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ÍNDICE

Subtítulo Página

1) De violín y balalaika……………………………………………………………..5
2) La que ama la paz………………………………………………………………16
3) Hojas de otoño………………………………………………………………….44
4) Días extraños…………………………………………………………………...71
5) Despertares……………………………………………………………………..88
6) Rosa en la Aurora……………………………………………............................98
7) Lobos Salvajes………………………………………………………………...115
8) Líneas Paralelas……………………………………………………………….126
9) El fin del Principio…………………………………………………………….148
10) Abejas de lo Invisible…………………………………………………………167
11) Los Antagonistas……………………………………………………………...187
12) Silencio y Sombras……………………………………………………………205
13) El Retorno de las Diosas………………………………………………………222

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“Dedicado a todas las mujeres en general, y
a aquellas que tengan la capacidad de soñar y
vislumbrar una nueva forma de vivir, en
particular… porque si bien es cierto que en
nuestra condición de mujeres hemos estado
sometidas a la esclavitud durante milenios; es la
curiosidad, el coraje, el auto-conocimiento y una
mayor y mejor autoestima lo que nos llevará a
concebir una nueva visión del mundo femenino.
Y no sólo a nosotras, porque los hombres que
puedan leer estas humildes líneas con la mente
abierta y el corazón limpio, con comprensión y
empatía, y que sean capaces de poner el bien de
la humanidad como prioridad, estarán
contribuyendo de forma valiosa a que el muro
que divide a hombres y mujeres, desaparezca.

Sólo entonces seremos libres…”

La autora.

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“…….…Amnón dijo a Tamar: “trae el pan de la consolación al cuarto interior, para
que como paciente, lo tome de tu mano”. Por lo tanto Tamar tomó las tortas en forma
de corazón que había hecho y las llevó a Amnón su hermano dentro del cuarto interior.
Cuando ella se acercó a él para que comiera, él en seguida se agarró de ella y le dijo:
“ven, acuéstate conmigo, hermana mía”. Sin embargo, ella le dijo: “¡no, hermano mío!
No me humilles, pues no suele hacerse así en Israel. No hagas esta locura deshonrosa.
Y yo… ¿Adónde iré ir mi oprobio? Y tú… tú llegarás a ser como uno de los insensatos
de Israel. Y ahora habla, por favor, al rey; porque él no me retendrá de ti”. Y él no
consintió en escuchar su voz, sino que usó fuerza superior a la de ella y la humilló y se
acostó con ella. Y Amnón empezó a odiarla con un odio sumamente grande, porque el
odio con que la odió fue mayor que el amor con que la había amado, de modo que
Amnón le dijo: “¡Levántate, vete!”. Ante esto, ella le dijo: “¡no, hermano mío; porque
esta maldad de enviarme es mayor que la otra que has hecho conmigo!”. Y él no
consintió en escucharla………..”

2 Samuel, capítulo 13, versículo 10-16.

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El Arcoíris de Medianoche

Javiera Loyola A.

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El arcoiris de medianoche De violín y balalaika

Natasha sudaba a mares, hasta humedecer las sábanas en las cuales se estremecía,
tratando de no desperdiciar las últimas fuerzas que le quedaban. El dolor que había
venido en oleadas era ya una marea continua, imparable, desbordada y salvaje,
inundándola por completo. Se metió la punta de la estrujada sábana en la boca y apretó
los dientes, para no gritar. Natasha estaba dando a luz, y en vez de desperdiciar su
fuerza en griterío consideraba que era menester canalizar la energía hacia su sangrante y
dilatada vagina, ayudando a su retoño a nacer.
_ ¡Puja…ya viene…!¡ahora…!_ ordenó la matrona, y se aprestó a recibir al bebé, una
cosita diminuta, indefensa, chorreando sangre, aún ligada a su madre por el cordón
umbilical, tal vez sorprendida de haber sido expulsada de su cómodo y tibio refugio.
Sin embargo, las dos mujeres se echaron a reír cuando pudieron comprobar por los
fuertes berridos, que tenía buenos pulmones y ganas de vivir.
_ Bueno, por fin les llegó lo que tanto habían soñado… es una hermosa y saludable
niña, entonó Emilia, la matrona que ya era una amiga de la familia, sumado el hecho de
que había atendido a Natasha en sus cuatro partos anteriores. Eficiente, fue haciendo
todas esas labores suyas que ya había hecho tantas veces y que de todos modos le
inundaban el corazón de alegría, toda vez que hubo cortado el cordón, limpiado a la
recién nacida y entre ambas con su amiga Natasha la vistieron, se dió a la tarea de
limpiar la majamama de palanganas, toallas y trastos de agua caliente para después muy
oronda salir de la habitación y anunciarle a Sergéi que era orgulloso padre de una niña.
Sergéi, que había estado como siempre en dichas circunstancias fumando como
desaforado, dejó el atestado cenicero de lado, y entonando una canción,
acompañándose de su añosa balalaika, entró a ver a su mujer y la nueva integrante de su
familia. ¡Ah…! ¡Cuánto amor había en sus ojos…!
_ Tiene tus pulmones y tu sonrisa…_ comentó Natasha.
_Y estoy seguro de que tendrá tus hermosos ojos de turquesa…spasiva, querida
Natasha…contigo y a tu lado se han cumplido todos mis deseos y mis sueños_
respondió Sergéi acariciando y besando suavemente a madre e hija, y luego se dijeron
secretos en su idioma, que Emilia supuso muy privados y muy felices, por lo cual,
recogiendo sus cosas dijo:
_ Bueno, tortolitos, los dejo para que disfruten con su hija…tengo otro parto que
atender en la tarde…
_ ¡Ah, no…! ¡Tú no te me vas de aquí hasta que yo no te haya agradecido lo suficiente y
me haya pavoneado lo suficiente…!_ exclamó Sergéi, que de dos trancos estaba junto a
ella y le quitaba el maletín de trabajo_ ¡quédate a desayunar y a almorzar! Y la cubría
de besos y abrazos de oso, en lo que Emilia trataba de zafarse.
_ ¡no puedes irte así como así! ¡Es una niña…! ¡Qué feliz soy…! ¡ Le digo en seguida a
la cocinera que les traiga desayuno…!
Y salió dando saltos, tocando su balalaika y cantando en ruso a todo pulmón. Eran las
ocho de la mañana.
_ ¡Ese hombre tuyo está tan o más loco y feliz que antes…! ¿Qué nombre van a ponerle
a la niña? _preguntó Emilia.
_ Ya lo habíamos decidido. Si nos nacía otro niño se llamaría Nikolái, y si era niña su
nombre sería Irina…así es que aquí estoy, feliz y agradecida de poder acunar en mis
brazos a mi pequeña Irina Ivánovich Zemsky…

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A poco llegó la cocinera con dos suculentos desayunos, y si bien Emilia degustó a sus
anchas los bollos con relleno de nueces y miel y sendo tazón de café con leche, Natasha
solo bebió dos tazas de leche bien caliente.
_ Podrías comer de todo, bien segura estoy que a pocas semanas de tener a Irina vas a
lucir tu fabulosa figura de siempre… ¡rusas…! ¿Son todas iguales…?_ comentó Emilia
con fingida envidia.
_ No todas, igual que en este país, pero si es cierto aquello de que las mujeres en su
mayoría heredan la figura de la madre, entonces me doy por satisfecha, pues mi madre
tuvo catorce hijos y no engordó nunca…_ afirmó Natasha.
_ ¡Eso se llama suerte…! en mi familia todos somos redondos… ya ves, yo sólo he
tenido dos hijos y estoy hecha un tonel, aparte el hecho de que tengo ¡apetito de
presidiario…!
_ En la vida siempre hay un placer, y si lo tuyo es degustar una buena comida, ¡pues a
ello…!_ la animó Natasha.
_ ¿Y cuál es tu placer favorito, aparte de la fotografía…?
_ Tocar el violín desnuda, lo cual me ha llevado a otro placer y felicidad inefables:
hacer y tener bebés…_ confesó Natasha, entre risas. Dieron en recordar los viejos
tiempos, cuando la entonces joven pareja de inmigrantes había llegado al rincón más
frío y austral de ese largo y angosto país llamado Chile. Se habían fugado juntos desde
su Viatka natal, habían cruzado océanos en un oxidado y vetusto barco que de milagro
pudo llegar hasta aquél lugar tan distante, Punta Arenas. Sergéi tenía 30 años y Natasha
diez menos. La familia de ella había puesto tenaz resistencia al romance, con lo cual
decidieron que lo mejor sería escaparse, y mientras más lejos mejor. No había sido
fácil, hubo tiempos en los que Natasha daba lecciones de violín, hacía retratos a los
niños de los ricos, lavaba ropa ajena y también hacía de costurera, oficios que había
aprendido en su casa de tanto cuidar a sus hermanos menores. El violín lo había
aprendido en la escuela y la fotografía era un talento que desarrolló por sí misma.
Entretanto Sergéi que tenía un don asombroso con las matemáticas y la contabilidad, no
así con el idioma, debió tomar el trabajo que le cayese entre manos sin mayores
regodeos, con lo cual hizo de estibador, barrendero de un pequeño supermercado,
mesonero de cantina, pintor de brocha gorda e incluso guardia nocturno en una fábrica,
esto último dado que le sobraba contextura y puños. Trabajaron duro y en los primeros
meses vivían en un cuartucho de pensión cuya cama tenía un colchón de lana
apelmazada, palacio de chinches y cucarachas. Encima, la casera les reñía pues alegaba
que la cama crujía demasiado por las noches, con lo cual la ardorosa pareja echaba el
colchón al suelo, y para disimular el olor del desinfectante que Natasha se afanaba en
aplicarle a diario, colocaban encima cuanta prenda de ropa podían encontrar. A poco
andar, Natasha salió encinta, y ya cuando la barriga comenzó a notársele, decidieron que
tenían los ahorros suficientes como para dejar atrás el sombrío zocucho y los reclamos
de aquella vieja vinagre. Así fue como se instalaron a vivir en la casita del patio interior
del bonachón viudo Olavarría, padre de Emilia. Natasha cosió ropa y dió lecciones de
violín hasta quince días antes de que naciera Yuri, un niño tranquilo y dulce, con los
mismos ojos negros y mata de abundante cabello color miel de su padre. No lavó ajeno
sólo porque Emilia la conminó a sosegarse y tener su hijo tranquila. En esa memorable
ocasión, Sergéi se dio una borrachera histórica con buen vodka y los amigos
estibadores, los cuales hicieron senda colecta y así pudieron comprar un bonito ajuar
con todo y cochecito para Yuri. “El gorila ruso”, como lo motejaban sus amigos, estaba
tan feliz por tener un niño que ostentaría “Ivánovich” en su certificado de nacimiento,
que antes de salir a emborracharse, llegó a casa con cinco ramos de rosas rojas, cinco de
rosas blancas y otros tantos de rosas rosadas, y loco de alegría tocó su balalaika y salió

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medio desnudo a bailar al patio sin importarle el frío bestial, el desmayo de Emilia y los
remilgos de la vecina. El viudo Olavarría se le unió en el jolgorio y lo acompañó a la
borrachera de todo el día, hasta que al llegar las nueve de la noche, ambos fueron
devueltos y dejados en la salita de la casa de la Olavarría, inertes como un par de sacos
de patatas, dedicados a dormir la mona hasta el día siguiente, luego de lo cual Sergéi
redobló sus esfuerzos y tomó un trabajo extra como pintor de brocha gorda. Él decía
que no le importaba trabajar el doble, pero que deseaba darle a su hijo una buena
educación, para que no tuviese los problemas con el idioma que él tenía y pudiera
encontrar mejores oportunidades de trabajo. Natasha, por su parte, duplicó sus
esfuerzos en lavar, coser y cuidar del pequeño Yuri, aunque ya no le quedaba tiempo
para salir a dar lecciones de violín ni hacer retratos, si bien es cierto se las apañó para
hacer unas elocuentes fotografías de los Olavarría, sobre todo cuando venían sus otros
hijos e hijas a verlo, con los nietos. De todos ellos, Emilia había sido la única que había
regresado a vivir a la casa de sus padres, luego de ser engañada y abandonada por su
marido, lo cual, según le confesó alguna vez a su amiga, había resultado ser una
verdadera bendición, ya que podía sacar a sus dos hijos adelante, vivir tranquila y
ejercer su profesión de matrona sin tener un tipo que le pegara y le quitara el dinero que
ella ganaba para ir a tomárselo a la cantina o desperdiciarlo con mujeres de vida ligera.

Rememorando estaban, cuando llegaron los consabidos ramos de rosas, ahora de todos
los colores imaginables. Cada vez que Natasha le había dado un hijo, Sergéi mandaba
llenar la habitación con las flores favoritas de su mujer, y por supuesto que el
nacimiento de Irina no era una excepción.
_ ¡Menuda borrachera va a darse ahora, si está tan loco de felicidad ya que por fin les
nació una niñita…!_ comentó Emilia, a risa suelta, mientras le ofrecía a su amiga un
bollo y se servía más café con leche. Y no se equivocaba. Sergéi partió en su
camioneta al más grande y reputado supermercado de la ciudad, del cual era orgulloso
dueño, y con Yuri, su hijo mayor que ya era un fornido mocetón de casi 21 años,
Manuel Fuentes, su administrador de confianza y Gonzalo Iturra, proveedor de todo tipo
de envases, además de amigo, se encerraron en su oficina a beber vodka y celebrar,
aunque no pararon ahí y pronto salieron rumbo a los bares cercanos al puerto, en una
juerga que duró dos días completos. Natasha nunca le reprochó a su marido ni le hizo
escenas, después de todo, Sergéi era un hombre responsable, excelente padre, se había
partido el lomo trabajando hasta que llegó a ser un tipo acaudalado, y fiel a su promesa
había procurado un futuro mejor para sus hijos…y sólo se daba semejantes borracheras
cuando le nacía uno, ya que en otros festejos apenas si bebía un par de copas. Y se
amaban. Habían compartido los tiempos duros y difíciles, y también la época de
estabilidad y abundancia que les había llegado después, y al parecer, no iba a agotarse
sino que seguía creciendo. Emilia miró a su amiga con detenimiento y no poca
admiración. A sus cuarenta años, y luego de haber pasado éstas y las otras, Natasha
conservaba intactos su buen humor y la piel bonita y fresca del primer día en que la vió.
Cuando Yuri contaba un año apenas, Natasha había conseguido un trabajo por las tardes
en una peletería. El sueldo era bueno y le permitían llevar a su hijo, que dejó
asombradas a sus compañeras de trabajo por aquella sorprendente capacidad suya de
entretenerse con cualquier cosa, incluso de ser capaz de mirarse las manitos por horas,
sin tener un solo berrinche ni reclamar por nada, excepto cuando quería “pi” o
alimentos, que era cuando suave y silencioso, se acercaba a su madre y con unos
tironcitos a su falda, le daba a entender lo que necesitaba. Había soltado los pañales a
los once meses. Era un niño dulce, callado y muy observador, que procuraba estar
siempre a poca distancia de su madre. Al crecer, quedó en evidencia que poseía el

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olfato para los negocios de su padre, y la capacidad para los idiomas de su madre;
hablaba con soltura el ruso, español, inglés, francés y alemán, lo cual con los años le
serviría de mucho. Natasha llevaba medio año de trabajar allí y de hacerse la
desentendida ante los avances del dueño, cuando una tarde el descarado trató de abusar
de ella en la bodega. Se defendió como una tigresa, y el aspirante a violador se quedó
con un chichón en la cabezota luego de que la bonita rusa le propinara un bien dado
escarmiento con una plancha, sin querer perder a su presa volvió a la carga, a bragueta
abierta, con lo cual Natasha le clavó un alfiler que providencialmente había encontrado
en el bolsillo de su delantal de trabajo…justo allí donde más duele. Salió de allí, roja de
rabia y vergüenza, con el delantal y la blusa desgarrada, se enfrentó a la esposa del
sinvergüenza, cobró su paga de la quincena, cogió a su hijo, su abrigo y su bolso y se
fue para no volver.
_ Yo sabía que algo así terminaría por ocurrir…la rusa es demasiado bonita y el viejo
demasiado libidinoso como para que la pasara por alto…_ sentenció una de las
empleadas de más antigüedad en susurros, mientras Natasha recogía sus cosas y se
dirigía a la salida.
Quien sí se hizo presente a los dos días después fue Sergéi, que se metió a la oficina del
dueño y le propinó tal paliza que lo mandó al hospital. Contaría después la mismísima
mujer del peletero que nadie se atrevió a meterse, entretanto el enfurecido ruso le
“aliñaba el huevo” a gusto y gana, mientras le soltaba un repertorio en su idioma, que
dedujo dadas las circunstancias, no eran saludos de cumpleaños ni mucho menos, en
cuanto después de patearlo a regodeo y botarle los dientes, le hizo un verso en español
de similar calibre, que hubiera hecho enrojecer a un sargento. No se atrevió a poner
ninguna demanda judicial pues sabía que le podía ir peor, y según el mismo Sergéi le
aclaró, tenía que darse por agradecido de que Natasha no lo denunciara por degenerado.
Dicen que vieron salir al extranjero con el pelo revuelto, el abrigo en desorden y la cara
enrojecida, pero nadie se atrevió a decir ni pío. En varios kilómetros a la redonda se
corrió la voz de que quién se atreviese a poner las manos encima a la mujer del ruso,
estaba jodido, pues “cobraba” una tunda de las que ya no se usan. La misma empleada
de notoria antigüedad de la peletería corroboró meses después que los años de abuso y
acoso a las más jóvenes, que habían sido rutina corriente de su jefe, habían llegado a su
fin. Fué después de aquél día que llegaron a un acuerdo: Natasha procuraría apartarse
de los empleos con personajes de dudosa integridad, y como habían logrado ahorrar lo
suficiente, Sergéi pondría su propio negocio. Poco después Natasha volvió a quedar
embarazada, y Sergéi se asoció con un amigo de sus tiempos de guardia nocturno para
empezar a vender artículos de hogar y ropa. Comenzaron con el pie derecho y les iba
estupendo, pues tenían muchos clientes, algunos que les compraban al por mayor.
Incluso Sergéi estaba contento pues había comenzado a ahorrar para comprar una casa y
le rogó a Natasha que dejara de trabajar pues ya no era necesario, lo cual ella aceptó de
buena gana pues así podría dedicarse en pleno a cuidar de Yuri y del recién nacido
Vladimir. Tenían proyectos, dos hijos preciosos y por fin estaban encaminados en la
ruta de la prosperidad. Y se amaban con locura… ¿Qué más podían desear? Pero,
¡ah…! Las piedras en el camino se presentaron en forma de traición. Porque Humberto
Santelices había estado esperando la mejor oportunidad, el momento preciso, y tan
pronto como se le presentaron, malversó fondos y recurrió a facturas falsificadas, hizo
jugarretas con cheques y pidió préstamos bancarios que por cierto no tenía intenciones
de pagar. Uno de esos días, desapareció sin dejar el menor rastro, llevándose una
magnífica suma de dinero, y lo que sí le dejó Sergéi fue una larga lista de deudas y
acreedores, a tan alto número que por poco y el ruso no fue a parar a la cárcel. Toda vez
que se comprobó que había sido Humberto Santelices el estafador y luego de no pocos

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problemas, lo dejaron en paz, aunque como uno de los préstamos había sido hecho a
nombre de Ivánovich, éste no tuvo otra opción que vaciar sus ahorros y pagar. Natasha,
encinta por tercera vez, se dio a consolar y dar ánimo a su esposo, apoyándolo… y
volvió a trabajar. Tan escasos iban de dinero que llegaron a deberle medio año de
arriendo a los Olavarría, apenas iban tirando con sus dos retoños y otro en camino. Sin
embargo, allí fue que descubrieron que tener buenos amigos es mejor que tener dinero
en gran cantidad, pues Emeterio Olavarría con frecuencia le decía a Sergéi que no se
preocupara, que ya llegarían los buenos tiempos y la fortuna volvería a sonreírles, que
todo va y viene y no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Por su parte,
Emilia atendió a su ya entrañable amiga en su tercer alumbramiento con la misma
dedicación y eficiencia, prohibiéndoles a los Ivánovich hablar siquiera una vez de sus
honorarios, después de todo, como decía, recibir niños era para ella una labor de amor,
además ganaba una bonita suma por su trabajo en el hospital, un par de clínicas privadas
y los alumbramientos de familias acaudaladas, por lo cual no se haría ni más rica ni más
pobre si ayudaba a llegar a este mundo al bebé de su mejor amiga. Dimitri, el tercer
hijo, nació en tiempos de incertidumbre y dificultades financieras, pero también en una
época de calor de hogar y profunda amistad, sincera y desinteresada. El empeño en no
darse por vencidos, el tesón y la dedicación que la pareja ponía en sus respectivas y
modestas labores y el amor que reinaba en la sencilla casita fue lo que los mantuvo
unidos. No pasó demasiado tiempo antes de que Emilia, por sus contactos aquí y allá,
persuadiera a Natasha de que el negocio con la comida preparada le redundaría en
jugosos beneficios, con lo cual la joven, que cocinaba sabrosos platillos de su tierra
natal y también había aprendido muchos de los secretos de cocina de su país de
adopción, comenzó a preparar y a enviar viandas a la gente que trabajaba en las
oficinas. La jornada diaria de los Ivánovich comenzaba a las seis de la mañana, cuando
después de compartir el desayuno Sergéi partía a su trabajo de estibador, entretanto
Natasha comenzaba por alistar los ingredientes de los guisados que prepararía. Había
hecho una lista de abundantes opciones, por lo cual cada día presentaba a su clientela
con tres alternativas distintas. Hizo copias escritas a máquina de dicha lista, y mediante
Emilia las envió a diferentes edificios y oficinas. Los clientes que degustaban sus
sabrosos guisos eran desde los abogados de los elegantes bufetes del centro hasta los
médicos que tenían consultas privadas, así como también varios corredores de
propiedades. Eran gente que pagaba semanalmente y enviaban a sus juniors o
ayudantes a buscar sus almuerzos, por lo cual Natasha, después de levantar, vestir y dar
desayuno a sus pequeños, los dejaba en la salita con diferentes “asignaciones”, como
dibujar, pintar o armar torres con pequeños bloques de madera, y se afanaba guisando y
colocando la humeante comida en loncheras herméticas de aluminio, escrupulosamente
limpias. Ya en su primer día había tenido treinta pedidos. A los diez días corrió de
boca en boca la voz, y así fue que llegó a tener cien despachos diarios. Ingeniosa,
contrató a un muchacho, hijo de uno de los amigos de su marido, para que se encargara
de los repartos y así pudo justificar con su clientela el leve aumento de precios, evitaba
que los niños se ventearan en exceso cada vez que venían a buscar los almuerzos, como
en los primeros días, y también se evitaba los problemas de lidiar con un jefe abusivo y
libidinoso. Aquello marcó el comienzo de la siguiente etapa de lento pero sostenido
progreso. Por la tarde, se dedicaba a limpiar la casa y a jugar con sus niños. A eso de
las cuatro de la tarde, ya cuando llegaba Jorge con las loncheras vacías, se metía otra
vez a la cocina a lavarlas y secarlas, acomodándolas en un esquinero para ser utilizadas
de nuevo al día siguiente. No era sino hasta las ocho y media de la noche, ya cuando
había dado de cenar, bañado y acostado a sus retoños, que tenía tiempo para sí misma,
disfrutando de un largo baño. Muchas veces en ese preciso momento regresaba Sergéi,

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que sudado y algo molido por el trabajo se le unía y le jabonaba la espalda y algo más.
Coqueta, a pesar de ser diez años más joven, Natasha se las componía para que incluso
esos encuentros no se transformaran en rutina. A veces hacían el amor en la ducha, o
bien cuando él llegaba, ella esperaba con cara muy circunspecta y ya vestida a que él se
bañara, pero luego lo toreaba durante la cena: comía con la mano y se chupaba los
dedos, o se quitaba los zapatos y le apoyaba los pies en los muslos… o se abría un solo
botón más debajo de la blusa… o se acercaba con su mejor mirada inocente y se sentaba
en las piernas de su marido, y comía de su plato y le daba otro bocado a él, hasta que
Sergéi bajaba las manos por su cintura y caderas… y se daba cuenta que su mujer no
llevaba bragas, con lo cual hacían el amor allí mismo, o se iban al dormitorio riéndose
en susurros para no despertar a los niños. Porque aquella casita sólo contaba con un
dormitorio de buen tamaño, en el que sin embargo lucían algo amontonados la cama de
ellos, otra en la que Yuri y Vladimir dormían, y la cuna-corralito de Dimitri. Después
de amarse silenciosamente y conversar en susurros de cómo había estado el día y
jornada de cada cual, se dormían apacibles y abrazados. Y al siguiente día, comenzar
otra vez la ocupada rutina diaria, eso al menos para Natasha de lunes a viernes, y para
Sergéi hasta los sábados, día en que ella, de por sí muy activa, dedicaba a coser ropa
para sus niños o alguna camisa para su marido, y si le quedaba un dinerito extra, algún
vestido para ella. Tan pronto como el negocio floreció, Natasha pagó a los Olavarría el
arriendo que debían y algunos meses por adelantado. Ya cuando tuvieron un respiro y
los pedidos de viandas se triplicaron, aumentó el sueldo de Jorge para que el chico le
ayudara en la cocina, ya fuese a pelar patatas, picar y limpiar verduras o rellenar las
loncheritas. En pocos meses tanto ella como su sorprendido esposo comprobaron que
podían darse pequeños lujos como ir al cine los domingos, día en que Emilia se ofrecía
para quedarse con los niños, u organizar una barbacoa para todos en el patio. Y también
los ahorros crecieron, por lo cual Sergéi sugirió que podían instalar su propio negocio,
por supuesto que sin socios, en las cercanías del puerto. Fue así que decidieron,
después de mucho buscar y comparar precios, arrendar un local de pequeñas
proporciones, aledaño a lo que había sido una fábrica de frazadas con todo y grandes
bodegas. El lugar había sido cerrado hacía unos tres años antes, y lucía descuidado, con
la pátina del tiempo y el abandono. De hecho, el local que arrendó Sergéi había sido el
garage donde el dueño y administradores de la antigua fábrica guardaban sus vehículos.
Cuando Pepe Fuengirola, el ex-dueño, y aún dueño de las propiedades abrió la cortina
metálica para mostrarle el garage, el ruso pensó que debía regatear muy bien por el
precio de la propiedad, que estaba hecha unos zorros.
_ Venga, vamos, que no está nada mal para comenzar con tu negocio, claro, no estará
ubicado en el centro de la ciudad, pero igual si lo que piensas vender es bueno en
calidad y precios, hombre, te forras de una suculenta pela en menos de un año…-
comentó entusiasmado el español que había llegado a esas tierras veinticinco años antes,
se había casado con chilena, y maldito lo que le importaba el cierre de la fábrica, pues
era dueño de un par de pequeños aviones de carga y poseía además una flota de
camiones.
_ De acuerdo, sin embargo tenemos que considerar lo que me voy a gastar en
acomodarlo y ponerlo decente…- apostilló Sergéi paseándose de un lado a otro,
examinado el lugar con ojo crítico: la electricidad estaba dañada, las ventanas rotas, el
único y exiguo baño, sin agua corriente y con el retrete casi en pedazos, qué decir del
sucio y deprimente gris de las paredes, aparte el hecho que quitar el olor a orines de gato
le tomaría al menos un par de semanas. De todas maneras firmaron el contrato de
arriendo, y el mismo ruso se encargó de arreglar, pintar, darle vida y limpieza al local.
Al cabo de un mes, nada en el bonito y bien abastecido negocio de alimentos no

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perecibles hacía recordar su pasado de sucio y abandonado garage. Sergéi, como años
después recordaría con algo de jocosa nostalgia, comenzó con “un chiringuito de nada,
con cuatro latitas, unos cuantos cajones y un sólo ayudante…”. Sin embargo, dado que
utilizó una buena estrategia, e igual vendían una bolsa de azúcar o la caja completa que
contenía treinta kilos, podía pavonearse de que tenía los precios más bajos de toda la
ciudad. El margen de ganancias no era jugoso, sin embargo a los dos meses, cuando al
llegar a abrir la “bodeguita Viatka” y notar que ya había gente esperando, se dió cuenta
que el negocio sí tenía un buen futuro. Dueños de pequeños almacenes que vendían al
por menor llegaban a comprar en sus vehículos, llevándose diferentes productos por
docenas o cajas enteras…y fue precisamente el volumen de ventas lo que acabó dándole
abundantes ganancias, de manera que lo que le pronosticó el español al principio se
cumplió. En un par de años, no había quién no conociera “los abastos del ruso” como el
público en general bautizó a la bien abastecida y exitosa bodeguita Viatka. Yuri
contaba ya cinco años, Vladimir cuatro y Dimitri dos, cuando Natasha, que había
seguido con su negocio, el cual de hecho había ido tan bien que siguió creciendo, quedó
embarazada de nuevo, convirtiendo a Sergéi en padre por cuarta vez. Cuando Emilia le
anunció que era otro niño, igual y se sintió feliz, llenó de rosas la salita y le comentó
alegremente a su mujer que de seguir produciendo descendientes varones, llegarían a
tener su propio equipo de fútbol. Decidieron que el más pequeño de los Ivánovich
llevaría por nombre Alexander, y el orgulloso padre puso un gran cartel en la cortina
metálica de su negocio anunciando: “queridos clientes, estoy de borrachera pues hoy
nació mi cuarto hijo, abriré sin falta mañana, a la misma hora”. Con lo cual después él y
sus ya dos ayudantes, aparte de Pepe Fuengirola y uno de sus amigos que pilotaba sus
aviones de carga, fueron de juerga donde la Tía Mabel, dueña de unos de los más
famosos burdeles de la ciudad, y se emborracharon a gusto y gana. Fue aquella la vez
que Sergéi conoció a Mikhaíl Petrovna, piloto y amigo de Pepe, un hombre alegre y
bien dispuesto a la diversión, el baile, el vodka y las mujeres. La Tía Mabel, regordeta
y enjoyada, con su sempiterno vestido largo y rojo de atrevido escote y su risa fácil se
acercó a saludarlos, conocía de sobra a Pepe Fuengirola, que llegaba allí cada semana y
“picaba” por aquí y por allá, a veces incluso se llevaba a la habitación designada hasta
tres chicas a la vez…también el joven inmigrante ruso, Mikhaíl, formaba parte de sus
clientes habituales. En cambio, no conocía de nada ni a Sergéi ni a sus dos ayudantes,
los cuales les fueron presentados.
_ ¡Que barbaridad…! ¿En todo este tiempo jamás habías ido de juerga a ninguna de las
“casas” de la ciudad…?_ le preguntó la Tía Mabel a Sergéi, entre curiosa y divertida.
_ En mi Viatka natal, solía ir a una de las casas con bastante frecuencia, incluso me
estrené allí a los diecisiete…pero hoy todo lo que quiero es bailar y emborracharme por
haber sido padre por cuarta vez… ¡que traigan el vodka…!_ pidió Sergéi con una
sonrisa de oreja a oreja.
_ ¡Así me gustan los hombres, con buena disposición…! Les anuncio que ayer me han
llegado tres chicas nuevas, directo desde Santiago… y son todas jóvenes y bonitas,
ansiosas por estrenar un buen combate cuerpo a cuerpo, ya que justamente me
comentaban que como aquí es tan frío, ¡necesitan algo más que las estufas para
calentarse…!_ tentó la Tía Mabel, a risa suelta, después de lo cual hizo servir los licores
y presentó a las chicas; las recién llegadas y otras que ya llevaban algunos meses
trabajando allí. Algo cambió en la vida de cuatro de los integrantes de aquél grupo de
hombres que sólo tenían en mente celebrar y pasarlo bien. Pepe Fuengirola conoció a la
que poco después se convertiría en su amante permanente, sacándola del burdel e
instalándole un apartamento en pleno centro de la ciudad, ante la furia y los celos de su
mujer. Mikhaíl, el mujeriego y apuesto piloto, conoció a la que en el curso de un año y

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medio después se convirtió en su legítima esposa. La sofisticada y sensual joven de
veinticinco años fue la única que consiguió volverlo loco de amor, y a los casi cuarenta
años de edad, el piloto decidió mandar sus aprensiones al carajo y formalizar una vida
en familia. Por su parte, a María José no le importó dejar de lado Santiago, la ciudad
que la había visto crecer y en la cual había sufrido lo suyo. Provenía de un familia
acaudalada y se notaba que había tenido buenos colegios, sin embargo, a los trece años
había sido abusada por su padrastro, teniendo que soportar aquello en silencioso y
aterrado secreto, hasta que a los quince huyó de casa para no volver. El maldito la había
hecho buscar con la policía y se dió maña en presionarla para que volviera, y al ver que
ella estaba decidida a dejar todo eso atrás, la hizo recluir en una casa correccional, en la
cual la muchacha había pasado tres años. Los seis años que siguieron, los pasó de una
relación desastrosa a otra peor, había vivido con un drogadicto empedernido que la
golpeaba y obligaba a prostituirse para conseguir drogas. Faltó poco para que María
José se volviese adicta a la cocaína, marihuana y otras porquerías, cuando decidió que si
iba a ser prostituta, era a ella a quien le correspondía decidir quién, cómo, cuándo y
cuánto, razón por la cual huyó al norte del país y durante algún tiempo fue una bien
pagada bailarina y ejercía el oficio discretamente. Cuando el dueño del club nocturno
en el cual trabajaba comenzó a presionarla para que fuesen amantes, ya que quería
tenerla sólo para él, María José decidió que otra vez era tiempo de cambiar de ciudad, y
volvió a Santiago. No pasó mucho tiempo sin que una de sus amigas, una aventurera y
profesional de talento, le hablase del sur, Punta Arenas, el cabaret de la Tía Mabel y de
lo bien que se ganaba allí. Así fue como había llegado la joven a la ciudad, a los
veintitrés y poco más de edad. Desde el momento en que la Tía Mabel los presentó, se
vieron envueltos en una atracción mutua, que con el correr de los meses llegaría a
transformarse en sentimientos más profundos, imposibles de negar, impensables de
escapar. Sólo tres meses pasaron desde el primer encuentro, cuando decidieron vivir
juntos. Ni él soportaba la idea de compartirla, ni ella tenía ya deseos de tontear con
otros tipos. Cuando la joven lucía una indisimulable barriga, fueron al Civil y
decidieron unir sus vidas para siempre casándose por lo legal, con Sergéi, Natasha y
Pepe Fuengirola por testigos. A poco andar les nació el primer hijo, al cual pusieron
por nombre Daniel, que llegaría a ser como su padre, piloto de aviones de carga, y a
quien Sergéi Ivánovich un día desearía ver muerto y bajo tierra, pues llegaría a separarlo
de aquéllo que más amaba. Pero en aquella ocasión, nadie sospechaba siquiera lo que
ocurriría, y los hombres se dedicaron a beber, bailar y divertirse con las chicas. Aparte
de Pepe y el piloto, que se habían encerrado ya en diferentes habitaciones con sus
respectivas acompañantes, Mario, uno de los ayudantes de Sergéi, decidió que era hora
de estrenarse, a sus veinte años, con lo cual luego de cierto jocoso comentario de “más
vale tarde que nunca”, se dedicó alegremente a perder “aquello” con Verónica, la más
joven del trío de recién llegadas, que si bien era cierto contaba sólo diecinueve años,
declaró que ella, cachonda por excelencia, a los tiernos catorce se había estrenado y a
los quince ya sabía lo que quería de la vida. No blufeaba ni se pavoneaba en vano,
como pudo comprobar Mario, a solas con ella en su habitación. Los únicos que se
quedaron en la mesa bebiendo y conversando con las otras dos muchachas, fueron
Sebastián, el otro ayudante de la “bodeguita Viatka” que estaba ahorrando cada céntimo
para poder casarse con la que había sido su novia desde los tiempos del colegio, y por
cierto no le hacía gracia engañarla, y Sergéi, que afirmó estar tan enamorado de su
mujer, tanto más cuando le había dado otro hijo, que para él era impensable hacer el
amor con otra.
_ Sí, te lo entiendo, pero no me vas a negar que de pronto, alguna vez, tendrás ganas de
darle siquiera una probadita a otro sabor que no sea el de vainilla… ¿Qué tal fresa,

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mango, chocolate, café, té…yo?- sugirió Cecilia, coqueta, insinuante,
tentadora…acercándose tanto que Sergéi pudo percibir el sensual aroma de su perfume.
La chica lo intentó todo, pero el ruso se mantuvo en sus cabales, si bien es cierto que
notó como algo allá abajo se le alteraba y endurecía como si tomara decisiones propias.
Con todo, igual y fue el español quien lo subió a su vehículo y con la ayuda de
Sebastián, lo dejaron en la salita de su casa para que durmiera la mona en el sofá. Y al
día siguiente, cada cual a lo suyo, un par de buenas aspirinas, la sopa de mariscos
“levanta-muertos” que con todo amor le preparó su adorada Natasha, un beso y a
trabajar. Fue por esos días que decidieron contratar una “nana” para que ayudara con
los niños y la limpieza, aparte de la organización con los platos preparados, ya que
Natasha había quedado levemente delicada después de dar a luz a Alexander, que había
nacido con poco más de cuatro kilos.
_ Este niñito sí que nació con “marraqueta bajo el brazo”, justo ahora que todo les está
saliendo rápido, feliz y bonito…- había comentado Emilia en aquella ocasión. Y su
observación resultaba de lo más asertiva, ya que en poco tiempo fueron efectuando
cambios que tan sólo un par de años atrás les hubieran parecido solamente un puñado de
locos y lejanos sueños. Ante la evidencia del amontonamiento, arrendaron una
espaciosa casa cuyos seis dormitorios estaban todos en la planta alta, con un baño en el
dormitorio principal y otro más en el pasillo. Acomodaron aposentos para Yuri,
Vladimir y Dimitri, aunque al comienzo éstos protestaron un poco, si bien con el correr
de los años estarían felices de tener cada cual su propia habitación. El único hijo que
quedó con ellos compartiendo el mismo espacio fue Alexander, ya que era sólo un bebé
y con frecuencia despertaba por las noches, y también su amorosa madre, para
amamantarlo. En la planta baja había una espaciosa salita, el comedor aparte, un baño y
dormitorio de servicio y otro baño para visitas, amén de un confortable estudio que con
el tiempo se convertiría en la biblioteca familiar. Una de las cosas que alegró
muchísimo a Natasha fue la amplia cocina, en la cual podía acomodar sus implementos
de trabajo e incluso rellenar las ahora quinientas loncheras de almuerzos, sin tener que
ocupar en ello el comedor como le ocurría en la vivienda anterior. Además, la cocina
contaba con su propia puerta de acceso al patio, con lo cual Natasha ya no tenía los
sobresaltos de antes, de que alguno de los niños entrara de repente y se pusiera a hurgar
donde no debía. Así con la misma rapidez con que crecían los niños, también crecían
los negocios, con lo cual el único día en el que podían compartir todos juntos en familia,
era el domingo. Los Ivánovich querían que sus hijos adquirieran los valores del trabajo
hecho con dedicación y también la creatividad, con lo cual muchas veces Natasha les
hacía bellos acordes con su violín y Sergéi les enseñaba canciones en ruso
acompañándose de su balalaika, cosa que deleitaba a los niños que, aplaudiendo, pedían
otra y otra canción, riéndose a carcajadas cuando alguno se equivocaba en la
pronunciación de las palabras. Otras veces salían todos al parque para ir a la feria de
diversiones y darse atracones de palomitas de maíz y churros, de los cuales Dimitri era
gran fan, pudiendo llegar a comer él sólo una docena y media. Ocasión aparte era
cuando llegaban los Olavarría, ya que los niños adoraban a quien cariñosamente
llamaban “Tía Emi”. El viudo Olavarría quería a esos mocosos como si fuesen sus
propios nietos, y en dichas visitas gustaba disfrazarse de viejo del saco y los perseguía
por toda la casa, ante el regocijado alboroto de los niños, que más de alguno había ido a
parar al saco harinero con agujeros que llevaba consigo el visitante, no sin descubrir en
el fondo del mismo alguna bolsa o cajita con dulces o galletas. Por su parte, la Tía Emi
les contaba cuentos, ya fuesen tradicionales de los libros o alguno hecho sobre la
marcha. En esos días de domingo, felices compartiendo amor y amistad era cuando
Natasha hacía fotografías, que con los años llegaron a llenar álbums completos. Yuri,

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que siempre demostró ser el reflexivo y observador, con talento inagotable por los
idiomas, inteligente y sensitivo, fue el que aprendió a tocar la balalaika tan bien como
su padre. Vladimir, que tenía el mismo color de cabello rubio ceniza de su madre, y los
ojos negros, brillantes e inquisitivos del padre, era el investigador de la familia, siempre
preguntando las cosas más inocentes o sorprendentes. De curiosidad insaciable, desde
los tres años de edad gustaba de desarmar relojes, los cuales luego volvía a armar y
seguían funcionando, aún cuando a veces le sobraran piezas, ante la hilaridad y asombro
de sus padres. “¿Por qué hay tantas estrellas en el cielo? ¿Por qué tengo una vida? ¿De
dónde sale el arroz? ¿Cómo llegó el bebé a la barriga de mi mamita? ¿Qué letra es ésa?
¿Qué dice ahí?” eran preguntas de lo más normales para él a los cuatro años de edad.
Sus progenitores siempre tenían tiempo de darle respuestas. Dimitri era el temerario.
Le gustaba la velocidad y el riesgo, aunque muchísimas veces aquella característica tan
suya le produjera incontables dolores de cabeza a su madre, como la vez aquella en que,
entusiasmado con el columpio del patio, se cayó y se hizo un severo corte en el mentón,
o aquella otra ocasión cuando a los siete años, salió con sus patines puestos a la calle,
contraviniendo todos los consejos y se sujetó del parachoques trasero de un autobús,
yendo a parar al centro de la ciudad. Quiso la suerte y su ángel de la guarda que Emilia
anduviese haciendo compras y lo encontrara, con lo cual lo llevó de regreso a casa,
donde Natasha le dió el único tirón de orejas de toda su vida, lo encerró en su habitación
y le suspendió el postre por una semana. Dimitri tenía el cabello y los ojos de su padre
y la sonrisa de su madre, y también una inocente zalamería con la cual convencía a
cualquiera, por lo cual mucho le costó a Natasha mantenerse firme con lo de la
suspensión del postre, sobre todo cuando Dimitri se le acercó y le pidió disculpas por
haberle hecho pasar tal susto, prometió de todo corazón que no lo volvería a hacer y
después le cubrió la cara de besos, mientras le decía lo mucho que la amaba. Si bien
cumplió su promesa y no volvió a escaparse, siempre descubría una nueva diablura,
como quemar el contenido del papelero del estudio-biblioteca, dejarse caer de uno de
los árboles del patio atado por los pies con una cuerda elástica que él mismo fabricó, o
bien deslizarse hacia la planta baja a horcajadas sobre el pulido barandal de roble de la
escalera. Alexander, al crecer, demostró ser el intelectual del grupo. Era de esos niños
que con un libro en las manos se vuelven invisibles. Le gustaba encerrarse por horas en
el estudio y a los trece años se pavoneaba de conocer de memoria todos los libros que
habían allí. De cabello color miel como Sergéi y los mismos grandes ojos de turquesa
de Natasha, aprendió a tocar el violín con la misma perseverancia y pasión que el mejor
de los alumnos de su madre cuando ésta daba lecciones. Como adoraba a la autora de
sus días, ponía atención a cada acorde, cada movimiento de los dedos, y si algo le salía
mal redoblaba sus intentos, hasta que, cuando Natasha sonreía y le decía lo bien que lo
estaba haciendo, loco de felicidad, la besaba y corría a encerrarse en el estudio a seguir
ensayando. En tanto que su hermano Dimitri se aburría en la escuela y no podía estarse
quieto por mucho tiempo, Alexander ponía atención a todo, y todo le interesaba. Era
cosa corriente verlo estudiando, haciendo sus tareas, leyendo o tocando el violín. Y
obtener, invariablemente, el primer lugar en su clase, amén de excelentes calificaciones.
Ya todos estaban grandecitos cuando nació Irina, “el ángel”, como la apodaron, pues era
tan bonita que parecía uno. Veinte, diecinueve, diecisiete y catorce años
respectivamente ostentaban ya los cuatro hermanos cuando llegó al mundo la niña, en
una época en que todos los apuros financieros habían quedado tan sólo como un
recuerdo, en los días en que la pareja ya creía que no volverían a tener más hijos,
cuando estaban casi convencidos de que soñar con una hija era quizá pedirle demasiado
a la vida. Ni siquiera sospechaban que cuatro años después nacerían los gemelos, y que
ya se habían encariñado tanto con el lejano país que les habría brindado hospitalidad y

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buena fortuna, que decidirían ponerle a sus dos últimos niños nombres más acorde con
el entorno: Aldo y Amintor. Sin embargo, a pesar de querer a toda su prole, fue Irina
quien, como la única niña en la familia era la consentida de todos, incluso de sus
hermanos menores. “Nos van a tener que poner el babero a nosotros…” fue el divertido
comentario de Vladimir aquella mañana antes de irse al colegio.

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El arcoíris de medianoche La que ama la paz

Fue amada y admirada desde su primer suspiro. Además, era un diminutivo de su


madre, el mismo cabello, los mismos ojos, la misma sonrisa… y la misma
determinación. Incluso Natasha se admiraba del parecido entre ambas, al ver un par de
fotografías que le habían hecho a esa edad. Cuando los niños son amados y admirados,
cuando se les prodigan besos, cuidados y cariños, su inteligencia y sensibilidad se
desarrolla de manera rápida y precoz. Y como fue eso y en abundancia lo que se le
brindó a Irina, pues siempre estaba en los brazos de alguien, ya fuesen sus embobados
hermanos o progenitores, amén de compartir y ser el centro de atención de las tertulias
familiares, pronto demostró el mismo gusto por el riesgo que Dimitri, la curiosidad
inagotable de Vladimir, la sensibilidad de Yuri y el brillante intelecto de Alexander.
Daniel Petrovna, el hijo de Mikhaíl, que todavía era piloto y también se había instalado
con un bar que por cierto era muy concurrido, la vio por primera vez a los diez días de
nacida, y no fue la excepción, quedando tan embobado como los demás cuando le fue
concedido tomarla en brazos. La bebita lo miró, extendió su manito diminuta y le
apretó un dedo, lo cual por poco hizo que se echara a llorar de la emoción. Daniel, un
apuesto muchachito de casi trece años, que acompañaba a su padre en los vuelos cada
vez que le era posible y todo lo que soñaba era ser piloto de aviones, helicópteros o
cualquier máquina que pudiese volar, se encontró pensando en que la pequeña Irina
sería toda una rompecorazones con lo bonita que era… y quizá fue en ese momento, o
tal vez con el correr del tiempo, cuando ella fue creciendo y su belleza no hacía más que
florecer, que pasó a formar parte de sus más preciados y secretos sueños. Por su parte,
Irina lo amó desde su más tierna infancia, aunque había algo que la impulsó a guardar
su secreto hasta que los días de sueños e incertidumbre quedaron atrás. La primera vez
que intuyó que Daniel, de alguna forma, estaba destinado a estar allí cuando el peligro
la rondaba, fue cierta mañana en las bodegas de lo que ya por aquél entonces se conocía
por Supermercado Viatka. El “chiringuito de nada” como lo había bautizado en broma
Sergéi años antes, había crecido hasta transformarse en un impresionante y próspero
negocio, ocupando todo lo que había sido la antigua fábrica del español Fuengirola, que
a su vez se había convertido en uno de los mejores amigos de los Ivánovich. Docenas
de empleados iban y venían, eficientes, y Sergéi llegaba cada mañana, orgulloso,
cargando a su hijita en brazos. Nada, o casi nada, escapaba a la atenta mirada del
inmigrante que había hecho fortuna en aquél apartado rincón del mundo. Luego de
compartir el desayuno en casa, abrigaba bien a su hija y la llevaba con él a su oficina…
era parte de la rutina diaria que Irina fuese con su padre cada día y entretanto Sergéi
revisaba documentos, facturas y hacía acuerdos por teléfono, la pequeña jugaba,
dibujaba o se ocupaba en inspeccionar el contenido del papelero.
_ ¡Es tan curiosa que te vá a volver loco…! a ver cuánto te dura la chochera cuando
Irina empiece a regar tus contratos de compra por la oficina o rompa algo_ le había
advertido Natasha en alguna ocasión, pero la niña parecía saber qué podía tocar y qué
cosas era mejor pasar por alto, con lo cual su máxima osadía había sido desarmar un par
de relojes y contestar uno de los teléfonos, ante la orgullosa hilaridad de su embobado
padre. Irina tenía escasos tres años cuando ya conocía al dedillo cada rincón de la
oficina de Sergéi, los nombres de al menos veinte de los empleados, y los tipos de
envases que llevaba Gonzalo Iturra, el cual tenía una marcada afición por regalar a la
niña muestras de los envases que fabricaba y animalitos de peluche. Fue por esa época

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que se unió al entorno de Sergéi el primo de Pepe Fuengirola, un individuo de unos
treinta años que en su tierra no había tenido suerte, con lo cual después de algunas
negociaciones con su primo éste había pagado su pasaje para que pudiese viajar,
cambiar de vida e intentar buscar la fortuna que le había sido esquiva en su Burgos
natal. Tomás no hablaba demasiado, tenía un carácter algo taciturno y reservado, y
también era piloto, por eso fue que comenzó a trabajar para Sergéi. Eso sí, era eficiente,
conocía cada ruido de un avión y podía saber de inmediato qué andaba mal y qué
necesitaba un vistazo. Trabajaban codo a codo con Mikhaíl, aunque Tomás nunca dio
muestras de querer hacer amistad con el piloto ruso. Daniel lo miró con recelo desde el
primer momento en que lo vió. Había algo en la mirada de aquél extraño que no le
gustaba… algo secretamente arrogante y torcido que el adolescente no hubiese sabido
explicar o poner en palabras, pero que le causaba una profunda antipatía y desconfianza.
Sin embargo, no había nada que pudiese señalar a Tomás Andrade Fuengirola como
sospechoso de algo malo. María José, la madre de Daniel, que a pesar de haberse
transformado en toda una señora respetable, conservaba una lúdica y sincera amistad
con la Tía Mabel, tampoco pudo vislumbrar el peligro, cuando en una tarde de tertulia
en casa de los Petrovna, la rolliza regente de “La Marimba” le comentara que días antes
había llegado un individuo de acento foráneo y después de seleccionar a la más joven de
sus muchachas, cometiera con ésta toda clase de atrocidades, lo cual para una mujer
fogueada como ella, que ya creía que venía de vuelta de todo, no era poca cosa. La
misma Tía Mabel la había desatado de la cama y la había llevado al hospital, con
lesiones múltiples en sus genitales, senos y rostro. El maldito la había amordazado, por
lo cual nadie se había dado cuenta, entre el alboroto de los clientes, las chicas y la
música en el salón.
_ Pobre muchacha. Apenas estaba comenzando en el oficio y sólo llevaba un par de
semanas en mi negocio. Le iba bien, imagínate, sólo tiene dieciocho años… ese
desgraciado la golpeó y maltrató tanto, que cuando fuí a verla ayer me dijo que se irá de
la ciudad, y no quiere volver a acostarse con nadie en toda su vida… quién me iba a
decir que ahora vamos a tener que comenzar a lidiar con locos y psicópatas, ay, niña, si
hubieses visto como la dejó, yo que creía que lo había visto todo, me eché a llorar como
una mocosa cuando me tocó desatarla…qué cosas, uno nunca sabe a quién conoce…_
contó la Tía Mabel, mientras colocaba uno de sus cigarrillos importados en la elegante
boquilla de marfil.
_ ¿Nadie recuerda el nombre o la cara del tipo…? Debe haber alguna manera de
encontrarlo…_ puntualizó María José.
_ Dijo llamarse Roberto, pero por lo que yo creo, igual mintió si iba con esas
intenciones. Lo único que recuerdo es su acento, pero no hay nadie que me asegure
que no fingió tener acento extranjero para despistar… aparte el hecho de que ¿quién va
a tomar en serio una atrocidad cometida contra una prostituta…? ¿Qué se saca con
encontrarlo…? Igual y podría irse de negativa y pretender que nunca estuvo en mi
negocio… claro que no te creas, igual y tengo amigos en la policía que me deben algún
que otro favorcito, o que cuando van de visita son atendidos a cuerpo de rey sin tener
que pagar…por ahí el asunto se puede arreglar entre gatos y medianoche sin que le
cueste la reputación a nadie_ aventuró la Tía Mabel.
Lo que ninguna de las mujeres podía sospechar, mientas saboreaban el té, era que
Daniel había estado escondido espiándolas y escuchando la muy privada conversación.
Desde aquél día, el jovencito insistía en ir con su padre al trabajo todos los días, entró
en el hábito de comprar al menos un periódico diario, y procuraba vigilar a su
sospechoso con disimulo. Claro, podía darse maña siguiéndolo por los hangares donde
guardaban los aviones de carga, o fingiendo interés y acercándosele a preguntar algo

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mientras aquél trabajaba, pero de lo que hacía el tipo en sus horas libres nadie podía dar
cuenta. Al año y medio después de haber comenzado Daniel con sus curiosos afanes,
fue que se regó por las noticias la desaparición de dos colegialas, las cuales fueron
secuestradas con un intervalo de dos semanas. Se contaba que la primera había sido
plagiada de camino al colegio, y la segunda de regreso de la escuela a su casa. De ésta
última, todo rastro visible fue su bolso escolar con sus libros y cuadernos, el cual había
sido hallado a dos calles del colegio. Ninguna de las niñas fue encontrada. Tenían once
y doce años, respectivamente. Era curioso que cada tres o seis meses, ocurrieran
secuestros de niñas escolares en una ciudad en la cual se suponía que nunca ocurrían ese
tipo de cosas. Algunas veces la policía encontraba el cuerpo de alguna infortunada niña
flotando en las cercanías del puerto, o en uno de los enormes contenedores de basura de
algún vecindario lejos de los muelles, y si bien era cierto que el autor de los secuestros
no había sido apresado, todas las víctimas mostraban en sus cuerpos las huellas de
vicioso abuso sexual, con lo cual el ritmo de la ciudad se alteró. Faltaban sólo dos
semanas para que Irina cumpliera cinco años cuando Natalia, una de las hermanas
menores de Daniel desapareció. Llevaba cuatro días sin que nadie tuviese el menor
indicio, cuado la pequeña Irina despertó gritando porque había tenido una pesadilla.
Estupefacta, Natasha escuchó a su hija decirle que Natalia iba a aparecer pero no iba a
volver…
_ ¿Qué significa eso, mi amor…? ¿Cómo es posible que la encuentren pero no
vuelva…? Dime, mi tesoro, ¿Qué viste en tu sueño…?_ inquirió Sergéi dulcemente, ya
que también se había despertado con lo gritos y había corrido a la habitación de la niña.
_ Papito… Natalia está amarrada y desnuda y le duele todo… está viva, no se la llevó
Diosito, pero no vá a volver…me dijo que no quería…_ sollozó la niña, abrazando a sus
padres, que se miraron el uno al otro sin saber que podían hacer, salvo consolar a su
pequeña en ese momento.
Lo supieron quince días después, cuando la niña de sólo diez años apareció amarrada a
un poste del alumbrado, desnuda, con su frágil cuerpo lacerado, morada del frío, en un
vecindario al otro lado de la ciudad, cuando las personas que la encontraron la desataron
y cubrieron con unas mantas, decidiendo llevarla al hospital y dar cuenta a la policía.
Deliraba de fiebre y pedía que por favor la mataran porque le dolía demasiado. Fue la
única víctima que tras el prolongado secuestro y tortura apareció viva, sin embargo,
todos los interrogatorios de los médicos y policías fueron en vano, ya que Natalia, una
niña que había sido alegre y sociable, cariñosa y sensible, si bien fue cierto pudieron
curarle las heridas del cuerpo, nadie pudo sanarle las del alma. Cruzó los umbrales de la
cordura y se perdió largo tiempo en los oscuros laberintos de la insania. A veces
reconocía a sus familiares y a veces no. Ningún hombre, ni siquiera su hermano Daniel,
podían acercársele sin que se echara a llorar o comenzara a aullar como fierecilla
acorralada y les arrojara todo lo que tuviese a mano. Daniel lloraba a escondidas al
pensar en el cruel destino de su hermana, y comenzó a llevar entre sus ropas un cuchillo
de explorador, jurándose que encontraría al autor del daño, aunque fuese lo último que
se le concediera hacer en esta vida. Por su parte, Irina iba a verla, le llevaba pequeños
regalos que hacía con sus propias manos y jugaban como si tuviesen la misma edad. En
aquellos momentos, según contaría después María José, parecía que su niña sólo era un
poquito infantil, demasiado inocente, pero que incluso así habían esperanzas de verla
reír… una de aquellas mañanas de domingo en que las niñas jugaban con algunos de los
animalitos de peluche que le llevaba Irina, su amiga pareció tener unos chispazos de
lucidez y había dibujado un rudimentario retrato de su agresor: pintó un hombre con
barba y bigote, de ojos café y con un enorme cuchillo en la mano.

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_ Éste es él…es malo. Me hizo cosas y me cortó con el cuchillo…_ rememoró, mientras
le corrían las lágrimas por la cara.
_ ¿Me puedo llevar el dibujo? Le voy a decir a mi papito que lo llevemos, para que lo
agarre la policía y le peguen mucho…!_ había dicho Irina. Sin embargo, eso fue lo más
que pudieron saber, ya que Natalia nunca volvió a dibujar nada parecido, y nadie quería
forzarla a recordar su terrible experiencia. Ocho meses habían pasado desde aquellos
sobrecogedores hechos cuando Daniel encontró lo que tanto había rogado por hallar. Y
si no hubiese sido por su intervención, habrían sido los Ivánovich los que hubiesen
tenido una desgracia que lamentar. La suerte estaba echada. No tenía ninguna prueba,
pero lo sabía. Sólo tenía los recortes de periódicos que había coleccionado
cuidadosamente. Y sus ineludibles sospechas. No fue casualidad que llegara con su
padre y compartieran un café en la oficina de Sergéi, como siempre hacían. Mientras
Mikhaíl y Sergéi hablaban sobre el cargamento de frutas y verduras que debían ser
traídos desde otra ciudad y pulían planes, Daniel, tratando de pasar inadvertido salió de
la oficina y se deslizó a las bodegas…
_ ¿Daniel vá a estar esperando aquí…? Preguntó Irina, inocentemente, mientras el
hombre la llevaba de la mano a las bodegas. Lo conocía, así es que no le tuvo
desconfianza, aparte el hecho de que los seres inocentes no saben ver la maldad aunque
la tengan enfrente de sus ojos.
_ Sí… va a estar aquí pues me dijo que entre ambos te vamos a enseñar algo muy
interesante… quizá no va a llegar enseguida así es que lo vamos a esperar, y en tanto
esperamos te voy a mostrar algo…_ dijo el sujeto. Sabía perfectamente que a esa hora y
en ese día la bodega estaría inactiva. Había estudiado cuidadosamente los horarios y
había observado y estado cerca de la niña incontables veces. Lo había planeado todo
con anticipación. Irina no pudo sospechar cuando el individuo la llevó al rincón más
apartado de la bodega y se sentó con ella en el regazo, sobre los costales de harina. Sólo
cuando aquél ser despreciable comenzó a refregarla contra la bragueta abierta la niña
supo que algo estaba terriblemente mal. Comenzó a sentir un agudo dolor en el pecho y
sus manitos comenzaron a sudar frío. Quiso decir algo…
_ Ni se te ocurra gritar ni hacer ruido…tócame aquí, y mueve la mano así_ le ordenó,
mientras la despojaba de las diminutas braguitas y la toqueteaba. Irina estaba paralizada
de terror cuando el tipo la acostó encima de los sacos y se aprestaba a ultrajarla. Estaba
sobre ella, a punto de llevar a cabo su horrendo y cobarde crimen, cuando se dio cuenta
que su suerte lo había abandonado: sintió el frío acero rebanándole el cuello, y el
hermoso e inocente rostro de la niña se manchó con su sangre. Daniel Petrovna se
agachó y procedió a cortar los genitales del agresor con la misma fría determinación con
que le había rebanado su miserable pescuezo. Allí quedó el violador, desangrándose
como un cerdo en el matadero, mientras Daniel limpiaba la sangre de sus manos con un
pañuelo, después de lo cual recogió las pequeñas prendas de la niña y la ayudó a
ponérselas, comprobando que Irina no podía hablar y aún temblaba de terror por todo lo
que había vivido y presenciado en sólo unos minutos. El joven levantó a la niña en
brazos y se dirigió con ella a la oficina de Sergéi, que aún conversaba con su padre.
Manuel Fuentes y Gonzalo Iturra habían llegado y también se habían unido a un buen
café. Se quedaron mudos cuando vieron entrar al muchacho, con la camisa salpicada de
sangre y más pálido que de costumbre.
_ ¡Papito… papito…! Tomás me iba a hacer algo, Daniel llegó y le cortó aquí y allí…_
pudo articular la niña, mientras pasaba de los brazos de Daniel a los de su padre, que la
abrazó conmovido.
Tomás Andrade Fuengirola no llegó a contar la historia. Ya para cuando ingresó al
hospital había perdido demasiada sangre y a poco falleció. Dadas las circunstancias, el

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jefe de policía dió orden de registrar su casa, en la cual los efectivos hallaron un sinfín
de parafernalia pornográfica, ropa de sus víctimas y cinco cadáveres de niñas entre los
nueve y trece años enterrados en el patio. No le fue imputado ningún cargo a Daniel
Petrovna, más aún cuando el consternado José Antonio Fuengirola comenzó a hacer
averiguaciones y se encontró con la brutal verdad de que su primo era buscado en varias
ciudades y provincias de España por secuestro, violación y asesinato de varias niñas
adolescentes. El asunto se mantuvo en el más estricto secreto para evitar pánico,
escándalos y páginas sensacionalistas, además también con el fin de proteger la
reputación del joven Petrovna, que según las palabras extraoficiales de muchos policías,
había tenido el valor y la decencia de liquidar al maldito e impedir que siguiera
causando más daños y desgracias. Todo lo que se comentó por la prensa y los medios
fue que el secuestrador y violador de niñas había sido asaltado en su propia casa, y que
con los hallazgos que la policía había hecho en la misma, se pudo establecer que él era
el perpetrador de tales horrores. No volvieron a ocurrir aquél tipo de desgracias, al
menos en esa ciudad, en muchísimo tiempo. Había resultado casi profético lo que había
aventurado la Tía Mabel en casa de los Petrovna hacía unos años antes: el asunto se
arregló “entre gatos y medianoche”.

_ Hijo…me horroriza pensar lo que le hubiese ocurrido a la pobre Irina de no haber sido
por ti… si tan sólo hubiéramos llegado a tiempo para ayudar a tu hermana_ reflexionó
al tiempo después Mikhaíl, durante la cena.
_ Por lo menos tuvimos suerte de que quedara con vida… aunque no puedo decir si eso
será su suerte o su desgracia…_ respondió Daniel con los ojos húmedos.
_ Quizás sea que Dios quiso que nuestra niña mantenga siempre su inocencia en el
alma… cuando viene Natasha con su hija, las dos con Irina juegan como si tuviesen la
misma edad… se ríen, pintan, se cuentan historias…esa niña es muy dulce y le ha hecho
muy bien a nuestra Natalia estar en contacto con ella… lo único que le pido al cielo es
que llegue el día en que la niña nos reconozca y que ustedes se puedan acercar a ella…
vieran, ella es inocente, pero no ha perdido su inteligencia, lee muy bien, si hasta le
gustan las matemáticas…! Quién sabe… hasta es posible que un día quiera volver a la
escuela…_ comentó María José, emocionada.
_ Admiro tu fé, mamá… sobre todo cuando ha sido imposible siquiera llevarla al
psicólogo, según he leído las víctimas de abuso sexual necesitan entre cinco a diez años
para poder recuperarse, dependiendo de la edad y la gravedad del daño sufrido… y hay
quién no se recupera jamás_ expuso Daniel sin alterarse, apretando un poco los
cubiertos.
_ Oigan, no hay que perder la esperanza… he estado haciendo averiguaciones, Pepe
Fuengirola me comentó ayer que conoce en Santiago un psicólogo que está
experimentando con la hipnoterapia, e incluso me ofreció pagar los costos y vigilar
personalmente que los médicos sean de verdad personas calificadas. Yo creo que el
propio Pepe las ha pasado canutas con todo esto… está sumamente choqueado desde
que supo que el causante de todo había sido su primo…_ explicó Mikhaíl, y a renglón
seguido, mirando a su hijo mayor le preguntó: por cierto, Daniel… ¿cómo supiste o
llegaste a sospechar de Tomás…?
_ La verdad es que nunca me cayó bien… siempre le tuve un inexplicable recelo. A
pesar de que ninguna de las niñas que abusó vivieron para contarlo, y aunque alguna
hubiese escapado con vida, en la casa de ese desgraciado encontraron bigotes, barbas
postizas y hasta pelucas… así es que no habrían podido identificarlo aunque lo hubiesen
tenido enfrente. Yo sólo tenía mis sospechas, los recortes de periódicos y la repulsa que
me causaba… sin embargo, cuando ví el retrato que dibujó Natalia me convencí de que

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era él… e incluso llegué a pensar que iba a intentar hacerle algo a Irina… es demasiado
bonita como para que no la hubiera tenido en la mira, más todavía cuando atacaba
niñas…_ puntualizó Daniel.
_ Es decir que fue instinto y sospecha… pero, ¿cómo a partir de un retrato tan primario
como el de tu hermana supiste que era él…?_ preguntó Mikhaíl.
_ Los ojos… esos ojos llenos de arrogancia y maldad, papá… fue lo único que Natalia
dibujó con exactitud… es posible que la pobrecita vea esos ojos en sus peores pesadillas
y no los olvide jamás, no importa si el maldito se ponía una peluca verde…
_ Óiganme bien, que sea la última vez que se habla de ese individuo en esta casa,
debemos concentrarnos en lo que podemos hacer por la niña, en el amor que nos es
posible brindarle… y en tener fé en que Dios nos ayudará a superar esto, porque es un
asunto de todos nosotros, además de que…_ y María José no pudo terminar de hablar.
Sumamente impresionados, los tres se dieron cuenta de que Natalia los observaba desde
la base de la escalera. Ella misma se había trenzado el lustroso cabello castaño, y se
había vestido. Llevaba abrazado su osito de peluche. Se fue acercando a la mesa
despacito, llegando incluso a tocar el hombro de su madre, que la miraba sin dar crédito
a sus ojos. La niña no la había tocado por su voluntad en un año y medio. De
costumbre comía en su habitación o en la cocina, con Filomena. Miró a su padre y
hermano sin terror; desde que la rescataran de su infierno ni siquiera soportaba verlos, y
ahora estaba allí, mirándolos con cortesía e incluso algo de timidez.
_ Eh… disculpe, señora… mi mamá va a venir a buscarme en unos días y me dijo que
no los molestara, pero me dio un poco de hambre así es que… ¿podría comer con
ustedes…?_ preguntó la niña, con un suave esbozo de sonrisa y sus ojitos inocentes
brillando…
Daniel se fue levantando despacio, como si temiera asustarla, y le acomodó su puesto en
la mesa, sintiéndose algo torpe, pues las lágrimas que le habían inundado los ojos no le
permitían ver muy claramente. Natalia miró a su hermano y con toda parsimonia le
dijo:
_ Gracias… qué amable es usted… ¿Cómo se llama?
_ Daniel… pero las personas que amo me dicen Danny…_ ¿cómo se llama tu osito?
_ Se llama Tom, como en los dibujitos de la tele…
_ ¿Quieres que yo cuide a…Tom, mientras tú comes…? ¿Prefieres algo de sopa o
asado…?_ preguntó Daniel, solícito. En ésas entró Filomena trayendo la fuente del
asado y casi se desmaya al ver lo que estaba ocurriendo.
_ Filomena, por favor sírvele la comida a mi hij… a ésta encantadora damita que se nos
ha unido en la cena, a ver, ¿Qué preparaste de postre…?_ se entusiasmó Mikhaíl, tan
emocionado como Daniel.
_ Pudín de natillas, Don Misha… pero si usted no come postres…
_ ¿Te gusta el pudín de natillas…?_ preguntó a su hija, casi llorando, haciendo un
esfuerzo por disimular.
_ ¡Claro que me gusta…! Es uno de mis favoritos después del de chocolate… pero no
llore, señor, que no me lo voy a comer todo, mi mamá me enseñó a no ser tan tragona…
¿cómo se llama usted…?
_ Mikhaíl, tesoro… me llamo Mikhaíl, pero me dicen Misha…
Y fue la primera vez en todo ese tiempo que se rieron, primero por el inocente y
acertado comentario de la niña, luego con emoción, compartiendo la cena con su
invitada. Porque Natalia aquella noche había recibido una invitación de la vida, del
destino, para retomar la senda y sobreponerse a su tragedia. El suyo fue un largo
camino de diez años… el de regreso. De amor, de apoyo, terapia y volver a armar el
disperso rompecabezas de su memoria. Y también de perdón, sobre todo cuando

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examinaba su cuerpo desnudo, siendo ya adolescente, y tenía que ver las marcas de
cuchillo y quemaduras que su agresor le había infligido. El amor y el perdón todo lo
pueden… y fueron ésos los elementos que la ayudaron y guiaron durante todo su viaje.
Porque creció también interiormente, para llegar a convertirse en una feliz esposa,
madre y médico que dedicaba muchas horas trabajando con niños maltratados, y niñas y
jóvenes que habían sido abusadas. Conociendo el camino es como se puede llegar a ser
el mejor guía. Todas las historias tristes son parecidas. Es la esperanza y el valor lo
que les cambia el desenlace.

Daniel conducía su modesta camioneta, escuchando música, contento, pues ése día
rendiría examen como piloto de aviones de carga y avionetas. Por fin su sueño se
cumpliría y podría trabajar oficialmente para los Ivánovich, ya que su padre se retiraría
en algunos meses más para dedicarse a su otro negocio, el bar que tan buenas ganancias
le estaba produciendo. A sus veinte años el joven se sentía feliz por lo que había
logrado, claro, y cómo no… si volar había sido su más ansiado sueño desde niño. Era
apenas un mocoso cuando su padre lo llevaba en los aviones de carga, metido en la
cabina, intruseando aquí, preguntando allá… a los trece años había pilotado una
avioneta por primera vez, solo. Tendría sus licencias, y trabajaría también en el Club
Aéreo como instructor de vuelo… tontearía con algunas chicas y luego ya vería.
Alguna vez su padre le había dicho que como policía quizá tuviese una carrera más que
prometedora, sin embargo ambos sabían que el destino y deseo del muchacho era ser un
piloto. Estaba un poco entusiasmado con una chica que estudiaba leyes, la nueva
secretaria de Pepe Fuengirola lo toreaba de a poquito… y desde hacía un par de meses
estaba envuelto en un tórrido asunto con una inquietante rubia que había conocido en lo
de la Tía Mabel… ¿qué más podía pedirle a la vida? La recuperación total de su
hermana Natalia, que iba por muy buen camino. Con estos pensamientos en mente, casi
sin darse cuenta iba recorriendo la calle en la que estaba el colegio al cual asistía Irina
cada mañana. Esa niña dulce y hermosa como un ángel no había dejado de visitar a su
hermana, e incluso había logrado que Aurora, la menor de los Petrovna, se uniera a los
juegos y pintura de cada domingo… “¡vaya…! hablando de la reina de Roma”, pensó
Daniel, al divisar a Irina corriendo tan rápido como podía, saltar como un gato y
encaramarse a un árbol… entonces se dio cuenta del gran perro que aún con la correa,
se arrimaba al pié del árbol, olisqueaba y mostraba los feroces dientes… en la huída, el
bolso de colegio de Irina se había abierto, con lo cual sus cuadernos y estuches de
lápices estaban en el suelo, siendo mordisqueados por el animal.
_ ¡Muérdela cuando baje, Lobo…! ¡Ja, ja, ja! ¡Lobo te va a hacer papilla, mocosa
creída…!_ gritó el dueño del perro, llegando también por allí a la carrera y
aprontándose a subir al árbol para ver si podía bajarla de un empujón.

Daniel estacionó el vehículo, bajó sin gran aspaviento y se acercó lo suficiente.


Apedreó al perro que se alejó chillando y agarró de una oreja al pequeño matón, que de
seguro no pasaba de los doce años.
_ ¡Pídele disculpas a mi hermana, zopenco…!
_ ¡Y tú que te metes…! ¡Se cree la gran cosa porque es bonita!
_ Te voy a proponer algo… a ver, ¿cómo te llamas?_ preguntó Daniel, sin soltarle la
oreja.
_ ¡Raúl…ayy! ¡Suéltame…!_ espetó el mocoso.
_ Bueno, Raulito, el asunto es que Irina tiene cuatro hermanos mayores que la cuidan y
adoran… no les va a gustar ue venga un matón con un perro a asustarla, así es que o le

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pides disculpas ya mismo, o les hacemos una visita… y a tí no te va a gustar…_ ofreció
Daniel.
_ ¡Lo siento…! ¡No te vuelvo a molestar…! ¡Ayy…!
_ Que bien, Raulito, ya ves que se puede ser amable con las chicas… ahora, recoge las
cosas de mi hermanita y ponlas en su bolso ¡Irina, arrójame tu bolso…! Éste amable
caballero va a ordenar tus cosas…
Irina, desde el árbol, le lanzó el bolso a Daniel. El corazón le daba saltitos de alegría, y
se acomodó para disfrutar de la escena a gusto y gana. Toda vez que Raúl acomodó y
limpió todo, Daniel le recomendó al avergonzado mocoso:
_ Gracias. Ahora, anda a buscar a tu perro y a mosquear a otra parte… que no se te
ocurra volver a molestarla, porque tengo muy buen ojo y muy mal genio… ¿ya?
_ Sí…claro… ¡yo no sabía que tenía hermanos así…!
Y se alejó corriendo, sobándose la oreja, pensando que esa niña tenía demasiados
parientes para tener sólo siete años.
_ ¡Allá voy…!_ exclamó Irina, dejándose caer del árbol y aterrizando en brazos de
Daniel, con una luminosa sonrisa… ¡cómo lo admiraba…! ¡Sus compañeras de clase no
le iban a creer cuando les contara…!
_ ¿Desde cuándo te molestaba ese patán?_preguntó Daniel
_ Unas semanas… y todo porque quería besarme y tocarme aquí, y yo lo acusé con mi
profesora..._ contó Irina.
_ Muy bien hecho…! Que nadie te toquetee ni se esté sobrepasando contigo… ¿cómo es
que el furgón escolar no fue a dejarte…?_ quiso saber Daniel.
_ Con hoy son tres días… la tía dijo que le chocaron el furgón, y no había lugar en los
otros…_ explicó la niña.
Así fue como Daniel comenzó a recogerla en la puerta del colegio para llevarla a casa,
todos los días. Cuando Natasha dijo que no era justo molestarlo tanto, el joven le
explicó que ello no representaba ningún contratiempo, aparte el hecho que le encantaba
poder retribuír los bellos gestos de Irina para con su hermana Natalia. La niña, por su
parte, dió un discreto pisotón a su madre y le comentó que no había nadie mejor que
Daniel para recogerla del colegio, y además ella igual y podía ir a dejarla por las
mañanas… a buen entendedor pocas palabras, pensó Natasha, y aquello se transformó
en parte del quehacer diario.

_ Mamá… ¿qué significa mi nombre…?_ preguntó Irina.


_ Tu nombre, mi niña, significa “la que ama la paz”… tu abuela se llamaba así.
_ ¿Cuántos años tenías tú cuando te enamoraste de mi papá…?
_ ¡Ah…! ¡Qué bello es el amor…!tu padre fue el primer y único hombre al cual he
amado toda mi vida. Tenía unos dos o tres años más que tú cuando me fijé en él, y
afortunadamente, él también se fijó en mí…_ evocó Natasha con emoción.
_ ¿Y qué se siente cuando una se enamora…?
_ ¡De todo…! mi abuela decía que los pies no tocan el suelo, yo leía poesía romántica a
escondidas y hasta llegué a tener una fotografía de Sergéi escondida entre mis cosas, le
hablaba, y de noche la ponía bajo la almohada con la esperanza de soñar con tu padre, lo
cual ocurrió en muchísimas ocasiones, ahora que lo pienso, no creo que fuese tanto por
la foto, sino por lo mucho que yo le amaba…_ comentó Natasha, notando que su hija
había enrojecido hasta la raíz del cabello. No le costó demasiado adivinar que Irina la
había estado interrogando para poder entender sus propios sentimientos, y tampoco le

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costó demasiado darse cuenta que “su bebé”, como aún la llamaba, estaba enamorada de
Daniel Petrovna. En palabras, sólo supo decirle:
_ Hija… ¡sólo tienes trece años…! Lo importante es que te asegures que Daniel siente
lo mismo por tí… ¡él te dobla la edad…! ¿Ya se lo has dicho…?
Irina enrojeció como un tomate por segunda vez ante la aguda percepción de su madre,
aunque envalentonada por el momento de confidencias entre mujeres, mientras los
hermosos ojos de turquesa le brillaban con lágrimas, le confió:
_ Mamá, mi papito tiene diez años más que tú, y parece que eso no fue un gran
problema… por otra parte, Daniel no sabe ni vá a saber jamás que yo…que yo…bueno,
tú sabes. Y él me quiere como a una hermana, ya sabes, siempre me está cuidando y
protegiendo, pero no creo que sienta eso que hace que un chico y una chica se besen…
en cambio sí que lo ví besarse con la secretaria del tío Pepe hace un par de semanas.
Pero no te preocupes, voy a ser fotógrafa profesional y en unos años me voy a ir a
trabajar a Santiago y así no voy a volver a ver a Daniel Petrovna en toda mi vida…
incluso si tengo la oportunidad de trabajar en otro país sería todavía mejor…_ planeó
Irina, como si estuviese pensando en voz alta, mientras dos gruesas lágrimas por fin le
rodaban por las bonitas mejillas. Conmovida, Natasha la rodeó con uno de sus brazos y
le acarició la dorada cabellera, al tiempo que le aconsejaba:
_ Irina…mi niña…no importa adónde vayas ni cuánto corras, cuando el amor se
incrusta en lo profundo del corazón no existe distancia ni embrujo capaz de
sacarlo…ten paciencia, mi bebé…quizá Daniel aún no se dió cuenta…quizá él siente
algo por ti pero aún te ve como la bebita que sostuvo en brazos cuando tenías unos
pocos días de vida, o como la niñita aterrorizada que alcanzó a rescatar de las garras de
Tomás Andrade…
_ Mamá…quizá yo no le gusto. La secretaria del tío Pepe es morena y tiene treinta
años. A lo mejor a Daniel le gustan las mujeres mayores, así es que es obvio que una
mocosa como yo no le dará ningún interés…y tampoco me da la gana de ponerme
perfume ni pintarme como una puerta sólo para gustarle a ése…ciego y tonto, más
encima_.
_ Irina… ¡estás celosa…! ay, mi niña, cuando este tipo de cosas ocurren, lo mejor que
puedes hacer es enfocar tu energía en algo que te guste, y un día cualquiera, el problema
desaparece o la situación mejora. Quizás sería buena idea que Daniel dejara de ir a
buscarte al colegio…_ ofreció Natasha.
_ ¡No…! eh…digo…no te preocupes, mamá, que yo puedo con esto. Gracias por tu
consejo, porque voy a concentrarme en otras cosas que me gustan y ya va a ver ése
pesado que hay mil cosas más importantes que él en mi vida_ decidió la jovencita, con
lo cual su madre se quedó más tranquila, además de admirar su determinación. Porque
a pesar de que Irina era sólo una niña y no sabía nada del amor, no estaba dispuesta a
resignarse y sufrir a escondidas por un amor imposible. En el par de años que siguieron
se dedicó de lleno a obtener las mejores notas de su clase, a perfeccionar las técnicas de
la fotografía en un curso especial, a clases de pintura y a estudiar el violín con su
hermano Alexander. Y a guardar entre sus cuadernos la fotografía que tenía de Daniel,
la cual por las noches infaltablemente colocaba, después de besarla, bajo su almohada.
En cuanto a Daniel Petrovna, se dió cuenta de que sentía más que algo por ella, un par
de años después. Fue un mediodía, cuando como de costumbre pasó a buscarla para
llevarla al colegio. Irina ya cursaba la secundaria, se trataban como hermanos y se
contaban los secretos. Sin embargo, Daniel ya notaba cómo la miraban algunos
compañeros de la escuela. Así es que mientras iban, comenzó a sondear el terreno…

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_ ¡Uno no se da ni cuenta cómo pasa el tiempo…! Si parece que fue ayer cuando eras un
bebé y me dabas de cachetadas cuando te tomaba en brazos… hay que ver cómo te
miran tus compañeros… seguro que hasta tienes un “pololo” por ahí…
_ ¡Cómo se te ocurre…! ¡No tengo tiempo para esas tonterías…! Me entretiene más
tocar violín, pintar y las fotografías. Mi sueño es llegar a ser una fotógrafa de modas
famosa.
_ Bueno, bueno…o sea que no crees en el amor y todo lo que quieres es una
profesión…
_ Tampoco exageres. El amor siempre llega, mi mamá dice que ella se enamoró una
sola vez y para siempre, y el afortunado fue mi papá…
_ Vaya suerte, eso sí que es buena suerte, enamorarse y que la otra persona te
corresponda… ya, pero de seguro que tal vez te gusta alguien…_ insistió Daniel,
dándose cuenta de que le sudaban las manos y esperaba ansioso alguna respuesta que le
indicara si…
_ Claro que hay alguien que me gusta…pero parece que nunca se dio cuenta, así es que
decidí seguir mi vida y ocuparme de las cosas que me gustan_ confesó Irina, mirando al
frente, rogando porque a Daniel no se le ocurriera mirarla y pudiese siquiera sospechar
algo.
_ Caramba…no me imagino quién podrá ser el tarado capaz de no darse cuenta y
hacerte sufrir así… porque la forma en que dijiste “seguir con mi vida”… es lo que diría
una chica que decidió dejar todo de lado porque no tiene ninguna esperanza… me
parece que eres demasiado joven para hablar así…¿alguna vez le dijiste…?
_ Ni se lo dije ni se lo voy a decir nunca, cómo se te ocurre… por otra parte, Julio
Escorial es guapísimo y todas las chicas están detrás de él, pero con tan buena suerte de
mi parte, que él se fijó en mí_ comentó Irina con una sonrisa misteriosa.
_ Ten cuidado, no sea que el tal Julio sea un aprovechado y trate de ponerte las manos
donde no debe_ le advirtió Daniel, con el mismo tono de hermano mayor de siempre,
pero sintiendo una extraña punzada de…¿celos?
_ Danny, en el colegio todos saben que tengo cuatro hermanos y un ángel guardián que
me viene a dejar y a buscar, así es que dudo que alguien se atreva… además, Julio besa
como los dioses…_ mintió la chica, con aire de adolescente besucona.
_ ¡Irina…! ¡De un beso a un toqueteo hay un solo paso…! ¡Si tu papá se entera vá a
arder Troya…!_ vociferó Daniel, arrepintiéndose de inmediato pues quizá ella se daría
cuenta…

Nada pudo evitar que el corazón de Irina latiera más apresurado y la intuición se le
agudizara… ¡Daniel está celoso…!_ pensó cuando ya iban llegando a la puerta del
colegio. Y según lo había acordado con Julio, allí estaba éste esperándola. Se despidió
de Daniel con el acostumbrado beso en la mejilla, bajó del vehículo y al acercarse a su
amigo Julio, fingió que lo besaba en los labios. Después, tomaditos de las manos,
entraron a la escuela. Cuando Daniel se hubo perdido de vista, el pobre Julio Escorial,
que por cierto era de muy buen ver, le dijo a su amiga:
_ Si ése tarado no se apura, te juro que a la próxima te doy un beso de verdad, nada de
besitos en la pera como en las telenovelas…pero entretanto, ¿qué tal si vienes a la fiesta
de cumpleaños de mi hermano, en mi casa el sábado…?
_ Ya, pero nada de besos en serio porque no te va a gustar…
_ Sí, ya sé, ya sé…tienes cuatro hermanos y encima el tal Daniel, que yo no sé si es
ciego o simplemente tarado…
_ Y además me gusta comer ensalada de cebolla y ajo_ bromeó Irina, y a renglón
seguido le dijo que pediría permiso para ir a la fiesta, no estaba segura de si obtendría el

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tan ansiado “sí” pero por lo menos lo intentaría. Después, Julio se fue a la clase que le
correspondía y su amiga a la suya. Ninguno de ellos siquiera sospechó que Daniel
estaba que ardía de celos… Irina lo había vislumbrado, pero no se le había pasado por la
cabeza que su pequeño ardid fuese a calar tan hondo en el corazón de su amado y
admirado Daniel. Éste, por su parte, tuvo motivos de sobra para alegrarse cuando se
enteró que Sergéi se había negado en redondo a autorizarla para ir a la fiesta de aquél
sábado. Era viernes, y había tenido que soportar estoicamente durante aquellos días
cómo el tal Julio besuqueaba a la chica de sus sueños y se la llevaba de la mano.
_ ¡imagínate…! ¡Simplemente me dijo que no porque ni siquiera conoce a Julio…! Le
dije que la fiesta va a ser entre las siete y las diez de la noche, que si es tanto lo que le
preocupa él mismo podía llevarme y pasar por mí cuando la fiesta termine, pero dijo que
estará ocupado… es el colmo, todas mis amigas van a fiestas o salen a las confiterías…
debo de ser la única monja de todo el colegio…_rezongó Irina mientras Daniel conducía
y el corazón le daba saltitos… ya que aquél moscón no tendría oportunidad de hacer
ningún acercamiento de tipo privado con la muchacha.
_ Irina, no seas injusta con tu padre, se supone que no debería decirte esto, pero él está
planeando hacer para tí una fabulosa fiesta por tus quince años, que si recuerdo bien
cumples en dos meses más. Como será tu fiesta, me imagino que podrás invitar a quién
se te dé la gana, inclusive al tal Julio… por cierto, ¿tú estás enamorada de él o qué…?
_ Bueno… es simpático, buen amigo, besa bien… imagínate, ¡somos la envidia del
colegio…! Hay un montón de chicas que darían cualquier cosa porque él las invitara al
cine o a alguna kermesse, en cambio, él prefiere estar conmigo, aunque a mí no me den
permiso ni para salir a pasear al perro… Danny…gracias por contarme el secreto, te
prometo que me voy a hacer la tonta y haré como si no supiera nada. Por supuesto, tú
también vas a ir a mi fiesta… ¿cierto?
_ Si tú me invitas, cómo me iba a negar_ respondió Daniel.
_ Sería estupendo que también estén Natalia y Aurora…tu hermana mayor está muy
bonita y se ha recuperado bien, y Aurora está muy interesada en la pintura… por cierto
que casi nunca te vemos los domingos cuando vamos a tu casa, con mi mamá… en fin,
allí está Julio esperándome… ¡hasta la tarde…!_ y lo besó en la mejilla y se fue.
“Quizá no se da cuenta, pero se ve escandalosamente bonita con su uniforme gris del
colegio… huele a vainilla, pero que yo sepa, no usa perfume, es muy joven para eso…
por cierto, ¿qué puedo regalarle en su fiesta de quince años…? Tengo un par de meses
para pensarlo… ¡por Dios…! ¡Debo estar loco de remate…! Cómo es posible que me
haya enamorado como idiota de una adolescente… el tal Julio tiene dos años más que
ella, y yo le llevo trece…! Debiera alejarme de aquí y dejar de verla… el señor
Ivánovich me echaría con viento fresco si se entera que estoy enamorado de su hija…
una cosa es ser amigo de la familia y otra bien diferente, ésto que me ha ocurrido con
Irina… qué barbaridad, tanto defenderla de ese degenerado de Tomás Andrade y resulta
que ahora estoy en camino de ser yo mismo, un sátiro seductor de niñas… pero yo no le
haría daño… Irina, amor mío, si supieras… por lo menos me queda el consuelo de saber
que ella no está enamorada del tal Julio, ¡y yo igual estoy celoso…!”. Con estos
pensamientos en mente, se dirigió a los hangares ya que ese día debía traer los
cargamentos de frutas, verduras frescas y trigo desde la ciudad de Concepción. Después
pasaría a buscar a su adorado ángel al colegio… y por la noche se iría de farra a “La
Marimba”, a llorar sus penas con la Tía Mabel, que siempre tenía a mano un buen
consejo, mejor vodka y más de alguna muchacha coqueta y alegre que presentarle.
Después de todo, siempre era mejor consolarse con un par de caricias pagadas o entre
las piernas ardientes de Maritza, la secretaria de Pepe Fuengirola, en vez de quedarse
solo en su habitación, escuchando música romántica como idiota y mirando el álbum de

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fotografías de Irina que había coleccionado con los años… ¡cuántas fotos…! ¡Cuántos
recuerdos…!. Foto de Irina cuando era bebé mientras él la sostenía en sus brazos, foto
de Irina en la oficina de su padre contestando el teléfono a los tres años, con Sergéi
riéndose a carcajada suelta, foto de Irina en la cabina de la avioneta en el Club Aéreo…
con su primer uniforme escolar…con Copito de Nieve, el gato blanco que le había
regalado por su octavo cumpleaños, foto de Irina y Natalia jugando con animalitos de
peluche, otra con sus dos hermanas en el parque… y docenas más. Si hubiese un
terremoto y tuviera que salir con lo puesto, no le habría importado ir desnudo pero ése
álbum lo llevaría al fin del mundo. Hay tesoros que ni todo el oro del mundo puede
comprar. Y ése era uno.

_ ¡Y bueno...! ¡Apareció el perdido…! ¡Yo no sé si me estoy achicando o eres tú el que


se vé más alto cada vez…! ¡Tú creces hacia arriba y yo hacia los lados…! Ven, vamos a
sentarnos por aquí… ¿qué es de tu padre…?_ dijo a modo de saludo la Tía Mabel al
verlo llegar. Más de algún chismoso decía que aquella mujer de formas opulentas y
cutis demasiado liso para su edad había tenido más de algún acercamiento con el bisturí,
cosa que ella no otorgaba ni tampoco negaba. Cada dos o tres años viajaba a Brasil,
dejando a Isabel, su protegida de confianza, a cargo de “La Marimba”. Volvía de
aquellos viajes discretamente bronceada y renovada, pues decía que se daba “baños de
juventud” retozando con algún joven, ardoroso e incansable mocetón en aquellas cálidas
tierras. Al darse cuenta que el joven Petrovna no estaba de lo más alegre decidió
preguntarle:
_ ¿Y esa carita de caballo triste y cansado a qué se debe…? ya, Danielito,
desembucha… a tí te pasa algo, ¡no te olvides que tú eres el segundo Petrovna que llega
por aquí a contar sus secretos…! Claro, debo reconocer que en sus tiempos, tu padre
venía por aquí con mucha más frecuencia que tú… ¡quién sabe si estaré viva para
cuando traigas a tu cachorro a estrenarse con alguna de mis muchachas…!
_ Tía Mabel… ¿usted alguna vez se enamoró en serio…?
_ ¡Ya sabía yo que cuando el río suena es porque piedras lleva…! ¡Ay, muchacho…si te
contara! Me he enamorado muchas veces en mi vida, es como un ciclo: conoces a
alguien, sientes que tocas las nubes, retozas mientras se puede… y cuando llega el
momento de la despedida, unas veces es más doloroso que otras, según la intensidad de
lo que hayas vivido. Después estás un par de meses como en silencio, como en sequía,
como esperando…y un día el ciclo vuelve a empezar. El amor siempre nos toma por
sorpresa, y no importa qué tantas veces te enamores, siempre es nuevo porque nunca se
ama de la misma manera… porque cada persona que conoces es diferente…_ reflexionó
la Tía Mabel.
_ ¿Es posible enamorarse como idiota de alguien y si esa persona no nos corresponde,
tener otros consuelos disponibles para evitar deprimirse…?_ preguntó Daniel.
_Ay, muchacho… fuerte lo tuyo, ¿quién es la afortunada que todavía no se dió cuenta?
¿La conozco…?
_ Digamos que usted la ha visto, pero no se conocen a fondo ni han sostenido una
conversación como ésta… digamos que esta persona es para mí como una estrella
inalcanzable, y que es bastante inocente en lo que al amor se refiere y por cierto, le
tomaría dos vidas tener su sabiduría y experiencia… ¿a usted le ocurrió algo así…?_
quiso saber Daniel, mientras la Tía Mabel hacía servir el vodka y su sempiterna y
favorita copa de anís. Aquella mujer que parecía un poco descarada, otro poco cínica y
otro tanto frívola, pero que en realidad utilizaba esas características como un disfraz
necesario para ejercer su oficio y rol de regente de cabaret, dejó a Daniel pasmado, por
decir lo menos.

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_ Muchacho…te ví cuando tu madre te llevaba en la barriga, de recién nacido, creciendo
y cuando tu padre te trajo aquí para tu estreno. Aprecio mucho a tu madre pues es una
mujer de gran coraje y bondad… así es que no creo que haya necesidad de vernos las
cartas entre gitanos, como dicen por ahí… sí, Danielito, a mí me han ocurrido cosas
bonitas, feas, asombrosas, tristes, alegres y un largo etcétera, pero como en toda vida es
necesaria una constante, resulta que la mía fue el amor. Te contaré que yo tenía
dieciocho años cuando me enamoré locamente de alguien, quién para mi fortuna
también se enamoró de mí. El problema vino cuando su familia, que eran gente de
prestigio y mucho dinero, decidieron que una chica pobre y pueblerina como era yo en
esos años, no era la mujer adecuada para su hijo, y a pesar de que entre nosotros ya
había pasado lo que siempre pasa en una pareja de jóvenes enamorados, y de que
también tratamos de jugárnosla con un ardid para que nos permitieran casarnos, el
asunto fue forzado a terminar…_ contó la Tía Mabel.
_ ¿Cómo que un ardid…? ¿Qué trataron de hacer…? ¿Qué les dijo él a sus padres?_
indagó Daniel, que estaba poniendo atención a cada palabra. La Tía Mabel bebió un
sorbito de anís, sacó de su bolsito de mano dorado su boquilla de marfil y uno de sus
socorridos cigarrillos flauta y entornando los ojos con tal vez un poco de nostalgia, le
puso una mano en el hombro al joven y contó:
_ Ahh…a él se le ocurrió decirle a su familia que yo estaba embarazada, lo cual no era
cierto, pero su padre no se dejó presionar ni convencer, así es que lo envió a estudiar al
extranjero, y a mí me puso me puso un montón de dinero en la mano y me dijo que me
perdiera de vista y no volviese a aparecerme por sus vidas, que eso era lo mejor, que
pensara en que su hijo tenía un gran futuro por delante pero que necesitaba a su lado una
mujer fina, distinguida, de su misma clase y cultura… que por cierto yo estaba lejos de
tener, después de todo sólo era una muchacha de provincia que se había ido a estudiar a
la capital para no quedarme como empleada doméstica en mi ciudad natal… todos mis
sueños antes de conocerlo eran sacar la enseñanza media y luego trabajar duro para
llegar a tener mi propio salón de belleza. Por esa época, estaba tan enamorada de
Fabián que me hubiese conformado con ser sólo su amante… fue mi primer amor y el
único que más he amado. Los demás han ido y han venido, no sacaba nada con
sentarme a llorar en un rincón y a lamentarme por haber perdido al amor de mi vida…
aunque no te voy a negar que cuando su padre fue a verme a la pensión donde vivía y
simplemente me dijo que Fabián estaba en camino a Alemania casi me morí.
_ ¿Y nunca más volvieron a verse…? ¿No supieron nada el uno del otro…?_ quiso
saber el muchacho.
_ ¡Ah…! ¡Esa es otra historia…! Lo mejor estaba por ocurrir. Saqué la enseñanza
media y me puse a trabajar en una peluquería, para tantear el terreno y hacerme de
clientela fija ya cuando tuviese mi propio negocio. Quiso el destino que ése lugar
estuviese bien ubicado y que desarrollara el talento… por lo cual comencé a ser
solicitada para ir a peinar a señoras pudientes a sus residencias y a chicas de la noche a
los mismos cabarets donde vivían y ejercían. El dinero que me obligó a aceptar el padre
de Fabián, que no era poco, lo había ahorrado para cuando llegara el momento preciso
pues no quería gastarlo a tontas y a locas. Que ironía, porque una vez incluso me tocó ir
a peinar a la hermana menor de Fabián para su boda, y la dejé preciosa. Por esa época
fue que conocí a la Antonia Fauré, una chica que trabajaba en un famoso y muy
concurrido burdel de la capital, y nos asociamos para abrir nuestro propio negocio. Así
como yo tenía docenas de clientas para mis servicios de peluquería, así también la
Antonia tenía montones de clientes, que cuando se enteraron iban a verla y a su vez
llevaron más clientes, con lo cual nos fue bien desde el primer mes… si hasta recuerdo
que la noche de apertura faltaron muchachas…!¡Así es que mi socia y yo tuvimos que

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presentar armas y darle duro para que los clientes se fueran contentos…!¡le dimos como
bombo en fiesta…!_ recordó la Tía Mabel entre carcajadas, y continuó contando:
_ Volví a verlo siete años después… ya cuando la Antonia se había casado con un
gringo y se fue a vivir a Inglaterra, de hecho, todavía me escribe y nos carteamos… es
toda una abuela respetable y hace un par de años ya que me está prometiendo una visita.
En fin, que por entonces yo ya estaba al frente de mi propio cabaret, había tenido y tenía
un montón de amantes varios y había aprendido un par de idiomas… estaba mucho más
delgada que ahora… en el ambiente nocturno se me consideraba una de las madamas
con más refinamiento y cultura. A los veinticinco años me sentía una mujer libre y
afortunada… no le pedía cosas imposibles a la vida y no quería atarme a nada ni nadie.
Y aquella noche llega ese grupo de alemanes con Fabián a la cabeza… ¡qué te digo,
Danielito, cuando nos reconocimos…! No nos habíamos podido ni querido olvidar, yo
conservaba una fotografía suya y él una mía. Él se había casado con la hija de un
cónsul, el tipo de mujer distinguida y con clase que tanto querían sus padres para él…
pero no habían podido tener hijos en los cinco años de casados que llevaban, y estaban
pensando en adoptar… así es que en poco tiempo me embaracé y tuve gemelos, los
cuales ellos acogieron y aceptaron con todo amor. Dos años después nació la niña, que
también tuvo la misma suerte de sus hermanos.
_ ¡Caramba…! ¡Eso sí que se llama coraje…! ¿Y la mujer de él aceptó tan de buena
gana la situación…?_ preguntó Daniel, estupefacto por las confidencias de la Tía
Mabel.
_ Ella nunca supo que los niños que habían adoptado eran de su marido y míos… para
qué hacer daño gratuítamente. No era su culpa si no podía tener niños, y por lo demás,
yo no hubiera tenido el valor de meterme por el medio, sin embargo, uno de mis más
acariciados sueños se había cumplido, que era tener hijos con el amor de mi vida. Así
fue como los tres obtuvimos lo que deseábamos y nadie salió lastimado.
_ ¡Por Dios, Tía Mabel…! ¿No le da tristeza no poder decir a sus propios hijos la
verdad…? ¿No haber podido verlos, ni acariciarlos, ni verlos crecer…? ¿No sintió nada
al tener que separarse de lo que más amaba?_ indagó el joven.
_ Ahí está el secreto, mi querido muchacho… si yo me hubiese puesto a pensar sólo en
mí, y me hubiese importado un pepino la otra parte involucrada y los sentimientos de
aquella mujer, las cosas no se hubiesen dado como se dieron. Me contrataron como
nodriza para que alimentara a los bebés, así es que pude estar cerca de ellos durante los
primeros seis meses de vida, tanto de los gemelos como de la niña… se notaba que ella
adoraba a los niños, la manera de abrazarlos, de hablarles, de tocarlos… ahí no ví a la
esposa legítima de Fabián… sólo ví a una mujer que amaba a mis hijos y que estaba
muy enamorada de su marido… así es que me quedé tranquila sabiendo que los niños
estaban en las mejores manos, si mi sueño se había cumplido, ¿para qué arruinarle el
suyo…? Los ví de lejos varias veces, cuando los llevaban a la escuela o los paseaban
por el parque… y después de un tiempo decidí cambiar de aire y me vine para acá.
Fabián me ha enviado fotos de los niños y cartas, todos estos años. Marcelo y Matías
son hoy adultos de provecho, están en Alemania ya que _vamos viendo las
coincidencias_ su padre los envió a estudiar allá. Uno es médico y el otro ingeniero…
¡tan guapos e inteligentes…! Y María Luisa, la niña, se nos graduó como psicóloga
hace unos años… estamos tan orgullosos de ellos. Por eso estoy agradecida con todo lo
que la vida me ha brindado. A veces se pierde, a veces se gana, es imposible tenerlo
todo y tenerlo como uno quiere, pero ya ves, Danielito, siempre hay motivos para darle
gracias a Dios, por todo lo que nos pone en el camino, porque todo sirve para aprender
algo valioso, no hay nada que sea en vano. Ya ves, que lo que parecía un problema
insalvable, con amor y desprendimiento, con nobleza y generosidad se transformó en

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una bendición. Sospecho que lo que la gran mayoría a veces ve como dificultad, en
realidad es una oportunidad disfrazada de problema… ay, muchacho, si el amor te pilló
de sorpresa y quizá en este momento parece difícil, ten paciencia, ni le huyas, ni lo
niegues ni te atormentes… seguro que vas a aprender algo de valor… ¡para eso está la
vida, carajo, para aprender…! ¡Basta de nostalgia, arriba ese ánimo que la vida es una
sóla…! Qué te traigo, ¿más vodka, una rubia o una morena? ¿Té, café o yo…?_ bromeó
la Tía Mabel acomodándose el sujetador, con ese tan conocido brillo pícaro y alegre en
los ojos de color miel.
_ Más vodka y porqué no… una pelirroja, para variar_ pidió Daniel. Con lo cual
aquella mujer corajuda y fabulosa fue a traer a una joven que había llegado de Perú
hacía un par de meses. De piernas largas, cintura estrecha y encendida cabellera,
vistiendo un elegante vestido de seda color azul piedra, abierto adelante, Colette se
sentó a la mesa, sonriendo… el vestido se abrió más al sentarse la muchacha, dejando
al descubierto buena parte de sus exhuberantes extremidades. Daniel le sonrió y la Tía
Mabel, con un gesto de aprobación, los dejó solitos, dirigiéndose a saludar a un grupo
de elegantes caballeros que habían llegado recién, con su vestido rojo, su eterna sonrisa,
su copa de anís en la mano, el escote lleno de osadía, su regio trasero que iba como
insinuando, como pidiendo una palmada juguetona y su inagotable ingenio. Si hubiese
estado en busca de un papel como actriz, de seguro le habrían dado el rol de regente de
cabaret. Porque la Tía Mabel era la quintaesencia del rol que la vida le había asignado.
_ ¡Caramba…! ¿Éstas son horas de llegar…? ¡Joaquín…! ¡No me lo niegues! ¡Me estás
engañando con tu mujer…!_ la oyeron decir a uno de los del grupo, seguida de las
carcajadas de todos.

A poco andar, Daniel decidió que antes de emborracharse, le sería de más provecho
pasar unas horas de pasión con la bella y coqueta Colette, con lo cual se fueron a la
habitación de la muchacha y retozaron a gusto y gana. La pelirroja era ardiente y
provocativa, sabía dónde poner las manos y qué hacer con la boca, hasta el punto en que
el muchacho tuvo más de un momento en que se preguntó porqué carajo no se volvía
loco por una mujer, bien mujer, como ésta en vez de estar como cretino soñando con
una adolescente que ni siquiera lo tomaba en cuenta y que de seguro tampoco sabría
besar, por muchos afanes que se diera con el tal Julio. Después de hacer de todo,
ducharse y vestirse, Daniel tuvo otro motivo de sobresalto; mientras ponía la suma
acordada en la mesilla de noche, Colette, desnuda, sonriente y satisfecha, fumando un
cigarro le dijo a modo de despedida:
_Ojalá que te veamos seguido por aquí, ricura…no sé quién será esa Irina… pero si la
confundiste conmigo, ¡vaya que le tienes ganas…! Horrorizado, Daniel se sentó al
borde de la cama y sin perder la calma, aunque ya sabía que había perdido la cordura, le
preguntó:
_ ¿De dónde conoces a Irina…?
_ De nada, cosita rica, pero como tengo orejas te escuché nombrarla cuando estabas…
bueno, ya sabes, teniendo tu momento de gloria…cariño, no te preocupes, aquí todos
pueden tener sus fantasías secretas, además no eres el único que las tiene, la semana
pasada me tocó uno que no paró de llamarme Rita e incluso me comentó que se la casca
mirando una fotografía de Rita Hayworth…
Daniel se despidió de la sensual Colette con una sonrisa y algo turbado salió de allí
pensando que de seguir así se volvería loco, loco, loco… ni siquiera había tenido tiempo
de saber en qué momento Irina había entrado en sus más secretos sueños y fantasías, a
tal punto que la nombraba en momentos tan privados y alucinantes como el recién
vivido. “Tengo que buscar la manera de distanciarme de ella o esto se va a poner

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peor… por otra parte, ansío verla, cuento las horas para ir a dejarla al colegio o ir a
buscarla… en vez de estar como estúpido esperando los domingos sólo para espiar por
la ventana cuando llegan de visita con la señora Natasha; lo mejor que puedo hacer es
comenzar a buscar un departamento para vivir solo… mi madre no va a entender un
carajo, pero por algo se empieza… ya es hora de que viva por mi cuenta y así también
podría llevar a mis amigas al departamento de soltero, que voy a tener…”.

Y lo hizo. Daniel puso todo de su parte para sacar a Irina de sus pensamientos…
discutible el hecho de hasta qué punto lo logró. Compró un apartamento a pocas calles
de donde se encontraba el colegio al cual asistía la jovencita. Ya no vivía con sus
padres, los cuales comprendieron sus deseos de tener un espacio propio sin mayores
problemas. Pero igual y terminaba visitándolos “casualmente” los domingos, para ver a
Irina llegar con su madre. Compró libros de poemas y les escribió en la última página
en blanco el consabido “para la cachorrita con mucho cariño… tu amigo de siempre,
Daniel…” cuando en verdad lo que hubiese querido escribir cien veces era “para ti,
Irina, amor de toda mi vida”. Aparte de esos dos libritos, también pensó en una
sofisticada cámara fotográfica, un suéter de angora de color turquesa que hacía juego
con el color de los ojos de Irina y una caja de bombones de chocolate con relleno de
menta, que sabía eran sus favoritos. Se dió maña buscando la caja apropiada para poner
todo y después la envolvió en bonito y delicado papel de tono rosa-nacarado. Daniel ni
siquiera sospechaba lo que ocurriría la noche en que se celebró la fiesta de quince años
de su amada en el Hotel Centenario, cuando los invitados comenzaron a llegar cada cual
con su regalo. Estaban los Ivánovich en pleno, los Fuengirola, Emilia Olavarría con
uno de sus nietos, sin su padre que había pasado a mejor vida hacía ya unos años, los
amigos y amigas del colegio de Irina, entre los cuales por supuesto estaba Julio Escorial
que no le quitaba los ojos de encima… lo miraba con una mezcla de… ¿rabia?¿o era
sólo que él se estaba imaginando cosas? Gonzalo Iturra con su mujer y sus dos hijos
conversaban alegremente con la señora Natasha. Había buena parte de la gente que
trabajaba para Sergéi Ivanovich, incluso estaban Mario y Sebastián, los dos que habían
comenzado como ayudantes en lo que había sido la “bodeguita Viatka”, cada cual con
su respectiva esposa y retoños. Daniel se sintió un poco tonto, con su caja de regalos,
buscándola con la mirada. En ésas llegó Irina, hecha toda una aparición angelical en el
vestido de seda y gasa celeste que le había hecho su madre especialmente para la
ocasión. Iba leve, muy levemente retocada con un poquito de sombra de ojos por aquí y
tenue lápiz labial rosado por acá. Uno a uno, se fueron acercando para felicitarla y
entregarle cada quién su regalo, los cuales se fueron juntando y apilando en una mesa
dispuesta para tal circunstancia. Se encontró avanzando de los últimos, despacio, con
cara de lelo porque todavía no se convencía de que se hubiese convertido en una
muchacha tan hermosa… y nunca la había visto vestido así.
_ ¡Daniel…! ¡Qué alegría…! no te había visto…esto está lleno de gente, veo que toda tu
familia vino… _ la oyó decir.
_ Felicidades, cachorrita… te ves…estás… hecha toda una princesa_ pudo balbucir
Daniel entregándole su regalo. Entonces ocurrió algo inesperado. Irina cogió la caja y
la puso en un lugar especial en la mesa, se quitó una de las florecillas de jazmín que
llevaba en el peinado y la puso en el rosetón de cinta plateada de la caja, se giró para dar
a Daniel el consabido beso en la mejilla… y el beso fue a dar en los labios. La
jovencita se sonrojó hasta la raíz del pelo y el joven sintió como si todos los ángeles
estuvieran cantando y riéndose. No le preguntó porqué había hecho eso con su regalo,
pero era evidente que quería diferenciarlo de todos los demás, aparte que notó que
habían tres o cuatro regalos con el mismo envoltorio. Se apartó suavemente… dándose

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cuenta en ese mágico momento, por el brillo en los ojos de Irina, por esa mirada llena de
amor, inocencia y ternura que ella lo amaba. ¡Sintió deseos de gritar…! De ir al
escenario, quitarle el micrófono al cantante que en ese momento se lucía entonando
“quince primaveras” y decirle a toda la concurrencia que la mujer de su vida lo amaba.
Irina serenamente le susurró:
_ Gracias, Daniel… por haber venido… y por tu regalo… ésta es una de las horas más
felices de mi vida.

