las posiciones encontradas, entre las que todavía no estaba bastante de los pensamientos y las acciones, sino que querían ganarse la fama
inmortal con el arte de entablar discusiones puramente académicas.
15 Cfr. Boccaccio; De genealogía deoru1n I XXI l 9b. Éstos tenían la costumbre de asistir a los debates públicos sin asumir

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i\..fonto o del Príncipe Libro segundo

nunca una posición precisa y coherente, especialmente cuando se ciclad de la condición humana a la que estamos destinados, le hicie-
presentaban interlocutores que parecieran particularmente prepara- ran en nombre del afecto paterno todavía no apagado por el tiempo
dos, pero recurriendo a su vez a nuevos siste.mas de adulación, inten- esta pregunta a Júpiter, padre de los hombres y rey de los dioses:
taban ganarse las simpatías del auditorio y atraer sobre sí la admira- '¿Deberíamos creer, oh padre Júpiter, que ha sido un acto de gran
ción del público, no tanto para guiar hacia el bien los sentimientos y generosidad habernos querido arrancar todas las cosas que los hom-
opiniones de la muchedun1bre, como para modificar día a día las bres creen deseables? ¿Quién podría soportar con ánimo sereno a
propias posiciones para adaptarlas a las orientaciones de la misma un padre, por enfadado que esté con sus hijos libertinos, que permi-
masa, sin concederse el más mínimo pensamiento respecto a si era ta que les toque en suerte una vida peor que la de los animales irra-
verdadera o falsa, justa o injusta lo tesis que estaban defendiendo, cionales precisamente a aquellos que debería querer más? No tenga-
aunque esforzándose de todos los modos posibles para hacer ver mos en cuenta la fuerza, lá velocidad, la agudeza de los sentidos y
que, al sostener precisamente una, se habían adelantado a las opi- todas las cosas en las que las bestias nos superani a los ciervos y a las
niones de los demás en el curso de la polémica 26 • Alguna vez Ñiomo cornejas los dioses les han concedido muchos años de vida, mientras
se dejaba arrastrar por la magnificencia y el ímpetu de su oratoria, que han querido que los hombres empezasen a verse envejecer des-
tanto como para no encontrar argumentos que rebatir; eran pode-
de el momento de su nacimiento y cayesen en la muerte justo en
1
rosos ellos con la abundancia de sus palabras, con su erudición y su
medio de sus esfuerzos por hacer algo, antes incluso de sentirse es-
experiencia, hasta el punto de que no había nada que no pudiesen
tablemente vivosi más si pensamos que es a los hombres a quienes
obtener, bien sirviéndose de su elocuencia o bien con el prestigio
les resulta tan importante una concesión como ésta, más si repara-
recientemente adquirido.
mos en el interés de los celestes, visto que son los hombres quienes
Durante la disputa sobre los dioses, uno de estos hombres hizo
instituyen templos, sacrificios y fiestas magníficas, honrando las ce-
la siguiente intervención: "Egregios señores, no soy alguien que se
remonias religiosas y toda manifestación de lo sagrado, Pero incluso
acreviera a afirrr1ar que los dioses no existen y que no gobiernan el
si es la muerte, por decisión divina, una vía de escape de las tribula-
cielo, sobre todo porque la creencia en los dioses está enraizada en
ciones, incluso si es el mejor de los bienes porque salva de los ma-
el ánimo humano; sin embargo, si no me equivoco, no hay ni siquie-
les17, estaría más dispuesto a creer que no es un mal si viese que
ra uno de vosotros que osara garantizar que existen gracías a una
los dioses también se la apropian, y no despreciaría el don, si la
prueba segura e incuestionable, He de reconocer que alguna vez lle-
hubiera concedido quien no es el origen de tantos males, En cam-
go a preguntarme por qué motivo consideramos padres y clementí-
simos a los dioses celestes. Nie dirijo a vuestra benévola cortesía
para que prestéis la máxima atención a lo que diré ahora, pues no os
" El tema de la muerte como liberación de las preocupaciones mundanas es
desagradará, si no me engaño escuchar mi conrribución nueva y
1 desarrollado con pesinllsta coherencia en el libro II del Tbeogenius y en la "interce-
original a una discusión tan importante. Imaginad que estuvieran nal" Defunctus (Opera inedita, pp. 177-23), donde ésta es nihilístamente elogiada
aquí presentes nuestros antiquísimos progenitores, a los que supo- como condición de suprema libertad, de privilegiada lucidez y conciencia de la
universal locura. En esta página del j\Jomus, sin embargo, el pesimismo cósmico de
nemos muy cercanos a los dioses, y que éstos, considerada la infeli-
Teogenio (ya redimensionado, mientras tanto, en más humanos remedios propues-
tos en los Profugiorum) rechaza ese extremo y paradójico exitus y tiende a historiar-
se en la individuación de las responsabilidades de los dioses o de los poderosos y
6
:: Cfr. Isócrates: Helenes encbomion 9-10. en un resentimiento alünentado por ecos de Luciano.

92 93
Momo o del Príncipe Libro segundo

bio, ¿por qué los celestes han tomado posesión de todas las otras obtenido? Pero, admitido que hayan creado esas cosas en interés de
cosas que les podían aportar deleite y han tenido la muerte bien los hombres, hay que preguntarse: ¿para qué tipo de hombres, para
lejos de ellos? De todas las cosas buenas, ¿cuál es la que los celestes los buenos o para los malos? Si se me respondiese que han pensado
no han reivindicado para sí y no se han asignado? Los dioses se en los buenos, debería preguntar entonces por qué esos bienes Do
han llevado al cielo nuestros Ganímedes, nuestras naves, nuestras son asignados a los buenos y quitados a los malvados. ¿Por qué al-
coronas, nuestras liras, nuestras antorchas, nuestros turíbulos, gunas veces les han robado a los buenos esos mismos bienes que
nuestras copas, quitándonos todo lo que encuenrran belio, hermoso y conceden a los peores criminales? Les han dado a los probos el sen-
sunruoso; y también se han llevado al cielo liebres, perros, caballos, tido de la justicia, de esta forma, se esfuerzan por procurarse lo
águilas, gavilanes, osos, delfines, ballenas. No me lamento ahora esrrictan1ente necesario ingeniándoselas en medio de desvelos y es-
porque se encariñen de nuestras cosas, de las maravillas sacadas de fuerzos, mientras que también les han concedido a manos llenas lo
aqui abajo, sino que no puedo ni siquiera aprobarlo; lo que no me superfluo a los injustos, a los descarados, hasta a quien desprecia a
gusta es que esos seres beatos de allá arriba no se conmuevan por los dioses. ¿Pero por qué debería yo disuadir a cierta gente de blas-
nuestras desgracias y, considerando que son nuestros padres, ¿quién femar contra los dioses, cuando veo que éstos han descargado tal
sería capaz de soportar sin dolor y turbación el trato tan malo que cantidad de males sobre todo el género humano> ¡Oh raza humana,
éstos nos reservan? ¿Quién podría soportar que nosotros, criaturas cómo sois aborrecidos por los dioses! Pues más allá de las cosas in-
divinas, tengamos reservado un destino peor que el de los animales' soportables que he contado, los dioses nos han dado también el do-
Si es cierto que somos sus hijos y ellos nuestros padres, ¡qué justo lor, la fiebre, las enfermedades, las angustiosas preocupaciones y los
habría sido hacemos participes de ese inmenso poder suyo' Ellos, terribles tormentos del corazón y del alma. ¡Pobres mortales pues-
en cambio, han expulsado a sus hijos de las moradas paternas, lle- tos en extrema desventura! Los celestes nos atonnentan tanto, nos
nando el cielo de bestias; han querido excluir a los hombres y han cohnan tanto de males que nunca podemos estar libres de desgra-
llenado el cielo con monstruos. Y entonces, ¿qué valor deberíamos cias, ·y con tanta asiduidad padecemos situaciones dolorosas que hay
dar al hecho de no haber sido creados hidras o centauros, en vez de siempre un nuevo motivo para sufrir que se alza amenazante sobre
hombres' Empero, hay quien dice que los dioses hicieron tantas y nosotros, que provoca que el hombre viva con perpetua aflicción Y
tan excelentes cosas para provecho y deleite de los hombres: las que ninguna hora de toda nuestra vida sea igual a la precedente.
mieses) los frutos, el oro, las piedras preciosas y otras cosas se1nejan- ¿Quién de vosotros, egregios señores, tiene la sensación de que ha
tes28. Estaría bien consíderar atentamente entre nosorros si es cierto quedado para él un mínimo de comodidad, aparte de aquellas cosas
lo que afim1an, o si acaso no han sido hechas para enrretener nues- sin las que no podríamos ni siquiera existir? No hay motivo para
tras ilusiones, para defraudar nuestras esperanzas y nuestros pfoyec- considerar que la luz, el agua y los frutos hayan sido creados ames
tos. ¿Cuántos son en efecto, y quiénes, los que no desean cosas pa-
1 para nuestro provecho que para el de otros seres vivos; además, los
recidas, según la voluntad divina? ¿Cuántos logran obtenerlas sin la que han inventado el uso de la palabra y un sistema de vida que nos
oposición divina? ¿Cuántos logran disfrutarlas después de haberlas permita relacionarnos más estrechamente hemos sido nosotros,
siempre bajo el estímulo de la necesidad. ¿Quién de vosotros desco-
28
noce que todos los bienes que nos han arrebatado han sido regala-
Cfr. E. Garin: Studi su L.B. Alberti, op. cit., p. 149; cita a Cicerón: De natura
deonnn II 63 158.
dos a seres carentes de razón? ·1l\1íseros mortales, somos maltratados
95
94
Momo o del Príncipe Libro segundo

Entonces se levantaron esos presnntnosos, que todo lo podían discurso de Momo y de toda la cuestión; qué le toque decidir, en
tolerar con moderación, pero no rendirse a la sabiduría y el sentido cambio, lo verán orros. No obstante tú, Momo, querría que refle-
común de cualquier otro, poniéndose de acuerdo para saltar todos xíonases sobre algo: ¿te parece que un banquete es el lugar y la oca-
contra él, agitados por el furor y por el desprecio que habían ocasio- sión idóneos para comenzar a discutir acerca de cosas tan poco ame-
nado las advertencias de Momo, ya odiado a muerte desde hacía nas, como si estuvieses sosteniendo una causa por un delito de
tiempo por haber tenido que ceder ante él en muchos debates, y le sangre? ¿Adónde querías llegar) Momo? ¿A suscitar intolerancia para
infligieron esa violencia que él mismo había contado en otras oca- los filósofos y las personas de cultura o a provocar a los dioses con
siones; aunque Momo rogaba al alósimo Júpiter y a los máximos estos discursos irónicos? Pero nosotros, oh dioses del cielo, conmo-
dioses que no se enfadaran por esa manifestación de necedad huma- '~dos por la oración tan amplia )' precisa de Momo, ¿qué haremos'
na, sino que albergaran intenciones dignas de ellos, inclinadas a una ¿Dejaremos escapar precisamente lo que es necesario recordar, es
benévola indulgencia, para que continuaran haciendo el bien a los decir, que desde que el mundo es mundo ha habido siempre diversi-
mortales, dejando en segundo plano los inconvenientes y las faltas dad de opiniones, variedad de pasiones y disputas en vano? Pero di
de respeto que había sufrido. algo, Momo, el más austero de los dioses, ¿querrías negar que estas
Esto relataba Momo con una voz apenada y baja, como entre familias de hombres estudiosos contra los que has arremetido con
dientes, y con gesto triste aunque en su interior sentía un gran re-
1
tanta acrimonia no han estado siempre ligadas a una continua bús-
gocijo, sobre todo porque claramente se daba cuenta de que todos queda de lo verdadero y del bien? ¿Querrías negar que no es gracias
los dioses, especialmente Júpiter, que callado y a escondidas tambo- a los filósofos que el género humano ha conocido su destino y ha
rileaba nerviosamente con los dedos sobre la mesa, estaban tnrbados advertido su ser y naruraleza? No me parece que haga algo que no
por la sutil habilidad de su discurso. Hércules lo intuyó y dijo son- deba si tomo por ellos la voz provocado por tns palabras, Momo.
riendo: "Me valgo de lo que habéis dicho, querido Momo, para que ¿Cuándo se ha visto sobre la tierra alguien tan presuntuoso como
no os enojéis si también yo deseo de alguna forma que la causa de para creerse digno de la grandeza y majestad de los grandísimos
los hombres no sea completamente abandonada delante del excelso dioses? ¿Quién no se consideraría casi indigno de tantos bienes reci-
Júpiter". Y volviéndose a éste: "Ciertamente hace falta ser indulgen- bidos? ¿Quién será tan insensato, quién estará tan trastornado por la
tes con los hombres, oh Júpiter, si devaneaban con Momo no cono- locura, como para no admitir con seguridad que han sido concedi-
ciéndolo en realidad, pues incluso aquí entre los dioses Momo se dos a los hombres por suma gracia divina, procediendo directamen-
comporta de modo tal que no es fácil distinguirlo, y podría mostrar- te de la n1ente y de la razón divina, todos los bienes más luminosos
se enteramente de otra forma a como es en verdad. Pero también y elevados: el pensan1iento, la razón, la inteligencia, la me1noria y
hace falta estar atentos a que ninguno sepa más de lo que es razón, otros que sería largo enumerar? Las personas cultas, educadas en las
queriendo procurar inconvenientes y daños a los demás, o sea más escuelas filosóficas y en las bibliotecas, y no entre vagabundos y bo-
hábil en el arte de engañar de lo que debieran las personas de bien, rrachos1 han obrado de tal fonna que los hombres reconociesen cla-
pues todas ellas tienen una cara sola. Cuanto más poderosa es la ramente todos estos bienes, con sus discursos, sus sabios consejos y
elocuencia de los hombres, más se puede saber precisamente de su capacidad para persuadir, haciendo ver lo que es justo, conve-
Momo, que desde las escuelas filosóficas humanas ha regresado al niente y necesario sin ir en busca del éxito, sin reírse de los afligidos
cielo docto en la ciencia exquisita y refinada de la persuasión. Pero o irritar a los tristes. Afirmo, pues, que los eruditos, con sus razona-
es evidente qué impresiones debe tener Júpíter sumo y máximo del mientos meditados y argumentados, son los que han hecho que se

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lv[o1no o del Príncipe Libro segundo

una vez más! ¿Qué hemos hecho para tener que llevar adelante una hon1bres, n1ientras se revllelcan en banquetes junto a Ganírnedes y
vida infeliz, sunlidos en desventuras y dificultades, habiéndonos qui- se surr1ergen en néctar y arr1brosía. ¿No será legítimo también para
tado todo cuanto podía volver agradable y cómoda nuestra vida'" nosotros conmovernos frente a tanta infelicidad? ¿No será legítimo
Pero incluso si fueran dignos del cielo esos dioses, gozando justa- pensar que los dioses o no piensan nunca en los ho1nbres o, si lo ha-
rr1ente los bienes más grandes, nosotros los hombres, nacidos para la cen, es con odio? ¿Y para qué sirve pedir con tantas oraciones la cle-
infelicidad, no retrocederemos frente al cúmulo de males. ¿Quién rnencia de los dioses que tienen otras cosas en que pensar o que nos
de vosotros alberga dudas sobre la estirpe divina? No es el momen- corresponden con el mal? Terminernos con la estupidez de molestar
to de extenderme en lo que pienso, juzgaréis vosotros si podemos con ceremonias infructuosas a seres que, ocupados sólo en su propio
coincidir en algo, pues se dice que algunos de nosotros han subido placer; odian a quien es diligente y laborioso. Basta ya de mantener
al cielo para aumentar el núrr1ero de los dioses. ¿Alguien que salga esta inútil fijación nuestra que sólo puede pensar en ganar méritos
de b manada de los hombres para ser cooptado entre los bienaven- ante seres que no existen o que, si existen, con su rencorosa hostili-
turados amos del mundo, no querrá ser objeto de honor y venera- dad están siempre listos para verter males sobre hombres desventu-
ción, considerándose rnerecedor de un rango, de una sede y de una rados".
~lutoridad semejantes? En el caso de que luego conociese perfecta- Momo confirmó que éste había sido el razonamiento de ese pre-
mente el camino para volver a subir entre los celestes, le sería más suntuoso, y de tal manera le había indignado su tono provocador e
fácil convertirse en cualquier otra cosa que en un habitante del cie- instigador que se había contenido a duras penas para no ponerle las
lo. Las circunstancias casuales, la necesidad, pero sobre todo la des- manos encima; sin duda, si hubieran estado allí presentes en persona
honra y la necedad de los hombres, han dado numerosas ocasiones a el gran Júpiter, el ser más piadoso que existe, y los justos y toleran-
algunos de los sumos dioses de ser elevados, incluso sin quererlo, a tes dioses, y hubieran conocido directamente la desvergonzada boca
una altura tal corno para preguntarse sorprendidos cómo ha podido del orador, su manera insoportable de gesticular y la altivez de sus
ocurrir. ¡Y qué fácil sería tener relaciones con ellos si se supieran palabras, habrian decidido descargar toda la violencia del rayo sobre
comportar como dioses según su dignidad'. Si un hombre cualquiera toda esa criminal congregación de literatos, para llevarse de una vez
mostrase saber administrar los asuntos de la misma forma que la a todos los filósofos con todas sus escuelas, sus libros y sus bibliote-
mayoría de los grandes dioses, se ganaría justamente una paliza. cas. Él había tenido que dominarse, por las exigencias impuestas por
¿Pero cómo se puede pensar que son dioses estos que muestran tan su situación, pero, para llevar adelante la tarea que había asumido,
torpe indiferencia ante los problemas de los hombres? ¿O bien se- no pudo irse sin decir nada, recriminando a aquellos tipos que se
rían dignos del gobierno de las cosas pías los que honran sólo a los porúan a divagar de ese modo sobre los dioses, al tiempo que les ad-
monstruos? Ya sé la respuesta. ¿Y qué hay de extraño si éstos, acos- vertía que era mejor reflexionar mil veces, si no querían hacerse una
tumbrados a demasiada libertad, hacen locuras, y si, percatándose idea cornpletamente errónea de seres que les habían concedido tan-
de poder conseguir todo lo que quieren, quieren todo lo que está a tas gracias; debiendo entender también que están presentes, que
su alcance y, fu1almente, piensan que lo que quieren es lícito? Sea, nada se les escapaba y que saben distinguir bien a los justos de los
pues, admitido a los dioses que desprecien las exigencias de los injustos, a los honestos de los deshonestos; finalmente les dijo que
deseaba que tuviesen una disposición de ánimo ·con los dioses que
19
Cfr. Corpus Hern1eúcum XXIII 34-35. luego no les costase caro.

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11101no o del Príncipe Libro segundo

honrase a los dioses, se cumplieran las ceremonias religiosas y se tre los celestes. '.{yo, dios de reciente nombramiento, puedo de_cirlo
n1viese respeto por los sentimientos de devoción y la virtud. Y han bien: debo muchísirno a i\!lo1no por haberle dado la orden a su hija
actuado así para que todos fueran mejores, no por procurarse una de alzarme hasta vuestra rr1orada. Debo elogiarte, Nlomo, si entien-
gloria inconsistente; pero adrnitarr1os incluso que éstos hubieran do bien tu disposición de ánimo respecto a los mortales, porque
asumido el peso de afrontar largas vigilias, fatigas, tantos argumen- aconsejas a Júpiter que tenga en cuenta la propia clemencia más que
tos difíciles y arduos con toda esa diligente atención por impulso del los ultrajes si se debe tomar por ultraje una acción cometida por
1

deseo de gloria, ¿quién de todos los dioses podría enfadarse por hombres impetuosos. Por ello, si no me equivoco, Momo quería
esto, a excepción de ti, l\Iomo? ¿Quién de todos los dioses, excepto decir que una vez que se castiga a los necios se está obligado a mos-
1

tú, .LYI01no, no admitiría que se han comportado encomiablemente? trar toda amorosa caridad a los sabios y a los que bien lo han me-
¿Quién menos sólo tú, 1\ilomo, no diría que se les debe dar las gra- recido de los dioses. Cuando Júpiter quiera actuar de este modo, su-
cias, amar, ayudar y arnparar? ¿No es nuestro deber, oh dioses del premos celestes, ¿a quién amará, a quién honrará, a quién juzgará
cielo ofrecer un caluroso apoyo a personas que veneran y respetan a
1 dignos del cielo? ¿A los que siempre crean desconcierto, incapaces
los dioses quienesquiera que éstas sean, procurar su salvación y sos~
1 de pensar o hacer nada serena y tranquilamente, o a los que han
tener su causa y todos sus intereses? Nlientras que .Nlomo, con su proporcionado un sistema de vida firmemente regulado por la vir-
gran apego a la causa di-vina, querría odiar precisamente a los que tud, y no por la deshonestidad de los libertinos? ¿A quién mostrará
debemos tantas cosas nobles por las que somos creídos dioses y so- la vía de acceso a la gracia y a la benevolencia de Júpiter y de los
mos venerados. ~Es éste el empeño apasionado con el que has otros dioses? A.. todos aquellos que con su estudio, diligencia, labo-
aprendido a favorecer los intereses de los dioses, i\!Iomo, si con to- riosidad y fatigas buscaron muchas cosas, muchas verdades descu-
dos tus giros de palabras buscas exponer al odio de los celestes pre- brieron, sin descuidar ni un solo detalle, sobre lo que es útil para las
cisamente a quien sobre la cierra se ha dado tanto que hacer para necesidades vitales, para el buen y feliz vivir y para la paz y tranqui-
poner en pie el culto, la veneración y las plegarias hacia los dioses? lidad, sobre lo que conduce a la conservación, a la mejora y al pres-
Por si no lo sabes, J\fomo, repito que los filósofos son los úrricos se- tigio en los asuntos públicos y privados, y sobre lo que puede servir
res humanos de los que los dioses han recibido, y no puedo ponerlo para el reconocimiento divino, el temor a los dioses y el respeto de
en duda, el mejor sustento a la afirmación solemne de su majestad y la religión"'º·
de su poder, y a éstos se les debe con toda justicia el reconocimiento Esto que dijo Hércules contra Momo encrespó los ánimos ya
de los celestes, como están dispuestos a hacer. Y los dioses ama.n esa preparados para tomar parte en la polémica, aunque en ese mismo
camarilla de estudiosos, lvlomo, mucho más de lo que desean su momento fueron distraídos por el estruendo que procedía de la en-
perdición incitados por tus palabras; desean que éstos no sean los trada del cielo. Todos, posadas las copas, corrieron a ver qué pasaba,
más infelices) y es justo así, pues han conseguido con el rnétodo ra- y maravillados vieron un enorme arco de triunfo de todos los colo-
cional que no exista un hombre que no sienta y admita la fuerza y el res. Lo había erigido Jnno, re'<istiéndolo con el oro fundido de las
sagrado poder de los dioses, y que no se adapte a una vida inspirada
por los principios morales. Aunque no querría que vos, supre.mo Jú-
;o Tambíén el elogio de los filósofos pronunciado por Hércules podría estar
piter, creyeseis que nuestro amigo Momo, el dios más simpático,
inspirado en el Kiin: Kasmau, precisamente en el pasaje sobre la enseñanza de !a
tenga entre ceja y ceja al género hmnano hasta el punto de odiarlo, verdad a los hombres (Corpus Hermeticum XXIII 65-68),"aunque corno Hércules
quizás porque ha ocasionado la llegada de uno de origen mortal en- está connotado negativamente, no es sino parodiado.

100 101
Momo o del Príncipe Libro segundo

ofertas vorivas; la estructura de la construcción y las decoraciones hora igual a otra y que todo les sea desfavorable? También nosorros 1

eran tan notables que los mejores arquitectos del cielo habrían ne- dioses y príncipes del universo, no lograremos concluir jamás una
gado la posibilidad de su realización, y todos los pintores y los cin- sola cena sin que nos interrumpa algo que nos enoje. ¿Con qué me
celadores admitieron que sus capacidades técnicas habían sido supe- debo enfadar? ¿Con las ambiciones fuera de luo-ar y• los locos deseos
b
radas en esas obras de revestimiento. Nlirando en otra dirección, los de los de aquí o con mi negligente condescendencia, gracias a la
dioses también se preguntaron todavía con más asombro por qué cual, más allá de pensar que todo es permitido a través de nú, a ve-
voceaban entre sí todos esos dioses que acudían en pie de guerra al ces también salta el capricho de desvariar demasiado? ¡Preferiría ser
palacio del cielo; quedaron inquietos, con los ojos en una dirección cualquier otra cosa antes que un príncipe, pues los súbditos, por cu-
y las orejas en otra. Los perturbó aún más ver cuando llegaron yos intereses pierdes el sueño y cuya tranquilidad consigues con cui-
cómo esa inmensa construcción, para la que había sido empleado dados y afanes, no se acuerdan nunca de los beneficios recibidos ni
tanto material precioso, vaciló y cayó, con tanto estruendo que dañó de sus deberes hacia ri, y no dejan de importunar un solo instante
la bóveda del cielo, que siendo de bronce, remmbó de forma tan ex- con peticiones fútiles y toda clase de recomendaciones insistentes!
traña que los músicos le dieron el nombre de Tinis, que deriva del Un incordio, eso es lo que sois, ¿os obstinaréis siempre --buscando
tintineo metálico que procede de una caja de resonancia, a esa obra nuevos pretextos para venir a discutir delante de rrú? ¿Cuántas veces
frágil y efímera de Juno, para que permaneciese en la memoria de he solucionado vuestros altercados, conteniendo vuestras malas pa-
los que tienen que venir, aunque luego el vulgo corrompió el voca- labras y palizas, y os he hecho recobrar la cordura' ¿Cuántas veces
blo y la llamó Iris. Júpiter y los otros dioses, por su parte, mvieron he tenido que apaciguar vuestros escándalos y pendencias' Hubo
la enésima ocasión de observar cuán desconsiderados y completa- una vez en la que Vulcano estaba enfadado con Tetis, ¡son todas his-
mente ineptos son los razonamientos y las intenciones de las muje- torias viejas las vuestras~, porque ofuscaba y anulaba enteramente la
res en cualquier asunto; y poco después de ese hecho pudieron ver luz y el esplendor de su dignidad. Diana y los dioses Silvanos se ha-
con claridad que sus iniciativas siempre tienden a provocar motivos bían peleado con Vulcano porque atacando con su furia salvaje de-
de discordia y litigio. En efecto, incluso si los dioses recién llegados vastaba sus apacibles y apartadas estancias. Eolo acusaba a éstos por-
tenían ya alguna razón para no mosrrarse precisamente unánimes y que les quitaban las alas y les arrancaban las plumas a Céfiro, a
concordes, esa invención de Juno no había hecho otra cosa que exci- Noto y a todos sus otros vientos para ir a ponérselas a los monstruos
tar la animosidad y las tensiones, sacando a flote las viejas rivalida- esculpidos en sus naves. Neptuno estaba resentido con Eolo porque
des. Como acudieron a Júpiter, éste se dirigió a Hércules diciendo 1 revolvia todo, alborotando la calma y la uniformidad de sus reinos.
con ánimo fuertemente turbado: "¡He aquí cuánto cuesta ser prínci- Teris, a su vez, se había disgustado con Neptuno por la insolente
pe'31 ¿Por qué los hombres se lamentan por no tener nunca una hospitalidad que le había dado, '~olando además la flor pura e ínte-
gra de su '~rginidad 31 . También ahora ha salido a la luz nueva mate-
31 Los remas alberrianos de la molestia del gobierno y de los "estatales" como
32
"públicos siervos" están aquí propuestos una vez más por el príncipe, y por seme- Llama la atención que sean divínidades rnarinas, entre los orros elementos,
jante vía (en palabras de Júpiter, contrafigura de Eugenio IV) se vuelcan en el su- las que parezcan ser inicio y fin de toda una serie de disputas y enredos; porque
frido testimonio de la infelicitas pi7.ncipu111. Del radical pesimismo antropológico Tetís es una de las nereidas, hija pues del dios marino }..Tereo y de Dóride, la hija
que nurre esa afligida e inmodificable soledad manará ese conrrovertido proyecto del río Océano; y evidentemente Nepruno es la deidad supr.ema de todas ellas.
de "reformismo autoritario" que parece ser la única vía practicable, e incluso pane Esto podría hacer pensar en la posterior relación posiriva con ll101no que al final
ya como derrotado. del relato se hará. evidente.

