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ser humano
Concepciones filosóficas del
E
El estudio del ser humano (antropología) puede hacerse bien desde una perspectiva científica, ya
se trate de las ciencias naturales (antropología física) o sociales (antropología cultural), bien
desde una perspectiva humanística (antropología filosófica).
La antropología filosófica se ocupa de investigar al hombre desde una concepción humanística e
interdisciplinar. Es humanística, ya que se considera a la antropología filosófica una rama de la
filosofía y, por tanto, de las humanidades. Es interdisciplinar ya que obtiene sus conocimientos en
diálogo permanente con el resto de las ciencias experimentales, especialmente con las ciencias
humanas o sociales, y también con el resto de las humanidades.
Entre los principales temas de la antropología filosófica, decisivos para la comprensión del ser
humano, están los siguientes:
1) El puesto del hombre en el conjunto de la realidad (niveles de realidad).
2) El problema de la relación entre la mente y el cerebro (teorías monistas y dualistas).
3) El funcionamiento de la mente.
4) El problema de la libertad (teorías deterministas e indeterministas).
5) Los procesos cognitivos exclusivos del psiquismo superior.
6) Las concepciones del hombre a lo largo de la historia del pensamiento.
b) La antropología cultural o etnología es una rama de la sociología o ciencia de la sociedad y tiene como
objeto de estudio los llamadas “pueblos primitivos” o sociedades sin historia que todavía perviven en la actualidad.
c) La antropología filosófica es una rama de la filosofía que tiene como objeto la reflexión sobre el ser humano
desde una perspectiva humanística e interdisciplinar. Ya sabemos que la filosofía es un saber humanístico. Por
otra parte, la antropología filosófica no es un saber autosuficiente o que se baste a si mismo sino interdisciplinar.
Esto último significa que obtiene sus conocimientos en permanente diálogo y consulta con el resto de las ciencias
experimentales, especialmente con las ciencias sociales, y también con el resto de las humanidades.
En resumen, podemos ocuparnos del hombre (antropología) desde una perspectiva científica, bien desde las ciencias
naturales (antropología física), sociales (antropología cultural) o desde las humanidades (antropología filosófica).
La antropología filosófica se ocupa, entre otros, de los siguientes temas y problemas, que analizaremos con detalle en
esta Unidad, y que son cruciales para la comprensión del ser humano:
– Las características del ser humano.
– El problema de la relación cerebro-mente.
– El funcionamiento de la mente.
– El problema de la libertad.
– El psiquismo superior del hombre.
– Las diferentes concepciones del hombre a lo largo de la historia de pensamiento.
2. La realidad humana
Lo que habitualmente llamamos realidad en su sentido más general no es otra cosa que la materia, la cual se presenta
como resultado de la evolución gradual del universo a lo largo de miles de millones de años y en múltiples estados. De
ahí que podamos distinguir diferentes grados de realidad.
Los grados de realidad o estados en que se despliega la materia de forma emergente (unos grados de realidad surgen
de otros) son los siguientes: físico-químico, biológico, neurológico, psicológico y cognitivo. El ser humano es la única
especie que participa plenamente, como veremos, de estos estados.
3.1. Dualismos
Las teorías dualistas se basan en la idea de que el cerebro y la mente son dos realidades distintas, cada una con
unas propiedades y leyes específicas. Estas teorías básicamente se reducen a dos: dualismo espiritualista y dualismo
mentalista.
b) Dualismo mentalista. El concepto central de este dualismo es la mente. Mientras que el alma es una
realidad espiritual e independiente del cuerpo, la mente es de carácter exclusivamente psicológico y cognitivo, y tiene
su origen en la actividad neurofisiológica del cerebro. Además, las propiedades y leyes que rigen los procesos mentales
son distintas a las de los hechos físicos.
Los fenómenos mentales, como la memoria, los sentimientos o los sueños, poseen unos mecanismos y unas leyes
propias. La teoría de la mente de Freud y la práctica psicoanalítica se basa en este principio mentalista.
El mentalismo, es decir, la suposición del carácter específico de los fenómenos mentales, ha sido sostenido por los
fundadores de las primeras teorías psicológicas, como Hume (1711-1776), W. Wundt (1832-1920), W. James (1842-
1910) o Sigmund Freud (1856-1939).
El interaccionismo es una variante actual del dualismo mentalista. Su principal supuesto es que existe una efectiva
separación cerebro-mente como realidades independientes y una permanente interacción entre ambas. Ha sido
desarrollado por el premio Nóbel de Medicina en 1963 John C. Eccles y el filósofo Karl Popper en su libro conjunto El
cerebro y la mente (1980).
