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JESÚS CUADRA PÉREZ C/.

Cervantes 39 1º C
50006-ZARAGOZA
Psicólogo Clínico (A-282)
Analista Transaccional Tel.: 976 229728
Docente y Supervisor (ITAA-EATA) e-Mail: jcuadrap@gmail.com
Psicoterapeuta Integrativo http://www.en-contacto.net/
Docente y Supervisor (IIPA)

TRANSFERENCIA Y ESTADOS DEL YO

Por Carlo Moiso


T.A.J., XV, 3, pp. 194-201. Julio de 1985.
Traducido por Jesús Cuadra

En el curso de cinco últimos años, la investigación teórica y clínica en el


Instituto de A.T. de Roma, se ha consagrado al análisis de los aspectos
transferenciales y contratransferenciales del tratamiento de los pacientes
narcisistas y borderlines (Moiso, 1983; Novellino, 1984). Explorando la dinámica
subyacente a las transacciones de transferencia (Berne, 1966) que se producen
en el curso de una terapia con Análisis Transaccional, he constatado que existe
dos tipos diferentes de transferencia. El primero se funda en la proyección de
material incorporado a partir de fuentes externas: es la transferencia del P2. El
segundo se basa en la proyección de un material arcaico derivado de las
introyecciones objetales del yo infantil: es la transferencia del P1 (Haykin,
1980). El primer tipo se encuentra en los pacientes nerviosos (neuróticos), en
ellos, la expresión del material transferido indica la presencia de un proceso de
pensamiento secundario. El segundo tipo se caracteriza por una regresión al
mundo del pensamiento primario (Rapaport, 1957), que se expresa ante todo
de manera indirecta por las fantasías, los sueños, los lapsus, y de manera
directa por los acting-outs. Este segundo tipo es el que se encuentra en los
pacientes narcisistas y borderlines.
Que quede claro, todo paciente es susceptible de regresar en el curso de su
terapia. No obstante, cada tipo de transferencia caracteriza una categoría de
diagnóstico. Si bien las proyecciones del P2 y del P1 tienen ambas un carácter
regresivo, esto es completamente diferente en lo que concierne al uso del
material proyectado y al proceso de pensamiento al cual la transferencia es
accesible. En la transferencia del P2, el cliente neurótico invita al terapeuta a
reforzar su Guión provocando una reacción de un Padre Crítico o de un Padre
Nutritivo negativo o, al menos, una reacción que él podrá interpretar como tal.
Este Padre representa para él un objeto externo introyectado. En la
transferencia del P1, el paciente
percibe al terapeuta, y también a la
proyección, como un objeto interno
omnipotente, o destructor de un
modo sádico.
En el contexto del Análisis
Transaccional, es Berne el primero
que se ha dedicado al análisis de la
transferencia. En Análisis
Transaccional en Psicoterapia,
afirma que «los Guiones pertenecen
al dominio de los fenómenos de
transferencia» (Berne, 1961, p.160).
En Principios del Tratamiento en Grupo, a propósito de la imago de grupo,
insiste sobre la idea de la investigación de los roles transaccionales, funcionales
y libidinosos que los otros participantes, y sobre todo el terapeuta, desempeñan
para el paciente, «como se deduce de un análisis minucioso y sistemático de
sus reacciones transaccionales» (Berne, 1966, p.154). Este enunciado fue para
mi una invitación a analizar la psicodinámica de mis pacientes, y además la de
sus transacciones de transferencia (Fig. 1).
Después pase al análisis de la relación de transferencia. Esta se definió
clínicamente como una relación en la que el paciente proyecta sus propios
Estados del Yo parentales (P2 o P1) sobre el terapeuta, con el fin de
reexperimentar relaciones padres-niño pasadas o relaciones de objeto
primitivas. Estas relaciones son proyectadas sobre una pantalla puesta «en
sobreimpresión» delante del terapeuta (Niño —> mensajes parentales
proyectados) (Fig. 2).

