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La hipertensión arterial es definida como el aumento mantenido de las cifras de presión arterial
sistólica/diastólica (PAS/PAD) en valores superiores a 140/90mmHg respectivamente. La decisión de iniciar
un tratamiento antihipertensivo se basa en dos criterios:
— Los valores de PAS/PAD.
— El grado de riesgo cardiovascular del paciente.
El beneficio del tratamiento antihipertensivo está relacionado con la reducción de la presión arterial en sí
misma y es, en su mayor parte, independientemente del fármaco empleado. Por ello, la elección del fármaco
antihipertensivo o de la combinación de varios de ellos debe ser un proceso individualizado en cada paciente,
de acuerdo a las indicaciones y las contraindicaciones de cada grupo farmacológico.
El tratamiento farmacológico debe iniciarse inmediatamente en la HTA de grado 3, así como en los grados
1 y 2 cuando el riesgo cardiovascular es alto o muy alto. Además, no se recomienda la administración de β-
bloqueantes o de diuréticos tiazídicos en pacientes hipertensivos sin enfermedad asociada, ya que ambos
grupos farmacológicos aumentan la incidencia de diabetes.
Los fármacos que bloquean el sistema renina-angiotensina son menos efectivos en pacientes de raza negra,
en los que los diuréticos y las antagonistas del calcio son de elección. Los IECAs y los antagonistas del
receptor de angiotensina II son los más efectivos para reducir la hipertrofia ventricular y en pacientes con
insuficiencia cardíaca, diabetes, fibrilación auricular o en presencia de microalbuminuria/proteinuria.
Los antagonistas del calcio se han convertido en los fármacos que mejor se combinan con otros
antihipertensivos, estando indicados en pacientes con arterioesclerosis carotidea o coronaria y, junto a los
diuréticos tiazídicos, en el tratamiento de la HTA sistólica en el anciano. Los beta-bloqueantes y los
antagonistas del calcio son de elección en los pacientes con angina de pecho, así como para controlar la
frecuencia ventricular en pacientes con fibrilación auricular y HTA. Los beta-bloqueantes, unidos a los
fármacos inhibidores del eje angiotensina-renina-aldosterona son de elección en los pacientes con
insuficiencia cardíaca, disfunción ventricular izquierda o infarto de miocardio previo.
Por último, en la embarazada está indicados los beta-bloqueantes y los antagonistas del calcio y están
contraindicados los fármacos inhibidores del eje angiotensina-renina-aldosterona. El control de la presión a lo
largo de las 24 horas del día es un importante factor pronóstico. Los fármacos de acción prolongada y las
formulaciones que permiten administrar una dosis al día favorecen una pauta terapéutica más sencilla, mayor
adherencia al tratamiento y menor variabilidad en la presión arterial.
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Otra alternativa consiste en la utilización de combinaciones de dos fármacos antihipertensivos en dosis fijas
que presentan mecanismos de acción distintos y complementarios. Por otro lado, como ya se ha mencionado,
en los pacientes hipertensos con diabetes, insuficiencia renal o enfermedad cardiovascular asociada, es
necesario asociar tres fármacos o más para controlar la presión arterial. En este caso, es conveniente
administrar alguno de los fármacos antihipertensivos por la noche, a fin de asegurar un buen control de la
presión nocturna. Lógicamente, por la noche se administrarán los fármacos que entrañen mayor riesgo de
producir hipotensión ortostática o somnolencia.
Ante una situación de HTA sistólica aislada (TAS >140 mm Hg + TAD <90 mm Hg) el tratamiento se basa
en diuréticos unidos a bloqueantes de los canales de calcio. La HTA del embarazo es una TA superior a 140/90
mm Hg con un aumento de 30/15 mm Hg sobre las cifras pregestacionales.