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AGENTES DE SOCIALIZACIÓN

PRIMARIOS Y SECUNDARIOS.

Integrantes: Ignacio Araya


Vania Arévalo
Isabel Catril
[Dirección de correo electrónico]
. El proceso de socialización también puede concebirse como un continuo que está en permanente
desarrollo. Se inicia desde el momento del nacimiento y va progresando y evolucionando durante
todas las etapas del ciclo vital. La socialización exige, por tanto, adoptar unos patrones sociales
determinados como propios, con el objetivo de conseguir la necesaria autorregulación que nos permita
una cierta independencia a la hora de adaptarnos a las expectativas de la sociedad. De hecho, puede
decirse que la autorregulación es el fundamento de la socialización, la cual no sólo requiere conciencia
cognoscitiva sino también, y de manera importante, control emocional.
¿Cómo repercuten los agentes socializadores en una sociedad?
Pero definamos primero la socialización; Berger y Luckmann refieren "Es el proceso por el que los
seres humanos adquieren su carácter social, adquiriendo la cultura de la sociedad donde nacen o
crecen” (Berger y Luckmann, 1968). Las instituciones surgen a partir de que el individuo necesita
expresar su modo de ser, sentir y pensar Independiente. La finalidad de la sociedad es crear miembros
a su imagen, varía a través del tiempo, y el espacio es producto de la sociedad.
Entonces podemos decir que el ser humano nace como ser humano y que el ser un sujeto social
lo va aprendiendo a medida que logra su pleno conocimiento y necesidad de comunicarse en medio
de un grupo de personas llamada sociedad, Según, Berger y Luckmann, la socialización es un proceso
por el cual los seres humanos van aprendiendo de dicha cultura, de donde nacen y viven y van
aprendiendo a través del tiempo a socializar. El hombre no nace siendo social, lo que lo lleva a
comunicarse en medio de un grupo es la necesidad de ser un sujeto social que tenga un nivel de
comunicación adecuado para insertarse y construir una buena sociedad.
El individuo no nace miembro de una sociedad, nace con una predisposición hacia la socialización, y
luego llega a ser miembro de una sociedad; «El proceso por medio del cual la persona humana
aprende e interioriza, en el transcurso de su vida, los elementos socioculturales de su medio ambiente,
los integra a la estructura de su personalidad, bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales
significativos, y se adapta así al entorno social en cuyo seno debe vivir» (Rocher, 1980). Entonces
podemos decir que el ser humano a través de la cultura y del medio ambiente se desarrolla en un
entorno social, ya que los otros influyen en su educación y en su manera de comportarse, vale decir
que también el lenguaje es una herramienta fundamental para alcanzar la socialización; pero hay otros
agentes que influyen en la formación de un ser social.
Desde la perspectiva biológica se entiende que la herencia biológica nos proporciona los mecanismos
necesarios para adaptarnos a la sociedad, de manera que las personas al nacer ya venimos
preparados para ser capaces de llevar a término el proceso de socialización, este enfoque se enfrenta
a la idea de aquellos autores que defienden que el hombre al nacer es una “tabla rasa”, desde este
punto de vista, los niños no serían recipientes vacíos ante la influencia de su entorno, considerándose
que la persona está dotada a nivel genético y biológico - neurohormonal - con una serie de influencias
que le permiten interactuar con los demás miembros de la sociedad. Esta perspectiva se justifica si
tenemos en cuenta que determinados signos sociales, como la sonrisa o el llanto, son instrumentos
de origen biológico que nos facilitan la interacción con nuestro entorno. En este sentido, se considera
que las variaciones de carácter biológico, tanto en los niños como en sus padres, producirán
diferencias en la socialización. Papousek y Papousuek (1991), relacionan distintos modos de
actuación de los padres que se producen en casi todas las culturas, y que no pueden entenderse como
conductas aprendidas, como una justificación de la idea de que existe en los padres una capacidad
biológica para proporcionar socialización - por ejemplo, la forma específica que tienen los padres de
comunicarse con sus hijos pequeños. A pesar de que esta perspectiva haya tenido cierto eco,
actualmente nadie duda en considerar que, las interacciones que mantiene la persona con su entorno,
son también una importante variable predictora de su desarrollo (Bronfenbrenner, 1979).