La hipótesis interaccionista se basa en que los componentes del cerebro (neuronas, conexiones sinápticas, áreas del
cerebro) son insuficientes para dar una explicación convincente de los procesos mentales. Algunos de ellos son de una
increíble complejidad, como la autoconciencia o identidad personal, el carácter voluntario de la acción humana o la
experiencia de libertad y el pensamiento creador o creatividad... Estos ejemplos y otros muchos no pueden ser
explicados en términos meramente físicos o naturales sino que exigen la hipótesis de una mente autónoma distinta del
cerebro.
Ambos autores sostienen la complicada hipótesis mentalista de que en las sinapsis neuronales de la corteza cerebral
interactúan las dendronas (agrupaciones de dendritas) de carácter neurofisiológico y la psiconas (supuestas
agrupaciones de unidades de activación mental) de carácter específicamente psíquico. La interacción cerebro-mente se
explica mediante una teoría bioquímica en la que se pretende mostrar la interrelación entre los componentes
neurológicos y mentales del cerebro: dendronas y psiconas. La validez de esta teoría mentalista ha sido cuestionada y
rechazada finalmente por la comunidad científica, aunque los problemas que la teoría interaccionista suscita en torno a
la complejidad y especificidad de los fenómenos-procesos mentales son una cuestión abierta y nada desdeñable.
3.2. Monismos
Las teorías monistas explican la mente como el resultado único o exclusivo de la actividad neurofisiológica del
cerebro. Rechaza, por tanto, la existencia de fenómenos espirituales o mentales independientes y específicos.
Básicamente se reducen a dos: monismo materialista y monismo emergentista.
a) Monismo materialista. Su principal suposición es que la actividad mental se reduce a un conjunto de
procesos físico-químicos y neurofisiológicos. El cerebro humano es un complejo y perfecto ordenador
biológico, compuesto de neuronas, conexiones sinápticas, árboles de neuronas y áreas especializadas, capaz de
generar estados mentales.
Mientras que la computadora es una máquina no consciente (solo el ser humano puede afirmar “pienso, luego existo”)
dotada de un soporte o equipamiento electrónico, el ser humano es, en el fondo, un autómata consciente (tiene estados
mentales o de consciencia) dotado de un sofisticado equipamiento biológico. Si los ingenieros electrónicos del futuro
pudieran construir una máquina con un equipamiento electrónico capaz de reproducir funciones psicológicas, tendría
estados mentales equivalentes a los humanos, incluidos la autoconciencia, el pensamiento abstracto y los
sentimientos...
Las películas de ciencia ficción nos han proporcionado abundantes ejemplos de computadoras de última generación
inteligentes y con voluntad propia; replicantes imposibles de distinguir de los humanos, androides superdotados y robots
colaboradores...
Se trata, por tanto, de una teoría fisicalista puesto que todos los seres y grados de realidad se pueden explicar
finalmente mediante propiedades y leyes físicas.
Entre los defensores contemporáneos de esta teoría se encuentran Gilbert Ryle, Paul Feyerabend, José Ferrater Mora
o Paul Chuchland.
b) Monismo emergentista. Es una continuación del anterior monismo. El emergentismo concibe el cerebro como
un biosistema o computadora biológica con dos tipos de propiedades: las resultantes (biológicas, neurológicas) que
poseen por separado los componentes del sistema (neuronas, árboles de neuronas, áreas cerebrales) y las emergentes
(psicológicas y cognitivas) que sólo posee el sistema cuando funciona conjuntamente o como un todo.
Las propiedades emergentes dependen de las resultantes pero van más allá de ellas, las superan, y constituyen
una nueva realidad. De ahí que el cerebro como un todo tenga propiedades mentales que no poseen sus componentes
aislados como percibir, recordar, aprender, pensar o comunicarse.
Una sola neurona, un árbol de neuronas, incluso un área cerebral (como la de la memoria o la del habla) son
componentes del cerebro que por sí mismos no tienen propiedades psíquicas, pero los cien mil millones de neuronas
del cerebro con más de cien billones de conexiones (10 elevado a 14), interactuando en un sistema único, han
conseguido producirlas.
4. El modelo de la mente en la
psicología cognitiva
Analizaremos en este apartado las aportaciones al conocimiento del hombre de uno de los modelos teóricos más
recientes y aceptados por la comunidad científica especializada en ciencias humanas: la Psicología cognitiva.
La Psicología cognitiva presenta un modelo general del hombre basado en la analogía o metáfora entre la computadora
y la mente. Para esta teoría la mente es una computadora de propósito universal (computa cualquier tipo de información
de entrada) y la actividad mental es procesamiento de la información.