Aquella fiesta se celebró un sábado, y al día siguiente cuando madre e hija fueron a casa
de los Petrovna, Daniel e Irina, encandilados, se daban miradas secretas y cómplices…
como si hubiesen hecho un acuerdo silencioso de no decirle a nadie que estaban
enamorados. Como en esas visitas era costumbre que Natasha y María José conversaran
en la sala entretanto Natalia, Irina y Aurora pintaban o practicaban violín en la sala de
lectura, Daniel se les unió con el pretexto de que quería ver a sus hermanas. Claro, más
que la pintura o la práctica del violín, el tópico de conversación entre los jóvenes fue la
fiesta de la noche anterior… de las fotos que habían hecho, de la banda de músicos
rusos que Sergéi había traído para tan memorable ocasión y de la enorme cantidad de
regalos que había recibido la festejada. Inclusive la Tía Mabel había sido invitada, así
como también había contratado a la banda que amenizó la primera parte de la fiesta. Se
había peinado y vestido con buen gusto y discreción, sin el provocativo vestido rojo que
normalmente usaba en “La Marimba” y con muchas menos joyas de las que le gustaba
ostentar. La mayoría de los hombres presentes la conocían, y entre las mujeres sólo
María José podía decir que incluso había sido parte de su tropa alguna vez, pero por
supuesto no hubo ningún comentario en voz alta al respecto, y fue aceptada alegremente
por todo aquél grupo de gente elegante que celebraban los quince esplendorosos años de
Irina. De hecho, podía pasar colada como una señora rica, sobria, amable y elegante sin
tener que adoptar poses ni afectaciones fingidas.
_ Aún me quedan muchos regalos por abrir, pero como no aguantaba la curiosidad por
saber qué me habría regalado una señora tan alegre y con tanto ingenio, su obsequio fue
uno de los primeros que abrí… cuando mis compañeras de curso sepan que tengo todo
un set de maquillaje y dos perfumes franceses… ¡se van a poner verdes de envidia…!
¡Nadie tiene algo tan sofisticado como eso…!_ comentó Irina con orgullo.
_ ¿Abriste mi regalo…?_ quiso saber Natalia, que ya contaba veinte años, y si bien era
cierto no tenía novio, había hecho tales progresos que reconocía a toda su familia,
estaba en recuperación de sus estudios y quería entrar a la universidad el año entrante.
Le había tejido con sus propias manos un precioso conjunto de chaquetilla y falda color
canela y había enmarcado una fotografía de ellas tres en el parque. Emocionada, Irina
la abrazó y le comentó que se había llevado una bonita sorpresa…
_ de dónde sacaste tiempo todavía no lo sé… pero tengo que decirte que estoy
admirada, feliz y agradecida, y más viniendo de ti… bueno, la verdad es que los
obsequios que me hicieron todos ustedes significan mucho para mí, son tesoros que voy
a conservar largo tiempo_ aseguró Irina, brillándole los ojos mientras miraba a Daniel.
_ ¡Guárdame el secreto…! ¡No le digas a nadie qué fue lo que yo te regalé…!_ pidió
Aurora, que era ya una linda jovencita de doce años y adoraba a Irina.
_ Qué será lo que mi hermanita quiere guardar en tanto secreto… cómo no vas a poder
decirnos de qué se trata… a ver, dime…_ pidió Daniel.
_ ¡Te prometo que no le diremos nada a nadie…!_ aseguró Irina sonrojándose un poco,
para luego cambiar de tema.
Sólo después de que Natasha y su hija se hubieron despedido de los Petrovna, ya
cuando habían compartido la cena en familia, contando como de costumbre las cuitas de

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cada cual, cuando por fin Irina pudo estar a solas en su habitación… sólo entonces
volvió a desenvolver el regalo de Aurora. La niña se había gastado buena parte de sus
mesadas en un marco de plata en forma de corazón, y en una tarjetita aparte había
escrito: “Estoy segura que una fotografía de mi hermano Daniel junto a ti se verá muy
bonita en el marco… ponle la que más te guste, estoy feliz de saber que ustedes se
aman, ¡aunque les haya costado tanto tiempo darse cuenta…! Más vale tarde que nunca.
Los quiero muchísimo a los dos. Tu futura cuñada, Aurora”. Irina guardó aquél tesoro
entre sus libros y no comentó con nadie el asunto. Poco después, cuando tuvo las
fotografías de la fiesta puso en el marco precisamente una en la cual estaban juntos y
sonrientes… ¡se veían tan elegantes, jóvenes y felices…! Se convirtió en todo un ritual
el poner aquél emblema de amor en su mesilla de noche y a la luz de la lámpara
quedarse dormida contemplándola… y despertar por las mañanas, besarla y esconderla
para que nadie pudiera enterarse de su secreto. Ni siquiera se lo dijo a su amado Daniel,
cuando éste detuvo el vehículo de camino al colegio y se besaron por primera vez, con
toda intención, con todo amor y ternura, descubriéndose y sabiendo que sentimientos
tan profundos y acallados por tanto tiempo les durarían toda una vida si así lo deseaban.
Estremecidos, se miraron y Daniel atinó a decir:
_ O tú nunca has besado a nadie o el tal Julio es un pésimo profesor…
_ Qué pesado eres_ murmuró Irina sonriendo_ enséñame entonces, para estar a la altura
de las circunstancias…
Al cabo de unos diez o quince minutos de tan singulares clases, Irina le dijo que mejor y
se ponían de nuevo en marcha, o llegaría tarde al colegio. Llegaron justo cuando el
portero se aprontaba a cerrar la pesada verja de hierro que ostentaba el escudo del
establecimiento. Irina se deslizó al interior dándole las gracias al encargado y echando
a correr por el adoquinado pasillo. Daniel una vez más se sintió admirado, afortunado
de ser amado por ella. Se quedó hasta que vió el uniforme gris y la rubia cabellera
desaparecer en un recodo. Desde aquél día le sería familiar esa sensación de que el
tiempo pasaba demasiado de prisa y las horas compartidas con su adorada Irina eran
mezquinamente cortas. Porque lo más que podían disponer eran esos escasos diez o
quince minutos de ida y de regreso de lunes a viernes, los sábados Irina iba a la oficina
de su padre y lograba escabullirse a los hangares con el pretexto de que Daniel le
enseñaba a pilotar una de las avionetas… pero había esos sábados en que su amado
debía ir al Club Aéreo, y no tenía excusas para ir a verlo allá, así es que debían esperar
el domingo, y aún así tenían que contentarse con poder verse y con suerte rozar sus
manos en algún momento en que Natalia y Aurora no estuviesen mirando, aunque como
la más pequeña de los Petrovna estaba en el secreto, muchas veces hacía la vista gorda,
dándole luego a Irina rápidas miraditas de alegría y complicidad. En más de una
ocasión Daniel trató de armarse de valor para decirle a Sergéi que estaba loco de amor
por su hija, pero el padre de la muchacha o bien se hacía el tonto o bien comentaba que
la joven aún estaba algo verde como para ponerse a pensar en ese tipo de cosas…
“Esperemos que se enamore de alguien de su edad y con un buen futuro y profesión…
no como nosotros que apenas pudimos tener algo de educación y hemos tenido que
partirnos el lomo trabajando para lograr algo…”, solía comentar Sergéi, con lo cual el
joven tenía que morderse la lengua y seguir guardando el secreto. En cuanto a Irina,
para disimular varias veces invitó a Julio Escorial a almorzar a casa. Se habían hecho
buenos amigos y aunque Julio había tenido tremendos celos cuando se dio cuenta que
Irina, una de las jovencitas más admiradas y codiciadas de la escuela estaba enamorada
de Daniel Petrovna, también se había percatado de que lo suyo pasaba por verla feliz, y
no era que le tuviese tantos celos a Daniel, más bien le había tenido rabia porque el muy
tarado había hecho sufrir a la joven al no darse por enterado de lo que ella sentía por él.

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Por otra parte, estaba contento con las invitaciones a almorzar de los sábados, aunque
por cierto que el padre de Irina era capaz de intimidar a cualquiera. Ya en el primer
almuerzo, aquél ruso de anchas espaldas y manos de boxeador le había hecho preguntas
directas, sin mayores preámbulos ni rodeos:
_ Muy bien, jovencito… así es que conoce a mi hija desde algunos años ya que han
asistido al mismo colegio… ¿qué edad tiene…?
_ Dieciocho, señor_ atinó a decir Julio, algo cohibido.
_ ¿Estudia o se gana la vida en algo…?
_ este año empecé a estudiar periodismo…
_ Húm… ¿Ha besado alguna vez a mi hija?
_ Digamos que sólo en mis más locos sueños, señor_ respondió con valentía el pobre
Julio, sintiendo cómo le sudaban las manos. Irina, roja hasta las orejas, intervino:
_ Papá, Julio y yo sólo somos amigos, además él está saliendo con Sandra Hinojosa…
¿verdad que sí, Julio…?
_ Más le vale, o papá lo va a llevar al estudio y lo va a poner a sudar bajo la lámpara
con el interrogatorio que de seguro esta planeando hacerle…_ interrumpió Alexander,
divertido, y todos terminaron riéndose a carcajada suelta. Aquél comentario que alivió
la tensión en la mesa fue muy oportuno y agradecido por los dos jóvenes, y desde ese
día Julio Escorial fue admitido en los almuerzos familiares sin mayores problemas.
_ ¿Cómo es que nunca les haces preguntas a mis hermanos o a nosotros, en cambio la
pobre Irina se tiene que aguantar tanto crapuleo…?_ preguntó Amintor, uno de los
gemelos, que ya contaban doce años y eran chicos muy despiertos y observadores.
Aldo se atragantó con la sopa de tanto reírse, mirando a su hermano.
_ ¡Cómo se lo iban a perder las gotitas de agua…! Para que lo sepas, la palabra es
“sondeo” y no “crapuleo”, el caso es que los hombres casi siempre que se meten en un
lío, saben arreglárselas solitos y salir del paso sin mayores consecuencias… vamos
viendo que si una jovencita se mete en camisas de once varas, las cosas siempre le
resultan complicadas, y créeme que hay ciertas consecuencias que pueden arruinarle la
vida a una chica decente e inexperta como Irina_ explicó Sergéi. Aldo, que era idéntico
a su hermano Amintor, y por cierto no le iba a la zaga en curiosidad e ingenio, pero sin
embargo por la inocencia propia de sus años aún tenía mucho que aprender de ciertas
realidades de la vida, con toda simplicidad comentó:
_ Vaya, hermanita, qué mala suerte la tuya… tú traes un amigo a casa y por poco no te
encarcelan, en cambio a nosotros nos espera tamaña fiesta en lo de la Tía Mabel y
podremos tener todas las amigas que se nos dé la gana…! ¿Verdad, papá…?
_ ¡Eso…! ¡Alexander me ha dicho que podemos ir a los diecisiete, pero yo quiero ir
antes…!_ se entusiasmó Amintor.
Natasha arqueó una ceja y esta vez fue Sergéi el que se puso colorado hasta el pelo,
seguido por una serie de sospechosas toses, atragantamientos y carraspeos de sus hijos
mayores. Por cierto Yuri, ya hecho todo un hombre casado, estaba de visita en aquél
almuerzo de sábado, con su mujer y sus dos hijas.
_ Mamá, ¿quién es la tía Mabel…?_ preguntó Katerina con toda inocencia a su madre,
la bonita Elisa Fuentes.
_ ¡Suficiente…! A todos los hombres sentados a la mesa los quiero en el estudio
después del almuerzo, ¡incluídos ustedes dos, par de preguntones…!_ concluyó Sergéi,
apuntando a los gemelos con un dedo y después haciendo que la conversación tomara
otro rumbo.

Natasha, Irina, Elisa Fuentes y sus dos encantadoras niñitas, Katerina y Patricia, de seis
y cuatro años respectivamente, se quedaron en el comedor compartiendo el postre,

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mientras todos los varones se habían encerrado a tener una larga conversación en el
estudio… inclusive Julio Escorial. Del tema principal de dicha conversación nadie
habló posteriormente, aunque Julio salió algo sonrojado pues nunca había estado en lo
de la Tía Mabel ni en ningún otro burdel, y todo lo que pudo sonsacarles Irina a los
gemelos fue un misterioso comentario de que habían hablado de “cosas de hombres”,
que por supuesto no podían andar divulgando por ahí como si tal cosa. Los Ivánovich
siempre habían sido muy unidos y lo seguían siendo, sin embargo esa fue la primera vez
que Irina se sintió algo discriminada, era una sensación que no habría podido poner en
palabras, como si hubiese un mundo absolutamente privado, desconocido y vedado para
ella, el cual había tenido delante todo el tiempo pero que sin embargo le estaba
prohibido investigar o explorar… la otra opresiva sensación que estuvo cercándola
durante algunos días fue aquello de que posiblemente ya todo había sido decidido y a
ella le correspondía ser tan sólo una espectadora, sin siquiera tener el derecho de
escoger sus amistades… “De veras que Amintor había puesto el dedo en la llaga:
¿porqué a sus hermanos les estaba permitido ir y venir donde les diera la gana, en
cambio a ella le restringían tanto los permisos y las amistades? ¿Qué habrá querido
decir con eso de la fiesta donde la Tía Mabel y de tener amigas…?”_ se preguntó Irina,
y por supuesto que acudió a su madre para obtener las respuestas que estaba buscando.
Natasha, esa mujer sabia que había criado siete hijos y no había tenido tiempo de pensar
o sentir las cosas con la misma inquietud que su hija, pertenecía a esa raza a la cual
llaman “calladamente eficientes”… ella no se ocupaba buscando culpables, sólo se
atenía a poner en práctica soluciones. Su única y máxima osadía había sido escaparse
con el amor de su vida y seguirlo hasta literalmente el fin del mundo. Por amor se había
atrevido a huir de su país olvidando a la que fue su familia, y había ganado la suya
propia. Miró a su hija, viéndose a sí misma cuando tenía esa edad, llena de sueños e
ilusiones… con aquél misterioso conocimiento palpitándole en el joven corazón, esa
sensación de “sigue a tu corazón y verás realizarse todos tus sueños”. Y como todas las
veces que Irina llegaba a su lado a contarle sus inquietudes, una vez más la rodeó con
uno de sus brazos protectores y amorosos por los hombros y le habló…
_ Hija… mi querida niña, siempre ha sido así, los hombres siempre han tenido su propio
territorio y sus propios intereses. El mundo lo hicieron ellos, y por supuesto para sí
mismos… ¡Si hasta en las Sagradas Escrituras Dios es de género masculino…! Parece
ser, mi niña, que nosotras somos sólo coristas en la gran obra teatral que es la Vida,
claro que siempre he sospechado que sin las coristas, la obra se les iría al caño… sin las
mujeres ellos no podrían perpetuar su especie, ni nosotras la nuestra, así es que esto va a
ser para largo… pero tu generación tiene más suerte y libertad que la mía. Si yo no
hubiese escapado, me habrían casado con alguien a quien apenas conocía y que por
supuesto estaba lejos de amar… en cambio tú tienes más libertad y podrás unirte a quien
quieras_ aseguró Natasha.
_ Espero que pueda ser así, aunque tengo mis dudas, está visto que a mi papá ni se le ha
pasado por la cabeza la idea de que yo pueda estar enamorada de Daniel… y mucho
menos se imagina que podríamos llegar a casarnos_ respondió Irina.
_ Tu padre aún te ve como su niña, de seguro que se pondrá celoso cuando empieces a
tener citas, así es que no te asombre que pueda desaprobar como novio a cualquier joven
que traigas a casa…_ le confirmó su madre.
_ Es que yo no amo a cualquier joven… he amado a Daniel desde que tengo memoria, y
es posible que aunque él no lo apruebe terminemos casándonos.
_ Hija mía, no te preocupes, ya lo entenderá… no te empeñes en oponértele pues será
peor. Denle tiempo al tiempo, con amor y paciencia todo se puede lograr. Ya llegará el

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día en que se dé cuenta que tú y Daniel se aman de verdad y no tendrá otra salida que
rendirse a la evidencia y aceptarlo. A todo esto, ¿cómo va tu romance con Daniel…?
_ Lo único que lamentamos es no contar aún con la aprobación de papá… de tener que
escondernos como ladrones y estar disimulando. Pero nos amamos y eso es lo que más
nos importa… ¡mamá… soy tan feliz…!. Y por cierto ¿quién es en realidad la Tía
Mabel? a mí me cae estupendo, encuentro que es muy inteligente y alegre. ¿Qué quiso
decir mi hermano Amintor, esa vez que dijo que ella les daría una fiesta estupenda al
cumplir los diecisiete y que podrían tener amigas a montón?
Cuando Natasha le contó a su hija la ocupación de la Tía Mabel, la muchacha no cabía
en sí del asombro. No que tuviese prejuicios, lo que sí la dejó anonadada fue saber que
la gran mayoría de los hombres dividían a las mujeres en dos categorías: las decentes y
las otras. Por lo que pudo entrever Irina, “las otras” tenían destinos difíciles, peligrosos,
a veces tristes, a veces trágicos, pero también tenían mucha más libertad y conocimiento
de la vida que “las decentes”, cuyas vidas estaban siempre en manos del sexo opuesto,
primero el padre y luego el marido… sí, a través de su inocencia alcanzó a vislumbrar
que la libertad también tenía un precio, al menos para las mujeres.
_ Una vez, en una pequeña reunión a la hora del té en casa de los Petrovna, (debes de
saber que la madre de Daniel y esta mujer asombrosa que es la Tía Mabel son muy
amigas y se visitan a menudo)… el caso es que ella un poco en broma dijo algo así
como “las chicas buenas se van al cielo… y las malas van a todas partes”, quién sabe,
en mi Viatka natal de seguro que quedé con fama de “chica mala”, y a no negar que
llegué bastante lejos_ contó Natasha con una sonrisa.
_ No es que yo quiera pasarme a los extremos, sólo anhelo tener un trabajo y quedarme
con Daniel…_ hizo notar Irina a su madre. No es que tuviese ganas de ponerse un
vestido extravagante y sentarse con una copa de anís en la mano a esperar al de turno,
como se había enterado que hacían las muchachas que trabajaban en “La Marimba”,
sólo deseaba poder tener la libertad de tomar sus propias decisiones y amar a quien su
corazón le dictara sin tener que ofender a nadie por eso. Sus deseos no tardaron mucho
tiempo en hacerse realidad. Toda vez que terminó la secundaria, se matriculó en la
Universidad para estudiar periodismo… más que nada porque Julio Escorial podría
ayudarla con eso pues iba más adelantado, y porque tendría más libertad para ver a
Daniel. La familia entera se asombró cuando Irina también anunció que había
conseguido trabajo como fotógrafa de modas para dos de las revistas locales. Para ser
sólo una jovencita de diecisiete años, era mucho lo que había logrado, y sus trabajos
eran muy bien cotizados. Sergéi estaba de lo más orgulloso de su hija, a pesar de que al
principio protestó pues consideraba que su niña no tenía necesidad de trabajar, él podía
cubrir todas sus necesidades e incluso pequeños caprichos. Cuando Irina lo abrazó,
besó y le dijo que ser fotógrafa era uno de sus sueños más acariciados desde que
Natasha la dejara ver y curiosear con sus cámaras, y que le encantaba ser tomada en
serio por hacer algo bien, Sergéi comprendió que su niña se estaba haciendo mujer, por
mucho que él la siguiera viendo como la pequeñita que alborotaba su oficina a los tres
años de edad. Una semana después, se dió un diálogo así:
_ ¡Papá, esto no podría ser mejor…! Hago algo que me fascina, me sale bien y encima
me pagan… ¿qué tiene de malo…?
_ De acuerdo, vale… si todavía me gusta ver las fotos que hacía tu madre… y aún
recuerdo cuando te ponías a registrar sus máquinas, y no tenías más que cinco años.
Que haya dos estupendas fotógrafas en la familia es una ventaja. Sin embargo, creo que
una profesional de talento no debería llegar en taxi al trabajo, imagínate, con el frío en
la ciudad, taxi para allá y luego otro taxi a la universidad, eso sí que no lo voy a
aceptar… no mi hija, caramba._ manifestó, enfurruñado.

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_ No me digas que estarías de acuerdo en que Daniel Petrovna ande de allá para acá
conmigo…_ ofreció Irina, pícara.
_ Que no. Ya no eres una colegiala, toma estas llaves y vé a ver afuera, eso te va a dar
un poco más de la majadera libertad que tanto aprecian las jovencitas de hoy, ojalá no te
dé ahora por correr demasiado como a tu hermano Dimitri, ¿eh…?_ recomendó Sergéi,
con notorio orgullo y una sonrisa de oreja a oreja alegrándole la cara.

_ La suerte definitivamente está de mi lado… estamos juntos, con lo de estudiar


periodismo tengo más tiempo disponible, tengo un trabajo fascinante y papá acaba de
regalarme esta preciosidad de auto… aunque todavía me restringe los permisos y no le
dá la gana de dejarme ir a fiestas… pero en fin, éso es sólo un detalle, ¡soy afortunada y
feliz…!_ le comentaba horas después la joven a Daniel, mientras compartían un café
antes de ella partir a la Facultad.
_ Ahora te toca a ti llevarme de allá para acá_ bromeó Daniel tomándole la mano. La
amaba y admiraba por ser como era… tan determinada y fuerte, a la vez que tan dulce y
vulnerable cuando estaba entre sus brazos, en aquellos momentos de besos furtivos que
se habían ido haciendo cada vez más osados y anhelantes. Avanzaron los meses y ellos
idearon una estrategia para pasar juntos más tiempo. Irina se ausentaba de la Facultad
los viernes, y luego recuperaba materia estudiando con su buen amigo Julio y la novia
de éste. Así fue que pudieron escamotear tiempo, con lo cual se entregaban a lúdicas y
apasionadas tardes de amor en el apartamento de Daniel. Aquellas tardes de los viernes
era todo el tiempo del que podían disponer, pero era mejor que nada, y ciertamente
mucho mejor y más que lo que habían tenido cuando Irina estaba en el colegio… ¡ah…!
¡Cómo desearon en esos encuentros que el tiempo se hubiese detenido…! Sin embargo,
también estaban más determinados que nunca antes a vivir su amor, con el
convencimiento pleno de que nada ni nadie los podría separar. La certeza de que
estaban destinados a unir sus vidas y también los llevó a tomar la decisión definitiva les
llegó dos semanas después de haber cumplido Irina los dieciocho años. Daniel la
estrechó entre sus brazos cuando supo que iba a ser padre, y le susurró mientras la
besaba que era el hombre más feliz de todo el mundo. Y luego de un mes, cuando
Daniel hubo vendido su apartamento, Irina su bonito coche y reunieron el dinero que
tenían entre ambos, con lo puesto y un par de maletas se escaparon a la capital. No
querían líos familiares y estaban decididos a vivir su vida sin que nadie se interpusiera.

_ ¡El maldito…! ¡Embarazó y secuestró a mi hija, mi Irina…! ¡Quisiera verlo muerto y


enterrado…!_ aulló Sergéi cuando leyó la carta que había dejado la joven en el tocador
de su madre.
_ Sergéi, cálmate, no sacas gran cosa con enojarte tanto, ellos siempre estuvieron
enamorados… yo lo veía venir, esto no me toma por sorpresa_ le explicó Natasha.
_ ¡Y tú lo sabías…! ¡Ahora sepa Dios qué le espera a mi hija en manos de ese
desgraciado…! ¡Cómo es posible que fueras capaz de ocultármelo…! ¡Es increíble
como se pueden recibir las peores puñaladas de la propia familia…!_ se lamentó el ruso,
yendo a sentarse en uno de los sofás, con la cabeza entre las manos, desconcertado.
_ Querido, no tienes porqué teñir el asunto con tanto drama… bien se vé que el toro no
se acuerda de cuando fue ternero, la historia no ha hecho otra cosa que repetirse, ¿o ya
se te olvidó todas las que pasamos nosotros cuando nos escapamos? Con Irina
esperábamos que dieses cuenta y pudieras aceptarlo… es mejor así, hubieses hecho una
tontería si Daniel te hubiera dicho cara a cara que nuestra hija está embarazada…
además, ellos no se han ido a otro país, sólo se fueron a Santiago… nuestra hija va a

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darnos un hermoso nieto, pedazo de tonto, y vamos a poder verlo… quédate tranquilo y
deja de amargarte por nada, la vida es para celebrarla y avanza a paso inexorable, así es
que más nos vale estar agradecidos de que Irina sea feliz_ le aseguró Natasha a su
marido, con la voz llena de dulzura, pasando una mano por la cabeza algo encanecida de
Sergéi.
_ Mujer… ¿me puedes asegurar que nuestra pequeña Irina vá a ser feliz con un piloto
que le lleva trece años más y en una ciudad que no conocen…?_ le preguntó Sergéi,
mirándola a la cara.
_ Hecho número uno: aunque no nos guste, envejecemos y nuestra pequeña Irina ya es
toda una mujer… hecho número dos: ¿quién hubiese creído que un contable que me
lleva diez años me iba a hacer tan feliz y me daría tanta prosperidad? Y conste que
cuando me escapé contigo lo único que tenía en mente era amarte hasta el último día de
mi vida… confía, amor mío… ellos se aman de verdad, y tienen una vida por delante.
_ Vaya… siempre logras hacerme ver las cosas de manera diferente… quién lo hubiese
dicho, hace años atrás le robé la hija a un hombre que de seguro me hubiera hecho
picadillo de haber tenido la oportunidad… y ahora viene Daniel Petrovna y se lleva a mi
hija… la vida no deja cuentas pendientes, según se puede ver_ reflexionó Sergéi,
tomando la mano de su mujer y dándose cuenta por primera vez de las leves canas que
comenzaba a ostentar Natasha en su rubia cabellera. La miró con ternura y la abrazó,
recordando el día en que habían decidido, osadamente, vivir su amor y escaparse
juntos…
_ ¿Sabes…? No sé porqué me acuerdo de esto ahora, el caso es que anoche tuve uno de
los sueños más vívidos, bonitos y extraños que puedo recordar… _ comentó Natasha.
_ ¿De qué se trataba…?_ preguntó él, curioso como un niño.
_ Soñé que caminaba por un bosque, era de noche y había luna llena… podía oler la
humedad del suelo y oír la brisa moviendo los árboles… de pronto salía al borde de un
claro y a la luz de la luna miraba mi reloj, era justo medianoche… lo curioso es que
miraba el cielo y allí, cerca de la luna ¡había un arcoíris…! Qué extraño, ¿verdad?
_ Eres una mujer de alma noble, paciencia extrema y sueños extraños… para no decir
que también estás cada día más hermosa. Habría que brindar por eso… ¿te parece?_
preguntó Sergéi, acariciándole una de las mejillas.
_ Hecho. Un buen brandy para mí_ pidió Natasha.
_ Y un vodka para mí_ acordó Sergéi, yendo hacia el pequeño bar y disponiendo un par
de copas.
Y allí se quedaron, brindando por la felicidad de Irina, por el camino recorrido juntos,
por ésto y aquello. Con esos gestos cómplices de la pareja cuyo amor ha sobrevivido a
todo. Con canas en la cabeza y con la misma lucecita de esperanza y amistad que
habían visto uno en los ojos del otro cuando apenas se conocían. El amor tiene mil
caminos, y siempre encuentra el apropiado de acuerdo a la situación y las gentes. El
amor es arrebatador, enloquece y embriaga, fortalece y debilita, oscurece y alumbra, es
lo conocido y también lo imprevisto. El amor puede ser extraño y misterioso… como
un arcoíris en plena medianoche. Se dice que siempre es nuevo… aunque todos
sabemos que es tan antiguo como el mismísimo Universo.

Los consuelos y razones que dió Natasha a su marido probaron ser ciertos con el correr
de los meses, cuando por las cartas que les mandaba Irina pudieron saber que Daniel
había conseguido trabajo como piloto para una empresa privada que cada día
movilizaba cargamentos varios desde y hacia el norte, inclusive también a Perú, Bolivia
y Argentina. En cuanto a Irina, ya era sumamente solicitada por cuatro revistas
capitalinas para hacer las fotografías de la sección de modas, y había una buena

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cantidad de modelos dispuestas a pagar pequeñas fortunas para que la joven les hiciera
los portafolios de presentación tan importantes en dicho oficio. Y es que la muchacha
tenía magia y talento, aparte el hecho de que hacía su trabajo con amor y dedicación.
Sabía captar el misterio de la luz y la sombra con precisión y encanto, de manera que
cada fotografía resultaba una expresiva obra de arte. Así, aunque los sujetos y objetos a
fotografiar fueran diferentes cada vez, había un algo de continuidad, una constante, una
forma especial, ese algo que con el tiempo llegó a ser conocido como “El estilo
Ivánovich”. Muchas fueron las modelos que después de tener sus portafolios firmados
por Irina Ivánovich, partían al extranjero y hacían prósperas carreras. Al par de años
viviendo en la capital, sería la misma fotógrafa la más sorprendida al ver llegar a su
estudio a más de alguna modelo en ciernes proveniente de otro país, luego de un largo
viaje sólo con el propósito de tener un portafolio firmado por ella. Sólo interrumpió su
trabajo veinte días antes de tener el bebé, pues deseaba brindarle a su retoño el mismo
amor y dedicación que había recibido de niña. Ya para cuando llegó la hora clave, los
Ivánovich y los Petrovna en pleno habían viajado para no perderse el tan esperado
acontecimiento. Incluso Daniel y Sergéi se encontraron fumando como desaforados en
el mismo pasillo del patio del hospital y brindaron después con el mismo vodka y dieron
gritos de alegría al unísono cuando María José salió a la carrera y les avisó que había
llegado al mundo la pequeña Katia Petrovna Ivánovich, pesando muy saludables tres
kilos y medio, midiendo cincuenta y dos centímetros, con leve pelusa rubia, como había
sido su madre de bebé, y los ojos verdes de Daniel… y por cierto, con unos pulmones
formidables. Los dos grupos estrecharon sus lazos y todo quedó perdonado. Medio año
después, las respectivas familias de Daniel e Irina volvían a viajar, esta vez para asistir
a la boda de la pareja, ya que con todo el alboroto del año previo, primero con la
escapada y después con el nacimiento y cuidados requeridos por Katia, se les había ido
quedando en el tintero formalizar la unión… aunque con o sin papeles, ellos eran
felices, y viendo esa feliz unión fue que Sergéi se quedó más tranquilo y contento,
comprobando una vez más que Natasha estaba en lo cierto: controlando menos se logra
más, confiando en que lo que ocurre es siempre para mejor cuando el amor guía las
vidas y destinos, todas las preocupaciones se disuelven.

Por esa época fue que los Ivánovich comenzaron a repartirse por aquí y por allá, cada
cual en busca de su destino y propósito de vida. Yuri se hizo cargo del negocio de su
padre ya que había decidido quedarse en la ciudad que lo vió crecer. Y como es de
sobra conocido que la obra que comienza el padre la mejora el hijo, el mayor de los
Ivánovich amplió los horizontes dedicándose a las importaciones y exportaciones, con
lo cual a nadie extrañaba encontrar en la cadena de supermercados que llegó a tener,
desde caviar Beluga hasta chocolates suizos… y de seguro que en varias ciudades del
Japón tampoco era inusual hallar centolla, frutas y vinos chilenos, tal fué el alcance y
visión de negocios que tenía, para lo cual fue de vital importancia su talento con los
idiomas. Vladimir, por su parte, se convirtió en biólogo marino, profesión para la cual
su curiosidad y paciencia inagotables resultaron ser excelente motor. Sin embargo, la
investigación de los misterios del mar no fue lo único que captó su atención, cuando se
dió cuenta del enorme potencial, belleza y prosperidad que el mar le ha dado al hombre
durante milenios, y también del uso, abuso y contaminación indiscriminada de que ha
sido objeto, decidió unirse a ciertas organizaciones que protegían diferentes especies en
peligro, con lo cual dió más de algún dolor de cabeza a los dueños de los barcos
balleneros y a ciertos personajes sin escrúpulos que capturaban delfines para hacer
experimentos o tenerlos encerrados como objetos de exhibición. Terminó casado con

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una ecologista sueca, con la cual recorrían varios países al año como gitanos,
defendiendo focas, ballenas, delfines y soñando con mares limpios y libres de los
predadores indiscriminados que a veces pueden ser los humanos con apetito insaciable
por el dinero y poco respeto por los recursos naturales del planeta. Criaron cinco hijos,
hablando diferentes idiomas, de aquí para allá, en diversas escuelas, y resultaron ser una
pequeña tribu bastante libre y feliz, sin apegos de lugares ni tradiciones, porque para
ellos el mundo era una vivienda amplia, inagotable y llena de sorpresas por descubrir y
especies que defender. En cuanto a Dimitri… ¡ah…! El pequeño diablillo que gustaba
de descolgarse de los árboles del patio como macaco, y utilizar la varanda de la escalera
como tobogán, fue definitivamente otra historia. Dimitri pertenecía a la especie de los
que aman el peligro y la adrenalina, por lo cual de los riesgos en patines agarrado al
parachoques trasero de un camión pasó a las bicicletas… sin frenos, luego a las
motocicletas_ ganó un sinfín de competencias en su ciudad natal a la tierna edad de
quince años_ ya a los diecisiete, poco después de haber pasado por el consabido estreno
en lo de la Tía Mabel, decidió irse a la capital para convertirse en profesional del
motociclismo, lo cual logró en tan sólo un par de años. Tenía diecinueve cuando se le
puso entre ceja y ceja que lo suyo era más velocidad en “máquinas de verdad y no
juguetitos”, como dijo a su padre, y así fue que viajó a Europa, decidido a ser un piloto
de autos de carrera. Natasha le hizo mil recomendaciones y se le acabaron los santos a
los cuales prenderles velas, pero si ése era el sueño de su hijo, resolvió que tenía que
cumplirlo, y con una bendición lo dejó ir, entregándole una medallita del Ángel de la
Guarda para que lo librara de los accidentes… y vaya que sí le sirvió, porque cuando no
estaba conduciendo a trescientos kilómetros por hora en Francia, Alemania, Italia o
Japón, siempre se las ingeniaba para andar con amigos tan amantes del peligro como él,
saltando con cuerdas elásticas desde puentes insólitamente altos, lanzándose en
paracaídas desde seis mil metros de altitud, practicando el “surfing” en el aire a más o
menos la misma altura… o metiendo el brazo en un canasto con escorpiones en una
apuesta, poco antes de correr en el París-Dakar. Fue un mujeriego empedernido hasta
los treinta y ocho, cuando conoció y se enamoró como un mocoso de la hermosa
Simone, una francesa quince años más joven, instructora de paracaidismo que le calmó
las ansias frenéticas de coqueteo descarado con la muerte. Se casaron cuando les nació
el cuarto hijo, curiosamente a petición de Dimitri, ya que ella no era de las que creía en
el matrimonio y además pensaba que un hombre tan adicto a la velocidad cualquier día
podía quedar hecho paté en uno de los circuitos de carreras… pero Dimitri la convenció
de que por ella y los niños era capaz de llegar a viejo, además que la medallita con el
ángel, que siempre llevaba colgando al cuello, lo había protegido todos esos años. Y les
fué mejor de lo que nadie se hubiese atrevido a apostar. Dimitri perdió el interés por las
fiestas ruidosas en los yates de sus amigos acaudalados, se alejó de los peligros
innecesarios y se dedicó a ser un fiel esposo y amante padre, si bien fue cierto que
siguió corriendo y ganando premios y dinero a manos llenas por bastantes años más. En
lo concerniente al cuarto hijo de los Ivánovich… Alexander, sensible, inquieto,
brillante, disciplinado. Aquel jovencito lleno de constancia y determinación que tantos
alicientes y estímulos había recibido de parte de su madre, llegó a ser un músico de
talento, inseparable compañero el violín, que utilizaba como una extensión de sus
manos de artista y su alma apasionada. Su profesión lo llevó a los más conspicuos
escenarios del ambiente musical, viajando de acá para allá, deleitando oídos exigentes y
audiencias diversas. Tocaba con maestría maravillosa el piano y el violín, y supo
triunfar en ambas disciplinas, con entusiasmo y dedicación inagotables. Era de aquellos
que creían firmemente que la belleza llegaría a salvar el mundo… fuese ésta expresada
mediante la música, la pintura, la escultura, literatura o los nobles sentimientos que

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estaba seguro cada ser humano posee en su interior. Había tenido un par de historias de
amor desesperado e imposible, y cuando ya estaba convencido de que quizá Dios le
había asignado como única misión en este mundo el deleitar a otros con sus talentos
artísticos, pero que acabaría por quedarse solo, entonces fue que encontró el amor que
llegó a completar la felicidad de su vida, colmándola de plenitud y bendiciones. No
había sido hombre de muchas mujeres ni aventuras efímeras en exceso, si bien era cierto
que más de alguna vez una de sus admiradoras lo había tentado y convencido de vivir
un par de noches o semanas de pasión desenfrenada, todo lo cual concluía cuando él
debía viajar. Fue en uno de sus conciertos en Italia que conoció a Donatella, de espíritu
tan libre y amante de la belleza como el suyo, pues era pintora y escultora de prestigio.
Tenían la misma edad, aunque ella ya traía a la espalda un matrimonio anterior, con hijo
y divorcio incluídos. “Simplemente, presentíamos nuestro encuentro, nos reconocimos
enseguida en la primera ocasión en que nos vimos…” dijeron el día de su boda, al año
de haberse conocido. Contaban treinta y seis años de edad. Se establecieron en
Positano, un bello y paradisíaco lugar al sur de Italia., en el cual hicieron construír una
casa llena de luz, ventanales y jardines. Los primeros dos años de casados estuvieron
viajando juntos casi todo el tiempo, ya fuera que Donatella lo acompañaba a diversos
lugares del mundo a los conciertos, o porque él prefería ir con ella a las exposiciones
que hacía de sus hermosas pinturas o esculturas. Cuando Donatella anunció que
esperaba un hijo se calmaron un poco y decidieron dejar de lado aunque fuera por unos
meses aquél gitaneo artístico que tanto los apasionaba, con lo cual comenzaron a hacer
más vida de hogar. Cuando ella no estaba en su estudio pintando o esculpiendo (jamás
le faltaba trabajo ya que hacía un sinnúmero de obras por encargo) y él dejaba el violín
o el piano descansar, se lo pasaban cocinando, comprando ropa para el futuro nuevo
miembro de la familia, o simplemente salían los tres con Enzo, el hijo de ella que ya
contaba diez años, a dar largos paseos en bicicleta por los alrededores. El chavalito
admiraba muchísimo a su padrastro y comenzaba a mostrar talento para el violín, razón
por la cual Donatella se sentía sumamente feliz ya que como se había separado de su
anterior marido cuando el niño tenía apenas un año y aquél no había demostrado ningún
interés en verlo, su hijo no tuvo la típica figura paterna a quién imitar… en cambio
ahora, no sólo le había llegado la oportunidad, sino que al parecer la música jugó un rol
importante en sus vidas, uniéndolos e impulsando a Enzo a descubrir su talento. No es
vano el adagio que dice que cuando el alumno está preparado, aparece el maestro. Con
el correr del tiempo se transformaron en una alegre y estable familia de siete
integrantes, casi todos con sueños y talentos artísticos diversos, lo cual enriqueció sus
vidas tanto en el aspecto espiritual como en lo material. De aquel clan idealista y unido,
como había sido en la infancia de Alexander, salieron al mundo a buscar su destino una
nueva generación de violinista, pintor, ballerina, soprano e ingeniera de sonido,
respectivamente.

Aquella fue también una época en la cual Sergéi y Natasha viajaban frecuentemente
para visitar a sus hijos y nietos donde quiera que estuviesen, acompañados de los
gemelos Aldo y Amintor, que también un día se harían hombres y emprenderían su
propio camino. Cada vez que les nacía un nuevo nieto, o bien se hacían presentes, o
telefoneaban, o enviaban grandes cajas con regalos, pero siempre se las ingeniaban para
“estar”. Era el predicamento de los Ivánovich, como si hubiesen venido al mundo,
agarrados de las manos, decididos a no soltarse y estar siempre unidos o en contacto.
Así es que todos y cada uno de los miembros de aquella ecléctica tribu que había ido
creciendo notablemente y esparciéndose por los más variados rincones del mundo
tuvieron la ocasión de saber con sólo pocas horas de diferencia sobre el nacimiento de

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Aurora, la segunda hija de Irina y Daniel Petrovna, cuya llegada a éste a veces
asombroso y loco mundo tuvo lugar a los cinco años de haber nacido su hermana
mayor, Katia.
_ Deseo que nuestra hija menor lleve ese nombre, en honor de tu hermana_ había dicho
Irina cuando aún estaba en la clínica amamantando al bebé.
_ ¿Tanto quieres a mi hermana menor? ¿Por qué será…? ¿Tenían algún secreto
especial?_ preguntó Daniel, besando a su mujer y acariciando suavemente a su nueva
hijita.
_ Ya no tiene caso que siga ocultándolo. Esa fotografía de nosotros en aquella
memorable fiesta de quince años que me hizo papá en Punta Arenas… el marco de plata
en forma de corazón me lo regaló tu hermana, de hecho aún tengo guardada la tarjetita
que me escribió. Ya en esa época ella sabía que nos amábamos y que un día íbamos a
ser cuñadas… Aurora fue la primera persona que me dió esperanzas cuando ni siquiera
yo misma las tenía_ le confesó Irina a su marido. De hecho, el recuerdo en cuestión
estaba intacto y bien conservado, luciéndose en uno de los arrimos de la salita.
_ Bueno… quién iba a decir que mi hermanita era tan intuitiva…_ se asombró Daniel.
_ ¡…y deja que te cuente del sueño que tuve a las pocas horas de haber nacido nuestra
Aurora…!_ comentó Irina. La niña había llegado a las seis de la mañana, y tras
acomodarla el médico sobre el cuerpo sudoroso de su madre por unos momentos, Irina
la acarició y revisó por aquí y por allá, fijándose en los tres lunares que formaban un
triángulo justo en el pecho diminuto de la bebita… ¿tendrían algún significado…? Ya
tendría tiempo de preguntar a Natasha sobre eso. La besó y acarició con infinita
ternura, después de lo cual la enfermera se llevó a la niña para limpiarla y el médico
completaba los trabajos necesarios en el cuerpo de Irina. La habían dejado en la
habitación, prometiendo llevarle a su bebé horas después para que la alimentara. Ahí
fue que había soñado que se encontraba en algún lugar desértico, cerca de un camino
pavimentado. Era de noche, las dunas cercanas se veían suavemente iluminadas por la
luna llena y las estrellas aparecían tan cercanas y brillantes que por unos instantes tuvo
la sensación de que podría tocar la que escogiera con sólo estirar la mano. El aire era
límpido y tibio, el lugar poseía una cualidad hechizante y misteriosa, inolvidable y
poética. Miraba el camino y se preguntaba cómo regresaría a casa. Entonces volvía a
levantar la vista al cielo y allí estaba aquel milagro alucinante, asombroso, inexplicable
de luz y color: un arcoíris… en plena noche. “¿qué es esto…? ¿Porqué…?”, se
preguntaba, y antes de que el raciocinio comenzara a deslizar las posibles respuestas,
despertó. El sueño había tenido una calidad tan vívida, una composición tan mágica,
que llegó a anotarlo en cuanto hubieron regresado a casa con la pequeña Aurora. Era
una persona más racional que impresionable, sin embargo aquellas imágenes quedarían
grabadas para siempre en su memoria. Y también le producirían una profunda emoción
al escuchar mencionarlas de boca de Natasha cuando le hubo llegado a ésta el momento
de partir. Aún así, en esas horas felices en la clínica, todo lo que atinó a comentar
Daniel fue que a pesar de lo extraño de los componentes _ “¿qué hacía un arcoíris en la
noche?”_ De seguro que era maravilloso ver uno en un sueño, y por cierto también muy
romántico eso de la luna y las estrellas… “¿acaso un hijo no es un milagro…? Tu
arcoiris de seguro que tiene alguna relación con nuestra hija…”. Y luego se fueron a
casa, en donde los esperaban llenos de amor y curiosidad Pamela, la muchacha que
cocinaba, limpiaba y hacía incontables preguntas a Irina sobre el arte de la fotografía, y
Katia que no veía la hora de conocer y tocar a su hermanita. Era un bonito contraste el
que habían producido Daniel e Irina en sus dos hijas, como si la naturaleza y el
misterioso y sutil código genético intentaran unirlos aún más. Katia tenía la misma
cabellera dorada de su madre y los ojos verdes, expresivos y con un algo felino del

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padre, en tanto que la pequeña Aurora ya evidenciaba que su cabello sería negro y
lustroso como el de Daniel, y miraría la vida con los mismos ojos de turquesa de Irina y
su abuela Natasha. Fotógrafas de excelencia y además detallistas en lo que a conservar
recuerdos de familia se refería, cuando se reunieron para celebrar la llegada de Aurora, a
los dos días después de haber nacido, se entretuvieron haciendo retratos de todos y en
especial de la nueva integrante del clan Ivánovich, aparte de cocinar juntas deliciosos
platillos en ruso, chileno, italiano y otro tanto de innovadores experimentos, para deleite
de Sergéi y Daniel, que cuando probaban la comida que hacían sus mujeres
demostraban tener apetito de presidiarios. Sergéi y Natasha se quedaron en la capital
por diez días, para luego volver a Punta Arenas por un par de semanas y de ahí
emprender otra vez viaje a Europa, ya que podrían ver a Vladimir, Dimitri y Alexander
con sus respectivas familias puesto que todos coincidirían en Italia. Fue durante esos
días en casa de Daniel e Irina que la “chocha” y orgullosa abuela pudo ver a su nueva
nieta desnuda e informar a su hija de sus conclusiones:
_ ¡Tengo tantos y tan hermosos nietos que voy a tener que ser yo quien utilice
babero…! Pero vamos viendo que Aurora es especial entre todos… primero, porque
como es de signo Acuario, será idealista, imprevisible y siempre en busca de
aventuras… los acuarianos viven para iniciar revoluciones de la forma que sea, ten por
seguro que este angelito se las vá a ingeniar para encontrar la suya… sin embargo, estos
lunares que forman un triángulo en su pecho me preocupan un poco… las personas
destinadas a encontrar algo muy horrible o muy hermoso nacen con esta marca, y así
también son personas que pueden tener una vida asombrosamente larga o corta… según
lo que les toque vivir, pero son gente cuyo destino definitivamente será intenso y
extraño. Un día voy a buscar y enviarte el libro en el cual aprendí esto. Los lunares,
marcas o manchas de nacimiento siempre están allí por una razón… recuerdo ésta
porque es inusual en extremo, y no me imaginé jamás que vería una, ¡y todavía en el
cuerpo de una de mis nietas…!
_ Sólo espero que mi pequeña tenga un destino lleno de descubrimientos positivos que
la impulsen a convertirse en una mujer de valor, bondad e independencia_ respondió
Irina terminando de vestir a la niña y abrazándola, para luego ponerla en brazos de su
abuela, que afirmó:
_ Tiene una estupenda madre a quién parecerse.

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El arcoíris de medianoche Hojas de otoño

Irina ni siquiera hubiese sospechado las connotaciones que llegarían a tener las cosas
que Natasha le había comentado acerca de la vida de su hija. El tiempo pasa demasiado
rápido cuando se es feliz, y cuando la felicidad se instala en nuestras vidas, las personas
que viven con intensidad sólo el presente no tienen ni siquiera un minuto para los
temores, o para dejar que las sombras se asomen y comiencen a susurrar cómo sería esa
misma vida sin ser dichosos… así, esa joven llena de vida y bendiciones sólo tenía
tiempo para compartir amor con su familia y dedicación por su trabajo. Había instalado
en su propia casa el estudio fotográfico, y eran ya nueve las revistas que contrataban sus
servicios para las secciones de moda o decoración, sin contar las muchas personas que
la buscaban para hacerse retratos de familia o las modelos que ponían sin chistar jugosas
sumas de dinero en sus manos y confianza en su asombroso talento para que las
retratara y transformara de meras chicas guapas en mujeres bellísimas. A pesar de que
había días en los cuales corría de un lugar a otro, siempre tenía tiempo de besar y
acariciar a sus hijas, incluso el primer año de vida de Aurora, llevaba a su bebé a todas
partes y apenas si se despegaba de ella cuando llegaba el momento concreto de ejercer
su magia con las cámaras fotográficas. En una de aquellas idas y venidas fue que una
de las editoras le comentó que una importante firma de ropa de bebés y niños había
hecho un contrato para la concesión completa de la publicación de sus colecciones, y
además estaban buscando pequeños modelos…
_ Es un contrato sumamente provechoso, ¡imagínate la suerte que hemos tenido de
conseguirlo…! Ya están haciendo los cástings y en los próximos días tendremos a los
pequeños modelos aquí… Irina… quería decirte que me tomé la libertad de sugerirle al
dueño de la firma de ropa que tus hijitas son tan bonitas que podrían participar… los
sueldos que paga son tan buenos que te puedo asegurar que nadie más los concede… no
me hubiese atrevido a tanto de no ser por eso y porque aparte de conocer a tus dos
preciosuras ya tienes trabajando con nosotros cinco años… de todas maneras, es tu
decisión, igual y puedes decir que no… _ ofreció Mercedes.
_ Lo que me asombra es que mis niñas comiencen a trabajar a tan temprana edad… yo
que creí que nadie las pondría a ganarse el pan con el sudor de sus frentes…_ contestó
Irina fingiendo enojo.
_ El caso es que mañana por la tarde vendrá Rodrigo Schmidt a una reunión para pulir
planes…_ puntualizó Mercedes.
_ ¿Rodrigo Schmidt…?¿Ése Rodrigo…? te aclaro que según lo que sé, hace poco que se
hizo cargo de la firma de su padre, además esa familia tiene otros negocios… no sabía
que fuese tan detallista y acudiera él mismo a éste tipo de reuniones_ se asombró Irina.
_ De hecho, parece que eres suficientemente famosa, como para que conozca tu trabajo
y estilo. Como ésta es la primera vez que lanzará una publicación, pidió que si la
reputada Irina Ivánovich no hacía las fotos, no habría publicación, así es que cuento
contigo…_ pidió Mercedes.
_ De acuerdo, mañana vengo a la reunión para conocerlo y salvarte el contrato y el
trasero_ bromeó Irina.
_ ¿Vas a aceptar la propuesta de que Katia y Aurora modelen para la publicación…?_
preguntó la editora.
_ Si esto me cayó en las manos sin buscarlo y además se vé como una estupenda
oportunidad… ¿Por qué no…? aparte el hecho de que pondré lo mejor de mi capacidad.

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Vendré con las dos niñas y también traeré fotos para que ése Rodrigo se entere que
además de buenas fotografías también hago bebés de lujo._ se pavoneó alegremente la
joven.

Katia correteaba de allá para acá y Aurora dormía su siesta, en tanto Mercedes revisaba
el contrato e Irina leía tranquilamente en uno de los elegantes sofás, sabiendo que todo
saldría estupendamente bien. Dio una mirada de ternura a la bebita que dormía
plácidamente en su cochecito y sacó del canastillo adosado al mismo el portafolio con
fotos de sus niñas. A poco entró Antonio, el joven maquillador de finos modales y ropa
extravagante, todo coqueto, seguido por Rodrigo Schmidt, que tras saludar se instaló en
el sofá frente a Irina, sin poder disimular el asombro y la atracción inmediata que la
joven profesional produjo en él. Una discreta asistente llegó con unas tazas de café y
pareció desaparecer al instante tras dejarlas en la mesita de centro. Rodrigo era un
hombre de unos cuarenta años, elegante, de maneras suaves y sin apresuramientos, de
cabellos rubios y ojos grises que quizá si hubiese estado enojado habrían expresado
crueldad, pero que sin embargo en aquel momento sólo brillaban con alegría y
admiración.
_ Así es que por fin conozco a la mítica Ivánovich… he visto muchos de tus trabajos, e
incluso hice decorar una de mis casas copiando las fotos del decorado que hiciste para la
revista “Luxury Houses” el otoño pasado… pero no me imaginé que eras tan joven…
¿qué edad tienes…? Estoy seguro que no es grosería preguntártelo_ indagó, con una
sonrisa encantadora, mientras Mercedes le daba disimuladas miradas y sorbía su café.
_ Veintitrés… espero que eso no sea un inconveniente… por cierto, que como mi amiga
sugirió que mis niñas podrían modelar, he traído un portafolio para que pueda
comprobar que son muy fotogénicas, y en fin, también puede verlas en persona…_ y a
renglón seguido_ ¿tiene más o menos una idea del tipo de publicación que desea, algún
estilo que le agrade en particular…?_ preguntó Irina, práctica, para averiguar el gusto
del cliente, muy amable pero sin perder su toque responsable y profesional.
_ Puedes llamarme Rodrigo porque con el “usted” me haces sentir como si fuese un
anciano… y bueno, quiero una revista-catálogo de ciento noventa páginas, la parte
creativa la dejo en tus manos, no te pondré límite de presupuesto ya que con una artista
como tú eso sería una falta de respeto… ¿a qué edad comenzaste a hacer
fotografías…?_ se interesó, asombrado del talento y juventud de Irina.
_ Empecé intruseando en las cámaras fotográficas de mi madre a los cinco años… a los
siete ya sabía que mi vida y mi destino era hacer clic y perseguir luz y sombra en el
instante preciso… mi madre posee una enorme cantidad de talento también, así es que si
una de las Ivánovich no está, puedes contar con la otra, al menos eso creo ya que mis
padres viajan mucho por estos días…_ contó Irina, sonriendo.

Cuando aquella reunión de negocios que resultó más bien informal y relajada hubo
concluído, a poco de despedirse Rodrigo, Mercedes lucía una sonrisa de oreja a oreja
con la cual hubiese podido iluminar la habitación entera.
_ ¡Te lo metiste al bolsillo…! ¡Y le fascinaron las niñas…! ¿Te fijaste como habló con
Katia? La verdad es que no conozco a nadie que no se ponga baboso con tus hijas, pero
te aviso que también se quedó lelo contigo… le gustaste a rabiar… se dice por ahí que
es un casanova empedernido, así es que ten cuidado…_ le advirtió Mercedes.
_ ¡Puede ser, pero estoy tan enamorada de mi marido y soy tan feliz con él, que si
Rodrigo tiene otras ideas, mejor le vale que se siente… ¡porque le van a salir telarañas
de tanto esperar…! No te voy a negar que es muy atractivo y tiene mucho encanto, de
seguro que puede tener todas las chicas que se le dé la gana, pero para mí no existe otro

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que no sea Daniel, mi marido siempre ha sido el amor de mi vida_ puntualizó Irina con
toda convicción.
_ Entonces, ya que a tí no te interesa ese bombón, voy a tratar de ver que puedo hacer,
después de todo, no estoy casada ni comprometida, soy una mujer libre… y con ansias
de vivir una aventura de esas que se recuerdan por años… ¡y no te puedo negar que
Rodrigo es un candidato estupendo para mis libidinosos planes…!_ bromeó Mercedes.

Un par de semanas después, Rodrigo volvió a “Bazares”, la revista en una de cuyas


salitas de reuniones había conocido a Irina, y entró directamente en la oficina de
Mercedes, llevando consigo la revista-catálogo que les había encargado.
_ ¡Vaya, vaya… qué agradable sorpresa…! Espero que hayas quedado a gusto con el
trabajo_ dijo por todo saludo la atractiva editora, sonriendo coqueta.
_ Para ser honesto he quedado impresionado… esa jovencita sí que sabe lo que hace.
Por cierto, ¿sabes su número de teléfono…? Sabes, ese día se me olvidó por completo
pedírselo y me gustaría verla_ insinuó Rodrigo con una sonrisa de actor.
_ Te diré que sí tengo su número, lo que no tengo es la autorización de Irina para
dárselo a nadie más… además ella trabaja también con otros clientes, no somos la única
publicación que contrata sus talentos… también te advierto que la chica está casada y
dice ser muy feliz con su marido, así es que vas a perder el tiempo…_ aclaró Mercedes.
_ ¡Pero bueno, venga, qué mal pensada…! Sólo vine porque quería felicitarla y
agradecerle, y de paso dejar en claro que mientras sea ella quien haga las fotos, la
revista-catálogo sigue adelante en todas las temporadas. También deseaba entregarle
ésto_ y puso en el escritorio de Mercedes un paquetito y un sobre sellado_ ¿podrías
dárselo…? Ya que no he podido verla, además tú pareces una persona bastante
confiable…_ le dijo, sin dejar de sonreírle.
_ Sí, por supuesto… ya le avisaré que tiene un encargo por retirar y se lo entregó en sus
manos… ¿te tiene bastante loquito Irina, eh…?_ anotó Mercedes con un guiño pícaro.
_ No te niego que es muy bonita y excelente profesional, pero no me gusta meterme en
líos con mujeres casadas o comprometidas… a qué robar la fruta ajena habiendo tanto
huerto cultivado. Encuentro que su idea de aprovechar que tres de los modelitos
estaban de cumpleaños y hacer las fotos en la misma fiesta fue genial… me interesa su
talento, pero me pareció intocable desde que supe que es casada_ puntualizó Rodrigo,
acercándose un poco más a la editora_ y además, no soy ciego como para no darme
cuenta que entre tú y yo hay una atracción que podría llevarnos a algo más interesante…
sospecho que estás totalmente libre y me preguntaba si podría invitarte a cenar…_
sondeó, poniéndole una mano en el hombro apenas cubierto con un delicado suéter.
Aquello fue música para los oídos de Mercedes, sensual, elegante y curvilínea mujer de
experimentados treinta y siete años, cabellos color miel que de costumbre llevaba
impecablemente peinados, y ojos pardos que en ese momento brillaban con la felicidad
del triunfo.
_ Estoy libre a partir de las ocho de la noche… y por supuesto que me encanta tu
invitación, muy oportuna, por cierto_ respondió Mercedes, haciendo como que le
arreglaba la corbata, sólo con el propósito de acercársele y oler su loción, que desde que
había llegado por primera vez a la revista la había puesto a imaginar un momento como
ése. Un par de días después, cuando la editora llamó a Irina para entregarle el encargo
de Rodrigo, decidieron juntarse en un restaurante para almorzar. Incluso la fotógrafa
notó el cambio operado en ella y le preguntó a qué se debía, o si estaba en dieta
vegetariana o algo parecido. Cuando Mercedes le contó el fabuloso fin de semana
vivido con Rodrigo Schmidt, Irina la felicitó de todo corazón.

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_ ¡Se vé que eres una mujer que siempre consigue lo que quiere…! ¡Cuéntame que
truco utilizaste para seducirlo...!
_ Lo curioso es que no utilicé ni truco ni treta… al parecer tú me diste la buena suerte,
fue hablando de tí que surgió la invitación a cenar… por cierto, él sabía que tú estás
casada, aún antes de que yo se lo comentara, quizá como te conoce tanta gente en
nuestro medio, cuando estaba buscando el contrato para su publicación y a tí como
fotógrafa, alguien se lo habrá comentado_ reflexionó Mercedes, entregándole el
paquetito y el sobre sellado. Como se conocían de años y eran amigas, Irina no se
preocupó de que la editora supiera qué contenían. Si aquel momento se hubiese dado
sin que Mercedes y Rodrigo hubieran tenido un apasionado comienzo de aventura, de
seguro que la amiga de Irina hubiese sentido celos o quizá un poco de envidia: en el
paquetito había un hermoso brazalete de oro y esmeraldas exquisitamente engarzadas, y
el sobre sellado contenía un cheque por una suma considerablemente mayor de la que
cualquier cliente le hubiese pagado antes. Y no es que la talentosa fotógrafa tuviese
quejas, ya que todos los que solicitaban sus servicios sabían de antemano que semejante
magia y creatividad eran una buena inversión. Y por cierto, Irina también hubiese
sospechado que Rodrigo pretendía algo más que simples negocios de no ser por la breve
nota que encontró en el sobre: “Querida Irina, por favor acepta estas muestras de
agradecimiento y admiración de un cliente que será más exitoso aún gracias a tu trabajo.
Espero que un día puedas estar a cargo de todo sin que haya terceros en el asunto…
aunque te lo diga por la mera ambición de querer contar con tu talento de forma
exclusiva. Quizá hasta tenga la suerte de llegar a ser tu amigo. Atentamente, Rodrigo.”
Mercedes abrió un poco su blusa y le enseñó a Irina el no menos valiosos pendiente que
su nuevo amante le había regalado. Hecho enteramente de platino, el adorno principal
representaba un diminuto cubo, con un rubí incrustado en cada una de sus caras. Las
dos mujeres compararon obsequios y se rieron, llegando a la conclusión de que estaban
recién conociendo a un hombre que aparte de ser espléndido, era sumamente refinado e
inteligente, por lo cual sólo debían darle la bienvenida en sus vidas, la una como amante
y la otra como el más generoso cliente que jamás tuviese.
_ Rodrigo es un hombre acaudalado, para él es solamente ser atento regalar cosas como
éstas… _ comentó Mercedes.
_ Te felicito por tu suerte, parece que has dado no sólo con el romance ideal, ¡sino
también con el último de los grandes gastadores…!_ concluyó Irina, y después se fue a
la sección de fotografías que debía hacer para una de las revistas que contrataban sus
servicios permanentemente.

Y fue gracias a ese romance que Rodrigo llegó a conocer más a Irina, a Daniel y a las
niñas. Lo que entre él y Mercedes había comenzado como una aventura empezó a
prolongarse y pasó del año, tiempo en el cual era frecuente que las dos parejas se
juntaran una vez por semana para algún almuerzo o cena, ya fuese en casa de Daniel e
Irina, o en el bonito departamento de Mercedes, o en la hermosa casona que poseía
Rodrigo en la capital. Contra todas las apuestas y a pesar de que tanto Mercedes como
Rodrigo afirmaban que no estaban pensando en algo demasiado serio, se casaron al año
y diez meses de haber iniciado su relación. Él ya había tenido un par de matrimonios
anteriores con chicas extranjeras que no habían pasado de los tres y cuatro años
respectivamente, y a los cuarenta solía comentar a quien quisiera oír que ya “no estaba
para nadie”. Mercedes, por su parte, se había casado cuando apenas tenía diecinueve
años, unión de la cual le había quedado una hija que a la sazón era una bonita joven de
diecisiete años, que pronto comenzaría sus estudios superiores y estaba feliz de que su
madre se volviese a casar. Antes de conocer a Rodrigo había tenido aventuras

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ocasionales, pero nadie le había logrado quitar su independencia pues decía que la
libertad es un tesoro que una vez descubierto es imposible dejarlo. Y sin embargo,
decidieron unir sus vidas y creer otra vez que no todos los matrimonios están destinados
a fracasar. Tan pronto como regresaron de la luna de miel, Mercedes se vió convertida
en la flamante dueña de “Bazares”, ya que a pesar de estar enamoradísima de su marido,
le había dicho que no se sentiría en su papel sin tener trabajo, estaba acostumbrada a
tener lo suyo desde su adolescencia y si de pronto se veía convertida en mujer-gomero,
dedicada a hacerse manicure, pedicure, mimar un perro poodle y tener conversaciones
poco trascendentes con el estilista, languidecería como una palmera en el Ártico.
_ ¿Qué tienes en contra de acicalarte, mimar un poodle, salir de compras, conversar con
el estilista o jugar tenis o golf en clubes privados….? Recuerda que ésas son las ventajas
de ser una concubina acaudalada…_ le había dicho Rodrigo entre risas, fingiendo un
machismo que estaba lejos de tener.
_ No tengo nada en contra de ser tu concubina, y más encima con contrato permanente,
pero te aseguro que con un agenda bien organizada, puedo hacer todo eso y seguir
siendo una mujer de acción… ya sabes, me gusta estar a cargo de mi propio buque, me
hace sentir viva y útil_ le había aclarado Mercedes.
_ Muy bien, capitana… acabo de descubrir otro detalle para quedar todavía más gagá de
lo que estoy por tí. El caso es que una capitana de tu calibre debe ser dueña de su
propio buque… no sólo saber manejarlo_ propuso Rodrigo. Y luego se habían besado y
hecho el amor en la misma playa, con el cielo estrellado de Sorrento como único testigo.
Y el flamante nuevo marido de Mercedes resultó ser fiel a su palabra, con lo cual
después de recorrer por lo menos tres países en Europa, tras regresar bronceados y
felices, había comprado “Bazares” a nombre de su esposa.
_ ¡Imagínate…! ¡Rosalba Fuenzalida casi tuvo un infarto…! Esa ex jefa mía me daba un
sinfín de dolores de cabeza, y de pronto, me ví en posición de correrla con viento fresco
¡sin siquiera haberlo planeado…! ¡Te juro que casi se muere de la envidia y la
sorpresa…!_ comentó a carcajadas Mercedes Cid de Schmidt a Irina en el almuerzo de
domingo que estaban compartiendo alegremente en el departamento de ella. Rodrigo y
Daniel, oyendo el comentario, también rieron de buena gana. Ellas hablaban de cuitas y
gajes del oficio y ellos conversaban sobre invertir en “heli-taxis”en la temporada de
esquí. Daniel ya era dueño de dos avionetas de transporte de pasajeros, con lo cual
estaba bastante ocupado, pero en el invierno, eso de poner un par de helicópteros a
llevar y traer extranjeros y locales a las estaciones de esquí era una revolucionaria idea
que Rodrigo le estaba proponiendo… y que de seguro iba a aceptar. Uno tenía el capital
y otro el conocimiento, por lo cual el negocio resultaría bastante fructífero. En ésas,
Macarena, la hija de Mercedes, planteó que si su madre iba a vivir en la estupenda
casona de su esposo, bien podría ella comenzar su vida independiente en el bonito
departamento que dejaba. Se había opuesto tenazmente a que su madre lo vendiera ya
que en él había crecido.
_ Ninguna chica de edad adolescente posee un departamento como éste… ¡ni siquiera
has ingresado a la universidad…! Además los vecinos pondrían el grito en el cielo y las
quejas en la policía ya que comiences a dar fiestas ruidosas_ objetó Mercedes.
_ ¡Eso sí que se llama prejuzgar sin conocimiento de causa…! ¿Alguna vez he dado una
fiesta ruidosa en este lugar? Mamá, ¡encuentro injusto que me tengas tanta
desconfianza…!_ se encrespó Macarena, mirándola a la cara, sorprendida.
_ Te vienes a vivir con nosotros y se acabó_ puntualizó Mercedes algo tensa.
_ Queridas… si me disculpan el entrometerme, no veo porqué tanto enojo cuando tienen
la solución en las manos, es cosa de poner buena voluntad en ello_ intervino Rodrigo
con sus modales sin prisas de siempre.

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_ ¿Acaso estás de acuerdo con la idea de Macarena…? ¿No te parece que es algo
excesivo que una mocosa de sólo diecisiete años tenga un departamento propio? ¿Qué
alicientes vá a tener entonces de convertirse en profesional y vivir de ello si se le
entrega todo en bandeja?_ protestó Mercedes.
_ Cariño, mi hermana menor tuvo su propio departamento en París a la edad de
Macarena, ya que estudiaba allá_ contó Rodrigo con toda naturalidad.
_ ¡Eso sí que se llama tener mente abierta y confiar en los hijos!_ aprobó Macarena.
_ Comprendo que estés apegada a ella y aún la veas como una jovencita inmadura,
también encuentro absolutamente válido tu punto de vista sobre los alicientes y
motivaciones, sin embargo, si le niegas la oportunidad de ser responsable, y tener su
propio espacio ¿Adónde le irá a dar la confianza y autoestima necesarias para ser una
profesional, vivir de ello y aceptar tal vez un alto cargo en una empresa…? Propongo lo
siguiente: que se le conceda su deseo, pero a condición de que pase al menos tres días
con nosotros, y el resto de la semana aquí… ya que desea tanto ser independiente, de
seguro que no le va a incomodar asear el departamento ella misma y cocinar su propia
comida… así podrá demostrar con hechos que es una jovencita responsable ¿verdad? y
si resulta, un día no muy lejano puede vivir aquí por su cuenta y de tiempo completo.
Estoy por el balance: ni tan floja la rienda que se desboque, ni tan apretada que se
asfixie_ propuso Rodrigo, serenamente. Se lo quedaron mirando asombrados y el
silencio era tal que se hubiese escuchado el zumbido de una mosca. Mercedes lo pensó
tres minutos, pero no encontró fallos en la propuesta.
_ Suena razonable… para empezar, de viernes a lunes que lo pase con nosotros y de
martes a jueves aquí_ admitió.
Macarena se puso tan contenta que se levantó de la mesa y se acercó a su padrastro
plantándole sendo beso en la mejilla.
_ Gracias, Rodrigo. Eso estuvo genial… te estaré eternamente agradecida y no los voy
a decepcionar. Nada de fiestas ruidosas en mi refugio. Quien sabe si hasta les doy una
sorpresa, te aviso, mamá, que María me ha enseñado a cocinar, aunque se la lleven con
ustedes, te aseguro que puedo cocinarme mi propia comida y mantener este lugar como
espejo.
_ Ustedes sí que me han dado una estupenda idea para cuando nos llegue el momento de
enfrentar una situación como la que acabamos de presenciar_ elogió Irina.
_ ¡Te habría ido estupendo como diplomático…! Ya es un gran mérito haber
intervenido en un conflicto entre chicas y salir airoso, aparte de llegar a la solución
perfecta…_ apuntó Daniel con genuina admiración.

En el año que siguió, más alegrías que penas pasaron por las vidas de los Schmidt y los
Petrovna. La amistad entre las dos familias no hizo más que acrecentarse, sobre todo
cuando Mercedes salió embarazada y perdió al bebé pocos meses después. Irina
consoló a su amiga brindándole todo su apoyo, y ya que tenían la ocasión de trabajar
juntas con frecuencia, en una de ésas fue que llegaron a la conclusión de que tanto lo
bueno como lo malo llega y se vá, como las hojas de otoño… nada puede retenerse ni
repetirse, por lo cual de nada sirve apegarse a las dichas o infortunios. Por su parte,
Rodrigo y Daniel pusieron en marcha la idea de los heli-taxis, y en el primer invierno
demostraron que podían hacer de ello un estupendo negocio. Mercedes estaba feliz con
dirigir su propia revista y como le gustaba decir, ser capitana de su propio buque… ya
llegaría una mejor oportunidad de tener otro bebé. Katia y Aurora crecían felices,
siendo visitadas por sus abuelos, que de cada viaje les traían montones de amor y
regalos. Macarena demostró a pleno que tenía dotes de chica independiente y

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responsable. Apenas entró a la universidad se mudó permanentemente a su refugio,
como le gustaba llamarlo, y si llevaba visitas eran sólo unos pocos escogidos, amigas o
amigos que llegaban allí a estudiar o almorzar, pero nunca se supo que hubiese
escándalos o fiestas ruidosas, “para eso, prefiero ir a una discoteca”, había comentado, y
como le gustaba demostrar con hechos que cumplía sus promesas, un par de veces
invitó a los Petrovna, y también a Mercedes y Rodrigo a degustar una comida preparada
por ella misma, con lo cual dejó a todos agradablemente sorprendidos. Conoció un
chico de tercero de medicina con el cual comenzaron a salir, sin embargo, también
decidió que para avances mayores prefería conocerlo mejor, tomarse su tiempo, a qué
apresurarse si tenía toda una vida por delante… A pesar de sus decisiones a corto y
mediano plazo, nada pudo evitar que le ocurrieran cosas extrañas…

Había terminado con la limpieza, como cada miércoles, y después se recostó en el sofá a
disfrutar del aroma a limpio y una buena taza de té, mientras examinaba los apuntes y
notas en sus cuadernos. Estaba feliz de estudiar publicidad, un día sería como su madre
y llegaría a dirigir su propia revista como ella… ¡Cuánto la admiraba…! Por otra parte,
con Fernando un día u otro acabarían compartiendo una intimidad mayor que los
atrevidos escarceos y caricias a los que se entregaban en la casa de él… nunca habían
estado solos en éste apartamento, pero uno de ésos días… El zumbido del citófono
interrumpió sus pensamientos. Al reconocer la voz, pulsó el botón para que subiera y
dejó la puerta entreabierta, mientras iba a la cocina a hervir agua. Sabía que su visitante
adoraba el café y que de seguro compartirían uno.
_ ¡Qué bueno que viniste…! ¿Qué prefieres, café con leche, irlandés o con un poquito
de coñac…? ¿Cómo ha ido tu día…?_ le preguntó con voz alegre.
_ ¡Te apuesto a que acabas de hacer la limpieza…! ¡Huele delicioso, tan fresco y
limpio…! Te diré que vengo con tanto calor que prefiero un vaso de jugo de naranja,
que lo he traído_ respondió el visitante, poniendo la botella de jugo sobre la mesita de
centro y la sofisticada y compacta filmadora en el arrimo.
_ No me digas que te vas a dedicar a cineasta autóctono_ bromeó Macarena trayendo
un par de vasos y dándole una mirada de curiosidad a la reluciente máquina, que se veía
nueva.
_ Quién sabe, hay que innovar y siempre buscar lo que no se ha experimentado ¿no te
parece…?_ postuló el visitante, sirviendo el líquido para ambos. Toda vez que los
vasos estuvieron llenos, probó el jugo y comentó medio en broma medio en serio _pero
que tonto soy, con este calor… ¿tienes hielo…?_
Macarena fue a la cocina y mientras sacaba los cubitos, le preguntó desde allí:
_ ¿Estás seguro que no te vá un café helado…?
_ ¡En un rato más, genial tu idea…!
Mientras se bebían el anaranjado y delicioso líquido, moviendo los cubitos de hielo en
los vasos, el visitante preguntó:
_ ¿Ya trajiste a tu novio aquí…?
_ Claro que sí, pero en pandilla…te diré que no hemos estado nunca solos en este
lugar…_ respondió la joven.
_ Es decir que no estás utilizando anticonceptivos… siendo tan joven te conviene
cuidarte…_ recomendó el visitante.
_ ¡Cómo se te ocurre…! Ni siquiera lo hemos hecho, prefiero pensármelo y… y… ¡qué
cosas…! ¿Qué era lo que te estaba diciendo…?_ titubeó Macarena.
_ oye… ¿qué te pasa…? ¿Estás bien…?_ preguntó él.
_ Me siento… algo mareada… como si estuviese borracha… esto es de lo más extraño,
nunca me pasa…

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_ ¡No estarás bebiendo a escondidas, de ti no lo creería…!_ comentó el visitante,
sentándose en el otro sofá al lado de Macarena.
_ Espero que no creas… tonterías… si me disculpas… me apetecería… realmente
necesito dormir un poco…_ alcanzó a responder la muchacha, desmayándose.

El visitante pasó el cerrojo en la puerta de entrada, se fue a la cocina tranquilamente y


lavó los vasos, vaciando el contenido de la botella de jugo, que puso en una bolsa
plástica. “no voy a ser tan idiota como para dejar pistas detrás…”, pensó, y luego llevó
a Macarena al dormitorio y la desnudó por completo. La tocó aquí y allá, y después se
quitó la ropa… sabiendo que el narcótico tendría un efecto prolongado. Situó la
filmadora en posición adecuada y se cubrió la mitad del rostro con una máscara. Apretó
el botón y se escuchó un leve chasquido. Miró a su víctima, totalmente desnuda e
indefensa y mientras con una mano la tocaba con la otra se manoseaba el enardecido y
duro sexo.
_ Después de tanto observarte y esperar… por fin llegó el momento. Qué suerte que
voy a poder enseñarte lo que tu novio no tuvo los cojones de hacer…_ musitó, y
empezó a llevar a cabo su enajenada cobardía. Al cabo de unas tres horas, se vistió,
puso la filmadora en su estuche, cogió la botella que había puesto en la bolsa plástica y
tras asegurarse de que Macarena estaba semi-inconsciente pero tardaría en despertar, la
cubrió con la sábana y se marchó. Algunos kilómetros después se deshizo de la botella
y pulió su plan para volver a visitarla… la próxima vez no tendría que ponerse máscara
ni tampoco necesitaría narcotizarla. La conocía tan bien, que sabía que la tendría por
completo en sus manos. Si jugaba sus cartas adecuadamente, terminaría por convertirla
en una adicta a sus extravagantes caprichos… aunque quizá al principio protestaría y
opondría alguna resistencia, como tantas otras que había conocido… era precisamente
eso lo que lo atraía hacia ellas una y otra vez, el hecho de poder dominarlas,
convencerlas, someterlas e incluso enamorarlas, momento en el cual las dejaba en
busca de la próxima.

Entretanto, Macarena fue saliendo del sopor levemente… abrió los ojos y se vió,
desnuda. En su piel había un aroma conocido, le dolía la zona genital y percibió en su
boca un regusto repulsivo. Se levantó de la cama lentamente, notando las manchas rojas
en la sábana. Fue al baño y se miró en el espejo de cuerpo entero… sospechando que
algo terrible había ocurrido… a ella, con ella, en su cuerpo. Abrió el grifo, echó sales
de baño y mientras la bañera se iba llenando, trató de recordar, de poner en orden sus
pensamientos. Desde algún rincón de su mente acudió a su conciencia inmediata la
palabra “violación”… “no… no a mí… es impensable, imposible… no puede ser”_
pensó, y su mano bajó para tocar su vagina adolorida, de la cual escurrió un poco de
sangre, olió y comprobó que no estaba mezclada con otros olores, sin embargo se dio
cuenta de que aquélla no era sangre del período. Le corrieron dos lágrimas silenciosas
por las mejillas, y sintió un estremecimiento de repulsión. Abrió la tapa del retrete y
vomitó hasta casi perder el aliento. La imagen de su visitante pasó por su mente como
un rayo, y limpiándose la boca fue a la cocina… sólo estaba la taza de té a medio beber
que se había preparado. Ni rastros de los vasos ni la botella, la cual buscó inútilmente.
“¿Estoy volviéndome loca o qué…? Él estuvo aquí… sí estuvo… y recuerdo que
bebimos jugo de naranja… ¿en qué momento…?” eran conjeturas que no paraba de
examinar. Se metió en la bañera y se quedó allí hasta que el agua comenzó a enfriarse.
Después mientras el agua corría por el desagüe, se dio una larga ducha, se jabonó y
restregó la piel hasta que quedó roja. Aseó cada rincón de su cuerpo escrupulosamente,
como queriendo borrar las huellas de su pesadilla, que sabía que había ocurrido aunque

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los detalles se hundían en una laguna de inconsciencia. Después puso sábanas limpias y
dejó las sucias lavándose. De la misma manera en que giraba la lavadora, sus
pensamientos iban una y otra vez a la escena en la cual su visitante le pedía hielo. “el
maldito… seguro que aprovechó ése momento para poner alguna droga en mi vaso…”.
Pensó en encararlo, o ubicarlo, y luego de llevarlo a algún lugar conveniente asesinarlo
como lo que era, un cerdo. La rabia, vergüenza y repulsión volvieron a estremecerla.
Se acostó y se fue quedando dormida… a la vez quería olvidar… olvidar a ese
desgraciado y no tener que hablar de ello con nadie. No podía. Al día siguiente llamó
por teléfono a una de sus amigas y le dijo que le había salido un viaje sorpresivo de un
par de días y que a su regreso estudiarían juntas para recuperar materia. Su inventado
“viaje” fue en solitario… se quedó esos días en el apartamento, sin salir, sin hablar, sin
comer, bebiendo litros de té, café y agua y aprendiendo a fumar. Estudiando
frenéticamente, queriendo aislarse del mundo y predadores. Sin embargo, lo peor aún
no había comenzado. Fue la segunda tarde que llegó el cartero llevándole un paquete.
A solas, lo abrió y descubrió sólo una cinta de video, acompañado de una breve nota
hecha con recortes de periódicos, en la cual se leía: “definitivamente, ésta es la mejor
película que he visto y tú… la mejor co-protagonista que he tenido”. Con las manos
temblando puso el videocasette para verlo, y horrorizada, pudo verse a sí misma
drogada, en una cruda sesión de sexo de diversas variantes con el tipo de la máscara…
que ya sabía de quién se trataba, aunque si llevaba aquello a la policía nadie podría
reconocerlo y lo más probable era que se le rieran en la cara… aparte de la tremenda
vergüenza y consiguiente escándalo al que se vería expuesta. Destrozó la cinta, roja de
rabia, hasta reducirla a pedazos. Pronto se las arreglaría para conseguir un revólver. Ya
tenía su plan y nada ni nadie podría detenerla. O por lo menos, estaba convencida de
eso en aquél momento. Nadie debía enterarse de su secreto. Y todo pareció seguir
normalmente… hasta el miércoles siguiente. Su amiga Lucía había quedado en ir para
estudiar juntas, a eso de las cuatro de la tarde, por lo cual no le extrañó que veinte
minutos antes de la hora convenida sonara el timbre. Mientras iba a abrir, comentó en
voz alta:
_ Otra vez han dejado la puerta de acceso al edificio abierta, el día menos pensado
entran a robar, qué descuidada es la…”
Y no pudo continuar, porque al abrir la puerta de su apartamento no vió a su amiga
Lucía… sino a su peor enemigo. Tembló de deseos de venganza, mirándolo con un
odio como no había mirado a nadie. El visitante, tranquilamente, sabiendo que tenía la
situación controlada, entró, sonriendo… y echó el cerrojo a la puerta. Con todo
desparpajo comentó:
_ ¡Te apuesto a que te masturbaste después de ver la película…!
_ Cerdo. La hice pedacitos y ahora estará donde debe, en una bolsa en algún basural_
respondió desafiante.
_ Lástima… a mí me gustó tanto que hice doce copias, y traje una para que recordemos
lo bien que estuviste, te aseguro que podemos mejorar eso…_ apostilló, dejando el
conocido estuche con la filmadora en el sofá y despojándose de la chaqueta. Macarena
retrocedió y empezó a dirigirse a la cocina… desde donde regresó con un cuchillo
carnicero de considerables proporciones. Su propósito se desvaneció en el aire cuando
lo vió, ya desnudo… manoseándose el sexo erecto y preparando la filmadora. Un
oscuro presentimiento de fatalidad y desolación la invadió cuando lo escuchó proferir su
sentencia:
_ ¡Es impensable que una chica tan inteligente como tú pueda ser tan melodramática…!
¡Sólo es sexo, no veneno…! Bueno, es tu elección, igual te puedo privar del gusto, pero

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a tu familia y novio no les va a gustar la película…ya no digamos cuando la vea alguno
de tus profesores… ¡vas a tener proposiciones por docenas…!
Macarena dejó caer el cuchillo y desolada, se sentó en el sofá con la cabeza entre las
manos, presa de la desesperación. El visitante se acercó lentamente, con las satisfacción
de tenerla dominada.
_ Bueno, ricura… luz, cámara, acción…_ ordenó, despacio, mientras le acariciaba el
cabello y la obligaba a levantar la cara suavemente. La muchacha abrió la boca y el
visitante se introdujo allí, comenzando a moverse lento, sin prisa… tenían mucho
tiempo. En ésas, sonó el citófono… “¡diablos…! Seguro que es Lucía”, pensó la joven,
pero ya era tarde para abrir la puerta, estaba prisionera. El visitante se sentó en el sofá y
le indicó que volviese a abrir la boca y siguieran en lo que estaban. El zumbido del
citófono sonó una y otra vez, con insistencia, y Macarena comprendió que para ella era
demasiado tarde. Lo oyó decirle:
_ Sigue… no tienes tiempo de atender ninguna llamada que no sea ésta, sigue, vas muy
bien… más rápido… así…

Lucía miró su reloj, algo fastidiada. Las cuatro y media. ¿Adónde se habrá ido la Maca
a esta hora…? ¿Estará durmiendo…? no lo creo… ya le daré un tirón de orejas por
incumplidora. Decidió dejarle un mensaje en la contestadota, por lo cual entró en la
cabina telefónica y buscó unas monedas en su bolso. En ese mismo instante, el visitante
quitaba la última prenda de ropa del cuerpo de Macarena. Le abrió las piernas
suavemente y le exploró el juvenil escondrijo con la lengua.
_ ¡Contacto, cambio, habla la Maca…! Deja tu mensaje y te llamo de vuelta tan pronto
como pueda, cambio y fuera…_ dijo la voz en la contestadora.
_ ¡Maca, no me digas que se te olvidó…! ¡Te perdono ya que es primera vez…! Me
debes una ida a la discoteca el sábado… ¡va en serio, te la voy a cobrar…! ¡Te veo!_
fue el mensaje que puso Lucía. Cuando subió a su coche dispuesta a volver a casa, no
se hubiese imaginado ni en su más disparatada y loca pesadilla que su amiga estaba
empezando a comulgar con su enemigo, deponiendo la rabia y el estupor, adentrándose
en el descubrimiento de su primer orgasmo y pidiéndole más…

Se sentó en la cama y alcanzó los cigarrillos que tenía en la mesilla de noche. Encendió
uno y tras exhalar la primera bocanada, mirando la filmadora, le espetó:
_ ¡Apaga esa mierda y lárgate…! ¡Fuera! ¡Largo de aquí!
_ ¿Desde cuando que comenzaste a fumar?_ preguntó el visitante, acariciándole la
suave cabellera casi con ternura.
_ Al día siguiente que me narcotizaste y violaste, cerdo… bien, ya obtuviste lo que
venías a buscar, así es que vístete y lárgate de una maldita vez_ le respondió secamente.
_ Oye… ¿Por qué estás tan enojada? no me puedes negar que lo pasamos estupendo y
que ésta vez no te dí ningún tipo de droga… y te gustó…_ observó el visitante.
_Cerdo… ¡te odio…! ¡Te odio…! ya encontraré la manera de hacértelo pagar_ profirió
la joven, mirándolo a la cara.
_ ¿Me odias…? No me decías eso hace tan sólo media hora atrás… ¿porqué el odio…?
eres algo complicada, ¿sabes? Me consta que lo disfrutaste… ¿eso te hace odiarme…?_
indagó él, extrañado.
_ Tenía una vida, tenía planes… era feliz. Y te metiste en mi vida a la fuerza, me
abusaste y ni siquiera me dejaste conservar mi odio en estado puro. Sí… me hiciste
mujer, primero a la fuerza y después con mi propio consentimiento… por eso te odio.
Porque después de esto no voy a poder asesinarte como ya lo tenía planeado… lárgate
de aquí, y mientras antes mejor_ le dijo la muchacha, con un dejo de derrota en la voz.

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El visitante la besó y comenzó a levantarse. Se sintió con la suficiente confianza como
para darse una ducha… a diferencia de la vez anterior, las horas se habían prolongado.
Eran las nueve y veinte de la noche cuando él dejó el apartamento de Macarena.
Cuando hubo quedado sola, la joven fue a la cocina a preparar café y alguna ensalada.
Mientras comía reflexionó en su situación sin tener claro si quería verlo otra vez,
olvidarlo, suicidarse o asesinarlo. Debía haber alguna manera de liberarse. Cambió las
sábanas y las puso de inmediato a lavar, después de lo cual se duchó y aseó
escrupulosamente. Quería sacarse el repulsivo olor a sexo de la piel… pero a la vez
recordaba la manera en que él la había acariciado, cómo le había hablado con ternura
cuando se lo hacía, cómo la había abrazado… eso no había sido una “violación”… en
algún momento ella lo había besado y acariciado y había accedido… “estoy loca… esto
no puede estar ocurriendo” ¿quién está pervirtiendo a quién? ¿Acaso yo en algún
momento, sin siquiera proponérmelo le dí un mensaje equivocado que él entendió mal?
¿Por qué tuvo que ocurrir esto…? ¿Por qué yo… y por qué ahora…? ¿Qué voy a hacer
si regresa…? Si hubiese sido violento le habría clavado el cuchillo sin arrepentimiento
alguno… pero el muy… desgraciado me hizo el amor… estoy condenada… estoy
perdida… pero nadie vá a saberlo. Y con esos pensamientos en mente se metió a la
cama, estudio un poco más y se quedó dormida. Y como cada día, siguió con sus
estudios, obteniendo excelentes calificaciones, visitando a su madre ya fuese en la
oficina de ésta o los domingos a almorzar en la casona de Rodrigo. Siguió llevando
amigos o amigas al departamento, o saliendo a las discotecas los sábados por la noche,
como cualquier jovencita de su edad. Sin embargo, su vida no volvería a ser la misma,
por mucho que disimulara y se diese maña guardando su terrible secreto… y las cintas
de video que tanto le gustaba hacer al visitante de aquellos tórridos encuentros sexuales.
Se inició en los rigores de la anorexia, y era patrón común que no probara alimentos
cuando recibía al visitante o al día siguiente. En las salidas a las discotecas, comenzó a
tener encuentros sexuales con desconocidos; apresuradas, fugaces y candentes aventuras
sin sentimientos ni compromiso, basadas sólo en la atracción física del momento. Y
también inició una relación con Fernando. Aparte del visitante, su novio era el único
que tenía el privilegio de compartir sexo en su propia cama. Para su horror, descubrió
que ninguna de sus aventuras de un par de horas, ni su novio, le hacían sentir lo que el
visitante. Era como si ese hombre le hubiese robado su capacidad de sentirse plena y
satisfecha. A los seis meses de haber perdido su virginidad, comprobó que el visitante
también iba a coartarle su capacidad de tomar decisiones. Fue una tarde de miércoles,
estaban retozando con Fernando en la salita cuando sonó el timbre de la puerta.
Macarena le hizo señas a Fernando para que fuese al dormitorio y seguidamente abrió la
puerta. Lo había hecho a propósito, sabiendo que él iría… como cada miércoles,
aunque había semanas en que no llamaba por teléfono y se aparecía por allí de
improviso.
_ No puedes entrar… estoy ocupada…_ susurró en voz apenas audible. El visitante
notó que la puerta tenía la cadena puesta y que la joven llevaba encima sólo una camisa
de hombre… que no era suya. No podía empujar la puerta y no quería un escándalo.
Así es que sin alterase, le entregó media docena de rosas rojas y le dijo sonriendo,
también en susurros:
_ Bueno ricura… espero que lo pases bien. Ya nos veremos. Y se fue, silencioso.
Macarena lo vió irse y sintió un extraño dolor en el pecho. “Vaya… resulta que es un
poco romántico y otro poco cobarde… yo que esperaba que por lo menos hiciera una
escena de celos… el muy cerdo no quiere exponerse…” _ pensó, dándose cuenta que
después de todo, sí tenía un arma para alejarse de él.

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_ ¿Quién era…? ¡Ven pronto, que otra vez tengo ganas!_ gritó Fernando desde el
dormitorio.
_ ¡El cartero! ¡Ya voy…!_ respondió Macarena poniendo las rosas en un florero y
dejándolas en la cocina para que Fernando no las viera. Se sentía extrañamente ansiosa,
por lo cual luego de unos distraídos retozos con su novio, se las ingenió para que él se
fuera, prometiéndole que se verían en la facultad al día siguiente. Ya a solas, se entregó
a su ritual de cambiar sábanas, poner a funcionar la lavadora y ducharse. “no voy a
llamar… si está un poco celoso, de seguro va a ser él quién llame…” se encontró
pensando. Pero pasaron las horas y el teléfono no sonaba. “quizá está tan furioso que
no vá a volver… qué bueno, por fin voy a quitármelo de encima”. Se instaló en el sofá
a ver televisión. Eran las diez de la noche cuando sonó el teléfono.
_ Vístete y ven. Te espero frente al Friday’s. En veinte minutos. Te conviene._ le
dijo, y colgó.

“¿Qué se le habrá ocurrido… invitarme a cenar…?”_ pensó en tanto se ponía


apresuradamente unos jeans. Terminó de vestirse y salió a la carrera al estacionamiento
del condominio para sacar su coche. Al llegar frente al restaurante que él le había
indicado, allí lo vió, estacionado. Él le hizo señas para que lo siguiera, y condujo sin
perderlo de vista. Tras unos cuarenta y cinco minutos, entraron en un bonito y lujoso
motel. Estacionaron cada cual su vehículo en una de las atractivas y amplias estancias.
Él abrió la puerta y la empujó suavemente al interior. Llevaba su inseparable filmadora.
_ ¿Qué…? ¿Ahora vas a filmar con otro escenario…?_ le preguntó casi divertida.
_ Exactamente… va a ser lo mejor de todo lo que hemos filmado hasta ahora. Llena el
jacuzzi en tanto preparo algo de beber…_ le dijo sonriendo, mientras le quitaba la blusa
y la tocaba así como sabía que le gustaba. Él preparó un par de copas de champagne
con cassis y lo bebieron desnudos, entre las burbujas y el exquisito aroma de las sales de
baño. A las dos copas después se fueron a la cama y él le hizo el amor frenético,
incansable… Macarena sentía un ardor extraño y desconocido en la sangre, algo que
nunca le había ocurrido antes.
_ Tú le pusiste algo al champagne…_ le comentó en algún momento, después del
primer encuentro.
_ Mira si serás adivina… pero te aseguro que lo vas a necesitar… es posible que incluso
haga dos cintas, así es que vas a tener mucho trabajo esta noche_ respondió él
levantándose y yendo hacia la puerta. Estupefacta, la muchacha vió entrar a tres tipos
jóvenes que jamás había visto.
_ Bueno, ustedes tres, empiecen el numerito… ya les dije que todo lo que tenían que
traer eran ganas… luz, cámara, acción… ya lo saben, prohibido gozar en la puerta de
entrada del primer piso… las otras dos puertas están disponibles_ los instruyó.
_ ¡¡Te mato, desgraciado, cerdo…!! ¡No…! ¡¡Suéltenme…!!_ alcanzó a protestar
Macarena, pero todo fue inútil. Filmó absolutamente todo lo ocurrido, haciendo incluso
acercamientos de las escenas más crudas. Cinco horas después, cuando les firmó
sendos cheques y se fueron, se le acercó suavemente y le acarició la cara. Había
detenido la filmadora. La muchacha lloraba.
_ ¿Por qué lo hiciste…? ¿No te pusiste a pensar, estúpido, cerdo, mal parido, que puedo
haber contraído Sida…?_ le preguntó entre un sollozo y otro.
_ Punto uno: desde que te hice la segunda visita que puse un detective privado a
seguirte… sé todo lo de tus revolcones por las discotecas, en tu coche, en los de tus
amiguitos ocasionales y con el tal Fernando. A esos tres que tan bien hicieron su
trabajo les pedí exámenes de Sida antes de esto, y como lo habrás notado, les prohibí
gozarse en tu vagina porque si te quedas embarazada te vas a meter en un lío del carajo.

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Sé que en tus encuentros utilizabas preservativos… no te creas que soy tan idiota_ le
aclaró él.
Macarena, desnuda, temblando, se sentó en la cama. Encendió un cigarrillo y le
preguntó furiosa:
_ ¿No te parece que estás yendo demasiado lejos…? ¿¡Qué te has creído, que puedes
adueñarte de la vida de alguien así como así?! ¿¡Que no puedo acostarme con quien se
me dé mi maldita gana!? ¿Te crees que porque perdí mi virginidad contigo te puedes
meter en mi vida a tu antojo?
_ El asunto, mi querida niña, es que eres una puta cualquiera o eres mi pareja… y
realmente me gusta estar contigo… no le veo lo malo a que sólo te acuestes conmigo_
le dijo suave, casi zalamero, mientras la guiaba a la ducha. La observó mientras se
duchaba, entretanto mojaba y enrollaba una toalla, con la cual le golpeó todo el cuerpo.
Sabía que el método tenía la ventaja de no dejar huellas y el dolor le duraría por lo
menos tres o cuatro días. La envolvió en una de las batas de baño y la llevó a la cama,
cargándola en brazos como si fuesen una pareja de recién casados. Le hizo el amor con
delicadeza y ternura, aunque la joven lloraba pues le dolía todo el cuerpo. Después la
ayudó a lavarse y vestirse, acariciándola todo el tiempo y rogándole que por favor no lo
obligara a repetir lo de los tres tipos. Le hizo un cheque por una suma
escandalosamente alta y le ordenó que fuese al ginecólogo y comenzara a tomar el tipo
de anticonceptivo que aquél le prescribiese.
_ ¿Puedes conducir…? ¿Quieres que vaya a dejarte…?
_ Puedo conducir y llegar a mi apartamento… aunque dudo que quiera levantarme…_
_ Te voy a llamar cada día…si necesitas cualquier cosa por favor llámame… y hazme el
favor de comenzar a comer decentemente_ le pidió, solícito, rodeándola por los
hombros y dirigiéndose al estacionamiento. Se despidieron con un beso, después de lo
cual cada uno cogió su rumbo. Macarena llegó a su apartamento a las seis de la
mañana, y no se levantó en todo el día. Se sintió extrañamente contenta cuando él la
llamó por teléfono al mediodía. Y a pesar de que no pudo comenzar a comer
decentemente, sí fue al médico como él le había indicado y no volvió a tener encuentros
sexuales esporádicos con nadie, a pesar de que de vez en cuando iba a las discotecas. Y
también dió por terminada la relación con Fernando, ante el asombro de su entorno de
amistades. De nada sirvieron los intentos del joven por a reanudar lo que habían tenido.
Macarena decidió que no tenía sentido acostarse con otros, si en verdad con el único que
lograba sentirse satisfecha era con su misterioso visitante. Lo odiaba y lo amaba, sin
lograr entender cómo era posible albergar ambos sentimientos a la vez. Había entrado
en su vida como un ladrón en la noche, robándole su inocencia… pero era evidente que
algo sentía por ella, conjeturaba al recordar la noche en el motel. Amor y odio. Cielo e
infierno. Su mundo estaba absoluta e irrevocablemente alienado.

Tres meses antes de cumplir los veinte, Macarena se vió sumida en una tragedia difícil
de superar, porque fue tan sorpresiva, tan impensable, que nunca pudo recuperarse del
todo. Rodrigo y Mercedes habían decidido irse de viaje a disfrutar del invierno
europeo, esquiando en los Alpes franceses, y fue allí que su madre tuvo un extraño
accidente que le costó la vida. Desolada y llorosa estuvo en el funeral, con Rodrigo
tratando de aliviarla, ante el estupor de Daniel Petrovna, su esposa Irina y las hijas de
ambos. Se encerró en su departamento y no quiso salir ni ver a nadie. Su crisis más
severa de anorexia ocurrió durante esos días, en que se dedicó a sobrevivir con una dieta
de apenas trescientas calorías diarias. Sus amigos y amigas iban a verla y trataban de
darle ánimo, igual que Irina. Por otra parte, Rodrigo la alentó diciéndole que debería

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tomar las riendas de “Bazares” y seguir con sus estudios porque de seguro eso era lo que
su madre hubiese querido. Macarena se hizo el firme propósito de obtener su título de
publicista, aunque acordaron que entretanto, asumiera como directora Paulina Meza,
que había sido la mano derecha de Mercedes y buena amiga suya. Por supuesto que la
muchacha comenzó a ir a “Bazares” casi todos los días, pues quería aprender para estar
preparada cuando le llegara la hora de asumir el cargo principal, más que nada porque
Rodrigo puso la exitosa revista a su nombre. Macarena estaba consciente de que debía
seguir adelante con su vida, aunque también sabía que su existencia jamás volvería a ser
la misma. Su madre había sido su puerto seguro, su último bastión de cordura en un
mundo que estaba totalmente loco. No hizo fiesta por su cumpleaños. Lo pasó
serenamente en su departamento, estudiando, telefoneando a un par de amigas y
recibiendo a su visitante, que llegó a las cinco de la tarde cargado de regalos, preparó
una comida deliciosa y la conminó a comer juntos. Tenía un libro que había adquirido
en Ámsterdam, que aseguraba las bondades de la yerba para curar la anorexia. Así es
que la inició en el arte de fumar cannabis en pipa, con lo cual Macarena se reconcilió
con la comida y al mismo tiempo descubrió que la piel se le sensibilizaba a extremos
insospechados… y anhelaba aún más que él le hiciera el amor. Dió llave de su refugio
al visitante y pronto él comenzó a pasar tres o cuatro noches por semana allí. Ya sabía
que él la quería, por su forma de interesarse en ella y ayudarla, a su modo, aunque nunca
le hubiese dicho que la amaba. Ella tampoco se lo dijo nunca… pero sabía que le sería
imposible vivir sin él. Alguna vez tuvo fantasías de que se escapaban lejos y tenían un
par de hijos… quizá si esperaba lo suficiente él se lo propondría. No tuvo tiempo de
confesarle sus sueños. El destino tiene su propio ritmo. Y en el destino de Macarena
había extraños incidentes que no le permitirían vivir lo suficiente como para contar la
historia.

Irina Ivánovich Petrovna había hecho fotografías de decoración durante toda la mañana,
llegó a almorzar y luego disfrutó de una siesta con la pequeña Aurora, que a la sazón ya
contaba cinco años. Katia asistía al colegio por las tardes y su hermana menor por las
mañanas, y de costumbre las ayudaba con las tareas y jugaba con ellas. A la hora de
haberse dormido madre e hija abrazadas, Pamela golpeó discretamente a la puerta del
dormitorio y le dijo que había un policía preguntando por ella. Amodorrada, se puso las
chinelas y llegó a la salita. El oficial estaba de pié, y con tono que trató de ser neutral le
preguntó:
_ ¿Usted es la esposa del señor Petrovna?
_ Sí, soy yo… ¿qué ocurre?
_ Señora Petrovna… hubo un accidente… tiene que acompañarme para reconocer lo
que quedó de la avioneta… el piloto, copiloto y ocho pasajeros murieron al instante…
¿puede describir qué ropa llevaba puesta su esposo…? lo siento…

“Cambia, todo cambia…” dice la canción, y no existe cosa ni ser vivo que pueda eludir
los cambios. Es ley de la naturaleza que el otoño se transforme en invierno y la
primavera en verano. Es ley universal que el mundo pase y también su deseo, y que una
generación reemplace a otra, como las hojas de otoño que vuelven a la tierra y se
convierten en ésta, y nutran las raíces del árbol que las dejó caer, para luego renacer en
nuevos brotes y nuevas hojas. “Porque polvo eres y al polvo volverás…”, decía el
sacerdote, mientras Irina abrazaba a sus dos niñas, sin llorar, sabiendo que ya nunca
volvería a sentir el calor de su amado Daniel cerca de su cuerpo, que ya no habría más

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cenas ni almuerzos en familia, que ya no escucharía su voz, que él ya no jugaría con
Katia y Aurora en aquellos calurosos domingos de primavera, cuando se arrojaban agua
en el jardín y el perro ladraba alborotado. Sus cuñadas Natalia y Aurora, María José y
un agostado Mikhaíl Petrovna estaban presentes, su suegra lloraba inconsolable,
mientras Natasha la tomaba por el brazo y le apretaba las manos. Rodrigo Schmidt se
acercó a dar el pésame, y Sergéi trató de dar algún consuelo a su hija, que si bien es
cierto no había llorado, bien sabía él que acostumbraba a guardarse sus dolores como
mejor pudiese. Macarena tomó en brazos a la pequeña Aurora, que la besó y le
preguntó:
_ ¿Por qué todos estamos con ropa negra y los grandes están tan tristes…?
_ Porque tu papito se fue al cielo y no vas a poder volver a verlo ni a jugar con él_
_ Pero si yo cuando me vaya al cielo voy a poder verlo de nuevo, además mi papito no
se murió_ afirmó la niña.
_ ¿Entonces, si no se murió, a quién están enterrando…?_ le preguntó Macarena,
socarrona.
_ A la caja de madera y a la caja de mi papito… lo que tenía mi papito adentro yo lo
tengo guardado aquí_ explicó la inocente Aurora, tocándose el pecho.
Macarena pensó que la pobrecita aún no tenía conciencia de lo que había ocurrido ni de
la magnitud de su desgracia, que era demasiado grande para una niña tan pequeña.
Trató de ser condescendiente, disimulando las lágrimas y le confesó:
_ ¿Sabes…? Mi mamá también se fue al cielo hace ocho meses atrás… y siempre la
recuerdo y pienso en ella…
_ ¿Viste…? ¡Por eso te digo…! Tu mamita está en el cielo pero no se murió, se te quedó
aquí adentro_ le dijo Aurora, tocándole el pecho. Había tal inocencia y convicción en
su voz y sus hermosos y expresivos ojos de turquesa, que la joven se dió cuenta que
muchas veces, en los momentos más inesperados, pasa un ángel por nuestro lado y nos
consuela.