(Según Giddens ,1991); dice que «nuestras personalidades y perspectivas están fuertemente
influenciadas por la cultura y la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Al mismo tiempo, en nuestro
comportamiento cotidiano recreamos y reconstruimos activamente los contextos cultural y social en
los que tienen lugar nuestras actividades». La socialización tiene como resultado la interiorización de
normas, costumbres, creencias y valores, gracias a los cuales el individuo puede relacionarse con los
demás miembros de la sociedad. Por ello inciden los agentes socializadores en el entorno social del
hombre como la socialización primaria que es un proceso por el cual las personas llegan a incorporar
y compartir con el resto de los miembros de una sociedad. El conjunto de sus significados culturales,
se denomina socialización, que puede definirse como la introducción amplia y coherente de un
individuo en el mundo objetivo (cultura) de una sociedad o en un sector de él «La socialización primaria
es la primera por la que el individuo atraviesa en la niñez; por medio de ella se convierte en miembro
de la sociedad. La socialización secundaria es cualquier proceso posterior que introduce al individuo
ya socializado a nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad». (Berger y Luckmann, 1995).
Podemos decir que la socialización del hombre va surgiendo de manera en que ciertos
acontecimientos en su vivencia cotidiana, como la influencia de la cultura, en la cual van creciendo los
valores y costumbres, así como el contacto con los otros en los distintos momentos y ámbitos de la
vida, son fundamentales para la socialización del ser humano. También la necesidad de tener una
personalidad clara y definida, y de una identificación que le permita al ser humano ser parte de la
sociedad y desempeñar un rol social en ella - ya sea como padre, hijo, madre, esposo, conyugue, niño
o niña - representan un rol diferente en la sociedad, de manera que surge la necesidad de comunicarse
y así convertirse en un ser social.
Por otro lado están los agentes socializadores, que influyen en la construcción de la persona como
objeto social, respecto a ello están los agentes socializadores primarios, y en ellos cabe destacar el
más importante que es la familia, como pilar fundamental para que el ser humano sea un ser social.
En la familia se dan las condiciones propicias para que los procesos de socialización sean efectivos,
de acuerdo a lo que indica Sarramona:
- Las relaciones familiares se basan en el afecto entre padres e hijos, condición necesaria para que la
intervención socializadora respete al sujeto y éste se halle dispuesto a aceptar tal intervención.
- La familia puede ejercer una acción continuada y coherente en las diversas etapas del desarrollo de
los niños. La reiteración permite así la consolidación de las metas socializadoras.
- La convivencia familiar proporciona las múltiples ocasiones en que la acción socializadora se puede
llevar a cabo, reforzada con la posibilidad de actuación modélica por parte de los padres y otros
familiares adultos que conviven en el seno familiar de los principios y normas propuestas.
- La familia goza de todo el aval social para llevar a cabo su actuación socializadora, con lo cual está
legitimada para plantear sus propios principios ideológicos y recurrir a los refuerzos y sanciones que
sean precisas, sin por ello atentar a la naturaleza de las relaciones afectivas.
(Sarramona 2008).
La familia como agente principal, es de hecho el más importante, puesto que es la familia con la que
socializamos primero, siendo los principales agentes socializadores, representan la primera fuente de
educación que recibimos, nos enseñan lo básico, en tanto fundamento para la vida en sociedad y
todo lo que esta nos entrega constituye los principales valores de convivencia para vivir en sociedad.
Los agentes socializadores secundarios son; las escuelas, liceos e instituciones religiosas, entre
otros, y que les corresponde seguir inculcando valores primordiales y así ser personas plenas para la
sociedad.
La cultura de la sociedad es dinámica y va cambiando cada día, y ello lleva a la formación de otra
cultura diferente a la primera, creencias y gustos distintos que implican cambios positivos o negativos,
dependiendo del prisma con que se le mire.
En la sociedad actual se han perdido valores, si tomamos como referencia la familia tradicional, y
los valores que hoy prevalecen nos hablan de aquellos individualistas, que llevan a la persona a
competir y buscar el bienestar propio, sin considerar lo que pasa con el otro.
La socialización secundaria es, un proceso por el que se internalizan las instituciones sociales que
contrastan con el «mundo de base» adquirido en la socialización primaria. Ahora entran en juego
nuevos agentes de socialización, estos son instituciones sociales ya sean laborales, educativas,
políticas, culturales o religiosas. En relación al rol de la escuela, esta enseña una amplia gama de
saberes formales y de habilidades, pero también otra multitud de lecciones informales y transversales,
a través de lo que los sociólogos llaman - a partir de Bernstein - el «curriculum oculto».
