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LA VIVIENDA DEL HOMBRE

Arq. Oswaldo Jimeno Aguilar 

LA VIVIENDA DEL HOMBRE


Arq. Oswaldo Jimeno Aguilar 1

Este trabajo está dirigido a la gente joven; a los estudiantes fundamentalmente. Lo


concibo así porque estimo que el problema de la vivienda que es trascendental,
necesita ser tratado y referirse a él desde perspectivas muy claras, para 1
plantear soluciones.
Hoy, y es natural por la extensión poblacional, se habla mucho de vivienda; se
citan datos y estadísticas; se habla de vivienda de carácter social; se discute sobre
aspectos conceptuales como por ejemplo si la vivienda de carácter social debe o
no tener 50 metros. Tengo entendido, y hay trabajos al respecto, que se considera
seriamente la incorporación de las áreas de recreación, como una obligación.
Pero en todos estos problemas nosotros seguimos los patrones, los modelos de
Europa, aunque las dos realidades, como sabemos, son distintas. En Europa
tenemos una gran cantidad de personas adultas, y algunos países, como
Alemania, tienen un problema en la difusión de las caminatas. Con esto quiero
decir que el problema allá son los ancianos y en cambio, entre nosotros son los
niños y los jóvenes. Pese a estas diferencias básicas allá hay muchos ancianos y
acá muchos niños nosotros seguimos al pié de la letra y, libremente,
interpretando los modelos, los patrones, los moldes que vienen del viejo
continente, del Politécnico de Turín, o desde Suecia, o desde otros países, con
respecto al área de recreación. Entonces se ponen como áreas de parques, tantos
metros cuadrados por habitante, cuando en realidad esos metros cuadrados de
habitantes por parque, si efectivamente debemos dar bienestar, deben dividirse
entre una zona de recreación pasiva para las personas adultas o para los bebes,
y otra zona para los niños que salen a pasear, agregándose un área de recreación
activa, muy grande, para que los jóvenes que puedan mover la pelota, o tener
juegos semejantes.

                                                            
1
 Versión periodística de la grabación magnetofónica de la conferencia ofrecida en el Colegio de Arquitectos 
del Perú el 28 de abril de 1982. 
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LA VIVIENDA DEL HOMBRE
Arq. Oswaldo Jimeno Aguilar 

LA CASA: SU SIGNIFICADO

Esto que acabamos de decir es fundamental. La vivienda no son


solamente las casas. Nosotros hemos tenido brillantes maestros en relación
con vivienda: Rafael Marquina, Héctor Velarde, Malachowsky, Fernando
Belaúnde, que fue profesor de vivienda, Miró Quesada, Dorich, Morales
Machiavelo, Seoane, etc. Todos han sido grandes maestros que nos han
enseñado como solucionar los problemas de vivienda. Además ahora tenemos
muy buenos discípulos que están en la enseñanza: Carlos Remar, que ha 2
heredado la cátedra de Morales y la lleva adelante introduciendo la
investigación, como lo hizo en su oportunidad Viale, como lo hace Mantilla, y
como lo hacen tantos profesores que no podemos citar porque sería muy
extenso, aunque quisiera mencionar excepcionalmente a Agurto, que enseñó y
llegó a ser Rector.
Pero volviendo al tema diré que no vamos a tratar acá el tema concreto de
estadísticas, de cifras y de otras precisiones, con respecto a la vivienda, sino que
vamos a escribir sobre conceptos generales. En este sentido creo que es
fundamental que pensemos un poco, y. yo modestamente ofrezco esta
meditación, sobre tres conceptos de vivienda, que han sido lanzados en tres
épocas diferentes por tres maestros distintos.
Entonces empecemos a hablar sobre la casa que es, en cierta forma, hablar sobre
urbanismo. Porque la casa, como Sócrates lo entendía, es la suprema forma de
sapiencia. Él la denomina como el modelo de la moderación y de la justicia,
desde el momento que la casa es morada del hombre. Y si bien es cierto que éste
también habita en la oficina, en el campo que cultiva o en la caseta del camión
que guía, se concibe la casa como su eje fundamental pues el hombre se
desenvuelve, crece y envejece en la casa, siendo la casa esencia de su paso por la
vida. Es por esto que todos los pueblos civilizados rinden un cierto culto a la
casa de los hombres modelos que los guían: los santos, los genios, los héroes.
Originalmente, en las civilizaciones primitivas, la casa lo era todo. Tiene razón
Violet Le Duc cuando nos detalla el sentido primigenio que tiene en la historia
la vivienda humana. El hombre no sólo descansaba en su casa, como hoy lo
hacemos, sino que también trabajaba en ella. La casa fue el solar donde aprendió
a domesticar la naturaleza. Hoy los hombres reparten su actuar en los colegios, en
la fábrica, en los cinemas, en Las iglesias. Sin embargo, pienso yo que con esta
diversificación, están violentando su propia esencia. El hombre ya no es
más un ser entero. Su especialización termina por alienarlo.
Los urbanistas, quizás por esto, hoy suelen denominar como vivienda, no solo la
casa, sino que extienden el concepto a los complementos donde el hombre vive
y trabaja: al comercio, que los provee de los productos que los otros hombres
extraen para él en el campo; la escuela, que les da la educación que otros
hombres les inculcan; los parques, donde juega con otros hombres; y las iglesias
y centros de reunión, donde adoran a un ser eterno, y donde discuten las cosas
finitas.
Ahora bien, hay tres formas de mirar hacia la casa: la primera, se atiene a lo