Y la vida sigue. Alguien muere y también alguien nace. Algo termina y también algo
comienza. Alguien llega y alguien se vá. Las despedidas no siempre son fáciles… pero
en cada vida y lugar siempre alguien se despide. Irina siguió con su vida, trabajando,
cuidando a sus niñas y aprendiendo a vivir sin Daniel. Tenía a sus dos retoños, por lo
cual consideraba que sus días no habían transcurrido en vano y una parte del que había
sido el amor de su vida quedaría con ella hasta su último día. Enterró su dolor y
procuró que Katia y Aurora fuesen tan felices como fuera posible. Como su hija mayor
demostrara la misma curiosidad por la fotografía que ella cuando niña, fue enseñándole
cada secreto con paciencia y precisión, de tal manera que Katia llegó a ser su mejor
alumna y asistente. Muchas veces Katia inventaba juegos en los cuales ella era una
fotógrafa profesional y Aurora la secundaba alegremente haciendo de modelo o actriz,
posando para la inquieta lente de su hermana, y la más sorprendida después era Irina,
que debía reconocer que su hija tenía enormes posibilidades y tanto o más talento que
ella. Se dice que el tiempo todo lo cura, y entre un día aquí y otro allá, entre brindarse
todo el amor, comprensión y apoyo posible, cuando vinieron a darse cuenta había
pasado algo más de un año desde la muerte de Daniel. Las cenas o almuerzos que
antaño habían sido de siete personas, siguieron en vigencia, sin perder en calidez o
amistad. Rodrigo y Macarena visitaban a Irina, o bien ésta los visitaba con sus niñas o
sola, pero era algo necesario en sus vidas el compartir no tan sólo alimentos, sino que
también sentimientos y vivencias. Quizá fue el hecho de haber perdido a sus seres
queridos, lo cual desde ya los predisponía a consolarse mutuamente, o tal vez fuera que
tenían muchísimas cosas en común, o puede haber sido la soledad, o todo eso junto, el

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hecho fue que mientras corría el tiempo, en algún momento Rodrigo e Irina comenzaron
a frecuentarse para almorzar, y en otras tantas ocasiones incluso para cenar, sin la
compañía de Macarena, Katia o Aurora. Sólo ellos dos…

_ ¡Esta sí que es una sorpresa…! No tenía idea que aparte de ser todo un empresario
también eres gourmet_ comentó Irina al sentarse a la mesa. Era un domingo por la
noche y compartían la deliciosa cena que el mismo Rodrigo había preparado.
_ Modestamente, tengo que decir que poseo algunos talentos que aunque no voy por ahí
pregonándolos, los he pulido con el tiempo. Cocino en francés, italiano, español y
japonés… ¿quieres vino blanco, rojo, rosado o champagne…?_ le preguntó, solícito,
mientras le acomodaba la silla.
_ Tú eres el experto en vinos, yo apenas si bebo, y eso cuando cenamos… por cierto,
¿cómo anda Macarena?_ quiso saber Irina.
_ Ah… ¡la gente joven tiene la ventaja de sobreponerse a todo con rapidez
asombrosa…! Me telefoneó en la tarde y me dijo que estaría ocupada con cierto
misterioso visitante, imagino que será su novio, ya sabes, no estoy en edad de
comportarme como un padrastro fisgón… desde que comenzó a vivir su vida ni siquiera
Mercedes le hacía demasiadas preguntas, sobre todo cuando Macarena demostró con
hechos que era responsable y cuidadosa… ¿te acuerdas de aquellas veces que nos invitó
a todos a almorzar? Tengo que reconocer que cocina mejor de lo que cualquier joven de
su edad y posición social_ comentó Rodrigo, con cierto dejo de orgullo en la voz.
_ ¡Cómo no acordarme…! Mercedes estaba feliz… se nota que esa chica vá a llegar tan
alto como su madre, es tan inteligente como ella… y a no negar que cuando se case no
pasará vergüenzas en la cocina… se ha sobrepuesto muy bien a lo ocurrido con
Mercedes_ apuntó Irina, algo nostálgica.
_ Y también en este mismo momento me estoy preguntando cómo has sobrellevado tú
lo ocurrido con Daniel… ¿lo amaste tanto que consideras que ya no puedes albergar un
nuevo amor…? Porque me consta que estás tan ocupada con tus hijas y tu trabajo, y
perdiendo el tiempo en cenas conmigo, que no me imagino de dónde sacarías tiempo
para tener una aventura… y no quiero resultar entrometido, pero conociéndote como te
conozco, tampoco me parece que seas una mujer de aventuras…_ postuló Rodrigo,
cuidadoso, sensitivo…
Y estaba en lo cierto. Habían pasado ya dos años desde aquella fatídica tarde del
accidente, después de la cual Irina se había sumergido de lleno en la crianza de sus hijas
y en el trabajo, postergando su vida como mujer indefinidamente. Y hubo noches de
abrumadora soledad en su habitación, noches en las cuales la nostalgia la había
golpeado y había llorado sola. Y no tenía tiempo. Y no quería enamorarse otra vez. Y
no le apetecía tener intimidad con un desconocido, porque no tenía sentido. Y no podía
olvidar a Daniel. No es que hubiera decidido quedarse sola para siempre. Las cosas la
estaban llevando por ese camino. Sin embargo Rodrigo no era un desconocido.
También había perdido a alguien a quien había amado. Probablemente también se había
sentido solo y porqué no, hasta angustiado… “se nota que es una excelente persona, en
vez de lamentarme tanto por lo mío, tal vez valdría la pena preguntarle como se ha
sentido él…” Se encontró pensando Irina a los postres. En palabras, sólo atinó a decir:
_ ¿Cómo te has sentido tú con respecto a Mercedes? ¿Alguna vez la has extrañado…?
¿O te has sentido solo sin ella…?
_ Sí que me he sentido solo… los primeros meses no podía creer que algo así hubiese
ocurrido. Estuve medio año sin tener… bueno, ya sabes. Una vez fui a un burdel y
estuve con una chica… en las menos de dos horas que duró todo, no paré de llamarla
Mercedes y creí que me iba a volver loco… no te voy a negar que he tenido aventuras

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de una sola noche aquí y allá, sin embargo nadie puede vivir años y años saltando de
cama en cama sin sentimientos, por el mero asunto físico. A la larga, el vacío se va
ahondando más y más, y la soledad también. Admiro a las mujeres, ustedes se plantean
el asunto con mucho más profundidad emocional… ya ves, tienes dos años de vivir en
castidad… no como nosotros que somos unos puercos y no sabemos siquiera guardar
luto con suficiente decoro, a poco andar ya andamos a los revolcones por ahí_
reflexionó Rodrigo, girando la copa de vino.
_ No seas tan severo contigo mismo… otro tanto podría decir yo, de admirar la manera
tan práctica de seguir adelante con la vida… en ese contexto me atrevería a asegurar que
ustedes hacen del contacto físico una celebración de la vida… es como si con un buen…
revolcón, como lo llamas, estuviesen diciéndole a la vida “sí, tengo ganas de seguir
aquí, de saber, asegurarme y demostrar que estoy vivo”, no como nosotras que por
dolor, por cobardía o por idealizar hasta extremos inauditos al que ha partido, dejamos
de comulgar con la vida y nos entregamos por completo a los recuerdos de cosas que
jamás se podrán repetir, lo cual nos encadena al pasado y nos cierra la puerta del
presente… no es fácil ser mujer, ya ves, que en el fondo nos cuesta más seguir y
abrirnos a la vida porque el ser básicamente emocionales también puede ser un arma de
doble filo…_ postuló Irina. Y no se pudo decir que fuese el vino, sólo había bebido
dos copas. Tal vez fue la música suave, las confesiones mutuas, los planteamientos
compartidos, la cercanía, la soledad de ambos… los deseos irreprimibles de vencer la
nostalgia y abrirse al presente, o el hecho de que estaban disfrutando de la tercera copa
de vino cerca de la chimenea, sentados uno al lado del otro en la mullida alfombra,
apoyando las espaldas en el gran sofá… o quizá fueron todos esos detalles los que
fueron sumándose y contribuyendo a lo que siguió. Cuando Rodrigo la tomó en sus
brazos y la besó suave, delicado, tierno y sincero, todo lo que pudo y quiso hacer Irina
fue dejar que la vida siguiera su curso. Eran dos seres que habían perdido algo
importante, y que con amor y optimismo podían obtener quizá algo mejor que lo que
habían perdido. Hicieron el amor sobre la alfombra, acariciándose con ternura, con la
hoguera de la chimenea alumbrándoles los cuerpos con tonos anaranjados. Irina
descubrió asombrada que no había siquiera sospechado cuánta falta le hacía ser
acariciada y amada hasta no estar en los brazos de Rodrigo. Era como si hubiese estado
en medio del desierto muriendo de sed sin saberlo… y cuando llegó al oasis bebió sin
detenerse, extasiada, maravillada, absorta en el éxtasis que se entregaban mutuamente.
Volaban como dos ícaros sin temor de quemarse las alas. Cuando la marea contenida de
la pasión comenzó a subir nuevamente, Rodrigo la tomó en brazos y la llevó a la cama,
en la cual se entregaron a horas de pasión desenfrenada, viviendo y disfrutando el
momento presente como si nada más existiera. Eran ya las seis de la mañana cuando se
soltaron.
_ ¿Y todas las rusas son así…?_ preguntó Rodrigo, feliz.
_ Y eso que no he tenido entrenamiento en dos años… ¡deja que empiece a recuperar el
tiempo perdido…!_ bromeó Irina.
_ Y dime… ¿te gustaría seguir recuperando el tiempo perdido conmigo, digamos, de
aquí a la noche del miércoles…?_ quiso saber él, abrazándola.
_ Estupenda idea, pero ahora tengo que irme… si me quedo dormida de seguro que no
voy a despertar a tiempo, y debo ir a dejar a Katia al colegio_ explicó Irina, besándolo y
yendo hacia la ducha. Rodrigo la siguió y mientras se enjabonaban le propuso ayudarla
tanto con ese detalle como con cualquier otra cosa que pudiera necesitar, a fin de que no
tuviese que andar corriendo de un lugar a otro, escamoteándole minutos a su trabajo, o
su vida personal.

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_ ¡Estás soñando…! Desde que tuve a las niñas no he parado de correr, ya sabes, los
malabarismos que todas las mujeres que trabajan o no quieren ser sólo amas de casa se
acostumbran a hacer… y con el tiempo una se adapta y hasta llega a ser adicta al
sistema… ya no recuerdo la de veces que atendí una llamada telefónica mientras
mudaba a Aurora, o las ocasiones que amamanté mientras estaba en una sesión
fotográfica, o las películas que no he visto porque tenía que llevar a una de ellas al
dentista… sin embargo me siento feliz ya que si mis hijas podrán recordar algo de mí,
será que siempre he estado allí para ellas…_ explicó Irina con una sonrisa.
_ No dejo de elogiarte por eso, mujer, sólo te propongo que desaceleres un poco la
marcha y me dejes darte una mano, después de todo no tienes que sacrificar tu vida
como mujer para hacerle frente a tus deberes como madre… estoy muy feliz de ser yo
quien te reintegre a tu… ¿Cómo fue que dijiste…? Eso, entrenamiento… ¡y vaya si
tienes que ponerte al día…!_ hizo notar Rodrigo, riéndose y ayudando a Irina a secarse
el cuerpo con una toalla. Compartieron un café en la amplísima cocina, sólo ellos dos,
ya que Rodrigo había dado al servicio un par de días libres, después de lo cual la bonita
joven declaró que tenía que volver a casa, en esos momentos seguro Pamela estaría
bañando a Katia o dándole el desayuno… “¡van a sospechar que pasé la noche fuera…!
No te creas, Katia es muy despierta y no se vá a tragar el cuento de que la estaba
esperando en el coche… siempre desayunamos juntas…”, explicó mientras apresuraba
el paso y ponía su auto en marcha. Asomó la cabeza por la ventanilla y le dió un
apresurado beso en los labios. Tan pronto como él activó el portón automático, salió tan
acelerada como siempre en sus ires y venires. Rodrigo la vió irse y sintió que una mujer
como ésa de seguro era codiciada por más de algún candidato. “Y qué suerte tengo de
conocerla bien… de haber sido primero su cliente, luego su amigo y desde ahora –eso
espero– su amante… me pregunto si siendo tan autosuficiente como es, tan
independiente… habrá considerado volver a casarse”. Y con esos pensamientos cerró el
portón con el control remoto y volvió a entrar en su lujosa casona, a por otra taza de
café, ahora solo en la cocina. Las siete y quince. Irina aparcó el coche en la vereda y
entró sigilosa en la salita. Como lo había calculado, Pamela y Katia estaban
desayunando. La niña ya seguro estaría con el uniforme del colegio puesto y las trenzas
listas. Se deslizó con los zapatos en la mano a su alcoba, subiendo los escalones de dos
en dos, se cambió la elegante ropa por unos jeans y un suéter, se puso zapatillas de
correr y bajó, como si nada, a desayunar.
_ ¡Qué despiste…! ¡Buenos días…! ¡No puse el reloj y me quedé dormida…! ¿Todavía
hay desayuno para mí…?_ y sonriendo besó a Katia.
_ ¡Claro que sí, señora…! Le tengo listo el jugo de naranja, ¿ve…? Si hasta su taza
estaba puesta…_ dijo Pamela con su voz amable y cantarina de siempre _ ¿yogurt,
cereal o tostadas…?_ preguntó la muchacha.
_ Estoy con apetito de lobo, así es que yogurt y tostadas, el jugo y una taza de té ¡me
van estupendo…!_ pidió Irina, alegre, dándose cuenta que su hija la observaba con
atención.
_ Mamá… ¡qué bonita te veo…! ¿Qué te hiciste en la cara…?
_ Pero hija, si estoy de cara lavada…_ se sonrojó Irina.
_ Lo que pasa es que Katia la mira con los ojos del amor, pues, señora, aunque de
verdad que ‘usté’ algo se hizo, se vé más buenamoza que de costumbre_ apuntó Pamela,
colocando frente a su patrona los alimentos y sirviéndole el té. Era una especie de
ritual, que compartieran el desayuno las tres en la cocina, en tanto que el almuerzo era
dispuesto en el comedor, siempre con la muchacha del servicio allí, pues se la
consideraba como un miembro más de la familia. Ya después del desayuno, Irina
comentó como al descuido que como había regresado bastante después de la

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medianoche, a fin de no hacer ruido prefirió estacionar su coche en la vereda, con lo
cual se ahorraría tener que sacarlo del garage. Salieron las tres al jardín, Pamela para
abrir el riego y dar el beso de costumbre a Katia, Irina para ir a dejar a su hija al colegio
y pulir su agenda del día… y se quedaron asombradas. Estacionado delante del coche
de Irina estaba uno de los bonitos y elegantes vehículos de Rodrigo, con éste al volante,
que abrió la puerta gentil y sonriente, preguntando:
_ ¿Es aquí donde se necesita un chofer de medio tiempo…?
_ ¡Tío Rodrigo…! ¡No me digas que vas a llevarme al colegio…!
_ Bueno, Irina, ya sabía que tus niñas son muy despiertas, ¡pero no tenía idea que
también leen la mente…!_ comentó él. Aún sorprendida, Irina entró en el coche con su
hija, sintiendo que el corazón le daba saltitos, y le indicó al atento “chofer” el camino al
colegio. Ése fue uno de los innumerables detalles con los cuales Rodrigo se fue
ganando su confianza y corazón, porque aquello fue sólo un nuevo comienzo. A poco
andar se hizo costumbre que Abelardo, el chofer y talentoso mecánico de Rodrigo
pasara a buscar y a dejar a las niñas de la escuela, cuando no el mismo pretendiente de
Irina se ocupaba de tan importante tarea. Por lo menos dos veces por semana
comenzaron a llegar a aquella casa ocupada sólo por integrantes del sexo femenino
hermosos ramos de rosas, amén de regalos para las niñas. Y también las noches que
compartían juntos comenzaron a pasar de “una sola” los sábados… a cuatro por semana.
Comenzó a ser evidente que Rodrigo e Irina andaban en algo, sobre todo cuando al
inicio del verano él se las llevó de viaje a todas, inclusive Pamela, que nunca se había
subido en un avión, a la maravillosa y exótica Tailandia. Las niñas quedaron
impresionadas y cuando regresaron llevaban por lo menos tres docenas de postales cada
una. Aurora no paró de decir que cuando fuera grande volvería a ese lugar, y Katia se
pavoneó a gusto y gana con sus amigas de los hermosos y elegantes atuendos de seda
que le había regalado su tío Rodo, como lo llamaban. A medio año de haber comenzado
el romance, hasta Pamela se daba cuenta de que aquello iba en serio y que Don Rodrigo
le iba a pedir matrimonio a su patrona en cualquier momento. Era un sábado, ya las
niñas estaban preparadas para irse a dormir e Irina se arreglaba para ir a cenar con su
nuevo amor.
_ ¿Cómo puedes saber que para él es algo serio…?_ le preguntó Irina buscando en el
clóset un bolso a tono con los zapatos.
_ Se nota, pues, señora… ¡ustedes se conocen de cuánto tiempo…! Además, si fuera por
tontear no la habría elegido a ‘usté’… se puede tontear con alguien por un par de
semanas, ¡pero nadie iba a estar por pasar el rato nomás con alguien por medio año…!
Y por último, como se ha portado de bien Don Rodrigo se nota que la quiere… no sé
por qué pero se me puso que de una p’a la otra le va a proponer casamiento… se nota
que “ese huevito quiere sal”… yo no sé si ‘usté’ no se da cuenta, pero al caballero le
brillan los ojitos cuando la vé… está entero enamorao…_ afirmó la muchacha con su
sonrisa bonachona. En ésas sonó el teléfono, y lo contestó Pamela.
_ ya, espere un momentito, le aviso “altiro”… señora, la están llamando del Sur… es su
hermano Don Yuri…_ le dijo, tapando el auricular con la mano. Al escuchar lo que
siguió y ver la reacción de Irina, Pamela supo que ésa era una de aquellas llamadas
capaces de cambiar los planes y la vida de una persona para siempre, en tan sólo unos
segundos.

“He aquí una mujer de valor y coraje… que tanto he amado y admirado, que ha
escuchado mis secretos, mis anhelos y esperanzas, que me di consuelo en mis horas
tristes y supo compartir las alegrías de los tiempos felices…”_ pensó Irina, sentada al

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borde de la cama, observando cada detalle del rostro de su madre. No se le notaban los
setenta y algo, tenía la piel lozana y firme con apenas unas tenues y suaves arruguitas
alrededor de los ojos, de tanto sonreír, y unos surcos leves en la frente, quizá por aquella
costumbre suya de abrir mucho los ojos y levantar ambas cejas cuando mostraba
asombro o curiosidad, que ciertamente nunca había perdido pues decía que la vida
siempre nos está dando sorpresas y poniendo delante enigmas para contemplar o
resolver. Sí, había encanecido y tenía una apariencia algo más frágil, pero aún así,
mientras dormía, parecía poseer una luz especial, una fuerza indómita y radiante que la
hacía lucir hermosa y apacible, como si todo en ella estuviese diciéndole a Dios “hágase
tu voluntad”… sin temor, con humildad. Por esos días, Yuri había postergado todos sus
viajes y compromisos fuera de la ciudad, visitando la casa de sus padres todos los días.
Vladimir, Dimitri y Alexander ya habían llegado con sus respectivas familias,
prefiriendo alojarse en el Hotel Centenario, el mismo en el cual años atrás se había
celebrado la multitudinaria fiesta de quince años de Irina, ya que la casa en la cual
habían crecido no tendría capacidad como para albergar a semejante batallón. Aldo y
Amintor llegarían al día siguiente, como eran los únicos que aún estaban solteros de
seguro que se quedarían hospedados en aquella casa que tantos recuerdos les traía, lo
mismo que Irina, que había dejado su exiguo equipaje en la que fuera su habitación y
había puesto a las niñas en el que alguna vez fuese el cuarto de Dimitri. Rodrigo la
había acompañado al aeropuerto, lamentando no poder ir con ellas y sus hijas a Punta
Arenas ya que tenía un viaje al extranjero a primera hora por la mañana del día
siguiente. Sergéi empujó suavemente la puerta entreabierta y entró a paso lento en la
habitación. Padre e hija se abrazaron con amor, conversando en voz baja para no
despertar a Natasha. Pese a los ochenta y algo años que ya tenía, Sergéi aún era el
hombre alto, de manos grandes y espalda ancha, aunque levemente encorvada. Tenía el
cabello blanco como la nieve que cubría todo en los severos inviernos de Punta Arenas,
y los ojos oscuros reflejaban una serenidad sabia, cargada también de aquella
resignación de estar ante lo inevitable.
_ ¿Por qué se lo callaron durante tanto tiempo?_ preguntó Irina casi en susurros.
_ Hija, es que cuando vinimos a descubrirlo ya era demasiado tarde… el cáncer ya la
tenía arrinconada, y tu madre dijo que por lo menos quería morirse en paz y con
dignidad en vez de aferrarse tanto y encima quedar calva con la quimioterapia… de
todos modos los médicos dijeron que la enfermedad ya estaba demasiado avanzada… tu
madre dice que cuando termina la misión que viniste a cumplir, entonces te llega la
hora, ni antes ni después. La suya fue aprender, enseñar y darme los maravillosos hijos
que me dió, y la mía fue cuidarla y protegerla, ser felices juntos y amarla hasta mi
último suspiro… no deberíamos estar tristes, hija mía, porque voy a seguirla poco
después de que ella se vaya, no importa adónde ni qué tan lejos… esa chica tiene un
alma tan hermosa que vale la pena cruzar el universo entero para estar a su lado… quizá
tengo este cuerpo algo viejo, cansado y aporreado, pero no tengo ni un pelo de tonto…
_ Papá… si no te conociese tanto y no supiera que tienes tu mente totalmente clara,
pensaría que todo lo que has dicho son desvaríos de viejito gagá… ¿por qué mejor no te
vienes a vivir conmigo y las niñas a Santiago…?_ propuso Irina, tratando de disimular
la tristeza que la invadía.
_ Hija querida… aceptaría de todo corazón, es curioso, pero tus hermanos me han
propuesto lo mismo… ¿qué van a hacer con un viejo ruso lleno de recuerdos y
añoranzas…? éramos muy felices con tu madre cuando viajábamos juntos visitando
hijos y nietos, de allá para acá como golondrinas… es sólo que este viaje no me lo
perdería por nada del mundo, ten por seguro que encontraremos una manera de estar
con todos ustedes en el momento adecuado, pero siempre juntos. No hay problema sin

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solución, mi querida Irina…_ aseguró Sergéi, con una sonrisa pícara, yendo a sentarse
al lado de Natasha y tomando una de sus manos entre las suyas. Con infinita suavidad y
ternura le acomodó las almohadas y le apartó un mechón de cabello de la frente
sudorosa, acariciando una de sus mejillas. Había tal amor en esos pequeños gestos que
Irina no pudo evitar pensar en lo afortunada que era, con la bendición de tener unos
padres capaces de entregarse tanto incluso en momentos como éste. Quizá Sergéi
tuviese razón en querer acompañarla en un viaje a lo desconocido, después de todo,
habían compartido juntos más de cincuenta años en esta vida… ¿y quién hay capaz de
dar por terminado semejante recorrido? Natasha abrió los ojos lentamente, sonrió a
Irina y Sergéi, que estaban sentados en uno y otro costado de la cama. Con voz suave,
serena y clara saludó a su hija y pidió a Sergéi una taza de té con leche, unas galletitas y
un vaso de agua porque estaba sedienta. Irina se fijó en que la mesilla de noche estaba
atestada de medicamentos. Como si fuese todo lo que le importaba, Sergéi fue al
tocador, en el cual ya no había cosméticos o perfumes, sino más medicamentos y una
bandeja dispuesta con una jarra de cristal llena de agua y un par de vasos. Irina ayudó a
su madre a sentarse y le puso almohadas y cojines tras la espalda, preguntándose como
era posible que Natasha aún tuviese aquel leve aroma a canela que tanto recordaba,
besándola tenuemente en el pelo.
_ Despertaste justo a tiempo mi amor, ya es la hora de que tomes una de éstas_ dijo
Sergéi, acercándose a la mesilla de noche y manipulando uno de los envases.
_ Si tuviese una enfermera estoy segura que no llevaría los horarios con tanta precisión_
comentó Natasha.
_ ¿Estás segura que no tienes nada de apetito…? ¿Sólo el té y las galletitas?_ preguntó
Sergéi mientras le daba una pastilla blanca.
_ Ya sabes que todos estos medicamentos me quitan el apetito, y por lo demás con lo
poco que me queda para estar aquí, la comida no es mi tema más trascendental… en
cambio, no puedo olvidarme del arcoíris de medianoche… ya es tercera vez que tengo
el mismo sueño- comentó Natasha como si estuviese hablando consigo misma. Irina
abrió la boca para decir algo, pero el asombro se lo impedía. Recordó su propio sueño,
poco después de haber nacido Aurora… se asombró de que un componente tan extraño
y peculiar hubiese acudido tanto a sus sueños como a los de su madre… cuando por fin
pudo decir algo señaló:
_ ¡Esto es increíble…! ¡Yo también he soñado con un arcoíris en medianoche…!
Incluso anoté la fecha en la cual tuve ese sueño… digo, que es posible que hayan cien
personas diferentes por día en distintos lugares, que han soñado con algún arcoíris…
pero es demasiada coincidencia que tú y yo hayamos visto lo mismo en un sueño…
¡cuéntame…! ¿Cómo fue exactamente tu sueño…? ¿Cuándo fue…?_ se interesó Irina.
_ No atosigues demasiado a tu madre, tesoro, una cosa a la vez… en fin, voy a preparar
el té_ recomendó Sergéi, dejándolas solas.
_ ¿Qué significado tiene un arcoíris, si empezamos por algo? Tú que tantos libros has
leído al respecto, de seguro que sabes bastante más que yo_ puntualizó Irina, curiosa.
_ Bueno… según recuerdo, un arcoíris es anuncio de bendiciones, en el significado más
mundano siempre implica cambio de vida o de posición social, éxito y buena suerte,
siempre que esté completo en forma y colores… en el sentido místico, así como el
arcoíris representa la promesa divina del fin de la tormenta o de un diluvio, así también
puede representar la promesa que tu Yo Superior establece, de aprovechar las crisis y
transformarlas en energía creadora y eventos positivos_ respondió Natasha.
_ ¿Y la medianoche? ¿Por qué era medianoche en mi sueño?
_ Has de saber que los sueños tienen siempre dos significados o maneras de
interpretarse, la de la escuela ocultista y la de la forma psicológica, pero yo agregaría tal

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vez una tercera, la del significado místico, esotérico y espiritual, que conecta tu todo
con la totalidad del Universo. En mi sueño también era la medianoche… un ocultista
me diría que eso representa desgracias o momentos difíciles, y te diré que la primera vez
que tuve ese sueño tan especial fue cuando te fugaste con Daniel a Santiago, así es que a
no negar que sí pasé un par de momentos difíciles, aunque la luna y su luz brillante, tal
como la ví dejarían sin efecto los presagios negativos, ya que una luna llena, clara y
brillante significa éxito y también gozo afectivo, uniones felices, amistades sinceras y
devotas… una persona con conocimientos esotéricos diría que como símbolo femenino
y receptivo, verla en un sueño indica que la intuición, imaginación, movilidad y energía
psíquica están aumentando… la premisa espiritual simplemente diría que hay que dejar
que las cosas ocurran sin intentar controlarlas, ya que todo tiene un ciclo establecido-
especificó Natasha, sonriendo a Sergéi que le acomodaba la bandeja con el té.
_ ¿Qué significado podría tener el hecho de estar de pie en un lugar desierto y cerca de
un camino amplio y pavimentado, como una carretera…?_ pensó Irina en voz alta.
_ Yo en tu lugar me acercaba al camino y comenzaba a pedir un aventón a cualquier
vehículo que pasara por ahí, ¡suponiendo que tuvieses esa suerte…!_ bromeó Sergéi,
mientras Natasha se llevaba la mano a la frente y entrecerraba los ojos en silencioso
ademán de “hay gente que no tiene remedio”. Irina soltó la carcajada y su padre soltó
una inocente observación del tipo de:
_ Húm… puse la pata donde no debía… en fin, par de brujas, las dejo para que hagan
sus debates oníricos, en tanto iré a ver como les vá a mis nietos y nievecitas… _ y salió,
muy digno.
_ Un camino, hija mía, siempre tiene un significado espiritual… representa el destino,
lo que llegarás a encontrar en tu vida… amplio y recto como tú viste el tuyo presagia
éxito y fortuna; con todo el devenir de tu vida y tu trabajo no me cabe duda de que el
presagio se ha cumplido, hasta ahora de forma muy positiva y beneficiosa_ aseguró
Natasha, olisqueando y dándole un mordisquito a una de las galletas. Cuando Irina le
hubo contado todos los detalles de aquél sueño, con todos sus componentes, aquella
mujer sabia que sabía esperar su hora final con serenidad y alegría, le ofreció su mejor
respuesta:
_ Si te dijese lo que recomendaría la vertiente espiritual, después de asimilar cada uno
de los componentes de tu sueño, sería más o menos así… “toda alma ha de tener su
noche oscura para luego resurgir… aunque a veces te parezca estar totalmente sola, en
verdad Dios siempre está acompañándonos… celebra tener esas brillantes estrellas en
vez de llorar al sol… bendice el estar tan cerca del camino que te fue asignado, aunque
tal vez hubo o habrá momentos en los cuales no sepas cómo encontrarte a tí misma…
agradece el hecho de ser mujer, receptiva, intuitiva, fecunda, porque es precisamente
eso lo que te llevará a recibir innumerables beneficios tanto en lo espiritual como en lo
material… y sobre todo, permite que las cosas, personas y circunstancias vayan de
acuerdo a sus ciclos, recuerda que muchas veces cuando todo parece perdido, puede
ocurrir el milagro que nadie hubiese imaginado, como ese arcoíris en plena
medianoche…” ¿cuándo tuviste ese sueño exactamente?_ se interesó Natasha.
_ Dos horas después de haber nacido mi pequeña Aurora… y tú, ¿cuándo has visto ese
misterioso arcoíris?_ preguntó Irina.
_ Primera vez, cuando te fugaste con Daniel, segunda vez, el día anterior de conocer a
mi nieta favorita, Aurora… y tercera vez, hoy mismo, antes de despertar y verlos a tí y a
tu padre, sentados a los bordes de la cama como guardianes… sí, de seguro esto tiene un
significado más profundo y místico que cualquier interpretación que pudiésemos darle
ahora mismo, y una conexión evidente es que a pesar de que los entornos en nuestros
sueños son diferentes, el componente principal es común a las dos…_ reflexionó

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Natasha, bebiéndose el resto del té. En ésas, unas manitos pequeñas empujaron la
puerta y entró Aurora. Tres generaciones de mujeres Ivánovich estaban allí,
observándose y admirando sus cualidades. Natasha, serena y apacible en el final de su
vida, Irina, sensible y apasionada en la plenitud de la suya, y la pequeña Aurora,
inocente, curiosa e inquieta iniciando su propio camino, que por cierto le depararía un
sinfín de aventuras. Los tres pares de ojos de asombroso color turquesa parecieron
sonreír al cruzar miradas de alegría y complicidad. La niña cruzó la amplia habitación y
se recostó al lado de su abuela, abrazándola.
_ Babushka… quiero aprovechar de darte besos… todos los que pueda, antes de que te
vayas de viaje al campo… ¿te va a tomar mucho tiempo llegar allá?_ preguntó con
dulzura.
_ Bueno, no lo sé… ya lo averiguaré cuando comience el viaje… a ver, muñequita,
¿quién te dijo que me voy de viaje al campo…?_ inquirió a su vez Natasha, acariciando
la cabecita apoyada en su hombro.
_ Antes de viajar para acá con mi mamita y Katia soñé que estábamos en un campo con
muchos árboles, había una luna así de grande y tú me mostrabas un arcoíris que había
en el cielo… entonces yo te decía que a lo mejor estábamos soñando porque los arcoíris
se ven sólo en el día y después de que llueve… pero tú me decías que como habías
viajado al campo, ahí sí que se podía ver eso…_ contestó la pequeña con toda
inocencia, sin imaginar que su sueño ya había sido soñado más de una vez, y
ampliamente comentado por sus antecesoras. Natasha e Irina se miraron largamente,
asombradas, incrédulas y maravilladas. Tres generaciones diferentes… un final, un
medio y un comienzo ¿o era a la inversa? Unidas por lazos de sangre, amor y el mismo
color de ojos… y por un sueño compartido. Quizá no lo sabían, o solamente lo
presentían, y aunque no hubiesen podido poner eso en palabras, flotaba en el aire la
sensación, esa indescriptible percepción de que nada muere de veras, Y que tal vez en
otro tiempo y lugar volverían a encontrarse, siguiendo a sus corazones y compartiendo
el mismo sueño.

_ ¿Ahora la abuelita y el abuelo Sergéi están juntos en el campo del arcoíirs?_ preguntó
Aurora, sentada a al lado de su madre en el avión de regreso a Santiago.
_ Sí, cariño, ahora están juntos tal como quería tu abuelo… hasta sospecho que lo tenían
planeado_ reflexionó Irina pensativa, con un dejo de admiración en la voz. Una
semana después de que tuviese lugar aquella íntima reunión entre Natasha, Irina y
Aurora, ellos habían “viajado al campo”. Los encontró Amintor, totalmente vestidos,
abrazados y preparados sobre la cama. La balalaika que tan bien tocaba Sergéi en vida
descansaba apoyada en una silla, y quizá había brindado una última melodía a su amada,
pues Irina creyó escucharla en medio de la noche. Los medicamentos que habían
atestado la mesita de luz habían sido dejados en el papelero y en su lugar había una
carta firmada por ambos en la que expresaban su amor por cada integrante del clan y la
petición de que los incineraran, juntaran sus cenizas y cada hermano, si así lo decidían,
tomara una parte y llevara consigo, de lo contrario podían arrojarlas al mar. “viejo
zorro… pícaro, impaciente y determinado viejo zorro… los voy a extrañar por el resto
de mi vida… aunque por lo menos me he quedado con algo tangible, una prueba de que
existieron y están juntos…”_ pensó Irina, acariciando la caja de madera lacada que
contenía un pequeño recipiente de plata con una porción de las cenizas de Sergéi y
Natasha. No hubo autopsias, por lo cual tendrían el beneficio de la duda… ¿se habían
suicidado juntos o era tal el anhelo y determinación por partir unidos que se
sincronizaron incluso en la muerte…? Como Natasha estaba desahuciada y Sergéi

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pasaba ya de las ocho décadas, nadie osó abrir interrogantes ni conflicto… y cada
hermano se llevó una parte de las cenizas de sus progenitores que habían sido
previamente mezcladas, a diferentes esquinas del mundo. Los recipientes eran iguales y
estarían en las familias por generaciones. Y la historia de ellos sería contada también de
una generación a otra, en aquellas noches de niños pidiendo historias antes de dormir, o
de tertulias de tardes de domingo, en por lo menos cinco idiomas diferentes. Sergéi y
Natasha lograron cumplir su sueño de estar siempre juntos, y la excepcional paradoja de
estar en varios lugares al mismo tiempo, separados y unidos, ausentes y presentes,
muertos y vivos a la vez. Por eso no hubo grandes traumas ni dramas en la despedida,
pues quien ha cumplido con su misión y propósito a cabalidad deja tras de sí a personas
que siempre se sentirán afortunados por haber compartido y recorrido un tramo
importante del camino lleno de sorpresas, aventura, magia y descubrimiento que es la
vida. Por eso fue que el clan Ivánovich a pleno lo comprendió, esa verdad subyacente a
la partida que los hacía sentir que era sólo un cambio temporal. Un día habría un
reencuentro. Del cómo y cuándo ninguno lo sabía, sin embargo eso era parte del
misterio inherente a la vida, por que después de todo… ¿qué significa una espera, un
ciclo de cincuenta, doscientos o trescientos años? Tan sólo una chispa que escapó de la
hoguera, una partícula de arena en la playa del tiempo, un suspiro al viento… un guiño
cósmico en el mar de la eternidad.

Al año de haber partido sus padres, un par de inesperados y felices acontecimientos


vinieron a alegrar el corazón de Irina, si bien fue cierto que ella tenía planes distintos, al
final de cuentas era una mujer independiente, y si podía criar a dos niñas no se hacía
problemas ni preocupación por tener otro integrante en la familia. Por lo cual decidió
callar el secreto que ya llevaba dos meses gestándose en su cuerpo y comenzó a dar
excusas a Rodrigo para tratar de alejarse de él, ya que no estaba en sus planes casarse ni
deseaba que él se sintiera presionado a formalizar algo. Lo amaba pero no quería atarse
a nadie. Todavía no había superado del todo el hecho de que los seres amados se
mueren o se van. No quería tener que pasar de nuevo por lo que había pasado cuando
murió Daniel. Sin embargo, sus miedos y desapegos fueron deshechos por la
determinación de Rodrigo, que no estaba dispuesto a que la mujer que amaba le diera
largas para no verlo… y mucho menos cuando supo lo que ocurría. Irina se quedó de
piedra la tarde que salió de la clínica de maternidad luego de hacerse el control mensual.
Ya se le notaban los cinco meses de embarazo, no estaba voluminosa, pero la barriga
prominente ya acusaba su estado. Buscó las llaves del vehículo en su bolso y en ésas
Rodrigo se plantó a su lado, como si hubiese surgido del aire.
_ A ver, gitanilla feliz y embarazada, ¿para adónde vas…? ¿no te parece que después de
tres meses de evitarme, no recibir mis llamadas y no habernos visto, tenemos mucho de
qué hablar…?_ le preguntó entre divertido y socarrón. A su pesar, Irina se encontró con
que al escuchar la voz de Rodrigo el corazón le dio un salto y el bebé una patadita.
_ Qué gusto verte, Rodrigo… bueno, estoy algo apurada, tú me dirás de qué podemos
conversar en media hora_ respondió, fingiendo apuro y mirando el reloj.
_ Irina, encuentro totalmente injusto que me saques de tu vida, no soy tonto y sé que tú
me quieres, además me ocultaste el hecho de que estás embarazada_ le dijo, con ternura,
tocándole el vientre. Acorralada, con los ojos brillantes de lágrimas atinó a balbucir:
_ Nadie te puede asegurar que sea tuyo…
_ Mi amor, dejemos los juegos de misterio para mejores momentos… Irina, yo de
verdad te amo, y no te puedo asegurar que no me pase lo que a Daniel, de lo que sí estoy
seguro es que me vuelvo loco de sólo pensar que no quieres compartir una vida
conmigo y nuestro hijo… o hija… ¿ni siquiera me vas a dejar verlo…? ¿Al menos

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podemos ser amigos? Respetaría tu decisión si no estuviese seguro de que ese hijo es
mío, si tuvieses otro amante o si no me amaras… y sé que no existe nada de eso… no
puedes dejar que el miedo te domine a tal punto que te impida correr riesgos y ser
feliz… quizá podrías darle una oportunidad a nuestro amor y a nuestro hijo… porque
aunque sé que tienes miedo, yo sé que ese hijo es mío…_ le dijo, tomándole la cara
entre sus manos con suavidad y ternura, hasta que sus miradas se encontraron. Irina no
pudo negarlo y se echó a llorar como una niña, como no había llorado en toda su vida,
se había pasado todos sus dolores callada, asombrada, reprimida, como si obligándose a
olvidar su dolor pudiese evitar el dolor ajeno. Y llegó el momento de la verdad, en
brazos de Rodrigo, que la consoló, abrazó y acarició como si fuese una niña pequeña
perdida en un parque, diciéndole, entre otras cosas, cuánto la amaba y que cuando la
vida nos quiere dar nuevas oportunidades, no importa lo que haya ocurrido en el pasado,
hay que abrir las puertas del corazón y aceptarlas. Durante los meses que siguieron,
Rodrigo puso todo su empeño en hacerla feliz, convencerla de que si él se había casado
en tres ocasiones anteriores, ella podía también dar el sí una segunda vez, rogarle que
dejase las carreras y las cámaras fotográficas para cuando el bebé tuviese ya unos meses
de nacido y atenderla como si se tratase de una princesa… como la vez en que Irina
tuvo antojo por pistachos, y él recorrió media ciudad y no pocos supermercados hasta
encontrarlos, llegando a casa de ella casi a las diez de la noche, pero con un kilo de
éstos. Se aseguraba de que Abelardo fuese cada día al mercado a comprar mariscos
frescos y pasara a dejárselos, ya que eso era todo lo que le apetecía comer a “la mujer de
mi vida”, como le gustaba llamarla. Irina no dejó las cámaras fotográficas, aunque sí
dejó el ritmo de trabajo frenético que había llevado, y se dejó querer y mimar… y a los
dos meses de nacer el pequeño Javier, cuando locos de felicidad les gustaba bromear
con aquello de que también ellos necesitarían baberos, decidieron casarse. Aquella fue
una época llena de alegría, de pequeños viajes en familia, incluyendo a Pamela, y de
vivir una semana en casa de Rodrigo y otra en la de Irina. El niño que había llegado a
colmar sus vidas de felicidad tenía casi un año cuando un día Pamela anunció que
tendría que retirarse del trabajo, ya que con su novio de cinco años habían ahorrado lo
suficiente como para comprarse una casita en las afueras de la ciudad, y además ella
estaba embarazada, con lo cual sólo podría trabajar un par de meses más.
_ Señora Irina… a mí me daría mucho que ‘usté’ pueda encontrar alguien que le dure y
sea responsable… sabe que yo creo que su romance a mí me trajo suerte, mire ‘nomás’
que a poco de ‘usté’ tener guagüita resulta que yo quedé esperando… yo que ya creía
que a lo mejor no podía tener hijos, ¡si ya tenemos cinco años con el Juan y no había
pasado nada…! Comentó la joven.
_ ¡Me alegro tanto por tí…! Ya ves que las cosas buenas siempre llegan, aunque a veces
parezcan inalcanzables. Te vamos a echar muchísimo de menos, sobre todo las niñas…
diez años trabajando con nosotros, viviendo en esta casa, no se olvidan así nada más…
¿estás segura que no quieres volver después de que nazca tu bebé…? Igual y puedes
traerlo. Katia y Aurora no te dan demasiado quehacer pues ya están grandecitas…
¡caramba! ¡Si viste a Katia por primera vez cuando solo tenía un año, y a Aurora la
conociste con un día de nacida…! ¡Es de no creer la de cosas que ocurrieron en todos
estos años…! Estuviste aquí preparando nuestra comida, aseando esta casa, planchando
nuestra ropa, yendo a la playa en los veranos y a la nieve en los inviernos…
ayudándome a criar mis niños… has estado conmigo como un ángel guardián,
acompañándome en mis grandes desdichas y mis enormes alegrías… Pamelita, ¡todos te
vamos a echar en falta…! ¿Estás bien segura? Te recibo cuando tú quieras, no me gusta
la idea de tener otra nana… _ puntualizó Irina, algo nostálgica.

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_ Ay, señora, qué quisiera yo que volver, ¡pero está visto que ‘usté’ fue mi primera y
única patrona…! El Juan ya “me las cantó”, y me dijo que no me deja trabajar ya que él
se va a poner con un taller de carpintería apenas nos entreguen la casa, que ya nomás
nos falta un mes p’a eso… y aunque me hubiera dado permiso, me quedaría muy
retirado como p’a irme y venirme todos los días. Yo también los voy a echar de
menos… ¡si uno se pone a pensar…! No creo que encontrara una patrona como usté,
pues, señora, ¡aunque la buscara con vela…! Imagínese que yo creo que cuando Don
Rodrigo nos llevó de paseo p’a Tailandia yo me saqué la lotería, ¡y eso es poco decir…!
Voy a guardar las fotos y ese pasaporte por el resto de mi vida, ¡nomás p’a pavonearme
con mis nietos algún día…! Igual me quiero comprar una máquina de coser p’a trabajar
en la casa… ya hemos juntado p’a comprarnos la cocina, una lavadora y la tele… el
Juan se encarga de hacer los muebles… mi guagua va a llegar con “marraqueta bajo el
brazo”, ¡estoy tan contenta…! Pero sabe, señora Irina, que le quiero pedir un favor…_
pidió Pamela con una sonrisa algo tímida, mientras preparaba el biberón de Javier.
_ ¿Qué será…? ¡Lo que quieras…!_ prometió Irina.
_ Que si acaso podemos intercambiar direcciones y teléfono, p’a poder llamarlos y
saber de las niñas y este angelito… ¡que mire nomás el “chichafresca” como me
sonríe…!_ comentó la fiel y eficiente muchacha, dándole la leche a Javier, que agarró el
biberón a dos manos y se dedicó a desayunar con todo entusiasmo. Irina sintió ternura
por el sencillo pedido de Pamela y se lo concedió de inmediato, agradeciendo en lo
profundo de su corazón el haber encontrado una persona con tal dedicación, paciencia y
aprecio por su trabajo. Había llegado a querer a esa muchacha como si fuese una
hermana menor, por lo cual quería que los proyectos para su nueva vida le resultaran de
bien en mejor, sin tener que pasar por tanto sacrificio ni esperas. El día que la joven se
retiró, aparte de su sueldo le regaló una considerable suma que calculó le alcanzaría
para comprar todo lo que requiere una casita modesta pero confortable, aparte de la tan
ansiada máquina de coser. Cuando la muchacha la invitó a conocer su primera y
flamante vivienda, Irina, que fué con Rodrigo y los niños, quedó asombrada de lo
emprendedores que eran Pamela y su Juan… tenían la casita totalmente equipada y
limpia, él no paraba de trabajar haciendo muebles y cajones de madera para embalaje de
frutas, ella había hecho desde las cortinas hasta fundas para los sofás… y dentro de poco
serían orgullosos padres de gemelas. Se veían muy felices y si bien era cierto que aún
no tenían muy claro si pensaban casarse o vivir “así te quiero mi negro”por el resto de
sus vidas.
_ Si p’al caso es lo mismo nomás, pues, Don Rodrigo… con o sin papeles igual se
duerme en la misma cama y se hacen guagüitas…_ comentó Pamela con un aire pícaro,
en el sencillo y delicioso almuerzo que había preparado para agasajar a sus invitados.
_ Aparte que yo no tengo ojos na’ más que p’a mi negrita…_ añadió Juan, mirándola
todo embobado, confirmando que cuando existe amor verdadero, poco importa el grado
de cultura, belleza física, posición social o cosas materiales que se tengan… así como
una rosa es siempre una rosa, el amor es siempre el amor. La gente es feliz cuando
decide serlo.

Entretanto, Macarena salía tranquilamente de la elegante oficina del abogado. Ya le


había dejado instrucciones de qué hacer, exactamente con hora y fecha. Estaba más
bonita que nunca, aunque quizá demasiado delgada, lo cual le daba un aire de
sofisticada modelo. Volvió a su departamento y se dió a buscar minuciosamente cada
fotografía, cada video filmado, cada carta y cada recuerdo que tenía de su visitante.
Llenó dos grandes maletas con todo aquello y las puso en su automóvil. Había decidido

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que voltearía la página para siempre y se liberaría de una vez por todas. Rodó por la
carretera hacia la costa. Ya sabía a qué lugar iría, había buscado ese sitio cada vez que
iba a la zona costera, lo cual le tomó unos seis meses, fines de semana en los cuales
conducía por horas, observando atentamente. Hasta que finalmente había dado con el
lugar perfecto, justo el fin de semana anterior. Puso una cinta de contagiosa y alegre
música brasilera, recordando el calor húmedo y ardiente de aquel país, el idioma
portugués y la sonrisa de los niños de piel color canela en una lejana playa de
Fortaleza… de eso hacía ya nueve años, cuando habían ido dos semanas de vacaciones
con Mercedes, cuando ella era aún una adolescente inquieta, feliz, virgen y llena de
ilusiones. Algún día volvería a sentir ese mar tibio y el calor de la arena caliente bajo su
piel… bebería ‘caipirinha’ y coquetería con un apuesto mulato, comería las exuberantes
frutas y ‘peixe asado’ en cualquiera de los chiringuitos a la orilla de la playa…
Condujo sin detenerse, hasta que cuatro horas y cinco casetes de música brasilera
después, llegó a su destino. El lugar poseía una belleza casi mística. De éste lado unas
suaves colinas, con vegetación tupida y salvaje, del otro, un acantilado cuyos roqueríos
eran besados una y otra vez por el mar, que por su intenso color azul se adivinaba y frío
y profundo. Lo que más le había gustado a Macarena del lugar era la tranquilidad, y el
hecho de que entre las colinas y el borde del acantilado habían unos doscientos metros.
Estacionó al pié de aquellos cerros frondosos y cruzó la carretera, ebria de aquella
poesía en imágenes y del aire marino, salobre, que respiró a todo pulmón. El sol
brillaba casi con insolencia. Fumó un cigarrillo, mientras pasaba un camión lleno de
obreros que le gritaron ‘mijita rica’, a coro, hasta perderse en una curva cercana. Se rió
a carcajadas pensando en todas las veces que había escuchado algún tipo diciéndole eso.
Cuando terminó de fumar arrojó la colilla hacia el acantilado, perdiéndola de vista y
calculando que no había llegado a tocar las aguas agitándose allá abajo. Después subió
a su coche, dió vuelta la cinta y subió el volumen de la música. “¿adónde iré ahora…
quizá al Brasil…?” pensó, y aceleró a fondo. Cruzó rauda los doscientos metros,
quedando marcadas las huellas de los neumáticos hasta el mismísimo borde. Lo último
que escuchó fue el reclamo de alguna solitaria y asombrada gaviota que sobrevolaba.
Lo último que sintió fue el mar azul, insondable, frío, invadiendo el interior del
vehículo. Y extrañamente, las últimas imágenes que acudieron a su mente fueron Katia
y Aurora, cuando el funeral de Daniel Petrovna. Después… las sombras. Quizá el
destino al cual iría no era Brasil, todo lo que alcanzó a vivir Macarena Cid fueron
veinticuatro años. No hubo nadie para preguntarle el porqué. No hubo nadie para darle
un consejo… o alguna esperanza. Ella quería iniciar su viaje hacia la libertad con
prontitud, sin tener tiempo de enterarse de que aún las peores experiencias nos ofrecen
una lección valiosa. Aquel coche con su bella pasajera y el bizarro contenido de las dos
maletas jamás fue hallado.

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El arcoíris de medianoche Días extraños

Lo del mensajero ocurrió al miércoles siguiente. Irina con sus niñas y el pequeño Javier
ya se habían instalado en la enorme casona de Rodrigo, a instancias de éste, desde que
Pamela se había retirado de su trabajo. Habían decidido cerrar por un tiempo la bonita
casa en la cual los Petrovna habían compartido una vida feliz, cuando Daniel vivía.
Irina habían vencido sus miedos, y si bien sabía que jamás podría olvidar a su amado
Daniel, también le resultaba absolutamente válido darle a su vida un nuevo giro y abrir
su corazón al amor y la felicidad una vez más. Convertida en la nueva señora Schmidt
se sentía realizada como mujer y madre, teniendo a la vez la libertad para desempeñar
sus labores como fotógrafa, lo cual siempre le había aportado a su vida magia y
creatividad. Rozaba ya los treinta y tres años y estaba más hermosa que nunca. Tenía
ese aire sereno y cálido, luminoso y seguro de sí que posee la mujer que ha vivido lo
suyo, pero conserva intactas su pasión y curiosidad por la vida. En sus ojos de turquesa
brillaba la alegría y el agradecimiento por la suerte que le había tocado vivir. Preparó
sus cámaras, trípode y otros implementos e inspeccionó la vestimenta, manitos y carita
de Javier, que no paraba de sonreír. Ella misma se ocupaba de bañar, alimentar y vestir
a su hijo, pues se confesaba celosa y decía que esas deliciosas sonrisas y morisquetas le
estaban reservadas sólo a ella… Se preguntó porqué Macarena no la había llamado, ya
que aquella mañana había una importante reunión para los acuerdos de dos de las más
importantes tiendas por departamentos de la ciudad, para hacer los catálogos de la
temporada. “en fin, quizá me la encuentro en “Bazares” tan pronto llegue…”, pensó, en
tanto Abelardo, solícito, acomodaba sus cosas en el elegante y moderno vehículo.
Rodrigo la había llamado temprano desde Milán, como siempre que estaba de viaje de
negocios, y las niñas llegarían del colegio para almorzar, y aunque no estarían juntas
las llamaría para saber cómo les había ido. Estaban ya subiendo al coche cuando en
ésas llegó el mensajero. El muchacho, de unos diecinueve años se plantó frente al
chofer, saludó y preguntó:
_ ¿Vive aquí la señora Irina Ivánovich Schmidt…?
_ Soy yo… ¿de qué se trata…?_ respondió Irina extrañada.
_ Vengo de la oficina del bufete Vial y Céspedes; por favor, firme el recibo de
comprobante_ explicó el joven, y le alargó un sobre de manila sellado a su nombre.
Más intrigada aún, antes de firmar, no pudo evitar hacer la pregunta clave:
_ ¿Qué desean los señores del bufete conmigo…? Que yo sepa, no conozco a nadie que
quiera ponerme un juicio por mis fotos, muy por el contrario…
_ Hasta dónde sé, esto se trata de un par de posesiones efectivas hechas a su nombre,
pero toda la información se la detallan en el interior del sobre… ya sabe, yo sólo soy un
mensajero, y los abogados no me iban a informar completamente a mí, aunque siempre
dicen a grandes rasgos de qué se trata cada asunto…_ afirmó el amable muchacho.
Irina firmó el recibo, dejó el sobre en el asiento delantero e instalándose con Javier
atrás, le indicó a Abelardo que se pusiesen en marcha, en tanto el mensajero se alejaba
en su moto por la bien cuidada calle bordeada de árboles. “Ya tendré tiempo de revisar
el sobre y averiguar a santo de qué tanto misterio”, pensó Irina esperando que todo
saliera bien en la reunión. Sus interrogantes fueron contestadas tan pronto como llegó a
“Bazares”. Puso a Javier en el cochecito y ya de entrada notó algo extraño en el
ambiente. Paulina Meza, que no había dejado su puesto de directora, estaba
esperándola. Al mirarla tuvo el vago presentimiento de que algo terrible había ocurrido.
Paulina le dió un nervioso y rápido beso en la mejilla y casi en susurros, apremió:

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_ Irina, la reunión fue cancelada por fuerza mayor.
_ ¿Cómo… se arrepintieron antes de tiempo…? ¿Quién la canceló primero…?_
inquirió.
_ Tuve que cancelarla. Vamos a mi oficina y te explicaré todo en detalle…

Ya instaladas, con sendos cafés, Paulina fué directo al centro del asunto que tanto la
inquietaba. No que le tuviese tan preocupada su futuro laboral, más bien se la veía
profundamente afectada por lo ocurrido. Con los ojos brillantes de lágrimas le mostró
un sobre idéntico al que ella había recibido y sacó de allí unos documentos y una carta
escrita y firmada de puño y letra de Macarena Cid.
_ Macarena se suicidó el viernes… y ni siquiera podremos hacerle un funeral decente_
dijo, tratando de no sollozar y limpiándose las lágrimas.
_ ¡Dios mío…! ¿Por qué…? ¿Qué pasó que la llevó a tomar semejante decisión?
¿Cómo… ocurrió?_ preguntó, casi sin poder creer lo que había escuchado. Paulina
Meza le mostró la carta y la leyeron y releyeron una y otra vez. Macarena explicaba su
deseo de que Irina era quien debía ser la nueva dueña de “Bazares”, y así lo dejaba
estipulado en la copia de su testamento, también especificaba que no veía
inconvenientes en que Paulina Meza siguiera asumiendo como directora pues lo había
hecho estupendo desde que había muerto Mercedes, pero eso debían decidirlo las partes
más afectadas. Después exponía que la decisión de poner fin a su vida era suya y de
nadie más, que nadie la había obligado ni presionado, y que a pesar de haber sufrido
mucho en los últimos años, no quería ni debía culpar a nadie más que a sí misma. Los
abogados de seguro ni siquiera sospechaban que Macarena Cid estaba muerta, puesto
que las cartas dirigidas a Paulina y a la Sra. Schmidt estaban selladas de antemano, bajo
acuerdo de ser entregadas junto con las copias de los documentos legales. Cuando Irina
abrió su propio sobre se encontró con una carta de contenido parecido, sólo que en ella
Macarena bromeaba un poco al hacerle notar que había sorteado mayores preguntas en
los despachos de Vial y Céspedes, arguyendo que deseaba dejar sus pertenencias a otras
personas ya que ella iba a hacer un viaje místico y necesitaba desprenderse de todas sus
posesiones materiales… y qué mejor que regalárselas a personas que amaba y admiraba.
Como le había dejado su departamento a Katia, recordaba los tiempos en que su madre
había dicho que “ninguna mocosa de diecisiete años posee un departamento propio”,
siendo que ahora Katia, con tan sólo catorce tendría el suyo. Le deseaba suerte y
felicidad con Rodrigo, las niñas y Javier, y le pedía que no lamentara su muerte, porque
después de todo, ésta es sólo un cambio. Conmovida, Irina le propuso a Paulina Meza
que reuniones, catálogos y contratos debían esperar, ya que ella debía discutir el asunto
con su marido, el cual regresaba de un viaje de negocios a Italia en dos días más. La
rutina diaria en “Bazares” siguió como si nada hubiese ocurrido. Irina volvió a casa y
dió instrucciones al servicio de que si había llamadas dijeran simplemente que no
estaba, a no ser que se tratase de su esposo. Tanto Katia como Aurora se quedaron
pasmadas al saber la noticia.
_ ¿Por qué la tía Maca me dejó su departamento a mí…? Pobrecita, a lo mejor no tenía
más parientes, que pena, era tan joven y bonita…_ comentó la jovencita, pensativa.
_ Sí, hija, tiene unos primos, pero viven en Estados Unidos y apenas si se llamaban para
Navidad_ le explicó Irina.
_ Mamita… ¿por qué la gente se suicida?_ preguntó Aurora, que con nueve años ya
había hecho todas las preguntas de tipo biológico _con lo cual ya sabía de dónde venían
lo bebés_ y ahora estaba en la fase de las preguntas existenciales, como “¿por qué la
gente se enamora? ¿Por qué estoy viva? ¿Por qué no podemos ver a Dios? ¿Por qué hay
guerras? ¿Por qué hay tanta gente que sólo piensa en el dinero en vez de besar a sus

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hijos y jugar con ellos como lo haces tú?” (Esto a raíz de tener una compañera de clases
cuyo padre era un rico industrial metalúrgico pero apenas si se acordaba que tenía una
hija). Y he aquí que ahora tenía una nueva pregunta, escuchando lo que había ocurrido
con la bonita y elegante tía Maca, como cariñosamente la llamaban. Así es que
mientras Javier dormía su siesta, Irina se dedicó a responder dicha pregunta lo mejor
que pudo, y con sus dos hijas sostuvieron una larga conversación que les llevó
considerables cuatro horas… y que tanto a madre como a retoños les fué de gran
provecho, pues es la buena comunicación y el intercambio de ideas lo que enriquece las
relaciones. Así como su familia y en especial su madre siempre habían estado ahí para
ella, así también Irina quería compartir con sus niñas los momentos importantes, que las
niñas tuviesen la seguridad de que ella siempre estaba; para jugar, conversar, ayudarlas
y amarlas sin condiciones. Poco después llamó a Rodrigo a su celular, calculando que
estaría ya libre de reuniones, en su habitación de hotel. Se escuchó un largo y
asombrado silencio al otro lado de la línea, cuando le dió la noticia. Estuvieron
hablando casi una hora y media, después de lo cual Rodrigo planteó que de poco servía
que él estuviese o no presente en el despacho de los abogados, tanto más si se trataba de
las posesiones de Macarena, puesto que ella había tomado sus decisiones a cabalidad.
La instó a que fuese al bufete de Vial y Céspedes, y con Katia firmasen los documentos
que fuesen necesarios, después de todo si ésos habían sido los últimos deseos de
Macarena, bien valía llevarlos a cabo con prontitud. Además le informó que era del
todo innecesario que estuviese esperando a que él llegara, puesto que tardaría dos días
más de lo previsto ya que habían surgido otros asuntos que atender. Irina notó que en
algún momento la voz de su marido sonaba triste, sin embargo él afirmó estar bien,
aunque por cierto no tenía deseos de meterse en una fiesta después de saber semejante
noticia. Como siempre que se llamaban, envió besos y abrazos para toda la familia y
luego de un “te amo” prometió llamarla al día siguiente. Por su parte, Irina dejó el
juego de llaves del departamento de Macarena, que habían llegado a sus manos en el
sobre de manila del bufete, junto con la carta de la infortunada muchacha, en el cajón de
su tocador. Pensaba que aún era demasiado pronto para visitar ese lugar, cuyos muebles
y paredes aún estarían impregnados de las vibraciones de sus dos amigas que ya no
estaban y a quienes tanto había apreciado. Katia expresó que como a su tía Maca le
gustaba tanto mantener su refugio limpio y cuidado, posiblemente un día de ésos fuese
allí a ver que todo estuviese perfectamente aseado. No que pensara o tuviese ganas de
vivir sola… “quizá en unos años más, pero quisiera mantener la memoria y los
recuerdos de la tía Macarena, manteniendo el departamento igual como lo tenía, y
limpiecito como le gustaba…”_ le dijo a su madre, abrazándola.

Rodrigo se paseó de allá para acá por la habitación, rascándose la barbilla, pensativo,
como si algo indefinible lo inquietara, algo en el fondo de su mente que hasta el
momento quizá no había notado ni puesto en palabras…Hacía unos tres días, que luego
de sus exitosas gestiones de trabajo había regresado, y la sorpresiva desaparición de su
hijastra lo había perturbado más de lo que demostraba. Se sentó en uno de los sitiales y
comentó en voz alta, como si estuviese hablando consigo mismo:
_ Estaba tan llena de vida, y se notaba que había superado lo de Mercedes… ¿por qué
una joven de sólo veinticuatro años, con un brillante porvenir y un envidiable nivel
económico, bonita… de pronto decide suicidarse así como así? ¿No te parece
sospechoso? Aquí hay algo extraño…
_ ¡Qué horror…! No me digas que fue asesinada… no podría creer algo así, aún me
resulta difícil creer que ya no esté viva… pero si la hubiesen matado, no habría dejado

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testamentos, ni todo tan organizado… ¿no te parece? Mira, te voy a mostrar la carta que
me dejó_ propuso Irina.
_ ¿Ni tú ni Katia han ido al departamento a investigar o buscar alguna prueba?_
preguntó Rodrigo, abriendo el sobre para leer las últimas líneas de su hijastra.
_ Oye… ¿no te estás poniendo algo paranoico? Lee y vas a comprobar que por muy
doloroso e increíble que resulte, ésa fue una decisión que tomó la propia Macarena, sin
intervención de nadie… quizá no superó lo de Mercedes, como todos creíamos. Tal vez
nos quiso hacer creer que estaba bien y seguía adelante con su vida, pero sólo Dios sabe
como se sentía esa pobre muchacha… y no, no hemos ido allá, después de todo la dueña
ahora es Katia, y ella me ha comentado que aún no desea ir…_ comentó Irina.
_ Y bueno… creo que estaba viendo fantasmas en la sopa… aquí no hay nada que
indique que fuese presionada ni mucho menos asesinada… hasta se toma sus licencias
de humor con lo de los abogados, el viaje místico y los comentarios de su madre…_
reflexionó Rodrigo, devolviendo la carta al tocador de Irina. Poco después se bañaron
juntos e hicieron el amor como si se tratara de un ritual de comunión con la vida.
Porque después de todo, la vida continúa.

El visitante detuvo su coche y miró hacia las ventanas oscuras y cerradas del
departamento. Lo saludó el conserje del edificio.
_ ¡Tanto tiempo sin verlo…! ¡Se había perdido…!
_ Estuve demasiado ocupado… ¿y la señorita Cid…?_ inquirió.
_ Sabe que hace como un mes atrás que no la veo… me dijo que se iba por tiempo
indefinido en viaje a la India, imagínese, tan lejos… ¡ah…! pero ahora que lo recuerdo,
déjeme buscar… sí, aquí está, le dejó este sobre y me dijo que si lo veía se lo entregara
en sus propias manos…_dijo el conserje, con una amable sonrisa. El visitante puso una
bonita suma en las manos de aquel hombre algo canoso y regordete y le dió las gracias
por su amabilidad… y por ser tan discreto al no revelar a nadie sus visitas allí. Después,
cogió el ascensor y subió. Abrió con las llaves que alguna vez le diera su amante,
encendió las luces y leyó la carta que le había entregado el conserje. A continuación
revisó todo el lugar, sin olvidar ni el más mínimo rincón. Cuando se dió cuenta que
todos los videos, fotos y regalos que le había hecho habían desaparecido, se le llenaron
los ojos de lágrimas. No había quedado ni un sólo rastro, ni una sola fotografía… como
si nunca hubiese ocurrido nada, en circunstancias que había ocurrido de todo. Ni
siquiera estaba la botella del cognac francés que tanto le gustaba, y que la chica
mantenía allí exclusivamente para él. Mil recuerdos acudieron a su mente en tan sólo
unos instantes. Era la primera que lo había dejado; normalmente, tan pronto notaba que
se enamoraban, las dejaba él. Y el asunto ya no tenía vuelta atrás. Ya no vería su
hermoso rostro levemente ruborizado de placer cuando le hacía el amor… no volvería a
tocarla, a oler su perfume, a escuchar sus teorías sobre la revolución esotérica ni a
obligarla a comer cuando le sobrevenían sus “crisis de las trescientas calorías diarias”…
y no volvería a sentir esos besos tenues… suaves y embriagadores besos que lo volvían
loco… ese cuerpo tibio apegándose al suyo después del desenfreno apasionado de sus
noches clandestinas. Leyó la carta una, y otra, y otra vez… y se dió cuenta que ella lo
había amado de verdad, sin atreverse a decírselo. Y supo que él la había amado
locamente, y jamás se lo había dicho… ¡que manera más vergonzosa de desperdiciar el
tiempo…! Había creído que ella siempre estaría allí, había sentido tanto orgullo de
tenerla tan dominada, que no se puso jamás en su lugar… quizá si hubiese seguido los
impulsos de su corazón y hubiera mandado todo al carajo y se hubiesen escapado
juntos… ella soñaba con eso y él había sido arrogante y egoísta, la daba por segura, y

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creyó que podía tenerla para él sólo, cuando se le diera su puta gana y como mejor le
conviniese. Se dió cuenta en ese momento que había perdido a la única mujer que había
amado de verdad, y posiblemente a la única que lo amó hasta la muerte, puesto que en
la carta ella le decía lo mucho que sufría por su manera de vivir y que ya no podía
seguir viviendo con los celos que la corroían… y sin embargo, aún así le deseaba una
vida feliz, y le decía que lo perdonaba y se iba sin rencor porque un amor como el suyo
no admitía resentimientos, egoísmos ni pequeñeces. “Los sueños que no pude cumplir
contigo quizá se realicen en nuestra próxima vida… porque mi alma seguirá buscando a
la tuya, porque el amor siempre gana… y siempre sabe abrirse camino, no importa
cuántas espinas, escollos, mal entendidos, tiempo y espacio haya de por medio…” A
los recuerdos del visitante acudieron con toda nitidez los momentos vividos aquella
lejana tarde en que la visitó por segunda vez, cuando ella se le había enfrentado con
aquel enorme cuchillo y ojos de tigresa asesina, con sus dieciocho años y su odio y
desconcierto… cuando se dió por vencida y se sentó en el sofá con la cabeza entre las
manos, a punto de echarse a llorar… le pareció sentir otra vez la sensación cálida y
húmeda, tierna y vibrante, aún inocente porque no sabía cómo hacerlo bien, de aquella
boca silenciosa en su sexo dominante y agresivo que sólo sabía exigir su placer… El
eco de su propia voz ordenando “luz, cámara, acción” cruzó a través de siete años de
distancia incrustándosele en el corazón como una flecha. Sin casi darse cuenta se sentó
en el mismo sofá, y ahora era él quien se agarraba la cabeza entre las manos, rogando
porque ésta vez fuese ella quien pronunciara esas palabras y lo obligara a hacer lo
mismo. “Luz, cámara, acción”, repitió entre sollozos entrecortados… y sólo el silencio
se apiadó de él. Un poco torpemente volvió a la alcoba principal que había registrado y
abrió la cama… buscó el perfume de Macarena y por suerte lo encontró. Se lo llevaría.
Algo llamó su atención, asomando bajo las almohadas. Se trataba de un coqueto
conjunto rosado pastel, de seda… se veía nuevo. Al estirar las prendas descubrió una
fotografía de Macarena, desnuda, en cuyo reverso estaba escrito: “¡sabía que no pararías
hasta encontrarla…! Sé discreto, quizá esto y mi carta es lo único que podrás
guardar…”. Allí se quedó, tendido sobre la cama, acunando los únicos tres objetos que
pudo conservar de la mujer amada, pensando que ésta había sido la única que lo había
conocido de verdad, que sabía su identidad, su doble vida, su arrogancia y egoísmo y
aún así lo había amado. Se dió cuenta que ella era la única que hubiese podido
redimirlo de su largo hábito de violar jovencitas, enamorarlas y abandonarlas… ¡habían
sido tantas…! Era una compulsión que lo dominaba y que sólo había disminuido en sus
años con Macarena. Incluso durante los últimos tres años había dedicado su atención
sólo a su amante y a la esposa legítima, desistiendo de abusar de las colegialas o de
pagar a las mafias callejeras por lolitas sin experiencia secuestradas por éstos. Se
durmió llorando, solo. Tuvo un breve sueño en el cual Macarena iba vestida con las
prendas rosadas que había dejado. Se le acercaba y lo acariciaba… algunos escarceos y
besos después le decía que viajaría a Brasil para broncearse un poco, pero que regresaría
pronto… estaban al borde de un acantilado a un costado de la carretera, al otro lado de
la cual había unas verdes colinas. La joven le decía “es aquí… fue aquí… memorízalo
para poder venir aquí a encontrarte…” él veía unas marcas de neumáticos en el suelo
arenoso… y comprendió. Observó el entorno cuidadosamente, procurando retener cada
forma de las rocas, cada tonalidad de la vegetación agreste en las colinas, cada recodo…
debía buscar ese lugar y encontrarlo, se encontró pensando. Algo le dolía en el pecho.
Como si fuese por arte de magia, estaban juntos en la salita, en uno de los sofás… se
abría la bragueta con impaciencia y le pedía por favor, házmelo… no puedo esperar
más… Macarena lo miraba con los ojos encendidos de pasión, se quitaba una de sus
rosadas prendas de seda y lo acariciaba con ella… y luego se lo hacía, lentamente,

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deliciosamente, y después lo agarraba por las caderas y lo empujaba hacia ella,
marcando un ritmo más rápido en la medida en que crecía su ardor. Estaba a punto de
estallar cuando despertó, con el sexo tan duro que casi le dolía. Aún estaban allí sus
prendas, su perfume, su fotografía… por su mente pasaron los incontables momentos en
que la había hecho gemir y gritar de placer… había sido su mejor alumna, entregándose
a todos sus caprichos sin reservas, con la inocencia y curiosidad de una niña ávida por
aprender. De ahí que lo volvía loco de celos la sola idea de que ella pudiese hacer lo
mismo con otro… aquella niña a la que hizo mujer sería suya para siempre. Había sido
su decisión, aunque el principio ella se opusiese. Descargó con abundancia en una de
las prendas, que había rociado con aquel perfume que tanto le evocaba. Momentos
después se levantó, aseó y decidió que tendría que trazar un plan para… La idea le vino
casi al instante. Cerró la llave de paso del agua y la quitó, de tal manera que para abrirla
fuera necesaria una herramienta. La escondió en la alacena y bajó a hablar con el
encargado.
_ ¡Qué despiste…! ¡Me quedé dormido…! ¿Desde cuándo que han cortado el agua en el
departamento? Ni siquiera pude hacer un café para despejarme_ le dijo al conserje.
_ Qué extraño, que yo sepa nadie está sin agua… pero si quiere vamos a dar una
miradita_ ofreció. Después de entrar y probar los caños de la bañera, comprobó que no
había agua corriente.
_ ¡Qué joda…! Es cierto… ¿no será que la llave de paso está cerrada…?_ comentó don
Ramiro, el conserje.
_ ¿Y eso cuesta caro de arreglar…?_ preguntó el visitante.
_ Nada, si es cosa de girarla un poco, de costumbre las instalan en la cocina_ respondió,
entrando allí _ ¡ah…ya ve! ¡Ni siquiera está puesta…! ¡Cómo le iba a salir agua…!
Sabe, Don Mauricio, que abajo tengo unas herramientas y algunas llaves de paso, a lo
mejor una le sirve para ponerla aquí, acompáñeme, que las busco ‘altiro’…
Bajaron y don Ramiro fue a un cuartito cerca de la recepción a buscar lo que le era
necesario, entretanto, el visitante aprovechó de dar una rápida y certera ojeada en los
pequeños casilleros ubicados bajo la cubierta del mesón de conserjería… y halló lo que
buscaba. “Esto sí que se llama suerte”, pensó, y puso uno de los juegos de llaves en su
bolsillo, tan a tiempo que el encargado ni siquiera sospechó. Después subieron, y don
Ramiro dejó instalada una llave de paso. En agradecimiento el visitante le dió alguna
propina, comentándole que por fin podría prepararse un café… y que ya le había hecho
dos valiosos favores en el mismo día, primero entregándole la carta y después con lo del
agua…
_ ¡Cuando necesite, pues, Don Mauricio…!_ dijo el conserje, y bajó. Al día siguiente,
el visitante entró subrepticiamente al lugar por las entradas posteriores y en vez del
ascensor, subió por las escaleras. El conserje nunca podría imaginar cómo se habían
extraviado las llaves… ni saber de sus entradas y salidas. Escondidos en uno de los
clósets dejó un set de ropa deportiva para hombre, un par de zapatillas de correr, un
pasamontañas como los que usan los esquiadores, un pañito de gasa del tamaño de un
pañuelo y una botella con un extraño y misterioso líquido. “Muy bien… la segunda
parte del plan ya está lista…”_ pensó_ “ahora sólo queda esperar el momento preciso…
quién hubiese dicho que estos cachivaches me serían tan útiles, que genial idea tuve en
comprarlos…”_ se congratuló, colocando unos diminutos micrófonos en cada estancia,
tras los cuadros, bajo la mesa del comedor, debajo de las camas, incluso en la cocina y
el baño. Así podría saber quién entraba y quién salía, y cada palabra que fuese
pronunciada… sin tener que estar allí y arriesgarse en exceso. Después se hizo café, y
tras bebérselo, dejó la taza escrupulosamente limpia y guardada. Salió tan en silencio
como había llegado, sin ser visto. Caminó tres calles, hasta donde estacionara su

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vehículo, se aseguró de que el receptor de sonidos, pequeño y discreto, estuviese en la
guantera y se fué tranquilamente, sabiendo que el momento oportuno llegaría. Tendría
eso sí que dar todos sus pasos con cautela.

Cinco meses después de haber desaparecido Macarena, Katia decidió ir a ver el


departamento acompañada de Irina. El conserje, don Ramiro, se enteró con asombro de
lo que había ocurrido con la dueña anterior y les dió la bienvenida al elegante y bonito
condominio, sorprendido también de que la nueva propietaria fuese sólo una niña de
catorce años. Madre e hija entraron encendiendo luces, abriendo ventanas y
dedicándose a limpiar el lugar, quitando la densa capa de polvo que cubría los muebles.
Cuando todo quedó impecable y oliendo a limpio, no a encierro, revisaron con
minuciosidad las despensas, encontrando sólo unos pocos alimentos no perecibles, una
lata de café casi sin uso, y algunas cajitas con bolsas de té. El refrigerador estaba
conectado y absolutamente vacío. Revisando el café, Katia hizo un comentario algo
nostálgico aunque bastante asertivo:
_ Qué te parece, mamá… esta lata fue abierta y utilizada sólo una vez… así es que lo
último que bebió la tía Maca antes de suicidarse fue café… ¿te diste cuenta que no había
basura…? La pobrecita quiso dejar todo limpio… y además no hay ni una sola planta…
recuerdo que cuando nos invitaba a almorzar tenía montones de plantas… ¡el balcón
estaba lleno…! Y ahora se ve tan triste y vacío… ¿las habrá regalado?
_ Por lo que veo, ¡serías una estupenda detective…! Ya habrá tiempo de volver a poner
plantas en el balcón, ¡pero no me digas que quieres vivir aquí y dedicarte a eso…!
_ ¡Cómo se te ocurre, los echaría tanto de menos…! No podría vivir sin ti, mi hermana,
Javier, que está tan lindo… yo creo que sí me va a gustar cuando comience en la
universidad, aunque faltan tres años todavía como para eso… ¿sabes qué…? me
gustaría venir aquí a limpiar, escuchar música, hacer mis tareas y traer cada vez una
plantita… digamos, por las mañanas antes del colegio… incluso puedo ir al colegio
desde aquí… ¿qué te parece? ¿Me darías permiso…?_ preguntó Katia, ladeando un
poco la cabecita, como siempre que quería alguna autorización.
_ Bueno… por qué no. Si quieres demostrar que puedes y deseas tener
responsabilidades, lo encuentro estupendo… ¡Cómo no recordar cuando Mercedes se
vió en algo parecido con su hija…!
_ ¡Está genial…! Voy a venir cinco días por semana, ¡y voy a llenar el balcón de
plantas…! gracias, mamá_ y la abrazó.
Así fue que desde el día siguiente Katia comenzó a visitar casi a diario aquel lugar que
su tía Maca había llamado refugio… y que ahora era suyo. A veces la acompañaba
Irina, otras veces, las más, iba sola. Una de aquellas mañanas llegó temprano pues
pondría algunas plantas que había llevado, en macetas ovaladas colgando del balcón.
Había visto al jardinero cuando hacía lo suyo, por lo cual ya sabía cómo transplantar o
podar un rosal, qué abono usar en los crisantemos, cual desinfectante era mejor para
erradicar los pulgones y qué plantas crecían mejor a la sombra. Le encantaba la
sensación de la tierra entre sus manos… bromeaba con su madre de que cuando pequeña
le había gustado comérsela, y que si bien era cierto le quitaron esa costumbre, todavía le
causaba gran entusiasmo jugar con tierra… mejor aún porque ahora tenía permiso.
Recordó unos días atrás, cuando observaba con atención los trajines del jardinero en la
casona de Rodrigo. Se había arañado las manos con las espinas de los rosales blancos.
Katia había corrido a traer alcohol, yodo y algodón para ayudar a ‘su maestro’ a
limpiarse, y le había preguntado:

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_ Ay, Cosme, ¿Por qué te gusta tanto plantar rosales, para que después tengan que
dejarte las manos sangrantes…?
_ Ah…, señorita Katia… todo buen jardinero hace lo que sea por amor a las rosas… ya
no recuerdo cuantos rosales he plantado, podado y regado en toda mi vida, lo que sí sé
es la alegría y asombro que me dá cada vez que veo una rosa… mire ésta… ¿no le
parece una maravilla…? Tan bien hecha, aquí es donde se nota que Dios nomás puede
hacer algo así… y encima pa’ regalarnos a nosotros…- dijo Cosme, musitándole algo al
rosal en su lengua nativa y misteriosa, el mapudungún, y cortando la rosa con
delicadeza, como si estuviese cortando las uñas a un bebé. “si la pone en agua quitada
del hielo y le coloca la mitad de una aspirina, vá a ver lo linda que se va a abrir… y le
va a durar más…”, recomendó, entregándole una rosa blanca como la nieve, que recién
estaba comenzando a abrir. Katia, que se había convertido en una hermosa jovencita,
más bien callada y observadora, de inteligencia práctica como su tío Yuri, olió la rosa y
la miró durante algunos minutos… por instantes pareció que quien observaba y lo que
era observado se convertían en la misma cosa. Cosme Huenquilao esbozó una amplia
sonrisa que iluminó su rostro de tez oscura y curtida por el sol.
_ ¿Vé, señorita…? Ahí tengo otra razón para amar tanto las rosas… esa felicidad y
asombro que también le dió a ‘usté’… por eso creo que hay cosas que unen a la gente,
y las rosas son una…
Katia tuvo la sensación de que las personas humildes y dedicadas, a veces pueden
enseñar cosas mucho más valiosas que lo que se puede aprender en una escuela. Le dió
las gracias con sinceridad y alegría, y se fué feliz a poner su rosa en un florero flauta de
cristal. Y ahora estaba aquí, orgullosa mirando su trabajo y los bonitos resultados que
había logrado en el balcón y con algunas plantas de interior. Puso algunas hojas de
periódico en el suelo del balcón y comenzó a abrir la bolsa con tierra fertilizada para
transplantar las violetas africanas del almácigo que había llevado. Tan absorta estaba en
su labor que no lo vió acercarse. Había puesto música para acompañarse, de modo que
no escuchó ni siquiera su respiración. Sólo sintió aquel paño de gasa y ese extraño olor,
ese par de manos fuertes que la sujetaban, y el desvanecimiento que le sobrevino en sólo
unos instantes. Y comenzó su pesadilla. El visitante la llevó a la alcoba en la cual
tantas cosas habían ocurrido con Macarena… esta vez, no llevaba filmadora y el
corazón le palpitaba casi a punto de desbocársele… pero era algo más fuerte que su
raciocinio, no pensó siquiera en detenerse o en quién era su víctima. Todo lo que le
interesó fue desvestirla y abusarla, hasta que pudo satisfacer sus bajas pasiones e
instintos animales. Horas después, sin embargo, cuando volvió a narcotizarla para
asegurarse de que no despertaría enseguida, tuvo el vago presentimiento de que dadas
las circunstancias, lo mejor sería no dejar absolutamente ningún rastro que lo
comprometiera, con lo cual decidió llevarse las cosas que había mantenido escondidas
en el clóset y dejarle la nota que días antes había escrito por computador. Dejó a Katia
cubierta con la sábana, igual como alguna vez dejase a Macarena; vulnerable, desnuda.
La única carta que se arriesgaba a jugar era la confusión, miedo y vergüenza que estaba
seguro sentiría la jovencita al despertar. Se aseó, vistió y salió de allí tan
subrepticiamente como había llegado. Sin embargo, estacionó a unas siete calles, cerca
de un parque, sabiendo que tendría que esperar para averiguar qué haría Katia. Lamentó
no haber conseguido microcámaras, pues así también podría haber visto qué hacía.
Paciencia tenía. Y tiempo también.

Katia se incorporó en la cama lentamente. Le dolía la cabeza y sus partes íntimas. No


necesitó espabilar y salir del sopor completamente para intuir lo que había ocurrido.
Giró la cabeza despacio, como para convencerse de que el teléfono estaba en la mesilla

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de noche. “No soy la primera ni seré la última”_ pensó, y entonces vió la hoja de papel,
doblada en dos… “tu padrastro se llama Rodrigo, tu madre Irina, tu hermana menor
Aurora… y por cierto en un par de años estará lista para aprender, y tu hermanito más
pequeño , Javier, es un niño muy despierto… como puedes ver, sé quién eres y dónde
vives, y qué es lo que hace cada integrante de tu familia. Si quieres que sigan vivos, no
te atreverás a contarle tu estreno a nadie. Pronto me comunicaré contigo para ver qué
podemos hacer y si eres buena alumna…”. Katia examinó la nota una y otra vez,
temblando. Después se encaminó a la cocina, donde estaba el citófono que comunicaba
con el acceso principal y con el conserje.
_ Aló… don Ramiro, por favor suba… es urgente… alguien me narcotizó y atacó aquí
mismo en el departamento… necesito que… alguien vigile mientras llamo a mi mamá y
a la policía…_ dijo con voz algo lenta, pero sin llorar. Entretanto el anonadado conserje
subía, se puso encima un vestido que encontró en el clóset, sin ropa interior. Abrió la
puerta sujetando el pomo con una toalla, para no dejar sus propias huellas marcadas, y
le pidió a don Ramiro que no tocara nada. Después llamó a su madre y al “tío Rodo”,
como llamaba a Rodrigo, a sus respectivos celulares. Irina interrumpió una sesión de
fotografías y Rodrigo una reunión de negocios, pero no tardaron en llegar. Fue una de
las pocas veces que Irina lloró, mientras su marido apretaba los puños con rabia e
impotencia. Sin embargo, más asombro les causó la determinación y valor que
demostró Katia, pese a ser tan joven.
_ Por favor, mamá, llama a la policía. Tengo fé en que el maldito no se va a quedar
riendo, seguro que dejó huellas en la puerta o en la alcoba… además, en la nota de
amenaza también pueden encontrar algo…_ afirmó.
_ ¿Nota de amenaza…? ¡Pero hija…! ¿Cómo es eso…?_ inquirió Irina, pasmada de
asombro y con los ojos llorosos. Entonces, Katia les mostró y leyó la nota de su
agresor, procurando agarrarla por los bordes para no marcar sus huellas, después de
todo se la daría a la policía. Aún estaban en el balcón las hojas de periódico, la bolsa
con tierra fertilizada, las macetas nuevas y las violetas africanas… “iba a transplantarlas
cuando me atacó por sorpresa… no tuve tiempo de reaccionar ni defenderme, porque te
juro que me hubiese defendido a muerte”_ aseguró Katia. En ese momento vió las
huellas de calzado que se habían marcado en el balcón… en el forcejeo por narcotizarla,
seguro que al volcarse la tierra de la bolsa el agresor había pisado sin darse cuenta…
dejando huellas completas de ambos pies.
_ ¡Mira, mamá…! ¡Más huellas…! ¡Lo agarran, al desgraciado…! ¡Te juro que lo
agarran…! ¡Y cuando lo agarren me voy a asegurar que no le haga daño a nadie
más…!_ comentó la adolescente con un brillo de triunfo en los ojos. Era tanta su fé y
convicción, tanto su valor y pasión, que le creyeron. El visitante, que había estado
oyendo cada palabra dicha desde que Katia llamó al conserje, supo que se había metido
en serios problemas, pues su presa no estaba dispuesta a actuar el rol de víctima.
Acostumbrado a salirse con la suya siempre, con total impunidad, ésta era la primera
vez que algo así le ocurría. Supo que por fin había encontrado alguien con el suficiente
valor, gélida furia y agallas como para dar la cara. Supo que con ése tipo de adversaria
lo más probable era que le hubiese llegado la hora final a sus abusos. Y supo que
debería planear una estrategia para ponerse a salvo antes de que la policía le pusiese las
manos encima. Katia estaba dispuesta a sobrepasar el horror, el dolor y la vergüenza,
con tal de que lo apresaran. Porque su coraje llegó al punto del estoicismo. Soportó los
interrogatorios y exámenes en su cuerpo que llevó a cabo una mujer de la Policía de
Investigaciones, cooperó mostrándoles las huellas del calzado en el balcón, les entregó
la nota amenazante, e incluso rasgó la sábana en las partes que habían quedado
manchadas con su sangre y de seguro con material biológico del agresor y le entregó los

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pedazos de tela a Eliana Carmona, la detective que la había interrogado y examinado, la
cual, admirada puso la evidencia en una bolsa plástica, transparente y sellada. Tres
horas después, cuando habían hecho un rastreo a fondo y todos los interrogatorios
pertinentes, la detective miró a Katia y acariciándole la cabeza, le dijo:
_ Te felicito por tu valor. Si este tipo tiene récord criminal, no va a durar ni dos meses
afuera. Si todas las chicas agredidas actuaran como tú, resolveríamos más del ochenta
por ciento de los casos… ¿sabes, que tú tienes talento natural para ser policía…?
Cualquier otra habría estado al borde de la histeria o llorando inconsolable, que no es
para menos, ¡pero tú sabes mantener la sangre fría y la mente trabajando a mil por
hora…! Gracias por tu ayuda, Katia. Y se fueron. La jovencita entonces se dedicó a
ducharse y a arreglar el departamento, mientras sus padres hablaban con el conserje.
Fue poco después de eso que don Ramiro colectó dinero de todos y cada uno de los
habitantes del condominio, e hizo instalar cámaras de video en todos los accesos al
lugar, de manera que ni un gato podía entrar sin ser visto. Tan sólo al día siguiente de
haber sido atacada, Katia e Irina hicieron cambiar las cerraduras del departamento. La
jovencita no estaba dispuesta a dejarse amedrentar, así es que siguió yendo allí como
cada día, a limpiar y regar sus amadas plantas. Ya que el agresor se había ufanado de
conocer a su víctima a fondo, Rodrigo hizo instalar cámaras y alarmas alrededor y en el
interior de su casa, por lo cual Katia se quedó más tranquila. Veinte días después de
vivir la pesadilla, llegó a aquella casa una muy esperada visita: la detective Eliana
Carmona. Rodrigo, Irina, Katia y la mujer policía se encerraron en la espaciosa
biblioteca-estudio a conversar. Ya tenían los resultados de las pruebas de ADN e
incluso huellas dactilares, sin embargo el infame no tenía antecedentes en el hampa. Tal
como habían sospechado, el agresor conocía el condominio y había estado antes allí.
Las sospechas recaían en un sujeto que durante años había visitado a Macarena Cid
cuando ésta vivía allí. Sobre todo luego de que las investigaciones demostraron que la
identidad que había presentado a don Ramiro, el conserje, resultó ser falsa. Cuando
Irina le contó a la detective lo del suicidio de Macarena, Eliana Carmona declaró que
estaban en la pista correcta. Si bien era cierto que Mauricio Aguirre no existía, por lo
menos tenían un buen retrato hablado de él… era sólo cuestión de tiempo. Poco
después la oficial se marchó, dejando a una admirada y feliz Katia con más fé y
esperanzas que nunca. “¡Algún día voy a ser policía como usted…!”_ le dijo la
jovencita mientras la acompañaba a la puerta. Ninguna de las dos sospechó siquiera que
llegaría el día en que sus destinos volverían a cruzarse, y que incluso trabajarían juntas
en la división de homicidios. Y ciertamente, ninguno de los integrantes de la familia
Schmidt-Ivánovich se esperaba lo que ocurrió cinco días después de la visita de la
detective. Ya todos estaban dormidos cuando escucharon los vidrios rompiéndose en el
ventanal de la sala. Rodrigo e Irina se levantaron apresuradamente para encontrarse con
que un pequeño tarro de brea ardiendo había ido a caer a la alfombra y comenzaba a
quemarla. Mientras él corría a buscar uno de los extintores e Irina trataba de sofocar el
fuego con unos paños de cocina mojados, otro impacto fue a dar a la ventana: esta vez
fué una piedra de buen tamaño, amarrada a la cual venía un papel. Rodrigo acabó con
el conato de incendio y no pudo dejar de notar que su esposa estaba examinando el
papel y temblaba. La nota estaba hecha con letras recortadas de periódicos, y decía:
“Los estoy vigilando… uno por uno. Recuerden que todos ustedes salen de su casa
todos los días. Si siguen con esta estupidez de la investigación policial van a empezar a
tener accidentes…”. Katia, que había despertado con el segundo impacto se había
levantado, yendo a sentarse al lado de su madre.
_ No la toques por aquí, mamá_ dijo tomando el papel por las puntas y colocándolo
cuidadosamente sobre la mesa del comedor_ “mañana mismo llamo a la detective para

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entregársela, esto demuestra que el desgraciado tiene miedo, si no, no perdería tiempo
tratando de intimidarnos…”_ concluyó, subiendo a su habitación a buscar una carpeta
transparente de plástico en la que guardó la misiva. Irina ya no temblaba, sin embargo
de pronto, como si estuviese hablando consigo misma, pronunció las palabras que nadie
hubiese esperado:
_ Hija, me parece igual y podemos estar en contacto con la detective Carmona… no hay
nada que podamos hacer al respecto, a ellos les corresponde investigar y apresar a ese
desalmado… pero nosotros tenemos que ponernos a salvo. El tipo nos conoce, sabe
todo sobre nosotros, y es obvio que podría hacer cualquier cosa con tal de que la
investigación no siga adelante. Soy partidaria de seguir cooperando con la policía, pero
fuera de la ciudad… ¿qué te parece? ¿Qué opinas tú, Rodrigo…?
_ Me parece una idea bastante acertada y prudente. Sí, yo también tengo ganas de que
agarren a ese desgraciado, sin embargo, el tipo está suelto y con resuello de lobo
acorralado… por otra parte si de la noche a la mañana nos vamos, seguro pensará que
estamos tan aterrorizados que no sólo nos vamos, sino que la investigación se ha
terminado… todo lo que tenemos que hacer es seguir en contacto con los detectives.
Querida Irina… es una idea fabulosa_ elogió Rodrigo.
_ ¡El tipo se vá a confiar y puede que incluso lo apresen más rápido…! ¡A empacar,
entonces…!_ apuntó Katia, llena de entusiasmo.

Y tan pronto como los primeros rayos del alba clarearon en el cielo, comenzaron a hacer
maletas. Hicieron los arreglos pertinentes con la policía y decidieron que el chofer
Abelardo, la cocinera Panchita y Eulogia, la nana que veía a los niños y se ocupaba de
los otros quehaceres, viajarían con ellos. Los únicos que se quedarían en la casona
serían el jardinero Cosme Huenquilao y Juanita, su mujer, que reemplazaba a las otras
dos mujeres del servicio cuando éstas tenían sus días libres. Tuvieron suerte pues
Rodrigo pudo poner a las niñas al colegio a los pocos días de haber llegado a
Antofagasta, que era donde tenía otra de sus residencias, una impresionante propiedad
de estilo mediterráneo, cuyo blanco puro resaltaba en los colores cobrizos de aquella
tierra desértica. Las niñas estaban contentas pues en los días en que más ardía el sol
podían darse refrescantes chapuzones en la piscina, después de volver del colegio, y
también Irina tuvo tiempo de enseñarle a nadar al niño. Por sus negocios, Rodrigo
debía pasar cinco días a la semana en la capital, en tanto que Irina iba sólo si se trataba
de algo realmente importante. Los días comenzaron a transcurrir algo más plácidos y
tranquilos de lo que habían sido mientras estaban viviendo en Santiago. Un día de ésos
le encargaron a Irina hacer las fotografías de un catálogo de turismo nortino, y otra
agencia le encargó hacer unas doscientas postales, con lo cual se dió a la tarea con su
característica pasión por lo que hacía y el sello inconfundible de su talento. Salía a las
tres de la madrugada en uno de los vehículos que había en la propiedad, un magnífico
todo-terreno capaz de devorar kilómetros de carretera en un decir amén, para captar con
su lente los maravillosos amaneceres de San Pedro de Atacama, los impresionantes
salares con sus bandadas de elegantes flamingos rosados, los hermosos y apacibles
lagos altiplánicos, las montañas eternas y majestuosas con sus cumbres aún nevadas,
fascinada por la rica gama de colores, según la hora en que hacía las fotos. Captó
imágenes de las Termas de Puritana, con sus aguas cristalinas serpenteando entre los
montes, y quedó definitivamente hechizada con el Valle de la Luna, llamado así porque
las lluvias del invierno altiplánico hacen aflorar a la superficie la sal de la tierra,
formando ésta una capa blanca y crujiente, endurecida por el sol abrasador durante el
día. Como ella quería obtener las mejores imágenes, fue allí una noche en que una luna
totalmente redonda y plateada lo iluminaba todo, confiriéndole al lugar una magia

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especial, una cualidad extraterrestre de paisaje lunar, donde sólo el silencio de los siglos
reinaba. El tiempo parecía haberse detenido, o simplemente no existir. No sentía el frío
cortante tan típico de aquella zona cuando cae la noche, protegida por una contundente
chaqueta de lana. Y estaba demasiado extasiada, sobrecogida con tanta belleza como
para notarlo. Subió las dunas del Cráter Principal, aún más asombrada de descubrir la
quebrada del otro lado. Estuvo haciendo fotos hasta que despuntó el alba, hasta que las
enormes estrellas que parecían al alcance de la mano fueron desapareciendo lentamente,
hasta que la luna mágica, coqueta y misteriosa se escondió tras unas nubes rosadas,
hasta que divisó algunas vicuñas observándola desde lo alto y escarpado de las
montañas, hasta que el sol decidió salir a saludar un nuevo día. Como si hubiese sido
ella misma una cámara, lo vió todo, lo captó todo con precisión de joyero. Envió a
Santiago sólo lo que destacaba entre lo excelente, y poco después recibió una copia del
catálogo recién editado, un generoso cheque de su empleador y una tarjeta que decía:
“Irina, una vez más ha demostrado que su reputación no es en vano, con respecto al
trabajo, debo mencionar que usted no descubrió el norte… ¡lo acaba de inventar…!”,
Irina tenía una caja en la cual guardaba las tarjetas como ésas, que con el tiempo habían
llegado a ser cientos. Con las postales tendría más trabajo, aparte el hecho de que
siempre separaba lo “bueno” “muy bueno” y “excelente”, y era sólo esto último lo que
destinaba a los clientes, de acuerdo con sus parámetros, lo cual era otra razón para que
en lo suyo se la considerase insuperable, toda una leyenda. Rodrigo gustaba de
pavonearse de que por aquellos días, esa artista genial que tenía la suerte de tener por
esposa, necesitaba tiempo ya que otra vez estaba en pleno proceso creativo. No le
reclamaba cuando se perdía días enteros o cuando salía en el todo-terreno a horas
inauditas, pues conocía bien los afanes y dedicación que ponía ella y muchísimas veces
había admirado los resultados. Hubo días en que Irina acaso y veía a las niñas al
almuerzo, tardes en que llevaba al pequeño Javier con ella para no separarse de él tantas
horas, lo cual también le imponía la tarea extra de calentarle la comida, arroparlo si
hacía frío, ponerle bloqueador solar si la resolana era muy intensa y vigilar que no
comiera tierra o se pinchara con los cactus. Sin embargo, el niño se mostraba tan
extasiado como su madre con el paisaje, y tan curioso como ella cuando la veía accionar
el obturador o instalar un trípode. Y también hubo noches en que, aún en sueños, Irina
susurraba sobre los flamingos rosados y el Valle de la Luna. El desierto y su misterio la
habían ocupado, invadido y hechizado por completo. Sin embargo Irina sabía o
presentía en lo más profundo de su ser que aquel lugar tenía un significado especial, una
especie de memoria relegada en el tiempo que a veces tenía la fuerte impresión de tener
cada vez más cerca. Lo supo una noche cuando conducía de camino a casa. En algún
momento los deseos de orinar fueron apremiantes, por lo cual no tuvo otra opción que
detener el vehículo a un costado del camino. Javier dormía a pierna suelta, instalado en
su sillín reclinable en el asiento trasero. Le arregló las mantitas que lo cubrían y se apeó
para aliviarse, alejándose un poco del jeep. No fue sino hasta que se acomodó la
cremallera de los vaqueros y se disponía a seguir que lo notó; como quien atrapa una
luciérnaga en la oscuridad, logró captar la esencia de aquel momento, esa sensación de
haber estado allí mucho antes de llegar a establecerse al norte. Allí estaba el camino
solitario y pavimentado. Allí, otra vez, esa luna que todo lo bañaba de plata, y aquel
cielo profundo, límpido y puro cuajado de las estrellas más cercanas, abundantes y
relucientes que alguien hubiese podido imaginar. Recordó a Natasha, y esa asombrosa
coincidencia de un sueño compartido. “¿Por qué un arcoíris en medio de la noche?
Quizá nunca lo sabré, pero por lo menos voy camino a casa…”, pensó, subiendo al
vehículo y recomenzando en la ruta.

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Eliana Carmona se sentía frustrada. Ocho meses de investigaciones para nada. Tenían
material biológico y pruebas de ADN… de un tipo que no existía. Mauricio Aguirre era
sólo un alias que había utilizado el agresor de la niña Petrovna. A veces tenía el
presentimiento de que el tal Aguirre se estaba divirtiendo a costa de la policía, ya que en
todo ese tiempo, de los cuatrocientos sesenta casos de violación reportados, cincuenta y
dos correspondían a los perpetrados por el agresor de Katia Petrovna, las pruebas de
laboratorio así lo indicaban. Aparte el hecho que de esa cifra, más de la mitad de las
víctimas habían coincidido con la descripción del sujeto: la misma que diera don
Ramiro, el conserje del edificio en el cual había sido atacada Katia, y donde había
vivido la desaparecida Macarena Cid. Eliana Carmona repasó todas sus teorías,
racionales y de las otras, posibles e improbables, mientras por milésima vez estudiaba el
retrato hablado y lo escaneaba a la pantalla de su computador. “Mauricio Aguirre”, o
como te llames… ¿quién eres realmente? ¿Dónde estás…? ¿Por qué es que no hemos
podido echarte el guante? ¿Qué es lo que no he considerado? ¿Por qué razón puedes
actuar con tanta frecuencia e impunidad…? Hay algo aquí que se me está
escapando…”_ pensó la mujer policía, acomodándose un poco mejor en la silla
anatómica, estirando los brazos, sorbiendo lentamente su té de hierbas, que era lo único
que le apetecía tomar a esa hora de la noche. A sus treinta años, vivía sola, sin ataduras
ni compromisos, pues había decidido dedicar su vida y talento a vengar crímenes y
violaciones. Cada vez que investigaba un caso y lograba apresar a un agresor se sentía
renovada, sabía que lo suyo pasaba por reivindicar el salvaje ataque del cual había sido
víctima a los dieciséis años… era como si castigara una y otra vez a aquel cobarde que
había borrado para siempre sus ilusiones de adolescente y sus sueños de mujer. “Dios
mío, sólo te pido la suficiente perspicacia para poder ver entre lo que no ha sido visto
aún y entre lo que no es evidente… este sujeto ya ha causado demasiado daño, alguien
tiene que detenerlo…”_y dió otro sorbito al té herbal. Eliana Carmona era muy
inteligente, rápida y brillante, sin embargo en sus momentos de duda, a solas en su casa
resolviendo lo que estaba pendiente, solía hacer mentalmente un par de sinceras y
breves plegarias, porque también era lo suficientemente humilde como para saber que si
había sobrevivido a tantas cosas, y aún así era considerada como la mejor de su unidad,
era lisa y llanamente porque Dios la quería allí, utilizando su talento al servicio de otros.
En algún momento sus oraciones fueron escuchadas por la Inteligencia Suprema e
infinita que la había creado a ella… y a su perseguido. Tecleó aquí y allí, y el retrato
hablado comenzó a cambiar de rasgos… más joven… más viejo… sin bigote… con otro
corte de cabello… con otro estilo de bigote… con otro color de ojos… las cejas más o
menos pobladas… diferente color de cabello… las posibilidades fueron desplegándose
ante su vista como un abanico… se bebió todo el té y fue a la cocina por más, entre
tanto por la pantalla del computador seguían pasando las distintas imágenes modificadas
del rostro de un agresor que siempre parecía estar un paso adelante de la policía y
después de atacar a sus jóvenes víctimas, parecía tener la cualidad de esfumarse en el
aire. No fué sino hasta que volvió a entrar en la habitación con su segunda taza de té y
se acomodó otra vez frente a la pantalla, que la verdad pareció saltarle encima como el
gato al ratón. Pausó la corriente de imágenes, deteniéndose en ésta, la única que no
había considerado _y por cierto que había recorrido todo lo imaginable_. Y era curioso,
con ese rostro frente a ella, todo pareció encajar a la perfección… hasta se ruborizó de
lo tonta que había sido por no haberlo pensado antes. Tendría más de algún alegato con
sus superiores, quizá hasta se arriesgaba a una suspensión, pero tenía que probar la
verdad sin importar las consecuencias. Era casi la una de la madrugada cuando Eliana

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Carmona tomó a la decisión de llamar a su jefe y plantearle sus sospechas… y su
petición.

Katia Petrovna despertó y se incorporó en su cama. Aún somnolienta, estiró la mano


para alcanzar el vaso de agua en la mesilla de noche. Se sintió feliz ya que al día
siguiente, sábado, estarían todos juntos almorzando en familia, verían las hermosas
fotos que había hecho Irina durante la semana y jugarían a empujarse a la piscina. La
habitación estaba en penumbras pero le pareció ver algo moverse, en el rincón donde
estaba su escritorio… “debe ser la película de terror que ví antes de acostarme”_ pensó
divertida, concluyendo que si Aurora se enteraba iba a molestarla durante toda la
semana siguiente_ y se acomodó otra vez para seguir durmiendo. Tenía ya los ojos
entrecerrados cuando escuchó aquella voz susurrándole al oído “perra… ¿creíste que te
me ibas a escapar sólo porque fuiste con el cuento a tu madre y a la policía y porque
saliste huyendo como comadreja de la ciudad…?”. Y otra vez, Katia no alcanzó a
gritar, ni a defenderse. Un par de manos como tenazas la sujetaron, y sintió ese olor
conocido, ese paño en su cara, esa somnolencia invencible, oscura y pesada abatiéndose
sobre ella como una fatídica ave de rapiña. No alcanzó a sentir terror, aunque la última
idea que pasó por su mente fue que su pesadilla más horrorosa la había alcanzado, otra
vez. Y luego… el silencio y las sombras.

Irina detuvo el vehículo y bajó, con Javier profundamente dormido en sus brazos. Ya
por la mañana sacaría sus cosas y las loncheras de comida vacías para lavarlas. Estaba
feliz, pues había logrado verdaderas obras de arte con sus cámaras, toda vez que enviara
el material a Santiago podría darse un buen descanso e incluso llevar a las niñas a
conocer las Termas de Puritama y todos aquellos lugares que tanto la habían fascinado e
inspirado. Puso el pijama al somnoliento niño y lo arropó, depositando un suave beso
en su carita. La una y veinte. Bajó a la cocina pensando en beberse una taza de leche
caliente. Pensó con alegría en que en pocas horas más Rodrigo estaría de regreso,
almorzarían en la terraza con las niñas y Javier… se daría unos chapuzones en la piscina
y por la tarde entrarían al cuarto de revelado con Katia y verían los resultados de todas
las fotografías que había hecho. A Katia le fascinaba tanto como a ella, y quizá si
cambiaba de idea con lo de hacerse policía podría llegar a desarrollar un talento más
grande que el suyo… “quién sabe, o será una fotógrafa mejor cotizada que yo, o una
mujer policía que como hobby guste de hacer fotos, que talento para las dos cosas
tiene…”_ pensó Irina con orgullo, mientras se bebía la leche con una pizca de canela y
nuez moscada, sentada a la confortable mesa de la cocina. Poco después subió al
dormitorio de Aurora para verla dormir y besarla con esa ternura y delicadeza especial
dedicadas a todos sus retoños. Fue cuando entreabrió silenciosamente la puerta de la
habitación de Katia que se sobrecogió de una pavorosa mezcla de sentimientos… la
dantesca escena que tuvo que ver fue a Katia, desnuda e inerte, totalmente indefensa, y
ese otro cuerpo, obscena y desproporcionadamente grande en comparación con la
fragilidad de su pobre hija. El hombre estaba desnudo y un pasamontañas oscuro cubría
su cabeza, como si fuese un terrorista demoníaco, atacando y ultrajando sin
consideración alguna a su niña… temblando como una hoja, volvió silenciosamente
sobre sus pasos, procurando no hacer ni el más mínimo ruido, dejando la puerta
entreabierta, deseando volverse invisible… entró en su alcoba y buscó el revólver que
sabía estaba en lo alto del clóset. Verificó que estuviese cargado, quitó el seguro y aún
temblando, empezó a caminar hacia la habitación de Katia… el pasillo pareció hacerse

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más largo… el aire más espeso e irrespirable… sus manos comenzaron a sudar
copiosamente y un intenso, tremendo dolor en el pecho la hizo caer al suelo, casi a
punto de lograr su objetivo. Escuchó el ruido del revólver al caer sobre el frío mármol
del suelo, sintió esa misma cosa helada rozando su mejilla, y acudió a su memoria la
imagen de una niñita de cinco años sobre los sacos de una bodega en semipenumbra, y
la voz de Tomás Andrade… y el cuchillo que Daniel Petrovna utilizó para despacharlo
como a un cerdo en el matadero… “Daniel… amor mío… Daniel, perdóname por no
haber podido llegar a tiempo…”

“_Irina Ivánovich Zemsky, tu misión acaba de concluír, es bueno que no llegaras a


cumplir tus últimas intenciones o hubieses manchado tu karma y tu fabuloso destino de
una sóla plumada… ¿quieres observar, con total desapego, lo que debe ocurrir…?
¿Deseas elegir…? Porque tienes opciones y quiero ayudarte a descubrirlas”_ dijo
aquella voz suave, precisa y clara, transmitiéndole una paz que no había imaginado.
_ Muy bien… quiero observar y decidir lo que debe ocurrir, tanto como me sea
posible… siento tanta paz en estos instantes que estoy dispuesta a saber todo lo que
debo saber antes de marcharme_ respondió, olvidando ya lo que había conocido como
emociones humanas. Estaba preparada.

El visitante se detuvo al escuchar el ruido. Quitó su cuerpo sudoroso de encima de


Katia, que yacía sobre las sábanas, inmóvil pero tibia. Notó la puerta entreabierta y fue
hasta allí, saliendo al pasillo, viendo el cuerpo en el suelo y el arma a poco más de un
metro de distancia. Encendió la luz, se quitó el pasamontañas y acarició suavemente el
rostro de Irina, sabiendo que de alguna manera, aquello era el principio del fin.