102 105
},Jamo o del Príncipe Libro segundo

ria de litigios y rencores: Neptuno acusa aJuno de haber descargado incitarlos por n1edio de beneficios para que nos juzgaran bien. Al
enci.ma de su altar 1a basura de las ofrendas y el material de desecho principio les di la primavera, tan dulce y perfumada, con toda esa
de sus edificios. Ceres no quiere que sean echados sobre su terreno, abundancia inagotable de flores; y éstos expresaron el deseo de que
e igualrnente Vulcano insiste en que no tiene espacio para poderlos hiciera madurar los frutos que esas flores prometian. Entonces, les
tener en sus talleres; y las quejas, el descontento y las disp~tas de di tan1bién el verano, haciendo trabajar en régimen completo a los
esta gente sin sentido del límite son llevados todos ante mí. Yo pres- obreros de las fundiciones de Vulcano para que saliera la savia del
to atención con la máxima paciencia a estos delirios, de lo que se fondo de las raíces hasta las ramas y las yemas, y conseguir así que
aprovechan sin ninguna consideración. ¿Qué desvergüenza es ésta? crecieran los frutos. ¿Qué sucedió entonces? Hartos ya de tar1ta be-
¿Cuándo dejaréis de provocaros y molestarme con vuestras habladu- lla fruta, me pidieron que hiciera volver la primavera. Y consentí
rías? Y ya que sufro e intervengo en vuestros desatinos, porque mi también este capricho, volví a juntar de toda la naturaleza aquellos
paciencia quizás consiente vuestras provocaciones, deberíais aver- calores necesarios para la reproducción de toda clase de plantas y los
gonzaros de una vez por todas de tener de mí una idea tan descara- encerré dentro de las yemas como en preciosos cofres, alimentándo-
damente baja. ¿No es el colmo de la desfachatez querer descargar los con el caliente soplo vital para que se conservasen hasta prima-
sobre el estómago del pr.íncipe todo lo que no se soporta cerca? No vera. Pero esos desagradecidos s.in dignidad de los mortales siernpre
quieren que los exvotos de los hombres sean puestos en sus casas, no muestran insaciables ganas de cosas nuevas, olvidando todos los fa-
hay otro sitio donde ponerlos, entonces venís corriendo a verme vores que les había hecho sin merecerlos. Después de no poder pe-
para pedirme que los saque yo de aquí y de allí. ¿Qué significa? dir nada más, después de haberles dado mucho más de lo que se ha-
¿Qué otra cosa es sino pretender descargar en el comedor real todo brían atrevido a pedirme si tuvieran un poco más de discreción, he
lo que no gusta, lo que parece una porquería y no quiere tener na- aquí que, a cambio de toda la beneficencia recibida, no entregan
die, con todo el espacio vacío que hay a su disposición? ¡Pobre de más que puro y simple odio. Despotrican un poco por el calor, un
mi si tengo que contentar a tan descomedida gente y, desve.nturado
1 poco por el frío, un poco por el viento, y se enfadan con nosotros
si tengo que gobernar a quien no tiene respeto alguno por el prínci- por todo lo que no encuentran a su gusto; no atreviéndose a afirmar
pe, ningún respeto por la medida y la decencia' Creía que, habiendo que hagamos cosas que no harían ni siquiera los más locos. Tienen
puesto todo en su lugar con gran precisión, y estando distribuidos razón al quejarse, visto que nos obstinamos otorgando regalos a
los puestos de poder según la dignidad, habría quedado finalmente quienes deberían ser echados tras las Erinias enfurecidas. Es cierto
libre, sobre todo de estas molestias. Y ahora no sólo son los celestes
1 que la locura los está excitando demasiado, si se creen herederos de
sino que incluso tengo que soportar que hombrecillos se entrome- los dioses y pretenden parte del poder. ¿Existe mayor locura que es-
tan, obstaculizando los proyectos de Júpiter, poderoso príncipe del tar sujetos a caprichos, arrastrados por la presunción y sus ambicio-
universo y rey de los dioses. ¿Pero por qué tengo que enfadarme nes indignas y sin límite, descontentos con los bienes que tienen
con este singular desastre viviente, por no decir hombres? Está claro mientras se lamentan porque otros alcanzan premios que éstos re-
que es culpa de mi disponibilidad: deseando satisfacer a todos por chazarían por su maldita holgazanería? Y se quejan del breve tiempo
mi propia iniciativa he terminado por autorizar cualquier arrogan-
1
que se les ha concedido de vida, ellos que desperdician la mayoría
cia. Había dado a los rr1ortales mucho más de cuanto les fuera lícito del tiempo en ocio y sueño, y que en la vejez se consumen sin hacer
esperar, procurando domeñar y vencer sus muy indomables y rebel- nada, diciendo qué enfermedades y miserias les mandan los dioses.
des voluntades con la grandeza de nuestras mercedes, y buscando ¿Qué se debería decir, si el hombre es la máxima de las desgracias

104 105
Momo o del Príncipe Libro segundo

para sus semejantes, si el hombre es una peste para el hombre? Tú, una empresa de tal envergadura, como verá vuestra prudencia y
hombre, tú, con tu desenfrenada codicia, con la intemperancia de buen juicio. Si llegáis incluso a determinar que hay que castigarlos
rus deseos has conseguido que te atormente el dolor, languidecer por su te1neraria insolencia, sé cómo se podría hacer en vez de em-
por las enfermedades y arruinarte completamente, porque no sabes barcarse en semejante empresa de construcción. Ellos alardean de
soportarte a ti mismo. Estoy muy afligido por la necedad de los un origen divino por el único hecho de tener, a diferencia de los
hombres y de verdad querría que fueran más capaces de controlarse, otros animales, el rostro erecto para mirar las estrellas, pensando
¿pero qué puedo hacer? ¿Qué debo intentar? ¿Quién sería capaz de que es asunto suyo saber lo que hace o lo que piensa cada dios del
encontrar una solución cuando catervas de mentecatos están siem- cielo. Además, se permiten criticar las palabras y acciones de los ce-
pre en derredor? ¿Quién está hecho de hierro y tan bien plantado lestes, y no tienen ningún reparo para censurar la moralidad de los
como para resistir los asaltos de los que insisten y soportar por mu- dioses, Si vuestra alteza me hace caso, les mandaréis que caminen
cho tiempo esta situación? Una vez nos molestan trayéndonos sus sobre las manos, con la cabeza gacha y los pies al aire, así se diferen-
disputas, otra siendo invadidos por los exvotos, o mejor aún, por las ciarán de todos los otros cuadrúpedos y, teniéndolas que usar para
imprecaciones. ¿No se encontrará nunca la forma de librarse de to- caminar, tendrán las manos alejadas de los robos, saqueos, incen-
dos estos incordios? A la fuerza habrá que encontrar una. ¿Y cómo? dios, envenenamientos, asesinatos y de todos los orros tremendos
Porque el mundo que tienen a su disposición no les gusta. Esta si- delitos para ellos habituales. Pero no, cambio de opinión, porque
tuación es insoportable, por lo que necesitamos inventar una nueva conozco esas cabezas y sé que al cabo de tres días aprenderían a ro-
manera de vida: habrá que construir otro mundo. ¡Construyárnoslo bar, a atacar y a cometer con los pies todo tipo de crímenes. Me pa-
y contentémosles!n. rece que lo mejor que se puede hacer sin lugar a dudas es doblarles
Todos los dioses enmudecieron tras el estallido de Júpiter. el número de mujeres. ¡Qué terrible castigo, qué gran variedad de
Momo, en cambio, se regocijaba viendo cómo había logrado revol- suplicios sin cesar deberán probar! La mujer es verdugo del ánimo,
ver con sus arres las cosas de los dioses y de los hombres; se sentía fuego de afanes, incendio de locura, peste, ruina y desastre de cual-
muy orgulloso de haber sabido tornarse la revancha golpeando de quier vida serena 33 . Pero no, si pienso en los intereses de los dioses:
forma tan original, y creía tomar la delantera con esta distracción. debo cambiar de nuevo de parecerj de hecho, si añades una sola mu-
Aunque, para continuar disimulando, puso su mejor cara y dijo son- jer al género humano, ésta supondrá tantos problemas, provocará
riendo: "Escuchadme, por favor, Júpiter, y considerad, si no os desa- tantos desastres y tantas tempestades que seguramente) además de
grada, si lo que diré ahora corresponde a lo que vuestra majestad quedar devastada y destruida toda la tierra, también querrá derribar
pretende. Me parece entender que lo que os irrita más es el desco- los fundamentos del cielo, y dará con todo en tierra".
medimiento humano, y tenéis mucha razón pensándolo. ¿Quién po- Entonces Júpiter le dijo a Momo guiñándole un ojo: "¿Y cómo
dría soportar mucho tiempo su absurdidad aparte de vos? Con fre- es, Momo, que haces el bufón también cuando se habla de cosas se-
cuencia también suelo pararme a considerar por qué extraño motivo rias?". Mo1no le respondió: "En verdad tenéis razón, dejo rápida-
siendo vos tan benigno sois tan poco amado por estos ingratos ho-
múnculos, y hallo que no es por orra cosa que por ser extremada- 33
Dispuesto a cambiar de partido, Momo le aconseja a Júpiter medidas conrra
mente bueno. Pero considerad también que no es tan fácil edificar los mortales, como el l\1omo del Koi·e Kosmou; lo que le consiente a Alberti una ul-
otro mundo tan sólo para libraros de las quejas de esos ingratos, de- terior salida misógina ya patente en el Profugiorum o en las "intercenales" De_fiau-
biendo meditar si os conviene atajar la locura de los hon1bres con tus, Maritus y f.lm.01·es.

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¡l;[orno o del Príncipe Libro segundo

n1ente de divertiros y os hago una pregunta, si vuestra gran cortesía rnente por la sugerencia de Nlomo, encontrando también la general
me lo permite: querría saber con todas mis fuerzas si habéis decidi- aprobación de los dioses. Y por esto los exvotos están esparcidos por
do constnlir un mundo nuevo para provecho vuestro, de los dioses o las playas, habiendo quien dice que son esas campanillas que allí se
de los hombres. Creo que no os falta absolutamente de nada des- hacen en el agua, resplandecientes como si fueran de cristaP 5 .
pués de haber llevado a término una creación tan bella y perfecta, Dispuesto todo de este modo, los dioses se despidieron de Júpi-
no veo ni siquiera qué podría mudar en él después de haber puesto ter. Entonces, la diosa Fraude, volviendo a pensar en las palabras y
todo vuestro cuidado, fuerzas y saber, por lo que de querer cambiar razones de 1\fomo, no tuvo dificultad para intuir en ellas la fuerte
algo, sólo podría ir a peor. Si, en cambio, es el amor a los demás lo capacidad que tenían para persuadir y enardecer los ánimos de los
que os empuja a una empresa de este tipo, y habéis decidido acome- que le escuchaban, comprendiendo que Momo, con la extraordina-
ter esta gran tarea para complacerles sugeriría que supierais antes la
1 ria experiencia que había adquirido en el arte del engaño, se había
opinión que éstos tienen al respecto, s~ no queréis hacer algo que vuelto 'incluso demasiado poderoso a la hora de fingir y escabullirse
luego desagrade precisamente a los que querríais satisfacer, desper- pot donde quisiera. Decidió, Pues, guardarse bien en un futuro de
diciando así medios y energías. Lo primero que habría que verificar tener motivos de rivalidad con lv'lomo y, para granjearse el favor de
es si quieren una total revolución o sólo reformas de lo ya existente, su adversario, empleó todas sus artes para aparentar una cara dulce,
indagando a continuación qué modelo de mundo futuro prefieren. disponible y amigable cuando fue a hablar con él. Y Momo, escar-
l\lientras tanto, habrá que tomarse un poco de tiempo para la deci- rnentado por la antigua ofensa de Fraude, siguió escenificando con
sión definitiva, separando la fase de proyección de la realización el má..ximo tesón su nuevo papel de persona respetable. Nunca ter-
práctica. Por lo demás, os quedará siempre la plena posibilidad de minaríamos si quisiéramos deciros cuán excelente artífice de caute-
recriminarles sus necedades, sean hombres o dioses, y siempre po- las se mostró cada uno de ellos 1 cuán astutamente se trataron y
dréis infligirles los castigos que os parezcan opormnos. El que es cómo les valió de poco su arte y maneras con las del otro. Al final,
sabio no hace nunca con prisas lo que se puede hacer con calma y la diosa Fraude en medio de tantos remilgos le preguntó a Momo
después de haberlo meditado, ya que la mayor parte de lo que sin qué le había parecido el recibimiento dispensado por Hércules, que
razón se hace, o es en balde o se convierte en daño del que lo hace. había tenido el coraje, único entre todos los dioses, de invitar a co-
Las ofrendas, en fin, las podéis poner, si os parece bien, sobre el mer al excelentísimo príncipe de los celestes. Momo le respondió:
rompiente, allí donde se separan mar, tierra y aire, y de esta forma, ¿Creéis que Hércules no es digno de pasar delante de Momo, aunque
nadie podrá decir que se le esté ocasionando un agravio, suprimién- lo tengáis vos en más consideración que a mí, dejándome aparte?".
dose una causa de ulteriores disputas; porque puestos allí, estarán La diosa dijo entonces: "¿Por qué pensáis, Momo, que preferiría yo
completamente fuera del alcance de todos, como para poder decir
que no están en nin.gm1a parte" 34 . Júpiter se dejó persuadir fácil-
¡; El particular destino de los exvotos no parece responder a un divertido y
gratuito sinsentido, ya que evoca una extensa gama de sugestiones que ,-an de la li-
34 .(\<forno ha aparecido ahora no sólo corno bufón del rey, sino también como turgia a la alquímia. En cuanto a esta última, también por medio de la precedente
experto consejero. Si tenemos presente el De re aedificatoria, enconrramos inversas referencia a la separación de los elementos, parecería que en esos crisoles o alam-
especulannente estas dos figuras en la corriente de la nova vivendi ratio y en las biques se obre una rransforrnación alquímica al revés, es decir, del oro a los exvo-
reales posibilidades de refundación de !o existente; cfr. L. i\luffi Begliomini: "Note tos; una operación en la que la probable referencia [inírgica (las a1npullu!ae) confe-
sull'opera dell'Alben:i: il lviomus e il De re aedificatoria", en Rinascimento, s. II, XII riría un carácter blasfemo, acentuando así la polérnica respecto a un Olimpo
(1972), pp. 267-283. tnucho rnás terreno y reconocible.

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Momo o del Príncipe Libro segundo

a otro antes que a vos, con el que desde hace muchísimo tiempo en la tierra. ¿l\-1i señor, es cieno lo que dicen? ¿Por qué calláis?".
tengo tanta intimidad y tanto afecto? Pasémoslo por alto y decidme Entonces Momo, completamente furioso y con el aspecto de quien
una cosa, por favor: ¿no conocisteis a Hércules cuando se hallaba no puede más, concluyó: "¿Pensáis que puedo resistir mucho tiem-
entre los hombres?.n. Morno le respondió: "Está bien, seguid como po dejando que me toméis por estúpido' Hércules ha ofrecido un
habéis empezado, buscad cada día nuevos amores, la diosa Fraude se banquete, ¿qué os importa? Fue exageradamente espléndido, ¿qué
lo puede permitir. ¿Pero debéis acmar exactamente de este modo' os imporra? Amáis a Hércules, ¡esto es lo que os importa tanto 1•
¿Debéis atormentar los celos de aquellos que os aman más que a Pero no lograréis jamás que me enoje con vos, que he de amaros in-
ellos mismos? Amad incluso a vuestro Hércules, corred detrás de cluso si no lo merecéis, incluso si sé que no queréis". Con estas pa-
Hércules, hablad de él, no miréis siquiera a Momo, ¿y no os basta labras y con un rostro más que nunca capaz de disimular la rabia, se
esto que aún queréis burlaros de rrú?". Entonces, la diosa se puso a fue. Y mirando la diosa cómo se alejaba, murmuró: "Adiós Momo.
regalarle muchas zalamerías, diciendo entre otras cosas: "jQué des- Te han arrancado la barba y te han maltratado como a pocos, pero
graciada soy! ¿Qué habéis visto en mí para llegar a pensar que se me has vuelto más avisado de cuanto fueras cuando pan::iste, no estando
va el ahna tras enamorados corno éste? jPara nú, estos Hércules son ya para que nadie se pueda burlar de ti. ¡Adiós, adiós'".
para tenerlos -bien lejos, engreídos como son) con toda la importan-
cia que se dan por sus éxitos, arrogantes, inoportunos, que piensan
que se les deba todo para su capricho' ¿Qué debería esperarme de
alguien que ha tenido el valor de in•~tar en casa ajena al principe de
los dioses, con el apoyo incondicionado de éstos' ¿Qué le podría
negar yo a semejante atrevido sin peligro? Sería una esclavitud, no
un amor. ¡Yo no tengo el carácter de Marre, que permite a un liber-
tino, como es este huésped recién llegado al cielo, permitirse ciertas
locuras en su casa!". Entonces Momo, 'iriendo la ocasión de fustigar
a Hércules con la marca de la ignominia 36, dijo: "En verdad que
Hércules no es alguien que no sepa aprender a mandar o a obedecer
según las circunstancias, ni tampoco es tan prepotente como para
11
hacerme creer que lo aborrezcáis". Exclamó entonces la diosa: ¿Es
cierto que Hércules ha aprendido a obedecer? Verdaderamente lo
había oído decir, pero me parecía una maldad". Y riéndose Momo
siguió: "¿Qué es lo que habíais oído decir?''. "Queréis conve~rirme
en una chismosa -contestó ella- interrogándome con tanto garbo,
pero estoy enamorada, y no me cuesta nada satisfacer a mi enamora-
do. Había oído decir que Hércules, sí, exactamente él, había serndo

36
Cfr. Cicerón: In Catilinam I \T[ 13.

110 111
os anteriores libros creo que han procurado diversión por la

L variedad ?e las sima~iones y la co~cidad de clertos pasaj_e~,


pero en estos debena haber tamb1en alguna enseñanza uul
para encontrar una manera ordenada de vivir, como ya se ha podido
obsen>ar. Los libros restantes no son de menos gusto y provecho
respecto a la abundancia de motivos cómicos y la originalidad de las
situaciones; y puede darse, si no me engaño que incluso sean prefe-
1

ridos a los anteriores, por tratar más elevadas cosas. Podrás ver en
1

efecto, cómo la salvación de los hombres, la majestad di,~na y el po-


der universal han sido conducidos casi a la última esperanza, y te
aso1nbrarás al percibir cómo en un argumento de extrema seriedad
corno éste puede haber también tantas burlas y donaire.
Tornamos, pues, a nuestro relato, en el que Júpiter había dado a
conocer su voluntad de construir otro mundo en provecho de hom-
bres y dioses, aprobando esta decisión todos los dioses grandes y pe-
queños con el máximo consenso. De hecho, como ocurre normal-
n1ente, todos miraban por sus intereses, interpretando la novedad
en pos del beneficio personal; y aquellos celestes que quizás eran de
condición más baja o en general infrecuentes en palacio se dejaban

115
Libro tercero
iYlomo o del Príncipe [,ibro tercero

arrebatar con facilidad por la esperanza de que toda esa renovación \tenus, la diosa Locura y muchos dioses más que eran particular-
les proporcionaría el medio y la ocasión de dar un gran salto de ca- mente honrados y servidos por el conjunto de los mortales. Tam-
tegoría; en carr1bio, aquellos que gozaban de dignidad más elevada bién Marte había dec;idido poner a disposición de Juno todos sus
pensaban que con toda seguridad Júpiter no podría prescindir de la medios para la causa de la salvación humana, ya que había proyecta-
colaboración de las máximas autoridades en una operación compleja do con el arquitecto Orín la construcción de un porticada de bronce
corno ésa: se habían propuesto, por tanto, obtener el máximo bene- que debería tener cien columnas de hierro perfectamente limadas y
ficio de esta circunstancia para reforzar su posición. Por consiguien- acabadas, además de tejas de acero como cubierta, recibiendo cada
te, los dioses menores siempre estaban encima de Júpiter, buscando día de los hombres no sólo el material adecuado en abundancia, sino
por todos los medios convencerlo para que ejecutara el proyecto, también sudor y trabajo con los que pulir y labrar al máximo las co-
pero también los dioses más notorios apoyaban con suficiente con- lumnas. Éstos eran, pues, los dioses que procuraban con todas sus
vicción esa causa, callando y haciendo algún gesto de asentimiento¡ fuerzas apartar de la voluntad de Júpiter aquella determinación,
comprendían perfectamente qué estrategia utilizar con el príncipe, y dándole mil consejos para que no actuase a ciegas.
la practicaban con habilidad. Así se comportaban, no dejando ver Un parecido trastorno llevaba a Momo a decirse a sí mismo:
sus ávidas aspiraciones con gran disirnulo, ostentando indiferencia "Cierto es lo que se suele decir: no existe una alegría tan grande que
precisarnente por aquello que más apreciaban, de forma que sus no sea pequeña si no hay alguien con quien compartirla. ¡Cuán
consejos, cuando eran requeridos, pareciesen dirigidos al bien del grande sería ahora mi dicha si tuviese alguien a quien confesarla sin
príncipe y de la colectividad más que a su conveniencia personal. Y riesgo alguno' ¡Estoy muy feliz, he logrado con mis discursos mover
no faltaba entre las más principales autoridades divinas personajes al príncipe a una empresa de esta envergadura! Aunque hasta ahora
sagaces que, o porque colaboraban en el trabajo de Júpiter con se- le he dado solamente un empujón, ha llegado el momento de meter
riedad e integridad moral, o por el simple hecho de considerar sabio hierro. ¿Pero qué digo? Sin duda me ganaré las enemistades de mu-
y prudente en cada empresa emprendida prever mayores dificulta- chos. ¡Y qué'. Pueden enfadarse conmigo lo que quieran, mientras
des de las que luego se han de 1nanifestar, aconsejaron a Júpiter que Júpiter me siga queriendo bien y no me rechace; mientras me acoja
se parara a reflexionar muchas veces antes de disponerse a una em- con esta benevolencia, tendré más sustentadores de los que me sir-
presa de aquella envergadura, evitando así que se encontrara una vez ven. ¿Quién no haría el loco estando con un príncipe que ha terrrli-
empezado el trabajo algún obstáculo que lo echara a perder, debien- nado fuera de quicio? Y entonces tú, Momo, ¿te pondrás como todos
do prestar la máxima atención, para no tener que arrepentirse más los demás a aconsejarle cosas que desaprobarías, si estuvieran ya rea-
tarde, a los imprevistos que pudieran aparecer repentina1nente, pro- lizadas? Seguro que sí. Mostraré inmediata aprobación a todo lo que
vocando resultados muy distintos a sus intenciones; pero estaban me parezca complaciente para el príncipe. ¿Pero qué digo? ¡Afortu-
también los que, pensando en conservar sus propios privilegios, te- nado soy, repito, si con mi táctica he guiado las cosas de tal forma
nían la exclusiva preocupación de disuadir a Júpiter de hacer en el que me siento el rey de los celestes' Qué no habrá ya a mi alcance
inundo cambios o mudanzas. Por ejemplo, Juno, metida ya en sus ahora que he lanzado la piedra en medio para que se peleen los po-
edificaciones por la gran concurrencia de exvotos, estaba dispuesta a derosos con la máxima saña posible, y además, es muy probable que
aceptar cualquier cosa, aunque ciertamente no el exterminio de la tengan que recurrir precisamente a mi mediación. Pero en esto es
humanidad, y a su posición se adherían ardientemente, además de menester hacer hincapié, ya que si luchan unos con otros, mucho
Hércules, que estaba entregado a la salvación de los hombres, Baco, rne he de guardar para que mis enemigos estén en desacuerdo entre

116 117
Momo o del Pi·íncipe Libro tercero

sí. De esta manera, si alguno de ellos me lleva la contraria, buscaré lidad, sólo un preteno para embaucarlos y que dieran a conocer sus
refugio en los otros, y tendré tantos aliados como componentes tie- impresiones. Pero no encontraba a ninguno cuya capacidad le llega-
nen los bandos a los que me haya adherido. De todas formas, sabré ra a satisfacer, siendo muy pocos los que demosrraban tener hilen
conducirme según las circunstancias. Por el momento, todavía nece- ingenio y predisposición al esfuerzo de pensar y a la pasión por el
sito ganar posiciones en el favor de Júpiter, y para eso tengo que in- estudio; aun así, como era fácil de entender) todos procuraban que
tentar calmar toda la excitación que se ha apoderado de él. ¿Y si le Júpiter creyese que sabían mucho más de lo que realmente era. Casi
pasase esas preciosas observaciones sobre el poder que recopilé hace todos comparóan el parecer de consultar a los filósofos, de quienes
tiempo cuando me codeaba con filósofos y que apunté rápidamente' en la tierra se dice que lo saben todo; en efecto, éstos habían escrito
Si las leyera, seguro que le traerían provecho a él mismo y a sus innumerables volúmenes y habían realizado continuas y profundas
asuntos". investigaciones sobre las importantísimas cuestiones que estaban en
Esto pensaba Momo. Pero Júpiter, como es antigua y enraizada juego, no existiendo problema alguno sobre el que no se vieran ca-
cosmmbre de muchos principes, por no decir de todos, querer ser paces de discutir, al tiempo que podían resolver cualquier dificultad
juzgados responsables y coherentes más que serlo verdaderamente, con la inteligencia y la cultura que atesoraban) bastaba que pusieran
he aquí que se puso a hacer cosas que tienen poco que ver con el en ello un poco de aplicación.
ejercicio honorable de la virmd y mucho con el azote del vicio. De Júpiter, oyendo cómo eran ensalzados los filósofos por todo el
aquí nace que no concedan el núnimo peso al ir a menos de las pro- cielo, fue presa de un indescriptible deseo de hablar personalmente
mesas hechas, y que faltando a su palabra muestren con roda e;~­ con ellos. Si no lo hubiese contenido el temor a acumular nuevos
dencia su deslealtad, y con ésta su inconstancia e incongruencia; motivos de envidia) probablemente habría tornado con gusto la de-
pero si se proponen perjudicar a alguien, consideran digno de su cisión de cooptar las camarillas de filósofos entre los dioses del cielo
majestad y de su cetro secundar su capricho con la máxima minucio- para aumentar el honor del parlamento divino con la luz emanante
sidad y coherencia; así que prefieren la obstinación en un arranque de tantos preclaros caballeros, consolidando así su posición de pre-
de ira a tener fe en los pactos. Tampoco Júpiter quería dar la impre- eminencia gracias a los consejos de los más grandes sabios. No obs-
sión de haberse olvidado de los recelos y no pensar ya en las ofensas tante, prevaleció la consideración de que él no estaba realmente
recibidas) pero como no lograba dar con un nuevo mundo que fuese acostumbrado a tener a su lado gente a la que, dada su gran autori-
mejor que el antiguo, y siendo consciente de no poder llevarlo a dad, había poco que mandar y más bien que obedecer, mientras que
cabo solamente con sus competencias y fuerzas decidió atender los
1
él necesita rodearse, sobre todo, de personas que sientan respeto y
consejos de los demás. Quería coger al vuelo las impresiones e ideas temor por él, no de individuos de los que se llevan en palmas. Ade-
de los expertos, de modo que, en el caso de que apareciera aÍguna más, rechazaba a aquellos que le podían enseñar a obrar rectamente,
observación acertada, él no habría tenido ninguna obligación con mientras que prefería dar su favor a aquellos que no rechazaban ja-
guien la había hecho) más bien, habría podido compensar la impo- más sus órdenes. A la luz de estos razonamientos pasaba mucho tiem-
pularidad de la acción renovadora con una ocurrencia a tal efecto. po pensando cuál de los suyos mandar a consultar a los filósofos; bús-
Con este fin manterúa charlas ambiguas primero con un dios y luego queda que le hizo ver aún más su n1ala situación, visto que entre
con otro) para juzgar después quién era más agudo, siendo .i\1omo el tantos cortesanos no se podía encontrar a algujen al que confiar un
único que consideraba verdaderamente superior a todos intelectual- encargo de tanta in1portancia. Observó con afljcción que todos los
mente, y entablaba con ellos largas conversaciones que eran, en rea- suyos eran tan rudos e ignorantes como para carecer completamente

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lVforno o del Prbzcipe Libro tercero

de buenas artes y loables disciplinas, que ninguna cosa sabían que En cuanto llegó a la tierra se personó en la Academia y encontró
digna fuera de un hombre noble, a no ser las que habían aprendido allí un gran número de extraños personajes que iban de aquí para
con una larga práctica de sumisión: estar en su puesto en el palacio allá inspeccionándolo todo, como si esn1vieran buscando a un la-
real con gran porte, estar plantados cerca del príncipe, recibir las vi- drón que se hubiera escondido durante la noche. Y viéndolos, presa
sitas sacando numerosas zalamerías, contar patrañas, la.mer los pies Júpiter de tanta agitación, pennaneció quieto en la entrada de la
y hablar al gusto del príncipe; ante tal panorama, casi tenía ganas de institución. Pero luego, cuando observó que tenían entre los dedos
quitarse a todos de alrededor. Pero consideraba completamente in- unas luciérnagas de luz roja que usaban como candiles, se echó a
conveniente para sus fines elegir elementos nuevos de los que no reír hasta que uno de los que por ahí husmeaban lo interrumpió di-
conocía bien su personalidad. Por tanto, para no tener que confiar ciendo: u¡Eh, insolente! ¿Has venido también tú a buscar al Júpiter
la discreción de este asunto, que habría querido cubrir con el secre- de los filósofos?". 'i¿A buscar a quién?", preguntó Júpiter; y éstos
to de Estado 1 decidió dejar el hábito e insignias reales y reunirse él respondieron inmediatamente: "A Platón, el prodigio de la natura-
solo, de incógnito, con los filósofos para tomar de ellos consejo, leza. Estamos seguros de que se encuentra aquí, pero no sabemos
pero también para poder verlos de cerca. 1\unque antes se demoró dónde. Alguna vez hemos tenido la sensación de oír su voz, y a veces
un tiempo con ,\!lomo para informarse de los nombres y señas de los nos parece tenerlo frente a los ojos 1 , pero nada. Un momento ...
filósofos más eminentes y, a través de un largo diálogo y no menos ¿Dónde está la luciérnaga?". Con estas palabras empezó Júpiter a
rodeo, logró sonsacarle alguna noticia útiL En el curso de esta con- sospechar y a asustarse, ya que si éstos eran tan sabios como creía,
versación lv'Iomo sacó del pecho sus librillos de notas y se los entre- podrían desenmascararlo, descubriendo la sagrada llama divina, in-
gó a Júpiter diciendo: "Por la fidelidad y el amor que os profeso, cluso si era difícil de reconocer. Se fue, pues, de allí, comenzando ya
Júpiter, he considerado mi deber dedicar un poco de mi empeño, al a lamentarse por haber ido, cuando al pasar por un callejón, vislum-
límite de mis capacidades, al éxito de tu política, y para ello he in- bró en un rincón a una persona que se revolcaba dentro de un vie-
tentado ahondar en los problemas que estimaba que concernían cer- jo, cascado y apestoso tonel, mientras bostezaba tanto que su boca
canamente a la altura de tu poder. Cuando tengáis tiempo, podríais parecía un abismo. Al acercarse Júpiter, le quitó el sol que estaba
observar mis reflexiones reproducidas en estos cuadernos, a condi- tomando en aquella estrecha casa3 , tras lo que este individuo le
ción de que también aceptéis las observaciones que no os convenzan lanzó miradas amenazadoras y le apostrofó con una voz aterradora:
en descargo de la sobrada fidelidad que os tiene el que las escribe". "¡Apartaos, insolente espectador' ¡Visto que no me podéis dar el sol,
Júpiter tomó los cuadernos, pero una vez fuera .L\lomo ni siquiera al menos no me lo quitéis'.". Llegados a este punto, Júpiter, irritado
los abrió y los tiró a una esquina de su estancia sin prestarles aten- por la hosquedad de aquel deshecho humano, se ol1'idó de su misión
ción 1• Luego se preparó para partir, henchido de excitación, aunque secreta y exclarnó airadamente: "¡Yo te puedo dar el sol eterno y te
al final se arrepentiría amargamente de haber hecho semejante pe- lo puedo quitar cuando me parezca!". En cuanto lo hubo oído, sacó
regnnaJe. la cabeza del tonel como una tortuga y empezó a gritar: "¡Acudid
paisanos, venid aquí!", hasta que se congregó una gran cantidad de

t La negligencia de Júpiter quizás alude a una análoga suerte corrida por los es-
_critos de Alberci a manos de algún distraído destinatario, de la "familia AJberta" ! 'Tampoco es posible encontrar a Platón en la Vera-historia de Luciano.
(cfr. la Vita y las "in tercenales" Ptlpiilus, Defunaus y Erumna) a la ciudad y al poder -' Adaptación de la conocida anécdota de .Alejandro lvlagno y Diógenes; cfr.
(cfr. Scriptor, Anuli y Coralle). Luciano: Dialogi nwrtilorum XIII.

