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II
III
IV
¿Quiénes son estos que van al sacrificio?
¿A qué altar verdecido, sacerdote misterioso
conduces esa vaquilla, de lomos sedosos,
adornados de guirnaldas, que muge hacia el cielo?
¿Qué pueblo construido a la orilla del río,
del océano o del monte, ciudadela pacífica,
se vacía de gentes esta mañana piadosa?
¿Y tus calles, pequeña ciudad, ya para siempre
quedarán en silencio, pues no volverá un alma
que pueda decir por qué estás desolada.
V
I
II
III
V
II
Si oídas melodías son dulces, más lo son las no oídas;
sonad por eso, tiernas zampoñas,
no para los sentidos, sino más exquisitas,
tocad para el espíritu canciones silenciosas.
Bello doncel, debajo de los árboles tu canto
ya no puedes cesar, como no pueden ellos deshojarse.
Osado amante, nunca, nunca podrás besarla
aunque casi la alcances, mas no te desesperes:
marchitarse no puede aunque no calmes tu ansia,
¡serás su amante siempre, y ella por siempre bella!
III
IV
John Keats
II
III
IV