En el trabajo clínico he constatado que el análisis del Padre proyectado


preconscientemente (P2) y del Padre proyectado inconscientemente (P1) es un
componente vital del tratamiento del Guión. Creo que este análisis es
fundamental para llegar a ser plenamente consciente de los límites entre uno
mismo y los otros, es decir de las propias proyecciones.
La observación de estos procesos conduce a tres generalizaciones:
1. El «drama de transferencia» (Berne 1961) es una adaptación especial del
Guión que se manifiesta en la terapia de Guión con la apariencia de una forma
especial de relación de transferencia.
2. El material proyectado sobre el terapeuta puede ser una introyección
preedípica (P1) o postedípica (P2).
3. Para alcanzar la cura a nivel estructural, es decir para acceder a una
identidad Adulta estable a través de la reestructuración de los Estados del Yo
anteriormente deteriorados, a menudo es indispensable analizar y resolver la
relación de transferencia entre el paciente y el terapeuta. Esta resolución es
indispensable para que el paciente comprenda las razones y las motivaciones
de sus elecciones, y desarrollar la capacidad de seleccionar las mejores

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opciones realizables, así como de elaborar eficazmente la frustración ligada a
las opciones no realizables.

RESUMEN DE LA TEORÍA ESTRUCTURAL


Desde un punto de vista estructural, como he dicho antes, hay dos Estados del
Yo que pueden ser proyectados: El P1 y el P2. El P2 resulta de la introyección de
las figuras paternas completas, es decir, con su Padre, su Adulto y su Niño
(Berne, 1966). Este proceso es posterior a la resolución del conflicto edípico y a
la puesta en marcha de los procesos de pensamiento secundarios. Es por esto
por lo que la proyección del P2 esta presente y activa en los pacientes
neuróticos. Durante el tratamiento analítico transaccional esta proyección será
abordada por varias vías implicando la conciencia y el pensamiento del Adulto:
confrontaciones de descuentos, análisis de los juegos, de los Estados del Yo,
etc. Todo esto es posible porque estos pacientes desarrollan una transferencia
que no deteriora el pensamiento del A2 (Wallerstein, 1967).
El Estado del Yo P1 es una estructura muy arcaica parece remontarse al
comienzo de la vinculación simbiótica a la madre (Haykin, 1980). En el curso de
las fases de vinculación, desvinculación y revinculación, el Niño forma una
estructura Parental (P1) dividida en dos subestructuras (P1+ y P1-). Estas dos
subestructuras estarán mas o menos integradas y tenidas en cuenta por la
conciencia dependiendo de la eficacia del parentamiento maternal en la época
de la separación - individuación (Haykin, 1980). Por tanto es teóricamente
correcto postular que P1 se compone de relaciones de objeto interiorizadas, y
que la división entre buenos y malos objetos (P1+ y P1-) es una fase de su
desarrollo en relación con la falta de capacidad de integración del A1. Esta
hipótesis es coherente no solamente con la teoría psicoanalítica de las
relaciones de objeto (Klein, 1957), sino también con la teoría transaccional que
considera el Padre en el Niño como una estructura puesta en marcha por el
niño mismo, en respuesta a las elaboraciones que el Pequeño Profesor y el Niño
Somático hacen a propósito de las reacciones parentales (Woollams & Brown,
1978). Además esta separación entre «bueno» y «malo» fue también
reconocida por Berne en su contraposición entre «Hada Buena» y «Bruja»
(Berne, 1972).
Esta convergencia permite establecer el vínculo preciso entre el análisis
estructural en Análisis Transaccional y la teoría psicoanalítica de las relaciones
de objeto. De esta manera es posible aplicar el enfoque transaccional a las
personalidades narcisistas y borderlines (Kernberg, 1981), cuando el uso de
otros aspectos del Análisis Transaccional con patologías estructurales arcaicas
apenas daban resultados satisfactorios.

