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Tenemos que aclarar que estos dos tipos de metodología que analiza Ausubel son
dos extremos metodológicos, y que las actividades que se pueden proponer pueden estar
entre estos dos extremos, acercándose más o menos al aprendizaje por descubrimiento o
por recepción, según el grado de participación de los alumnos y en la forma en que sean
presentados los contenidos a aprender.
En la relación entre tipos de aprendizaje (significativo o repetitivo) y de metodología
(descubrimiento o recepción), Ausubel llama la atención sobre un error, que en muchos
casos se produce cuando se considera que los aprendizajes significativos sólo pueden
tener lugar en situaciones de aprendizaje por descubrimiento, y que una tarea organizada
mediante la exposición al alumno de una información nueva, conducirá necesariamente a
un aprendizaje mecánico o repetitivo.
Hay tareas escolares en las que el alumno recibe una información que sólo
puede relacionar de manera memorística con sus conocimientos previos, como puede
ser el caso de determinadas maneras de aprender las tablas de multiplicar, pero también
pueden favorecerse aprendizajes claramente significativos a través de una
exposición del docente en la que se destaquen las relaciones entre determinados
conceptos o principios que ya conozca el alumno.
Aun así tenemos que decir que los aprendizajes cuanto más se acerquen al
aprendizaje por descubrimiento, o actividades en las que el alumno participe activamente,
más nos acercamos a que sean significativos. De esta manera se propiciará que el
alumno realice descubrimientos y aprendizajes que realmente entienda, y así pueda
incorporarlos para modificar sus estructuras, crear las nuevas propias, y asegurar así que
serán aprendizajes que queden fijados, y que el alumno sea capaz de utilizar lo aprendido
en diferentes situaciones en las que lo pueda necesitar. La clave de todo es que el
alumno se convierta en un agente activo (ya sea puramente por aprendizaje por
descubrimiento o no) del proceso en enseñanza aprendizaje, y no en un simple receptor.
Para que el aprendizaje sea significativo no basta sólo que el sujeto sea activo,
también tenemos que tener en cuenta algunos aspectos que hemos visto anteriormente
como el momento evolutivo en el cual se encuentre el alumno, su estado emocional, la
Zona de Desarrollo Próximo, cuales son sus conocimientos previos, entre otros muchos
factores que pueden influir. Por eso decimos que el aprendizaje por descubrimiento o
activo se acerca más a garantizar aprendizajes significativos, pero que por sí solo no es
garantía de ello, ni tampoco es el único proceso que puede llegar a la significatividad del
aprendizaje.
En este sentido, las tareas abiertas, que no exijan un sólo tipo de desarrollo y
solución, son las que nos pueden ayudar más en el aula a que cada alumno pueda
trabajar desde su nivel y a su ritmo, favoreciendo así el aprendizaje significativo.
Un ejemplo simple de tarea abierta podría ser pedir a los alumnos que nos
expliquen qué hemos hecho en una visita a un museo, con la sola premisa que cuando
nos presente su producción, tenemos que entender qué nos quieren comunicar. Así en
una aula de educación infantil algún alumno lo explicará con un dibujo, otro ya puede
empezar a poner algunas palabras, y otro incluso textos cortos. El maestro debe conocer
el nivel al que se encuentra cada alumno para poder valorar si este se ha esforzado y
felicitarle, o si por el contrario debe exigirle un poco más más para que de un paso
adelante en el desarrollo de sus capacidades, o para que su producción sea más acorde
con el nivel de desarrollo en el cual se encuentra.
Otro aspecto muy importante para ayudar a que los aprendizajes sean
significativos, es que los alumnos entiendan la funcionalidad del aprendizaje, es decir,
que entiendan para qué les va a servir lo que van a aprender. Esto favorecerá también la
motivación de los alumnos para participar de forma activa en el proceso de aprendizaje.
Por ejemplo, si vamos a hacer una actividad de escritura, podemos hacer una nota para
explicar a las familias alguna actividad especial que hemos hecho en la escuela. Así
entenderán que la finalidad de la escritura es comunicar, y el hecho de que sea para sus
seres queridos, aumenta aún más el grado de afectividad y implicación en la actividad.
CONOCIMIENTOS PREVIOS
Así podríamos decir que los conocimientos previos pueden ser un concepto,
una idea, una experiencia, una proposición ya existente en la estructura cognitiva,
capaz de servir de "anclaje" para la nueva información, de modo que ésta adquiera
significado para el individuo.
