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REVOLUCIONES LATINOAMERICANAS

Revolución nicaragüense:
Las masas insurreccionadas
hicieron historia
Dados los últimos hechos en Nicaragua, este artículo explica la
relación entre las masas que hicieron la revolución del 1979 y la
dirección del FSLN incluido Daniel Ortega, que desde su inicio
frenaron la posibilidad de una nueva revolución socialista en el
continente.
Milton D'León
Caracas @MiltonDLeon

Martes 24 de abril | Edición del día

Fue uno de los procesos más ricos desde el punto de vista insurreccional
en todo el continente, verdaderos levantamientos de masas donde, como
lo reconociera Humberto Ortega, “fue la guerrilla que sirvió de apoyo a
las masas”, y no lo contrario.

Así fue la historia…

El Estado somocista fue prácticamente una creación del imperialismo


norteamericano, presente con sus tropas desde 1911 hasta 1933. Fueron
ellos los que crearon el ejército genocida de la Guardia Nacional
poniendo a su cabeza a Anastasio Somoza García, quien luego de un
golpe militar y ratificado por fraudulentas elecciones, accederá en 1936 a
la presidencia de la república, permaneciendo la familia Somoza en el
poder durante 45 años.

Pero entrados los 60 comenzará a desarrollarse una diferenciación en las


filas de la burguesía, por un lado la oligarquía aliada a la dinastía
Somoza y por el otro, una burguesía beneficiada por la expansión
económica de esos años, centralmente los sectores agro-exportadores,
agro-industriales, industriales y de la banca, para quienes el gobierno de
los Somoza se hará poco funcional. Por esos años surgirá el Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), una organización guerrillera
de carácter nacionalista pequeñoburguesa que se propone la caída de
Somoza.

Durante la década del 70 una gran agitación del movimiento de masas se


plasmará en las importantes huelgas de 1973 y 1974, que serán
ferozmente reprimidas. Entre 1975 y 1976 la represión del gobierno será
cada vez más cruenta, siendo asesinado el propio fundador del FSLN,
Carlos Fonseca Amador. El descontento experimentará un gran empuje a
partir de septiembre de 1977. En enero de 1978 es asesinado el famoso
periodista Pedro Joaquín Chamorro, dando un viraje a la situación,
llevando a la burguesía opositora a desafiar más frontalmente al
gobierno. Pero a medida en que el movimiento de masas entraba en
acción esta burguesía opositora buscará la conciliación y el compromiso
con la dictadura.

En septiembre de ese mismo año, el FSLN, en medio de un


aventurerismo lanza una ofensiva militar en diversas ciudades del país.
El contraataque de la Guardia Nacional será brutal, desencadenando una
masacre con un saldo de 10.000 trabajadores, jóvenes y estudiantes
asesinados. Pero este siniestro golpe no doblegará las energías
revolucionarias de todo un pueblo que contará con las fuerzas suficientes
para redoblar su acción de masas pese a las acciones putschistas de la
guerrilla.

La insurrección de las masas y la caída de Somoza

Las huelgas generales, las ocupaciones de tierra, los levantamientos


urbanos, anunciaban la entrada en la escena política de las masas contra
el régimen somocista en los primeros meses de 1979. El 4 de junio, las
organizaciones de masas y el FSLN decretan una huelga general que
paraliza a todo el país, dando origen en los días siguientes a
insurrecciones que estallan en las ciudades de Chinandega, León,
Matagalpa, Estelí, Masaya, Granada y Carazo. Pero lo que dará un giro
decisivo a la situación será el movimiento insurreccional espontáneo del
10 de junio en los principales barrios populares de Managua, surgiendo
en la capital “zonas liberadas”. Nicaragua está insurreccionada, se abre
una crisis revolucionaria sin precedentes, la caída de Somoza está a tiro
de fusil.
El imperialismo norteamericano viendo que se le escapa la situación
recurre a la OEA para disfrazar una intervención directa con la propuesta
del envío de “fuerzas de paz”. No obtiene respaldo internacional.
Somoza se aísla cada vez más y sólo recibe el apoyo de las dictaduras
latinoamericanas. El imperialismo espera que Somoza golpee ferozmente
a los obreros y campesinos, para luego intentar un nuevo régimen
burgués sin cambios bruscos. A este trabajo sucio se prestan los
gobiernos de Venezuela, México, Costa Rica y Panamá, quienes hicieron
lo que estaba a su alcance para evitar que el desarrollo de la guerra civil
no rompiera la continuidad institucional. Así, en junio, se prepara la
conformación de una Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de
Nicaragua (GRNN) que asumiría el control del Estado ante la inminente
caída de Somoza. Estaba conformada por dos altos representantes de la
burguesía, Violeta Chamorro (la viuda de Pedro Joaquín Chamorro) y
Alfonso Robelo Callejas; dos representantes por el FSLN, Daniel Ortega
y Moisés Hernán; y actuando como sector centro Sergio Ramírez
Mercado, representando a sectores profesionales. Esta Junta había sido
reconocida por los gobiernos latinoamericanos antes señalados, y estaba
en su plan que un importante sector de la Guardia Nacional tuviera un
lugar garantizado en el nuevo régimen fusionándose con las fuerzas
guerrilleras del FSLN.

