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Tema 8

PATERNIDAD Y
MATERNIDAD
RESPONSABLE

“Tomad esposas y
engendrad
hijos e hijas”. ( Jr 29, 5-
7 ).
Proyecto pastoral para novios Paternidad y maternidad
responsable Toledo

TEMA 8: PATERNIDAD Y MATERNIDAD


RESPONSABLE.

1. INTRODUCCIÓN:

Es muy importante que quienes van a colaborar con Dios en la transmisión de la vida
humana, engendrando nuevos hijos, se planteen a las puertas de su matrimonio el tema de
la paternidad y maternidad responsable, conociendo los criterios que la Iglesia, Madre y
Maestra les enseña, y que deben asumir en libertad y vivir en responsabilidad.

Cuando hablamos de paternidad y maternidad responsable, no podemos entenderlo


como sinónimo de paternidad y maternidad calculadas. La Encíclica “Humanae Vitae”,
después de recordar que el matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia
naturaleza a la procreación y educación de la prole, añade: “Por ello el amor conyugal exige
a los esposos una conciencia de su misión de “paternidad responsable” sobre la que hoy
tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente” (HV 10).

CRITERIOS DE PATERNIDAD/MATERNIDAD
2.

RESPONSABLE

Para comprender bien la “paternidad responsable”, hay que considerarla bajo


diversos aspectos relacionados entre sí; los dos primeros criterios hacen referencia a las
fuentes de la vida y el tercer criterio al número de hijos.

 “En relación con los procesos biológicos, paternidad responsable significa


conocimiento y respeto de sus funciones; la inteligencia humana descubre, en el
poder de dar la vida, leyes biológicas que forman parte de la persona humana.”
(HV 10).

El cristiano tiene obligación de conocer su cuerpo, qué leyes hay inscritas en


su naturaleza para respetarlas. Un ejemplo que puede ilustrar este criterio para
entenderlo bien, puede ser el siguiente: Yo tengo un taller mecánico, y necesito
contratar a un empleado para trabajar en el taller. Pongo un anuncio en la puerta,
y me viene un muchacho que ha estudiado farmacia, pero que no tiene ni idea de
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mecánica, pero que quiere trabajar. Le preguntaríamos si conoce el motor, si sabe


el funcionamiento de las bujías, de los frenos, de la batería. Nunca se nos
ocurriría contratarlo, porque seguro que desarmaría el motor, lo armaría a su
manera, pero el coche no funcionaría. El mecánico, no sólo debe conocer el
funcionamiento del motor, sino respetar cada una de sus piezas y la función que
desempeñan.

En definitiva este es el primer criterio de paternidad responsable: quienes van


a colaborar con Dios en la transmisión de la vida humana, deben conocer los
procesos biológicos de su cuerpo y respetarlos. Hay quienes acusan a la Iglesia
Católica de ser tremendamente biologista en este tema, y no en otros. Las leyes
biológicas que Dios ha puesto en la naturaleza del ser humano, no son un
añadido de la persona, sino parte integral y esencial de la misma persona, y por lo
tanto, manifestación de la voluntad de Dios Creador.

 “En relación con las tendencias del instinto y de las pasiones, la


paternidad responsable comporta el dominio necesario que sobre aquellas han de
ejercer la razón y la voluntad.” (HV 10).

El cristiano debe dominar su cuerpo. Cuando decimos “dominar”, no nos


referimos a “reprimir”. La inteligencia humana descubre un instinto sexual y unas
pasiones afectivas muy fuertes que deben ser dirigidas por la voluntad al servicio
del verdadero amor entre los esposos. El ser humano está llamado a ser señor y
dueño de su ser, y a no dejarse dominar ciegamente por las pulsiones y pasiones.
Para conseguir este dominio ético de sí mismo, el matrimonio cristiano cuenta con
la virtud de la castidad matrimonial, que lejos de impedir el amor en el
matrimonio, lo encauza y lo ordena al bien total de la persona y de su entrega.