_ Es… Rodrigo… no puedo creerlo… es él…_ musitó la esencia de lo que había sido
Irina, sus vórtices de luz imperceptibles al ojo humano ordinario se estremecieron.
_ Esa era su forma de vivir… utilizó a Mercedes para llegar a tí, abusó de Macarena
durante años, por eso ella se suicidó, lo amaba y aparte de vivir con la culpa de que
fuese su propio padrastro, después debió vivir con los celos de que él formara una nueva
familia e incluso tuviese contigo lo que no tuvo con ella, un hijo… estuvo esperando
por tí desde que te conoció, decidió aprovechar todas las oportunidades grandes y
pequeñas para llegar a tí y hacerte suya, según los conceptos de la Tierra… asesinó a
Mercedes, hizo matar a Daniel_ porque no fueron accidentes_ y entretanto esperaba,
conspiraba, engañaba y asesinaba, se ocupó de abusar y enamorar a Macarena, aunque
en los últimos años que estuvo con ella se calmó un poco y hasta dejó de lado sus
hábitos de violar jovencitas… no tenía planes de abusar a Katia cuando se unió a tí, sin
embargo esto es más fuerte que él mismo, y la tentación fue demasiado grande… ¿hay
algo que desees hacer antes de marcharnos…?_ explicó y preguntó, impasible, el Alto
Evolucionario que flotaba junto a ella.
_ ¿Cuáles son mis opciones…? Me has dicho que puedo elegir…_ indagó, sintiendo que
el tiempo no existía.
_ Puedes volver a tu cuerpo y llevar a cabo tus últimas intenciones, aunque es mi deber
advertirte que luego no volverías aquí a tener otra plácida conversación conmigo, irías
al mismo lugar que los suicidas y criminales… puedes renacer al cabo de un tiempo en
otro lugar que no tenga ninguna relación con la vida que acabas de vivir, el tiempo es
algo tan… impensable para nosotros… podrías renacer en lo que aquí llaman días,
semanas, meses o años, incluso si no quieres volver a nacer, y según la decisión que

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tomes ahora, también es posible… sobre cuál es tu siguiente rol, eres tú quién debe
decidirlo_ postuló.
Lo que había sido Irina se sentía ahora con un creciente asombro, no por lo que había
ocurrido con respecto a Rodrigo, sino más bien por la reciente capacidad de contemplar
su cuerpo en el pasillo, a Rodrigo sentado al lado, sujetando el revólver con intenciones
de dispararse, y al mismo tiempo a Katia en la otra habitación, aún inerte pero viva,
Aurora y Javier durmiendo inocentemente en sus camas… como si las paredes se
hubiesen vuelto invisibles.
_ Él va a suicidarse… ¿hay alguna otra manera de que pueda ser libre…?_ preguntó,
con una leve idea dándole vueltas.
_ No me preguntes lo que ya sabes… tú lo sabes… atrapa la luciérnaga en la oscuridad
y amóldala a los deseos de Eterno Amor procedente de Aquello que es todo, con todo y
por todo… cuenta conmigo_ aseguró, con los vórtices dorados y relucientes de
felicidad.
_ Hazlo, entonces… no demores y lléname de todo el dolor de sus víctimas, las que
murieron y las que siguen vivas, y que eso sea mi último regalo… con empatía y
cuidado, así en su próxima vida tendrá mejores deseos y aspiraciones y no seguirá
ensuciando su karma…_ contestó “ella”, entendiendo todo cada vez con mayor
claridad.
_ Es muchísimo el dolor kármico acumulado… no vá a ser fácil para tí traspasarlo y es
posible que influya en tu próxima vida si es que deseas renacer… recuerda que en la
mano que ofrece las rosas siempre queda un poco de la fragancia…_ expuso el Alto
Evolucionario, con algo que pareció ser un dejo de admiración.
_ De acuerdo, sin embargo, también viene a mi memoria el hecho de que el optimista ve
la rosa y no sus espinas, y el pesimista sólo ve las espinas, ajeno a la rosa… ya lo he
decidido, así es que no te demores y haz lo que tengas que hacer_ respondió, con plena
convicción.
Lo que siguió nadie hubiese podido medirlo en minutos, segundos o quizá horas. El
Alto Evolucionario descendió y literalmente entró al cuerpo de Rodrigo por el chakra
del tercer ojo. Rodrigo soltó el revólver y se sentó, desnudo como estaba, en la posición
del Loto, que por cierto no conocía ni había practicado jamás en su vida. El Alto
Evolucionario recorrió todos sus chakras y salió por el del corazón, entretanto el ser
etéreo que Irina era ahora flotaba, observándolo en todo el proceso sin perder un solo
detalle… ¡podía ver a través de la piel, los músculos, los huesos…! ¡Era capaz de ver
los diferentes colores de luz que despedía cada chakra…!. Ensimismada y a la vez
alerta, notó como los trazos de luz de su Maestro _azules_ pasaban a través del chakra
del corazón de Rodrigo _rojos_ adquiriendo una exquisita y vibrante coloración violeta,
y volviendo a centellear de azul cobalto cuando hubo salido por completo. Ya cuando
estaba otra vez flotando a su lado, recobraron el dorado suave que tenían al principio.
_ Muy bien, el campo ya está limpio para que lo siembres, la purificación está
completa… ahora, es tu turno…_ dijo, sin palabras, por que no había boca, ni lengua, ni
envoltura física… era sólo el concepto, la transmisión de energía conocida como
pensamientos. Y entonces aquellos hilos de luz se mezclaron con los suyos, y
procesaron toda la gama de tristeza, ira, vergüenza, desolación, desamparo,
vulnerabilidad, miedo y depresión que habían sentido todas las víctimas de Rodrigo…
todos aquellos sentimientos que llevan a quien los experimenta al suicidio, la locura, el
trauma y la alienación. Irina sintió un dolor indescriptible que se adueñaba de ella en
cada uno de sus átomos de luz, en cada una de sus células de energía… como si fuera a
desintegrarse, a estallar y desaparecer. El Alto Evolucionario, después de traspasarle
todo y separarse, le indicó que se diese prisa e hiciese lo mismo que él había hecho,

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recorrer todos los chakras de Rodrigo, uno por uno, deteniéndose unos instantes en el
del corazón, para enseñarle también el valioso regalo de la empatía. Y lo hizo.
Recorrió todos los centros energéticos, notando las manchas oscuras, como inclusiones
en un diamante, que cada uno tenía. Allí se adhirió como un imán la energía oscura y
adversa, cada sentimiento y pensamiento cruel que había tenido el victimario al atacar a
sus presas. Cuando hubo concluido, salió y vio, maravillada, que sus propias partículas
de luz eran plateadas… como la luz de la luna. Flotaron, quietos, mientras el cuerpo de
Rodrigo se convulsionaba violentamente al principio, hasta ir poco a poco calmándose,
sosegando la marea incontrolable que había sido. Hasta que por fin dejó de moverse.
Se quedó inerte, desnudo, con los ojos abiertos, como si estuviese viéndolos, lleno de
interrogantes asombradas… la autopsia demostraría que literalmente su corazón se
había dividido en tres pedazos. Porque recibimos lo que damos. Porque si todos los
victimarios pudiesen experimentar el dolor de sus víctimas, el crimen dejaría de existir
sobre la faz de la Tierra… pues sabiendo el dolor inaudito de los inocentes, nadie osaría
siquiera dirigir un sólo pensamiento contaminado a su prójimo. Los destellos blanco-
plateados de Irina relucieron como diamantes bajo el sol, se detuvo sólo unos instantes
más en la escena, observando detenidamente el cuerpo de Katia… y después,
observando a su Maestro, lo llamó por el nombre que éste le había transmitido:
_ Tenías razón, Mebahel… algo de aquella tristeza se ha quedado conmigo… ¿qué
ocurrirá ahora…? ¿Adónde iré para liberarme…? ¿Aún tengo opciones…? Verás,
quisiera…
_ Lo sé. Deja que el último rastro de emoción humana haga lo que tenga que hacer,
porque será parte de tu memoria kármica… en tu próxima vida, que ya sé qué es lo que
has decidido…
_ Ha de pasar algún tiempo, como dicen aquí, pero demasiado… tengo la sensación de
que son apenas nueve segundos…
_ Eres muy valiente… ahora deja de preocuparte… me imagino que los nombres
Natasha, Sergéi, Mercedes… ya los conoces y te son familiares…_ propuso y sus
dorados centelleos se hicieron más intensos (después descubriría que Mebahel
demostraba felicidad cuando brillaba así)
_ Entonces… ¡es verdad lo que estaba presintiendo...! digamos que voy contigo por
unos instantes antes de volver… es un deseo muy grande el de aprender y quedarme
junto a tí y los demás… y al mismo tiempo sé que debo regresar para poder… bueno…
ya sabes, ayudar a Katia…
_ ¡Namaste, querida hermana cósmica…! Y ahora, vamos, porque como dicen aquí, el
tiempo corre…

Y mientras comenzaban a traspasar la materia y luego la atmósfera, etéreos, suaves y


ligeros, cruzando el tiempo y el espacio a velocidades inimaginables, ambos seres de luz
fusionados en una sóla esfera, se hicieron preguntas y respuestas sobre el recorrido por
los chakras, un mismo sueño que habían tenido tres mujeres de la misma familia pero
distintas generaciones, y de un arcoíris…

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El arcoíris de medianoche Despertares

_ ¡Oxígeno…! ¡Dénle la epidural, ahora…! A ver, Katia, tienes que tocarte las rodillas
con la frente… ¡agáchate y quédate lo más quieta que te has podido quedar en tu
vida…!_ ordenó la mujer en bata blanca, mientras la diminuta aguja era aplicada con
maestría y precisión justo en la parte baja de su espina dorsal. Katia Petrovna sintió un
profundo alivio de todo aquel dolor inaudito, y cuando de nuevo la recostaron en la
camilla de parto, hasta se tomó su pequeña licencia de humor. Sonriéndole a Consuelo
Sepúlveda, la doctora que la atendía, le dijo:
_ ¿Estoy teniendo un bebé o en clases de acrobacia…? ¡Mejor y me pedías que te haga
la araña…!
_ ¡Y te apuesto a que te lo pedía…! No tienes absolutamente nada de dilatación,
‘mocosa de miércale’, ¡quién te mandó a meterte en cosas de grande…! Voy a tener que
hacerte cesárea, lástima, tan jovencita y con la piel tajeada…_ rezongó Consuelo, y al
ver que los ojos de Katia se humedecían, recordó que la niña de apenas quince años no
se había “metido en cosas de grandes” por su propia voluntad, sino que había sido
violada por su padrastro y a pesar de todo había decidido tener al bebé… arrepentida, le
tomó la mano y se la apretó, le acarició la cara con gesto maternal y con voz más dulce
le dijo:
_ Eres la mocosa más valiente que he visto… cualquier otra se habría suicidado o hecho
un aborto… échale ganas, te saco de ésta como sea… te voy a hacer la cesárea
atravesada y bien abajo para que igual puedas andar de guatita al sol, pavoneándote en
bikini por la playa…_ le aseguró, con una sonrisa de camaradería. Ahora era ella quien
tenía los ojos mojados, después de todo, su hija Araceli tenía la misma edad de Katia.
Al impecable Hospital Nortino llegaba de todo, y los médicos no daban abasto.
Consuelo recordó que después de atender a esta jovencita, debía ocuparse de los
mineros accidentados, en el pabellón de emergencias, ayudando al doctor Gutiérrez que
de seguro estaba frenético, con sólo dos enfermeras para atender a ese regimiento de
aguerrida gente que se ganaba la vida en las minas de cobre. Lo de la explosión había
sido de madrugada, y hacia las seis comenzó a llegar una ambulancia tras otra con
hombres en distinto estado de gravedad, y dos que no vivieron para contar la historia.
Eso sin mencionar a las dos empleadas abusadas a quienes tenía que practicar los
exámenes, para así poder obtener las muestras de material biológico, extender los
certificados y enviar todo a la policía. Se sintió afortunada de que entre tanta desgracia
y olor a muerte le tocara asistir a esta adolescente en el nacimiento de su primer hijo, y
también rogó al cielo porque el primogénito de su hija Araceli fuese el fruto del amor y
no de un ultraje. Consuelo Sepúlveda vivía sus días, y buena parte de sus noches y
madrugadas entre partos, suturas, inyecciones, gritos de vida y de muerte, gente que iba
y venía y un horario endemoniado… pero eso era para lo que servía, para eso había
soñado, estudiado y vibrado, porque le fascinaba tanto la vida como también le tenía
respeto a la muerte. Se escuchó el primer berrido, y cuando Consuelo puso a la cosita
diminuta, ensangrentada e indefensa sobre el pecho de Katia, a ésta se le llenaron los
ojos de lágrimas, lo abrazó, acarició y le susurró tiernamente:
_ Hola, Boris Petrovna… así es que eras tú el que me daba tantas patadas y antojos por
las papayas confitadas…
Consuelo soltó la risa y comentó que cuando le había tocado tener a su hija Araceli, era
tanto el antojo que cuando la metieron a la sala de partos todavía iba comiendo plátanos,
los cuales había devorado por docenas durante el embarazo, llegando a engordar

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veinticinco kilos. Costaba creer que aquella silueta tan esbelta y bien cuidada que lucía
hubiese podido pesar alguna vez ochenta kilos…
_ Ya pasaron quince años de eso… ¡y créeme que con las carreras aquí no me quedó
tiempo de engordar más...!_ repuso Consuelo, entretanto limpiaba a conciencia los
restos, para después hacer una cuidadosa y delicada sutura que con el tiempo resultó ser
casi invisible. El bebé se veía saludable y bastante robusto, aún si Katia hubiese tenido
un parto normal habría quedado muy delicada. Le deseó suerte, conmovida por el
hecho de que una niña tenía ahora la tarea de cuidar a su niño… de todos modos la
visitaría en su casa para revisar las suturas y ver que todo estuviese bien. Después, dió
instrucciones de asear al bebé y llevar a la joven madre a una de las habitaciones del
pensionado. Si todo seguía yendo como hasta ahora, Katia podría salir de alta al día
siguiente por la tarde. Dió un beso en la frente a la jovencita, miró el reloj y apenas si
se quitó los guantes, para salir a toda prisa a sumergirse en la vorágine de gritos,
órdenes y eficiencia del pabellón de emergencias… donde no tendría descanso hasta
bien entrada la tarde, y mucho menos tiempo para almorzar.

Eliana Carmona se deslizó calladamente a la habitación y puso el bonito ramo de rosas


blancas en el florero, había comprado ambos de camino al hospital. Se sentó en una de
las cómodas sillas y hojeó una revista. Katia dormía, y también el diminuto bultito
colocado en una cunita con barandas metálicas. Viéndola dormir, le pareció increíble
que hubiese podido sobrevivir a todo y tener el valor de encarar su destino como lo
había hecho. _“Esta niña será una magnífica madre, fotógrafa, policía o lo que se
proponga…”_ pensó, admirada, y no era para menos. A su mente acudieron los
recuerdos de aquella noche en que llamara a su jefe. Su teoría, sus sospechas y el
apresurado viaje, y había podido probar que estaba en lo cierto. Poco después de su
ascenso pidió el traslado, a instancias de Katia, que obviamente veía en ella una
maestra, mentora y sustituta de su madre. La expulsaron del caro y exclusivo colegio
apenas supieron lo del embarazo, sin preguntarle ni interesarse en lo que la jovencita
tenía que decir al respecto. Sin embargo, Katia no se dejó intimidar y le pidió ayuda
para contratar profesores privados. Se había convertido en una jefa de hogar y madre de
un día para otro, demostrando una responsabilidad y manejo de la situación asombrosos
para ser tan joven. Ella misma vigilaba que Aurora hiciese las tareas y puso a Javier al
jardín infantil. No iba a tener problemas económicos, después de todo, los ingresos
procedentes de la revista “Bazares” y los negocios de su padrastro le llegaban
regularmente cada mes. Le había ayudado y guiado con lo de firmar documentos, ya
que como era menor de edad no podría hacerse cargo de las empresas hasta no haber
cumplido los dieciocho… Y aún así necesitaría asesoría. Aunque ya sabía el engranaje
de “Bazares” y había decidido por sí misma que una o dos veces por mes viajaría a
Santiago para ver que todo marchase bien, y también porque le gustaba visitar a Paulina
Meza, que había sido buena amiga y confidente de su madre, y la cual por cierto casi
queda en shock cuando se enteró de toda la verdad. Eliana Carmona había llegado al
norte sin haber hecho ningún plan previo, al trompicón, sólo porque había descubierto
una terrible verdad, y por su arraigado sentido de justicia… y en el fondo de su corazón
había descubierto que también había sido por aquél impulso irrefrenable de ayudar y
proteger a Katia, esa niña valiente y decidida, pero aún inexperta y vulnerable. Ahora,
sentada allí, dejó la revista a un lado y se preguntó si acaso después de todos esos años
de huír de sus propios sentimientos, finalmente los habría recuperado. Contempló
detenidamente a Katia y se fue acercando, despacito, a la cunita en la cual el pequeño
Boris también dormía. Tocó con ternura y delicadeza la diminuta manito que asomaba
por las mantas, recordando su propio momento de decisión, cuando a los dieciséis años,

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después de haber sido salvajemente ultrajada por tres desconocidos, al poco tiempo
descubrió horrorizada que no sólo tendría que recuperarse del trauma… sino también
afrontar las consecuencias, porque su pesadilla le había dejado recuerdos tangibles.
Resolvió entonces que no quería tener un niño que le recordaría todos los días de su
vida cuánto se había ensañado con ella aquel cobarde, el jefe de los tres delincuentes.
Sus padres, gente de suficientes recursos aunque no podía decirse que ricos, decidieron
apoyar cualquier decisión que ella tomara, con lo cual calladamente la llevaron a cierta
clínica privada y resolvieron el asunto, inventando un viaje para que su hija no tuviese
que dar engorrosas explicaciones o ser expulsada del colegio. Eliana Carmona decidió
dar la guerra eterna e implacable a los violadores, con lo cual apenas terminó la
secundaria no paró hasta ser parte de las filas de la Policía de Investigaciones. Su
trabajo se convirtió en su vida, su amigo, su amante y su razón de vivir. Como toda
mujer joven y bonita, no le habían faltado las declaraciones, proposiciones de diversa
índole e incluso algún leve acoso por parte de alguno de sus compañeros, las cuales se
dió maña en rechazar sistemáticamente. No faltó quien le dijo en su cara que porqué no
“salía del clóset” y confesaba o por lo menos asumía que era lesbiana. A aquel ‘amigo’
que después de sentirse rechazado, con su ego masculino un poco maltrecho ya antes de
decirle aquello, lo agarró de las solapas y se le acercó lo suficiente como para que se
sintiese intimidado, luego de lo cual le contó su secreto. De cómo la habían abusado.
Del odio y el horror corroyéndola cuando supo que estaba embarazada. Y de la culpa
que la seguiría por el resto de sus días luego del aborto. Para no mencionar el asco
invencible que le producía la sóla idea del sexo. Y esas otras secuelas invisibles pero
omnipresentes: el hecho de que sus sueños románticos hubiesen sido brutalmente
cercenados cuando apenas estaban comenzando a asomarse. Se lo contó así, en la
cafetería cercana, sin grandes dramas, con una cierta ira contenida.
_ ¡Entiéndelo de una maldita vez…!_ el hecho de que no me ande acostando con Pedro,
Juan y Diego y que incluso el sexo me repugne no significa que yo sea lesbiana,
tampoco considero que tengan derecho a llamarme frígida puesto que ni siquiera sé que
se siente al tener un orgasmo… y tampoco creo en sueños románticos porque me
parecen una tontería. No estoy aquí para eso. Estoy aquí para cazar a esas bestias que
violan y asesinan los sueños de toda mujer con sensibilidad _y por desgracia todas la
tenemos_, no lo tomes como algo personal, como que te estoy rechazando
específicamente a tí… te tengo por inteligente y supongo que muchas mujeres te
encuentran atractivo, así es que vé por ellas, pero no cuentes conmigo. Mi vida fue
destruída hace ya va bastante tiempo, y la reconstruí cuando me convertí en policía.
_ Ten en cuenta que puedes pasarte los próximos treinta años arrestando degenerados y
poniéndolos tras las rejas, y no te niego que eso te producirá una enorme satisfacción
dadas tus circunstancias personales… te considero brillante, fría, lógica e imbatible, y
por supuesto que también intimidantemente bonita, pero creo que eso ya te lo han dicho
demasiadas veces. Es sólo que no deja de darme rabia el hecho de que te niegues a tí
misma, de que todavía lleves el odio dentro, de que te empeñes tanto por castigar una y
otra vez a los imbéciles que te agredieron… y a la vez te estás castigando tú misma.
Ten en cuenta que perseguir y encarcelar violadores, si bien es cierto es una noble tarea,
no te vá a consolar cuando te encuentres sola, ni te va a cuidar cuando ya seas vieja y
además… no puedes estar haciendo de ángel vengador por tiempo indefinido, porque
siempre habrá degenerados que se creen con derecho a todo, y tú sólo tienes como
máximo treinta y algo años para ser una detective en servicio activo… digo, que por
mucho valor, talento y determinación que tengas no podrás exterminarlos o
encarcelarlos a todos_ expuso César Santillana, arreglándose las solapas y sentándose
de nuevo, jugueteando con la cucharita en el café.

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_ ¿Y te crees que no lo sé…? Sin embargo, sé que puedo hacer una diferencia, por
mínima que sea… y te aseguro que aunque no disponga de mucho tiempo, procuro
llevarme por delante a cuantos de ésos bastardos pueda… y como soy bastante
ambiciosa sé que voy a establecer un récord tan memorable, que hasta los hijos de esos
malditos me verán en sus peores pesadillas… sí, es posible que ya sea demasiado tarde
en lo que a sexo o romance me concierne y es muy probable que termine mis días vieja
y sola criando gatos, pero cada vez que recuerde a todas las mujeres y jovencitas
violadas por las cuales he luchado seguramente también tendré mil razones para
sonreír_ explicó Eliana con un brillo apasionado en su mirada oscura y enigmática. Y
César no le dijo nada, se quedó silencioso, admirado, revolviendo el café ya frío,
sabiendo que iba amarla aún cuando ya no fuese un policía, recordándola así de
hermosa y llena de coraje, sabiendo que pasarían los años y serían amigos, porque era el
único que sabía su secreto…
Desde aquella conversación habían pasado algunos años y no pocas investigaciones.
Más de alguna vez habían trabajado juntos, resolviendo éste caso o aquél. Muchas
veces se habían ido a almorzar juntos, o compartían un café por la mañana, o se habían
contado sus cuitas, o él le había pedido consejo sobre ésta o aquella conquista, _César al
principio con la vaga esperanza de darle celos_ cosa que con el correr del tiempo y la
amistad sincera, profunda y desinteresada que le prodigó Eliana, no hizo más que
provocarle una notoria irritación y acrecentó su amor por ella… aunque tuvo que
callarse la boca y aguantarse como mejor pudiese, a fin de no echar a perder la amistad
inquebrantable que existía entre ellos. Eliana tuvo leves sospechas el día en que su
amigo César le cayó a puñetazos y le tiró un par de dientes a otro colega, que a su
tiempo rechazado y despechado había comentado con desdén que la señorita Carmona
se creía mejor que todos y que no era más que una frígida y una marimacho…
Confrontados con el superior, César Santillana simplemente planteó que nadie tiene
derecho a juzgar sin conocimiento extenso de las situaciones y las personas, y que haría
tragarse las palabras y más de un diente a cualquier desgraciado que por despecho o
envidia se metiera a lanzar rumores falsos contra una persona totalmente íntegra y
brillante en su profesión como lo era su amiga Eliana. Y desde aquella vez la dejaron
en paz, sintiendo una mezcla de admiración, envidia y respeto… y también rumoreando
a sus espaldas que no les convenía cruzársele de mala manera pues ya tenía su propio
perro guardián.

Eliana recordó aquello con una sonrisa. Hacía cinco meses que no veía a su amigo
César, sin embargo se llamaban para saber el uno del otro. Incluso él le había escrito un
par de cartas. ¡Todo había ocurrido tan rápido…! Cuando llegó al norte ya los cuerpos
de Irina Ivánovich y Rodrigo Schmidt estaban en el Servicio Médico Legal. Alcanzó a
llegar cuando el forense hacía lo suyo y colectó muestras biológicas, las cuales había
enviado a la capital para ser analizadas, en tanto se quedaba un par de semanas con
Katia, como consuelo y compañía. Y fue entonces que la jovencita le había pedido que
no se marchara, que se sentía sola y asustada, anonadada por el hecho de estar a cargo
de la casa, sus hermanos, el servicio, aprendiendo los quehaceres de “Bazares”, y a la
vez siendo ella misma una aplicada estudiante. Cuando se descubrió que el agresor de
Katia había sido su propio padrastro, la jovencita fue presa de una profunda depresión,
pues ni un su más loco delirio hubiese imaginado que Rodrigo sería capaz de semejante
traición… Lo que ella en un principio había interpretado como que “el psicópata los
había encontrado, y su madre con Rodrigo habían muerto tratando de defenderla”,
cuando se pudo esclarecer la verdad, se transformó en “mi padrastro aparentaba ser un
hombre bueno, pero en verdad era un psicópata aprovechando su oportunidad… y mi

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madre murió mientras trataba de defenderme”. No había sido una verdad fácil de
asumir, aceptar o vivir. Eliana volvió a Santiago, ya con la promesa de que pediría su
traslado al norte. Para su sorpresa, la habían ascendido, y un poco a regañadientes, le
habían concedido su deseo de ser transferida a la ciudad de Antofagasta. Eliana ni
siquiera imaginó que después de dejarla en el aeropuerto, César se había dado una
borrachera memorable y pasó no pocas noches pensando en ella, dando vueltas y más
vueltas en su cama sin poder dormir. Sin embargo, el destino les tenía reservado un
mejor plan… aunque ellos ni siquiera hubieran hecho uno. Eliana Carmona se había
instalado primero en una fonducha y después en un bonito y pequeño apartamento,
desde el cual iba a su trabajo y también visitaba a las chicas Petrovna cada día. Sólo le
duró dos meses su aventura en solitario. Hasta que Katia descubrió sorprendida que
estaba embarazada, que ésa era la causa de los vómitos por las mañanas y los deseos
incontrolables de comer papayas confitadas a toda hora. Eliana le había contado su
propia odisea y la decisión que había tomado en aquella situación. Fue entonces cuando
se llevó otra sorpresa con Katia, cuando ésta le comentó que tendría al bebé a pesar de
todo.
_ Ten en cuenta que ese hijo es el fruto de un ultraje perpetrado por tu propio padrastro,
que ojalá se pudra en el infierno, y cada día que lo veas, lo recordarás… ya no digamos
la enorme responsabilidad que te estás echando encima. Vas a dejar de ser una niña y te
vas a convertir en una madre soltera y cansada. No habrán fiestas, ni discotecas, ni
‘pololos’, ni romance para ti… sólo habrán pañales, estigmas, discriminación y
agotamiento… y un día te darás cuenta que perdiste tu niñez y juventud, que no supiste
lo que es ser una jovencita normal, sólo porque un desgraciado quiso saciar sus instintos
animales contigo… no me parece que sea un buen plan. Por cierto ¿aún quieres ser
policía?_ indagó Eliana.
_ Claro que sí… te lo dije aquella vez que fuiste a casa y hablamos con el hipócrita de
mi padrastro y con mi madre sobre las pruebas de ADN y todas las abusadas que había
dejado como reguero… el asunto es que no me voy a hacer un aborto porque crecí con
la idea de que un hijo siempre es una bendición… respetar y amar la vida son conceptos
que heredé de mi madre y no importa el origen de mi hijo, él o ella no tienen la culpa de
lo ocurrido. Es cierto, no querré saber de novios posiblemente durante largo tiempo…
aunque sospecho que el amor verdadero no tiene nada que ver con lo que me ocurrió a
mí. Mis padres se amaron de verdad, mi hermana Aurora y yo fuimos concebidas por
amor… y hasta dónde sé o creo saber, mi hermanito Javier también fue el fruto del
amor, por lo menos de parte de mi madre… ya que Rodrigo tenía una doble vida y tal
vez lo único que le interesaba era guardar las apariencias para así poder encubrir mejor
sus verdaderas intenciones. No sé si se pudra en el infierno, eso ya me tiene sin
cuidado… el tener mi bebé significa que lo perdono y estoy optando por la vida. ¿Cómo
podría decidir si este hijo merece vivir o no, sólo basándome en mi propia desdicha? Es
totalmente inocente, y de seguro que me voy a guardar el secreto de su origen hasta el
último día de mi vida, para qué herir sus sentimientos si no tuvo la culpa de nada…
Todo lo que puedo hacer es pedirle a Dios que nazca sano y amarlo sin condiciones,
como mi madre nos amó a nosotros. No te niego que considero un poco extraña la
manera que tuvo Dios de mandarme esta bendición, pero seguro que Él tiene sus
razones_ reflexionó Katia, dejando a la detective estupefacta. Y Eliana se había
levantado del sofá y la había abrazado, y besado en la frente, con los ojos brillantes de
lágrimas, y le había dicho que todo iba a salir bien… y que le hubiese gustado haber
tenido semejante maestra cuando ella pasó por lo suyo… porque esa chiquilla
vulnerable y sin conocimiento de la vida le estaba brindando una valiosa lección de
perdón, agradecimiento y amor con la decisión que había tomado. Eliana Carmona

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sabía reconocer la nobleza de alma y la pureza de sentimientos cuando la veía.
Aprendió que es mucho más fácil asestar un golpe luego de haber recibido el primero,
pero que se requiere mucho más valor para olvidar las ofensas y perdonar el daño
recibido. Fue poco después de aquella conversación que Katia le pidió a Eliana que se
mudara a vivir con ellas, después de todo tener una mujer policía en casa le daría una
imagen más respetable, contar con una amiga y mentora era una verdadera fortuna, y
por último, no tendría razones para estar pagando arriendo y podría movilizarse más
rápido al trabajo, en uno de los vehículos que habían en el garage. Y podían aprender la
una de la otra. Ante tales razones Eliana aceptó de buena gana, consolidando una
amistad y cariño de aquellos que duran una vida entera. Aurora y Javier la llamaban
“tía Eliana”, el servicio se refería a ella con admiración y respeto como “Señora”… y
Katia llegó a llamarla simplemente “Eli”. El tuteo entre la jovencita y esta especie de
madre sustituta que ella estaba convencida le había caído del cielo era común, pues
desde el comienzo, ya en Santiago se habían tenido confianza y se habían admirado
mutuamente. Ahora, Eliana Carmona comprendía que todo ocurre por una razón,
aunque muchas veces no logremos vislumbrar los por qué o para qué. Otra razón que
tuvo para creer que estaba ante el maravilloso misterio de la vida fue la exquisita
sincronización de la que fue testigo: en el mismo instante en el que Katia despertó y
estiró los brazos desperezándose, el bebé también estiró sus bracitos y emitió un leve
quejido reclamando a su madre. Eliana, sonriendo, se apresuró a sacarlo de la cunita,
oliendo aquella tenue fragancia de vainilla, lo besó y se lo entregó a Katia, que con un
gesto lleno de amor y dulzura, instintivo y antiguo como el mundo, lo acercó a su pecho
ya crecido y rebosante para alimentarlo.
_ Bueno, Boris, que tengas buen provecho_ le dijo Katia, con un beso delicado,
acunándolo con ambos brazos. Era tal la paz y bondad que brillaba en sus ojos que
Eliana se preguntó si acaso esta muchacha había sido puesta en su camino para
enseñarle cosas de valor a ella… porque muchas veces quien cree que ya viene de
vuelta resulta estar recién comenzando en el camino del verdadero aprendizaje, y para
mayor sorpresa los maestros de valor resultan ser personas que en la mayoría de los
casos no hubiésemos imaginado como tales.

Con el suave y casi imperceptible correr de los días y semanas, Eliana fue dándose
cuenta de que con sus someros pronósticos a Katia, había estado casi en lo cierto,
aunque también bastante equivocada. La jovencita fué discriminada y expulsada del
colegio, sin embargo también le confió que interpretaba eso como una ventaja más, ya
que como estudiaba en casa con profesores privados tenía más tiempo para estar con su
hijo y vigilar a sus hermanos menores. Declaró que si su madre siempre le había dicho
lo especial que era, ya de por sí no podría ser una chica “normal”, o más bien “del
montón”, incluso más de alguna vez dejó en claro lo agradecida que estaba por su
suerte, puesto que si bien era cierto había pasado lo suyo, aún podía considerarse
afortunada.
_ ¿A qué te refieres específicamente?_ quiso saber Eliana.
_ Si nos ponemos a pensarlo, yo no soy la primera y por cierto no seré la última
adolescente soltera y con un hijo; ¡cuántas chicas en la misma situación no tienen ni
siquiera un trabajo para hacerle frente a algo así…! Y en caso de tener trabajo, deben
dejar de estudiar para poder mantener un bebé, y como es lógico terminan siempre en
empleos mal pagados, al faltarles mejores recursos profesionales. Me pregunto si hay
alguna manera de romper ese círculo vicioso y ayudar a las madres demasiado jóvenes a
salir adelante y conseguir mejores oportunidades_ se explayó Katia, con sincero
entusiasmo. Eliana se llevó la mano a la barbilla, pensativa, sorprendida de nuevo de

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que la muchacha se preocupara por cosas como ésas. Parecía ser que su precoz
maternidad la había vuelto más sabia, bondadosa y llena de empatía. No había en ella ni
la sombra del resentimiento que por lógica debía tener… ni siquiera un atisbo de la
rabia y el dolor que ella había sentido teniendo sólo un año más de edad que Katia.
Asombrada, sólo atinó a comentarle:
_ Vaya, vaya… no salgo de una sorpresa y ya me estoy llevando otra… tu madre habría
estado muy orgullosa de ti…. ¿de dónde fue que aprendiste semejantes ideas…?
_ De cierta conversación que tuvimos tú y yo antes de vivir juntas, y de un documental
que ví hace días por televisión sobre las adolescentes embarazadas… en este país el
veinte por ciento de las madres entre quince y veinte años son solteras, y casi por regla
general no tienen apoyo financiero, ya no digamos que un buen porcentaje de los padres
de dichos bebés también son menores de edad, con lo cual deciden “correrse” y hacer de
cuentas que el asunto no es problema suyo…_ informó Katia.
_ Ya, vale, de acuerdo. Es cierto que la mayoría de los hombres en general, y los
adolescentes en particular son tan irresponsables que piensan que una acostada por aquí
o por allá no le quita un pedazo a nadie, pero ¿qué hay de las chicas que se meten en
camisas de once varas por su propio gusto? Porque si bien en tu caso el asunto es
diferente, y esto te cayó por total sorpresa y en contra de tu voluntad, créeme que las
hay que andan de fiestas, discotecas y noviecitos como si cambiaran de blusa, y no
paran hasta que no falta el comedido que les pone el pan en el horno…_ comentó
Eliana, algo jocosa.
_ ¿Quién no comete errores en su vida? A lo mejor falta un poco de información, me
parece que si realmente supieran en lo que se están metiendo lo pensarían diez veces
antes aceptar irse a la cama con el primero que les hace una propuesta… una amiga mía
del colegio tuvo relaciones con el noviete sólo porque el tipo le dijo que si no aceptaba
la dejaba por otra que tuviera mejor disposición. Se metió en dos problemas, porque le
robaba los anticonceptivos a su hermana casada, y cuando la descubrieron se le armó en
grande… y el tipo igual la dejó por otra a los tres meses de habérsele entregado_
confidenció Katia.
_ Me pregunto en qué tipo de colegio aprenderán a ser tan oportunistas, irresponsables y
desgraciados… desde jovencitos se les enseña que mientras más mujeres se lleven a la
cama, más hombría tienen; deja que una mujer hiciera lo mismo, porque los adjetivos
vulgares le llueven, ya no digamos que algunos especímenes, de hombría tienen sólo los
pantalones. Te contaré que cuando trabajaba en Santiago supe de un tipo que metió al
saco a una colega, después de perseguirla durante meses, y bien que después de lograr el
objetivo anduvo contándole a quién quiso escuchar que se habían acostado… mi colega
pasó tal vergüenza que tuvo que pedir traslado al sur. En cambio a mí, como tuve la
prudencia de jamás aceptar proposiciones, me motejaban de marimacho e incluso no
faltó quién dijo que yo me creía mejor que todos… claro que tampoco faltó quién le
hizo tragarse las palabras y un par de dientes al bocón_ confidenció Eliana, riéndose al
acordarse del incidente.
_ ¿Te das cuenta la ventaja que tenemos de estar totalmente libres de hombres que nos
desprestigien, utilicen, chantajeen o intenten dominarnos…? ¡Deberíamos fundar un
Club de Mujeres Libres…! Por cierto… ¿el que te defendió fue tu amigo César…?_
indagó Katia, con un guiño pícaro.
_ Sí, fue él…
_ ¿Hace cuánto tiempo lo conoces…?
_ Desde que me convertí en policía, unos ocho años. De hecho él también creía que yo
era gay, o por lo menos lo dijo para hacerme enojar… al menos me lo dijo en mi cara,
después de que yo rechacé sus avances. No sé porqué, desde que supo mi secreto se

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convirtió en el hombre en el cual más he podido confiar… Nos hicimos muy amigos, y
me gusta que hayamos mantenido una amistad sincera a través de los años. Incluso
hubo una ocasión en que investigando un caso y siguiendo a los sospechosos, nos tocó
meternos en un motel… no te digo la de bromas que tuvimos que aguantar en la unidad,
pero también sirvió para que dejaran de acosarme por un tiempo. También estuvieron
los dos últimos fines de año en que me invitó a su casa, mejor dicho, a la de sus padres,
y conocí a toda su familia…_ contó Eliana.
_ Húm… ¿y estás segura de que sólo son amigos…? ¿Ni tomaditas de mano ni un beso
que por equivocación haya ido a dar en los labios…? Mira que mi mamá me contó que
cuando tenía mi edad, en su fiesta de quince mi papá le dio uno de esos besos como que
no quiere la cosa…_ aventuró Katia.
_ ¡Por supuesto que no…! ¡Ésta no es una novelita rosa, qué carajo…! Los besos en la
mejilla, de amistad, ¡son de amistad y no hay más que eso…!_ puntualizó Eliana, roja
hasta las orejas, sin entender porqué había imaginado en ese momento que César sí le
daba un beso en la boca por… “equivocación”.
_ Ya, de acuerdo… pero no me explico porqué el sofoco, ¡si estas más roja que un
cangrejo hervido…!_ se rió Katia, con cierta socarronería.
_ ¡Uf…! ¡Aquí hace calor…! ¡Y yo con suéter…! ¡Para no decir la sed que tengo…!_
respondió Eliana, saliendo como un resorte del sofá y yendo a la cocina por un vaso de
té helado. Como eran casi las once de la noche y todos los habitantes de la casa estaban
durmiendo, Katia resolvió ir también a la cocina por un vaso de leche. Era costumbre
que algunas veces se quedaran conversando o viendo una película por televisión. Boris,
que ya tenía seis meses de vida, dormía toda la noche y no despertaba hasta las siete de
la mañana, hora en que su madre lo mudaba, alimentaba y volvía a poner en la cuna, en
la cual feliz y satisfecho volvía a dormirse hasta bien entrado el día. Sin embargo, Katia
comenzaba su jornada, despertando y preparando a Aurora para el colegio.
Desayunaban con Eliana, luego de lo cual Abelardo iba a dejar a la menor de las
Petrovna a la escuela, entretanto “Eli” se preparaba para ir a su trabajo, para ella de
lunes a lunes. La jovencita se ocupaba en hacer sus tareas y luego en llamar por
teléfono a “Bazares” y a los administradores de las empresas Schmidt, que por derecho
le correspondería manejar ya cumplidos los dieciocho. Aunque en conversaciones
sostenidas con Eliana había llegado a la conclusión de que si quería convertirse en
detective, la decisión más acertada que podría tomar era dejar a directores y
administrativos en sus puestos y mantenerse al tanto de lo que ocurría, así podría tomar
parte en reuniones de negocios sin tener que esclavizarse en una oficina. La clave
estaba en adquirir el suficiente conocimiento como para poder tomar decisiones
importantes y ser capaz de manejar asuntos de envergadura con sólo un par de llamadas
por teléfono, fax y frecuentes visitas a terreno, ojalá sorpresivas. Katia ni siquiera
sospechaba que en sólo una década, apoyada por personas valiosas, conveniente
tecnología, su increíble sentido de la responsabilidad y el don del talento multifacético,
llegaría a ser conocida y admirada como una de las empresarias con la carrera más
meteórica y exitosa de su época. Y entretanto avanzaba hacia sus metas, demostraba
interés y dedicación por todo aquello que la rodeaba, y vivía cada día como si fuese el
primer día de su vida. Hacia la una de la tarde almorzaba con Aurora, Javier y
alimentaba a Boris, luego de lo cual ella misma se encargaba de preparar a su hermano
menor para ser llevado al jardín infantil. Vigilaba que Aurora se cambiara de ropa e
hiciera las tareas, y encargaba a Eulogia que cuidara del bebé, ya que desde las dos de la
tarde recibía por turnos a sus profesores y profesoras, y no paraba hasta pasado las
nueve de la noche. Era cosa usual que mientras estaba en alguna de las clases de
idiomas entrase Eulogia, discreta, y le entregase a Boris para que lo amamantara. Había

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sorprendido y admirado a sus maestros, que la habían conocido cuando la barriga aún
no se le notaba. La profesora de francés demostraba una especial simpatía por Katia, ya
que había sido su maestra en el colegio, y al ver la determinación de la jovencita por
salir adelante y continuar con su vida, accedió de inmediato cuando ésta le pidió clases
en su propia casa. De hecho había decidido mantenerlo en secreto, aparte de que era su
única alumna privada. Celine Dupré era la tercera hija de un matrimonio de inmigrantes
franceses, y luego de haber vivido en la capital los primeros treinta años de su vida
había decidido probar suerte estableciéndose en el norte, dejando atrás un largo romance
con un hombre casado que al comienzo sólo se había ocupado en seducirla y después en
mantenerla en vilo con vagas e interminables promesas que jamás llegó a cumplir.
Cuando por fin abrió los ojos y descubrió que estaría mucho mejor sola que mal
acompañada, emprendió un nuevo camino. De nada habían servido los ruegos,
amenazas, promesas y manipulaciones de su amante, Celine era de las que cuando
toman una decisión lo hacen en serio, luego de mucho reflexionar, y sin vuelta atrás.
Aquella relación había durado ocho años y en algún momento le planteó a su amante
que realmente él estaba tomando todas las ventajas sin entregar nada. No era capaz de
hacer feliz a su esposa al engañarla, y tampoco podía hacer feliz a su amante al tener
que mantener la relación a escondidas. El mismo amor que la había mantenido unida a
un hombre ajeno que no le había ofrecido más que migajas de amor y tiempo, era el
mismo amor que la separaba de él para siempre, brindándole la oportunidad de
conocerse así misma y crecer, porque primero tenía que amarse a sí misma y sólo
entonces encontraría a alguien que pudiera brindarle lo que de verdad le correspondía en
la vida. Lo comprobó algún tiempo después, cuando respaldó a su alumna preferida en
uno de sus tantos proyectos algo radicales pero efectivos. Entretanto, la vida cotidiana
de las chicas Petrovna había llegado a ser plácida y segura, Katia tenía un especial
sentido de la disciplina sin que ello significara tiranía; con paciencia, amor y bondad
había llegado a ganarse el respeto y admiración de todas las personas que formaban
parte de su vida, porque aunque no hubiese podido poner el concepto en palabras,
intuitivamente sabía que el ser “una princesa en su propio castillo” no significaba ser
déspota y gritonear órdenes todo el día, sino más bien escuchar y aprender, porque hasta
la persona más humilde tiene lecciones valiosas que enseñar, y más que órdenes, hacer
peticiones… las cuales con un “por favor” y un sincero “gracias” siempre eran
cumplidas con rapidez y eficiencia. Con Boris, a medida que crecía, siempre se estaba
llevando sorpresas, como cierta vez que el niño de sólo once meses había bajado solito
la escalera, sentándose en cada peldaño y apoyando los piececitos en el escalón
siguiente, o cuando había tratado de llegar al borde la piscina, lo que casi le da un
infarto a la pobre Eulogia, por lo cual tuvieron que poner barandillas protectoras. Eliana
estaba admirada pues Katia había hecho una cuestión de honor el guardar el secreto con
respecto al origen de Boris; por lo menos en aquella casa, el servicio sabía o suponía
que “la patroncita había tenido un resbalón” y ni siquiera Aurora sabía la verdad. Los
hermanos menores de la adolescente habían echado en falta a sus padres e incluso Javier
pasó un par de meses en los cuales lloraba por cualquier cosa y mojaba la cama, sin
embargo Katia se dedicó a consolarlos y brindarles todo el amor y cuidados posibles.
Incluso había tres o cuatro días por semana en los que Katia, Aurora y Javier dormían
en la misma cama, con la cuna-corral de Boris convenientemente cerca, y entre cuentos
y risas, se quedaban dormidos. Si bien era cierto que Aurora necesitaba más respuestas,
Javier era más pequeño y adaptable, pero también más vulnerable y sensitivo, aunque
estaba la ventaja de que como sólo había tres años de diferencia con Boris, los niños
podrían crecer sintiéndose más acompañados. Katia tuvo la primera señal de algo
sorprendente la mañana en que le mostró a Boris, por vez primera, uno de los álbums

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familiares. Como apenas sabía hablar, al ver las fotografías de los abuelos puso su
dedito en la imagen de Natasha y con una sonrisa de ésas que derriten piedras sólo dijo
“ita-tasha” (abuelita Natasha) “ito-égei” (abuelito Sergéi)… antes de que su madre le
explicara quiénes eran los personajes de los retratos en blanco y negro. Para mayor
sorpresa, al pasar a las páginas más recientes, se detuvo en una fotografía en la cual
aparecían Rodrigo e Irina, y apenas la vio indicó a Rodrigo y pronunció, claro como el
agua, “papá”. Katia se sobresaltó, preguntándose como un niño de sólo un año y tres
meses podía saber algo así, ya que las únicas personas ajenas a la familia que lo sabían
eran Eliana y Consuelo Sepúlveda, la doctora que la atendió durante el embarazo y el
parto. La jovencita se dió cuenta que estaba frente a un misterio cuando el pequeño
puso su dedo diminuto en la imagen de Irina y dijo “mi”, tocándose la punta de la
naricita. Katia sacó otro álbum con fotos de su pequeño y se las mostró, tratando de
corregir lo que a su raciocinio parecía un mal entendido:
_ No, mi amor, ésa es mi mamá… éste eres tú… ¿ves? Aquí estás…
Pero el pequeño volvió a insistir indicando a Rodrigo como su papá y a Irina como él
mismo, sonriendo con inocencia. Cuando le contó lo ocurrido a Eliana, ésta le comentó
que a veces, de la boca de un ser inocente y puro pueden escucharse las verdades más
escondidas, aunque no tenía muy claro el porqué Boris tenía aquella confusión con
Irina. Incluso comentó, a broma:
_ ¿No será que aquello de la reencarnación pueda tener algo que ver en todo esto…?
Ni siquiera sospechaba que estaba en lo cierto. Y que con el correr de los meses el
asunto llegaría a cobrar una claridad meridiana, comprobando con asombro que hay
despertares a la vida, al amor, al conocimiento, a nuevas experiencias… y también está
el despertar del Alma. Porque en toda vida humana siempre hay un esclarecimiento, un
“darse cuenta”… un “despertar”.

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El arcoíris de medianoche Rosa en la Aurora

El sol brillaba como un reluciente disco de oro en el cielo límpido y azul del mediodía,
el calor era apenas soportable, sólo estaban las arenas y piedrecillas ardientes
calcinándole los pies desnudos y sangrantes, y el silencio eterno e insondable del
desierto. Caminó despacio, cayéndose y levantándose, con la única idea de encontrar la
carretera y pedir ayuda y agua. Y entonces la vió… una rosa blanca, inmaculadamente
blanca, inexplicablemente solitaria y radiante allí, en medio de aquel lugar donde ni
siquiera los buitres se aventuraban porque nada crecía. No tuvo tiempo de reaccionar
con lógica, porque cuando se aproximó para verla de cerca la rosa comenzó a gotear
sangre justo desde su centro. No estaba asombrada, era como si todo fuese de lo más
natural, como si hubiese sabido con anticipación de siglos que encontraría esta flor pura
sangrando en medio del desierto. Al tocarla, para cerciorarse de que no estaba teniendo
una alucinación, la rosa blanca le transmitió su mensaje blanco, preciso, ineludible: “Tu
sangre es la mía, la pureza es eterna, nuestras almas deben unirse y permanecer juntas a
fin de llevar a cabo la misión que nos fue entregada y que escogimos… mi sangre es la
tuya clamando justicia… sólo recuerda que debes despertar y tomar la espada que nos
hará libres… despierta… despierta…”

_ Despierta, Aurora, es hora de levantarse_ dijo Katia, aún en pijama, besando a su


hermana en la frente. Aurora despertó y estirando los brazos se sentó en la cama,
tratando de no olvidar el extraño sueño que había tenido. Quería quedarse unos minutos
más entre la tibieza acogedora de las sábanas, pero la fuerza de voluntad que Katia le
inculcaba pudo más y levantándose, se dejó llevar a la ducha.
_ Ya tienes once años, así es que en unos meses más tienes que aprender a bañarte y
lavarte el pelo solita_ apuntó Katia, mientras la enjabonaba.
_ Pero hermana, ¿qué pasa si no me puedo lavar bien y quedo con el pelo lleno de
champú…?_ rezongó dulcemente Aurora.
_ Echando a perder se aprende, lávate bien las orejas mientras te preparo el uniforme, ya
vuelvo_ instruyó Katia.
Toda vez que estuvo lista, impecable y vestida, bajó al comedor donde Eliana ya estaba
sentada a la mesa. Poco después se les unió Katia al desayuno, uno de los pequeños
rituales de cada día que las mantenía unidas. Porque podían hablar de cosas importantes
o de naderías, pero el sólo hecho de sentarse a la mesa y compartir los primeros
alimentos del día juntas servía como una suerte de catalizador, amalgamando los
sentimientos sinceros y profundos que habían surgido entre las tres con el correr del
tiempo. Aurora comentó con lujo de detalles sobre el sueño que había tenido, quizá
buscando algún significado, aunque no estuviese consciente de ello. Eliana comentó
que soñar con hallarse en el desierto significa momentos difíciles, sufrimiento, duelo…
_ No me digas que tienes los mismos libros que mi abuela me regaló… tengo unos diez
diccionarios de sueños, uno se lo trajo un amigo de España y pesa casi dos kilos de lo
grande que es… mi madre y mi abuela Natasha tenían gran curiosidad por el tema de los
sueños_ comentó Katia.
_ Yo sólo he leído un libro de sueños en mi vida. Antes de que mi mamá muriera, soñé
que caminaba por el desierto, me quedó tan vivo el recuerdo, que se lo comenté a una
amiga, la cual me prestó un libro de ésos… y ahí me enteré que lo que había soñado
tenía que ver con todo lo que se me vino encima por esa época… pero no creo que sea
para preocuparse, Aurora es muy joven como para tener tragedias… lo más difícil que

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podría ocurrirle sería que no hubiese hecho las tareas o que reprobara el examen de
Lenguaje de mañana…_ pronosticó Eliana.
_ Estoy segura que hizo las tareas, además ha estudiado bastante así es que en este caso,
los sueños, sueños son_ aseveró Katia.
Cuando Aurora subió al vehículo, hicieron bromas con el chofer, Abelardo, y a poco ya
se le habían olvidado las extrañas imágenes vistas antes de que su hermana la
despertara. Todo lo que le importaba esa mañana era obtener la mejor nota por su tarea
hecha en casa y escuchar música en el reluciente discman que su mejor amiga llevaría
escondido en su mochila del colegio, durante el recreo.

¿Cuál es el misterio que conecta una acción con otra, y ésta con un hecho decisivo? Hay
quién habla de reacciones en cadena. Hay quién dice que se cosecha lo que se siembra.
¿Quién no ha escuchado comentarios del tipo: “porqué tuve que ir por ésta calle en vez
de aquella, porqué tuve que conocer a tal o cual persona, porqué tenía que estar ahí o
allá, porqué tuvo que pasar esto o aquello…?” ¿De qué está hecha la cadena que va
uniendo un hecho fortuito a otro, un día feliz con un día desafortunado, una
circunstancia adversa con el posterior renacer? ¿Cuál es el código secreto que establece
la ineludible secuencia causa-efecto? ¿Acaso algo o alguien decide dónde, cuándo,
porqué y a quién le sucederá tal o cual cosa, a fin de producir determinada causa? Y
sobre todo… ¿Quién decide los efectos derivados, y cuántas probabilidades podrían
darse, existir o coexistir a partir de… un sólo acontecimiento? La clase de matemáticas
terminó a las once de la mañana. Se suponía que después entraría la rubicunda
profesora de inglés, revisaría las tareas, haría un breve repaso y una corta prueba. En su
lugar, entró la directora del colegio y anunció a los alumnos que la Señorita Smith se
había fracturado un tobillo y que la verían la próxima semana, enyesada, y que por el
momento podían retirarse. Rosita Latorre mostró una sonrisa pícara y dió un discreto
codazo a su mejor amiga, Aurora. Se sentaban en el mismo pupitre, tenían la misma
edad, ambas gustaban de los helados de vainilla, y se consideraban como hermanas pues
también, por alguna afortunada coincidencia, ambas cumplían años el mismo día y
mes, así como también tenían una marcada afición por los videojuegos. Algunos de los
chicos y chicas decidieron quedarse y esperar a que pasaran por ellos. Otros optaron por
algún cupo en los furgones escolares. Los menos, se fueron caminando a sus casas.
_ ¡Tenemos casi dos horas…! ¡Te digo que el domingo fui aun lugar nuevo, tienen
máquinas y juegos que aún no hemos probado…! Y a cuatro calles de aquí, cerca del
centro… igual y vamos, y después volvemos y esperamos a que nos vengan a buscar…_
se entusiasmó Rosita.
_ ¿Qué tal si nos descubren…? A mí no me dan permiso para ir sola al centro, Abelardo
me lleva y me trae… no creo que a mi hermana le guste la idea_ reflexionó Aurora.
_ No tienen porqué saberlo, no le vamos a contar a nadie… además vamos las dos…
qué te cuesta… encima, mientras más hablamos más tiempo perdemos_ persuadió
Rosita.
_ ¿Qué le digo a Katia cuando me revise el cuaderno y vea que no llevo tarea de
inglés…?_ indagó Aurora.
_ Dile que como tuvimos repaso y prueba no nos dieron tareas que hacer… con las de
matemáticas tenemos de sobra. Tengo una idea: empecemos a correr y tomamos el
tiempo, así vamos a saber a qué hora tenemos que volver y ni Abelardo ni mi mamá van
a saber nada… ¿hecho…?_ propuso Rosita.
_ ¡Hecho! ¡Vamos…!_ acordó Aurora, y salieron disparadas corriendo con tanta prisa
como podían. Llegaron al lugar, felices, y a poco de recuperar el aliento, compraron
refrescos y recorrieron el entorno. Las máquinas lucían nuevas, se notaba que habían

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sido estrenadas hacía tan sólo unas semanas. Rosita se entusiasmó con las carreras de
motos, cabalgar aquel potro cibernético y futurista de color dorado, mientras la pantalla
mostraba un circuito virtual y corría a velocidad increíble, la hizo reír a carcajadas…
Aurora recordó al tío Dimitri y se preguntó si todavía correría autos de Formula Uno.
Poco más allá había una máquina que era igual a las cabinas de las naves espaciales en
las películas de ciencia ficción. Llegó, abrió la portezuela y entró… todo lo que había
era un sillín plateado y suave, unos comandos en el tablero de control y un visor virtual
ajustable. Sin saber cómo o porqué, o dónde lo había aprendido, hizo todo lo que habría
hecho un piloto avezado. Instintivamente, sabía como ajustar el sillín, el visor, y qué
botoncitos tenía que oprimir. Se encontró recorriendo las antiguas ciudades Incas y
Mayas, las pirámides de Egipto, el Sahara, y voló sobre el mar… incluso recorrió un
lugar que parecía una ciudad sumergida, guiando aquella nave como si fuese real y
suya. Tan absorta estaba en sus exploraciones virtuales que no se percató del tiempo
transcurrido. La mano de Rosita sacudiéndole el brazo la llevó de regreso a la realidad.
_ ¡Tenemos que irnos! ¡Nos quedan justo doce minutos para volver a la puerta del
colegio…!_ le advirtió.
_ Pero si acabo de entrar… no me vas a creer cuando te cuente lo que he visto aquí_
respondió Aurora, entre entusiasmada y asombrada.
_ ¡Te lo has pasado una hora y media en esta máquina…! Yo corrí en las motos, jugué
al pin-ball, probé el kárate, el tiro al blanco, las carreras de autos ¡y hasta la máquina de
torpedos que está allá...! ¡Apúrate…! ¡Ya no nos queda tiempo, y si nos descubren se vá
a armar…!_ protestó Rosita, casi arrastrándola fuera de la máquina. Se ajustaron las
mochilas de colegio en la espalda y salieron tan rápido como habían llegado. No se
percataron del furgón negro que las seguía. Sólo estaban preocupadas de llegar a
tiempo a la puerta del colegio. Tampoco sospecharon nada cuando el vehículo las
sobrepasó y estacionó casi en la esquina. Les faltaba sólo una calle para llegar. Dos
individuos bajaron y fingieron conversar. Ellas corrían, inocentes, sólo porque querían
estar en el lugar indicado y en el momento preciso. Uno de ellos estiró la zarpa y cogió
a Aurora por la mochila, el otro aferró a Rosita por un brazo. Las niñas no alcanzaron a
entender… y de nada valieron los gritos, el forcejeo por librarse, la confusión que
sintieron en aquellos momentos, las súplicas. Fueron arrastradas al interior de aquel
furgón negro con extrañas ventanas que por fuera parecían espejos, de modo que cuando
pasaron frente al colegio, Aurora pudo ver el todo-terreno en el que Abelardo la
esperaba… y Rosita vió a su madre estacionar su propio vehículo.
_ ¡Mamá…! ¡Soco…!_ alcanzó a gritar la niña antes de que una de aquellas bestias le
tapara la boca. Estaba el que conducía, otro que iba sentado al lado, y los otros tres en
la parte trasera, que sujetaban a las escolares. Aurora estaba extrañamente tranquila.
Sólo estaban los asientos del conductor y acompañante, incluso se fijó en que el piso
estaba cubierto por una colchoneta de lona rellena de espuma. Notó como el furgón se
alejaba y comenzaba a salir de la ciudad, hasta la carretera. Rosita, llorando, le apretó la
mano, mientras uno de ellos la manoseaba… “¡oye, Natas, ésta sí que va a ser fiesta…!
¡Hacía tiempo que no pescábamos algo tan rico…! ¡Ya, pásame la botella…!”_
comentó, y Aurora se percató de las botellas de licor en un rincón, unas vacías, otras
llenas, en una caja de plástico. El tal Natas era un individuo de unos treinta años, de
piel quemada y curtida por el sol, cabello negro, crespo y grasiento, mirada turbia y algo
parecido a una sonrisa burlona. Mal vestido, daba la impresión de no ser limpio. Se
echó un último trago y le ofreció la botella a su compinche. Después, se abrió la
bragueta y como si el pudor no existiera, se manoseó el sexo erecto delante de todos.
Miró a Aurora con aquella mueca siniestra y sentenció: “ésa es mía, así es que anda
pasándomela, que la voy a ocupar un buen rato…” El otro tipo empujó a la niña y

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respondió: “ya, compadre, pero no sea tan avariento… igual y nos deja algo a los
demás…” El furgón, entretanto, seguía avanzando por la carretera, hacia algún trágico
destino al cual ninguna mujer quiere llegar, no importa la edad que tenga.

A la una y media, Abelardo miró su reloj y se inquietó. “Aquí pasa algo raro…”, pensó
y se acercó a saludar a la madre de Rosita, que también miraba su reloj de pulsera con
impaciencia. En ésas, Abelardo divisó a uno de los compañeros de clase de las niñas, y
se le acercó…
_ ¡Francisco…! ¿Ya todos salieron de clases? ¿Qué pasó hoy que no salieron todos
juntos…?_ preguntó.
_ La Señorita Smith se rompió un tobillo y no vino, así es que no tuvimos clases de
inglés… la Señora Directora nos dijo que podíamos irnos, eso fue a las once… así es
que algunos se fueron en los furgones, otros caminando y yo me quedé esperando a mi
papá…_ explicó el niño.
_ ¿Has visto a Aurora…? Es raro porque siempre me espera aquí en la puerta…_
comentó Abelardo.
_ ¡Sí, claro que la ví…! Las escuché comentando algo de ir al centro, a los
videojuegos… a lo mejor fueron al Tecnotronic, que abrió hace poco y tiene unas
máquinas de película… se fueron corriendo con la Rosita Latorre… estoy casi seguro
que fueron para allá porque se fueron por ahí…_ indicó el niño, con el dedo apuntando
hacia el centro de la ciudad. La madre de Rosita, que también se había acercado,
alcanzó a escuchar, con lo cual a los pocos minutos conducían cada cual su vehículo en
la dirección indicada. Eran casi las dos de la tarde cuando Abelardo y la ahora llorosa
madre de Rosita entraron al Tecnotronic. Uno de los encargados estaba colocando un
letrero en la puerta que decía “no se admiten escolares en uniforme”. Le hicieron
preguntas y el empleado del local respondió que sí, había visto a las dos niñas, y
precisamente por eso habían acordado con el dueño de prohibir la entrada a niños que
tal vez estaban “pintando venado” con las clases. Comentó que justo en el momento en
que las chicas habían salido a la carrera, él se encontraba barriendo la vereda y le
pareció que un furgón negro las iba siguiendo. Le había llamado la atención el vehículo
porque los tipos _había visto sólo a dos a través de la ventanilla abierta_ iban bebiendo,
los vió pasarse una botella, y tenían una música estridente a todo volumen que incluso
se escuchaba en el interior del Tecnotronic. Y eso era todo lo que sabía. Lo mismo
tuvo que decirles a la pareja de detectives que una hora después llegaron a hacerle
preguntas. Porque Abelardo salió disparado a buscar a Eliana, la cual se puso en acción
tan pronto pudo.

Llegaron a una casucha destartalada que no disimulaba las huellas del abandono. Allí
las tuvieron prisioneras todo el resto del día y la noche. Las abusaron brutalmente,
turnándose. A Rosita la quemaron con cigarrillos cuando ésta se negó a abrir la boca y
aceptar las asquerosidades y el licor. “El Natas” le propinó un brutal puñetazo en el
rostro a Aurora cuando ésta lo mordió y le escupió la cara. Las niñas se desmayaron
varias veces, pero eso no los detuvo. No los conmovieron las lágrimas, ni los cuerpos
sangrantes y lacerados. Ellos querían violar, abusar, vejar, sentirse poderosos abusando
de dos niñas inocentes en edad de soñar y jugar. Se dieron maña saciando sus instintos
de bestias, y no les importaron los sollozos ni los gritos de dolor o súplica. Aurora
escuchó los gritos de su amiga sin poder hacer nada, porque en aquel mismo momento
tres de aquellos seres desalmados la vejaban al mismo tiempo. Y después, cuando ya

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creía que el suplicio había terminado, cuando veía el techo borroso y sentía unas
extrañas convulsiones, “El Natas” la agarró del cabello y la arrastró afuera, bañándola
con agua helada del pozo, manoseándola, después de lo cual volvió adentro con aquel
cuerpo delicado y frágil en los brazos, la arrojó a un destripado jergón en el suelo y
comenzó a abusarla de nuevo. Entones Aurora supo que el calvario continuaría, que
ella y su amiga Rosita serían flageladas hasta la muerte, y se resignó. Procuró mirar el
rostro de aquél canalla, para recordar cada gesto, cada rasgo, y rogó al cielo que algún
día se hiciera justicia… sintió un leve, desconocido cosquilleo en la piel y de pronto su
cuerpo dejó de sentir dolor…

“Kwan Yin, tienes siete nanosegundos, eso es, con cuidado, pon el desactivador aquí…
ahora, sepárala… cuenta regresiva, micropolo activado… procesador aúrico… ¡luz,
ahora…!”

Aurora supo que se estaba muriendo… había escuchado ese extraño diálogo, como
instrucciones… tenía que ser un delirio. “Voy a morir y no voy a ver nunca más a mi
familia… Katia… Boris… Javier… Eliana...” Tuvo unos rápidos flashes y después
ocurrió lo impensable: estaba allí abajo, con los brazos abiertos en cruz y la mirada fija,
mientras aquel ser asqueroso la violaba… y también estaba aquí arriba, observando la
escena con total desapego, casi con frialdad. Parpadeó pues sentía un extraño ardor en
los ojos, y para su sorpresa, cuando enfocó de nuevo la bizarra realidad, el entorno había
cambiado. Estaban rodeadas de desierto… las bajaron del furgón, desnudas, y las
arrojaron como si fuesen desechos. Vió como su cuerpo inerte caía, como una muñeca
de trapo que ya nadie necesita. Vió el furgón alejarse dando tumbos. Y después vió lo
que no se hubiese atrevido a imaginar ni en su más disparatada pesadilla… Rodrigo
entrando a la habitación de Katia… esperando en la oscuridad… colocándose un
pasamontañas… Irina descubriéndolo todo, el revólver cayendo al suelo y haciendo ese
sonido metálico… los dos cuerpos… él desnudo, examinándola, y ella muerta. La
llegada de Mebahel con sus resplandores dorados… la exploración de los chakras de
Rodrigo… la fusión de las dos esferas de luz… sintió un tenue y alegre sobresalto
cuando poco antes de comenzar a ascender, Mebahel la miró a ella, y la saludó… ¡Irina
no se había dado cuenta…! ¿O acaso Mebahel podía estar en más de una dimensión al
mismo tiempo? Sólo alcanzó a captar lo que él le transmitió: “saludos… cumple tu
destino, transfórmate… porque no sólo estás estudiándote y descubriendo tu
esencia, sino que también tienes tu propio mensaje que entregar… ya nos
volveremos a ver…” Y fue como si todas esas palabras hubiesen entrado de una sóla
vez a su consciencia, en una décima de segundo o menos. Los vió fusionarse y partir.
Ahora sabía el origen del pequeño Boris. Y otra vez, el desierto. “¿Por qué debería
regresar…? ¿Qué razones podría haber para querer regresar a una casa destruída,
maltratada y desnuda…?” Sintió una vaga tristeza al ver esos cuerpos leves, pálidos,
sangrantes, golpeados… daban la impresión de haber sufrido tanto… “¿por qué o para
qué tengo que volver…?”, se preguntó una vez más.
_ “… por nosotros. Yo quiero. Ayúdame. Ayúdanos.”_ susurró la voz a su lado.
Tenue, delicada como un soplo de brisa. Y la vió. Rosita también estaba allí arriba,
flotando ingrávida, mirando todo algo asombrada.
_ No quiero… ahí está tu cuerpo. Vuelve, si quieres, pero yo ya perdí el interés.
Continúa sin mí.
_ Te estás olvidando que tenemos que cumplir una misión. Hasta Mebahel te lo dijo.
Lo ví. Lo ví todo. Recuerda que nosotros escogimos venir. Recuerda que elegimos
estar allí.

102
_ Es… repulsivo. ¿Rosita…?. Rosa. Soñé contigo y mi hermana me despertó. Así es
que era esto. Lástima que no sé interpretar sueños. Hubiera podido evitar roda esta
repulsiva experiencia… perdóname. No tengo ningún deseo de ser humana otra vez…
no quiero saber de emociones humanas, nunca más… es todo tan… violento, vulgar y
asqueroso… quédate si crees que tienes algo que aprender… yo necesito irme…
_ No puedo. Ya traté de entrar y retomar mi cuerpo, pero no puedo. Por eso necesito
tu ayuda…
_ Está bien… toma mi cuerpo, entonces… creo que no está tan estropeado como el
tuyo.
_ Nos espera un camino difícil, azaroso y largo… unidas podemos recorrerlo mejor.
_ Dos habitantes en la misma casa… ¿crees que sea posible? ¿Acaso no estaremos
luchando la una con la otra…? tu entusiasmo por seguir, y mi desgana por continuar…
no pienso que sea la combinación adecuada…
_ Tendremos doble fuerza. Después de todo, la que fué mi madre por lo menos podrá
consolarse si recuperan el cuerpo.
_Va a haber problemas, amiga mía, pero voy a ayudarte. Después, ya veremos… ¿y
ahora qué…?
_ Pues, ya sabes… ¿Mebahel no te lo enseñó…? Fusión y cruce… hay que seguir, algo
podremos hacer… ¿hecho…?
_ Húm… hecho, allá vamos.

Y corrieron veloces en el aire, fusionándose y cruzando poco después la frontera de la


materia, entrando a un sólo cuerpo. Entonces no lo sabían, pero una nueva historia
estaba comenzando. La consciencia de lo sucedido la irían recuperando con el tiempo.

“… Rosa en la Aurora, pálida y sangrante deseos de muerte que se romperán… Aurora


camino de piedras y soles, Rosa en cien eones desintegrará… espada violeta que brilla y
relumbra, buscando justicia nos liberará…”.

Las palabras flotaron como un hechizo en su cerebro… se quedó inmóvil, volviendo a


recordar la puerta del colegio y el furgón negro. Sabía que algo horrible había ocurrido
y que ya nada volvería a ser igual. Sabía que la inocencia les había sido brutalmente
arrebatada… “nunca más… es todo tan violento… vulgar…. y asqueroso…” ¿por qué
pensaba esas palabras? ¿De dónde venían…? Abrió los ojos y el sol que ya brillaba con
fuerza la cegó un poco. Se incorporó con cuidado, lentamente. Se sentía mareada. Se
arrastró hasta el otro cuerpo, que tenía llagas y heridas horrendas. Un hilillo de sangre
mezclado con otro líquido blanquecino, repulsivo y mal oliente le escurría por la
comisura de la boca. Cerró aquellos ojos que habían visto de cerca su última pesadilla.
No lloró. No podía. Estaba vacía. Ni siquiera consideró la idea de que podría volver a
llenarse… ¿qué emoción sería la primera en llegar…? Autómata, se echó el cuerpo
inerte a la espalda y comenzó a caminar. Se asombró levemente al descubrir que podía
hacerlo. Caminó sin descanso. Como si alguien la guiara, diciéndole por dónde tenía
que ir. Debía encontrar la carretera, pedir ayuda y agua. Caminó hasta que los pies le
sangraron. El sol ardiente. El desierto. El silencio. “Sigue, ánimo, adelante, sigue…”
La sed. “Sigue, encuentra el camino de regreso”. Los extraños escalofríos que la
recorrían por entero, a pesar del calor. “Sigue, no te rindas”. El hambre… recordó que
lo último que había comido era el desayuno del día anterior. “Sigue… vas a vivir, vas a
llevar a cabo tu destino…”.

103
Consuelo Sepúlveda bebió agua mineral de la botella, mientras conducía. Había
concluído su turno en el hospital y ahora tendría un merecido día libre. A esas horas de
seguro que su hija Araceli estaría estudiando… La abuela estaría picando verduras en la
cocina o tejiendo, y los demás cada cual en lo suyo, porque la actividad en la Parcela
Esperanza no terminaba jamás. Sin embargo, ella gozaba de las regalías que le
prodigaban y no lavaba ni siquiera una taza, después de todo, tenía un solo día libre
cada quincena. Algún día dejaría el hospital y se asociaría con alguien para instalar un
consultorio privado. No supo exactamente qué fue, pero algo la impulsó a mirar hacia
la derecha… unos metros más adelante, vió una figura humana caminando con
dificultad, llevando algo a la espalda. Frenó el vehículo como para convencerse de que
no estaba viendo visiones. Y entonces se le puso la piel de gallina… bajó y se fue
aproximando a la carrera. “¡por Dios…! ¡Si son sólo unas niñas! ¡Y desnudas!”, pensó
y se acercó hasta quedar frente a frente.
_ ¡¿Qué les pasó?! ¡Déjame ayudarte…!_ fue todo lo que pudo decirle a la niña. Cargó
el cuerpo, dándose cuenta con horror que ya no había nada por hacer, estaba muerta.
Acomodó el cuerpo en el asiento trasero y ayudó a la otra niña a subir e instalarse a su
lado. Cubrió a la infortunada Rosita con su chaqueta y a Aurora con la bata blanca que
de costumbre usaba en el hospital. Puso de nuevo el vehículo en marcha, dió la vuelta y
comenzó a dirigirse de nuevo a la ciudad. No creía lo que estaba viendo. Miró a la niña
sentada a su lado… le parecía conocida… ¿dónde la había visto…?.
_ ¿Cómo te llamas, tesoro…?_ le preguntó, con dulzura. Pero no hubo respuesta.
Aurora tenía la mirada fija… El largo cabello negro se veía sucio y enredado. Tenía
sangre seca que le había brotado de la nariz y la boca, uno de los labios hinchado y
partido, y numerosas contusiones. Era un rostro bellísimo, inocente, que denotaba las
huellas de un sádico maltrato. Había en ella una especie de aura extraterrestre, como si
fuera un bello y puro ser, acabado de llegar, que no comprendía el idioma ni mucho
menos la pesadilla que le había tocado vivir. Eran las dos y media de la tarde cuando
entró al estacionamiento que le era asignado en el Hospital Nortino. Bajó y dió
instrucciones a dos auxiliares para que la ayudaran. Rosita fue llevada a la morgue y
Aurora a la sala de emergencia. Consuelo, eficiente, pidió al forense de turno que
hiciera lo debido con el cuerpo y le entregase el informe tan pronto como concluyera su
trabajo. Después, vistió una bata blanca de las limpias y se dispuso a hacer un
minucioso y exhaustivo examen a la niña… “Pobrecita… aún está en estado de shock”,
pensó, tratando de mantenerse fría y objetiva.
_ Tesoro… te voy a dormir para hacerte mejor el examen… y también para limpiarte
esas heridas_ le dijo, con tono maternal y tranquilizador. Su sorpresa y estupor recién
comenzaban. De pronto la niña pareció captar todo el alcance de su tragedia, y como si
hubiese sido arrojada violentamente a la realidad, abrió mucho los ojos, le agarró la
mano y suplicó, a los gritos:
_ ¡Por favor… máteme…! ¡Máteme antes de que vengan de nuevo…! ¡Son cinco…!
¡Ya mataron a Rosita, y de seguro me van a matar a mí…! ¡Apúrese… máteme…!
Consuelo Sepúlveda llamó a dos enfermeras, y sólo entonces pudieron sujetarla y
dormirla. Le pidió a una de ellas que fuese anotando todo en la hoja del informe que
enviaría a la policía. La otra ayudó a limpiarla. Y entonces, cuando el rostro estuvo
libre de polvo y sangre, la reconoció.
_ ¡Dios mío…! ¡Pero si es una de las chicas Petrovna…! ¡Es la hermana menor de
Katia…! María, ve rápido a los archivos de partos, me buscas el expediente de Katia
Petrovna y la llamas por teléfono, avísale que su hermana está en Emergencias,
¡rápido!_ urgió Consuelo, y la aludida salió del recinto hecha una exhalación. Después,

104
se dió de lleno a la ingrata tarea de practicar el examen. Viviana, la otra enfermera, no
pudo contener el llanto al ver el pedazo de vidrio que la doctora extrajo de los genitales
de la niña. La hoja del informe se fue llenando de sórdidos detalles de la condición de
la víctima y de las lágrimas de la joven profesional, que tenía una sobrina de la misma
edad. Horas después, cuando ya Aurora había sido totalmente examinada, aseada y aún
dormía inducida por los sedantes, Consuelo le dió las aciagas noticias a Katia y Eliana.
_ No se lo digas, quizá más adelante será lo indicado. Fue necesario extraerle lo que
esos malditos le dejaron de ovarios… estaban tan estropeados que no había forma de
salvarlos. En unas dos semanas ya estará más recuperada. Pero igual tengo que hacerle
un control en veinte días más. No te preocupes, yo voy a tu casa. Ah, por cierto, vamos
a la morgue para que veamos si conoces a la otra niña, estaban totalmente desnudas
cuando las encontré, y si no es porque reconocí a tu hermana, todavía estaríamos
haciendo conjeturas sobre quiénes son…
_ Los ojos de Consuelo Sepúlveda no mostraban huellas, sin embargo su voz
demostraba una furia intensa, contenida. Katia y Eliana, en cambio, tenían los suyos
enrojecidos e hinchados. La detective se juró a sí misma que no descansaría hasta dar
con aquellos mal nacidos. Las cosas sólo empeoraron cuando entraron en la morgue.
El forense, un hombre fogueado, de hablar parco y preciso, de informes rápidos y
certeros, un tipo que era capaz de mascar un sándwich entre una autopsia y otra,
mostraba huellas de haber llorado. En todos los años que tenía de hacer su trabajo, por
primera vez se esforzaba por mantener la voz clara.
_ “Aproximadamente doce años. Quemaduras de cigarrillos en múltiples partes del
cuerpo, incluídos los genitales. Heridas de cuchillos y elementos punzantes en la
espalda y nalgas. Los ovarios están literalmente reventados. Fue ahogada con alcohol,
fluídos biológicos y estrangulada _aquí las marcas_ y tiene el cuello roto. Y eso es lo
menos escabroso…”
Cuando el forense mencionó a continuación los otros detalles, Consuelo Sepúlveda
vomitó en una palangana, Katia se desmayó y Eliana dio un grito y lloró como pocas
veces en su vida.
_ Encuentren a esos hijos de perra, díganme en que puedo ayudar… y tráiganlos, que yo
personalmente me encargo de castrarlos_ concluyó el forense, lívido de furia.

María Graciela Lincoyán regaba las alfombras de pasto colocadas en su antejardín hacía
una semana, tratando de concentrarse sólo en eso. Dirigió el chorro de la manguera al
rosal del centro del jardín, que lucía una única rosa blanca, recién abierta, cuando las vió
llegar. La atractiva y esbelta mujer dijo llamarse Eliana Carmona y le mostró la placa
de la Policía de Investigaciones. La jovencita se presentó como Katia Petrovna, la
hermana mayor de Aurora, compañera de curso y mejor amiga de Rosita Latorre. Se
echó a temblar cuando se le acercaron y le pusieron cada una la mano en el hombro.
Como si ya presintiera a lo que venían. La manguera se le deslizó de las manos,
cayendo al suelo y mojando los sencillos zapatos de la detective. No. No mi Rosita.
Mi bebé. Mi niña. Tenía casi doce años. Tienen que estar equivocadas. Mi Rosita está
de cumpleaños la próxima semana, como quería disfrazarse de ángel hasta le mandé a
hacer el traje. Lo tengo bien guardado en el clóset… Están equivocadas. No es mi
niña… y María Graciela cayó de rodillas en el pasto mojado, profiriendo un aullido
largo, extraño, agudo, que nadie hubiese creído que podía salir de una garganta humana.
Por compasión, no le dijeron todo el suplicio que había pasado su hija antes de morir. Y
por lo mismo, el forense cubrió el cuerpo con una manta, descubriendo sólo el rostro
cuando fueron ambos progenitores a reconocer el cadáver. Nadie puso ninguna

105
objeción a que vistiesen a Rosita con el atuendo de ángel que se suponía usaría en su
cumpleaños. Así vestida la pusieron en la caja blanca, lacada, que guardaría sus restos
por décadas. Ramos de rosas y lirios blancos custodiaban el ataúd cuando éste fue
empujado al interior del nicho perpetuo, su última morada. A pesar de los sedantes,
María Graciela se abalanzó sobre el sepulturero cuando se aprestaba a sellar el nicho,
aún gritando que todos estaban equivocados, no es mi Rosita, está de cumpleaños la
próxima semana… y se necesitaron tres hombres de anchas espaldas y fuertes brazos
para llevársela. Sin embargo, nada ni nadie pudo impedir que María Graciela regresara
a ese lugar cada día. Nada ni nadie pudo obligarla a comer, ni a vestirse, ni a vivir.
Porque pocas semanas después la encontraron muerta al pie del nicho perpetuo de su
única hija, con un papel arrugado entre los dedos, en el cual había escrito que
encontraría a su niña a como diera lugar… y que algún día se haría justicia, como que
Dios existe.

El desierto le parecía conocido e incluso familiar. Se dio cuenta de que estaba en el


mismo lugar cuando alcanzó a divisar la casucha destartalada y el pozo. Lo curioso era
que sus pies parecían no tocar el suelo… más bien flotaba a unos pocos centímetros de
la arena gruesa y oscura… No llevaba reloj, así es que todo lo que percibía era que
estaba en el atardecer, con aquellos misteriosos tonos azulosos y rosados… que se
fueron intensificando, hasta tomar impensables coloraciones fucsia. ¿Por qué habían
rosas blancas cubriéndolo todo…? Ahora podía sentir la textura suave de los pétalos
bajo sus pies… corrió libre y desnuda, con un sentimiento de asombrada felicidad
invadiéndola. Justo en el momento en que pensaba que por fin había muerto y ya no
tendría que regresar a ese cuerpo ni volvería a sentir nada humano las rosas bajo ella
comenzaron a enrojecer, a volverse líquidas y viscosas… se agachó para oler y tocar,
era sangre mezclada con pétalos blancos; la bizarra mezcolanza le llegaba a los tobillos.
Por más que corría no lograba salir de la pesadilla, resbalando y cayendo una y otra vez.
Entonces la vio, en su traje de ángel… aunque las alas eran de verdad, mucho más
hermosas y grandes de las que hubiesen sido las del disfraz con que la habían enterrado.
Ni una sola gota de sangre la había manchado, incluso sus pies parecían dejar una
huella, sin llegar a tocar nada. Se le acercó suavemente y le sonrió, de un solo gesto la
hizo ingrávida y la limpió de aquellos siniestros vestigios, después de lo cual volaron
juntas por todo el lugar.
_ ¿Qué es esto…? ¿Por qué o para qué estamos aquí…?
_ya hemos descansado lo suficiente, ahora es cuando todo va a empezar a moverse, a
cambiar… recuerda que al fin de cuentas eres la dueña del cuerpo que estamos
habitando, pero que entre ambas tenemos un trabajo que hacer…
_ ¿A qué te refieres? Ya tengo… perdón, tenemos trece años de vida humana, lo cual no
es mucho ¿no te parece…?
_es suficiente. Hay seres que se han dado cuenta y han despertado mucho antes que
eso… Tenemos que hacer algo, y mientras más pronto mejor…
_ ¿Cómo que “tenemos”…? Ahora que lo noto, también tienes tu propio cuerpo… bien
que podrías utilizarlo.
_Te equivocas. Soy una proyección de tu cuerpo etérico, puedo guiarte y darte las
instrucciones que tengo, pero el instrumento para hacer y ejecutar en esta dimensión
sigue siendo este cuerpo, el tuyo…
_ Bueno, bueno… si no hay otra solución… en fin, ¿y ahora qué…?
_ Mira hacia abajo…

106
Y miró. Sobrevolaban a unos pocos metros del suelo, con lo cual pudo observar la
horrenda escena con claridad. Hasta donde abarcaba su vista, estaba lleno de niñas,
niños siendo abusados, torturados, asesinados, mutilados por seres con forma humana
que se iban transformando en monstruos que en vez de pies ostentaban pezuñas, garras
por manos, algunos tenían escamas en vez de piel, otros mostraban cuernos y colas… y
todos despedían un hedor a podredumbre. Asqueada, se detuvo, flotando, tratando de
no vomitar. Su antigua apatía estaba cediendo lugar a otra emoción que aún no era
capaz de identificar plenamente, pero que podía percibir claramente creciendo en su
interior. Rosa, o lo que fuese aquel ser etéreo que decía ser una… proyección de no se
acordaba muy bien qué, se llevó la mano derecha a la espalda y de entre sus alas surgió
una hermosa, reluciente y fina espada que en ese momento casi la cegó con su luz
violeta. La recibió con las manos temblorosas, llena de un reverencioso coraje que
desconocía. Sintió aquella fuerza ocupándola por completo.
_ Ahora baja. Y cumple tu destino. El que tú elegiste…

Y bajó. Tentáculos malolientes, fauces chorreantes, pezuñas y garras feroces salieron a


su paso, pero nada la detuvo. La espada tenía vida propia. Era su vida, su motivo y su
destino. Habían sido creadas la una para la otra. Se daban fuerza y valor la una a la
otra. Fueron dejando una estela de bestias destrozadas. Volvieron a remontar vuelo y
otra vez, bajaron a darles destrucción y muerte. Sin embargo notó que se recomponían
y retomaban la macabra labor que los había ocupado.
_ ¡Es inútil…! ¡No puedo vencerlos…! ¡Los malditos se regeneran…! ¡Míralos…!
¿Qué puedo hacer…?
_ Atácalos en sus órganos genitales… sólo así puedes desintegrarlos y evitar que se
reproduzcan… ah, y otra cosa… después de que los hayas destruido debes transmutar al
Rayo Verde…
_ ¿Qué es eso…? ¿Y cómo lo hago…?
_ No te dejes llevar por la cólera, lucha con valentía y desapego y después sólo tienes
que pensar en el color verde y la espada transmutará en seguida…
_ ¿Para qué servirá eso…?
_ Para sanar a las víctimas y restituirles la vida y la inocencia, ya que son sólo niños…

Se entregó al combate con todo su ser, sin detenerse, sin juzgar, sin miedo, con
profunda conciencia del objetivo pero sin apego por el resultado. Porque todo lo que
sabía era que el resultado ya se había materializado mucho antes de que las niñas
conocidas como Rosa y Aurora nacieran en aquella dimensión y época. El resplandor
violeta la envolvió por entero y fueron una sola fuerza, un solo poder. Más allá de la
mera apreciación entre el bien o el mal, más allá de la simple racionalización de lo que
ocurría o de los porqués o para qué, Aurora sólo sabía desde las profundidades de su
alma que por primera vez estaba en sincronización con la Inteligencia Suprema que la
había creado, para servir a una causa y propósito que iban mucho más allá de lo
meramente tangible o visible. Con lo cual, estaba protegida por el Círculo del Valor y
la Fuerza; la intención y la acción… eran sólo los vehículos para llevar a cabo su
destino. Y comprendió que todo lo ocurrido había sido tan sólo preparación, El
Camino. Por su consciencia pasaron los momentos que habían vivido cuando aún eran
sólo dos niñas humanas inocentes, dormidas, y el secuestro y el abuso al que habían
sido sometidas ya no importaba, porque a pesar de haber sido una experiencia

107
devastadora, también había sido el comienzo de un nuevo despertar, un nuevo renacer.
Todo lo que importaba era el aquí y el ahora, así es que luchó sin cólera ni deseos de
venganza, más bien con el noble deseo de la guerrera que ha aprendido su lección más
valiosa… porque los verdugos alguna vez también habían sido víctimas inocentes, sólo
que no supieron o no pudieron revertir su desgracia y acabaron transformándose en
aquellas bestias horrendas y putrefactas. Al desintegrarlos también estaba liberándolos
de la culpa, del resentimiento, del odio, de la maldad… de los apegos y los deseos
irreprimibles de obtener mero placer a través del sufrimiento de otros. Hubo cientos de
ellos que en el mismo instante de ser tocados por el resplandor sublime, rotundo,
implacablemente violeta, se esclarecían y entonces sus almas se transmutaban en
pequeñas esferas del mismo color de aquella luz que los había destruido, y flotando
ingrávidos y leves, se quedaban esperando, observando. Cuando todo hubo terminado y
no quedaba ya ninguno que pudiese torturar, desgarrar, violar, mutilar, devorar o
asesinar, resultaron ser millones las esferas que flotaban a pocos metros del suelo,
mientras Rosa los custodiaba. Levantó los brazos con las palmas de las manos vueltas
al cielo, transmitiendo un solo pensamiento, que Aurora oyó en el centro mismo de su
ser, con lo cual alzó la espada con ambas manos y se unió a todo y todos.
”Fusión… ahora”.
Y así fue. Las esferitas de luz comenzaron a aproximarse al origen de su destrucción y
redención, fusionándose con la espada. Fue tal es destello de luz, que incluso las
montañas distantes pudieron ser vistas con claridad, recortándose contra el cielo ya
oscuro y poblado de incontables estrellas. Aurora sabía que debía mantener la espada
en alto y no mirarla directamente o quedaría cegada. Poco después descendieron
suavemente y Rosa le indicó la manera de transmutar al Rayo Verde. Ambas sonreían
cuando iban tocando aquí y allá, restañando heridas, sanando cuerpos, recobrando
mentes, curando almas que de seguro servirían para un mejor propósito y tendrían
mejores destinos. Los cuerpos de luz resultantes se fundieron en lo que fue un
hermosísimo fénix multicolor, que contemplaron extasiadas, mientras levantaba el vuelo
y se alejaba, hasta ser una más de las numerosas y resplandecientes estrellas que
tachonaban el cielo.
_ ¿Por qué no se fusionaron con la espada…?
_ Los unos, esclarecidos, deben aprender a combatir lo que antes fueron… y los otros,
libres, tienen que buscar su trascendencia. Tú eres una mezcla de ambos. Así es que
busca la tuya.
_ Pero si ya la encontré… ¿seguiremos juntas… habitando la misma casa?
_ Sí… aunque aún nos esperan muchísimas sorpresas y no pocos sobresaltos. Cuídate
de los impulsos provenientes de la venganza…
_ Pero si nunca me ha interesado eso…
_ ¡ah…! El ladrón llega sin aviso, así también ciertas oportunidades y tentaciones.
Examina tu interior atentamente. Recuerda que una misma acción puede ser llevada a
cabo por diferentes motivos… ojalá que cuando llegue el momento, tu accionar sea
desencadenado por los deseos de justicia.
_ Y… que llegue el momento… ¿es inevitable?
_ Sí, lo es.

Después se quedaron en silencio, flotando sin prisas de allá para acá, en medio de la
tranquilidad atemporal de aquel lugar conocido y misterioso al mismo tiempo.

Aurora despertó y se sentó en la cama. Bebió de un sólo trago el vaso de agua que de
costumbre dejaba en la mesilla de noche y miró la esfera de luz del reloj… “Qué

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casualidad… soñé con esferas de luz violeta y mi reloj despertador es del mismo
color…”. Las cinco y media de la madrugada. Rosa. Rosita Latorre. “¿Porqué soñé
con ella si ni siquiera pude ir a su funeral…? Su madre murió y su padre se fué de la
ciudad… Quizá a tratar de comenzar una nueva vida en otra parte…” En la
semipenumbra de la habitación, notó cómo los ojos se le llenaban de lágrimas. A su
memoria acudió aquella mañana en que cargó el cuerpo de su amiga muerta por el
desierto… la doctora Sepúlveda al momento de encontrarlas… todo parecía tan lejano,
como si lo hubiese vivido otra persona. Había salido del hospital y convalecido en la
casa. No regresó al colegio, con lo cual su hermana había contratado profesores
privados también para ella. Ya sabía que nunca podría ser madre porque le habían
tenido que… “no, no voy a pensar en eso”. Ya le había dicho a Katia que sabía todo
sobre el origen de Boris, y que la admiraba todavía más por la decisión que había
tomado. Por lo demás, había algo extraño y dulce con respecto a su sobrino-hermano,
como por ejemplo la mañana en que se le acercó despacito y se instaló en su regazo,
diciéndole “yo te cuido…” le había acariciado el cabello y la cara de la misma manera
que lo hacía su madre, Irina… y por cierto tenía algunos gestos propios de ella… ¿Sería
posible que…? “Esto es demasiado, a lo mejor me estoy volviendo loca, quizá Katia
tiene razón cuando me dice que alguna vez voy a tener que salir de la casa…” Porque
Aurora no había salido ni una sola vez de casa, desde que la llevaron de regreso del
hospital. Dos años. Toda su vida era estudiar, obtener excelentes notas y leer un libro
tras otro. Leía de todo. A la edad en que otras niñas están dejando de lado las muñecas
y comienzan a mirar a los chicos, Aurora podía citar con soltura a varios filósofos y
autores clásicos o contemporáneos. Decidió no volver a celebrar su cumpleaños,
aunque igual Katia y Eliana le dejaban unos significativos paquetes envueltos en papel
marrón, y Panchita se esmeraba haciendo una torta, que la excusaba como postre
especial del día. A los tiernos trece años, se expresaba como un adulto, con cortesía y
educación. A pesar de su corta edad parecía tener la madurez de una mujer diez o
quince años mayor. Nunca hablaba de lo que le había ocurrido ni tampoco nadie jamás
la vió llorar o recordar su pesadilla. Eliana decía que a pesar de todo era sólo una niña
herida y asustada, la prueba estaba en que se resistía con porfiada convicción a salir de
paseo, o al cine, ni siquiera a los videojuegos que tanto le habían gustado. “Ya se
atreverá a salir del cascarón… sólo hay que darle tiempo al tiempo”, afirmaba Katia,
que se atenía a escucharla, conversar con ella y observarla, pues tenía la vaga impresión
de que tal vez su hermana menor estaba reprimida, como un volcán… y habría que
tenerla en la mira con bondad y ternura, porque de seguro llegaría el momento del
estallido, del despertar… y de prodigarle cuidado y amor, dependía que el proceso no le
resultara en trauma o sufrimiento. Eran las seis de la mañana cuando Aurora decidió
que se levantaría con sigilo y se daría un chapuzón en la piscina. Le gustaba nadar en el
agua helada, inclusive ni siquiera se duchaba con agua caliente. Se había impuesto un
ritmo de vida disciplinado, sin placeres, casi monástico. Se ajustó la gorra de natación y
se quitó la bata. Notó algo en el fondo de la piscina y se preguntó si acaso Boris habría
arrojado alguna de las herramientas de jardinería, con lo travieso que era… Se sumergió
y volvió al borde con el objeto: una vaina de algún metal que no le pareció conocido,
sorprendentemente suave, pulido y brillante… asombrosamente liviano para el tamaño.
En el interior, una hermosísima espada de color violeta. Absorta y al límite del
asombro, se preguntó cómo era posible que un objeto visto en un sueño hubiese podido
materializarse en su realidad cotidiana, aquí. Examinó la espada con minuciosidad…
hoja y empuñadura parecían estar hechas de algún tipo de extraño cristal, ultra liviano y
de intenso color violeta. En la hoja habían grabados unos misteriosos símbolos que
presintió se trataban de algo importante, aunque no podía descifrarlos en ese momento.

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Se puso la bata, escondió la espada ente la afelpada prenda y su cuerpo y volvió
rápidamente a su habitación. Recordaba con precisión cada detalle del sueño… La
espada era la misma, ya no tenía dudas. La reconoció por la sensación que le había
transmitido cuando Rosa-ángel se la había entregado, y por el incontenible palpitar de
su corazón cuando la tocó, estando en el fondo de la piscina… no mostraba aquel fulgor
cegador como cuando el combate, pero sin duda, era la misma… “¿será que resplandece
sólo cuando está en plena lucha…? De seguro estas inscripciones poseen algún
significado… ¿qué tipo de escritura será…? ¡Por Dios…! Si la espada me encontró…
eso significa que lo que ví mientras dormía… lo que ví he hice… ¡¡ocurrió…!! ¡De
verdad estuve en ese extraño lugar y luché con esas bestias…!”_ pensó, aturdida, y el
corazón le latía tan rápido que tuvo que sentarse, respirar profundo y tratar de hallar
calma. Copió los símbolos de la espada en una hoja de cuaderno, porque averiguaría el
significado de una u otra manera. Envolvió su inesperado e invaluable tesoro en una
amplia mantilla de seda que había sido de su madre y lo ocultó en lo alto de su clóset,
tan bien como le fue posible. Poco después se unió a su hermana Katia y a Eliana en el
desayuno, y les comentó que saldría a pasear con Abelardo, sobre todo a la biblioteca
del centro pues quería encontrar libros sobre escrituras y alfabetos antiguos. La noticia
fue recibida con alegría y apoyo, y no poco asombro por parte de Eliana, que sólo pudo
decir:
_ ¿No te aburres nunca…? Idiomas, literatura clásica, filosofía, psicología… ¿y ahora
también escrituras antiguas…? Con la mitad de eso a mí ya se me habría fundido el
coco… si apenas y chapurreo un poco de inglés…
_ Puede ser, pero te apuesto a que a mí me faltan años luz para ser tan buena
detective… y por cierto, tu manejo de las armas debe ser impresionante…_ hizo notar
Katia.
_ ¡Y apuesto a que mojaba las bragas el día que me tocase escuchar un disparo…!_
apuntó Aurora, sonriente, considerando para sus adentros qué pensarían ellas si la
hubiesen visto desintegrando bestias malolientes con la extrañísima y bella espada que
tenía oculta en el clóset. Durante los siguientes meses, aparte de estudiar con los
profesores en casa se dedicó a explorar e investigar cuanto libro pudo tener a su alcance.
Buscó en los secretos de los jeroglíficos egipcios, en los misterios del alfabeto hebreo,
griego, caldeo, babilonio, chino e incluso en el casi olvidado alfabeto tebano, sin poder
dar con nada parecido a la inscripción en su espada. Hizo los cuatro años
correspondientes a la educación secundaria en sólo dos, para mayor asombro de Katia.
Siguió investigando hasta tener pilas de libros de suelo a techo, incluso se rió a
carcajadas incontables veces, al tener la certeza de que con sólo quince años podía
diferenciar entre veinte tipos de escritura antigua y contemporánea diferentes, sin haber
llegado a entender el significado de aquellos misteriosos símbolos en la aún más
misteriosa e inexplicable espada que había aceptado por suya. Durante todo el tiempo
que se lo pasó tratando de descifrar el enigma y sacando adelante sus estudios regulares
no volvió a soñar con Rosa ni tampoco volvió a tener la oportunidad de combatir bestias
en sueños demasiados reales que más encima dejan objetos tangibles como recuerdo.
Transcurría el verano de sus quince años cuando ya había decidido que dedicaría un año
entero a estudiar en un preuniversitario, y también había considerado que por mucho
afán que se diera no lograría encontrar la respuesta sobre los símbolos inscritos en la
espada. Entonces fué que la respuesta pareció salirle al paso por sí misma.

Condujo su flamante moto hacia el centro de la ciudad. Pasó frente al colegio al que
alguna vez había asistido, y pocas calles después se encontró con el letrero lleno de

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neones del Tecnotronic… ¿Por qué no…? ¡Tanto tiempo sin ir por allí…! Quizá por
miedo había dejado de hacer algo que le gustaba, había olvidado que después de todo
era sólo una niña en edad de jugar y tener ilusiones y se había enterrado en montañas de
libros que le habían brindado infinito conocimiento pero ninguna respuesta. “Mejor y
me olvido de toda esa tontería y me divierto un poco…”_ pensó, mientras estacionaba.
El mismo encargado barría la vereda, al verla le sonrió como si la reconociese… vió el
letrero de “no se admiten escolares en uniforme” colgado en la puerta y se rió para sus
adentros. Ya no le concernía pues hacía tiempo había dejado de vestir uniforme.
Compró un refresco y recorrió el lugar, que no había cambiado mucho, a excepción de
cuatro máquinas nuevas y un enorme mural en la pared de la cafetería, que mostraba al
más puro estilo de las “manga” japonesas a una niña con larguísimo cabello morado y
alas de ángel, sonriendo, descendiendo desde su nave espacial hacia el desierto, por el
haz de luz fluyendo desde la misma. Se estremeció levemente, pensando en Rosa,
asociándola con la escena… pero también sintiendo que quizá no volvería a verla, ya
que había pasado demasiado tiempo. De cómo había llegado la espada al fondo de la
piscina o del significado de la inscripción, ya se había resignado a que jamás lo sabría.
Guardaría aquel objeto como un preciado tesoro, estudiaría la carrera de medicina y se
convertiría en una doctora como Consuelo Sepúlveda. He ahí un excelente plan. Ese
sería su camino para la tan importante trascendencia, como alguna vez le dijera Rosa.
De hecho… ¿Qué pruebas tenía de que ambas estaban compartiendo el mismo cuerpo?
Quizá era sólo algo que ella quería creer. ¿Qué tal si todo no pasaba de ser sólo una
alucinación…? ¿Qué tal si la espada que creía tener escondida en el clóset en verdad no
existía o cualquier día de esos se desvanecía en el aire…? Había estado examinándola
el día anterior… pero tal vez podía desaparecer tan misteriosamente como se había
materializado… En ese preciso momento vió la conocida y bonita nave de mentirillas en
la cual hacía cuatro años atrás había estado haciendo exploraciones… “¿Por qué no…?
ahora no hay nadie que me interrumpa y me saque a empujones para llegar a la puerta
del colegio a tiempo…”. Entró en ella. Se ajustó el visor virtual. Oprimió éste y aquél
botoncito. Y en la pantalla apareció Rosa, flotando sobre un campo de girasoles,
sonriéndole. Los mismos ojos de mirar sabio, profundo. La misma sonrisa inocente.
Las mismas alas grandes y hermosas.
_ ¡Hola…! Has cambiado… pero sigues tan racional e indecisa como antes… me parece
que existe un remedio para quitar eso…
_ Descarada. ¿Te parece poco…? Primero me invades el cuerpo. Después me pones a
desintegrar bestias en mitad del desierto. Y como si eso no bastara me entregas una
espada que ni siquiera puedo descifrar y me ignoras olímpicamente durante dos años.
Te diré que ya me cansé de tanta tontería y decidí que sé lo que haré en los próximos
años. Si quieres venir a visitarme lo encuentro estupendo, pero en lo que concierne al
futuro, ya elaboré mi propio plan…
_ El problema contigo es que tu raciocinio está siempre metiéndose por el medio, siendo
que hay cosas que necesitan fé… y sólo eso. El conocimiento que adquiriste en algún
momento te vá a servir, aunque la respuesta que estuviste buscando no te ha llegado
aún… ni te vá a llegar por esos medios. Recuerda que todo tiene su tiempo… lo que tú
llamas “demasiado tiempo” ¡son sólo dos minutos…! Es increíble lo impacientes que
pueden ser ciertas personas… y eso que estabas casi segura de no querer volver a ser
humana… no quiero averiguar cómo estarías si hubieses “decidido” que tener un cuerpo
humano y vivir las emociones concernientes al caso valía la pena…
_ Entonces… ¿por qué estas aquí, más encima interrumpiéndome cuando quiero
divertirme como cualquier chica de mi edad? Fuiste tú la que me entusiasmó con lo del

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combate… yo creí que volvería a utilizar la espada, y resulta ser que ni siquiera te
dignaste a aparecer de visita…
_ Lo que me gusta de ti es esa energía… acabas de terminar una tremenda batalla y ya
estás impaciente por volver a comenzar… Calma. Todo a su tiempo. Por si lo
olvidaste, ahora es cuando te corresponde ponerte en guardia. Hay por lo menos cuatro
variantes en lo que concierne a tu futuro, así es que yo te recomendaría que no gastes
tiempo haciendo demasiados planes.
_ Es decir… ¿que el plan que tengo no va a funcionar…?
_ Podría funcionar, como cualquier otro, pero no es eso lo que viniste a hacer. “El
Momento” está apunto de ocurrir. Por eso estoy aquí. Kwan-Yin estableció una pauta,
algo así como un camino alternativo más expedito y libre de dificultades, o los
consabidos opuestos…
_ ¿Dijiste… Kwan-Yin…? ¿Quién es… Kwan-Yin? El nombre le resultaba vagamente
conocido, como si ya lo hubiese oído en otro lugar y circunstancia… sólo que no podía
precisarlo.
_ Contábamos con que hicieses la pregunta… ya ves como todo debe ocurrir en el
instante preciso… en fin, acompáñame. Y tomándola de la mano, le indicó que cerrara
los ojos o se marearía con las reverberaciones espacio-temporales. Y allí estaban, en
aquel lugar reluciente, limpio, rebosante de paz y actividad al mismo tiempo. Hermosas
y jovencísimas chicas con extrañas vestimentas se inclinaban sobre cuerpos que yacían
sobre lo que parecían ser mesas de operaciones transparentes y flotantes… una veintena
o más. Atónita, las vió dirigir desconocidos aparatos de luz a diferentes órganos de
aquellas personas de distinto sexo, raza y edad, entretanto una especie de pantalla
holográfica iba mostrando lugar, circunstancias y momento. Escuchó palabras (¿o eran
sólo pensamientos transmitidos telepáticamente? Porque no había bocas ni labios
pronunciando lo que oía…) como: “desactivador de ondas alfa”, “procesador áurico”,
“reconstituir chakras”, “implante de pensamiento subjetivo”, “modificador de
percepción”, “micropolo Beta”… sin comprender racionalmente ni una sóla palabra, y
sin embargo, tal vez por alguna lejana asociación de ideas, acudió a su mente la imagen
de Consuelo Sepúlveda en un quirófano, incluso alcanzó a ver fugazmente el momento
en que habían sujetado, dormido y examinado su cuerpo. “Aquí… activando
percepción de realidad objetiva a las 5:30 de la madrugada… dimensión 713… año
terrestre 2085… ¿dejo ventana de percepción extrasensorial…?”_ inquirió la muchacha
de cabellos color miel, y la mismísima Kwan-Yin se materializó a su lado para
considerar unas veinte posibilidades causa-efecto y: “Sí… deja la ventana abierta en
once y medio grados… hay por lo menos cuarenta oportunidades en que Fujikawa
deberá recurrir a ella para resolver esto, aquí…” Kwan-Yin. No tenía alas como en el
mural de la cafetería del Tecnotronic, ni estaba descendiendo desde una nave espacial, y
aunque no era una niña se veía bastante joven y… reluciente. La piel se veía etérea y
luminosa… como el oro después de pasar por el proceso de “arenado”. Un resplandor
suave y discreto, pero imposible de ignorar. Y sí, tenía una larga y sedosa melena de
color púrpura que mantenía atada en una cola, sujeta con un cordón plateado… si la
hubiese soltado de seguro habría cubierto gran parte de su cuerpo hasta las rodillas.
Cuando volteó a mirarlas, apreció sus rasgos orientales. Los ojos eran almendrados,
negros, la nariz pequeña y recta, los labios de un tenue rosa, llenos y frutales… el
conjunto entero resultaba de una belleza asombrosa, casi intimidante. Sin embargo
Kwan-Yin parecía ignorar eso por completo y estar absolutamente entregada a su labor.
Su mirada denotaba paz y una inteligencia certera, profunda y clara. Aurora, casi
petrificada por el asombro, apenas y estiró la mano para tocarla, como si quisiese
convencerse de que un ser así existía.

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_ Tú… tú me salvaste de morir en manos de ese delincuente… precisamente ahora estoy
recordando que… he soñado contigo un par de veces, ya sabes, cuando una despierta y
no puede recordar con qué soñó, pero sabe que algo vió mientras dormía…
_ Implante de sueño-imagen subconsciente oculta, así se llama… y para ser honesta,
casi no alcanzo a salvarte… en ese momento sólo me dediqué a borrar tus ondas
perceptivas de dolor, él quería tu cabeza… creyó que estabas muerta, por eso te dejó
tranquila. El asunto es que “El Momento” está a punto de llegar a tu vida y quiero
prevenirte… ya tienes la experiencia del combate, recuerda que debes utilizar el mismo
sentimiento y la misma emoción desapegada, o te verás en medio de lo inevitable, y yo
no podré hacer nada por ayudarte…
_ ¿Quién eres…? ¿Qué es este lugar…? ¿Dónde estamos…? ¿Y qué significa eso de “El
Momento”…?
_ Ah…. La impaciencia que te caracteriza, tu raciocinio que no se resigna a no tener
respuestas lógicas… demasiadas preguntas y no hay tiempo de responderlas todas…
sólo puedo decirte que “El Momento” es lo que está a punto ocurrir y cambiará tu
camino de manera decisiva, porque vas a volver a encontrar a tu agresor… por eso es
recomendable que cualquier acción que decidas emprender sea el fruto de tu deseo de
justicia y no de venganza, y ten cuidado pues muchas veces la línea entre lo uno y lo
otro se difumina de tal forma que casi no se ve… de todos modos, cumple el destino
que elegiste, y que encuentres tu motivo y trascendencia…_ le transmitió, sonriente,
mientras la tocaba en el antebrazo, en tanto Aurora llegaba al convencimiento pleno de
que en ese lugar, o donde fuese que estuvieran, se comunicaban telepáticamente. Iba a
preguntarle qué decisión debía tomar con respecto a estudiar medicina, pero Rosa la
tomó de la mano y le indicó que cerrara los ojos, ya sabía porqué. Cuando fué devuelta
al sillín plateado del explorador virtual del Tecnotronic y Rosa se alejaba flotando por
sobre el campo de girasoles en la pantalla, asegurándole que volverían a encontrarse,
Aurora se halló pensando que ahora sí que iría a recorrer la ciudad sumergida que la vez
anterior no había tenido tiempo de conocer. Estaba a punto de seleccionar cuando la
portezuela de acceso fue abierta y una chica algo menor la agarró por el brazo y le
espetó:
_ ¿¡A qué hora ‘vai’ a desocupar la puta cabina p’a poder entrar yo…!? ¿Te ‘creis’ que
‘soi’ la única clienta o te las ‘dai’ de dueña de todo el puto Tecnoctronic?!
Fastidiada, Aurora se quitó el visor virtual para poder ver bien a su vulgar interlocutora.
La miró de arriba abajo con algo de desprecio, fijándose en los jeans desgastados, los
zapatones que parecían haber pertenecido a algún obrero, la chaqueta de cuero negro
con más broches y cadenas de las que hubiese podido contar, el cabello verde-loro
erizado como púas y los labios pintados de… negro.
_ ¿Tu madrecita no te enseñó a pedir por favor…?_ le respondió mientras de un certero
y doloroso pellizco le hacía quitar la mano de su brazo.
_ ¡Es que la mía cobra más caro que la tuya, ‘maraca cuica’…! ¡Bórrate de aquí o llamo
el ‘piño’ y te ‘hacimos pebre’!_ amenazó la mocosa sin acusar el pellizco. Aurora
pensó que tanta vulgaridad y rudeza estaban de más en una niña que bien podría haber
sido su hermana menor. A pesar del atuendo estrafalario y el maquillaje por kilo, pudo
ver un dolor incierto en los ojos de color avellana. Y decidió recurrir a otra táctica.
_ Por lo que se vé tus amigos tampoco te enseñan buenos modales. ¿Tanto te gusta esta
máquina que te atreverías a zurrarme aquí mismo…? ¿Qué hay de los encargados…?_
le preguntó, sonriendo.
La niña del cabello verde la miró un poco sorprendida y le respondió con menos rabia:
_ Hay dos afuera ‘arriándose’ a la mitad de mi ‘piño’ p’a que no entren, pero cinco ya
los ‘madrugamos’ y colamos… no he probado nunca esta cafetera, pero Guido me contó

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que era ‘lo neto’… se ve bonita… y he ‘estao’ esperando como ‘jeta’ ya casi una hora,
ya ‘poh’… que te cuesta…_ pidió mientras reventaba el décimo globo de chicle.
_ Si quieres te enseño a usarla, no sacas nada con subirte sola sin saber cual botón es
cual_ ofreció Aurora.
_ Húm… ‘re-bacán’… ¡Hecho…! ¿Querís chicle…? ¡Me los acabo de ‘pelar’ del
mesón…!_ ofreció, amable, apretujándose en el sillín con Aurora.
_ Eh… gracias, pero no como chicle porque mi hermana dice que salen caries…
_ Las ‘cuicas’ nomás no comen chicle_ aguijoneó la otra, a ver si la sacaba de
paciencia, pero sin mala intención.