TEORÍA CLÍNICA

En la perspectiva clínica, la escisión del P1 en P1+ y P1-, que es en principio una


etapa normal del desarrollo y después el resultado de una falta de integración,
es una división defensiva que protege al Adulto (A2) de conflictos intrapsíquicos,
manteniendo separadas las introyecciones y las identificaciones de carácter
libidinal de aquellas que tienen un carácter agresivo. Las personalidades

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borderlines mantienen esa escisión defensiva activando alternativamente los
Estados del Yo P1 contradictorios, las personalidades narcisistas recurriendo a
un mecanismo de negación del P1-. Esta escisión es una defensa indispensable
para evitar una angustia extrema, consecutiva a una ambivalencia insoluble.
La persona que no ha integrado P1+ y P1- tiene tendencia en la terapia a
proyectar sobre el terapeuta la una o la otra de estas estructuras. En el caso
del narcisismo, por ejemplo, el cliente comienza por proyectar P1+ para formar
un pseudovínculo que, debido a que es incapaz de depender de sus objetos
interiorizados, le es necesario satisfacer su tendencia a idealizar al terapeuta de
quien espera obtener gratificaciones narcisistas (Kernberg, 1981).
Es preciso destacar a este respecto que, para este tipo de personalidad, el P1+
que el cliente proyecta sobre el terapeuta es una imagen idealizada de si
mismo, construida y asumida a modo de sustituto de la imagen patente de su
madre. Es completamente diferente de la idealización de un verdadero Padre
Nutritivo, que es el testimonio de una madurez bastante avanzada.
En el caso del narcisismo, en la primera fase de la terapia no hay proyección
del P1- el narcisista usa la negación como mecanismo de defensa contra esta
subestructura. En el caso de la organización borderline de la personalidad, la
negación es alternativa, porque el paro evolutivo tuvo lugar más pronto que en
la personalidad narcisista, es decir, cuando P1+ y P1- podían todavía ser
catectizados alternativamente y dar la impresión de un único P1 que toma el
aspecto tanto enteramente bueno, como enteramente malo. Por lo tanto el
cliente borderline proyecta alternativamente P1+ y P1-. P1+ es proyectado por el
deseo de obtener una fusión simbiótica con un Padre idealizado
«completamente bueno» y omnipotente para ser protegido contra el objeto
«malo». En términos de Análisis Transaccional diríamos que busca en el espejo
la imagen de su propia Hada Buena para ser defendido contra su propia Bruja.
La proyección del P1- sirve para exteriorizar el yo agresivo «totalmente malo» y
las imágenes objetales del mismo tipo. El paciente reaccionara contra el
terapeuta con rabia, y posiblemente con violencia, a causa de la percepción
proyectiva del terapeuta como peligroso, punitivo y ausente física y
emocionalmente.
La consecuencia de la relación transferencial tanto para las patologías
borderline como para las narcisistas, en las que el P1 no ha sido integrado, es la
resistencia de ambas al reparentamiento y al trabajo proyectivo del tipo: «Pon a
tu madre en esa silla y háblale». La falta de integración del P1 engendra frente
a estas técnicas una ansiedad extrema. En el caso del cliente borderline porque
la escisión se remonta a un estadio muy arcaico del crecimiento, donde las
fronteras de Yo no han sido estabilizadas todavía. Y en el caso de los clientes
narcisistas, porque su «grandiosidad» se extiende hasta englobar al terapeuta.
El estudio de estas resistencias condujo al desarrollo de lo que llamamos el
«Enfoque Psicodinámico en Análisis Transaccional». En este enfoque, el
terapeuta acepta una relación pseudosimbiótica de transferencia, y analiza
cuidadosamente, en detalle, con el cliente los mensajes ulteriores que le dirige
(transacciones de transferencia), con el fin de poner de relieve la naturaleza
exacta de la relación de transferencia y el contenido de la estructura parental
proyectada (P1 o P2). El terapeuta debe vigilar cuidadosamente sus reacciones y
transacciones contratransferenciales, sobre todo para comprender el proceso y