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formal: funciona bien, cumple o no su cometido; la segunda, se arraiga a lo


humano; la tercera, intenta desesperadamente enraizarla en lo espiritual. Sin
embargo, estos tres modos de dirigir la vista hacia la casa, a esta especie de
epidermis del cuerpo, como dijera Kingler, están íntimamente ligados entre sí,
es como si acudiéramos a una altura para verla, es como si paseáramos,
rodeándola por fuera y la viéramos por dentro. No hay en este caso tres casas
diferentes: sólo hay una. Mirarla desde esos diversos ángulos nos facilita,
simplemente, la comprensión del todo.
Por eso, en un trabajo como este, muy breve, no ambicionamos otra cosa que
despertar el interés hacia este núcleo que está tan íntimamente ligado al hombre; 3
que es su morada; por eso tratamos estas tres visiones desde los puntos de vista
de un pensador de la antigüedad; de un poeta y un arquitecto que vivieron en la
misma época, por los años 30, en el viejo y romántico París con aguacero:
Heráclito, que dijo de la casa es el lugar donde moran los dioses; Vallejo, para
quien la casa está nutrida por la vida del hombre; y Le Corbusier, para quien la
casa es una máquina para habitar.

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HERÁCLITO: MORADA DE DIOSES

Cito a Aristóteles. El consigna un fragmento que se atribuye a Heráclito y en el


que cuenta que invitó a los extranjeros que iban a visitarle, a pasar, cuando vio
que se detuvieron al advertir que estaba calentándose ante el hogar de la
chimenea, diciéndoles que se acercaran sin temor, pues allí, también, moraban
los dioses.
Hemos escrito líneas antes que hoy los hombres rinden culto a las casas de sus 4
hombres epónimos. Observando este detalle nos damos cuenta que en ellas, todo
está muy en su sitio, que falta la informalidad que da a estos lugares el diario
habitar. Los hombres no viven en una cripta, por que los hombres imprimen día a
día sus celos y sus pasiones, como si fuera un sello especial que da tintes
distintos, a sus viviendas.
Cuenta Talesien West, que donde murió Wright era una casa totalmente distinta
de aquella casona que nos muestran hoy recién reconstruida, con el modelo
que proporcionan las fotos de las revistas y libros de la década del 40. El
maestro de Wisconsin iba imprimiendo su vida en su casa: quitaba, derruía,
ponía, agregaba de acuerdo a su propio impulso creador. Tampoco nuestras
casas son iguales,' ponemos un libro rojo en el estante, un mueble nuevo aquí,
otro fuera del lugar. Agregamos una planta que retoña. Pues bien, todo esto
contribuye a darle un: ligero tono de variedad, dentro de la unidad a nuestra
morada.
Es posible, pues, como se nos dice, que la gran cantidad de visitantes extranjeros
que llegaron hasta la vivienda de Heráclito, primero se ilusionaron y luego se
desorientaron al mirar por primera vez su morada. Ellos, los visitantes, esperaban
encontrar al pensador en una actitud misteriosa, esotérica y en circunstancias en
las cuales, contra el modo de vivir corriente en los hombres, tuviera rasgos de lo
excepcional y de lo raro, para ser excitante. Es que la gente tiene la impresión que
va a encontrar en la vivienda el genio aspectos muy raros o novedosos, o motivos
que le den materia para improvisar charlas divertidas. Esperan verlo sumido en
pensamientos profundos. Los curiosos quieren vivir esto, para poder decir que
han visto y han oído cosas raras que justifiquen a quien tienen por modelo.
Pero en vez de eso, los visitantes encuentran a Heráclito, junto a un fogón,
tomando calor. Esto seguramente es un lugar común y corriente, es el lugar donde
se cuece el pan, pero sin que Heráclito esté ocupado como panadero. En este
caso el genio, como cualquier hombre común, simplemente trata de superar el
rigor del frío. Se calienta como lo hace cualquier hijo de vecino, sin que por
eso, ese hijo de vecino, sea tenido por héroe o por genio. La idea de un
pensador con frío, comenta Heidegger, ofrece poco interés. Los forasteros
vacilan. Se preparan a marcharse, desencantados. Es entonces que se muestra,
a decir de Aristóteles, la cualidad del genio con estas palabras, que expresan su
pensamiento cuando dice: "También aquí se presentan los dioses", fragmento
119-Heráclito, acotado por Platón, dice textualmente traducido por Mondolfo:
"El hábito del hombre es su genio divino". Nos hemos permitido consultar el
diccionario griego-español, y la cita debe leerse textualmente de esta manera: "La