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Momo o del Príncipe Libro tercero

obreros, añadiendo: "¡Agarradlo, es Júpiter 1". Entonces Júpiter, re- que esa frase no se refería, como en efecto era, a la mujer, que qui-
cordando las desventuras de Momo y de la diosa Virtud, se esperaba zás habría deseado que su hijo fuera inmortal, sino a él. ?{ apartán-
cualquier golpe bajo de esa masa de arrogantes que lo rodeaba, y dose de allí exclamó: "¿Qué enfermedad se ha apoderado de los
pensaba que habrí~ salido bien librado si hubiese pagado su absurda hombres que hasta los locos son filósofos?". Por lo que decidió vol-
decisión perdiendo media barba. Pero uno de aquellos que se ha- verse al cielo para evitar males mayores.
bían reunido alrededor, un padre de familia y hombre de bien, vién- Saliendo de la ciudad, mientras pasaba al lado de una valla que
dolo asustado y temblando, dijo: "Forastero, deja a este filósofo cí- cercaba con un seto el jardín de una casa, la casualidad quiso que
nico que lleva la vida que se merece, dado que ha decidido no tener oyese dentro a algunas personas que discutían sobre los dioses, aca-
nada más que la posibilidad de insultar y morder a todos". Pero Jú- lorándose ostensiblemente por la polémica. Se paró a escuchar, y en
piter, en cuanto supo que éste era un filósofo) añadió naturalmente esto, uno de los contendientes alzó más la voz y empezó a eA-plicar:
un nuevo motivo de recelo al pavor que ya tenía, sospechando que "Para que se pueda entender bien lo que quiero decir, lo expondré
lo habían reconocido de nuevo, y pensó que lo mejor sería salir de otra forma: el universo no fue hecho por mano alguna, ya que no
corriendo bien lejos de todo ese populacho que se había concen- se pueden enconrrar arquitectos capaces de llil rrabajo tan inmenso;
trado allí. de hecho este mundo es inmortal y eterno, y puesto que se pueden
1

Mientras se alejaba, advirtió que en el fondo de una hondonada, observar muchos aspectos que parecen parte de una sustancia divi-
nada más salir de los muros, estaba sentada una persona en medio na, entonces toda esta consrrucción en movimiento es dios. Si existe
de repugnantes carroñas de animales, quizás perros) quizás ratones, un solo dios en la naturaleza, mortal o inmortal, ¿quién estaría dis-
cortando y abriendo una a una con un cuchillo de carnicero y ha- puesto a objetar que el mundo está destinado a terminar? ¿Quizás
ciéndolas pedazos'. Puesto que la operación le había parecido asom- crea que un dios puede enloquecer, o será él quien esté loco, si pien-
brosa por un lado y ridícula por otro) se acercó para verlo mejor) sa que un dios no quiere la conservación de obras tan grandes y per-
pero ese hombre no se alteró lo más mínimo por la llegada de Júpi- fectas, sino su ruina?". Otro objetó: uEn cambio yo pienso de otro
ter, aunque de repente, oyendo llegar de una casa cercana el grito modo: en el espacio profundo infinitos mundos se forman y se dete-
quejumbroso de una mujer que lloraba la muerte de su hijo, dejó rioran continuamente por efecto de la agregación de minúsculos
por un momento de seccionar animales y mirando hacia Júpiter son- átomos''. "¿Entonces -intervino otro- excluís a los dioses? Tened
riente', le dijo: "¿Sirve de mucho querer lo imposible?".Júpiter pensó cuidado que no estén viendo cuán impío sois, pues todo está lleno
de dioses" 6•
Quedó Júpiter atónito al oír esto, y no acababa de preguntarse
.¡ Se rrata de Demócr:ito, guien, como aclarará después a Apolo, disecciona las
maravillado dónde habrían conseguido esos hombres tal clarividen-
carroñas en busca de esos "humores" que se creía que determinaban las cuan-o
fundamentales "comple.xione:s" del hombre y sus relativos comportamientos.
5 Al fingido y ridículo llanto de Heráclito opone la risa de Demócrito, en el

que una antigua tradición que se remonta a las Ca1-tas del pseudo-Hipócrates (cfr. E. \J\'ind: Los misterios paganos del Renacimiento, op. cit., p. 51) le atribuyese a Al-
Séneca: De ira II 10; Juvenal: Satu1·ae X 33-53; Luciano: De saa·ificiis y Tlitarum berri una pintura colocada en el estudio de Ficino y que representaba al sonriente
auaio) se encuenrra con la ironía humanista y con el tema de la universal stultitia Demócrito desafiando las lágrimas de Heráclito.
6
(sobre la opción "democritea" de los humanistas, hasta llegar a Erasmo, a .i\1on- Esta y otras disputas ;obre la existencia de los dioses, en las que AJberci se
raigne y a Burton, cfr. J. Starobinski: "Demócrito habla'', introducción a R. Bunon: burla de las "preguntas últimas" y los máximos sistemas, imitan la sostenida enrre
Anato'Fnía de La melancolía, Madríd, 1997). Además, desr.aca que O. Brendel (cfr. Dainis el epicúreo y Timocles el estoico en el luppiter tragoedus de Luciano.

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1'-Iomo o del Príncipe Líbro tercero

cia como para reconocerlo por mucho que se había escondido aga- trechar continuamente nuevas amistades y relaciones de negocios,
zapándose detrás del seto del cercado. "No es posible -pensó- per- imaginando que el dios lenguaraz, en rnedio de las charlas que ha-
rnanecer mucho tiempo en la tierra sin correr peligro". Así que vol- bría hecho, como era su costumbre, sobre los asuntos divinos que
vió al cielo con el suficiente asombro por los filósofos como para conocía y también sobre los que no sabía nada, habría podido adqui-
que ardiese en deseos de saber a qué conclusiones habrían lleo-ado rir alguna información beneficiosa para su propósito y se la habría
esos sabios a propósito de su provecto
, , no albercrando
b nirnmna
b
"
duda comunicado.
sobre su capacidad para saber cualquíer cosa, incluso la más enigmá- iVlientras tanto, entre los celestes habían degenerado tanto las
tica y difícil, después de haber tenido tan clara demostración al ha- distintas posiciones y las rivalidades entre las corrientes que todo el
berlo reconocido; y esa idea estaba reforzada a1 haber visto en la cielo se había dividido en no menos de tres coaliciones 8 , Por una
E\cademia, entre esos hon1bres que buscaban por todas partes, a al- parte Juno, que mostraba un deseo desenfrenado de construir9 , ha-
gunos personajes con espléndida barba y elegantemente vestidos bía formado por las buenas o por las malas el más amplio ejército
con luengas ropas de seda avanzar con paso casi etéreo y la mirada que era posible, y lo mantenía en orden con la consigna de defender
serenamente absorta, tanto que los consideraba dignos de subir al la salvación de los hombres. Por otra, se había formado espontánea-
cielo a dar lecciones a los dioses. Pero dado que había decidido te- mente un escuadrón de dioses de baja estofa y de todos aquellos que
ner para sí la gloria de su proyecto, y sabiendo que tan sólo con su no vivían tan bien como querían; éstos cubrían el desmesurado de-
cabeza no lo lograría, tuvo un enaltecimiento de ingenio. }lizo venir seo de cambios que los encrespaba con la máscara de la buena inten-
a 1\tlercurio y le ordenó que descendiera a la tierra a traerle a la dio- ción de quien hace algo para complacer al príncipe de los dioses. En
sa Virtud, pues no estaba bien que no hubiera tomado parte en una el centro de la coalición estaban aquellos que consideraban grave y
cuestión tan importante una diosa de tanta consideración, la mejor peligroso ponerse a la cabeza de una masa indistinta y superficial,
de todas. 1Yiercurio le respondió que no era fácil encontrar a la dio- pero que tampoco estaban dispuestos a bajar la cabeza frente a un
sa, no muy bien aceptada ni por los dioses del cielo ni por los de ul- dios cualqniera de bajo linaje; éstos se habían propuesto esperar
tratumba, por lo que probablemente no habría dejado rastro'. Dijo tranquilamente el resultado de esas luchas, con la intención de esco-
entonces Júpiter: "Si no me equivoco, la encontrarás en medio de ger el momento oporruno y con toda seguridad el partido en el que
rus amigos filósofos, que a ella están dedicados por enteran. Mercu- alistarse corriendo, y moverse de modo que decidiese el desarrollo
rio le respondió: "No creas que se pueden encontrar fanfarrones de la situación en el sentido que deseaban. Todos estaban al lado de
como ésos. Para hacértelo entender, yo mismo alguua vez les he Júpiter para pedirle lo mismo, pero con los pretextos más variados:
preguntado si habían visto a la diosa, porque le tengo cariño a Vir- había quien iba. a congratularse cuando las cosas marchaban según
tud, y éstos juraban que encuentra gran intimidad con ellos, pero, sus expectativas, quien pretendía intervenir si no le iban las cosas se-
en resumidas cuentas, no está nunca". "De cualquier modo -conti-
nuó Júpiter-, ve y pregunta". Júpiter se comportaba de esta guisa
porque sabía que "'lercurio era muy curioso y cómo le gustaba es- ª Tras la parodia del íncipit del De bello gaiiica se oculta un juego paronomásti-
co tendente a representar el cielo como un inmenso gallinero.
Q La aedifi.candi libido es reprobada por Alberti en el libro I del De re aedificato-
7
En la "intercenal" Vlrtus, la Vrrrud se lamenta con l\!Iercurio de !os ultrajes ria y representa, en su vistosa violación del orden natural, la extrema y más tangi-
sufridos; y en Discordia (Intercenali inedite, pp. 133-134), Argos es invitado por ble encarnación de esa "arrogancia" en el "enmendar" y "falsificar" la namraleza
.\1ercurio a enconrrar a la Juscicia, pero de ella no encuentran rastro alguno. que había sido ya estigmatizada en el libro 11 del Theogenius .

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Momo o del Pi-íncipe Libro tercero

gún lo esperado, quien se aferraba a sus eventuales buenas ocasio- oír estas palabras, aquellos que habían cogido a Mercurio se morían
nes. Pero en esencia era siempre lo mismo: esperaban que] úpiter se de risa y no le prestaban mucha atención; entonces Mercurio, que
decidiera a comunicar sus decisiones sobre la renovación universal. tenía los pies veloces, se escabulló y fue a parar sorprendentemente
En esta situación y para quitarse de en medio este fastidio conti- al callejón en el que vivía Diógenes denrro del tonel. Se deruvo allí,
nuo de los postulantes, confiando Júpiter en el buen resultado de la cansado por la carrera, ya que en ese lugar aparrado no lo veía na-
misión de Mercurio, convencido como estaba de obtener un éxito die. Entre tanto, un desgraciado hijo de mala sangre que venía bo-
extraordinario presentando a todos esos dioses ignorantes alguna es- rracho arrojó un bastón que llevaba contra el tonel de Diógenes, y
pléndida idea genial de los filósofos, comunicó que en las próximas estando tan podrido, lo hizo añicos al golpearlo, desapareciendo
calendas celestes expondría en público discurso sus decisiones, satis- después a la carrera. Diógenes, enfadadísimo por esa provocación,
faciendo a todos los órdenes divinos. Pero la esperanza depositada saltó fuera del tonel roto y, no viendo nada más que a Mercurío, que
en Mercurio pronto se tomaría desilusión. Una vez en tierra 1\1er- se había sentado, lo asaltó empuñando el mismo bastón que lo había
curio se quitó las sandalias aladas y se dirigió a la Academia, pero en sacudido. Mercurio, asustado por aquel inesperado asalto, chillaba
la misma plaza donde se alza esa escuela de filósofos se topó con Só- lo más fuerte que podía pidiendo socorro a la gente de la zona, y
crates, que andaba por ahí solo; viéndolo descalzo y con el vestido luego entre gritos se dirigió a Diógenes, que ya le había pegado en-
desgastado, pensó que sería un pueblerino cualquiera y, por tanto, tretanto: "¿Con qué clase de justicia se trata a los hombres honrados
se le presentó con todo el esplendor del rosrro y de su naturaleza di- y libres que no han hecho nada'"- Diógenes replicó: "¿Con qué de-
vina. "¡Eh, buen hombre! -exclamó-. ¿Dónde están esas personas recho te lamentas, si te llevas de un síervo lo que te mereces? Tú,
que convierten a los hombres en cultos y buenos?". Sócrates, que desvergonzado, tú, canalla, has sido tú quien ha sido injusto, que has
era extraordinariamente afable y ocurrente, observando a ese joven tenido el coraje de provocar a alguien que se dedicaba a sus asuntos
forastero de extraordinaria belleza, con esa hábil manera suya de y le has destrnido la casa, lo has arrancado de su hogar. Tuya, sí,
conversar que era para él instintiva, empezó a hacerle alumbrar tuya es esta intolerable bellaquería. Por ello no hay ninguna injusti-
charlas una detrás de otra, hasta que llegó a saber que era Mercurio cia en lo que he hecho, si acaso cabría un error, porque había apun-
y la razón precisa por la que había venido, por ende, todo lo que es- tado a la cabeza con el bastón, no a la mejilla". Ante los gritos de
taban preparando los dioses. Mientras tanto, llegaron uno tras otro Mercurio acudieron un par de personas que, enteradas de lo ocurri-
los discípulos de Sócrates, y cuando vio que había suficientes, le do, lo invitaron a no enfadarse con un filósofo como ése. Luego se
puso las manos encima a Mercurio gritando: "jVenid, queridos ami- pusieron a censurar a Diógenes haciéndole presenre que no estaba
gos! Será un joven de nobles sentimientos, pero está loco, increíble- bien, para alguien que se declaraba filósofo, no saber contener su ra-
mente loco, como nunca se ha visto otro. jQué desgracia la condi- bia, y que suponía una falta no carecer completamente de un defec-
ción huma11a! ¡Cuántos caminos para trastornarnos el cerebro sabe to común1nente tan desaprobado; aden1ás, no había nada tan ver-
encontrar la locura' ¿Qué hay que compadecer en aquellos que se gonzoso que tratar con tan poca paciencia y desatino a un forastero
vuelven locos por amor, odio, ambiciones o deseos? ¿Qué se puede hombre de bien. Entonces Diógenes estalló: "Lo que tengo que oír.
hacer' Este muchacho va diciendo por ahí que es Mercurio, que lo Se ponen a dar consejos precisamente aquellos que querrían que yo
ha mandado Júpiter para buscar a la diosa Virtud, que vaga fuera del fuera en mis asuntos lo que ellos no son en los ajenos. Se n1e ordena
Olimpo, y que los celestes se están preparando para desrruir el uni- que soporte con paciencia mi dolor cuando no se logra mantener un
verso y reorganizarlo de nuevo. ¿Qué clase de locura es ésta?''. Al poco de compostura delante del prójimo". Mercurio se alejó encole-

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suales y movimientos tan cansados que el suyo se habría considera- conceder sus prestaciones profesionales sin la expectativa de ganan-
do un intento de discurso más que un discurso; pocos lograron en- cias. Hércules, ahora que se le presentaba la ocasión de enunciar
tender algo de ese murmullo, aun así, algunos contaban que Samrno ante una asamblea tan numerosa y rica de personalidades de presti-
había pedido excusas si la edad avanzada no le permióa hablar me- gio ese discurso de aurocelebración que bahía preparado tiempo
jor, dado que tenía los costados y el pecho mal, estaba sin respira- arrás, no la dejó escapar: exaltó sus hazañas con una caterva de gran-
ción y la vejez lo había agarrotado consumiéndole las fuerzas. Inme- des palabras y prometió grandes cosas para el futuro; declarando en
diatamente después tomó la palabra Cibeles, la madre de los dioses, último término que se someóa al parecer de Júpiter sobre todo el
quien titubeó bastante tiempo, deglutiendo continuamente como asunto. Venus hizo reír a todos al asegurar que había ideado varias
todas las viejas, y al final, después de baberse contemplado durante novedades que eran verdaderas obras de arte, aunque un pequeño
un rato las uñas, dijo: "En efecto, en verdad que es la ocasión de detalle suponía un gran obstáculo: así pues, había consultado el es-
reflexionar sobre problemas tan graves e insólitos" 17 • La tercera pejo, el mejor de los maesrros. Diana se empeñó en hallar un arqui-
intervención fue la de Neptuno, quien divagó incesantemente con tecto excelente, pero los profesionales de esa categoría no estaban
banalidades y lugares comunes, hablando con voz estridente y tono dispuestos a aceptar las observaciones de los incompetentes, que-
desagradable, casi a la manera de un actor trágico, y provocando la riendo evitar que otros, para dar la impresión de haber hecho algo,
sensación de haber discutido de todo menos del argumento que es- arruinasen y estropeasen, con demandas de modificaciones, sus ela-
taba en el orden del día. Vmo luego el rumo de Vulcano, quien con- boraciones arósticas. Más avisada fue Juno, que proponía hacer
centró roda su intervención en la arrebatadora afirmación de que es- mundos de formas diferentes hasta agotar las posibilidades. Cuando
taba realmente sorprendido de ver en las conjeturas de los dioses finalmente llegó el turno de Palas, expuso lo que había acordado an-
tantos elementos ingeniosos para tratar con competencia y precisión teriormente con Juno y otros compañeros de facción, declarando
los problemas por los que había sido convocada la asamblea. Luego, que tenía que encontrarse necesariamente con Júpiter en persona.
cuando le tocó a Marte, declaró que solamente quería manifestar su En aquel momento se pusieron al unísono en pie varios dioses, a los
disposición a intervenir en cualquier momento bajo el mando su- que el plan fraudulento gue había sido predeterminado les asignaba
premo de Júpiter, y habría prestado su ayuda para la destrucción to- este papel, para protestar en voz alta, criticando la soberbia de Palas,
tal del mundo. El discurso de Plutón pareció inspirado por una cier-
que consideraba esta asamblea de personalidades divinas indigna de
ta ª'~dez: hizo saber que disponía de nuevos modelos de mundo
recibir comunicaciones sobre proyectos elaborados para el beneficio
verdaderamente espléndidos, y estaba dispuesto a mostrarlos si se
común, y ésta replicó enfurecida. Entonces, excitados en la defensa
llegaba a un acuerdo sobre el precio, dado que había decidido no
de sus intereses, n1uchos dejaron los bancos y empezaron a cruzarse
acusaciones, dando lugar a una trifulca ensordecedora. Momo, vien-
lí Quizás no sea casual que en la lógica socarrona y nihilista del M01nus, de
do aquella algarabía y confusión, llamaba al orden uno rras otro con
desmicificación de los valores y hasta de vuelco de los principios, la feroz sátira del esa voz suya estruendosa que superaba a todas las demás, gritando
asamblearismo (tanto sí se alude a las sesiones conciliares como si se trata de las hasta tal punto que en medio de aquella asamblea tan atestada sólo
"prácticas" florentinas) se vea acompañada por el despiadado escarnio, patente au-
se le oía a él. Después de haber intentado repetidas veces en vano
tocrítica, de ese culto a la vejez., coherentemente practicado por Alberti, y de esa
sabia y juiciosa gerontocracia que, de la Famiglia al lciarchia, aparece como la n1ás devolver la calma a la asamblea irritado por aquella siruación inde-
1

sólida garanóa de un ejercicio iluminado del poder. corosa, su rabia le hizo proferir rnuchas más palabras de las que ha-

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el tie1npo encerrado en una estancia apartada, se surnió en un pro- dándole nuevamente consejos, después de haberle prestado ya su
fundo abatimiento. AJ final salió, más por hacer algo que sabiendo asesoramiento por escrito en aquellos famosos cuadernos; sin em-
realrnente qué hacer, y fue al encuentro de los dioses. Entonces, ter- bargo, estaba convencido de que de algún modo se le debía quitar
minada la ceren1onia ritual según las antiguas tradiciones sagradas, de la cabeza a Júpiter su ansia de querer cambiar el mundo. Por esto
todo el senado de los dioses comenzó a saludar a Júpiter, y mientras mismo espetó: "Por favor Júpiter, ¿podríais decirme si habéis leído
tanto se empezó a notar la ausencia de Apolo, el único de los princi- el manuscrito que os di hace algunos días?". "Luego hablaremos de
pales dioses que faltaba; incluso había quien comenzaba a irritarse ello, ahora urgen otras cosas" 1 dijo Júpiter, que no recordaba siquie-
por esa poca consideración. Júpiter no podía justificar al ausente, ra que se le hubiera dado nada.
pero mucho menos soportar con calma a aquellos que lo acusaban; .i'vlomo encontró a los celestes con rnuchas ganas de ponerse a
más perplejo que nunca, buscaba ganar tiempo de cualquier modo. trabajar, y tan bien dispuestos por el deseo de novedad que casi no
AJ final tuvo la idea de nombrar a Momo presidente de la asamblea, daba crédito a sus ojos viendo cómo se ponían en orden y guarda-
no porque lo considerase digno de tanto honor, sino para hacer ver ban silencio con tanta complacencia; pero desde el mismo momento
a algunos dioses descarados y presuntuosos que él tenia todas las en que empezó a cumplir el mandato de Júpiter, ejerciendo sus fun-
buenas intenciones de favorecer a aquellos que aprendían a no pre- ciones de presidente de la asamblea, sintió que se había producido
tender dar órdenes, sino a ser obedientes y respetuosos. Le mandó un gran cambio en el estado de ánimo de todos, y no habría sido po-
entonces que hiciera entrar en la sala a las diversas clases de dioses y sible encontrar otros motivos para acrecentar aún más el malhumor
que procurara que cada uno estuviera sentado en su sitio, convir- patente en sus caras. No hace falta imaginar cuánta envidia hacia
tiéndose en su portavoz para declarar que Júpiter deseaba que sus .i'v'Iomo y cuántas recriminaciones a Júpiter fueron suscitadas por
acciones y sus proyectos encontrasen la máxima aprobación general. aquella designación, tanto entre las personalidades de prestigio
habiendo decidido regirse según las preferencias de todos, sin ex- como entre los dioses de ínfimo grado; no había ninguno al que la
cluir a nadie, en la medida en que le fuera posible; por consiguiente, visión de Momo no le provocase fastidio e irritación, no le resulta-
antes de manifestar su dictamen quería cerciorarse de si exisúa algo sen molestas sus palabras y antipático su modo de actuar; el odio
que quisieran conservar de esa enorme masa que era el mundo, para contra Momo se encendió hasta el punto de escuchar cómo le insul-
trasferirla íntegramente a la nueva realización, o si preferían dese- taban a la cara, y allí donde mirase veía a gente que se ponía a silbar
charlo todo, reduciéndolo a pedazos. Júpiter quería que sobre toda y a hacer gestos para provocarlo. 1\ pesar de que todos estaban tan
cuestión se abriese un debate franco y abierto, en el que cada uno excitados que se contenían a duras penas para no destrozar las cáte-
tuviese la máxima libertad para expresar sus propias opiniones sobre dras, armarse y asaltar a Momo, intentaron aplacar su rabia por
lo que creía más conveniente tanto para sus intereses personales miedo al supremo Júpiter.
como para el general; por eso mismo, no estaría presente en la se- Finahnente, a petición de la asamblea, tomó la palabra en pri-
sión para evitar que los dioses de condición inferior y los no aveza- mer lugar Saturno 16 , con una voz tan desanimada, palabras tan inu-
dos a hablar en público se sintieran intimidados por la presencia del
rey, que podría impedir que manifestaran sus propias impresiones.
Delegar esto fue el origen de grandes e iinprevisros problemas. 16 Entre los precedentes clásicos de la cómica reunión divina, además del Deo-
Nlomo, agudo y perspicaz como era, quizás tuvo el presentimiento ntm r:onciíium de Luciano, cfr. especialmente Séneca: Apokolokynthosis IX 1-3 y
de lo que sucedería, pero no tenia el coraje de molestar a Júpiter Apuleyo: 111.etamorphosis VI XXIII l.