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la significación de los esfuerzos del cliente para «forzar al terapeuta a
comportarse exactamente como el paciente tiene necesidad de verlo»
(Kernberg, 1981). Esta imagen puede ser la de sus padres reales, la de sí
mismo idealizado que el desearía dar como padre, la de un padre insignificante,
la del padre principal, la de un padre múltiple, o de cualquier otro aspecto del
contenido estructural de la estructura parental proyectada.
En términos de Análisis Transaccional, comenzamos por el análisis de las
transacciones, luego pasamos al análisis de los juegos y del circuito parasitario
con vistas a identificar los aspectos transferenciales y a reapropiarse del
material proyectado. Después de que el paciente ha alcanzado una
comprensión A2 del proceso del proceso presente en el contexto terapéutico y
del Guión, procedemos al trabajo de redecisión (Goulding, 1979). Con las
psicosis de transferencia, que es una complicación característica del tratamiento
de los pacientes con una organización borderline de la personalidad, usamos el
reparentamiento (Schiff, 1975; Childs-Gowell, 1979).
Un aspecto muy rico e importante del abordaje psicodinámico de Análisis
Transaccional es el análisis de la contratransferencia (Novellino, 1984). Durante
la supervisión de los terapeutas en formación avanzada y en las reuniones del
staff, hemos encontrado que las reacciones de transferencia reflejan los
problemas del paciente mucho más que cualquier aspecto específico del Guión
del analista. Nuestro método general consiste en presentar al paciente la
respuesta emocional del terapeuta cuidadosamente, actuando de manera
deliberada como un «espejo activo de transferencia». Este proceso favorece a
la vez el establecimiento de transacciones Adulto —> Adulto y la reapropiación
del material proyectado. Hay dos tipos principales de reacciones
contratransferenciales: identificación del terapeuta con el Estado del Yo del
paciente que efectúa la proyección, y/o identificación del terapeuta con el
Estado del Yo proyectado por el paciente. Estos resultados corresponden a los
conceptos de «identificación concordante» e «identificación complementaria»
de Racker (1957). El principio es que cuanto más esté el paciente
experimentando los impulsos primitivos de N1, más los sentirá el terapeuta
(identificación concordante), y más reaccionará luchando contra ellos con su
propio P1 o P2 (identificación complementaria). Estos fenómenos son, para el
analista transaccional experimentado, una ocasión preciosa para ayudar a su
paciente a cambiar su Protocolo del Guión efectuando en su N2 los cambios
estimulados por la experiencia correctiva de la situación de tratamiento.
La meta final del trabajo, tanto con las transferencias del P1+ como con las del
P1-, es permitir que el paciente reconozca e integre P1+ y P1- en un solo P1, en el
que los aspectos «negativos» y «positivos» existan juntos. Este proceso
permitirá después el trabajo redecisional necesario para resolver los problemas
conectados con el funcionamiento inadecuado de P2 y A2. La señal dinámica y
relacional que es la evidencia de que la meta ha sido alcanzada, viene dada por
la nueva capacidad del paciente de continuar amando a la persona por la que,
en un momento dado, sintió rabia.

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ASPECTOS CLÍNICOS: LOS DIFERENTES TIPOS DE TRANSFERENCIA
LA TRANSFERENCIA DEL P2 (Fig. 3)
En este tipo de transferencia el paciente proyecta los Estados del Yo de los
padres reales en una pantalla que él pone delante del terapeuta. Expresa
exteriormente el diálogo interno entre su P2 y su N2. Revive entonces frente al
terapeuta los sentimientos característicos de su relación original con sus figuras
parentales, y pone en práctica reacciones parecidas: Manifiesta las mismas
necesidades y se dedica a los mismos juegos y manifestaciones parásitas que
los que experimentaba en su relación con las figuras parentales.