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morada, habitación, residencia, patria del hombre, es la Divinidad". Heidegger


traduce el mismo concepto en esta forma: "La estancia es para el hombre la
apertura para la presentación de Dios". Por todo ello vemos, tanto en el fragmen-
to citado por Aristóteles como en el citado por Platón, un denominador común:
en el hogar se nos presenta, está Dios.
La interpretación de Heráclito es pues una manifestación de la presencia casi
tangible de Dios. Dios, según está visión, se nos da a conocer en la casa, en
cuanto, y esto es grave, ésta sea para nosotros la última epidermis. Dios se nos
hace patente en la casa, porque ella es nuestro habitar, porque la casa es, para
decirlo con otras palabras, lo habitual; nuestra patria, en su verdadero sentido; el 5
territorio donde hemos nacido, con la suma de cosas materiales e inmateriales,
pasadas, presentes y futuras, que cautivan nuestra amorosa adhesión.
Concluimos en tanto entendemos la casa como epidermis del cuerpo, en tanto
para nosotros la casa sea un verdadero albergue, una estancia nuestra, y como tal,
repetimos, la suma de las' cosas materiales e inmateriales, pasadas, presentes y
futuras que cautivan nuestro amor, entonces, la casa será un lugar donde se nos
descubrirá Dios. Por eso, si nosotros pensamos que es obligación del arquitecto
el hacer bien las casas, debemos reflexionar en la imperiosa necesidad que
tenemos de ser simplemente los artistas que traduzcamos los anhelos de los
hombres que las habitan, por lo que debemos adecuarnos a una misión, que por su
fin, exige de nosotros una actitud suprema, la de ser poetas de la verdad, ya que
la verdad es sólo la identididad de las cosas con el concepto que la representa.
La belleza que Heráclito y los griegos atribuían a un don de la divinidad, es
siempre una verdad. La belleza, ha dicho Hegel, es un asunto de la arquitectura.
Por eso creemos que es cierto, y creemos que es válida la definición de San
Agustín, cuando afirma que la belleza ese resplandor de la verdad. Aceptando esto
veremos que nos movemos en el mismo ámbito que el pensador Heráclito, pues
mediante la arquitectura la casa se vuelve el escenario donde se descubre el
genio divino.

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VALLEJO: SE NUTRE DEL HOMBRE