Cuando esto se produce, el nuevo aprendizaje queda interiorizado, es más difícil
que se olvide, y el sujeto puede asumirlo como propio, y así poderlo utilizar en diferentes
situaciones, tareas, problemas o nuevos aprendizajes que tenga que realizar en su vida.
• Por último, es necesario que el aprendiz quiera aprender de modo significativo. Así
es necesaria una motivación intrínseca del alumno, la cual se puede trabajar
aprovechando la curiosidad innata de los alumnos, además del placer que siente
uno mismo al notar que evoluciona y va logrando diferentes metas y propósitos. En
este sentido la empatía por parte del profesor y la parte emocional del alumno
también juegan un papel importantísimo. Como hemos apuntado anteriormente, la
funcionalidad del aprendizaje también ayuda a esta motivación.
Sin olvidar estos tres puntos indispensables, también tenemos que tener en cuenta
que los nuevos aprendizajes deben ser adecuados al nivel evolutivo y de capacidades
que presenta el alumno, como explicábamos en el concepto de Zona de Desarrollo
Próximo. Si el aprendizaje que planteamos es demasiado elevado, el alumno abandonará
por no verse capaz de realizarlo, y si es demasiado simple, abandonará por aburrimiento.
Una forma de lograr un aprendizaje significativo sería, por tanto, el uso del
aprendizaje incidental, contextualizado, donde los aprendizajes tienen el objetivo de tratar
de resolver problemas de otras áreas o aspectos de la vida diaria. Aquí podemos volver a
hablar de la funcionalidad de los aprendizajes. Se trata básicamente de que el profesor
comience entregando algunos organizadores previos en base al conocimiento que ya
poseen los alumnos y relacionando el contenido con la vida diaria.
Aunque debemos tener en cuenta que el conocimiento consiste en una malla de
estructuras conceptuales, que deben ser construidas por el propio alumno, también
tenemos que recordar que por otra parte, el proceso enseñanza-aprendizaje es una
actividad social, donde tienen lugar diversas interacciones (entre el profesor y los
alumnos, entre los mismos alumnos, etc.), y el maestro debe ser capaz de organizar y
administrar el trabajo en grupos, y de transmitir la importancia del conocimiento en
beneficio de la colectividad, así como la del trabajo en grupo y cooperativo. Teniendo en
cuenta todos estos aspectos, el profesor debe guiar el aprendizaje a fin de inducir la
formación de conexiones.
Al respecto, opina Padilla (1991) que "los profesores que desean implementar
clases productivas, centradas en la actividad, necesitan invertir bastante tiempo no sólo
haciendo el tipo correcto de actividades, sino discutiendo e integrando los resultados de
las actividades: las actividades por si solas no promueven la comprensión en los niños.
Los profesores deberían enriquecer las actividades invirtiendo el tiempo necesario en la
clase haciendo que los alumnos le den sentido a sus experiencias y ayudándolos a
conectar estas actividades con su conocimiento de ciencias pasado y futuro."
Así pues vemos que desde la perspectiva constructivista, el papel del maestro no
es el de simple transmisor del conocimiento que solamente él tiene y posee, sino que es
un guía para los alumnos, para que estos vayan creando su propio conocimiento a partir
de la sus conocimientos previos, sus intereses, mediante la experimentación y
transformación de los nuevos conocimientos, para así asimilarlos y interiorizarlos. Es
tarea del maestro crear un clima motivador, emocionalmente positivo y favorable al
aprendizaje.
Finalmente nos referiremos a Novak (1998) para destacar que ha señalado que
todo hecho educativo comprende cinco elementos: el profesor, el aprendiz, el
conocimiento, la evaluación y el contexto. Todos estos elementos se combinan entre sí y
deben ser tenidos en cuenta para diseñar intervenciones educativas eficaces.
Hasta el momento hemos ido viendo, aunque de manera breve, cómo intervienen
cuatro de estos elementos, quedando la evaluación para el último de los módulos del
curso.
Estas formulaciones se aproximan a la perspectiva sistémica que desde hace
algunos años se ha ido imponiendo en Psicología de la Educación, para caracterizar los
procesos de enseñanza y aprendizaje, perspectiva que permite dar cuenta de la
complejidad y de la interdependencia de dichos componentes, a la vez que es compatible
con una concepción constructivista.