La socialización secundaria completa la base que traemos de nuestro núcleo familiar, refuerza
valores, y permite adquirir nuevos conocimientos, podemos conocer verdaderamente la sociedad, nos
volvemos seres sociales de forma integral y ponemos en práctica los valores que ya conocemos y los
nuevos conocimientos adquiridos a partir de esta socialización secundaria, es entonces cuando nos
insertamos realmente como seres sociales, ya que no solo vivimos a partir de los patrones adquiridos
en nuestro seno familiar, sino que podemos apreciar la Sociedad en su real dimensión.
Si la familia es el grupo que afectivamente forma y modela los primeros rasgos personales y sociales
del individuo, la escuela es la institución constituida con el objetivo expreso de educar y formar a los
nuevos miembros de la sociedad, los ciudadanos. Cuando la cultura y los conocimientos se
complejizan como ha sido el caso de Occidente, ya no se puede dejar en manos exclusivas de los
padres (bien intencionados, pero a veces poco preparados) la tarea de educar a las nuevas
generaciones debe entonces, confiarse a las manos expertas de los profesionales. En la escuela, el
niño se enfrenta a un doble aspecto socializador, por un lado, será introducido en los contenidos
fundamentales de diversas materias (lengua, matemáticas, historia, geografía...) por otro, adquirirá
toda una serie de habilidades a partir del funcionamiento mismo del centro: trabajo en equipo,
colaboración, respeto hacia las normas comunes, asunción de responsabilidades. El grupo de iguales
lo forman los individuos de la misma edad con los que el niño entrará en relación en la escuela y en
otros ámbitos de su vida cotidiana, estos constituyen también un agente de socialización importante e
insustituible. El contacto del/la niño/a con otros individuos que están en una situación similar a la suya,
y con los que mantiene relaciones de igualdad, le dotará de una visión y una comprensión de los
problemas distinta de las que le ofrecen la escuela o la familia.
Los medios de comunicación están ocupando un lugar cada vez más destacado en la formación
de las nuevas generaciones, a través de ellos, el/la niño/a tiene acceso a toda una serie de
experiencias y conocimientos que, de otro modo habría ignorado hasta mucho después. Son muchos
los educadores, pensadores y padres que denuncian la influencia perniciosa que ejerce este medio
en la mente influenciable y no completamente formada todavía de los niños y niñas. La televisión pone
a su alcance contenidos (sexo, violencia, conductas ilícitas, desgracias...) que, por su inmadurez, le
resultan imposibles de comprender, sin embargo, las opiniones a este respecto son diversas y los
estudios no confirman nada de forma definitiva.
Como dice Sarramona, las relaciones familiares se basan en el afecto entre padres e hijos
(Sarramona 2008). Hoy en día en muchas familias no se observa que lo padres lleven una buena
relación con sus hijos, ya que existe maltrato físico y verbal, los menores no reciben la atención
suficiente, y se encuentran carentes de afecto y esto lleva a los adolescentes a buscar este afecto en
otros lugares, exponiéndose a la toma de decisiones incorrectas o motivadas por la búsqueda de la
aceptación de sus pares o intentando llamar la atención de padres ausentes o lejanos, la falta de
afecto y/o atención de padres a hijos es, en la mayoría de los casos, la causal por la cual los jóvenes
buscan refugiarse en relaciones amorosas tempranas y tormentosas, consumo de drogas y alcohol,
conductas ilícitas o excesos. En este sentido la escuela toma un papel humanizador, puesto que
muchas veces los profesionales que aquí trabajan, pasan a suplir los roles de adultos significativos
que los menores no encuentran en sus hogares, de ahí la importancia del rol del profesor.
Todo esto nos lleva a reflexionar que la sociedad de hoy en día está pasando por una crisis, o un
proceso de evolución hacia un nuevo paradigma, en el que es necesario estar atentos y ser capaces
de tener una correcta lectura de las necesidades de la sociedad actual y en consecuencia de las
nuevas generaciones, tanto padres como los adultos significativos que participan en la formación de
los niños y adolescentes tenemos el deber de estar preparados y abiertos a entender el rol que nos
cabe en la formación de los ciudadanos y ciudadanas de la sociedad y la incidencia y potencial que
tenemos como agente socializador.
Es importante que la escuela evolucione y se levante como baluarte de la sociedad, capaz de
formar seres críticos, reflexivos, proactivos, líderes, empáticos y solidarios – valores claves en la
sociedad de hoy - y que puedan contribuir a la sociedad como personas de bien, que por sobre todo
sean capaces de ser felices mediante el logro de su plena realización personal y colectiva.
Bibliografía

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