Ahora, bien: las casas nuevas están más muertas que las viejas, porque sus
muros son de piedra o acero, pero no de hombre. Una casa viene al mundo
no cuando la acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. La casa
vive únicamente de hombre, como las tumbas, dice César Vallejo en los
"Poemas Humanos”. Si en el concepto de Heráclito, la casa es el lugar donde
se presentan los dioses, en el de Vallejo, la casa es aquello que recibe su
sentido, única y exclusivamente, cuando llega el hombre. De ahí que resulte 6
una redundancia, por decir lo menos, el referirnos a la arquitectura como
"arquitectura social".
Esto es un error que, desgraciadamente, ha sido aceptado. Algo usual hoy día,
pues ha sido tomado como un postulado. Sin embargo, no hay arquitectura
social, como no existe justicia social. La arquitectura es una facultad del
hombre, al servicio de los hombres, y la justicia es solamente justicia. Existe el
peligro que intentando hacer "arquitectura social" nos olvidemos de la
Arquitectura y de la dignidad de la persona, al realizar esas conejeras que
deshumanizan la sociedad; y, consecuentemente, al tener la mente puesta
en la "justicia social" ello nos lleve a cometer gravísimas injusticias.
César Vallejo es el encargado de recodarnos que la arquitectura es solamente
Arquitectura, en cuanto está hecha por y para el hombre. En ese nutrirse de
la vida del hombre, la arquitectura va decantándose. Nos viene desde el no ser
de la técnica y sigue un proceso hasta llegar a trascender en un nuevo ser
que deviene en Arqueología. Porque si hay algo novedoso en la visión de
Vallejo, es el hecho que la casa, al igual que el hombre que la habita, no
mueren, sino que subyacen adheridas como la última epidermis. De ahí esa
irresistible semejanza, prosigue Vallejo, que hay entre una casa y una tumba,
con la sola diferencia que la casa se nutre de la vida del hombre, mientras que
la tumba se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está en pie,
mientras que la segunda está tendida.
En 1965, presidiendo la delegación peruana en el VIII Congreso Mundial de
Arquitectura de París, visitamos la tumba de Vallejo. A pesar que en el pequeño
cementerio Monte Rouge existían miles de tumbas, y a pesar que no
poseíamos dato alguno como referencia para saber dónde había sido
inhumado, el portero nos indicó el lugar. El nos dijo, que no había semana que
no fuera alguien a colocarle flores. La sensación que sentimos fue de
solemnidad. La tumba de Vallejo se nos antojó, nos hablaba de una casa
que no conocimos, sencilla, apacible, modesta en su loza simple, nutrida de la
vida de los miles que desfilan por ella, en la misma forma que, recordando sus
versos se nutría de su propia muerte.
Vallejo no nos dice que en la casa queden sólo recuerdos. El poeta liberteño no
nos refiere a los fantasmas, que son una tradición anglosajona. Para el poeta
peruano son los mismos hombres los que quedan en la casa, contra las
tradiciones nórdicas, en las cuales son los actos los que se adhieren a las
paredes. Para el poeta humano son los entes mismos, el hombre, el que
perdura. Aunque todos hayan partido de la casa, en realidad, todos han
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quedado en verdad; dice Vallejo. Yo no es el recuerdo de ellos lo que queda,


sino ellos mismos. Y no es tampoco que ellos queden en la casa sino que aún
cuando se han ido, continúan por la casa.
Hagamos un alto en la poesía. Como hemos significado previamente, no se trata de
recuerdos, que en cierto modo eso, y nada más que eso, son los fantasmas; no se
trata tampoco de una fantasmagoría de la realidad, que a eso se está reduciendo
nuestro arte, sino que aquí todos se han quedado en verdad, y se han quedado, en
verdad, por que continúan por la casa. Y continuar, en nuestro idioma, es durar,
permanecer, seguir, extenderse. El hombre que hace de su casa una epidermis,
permanece y se extiende por la casa en verdad. Ya no hay más artificios, ya no 7
hay más actos ni cosas ajenas a su ser, todo lo postizo del hombre que
enmascaraba su morada se ha ido disolviendo, solamente perdura lo positivo, la
identidad con su ser, la verdad.
El mismo Vallejo, alude a esto cuando nos dice, que las funciones y los actos se
van de la casa en tren, en avión o a caballo, a pie o arrastrándose; lo que
continua en la casa es el órgano, es la gente en gerundio o en círculo; cuando los
pasos se han ido, y los besos, y los perdones, y los crímenes, lo que continúa en la
casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón, las abnegaciones y las afirmaciones;
el bien y el mal se han dispersado, lo que continua por la casa es el sujeto del,
acto, y el sujeto, nos dice el diccionario, es, filosóficamente hablando, el
espíritu humano considerado en oposición al mundo externo, en cualquiera de
sus relaciones de sensibilidad o de conocimiento; o también en oposición a sí
mismo como término de conciencia. Sujeto del acto, hay que entenderlo así, es
el espíritu humano ejerciendo una potencia en oposición al mundo externo.
Aristóteles nos. habla en su metafísica, que se es arquitecto por que se ejerce
la potencia de construir. El hombre para Vallejo, perdura en la casa, como el
arquitecto perdura en la arquitectura: es el sujeto del acto, lo que equivale a
decir, que la esencia del ser humano es lo que permanece en la obra, y la
arquitectura es su obra. La casa, vista desde esta segunda visión poética exige
pues una postura seria. El arquitecto, si hemos entendido bien el mensaje,
está no sólo jugando con formas, ya que las formas están íntimamente
relacionadas con hechos, y los hechos' ya fueron, y nos hablan de un pasado.
Por eso, si bien la casa como forma como envolvente, está ligada a algo que tuvo
en principio un hecho como esencia, la casa como contenido, como verdad,
está ligada a un proceso, al proceso de la vida del hombre. De aquí que el
arquitecto debe meditar seriamente lo que dice nuestro poeta señero, por que
hacer arquitectura no es algo que tenga la importancia de lo que se aprende en
una escuela para señoritas. Hacer arquitectura es vincular lo que aparece siempre
presente y siempre en círculo, como dice Vallejo. Hacer casa es ligarse a la
vida misma de los hombres que las hacen con amor, como pedía Luright, y a
los hombres que las modelan con .sus pasos, sus ojos y su corazón, como nos
dice el poeta.