En esta situación podemos identificar una transferencia negativa cuando el


paciente, poniendo en marcha juegos con el terapeuta, intenta obtener las
mismas frustraciones que recibió ya de sus verdaderos padres. Hace esto
activando aquellos procesos destinados a promover las experiencias que
perpetúen su Guión y, por supuesto, al mismo tiempo obtener el mismo tipo de
caricias condicionadas que lo refuerzan. De manera análoga podemos
identificar la transferencia positiva cuando el paciente busca obtener aquellos
permisos y caricias del terapeuta que no recibió de su entorno original. El
enfoque terapéutico exige un análisis atento de las transacciones así como de
las funciones del sistema parasitario (Erskine & Zalcman, 1979). En este punto,
el paciente reacciona emocional y comportamentalmente más a su propia
proyección que al comportamiento real del terapeuta. La estrategia terapéutica
comportará necesariamente poner en evidencia y resolver un impasse de
primer grado (Goulding, 1974), o un impasse de adaptación (Moiso, 1979), que
se manifiesta por un impasse en la relación con el terapeuta.

Ejemplo clínico:
Felipe: «Hoy me siento verdaderamente hundido. Dime que puedo hacer.»
Terapeuta: «¿Qué es lo que tu quieres hacer al respecto?»
Felipe: «¡Ya estamos otra vez! ¡Siempre tengo que hacerlo todo por mi
mismo!» (Transacción de transferencia, del Niño al Padre proyectado.)( En este

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momento Felipe ha redefinido la respuesta en función de su distorsión
proyectiva, con la que percibe la respuesta como viniendo del Padre del
terapeuta.)
Terapeuta: «Felipe, siéntate aquí e imagínate que tu Padre está sentado en la
silla de enfrente.»
Felipe: (N sentado frente a P) «Hoy realmente me siento hundido.»
Terapeuta: «Repítele que te sientes hundido hasta que sepas lo que te
responde.»
Felipe: «Es mi padre.»
Terapeuta: «Escucha lo que responde.»
Felipe: (Cambia de silla) «Debes resolver los problemas por ti mismo. ¡Un
hombre no debe ser dependiente de los otros!»
Terapeuta: (Inicia un trabajo de redecisión, reexperimentando la situación,
primero expresando rabia, luego su miedo, y finalmente pidiendo ayuda) (25).
Felipe: (Recibe permiso para pedir abiertamente lo que desea reconociendo que
lo puede hacer incluso si su padre no se lo permite por sus propias limitaciones
y por su Guión.)
Terapeuta: «Felipe, ahora analicemos juntos (reforzando el permiso) las
transacciones con las que empezaste tu trabajo.» (Aquí procede a clarificar el
fenómeno de la transferencia con la ayuda del esquema de la figura 3.)

Transferencia de P1, tipo A (P1+) (Fig. 4)

Aquí el paciente proyecta la imagen del Padre (P1+) omnipotente ideal en el


terapeuta. A menudo esta es una imagen de sí mismo fijada hacia la
culminación de la fase de narcisismo normal (Kohut, 1971). Es por eso que este
tipo de transferencia es tan normal en las personalidades narcisista.
En la transferencia del P1+, el paciente descuenta la personalidad real del
terapeuta en un esfuerzo por evitar darse cuenta de las deficiencias del
terapeuta, como un forma de protegerse a sí mismo de confrontar sus propias
necesidades y la desesperación conectada con un sentimiento de abandono.
Entonces él proyecta en el terapeuta un self omnipotente completamente
bueno, fuente de gratificación inmediata y eterna, así como un modelo absoluto
que el puede alcanzar. El enfoque terapéutico, al menos en la primera fase de
la terapia, está basado en ayudar al paciente a reapropiarse del P1+ que él
proyecta en el terapeuta. Esto evita una reacción de escape que podría seguir a
la desaparición del objeto bueno (P1+) con la persistencia de un objeto malo
(P1-) y con el consiguiente desamparo del N1. El mecanismo de una tal reacción
de huida reposa en el hecho de que el paciente, proyectando su P1+, entra, de
hecho, en una relación simbiótica. Si el terapeuta no acepta la proyección,
rechazando así la simbiosis, el paciente se encontrará sin protección frente a su
destructivo P1-. Entonces puede percibirse a sí mismo como «horrible»,
«peligroso» o «despreciable» (P1-). A causa de su sentimiento de abandono, su
defensa consiste en ver al terapeuta bajo un perspectiva enteramente
favorable.

