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una ley; de una ley singular y loca que hace de nosotros unos “asujetos” (assujet/assujeti.
Origen alienante del sujeto que nace sometido al Otro). De esta primera sujeción nuestro
inconsciente guardará, para toda nuestra vida, las huellas. Pero separarse de la ley de la madre
tiene costos: fabricamos síntomas separadores que son, he hecho, el envoltorio de la única
ley universal que reconoce el psicoanálisis, la interdicción del incesto. Si no separarse de su
madre constituye, ciertamente, una patología gravísima de la ley, el síntoma que nos separa
de ella inevitablemente es una patología de la ley, aunque necesaria e inevitable” (p. 20).
Objeto a de Lacan es una escritura que según el contexto puede designar uno u otro de
aquellos objetos, el objeto de deseo de los padres o el objeto causa de deseo del deseo en la
fantasía del sujeto. Ahora bien, la transformación del objeto real del deseo de los padres en
objeto de la fantasía del sujeto no puede tener lugar sin una delimitación y una separación
previas de este objeto primordial y del cuerpo de la madre (o de su sustituto). El objeto a es
aquello que el niño es en el deseo del Otro.
“El Deseo de la Madre, el primer término de la simbolización por el niño, es producido por
la ausencia de la madre: de alguna manera, cuando ella va y viene, dejando a su hijo solo por
un momento, ella le significa que desea, en otro lugar, otra cosa que él”. (p.25). El Deseo de
la Madre –a distinguir de la ley de la madre- se mantiene inconsciente y debe ser reencontrado
a partir del desciframiento de un material reprimido, por lo común, profundamente enterrado.
El nombre del padre si bien es un ley mediadora y pacificadora tiene un reverso patógeno.
Es falso pensar el Nombre-del-Padre como un puro significante de la ley: él es inseparable
de su reverso sintomático y, en consecuencia, patológico.
Tres condiciones previas para la forclusión: la relación respectiva de la madre, del padre y
del niño con la ley. La aceptación o rechazo del Nombre-del-Padre es en último término de
responsabilidad del niño.
Cambio importante en la teoría de Lacan entre 1958 y 1975 focalizando la estructura sobre
el padre como medio de síntoma más que sobre el padre como significante de la ley: de ahí
que se explique que en muchos casos el padre se mantenga como referencia sintomática aún
cuando haya forclusión del nombre del papi. Estos sujetos encontraron algo en el padre que
dejó huellas decisivas.
El superyó proviene, en parte, de este primer amor al padre transformado en identificación.
Algunos psicoanalistas oponen a veces “la Ley” con las leyes, haciendo creer en una instancia
trascendental de la ley que, conforme a un supuesto “orden simbólico” –que rápidamente
deriva en un orden moral- sería objetivable en lo consciente y, por este hecho, debería ser
respetada o, incluso copiada por el legislador. El psicoanálisis nos muestra que, en lo
inconsciente, no existe a priori ninguna instancia psíquica que de manera coherente nos
indique donde está el bien o el mal.
“buen” padre es según Lacan aquel que permite a sus hijos constituirse un síntoma viable.
Aquel del cual la enunciación se situaría en un justo “medio-decir”. (p. 42).
En cuanto a Lacan quien consideraba el género una noción meramente gramatical, prefirió la
expresión sexuación, término tomando de la biología y que guarda su referencia al sexo, pero
del cual hizo, en las antípodas de su uso original, un concepto para abordar lógicamente la
clínica. Sexuación nombra un proceso complejo y que no se reduce a identificaciones por
medio del cual un sujeto asexuado deviene o no hombre o mujer (p. 42).
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Hablar de identidad sexual es postular que ella existe y debería existir como una entidad de
la cual se hace, por un mismo paso, una norma mental y, luego una obligación moral. No
obstante, encontramos a hombre y mujeres que viven de una manera estable con su
ambigüedad sexual, la que asumen y rechazan resolver.
“(…) en psicoanálisis el sujeto no es ni el individuo, ni la persona, ni el yo, ni tampoco
sustancia alguna. Él es sujeto de goce y, pese a estar representado por un significante para
otro significante, dividido, no se confunde con ninguno de los dos (…) es por ello que Freud
prefirió el término identificación a la palabra identidad, en la medida en que el primero
muestra el carácter secundario, prestado de otro, y por lo regular, frágil de las llamadas
identidades con las que se recubre un sujeto. Partir del término identidad implicaría
sustancializar y autonomizar esta última, como lo ha hecho la Gender Theory, sosteniendo el
postulado teórico de stolleriano concerniente a un “núcleo de identidad de género”.
Sinthoma equivale a saber-hacer gracias al cual el sujeto habría transformado su síntoma
desde el principio. Saber-hacer con su sufrimiento.
Desde 1976 Lacan no definió más el fin de la cura en relación a la fantasía, sino que por
identificación al síntoma que supone un cierto saber-hacer. En adelante, lo que ocupa el lugar
de lo real no es más la fantasía, sino el síntoma (…).
“¿Por qué asimilar esta interpretación del discurso materno a una formación imaginaria
semejante al ensueño “pegan a un niño”, si en el fondo se trata de una construcción del sujeto
reencontrada en el análisis o, incluso producida por este último?” (p. 62).
La verdad histórica es, entonces, la verdad del evento tal y cómo ocurrió o, más bien, tal y
como este fue registrado en su momento por el sujeto (lo cual no es lo mismo). Y ella tiene
una estrecha relación con lo real. Ella implica el vínculo verdad/real en su inscripción
simbólica (inconsciente) en un tiempo dado.
Aquello que es verdadero para el sujeto deviene índice de lo real que tocó la construcción: la
convicción del sujeto deviene la prueba de aquel real. El delirio es el punto donde aquella
colusión de la verdad y de lo real es verdaderamente palpable. El mensaje a retener de la
construcción freudiana no sería aquel del asesinato del padre, sino más bien aquel de la
castración del hijo.
Real como lo impensable, lo imposible, lo insoportable.
Lacan no apuntaba al mismo real que Freud, a saber, la reconstrucción de la “verdad
histórica”.
Con el curso de los años la vertiente semántica del síntoma cederá poco a poco el lugar a su
vertiente significante, ya que el sentido, amalgamado al significado, está condicionado por
el significante, consecuentemente con la autonomía de lo simbólico. El significante del
síntoma cuenta bastante más que su significado y que su sentido: así, la interpretación debe
llevar al sujeto a ver, más allá de la significación (…)” (p. 106).
Plus de gozar como plus valía del engendrada por el trabajo del significante, es decir, del
saber. En adelante lo simbólico, es subordinado al goce.
Equivoco como real de lo simbólico, en tanto este condiciona materialmente el deseo y el
goce.
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“En lugar de una nominación unívoca por el Nombre-del-Padre, hemos sido llevados en el
Sinthome hacia una nominación equívoca por los singnificantes, a menudo retenidos en el
discurso materno (…)”.
“¿Cómo admitir desde el punto de vista de una lógica del goce (…) que solo hayan dos modos
de goce en la referencia al falo? Esto sería admisible si se conserva la referencia al pene en
la función fálica como un monumento ineludible del desarrollo del sujeto. Pero entonces,
lejos de la pura lógica, las fórmulas de la sexuación serían dependientes de la anatomía, tan
estimada por Freud” (P. 334).
Gracias a esta teoría se pueden evitar problemas que parasitan algunos problemas candentes
de la sociedad en el comienzo del siglo XXI.