5. Determinismo y libertad
El problema antropológico de la libertad es obviamente distinto del problema de la relación entre cerebro y mente,
aunque tienen algunos puntos en común y un mismo hilo conductor: la relación entre la parte físico-química y
neurológica del ser humano y la parte psicológica y cognitiva. Como vimos, el problema cerebro-mente plantea, desde
la filosofía griega, la contraposición entre lo físico y lo psicológico y sus posibles soluciones en términos de dualismos y
monismos.
6. Pensamiento, inteligencia y
lenguaje
El psiquismo superior del hombre consiste en los denominados “procesos cognitivos”, que dividíamos en cuatro grandes
bloques o módulos: procesos informativos, representativos, intelectivos y comunicativos.
Aunque el hombre comparte con muchas especies determinadas funciones psicológicas como la percepción, el
aprendizaje o la memoria, se puede afirmar que tienen unas características muy diferenciadas. Por ejemplo, sólo en la
especie humana la percepción de los objetos está unido al lenguaje; únicamente el hombre es capaz de aprendizajes
conceptuales (como estudiar esta Unidad) o está dotado de una memoria de carácter significativo (cuando estudiamos
esta Unidad, lo hacemos de manera comprensiva , no de manera puramente mecánica o “memorística” sin entender
nada).
Las funciones cognitivas exclusivas del ser humano, aquellos que lo separan abismalmente de las especies más afines
en la escala evolutiva, son el pensamiento, la inteligencia y el lenguaje.
Por su parte, el lenguaje es imprescindible para el pensamiento, como hemos señalado, y un componente general de
la inteligencia que incluye, entre otras habilidades, la comprensión, la expresión y la fluidez verbal.
Vamos a referirnos a cada uno de estas funciones cognitivas (pensamiento, inteligencia y lenguaje) con más detalle. En
primer lugar, analizamos las herramientas comunes del pensamiento .
a) Los conceptos. Un concepto es una representación general de la realidad. El pensamiento opera con distintos
tipos de conceptos:
– Empíricos. Representan objetos, hechos, lugares o situaciones particulares. Ejemplos: “mesa”, árbol” o
“caballo”.
– Abstractos. Representan entidades inobservables: ideas (justicia), valores (amistad) o constructos
hipotéticos, como la personalidad de alguien.
– Especializados. Representan términos específicos de las distintas ciencias y ramas del saber. Por ejemplo,
“derivada”, “aceleración”, “subcultura” o “memoria a largo plazo”.
– Lógicos. Partículas de unión lógica entre proposiciones. Los más importantes son la negación (no), conjunción
(y), disyunción (o), condicional (si...entonces) y bicondicional (si y solo si...).
– Categoriales. Representan significados lógicos no expresos pero necesarios en la formulación de
proposiciones o enunciados. Existencia, causalidad, posibilidad o necesidad, son, entre otros, conceptos categoriales.
Por ejemplo, una proposición como “esta mesa es de madera” presupone la categoría de existencia; “si estudio sólo el
día previo al examen de filosofía no aprobaré” presupone la categoría de causalidad y si afirmo que “este fin de semana
es casi seguro que iré a la discoteca” mi intención lógica al construir el enunciado presupone la categoría de
probabilidad.
b) El razonamiento. El razonamiento es una herramienta del pensamiento que se caracteriza porque siempre
se produce el paso de unos conocimientos previos, que tomamos como punto de partida o premisas, a una conclusión
que extraemos de aquellas.
Distinguimos en el pensamiento tres tipos de razonamiento:
– Razonamiento inductivo. Toma como punto de partida la observación de un conjunto de casos
particulares de los que obtiene una generalización o regularidad empírica con un grado mayor o menor de probabilidad.
Todas las generalizaciones y estereotipos que formulamos son razonamientos inductivos más o menos acertados y
justificados. En todo caso son imprescindibles para orientarnos y clasificar el mundo que nos rodea.
– Razonamiento deductivo. Parte de unas premisas iniciales de las que se sigue o infiere una conclusión.
Si las premisas son empíricamente verdaderas, la conclusión también lo será. Las explicaciones que damos
permanentemente en nuestra vida diaria por los más variados acontecimientos (“esto me gusta por las siguientes
causas o razones”) son ejemplos de razonamientos deductivos.
– Razonamiento práctico. No todos los razonamientos son deductivos o inductivos. Hay también
razonamientos de carácter práctico. Estos últimos, decisivos para nuestra vida, incluyen la toma de decisiones (por
ejemplo, morales o políticas) y la solución de problemas. En realidad son los más frecuentes o cotidianos puesto que
tomamos decisiones y solucionamos problemas (más o menos importantes) de forma continuada. Tomamos una
decisión cuando elegimos entre dos o más alternativas inciertas, asumiendo las consecuencias de nuestra elección.