Se divirtieron de lo lindo y ‘tachuela’, como supo que la llamaban en su grupo se reía y


sorprendía como la niña que era, doce años recién cumplidos y un pasado de violencia y
dolor que escondió con rabia y rebeldía. Se despidieron como si fueran amigas de largo
tiempo, y ante las miradas asombradas del ‘piño’, Aurora montó su moto y volvió a
casa, conduciendo a toda velocidad mientras se preguntaba cómo podía ser posible que
ciertas personas fueran capaces de maltratar tanto a sus hijos, sin considerar siquiera el
daño psicológico y emocional al que los exponían. Cuando despertó, vestida sobre la
cama de su habitación, se asombró una vez más de la calidad sorprendentemente vívida
de su sueño… porque eso había sido. Se alegró por haber vuelto a contactar a Rosa y
por haber conocido a Kwan-Yin. Y decidió que sí, iría a un preuniversitario… en la
moto que le pediría a su hermana Katia que le comprara.

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El arcoíris de medianoche Lobos Salvajes

_ Ya ‘poh’… no te ‘vai’… ¡los garbanzos me quedaron de rechupete...! quédate a


almorzar, qué te cuesta…_ pidió ‘Tachuela’ dulcemente, aferrando a Aurora por el
brazo.
_ Bueno, ya… pero por lo menos suéltame para ir a comprar el pan y unas bebidas para
el almuerzo.
_ No, si ya ‘morré’ con el pan y como ‘los cabros’ fueron a ‘salvarse’ al súper del
Alamito, le dije al ‘Penacho’ que se trajera las bebidas… ya’stan que llegan…!_
aseguró Tachuela, quitándose el delantal de cocina y yendo a poner la mesa, que
ocuparían diez niños y niñas entre los ocho y dieciséis años de edad, once en total
contando a Aurora, la visita más querida en aquel departamento que en condiciones
normales hubiese albergado una familia de siete personas, pero que dadas las
circunstancias acogía a doce. Se sentaron a esperar en el sofá grandote, antiguo y
bastante a mal traer que dividía el comedor del living, Aurora tratando de esquivar los
resortes que se asomaban por el tapiz. La niña del pelo verde loro trajo un cojín y se lo
pasó a la visita, mientras sonriendo le explicaba que estaban juntando ‘unas lucas’ para
comprar un sofá nuevo, a lo mejor dos, el próximo mes…
_ Y ‘vierai’ lo ‘bacanes’ que son… ya los ‘tenimos cachados’… están nuevecitos, de
paquete, son caros pero van a ‘echar la mansa pinta’… pero no le ‘vai’ a decir al “Tano”
porque le vamos a dar la sorpresa…_ le aseguró con los ojos brillantes de alegría.

Hacía sólo un par de meses antes, Aurora hubiese entendido apenas la mitad de aquella
especie de dialecto con que hablaban los niños de la calle, porque todo el grupo estaba
formado por cuatro niñas y seis mocosos que habían pasado penurias, abandono,
hambre y abusos desde la más tierna infancia, siendo en su momento rescatados por
Guido, “El Tano”, que los había acogido, querido y espulgado como quien recoge
perritos callejeros. El sueño que había tenido Aurora se había cumplido con
sobrecogedora exactitud, con la única diferencia que en el encuentro real con Tachuela
en el Tecnotronic, se habían dado unos manotazos y dos de los encargados las habían
puesto de patitas en la calle, ambas todavía en pleno mechoneo, ante las risotadas
jocosas del ‘piño’, que había dado silbidos de admiración tanto por la flamante moto
japonesa como por la belleza de su dueña. Habían hablado, hecho las paces y una
insólita amistad, y el grupo la había invitado a que fuese a conocer ‘el cubil’, como
llamaban cariñosamente a la vivienda en la cual habían sido acogidos. Aurora se había
encariñado con el grupo y a poco andar comenzó a escamotear víveres de la despensa en
casa para llevarles, hasta que Panchita y Katia la pillaron con las manos en la masa, con
lo cual tuvo que explicarles que era para ayudar a sus amigos. Convenció a Katia para
que le diese una mano con sus afanes solidarios y fue así que obtuvo una cantidad de
dinero semanal, la cual destinaba a compras en el supermercado para aliviar un poco el
considerable gasto que significaban diez bocas que alimentar en el hogar del “Tano”, al
cual los chicos adoraban y hubiesen defendido con sus propias vidas de haber sido
necesario. Guido Varesse era huérfano, había sido criado por su abuela y nunca supo el
motivo por el cual había perdido a sus padres, fue un secreto que la Nonna se llevó a la
tumba. Si bien era cierto que su protectora le había dejado el departamento como
herencia, al morir ésta, Guido, de sólo catorce años, debió buscar trabajo para vivir, a
buena suerte suya que un amigo y conocido de la familia le había dado empleo en su
negocio, una próspera y muy concurrida pizzería a pocos pasos del centro de la ciudad.

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Tan trabajador, eficiente y honrado demostró ser el muchacho, que su patrón llegó a
confiarle el negocio a ojos cerrados y con llave en mano, sabiendo que jamás se le
escurriría dinero de la caja ni mercadería de la bodega. Sin embargo, el esforzado
“Tano” quería llegar a ser abogado, así es que no le importó partirse el lomo trabajando
y quemarse las pestañas estudiando con tal de hacer realidad su sueño. Y ya estaba a
punto de lograrlo. Sólo un par de años más, y a los veinticinco se graduaría.
Entretanto, se las arreglaba estirando el sueldo todo lo que podía para ayudar a ‘sus
lobitos’, como llamaba a sus protegidos. Tanto el patrón como sus compañeros de
trabajo sabían de esas inusuales actividades con los niños callejeros y procuraban
‘echarle un cable’, ya fuese con ropa usada, mercaderías comestibles o algún dinero.
Como estaba ocupado gran parte del tiempo no podía vigilarlos a todos, pero igual los
arengaba para que fuesen al colegio (cosa que algunos hacían y otros no) y en vez de
robar trabajaran honradamente (lo cual todos alternaban una vez sí y otra vez no) ya que
si bien era cierto que los chicos se empeñaban en repartir periódicos, vender dulces,
flores, postales y dedicarse al comercio pequeño, también era cierto que a veces, si les
faltaba dinero, se lo agenciaban en los bolsillos de los turistas, en las aglomeraciones de
los buses o bien ‘atracando el bote’ a los marineros recién desembarcados… después de
todo, habían sido criados en el puje y repuje de la sobrevivencia, y más de alguna vez
Guido se encontró con ropa o zapatos nuevos que le eran regalados por los lobitos en
prenda de cariño y gratitud con la justificación de que les había ido bien en los afanes
comerciales, sin sospechar que se trataba de ‘salvados’ de alguna tienda o
supermercado. Con el correr de las semanas y las visitas, Aurora fue aprendiendo el
significado del lenguaje en el grupo, del cual fueron haciéndola partícipe a medida que
entraban en confianza y se contaban los secretos. Así se enteró que ‘salvar’, ‘pelar’ o
‘morrar’ se refería a robar, ‘piño’ o ‘manada’ era el grupo, ‘bofia’ o ‘pacos’, significaba
la policía, así como ‘bacán’, ‘pirulo’ o ‘cuico’ hacía referencia a algo o alguien elegante
o de dinero, si una de las niñas decía que la habían ‘pescado’ o ‘pifiado’ quería decir
que la habían violado… y por desgracia las cuatro niñas, de entre ocho y catorce años
tenían horrorosas historias con ese vocablo. La tarde en que Aurora contó su secreto sin
omitir detalle, y sin siquiera habérselo propuesto, el grupo terminó por aceptarla como
una de los suyos. Ni siquiera con Katia había hablado del tema, con lo cual cuando
rememoró su vivencia con los ojos mojados, Tachuela se le acercó y la abrazó, llorando,
y pocos días después le confidenció su propia historia.

Estuvieron sentadas una media hora, y de pronto se abrió la puerta y entró todo el
grupo, incluída la hermanita de Tachuela con unas diez barras de chocolate ‘salvadas’
del supermercado. Lobos salvajes, cada cual presentando la caza del día. En un abrir y
cerrar de ojos fueron materializándose ante los atónitos ojos de Aurora cajas de leche, el
pan del almuerzo, latas de atún, bebidas _que de seguro al día siguiente serían
reemplazadas_ y diversos comestibles. Al quinceañero ‘Penacho’ (llamado así por el
abundante mechón de pelo tieso y erizado, imposible de peinar que lucía justo en la
coronilla de la cabeza rapada a lo conscripto) le llovieron los elogios cuando produjo de
debajo de la abultada parka cinco pares de jeans, prometiendo con todo desparpajo que
la próxima semana sin falta se iba a ‘morrar’ los que faltaban ‘p’al resto del ‘piño’…
‘Sambito’, que debía el apodo al color canela de su piel, ya que era hijo de un brasilero
y una trotacalles del puerto que había muerto asesinada hacía tres años, anunció
orgulloso que una vez más sus dotes de mimo y malabarista, que de costumbre ejercía
para los turistas o en cualquier calle céntrica, le habían reportado una bonita suma, con
lo cual ya tenían asegurada la ida al Tecnotronic de cada domingo. Sus doce años de
tristeza parecían esfumarse cuando sonreía, iluminando su hermoso rostro de mulato

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con aquellos dientes de perlas y su alegría inagotable. La esmirriada y flacuchenta
‘Pecas’, que aparentaba menos de los trece años que en realidad tenía, silenciosamente
sacó de su mochila una botella de aceite, un par de zapatos de colegio para la ‘Pitufa’,
(así era llamada la hermanita de Tachuela) una camisa para Guido y dos billeteras que
había ‘pelado’ en la estación de buses. Eficiente, de ojos tristes, aún tenía ese gesto
como de perro apaleado, como si esperase un insulto o un golpe, sin embargo cuando
Tachuela revisó las billeteras y anunció que podían comprar ya mismo un living
completo y toda la ‘manada’ la acarreó en andas de aquí para allá, se le iluminó su carita
acongojada e incluso sonrió, lo que en ella era en extremo inusual. La bonita y rubia
‘Gringa’ voceó al grupo que había vendido las tres docenas de rosas y los cinco lotes de
postales (conseguía estas últimas en una imprenta clandestina a precio irrisorio, y las
flores en el mercado, las cuales con paciencia infinita envolvía en celofán y engalanaba
con cintas, vendiéndolas de a una y sacándoles más del doble de lo que gastaba) y feliz
como unas pascuas los enteró de que al día siguiente, domingo, llegaría tarde al
almuerzo porque tenía pedidos de flores de tres restaurantes de la Costanera. Cuando le
llegó el turno al ‘Cacique’_con sus casi dieciséis años, hermético rostro indígena y un
cuerpo de luchador que lo acreditaba como el forzudo del grupo_ declaró que le había
ido estupendo con la venta de periódicos y revistas, y se había agenciado una suma
respetable lavando autos en el supermercado cerca del puerto. El muchacho era el único
de la manada que no ‘morraba’ nunca, pues con su imponente tamaño era imposible
escabullirse o pasar desapercibido. En cambio, ‘Romeo’ se pavoneó a su gusto de los
cuatro relojes, dos anillos de oro y tres carteras que graciosamente habían pasado a sus
manos, en pleno centro y a pleno mediodía. Le gustaba lisonjear mujeres de cualquier
edad y con cualquier pretexto; y con su labia, sonrisa magnética y ojos verdes
hechiceros, las incautas ni cuenta se daban de que ya en el primer minuto, el atento
jovencito les calculaba cuánto traían encima y cuándo se quedarían desplumadas. No
faltaría a quién ‘colocarle’ las especies en el Mercado de Pulgas. Porque si habían dos
oficios en los cuales Romeo era todo un experto, era precisamente en ‘desplumar
gallinitas’ y ‘vender los huevitos’. La manada interrumpió el parloteo por unos
momentos y entonces pudieron escuchar el potente ronquido: otra vez, el ‘Sopas-Lesas’
se había quedado dormido a pierna suelta en el sofá. Y otra vez, se rieron a carcajada
suelta, mientras alguno trataba de despertarlo… “¡Sopas…! ¿Y la ‘merca’ p’a
cuándo…?”_ inquirió Tachuela a manos en jarra. Desgarbado, alto, se encorvaba al
ponerse de pie y vivía en eterno despiste, con un algo en la mirada que iba diciendo
“¿qué pasa-dónde estoy-quién soy…?” Parecía nadar en la ropa, siempre demasiado
holgada y con bolsillos en los sitios más impensables. Apariencia de pajarón
irremediable, pero de tonto no tenía un pelo, era más bien el disfraz inofensivo que le
hacía tener sus incautos de cada día. Registró por aquí, hurgó por acá y fue produciendo
fajos de billetes, joyas de oro, billetes arrugados, cadenitas, y un largo, asombroso
etcétera de cositas pequeñas y de valor. Y claro, su marca de fábrica: sopas para
preparar en casa, que se afanaba en tomar aún en pleno verano. Se sabía que cierta vez
había ‘pelado’ billetes en una caja de supermercado, y sin embargo lo único que
‘morraba’ por ahí eran sus infaltables sopas. De ahí que en el ‘piño’ el único nombre
que le cuadraba era ése… ‘Sopas-Lesas’. Al último integrante de aquel abigarrado
grupo de lobos-piratas lo apodaban ‘Pegao’. Presentó su ‘merca’ en último lugar,
aunque había sido el primero en ser socorrido por el Tano, quién lo encontró una tarde
hacía ya cinco años, viviendo entre cartones, lleno de pulgas y piojos, rodeado de perros
vagos tan desventurados como él… y drogado hasta las pelotas con neoprén, esa
porquería de pegamento que los ‘volaítos’ de costumbre vaciaban en una bolsa plástica,
aplicándola en la nariz y la boca. En aquel entonces el niño de once años sólo se

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ocupaba en robar o mendigar las monedas para comprar el tarro de pegamento diario, y
si tenía hambre se peleaba las sobras de comida de los restaurantes con los perros.
Quería morirse. Quería desaparecer. Quería olvidar que su padrastro había matado a su
madre a golpes durante una borrachera, olvidar que lo obligaba a robar para comprarse
la botella de vino, olvidar las golpizas bestiales que le propinaba si volvía a casa sin
dinero… y olvidar el balazo que esa escoria humana le había dado cuando tenía sólo
ocho años. Le habían sacado la bala y dejado un feo costurón en el muslo derecho. El
Tano lo llevó a casa, espulgó y despiojó _tuvo que quemar la ropa que traía puesta_ y
empezó a hacerlo comer decentemente. Pronto se dió cuenta de que el rapaz le robaba
cosas, las cuales vendía para comprar esa porquería hedionda, y varias veces le encontró
escondidos tarros y bolsas a medio usar. Con lo cual tuvo que encerrarlo con llave en el
departamento, llevar un doctor para poder desintoxicarlo de a poco, obligarlo a tomar
los remedios, obligarlo a comer y darse tiempo para convencerlo de que esnifar esa
mierda sólo acabaría por arruinarle la vida. Logró que retomara el colegio y que por las
tardes fuese a ayudarlo y se ganara unas monedas repartiendo pizzas, y aunque lo hizo
bien, el mocoso sentía verdadera pasión por las tuercas y las motos, ya que el borrachín
de su padrastro había sido mecánico. A sus dieciséis años podía armar y desarmar una
moto por completo, con lo cual recorría los mercados de pulgas y los ‘persas’ para
comprar piezas ‘canibaladas’ o intercambiar alguna que no necesitaba. El piño contaba
con cuatro motos con ‘bacinica’, unos curiosos apéndices ingeniosamente adosados al
costado que permitían llevar a otro pasajero, todo lo cual el Pegao había ensamblado
solo, ante el asombro de Guido y el grupo a medida que éstos se habían ido integrando.
Ese día, todo contento y casi sin tartamudear, le dijo a la manada que había conseguido
cuatro piezas para ensamblar el quinto ‘caballo’, con lo cual dentro de poco podrían
salir todos juntos. La última moto la armaría para regalársela a Guido en su cumpleaños
y por eso tenía entre ceja y ceja conseguir sólo piezas nuevas y de primera calidad, las
cuales se dió maña escondiendo en la bodega del primer piso. Puso en manos de
Tachuela lo que se había ganado limpiando, aceitando y reparando motos en el taller del
‘Purohueso’_que también había sido ‘volaíto’_ y lo que había morrado en la parada de
taxis-colectivos. Feliz, la niña del pelo verde sonrió, destinó una cierta cantidad al
sobre de las reservas que mantenía Guido en el cajón de la cómoda de su dormitorio,
otro poco para la ida al Tecnoctronic y algún picnic en la playa, y lo demás al tarro de
guardar. Con razón Guido comentaba a veces que parecía que su sobre de las reservas
era de virtud, o que cuando tenía la impresión de haber dejado cien mil, aparecían ciento
setenta… poco después Tachuela le dijo a su piño que mejor y se lavaban las manos
mientras ella calentaba los garbanzos. Mientras comían, parloteando alegres sobre sus
andanzas como si fuesen una familia de lo más normal, Aurora se dió cuenta una vez
más de que Tachuela estaba destinada a ser la líder de los Lobos Salvajes, ya que éstos
la admiraban y le guardaban un gran respeto y no poca simpatía. Leía y escribía con
alguna dificultad pero tenía un olfato de sabueso para oler ganancias y administrar lo
ganado por todos. Por aprecio a Guido había convencido al piño que lo mejor era
dedicarse al pequeño comercio y morrar sólo los sábados… y sólo en caso necesario,
para no dejar de lado el colegio ni meterse en chascos con la bofia. Y además porque el
Tano les había demostrado que todavía había gente buena. Aquel hombre, nieto de
inmigrante, de escasa fortuna y corazón de oro se las había jugado a concho para
ayudarlos. Tachuela era la única que se teñía el pelo verde, usaba peluca para ir al
colegio _no le quedaba otra porque con esos pelos no la habrían dejado ni siquiera
entrar_ y podía conducir a toda velocidad cualquier ‘caballo’ ensamblado por el Pegao.
Y era la única de todo el piño que vivía preocupada de que no la encontraran, porque
estaba segura de que la buscaban y que si le ponían las manos encima se la ‘iban a

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echar’ sin mayores contemplaciones. Seis años tenía cuando fue secuestrada en el
jardín de su casa por dos tipos. Sólo recordaba que su familia vivía en algún lugar de
Santiago. Se la llevaron lejos y nunca volvió a saber de ellos. La vendieron a un tipo
que la abusó dos horas después de haberla comprado y poco después la prostituyó. Vió
otras niñitas de su edad correr la misma suerte. Algunas murieron enfermas, otras se
suicidaron al par de años… pero ninguna vivió lo suficiente para contarlo. De cómo
ella sí pudo sobrellevar y sobrevivir a aquel infierno era de por sí un verdadero milagro.
En algún momento pensó en suicidarse, pero había algo en su interior diciéndole que
tenía que vivir, que estaba a un paso de ser libre. Un día alguien la llevó a un matadero,
y allí vió como mataban y capaban a un toro. Regresaron a la casa con un macabro
balde lleno de sangre, que la vieja cocinera aliñó y obligó a las niñas a beber por vasos.
Esa fue su primera lección de coraje… ¿o tan sólo el aprendizaje que faltaba…? Recién
cumplidos los diez años ocurrió lo que sería “su” momento. Conoció a Silvia, la Pitufa.
Esa criatura aterrorizada a la que un vicioso torturó y tajeó entera… dejando el bisturí
junto a su cuerpecito agonizante. El dueño de aquel diabólico negocio, que había
ganado una fortuna en la puja del remate que hizo por la pequeña víctima, pero que por
cierto no le preocupaba en lo más mínimo lo que le ocurriese, conminó Tachuela a
cuidarla. Lo hizo. Días y noches junto a ella, untándole cremas, vendándola, vigilando
que no le subiera la fiebre… y guardando el sofisticado bisturí. Era su secreto. La
puerta a la libertad. Cuando estuvo segura que las heridas habían cicatrizado bien y no
había peligro, supo que había llegado el momento de la acción. Tenía el arma, los
somníferos y la determinación. Escondió lo primero entre sus ropas, puso lo segundo
en los licores y el agua, y alertó en secreto a sus compañeras de calvario. Lo hizo sola,
ya cuando aquellas bestias estaban tumbadas en los lujosos divanes y camas. Uno por
uno. Las demás niñas que había allí por esos días, la miraban con los ojos desorbitados
de terror. Metió aquellos apéndices obscenos que ya no dañarían a nadie más en una
bolsa para basura y los quemó. Al patrón, el mismo que la había comprado, violado y
prostituído, el mismo que la golpeaba cuando no quería acostarse con él, no sólo lo capó
como al toro del matadero, sino que pensando en todas las niñas a las que había
abusado, lo pasó por su arma reluciente y le rebanó la garganta de un extremo a otro.
Uno menos que haría daño. Uno menos que haría fortuna en el negocio de la carne
humana. Después, la huída. La veintena de niñas se refugiaron en un orfanato. Ahí
supo que estaban en una ciudad nortina cerca de la frontera con Perú. Lo de la docena
de castraciones y el asesinato salió en los periódicos, aunque fue acallado puesto que
había gente poderosa metida en la siniestra historia. Supo que la mitad de aquellos
seres sin alma habían muertos desangrados y los otros habían quedado vivos. Su
instinto de supervivencia la hizo escapar del orfanato, llevándose consigo a Silvia, ‘la
Pitufa’. Se escondieron en la carga de un camión y fue así como habían llegado a
Antofagasta. Con hambre y frío, exhaustas pero vivas se acurrucaron a dormir entre los
perros y los tarros de basura de la salida trasera de la pizzería. Allí las había encontrado
el Tano, dos años ya. Horrorizado cuando escuchó la historia de las atrocidades por las
que habían pasado, razonó que si estaba protegiendo a siete niños y niñas, porqué no a
otras dos… en cuanto a Tachuela, cuyo nombre era Josefa, vio enseguida que el joven y
noblote italiano era una persona de corazón bondadoso, así es que desechó la
desconfianza natural que la caracterizaba y aceptó el ofrecimiento de ser acogidas con
su hermanita. Habían huido con lo puesto, así es que el primero en darles ropa y
comida fue el Tano; sin embargo pronto las recién llegadas fueron instruídas en los
recursos del grupo y a poco andar ‘morraban’ de lo lindo y hasta tenían sus ‘picadas’
favoritas. En la manada ninguno le robaba al compañero. Se protegían mutuamente y
no había secretos, todos sabían las historias de todos y la lealtad y cariño por el Tano

119
era incondicional y estaba a la vista. Ningún lobo acosaba a las lobitas de la misma
manada, más bien eran amigos y hermanos de destino y suerte… “¡y con el genio de mi
sargento Tachuela habría que ser ‘huevas’ p’a ir a olisquearle el rabo…!”_ solía
bromear el Cacique, aparte el hecho de que la salvaje loba del pelo verde tenía con qué
avalar su historia: guardaba los recortes del periódico y el arma utilizada en su terrible
lucha. Y también estaban las marcas en el cuerpecito de la pobre Pitufa, que todos
habían visto alguna vez en la playa, y que Tachuela se afanaba en borrar del todo con el
aceite de rosa mosqueta que compraba cada semana en la farmacia. Aquel producto
hecho de plantas era lo único que nunca había ‘morrado’, y con fé y paciencia de monja
aplicaba cada día en las veinte marcas que ostentaba su hermanita postiza en diferentes
partes de su torturada anatomía, luego de bañarla y secarla. Sentía por la niña un amor
desesperado, lleno de compasión, que la movía a sobreprotegerla y vigilarla como un
águila. Sólo ella la bañaba o cambiaba de ropa. Era una especie de ritual que al
momento de untarle el aceite de rosa mosqueta, le repetía una y otra vez que no se
preocupara, que las cicatrices desaparecerían, que había tenido suerte de que no le
hubiesen hecho costurones porque ahí sí que habría quedado feo… llevaba a cabo la
tarea con tal amor y determinación que acabó por dar resultado, como pudo apreciar
Aurora años después en otra playa lejana, allá en Italia, cuando les pagó los pasajes y las
invitó a pasar un mes en su casa, mes que se transformó en todo el verano y a poco
andar en convivencia prolongada. Pero aún faltaba bastante para eso y además en la
manada nadie se preocupaba o hacía planes a futuro, los lobos salvajes vivían al día y se
contentaban con tener qué ponerse, qué comer, renovarle los antiguos y destartalados
muebles al Tano, ir al colegio, trabajar en oficios honrados y salvar la cuota morrando
los sábados, salir a divertirse al Tecnotronic o a pasear a la playa los domingos. Con la
experiencia nefasta que había tenido el Pegao ninguno tenía ganas de imitarlo y le huían
al neoprén y la pasta base como a la peste. Tampoco le hacían a la botella, bien porque
se daban cuenta que sólo eran unos niños o bien porque el Tano estaba siempre
advirtiéndoles de los peligros. Por esa época los lobitos se dedicaban a vivir el día a día
con despreocupada felicidad, sin grandes ambiciones, compartiendo con generosidad y
alegría, contentos de haber dejado atrás los malos tiempos y por estar juntos, y por
supuesto en los paseos dominicales arrastraban al Tano, que feliz de que los chicos lo
pasaran bien, de verlos sanos, se dejaba llevar, sumándose alegre con su novia en las
inocentes correrías. Camila tenía sólo tres años menos que Guido, y aparte de trabajar
de cajera en la pizzería estudiaba para parvularia. Sobrina consentida y de confianza de
Don Adriano, hacía el turno de la tarde y estudiaba por las mañanas. Se habían
conocido cuando él contaba veinte y era ya el administrador de ésta y la otra pizzería
que había abierto Don Adriano cerca del puerto. Fue una atracción mutua imposible de
ignorar desde el principio. Y cuando la joven se enteró por boca de su tío que Guido
socorría niños de la calle, lo admiró incondicionalmente, comenzó a interesarse, y a
recolectar ropa y dinero para ayudarlo. A los seis meses de haberse conocido
empezaron a salir y noviar, y al año después Camila le entregó “aquello” a su adorado
Guido, en la misma cama que había sido de la abuela de éste… razón por la cual el
Pegao entendía perfectamente porqué el Tano se negaba en redondo a que el valioso
mueble fuese reemplazado. De hecho, aunque en el departamento del Tano todo fue
renovado por el cariño y diligencia de los lobitos y a pesar de los argumentos de
Tachuela, aquella cama antigua, con perillas de bronce, no sólo siguió allí sino que con
el tiempo ocupó el lugar privilegiado en el dormitorio de recién casados de la pareja,
feliz acontecimiento que ocurrió a dos años de haberse graduado Guido como abogado.
En la boda, el viejo zorro de Don Adriano se había reído confesando que desde siempre
había tenido buen olfato como casamentero, y que desde el principio había captado que

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ésos dos, estaban hechos el uno para el otro. Entretanto, Aurora se afanaba yendo al
preuniversitario _era la alumna más joven de su clase_ convencida de que sería doctora,
como Consuelo Sepúlveda, y los fines de semana se unía al grupo, ya fuese para
llevarles víveres o acompañarlos en las diversiones. Cuando Tachuela comenzó a
invitarla para que pasara la noche de los sábados con la manada “_p’a qué te ‘vai’ a ir
si igual ‘podís’ tomar desayuno con nosotros y de ahí nos vamos temprano p’a la
playa”_argumentaba, Aurora aceptó de buen gana, feliz, aunque Katia insistió en
conocer en persona al grupo para asegurarse, y ‘Romeo’ había aliviado la tensión de los
primeros momentos, diciéndole con fresco y alegre desparpajo:
_ Señorita Katia, no se preocupe, aquí todos nos cuidamos entre nosotros y además
todos somos ladrones bien honrados… le juro que nomás ‘morramos’ los puros
sábados…
Ante lo cual la invitada y el grupo entero se habían reído a más no poder. Así fue que
se convirtió en costumbre que Aurora fuese al ‘cubil’ los sábados por la mañana,
ayudase a la que le tocaba a preparar el almuerzo mientras los demás salían a trabajar y
morrar, y por la tarde, a los que le pedían una manito con las tareas los ayudaba, o bien
iban al cine o arrendaban videos, arrellanándose en los bonitos y flamantes sofás a
comer palomitas de maíz y tomar limonada, o a dar cuenta de una buena cantidad de
helado. Sí… aquella era una época bonita y relajada para los lobos salvajes. Quizá otra
hubiese sido la historia de no haber ido uno de aquellos sábados a la pizzería. Y todo
porque ninguna de las lobitas tenía ganas de cocinar para la cena, por lo cual decidieron
ir como clientes a “Cuore D’angelo” y pagarse una buena comilona, además de ver al
Tano que de seguro estaría por allí. Cuando llegaron, el mismísimo Guido los recibió
con una gran sonrisa, les juntó un par de mesas y todo orondo le comentó a Don
Adriano que sus muchachos eran trabajadores y hasta podían pagar el consumo de todo
lo que pidiesen. En un santiamén dieron cuenta de las dos primeras pizzas, aún a boca
llena pidiendo las próximas. El lugar estaba atestado de gente alegre y ruidosa hablando
a los gritos. En ésas, Aurora se dio cuenta que Tachuela estaba pálida como un muerto,
se levantó de la mesa y corrió al baño. La encontró de rodillas en el suelo, con las
manos apoyadas en uno de los retretes vomitando hasta las intenciones.
_Tragona… seguro comiste demasiado rápido y ya ves lo que te pasó_ la reprendió
Aurora con dulzura, sobándole la espalda. Josefa se encaminó tambaleante a los
lavabos y se limpió. Aún tenía los ojos mojados, y aún estaba pálida cuando se lo dijo.
No paraba de temblar. Parecía muy impresionada.
_ Lo ví… ¡lo vi al hijoputa…! Ahí muy sentao’ con car’e güeón, cualquiera que lo ve
no se imagina ‘toas’ las ‘palomas’ que se ha ‘pescao’ y ‘pifiao’… ¡lo mato! ¡Me lo echo
al cabrón…!
_ Acláramelo porque no te lo estoy entendiendo… cálmate… ¿a quién viste…?_
inquirió Aurora, sorprendida porque nunca la había visto tan furiosa.
_ ¡¿A quién sinó….!? ¡Al chuchesumadre que me ‘morró’ de mi casa y me vendió p’a
puta…!_ explicó la niña, fuera de sí.
_ ¿Estás bien segura que es el mismo…? ¿No será que lo estás confundiendo…?
Después de todo, ya pasaron siete años y medio… y en ese tiempo una persona puede
cambiar… además que por lo que sé, no lo viste por mucho tiempo…
_ ¡Cómo no lo voy a reconocer, si le ví la cara cuando me llevó a mí y despué’ cuando
llevaba más ‘palomitas’ p’a vender…!
_ Vamos, volvamos a la mesa y no le digamos a nadie… muéstrame al tipo
disimuladamente_ pidió Aurora.

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Estaban en un rincón. Eran tres. Comían y empinaban el codo a gusto y gana, riendo
como quien disfruta la vida a concho.
_ Es ése… el de la chaqueta azul… no ‘cacho’ a los otros dos ‘gallos’ pero a ése sí que
lo ‘calo’ de frentón…_ susurró Josefa.
_ Vuelve a la mesa de nosotros… yo tengo que asegurarme de algo… no sea
que…_indicó Aurora, algo inquieta. Se acercó al trío con su más inocente sonrisa, y
dirigiéndose al tipo de la chaqueta azul, le preguntó la hora.
_ Son las nueve y media… oye, ¿no te conozco de alguna parte…? Una cara tan linda
no es fácil de olvidar…_ lisonjeó el tipo.
_ No creo que nos hayamos visto antes, no soy de la ciudad, vine a ver a mis tíos_
mintió la jovencita, haciendo un esfuerzo casi sobrehumano por vencer la repulsión.
_ ¿Estás solita…? ¿Quieres sentarte con nosotros…?_ ofreció, tocándole la mano
suavemente.
_ Eh… estoy con unos amigos, y al dueño, que es mi tío, no le gustaría que me sentara a
conversar con desconocidos… Otra vez será, a lo mejor en otra parte…_ prometió
Aurora, rescatando la mano y volviendo a la mesa con su grupo.
_ Güéna… ahora andamos ‘pinchando’ con entereza, por toas’ las mesas comadre
Lola…_ canturreó el Cacique.
_ Puchas… ahora se nos van a poner paliduchas las dos… lo que les hace falta es comer
más… ¡esto está de rechupete!_ las animó Sambito, engullendo a carrillo doble. Esta
vez fue Tachuela quien se llevó a su amiga al baño.
_ A mí no pasái’ por ‘gila’… desembucha, ¿qué te dijo el güeón p’a que te tiriten las
manos así…?
_ Esos tres tipos… no sé donde estarán los otros dos… pero esos que están ahí son los
que nos secuestraron de la puerta del colegio a mi amiga Rosita y a mí…_ explicó
Aurora, sin una sola lágrima, como un volcán a punto de estallar.
_ ¡Rechucha! Ya se la sumaron… se la tienen ganá… ahora sí, me los voy a echar a los
tres…_ prometió Josefa, pálida, pero de rabia. “El Momento”, inexorable, se había
acercado. Salieron del baño y regresaron a la mesa. Como si nada, se unieron a las
risas y la comida, haciendo la hora. Tachuela susurró algo al oído del Cacique y éste
movió la cabeza sin decir palabra. Nadie en el grupo hizo comentarios ni preguntó
nada, pero todos sabían que algo se estaba ‘cocinando’… y no eran solamente pizzas.
Pagaron y salieron del recinto, luego de despedirse, contentos, del dueño y del Tano.
Sólo el Cacique se quedó rezagado, en una de las motos, fumando y haciendo tiempo.
Ninguno de los del piño preguntó porqué o para qué. Pocos días después, cuando
Tachuela ya había conseguido lo que necesitaba, llamó a Aurora y le dijo que todo
estaba listo.

_Eso es… toca éste, concéntrate… ya ves como estás conociéndola mejor cada vez…_
la elogió Rosa, mientras observaba cómo Aurora colocaba el índice en uno de los
símbolos inscritos en la espada, y ésta se reducía de tamaño, transformándose en una
bonita y disimulable daga, capaz de caber en cualquier bolsillo lo suficientemente
profundo.
_ Me vá a ver hacerlo… y me vá a hacer preguntas… además está el hecho de que ellos
van a buscarnos… ¿qué puedo hacer al respecto…?_ inquirió Aurora, volviendo la
espada a su tamaño original.
_ Ya estaba previsto… una vez que ustedes se marchen y cambien de ciudad ellos les
perderán el rastro. Pero eso no es todo, ahora debes practicar con el Programador de
Memoria, para no tener que responder preguntas…_ respondió Rosa, suavemente.

122
Así fue como Aurora descubrió otras de las aplicaciones de su arma y a la vez cayó en
la cuenta de la broma cósmica que el advenimiento de la espada le había ocasionado.
Tanto aprender alfabetos antiguos y contemporáneos que además de complicados no la
llevaron a ninguna parte, pues los misteriosos símbolos inscritos en la espada que tanta
curiosidad le habían causado resultaron ser las instrucciones operativas de la misma. Lo
demás fue fácil. Casi demasiado. Josefa utilizó una ganzúa para abrir la puerta de
aquella casa desconocida y sin pretensiones. Los esperaron. La loba salvaje declaró
que ella se ocuparía del ‘Natas’, y uno de los otros, Aurora sólo tendría trabajo con
uno… “tú elige”, le había dicho. Los tipos habían regresado y se habían sorprendido.
“Hola tús… hasta trajimos un par de botellitas p’a pasarla mejor… y como yo soy la
más caliente de las dos, quiero ración doble”, había dicho Tachuela, llevándose al tipo
de la chaqueta azul y al de barba a uno de los dormitorios. Aurora trató de disimular lo
mejor que pudo que temblaba, y cuando pasaron unos quince minutos y ya tenía al
desconocido desnudo en la cama se sorprendió de lo rápido y preciso de sus gestos.
Hizo lo que tenía que hacer con su daga; lo puso a dormir y lo privó de sus genitales, sin
dolor ni estallidos de sangre… ya sabía que su espada podía reducirse de tamaño, que
actuaba limpiamente y restañaba heridas. Lo demás lo pudo comprobar cuando, ya
vestida y con la evidencia en una bolsa plástica transparente, entró a la otra habitación.
_ Bueno, aquí tienes lo que me pediste que…_ y no pudo seguir hablando. La loba
salvaje se paseó de allá para acá por la habitación, con un cigarrillo encendido en una
mano y su legendario y temido bisturí en la otra.
_ Así que te fue bien. Me’stoy fumando mi primer pucho sin toser… ya me eché a
uno… pero a éste lo voy a esperar que se despierte… le voy a ‘pifiar el paño’ a gusto y
gana… quiero que me vea cuando lo cape… que lo sienta… que le duela, al hijoputa, se
la ganó… le voy’a’cer el trabajo completo…_ afirmó calmada, desnuda… incluso se
había quitado la peluca. No llevaba ni una gota de maquillaje… con su pelo verde
pegado al cráneo y su piel blanca, lechosa, inmaculada, podía parecer un ángel
vengador, un demonio recién salido del infierno o un ser de otro planeta que
desconociera por completo los códigos de vida de éste… parecía todo eso, pero
definitivamente, no se veía como una niña humana de casi catorce años. Aurora tuvo un
estremecimiento y fué a ver al baño… sólo para encontrar al otro delincuente con la
garganta cercenada de un lado a otro y sin sus órganos genitales. Seguía desangrándose
en la bañera, tiñendo el agua de carmesí oscuro, los ojos cerrados como si sólo estuviese
durmiendo. Ya no había nada que hacer. Escuchó los gemidos sofocados por la
mordaza y entró de nuevo al dormitorio. “El Natas” se había despertado pero no podría
hacer absolutamente nada. La salvaje y alienada criatura del pelo verde se le montó
encima, ronroneándole, acariciándolo por aquí y por allá con su arma reluciente…
_ ¿No te ‘acordai’ de mi…? ¿En serio…? Bué… tengo harto tiempo p’a que hagamo’
memoria…_ ofreció, mientras le daba de lengua en las zonas sensibles, hasta que el
ahora indefenso victimario exhibió una erección más que convincente. Muda de
asombro, Aurora la vió conminarlo a recordar, quitarle la cinta adhesiva de la boca y el
trapo que la taponaba, sin parar de manosearlo, y sin dejar de amenazarlo, haciéndole
pequeños cortes aquí y allá. Aurora en algún momento se dió cuenta de que la chocante
escena la había paralizado… debía moverse, reaccionar, hacer algo… retrocedió
lentamente y fue a ver al otro tipo, aún inconsciente pero vivo. No había querido
amarrarlo a la cama ni mucho menos torturarlo, lo suyo se trataba de justicia, no de
venganza. Entonces cayó en la cuenta de que debía sacar a Tachuela de allí tan pronto
como pudiese, o de verdad los iba a matar. Josefa ni siquiera notó el ir y venir de su
amiga, estaba demasiado inmersa en obtener la información que buscaba. Aurora se
acercó despacio, casi imperceptible, y le aplicó su daga violeta, reluciente, en la base de

123
la nuca. La loba salvaje se desvaneció junto al cuerpo totalmente desnudo del “Natas”
sin un solo quejido. El delincuente abrió los ojos desmesuradamente, como si viese su
más temida pesadilla… reconociendo a la asustada pero serena colegiala de años atrás, a
la vez que a la hermosa pero esquiva jovencita que viese en la pizzería pocos días atrás,
asociando todo eso con éste momento fatídico y terrible para él. Supo que ella iba a
tocarlo con aquella fulgurante arma. Lo durmió, activó el Rastreador de Memoria y
supo dónde había vivido Josefa cuando fue raptada. Después llevó a cabo su trabajo y
puso el órgano junto con los otros dos en la misma bolsa, no sin antes restañar los cortes
que le había hecho Josefa al hombre. Se dió prisa en vestir a su compañera y llamó al
Cacique para que fuese a buscarlas. Llegaron al ‘cubil’ a las nueve de la noche, y
Aurora consideró que lo más prudente sería no salir de nuevo. Que bueno que era
sábado… y que habían ido a la pizzería como clientes sólo una vez, hacía una semana,
cuando habían encontrado a esos tres tipos. Tendría que hablar con el Tano y pedirle
que se hiciera el desentendido ante cualquier persona que se acercase por ‘Cuore
D’angelo’ a pedir información sobre los lobos salvajes.

_ ¡Cómo que me desmayé…! ¡Estaba tan encabroná que te juro que no me iba a
desmayar así nomás…! ¡Y el hijoputa tenía tanto miedo que ya estaba por ‘arrugar’ y
largármela…! ¡No! ¡Yo voy de nuevo y me tiene que decir… es el único que sabe!_ se
alteró Tachuela, haciendo ademán de levantarse. Aurora la sujetó, suave pero firme.
_ Ni falta que hace. Me lo dijo a mí… y después finalicé el trabajo. Lo mejor que
podemos hacer es no salir demasiado y partir a Santiago cuanto antes_ le aseguró, con
su tono más convincente.
_ Ya caché… te los echaste tú solita y no sirve que vaya…
_ Ni tanto. Me traje los… ya sabes. Mira. Aquí están. No huele muy bien, así es que
no escarbes tanto en la bolsa… ¿Para qué querías esto?
Pero pudo más la curiosidad, y Tachuela examinó la bolsa transparente sin abrirla…
había algo raro. Y además no podía recordar nada con mucho detalle.
_ ¿Porqué estos no tienen sangre como éste…?_ indagó, sospechosa, picando con el
dedo índice el macabro contenido.
_ Porque les puse un fierro que tenían ahí mismo… lo calenté al rojo y los cautericé_
mintió Aurora.
_ Trabajo fino, comadre… pero quedaron vivos, y eso era lo que yo no quería… los
chuchesumadre nos van a buscar…
_ Por eso nos vamos a ir a Santiago, para que no nos puedan encontrar…
_ Yo no ‘cacho’ Santiago… ¿dónde llegamos?, ¿adónde se van a quedar los ‘cabros?’
aparte que no puedo dejar ‘botá’ a la Pitufa…
_ Vamos a llegar al departamento que tiene mi hermana Katia, y yo voy a estudiar allá y
nos llevamos a tu hermanita con nosotras… y el grupo va a estar estupendo. Katia y yo
hablamos con una amiga muy de confianza, la doctora Sepúlveda… ella vive en un
lugar que se llama Parcela Esperanza… empezaron con tres piezas de madera pero
ahora son una villa de sesenta casitas, cultivan lo suyo, tienen animales, es como una
granja… y tienen una escuela, por ahora hasta octavo básico, pero están por conseguir
los permisos para iniciar la enseñanza media…. Así es que quédate tranquila porque el
piño va a tener trabajo, escuela… y no van a tener que andar ‘morrando’ los
sábados…_propuso Aurora, sonriente.
_ A lo mejor ‘tóos’ salvamos el culo… ¿pero y… el Tano? ¿Con qué ‘percha’ lo vamo’
a botar si se portó tan bien… si nos cuidó…? Y se le quebró la voz con un sollozo. Por
el Tano. Por el piño. Por los días de unión y amistad que ya jamás volverían. Por todo

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lo que debería dejar atrás, pero que siempre recordaría. Los lobos salvajes habían sido
su familia. Aurora la abrazó y consoló, diciéndole que igual y podrían tener
comunicación, pero que también debía mirar hacia delante y abrazar el cambio. Porque
de seguro le esperaban cosas mejores. Y una familia, su verdadera familia.

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El arcoíris de medianoche Líneas Paralelas

Rosa flotó suavemente por la estancia vacía. El lugar carecía de gravedad y en realidad
era esférico, una de sus mitades estaba magnetizada en la gigantesca estructura y la otra
dejaba ver la belleza poética del exterior. Era uno de los sitios destinados a la
meditación y según sabía, habían cientos repartidos a todo lo largo y ancho de Venus
3715… cambió con sólo desearlo el color del metal, ensayando una vasta gama de
azules que combinaran con las estrellas allá afuera… hizo un poco más tenue la luz
interior para poder apreciar mejor la majestuosidad de Júpiter, a cuyo norte estaban. Se
rió pensando en la reacción de Aurora si la hubiese traído hasta aquí … en lo mucho que
se habría asombrado al descubrir que este lugar carecía de puertas… porque las únicas
formas de acceder a él era traspasar la mitad metálica por dentro, pasar a través del
cristal combado por fuera o simplemente, como hacía Kwan-Yin, materializarse
directamente en el interior… siguió practicando por diversión, a poner y quitar plantas,
aves exóticas, flores… a llenar la esfera ingrávida de agua, como si fuese el fondo del
mar allá en la Tierra… después de todo esto también era una forma de meditación. La
vez anterior, cuando habían estado aquí, la maestra Zoe le había dicho que le alegraba
saber que seguía conservando su alma de niña, porque cualidades como el asombro,
curiosidad e inocencia son las que nos motivan a investigar. Se observó a sí misma,
como había aprendido, mediante liberar su Microcosmos Central… Rosa observando a
Rosa. Aún se veía como la niña humana que había sido unos minutos atrás… ¡en la
Tierra eran años…! Quizá le vendría bien cambiar de imagen… o mejor dicho, de
“auto-percepción de imagen”, sobre todo ahora que el momento había llegado y
pasado… ya no había ningún motivo para seguir compartiendo el mismo cuerpo con
Aurora… más bien deseaba tener una nueva tarea, otra asignación y volver a
reencarnar… ya habría tiempo de reencontrar a su compañera. Si le asignaban otra
vida, pediría el don de la Memoria Regresiva, para así poder abrirse camino a través de
la marea humana, a fin de buscar, reconocer y contactar a Aurora. Estaba inmersa
pensando en lo que comunicarían cuando llegara Kwan-Yin, cuando las palabras
parecieron rodearla suavemente… estaban afuera, adentro, encima, debajo, a su lado:
“Namaste… que tu verdadera esencia nos sea revelada y evidente”. Y ocurrió. Sintió el
calor familiar en su espalda, el separarse de músculos, el aflorar de sus alas
resplandecientes… Toda ella resplandeció de azul. Y Kwan-Yin se materializó en la
esfera, mientras la invadía una alegría indescriptible.
_ Puedes hacerlo… recuerda que todo lo tangible es sólo una ilusión… sólo debes
creer… hazlo ya…_ transmitió Kwan-Yin. Y lo hizo. La esfera pareció desprenderse
suavemente del soporte magnético, flotando hacia el espacio, alejándose de la estructura
de Venus 3715 sólo unos pocos cientos de metros, para regresar unos minutos después.
Se decía que Kwan-Yin podía sacar la esfera de su sitio y dar dos vueltas completas a la
nave…
_ Qquisiera… que nos separen y volver a reencarnar_ pidió Rosa, cuando sus alas
volvían a ocultarse y el resplandor azul iba desvaneciéndose con lentitud.
_ ¿Porqué o para qué?_ inquirió Kwan-Yin, flotando como un pez.
_ Percibo que Aurora debe seguir su camino sin mis instrucciones, además “El
Momento” ya ocurrió… deseo que me asignen a un lugar difícil para poder ayudar más
y mejor… y si no es demasiado me agradaría poder encontrar y reconocer a mi
compañera para quizá compartir una labor juntas, como la medicina, por ejemplo…_
planteó Rosa, con el espíritu alegre y el corazón puro.

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_ Nobles intenciones, mi joven aprendiz, sin embargo ambas deben esperar, aquí son
sólo unas horas…
_ Allá son algunas décadas… ¿cuántas si puede saberse?
_ Exactamente dos más, no son demasiadas, ¿no te parece? De todos modos la próxima
asignación, la llevarán a cabo juntas, nacerán como gemelas en Japón… bueno, si lo
aceptan y eligen así; hay infinitas posibilidades y al menos doce opciones para elegir…
_ ¿Por qué la vida de Aurora será tan breve? ¿Accidente? ¿Mal destino? Sólo treinta y
seis años… ¿Puedo ayudar en algo?_ indagó Rosa levemente sobresaltada.
_ Ya sabes, no me está permitido darte los detalles, sólo puedo decirte que ésa fue su
elección. Por eso sé que no necesito pedirte que te quedes junto a ella._ afirmó Kwan-
Yin, algo pensativa.
_ Está bien. Lo que sea, lo enfrentaremos juntas… esto tiene que ver con “El
Momento”, ¿verdad?_ quiso asegurarse Rosa.
_ Algo así. “El Momento” es como un sueño que no importa lo que dure puede repetir
hasta cuatro veces el mismo mensaje, con diferentes símbolos. En la vida de Aurora las
cosas se han manifestado más o menos así: su hermana Katia fue agredida, lo cual causó
que su madre, Irina, muriese, el siguiente paso fue que ella y tú experimentaran una
secuencia similar. Irina decidió reencarnar en Boris, el hijo de Katia fruto del ultraje, y
tú decidiste compartir el mismo cuerpo de Aurora para unir fuerzas. Estos dos últimos
son los movimientos característicos de la hermosa coreografía que es el Amor
Universal… allí donde el fluir de la vida es lo primero. Ahora bien, si observamos la
otra cara de la moneda, veremos al agresor: raptó a Josefa y la contaminó con su odio,
produciendo el efecto boomerang, sin embargo al atacarlas a ustedes su energía fue
desviada y produjo un efecto diferente, más orientado al Amor que a la sed de muerte y
venganza. Lo más difícil está por ocurrir. “El Momento” en sí creció, se expandió y
reverberó. Como una ola de déja-vu… La energía del odio debe ser consumida y
transformada por la del amor, el desviarla sólo aplaza el desenlace, teniendo en cuenta
que ésto entra en el terreno de lo inevitable. Pero no quiero aburrirte con tecnicismos,
más bien quiero mostrarte lo que llegarás a lograr en sólo unas horas_ la animó Kwan-
Yin_ y ante los ojos asombrados de Rosa, desmagnetizó la esfera y la hizo salir como
una bala hacia Júpiter, disponiéndose a rodear aquel imponente cuerpo celeste en sólo
unos minutos. Quizá Aurora la echaría en falta, pero aquí y ahora, prefería disfrutar el
viaje.

Aurora buscó el mando a distancia en su bolso y una vez que el portón automático se
hubo abierto del todo hizo rodar el bonito Porsche azul metálico por el sendero rodeado
de mimosas hasta estacionar frente a su casa. A pesar del largo viaje desde Tailandia y
el cansancio de los aviones se veía muy hermosa. Ella misma bajó la maleta ya que no
solía llevar demasiado equipaje consigo… la seda y otras cosas que había comprado en
Bangkok le llegarían al día siguiente mediante la rapidez y eficiencia de Catherine, su
secretaria y agente. La fiel Maigo abrió la puerta con una sonrisa ancha y sincera,
dándole la bienvenida a su bonita jefa, a la cual había decidido seguir hasta Italia hacía
ya siete años. Se habían conocido en la Parcela Esperanza, en una de las visitas que
Aurora les hacía siempre que viajaba a su país. Con la ayuda de Katia y otro par de
personas acaudaladas el lugar había prosperado tanto que ya se hacía notar en uno que
otro reportaje, y era bien conocido por acoger a niños de la calle o en situación difícil, a
madres solteras dispuestas a estudiar y trabajar y a mujeres que padecían la violencia
intrafamiliar. Margarita _Maigo para sus cercanos_ había sido una de las habitantes de

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la Parcela, abandonada por su marido y con dos niños que mantener. Cuando Aurora,
ya por ese entonces la solicitada y conocida modelo que era, le había propuesto
llevársela a Italia con sus hijos para que llevara los quehaceres de la bonita casa que
había comprado en Napitia, no lo pensó dos veces. Había podido educar a sus chicos,
conocer otro país, viajar y tener una vida tranquila y feliz. Había superado su pasado de
mujer abusada, golpeada y abandonada, encontrando un nuevo y mejor camino. El
cariño y respeto que sentían la una por la otra era sincero y la confianza inquebrantable.
_ ¡Se te echa de menos….! Los mocosos no han parado de preguntar cuándo llegabas…
¿no que eran quince días?, ¿te preparo algo?, ¿un té?, ¿el jacuzzi?_ preguntó solícita.
_ ¡Las dos cosas…! No quiero subirme a un avión en por lo menos dos semanas…
mañana llegan algunas cosas que compré en Tailandia y Japón, entre los cuales vienen
unos regalitos para ti y los niños. ¿Alguna llamada mientras no estuve?_ quiso saber.
_ Llamó tu hermana hace tres días, pensando que ya habrías vuelto, hace una semana
llamó Josefa… ya sabes cómo es de impaciente, tu tío Alexander también telefoneó y
dijo que te avisara que se les casa la hija menor el próximo mes, y que tienes que hacer
un esfuerzo para no perderte la tremenda fiesta que van a hacer… ¡Ah…! Y Heather
llamó ayer, dijo que te tiene una sorpresa para este fin de semana, que la llames en
cuanto te sea posible… si sigo con la lista te voy a volver loca, mejor y te preparo un
té_ reflexionó Maigo con una sonrisa.
_ No corras tanto, yo misma me las arreglo con el jacuzzi… té verde japonés… el termo
lleno, me viene de lo mejor… Dios te bendiga por anotar todo, por favor déjame el
cuaderno de los mensajes cerca… voy a desempacar_ dijo, todavía con ánimo, subiendo
la maleta a su habitación.
Ya en la intimidad de su sala de baño, se entregó a todos los rituales de cuidados,
cremas y pociones mágicas que cualquier mujer que vive de su belleza puede hacer.
¡Quién le hubiese dicho, hace diez años…! Puso aceites suavizantes en el agua del
jacuzzi, entró en la deliciosa mezcla de perfumes y activó el dispositivo de
hidromasajes… “Yo también he hecho algo parecido, sólo que estando en una de las
esferas de meditación de Venus 3715… allí podía cambiar todo el entorno con sólo
desearlo…”_ comentó Rosa, y Aurora con un tenue sobresalto abrió los ojos… ¿De
verdad era ella, o sólo su imaginación haciéndola pensar cosas extravagantes? Aún
guardaba su daga-espada, envuelta en la mantilla de seda, como aquella vez ya lejana en
que la había recibido. Aquel misterioso y preciado objeto del cual ya sabía más cosas
que las que un día se propuso indagar, había viajado miles de kilómetros en decenas de
viajes… sobre todo en las misiones de rescate en las que ayudaba a su tío Amintor. En
su viaje reciente, si bien era cierto que había viajado a Japón para hacer tres comerciales
y a Tailandia para ser fotografiada luciendo su espectacular belleza en un lujoso resort,
también se las había apañado para escamotearle una docena de niñas a la mafia local…
chiquillas inocentes a las cuales habían salvado de ir a parar a los burdeles clandestinos
de Bangkok como esclavas, víctimas para satisfacer la demoníaca industria del turismo
sexual. Habían algunas organizaciones dedicadas a desprestigiar y disminuir el
comercio sexual con niños, sin embargo mientras hubiese demanda y oferta, personas
con intereses deshonestos y burocracia los incidentes escabrosos seguirían ocurriendo,
razón por la cual sus tíos Aldo y Amintor, dueños de una gran empresa de importación y
exportación, pensaban que las más de las veces la acción concreta, osada e incluso
peligrosa era lo único que podía salvar a esas criaturas de un destino tan cruel y
miserable. Ya existía en el norte de aquel país una Colonia de Salvamento, por lo cual
cada vez que “habían paquetes”, luego de los rescates eran enviados allá. De nada
servía rescatar a una niña y llevarla de regreso a su casa, siendo que muchas veces la
víctima provenía de una familia desesperadamente pobre y había sido vendida a la

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mafia por su propio padre. Habían sido días asombrosamente ocupados y peligrosos
que nadie en el sofisticado mundo en que se movía Aurora hubiese podido imaginar. Se
suponía que sólo estaría ausente dos semanas, pero luego de haber terminado su trabajo,
de haber posado bella, sonriente y elegante para las cámaras; ser mirada, admirada,
envidiada o adorada en docenas de revistas, su tío Aldo la había llamado y simplemente
había dicho: “el correo está lleno, el cartero esperando…”. Aldo coordinaba,
averiguaba, buscaba información. Amintor y su glamorosa sobrina se encargaban de la
acción. Y así se le habían pasado casi diez días más. El secreto entre los tres era
sagrado; ni siquiera Katia, Maigo o las esposas de sus tíos gemelos sabían o imaginaban
la magnitud de los líos en que el osado trío se metía. Pero en fin, ya estaba en casa,
feliz y satisfecha… y todo lo que existía e importaba era el agua perfumada y tibia, el té
verde japonés, la paciencia y bondad de Maigo, el progreso de los niños en la escuela
(los chicos ya contaban diez y catorce años respectivamente, hablaban con fluidez el
italiano, español e inglés y adoraban a su bellísima tía Aurora) y el calor de hogar,
porque no importa qué tan grandes las ansias de aventuras, o qué tan largos los viajes,
siempre es necesario contar con un lugar al cual poder volver. Se sirvió más té y notó la
varita diminuta flotando en el vaso de cerámica… en Japón eso era una señal de buena
suerte… ¿Por qué le atraía tanto el misterioso país asiático? Recordó con una sonrisa los
caminos tan diversos que habían tomado las vidas de los lobos salvajes. Con excepción
de Josefa y Silvia, todos se habían mudado a vivir a la Parcela Esperanza, ayudados y
apoyados por Katia, el Tano y Consuelo Sepúlveda. Habían salido de allí a buscarse la
vida, ya crecidos y con otra forma de pensar, sentir y vivir, producto del amor y
dedicación que habían recibido. Sergio Palomares, que había sido conocido como
‘Penacho’ se había convertido en futbolista profesional, y por lo que se sabía, pronto
partiría a jugar para un equipo de renombre en Inglaterra. El ‘Pegao’_que nunca se
había vuelto a acercar a un tarro de pegamento ni por broma_ cuyo nombre era
Mauricio Caviedes, realizó su sueño de ser el mecánico de mayor prestigio y fama de la
región, con lo cual llegó a tener un enorme taller bonitamente equipado, en el cual se
arreglaban desde motocicletas hasta camiones. Como ya tenía una buena tropa de
empleados, podía dedicarse a su pasión: construir motocicletas a partir de piezas
diferentes, las cuales resultaban ser en muchos casos verdaderas obras de arte que le
eran compradas en pequeñas fortunas. ‘Sambito’ se hizo marino mercante, y fue en ése,
su camino escogido, que mediante un poco de suerte y algunas asombrosas
coincidencias había encontrado a su padre, radicándose en Brasil y adoptando la
identidad que el destino quiso devolverle: Alonso Guimaraes. Jacinto Catrileo_ que así
se llamaba en realidad el ‘Cacique’_ con su esfuerzo y empeño había llegado a tener
cinco prósperos kioscos de diarios y revistas, dos de los cuales estaban dentro de la
Parcela Esperanza, que ya era un poblado de tres mil habitantes con escuela, sala cuna y
una pequeña clínica que había sido equipada gracias a las donaciones y a los esfuerzos
de Consuelo Sepúlveda, la cual trabajaba ahí por las mañanas como voluntaria. Alberto
Urrutia fue uno de los pocos que se quedó para siempre en la Parcela, para ayudar a
cultivar el árido suelo, inventar los ‘atrapanieblas’ que les permitían colectar el agua de
rocío y casarse con la chica que había amado ya en la época en que eran un grupo de
adolescentes de futuro incierto que salían a ‘morrar’ los sábados… Después de todo, el
‘Sopas-Lesas’ no tenía ni un pelo de tonto, y cuando vió que su amada ‘Pecas’_ Sonia
Rivera_ tenía intenciones de quedarse allí y ejercer como maestra de los niños de
kindergarten a tercero, sacó por conclusión que una chica tan paciente y noble sería una
compañera estupenda. Sofía Kuntzmann, en cambio, soñaba con flores… de todos los
tamaños, colores y variedades, porque según alguien la escuchó decir alguna vez,
cuando aún era una estudiante refugiada en la Parcela Esperanza, las flores son una

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expresión de Arte Celestial destinadas a alegrar los corazones y conectarnos con la parte
más pura de nuestras emociones… de ahí que cuando alguien reciba una flor primero la
huela y luego sonría. Tenía una florería en la Parcela, y había ayudado en la
construcción de su propio invernadero, en el cual pasaba los fines de semana
arreglando, podando, haciendo injertos y produciendo rosas azules, que habían resultado
ser una verdadera mina de oro. Los lunes partía a la ciudad con la camioneta que había
comprado, llena de un variado y exquisito cargamento para los clientes más exigentes.
Pronto debería ampliar el invernadero ya que la demanda por sus bellos productos
crecía cada temporada a pasos agigantados. Tenía entre sus clientes una cadena de
restaurantes sofisticados cuyo sello de elegancia era adornar sus mesas con rosas azules,
una por cada búcaro de cristal. Sin embargo, lo que más alegraba a la ‘Gringa’ era
haberse librado de los abusos de su padrastro y haber sacado a su madre y tres hermanos
de la pobreza, ya que en la Parcela Esperanza habían encontrado mejores rumbos.
Resentido y envidioso, su ahora ex-padrastro había interpuesto demandas para quedarse
con los niños _un varón y dos niñas_ pero tuvo que desistir cuando Sofía puso una
contra-demanda para denunciarlo por los abusos a que la había sometido cuando sólo
contaba siete años… y al potencial riesgo de pasar por lo mismo que correrían sus dos
medio hermanas. El caso había sido brillantemente defendido y ganado por Guido
Varesse, el Tano, que si bien era muy solicitado y siempre estaba ocupadísimo, accedió
a ayudar a la ex-lobita sin cobrar un céntimo. De hecho, gran parte del crecimiento de
la Parcela tenía que ver con que el Tano se había convertido en una especie de puente:
niño callejero que socorría o mujer víctima de violencia que defendía, más temprano
que tarde pasaba a engrosar las filas de apoyo y solidaridad de la Parcela Esperanza. De
todo el grupo, quizá el que tuvo menos tiempo y más problemas en aquel lugar fue
‘Romeo’. Cierto que era inteligente y aprendió rápido. Cierto que era atento y siempre
ofrecía su ayuda, fuese en los cultivos, en las cocinas, en la escuelita o en las ventas de
lo que allí se producía. Era honrado y trabajador. Dejó de ‘morrar’ definitivamente y
durante un tiempo se le consideró un muchacho ejemplar y emprendedor. Sin embargo
también fue cierto que embarazó a cuatro muchachas, habitantes de aquel lugar apartado
y tranquilo, y no lo privaron de sus partes pudendas sólo porque las afectadas lo
defendieron y afirmaron que no había sido abuso, sino consentimiento. Parte del código
secreto, tácito y no escrito de la Parcela era que aquél que abusara sexualmente de una
mujer debía perder aquello con lo que había hecho el daño y ser expulsado. Sin
embargo, Fernando Calderón se había librado por el amor que las muchachas seducidas
le tenían, una de las cuales le pidió llorando a la Abuela Esperanza que no le hicieran
nada. La matriarca y fundadora, cuya opinión y consejo era tenido en alta estima,
manifestó que debía hablar con el joven a solas, y así se hizo. Toda vez que la Abuela
supo que ‘Romeo’ no tenía ninguna intención de comprometerse con alguna de las
jóvenes que esperaban hijos suyos, pero que sí estaba dispuesto a ayudarlas
económicamente a todas ellas, y sobre todo cuando el mismo Fernando Calderón le
confesó que su afición por las mujeres era algo superior a sí mismo, la sabia y anciana
mujer le aconsejó que lo mejor que podía hacer era marcharse de la Parcela… podría
ayudar e incluso visitar a sus hijos cuando mejor le acomodase, pero no podría quedarse
a pasar ni siquiera una noche más allí. Así fue como el muchacho de dieciocho años
recién cumplidos puso rumbo a la capital. No pasó mucho tiempo antes de que se
convirtiera en junior de un conjunto de oficinas y después en seductor profesional. Su
juventud, vitalidad y dotes de gran amante pronto se hicieron conocidas y sumamente
solicitadas. Con sólo veintidós años tuvo su primer apartamento y automóvil. Fiel a su
promesa, escribía y enviaba regularmente dinero a sus retoños, aunque no tenía mucho
tiempo para visitarlos. De embaucador callejero, ladrón ocasional, humilde granjero y

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garañón de provincias, había pasado a ser un gigoló de categoría internacional y se
preocupaba por aprender idiomas pues intuía que en las clientas extranjeras estaba la
puerta a la expansión y aún mejores perspectivas. Sus quince minutos de fama le
llegaron cuando filmó un video para adultos, el cual hizo las delicias de cierta clienta
norteamericana, quién le propuso que lo acompañara a la Tierra de las Oportunidades
porque según le aseguraba, con su inteligencia y enorme…(ejem…) talento, era del
todo posible que se hiciese famoso en la industria. A los veinticinco años lo tenía todo.
Había alcanzado sus sueños de seducir a una gran cantidad de mujeres y ser bien pagado
por éstas, había logrado fama y fortuna, ejerciendo el oficio con clase. Se movía en
ambientes refinados y viajaba frecuentemente. Sí. Lo tenía todo. O por lo menos…
todo lo que la ilusión terrena, materialista y machista dicta que un hombre debe tener.
Pasarían años antes de que descubriese que tenía una misión en la vida mucho más
importante que el champagne, el dinero, el placer y el sexo.

Aurora se quitó la mascarilla tonificante del rostro y se aplicó un suero regenerativo. La


piel firme y tersa del cuerpo recibió otro tipo de compuesto, de colágeno y elastina.
Después de cada baño de jacuzzi o ducha era parte de su hábito encremarse entera. Así
como era parte de su rutina la hora diaria de ejercicios y beber cantidades indefinidas de
líquido, menos café o alcohol. Se preguntó si Romeo tendría su propia rutina de
ejercicios o comidas, ya que también, aunque de forma distinta, vivía de su aspecto
físico. A pesar de todo, el grupo había seguido en contacto, se llamaban o se escribían,
y Josefa era normalmente quien recibía la mayor cantidad de cartas, por lo cual, estaba
enterada con lujo de detalles de quién estaba dónde, con quién, haciendo qué. Vaya
vueltas que tiene la vida… habían llegado a Santiago directo al departamento de Katia,
tiñó el cabello de Tachuela de un color decente y la ayudó a encontrar a su verdadera
familia… vaya coincidencias, resultó que de pequeñas habían asistido al mismo colegio,
aunque no al mismo curso. Después de comprobar por pruebas de ADN que la
jovencita era en efecto la hija que les había sido arrebatada, sus emocionados
progenitores la acogieron con amor y felicidad, adoptaron a Silvia, de quien jamás llegó
a saberse su verdadera procedencia, y Aurora fue la amiga más querida en aquella
familia de gente acaudalada. Porque el padre de Josefa Inostroza Duque era el más
próspero fabricante de muebles de oficina, con una sólida reputación e insólita
creatividad que lo habían mantenido por años en el primer lugar de su rubro. La
adolescente dejó atrás su pasado de fugitiva, líder de un ‘piño’ de chicos que
ciertamente tenía mejor futuro que la calle, para dedicarse a amar a sus nuevos
hermanitos, dos niñas y dos niños que fueron naciendo después de que ella fuera
secuestrada. Se sentía feliz por haber regresado a su origen y haber hallado un lugar
seguro para Silvia. Ahora podía vivir como una adolescente normal, estudiar y
compartir el amor y la alegría que un día le habían sido brutalmente arrebatados. Había
salido ganando. Era la mayor de un grupo de seis hermanos, y tenía una amiga
entrañable con la cual mantendrían una especial amistad por muchos años más. Estela,
su madre, nunca había perdido la esperanza de encontrarla, y conservaba una fotografía
de su hija que le había hecho poco antes de su desaparición. ¡Cuántas noches sin
dormir…! ¡Cuántos días de buscar, poner copias de aquella foto incluso en el aeropuerto
y rezar para poder volver a verla y abrazarla! Ni los detectives de la Policía de
Investigaciones, ni los privados que contrataron pudieron resolver el caso. Y cuando
todo parecía estar condenado al fracaso, cuando todo parecía sombrío e irrecuperable,
aparece este ángel de cabello negro y ojos de turquesa y les trae a su niña de regreso…
¡cómo no quererla y tenerle confianza…! Se visitaban, llamaban y salían un día sí y otro

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también. En honor al Tano, Josefa decidió que un día sería abogada. Y siguiendo la
senda de Consuelo Sepúlveda, Aurora tenía planeado ser doctora. Todo parecía estar en
orden y arreglado, las decisiones tomadas y los planes hechos. Aurora había concluído
su primer año universitario cuando Catherine Morrison, cazatalentos de Star Models, y
Giovanni Balestra, diseñador de modas, aparecieron en su vida. Ambos también
compartían una profesión especial: ‘coolhunters’. Los lugares a los cuales viajaban eran
siempre una sorpresa, y de ellos dependían por lo menos cinco de los diseñadores más
conocidos en Europa y dos de los absolutamente adorados en Estados Unidos. Sus fotos
hechas a suerte de talento, imaginación e inspiración pura eran las responsables de
innovaciones, extravagancias, éxitos y elegantes colecciones de moda que estaban
destinadas a marcar tendencia. Quiso el destino que decidieran ir a espiar al Mall más
caro, concurrido y exclusivo del Barrio Alto, oliendo la atmósfera, descifrando la moda
local, fotografiando a las tropas de jóvenes trendy que llevaban la vanguardia
recorriendo los pasillos del Mall con ese aire indolente de venir de vuelta de todo,
luciendo sus prendas con desenfado. Ya habían visitado bares, restaurantes y discotecas
de moda, obteniendo material considerable. Sólo faltaban los principales centros de
compras y estarían listos para volver a Europa. Quiso la suerte que Aurora y Josefa
estuvieran allí ese día, comprando trajes de baño. La lente de Catherine captó a aquella
jovencita alta, esbelta como un junco, de larguísimo cabello negro suave como la seda,
y esos ojos grandes y expresivos que cautivarían miles de sueños desde las portadas de
cientos de revistas. No llevaba ni una gota de maquillaje y todo su atuendo consistía en
unos jeans deslavados y deshilachados en los bordes, de corte bajo, una camiseta blanca
de algodón y sandalias de color calipso que hacían juego con el bolso. Tenía la belleza,
la juventud y los atributos necesarios. Las saludaron y las invitaron a una de las
cafeterías. Mientras más conversaban, Catherine más se daba cuenta que la muchacha
formaría parte en poco tiempo del círculo dorado de las supermodelos. Tenía clase y un
refinamiento natural, y ni siquiera estaba consciente de lo hermosa que era. Catherine
le dejó su tarjeta y número de celular, no deseaba forzar nada y si Aurora quería
pensarlo estaba en todo su derecho. La fotografió de cerca, en color y en blanco y
negro. “El mundo puede perder una doctora… pero sería un crimen que perdiese a una
chica tan hermosa”_ le había dicho, y tras pagar la cuenta se fueron. Las chicas
decidieron quedarse a disfrutar de otro capuchino y Josefa le aconsejó que no se lo
pensara dos veces… “¡si esto te salió al paso, comadre, seguro que es una señal de
buena suerte…!”_ le comentó, feliz. Llamó por teléfono a Katia para conversar sobre
el tema, y su hermana le dijo que con semejante trabajo viajaría constantemente y se lo
pasaría rodeada de gente sofisticada, sólo tenía que cuidarse de no ser vencida por la
vanidad…. “vívelo y disfrútalo tanto como dure, estoy segura que con lo inteligente que
es mi hermanita, aparte de hacer fortuna propia sabrá invertir sabiamente…. Por mí,
tienes mi apoyo y aprobación en lo que decidas emprender, si tu corazón e instinto te
dicen que sí, ¡lánzate y ya…! Adelante, hermanita… ¿Recuerdas cuando éramos niñas
y fingíamos que yo era fotógrafa y tú una modelo o actriz famosa…? Bueno, el sueño se
está haciendo realidad, así es que estira la mano y alcánzalo… te quiero… y
felicidades”. En los días en que esperaba por su pasaporte viajó a ver a su hermana y a
Consuelo Sepúlveda, quien le dijo con entrañable honestidad que era importante ser un
buen original antes que una copia de calidad cuestionable… “no copies mi vida… vive
tus sueños”. Y así. Entusiasmo, apoyo y confianza no le faltaron. Un mes después de
haber cumplido Aurora los dieciocho años Catherine volvió a buscarla. Y tal cual como
la cazatalentos y ‘coolhunter’ se lo había pronosticado, dos meses después debutaba en
las pasarelas de París, Londres y Milán, convirtiéndose en la chica con mayor potencial
de superestrella. Al año de viajar de un continente a otro, de ser conocida, codiciada y

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adorada por diseñadores de élite de las capitales más importantes del mundo, su rostro
ocupó las portadas de las revistas de moda más cotizadas, y Catherine le aconsejó que
ahora que su fama estaba consolidada, había llegado la hora de ganar dinero de verdad.
_ ¿Quieres decir que no gano lo suficiente?_ preguntó Aurora, atónita.
_ Quiero decir que debes montar la ola y darte cuenta que tus activos van subiendo y
subiendo… cada fiesta o evento al cual eres invitada genera expectación y sube los
royalties sólo porque tú estás allí… Sí, cariño, ganas bastante bien, sin embargo de
ahora en adelante vas a ganar más y mejor… más de lo que cualquier otra chica en este
negocio ha ganado. Y lo habían logrado. Catherine se había hecho socia de la agencia
Star Models y seguía siendo cazatalentos, sin embargo se dedicó a cultivar la fama y
carrera de su protegida como si puliese un diamante. Aurora resultó ser eficiente y
disciplinada, sencilla y amistosa. Cada una respetaba los espacios privados de la otra, y
si bien a la inglesa le intrigaba el hecho de que la bella joven no se involucraba jamás en
aventuras de una noche o en relaciones serias, y también se preguntaba dónde se metía
en sus misteriosas y súbitas desapariciones, nunca le preguntaba nada, pues creía que la
privacidad era un derecho inherente a todo ser humano, sin importar qué tanta fama
tuviese. Si un día decidía abrirle su corazón y contarle un par de secretos, pues
enhorabuena. Y si decidía guardarlos, igual y seguiría respetando su decisión y
queriéndola como la estupenda amiga que era.

Aurora envolvió su cabello húmedo en una toalla y su cuerpo esbelto y armonioso en


una bata, y se tendió en la cama. Ya revisaría la lista de los llamados. Volvió a mirar
la línea de la vida en su mano derecha, abruptamente interrumpida… “Sólo espero que
no sea el resultado de una estupidez”_ pensó, sin aprensiones_ No que le preocupara
morir joven, en tanto hubiese tiempo suficiente para llevar adelante el Plan. Lo habían
propuesto y acordado con Aldo, Amintor y otras personas con el mismo tipo de
pensamiento, por lo cual todos ellos destinaban considerables sumas en fundar, sostener
y hacer prosperar las Colonias de Salvamento. Las cosas se habían dado con algunas
dificultades al comienzo, sobre todo en el continente asiático, sin embargo en la carrera
de fondo, estaban siendo ganadas a pasos acelerados. Tailandia, Japón, Filipinas y
Camboya eran ya parte del proyecto. Y China contaba ya con tres Colonias. Por el
momento eran lugares que no producían inquietudes ni conflictos, más bien eran vistos
como obras de caridad de gente con un alto sentido de justicia social y alguna cuota de
extravagancia. Entre los involucrados no era un secreto que la población de las
Colonias crecía con rapidez, y a fin de evitar el hacinamiento debían trabajar tan rápido
como les fuese posible. Aurora había sacado en conclusión que si las cosas habían
funcionado en la Parcela Esperanza era porque podía convertirse en un excelente
proyecto en otras partes del mundo. A fin de cuentas las mujeres abusadas siempre
habían existido, ya desde tiempos remotos… sólo que durante milenios habían creído
que eso era todo lo que la vida tenía para ofrecerles y habían seguido viviendo bajo la
ilusión de la esclavitud. Con asombro y alegría, en sus viajes descubrió que ya otras
personas habían concebido la misma idea… y todo tomaba forma en pequeños grupos
aquí y allá, dispersos y débiles al comienzo, en pleno crecimiento y desarrollo después,
mediante las Colonias de Salvamento. Era menester apoyar a las Colonias ya iniciadas
y unir fuerzas a través de todo el planeta para fundar más. Otra de sus curiosas labores
era llevar siempre consigo un cuaderno de apuntes, ya que gustaba de conversar con
mujeres de distintos países, razas, credos, posición social, edad y profesión, a fin de
obtener información necesaria… ¿qué las hacía felices o desdichadas?, ¿qué esperaban
lograr de la vida?, ¿qué percepción tenían de sí mismas y su destino?, ¿se sentían felices

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de haber nacido mujeres?, ¿eran felices en el rol que la vida les había asignado?, ¿cuál
era su punto de vista sobre el amor, los relacionamientos sentimentales y el
matrimonio?. Y tantas otras interrogantes que también le ayudaban a resolver las suyas
propias… o por lo menos a tener tantos puntos de vista como fuera posible. En el
sofisticado mundo de la moda la tendencia era sentirse afortunada por ser mujer, plena y
satisfecha, cuando la vorágine de los flashes y la fama no eran tomados como lo más
importante en la vida, y buscar el amor mediante la única fórmula aplicable a casi todo,
universalmente: ensayo y error. Conoció chicas asombrosamente bellas que sólo vivían
para sí mismas, a quienes todo lo que les importaba era estar en las páginas sociales o
en las fiestas más célebres… conoció otras que vivían entrando y saliendo de amoríos
conflictivos con personas que no las merecían, más bien las utilizaban y explotaban para
luego desecharlas en busca de una presa mejor. Conoció algunas que se dejaron llevar
por la ilusión de la felicidad aparente y vacía, y terminaban atrapadas en una espiral de
drogas, alcohol, placeres efímeros y la falsa convicción de tenerlo todo… en
circunstancias que ni siquiera se tenían a sí mismas. Sin embargo, Aurora no se
ocupaba en juzgar, despreciar o discriminar, porque sabía que era una pérdida de
tiempo. Lo suyo era observar, aprender, enseñar… A su entorno siempre le causó
curiosidad que no tuviese un novio formal ni demostrara ningún interés en ello, aunque
más de alguna vez se la veía rutilante, en algún evento o fiesta acompañada del actor,
millonario o playboy de moda. Catherine le había recomendado que lo tomara como
parte de su trabajo, así como también la instruyó para que en las entrevistas, en
respuesta a la sempiterna y majadera pregunta de si estaba comprometida, tenía planes
de boda o por lo menos si estaba saliendo con alguien, lo más apropiado para saciar la
avidez de chismes era comentar con diplomacia y misterio que sí, estaba enamorada de
alguien, pero habían acordado mantener el secreto. Aurora tenía preferencia por los
acompañantes gay que deseaban cubrir las apariencias, ya que en el caso de los
heterosexuales siempre se veía obligada a rechazar proposiciones, ya fuesen éstas
veladas o directas. No que tuviese algo en contra de los hombres, más bien prefería
conservar algunos como amigos, y realmente estaba fuera de sus intereses el romance o
las aventuras sexuales de una noche, que era lo que la gran mayoría de ellos de
costumbre ofrecían a una mujer. Ensayo y error. Sólo así podía llegarse a ésta o
aquella conclusión, y por supuesto a ella le había llegado el momento de llevar a cabo
su propio ensayo. Alfred Kleimann von Fabeck, el codiciado y muy conocido heredero
alemán, la había buscado y contactado. Se las había arreglado para que Heather
Watkinson, la genial y excéntrica organizadora de fiestas célebres y buena amiga de
Aurora los presentara en Saint Tropez. Ambos eran tan atrayentes y exitosos que verlos
juntos y comenzar las especulaciones fueron casi la misma cosa. Con un empujoncito
por parte de Heather volvieron a encontrarse en Nueva York, Ginebra y Moscú, y a
poco de cinco meses desde el primer encuentro habían comenzado a salir. El
inconveniente surgió cuando pasaron la primera noche juntos, en París. A pesar de ser
él un hombre con gran éxito entre las mujeres, Aurora descubrió que ni sus caricias ni
sus besos la conmovían, que no sentía el calor en las venas y las ansias de placer… por
lo cual nada ocurrió entre ellos. Se lo habían pasado la noche conversando,
compartiendo secretos como amigos, descubriendo que les gustaba estar juntos… y
acordaron volver a encontrarse. En la segunda ocasión en que estuvieron solos la joven
le confesó su secreto, lo que le había ocurrido siendo niña… aunque se reservó los
detalles de la conexión que seguía existiendo con Rosa y el misterioso asunto sobre
Kwan-Yin. Alfred la había abrazado con ternura y le había dicho que todo lo que
importaba era el hecho de haber podido conocerse y estar juntos… quizá hubiese alguna
posibilidad de solucionar lo demás. Aquél fue el primer y único hombre que Aurora

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llegó a amar profundamente, a pesar de no llegar a consumar el aspecto físico de la
relación hasta dos años después de conocerse. Por aquél entonces, ella tenía veinticinco
años y Alfred treinta y ocho. Ese hombre se convirtió en su amante, amigo y
confidente, además de involucrarse en el proyecto de las Colonias de Salvamento.
Ambos sabían que eran espíritus libres y sin ataduras, por lo cual, aunque el amor entre
ellos era correspondido y la amistad profunda, también sabían que no estaban hechos
para seguir las reglas establecidas y casarse. Se fueron fieles a pesar de no haber
firmado contratos y a pesar de las constantes tentaciones que salían al camino de cada
cual. Vivieron juntos por temporadas, separándose y volviendo a reunirse, lo cual
añadió al romance la necesaria cuota de misterio y aventura, permitiendo a la vez que
ambos conservaran sus propios espacios. Alfred ayudó a fundar once Colonias en
diferentes países de Europa y otras tantas en Las Américas. Así fue que Aurora
descubrió que mediante la fuerza del amor sincero, libre y desinteresado se podían
lograr cosas que al ojo común parecerían milagros. En el círculo privilegiado de
supermodelos también encontró a media docena de chicas que se unieron a la causa…
dos de las cuales habían sido abusadas cuando aún eran niñas. De ellas aprendió el arte
de sobreponerse a la tragedia, saber ser un patito afeado a la fuerza por la ley implacable
y brutal de los verdugos, para resurgir como cisnes plenos de elegancia, belleza y
libertad.

El helicóptero se posó suavemente en la cubierta superior del flamante y hermoso yate


anclado frente a las maravillosas costas de Córsica. Aurora descendió y fue guiada a la
segunda cubierta, en la cual unas treinta personas socializaban y se divertían, elegantes,
alegres y despreocupados como si todo lo que existiese en el mundo fuera abundancia y
felicidad. Alfred se separó del pequeño grupo con el cual conversaba y fue a su
encuentro. Sonriéndole con aquella complicidad tan propia de ellos, mientras le ponía
una mano en la cintura le susurró:
_ Siempre tan bella, puntual y elegante… un mes sin vernos se me hizo un siglo, por lo
cual voy a secuestrarte durante al menos dos semanas.
_ Heather me dijo que había sorpresas, a decir verdad sólo vine por ti… ¿es William
quién da la fiesta…? ¿Este es su nuevo yate?
_ Ya veo, así es que la traviesa Heather te dijo otra cosa… William también vino, con
una de sus tantas conquistas, ya sabes como es… la diferencia es que al parecer está
seriamente interesado en esta chica, se llama Susan, es modelo y muere por conocerte…
el yate me pertenece, fue construido por Teo Koukaras, que por cierto también está aquí
y no se perdería por nada la fiesta de inauguración… y por supuesto, como lo compré
pensando en tí, llevará tu nombre…
_ Eres un excéntrico adorable… ¿y tu antiguo yate…?_ indagó, riendo.
_ Lo vendí, a fin de cuentas sólo necesito uno… lo mismo con las mujeres, para qué
quiero dos, si la que amo está conmigo…

Aurora se llevó más de una sorpresa, luego de la tradicional ceremonia de romper una
botella de champagne contra el reluciente casco de la embarcación. Susan Cox, la chica
que al parecer había capturado el corazón de William Sutton, le fue presentada, y
descubrió que aparte de tener un gran potencial y belleza, trabajaba para una agencia
rival de Star Models. Como entre ellas surgió una amistad cálida y espontánea, no pasó
mucho tiempo antes de que la supermodelo le presentase a Catherine, con lo cual su
carrera por fin remontó vuelo. En la misma fiesta, coincidió con Kelly Saint-Claire
Sutton, prima de William, quien asistió acompañada de un apasionado latino que ya

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comenzaba a dar que hablar como playboy, y quien resultó ser nada más ni nada menos
que… Fernando Calderón, el antiguo ‘Romeo’ de los tiempos de la pandilla de lobos
salvajes. El apuesto joven, elegante y bronceado, de sonrisa chispeante y conversación
culta no guardaba mucha relación con el muchacho impulsivo y charlatán que alguna
vez había sido, y al reconocerse y reírse de buena gana por la coincidencia, decidieron
que intercambiarían números de teléfono para comunicarse directamente, ya que todo lo
que habían sabido el uno del otro en esos años, había sido mediante las cartas de Josefa.
Kelly arriscó la nariz un tanto celosa, pero cuando Aurora le comentó que sólo se
conocían por haber sido compañeros de colegio y que además ella tenía un profundo
interés en Alfred, se tranquilizó y dejó de percibir a la bella joven como una amenaza.
La sofisticada, millonaria y elegante Kelly le llevaba unos ocho años a Fernando, su
nuevo amor, y siendo celosa y posesiva, no le era del todo agradable que él conversara o
se riera con otras, sobre todo si eran más jóvenes.
_ Vaya coincidencia, que Fernando y tú provengan del mismo país, tantas veces de verte
en la televisión o en revistas de alta costura y moda, y por tu apellido, yo estaba segura
de que eras rusa… y al parecer no acabo de enterarme de todos los chismes pues no
hubiese sospechado siquiera que tú y nada menos que Alfred, ya sabes, con lo serio que
es… debo admitir que como no te había conocido en persona tenía una imagen
sumamente diferente, incluso algo distorsionada de tí_ expuso Kelly, sorprendida de la
amabilidad y sencillez de Aurora.
_ ¿Distorsionada… cómo así…?_ quiso saber la aludida.
_ Bueno, no que me crea todas las tonterías que leo o escucho por ahí, a mí me han
inventado por lo menos media docena de amantes, de hecho me divorcié de mi tercer
marido cuando él leyó una de esas revistas del corazón en la cual me ponían de amante
secreto al abogado de mi amigo Teo… el caso es que primero creí que eras una
promiscua insaciable, y cuando comenzó a circular el rumor de que no llevabas
aventuras de una noche ni tampoco romances estables… pues… recuerdo haber leído ya
no recuerdo dónde, que acaso y tenías otro tipo de inclinaciones… pero en fin, querida,
que sería una estupidez sacar conclusiones o juzgar a alguien sólo por lo que se dice,
después de todo la gente como nosotros siempre causa expectación, ya no digamos una
chica tan bella, independiente y famosa como tú…_ reflexionó Kelly, quitándose como
al descuido la estola de visón y dando delicados sorbitos a su copa de champagne.
_ Tengo ascendencia rusa por ambos de mis progenitores, aunque los dos eran hijos de
inmigrantes radicados en Chile, ya sabes, gente esforzada que en su momento debieron
luchar duro por tener lo suyo y conquistar su posición… y como ya me imagino la de
rumores y estupideces que habrás leído de mí, tengo que confirmarte que no, no soy
promiscua, ni lesbiana, sólo procuro mantener mi privacidad tanto como sea posible,
porque al fin de cuentas el hecho de que mi trabajo sea lucir las creaciones de gente de
renombre, mi vida íntima sigue siendo un asunto que sólo me incumbe a mí…_ explicó
Aurora, serena y sonriente.
_ ¿De veras que tu amistad con Fernando no pasa de ser sólo eso…? ¿Ni siquiera
tuvieron una aventura en el pasado?... porque bueno, ya sabes, hay gente que ha tenido
algo, lo han dejado, y después se reencuentran en cualquier lugar y la pasión, o el amor,
o lo que hayan compartido vuelven a resurgir… tuve una historia así con mi segundo
marido y fue maravillosa mientras duró_ comentó Kelly, divertida.
_ ¿Cuántas veces te has casado…? ¿No te aburres de pasar de una boda a la siguiente?_
quiso saber Aurora.
_ Cinco veces… no sé si los hombres me son un mal necesario o si lisa y llanamente
soy adicta a las bodas y al pastel, y aunque tal vez pienses que estoy irremediablemente
gagá, te diré que como ya tenemos un año de estar involucrados con Fernando, me

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encantaría casarme con él, es tan atento, apasionado y dulce_ repuso la franco-inglesa,
haciendo un gesto leve y sonriéndole a su amor, que conversaba cerca del bar con Teo
Koukaras.
_ La verdad es que si bien es cierto Fernando tiene mucho éxito con las mujeres y
bastante magnetismo, yo lo veo más bien como un hermano… y siento decepcionarte,
pero nunca hubo ni habrá entre él y yo otra cosa que no sea amistad. Aunque te cueste
creerlo, no es mi tipo, aparte el hecho de que estoy profundamente enamorada de
Alfred… hubo una época en la cual yo no creía en el amor de pareja ni me interesaban
las aventuras sexuales efímeras, más bien ni siquiera me interesaba el sexo. Y un día
llegó a mi vida este hombre maravilloso, liberal y comprensivo que es Alfred, y es el
único al que he amado y amaré… ¿Para qué tontear con otros si él es el único que me
interesa como mi pareja…? De seguro que en un par de semanas o meses vas a ver en
más de alguna revista una fotografía en la cual estaré con tal actor o tal otro millonario,
y de seguro que dirá que es mi amor o aventura del momento, pero la verdad que eso es
parte de mi trabajo… eventos de caridad, galas, desfiles de moda. Sin embargo, mi
verdad en lo que a amor verdadero respecta es Alfred… y lo mejor del momento es que
está aquí y viene para acá_ afirmó Aurora sonriente, mientras el apuesto alemán se
acercaba con sendas copas de champagne en una bandejita de plata.
_ ¿Una sola…? Una sola, mi princesa… vaya, con tu encanto eres capaz de embrujar
incluso a Kelly… veo que estaban de lo más entretenidas intercambiando secretitos…
discúlpame, Kelly, pero voy a raptar a la princesa para mí solito, aunque sea por unos
minutos_ dijo, poniendo una de las copas en mano de Aurora, mirándola emocionado.
_ Bueno, tortolitos… quién lo hubiese dicho… ustedes sí que deberían tener un enorme
pastel de bodas, por cierto… ¿qué les impide casarse?_ indagó Kelly, curiosa y alegre.
_ Somos espíritus libres y sin apego a las reglas_ respondieron a coro, riéndose llenos
de complicidad, amor y alegría.

Días de vino y rosas… bailaban al suave compás de aquella melodía como si sólo ellos
existieran, viviendo el momento presente pues en verdad era todo cuanto importaba. Y
se dijeron secretos que sólo dos seres que se conocen y aman profundamente pueden
saber, después, solos… abrazados en la cubierta del yate mecido suavemente por el mar
sereno, bajo el cielo estrellado de Córsica. Era el saber que ninguno era propiedad del
otro lo que paradójicamente los había mantenido unidos. Y era precisamente la íntima
convicción de no tener que dar los sentimientos del uno por el otro por asegurados lo
que los hacía amarse con fidelidad, constancia y plena entrega. Estaban siempre
descubriéndose y sorprendiéndose el uno del otro. Tenían la amistad duradera, el
misterio, la camaradería, la ternura, y también la pasión, que Aurora había aprendido a
disfrutar en los brazos de su amado. Cuando la fiesta comenzó a disolverse y los
invitados empezaron a retirarse, unos a sus camarotes y otros a sus aposentos asignados
en tierra firme, Alfred y Aurora se escabulleron a la intimidad del fabuloso camarote
principal, y se dedicaron a hacer el amor hasta el amanecer. ¡Cuánta paciencia y
sabiduría había tenido él al esperar un par de años…! ¡Cuánta generosidad y amor le
había demostrado ya desde el comienzo…! Porque bien podría él haber dejado el asunto
y haber buscado a otra con menos traumas y mejor disposición en la cama, sin embargo
había algo especial en Aurora que lo incitó a buscar primero su amistad, luego su
amor… y entonces el aspecto físico se había materializado como lo más natural,
espontáneo y hermoso que puede ocurrir entre un hombre y una mujer que se aman. Sí,
bien era cierto que en aquella primera noche en París, ya lejana en el tiempo, Alfred
había sentido una vaga frustración al no poder tenerla, y un no menor golpe a su ego al
comprobar que ella no sentía lo que la gran mayoría de las mujeres que había conocido

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habían sentido en sus brazos… él, un hombre acostumbrado desde niño a tener lo que
quería y cuando lo quería… un hombre que nunca se había casado pues sabía que podía
seducir y tener a cualquier mujer que se le antojara sin que ello representara grandes
esfuerzos. Aurora llegó a su vida cuando ya él creía estar de vuelta de todo. Sí… al
principio ella había representado para él un reto, un desafío. Y vaya sorpresa que se
llevó cuando aprendió a conocerla, al descubrir que eran almas gemelas. Porque no
había en ellos ningún afán egoísta o manipulativo. Cierto, él le había enseñado a ser
más relajada y a disfrutar de los placeres del erotismo, a tener más fé en la vida y las
personas que iba conociendo, pero ella le había enseñado la paciencia y el desapego, el
amor sincero y la nobleza de alma que se necesitan como para correr riesgos por una
causa. Porque finalmente, Aurora le había confesado sus peligrosos afanes con los
niños y niñas rescatados aquí y allá para ser puestos a salvo en las Colonias. Y Alfred
se encontró con que la admiraba todavía más, asombrado de las increíbles sorpresas que
nos puede traer la vida.

A miles de kilómetros de allí, Josefa tenía otras preocupaciones y otros motivos para las
acciones que estaba emprendiendo en esos momentos. Después de bañar a las dos
niñas, darles la cena y ponerlas a dormir, por fin pudo relajarse y preparar algo liviano
de comer.
_ No podemos ocultarlas por mucho tiempo más… ya con todo el alboroto que hubo y
con lo que se sabe por los periódicos, de seguro que las están buscando, quizá lo mejor
es que las saquemos de la ciudad y las llevemos a la Parcela_ comentó Silvia, mientras
ponía aceite de oliva en la ensalada y cortaba el queso feta.
_ Mañana tengo un montón de cosas que atender en los tribunales, además necesito ir
preparando la defensa del industrial Fuentes… sí que estoy de acuerdo contigo,
‘Pitufita’, en que hay que llevar a esos dos angelitos a la Parcela, y cuanto antes
mejor… ¿qué tal si te las llevas en avión hasta Calama y de ahí arriendas un vehículo
para ir allá?_ propuso, mirándola con ternura. En momentos de cercanía y privacidad,
aún le gustaba llamarla así, aunque ya se habían convertido en dos mujeres adultas.
Silvia había cursado sólo dos años en Filosofía cuando decidió que lo suyo era
convertirse en investigadora esotérica. Le fascinaba el yoga, las regresiones a vidas
pasadas, había incursionado con éxito en el espiritismo, el Tarot y el I-Ching, y a la
sazón estaba descifrando con verdadero y apasionado interés las técnicas y secretos del
Feng-Shui. De la criatura aterrorizada y llena de marcas que un día había rescatado
Josefa no quedaba ni siquiera un rastro. Silvia se había transformado en un ser
espiritual, llena de amor y bondad por sus semejantes, y aunque jamás acompañaba a
Josefa en sus salvajes incursiones de rescate ni hubiese sido capaz de matar ni una
lagartija, siempre estaba dispuesta a cuidar y llevar a la Parcela Esperanza a las niñas o
niños que su hermana arrebataba de las garras del tráfico, las mafias locales e incluso en
un par de ocasiones de sectas satánicas que utilizaban infantes para sus siniestros
propósitos. Silvia no preguntaba nunca los detalles, si bien era cierto que sabía que
Josefa siempre tenía razones poderosas cuando le avisaba que había uno o dos
rescatados que cuidar y proteger en su paso transitorio por el apartamento de Katia, en
el cual ahora estaban, y del cual hacía años ya Aurora le había dejado las llaves. En el
caso que actualmente las ocupaba, no era necesario preguntar, ya que ciertos detalles
habían sido publicados en todos los periódicos de la capital, e incluso la madre de las
criaturas había sido puesta entre rejas, ya que había estado presente cuando sus hijas
estaban a punto de ser sacrificadas, y había visto a los cinco personajes enmascarados

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irrumpir en la ceremonia, asesinar a los hombres sin mayores vacilaciones y llevarse a
las niñas. Había declarado que estaba casi segura que uno de aquellos individuos
vestidos enteramente de negro y a cara cubierta era una mujer. A pesar de que había
dicho a cuanto periodista quisiese escuchar que la habían drogado, había investigadores
que tenían sus dudas en cuanto a cómo era posible que jamás se hubiese dado cuenta
que su esposo demostraba conductas extrañas, que si acaso jamás había siquiera
sospechado que el hombre pertenecía a una secta de satanismo, y lo más terrible de
todo, como era posible que nunca hubiese encontrado en su propia casa ciertas pruebas
que indicaban que el tipo había procreado a sus niñas sólo con el fin de ofrecerlas en
sacrificio en una ceremonia de adoración y culto al demonio. Algunos especulaban que
las niñas habían sido salvadas de morir pero que tal vez algo peor les esperaba, otros
decían que mejor y les iría sin una madre tan negligente y descuidada; sin embargo no
habían cargos específicos en contra de la mujer que había sido puesta tras las rejas y
clamaba por ver a sus pequeñas… Y no había a quién culpar por los quince asesinatos,
ya que todo había sido llevado a cabo con una precisión y eficiencia escalofriante. Las
únicas sobrevivientes de la horrorosa historia habían sido las niñitas de uno y dos años
que dormían inocentemente en una de las habitaciones del departamento de Katia, y la
madre de éstas, encarcelada y diciendo a quien quisiera oírla que jamás había
sospechado de las actividades de su marido, que para hacerla participar en la oscura
ceremonia la habían drogado y que todo lo que deseaba era salir de la cárcel y recuperar
a sus hijitas. A falta de culpables, la opinión pública estaba en su contra… ¿quién iba a
creerle y a defenderla?

_ No soy abogada, pero tengo la corazonada de que éste no es un caso que la justicia
ordinaria pueda resolver… y creo que tú también sientes lo mismo… si no, no la
hubiesen dejado con vida… ¿o me equivoco? Ya pasaron tres días desde que Roberta
fue encarcelada… ¿te arriesgarías a defenderla?, ¿de verdad estaba drogada…?_
inquirió Silvia a su hermana, ya en la semipenumbra de la habitación que compartían,
mientras bebían sendas tazas de té.
_ Sí… es verdad que estaba drogada, le puse la linterna en los ojos y me pude dar
cuenta… por eso la dejamos con vida. Se trata de no levantar sospechas, no me gustaría
que la dejaran en la cárcel… la única forma de sacarla sería alegar locura temporal, y
tendría que hablar largo y tendido con ella, para saber si de verdad está interesada en sus
niñas o si ella también estaba metida en el satanismo y sólo quiere ponerle las garras
encima para terminar lo que mi gente y yo les interrumpimos… y ahora no tengo todo
ese tiempo, con todos los casos que ya tengo entre manos. No te preocupes, ‘Pitufita’,
ya veré la manera de colarme en el asunto, voy a hacer un seguimiento del caso y de
Roberta… ya veremos como se va solucionando todo esto, lo importante es que las
niñas están a salvo y van a estar mejor una vez que lleguen a la Parcela. Cuando llegues
allá le das un abrazo grandote al Tano, a la Abuela Esperanza y a Consuelo Sepúlveda.
Ya me haré un tiempecito para ir a verlos_ expuso Josefa, tranquila y segura.
_ ¿Jóse…?
_ ¿Qué…?
_ Todavía no sé quién soy, pero me siento feliz de que la vida me haya regalado una
hermana tan valiente como tú… ya ves, a pesar de ser tan diferentes, y de llevar a cabo
labores tan distintas, igual y nuestros caminos siguen uniéndose y uniéndonos… Parece
ser que nuestros respectivos “Dharmas” tienen mucho en común… gracias por salvar a
esas niñas, y por haberme cuidado todos estos años…
_ tómate ese té y duérmete de una vez, mañana hay muchas cosas que hacer… a lo
mejor, como dicen en tu idioma, nosotras ya nos conocíamos de otra vida, y quién sabe,

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a lo mejor me salvaste el culo en la anterior, así es que a mí me tocó echarte una manito
en ésta_ repuso Josefa, con un guiño de ojo antes de apagar la luz.
_ Mejor y me llevo a las niñas en mi auto, si las están buscando, es bastante probable
que vayan a husmear por el aeropuerto… prefiero un viaje largo pero seguro. Me llevo
a Matilde para que me ayude con las niñas. Te prometo que te llamo tan pronto
lleguemos a la Parcela, ¿vale…?
_ Vale. Ya ves que dos cabezas piensan mejor que una.

No hizo falta que Josefa intentara “colarse en el asunto”. Más bien, el asunto se coló en
su vida, primero de forma violenta y abrupta con el rescate de las niñas, y después de
manera sutil y llena de coincidencias. A las ocho y media de la mañana, poco después
del desayuno, mientras Silvia y su amiga Matilde se despedían llevándose a las niñas,
sonó el celular de Josefa, quien tuvo que hacer todo lo posible para disimular su
asombro. Al otro lado de la línea estaba nada menos que su colega, el famoso abogado
Matías Benavente. Habían estudiado juntos y Matías siempre había estado interesado
en Josefa, aunque a ella le interesaba más la brillante inteligencia del joven y siempre le
había prodigado un trato amistoso, desenfadado y lleno de una pícara y sana rivalidad,
puesto que más de una vez las circunstancias los habían llevado a enfrentarse en un
mismo caso, ganando uno o perdiendo el otro alternativamente.
_ ¡Jóse…! ¡No te vas a imaginar lo que me cayó encima…! ¡Lo peor es que no pude
inventar ninguna excusa para esquivar el bulto…! Parece que estoy destinado a que la
fama me persiga_ dijo, entre contento y preocupado.
_ Vanidoso… a ver, desembucha…_ pidió Josefa, alegre.
_ Ayer vino a mi oficina el hermano de Roberta Montoya, me ha ofrecido una fortuna
por sacarla… me voy a echar a un montón de gente encima, ya sabes como están las
cosas… si me meto a defenderla se va a comentar que por dinero hago cualquier cosa…
y si lo dejo correr van a decir que me faltan huevos para asumir una defensa tan
difícil… créeme que te cambiaría esto por el caso del industrial Fuentes… ¿Cómo está
yéndote con eso…?_ quiso saber Matías.
_ Mañana tengo la primera audiencia, pero con lo de Montoya te estás ahogando en un
vaso de agua… lo primero que tienes que hacer es ponerte las opiniones y comentarios
de montera… ya debieras estar fogueado con los escándalos y el alboroto que se ha
armado en otros casos… ¿O ya se te olvidó todas las que te tocó afrontar con el caso de
la Corredora de Seguros…? Nada más por mencionar algo… pero en fin, ¿A qué debo
el honor de tu llamada?_ preguntó curiosa.
_ Tengo ganas de que almorcemos juntos y de ver si todavía tienes el don del
camaleón… estoy seguro de que si estuvieras en mis zapatos ya se te hubiese ocurrido
más de una estrategia para salir de ésta, hacerla cortita y elegante y ponerle atajo a los
hocicones…_ explicó Matías.
_ Húm… el asunto es fácil… sospecho que de lo que tienes ganas es de que te invite a
almorzar_ aguijoneó Josefa.
_ Creída… ¿a qué hora te veo, y donde?
_ ¿Dos de la tarde, en tu oficina…? Sólo tengo como hora y media, ando en una
verdadera maratón por estos días…
_ Hecho. Pido algo para que almorcemos aquí mismo.

El escritorio estaba rebosante de carpetas, documentos, lápices, computadores y dos


teléfonos que no paraban de sonar. Sólo Matías era capaz de nadar en aquel desorden y
hallar lo que buscaba. Las paredes lucían estanterías antiguas que con una buena

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limpieza se habrían visto bonitas, pero que dadas las circunstancias y el atochamiento
sólo parecían un amasijo abigarrado de archivos, carpetas e incontables libros de
Derecho Penal, Códigos Legales y un largo etcétera. Un cenicero cuadrado que pedía a
gritos ser vaciado era lo único que descansaba sobre una mesita de mármol al lado del
sofá de cuero color marrón. La típica oficina de un hombre sin esposa ni secretaria,
demasiado inmerso en su trabajo como para preocuparse de detalles tan poco
trascendentes. En ésas llegó el junior con dos bolsas de comida china. Matías, algo
ruborizado le pidió que aseara un poco el lugar ya cuando él y su amiga salieran, dió al
mocito una bonita propina y cerró la puerta por dentro. Josefa estudió el expediente de
Roberta Montoya en unos pocos minutos, y después de colocarlo sobre el atestado
escritorio, se entretuvo hurgando con los palillos en el recipiente desechable del pollo
mongoliano.
_ ¿Y…? ¿Qué te parece semejante pastelito…?_ indagó Matías.
_ Agárrense con dientes y muelas de los exámenes, que prueban que sí estaba drogada
al momento en que ocurrió todo. Investiga cuándo conoció al tipo, cuándo se casó con
él, qué tipo de relación había entre ellos, qué comían y que pensaban. Ojalá y puedan
bajarle el perfil al asunto y Roberta deje de cantarle la ópera a tanto periodista, o el
alboroto no va a parar de crecer. Yo en tu caso procuraba manejar eso con la mayor
discreción posible y sacarla lo más rápido que se pueda_ sugirió Josefa.
_ El fiscal le tiene hambre y por él la dejaría podrirse en la cárcel… ya no digamos que
tampoco es la monedita de oro de la opinión pública_ hizo notar Matías, algo
desalentado.
_ El caso es que no hay ningún cargo concreto contra ella, de lo más que podrían
acusarla es de ser cómplice en el intento de asesinato de sus hijas, y por ahí tampoco
hay historia ni truculencia para tanto… por cierto, ¿Quién sabe lo que pasó con las
niñitas?_ preguntó Josefa, con tono profesional, como si fuese una pregunta al pasar.
_ Ya se dió la orden de buscarlas, aunque toda la atención está puesta en Roberta…
_ Y si las encuentran, ¿qué ocurriría con ellas?
_ Se quedarían con el hermano de Roberta, si él no puede o no quiere asumir la
responsabilidad, irían a dar con la tía que vive en Canadá, o en último caso, en una
institución como la Parcela Esperanza allá en el norte, que al parecer tratan mucho
mejor a los niños huérfanos que en los orfanatos comunes en otras partes…_ explicó el
abogado, que no tenía ni siquiera la más remota sospecha de que su amiga tenía un
vínculo de largo tiempo y gran confianza con la mismísima gente que vivía y trabajaba
allí. El corazón de Josefa dió un saltito.
_ Yo sé que puedes sacarla. Alega locura temporal. Ya nos las vamos a apañar con lo
demás. No dejes de informarme de cómo van dándose las cosas. Tengo la corazonada
de que Roberta se metió con el tipo que jamás debió haberse metido… Dime, ¿sería
posible que pudiese hablar con ella?_ preguntó, presa de un impulso irreprimible.
_ ¿Quieres ser asesora agregada…? Si así lo deseas, podemos hablarlo con el hermano
de Roberta, está dispuesto a hacer lo que sea para sacar a su hermana y recuperar a las
niñitas, de seguro que vas a cobrar una bonita suma_ ofreció Matías.
_ No estoy por el vil metal, descarado tú_ bromeó Josefa.
_ ¿Y entonces…?
_ Por nuestra amistad, tonto… ¿Eso lesponde tu venelable plegunta…?_ respondió,
imitando un acento chino y moviendo los palillos hacia el resto de wantán frito que
quedaba.
_ Bueno, conejita, no dejo de sorprenderme contigo. Y eso que no tenías tiempo…
¿Asumo entonces que te impresionó todo este asunto?_ quiso saber, intrigado.

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_ Hay algo en Roberta que me conmueve… si de verdad es inocente, quiero hacer todo
lo que pueda para sacarla, y que recupere su vida y sus hijitas. Mañana tengo disponible
dos horas en la mañana y dos en la tarde… Algo podremos hacer… ¿te parece?
_ Me parece genial ¿qué tal a las once?
_ Ya. Vale.
_ Y… ¿Jóse? ¿Te gustaría cenar en un lugar más presentable el domingo en la noche?,
¿comida francesa, buen vino, y a mí de postre?_ ofreció, acercándose a ella más de lo
recomendable y poniéndole las manos en los hombros.
_ Aceptado… pero sin postre porque vivo haciendo dietas… y no se te ocurra besarme
porque no te vá a convenir, además huelo a comida china_ explicó Josefa, dándole un
rápido beso en la mejilla, cogiendo su maletín y yéndose a toda prisa, dejándolo con una
ansiedad loca por abrazarla y decirle que la quería, que la admiraba, que ya estaba
bueno de jugar a las esquivadas… y dejándolo también con la interrogante del porqué
hay mujeres tan difíciles de conquistar.