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bría debido; y entre otras cosas dijo que no se habían equivocado los con el castigo de un solo criminal, antes de que se ganara la enernis-
mortales con una norma antiquísima y solemne que prohibía que las tad de todo el cielo por favorecer a un bellaco como ése. Júpiter,
mujeres ocuparan cargos públicos, a lo que añadió: "¿Qué guarida aunque estaba muy descontento más con el precedente establecido
de borrachos se puede comparar a este alboroto'"· La frase, oída que con el hecho en sí, decidió conceder lo que todos le pedían con
por toda la asamblea, hirió todos los ánimos ya de por sí henchidos tanto ardor. En efecto, los movimientos de masa habían sido siem-
de rabia, que desde el inicio de la sesión se la tenían jurada, llegando pre un peligro para el Estado si no eran reprimidos, y no había otro
el momento de que todos dijeran: "¿De esta rnanera nos ha de tratar modo de hacerlo que con concesiones. Bien mirado, además, no
Momo, que ayer volvió del destierro peladas las barbas y ahora se podía lamentarse de este final, sobre todo porque le había abierto
alza como nuevo censor con nuestra vergüenza?". un .camino para librarse de la angustia que lo oprimía al no tener
La diosa Fraude, viendo el estado de ánimo de la asamblea, pen- un discurso presentable que ofrecer a la asamblea. Entonces, hizo
só aprovechar la circunstancia, yendo a la carrera junto a Juno para una señal con la cabeza, y acto seguido se calmó el cotorreo de esas
exhortarle con insistencia a que frenase a esa fiera descomedida que mujeres petulantes; luego, con muy pocas palabras expresó toda su
se pennitía ofender a todos con tan poco pudor. Juno, que ya por sí indignación por la indecorosa algazara y confesó estar muy dolido
sola terúa suficientes y antiguos motivos de antipatía contra Momo, por el hecho de que semejante locura de hundir a Momo se hubiera
instigada ahora por la diosa Fraude, se abocó a una acción sin prece- apoderado de tantas personas por él queridas, incluso familiares su-
dentes. Tiró el manto y gritó: •~¡Señores, venid todos aquí! ¡Y vos, yos. Habría preferido que no se hubiera actnado por impulso, sin
Hércules, traedme inmediatamente a 1\fomo, así lo manda la herma- reflexionar, también para que hubiera existido la posibilidad de te-
na y mujer de Júpiter~". Hércules obedeció de buena gana y aferró a ner un debate sereno y pacífico hasta que no se le hubiesen cornuni-
Momo de la melena que le cubría media frente, y por mucho que cado sus decisiones; dado que esto no era posible, para desgracia de
forcejeaba de aquí para allá chillando, pudo con su gran fuerza gi- 1\fomo, no queriendo decir que a causa de la intemperancia de sus
rarlo y echárselo a la espalda, llevándolo ante Juno con la cabeza ha- seres queridos, afirmó que consideraba más oportuno no proceder,
cia abajo y el cuello alargado, como si fuera un pedazo de madera. por el momento, visto que los ánimos de las autoridades estaban to-
Sin esperar un instante, muchísimas diosas le pusieron las rnanos davía perturbados¡ de todas formas, muy pronto remitirla a los dio-
encima al desventurado. No voy a entrar en detalles, pero diré que ses principales todo lo que había pensado en provecho y utilidad del
en manos de las féminas, Momo, de varón que era se convirtió en Estado.
uno que de varón no tenía nada: le arrancaron completamente sus Cuando todas aquellas mujeres desatadas salieron finalmente de
atributos y lo arrojaron al océano. la estancia, se encontraron por casualidad con Apolo de regreso de
Justo después, con Juno a la cabeza, corrieron junto a Júpiter la tierra; en cuanto lo vieron, puesto que lo consideraban un adivino
para presentarle sus quejas y comunicarle un ultimátum: o echaba excelente de las cosas por venir, pensaron que se había mantenido
del cielo a 1\tlomo 1 el mayor peligro que existía, o exiliaba a la totali- fuera sabiendo el alboroto que se formaría. Por ello le dijeron gui-
dad de las diosas, ya que ellas no podían vivir tranquilas en lugares ñándole el ojo: "¡Ah granuja' ¡Qué bien sabéis esconderos en los
frecuentados por ese marúaco monstruoso. Por esta razón le supli- malos tiempos y dejarnos, corno se dice, en los cuernos del toro'.".
caban, incluso con alguna lágrima, que escuchara y procurara la se- Se formó entonces una multitud delante de· la puerta de entrada,
guridad de tantas personas queridas y que le profesaban su cariño apremiados en medio de aquel vaivén de personas, que no dejaba

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Momo o del Príncipe Libro tercero

pasar a Apolo. En esa confusión estaba también la diosa Nocbe, que nen directamente a los problemas del rnomenton. Apolo continuó:
tiene una extraordinaria pasión por los robos, habiendo adquirido "Entre los filósofos he encontrado sólo a dos personas con discursos
tal habilidad en este arte que podría robarle incluso los ojos a Argos verdaderamente serios y perfectamente coherentes: Demócrito y
si quisiera. En cuanto vio la bolsa repleta de oráculos que pendía del Sócrates 18 • Os hablaré de Sócrates, pero antes querría contar una
costado de Apolo, la cogió con una destreza tal que nadie se dio anécdota de Demócrito que debería borraros de la cara esa insólita
cuenta absolutamente del golpe. Mientras tanto Apolo, saludando a expresión preocupada y restituiros el buen humor. Oiréis una histo-
éste y a aquél, se informó de la crónica de la asamblea y se alegró, ria divertida a la par que profunda. Encontré a Demócrito abstraído
principalmente, de que todo se hubiera resuelto a favor de Júpiter. observando un cangrejo pescado en un torrente cercano, con la ex-
Entró entonces muy contento a los aposentos de éste, pero inespe- presión atónita y los ojos llenos de estupor, tanto que también yo
radamente fue recibido con una expresión más sombría de lo normal. permanecí asombrado viéndolo así. Estuve parado allí un poco más
Júpiter le preguntó, después de haber mandado fuera a todos los de- y después intenté dirigirle la palabra, pero él no despertaba de aquel
más: "¿Por qué has vuelto tan tarde?". Apolo le respondió: "No he sueño con los ojos abiertos, si es así que lo debo entender. Pensé en-
tenido otro pensamiento que seguir con diligencia y rapidez vues- tonces que era mejor dejar a esa estatua de Demócrito, hasta que no
tras órdenes. Pero esos filósofos que he abordado tienen una forma se hubiera despenado por sí sola, mejor que esrar allí perdiendo el
de razonar que no les permite exponer ningún concepto por simple tiempo. Di una vuelta, encontrando a muchos más filósofos, a cater-
que sea sin adornarlo con enormes giros de palabras, entreteniéndo- vas de ellos, ¿y quién no criticaría sus costumbres? ¿Quién no detes-
me a pesar mío con divagaciones interminables; sin embargo, pensa- taría ese tipo de vida? ¿Quién es capaz de comprender y aprobar sus
ba que debía quedarme a oírlos, ya que buscaba satisfacer con la má- discursos e ideas? Son muy oscuros, ambiguos como nadie". Enton-
xima precisión vuestras expectativas. Pero debo decir que son todos ces Júpiter le dijo sonriendo: "¡Cómo' Tú, Apolo, que eres el maes-
realmente unos charlatanes, excluido Sócrates, aunque también él se tro en el ane de la interpretación) ¿no eres capaz de descifrar los
pone a divagar de vez en cuando con algunas preguntillas como si discursos de los demás?". Apolo le respondió: "Te debo confesar
1

apuntara a otra cosa; no obstante, siempre me ha parecido una bue- que cualquier otra cosa me resulta más fácil. Sus razonamientos son
na persona y, viéndolo con buen ojo, le he infundido el tanto de mis tan mutables y vagos) por un lado tan contrapuestos y contradicto-
1

bienes que basta para evitar problemas y desgracias. Apreciaré siem- rios, por otro. Pero dejémoslo. La cuestión es que los hombres de
pre el ánimo desinteresado de este hombre, su ecuanimidad, humani- este tipo no se ponen nunca de acuerdo en ningún argun1ento sino 1

dad, simpatia, seriedad e integridad moral, junto con su pasión por que se contradicen entre sí en todas sus ideas mientras que la única
1

la búsqueda de la verdad y su culto a la virtud. Una vez le oí hacer sandez en la que están todos de acuerdo es que cada uno de ellos
está convencido de que todos los otros hombres son locos furiosos,
una disertación espléndida, reahnente memorable, en la que deillos-
a excepción de aquellos que tienen su mis1no tipo de vida, costum-
tró ampliamente la superioridad de sus ideas; cuando la oigáis expo-
bres) pasiones, deseos, sentimientos, métodos y disposiciones. Acle-
ner, creo que no os pesará más mi retraso, y quizás admitáis que no
hay razonamiento más idóneo que éste para organizar bien vuesrra
1
política. Si os apetece escucharla, la resumiré en pocas palabras' Y •
18
En la catástrofe de los máximos sistemas se salvan (y sólo parciahnente) la
Júpiter asintió diciendo: "Sí, sí, habla. Siempre es útil gozar de los risa arrabiliaria y cáusticamente pesimista de Dernócrito (v su método experimen-
discursos y de las máximas de los sabios, incluso cuando no concier- tal) y el saber pragmático-artesanal de Sócrates (y su técnlca de argmnentacíón).

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A-forno o del Príncipe Libro tercero

más, lo que le gusta a uno no le gusta a otro, lo que uno detesta los nos de lágrimas por culpa de la cebo1la. Pero para no alargarme
otros no, lo que conrr1ueve a unos deja indiferentes a los otros) y se más, he de señalar que con esa idea de bufón conseguí el objetivo
ofenden incluso por esto. Por ende, es difícil decir cuántas duras que no había podido alcanzar mostrándorne como persona seria, es
polémicas se han desatado entre e1los, por qué recurren también a in- decir, hablar con él. En efecto, me observó de pies a cabeza riendo
sultos y a la violencia cada vez que pueden con tal de empujar a todos con socarronería para espetar después: '¡Eh tú 1 ¿Qué haces ahí que
los demás a seguir sus principios; os resultaría difícil admitir que se- lloras?'. Entonces contesté, examinándolo a mi vez: '¿.:Vlás bien qué
mejante locura se albergue en hombres que han hecho de la sabidu- haces tú? ¿De qué tienes que reír?'. Entonces dijo: 'Te lo he pregun-
ría su profesión". Dijo entonces Júpiter: "¿Por qué debería sorpren- tado yo primero'. Y yo: 'Pero yo te he respondido primero'. Enton-
derme que los filósofos quieran hacer vivir a los demás a su rr1odo, si ces, ·viendo que la cosa podía terminar en discusióni mostró una
veo continuamente a personas del pueblo pedir a los dioses lo que gran sonrisa y dijo: 'De acuerdo, tienes razón. Te explicaré, pues,
se les antoja: ahora lluvia, luego sol, viento e incluso rayos, además qué estoy haciendo. Desde hace tiempo dedico mucho trabajo a
de otras cosas?". Apolo le respondió: "No me interesa qué hacen los destripar animales, pues me parecía cruel rajar seres humanos, para
demás, pero de éstos os he de decir que si el mundo ha de ser como descubrir el lugar en el que reside la principal dolencia de los seres
dicta su locura, ya que no tienen ninguna certeza establecida, estoy vivientes: la ira y entender así el origen de los arrebatos, los ardores
1

convencido de que si quisierais hacer caso a sus absurdidades, de- y el fuego que trastorna la mente humana y destruye toda forma de
beríais crear un número infinito de mundos que cambiaran en fun- racionalidad, porque me parecía que de este descubrimiento se po-
ción de lo que les parece en cada momento, o bien acabar loco por dían extraer muchas consecuencias de la máxima utilidad para la
las continuas protestas de los postulantes. Pero basta ya de hablar vida humana. He logrado hacer algunas observaciones plenamente
en general de filósofos, vuelvo a Demócrito. Nle acerqué de nuevo satisfactorias respecto a la mayor parte de los animales, pero por lo
adonde lo había dejado para encontrarlo absorto cortando en tro- que concierne al hombre no logro comprender el origen de esas ex-
zos el cangrejo que antes observaba con tanto estupor, con la cabe- cit:iciones que conducen a la locura20 • Aquí está lo que he descu-
za inclinada y concentrado estaba estudiando sus vísceras y realiza-
ba la cuenta de los nervi.os y de los huesecillos. Lo saludé, pero él
ni me respondió 19 • No puedo pasar sin reír, pensando en lo que :o La in...-estigación experimental sobre el origen de los "humores" se iimita
aquí a la iracandia y a la stuititia. En esta última es fácil distinguir la "melancolía",
hice, mi señor: me vino una idea, y cogí una cebolla de un huerto
asociada a la locura de !os rrágicos griegos, al furor de Plai::On, al .:iforisJno 23 de
cercano, la partí en dos y me coloqué frente a él, luego me puse a Hipócrates y, sobre todo, al influyente Problerna XXX 1 Je ..\ristóteles, repetido
imitar todos los gestos y los movimientos que hacía: él arrugaba la por todos los autores corrsultados por Alberri. Pero esta tradicién está acompañada
frente, yo también; inclinaba la cabeza hacia un lado, yo también; por la terapéutica (meramente patológica) de la medicina de la antigüedad tardía y
levantaba las cejas y abría mucho los ojos, yo también. En fin, hacía medieval, testimoniada por las afuüdades de la descripción albertiana de ese hu-
mor (cfr. también la descripción que realiza Alberti de las propias neurosis por
de todo para parecerme a él, y casi lo logré completamente, la única
cansancio intelectual en la Vita) con las análogas descripciones de la melancolía de
diferencia era que Demócrito tenía los ojos secos y yo los tenía lle- base sanguínea introducidas en esa lecrura médica por las doctrinas de L""\._vicena. La
fenornenología albertiana de la stultitia se coloca, pues, en la confluencia de una
acenruada conciencia del Yo y de la opuesta conciencia, Patológica o "hun1orista",
1" Ya en el Pbilopseudes de Luciano el atónito Demócrito afronta las provoca-
de su limitacíón. Evidentemente el texto canónico por excelencia sobre esta mate-
ciones con silencio e indiferencia. ria es R. Klibansly y E. Sa..tl: Sattn7lo y la nielancolía, ;'vladrid, 1991.

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Momo o del P1-íncipe Libro tercero

bierto: más o menos en medio del pecho hay un humor que, por no sólo él era capaz de especulaciones abstractas, explicándole que
efecto del soplo continuo de las llamas virales, se calienta y se vierte estaba esrudiando la cebolla que tenía en la mano para saber si los
en la sangre de mo.do que forma compuestos individuales de sus va- dioses habrían desrruido el mundo o lo habrían conservado eterna-
rias partículas; uno de estos compuestos fluye formando una espuma mente. Éste exclamó: '¡Qué adivino más ocurrente eres! ¿Dónde has
casi imperceptible en la superficie de la sangre y va a confluir a un ido a buscar esta nueva manera de predecir el futuro". Le respondí:
pequeño conducto que la madre naturaleza ha predispuesto con este 'Pero si es una consecuencia directa de los razonamientos que hacéis
fin. Este líq1iido por su estructura inflamable tiene la característica los filósofos cuando os ponéis a discurrir con sutileza y demostráis
de calentarse y entrar en ebullición cada vez que se excita el corazón que el mundo es una enorme cebolla'. Y él: '¡Esto sí que es verdade-
o que una inflamación de origen enerno se instala en el interior de ramente bueno, analizar en una esfera tan pequeña la suerte del
las vísceras; entonces, sus centellas tremendamente penetrantes) afi- mundo que es tan grande! Pero sepamos qué has enconrrado tan de-
ladas por la naturaleza misma del compuesto e impulsadas por la sagradable dentro de la cebolla que te hace llorar'_ A lo que le con-
alta temperamra, enrran en circulación a toda velocidad y suben testé: '¿Ves aquí, en la cebolla conada, la letra e y la ]erra a' ¿No es
hasta el centro de la razón, lo invaden completamente y, ejerciendo evidente para ti lo que quieren decir? '¿Cómo? -respondió él-.
1

una presión violenta y desordenada, hacen estallar el incendio en las ¿Crees que las cebollas hablan, como algunos dicen que el cielo can-
1
parres más profundas del temperamento natural hasta alterar total- ta?'. Entonces le dije: ¡Claro que no! Pero si te lo ponen ante los
mente la mente con sus continuos estímulos. He observado clara- ojos. Junta la a y la e y verás que dice: o se abatirá o caerá; sepáralas,
mente este fenómeno en los otros animales, pero ahora había deci- ¿no dicen la misma cosa, o sea, que la caída acontecerá?'. Llegados a
dido dedicar una investigación más precisá con la que tengo entre este punto estalló con una fragorosa risa: iy entonces tú, piadoso
manos, 3ra que me parecía particularmente dotado de atributos natu- hombre, lloras por la destrucción total del mundo. ¡Pero miradlo'
rales idóneos para cualquier forma de duro combate. Tiene coraza, ¿Dónde crees que los dioses tirarán los escombros del mundo ac-
tiene tenazas y la madre natura lo ha preparado al cubrirlo entera- tual, si es que tienen intención de desrruirlo?). Me quedé sin pala-
mente con escarnasi de esta forma, sabiendo que las armas son frági- bras frente a esta afirmación, que me parecía profunda y muy perti-
les y perfectamente inútiles, si no existe el impulso agresivo, tenía nente a nuestro problema; y decía para mí mismo: 'Tú sí que tienes
motivo para sostener que la naturaleza lo ha equipado también con cerebro, mientras que habría dicho que te faltaba cuando estabas
muchas sustancias excitantes para estimular la agresividad, pero no analizando el cangrejo'.
logro localizarlas, y lo que me desconcierta más es que no logro ni Pero ya he hablado demasiado de Demócrito, volvamos a Sócra-
siquiera encontrar el cerebro de este animal, y la razón no permite tes, ese hon1bre extraordinario que merece todos los elogios. Lo
pensar que este ser viviente sea el único que carece de él, de hecho, encontré en un taller de calzado haciendo muchísiinas preguntas a
el animal se mueve, luego es necesario que tenga cerebro del que re- un artesano, como acostumbra hacerj aunque son cosas que no nos
cibir la fuerza vital, ya que todo el sistema nervioso se difunde pre- conciernen". Entonces interrurnpió Júpiter: 11 ¡Buen ejemplar de
cisamente desde aquí. ¿Cómo puede faltarle el cerebro a éste, que hombre extraordinario me traes, alguien que pasa su tiempo entre
tiene la posibilidad de realizar tantos movimientos con la fuerza y la zapateros! Pero düne, Apolo, te niego: ¿qué preguntaba Sócrates?
variedad de sus miembros~ No logro entenderlo'_ Después de decir Tengo muchas ganas de escuchar discursos que sean verdaderan1en-
todo esto Demócrito, me incorporé yo también para hacerle ver que te suyos, no cosas citadas por otros y atribuidas a él". "Aquella vez,

142 143
Alomo o del Príncipe I.. ibro tercero

si recuerdo bien, preguntaba lo siguiente: 'Decidme una cosa, artesa- perar toda imaginación. Sé lo que digo, lo sé porque he pasado por
no: si decidieseis hacer un buen zapato, ¿no pensaríais que hace falta ello. Pero observa un poco cómo te ha sabido servir a la perfección
1
cuero de primera calidad? 'Claro que lo pensaría', respondió éste.
• en cuanto te ha reconocido y se ha dado c-uenta de todo, entiendo
Y Sócrates continuó: 'Para un trabajo corno éste, ¿cogeríais el pri- adónde quieres ir a parar con tus dobles sentidos 1ni querido Sócra-
1

mer cuero que se os presentase o creéis que es mejor elegirlo en un tes. Quieres decir que hará falta rehacer el mundo tomando como
muestrario?'. 'Sí que lo creo', contestó. Sócrates añadió entonces: modelo este de aquí, en cuva creación be empleado toda clase de
'¿Y cómo hacéis para reconocer la calidad del cuero? ¿No os ponéis bellezas, o bien se tendrá que proceder por tentativas, hasta que sal-
delante algún otro cuero que os pennita deternllnar que se trata de ga uno perfecto. ¿Pero qué más dijo? Cuéntan1elo, Apolo" _ Éste
un cuero particularmente bueno e idóneo a tal fin, para así poder prosiguió el relato: "Tras estas preguntas el artesano dijo que no en-
elegir atentan1ente el vuestro comparándolo con éste y ver más cla- tendía lo que quería decir Sócrates y enmudeció, entonces me ade-
ramente qué condiciones tiene respecto a los de otro tipo?'. 'Actúo lanté educadamente y él me acogió con suma hospitalidad. Habla-
1
de esa forma asintió el otro. Pero Sócrates insistía: 'El que ha he-
, rr1os un rato acerca de cosas que nos llevarían mucho tiempo, pero
cho ese cuero de primera calidad para realizarlo sin ningún defecto
1 1
por lo que respecta a nuestra más inmediata preocupación, encontré
¿loba conseguido por casualidad o con un método". 'Con un méto- interesantísima la síntesis que hizo al concluir una serie de pregun-
do', dijo el artesano. '¿Y cuál ha sido el método utilizado -inquirió tas rrúnuciosas: decía más o menos que este admirable mundo, en el
Sócrates- para afrontar este compromiso' ¿Quizás lo ha aprendido que están contenidas todas las cosas, está hecho con tan 1naravilloso
con la experiencia con su práctica al trabajar el cuero?'. \'\.sí es', res-
1 artificio, de forma tan perfecta, que no hay ninguna otra cosa que se
pondió el artesano. 'Quizás -dijo Sócrates- también él al preparar el le pueda añadir. Pero si no se le puede añadir nada, tampoco se le
cuero ha hecho los mismos cotejos que vosotros para elegirlo, po- puede quitar nada, luego tampoco se puede destruir; en efecto,
niéndose a observar juntas las partes y el todo, hasta que el cuero ¿cómo se puede añadir algo a un mundo, si fuera de él no puede
que va a confeccionar no corresponda punto por punto con lo que existir nada? ¿Y cómo se puede destruir lo que no está sujeto a dis-
tenía en la cabeza'. 'Exactamente', confinnó el otro. Y Sócrates: ';Y gregación?". Entonces intervino Júpiter: "Pero ésta, se presente de
si no hubiese visto nunca trabajar el cuero? ¿De dónde habría tom~­ una forma u otra, es una observación trillada, en absoluto compara-
do ese modelo ideal de cuero de óptima calidad?'". Arribados a este ble a la que hizo con el zapatero". Continuó Apolo: "Mire vuestra
punto, Júpiter, que había seguido con gran atención todas las pre- majestad que en el juzgar no se arrime más a la opinión que a la ver-
guntas, prorrumpió con una portentosa exclamación de entusiasmo dad, y cuídese de no caer e11 el error por culpa del excesivo prestigio
por Sócrates: "¡Qué hombre tan extraordinario' ¡Oh, debo decirlo que goza este hombre ante vuestros ojos, porque nada como la sim-
otra vez: qué bombre tan extraordinario' ¡Qué admirable saber de patía tiene mayor fuerza de persuasión y nada oscurece más la ver-
un hombre que te ha reconocido, querido Apolo, por mucho que te dad que la buena opinión una vez concebida. Pitágoras ha obtenido
hubieras disfrazado' Osaría decir también que conocía los asuntos tal prestigio que sus discípulos le hacían caso fuera verdadero o falso
que te habían llevado hasta él y con qué intenciones lleo-abas·
b '
en fin , lo que sostuviera, aceptaban todas sus opiniones, no teniendo el va-
sabía realmente todo, porque los filósofos, por lo que mi experiencia lor de contradecirlas o ponerlas en duda, y además pretendían que
~e ha enseñado, tienen una agudeza muy particular a la hora de los demás tomasen por buenas y probadas induso las afirmaciones
averiguar cualquier misterio, tan grande en categoría como para su- más absurdas, hasta el punto de que también cuando iba diciendo

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Momo o del Príncipe Libro tercero

que había vuelto del más allá juraban que decía la verdad"". "Muy cómo, por favor. ¿Quizás con rus arres, con los oráculos?". Entonces
a propósito -dijo Júpiter-, hemos venido a tratar lo que re quería Apolo sugirió: "Haremos mejor poniendo un premio sobre sus cabe-
preguntar, que no era otra cosa que saber si te habías encontrado zas, y éstos se presentarán por sí solos". Y Júpiter disintió, diciendo:
con algún otro filósofo famoso, como Aristóteles, Platón, el mismo "No) prefiero probar a descubrirlos con rus artes. \Tamos, hazme el
Pitágoras o cualquier otro. ¿Y entonces? ¿Has hallado alguna perla favor de probar a ver dónde se encuentran". Entonces ~!\_polo, que-
rara?". Apelo le contestó: "A Aristóteles lo he visto gesticular, des- riendo consultar sus oráculos, se dio cuenta de que la correa estaba
pués de emprenderla a puños con Parménides y Melisa, delante de rota y que le habían robado la bolsa, empezando a chillar lamentán-
no sé qué filósofo de poca monta; armaba bronca con todos los que dose del infame delito cometido precisamente por Sócrates, que tan
se encontraba, y con aire de superioridad insoportable y una increí- fanúliarmente había estado con él, jurando y perjurando que no po-
ble prepotencia no le daba a ninguno la posibilidad de expresarse. A día haber sido otro más que él. Se tardaría mucho en repetir todas
Teofrasto lo he visto amontonar todos sus escritos para quemarlos. las ofensas que descargó sobre el filósofo, entre ellas estaban man-
De Platón había quien decía que estaba muy lejos, en ese Estado gante, chocarrero, falso y pasatiempo de artesanos. Decía también
suyo invisible que había fundado"- En cuanto a Pitágoras, he oído que tenía razón Momo cuando afirmaba que los hombres, a falta de
decir que pocos días antes había sido reconocido en un gallo, y qui- otros medios, habrían sido capaces de robar incluso con los pies.
zás ahora lo habría podido encontrar en una urraca o en algún papa- Cuando se desahogó un poco y terminó de proferir imprecaciones,
gayo parlanchín; en efecto, tenía la costumbre de pasar de un cuerpo Júpiter lo núró fijamente a los ojos y le dijo: "¿No sería mejor, Ape-
a otro'.' 23 . Entonces exclamó Júpiter: "¡Oh Apolo, cómo n1e gustaría lo, que fueras el cangrejo de Demócrito, vista la rabia que se ha apo-
tener encarcelado en mi casa a un :filósofo como ése! ¡Cuán bueno derado de ti? El cangrejo es incapaz de encolerizarse, pero tiene
sería conduciendo los asuntos de gobierno! ¿Qué piensas de ello? fuerza más que suficiente para atacar con las armas con las que está
¿No existe algún modo de capturarlo?". Respondió Apelo: "¿Por dotado; a ti en cambio, por mucho que te sulfures y pierdas la brú-
qué no debería conseguirlo un cazador experto, eso sí, siempre que jula, no te queda ninguna posibilidad de pagar con la núsma mone-
lo reconozca?". Apuntando Júpiter: "Aquí está la dificultad, recono- da. ¿Qué harás? ¿Con quién la tomarás? ¿De qué modo podrás cas-
cer la inteligencia de un filósofo en un cuerpo sin valor". Pero Apolo tigar a los culpables o golpear a quien no tiene nada que ver? ¿Qué
discrepó: "No) es fácil, basta estar atentos". Y Júpiter le rogó: "Dime bienes les puedes sustraer, si no poseen nada, y qué males puedes
mandar a personas que no tienen miedo a la pobreza o al dolor?,,.
21
Apelo replicó: "Cómo es bueno el gobernante del mundo dando
La exhortación alberriana a no apoyarse en el prestigio de la auctoritas
consejos, alguien que por una sin1pleza que le hacen quería asolar el
vale, pues, también para Pitágoras, quien de la "intercenal" Convelata a las Sen-
tencias pitagói-icas es asumido con10 arquetipo de una sabiduría iniciácica, consi- n1undo, y que ahora n1e pide paciencia, a mi que he perdido mi n1a-
derada en términos de una normariva para el aprendizaje de laicas reglas de yor tesoro. Que sepáis que puedo hacer morir a los hombres de ca-
conducta. lor y de sed, Júpiter. Podría acabar con los hombres' 1 • Júpiter lo re-
12
Respecto al antiutopisrno de Alberti y a la sustancial indiferencia por el pla- conoció: uCierto que puedes infligir cualquier clase de daño, pero
tonismo próximo a Ficino, se trata, no obstante, de un preciso calco del libro IT de
seguro que no harías nada, visto que ya no se podrá decidir nada
la Vera historia de Luciano. En cuanto al Estado que había concebido Platón, se re-
fiere al que éste propuso en La República. más en el cielo sin que los morrales lo sepan enseguida; los filósofos,
23
Cfr. Luciano: Somnium seu gallu.s. en efecto, o con su habilidad para desvelar los misterios o con la

146 14í
'.Hamo o del Príncipe Libro terce-ro

avuda de tus oráculos podrán predecir todo lo que pensamos hacer y fuera digno de admiración, la estatua de un héroe ocupaba cada es-
tratar de remediarlo con su inmensa sabiduría. Por esto quiero verte pacio entre colu1nnas, incluso en aquellos lugares Inenos a la vista~ 5 .
nütigar tus ardores. Deja de 1arnentarte por esta desgracia y vuelve Frente a unos preparativos de tal envergadura, los celestes se daban
en ti 24 . Pensaremos a su tiernpo en castigar como se debe a estos ca- cuenta de la gran consideración que les profesaba la humanidad, ,.
nallas, incluso si sospecho que de otra parte te ha venido el daño 11
• no podían evitar sentirse conmovidos por ello. l~a consecuencia fue
,'-\polo le respondió: "Bien me decís, vuestra majestad, haré lo que que incluso aquellos que por sus parcialidades, o con la esperanza de
me mandáis; además) hay algo que rr1e conforta: aunque tengan los obtener algún beneficio, habían sido tenaces rivales de la causa
oráculos, jamás lograrán descubrir el n1odo de interpretarlos. Podré de los hombres, modificaron su parecer, en parte por un sentido de
rehacer los oráculos con poco esfuerzo, pero con éstos harán llover piedad, en parte vencidos por la grandeza v riqueza de los dones,
ansias y angustias más que provecho". abandonando la intransigencia revolucionaria de antaño. )r los que
¡\Iientras sucedían estos hechos entre los celestes, Sed, Hambre, ya antes deseaban la salvación de la humanidad, que tenían en I1:ér-
Fiebre y otros dioses de esta ralea, habiendo oído que se preparab:i cules a su líder, insistían a Júpiter para que distinguiese con la con-
el fin del mundo, empezaron a atormentar a los hombres para redu- cesión de gracias a aquellos hombres más meritorios y no los casti-
cir el trabajo que bien pronto habrían tenido que hacer para matar a gara con la destrucción; en el primer caso, no pod.ía sino ganar
tamos millones de hombres. Movida por estas calamidades, y ha- elogios, mientras que en el otro, no sólo no se presentaban benefi-
biendo comprendido que los dioses eran particularmente sensibles a cios, sino que se corría el riesgo de fomentar las peores críticas de
las ofrendas de oro, la raza humana les dedicó unos festejos de ex- no otorgarlo. Hércules aconsejaba valorar atentamente si ofrendas
traordinaria solemnidad, magníficamente rodeados de toda clase de corno éstas, hechas con tanta devoción como sacrificio económico,
espectáculos, sin escatimar gastos. Incontable era el número de mú- correspondían a las calumnias de .lVlomo, es decir, si eran exvotos de
sicos, comediantes y poetas que vinieron de todas las naciones, in- gente que no creía en la existencia de los dioses, o por el contrario,
cluso de las más remotas regiones del globo. Para hacer más suntuo- estaban hechos por quienes deseaban ser los más queridos y mejor
sos el templo, las ceremonias y los juegos, juntaron lo mejor que aceptados por los dioses. Aconsejaba también volver a pensar con
cada población podía ofrecer. Y no quiero hablar de todo lo demás. detenimiento en el mal carácter de l\1omo, que si había intentado
Sin embargo, no puedo omitir, por su extraordinaria grandeza, el volver a los dioses hostiles a los hombres, que lo odiaban, no podía
enorme telón bordado en oro que cubría por arriba y por los lados haber dejado nada por intentar con tal de dañar a los hombres, sus
todo el teatro del pabellón central de la fiesta. En los puestos de ho- enemigos junto a los dioses que tan bien lo habían acogido; la clase
nor estaban colocadas las estatuas de los máximos dioses, todas ellas de odio que alimentaba 1\fomo hacia los mortales estaba muy clara,
resplandecían de oro y diamantes, con abundantes guirnaldas de flo-
res que las rodeaban y de las que recibían los efluvios más delicados.
Además, había pinturas, mesitas de alabastro y juegos de espejos que 25
Para Alberti el teatro es un lugar de celebración más que de espectáculo (cfr.
maravillaban a la gente; y para que no hubiera ni un rincón que no F. Niarotti: Lo spettacolo dall'Umanesúno al 1\llanierismo, JYlilán, 1974). Alberti lo tra-
ta en el libro \lllI del De re aedificatm·ia en términos más bien ambiguos o al me-
nos técnicos, destacando la función social, pero haciéndose eco también de las
. ~{ Referencia irónica al rnotivo socrático iYosce te ipsunz inscrito en la entrada condenas de obispos y moralistas; por lo que se refiere ·a las estatuas, cfr. el libro
de! templo de _-\polo Délfico. VII del De re t1edificatoria.. .