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LE CORBUSIER: MÁQUINA PARA VIVIR

La casa es una máquina para habitar. Permítaseme hacer una disquisición


preliminar acerca del vocablo máquina. El tema lo exige, y una fidelidad para
con el genio lo demanda. Todos sabemos de la seria polémica que surgió acerca
de esta definición. Hoy mismo, la discusión continúa y los enemigos latentes
encuentran aquí una coyuntura para atacar al maestro.
Los hombres no somos máquinas y cualquier relación con ellas nos hace
rechinar los dientes. Es más, pensamos que es el propio Le Corbusier, quien 8
con su amor por el paquebote, por el avión y por los escritos de admiración
que él redactó por aquella época de los años 20, fue quien instó a este
temperamento y a la idea de que él propiciaba, equivocadamente, la máquina.
La máquina es, primero, un artificio para aprovechar, dirigir o regular la acción
de una fuerza. Y, segundo, un agregado de diversas partes ordenadas entre sí, y
dirigidas a la formación de un todo. Según su etimología, máquina proviene de
la palabra griega μαχανά, que significa, entre otras cosas, invención, traza,
camino y recurso. Hecha la salvedad, prosigamos.
Lo que aquí estrictamente, se nos dice, es que la casa es un artificio en el
sentido de hacer arte para dirigir o regular la acción de la vida que es una
fuerza. Si nos atenemos a la interpretación semántica, el aforismo debería ser
leído así: La casa, como el hacer de la arquitectura, es un medio o recurso que
resulta de diversas partes agregadas y ordenadas entre sí, y dirigidas a fomentar
el desarrollo de la vida, de los seres que la habitan. El hacer arte exige una
técnica. Para los griegos técnica y arte tienen un solo vocablo que los identifica,
que es el vocablo tecné ( τέχνη). La técnica entonces está rondando desde el
aforismo, ya sea que pensemos en la casa como un arte para facilitar la vida, o
que la pensemos como diversas partes construidas en un todo ordenado. Y,
en ambos casos, se requiere recorrer el camino de la técnica.
Si bien es cierto que tecnicismo refleja mucho a la técnica primigenia, de-
bemos decir que no hay arte divorciado de su técnica. El error, si existe este
divorcio, reside en la mala interpretación del concepto hegeliano. Porque
Hegel, dice que el arte en la búsqueda de algo espiritual para tratar de alcanzar
el ideal supremo, siendo esta idea la que la obliga a establecer categorías, y
sublimar, entre todas las artes, la música y la poesía.
Estas son más sublimes, porque están más desligadas de la necesidad y de la
naturaleza. La arquitectura, en ese sentido, marcha a la cola, detrás de la
pintura y detrás de la escultura. Pero esta visión niega el concepto griego y
primigenio, que enlaza técnica y arte, en una relación tan íntima, en una
identidad a tal punto estrecha, que sólo existe una palabra para definirla:
tecné, Fueron los romanos quienes inventaron una nueva palabra, “art”,
siendo con ellos, por lo menos idiomáticamente, que se comenzó a separar el
arte de la técnica.
Bien, y ¿Cuáles son los caracteres generales de la técnica? Dice Jaspers que
son inteligencia y poder. Pero inteligencia y, poder son las características que
también esencian el arte: Una arquitectura inteligente, sin plasmarse, es
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simplemente idea, y, como tal, su ámbito debe verse en el mundo ideal v no en el