Cuando un matrimonio decide no poner límites al instinto sexual, sino que


movido por un falso concepto de libertad se deja dominar por las pasiones, se
perjudica el amor entre ambos, se falsifica la entrega y degradan su dignidad
personal, puesto que en el ejercicio de la sexualidad se utilizan como objetos de
placer. El dominio de pulsiones y pasiones comporta una actitud de comprensión
hacia el otro, respeta sus ritmos, su situación personal, e integra el ejercicio de la
sexualidad siempre al servicio del verdadero amor y del respeto a la transmisión
de la vida.

Detrás de muchos fracasos matrimoniales, se encierra una falta de dominio del


instinto sexual, que en algunos casos, incapacita a la persona para el amor y llega
a ser una obsesión enfermiza con necesidad de tratamiento: “obsesos sexuales”;
en otros casos, hay una búsqueda continua de nuevas formas de expresión sexual
dentro y fuera del matrimonio que sólo buscan satisfacer el deseo de placer y
degradan la dignidad personal.

 “En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y


sociales, la paternidad responsable se pone en práctica, ya sea con la decisión

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ponderada y generosa de tener una familia numerosa, ya sea con la decisión,


tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo
nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido.
La paternidad responsable comporta sobre todo una vinculación más profunda
con el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es la recta
conciencia. El ejercicio responsable de la paternidad exige, por tanto, que los
cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo
mismos, para con la familia y la sociedad, en una justa jerarquía de valores.

En la misión de transmitir la vida, los esposos no quedan, por tanto, libres


para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera
plenamente autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben conformar su
conducta a la intención creadora de Dios, manifestada en la misma naturaleza del
matrimonio y de sus actos y constantemente enseñada por la Iglesia.” (HV 10).

A la hora de tomar una decisión, serán los dos esposos juntos, en común, quienes
juzguen, ante Dios, y de forma generosa, si ellos deben o no poner los medios para
aumentar o no el número de hijos. Se podrán aconsejar de otras personas, pero es a ellos
dos y a Dios, a quienes corresponde en definitiva esta decisión. Quien se casa se presupone
que es para también tener hijos; no al revés. Es decir, hace falta tener razones graves – y las
puede haber – para no aumentar el número de hijos. Pero, ¿cómo saber la voluntad de
Dios? Dios habla también a través de ciertas circunstancias de la vida de los esposos.

“En este oficio de transmitir la vida humana y educarla, que han de considerar los
esposos como misión propia, saben ellos que son cooperadores del amor de Dios y en cierta
manera sus intérpretes. Por eso cumplirán su deber con responsabilidad humana y
cristiana mientras, con un respeto dócil para con Dios, con un esfuerzo y deliberación
común, tratarán de formarse un recto juicio, atendiendo tanto a su propio bien como al bien
de los hijos, nacidos o todavía por venir, considerando para eso las condiciones materiales o
espirituales de cada tiempo o de su estado de vida, y, finalmente, teniendo siempre en
cuenta los bienes de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la misma Iglesia.
Este juicio se lo han de formar los mismos esposos en última instancia ante Dios.” (GS 50).

La aplicación práctica de este criterio de paternidad responsable en el matrimonio,


debe llevar a los esposos a preguntarse si deben tener un hijo, o si ya tienen alguno, si
deben tener otro hijo más. La decisión la toman los esposos, teniendo en cuenta la voluntad
de Dios que se manifiesta en las circunstancias de su vida matrimonial: físicas, económicas,
psicológicas y sociales; pero su decisión debe ser sincera, generosa, y en conciencia, ante
Dios, aceptando la ley divina, y dóciles al magisterio de la Iglesia que interpreta esa ley a la
luz del Evangelio (cf. GS 50).