148 149
Momo o del Príncipe Libro tercero

sólo hay que recordar, entre tantas muestras dadas, que incluso an- de Juno, Baco, Venus y todos los demás dioses que se habían adheri-
tes de conocerlos ya había creado para molestarlos esos animalillos do a la corriente de Juno, quienes mostraban abiertamente su calu-
asquerosos que es difícil nombrar sin sentir repugnancia; por ello roso apoyo, sino también por parte de casi toda la comunidad celes-
debían considerar los celestes si alguien que había intentado de todo te. De esta forma Júpiter, sobre la base de estas exhonac]ones, con
contra los dioses por el simple hecho de ser reprendido, habría tole- poca fe en el éxito de una empresa tan ardua, y además cautivado
rado una ofensa como la de la barba arrancada. Por último, Hércu- por la magnificencia de los e:1.-votos, no puso ninguna dificultad para
les, invocando con la fórmula más solemne del juramento divjno el modificar sus decisiones. Y en ese momento recibió gustoso la oca-
testimonio de Sombra, hija de Noche, afirmó que todas las acusa- sión de quitarse de encima la impopularidad descargándola sobre
ciones lanzadas esa noche en la cena en casa de Mo1no contra los Momo, incluso intentando que se entendiera tal concesión como
hombres estaban plagadas de toda clase de falsedades per-versas, y algo que él mismo ya tenía intención de hacer.
que eran de Momo, no de los hombres, esas blasfemias contra los Por esto mismo dio las siguientes razones: "No hace falta que os
dioses de las que hacía frecuente abuso hablando con los filósofos. repita, celestes, en qué gran escima he tenido siempre a los hom-
Añadió, además, la consideración de que los dioses más sabios no bres, vuestros queridos tesoros, pero son los mismos hombres, con
lograban entender cuáles eran las intenciones de Júpiter; si con esa la ansiosa esperanza con la que presentan sus obsequios, los que de-
idea de realizar una revolución quería agradar a la mayoría u obte-
muestran no conocer suficientemente bien nuestras disposiciones de
ner la aprobación_ de las masas como único premio a tanto derroche
ánimo respecto a ellos. ¿A quién se acude para pedir ayuda con tanta
de energías, hay que saber que siempre babría habido alguno que no
confiada esperanza cuando se tienen problemas, si no es a alguien
estuviera completamente satisfecho con los resultados, y ciertamen-
del que se conoce su cariño? No querría que pensaseis que me ha
te no podían faltar, sobre todo entre los dioses de alto rango, los que
sido fácil disimular mi rabia con quien no soportaba el estado de co-
desearan la estabilidad más que la renovación. Sin olvidar que esos
sas actual, o que no sabía a qué aspiraban los partidarios de la revo-
excelentes y admirables arquitectos que habían llevado a término
con tanta pericia el mundo actual eran ya todos viejos decrépitos, lo lución. Por esto mismo, si consideráis con cierra atención los pro-
que excluía absolutamente la posibilidad de una realización más be- blemas que hay sobre la mesa, sé muy bien que aprobaréis mi
lla, elegante y duradera que la que ahora despertaba en cada uno de acción, incluso diréis que no se podía actuar de otra forma. Olvide-
sus elernentos la más alta admiración. Los nuevos arquitectos, en mos todo lo demás, ¿qué os parece que haya logrado, estimulando
cambio, había quedado claro que no sabían nada, como bien demos- un debate colectivo, que sea palmario, hasta para quien no lo había
tró la construcción del arco de Juno; realmente la gente no andaba advertido nm1ca, que este inundo es tan perfecto que no se le puede
equivocada cuando comentaba que había sido alzado con el línico agregar absolutamente nada más? Por ende, debo sentirme dichoso
fin de derrumbarse mientras se construía 26 • Éstas eran las argumen- por haber eliminado para el futuro todas las eventuales quejas de
taciones de Hércules, que encontraban aprobación no sólo por parte cualquier desvergonzado acerca de este terna. Pero lo que me lleva a
congratularrne vivamente conmigo mismo es que me he dado cuen-
26 Alberti ya se había referido brevemente a la arquitecrura o a los arquitectos
ta con la rnáxirna claridad de cómo muchas personas pueden tener
en el Profagiarum, pero es en el A1onius donde anuncia algunas opiniones que más
un carácter bien distinto del que quieren hacer creer; y antes que
tarde tomarán forma en el De re aedificatoria. nadie nuestro Momo ha dado un magnífico ejemplo de lo que tenía

150 151
iVIonzo o del Prfncipe Libro tercero

intención de obrar con sus ficciones y disimulos. L,o adrriito, las su- que Juno haya recurrido a cualquier medio con tal de expulsar de la
tiles artes de Nlomo para parecer otro, su habilidad para err1baucar y' comunidad divina a este odiosísirno delincuente. Corresponderá a
todos sus embustés podrían haberme hecho cometer la imprudencia nuestro sentido común ·visto que conocemos la apreciable acrimo-
1

de enfriar mis sentimientos incluso por Juno, que me arna tanto, so- nia de Momo, privarle de la posibilidad de provocar ulteriores de-
bre todo porque estaba caye11do en su trampa, y lo creía efectiva- sastres que trastornen de nuevo la tranquilidad de los dioses v de
mente abatido y arrepentido por el peso de sus desgracias. Además, la vida humana. He aquí, pues, lo que he decidido al respecto:
sus experiencias vitales y sus relaciones con los filósofos le daban ai- considerado que el criminal Momo, perturbador del orden públi-
res de persona rnuy sabia, y yo mismo pensaba que no era ímprobo co, odiado por los dioses y por los hombres, no es capaz de tener
en absoluto, sino verdaderarnente adrrürable ese ingenio alecciona- una Conducta leal, ordenada, pacífica y tranquila; que obra con el
do por una refinada formación. ¿Qué hay de extraño, pues, si en mi fin de dañar o arruinar cornpletarnente bienes y personas, en parti-
imprudencia daba cierto crédito a alguien por el que sentía afecto y cular los intereses de las clases privilegiadas por el destino; que
luego éste mostraba tantas caras con astucia? 2:- Ni qué decir de los ejerce sin descanso una función capaz de provocar graves calami-
esfuerzos que ha hecho para convencerme, la insistencia con la que dades y desgracias en total perjuicio de tantos pobres inocentes;
intentaba conseguir que me lanzara a tumba abierta en pos de una que organiza y mantiene asociaciones para delinquir con la partici-
empresa revolucionaria. Aunque con frecuencia recordaba una belb pación de elementos subversivos, rebeldes, sin religión y crimina-
máxi1na: no siempre los que son muy instniidos son tan buenos les empedernidos; que ejerce una incesante obra de instigación al
como sería menester. Y cierto es, como se puede ver, que en absolu- delito; que con sus discursos y sus acciones da lugar a intrigas sufi-
to son espontáneos y sinceros; en realidad son bien distintos de lo cientes como para constituir una amenaza constante para el orden
que muestran, hacen un pésimo uso de su excepcional agudeza de universal; que no deja pasar ninguna ocasión para incrementar con
i.ngenio dedicándola al mal, y precisamente cuando se esfuerzan por nuevos comportamientos delictivos el largo elenco de sus críme-
parecer honestos y sinceros, es cuando te golpean a traición. En nes; con el fin de impedirle que arbitrariamente perjudique con
cuanto comprobé que Niomo era de esta forma, seguí soportando a posterioridad a los dioses y que oprima y arruine a los hombres,
este gracioso actor para poder penetrar rnás a fondo en lo ínrimo de que gozan de la protección divina, decretamos que sea relegado y
este personaje tan listo como falso; y nüentras tanto, estaba en guar- encadenado a una gran roca de modo que todo el cuerpo, con la
dia, sin creer nada. Pero ahora, como quiera que ya ha terminado única excepción de la cabeza, permanezca sumergido en el agua a
todo, entiendo que habéis actuado bien liberándoos de ese cizañero. perpetuídad""-
Ya he dicho que habría preferido que no hubiera habido alboroto ni Entonces Juno rebosante de alegría besó a Júpiter y le dijo: "Ha-
sublevaciones multitudinarias, de todos modos, se puede admitir béis obrado como se debe, marido mío. Pero queda un detalle: que-
rría que hicierais que :VIomo, que ha injuriado con tanta petulancia
y desfachatez al sexo femenino, pasara de medio hombre como es a
'' L\rlomo, con su probada habilidad retórica. caracteriza ahora al personaje
en un sentido que recuerda a la Odisea de Livio Andrónico ("f//runt núbi Camena
insú:e verstnum", en Aulo Gelio: Noctes Atticae XVIII 9); cfr. tambíén De Cammodis es Respecto al decreto parodiado, cfr. Luciano: Deonim concilium 14-8; .Vlenip-
III 35 y n· 26: y el personaje Polírropo de la "intercenai" Defuncttts. Un elogio de pus sir:e ,\reL)'071lantia 20; . --\pu!eyo:
. ~1-lettnnorphosis \71XXITI1. Por lo que concierne
la astucia de Clises se encuenrra en los Profugiortnn, pp. 151-152. a la pena, cfr. Boccaccio: De geneaiogia deorum I XXI 19b.

152 153
Momo o del Príncipe

ser mujer en todo y para todo". Júpiter asintió y de ahí en adelante


los celestes llamaron a Momo, rnutilado por los acontecimientos co~
nacidos) "humus"; y así le quitaron hasta el nombre 29 .

Libro cuarto

19
Además de responder al gusto de Alberri por las pseudoetimologías, la re-
ducción de Momus a humus parece encerrar, junto al anterior episodio de la castra-
ción, una multiplicidad de sugestiones que van del castigo de Prometeo al despe-
dazamiento de Dionisos (y a la sucesiva reintegración en la obra de la madre
tierra), del encadenamiento a la realidad existente, no susceptible-de cambios, a la
paralizante regresión a un estadio prenatal de identificación con la madre telúrica
y el cosmos-receptácuJo, de la compensación reparadora de la herida originaria del
paria y del bastardo (elfilius terrae) al regreso del dios a esa cierra que, en la tradi-
ción iconográfica, va batiendo y tanteando con su bastón de vagabundo. Cfr. tam-
bién las opuestas analogías ofrecidas por las "intercenales" Anuli, donde Filopono,
contrafigura de Alberri, sufre corno 11orno intolerables persecuciones de las diosas
(que son, en ese caso, Envidia, Calumnia y Pobreza), y Picture, donde son Vengan-
za y Calamidad, representadas una clavada hasta las rodillas en una piedra y la otra
sobre una roca golpeada por las olas, las que comparten el atroz descino expiatorio
de Ji.1omo.

154
Momo o del Príncipe Libro cuarto

de las gracias de Júpiter con alguna ocurrencia, como había hecho fera. A la \~Sta del fenómeno, Momo tuvo enseguida la idea de orga-
Momo, le dijo con una voz de salvaje: "¡Oh, rey' ¡Son tantos los nizar una de las suyas, y se puso a suplicar con mucha insistencia a
hombres que hacen ruido aquí abajo, que si los desollarais a todos, las divinidades presentes que, puesto que no podían hacer otra cosa
sin duda, tendríais suficientes pellejos para cubrir todo el cielo'". por él, le concedieran al menos un gran favor para aliviar su dolor:
Ante lo que Júpiter reaccionó diciendo: "Pero hay que ver cómo es dilatar lo máximo posible esa niebla conduciéndola para que se
profundo éste. Dime Esrupor, ¿qué sucede' ¿Qué es lo que te tur- asentara en las cimas de los montes, de forma que esos dioses que
ba? Aunque tu idea es bonita de verdad: dado que siempre tienes habían sido tan rencorosos y malos con él no pudieran gozar vién-
frío, te preocupa que estando descubierto el cielo, cojas un resfria- dolo sufriL Las ninfas accedieron a las súplicas del pobre Momo, es-
do". Los dioses se pusieron a reír y luego fueron a colocarse en las forzándose considerablemente para llevar a cabo su deseo.
mejores posiciones para poder disfrutar bien del espectáculo terres- La niebla impidió, pues, que pudieran contemplar a los hombres
tre. Ahí estaban en procesión la nobleza y los ciudadanos, seguidos yendo a sus santuarios, capillas y altares, pudiéndolos tan sólo oír.
por filas de señoras de todas las edades, cumpliendo el rito de purifi- Por lo que los celestes se expusieron a un gran peligro: no contentos
cación de la ciudad, con tantas antorchas encendidas que conseguían con oír cantar sus elogios entre el sonido de las flautas, sino deseo-
hacer claro día de lo que era oscura noche. Las doncellas más bellas sos de ver, casi fuera de sí, decidieron descender del cielo para satis-
desfilaban bajo los pórticos, adornándolos con su presencia y ala- facer de cerca sus deseos, posándose sobre los techos de las casas
bando a los dioses con cantos mientras danzaban en hilera. Los ce- humanas. Sólo Hércules, probablemente por miedo a las insidias de
lestes enmudecieron frente a tanto espectáculo y cada uno de ellos
1
los envidiosos y de quien habría querido imitarlo, y también por la
permanecía boquiabierto en el lugar que había elegido para obser- dificultad que entrañaba el regreso a las estancias celestes, afirmó
var sin perder detalle. Al mismo tiempo, respetando una tradición que no comparúa la voluntad de la majestad di,~na, y que ni siquiera
que se remontaba a los tiempos de la desgracia de Prometeo, nume- estaba tan seguro de que los dioses fueran a mezclarse con la masa
rosas divinidades, en particular las marítimas, se habían acercado a de los mortales sin problema alguno. Él había reducido totalmente a
Momo para llevarle un poco de consuelo en su dolor; entre ellas se los monstruos más grandes y terribles de la· tierra, pero nunca había
enconrraban Náyades, Napeas, Dríadas, Fórcides y otras ninfasz. logrado resistir el ímpem de muchos hombres a la vez; sabía muy
Momo alzó los ojos casi agotados por el llanto y vio brillar en lo alto bien que la muchedun1bre se calienta con facilidad) siendo a todas
del cielo las llamas de las cabezas de los dioses; preguntó qué senti- luces inestable, caprichosa y pasional, por lo que es fácil inducirla a
do tenían todas esas luces surgidas de repente en el cielo y, entendi- cualquier fechoría sin que se pare a pensar si es justo o no lo que la
do el motivo, se enfadó por no poder asistir también él a espectácu- mayoría reclama; se subleva salvajen1ente y pasa al ataque con fiere-
lo semejante, dejando partir de lo más profundo del pecho un za sin que puedan contenerla o serenarla suficientemente los conse-
suspiro tan largo que el vapor emitido) condensándose, formó una jos razonables de las personas con sentido común o las órdenes de
espesa niebla que permaneció establemente suspendida en la aunós- quien busca soluciones positivas; la masa enloquecida no es ni si-
quiera capaz de dejar de hacer lo que está en su mano, no le preocu-
pa si sus iniciativas son criminales y vergonzosas o no, con tal de lle-
2
De nuevo se recrea el acercamiento de la figura de Momo a la de Prometeo. varlas a término, y no para de cometer atrocidades si no es para
También hay que advertir que de todas las divinidades citadas son marítimas sólo
las hijas de Forco (híjo a su vez de Neptuno); las Náyades son ninfas que habitan
iniciar otras peores. Pero lo que es realmente extraño es que los
en fuentes y corrientes de agua, Dríadas y Napeas de los bosques. hombres, individualmente, son casi todos sensatos y saben lo que es

158 159
H
qué punto llega la perversa infamia, que precisamen-
ASTA
te cuando se creía apagada su capacidad de golpear,_ hela
aquí renacer con más fuerza que antes . .:Vlomo, en etecto,
exiliado y atado a la roca, creará más turbaciones que antaño, cuan-
do era absolutamente libre para descargar su furor. Aquí veréis de
qué modo llevó el riesgo a los dioses junto a una gran cantidad de
situaciones divertidas, tantas que juzgaréis aburrido lo que hasta
ahora habéis leído.
Hemos de retomar, pues, el momento en el que todas esas legio-
nes humanas, por decirlo de algún modo, habían confluido en la
ciudad. Se oían por todas partes trompetas, castañuelas, tambores,
cornetas y todo tipo de instrumentos, resonando también las notas
de esa inmensa armonía por toda la bóveda celeste; por no hablar
del murmullo intenso de la gente, el cruce continuo de voces y rui-
dos diferentes, quedando absortos de admiración todos los celestes,
acraídos como estaban por ese sonido insólito y fenomenal. Enton-
ces, el dios Estupor 1 , el más inepto de todos, queriendo parricípar

1
Dios de in>'ención albertiana ajeno al panteón clásico.

157
1\!Iomo o del Príncipe Libro tercero

rizado mientras nuniaba para sí: "¿Hay que hacerle caso a quien sos-- aquellos que tú criticabas. Sé bien lo que digo, conocen muchas co-
tiene que el más sabio linaje de hombres es el de los letrados, si re- sas misteriosas, más de lo que piensas. ¿Y si se percataran gracias a
mitiéndome a los hechos no son más que una caterva de chiflados? sus artes de que eres lV1erCl1rio, el que tiene la fea costumbre de ha-
iYle preguntaba cómo puede ser que a su sabiduría no esté unido un blar mal de ellos ante mí, diciendo que son unos charlatanes?".
mínimo de amor propio, ya que van por ahí medio desnudos, viven Mercurio quedó muy confuso al oír esto y prefirió cambiar de aires.
en medio de la suciedad, habitan en toneles y sufren frío y hambre. Entonces Júpiter se puso a analizar el estado de la situación y, ante
¿Quién podría soportarlos, si ellos mismos no se soportan' Se pri- tanta escasez de ideas, se agarró a la primera que le vino a la cabeza.
van de todo lo que los demás desean y ¿no es locura no querer apro- Convocó a puerta cerrada a Apolo, el único de todos los dioses que
vecharse de todo lo que sirve para vivir un poco más decentemente, consideraba muy sabio y en quien conocía mayor fe y amor hacia él,
con10 hacen los demás mortales? Si creen que son más sabios que y lo puso al corriente de las dificultades en las que estaba: no faltaba
los demás en algo así, esto no es sino soberbia, es una falta de juicio mucho para las anunciadas calendas y no tenía elementos para re-
que me hace pensar que éstos deben cometer otros muchos errores dactar el decreto para la asamblea general de los dioses; en definiti-
en todas las demás cosas de las que se declaran grandes conocedo- va, le expuso completamente todo menos su viaje y el de Mercurio
res. Y si se niegan a ser semejantes a los otros hombres en los debe- junto a los filósofos. Le rogó entonces que le prestase toda la ayuda
res de la vida civil, quiere decir que alguna clase de brutalidad salva- posible a su política, llegada ya casi a un punto crítico. Apolo le pro-
je se ha apoderado de ellos. Pero dejemos a su destino a estos sucios metió que emplearía todo su celo para defender la autoridad de un
y miserables, que hasta les gusta vivir de un modo tan desabrido y príncipe que había sido siempre tan afectuoso con él, comprome-
triste siguiendo su aborrecible manera de filosofar" 10 . tiéndose con todas sus capacidades a una empresa tan grande, para
Hechos estos razonamientos, volvió con los celestes y fue a ver a la que no le faltaría fidelidad ni escrúpulo, no echándose nunca atrás
Júpiter para decirle riendo socarronamente: "He ido a saber las in- ante fatigas, pelígros y dificultades de toda clase, si con ello asegura-
tenciones y consejo de los filósofos y me encontré a uno que me ha ba el éxito de Júpiter. Lo invitó luego a valorar si sus proyectos eran
arrancado todos mis secretos". Júpiter, viendo a Nlercurio de regre- compatibles con ciertas ideas que se le habían ocurrido, relacionadas
so tan pronto y con una mejilla morada, le pidió cuentas y razones; con ese tipo particular de hombres que existe sobre la tierra llama-
y no es fácil decir si el relato de ese viaje le procuró más placer o dos filósofos, muchos de los cuales ya se habían aventurado a dise-
dolor, placer al sentir toda aquella historia divertida, dolor al darse ñar nuevos modelos de mundo absolutamente originales; él quería ir
cuenta de encontrarse otra vez en el punto de partida. Cuando hubo a pedirles su parecer, no hallando ninguna razón para recurrir a la
hablado por un tiempo con Mercurio, que no terminaba nunca de competencia de técnicos dotados de una preparación de altisimo ni-
lanzar toda clase de improperios contra los filósofos, dijo Júpiter: vel en una situación tan incierta. Abrazó entonces Júpiter a Apolo y
"Estate atento, este hablar demasiado tuyo puede ser un gran fallo, lo besó diciéndole: "Ahora sí que puedo comenzar a respirar de ali-
y qwzás por este motivo te lo han hecho pagar merecidamente vio gracias a ti, Apolo. Sé cómo eres de preciso y activo, por lo que
espero de ti las intervenciones más oportunas en pos de esta causa.
10
Ve pues, que te haré ver que no echas en saco roto lo que en mi
No desconocía Alben:i cienos posicionamientos históricos, al menos del De
servicio hagas". Entonces Apolo, preparándose para partir, pregun-
connnoáis al Theogenius-, pero ya en los Profag;ionnn ab aerumna libri polemizaba con
dureza contra "estos SeYeros estoicos" (Opere voigari, p. 115) y "esta austera y ho- tó: "¿Manda vuestra majestad alguna otra cosa?". Júpiter le respon-
rrorosa filosofía" (p. 116). dió: "Bien, en realidad sí: entre los mortales hay un tal Demócrito,

128 129
Momo o del Príncipe Libro tercero

famoso porque corta a trozos a los animales; si está loco o sano de a este punto de que ese hombre de noche brilla de sabiduría y de día
mente es algo sobre lo que existen varias opiniones: 11 hay quien lo desvarían_ Rieron mucho con esto y luego partió Apolol-l.
cree un filósofo y quien un ser esrrambótico. Querría saber con cer- Júpiter, lleno de esperanza, esperaba las calendas con gran exci-
teza el valor de esté hombre"." ¿Tan importante es? -interpeló Ape- tación. Cuando llegaron, los dioses rebosantes de alegría se reunie-
lo-. ¿Qué tiene que ver con el problema principal que no es otro ron en rropel en el atrio de palacio, corno hacían normalmente en
sino renovar el mundo? De todas formas, presto lo sabréis'). Enton- tales celebraciones, y esta vez también a la espera de su discurso,
ces, echando mano a una bolsa donde llevaba los oráculos, sacó es- pero no se veía a Apelo por ninguna parte, por lo que Júpiter estaba
tos versos: a punto de desmoronarse de consternación. Ya los Hados 15 , que te-
nían la labor de cuidar de los fuegos sagrados, se estaban preparan-
¿Cuál es la cosecha? ¿Cuál el fruto de abrir la tim·a? do para ejecutar el ceremonial. Por otra parte, había un gran número
¿De-qué servirá la gloria, si se reduce a ella? 12 • de dioses que importunaban a Júpiter para que ex-pusiera ese famoso
parlamento que era el principal motivo por el que habían venido.
Leídos los versos, exclamó: "Éste es el más necio de todos 1os Éste no se sentía con fuerzas de afrontar un público tan ansioso,
mortales". Júpiter rió socarronamente y le dijo: "Por favor, saca otro dado que no había preparado ni siquiera algún apunte, pero pensaba
oráculo y mira si el que he nombrado es un sabio o un insensato". que no correspondía a la seriedad de un príncipe, )' tampoco era
Apolo exrrajo entonces estos otros versos: conveniente, anular el edicto que fijaba el discurso. Se daba cuenta
de cuán importante es para Júpiter que nadie lo considerara voluble
Habrías querido saber lo ganado con dmio e inconstante, así como lo aconsejable que es para los gobernantes
E incluso lo que crea un golpe desafortunadon cuadrar todas sus cuentas, por así decir, si quieren vivir despreocu-
padamente, seguros de haber to1nado decisiones justas y equilibra-
"Entonces -clamó- es el hombre más sabio de todos". Se apode- das. Por tanto, para dar que hacer a esos impacientes, creando qui-
ró una gran risa de Júpiter y dijo: "¡Mira que eres ridículo' ¿Qué de- zás un poco de confusión que los entretuviera, ordenó a los Hados
bería decir de esros oráculos tuyos que tienen el poder de transfor- que iniciaran la ceremonia; él habría llegado enseguida para atender
mar de golpe a Demócrito de necio a sapientisimo? ¿Por qué no rodo lo demás. He aquí, pues, a los Hados portando alto uniforme,
vuelves a preguntar?''. Apolo le replicó: "Pero si está clarísimo lo firmes con una mano en los pilares, pasar revista a las filas de dioses
que quiere decir. Ahora os lo explico: a la pregunta de Apolo, al que y diosas que entraban, y reavivar a todos los celestes las llamas sa-
le corresponde iluminar el día, el oráculo le ha respondido diciendo gradas que, como se ha dicho, están en lo alto de sus cabezas en se-
cómo es Demócrito de día; en cambio, luego a la de Júpiter, 'al que ñal de divinidad. Entretanto Júpiter, mientras intentaba hacer pasar
le corresponde todo menos lo que ha distribuido a los demás, el orá-
culo ha expuesto, claro como el agua, cómo es Demócrito el resto 14
La sátira de la infalsificable anfibología de los oráculos estaba ya en el luppi-
del tiempo; de esta forma, hace falta que nos convenzamos llegados ter tragoedus de Luciano, y era Momo el que se hacía portavoz. de ella; aparece
también en la "intercenal" albertiana 01·aculun1 (Opera inedita, pp. 151-154) un
Apolo de mánnol que proveía oráculos igualmente desilusionantes.
11
Cfr. Theogenius, p. 78. 15
Transforma al único dios Hado gobernador del sagrado fuego del libro 1 en
1
" Juvenal: Saturae VII 103 v 81. una serie de Hados, que aparecen ahora con el nuevo rango de maestros de cere-
1l Persio: Satirarum Liber rÍI 49-50. rnonia.