En el curso de la insurrección surgieron milicias populares


espontáneamente a partir de los contraataques de la Guardia Nacional,
pero luego eran encuadradas por los comandos regulares del FSLN. Las
insurrecciones espontáneas, la encarnizada resistencia de la población,
los ataques del FSLN hacían retroceder a la Guardia Nacional a tareas de
estricta defensa de sus cuarteles y a la defensa del famoso “bunker” de
Anastasio Somoza. Por fin Somoza abandona el gobierno, huyendo el 17
de julio, abriéndose la fase final del derrocamiento del régimen.

Tras la huida de Somoza, el diputado somocista, Francisco Urcuyo,


según previo acuerdo, según previo acuerdo, debía transferir el poder a
la Junta de Gobierno para lograr “un cambio en la continuidad”. Pero se
le “ocurrió” llamar a las masas a deponer las armas al mismo tiempo que
afirmaba que se quedaría hasta las elecciones de 1981. La revuelta de las
masas fue completa. Los trabajadores, la juventud y los milicianos de los
barrios populares invadieron el “bunker” de Somoza, repartiéndose las
decenas de miles de armas de guerra que recuperaron, alzándose en un
combate encarnizado. La Guardia Nacional estalló en pedazos
ferozmente derrotada. El 19 de julio, las fuerzas del FSLN entran en la
capital e instalan la Junta de Gobierno conformada conjuntamente con el
personal de la burguesía opositora. Más de 40 mil muertos y 100 mil
heridos fue el saldo de los enfrentamientos en este primer período de la
revolución, donde el motor central fueron los obreros urbanos, el
proletariado agrícola, el pueblo pobre, los semiproletarios del campo y
los campesinos pobres. Como reconociera Humberto Ortega, “fue la
guerrilla que sirvió de apoyo a las masas”, y no lo contrario.

La paradoja de la revolución nicaragüense

La gran paradoja de la revolución de Nicaragua es que los representantes


del capital estaban presentes en la Junta de Gobierno, en los Ministerios,
en el aparato administrativo del estado, en el Banco Central. Aunque se
había expropiado prácticamente a todo el sector somocista,
nacionalizado la banca y el sistema de seguros, un amplio control del
sector financiero, nacionalización de la industria minera, un amplio
control de las exportaciones y la distribución del mercado interno, y
avanzado en conquistas importantes como las campañas masivas de
alfabetización, sistemas de salud pública universal, el reconocimiento de
las ocupaciones de tierras, y decretos de expropiación de tierras ociosas
o no cultivadas.

Con el objetivo de integrar a la burguesía antisomocista a la tarea de


“reconstrucción nacional” y para obtener créditos internacionales y de
los gobiernos imperialistas, se hacen grandes concesiones a los
industriales y a los propietarios. El desarrollo económico continúa
dominado por la propiedad privada y el Estado propone el proyecto de
una economía mixta. Se da inicio al desarme de la población, y el
fortalecimiento de un ejército regular, el Ejército Popular Sandinista
(EPS).

Pese a todo esto, el viejo sector de la burguesía presente en la Junta


renunciará, pero se integrará otro sector en representación de ella, Rafael
Córdoba, dirigente del Partido Conservador Democrático y miembro de
la Corte Suprema de Justicia, y Arturo Cruz, antiguo colaborador del
Banco Interamericano de Desarrollo. Luego vendrán diversos cambios
en la Junta de Gobierno, producto de las grandes contradicciones de la
revolución, donde el FSLN asumirá cada vez más el control y sostén del
gobierno pero sin cambiar sus orientaciones estratégicas de colaboración
de clases acentuando las características de un gobierno bonapartista
pequeñoburgués sui géneris.

Pese a esto, tras la llegada de Reagan al gobierno de los EE.UU., se dará


inicio a la contraofensiva imperialista, quien organizará los ejércitos
mercenarios de la “contra” (contrarrevolución). Se asedia
permanentemente la revolución con el accionar militar y los bombardeos
a sectores claves de la economía, como los puertos del Pacífico. El
gobierno sandinista le pide sacrificios a las masas en las tareas de la
defensa y la reconstrucción del país, pero le hace concesiones a la
burguesía. Las masas responden a los esfuerzos de guerra pero la
burguesía boicotea la economía.

Pero el golpe más fuerte a la revolución de Nicaragua vendrá desde Cuba


y la política de Fidel Castro, a poco tiempo del triunfo. Castro afirmará
en un célebre discurso de Estado (puede leerse aquí la versión
taquigráfica oficial) que Nicaragua no será una nueva Cuba: “Ahora hay
muchos interrogantes, y hay mucha gente queriendo establecer
similitudes entre lo ocurrido en Cuba y lo ocurrido en Nicaragua... Por
eso, a las afirmaciones o temores expresados por alguna gente... de que
si Nicaragua se iba a convertir en una nueva Cuba, los nicaragüenses les
han dado una magnífica respuesta: no, Nicaragua se va a convertir en
una nueva Nicaragua, que es una cosa muy distinta”. Esto significaba
que no se expropiaría a la burguesía y que no se extendería la revolución,
manteniendo aislado al país centroamericano.

Pero la tarea no se les hará fácil, pues el fortalecimiento de la revolución


en El Salvador, dará un gran impulso a la revolución en Centroamérica.
Pero con una política de frenar los procesos revolucionarios
centroamericanos surgirán las negociaciones con las burguesías y el
imperialismo en las famosas “salidas negociadas”, los acuerdos de paz
como el de Contadora, de Esquípulas, de Chaputpec, entre otros, que
terminarán de desmantelar la revolución de Nicaragua, El Salvador, y de
Centroamérica en su conjunto.

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