Según y fueron pasando los meses, Josefa tuvo tiempo de sobra para llevarse más de
una sorpresa con el caso de Roberta Montoya, tanto por todos los detalles y secretos que
se descubrieron como por las inauditas coincidencias que afectaron a los implicados. A
pesar que en un principio había decidido no involucrarse para no despertar ni la más
mínima sospecha de que había sido ella y su grupo los que tenían que ver con el rescate
de las niñitas, el caso fue copando su atención de manera inevitable, a tal punto que
resolvió el escandaloso asunto del industrial Fuentes y los otros casos de menor
notoriedad, pero no menos interés en tiempo récord a fin de tener más disponibilidad.
“Su grupo”, esos chicos de su misma edad, condición social e ideales, se había
organizado en secreto ya en los tiempos en que sólo eran estudiantes en la universidad.
Dos médicos, un programador en informática, un economista y Josefa, que era la líder,
se habían unido para combatir a sangre y fuego a todo aquél que tuviese algo que ver en
el abuso o explotación de niños; tenían en común la creencia de que lo que se haga a los
niños hoy es lo que ellos harán mañana, los encolerizaba y repugnaba por igual el ser
conscientes de que existen adultos capaces de dañar a seres inocentes que recién abren
sus ojos a la vida, y por último ninguno de ellos pensaba sentarse a esperar a que la
justicia ordinaria lo resolviera todo, más aún cuando había gente corrupta que por un
puñado de billetes era capaz de hacer la vista gorda y seguir encubriendo asesinos,
violadores, explotadores y otro tipo de escoria cuyo único objetivo era lucrar a costa del
dolor ajeno, y que la mayoría de las veces aún después de cometer las peores
atrocidades sólo cumplían un par de años en la cárcel para salir al poco tiempo y
hacerlas peor.

Se autodenominaban “Los Justicieros Malditos”, idea poética que había surgido en


alguna conversación ya lejana en una de las cafeterías de la universidad, a poco de
impartir castigo por sus propias manos y por primera vez al dueño de cierto bar que
tenía dos hijos, los cuales eran regularmente abusados por su propio padre y algunos de
los clientes. Patricio Cifuentes, por ese entones estudiante de medicina, fue quien había
comentado la bizarra historia, y la cólera que lo invadía al respecto. Y como si fuese su
destino implacable desafiándola, buscándola, Josefa expuso sin mayores inhibiciones
que todos esos mal nacidos merecían morir, y que el sólo hecho de que semejante horror
fuese comentado sin tomar acción alguna los hacía tan culpables como ellos. Poco
después adoptaron sus características ropas negras, una pistola y un cuchillo cada uno, y

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llevaron a cabo su primera incursión, pasando por las armas a una veintena, incluído el
dueño del bar. Incluso en el momento en que habían irrumpido en una de las
habitaciones posteriores sorprendieron a uno que abusaba del niño menor, mientras que
el otro era sujetado para pasar por el mismo infierno. Se llevaron a los pequeños, de
apenas diez y doce años, y como Josefa ya contaba con el apartamento de las hermanas
Petrovna, los escondió allí, para viajar con ellos unos días después rumbo a la Parcela
Esperanza. Ese había sido el comienzo de aquella enfurecida cofradía para la cual el
fin justificaba los medios, y no había nada ni nadie capaz de detenerlos. Otra vez,
Josefa se veía en el incierto camino de ser la jefa de un grupo de proscritos, sólo que
ahora no necesitaba robar para comer, más bien era el afán de librar a esos pequeños de
la violencia, crueldad y abusos a los que eran sometidos, aunque tuviese que utilizar las
mismas armas para vencer al enemigo. Por esos días fué que asumió que a pesar de
haber sido devuelta al seno de su verdadera familia, la pesadilla que había vivido siendo
apenas una niña no la dejaría vivir una vida normal. Había nacido para sobrevivir al
infierno, hacerse fuerte, decidida y valiente… y emprender acciones que si bien era
cierto no encajaban en ninguna parte del sistema social, era lo único que podía adoptar
como modo de vida. La ira la había ocupado, invadido y dominado, sin embargo no la
había corrompido, pues todas las veces que alguno de esos malditos sorprendido en el
hecho había suplicado por su vida e incluso ofrecido alguna recompensa, tanto ella
como su grupo se habían mostrado implacables, porque otra cosa arraigada
profundamente en el credo de los Justicieros Malditos era que con la vida y el destino
de un niño o niña maltratado, violado o asesinado no se negocia. En lo que concernía al
caso de Roberta Montoya, ésta había ido a dar a una institución para perturbados
mentales, ya que pudieron convencer al Jurado que obviamente estaba drogada cuando
todo ocurrió, además, si una madre es capaz de presenciar cómo sus propias hijas están
a punto de ser asesinadas, no puede ser que esté en pleno uso de sus facultades. Siguió
llevándose sorpresas al comprobar que el hermano de Roberta mostraba aprensiones a
que se investigara en el pasado de la joven y en las circunstancias en las que se había
casado. Fue entonces que decidió contratar investigadores privados, contactándose por
esas casualidades del destino con… la Agencia Santillana y Carmona, cuyos fundadores
y dueños, activos, eran nada más ni nada menos que César Santillana y Eliana Carmona,
esa tía de Aurora que había conocido así como al pasar, allá en Antofagasta, en las
ocasiones en que el antiguo ‘piño’ de lobos salvajes había visitado la hermosa casona de
la única integrante del grupo que podía llamarse acaudalada. César y Eliana se habían
retirado de la Policía de Investigaciones, se habían casado, habían sido felices padres de
un hijo y a la sazón tenían la Agencia en Santiago y una filial en Antofagasta, y
últimamente, ayudados por Katia Petrovna, habían montado un negocio de importación
y venta de “juguetitos”, como humorísticamente los llamaban. Se trataba de micro-
cámaras, infrarrojos, micrófonos diminutos y cualquier tipo de maquinitas de alta
tecnología que sirviese para espiar o fuese útil en investigaciones de cualquier índole,
hasta los más sencillos sprays de pimienta, tan indispensables en el bolso de una mujer
que quiere librarse de un violador o asaltante. La mayoría de toda esa parafernalia era
importada desde Estados Unidos o Japón, y ya desde el inicio la tienda había tenido un
éxito insospechado. Así fue que Josefa, mediante las investigaciones de la propia
Eliana Carmona, la cual estaba muy sorprendida de verla después de tanto tiempo, y
convertida nada menos que en la corajuda abogada que era, se enteró de todos los
escabrosos secretos de la pobre Roberta. Ocho meses llevaba ya recluída entre locos,
rogando que la sacaran de allí porque no estaba loca, la tarde en que Eliana citó a Josefa
la parte posterior de la tienda de “juguetitos”, y allí, en aquella bonita y bien organizada
oficina, entre café y cigarrillo la puso al corriente. Roberta Montoya había sido hija

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adoptiva de un matrimonio con mucho dinero y sólo dos hijos, un varón y una niña, así
fue que los hermanos llegaron a sumar tres. Tanto el padre como el hijo habían tenido
simpatías por las sectas extrañas, y se tenía conocimiento de que habían pertenecido a
una. Tanto la hija legítima como la adoptiva habían sufrido tortura psicológica,
emocional y física, aparte de abusos deshonestos, a manos del padre y el hermano.
Carolina Montoya había logrado conseguir una beca y se había ido a estudiar al
extranjero, rehusando volver a tener cualquier tipo de comunicación con su padre o su
hermano, sobre todo luego de que la madre desapareciera en extrañas circunstancias
que nunca fueron aclaradas del todo. Por si eso fuese poco, el hermano y el esposo de
Roberta se conocían desde la escuela secundaria, y al parecer había sido obligada a
casarse. “El último eslabón que me falta es hacer una prueba para constatar si la mayor
de las hijas de Roberta es producto de su matrimonio… o si el padre verdadero de la
criatura es Emilio, ese infeliz que se hace pasar por su hermano y que tanto interés
mostró por sacarla de la cárcel pero que parece haber olvidado que Roberta está en un
manicomio, y lo que sí ha hecho es venir a mi agencia a pedirme que investigue dónde
están sus sobrinas pues quiere hacerse cargo de ellas… me horroriza el sólo pensar lo
que hará con ellas si logra ponerles las zarpas encima”_ concluyó Eliana, ante la
estupefacción de Josefa.
_ ¿Tienes pruebas fehacientes de todo lo que acabas de contarme?_ indagó la joven
abogada.
_ El expediente está completo, con fechas, lugares, personas… y por supuesto, cuando
pude averiguar el número telefónico de Carolina Montoya, que vive en Ontario, Canadá,
y sólo Dios sabe que disgustos pasé para conseguirlo, tuve la suerte de hablar con ella
durante tres horas… ya ves cómo los juguetitos son útiles, pues grabé cada palabra que
se dijo. Créeme que en un juicio ese desgraciado iría directo a la cárcel, aunque no sé si
la chica Montoya logrará salir un día del loquero. Fue una suerte que me contactaras tú
primero, imagínate si ese desalmado hubiera llegado antes y hubiésemos dado con las
niñitas… que por cierto parece que se las tragó la tierra, hemos buscado por todos los
orfanatos de la capital, y nada. He llegado a pensar que tal vez Carolina pudo haber
pagado gente para secuestrar a sus sobrinitas y sacarlas del país, ya que me contó que en
más de una ocasión trató de hacer que Roberta fuera a verla, con el fin de dejarlas allá
con ella… De todas maneras, en caso de que fuese así lo mejor sería dejar las cosas
como están, para qué traer a esos pobres angelitos de regreso a sufrir en manos de ese
desgraciado_ comentó Eliana, pensativa.
_ ¿Qué sabe Emilio Montoya de todo esto?, ¿sabe que yo te encargué hacer
investigaciones por cuenta propia?
_ Por supuesto que no. Por muy familia que sean, no me corresponde mezclar un caso
con otro. Además te confieso que el tipo me cayó mal de entrada. Cuando le pregunté
por su hermana me dijo así, con éstas palabras, ‘que la suerte que pudiese correr esa
perra loca no le interesaba, que lo más importante para él eran sus sobrinitas’. Así es
que me he limitado a decirle que no ha habido resultados al respecto. De todos modos,
entre los tres meses que estuvo Roberta en la cárcel y los ocho meses que lleva recluída,
ya ha pasado el tiempo necesario como para que todo haya ido al olvido. No creo que
Roberta esté loca… no la he visto jamás en persona, pero creo que esa pobre mujer ha
sufrido demasiado… ¿Que pudo haber ocurrido con las niñitas…? ¿Y quiénes habrán
sido los que ajusticiaron a esos malditos y les interrumpieron los ritos satánicos?_
preguntó al detective, como si estuviese hablando consigo misma.
_ Demasiados misterios y ninguna respuesta… como dicen los curas, los caminos del
Señor son insondables… aunque me gustaría conservar el expediente con tus acuciosas
investigaciones, quién sabe si me puede servir de algo, después de todo, si Roberta es

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inocente, tiene derecho a recuperar su vida… ¿cierto…? Gracias por tu tiempo y
talento, Eliana, ten por seguro que cuando necesite respuestas en otro caso complicado,
voy a acudir a tí. Un día de éstos podríamos almorzar juntas y charlar sobre los ires y
venires de Aurora ¿te parece…? Ofreció Josefa, sonriente, dejando un sobre con los
honorarios de la detective y su tarjeta encima del escritorio, en el cual un bonito marco
de plata enmarcaba una fotografía de César, Eliana y el hijo de ambos.
_ Cuando quieras, tesoro… tengo la corazonada que pronto nos volveremos a ver, para
chismorrear sobre Aurora y quién sabe cuántas cosas más… buena suerte_ dijo Eliana,
alegre, sonriendo de una manera que a la abogada le pareció un poco pícara y otro tanto
enigmática. Se despidieron de beso en la mejilla, y Josefa salió de allí con el expediente
de Roberta Montoya en su maletín, feliz, sabiendo lo que tendría que hacer en los
próximos días. Todo estaba resuelto.

Dos días después, fue Emilio Montoya quien se llevó la última sorpresa de su vida.
Cargando bolsas de compras de un conocido y muy concurrido centro comercial, se
dirigía a su vehículo en los estacionamientos cuando fue interceptado por un par de
individuos que lo conminaron a subir a un furgón azul, dentro del cual le dieron una
feroz paliza y obtuvieron muestras de saliva y sangre, las cuales pusieron con sumo
cuidado y minuciosidad en dos diferentes tubos de ensayo de vidrio. Posteriormente, lo
obligaron a llamar a Eliana Carmona, para decirle que ya no necesitaría sus servicios
pues había dado con el paradero de sus sobrinitas, y que sus honorarios le llegarían al
día siguiente. Lo de la llamada ocurrió un lunes; la detective recibió, en efecto, un
abultado sobre con mucho más de la cantidad pactada en un principio, el martes justo al
mediodía, y no pudo evitar sacar ciertas conclusiones el día jueves, cuando en el
noticiero de la tarde se enteró del cuerpo desnudo, decapitado y sin identificación
alguna que fue encontrado en una de las riberas del río Mapocho. Todo lo que se supo
fue que el cadáver era de un hombre… y a la detective le pareció conocido el gran anillo
de oro macizo con un extraño símbolo ocultista que el occiso lucía en su dedo medio de
la mano izquierda. La cabeza jamás fue hallada. Eliana Carmona rememoró los lejanos
tiempos en que había investigado el caso de Katia Petrovana, de la corazonada que tuvo
y del apresurado viaje al norte, casi contraviniendo las órdenes de su jefe. Vaya giros
inesperados con ciertas cosas…

El centro de reclusión para perturbados mentales conocido como “Open Door” está al
sur de Santiago. Allí, unos trescientos inquilinos, entre hombres y mujeres, no tienen
contacto alguno con el exterior, a no ser por las visitas que puedan llegar a verlos y les
lleven libros o revistas. Los juzgados como peligrosos están en perenne encierro y ni
siquiera salen al patio. Realidades aparte en un mundo aislado. Seres que se perdieron
en extraños laberintos de tinieblas o jirones del pasado y no volvieron jamás. Algunos
preguntan cosas incongruentes como “¿Ha visto a la familia López?” o “¿Adónde irían
a dar Juanita y el bebé?” y otro vive empacando una gastada maleta porque dice que
tiene que irse al servicio militar… y ya tiene más canas y arrugas de las que podrían
contarle… otra más vive vigilando la puerta y mirando su reloj de pulsera,
elegantemente ataviada, pues dice que su novio vendrá a buscarla en cualquier
momento, lo cual hace pensar a más de alguna enfermera que tal vez el amor sea
eterno, puesto que la engalanada “novia” pasa ya de los sesenta. Roberta Montoya no
conversa con nadie, lee con avidez cuanto diario o revista cae en sus manos y por las
tardes se entretiene viendo telenovelas o escribiendo en un diario de vida, el cual
cuando fue leído por el Director de la institución, lo hizo pensar una vez más que allí no

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son todos los que están… ni están todos los que son. Desde hace ya siete meses, la
joven ha recibido dos visitas; una atenta y amable prima acompañada de otra amiga con
un cierto aire místico y paciente que la haría ser una monja si llevase el hábito. Ese
viernes, incluso las enfermeras están felices pues se llevan a Roberta. Han sabido desde
que llegó que jamás ha estado loca. Al Director no le interesan los vericuetos legales o
la burocracia, él también sabe. Al fin de cuentas, ya la opinión pública en general y el
hermano de Roberta en particular, que jamás la visitó, se han olvidado de ella. Lo que
hace que el Director acceda a que se la lleven son las razones que expuso la prima, tiene
pleno derecho a recuperar su vida y sus hijas en otro lugar, donde nadie la conozca. Las
copias del expediente le son dejadas en su oficina en caso necesario. Las pruebas
hechas con ciertas muestras revelaron que la niña mayor de Roberta Montoya es
producto de las reiteradas violaciones por parte de su hermanastro, el mismo que jamás
la visitó y que está, según parece, prófugo de la justicia, según explicó la prima. Por
último, una generosa donación le es entregada, en agradecimiento por el buen trato y
cuidados que recibió la joven en todos esos meses. Se despiden y salen, con Roberta
emocionada hasta las lágrimas, ah, libertad… dulce y esperada libertad, no más torturas,
no más infierno, podrá ver y abrazar a su pequeña Rosalía y su hermosa Fernanda,
gracias, Dios mío, gracias Josefa, gracias Silvia… qué hubiese sido de mí sin ustedes,
Dios bendito que me las puso en el camino. La abogada y su hermana tratan de
disimular las lágrimas, mientras un enfermero del tamaño de un ropero les abre la puerta
de salida. La puerta al mundo real, a la libertad y a otros caminos nuevos y plenos.
Josefa se hizo pasar por una prima, Silvia por una amiga. Pero eso ya no importa. Las
copias del expediente de Roberta Montoya, dormirán por tiempo indefinido en uno de
los estantes de la oficina del Director del “Open Door”, porque nadie irá a preguntar por
ella, y nadie la buscará para interrumpir su felicidad, que comienza en ese instante. Sin
embargo Josefa se queda estupefacta, con los ojos abiertos como platos, y apenas puede
tartamudear algo cuando se enfrenta a lo imprevisible, lo impensable. Eliana Carmona,
sonriendo, les hace un guiño y las invita a subir al bonito todo-terreno blanco, aparcado
precisamente al lado del modesto coche de la abogada.
_ Felicidades, hasta que te saliste con la tuya, lobita. En esa cafetera no llegarían ni a
Los Vilos. Las llevo, ya almorzaremos por el camino… me parece que tenemos
muchísimo tiempo para hablar, y no sólo de Aurora_ ofreció Eliana.
_ ¡Eliana… vaya sorpresa…! Que carajo estás haciendo aquí… cómo supiste…_ atinó a
balbucir Josefa.
_ ¿Es la detective…? Me parece cara conocida_ observó Silvia.
_ Las canas que tengo y los treinta y cinco años de detective no me los gané en la rifa,
lobita. Que tu hermana conduzca el tuyo y pasamos a dejarlo al apartamento de Katia…
¡vaya si conozco ese apartamento…! Y de ahí nos vamos todas al norte, ¿les parece…?
Aprovecho de saludar a tu colega Guido Varesse, tu tan querido ‘Tano’, y de ver a
Katia, a Consuelo y a la Abuela Esperanza, yo creo que a esa señora el Tatita Dios le vá
a dar otro siglo de vida… pero bueno, no te quedes ahí con cara de lela, si tampoco es
para tanto, lobita…_ se rió con picardía la avezada Eliana.
_ ¿Por qué me llamas lobita?, ¿qué sabes tú?_ se encrespó Josefa.
_ Claro que me acuerdo de cuando eras esa mocosa rebelde de pelo verde y de tu
pandilla, los Lobos Salvajes, y los teníamos bien observados, lo bueno fue que todos
progresaron y a todos les fue estupendo. Te apuesto a que ni sospechabas que los
teníamos tan en la mira. Sé todo lo de esa época y te perdí de vista cuando Aurora te
trajo a Santiago, y mira tú como vinimos a encontrarnos… ¿quién quiere una coca cola
de dieta…?_ ofreció Eliana, mientras ponía el vehículo en marcha, siendo seguida por

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Silvia, un poco más atrás, conduciendo el coche de la abogada. Todas le dieron largos
sorbos a las botellitas plásticas que la detective había traído en una hielera portátil.
_ Me hubiese ido mejor como detective… si hasta sabes que mi refresco favorito es
éste_ terció Josefa, con humildad.
_ También me hice tiempo de investigarte a ti…. No niego que las pasaste duras y
maduras, pero sobreviviste admirablemente bien. Tu hermana Silvia está muy bonita…
Tiene un aura especial esa ‘Pitufita’ ¿todavía te gusta llamarla así…? Está bien tener
rabia, niña, pero me parece que con eso de los Justicieros Malditos se les ha pasado la
mano… yo te sugeriría que lo dejaran por un tiempo, hay mucha gente detrás de tu
grupo_ comentó Eliana, mientras Josefa se atragantaba con la Coca cola y Roberta no
entendía nada.

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El arcoíris de medianoche El fin del principio

Kane Stewart paseó la vista por el entorno, estudiando las curvilíneas figuras en
brevísimas tangas… ¿Qué hacía que las brasileras desarrollaran tan magníficamente sus
cuerpos firmes, esos traseros que parecían esculpidos por el mejor artista, aquellos
senos duros y turgentes...? En otra época ya lejana, cuando él y sus amigos hacían
incursiones salvajes con lolitas inexpertas, más de alguna vez había soñado con estar
rodeado de mujeres tentadoras como el verdadero desfile de beldades que ahora estaba a
su alcance, y más de alguna vez había fantaseado con viajes largos a lugares lejanos, y
sin embargo había pasado el tiempo y cuando pudo lograrlo, ya no era capaz de llevar a
cabo sus fantasías eróticas de antaño. Sus amigos ya no estaban, había cambiado de
vida, de país y de pasaporte. Se preguntó para qué carajo había sobrevivido… pero ni
siquiera eso importaba ahora. _“Vaya, que si lograra llevar este tipo de mercancía me
haría de una buena millonada”_ pensó, mirando a dos bonitas muchachas que no
parecían tener más de quince años. Porque ahora era capaz de mirar a cualquier mujer
sin ansias de poseerla, sino más bien con el ojo experto del mercader capaz de tasar y
seleccionar la mercancía de mejor calidad, que eso era precisamente lo que ya había
estado haciendo en la semana que llevaba en el norte del Brasil. Poseía una casa en Río,
la cual estaba puesta a todo lujo, para convencer y engañar a las incautas de que podrían
obtener eso y más como modelos en Japón, y con él como agente serían famosas. Por lo
general reclutaba no más de doce chicas, y no mayores de diecinueve años, y una vez
que las llevaba a su elegante vivienda, les compraba ropa, las trataba como princesas,
les hacía tomar fotos en portafolios con un profesional, y sobre todo, jamás se
propasaba con ninguna de las jovencitas, cosa que terminaba por convencerlas de que
este hombre apuesto, de finos modales y temperamento alegre no estaba engañándolas
sino que era una persona seria y exigente, que buscaba hacer lo mejor posible su trabajo
para que ellas tuviesen éxito y todos ganaran dinero a montones. Para las jovencitas, el
sueño terminaba cuando llegaban a Tokyo, cuando Kane las dejaba en un apartamento
que de costumbre arrendaba para tales fines. Él no volvía a verlas, cobraba a los
compradores una suma espectacular, prometiendo llevarles más tan pronto como lo
necesitaran, y viajaba feliz a otro país cercano en Asia, como Tailandia o Filipinas, para
traer más y variada mercancía de allá y así aprovechar cada movimiento en el viaje.
Con dos o tres rondas Brasil-Tailandia-Filipinas-Japón que hiciese por año tenía
asegurado un pasar más que estupendo, como las casas y apartamentos que poseía en
diferentes países, los coches lujosos, la ropa de marca y las joyas costosas que
coleccionaba. Como lo había instruído su antiguo socio y mentor, la clave estaba en
tener un gran número de clientes, y mercancía variada… y cambiar de ruta un año sí y
otro también para que no fuese fácil seguirle el rastro. Así, muchas veces, en vez de
empezar en Brasil, lo hacía en Colombia, Chile, Argentina, México o incluso en los
Estados Unidos. Y podía ser que el comprador no estuviese solamente en Japón, sino
en algún país europeo como España, Italia o Francia. Las combinaciones eran infinitas
y las posibilidades sin límite. Una cosa sí era invariable: el esquema confeccionado
para atraer muchachas como moscas a la miel, y el hecho de que el único que ganaba
dinero a raudales en la transacción era él… y quien compraba a las desafortunadas e
ilusas muchachas. El destino y suerte que corrían éstas jamás le había interesado, en los
veinte años que llevaba en el lucrativo y siniestro negocio. Su socio, aquél que lo había
rescatado poco después de haber vivido Kane su propia pesadilla, había muerto hacía
unos diez años, con fama de respetable hombre de familia y cuantiosa fortuna, a los

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setenta y cinco años. El viejo lo había escogido para ser su aprendiz primero y su socio
después sólo por dos cosas: su inteligencia brillante utilizada exclusivamente para fines
perversos, y su motivación esencial… la venganza. Por supuesto que también Kane
podía hacer alarde de otras cualidades que le servían a cabalidad en el negocio, como la
total falta de empatía y compasión, pero esa era otra historia. Por esos días, había
decidido tomar vacaciones, y mezclar un poco aquello con el trabajo, en un bonito y
apartado lugar en Fortaleza, y quizá pensar otra vez en su proyecto tantas veces
postergado. Ya tenía fortuna suficiente, sólo le preocupaba buscar su propio protegido
y vengarse de esa pequeña zorra que había estropeado su vida para siempre. Quiso el
destino que su deseo cobrara forma. Y todo porque la tarjeta con código para abrir la
puerta de su habitación del hotel, por alguna razón no funcionó. Bajó a la conserjería a
pedir otra, y en tanto el eficiente y amable empleado lo arreglaba, algo llamó su
atención: una elegante pareja de recién llegados, que al parecer estaban de luna de miel
y entre ellos hablaban el español con acento chileno, a pesar de que el flamante novio se
dirigió a la gente local en un fluido portugués. No que a Kane le importaran los
acentos, más bien se quedó asombrado mirando la portada de la conocida revista que
ella terminaba de leer y dejaba como al descuido en una mesita cercana.
_ Disculpe… ¿ya no le interesa la revista?_ preguntó Kane a la elegante joven con
amabilidad, en impecable inglés.
_ La leí por completo, es suya si así lo quiere… ¿verdad que es muy hermosa…? Y
pensar que es chileno-rusa…_ comentó la joven, con un cierto dejo de orgullo y una
sonrisa, dirigiendo su mirada a la portada a todo color, en la cual la bella y deslumbrante
modelo posaba en el frente de una magnífica mansión de estilo mediterráneo. Kane
recibió su nueva tarjeta, subió y se encerró en su habitación, a leer el reportaje que
dedicaba nada menos que seis páginas de carrera, historia y aventuras de una de las
mujeres más bellas y famosas del planeta. Y fué como si ella estuviese allí, a solas con
él. Nada ni nadie podría haber capturado más su atención que aquellas fotos… esos
ojos de turquesa, la piel cremosa y perfecta, esas facciones de belleza casi sublime… sí,
era ella… esos tres lunares formando un misterioso triángulo en el medio del pecho…
era virtualmente imposible dos personas con la misma marca… tenía que ser ella. Y
algunas de las preguntas hechas por el periodista a su entrevistada estrella sólo acabaron
por confirmárselo. Kane sintió que lo único que valía la pena para seguir viviendo
estaba allí. Fue como si en tan sólo un segundo su vida se hubiese transformado. Y
supo lo que tenía que hacer.

Josefa colgó el teléfono, feliz, miró con los ojos brillantes de alegría a su hermana Silvia
y a Eliana y les confirmó la tan esperada noticia:
_ ¡Viaja pasado mañana…! ¡Anoté el vuelo, la línea aérea y la hora de llegada, así es
que podemos ir a esperarla al aeropuerto…! ¡Hace dos años que no viene, imagínense,
de seguro que tendrá un montón de historias que contarnos…!
_ Ya tenemos conocimiento, por lo menos, de que piensa retirarse el próximo año y que
piensa seguir viviendo en Europa, a juzgar por el reportaje que le hizo esta revista…¡ y
nada menos que seis páginas…! Exclamó Eliana, mostrando el ejemplar que había
comprado por la mañana de la famosísima publicación, que era bien conocida en cuatro
idiomas y en las dos Américas.
_ Lástima, con su belleza, inteligencia y talento aún podría ser la más codiciada de las
modelos internacionales por bastante tiempo más…_ comentó Silvia con admiración.
_ Según me comentó hace meses atrás, quiere alejarse de la fama para dedicarse por
entero a las Colonias de Salvamento… recordemos que aparte de la Parcela Esperanza,
ella y su amigo, el alemán millonario ése, fundaron, entre otras, la del sur, que está en

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Concepción y en sólo tres años ha crecido como nadie lo hubiese pensado… que
increíble como llegó de alto esa sobrina mía… pensar que la conozco desde los tiempos
en que era una estudiante matea, encerrada en su habitación investigando alfabetos
extraños_ rememoró la detective con un dejo de nostalgia.
_ A ella siempre le ha interesado ayudar gente… y con toda la fortuna que ha ganado de
seguro que lo último que le puede preocupar es el dinero… y pensar que todo comenzó
una vez que fuimos a comprar trajes de baño y Catherine con ese italiano, ya no me
acuerdo del nombre, nos saludaron y estaban lelos con mi hermanita, no veían la hora
de llevársela para Europa_ recordó Josefa, trayendo a la mesa las fuentes de ensalada y
el pato a la ciruela que había preparado.
Como todos los sábados a esa hora, ya desde hacía año y medio que se habían
reencontrado, ese día les gustaba reunirse en el apartamento de las Petrovna y almorzar
juntas, incluso a veces Eliana venía con su esposo e hijo. Para Eliana y Josefa, el
verdadero reencuentro lo contaban exactamente desde aquel mediodía en que la
detective había llegado de sorpresa a la mismísima puerta del Open Door y les había
ayudado a llevar a Roberta Montoya a la Parcela Esperanza, en la cual la feliz y
agradecida joven pudo reencontrar a sus pequeñas, quedándose a vivir allí
definitivamente.
_ Jóse… me vas a tener que dar la receta, a más tiempo que pasa mejor se te pone la
mano para cocinar_ comentó la detective, admirada del talento que tenía Josefa, pues
desde un simple caldo hasta el platillo más elaborado le quedaba delicioso. Ni qué decir
de las maravillas que hacía en postres y repostería. Era el mismísimo desmentido de
que las mujeres muy inteligentes o profesionales no saben cocinar.
_ bué… acordémonos que ya a los doce años hacía comida para todo ese batallón que
éramos los lobos salvajes… con el tiempo el asunto me empezó a fascinar y comencé a
comprar y coleccionar libros de cocina, y por supuesto, a poner en práctica todos los
truquitos que aprendí… Por lo menos cuando ya esté vieja para andar corriendo en los
Tribunales y defendiendo casos imposibles, acaso y abro un restaurante…_ afirmó
Josefa, medio en broma, medio en serio.
_ Jóse… hablando de libros, ¿adónde están los que han publicado de Aurora…?_ quiso
saber Silvia. En los últimos cuatro años, la bella y famosa joven se las había arreglado
para escribir uno sobre el mundo de la moda y los negocios inherentes al mismo, otro
sobre diferentes temas (y opiniones al respecto) de cientos de mujeres alrededor del
mundo, y otro más sobre las docenas de Colonias de Salvamento existentes en más de
cincuenta países, el desarrollo de las mismas y los diferentes trabajos allí efectuados.
Había sido un trabajo meteórico y los libros habían sido publicados en más de medio
centenar de idiomas. Y por supuesto, apenas se enteró, Silvia había salido como bala a
comprar los suyos, en español, en la primera librería que se encontró a su paso.
_ El de fashion lo tengo en mi oficina, acuérdate que te lo pedí prestado hace dos
semanas_ acotó Eliana.
_ El de las Colonias y el otro, que ya me voy a hacer un tiempo de leerlo, están aquí, en
el estante de libros… no me digas que los compraste y todavía no los has leído, ¡esa sí
que no me la creería…!_ bromeó Josefa, levantándose de la mesa para ir a la cocina por
los pocillos de la suculenta crema catalana que había hecho de postre.
_ Ya me los leí todos, lo que pasa es que quiero conservarlos entre mis libros
importantes, por supuesto que le voy a pedir Aurora que me los autografíe apenas la
vea…_ confesó Silvia, levemente sonrojada por el hecho de estar tan ilusionada con eso
como si fuese una ‘grupie’ del montón. Ya a la hora del café, las tres mujeres acordaron
ir juntas el miércoles siguiente a buscar a la valiosa visita al aeropuerto. Poco después,
mientras Silvia se ocupaba en lavar los platos, Eliana y Josefa hablaron del tema más

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sensible que existía entre ambas: el asunto de las operaciones e incursiones de los
Justicieros Malditos. El grupo había seguido en lo suyo como si tal cosa, incluso un
antiguo camarada del la universidad, que actualmente era un respetable arquitecto se les
había unido, con lo cual la cofradía contaba ya seis integrantes. Josefa sospechaba que
a esas alturas más de algún policía o investigador le habría “echado guindas al pavo” y
sabía de qué iba el grupo, pero hacían la vista gorda ya que les ahorraban trabajo a ellos
y también a la desesperantemente lenta justicia ordinaria, con sus procesos
interminables y engorrosos. Para no decir que también le ahorraban dinero al Estado,
al no tener que alimentar y mantener violadores y criminales en la cárcel, que de hecho
iban allí y salían peor de lo que habían llegado. Con suerte y allá a los abusadores les
aplicaban la Ley del Talión, pero nada impedía que luego de condenas ridículamente
cortas salieran libres y siguieran haciendo daño. Eliana Carmona se dió cuenta que la
antigua líder de los lobos salvajes no negociaba ni estaba dispuesta a ceder un ápice
cuando se trataba de defender a seres inocentes, aunque sus métodos no fuesen del todo
aprobables. La joven abogada tenía el mismo fuego y la misma pasión que ella había
tenido en aquellos azarosos tiempos cuando era una agente activa de la Policía de
Investigaciones, antes de casarse con César Santillana… cuando creía que jamás llegaría
amar a un hombre y acabaría sus días vieja y sola criando gatos y recordando antiguos
triunfos. Vaya la de sorpresas y alegrías y también tristezas que la vida le había
brindado. Su mente voló como una saeta a cierta vez en que había agarrado a César por
las solapas y le había confesado que no le interesaban las estupideces románticas ni
mucho menos el sexo… y aquella otra vez en que ya de nuevo juntos, en el norte, se
habían enfrentado a una pandilla de narcotraficantes a balazo limpio… Eliana casi no
llega a contar la historia cuando una bala le atravesó limpiamente el esternón, y cuando
los narcos eran finalmente apresados y ella era llevada a toda velocidad al hospital,
César le había dicho con dulzura que no se le ocurriera morirse, porque él la amaba y
pensaba llevarla al Registro Civil aunque fuese a la rastra…
_ ¿Todavía no ganaste el único caso que vale la pena ganar cuando se corre a parejas
con el peligro…?_ preguntó la detective a Josefa, evocando su propia historia.
_ ¿Y cuál vendría siendo el caso…?_ preguntó la aludida con algo de inocencia y
curiosidad.
_ Enamorarte, mujer, amar a alguien y salir ganando, tener un par de críos, una bonita
casa, a lo mejor un perro o un par de gatos, o todo eso junto_ aclaró Eliana.
_ ¿Queeé…? ¡¿Enamorarme yo…?! ¡¿Y encima, de un hombre?!¡Tendría que estar
borracha, drogada, tarada o todo eso…! ¡¿Desnuda, con un hombre, haciendo…?!
¡Puáj! ¡Qué asco…! ¡Ya me arruinaste la digestión, pesada…!_ espetó Josefa, con gesto
de verdadera repugnancia. Estaba por cumplir los treinta y tres años de edad, y desde
que se había liberado de su calvario y había huido con Silvia, jamás había pasado
siquiera por su mente la idea de tener relaciones sexuales. Sus primeras experiencias le
habían dejado un sabor amargo y repulsivo, a tal punto que no le era posible imaginar
cómo un hombre y una mujer que dijesen amarse podían llevar a cabo un acto tan sucio,
animal y primitivo. Para ella, el amor tenía que ver con salvar a mujeres como Roberta
Montoya, quitar niñas y niños del camino de esas bestias demoníacas capaces de todo,
sanar las heridas de una niña de seis años a la que aún le gustaba llamar ‘Pitufita’, ver la
orgullosa sonrisa de sus padres cuando decían “nuestra hija mayor, la abogada” o hablar
por teléfono por horas con Aurora. Incluso el hecho de cocinar para Eliana, o llevar
frazadas a los refugios en las inundaciones de invierno… eso era amor. Ver crecer sanos
y a salvo a las docenas de niños y niñas que habían rescatado ella y su grupo durante
todos esos años, en la Parcela Esperanza. Lograr que una mujer golpeada y abusada por
un marido cruel y mezquino recuperase su dignidad, la tutela de sus hijos y consiguiera

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refugio, trabajo y una vida mejor en la Colonia de Salvamento Arcoíris, en
Concepción… a veces hasta les pagaba el pasaje o iba ella misma a dejarlas allá, con
sus críos y sus sueños de recomenzar. Y pasaba el tiempo, y volvía a verlas felices y
renovadas, lo sabía con sólo ver las sonrisas. Esa era una de sus más deseadas
recompensas… eso era, para la valiente y guerrera Josefa, el verdadero amor.
_ Ya me imagino que lo que te tocó pasar no fue precisamente miel en hojuelas, lobita.
Hubo una época en mi vida en que tenía el mismo sentimiento de rechazo por los
hombres, la misma repulsión, la misma rabia… y la misma dedicación por mi trabajo.
No que haya perdido la pasión por investigar, aunque ahora las cosas han cambiado.
Ser madre me cambió la vida por completo y para siempre… un día lo vas a poder
entender… a todo esto, ¿de dónde salió ese nombre tan… aterrador?_ preguntó Eliana.
_ ¿A cuál te refieres específicamente?_ indagó Josefa.
_ Eso de “Los Justicieros Malditos”…
_ Porque todos los integrantes del grupo sabemos que no está bien asesinar. Porque
somos la peor pesadilla de esos hijos de puta, con perdón de las putas. Porque si
fuésemos capaces de no hacer nada, dejar que las cosas pasen y simplemente aplastar el
culo en una silla y hablar tranquilamente de cómo docenas de niñas son violadas,
prostituídas o algo peor, seríamos tan culpables como los que llevan a cabo todas esas
atrocidades, porque todos creemos a ultranza que el fin justifica los medios, y por
último, porque todos sabemos, y ya lo sabíamos en la primera incursión, que un día nos
vá tocar morir en la misma ley, no olvidemos que lo que damos regresa a nosotros. Por
eso cada uno de nosotros decidió a conciencia, hace ya bastante tiempo, ni casarse ni
tener historias de pareja estable_ declaró la abogada, con una fría determinación y una
convicción tan profunda y apasionada, que Eliana Carmona supo que tenía frente a sí a
una mujer dispuesta a dar la vida por aquello que consideraba justo. A pesar de todo, no
tuvo otra salida que creerle. Y a pesar suyo, la admiró y respetó. A eso de las tres de la
tarde, cuando la detective se hubo marchado y Silvia salió a hacer un trabajo de asesoría
Feng-Shui, para cierta empresa que deseaba una correcta disposición de sus interiores y
exteriores, Josefa dio una mirada a los expedientes de los casos que la ocupaban por
esos días y después, regó las numerosas plantas que adornaban el balcón. Katia había
redecorado y cambiado absolutamente todo, desde las cortinas hasta los muebles, hacía
ya unos diez años antes, sin embargo algo que siguió siendo una constante fueron las
plantas, tanto en el interior del apartamento como en el balcón. Las hermanas Petrovna
poseían una evidente generosidad y desprendimiento, y gustosas les habían cedido el
lugar, con la única condición de que mantuviesen una buena cantidad de macetas con
cositas aromáticas, bellas y vivas. A Silvia le encantaba el lugar y no tenía ningún
remilgo a la hora de limpiar, pulir, lavar, planchar o regar, ya que si bien era cierto su
trabajo era bastante solicitado, tenía un horario mucho más relajado que su hermana.
Josefa, en cambio, a pesar de tener una agenda que por días era una verdadera locura,
desde hacía ya un par de años había decidido que no trabajaría los sábados, y en vez
prefería dejar los fines de semana para ir con Silvia a visitar a sus padres, o al cine, o a
la playa en los veranos, o ejercer su otra gran pasión que era producir maravillas en la
cocina… o simplemente leer un buen libro. Lo único que la hacía interrumpir sus
actividades recreativas era la acción que pudiese surgir con sus camaradas de los
Justicieros Malditos. Sin embargo, ese sábado parecía que todo transcurriría
tranquilamente y el teléfono permanecería en silencio, por lo cual se hizo un café y se
arrellanó en uno de los sofás, a leer con curiosidad el libro que había surgido de las
recopilaciones que había hecho Aurora. El título era simple, sin grandes pretensiones, y
estaba ilustrado con fotografías. “Palabras de mis hermanas” reunía cientos de puntos de

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vista de diferentes mujeres, de diversos países, profesiones, condición social, raza, edad
y forma de pensar. Capítulo primero, sobre el amor, los hombres y el matrimonio:

“Los hombres dan sexo para recibir amor, y las mujeres dan amor para recibir sexo.”
(Janis P., 18 años, estrellita de T.V., chilena, soltera.)

“Creo en el amor, no creo en el matrimonio.”


(Pilar S., 26 años, enfermera, española, soltera.)

“El amor está en todo… fuimos creados por amor, y por amor moriremos… ¿amor de
pareja, tú dices entre un hombre y una mujer…? En algún lugar mi alma gemela está
haciéndose las mismas preguntas que yo, y cuando nos encontremos, tendremos todas
las respuestas.” (Lúcia G., 20 años, estudiante de Filosofía, brasilera, soltera.)

“El amor existe, ahora, que jamás me haya enamorado es otra historia… los hombres
sólo traen problemas.”
(Marta S., 27 años, secretaria bilingüe, soltera, peruana.)

“No se porqué Dios tuvo la idea de que el asunto entre hombres y mujeres llegaría a
funcionar… ya llevamos milenios en el intento y las cosas no parecen ir a ninguna
parte…”
(Jane F., 30 años, divorciada, camarera, norteamericana.)

“La mentira que ha permanecido en el mundo por más largo tiempo es ésa de que
hombres y mujeres pueden casarse, amarse y perdurar. El asunto en realidad es simple
atracción, apareamiento y costumbre por condicionamiento social. Por eso viene el
tedio después de los primeros cinco años, la infidelidad como paso siguiente, y con
suerte o por desgracia, según se mire, la típica frasecita de “pásame la sal”, sin siquiera
mirarse, después de veinte años de casados.”
(Kate S., 50 años, casada, dueña de casa, inglesa.)

“Verás, me casé dos veces. Mi primer marido era golpeador, me llevé la sorpresa de mi
vida. La primera vez me asusté, la segunda respondí el golpe y la tercera me mandé a
mudar. La primera vez sos víctima, pero si aguantás a la segunda sos voluntaria…”
(Moria C., 40 años, vedette, divorciada dos veces, argentina.)

“Los hombres no pueden vivir sin las mujeres, y las mujeres no pueden vivir sin los
hombres… mal que nos pese, la cosa se parece a una película que ví hace tiempo, ‘ni
contigo, ni sin ti’. Nos amamos y detestamos a la vez…”
(Sandrine M., 25 años, socióloga, conviviente, francesa.)

“Por supuesto que las mujeres pueden vivir sin los hombres. De por sí una relación de
pareja te encasilla y limita un poco o un mucho, depende de lo machista, posesivo,
celoso o egoísta que sea el ejemplar… pero para qué buscarse los problemas cuando en
vez de ser infeliz con uno ¡puedes ser feliz con varios…! Después de todo, la vida sin
ellos sería insoportablemente aburrida…”
(Cindy K., 27 años, modelo, divorciada, inglesa.)

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“Mire, mi linda, primero la cosa anda de lo mejor, después empiezan a mirar p’a otro
lado, a poco se buscan una más joven y la dejan a una llena de críos y deudas… y no
queda otra que ‘aperrar’ y ‘tirar p’a’lante nomás…”
(Celia N., 37 años, trabajadora de mercado callejero, ex-conviviente, chilena.)

“El amor no está sólo en una pareja, o en tener aventuras esporádicas… las jóvenes hoy
en día salen con un chico, se van a la cama y piensan que eso es amor… en
circunstancias de que puede tomar años el sólo llegar a conocer bien a una persona para
poder decir si hay amor o es sólo algo físico… El amor a Dios, sin embargo, es el único
amor completo, pues Dios es el único que jamás nos decepcionará ni abandonará.”
(Donatella V., 42 años, monja, italiana.)

“Estoy considerando tener un hijo en un par de años más, pero sin tener que casarme…
me parece mucho mejor la idea de ser madre sin tener que perder mi libertad e
independencia y sin tener que soportar un marido.” (Malika B., 26 años, dueña de
florería, soltera, holandesa.)

“Puedes casarte sin estar enamorada, y puedes estar enamorada sin casarte… lo uno no
acompaña necesariamente a lo otro…”
(Yuriko S., 30 años, bióloga, conviviente, japonesa.)

“El matrimonio va a desaparecer de las costumbres algún día. La mujer es la que sale
perdiendo, pues si dejas tu trabajo pierdes la independencia financiera y debes hacerte
cargo de las labores de la casa y los niños… trabajo nada apreciado y no remunerado.
Ya no digamos si el hombre te deja por otra… te quedas sin dinero, sin marido, sin
trabajo y encima con más problemas de los que necesitas…”
(Karin Z., 28 años, programadora en informática, divorciada, alemana.)

“Vivo en eterna borrachera de amor… ¡todavía no salgo de una y ya me estoy


embarcando en la otra…! ¿Qué más se puede hacer? En una de ésas encuentro al
compañero adecuado. Si quieres encontrar algo, tienes que buscarlo…”
(Giuliana T., 25 años, operadora telefónica, soltera, italiana.)

“¿Cómo es eso de que un hombre sea fiel a una mujer…? Aquí ellos pueden tener todas
las esposas que deseen o puedan permitirse comprar… no, las mujeres no decidimos
sobre cuándo o con quién nos casaremos… ¿votación…? Sí, sé de lo que me hablas,
pero aquí las mujeres no podemos interferir en cosas como esas… tuve una prima que
fue apedreada hasta morir porque habló con un extranjero y no se cubrió el rostro,
estaba por casarse… ellos van al templo a orar y dan gracias por no haber nacido
mujer… no, nosotras no podemos divorciarnos aunque lo deseemos, son ellos los que
deciden eso, y de llegar a tener tanta suerte, apenas y se nos permite conservar a las
hijas mujeres, en caso de que el esposo sea bondadoso… he sabido por mi vecina que
un tío suyo vino a hablar con mi padre, pues quiere que yo sea su tercera esposa, él ya
tiene 45 años… sí, estoy asustada pero no hay nada por hacer… ¿adónde iría…? No hay
escape… bueno, tengo que irme, ya no tengo tiempo, adiós…”
(Farah J., 18 años, asistente de enfermería, soltera, afgana.)
“A las chicas de doce años les mutilan la zona genital y les dejan costurones
horribles… yo ya sabía lo que me esperaba y pude escapar… corrí dos días y dos
noches completos hasta que pude llegar a pedir asilo en la embajada… gracias a Dios
que pude salvarme, aunque pienso a menudo en todas las otras chicas que habrán

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pasado por eso y otros horrores… algún día podremos hacer algo por ellas…
¿casarme…? No lo sé, todo lo que me preocupa ahora es estudiar y olvidar a esa gente
que…(llorando), ¿amor…? Eso se ve en los ojos de un niño que todavía no ha vivido lo
suficiente… no, ni siquiera seudónimo, ¡lo peor que podría pasarme es que sepan donde
estoy y me encuentren…!”
(V.S.A., 20 años, estudiante, refugiada en Estados Unidos, soltera, africana.)

“El amor es una gran verdad, eterna y universal, que estará siempre presente en todo y
en todos; el matrimonio es una gran mentira, fabricada a las necesidades y
conveniencias de los hombres para esclavizar , someter y explotar a las mujeres, y que
algún día terminará por extinguirse, como los dinosaurios…”
(Virginia M., 40 años, arqueóloga, divorciada, canadiense.)

“Lo que se necesita es buscar soluciones en vez de culpables. Es ilógico culpar a los
hombres de todos los males de las mujeres, aunque el ochenta por ciento de los casos así
lo amerite. La gran revolución debe partir desde nuestro interior, como mujeres, en vez
de hacia lo exterior, por los hombres. Las mujeres tienen el derecho y el deber de
buscar su propio camino y liberarse. Y si no hay camino, hacerlo. Después de sufrir la
dictadura comunista, militar e imperialista, el mundo se verá enfrentado a una
revolución como jamás se había imaginado, la nuestra. Y no habrá nada capaz de
detenerla, porque es sutil, sincronizada, lenta pero inexorable… y ya comenzó hace
tiempo. Ya era hora, ¿no te parece?”
(Gabrielle D., 45 años, escritora feminista, divorciada, francesa.)

“El amor es algo que ocurre cuando dos personas poco quisquillosas y
excepcionalmente calientes… se encuentran”
(Natalia C., 29 años, humorista, casada, chilena.)

“El matrimonio es como un bote para persona y media… cuando la mitad se transforma
en una persona completa, el bote se hunde…”
(Valentina J., 32 años, ingeniera, divorciada, puertorriqueña.)

“El amor es lo máximo, el romance es maravilloso… y casarse con la persona que se


ama es la culminación de todos esos sueños e intuiciones que una ha tenido cuando sabe
que ha encontrado al complemento ideal. Mi madre dice que una unión feliz se basa en
los pequeños detalles, de ambas partes. Un matrimonio bien hecho es como un jardín
bien cuidado… siempre hay que estar atentos, regando para que la rutina no lo seque,
podando para que el afán posesivo no lo asfixie, arrancando las malezas de los celos y
el egoísmo, quitando los parásitos de la apatía, y cuidando las flores de la paciencia y el
buen entendimiento…”
(Alexandra B., 35 años, instructora de yoga, casada, suiza.)

Josefa no se dió cuenta de cómo se le pasó el tiempo leyendo una página tras otra, a
veces riéndose a carcajada suelta y otras con los ojos llenos de lágrimas… quizá Eliana
tenía razón y el amor de pareja tal vez fuese posible, incluso con buenos resultados,
duraderos en el tiempo. Sí… tal vez el amor entre un hombre y una mujer existía,
después de todo, que no le hubiese tocado en suerte, entraba en otro terreno. Pensó en
Matías Benavente con algo de… ¿nostalgia?, ¿o quizá era simpatía? Lo más cercano en
cuanto al amor de pareja que había conocido era a su colega, esas miradas de ternura

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que más de alguna vez lo había sorprendido dándole, ese beso en la mejilla al saludarse,
esos roces de manos ‘casuales’ que se habían dado en la universidad, cuando no eran
más que dos estudiantes encendidos por el idealismo, las manos en sus hombros aquella
vez del almuerzo con comida china, cuando se involucró en el caso de Roberta
Montoya. ¿Qué diría Matías si se enterase de sus más ocultos secretos? También lo
había observado y se había dado cuenta que la miraba con deseo, era una mirada
singular, como de animal en celo mezclada con algo de añoranza… como si fuese un
niño pidiendo en silencio una porción de galletas sin atreverse a decirlo… esa forma de
mirarla la perturbaba de una manera extraña, en esos momentos habría querido
abrazarlo, sólo eso, porque no conocía lo así llamado deseo sexual. Ese brillo especial
en los ojos claros de Matías le atraía y conmovía, era diferente de las miradas
libidinosas, crueles y repulsivas de aquellos seres despreciables que habían invadido su
cuerpo de niña hacía ya tanto tiempo. Conque era eso. El sexo violento y vulgar de una
violación es una cosa, y lo que puede ocurrir entre una mujer y un hombre que
consienten y desean acercarse es otra muy diferente. Cerró el libro por un momento,
por primera vez pensando que debería investigar más sobre el tema… y quién mejor que
Eliana Carmona para entregarle información de primera mano. Porque la detective
también había sufrido ultraje en su adolescencia y había decidido no creer en el amor de
pareja y apartarse de los hombres. Y sin embargo, había cultivado una profunda
amistad, de años, con César Santillana, llegando a conocerse como pocas parejas tienen
oportunidad de hacerlo… y había sido por eso que el amor entre ellos floreció, hasta que
finalmente se rindieron a la evidencia de que eran compatibles y capaces de compartir
juntos una vida en armonía. ¿Acaso le ocurriría a ella algo parecido con Matías
Benavente?, ¿Acaso podría superar sus traumas y llegar a consentir en “hacer el amor”
con un hombre…? ¿Quizá el amor la ayudaría a vencer la repugnancia que le producía
el sólo recordar aquellos alientos pesados a licor, aquellos manoseos bruscos, esos
coitos forzados, brutales, dolorosos y sin afecto alguno a los que se había visto sometida
a la tierna edad de seis años…? ¿El amor de un hombre podría redimirla de su doble
vida de abogada brillante y asesina serial, encendida de pasión por la justicia…? Para su
asombro, Josefa se encontró imaginándose unida a Matías, con un bebé en sus brazos y
algún perro correteando por el jardín de una casa soleada, viviendo una vida tranquila…
normal, como cualquier mujer con sueños e ilusiones que desconoce el sabor amargo de
las pesadillas. ¿Acaso estaba volviéndose loca… o sólo estaba tratando de dejar que ese
tipo de amor desconocido para ella entrara en su vida? Volvió a abrir el libro en una
página al azar y se encontró a boca de jarro con cierto testimonio que le hizo
reconsiderar sus visiones y ensoñaciones:

“No importa si eres joven o vieja, bonita o fea, rica o pobre, culta o analfabeta,
inteligente o tonta… ellos siempre encuentran un motivo para engañarte. No interesa
qué tan buena seas en la cama, ni qué tan buena compañera, amiga, esposa o madre sea
una mujer… el marido siempre tendrá una excusa para acostarse con otras, sabes,
escoger amante o marido es como meter la mano en un jarro lleno de escorpiones… con
suerte te toca uno que no sea venenoso… pero al fin y al cabo, será un escorpión.”
(Catalina L., 40 años, vendedora de cosméticos, divorciada 3 veces, actualmente con
dos amantes, colombiana.)

“El día que las mujeres aprendan a dejar de depender de los hombres financiera,
emocional y psicológicamente, ese día ellos van a comenzar realmente a respetarlas y
valorarlas, porque van a darse cuenta de que no se los necesita, sino que se les concede
el favor de aceptarlos…”

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(Marie K., 48 años, psicóloga, casada, belga.)

“¿Discriminación…? ¡Me lo dicen a mí…! Lo que he logrado me costó años de lucha,


esfuerzo y determinación. He trabajado desde los diecisiete años, sacrificando muchas
cosas… me casé joven, me divorcié y salí más fuerte. Mira, niña, en vez de culparlos,
hay que pagarles con la misma moneda. En lo afectivo, los trato igual como ellos me
tratan a mí, y en lo laboral, pues hay que independizarse, en vez de estar quejándonos
por la discriminación, hay que crear empresas como la mía, donde sólo trabajen
mujeres… después de todo ellos no tienen la culpa de ser como son…”
(Megan G., 45 años, empresaria, divorciada, norteamericana.)

Leyendo páginas aquí y allá, Josefa pudo darse cuenta una vez más que los
relacionamientos amorosos entre hombres y mujeres estaban cambiando y
evolucionando a pasos rápidos e inexorables, y aún en las relaciones más estables
siempre había una cuota de conflicto, inherente tal vez a los cambios sociales. “Ya de
por sí las relaciones humanas son complicadas, ya no digamos que buscar el compañero
o compañera ideal posiblemente sea mucho más difícil que simplemente acostarse
juntos y consentir en hacer el amor… quizá estoy bien como estoy, sola, ya que tengo
suficiente con los líos ajenos que vivo tratando de resolver, y más encima escondiendo
secretos inconfesables”_ concluyó la joven abogada, no sin asombro ya que la tendencia
general parecía indicar que tanto hombres como mujeres creen en Dios y sin embargo
procuran apartarse de la religión, acaso algo decepcionados, y muchas mujeres en
particular aún creen en el amor, pero cada vez más, se apartan de la idea del matrimonio
pues están dejando de creer en dicha institución. “En vez de estar soñando despierta
con estupideces, mejor preparo la cena ya que la ‘Pitufa’ debe estar por llegar… hacer
algo tan simple como un plato de comida para mi hermana, pero estar concentrada sólo
en eso, preparando los alimentos con amor, sabiendo que le va a gustar, seguramente
eso es amor verdadero, así es que a ello…”_ pensó Josefa, cogiendo del estante un libro
de comida tailandesa y entrando en la cocina. Algo que nunca he cocinado. Una receta
nueva. Hay que atreverse. Probar lo nuevo. Quizá en lo así llamado “amor de pareja”
la cosa sea igual. Aunque no tengo un libro con recetas ni un mapa que me diga por
dónde ir o qué buscar, quién sabe si un día las respuestas me llegan sin siquiera tener
que buscarlas. Como dice Silvia, lo que debe ocurrir, ocurrirá, y lo que no, pues hay que
descartarlo y ya. Matías… ¿Qué estarás haciendo en este momento…? ¿Alguna vez
habrás probado la comida tailandesa…? ¿Por qué siempre que pienso en el amor de
pareja pienso en tí…? ¿Qué tal si…? Se encontró yendo hacia el teléfono y llamándolo.
Primera vez en su vida que invitaba a un hombre a cenar, a su propia casa y comida
preparada por ella misma. “¿Y por qué te resulta tan extraño, pedazo de tonto, si somos
amigos…? No seas vanidoso, que no tengo ninguna intención de hacerte proposiciones
indecentes, además vá a estar mi hermana, mira si vas a estar a salvo…”, le aclaró,
riéndose, aunque algo sonrojada por su osadía. Y Silvia regresó justo a las nueve, media
hora antes que el invitado, que llegó sonriente y puntual, con un ramo de flores y senda
botella de champagne para celebrar el feliz acontecimiento. Fue una cena relajada,
amistosa, en la cual los tres disfrutaron de la exquisita comida, y nadie comentó en
palabras el hecho de que la abogada sólo vestía un sencillo jeans, zapatillas deportivas y
camiseta. A Matías lo impresionó la vena gourmet de su anfitriona, esos alimentos
simples transformados como por arte de magia en una deliciosa cena digna del mejor
restaurante tailandés de la ciudad… Y ella lo había preparado para él… (“no, que
vanidoso soy, si también está su hermana… aunque tengo la impresión de que Jóse

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nunca ha invitado a un hombre a cenar… la prueba está en que ni va maquillada, ni de
vestido sexy, ni de tacones… quizá sólo quiere demostrarme su amistad de una forma
distinta… quizá siente algo por mí y no se atreve a decírmelo… A lo mejor le gusto un
poco y ésta es su manera de dármelo a entender… quiere una amistad más íntima, no,
que tonto soy, estoy imaginando cosas… esto es sólo amistad… seré un tonto, pero uno
con mucha suerte”) pensaba Matías mientras saboreaba la comida y contaba algún
chiste haciéndolas reír a carcajadas, mirando a Josefa con intensidad, tratando de
descifrar cada gesto de aquella joven que tanto le atraía y había amado desde los
tiempos de la universidad. Luego del postre y el café decidió que era ahora o nunca.
Ya estaba bueno de disimular lo que sentía y postergar indefinidamente el momento
clave. Pasó al baño, hurgó en la repisa y se enjuagó prolijamente la boca, era poco
acertado eso de dar besos con gusto a comida, alcohol o tabaco. Silvia pareció presentir
que algo se aproximaba y con el pretexto de que le correspondía lavar los platos y
limpiar el fregadero se encerró en la cocina. Fue cuando ya se despedían en la puerta
que Matías, en vez de darle el clásico beso en la mejilla, le tomó el rostro suavemente,
con ambas manos, y le dió el beso en plena boca. Su adorada Josefa no protestó ni se
dió por ofendida, más bien le correspondió, aunque con cierta inexperiencia. Algunos
besos después se miraron con amor y ternura, y él le dijo que esa era la mejor cena de su
vida y se despidió, quedando de verse a la semana siguiente, lunes… para almorzar.
Les brillaban los ojos con algo nuevo, y que ahora era mutuo y correspondido.
_ Jóse… ¿Qué se siente besar a un hombre del que estás enamorada y no te habías dado
cuenta?_ preguntó Silvia, ya cuando estaban solas, acostadas y bebiendo la consabida
tisana de manzanilla.
_ ¡Pero cómo eres…! ¿Quién te dijo que estoy enamorada? No está mal atreverse a
experimentar_ se excusó Josefa.
_ Yo ya me dí cuenta hace mucho… sólo que ahora se te nota tanto como el sol en el
cielo… ¿Qué se siente…?
_ No sabría decirte… es algo dulce y tranquilo que se instala justo aquí_ y se tocó el
pecho_ y se quita el miedo y la repugnancia. Es diferente de lo que me pasó de niña.
Diferente y bonito. No sé adonde me va a llevar todo esto, pero estoy feliz de que haya
ocurrido… quizá sea la primera y la última vez, quizá y continúa… es hermoso saber
que él me ama_ comentó Josefa, sonrojada.
_ Si se dan las cosas como para que el asunto florezca y siga adelante, pues acéptalo…
el amor tiene tantos caminos, y aunque yo no conozco ése, te veo tan feliz que te
recomiendo que si esta oportunidad tocó en tu puerta, es porque te corresponde y estás
en el momento adecuado_ la animó Silvia, que por cierto estaba a años luz de sentir lo
que en esos momentos estaba experimentando su hermana. Porque el único contacto
que había tenido Silvia con un hombre había sido aquella primera y lejana vez, allá en el
norte. El secuestrador no la había violado, ni tampoco el patrón de aquél siniestro antro
de corrupción, ambos con el conocimiento y la idea de que la hermosa y angelical
criatura que había sido en aquél tiempo les reportaría más ganancias llegando intacta a
manos del primer cliente. Después fue subastada y aquel ser perverso había hecho una
pequeña fortuna al proclamar que la niña estaba virgen aún. Y el primer cliente resultó
ser aquel sádico retorcido, que tampoco la había abusado, sino que se dedicó a torturarla
con el bisturí, dejándola con numerosos cortes… pero con sus órganos genitales
intocados. Y después Josefa la cuidó y luego ocurrió lo demás, y la escapada… En la
mente de aquella niñita que aprendió a ‘morrar’ al amparo de la loba salvaje, quedaron
grabadas a fuego aquellas imágenes infernales de su suplicio, cuando el desconocido la
amarró y comenzó a cortarla y masturbarse, una y otra vez. Había crecido teniendo
pesadillas horrendas con monstruos que la despedazaban y eyaculaban venenos

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putrefactos en sus heridas, y Josefa siempre estaba ahí para consolarla, abrazarla y
secar sus lágrimas… Le había tomado años, disciplina y muchos deseos de investigar en
las cosas esotéricas y espirituales lo que la salvó y la ayudó a superar su pesadilla.
Silvia había encontrado el amor eterno, el de verdad, el que siempre nos acompaña y
jamás nos decepciona. Ya sabía que en un plano superior, ella había escogido vivir esta
vida, así es que no había nada que lamentar, era su destino kármico. Silvia sabía que el
amor está en todo, por todo y para todos… y que es inagotable. Comprendía que todo
tiene un significado y el hecho de haber pasado por el mismísimo infierno y haber sido
milagrosamente salvada de morir y aún ser virgen, era una señal poderosa de que su
existencia no era cosa banal. Aún en la noche más oscura la luz del amor brilla como
un sol de mediodía. Mediante cierta regresión a vidas pasadas que le había pedido a
una colega del grupo esotérico al cual pertenecía, Silvia había descubierto que en una de
sus existencias anteriores más recientes se había llamado Macarena Cid y se había
suicidado, presa de los celos, la angustia y la desesperación. En aquella vida también
había sido abusada y se había enamorado de su agresor, y como había muerto sintiendo
una profunda culpabilidad, había escogido ser castigada en ésta, su encarnación actual,
vía el hombre que le había marcado el cuerpo, pero no logró destruir su alma. Porque
Silvia había aprendido a perdonar, y lo que no pudo conseguir en su existencia anterior
lo había logrado en ésta. Tenía por lo menos ocho retratos de Macarena dibujados a
lápiz de carbón en un block de arte. Incluso el último, en el cual había estado fumando
y disfrutando los rayos de sol al borde del acantilado, con el coche estacionado al otro
lado del camino. Algo en su interior le decía que cuando le enseñara esos retratos a
Aurora encontraría las últimas respuestas, o quién sabe, quizá las primeras. Sus marcas
se habían borrado, gracias a la dedicación de Josefa. Su corazón se había sanado
gracias al amor de su familia adoptiva, y al haber aprendido a vivir en la sabiduría de la
incertidumbre; a vivir y compartir cada momento como algo único, exquisito y perfecto.
Porque ya sabía que todo ocurre exactamente como debe ocurrir. Ser virgen a los
veintinueve años no era sino la manifestación física de que su alma había sobrevivido y
pasado la prueba, intacta.

_ Me vas a tener que contar el secreto, de qué haces para verte tan bonita luego de
dieciséis horas en un avión_ comentó Josefa, arreglando la mesa con esmero. En el
ambiente reinaba la alegría pues Aurora ya estaba de regreso, se quedaría en el país por
veinte días, cinco de los cuales alojaría en el apartamento que su hermana les había
cedido a las hermanas Inostroza, lo cual tenía a éstas encantadas. La abogada se había
dedicado a preparar una deliciosa receta de comida francesa, y había hecho énfasis en
que Eliana Carmona se les uniera, ya que habían estado juntas esperando a Aurora en el
aeropuerto, desde donde pudieron escabullirse discretamente después que un par de
reporteros y fotógrafos captaran a la famosísima modelo en su sorpresivo y secreto
regreso.
_ Yoga. Hace ya diez años que tomo clases de yoga, y por supuesto, están todos esos
rituales de cuidados y porqué no decirlo, amor a una misma que toda mujer debiese
practicar… ¿Aún sigues empecinada con el tabaco?_ preguntó Aurora a Josefa.
_ ¡Uf…! Ni me lo recuerdes… todavía no soy capaz de soltar de una pajonera vez esta
porquería, aunque ya no soy compulsiva como antes, fumo cuando de verdad quiero…
ten por seguro que me voy a motivar más por estos días, viéndote esa piel divina que
andas luciendo por todas partes, sin necesidad de ponerte kilos de estuco, como yo…_

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confesó Josefa, algo ruborizada y asombrada de que Aurora, dos años mayor que ella, se
viera mucho más joven que los treinta y cinco años que tenía.
_ Estoy segura de que esta chica duerme las horas que le corresponde, no como otras
que se quedan examinando expedientes hasta las cuatro de la madrugada y se meten en
camisas de once varas por su propio gusto…_ comentó Eliana medio a broma, mirando
a la abogada con algo de picardía y ternura.
_ No fuma, no bebe, se ejercita, hace yoga… y está enamorada, tal vez ése sea el secreto
para verse tan bonita, es sabido que el amor rejuvenece_ postuló Silvia, observando a
Aurora con detenimiento y admiración. Por lo que sabía, la joven había decidido
retirarse al cumplir los treinta, cosa que nadie quiso escuchar en el mundo de la moda,
con lo cual seguían llamándola, e incluso una marca de cosméticos le había hecho un
contrato por siete años, sin mencionar la firma de perfumes, la de famosísimos y caros
relojes… y los diseñadores de moda que le tenían la agenda copada. Sin embargo,
Aurora seguía siendo la chica amable, sencilla, alegre, con esa elegancia natural tan
suya. Era de aquellas mujeres que así se pusiesen un saco se veían bonitas.
_ En fin, que si desean que les brinde asesoría en belleza, mañana me podrían
acompañar, y les regalo unas cremas fabulosas para rostro y cuerpo que se han
estrenado en el mercado, estoy segura de que ya las tendrán aquí… tienen que darse
cuenta que cualquier edad es buena para cuidarse, no es necesario esperar a tener
arrugas para empezar a ponerse buenas cremas… Ya no digamos que la piel tiene que
durar toda la vida, y mientras más cuidados le brindemos, tanto mejor…_ propuso
Aurora, y todas aceptaron encantadas. En aquellos días de convivencia, tuvieron
tiempo de observar con detalle que Aurora no comía ningún tipo de carne, pues decía
que no le gustaba la idea de comerse algo que tuviese ojos y cara; y bebía cantidades
indefinibles de agua mineral sin gas. Nunca comía azúcar refinada y evitaba las grasas
como a la peste. Probó los deliciosos postres de Josefa sólo porque los había preparado
especialmente para la ocasión y había utilizado endulzantes sin calorías. Les enseñó los
trucos para maquillarse destacando lo mejor de cada rostro, para bajar hasta tres kilos en
una semana sin pasar hambre, las técnicas para mantener el peso ideal, los secretos al
vestirse para parecer más delgada en caso de serlo, de cómo combinar estilos sin ser
esclava de la moda, de qué prendas de ropa tener para estar siempre elegante sin tener
que gastarse una fortuna, e incluso qué cremas era conveniente utilizar según la edad.
Eliana, Josefa y Silvia quedaron poco menos que extasiadas al recibir semejantes
consejos, ayuda y asesoría de una mujer tan bella, famosa y elegante. Ya no digamos el
asombro al comprobar que Aurora, fiel a su promesa y con la generosidad tan
característica de las Petrovna, las llevó de compras y gastó sin remilgos una suma
respetable en regalarles ropa, cosméticos y perfumes que ellas mismas eligieron. El
sello inherente de la persona que lo tiene todo y quiere que los demás también se den
sus gustos y se mimen un poco o un mucho. La marca inconfundible de quien vive en
la abundancia pero no le interesa acumular o poseer sólo para sí mismo. Sin embargo,
aparte de darle cabida a una cierta cuota de alegre y despreocupada frivolidad
dedicándose a ir de compras y hablar como cotorras de moda, maquillaje y fragancias,
también tuvieron tiempo para compartir secretos, asombrarse por todo lo que había
ocurrido y estaba aún por ocurrir. Josefa le confesó a Aurora todos los ires y venires de
su doble vida y las correrías de Los Justicieros Malditos… y su recientemente aceptado
amor por Matías Benavente. Silvia, con confianza, le contó que secundaba a su
hermana en lo de llevar niñas y niños rescatados a la Parcela Esperanza o a la Colonia
Arcoíris, en el sur, y le mostró los retratos de Macarena Cid que con tanto detalle y
acuciosidad había dibujado. Aurora escuchó sin juzgar, en el límite del asombro al
comprobar que su querida tía Maca había reencarnado en Silvia, con un mínimo de

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tiempo entre su suicidio y vida actual. Tanto los retratos como las historias la
convencieron de su veracidad, sobre todo porque nunca antes había comentado la
existencia de Macarena Cid con las hermanas Inostroza. Tuvo un breve pero insistente
presentimiento y se preguntó si acaso esta vez Silvia lograría encontrar a… Rodrigo
Schmidt. ¿Habría éste reencarnado…? ¿Dónde? ¿Qué vida le habría tocado vivir esta
vez…? Se encontró abriendo su corazón, y contándole a las hermanas Inostroza la
terrible experiencia de Katia, y de la certeza que tenían de que Irina, su madre, había
renacido en Boris, ese sobrino suyo fruto del ultraje que Katia había pasado a manos de
Rodrigo Schmidt, agresor y seductor de Macarena Cid en sus vidas anteriores. Les
habló de la determinación, valor y gran amor que había llevado a su hermana a tener el
bebé pese a las circunstancias, y de su creencia de que tal vez, si Katia no hubiese
tomado la decisión como lo había hecho, se habrían privado de tener a su madre de
regreso. A la sazón, Boris era un apuesto muchacho de veinticinco años, físicamente un
calco de su padre, y estudiaba economía en Suiza, pues estaba decidido a llevar los
negocios de su madre y acrecentar las empresas. Aurora propuso a las hermanas que la
acompañaran a la Parcela Esperanza; primero a ver a Katia ya que estarían cerca… y
después a Italia, quizá por un par de semanas o por el tiempo que estimasen
conveniente. Josefa aceptó encantada pues nunca había viajado fuera del país, y el viaje
le vendría bien para olvidarse un poco de tantos líos judiciales y de Los Justicieros
Malditos, aparte de reflexionar sobre su naciente relación con Matías… porque sí,
habían iniciado un especial tipo de conquista mutua que sabía en cualquier momento
podría llevarlos a algo más íntimo. Silvia, por su parte, le pidió a Aurora que le firmara
los libros de su autoría, y también decidió que iría con ellas, primero porque hacía
bastante tiempo que no iba a la Parcela Esperanza y luego porque a un espíritu libre
como el suyo le vendría genial conocer Italia, un lugar al que jamás había ido. Lo
curioso resultó ser que el año anterior había sacado su pasaporte y convencido a Josefa
de que tuviese el suyo, “en caso de…” pues algo le decía que posiblemente aparecería
un viaje inesperado en el camino. Y sin haber hecho ningún plan ni saber ningún
detalle, de pronto venía Aurora y les proponía llevarlas a Europa. Así fue que al sexto
día de haber llegado Aurora casi en secreto a Santiago, decidieron viajar juntas,
acompañadas de Eliana que decía que ya echaba en falta a Katia, con los dos meses que
llevaba en la capital, aunque se llamaban por teléfono semanalmente para saber la una
de la otra. Y por supuesto, toda vez que llegaron a Antofagasta, la feliz anfitriona
insistió en que todas se hospedaran en su espléndida casa. Katia Petrovna se había
reafirmado como una mujer organizada, eficiente y toda una empresaria de éxito, a sus
cuarenta años lucía joven, activa y vital… y estaba enamorada de un suizo, con el cual
primero había iniciado una relación puramente de negocios, luego pasaron a la amistad
y hacía ya ocho años que sostenían un romance estable a pesar de la distancia y las
ocupadísimas vidas de ambos. De hecho, había sido a sugerencia de Jean Daniel, su
gran amor, que Katia había inscrito a Boris en una universidad en Fribourg. Se veían
todos los meses, bien porque él viajaba a verla y se quedaba en la casa de Antofagasta o
el apartamento que ella había adquirido en Santiago, o bien por los viajes relámpago
que Katia efectuaba a Basel para estar con él. El caso era que tenían las llaves de las
respectivas residencias, él las de ella y viceversa, gesto silencioso pero más que
elocuente de la confianza, amor y apertura que existía entre ambos. Aurora abrazó a su
hermana con amor y alegría cuando ésta le confió su gran secreto: tan pronto como
Boris se graduara _y sólo faltaba un año_ se haría cargo de las empresas, entonces ellos
tendrían tiempo para realizar sus sueños de casarse, aunque estarían viajando por
negocios o placer, podrían hacerlo juntos. Katia no descartaba la idea de tener otro hijo,
ya que el amor de su vida contaba tres años más que ella… “y si la abuela Natasha tuvo

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a mamá a los cuarenta y cuatro, como no voy a poder hacer lo propio a los cuarenta y
uno”, comentó con una ilusionada y alegre sonrisa. Tres días después, luego de
recordar cientos de anécdotas y hacer recuento de sus vidas, las cinco mujeres
decidieron que partirían a la Parcela Esperanza, porque vaya que había cosas que ver y
saber… Consuelo Sepúlveda seguía activa, ahora en el hospital que hacía un par de años
se había construido en pleno centro; su hija Araceli le había seguido los pasos y se había
convertido en doctora, aunque con especialidad en Pediatría, pues adoraba a los niños.
Estaban ya contemplando la idea de rebautizarla como “Colonia Esperanza”, pues lo
que hacía cuarenta años era sólo una parcelita perdida en plena Pampa del Tamarugal,
era ya un poblado de diez mil habitantes, la gran mayoría mujeres, que alguna vez
habían llegado allí con niños, buscando un refugio, comida y trabajo, y se habían
quedado. Y como no paraban de llegar más, aparte de los niños desprotegidos, el lugar
había ido creciendo con rapidez asombrosa. La gran sorpresa estaba en que desde hacía
unos cinco años, comenzaron a llegar mujeres profesionales, primero con curiosidad o
con la simple idea de trabajar allí como voluntarias por un año, pero que al ver cómo su
aporte contribuía al progreso de la Parcela y lo muy necesaria que era la ayuda de
personas capacitadas, alargaban el plazo y finalmente optaban por establecerse. La
fundadora, Esperanza Marechal, que por cierto tenía una historia de vida que
sobrepasaba con mucho a cualquier película de aventuras, aún seguía viva, y era
menester estar en la fiesta de su cumpleaños número ciento uno que se celebraría a todo
bombo en pocos días, y aunque, según contó Araceli Sepúlveda, la abuela no estaba
muy de acuerdo en ser la estrella de la remolienda, era tan querida y respetada por los
habitantes del lugar, que no pudo negarse a la petición de hacerle una celebración de
aquellas que se recuerdan por años, con todo y fotos que la mismísima Katia Petrovna
se ocuparía de hacer… caramba, no todos los días y no cualquiera cumple un siglo y un
año de vida. Esperanza aún era capaz de bañarse, vestirse, comer, tejer ropa para bebés,
cocinar y cosechar las deliciosas papayas de los huertos de cultivo que había en la
Parcela. Aún conservaba la vista en excelente estado, cosa que no dejaba de agradecerle
a Dios pues había tardes en que le gustaba sentarse en medio de un grupo de mocosos
asombrados a leerles historias y compartir las papayas confitadas que aún podía
confeccionar, y cuya receta y elaboración había enseñado gustosa a cuanta alumna quiso
aprenderla. Le gustaba mirar la salida del sol cada mañana y contemplar las estrellas en
el límpido cielo nortino por las noches. Hablaba francés, español, portugués, inglés y
quechua, y según le contó a la embobada Aurora una de esas noches en su patio, lo
único que a veces echaba en falta era subirse a un caballo y salir a recorrer los huertos,
ya que hacía veinte años antes, un potro que no había sido completamente amansado la
tiró al suelo, gracia que le costó una fractura en la cadera derecha y las bromas del
doctor que la enyesó, “…cómo se le ocurre, abuela, está bien ser un poco extravagante,
pero a sus años ya debería tranquilizarse y cambiar el caballo por una confortable
mecedora…” Le había quedado una leve cojera, pero la férrea mujer no se resignó a
pasarse la vida sentada o acostada y a punta de suplementos de calcio, cápsulas de jalea
real y determinación siguió adelante. Mientras degustaban la exquisita mistela y la vieja
sabia de cabello de nieve mascaba un poco de tabaco, ayudada por la dentadura postiza
que cada día limpiaba escrupulosamente, Aurora le preguntó si acaso había algún
secreto para mantenerse así de activa y contenta a esa edad.
_ Ah, niña, lo que a mí me tiene viva es el amor por mis semejantes, la curiosidad por la
vida y el agradecimiento de que a mí me hayan concedido vivir tanto… y claro, cuando
uno no se toma muy en serio ni se dá tanta importancia, cuando se viven las cosas como
vienen y con buen humor, entonces una descubre que no tiene nada por lo cual
lamentarse…

162
_ Tengo la sospecha de que ni la muerte hay que tomarla muy en serio… cuando miro
hacia atrás, siento que incluso las cosas que me han ocurrido parecen un sueño_
comentó Aurora, recordando fugazmente a Rosa y la espada púrpura.
_ Los sueños son reales mientras duran… y lo mismo se puede decir de la vida…
imagínate que esta conversación, esta mecedora, tu silla, mi huerto, y este cielo
estrellado que estamos viendo no fuese sino algo que estamos soñando en otra
dimensión… ¿Quién me puede asegurar que lo que llamamos realidad acaso no sea un
sueño…?_ planteó Esperanza.
_ Lo que sea, creo que lo mejor es vivirlo tan alerta como se pueda, quizá lo que hace
que mi sueño sea real es que decidí estar consciente, en mi aquí y mi ahora, eso es todo
lo que importa…_ reflexionó Aurora.
_ Cierto, niña, muy cierto… a pesar de ser tan joven, se vé que has aprendido lo más
trascendente, es de adivinar que tu amiga Rosa te escogió por eso, sabía que tenías
potencial y debías aprovecharlo_ afirmó la abuela, ante el sobresalto de Aurora, que se
atragantó con la mistela.
_ Que no te asombre tanto, niña, siempre lo he sabido. Ya desde la primera vez que
Consuelo me habló de ustedes, de cómo las encontró en medio de la pampa, cerca del
camino, desnudas… esa misma noche tuve un sueño en el que presencié como se
juntaban. El cuerpo de la Rosita llegó muerto al hospital, pero ustedes ya estaban
compartiendo el tuyo. Ya cuando viniste de visita con esos amigos tuyos para que se
quedaran a vivir aquí, yo ya estaba segura. Te miré los ojos y lo supe. Claro, para qué
te iba a mencionar el asunto, eras una mocosa y estabas algo asombrada con todo eso…
Por lo que se vé lo aceptaste y lo has llevado muy bien. En mi siglo y poco de vida he
visto unas cuantas cosas inusuales, aunque es segunda vez que veo un caso como el
tuyo… el otro me tocó verlo en Brasil hace unos sesenta años atrás. La mirada es lo que
cambia. Ella me mira a través de tus ojos. Por cierto, ¿qué vas a hacer con la
espada…? ¿Ya pensaste en tu sucesora….?
_ La verdad es que no se me ha pasado por la mente sobre qué va a ocurrir con la…
¡vaya, abuela, esta sí que fue sorpresa…! Tiene razón, el sólo conversar de esto ya me
parece un sueño. Entonces, usted también debe sospechar que no me queda mucho
tiempo…_ soslayó Aurora.
_ Y cómo no lo iba a saber, mi niña, si las personas que descubren y viven ese tipo de
secreto vienen aquí por corto tiempo… diste inicio e impulso a docenas de refugios en
todos los continentes, y esto lo sé por las revistas en las que han salido entrevistas que te
han hecho, o reportajes a las Colonias, no por tener sueños premonitorios ni por bruja._
bromeó la abuela.
_ Un par de veces he sentido que no logré hacer lo suficiente, o todo lo que en verdad
debería_ confesó Aurora, con alguna nostalgia.
_ Es que nadie puede estar seguro sobre qué sería lo suficiente, a no ser que se dé un
cambio radical, un verdadero vuelco en la historia; van a seguir habiendo niñas
violadas, mujeres maltratadas y niños desamparados, pero tú hiciste una labor titánica,
te conseguiste la gente apropiada y llevaste a cabo algo que yo no hubiese imaginado y
en mi más loca fantasía…_ elogió la anciana.
_ Abuela, no sea tan modesta, la Parcela y futura Colonia Esperanza no habría existido
sin usted y todo su esfuerzo y compasión, yo sólo copié lo suyo y lo impulsé en otros
lugares… claro, si no hubiese emprendido el camino y me hubiese quedado como
doctora en Chile, es posible que todo se hubiera retrasado unas cuantas décadas… pero
ya ve, siempre ocurre lo indicado y siempre habrá esperanza…
_ De eso no me cabe duda, niña, ya lo ves, primero fui una esperanza joven, luego una
esperanza recorrida y ahora ya soy una vieja esperanza, pero sigo viva… para no decir

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la de niñas que han nacido aquí y llevan mi nombre_ aseguró la abuela, entre risas, por
el juego de palabras que había surgido en la conversación, de tanto pronunciar su
nombre.
_ Aún no sé cómo ni cuándo va a llegar mi última hora, sólo sé que de acuerdo a la
misión que escogí el tiempo se está terminando. Antes que vivir escondiéndome y
tomando precauciones, prefiero vivir alegre, intensamente, y aprovechar cada momento
al máximo… estar dispuesta a recibir mi presente y estar en él tanto como se pueda_
acotó Aurora.
_ Eres valiente… y tu obra va a encontrar a la gente adecuada que sepa continuarla,
iniciaste algo hermoso que presiento un día va a liberar a todas las mujeres, aunque en
esta vida no lleguemos a verlo, ya habrá tiempo en la próxima… por cierto, deseo
pedirte un favor, ojalá y no sea demasiada audacia, ya estoy vieja para ser tu sucesora,
pero sólo te encomiendo que me dejes tocar y ver tu espada legendaria…_ pidió la
abuela, con un cierto asombro y curiosidad de niña en la mirada. Aurora, que siempre
la llevaba consigo en su equipaje no importaba a dónde fuese, accedió de buena gana,
asombrada pues jamás nadie que no fuese ella la había sostenido o activado. Sin
embargo, la abuela Esperanza era una excepción, aparte el hecho de que tendría que
ponerla en otras manos tarde o temprano, a no ser que Kwan-Yin o Rosa le dijesen que
la llevara en su último viaje, el final de su vida. Antes de siquiera poder imaginar que
llegaría a tales confidencias con la fundadora de la Parcela, como si algo las hubiese
predispuesto, Aurora se había alojado en la casita de la anciana, en tanto que Katia y
Eliana se quedaban en lo de Consuelo Sepúlveda y las hermanas Inostroza lo hacían en
casa del matrimonio Urrutia, para rememorar felices con Alberto y Sonia aquellos días
en que él se apodaba ‘Sopas-Lesas’ y ella era la callada y tímida ‘Pecas’. Fue a la
modesta pero confortable habitación y sacó del doble fondo de su compacta maleta
hecha en Francia a pedido, ese tesoro que había cambiado su vida para siempre. Volvió
a su silla, al lado de la mecedora de la abuela, retiró el mantón de seda que la envolvía y
la puso en manos de Esperanza Marechal. La anciana la tomó con reverencioso y
callado asombro, desenvainándola lentamente. Destellos de suave violeta se mezclaron
con la plateada luz de la luna, que plena y alta en el cielo estrellado bañaba con
generosidad todo el entorno.

_ ¿Porqué dice que es legendaria?_ quiso saber Aurora, sacando de su arrobamiento


hipnótico a Esperanza, que levantó la hermosa espada para que la luz de luna la cubriese
por completo.
_ Porque a los veinte años, cuando aún vivía en Francia, tuve la oportunidad de leer un
libro ocultista que mencionaba una hermosura como ésta, una década después, en
África, un médico brujo me habló sobre ella; una sobrina mía vivió toda su vida
tratando de encontrarla, incluso hizo incontables dibujos, que deben estar en alguno de
mis baúles y han sobrevivido fácilmente medio siglo, para no decir que la hija del
‘garimpeiro’ allá en Brasil, cuando a su prima la devoraron las pirañas en el río, y
empezaron a compartir el mismo cuerpo, me contó que había soñado con esta espada,
que tenía sueños en los cuales combatía bestias infernales en medio de la selva, y que su
prima le había dicho que la próxima guerrera sería capaz de materializarla en este
mundo y combatir con ella en por lo menos dos realidades diferentes… en cuanto te ví
supe que la sucesora eras tú, todas ustedes eligen venir a este mundo por poco tiempo,
creo que se debe a que no desean que el poder tan enorme que posee la espada les cause
una ambición desmedida y peligrosa… ya sabes, un poder tan grande requiere también
una gran responsabilidad y desapego, no ha de querer dominar ni dañar quién la posea,
sólo sirve en manos de aquélla que busque liberar del opresor y mantener a raya a los

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seres del inframundo… pero no necesito decírtelo porque eso ya lo aprendiste en el
primer combate… ah, niña, en este momento daría algo por tener tus años y haber
merecido ser la próxima guerrera… aunque debo agradecerte profundamente el haber
complacido a esta vieja que no termina de aprender y de asombrarse… algo me decía
que un día tendría la gran oportunidad de verla, tocarla y convencerme de que en verdad
existe. Busca una sucesora que sepa a cabalidad de qué se trata todo esto, quién sabe,
tal vez y la gente de tu mundo te avise quién es la persona ideal…_ concluyó Esperanza,
y con los ojos húmedos de emoción, puso la espada en su vaina y se la entregó a su
dueña.
_ Abuela, qué cosas dice, habla como si yo fuera poco más o menos una
extraterrestre…_ se asombró Aurora.
_ Ustedes, las guerreras, no se dan cuenta o tratan de disimularlo tanto como se pueda, y
lo entiendo… pero según y lo aprendí allá en Francia, entre tíos y primas fascinados por
las cosas que no todos pueden ver, las integrantes de La Orden de Kwan-Yin, así se las
menciona en algunos textos ocultistas, son todas almas evolucionadas que están
destinadas desde el principio del tiempo a combatir el inframundo, y como son una
emanación del Principio Femenino siempre vienen a este mundo en cuerpos de mujer,
porque fueron creadas para proteger la vida. Escogen siempre pasar por algún tipo de
prueba decisiva para hacerse más valientes, las destinan en par, por eso siempre se
fusionan con el alma del equivalente… en tu caso, es Rosa quien vá y viene entre aquí
y allá, pero siempre están en conexión la una con la otra… y según van cumpliendo la
misión que escogieron, se van deshaciendo de los miedos y aprenden más, por eso estás
tan tranquila aún sabiendo que te queda poco tiempo, porque sabes que esto es sólo un
cambio y siempre tendrás oportunidad de volver a nacer… en un mundo en el cual las
mujeres han sido y siguen siendo brutalizadas, sometidas y menospreciadas, con el sólo
hecho de ser tan libre y viajar entre una dimensión y otra, de cierta manera eres una
extraterrestre. Suerte la mía que tuve la ocasión de vivir tan largo tiempo y conocer a
más de una…
_ Ahora soy yo la que está asombrada, abuela… tengo la espada, pero era usted quién
conocía nuestra historia, y le estoy agradecida por habérmela recordado. Ya tendré
oportunidad de preguntarle más detalles a Kwan-Yin, hasta el día de hoy no sé cómo
llegó a materializarse la espada en el fondo de la piscina, en la casa donde pasé mi
adolescencia. Ni tampoco sé si realmente pertenezco a una raza de guerreras o si me
escogieron por algo en particular, todo lo que sé es que escogí esta vida y este destino, y
debo cumplirlo con precisión…_ aclaró Aurora con humildad. Después se quedaron
conversando sobre cosas de éste mundo y los otros, sobre Kwan-Yin y Rosa, sobre los
sueños, señales y coincidencias, sobre lo superficial y trascendental hasta bien entrada la
madrugada. Sabían que en ésta vida no volverían a verse, porque ya habría tiempo y
lugar de encontrarse y reconocerse. Ambas, cada cual en el camino que le había tocado
seguir, habían marcado un hito en sus vidas y en las de otros seres. A su modo y
manera, habían iniciado una liberación de la cual, si bien no eran totalmente
conscientes, sabían que era un Principio. Y también las dos sabían que, la una por haber
vivido mucho y la otra por haber vivido muy rápido… el fin se acercaba. El fin del
principio. Habría otras vidas, otros caminos, nuevos comienzos y otros combates. Con
gratitud, Aurora activó su espada y sanó la cadera de la anciana, en aquella noche
estrellada y llena de secretos místicos y amistosas confidencias. A pesar de que nadie
más en la Parcela Esperanza vió ni supo de la existencia de la espada con los destellos
color violeta, durante los quince años subsiguientes que vivió la Abuela, nadie dejó de
notar que su cojera había desaparecido, que volvió a montar a caballo para recorrer los

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huertos, que su piel se volvió más lozana y que sus últimas horas de vida las pasó
mirando las estrellas, sonriendo misteriosa y apaciblemente en su mecedora.

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El arcoíris de medianoche Abejas de lo invisible

_ ¿Estás plenamente segura de que deseas ver la evidencia…? No tienes que hacerlo,
pero después de todo, ésta fue tu asignación pasada…_ planteó la Maestra Zoe, mientras
hacía los preparativos. Rosa también se encontraba presente, dispuesta a observar con
total desapego por lo que habían pasado, además deseaba saber a quién se le había
otorgado la próxima sucesión de la Espada Sagrada.
_ No hay absolutamente nada que me inquiete con respecto a mi asignación
recientemente concluída... sin embargo, me interesa saber en qué manos está la
Amatista Vibrante… después de todo, escogí y entrené a la que fué mi sucesora en el
último ciclo que viví allí…_ aclaró Aurora, que lucía hermosísima con su largo cabello
celeste y ojos dorados, pues había cambiado de apariencia tan pronto fue liberada y
transferida a Venus 3715. Se encontraban en el Salón de los Acuerdos, esperando a
Kwan-Yin y a las ciento cuarenta y cuatro Imparciales que en esta ocasión formarían
parte del Consejo. La Maestra Zoe observó con cierto confiado disimulo a sus dos
pupilas, que por cierto habían aprendido muchísimo y pronto partirían otra vez, ahora
siendo una misma alma en dos cuerpos destinados a ser idénticos. Rosa estaba serena y
bella, con su cabellera violeta hasta los hombros y los ojos inocentes, grises como el
acero, en los cuales brillaba la alegría. Cuando se dió cuenta que podía cambiar de
percepción y por ende de apariencia, había tenido el deseo de verse igual a Kwan-Yin,
sin embargo, la Maestra Zoe le había enseñado a apreciarse como un ser único y
exquisito, aparte el hecho de que había recordado a Consuelo Sepúlveda y su
observación de ser un buen original antes que sólo una mala copia, cuando Aurora había
deseado ser doctora como ella… Le gustaba el color violeta, así es que adoptó un par de
tonalidades más claras que el cabello de Kwan-Yin y decidió dejarlo más corto. Los
ojos oscuros y rasgados los tendría mediante la raza oriental de la que formarían parte
una vez de regreso en la Tierra. Se sentó junto a Aurora cerca del monitor, ya que el
Salón de los Acuerdos comenzó a ser ocupado por las integrantes del Consejo. Cuando
Kwan-Yin se materializó en la espaciosa estancia y ocupó el lugar que le correspondía,
la sesión dió comienzo…

_ ¡Así es que por eso no lograba recordar lo que de verdad había ocurrido esa vez con
los matones…! entonces, la tomo así, toco este símbolo y la base del cráneo, funciona
solamente con los humanos pero no en el inframundo, al menos no con ésta
modalidad… ¿Eso es?_ indagó Josefa, asegurándose, mientras su vigésima sesión de
entrenamiento daba lugar, en los hermosos jardines posteriores de la casa de Aurora en
Napitia, Italia.
_ Aprendes rápido… me encanta tenerte por sucesora, recuerda que mientras más
deseches la ira, mejor funcionará la espada en tus manos, es todo cuestión de
objetividad y desapego, no importa con qué o a quién estés combatiendo, o en qué
realidad o dimensión_ explicó Aurora, sonriendo. Su alumna tenía el potencial, el valor
y la energía, y ya no tendría que llevar a cabo sus incursiones con Los Justicieros
Malditos y seguir llenándose de culpabilidad… Ella quería llevar adelante la misión de
manera libre, más espiritual y menos violenta. Sin embargo, una vez que se sentaron en
la terraza y guardaron la Amatista Vibrante, como también se la conocía, Josefa no pudo

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evitar observar a la que había sido como su hermana, y con los ojos húmedos,
preguntarle:
_ ¿No hay manera de cambiar algo…? ¿Es necesario que te mueras en un accidente, de
algo incurable, a manos de un lunático, de un disparo o que sé yo…? ¿Tenemos que
perderte?
_ No seas tan dramática… igual y me meto en la ducha, piso el jabón y… me doy un
golpe traicionero que me parte más de algo…
_ ¿Ni siquiera sabes cómo, cuándo, dónde y encima te da por hacer chistes como si
estuviésemos hablando de las pulgas de un gato en la India…?_ protestó Josefa.
_ Es lo que yo elegí, por lo que vine… ni un día más ni un día menos. Ya habrá tiempo
de reencontrarnos… es sólo un cambio. Lo que debe ocurrir, deja que ocurra.
Progresarás más en tu aprendizaje cuando lo sepas en tu corazón y lo aceptes. Lo
inevitable también forma parte de nuestras elecciones_ la tranquilizó Aurora.
_ Quizá me dejo llevar demasiado por mis emociones, pero no puedo evitar sentirme
triste de sólo pensar que un día no muy lejano ya no vas a estar con nosotras… y
también me estoy preguntando si soy digna de ser tu sucesora, ¿Porqué me elegiste?,
¿qué tal si yo no fuese la indicada? Silvia me parece mucho más pura y espiritual que
yo… tal vez debiste escogerla a ella_ dudó Josefa.
_ Yo tuve alguna vez las mismas interrogantes, esto no es cosa de apariencias. El
corazón simplemente me dice que eres tú, especialmente después que te sinceraste y me
contaste de tu doble vida allá en Santiago. Cuando recibí la espada incluso hubo
momentos en que pensé que estaba alucinando, que todo era un sueño, que me había
vuelto loca, que tal vez se podía desvanecer de un día para otro… si ha llegado este
momento y circunstancia a tu vida, es por algo. Recuerda que todo tiene su razón de ser
y su significado, aunque muchas veces no entendamos el porqué. No examines todo lo
que ocurre con tu mente y la mera lógica… permite que sea tu corazón el que te guíe y
decida_ explicó Aurora.
_ Tienes razón. El hecho de que vinimos aquí contigo en el primer viaje, y después
volví sola a Chile y tuve una aventura con Matías, y a poco decidí volver porque supe
que el matrimonio no es lo mío, por cierto que tiene su significado. Esta nueva misión
me estaba esperando… no te voy a decepcionar_ aseguró Josefa, recordando sin rencor
lo ocurrido con Matías. Habían empezado un romance que a ella al principio le había
parecido que era amor y la había conmovido. Incluso habían hablado de casarse. Tres
meses después de aquella noche en que temblando de emoción se había entregado a
Matías, descubrió que no estaba hecha para involucrarse en ésa ni en ninguna otra
relación. No pudo nunca juntar el valor para hablarle de su pesadilla, ni de Los
Justicieros Malditos. Quizá todo no había pasado de ser atracción física. Una noche de
ésas habían ido a cenar, y todo iba estupendo, hasta que en la mesa vecina se instalaron
tres chicas, una de las cuales era espectacularmente rubia y bonita. Y no fue que la
joven llegara provocando, en plan de coqueta-levanta-novios, era simplemente que los
hombres no podían evitar mirarla con ojos codiciosos, desnudándola con la
imaginación. A Matías se le puso una mirada de calentura inevitable y hasta tartamudeó
un poco al pedir el menú. Cuando Josefa le puso juguetonamente el encendedor en la
mano para que él encendiera su cigarrillo, como siempre hacía, al parecer él se olvidó
por completo de ese mínimo detalle… y siguió mirando a la bonita muchacha como si
nada más existiera. Josefa pensó que llamar al camarero a gritos para pedir un vaso de
agua no iba a quedar como un gesto de lo más elegante en aquél bochorno, y por otra
parte si Matías necesitaba espacio para lanzarse al abordaje, lo mejor que ella podía
hacer era concedérselo, así es que con una sonrisa y su mejor cara de disimulo cogió su
bolso, dijo que iba a empolvarse la nariz y salió discretamente por la puerta trasera del

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restaurante. ¡Hombres!. Si era capaz de mirar con tanta avidez a otra, estando ella ahí
mismo, por supuesto que nada evitaría que en el futuro la engañase acostándose con la
primera con la cual tuviese una oportunidad. En cierto modo le agradecía el haberse
puesto en evidencia, pues se evitaban un disgusto mayor y problemas mucho más
graves. De nada sirvieron las sucesivas llamadas por teléfono y las excusas. Ni siquiera
la nota que le dejó bajo la puerta del apartamento… porque ni contestó ni le abrió para
conversar. Y cuatro días después iba en un avión rumbo a Italia, a reencontrarse con
Aurora y Silvia, con intenciones de quedarse por tiempo indefinido. En los tres meses
desde que había regresado a Napitia, había descubierto que se convertiría en la guerrera
sucesora para activar la espada misteriosa… y que estaba embarazada. Vaya cosas
extrañas del destino. Matías se había conseguido el número de teléfono de la casa de
Aurora y la había llamado incontables veces, sin embargo Josefa tuvo cuidado de
tratarlo como en los tiempos en que sólo eran amigos y no le mencionó en ningún
momento que esperaba un hijo suyo.

_ Este cambio en las reglas que siempre han regido la Orden también nos ha llevado a
algo más positivo_ aseveró Kwan-Yin, deteniendo la imagen holográfica justo cuando
Josefa supo que el bebé que esperaba sería una niña.
_ Es cierto, la Espada Sagrada fue creada para proteger la vida, en esta oportunidad no
habrá necesidad de una equivalente para la fusión de almas, ya que la próxima sucesora
es la niña… sin embargo existe el peligro de que se forme una dinastía familiar que
decida conservar el poder y no entregarlo más…_ expuso una de las Imparciales.
_ En cuyo caso bastaría con modificar algunas circunstancias para que la línea de
sucesión se pierda… ya saben, accidente genético, o el nacimiento de un varón_
propuso otra.
_ Asignar un cromosoma “Y” requiere de una decisión muy delicada y además
deberíamos entrar en conversaciones con…
_ Basta. No debemos divagar, sino atenernos al aquí y al ahora. Eso sí, es
recomendable vigilar la situación y actuar a medida que se den los acontecimientos.
Esto ya ocurrió, y otra vez, entra en lo inevitable. En las próximas horas acontecerán
cambios irreversibles y debemos considerar la posibilidad de crear otras espadas… en
cada década, allá hay más y más almas despiertas que de seguro estarán conscientes de
tener una misión, y sentirán que están listas para llevarla a cabo. La Amatista Vibrante
original siempre puede ser rastreada y recuperada. Lo importante es mantener su poder
en secreto y su manejo íntegro e incorruptible_ aseguró otra Imparcial.
_ Mi propuesta es que enviemos una vigilante y rastreadora, porque hay evidencia de
que el inframundo está buscando la espada y no van a darse por vencidos hasta que la
encuentren_ expresó la maestra Zoe con un dejo de preocupación. Y tenía razón. La
escena que apareció a continuación levantó murmullos en todo el Salón. Era del día en
que Aurora había sido asesinada por Kane Stewart, quien en otro tiempo había sido un
delincuente de poca monta, secuestrador de niñitas para siniestros propósitos… y alguna
vez había sido conocido como ‘El Natas’. El mismo que raptó a Josefa del jardín de su
casa, el mismo que había liderado a su grupo de bestias para dañar a dos niñas que
habían salido corriendo de los videojuegos para llegar a la puerta del colegio a tiempo…
y jamás llegaron. El mismo al que Josefa, ya hecha la indómita y temible fierecilla del
cabello verde había estado a punto de despacharse, y al cual finalmente había sido
Aurora quien confrontó y privó de sus genitales. Arsenio Robleda, que ya no podía
abusar niñas inocentes, pero que prosperó en el negocio de la trata de blancas a gran

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escala, y después de hacerse de cuantiosa fortuna, un par de cirugías para cambiar sus
facciones vulgares y borrarse los tatuajes, había decidido que le convenía cambiar
también de nombre, pasaporte y vida… el producto final de todas aquellas correrías y
decisiones resultó ser Kane Stewart, un hombre refinado, elegante, que fácilmente pudo
hacerse pasar por socio de una impresionante firma dedicada al negocio de los
diamantes, ubicar y convencer a Catherine Morrison de que si existía una modelo con la
cual debían hacer las fotos, ésa era la legendaria Aurora Petrovna o ninguna. La suma
que ofreció para que les fuera concedido hacer la sesión en la misma mansión de la
supermodelo fue tan exhorbitante, que la inglesa, tratando de no demostrar su asombro,
llamó a Aurora ese mismo día. Todo parecía haberse confabulado. Maigo que había
tenido que viajar de urgencia porque su madre estaba grave. Sus hijos que decidieron
acompañarla. Silvia que había hecho un viaje a Roma para visitar la Capilla Sixtina. Y
Josefa que llevó a Giovanna, su hijita de dos meses, al control con el pediatra. Sin la
más mínima sospecha, la mismísima Aurora contestó el comunicador con pantalla de
cristal líquido, abrió el portón con el mando a distancia y dejó entrar el Ferrari de su
elegante invitado… porque con todas las atenciones y galanterías que había utilizado
Kane, como las rosas rojas atadas con un brazalete de diamantes que le envió dos días
antes, asegurándole que se lo regalaba como muestra de agradecimiento y amistad, o la
fiesta sorpresa y muy privada que encomendó a Heather Watkinson que organizara en el
Maxim’s una semana antes de llegar allí, aparte de otros trucos y artimañas, Aurora no
lo consideraba como un empleador más, sino casi como un amigo. Y si no hubiese sido
porque él sabía que ella sostenía una relación de años con Alfred Kleimann, Aurora
hubiese pensado que aquél hombre amable, inteligente y refinado intentaba
conquistarla… “¿aún no ha llegado Ennio, el fotógrafo…? Lo reprenderé por hacer que
usted pierda su tiempo esperando… cuánto lo siento, es un pueblerino, no tiene idea de
que no se hace esperar a las mujeres tan hermosas como usted…”_ dijo Kane,
acomodándose en el sofá.

Absolutamente nada en la actitud de Aurora denotaba ni siquiera un rastro de


autocompasión o resentimiento al observar las chocantes escenas que siguieron.
Acomodó un mechón de su exquisito cabello celeste que le caía sobre la frente y en sus
ojos dorados cruzó una expresión más bien inquisitiva. “¿Qué tipo de evidencia está
investigando Zoe?”, pensó, y se sonrojó levemente al notar que la Maestra y Kwan-Yin
la observaban. Impasible, vió como Kane tomaba su cuerpo inerte y clavaba sus manos
en la mesa del comedor. Había despertado del sopor, pero ahora, viendo todo en los
hologramas como si fuese algo remoto que le había ocurrido a otra persona (y realmente
era así) ya ni siquiera podía evocar la sensación del metal traspasándole los huesos y la
piel… había sentido un cosquilleo familiar y en lo que su agresor volteó para abrir el
maletín y sacar sus instrumentos de tortura, pudo escuchar las instrucciones que Kwan-
Yin daba a una de sus alumnas: “Kyra, cinco nanosegundos, neutraliza sus terminales
nerviosas…” y por eso no había sentido ni el más mínimo dolor, lo cual fue
desquiciando rápidamente a Kane. Reveló su verdadera identidad, de cómo había
jurado vengarse, de cómo la había buscado, de cuántos días y horas había pasado
pensando en éstos momentos, imaginando todo lo que quería hacerle…
_ Así es que ahora vas a tener que gritar, perra, no me lo vas a arruinar después de todo
lo que tuve que pasar para poder encontrarte… ¡aúlla, maldita…!_ ordenó.