mundo real. La versión de Jaspers alude, al decir de Aristóteles, de que se es
arquitecto-artista porqué se ejerce la potencia de construir.
La técnica, efectivamente, se basa en el trabajo de la inteligencia. Pero la
técnica como utilización de recursos en torno a un fin, se origina por la
interposición de medios, se basa en la inteligencia con su anticipada percepción,
eso que llamamos intuición, a la par que en el tanteo y en la conjetura de
posibilidades. Piensan mecanismos, todo lo trasmutan en cantidades y
relaciones, y forman parte de una racionalización general. Pero la técnia en
su sentido aristotélico de potencia, es un poder cuyo modo de actuar con el fin, 9
es externo v no esencial, es disponer, no crear, en tanto emplea las fuerzas
naturales contra las fuerzas naturales. Pero este dominio se obtiene por la
inteligencia. En este sentido es válido el adagio popular de "saber es poder".
Y llegamos aquí a un punto que resulta de interés. La técnica solo cobra sen-
tido cuando se aplica a fines humanos; cuando facilita la existencia del
hombre. El sentido de la técnica es la libertad frente a la naturaleza, nos ha
dicho Jaspers. Y esto es cierto en la medida que la técnica libera al hombre
del frío mediante el fuego, y lo libera de la lluvia mediante el techo, Pero esta
liberación no es producto de generación espontánea, sino de la observación. Y
la observación es una potencia de la inteligencia.
Los animales carecen del poder de especular, no tienen técnica. Los animales
no cuestionan lo dado. Si no encuentran alimentos, matan. Y si no hay a quien
matar, simplemente se dejan morir. La técnica, desde este punto de vista, a la
inversa, es fruto del deseo de sobrevivir. Pero no de sobrevivir porque sí, sino,
de sobrevivir para vivir sobre la naturaleza; para trascender lo natural y en ese
casco darle sentido y espíritu a lo físico, siendo acá recién cuando parece el
concepto de Hegel como algo que suena bien. La técnica entonces es un
entorno que el hombre crea para sí; es el signo distinto de su ser hombre.
Sabemos que la técnica no sólo, crea medios, sino que, además, inventa
productos. En el caso de invenciones, como los acueductos romanos a los
auditorios griegos, las creaciones técnicas son llaves que han abierto el campo a
la creación del hombre de modo que éste, desde esos descubrimientos, puede
seguir creando tanto represas, como diques, teatros y otros. La revolución
industrial en Inglaterra, durante la segunda mitad del Siglo XVIII, marca el fin
de una técnica ligada a la naturaleza, por -que anteriormente todo fue hecho por
la fuerza humana con aportación de las fuerzas naturales que tenía a la mano,
siendo este tipo de técnica, que opone la naturaleza a la naturaleza par
domarla, la que, produjo el fuego, la rueda, la pala, el arado, los andenes
peruanos, el barco de totora, la vela, los molinos de viento, etc.
Durante la revolución industrial, las máquinas reemplazaron la labor del ar-
tesano. Los telares hilaban más rápidamente que los tejedores; los hornos
fundían con más rapidez; la fotografía retrataba con más velocidad que los
pintores. La concepción técnica del mundo, durante el siglo pasado fue
sacudida en su propio fundamento. La tecnología eliminó las imperfecciones
humanas, pero al hacerlo, también eliminó la creatividad, porque, salvo el caso -
de las máquinas computadoras, y esto con ciertas reticencias, el, creador no