130 131

'
.11omo o del Príncipe Libro cuarto

justo, pero en cuanto se juntan, enseguida están dispuestos a hacer mente lo que se suele decir: una vez que se le ha metido en la cabeza
locuras y a salir inmediatamente del buen camino. que alguien es competente en algo, se llega a creer que lo es siempre
Éstas eran las advertencias de Hércules aunque los dioses no las
1 y en cualquier campo. Por último, tras concluir el rita de purifica-
escucharon y entraron en el teatro 3, siendo Júpiter el primero rnien- ción de la ciudad, los hombres volvieron a sus casas para cenar y
tras admiraba las innumerables y enormes columnas de fino mármol descansar. En ese momento los dioses pensaron que también que-
transportadas hasta allí y erigidas en ese lugar tan grandes y nume-
1
rían asistir a los juegos y representaciones teatrales previstos para la
rosas que, por mucho que las tuvieran delante, no podían admitir mañana siguiente. "¿Y entonces qué hacemos? -dijeron entre ellos-.
que una obra semejante fuera posible para manos de hombres v no ¿Debemos regresar a casa o nos quedamos aquí?". Ganas de espec-
de gigantes. i\ilarav:illados por estas construcciones, no se hartaba~ de táculos tenían todos, aunque eran distintas las propuestas sobre el
ellas, elogiando todo incluso demasiado, por lo que Júpiter creyó sitio donde pernoctar, debatiéndose entre el cielo y los templos. Al
de corazón haber sido un necio oor '
no haberse diri2ido
b
a los artífi- final prevaleció la idea de uno que, probablemente para desgracia de
ces de tan extraordinaria obra, en vez de a los filósofos, para planifi- los dioses, sugirió que cada cual se transformase en estatua y ocupa-
car el modelo del mundo futuro'. AJúpiter le había ocurrido exacta- ra el lugar que correspondía a la suya dentro del teatro', evitando así
el esfuerzo de un viaje de ida y vuelta, al tiempo que descansaban sin
ningún riesgo allí donde era más apropiado para sn dignidad. Pero
La escena teatral, además, se sitúa en el centro de una red de valencias meta-
fóricas (el "teatro del mundo", el tema albertiano del enmascaramientoidesenmas- existía una única dificultad: no sabían qué hacer con las estatuas qui-
caramiento y de los histriones) y de referencias literarias que la distinguen como la tadas de allí. Mientras pensaban esto, el dios Estupor, que era ro-
sede más apropiada para la pública y cruel Giitterdiimme11tng que se consumará de busto y muscu1oso cogió la suya, y sin decir nada a nadie de lo que
1

J.quí a poco, cfr. R. Fubini: "U <<teatro del mondo>> nel!e prospettive morali e stori- tenía en la cabeza, se puso a correr de una forma tan desgarbada e
co-potitiche di Poggio Bracciolini", en AA.VV:: Poggio Bracciolini 1380-1980, Flo-
incoherente que hizo pensar que se hubiera apoderado de él alguna
rencia, 1982, pp. t-92. La representación de la curia romana como theatrum maxi-
nium et amplissimum aparecía también en Lapo da Castiglionchio: Dialogus de súbita locura; luego empezó a hacer algo ridículo en sí, pero tan
cun-ae commodú, en Prosatori latini del Quattrocento, ed. de E. Garin, ¡\llilán-Nápo- idóneo en este caso que todos los dioses lo aprobaron inmediata-
!es, 1952, p. 210; además, no es casual que el mismo código Panciatichi 123 recoía, mente y se comportaron del mismo modo: agarró su estatua y llamó
junto a los escritos de Alberti, el diálogo de Lapo. En cuanto a la metáfora tearral con su vozarrón a todos los dioses más robustos para que le ayuda-
y a su remota e intensa historia, cfr. E.R. Curtius: Ensayos crfricos sobre literatura eu-
ropea, LVIadrid, 1989, pp. 125-137;·es manifiesta, pues, la centralidad de esta metá-
fora en el Polycraticus de Juan de Salisbury, destacando en el ¡l¡fomus la importancia
de la escena del teatro y de los temas relacionados con él, llamando la atención el dirige operativamente a la re-fundación racional del espacio urbano corno también
tirulo (Po~ycrates de p1-incipe) del mismo ¡\!fomus, con lo que se puede establecer una de sus relaciones de poder. Asirnismo en la descripción del desorden de la ciu-
1

nueva y fecunda conexión sobre todo en la historia de {as fuentes v de la influen-


1 dad celeste existe más de una analogía con la contemporánea denuncia de la ciudad
cia posterior del texto de Afberti tal y como ya ha sellalado Garin: Studi su L.B. .At- medieval, que seguía un desarrollo informe.
beHi, op. cit., pp. 139-140. 5 La decisión de los dioses de ocupar el lugar de sus copias hace referencia iró-

+ En todos los escritos de A.lberti y, sobre todo, en el De re aedificatoria expone nicamente a la difundida creencia hermética en la animación de las estatuas de los
{a superioridad de arquitectos sobre filósofos, individuos que sólo piensan y no ac- dioses egipcios y a los relativos ritos recogidos en el Asclepius y ligados al tema de
túan. Pero es el poder quien se pronuncia ahora desde el teatro el lugar de la fic-
1
la refundación del mundo devastado por los dioses y dominado por falsas leyes. En
ción¡ siendo !a arquítecmra aquello sobre lo que residen nuestras esperanzas de esta tradición, retomada luego por Giordano Bruno, de la estatua de Memnón
controlar la realidad. En el De re aedificaton·a el arqui-r:ecto es el que preside la vida hasta más allá de la Edad lviedia hallamos este motivo particularmente imbuido de
civil, como portador de los saberes necesarios para el arte del gobierno, ya que se tecnología y magia testimoniado por Vitruvio y ridiculiz:ido por Luciano.
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ran, cargándola sobre su espalda. La estatua era enorme y pesadísi- nes ocurrió algo insólito: en cuanto hicieron un poco de luz las prj-
ma, pero uria vez que la cogió bíen, pudo transportarla él solo hasta meras chispas, los bandidos tuvieron la impresión de ver algo dentro
un rincón oscuro de una caverna a trasmano que estaba en el inte- de la gruta) y podían esperarse cualquier cosa en un lugar como
rior de un denso bosque. Después regresó sudando al teatro y se aquél menos una estatua; acercaron entonces una antorcha para ílu-
transformó en la estatua que había transportado, ocupando el lugar minar mejor, )l advirtiendo claramente una presencia djvina, enmu-
vacío. Aunque se rieron mucho de esto, también los demás pensaron decieron y aterrorizados escaparon entre gritos olvidando al prisio-
que tenían que actuar de igual manera, por lo que, siguiendo el nero. ¡Qué escena! Unos dejaron caer las armas mientras huían
ejemplo de Estupor, cada uno escondió su estatua allí donde se le como si estuvieran borrachos, yendo a estrellarse contra un fresno
ocurrió, mientras que Cupído, Mercurio y otros como ellos, que que se encontraba en su camino otros tropezaron con una raíz sa-
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podían contar con Sus alas y sandalias aladas, no vacilaron en dejar liente de encina, y otros, chocando a su vez con sus compañeros
sus estatuas acostadas sobre la cornisa que dominaba el teatro. tendidos por tierra, cayeron rodando¡ seguidamente, mientras in-
M.ientras se instalaban los dioses en el teatro, se produjo una si- tentaban ponerse en pie, con la cara magullada, escupiendo sangre y
tuación verdaderamente graciosa, sin duda digna de ser contada, rrozos de diente cayeron de nuevo por tierra por la embestida de
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tanto en el bosque donde estaba la estatua de Estupor como en el los que los seguían, mientras que otros, después de ver al dios, pare-
teatro. Enope', filósofo y comediante que padecía la misma escan- cieron convertirse también ellos en una estatua de Estupor: en un
dalosa locura de hablar mal de los dioses que había mostrado primer momento permanecieron inmóviles y luego creyeron morir-
Momo, había acortado por el bosque porque llegaba tarde para par- se del susto. El único que no perdió la calma fue Enope. Salió de la
ticipar en el espectáculo, y allí fue capturado por unos bandidos que, gruta y se levantó para divisar a toda esa gente caída y lastimada,
después de haberle dado un saco y un capazo, lo condujeron a la luego desarmó a uno de ellos y lo agarró por los cabellos a orro que
gruta donde estaba depositada la estatua del dios Estupor. En cuan- estaba completamente doblegado por el terror, lo giró hacia el suelo
to alcanzaron el lugar, los bandidos se pusieron a discutir si era me- y lo ató con la misma cuerda con la que lo querían inmovilizar a él.
jor estrangular al prisionero o sacarle los ojos y permitirle vivir. En- A continuación puso a ese hombre delante y más alegre que nunca
contrándose Enope en trance semejante, olvidó que hasta ese día se lo llevó a la ciudad, jurando en su fuero interno que nunca más
había sostenido con convicción que los dioses no existen y que el pensaría que los dioses no existen, pues uno de ellos se había mani-
cielo está vacío, y empezó a rezar por su salvación a los máximos festado en un momento de extremo peligro.
dioses ahora que estaba en peligro, ofreciendo todo lo que tenia. Enope llegó al teatro, donde encontró a sus compañeros de
M.ientras tanto, los bandidos cerraron la discusión decidiendo inte- compañía que lo esperaban. Éstos no se comportaron precisamente
rrogarlo para ver cuánto podían pagar por su rescate. Era una noche de forma correcta con él y con los dioses, despotricando por su
oscura y sin viento, he aquí que los bandidos dispusieron to.do lo largo retraso y blasfemando porque por culpa de los dioses iban a
que hacía falta para la tortura: unos aparejaron cuerdas otros arran-
1 pasar una noche en vela. Ésta fue la primera cosa que hizo que se in-
caron de un olmo varias ramas nudosas y otros hicieron inanar fue- dignase, pero fue aún peor sorprender en medio de los actores a un
go de una piedra. Míentras estaban concenrrados en estas ocupacio- esclavo borracho en actitud obscena frente a la estatua de Júpiter.
Tengo cierto pudor a seguir, pero es inevitable. Viendo que el bo-
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Enope, personaje de invención alberriana, no debe ser confundido con Éno- rracho empezaba a orinar Enope, en nombre de sus nuevos senti-
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pe, la hija de Epopeo, el héroe de Sición, y madre junto con Neptuno de Jviegareo. mientos religíosos intentó atemorizarlo reprendiéndolo con dureza,
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pero el esclavo se dio media vuelta excla1nando: "¡Eh! ¿Eres tú, filó- ese borracho, le dio ·vueltas en sus inn1undicias y lo hizo caer por el
sofo? ¿Por qué me tratas así? ¿De dónde te han venido de golpe to- graderío. Una vez abajo el borracho se puso a girnotear y siguió ex-
dos estos remilgos? Siempre has dicho que los dioses no existen y pulsando indecencias con la cara morada a golpes y completamente
ahora te pones a obsequiar a una estatua fría". Nlientras decía estas ensuciada: "Espero que te ocurra a ti lo mismo, dios por el que he
palabras, no contento con baber orinado, se preparó también para soportado todo esto, quienquiera que seas, visto que alguien que
aligerar su peso intestinal. Entonces Enope exclamó: "¡Insolente! siempre había negado la existencia de los dioses me ha maltratado
¿No puedes encontrar otro lugar para tus desechos?". Ese esclavo por tu culpa, habiéndome comportado tan sólo como lo hacía él".
salvaje y borracho le respondió: "¡Pero si los filósofos decís que los Júpiter, que había visto todo, decía para sí: "¿Se puede creer que
dioses están en todas partes!"i. "¡Así que -gritó Enope- no respetas lo que ba sucedido pone en peligro que me quede aquí esta noche'
a los dioses ironizando incluso en su presencia'". Y aquel palurdo y eso que éste no ha hecho más que lo que su cuerpo le pedía, ¿pero
continuó: "¡Pero qué filósofo tan culto! ¿Crees que es un dios, y lla- qué se puede esperar de un borracho o de alguien vil? Y lo ha paga-
mas así a esta estatua fría y vacía montada con hierro y fuego por al- do caro, ha echado más sangre que vino había tragado. No merece
gún artesano hasta parecerse a duras penas a un hombre más que a la pena privarse del placer de los juegos por algo como esto. Los co-
un monstruo? ¡Dilo tú, cabeza de bronce! ¿Con cuántos golpes de micastros se comportan como mugrientos cuando les parece, basta
marrillo y cuántos soplos de fuelle han conseguido los artesanos ha- que nadie sepa que estamos en el teatro. ¿Pero qué hacernos si se
cer esta cabeza dura? ¿Y quizás tú mismo, Enope, hayas visto hace dan cuenta?, porqne ese filósofo, Enope, dijo que los dioses estaban
poco esta misma estatua en el acueducto público echar agua de esa presentes. ¿Pero qué puede suceder? A fin de cuentas, como poco
copa? Entonces, :deberíamos venerar como si fuera Júpiter a este seremos venerados en persona por el pueblo".
pedazo de metal inacabado que menos la mano de obra no tiene Justo después de este episodio, sus compañeros le preguntaron a
nada de bueno? Ah, creo que actuaré como bie11 dice ese que oigo a Enope por qué llevaba detrás a un hombre atado de ese modo, y qué
menudo recitar en el teatro: razón le había impulsado inesperadamente a abrazar la religión,
cuando antes no creía en la existencia de los dioses. Entonces contó
Quien sagrados rostros modela en pobre materia con todo detalle su aventura con los bandidos, aunque reconoció
1Vo modela dioses como quien modesto reza". que no había logrado averiguar qué dios era el que lo había socorri-
do, gracias a cuya intervención había salido bien librado, abrigando
Entonces Enope, provocado por ese comportamiento indecente un grandísimo deseo de saber a quién debía agradecer la ayuda reci-
v por la desfachatez de sus palabras, estalló: "¡Si verdaderamente no bida. No creía que fuese Júpiter, ni Febo o Jnno, seguramente nin-
quieres parar de decir estas blasfemias, vete de aquí 1". Pero el pner- guno de los más famosos a los que están dedicados los templos, sino
co, mientras Enope tiraba de su cuello, echó aire del estómago con un dios raro, uno que no se encuentra con frecuencia. Dijeron en-
un ruido indecente declarando: "Fuera de aquí tú, profano, que inte- tonces los cómicos: '~Si en el teatro están las estatuas de todos los
rrwnpes mis sagradas funciones, ¿no entiendes que a ellos les placen dioses. Anda, mira bien todas, así podremos venerar a un dios tan
mucho estas exhalaciones rituales?"; y tronó de nuevo. Enope no disponible a las gracias y erigirlo nuestro patrón en caso de necesi-
pudo soportarlo más, así que la emprendió a puñetazos y patadas con dad, ya que es cierto que los dioses más irnportantes hace tiempo
que desoyen los exvotos de la pobre gente". Dicho y hecho, en-
' Cfr. la "intercenal" Re!igia (Opera ínedita, p. 129). cendieron una antorcha y comenzaron a examinar las estatuas en

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derredor mirando sus caras una a una, hasta que llegaron delante de componándose como impíos conmigo?". 1\1.ienrras tanto Enope,
Esrupor; en cuanto lo vio, Enope se arrodilló y se postró por el sue- después de haber adorado durante un tiempo a su dios protector,
lo en acto de adoración. Pero los cornicastros, viendo la cara de Es- evidentemente no pudo quedarse allí tan tranquilo viendo desaten-
tupor y su porte, comenzaron a reír por su atroz fealdad: estaba con dido de ese modo a quien le había recompensado con su gracia;
la boca abierta de par en par, el labio colgando, los ojos fuera de las tomó, pues, un trozo de hierro y se puso a raspar la herrumbre que
órbitas, las sienes hundidas, las orejas enormes y, en fin, tenía todo afeaba la cara de Estupor. El dios con gusto se habría privado de
el aspecto de alguien que no recuerda ni siquiera quién es 8 • Cuanto esta fastidiosa rascadura, pero) torpe como era, no sabía qué hacer;
más observaban al dios, menos podían evitar carcajearse, gritando: además, pensaba que tenía que soportar a ese hombre que intentaba
'"Aquí
1 está el valiente , el ahuventador
• de bandidos 1". Entonces realizar un acto agradecido, por poco úril que fuera) aunque alguna
Enope exclamó: "Precisamente es esto lo que refuerza mis nuevas vez alejaba la boca con disimulo para evitar esa lima que pasaba )'
convicciones sobre los dioses: solo.y desarmado, con su única pre- repasaba ocasionándole muchísimo dolor. Los dioses, volviendo a
sencia ha rrenerado el desconcierto en una banda de hombres arma- pensar en la ocurrencia de Estupor, que quería cubrir el cielo con la
º y dispuestos a cualquier crueldad, reduciéndolos a la
dos, audaces' piel de los hombres, habrían reído de buena gana al verlo medio
más completa impotencia". despellejado por un hombrecillo, pero la idea de poder sufrir daños
El dios Estupor, oyendo lo que se decía de él, aun siendo lerdo y aún más graves a manos de los hombres, los hacía propensos a pen-
muy duro de entendimiento, no lo era tanto como para ser insensi- sar en el riesgo que corrían más que a reírse de la estupidez de los
ble a los elogios o a los comentarios pesados, por lo que empezó a demás y, al mismo tiempo, no podían negar que tuvieran también
reflexionar para sí sobre la condición humana: "¿Cómo debería lla- ellos una buena dosis de manchas de herrumbre.
mar a este problema que tienen los hombres, que se ríen de un dios Esto es lo que por el momento pasó en el teatro, hechos que
presente y tienen respeto y terror de la estatua de alguien que no podrían parecer vulgares a los ojos del benévolo lector, pero si al
está' A este de aquí se le ha metido en la cabeza que ha recibido una menos el buen entendimiento os guía) no sospecharéis que estas
gracia y ha olvidado por completo sus profundas convicciones con- cosas son ajenas a los principios morales que siempre he observado
tra los dioses y la insistencia con la que las sostenía; y estos otros, en mi actividad como escritor, guardándome bien de tocar en mis
aun puestos sobre aviso por el sol, la luna y todas las otras señales obras o en mis declaraciones argumentos menos serios y puros de
evidentes de la existencia de los dioses, los niegan y rechazan. Mi es- cuanto permitan la religión de las Escrituras y el respeto por todo
tatua de bronce puesta en un lugar profano ha tenido el poder de lo sagrado. Empero, si consideráis lo que he intentado explicar en
apartar de su crueldad a bandidos sanguinarios, provocar el temor a este fragmento, como en el resto del conjunto de la obra, sin duda
los dioses y convertir a la feí y yo que soy un dios aquí presente no os daréis cuenta de que los principios dedicados al placer terminan
logro volv~r un poco más ed~cados y respetuosos con los dioses a al realizar afrentas y menosprecios mucho más graves de los que he
aquellos que hacen un trabajo ligado a las prácticas del culto religio- contado yo; por consiguiente, querría que tuvierais en cuenta mi
so. ¿Pero qué puedo hacer para alejarlos de su impiedad si siguen coherencia con la elección hecha al inicio del presente escrito, más
que con mi acostumbrada disciplina intelectual y moral. Pero qui-
8 El dios es terrorífico para los bandidos y ridículo para los comediantes, en
zás he dicho ya más de lo que habría querido, aun cuando siempre
clara referencia a Plutarco: Aratus 32. es menos de lo necesario. En cualquier caso, baste así; prosigo el
9 En este sentido lo trata Plauto; .4-mphú:ruo 293. relato.

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ñeses son y han trabajado siempre en las canteras de piedra'. Si éste ren echarse a dormir en medio del frío y del hambre, pidiendo li-
mvo tanto descaro, ¿cómo crees que se comportarían los demás, si mosna, antes que ·vivir rodeados de bienestar y riquezas. y· sin em-
se les ofreciera la ocasión de llevarse la barca?". Ante lo que pregun- bargo, viven, dirás tú. Pero esto no es vivir, Gelasto, es combatir las
tó Gelasro: "¿Pero si éstos se pusieran a acmar de este modo no por dificultades; cuando uno queda reducido al hambre y al frío, quiere
descaro o arrogancia, sino por tener ganas de aprender?'). Contestó decir que verdaderamente es un pelagatos. En definitiva, ¿qué sabéis
Caronte: "¿Aprender nuevos oficios aquí en el infierno? Ni en los filósofos?". Gelasto contestó:" ¿Preguntas dónde está nuestra sa-
sueños. Unos sinvergüenzas, eso es lo que son". Se interesó enton- biduría? Pero si nosotros sabernos todas las cosas, las causas y el
ces Gelasto: "Tu discurso me ofrece la ocasión de decir que yo he movimiento de los astros, de las lluvias, de los rayos, conocemos la
sufrido una injusticia por tu parte, Caronte: has llevado a muchos tierra, el cielo y el mar, somos nosotros los inventores de las mejores
descarados mientras me rechazabas continuamente, a mí que soy la teorías, y nuestros consejos, válidos como si fueran leyes, dictan las
negación absoluta de la arrogancia y de la falta de discreción". Ca- reglas de componarrúento y el modo de mejorar las relaciones encre
ronte le respondió: "¿Dices que no has sido petulante ni indiscreto? los hombres" 15 . Y Caronte dijo a la sazón: "Personas ilustres 3r res-
¿Y no es petulancia pedir gratis mis prestacjones? ¿No es indiscre- petabilísimas son, por lo que oigo, siempre que sus acciones sean
ción obstinarse pidiendo sin cesar algo que ha sido negado cien ve- coherentes con sus palabras. Pero dime, ¿vosotros con estas leyes
ces?". Y Gelasto continuaba: "Me lamentaba por mi situación, Ca- vuestras no establecéis también que el hombre sea de ayuda a otro
ronte, no por pedir rus servicios, vista ru cerrazón inexorable hacia hombre, que se intercambien respeto y colaboración?". Respondió
alguien como yo, que no tenía ya otros recursos que las súplicas". Gelasto: "Para nosotros éste es el primero de los deberes 11 • "¿Y en-
Caronte replicó: "Cualquier otra desventura habría sido mejor que tonces es un deber -hizo notar Caronte- librar de sus molestias a
llegar a tener que contar sólo con rus ruegos". "Admito -dijo Gelas- quien se tiene al lado, aliviar sus incomodidades, ayudarlo de todos
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to- mi poca prudencia, aunque el motivo que me condujo a ello fue los modos posibles?' "Exactamente como dices'\ contestó Gel asto.

una mala cuenta que hice en pos de un buen fin. En efecto, pensaba "Entonces tú -prosiguió Caronte-, ·visto que has establecido esta re-
que mi primer deber como filósofo era mantenerme completamente gla, ayúdame a llevar esta barca que pesa tanto". A lo que Gelasto
alejado del dinero, como se suele decir, fuente de todas las preocu- objetó: "Pero en este caso hace falta tener en cuenta también tu
paciones, y consagrarme enteramente con absoluta dedicación y li- deber, pues considera, Caronte, si no es todo lo contrario que obli-
bertad de ánimo al estudio y al conocimiento de los problemas más gado pretender cargar un peso semejante sobre las espaldas de
complicados y elevados". "¡Qué idea más estrafalaria~ -exclamó Ca- un muerto de hambre, alguien que ha tenido que apañárselas por
ronte-. ¡Eres ridículo si te limitas a creer en eso, pero si buscas ver- medio de lllnosnas''. Y Carente terminó pidiendo: "¡Al menos el
daderamente afrontar con plena libertad de ánimo los problemas remo~)). "Pero si has dicho -respondió Gelasto- que en el infierno
más importantes, y la pobreza sobre todo, entonces estás loco de re- no es posible emprender nuevos oficios. A lo largo de mi vida
mate' Porque si te fuera dado hacer algo sin pesadumbre, quiere de- aprendí a utilizar la pluma, no el remo".
cir que los problemas no son complicados; pero si lo son, requerirás Caminando entre charla y charla arribaron al límite del mundo,
demasiada aplicación para que puedas permitirte decir que no tienes el llamado horizonte, ese lugar donde se encuentran dos puertas,
preocupaciones. Además, dicen que el dinero es fuente de preocu- una frente a la otra, separadas por un espacio muy amplio, que des-
paciones, ¿pero quién lo dice, te pregunto' Las personas sabias, res-
pondes tú. Bonita idea de la sabiduría tienen los filósofos, si prefie- 15
Cfr. Corpus Her1neúcum XXIII 65, 67-68.

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1\.lientras ocurrían estas cosas en el teatro, en el más allá tenían y sin conocer el carnina. ¿Pero qué podía hacer este pobre hombre
lugar nuevos y divertidos hechos de enorme interés. Caronte había si no tenía ninguna posibilidad de pagar? ¿Debía permanecer eter-
sabido por las continuas habladurías de los difuntos que faltaba poco na1nente allí, ni entre los vivos ni entre los muertos? Está claro que
para que el mundo fuera totalmente destruido, y que las Parcas y las estaba obligado a afrontar cualquier contingencia, lo conocido y lo
Hispíades 10 ya habían comenzado a exterminar a familias enteras, desconocido, sobre todo porque no llegaba nunca nadie, ni entre sus
mientras se arruinaba todo sumido en el terror de la destrucción in- amigos ni entre las personas más ricas, al qne le pudiera pedir ayu-
minente. Esto apremió a Caronte a que se decidiese a venir a este da, ya que a ningún difunto se le ha concedido nunca que llevase
mundo antes de que una creación tan grande y maravillosa fuese de- consigo nada más que la rnoneda que sirve para pagar el trayecto.
vastada, ya que no la había visto nunca y en el futuro no habría po- Caronte por fin pudo hacer los preparativos para el viaje, sacó la
dido hacerlo; pero había oído decir que el recorrido que conducía barca. fuera del agua y permaneció durante un tiempo reflexionando
de los avernos a la tierra de los hombres era muy arriesgado, y sabía si era conveniente dejarla en alguna parte del más allá; finalmente,
bien que sólo era conocido y consentido para unos pocos. N-o tenía, pensando que fuera la mejor solución, le dio la vuelta y se la puso
pues, el coraje de partir sin precauciones, y en toda la rnultitud de sobre la cabeza, de forma que lo cubriera como si fuera una especie
difuntos no lograba encontrar a nadie que se dejase convencer, con de tienda, y se puso en carrlino ante el asombro de toda aquella
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cualquier oferta, para volver al lugar del que había huido con mucha gente que veía a ese viejo intrépido con pleno vigor a pesar de la
satisfacción tras librarse de la tétrica prisión del cuerpo; al contrario, edad, llevando el remo en una manoi-+. Haciendo camino) entre una
para disuadirlo de esa intención hablaban dilatadamente de las des- conversación y otra Gelasto le preguntó a Caronte por qué trans-
venturas humanas y comparaban los males de los vivos con la liber- portaba la barca de ese modo y no había preferido dejarla atrás. Ca-
tad de los muertos, afirmando que era mejor soportar allí cualquier ronte le respondió: "¿De verdad quieres que te hable de las extrava-
penalidad que volver a afrontar las angustias humanas"· Pero casual- gancias de los difuntosi No hay ni uno que no quisiera hacerme
mente estaba entre los muertos un filósofo en absoluto banal llama- navegar a sus órdenes. Sin ir más lejos, hace poco un aprovechado
do Gelasto 12 , al que hace tiempo que Caronte había ignorado por la del que no recuerdo el nombre me quitó el remo y se puso a bracear
simple razón de haber muerto en condiciones de extrema pobreza, que parecía un argonauta. Le dije: '¿Pero quién eres? ¿Quizás en
no poseyendo nada con lo que pagar el coste del viajen Caronte vida fuiste ahrllrante~'. 'No -respondió-, pero una vez en nuestra
acordó con él que lo pasaría gratis al otro lado si éste lo acompañaba familia hubo muchos remeros'. Me puse a reír, asombrado más por
y guiaba en su viaje a la tierra. Gelasto aceptó, aunque de mala gana su estupidez que por su desfachatez, viéndolo hacer con tanta con-
fianza como necedad algo en lo que no tenía la más mínima pericia.
Entonces uno de sus compañeros de viaje me lo rarificó: 'No es ver-
10 Divinidad desconocida en la rnito!ogía clásica.
dad, Carente, éste y sus parientes no han visto jamás el mar, monta-
l1 Cfr. Camio: Carmina IIl 12 y, sobre todo, A_puleyo: i'Vletamorphosis VI XVII
+. Cfr. también el apéndice ·sobre los 1nuertos en E. Garin: Studi su L.B. Alben:i, op.
cit., pp. 183-192, especialmente para ciertas esclarecedoras analogías entre e! i'vfo-
niusy [a "intercenal" Defunr:tus. t.J- El libre arbitrio es representado por Carente en el libro fV del De laboribus

n Gelasto, de gelastós, es a !a vez escarnecido y escarnecedor, y corresponde a Hercidis de Salutari, y su remo es el símbolo de la elección; todo esi::o aparece aquí
Lepidus, el nombre y el personaje decrás del que Alberti se esconde con más fre- bajo una simbología platonizante ironizada por Alberti también en las referencias
cuencia" (E. Garin: Studi su L.B. ~4lberti, op. cit., p. 162). irreverentes a Hércules. Respecto a la subida de Caronte.a la tierra, cfr. Luciano:
tJ Cfr. Luciano: Cataplus. Charon sive contemplantes.

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J-lomo o del Principe Libro cuarto

Je el infierno abren el camino una hacia el océano, la otra hacia tie- en la estabilidad primigenia del universo, otorgando así variedad a la
rra firme; una es toda ella brillante con la lumbre del albo marfil disposición al cambio de las formas mismas, aunque hay quien cree
resplandeciente, la otra, en cambio, de cuerno, se abre sobre un hu- que este artificio de la naturaleza depende de la conjunción de la
milde paso subterráneo 16 . Caronte, que en su vida había visto tan sustancia con las contingencias. Pero no querría alargarme en vano:
sólo agua, prefirió tomar el camino hacia tierra, pero en1anaba ríos ¿está claro hasta aquí, Caronte?Jl. Éste le respondió que no había
de sudor, cansado por la pronunciada pendiente y no estando acos- oído jamás exponer cosas tan simples con palabras tan grandes, ni
tumbrado a las fatigas del viaje. Se paró, pues, a descansar en el pri- ideas más confusas de modo más ordenado. En tal caso Gelasto lo
mer prado que encontraron, y Caronte, que tiene muy agudos los volvió a intentar desde el principio, retomando el discurso desde
sentidos, mucho más de lo que se pueda pensar, fue abordado por el otro punto de vista: "El primero que se pone a hacer algo, idea cla-
perfume de las flores del prado, poniéndose enseguida a arrancarlas ramellte con anterioridad el resultado que quiere obtener, llamando
y <l contemplarlas con tanta alegría y asombro que no quería alejarse 'forma' a esta iinagen que ha concebido con precisión dentro de sí
de allí 17 . Pero Gelasro le recordó que el camino por hacer era toda- mismo; acto seguido procura otra cosa, simple o compuesta de más
·vía demasiado largo como para quedarse recogiendo flores como si partes reunídas, a la que aplicar aquella forma envolviéndola, o lle-
fuera un niño; tenían que hacer cosas mucho más irnportantes y, nándola para volverla sólida; este algo se llama 'materia'. Pero no
además, los hombres tenían tantas flores de aquéllas que caminaban puede llevar a término la obra sin recurrir a algún sistema que reúna
por encima de ellas sin darse cuenta. Obedeció entonces a su gi.úa, fácilmente, según su proyecto, la materia y la formai 'movimiento'
incluso si no habría podido recibir órdenes más desagradables, y es como se define este recurso", Llegados a este punto de la exposi-
continuaron su marcha. Luego, por el camino viendo Caronte qué
1 ción, Caronte interrumpió diciendo: ''También yo he oído decir que
paisaje tan hermoso y variado ofrecía la naturaleza, las colinas, los todas las cosas se han originado por un tipo de reciprocidad, armo-
valles 1as fuentes, los cursos del agua, los lagos y tantas otras cosas
1 nioso contraste, y que se transforman incesantemente por la agrega-
semejantes, le preguntó a Gelasto cuál era el origen de todo el exu- ción y la disgregación de minúsculas partes. ¿Pero quieres que te
berante esplendor del mundo. Y Gelasto, para dar prueba de suelo- diga lo que pienso de ti? Creía que vosotros los filósofos lo sabíais
cuencia filosófica, comenzó a exponerle la siguiente argumentación: todo, pero, por lo que puedo ver en ti, no sabéis más que hablar de
"En primer lugar, Caronte, deberías saber que en la naturaleza es forma que no os pueda entender ni siquiera cuando discurrís sobre
imposible la existencia, actual o potencial, de algo que carezca de las cosas más sencillas. ¿Cómo quieres que te crea sí tú, que crees
una causa. Con el término 'causa' entendemos todo lo que provoca saber lo que tenía en la cabeza el creador originario de las cosas, se-
movimiento o quietud. Con el concepto 'quietud' indicamos el cese guramente has olvidado el camino a casa, como les ocurre a los ni-
de movimiento, mientras que con 'movimiento' expiicamos cómo ños pequeños? De hecho, si me oriento bien, nos has hecho dar una
algo puede transformarse en otra cosa. También haría falta saber gran vuelta y hemos regresado a las regiones del Tártaro. He aquí la
cuál ha sido la intervención del movimiento para invertir las formas niebla oscura de Estigia, ¿no oyes venir el profundo rezongo y los
lamentos de los culpables sometidos a suplicios?". Pero Gelasto in-
dicó a un lobo y apuntó: "No debes asombrarte, Caronte, yo he re-
;óCfr. \!J.rgilio: Eneida VI 893-896.
17 corrido este camino sólo una vez. Si bien lo que te ha parecido un
Cfr. el pasaje del libro \TI del De re aedificatoria en el que la belleza de las
flores es la imagen más epatante de la naturaleza, y en t.llya contemplación parece grito lastimero no es sino el sonido de una trompeta militar que el
residir la única actividad humana que no es insrrumenral y ;,iolenra. viento trae de un campamento de hombres; y si no me equivoco, es-