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_ ¿No te das cuenta de que no tiene caso, porque eres tú el que está apegado al pasado,
culpando a otros en vez de hacerte responsable por todo el daño que causaste…? ¿Qué
te hace pensar que fuiste víctima?_ indagó Aurora.
_ ¡Tengo mis derechos…! ¡Todos los tenemos! ¡Las mujeres están hechas para darnos
placer y obedecernos!... sólo estaba tomado lo que me correspondía, son todas unas
putas, hacen como que no quieren pero en el fondo están rogando para tener un tipo
entre las piernas… tú eres como todas…
_ ¿No se te pasó por la mente preguntarle a una mujer si acaso quería tenerte a tí entre
las piernas…?
_ Eso lo decido yo… las putas no tienen nada que decir, no les corresponde elegir, todo
lo que tienen que hacer es abrir las piernas y obedecer… si no gritas y suplicas ahora
mismo, voy a derramar este ácido en tu muy fotografiada cara…
_ ¿De qué te serviría…? No estoy apegada a mi forma física, no hice de mi apariencia
algo importante, no hay nada que puedas arruinar hoy que no marchiten los años…
_ puede ser, pero me voy a dar el gusto de no volver a verte en ninguna revista ni página
social… ningún hombre vá a volver a mirarte, a ver si tu prometido sigue amándote
luego de que vea esto…_ afirmó con odio, derramando ácido en uno de los senos de la
joven, esperando siquiera un gesto que le indicara que estaba sufriendo… como había
sufrido él cuando despertó y vió que sus genitales no estaban por ninguna parte. Pero
ahora aquello quizá no era lo más importante, sino saber dónde escondía esa extraña
arma de color violeta para arrebatársela…
_ ¿¡Dónde está?! Quiero que me entregues esa cosa, a tí ya no te sirve, y no me da la
gana de que alguien la descubra y empiece a agredir nuestros derechos y a mutilarnos…
dime dónde la tienes y tal vez te deje con vida…_ amenazó.
_ Me parece que llegaste tarde… la tiene mi sucesora, y te advierto que siempre habrá
una guerrera para activarla, puedes matarme si te da la gana, de todos modos mis horas
están contadas… y siempre habrá alguien para hacerle frente a los seres como tú.
_ ¡Nunca ganarán…! Esto les va a servir de escarmiento a esas malditas que nos quitan
la mercancía… ¿Te crees que lo de tus estúpidas Colonias de Salvamento les vá a
resultar? ¡Nosotros somos más…! ¡Siempre hemos tenido el poder sobre ustedes, y que
ni se te pase por la cabeza que eso vá a cambiar…! ¡Nosotros somos mejores que
ustedes…!_ vociferó, mientras abría otro tubo de ensayo y le derramaba el contenido
en la mitad del rostro. La piel fue enrojeciendo y recogiéndose como si fuese un trozo
de seda quemada. Entonces la imagen holográfica reveló algo que Aurora no había
visto al vivir esos momentos en manos de su verdugo. Sí, ella había notado que Kane
estaba furioso y lleno de odio, con la cara contraída por la rabia y la frustración que lo
inundaban… y ahora, examinando la evidencia en el Salón de los Acuerdos,
experimentó una oleada de repulsión al ver la verdadera esencia de aquél ser vengativo:
esa piel viscosa, las pezuñas, los asquerosos tentáculos que le salían del abdomen… se
vió a sí misma (o lo que había sido) con toda la inocencia y la ignorancia de quien aún
no es capaz de ver más allá de lo evidente, creyendo que sólo estaba frente a un humano
enceguecido por el resentimiento. Inmóvil e indefensa, pero llena de valor le dijo:
_ Ustedes nos tratan de la misma forma que tratan a la Madre Tierra… llenos de
orgullo, pagados de sí mismos, creyendo que tienen todos los derechos y ningún
deber… si siguen así van a autodestruirse… ¿Nadie te habló nunca del poder que
adquieres renunciando a obtener lo que deseas por la fuerza?
_ Eres una idiota. La vida es una lucha, lo que cuenta es lo que obtienes, mientras más
mejor. Si vives esperando a que las cosas ocurran o a pedirle permiso a otros te quedas
sin nada… ya ves, si me hubiese resignado a lo que me hiciste, este día no habría
llegado jamás… Gané, preciosa. Te gané. Te encontré, y aquí estás con tu vida en mis

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manos, sin poder hacer nada… ¿Qué me puedes decir a eso…? ¿Quién tiene el poder
ahora, uh…? ¿Quién va a querer fotografiar lo que hice de tí…?
_ La vida es un aprendizaje, en el cual el ser humano se enriquece profundamente al
saber que formamos parte de un todo, al tratar a los demás con respeto. Incluso el
hecho de que me hayas encontrado forma parte del camino que ya había sido trazado
antes de que tú y yo llegásemos a este lugar y momento. Mi vida está en manos de algo
muy superior a todos nosotros, aunque a tí te parezca que sólo está en las tuyas… es
cuestión de percepciones, y por cierto tu odio no logra alterar la mía…
_ ¡Mentirosa…! ¡Yo gané…! Va a seguir habiendo mercancía a nuestra disposición,
porque siempre habrá demanda, oferta, y personas que tienen que vender a sus hijas por
dinero… el miedo y la ambición nos afectan a todos alguna vez… y nosotros siempre
sabemos quién le teme a qué o desea qué… por eso estoy seguro de que siempre vamos
a tener el control, el mundo nos pertenece, ustedes no son sino una parte del decorado
que podemos usar y descartar cuando se nos antoje, y el hecho de que te haya vencido
ahora me da la certeza de que te voy a vencer todas las veces que sea necesario… ahora
dame el gusto de encontrar esa ridícula daga, espada o lo que sea, para poder romperla
con mis propias manos… o quién sabe, usarla en contra de idiotas como tú…_ aseguró.
Aurora sintió la voz de su agresor cada vez más lejos, un calor suave y confortable en
todo el cuerpo, que sabía abandonaría tan pronto como Kwan-Yin diera instrucciones.
“El Mensaje, no te olvides del mensaje” _dijo la Maestra Zoe_
_ Kane… o como sea que te llames, quién quiera que en realidad seas, te perdono, y nos
libero a ambos_ musitó Aurora.
_ ¡perra…! ¡No te me vas a ir antes de decirme dónde está esa cosa y tu sucesora!_
espetó Kane, lívido de furia, abofeteando a la joven en la mitad del rostro que el ácido
no había tocado, y cortando sus genitales con un bisturí que llevaba en el nefasto
maletín para ése propósito.
_ Zoe, sácalas de allí ahora… ya tendremos tiempo de separarlas cuando lleguen_
instruyó Kwan-Yin.

_ ¿Esto es lo que buscas, malnacido…?_ preguntó Josefa, rebanando el cuello de Kane


de un extremo a otro, mientras le volteaba la cara hacia uno de los arrimos, en donde
había colocado la valiosa Amatista Vibrante. Había entrado subrepticiamente, y al
darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, volvió sobre sus pasos para poner a la bebé
dormida a salvo y empuñar la espada. Se encontró con que no podía activarla pues el
dolor y la ira la habían ocupado por completo, así es que optó por usar esa emoción en
deslizarse a la cocina, apoderarse de un cuchillo carnicero y acercarse al intruso por la
espalda, despacio y mortal como una pantera. ‘El Natas’ se fue deslizando hacia el
suelo, incrédulo, agarrándose el cuello, tratando de detener el copioso manantial con el
que se le escapaba la vida, sin poder creer que sus correrías estaban a punto de terminar.
Josefa lo miró con profundo desprecio y mientras soltaba el cuchillo, con la voz fría,
cargada de gélida furia, sólo supo decirle:
_ Mírame bien… hijoputa, no importa a cual infierno te hayan asignado, ¡te mato otras
diez veces…! Después se acercó a Aurora, sólo para escuchar sus últimas palabras y
saber que todo intento era inútil… lo inevitable la rodeaba, mirándola cara a cara.
Recordó la primera vez que se habían visto, mechoneado y amigado, cuando sólo eran
un par de mocosas que no sabían mucho de la vida. Ya estaba sobre aviso de que esto
debía ocurrir, pero no pudo evitar llorar a gritos mientras quitaba los clavos y cubría
aquél cuerpo que había sido hermoso con el mantel de lino blanco que recogió del suelo.
Acarició la frente aún tibia, despidiéndola, sin querer creer que todo había ocurrido de

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este modo tan siniestro, mojando con sus lágrimas sus propias mejillas y el cabello
negro y sedoso de su amiga, hermana, protectora, compañera… Llamó a la policía y
esperó. Su hijita comenzó a llorar, por lo cual fue a buscarla a la habitación de Maigo,
donde la había ocultado, llevando consigo la Espada Sagrada para no tener que dar
explicaciones cuando el lugar se llenara de gente buscando huellas y armando el puzzle.
Cuando volvió a entrar en la estancia con Giovanna, vió nítidamente una esferita de luz
desprendiéndosele del pecho al cuerpo inerte de Aurora, y una sensación de que no todo
estaba perdido, de que volverían a encontrarse, alegró su corazón. Salió a la terraza, se
limpió las lágrimas y se acomodó en una confortable poltrona con cojines color
damasco para amamantar a su bebita. A lo lejos, escuchó el sonido de las sirenas de los
coches policiales. Que bueno que Silvia regresaría al día siguiente, por lo menos no
tendría que ver lo que ese desgraciado había hecho con Aurora. “Giovanna, mi niña,
juro que te entrenaré a conciencia para que seas una digna sucesora y aprendas el
manejo de la espada mejor que yo… y juro que éste es el último día que asesino a
alguien utilizando la ira y el dolor en vez de la Amatista Vibrante… aunque ese infame
se lo merecía; por tí y por Aurora, lo juro…”_ musitó, acariciando la cabecita de su niña
adorada.

Al otro lado del mar, en el continente sudamericano, Esperanza Marechal dejó de tejer y
observó los tomates de su patio. Vió con toda claridad una esfera de luz del tamaño de
un puño que se movió de allá para acá entre las matas, y cuando apenas empezaba a
preguntarse qué sería, pareció fundirse con los rayos del sol del mediodía y desapareció.
Pensó en Aurora y una punzada le atravesó el pecho… hacía año y medio desde que
habían conversado y le había sanado la cadera. Era ella. Así es que su destino la había
alcanzado. Dejó el tejido en la mecedora y se encaminó a casa de la doctora Consuelo
Sepúlveda para avisarle; aunque ésta se mostró escéptica, tampoco creía que las noticias
fueran sólo desvaríos de viejita gagá, sobre todo porque la abuela estaba más sana que
nunca y tenía la mente clara y coherente. Consuelo le pidió que las acompañara a
almorzar, mientras esperaban bebieron limonada y conversaron sobre las idas y venidas
del hospital y de lo rápido que se habían llevado a cabo los trámites para consolidar la
nueva personalidad jurídica de la ahora llamada Colonia Esperanza. Media hora
después, cuando estaban sentándose a la mesa sonó el celular de la doctora. Era Katia
Petrovna, que había recibido la noticia: Aurora había muerto asesinada en su propia
mansión y ella viajaría a Italia por la noche. Fue aquella la única vez que Consuelo dejó
de lado sus labores para acompañar a su amiga en un viaje tan apresurado como ése.
Eliana Carmona y César Santillana también decidieron unírseles. Pocos días después
los hechos recorrieron los noticieros de televisión y las revistas desde Roma a Nueva
York, desde Santiago hasta Tokyo, conmocionando el mundo de la moda y a la
población de las Colonias de Salvamento fundadas e impulsadas por la legendaria
Aurora Petrovna y sus colaboradores en los cinco continentes, tanto por la brutalidad y
salvajismo del ataque padecido por la bella joven como también por la verdadera
identidad del agresor, confirmando las primeras informaciones que Josefa dió a la
policía. Luego de los exámenes de rigor, el cuerpo fue repatriado y enterrado en la
Colonia Esperanza, respetando los deseos de la propia Aurora al respecto. Josefa fue
absuelta de cualquier cargo y se dedicó a criar a su hija, viviendo con Maigo, los hijos
de ésta y Silvia en la casa de Napitia, ya que Aurora se la dejó asignada en su
testamento, así como también regaló a su hermana Katia el bonito apartamento en Paris.

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_ Es necesario enviar una vigilante por cada Colonia, y una observadora para seguir el
rastro de la Espada Sagrada… el inframundo enviará a Kane y otros más para
encontrarla, ya nadie lo duda luego de ver la evidencia_ expuso una de las Imparciales.
_ Está a nuestro favor el hecho de que ellos ignoran quién es la próxima sucesora, aún
tenemos tiempo_ planteó otra.
_ Ciento ochenta Colonias, y en las próximas décadas otras tantas serán fundadas, hasta
que Los Antagonistas se organicen y comiencen a descubrir que el poder ya no les
pertenece… por eso es menester el tener otras espadas_ propuso otra más.
_ Hemos decidido por unanimidad que todas nosotras, el Consejo de Imparciales por
entero, aquí presentes y algunas otras de entre las Iniciadas que escoja nuestra amada
Kwan-Yin, estamos en condiciones de ir allá y oficiar como vigilantes.
_ Sea, y que la bondad infinita esté con ustedes. Deben dar minucioso reporte de todo
cuanto ocurra en las Colonias, y utilizar al máximo su intuición y percepción para
adelantarnos y estar preparadas cuando llegue la hora del ataque… serán millones las
que habrá que transferir_ alertó Kwan-Yin.
_ Entonces… las Colonias serán atacadas… ¿Habrá guerra?_ preguntó Rosa, que había
estado escuchando con toda su atención.
_ No si podemos evitarla… afrontaremos eso cuando llegue el momento indicado. Sin
embargo es mejor estar preparadas, lo importante es poner a salvo a esas personas_
explicó Kwan-Yin.

Fue cuando estaban en el Laboratorio Espacio Temporal, viendo cómo el entero


Consejo de Imparciales y algunas más eran transferidas a cumplir su misión, que Aurora
se acercó a la maestra Zoe y le hizo las preguntas que habían pasado por su conciencia
en la sesión del Salón de los Acuerdos, mientras era examinada y debatida la evidencia.
_ Me alegro de que podamos contar con ayuda en las Colonias… aunque habrá que
esperar a que crezcan, sean adultas y comiencen su entrenamiento espiritual…
_ Es algo diferente. Las Niñas Índigo ya llevan su percepción e intuición muy
desarrolladas, por lo cual desde el momento de nacer son conscientes y a los tres años
de edad ya saben que tienen un propósito… serán nuestros ojos y oídos allá, como
radares que pueden captar cualquier señal de peligro… exactamente lo que se necesita,
en el momento indicado. Mira qué hermoso… llevo viendo esto muchas veces, sin
embargo cada vez lo observo con ojos nuevos_ comentó Zoe, brillando en sus ojos una
lucecita de admiración, y no era para menos ver a todas las que serían transferidas entrar
en el Domo de Transfrencia, fundirse sus formas perceptibles en una masa esférica de
luz palpitante con todos los colores imaginables y luego desvanecerse suavemente.
_ ¿Qué ocurre luego…? ¿Adónde van así convertidas en luz y energía…? ¿Cómo sabrá
cada una de ellas dónde debe ir?_ quiso saber Aurora, fascinada ante los hermosos
destellos.
_ Está la Fusión, Percepción, Materialización, Reconocimiento, Consciencia, Dirección
y Propósito. Se disgregan y cada una sabe exactamente a donde debe dirigirse. Los
siete estados anteriores los adquirieron mientras estaban resplandeciendo frente a
nosotras… Alabada sea toda forma de creación e inteligencia_ concluyó Zoe,
reverenciosa, uniendo sus manos, entrecerrando los ojos en silente plegaria. A poco
andar recobró su realidad y miró a Aurora como si ya supiera lo que iba a proponerle.
_ Zoe… ¿Puedo intervenir en el proceso de curación emocional de…?_ insinuó,
sabiendo que su interlocutora ya sabía y esperaba.

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_ ¿Qué tan intensa quieres que sea tu intervención…?
_ Sutil… casi imperceptible. Ya sabemos que lo menos notorio es lo más efectivo.
_ Digamos, un par de sueños, acercamientos que allá serían casuales o simplemente de
amistad_ insinuó Zoe.
_ Eso. ¿Cómo y qué? ¿Dónde y cuándo…?
_ Detalles técnicos más o menos… ven, acompáñame… está a tu favor el hecho de que
Silvia ¿así se llama, verdad? está preparada, y ambos son receptivos_ le dijo mientras
caminaban hacia una de las Cámaras Oníricas. Toda vez que entraron, la Maestra hizo
que su pupila se recostara sobre la hamaca flotante de luz, que ubicada en el centro del
recinto latía y pulsaba emitiendo cada vez una diferente tonalidad de verde, el color de
la sanación. La túnica que llevaba Aurora se desvaneció, mientras la parte interior de la
hamaca pareció volverse líquida hasta cubrir por completo a su ocupante, dejando tan
sólo el hermoso rostro visible.
_ Cierra los ojos, dirige tus pensamientos hacia ellos… deja que la más alta frecuencia
de la energía del Amor Universal pase a través de ti…_ comenzó a decir Zoe,
instruyéndola, dirigiendo sólo el comienzo, pues a su alumna le correspondía
transmitirle al que había sido su amado Alfred y a la que fue una valiosa amiga, Silvia,
sus mensajes de consuelo, apoyo, paz y unión. Así fue que el uno descubrió que nada
muere de veras, y Silvia… que la amistad y el amor de pareja son un maravilloso
milagro.

_ ¿Por qué no me dijiste que venías aquí por corto tiempo? ¡Te he extrañado tanto…!
He creído volverme loco al saber que no volvería a verte. En tu funeral ni siquiera
sentía dolor, estaba vacío, había sobrepasado ya todos los límites conocidos… ¿Porqué
no me dijiste lo de Kwan-Yin y la Espada Sagrada…?_ indagó Alfred, mientras
caminaban a pie descalzo por la playa de Napitia, notando que los pies de Aurora no
dejaban huellas visibles en la arena húmeda.
_ Es que todo esto no es más que un paréntesis, un grado distinto de separación.
Siempre estaré contigo, cada vez que me recuerdes. Ahora estás preparado para saber
sobre Kwan-Yin… aunque no me ha sido dado revelarte todo lo demás sobre la Espada.
_ No podré amar a nadie como te amo a ti…_ confesó Alfred, con la voz llena de
nostalgia.
_ Ya lo sé… deja que así sea, porque puedes amar más y mejor de lo que me amaste a
mí… sólo abre tu corazón y descubre que nada se ha perdido. Es parte de tu
aprendizaje… renuncia al apego y al dolor que conlleva, porque el verdadero amor no
es exclusividad, y siempre está contigo… sólo acéptalo… déjalo fluir…_ dijo Aurora,
tomando su mano suavemente y besando su mejilla, para después comenzar a
desvanecerse ante sus ojos en millones de diminutas partículas de luz. Despertó solo,
calmado, con una felicidad que no había sentido en muchos meses… y en su lujosa
mansión de Stuttgart, preguntándose porqué la playa de Napitia. Bebió un vaso de
agua, aún con una cierta sensación de que el sueño había tenido una calidad demasiado
real, demasiado tangible, como si de verdad hubieran estado allí. Cogió el mando a
distancia de la mesilla de noche y accionó el equipo de música, dándose cuenta que los
colores parecían más vívidos y las notas musicales del ‘Rondo alla Turca’ le sonaban
alegres como nunca antes lo había notado, como si fuesen partículas doradas danzando
de allá para acá por toda la habitación. En ésas sonó el teléfono. Era Silvia, su querida
amiga Silvia, tan espiritual, tan agradable… siempre con una frase ingeniosa o el
consuelo adecuado a flor de labios… “Déjela ir, Alfred… porque usted está yendo a
ella, pero pasará algún tiempo antes de que ella vuelva a usted… recuérdela y bendígala
por todo lo hermoso que compartieron, pero no se aferre al dolor… no se deje vencer”,

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le había dicho cuando los sepultureros bajaban el ataúd a la que sería su última morada
en la Colonia Esperanza. Y desde allí, se habían visto cuando él visitaba la casa en
Napitia, y se habían llamado por teléfono a veces de madrugada, para hablar de Aurora,
la vida, la muerte, y el sobreponerse a la pérdida. Y ahora, ese domingo de sol tibio,
apenas asomando la primavera, Alfred detuvo la música y se dió cuenta, por lo que
llegaba a su oído a través del teléfono que Silvia también estaba escuchando el ‘Rondo
alla Turca’… y que acababa de despertar de un sueño que había tenido con Aurora. Un
año y medio había pasado ya desde que había partido. Y cuando la joven le contó que
los sueños en verdad ‘ocurren’ (“los sueños son reales mientras duran, lo mismo que la
vida”) y que no sabía porqué Aurora había decidido caminar con ella por la playa de
Napitia para hablarle de la amistad y decirle que las coincidencias en realidad no son
tales, el a veces muy racional y escéptico alemán no tuvo otra alternativa que dilucidar
que desde donde fuese que estuviera, Aurora estaba tratando de acercarlos. Porque todo
tiene un ciclo, y todo nace y renace. Otro año pasó luego del incidente de los sueños
similares cuando decidieron unir sus vidas, ser intensamente felices, viajar siempre
juntos ya fuera por los negocios o el apoyo a las Colonias de Salvamento, y descubrir
que siempre hay nuevos caminos. Años después de casarse seguían viajando… con los
cinco hijos que les fueron naciendo año tras año, colmándolos de dicha y bendiciones.

Hacia una de las entradas orientales de la Colonia Esperanza, entre patios limpios
bordeados de tamarugos y huertos de vegetales y flores de aquellas que resisten el calor,
se alzan los edificios de cuatro pisos, pintados de verde y blanco, con techumbres
rojizas. Es el Colegio Marechal-Petrovna, llamado así en honor de sus fundadoras,
Esperanza Marechal y las hermanas Petrovna, que ya no están pero cuyas vidas e
historias todas las alumnas conocen. Al establecimiento asisten niñas desde los tres
hasta los diecisiete años de edad, y a pesar de que casi todos los años construyen
nuevas aulas, cada año también llegan nuevas alumnas. Muchas de ellas comenzaron
allí en el jardín infantil, soñando con hadas y aprendiendo canciones, para luego
comenzar a garabatear sus primeras letras, y después enfrentar los retos de las
matemáticas, los idiomas, las ciencias, la biología… Y hay profesoras favoritas,
alumnas brillantes, otras que compensan el no ser brillantes con ser aplicadas, y hay
amigas, y amistades que duran todos los años escolares perdurando toda una vida, y
recreos de risas, manzanas y secretos. Nadie interrumpe los sueños futuros de ninguna
de ellas, y no hay necesidad de temer que alguien las rapte a la salida del colegio o que
alguien las abuse en algún rincón oscuro, ya sea un familiar, un vecino, un profesor o un
extraño. Porque la Colonia Esperanza fue fundada exclusivamente por mujeres, para
mujeres. Todas las alumnas saben que ése es un lugar para proteger a las
desventuradas, a las que han sido discriminadas en sus trabajos, golpeadas por sus
maridos, novios o amantes, a las que prefieren vivir en igualdad, compañerismo y
solidaridad. Muchas mujeres llegaron y siguen llegando solas o con hijas e hijos, sin
embargo los niños permanecen con su familia hasta cumplir los diez años, edad en la
cual son ingresados al Internado Masculino, en la misma Colonia. Los jovencitos son
entrenados, aparte de las clásicas materias escolares, en el arte y servicio de cocinar su
propia comida, lavar su propia ropa y limpiar sus propias habitaciones, lo cual les
genera la noción de que al crecer sabrán ser independientes, y también les hace
comprender que las mujeres no fueron creadas para ser sus sirvientas. Y salen de allí
los fines de semana para ver a sus madres y hermanas, o de vacaciones en los veranos.
En los albores de la Colonia, la primera escuelita era mixta por no haber alternativa, y

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tras comprobar que hubo algunos disturbios aislados entre los adolescentes, como
manoseos en los baños o peleas entre chicas por captar la atención de algún muchacho,
amén de alguno que otro embarazo que acabó con la expulsión del responsable, la
comunidad por entero decidió que lo más sano y conveniente era apartar a los unos de
las otras, lo cual redundó con el tiempo en buenos y visibles resultados. Tan buenos
que también decidieron agregar a las materias escolares de las niñas la singular clase de
Conocimientos Prácticos… ventaja que en “los de afuera” no existía. En el salón 105,
Leonor Valente cierra el libro del registro de asistencia con una sonrisa satisfecha, luego
de comprobar que están las cuarenta alumnas inscritas en él. Al pasar lista, le gusta ir
mirando a quién corresponde el nombre que ha dicho en voz alta, consciente de que
cada una de aquellas niñas de trece o catorce años es un universo único, exquisito e
irrepetible que sin embargo tiene una misión en común con sus compañeras: convertirse
en mujeres maduras emocionalmente, independientes en lo financiero, capaces de tomar
sus propias decisiones y pensar con sus propias cabezas, responsables por sus errores o
aciertos, seguras de lo que buscan y anhelan, y sobre todo, seguras de que jamás se
dejarán coercionar, golpear, violar, discriminar o ser menospreciadas. Leonor Valente
es una mujer de treinta y ocho años que nació en la Colonia, estudió, se graduó de la
secundaria y luego partió a buscarse un lugar en el mundo exterior… no le quedó otra
que asistir a una universidad “de afuera”, aunque igual y hace un post-grado en
Psicología en la Universidad Sol del Norte, inaugurada hace sólo una década en la
Colonia. Tuvo un corto matrimonio de cuatro años, hasta que decidió que no estaba
dispuesta a tolerar los celos de un marido resentido porque ella tenía mejor sueldo, ni
mucho menos las infidelidades, mentiras, insultos y manipulaciones que le eran tan
propias. Un buen día decidió divorciarse sin mayores aspavientos, dramas ni rencores,
se llevó a sus dos hijas fruto de la unión y se instaló a vivir en la Colonia. En los diez
años transcurridos desde entonces no se ha arrepentido jamás, y sólo ha obtenido
recompensas y satisfacciones por su labor de enseñanza. Sus niñas ya cuentan trece y
once años respectivamente… y la mayor está presente en la clase de Conocimientos
Prácticos que está por iniciar. Se levanta del escritorio y toma el pequeño ‘Tec-Writer’,
comenzando a dictar: “Fecha de hoy, 26 de junio del 2030…” La esferita sale flotando
suave pero eficientemente de su mano y hace la inscripción en la pared-pizarrón, para
luego volver a la mano de la maestra.
_ ¿Cuántas de ustedes han nacido en la Colonia…? Levanten la mano, por favor_
indica, de pie frente a la clase. Dieciocho manos se alzan.
_ Veo que están casi equiparadas… y sin embargo, a las nacidas aquí les digo que
tienen la gran ventaja de haber nacido libres de cualquier tipo de dominación masculina,
ustedes son el comienzo de una nueva estirpe, por lo cual deben aprovechar tales
bondades pero también estar conscientes de que sólo existe una cosa capaz de echar por
tierra todo lo que aprenderán aquí: el apego que lleguen a sentir el día que pongan sus
vidas en manos de un hombre, porque deben saber que en los diez años que viví en el
exterior de la Colonia, ví a mujeres sumamente inteligentes, exitosas y capaces caer
rendidas y en menos de lo que me toma decirlo, ser manipuladas, anuladas,
menospreciadas y cosas peores… por un hombre. Desde la mitad del salón se escuchó
con toda nitidez la voz que preguntó:
_ Entonces… ¿Es malo enamorarse?
_ Por supuesto que no, es más, enamorarse es una de las experiencias más hermosas y
enriquecedoras en la vida de todo ser humano, yo diría que es incluso algo necesario
para nuestro aprendizaje emocional y espiritual. Sin embargo, el problema comienza
cuando una mujer enamorada no sabe distinguir entre el verdadero amor y la simple y
vulgar manipulación. Han de saber que en todo tipo de relaciones existe una soterrada y

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secreta lucha por el poder, la cual se hace especialmente notoria en las relaciones de
pareja._ expuso Leonor.
_ Por lo tanto… ¿eso significa que si me enamoro de un hombre me convertiré en una
mujer dominada…? _ preguntó otra voz.
_ Podría ser que sí, y podría ser que no. Eso depende de qué tan alta esté tu autoestima
y confianza en tí misma. Si alguna vez sientes que le tienes miedo a la soledad y por lo
tanto prefieres tener aunque sea una mala relación de pareja, y comienzas a tolerar
malos tratos, descalificaciones o actitudes manipulativas o dominantes de parte de tu
pareja, entonces es el momento de preguntarte si es así como quieres vivir, si realmente
estás dispuesta a anularte a tí misma y negar tus propios sentimientos, emociones,
potencial, y posibilidades de escoger nuevos y mejores caminos, en favor de un hombre.
Es entonces cuando tienes que establecer tus propias prioridades… como por ejemplo
qué deseas lograr de la vida, o qué es realmente lo que te importa. Hay mujeres que
soportan infidelidades y otras cosas peores a fin de no perder al hombre que aman… o
creen amar. Hay otras que dejan carrera, estudios, aficiones o deseos de realización
propia para simplemente convertirse en amas de casa sin trabajo ni trayectoria,
olvidando por completo que el hombre que las mantiene es también aquél que las
domina. Y eso, queridas alumnas, no tiene nada que ver con el amor. Aguantar todo
eso es, simplemente, miedo a estar solas y autoconocerse._ explicó claramente la
maestra. Cuarenta pares de oídos la escuchaban con suma atención.
_ Las que no nacimos aquí… ¿Estamos en desventaja?
_ Por supuesto que no. A pesar de haber nacido esclavas en un mundo hecho por los
hombres y para los hombres, ustedes ya tienen algún conocimiento previo, recuerdos,
ejemplos que pueden compartir con sus compañeras… y de eso podremos conversar
hoy. Ustedes, las que nacieron afuera, tienen la oportunidad de aprender a revertir el
efecto que puede haberles causado en su primera infancia el haber tenido contacto con
la vida de esclavas. ¿Alguna voluntaria desea compartir su experiencia?_ estimuló.
Una de las alumnas se puso de pié, y confidenció:
_ Desde que me acuerdo, mi mamá tenía un puesto de venta de frutas y verduras en el
mercado callejero, se levantaba a las cuatro de la mañana y no paraba hasta las tres de la
tarde. Sólo tenía libres los lunes. Mi hermana mayor nos cuidaba a mí y a las otras dos
y hacía todo en la casa; cocinar, lavar, planchar, limpiar… mi papá se lo pasaba todo el
día tomando o jugando a las cartas con sus amigos y no hacía nada, no trabajaba en
ninguna cosa, y cuando necesitaba dinero se lo robaba a mi mamá, que vivía
escondiéndolo o cambiándolo de lugar… por eso él se ponía como toro bravo y le
pegaba… una vez le pegó tanto que mi mamita no pudo salir a trabajar en toda la
semana. Y eso fue poco. Él tenía un hijo de una convivencia anterior, y por lo que sé,
Eduardo, que así se llamaba mi hermanastro, tuvo problemas con su mamá, porque ella
se volvió a casar y a él le dio por las drogas, y por eso fue que lo corrieron de la casa.
Un día llegó a la casa de nosotros y mi papá dijo que teníamos que recibirlo porque no
tenía dónde estar… ahí si que hubo problemas en serio. En esa época mi hermana
mayor tenía catorce años, la otra doce, otra de siete y yo, de cinco. Mi hermanastro
andaba a los manoseos con todas, mi hermana tenía que hacerlas de policía y vigilarlo.
Un día estuvo a punto de violarla pero ella se defendió como una tigresa, y en ésas llegó
mi mamita y lo pilló. Ahí decidió que tenía que escaparse y nos fuimos casi con lo
puesto. Ella se vino a la Colonia con cuatro hijas, un par de maletas y algún dinerito
para volver a empezar… en los casi ocho años que llevamos viviendo aquí estamos
felices, como aquí en la Colonia no hay mercados callejeros mi mamá se las arregló
para poner su negocio en la misma casa, y todas nos turnamos para trabajar. Como
ahora nadie malgasta ni le roba, nos ha ido súper bien y la casa en la cual vivimos es de

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nosotras… mi mamita está contenta porque todas tenemos tiempo y oportunidades de
trabajar, estudiar y como ella dice, ninguna se va a quedar para empleada doméstica o
barrendera… y yo estoy contenta porque ahora estamos tranquilas, no hay olor a
borracho en la casa y nadie nos manosea ni nos pega_ contó la niña, sin ningún
empacho. La clase entera estalló en aplausos y felicitaciones llenas de empatía y
amistad.
_ ¿Qué impresión tienen de lo que acaban de escuchar? ¿Pueden mencionar los
elementos que ustedes tratarían de evitar a toda costa?_ interrogó Leonor.
_ El abuso, la crueldad, la violencia, la esclavitud_ aventuró una de las alumnas.
_ He ahí una mujer dominada, que gracias a Dios aprendió a tenerse confianza a sí
misma y en algún momento tuvo fé en que podía proteger a sus hijas y salir adelante
sola_ expuso otra de las presentes.
_ Él le impuso a ella hacerse cargo de un hijo de una pareja anterior y ni siquiera le
preguntó si estaba de acuerdo_ hizo notar otra alumna.
_ El padre ahí sólo se ocupaba en beber, pegarle a la mujer y explotarla, sin tener idea
de cómo asumir sus responsabilidades… y más encima con un hijo drogotas, sin pensar
que estaba poniendo a sus hijas en peligro_ observó otra más.
_ ¿Estarían dispuestas a tolerar una situación semejante?_ preguntó la profesora, y un
rotundo “no” salió de todas y cada una de las alumnas. Una vez más envió el ‘Tec-
Writer’ a la pizarra y apareció la palabra “Explotación”.
_ Esto_ dijo, señalando la palabra con el puntero_ es lo que jamás, bajo ninguna
circunstancia deben apoyar ni mucho menos tolerar en sus vidas… Esto es uno de los
elementos clave de cualquier forma de dominación y esclavitud. En el relato de nuestra
amiguita, el hombre explotaba a la mujer, dejando que ella trabajara y llevase todo el
peso de las responsabilidades económicas, en tanto que él se dedicaba a disfrutar de las
ganancias sin trabajar ni hacer nada. Una de las bases del sistema patriarcal es que el
hombre debe asumir el papel de proveedor, ahora bien, si un hombre ni siquiera es
capaz de cumplir con una responsabilidad tan básica…entonces, ¿Para qué una mujer
necesita un hombre en su vida…? Es mejor estar sola que mal acompañada. Hace no
muchos siglos, existían dueños de plantaciones de algodón o café que compraban
esclavos, los cuales trabajaban de sol a sol, tan sólo por un plato de comida y una
barraca donde dormir, sin sueldo y en condiciones inhumanas. Hoy en día, la esclavitud
está presente de muchas y solapadas formas, tan sólo para que un puñado de personas
adquieran fortuna y poder a costa de la explotación. Deben saber que en el mundo
exterior existe el concepto generalizado de que al tener mucho dinero, la persona
adquiere más poder, compra más cantidad de objetos, algunos necesarios y otros no.
Viven en función de acumular dinero, para acumular bienes, para así tener un poder que
considero es bastante ilusorio… y eso se debe a que desconocen o no les conviene
reconocer que el mayor poder proviene del interior del Ser, ése algo luminoso y eterno
que todos tenemos…
_ Entonces… ¿Será malo tener mucho dinero?_ se escuchó indagar a una voz casi en la
primera fila.
_ ¡Ciertamente que no…! Cuando una persona utiliza el dinero, que es un medio, para
propósitos altruistas, para ayudar a otros, para obtener de él todo lo necesario y
placentero que éste puede ofrecer, haciendo algo que le agrade, entonces se puede decir
que tal persona posee el dinero sabiamente. En cambio, cuando alguien trabaja sin
cesar, no importando si lo que hace le gusta o no, cuando su única meta es ganar dinero
sin importar a quién deba explotar, corromper o maltratar para adquirir más cosas
materiales, cuando el dinero se transforma en un fin en sí mismo, entonces podemos
decir que el dinero pasa a poseer a la persona._ explicó la profesora. Leonor Valente

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era motivada y emprendedora, paciente, incansable. Amaba esos rostros atentos,
inocentes, llenos de curiosidad. En los cuatro años que duraba la educación secundaria,
cada viernes daba su clase, en diferentes salones, por la mañana y por la tarde. Aquellas
preadolescentes eran como la arcilla sin moldear, como canvas en blanco que aún no
han sido tocadas por los colores, esperando a que la maestra les regalase las primeras
pinceladas de los múltiples matices que tiene la vida. Sí, ellas aprendían geografía,
historia, idiomas, matemáticas, biología y otras ciencias, sin embargo era Leonor quien
les enseñaba a tener una autoestima saludablemente alta como para saber enfrentarse al
mundo y sus predadores, era en su clase que aprendían a conocer todos los trucos y
tretas posibles que tenían los hombres para dominar y manipular a las mujeres, era con
ella que aprendían más sobre sus propios cuerpos, a cuidarlos y apreciarlos, a sentirse
felices por haber nacido mujeres y por haber sido premiadas con el don de la
maternidad, pudiendo decidir cuándo, cómo, con quién, si solteras o casadas, sin
temores ni la necesidad de aprobación o presión social que sabía en algún momento de
sus vidas se les cruzaría en el camino. Esas niñas se convertían en jovencitas que
estudiaban más y mejor en la Universidad de la Colonia, sin distracciones ni embarazos
antes de tiempo, tenían la ventaja de ser más sabias que sus antecesoras, aún sin haber
tenido contacto sexual; sabiendo además los riesgos que esto implicaba.
_ Todas ustedes, tanto las nacidas en la Colonia como las que llegaron de afuera, deben
saber y estar preparadas tanto psicológica como emocionalmente para enfrentar la
discriminación y la guerra contra las mujeres_ expuso Leonor.
_ Mi madre es abogada, y me ha contado que cuando comenzó a ejercer lo hizo en una
empresa cuyo director y gran mayoría de empleados eran hombres. Aunque trabajaba
más y mejor que muchos con menor capacidad y talento, recibía menos sueldo. Creo
que entiendo perfectamente lo que significa la discriminación, aunque aún no me tocó
vivirla… Pero, ¿guerra contra las mujeres…? ¿A lo mejor es un poco exagerado?_
planteó una de las alumnas.
_ Un día se graduarán de la secundaria, luego de la universidad, y aunque muchas
decidan quedarse a vivir y trabajar aquí, lo más seguro es que sientan la natural
curiosidad por salir del mundo femenino, seguro y protegido de la Colonia para
experimentar por sí mismas qué ocurre allá afuera y de qué vá la vida y los
relacionamientos sociales, religiosos, políticos, económicos e infinidad de otros
aspectos en el mundo exterior. Y tarde o temprano, adonde sea que vayan, cualquiera
que sea la profesión que escojan, o el credo o corriente política a la que decidan adherir,
o la situación económica que escojan ostentar, se darán cuenta que la dominación
masculina está en todas partes. No importa qué hagan y lo que lleguen a ser o los
sueños que tengan: ellos siempre tratarán de detenerlas, consciente o inconscientemente.
En los albores de este siglo ciertos grupos religiosos hicieron lo imposible por conservar
el poder sobre las mujeres tratando de impedir o bloquear, por ejemplo, las leyes de
divorcio, arguyendo que las costumbres imponían el matrimonio indisoluble. Por
supuesto que no se molestaron en preguntarle a las mujeres su opinión, y es posible que
tampoco se les pasara por la mente que habían mujeres que ni siquiera manifestaban
intereses religiosos, y por supuesto enmascararon el verdadero propósito con el
eufemismo de “El matrimonio indisoluble existe para proteger a la familia”, en
circunstancias que la verdad dice relación con el hecho de que una mujer casada era una
mujer dominada, sin independencia económica, con poca o ninguna autoridad en las
decisiones importantes, atrapada en la crianza de los hijos que nacieran de la unión y
por lo tanto dependiente del esposo, el cual bajo los cánones tradicionales debía ser el
proveedor, papel que no siempre podían o se les daba la gana cumplir. Lo mismo
ocurrió con las así llamadas ‘píldoras del día después’ o el aborto legal, hasta que un

180
grupo de mujeres congresistas decidieron cambiar los esquemas… dicho sea de paso,
cuatro de ellas se criaron en ésta y las otras dos Colonias existentes en el país. Cada vez
que las mujeres dan un paso adelante con nuevos proyectos o ideas, los hombres tratan
de detenerlas, estancarlas y controlarlas… ya sea creando leyes, conspirando,
manipulando o descalificando para así mantenernos en una posición inferior o de
desventaja. Tomemos, por ejemplo, la violencia: el sistema patriarcal trata los ataques
masculinos a la mujer, como la violación, el asesinato de esposas o amantes o el incesto
como una aberración individual, sin embargo tal práctica está tan extendida que puede
considerarse sistemática, no podría prosperar y mantenerse sin apoyo, o por lo menos la
tolerancia de instituciones como los tribunales y la policía. Si un grupo étnico atacara a
otro matando y mutilando en las mismas proporciones que lo hombres atacan a las
mujeres, tal situación sería considerada como un estado de emergencia o incluso una
guerra. En cualquier ámbito, los hombres siempre han tratado de tener el poder, el
control sobre nosotras, restringiendo nuestra sexualidad, reproducción, trabajo y mente.
Sin embargo, considero que para ustedes será una experiencia válida e incluso necesaria
el salir a buscar un lugar allá afuera… recuerden que siempre las puertas de las Colonias
estarán abiertas, no están solas. Tienen opciones. Tienen el poder de elegir. Son libres
por definición. Sólo deben saberlo, porque la verdad nos hará libres.
_ He leído y visto documentales sobre la vida que aún llevan millones de mujeres en
África, India, Medio Oriente… y le juro, maestra, que luego de enterarme ya no
necesito ver filmes de terror… mi madre es bióloga nuclear y trabaja en el laboratorio
de la Colonia, yo nací aquí así es que no he experimentado por mí misma el mundo de
esclavitud de allá afuera, sin embargo no dejo de asombrarme y pensar… ¿Qué hace
que los hombres lleven a cabo, toleren y aprueben tal cantidad de crueldad, violencia y
salvajismo contra las mujeres…? ¿Tanto nos odian? ¿Acaso les es imposible recordar
que alguna vez tuvieron una madre que les dio la vida?_ indagó una de las alumnas
sobresalientes de la clase, asombrando a sus pares y también a la propia Leonor.
_ Eres brillante, altruista y valiente… sin embargo por la inocencia de tus años se nota
que ni siquiera lo sospechas… y eso se debe a que desconoces por completo la
verdadera magnitud de tu propio poder, al igual que tus compañeras. Nosotras las
mujeres podemos dar a luz. Ellos no. He visto hombres salir disparados a la vista de
una aguja, así es que no me los imagino aguantándose la décima parte de las
contracciones que preceden un parto. Los hombres envidian la capacidad reproductora
de la mujer, fue el primer poder femenino del que se apropiaron, convirtiendo a las
mujeres en posesiones para el uso e intercambio mucho, pero mucho antes de la
aparición de los Estados. Como si esto fuese poco, las mujeres somos o tenemos
potencial como multiorgásmicas, y esto lo descubrirán en la medida en que comiencen a
desarrollar y explorar cada una su propia sexualidad. También está el detalle de que
vivimos, en promedio, ocho a diez años más que ellos, poseemos mayor resistencia al
dolor físico y emocional y mayor resiliencia a las situaciones de crisis. Siempre nos han
envidiado… y temido. ¿Y qué se hace al temer o envidiar…? Atacar. Oprimir.
Suprimir. Descalificar. Dominar. En una carrera justa, nos llevaríamos todos los
galardones. Por eso ellos han estado y siguen estando obsesionados por el control sobre
nosotras, haciendo todas las zancadillas que se pueda, poniéndonos todos los obstáculos
imaginables, ejerciendo todos los trucos sucios que tengan a mano. Ellos tratan de dejar
su marca, de hacer historia. Pero han de saber, mis queridas alumnas, que las mujeres
somos la historia_ explicó la profesora siendo largamente ovacionada, admirada por
aquellas niñas llenas de curiosidad e inteligencia, con mucha más madurez y perspicacia
que aquellas que las habían precedido. Y para el caso, con mucha más asertividad que
muchas mujeres mayores que se conformaban con vivir y luchar en un mundo lleno de

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adversidad y esclavitud; creado, apoyado y mantenido para satisfacer sólo las demandas
y los deseos egoístas de los hombres. Leonor Valente miró su temporizador_ el mismo
que le había enviado de regalo su colega y amiga desde Japón, con mini pantalla,
comunicador, y rastreador… a la última moda y aún bastante caro en Santiago_ llamó al
salón 120 para confirmar su próxima clase, lo cual le daría dos horas que compartiría
con sus niñas, y encomendó a sus alumnas preparar un trabajo sobre la subordinación
gráfica, sexual y explícita de las mujeres, el cual debería ser presentado en la siguiente
clase. Así podía comprobar cuánto avanzaban y entendían. Temas que tan sólo un par
de décadas antes se hubiesen considerado ofensivos como para ser mencionados en un
salón de clases del exterior_ y que de hecho, jamás se mencionaban, ni siquiera en los
exclusivos colegios de la capital en pleno 2030_ aquí, en las aulas de la Colonia
Esperanza, así como en todas las Colonias a través del mundo eran expuestos,
investigados, debatidos y analizados con verdadero interés, pues las profesoras sabían
que a mayor conocimiento y educación, mayor libertad e independencia tendrían las
alumnas. Obviamente, mantenían el asunto de las Clases de Conocimientos Prácticos
en secreto, sólo para ser implementadas en las Colonias, ya que si bien era cierto éstas
tenían crecimiento sostenido, buen nivel económico, social y educativo, aún no tenían
autonomía como para decidir qué enseñar en los colegios y la universidad… En eso aún
metía sus narices el Ministerio de Educación, vinculado al gobierno de turno, que a su
vez, y por gran mayoría era controlado por hombres. Sí, cierto que habían mujeres en el
Congreso, mujeres diputadas, senadoras, incluso una Ministra de la Corte Suprema…
Sin embargo, ninguna Presidenta. Ya llegaría la hora y el momento adecuado. Si las
mujeres habían soportado en estoico silencio la opresión durante milenios, por supuesto
que podían esperar con inteligente paciencia unos decenios o siglos más. Lo realmente
importante es que esas maestras dedicadas, que en algún momento habían decidido,
fuese por circunstancias o plena voluntad vivir y ejercer en las Colonias, estaban
sembrando las semillas de cientos de pequeñas, imperceptibles pero efectivas
revoluciones… porque cada niña con tal conocimiento adquiría mayor potencial, cada
jovencita en sí misma contenía infinitas posibilidades, la promesa de un mundo más
completo, humano y vibrante. Primero era menester que la verdad se supiese.
Desenmascarar la brutalidad del poder y base del sistema patriarcal. Las mujeres debían
ser protegidas no de su propio desenfreno, sino más bien de aquellos que desde
posiciones claves en el sistema social, político y religioso, no podían poner freno a sus
propios deseos de dominación. Maestras como Leonor Valente y alumnas como las que
se educaban en las Colonias constituían la nueva estirpe de mujeres que llegaron a ser
conocidas como las ‘Abejas de lo invisible’, colectando el polen del conocimiento para
fabricar la miel de la victoria, en todos sus significados y expresiones. No había una
estrategia rígida que dictara ‘como derrotar al enemigo’… pues no veían al sexo
opuesto como tal, aunque sabían que les era provechoso y conveniente saber los trucos
del sistema de poder y control patriarcal. Tampoco había un camino trazado de ‘cómo’
‘qué’ ‘cuándo’ ‘dónde’. Estas nuevas mujeres sólo tenían clara conciencia de lo que
querían y no querían aceptar en sus vidas, y un sueño de libertad que abarcaba a toda la
especie femenina, no sólo a cada mujer en su individualidad. De las Colonias salieron
mujeres que en vez de buscar maridos, se encontraban a sí mismas, en vez de buscar
represalias contra el opresor buscaban paz e integración, en vez de contentarse con
luchar y competir en un mundo creado por y para ellos, se aplicaban a crear un mundo
nuevo por y para sí mismas. Así fue que muchas, en vez de someterse a los caprichos y
proteccionismos de las empresas tradicionales, se concentraban en crear las suyas
propias. Incluso las jóvenes que habían crecido y se habían educado fuera de las
Colonias sentían curiosidad por esas congéneres que iban por la vida sin prisas pero sin

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pausas, y terminaban engrosando las filas de las empresas o instituciones creadas bajo el
slogan de “corta las cadenas… en vez de ser subordinada allá, ven a ser partícipe y
creadora en nuestro mundo”. No hubo aspavientos, ni violencia, ni dramas, ni protestas
en los inicios de estos cambios que en un principio fueron casi imperceptibles, pero
inexorables. Sí hubo acción concreta, imparable, confiada y segura… en todos los
frentes. Florecieron las artes, medicina, enseñanza, ética social y economías creadas por
mujeres, para mujeres. Los cambios fueron notándose en la medida en que ciertas
costumbres diseñadas para denigrar y explotar a mujeres y niños, como la pornografía y
la prostitución, fueron desapareciendo. En la medida que la comprensión de todo lo que
el sueño y propósito de libertad realmente significaba, incontables mujeres fueron
negándose a prestarse, por ejemplo, a protagonizar escenas de violencia en los filmes
(aún en los albores del siglo XXI había existido en todo el mundo una enorme cantidad
de filmes, teatro y otros medios en los cuales se mostraba a mujeres siendo violadas,
golpeadas, mutiladas o asesinadas… y a eso le llamaban ‘arte’). La mujer enviada a
prostituirse por un marido o por un ‘chulo’ dejó de existir. Las niñas y niños explotados
sexualmente por adultos, vendidos por sus propias familias para tan siniestro propósito,
dejaron de existir. Ya no tenían necesidad, existiendo las Colonias para protegerlos y
proporcionarles una vida digna. No faltaron las mujeres con ambición de dinero rápido,
aunque no por eso fácil, por lo cual las pocas prostitutas que quedaron en una que otra
ciudad ofrecían sus servicios como “entrenadoras sexuales” o “escoltas”, cobraban
pequeñas fortunas y en poco tiempo se retiraban. No faltaban las que deseaban
experimentar una vida llena de emociones fuertes y adrenalina, aparte de también tener
curiosidad por estudiar de cerca y “en acción” al género masculino… y era por eso que
escogían la profesión más antigua del mundo, más como un experimento que como la
única alternativa de vida, pero lo hacían por su propio gusto y decisión, seleccionando
los clientes a su antojo, poniendo los precios que consideraban adecuados y ejerciendo
la singular profesión los días que les parecían convenientes. Llegaron a ser
consideradas verdaderas diosas, por ser cultas, sabias y libres, sabiendo que nadie las
veía como una vergüenza. La mujer cuyo médico varón decide que debe privarla de sus
ovarios o sus senos dejó de existir, pues fueron tantas las mujeres decididas a cambiar
los esquemas de la medicina, que llegaron a existir doctoras exclusivamente para
mujeres, investigadoras consagradas a estudiar el cuerpo femenino a conciencia,
científicas dedicadas a descubrir nuevos métodos y nuevas medicinas para curar los
cuerpos de sus congéneres sin tener que utilizar los medios invasivos, desconsiderados y
agresivos que habían tenido que soportar en siglos anteriores. La mujer que debe vestir
un uniforme de soldado y llevar un arma para luchar en guerras que los hombres han
planeado, dejó de existir, porque finalmente abrieron los ojos a la verdad, dándose
cuenta que la misión en común de todas las mujeres es dar vida y protegerla en vez de
ayudar a destruirla. La mujer discriminada en el trabajo sólo por ser mujer, aquella que
debía soportar bromas obscenas o groseras, hechas en tono burlón y comentadas a toda
voz en algún pasillo por jefes o empleados con el sólo fin de denigrarla; la que luchaba
y competía con los hombres por un poco de reconocimiento y un sueldo digno (siempre
con resultados poco satisfactorios o ningún resultado) aquella que era vista con
desprecio al no poder cumplir horarios esclavizantes por tener hijos que atender… ésas,
dejaron de existir, porque cada vez en mayores cantidades comenzaron a emigrar a las
empresas creadas por mujeres en las cuales se las trataba de igual a igual, tenían
horarios flexibles que le permitían salir a sus hogares y compartir más y mejor tiempo
con sus niños sin tener que sentirse culpables. La mujer casada que se quedaba en casa
haciendo esas labores necesarias que jamás eran apreciadas ni mucho menos
remuneradas, que veía pasar los años en soledad esperando a un marido que siempre

183
estaba muy ocupado, cansado o en viaje de negocios, o que simplemente un día se daba
cuenta que era engañada, dejó de existir, porque las mujeres, en la búsqueda de aquella
libertad que les había sido negada casi desde los albores de la humanidad, comenzaron
de pronto a descubrir que no necesitaban buscar su felicidad, realización personal o
aprobación en otra persona, sino que podían obtener todo eso y más, por y para sí
mismas, con lo cual los matrimonios fueron disminuyendo a niveles tan bajos como
jamás se había visto en la Historia. La mujer que en ciertos países debía soportar
atroces mutilaciones con el pretexto de protegerla de ‘los instintos animales de la
lujuria’, aquella que debía pasar por la sangrienta infibulación a fin de ser convertida en
una sumisa máquina de parir, sin deseos ni sueños, sin ideas propias, ni tan siquiera el
derecho de descubrir su propia sexualidad… aquéllas fueron diezmándose en número
alarmante para los opresores, pues si bien era cierto lo tenían todo en contra, las agentes
infiltradas en tales lugares procuraban ayudarlas a salvarse… o en los casos
verdaderamente desesperados, ayudarlas a morir. Los días de aquellas prácticas casi
demoníacas estaban llegando a su fin, aunque el opresor ideaba las últimas triquiñuelas
para no dejar en libertad a las esclavas. La mujer que era entregada en matrimonio sin
su consentimiento, más encima con el deber de aportar una dote, dejó de existir, en
virtud de la nueva conciencia de que no necesitaban casarse para ser esclavizadas y
asesinadas poco después, cuando la dote se terminaba. (En ciertas regiones, era moneda
corriente la actitud de ciertos individuos, que se casaban con frecuencia con el único fin
de acumular los bienes materiales obtenidos vía dote, para poco después quedar viudos,
misteriosamente, y volver de nuevo empezar el ciclo de seleccionar otra víctima, para
adquirir ilícitamente más posesiones). Y todo con el beneplácito, complacencia y
tolerancia del gobierno de turno. A esas dos razas de mujeres,que durante incontables
siglos habían tenido que doblarse vez tras vez bajo el peso abrumador de la brutalidad y
las atrocidades les fue por fin concedida la gracia de una nueva luz de esperanza, porque
aprendieron que podían luchar, defenderse, elegir y ser dueñas absolutas de su vida y su
destino. Simplemente se marchaban a vivir en las Colonias, porque o no había leyes o
éstas tenían demasiados resquicios, por lo cual no había prohibiciones para que las
mujeres decidieran vivir sin maridos, en esas enormes comunidades en las cuales podían
vivir y trabajar en paz, armonía y solidaridad. Las que eran retenidas contra su voluntad,
sin ninguna posibilidad de escapar, aprendieron que aún así, podían escoger la verdad
inmutable, eterna e imperecedera de la muerte, porque ésta era mil veces preferible a la
vida de pesadilla que se les ofrecía. Por primera vez en la historia, millones de hombres
aprendieron que de nada servía amenazarlas, golpearlas, forzarlas, obligarlas… porque
ellas ya sabían que la libertad no era algo con lo cual habían nacido, pero era algo por lo
cual estaban dispuestas a morir. La mujer que era asaltada en la oscuridad de la noche o
a pleno día dejó de existir, pues las que deseaban vivir y trabajar fuera de las Colonias
contaban con una vasta gama de protección, desde anillos que contenían pequeñas dosis
de veneno que paralizaban al atacante, hasta prendas de vestir ‘inteligentes’ capaces de
detectar el sudor, hormonas, adrenalina y huellas de un posible agresor, con lo cual era
común que éstos se desplomaran en el suelo a sólo un par de segundos de haber
comenzado a forzar a la potencial víctima. Como éste tipo de tecnología había sido
creado y desarrollado en las Colonias, aquella fue un tipo de empresa que redundó en
enormes beneficios económicos para las mujeres en todas partes del mundo. Hacia
mediados del siglo XXI, las mujeres llegaron a ser, literalmente, intocables. De pronto,
sin aviso, como si todas ellas hubieran vislumbrado el mismo sueño, como si todas
hubiesen tenido la misma visión, se fueron alejando de los hombres, sin alborotos, sin
melodrama, sin rencores, sin aspavientos… Había en ellas una nueva unión, empatía,
complicidad. Un nuevo conocimiento, una nueva certeza de que podían ser

184
perfectamente felices, autosuficientes, plenas y libres; de que el necesitar a los hombres
no era más que un espejismo. Aquello se fue difundiendo por todos los rincones de la
Tierra, por todos los corazones de toda la raza femenina. La mujer que siguió
existiendo contra viento y marea, la mujer que no quiso dejar de existir y por la cual la
raza humana siguió multiplicándose fue… La Madre. Porque sin ella nada habría
existido; ni el hombre apenas cubierto en las cavernas, ni los primeros cazadores, ni el
hombre que apropió de ella como si fuese un objeto de su propiedad, ni los grandes
filósofos, ni los descubridores de nuevos continentes, ni el creador de los grandes
desastres atómicos, ni los hombres de guerra, ni los grandes científicos… ni siquiera
cierto enano presumido y vanidoso que alguna vez osó asegurar que ese apéndice
curioso al cual los hombres adoran como a su dios, llamado pene, era el centro del
universo y causa de envidia de las mujeres. Porque todo hombre tuvo, tiene y tendrá
una madre. Porque las mujeres son dadoras de vida por Ley Divina, por naturaleza, por
decisión, por amor. Porque es el destino de toda la raza humana que en su origen deba
germinar, crecer, desarrollarse y nacer del vientre materno, le pese a quien le pese.
Porque incluso el Gran Salvador de la humanidad nació de una madre humana que lo
llevó en su interior y lo arrulló en sus brazos. Las madres de finales del siglo XXI se
hacían inseminar en los bancos de semen, siendo aún vírgenes, o se hacían pasar por
‘entrenadoras sexuales’ o vivían una aventura leve y sin mayor afán por apegarse o
conservar al autor de las consecuencias, y no hubo ley ni decreto que pudiese detenerlas.
En aquella época aún habían matrimonios, a veces entre hombres y mujeres que se
habían criado en las Colonias, algunos duraban toda una vida, otros no. Sin embargo
aún las mujeres de estratos sociales más altos habían llegado a comprender la futilidad
de atarse en algo que hacía ya mucho tiempo había dejado de tener relevancia… sobre
todo cuando veían que apenas se les notaban una mínimas arrugas en los ojos o un par
de canas indiscretas en las sienes, sus maridos, acaudalados y poderosos, comenzaban a
buscar otra más joven para reemplazarlas. Y claro, éstos se encontraban con que ya no
quedaban mujeres disponibles para hacer el papel de concubinas mantenidas en jaula de
oro, a lo más que podían acceder era a tener una aventura de un par de semanas o meses
con alguna mujer proveniente de las Colonias que con suerte estuviese con voluntad, y
en edad de procrear. O se convertían en clientes de alguna entrenadora sexual sin
deseos de atarse a nadie, pero sí con deseos de ganar una fortuna y pasarlo tan bien
como se pudiese. Y, ‘oh, sorpresa’… como incluso las entrenadoras sexuales eran
escasas, un hombre debía ser extremadamente atento y generoso para poder conservar a
una de ellas, porque si les entraba el gusanillo de ser posesivos, celosos o siquiera un
poquito dominantes la hetaira de lujo simplemente los mandaba de paseo, después de
todo, había otros cincuenta en lista de espera. Algún historiador, otro intelectual, algún
sociólogo de renombre llegaron a publicar ensayos sobre el tema: “¿Qué les ocurre a las
mujeres?, ¿Por qué nos están rechazando…? ¿Por qué se están alejando de nosotros
cada vez más?, ¿Qué les hemos hecho para que nos traten con tal desdén?”. Y fue un
hombre con suficientes años y experiencia el que difundió la respuesta, aullándola en el
interior de los cuarteles militares en los cuales había pasado gran parte de su vida.
_ ¡Idiotas…! ¡Tanto discurso que dí en pro de disolver, suprimir, doblegar y reducir a
escombros las malditas Colonias cuando aún había posibilidades! Y ahora, los estúpidos
que no tuvieron los cojones para detener a toda esa cáfila de subversivas a tiempo,
andan lloriqueando, balando como corderos y lamentándose… ¡Bah…! ¿Que porqué
nos están rechazando? ¡Porque ya se dieron cuenta de que no podemos comprarlas…!
¡Porque ya no se casan! ¡Porque para lo único que buscan a un hombre es para salir
preñadas…! ¡Y ni siquiera todas optan por eso…! ¿Cuántos niños nacen que puedan
llevar el apellido del padre…? ¡Cinco por ciento…! Y que pensar que antes, hace sólo

185
un siglo atrás había mujeres que recurrían a pruebas de ADN para demostrar que tal o
cual tipo era el padre de su hijo. Y pensar que incluso antes de eso había hombres que
se daban el lujo de casarse y divorciarse cuantas veces se le diera la puta gana. Y
pensar que también existían otros que abandonaban mujer e hijos sin ningún
remordimiento. Y también había otros que procreaban hijos con varias mujeres
simultáneamente, y aquéllas se daban por agradecidas con que ellos les reconocieran las
criaturas, haciéndoles el favor de otorgarles sus apellidos. Pero por culpa de las
malditas Colonias, hoy en día todo eso forma parte del pasado. ¿Qué si aún podemos
hacer algo…? Caballeros, para ser honesto, estamos jodidos… pero creo que aún
podemos hacer más de algo_ expresó, mientras los veinte asistentes a la reunión
escuchaban cada palabra suya como si fuese verdad sagrada.

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El arcoíris de medianoche Los Antagonistas

Stefan Litvak se paseó de allá para acá, cruzando el salón de reuniones del Alto Mando
en el cual estaban, en la Base Militar de Okinawa. Como ahora la expectativa de vida
era de ciento dos años para los hombres y ciento diez para las mujeres, el General no
aparentaba los setenta años que tenía, se veía recio y lleno de vitalidad, el cuerpo
entrenado en la férrea disciplina militar por décadas, sin gramo de grasa, el cabello
blanco plateado le daba un aire distinguido. Más bien parecía uno de esos actores de
cine, maquillado para parecer mayor sin serlo en realidad. Era la quintaesencia del
guerrero victorioso, de espaldas anchas y torso fuerte, legendario en decenas de
combates por su valor y determinación, admirado, envidiado y respetado por sus pares.
Poseía una impresionante cantidad de medallas, de las cuales gustaba lucir en su
uniforme sólo unas pocas pues la sobriedad era uno de los rasgos predominantes en su
carácter. Más de siete generaciones de hombres en su familia habían dedicado sus vidas
a las carreras que requerían vestir un uniforme, fuese en la Marina, Aviación o Ejército.
Sin embargo, todos los presentes en aquella reunión secreta que sólo concernía a “Los
Antagonistas” conocían de sobra los motivos del temido y respetado General Litvak
para perseguir con tanto afán y determinación sus objetivos en lo relacionado con las
Colonias. Quién más, quién menos, con éstos o aquellos detalles, todos sabían la
historia de Litvak y la Vodianova, aquella famosa y adorada hetaira que fue lo único
que aquél hombre con fama de invencible no pudo conseguir… aunque había estado
más cerca de lo que él mismo hubiese podido imaginar. Era un secreto a voces, aunque
nada en él demostrara que la recordaba o siquiera sentía algo por la que fuese el amor de
su vida. Habían pasado ya muchos años desde aquello, pero la historia se había corrido
de boca en boca en los cuarteles, con admiración, asombro y alguna que otra envidia.
Después de todo no cualquiera conquistaba a una mujer de semejante categoría. Y por
cierto no a cualquiera le ocurría lo que le había sucedido a Litvak con la inolvidable y
codiciada Vodianova. El General comenzó a exponer su plan con seguridad y
eficiencia, siendo escuchado con suma atención, a veces paseándose de allá para acá, o
apoyando las manos en la mesa y mirando a esos hombres atónitos por su osadía, que no
se atrevían a interrumpirlo. Explicaba, planeaba y conspiraba como tanta otras veces,
seguro de que nadie conocía sus pensamientos más profundos, de que todos ignoraban
por completo las punzadas que le ardían en el pecho porque mientras hablaba, pensaba
en ella, la muy maldita, la muy traidora… ¡Cuánto la había amado…! Y quizá su amor
se había convertido en odio, tras la rabia por haberla perdido. “¿Acaso se puede perder
lo que jamás se ha tenido…?”_ pensó con amargura. Y a su pesar recordó. Nástenka
Vodianova… su gran amor, su gran dolor. Nástenka era rusa. Su madre, la destacada y
brillante genetista, se había trasladado a vivir con sus tres hijas a la Colonia Kyushiu,
por razones de trabajo y porque prefería criar a su prole en “ésos antros de subversivas,
lesbianas y feministas que eran sus habitantes”, como decía con sorna Stefan Litvak
cuando le preguntaban su opinión sobre las Colonias de Salvamento. La había deseado
con delirio desde la primera vez que la vió esquiando en Hokkaido. Por aquella época
ella tenía solo veintitrés años y estudiaba psicología, alternando sus estudios con la vida
de diosa del sexo que había iniciado hacía dos años antes. Brillante, irreverente e
inquieta, así la describían sus hermanas, sus amistades y las que habían sido sus
compañeras de clase. Había investigado en los antiguos textos del Kamasutra y según
se sabía le fascinaba el sexo con esos intrigantes y apasionados animales que son los
hombres, según los describía. Adoraba la vida y confesaba sin empacho que su primer

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amor había sido una mujer. No era que le gustase posar de chica desenfadada y
rompedora de reglas… era así. “Ese sí que es un trofeo digno de obtenerse”, pensó
Stefan al verla, aunque ya tenía conocimiento de quién era. De cierto que era mucho
más hermosa y llena de magnetismo en persona. Había en ella una irresistible mezcla
de fortaleza y vulnerabilidad, recato y desenfado, experiencia e ingenuidad. ¿Qué haría
para llamar su atención…? ¿Cómo la abordaría…? Porque ésta chica parecía
absolutamente diferente de las que de costumbre provenían de las Colonias, que
otorgaban un par de semanas o meses para una aventura y tan pronto se sabían
embarazadas se perdían de vista para siempre. Tampoco tenía mucho en común con las
que no habían sido criadas en las Colonias, que sólo concedían encuentros esporádicos
para satisfacer los instintos sexuales, y antes de poder decir la palabra ‘amantes’ seguían
su camino en busca de la tan majadera libertad… o de otro compañero sexual
esporádico. Y he aquí esta traviesa joven, dispuesta a graduarse en psicología, que iba
por la vida diciendo que en materia de hombres quería probarlo todo, investigarlo todo y
hechizar a cuantos les fuese posible. Así es que Stefan apostó a dos cartas: su atractivo
masculino y el factor sorpresa. Esperó a verla llegar, quitarse los esquíes e instalarse en
la terraza del resort. Robó una rosa azul de algún florero en el bar interior, y cuando vió
que el camarero le llevaba a la mesa su consabido y favorito licor de especias dulces y
naranja servido tibio, le dió a éste una suculenta propina, se hizo cargo de la bandeja y
puso su mejor sonrisa al llegar junto a Nástenka, la cual, por cierto, ya sospechaba de
qué iba el guapo desconocido.
_ ¿Nunca has fingido un orgasmo, como se cuenta que hacían las profesionales en el
siglo pasado…?_ le preguntó, poniendo la elegante copa frente a ella. En los pícaros e
inteligentes ojos de esmeralda brilló una chispa de alegría, arqueó la ceja derecha un
instante y echando la cabeza hacia atrás se rió con ganas por la pregunta.
_ Me gustan las interrogantes que me toman desprevenida… y creo que podríamos
hablar toda la tarde sobre los orgasmos, así es que más vale que te sientes y pidas algo_
invitó, amistosa, sonriente, y sin transición respondió con otra pregunta_ “¿Por qué
querría fingir un orgasmo…?”
_ Bueno, por lo menos así he leído que hacían un gran número de mujeres hasta
principios de este siglo, a fin de inflarle el ego al esposo, amante o cliente y así obtener
quizá algún beneficio extra…_ explicó Stefan, con un cierto temor a ofenderla.
_ Pobres mujeres, sin poder disfrutar de la sexualidad… y pobres hombres sin poder
enterarse de la verdad, con egos tan frágiles que eran capaces de sacrificar el placer en
común_ suspiró la chica, con alguna nostalgia, haciéndole señas al camarero, que no
dejaba de mirarla embobado. Stefan pidió un brandy, congratulándose para sus adentros
por haberse atrevido, y ya que estaba, decidió lanzarse a fondo:
_ Entonces… ¿Qué podría esperar si llegásemos a compartir una noche…?
_ Depende de lo que estés buscando… cuidado con lo que buscas, porque puedes
encontrarlo… cuéntame tus sueños, cuéntame tus temores, tus fantasías… tus
historias… y tu nombre que aún no me has dicho_ dijo Nástenka, entre enigmática y
divertida. Y se lo pasaron el resto de la tarde conversando, él le contó algunos de sus
sueños, ninguno de sus temores, muchas de sus historias y ninguna fantasía, pues
confesó ser hombre más bien de sentido práctico y los pies bien puestos en la tierra,
como buen militar que era. A la fascinante rusa le importaban un pepino los
condicionamientos sociales, pues manifestó que si todos los seres humanos fuesen por
la vida desnudos, nadie tendría que preocuparse y perder el tiempo en cosas superfluas
como la identidad, el ego o el status. A pesar de que Stefan no veía la hora de llevarla a
la cama y averiguar cómo hacía el amor una mujer como esa, la joven le dijo que una
cierta espera sería provechosa… pues la espera hace saborear mejor los placeres o

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logros obtenidos. Así fue que a la semana de estar esquiando, conversando por las
tardes y dándose besos a escondidas en cualquier pasillo, Nástenka desapareció del
resort, dejándole una breve carta en la cual le explicaba que si deseaba tener una noche
con ella, eso le costaría medio millón de créditos asiáticos, y debía avisarle una semana
antes del encuentro, en el cual era parte del protocolo intercambiar regalos y los
consabidos documentos médicos, acreditando que ambos estaban limpios de cualquier
tipo de virus o enfermedades. Luego del primer encuentro, era entera elección de ella si
deseaba verlo otra vez o integrarlo a su círculo de clientes. Stefan se propuso
impresionarla y llegó un domingo a la mansión que la joven tenía en Kyoto, con una
botella del mejor y más caro licor de especias que sabía le gustaba, y un brazalete de
diamantes y esmeraldas… “éstos hacen juego con tu espíritu puro, y éstas con tus
maravillosos ojos”, le dijo cuando ella abrió el elegante estuche. Nástenka,
emocionada, sonrió con aquella sonrisa un poco misteriosa y dijo que alguna
coincidencia cósmica los había reunido… cuando Stefan abrió su regalo pudo darse
cuenta a qué se refería ella: había recibido una de aquellas corbatas tan sofisticadas y de
moda ente los hombres acaudalados, que consistían de una pieza con pasador ajustable
en el medio, la suya era de exquisito tejido de seda con hilos de oro y el pasador estaba
hecho de zafiros. “La mandé a hacer especialmente para tí… y pensé que los zafiros
combinan a la perfección con el color de tus ojos…”: explicó mirándolo con ojos
acariciadores y un dejo de ternura en la voz. Era la primera vez que él obsequiaba y era
obsequiado con cosas como ésas. Primera vez que era sumergido en un baño con
aceites perfumados traídos de la India y masajeado con esas manos y pies llenos de
energía, en aquella habitación perfumada con inciensos. Primera vez que era acariciado
así. “¿Te gusta que te toque aquí…? tócame así… ¿fuerte o suavecito…? ¿Lento o de
prisa…? Respira profundo, contrae el estómago… suelta el aire levemente…”_
indagaba e instruía ella, maravillosa maestra, ardiente alumna, y ¡oh, Señor!, que ríos y
cascadas fluían, fuego ígneo de abrazos y entregas, Paraíso redescubierto, primera vez,
porque había tenido sexo, pero jamás había hecho el amor. Primera vez que descubría
que un hombre puede tener diez orgasmos sin eyacular, hasta que cuando por fin libera
su río cósmico, éste viaja por todos los chakras, inundándolo de un amor y placer que
llega a ser sagrado, hasta que su kundalini se desenrosca y se vuelve a enroscar,
dejándolo tan satisfecho, inocente y somnoliento como un bebé recién amamantado. En
tanto entrecerraba los ojos y Nástenka le acariciaba la cabeza con dulzura, entendió
porqué algunos hombres que había conocido eran capaces de esperar meses enteros para
tener una noche con una de éstas mujeres, sin importarles estar en lista de espera, y
porqué aquellos que conseguían las atenciones frecuentes de alguna presumían de ello
más que si tuviesen una nave propia para vacacionar en la luna. Y porqué tantos se
resignaban a tener que compartirlas… “Nástenka tenía dos “frecuentes” que la visitaban
alternadamente, dos veces por semana; un ministro japonés y una artista francesa, aparte
de los infaltables esporádicos, que aspiraban a ser frecuentes. El suyo era un mundo de
refinamiento exquisito y cortesía depurada, con una extensa riqueza intelectual y
material que fluía por sí sola de forma natural e inagotable. Calificar a una de aquellas
criaturas amables, inteligentes y sabias con la peyorativa palabra de “prostituta” se
consideraba sumamente vulgar e inaceptable entre aquellos que las frecuentaban (ahora
podía entender porqué cierta vez un legendario militar se había liado a golpes como
cualquier marinero de taberna, defendiendo a su hetaira favorita cuando alguien se
atrevió a llamarla de “esa puta”) y también comprendió las sonrisas cómplices de su
superior, cuando ya en la Base, aquél le dijo: “Bueno, hijo, veo que también dió con su
droga favorita… le servirá para templar su resistencia y forjarle la paciencia, le espera
un buen combate contra los celos y las ansias de que tal tesoro sea sólo suyo, si se

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abstiene de hacer idioteces y mantiene la mente abierta y el corazón alegre y generoso,
puede contar con que la victoria será suya, cosechará logros que ni siquiera se atreve a
soñar todavía…” ¡Cuán ciertas habían resultado ser esas palabras! Porque al día
siguiente de aquél sublime primer encuentro, mientras aún compartían el desayuno se
habían mirado y reído… “¿estás pensando lo mismo que yo…? “Sí… te acepto como
mi tercer y último frecuente”. Y se habían visto cada domingo, sin faltar ni uno sólo. Y
jugaron al doctor, a la profesora, a la enfermera, al salvaje de taparrabo, al científico
loco, a la escolar ingenua, a los soldados (ella se ponía el uniforme de él) al lobo y a la
caperucita (“abuelita, que lengua tan larga tienes…” ¡para lamerte mejor…!”) a la
gallinita ciega y otro sinfín de travesuras y posibilidades que iban descubriendo a
medida que exploraban. Y Nástenka le dejaba ver que podía ser dulce y receptiva, bajo
él, o bien transformarse en una tigresa, puras garras y acción, encima, cabalgándolo
como una salvaje amazona. Y hablaban de todo y se reían de tonterías, viajaban juntos
y se divertían como cualquier pareja de enamorados de aquéllos que inmortalizaron
tantas películas. Y él aprendió a no hacerle caso a los celos y sólo disfrutar el momento
presente, sin preguntas ni comparaciones sobre sus otras visitas, frecuentes o no. Sasaki
la veía los lunes y miércoles, la señorita Devereaux los martes y jueves, los viernes
algún esporádico, los sábados libres y los domingos para él solito. La adorable rusa que
lo tenía absolutamente embrujado se graduó como psicóloga a los veinticinco años, con
las mejores notas de su clase. Y poco después comenzó a espaciar las visitas con los
otros frecuentes… entonces, él se dió cuenta que ella también lo amaba y se felicitó por
haber hecho caso de los acertados consejos de su superior, dos años antes. Y un día de
ésos, ella anunció en una entrevista que se retiraba por un año de la vida de hetaira
activa, aunque igual y sus clientes se comunicaban con ella para saber como estaba o
para enviarle regalos. Fueron los regalos los que hicieron que Stefan saltara de alegría:
ajuares para bebé, juguetes… ella esperaba un hijo. Casi temeroso le preguntó quién era
el padre.
_ Tú, por supuesto. Has de saber que evité cualquier contacto íntimo estando en mis
días fértiles, sólo me aseguré de tenerlos contigo. Quería que el bebé fuese tuyo.
Tienes un estupendo material genético_ aclaró, medio en broma medio en serio. Como
él comenzó a visitarla dos veces por semana, se dió cuenta que tanto el ministro Sasaki
como Gabrielle Devereaux, la artista, estaban felices porque Nástenka iba a ser madre,
les gustaba ir a verla ya no para hacer el amor, pero sí como entrañables amigos, para
charlar sobre arte o política, para llevarle regalos y tocarle el vientre que se iba
abultando. Stefan comprobó asombrado que en el mundo de las hetairas la amistad era
conservada como uno de los regalos más preciados, pues ellas habían descubierto que el
amor no es posesión, sino compartir. Nació el primer hijo y él se sintió como un rey,
aparte de tener la oportunidad de conocer a la madre y hermanas de su amada, que en
pleno acudieron a la mansión a felicitarla y celebrar. Sus pares en la Base le hicieron
una concurrida fiesta, pues consideraban que para cualquier hombre, el hecho de
enamorar a una de aquellas diosas hasta el punto de que ella decidiera tener un hijo
suyo, podía interpretarse de tanto o más valor que ganar un combate en alguna guerra.
El retoño tenía poco más de diez meses cuando Nástenka volvió a embarazarse (“adoro
a los niños ya que hice muchas horas de trabajo voluntario en las guarderías de la
Colonia cuando era adolescente, además quiero que no se críen solos… tendrán mucho
en común y podrán jugar juntos, aparte el hecho de que provienen del mismo padre…”)
había declarado ella al semanario “Intermedia”. Stefan ya tenía un par de medallas de
honor, a los treinta años su carrera iba en ascenso imparable, y su padre ya le había
otorgado la parte de la herencia que le correspondía, sin embargo, fueron los dos hijos
que tuvo con la adorada y admirada rusa, los que forjaron su leyenda de héroe. Porque

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si bien era cierto que los hombres de dinero tenían más posibilidades de acercarse a éste
tipo de mujeres, no por ello podían dar por hecho que llegarían a enamorarlas. Hasta
donde él mismo sabía, Stefan había procreado entre nueve y doce hijos con chicas de
diferentes Colonias en unos seis países diferentes… pero que una hetaira lo admitiera en
su casa, su vida, lo amara y decidiera tener su descendencia era muy distinto. Se sentía
tocado por los Dioses… ¡Cuánto la amaba…! ¡Cuánto soñaba con poder vivir con ella,
cada día de sus vidas…! A pesar de los consejos de aquél superior cómplice y de los de
su padre, no podía evitar soñar con hacerla su esposa, tenerla sólo para él, ya se las
arreglaría para convencerla de alejarse de Sasaki y la francesa… si se había arriesgado y
atrevido a tanto y había logrado conquistarla… ¿qué de malo tenía tomar más riesgos y
pedir más…? Un hombre tiene derecho a conseguir lo que desea, a luchar por lo que
ama, a ser feliz… y él ya sabía que su felicidad era Nástenka y los dos hermosos hijos
que le había dado; porque si no hubiese querido darle hijos, simplemente no lo habría
escogido a él como padre de las criaturas, hubiese buscado a otro, o tal vez se hubiese
hecho inseminación artificial… Tales eran sus conclusiones y razonamientos cierta
tarde en la cual llegó a casa de su amada. Nunca olvidaría lo hermosa que se veía, con
su túnica púrpura y el cabello color miel en una sencilla trenza, absolutamente
concentrada en pintar un retrato del bebé que dormía plácidamente en su cunita
antigravedad arrimada al ventanal… el sol entraba, iluminando a ambos como si fuesen
un sueño de otra época, cuando un hombre y una mujer que se amaban decidían unir sus
vidas para siempre. Stefan no se atrevió a decir palabra, para no romper la magia de
aquél momento inolvidable. Pero ella sí lo presintió, dejó de pintar y volteó a mirarlo
con aquellos ojos hechiceros que sabían mirar de tantas maneras…
_ ¿Te gusta…? Mañana le daré los últimos retoques y estará listo.
_ Todo lo que haces me gusta_ dijo, rodeándola por la cintura, apegando su pecho
vehemente a la espalda de ella, besándola en el pelo, en una oreja… y quizá dijo las
frases equivocadas, quizá ambicionó demasiado, tal vez si hubiese esperado… “¿No te
sientes incompleta, como si fueras sólo una mitad de algo, y la mitad faltante… fuese
yo…?”
_ Pero vamos, estás con inclinaciones filosóficas hoy… quién lo hubiese dicho, un
militar con los pies en la tierra y carente de fantasías_ comentó Nástenka, con algo de
sutil humor.
_ Ninguna mujer está completa sin un hombre, así como ningún hombre está completo
sin una mujer… si eso no fuese cierto… ¿por qué me diste hijos? ¿Por qué me elegiste a
mí, en vez de a otro…?_ insistió.
_ Hubo alguien que dijo alguna vez que nuestros hijos no son “nuestros”… sino que es
la vida misma queriendo perpetuarse. Respeto tus puntos de vista, aunque no los
comparto… pues creo que la verdadera plenitud está dentro de cada cual;
independientemente de si se es hombre o mujer, todos tenemos el deber y el derecho de
encontrar felicidad y plenitud, aunque si se centra la búsqueda en cosas, personas o
circunstancias externas, entonces puede ser que te pases la vida buscando… Toda vez
que se vislumbra el hecho de que ya al nacer hemos venido completos, felices y plenos
comprendemos que cualquier búsqueda parte primero en nuestro interior. Te elegí a ti
porque te amo. Esa es la única razón. Pude haber elegido a cualquiera, o haber optado
por seguir cualquier camino de los ya conocidos para tener un hijo… sin embargo
alguna vez me prometí a mí misma que quería probar y experimentar todo, y
enamorarme de un hombre ha sido una de las experiencias más enriquecedoras que he
tenido… y creo saber que como tú me amas, también ha sido para ti algo valioso_
manifestó la joven, besándolo en los labios tenuemente. Stefan no dijo nada más al
respecto, al menos en aquella oportunidad. Cada tantas semanas, insinuaba o hacía

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alguna alusión al tema del amor y la plenitud que hipotéticamente vive la pareja casada.
Como viera que Nástenka tenía sus puntos de vista más que claros, optó por presionarla
y desapareció por tres meses, confiado en que ella lo extrañaría y querría comunicarse
con él por todos los medios. Efectivamente, a dos semanas de poner distancia sin
ninguna explicación, su temporizador recibió por lo menos tres llamadas de la joven.
Más las otras dos que se recibieron en la Base, ante lo cual había dado órdenes precisas
de responder amablemente, pero sin dar cuenta de su paradero ni mayores detalles. Sin
embargo, no volvió a recibir llamados y le quedó la impresión de que tal vez la mujer de
su vida no lo necesitaba tanto como lo había pensado, sin contar con que tuvo que
aguantarse dos meses y medio más, respetando el plazo que se había fijado para cumplir
su meta, que era probarle a ella con hechos que podía desaparecer de su vida en
cualquier momento, y provocarle un poco o un mucho de ansiedad, a fin de que ella
reconsiderase su posición y puntos de vista, y cediera a los requerimientos que él se
proponía plantearle. Se llevó más de una sorpresa aquél mediodía, cuando pidió
autorización al control robótico del parqueo aéreo en los jardines, al costado de la ya
familiar mansión en Kyoto. Descendió de su nave y se encontró con Gabrielle
Devereaux disponiéndose a partir en la suya. La elegante francesa se acercó a saludarlo,
amable, sonriente y feliz, diciéndole lo mucho que Nástenka se alegraría de volver a
verlo, y poco después elevaba su nave para regresar a Paris. Y sí… ella se mostró muy
contenta por verlo de nuevo, le dijo cuánto lo había extrañado, pero no le preguntó
porqué ni adónde había estado en aquellos tres meses de ausencia. Se abrazaron,
besaron y acariciaron con pasión y deseo, sin embargo Stefan comprobó que se sentía
incapaz de reaccionar a los avances y escarceos amorosos mutuos, puesto que todo lo
que ocupaba su mente en esos momentos era la frustración de que su pequeño ardid no
había dado los resultados esperados… y la desesperada pregunta: ¿qué podía hacer para
tener a Nástenka para él solo…? Tenía que ser suya. Lo había sobrellevado bien al
comienzo y había aceptado compartirla, pero después del nacimiento de sus hijos era
algo intolerable que ese vejete de Sasaki y esa francesa libertina siguieran poniendo los
pies en la mansión de “su” mujer y llevándole regalos a “sus” niños. Se incorporó del
lecho, desnudo, y se paseó por la amplia habitación como un tigre enjaulado. Ella
cubrió sus hermosas formas con una bata de seda y calzó unas chinelas que hacían
juego. Fue a sentarse en uno los sitiales cerca del ventanal y oliendo la tormenta, fue
directa y preguntó:
_ ¿Cuál es el problema, cariño…?
_ ¿Por qué te cuesta tanto demostrar tu amor por mí…? ¿Tan indeseable te resulta la
idea de convivir conmigo…? ¿Tan poca fé tienes en nosotros…?_ dijo, exasperado, tal
vez sin darse cuenta que casi gritaba.
_ ¿Por qué mi corazón me dice que el problema de fondo es mucho más complejo que
lo que estás preguntando…? ¿Por qué siento que hay cosas que te has guardado, y te has
callado a la fuerza, y esto no es más que el estallar del volcán reprimido…?_ aventuró
Nástenka, adivinando.
_ ¡Porque vaya intuición la tuya…! ¡Porque no soporto tener que compartirte…!
¡Porque el sólo ver a Sasaki y a la Devereaux metiendo sus narices por aquí me saca de
quicio…! Y porque, si de veras me amas, aceptarás ser mi esposa y casarte conmigo_
respondió Stefan, acercándose a ella y tomando sus manos.
_ Si conviviésemos bajo el mismo techo no me molestaría, también se me ha pasado por
la mente semejante idea… me parece que existen millones de maneras de expresar mi
amor por ti, que no pasan necesariamente por firmar un papel que me convierta en tu
esclava…

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_ ¡Esclava…! Nástenka, ¿te das cuenta de la gran estupidez contenida en lo que acabas
de decir…? Un hombre se casa porque encuentra a la mujer de su vida, porque su
anhelo es vivir y despertar con ella cada día, porque ella le da hijos que él desea
ayudarla a criar y proteger, porque él sueña con verlos crecer y llamarlo padre…
_ Sí, claro… y a medida que avanza el tiempo y la confianza, él exigirá que dichos
niños lleven su nombre, que estudien lo que él quiere y se parezcan a él en su forma de
actuar y tomar sus decisiones… para no decir que también querrá decidir sobre las
amistades y actividades de la madre de esos hijos que se empeña en llamar suyos como
si fuesen posesiones materiales, no olvidemos que la viga maestra de la dominación
masculina sobre las mujeres fue durante milenios… el matrimonio. Y gracias por
recordármelo, pues ahora que lo pienso mejor, la mera convivencia sin papeles firmados
de por medio, en la práctica es exactamente lo mismo. Así es que ése era el problema
de fondo… lo tuyo, con todas esas inquietudes y rabia contenida no era más que el
deseo de posesión… y eso, mi amado Stefan, no es amor. Vaya ironía del destino, me
dices que tengo problemas para demostrar mi amor por ti, y resulta que de los dos, la
que más ha amado fui yo_ repuso Nástenka con una sombra de tristeza en sus bellos
ojos de esmeralda.
_ Lo estás complicando en exceso… ¿Qué de malo tiene el desear que nuestros hijos
lleven mi apellido…? ¿Qué de malo tiene el pedirte que seas sólo para mí...?_ explotó
él, con cierta desesperación en la voz.
_ Todo. La petición en sí misma conlleva el hecho de volver a guiarnos por sistemas de
vida ya probados, fracasados y actualmente en desuso. ¿Por qué querría yo ponerme
cadenas voluntariamente? ¿Por qué o para qué tendría que renunciar a la libertad y
plenitud que siempre he tenido y cometer la estupidez de firmar mi propia condena…?
¿Hay alguna razón que determine poderosamente que debo vivir de acuerdo a lo que
otros decidan que es lo adecuado? ¿Por qué…?.
_ Porque me amas. Porque yo te amo, Nástenka, como jamás he amado. Esa es mi
única verdad. Mi última verdad. Te amo y no puedo vivir sin ti…_ aseguró, poniendo
la cabeza en el cálido regazo de ella, tomándola de las caderas, aferrándola…
_ Todo es un aprendizaje… todo sirve, aunque siempre hay más de una experiencia que
nos ilumina y esclarece. En mi caso, fuiste tú. Aprenderás a vivir sin mí. Y yo
aprenderé a vivir sin ti. No existe nada que no sea posible aprender. Nacemos para eso.
Venimos al mundo a tomar nuestras lecciones y así es como evolucionamos_ aseguró
ella, acariciándole el cabello, con los ojos llenos de lágrimas a punto de rodar por las
tersas mejillas. Sabía ya que pasaría mucho tiempo antes de que volvieran a verse. O
quizá ésta sería la última vez. Entonces ocurrió lo que la llevó a tomar la decisión
definitiva. Su amado Stefan se incorporó y comenzó a vestirse, mientras la miraba con
tal furia y desdén que tuvo que esforzarse para no creer que se trataba de un completo
extraño. Con los pantalones y sus botas puestas, a torso desnudo se acercó de nuevo a
donde ella estaba… había algo ajeno y extraño en sus ojos, que ella asoció con el tipo de
ojeada que echaría el amo al perro desobediente. Plaf. “Desconsiderada”. Plaf.
“¿Quién te crees que eres para jugar así con los sentimientos de un hombre que te ha
amado hasta el delirio?”_ preguntó él, y las dos bofetadas sonaron secas, fuertes y
precisas, propinadas con ambos lados de la misma mano. Sin un sólo gemido ella se fue
levantando despacio, con los ojos muy abiertos, las mejillas ardiéndole, arreboladas. Él
la agarró por la bata a la altura del pecho, mientras alzaba la otra mano listo para un
segundo ataque, lo cual no le dejó a Nástenka otra alternativa que aplicar sus
conocimientos de judo y utilizar por primera y única vez en su vida el anillo con curare
que llevaba en el meñique de su mano derecha. La dosis del legendario veneno era la
adecuada para dejarlo paralizado durante un par de horas. Llorando en silencio, se

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agachó y lo besó en la frente por última vez, mojándole el rostro con sus lágrimas.
“Adiós para siempre, amado mío, que el Creador haga suave tu camino y aligere tu
alma…”_ le dijo, mientras él, que no había perdido el conocimiento pero sí las
facultades motrices, la miraba con desesperación. Ella fue hasta su tocador de caoba y
extrajo un multicontrol robótico de uno de los compartimentos. En cosa de un par de
minutos entraron en la estancia dos apuestos individuos, elegantes, eficientes, que nadie
habría podido llamar androides.
_ Por favor, lleven al señor Litvak a su nave, y terminen de vestirle una vez allí. Akira,
conduce su Centaurus hasta la Base militar de Okinawa, pero no entres, sólo estaciónala
en la entrada… no quiero que pase un bochorno ni que tenga que dar explicaciones
cuando pueda moverse. Helmut, síguelos en la Dragonfly para que puedas traer a tu
compañero de vuelta, y tan pronto regresen vayan al depósito Aries y activen a nueve de
sus colegas para vigilancia, por un mes completo_ indicó. El guapísimo Akira, un
modelo asiático de generación reciente, fue recogiendo las prendas de ropa que Litvak
no se había colocado aún, después de lo cual sin ningún esfuerzo se echó al hombro al
visitante y salió de la habitación. Helmut, en cambio, se quedó mirando a su dueña con
algo de asombro en sus hermosas facciones caucásicas. Era rubio de ojos claros y había
sido diseñado para ser inquisitivo y sensible. Había visto crecer a Nástenka y le había
enseñado a esquiar, bailar y montar a caballo. La joven lo conservaba pues Helmut
había sido construído por su madre cuando vivían todas juntas en la Colonia Kyushiu.
_ Nástenka… ¿Qué ha ocurrido…? ¿Por qué estás llorando? ¿Ese individuo te
insultó…?_ indagó Helmut, acercándose y secándole las lágrimas con un dedo.
_ No sólo me insultó… me abofeteó_ confesó, avergonzada.
_ ¡El hijo de…! Igual y le digo a Akira que salte en uno de los Beta y dejamos que ese
desgraciado se hunda con todo y su maldita nave, ya sabes, los accidentes pueden
ocurrir… ya no digamos si le doy licor y lo dejo ‘empaquetado’… nadie tendría porqué
saberlo_ propuso.
_ Hace ciento cincuenta años atrás habrías sido un gángster brillante, pero eso no se
hace_ lo reprendió ella dulcemente.
_ Mi querida niña… me abstendré sólo por ti. Nunca me cayó del todo bien ese Litvak,
vaya troglodita… ¿vas a estar bien?
_ Sí… voy a estarlo. Me daré un baño de espuma, haré algo de meditación, y después
de jugar con mis dos tesoros, claro que estaré bien.
_ ¿Una partida de ajedrez luego de que todo esté dispuesto? Ahora sí que te gano_
propuso Helmut, sonriendo.
_ De acuerdo… y también una visita a la Colonia Osaka para ver a la Dama de los
Oráculos, todo mañana… ¿hecho?
_ Hecho, mi niña.

Totalmente ajeno a las conversaciones de ese nefasto día entre Helmut y Nástenka,
cuarenta años después de aquellos hechos, el General Litvak apartó la marea de
recuerdos y evocaciones de sus pensamientos y se concentró en el plan que tenía entre
manos. Como si el destino se empeñara en contrariarlo, ninguno de los presentes estuvo
de acuerdo. ¿Qué les había ocurrido a estos hombres para volverse un hato de
pusilánimes…? pensó sin llegar a decirles lo que creía de todos ellos.
_ El plan es descabellado, nos arriesgamos a ser destituidos de nuestros cargos_
puntualizó uno de los militares.

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_ ¡Esta proposición carece por completo de ética!... y no olvidemos que el Clero se ha
opuesto tenazmente a cualquier tipo de manipulación social de esa índole_ aclaró un
sacerdote.
_ Quizá lo mejor sea dejar las cosas como están, a fin de cuentas la raza humana no
peligra puesto que las mujeres siguen teniendo hijos, y eso es lo que más importa. Si
estuviésemos en peligro de extinción ya sería otra la historia, hasta donde yo sé existe
material genético de todos los aquí presentes en cuarenta bancos de inseminación en
unos veinte países diferentes… material que me consta ha sido utilizado en más de diez
ocasiones distintas por mujeres tanto de las Colonias como del exterior de las mismas.
En su caso, General, debiera sentirse más que satisfecho, pues según reportes de
seguimientos que mi gente hizo de lo suyo, debo informarle que usted es responsable de
la existencia de exactamente trescientos noventa y ocho individuos, y lo más
sorprendente es que en la elección de sexo de los bebés se dió un balance que me
atrevería a llamar milagroso: igual cantidad de varones que de niñas… cualquiera diría
que todas ellas se pusieron de acuerdo, pero no fue así. Por cierto, contando los dos
hijos varones que tuvo con… ejem, Nástenka Vodianova, usted produjo en su vida hasta
ahora, cuatrocientos descendientes_ informó con una muestra de admiración y asombro
el Jefe del Servicio Secreto. Los presentes prorrumpieron en carcajadas y aplausos de
admiración, inclusive el clérigo se animó a hacer un comentario audaz. Por breves
instantes todos se olvidaron de quiénes eran, y como si fuesen una antigua cofradía
machista sólo supieron admirar, envidiar y aprobar al líder por su hazaña. Litvak se
sonrojó como un colegial, asombrado de su logro pues jamás había llevado la cuenta, no
se había imaginado ni en su más disparatado sueño que su semilla fuese tenida en tan
alta estima entre el sexo opuesto. Quizá había influído el hecho de que en los bancos de
inseminación había fotografías de cada candidato, amén de minucioso detalle de raza,
credo, profesión, aficiones, tipo y nivel de inteligencia… Vaya, lo que alguna vez le
dijese Nástenka al parecer había resultado cierto, tenía un estupendo y muy codiciable
material genético. Sin embargo, para él los únicos hijos que tenía y amaba eran esos
dos, frutos de esas noches apasionadas cuerpo a cuerpo, piel a piel, cuando aquella
mujer tierna e inolvidable se le entregaba como si fuese completamente suya. Stefan y
Alexander, sus hijos amados que nunca pudo volver a ver, pero que vió crecer en el
vientre de ella y después de nacidos… ¡qué hermosos eran…! Cada año había recibido
reportes del Servicio Secreto, carpetas que se habían ido acumulando en sus archivos
privados. Así se enteró que éstos se habían criado con su madre, profesores exclusivos
y educación exquisita, que visitaban a su abuela y a sus tías en la Colonia Kyushiu, y
que ambos habían tenido la fiebre del Selenio durante unas vacaciones en la Luna… o
que el mayor había sido mordido por una serpiente en un viaje a las Reservas Africanas.
Todos esos años, cientos de fotografías con sofisticados teleobjetivos. Stefan, que todos
decían era copia al carbón de su padre, lo cual era cierto, ya era todo un genetista, tan
brillante como su abuela materna lo había sido, y Alexander no paró hasta llegar a ser
arqueólogo-astronauta (de hecho gracias a su tenacidad y descubrimientos fué que se
había llegado a saber sobre las napas subterráneas en Marte y el método más adecuado
de llevar el agua a la superficie del indómito planeta rojo).
_ En vez de no hacer absolutamente nada, quizá lo acertado sería negociar…
recordemos que cada Colonia tiene su propia Presidenta, portavoces, ministras… algo
habrá que pueda hacerse ¿verdad?_ propuso uno de los diplomáticos franceses, famoso
y respetado por haber evitado una guerra en el Medio Oriente, sacando al General de sus
pensamientos. Irritado, Litvak hizo memoria.
_ Negociar, negociar… en todo un maldito siglo las cosas han empeorado. ¿Recuerda
usted el tema de los impuestos unificados…? Un fiasco. ¿Conoce el asunto del

195
racionamiento de material genético? Un bochorno. Humillante además, en aquella
conferencia a foro abierto, a la cual asistió esa arpía de la Colonia de Los Ángeles…
¿Cómo se llamaba…?
_ Petrovna. Natalia Petrovna, descendiente de…
_ A quién carajo le importa…. Con su maldito manifesto nos dobló la mano a todos y
hasta el día de hoy, la muy maldita… qué escarnio, qué vergüenza nos hizo pasar,
imagínense, cuando dijo tan suelta de cuerpo “torturadores, represores, violadores,
vuestros días de dominación y crímenes amparados en vuestras propias leyes han
concluído, porque el destino de toda la raza femenina ha cambiado para siempre, porque
nuestra fuerza procede de nuestro interior y así decidimos perdonar vuestras ofensas del
pasado, aceptando la vida y llevando en nuestros vientres tanto su especie como la
nuestra, nada nos deben y nada les debemos, hagan ustedes lo que les es propio y dejen
que nuestra raza lleve a cabo la labor que le ha sido conferida por todas las
civilizaciones que ya fueron y serán…”_ evocó Litvak.
_ “… porque tenemos el poder de clonar a todas y cada una de las habitantes de las
Colonias, incluídos los hijos varones que viven con nosotras, de los cuales a su tiempo
obtendremos el regalo, las semillas necesarias, porque nuestra motivación principal es
dar vida y no quitarla ni controlarla, sino más bien dejar que ésta fluya libre a través de
nuestros cuerpos, y si ustedes insisten en sus motivos egoístas y se niegan a cooperar,
será vuestra raza la que se extinguirá como el trigo segado…”_ continuó memorizando
Ryan Connor, el ingeniero nuclear experto en armamentos_ quién no recuerda eso, si
hasta yo tengo una copia del discurso. Vaya nervio, la chica. Bueno… ¡a esa edad, con
esa carita de ángel y esas piernas de portada, quién no…! _ bromeó, para aligerar la
tensión del momento. No lo logró del todo ya que el General siguió restregándoles en la
cara la lista de fracasos, como la guerra bacteriológica que habían intentado probar con
una de las Colonias en Afganistán, la cual por razones misteriosas que nadie supo
explicar fue detectada y detenida sin causar ningún daño. Estaba ese otro asunto de la
Colonia de Kenya, cuando organizaron una invasión con órdenes de raptar a un millón
de mujeres entre los quince y los veinticinco años. Aquél fue un triunfo obtenido
rápidamente, por la fuerza… y también un estrepitoso fracaso. Las cautivas fueron
llevadas a los cuarteles y violadas por los soldados con el plan de que la descendencia
obtenida sería para ellos, comenzando así a recobrar el poder que habían tenido por
siglos. Error. Craso error. Cuando ya estaban creyendo que la victoria les pertenecía,
las vieron morir ante sus propios ojos. A los dos meses de ser capturadas ya no quedaba
ninguna… todas se habían suicidado, algunas escribieron “libertad o muerte” con su
propia sangre en las paredes de sus celdas, otras se dejaron morir de inanición, algunas
más incluso mordieron las cápsulas de veneno que tenían incrustadas en las muelas, de
modo que ya al llegar a los campamentos iban inertes. Morían con los ojos abiertos,
brillando con un fuego de fé ciega y fiera determinación… una llama divina, valiente y
sobrenatural que nadie podía quitarles, ni aún los mismísimos y asombrados enemigos;
esa luz inagotable y eterna que nada les pudo arrebatar, ni siquiera después de haber
cruzado la última frontera. Aquellos hechos les acarrearon a las tropas el repudio de
todos los organismos internacionales y Cuerpos de Paz conocidos y por conocer a través
del mundo entero. La gota que rebasó aquel vaso de atrocidades fue ese misterioso
asunto de la Colonia Pakistaní, la cual contaba con diez millones de habitantes y que fué
bombardeada durante dos días completos, hasta que lograron romper los domos
protectores. (De hecho también fue imposible descubrir quién les había informado del
ataque y cómo habían logrado instalar semejantes estructuras en tan poco tiempo y con
aquellos materiales invisibles, tan resistentes y totalmente desconocidos en el planeta).
La frustración más grande e inexplicable les sobrevino cuando iniciaron la consiguiente

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invasión. Ya aterrizaban las naves de combate y descendían los soldados gritando
enloquecidos, con las armas listas y los ánimos ebrios de violencia desatada,
anticipando el sangriento festín de violaciones, torturas y muerte. Ya invadían las calles
principales y aledañas de la indefensa y quieta Colonia, gritando órdenes, pateando
puertas, vociferando obscenidades… y oh sorpresa… ¡¡ESTABA VACIA!! Nadie en
las camas. Nadie en las cocinas. Nadie en los sótanos. Nadie en las bodegas. Nadie en
las guarderías. Nadie en las escuelas, ni en los internados masculinos, ni en los talleres
de trabajo, ni en las lavanderías, ni en los laboratorios. Nadie en los hospitales…
¡Absolutamente nadie! Y por cierto, veinte años después del fiasco más grande vivido
en guerra alguna… nadie logró jamás dilucidar el misterio. ¿Qué había ocurrido con
diez millones de seres? ¿Cómo habían escapado? ¿Adónde habían ido? ¿Qué o quién las
había salvado…? Aquél fue el último, y por fortuna fallido gran atentado contra la
libertad femenina. Litvak, que había sido uno de los cerebros detrás del cuasi-
genocidio, se salvó sólo gracias a que otros decidieron asumir en su lugar la
responsabilidad de los hechos. Los Antagonistas, ese grupo secreto que cada tanto
tiempo se reunía para planear la destrucción total o parcial de las Colonias, decidió en
pleno que un militar de tan brillante trayectoria e inteligencia tenía que ser protegido, ya
que en caso de que fuesen descubiertos y sofocados, Litvak era casi el único con el
poder necesario como para volver a formar otro grupo y llevarlos a la acción en pos del
objetivo principal: volver a tener a las mujeres como propiedad personal y lograr que los
futuros descendientes, sobre todo los varones, siguieran perpetuando el modelo rígido,
patriarcal y represivo que había sido la marca de fábrica de los hombres durante los
milenios anteriores. El poder que les había sido arrebatado a las mujeres en los albores
de la humanidad era enorme, y no estaban dispuestos a devolverlo así como así. Ellos
seguían matándose entre sí y haciendo sus juegos de guerra y dominación, como perros
peleando por un hueso, y allí donde hubiese poder que obtener, ponían sus propósitos y
esfuerzos. Y sí… rodaron cabezas en docenas de ejércitos y reductos políticos; todo
aquél que planeó, conspiró, espió, vendió y compró armas para fomentar la masacre de
la Colonia Pakistaní fue puesto tras las rejas. De nada les sirvió gritar a voz en cuello
que no habían encontrado ni una sóla mujer, porque la Colonia estaba vacía al
momento del ataque. “Nadie está dispuesto a ver cómo la próxima vez que lo intenten
tengan un éxito abrumador… matando a la perra se acaba la leva…”, había sido la
categórica y cruda respuesta de los jueces a tales razonamientos. “EL MILAGRO QUE
LAS SALVÓ DEL GENOCIDIO MAS CRUENTO DE LA HISTORIA DE LA
HUMANIDAD”, pregonaron las noticias en el mundo entero a través de todos los
medios conocidos. En todos los años transcurridos desde aquél vergonzoso asunto,
fueron docenas de científicos, antropólogos, estrategas y diversos representantes de
diferentes disciplinas los que acudieron a rastrear el interior de la Colonia, para poder
descubrir qué había ocurrido. El propio Litvak iba allí una vez por año, y también
recibía y guardaba minuciosamente los informes y reportes que le llegaban… sin
mayores resultados ni pistas que pudieran llevarlo a descubrir la verdad. El lugar se
había transformado en una especie de Meca de peregrinación, miles de mujeres de
todos los rincones del planeta acudían allí a encender velas e inciensos y hacer sus
oraciones por las almas de las desaparecidas, por lo cual los días destinados a la
investigación se reducían a tres o cinco por mes. “Viva la diferencia: ellos van allí a
tratar de descubrir y controlar un misterio insondable… y ellas acuden por miles
simplemente para reverenciar y aceptar un milagro”, escribía cierta socióloga francesa
tras su primera visita.
_ Con misterio o sin él estamos atados de pies y manos, ya se han probado todos los
métodos convencionales para aplastar a todas esas subversivas que viven convencidas

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de que no nos necesitan_ puntualizó el General Litvak, mirando por el ventanal hacia
los campos de entrenamiento.
_ Con el debido respeto, monsieur, no es que vivan convencidas, más bien me atrevo a
asegurar que en sólo un siglo han probado con creces que de verdad no nos necesitan…
y si tengo que ser asertivo y llegar al fondo de la cuestión, yo diría más bien que somos
nosotros los que no podemos vivir sin ellas… aunque esto no se lo diría a ninguna
mujer ni siquiera bajo tortura_ aseveró el diplomático francés, provocando las risas de
los presentes en la reunión.
_ Caballeros, debo reconocer que lo dicho por el señor Thivenet es bastante cierto, si no
lo fuese, nuestro grupo no habría llegado a ser formado… ¿verdad? Sin embargo, tengo
la creciente impresión de que debiésemos dejarlas en paz… ellas a lo suyo y nosotros a
lo nuestro, después de todo las mujeres con sus Colonias sólo se han protegido a sí
mismas y a los niños, recordemos que hace tan sólo un siglo atrás las cosas estaban
mucho peor, si nos ponemos a recordar, por ejemplo las guerras, en las cuales uno de
los costos inevitables era la muerte de millones de mujeres y niños, que por cierto nada
tenían que ver en los motivos de una guerra. Ya no digamos las enfermedades de
transmisión sexual, como el SIDA, que logró ser erradicado no tanto por las drogas
creadas para detenerlo sino más bien porque con éste asunto de la creación de las
Colonias la prostitución y la promiscuidad en las costumbres sexuales desaparecieron…
en vez de enfocarnos en lo que hemos perdido, ¿Por qué mejor no poner la mirada en lo
que se ha ganado…? ¿Por qué no dar vuelta a la página y atrevernos a darle la
bienvenida a los cambios? Recordemos que las Colonias en sus principios fueron
creadas para brindar ayuda a las mujeres desamparadas… y claro, poco a poco las cosas
se fueron dando de tal manera que las mujeres descubrieron que viviendo en
comunidades podían ser capaces de convertirse en una raza independiente…_ hizo notar
el ministro británico, siendo merecedor de una mirada casi asesina de parte Litvak, que
como entre dientes le preguntó:
_ ¡¿Está usted con nosotros o en contra…?! El asunto de fondo vendría siendo
“desborde-por-permisividad”, mi estimado señor. Verá usted, primero accedieron a la
educación, y eso estaba bien. Luego accedieron al sector laboral, y eso también estaba
bien, siempre y cuando hicieran las tareas de menor importancia… pero como una cosa
lleva a la otra, de forma inevitable comenzaron a acceder a trabajos de mayor categoría,
y así fue que hubo doctoras, abogadas, astronautas, ministras e incluso presidentas en
uno que otro país… y claro, incluso eso estaba bien porque nuestro género se las arregló
para mantenerlas a raya y ponerlas en su sitio, vale decir, en posición subordinada. Pero
no. Ellas querían más. Querían ser como nosotros, competir con nosotros y llegar a ser
mejores que nosotros… y le puedo jurar que a partir de ese momento las cosas dejaron
de estar bien y comenzaron los problemas, poniéndonos en la situación en la cual nos
encontramos hoy en día. ¿Adónde vamos a llegar, de seguir así…? ¡Dentro de poco
habrá presidentas en los países, en todos…! ¡No solamente en las Colonias! ¡Recuerde
usted que la primera Colonia establecida en Marte es de ellas…! ¡Con naves y
equipamientos construídos por ellas…! ¡Póngase a pensar que la mitad de la riqueza
mundial les pertenece! ¡Habráse visto…!_ estalló.
_ ejem… acorde con las estadísticas más recientes, ellas ya tienen el cincuenta y siete
por ciento de la riqueza mundial, y los estudios y análisis indican que en el próximo
decenio aumentará_ informó el experto en economía mundial, echando una eficiente
hojeada a sus informes estadísticos sobre la mesa, con una nota de alarma en la voz.
_ ¿Lo ve…? La pregunta clave, caballeros, es: ¿hasta dónde estamos dispuestos a
permitirlo? Así como vamos, sólo nos espera el desastre, como jamás se ha visto.
Porque cuando accedan al poder económico, social y político en su totalidad, entonces

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seremos nosotros los que nos veremos en la posición de inferioridad que naturalmente
les corresponde y les fue asignada a ellas durante los siglos anteriores. Ellas o nosotros.
Elijan. Tómense su tiempo. Pero no demasiado, porque la situación es apremiante y
con cada año, con cada decenio de permisividad vamos perdiendo terreno. Sí, es cierto,
mi plan es lento y requiere paciencia y dedicación, y esto se debe a que todas las
estrategias rápidas, violentas y de sorpresa aplicadas en ocasiones anteriores terminaron
en fracasos. Ellas demostraron paciencia y dedicación, constancia y fe para lograr sus
objetivos. Pues bien. Utilicemos las mismas armas para vencerlas. Les aseguro,
aunque ustedes ya lo saben, que estamos frente a nuestra única, nuestra última
oportunidad. Debemos aprovecharla. Caballeros, mínimo una semana, máximo un
mes, espero sus respuestas. Es el futuro de nuestro género lo que está en juego_ arengó
el General, mientras murmullos de asombro y admiración recorrían el salón. Uno a uno
los cofrades fueron saliendo, entre saludos y comentarios. Cuando por fin quedó solo,
Stefan Litvak se preguntó qué podía ocurrir si su estratagema era descubierta. No había
absolutamente nada que pudiese evitar lo que planeaba. Lo mejor era hacer todo en el
más estricto secreto y discreción. Que ninguna mujer de las Colonias ni del exterior
llegase a saberlo jamás. Sin embargo, no pudo evitar hacer otra revisión en el Reporte
Afganistán… ¿Cómo era posible que hubiesen podido protegerse de los virus que
habían soltado…? Sin duda alguna habían sido prevenidas, y para llegar al punto de que
ni una sóla mujer había resultado dañada_ en cambio hubo severas bajas en las tropas de
ataque_ inclusive sabían qué tipo de virus y epidemias les serían enviados, o si no, no
habrían sabido qué tipo de antídotos utilizar. Eso podía significar sólo una cosa: habían
espías entre sus tropas. ¿Por dónde se había filtrado información? ¿Quién o quiénes
habían sido los espías, traidores o informantes? “caramba, si el nuevo plan llega a
saberse, entonces sí que todos los hombres del planeta vamos a estar jodidos sin
remedio…”, pensó Litvak guardando los reportes. Sin saber porqué, su mente lo llevó
en microsegundos a cierta noche de su juventud, cuando contaba casi diecisiete años.
O tal vez sí, algo en su interior sabía porqué. A Litvak lo tenían sin cuidado los
misterios o lo que algunos ignorantes llamaban milagros, lo único que buscaba era saber
la verdad. Si conseguía obtener las respuestas acerca de cómo se habían salvado las
Colonias, si lograba agarrar ese escurridizo pez del ‘cómo’ ‘quién’ o ‘qué’… entonces
sabría por fin cómo poder derrotarlas, aplastar al enemigo de una vez y para siempre.
¿Por qué había momentos en los cuales sentía que casi, casi tocaba la esencia del
asunto, pero siempre había algo escapándosele? ¡Ah….! Aquella noche en Bangkok,
cuando su padre y su hermano mayor lo llevaron por primera vez a uno de los últimos
reductos clandestinos de esclavas sexuales… ¿Estaba guardado allí un trozo del secreto?
Llegaron ante aquella puerta metálica, herrumbrosa, y su hermano dió la contraseña.
Un hombrecillo menudo, con algunos dientes menos y la piel morena y arrugada los
guió por un pasillo en semipenumbra, hasta llegar a una habitación bastante amplia,
lujosamente amoblada. Allí, sentado en un mullido sofá de brocado rojo estaba aquél
hombre gordo, mofletudo, con los ojos entrecerrados, mientras una niña de unos catorce
años le masajeaba los hombros y otra que no podía tener más de doce se ocupaba en
darle sexo oral. A pesar de los visitantes, ninguna de ellas dejó de hacer lo que estaban
haciendo. Sólo el gordo abrió los ojos y les dió una sonrisa de bienvenida.
_ Litvak, llegas temprano… y veo que traes a tu cachorro menor… enhorabuena,
mientras esto nos dure podrás ser bienvenido… y bien, ¿Quieren algo nuevo o lo ya
probado? ¿Qué puedo ofrecerle a mi nuevo cliente?_ ofreció el patrón, batiendo palmas
tres veces, luego de lo cual una bonita adolescente entró llevando una bandeja con
botellas y copas. Según pudo comprobar el entonces jovencísimo cadete, todas las
mujeres allí tenían dos cosas en cantidad mínima: años y ropa. Mientras bebía su

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cerveza (“no te emborraches, o si no ni te vas a enterar de si te hiciste hombre o si te
gozaron bien”, le había recomendado su padre) pudo escuchar claramente cuando Kurt,
su hermano mayor _más bien medio hermano puesto que era fruto del primer
matrimonio de su padre, el entonces Coronel Litvak_ pedía “algo que estuviese
nuevecito, entre nueve y trece años…”
_ Qué suerte la tuya muchacho… hoy me acaba de llegar un par de hermanas de diez y
once años… nuevecitas, te aseguro que ni yo las he tocado, si no están intactas, te
devuelvo el dinero_ prometió el obeso, y sin transición propuso: al jovencito le
recomiendo una más experimentada que sepa entrenarlo y le haga de todo… esta
preciosura te vendría como anillo al dedo, mira… ¿no es bonita…? Tiene casi catorce
años, pero no te engañes, porque con la mamada que te vá a hacer, ¡vas a quedar
hablando hasta en chino…! Te lo vas a pasar bien en tu estreno_ aseguró, y mientras
celebraban la ocurrencia a sonoras risotadas, el anfitrión le mostraba una foto de una
jovencita totalmente desnuda.
_ ¿Podría verla antes…? ¿Es tan bonita como en la foto…? ¿Habla siquiera un poco de
inglés?_ inquirió Stefan, curioso. El gordinflón se echó a reír, mientras extraía su verga
chorreante de la boca de la prepúber y ésta lo limpiaba con una toallita húmeda
preparada para tal propósito. Chasqueó los dedos y las dos muchachitas desaparecieron
discretamente, mientras él se guardaba el miembro ya fláccido, se acomodaba la
bragueta y se hacía con una copa de licor y un puro, ofreciéndole uno a Litvak padre.
Todavía entre risas, fumando displicente, comentó:
_ ¡Mira que cliente tan observador…! te felicito por la inteligencia de tu muchacho, será
inexperto en la cama pero le gusta ver su mercancía antes de comprarla… si quieres
asegurarte de que es bonita, tendremos que ir a la cabaña, verás, la chica es un poco
temperamental y un par de veces le dió por fugarse, así es que no nos dejó otra
alternativa que encadenarla… venga, vamos y le doy todas las instrucciones_ dijo,
mientras volvía a batir palmas y aparecía otra adolescente. Le habló fluídamente en su
propio idioma, luego de lo cual la jovencita cogió a Kurt de la mano y se lo llevó. Él
sería el primer cliente de las dos recién llegadas, y la que lo guiaba también participaría
del refregón, según le explicó el gordo.
_ Y, Litvak, viejo zorro, ¡espérame pues te tengo una sorpresa que no te vas a creer…!
No es nada barato, pero te aseguro que vale la pena_ prometió, dejando al aludido solo
en la habitación. Y sí, la muchacha era todavía más bonita que en la foto, una larguísima
cabellera de sedoso azabache le cubría las núbiles y perfectas formas hasta las nalgas,
los ojos eran grandes, negros, brillantes e insondables como el misterio que
acompañaría al joven Stefan hasta el fin de su vida. Se incorporó del lecho al verlos
llegar… había estado dibujando con lápiz de carbón sobre una hoja de cartulina de arte
apoyada en un atril, el cual apartó. Se quedó allí, de pie ante ellos dos, cubierta sólo con
la lujosa seda negra de su pelo. El patrón se acercó, descorriendo aquella cortina
tentadora, manoseándole los turgentes senos de pezones achocolatados mientras le
hablaba, y la jovencita sonreía por primera vez. Dientes como perlas, una naricita recta
y pequeña, unos labios carnosos de color coral… había algo indómito y digno en ella,
como si fuese una núbil reina virgen a la cual ni siquiera las cadenas podían doblegar.
El anfitrión explicó que la había comprado hacía tres años y todavía era una de sus
favoritas, por eso le concedía pequeños caprichos como el set de arte o un par de
sarongs de seda. Había ganado y seguía ganando muchísimo dinero con ella, aunque el
joven tuvo la impresión de que si la viera paseando por la calle a pleno día, nada le
hubiese hecho pensar que se trataba de una esclava sexual. Cuando se quedaron solos,
Stefan le dió una mirada a los dibujos…exquisitos retratos de una mujer que podía tener
casi cuarenta años, y cuatro niñas que al parecer no tenían mucha diferencia de edad.