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tiene, al realizar su acto creador, ninguna garantía que le asegure la perfección de


su obra.
Hoy se nos habla del bebé probeta. Parecería que el mundo feliz de Huxley se
nos acerca, pero con él se nos avecina también el mundo tedioso de Bradbury, el
mundo desastroso de Orwell. Pero, preguntamos, ¿sin imperfecciones cómo
anhelar lo perfecto? Sin fealdad ¿cómo buscar lo bello? Sin pasiones ¿cómo
encontrar el amor? La técnica, pues, ha seguido un camino acelerado para-
volverse un poder.
Esto es tan cierto que ahora se inventan productos y luego se busca su aplicación.
La técnica al parecer avanza por su cuenta, utilizando el medio que ha resultado 10
un fin en sí mismo. Hoy la utilidad y la necesidad de la felicidad, ya no cuentan
mayormente. Al fin y al cabo la técnica ha inventado una subtécnica que se
denomina pomposamente publicidad, y a todo este mecanismo alienante se le
denomina ciencia. La Ciencia de la Comunicación. Ahora bien, este amago de
técnica, la publicidad y la propaganda, facilitan una sociedad de consumo, que ha
traído consigo a su vez la moda, vale decir, modelar y manipular el uso corriente
de ellas, con un fin determinado. Por eso hoy la técnica que pensaba satisfacer
mejor los fines, ya no recibe de éstos sus, consignas, sino que sus mandatos los
recibe de la moda. Por eso ahora tenemos casas con techos a dos aguas, propias
de la tecnología del tijeral de madera, pero usando las técnicas del concreto que,
en esencia, permite la simplificación absoluta y el divorcio del método del tijeral,
que es propio de la madera. Y tenemos también casas totalmente vidriadas,
mirando a calles que no ofrecen otro panorama que el de casas similares
colocadas para integrar un paisaje artificial enfrente.
Todo esto, si meditamos bien, tiene muy poco de técnica. El mundo es mi
representación, decía Schopenhauer, y proseguía: Entre las muchas cosas que
hacen tan enigmático y grave el mundo, una primera y más inmediata, es aquella
que indica que por inmenso y macizo que sea, toda la existencia de este mundo
está pendiente de un solo hilito, que es, en cada caso, la conciencia en la cual se
representa.
Ahora bien, lo grave que se nos muestra a través de este meditar sobre la técnica,
es que las técnicas han llegado a tal grado de adelanto que podríamos aseverar
que, la misma fuerza quelas hizo crecer, parece estar trabajando ahora para su
destrucción. La existencia del mundo, ya lo hemos dicho con Schopenhauer,
pende de un hilito. Con ese hilito que es la conciencia que representa, se puede
optar por zurcir, parchar, tejer o crear. Nuestros técnicos al elegir el actuar, han
terminado por dejar de pensar del todo. Dejaron poco a poco la fuerza
primigenia. Y, como todos sabemos, en esta materia, se es virgen o no, aunque no
hay virginidad a medias. Una media zurcida es mejor que una media rota, decía
Hegel. Pero no sucede así con la conciencia de sí mismo. La razón que apunta
a la utilidad y que es manipulada por la subtécnica de la publicidad y de la
información, está del lado de la media zurcida.
Lewis Munford, en un último ensayo, opto por la media rota. Gracias al
desgarramiento de la conciencia de la persona en la que se presenta, está abierta
la opción para iniciar un nuevo tejido. Tejer una nueva media. El desgarramiento
es el camino abierto para el nuevo advenimiento del arte. De hecho lo fue en el

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caso de Vallejo. El poeta a quien aludimos en nuestra segunda visión de la casa,