] ,_
~?
Monzo o del P1·íncipe Libro cuarto

tán tocando el primer cambio de guardia. En cuanto a la niebla, Este pintor afirmaba que el creador de una obra tan grande ha-
también yo me estoy preguntando de dónde sale tanta, y me asom- bía realizado una cuidadosa selección para elegir la materia con la
bro también de lo que imaginas, ya que dices ver aquí otras almas de que hacer al hombre, hay quíen dice que era barro amasado con
difuntos además de la mía". Y Caronre insistia: "Pero eso seguro miel y quien dice que cera calentada con el calor de las manos; sea
que es aquel rey. ¡Eh, rey! ... ". Gelasto dijo entonces: "¿A un lobo tú como fuere, dicen que aplicó en él dos sellos de bronce, impresos
lo llamas rey? Cuadrúpedos de este tipo, en cuanto que infligen uno sobre el pecho, la cara y todo lo que se veía por delante, )' el
daño a los hombres, son animales mortales, alejados extraordinaria- otro sobre la nuca, la espalda, las nalgas y así sucesivamente. F armó
mente de la naturaleza humana y de las almas de los difuntos". El varios ejemplares humanos y apartó los que no le habían salido bien,
lobo, mienrras tanto, le había arrancado los intestinos a un cadáver a sobre todo los ligeros y vacíos, haciendo con ellos mujeres, a las que
mordiscos y permanecía quieto devorándolos. Ante lo que afirmó diferenció de los hombres quitándoles un trocito para dárselo a los
Carente: "Verdaderamente debo darte la razón, en el infierno nadie orros. Con el barro restante y con sellos diferentes hizo también
come. Había creído que ese animal era el rey con el que una vez el orros muchos ejemplares de seres animados. Una vez ultimado este
heraldo Peniplusio 18 le dio vida a una interesante discusión sobre mi trabajo, y viendo que algunos hombres no estaban siempre y de cual-
nave; te la cuerÍto de regreso si quieres". Y Gelasto concretó: "De quier modo contentos con la forma que tenían, estableció que quien
acuerdo, ¿pero dónde has visto u oído decir que los reyes sean lo- lo prefiriera, podía asumir el aspecto de cualquíer otro anímal. Lue-
bos?". Respondióle Caronte: ' ¡Pero qué buen filósofo, conoces el
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go indicó su palacio, bien a la vista sobre la cima de una montaña, y
curso de los astros y no sabes nada de las cosas humanas' ¡Carome los exhortó a que subieran a él por el camino empinado y directo que
el barquero ahora te enseñará a conocerte a ti mismo 119 Te diré lo se divisaba para que pudieran coger todos los bienes que quisieran en
que recuerdo del discurso no de un filósofo, ya que todas vuestras abundancia; aunque tenían que estar muy atentos a no romar otros
grandes teorías se reducen a sutilezas y a juegos de palabras, sino de caminos, pues éste parecía inrransitable al principio, pero siguiendo
un pintar. Después de observar atentamente a lo largo de mucho adelante se volvía casi plano. Advertido esto se fue y los homúnculos
tiempo las formas del cuerpo, él sí que \~O por sí solo más que to- empezaron la subida, pero bien pronto algunos prefirieron necia-
dos vosotros juntos, con todas vuestras mediciones e investigaciones mente tener el aspecto de bueyes, asnos y demás cuadrúpedos, mien-
sobre el cielo"- Presta atención y oirás algo realmenre fuera de lo tras que otros, descarriados por las pasiones, se habían perdido por
común. otros caminos laterales. Entonces, encontrándose bloqueados por ca-
ñones escarpados y retumbantes, en medio de tupidos matorrales y
18
El rnismo oxímoron ("pobre rico") había sido utilizado por Alberti para de- no pudiendo salir de allí por la dificultad y aspereza del terreno, se
nominar al protagonista autobiográfico de la "intercenal" Pauper1:as. Es posible convirtieron en varios seres monstruosos y volvieron al camino prin-
que el autor aludiese con esta figura de "muerto viviente" a Antonio di Matteo di cipal, donde fueron expulsados por sus se1nejantes a causa de su te-
1'.1eglio, heraldo en Florencia hasta 1446 ("Aquél nunca ha tenido miedo a la
muene, I que vivo no fue, y nunca Jo será", cfr. A. Lanza: Polemiche e berte letterarie
rrorífico aspecto. Por ello, al descubrir barro similar al usado para
nella Firenze del primo Quattrocerzto, Roma, 1971, pp. 159-160). su fabricación, hicieron máscaras parecidas a los rostros de los de-
19
Nueva. alusión al Nosce te ipsun1 socrático. más y se las pusieron. Este recurso de enmascararse ha llegado a ser
20
Al oponer el saber del pintor al abstracto de los filósofos, AJberri vuelve a tan común que hay que mirar atentamente a través de los agujeros
acudir a .Minerva, ya invocada en la aperrura del tratado De pictu1·a para "ver" la
de la máscara superpuesta para distinguir las caras falsas de las ver-
realidad mejor de lo que consiente la abstracción filosófi.co-cienúfica que, sin em-
bargo, se realíza "tan sólo con el ingenio, separada de toda mareria" (p. 10). daderas, sólo así son visibles los diferentes rasgos monstruosos. Es-

174 175
lvlonzo o del Príncipe Libro cuarto

tas máscaras) llarnadas 1 ficciones' 1 duran hasta que llegan a las aguas rabies a las flores que había recogido en el prado. Luego admitió su
del Aqueronte, porque entrando en el río el vapor las disuelve; ésta asornbro ante el hecho de que los hombres den más valor a cosas
es la razón por la que ninguno ha pasado a la otra orilla sin perder la que pueden obtener gracias al trabajo de cualquier peonada que a
máscara y ser descubierto" 21 . "Oh Caronte -preguntó Gelasto- 1 las que son incapaces de rozar con el pensamiento, diciendo: "Voso-
:bromeas o hablas en serio'"· "Cierto es todo lo que he contado tros descuidáis las flores, ¿deberíamos admirar las piedras' En la
-respondió Caronte-. Te diré incluso que con las barbas y la cinta flor todo lo que se puede contemplar tiene gracia y belleza, mientras
de las máscaras he entrelazado esta gúmena, además de tener la bar- que en estas obras humanas lo único verdaderamente sorprendente
ca repleta de ese barro". es que se tenga que reprobar tal absurdo desperdicio de energías. 'l
Mientras Caronte hablaba. se habían ido acercando al teatro. aden1ás, querría que rr1e dijeras, oh gran filósofo para quien son úti-
Entonces le hizo varias preguntas a Gelasto, viniendo así a saber les estas cosas, pues dices que en este sitio son representadas muchas
quién había alzado esa construcción tan grande y a qué funciones historias de gran provecho para vivir bien, ¿a quién se las enseñan?
estaba destinada. Cuando entendió que aquello era un teatro, hecho ¿"'\ los adultos? Qué tontería ponerse a amaestrar a quien ya ha
para recitar en él historias, comenzó a reír a mandíbula batiente por aprendido con la experiencia todo lo que es útil. ¿A los jóvenes'
la estupidez de los hombres, que habían desperdiciado tantas ener- Qué absurdidad pretender impartir preceptos con las palabras a
gías destruyendo montes para luego levantar a su vez un edificio quien no escucha. Lo misn10 valdría que me dijeras que les piden a
enorme. Despotricó también contra la necedad de las autoridades, los poetas 1 no a los filósofos, las reglas para vivir" 22 • Señaló entonces
que permitían que en la ciudad se perdiese tanto tiempo en distrac- Gelasto: ''Como quieras Carente, pero lo que se escucha con placer
ciones. Pero Enope, ese comediante filósofo del que ya se ha relata- de los poetas se recibe con más facilidad, se asimila mejor y perma-
do su ridícula aventura, divisando a lo lejos a alguien con una barca nece grabado. Si vieras estas gradas llenas de ilustres personajes, no
sobre la cabeza, creyó que se podría tratar de un nuevo tipo de acto- dirías ya que es una obra extravagante, y no te desagradaría estar tú
res, por lo que se apartó con todos sus compañeros para observar a también entre ellos. Seguramente, tal y como se dice, no es sin la
escondidas si tenían la intención de poner en escena algún espectá- voluntad de un dios que se reúnen tantos, ya que hallarías por expe-
culo. Cuando llegaron al centro del teatro, Gelasto preguntó: ¿Qué riencia que aquellos que ahora, tomados individualmente, tienes en
te parece, Caronte?". Y éste respondió que a su juicio el teatro y poco aprecio, reunidos en uno los reverenciarías, permaneciendo
todas aquellas espléndidas decoraciones no eran en absoluto campa- también en religioso silencio ante ellos". Caronte, indicando una y
otra estatua divina, preguntó: "Dime, Gelasto 1 estos que te impor-
tan un bledo tomados uno a uno 1 ¿los venerarías si estuvieran todos
21
De esta metáfora ya hay precedentes en las albertianas Somnitnn v Fatu1n et juntos?". Gelasto contestó sonriendo: "Quizás si estuviera solo rei-
jOrtuna. siendo fecunda en ecos de diversa procedencia y libremente c~mbinados
ría, en presencia de muchos otros los veneraría".
(del viaje de las almas a la elección de los destinos y de los modelos en el platónico
"mito de Er" del libro X de la Reptiblica a la visión de Tespesio en e! De sera numi- Mientras miraban las estatuas, Caronte tuvo la impresión de oír
nis vindicta de Plutarco, de inspiraciones pitagóricas y herméticas al ya citado Kore a alguien murmurar tras un arco un poco apartado: "Las bromas de
Kosmou y a la escatología medieval), sobre los que por otro lado triunfa la libre in- Gelasto están ya muy manidas, y de toda la representación de éstos
vención de Luciano y, en particular, esa óptica "carnavalesca" que se funda en los la única cosa que me parece válida es la máscara de Gelasto, cierta-
topoi del teatro (las máscaras, los disfraces y desvelamientos) y del mercado (la
"venta de las vidas" y la mercantilización de las ideas). Por último, cabe sen.alar los
vagos ecos danrescos (la directa via, las brozas). 22 Cfr. De re aedificatoria, libro VIII.

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Mo1110 o del P1~íncipe Libro cuarto

mente no s·e le puede parecer más". Carente también oyó las voces largaba brincando completamente tembloroso. Presenciando tal es-
de quien afirmaba que Gelasto en vida había sido muy culto y sabio, pectáculo, los dioses no pudieron reprimir una gran carca_jada, que
mientras que otros sostenían que era bobo y que no hacía más que tuvo el efecto de atraer sobre todos ellos una gran contrariedad to-
excentricidades, sobre todo porque por cobardía se dejaba ofender y talmente impredecible. Contaré pronto lo que sucedió, pero ames
sufría sin hacerse respetar. No creían que fuera válida su elección de realizaré un resumen de la aventura de Caronte, inesperada y verda-
perseverar eternamente haciendo el bien a todos mientras otros lo deramente entretenida. Oyendo reír a las estatuas, dijo Caronre:
hostigaban y ofendían continuamente. Tendrían que habérselas vis- "Reíd lo que os apetezca, que prefiero que os riáis de mí que no llo-
to con Enope, quien mostraba su fuerza rechazando los ataques más rar alguna pedrada". El hecho es que creía que quienes reían eran
que pretendiendo frenar con extrema paciencia la arrogancia de los esos comediantes, aun cuando notaba asombrado la enorme reso-
provocadores. Cuando también Gelasto oyó a Enope y reconoció su nancia de la carcajada divina, pero Gelasto, que era ex-perta en tea-
voz, dijo: "Caronte, quiero hacerte ver lo audaz que es este fanfa- tro, se puso inmediatamente a correr gritando: "¡1\1aldita sea, Ca-
rrón". Dicho y hecho fue corriendo hacia esos criticones y éstos, al
1 rente, aguarda que voy!". Caronte se giró para mirarlo, atónito por
ver acercarse al muerto, se quedaron estupefactos en cuanto lo reco- su miedo: "¿Qué te pasa? ¿Te han tirado una piedra?". Y éste, casi
nocieron, mientras que E11ope no encontró nada mejor que hacer fuera de sí, con todo el cuerpo tembloroso: "¿No has oído a las esta-
que salir corriendo, abandonando a su prisionero. Entonces, regre- rnas?,,. "¿Qué?". "Se han puesto a reír,,. "¿)1 entonces? -inquirió
sando con Caronte, le confesó: "¿Qué te ha parecido nuestro gran Caronte-. ¿Querías que llorasen o es el miedo el que te hace creer
campeón, que en cuanto he movido un pie ha girado la espalda? Me que las estatuas han reído?". Gelasto, lívido de pavor, ya no se tenía
asombra ver a este hombre que en vida era mi íntimo amigo hacer sobre las piernas, por lo que en el primer cruce que encontró fuera
ciertas críticas sobre mí vl sentir miedo al verme en vez de ale!!ria
b . de la ciudad y yendo detrás de Caronte, se pegó a la _popa invertida
Pero ahora entiendo su falsa y fingida condición, pues debía llevar de la barca y le suplicó: "Por favor, párate, Caronte". Este respondió:
una máscara de ese artificio que me has explicado con la que su ros- "No aguanto estas mascaradas y fingidas costumbres de los morta-
tro simulaba amistad y benevolencia, él, que ciertamente no habría les. Tú no tenías miedo de las piedras y ahora quieres dar a enten-
puesto tantas veces a dura prueba mi paciencia cuando estaba vivo der que estás aterrorizado por una carcajada; y además, insisóas tan-
como tampoco habría atac.ado mi buen nombre ahora que estoy to en que no querías volver a la tierra, pero ahora hace falta llevarte
muerto, si hubiera sido un verdadero amigo". de vuelta a la fuerza. No te agradezco en absoluto que me hayas pri-
Estaba hablando cuando un pesado peñasco arrojado con toda
1
vado del placer de recoger flores para llevarme entre revueltas )' al-
su fuerza por el mismo salvaje borracho de antes, golpeó la barca de tercados. Si hay que tener miedo no sólo de los apedreamientos,
Carente, produciendo un gran esuuendo. Caronte, asustado por el sino también de esta carcajada de las estatuas, ¿quién no se largaría
golpe, se puso a gritar haciendo retumbar todo el teatro, mientras de aquí? Pero tú haz lo que quieras yo me voy". Gelasto, impresio-
1

que un furioso Gelasto se lanzaba contra el borracho, ante lo que nado por los modos hoscos de ese viejo intratable, dijo: '1Ahora eres
Caronte exclamó: "¡Déjalo, Gelasto, déjalo' Tú los atacas con la tú el que te pones a hacer conmigo esos mismos juegos de palabras
sombra, ellos nos prenden a pedradas. Ya hemos vagado bastante. y sutilezas de los que según tú somos expertos los filósofos, oh Ca-
Aquí, aparte de estupidez y maldad no encuentro nada que valga la ronte". Contestóle Caronte: "Es por este motivo que es tan impor-
pena ver, y lo mejor es detestar la estupidez y alejarse de la maldad. tante estar con quien sabe hablar bien, se aprenden tantas cosas
jVámonos!". Gelasto intentaba llamar a Caronte mientras éste se de los intelectuales)). Entonces Gelasto, no para quitarle un peso a

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J1onio o del Príncipe Libro cuarto

Caronte, sino para impedir que se fuera s1 seguía insistiendo en 1.VI.ientras navegaban con el 1nar calmado decía Caronte: "¿Ves cómo
marcharse rápidamente dejándolo atrás, declaró: "Es justo que me manejo mejor no haciendo caso a ningún filósofo? Si te hubiera
también yo aprenda algo de ti. Está bien, aprenderé a manejar el prestado atención, me habrías sepultado con tus dudas. No he se-
remo". rfras lo que Caronte indicó sorprendido: "¿El remo aquí en guido tus indicaciones y por eso estamos navegando tan bien. ¿Pero
seco?". Pero tomó el otro ren10 y se lo echó al hombro, diciendo por qué has finS'ido tener miedo de este mar después de haber visto
muy ufano: "Es así corno iba Hércules con la 1naza23 . ):r si en el tea- el ¡-\queronte? Este parece más grande, te lo concedo, pero no pue-
tro hubiese tenido este remo, ese miserable de Enope, al que le he de ser ni más profundo ni más tempestuoso. Eh, ¿pero qué clase de
proporcionado tantos buenos momentos, me las habrías pagado. Te monstruo es ese de allí, que avanza surcando el mar hacia nosotros?
habría asaltado con10 se hace con un monstruo, y te habría dado ¿Es el que ha ocasionado tantos desastres en los infiernos, y que di-
una buena, después de que he soportado pacientemente tu ignomi- cen que merodea por los mares? Llega en el momento oportuno,
nia y tu maldad". Intervino entonces Caronte: "Gelasto, escúchame pues nunca entendí de qué se trataba. Ahora sí que estoy contento
un momento, después de tantos años he tratado y conversado allá de haber venido a la tierra. ¿Lo ves' ¿Ves venir el Estado nadan-
en mi barca con mucha gente culta y experta con la que he discuti- do?". Entonces Gelasto excla1nó: "¡Oh Carente! ¡Qué definición
do sobre estos problen1as. Querría que supieras una cosa: según el más apropiada has hallado, llamando 'Estado' a una nave 125 Si qui-
parecer de todas las personas más sensatas, no es necesario servirse siera describirla del mejor modo, no habría podido encontrar e:qire-
siempre de la paciencia; su opinión es que existe una regla que hay sión más clara. También aquf, en efecto, como en un Estado, manda
que cumplir normalmente entre los mortales: nada en exceso; 24 la minoría y la mayoría es mandada, aprendiendo así a sustentar el
aunque quizás sólo de paciencia en la vida haga falta tener o nada poder; sus pasiones, sus proyectos de futuro y de bienestar han de
en absoluto o en exceso. Probablemente hava • más o-ente
o que se la- adaptarlos a cualquier situación. Además, también aquí, como en un
menta de haber sido paciente que de no haberlo sido". Gelasto re- Estado, la dirección general es confiada bien a uno solo, bien a algu-
conoció en voz alta: "jQué observación más profunda! Lo veo so- nos, o bien a muchos; 16 éstos, si saben tener en cuenta el pasado,
bre la base de mi experiencia y puedo decir que me he echado prever el futuro y analizar atentamente el presente, y se afrontan
encima más molestias siendo paciente de las que me habría buscado con racionalidad y método todos los problemas, sin buscar el propio
la intolerancia". beneficio en vez del interés general, entonces son gobernantes y
Entre una charla y otra llegaron al mar. Gelasto se detuvo inse- todo procede a las mil maravillas; pero si acaparan para sí todo lo
guro a mirar en derredor, y Caronte, que empezaba a impacientarse, que pueden y ponen en segundo plano sus obligaciones frente a sus
preguntó: "¿También te paras aquí?". Y Gelasto respondió: ('No te pasiones, entonces son opresores, y todo está condenado al desastre.
enfades, C·aronte, que miro por los dos. Te confieso que no seré un Asimismo, si escuchan los consejos de los expertos, si mantienen
buen guía en una extensión tan vasta, sin caminos trazados ni pun- siempre su disponibilidad y si su eficiencia es sincera, encontrando
tos de referencia". Caronte objetó: "He oído decir que el camino
para el infierno es fácil, basta ir por aquel lado donde no se ve y no 25 Entre los precedentes ilustres de la metáfora "política" de la nave, cfr. al

se siente nada. Montemos en la barca y vayamos en esa dirección". menos Horacio: Carminum I XIV y Dante: Purgatorio VI 77. Pero cfr. también
la metáfora de las naviculae en la "intercenal" Fatum et fortuna (Opera inedita,
pp. 136-143).
13 26 Concisa referencia a las teorías constitucionales clásicas de Platón, Polibio y
Cfr. Apuleyo: iYletamorphosis V IX 6 .
4
.: 1Vihil nimis. Cfr. Terencio: .Andria 61; Séneca: Epistulae morales XCIV 4 3. Cicerón.

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\tf~
Momo o del Príncipe Libro cuarto

la unanimidad -en la ejecución de las decisiones, entonces la situa- ría rey al que nadando tocase el ratón en primer lugar. Con esta ma-
ción es excelente y estable; en cambio, si están en desacuerdo, si se nera de suerte, de toda la chusma salió como rey uno de los que
hacen de rogar y se echan acrás, el Estado se descompone y entra en mandaban en la nave, entregándose todos a la fiesta más desenfrena-
una grave crisis. ¿Pero qué estamos haciendo? No hemos sabido da y haciendo rodo lo que se puede hacer en los baños. En cieno
apartarnos de un desastre inminente: ¡estamos delante de piratas'"· momenro, uno de los m:ís viles y bajos galeotes también fue procla-
Al oír la palabra piratas, Caronre se asustó, porque había escuchado mado rey por sus compañeros, y entrando en el baño el primer rey,
más de una vez que son descomunahnente terribles y crueles; sin frente a la insistencia de la mayoría, le cedió espontáneamente e] si-
embargo, a pesar de los estremecimientos de pánico, simuló que no tio, siguiendo todo como un juego que se mantuvo hasta bien tarde
pasaba nada con tal de seguir enojando a Gelasto y dijo: "Gelasto, mientras el jefe de los piratas reía el primero por las bromas m:ís ex-
¿cuántos rrucos tienes intención de inventar para interrumpir nues- rrañas y alentaba su continuación. En un mo1nento determinado el
tro regreso al infierno? Cuando no te entretiene la incertidumbre nuevo rey dijo que quería asegurar con un juramento la fidelidad de
por la ruta, es el peligro de los bandidos lo que te bloquea. ¿Qué sus con1pañeros de juerga, encargando que pusieran en medio de
motivo tienes para- temer a los piratas, si no pueden quitarte ni si- ellos un plato negro ahumado, sobre el que todos, incluso si no que-
quiera la vida? En cualquier caso, es mejor evitar este fastidio, te de- rían, debían jurar como si fuera un altar. L..legó entonces el turno del
1
jaré en tierra' y acto seguido dirigió la barca hacia la playa reman-
; jefe de los piratas, y éste se negó a jurar, por lo que fue conducido
do a toda velocidad. Gelasto también advirtió que Carente se había ante el rey y condenado por negarse a cumplir las órdenes: la pena
asustado y señaló riendo: "Caronte, haces bien escapando. Si captu- prevista para los reticentes era sumergirlos en el agua, pero lo hun-
rasen a un viejo lobo de mar como tú, seguro que lo esclavizarían, dieron de tal forn1a que se ahogó en esa nube de manos. Ordenan-
colocándolo entre sus desventurados remeros. Y quizás te arranca- zas y amigos del jefe, sobrecogidos por el final del ahogado y por la
rían el barbón y los cabellos para entrelazar con ellos las cuerdas, acción temeraria de los conspiradores, estaban a punto de solivian-
igual que has hecho tú". Alcanzada la playa, Carente vio cómo to- tarse, pero todos los que estaban con el rey, exultantes por el éxito,
dos los lugareños, habiendo visto a los piratas mientras se encontra- tomaron inmediatamente posesión de la nave, proclamando que su
ban en unos baños públicos cercanos, les gritaban que se alejaran de acción les había dado a rodas la libertad, zarpando mar adentro
esos ferocísimos criminales y que subieran a las montañas. Carente para festejar el acontecimiento y desapareciendo por donde habían
dijo que no podía abandonar su barca, pero no podía )Ta con ella, ex- venido 27 •
hausto como estaba tras conseguir llegar a tierra firme tan rápida- Gelasro, que había seguido el final del jefe pirata desde una
mente. Ocultó, pues, la barca en un pantano próximo, cubriéndol? posición que le permitía observarlo todo con claridad, corrió ense-
con barro, y después se escondió en medio de las primeras cañas que guida a contárselo a Caronte. Éste no había mostrado nunca tanto
encontró. Gelasto, en cambio, subió hasta una sima, ocultándose en interés por una historia como ahora, de forma que, aun estando
un matorral. embarrado y sucio de pies a cabeza, se puso a saltar de alegría, abra-
Nada más esconderse todos, llegaron los piratas cargados con un zó a Gelasto y lo llenó completamente de cieno de tanto beso.
buen botín, por lo que alegres desembarcaron y entraron en los ba- "Ahora sí que puedo descansar bien -decía-. ¿l\_ quién le podía ir
ños, y allí, para divertirse, decidieron nombrar entre ellos a un rey
de los borrachos con un sistema eAtraño y original: se tenían que 27
El episodio de los piratas se sitUa denrro de una rradición "novelesca'' que
poner todos en corro, soltar luego nn ratón en el agua, y se nombra- de la comedia nueva y del relato griego llega al Deca1neró11.

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iVIorno o del Príncipe Libro cuarto

mejor? ¿Y quién habría imaginado que esa cabeza pelada y llena de los escollos; los navegantes habían perdido toda esperanza de salva-
llagas encerraba intenciones como ésta? Le perdono con mucho ción, a no ser que lograran alcanzar una roca cercana. Se refugia-
gusto todos los males que me ha ocasionado. Si hubieras estado ron en ella, y allí encontraron bien atado a LVIomo, más interesado
~'
;_-· aquí, Gelasto, te habrías divertido muchísimo". "¿iVIe habría reído por conocer la causa de una terr1pestad tan violenta que apenado
de rus males?", preguntó Gelasto. "~Por qué no iba a reír también por sus problemas. La tempestad había sido provocada por los
yo -respondió Caronte-, aunque al principio hubiera llorado de vientos que luchaban entre sí, pues discutían violentamente, echán-
miedo? Debes saber que un par de esos galeotes se pusieron a cons- dose en cara uno a otro la culpa de la tremenda fechoría que habían
pirar justo aquí, cerca de este tronco de sauce, y también yo casi me ocasionado en el teatro; se llegar<?n a acalorar tanto que provoca-
convertí en otro tronco, inmóvil y aterrado como estaba por su lle- ron tal trasiego que terminaron por juntar tierra y cielo. Lo que
gada, por lo que seguí echado en el barro y manteniendo la cara so- había ocurrido es que, en el momento de la fuga de Caronte del
bre el suelo rrllentras intentaba oír qué maquinaban. A duras penas teatro, las carcajadas de los dioses habían hecho retumbar toda la
logré captar sus palabras, pareciéndome oír que uno decía: 'De tierra, y F,olo, atraído por éstas, salió volando de su gruta para ver
acuerdo, haremos que se ahogue'. Entonces me entró el pánico, casi qué estaba sucediendo. Los vientos confinados en la gruta, teniendo
perdí la conciencia . .iVIás tarde, puesto a punto el plan, empezaron a el ánirr10 alterado y las orejas atentas, oyeron la voz de la diosa Fama
arrojar en medio del tupido cañaveral, exactamente donde estaba que revoloteaba por doquier haciendo chirriar sus alas y contando
yo, las vísceras de un carnero sacrificado que se habían traído con el lo que había ocurrido con los dioses y Carente. En ese momento
pretexto de ir a tirarlo; y ese rey con la cabeza rasurada arrojó la ca- fue tal el deseo de ver a los dioses y los espectáculos, que todos los
beza del carnero de tal manera que si no me llego a apartar, lo ha- vientos, deshaciéndose a la fuerza de las cadenas, puertas y obstácu-
bría pagado yo. Puedes imaginar que en ese preciso instante lo que los de todo tipo 1 irrnmpieron a la vez en el teatro con semejante
deseaba era tener todavía por yelmo la barca, como antes en el tea- violencia salvaje y desenfreno que rorr1pieron las ataduras y derriba-
tro, ya que parece ser que aquí los carneros embisten incluso muer- ron sobre el teatro parte del muro y el telón, y con él también las
tos". Inmediatamente después de contar su relato, Caronte cogió la estatuas que algunos celestes habían depositado sobre la cornisa. La
barca y se dirigió al mar. Gelasto lo invitaba a darse un baño, para caída del telón y de las estatuas dañó gravemente a los dioses: algu-
que no se mofaran de él en el infierno con toda esa suciedad encima, nos cayeron por tierra, otros fueron arrollados y no hubo ninguno
pero Carente no quiso, proclamando que prefería parecer el más su- que no tuviera alguna contusión. El mismo Júpiter quedó trabado
cio y miserable en el infierno antes que el más elegante sobre la tie- entre las sujeciones del telón, golpeándose la nariz y terminando
rra, evitándose así por más tiempo a esas bestias terribles que son con los pies por el aire. La estatua de Cupido, cayendo desde lo más
los hombres. Gelasto le dijo entonces: "He entendido qué tienes en alto, estuvo a punto de aplastar a la diosa Esperanza, arrancándole
la cabeza. Quieres volver al infierno enmascarado tarnbién tú". completamente un ala de la espalda; Esperanza, a su vez, cuando se
En un cierto momento, mientras Caronte y Gelasto se dirigían torció el tendón, se puso a tambalearse, golpeando a Cupido en el
mar adentro contándose la historia de los piratas, Carente decidió pecho. Los dioses, desconcertados, no sabían qué hacer, pero Júpi-
exponer la interesantísima discusión entre Peniplusio y el rey que ter se repuso, haciendo la única cosa digna de un príncipe muy sa-
había prometido relatar de regreso. Pero un nuevo peligro se inter- bio, y meditó lo que deberían hacer los celestes frente a esta emer-
puso, impidiendo la narración. El mar empezó a crecer en remoli- gencia. Le vino el temor de que los hombres pudieran pensar, al
nos vertiginosos y a encresparse furiosamente, abatiéndose contra encontrarse el teatro sin estan1as, que todo ese despliegue festivo no