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La proyección del P1+ y la simbiosis resultante, son por tanto ante todo
protecciones del paciente quien, solo aparentemente, está buscando la
perfección en el terapeuta. En realidad está buscando un espejo de y para su
propia perfección para protegerse a sí mismo de sus propios impulsos
agresivos. La grandiosidad de esta proyección defensiva se manifiesta
generalmente por una idealización del terapeuta. Si se le confronta demasiado
pronto y demasiado bruscamente el juego «Es Ud. Maravilloso, Profesor» da
como resultado un abandono defensivo de la terapia. Si el terapeuta renuncia a
ser percibido como el Sr. Murgatroid, falla en su función de espejo
transferencial para el paciente (Kohut, 1971).
En conclusión, la terapia en esta fase estará dirigida a ayudar al paciente a
reforzar las defensas narcisistas sin dañar su idealización del terapeuta.

Ejemplo clínico:
Este ejemplo esta compuesto de dos fases distintas en la terapia de un paciente
narcisista. En la primera fase, al rededor de cuatro meses después del
comienzo de la terapia, había una transferencia de P1+. La estrategia
terapéutica fue reforzar las defensas del cliente para permitirle recobrar un
cierto equilibrio narcisista. En la segunda fase apareció la transferencia del P1-
y será ilustrada por el ejemplo siguiente.
Maximiliano: (Mirando al terapeuta) «Te veo siempre en forma y nos
comprendes siempre.» (Observar la negación de las consecuencias
presentes de los mandatos «No seas sano» y «No existas» , el espejo
transferencial refleja la activación de un self grandioso).
Terapeuta: «Max, ¿qué nos muestras de ti diciendo eso?»
Maximiliano: «OK, que yo también estoy en buena forma, y que soy una
persona amable» (transacción de transferencia).
Terapeuta: «Esas son ciertamente dos cualidades buenas y útiles. Piensa en
esas cualidades que tú tienes y que te mantienen en buena forma y capaz
de comprender a los otros.» (refuerzo de las defensas narcisistas).
Maximiliano: «Me gusto y me respeto a mi mismo. Siempre he sido así ....
desde que era un chiquillo.»

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(Posteriormente, el trabajo regresivo ha confirmado nuestra hipótesis de que el
paciente no era aceptado por su madre en la fase de reaproximación
(reattachment). Así es como el puso en marcha una imagen grandiosa de sí
mismo por la persistencia de la auto imagen omnipotente de la fase de
separación (detachment).

Transferencia del P1, tipo B (P1-) (Fig. 5)

La transferencia del P1- se manifiesta por formas bruscas de actuación (acting)


regresivas en las que, por regla general, las transacciones van directamente del
N1 al P1- proyectado. En esta situación el paciente proyecta en el terapeuta la
polaridad P1- de su diálogo entre su N1 y su P1. En consecuencia lo inviste de
todas las emociones negativas reavivadas en su N1 por la presencia del P1-.

Entonces el terapeuta es percibido como un objeto sádico, completamente


malo, la fuente de las más serias frustraciones, y por tanto el objeto de la
cólera y la violencia. La meta terapéutica, trabajando con este tipo de
transferencia, requiere que el paciente se reapropie del objeto malo proyectado
sin dar libre curso a su «destructividad».

Como ejemplo clínico usaremos el mismo caso que usamos para ilustrar la
transferencia de P1+ tipo A
Después de un año de terapia, el cliente se da cuenta del vacío afectivo de su
vida. Entonces la estrategia terapéutica fue confrontar sus defensas y las
actuaciones (acting out) que usaba para evitar su sufrimiento con el fin de
ayudarle a tomar contacto con sus sentimientos de rabia vergüenza y culpa y
finalmente ayudarle a aceptarlos.

Ejemplo clínico:
Maximiliano: (Al terapeuta con rabia) «En este grupo entiendes a todos menos
a mi» (Transacción de transferencia).
Terapeuta: «Repítelo dejando salir tus sentimientos.»