Cuando un matrimonio debe tener un hijo más, ha de estar abierto a la vida y por lo
tanto, en la unión íntima de los esposos a la posibilidad de que Dios les regale un nuevo
hijo. El problema para muchos matrimonios surge cuando después de emitir una decisión
ponderada y sincera delante de Dios y en conciencia, deben evitar un nuevo nacimiento
durante algún tiempo o por tiempo indefinido. ¿Qué hacer? ¿Qué método utilizar? ¿Cómo

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estar abiertos a la vida si no debemos tener un hijo? ¿Cómo respetar la naturaleza del amor
conyugal y las normas morales de la transmisión de la vida humana?

Antes de dar respuesta a todos estos interrogantes y clasificar los métodos de


regulación de la fertilidad es necesario conocer las vías ilícitas y las vías lícitas en la
regulación de los nacimientos. Para ello nos acercamos una vez más al Magisterio de la
Iglesia expresado fundamentalmente en la Humanae Vitae de Pablo VI y a la Familiaris
Consortio de Juan Pablo II.

VIAS ILÍCITAS PARA LA REGULACIÓN DE LOS


3.
NACIMIENTOS.

El magisterio de la Iglesia, apoyándose en la fidelidad al plan divino, manifestado en


la “estructura del acto conyugal” y en “el inseparable nexo entre el significado unitivo y
procreador del acto conyugal”, distingue con rigor el modo ilícito de la regulación de los
nacimientos, y el moralmente recto.

 “Hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los
nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre
todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones
terapéuticas.

 Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado


muchas veces, la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre
como de la mujer.

 Queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en
su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga,
como fin o como medio, hacer imposible la procreación.

 Tampoco se puede invocar como razones válidas, para justificar los actos
conyugales intencionalmente infecundos, el mal menor o el hecho de que tales
actos constituirían un todo con los actos fecundos anteriores o que seguirán
después, y que, por tanto, compartirían la única e idéntica bondad moral. En
verdad, si es lícito alguna vez tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal
mayor o de promover un bien más grande, no es lícito, ni aún por razones
gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto
positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y, por lo mismo,
indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o
promover el bien individual, familiar o social. Es, por tanto, un error pensar que
un acto conyugal hecho voluntariamente infecundo, y por esto intrísecamente

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deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal


fecunda.” (HV 14).

4. LICITUD DEL RECURSO A LOS PERÍODOS


INFECUNDOS.

 “Si para espaciar los nacimientos existen serios motivos, derivados de las
condiciones físicas o psicológicas de los cónyuges o de circunstancias exteriores,
la Iglesia enseña que entonces es lícito tener en cuenta los ritmos naturales
inmanentes a las funciones generadoras para usar del matrimonio sólo en los
períodos infecundos y así regular la natalidad sin ofender los principios morales”.

“La Iglesia es coherente consigo misma cuando juzga lícito el recurso a los
períodos infecundos, mientras condena siempre como ilícito el uso de medios
directamente contrarios a la fecundación, aunque se haga por razones
aparentemente honestas y serias. En realidad, entre ambos casos existe una
diferencia esencial: en el primero, los cónyuges se sirven legítimamente de una
disposición natural; en el segundo, impiden el desarrollo de los procesos
naturales.

Es verdad que, tanto en uno como en otro caso, los cónyuges están de acuerdo
en la voluntad positiva de evitar la prole por razones plausibles, buscando la
seguridad de que no se seguirá; pero es igualmente verdad que solamente en el
primer caso renuncian conscientemente al uso del matrimonio en los períodos
fecundos cuando por justos motivos la procreación no es deseable, y hacen uso
después en los períodos agenésicos para manifestarse el afecto y para
salvaguardar la mutua fidelidad. Obrando así, ellos dan prueba de amor
verdadero e íntegramente honesto” (cf. HV 16).

5. ALGUNAS DIRECTRICES PASTORALES

Es muy conveniente al exponer la doctrina de la Humanae Vitae, no ocultar la


dificultad que puede tener en la práctica para muchos matrimonios vivir la norma moral de
la Iglesia en toda su profundidad. Pero conviene, en honor a la verdad, ser fieles a su
contenido sin caer en la trampa de adaptar la norma moral a las dificultades de la vida,

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cayendo en la gradualidad de la ley. Si no vivimos como pensamos, terminaremos pensando


como vivimos (cf. FC 34; HV 20).