es como el caldo de cultivo para la concepción espiritual de Heráclito.
Hoy hay que abandonar muchos de los progresos de la técnica, dice Munford,
para lograr el fin superior de la supervivencia de la especie humana. La
casa, desde una visión técnica, que retorna para ésta su carácter de herramienta
o medio, debe transformarse en una máquina para vivir; debe volver a ser el
ordenamiento de diversas partes dirigidas como conjunto a sostener la acción
de la vida. De la vida, esto es, de la fuerza interna, sustancial, no alienada,
mediante la que obra .el ser que la posee. A ese vivir que el lenguaje nos define
como un habitar. 11
A Le Corbusier se le atribuye el pensamiento que vamos a citar. En realidad todo
el mundo lo cita como si fuera de Le Corbusier. Pero si lo examinamos bien,
descubriremos que fue escrito por Jacinto Doubrevill, que era un obrero que
estudió para sociólogo. El fue muy amigo y trabajó bajo las órdenes de Le
Corbusier. Se sabe que en el momento de la invasión nazi, Le Corbusier le pidió a
Doubrevill que escribiera para su libro "Los tres establecimientos humanos"
algunos conceptos, y uno de ellos es éste, que muchos arquitectos citan como si
fuera Le Corbusier.
"Si este ser que quiere vivir se encuentra falto de alimento, experimentará un dolor
particular; el hambre. Pero observamos que el hábito, del pensamiento, creará
pronto una nueva necesidad, que será la de la actividad de la inteligencia,
aunque sea elemental. Esta inteligencia, experimentará la necesidad de actuar
tal como el estómago la de asimilar. Cuando un hombre, y digamos con mayor
precisión, un trabajador, dice Doubrevill, se encuentra colocado en la posición de
ejercer una actividad sin que su inteligencia sea llamada a asociarse a sus actos,
esta inteligencia tiene hambre".
"Este término puede parecer extraño, continua pero si no lo empleamos nunca es
porque le damos otro nombre: al h a m bre de inteligencia lo llamamos tedio.
Es que el hombre está hecho para actuar. Sus músculos, su cerebro y sus sentidos
están hechos para funcionar y no para someterse a una vida vegetativa. Ellos
están hechos para funcionar en armonía con la naturaleza, y en particular con el
gran regulador de todo que es el solo"
"Si examinamos pues, qué es lo que tiene en mente Le Corbusier,
descubriremos que cuando nos habla, se refiere a la casa como una máquina
para vivir. Evidentemente no se nos menciona artificios ni se nos habla de
moda, ni mucho menos de consumismo, pero se nos habla de la vida, y se nos
habla de la verdadera técnica. Por ejemplo, en la Carta de Atenas nos dice que los
materiales del urbanismo son el sol, el espacio, lo verde. Pues bien, en el curso de
su desarrollo, la especie instauró una interdependencia íntima entre el hombre y
su medio, asegurando de este modo un juego fértil en reacciones favorables a la
conservación de la máquina humana".
"Muscular o nerviosamente, la marcha, la carrera, la lucha o el combate, los
rigores o las bondades del clima o de las estaciones, armonizaban con la
actividad que ponía a los hombres es un permanente estado de acomodación,
de defensa, de conservación, de refuerzo y de recuperación. Por el contrario, el
trabajo y la técnica moderna, han conducido poco a poco a la vida sedentaria,

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Recopilación y Edición: PROF. ARQ. MANUEL DE LA BARRA CHÁVEZ
LA VIVIENDA DEL HOMBRE
Arq. Oswaldo Jimeno Aguilar 

alejando a los seres de su medio natural, empobreciendo y limitando


peligrosamente sus actividades corporales, sus ejercicios físicos, su estado de
combatividad, su capacidad de adaptación a los contrastes del ambiente".
Finaliza Doubrevill diciendo: "Por eso, al suprimirse ese medio natural y crearse
el medio artificial es que deviene la tensión nerviosa. Nuestras casas son empo-
rios de tensiones. La inhospitalidad de ese conjunto de casas que
denominamos ciudades, es lo que determina la neurosis urbana. El cuerpo, los
músculos y los nervios se dejan ir a la deriva".
Kropotkin abogaba por un entorno humano que permitiera al hombre, fuera
de todo formalismo, extender sus posibilidades latentes. Ello nos permitiría una 12
recuperación de las tres funciones humanas esenciales: habitar, trabajar y
cultivar cuerpo y espíritu. El pensamiento Le Corbusiano surge como una
respuesta a la pregunta: ¿Es hoy nuestra casa algo que propicia el habitar?; ¿Es
hoy nuestra vivienda, nuestras urbanizaciones, algo que propicia el habitar? La
respuesta a esas interrogantes es no.
La casa debe ser una máquina para vivir, es decir, que la casa debe recuperar su
papel de medio para realizar la vida, no medio para facilitar el tedio, que a
eso se están reduciendo nuestras casas.
La palabra parece subrayada por el propio Le Corbusier, en su ensayo "El
sentido de nuestra vivencia" quisiéramos concluir este trabajo con una cita
favorita del gran maestro suizo-francés: "Los poblados serán favorables cuando
respondan a las fuerzas cósmicas, naturales y humanas; cuando obedezcan,
respeten, conquisten; y según las .reglas del juego, hayan ganado la partida".

Referencia Bibliográfica:
Jimeno Aguilar, Oswaldo. 1982. La Vivienda del Hombre. Revoque, publicación
del suplemento de la revista Habitar. Colegio de Arquitectos del Perú.

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