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Maximiliano: (Con rabia) «¡Eres una vergüenza para tu profesión! ¡Eres un culo
de mierda! ¡No te importa nada! ¡Me largo de esta terapia!»
Terapeuta: «Maximiliano, no solo me estas descontando profesionalmente, sino
que estás destruyendo la imagen que de mi llevas dentro de ti. No hagas
esto y pide lo que tu quieres.»
Maximiliano: «Necesito ayuda.»
Terapeuta: «¿De quién?»
Maximiliano: «De ti.»
Terapeuta: «Repíteme ‘Necesito que me ayudes’, hasta que entres en contacto
con lo que sientes.»
Maximiliano: (Lo hace y llora).
Terapeuta: «Comprendo tu sufrimiento cuando descubres que no puedes hacer
todo por ti mismo. Y es bueno saber que tú, como todos los seres
humanos, tienes necesidad de dar y recibir amor. (El inciso ‘como todos los
seres humanos’ es pronunciado con un tono de voz diferente al resto de la
frase. Esto se hace para dar el Permiso de ser como los demás, que es vital
la terapia del narcisismo y es también un ejemplo de experiencia correctiva
de la que mencionado antes.)

CONCLUSIONES
Darse cuenta de los distintos mecanismos de transferencia permite al analista
transaccional manejar correctamente las transacciones que el paciente tiene
con él. El objetivo es desarrollar un enfoque suficientemente poderoso para
actuar directamente sobre la estructura y no solo sobre las manifestaciones
externas del Guión. Esto es esencial en el tratamiento efectivo de la
organización borderline de la personalidad y en el narcisismo patológico.
Debería recordarse que los dos tipos de transferencia son estructuralmente
diferentes aunque sus manifestaciones funcionales puedan ser similares. En la
transferencia del P2 el material proyectado ha sido incorporado del mundo
exterior (los padres reales). En la transferencia del P1 el material proyectado ha
sido incorporado, así como el analista, representa una parte del self grandioso
del paciente (P1+ en las personalidades narcisistas) y una parte del self
primitivo y de las representaciones de objeto primitivas (P1- y P1+ en la
condición borderline y en los narcisistas en regresión).
Para tratar estos pacientes con eficacia es por tanto importante dejarles
establecer una relación de transferencia con el terapeuta. La proyección
transferencial es una condición necesaria para establecer tal relación. Esta
relación se caracteriza por la proyección en una figura física que es percibida
por el paciente como significativa en el diálogo interno Niño - Padre. La forma y
el contenido de la relación proviene de un diálogo interno del que la persona no
es consciente. La persona revive una Gestalt inacabada con las figuras
parentales, proyectadas tal como ella las incorporó (transferencia preconsciente
del P2), o reexperimentando las mismas experiencias de apego, desapego y
reapego que condujeron a la formación del P1 (transferencia inconsciente del
P1). En este caso el Padre proyectado puede ser completamente bueno (P1+) o
completamente malo (P1-). Quiero resaltar que cuanto más severo sea el
diagnóstico, más carga emocional será investida por el paciente sobre el
terapeuta cuando se produzca la proyección. Una piedra angular del éxito con

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las patologías severamente regresivas es el uso del material
contratransferencial.
Esto requiere tener permiso para tener contratransferencia y para analizarla. En
esta perspectiva, usar el enfoque psicodinámico del Análisis Transaccional
requiere el reconocimiento de reacciones específicas a los diversos mensajes
transferenciales. De esta manera podemos saber, por ejemplo, cuando
confrontar y cuando apoyar o cuando y cómo reparentar siguiendo las fases de
la estrategia terapéutica. Por otra parte, podremos evitar intervenciones (P.e. la
confrontación demasiado clara de un comportamiento parásito o de una
grandiosidad) que parecen apropiadas en un momento dado pero que no tiene
en cuenta las necesidades específicas relacionadas con el problema de
crecimiento manifestado por un tipo determinado de proyección transferencial.

REFERENCIAS

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