No debemos ocultar también, que la Iglesia, Madre y Maestra, no ha sido la autora de


esta norma, ni puede, por tanto, ser su árbitro, sino solamente su depositaria e intérprete, y
que al defender la moral conyugal en su integridad contribuye a la instauración de una
civilización verdaderamente humana, y que defiende la dignidad personal de los cónyuges.
Como Maestra, enseña la verdad que ha recibido de Jesucristo; como Madre, quiere la
plenitud del bien para sus hijos, sin ahorrarles esfuerzos y sufrimientos; pero acogiendo en
su seno con misericordia a todos los que por debilidad sucumben al egoísmo y recorren el
camino equivocado. Lo que nunca puede hacer, por bien nuestro, es enseñar que es blanco
lo que es negro y no fomenta genuinamente el amor conyugal (cf. HV 18; FC 33).

Es imprescindible, también, integrar la moral conyugal dentro del proceso de


crecimiento en la fe. El problema que hoy tienen muchos matrimonios de fondo, no es una
cuestión moral, sino un problema de falta de fe y de madurez cristiana. “Ante el problema
de una honesta regulación de la natalidad, la comunidad eclesial, en el tiempo presente,
debe preocuparse por suscitar convicciones y ofrecer ayudas concretas a quienes desean
vivir la paternidad y la maternidad de modo verdaderamente responsable” (FC 35).

Sin la luz de la fe, sin la ayuda insustituible de la gracia, y sin el recurso a los
sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, y de la oración conyugal, es imposible vivir
responsablemente la paternidad y la maternidad (cf. HV 26).

Una ayuda que no debe faltar a los esposos para recorrer con fidelidad este camino es
el testimonio de matrimonios que, convencidos de esta doctrina, comuniquen a los demás
su experiencia. “Los mismos esposos se convierten en guía de otros esposos. Esta es, sin
duda, entre las numerosas formas de apostolado, una de las que hoy parecen más
oportunas” (HV 26).

Los médicos y el personal sanitario han de promover soluciones inspiradas en la fe y


en la recta razón, considerando también como deber profesional el procurarse la ciencia
necesaria en este aspecto con el fin de poder dar a los esposos que los consulten sabios
consejos y directrices sanas (cf. HV 28).

Los sacerdotes están llamados a exponer sin ambigüedades la doctrina de la Iglesia


sobre el matrimonio. Es de suma importancia para la paz de las conciencias y para la
unidad del pueblo cristiano que en el campo de la moral y del dogma todos transmitan con
fidelidad y con convicción el Magisterio de la Iglesia y hablen del mismo modo (cf. HV 28).
Esta fidelidad a la verdad debe ser siempre expresión eminente de caridad hacia los
esposos, que han de encontrar en el sacerdote la imagen del Buen Pastor que acoge y
acompaña a sus hijos con paciencia y con bondad, y que les muestra el camino que tienen
que recorrer ayudados por la oración, por los sacramentos, y la fuerza del Espíritu Santo (cf.
HV 29).

Por último, no puede faltar el apoyo de los obispos, que han de proclamar la santidad
del matrimonio, para que sea vivido en toda su plenitud humana y cristiana. Esta misión
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han de considerarla como una de sus responsabilidades más urgentes en el tiempo actual;
lo que supone una acción pastoral coordinada en todos los campos de la actividad humana,
económica, cultural y social, para hacer más fácil la vida de los padres y de los hijos en el
seno de la familia y de la sociedad (cf. HV 30).

PARA EL DIÁLOGO DE GRUPO

1. ¿Os habéis planteado juntos y habéis dialogado alguna


vez sobre los criterios de la paternidad y maternidad
responsable?

2. Analizar los motivos que tienen muchos matrimonios


para no tener hijos.

3. ¿Creéis que el nacimiento de un hijo es un bien para el


matrimonio, para los hijos ya nacidos y para la sociedad?

4. ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene el recurso a los


períodos
infecundos, la
virtud de la
castidad y el
dominio de sí
mismo en el
matrimonio?

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“Que podáis distinguir cuál es la voluntad


de Dios”.
(Rm 12, 1-2. 9-13).
PATERNIDAD Y MATERNIDAD RESPONSABLE.

Uno de los bienes más preciosos del matrimonio son los hijos; los esposos
colaboran con Dios en la transmisión de la vida humana; por eso, la Iglesia, Madre
y Maestra, os enseña los criterios que debéis tener en cuenta para determinar
responsablemente el número de hijos que conviene engendrar.

Paternidad y maternidad responsable no es sinónimo de paternidad y


maternidad calculadas; tampoco es tener uno o doce hijos; se trata de descubrir
cuál es la voluntad de Dios en las circunstancias de vuestro matrimonio: físicas,
psicológicas, económicas y sociales, y emitir un juicio honesto y ante Dios, que os
lleve a respetar y vivir la norma moral en libertad que favorece el verdadero amor
en vuestro matrimonio.

¡NO LO OLVIDÉIS! estad abiertos a la vida, porque un hijo nunca es una


desgracia, sino un don de Dios.

1. ¿Os habéis planteado juntos y habéis dialogado alguna vez sobre los criterios de
la paternidad y maternidad responsable?
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2. Analizar los motivos que tienen muchos matrimonios para no tener hijos.
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3. ¿Creéis que el nacimiento de un hijo es un bien para el matrimonio, para los
hijos ya nacidos y para la sociedad?
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Proyecto pastoral para novios Paternidad y maternidad
responsable Toledo

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4. ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene el recurso a los períodos infecundos, la
virtud de la castidad y el dominio de sí mismo?
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EVALUACIÓN DE CONTENIDOS
Paternidad y maternidad responsable
Nota: Señalar con un círculo si la frase es verdadera o falsa.

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Proyecto pastoral para novios Psicología de la pareja
Toledo
1. Paternidad responsable es teniendo en cuenta la voluntad de
calcular bien el número de hijos que Dios que se manifiesta en las
hay que tener. VóF circunstancias de su vida. VóF

2. El matrimonio y el amor conyugal 9. El Magisterio de la Iglesia no


están ordenados por su propia distingue el modo lícito o ilícito en la
naturaleza a la procreación y regulación de los nacimientos. V ó F
educación de la prole. VóF
10. La esterilización directa,
3. En relación con los procesos perpetua o temporal es una vía
biológicos, paternidad responsable ilícita. VóF
significa conocimiento y alteración de
sus funciones. VóF 11. Es ilícita toda acción que, o en
previsión del acto conyugal, o en su
4. Las leyes biológicas para realización, o en el desarrollo de sus
transmitir la vida humana son parte consecuencias naturales, se
integrante de la persona y proponga como fin o como medio,
manifestación de la voluntad de hacer imposible la procreación. V ó F
Dios. VóF
12. Esta acción ilícita anterior se
5. En relación con el instinto y las llama contracepción. VóF
pasiones, paternidad responsable es
dar rienda suelta a lo que te apetece 13. Cuando existen motivos graves
en cada momento. VóF es lícito el recurso a los períodos
infecundos. VóF
6. El ser humano está llamado a ser
señor y dueño de sus instintos por 14. Siempre es ilícito el uso de
medio de la virtud de la castidad. medios directamente contrarios a la
VóF fecundación, aunque se haga por
razones aparentemente honestas y
7. En la misión de transmitir la vida, serias. VóF
los esposos quedan libres para
proceder y decidir a su gusto. V ó F 15. Es bueno cambiar la norma
moral de la Iglesia según las
8. La decisión de tener un hijo, la dificultades de cada matrimonio.
toman los esposos en común, VóF

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Proyecto pastoral para novios Psicología de la pareja
Toledo

TEMAS DE CONSULTA:
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