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Momo o del Príncipe Libro cuarto

había agradado -a los dioses provocando que en un fururo no se


1
tal indignación que desde entonces no supo más que correr rras su
dier:in más qué hacer para ganarse méritos frente a ellos; y por otra odiada Noche. Plutón, por su parte, se había quedado enredado en
parte, también tenía la intención de apaciguar el desagradable al- toda aquella gran maraña de tiendas, hasta que el esrruendo llamó la
boroto de los suyos. Ordenó, pues, lo que le pareció necesario: atención de algunos bribones que estaban acostados en los burdeles.
cada dios debía devolver su estatua a su sitio en el teatro y después Éstos, tras encontrar a Plutón, le colocaron un lazo al cuello y lo sa-
marcharse de inmediato, para evitar que trascendieran los hechos y caron, tras lo que intentaron machacarle los pies con piedras para
no sufrir el escarnio de los mortales) porque era mejor para los comprobar si realmente eran de oro macizo corno imao-inaban· o ,
dioses soponar cualquier inconveniente que perder su prestigio y ocros, creyendo que sus ojos eran diamantes, quisieron quitárselos,
reputación. Todos obedecieron a Júpiter, excepto el dios Estupor, estropeándoselos hasta el punto de extraerle una pupila y destrozar-
que estaba pálido y duro como una piedra; pero, cuando se hizo el le la otra completamente. Plutón no logró soportar el dolor y soltó
recuento en el cielo, no sólo faltaban Estupor y Esperanza, que ha- un quejido, pensando que se las haría pagar a esos rufianes de mal
bía quedado mutilada por tierra, sino también Plutón y la diosa agüero tirándose hacia un lado con todo su enorme peso; aniquiló
Noche. así a todo el que se le cruzó en su carrúno, aplastando y mutilando
Será una auténtica diversión seguir las razones que les habían manos y pies por doquier. Desde entonces se dice que vaga por el
retenido en tierra, sobre todo por lo que a Plutón respecta. Pero si foroi sin poder veri abandonado a su destino por esos inn1undos
empezamos por la diosa Noche, debemos decir que la casualidad rapaces.
quiso que escondiera su estatua precisamente bajo los mismos pel- Cosas parecidas sucedieron en el teatro, y viendo los vientos que
daños del teatro cerca de la de Apolo y, dado que estaba hueca, ha- habían sido la causa de tantos desconciertos y desastres, se miraron
bía metido dentro la bolsa con los oráculos robados, tal y como ya a la cara y enmudecieron. El remordüniento y el miedo los trastor-
se ha relatado, para evitar que se apoderara de ella, aprovechando la nó, comenzando a intercambiarse sin fin recíprocas y airadas acusa-
confusión, alguno de los muchos mortales que tenían que venir, ciones de temeridad descontrolada, lo que provocó un gran alboro-
pues había oído decir que exisúan entre ellos peligrosos ladrones. to. Al final, en el ardor de la pelea eligieron como campo de batalla
Mientras se esforzaba para obedecer la orden de Júpiter, Apolo ha- el mar, teniendo aquí su origen esa repentina tempestad de la que se
ciendo palanca con el pecho no sacó su estatua, sino la de Noche, ha hablado. Empujados, pues, por ésta, Caronte y Gelasto se refu-
cayéndose la bolsa entre sus pies durante el traslado; aunque no la giaron en el escollo donde se encontraba Momo fuertemente ata-
vio, ocupado como estaba. La diosa Noche, presa de igual excita- do, y allí recobraron cierta comodidad considerando la situación <le
ción -en medio de esa operación tan confusa, se echó al cuello la es- Mo1no. Creían encontrarse al límite de la desgracia después de tan-
tatua que encontró, y más tarde, dándose cuenta del error y pensan- tos peligros y esfuerzos, pero cuando vieron el lloroso rostro de
do que Apolo se había llevado a propósito una estatua que no era la Momo, que apenas podía respirar bajo la furia del océano, la conmi-
suya, se fue a llorar ai regazo de su hija por el remordimiento de su seración por sus penalidades núrigó su dolor. Le preguntaron quién
robo y para protegerse de Apolo. La hija de Noche es Sombra, y era y por qué se encontraba allí padeciendo ese atroz suplicio, al
Apolo estaba tan perdidamente enamorado de ella que no era capaz tiempo que le prometian que, si podían hacer algo por él, sin duda
de ir a ninguna parte si Sombra no iba con él. En cuanto a la famosa se habrían prestado a ello. Momo respondió: "Pobres de nosotros,
bolsa, se la encontró bajo sus pies Ambigüedad, la diosa más menti- ¿qué puede hacer un náufrago por un condenado sino ponerse a llo-
rosa que pueda existir. Enterado de lo ocurrido, Apolo fue presa de rar sus penas junto a él?''. Dicho esto estalló a llorar amargamente y

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]l/fo1no o del Prz'ncipe Libro cuarto

después les rogó que lo sacaran un poco del agua, visto que real- aceptado entre mis adversarios. Lo que me ha hecho caer en desgracia
mente estaba hecho trizas por el huracán. En cuanto lo alzaron, es haber pensado, después de haber recibído tantas manifestaciones de
.i.Vlomo y Gelasto se reconocieron; en efecto, cuando i\Iomo se en- honor, que mi interés quizás fuera olvidarme de mis malvados artifi-
contraba entre los hombres había sostenido numerosas discusiones cios y querer recobrar mi antigua independencia, apartando de nú la
con Gelasto sobre argumentos de la máxima profundidad. Empeza- adulación engañosa y servil. Soy perfectamente consciente de lo que
ron a recordar mutuamente situaciones y conversaciones v en un he hecho, de cómo he intentado procurar el bien de los dioses. Por
cierto morr1ento dijo íY:Iomo: "Cuando m~ comportaba co~o un fi- no hablar de todo lo demás, os contaré que he albergado tanta preo-
lósofo entre vosotros, exiliado del cielo por culpa de la diosa Frau- cupación por los dioses como para reunir para Júpiter, a costa de
de, actuaba a ciegas, pero al intentar restablecer mi dignidad frente muchas noches en vela, todos esos viejos razonamientos que solía-
a la gravísima injusticia sufrida, he sido siempre coherente al querer mos tener, Gelasto rrúo, acerca de las tareas de los dioses v de los
aparecer como el más humilde de los mortales más que como un gobernantes, y que ahora aparecen resumidos en el opúscul~ que le
dios entre los filósofos. En realidad, he hecho alguna concesión a mi entregué, pero mi desgracia demuestra el valor que le dio. Por lo
inmenso dolor y a mi acritud más que justificada aunque también
1
que se puede observar, esa serie de consejos honestos y útiles no
rne he visto en otras bien distintas por el bien de los dioses, con tal fueron del gusto de Júpiter, prefiriendo, en cambio, relegarme a esta
de no perjudicar a la esfera celeste manifestando mi verdadera iden- infeliz condición. ¿Ahora qué es lo que consideráis digno de las crí-
tidad, cosas que ni siquiera mis adversarios han querido dejarme pa- ticas más severas, la ligereza con la que se descuidan los asuntos de
decer durante mucho tiempo; a hacer nacer la compasión por mis Estado o la injusticia con la que se los trata? Que considere el mis-
adversidades, o a aplacar la animosidad de quien me odiaba, sin mo príncipe cuán útil es para el Estado este modo de obrar suyo.
duda ha contribuido enormemente mi increíble capacidad para so- Ninguna persona honesta podrá decir que es justo, y no sabemos to-
portar las desgracias. Fui por ello readmitido en el cielo y, para ofre- davía qué será de aquellos que se regocijan con mi desgracia, y mu-
cer un ejemplo del sentido de justicia de su excelencia Júpiter y de cho menos de él, que corresponde con dolor a quien le da consejos
los dioses os diré lo siguiente: no habiéndoles ocasionado otra mo- rectos mientras que cohna de bienes a quien trama acciones malva-
lestia que no fueran buenas acciones y justos consejos me exiliaron, das, puede tener suficientemente claro lo que durará su suerte ac-
mientras que cuando violé a una mujer dentro del templo, diosa y tuando de esta forma. Pero que piensen otros en estas cosas, aque-
virgen además, se pusieron todos a reír. El que había Yllelto entre llos que tengan todavía la posibilidad de esperar, yo debo pensar
los celestes era el viejo i'VIomo de siempre, pero animado por nuevos exclusivamente en afrontar mi triste condición".
propósitos, yo, que estaba acostumbrado a enlazar siempre mis ideas Cuando Momo terminó de hablar, Gelasto espetó: "Os com-
a la verdad, mis deseos al deber, los discursos y el rostro a los princi- prendo tanto, .i.Vlomo. ¿Pero por qué debería ponerme a contar mis
pios de la justicia que me dictaba el corazón, después de mi regreso desventuras? Por consolar vuestro dolor lo haré. Desterrado de mi
aprendí a adaptar las ideas al prejuicio fanático, los deseos a la pa- patria, he desperdiciado los años más bellos de mi vida en continuas
sión desenfrenada y el rostro, las palabras e incluso el corazón a la peregrinaciones entre desgracias sin fin; siempre en lucha con la ne-
maquinación de ir1sidias. 1\ñado una sola cosa: mientras me he en- cesidad, eternamente maltratado por los agravios no sólo de los ene-
tregado a semejantes artes perversas en medio de esa camarilla de migos, sino también de mis seres queridos, he tenido que afrontar la
beatos, he seguido siendo querido por el príncipe, aceptado por to- traición de los amigos, la rapiña de los parientes, las calumnias de
dos y con prestigio frente a cualqlúera, incluso osaría decir que muy los oponentes y la cn1eldad de los adversarios; intentando escapar de

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Monzo o del P1·íncipe Libro cuaTto

los asaltos de la adversa fortuna, he ido a caer en la más completa Al final de esta conmovedora conversación llegó inesperada-
ruina que se me preparaba. Desconcertado por los repentinos cam- mente el dios Neptuno, quien, movido a actuar por la acción impru-
bios de situación; sepultado por las adversidades, aplastado por el dente de los vientos, había dado orden a las nubes para que los man-
peso de lo ineluctable, he soportado todo con gran paciencia, espe- tuviesen bien aferrados entre ellas hasta que no hubiera reprendido
rando que los piadosísimos dioses y el destino me reservasen una a esos locos como se debe. Y de esta forma, en parte con reprimen-
suerte mejor de la que me ha tocado. Sin embargo, ¡cómo habría das, en parte a golpes de tridente, había logrado bloquear su furia
sido feliz si sólo un premio mejor hubiese sido la recompensa por desenfrenada, devolviendo la calma a todo el mar y pudiendo ir a vi-
mi aplicación al estudio de esas disciplinas elevadas a las que siem- sitar a Momo 30 • Encontrándose allí Caronte y Gelasto, quiso saber
pre me he dedicado' Pero está reservado a otros juzgar qué he deja- cómo habían llegado, 31 una vez conocida la historia de sus travesías,
do de provechoso en las letras. Esto puedo afirmar de nú: haberme deploró profundamente la demencia de los vientos que con una úni-
dado que hacer con toda mi capacidad, mi pasión y mi buena volun- ca acción desconsiderada habían dado lugar a tantos desastres: ha-
tad para no tener que lamentar jamás los progresos que hacía día a bían echado a perder los espectáculos, revuelto los mares y puesto en
día. Pero los frutos han desilusionado cualquier expectativa, y de apuros a los dioses. Más tarde, ante las demandas de Momo v Ca-
quien me debía sentimientos amigables, me ha llovido sólo resenti- ronte, expuso con todo detalle lo ocurrido a Estupor, Júpiter, Plutón
miento28, de quien había que esperar ayuda material, agravios, allí y demás dioses. Al final preguntó Neptuno: "¿Mandáis alguna otra
donde las buenas personas anunciaban el bien, los maliciosos han cosa? Ahora que he puesto en orden el océano, debería volver con
respondido con el mal. Podréis decir que no me ha sucedido nada Júpiter y los celestes". Entonces dijo Gelasrn: "Si no os importa,
diferente de lo que suele ocurrirles a los hombres, y que está bien Neptuno, me complacería mucho que convencieseis al príncipe Jú-
que recuerde que soy hombre. Entonces Mo1no ¿qué diríais oyendo
1
piter, en interés suyo y de los hombres, para que se sirviera del
lo que le ha sucedido a Caronte? Siguiendo una decisión suya sin opúsculo de Momo para la gestión de los asuntos de Estado, ya gue
duda justa y sabia se ha impuesto como tarea no permanecer al
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encontrará en él un gran nún1ero de preceptos para confirmar y for-
margen de los asuntos humanos, pero expulsado a pedradas, se ha talecer del mejor modo posible su posición". Nepruno se mostró es-
escondido en una balsa, y al final, después de haber corrido los peo- céptico sobre la posibilidad de que Júpiter dejara dictar su política
res peligros sobre tierra y mar por casualidad ha llegado a duras pe-
1
por cualquiera, pues de un príncipe convencido de sí mismo se pue-
nas hasta aquí; ¿cómo irse, qué dirección tomar) dónde encontrar un de admitir cualquier cosa, pero no que se deje guiar, y no es alguien
punto firme' No tiene nada seguro. Mientras que yo, creo que de- que acepte consejos cuando quiere hacer algo o que se deje influir si
bería felicitarme a mí mismo, incluso en todas estas dificultades, no lo quiere llevar a cabo; en ambos casos había hecho siempre lo
tanto por tener compañeros divinos en mis infortunios como por- que había querido, prefiriendo poner de relieve las propias capaci-
que veo dioses, nacidos para un destino mejor, encontrarse en una dades antes que dar importancia a las de los demás. Y habiendo di-
situación más infeliz o casi igual a la que me ha tocado. Momo y cho esto se fue.
Carente, debería ser también motivo para vuestro consuelo ver que
ninguno de vosotros se salva de las desgracias'129 . especialmente autobiográficos, Gelasto sirve a su vez de portavoz en una digresión
aurobíográfica que también se halla en numerosos pasajes de otras obras de _t\Jber-
ti, de la V"ita a las "intercenales" Pupillus, Paupertas, Anuli, Corolle y Erun111a.
28
Cfr. Cicerón: In Catilina1n I XII 29. :m Esta deferencia sella la relación positiva enrre Jv1omo y las divinidades acuá-
29
Comparado con su "doble" negativo, es decir, con ese .i\1omo con rasgos ticas.

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Monz.o o del Príncipe Libro cuarto

tí mismo ·y satisfacer plenamente tus deseos, necesitabas muchas co- frecuencia polémicas y enfrentamientos armados, si rus maquinacio-
sas, pues siempre había algo que te faltaba, tenías que estar en guar- nes han colmado de envidias, rivalidades y toda suene de inmundi-
dia en distintos frentes al tiempo que te abordaban una gran canti- cias todos los asuntos públicos y privados, lo sagrado y lo profano'
dad de incertidumbres y, en definitiva, todo lo que te rodeaba podía ¿Por qué querrías enumerar todas las otras insensatas ostentaciones
suponerte un peligro; para mí no existía ninguno de estos obstácu- de ru práctica de gobierno? ¿Cómo puedes alardear de haber man-
los, al contrario, al realizar mis asuntos tenía a disposición tantos dado construir templos y teatros, no para hacer más bella la ciudad,
medios que ni siquiera los podía utilizar todos. De todas maneras, sino por avidez de gloria y por un vano renombre para la posteri-
como he dicho, no tengamos en cuenta todos estos hechos. Si has dad? ¿y· qué valor podríamos dar a estas leyes ruyas tan bien escritas
acumulado riquezas para ri gracias al poder, has hecho un pésimo que los injustos no respetan y que los justos no habrían necesitado?
ejercicio de tus funciones, te has comportado no como un gober- Incluso dirás que habrías podido perseguir duramente a mis adver-
nante sino como un opresor; si las has conseguido para el Estado) te sarios, ¿pero quién tiene más capacidad y medios que yo en este cipo
has comportado como se debe, pero ni siquiera éste es motivo de de acciones maléficas? Ciertamente tú habrías podido castigar a este
gloria para ti, no es mérito tuyo sino de la totalidad de los ciudada- o aquel ciudadano, pero no sin riesgos, no sin mmultos y con la par-
nos que las han producido al conquistarlas en guerras o haciendo ticipación de muchas personas; si hubiera tenido que hacerlo yo,
fructificar sus bienes. Dirás: con mi eficiencia he conseguido esplen- habría podido ocasionar la destrucción de toda la ciudad con sólo
dor para la ciudad y para el Estado, he conservado la paz y el orden callar y dormir. Hay otras dos cosas en las que te aventajaba consi-
con mis leyes, bajo mi mando supremo he proporclonado prestigio derablemente. Quien pertenecía a tu entorno te definía como an10
y prosperidad a mis ciudadanos; pero nosotros en todo lo que he- absoluto de todos los bienes y de todas las forrunas; en esto yo no
mos hecho solos hemos actuado sin resultados, y lo que hemos rea- sólo tenía el poder de propiciar su desaparición, corno ya he dicho,
lizado con la activa participación de muchos no veo por qué debe- sino también la potestad sobre los bienes y las forrunas de todos, ya
ríamos atribuirlo a nuestra virmd. Pero probemos a examinar tu que eran administrados exactamente como quería )1 0. En efecto, en
contribución y la mía en las siguientes cosas: tú dormías toda la no- ningún tipo de negocios, en ningún lugar público o privado sucedía
che cargado de vino o la pasabas lujuriosamente, yo vigilaba mi nada sin que yo lo quisiera; para ci, ¿había alguno de tus bienes y rus
puesto de guardia, protegiendo la ciudad de los incendios, a los ciu- fortunas que marchara según rus proyectos? Querías siempre mu-
dadanos del enemigo y a ti mismo de las conspiraciones de los hom- cho más de lo que podías tener, yo de cada cosa no quería nada más
bres. Tú proponías leyes, yo las hacía de dominio público; cuando que lo que había, quería que todo fuera estrictamente corno era y
realizabas un discurso, con frecuencia el pueblo gritaba en protesta, nada más. En fin, si hubieras perdido tus bienes, te habrías ahorca-
en cambio cuando yo divulgaba una orden, todos me escuchaban do, yo habría empezado a reírme'".
con la máxima atención. En la guerra tú arengabas a los soldados, lv1ientras ocurría todo esto en los Íl1fiernos, Júpiter, consideran-
pero la señal la daba yo; los soldados obedecían tus órdenes, pero do en la soledad de su habitación sus desgracias y el resultado de sus
era el sonido de mi trompeta el que los movía al asalto del enemigo proyectos, se culpaba con palabras corno éstas: "¿Qué es lo que pre-
o el que los hacía batirse en retirada. Para terminar, te daban la ra- tendías, padre de los hombres y rey de los dioses? ¿Quién era más
zón todos, a mí no había nadie que no me obedeciese. ¿Pero qué es feliz que tú? Por una serie de leves contrariedades) ¡cuántos esfuer~
lo que estarnos discutiendo? ¿Les habrías dado tranquilidad a tus zos, cuántos peligros, qué clase de adversidades has tenido que ha-
ciudadanos, si es por m culpa que en la ciudad ha ha bid o con tanta cer frente! El día de las calendas te ha enseñado hasta qué punto

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Ivlomo o del Príncipe Libro cuarto

Lo mismo hizo Carente, y durante la navegación declaró: "Oh "Como quieras Caronte, pero sigue contando esa discusión. Creo
Gelasto, ¿có1no debería definir algo así en un príncipe, en particular que será de verdad interesante". Caronte continuó entonces con el
en Júpiter, que tiene fama de ser muy sabio? Olvidemos su excesiva relato: "Oirás una historia de gran interés, y me agrada contarla
dependencia del placer1 que abuse del poder en perjuicio de perso- ahora que hemos desembocado en este río, si mi sentido de la orien-
nas sin culpa, que prefiera el poder a mostrarse digno de él y que tación no me engaña. Reconozco el familiar olor del agua y, si no
quiera mostrarse digno de él más que serlo de verdad; son todo co- me equívoco, ésa de allí es la caverna baja por donde debemos pasar
sas que se pueden llegar a tolerar. Más grave sin duda es que el prín- nosotros. Alguna vez, en los momentos libres, he dado una vuelta
cipe tenga la característica incorregible de no ver con buenos ojos a por aquí cerca y he visto que podemos reposar el remo, dejándonos
quien da buenos consejos y que no se deje influir por ellos". Gelasto transportar por la corriente favorable. Pongámonos cómodos y con-
le respondió: "Cómo quieres que vayan las cosas si él, circundado cedámonos el placer de esta historia.
por un mar de aduladores, ohida más con cada día que pasa que El rey Nlegalofo y el heraldo Peniplusio, una vez juntos sobre
también se puede equivocar, y gobierna según el arbitrio de sus pa- mi barca, empezaron de repente a disputarse el sitio riñendo de una
siones y a través de ellas ejerce sus funciones, hasta el punto de que forma muy simpática 31 . El primero afirmaba ser un príncipe, digno
no tengo bien claro si es mejor ser un príncipe de esta clase o un de cualquier honor, narrando muchas de sus empresas valerosas,
siervo". Prosiguió Caronte: "i\!le haces recordar el relato de Peni- mientras que Peniplusio replicaba diciendo: 'Caronte, a ti te llamo
plusio que había empezado a contar antes de la tempestad, una his- como juez, que seas tú quien dictamine qué diferencias y qué puntos
toria realmente interesante, con la que no logro contener la risa al de contacto existen entre nosotros. Yo he sido hombre y también
acordarme de alguien que afirmaba que una persona de ínfima con- éste lo ha sido, evidentemente no has nacido del cielo, Nlegalofo, ni
dición como él es preferible al más grande de los reyes". Entonces yo de un pedazo de madera. Él ha trabajado en el servicio público y
di_jo Gelasto: "También yo me pregunto ahora cómo es posible en el yo también. Di que no es así, o si no, dime qué otra cosa es el poder,
ánimo de cada uno de nosotros que perdamos todo el gusto por el Megalofo. ¿Quizás no es un trabajo público uno en el que incluso
placer cuando aparece el miedo, y después, pasado el peligro, este quien no quiere debe seguir las prescripciones de la ley? Hasta aqui
gusto vuelva enseguida. Tú, al ver la tempestad, ¿por qué te has estamos igualados, los dos estábamos sujetos a las leyes, y si las he-
asustado hasta el punto no sólo de olvidar el relato iniciado, sino mos respetado, hemos cumplido con nuestro deber, así que tanto tú
también de perder casi la conciencia?". "¿Y cómo podía comportar- como yo hemos sido igualmente siervos. Seguimos parejos también
me -contestó Caronte- viendo encresparse todo alrededor y echarse en otras cosas, y si no es así, soy superior yo precisamente en las que
encima serr1ejantes montañas de agua?". Y Gelasto continuó: "Bue- tú afirmas estar por encima. Crees haber tenido una posición más
no, montañas. Y tú que me regañabas porque tenía miedo de los pi- afortunada, veamos si es realmente así. No hablo de los placeres de
ratas y no preocupándote un mar hostil, ¿de qué te has asustado? la vida y de la realización de los deseos y proyectos, todos ellos son
¿Del mar, habiendo no sólo visto el Aqueronte, sino habiéndote cuestiones para rrú mucho más cómodas, ventajosas y rápidas que
criado toda tu vida en él, o de otra cosa? ¿Un viejo lobo de mar para ti. Olvidemos también que tú eras odiado por muchos, que te-
como tú, Caronte, ha tenido miedo del peligro, aun siendo irunor- mías a mucha gente, mientras que a rrú todos me querían, no exis-
tal?". Caronte le respondió: "Lobo de mar e inmortal y cuanto te tiendo nadie del que no pudiera fiarme. Tú, para poder soportarte a
parezca, pero una cosa sí es segura si hacemos la prueba: o tragamos
toda aquella agua o terminamos ahogándonos". Y Gelasto sugirió: 31 Cfr. Luciano: Cataplus.

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J.Vfonzo o del Príncipe Libro cuarto

eres capaz de tomar tus propias decisiones. La nariz aplastada será impedir tanto que uno solo tenga muchos medios como que la ma-
eternamente una advertencia acerca de lo mucho que conviene re- yoría no tenga medios ni posibilidades. Debe hacer el bien a los
chazar los buenos consejos y hacer caso a las locuras de los descon- buenos incluso si no quieren y no hacer el mal a los malos más que
siderados. Y yo que las peticiones y exvotos de los suplicantes con lo necesario. Juzgará a las personas por las características evidentes
enfado rnenospreciaba, más tarde tuve que sufrir la burla y el escar- sólo para unos pocos más que por las que se ven enseguida. Prescin-
nio de los que de mJ se reían. lvie pesa que para ser dichoso, a la dirá de las iniciativas innovadoras, a menos que una situación de
caza de nuevos deleites fui, oh~dando y perdiendo mi antigua digni- emergencia lo requiera para proteger el decoro del Estado o porque
dad. Intentábamos construir un nuevo mundo, casi como si nos mo- se abran perspectivas más que seguras de incrementar su prestigio.
lestara nuestra eterna serenidad, y yendo en su busca queríamos me- En público demostrará magnificencia, en privado se atendrá a la
recerla. ¿Qué conclusiones hemos sacado' Hemos acogido en el parsimonia. Combatirá contra los placeres no menos que contra los
cielo entre los dioses a gente indigna, y hemos expulsado o hecho enemigos. Procurará tranquilidad a los suyos, y para sí gloria y po-
escapar a los que sí se lo merecían. ¿Pero qué estoy haciendo' ¿He pularidad con artes pacíficas antes que con empresas bélicas. Se
pagado poco la locura cometida, si voy en busca de otras torturas acostumbrará a aceptar las súplicas y soportará con templanza los
por las amarguras y el recuerdo desagradable de tiempos asaz duros' comportamientos inoportunos de los más humildes, así como pre-
¡Fuera de aquí tristes angustias[ Es preciso que encuentre algo que tenderá que quien esté en una posición más baja que él se adapte a
hacer, si no quiero quedarme quieto y permitir que me asalten de su aristocrático alejamíento 32 •
nuevo recuerdos dolorosos. Ya sé qué haré: pondré en orden esta al- El opúsculo contenía un gran número de máximas como éstas,
coba en la que reina la confusión". Se quitó entonces el gabán y los pero la mejor idea para regir las innumerables molestias del poder
vestidos, empezando a cambiar completamente la distribución de era la siguiente: dividir en tres montones la totalidad de las cosas,
los sillones y poniendo en el sitio más idóneo varios libros polvo- uno con las cosas buenas y deseables, otro con las malas y el tercero
rientos y desperdigados por toda la habitación. Mientras ordenaba con todas aquellas cosas que de por sí no son ni buenas ni malas.
todo se encontró con el opúsculo que Momo le había entregado. Este tipo de división determinaba que Laboriosidad, Atención,
Encontrándolo, Júpiter no pudo evitar sentir aún turbación, vol- Celo, Diligencia, Perseverancia y los otros dioses de naturaleza si-
viendo a pensar en sí mismo y en sus desventuras; al final se puso a milar sacaran todo lo que pudieran del montón de los bienes y, re-
leer ávidamente el manuscrito con una alegría y un dolor tan gran- partiéndose por calles, pórticos, teatros, templos, plazas y por cual-
des que no podían ser mayores: tantas eran las cosas agradables y quier otro lugar público, los ofrecieran espontáneamente a todos los
desagradables que contenía. Era grato volver a encontrar consejos que encontraran, entregándolos con gusto a quien los quisiera reci-
inapreciables, verdaderamente necesarios para la formación y la ac- bir. Por otra parte, Envidia, Ambición, Voluptuosidad, Pereza, Ig-
tividad de un gran gobernante, extraídos de las doctrinas de los filó- navia y otros dioses semejantes debían llevar por el mundo una gran
sofos; era insoportable haber estado tanto tiempo sin aprovechar,
por su descuido e indiferencia, tantas enseñanzas tan convenientes ll A.cerca del "testamento" de .Niorno ha habido numerosas interpretaciones

para_conseguir gloria y éxito. para acreditar la imagen de un Alberti resignado al poder absoluto del príncipe,
Este era el contenido del opúsculo: debe ser obligación principal aunque también podría estar presente en este arriargo epitafio una ficticia retracta-
ción sobre la derrota del subversivo Momo y la temida refundación del mundo.
del príncipe evitar no hacer nada como hacer todo; lo que lleve a Por último, es posible la alusión al testamento (también éste de sumisión a Euge-
cabo no debe hacerlo a solas ni con la participación de todos; debe nio IV-Júpiter) del patriarca José II en el curso del Concilio de Florencia.

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Momo o del Príncipe

cantidad de males y los regalarían espontáneamente a quien no los


rechazase. Finalmente, aquellas cosas que no son ni buenas ni malas
de por sí, como las que· son buenas para quien las sabe usar y malas
para quien las usa mal, entre las que están las riquezas, los honores y
similares objetos de deseo humano, se dejarían todas al arbitrio de
Fortuna, para que las tomara a manos llenas y, eligiendo caprichosa-
mente cuánto y a quién darlas, las asignara 33 .

33
Alberri cierra la obra baío el signo ambiguo y eminentemente político de la
Fortuna, que conuibuye a relativizar el mensaje "positivo" del opúsculo de Momo
y a fundar, entre los dos polos de una preceptiva trasnochada y maniquea, el espa-
cio neutro y abíerro de la política. Esta misma visión se puede observar de la Fami-
glia al lciarchia, lo que refuerza la idea de una rica y compleja constante política en
el pensamiento de Alberti en y más allá del delirante y admirable mundo ofrecido
en el Monzus.

198
ESTA EDICIÓN DE MOMO O DEL
PRÍNCIPE, DE LEON BATTISTA AL·
BERTI, PUBLICADA BAJO LOS AUS-
PICIOS DE LA PRESIDENCB DEL
CONSEJO DE GOBIERNO DE LA
REGIÓN DE MURCB, DE LA CAJA
DE AHORROS DEL MEDITERRÁNEO
Y DEL CONSEJO GENERAL DE LA
ARQUITECWRA TÉCNICA DE ES-
PAÑA, SE TERMINÓ DE IMPRIMIR
EN LOS TALLERES DE ARTES GRÁFI-
CAS SOLER, DE VALENCB, EL 18 DE
DICIEMBRE DE 2002

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