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_ ¿Tu familia…? ¿Madre? ¿Hermanas?_ preguntó.
_ Sí... lejos, al norte del país, pero yo feliz porque poder ver hermanas pequeñas que
llegaron hoy… pero no hablar de eso, tu viniste para tener placer… ¿cierto…?_ dijo
ella, acercándose con ese algo felino, los labios húmedos, entreabiertos, curvados en una
sensual y adorable sonrisa, la cadena que la retenía por uno de los delicados tobillos
hizo un ruido leve, como si fuese una extensión de sí misma o tal vez como si ella le
hubiese ordenado no hacer demasiado alboroto. Lo besó, con besos suaves como alas
de mariposa, mientras lo desvestía y acariciaba por aquí y por allá… Noche de estreno,
de calor húmedo, ella olía a selva, a mangos recién cosechados, a natillas, era como una
manta de seda color canela, rodeándolo, recorriéndolo, joven maestra entregando casi
con ternura los secretos que tuvo que aprender por la fuerza a la edad en que otras niñas
juegan con muñecas. Él la tocó, primero con inexperta torpeza, pero luego se encontró
lamiéndola por todos los rincones visibles y escondidos, fundiéndose, enredándose el
uno con el otro, bebiéndose los jugos mutuamente, en silencio, sin gritos ni gemidos
porque estaban demasiado ocupados en aquél ritual salvaje tan antiguo como el mundo.
Stefan no sintió pasar el tiempo, pero sí perdió la cuenta de todos los estallidos de placer
que ella le había proporcionado, feliz de sentir que la dulce y apasionada noche había
sido mutua. Se vistió sin prisas, prometiéndole volver a verla uno de esos días, a ver si
la segunda vez les salía tan bien como la primera.
_ Tú muy guapo… ¡y aprender muy rápido…!_ comentó la adolescente con una risita
espontánea, casi inocente, cuando él le dió el último beso antes de salir. Contento y
satisfecho, cerró la puerta por fuera y echó a andar por el sendero empedrado, aspirando
el aroma de las flores y percibiendo el tenue cimbrear de las palmeras al jugar de la
suave brisa. Pasó frente a otra cabaña, notando que tenía la puerta abierta y el interior a
oscuras… creyó ver moverse un par de sombras pero no prestó demasiada atención,
preguntándose si acaso su padre y hermano estarían aún ocupados, o tal vez ya listos,
vestidos y esperándolo. En la semipenumbra del exuberante jardín alcanzó a ver que
otras tres cabañas también estaban a oscuras y con la puerta abierta… un inexplicable
ramalazo de miedo le recorrió la espina dorsal. Algo estaba ocurriendo… ¡eso…!
Cuando el gordo lo había guiado, se fijó en que las cabañas ocupadas por clientes tenían
encendido un farolito rojo en la entrada, y en las que había muchachas solas el mismo
artefacto lucía una luz verde, en cambio ahora todo el lugar estaba totalmente a
oscuras… Entonces los vió: en una y otra cabaña, simultáneamente, un par de
relámpagos de rotundo y cegador color violeta, quizá sus ojos lo engañaban, pero otra
vez le pareció que algunas sombras, adentro, se escurrían fundiéndose con la oscuridad.
Esta vez se le erizaron los cabellos y lo invadió un miedo nuevo y desconocido. Corrió,
a trompicones por el resto del sendero y entró a la habitación en la cual habían estado al
llegar, viendo con toda nitidez la especie de espada de luz púrpura y la figura que la
portaba. Una silueta liviana, sin duda femenina, de ajustado ropaje negro que apenas
dejaba ver los ojos… o más bien el brillo de éstos. Aquella sombra de leves curvas,
suaves y delicadas, de una elegancia y agilidad que a Stefan se le antojó felina y mortal,
pasó por su lado rápida como el viento, mientras la luz desaparecía… volteó a mirar,
algo atontado, y sólo se encontró con más sombras, oscuras como el fatal
presentimiento que ya lo ocupaba por completo. La lámpara china con su tenue luz
roja, que colgaba en una de las esquinas se balanceaba suavemente. Entró y vió algo
tirado en el suelo que llamó su atención. Horrorizado descubrió que se trataba de la
cabeza del obeso patrón, separada limpiamente y sin rastros de sangre del cuerpo, que
totalmente desnudo permanecía tumbado en el sofá de brocado rojo, como si estuviese
descansando después de su última juerga. Había sido castrado. Se sentía empujado a
investigar, mudo de espanto a la vez que hipnotizado por la pesadillesca escena… ¿Por

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qué no había rastros de sangre? ¿Cómo y con qué artefacto habían asesinado a ese
hombre? ¿Por qué? ¿Quién o quienes habían ordenado esto? En ésas, sintió unos
quejidos tras el barcito esquinero de madera lacada, y se abalanzó allí a ver. Su
mismísimo padre, desnudo como nació, comenzó a incorporarse del suelo, con una
mano en la cabeza, que según dijo le estallaba de dolor. Manoteó alrededor y dió con
una linterna antigua que asombrosamente funcionaba, a pesar de haber sido fabricada
quizá medio siglo antes.
_ Papá… ¿Estás bien…? ¿Qué es toda esta pesadilla…? ¿Qué ocurrió…? ¿Dónde está
Kurt…?
_ Nos atacaron, llegaron de sorpresa, las desgraciadas nos cogieron en plena
diversión… alcancé a contar más de una docena de ellas, imposibles de identificar… ví
cómo mataban a Vince, es decir cuando lo decapitaron, pero en ésas sentí como si me
quemaran la base del cráneo y no supe más… ayúdame a buscar mi ropa, vamos a
buscar a tu hermano y nos largamos de aquí tan rápido como podamos_ dijo el Coronel
atropelladamente, pasándole la linterna a Stefan. Fueron encontrando las prendas,
diseminadas aquí y allá, pero no lograron hallar los zapatos, por lo cual el hombre salió
en calcetines. A medida que registraban las cincuenta cabañas fueron descubriendo
entre el espanto y el asombro, a unos treinta hombres de diferentes edades, desnudos,
castrados, y algunos de ellos decapitados… pero ni rastro de Kurt. El mismo método
limpio, sin sangre ni heridas. Y en todo el recorrido se dieron cuenta que no había ni
una sola muchacha. Era como si se las hubiese tragado la tierra.
_ Un comando, de seguro fue un comando… vinieron a llevárselas, te apuesto a que a
éstas horas deben estar de camino a una de las malditas Colonias de Salvamento. Hijas
de perra… voy a mover cielo y tierra hasta dar con las desgraciadas, van a pagar por
esto_ aseguró el Coronel con la voz llena de rabia. Salieron de allí y caminaron tres o
cuatro calles hasta el estacionamiento donde dejaran el vehículo. Entonces entraron en
la otra parte de aquella noche de horror. Las llaves del coche estaban puestas, y la
cabeza de Kurt Litvak en el asiento del conductor. El cuerpo no estaba por ninguna
parte… y jamás pudo encontrarse. Aún estaban allí, clavados al suelo, anonadados por
los hechos, cuando sonó el temporizador. Como si hubiese sido picado por una avispa,
el Coronel conectó rápidamente la modalidad de grabación. “Tres, dos, uno…
mensaje activado” _dijo la operadora robótica, y la voz que se escuchó sonaba metálica,
impersonal, fría y libre de cualquier nota humana, con una especie de zumbido:
“Coronel Litvak… usted es un hombre con reputación intachable, aparte de inteligencia
sobresaliente… entenderá que si las fotos de sus andanzas son publicadas será
destituído, las copias están en el portaequipajes de su vehículo, véalas y medítelo
cuidadosamente. Por cierto… piense también en el hijo que le hemos dejado con vida.
Deje todo como está. No le conviene ser curioso. Ojo por ojo. Recuérdelo.” Click.
“Fin del mensaje, gracias por preferir los servicios de……..” En vano trataron de
rastrear la llamada, que podía haber sido hecha desde cualquier país asiático. Clareaba
ya cuando llegaron a la espléndida casa que ocupaban en las afueras de Bangkok. El
Coronel hizo un par de llamadas para arreglar la incineración de los restos de su hijo
mayor, pues quería conservar las cenizas. Después ordenó a una de las sirvientas que le
preparase el baño. Stefan se escabulló al garage y buscó las mencionadas fotos. Un
abultado sobre de manila sellado, de color marrón. Se sentó en uno de los sofás y
comenzó a examinarlas, sin poder dar crédito a lo que estaba viendo. Jamás había
imaginado que su padre y hermano fueran capaces de protagonizar escenas tan
chocantes y repulsivas como las que iban surgiendo ante sus ojos. Asombrado y
asqueado, se dió cuenta de que los hechos acontecidos en aquél antro clandestino hacía
pocas horas antes eran sólo las respuestas que todos esos degenerados se merecían.

202
Recordó a la hermosa muchacha de piel canela, dando gracias de que hubiese logrado
escapar. La imaginó corriendo libre, sin la cadena, riendo con su madre y hermanas en
algún arrozal. Adonde fuese que estuviera, le deseó un destino más feliz y afortunado
que el que le había tocado vivir hasta conocerla. Entonces, escuchó el alarido
proveniente de la sala de baño, que estaba ocupando el autor de sus días. No acudió a
ver qué ocurría, ya adivinaba… entre todo el sobresalto y el apuro, la penumbra
cómplice, el horror y la conmoción, de seguro que no había tenido tiempo de examinar
lo ocurrido en su propio cuerpo… y recién se daba cuenta, a solas en la bañera, que no
existe ninguna deuda que quede impaga. Se apresuró a guardar aquellas macabras
imágenes en el sobre y luego de volver a ponerlo donde estaba se encerró en su
habitación. Por la tarde vió los noticieros y supo que en una sola noche los últimos
antros de perversión habían sido eficiente y misteriosamente invadidos. Nadie sabía el
paradero de las prisioneras rescatadas, que al parecer sumaban unas mil quinientas. Y
nadie se mostraba interesado en buscar a los responsables de los trescientos cincuenta
cadáveres de sexo masculino encontrados en total en los cuatro reductos clandestinos.
Stefan presintió que su padre no era el único en recibir mensajes de advertencia con voz
impersonal e implacable. Sí le quedó la certeza de que esa gente no bromeaba, pues un
par de meses después el Coronel vendió la casa y se marchó con su hijo a los Estados
Unidos, luego de solicitar un muy oportuno traslado.

De regreso nuevamente a su época de madurez, Stefan Litvak se preguntó si acaso las


Colonias contaban con comandos secretos… ¿tendrían tal vez ese tipo de armas
relucientes que vió relampaguear en aquella lejana noche de su juventud?
Aparentemente no tenían ni entrenaban ejércitos femeninos, pero vaya lío si poseían
armas más sofisticadas que las de ellos. Sin embargo, no figuraba en sus planes
abandonar la lucha. En su nueva estrategia no utilizaría tropas, sino civiles. Así evitaría
toda sospecha y nada podría indicarlos a ellos como responsables. Quizá si aquellos
reductos de esclavas volvieran a existir… claro, habría que vigilar que no hubiera los
excesos de antes, estaba bien tener y mantener mujeres en posición inferior, pero
también pensaba que las atrocidades de aquellos tiempos habían sido demasiadas.
Malditas mujeres. Habían cambiado sus vidas y con ello el destino de toda la
Humanidad. Estas nuevas mujeres habían sido criadas aprendiendo a despreciarlos y a
desconfiar de los hombres en casi todo. Pensó en Nástenka, en sus dos hijos. Después
de ella había tenido muchas aventuras de una noche, y también a otras de aquellas
fabulosas hetairas de lujo, pero jamás pudo volver a amar como la amó a ella, maldita
sea… nunca pudo sacársela del corazón. Había días afortunados en que no la recordaba,
pero eran más las ocasiones en que la soñaba, dormido y despierto, y el dolor de su
ausencia lo atenazaba. Maldita Nástenka, con sus estúpidas y extrañas ideas sobre la
libertad. Pensó en las fabulosas y bonitas gemelas que había tenido la muy zorra con
ese imbécil aguantatodo de Kobayakawa… ¿cómo se llamaban…? La del cabello
púrpura era Sakura, y la de melena azul se llamaba Satori, las famosas gemelas
Kobayakawa… en verdad que el apellido que figuraba en sus documentos era
Vodianova, el de la madre, sin embargo, esa familia tenía tanta fama que todos aquellos
que los conocían sabían que las gemelas preferían utilizar el apellido del padre. La una
era presidenta de la Colonia Osaka y la otra una asombrosa científica, inventora de los
ultra-veloces dispositivos de viajes en dos minutos de un continente a otro. Decían que
se sentía un leve cosquilleo al entrar, por ejemplo, en la cabina en Tokyo, ser reducido a
micropartículas y desaparecer, para luego aparecer totalmente reintegrado en la cabina
receptora en Río de Janeiro, o cualquier otro destino elegido. Ya lo probaría. Por el

203
momento prefería utilizar una de sus naves convencionales y visitar a su hetaira de turno
en Sapporo.

204
El arcoíris de medianoche Silencio y sombras

Noriko Fujikawa estudió su imagen en el espejo con satisfacción. La suntuosa seda de


su kimono crujió leve y sutil cuando giró para asegurarse de que había sido
perfectamente ajustado el fajín de la cintura. A los sesenta años, estaba en la plenitud
de su vida y aparentaba la mitad de su edad, producto de los cuidados y terapias
naturales a los que era tan aficionada. La exquisita y sofisticada hetaira ha ejercido
como tal durante treinta años, sin que jamás nadie llegara a sospechar que pertenece a la
Casta de las Observadoras. Ya desde los tres años tuvo consciencia de que era una de
las Niñas Índigo, nacidas para ser los ojos y oídos de La Orden de Kwan-Yin en las
Colonias. A los cuatro años asistía a entrenamientos de inducción de sueños
premonitorios y era capaz de predecir desde una tormenta hasta el color de ojos que
tendría un niño al nacer. Ya a los quince años poseía un amplio conocimiento de los
oráculos utilizados por diferentes civilizaciones y los aplicaba a precisión. Se dedicó
con tal pasión a los estudios místicos y esotéricos que su madre le aconsejó que lo más
sabio era ocultar algunas de las asombrosas habilidades que llegó a desarrollar con el
tiempo. Así, sólo sus más cercanos sabían, por ejemplo, que era capaz de percibir los
pensamientos de una persona o animal con sólo tocarlos durante un par de minutos.
Tuvo su primer hijo a los dieciocho años por medio de la inseminación artificial, cuando
aún era virgen. Entre los veinte y los veinticinco decidió tener aventuras con hombres
de diferentes países, de las cuales le quedaron como recuerdo tres hijas, a las que
traspasó sus conocimientos de Sueños Lúcidos. Por aquella época ya era conocida
como La Dama de los Oráculos; tenía tanta clientela que decidió instalarse a vivir fuera
de la Colonia Osaka, en la cual había crecido. Sin embargo, como correspondía a una
Observadora, seguía participando activamente en las reuniones del Consejo de la
Colonia y en encuentros con otras de sus “Hermanas Imparciales”, como se llamaban y
reconocían a sí mismas. Mujeres como ellas habían evitado numerosas tragedias tanto
individuales como colectivas. Decidió convertirse en una hetaira por dos razones: le
gustaban los hombres en general y amó a algunos en particular, aparte el hecho que
consideraba que la vigilancia más eficiente podía llevarse a cabo fuera de las Colonias
ya que casi todas las amenazas y peligros contra éstas provenían en gran parte del
exterior. Así, tenía dos profesiones para justificarse y ni siquiera el mismísimo Stefan
Litvak hubiese podido sospechar que su dulce geisha era en realidad una espía
traspasando información constantemente a los Consejos de diferentes Colonias. Noriko
escogió cuidadosamente las sandalias que hacían juego con su atuendo, las calzó, echó
una mirada al temporizador sobre el arrimo de madera lacada y salió del vestidor. Una
delicada fragancia de sándalo y mirra la envolvía con suavidad. Se encaminó al
recibidor de su confortable palacete y sonrió a su visitante, a la vez que pedía a la
asistente, un robot de modelo asiático femenino de rasgos muy hermosos, vestida a la
clásica usanza japonesa, que iniciara la ceremonia del té; sabía que al General Litvak le
había fascinado el ritual desde que ella lo llevase a cabo por primera vez cuando se
conocieron, casi una década antes… Noriko Fujikawa era famosa no sólo por su belleza
y refinamiento, sino también por ser una de las hetairas de más larga trayectoria entre
las de su clase. De hecho, tenía dos frecuentes que la habían conocido siendo sólo un
par de aspirantes, cuando ella llevaba apenas un año ejerciendo la elegante profesión.
Stefan visitaba a la fabulosa japonesa dos veces por semana, y se sentía afortunado de
que el asunto entre ellos hubiese ido de bien en mejor. Podía decirse que ésta había sido
la relación más larga y estable que había tenido con una mujer a lo largo de su vida. Ni

205
siquiera con Nástenka tuvo tanto tiempo de compartir, aunque claro, no había manera de
compararlas ya que las dos, cada cual en su estilo eran mujeres excepcionales. De
hecho en más de tres ocasiones había ocurrido que se habían cruzado, ya fuese en los
lujosos cruceros por la órbita de Mercurio, o en el mismo hotel en vacaciones lunares, o
en algún evento de gala para caridad. En tales ocasiones, Stefan se había lucido
orgulloso con Noriko, pero también tuvo que aguantar ver lo felices que eran la
Vodianova con Kenzaburo Kobayakawa, el magnate de las plataformas y microsatélites
espaciales que de ser un simple aspirante pasó a ser el favorito en la lista de Nástenka, y
dos años después del nefasto incidente de las bofetadas, se convirtió en el padre de las
gemelas. Lo que más le dolía a Stefan era que ella había proseguido su camino como si
nada hubiese ocurrido, como si todo lo anterior careciera de importancia. Y más encima
al año de nacer Sakura y Satori, había tenido otro hijo, al que habían puesto el nombre y
apellidos del padre en sus documentos, y el cual a la sazón estaba absolutamente
dedicado a los negocios y empresas Kobayakawa. El asunto saltó a las noticias porque
precisamente era una época en la que ninguna mujer accedía a que los hijos llevaran el
apellido paterno… ¡y pensar que tres o cuatro años antes ella se había negado en
redondo a siquiera considerar esa idea…! Ese era otro de sus grandes disgustos, que lo
hacían enfurecerse y odiarla… sin embargo en las ocasiones en que la vió no pudo
evitar notar que ella se veía más hermosa que nunca y que el corazón se le estremecía de
sólo sentirla a pocos metros de distancia. Lo que Stefan no hubiese podido imaginar
jamás era que Noriko y Nástenka se habían conocido antes, cuando la japonesa
ostentaba ya el título de Dama de los Oráculos y la impredecible rusa era sólo una joven
desesperada que fue a verla para solucionar su problema de mal de amores…

Al día siguiente de haberse despedido para siempre de aquél hombre al cual amaba con
locura, Nástenka decidió visitar a la afamada señorita Fujikawa, en la consulta que ésta
tenía en la Colonia Osaka. Tenía otra en el suntuoso apartamento que ya poseía en
Sapporo, en el cual recibía numerosa clientela masculina y mujeres que se habían criado
al exterior de las Colonias. No que la bonita rusa tuviese prejuicios de esperar en el
recibidor junto a personas que no tenían su misma crianza, sin embargo era primera vez
que consultaría un oráculo, y se sentía más segura y en privacidad exponiéndole sus más
íntimas inquietudes a la vidente, procurando que el primer encuentro tuviese lugar al
interior de la Colonia Osaka. Sonrieron casi divertidas, pues ambas conocían la
adoración de la cual eran objeto por parte de cientos de hombres que no paraban de
perseguirlas, fotografiarlas y tratar de acercárseles, aunque sólo unos pocos afortunados
llegaban a lograrlo. Nástenka se sorprendió de que la enigmática japonesa fuese incluso
tres años más joven que ella, y con aquél talento depurado y asombrosamente preciso,
según pudo comprobar. Después de los saludos, Noriko la invitó a sentarse a la
pequeña y elegante mesa de cristal de cuarzo, puso encima un recipiente en forma de
huevo hecho de roca lunar refinada y le dijo que introdujese su mano derecha en él.
Nástenka sintió un leve cosquilleo, al tiempo que el curioso artefacto emitía distintas
tonalidades de luz… ¡incluso un destello de luz negra…!
_ “Tu corazón está en silencio y sombras… corta las ataduras del pasado porque aunque
no nos guste, todo cambia y evoluciona… temes haber tomado el camino equivocado,
por lo cual necesitas escuchar el silencio de tu alma y saber que en tanto seas fiel a tí
misma y leal a tus principios, la decisión que te mueva será siempre la correcta. Pasará
mucho tiempo antes de que tú y el señor Litvak vuelvan a cruzarse, y no será a solas…
aunque no se vean él siempre procurará saber de tí por otros medios, y aunque llegará el
día en que él te será totalmente indiferente, te amará hasta el último día de su vida. Dale
una oportunidad a cierto hombre de ojos y cabellos oscuros que procurará hacerte muy

206
feliz y con el cual te esperan días de dicha infinita…”_ recitó Noriko, con su voz suave
y calmada, poniendo sus manos sobre los destellos intensos que iba emitiendo el inusual
Oráculo de Luz, como explicó que se llamaba.
_ ¿Cómo podré atreverme a amar… cómo podré siquiera pensar en sentir lo que siento
por él…? Ayer le dije adiós, y algo ha muerto en mí, es como si me hubiese quedado
totalmente vacía y no fuese ya capaz de sentir amor por hombre alguno… es como si
con él se hubiese ido toda mi capacidad de construir esa utopía tan dulce y peligrosa
llamada “Amor de Pareja”… ¿Cómo seguiré viviendo con este dolor?_ indagó
Nástenka con los ojos de esmeralda inundados de lágrimas.
_ “Todo aquello que ha sido vaciado ha de volver a llenarse… si deseas que algo nuevo
y feliz llegue a tu vida, es menester que deseches todo lo viejo y doloroso… aunque si
el dolor te persigue, no intentes escapar; acéptalo, recíbelo, vívelo… y después
agradécele y dile adiós… si tu dolor es tan enorme que crees que no podrás contenerlo,
entonces debes guardar luto por siete días, por su amor y por el tuyo. Viste de negro,
aíslate y llora todo lo que nunca lloraste ni llorarás por él. Llega al fondo de tu pozo
negro, y entonces podrás revivir, sin mirar atrás… porque todo lo que muere, renace, y
tu corazón está destinado a renacer por la ley del amor…”_ sentenció Noriko,
entregándole una caja de madera de acacia, con todo lo necesario para llevar a cabo el
Ritual de Despedida, con todo y las instrucciones incluídas, las cuales siguió al pie de
la letra. Fue así que Nástenka logró sobrepasar uno de los grandes dolores que suelen
acechar los corazones femeninos, y cuando quedó libre, reencontrar a su verdadera alma
gemela. A partir de aquella primera visita, se enviaron mensajes por aniversarios y
otras ocasiones, iniciando una amistad esporádica, alegre y sin mayores complicaciones.
Nástenka ya había convertido a Kenzaburo Kobayakawa en su favorito, y también había
dejado la vida de hetaira. Esperaba su tercer retoño cuando Noriko la visitó, y después
de tocarle el vientre apenas abultado le comunicó que tendría gemelas con los ojos
oscuros y rasgados del padre y asombroso cabello púrpura una y azul la otra. Detalles
como aquellos fueron los que alejaron los posibles celos que hubieran surgido entre
ellas, cuando la japonesa le confidenció a Nástenka que su propio camino y el de Stefan
Litvak estaban destinados a encontrarse, no tanto por coincidencias cósmicas ni amor,
pero sí porque toda la Casta de las Observadoras sabía que Litvak estaba involucrado en
gran parte de los ataques a las Colonias, por lo cual debían averiguar sobre él tanto
como les fuera posible… y detener las agresiones el mayor tiempo que fuese necesario.
Entre ellas existía ese tipo de amistad lo suficientemente discreta como para que la rusa
jamás le dijese a Noriko que sabía que además de ser una talentosa psíquica y hetaira de
larga y dedicada trayectoria, se daba cuenta de que también era espía. Ambas
comprendían a cabalidad que cada ser tiene un propósito en la vida, y ser fiel a sí mismo
tiene que ver con cumplirlo. Aparte el hecho que cuando “coincidieron” en el crucero,
ya el tiempo, el amor y los hijos habían sanado el corazón de Nástenka del dolor y el
desencanto que en su momento sintió por haber tenido que separarse de Stefan Litvak.

El General dejó escapar un ronroneo placentero al sentir las manos delicadas de la bella
japonesa masajeándolo, alivianándolo de las tensiones, disolviendo los nudos en los
agarrotados músculos de los hombros y espalda. Cuando estuvo a punto, se entregaron
a los rituales del amor como si fuesen dos seres absolutamente inmersos tan sólo en ese
momento y acción, como si nada más importara. Fue en aquellos instantes cuando
Noriko descubrió el maquiavélico plan de Litvak, el qué, cómo, cuándo, quiénes…
Afortunadamente para ella ese hombre poderoso, respetado y temido no pasaba jamás
una noche completa en su lecho, a la única mujer que le había concedido tal distinción

207
era a Nástenka, y cuando comenzó a rodar en sus múltiples aventuras, incluso con esta
criatura dulce y refinada no se había permitido aquello que ya consideraba la debilidad
propia de un hombre enamorado. Se vistió lento, displicente y satisfecho, prometió
regresar seis días después con un regalo que la haría dar exclamaciones de asombro y
poco después se marchó en su nave.

Noriko Fujikawa ya sabía lo que tenía que hacer. Nada en ella hacía pensar que el
asombro la ocupaba por entero. Ninguno de sus movimientos elegantes denotaba en lo
más mínimo que su corazón temblaba. Indicó a sus asistentes que ordenaran la
habitación y le preparasen un baño. Miró a su alrededor y supo que sus días estaban
contados. Se aseó escrupulosamente y vistió la túnica púrpura y plateada que usaban las
integrantes de los Consejos. Dejó instrucciones de que ese día no estaría para nadie, la
explicación oficial sería que había tenido que atender un asunto familiar de importancia
mayor. Poco después, a solas en su estudio, movió un panel en la pared rebosante de
libros de arte y viajes y entró en la única parte de su lujosa vivienda que nadie más que
ella conocía. La una y media de la madrugada. Envió el mensaje a la Colonia
solicitando una reunión de emergencia. Cuando las coordenadas fueron identificadas,
recibidas y aprobadas, Noriko entró en la cabina de viaje molecular. Su cuerpo fue
reducido a diminutas partículas y se desintegró, volviendo a reintegrarse en la otra
cabina, que ya estaba preparada en la modalidad receptiva. Aún era un lujo que un
simple ciudadano contara con tal tecnología en su propia casa, de costumbre los viajes
moleculares se llevaban a cabo en los puertos espaciales, con controladores
especializados. Sin embargo, en su calidad de persona importante, Noriko ni siquiera
tuvo que objetar demasiado cuando se decidió al interior de las Colonias que todas y
cada una de las Observadoras debían contar con los dispositivos, pues les ahorraban un
montón de tiempo y trámites engorrosos, además de permitirles hacer investigaciones y
llevar información en tiempo récord. Así fue que en cosa de una semana todas las
Colonias alrededor del mundo estuvieron prevenidas. Porque el tiempo apremiaba y
cada día y hora eran valiosos.

_ No se ven de lo más prometedores los informes… imagínense, rapto de diez millones


de mujeres, a las cuales pretenden borrar la memoria y efectuarles inseminaciones
contra su voluntad, además de llevar a cabo clonaciones que tampoco están
autorizadas… todo lo cual llevaría a que en sólo una década esos bastardos tendrían su
propia Colonia de esclavas sexuales, máquinas de parir sin consciencia ni capacidad de
tomar sus propias decisiones… esto es repulsivo, realmente ni en mi peor pesadilla
llegué a imaginar que se atreverían a tanto… y pensar que hace dos décadas creí
haberlos puesto en evidencia y escarnio suficiente como para no dejarles ánimo de
atreverse a hostigar a ninguna Colonia_ comentó Natalia Petrovna con evidente desdén.
Aún conservaba las cenizas de una antepasada suya que se había llamado Natasha
Zemsky, cuya única hija mujer se llamó Irina Ivánovich, la cual a su tiempo se enamoró
y casó con Daniel Petrovna, con quién tuvo dos hijas a las cuales llamó Katia y Aurora.
La mayor, Katia, fue ultrajada siendo aún adolescente y como consecuencia tuvo un hijo
al cual llamó Boris… Boris Petrovna, seis o siete generaciones antes. Aurora, la
menor, había sido mártir de violación, había conocido la fusión de almas con su
compañera de calvario, Rosa, y había materializado la única Espada Sagrada de que se
tenía conocimiento en aquella época turbulenta. Y también había dado gran impulso y
apoyo a las Colonias a través del mundo. Una vida ejemplar. Lo que más contenta
hacía sentir a Natalia era que sabía con toda certeza que Aurora y Rosa, ese par de

208
jóvenes heroínas valientes y arriesgadas habían reencarnado en las famosas gemelas
Kobayakawa, hijas de la una vez muy codiciada y adorada Nástenka Vodianova, que a
su vez había tenido dos vidas anteriores como Irina Ivánovich y Boris Petrovna. Qué
decir de Daniel Petrovna; que había decidido volver como Kenzaburo Kobayakawa.
Curioso, como dos seres que están destinados el uno para el otro siempre se las ingenian
para volver a reunirse, una y otra vez. Es sólo el disfraz de la raza, lugar y condición
social lo que va cambiando. Fascinante, como ciertas almas están destinadas a viajar en
grupos, igual que las aves migratorias… Natalia había averiguado todos aquellos
secretos ejerciendo la otra profesión a la cual se había dedicado siendo casi una niña:
detective kármica. Ya volverían a reunirse cuando estuviesen totalmente a salvo, y
comentarían tan interesantes ecuaciones cósmicas. Desde lo alto de la torre de
vigilancia, Natalia Petrovna observó los últimos quehaceres en los que se afanaban sus
compañeras, cerrando el puerto espacial, y a lo lejos, el rojo desierto marciano con sus
sorpresivas tormentas que a veces podían durar semanas enteras. Sabía que la Colonia
Marte sería atacada en veinte días más, tan pronto como en la Tierra ese grupo
despreciable que se autodenominaba Los Antagonistas, terminaran sus conspiraciones
solapadas y firmasen los acuerdos.
_ Hija… deja la nostalgia, un día volveremos, o quién sabe, es posible que encontremos
planetas mejores… ¿echarás de menos Marte…?_ indagó su madre, poniéndole una
mano cariñosa sobre el hombro.
_ Claro que lo echaré de menos, mamá… después de todo, hemos vivido aquí casi
quince años. Pero con todas las brillantes perspectivas que tiene la raza femenina, no
tengo tiempo para sentir tristeza por lo que estamos dejando atrás… sé que vendrán días
mejores…_ aseguró, esperanzada.
_ Hermanas, disculpen si las interrumpo, pero ya está todo a punto, Kwan-Yin acaba de
llegar…_ dijo una voz a sus espaldas, y las diez mujeres allí reunidas dieron
exclamaciones de júbilo, saliendo de la estancia y caminando hacia su destino final. Era
la primera vez que verían a Kwan-Yin. Se sentían tranquilas y felices, sabiendo que la
marea de violencia no llegaría a tocar a ninguna mujer en ningún lugar, nunca más.

Stefan Litvak guió la nave hasta hacerla posarse suavemente en el Mar de la


Tranquilidad. Recientemente había sido construído allí el resort más lujoso y bello de
todos los que existían en la Luna, y por cierto que estaba planeando tomar unas
vacaciones allí con Noriko, aunque primero le regalaría la nave, la cual quiso probar
antes de comprarla para asegurarse que el vendedor no exageraba cuando mencionó
todas las ventajas y cualidades que ésta poseía, entre las cuales contaba con un
dispositivo de viaje molecular de corta y larga distancia, panel de aceleración temporal
para reducir el tiempo a la mitad o menos en cada viaje, mapas de navegación y
asistencia robótica completa. Sonrió al imaginar la cara de sorpresa y alegría que
pondría Noriko al ser obsequiada con tal confort y lujo. Descendió, disponiéndose a
entrar al resort y aprovechar de hacer las reservaciones, así le daría la sorpresa completa
a su exquisita hetaira japonesa. Sin embargo, lo primero que llamó su atención fue que
los accesos al lugar estaban cerrados… y que en el cielo aterciopelado, tachonado de
estrellas brillaba un enorme arcoíris, cruzando el horizonte lunar de un lado a otro.
Asombrado, maravillado, preguntándose si aquello era una ilusión óptica o una especie
de trance alucinatorio, avanzó unos pasos de regreso a la nave, sin poder apartar los ojos
de aquel milagro refulgente, entretanto la nave se movía y comenzaba a despegar como
si tuviese vida propia. Corrió, mientras pulsaba los controles del mando a distancia y

209
mascullaba un par de palabrotas, no sabía que la asistencia robótica tuviese mente
propia, maldito vendedor que no se lo había dicho. Tropezó y cayó, en tanto el bonito y
lujoso vehículo se alejaba a toda velocidad…
Y despertó.
¡Dios bendito, qué alivio…! Sano y salvo en su cama, había sido un sueño. Vaya cosas,
el sueño le había indicado la mejor idea, le compraría la nave a Noriko y la invitaría a
estrenarla vacacionando en la Luna, qué mejor. Un arcoíris… en la noche eterna del
espacio, ¿qué significado tendría eso…? casi nunca soñaba, y cuando lo hacía siempre
veía a Nástenka, acercándosele, sonriendo, acunando a un niño o diciéndole adiós para
siempre. Como hombre práctico que era, carente de ensoñaciones o ilusión, no creía en
los significados de los sueños, sin embargo decidió aceptar que aquella inusual imagen
vista en el suyo quizá tuviese un mensaje que entregarle. Era lo suficientemente listo
como para no creer en supersticiones, pero lo necesariamente inteligente como para no
ignorar una señal, y a no dudar que un arcoíris en la noche lo era. Jamás en toda su vida
había consultado un oráculo, aunque eran tanto los casos que Noriko había resuelto con
sus dones psíquicos que no se le ocurrió otra idea que consultarla. De seguro tendría
una respuesta, y acertada. Dió una ojeada al temporizador y encendió el panel
multimedia. Las seis y media de la mañana. El noticiero anunciaba que en diez días
más se llevarían a cabo las celebraciones de aniversario del nacimiento de la primera
Colonia de Salvamento, y así como estaban las cosas, incluso se sumarían al evento las
mujeres que no habían nacido ni se habían criado en ellas. Malditas Colonias, pensó
Litvak, fastidiado, dándose cuenta que lo más seguro era que Noriko también asistiría.
No creía poder disuadirla, ella era muy constante y dedicada cuando se trataba de las
Colonias, así es que lo de las vacaciones juntos tendría que postergarlo. De todos
modos le regalaría la nave, concluyó, y se dispuso a levantarse para comenzar su día.
Lo del ataque a la Colonia Marte era una distracción que ya estaba a punto, orquestada y
apoyada para obtener el éxito y así evitar que el verdadero ardid, que sería la misteriosa
desaparición de diez millones de mujeres a través del mundo llamara la atención. Con
suerte y hasta no se notaría, ya estaban seleccionadas las candidatas en cada país y
ciudad, ninguna de las Colonias, por supuesto, ya que allí tenían rastreos demasiado
minuciosos y eficientes. Él tenía su propio y muy privado plan de clonar a Nástenka,
las gemelas y Noriko… ya se las arreglaría para conseguir muestras genéticas, con lo
cual lograría tener su propio harén. Canturreando, se metió a la ducha de rocío, después
de ordenar a uno de sus asistentes robóticos que le preparase el desayuno.

Los camareros entraban y salían discretamente, llevando y trayendo los exquisitos


platillos especialmente preparados para el selecto grupo de visitantes a los cuales Litvak
había convocado. Todos los invitados ya sabían que tal agasajo era la antesala a la
posterior reunión de carácter altamente privado en la que todos ellos participarían, para
pulir planes y detalles de último minuto. Nada debía ser dejado al azar. A pesar de las
frustraciones de los últimos días, Litvak se mostraba eufórico, sonriente y alegre. Y por
supuesto, como todos ellos estaban dispuestos a guardar el secreto, se había hecho un
tácito acuerdo de no hablar del tema que a todos concernía, durante el transcurso de
aquél elegante almuerzo en la Base militar de Okinawa. Había que cuidarse de los
espías.
_ Al parecer un gran número de hetairas ha decidido tomar vacaciones. Imagínese,
Litvak, que las que yo visito suman cuatro en total, sin embargo esta semana me lo he
pasado más solitario que un monje en el Tíbet _comentó el General Krause, que estaba

210
encargado de coordinar en su país la “Operación Colonia Venus”, como la habían
llamado entre ellos los miembros del secreto y conspirativo grupo, Los Antagonistas.
_ No me parece nada raro, mi hetaira favorita me ha dejado dos mensajes para
comunicarme que con las tan cacareadas celebraciones del aniversario de la primera
Colonia se ha visto tan ocupada haciendo preparativos, que no tendrá tiempo hasta
después de que todo haya pasado… según me ha dicho, el asunto durará casi una
semana, no sé de dónde inventaron celebraciones tan largas si nunca las habían hecho_
rezongó Litvak, recordando que había dejado la flamante nave de regalo para Noriko
guardada en los hangares de la Base, pues cuando había ido a verla no estaba, y hacía ya
más de una semana que no veía a la japonesa.
_ Vaya pretexto, las chicas quieren pasarlo bien en la fiesta más grande que jamás se
han permitido, por algo está organizada a nivel mundial… me parece que es sólo una
excusa para recordarnos y echarnos en cara la pajonera independencia de la que tanto
les gusta alardear… en fin, hay que dejarlas que se diviertan mientras les dure, ya que
un día no muy lejano va a ser nuestro turno de celebrar_ hizo notar Diego Fuentevilla, el
brillante chileno que por su alto cargo y asombroso poder de organización había sido
designado para coordinar los asuntos en todas las naciones del Sur y Centro América.
De todo el grupo era el que estaba a cargo de más territorio, coincidiendo con el hecho
de que era en su país donde se había fundado el primero de esos ‘antros de homofobia’,
llamado Colonia Esperanza. Había entre él y Litvak una especie de complicidad, pues
precisamente había sido Fuentevilla el que había sugerido utilizar la técnica del “robo
hormiga”… en vez de abalanzarse de una sola vez en un sólo objetivo, a sangre y fuego,
quizá lo mejor era organizar el asunto a nivel mundial, cien mil por aquí, cien mil por
acá o doscientas mil mujeres por allá no sería tan notorio ni reprobable. Litvak había
concebido la otra parte importante: usar más civiles que militares, pues los primeros no
levantarían sospechas y éstos últimos eran de suma importancia a la hora de dirigir a los
grupos y hacer detalle minucioso de los logros obtenidos. Nada de armamentos, ni
bombas, ni máquinas de guerra, ni asaltos con violencias demasiado estridentes. Nada
de violaciones ni atrocidades. Todo debía llevarse a cabo limpia y metódicamente. Los
“paquetes” debían ser obtenidos y entregados en los puntos clave, uno por uno, al
mismo tiempo, como si se tratara de carteros sincronizados. Las candidatas habían sido
elegidas, estudiadas, espiadas y rastreadas a precisión. A pesar de todas las defensas y
la alta tecnología de que disponían las mujeres, había un momento en el cual eran
absolutamente vulnerables: el sexo, del cual millones de ellas no se privaban en lo
absoluto pues era parte de su libertad. Mujeres desnudas, vulnerables e indefensas, que
jamás podrían sospechar que había un nuevo plan entre los hombres. En una sóla
noche… ¿Cuántas tenían encuentros esporádicos? ¿Cuántas, como entrenadoras
sexuales recibían clientes…? ¿Cuántas no planeaban una aventura por puro placer, o
buscando un embarazo? A través del mundo eran millones. Y diez millones era sólo la
primera parte del plan. De allí a que se dieran cuenta pasarían meses, lo cual les daría a
ellos el tiempo necesario. Aunque luego se cuidaran y abstuvieran del sexo casual, ellos
ya habrían obtenido lo que deseaban. Sólo yendo a una guerra podrían recuperar a las
cautivas. Y a Litvak le constaba que las Colonias no contaban con ejércitos. Ese sería
el principio del fin de las Colonias. Este era el plan maestro, infalible. Ya después
cuando se retiraron al Salón de Estrategias para revisar cada paso y acordar fechas, se
sintieron todavía más seguros. Sólo quedaba esperar a que las celebraciones terminaran.
Inmediatamente después se llevaría a cabo el ataque a la Colonia marciana, al mismo
tiempo que se concretaría la primera parte del plan. Todos firmaron los acuerdos.
Tanto los Generales como el grupo de Los Antagonistas en pleno, que se encontraban
allí. Dos días antes de la fecha señalada, los meteorólogos espaciales informaron que se

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avecinaba una tormenta en el planeta rojo, la cual podría durar una semana o dos.
Stefan Litvak se metió al gimnasio a patear sacos de arena y descargar la rabia y
frustración que le sobrevino. Fue cuando trató de comunicarse con Noriko que
comenzó a tener un oscuro presagio: estaba inubicable. Se presentó en Sapporo sin
aviso, con el pretexto de que ya no podía esperar para entregarle su regalo y llevársela
de vacaciones a la Luna. Después de todo, si la maldita tormenta en Marte iba a
prolongarse tanto, sólo quedaba esperar y tratar de disimular. Un asistente nuevo lo
recibió e hizo pasar. Elegante y discreto, el androide le ofreció algo de beber, pero
Litvak declinó la atención y preguntó directamente dónde estaba la Señora.
_ Mi ama me comunicó que pasaría unos días en la Colonia Esperanza, señor, en
Sudamérica, aunque no me dijo exactamente cuando regresaría. Me parece que tiene
algo que ver con las celebraciones, ya sabe, así de largas y multitudinarias como han
sido…
_ ¿Cuándo fue la última vez que la viste? Y por cierto, me parece que te conozco de
algo, o te he visto en otro lugar… ¿cómo te llamas….?_ indagó Litvak, estudiando
detenidamente las facciones perfectas de su interlocutor.
_ A su primera pregunta, ví a mi ama hace diez días, dos antes de comenzar las fiestas.
Mi nombre es Henri, modelo caucásico de la serie AB7013, número 2. No soy joven,
por lo cual tengo bastante memoria, y está intacta y en pleno funcionamiento. No creo
haberlo visto antes, señor. Por cierto, mi ama me pidió que le entregara un regalo,
según dijo para recompensarlo tanto como pueda por el inconveniente de no poder
atenderle. Tenga la bondad de esperar, se lo traeré_ ofreció, con la voz suave y
educada, mientras Stefan, extrañado, pensaba que Noriko jamás había viajado tantos
días sin apenas avisarle. Mujeres. Alguna vez, todas mostraban lo impredecibles que
podían ser. Henri le entregó la caja de arte hecha en titanio y exquisitamente labrada,
representando grabados japoneses del Período Edo. Litvak la tomó, se despidió
amablemente y a poco subía a su nave, ansioso por abrirla y ver el contenido a solas en
su estudio. Henri, cuyo verdadero nombre era Helmut, y por cierto era el único modelo
de esas características, vió la nave alejarse y sonrió. El General había envejecido con
elegancia, a pesar de todo. Sin embargo había ciertas cosas en las cuales no había
madurado… envejecer es obligatorio, pero madurar es opcional. Y ése seguía tan
troglodita como aquélla vez en que había tenido el atrevimiento de abofetear a su
querida niña Nástenka, la cual por cierto se había despedido con los ojos llorosos y lo
había enviado a casa de su amiga Noriko, para hacer desaparecer la entrada a la
habitación secreta y el dispositivo de viaje molecular. Noriko quería seguir siendo
enigmática y dejar que el halo del misterio la rodeara hasta su última hora en la Tierra.
Helmut, que había sido diseñado para ser inquisitivo y sensible, recordó que tendría
infinitos días y noches para limpiar el palacete de la japonesa y también el de Nástenka,
que le había contagiado su pasión por la pintura. Tendría infinitos meses para jugar
partidas de ajedrez con los demás androides, o pulir las antiguas vajillas y platería,
cuidar los jardines y cultivar rosas azules. Infinitos años para recordar a Nástenka,
Sakura, Satori… Helmut sonrió. Era feliz.

Litvak abrió la delgada y fina caja, que en sí misma era una obra de arte, y observó,
atónito, el contenido. Puso los dos canvas sobre la mesa sin poder dar crédito a lo que
estaba viendo. El primero representaba un arcoíris de medianoche, en la Tierra, con
una Luna llena y un cielo estrellado… un camino y un paisaje desértico. El otro era una
fiel representación de su propio sueño: el arcoíris majestuoso coronando la Luna,
recortándose sobre la infinita, insondable y eterna noche del espacio exterior. Lo que
hizo que su corazón diese un vuelco fue que las dos pinturas estaban firmadas por…

212
Nástenka Vodianova. La carta que halló adherida al reverso del primer canvas no hizo
más que acicatear la angustia que había venido sintiendo desde que anunciaran la
tormenta en el planeta rojo. Dos páginas. Una con la letra fina y delicada de Nástenka,
y la otra con los trazos fuertes y decididos de Noriko. Sin poder recuperarse aún de la
sorpresa de enterarse que las dos en realidad habían sido amigas, leyó lo que la rusa
tenía que decirle:

“Querido Stefan…

Decidí hacer estas pinturas especialmente para tí, aún sabiendo tu procedencia kármica,
pues sé que en esta vida era necesario reencontrarnos, tú para aprender que nada ni
nadie nos pertenece en realidad, y yo para aprender a perdonarte. Te agradezco por los
dos maravillosos hijos que obtuve gracias a tu semilla. Como sé que durante todo este
tiempo estuviste vigilándome, estoy segura que sabes exactamente lo bien que
cumplieron su propósito de vida tanto Stefan como Alexander. Cuando nos separamos
pasé por momentos dolorosos al saber que no volvería a verte, e incluso llegué a creer
que no sería capaz de volver a amar a otro hombre nunca más en todo lo que me
quedara de vida, y fue ésta una de las razones que me llevó a querer investigar en tu
pasado kármico, y también en el mío. Así fue como supe que en una de tus vidas
pasadas llevaste por nombre Rodrigo Schmidt, en tanto que yo fui Irina Ivánovich… ya
en esa vida fuimos amantes primero, y después decidimos casarnos. Hubo un hijo fruto
de esa unión. La deuda kármica se creó cuando Rodrigo Schmidt decidió asesinar a mi
primer marido para tener el terreno libre, y aumentó después, cuando abusó de Katia, mi
hija mayor en esa vida. La vida de Irina Ivánovich llegó a su fin cuando quiso matar al
agresor, lo cual no llegó a concretar porque uno de los Altos Evolucionarios le hizo ver
la verdad y el Principio de Oportunidad encerrado en tal desgracia. Katia decidió tomar
su decisión movida por la Ley del Amor, teniendo al bebé a pesar de ser éste fruto del
ultraje padecido, oportunidad que aprovechó Irina para reencarnar, así fue que su nueva
existencia la vivió como Boris Petrovna, pudiendo estar cerca de sus hijas una vez más.
Te cuento todo esto porque quiero que sepas que no te guardo ningún rencor, no
importa lo que haya ocurrido entre nosotros en ésta o en otras vidas. El sueño con el
arcoíris viene de recuerdos del pasado y del futuro. Antes hemos soñado ese sueño. Tu
sueño fue el mío, y viceversa, porque todos los sueños no son sino fragmentos del Gran
Sueño de la Inteligencia Infinita. Un día lo entenderás. Para cuando leas esto, ya el
tiempo y la distancia habrán puesto su manto eterno entre tú y yo, por lo cual esto será
lo último que sabrás de mí en mucho tiempo. No es necesario que utilices la ayuda de
tu guardián del Servicio Secreto. Como te dije hace ya bastantes años… “que el
Creador haga suave tu camino y aligere tu alma…”

“Nástenka”

Más allá del asombro, Stefan esbozó una sonrisa sarcástica… allá ella si persistía con
sus ideas absurdas sobre libertad, karma, reencarnación y otras tonterías. Aunque
después, con lágrimas en los ojos, recordó que esa era una de las extrañas cualidades de
Nástenka por la cual se había enamorado de ella tan perdidamente como lo había hecho.
Decidió atesorar las últimas líneas de su amada, y hacer enmarcar las pinturas para
colocarlas en algún lugar importante de su habitación. Mujeres. Todas locas. Todas
impredecibles. Todas asombrosas, intuitivas. Malditas, maravillosas mujeres. Cuando
comenzó a leer las líneas que le había dejado Noriko, estupefacto, se dió cuenta que era

213
posible que hubiesen tenido un complot en su contra. La exquisita y enigmática
japonesa le escribió así:

“Recordado amigo y amante…

(Porque a pesar de todo, así llegué a considerarte durante todos los años que duró
nuestro relacionamiento.) Doy gracias por la gentileza y amabilidad de tu trato para
conmigo. Es también mi deber informarte que tus planes con respecto a la Operación
Colonia Venus se verán cubiertos por la decepción y la soledad. ¿Qué cómo llegué a
enterarme? Precisamente utilizando las técnicas psíquicas que tanto despreciabas… la
información me la proporcionaste tú mismo sin siquiera notarlo. A las mujeres no nos
fue dado tener ejércitos ni hacer la guerra, sin embargo hemos contado durante siglos
con poderes y dones espirituales que aprendimos a desarrollar al forjar nuestro destino
como una raza libre. Es quizá lamentable que incluso hoy como ayer los hombres sigan
luchando para apropiarse de las mujeres como si de bienes materiales se tratara. Es aún
más lamentable que ambas razas no lograran un acuerdo pacífico, sobre todo porque
desde ahora se verán solos, rodeados del silencio y las sombras… porque no tuvieron
tiempo de valorar que si bien es cierto ustedes eran la semilla, nosotras somos la tierra
que recibe y hace germinar las mismas. Ya no habrá vientres que se hinchen de vida.
Ya no habrá motivos de guerra entre hombres y mujeres. Vuestra raza y ambiciones se
extinguirán como el rastrojo en el fuego. Debo decirte también, desde el primer día en
que nuestros caminos se cruzaron, yo ya sabía quién eras, tanto en ésta vida como en
otras. Hubo una muchacha llamada Macarena Cid, cuya condena fue conocer al mismo
Rodrigo Schmidt que Nástenka conoció en una de sus vidas anteriores. Ésa fui yo.
Pero es hora de perdonar y decir adiós, porque aunque todo lo que entregamos vuelve a
nosotros tarde o temprano, las mujeres han decidido mirar hacia adelante y poner el
pasado en donde debe estar. Porque las vidas que hemos vivido y compartido no son
sino polvo de estrellas… y todos estos milenios de violencia comienzan ya a perderse
en la noche de los tiempos. Que la paz sea contigo. Sayonara.”

“….Noriko”

Perplejo, casi paralizado, Litvak comprendió que había ocurrido algo irreparable,
irrecuperable… aunque no tuviese claro aún el qué y el cómo. Si ambas mujeres habían
decidido enviar esas cartas, sin temor a dejarle saber que habían mantenido en secreto
una amistad de años, era porque estaban seguras. Además el contenido de ambos
mensajes hacía entrever que ambas estaban despidiéndose para siempre, pero entonces,
¿adónde pensaban ir…? ¿Tendrían planes de instalarse a vivir en otra Colonia, de otro
país, para perderle el rastro…? Las últimas líneas de la misiva de Noriko se referían a
“Las mujeres”… en plural, como si estuviese abarcando a todas las mujeres existentes.
Stefan sonrió algo irónico… Pensó que tal vez la japonesa no había espiado como
debería. Aunque hubiese logrado obtener información, estaba seguro de que las mujeres
no eran capaces ni tenían respaldo tecnológico, y por cierto tampoco conocían las
estrategias militares ni servían para enfrentar ni mucho menos provocar una guerra. No
había nada que pudiesen hacer. De seguro que Noriko no pudo ni siquiera vislumbrar el
gran alcance que tendría la Operación Colonia Venus… “¡Bah…! Ésas no tienen la
menor sospecha de que en un par de décadas las malditas Colonias serán historia, con
excepción de la nuestra, claro…”_ pensó Litvak, casi despectivo, mientras guardaba las
páginas en el sobre y las ponía a buen recaudo en una de las cajas de seguridad. El
recuerdo de una cierta sonrisa burlona del androide que lo había recibido en casa de

214
Noriko vino a su memoria como un relámpago… sabía que lo conocía de algo, o lo
había visto en otras oportunidades… ¿Dónde? ¿Cuándo…? Por otra parte el hecho de
que Nástenka hubiese plasmado en un canvas el sueño que él había tenido con aquél
extraño arcoíris no dejaba de inquietarlo… ¿Acaso era posible que un individuo pudiese
entrar a voluntad en los sueños de otro…? ¿Acaso era posible que dos seres tengan las
mismas visiones mientras duermen? Pamplinas. Decidió salir a dar una de sus ya
acostumbradas y largas caminatas, como siempre que se sentía perturbado. En algún
momento acudiría a su mente la idea clave que le ayudaría a despejar las dudas, y sobre
todo esa angustia sin causa aparente que lo acosaba en aquellos momentos. Caminó
hasta aburrirse, quizá más de una hora por las calles limpias y bien cuidadas de la
elegante vecindad. Poco después llamó por su temporizador un aerotaxi que lo llevó a
uno de los Barrios Perennes de la ciudad. Los llamaban así porque en ellos todo
funcionaba día y noche, los bares, las tiendas, los mercados callejeros con sus miles de
inmigrantes vendiendo de todo, las vitrinas rojas donde las androides fabricadas y
programadas para la prostitución se exhibían casi desnudas… de hecho ésa resultaba
una pequeña victoria, a pesar de que decenas de presidentas de las Colonias se habían
opuesto a que réplicas de mujeres se utilizaran para la explotación sexual, no pudieron
hacer nada, puesto que aún no existía una legislación completa e infalible que
especificara y protegiese los derechos de los androides. Sin embargo, cuando el más
poderoso fabricante comenzó a producir réplicas de niñas para tales propósitos, y fué
misteriosamente asesinado, comprendieron que el asunto había ido demasiado lejos, por
lo cual tuvieron que hacer leyes que establecían que fabricar niños androides era ilegal.
Así, las vitrinas y cualquier sitio que tuviese que ver con el comercio sexual, era
periódicamente registrado por la policía, para asegurarse que no había ni mujeres con
categoría humana ni mucho menos niñas replicantes siendo explotadas. “Vaya
estupideces, las máquinas no tienen sentimientos, por lo menos existe a nuestra
disposición una raza que no se subleve ni le dé por emanciparse… idiotas tendrían que
ser los que conciban leyes para que los androides tengan derechos…”_ pensó Litvak
mientras recorría las calles ruidosas, siempre llenas de actividad. Entre los hombres de
su posición resultaba audaz recorrer los Barrios Perennes, y también era tenido por
vulgar acudir a las vitrinas rojas para pagar por los servicios sexuales de una chica
androide, no importaba lo tentadoras que fuesen sus formas. Había chistes de grueso
calibre que alguna vez había escuchado al pasar, entre sus soldados, concerniente al
tema de los lenocinios cibernéticos y el sexo con las chicas de lata, como las apodaban.
Eso quedaba para los muy necesitados, pobres o poco atractivos. Incluso la más
modesta de las entrenadoras sexuales era tenida en mayor estima que la más bella de las
chicas androides. Tal vez ello podía atribuirse a que desde tiempos inmemoriales
existía en la percepción de los hombres la creencia de que conquistar o someter a una
mujer mediante los sentimientos y emociones constituía en sí mismo una hazaña.
Stefan Litvak caminó sin rumbo fijo, comió algunas porciones de sashimi y una sopa de
fideos en uno de los cientos de pequeños, humildes pero limpios puestos callejeros y a
poco siguió en su recorrido. Fue en una de las tantas intersecciones que lo vió. El
nigromante chino ocupaba una mínima porción de la vereda, sentado en un taburete con
la mesita por delante, cubierta por un paño de seda rojo, y sobre ésta las varillas de
adivinación, las monedas un poco gastadas por el uso y las cartas con los hexagramas.
De no haber sido por uno de los farolitos de neón hubiese creído que era apenas una
sombra dibujada en la pared. Neón color púrpura… quizá fue eso lo que hizo que
Litvak mirara al añoso oriental con insistencia. Aquella luz lo hizo evocar cierta noche
en su juventud, cuando la desconocida, elegante y ágil silueta pasó por su lado como un

215
rayo, mientras aquél fulgor rotundo, púrpura y cegador se extinguía y su portadora se
mezclaba con las sombras…
_ ¿Tiene una consulta por hacer, ‘gaijin-san’…?_ preguntó el anciano, con una media
sonrisa.
_ Una sola. Quiero ver una sola_ respondió Litvak, poniendo unas monedas en la mesa.
El viejo barajó las cartas con maestría, se las pasó a Litvak para que hiciera lo mismo y
después procedió a desplegarlas sobre la mesita, volteadas, en una sola línea.
_ Escoja una… extienda la mano y siéntalas, percíbalas. Allí donde la palma de su
mano sienta un leve calorcillo, ésa es la respuesta que busca_ lo instruyó. Litvak siguió
las instrucciones y terminó escogiendo. Al dar vuelta la carta se encontró con el
hexagrama “kwai”, es decir, “La Resolución”.
_ ¿Qué significado tiene…? ¿Cuál es la respuesta?_ indagó.
_ Esto responderá su pregunta_ dijo el anciano, sacando de una bolsa de tela un rollito
de papel_ que sus pasos lo guíen a la felicidad_ le deseó.
Litvak introdujo lo recibido en el bolsillo de su impecable chaqueta, dobló la esquina y
cruzó la calle, yendo a sentarse a un pequeño y bonito bar al aire libre, con sus asientos
altos y sus lámparas de papel. Pidió un sake tibio y antes de beberlo, pagó y decidió
leer el contenido del mensaje. En el interior del mismo estaba dibujado el hexagrama
‘kwai’… ¿Cómo supo el viejo qué rollito debía sacar de la bolsa de tela…? Lo
inexplicable parecía salirle al paso a cada momento. Y leyó: “No tiene la conciencia del
todo limpia… y usted lo sabe. Su comportamiento no ha sido el más correcto, trate de
reparar sus equivocaciones. Si insiste en seguir por el camino en el cual vá, el desastre
es prácticamente inevitable”. Saltó del asiento y volvió a cruzar la calle a grandes
zancadas, sólo para encontrar la vereda vacía… como si al anciano, su mesa y sus
farolitos de neón púrpura hubiesen sido un sueño.

En los monitores del Salón de Estrategias, el General observó atentamente el primer


ataque a la Colonia Marte. Otra vez esos malditos domos protectores que serían
altamente resistentes a los bombardeos… mejor aún, tendrían más tiempo de llevar a
cabo el plan diseñado en la Tierra para los secuestros en masa. La confusión en las
noticias iba creciendo y ya los medios de comunicación hacían despegar sus naves
llenas de contingente robótico para enterarse y enterar a todo el planeta de ese caos
inexplicable. La versión oficial era de que la Base militar marciana había sido atacada
primero, sin duda alguna por la Colonia, y los militares no hacían más que responder al
ataque. Veinte horas después, cuando comenzaron a llegar los reportes de los
laboratorios secretos con respecto a las cautivas, el General Litvak y el resto del grupo
de Los Antagonistas supieron que algo había salido terriblemente mal. De todos los
continentes, los reportes parecían ser uno sólo: la eficiencia de los equipos asignados
había sido intachable, sin embargo, las “cautivas”, que en realidad eran una nueva
especie de androides semibiológicos absolutamente inmunes a los detectores robóticos,
se desintegraban a las quince, máximo diecisiete horas de haber sido capturadas,
dejando una espuma de color indefinido como único vestigio de su existencia. El
silencio reinó durante largos minutos entre los atónitos miembros del grupo líder de la
Operación… ¿Cómo era posible que esas malditas fueran capaces de autosustituírse por
entes semibiológicos y nadie fuese capaz de detectarlo a tiempo…? Y lo intentaron otra
vez, mientras las bombas seguían cayendo sobre los domos protectores de la Colonia
Marte, y algún diplomático de postín declaraba en los noticieros que era inaceptable que
la Colonia hubiese atacado la Base militar marciana sin ningún motivo aparente, sólo
como una provocación. Tres días y cinco intentos de secuestros en masa después,

216
comprendieron que todo había terminado. Y como si fuese el eco de una antigua
decepción, cuando lograron destruír los domos protectores y penetrar en la Colonia
Marte, la encontraron vacía, como un corazón sin esperanzas, como el resto de las
Colonias a través del mundo entero, donde sólo deambulaban esas extrañas y breves
criaturas semibiológicas destinadas a cubrir por algunos días la ausencia de aquellas y
aquellos a cuya semejanza habían sido creadas. Vacía, como los diálogos de las chicas
de lata que no comprendían de qué estaba hecha la sombría nostalgia que ocupaba a los
hombres de todo el planeta, y que sólo sabían de coitos sin orgasmos ni sentimientos.
Vacía… como el espacio exterior que de seguro había sido mudo testigo del éxodo
multitudinario que había tenido lugar en los días anteriores, cuando los hombres habían
montado el gran escenario en el planeta rojo sin siquiera sospechar que aquélla era una
guerra que habían perdido en el mismísimo instante de planearla. Y era curioso, extraño
y siniestro a la vez. Incluso los hombres que habían crecido en las Colonias y los hijos
varones que vivían en ellas habían desaparecido. La barbarie volvió a surgir durante
algunos meses. Los miles de millones de hombres que quedaban en el planeta se
entregaron a la violencia y atacaban las Colonias para secuestrar o abusar de aquellas
réplicas pasivas que no oponían resistencia a los golpes y torturas, más bien les salían al
encuentro sin miedo, con los ojos brillando de inocencia, y a pocas horas de haber sido
tocadas por esas manos llenas de sudor y ansiedad se desintegraban calladamente, sin
gemidos ni reproches vanos. Como pudieron comprobar años después, si las dejaban en
paz y no las agredían eran capaces de vivir tanto como un humano común y corriente.
Era sólo cuando las torturaban, golpeaban o violaban que misteriosamente terminaban
convertidas en apenas un residuo, un desecho mínimo imposible de volver a su antigua
forma. Avergonzados y acongojados, los hombres dejaron de atacarlas porque al menos
podrían recordar que alguna vez hubo mujeres y niños de verdad en las Colonias. “Ya
no habrá vientres que se hinchen de vida…”, leía y releía el solitario General Litvak en
su estudio, en donde había hecho colocar aquella pintura que representaba su sueño.
Stefan y Alexander también habían partido, según le informó el jefe del Servicio
Secreto cada mes, con cada Colonia que era rastreada en busca de mujeres y niños
humanos. ¿Quiénes serían los Altos Evolucionarios que Nástenka mencionaba en su
carta de despedida?, reflexionaba algunas veces, solo en su cama, cuando el
agotamiento y la nostalgia lo rodeaban como un manto, mientras contemplaba ese otro
sueño del arcoíris de medianoche, el de su amada Nástenka, que finalmente decidió
colocar en la pared frente a ésta, para que así fuese lo último que veía antes de dormirse.
Un día volvió a soñar con el arcoíris… pero era otra la medianoche, en algún otro
planeta que quizá aún no conocían. Sabía que todas ellas y todos esos niños y niñas
estaban vivos, aunque no tuviese ninguna evidencia, aunque los astrónomos lo mirasen
como a un loco. Rastrearon los cielos por años, mirando hacia las estrellas, buscando
nuevas respuestas, buscando a la otra parte de esa humanidad ausente que ya no
regresaría jamás, sabiendo que les quedaba poco tiempo, sabiendo que sin tierra no hay
semillas que puedan germinar, porque a pesar de tener la tecnología de la clonación no
había vientres humanos para hacerlas crecer. Diez años después del Gran Éxodo, como
fue recordado aquél aciago incidente, Stefan Litvak decidió retirarse del ejército. A
veces se unía en reuniones con sus antiguos camaradas, sólo para intercambiar
opiniones o barajar posibilidades, aunque en el fondo de sus corazones, supieran de
antemano que estaban ante un misterio insondable. Perdieron el interés en la guerra,
que ya de nada servía. Dejaron olvidadas las máquinas de matar, que ya a nadie le
interesaban. Ciertos grupos de exaltados llevaron adelante la siniestra moda de los
suicidios colectivos o individuales, en lugares públicos. No duró demasiado.
Simplemente no había interés. Silencio y sombras. Colonias aparentemente habitadas,

217
pero vacías. Lo único que los mantenía era la determinación de hallar una respuesta.
¿Adónde habían ido…?. Un día Stefan se levantó contento por primera vez en años, se
arregló con esmero y llegó en su nave a Sapporo. La bonita ‘asistente androide’
japonesa abrió la puerta y Litvak entró hecho una tromba, hasta los mismísimos jardines
interiores, con intenciones de vaciarle el desintegrador atómico al muy desgraciado.
Había recordado por fin dónde lo había visto. Lo encontró absolutamente dedicado
poniendo antibacterianos, en medio de aquél arrobador jardín sembrado de pequeños
milagros azules. Avergonzado, Litvak guardó el desintegrador y se le acercó despacio,
maravillado de ver tantas rosas de tan diversas tonalidades de azul.
_ Buenos días, señor Litvak…. ¿Verdad que son toda una obra de arte…? Mire, huela
ésta…_ dijo Helmut, entregándole una rosa majestuosamente abierta, cuyo aroma le
recordó el perfume que Nástenka llevaba puesto aquél mediodía esplendoroso de
felicidad en Hokkaido, cuando la tuvo cerca por vez primera.
_ Buenos días, cafetera hipócrita, no sabía que los de tu raza pueden oler_ respondió
Litvak secamente, aunque maravillado con la bella flor.
_ Podemos distinguir todo tipo de aromas, y por cierto, cada tonalidad de azul tiene su
propio aroma particular. Veo que hay ciertas características humanas que permanecen
inalterables en el tiempo_ dijo Helmut sin inmutarse, con un cierto dejo de humor, con
las mismas facciones perfectas.
_ ¿Lo sabes…? ¿Lo sabías entonces, cuando vine aquí preguntando por Noriko?_ lo
increpó.
_ Sí y no. Sabía ya que la Señora Fujikawa no estaba en Sudamérica como tenía
órdenes de informarle a usted. Ellas, y sabe de quiénes hablo, ya habían partido a
Venus 3715… aunque no tengo idea dónde está eso, sí que tengo conocimiento de que
se trata de otra forma dimensional. Lo de las celebraciones sólo fue el pretexto
necesario para ganar tiempo, mientras las mujeres del exterior de las Colonias eran
reemplazadas y transportadas. No se lo hubiese confesado a usted en ese entonces
aunque me hubieran arrancado los circuitos uno por uno_ confirmó Helmut.
_ Entonces… ¿ya cuando se iniciaron los bombardeos en la Colonia Marte, no habían
mujeres ni niños humanos en este maldito y solitario planeta…?_ se asombró Litvak.
_ Ni en éste, ni en Marte, ni en ningún otro planeta que yo conozca, señor…
_ ¿Cómo… cómo pudieron llevarlo a cabo todo tan de prisa? ¿Cómo fue que
supieron… qué tecnología tenían disponible que nadie entre nosotros pudo saberlo…?_
se atragantó Litvak.
_ ¿Dispone usted de tiempo…? Es una larga, larguísima historia_ prometió Helmut.
_ Tengo unos treinta años de vida aún, y te juro que no tengo ninguna guerra que hacer,
ni tampoco voy apurado a ningún sitio_ aclaró el ex General.
Entraron, y Helmut le pidió amablemente a Kaoru que preparase el té, había que
celebrar, pues en una década no habían recibido allí a ningún huésped humano. Y como
ya no importaba, pues había pasado demasiado tiempo y había cosas irreversibles,
Helmut le contó a Litvak todo lo que sabía. La Espada Sagrada. La Orden de Kwan-
Yin, Rosa, Aurora, las reencarnaciones, la verdadera identidad de Noriko Fujikawa, que
en realidad pertenecía a la Casta de las Observadoras y había sido pionera en ejercer
como espía fuera de las Colonias, sacando enorme provecho de sus dotes psíquicas…
“incluso el hecho de que decidieran llevar a cabo el Gran Éxodo se debió a que Noriko
descubrió a tiempo sus planes, y prefirieron eso a una guerra que hubiese destruído a
todo el planeta, tecnología tenían, pero ya sabe cómo eran… ellas creían que su misión
en el Universo era dar vida en vez de quitarla, así fue que le pidieron a Kwan-Yin que
se materializara en este mundo y las liberase de una vez y para siempre… si la
Operación Colonia Venus no hubiera llegado a planearse, ellas estarían aún aquí… ya

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lo vé, soy yo quien debería echármele encima con su desintegrador”_ bromeó Helmut, y
Stefan Litvak incluso pensó que el androide tenía razón. Pero se quedó. Para beber té y
luego comer. Para recordar a Nástenka y a las hermosas gemelas, y por qué no, a
Kenzaburo y ese hijo que llevó su nombre… todos se habían marchado. Pero ellos
tenían tiempo de recordar, porque cuando no hay demasiadas cosas por hacer o por
vivir, cuando se ha llegado al límite de todas las historias en la Historia, lo único que
queda es recordar, para poder tener la certeza de haber vivido.
_ Entonces, aquella vez… ese asunto de la Colonia Pakistaní… quizá tú no lo sabes, era
una Colonia con diez millones de habitantes… los bombardeos duraron dos días
completos pues también contaban con esos extraños domos de los cuales nadie fue
capaz de determinar la procedencia… hay demasiadas casualidades entre aquella época
y ahora_ evocó Litvak, pensativo, como si por primera vez lo hubiera notado. En la
semipenumbra de la elegante terraza frente al jardín de los cientos de rosas azules, bebió
un vasito de sake, después de la cena, y miró a Helmut con atención, como buscando
una última conexión.
_ Claro que lo sé, si ya había sido construído por la madre de Nástenka. Un escándalo
así, y sobre todo el posterior misterio es imposible de olvidar. De acuerdo a lo que sé,
aquello pretendía ser la primera advertencia… si los militares y algunos otros
ambiciosos civiles hubiesen captado la esencia del asunto, se habrían dado cuenta que
ellas ya contaban con tecnología suficiente como para desaparecer en su totalidad, sin
dejar rastro. Kwan-Yin aún no se había materializado en ésta dimensión, pero hacía
bastante tiempo que las apoyaba. Primero hubo una sola Espada Sagrada, que sólo una
Iniciada, una que fuera capaz de ser consciente de que había escogido venir aquí, podía
activar. En algún momento se fueron materializando más y más Amatistas Vibrantes,
hasta que todas las Colonias a través del mundo llegaron a contar con miles cada una.
Sin embargo nadie entre las portadoras deseaba utilizarlas para una guerra masiva,
porque sabían que el karma y las espadas serían contaminados con la energía oscura,
que dicho sea de paso era lo que el inframundo estaba esperando, ya que era la única
oportunidad que tendrían de apropiarse de ellas. Ya en la época del ataque a la Colonia
Pakistaní, prefirieron desaparecer de este planeta antes que ir a la guerra_ contó Helmut.
Atónito por lo que el androide le acababa de revelar, aunque aún bastante escéptico,
Litvak esgrimió el primer razonamiento lógico que encontró:
_ No me imagino cómo miles de mujeres con espadas hubiesen podido defender la
Colonia de un ejército experto en estrategias de guerra y armado hasta los dientes.
_ Hasta donde sé, como todas las demás Colonias estaban sobre aviso, ofrecieron
cooperar y enviar a sus respectivos… comandos, si así les podemos llamar. Y no lo he
visto jamás, nunca tuve esa suerte, pero tengo conocimiento de que una sóla Espada
Púrpura puede despacharse a regodeo ciento diez seres por cada segundo… en los
archivos de las Colonias existía información detallada sobre la vida de Aurora Petrovna,
pude enterarme que en su primer combate, cuando ni siquiera había aprendido
totalmente el manejo de su espada, fue guiada y entrenada por su Alma Equivalente,
Rosa, ya sabe, y puso fin a unos cien millones de seres del inframundo…_ le informó
Helmut.
_ Ya veo que gozabas de toda su confianza, vaya, hubieses sido el espía perfecto,
aunque por todo lo que acabas de decirme, habría sido inútil de todos modos… mal que
me pese, debo reconocer que fuimos un hato de idiotas… ahora que lo pienso y
recuerdo, ví esas espadas en acción cuando era apenas un mocoso, en cierta ocasión en
que los últimos reductos de placer clandestinos fueron atacados. Debí haber
relacionado aquello, o haber establecido una conexión entre la Colonia Pakistaní y el

219
ataque a la Colonia Marciana. Por idiotas nos quedamos sin red, sin peces y sin río. Y
ya es demasiado tarde_ reflexionó Litvak.
_ Nunca es demasiado tarde para reconocer los errores que se han cometido. No se
desanime. Un día encontrará la respuesta. Tal vez y aún haya esperanza para los que
han quedado en este planeta. Hay ocasiones en las que justo cuando todo se da por
perdido, aparece la luz que hacía falta, y se abre la puerta necesaria_ lo animó Helmut.
_ No te pongas a filosofar, cafetera, falta que me hace… todos los imbéciles que en
algún momento creímos que las mujeres nos pertenecían nos hemos quedado con un
palmo de narices, solos, esperando morirnos… y los de tu especie serán los únicos
testigos que podrán enterrarnos y ver cómo nos agusanamos bajo tierra. Y dentro de
diez malditos siglos, si es que viven como para contarlo, quizá les dé por recordarnos…
y ¿sabes qué…? ¡Ustedes tampoco tendrán la respuesta de adónde carajo se fueron
todas las mujeres…!_ apostilló Litvak, con una risa un poco ruidosa y otro poco
amarga.
_ Sepa usted que la vez aquélla cuando se propasó con Nástenka y la abofeteó, hasta le
propuse una idea para mandarlo a mejor vida. Me abstuve nada más porque como ella
lo amaba, me lo prohibió. En esos días, si alguien me hubiese pronosticado que
llegaría a verlo arrepentido, haciendo recuento de sus errores, me hubiese reído una
semana… ya vé que si se tiene paciencia, las cosas más increíbles pueden llegar a
ocurrir_ comentó Helmut. Se miraron en silencio durante algunos segundos y se
echaron a reír con ganas, hasta que al humano le corrieron las lágrimas por las mejillas
y el androide dijo que si seguían así, debería ir a cambiarse un par de circuitos. Aquella
noche Litvak fue invitado y durmió en el mismo aposento en el cual años antes había
compartido fogosas sesiones con Noriko.

Pequeñas y grandes sorpresas le esperaban al ex General desde aquella noche en


adelante. Como por ejemplo, el gran mural que Helmut había pintado en una de las
paredes del que fuese el estudio de la japonesa, en el cual aún estaban sus libros de viaje
y artículos de arte. Litvak se asombró al comprobar que el androide era un verdadero
artista y había aprendido a la perfección las técnicas de Nástenka y aquélla que fuese su
maestra de pintura, Gabrielle Devereaux. Y se quedó estupefacto cuando al preguntarle
a Helmut qué lo había llevado a plasmar en la pared aquellos rostros ya conocidos y
otros no, y ése arcoíris coronando la Luna, el androide le respondió que se debía a que
el mismo sueño lo había estado rondando durante casi tres meses… hasta que decidió
pintarlo. Reconoció los rostros de Noriko, Nástenka, Sakura, Satori…
_ Y éstas de acá son Macarena Cid, Irina Ivánovich, Rosa, Aurora… tal cual como se
veían en sus existencias de aquella época, antes de reencarnar_ comentó Helmut como
si tal cosa. Stefan Litvak no pudo evitar pensar que si hubiese siquiera sospechado que
los androides podían soñar, él mismo se las habría ingeniado para elaborar una ley que
les reconociera y defendiera sus derechos. Pero también para eso era demasiado tarde.
En los días que ya se le habían pasado en el palacete de Noriko, reflexionando,
recordando y jugando ajedrez con los androides, llegó al convencimiento de que Helmut
era, definitivamente, una máquina (¡si es que se le podía llamar así!) absolutamente
distinta de cuantas había conocido. Podía oler, soñar, pintar, componer música y
poemas, bailar, cultivar rosas, filosofar y sentir rabia, como ya sabía que había sentido
cuando las bofetadas y despedida de Nástenka. Y seguía asombrándose al comprobar
que también poseía empatía, en aquellas ocasiones cuando se comportaba como si fuese
un amigo de toda la vida, dándole ánimos cuando los recuerdos, la nostalgia y la
soledad lo abrumaban. A los cinco meses de estar yendo y viniendo entre su casa y la

220
de Noriko, Helmut lo invitó a visitar la magnífica mansión en la cual había pasado
Nástenka sus últimos años en la Tierra.
_ Como mañana es su cumpleaños, quise hacerle un regalo que lo sorprenda y pueda
atesorar en su memoria, además, se encontrará con algo que tal vez ha soñado durante
años pero no se ha atrevido a poner en palabras, por lo cual lo llevaré a visitar el lugar
en el cual vivió su amada Nástenka antes de desaparecer de este planeta_ ofreció
Helmut. Stefan pensó que habían pasado más años de los que podía contar sin verla, sin
abrazarla, sin oler su perfume… bueno, sí, hubo aquellas contadas ocasiones en que
habían “coincidido”, él con Noriko y ella con Kenzaburo y sus hijos… pero estar en su
casa, entre las cosas que había tocado y visto la mujer de su vida era por cierto algo
absolutamente distinto.
_ No me digas que tienes acceso y puedes entrar libremente… creí que ya no hacían
eso…_ fue lo único que pudo decir en palabras.
_ Tanto la Señora Fujikawa como Nástenka me autorizaron a entrar y salir tantas veces
como fuese necesario. Y tanto aquí como allá hay más asistentes, sin embargo sigo
siendo, digamos, un mayordomo de confianza_ comentó Helmut con un cierto dejo de
orgulloso júbilo en la voz.
Y fueron, mientras Litvak se enteraba que Nástenka había vendido su palacete en Kyoto
poco después de nacer las gemelas, para aceptar gustosa la hospitalidad de Kenzaburo
Kobayakawa en su mansión, en la cual crecieron los cinco hijos que la inolvidable rusa
había tenido en su vida. Al llegar, Helmut marcó las coordenadas del campo de
aterrizaje y luego las claves de acceso al interior de la residencia. Entraron al salón
principal, siendo recibidos por Akira, al cual el ex General reconoció casi de inmediato.
_ Tú… quién me hubiese dicho que ibas a seguir vivo…
_ Y aún tengo la fuerza como para cargarlo de vuelta a su nave en caso necesario_
bromeó el aludido.
_ ¿Quién toca el piano…?_ preguntó Litvak.
_ Venga, por aquí… es su sorpresa_ respondió Helmut, guiándolo hasta uno de los
estudios. Un poco más joven de lo que recordaba haberla visto cuando habían
coincidido en uno de los centros vacacionales, vestida con la misma túnica púrpura que
llevaba puesta aquella tarde cuando estaba concentrada en pintar un retrato de
Alexander, moviendo sus dedos como pájaros de cristal para obtener las partituras de
Mozart, allí estaba… Nástenka. El cabello seguía siendo largo, aunque ahora plateado.
Litvak se sujetó al dintel de la puerta para no caerse de la impresión.
_ Feliz cumpleaños, querido Stefan_ dijo Nástenka sonriendo, dejando de lado el piano
y acercándoseles, y casi sin pausa_ pero bueno, ¿Te vas a quedar ahí con cara de niño
tímido sin un abrazo…? Está bien, soy una copia semibiológica, pero tengo recuerdos,
sentimientos y sueños, y hasta puedo tocarte… claro, si te propasas y me coges a
bofetadas no nos vá a gustar_ bromeó ella, y se abrazaron. Los mismos ojos de
esmeralda de mirar inteligente, con esa cierta chispa de picardía. La piel era tersa y
bonita, típica de las mujeres de cierta edad con los recursos necesarios que gustaban de
cuidarse. Y hablaron de todo y de nada. Y recordaron a los hijos que habían tenido, y
los días y horas inolvidables que habían vivido. Stefan Litvak pasó sus últimos
veintidós años de vida acompañado por aquella Nástenka que el destino le había
brindado como la segunda oportunidad, aprendiendo que todo nace y renace, que nada
muere de veras, y que, como bien le había dicho Helmut, hay ocasiones en que todo se
da por perdido, pero entonces aparece la luz que hacía falta y se abre la puerta
necesaria…

221
El arcoíris de medianoche El retorno de las Diosas

_ Haz tu trabajo interno… mueve todas las energías estancadas de la ira, hostilidad,
miedo y rechazo, porque así el amor te encontrará automáticamente. Tú haces tu trabajo
y el amor hace el suyo. Los canales deben abrirse, luego suceden cosas inesperadas,
elecciones y posibilidades infinitas que ni siquiera te habías atrevido a imaginar_
explicó Kaoru, con paciencia y dulzura.
_ ¿Es… variable de acuerdo con cada persona?_ indagó Estefanía mientras se colocaba
su blanco uniforme.
_ Claro que sí, recuerda que cada ser es en sí mismo un universo. La única certeza es
que tu vida es un espejo perfecto. Al incluír en él un cambio, por pequeño que sea, tu
realidad exterior cambia simultáneamente. Cada minuto es meditación, porque a cada
momento somos conscientes de algo.
_ Ya sé que la energía es lo que hace que la vida se active, y que infunde orden y
belleza a la materia inerte. Ya aprendí que el deseo es aquello que enciende el
interruptor cósmico, que la energía es siempre flexible y no pone obstáculos a nuestros
deseos…_ afirmó Estefanía, calzando los blancos zapatos de suela de goma, que sobre
los impecables suelos embaldosados de la clínica no harían ruido alguno.
_ Y ya sé que sabes, pero quisiera recordarte una vez más que si profundizas en ti
misma descubrirás una fuente invisible de energía sumamente poderosa. La realidad es
que hay un hilo invisible que conecta tus pensamientos con todas las cosas existentes…
_ ¿Cómo sabré que la energía está fluyendo…? ¿Hay un sentir o alguna sensación que
me lo indique…?_ la interrumpió Estefanía.
_ Te sientes liberada y viva, relajada, preparada para enfrentarte a cualquier situación.
Cuando te ríes, cuando encuentras la forma de liberar la tensión, de expresar amor o
descubrir cómo eres realmente, entonces es que la energía está en movimiento_
respondió Kaoru.
_ ¿Qué es eso que decían en la escuela sobre el mundo sutil…?
_ Eso… es el anteproyecto de este mundo, escrito en el plano mental. Todo objeto y
acontecimiento nacen primero como una imagen sutil y luego como un objeto material.
Si sigues tu propia energía, llegarás. Y sabrás que has llegado porque las cosas que
pienses comenzarán a hacerse realidad, tus deseos empezarán a cumplirse y te
encontrarás con ese “saber” interno diciéndote “todo tiene sentido… todas las piezas
encajan”_ aseveró Kaoru.
_ Por Dios… ¡Lo recuerdo…! ¡Lo estoy recordando en este mismo instante…! ¡Las
Energías Sutiles…! Fé, inspiración, altruismo, visión interior, intuición, afecto, empatía,
ideales, compasión…_ enumeró.
_…La verdad, la belleza, y vaya coincidencia… la esperanza, por algo la primera
Colonia se llama así_ rememoró Kaoru.
_ Sin embargo… caramba, no debiera tener dudas ahora, más aún cuando la misión que
nos espera está por comenzar… el tiempo apremia y debemos ir a la clínica a buscar a
Aurora… ella… ¿Ya lo sabe todo…? ¿A éstas horas ya sabe o por lo menos intuye lo
que nos espera…?_ preguntó Estefanía, dando una rápida mirada al reloj de pared.
_ Yo diría que incluso está impaciente porque vayamos a buscarla. Con diez días en
coma tuvo suficiente tiempo como para enterarse de todo. Ayer, cuando regresó, estuve
allí disfrazada de enfermera, observando cada una de sus reacciones. Ha sido muy
valiente y discreta, ha sabido guardar el secreto… ya lo sabe. No cualquiera viaja por
seis dimensiones y universos paralelos en sólo diez días de coma aquí en la Tierra. Los

222
médicos no se explican cómo es posible que no tenga ni siquiera un hueso roto, y están
aún más asombrados de que haya despertado de lo que casi llamaron muerte clínica.
Escuché entre ellos, más de una vez, la palabra milagro. Pero en fin… tú quieres
preguntarme cosas…_ insinuó Kaoru.
_ ¿Son los hombres los responsables absolutos de la violencia en este mundo…? ¿Por
qué deciden avasallar y dominar con tanta maldad y egoísmo? ¿Qué hace que los
hombres lleven a cabo, toleren, fomenten y aprueben tanta crueldad, violencia y
salvajismo contra las mujeres? ¿Tanto nos odian? ¿Acaso les es imposible recordar que
alguna vez tuvieron una madre que les dió la vida…?_ preguntó la joven, con los ojos
húmedos de lágrimas que no llegaron a rodar. Kaoru la abrazó, acariciándole la
cabellera color miel, y respondiéndole.
_ Tus tres últimas preguntas ya fueron formuladas en otra época y dimensión… en la
primera Colonia existente, la Colonia Esperanza… ¿no te resulta sospechosamente
familiar la coincidencia…? Esperanza… es la palabra que todas debemos atesorar en
nuestros corazones. Vamos, despierta a tu larga y provechosa vida y no te asombres
tanto. ¿No querías ser una guerrera…? Ya no está la excusa de que tienes demasiados
años y no te queda tiempo. No creerás que después de haber tocado, visto y amado
tanto la Amatista Vibrante tus deseos se quedarían en nada. Tienes que saber que eres
demasiado valiosa como para ignorarte. Ninguna mujer que honre y se emocione tanto
como tú aquella noche, cuando Aurora te puso en las manos la Espada Sagrada, ninguna
mujer con tal amor y admiración debe quedar fuera de la misión que nos espera. En
respuesta a tus preguntas, la violencia no está causada por los hombres, sino por la
energía masculina distorsionada. Es innegable que la violencia y la agresión son rasgos
masculinos demasiado evidentes, inherentes a ellos. Lo que debemos hacer es sanar la
energía masculina… Y ahora, vamos a buscar a Aurora_ instruyó Kaoru, secando las
lágrimas que por fin habían rodado en las tersas y sonrosadas mejillas de Estefanía.
_ Te ves irreconocible tú también con tu nueva apariencia, Kaoru… ¿Crees que Aurora
podrá saber quiénes somos y quién es ella realmente…?
_ Siempre hay recursos para hacérselo recordar…

Artemisa observó el hermoso y vibrante planeta a punto de ser repoblado una vez más y
dejó que la alegría fuese la única emoción en ocuparla por entero. Millones de naves
esperan la señal para iniciar el descenso. Dió una mirada de soslayo a los indicadores
que habían registrado en tiempo terrestre lo transcurrido entre lo así conocido como el
Gran Éxodo y el presente. A pesar de las cifras inauditas, no tuvo tiempo para el
asombro, porque para la Diosa de la Independencia todo lo que importaba era el avance.
_ ¡Eso es abundancia de cifras…!_ comentó Lakshmi, interpretando la mirada de su
compañera_ abundancia de dicha, del trabajo que tenemos enfrente, de valles y
montañas, de soles y mares, de pan y de peces, de nuevas descendencias y
civilizaciones… Abundancia de lo que debemos enseñar… ¿Acaso serán nuestras
manos las que escriban otro génesis? ¿Será necesario esta vez, como ya en el primer
comienzo? ¿Quizá fundaremos otros cultos y nuevas religiones a fin de preservar la
devoción…? ¿Tal vez en la nueva raza emergerá el instinto de adorar a algo
superior…?_ reflexionó la Diosa de la Abundancia.
_ Recuerda, hermana mía, que las religiones antiguas impusieron el concepto de que los
hombres tenían más poder que las mujeres… y que fue eso lo que llevó al mundo al
caos y destrucción. La Palabra Sagrada y cómo se vivió e interpretó esa palabra, ésa es
la clave. En el nivel del Alma, los géneros son iguales. Ya no habrá uno que sea más

223
poderoso que otro. Con haber activado el re-iniciador es suficiente… ¿Cuánto tiempo
nos quedaremos?_ indagó Atenea, aquélla que rige la Justicia y las Artes.
_ El que sea necesario, y eso lo descubriremos en tanto podamos compartir lo que
hemos aprendido y lo que la nueva raza tenga que enseñarnos. No demasiado tiempo,
para no agobiarlos, ni tan poco que les pese el abandono. Observar. Tenemos mucho
que observar._ respondió la Diosa de la Sabiduría, Hécate.
Si hubiesen contado el tiempo en términos estrictamente humanos, hacía ya siete siglos
que habían arrojado a la Tierra el re-iniciador, rescatando especies, recuperando mares,
bosques y selvas, floreciendo desiertos, reparando daños. Para entonces no había ya
vestigios de vida humana, los androides se habían encargado de recolectar todas las
muestras genéticas imaginables. Flora, fauna y minerales habían sido guardados y
clasificados minuciosamente. En el caso de los últimos individuos que quedaban hasta
antes del Cambio Decisivo, llevaron a cabo su labor con suma eficiencia, calladamente,
sin que los afectados llegasen siquiera a sospechar que un día serían clonados y
volverían a caminar sobre un planeta que ya conocían, pero totalmente renovado.
Después del Gran Éxodo, el último contigente creado para preservar la vida se encargó
sin descanso de ir y venir entre una dimensión y otra, ocultándoles a los humanos que
existían máquinas capaces no sólo de los viajes moleculares, sino también de los
interdimensionales. Mebahel brindó una mínima porción de su energía para hacer que
cierto androide conocido como Helmut desarrollara consciencia propia y pudiese dirigir
a los demás en tan delicado y secreto propósito, cosa que sólo supieron a cabalidad su
creadora y la hija de ésta… y que llegó a sospechar y casi descubrió Stefan Litvak. Sin
embargo Helmut logró llevar a cabo su misión sin ser puesto en evidencia.
Y he aquí… un nuevo comienzo.
Kwan-Yin interrumpió el hilo de sus recuerdos y sonrió. Ella lo sabía todo con lujo de
detalles. Quizás un día contaría la historia a las generaciones por venir. O tal vez
guardaría los secretos hasta que otras civilizaciones comenzaran. Kwan-Yin, la Diosa
de la Compasión, la que recorría infinitos mundos y dimensiones formando alumnos de
mil razas diferentes en el arte de la empatía. La que incansable pasaba de un universo a
otro enseñando las virtudes y energías del Mundo Sutil. Kwan-Yin, que alguna vez
fuese invocada en este mundo conocido como Tierra, acudiendo al llamado henchido de
dolor y desesperación de toda la raza femenina esclavizada brutalmente durante
milenios. Kwan-Yin, la Gran Liberadora, como la llamó durante un viaje astral la
fundadora de la Colonia Esperanza cuando aún era una anciana, luego de que una de las
Iniciadas sanara su cadera con la luz de la primera Amatista Vibrante. Kwan-Yin dá
ahora la señal esperada, y los millones de naves que han viajado a través de cientos de
universos y dimensiones inician el descenso. Y Afrodita promete, conmovida, entregar
sus dones a la nueva raza: el Amor y la Belleza.
_ ¡Quiero otorgar con generosidad el mío sobre todo aquél que así lo desee…!_ exclama
Brigit, Diosa de la Inspiración.
_ Brindo las Emociones y los Sentimientos con profunda dicha, pues son parte del
quehacer y evolucionar de esta hermosa y sorprendente raza que son los humanos_
acuerda Demeter con intenso entusiasmo.
Porque las Diosas han vivido incontables milenios y han visto nacer nuevos soles y
extinguirse estrellas, pero a cada nuevo inicio vuelven a ser niñas, haciendo vibrar la
eternidad con su inocencia, dicha y pureza… y a partir de este nuevo renacer, al pasar
unos siglos comprueban felizmente que no hay necesidad de médicos, pues todos gozan
de buena salud, ni de abogados, porque no hay conflictos, ni de dinero, porque viven sin
necesidades. Los nuevos humanos, maravillados, saben que no tienen codicia porque
todo les pertenece. No hay políticos porque no hay nadie a quien gobernar. No hay

224
psicólogos, porque cada uno es dueño de su propio destino. Se dan cuenta que la Tierra
no es de nadie, por lo cual ya no hay Estados ni países. Todos están ocupados creando,
así es que no hay tiempo de criticar. Eligen amar, así es que eliminan el miedo. Como
todos son libres, no hay presos ni cárceles. Porque nadie los separa, no hay muros.
Están satisfechos y utilizan su inteligencia a cabalidad, con lo cual no hay envidias ni
mentiras. Son sabios y usan la consciencia, lo que les permite liberarse del dolor y el
sufrimiento. No hay máquinas de medir el tiempo, porque el tiempo no existe. No hay
que ganar porque no hay competencia… y no hay competencia porque no tienen ego.
Cuando las Diosas deciden marcharse para acudir a otros mundos, la nueva raza humana
sigue avanzando y descubriendo que como todos son genios y viven en la iluminación
espiritual, no hay estúpidos ni drogas. Ya no hay rostros serios porque la Tierra es una
gran fiesta. Sí, ya saben que no necesitan religiones, porque la Inteligencia Infinita está
riendo en cada corazón. No hay muerte, porque tienen poderes para ver los otros planos
de la vida. No hay tabúes sexuales porque todos viven orgásmicamente. No existen las
preocupaciones futuras, porque todos saben vivir a plenitud el Presente Divino y Eterno.
No existe el caos, porque reina el Orden Cósmico.

_ Compruébenlo ustedes mismas, vengan por aquí… este caso está siendo comentado
por todos nosostros, nunca se ha visto algo igual ni en esta clínica ni en ningún hospital
que conozca, y conozco nueve… Aurora, por lo menos dime cuál es el santo del cual
eres devota… ¡pero si te has vestido sola...! ¡Si me hubiesen contado que ayer
despertaste del coma, no me lo habría creído…!- exclama el médico, asombrado por
todos los acontecimientos de los que ha sido testigo. Vió como llegó… única
sobreviviente del avión que explotó, segundos antes de aterrizar, lo cual en sí ya es un
milagro. Aurora Ivánovich, que por alguna misteriosa coincidencia es prima de aquélla
otra Aurora, la supermodelo que murió horrorosamente asesinada en su mansión hace…
¿diez o doce años? Qué cosas más asombrosas, si fue él mismo quien tuvo que hacer los
exámenes de rigor en una y otra circunstancia. A juzgar por el increíble parecido físico,
bien podrían haber sido gemelas, a no ser porque la legendaria Petrovna tenía el cabello
negro y ésta, su prima, era rubia. Pero los ojos… “por Dios, estoy seguro que los ojos
son los mismos. Que primas ni qué cuentos… es la misma chica”. Apartó tan
disparatado pensamiento de su mente como si fuese un mosquito: si así fuese, Petrovna
sería ya una mujer madura, aunque de todos modos muy atractiva… y ésta muchacha,
según la información que tenían, contaba apenas veintidós años. “El calor de Roma y la
belleza de la ‘ragazza’ me están poniendo ‘pazzo’…”_ consideró para sí mismo,
mientras las despedía con una sonrisa en la puerta de la clínica.

_ ¡Qué fácil y natural salió todo…! Ni siquiera fue necesario el pequeño ardid que tenía
preparado. En fin, que se creyeron que soy tu enfermera_ se rió Estefanía poniendo el
vehículo en marcha.
_ Y… ¿no lo eres…?_ preguntó Aurora, confundida.
_ Cariño, deja las bromas para después, esta misma noche tenemos que irnos para
Londres y de ahí a Tailandia, hay mucho, muchísimo trabajo, y te necesitamos_ pudo
decir Estefanía con un dejo de alarma en la voz.
_ Aurora… ¿te acuerdas de algo…? ¿Sabes dónde estuviste y lo que hiciste en los
últimos doce días…? ¿Recuerdas quién eres y por qué estás aquí en este instante…?

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¿Sabes quién soy yo…?_ indagó Kaoru, delicadamente, colocándole la mano en el
hombro en señal de apoyo. Ambas iban cómodamente instaladas en el asiento
posterior.
_ Claro que lo sé… Kaoru Yamada, eres mi amiga, estudias arte y eres una de mis
compañeras de universidad y de piso, aquí la señorita que conduce se llama Estefanía
Maretti, estudiante de leyes, vive con nosotras… bueno, no me miren como si estuviese
loca, esperen a que les cuente las extrañas cosas que soñé ¿o ví…? mientras estuve en
ese supuesto coma, que pienso que tal vez fue sólo una parálisis temporal… fue de lo
más raro, estaba allí, pero también estaba en otros lugares…
_ ¡Extraño universo…! ¡No recuerda nada…! ¿Y ahora qué…? ¿Cómo vamos a ir a
Londres…? ¿Cómo vamos a saber qué hacer y a quién contactar si es que llegamos a
Bangkok…?!_ se desesperó Estefanía.
_ Déjalo ya. Amnesia espacio-temporal. Yo te lo dije. Gracias a la Inteligencia Infinita
soy una chica previsora_ canturreó Kaoru, buscando en su bolso, extrayendo el valioso
y antiguo manuscrito.
_ ¡¿Qué… es… esto?! No sabía de este tipo de tecnología… te apuesto que es un nuevo
juguetito traído de Tokyo, mira nada más… reunir partículas de luz y convertirlas en un
pergamino…_ se asombró Aurora.
_ Todo “está” ocurriendo y coexistiendo en este mismo instante, hermana mía. Esto es
un antiguo manuscrito perteneciente a una de tus antepasadas, descubierto tras el Gran
Deshielo de la ciudad de Punta Arenas, en lo que en esta época se conoce como Chile,
por una de las arqueólogas de la Academia Artemisa, en el año terrestre de 3600, a
doscientos veinticinco años del comienzo de la Séptima Humanidad… y de hecho, fue
la contraseña que elegimos en el proyecto de regresión… cuando te lo lea vas a recordar
lo que desayunaste hace mil años en el futuro…
_ ¡Estefanía…! ¡Detén el auto…! ¡Esta sí que necesita vacacionar en el manicomio con
urgencia…!_ exclamó Aurora, atragantada de risa.
_ Haz el favor de escuchar o te pateo tus honorables posaderas_ la reprendió Kaoru, con
fingido enojo y paciencia oriental. Y recitó:

“El Amor tiene mil caminos, y siempre encuentra el apropiado de acuerdo a la situación
y las circunstancias. El Amor es arrebatador… enloquece y embriaga, debilita y
fortalece, oscurece y alumbra, es lo conocido y también lo imprevisto. El Amor puede
ser extraño y misterioso… como un arcoíris en plena medianoche. Se dice que siempre
es nuevo… aunque todos sabemos que es tan antiguo como el mismísimo Universo.”

Total silencio en el interior de aquél vehículo, estacionado a dos calles de la Fontana di


Trevi. De algún lugar salieron volando incontables palomas, hacia algún lugar. “El
Momento Mágico”. Y recordó.
_ Kaoru Yamada… ¡Kwan-Yin…! ¡Por Mercurio…! ¡Kwan-Yin…!_ gritó Aurora,
regocijada, abrazándola.
_ ¿Y a mí qué…? ¿Estoy en holograma?_ refunfuñó Estefanía.
_ Tú… Estefanía... Maretti… ¡Que me lleven a Bangkok…! ¡Esperanza Marechal…!
¡Par de solapadas…!
Se abrazaron, felices, como viejas-nuevas amigas, recordándose, reencontrándose,
reconociéndose. Aceptando la misión de ese momento. De cada momento. Una vez
más, la contraseña había funcionado.
_ Kwan-Yin, técnicamente, en donde estamos, el “Antiguo Manuscrito” tiene solo
ochenta años… y yo quiero tomar helados…_ pidió Aurora.

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_ Las dos Amatistas Vibrantes están empacadas. Sabía que viajaríamos, así es que hice
las maletas… y no me perdería por nada un trozo de pizza, de hecho, conozco un lugar
por aquí cerca…_ confidenció Esperanza. Y bajaron del vehículo, caminando alegres,
dirigiéndose hacia la Fontana di Trevi. Al llegar allí, en un gesto típicamente femenino,
nostálgico y humano, cada cual arrojó una moneda a la fuente pidiendo un deseo.
Porque sabían en lo profundo de sus corazones que incluso la jornada más larga
comienza con un simple primer paso, y que todo lo que ha de materializarse en este
mundo y dimensión nace primero con un deseo. Y después se fueron, felices, a degustar
unos deliciosos trozos de pizza y otras tantas porciones de helado, porque si bien era
cierto debían tener puestos los ojos en el futuro, la intención y el disfrute estaban
puestos en el presente. Tenían tiempo. Todo el tiempo disponible.

FIN…
¿O PRINCIPIO…?

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BIBLIOGRAFÍA

_ “Hijas de la Alegría”............................................................................ (Deepak Chopra)


_ “Las Siete Leyes Espirituales del Éxito”……………………............. (Deepak Chopra)
_ “El Arte del Tantra”……………………………………………… (Guillermo Ferrara)
_ “La Guerra Contra las Mujeres”…………………………………….. (Marilyn French)

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